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Rápido y curioso:
En estos días el debate social se inundó de menciones a la Educación Sexual Integral (ESI),
ya que empezó a discutirse en el Congreso una reforma a la ley que tenemos (la 26.150).
De las muchas cuestiones que atraviesan este debate, una se destaca: actualmente, la ESI
es obligatoria para todos los establecimientos educativos (incluso los de gestión
privada), pero existe la posibilidad de aplicarla de manera discrecional ya que hay un
artículo en la ley (el 5°) que permite a cada institución educativa adaptar los contenidos de
la ESI a su “ideario institucional” y a “las convicciones de sus miembros”. El proyecto de
reforma busca, entre otras cosas, cerrar esa posibilidad para que la ESI y sus
contenidos sean genuinamente accesibles, de modo que nadie sea privado de
aprenderlos, vaya a la escuela que vaya.
Al mismo tiempo que se impulsó este proyecto, se viralizó una intensa campaña de
propaganda en su contra: #ConMisHijosNoTeMetas. Lo llamativo es que no sólo se
pronunció en contra de la reforma, sino de la ESI en su totalidad. Aunque una gran
visibilidad no implica necesariamente su adhesión entre mayorías, la campaña anti-ESI
tiene un impacto que trasciende a quienes la impulsan, motorizada por una
fuerteinversión de dinero y una intensa difusión en redes sociales.
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No es la religión, es la familia
La campaña anti-ESI tiene la curiosa característica de ser muy amplia e ‘inclusiva’ en
términos religiosos. Sus promotores dicen argumentar desde la ciencia y la libertad de
culto, y no en defensa de una religión en particular (más allá de los credos de sus
miembros).
Ahora bien, al momento de reunir los ejes discursivos de la campaña anti-ESI, sirve mucho
mirar el debate que ocurrió hace años, cuando se discutió la creación misma de la ley (allá
por 2006). En ese entonces, la oposición más visible era la del episcopado católico. En
base a las narrativas que dominaron aquel debate, el investigador argentino Juan Cruz
Esquivel realizó un profundo trabajo de análisis. Los temas en cuestión fueron,
coincidentemente, los mismos que ahora: por un lado, ¿quién tenía legítima potestad para
impartir educación sexual, el Estado o las familias? Pero también se dio la controversia en
torno a cuáles debían ser los lineamientos de una adecuada educación sexual, con especial
preocupación del episcopado por aquellos contenidos vinculados a la perspectiva de género,
la pluralidad de identidades sexuales, la información sobre métodos anticonceptivos y la
edad apropiada para empezar a recibir educación sexual.
Lo cierto es que, aunque las voces anti-ESI aleguen basarse en referencias científicas y
no religiosas, su oposición se ancla en argumentos casi idénticos a los de la narrativa
episcopal. Por eso, el debate de aquel entonces (y su análisis) aporta muchas pistas para
entender el debate de hoy.
En segundo lugar, atribuir a la naturaleza propiedades que la ciencia más bien refuta, como
un carácter inmutable y definitivo, incompatible con la evolución y el dinamismo del que
dan cuenta las ciencias naturales; o la idea de que ‘lo natural’ corresponde a un modelo
específico, que no da cuenta de los matices y las complejidades presentes en la realidad.
Por otro lado, el tercer problema es el de señalar falta de neutralidad en el ojo ajeno y
asumir que constituye una imposición ideológica el simple hecho de proporcionar cierta
información a niños, niñas y adolescentes. ¿Cómo es esto? Se insiste en que cierta
información puede pervertir a los más jóvenes y que, sobre todo si no es presentada como
parte de una patología, se estaría realizando una imposición ideológica. Sin embargo,
ocurre exactamente lo contrario: pretender que una información debe venir acompañada de
una patologización de ciertas realidades, o que sencillamente debe ser omitida, es mucho
más parecido a imponer una ideología y a ‘negar la posibilidad de elegir’, mostrando la
realidad de manera parcial.
