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INSURGENCIA SIN

REVOLUCIÓN
La guerrilla en Colombia
en una perspectiva comparada

Eduardo Pizarro L eongóm ez

TAI EDITORES • IEPRI (UN)


Eduardo Pizarro Leongómez es soció­
logo de la Universidad de París-Vlll.
Realizó un posgrado en ciencia políti­ sociología y política
ca en la Universidad de los Andes, un
máster en relaciones internacionales
en el Instituto de Altos Estudios para
el Desarrollo y un DEA en el Instituto
de Estudios Políticos de París. Coftin-
dador, exdirector y profesor del Insti­
tuto de Estudios Políticos de la Uni­
versidad Nacional de Colombia. Es
coautor de Colombia: violencia y demo­
cracia (1987) y Pacificar la paz (1993),
y autor de Las Pare, 1949-1966. De la
autodefensa a la combinación de todas las
formas de lucha (1991).

Ilustración de cubierta:
El último grilo, 1967, René Magritte
INSURGENCIA
SIN REVOLUCIÓN
La guerrilla en Colombia en una
perspectiva comparada

por
E d u a r d o P iz a r r o leongóm ez

EDI TORES
1
—T T V ^
EDITORES Vara Jerónimo, Esteban y Lorenzo,
• t e r c e r m u n d o S.A. B o g o t a quienes merecen un mundo más amable
TRANSV. 2a. A N o. 67-27, TELS: 2 5 5 0 7 3 7 - 2 551695, A.A. 4817, FAX 2 1 2 5 9 7 6
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G a s p a r d e c a r v a j a l 730 y G a r c I a l e ó n t e l s . 905 9 3 2 - 220 4 9 7

cubierta: diseño de juan carlos villamizar

primera edición: enero de 1996

© eduardo pizarra leongómez


© tercer mundo editores en coedición con el instituto
de estudios políticos y relaciones internacionales,
universidad nacional de colombia

ISBN 958-601-648-X

edición, armada electrónica,


impresión y encuademación:
tercer mundo editores

impreso y hecho en colombia


printed and made in colombia
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D o n d e u n g o b ie r n o h a y a s u b id o a l p o d e r
c; p o r a l g u n a f o r m a d e c o n s u l t a p o p u l a r,

rr fr a u d u le n ta o n o , y s e m a n te n g a a l m e n o s

e u n a a p a r i e n c i a d e l e g a l i d a d c o n s t i t u c i o n a l,
e l b r o te g u e r r ille r o e s im p o s ib le d e p r o d u c ir
e
p o r n o h a b e r s e a g o t a d o la s p o s i b i l i d a d e s
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d e la l u c h a c í v i c a .
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ti Ernesto "Che" Guevara, en L a g u e r r a d e g u e r r illa s (1960)
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III
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CONTENIDO

Pr ó lo g o *i

INTRODUCCIÓN xix

Capítulo 1.
In s u rg e n c ia y r e v o l u c ió n e n A m ér ic a La t in a i
¿Por qué triunfan o fracasan las revoluciones? 2
Las revoluciones triunfantes: Cuba y Nicaragua 8

Capítulo 2.
La e m e r g e n c ia d e l o s MOVIMIENTOS INSURGENTES 15
¿C om p ortam ien to-resp uesta o co n d u cta política? 15
L'air du temps 27
Capítulo 3.
F u n d a m e n to s p a r a u n a s o c i o l o g í a d e l a g u e r r i l l a 41
Historia del partisano 41
Bases para una tipología de la guerrilla 56
El potencial de negociación de los grupos
guerrilleros 81

Capítulo 4.
El f o q u ism o y s u f r a c a so e n A m ér ic a La t in a 89
El foquismo rural y la guerrilla urbana 89
El descalabro guerrillero en la Colombia de los setenta 95
La reactivación y el auge de los ochenta 101
Las raíces de la "insurgencia crónica" 109

Capítulo 5.
El a p o y o c a m p e s in o y l a e x p a n sió n GUERRILLERA 139
Campesinos y revolución 141

IX
X C o n t e n id o

El campesinado y la guerrilla en Colombia 151 PRÓLOGO


El Estado y la protesta campesina 169

Capítulo 6.
Bie n e s colectivos e in c e n t iv o s selectivos :
LAS "FRONTERAS" DEL PODER ESTATAL 175
Legitimidad y oposición desleal 176
La "debilidad" del Estado 181 T engo en mis manos el último libro de Eduardo Pizarro,
La acción colectiva en zonas de frontera 185 titulado Insurgencia sin revolución. Se trata de un laborioso es­
crito, más sistemático que histórico, sobre el origen, estilo y
Capítulo 7. modalidades de inserción social y política de la insurgencia
INSURGENCIA CRÓNICA, "EMPATE NEGATIVO" Y PROCESO armada revolucionaria en Colombia.
DE PAZ 209 Pizarro es un sociólogo con alma de historiador y de pe­
Limitaciones de la experiencia guerrillera 210 riodista. El paisaje homogéneo y simple de las grandes gene­
¿Equilibrio estratégico o "empate negativo"? 230 ralizaciones no es su hábitat natural. Para él, moverse entre
El proceso de paz 237 los grises de las ideas abstractas e intemporales es el resulta­
do de un trabajo tesonero y fatigoso, de una disciplina que
Ep ílo g o : "Guer r a im posible , paz im pro ba ble " 247 contraría su inclinación natural a leer las situaciones políticas
desde la riqueza cromática de historias irrepetibles y desde
la febrilidad múltiple e inasible de la vida que acaece.
Anexo 1
En tal sentido, me sorprende amablemente el talante y
El M a nifiesto de Sim a c o t a 251
contenido de la obra que tengo frente a mis ojos. Se trata de
un trabajo comparativo, de amplio espectro, en el cual se so­
Anexo 2 meten hipótesis generales de las ciencias sociales sobre las
C o m a n d o Q u in t ín L a m e . P or l a d e f e n s a d e los causas del éxito y del fracaso de las revoluciones y sobre el
DERECHOS INDÍGENAS 253 papel del campesinado en los procesos de cambio violento a
la prueba de un sinnúmero de casos concretos, arrancados a
Bibliografía 257 la historia de múltiples países, y muy en particular a la histo­
ria colombiana. El libro de Pizarro es, en tal sentido, lo que
los alemanes llaman un Standadwerk, es decir, un trabajo que
refleja el estado del arte en materia de violencia revolucionaria
y que está hecho de cara al diálogo con la comunidad cientí­
fica internacional.
XI
x ii P rólogo Pró lo g o x iii

Y sin embargo, el Pizarra apasionado y múltiple perma­ nica". Acunadas por los vientos culturales favorables de la
nece allí, agazapado entre las páginas de un discurso cientí­ teoría marxista de la revolución inevitable y por la revolu­
fico y objetivante. A veces, pareciera que las hipótesis ción cubana, las guerrillas colombianas echaron, expandie­
generales que trae a cuento no son sino ayudas precarias ron y propagaron sus raíces en una tierra fértil para la
para adentrarse en un horizonte de sentido, camisas de fuer­ estabilización. Pero esa misma tierra les resultó árida e ina­
za que deben estallar bajo la presión de los condicionamien­ decuada para el triunfo.
tos y de las causas múltiples de la vida. Entre las muchas circunstancias que enuncia Pizarra
Así las cosas, el libro de Pizarra es también, sin proponér­ como determinantes de la estabilización del movimiento in­
selo, un manifiesto y una advertencia contra los peligros que surgente en Colombia vale la pena empezar por recordar la
representa una visión lineal y monocausal de la violencia en tradición de lucha guerrillera y la endemoniada geografía de
general, y de la violencia política en particular, que le apuesta montaña. Se adentra también el autor, con énfasis especial, en
a la primera correlación positiva que se encuentra entre dos el estudio del sentido y alcance de la "debilidad del Estado"
series estadísticas de datos. colombiano, en cuanto determinante de que por fuera de su
Teórica y metodológicamente, la obra se sitúa en un terre­ precaria y aun traumática presencia en las llamadas "zonas
no intermedio, a mitad de camino entre los modelos estruc­ de frontera" —rurales y urbanas—, pero sobre todo con el
turales y los modelos de actores. Luego de pasar revista a apoyo de los campesinos colonos, las guerrillas hayan conse­
múltiples casos, extraídos de la historia europea, asiática y guido articularse a manera de contraestados locales. De esta
latinoamericana. Pizarra concluye —con Peter Waldmann— forma han podido sustituir el Estado ausente, afirmándose
que para explicar el acto fundacional de una guerrilla casi como garantes de la seguridad y de la prestación de algunos
basta un modelo puro de actores. Para el nacimiento de un servicios básicos a la comunidad.
grupo terrorista o guerrillero casi todo terreno es propicio. Un análisis detenido le merece, por último, a Pizarra, la
Para la estabilización y el éxito de un movimiento revo­ cuestión del relativo cerramiento político del Frente Nacio­
lucionario, en cambio, se hace necesario el recurso a modelos nal. En contravía de la opinión de autores como Daniel Pé-
más estructurales de explicación, que puedan dar cuenta de caut y Malcolm Deas, que por ambiguo e inasible le restan
las camisas de fuerza y de los condicionamientos globales a capacidad explicativa a este tópico. Pizarra, siguiendo una
que están sometidos los impugnadores violentos del statú vieja y sólida línea interpretativa, lo rescata. Al fin y al cabo,
quo. En otras palabras, para entender el surgimiento de una para el autor lo determinante no es tanto que el régimen fren-
guerrilla basta la comprensión de su accionar en los términos tenacionalista haya sido efectivamente un régimen cerrado,
de una "conducta política". Pero para entender el proceso de sino que haya sido percibido como tal por aquellos sectores
si£estabilización y de su eventual triunfo, se requiere mucho de clases medias que sintieron el llamado de la revolución.
más la comprensión de su accionar en los términos de un Entre las circunstancias estructurales que a juicio de Piza­
"comportamiento-respuesta". rra han condicionado el fracaso del movimiento insurgente,
El eje central del libro es el intento minucioso de Pizarra cabe igualmente traer a cuento no sólo la profunda desorga­
por explicar por qué en Colombia el movimiento guerrillero nización social y política que nos legó la Violencia de los años
se ha estancado y adquirido el perfil de una "insurgencia cró- cincuenta y que hizo imposible la aparición de unas bases
XIV P rólogo Pró lo g o XV

organizadas de apoyo a la insurgencia, y la urbanización ace­ ca el ya en sí mismo deprimente espectáculo de una "insur­
lerada de la vida colombiana durante las décadas de los cin­ gencia crónica", Pizarro mira hacia adelante y observa —aca­
cuenta y los sesenta, la cual volvió insuficientes los apoyos so muy resignadamente— cómo nuestras guerrillas habrán
inorgánicos campesinos. También hay que recordar, en este de persistir en su torpe afán por destruir el tejido social y
contexto, el carácter —aún durante el Frente Nacional— por político de nuestra estatalidad nacional, condenándonos a la
lo menos formalmente democrático del régimen político co­ antidemocracia y al autoritarismo, en un escenario de fin de
lombiano, contrario a la posibilidad de que se estructure con­ siglo caracterizado por lo que él denomina, parafraseando a
tra él una coalición amplia de oposición, como las que se han Raymond Aron, una "guerra imposible" y una "paz impro­
hecho viables en los procesos insurreccionales dirigidos, por bable".
ejemplo, contra dictaduras personales y patrimoniales. Definitivamente Pizarro no escribió ni un libro periodís­
Un papel central en la explicación del estancamiento re­ tico ni un libro profético. Con una disciplina intelectual que
volucionario de las guerrillas le corresponde a la unidad de no acabo de admirar, redujo la multiplicidad de los tiempos
cuerpo, a la capacidad de respuesta represiva del aparato mi­ y de los espacios analizados a la eternidad intemporal de una
litar, el cual, tanto o más que a las guerrillas, ha golpeado lectura sistemática, y luego guardó silencio sobre los aconte­
militarmente a sus grupos populares —rurales y urbanos— cimientos vertiginosos y agobiantes del presente. A mí, en
de apoyo. Hasta aquí mi precario y defectuoso resumen... cambio, víctima como soy de una suerte de depresión atmos­
No se trata de sustituir la riqueza del análisis que hace férica, partícipe como me siento de una tristeza colectiva de
Pizarro por una mala síntesis del mismo, de mi propia cose­ patria, me cuesta trabajo, en circunstancias de colapso políti­
cha, sino sólo de ofrecerle al lector alguna orientación e inci­ co e institucional como las de hoy, no someter la lectura de
tarlo a que se adentre, por su propia cuenta, en el amplio este laborioso escrito al test azaroso y al juego de apuesta de
universo descriptivo y explicativo que descubre la obra. la coyuntura.
Ahora bien, tanto como el hecho de que Pizarro se haya ¿Qué está sucediendo? ¿Qué va a suceder mañana? Pien­
aplicado a la disciplina de un trabajo comparado, me impre­ so en la crisis de la actual administración y en la del régimen
siona su extrema continencia prognóstica, tan contraria a su político en general...
impaciencia, a su pasión periodística por penetrar los senti­ La incertidumbre de futuro, pero sobre todo los episodios
dos actuales inacabados y por adelantarse al desarrollo de los de violencia perpetrados durante los últimos días, contribu­
acontecimientos. yen a activar al pequeño "conservador de reserva" que todos
Sólo en las últimas tres páginas de su libro se abandona llevamos dentro. El gobierno sólo consigue estabilizarse des­
Pizarro, motivado acaso por la atmósfera de desencanto que de la derecha. La violencia oculta la corrupción.
hoy nos circunda, por el cansancio de las negociaciones otra No importa cuál de ellas sea en la actualidad el enemigo
vez fracasadas y acaso también por la tristeza íntima de los verdadero. La estructura del aparato de Estado y el concepto
hermanos caídos en aras de un ideal inútil, a un juego harto todavía hegemónico de orden público, en cuanto edificados
pesimista de previsiones de futuro. ambos sobre el predominio del ejército, hacen necesaria la
Después de haber realizado, en su viaje de más de 200 pá­ definición ritual, arquetípica y reiterativa jde las guerrillas
ginas, un balance minucioso y detallado sobre lo que signifi- como el enemigo verdadero del Estado.
XVI P rólogo XVII
Prólogo

Al fin y al cabo, nuestro modelo de seguridad está carac­ internacionalizada y ubicua, que se columbra como gesta
terizado por un desfase profundo entre el perfil de la capaci­ inaugural de nuestra posmodernidad bizarra, para el evento
dad represiva desarrollada por el Estado, en cuanto edificada de que la narcoguerrilla se convierta en la figura central en el
sobre la existencia de un ejército fuerte —miembro de núme­ paisaje polimorfo de nuestras múltiples violencias, podría
ro de la coalición sociopolítica portadora desde hace casi me­ dar al traste con todos nuestros sueños de hacer realidad una
dio siglo del proyecto de nuestra estatalidad nacional— y sociedad mejor, resulta necesario, hoy más que nunca, parar
sobre un concepto de orden público tributario del paradigma la confrontación entre el Estado —entre su ejército— y las
clásico de la "guerra civil", y las necesidades que resultan de guerrillas.
la urgencia creciente de enfrentar al narcotráfico como gran i En nuestro país tiene que ser posible negociar, antes de
terrorista y corruptor de la sociedad y del Estado. Colombia que se haga tarde, una paz política y social con la insurgencia
necesita más y mejor policía y menos ejército. _todavía revolucionaria— y con los paramilitares no narco­
Así las cosas, resulta plausible, a pesar de su apariencia tizados, que pase, entre otras cosas, por una gran reforma
provocadora, la tesis según la cual las guerrillas han cumpli­ agraria, pero sobre todo por la redistribución del conjunto de
do en Colombia sobre todo —y en especial ahora— una fun­ nuestra inmensa y ya disfuncional "hacienda mafiosa", que
ción estabilizadora. Si bien es cierto, como afirma Pizarro, no sólo de la narcohacienda.
1 que la insurgencia crónica ha hecho imposible la construc­ Para terminar, una observación: cuando dije, al comienzo
ción de una democracia menos autoritaria y más participati- de este prólogo, que las reflexiones de Pizarro se orientan,
va, también es verdad que la misma ha favorecido la estabi­ entre otras cosas, a describirnos las formas de inserción social
lidad del Estado como puro aparato de coerción y de domi- y política de las guerrillas, pensé sobre todo en la sofisticada
) nación. tipologización que su texto hace de las mismas, pensé en la
distinción que en su libro se hace entre guerrillas societales,
Pero definitivamente la emergencia y la consolidación
militares y de partido, la cual constituye, en gracia de su
del narcotráfico marcaron un punto de inflexión en una his­
enorme capacidad descriptiva y aun de su virtualidad expli­
toria que había estado dominada largamente por la idea de
cativa, un aporte útilísimo para quien aspire a poner un poco
la guerra civil entre ejércitos, regulares e irregulares. Prime­
de orden en el universo confuso de la violencia política co­
ro, hacia 1989, bajo la égida del Cartel de Medellin, fue el
lombiana y de la violencia política en general.
narcoterrorismo, y ahora, en 1995, bajo la égida del Cartel de
Cali, le correspondió el turno a la narcocorrupción como hi­ Iván Orozco Abad
tos de la siniestra transformación. Profesor del IEPRI
Ya no quedan dudas. La nueva historia económica, social Noviembre de 1995
y política de Colombia hay que escribirla en buena medida
en clave mafiosa, vale decir, siguiendo los ritmos y los tiem­

I pos del narcotráfico, no los de las viejas guerrillas revolucio­


narias. Hasta la guerrilla ha empezado a narcotizarse.
Precisamente por eso, porque ya hoy el enemigo verda­
dero es el narcotráfico, porque la narcoguerra civil, altamente
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In t r o d u c c i ó n
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E l fervor revolucionario que se produjo en América Latina
\t durante los años sesenta llevó a la emergencia de focos arma­
cc dos en casi todos los países del continente, tanto en aquellas
cr naciones que presentaban contextos eventualmente favora­
y bles para el desarrollo de procesos insurgentes, como en las
ai naciones donde el contexto era mucho menos propicio o, in­
fo cluso, totalmente contrario. En Colombia se presentaron con­
diciones que, con altibajos, favorecieron la consolidación de
los proyectos insurgentes, en contraste con el resto de países
de América del Sur. Sin embargo, por diversos factores que
trataremos de dilucidar a lo largo de este libro, la guerrilla no
logró constituirse en una alternativa de poder real y, por tan­
to, terminó siendo un componente más del paisaje político,
un fenómeno crónico.
Esta reflexión se enmarca dentro de una serie de interro­
gantes suscitados por las teorías recientes acerca de la revo­
lución. Hasta hace algunos años, cuando la teoría de la
revolución estaba dominada por el paradigma marxista clá­
sico, el cambio revolucionario no era concebido como un
"tipo de fenómeno histórico que debe ser explicado" , sino
como una regla necesaria del cambio histórico. Todas las so­
ciedades debían transitar, tarde o temprano, hacia el socialis­
mo. La revolución era inevitable. Pero, a partir de algunos

1 Ludolfo Paramio, "La revolución como problema teórico", en Foro In-


lili! ternacional, No. 3, V. XXXI, pág. 361.
Eh
XIX
XX XXI
In t r o d u c c i ó n In t r o d u c c ió n

trabajos renovadores como los de Barrington Moore y más co comparativo, es fundamental para pensar la experiencia
recientemente los de Charles Tilly y Theda Skocpol2, las re­ colombiana.
voluciones sociales se redescubren como acontecimientos ex­ En un seminario organizado en 1994 por Colciencias y la
cepcionales. Es más, la mayoría de las sociedades jamás Red Caldas en París, Daniel Pécaut afirmaba que en Colom­
experimentaron este tipo de cambio, el cual sólo en los tiem- bia el estudio del fenómeno insurgente se ha llevado a cabo
posmodernos ha hecho irrupción. La revolución no es, pues, a partir de tres perspectivas: algunos autores han privilegia­
'una categoría universal, sino más bien un fenómeno histó­ do en sus investigaciones los factores tendientes a explicar
ricamente limitado" , una de las vías transitadas en algunas los orígenes de los grupos guerrilleros; es decir, una dimen­
sociedades tradicionales para alcanzar la modernidad, lo sión predominantemente etiológica. Otros analistas han co­
cual, según Samuel Huntington, no es un fenómeno que pue­ locado el acento más bien en la diferenciación de los distintos
da ocurrir en cualquier sociedad, ni en cualquier época his­ grupos de acuerdo con criterios tales como su extracción so­
tórica. Con base en estos postulados ha surgido una corriente cial o histórica, los fundamentos ideológico-políticos, las for­
que busca determinar, a través de métodos fundados en la mas de organización o los escenarios de lucha urbanos o
sociología histórica y en la historia comparativa, circunstan­ rurales; es decir, una dimensión fundamentalmente tipológi-
cias comunes que se encuentran, por ejemplo, en las revolu­ ca. Finalmente, para otros investigadores el tema central se
ciones francesa, rusa y china, o para el caso de América ha enfocado en las modalidades de articulación de los gru­
Latina, en las revoluciones cubana y nicaragüense. pos guerrilleros en determinadas regiones y frente a sectores
La comparación de las revoluciones como hechos históri­ sociales específicos; o sea, una dimensión con acento socio-
cos excepcionales ha llevado a algunos autores a pensar no geográfico. Uno de los objetivos centrales de este ensayo es
sólo en lo "común" a las diversas revoluciones, sino a inten­ el de integrar las tres dimensiones en un marco global, con el
tar responder a otra pregunta complementaria: "¿Por qué no objeto de intentar una explicación satisfactoria de la "insur-
se han registrado procesos revolucionarios en otras socieda­ gencia crónica" que ha vivido el país en las últimas décadas.
des?" Este interrogante, que complementa y amplía el mar- En otras palabras, superar las limitaciones de cada una de las
tres dimensiones reducidas a su ámbito específico de análisis
y proporcionar una explicación que abarque la totalidad del
2 Barrington Moore, Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord fenómeno.
and Peasant in the Making of the Modern World, Boston, Beacon Press, ~ La tesis central del libro es que el movimiento guerrillero
1966; Theda Skocpol, Los Estados y las revoluciones sociales, México, Fon­
do de Cultura Económica, 1984, y Charles Tilly, Les révolutions euopéen- que surgió en Colombia con posterioridad a la revolución cu­
nes 1492-1992, París, Éditions du Seuil, 1993. bana nació en un contexto sociopolítico e institucional que no
3 Samuel Huntington, El orden político en las sociedades en cambio, Buenos favorecía sus posibilidades de hacer tránsito hacia un éxito
Aires, Paidós, 1991, pág. 236. A su turno, Giovanni Sartori subraya que
"(...) la historia abunda en insurrecciones y revueltas populares; pero
no eran revoluciones porque no estaban alimentadas por un diseño,
les faltaba 'proyecto': eran explosiones y basta" (¿Qué es la democracia?, 5, V. III, julio-diciembre de 1988. Este es, igualmente, el interrogante
Bogotá, Altamir Ediciones, 1994, pág. 278). central de la obra de Barrington Moore, La injusticia: bases sociales de la
4 Carlos Vilas, "El desarrollo desigual de las condiciones revoluciona­ obediencia y la rebelión, México, Universidad Nacional Autónoma de
rias en Centroamérica (1950-1980)'', en Estudios Latinoamericanos, No. México, 1989.
XXll x x iii
In t r o d u c c i ó n In t r o d u c c i ó n

revolucionario. Sin embargo, debido a factores tales como dir iones favorables para un colapso institucional que, en ge-
una experiencia reciente de amplias luchas guerrilleras en el npralTasum^^ de un régimen autoritario7. En
período de la Violencia, el relativo cerramiento del Frente Colombia, el "colapso parcial del Estado" que sufrió el país
Nacional, la precariedad del Estado central y su incapacidad a fines de los años ochenta condujo a significativos actores de
para mediar y canalizar los conflictos sociales en las áreas la vida nacional a un acuerdo consensual cuya expresión se­
rurales, se crearon condiciones para la consolidación de estos ría la Constitución de 1991, es decir, a la búsqueda de una
focos insurgentes. De esta manera, se produjo un fenómeno salida democrática a la crisis nacional cuyos resultados son,
de "insurgencia crónica"5, similar en sus rasgos generales a hasta el momento, en extremo precarios e incluso existen
las experiencias vividas en Filipinas y en Guatemala, países riesgos inminentes de una peligrosa involución.
Los fenómenos de erosión propios de un conflicto arma­
en los cuales la guerrilla logró también consolidarse sin po­
do prolongado no sólo han afectado al régimen político sino
der, no obstante, alcanzar sus objetivos finales6. En buena
¿ “conjunto del tejido social, incluyendo a la propia guerrilla
medida, en estos contextos, la guerra deja de ser una prolon­
qüe vive“hoy por hoy serias tendencias degenerativas. ¿De­
gación de la política por otros medios, para convertirse en un berá enfrentar Colombia, como ocurriera ya en los años se­
sustituto permanente de la acción política. senta con la degradación de las guerrillas o contraguerrillas
En el caso colombiano, este prolongado conflicto interno liberales y conservadoras, una nueva oleada de bandoleris­
produjo un conjunto de distorsiones profundas en el funcio­ mo social? Ante la creciente crisis de legitimidad y la pérdida
namiento del régimen político, cuya erosión culminó en la de norte político, ¿derivarán las guerrillas que aún subsisten
crisis de 1989-1990. En efecto, como ha sido ampliamente en grupos de corte terrorista, como ocurriera con la ETA vasca
comprobado (Uruguay 1973, Perú 1992), álgidos o prolonga- en un proceso similar? Se trata, sin duda, de dos interrogan­
dos conflictos internos en contextos más o menos democráti­ tes inquietantes para el futuro del país y que intentaremos
cos, lejos de producir "situaciones revolucionarias", contri- abordar a lo largo de la obra.
buyen más bien a erosionar el sistema político y a crear con- Cualquier lector podría legítimamente objetar que la eva­
luación de la frustrada experiencia guerrillera colombiana,
fundada en la idea de que el contexto sociopolítico era desfa-
5 Marc Chernick, "Negotiated Settlement to Armed Conflict: Lessons
from the Colombian Peace Process", en Journal of lnteramerican Studies
and World Affairs, No. 4, V. 30, invierno de 1988.
6 El origen de las guerrillas filipinas se remonta hasta el llamado Huk- 7 "No existe al parecer ningún caso en la historia en que una sociedad
balahap (Ejército Nacional Anti-Japonés), es decir, los guerrilleros co­ establecida de tipo liberal y pluralista haya sido derrotada por una
munistas que combatieron la ocupación japonesa durante la segunda revolución marxista o anarquista", subraya Richard Clutterbuck en su
guerra mundial, en la isla de Luzon (Cf., William Pomeroy, Guerrillas obra Guerrilleros y terroristas, México, Fondo de Cultura Económica,
y contraguerrillas, México, Editorial Grijalbo, 1967, en especial el capí­ 1986, pág. 149. Por el contrario, tal como ha sido estudiado en la lite­
tulo V, "El 'modelo' filipino"). Las guatemaltecas se inician en 1962, ratura sobre revoluciones, éstas en general se han incubado bajo regí­
bajo el liderazgo de jóvenes oficiales del ejército que, tras un levanta­ menes autoritarios. Cf., Crane Brinton, Anatomía de la revolución,
miento frustrado el 13 de noviembre de 1960, formarán un grupo gue­ México, Fondo de Cultura Económica, 1985. Una de las razones, según
rrillero denominado precisamente Movimiento Revolucionario 13 de Huntington en su obra ya citada, de la escasa probabilidad de que las
Noviembre (Cf., Ricardo Ramírez, Lettres du Front Guatémaltèque, Pa­ revoluciones ocurran bajo regímenes democráticos nace de la capaci­
ris, Maspero, 1970). dad de estos sistemas para integrar a los grupos emergentes.
XXIV
In t r o d u c c i ó n I n t r o d u c c ió n XXV

vorable, nace de una simple y cómoda "clarividencia retros­ vorable. El Capítulo 5 y una parte del 7 fueron elaborados
pectiva . la prueba de que la guerrilla no poseía opciones es, conjuntamente con Ana María Bejarano, con base en sus tra­
s*mP*e Y Canamente, que fracasó. Esperamos, sin embarco, bajos sobre campesinado y violencia política. Adicionalmen­
no decepcionar al lector hasta este punto y proporcionarle, te, en cada una de las páginas del libro se encuentran, aquí y
por el contrario, un marco analítico que creemos novedoso
allá, muchas ideas que compartimos en constantes discusio­
para el estudio de los fenómenos de violencia política. Para nes. Esta obra es en gran medida obra suya. Finalmente, el
ello, si bien colocamos el acento en la experiencia colombia­ Capítulo 6 fue el producto de una fértil discusión con Pablo
na, hemos intentado desarrollar una perspectiva comparati- Abitbol, quien elaboró una versión inicial de estas páginas.
va amplia no sólo con otras naciones del continente sino, Además de las personas mencionadas, debo agradecer los
igualmente, con fenómenos similares en otros países del comentarios y las críticas recibidas a lo largo de estos años de
mundo. Por ello, todo el libro estará dominado por esta pers­ parte de Jaime Zuluaga y Ricardo Peñaranda, además de las
pectiva comparativa, que consideramos una de las vías más siguientes personas que leyeron e hicieron comentarios de
fructíferas para alcanzar resultados satisfactorios en las cien­ gran pertinencia al borrador final del trabajo: Francisco Gu­
cias sociales.
tiérrez, Iván Orozco y Carlos Mario Perea. Sin embargo,
como es ya convencional, la responsabilidad final recae única
* * *
y exclusivamente sobre el autor.

Una primera versión de esta obra fue redactada para un cur­


so dictado como profesor visitante en el Institut des Hautes
Etudes d'Amérique Latine, adscrito a la Universidad de Pa­
ris III. Debo agradecer a mis estudiantes y a mis colegas de
aquel segundo semestre de 1993 por sus aportes y, ante todo,
por su paciencia para soportar los primeros balbuceos de este"
libro.
Su redacción final fue, no obstante, como todas las obras
escritas en el marco del Instituto de Estudios Políticos y Re­
laciones Internacionales de la Universidad Nacional de Co­
lombia, el fruto de un trabajo colectivo, no sólo gracias al
generoso y constante debate interno, sino a la participación
de distintos investigadores en la discusión o en la elabora­
ción de algunos de los capítulos. El Capítulo 3 es el resultado
de una prolongada y fructífera discusión con Iván Orozco y
Alejandro Reyes, quienes contribuyeron a la elaboración de
una novedosa tipología de la guerrilla (societales, militares y
de partido), que ya ha encontrado en el país una acogida fa-
Ei
lo Capítulo 1. INSURGENCIA YREVOLUCIÓN
Ri en A mérica Latina
Ce
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el
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dr
tu
E n la experiencia reciente de América Latina se podrían dis­
ve
tinguir dos etapas en la lucha guerrillera, tomando en consi­
ec
deración las estrategias utilizadas: en la primera predominan
er,
las tesis del "foco guerrillero" y en la segunda se impone la
y perspectiva de la "guerra popular prolongada". En la prime­
ai
ra etapa, la cual se prolonga desde la revolución cubana
fi’ (1959) hasta mediados de la década de los setenta, podemos
distinguir a su vez dos subperíodos: inicialmente, los focos
tuvieron como zona de operaciones las áreas rurales y se de­
sarrollaron en especial en los países andinos y centroameri­
canos. Esta primera experiencia culminaría en forma trágica
con la muerte de Ernesto "Che" Guevara en Bolivia en 1967;
a partir de este hecho, el eje de la lucha guerrillera se despla­
zó con dirección al sur, hacia Brasil y los países del Cono Sur,
con ía emergencia de guerrillas urbanas.
La segunda etapa, que nació bajo la influencia de la revo­
lución nicaragüense en 1979, se desarrolló bajo la estrategia
de la "guerra popular prolongada", como motor y como pre­
ludio de una insurrección popular1. Esta segunda ola tuvo un
escenario más circunscrito (Guatemala, El Salvador, Colom­
bia y, como caso aparte, Perú), pero fue de una gran intensi­
dad. La lucha contra el Frente Farabundo Martí en El
Salvador, guerrilla que toma como fecha simbólica para el

1 Pierre Vayssière, Les révolutions d'Amérique Latine, Paris, Éditions du


Liu Seuil, 1991, pág. 172
El
1
2 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN INSURGENCIA Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA 3

inicio de sus operaciones militares el 19 de octubre de 1980, sión popular revista la forma de una confrontación violenta »
es decir, contados meses después del triunfo sandinista, llegó de grupos insurgentes contra el poder establecido. Dadas las
a convertirse en la mayor operación contrainsurgente de los peculiaridades de nuestro estudio, vamos a utilizar la defini­
Estados Unidos desde la guerra de Vietnam. ción estrecha de revolución, con el objeto de limitar el espacio
El impacto de una y otra revolución en el desarrollo de comparativo a las revoluciones exitosas de Cuba y Nicaragua.
proyectos armados de corte similar no tuvo, sin embargo, en De tal manera que, en la definición de revolución que va­
ninguno de los dos casos, resultados favorables; fueron expe­ mos a utilizar para nuestros propósitos, tendríamos tres ele­
riencias únicas, pese al fervor y a las expectativas continen­ mentos: en primer término, se trata de un cambio súbito. Es
tales que despertaron. evidente, como sostiene Theda Skocpol, que las revoluciones
no han sido la única modalidad de cambio histórico en la
época moderna. En el marco de la "gran transformación" qnp
¿P o r q u é t r iu n f a n o f r a c a s a n l a s r e v o l u c io n e s ?
vivió el mundo en los últimos siglos debido al desarrollo del
A partir de la revolución nicaragüense en 1979, diversos ana­ comercio y la industria mundiales y al surgimiento de los
listas han desarrollado estudios comparativos tanto de las Estados nacionales europeos y su expansión global, se pre­
experiencias revolucionarias exitosas (Cuba y Nicaragua), sentaron profundas alteraciones en todos los países, tanto de
como de las experiencias frustradas en América Latina. El ob­ índole socioeconómica como política3. Pero estos cambios,
jeto de estos estudios ha sido buscar analogías estructurales muchas veces perceptibles sólo tras un largo período de
con suficiente capacidad explicativa para diferenciar contex­ tiempo, no revistieron sino en muy contadas ocasiones la 2
tos que pueden llegar a ser más o menos favorables para el modalidad de la ruptura revolucionaria. En segundo térmi­
no, la definición requiere que en el proceso de cambio se pro­
eventual éxito o fracaso de los proyectos revolucionarios.
duzca simultáneamente un cambio político y un cambio 3
¿Qué entendemos por el término revolución? Charles
socioeconómico. En la clásica distinción entre la revolución
Tilly, en una obra reciente, propone una definición amplia meramente política de febrero de 1917 en la Rusia zarista y la
con el fin de abarcar no sólo las revoluciones clásicas, sino el revolución integral que acontecería a partir de octubre del
colapso de los regímenes socialistas contemporáneos. De mismo año, se percibe claramente la diferenciación entre una
esta manera, considera que una revolución es un proceso de y otra. Finalmente, consideramos indispensable añadir a la
cambio súbito, de amplias dimensiones (tanto políticas como definición la confrontación violenta entre grupos insurgentes
socioeconómicas) llevado a cabo bajo la presión de un signi- y el poder establecido. Los ejemplos históricos de cambios
ficativo movimiento popular . Una definición más estrecha profundos sin un levantamiento popular concomitante son v/
le añadiría a los elementos anteriores el hecho de que la pre- innumerables; por ejemplo, el movimiento prusiano de re­
forma (1807-1815) o la restauración Meiji en el Japón (1868-
1873), los cuales constituyen casos típicos de modernización
2 Charles Tilly, Les révolutions européennes 1492-1992, París, Éditions du
Seuil, 1993, pág. 24. En relación con el último rasgo, Samuel Hunting­
ton afirma que “la revolución es el caso extremo del estallido de la
participación política"; El orden político en las sociedades en cambio, Bue­ 3 Theda Skocpol, Los Estados y las revoluciones sociales, México, FCE
nos Aires, Paidós, 1991, pág. 237. 1984, pág. 21.
4 I n s u r g e n c ia s i n r e v o l u c ió n I n s u r g e n c ia y r e v o l u c ió n e n A m é r ic a L a t i n a 5

conservadora "por lo alto". Igualmente, en los últimos años del concepto de "doble poder" utilizado por León Trotski en
se ha dado toda una gama de colapsos institucionales en los su obra clásica sobre la revolución rusa5. Se trata de tres pro­
/> cuales la sola presión popular ha sido suficiente para derro­ cesos convergentes: primero, la aparición de unos conten­
car el antiguo régimen e instaurar cambios de envergadura dientes o de una coalición de contendientes con pretensiones
en todos los planos: desde la revolución iraní4, hasta el colap­ de control exclusivo del poder, en donde el segmento propia­
so de la Unión Soviética y el campo socialista europeo (con mente revolucionario debe ser la fuerza mayoritaria y la de
excepción probablemente de Rumania donde se presentaron mayor capacidad de decisión, en detrimento de los sectores
duros enfrentamientos armados), los ejemplos son múltiples. reformistas; en segundo término, esta coalición opositora ob­
No obstante, como en la América Latina contemporánea los tiene un apoyo a sus pretensiones por parte de una porción
dos procesos exitosos de revolución han sido el resultado de significativa de la población; y, en tercer término, en el seno
confrontaciones armadas, y dado que nuestro interés es el del poder se presenta una incapacidad o una ausencia de vo­
estudio de las experiencias guerrilleras, vamos a limitar luntad para reprimir la coalición opositora, o incluso, en cier­
nuestro horizonte a esta modalidad específica del cambio tas circunstancias, se produce una adhesión por parte del
histórico. régimen a sus pretensiones. En este sentido, para Tilly, a di­
Charles Tilly, cuyos supuestos teóricos básicos servirán ferencia de los enfoques marxistas o estructuralistas (tales
de guía para nuestra investigación, plantea que en el estudio como los de Theda Skocpol en la obra ya mencionada), no se
de las revoluciones se deben diferenciar analíticamente dos puede hablar propiamente de "condiciones generales para la
momentos: una situación revolucionaria y un resultado revo­ revolución", sino de procesos complejos de interacción que
lucionario. Esta distinción es fundamental pues no toda si- cristalizan o fracasan ba|o determinadas circunstancias.
tuación revolucionaria conduce inexorablemente a un éxito Ahora bien, a la perspectiva utilizada por Tilly, fundada
r'êvoluaõnãriõ. En su lugar se pueden producir varias alter- en un análisis de la movilización de recursos para la acción
nativas: una derrota de la coalición opositora, una negocia­ colectiva, habría que añadir el estudio del contexto sociopo-
ción o cooptación de los adversarios del régimen o, por lítico en el cual se inscribe la movilización insurgente, para
último, una guerra civil prolongada debido a una división evitar el riesgo de caer en una sociología reducida a los cálcu­
permanente del cuerpo político. A lo cual podríamos añadir los de los actores. En efecto, como lo ha mostrado Michel
Imposibilidad de que una intervención externa en favor de Dobry6, los recursos para la acción colectiva no son inagota­
un régimen en bancarrota pueda desviar el curso de un pro­ bles y dependen en buena medida del contexto en el cual se
ceso que hipotéticamente podría ser favorable a una salida inscriben. Se trataría, con algunos matices, de lo que Ludolfo
revolucionaria, como ocurrió en El Salvador. Paramio denomina "condiciones de posibilidad", o Tilly la
Por el momento, nos interesa determinar los elementos
que caracterizan una situación revolucionaria o de "sobera­
nía múltiple", expresión que Tilly retoma en líneas generales 5 19 7 9 Trotski' Htáoire de la révolution russe, París, Éditions du Seuil,
6 Michel Dobry, "Logiques de la fluidité politique", en Prançois Chazel
(ed.). Action collective et mouvements sociaux, París, PUL, 1993. E, igual­
4 Cf., Robert Graham, Irán: la ambición del ipoder, Barcelona, Editorial mente, su libro Sociologie des crises politiques, Paris, Presses de la FNSP,
Brujera, 1979. 1986.
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN INSURGENCiA y r e v o l u c ió n e n A m é r ic a L a t in a 7
6

"estructura de oportunidad política". Tanto Paramio como prensión de los procesos políticos en juego pueden ser, igual-
Tilly utilizan estas nociones para expresar su rechazo a las mente, factores determinantes.
visiones fundadas en cualquier forma de "necesidad históri- Por otra parte, en todo proceso político existen factores de
ca", las cuales le asignan un sentido determinista a la historia. orden circunstancial que pueden favorecer o perjudicar un
Las "condiciones de posibilidad" se refieren a situaciones proceso revolucionario. Cómo no mencionar, por ejemplo, el
en las cuales el poder político, debido a serias limitaciones impulso que significó el asesinato del prestigioso periodista
materiales o a sus rasgos intrínsecos, puede resultar incapaz y reconocido opositor a la dictadura somocista, Pedro Joa­
quín Chamorro, como catalizador para desatar la insurrec­
de controlar una movilización social insurgente que busca
ción exitosa en Nicaragua, en momentos en que ésta se
acceder al poder. Las limitaciones, en cuya base se puede en­
hallaba francamente estancada7. La complejidad, pues, del
contrar una falta de recursos materiales suficientes, pueden
cambio revolucionario hace imposible la construcción de una
restringir la capacidad del poder político para impulsar una ley causal de pretensiones universales del tipo "si A, enton­
base social de apoyo, es decir, para ejecutar una política de ces B" o, incluso más sofisticada, "Si A, A', A", A"',... entonces
alianzas sólida, esto debido a la imposibilidad del régimen B"8. A lo sumo, es posible aprovechar las experiencias de
para desarrollar estrategias redistributivas amplias. Por otra Cuba y Nicaragua con el objeto de observar dos modelos de
parte, esta ausencia de recursos materiales podría también revolución, abstraer sus rasgos comunes y utilizar éstos des­
socavar el mantenimiento de un aparato coercitivo eficaz de una perspectiva comparativa para observar su peso e in­
que, teóricamente, podría mantener al régimen en ausencia cidencia en otros procesos revolucionarios no exitosos. Es
de una base social de apoyo. La debilidad de la élite en el decir, para construir "hipótesis plausibles" sobre los factores
poder puede también provenir de las propias características que pueden favorecer o desfavorecer procesos de ruptura re­
del régimen en que éste se sustenta. Por ejemplo, tanto en volucionaria, evitando así lo que Michel Dobry denomina las
Cuba como en Nicaragua bajo los gobiernos batistiano y so- "ilusiones etiológicas". En otras palabras, dada la extrema
mocista, el carácter patrimonialista de ambos regímenes li­ complejidad de los procesos revolucionarios, debemos con­
mitaba los espacios del consenso y alienaba el apoyo al siderarlos como imprevisibles por definición. Esto no nos
gobierno de amplios segmentos de la burguesía de ambos
países. En tales contextos, no es improbable la aparición de
una coalición de grupos sociales que toman la decisión de 7 Peter Waldmann ("La antigua y la nueva guerrilla en América Lati­
na", en Ideas en Ciencias Sociales, No. 5, Buenos Aires, 1986) se refiere a
enfrentar de manera mancomunada al poder existente, que los "factores operacionales" como "circunstancias que influyeron de
son capaces de alcanzar un amplio apoyo social y, a su vez, manera determinante en el desarrollo del conflicto, sin que se pueda
generar una ruptura en el seno de la coalición gobernante. decir, sin embargo, que hayan sido conditio sine qua non de la victoria
sandinista" (pág. 35).
Pero, como hemos dicho, aun este cúmulo de factores que 8 En contraste con enunciados de corte determinista "si A, siempre B"
puede favorecer una ruptura política no necesariamente con- o, incluso, probabilísticos "si A, lo más a menudo B", Raymond Bou-
don cree que en estos casos la relación debe ser enunciada bajo una
duce a una revolución exitosa. Las características de los acto- forma existencial "si A, algunas veces B", o mejor "si A, en ciertas
res enfrentados, su capacidad de liderazgo o su habilidad ocasiones (imposibles de precisar completamente) B" (La place du dé-
para tejer alianzas, la consistencia de sus estrategias y la com- ' sordre, París, Quadrige/PUF, 1991, pág. 37).
8 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN INSURGENCIA Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA 9

impide determinar, mediante análisis comparativos, los fac­ gente. En otras palabras. Dix comprueba para el caso de
tores que han desempeñado papeles centrales en tales proce­ América Latina la pertinencia de los análisis realizados por
sos con el objeto de organizar, en torno a ciertos ejes cruciales, Tilly con base en las revoluciones clásicas.
nuestra propia reflexión. En efecto, para Dix uno de los rasgos de las revoluciones
tanto en Cuba como en Nicaragua consistió en la capacidad
LAS REVOLUCIONES TRIUNFANTES: CUBA Y NICARAGUA de los insurgentes para generar rupturas en el bloque domi­
nante y atraer al bloque opositor amplias capas medias, seg­
Robert Dix, en un interesante ensayo titulado "¿Por qué mentos importantes de las élites económicas y políticas e,
triunfan o fracasan las revoluciones?"9, estudia las experien­ incluso, el apoyo de gobiernos extranjeros. Esta situación se
cias de Cuba y Nicaragua, utilizando el proceso salvadoreño produjo en dos países con fuertes regímenes dictatoriales de
como un control case. En primer término. Dix estudia las va­ corte patrimonial, basados en sociedades con un desarrollo
riables económicas y sociales de los países latinoamericanos capitalista muy localizado y con un fuerte componente de
en los cuales han triunfado o fracasado los procesos revolu­ agricultura tradicional10, con lo cual añade una dimensión
cionarios y concluye que estas variables no son en sí mismas socioeconómica a su análisis.
las determinantes. En algunos casos de fracaso revolucioná­ Por otra parte, Timothy Wickham-Crowley en un ensayo
rmelos indicadores económicos que estudia el autor (el ingre­ reciente11 formula, como conclusión de sus estudios compa­
so per capita, la distribución del ingreso, la distribución de la rativos sobre los procesos revolucionarios en América Lati­
tierra) eran mucho más bajos o mucho más inequitativos que na, tres condiciones que favorecieron el éxito de los procesos
en Cuba o en Nicaragua. De ahí que no se pueda concluir que insurgentes en Cuba y en Nicaragua: un fuerte y sostenido
la movilización popular en apoyo a la revolución esté deter­ apoyo campesino a lo largo del proceso insurreccional; el
minada primordialmente por razones económicas. En se­ mantenimiento de un poder militar suficiente para soportar
gundo término. Dix estudia los niveles de dependencia frecuentes ataques armados y sostener prolongadas campa­
económica en forma comparativa y llega a conclusiones simi­ ñas militares; y, finalmente, la capacidad del polo insurgente
lares; es decir, que las revoluciones triunfantes no se dieron de disputarle al poder político vigente su legitimidad y reem­
necesariamente en los países en los cuales la situación de de­ plazarla por la del propio movimiento, el cual se convierte en
pendencia era más pronunciada. Finalmente, el autor en­ una opción provista de legitimidad a los ojos de amplios seg­
cuentra que la diferencia entre las experiencias fracasadas y mentos de la población. El elemento político, es decir, la ca­
las experiencias logradas es, en lo fundamental aim cuando pacidad de armar sólidas coaliciones y de generar un con-
no exclusivamente, de orden político y resulta del éxito y la
habilidad de los revolucionarios para construir alianzas am­
plias o coaliciones de oposición al gobierno, lo que, a su vez, 10 Robert Dix, "The Varieties of Revolution", en Comparative Politics, No.
tiene una íntima relación con el tipo de régimen político vi- 3, Vol. XV, abril de 1983.
11 Timothy Wickham-Crowley, "Winners, Losers and Also-rans: To­
ward a Comparative Sociology of Latin American Guerrilla Move­
ments", en Susan Eckstein (ed.). Power and Popular Protest. Latin
9 Robert Dix, "Why Revolutions Succeed and Fail" en Polity, No. 3., American Social Movements, Berkeley, University of California Press,
V. XVI, primavera de 1984. 1989.
INSURGENCIA Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA 11
10 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

ción, etc.) se dieron en un marco represivo o de exclusión po­


senso alternativo, es nuevamente considerado como el factor lítica institucional, se generaron condiciones para opciones
determinante. alternativas radicales. Tanto en Nicaragua como en El Sal­
El politólogo alemán Peter Waldmann sostiene que un es­ vador y en Guatemala estaban ausentes los mecanismos
tudio sobre los triunfos rebeldes en Nicaragua y en Cuba, que~"permitieran articular en la institucionalidad del régi-
comparado con las campañas guerrilleras fracasadas en
men las demandas de los sectores afectados negativamente
otros países, permite postular que el éxito revolucionario ha
dependido de tres factores principales. En primer término,
los triunfos se han dado en países pequeños y poco desarro-
llados, en donde la eficacia y la potencia de las fuerzas mili­ Además, en una clara comprobación de las tesis de John
tares han sido muy limitadas. En segundo lugar, se trata de Walton14 sobre la interrelación de factores urbanos y rurales
experiencias en las cuales se ha dado un distanciamiento, con como uno de los rasgos de las revoluciones en sociedades
respecto al gobierno de turno, de importantes segmentos de agrarias en proceso de cambio, Vilas muestra cómo las rup­
las clases medias y de la propia burguesía, cuyas posturas turas en el espacio rural se conjugaron explosivamente con el
reformistas los han colocado al lado de los rebeldes. Final­ ámbito urbano (hacinamiento, desempleo, tugurización).
mente, se ha presentado simultáneamente una crisis de pres­ Gracias a esta interrelación de lo rural y lo urbano, se mez­
tigio y legitimidad del régimen y una capacidad del movi­ claron diferentes espacios y segmentos sociales, lo cual se tra­
miento insurgente para colocarse como la única opción polí­ dujo en diversas modalidades de movilización: frentes de
tica viable12*. masas urbanos, movimiento obrero, luchas estudiantiles, li­
Por último, Carlos Vilas, en el ensayo ya citado, analiza gados todos a las diversas formas de resistencia agraria.
por qué se desarrollaron procesos insurgentes en Nicaragua,
El Salvador y Guatemala, mientras que lo propio no ocurrió
en Honduras y Costa Rica. Luego de estudiar los procesos de
13 Carlos Vilas, "El desarrollo desigual de las condiciones revoluciona­
modernización de la agroexportación en estos cinco países a rias en Centroamérica (1950-1980)", en Estudios Latinoamericanos, No.
partir de la década de 1950, la industrialización y el esquema 5, V. III, julio-diciembre de 1988, pág. 54.
de integración regional, el Estado y los regímenes políticos y 14 John Walton, Reluctant Rebels. Comparative Studies of Revolution and
Underdevelopment, Nueva York, Columbia University Press, 1984. La
el papel de la Iglesia, Vilas extrae una serie de interesantes interrelación de los movimientos urbanos y rurales fue una de las cla­
conclusiones. Ante todo, que la emergencia de situaciones in­ ves de las revoluciones cubana y nicaragüense. En Cuba, el ejército
surreccionales en América Central obedeció a una conjun­ rebelde no sólo alcanzó un sólido apoyo campesino con sus sentidas
propuestas de reforma agraria, sino que en los momentos decisivos
ción de factores económicos y políticos: en los países en los logró crear un clima insurreccional urbano (Cf., Marcos Winocur,
cuales las hondas transformaciones económicas a partir de "Cuba. Les mécanismes d'une révolution" en La Pensée, No. 164, julio-
1950 y las tensiones resultantes (migraciones, proletariza- agosto de 1972). En Nicaragua, "el contenido policlasista del bloque
de fuerzas revolucionarias es otro rasgo importante de la revolución
nicaragüense", sostienen Richard Harris y Carlos Vilas en la Introduc­
ción a la obra colectiva, La revolución en Nicaragua. Liberación nacional,
12 Peter Waldmann, "La violencia política en América Latina", en Varios democracia popular y transformación económica, México, Ediciones Era,
autores. Procesos de reconciliación nacional en América Latina, Bogotá, 1985, pág. 10.
Instituto de Estudios Liberales, 1986.
12 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN INSURGENCIA Y REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA 13

Ahora bien, y esto es extremadamente importante, mien­ cesariamente se cimentó en éstas el actor necesario para lle­
tras que en Guatemala y en El Salvador, a pesar de múltiples var a cabo el proceso revolucionario15.
tensiones internas, se logró mantener la unidad y la cohesión Alo largo de esta obra, vamos a contrastar estos rasgos de
del bloque dominante, éste se resquebrajó en Nicaragua, de­ las revoluciones exitosas de Cuba y Nicaragua con las expe­
bido a la naturaleza excluyente y al aislamiento creciente de riencias frustradas en otros países del continente, en particu­
la dictadura somocista, lo cual permitió, en este último caso, lar en Colombia. No se trata de afirmar que en Colombia
ampliar la coalición opositora hasta abarcar sectores de la estaban ausentes unas determinadas "condiciones necesa­
propia burguesía y de las capas medias, en nombre de la lu­ rias para la revolución", sino de utilizar esos procesos exito­
cha antidictatorial y democrática. La amplitud de la alianza sos como marco comparativo para estudiar el fenómeno de
la "insurgencia crónica" e intentar dilucidar sus raíces.
revolucionaria fue decisiva para transformar una situación
favorable para un proceso insurgente, común a las tres nacio­
nes, en un triunfo revolucionario en una de ellas. A diferencia
de los tres países mencionados, en Costa Rica y en Honduras
las demandas de la modernización pudieron ser articuladas
al régimen político mediante políticas reformistas eficaces.
Como se puede observar en los autores que hemos rese­
ñado, a pesar de sus diferentes énfasis, en general coinciden
en algunos rasgos comunes de las experiencias revoluciona­
rias de Cuba y Nicaragua: en ambos casos, las revoluciones
ocurrieron en países pequeños, predominantemente agrarios
y con un desarrollo industrial incipiente, cuyos regímenes
dictatoriales y ante todo patrimonialistas fueron incapaces
de tejer una alianza amplia, lo cual favoreció las fricciones y
rupturas en su seno; estas rupturas ampliaron las bases de
apoyo social de los movimientos insurgentes, que tenían ya
a su favor un cierto apoyo campesino y, a su vez, contaban
con importantes simpatías en determinados movimientos
urbanos. Finalmente, las revoluciones exitosas se produjeron
bajo regímenes políticos afectados por hondas crisis de legi­
timidad y los movimientos insurgentes fueron, a su turno,
capaces de generar una legitimidad alternativa que encontró
apoyo, incluso en el exterior del país. Este último factor es
15 Cf., Carlos Vilas, "Unidad nacional y contradicciones sociales en una
muy importante, pues, aun cuando sea posible encontrar en economía mixta: Nicaragua, 1979-1984", en Richard Harris y Carlos
sociedades similares los mismos "nudos gordianos", no ne­ Vilas, op. dt.
C a p ítu lo 2. LA EMERGENCIA DE LOS MOVIMIENTOS
INSURGENTES

P a ra el estudio de las experiencias guerrilleras en América


Latina, y en particular en Colombia, es indispensable dife­
renciar tres etapas en la evolución (posible) de la guerrilla: la
emergencia, la consolidación y el triunfo. En general, con
muy pocas excepciones, todos los países del continente vie­
ron nacer en su suelo focos armados (emergencia), pero en
muy pocas experiencias se pasó del primer estadio al segun­
do (consolidación y expansión) y sólo en dos circunstancias
excepcionales lograron triunfar dichos focos (éxito). Esta di­
ferenciación nos lleva a pensar que las "condiciones" necesa­
rias para cada una de las etapas mencionadas difieren en
forma significativa. Por ejemplo, pueden existir circunstan-
cias favorables para la consolidación de un proyecto insur­
gente^ pero no necesariamente para su transformación en un
factor de poder, que fue precisamente lo que ocurrió en Co­
lombia.

¿C o m p o r t a m ie n t o -r e s pu e st a o c o n d u c t a p o l ít ic a ?

Detengámonos, inicialmente, en el primer estadio. Como


afirma con acierto Peter Waldmann, la emergencia de focos
armados no tiene, de acuerdo con la experiencia internacio­
nal, reglas fijas. Estos focos pueden surgir en circunstancias
históricas y escenarios nacionales extremadamente diversos.
En países con sistemas democráticos (Francia) o con regíme­
nes autoritarios (Brasil); en naciones que viven una grave re­
cesión económica (Italia) o que se hallan en pleno proceso de
15
16 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN EMERGENCIA d e m o v i m i e n t o s in s u r g e n t e s 17

expansión (Alemania); en países dependientes, bajo ocupa­ dos como resultado de la pobreza, del cerramiento del régi­
ción extranjera o relativamente autónomos; finalmente, pue­ men político o de la precariedad del Estado, no tiene mayor
den emerger bajo el impacto de una experiencia interna­ sentido. Como subraya Michel Wieviorka, no se puede pasar
cional ejemplarizante (por ejemplo, la revolución cubana), o linealmente de la descripción de una situación o del estado
como resultado de una crisis interna de identidad nacional ¿e~õrTsistema, a la explicación de la violencia colectiva o de
cuyo origen provenga de conflictos de índole religiosa, lin­ las formas que ésta reviste. A lo sumo, se podría afirmar con
güística, regional o étnica. un mínimo de rigor que una determinada situación favorece
Por otra parte, Michel Wieviorka subraya en su excelente más que otras la emergencia de una acción colectiva, o que
estudio comparativo sobre el terrorismo que la emergencia acrecienta sus posibilidades de consolidación y de extensión.
de esta modalidad de grupos armados se ha presentado tan­ En otros términos, dada la existencia de una situación A (po­
to bajo Estados fuertes como bajo Estados precarios. Mien­ breza extrema), se puede presentar una situación B (violencia
tras que el fuerte Estado alemán presenció la emergencia de colectiva) o puede no presentarse. Es decir, la pobreza no es
la Fracción del Ejército Rojo (la RAF, popularizada por los me­ una condición suficiente para explicar por qué nace la violen­
dios de comunicación bajo el nombre peyorativo de la "ban­ cia organizada, como lo prueba la relativa ausencia de vio­
da Baader-Meinhof"), la débil Italia debió enfrentar diversos lencia política en Ecuador y su generalización en Colombia.
grupos, tales como las Brigadas Rojas (BR), los Grupos de Ac­ Por otra parte, nada indica que bajo condiciones A (pobreza)
ción Guerrillera (GAP) o los Núcleos Armados Proletarios n0 se puedan producir fenómenos distintos a B (violencia):
(GAP). Y añade un comentario de gran pertinencia: "Pero, por ejemplo, apatía ylresignación. Es decir, que A no es una
más allá de estas situaciones, las nociones de Estado débil o condición necesaria de B . Por estas razones, como veremos
fuerte son gelatinosas y, sobre todo, rayan en la tautología: un más adelante, la pregunta más pertinente para nuestra refle­
Estado se definirá como débil precisamente porque no puede xión no será tanto, ¿por qué emergieron focos insurgentes?
impedir la difusión de conductas, que a su turno se explica­ sino, ¿por qué lograron consolidarse y expandirse?
rán por la debilidad estatal"1. Estas reflexiones son indispensables para superar las ma­
La emergencia de grupos armados prácticamente en nidas explicaciones tradicionales sobre la aparición de los
procesos insurgentes en el Tercer Mundo. En general, se han
cualquier contexto lleva a Peter Waldmann a sostener que "es
presentado dos explicaciones opuestas. Por una parte, quie­
esencial recordar que la violencia no es el producto de estruc-
nes se opusieron de manera frontal a la guerrilla, privilegia­
turas sino el resultado de acciones y voluntades humanas"2,
ron en sus análisis los esquemas instrumentales: los focos
ante todo tratándose de movimientos armados surgidos de
armados surgieron, según esta visión, de una manipulación
proyectos políticos para acceder al poder. Por ello, como ve­
externa desde centros de poder internacional, a través de re­
remos más adelante, explicar la emergencia de focos arma- volucionarios profesionales. Por otra parte, quienes les brin-v>
daron su apoyo o su simpatía o, al menos, "justificaron" so-
1 Michel Wieviorka, Sociétés et terrorisme, París, Fayard, 1988, pág. 43.
2 Peter Waldmann, "La violencia política en América Latina", en Varios
autores, Procesos de reconciliación en América Latina, Bogotá, Instituto de 3 Cf., Raymond Boudon, La place du désordre, Paris, Quadrige-PUF, 1991,
Estudios Liberales, 1986, pág. 29. págs. 82-90.
18 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN
Emergencia de movimientos insurgentes 19

ciológicamente su emergencia, colocaron el acento en expli­


toridades y sus instituciones políticas5. La acción guerrillera
caciones estructurales, tales como la situación de margina-
eS/ ante todo, una acción política, cualesquiera sean sus nive-
miento y pobreza de una porción alta de la población o la
les de articulación o desarticulación con el movimiento so-
ausencia de espacios de participación democrática. Ambas
cial. En este trabajo vamos a hacer referencia, ante todo, a la
explicaciones resultan insatisfactorias no sólo debido a la di­
Violencia insurgente, aun cuando es evidente que el nivel que
versidad de los contextos nacionales en los cuales se presen-
ésta pueda alcanzar está determinado por su capacidad de
taron estos grupos armados, como hemos visto, sino, ante
interrelacionarse con los conflictos sociales, por su potencia­
todo, debido a que no logran explicar por qué se producen o
lidad para canalizar y liderar la "violencia social". Es decir,
se desarrollan en ciertos países y no en otros. ¿Por qué sur­
por el éxito en transformar los conflictos sociales en movi­
gieron con tanta fuerza en Vietnam y en China, y no en na­
mientos insurrecionales masivos, como ocurrió en Nicaragua.
ciones paupérrimas como la India o Pakistán? ¿Por qué en
Además de estas distinciones, es necesario añadir a nues­
Cuba y no en Haití o República Dominicana? ¿Por qué en
tra reflexión la noción de Lewis Coser sobre lo que él deno­
Nicaragua y no en Panamá?4.
mina "conflictos no realistas"6. Éstos se definen por el
Más adelante volveremos sobre esta cuestión crucial. Por
carácter no instrumental del comportamiento violento por
el momento, y con el objeto de ahondar en el análisis, es in­
parte de sus protagonistas, en la medida en que la acción que
dispensable precisar a qué tipo de violencia colectiva nos va­
éstos ejecutan no representa en forma nítida un medio para
mos a referir en este estudio. Para ello es necesario diferen-
alcanzar un fin. Ejemplos de estos "conflictos no realistas"
ciar tres formas de violencia colectiva, no estatal y no delin­
son el tumulto anarquizante del 9 de abril en Bogotá y el re­
cuencia!, que pueden presentarse en el marco de un Estado-
ciente "Caracazo" venezolano, en donde la actitud espontá­
nación: la violencia social, la violencia política y una
nea de la gran masa de los protagonistas no respondía a un
violencia mixta, es decir, que combina las dos anteriores. Una
huelga obrera o una rebelión campesina que involucren gra­ ningún proyecto estructurado de antemano. En este tipo de
escenarios, las acciones de violencia surgen en situaciones-
ves enfrentamientos con la fuerza pública son formas de vio­
límite y alcanzan un nivel masivo debido, por ejemplo, al
lencia de orden social, salvo que algún actor político se
coloque al frente de estos conflictos sociales y los instrumen- agravamiento insorportable de las condiciones de vida de la
talice en su perspectiva de confrontación con el sistema polí­ población como ocurriera en las jacqueries antinobiliarias en
tico o con el Estado. En este último caso se trataría de una la Francia del siglo XIV7; o unos niveles de represión intole­
violencia colectiva mixta. Por su parte, la violencia política rables, como en la Colombia de fines de los años cuarenta.
Estas revueltas espontáneas tienen poco en común con el
implica ataques destructivos desarrollados por grupos opo­
sitores en el seno de una comunidad política, contra sus au- ejercicio de la violencia como un recurso utilizado en forma

5 Michel Wieviorka, op. cit., pág. 462.


4 Veánse las reflexiones al respecto de Theda Skocpol y Jeff Goodwin, 6 Lewis Coser, The Functions of Social Conflict, Nueva York, The Free
"Explaining Revolutions in the Contemporany Third World", en Poli­ Press, 1956, págs. 48-54.
tics and Society, diciembre de 1989. 7 Maurice Dommanget, La Jacquerie, París, Petite Collection Maspero,
1971.
20 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN gj^ERGENCIA DE MOVIMIENTOS INSURGENTES 21

consciente por un sector o un grupo social como medio para complejo que le exige al investigador un arduo trabajo de re­
la acción política. construcción de la historia del actor colectivo, del contexto
En otras palabras, debe diferenciarse lo que podríamos sociocultural y político en el cual emerge y de las influencias
llamar un "comportamiento-respuesta", propio de los "con­ ideológicas que incidieron en su nacimiento. O sea que las
flictos n^realistasVç^^ animan afirmaciones esquemáticas del tipo "cerramiento del sistema
a los actores organizados. Es probable que un "comporta­ político y/o pobreza generalizada = emergencia de polos in­
miento-respuesta" específico tenga como origen, por ejem­ surgentes", simplemente no tienen ninguna pertinencia ex­
plo, una deprivación súbita en las condiciones de vida de la plicativa. La decisión de empuñar las armas por parte de un
población^ Pero difícilmente puede explicarse la emergencia grupo social no es una decisión clara y súbita, sino el resulta­
de un actor político como el resultado automático de unas do de un proceso social complejo.
determinadas estructuras sociales o políticas. En Colombia, con pocos años de distancia entre una ex­
Ahora bien, la conciencia sobre la utilización de la violen­ periencia y otra, se dio el surgimiento de focos armados
cia como recurso por parte de un actor no significa caer tam­ como respuesta defensiva y focos armados como proyecto
poco en visiones de orden puramente instrumentalista de la político. En los años cincuenta, la emergencia de grupos de
violencia, su reducción a un simple cálculo. Alain Touraine autodefensa campesina o de guerrillas tanto liberales como
hace un comentario con respecto a estos esquemas reduccio­ comunistas tuvo un carácter defensivo, de resistencia y su­
nistas, muy pertinente para nuestra propia reflexión: "Tales pervivencia, frente a la violencia oficial. En esos años, sin
afirmaciones, que no son jamás totalmente falsas, adolecen, duda, la violencia campesina estuvo seriamente influenciada
sin embargo, de un análisis pobre y puramente instrumenta- por las características que asumió la "violencia institucio­
lista de las conductas, al dejar al margen la totalidad las rela­ nal". Todos los testimonios de la época lo atestiguan. Pero, a /3
ciones sociales . En otras palabras, si consideramos la acción diferencia de estos grupos espontáneos, cuyos objetivos eran
revolucionaria, no como un comportamiento-respuesta sino en extremo limitados, los grupos guerrilleros que surgieron
como una conducta política, debemos considerar la emer­ bajo el impacto de la revolución cubana o de la ruptura chi­
gencia de un grupo armado como el resultado de un proceso no-soviética nacen de una decisión política, en un contexto
sociocultural e ideológico favorable para asumir tales opcio­
nes. La revolución cubana generó un ambiente favorable
8 Nos referimos a la muy cuestionada "curva en J" desarrollada por para la emergencia de movimientos insurgentes, en la medi­
James Davies (When Men Revolt and Why, Nueva York, The Free Press,
1971), quien busca explicar la rebelión con base en un margen intole­ da en que existían en todos los países sectores sociales urba­
rable entre las expectativas esperadas y la satisfacción real de estas nos proclives a un discurso radical, aun en aquellas naciones
expectativas por parte de un segmento de la población. La frustración en las cuales no se daban las mínimas condiciones para la
estaría, según este autor, en el origen de las acciones violentas e, inclu­
so, de las actividades revolucionarias. Creo que la "curva en J" podría, implantación del foco insurgente.
eventualmente, ser útil para estudiar acciones violentas espontáneas, Con base en estas consideraciones nos apartamos de
pero es totalmente insatisfactoria para explicar las acciones revolucio­ quienes hacen derivar la emergencia de los focos armados de
narias.
9 Alain Touraine, La voix et le regard, Paris, Éditions du Seuil, 1978, pág. los años sesenta en Colombia, en algunos casos, de una "vio­
87. lencia estructural", o en otros, de una "violencia institucio-
22 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN [ EMERGENCIA DE MOVIMIENTOSINSURGENTES

nal". Es decir, la percepción de la guerrilla como un "compor­ cias estructurales. En particular, éste ha sido el caso de la es­
tamiento-respuesta" a un estímulo externo, que habría indu­ cuela de análisis sobre la violencia inspirada en el Perú por
cido a determinados sectores a reaccionar mecánicamente. Felipe Mac Gregor y la Asociación Peruana de Estudios e In­
Detengámonos, en una primera instancia, en el argumen­ vestigación para la Paz.
to de la violencia estructural. Esta noción que se halla asocia­ ¿Qué críticas se le pueden formular a esta perspectiva?
da, ante todo, a la obra del profesor Johan Galtung, de la Múltiples estudios que han intentado relacionar la penuria
Universidad de Oslo, define la violencia como "alguna cosa económica, la pérdida del empleo, el agravamiento de las
evitable que obstaculiza el desarrollo del ser humano"10. La condiciones de vida u otros factores que inciden en el males­
ausencia de algunos bienes necesarios para satisfacer deter­ tar individual o colectivo con acciones colectivas de violen­
minadas necesidades del hombre, tales como seguridad, ali­ cia, han tenido que concluir que si bien el descontento puede
mentación, agua, vivienda, medicina, instrucción, empleo, ser una causa necesaria de la violencia colectiva, no es una
participación política y tantos otros, lleva a la desintegración (5Jusa suficiente. Por ejemplo, Raymond Budon subraya al
individual o social y puede conducir a una grave insatisfac­ respecto cómo la pobreza o la marginalidad pueden conducir
ción colectiva y a la revuelta. De acuerdo con esta perspecti­ en ciertas circunstancias a la violencia pero es más probable,
va, Galtung afirma que al lado de la violencia física, es decir, de acuerdo con múltiples experiencias contemporáneas, que
aquella que se produce en forma directa sobre el individuo lleven a conductas opuestas a la violencia: apatía, desmovili­
(lesiones, muerte), existe otra forma de violencia que él deno­ zación, repliegue del individuo sobre sí mismo o sobre gru­
mina "estructural" y que abarca la pobreza (frustración de pos primarios12. Por otra parte, como lo mostró un estudio
las necesidades materiales), la represión (privación de los de- clásico sobre el desempleo, la pérdida del trabajo puede lle­
rechos del hombre) y la alienación (frustración de necesida­ var a un individuo, al menos durante un cierto período de
des no materiales). Por ello, sostiene el influyente profesor tiempo, a la resignación y a la apatía, más que a la cólera y a
noruego, la paz no debe ser estudiada sólo desde una pers­ la movilización . A la misma conclusión llegaron Snyder y
pectiva negativa, o sea, como simple ausencia de violencia Tilly en un estudio que, tomando un período de 130 años
directa, sino desde una perspectiva positiva, es decir, como (1830-1960) en la historia de Francia, buscaba correlacionar
la ausencia de violencia tanto directa como estructural11. dos variables: la violencia colectiva y el alto grado de descon­
El esquema de Galtung, empobrecido y aplicado en for­ tento general14. Tras una exhaustiva investigación debieron
ma esquemática, condujo a innumerables analistas a explicar reconocer que si bien a nivel individual es evidente que el
la emergencia de los focos armados en América Latina como agravamiento de las condiciones de vida genera un gran des­
un "comportamiento-respuesta" a determinadas insuficien­ contento, nada permite afirmar que esto se traduzca en una

te)Johan Galtung, "La contribution spécifique des recherches sur la paix


a l'étude des causes de la violence", en Varios autores, La violence et ses 12 Raymond Boudon, La place du désordre, op. cit., pág. 22.
causes, Paris, UNESCO, 1980, pág. 90. 13 Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel, Les chômeurs de Mariethal,
11 Johan Galtung, Sobre la paz, Barcelona, Editorial Fontamara, 1985, Paris, Édifions de Minuit, 1981.
págs. 27-72. Igualmente, Vicenc Fisas Armengol, Introducción al estudio 14 D. Snyder y Charles Tilly, "Hardship and collective violence in France,
de la paz y de los conflictos, Barcelona, Editorial Lerna, 1987, págs. 63-69. 1830 to 1960", en American Sociological Review, V. XXXVII, 1972.
EMERGENCIA d e m o v i m i e n t o s in s u r g e n t e s 25

acción colectiva y mucho menos en violencia. De hecho, en el Degregori16. A su turno, Henri Favre sostiene que Sendero
período de la historia de Francia que ellos analizaron, no se T.utninoso constituyó un lugar de encuentro entre una lum-
dio esa correlación y los episodios de violencia colectiva es­ péruntelTi^entsia y un cholo marginado17. Ala misma conclu­
tuvieron asociados a otras circunstancias. Finalmente, como sión Hegó en una obra reciente Timothy Wickham-Crowley,
se ha comprobado en mútiples experiencias contemporá­ quien al estudiar el status socioeconómico de los líderes gue­
neas, en los períodos de depresión en los cuales los trabaja­ rrilleros de cinco países (Cuba, Venezuela, Guatemala, Co­
dores corren el riesgo de perder el empleo, disminuyen las lombia y Perú), encuentra que los profesionales liberales, los
tasas de sindicalización e incluso las acciones colectivas estudiantes y los profesores eran abrumadoramente mayori-
(huelgas o movilizaciones), pues a pesar del descontento ge­ • o1819.
taños
neralizado los empleados prefieren conservar el empleo a co­ En una lógica discursiva similar a la de la "violencia es-
rrer riesgos en movilizaciones azarosas, así éstas sean ma­ tructural" se inscriben quienes hacen derivar la emergencia
sivas. délos grupos insurgentes del cerramiento o bloqueo institu­
Desde otro ángulo, es también pertinente recordar que cional o de la llamada "violencia institucional", como fuera
los principales agentes que impulsaron los focos armados en calificada la postura de los opresores frente a los oprimidos
América I.atina en los sesenta no provenían, en lo esencial, por la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), cele­
de las capas más deprimidas de la población. Por el contra­ brada en Medellin en 1968iy. Esta última teoría, cuyo marco
rio, se trataba de estudiantes, de profesionales y de emplea- analítico se puede ubicar en la Escuela de Frankfurt, en par­
dos estatales, es decir, de sectores de capas medias. Como ticular en el pensamiento de Herbert Marcuse, hace derivar
señala Régis Debray, este hecho fue común a todo el conti­ la violencia política, concebida como un "comportamiento-
nente: "Es necesario aceptar la evidencia de que los métodos respuesta", de la violencia física o simbólica producida por
insurreccionales, salvo fugaces episodios en Argentina, no se el propio Estado. Con respecto al cerramiento del sistema po­
han encarnado seriamente, nunca, en la clase obrera. En Ve­ lítico, Michel Wieviorka critica con agudeza el razonamiento
nezuela, en Colombia, en Bolivia, en Brasil, la pequeña y me­ de Lewis Coser aplicado al caso italiano, cuando este último
diana burguesía universitarias han proporcionado el grueso argumenta que el terrorismo italiano de extrema izquierda
del personal guerrillero a los diversos ejércitos de liberación
nacional"15.
Lo mismo habría de ocurrir en el Perú a comienzos de los 16 Carlos Iván Degregori, Qué difícil es ser Dios. Ideología y violencia política
años ochenta, ya que la columna vertebral de los núcleos ini­ en Sendero Luminoso, Lima, Ediciones El Zorro de Abajo, 1990, pág. 7.
ciales que conformaron Sendero Luminoso en Ayacucho es­ Igualmente, del mismo autor, "Sendero Luminoso: el desafío autori­
tario", en Nueva Sociedad, julio-agosto de 1987.
taba constituida por la confluencia de "una élite intelectual 17 Henri Favre, "Perú, Sendero Luminoso y horizontes lejanos", en Cua­
provinciana mestiza y una juventud universitaria también dernos Americanos, julio-agosto de 1987.
provinciana, andina y mestiza", como subraya Carlos Iván 18 Timothy Wickham-Crowley, Guerrillas and Revolution in Latin America.
A Comparative Study of Insurgents and Regimes since 1956, Princeton,
Princeton University Press, 1992, págs. 23-28.
19 Fernán González, "La Iglesia jerárquica: un actor ausente", en Francis­
15 Régis Debray, La crítica de las armas, México, Siglo XXI Editores, 1975, co Leal y León Zamosc (ed.), Al filo del caos. Crisis política en la Colombia
pág. 52. de los años ochenta, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1991, pág. 238.
26 Insurgencia sin revolución
gMERGENCIA DE MOVIMIENTOS INSURGENTES 27