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Fuente: página oficial de Facebook de la campaña anti-ESI
Un problema de pertenencia
#ConMisHijosNoTeMetas resume una consigna que defiende la idea de que deben ser los
padres los que se ocupen exclusivamente de elegir los contenidos de educación sexual que
percibirán sus hijas e hijos. Bajo esta mirada, si el Estado propone sus propios contenidos,
resulta un intruso en un ámbito que no le compete. Y un Estado que invade (o impone) las
creencias y valores individuales y familiares es identificado como totalitario. Especialmente
si alguno de los contenidos impartidos alude a cuestiones que no se corresponden con
conocimientos científicos. La narrativa insiste en un derecho ‘de los padres’ que contrapone
al derecho del Estado.
El precedente emerge otra vez. Cuando parecía que en 2006 se iba a aprobar la ESI, la
Comisión de Educación Católica elaboró un material dirigido a integrantes de ambas
cámaras del Congreso en el que, entre otras cuestiones, se preocupaba por “la sustitución de
la familia por parte del Estado en materia educativa”, identificando el protagonismo estatal
con el totalitarismo, y planteando la tarea educativa como derecho y deber de los
progenitores. El rol de la escuela en este marco sólo podía ser el de cooperación, a partir de
la solicitud y bajo la dirección de la familia.
En este caso, el equívoco consiste en situar la controversia como una contraposición
entre derechos de los progenitores y derechos del Estado. El involucramiento del Estado
en la educación no se justifica oficialmente como un derecho del Estado, sino en función de
los derechos de los niños. Por tanto, el Estado se involucra en tanto garante de esos
derechos.
¿Alguien quiere pensar en los padres? Fuente: página oficial de Facebook de la campaña
anti-ESI
Si bien es cierto que el totalitarismo es un término asociado a la intrusión del Estado en las
libertades individuales, existe un enorme consenso en las sociedades occidentales con
respecto a ciertas reglas que han de estar por encima de los criterios individuales, y que se
condensan desde mediados del siglo XX en lo que conocemos como los derechos humanos.
Y ocurre que, en este caso específico, no se trata de una lista de derechos que los padres
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pueden decidir cuándo usar y cuándo reclamar. Porque son de los niños en tanto
titulares. No del Estado, no de sus padres: de los niños. ¿Por qué? Porque tanto el Estado
como los padres podrían ser, eventualmente, los que limitaran esos derechos. Entonces este
marco permite reclamar al Estado cuando no cumple con los derechos de los niños, pero
también proteger a los niños de situaciones de violencia y maltrato familiar, o de
negligencia de sus padres respecto de su acceso a la salud y la educación.
En lo que refiere al derecho a la educación sexual, existe un enorme marco legal de
derechos humanos, derechos del niño y leyes nacionales que respaldan la necesidad de
aplicar la ESI.
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Convención de Belém d
Pará).
Ley 23.179/85
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW).
Ley 23.849/90
Ley 23.798/90
Ley 24.417/94
Ley 25.273/00
Ley 25.584/02
Prohibición en los establecimientos de educación pública de toda acción institucional que impida el inicio o continuida
del ciclo escolar a alumnas embarazadas.
Ley 26.061/02
Ley 25.673/03
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Ley 25.808/03
Ley 26.150/06
Ley 26.130/06
Ley 26.364/08
Ley 26.485/09
Ley de protección integral para prevenir, sancionar, la violencia contra las mujeres en los ámbitos de relaciones interpersonales.
Ley 26618/10
Matrimonio Civil.
Ley 26743/12
Identidad de género.
Ley 26862/13
Acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducción médicamente asistida y reglamentación.