(las Brigadas Rojas, los Núcleos Armados Proletarios y los senderistas encapuchados quemaron las urnas y el material
Grupos de Acción Guerrillera) nació del bloqueo institucio­ electoral en el pueblo de Chusqui, al sudeste de Huamanga.
nal que supuestamente resultó del "compromiso histórico" Es más, autores como Gustavo Gorriti han argumentado que
entre el Partido Comunista Italiano y la Democracia Cristia­ ^em ergencia de Sendero Luminoso en un contexto de tran-
na. La relación entre bloqueo institucional y emergencia de sición democrática facilitó su rápida consolidación, ya que
focos armados, dice Wieviorka, "puede ser desmentida por l^slmhtãres en trance de entregar el poder no estaban dis­
la historia: la apertura política, la extensión de la democracia puestos a reconocer un proyecto insurgente en curso (hacerlo
pueden, en efecto, perfectamente acompañarse de una ver- podía significar una confesión de fracaso), no transfirieron al
dadera escalada de violencia, como lo testimonia la multipli- gobierno civil el archivo de inteligencia y los civiles tenían
cación de actos cruentos cometidos por la ETA después del fin prioridades de gobierno más urgentes que una lejana insu­
del franquismo. Es más, lo específico de ciertos movimientos rrección en ciernes21. Por otra parte, contrariamente a las ex­
violentos es precisamente que emergen no como resultado pectativas de los militares, que esperaban el triunfo del
de una crisis dé las instituciones democráticas, sino más bien candidato del a p r a , las mayorías sorpresivas del candidato
del esfuerzo voluntarista de actores armados para minar el de Acción Popular, Fernando Belaúnde, es decir, el mismo
sistema institucional y crear una situación revolucionaria que los militares habían derrocado 12 años atrás, produjo ini­
(...)"2°. El problema de base de las reflexiones que se susten­ cialmente un clima de desconfianza mutua.
tan en la crisis institucional, afirma Wieviorka, es que sólo
ven detrás de la violencia colectiva el resultado de una situa­
L'AIR DU TEMPS
ción, y dejan de lado la elaboración de las estrategias de ac­
ción y la construcción de los idearios políticos por parte de Las consideraciones anteriores nos llevan a compartir las te­
los actores políticos. Las explicaciones reduccionistas de este sis del politólogo boliviano Felipe Mansilla, quien afirma que
tenor, en el fondo, oscurecen e impiden la comprensión de las guerrillas latinoamericanas de los años sesenta emergie­
todo aquello que pretenden esclarecer. ron, ante todo, como resultado de una decisión subjetiva en
En una perspectiva comparativa es interesante constatar un contexto histórico y cultural apropiado22. El matiz que
que en el Perú, tanto Sendero Luminoso como el Movimiento
Tupac Amaru surgieron no bajo el régimen militar que rigió
ese país entre 1968 y 1980, sino en el momento en que se abría 21 Gorriti, con base en el estudio de los documentos de la Primera Escue­
camino un proceso de transición hacia la democracia. Los la Militar del Partido, celebrada poco antes del inicio de los operativos
militares (entre el 2 y el 19 de abril de 1980), subraya que una "parte
analistas peruanos no cesan de recordar que la "presentación importante de la discusión fue prever la respuesta del Estado. Sendero
en sociedad" de Sendero Luminoso ocurrió el 17 de mayo de sabía que la debilidad del gobierno militar y, sobre todo, el estado de
1980, un día antes de las primeras elecciones generales en 17 transición hacia la democracia, hacían sumamente improbable una
respuesta contundente. Se podía contar sólo con una reacción policial
años y luego de 12 años de gobiernos militares, cuando unos20 limitada" (Gustavo Gorriti, Sendero. Historia de la guerra milenaria en el
Perú, Lima, Editorial Apoyo, 1991, pág. 64).
22 H.C.F. Mansilla, "Los iluminados y sus sombras. Crítica de la guerrilla
20 Michel Wieviorka, op. cit., pág. 470. latinoamericana 1960-1975", en Nueva Sociedad, No. 105, enero-febrero
de 1990. En Colombia, la emergencia de las FARC reviste ciertas par-
glvlERGENCIA p g MOVIMIENTOS INSURGENTES 29

quisiéramos añadir a esta tesis es que la emergencia de los en la vida P°líbca del país entre los años 1968 y 1972"*2425.Es
focos armados se dio en contextos nacionales muy diversos, decir, la revolución cubana no explica por sí sola la confor­
algunos favorables y otros desfavorables para su expansión mación de un actor. Éste debe, además, poseer determinados
y consolidación. Los ejemplos de Guatemala y de Uruguay recursos materiales, organizativos e ideológicos para actuar
nos sirven para ilustrar esta tesis. Gabriel Aguilera afirma en en el plano político-militar, lo cual requiere un proceso más
un ensayo reciente que la guerra interna que se originó en o menos prolongado de maduración.
Guatemala en 1960 "fue precipitada (...) por consideraciones Antes de avanzar en la argumentación, debemos detener­
políticas" ante todo debido a las secuelas dejadas por el de­ nos brevemente en el contexto cultural e ideológico de Amé­
rrocamiento de Jacobo Arbenz en 1954 y al triunfalismo ar­ rica Latina en los años sesenta. Como es suficientemente
mado propio del foquismo heredado de una lectura conocido, durante esos años el paradigma teórico hegemóni­
inapropiada de la revolución cubana. Pero a continuación co en el campo de la izquierda era el marxista. Según las pa­
añade que los grupos insurgentes se pudieron asentar y re­ labras de Sartre en su Crítica de la razón dialéctica, el marxismo
producir, debido no sólo a las hondas desigualdades econó­ constituía "el horizonte infranqueable de nuestro tiempo".
micas y sociales, sino ante todo, a un factor especial: la Este paradigma partía de la inevitable aparición de condicio­
diferencia étnica y, por tanto, la percepción de exclusión y de nes estructurales para la revolución. Para Marx, como subra­
ser víctimas de dominación que resienten los pueblos indíge­ yamos en la introducción, la revolución no era un tipo
nas, especialmente el ma y a . Es decir. Aguilera diferencia el específico de fenómeno histórico, sino una regla necesaria
momento del nacimiento del momento de la consolidación y del cambio social. Esta concepción fue reforzada por la inci­
expansión, colocando un acento más decisional en el primero dencia que tuvo en el campo contestatario continental la vi­
y más estructural en el segundo. Esta es precisamente la ma­ sión errada, promovida tanto por el "Che" Guevara como
triz analítica que utilizaremos en este libro. por Régis Debray, de la revolución cubana, ante todo la idea
A su turno, Luis Costa Bonino, en un interesante estudio de que "no siempre hay que esperar a que se den todas las
sobre el Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupama- condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede
ros) en Uruguay, llega a conclusiones similares. La revolu­ crearlas"2b. Adicionalmente, la visión marxista encontró un
ción cubana, subraya, sirve de base para explicar "la sólido refuerzo en las perspectivas predominantes en las
voluntad revolucionaria y la elección del método. Ño explica ciencias sociales latinoamericanas de la época, las cuales en­
toda la sucesión de fenómenos políticos que debieron produ­
contraban su eje analítico en la teoría de la dependencia.
cirse para que esa voluntad se materializara en una organi­
Como lo ha subrayado Norbert Lechner, en la década de
zación poderosa, que consiguió ser la protagonista principal
los años sesenta el eje del debate político-intelectual en Amé-

ticularidades debido a sus raíces en las guerrillas comunistas de los


años cincuenta. Cf. Eduardo Pizarra, Las FARC (1949-1966). De la au­ 24 Luis Costa Bonino, Crisis de los partidos tradicionales y movimiento revo­
todefensa a la combinación de todas las formas de lucha, Bogotá, Tercer lucionario en el Uruguay, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,
Mundo Editores /IEPRI, 1991. 1985, pág. 9.
23 Gabriel Aguilera, "Las propuestas de paz". Debate, No. 20, FLACSO- 25 Ernesto Guevara, "La guerra de guerrillas", en Obras 1957-1967, V. II,
Guatemala, 1993, pág. 9. La Habana, Casa de las Américas, 1977, pág. 31.
30 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN MOVIMIENTOS INSURGENTES 31

rica Latina era el tema de la revolución: "La situación de la goviética definida a fines de los cincuenta y favorable a la
región, caracterizada por un estancamiento económico en el distensión internacional, a la emulación pacífica entre el ca­
marco de una estructura social tradicional y, por otra parte, pitalismo y el socialismo e incluso a la factibilidad de una
por una creciente movilización popular, es interpretada transición pacífica hacia el socialismo, desempeñó un papel
como un estado prerrevolucionario. Contrastando los cam- nada despreciable en el radicalismo de los sesenta. Este se
bios rápidos y radicales de la revolución cubana con los obs­ configuró, en buena medida, con base en una crítica feroz
táculos que encuentra la modernización desarrollista, se a las rutinas reformistas de los partidos comunistas, los
constata la inviabilidad del modelo capitalista de desarrollo Tipiles serian definidos por la fracción maoísta que rompió
en América Latina y, en consecuencia, la 'necesidad histórica' Amañas entre 1963 y!964 con el PC de Colombia, como
de una ruptura revolucionaria"2627. "vacas muertas (que se atraviesan) en el camino del pue­
Esta percepción sobre las tareas del momento tenía, pues, blo7?
en esos años una particularidad: la acción revolucionaria se Como complemento es indispensable subrayar que las
encontraba apoyada por la teoría social, es decir, disponía de dos oleadas insurgentes, la de los años sesenta animada por
un sólido respaldo en la comunidad científica. Con base en el ejemplo de la revolución cubana y la de los años ochenta
las diferentes vertientes de la teoría de la dependencia, en espoleada por la revolución nicaragüense, tienen ambas
especial las más radicales que concluían con la visión de An­ como sustrato histórico el fracaso de dos experiencias de
dré Gunder Frank sobre un pesimista "desarrollo del subde- transformación democrático-radical: tanto Guatemala (1954) ^
sarrollo", la percepción de la realidad latinoamericana como más tarde Chile (1973), constituyeron "acontecimien- 9
imponía una solución socialista; ésta era irreversible y su eje­ tos reveladores" para dos generaciones de la izquierda lati­
cución dependía de la existencia de un grupo de revolucio­ noamericana. Una y otra experiencia sirvieron para reforzar
narios profesionales decididos. Bajo estos supuestos teóricos la idea de que sólo la lucha armada era consistente para al­
se desató un activismo radical, con marcados tintes volunta- canzar los objetivos revolucionarios.
ristas, un clima dentro del cual la diferencia entre un revolu­ El "Che" Guevara, cuya primera experiencia revolucio­
cionario^ un reformista era la prueba de fuego de la lucha naria tuvo lugar en los días del derrocamiento del presidente
armada2 . Sin duda, la nueva política exterior de la Unión guatemalteco Jacobo Arbenz, siempre afirmó que la revolu­
ción cubana le debía mucho al impacto desgarrador que tuvo
la caída del único régimen democrático de Guatemala desde
26 Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y po­ la independencia, el cual había nacido pleno de esperanzas
lítica, Chile, Fondo de Cultura Económica, 1990, pág. 17. Aun cuando sólo diez años atrás, en 1944, con el gobierno de Juan José
el mundo académico hubiera estado dominado por esta percepción,
ella no cobijaba a la totalidad de los científicos sociales, ni todos los
que asumían una visión socialista compartían la lucha armada como
medio para lograr ese objetivo. En muchos casos se trataba de una mensión escapa a nuestro análisis, pues, como dice Eric Hobsbawm,
visión del socialismo como un "modelo de desarrollo" alternativo, que "la psicología social es una jungla en la cual sólo los imbéciles se aven­
podría alcanzarse mediante fórmulas reformistas, como se intentará turan sin ninguna precaución" (Les bandits, París, Petite Collection
en el Chile de Allende. Maspero, 1972, pág. 60).
27 Sin duda, existe una dimensión individual en la decisión de una per­ 28 Cf., Varios autores. Los fundamentos del revisionismo, Medellin, Edicio­
sona de integrarse a un movimiento guerrillero. Sin embargo, esta di- nes Proletarias, 1973, pág. 82.
EMERGENCIA d e m o v im ie n t o s in s u r g e n t e s 33

Arévalo*29. Como dice Ivon Le Bot en relación con este acon­ pa invitación acrítica para imitar el ejemplo cubano sin ana­
tecimiento, "la incapacidad de un gobierno electo y de sus lizar su especificidad constituyó uno de los factores centrales
aliados comunistas para defender una experiencia reformis­ ¿el fracaso de los grupos insurgentes que nacieron en los
ta, lo cual encontrará una confirmación en Chile en 1973, será años sesenta .
una de las fuentes del castrismo y uno de los principios sobre Dos obras, de amplia difusión continental, habrán de in­
los cuales los guerrilleros latinoamericanos insertos en esta fluir en forma decisiva en esa orientación: por una parte, el
corriente construirán su teoría y su estrategia"30. Así mismo, conocido texto de Ernesto "Che" Guevara, La guerra de gue­
en el renacer de la "utopía armada" en los setenta, cumplió rrillas y, por otra, la obra de Régis Debray, El castrismo: la larga
un papel nada desdeñable el derrocamiento de Salvador marcha deÃmérica Latina. En la obra de Ernesto Guevara está
Allende en Chile. Jaramente explicitado el tono voluntarista, la percepción de
A pesar de la heterogeneidad continental, no sólo en tér­ la inminencia de la revolución continental y la subordinación
minos de desarrollo económico sino en cuanto a los procesos de todo el proyecto político a la lógica de la guerra inevitable.
políticos (mientras unos países soportaban dictaduras mili­ Estas fueron algunas de las bases que sirvieron para animar
tares otros vivían experiencias democráticas, incluso inédi­ al conjunto de los grupos foquistas que se extendieron por
tas, como Venezuela), se lanzó en los sesenta una teoría todo el continente en este decenio:
común para el conjunto del continente. La suposición de la C onsideram os que tres aportaciones fundam entales hizo la
cual se partía era clara: América Latina se hallaba en una revolución cubana a la m ecánica de los m ovim ientos revo­
"zona de tempestades", dado que la situación general tenía lucionarios en América; son ellas:
ya un carácter prerrevolucionario. El foco insurreccional era 1. Las fuerzas populares p u ed en ganar u n a guerra contra el
el detonante final. En otras palabras, se partía del supuesto ejército.
de la existencia de una crisis de legitimidad de los proyectos 2. N o siem pre hay que esperar a que se den to d as las con­
nacionales de las oligarquías continentales, mas no de una diciones para la revolución; el foco insurreccional puede
crisis de dominación. Resuelto de antemano el problema po­ crearlas.
3. En la Am érica subdesarrollada el terreno d e la lucha ar-
lítico (ausencia de legitimidad estatal), faltaba resolver la 32
m ada debe ser fundam entalm ente el cam po .
cuestión militar y de ahí la impostergable necesidad de crear
el aparato militar capaz de enfrentar al aparato adversario. Estas reflexiones de Ernesto Guevara, las cuales desarro­
llaría más adelante en muchos otros escritos, fueron retoma­
das por Régis Debray, quien ejerció una influencia profunda
29 Según Michaël Lowy, el "Che", a quien denomina "el profeta armado en los primeros núcleos guerrilleros. Es, sin duda, en el tra-
de la guerra revolucionaria", adquirió su convicción sobre la necesi­
dad de la lucha armada debido a la frustración que le dejó el derroca­
miento de Arbenz gracias al apoyo abierto que recibió el coronel
Castillo Armas del gobierno de Washington (Cf., La pensée de Che Gue­ 31 Un ejemplo típico de esta postura se encuentra en el artículo de Ernes­
vara, París, Petite Collection Maspero, 1970). El coronel Castillo Armas to Guevara titulado "Cuba: ¿excepción histórica o vanguardia en la
fue el "maestro negativo" del "Che", según Carlos María Gutiérrez. lucha anticolonialista?", en Obras 1957-1967, op. cit., 1977.
30 Ivon Le Bot, La guerre en terre maya. Communauté, violence et modernité 32 Ernesto Guevara, "La guerra de guerrillas", en Obras 1957-1967, V. I,
au Guatemala, Paris, Éditions Karthala, 1992, págs. 11 y 12. op. cit., pág. 31.
glVíHRGENCIA DE MOVIMIENTOS INSURGENTES 35

bajo ya mencionado. El castrismo: la larga marcha de América te de la revuelta campesina. Esta tesis será retomada en la
Latina, en donde se encuentran mejor delineadas las princi­ gegunda Declaración de La Habana. Debray se opone a las
pales tesis que hará circular en el continente. En ese texto De­ direcciones políticas que pretenden "comandar sus tropas
bray busca cuestionar las ilusiones existentes en ciertas capas por telegrama", es decir, se muestra partidario firme de una
de la izquierda latinoamericana en el putsch militar revolu­ fusión de la dirección política y de la conducción militar en
cionario, así como las ilusiones pacifistas de los partidos co­ un mismo cuerpo.
munistas en la lucha de masas. Esta última política será Tal como han mostrado algunos analistas, a la inversión
calificada despectivamente como una suerte de "mito sore- doctrinaria (partido/foco) sigue una inversión en la acción:
liano a la inversa". la lógica de la guerra entra a suplantar la lógica de la política.
Debray busca demostrar que la teoría del foco insurreccio­ Las tesis centrales de Debray eran, en aquel momento y en
nal es la versión latinoamericana del partido bolchevique com­ apretada síntesis, las siguientes:
puesto de revolucionarios profesionales. Es decir, que el L El reclutamiento, el entrenamiento militar y la prepara­
"castrismo" representa una línea de continuidad doctrinaria ción política del primer núcleo de combatientes (entre
con el leninismo. La "inversión" doctrinaria, que busca probar unos 20 y 60) deben ser severos.
continuidades aun cuando el sentido original de una tesis se 2. La lucha armada comprendida como un arte, en el doble
haya vaciado previamente de su contenido real, será un com­ sentido de técnica e invención, sólo es significativa en el
portamiento típico de este período. La mutación puede llevar cuadro de una política concebida como ciencia. Es decir,
incluso a convertirse en su polo opuesto. Este es el caso del le­ la lucha armada debe responder a las siguientes pregun­
ninismo invertido, que transfigura al partido, tal como Lenin lo tas: ¿Para quién, cuándo, dónde, con qué programa y con
concebía, en el "foco insurreccional". Escuchemos a Debray: cuáles alianzas?
3. La presencia de un partido de vanguardia no es, sin em­
A la problemática leninista, el castrismo responde en térmi­
bargo, una condición previa absoluta para el desencade­
nos más o menos semejantes a aquéllos de Lenin en 1902,
namiento de la lucha armada.
precisamente en el ¿ Q u é h a c e r ? En un régimen "autocráti­
co", sólo una organización minoritaria de "revolucionarios
4. La organización político-militar no puede ser diferida. Es
profesionales" (...) puede desencadenar la lucha revolucio­ indispensable impusarla de inmediato, no dejándola con­
naria de masas. En términos castristas: es la teoría del foco, dicionada a la dinámica de la lucha.
del foco insurreccional, cuyas condiciones fueron expues­ 5. En la América subdesarrollada, con predominio rural, no
tas por el Che Guevara en L a g u e r r a d e g u e r r i l l a s 33. se puede propagar de manera durable la ideología revo­
lucionaria entre las masas, más que a partir de un foco
Debray considera a los estudiantes y a la clase obrera insurreccional.
como la vanguardia de la revolución, como la fuerza dirigen- 6. La necesaria subordinación de la lucha armada a una di­
rección política central no debe provocar la separación
entre el aparato político y el aparato militar.
33 Régis Debray, "Le castrisme: la longue marche de ï Amérique Latine", 7. La lucha armada revolucionaria sólo es realizable en el
en Révolution dans la révolution? et autres essais, Paris, Petite Collection
Maspero, 1972, pág. 13. campo. En la ciudad ésta se degrada.
36 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN gMERGENCIA DE MOVIMIENTOS INSURGENTES 37

8. Es un falso dilema plantear como polos opuestos la revo­ Los núcleos guerrilleros iniciales en Colombia, tanto
lución democrático-burguesa y la revolución socialista. aquellos frustrados como el Movimiento Obrero Estudiantil
Ambos procesos se confunden. Campesino (MOEC) o las Fuerzas Armadas de Liberación
(PAL) como aquéllos que lograron consolidarse, como el Ejér-
Aunque las tácticas guerrilleras implementadas en Amé­
cítcTde Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Li­
rica Latina tuvieron desde sus inicios diversas variantes (la
beración (EPE), nacieron imbuidos de una mentalidad
táctica del foco rural, la táctica de la guerra popular prolon-
foquista35. La única excepción fueron las Fuerzas Armadas
gada o la táctica insurreccionalista), de hecho, predominó en
Revolucionarias de Colombia (FARC) debido a sus antiguas
forma abrumadora la concepción foguista. A diferencia de
raíces societales, tanto en las regiones tradicionales de in­
esta concepción que busca actuar como catalizador del des­
fluencia comunista como en las zonas de influjo propio del
contento popular a partir de un pequeño núcleo armado ru­
movimiento armado, ante todo en áreas de colonización.
ral, la táctica de la guerra popular prolongada favorece una
En el contexto ideológico y cultural de la América Latina
firme implantación del grupo guerrillero en zonas rurales
con el objeto de desarrollar una campaña de desgaste de las en los inicios de los años sesenta, pletórico de discursos y
fuerzas armadas oficiales y asfixiar los centros de poder; es decisiones revolucionarias, nuestra percepción es que la lu-
decir, cercar las ciudades a partir del campo. Finalmente, la cha armada se habría desatado en Colombia, cualquiera que
táctica insurreccionalista tiene como teatro esencial los cen­ hubiera sido la situación interna. La particularidad del país
tros urbanos y privilegia la guerrilla urbana y la realización no residió, pues, en el fenómeno de la emergencia de focos
de audaces acciones de desestabilización del poder. Ahora armados, dado que este hecho fue común y muy similar en
bien, en la perspectiva foquista dominante y con autonomía sus características al resto de países del continente. En el Perú
de la voluntad de sus agentes, es inmanente la independen­ el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Movimiento de
cia de la acción militar con respecto a las relaciones sociales Izquierda Revolucionaria (MIR); las Fuerzas Armadas Rebel­
y políticas. Todas las energías se hiperconcentran en la pura des (FAR) y el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre
acción, en el ensimismamiento del grupo y en el cerramiento (MR 13) en Guatemala; el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP)
doctrinario, con lo cual es fácil derivar hacia ideologías abso­ en Argentina; el Frente Sandinista de Liberación Nacional
lutas que sobrevaloran la actividad restringidamente militar. (FSLN) en Nicaragua; la Vanguardia Popular Revolucionaria
El grupo insurgente tenderá a expresarse más a partir de (VER), el Comando de Liberación Nacional (COLINA) y la Ac­
principios, que como fuerza social real. "Así, el principio de ción de Liberación Nacional (ALN) en Brasil; en Bolivia el
oposición frente a un adversario social se transforma en un Ejército de Liberación Nacional (ELN); en Chile el Movimien­
principio antagónico de destrucción del otro que es percibido to de Izquierda Revolucionaria (MIR); en Venezuela el Movi-
como una identidad total: el Estado, el orden, etc. El enemigo
se objetiviza y concretiza"34.
35 Habría que precisar que el PC-ml, tras el fracaso temprano de sus pri­
meros balbuceos foquistas én 1965, replanteó su táctica militar, y bajo
la influencia maoísta buscó desarrollar, con escaso éxito, su acción mi­
34 Femando Calderón, "¿Cuál es la importancia de llamarse Ernesto?", litar en la perspectiva de la guerra popular prolongada. En 1967 crea­
en Crítica y Utopía, No. 18, Buenos Aires, junio de 1989, pág. 117. ría el Ejército Popular de Liberación.
38 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN E m e r g e n c ia d e m o v i m i e n t o s i n s u r g e n t e s 39

miento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y las Fuerzas Ar­ jxiiento de grupos que desde su nacimiento promueven me­
madas de Liberación Nacional (FALN), y así podríamos con­ tas de transformación incompatibles con la permanencia en
tinuar indefinidamente. La singularidad de Colombia, sobre el poder de los miembros de la "comunidad política"37. Tanto
todo con respecto a los países de América del Sur, va a residir el ELN, conformado por estudiantes procastristas que espera-
en la persistencia en el tiempo, con muchos altibajos, del fe­ barTrepetir la experiencia cubana, como el EPL, el cual seguía
nómeno insurgente. la doctrina maoísta de la "guerra popular prolongada", bus­
Según la opinión de Charles Tilly, como hemos visto, la caron desde sus comienzos la eliminación total del orden es­
primera de las causas próximas de una "situación revolucio­ tablecido pese a la divergencia en sus tácticas y estrategias.
naria" o de "soberanía múltiple" es la aparición de conten­ El otro grupo de esta primera generación, las FARC, perte­
dientes o coaliciones de contendientes, con pretensiones necería a la categoría de contendores cuyos objetivos, inicial-
alternativas excluyentes de control sobre el gobierno. Aun mente compatibles con la supervivencia de la comunidad
cuando en Colombia jamás se configuró una "situación revo­ política, se convierten en objetivos cuya meta es su total des­
lucionaria" y el movimiento insurgente terminó siendo, trucción. Los núcleos fundadores de las FARC, inicialmente
como en Guatemala y en Filipinas, una "insurgencia cróni­ núcleos de autodefensa campesina con objetivos limitados a
ca", los contendores armados de la primera generación apa­ ¡^reforma agraria, el fortalecimiento de la economía campe­
recieron temprano en los años sesenta y con altibajos se sina y la autonomía política, se convirtieron en retadores ar-
consolidaron dos décadas más tarde. De otro lado, durante mados del régimen una vez éste los reprimió en forma
los años setenta y ochenta emergerán otros grupos guerrille­ violenta en 1964, tras la ocupación militar de Marquetalia,
ros que denominaremos de "segunda generación": el M-19, el Riochiquito, El Pato y Guayabera38.
Quintín Lame y el PRT. Es indudable que el factor que aceleró, tanto en Colombia
Con la excepción de las FARC, cuyo origen campesino ha como en el resto del continente, la emergencia de estos focos
sido ampliamente debatido, todos los demás grupos guerri­ armados fue la revolución cubana. Según Wickham Crowley,
lleros colombianos fueron formados y dirigidos por intelec­ "el triunfo de Cuba, en oposición a los Estados Unidos, con­
tuales urbanos desafectos, estudiantes, profesores y élites dujo a un cambio en el repertorio cultural de la acción colec-
políticas marginales provenientes de las clases medias. Esta
situación coincide, como hemos visto, con el acuerdo genera­
lizado entre los académicos que ubica los orígenes de las van­ 37 Se usa el término "comunidad política" como el equivalente del térmi­
guardias revolucionarias entre la clase media urbana edu­ no "polity", intraducibie al español. La traducción común de "polity"
cada36. como Estado no es del todo apropiada.
Dos de estos grupos, el ELN y el EPL, pertenecerían, en los S Aun cuando en rigor habría que afirmar que la transformación de las
autodefensas en guerrilla móvil estaba latente, dado que en 1964 ya el
términos de Tilly, a la categoría de contendientes cuya trayec­ Partido Comunista había aprobado la tesis de la "combinación de to­
toria de proliferación o movilización responde al floreci- das las formas de lucha revolucionaria". A su turno, Richard Gott afir­
ma que, en buena medida, la decisión de conformar las FARC, por
parte del PC, nació de la voluntad de reafirmar frente a las guerrillas
nacientes (como el ELN y el EPL) su hegemonía en el campo revolu­
36 Véase, por ejemplo, Mostafa Rejai y Kay Phillips, Leaders of Revolutions, cionario. Cf., Richard Gott, Guerrilla Movements in Latín America, Gar­
Londres, Sage, 1979. den City, Doubleday & Company, Inc., 1971, pág. 252.
40 I n s u r g e n c i a SIN REVOLUCIÓN

tiva en la región; redefinió las posibilidades revoluciona­ Capítulo 3. Fundamentos para u n a sociología
rias"39. Por otra parte, la ruptura chino-soviética, cuyos con­ DE LA GUERRILLA
tornos tomaron forma definitiva en 1964, llevó a la división
de los partidos comunistas, los cuales perdieron su hegemo­
nía sobre los experimentos revolucionarios que brotaban en
ese entonces. El surgimiento de los partidos comunistas mar-
xistas-leninistas a principios de los años sesenta se acompa­
ñó, en algunos países de la región, con el impulso de focos
armados alimentados por una perspectiva maoísta. E n Colombia el movimiento insurgente presentó, desde sus
orígenes, una tal variedad de tendencias que hacen del país
un laboratorio ideal para intentar construir una tipología de
los grupos guerrilleros. Es decir, para sentar las bases de una
sociología de la guerrilla que, salvo muy contadas excepcio­
nes, no ha sido objeto de intentos similares. Para tal efecto,
inicialmente nos detendremos en los antecedentes históricos
de la guerrilla como fenómeno universal y en los rasgos ge­
nerales que definen a esta modalidad de acción política como
una forma específica en el espectro de los conflictos armados
contemporáneos. A continuación propondremos una tipolo­
gía de los grupos guerrilleros tomando como base empírica
la experiencia colombiana.

Historia del partisano


Este es uno de los objetos fundamentales del conocido texto
de Carl Schmitt1, publicado por primera vez en Berlín en
1963. En esta obra, Schmitt reconstruye el itinerario histórico

39 Timothy P. Wickham Crowley, "Winners, Losers and Also-rans: To­ 1 Carl Schmitt, Teoría del partisano. Acotación al concepto de lo político, Ma­
ward a Comparative Sociology of Latin American Guerrilla Move­ drid, Instituto de Estudios Políticos, 1966. Vamos a utilizar indistinta­
ments", op.cit., pág. 139. Igualmente, Theda Skocpol subraya que "las mente el término partisano o guerrillero, aun cuando desde nuestra
revoluciones sociales no se han limitado a una importancia nacional. perspectiva no son equivalentes, si diferenciamos las guerrillas mili­
En algunos cãsosTTãslrêvoluciones han hecho surgir modelos o idéales tares (que confunden en un solo aparato lo político y lo militar) de las
de inmensa repercusión y atractivo internacional; especialmente don- guerrillas de partido (en las cuales, el aparato armado está subordina­
de las sociedades transformadhs han sido numerosas y de importan- do a un aparato político). Sólo en este segundo caso, rigurosamente,
cilgeopólfticár potenciales grandes potencias" (Los podemos hablar de un "partisano".
Estados y las revoluciones sociales, México, PCL, 1984, pag. 20).
41
42 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN gOCIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 43

de la guerrilla moderna e intenta describir sus rasgos más ue se busca ante todo matar sin exponerse a sí mismo, son
protuberantes. más bien la regla que las de un duelo individual o colectivo
En la perspectiva de Schmitt cuatro son los rasgos carac­ en el que se enfrentarían a una señal dada los adversarios
terísticos del partisano. Se trata, en primer término, de un igualmentes armados o protegidos"2. En épocas más recien­
combatiente irregular en contraste abierto con el carácter re­ tes, son particularmente famosas las acciones guerrilleras es­
gular del soldado, provisto de un uniforme, con distintivos timuladas por el general George Washington durante la
propios y que lleva abiertamente el arma de dotación. En se­ guerra de independencia de los Estados Unidos, en especial
gundo término, el partisano responde a una honda adhesión en pensilvania y New Jersey. En los estados del sur, Francis
política, en la medida en que su actividad está subordinada Marion, el "zorro de los pantanos", es un héroe nacional. Es
a un partido o a un grupo que actúa en la perspectiva de un conocido que Chu Teh y otros oficiales del Ejército Rojo en
proyecto político. En tercer término, se caracteriza por la mo­ China utilizaron el manual del general Washington en sus
vilidad acentuada, en la cual el ataque y la retirada, la sorpre- campañas iniciales.
sa y el hostigamiento continuos, constituyen la esencia de su Pero si aceptamos la idea de que la guerrilla se define por
acaóruniulitar. Finalmente, un último rasgo esencial es el ca- su irregularidad en contraste con el ejército regular moderno,
rácter telúrico del guerrillero, es decir, su íntima relación con la primera experiencia de valor universal de lucha guerrille­
una población y un territorio determinados. ra se desarrolló en España en el combate desplegado por el
Estos cuatro criterios —la irregularidad, la movilidad pueblo español contra el ejército napoleónico entre 1808 y
acentuada, la intensidad del compromiso político y el carác­ 1813. "Por primera vez en la Historia, el pueblo —un pueblo
ter telúrico—-, a los cuales Carl Schmitt parecería agregar un preburgués, preindustrial y preconvencional— chocó con un
quinto criterio, la ilegalidad, nos servirán de base, con algu­ ejército regular moderno y bien organizado sobre la base de
lãs experiencias de la revolución francesa (...). Gracias a este
nos ajustes y precisiones, para nuestra propia tipología de los
choque se abrieron nuevos espacios de guerra, se desarrolla-
grupos guerrilleros colombianos. Antes detengámonos bre­
rõn nuevas nociones cíe beligerancia y surgió una nueva teo-
vemente en los orígenes históricos del guerrillero actual. Cari
ría de guerra y política'^ La guerrilla española se compuso
Schmitt considera que si la guerrilla se define por su irregu­
de más de 200 guerrillas regionales (unos 50.000 hombres),
laridad, es en contraste con la regularidad de los ejércitos mo­
que obligaron a Napoleón a mantener medio ejército francés
dernos que nacen al calor de las guerras napoleónicas. Esto
en aquel país, de cuyos soldados, más de 250.000 estaban sólo
no implica desconocer que algunas modalidades de acción
destinados a enfrentar a aquellas fuerzas irregulares.
guerrillera han sido utilizadas desde tiempos inmemoriales,
El segundo hito en el desarrollo de la praxis y la teoría de
las cuales tienen semejanzas con las formas más primitivas
la guerrilla moderna provino del edicto prusiano sobre el
de la guerra. La descripción que Roger Caillois hace de la
Landsturm (milicia) del 21 de abril de 1813, firmado por Fede-
guerra en las comunidades tribales preestatales es en sí mis­
ma muy elocuente: "Se trata casi siempre de una guerra de
traición, de astucia y de emboscada (...). Raramente se ataca 2 Roger Caillois, La cuesta de la guerra, México, Fondo de Cultura Econó­
al descampado. Se evita la batalla en formación, el combate mica, 1972, pág. 19.
equilibrado. Las condiciones de la caza o del asesinato, en las 3 Carl Schmitt, op. cit., pág. 11.
44 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

rico-Guillermo III llamando a una guerra nacional contra bría de dominar el espacio europeo hasta la primera guerra
Napoleón. Este edicto, que tomó como modelos el Regla­ mundial (1815-1914). Éste se inicia con la derrota de Napo­
mento de Partidas y Cuadrillas (28 de diciembre de 1808) y león y la restauración monárquica tras el Congreso de Viena
el decreto conocido como el Corso Terrestre (17 de diciembre celebrado entre 1814 y 1815. Este Congreso, en relación con
de 1809), ambos provenientes de la guerra de independencia nuestro tema, rehabilitó las nociones del derecho de guerra
de España, tiene un enorme valor histórico por dos razones europeo (hoy llamado el derecho de guerra clásico), que ha­
al menos: por una parte, debido a la significación que habría bría de dominar el panorama europeo hasta la primera gue­
de alcanzar la guerra irregular en la reflexión contemporá­ rra mundial. En esta concepción se distinguen con nitidez las
nociones de guerra y de paz, de combatientes y no comba­
nea. "Si se me permite expresarlo así, subraya Carl Schmitt,
tientes, de enemigos y criminales. Se propugna por hacer de
yo diría que se acreditó filosóficamente y se presentó en la
la guerra un conflicto interestatal, en el cual monarcas sobe­
corte al partisano. Hasta entonces no había sido presentado.
ranos portadores de un [us belli declaran la guerra a quienes
En el siglo XVII había degenerado en una figura de la novela
perciben como enemigos y no como criminales y, por tanto,
picaresca. En el siglo XVIII, en la época de María Teresa y
la paz es siempre el horizonte final y necesario de la confron­
Federico el Grande, era pandur y húsar. Pero ahora, en los tación. Es decir, se trata de un conflicto acotado por reglas
años 1808 a l 813, en Berlín, se descubrió y apareció no sola- precisas, para evitar que la conflagración se convierta en una
mente en el" sentido técnico-militar, sino también filosófica- guerra total. En este contexto, el guerrillero no tenía lugar y
mente. Por lo menos durante un momento recibió un rango en general era percibido como un criminal. No cabía en gue-
histórico y una consagración espiritual"^ En segundo térmi­ rrãs convencionales acotadas, debido a que sus acciones, ge­
no, ese edicto tuvo, así como la experiencia de la resistencia neradoras potenciales de un clima de terror y de contraterror,
española, una enorme importancia en la medida en que un podían conducir a una enemistad absoluta y no relativa.
joven oficial prusiano, Karl von Clausewitz, habría de cons­ En este contexto de transición histórica tanto cultural
truir su influyente teoría de la guerra moderna inspirado en como política, Clausewitz hizo un aporte intelectual sustan­
buena medida por estos acontecimientos históricos. cial. Su obra magna. De la guerra, que inició en 1816, sólo fue
Clausewitz escribe su obra cumbre a horcajadas entre dos publicada en 1832, un año después de la muerte del general
centurias y dos épocas históricas: en 1648, con el Tratado de prusiano. En pocas palabras, Clausewitz concebía la guerra
Westfalia tras la guerra de los Treinta Años, había terminado como un instrumento racional de la política nacional . Un
una época histórica dominada por las guerras religiosas y se instrumento, por cuanto se trataba de alcanzar mediante la
había constituido un sistema internacional europeo fundado victoria militar un fin; es decir que el autor rechazaba cual­
en una reducida sociedad de Estados soberanos que maneja­ quier idea de hacer "la guerra por la guerra" misma. Un ins­
ban sus intereses por medio de conflictos, componendas o trumento racional, en tanto que la élite civil y militar debía
alianzas. La revolución francesa en 1789 constituyó el punto determinar los costos y los beneficios estimables de la con-
de ruptura entre este período histórico y uno nuevo que ha-4

5 Anatol Rapoport, Clausewitz. Filósofo de la guerra y la política, Buenos


4 Ibid, pág. 67. Aires, Editorial Leviatán, 1992.
46 I n s u r g e n c ia s in r e v o l u c ió n So c io l o g ía d e l a g u e r r il l a 47

frontación. Finalmente, se trataba de un medio cuyo objeto ira de guerrillas. Por ello, Schmitt titula la segunda parte de
era promover los intereses de un Estado nacional. En el uni­ su ensayo sobre el tema, "De Clausewitz a Lenin".
verso de Clausewitz, basado en lo que llamaríamos hoy en Antes de abocar la evolución posterior de la teoría del
día un paradigma realista, los actores del sistema internacio­ partisano, es importante rescatar las reflexiones del profesor
nal eran los Estados soberanos, para los cuales la guerra es­ inglés, especialista en violencia política. Noel O'Sullivan,
taba subordinada a los intereses nacionales. para quien tanto el terrorismo como la guerrilla tienen, en su
El aporte fundamental del "filósofo de la guerra" fue, origen, no sólo una reflexión sobre la guerra, sino una íntima
ante todo, haber ligado esta visión de la guerra como una relación con la moderna tradición democrático-liberal que
acción eminentemente estatal, a las nociones que habían sido j^ce con la revolución francesa. Según O'Sullivan, el estilo
desarrolladas a partir de la revolución francesa y del ejército de política que se originó en 1789 tiene como fundamento
napoleónico. Su idea de concebir al ejército como el "pueblo tres supuestos sobre el hombre y la sociedad: primero, a par­
en armas" era una transposición de la idea revolucionaria del tir de ese año, los hombres creen que mediante actos de vo-
soldado-ciudadano. "El elemento fundamental que Clause­ luntad es posible cambiar radicalmente la sociedad e incluso
witz introduce a las doctrinas militares es incorporar al pue- Impropia naturaleza humana; segundo, el hombre es natural-
blo como un elemento central de las guerras. Sostiene que la mente bueno (Rousseau), pero sus desviaciones son el resul­
Nación que lo incorpore como un medio en la guerra adqui­ tado de estructuras sociales que deben ser eliminadas; para
rirá una superioridad militar significativa"6. Por ello, conce­ ello, es necesario encontrar al "grupo culpable", al "chivo ex­
bía que los medios para la guerra eran tanto materiales co- piatorio", que Robespierre y su Comité de Salut Publique ha-
llaron en la aristocracia feudal y que los grupos contem-
mo morales, siendo estos últimos determinantes ya que la
poráneos hallarán en la clase capitalista o en los imperialis-
movilización consensuada dé la nación implicaba una su­
mos. Finalmente, en esta visión de la política, como cruzada
bordinación de la guerra a ios objetivos de la política: "Su
cuasirreligiosa, quienes construyen un ideario político se
fórmula de la guerra como continuación de la política impÍL
sienten a sí mismos como los representantes más auténticos
ca ya in nuce una teoría del partisano (...). Lenin y Mao Tse-
de la voluntad popular. Este nuevo estilo ideológico, según
Tung llevaron hasta sus extremos la lógica inmanente de esta O'Sullivan, se vio agravado con el desarrollo de la guerra to-
teoría"7.
taI7propia del siglo XX, en particular a partir de la segunda
No obstante su lucidez, Clausewitz no podía, como sub­ guerra mundial, en la cual se borró toda distinción entre
raya el propio Carl Schmitt, debido a su formación de oficial combatientes y no combatientes, para poder legimitar la ma­
de un ejército regular y al momento histórico en el cual escri­ tanza indiscriminada de civiles. En este contexto, "la historia
be su obra, extraer todas las derivaciones posibles de la gue- del terrorismo moderno es la historia de cómo este nuevo
estilo político ha destruido gradualmente todas las viejas
convenciones que rodeaban el uso de la violencia en la vida
6 Raúl Benitez, "El pensamiento militar de Clausewitz", en Revista Me­ política occidental y ha creado un mundo en el cual ahora se
xicana de Ciencias Políticas y Sociales, No. 126, octubre-diciembre de
1986, pág. 101. puede realizar cualquier acto político con la conciencia lige­
7 Carl Schmitt, op. cit., pág. 17. ra, pues no hay ningún acto concebible que nuestras ideolo-
48 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN So c io l o g ía d e l a g u e r r il l a 49

gías modernas no puedan presentar como moralmente de­ de resistencia popular, incluso u n ejército de 200.000 hom ­
fendible"8. bres no irá m uy lejos en la ocupación d e u n país hostil. U n
En otras palabras, para O'Sullivan, la reconstrucción his­ ejército así alcanza rápidam en te el lím ite pasado el cual sus
tórica de la violencia política contemporánea no debe des­ destacam entos vienen a ser m ás débiles que las fuerzas de
cansar sólo en una visión retrospectiva de la forma como la los que se defienden; d e las energías de la resistencia p o p u ­
lar depende por entero la rapidez con que haya de alcan­
lucha partisana fue acogida como una de las modalidades
zarse este límite. Así, pues, incluso el ejército derrotado
propias de la guerra, sino también en los supuestos políticos encuentra bien pronto u n lu g ar a resguardo de la persecu­
y morales que han guiado la actividad política en Occidente ción del adversario, a condición de q ue el pueblo de este
desde 1789. Concepción que, a nuestro parecer, tiende a su país se levante en arm as, y esto es lo que precisam ente p u e ­
fin después de la crisis de 1989 y, sobre todo, ante el deterioró de ocurrir ahora en Francia.
creciente de la forma de hacer política en la última década de
este siglo. En una época en la cual predominaban las nociones que
Tanto Marx como Engels, los más claros exponentes de la reglamentaban los conflictos bélicos entre naciones (los
nueva visión de la política como un instrumento de acción Acuerdos de La Haya), Engels y Marx defendían la guerra
transformadora, se interesaron obviamente por el tema mili­ irregular como una modalidad legítima de defensa nacional
tar. Los dos autores, en especial el segundo, quien lo estudió popular contra un invasor externo. Por esta razón, aunque
en forma más sistemática, llegaron a la conclusión de que la apreciaban la guerra de guerrillas por su función revolucio­
guerra revolucionaria no podía ser ya una guerra de barrica­ naria en las guerras de independencia nacional, como en las
das al estilo antiguo. En sus artículos periodísticos sobre la guerras antinapoleónicas en España o antiturcas en Grecia, o
guerra de guerrillas practicada por los franceses contra los en las guerras contra un invasor externo como ocurriera en
invasores prusianos en los años 1870-1871, Engels llama la la guerra francoprusiana, su alcance en la lucha propiamente
atención sobre las potencialidades de esta nueva modalidad de clases fue minimizado. "Se la veía como una parte dentro
de guerra. Por ejemplo, en un artículo publicado en el Pali de una lucha política más ampÜa en la cual los combates ar­
Mall Gazette de Londres (26 de noviembre de 1870), afirma mados acontecían sólo con ciertas condiciones muy precisas
con respecto a la situación militar de Francia: e inevitables. También se la veía sólo como una fase o posibi-
lidãd en la escala de lucha militar que se puede extender des­
Pero la conducta cruel de los prusianos ha hecho ya su efec­ de una guerra total hasta una demostración armada
to, y la guerra d e guerrillas adquiere cada día m ayores di­ callejera .Pero, en todo caso, tanto Marx como Engels com­
m ensiones (...). Y u n a vez que se ha d espertado este espíritu batieron, a través de sus críticas a Louis Blanc, toda forma de
acción heroica de minorías exaltadas que apuntara hacia el
golpe de Estado o hacia el terrorismo nihilista, así resaltaran
8 Noel O'Sullivan, "Terrorismo, ideología y democracia", en Noel O'Su­ la función de la guerra civil en momentos de crisis revolucio-
llivan (ed.). Terrorismo, ideología y revolución, Madrid, Alianza Edito­
rial, 1986, pág. 27. Aun cuando Sullivan en forma errónea considere
que terrorismo y guerrilla son fenómenos similares, sus reflexiones
desde la teoría política sobre los supuestos ideológicos de la violencia 9 William Pomeroy, Guerrillas y contraguerrillas, México, Editorial Gri-
política contemporánea son de gran interés. jalbo, 1967, pág. 81.
50 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN gQClOLOGÍA DE LA GUERRILLA 51

naria, como ocurriera bajo la efímera Comuna de París en dos, tanto como debe utilizar otros medios y métodos de lu­
1871. Pero incluso esta postura se vio atenuada gracias a los cha legales e ilegales, pacíficos o violentos, regulares o irre­
avances sociales y políticos alcanzados en algunas naciones gulares, según las circunstancias. El objetivo es la revolución
europeas para la clase obrera, los cuales condujeron a un y lo que sea útil para alcanzar este fin es justo y bueno.
cambio táctico en la Segunda Internacional favorable a la lu­ En los conocidos "Cuadernos de Notas" de Lenin sobre
cha electoral. En síntesis, Marx y Engels jamás postularon la la obra de Clausewitz, se deduce una nueva teoría de la gue­
centralidad de la lucha guerrillera para lograr los fines de la rra total y de la enemistad absoluta, que van a ser caracterís­
revolución. ticas de la época de las guerras revolucionarias y de los
Sería Lenin, por tanto, y a pesar de la lucidez de Marx y métodos de la "guerra fría". Como dice Carl Schmitt, "sólo la
Engels para captar el significado que habría de adquirir la guerra revolucionaria es guerra auténtica para Lenin, porque
guerra irregular en el mundo moderno, quien habría de inte­ tiene su origen en una enemistad absoluta. Todo lo demás es
grar esta modalidad de acción político-militar en el marco de juego convencional" . En pocas palabras, en el campo revo­
un proyecto revolucionario. Lenin llegó hasta considerar a la lucionario no caben las nociones de guerra acotada.
guerra de guerrillas como un ingrediente indispensable para
En el artículo ya mencionado, "La guerra de guerrillas",
el conjunto de la acción revolucionaria. "Lenin fue el primero
subraya Lenin el interés que reviste la reflexión sobre el tema
—<iice Carl Schmitt— que comprendió con plena conciencia
de la guerra de guerrillas, tanto para su partido como para la
al partisano como una figura esencial de la guerra civil nacio­
clase obrera rusa. Parte de una pregunta inicial: ¿Cuáles de­
nal e internacional" 1U. Lenin quiso hacer del guerrillero un
eficaz instrumento en manos de la dirección central del Par­ ben ser las exigencias fundamentales de todo marxista en el
tido Bolchevique. Su primer trabajo sistemático al respecto se análisis de la cuestión de las formas de lucha? Y responde:
halla en un artículo publicado en la revista El Proletario y ti­ En prim er lugar, el marxismo se distingue de todas las for­
tulado "La guerra de guerrillas"1011, en el cual busca diferen­ mas primitivas de socialismo en que no liga el movimiento
ciar la táctica propia de la guerra civil socialista, en contra­ a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admi­
posición al parlamentarismo socialdemócrata en boga. Para te las formas más diversas; además, no las "inventa", sino
Lenin, la guerra de guerrillas es una parte consustancial de que se limita a generalizar, a organizar, a hacer conscientes
la guerra civil, cuya vigencia responde sólo a consideracio- las formas de lucha de las clases revolucionarias que apa­
nes tácticas o estratégicas en respuesta a situaciones concre­ recen por sí mismas en el curso del movimiento (...). En se­
tas. Esta modalidad de acción puede constituir una "inevi­ gundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las
table forma de lucha" y cree que el Partido Bolchevique debe formas de lucha sea considerada desde un punto de vista
absolutamente histórico (...). Querer responder sí o no a
servirse de ella sin dogmatismos ni principios preconcebi-
propósito de uno u otro procedimiento determinado de lu­
cha, sin examinar en detalle la situación concreta de un mo­
vimiento dado, en el estado de su desenvolvimiento.
10 Carl Schmitt, op. cit., pág. 70.
11 V. I. Lenin, "La guerra de guerrillas", en Instituto Marx-Engels-Lenin
(comp.), La lucha guerrillera a la luz de los clásicos del Marxismo-Leninis­
mo, Bogotá, Ediciones Libro Abierto, 1976. 12 Carl Schmitt, op. cit., pág. 73.
52 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN! SOCIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 53

significa abandonar com pletam ente el terreno del m arxis­ La experiencia militar que adquirieron los bolcheviques
m o "13. tanto en 1905 como en 1917 fue utilizada durante la guerra
En otras palabras, en el marco de un pragmatismo extre­ ¿vil de 1918 a 1921 cuando el naciente poder socialista afron­
mo, la utilización de una u otra modalidad de lucha no puede tó este conflicto, tanto con un ejército regular (el "Ejército
Rojo") como mediante la lucha guerrillera. Más tarde, la ex­
definirse de antemano. Su utilización está determinada por
periencia se habría de repetir con la invasión nazi a la URSS
su necesidad y eficacia.
en 1941.
Lenin rechazaba la idea que identificaba a la guerra de Según la estimación de los expertos, durante la segunda
guerrillas con el anarquismo y el "blanquismo", es decir, con guerra mundial los guerrilleros rusos entretuvieron aproxi­
el tradicional intelectual conspirador de la historia rusa, in­ madamente a 20 divisiones alemanas, lo cual contribuyó de
cluido su hermano Alejandro. Igualmente, negaba que la lu­ manera decisiva al resultado final de la guerra. Stalin logró
cha irregular desorganizara el trabajo de masas o la lucha despertar un fuerte sentimiento de resistencia nacional y pa­
partidista. En relación con lo primero, afirmaba que la "lucha triótica, es decir, la fuerza esencialmente telúrica de la auto­
de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momen­ defensa patriótica contra un invasor extranjero. Ilustrativas
to en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a al respecto son las palabras pronunciadas por Stalin en su
la insurrección (...)". Y con respecto a lo segundo, señalaba discurso radial del 3 de julio de 1941, pocos días después del
que "no son las acciones de guerrilla las que desorganizan el inicio de la invasión alemana ocurrida el 22 de junio:
movimiento, sino la debilidad del Partido, que no sabe tomar
En las regiones ocupadas p or el enem igo hay que organizar
en sus manos dichas acciones". Finalmente, frente a la con­
destacam entos de guerrilleros, a pie y a caballo, form ar
dena moral de la utilización de la violencia, Lenin afirmaba grupos de diversionistas para la lucha contra las unidades
sin ambages y en tono resuelto que "el marxismo se coloca en del ejército enemigo, para encender en todas partes la gue­
el terreno de la lucha de clases y no en el de la paz social (...). rra d e guerrillas, para volar los puentes, las carreteras, in u ­
En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proleta­ tilizar las líneas telefónicas y telegráficas, incendiar los
riado es el partido de combate". Finalmente, para Lenin la bosques, los depósitos, los convoyes. En las regiones ocu­
guerra de guerrillas debía supeditarse al partido. Propugna­ padas hay que crear condiciones insoportables p ara el ene­
ba por una guerrilla de partido: "(...) el Partido del proleta­ m igo y todos sus cómplices; hay que perseguirlos y
aniquilarlos siem pre y en todas partes, haciendo fracasar
riado no puede nunca considerar la guerra de guerrillas
todas sus em presas. La guerra contra la A lem ania fascista
como el único, ni siquiera como el principal procedimiento no debe considerarse com o u n a guerra corriente. N o es so­
de lucha; este procedimiento debe estar subordinado a los lam ente una guerra entre dos ejércitos. Es, al m ism o tiem ­
otros, debe ser proporcionado a los procedimientos esencia­ po, la gran guerra de todo el pueblo soviético contra las
les de lucha (...)"14. tropas fascistas alem anas.

Sólo sería, sin embargo, después de la segunda posguerra


13 V. I. Lenin, op. cit., pág. 51. que la guerra de guerrillas alcanzaría su mayor extensión y
14 Ibid., págs. 51-60. desarrollo. Para ello, confluyeron dos acontecimientos: por
jq CIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 55

una parte, el proceso de descolonización que abarcó zonas 0a hasta sus límites últimos con la noción de guerrilla telúri­
muy extensas del globo y por otra, procesos revolucionarios ca- "En nuestra guerra podemos comparar, por un lado, a la
estimulados por el crecimiento ascendente del campo socia­ población armada y a la guerrilla del partisano, y por el otro,
lista. Tanto en las guerras nacionales como en las guerras re­ al ejército rojo, con los dos brazos de un hombre, o para de­
volucionarias, la insurgencia armada ocupará un lugar de cirlo más prácticamente: la moral de la población es la moral
primer orden. El desarrollo de las armas de destrucción ma- ¿e ja nación en armas. Y esto es lo que mete miedo al enemi-
siva, tanto convencionales como nucleares, no coincidió, Un hondo impacto causó tanto la experiencia maoísta
pues, con la desaparición de las luchas guerrilleras sino, pa­ como otras experiencias revolucionarias en el movimiento de
radójicamente, con su auge en forma inusitada. Las acciones descolonización que sacudió al mundo tras la segunda gue­
de guerrilla, en las postrimerías de la segunda guerra mun­ rra mundial. Si en el momento de su creación la ONU contaba
dial, es decir, en el verano de 1944, abarcaban zonas enteras con sólo 51 miembros (entre los cuales sólo cuatro africanos
de Europa. En la Unión Soviética, Yugoslavia, Grecia, Bulga­ y nueve asiáticos), veinte años después ya abarcaba a 113 Es­
ria, Francia, Italia, Dinamarca, etc., la resistencia partisana se­ tados, de los cuales 35 eran africanos y 24 asiáticos1516.
ría una de las claves para la derrota del nazismo. Después de A pesar de la diversidad de vías hacia la descolonización,
la guerra, esta modalidad de conflicto se extendería al resto muchas de ellas pacíficas, Vietnam, Filipinas, Argelia, Chl-
del mundo. pre, Birmania y muchas otras naciones fueron escenario de
En este contexto, Mao Tse-Tung se convirtió en el "nuevo intensos conflictos armados que produjeron hondas reflexio-
Clausewitz" de la segunda mitad del siglo XX. El dirigente nes tanto en el bando colonial como en el bando anticolonia-
comunista chino llegó a constituirse no sólo en el más expe­ lista. En especial, los oficiales franceses estudiaron a fondo
rimentado animador de la guerra irregular en el siglo XX, íosrasgos de la guerra contrainsurgente como consecuencia
sino en su más destacado teórico13. Se trata de una actualiza- de sus derrotas en Vietnam y en Argelia17. Igualmente, sus
ción sistemática y consciente de las ideas de Clausewitz, aun adversarios en ambas guerras publicaron escritos que tuvie­
cuando el oficial prusiano no hubiese podido jamás sospe­ ron una honda influencia mundial. En particular, el vencedor
char el grado de amplitud que habría de alcanzar la guerra de los franceses en la batalla de Dien Bien Phu, general Vo
revolucionaria contemporánea. La idea de la "nación en ar­ Nguyen Giap18, y el ideólogo del Frente de Liberación Nacio­
mas", momento clave para el surgimiento de los ejércitos nal argelino, Frantz Fanon19.
profesionales modernos tras la experiencia napoleónica, fue
llevada hasta sus últimas consecuencias.
En efecto, más que la guerrilla compuesta de revolucio­ 16 Jean-Louis Miège, Expansion europea y descolonización. De 1870 a nues­
narios profesionales de Lenin, Mao llevó la noción de guerri- tros días, Barcelona, Editorial Labor, 1975, pág. 168.
17 Cf., la obra clásica del general André Beaufre, La guerre révolutionnaire.
Les formes nouvelles de la guerre, Paris, Fayard, 1972.
18 General Vo Nguyen Giap, Guerre du peuple, armée du peuple, Paris, Pe­
15 Mao Tse-Tung, "Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas con­ tite Collection Maspero, 1972.
tra el Japón", en Selección de Escritos Militares, Pekín, Ediciones en Len­ 19 Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura
guas Extranjeras, 1967. Este trabajo constituye la obra más importante Económica, 1963. Del mismo autor, Sociología de una revolución, Méxi­
del pensamiento militar del dirigente chino. co, Ediciones Era, 1968.
IOLOGÍA DE LA GUERRILLA 57

En América Latina serán, sin embargo, el "Che" Guevara ja guerrilla en Colombia21. Su potencial valor heurístico para
y Régis Debray quienes ejercerán, inicialmente, una ascetu emprender experiencias más amplias, tanto de América La­
dencia más profunda. Su influjo nacerá, paradójicamente, de tina como de otras áreas del mundo, sólo será posible valo­
una lectura equivocada que extrajeron de la revolución cubaT rarlo mediante estudios comparativos serios. Para construir
na: el énfasis de Mao Tse-Tung en la organización popular esta tipología, creemos que se puede y se debe ir más allá de
fue considerado supérfluo, debido al clima revolucionario las clasificaciones de los grupos guerrilleros utilizadas tradi-
existente ya a lo largo del continente, por lo cual sólo se re­ HoñSmeñte; es decir, la diferenciación de los movimientos
quería de un "pequeño motor" (el foco insurgente) para po­ ¿¿ntãdõs"de acuerdo con los escenarios de acción (guerrilla
ner en marcha el "gran motor" de la revolución en toda el íUãT o urbana ), la Ideología (guerrillas maoístas, guevaris-
x 20 ^
área . Este discurso encontraría un caldo de cultivo en extre­ j^Tñacíonalistas), la composición social (guerrillas de clases
mo favorable debido a la impaciencia de los jóvenes radicales medías urbanas, campesinas, indígenas) o las estrategias uti­
frente a la izquierda tradicional envuelta, a su ojos, en un re­ lizadas ("foguistas", insurreccionalista). A diferencia de estas
formismo improductivo. Por ello, la herejía de Régis Debray clasificaciones, que constituyen ordenaciones en clases mu­
al afirmar que se debía impulsar la guerra de guerrillas sin la tuamente excluyentes que se establecen conforme a un prin­
construcción previa de un partido revolucionario ("la fuerza cipio o a un criterio, las tipologías responden a un ejercicio
guerrillera es el embrión del partido") ganó adeptos por do- más complejo. En éstas, la diferenciación de los tipos se reali­
quier. za a partir de una serie de atributos complejos, es decir que
la ordenación es el resultado de dos o más criterios22.
Ba se s p a r a u n a t ip o l o g ía d e l a g u e r r il l a Antes de describir los atributos que vamos a utilizar para
nuestra tipología, es indispensable precisar algunos criterios
Para el estudio del fenómeno insurgente colombiano vamos básicos previos. Consideramos que la guerrilla societal es,
a diferenciar, desde una perspectiva sociológica, tres tipos de ante todo, una guerrilla telúrica que busca expresar a un sec­
grupos insurgentes: la guerrilla societal, la guerrilla de parti­ tor social determinado. Es decir, es una suerte de "movimien­
do y la guerrilla militar {véase Cuadro 1). No tenemos la pre­ to social armado", dado que busca constituirse como una
tensión de plantear tipos ideales como categorías univer­ prolongación de un actor social organizado. Lo más lejano a
sales, sino tipos empíricos con un cierto nivel de abstracción esta figura es la guerrilla militar que se aproxima más a una
que nos permitan ir sentando las bases de una sociología de

21 Los tipos ideales, en la concepción weberiana, son construcciones ana­


2() Cf., Noel O'Sullivan, "Terrorismo, ideología y democracia", op. cit., líticas concebidas como modelos de los fenómenos que se desean ana­
pág. 42. Para el profesor inglés, las ideas del "Che" y de Debray cons­ lizar y que contienen un conjunto de características lógicamente
tituyeron un retorno inesperado al optimismo guerrillero anterior a relacionadas. Nuestros "tipos empíricos" se aproximan más a la no­
1848, época en que desempeñó un papel destacado el "guerrillero li­ ción de "abstracciones determinadas" desarrollada por Galvano della
berador" de las guerras nacionales, mezcla de Robin Hood, Jesucristo Volpe (Cf., Rousseau et Marx et autres écrits, París, Bernard Grasset,
y poesía lírica, como se observa en las Reglas para la conducta de las 1970, págs. 30).
bandas guerrilleras de Mazzini o en el Manual para las bandas revolucio­ 22 Cf., Giovanni Sartori, La política. Lógica y método en las ciencias sociales,
narias (1833) de Cario Bianco. México, Fondo de Cultura Económica, 1992.
58 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN I gQQOLOGÍA DE LA GUERRILLA 59

"máquina de guerra", dadas sus débiles articulaciones con c u a d ro 1


los movimientos sociales. Se trata de una modalidad de gue­ TIPOS IDEALES DE GUERRILLA
rrilla profesional, compuesta de actores-soldados. Mientras
Tipo A Tipo B Upo C
que la primera se prolonga en la tierra y la población, la se­ G u e r r illa militar Guerrilla de partido Guerrilla societal
gunda se agota en el aparato. En este último caso nos acerca­ ! Origen histórico
mos a una organización que puede, en determinadas circuns­ Expresión de una ini­ Expresión de una Expresión de la lucha
tancias, bordear los límites del terrorismo. Finalmente, la ciativa política. Débil iniciativa política de de un actor social.
conexión con las tradi­ orden partidista. Intima relación con la
guerrilla de partido es, ante todo, un actor subordinado a un ciones de lucha de los experiencia de estos
proyecto político partidista el cual ejerce funciones de direc­ agentes sociales. agentes sociales.
ción sobre el aparato armado. Se trata de una suerte de gue­
rrilla intermedia, entre lo limitadamente "militar" y la ampli­ 2. Proyecto político, relación social y papel de lo militar
tud de lo "societal". Relación de domina­ Subordinación tanto Vinculación con las
ción/ subordinación de lo militar como de bases sociales,
Una guerrilla alcanza su mayor potencialidad en el mo­ de las organizaciones lo social al proyecto estimulando la
mento en que puede abarcar los tres rasgos simultáneamen­ de base al liderazgo político (vanguardia organización popular
militar (vanguardia partidista) (vanguardia social)
te: el societal, el militar y el político. En alguna medida, si el iluminada)
símil no es demasiado arriesgado, podríamos decir que una
guerrilla que contenga y haya desarrollado los tres rasgos es 3. Definición del enemigo y objetivos finales
una suerte de proto-Estado o Estado en embrión: es la suma- Enemigo absoluto y Enemigo absoluto y Enemigo relativo y
objetivos integrales objetivos parciales objetivos parciales
toria de una población, un aparato burocrático-militar y una (ausencia total de es- (margen para la (apertura amplia para
determinada institucionalidad de la representación política. pacios de negociación) acción política y para la negociación)
Probablemente el Frente Sandinista de Liberación Nacional, la negociación)
en su última etapa antes de acceder al poder (1979), reunía el
4. Modalidades de legitimación frente a sus bases inmediatas
conjunto de estos rasgos en la medida en que contaba con un Adhesión por intimi- Adhesión por Adhesión por
amplio margen de legitimidad social, un aparato militar que dación ideología intereses y /o valores
había hecho el tránsito de guerrilla a ejército regular (ante
todo, en eî Frente Suíy en la frontera con Costa Rica23) y un 5. Relación con el territorio: construcción de aparatos de poder y legalidad
alternativos
aparato político que encuadraba a amplios sectores de la po-
Movilidad total. La re­ Movilidad territorial Nomadismo limitado
blación nicaragüense. lación con el territorio ampliada (creación de al ámbito de la repre­
se reduce a la sola mo­ territorios allanados). sentación socio-
vilidad. Precario gra­ Nivel medio de cultural. Alto grado
do de institucio- institucionalización y de instituciona­
nalización y diferen­ de diferenciación lización y
U3) Para Mao Tse-Tung, "la guerra revolucionaria es en nueve décimos ciación funcional (pre­ funcional diferenciación
guerra no abierta, no regular, y solamente en un décimo guerra militar tensión de ámbito funcional (pretensión
abierta", pero añade que este último décimo es el decisivo para definir nacional exclusivo) de control de un
los resultados de la confrontación. Cf., Carl Schmitt, op. cit, pág. 84. espacio local)
60 [NSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN!

Debido a las limitaciones mismas del movimiento guerri­ olías25- Igualmente, es posible que en un mismo grupo gue-
llero, en Colombia los tipos empíricos de guerrilla se definen jrillero algunos frentes actúen como simples "máquinas de
por el predominio: lo social, lo político o lo militar. Ningún otros tengan una "estrategia de adaptación
grupo guerrillero alcanzó a dominar en forma simultánea los tocal" con mayor apego a los requerimientos de las comuni­
tres espacios. El grupo guerrillero que más se aproximó al dades locales! Por otra parte, un grupo guerrillero puede
tipo de guerrilla societal fue, sin duda, aun cuando en una g ^ sitar en un proceso evolutivo de una forma de guerrilla
dimensión restringidamente local, el grupo indigenista aÜtra, en la medida en que tienda a abarcar más y más los
Quintín Lame . En este caso se trató de una experiencia gue­ ¿es momentos mencionados (el social, el político y el mili­
tar). Este fue el caso del EPL, con la creación de un frente de
rrillera societal-comunitaria, en la medida en que su referen­
masas (el Frente Popular) y con su incidencia en el movi­
te social estaba representado, ante todo, en los indígenas
miento obrero bananero de Urabá. Pero igualmente no es im­
paeces asentados en el departamento del Cauca. El tipo ideal
pensable que el foco armado sufra un proceso regresivo, en
de guerrilla militar fue el Ejército de Liberación Nacional,
la medida en que se reduzca en forma creciente a una sola
sobre todo en su primera fase, cuando se hallaba totalmente dimensión, en particular cuando un grupo insurgente tienda
inmerso en la perspectiva foguista. Finalmente, los modelos a convertirse en un aparato puramente militar, sin redes so­
más plenos de guerrilla de partido fueron las FARC y el EPL, ciales ni legitimidad política. Este es, sin duda, el caso de los
dado que correspondían a una prolongación de un aparato po­ desarticulados grupúsculos supervivientes de la disidencia
lítico. del EPL, a partir de la reincorporación de la mayor parte de
La existencia de un rasgo predominante no niega la po­ esta organización a la vida política en 1991.
sibilidad de que un grupo guerrillero posea, así sea en forma Es importante subrayar que en Colombia la guerrilla sólo
subordinada, otros distintos. Por ejemplo, las guerrillas mili­ ha utilizado, al menos hasta el momento, las acciones terro­
tares o las guerrillas de partido pueden llegar a tener sólidas ristas en forma residual, como recurso táctico. No ha habido
raíces sociales en mayor o menor grado. Este es el caso en una utilización masiva del terrorismo como recurso estraté­
particular de algunas zonas de colonización en donde actúan gico tendiente a la desestabilización global de las institucio­
las FARC, en las cuales sus bases de apoyo social son am-5 nes. Para la plena comprensión de nuestra tipología es
indispensable distinguir un grupo guerrillero de una organi­
zación terrorista. "El terrorismo puro —afirma Michel Wie-
viorka— es una lógica de acción muy particular que
( 5 ) Es posible que esta caracterización del Quintín Lame hubiera perdido distorsiona completamente la experiencia que le sirve de re­
algo de vigencia en los últimos dos años de su accionar militar, debido
al proceso de aislamiento en que comenzaba a encontrarse esta agru­ ferencia (...). No es solamente una ruptura entre aquellos que
pación. Una vez alcanzados los objetivos limitados para su conforma­ la utilizan y aquellos contra los cuales se dirige, sino también
ción (recuperación de los resguardos indígenas, respeto hacia las
autoridades de los cabildos por parte de fuerzas externas y desmilita­
rización de sus áreas de influencia), este movimiento armado tendió a
convertirse en una máquina de guerra. Cf., Movimiento Autoridades 25 Cf., Jaime Jaramillo, Leónidas Mora y Fernando Cubides, Colonización,
Indígenas del Suroccidente, 'Tronunciamos sobre el grupo armado coca y guerrilla, Bogotá, Universidad Nacional, 1986. Igualmente, Alvaro
Quintín Lame", agosto 11 de 1989. Delgado, Luchas sociales en el Caquetá, Bogotá, Ediciones CEIS, 1987.
62 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN DE LA GUERRILLA 63

y ante todo, es una relación que se convierte en irreal o arti­ m o no sólo perm itía u n m ejor análisis d e las cosas sino, al
ficial entre sus protagonistas y la figura colectiva —pueblo, m ism o tiem po, u n a su erte d e energía m oral, u n acto de
clase o nación— que éstos pretenden representar"26. Y añade existencia im pactante (...). ¿Qué pued e en el m u n d o actual
Wieviorka que, cuando la ruptura es total, la distancia entre darle a alguien el deseo, el gusto, la capacidad, la posibili­
el grupo armado y la figura colectiva a quien dice representar dad de u n sacrificio absoluto? (...) Yo vi todo eso en Túnez.
se convierte en un abismo. Ya no existe una relación social, Es evidente la necesidad de u n m ito (...). U na ideología p o ­
lítica o u n a percepción política del m undo, de las relaciones
sino una guerra. No hay ya más actores sociales o políticos,
hum anas, de las situaciones era absolutam ente indispensa­
sino fuerzas en la sombra, lo cual no imposibilita que, al ser
ble para com prom eterse en la lucha. Por el contrario, la pre­
observado el grupo terrorista desde dentro, pueda tener un cisión de la teoría, su valor científico eran totalm ente
discurso coherente y una sólida integración de grupo. En la secundarios y constituían en las discusiones m ás u n peso
perspectiva de Alain Touraine, el terrorismo se podría definir m uerto, que u n verdadero principio de conducta justa y co­
como una forma extrema y descompuesta de "anti-movj- rrecta28.
miento social"27. En nuestra perspectiva, no es improbable
que un grupo guerrillero, en determinadas circunstancias, se Esta reflexión de Foucault resulta muy pertinente, pues
transforme de actor político en actor puramente militar, es resulta evidente el peso que puede tener la ideología política
decir, que derive hacia una simple "máquina de guerra", pró­ como motor en ciertas capas radicales. Sin embargo, en el
xima o totalmente inmersa en el terrorismo. En especial, si análisis de los distintos grupos guerrilleros y en el seno de
ese movimiento actúa o comienza a actuar en el espacio ur­ éstos, entre sus distintos miembros, es indispensable no mag­
bano, no es improbable que en una situación de aislamiento nificar efsignificado de la adhesión ideológica: las formas y
y debilidad política, decida utilizar modalidades de acción los grados de compromiso de los militantes de un grupo gue- i
terrorista para recuperar resonancia pública. rrillero con respecto a otro varían hondamente. Si la fuerza y
Es importante hacer referencia en nuestra clasificación de la intensidad de la acción individual en las organizaciones
los grupos guerrilleros a la cuestión del compromiso. Michel altamente ideologizadas (tanto militares como de partido)
Foucault resultó muy impactado por el papel desempeñado dependen en buena medida de la ideología política, en las
por la ideología política en las revueltas estudiantiles de Tú­ guerrillas societales la energía individual parte más de la raíz
nez en 1968, país en donde vivió a fines de los años sesenta. comunitaria y, por tanto, telúrica del combatiente. Las prime­
A propósito de los estudiantes tunecinos decía: ras actúan ante todo como fuerzas político-militares, mien­
tras que las segundas se autoconciben como una "fuerza
Todos se reclam aban del m arxism o con u n a violencia, u n a nacional" o comunitaria. Ahora bien, en el propio seno de los
intensidad, u na pasión m uy notables. Para ellos, el marxis-
grupos guerrilleros es posible encontrar diversos grados de
compromiso. En particular, puede existir un desnivel entre
una cúpula hiperideologizada y unos adhérentes en la base i
26 Michel Wieviorka, Sociétés et terrorisme, París, Fayard, 1988, pág.
11. Probablemente, con la sola excepción de Sendero Luminoso, no
han existido movimientos terroristas de envergadura en América
Latina. 28 Citado por Didier Eribon, Michel Foucault (1926-1984), París, Flamma­
27 Alain Touraine, Production de la société, Paris, Éditions du Seuil, 1974. rion, 1989, pág. 207.
64 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN gjpClOLOGÍA DE LA GUERRILLA 65

motivados por consideraciones menos "sublimes": un suel­ Origen histórico


do, la búsqueda de reconocimiento social o de identidad in­
dividual, una forma de vida o una simple sed de aventura. Apesar de que este criterio de diferenciación entre los grupos
Es más, en los proyectos revolucionarios que dominaron insurgentes es enormemente contingente debido a las trans­
en Colombia, incluso aquellos que hacían un elogio del siglo formaciones que sufre todo movimiento guerrillero a lo largo
de las luces y de la razón tuvieron una tendencia manifiesta de los años, lo hemos conservado dado que los manifiestos
a apoyarse en el inconsciente, en lo irracional, en lo emocio­ iniciales, los primeros congresos, los debates internos e inclu­
nal, como si se tratara de los recursos más sólidos para alcan­ yóla figura de los miembros fundadores "caídos en comba-
zar una fidelidad absoluta de los adhérentes: el odio de clases te"Loñtinúan ejerciendo una influencia capital en la auto-
o el heroísmo purificador se convirtieron en herramientas de rrepresentación del grupo.
movilización más sólidas que la simple formación política. Las razones expuestas en los manifiestos iniciales, que in­
Para ello, las élites sobrepolitizadas de las cúpulas insurgen­ cidieron en la voluntad de un grupo de activistas políticos
tes se apoyaron en mitos o en imágenes motrices, sacraliza- para acceder a la vía insurgente, continuarán pesando en la
memoria histórica de cualquier grupo. Difícilmente el ELN, a
das o mágicas, tales como el nuevo hombre, el homo soviéti­
cas, lo cual sólo sirvió para ahondar el foso entre la dirigencia pesar de los cambios sufridos en los últimos años, romperá
y la base. totalmente amarras con ciertos temas, comportamientos y
tradiciones que lo caracterizaron desde 1965. El "Manifiesto
Por último, en el análisis hemos tomado en consideración
de Simacota" {véase Anexo 1), que fue dado a conocer con la
dos ejes centrales para diferenciar los grupos insurgentes: la
toma de esta población de Santander, la primera realizada
dimensión relativa a su proyecto y la dimensión relacionada por el ELN, seguirá siendo una guía de acción, así sea en un
con el papel de lo militar. La primera tiene relación con la plano puramente simbólico, al igual que la corta presencia
utopía social que impulsan los focos armados, que puede te­ del padre Camilo Torres en sus filas, que ha llevado a esta
ner una esencia "reformista" o, por el contrario, un carácter organización en los últimos años a revalorar el papel de los
más definidamente revolucionario. La segunda se refiere al cristianos en la revolución. Lo mismo ocurrió con el ideario
papel que se le asigna a lo militar en el conjunto de la estra­ de Jaime Bateman en el M-19, el cual sirvió de referente ideo­
tegia de un grupo para acceder al poder: su grado de absolu- lógico básico para este movimiento, incluso después de su
tización o relativización. Es decir, si lo militar tiende a incorporación a la vida civil.
subordinar el conjunto de una estrategia de acción o si, por La tradición histórica deja una impronta difícil de borrar
el contrario, son los requerimientos de la acción política los y muchas experiencias posteriores buscarán ser asimiladas o
que subordinan la lógica de la guerra. explicadas con base en la historia originaria de la organiza­
A continuación desarrollaremos cada uno de los aspectos ción. Un caso sorprendente es la similitud existente entre las
de la tipología del Cuadro 1, con el objeto de clarificar su funciones organizativas del estado mayor de las guerrillas
contenido. comunistas en El Davis (Tolima) durante el período de la Vio­
lencia, las de la sede central de las autodefensas comunistas
en Marquetalia (Tolima) en los inicios del Frente Nacional y
66 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN SOCIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 67

las del estado mayor de las FARC tres décadas más tarde en de lo político a lo militar. El activismo militar puede terminar
La Uribe (Meta). agotando todas las potencialidades de un movimiento, el
En el mismo sentido, el origen foquista y vanguardista se tornará incapaz de desplegar su influencia en otros
que caracterizó al ELN desde sus orígenes remotos en los años pkúíos de la actividad social y política.
sesenta ha continuado pesando hasta hoy, así se haya produ­ En la guerrilla militar se produce una doble subordina­
cido en su seno una revalorización de los frentes de masas y ción: una subordinación del aparato político al aparato mili-
de la acción reivindicativa. Estas modalidades de organiza­ tar V una dependencia del proyecto político de los reque­
ción social y de acción política y sindical continúan siendo rimientos del proyecto militar. En los postulados sobre la
percibidas como subordinadas a la lógica de la acción militar. guerra de guerrillas que sintetizó Régis Debray, con la apro­
Igualmente, en las FARC, así se hayan redefinido las relacio­ bación de los dirigentes cubanos, se consideraba "que la pre­
nes entre el aparato político y el aparato militar en los últi­ sencia de un partido de vanguardia no es (...) una condición
mos años (a favor de este último), el carácter partidista de ese previa absoluta para el desencadenamiento de la lucha arma­
movimiento no ha sido puesto en cuestión. Tampoco el carác­ da"29 y que lo político y lo militar deben compaginarse en
ter comunitario del Quintín Lame, a pesar de sus tentaciones una organización político-militar. Es decir, una "militariza­
autonomistas y autoritarias en el último período, fue cuestio­ ción de la política", cuyo fanatismo puede estar determinado
nado en forma seria. por el carácter absoluto de los fines que impulsa el grupo y
que no sólo supeditan, sino incluso niegan, los intereses in­
mediatos de los sectores de la población que afirman repre­
Proyecto político, relación social y papel de lo militar
sentar. Un ejemplo típico de este comportamiento fue la
Para alcanzar una cabal comprensión de los distintos movi­ negativa del ELN, en su etapa eminentemente foquista, a
mientos insurgentes es necesario, en primer término, dife­ apoyar la reforma agraria, considerada como un instrumento
renciar el proyecto ético-político (fin) del proyecto militar reformista quedcsviaba al campesinado de su único interés
(medio). La vieja fórmula de Clausewitz, "la guerra como real: la ruptura revolucionaria. En este horizonte, la violencia
continuación de la política", conllevaba ya, como hemos vis­ puede terminar siendo ilimitada, dominada por una lógica
to, en su raíz, una teoría de la guerrilla, que Lenin y Mao
Tse-Tung llevaron hasta sus últimas consecuencias. Lenin,
2 9 J)RégisDebray, "Le castrisme: la longue marche de l'Amérique Latine",
desde sus primeros escritos, entendió las potencialidades de en Révolutions dans la révolution ? et autres essais, Paris, Petite Collection
esta nueva modalidad de guerra para alcanzar sus objetivos, Maspero, 1972, pág. 13. Esta perspectiva es retomada por Debray en
siempre y cuando estuviera bajo la dependencia de la direc­ la conocida carta que les envió a Leo Huberman y Paul Sweezy, edi­
ción central del partido bolchevique. Desde la perspectiva le­ tores de Monthly Review, desde la cárcel de Camiri en Bolivia, cuando
subraya: "El propósito de ¿Revolución en la revolución? fue mostrar que
ninista, rigurosamente, el momento de lo militar debía estar bajo condiciones específicas, cuando la lucha armada está en camino,
subordinado a las exigencias políticas. Sin embargo, una "in­ la separación entre lo político y lo militar se vuelve artificial y peligro­
versión" de esta lógica no es descartable. Es posible, y de he­ sa y que lo político puede entonces expresarse y desarrollarse princi­
palmente bajo la forma militar" (Régis Debray, "Carta a Monthly
cho a menudo ocurre en el seno de los grupos guerrilleros, Review", en Casa de las Américas, No. 50, La Habana, mayo-junio de
que se quiebre la prelación y se produzca una subordinación 1969).
68 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN SOCIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 69

de la acción total (o de la acción por la acción misma), ya que de los objetivos éticos definidos por el movimiento en sus
su único límite es la violencia del Estado. La violencia deja de orígenes.
tener en este contexto un retorno posible, como se sintetiza En la guerrilla de partido las dos dimensiones que hemos
en la escalofriante consigna de "patria o muerte". Por otra considerado (aparato y proyecto militar) se subordinan a lo
parte, en estos movimientos y dada la impermeabilidad del político ("politización de la guerra"), y en este sentido, al me­
discurso (que sólo se mueve en el plano impoluto del deber nos en el plano analítico, se mueven tanto la legitimidad, es
ser), existe una tendencia a definir objetivos totales y a perci- decir, el nivel discursivo, como la legitimación, o sea, la bús-
bir al adversario como un enemigo total. Por principio, según qued^ d e consenso111. En otras palabras, se tratastricto sensu
su raciocinio, una acción es intrínsecamente buena o mala, de un actor político-militar, en donde la lógica de la acción
con autonomía de sus resultados políticos. Volar un oleoduc­ militar no va en detrimento de la lógica política tendiente a
to es una acción patriótica per se, así la opinión pública ma- la sustitución del Estado.
yoritariamente la rechace. No hay una valoración en Las reflexiones anteriores se pueden retomar desde otra
términos de costos de legitimidad en una vanguardia ilumi­ óptica, distinta pero complementaria: ¿Cuál es la visión de
nada con tendencias mesiánicas. los distintos grupos que estamos considerando con respecto
En el otro extremo del espectro encontramos la guerrilla a las perspectivas inminentes o no de la ruptura revoluciona­
societal, en la cual tanto el aparato militar como su accionar ria?
están supeditados al proyecto social. Al menos en un plano Como ya hemos señalado, en las guerrillas típicamente
hipotético, se supone que existe una motivación circunscrita militares de carácter foquista se partió siempre de un supues­
al ámbito de la representación societal o comunitaria (véase to básico: la existencia de una crisis de legitimidad de las ins­
Anexo 2). De ahí el predominio de objetivos parciales y de tituciones políticas y, por tanto, de una situación pre-
una enemistad relativa. Puede existir, sin embargo, un riesgo rrevolucionaria. Sólo faltaba un toque final para precipitar
inminente en este tipo de movimiento insurgente: si la "piel" una crisis de dominación y ésta era la función del aparato
(o la etnia, o la religión) se convierten en valor absoluto, pue­ militar alternativo. En esta perspectiva era secundaria la con­
de derivarse hacia objetivos totales. En el Quintín Lame de quista de espacios políticos, dado que el problema de la van-
los últimos dos años se percibía ya esta peligrosa derivación
hacia una violencia étnica. Un fin relativo que les sirvió para
su constitución, la restauración de la comunidad indígena, Es necesario, sin embargo, resaltar un riesgo inmanente de los parti­
dos comunistas: su predisposición innata a la "partidocracia", es de­
podía terminar convertido en un fin absoluto, la liquidación cir, su tendencia a hacer primar los intereses corporativos de la
física o la expulsión sin apelaciones de todo colono o campe­ organización sobre los intereses de los movimientos populares, lo que
sino, negro, blanco o mestizo, de las zonas que consideraban Louis Althusser denomina el "instinto de conservación" del aparato
de partido, ante la acción espontánea de las masas (L'avenir dure long­
su patrimonio. Así, pues, no es descartable que en este tipo temps, París, Stock/IMEC, pág. 257). A su turno, Régis Debray habla
de guerrilla se termine reduciendo la legitimidad como dis­ del "chauvinisme du parti" (Les épreuves du feu. La critique des armes, V.
curso ético-normativo a la legitimación por la acción, por 2, Paris, Editions du Seuil, 1974, pág. 61). Nada reflejó mejor esta acti­
tud que la posición asumida por el PCF ante las movilizaciones de
ejemplo mediante una violencia étnica utilizada como meca­ mayo del 68, como lo recuerda Althusser en sus atormentadas memo­
nismo de legitimación ante las comunidades, en detrimento rias.
70 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN I goClOLOGÍA DE LA GUERRILLA 71