Ley 26892/13
Ley 27234/15
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Específicamente, el proyecto dispone modificar:
El artículo 1:
Agrega que la educación sexual debe ser respetuosa de la diversidad sexual y de género, con carácter formativo, basada en
conocimientos científicos y laicos. También, para que en adelante se mantenga actualizada la ley, agrega que los contenidos de la ley
deben articularse “de forma congruente con los derechos reconocidos en las leyes vigentes”.
El artículo 2:
Actualiza el marco legal de las leyes cuyo cumplimiento orientan los lineamientos de la ESI, añadiendo las leyes de Matrimonio
Igualitario, de Parto Humanizado, de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas; y de Identidad de
Género.
El artículo 3:
Modifica la parte en que refiere a igualdad de trato y oportunidades, propone afirmar esa igualdad en general, y ya no solo “para
varones y mujeres”, por lo que la aclaración es eliminada. Además, se añade dentro de ese objetivo “la no discriminación y un acceso
igualitario a la Educación Sexual Integral para las diversas identidades de género y orientaciones sexuales”.
El artículo 5:
La modificación de este artículo es el eje central de la controversia porque es, en definitiva, el que elimina la vía para evitar en
algunas escuelas la implementación de la ESI y los contenidos del programa. Mientras el artículo de la ley original permite a cada
institución adaptar la propuesta de ESI a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros, el proyecto propone establecer
como obligatorios los contenidos de la ley en todos los casos, de modo que “deberán incluirse en la currícula y modalidad de todos
los niveles educativos de forma obligatoria, constituyéndose en disposiciones de orden público, independientemente de la modalidad,
entorno o ámbito de cada institución educativa, sea de gestión pública o privada”.
El artículo 7:
Este artículo refiere a la comisión interdisciplinaria de especialistas en la temática para asesorar en la definición de los lineamientos
curriculares básicos de la ESI, y el proyecto de reforma propone añadir a la comisión la responsabilidad de sugerir preguntas que
sirvan como parámetro para para evaluar la enseñanza y aprendizaje de ESI.
El artículo 9:
El proyecto propone añadir un artículo, el 9 bis, que implementa un sistema de monitoreo sobre la aplicación de la ESI y sus
resultados.
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A nivel nacional, la Fundación Huésped realizó una encuesta online, entre 2016 y 2017, a
2900 jóvenes que ingresaron a la escuela secundaria desde el 2000. Algunos de los
resultados fueron por demás alarmantes:
Nunca menos
Más allá de la postura de cada quien, llegados a este punto deberíamos poder estar de
acuerdo en algunas cosas importantes: que el Estado no se arroga el derecho de brindar
educación sexual sino que tiene la obligación de hacerlo; que esto no entra en conflicto con
el derecho de los padres a enseñar en sus casas lo que les parezca más adecuado; que la
campaña anti-ESI refiere continuamente a la ciencia pero que la ciencia está lejos de
afirmar lo que esa campaña afirma; y, como si esto fuera poco, que la ley actual de
educación sexual no sólo resulta insuficiente sino que su implementación deja mucho que
desear.
Es urgente tener esta conversación de forma informada y colectiva. La ESI carga en sus
espaldas la responsabilidad de instrumentar una enorme cantidad de derechos; por un lado,
formando generaciones que los conozcan, tanto para defender los suyos, como respetar los
ajenos; por otro, poniendo al alcance de todas y todos los jóvenes, y a tiempo, la
información necesaria para alentar conductas de autocuidado y prevención, como parte de
políticas fundamentales de salud pública. Por todo eso, el alcance y los contenidos de la
ESI constituyen una de las claves para dar el salto de derechos reconocidos en la letra de la
ley, a derechos genuinamente garantizados. Esto se logra con una ESI actualizada a los
nuevos derechos y responsabilidades estatales que se vayan incorporando y, sobre todo, una
ESI que llegue de verdad a todos los lugares y a todas las personas a las que debe llegar.
Diseñar una ley a la altura de estos desafíos sólo puede significar más, y nunca menos,
educación sexual integral.
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