guardia revolucionaria se reducía en el fondo a una acumu­ tarde su Frente Popular) como en la extrema derecha (los
lación de capacidad militar. De ahí la doble subordinación grupos paramilitares del Magdalena Medio y el efímero Mo-
tanto del proyecto como del aparato político a las exigencias yirriiento de Renovación Nacional, MORENA). Se trataba, en
de la guerra total. La percepción reduccionista del momento esta perspectiva partidista, no sólo de acumular poder mili­
político (crisis inminente) llevaba a otra reducción, ya que tar sino, ante todo, poder político e influencia social. Más que
todo terminaba siendo un problema técnico-militar: ¿Cómo instrumentalizar al movimiento social, se buscaba canalizar
transformar la guerrilla móvil en un ejército regular, capaz de sus conflictos para obtener una fuente de legitimidad para el
derrotar el aparato militar del Estado? En esta perspectiva, proyecto político alternativo.
las relaciones con los movimientos sociales terminaban sien­ En la guerrilla societal, al menos en el caso del Quintín
do puramente instrumentales. Como el movimiento insur­ Lame que nos ha servido de prototipo, el cual buscaba repre­
gente no vivía, según esta visión, un conflicto social sino una sentar un conflicto social determinado, más que la cuestión
guerra, no podía distinguir entre fines y medios. No tenía global (Estado y sociedad), se trataba de dar solución a con­
objetivos intermedios, negociables, todos eran absolutos. De flictos locales de una comunidad étnica, los indígenas pae-
esta manera, no buscaba representar propiamente los objeti- ces31. Esta era su justificación ético-política. En este caso, la
vos parciales de los grupos sociales sobre los cuales influía, resolución del conflicto buscaba ser canalizada mediante un
sino tan sólo sus~õbjetivos finales, no como los concebían es­ aparato militar autodefensivo que se sustentaba en un movi­
tos sectores, sino como los imaginaba y recreaba la propia miento social el cual, a su vez, articulaba intereses, volunta­
vanguardia armada. El predominio de la lógica de la guerra des y medios de acción de masas, es decir, la organización
era inevitable, y por tanto, salvo en circunstancias excepcio­ indígena. El movimiento armado se debía subordinar a los
nales, se daba un divorcio entre el movimiento armado y el requerimientos del movimiento social. El movimiento Quin-
movimiento social que decía representar. Tal divorcio crea un tín Lame vivirá, sin embargo, graves tensiones internas con
contexto que favorece las tentaciones terroristas siempre pre­ su ingreso a la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG) a
sentes a flor de piel en estos grupos. mediados de los ochenta, ya que debió subordinar los intere­
En las guerrillas de partido de las FARC y el EPL, cuando ses inmediatos del movimiento indígena a la lógica global
del movimiento insurgente en su conjunto. ¿Fue esta deci-
emergieron a mediados de los años sesenta, no se percibían
como resueltas ni la crisis de dominación ni la crisis de legi­
timidad de las instituciones políticas. Ambas debían ser pre­ Bl) Peter Waldmann distingue dos tipos de minorías étnicas. Por una par-
cipitadas por el movimiento revolucionario, que además de r " te, loslgrupos étnicos que desde hace largo tiempo se encuentran arrai­
gestar un nuevo consenso social, debía crear un doble poder. gados en una región que reclaman como su territorio, el cual se halla
La "combinación de todas las formas de lucha revoluciona­ inmerso en un Estado nacional más amplio, como es el caso de los
indígenas paeces. Y, por otra parte, aquellas {"colonias étnicas" naci­
ria", con todo el cuestionamiento que tal formulación ameri­ das de corrientes migratorias intra o transnacionales. Muchos focos
ta, era la mejor expresión de esta perspectiva doble. Pers­ armados con asiento en Europa están conformados por este segundo
pectiva que, habiendo sido patrimonio del Partido Comunis­ tipo de minoría, como es el caso de los movimientos armados kurdos.
Cf., Peter Waldmann, "Algunos elementos para desactivar conflictos
ta y de su brazo armado, las FARC, comenzó a ganar adeptos étnicos", en Myriam jimeno. Conflicto social y violencia. Notas para una
tanto en la izquierda (por ejemplo, el PC-ml, el EPL y años más discusión, Bogotá, Sociedad Antropológica de Colombia/IFEA, 1993.
72
JL
I n s u r g e n c ia SIN REVOLUCIÓN
I I godO LO G ÍA DE LA GUERRILLA 73

sión el resultado de la influencia de "empresarios políticos" conllevan, dado que esta precisión le otorga a la guerra su
urbanos de clase media, propensos a discursos globalizantes F rance V su carácter. La diferenciación entre enemigos rela-
y radicales? O, dadas las dimensiones del Quintín, sus esca­ totales sirve a su vez para distinguir entre tipos de
sos recursos materiales y logísticos, ¿se vioesttMabligado a ¿^ííããcõtadas o absolutas. En las primeras, la guerra encie-
ingresar a la CGSB con el objeto de maximizar sus recursos y p^úina posibilidad de paz y en las segundas, la solución del
ante todo, neutralizar los agresivos frentes locales de las FARç i n f l i c t o sólo puede culminar con la destrucción total del ad­
que buscaban subordinarlos? O, finalmente, ¿respondió a un versario.
intento de convertir intereses locales en intereses globales Los distintos grupos insurgentes colombianos percibie­
como habrían de expresarse con el reconocimiento del carácter ron de muy diversa manera el carácter de su "enemigo" y,
multiétnico del Estado colombiano en la Constitución de 1991? por tanto, las características de la propia confrontación arma­
La enorme incomunicación entre las FARC y el movimien­ da. Si el adversario era percibido como un "enemigo relati­
to indígena respondía, según Christian Gros, a varias razo­ vo", la guerra podía terminar siendo un instrumento para
nes: en primer término, las guerrillas comunistas tendían a negociar. Tal era el caso de la noción acuñada por el fundador
equiparar a los indígenas con los campesinos en una misma del M-19, Jaime Bateman, de la "oposición armada". Si el ene­
clase: la clase popular o dominada, negándoles su carácter migo era, por el contrario, absolutizado, la guerra sólo podía
específico (étnico); en segundo término, la noción marxista culminar con su derrota total. Los grupos marxistas fueron
de nación los orientaba hacia la búsqueda de la homogenei­ los portadores de esta última visión. Como hemos visto, para
dad y no hacia el respeto de la diferencia, por lo cual no po­ Lenin "sólo la guerra revolucionaria es guerra auténtica (...),
dían reconocer ni aceptar reivindicaciones indígenas porque tiene su origen en una enemistad absoluta. Todo lo
fundadas en sus especificidades propias; en tercer término, demás es juego convencional". Esta fue la concepción predo­
sostenían un proyecto de modernización que chocaba fron­ minante en el EPL, en particular en su etapa maoísta (1967-
talmente con el rescate de tradiciones ancestrales, propias de
1980), en el ELN a medida que fue transitando de un confuso
la aspiración de reconstrucción comunitaria que agenciaba el
nacionalismo radical a un marxismo-leninismo muy ortodo­
movimiento indígena; finalmente, concebían la democracia
xo, y en las FARC, debido a su tránsito de una guerrilla cam­
en términos de "centralismo democrático", lo cual chocaba
pesina de influencia local a un aparato de guerra ligado a una
con las modalidades de administración del poder propia de
los cabildos32. clara estrategia de guerra global, en particular a partir de su
VII Congreso celebrado en 1982.
Estas consideraciones nos conducen a un principio fun­
Definición del enemigo damental para comprender la lógica de la guerra: "el enemi­
Tal como subraya con insistencia Carl Schmitt, en las teorías go hace al enemigo". La forma como es percibido el enemigo
bélicas se debe siempre distinguir el tipo de enemistad que (enemistad relativa o total) condiciona en buena medida la
forma en que puede derivar el conflicto, e incluso puede de­
terminar el nivel de crudeza y de barbarie que éste asume. En
32 Christian Gros, Colombia indígena. Identidad cultural y cambio social, Bo­ todo caso, condiciona en buena medida las modalidades de
gotá, CEREC, 1991, págs. 158 y ss. la acción estatal.
74 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN SOCIOLOGÍADE LA GUERRILLA 75

La ilegalidad y la ilegitimidad son los dos grandes crite­ ducir a cambios sustanciales en la percepción que posee un
rios para la medición de lo delincuencial por parte del Esta­ movimiento insurgente sobre la guerra y la paz, o sea, coad­
do. El ámbito criminalizante de la ilegalidad se extiende yuvar a transformar su visión del enemigo, la cual puede su­
desde su límite más laxo, desde la no criminalización propia frir un proceso de relativización. Este fue, sin duda, el
del concepto de enemigo relativo del derecho interestatal clá­ proceso que vivió el EPL.
sico —y sus mediaciones ulteriores en el derecho internacio­
nal humanitario—, hasta su límite más estricto contenido en ¡Modalidades de legitimación frente a sus bases
el concepto penal propio del derecho público interno y del inmediatas
derecho internacional antiterrorista, al cual subyace la idea
de "enemigo absoluto". Al igual que el Estado, el combatien­ El problema de la "obediencia" es sin duda una cuestión uni­
te revolucionario puede terminar declarando a su enemigo versal. Todas las instituciones políticas, ya sea el Estado, los
criminal y calificando de trampa ideológica su concepción partidos políticos o las guerrillas, necesitan conseguir "obe­
del derecho y del Estado. De esta manera, le niega toda legi­ diencia", es decir, que el otro consienta en actuar como yo
timidad. Es la lógica de una guerra que reclama una justa necesito que actúe. El problema es el cómo se consigue esa
causa, pero no reconoce un enemigo justoJ3. obediencia: si por consenso, persuasión o convicción, o por
La cuestión es si la enemistad se puede acotar y reglar o coacción, terror o imposición.
no, de manera que haya enemistad relativa o absoluta. Evi­ En este aparte nos interesa responder a una pregunta pre­
dentemente el discurso radical de los grupos estrechamente cisa: ¿Cómo logra un movimiento insurgente un determina­
militares o de quienes animan proyectos absolutos fundados do apoyo social en la región en la cual actúa? Es decir,
en la ruptura revolucionaria es el más proclive a la crimina­ buscamos desentrañar los mecanismos que utilizan los gru­
lización total del adversario, a sustentar una lógica de la ene­ pos guerrilleros para ganar una adhesión social. De modo
mistad absoluta. Por el contrario, los movimientos más esquemático podríamos decir que las formas originarias de
articulados a la lógica de lo social o que sustentan un discur- adhesión de la población a una institución o a un actor polí­
so de objetivos relativos son más permeables a relativizar a tico son, fundamentalmente, tres: por miedo, por interés o
su adversario abriendo espacios posibles de negociación a por valores.
los conflictos armados. Ahora bien, la percepción absolu ti­ Por intimidación o miedo se alcanza la obediencia debido
zante del enemigo, que responde a determinadas considera­ a razones de seguridad o de supervivencia. Como dice Eric
ciones ideológicas, puede sufrir transformaciones debido a Hobsbawm, "guerrilleros y bandidos dependen de la abso­
ciertos cambios en la coyuntura política. Un proceso de de­ luta complicidad de la población local y allí donde (...) la po­
mocratización acompañado de una audaz política de nego­ blación se les muestre hostil, se obtiene fácilmente su silencio
ciación como herramienta para superar un conflicto armado, por el terror"3334. Desde nuestra perspectiva, puede no necesa-
como ocurriera en Colombia en los últimos años, puede con-

34 Eric Hobsbawm, "La anatomía de 'La Violencia en Colombia'", en Va­


33 Cf., Iván Orozco, Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en rios autores. Once ensayos sobre la violencia, Bogotá, CEREC, 1985, pág.
Colombia, Bogotá, TEMIS-IEPRI, 1992, págs. 11-27. 20 .
SOCIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 77

riamente tratarse de una acción voluntaria del actor armado nización armada". Sin embargo, a diferencia de Nicaragua,
(producir terror), sino el resultado de una presencia militar ^construcción de contrapoderes locales no se tradujo en po­
en sí misma intimidatoria para un núcleo social. Este puede sibilidades reales para gestar una opción de contrapoder de
ser el caso, ante todo, de la guerrilla militar. Todo aquel que carácter nacional.
prescinde de la sociedad termina buscando u obteniendo su­ En efecto, la guerrilla ha estado condenada, en Colombia,
bordinación, no participación. En la guerrilla partisana se a representar sólo una guerra periférica. O mejor aún, una
buscaría una adhesión ante todo con base en una identidad serie de conflictos locales con una muy débil capacidad de
ideológica, valorativa, y en la guerrilla societal, se pretende afectar al poder central, salvo que la situación cambie de ma­
ganar la adhesión comunitaria gracias a una identidad de in­ nera significativa, como en efecto ocurrió con la emergencia
tereses y valores. Es decir, en estas dos últimas modalidades, ¿el narcoterrorismo, el cual agudizó la bancarrota del Estado
al menos a nivel hipotético, se buscaría la adhesión sea por la y expandió el impacto desestabilizador de la acción insur­
vía ideológica, sea por la vía de los intereses y valores concre­ gente35. Pese a ello, no llegó hasta el punto de hacer de la
tos. De hecho, los grupos guerrilleros colombianos han utili­ guerrilla un factor de poder alternativo. En un país en el cual
zado las tres fuentes de adhesión en forma simultánea, aun el Estado se articula como dominación de la ciudad sobre el
cuando una u otra han desempeñado un papel predominan­ campo, con una importante concentración urbana, se reque-
te en concordancia con el modelo insurgente. riría un ejército insurgente de un tamaño muy significativo
para pensar siquiera en cercar la ciudad desde el campo. O
en su defecto, un alto nivel de organización urbana muy mo­
Relación con el territorio
tivada que acompañase las campañas guerrilleras con proce­
Cuando existe un Estado con capacidad de control del terri- sos insurreccionales urbanos, como ocurriera en Nicaragua.
torio tanto en los centros urbanos y en las zonas industriales En cuanto hace a la alta densidad urbana del país, es im­
como en las zonas rurales, es muy poco factible que las gue­ portante subrayar que este factor incidió en hacer de la gue­
rrillas logren crear formas de contrapoder local. Una situa­ rrilla un hecho relativamente marginal, salvo cuando los
ción diferente se presenta en contextos en los cuales la grupos insurgentes lograron actuar con eficacia en este espa­
debilidad del Estado en distintos planos permite la gestación cio, por ejemplo con la toma de la embajada de la República
de un contrapoder con buenas posibilidades de desarrollar Dominicana por parte del M-19 en 1980. En términos genera­
una acumulación territorial y de control social, generadora les se puede afirmar que en Colombia, el grado de articula­
de una opción de sustitución estatal. Tal sería el caso de la ción de la sociedad es inversamente proporcional al grado de
Nicaragua somocista. Una situación intermedia se presentó penetración de la guerrilla. Mientras que el movimiento in-
en Colombia, en donde la presencia desigual del Estado,
fuerte en ciertos espacios pero precaria en sus periferias tanto
urbanas como rurales, dejó espacios abiertos para la confor­ 35 En buena medida, más que la guerrilla, fue el narcoterrorismo el que
logró minar más hondamente las instituciones estatales. Su doble ac­
mación de núcleos locales de contrapoder tanto en zonas ción, en la órbita de la guerra territorial rural (grupos paramilitares) y
marginales urbanas, en donde florecieron las "milicias popu- en el escenario urbano mediante el narcoterrorismo, sin un cálculo polí­
lares", como en zonas rurales, objeto de fenómenos de "colo­ tico de costos de legitimidad, disparó su eficacia desestabilizadora.
78 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN SOCIOLOGÍA DE LA GUERRILLA 79

surgente ha sido marginal, por ejemplo, en las zonas cafete­ cuentran un apoyo voluntario por razones ideológicas o por
ras, asiento de una intensa labor paraestatal de la Federación intereses específicos, o lo buscan mediante la intimidación.
Nacional de Cafeteros en obras de infraestructura, ha logra­ Uno de los rasgos centrales de todo grupo guerrillero es
do un mayor arraigo en las zonas de colonización, en las cua­ la movilidad acentuada, el ataque y la retirada. No obstante,
les se presenta o una ausencia persistente del Estado o su
presencia traumática. mo limitado de los grupos societales, existe una enorme di­
En cuanto hace al movimiento social, la marginalidad del ferencia. No todo movimiento insurgente busca construir
conflicto guerrillero se ahonda si, como en el caso de Colom­ relaciones estables con un entorno geográfico o con unas re-
bia, existe una enorme fragilidad del polo popular urbano y ¿és de población definidas.
por tanto, de su potencial insurreccional, salvo en explosio­ En el caso de las guerrillas que buscan un control o una
nes espontáneas que poco o nada tienen que ver con el pro­ influencia en un determinado territorio, terminan por cons­
yecto que agencian los movimientos insurgentes. En el país, truir tres aparatos: en primer término, un aparato militar que
la guerrilla y el movimiento popular corrieron por caminos proteja los accesos del enemigo a su zona de influencia; en
segundo término, un aparato de justicia o de policía que
paralelos, sus interconexiones nunca fueron decisivas y, por
mantenga el orden interno, dirima los conflictos y castigue a
consiguiente, la guerrilla mantuvo siempre una débil inci­
los culpables de quebrar la normatividad que rige en el área.
dencia en la articulación y canalización de los conflictos so­
Se trata, evidentemente, de una legalidad alternativa que no
ciales. La guerra de guerrillas terminaría, en buena medida y
coincide con las normas del Estado. Por último, un aparato
salvo en algunas zonas en las cuales cultivó raíces sociales de impositivo que define la contribución de cada uno de los
alguna solidez, inmersa en un vacío social, convertida en un miembros de la zona bajo control al sostenimiento del apara­
duelo a muerte entre dos aparatos (ejército/insurgencia), sin to de poder existente. En otras palabras, la guerrilla como
otras determinaciones que sus respectivas potencias de fue­ cualquier Estado, pero en una menor dimensión y en forma
go. Es un conflicto interminable que, a su vez, ha incidido muy precaria, configura en el "adentro" de su zona de in­
negativamente en las posibilidades de organizar un movi­ fluencia una función policial e impositiva y, en el "afuera",
miento social de alguna significación. una función militar.
La población campesina está siempre expuesta a sufrir
los rigores del "fuego cruzado". Tanto los guerrilleros como
sus adversarios le exigen lealtad y solidaridad a la causa que “adentro": "afuera":
funciones impositivas y normativas: fundones de ejérdto
cada uno defiende como la más justa. Los campesinos termi­ justicia y policía
nan inmersos en un verdadero círculo diabólico: o la represa­
lia de la guerrilla si colabora con su "enemigo" o la contra-
rrepresalia de las fuerzas armadas o de los grupos paramili­ Las variables fundamentales que determinan las relacio­
tares si hace lo mismo con la guerrilla. En esta dialéctica de nes con el territorio de uno u otro proyecto guerrillero son,
la represalia/contrarrepresalia las relaciones de la guerrilla en primer término, las de movilidad o pertenencia. El seden-
con la población son esenciales para su supervivencia: o en- tarismo es la clave para "hacer" Estado, lo cual se halla más
80 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN ^So c io l o g ía p g l a g u e r r il l a 81

claramente identificado con el proyecto de la guerrilla socie­ aumenta los niveles de estabilidad en las funciones de con­
tal, así sea en el ámbito restringido de una comunidad indí­ trol social. Es decir, las funciones judiciales tienen ante todo
gena deseosa de mantener su identidad cultural, el respeto yn carácter preventivo. Un ejemplo ilustrativo de esta última
por las autoridades de los cabildos y sus tierras ancestrales. situación fueron las mal llamadas "repúblicas independien-
Por el contrario, la movilidad total conduce a sus portadores tes" de Marquetalia, El Pato, Guayabera y Riochiquito, en
a sostener una actitud despectiva hacia la configuración de ¿onde se asentó la autodefensa comunista en los inicios de
poderes locales, convirtiéndose en ocasiones en una suerte loTsesenta y que significaron un momento particularmente
de "ejércitos de ocupación". societal del movimiento insurgente inspirado por el Partido
Esta misma problemática puede ser observada desde otro Comunista.
ángulo, articulada con variables relacionadas con el proyecto
guerrillero mismo: en el caso de las guerrillas de corte mili- EL POTENCIAL DE NEGOCIACIÓN DE LOS GRUPOS
tar-foquista, dado que el ámbito territorial de la nueva lega­ g u er r iller o s
lidad que pretenden construir es de dimensión nacional,
toda acción local termina siendo percibida como entorpece- La anterior tipología de los grupos guerrilleros fue elaborada
dora para alcanzar el objetivo global. Por el contrario, si el en su primera versión en 1988, y su interés radicaba en la
ámbito es local, como en las guerrillas societal-comunitarias, posibilidad de extraer algunas conclusiones sobre el poten­
es ineludible construir desde el primer momento las bases de cial de negociación de cada uno de los grupos, en relación
esa nueva legalidad. Entre ambas actitudes extremas, encon­ con la política de paz que se desarrollaba en ese momento en
tramos una intermedia: quienes construyen áreas de domi- el país. Para ello, partíamos de la disponibilidad potencial de
nación local, como herramienta de acción nacional en una un grupo insurgente para el diálogo, tomando sólo en consi­
concepción propia de la noción de "guerra prolongada". Este deración los rasgos particulares de cada actor y, por tanto,
ha sido el caso, en particular, de las guerrillas de partido en haciendo abstracción de otras variables, tales como la coyun­
Colombia, tanto del EPL como de las FARC. tura nacional o internacional, o las posiciones en el seno del
Las relaciones entre la población y el actor armado pue­ Estado.
den tener un carácter más arbitrario en el caso de las guerri­ Para este efecto, planteábamos que las posibilidades de
llas de alta movilidad. En la medida en que éstas no hacen negociación de un movimiento guerrillero, vistas desde la in­
una diferenciación entre las funciones militares y las funcio­ terioridad del propio grupo, estaban determinadas ante todo
nes judiciales, y en general no estimulan las reivindicaciones por tres factores: por el carácter de su proyecto ético-político,
locales, la única forma de mantener la adhesión en las zonas por el papel asignado a la acción militar en el marco de su
en que actúan es a través de la represión o al menos la ame­ estrategia para acceder al poder y, finalmente, por los víncu-
naza de su utilización, que en muchos casos termina siendo los estrechos o marginales que un grupo mantuviera con las
indiscriminada. En términos bíblicos, "quien no está conmi- bases sociales que afirmaba representar.
go, está contra mí". Por el contrario, la presencia permanente En cuanto hace al proyecto ético-político debemos tomar
de un grupo insurgente en un área determinada reduce, al en consideración el nivel de absolutización (ruptura radical
menos a un nivel hipotético, los márgenes de arbitrariedad y del orden político y social) o de relativización (lucha demo-
82 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN gQClOLOGÍA DE LA GUERRILLA 83

orática antidictatorial). Esta perspectiva está relacionada yisión de enemistad absoluta, tal como ocurriera con el Par­
pero no necesariamente condicionada, por el papel que se le tido Comunista Marxista-Leninista y su brazo armado el EPL,
asigna a la violencia en el corazón de una estrategia para al­ durante el período maoísta de esta organización (1965-1980).
canzar esos objetivos. Considerábamos que son más rígidas gn ambos casos, la negociación política está excluida por
las utopías políticas que las formas de acción militar, ya que principio. En otras palabras, tanto la absolutización del obje­
éstas últimas, salvo en el caso de que se trate de una organi­ tad final como la prioridad de la vía armada para alcanzarlo
zación en franco proceso de degradación terrorista, requiere constituyen grandes barreras para que pueda existir una dis­
de una cierta adaptación a las distintas coyunturas políticas. ponibilidad para la negociación política en un actor insur­
En todo caso, un proyecto alternativo radical, como por gente.
ejemplo construir una sociedad comunista, o una mitifica- La segunda hipótesis, que complementa en muchos casos
ción de la vía armada, llevan a la formulación de objetivos la primera, es que existe una íntima relación entre el grado de
totales o a una absolutización del enemigo, que restringe al­ representatividad de un grupo armado y sus márgenes de
tamente los márgenes de negociación o simplemente los ex­ negociabilidad. Entre más aislado y marginal sea un movi-
cluye por principio. miento, más honda será su tendencia al mesianismo y a la
Una misma organización guerrillera puede combinar un suplantación. Por el contrario, un movimiento articulado a
discurso de contenido nacional-reformista y, sin embargo, agñiíícativas redes sociales no puede dejar a la vera del ca-
mitificar el aparato militar. Éste era el caso del ELN en los años núno las reivindicaciones de estos sectores y, por tanto, es
sesenta. Como subraya con mucha pertinencia Alejo Vargas, probable que asuma conductas "reformistas". Si un movi­
"en sus inicios (...) buscan presentarse como alternativa al re­ miento de este tipo abandona los objetivos inmediatos y par­
formismo a partir de sus métodos privilegiados de lucha y ciales de las comunidades en las cuales se halla inserto, corre
no del contenido de sus propuestas. Es decir, establecen una el riesgo del aislamiento y la ruptura. Por el contrario, una
especie de oposición entre 'reforma/revolución' a partir de organización de carácter terrorista o militarista, sin raíces so­
los métodos de la práctica social: si se prioriza la acción polí­ ciales ni territoriales, basada en la acción por la acción misma
tica no armada se cataloga de reformista, si el énfasis se da a o en la movilidad total, sólo sustentará probablemente obje­
la acción armada, por el contrario, se denomina revoluciona-
36 • A tivos finales, puros, intransferibles e innegociables. En este
rio"' . Esta actitud radical se manifestaba en términos de ene­
sentido, el ELN constituía un verdadero prototipo.
mistad absoluta, a pesar de que el programa contenido en el
En el caso del grupo indigenista Quintín Lame (al menos
"Manifiesto de Simacota" era de claro corte reformista. Y por
hasta 1988), se presentaba simultáneamente el máximo de
otra parte, una organización puede colocar lo militar en su­
representatividad y el máximo de negociabilidad. En efecto,
bordinación de lo político y, no obstante, su proyecto alterna­
en esta organización se daba al mismo tiempo una sólida in­
tivo tener tal radicalidad que de todas formas sostiene una36
tegración societal y territorial, y los objetivos que se proponía
alcanzar tenían un carácter parcial y por tanto altamente ne­
36 Alejo Vargas, "Guerrilla, régimen político y Estado: lecturas y relectu­ gociables.
ras", en Germán Palacio (comp.). La irrupción del paraestado. Ensayos El comportamiento del ELN, en particular pero no exclu­
sobre la crisis colombiana, Bogotá, ILSA y CEREC, 1990, pág. 254. sivamente en su período foquista (1965-1985), constituía el
84 I n s u r g e n c i a SIN REVOLUCIÓN S o c io l o g ía d e l a g u e r r il l a 85

ejemplo típico de una organización insurgente con la cual no en ocasiones, rasgos terroristas como la toma del Palacio de
existía ningún margen de negociación viable. La consigna de justicia. Para incidir en el proceso político, al igual que otros
"Patria o Muerte" simbolizaba esta decisión de confronta­ movimientos armados en América Latina, tuvieron concien­
ción total. En esta organización se presentaba una ausencia cia de la importancia de la manipulación ciudadosa de imá­
de objetivos parciales a pesar, insisto, de los términos mode­ genes y símbolos (como "Bolívar, tu espada en pie de lucha"),
rados de su programa inicial, ya que sus objetivos últimos y el uso adecuado de los medios publicitarios. Estos podían
sólo eran alcanzables a los ojos de sus dirigentes mediante convertirse en formas muy efectivas de hacer política, parti­
una ruptura revolucionaria radical. Por otra parte, las reivin­ cularmente en una sociedad urbana y de comunicaciones
dicaciones parciales de la población eran subordinadas al lo­ masivas. La "propaganda armada" del M-19, una "guerrilla
gro de los objetivos finales, pues en el curso de la lucha sólo mediática" como dirían los franceses, se convirtió en una ma­
servían para desviar a los sectores populares del interés real nera nueva de conducir la lucha guerrillera, cuyo adversario
que era la revolución. Es decir, para evitar un reformismo no eran ya en primera instancia las fuerzas armadas, sino las
conformista en los sectores populares había que combatir híeáteÉTde legitimación del sistema político.
cualquier reivindicación parcial como, por ejemplo, la refor­ El proyecto ideológico del M-19, autodefinido como la
ma agraria. A fines de los años ochenta, esta organización "democracia en armas", no iba más allá, por ejemplo, del dis­
comenzó a replantear sus relaciones con la política y con la curso democrático-nacional del Movimiento 26 de Julio en
población en sus áreas de acción militar, impulsando un fren­ Cuba antes de la revolución. Se trataba, como lo dijera su pri­
te político, "A Luchar", y estimulando la creación de movi­ mer comandante, Jaime Bateman, de un partido político obli­
mientos populares ligados a reivindicaciones locales. Esta gado a la acción armada en razón de las limitaciones a la
nueva actitud produjo serias polémicas internas, desgarra­ participación pluralista en el sistema político colombiano. En
mientos y rupturas. En su sector más radical, sin embargo, este sentido, al igual que para el Frente Unido de Resistencia
esta nueva actitud no afectó ni su utopía, la cual iría asumien­ Guatemalteco (FUR), según Adolfo Gilly, "la lucha guerrillera
do los rasgos de un marxismo-leninismo radical, ni su acep­ (...) era concebida (...)~ño como un medio para derribar el sis-
tación de la guerra total como eje de su estrategia para tema, sino como un medio de presión para obligar al gobier­
acceder al poder. no a negociar y ceder en la vía electoral y democrática" . Sin
"El M-19 o el apocalipsis alegre": este podría ser el título embargo, la debilidad de sus redes societales y el extremo
nomadismo de su acción militar hacían de este movimiento,
de un li^rolústórico sobre un movimiento que, como diría
en el plano militar, un grupo de características "foquistas"
Federico Engels, buscó hacer de la "impaciencia un argu-
acentuadas. Incluso, sus acciones urbanas más audaces mu­
mento teórico". Sin duda, este grupo es particularmente difí­
chas veces lo colocaron en los límites del terrorismo. En otras
cil de clasificar. Lo hemos definido como un movimiento
palabras, había una tensión entre los métodos radicales de
partisano sui generis ya que, a pesar de la debilidad de sus . lucha y el contenido democrático de su discurso. ¿Era viable
redes societales y la ausencia de un aparato político, consti­
tuyó el núcleo guerrillero más entroncado con el proceso po­
lítico nacional. Todas sus acciones se subordinaban a 37 Adolfo Gilly, La senda de la guerrilla, México, Editorial Nueva Imagen,
objetivos políticos, aun cuando la lógica de la acción tuviese, 1986, pág. 68.
86 OLOGÍA d e l a g u e r r il l a 87
INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN

encontrar un espacio de negociación con este movimiento gervicios de inteligencia del Estado y los grupos paramilita-
tan sui generis? Si nos atenemos a la dimensión de su proyecto f^Trcmtra su frente de masas, la Unión Patriótica, se generó
político, la gestación de espacios democráticos más allá del I JJj^êsbãlance en la segunda mitad de la década de los
sistema bipartidista, no existía la menor duda. Si nos referi­ ochenta en detrimento de la acumulación política. La "rura-
mos a sus acciones como grupo insurgente, las dudas eran lización" del Partido Comunista y el poder decisorio alcan­
justificadas. Finalmente, la lucidez de su dirección, en condi­ zado por el Secretariado de las FARC terminaron por definir
ciones que mostraban los límites de la acción insurgente, lle­ las perspectivas de la familia comunista, que en un contexto
vó al M-19 a compaginar su discurso con la acción, mediante de derrumbe ideológico de los paradigmas de referencia
su transformación en un movimiento inmerso en la lucha po­ (marxismo, URSS, campo socialista) dejaron a las FARC enfren-
lítica legal. tadas a su solo potencial de violencia desnuda.
En el caso de las FARC, era indudable que más allá de las La experiencia del Partido Comunista ha sido especial­
complejas relaciones que mantenían sus múltiples frentes mente trágica pues la política de combinar todas las formas
con la población y el territorio donde actuaban, otros factores de lucha, es decir, de sostener en un contexto no insurreccio­
desempeñaban un papel más determinante en su comporta­ nal simultáneamente las lógicas de acción política, militar y
miento frente al proceso de paz: por una parte, su visión po­ social, culminó en un genocidio imposible de narrar. La con­
lítica influenciada por un Partido Comunista particular­ tradicción es evidente: mientras que la acción política o la
mente ortodoxo; y por otra, sus orígenes históricos en la épo- acción social requieren discutir, persuadir, explicar e infor­
ca de la Violencia, los cuales entrañaron una muy temprana mar, la guerra exige discreción, clandestinidad y centraliza­
experiencia de "combinación de formas de lucha", que ter­ ción de mando. ¿Cómo combinar estos requerimientos tan
minó autoestrangulando a la dirección comunista. La políti­ opuestos? ¿Cómo hacer convivir al honorable doctor Jekyll y
ca de sostener simultáneamente varias lógicas de acción se al horripilante señor Hyde sin despeñarse por el abismo de
convirtió en una contradicción insoluble, una verdadera la violencia? En un clima insurreccional, es decir, en un con­
"cuadratura del círculo", para la cúpula comunista. Si hacían texto de inminente colapso institucional (por ejemplo, en Ni­
la paz debían sacrificar su aparato armado y, por tanto, su caragua en 1979 con un somocismo en desbandada) es
perspectiva estratégica de acceder al poder por esta vía si las posible desarrollar y acumular fuerzas en los tres planos.
condiciones políticas lo permitían. Y si se comprometían en Pero en un contexto no insurreccional, las tres lógicas de ac-
la guerra total, colocaban en vilo la supervivencia de sus apa­ ción se neutralizan mutuamente, sus efectos se anulan y no
ratos políticos y sociales. Necesariamente, este movimiento se acumulan. A cada acción de las FARC, se respondía con nu-
insurgente se fue condenando en forma lenta pero inexorable merosos asesinatos tanto de la Unión Patriótica y el Partido
a una ambivalencia persistente, que consistió en mantener Comunista, como de sus frentes de masas. En este aspecto, la
simultáneamente espacios de diálogo y espacios de guerra ceguera y la terquedad de la dirección comunista tuvieron
con predominio progresivo de estos últimos. En efecto, la po­ ribetes criminales.
lítica de combinación exigía intentar una acumulación simul­ Finalmente, en relación con el EPL, la organización guerri­
tánea de poder político y de poder militar. Sin embargo, llera con el pasado más ortodoxo y fundamentalista, la recti­
debido a factores tales como el exterminio perpetrado por los ficación de su línea de conducta política iniciada en 1980 con
88 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

su cuestionamiento del "maoísmo", el impulso de acciones


í
Capítulo 4. EL FOQUISMO Y SU FRACASO EN
de masas mediante el Frente Popular y la creación de redes A mérica Latina
societales sólidas en distintas regiones (en particular en Cór­
doba y Urabá), permitían prever que se abrían algunas ven­
tanas por las cuales podría penetrar un deslinde con la
guerra. Esta rectificación, en efecto, condujo a la incorpora­
ción a la vida civil de la mayor parte de esta organización en
1991.
^ mediados de los años setenta todas las experiencias insu­
rreccionales del continente habían sido eliminadas o estaban
al borde de la crisis. Las experiencias rurales habían conclui­
do trágicamente su ciclo con la muerte del "Che" Guevara en
Bolivia1; las urbanas terminaron en medio del horror de las
dictaduras militares en Brasil y ante todo en el Cono Sur. To­
das estas experiencias tuvieron una vida muy corta y, por
consiguiente, fracasaron en sus intentos de implantación y
desarrollo. Colombia constituyó una excepción, pues, aun
cuando la guerrilla vivió una etapa de crisis y fragmentación
agudas, núcleos dispersos del EPL, el ELN y las FARC subsis­
tían marginalmente, y nacería en estos años el M-19 que cons­
tituiría la base para el surgimiento de las guerrillas de
segunda generación.

EL FOQUISMO RURAL Y LA GUERRILLA URBANA

En la América Latina de los años sesenta faltaban demasia­


das condiciones, no tanto para el desencadenamiento de la
lucha guerrillera (que de hecho de produjo con suerte desi­
gual), como para la consolidación y el éxito de la misma. Se­
gún Gérard Chaliand, los factores que incidieron negati­
vamente para la consolidación de estos focos insurrecciona­
les iniciales fueron, ante todo, los siguientes:

1 Cf., Régis Debray, La guérilla du Che, Paris, Éditions du Seuil, 1974.

89
90 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN El FOQUISMO y su fracaso en A mérica Latina 91

a) En primer término, la ausencia de condiciones interna­ ft Finalmente, incluso cuando algún foco logró implantarse
cionales favorables era palpable en este período. La dis-' conexito, se presentó a continuación una incapacidad po­
tensión (o la "coexistencia pacífica" en la terminology lítica manifiesta para crear aparatos de masas articulados
soviética) se abría paso, y tan sólo la naciente revolución a nivehñacional.
cubana y la China continental apoyaban los focos insur­
gentes. Tras el fracaso del "Che" en Bolivia se produjo un profun­
b) Por otra parte, les faltó a los grupos insurgentes una es­ do desencanto y un hondo escepticismo frente a las experien­
trategia adecuada para insertarse en su propio ámbito na­ cias guerrilleras asentadas en las áreas rurales. Con pocas
cional. No poseían un claro conocimiento del terreno excepciones locales y localistas, las masas campesinas per­
social que esperaban movilizar y tenían gran escasez de manecieron indiferentes. El debate estratégico condujo en­
cuadros políticos formados. tonces, ante todo en Brasil, Argentina y Uruguay3, a buscar el
apoyo de los sectores obreros y de clase media de las princi-
c) A ello habría que añadir, en cuanto hace a los dirigentes
pâl^ciïïdadës para impulsar la guerrilla urbana. Esta podría
cubanos como a los responsables locales de los grupos
definirse^ siguiendo a Richard Gillespie, como "una forma de
insurgentes, su testaruda visión de la revolución conti­
guerra no clásica librada en zonas urbanas y suburbanas
nental. El mito de la continentalización de América Lati­
para alcanzar objetivos políticos", la cual se distingue del te­
na era similar al de la nación árabe, en donde al igual que rrorismo por un uso más previsible y discriminado de la vio­
en nuestro continente, la comunidad de lengua, historia lencia. Los componentes principales de estas experiencias
y sustrato cultural enmascara profundas diversidades guerrilleras fueron, ante todo, sectores de clase media baja
económicas y políticas. De otro lado, la idea de la libera­ (universitarios, empleados y profesionales liberales), y aun­
ción continental podía servir para movilizar a un sector que la participación obrera no fue desdeñable, ante todo en
de la intelligentsia, pero era totalmente abstracta para un los Montoneros, nunca superó el 30 por ciento de sus miem­
campesinado de países que ni siquiera habían alcanzado bros.
sirpropia integración nacional.
d) Un factor decisivo en el fracaso temprano de muchas ex­
periencias insurreccionales fue la adecuación de los ejér­ 2 Gérard Chaliand, Mythes révolutionnaires du tiers monde. Guérillas et so­
citos continentales a la guerra de contrainsurgencia, lo cialismes, Paris, Éditions du Seuil, 1979. El impulso en el país por parte
que José Nun denominó la "revolución estratégica". de los grupos insurgentes, a mediados de los ochenta, de varios fren­
tes políticos (la Unión Patriótica, el Frente Popular y A Luchar) fue,
e) Bajo el ángulo de la estrategia política de la guerra revo­ como veremos más adelante, un reconocimiento tardío de esta necesi­
lucionaria, donde los factores de tiempo y de espacio son dad.
vitales, resulta evidente que la táctica del "foco insurrec­ 3 Richard Gillespie, "La guerrilla urbana en América Latina", en Noel
O'Sullivan (ed.). Terrorismo, ideología y revolución, Madrid, Alianza
cional" era la menos adecuada para lograr no sólo una Editorial, 1986, pág. 188. Para explicar la fortaleza alcanzada por la
sólida implantación sino, ante todo, para alcanzar un es­ guerrilla urbana, Gillespie considera necesario tomar en cuenta la im­
tadio insurreccional. Es decir, había una inadecuación en­ portante tradición anarquista existente en la Cuenca de la Plata, debi­
do a las notables corrientes libertarias que huyeron de España e Italia
tre el "instrumento" y las necesidades del proceso revo­ alrededor de 1900 y que se refugiaron ante todo en Uruguay y en Ar­
lucionario. gentina.
92 I n s u r g e n c ia s in ^ f o q u is m o Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 93
REVOLUCIÓN

¿Qué factores condujeron a la radicalización de miles de El nivel que alcanzaron las guerrillas urbanas en estos
jóvenes en estos tres países? Gillespie considera que, más allá J Lgg países fue muy desigual. Poco significativo en Brasil y de
de las particularidades nacionales, se presentaron algunos «ran impacto en Uruguay, fue, sin embargo, en Argentina
factores comunes: en primer término, los gobiernos militares donde logró su más profundo desarrollo. En Brasil, tras el
habían suprimido las libertades políticas, tanto en Brasil día icaso del foco rural de la Serra do Caparão, se inició la ex­
: diante el derrocamiento de João Goulart en 1964, como ç^~ periencia urbana que sólo duraría cuatro años (1968-1972),
el golpe de Ongañía en 1966 en Argentina; a su turno, en Uru- L,n tres grupos principales: la Acción de Liberación Nacional
guay, las Ebertacles civiles fueron progresivamente restringi­ (AIN), la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) y la Van-
das por gobiernos civiles a partir de 1965. En segundo gu,lardia Armada Revolucionaria (VAR-Palmares). En Uru-
término, en los tres países, durante la década de los sesenta, euay, a pesar de las breves apariciones de algunos grupos sin
i las clases medias soportaron un grave deterioro en sus con­ ¿Úfhor significación (OPR-33, FARO, PCR/MIR y Grupo 22 de
diciones de vida. En tercer término, los centros universita- Diciembre), el Movimiento de Liberación Nacional (MLN Tu­
) ríos, reducto de los sectores radicales, sufrieron en estos años pamaros) tuvo de hecho el monopolio de las acciones arma­
niveles de violencia sin precedentes; en Uruguay, por ejem­ das. A pesar de sus antecedentes que se remontan hasta 1963,
plo, la sacrosanta inviolabilidad de la autonomía universita­ de hecho su accionar regular se inicia en 1968 y se prolonga
ria y de los claustros fue pisoteada por primera vez en 1968. con fuerza hasta 1973; en el momento del golpe cívico-militar
En cuarto término, además del impacto de la revolución cu- I ya el MLN estaba básicamente desvertebrado. Finalmente, en
4 baña, el sentimiento de repulsa hacia la izquierda tradicional, Argentina, la lucha armada tuvo una gran intensidad entre
percibida como ineficaz y reformista, alentó la radicalización 1969 y 1979. Los fragmentados grupos guerrilleros fueron
de los jóvenes; por ejemplo, las FAR argentinas planteaban la absorbidos por los dos polos dominantes: los Montoneros
necesidad de buscar "atajos" para lograr alcanzar el poder de absorbieron a las FAR, el ENR, los Descamisados y las FAP-17;
manera "más próxima y más breve". En quinto término, el a su turno, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) inte­
5 fracaso del "Che" en Bolivia condujo a la necesidad estraté­ gró en sus filas a las FAP Comando Nacional. El número de
gica de replantearse el escenario privilegiado para la acción guerrilleros movilizados no tendrá, probablemente, paran-
guerrillera. Finalmente, Gillespie considera de enorme im­ gón en América Latina: basta decir que sólo entre marzo de
portancia la difusión de ideas católicas radicales: "(...) la Teo- 1976~y~julio de 1978, murieron aproximadamente 4.500 mili­
» logia de la Liberación facilitó el salto moral del pacifismo a la tantes montoneros.
lucha armada para los numerosos católicos que se unieron a ¿Por qué fracasaron también las guerrillas urbanas, a pe­
los Montoneros y a los Tupamaros; ella instaba a participar sar del grado de legitimidad que alcanzaron en Uruguay
en las luchas de liberación sociales y nacionales y recomen­ (20% en las encuestas) y a la fortaleza que demostraron en
daba el autosacrificio a los que dedicaban su vida a las causas Argentina? Gillespie menciona cinco factores principales.
populares"4. Primero, el contexto político. En los tres casos estudiados, a
pesar de las limitaciones de las libertades públicas, era muy
difícil configurar una "coalición revolucionaria" exitosa, de­
4 Ibid., pág. 193. bido al importante apoyo que recibieron los gobiernos mili-
94 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 95
ElfoQuismo

i kmIitares o cívico-militares por parte de amplios segmentos de Ia Finalmente, era evidente una gran debilidad ideológica que
población asustados ante la amenaza insurgente. Segundo condujo a estos movimientos a desdeñar la reflexión teórica
incidieron factores organizativos. Dada la enorme vulnerabi­ gn beneficio del activismo desenfrenado. Incluso en Uru­
lidad de los focos armados en áreas urbanas, ni siquiera en la guay, donde un veterano de la guerra civil española, Abra­
casi perfecta arquitectura molecular de los Tupamaros, con ham Guillén, desempeñó un rol importante como mentor del
su estricta compartimentación, se escapó a la infiltración y la vfljq, las preocupaciones ideológico-políticas fueron subva­
2 traición. En tercer término, se dio un alto grado de aislamien­ loradas.
to social debido al carácter eminentemente elitista de las ac- Es importante retener tanto los factores que incidieron en
3 ciones guerrilleras, concebidas en general como cataliza- el fracaso de los focos insurgentes rurales como los que influ­
doras de la acción de masas, lo cual se vio reforzado por el yeron en la derrota de las experiencias urbanas, pues en Co­
origen social de los combatientes; a esto se añade la imposi­ lombia, igualmente, a fines de los años sesenta y a lo largo de
bilidad de construir algo similar a las "zonas liberadas" ru- la década siguiente, unos y otros habían entrado en franca
rales, como base de apoyo social estable en las zonas urbanas bancarrota o presentaban un pobre balance.
y las propias exigencias de la clandestinidad que refuerzan
ese aislamiento. Según Régis Debray, la guerra de guerrillas
degeneró en "una batalla tecnológica entre especialistas en El d e s c a l a b r o g u e r r i l l e r o e n l a C o lo m b ia
violencia clandestina, con las masas en el papel de especta- de l o s s e t e n t a
doras alrededor del cuadrilátero donde luchaban profesiona­ En efecto, el movimiento insurgente de la "primera genera-
* les"5.1Cuarto, ___________________________________________
una tendencia inmanente hacia la militari- ción" (FARC, ELN y EPL) no fue ajeno a la grave crisis que afec­
zación, en donde las acciones armadas eran pensadas más en tó a todos los grupos armados del continente en este período.
relación con sus posibilidades técnicas de realización, que en
Pocos años después, vivirá un auge sin precedentes y se con­
relación con su significado político. Esto reflejaba una falsa
vertirá en un actor con una amplia incidencia en la vida na­
visión que caracteriza en general a todos los grupos armados:
cional, como habría de ocurrir también en los países centro­
, confundir la fortaleza militar con un real apoyo social, cuan-
americanos en los cuales se vivieron procesos similares de
3 do en muchas ocasiones la capacidad de reclutamiento pue­
de no reflejar estrictamente el grado de legitimidad social; recomposición de la insurgencia tras un declive profundo :
además, una visión restringidamente militarista puede ob­ Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
nubilar al actor armado con respecto a la capacidad de res­ Con base en las categorías definidas en los capítulos an­
puesta del adversario, quien es trágicamente subvalorado. teriores, podemos diferenciar con rigor las dos modalidades
de guerrilla que van a predominar en uno y otro período en
América Latina. Mientras que en los años sesenta las "guerri­
5 Según Debray (Les épreuves du feu. La critique des armes, V. 2, Paris, llas de la primera generación" tuvieron ante todo un carácter
Éditions du Seuil, 1974, págs. 127- 134), las guerrillas urbanas viven militar, las de la "segunda generación" tendieron más bien a
envueltas en un permanente círculo vicioso: si no quieren aislarse de asumir la modalidad de guerrillas societal-partisanas, bajo la
las masas, deben crear canales de comunicación; pero, a su vez, estos
canales las exponen a la detección y a la represión, lo cual aumenta el influencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional nica­
foso de la incomunicación. ragüense. Este fue el caso tanto del Frente Farabundo Martí
96 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN
T . ¡jL pOQUISMO Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 97

para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, como de ¿e sus reivindicaciones, organizando canales de participa­
la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URng). ron y resolución de conflictos específicos. El caso más signi­
Igualmente, aunque con menos fortuna, la Coordinadora ficativo fue, sin duda, el del movimiento agrario articulado
Guerrillera Simón Bolívar buscó reproducir esas experien­ f en torno a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos.
cias. Este movimiento, si bien impulsado por el gobierno refor­
¿Qué factores incidieron en la crisis de los grupos guerri­ mista de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) para canalizar
lleros colombianos en los setenta? Al igual que en el resto del las transformaciones agrarias que este sector de la élite creía
continente el instrumento revolucionario utilizado, es decir, indispensables, desbordó su carácter de apéndice del Estado
unas guerrillas en las cuales predominaba la dimensión mi- ; y desempeñó un papel significativo en las luchas agrarias de
' litar, evidenció sus límites intrínsecos, su incapacidad para este período.
acumular los suficientes recursos políticos, societales y mili­ El serio estrechamiento del ya reducido espacio de repre­
tares para enfrentar exitosamente al Estado, en especial en sentación social del movimiento guerrillero adquiriría en ta­
unos años en los cuales el panorama nacional había sufrido les circunstancias un carácter catastrófico. Según Peter
hondas transformaciones. En primer término, es importante Waldmann, "es importantísimo conocer la base social que
i subrayar el impacto que tuvo el desmonte de algunas de las sirve para el reclutamiento, no sólo para estimar el apoyo real
instituciones más rígidas y excluyentes del Frente Nacional a y potencial de que disponen los rebeldes, sino, ante todo,
partir de 1970. Este hecho se acompañó de una relativa am- para tener una idea de las frustraciones, necesidades, pers­
pliación de los espacios de acción política y muchos grupos pectivas y maneras de orientarse y de actuar de los respecti­
radicalmente abstencionistas encontraron en la participación vos sectores sociales"6.
electoral una renovada vocación política. Salvo en el caso de las FARC, dados sus rasgos particulares
El declinar del movimiento insurgente coincide, igual­ ligados a su origen histórico, la base fundamental de recluta­
mente, con una relativa reconstitución del polo popular gra- miento del ELN y del EPL eran estudiantes o profesionales de
ï das a un significativo auge del movimiento estudiantil, cam­ clase media, y sólo de manera en extremo marginal sectores
pesino y obrero. No es de extrañar que ambos hechos estén populares urbanos o sectores campesinos e indígenas en las
en cierta medida interrelacionados, ya que los actores socia­ áreas de operaciones insurgentes. Este reducido espacio de
les buscaron, en forma directa y sin incómodos intermedia­ t reclutamiento se vio afectado no sólo por la reconstitución de
rios, la promoción de sus intereses, en especial en un período los movimientos sociales, sino por la conformación de gru-
en el cual la guerrilla percibía a los movimientos sindicales y i pos políticos legales socialistas, maoístas o trotskistas, que
estudiantiles como simples apéndices para el reclutamiento empezaron a canalizar las expectativas, frustraciones y ener­
o para el apoyo logístico que requería el movimiento arma­ gías de los sectores más propicios para acceder al discurso
do. En la década de los sesenta, la debilidad de los actores insurgente.
soc^a^es en nombre de los cuales decía actuar la guerrilla ha­
bía permitido su sustitución o su subordinación por las van­
6 Peter Waldmann, "La violencia política en América Latina", en Varios
guardias armadas. Pero una vez se reconstituyeron, estas autores. Procesos de reconciliación nacional en América Latina, Bogotá,
organizaciones comenzaron a actuar directamente en favor Instituto de Estudios Liberales, 1986, pág. 29.
98 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

La "Operación Anorí", que colocó al ELN al borde de su neS y conflictos internos. En los años finales de la década de
total extinción, simboliza la fase de crisis y de desagregación los setenta, el conjunto de los combatientes en áreas rurales
que vivió la guerrilla en estos años. Divisiones internas, cer­ á p Í ELN no superaba la cifra de 80 miembros.
cos de aniquilamiento militar exitosos por parte del ejército Las FARC, al igual que el EPL y el ELN, estuvieron al borde
incapacidad de articularse a las luchas sociales, emergencia ¿e\ aniquilamiento. En la Segunda Conferencia Nacional de
de agrupaciones urbanas de izquierda con alguna capacidad Guerrilleros, celebrada a mediados de los años sesenta, se ha­
de convocatoria y audiencia, son algunas de las explicacio­ bía aprobado una distribución amplia del núcleo guerrillero
nes de este declinar. El ELN, las FARC y el EPL comenzaron a inicial en unidades móviles que debían operar en zonas defi­
ocupar un papel en extremo secundario en la vida nacional, nidas. Sin embargo, el segundo al mando de entonces, Ciro
tras unos años iniciales en los cuales el mito guerrillero había Trujillo, concentró el conjunto de las unidades en el departa­
adquirido amplia audiencia como consecuencia de la revolu­
mento cafetero del Quindío (con excepción de los destaca­
ción cubana. En este contexto de aislamiento social y de de-
mentos de "Joselo" y de Manuel Marulanda), sufriendo
bilidad política se creó un clima favorable tanto para la
desmoralización de las organizaciones guerrilleras, como enormes pérdidas al ser detectado por el ejército. Años des­
para el éxito de las operaciones militares desarrolladas por pués diría al respecto el ideólogo de las FARC ya fallecido,
las fuerzaslümad as. Jacobo Arenas: "Perdimos muchos hombres y el 70% de las
El Partido Comunista Marxista-Leninista y su brazo ar­ armas. Se recuerda que hasta la Quinta Conferencia pudo de­
mado, el EPL, estuvieron al borde de la total extinción. De un cir Manuel Marulanda: 'Por fin nos hemos repuesto del mal
lado, como consecuencia de dos importantes cercos de ani­ que casi nos aniquila'"7. De todas formas, las FARC eran con­
quilamiento militar a fines de los años sesenta y principios de sideradas por el Partido Comunista (entre el X y el XIII Con­
los setenta. De otro lado, debido a las graves escisiones que greso) como una simple "reserva estratégica" para el caso
i los afectaron internamente, en especial la separación de gru­ eventual de que accediera al poder en el país una dictadura
pos como la Liga Marxista-Leninista, la Tendencia Marxista- militar8. Para 1979 las FARC contaban con escasos ocho fren­
Leninista y el grupo terrorista urbano Pedro León Arboleda. tes, muy desiguales en importancia: cinco en el sur del país
El EPL quedó reducido en este período a un solo destacamen­ (Caquetá, Putumayo, Huila, Cauca y Tolima), dos en el cen­
to armado compuesto por unos pocos miembros, y el conjun­ tro (Magdalena Medio y Santander) y uno en el norte (límites
to de las llamadas Juntas Patrióticas que había impulsado entre Antioquia y Córdoba).
esa organización en el noroeste antioqueño fueron desinte­
gradas.
El ELN, inmerso en la estrechez de su foquismo a ultranza
7 Jacobo Arenas, Cese al fuego. Una historia política de las FARC, Bogotá,
y, por tanto, con una dramática ausencia de implantación re­ _ Editorial Oveja Negra, 1985, pág. 90.
gional, vivió, igualmente, una crisis en estos años. El golpe <8 ' Como decía con fina ironía Régis Debray, "la verdadera vocación
de gracia a esta organización se produjo en la llamada "Ope­ 7"” de los partidos comunistas (...) no era la de asaltar o tomar el poder,
sino la de resistir los asaltos del poder" ("Mémoire populaire et lutte
ración Anorí", en la cual el ELN perdió su columna vertebral révolutionnaire", en Le Monde Diplomatique, septiembre de 1979, pág.
(1973-1974). Le siguió una etapa de divisiones, recriminacio- 16).
Insurgencia sin revolución El foquismo y su fracaso en América Latina 101
100

En estos años de crisis del polo insurgente emergió el Mo­ ta, nuevamente la guerrilla empezaría a copar el espacio de
vimiento 19 de Abril, cuya primera acción se realiza en el año la oposición de izquierda. La gran paradoja es que mientras
de 1974. Este grupo, pese a desempeñar un papel poco signi­ el país continuaba su acelerado proceso de urbanización, la
ficativo en sus primeros años, llegó a producir, a fines de la izquierda tendía otra vez a ruralizarse. Su escenario se tras­
década, un impacto hondo en el conjunto del movimiento ladaba nuevamente al campo, se ahogaban los proyectos de
guerrillero debido a su aire renovador como aparato urbano izquierda legal, hundiéndose su potencial para constituir un
poco ortodoxo y con un lenguaje no estereotipado. Sirvió de polo alternativo a los partidos tradicionales.
catalizador para la emergencia de las guerrillas de la "segun- El profundo fraccionamiento de los proyectos de izquier­
da generación" y para el nuevo período de auge del conjunto da constituyó uno de los principales factores que incidieron
de la insurgencia armada en la década siguiente. en su bajo grado de credibilidad. El extremo sectarismo y el
Es un hecho que los conflictos que vivió la sociedad co­ vanguardismo de cada grupo disminuían su margen de in­*S i
lombiana en los años setenta fueron menos el resultado del fluencia social, ya que los sectores que buscaban influir du­
impacto de los grupos guerrilleros (cuya marginalidad era daban de las reales posibilidades que tenían estos proyectos
evidente), que del inmovilismo del Frente Nacional. Los sig­ Imarginales para representar sus intereses y canalizar sus de­
nos de descontento, las protestas violentas, los levantamien­ mandas. Casi la totalidad de los proyectos políticos de los
tos espontáneos que se produjeron en esta década, no años setenta murieron de física inanición, dejando, pues, el
estaban dirigidos a apoyar a los grupos insurgentes, sino a camino abierto para las expresiones radicales.
protestarcontra la política gubernamental. Es más, se puede Los partidos radicales segregan sectas o "minorías de
afirmar que desde 1958 la principal amenaza contra el régi- irincipio", según la expresión de Roger Caillois, de la misma
men político frentenacionalista no provino de los grupos manera como de los ejércitos o de las iglesias brotan clubes
guerrilleros sino de las disidencias al bipartidismo, tales militares u órdenes religiosas militantes. El extremo fraccio­
como el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), o de un namiento de los movimientos de izquierda a fines de los se­
partido populista, como la Alianza Nacional Popular (ANA- tenta se puede observar en la "sopa de letras" contenida en
póf. EÏ declive del movimiento guerrillero a lo largo de los el Cuadro 2.
años setenta no se acompañó de una consolidación significa­
tiva de los proyectos de la izquierda legal urbana, que se ha­
llaba fragmentada en múltiples grupos y grupúsculos. La L a r e a c t iv a c ió n y el a u g e d e l o s o c h e n t a

posibilidad de una apertura política hacia, por lo menos, un


Si el Frente Nacional y la subsiguiente etapa de convivencia
modelo bipartidista imperfecto, como en Venezuela, en don­
burocrática bipartidista pusieron término a la violencia libe­
de al lado de las dos fuerzas partidistas mayoritarias (AD y
ral-conservadora de los cincuenta, no atacaron las raíces de
COPEl) convivieron otras menores pero con un peso nacional
(como el MAS), se frustró. Al terminar el decenio de los seten-9 una situación que con el correr del tiempo se tornaría nueva­
mente explosiva. La clase dirigente, embelesada con su in­
vento de la cohabitación obligatoria, petrificada en un
9 Gérard Chaliand, op. cit., pág. 103. sistema sin fluidez ni dinamismo, sería incapaz de asegurar
102 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN)

CUADRO 2 1 na paz social duradera10. La acumulación de demandas so-


GRUPOS MAOÍSTAS Y TROTSKISTAS EN COLOMBIA (1977) r - aies hizo explosión el 14 de septiembre de 1977, día en el
Nombre del grupo
^ al se llevó a cabo el denominado primer paro cívico nacio­
Publicación
nal- La guerrilla tendría, poco después, su cuarto de hora. En
Grupos maoístas la década de los ochenta, las enormes "fisuras geológicas"
1. Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario Tribuna Roja que persistían en la construcción tanto del Estado nacional
(MOIR) colombiano como de su sistema político, aunadas a factores
2. Partido Comunista Marxista-Leninista (PC-ml) Revolución más circunstanciales (tales como la revolución nicaragüense,
3. Partido Comunista Marxista-Leninista, línea Tribuna el papel renovador del M-19 en el accionar guerrillero, el brus-
Proletaria (PC-ml LP) Bolchevique
roviraje autoritario que sufre el país a partir de 1978 y el auge
4. Tendencia Marxista-Leninista-Maoísta (TMLM) Liberación
deíñarcotráfico que va a disparar los recursos en posesión de
5. Liga Marxista-Leninista (Liga ML) Nueva
Democracia í^grupos opositores armados), crearon un contexto favora­
6. Corriente Marxista-Leninista (Corriente ML) Alborada ble para una reactivación de la guerrilla, que de fenómeno
7. Movimiento de Integración Revolucionaria Marxista Debate ML endémico se tornaría en uno epidémico.
Leninista (MIR m-1) El año de 1979 marcó el inicio de una etapa de reactiva­
8. Movimiento Camilista-Marxista-Leninista Jornada ción y auge del movimiento guerrillero, el cual había vivido
Camilista
a lo largo de la década de los setenta, como hemos visto, un
9. Pueblo Pueblo
languidecer casi total. Las FARC pasaron de 9 a 18 frentes y en
10. Siete Siete
su Séptima Conferencia en 1983 le añadieron a sus tradicio­
11. Ruptura Comunista Proletario
12. Unión Comunista Revolucionaria (UCR) Emancipación
nales siglas un significativo EP (Ejército del Pueblo); el M-19
13. Comités Democráticos Revolucionarios (CDR) Nueva Lucha concentró sus efectivos en el activo Frente Sur (Caquetá, Pu­
14. Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP) Combate tumayo y Huila); el EPL acrecentó su actividad en Urabá y el
Grupos trotskistas
1. Bloque Socialista. Sección simpatizante de la IV Revolución
Internacional (BS) Socialista Q o) Daniel Pécaut (Crónica de dos décadas de política colombiana 1968-1988,
2. Liga Obrera Comunista (LOC) Poder Obrero f Bogotá, Siglo Veintiuno Editores, 1989, pág. 16) tiene toda la razón
cuando critica a quienes en un momento sostuvimos que el origen de
3. Comandos Camilistas (CC) Poder Obrero la guerrilla se explicaba como resultado del cerramiento del Frente
4. Espartaco. Sección de la IV Internacional Revolución Nacional. En particular se refería a los autores del Informe presentado
Permanente al Ministerio de Gobierno (Colombia: violencia y democracia, Bogotá,
5. Partido Obrero Revolucionario (POR) Universidad Nacional de Colombia, 1977). Sin embargo, Pécaut come­
te a su turno un error de apreciación histórica, pues afirma que la gue­
6. Grupos Marxistas Intemacionalistas (GMI) Gaceta
rrilla logró consolidarse en momentos en los cuales se vivía un proceso
Socialista de apertura política: el desmonte del Frente Nacional (1970-1974).
7. Comité de Trabajo Socialista (CTS) Como veremos más adelante, en realidad ocurrió todo lo contrario: la
guerrilla entró en crisis con la apertura del sistema (años setenta) y se
Fuente: Álvaro Oviedo, "Maoísmo y trotskismo en Colombia'', en Estudios Marxis­ reactivó con el viraje autoritario que sufrió el régimen político bajo la
tas, No. 13, Bogotá, 1977. administración Turbay (1978-1982).
104 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN j ^FOQUISMO Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 1 05

nordeste antioqueño, y el ELN se reconstruyó y se convirtió j Buscaron consolidar su presencia en núcleos de la pobla-
en el grupo de más rápida expansión territorial. Además, en ción (sindicatos, barrios, veredas), con mayor eficacia y
estos años emergieron nuevos proyectos guerrilleros, tales amplitud que sus antecesores.
como el grupo indigenista Quintín Lame, el Partido Revolu­ » Frente a las tácticas tradicionales de la guerrilla de los
cionario de los Trabajadores (PRT) y el Movimiento de Iz­ años sesenta, fundadas en las posibilidades del foco gue­
quierda Revolucionaria (MIR-Patria Libre). Un lúcido obser­ rrillero, estos nuevos grupos insurgentes se apoyaron en
vador extranjero, Daniel Pécaut, afirmaría al respecto: "La la perspectiva de la guerra prolongada y en la conforma­
cuestión guerrillera cambia, de esta manera, de naturaleza y ción de frentes populares de masas (tales como el Frente
de escala. De un fenómeno crónico pero marginal, enraizado Sandinista o el Frente Farabundo Martí), que desborda­
en la tradición de violencia y en los conflictos por la tierra, se ron las concepciones de sus antecesores.
transforma en un componente de un proceso que, por primera 3. A la amplitud de su influencia interna se añadían redes
vez, percibe como objetivo la lucha por el poder" . de relaciones "diplomáticas" que se extendían hacia otros
Así como la revolución cubana había expandido en el países, gracias a las cuales una amplia gama dé actores
continente el sueño insurreccionalista en 1959, veinte años internacionales (partidos, iglesias, sindicatos) les brinda­
más tarde éste revivía bajo la marea que produjo el triunfo ron su apoyo en distintos planos: propagandísticos, fi­
del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, nancieros, políticos y logísticos.
la reactivación casi en cadena de la insurgencia en Guatemala 4. Estos movimientos vivieron un proceso progresivo de
y en El Salvador, y el triunfo de Maurice Bishop y su partido "latinoamericanización", en forma simultánea con el sur­
Nueva Joya en Granada. Dos lecciones centrales dejaron las gimiento de una visión crítica de los dos principales po­
experiencias nicaragüense y salvadoreña a los grupos revo­ los del poder comunista (Moscú y Pekín), y ligaron su
lucionarios latinoamericanos: en primer término, la necesi- estrategia más al conflicto centroamericano y caribeño
dad de integrar a los diversos movimientos insurgentes en que a las disputas en el seno del campo socialista.
un frente único; y, en segundo término, la necesidad de 5. De la misma manera, representaron una ruptura con un
acompañarlo de un aparato político de masas. marxismo esquemático y un "internacionalismo" que los
Como habíamos argumentado, los grupos guerrilleros de convertía en simples apéndices de un ajedrez global que
"segunda generación", tanto en Guatemala como en El Sal­ los desbordaba, para asumirse más como parte de una
vador y en alguna medida en Colombia, constituyeron una historia nacional al autorrepresentarse como los adalides
ruptura con la tradición foquista y militarista de los sesenta. de una "segunda independencia". Sandino, Martí, Bolí­
Sus rasgos, próximos a un modelo mixto partisano-societal, var, los símbolos patrios o las tradiciones culturales eran
han sido estudiados por analistas como César Cereseres112, y concebidos como un patrimonio de la revolución, y no
fueron los siguientes: sólo como los emblemas de un nacionalismo estrecho.

11 Daniel Pécaut, "Crise, guerre et paix en Colombie", en Problèmes de Fauriol (ed.), Latin American Insurgencies, Washington, D.C., George­
l'Amérique Latine, No. 84, París, abril-junio de 1987, pág. 8. town University, Center for Strategic and International Studies/Na-
12 César Cereseres, "The Highlands War in Guatemala", en Georges tional Defense University, 1985, págs. 110 y ss.
INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN L pOQUISMO Y SU FRACASO EN AMÉRICA LAUNA 107
106

En la etapa de recomposición y de auge del movimiento jas solas acciones armadas, se estaba haciendo el tránsito a la
guerrillero colombiano en los años ochenta, no sólo los gru­ formulación de iniciativas con capacidad de movilizar a la
pos emergentes asumen esas características sino que incluso opinión pública13. En este viraje no era indiferente al movi­
las viejas organizaciones sufren un vuelco total para adoptar miento guerrillero colombiano el debate intelectual que co-
los rasgos innovadores impuestos como modelo a seguir por merizaba a desarrollarse en el continente, en especial en los
la revolución nicaragüense. De nuevo, no sólo la voluntad países del Cono Sur, ante el redescubrimiento de la demócra­
revitalizada sino el método de lucha provienen, en buena t a política como valor en sí tras la dolorosa experiencia au­
medida, del impacto estremecedor de una revolución triun­ toritaria14. El tema de las modalidades de transición a la
fante. democracia comenzaría a ocupar el lugar central en la agen­
El intento de la administración Turbay Ayala de aniquilar da intelectual de esos países, para abrazar al final de los
el polo popular, tanto en su expresión legal como en sus mo­ ochenta a todos los países del continente.
dalidades insurgentes, le abrió a la guerrilla un nuevo espa­ La ruptura intelectual y política en segmentos del movi­
cio de legitimidad. La guerrilla, y en especial el M-19, miento insurgente tiene, pues, relación con el hecho de que
simbolizaron durante este período la resistencia contra un estos grupos comenzaron a defender ante la opinión públi­
gobierno con rasgos civil-militares que buscó aplastar cual­ ca la necesidad de introducir correctivos institucionales, es
quier asomo de oposición social o política. El Estatuto de Se­ decir, diseñar y proponer objetivos parciales y, por tanto,
guridad, dictado al amparo de las normas del estado de negociables. Los objetivos absolutos (tales como la derrota
excepción, así como los 82.000 detenidos durante este cua­ militar del adversario o la instauración del socialismo)
trienio, colocaron las propuestas del M-19 en el primer plano producían una polarización tal de los actores enfrentados,
del debate nacional: la amnistía para los presos políticos, la
necesidad de una tregua bilateral para buscar la paz y el diá­
logo nacional se constituyeron en los ejes de un intenso de­ 13 Es indispensable diferenciar la "lógica de la guerra" de la "lógica de
bate nacional en los años siguientes. Al terminar el gobierno la política", para comprender el cambio que puede significar la politi­
zación del proyecto insurgente. Lechner subraya al respecto: "En toda
turbayista, el M-19 se encontraba al borde de la derrota militar sociedad de clases las relaciones sociales son conflictivas; los conflictos
pero con sorprendentes niveles de simpatía en la opinión pú­ devienen guerra cuando la vida de un sujeto —su razón de ser— de­
blica. pende de la muerte de otro. Interpretando las relaciones sociales como
antagonismos excluyentes (socialismo o fascismo, libertad o comunis­
Este hecho condujo a una "revolución en la revolución": mo), las relaciones quedan reducidas a un solo límite clasificatorio:
la guerrilla estaba haciendo el tránsito de la marginalidad, amigo o enemigo. La lógica de la política no apunta al aniquilamiento
como actor exclusivamente militar, a su emergencia como un del adversario, sino, por el contrario, al reconocimiento recíproco"
(Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política, Chile, Fondo
"polo político", cuyas propuestas sobre el Estado y sobre el de Cultura Económica, 1990, pág. 33).
manejo de la guerra y de la paz lo colocaban en un lugar pri­ 34} Según Norbert Lechner, el tema de la democracia comienza a reem­
vilegiado en el escenario nacional. Comenzaba, por primera plazar lentamente al de la revolución como eje articulador del debate
latinoamericano a partir del seminario organizado en Costa Rica por
vez, a disputarle la legitimidad a la clase política tradicional el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en 1978,
en su propio terreno. De la "propaganda por la acción", fun­ sobre "Las condiciones sociales de la democracia", cuyas ponencias se
dada en el impacto que producían en los sectores populares hallan publicadas en la revista Crítica & Utopía, Nos. 1,2 y 4.
108 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN! El foquismo y su fracaso en América Latina 109

que negaban por principio el más mínimo espacio tanto para plosiva de demandas sociales15, no se tradujo en un apoyo ma­
el debate político, como para una eventual salida negociada sivo al proyecto insurgente, aunque sí se expresó en una am­
al conflicto. pliación de la capacidad de reclutamiento de adhérentes de la
En todo caso, con autonomía del grado de relativización guerrilla, que crecerá en todas sus vertientes en este período.
o de absolutización de la guerra por parte de las distintas
organizaciones guerrilleras, es importante subrayar que, en LAS RAÍCES DE LA "INSURGENCIA CRÓNICA"
la conciencia de todos los grupos, sin excepción, se impuso
la necesidad de crear canales de acción política y social con Más allá de los vaivenes sufridos por los grupos guerrilleros
el objeto de romper la marginalidad que vivieron en los años que, tras una etapa de relativo crecimiento en los sesenta, pa­
san a sufrir serios reveses en la década siguiente y luego de
anteriores.
nuevo viven un proceso de reactivación en los años posterio­
La emergencia o la consolidación de los grupos guerrille­
res, lo evidente es la persistencia del fenómeno en la vida
ros de la "segunda generación", cuyos métodos, perspectivas contemporánea del país: ¿Cómo explicar este hecho? Analis­
y lenguaje condujeron a una renovación del movimiento in­ tas contemporáneos de los procesos revolucionarios, tales
surgente debido a sus rasgos más político-societales que mi­ como Peter Waldmann, Robert Dix y Timothy Wickham-
litares, coincidió con una reactivación importante del movi­ Crowley, plantean que, en aquellos países en los cuales se
miento social. Pero, si en el pasado las relaciones guerrilla- reunió una serie de circunstancias, se crearon escenarios bas­
movimiento social eran del tipo subordinación/sustitución tante favorables para que las experiencias insurgentes pudie­
debido al peso de lo militar como eje de la acción, ahora la ran echar raíces: en primer lugar, la amplitud o la estrechez
guerrilla comienza a valorar la importancia de los actores so­ de la base social de apoyo de la guerrilla; en segundo lugar,
ciales organizados por sí mismos y como componentes nece- el grado de apertura o de cerramiento del sistema político; en
sarios para un proyecto de "guerra popular prolongada". ¿Es tercera instancia, las condiciones geográficas y, ante todo,
factible pensar que el nuevo tipo de movimientos sociales que geopolíticas que pueden facilitar o dificultar la implantación
emergió en este período se acoplaba mejor a la lógica insurgen­ del foco armado. A esto se podría añadir una cuarta condi­
te? Aun cuando no tenemos una respuesta contundente, di­ ción, la existencia o la ausencia de una tradición, no ya de
versas evidencias empíricas nos inducen a creer que sí. violencia política, lo cual es un rasgo común que comparten
Estos dos hechos, el tránsito de la guerrilla hacia una mo­ todas las naciones latinoamericanas16, sino de experiencias
dalidad de "actor político" específico, que funda su acción en
la "oposición armada" o en la gestación de frentes políticos,
tales como la Unión Patriótica, A Luchar o el Frente Popular, 15 Enrique Valencia, "La problemática de las armas", en Revista Mexicana
y la emergencia de los nuevos movimientos sociales, incidi­ de Sociología, No. 3, julio-septiembre de 1986, pág. 111.
16 Si Europa ha sido el continente por excelencia de los conflictos interes­
rán en esta renovación global del movimiento insurgente. tatales (¿cómo olvidar las dos guerras mundiales?), América Latina ha
Esto no condujo, sin embargo, a que la guerrilla se constitu­ sido un continente gravemente afectado por la persistencia de la vio­
yera en un factor real de poder. La identificación plena o di­ lencia política, hasta el punto que Merle Kling habla de una "cultura
de la violencia política". Cf., Merle Kling, "Violence and Politics in
fusa de algunos sectores de la población con la guerrilla, Latin America", en Irving Horowitz y otros, Latin American Radicalism,
nacida de la dualidad frustración política-acumulación ex- Londres, Cape, 1969, págs. 191-206.
110 INSURGENCIA SIN REVOLUCtÓM

guerrilleras previas o al menos de una "cultura rebelde" vXlã "cultura de la violencia" en el sentido en que algunos
para emplear un término de Wickham-Crowley. Finalmente autores, en forma apresurada y errónea, han calificado el
podemos considerar un último factor, de índole cultural, si contexto cultural colombiano. Ningún pueblo es ni cultural
tomamos en consideración la larga tradición de sectarismo ni genéticamente violento18. Se trata de una tradición que se
político-religioso que ha caracterizado al país desde el siglo alimenta de una historia real, fundada en numerosas expe­
XIX. riencias en las cuales la violencia ha sido utilizada como un
Sin duda, estos factores existían en el país ya desde la dé­ medio para disputar e incidir sobre el poder político. En este
cada de los sesenta, pero adquirieron una significación nue­ sentido, al menos desde la emergencia guerrillera de los años
va en los años ochenta. A mi modo de ver, sin embargo, cincuenta, la violencia se convirtió en Colombia en parte del
Daniel Pécaut tiende a absolutizar el papel del narcotráfico
"repertorio de la acción co lectiv a"n o como la única e ine­
en la reactivación de losgrupos guerrilleros17. Sin dudm tan­
to los recursos materiales provenientes del narcotráfico como vitable posibilidad, pero sí como una de las posibilidades
su capacidad desestabilizadora ahondaron la tradicional disponibles con algún grado de eficacia.
precariedad del Estado colombiano, lo cual favoreció ese re­ La evidencia histórica sugiere que los experimentos gue­
nacer insurgente. Pero, sin desconocer el papel crucial del rrilleros emprendidos en los años sesenta florecieron justa­
narcotráfico, consideramos que fue una conjunción compleja mente en las mismas áreas rurales y entre la misma población
de factores histórico-estructurales y coyunturales la que ge­ que acababa de experimentar el fenómeno conocido como la
neró este contexto favorable. Desde la perspectiva de la gue­ "Violencia". Esta evidencia no puede ser ignorada o califica­
rrilla, su evolución hacia un fenómeno crónico ocurrió más da como una mera coincidencia.
como un resultado imprevisto del proceso político que como La rápida consolidación de los primeros intentos de cons­
producto de una previsión estratégica propiamente dicha. A tituir focos armados en Colombia tras la revolución cubana
continuación estudiaremos los principales factores que a se puede explicar parcialmente por la experiencia reciente de
nuestro modo de ver incidieron en Colombia, aun cuando el lucha guerrillera a lo largo de la década de los cincuenta. Ex­
polémico tema referente a la base social de apoyo de la gue­ periencia que todavía subsistía, en un proceso de franca des­
rrilla sólo será objeto de análisis en el siguiente capítulo. composición, bajo la modalidad del "bandolerismo político".
En su periodización de las etapas de la violencia política que
La "Violencia": continuidades y rupturas ha vivido el país en determinados momentos de su vida re­
La tradición histórica que pone a disposición de los actores el publicana, Gonzalo Sánchez afirma que "la tercera es la que
recurso de la violencia como un medio de acción política co­ comienza a gestarse en el curso mismo de la Violencia, pero
nocido y exitoso, contribuyó a la temprana inserción regional
de los núcleos guerrilleros en los años sesenta. No se trata de
18 Cf., Femando Gaitán, "Una indagación sobre las causas de la violencia
en Colombia", en Malcolm Deas y Fernando Gaitán, D o s e n s a y o s e s p e ­
c u la tiv o s so b r e la v io le n c ia e n C o lo m b ia , Bogotá, FONADE y DNP, 1995.
17 Cf., la Introducción a su obra. C r ó n ic a d e d o s d é c a d a s d e p o lític a c o lo m b ia ­ 19 Charles Tilly, F r o m M o b iliz a tio n to R e v o lu tio n , Reading, Mass., Addi-
n a 1 9 6 8 - 1 9 8 8 , o p . c i t . , págs. 32 y 33. son-Wesley, 1978, págs. 151-159 y 224-225.
112 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN «L fo Q l u s m o y su fr a c a so e n A m é r ic a L a t in a 113

particularmente a partir de los años sesenta: es la etapa qUe gjón22. En los inicios del ELN actuó con cargos de dirección
aún vivimos hoy"2 . Eriberto Espitia, excompañero de "Chispas" (guerrillero li­
En efecto, las experiencias guerrilleras iniciales buscaron beral que había degenerado en bandolerismo); en el MOEC
"integrar el sentimiento revolucionario urbano con la violencia incidió el antiguo dirigente liberal de las guerrillas de los Lla­
rural, a fin de enyprender acciones guerrilleras"21. Los sectores nos Orientales, Eduardo Franco Isaza; y, para no alargar más
estudiantiles y profesionales que animaban estas organizacio­ la lista, Roberto González Prieto ("Pedro Brincos") mantuvo
nes emergentes intentaron articular a antiguos guerrilleros libe­ relaciones tanto con el MOEC como con el Frente Unido de
rales, e incluso a miembros de grupos en franca descom­ Acción Revolucionaria (FUAR), dirigido por Gloria Gaitán y
posición bandoleril, al proyecto político en gestación. Tales in­ Luis Emiro Valencia.
tentos, en algunos casos exitosos, les permitieron a estos Pero no sólo tuvieron enorme influencia en los primeros
grupos urbanos echar raíces en zonas rurales en las cuales intentos de constituir focos guerrilleros las personas o gru­
había individuos y comunidades campesinas que habían pos sociales que habían desempeñado un papel protagónico
vivido la traumática experiencia de la Violencia. en la anterior etapa de la violencia. Las zonas señaladas por
Se trata, por ejemplo, del intento del fundador del primer los dirigentes de estos nuevos focos para actuar fueron esco­
foco insurreccional inspirado por la revolución cubana, el gidas siguiendo esa misma tradición. Por ejemplo, en la se­
Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC), Anto­ lección de la llamada zona "X" (el Magdalena Medio) para
nio Larrota, de atraer al jefe guerrillero del Cauca quien se crear un foco guerrillero por parte del Partido Comunista
hallaba ya en franca descomposición, "El Aguililla", para sus Marxista-Leninista, influyó el hecho de que en el pasado hu-
objetivos revolucionarios. Más adelante buscará lo mismo el biese actuado allí el jefe guerrillero liberal Rafael Rangel y
también dirigente del MOEC, Tulio Bayer, con Rosendo Col­ que la población estuviese familiarizada con la presencia de
menares, antiguo guerrillero liberal de los Llanos Orientales, grupos armados23.
cuando el polémico médico caldense intentó impulsar un Figuras, regiones y tradiciones de la Violencia que termi­
foco armado en el Vichada. Por su parte, el Ejército Popular naba incidieron, pues, en la conformación de los primeros
de Liberación (EPL) consiguió echar raíces en el noroeste núcleos armados de nuevo tipo, algunos malogrados como
antioqueño y el sur de Córdoba, gracias a que el antiguo el MOEC, otros exitosos como el EPL y el ELN. Estos factores
jefe guerrillero liberal de la zona, Julio Guerra, le abrió ca­ fueron, por tanto, determinantes para la implantación de es­
mino entre las comunidades agrarias de esta inhóspita re- tos grupos guerrilleros de la primera generación. Recorde­
mos que en las dos naciones del continente en las cuales
triunfaron procesos insurgentes existía una importante tradi­
ción reciente de lucha guerrillera: Martí en Cuba y Sandino
20 Gonzalo Sánchez, Ensayos de historia social y política del siglo XX, Bogo­
tá, El Áncora Editores, 1984, pág. 274.
21 Russell Ramsey, Guerrilleros y soldados, Bogotá, Ed. Tercer Mundo,
1981, pág. 297. En general fueron exitosas las experiencias con anti­ 22 Jaime Zuluaga, "La metamorfosis de un guerrillero: de liberal a maoís-
guos guerrilleros liberales politizados, pero desastrosas con quienes ta", en Análisis Político, No. 18, Bogotá, enero-abril de 1993.
estaban en trance de descomposición bandoleril, como me ha hecho 23 Fabiola Calvo, EPL: diez hombres, un ejército, una historia, Bogotá, ECOE
notar con acierto Jaime Zuluaga. Editores, 1985, pág. 31.
114 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN E l f o q u is m o y su fr a c a so e n A m é r ic a L a t in a 115

en Nicaragua; es decir, había una experiencia social arraiga­ locales. No es de extrañar, pues, que los mapas de la vieja y
da en el imaginario colectivo y, por tanto, fácilmente recupe­ de la nueva violencia no muestren diferencias sustanciales y
rable. Lo mismo ocurrió en El Salvador con la imagen que ambos coincidan con el mapa electoral del MRL y con los
legendaria de Farabundo Martí y la fallida insurrección de enclaves de influencia comunista: el mapa de la antigua re­
1932. En Colombia, insistimos, no se trataba de una simple sistencia y el mapa de la oposición al Frente Nacional eran
tradición de violencia política, la cual ha sido constante en el sorprendentemente coincidentes.
continente, sino específicamente de una tradición de lucha La relación entre la Violencia y el nacimiento del movi­
guerrillera como parte de un repertorio de acción colectiva miento guerrillero posrevolución cubana resulta sorpren­
más amplio. dente, también, al leer las biografías de un gran número de
La ruptura histórica se presentó en relación con los obje­ dirigentes o de simples militantes de los diversos grupos. Ál-
tivos de una y otra guerrilla, pero la continuidad entre una y varo Fayad, excomandante del M-19, fue testigo presencial
otra etapa de la violencia tuvo más puentes de los que nor­ del asesinato de su propio padre por "pájaros" al servicio del
malmente se han señalado. La emergente violencia antisiste­ partido Conservador en el departamento del Valle del Cau­
ma se superpuso en el tiempo y en el espacio a las secuelas ca24; Fabio Vásquez Castaño, uno de los fundadores del ELN 1
de la violencia liberal-conservadora. En la primera mitad de jTsu antiguo comandante, perdió como resultado de la vio­
los años sesenta una y otra convivieron, las regiones de la lencia a una parte de su familia en su región de origen, el
violencia que terminaba coincidían con las regiones en que departamento del Quindío25; Tulio Bayer vivió siempre afec­
ésta renacía y las mismas comunidades, e incluso los propios tado por sus traumáticas experiencias en Antioquia durante
protagonistas de la violencia anterior, se veían involucrados la Violencia26; Iván Marino Ospina, del M-19, tuvo contacto
como actores o como víctimas de la nueva era guerrillera. desde muy joven con dirigentes del bandolerismo político“7;
Estos "enclaves regionales de la violencia" fueron, entonces, un sector importante de los actuales dirigentes de las FARC
un factor decisivo para la temprana, aun cuando precaria. participó en las guerrillas de los años cincuenta, incluyendo
inserción regional de los primeros núcleos armados. obviamente a Manuel Marulanda Vélez, quien ingresó a las
guerrillas liberales del sur del Tolima en los inicios de los
Es indudable que entre muchos supervivientes de la an­
tigua guerrilla liberal existía una enorme frustración, la cual años cincuenta28.
se expresó en el ingreso masivo de sus miembros al Movi­ Estos elementos de continuidad y ruptura, entre la Vio­
miento Revolucionario Liberal (MRL) y, en muchos casos, a lencia y las guerrillas contemporáneas, explican en buena
las nacientes guerrillas revolucionarias. La entrega y desmo­ medida ciertos rasgos específicos y muy negativos de la gue-
vilización de los guerrilleros liberales en 1953 dejó un gran
sentimiento de malestar que está indudablemente ligado con
24 Patricia Lara, Siembra vientos y recogerás tempestades, Bogotá, Editorial
la politización en términos clasistas que vivieron algunos nú­ Punto de Partida, 1982, pág. 55.
cleos de la guerrilla en esos años. Diversos proyectos de coor­ 25 Cristina de la Torre, "Nacimiento del ELN. Revelaciones de Ricardo
dinación nacional de la resistencia armada se vivieron en esta Lara Parada", en Trópicos, No. 3,1980, pág. 23.
Russell Ramsey, op. cit., pág. 297.
época, aunados a una creciente autonomía de la guerrilla con Patricia Lara, op. cit., pág. 66.
respecto a la Dirección Nacional Liberal y a los latifundistas Jacobo Arenas, op. cit., pág. 81.
116 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

rrilla colombiana en comparación con otras experiencias De esta manera, al designar como "ciudadanos de segun­
continentales. La guerrilla posterior a la revolución cubana da categoría" a quienes no pertenecían a estos partidos, con­
nació con hondos "defectos congénitos" que se expresarán. gelar la competencia política, impedir la crítica y la fisca­
por ejemplo, en la utilización de formas autoritarias de con- lización de la gestión pública y mantener aplacadas las de­
trol político de la población en sus regiones de influencia, en mandas populares mediante medidas autoritarias de estado
fusilamientos recurrentes tanto para saldar disputas internas de emergencia, se creó un contexto que habría de favorecer
como para evitar el acceso de otros grupos guerrilleros a zo­ uno de los rasgos más notables del sistema político colombia-
nas que se hallan bajo control de un grupo por "tradición" y no: las formas institucionales de acción política y social (elec-*29
en eí empleo sistemático de modalidades delincuenciales para riones, huelgas) se fueron reduciendo a niveles mínimos, en
el financiamiento interno (secuestro, extorsión). Si bien estas beneficio de formas no institucionales (paros cívicos, guerri-
prácticas desempeñaron un papel secundario en los años se­ Uas, huelgas ilegales, marchas campesinas) que fueron ga­
senta y setenta, alcanzaron niveles insospechados a partir de
nando niveles insospechados^. Es importante subrayar que
los ochenta y, ante todo, en los noventa debido a la honda
pese al desmonte formal del Frente Nacional en 1974, en la
crisis de identidad que afecta a los grupos que sobreviven.
práctica éste se prolongó al menos hasta 1986 mediante un
1 régimen de "convivencia burocrática" bipartidista y un cua-
La "democracia restringida" y el fracaso simonopolio de los principales recursos para la acción política.
del reformismo La guerrilla fue concebida por sus protagonistas iniciales
El Frente Nacional, como coalición bipartidista instituciona­ como uno de los pocos instrumentos viables para la expre­
lizada, fue el marco concebido para superar una de las peores sión de demandas y expectativas de algunos sectores exclui­
crisis políticas que el país haya sufrido en este siglo. La fór­ dos de este "sistema semicerrado" y, por tanto, nacería
mula ideada por las élites dirigentes de los dos partidos tra­ cobijada por un margen nada despreciable de legitimidad en
dicionales consistió en la distribución igualitaria de todos los ciertas capas de la población. Es importante subrayar que en
cargos públicos entre el Partido Liberal y el Partido Conser­ los comienzos del Frente Nacional las élites políticas no eran
vador, en el establecimiento de la paridad en el seno de todos portadoras de valores de referencia para la joven generación
los cuerpos de elección popular, en el poder ejecutivo y en la rebelde, dado que los dirigentes liberales y conservadores,
rama jurisdiccional (en cuya cúpula se entró a aplicar el sis­
tema de la cooptación) y, finalmente, en la rotación de la Pre­
sidencia de la República entre uno y otro partido durante 16 29 "Una proporción considerable de los asociados no acepta el sistema
años. En estas condiciones, la representación política y la al­ político vigente, cuestionando de esta forma la legitimidad del poder
y enrumbando su movilización a través de instrumentos marginales e
ternación presidencial dejaron de ser el resultado de un pro­ ilegales de acción política. El resultado es la creciente polarización en­
ceso de competencia electoral, para convertirse en el tre informalidad-formalidad en lo político y la crónica desinstitucio-
producto rígido de un pacto entre dos partidos, elevado al nalización de la lucha política", subrayaba Gabriel Silva en un artículo
titulado "Desarrollo económico, paz y reforma política. Un conflicto
rango de mandato constitucional gracias al plebiscito votado latente", en Documentos, No. 83, diario El Mundo, Medellin, marzo de
en el país a fines de 1957. 1986, pág. 12.
1 18 L
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN f o q u i s m o y s u f r a c a s o e n A m é r i c a L a t i n a 1 19

con contadas excepciones, eran percibidos como responsa­ L crrp del sistema político, los teóricos que fundan su análisis
bles del holocausto de los años cincuenta. ^ l a llamada "estructura de la oportunidad política" argu-
|C>3 Tanto Malcolm Deas como Daniel Pécaut han cuestiona­ ^ n ta ñ que los sistemas más proclives a producir moviliza-
do las tesis que colocan el acento en el "bloqueo institucio­ J^ p s sön los "semicerrados" o "semTabiertosT'7Forque si el
nal" para explicaria violencia. El primero se pregunta: üteiña es muy cerrado, tal como un régimen militar autori­
¿Cómo verificar si una sociedad está bloqueada? ¿Será sufi­ tario, los riesgos y los costos de una acción colectiva son de­
ciente el mero hecho de que uno se sienta 'bloqueado'? ¿Co­ masiado altos como para convencer a alguien de participar;
lombia estaba muy 'bloqueada', normalmente 'bloqueada' o ‘ya su turno, si el sistema es muy abierto y democrático, tam­
no lo suficientemente 'bloqueada'?"30. A su turno, el segundo poco existen demasiados incentivos para participar o movi­
recuerda que el cerramiento del sistema político colombiano lizarse, debido a la amplia capacidad institucional para
era en los sesenta mucho menor que en los regímenes milita­ incorporar y procesar las demandas ciudadanas . En este
res que dominaban al continente por aquella época y, sin em­
sentido, es probable que el sistema semicompetitivo del
bargo, en éstos las guerrillas tuvieron menos éxito para
Frente Nacional haya favorecido la capacidad de los emer­
implantarse. Sin ninguna vacilación les concedemos a ambos
gentes grupos guerrilleros para movilizar a algunos sectores
la razón, frente a las pretensiones de explicar el nacimiento
de los grupos insurgentes a partir de determinadas estructu­ sociales proclives al discurso insurgente.
ras políticas. No obstante, más allá de las limitaciones reales De acuerdo con los estudios comparativos desarrollados
del sistema político colombiano, cuyo grado es imposible de por Peter Waldmann, en los cuales ha buscado desentrañar
cuantiBcIrTTo cierto es que las capas rebeldes lo percibían las razones por las cuales jóvenes estudiantes e intelectuales
como un régimen autoritario y que esta representación de- toman la opción radical de hacer uso de las armas, se encuen- ^
sempeñó un papel motriz en la movilización política. ¿La de­ tra que más allá del desencanto producido por la corrupción, j
finición del sistema político como una democracia restrin­ el nepotismo, una represión desmesurada o una ineficiente
gida era, entonces, una simple autojustificación para legiti­ política económica, la restricción a la participación política es
mar una opción armada? ¿Una representación de la política el factor más determinante. "Todo régimen que, por su inmo­
construida por intelectuales y fundada en una lectura erra­ vilidad y los límites que impone de acceso al proceso político,
da? Probablemente se exageró el nivel de cerramiento insti­ causa la impresión de excluir toda alternativa y de no admitir
tucional pero, sin duda, las capas radicales encontraron en el ningún cambio, corre el riesgo de ser atacado por la juventud
Frente Nacional una base legitimadora para las acciones in­
surgentes31. En todo caso, en cuanto hace a la apertura o al
país", en Alfonso López Michelsen, Colombia en la hora cero, Bogotá,
Ediciones Tercer Mundo, 1963, págs. 245 y ss.
30 Malcolm Deas, "Canjes violentos: reflexiones sobre la violencia políti­ 32 Cf., Margarita Bonamusa, "Movimientos sociales: organización y es­
ca en Colombia", op. cit., pág. 37. tructura de oportunidad política", en Análisis Político, No. 23, Bogotá,
31 Nadie tuvo tanta lucidez como el Alfonso López Michelsen del Movi­ septiembre-diciembre de 1994. Igualmente, Martín Tanaka, Elemen­
miento Revolucionario Liberal (MRL) para percibir las nefastas conse­ tos para un análisis de los movimientos sociales: individualismo me­
cuencias que le acarrearía al país la prolongación sin término del todológico, elección racional y movilización de recursos , en Análisis
Frente Nacional. Cf., "La alternativa liberal como una solución para el Político, No. 25, Bogotá, mayo-agosto de 1995.
120 121
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN o q u is m o y s u f r a c a s o e n A m é r ic a L a t in a

rebelde . Según Waldmann el origen de esa actitud contes (15 8%)/ el lucro personal (12,2%) y para crear anarquía
ta tana puede tener raíces, próximas o lejanas, en la represión (lo'é%), como las principales razones.
de un experimento reformista como en Guatemala (1954), de
un precario proceso independentista como en la Cuba poste­ CUADRO 3
rior a la Enmienda Platt o en Nicaragua tras el asesinato de •LA GUERRILLA ES VÁLIDA EN COLOMBIA?
Sandino, en una experiencia populista frustrada como en Ar­ por tipo de universidad
gentina luego del derrocamiento de Perón o, simple y llana­ Matrícula baia Matrícula media Matricula alta
mente, en la configuración de un sistema político excluyente 48,6 55,9 59,8
en medio de una euforia de participación democrática como 51,4____________ 44,1____________40,2------
ocurriera en la Colombia de los años sesenta. De todos mo­
Fuente: Ricardo Santamaría y Gabriel Silva, "Comportamiento político de los jóve­
dos, sostiene Waldmann, no es necesario que la totalidad de n e s universitarios: una aproximación al caso de Bogotá", en Varios autores, juventud

la población cuestione la legitimidad de las instituciones, si y política en Colombia, Bogotá, FESCOL y SER, 1986, pág. 219.
tomamos en cuenta la especial sensibilidad e impaciencia
que caracteriza a los jóvenes intelectuales, quienes pueden Como veremos más adelante, el régimen frentenaciona-
captar corrientes subterráneas que sólo se harán visibles con lista no sólo produjo efectos negativos al restringir la partici­
el transcurrir del tiempo. pación política a aquellos grupos representados en los
A lo largo de casi treinta años, la guerrilla tuvo, con flujos partidos Liberal y Conservador. En una evaluación de con­
y reflujos, siempre una cierta capacidad de reclutamiento y junto habría que señalar que en realidad tuvo efectos contra­
de adhérentes en los centros urbanos: estudiantes, emplea­ dictorios: por un lado, originó descontento, protesta y
dos, profesionales. Como se puede observar en el Cuadro 3, radicalización política debido'a sus'rasgos excluyentes y an­
un porcentaje muy alto de jóvenes encuestados en Bogotá en tidemocráticos; por el otro, al retener los rasgos formales de
1985, pertenecientes a quince centros universitarios, conside­ uñ~reguTten democrático liberal, bloqueó las posibilidades
reales de un triunfo revolucionario. No sólo el "Che" Gueva-
raba justa la lucha guerrillera en Colombia, siendo más alto
ra fue fugazmente consciente de este hecho como se eviden-
el porcentaje en las universidades de baja matrícula que en
ciTen el epígrafe de este libro; el propio Régis Debray, en su
las de altos costos. Los encuestados, quienes podían colocar obra autocrítica, extrae una lección de la experiencia venezo­
varias opciones para explicar el origen de la guerrilla, adu­ lana, en donde la guerrilla nace casi simultáneamente con la
cían la situación económica (75,6%), la violencia militar democracia bajo el gobierno de Rómulo Betancourt: La vio^
(42,1%), por influencia extranjera (33,1%), otras razones lencia revolucionaria no tiene posibilidades de victoria frente
a una república a pesar de todo liberal, y en donde el sufragio
universal y una vida política regular canalizan y orientan la
.33) Peter Waldmann, La violencia política en América Latina", op. cit.,
pag. 30. "(...) No se puede afirmar, añade, que los jóvenes intelectuales energía de las masas" .
se sienten repentinamente inclinados a hacer uso de la violencia Re-
. curren al empleo de la fuerza sólo cuando tienen la impresión de que
ios otros medios de influir en las decisiones políticas se han agotado". 34 Régis Debray, Les épreuves du feu. La critique des armes, op. cit., pág. 123.
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

Con variaciones entre una y otra administración, desde intuyera como decisivo para el éxito revolucionario en su
fines de los años setenta las élites políticas buscaron compen­ //Mini-manual de la guerrilla urbana". En el mismo sentido
sar la extrema debilidad del Estado colombiano con un régi- Abimael Guzmán consideraba que "el aumento de la violen­
men <3ue emPezó a utiÍizar más sistemáticamente que en los cia debía lograr el juego complicado de acciones y reacciones,
años anteriores la violencia legal e ilegal para mantener un en el que se trataba de provocar reacciones ciegas y desmedi­
cierto orden social y político. Este hecho era un reconoci­ das del Estado"35.
miento implícito del fracaso de las políticas reformistas que
han debido animar al Frente Nacional, de acuerdo con sus La debilidad del Estado
presupuestos iniciales: el incalificable "Pacto de Chicoral"
por ejemplo, le dio un entierro de pobre a la reforma agraria,' Otro de los factores que facilitaron la emergencia y consoli­
cuya realización le hubiera ahorrado al país buena parte dé dación de las guerrillas en Colombia, y que pese a su impor­
la violencia que sufrirá en las décadas siguientes. Igual suerte tante papel ha sido tradicionalmente subvalorado, tiene
corrieron los innumerables proyectos de reforma urbana relación con las condiciones geográficas del país, las cuales
condenados todos a la esterilidad prematura. En contraposi­ no sólo han favorecido a las guerrillas revolucionarias con­
ción, los gobiernos civiles le entregaron una de sus principa­ temporáneas, sino también a las bandas armadas y a las mi­
les funciones, el manejo del orden público, a las fuerzas licias que protagonizaron innumerables guerras civiles en el
armadas. Su efecto fue que, lejos de contribuir a solucionar el pasado. En efecto, las escarpadas cumbres, las extensas zonas
conflicto interno, lo agravó. En efecto, la expansión guerrille­ de bosques y en general las montañas de difícil acceso para
ra tanto en Colombia como en el Perú, El Salvador, Nicara­ las fuerzas del Estado siempre han servido de refugio seguro
gua y Guatemala, se explica en buena medida por la total para los grupos armados.
inadecuación de las "respuestas estatales" al fenómeno in­ Este factor geográfico adquiere su pleno sentido sólo si se
surgente. Como se ha comprobado en múltiples experiencias relaciona con la construcción estatal. En sus estudios compa­
internacionales, una serie de respuestas impropias por parte rativos sobre el fenómeno del bandidismo social, ya Eric
del Estado o del gobierno facilita la afirmación de identida­ Hobsbawm había podido constatar esta interrelación del fac­
des políticas contra otro", es decir, identidades negativas, tor geográfico con factores sociopolíticos: "El bandolerismo
como puede ser el caso de posturas anticolonialistas o anti­
dictatoriales.
Gustavo Gorriti, Sendero. Historia de la guerra milenaria en el Peru, Lima,
La brutalidad de los operativos militares no sólo refuerza
la capacidad de reclutamiento de la guerrilla, sino que ahon­
© Editorial Apoyo, 1991, pág. 165. Esta pretensión puede ser, sin embar-
go ilusoria. "(...) al igual que una determinada situación socioeconó­
da la ilegitimidad del Estado al ser percibido en las zonas de mica no es suficiente para explicar el nacimiento de un conflicto o de
un movimiento, la violencia contrainsurgente no es suficiente para ex­
guerra como un simple "Estado represor". Incluso muchos plicar el paso de un foco guerrillero a una guerra popular. En muchos
líderes guernlleros han considerado funcional producir una casos, tales como en Bolivia en 1967 o incluso en Guatemala en los
respuesta desmesurada y brutal del Estado ante la amenaza años 1966-1967, la violencia contrainsurgente impidió a la guerrilla
salir de su aislamiento y constituir una verdadera base de apoyo
insurgente, con el objeto de reducir sus márgenes de legitimi­ ™ (Ivon Le Bot, Le guerre en terre maya. Communauté, violence et modernité
dad. Se trata de ese "clima de colapso" que Carlos Marighela au Guatemala, Paris, Éditions Karthala, 1992, pág. 131).
1 24
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN I g LFOQL>ISMO Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA
125

se ve favorecido por ciertas condiciones ambientales o geo­ i . r0 ejemplo de esta última expresión del poder estatal. En
gráficas que hacen relativamente inaccesible una región; p0r 1débil leviatán colombiano, por el contrario, la precaria ca-
ciertas condiciones sociales (por ejemplo, la disponibilidad acidad de "colaboración infraestructural" del Estado, auna-
de una determinada cantidad de jóvenes sin tierra y sin em­ L a su ausencia de control completo sobre los medios de
pleo permanente) y por ciertas condiciones políticas y admi­ merci ón y, por tanto, a su imposibilidad para controlar a los
nistrativas (por ejemplo, la debilidad o fragmentación del múltiples grupos que desafían su autoridad, se compensa
poder público o estatal, comunicaciones difíciles, etc.)"36. Tal con respuestas en ocasiones muy autoritarias para mantener
como ha sido señalado por diversos autores, en particular un cierto "orden político". ...
por Daniel Pécaut37, uno de los rasgos más notables de Co­ Esta precariedad estatal observable ya desde los inicios
lombia ha sido la extrema precariedad de su Estado. La ina­ del Frente Nacional va a adquirir niveles preocupantes en los
C<^3> cabada construcción del Estado, la fragmentación del poder años ochenta, en la medida en que el fortalecimiento de la
K\ político, el proceso inconcluso de formación nacional yTos guerrilla y la emergencia de numerosos actores de violencia
.i.
S«. agudos desequilibrios regionales producen un contexto qi«, colectiva o difusa van a colocar al Estado al borde de la ban­
llfcN

puede favorecer una alta conflictividad. Probablemente las carrota. A fines de la década, entre 1989 y 1990, se presento
dos expresiones más dramáticas de esta precariedad estatal un "colapso parcial del Estado", para utilizar la misma fór-
i H 1 han sido la pérdida del monopolio del uso de la violencia y r^ñj^Tmeaplicó Paul Oquist para caracterizar el descalabro Vlot&VC
de la administración de justicia. institucional que sufrió el país en los años de la Violencia.
En los desarrollos recientes de la teoría política, se estudia ËnColombia es fácilmente constatable la nula o débil pre­
el poder estatal a partir de sus dos dimensiones principales: sencia del Estado central en extensas zonas rurales. Tratán­
la despótica, que puede ser muy significativa si el Estado dose de un país que aún hoy vive una expansión de su
puede actuar con arbitrariedad, libre de constreñimientos frontera agrícola, la ausencia o la presencia precaria del Esta­
constitucionales; y la infraestructural, cuando el poder polí­ do ha visto cómo los procesos colonizadores se realizan, en
tico, mediante la coordinación estatal de servicios para la so­ muchas ocasiones, bajo la modalidad de una "colonización
ciedad, genera una importante energía social, una "cola­ armada"39, es decir, bajo el control y las orientaciones de gru­
boración infraestructural" 8. El Japón contemporáneo es un pos guerrilleros que forman contrapoderes locales, revesti­
dos de su propia legalidad. Pero incluso en aquellas zonas de
colonización espontánea o expresamente dirigida por el pro­
36 Eric Hobsbawm, “Historiografía del bandolerismo", en Gonzalo Sán­ pio Estado, ante la precaria "capacidad infraestructural de
chez y Ricardo Peñaranda (ed.). Pasado y presente de la violencia en Co­ este último, la comunidad naciente resulta incapaz de auto-
lombia, Bogotá, CEREC, pág. 369. rregularse y generar un orden estable, lo cual facilita la fun­
37 Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia 1930-1954, Bogotá CEREC
y Siglo XXI Editores, 1987. ción ordenadora de grupos externos paraestatales. Como
38 Cf„ la pequeña obra maestra de John Hall y John Ikenberry, El Estado, vimos anteriormente, esta función puede ser efímera e mes-
Madrid, Alianza Editorial, 1993, págs. 28-33. Igualmente, para un bri­
llante análisis sobre la multiplicidad de trayectorias en los procesos
sociales de estatización, así como sobre los fenómenos de "construc­
ción estatal en ciernes", particularmente en el Tercer Mundo, cf., Ber­ 39 Cf., William Ramírez Tobón, Estado, violencia y democracia, Bogotá, Ter-
trand Badie y Pierre Birnbaum, Sociologie de l'État, Paris, Grasset, 1982. cer Mundo Editores-IEPRI, 1990.
126
I n s u r g e n c ia SIN REVOLUCIÓN

table, arbitraria y depredatoria, o puede alcanzar un grado i lizar sus operaciones. En las zonas petroleras, el ELN influye
relativamente alto de institucionalización. En todo caso, tal tanto en el mercado de trabajo, al forzar a los contratistas de
como ha sido^comprobado en recientes experiencias en el mano de obra de empresas públicas y privadas a aceptar una
Tercer Mundo , los grupos insurgentes ganan un sostenido cuota fija de trabajadores, como en el monto y en el destino
apoyo campesino cuando logran desplazar al Estado u ocú. de la inversión de las regalías en los municipios. En las zonas
pan espacios que éste jamás ha llenado en el cumplimienin de cultivo y procesamiento de drogas (Guaviare, Meta, Ca-
de sus funciones, ante todo en el aprovisionamiento de bie- quetá, Putumayo, Bota Caucana, Sierra Nevada de Santa
__nes colectivos. Eor ejemplo, mediante la realización de refor- Marta, Serranía de San Lucas), tanto las EARC como el ELN
mas agrarias locales en las zonas bajo su control, como I buscan incidir en los precios y en el cumplimiento de obliga­
ocurriera en China y en Vietnam.
ciones que contraen los traficantes de drogas con los peque­
En Colombia la guerrilla ha logrado en ciertas regiones ños cultivadores. Finalmente, el ELN en sus zonas de mayor
un margen apreciable de legitimidad, debido a su capacidad influencia busca regular el gasto público a través de una vi­
de incidir en la regulación de las relaciones económicas o gilancia intimidatoria sobre los concejos municipales y las
contractuales, o gracias a su capacidad de proporcionarles a autoridades locales. Sin duda, la guerrilla en muchas zonas
muchas comunidades campesinas, en donde coexisten múl­
del país logró alcanzar, mediante estos sistemas de regula­
tiples agentes de violencia, seguridad y aplicación de normas
ción, una adhesión pragmática (más que ideológica) de algu­
de justicia . Los ejemplos son múltiples. En la región bana­
nas comunidades campesinas, lo cual incidió en su capa­
nera de Urabá, durante muchos años, la guerrilla incidió en
cidad de consolidación y expansión. Es fundamental subra­
la regulación del mercado laboral, presionando coercitiva­
yar que, si en las etapas iniciales la guerrilla se asentó ante
mente para la obtención de condiciones de trabajo favorables
todo en zonas de colonización marginales, a partir de los
para las organizaciones sindicales. En el Bajo Cauca antio-
queño, el conflicto social en torno a la explotación del oro ochenta extendió su influencia igualmente a zonas de coloni-
entre los empresarios de las grandes dragas y los pequeñ^ zación con presencia de millonarios enclaves económicos,
bajo el impulso de empresas agroindustriales o minerasTCon
'mazamorreros" provistos de artesanales bateas, ha sido re­
gulado por la guerrilla. En la Serranía del Naquén, en el de­ esto ía guerrilla amplió las posibilidades de obtener impor­
partamento de Guainía, las FARC regulan el sistema de tantes recursos para la expansión que vivió en estos años.
endeudamiento, es decir, los préstamos proporcionados a los
pequeños explotadores de oro por los comerciantes para rea- La izquierda radical: ¿Una "religión secular"?

Los análisis relacionados con la cultura política tienen lugar


40 Jeff Goodwin y Theda Skocpol, "Explaining Revolutions in the Con- en un peligroso campo minado, no sólo debido a las dificul-
temporary Third World", en Politics and Society, diciembre de 1989. ■ tades de estudiar desde la sociología o la ciencia política la
41
Alejandro Reyes, "La violencia y el problema agrario en Colombia", dimensión subjetiva de la conducta humana, sino a los ries­
en Análisis Político, No. 2, Bogotá, septiembre-diciembre de 1987 Así
mismo, Alejandro Reyes y Ana María Bejarano, "Conflictos agrarios y gos de caer, como ha sido frecuente en Colombia, en argu-
luchas armadas en la Colombia contemporánea: una visión geográfi­ I mentos tautológicos, tales como: Colombia es violenta
ca , en Análisis Político, No. 5, Bogotá, septiembre-diciembre de 1988. porque existe una "cultura de la violencia". Como dice Ro-
128 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN E l f o q u is m o y su fr a c a so e n A m é r ic a L a t in a 1 29

bert Marsh, "(...) un analista posee ciertos supuestos con res- Antes de abocar estos interrogantes, es indispensable una
pecto al comportamiento de los miembros de las sociedades breve digresión teórica previa. Después de la segunda pos­
que estudia y tiende a inferir los Valores7 a partir de este guerra, tras la derrota de las principales experiencias totali­
comportamiento; enseguida, utiliza los valores para 'explicar' tarias de derecha y el fortalecimiento de los regímenes
este último"47. En otras palabras, del comportamiento (vio­ totalitarios de izquierda, se inició en Europa un debate sobre
lento) infiero unos valores ("cultura de la violencia") que, a la fascinación que ejercen las "religiones seculares" en el
su tumo, explican por qué se producen los hechos de violen­ campo de la intelectualidad. La adhesión de connotados in­
cia. En realidad, muchas de las explicaciones de índole cultu­ telectuales al nazismo, desde Carl Schmitt (el "jurista del Ter­
ral que se han ofrecido en el país han sido simples coartadas cer Reich") hasta Martin Heidegger, o al comunismo, que
para esconder hondas~IImitaci analíticas o vacíos expli­ acogió en su seno a personalidades de la talla de André Bre­
cativos. ton, Paul Eluard y Louis Aragon, no podía dejar indiferente
Sin pretender, pues, abocar el espinoso tema de la cultura a un continente arrasado. Desde numerosos enfoques analí­
política, que sólo contados autores colombianos han aborda­ ticos se buscó dar una respuesta a este fenómeno*. No obs­
do de forma más o menos sistemática, quisiéramos plantear tante, dos perspectivas nos interesan en particular: los
algunas hipótesis sobre la incidencia de una larga tradición de análisis que parten de la sociología de las religiones y aque­
sectarismo político en el fenómeno de la insurgencia crónica. llos que se fundan en "el espíritu de las sectas", según la fór­
¿El tradicional sectarismo político que dominó al país duran­ mula clásica de Roger Caillois44.
te muchas décadas cristalizó en una cultura de intolerancia
hacia el adversario político, que contribuiría al predominio Apocalypse Noivi5
de las armas sobre la política en el campo de la izquierda
colombiana? ¿Esta cultura de la intolerancia se vio reforzada La adhesión a los partidos radicales y aun más a los movi­
por una constante intervención sobrepolitizada de la Iglesia mientos guerrilleros del mismo tenor, en los cuales se produ­
católica, ampliamente dominante en el país, a favor de un ce una profunda disolución del individuo en la marea
bando político? ¿La "teología de la liberación", que en mu­ colectivista, tiene hondas similitudes con las formas de adhe­
chos casos y sin proponérselo sirvió de puente ético entre el sión total presentes en muchas religiones. ¿Existen elementos
compromiso cristiano a favor de los desvalidos y la lucha ar­
mada, encontró en el contexto colombiano un terreno más
43 Cf., los artículos de Blandine Barret-Kriegel, "L'ancien et le moderne
abonado que en otras regiones del continente para alimentar dans les origines intelectuelles des systèmes totalitaires", y de Ber­
actitudes radicales? trand Badie, "Les ressorts culturels du totalitarisme", en Guy Hermet
(ed.). Totalitarismes, París, Económica, 1984.
44 Roger Caillois, "Ensayo sobre el espíritu de las sectas", en Jornadas,
No. 41, México, Centro de Estudios Sociales, El Colegio de México,
42 Cf., Mattéi Dogan y Dominique Pelassy, Sociologie politique. Problèmes 1943.
et perspectives, París, Económica, 1981, pág. 62. En este grave error ana­ 45 La apocalíptica película de Francis Ford Coppola sobre la guerra de
lítico sucumbimos los autores de la Comisión de Estudios sobre la Vio­ Vietnam se inicia con un poema de Jim Morrison cantado por su grupo
lencia. Del mismo tenor es la explicación de la violencia de Gonzalo (The Doors) que dice: "This is the end/beautiful friend, the end/m y
Sánchez, como resultado de una "nación en guerra permanente". only friend, the end".
130 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

en común entre las religiones mesiano-milenaristas y las or­ po histórico, el cual ha sido objeto de una lectura que permite
ganizaciones guerrilleras radicales? El especialista en socio­ i descifrar su sentido y su dirección. "Desde nuestra perspec­
logía de las religiones, Jean Séguy, sostiene que todas las tiva —subraya Jean Séguy— nos hallamos en una metáfora
religiones mesiano-milenaristas tienen una matriz común: la religiosa desde el momento en que un conjunto de creencias
espera de un personaje divino (o su equivalente) que habrá y ritos más o menos estructurados, segdneT^s 07es~capaTde
de inaugurar un reino universal de justicia, de paz y de pros­ producir un sentido global, una experiencia interior, obliga^
peridad. Séguy afirma que, en estricto sentido, el milenaris- dones morales e incluso el éxtasis y la devoción, y que pue­
mo es exclusivamente cristiano, pues habiendo estado el den llevar hasta el eventual sacrificio" . Ahora bien,
Mesías en la tierra sin instalar su reino, sus frustrados fieles argumenta Séguy, los mesiano-milenarismos de orden profa­
esperan su futuro y triunfal regreso, lo cual determina sus no y con rasgos racional-tecnocráticos, tales como el fascismo
actitudes y sus conductas sociales. En este sentido, se trata de y el comunismo, fueron más precisos que sus antecesores
un fenómeno a la vez religioso y sociopolítico. premodernos en la formulación de la sociedad que se debía
En efecto, los movimientos mesiano-milenaristas que se construir y, por tanto, más eficaces y con mayor capacidad de
reclaman de una "ética profética" consideran que deben res­ convocatoria y movilización colectiva. En muchas ocasiones,
ponder tanto por los parámetros que guían su cotidianidad los movimientos o los partidos políticos sustituyeron simple­
individual, como por la gestión pública de los valores que mente a la Iglesia como escenario del "ya" simbólico, en una
orientan la acción colectiva. En ciertas circunstancias, puede situación del "todavía no" global. ¿Fue éste el caso de la gue­
presentarse una contradicción insoluble entre los valores de rrilla colombiana que, para muchos de sus adhérentes, sería
una comunidad religiosa y la orientación de los valores por concebida como una especie de "religión secular"?47. Sin
parte de las autoridades, originándose una descalificación duda, el padre Camilo Torres fue el prototipo en Colombia, y
mutua que puede conducir a diversas respuestas por parte probablemente en América Latina, de esta visión según la
de los fieles: desde un repliegue comunitario hasta una con­ cual "el deber de todo cristiano es hacer la revolución".
frontación abierta, pasando por formas intermedias de con­ La teología de la liberación va a desempeñar un papel
vivencia conflictiva. Es decir, que en las comunidades en las nada despreciable en la radicalización de numerosos cristia-
cuales se profesan estas religiones se puede dar origen tanto I nos y, en particular, en la aceptación de la lucha armada como
a "esperas" pasivas como a "esperas" activas, incluso mili­
tantes y armadas. El comportamiento de la Iglesia polaca
bajo el comunismo o el de la secta davidiana en Waco (Texas) 46 Jean Séguy, "Messianismes et millénarismes. Ou de l'Attente como
son dos ejemplos pertinentes de actitudes a su vez posibles y catégorie de l'agir social", en François Chazel, Action collective et mou­
vements sociaux, París, PUF, 1993, pág. 115.
extremas. 47 Esta noción fue acuñada por Raymond Aron inicialmente en un ar­
Las "creencias profanas", es decir, aquellas que se estruc­ tículo publicado en 1945 ("L'avenir des religions séculières", en L'ave
turan en torno a ciertos proyectos político-económicos secu­ des empires et l’avenir de la France) y posteriormente desarrollada en su
lares, funcionan en forma similar a las religiones mesiano- obra. L'opium des intellectuels, Pans, Calman-Lévy, 1955. Sin embargo,
la obra más perturbadora sobre esta peligrosa fascinación de los inte­
milenaristas. Se trata de verdaderas utopías sociales, proyec­ lectuales hacia el "welfare-state authoritarianism" se halla en la obra
tos de sociedad fundados en una concepción lineal del tiem­ de Albert Camus, L'homme révolté, Paris, Gallimard, 1991.
132 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN EL FOQUISMO Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 133

parte del repertorio necesario y justo de la acción colectiva dre Dubarle y Aron encontrará todo su sentido pocos años
para la realización de la justicia social. Raymond Aron cuenta tnás tarde.
en sus memorias4849que el padre Dubarle, en un artículo pu­ En efecto, la realización del Concilio Vaticano II (1962-
blicado en la Vie Intelectuelle (agosto-septiembre de 1955) a 2965) bajo el liderazgo inicial del papa Juan XXIII, las encícli­
propósito de sus tesis sobre las "religiones seculares", soste­ cas "Mater et Magistra" y "Pacem in Terris", las nuevas
nía que la historia no puede ser un sustituto de la divinidad doctrinas sociales de la Iglesia, los diálogos entre cristianos y
y, £or tanto, que la fe marxista no podía ser asimilada a la fe marxistas y el deshielo entre el Vaticano y los regímenes del
cristiana. Más adelante negaba que la Ciudad de Dios pudie- Este, en fin, la honda ruptura con un cierto ideal de cristian­
ra tener algo en común con el comunismo. Sin embargo, dad (o el "fin de la era constantiniana"), tendrán una inciden­
Aron argumenta que aun aceptando una separación radical cia profunda en el conjunto del mundo cristiano. Si inicial­
entre la historia profana y la historia sagrada, la Iglesia no mente se trató de un enfrentamiento ligado a la renovación
litúrgica, pastoral o institucional, el conflicto rápidamente
podía despreocuparse del "devenir temporal del género hu­
se desplazó hacia un terreno más complejo, relacionado con
mano". En este sentido, en especial en el campo de los cris­
el papel de la Iglesia y sus relaciones con la sociedad50.
tianos progresistas, la religión se seculariza al considerar que
En nuestro continente esta nueva visión del papel de la
el reino de Dios comienza en la tierra. Los "sacerdotes obre­ Iglesia se encarnó en la Conferencia Episcopal Latinoameri­
ros", en especial en Francia, fueron una expresión clara de la cana (CELAM) celebrada en Medellin en 1968 e inaugurada
transfiguración que viven algunos miembros de la Iglesia al personalmente por el papa Paulo VI, luego del Congreso Eu­
asimilar estos postulados: "Su exigencia es la de una finali- carístico Internacional. Dos años habían trascurrido desde la
dad de la historia, a la vez temporal y sagrada, también muerte del padre Camilo Torres Restrepo y todavía bajo el
"aquélla de un proyecto con claro sentido que se imponga a hondo impacto de su ejemplo, se sentaron las bases de la Teo-
nuestr tTconciencia"44. Este premonitorio debate entre el pa- logía de la Liberación, la Iglesia de los pobres y las comuni­
dades eclesiales de base. Muchos cristianos encontraron por
estas diversas vías y en este nuevo clima intelectual y cultural
48 Raymond Aron, Mémoires. 50 ans de réflexion politique, Paris, Julliard, un puente entre el marxismo y el cristianismo, entre la fe y la
1983, V. I, pág. 452. A su turno, Maurice Duverger afirma en sus her­ acción política, lo cual tuvo hondos efectos en el subconti­
mosas memorias (L'autre côté des choses, Paris, Albin Michel, 1977) que nente católico por excelencia en el mundo.
la adhesion de los intelectuales de posguerra al marxismo respondía
a que consideraban que su oficio no consistía sólo en comprender, sino El impacto en América Latina de los principios ascéticos
que debían además juzgar y actuar en el mismo sentido del juicio. Por que guían la ética cristiana, su llamado a un espíritu de ser-
ello, los intelectuales se sentían revestidos de una responsabilidad his­
tórica, investidos por una misión.
49 Raymond Aron, op. cit., págs. 451-452. No debemos olvidar que los
más renombrados sacerdotes-guerrilleros de origen español que lle­ 50 Cf., Luis Alberto Alfonso, Dominación religiosa y hegemonía política, Bo­
garon al país (José Antonio Jiménez Comín, Domingo Lain y Manuel gotá, Punta de Lanza, 1978, págs. 63 y ss. Una buena síntesis de la
Pérez) fueron inicialmente sacerdotes-obreros en Francia, Repúbüca evolución de los sacerdotes-guerrilleros de origen español en Colom­
Dominicana y Colombia (Cartagena), antes de ingresar a las filas del bia se encuentra en María López Vigü, Camilo camina en Colombia, s.f.,
ELN en 1969. s. e., págs. 71-125.
j^PO Q U ISM O Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 1 35
134 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN]

vicio en beneficio de fines no egoístas, encontró en La Haba- tos E stados m ás débiles d e la región, llegó a ten e r u n a d e las
na la posibilidad de realizar, aquí y ahora, la "nueva Jerusa- poblaciones m ás p o litizad as y m o v ilizad as del continente,
lén"7 La realización "del mito'revolucionario en eFpãtio por otra p arte, la trad ició n d el discurso in cen d iario y a lta ­
trasero de Washington ya no era una utopía inalcanzable. mente retórico d e sem p e ñ a u n p ap el negativo: "S ataniza al
Muchos círculos cristianos fueron, sin duda, sensibles a la enemigo, po lariza la fuerzas y p u e d e ser u tiliz a d a po r c u a l­
posibilidad de materializar de inmediato el proyecto de una quiera d e los dos lados d e la división p a rtid ista ; o los tres, si
sociedad más justa. ge incluye — com o deb ería hacerse— la izq u ie rd a m arxista en
todas sus fo rm a s"5152.
Esta cultura política sectaria se vería reforzada por el pa­
Una cultura sectaria
pel no menos intolerante que cumplió la Iglesia católica, la
Esa tradición cristiana, común a toda América Latina pese a cual se constituyó a lo largo del siglo XIX y buena parte del
los diferentes grados de secularización alcanzados aquí y siglo XX, no sólo en el principal soporte del Partido Conser­
allá, más pronunciados en el Caribe y muy poco en la región vador sino en el principal agente de propagación de una de­
andina, revistió especial significación en Colombia debido a terminada visión cultural. Como ha mostrado en distintos
una tradición de sectarismo político con connotaciones reli­ ensayos Fabio López, desde la Constitución de 1886 se impu­
giosas, poco usual en el continente. En Colombia, como su­ so en Colombia un modelo de organización político-social
braya Malcolm Deas, "cada municipio, cada vereda, cada que le daba a la Iglesia un enorme papel tanto en la regula­
familia tenía conciencia de su filiación poíítícaTera liberal o ción de la vida social como en el mantenimiento del orden.
conservador. Muchas repúblicas latinoamericanas pasaron "La Iglesia colombiana se caracterizó (...) por una actitud (...)
POT fases de antagonismo liberal-conservador. Pero en nin- condenatoria, hacia muchos de los valores de la modernidad:
gún otro lugar la movilización política (...) fue tan prolonga- el liberalismo, la libertad de conciencia, la separación de la
da ni involucró de manera tan comprometida a tan alta Iglesia y el Estado, el socialismo o el racionalismo francés,
cantidad de la población, ni (...) se vio tan poco afectada por
entre otros"53. De acuerdo con Fabio López, el modelo cultu­
cualquier interferencia o interés extranacional"31, que hubie-
ral impulsado por la Iglesia tendió a ser eminentemente je­
sepodido desviar la conflictividad hacia un adversario exter­
rárquico y paternalista, y tuvo como uno de sus objetivos
no y, por tanto, cohesionado internamente a la nación.
centrales la homogeneización cultural del país, sin ninguna
Además, añade el historiador inglés que Colombia, uno de
consideración por las diferencias étnicas, religiosas, ideológi­
cas o regionales. En buena medida, los imaginarios antagó­
51 Malcolm Deas, "Canjes violentos: reflexiones sobre la violencia políti­ nicos entre liberales y conservadores se endurecieron gracias
ca en Colombia", en Malcolm Deas y Fernando Gaitán, op. cit., pág. 29.
Desde el siglo XVIII el término secta perdió sus connotaciones políti­
cas, asociado a la idea de facciones partidistas, y pasó a estar unido a
la religión. En particular a distintas formas de sectarismos religiosos 52 Malcolm Deas, op. cit., pág. 37.
53 Fabio López, Izquierdas y cultura política ¿oposición alternativa?, Bogotá,
fundados en sistemas de creencias monocromáticas, en el principio de
la unanimidad y en el horror al disenso. Cf., Giovanni Sartori, Partidos Cinep, 1994, pág. 30. Igualmente, del mismo autor, "Modernidad y
cultura de la intolerancia", en Análisis, No. 1, Bogotá, Cinep.
y sistemas de partidos, Madrid, Alianza Editorial, 1987, págs. 19 y ss.
1 36 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN FjjLfOQUISMO Y SU FRACASO EN AMÉRICA LATINA 137

a la cuestión religiosa, que sirvió para reforzar las identida­ PARC o el EPL, no escaparon a esa lógica en la medida en que
des políticas dándoles una connotación sectaria y excluyente no se constituyeron como una prolongación de partidos
En este contexto cultural nacieron tanto la vieja izquierda abiertos y de masas, sino de "partidos-sectas". Es decir, par­
comunista (1930) como la "nueva izquierda" posterior a la tidos intolerantes, en permanente actitud defensiva, con una
revolución cubana. Es importante subrayar que desde los ini­ marcada intransigencia interna hacia las diferencias y con
cios del Frente Nacional predominaron los grupos extremis­ métodos autoritarios y verticales de dirección. Ni el Partido
tas de izquierda en detrimento de sectores de izquierda Comunista prosoviético ni su versión prochina escapaban a
moderada, cuya presencia sería poco significativa en las tres los dogmas ajenos y a la cadena totalitaria: secretario gene-
décadas siguientes. Pero, ¿qué se entiende por extremismo? ral/comité ejecutivo/comité central/partido/proletariado.
En una obra ya clásica sobre el extremismo de derecha en los
Estados Unidos, Seymour Martin Lipset y Earl Raab sostie­ * * *

nen que "(...) el meollo vital del extremismo es la represión


de toda diferencia y disensión, la clausura del mercado de
ideas. Para ser más precisos, la esencia vital del extremismo, Se podría argumentar que todos los factores que hemos men-
del monismo, es la tendencia a tratar como cosa ilegítima a cionado en este capítulo como ejes explicativos de la "insur-
toda segmentación y ambivalencia"54. El extremismo parte ■ gëncîa crónica" se presentaban ya en la década de los sesenta
de un modelo conceptual que se estructura a partir de la apli­ I yño obstaníe/que la guerrilla entró en crisis y fragmentación
cación de verdades incontrovertibles (como la superioridad I a fines de la década siguiente. En efecto, las tradiciones pre-
de la raza blanca o "la violencia, partera de la historia") y en I vías de lucha guerrillera, el sistema político semicompetitivo
un gran simplismo en la visión de los fenómenos históricos, . y una tradición cultural extremadamente sectaria, un Estado
en donde predomina una visión conspirativa como factor ex­ f con escasa capacidad de penetración y control del territorio
plicativo tanto del pasado como del presente (por ejemplo, la y que además diseñaba y llevaba a cabo respuestas contrain-
conspiración mundial judía o el papel omnipresente del im­ I surgentes totalmente inadecuadas y, finalmente, un Estado
perialismo). incapaz de regular los conflictos sociales y laborales sobre
En síntesis, creemos que existía un contexto cultural ex­ todo en las zonas rurales, eran ya rasgos pronunciados de
tremadamente sectario e intolerante en la sociedad colombia­ Colombia en aquellos años. Creemos, no obstante, que a fines
na el cual, más que en otras naciones del continente, fue en el de la década de los setenta por un cúmulo de factores —el
pasado una fuente que alimentó conductas extremistas en el desarrollo del narcotráfico/Ta acumüTaodñ"explosiva de dë-
plano político-partidista y que, tras la revolución cubana, nu­ ! mandas sociales insatisfechas ante el fracaso de las políticas
trió a los movimientos guerrilleros. Incluso las guerrillas de­ de reforma social (como las reformas agraria y urbana), el
rivadas de partidos políticos ya constituidos, tales como las i YÍIaje autoritario de la administración Turbay, el ascenso in-
contenióle de una violencia de múltiples rostros, etc.— se
ahondó la precariedad del Estado y la capacidad de llevar a
54 Seymour Martin Lipset y Earl Raab, La política de la sinrazón. El extre­ cibo~sfl~s fümm entró en tranca bancarrota. En
mismo de derecha en los Estados Unidos, 1790-1977, México, Fondo de ■ este contexto, todos aquellos que desafiaban su autoridad
Cultura Económica, 1981, pág. 22. encontraron un canal abierto y sin diques de contención para
138 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN!

Capítulo 5. El apoyo cam pesino y la expansión


construir o reconstruir sus aparatos armados, dando origen GUERRILLERA
al complejo conflicto multipolar que habrá de caracterizar al
país en los años siguientes.
En otras palabras, los factores estudiados en este capítulo
pueden ser considerados como unas ciertas "condiciones la­
tentes" que favorecieron el fenómeno de la insurgencia cró­
nica y que se agravaron o se hicieron más visibles ante el
deterioro súbito del aparato estatal inducido, entre otros fac­
tores, por el avance del narcotráfico y su hondo potencial de­ C o n la sola excepción del Movimiento 19 de Abril, el cual,
sestabilizador. en determinados momentos de su convulsionada historia,
escogió a los centros urbanos como teatro de operaciones mi­
litares, la guerrilla colombiana se desarrolló fundamental­
mente en las zonas rurales y sólo recientemente, a través de
la conformación de milicias urbanas, ha buscado expandirse
en ciudades grandes y medianas. La persistencia de la gue­
rrilla, así sea con altibajos, a lo largo de más de tres décadas,
nos ha llevado a la conclusión de que estos movimientos ne­
cesariamente tuvieron que lograr en algunas áreas rurales
bases de apoyo local lo suficientemente sólidas para su con­
solidación y expansión.
En este capítulo estudiaremos los límites y las posibilida­
des que ofrecieron las distintas zonas campesinas para el de­
sarrollo del movimiento insurgente. Como se verá en las
páginas siguientes, en Colombia no se presentó ni un conflic-
to generalizado que involucrara al conjunto del territorio na­
cional, ni un conflicto bipolar que concentrara en torno a dos
polos definidos al conjunto de la población. Es decir, Colom­
bia estuvo lejos de una conflagración de las dimensiones, por
ejemplo, de El Salvador. Más que un conflicto generalizado,
Colombia ha vivido una multiplicidad abigarrada y diversa
de conflictos regionales, en los cuales la postura del campe­
sinado frente a la guerrilla ha variado de región a región. Y
más que un conflicto bipolar, en Colombia hemos asistido a
un conflicto multipolar debido a la presencia de diversos ac­
tores armados distintos del Estado y de la guerrilla: el narco-
139
140 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN APOYO c a m p e s i n o y e x p a n s ió n g u e r r il l e r a 141

paramilitarismo rural, los grupos de autodefensa, los escua­ CAMPESINOS Y REVOLUCIÓN


drones paramilitares y la criminalidad común organizada y
Para adentrarnos en el análisis de la relación entre campesi­
difusa. Esta compleja situación llevó a investigadores como
nos y guerrillas, resulta indispensable abandonar la visión
Alejandro Reyes y Ana María Bejarano a diseñar las bases de del campesinado como una categoría homogénea, que pre-
un mapa de la intrincada "geografía de la violencia" que senta un comportamiento político predeterminado, bien sea
afecta al país, ante todo a partir de los años ochenta1. conservador o revolucionario. En efecto, como ha subrayado
Para el análisis que sigue, tomamos como punto de par­ Hamza Alavi en su conocido estudio comparativo sobre los
tida la hipótesis lanzada por Wickham-Crowley que vincula movimientos campesinos de Rusia, China y la India4, la his­
el apoyo campesino a la expansión de las guerrillas, en par­ toria conoce múltiples rebeliones agrarias, como también
ticular aquellas que han escogido las áreas rurales como tea­ ejemplos de masas campesinas que han soportado en silen­
tro de operación. Según este autor, "no todos los movi­ cio y con gran resignación una prolongada explotación polí­
mientos guerrilleros tienen éxito en ir más allá de sus modes- tica, social y económica. Así, pues, es preciso concebir al
tos comienzos; cuando lo hacen, el apoyo campesino es el campesinado como una categoría heterogénea en su interior,
primum mobile en las regiones donde ellos operan"*12. Debe te­ cuyo comportamiento político puede variar de acuerdo con
nerse en cuenta que, si bien el apoyo campesino es una varia­ las diferencias entre sectores campesinos y las diversas con­
ble crucial para explicar la supervivencia y consolidación de diciones que ellos enfrentan. Por otra parte, como resultado
la guerrilla, ella por sí sola no da cuenta del triunfo o fracaso de sus estudios históricos sobre el campesinado y las revolu­
de un movimiento guerrillero en sus intentos por derrocar el ciones, Barrington Moore sostiene que los campesinos han
régimen político vigente. El mismo Wickham-Crowley hace desempeñado un rol decisivo en muchos procesos revolucio-
esta advertencia cuando escribe: "Sin embargo, el apoyo narios, pero han sido incapaces por sí mismos de hacer una
revolución Han portado alas élites opositoras "la dinámica
campesino es una condición necesaria, mas no suficiente,
que ha dado al traste con el viejo edificio", pero para que el
para el éxito final; la mayoría de movimientos que han con­
potencial revolucionario se materialice "ha sido necesario
seguido sólo un apoyo campesino, han fracasado"3.

ú ) Hamza Alavi, Revoluciones campesinas, Bogotá, Topo Rojo Editores,


1975. En abierta polémica con las tesis de Franz Fanon, quien conside­
ra al campesinado un actor revolucionario per se en los países del Ter­
1 Cf., Alejandro Reyes Posada y Ana María Bejarano, "Conflictos agra­ cer Mundo, Alavi afirma que "lo que debe estudiarse no es si los
rios y luchas armadas en la Colombia contemporánea: una visión geo­ campesinos son o no revolucionarios, sino más bien en qué circuns­
gráfica", en Análisis Político, No. 5, Bogotá, septiembre a diciembre de tancias se hacen revolucionarios y qué papeles desempeñan los dife­
1988. rentes sectores del campesinado en las situaciones revolucionarias"
2 Timothy Wickham-Crowley, "Winners, Losers and Also-rans: To­ (pág. 8). Es interesante constatar, por otra parte, que si nos remonta­
ward a Comparative Sociology of Latin American Guerrilla Move­ mos a las comunidades tribales preestatales, en contraste con las tribus
ments", en Susan Echstein (ed.). Power and Popular Protest. Latin belicosas, en general nómadas o montañesas, para las cuales las expe­
American Social Movements, Berkeley, University of California Press, diciones periódicas proveen la mayoría de recursos, los pueblos agrí­
1989, pág. 143. colas eran frecuentemente muy pacíficos. Cf., Roger Caillois, La cuesta
3 Ibid. de la guerra, México, FCE, 1972, pág. 18.
1 42 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN A po y o c a m p e s i n o y e x p a n s ió n g u e r r il l e r a 1 43

que se produzca una fusión entre el descontento campesino yo las dos últimas podrían ser las más indicativas del com­
y aquél de otras clases sociales"5. promiso de la población: su aceptación a actuar así sea oca­
Una vez hechas estas advertencias, es preciso añadir una sionalmente en labores de milicia o su incorporación plena a
adicional: ¿Cómo saber si existe o no ese apoyo campesino, y la acción armada. Las demás podrían ser interpretadas como
en qué grado? ¿Cómo saber lo que significan afirmaciones un comportamiento no voluntario, inducido por la fuerza o
tales como "alto" o "bajo" nivel de apoyo campesino? ¿Qué la amenaza, más que por el consentimiento. Las dos últimas,
tipo de indicadores usar a la hora de calcular la magnitud de por el contrario, debido a los riesgos que conllevan, presupo­
ese apoyo? El mismo Tilly se plantea la pregunta cuando afir­ nen un mayor grado de aceptación voluntaria.
ma que es necesario saber, para reconocer la segunda y más El segundo indicador de apoyo tiene que ver con la pro­
importante causa próxima de una situación revolucionaria, porción de campesinos que suministran tales bienes y servi­
si existe "compromiso por parte de una porción significativa cios, bien sea a las guerrillas o al ejército. Una medición
de la población con las pretensiones de los contendientes"67. adecuada de este indicador permitiría evaluar hasta qué
Este compromiso se expresaría de la siguiente forma: la po­ punto la población involucrada en la lucha es, en efecto, una
blación comprometida, según Tilly, "paga impuestos, provee parte significativa de la población.
hombres para sus ejércitos, alimenta a sus funcionarios, hon­ Finalmente, el tercer indicador propuesto por Wickham-
ra sus símbolos, presta tiempo para su servicio o procura
Crowley se relaciona con las circunstancias en que tal ayuda
otros recursos" .
es ofrecida. Este indicador toma en cuenta si el apoyo es man­
Wickham-Crowley avanza unos cuantos pasos más en la
tenido o retirado frente a serias amenazas por parte del ad-
definición de algunos indicadores de apoyo que pueden ser
versario, así como el lapso durante el cual se ofrece el mismo.
utilizados como punto de partida en la investigación. En pri­
mer lugar, las modalidades de apoyo ofrecido por los cam­ Él hecho”de que se mantenga el apoyo aun frente a prohi-
pesinos a las guerrillas o al ejército. En una especie de biciones o restricciones gubernamentales, también resulta
continuum que va desde el apoyo pasivo hasta la participa­ crucial para la interpretación de Charles Tilly8. Todos los in­
ción activa, el autor enumera las siguientes posibilidades: la dicadores deben medirse teniendo siempre presente ]a com­
negativa a informar la presencia de personas armadas en l a paración entre el apoyo dado a las autoridades y aquél
yecindad;jel suministro de información; el abastecimiento de ofrecido a los contendientes, dado que se trata de una situa­
alimentos; actuar como guías o como vigías; realizar tareas ción relativa en la que existen, por lo menos, dos partes com­
ocasiónales de milicia o lálncoTpoFaTToñ com¿~combaBen tes pitiendo por el apoyo de la población.
de tiempo completo. De estas diversas modalidades de apo- También debe señalarse que el apoyo puede variar a lo
largo del tiempo. En situaciones donde la guerra de guerri­
llas se prolonga, la población campesina tiende a sufrir los
5 Barrington Moore, Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord efectos directos de la represión estatal, así como de la repre­
and Peasant in the Making of the Modern World, Boston, Beacon Press, sión privada bajo la forma de milicias privadas, escuadrones
1966, pág. 380.
6 Charles Tilly, From Mobilization to Revolution, Reading, Mass., Addi-
son-Wesley, 1978.
7 Ibid., pág. 192. 8 Ibid.
1 44 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN APOYO CAMPESINO Y EXPANSION GUERRILLERA 145

de la muerte y otras bandas paramilitares. Estos grupos tien­ generan contextos en los cuales pueden desarrollarse con
den a desquitarse contra la población campesina en sus es­ mayor facilidad expresiones de descontento campesino, en
fuerzos por debilitar a su principal enemigo, la guerrilla. De tanto que otras ejercen un mayor impacto inhibidor10. Tales
esta manera, es muy probable que entre más tiempo persista estructuras definen los tipos de relaciones sociales y de poder
el conflicto, menor o al menos más precario y voluble será el prevalecientes en las áreas rurales y las formas mediante las
apoyo prestado por las comunidades campesinas a las gue­ cuales ciertos sectores del campesinado son sometidos a la
rrillas. Si asumimos que el apoyo campesino es una variable dominación por parte de las clases dominantes rurales. Sin
clave para comprender la consolidación y la expansión de los embargo, las estructuras agrarias y las concomitantes relacio-
movimientos insurgentes, entonces la decadencia o la fragi­ nes de dominación, por sí mismas, no pueden dar cuenta de
lidad de tal apoyo, debido a los efectos sobre la comunidad la súbita emergencia de actividades revolucionarias por par-
campesina de una lucha guerrillera prolongada, podría ex­ tede Tos campesinos. Estructuras agrarias basadas en el pre­
plicar eTcarácter marginal que los~movimientos guerrilleros dominio del latifundio sobre las economías de subsistencia
fueron adquiriendo en Colombia como opción viable para el campesinas o indígenas han existido en toda América Latina
cambio político. por mucho tiempo, sin que hayan producido grandes suble­
Como consecuencia de lo dicho anteriormente, cuando vaciones en el continente. De tal manera que, aparte de este
afirmamos que las guerrillas colombianas alcanzaron en al­ determinante estructural, deben encontrarse otras variables
gunas áreas un nivel alto y sostenido de apoyo campesino (lo que afectan al campesinado y que pueden explicar la emer­
cual a su vez explica su permanencia en el tiempo y su expan­ gencia de insurgencias, rebeliones o actividades revoluciona­
sión), queremos decir que estos movimientos fueron capaces rias.
de reclutar una alta proporción de campesinos como comba­ Muchos autores coinciden en señalar la expansión del ca­
tientes regulares; que pudieron retener ese apoyo al menos pitalismo en el Tercer Mundo como el cambio macroestruc-
bajo una moderada presión del ejército; y que aparentemente tural que explica la dislocación campesina a lo largo del siglo
lograron el respaldo de una parte significativa de la pobla­ veinte y que, al menos parcialmente, puede explicar la subsi­
ción civil en algunas zonas de operación9. Las reflexiones que guiente emergencia de actividades revolucionarias. En efec­
siguen intentan explicar, a partir de una revisión de la litera­ to, Moore, Migdal, Wolf, Paige y Scott11 construyen su argu-
tura más pertinente sobre el tema, las razones de ese apoyo,
así como la dinámica de la relación de influencia recíproca
que se tejió entre los grupos revolucionarios y el campesina­ 10 Cf., Barrington Moore, op. cit.; Theda Skocpol, Los Estados y las revolu­
ciones sociales, México, FCE, 1984; Theda Skocpol, "What Makes Pea­
do en el caso particular de Colombia. sants Revolutionary?", en Comparative Politics, V. 14, abril de 1982.
Existe un acuerdo generalizado entre los académicos al­ 11 Cf., Barrington Moore, op. cit.; Joel Migdal, Peasants, Politics and Revo­
rededor del hecho de que ciertos tipos de estructuras agrarias lution. Pressures Towards Political Change in the Third World, Princeton,
Princeton University Press, 1974; Eric Wolf, Peasant Wars of the Twen­
tieth Century, Nueva York, Harper & Row Publishers, 1973; Jeffery Pai­
ge, Agrarian Revolution. Social Movements and Export Agriculture in the
9 Cf., Wickham-Crowley, "Winners, Losers and Also-rans: Toward a Underdeveloped World, Nueva York, The Free Press, 1975; y James Scott,
Comparative Sociology of Latin American Guerrilla Movements", op. The Moral Economy of the Peasant, New Haven, Yale University Press,
cit. 1976.
r
1 46 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN ^ O Y O CAMPESINO Y EXPANSION GUERRILLERA 147

mentación sobre esta misma línea, aunque usando diferentes a cabo en una forma excluyente, cuyas principales caracterís­
conceptos para designar algunas consecuencias específicas ticas fueron la concentración creciente de la tierra y la dislo­
del mismo fenómeno general. Moore lo define como el pro­ cación de la economía campesina. La modernización
ceso de modernización que implica tanto "la expansión de la excluyente en Colombia puede ser vista, por tanto, como una
autoridad del Estado como la intromisión del mercado"*1213. fuerza arrolladora que ha afectado al campesinado durante
Wolf se refiere a él como "la expansión y difusión a nivel jas últimas cuatro o cinco décadas. En efecto, el período du­
mundial de un sistema cultural particular, el del capitalismo rante el cual surgieron y se expandieron las actividades revo­
del Atlántico Norte" u, concepto que es aceptado por Scott y lucionarias (los años sesenta) prácticamente coincide con los
al cual este último autor añade otra gran transformación, años en que el capitalismo se consolidaba efectivamente
cual es el "desarrollo relacionado del Estado moderno bajo como el modo de producción predominante en el país (años
la égida colonial"14. Migdal adopta el concepto más bien me­ cuarenta y cincuenta). La coincidencia es todavía más evi­
tafórico del "globo que se encoge" (shrinking globe) para ex­ dente si se considera el período más álgido de la Violencia
plicar las transformaciones inducidas por el imperialismo y (1946-1953), durante el cual, bajo el manto político del con­
la consiguiente expansión del capitalismo15. Finalmente, Pai­ flicto interpartidista, brotaron claras manifestaciones de re­
ge concentra su análisis en las transformaciones producidas vueltas y rebeliones agrarias autónomas17.
por el desarrollo de un mercado mundial de bienes agrícolas16. Pese al consenso generalizado acerca de las consecuen­
Al observar el caso colombiano, uno podría argumentar cias perturbadoras que la expansión del capitalismo y la con­
de manera plausible que la expansión del capitalismo produ­ solidación de un Estado centralizado tienen sobre el
jo grandes alteraciones en la estructura agraria tradicional, campesinado, no se ha llegado a un acuerdo sustancial con
las cuales a su turno promovieron una seria dislocación cam- respecto a dos cuestiones: por un lado, las diferentes clases
pesina que puede explicar en parte la emergencia de actitu­ de impactos provocados por este cambio global; y por el otro,
des de descontento o incluso de rebeldía entre el campe­ los sectores específicos del campesinado afectado que pue­
sinado. El Estado colombiano también evolucionó hacia un den volverse más proclives a la rebelión como resultado de
Estado fuertemente centralizado, como consecuencia del im­ este proceso. Eric Wolf y James Scott "argumentan diferentes
pacto que la expansión del capitalismo tuvo sobre su estruc­ variantes de una misma posición: que los campesinos más
tura y la de la sociedad en su conjunto. El Estado colombiano proclives a la revolución son aquellos habitantes de aldeas
estimuló un proceso de modernización de la economía y en que poseen tierra en propiedad"18. Ambos autores coinciden
particular del sector agrario, como prerrequisito para alcan­
zar la meta de la industrialización. Este proceso fue llevado
17 Algunos historiadores colombianos, tales como Gonzalo Sánchez, han
trabajado ya sobre la relación entre la expansión del capitalismo y las
rebeliones agrarias durante "La Violencia". Cf., Gonzalo Sánchez,
12 Barrington Moore, op. cit., pág. 468. "Tierra y violencia. El desarrollo desigual de las regiones", en Análisis
13 Eric Wolf, op. cit., pág. 276. Político, No. 6, Bogotá, enero a abril de 1989.
14 James Scott, op. cit., pág. 7. 18 Una excelente revisión de esta literatura y la cita precedente pueden
15 Joel Migdal, op. cit., pág. 258. encontrarse en Theda Skocpol, "What Makes Peasants Revolutio­
16 Jeffery Paige, op. cit., pág. 1. nary?", op. cit.
148 I n s u r g e n c i a SIN REVOLUCIÓN ^POYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 149

en asignarles a estos campesinos la independencia relativa y también las actitudes y el comportamiento de sus contrapar­
la autonomía necesarias para involucrarse en un movimiento tes: las clases dominantes rurales, que él llama los "no culti­
revolucionario. vadores".
La diferencia reside en que mientras Wolf hace derivar tal Los patrones de conflicto agrario dependen de las carac­
autonomía o "influencia táctica" de las ventajas materiales y terísticas y las actitudes de ambas, las clases subordinadas y
organizacionales que poseen los campesinos propietarios de las clases dominantes rurales, tomadas en conjunto. Siguien­
tierra, Scott la deriva de las ventajas culturales y socio-orga- do este método de análisis, Paige concluye que la revolución
nizacionales propias de un campesinado más aislado14. Sin agraria es potencialmente posible sólo cuando los "no culti­
embargo, a este campesinado medio, propietario de tierras. vadores" derivan su ingreso de la tierra en lugar de derivarlo
Wolf añade una categoría adicional de campesinos que tam­ del capital, porque sólo entonces se encuentran las clases do­
bién pueden poseer la "libertad táctica" para actuar: aqué­ minantes forzadas, por su posición estructural, a rehusar
lla formada por campesinos que viven en áreas alejadas de cualquier tipo de concesiones graduales de tipo reformista.
los.centros de control de la autoridad central, especialmen­ Esta situación convierte el conflicto de clase con los "cultiva­
te en regiones montañosas fácilmente defendibles. Esta ca­ dores" en un juego de "suma cero" en el cual el control de la
tegoría resulta muy útil a la hora de analizar el caso propiedad y el poder estatal se encuentran inherentemente
colombiano. involucrados. Como veremos más adelante, la conceptuali-
En contraste con Wolf y Scott, Jeffery Paige argumenta zación de un juego de "suma cero" también resulta de mucha
que los pequeños propietarios campesinos son normalmente utilidad en el análisis del caso colombiano, pese a ciertas dis­
conservadores, mientras que los campesinos sin tierra (traba­ crepancias concernientes a las razones por las cuales las cla­
jadores agrícolas o aparceros), es decir aquellos que derivan ses dominantes rurales rehusarían la solución reformista de
su ingreso del salario mas no de la tierra, son más proclives^ su conflicto con los cultivadores.
a convertirse en revolucionarios1920. Paige se aproxima al pro­ El argumento de Paige es aceptado en su totalidad por
blema desde una perspectiva para la cual resultan centrales Wickham-Crowley en su explicación del apoyo campesino
las relaciones de clase entre los trabajadores y los pequeños a los movimientos guerrilleros latinoamericanos21. En efec­
"cultivadores" y los "no cultivadores" que pertenecen al sec­ to, este autor encuentra evidencia para respaldar la tesis de
tor terrateniente, quienes se apropian el excedente de la Paige según la cual los aparceros y los trabajadores mi­
producción agrícola en los enclaves capitalistas estableci­ grantes temporales (los dos sectores del campesinado que
dos en los países subdesarrollados. De manera acertada, son potencialmente revolucionarios, según Paige) han
Paige coloca un énfasis especial en las relaciones de clase y constituido la mayor fuente de apoyo para las guerrillas en
en la necesidad de observar no sólo a los campesinos sino la región. No obstante, Wickham-Crowley añade otra cate­
goría: aquélla de los "campesinos transicionales" o colo­
nos, quienes se inclinan a apoyar a las guerrillas, "puesto
19 Ibid., págs. 353-354.
20 Jeffery Paige, op. cit., capítulos 1 y 6. Para una crítica rotunda de este
argumento, cf., Theda Skocpol, "What Makes Peasants Revolutio­
nary?", op. cit., págs. 354-359. 21 Timothy Wickham-Crowley, op. cit., págs. 146-147.
1 50 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN Apo y o c a m p e s i n o y e x p a n s ió n g u e r r il l e r a 151

que comparten con los otros dos grupos de cultivadores una pío, la revolución en China contó con el Partido Comunista
forma de conflicto de tipo 'suma cero' con las élites propieta­ y el Ejército Rojo actuando como una vanguardia unificada;
rias de la tierra"22. la revolución vietnamita se articuló en torno al Frente de Li­
Finalmente, para Migdal, "el asunto no reside en cómo beración Nacional; el proceso cubano se apoyó en el lideraz­
las relaciones de clase agrarias generan movimientos revolu­ go indiscutible del Movimiento 26 de Julio, y el nicaragüense
cionarios por sí mismas, ni en cómo la espontaneidad de los se logró gracias al acuerdo suscrito entre los diversos grupos
campesinos crea situaciones revolucionarias e incita a las éli­ que se unificaron alrededor del Frente Sandinista de Libera­
tes radicales a hacer revoluciones"23. Más bien, Migdal en­ ción Nacional (FSLN). En el caso colombiano, como veremos
cuentra un campesinado previamente "orientado hacia más adelante, la unificación guerrülera con base en la Coor-
adentro" (inward-oriented), afectado por crisis económicas dinadora Guerrillera Simón Bolívar (1987) no sólo fue muy
debidas a las presiones del imperialismo, y busca explicar
tardía, sino puramente formal; la ausencia de un movi­
cómo puede establecerse un proceso de intercambio social
entre una vanguardia revolucionaria y esas poblaciones cam­ miento guerrillero unificado durante cinco lustros le aña­
pesinas locales. Este proceso puede comenzar con el inter­ dió un nuevo factor de debilidad al proyecto insurgente y
cambio de apoyo por incentivos y recompensas personales, agravó las ya precarias condiciones en que éste pretendía
pero debe desarrollarse gradualmente hasta alcanzar un alto desarrollarse.
grado de institucionalización en el cual el apoyo y la partici­
pación sostenidos de los campesinos se intercambien por be­ EL CAMPESINADO Y LA GUERRILLA EN COLOMBIA
neficios colectivos24.
Cada una de las propuestas de estos autores sugiere nue­ Pese a las complejidades implícitas en el ejercicio, detengá­
vas e iluminadoras perspectivas para comprender las causas monos por ahora en el examen de varias regiones del país en
y la dinámica de las relaciones establecidas entre los grupos las cuales los movimientos guerrilleros han establecido con­
guerrilleros colombianos y las poblaciones campesinas loca­ tacto y, en algunas ocasiones, relaciones estables con un cam­
les. La aplicación de estas construcciones teóricas al caso co­ pesinado heterogéneo.
lombiano es, sin embargo, un ejercicio que implica comple­
jidades especiales dado que, además de la heterogeneidad
El corredor andino
característica del campesinado, en el país se presentó una ex­
trema heterogeneidad en el seno del propio movimiento re­ Las tierras altas de los Andes, donde ha surgido y se ha con­
volucionario. solidado una estructura de pequeños campesinos propieta­
En este último sentido, Colombia difiere sustancialmente rios, parecen confirmar el argumento de Paige según el cual
de algunas experiencias revolucionarias exitosas. Por ejem- los pequeños campesinos o minifundistas, quienes derivan
sus ingresos de la propiedad de la tierra, se encuentran aisla­
dos, compiten económicamente entre sí, son reacios a tomar
22 Ibid.
23 Theda Skocpol, "What Makes Peasants Revolutionary?", op. cit., pág. 362. riesgos y dependen fuertemente de los campesinos ricos y de
24 Joel Migdal, op. cit., págs. 254-255. los sectores terratenientes. En general, ésta es una de las po-
1 52 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN) (tfOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 153

cas regiones del país en las que hay una relativa ausencia de inente"25. Esta última condición de aislamiento y autonomía
conflictos abiertos. n0 se cumple en el caso del campesinado localizado en las
No obstante, debe señalarse como una excepción espe­ ¿erras altas de la cordillera andina. Por el contrario, estos
cial el caso de las regiones indígenas del Cauca y el Tolima campesinos se encuentran localizados en medio de la región
al suroccidente del país, debido a un tipo específico de cõn- más urbanizada del país, cerca de los principales centros ad­
flicto más ligado a fracturas étnicas que de clase. En el Cau­ ministrativos, situación que ha facilitado el fuerte control de
ca este conflicto dio origen al establecimiento de algunas los campesinos por parte del Estado, los aparatos de los par­
alianzas temporales entre la población indígena y el Movi­ tidos, los intermediarios políticos, el clero y, en general, por
miento 19 de Abril, así como a la emergencia de un grupo los sectores dominantes. En este sentido, tal como lo afirma­
guerrillero local de composición indígena, el Comando Quin­ ría Wolf, están constreñidos por un "campo de poder" (power
tín Lame. domain) que los controla desde arriba. Una hipótesis deriva­
El hecho de que la guerra de guerrillas no se haya desa­ da de este análisis, la cual será discutida más adelante, tiene
rrollado en esta región parece contradecir las tesis de WoITy que ver con el proceso de urbanización y sus efectos contra­
de Scott según las cuales los campesinos más propensos a rios a la fortuna de las experiencias revolucionarias.
actividades revolucionarias serían aquellos habitantes deal-
deas poseedores de propiedad sobre la tierra. Sin embargo, La zona cafetera de occidente
podemos encontrar una explicación para esta contradicción
aparente si examinamos con más cuidado los argumentos de Las laderas montañosas donde crece el café constituyen otra
cada uno de estos autores. de las regiones en las que, al menos hasta hace muy poco, ha
Wolf afirma claramente que los campesinos pobres y los habido una muy débil presencia de los grupos guerrilleros.
trabajadores sin tierra son improbables iniciadores de rebe­ En efecto, los movimientos guerrilleros que intentaron entrar
liones, ya que se encuentran en una situación de casi comple­ a la región en busca de apoyo campesino (el EPL y, hasta cier­
ta impotencia y carecen, por tanto, de la "influencia o libertad to punto, el M-19) fracasaron repetidamente en el intento. En
tácticas" necesarias para comprometerse en actividades re­ la zona se desarrolló una combinación de hacienda comercial
volucionarias. En efecto, los campesinos de las tierras altas con pequeña y mediana propiedad como resultado del ímpe­
de los Andes, pese a ser propietarios de su tierra, son campe­ tu de la expansión cafetera desde el siglo pasado y sus poste­
sinos pobres, que se encuentran permanentemente al borde riores transformaciones.
de la ruina. La categoría de relaciones de hacienda comercial, elabo­
A su turno. James Scott también diría que la propiedad de rada por Paige, en la cual los cultivadores y los no cultivado­
la tierra es un factor crucial para determinar cuáles campesi­ res dependen de la tierra para su ingreso, puede explicar
nos son proclives a la revolución. Pero Scott señala adicional­ parcialmente las revueltas agrarias observadas en esta región
mente que estos propietarios deben encontrarse dentro de las durante el período de la Violencia propiamente tal (1946-
poblaciones campesinas más aisladas, las cuales tienen la au­
tonomía cultural y organizacional para resistir "el impacto
25 Scott, citado en Theda Skocpol, "What Makes Peasants Revolutio­
de la hegemonía que las élites dominantes ejercen normal- nary?", op. cit., pág. 353.
154 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN
APOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 155

1953). Sin embargo, debe señalarse que los sectores dominan­ respuesta a esta pregunta no sólo se refiere a la cuestión del
tes en estas áreas, estrechamente asociados con la Federación poder económico de la élite dominante, cuestión resaltada
Nacional de Cafeteros, no dependen desde entonces de la tie­ por Paige, sino también al campo del poder político.
rra como principal fuente de ingresos, dado que han orienta­
do sus esfuerzos más bien hacia la comercialización y la
exportación del café. Puesto que su ingreso no depende ya~ La Costa Atlántica
principalmente déla propiedad de la tierra, este sector efe La costa del Caribe fue, durante mucho tiempo, una zona de
clase ha adquirido una mayor flexibilidadTpermitiendõrêT predominio del latifundio tradicional con una gran pobla­
formas sustanciales y una inversión creciente en el bienestar ción de arrendatarios y aparceros. Desde los años sesenta,
campesino, lo cual parece haber impedido el surgimiento de gradualmente se ha convertido en un área donde todavía
cualquier movimiento revolucionario en la región. La lógica predomina la gran propiedad (para la ganadería o la agroex-
de relaciones de clase construida por Paige resulta bastante portación) pero con una mano de obra basada en los campe­
iluminadora al tratar de explicar este caso regional. sinos sin tierra o los trabajadores migratorios, cuyo ingreso
En contraste, la afirmación de Wolf en el sentido de que comenzó a depender, en forma creciente, del salario.
los campesinos propietarios medios normalmente poseen Estos cultivadores asalariados reemplazaron progresiva­
mucha más "independencia táctica" para involucrarse en re­ mente a los campesinos arrendatarios y aparceros desaloja­
beliones parece ser contradicha en este caso. En efecto, los dos por los terratenientes en su esfuerzo por expandir la
cultivadores de café son campesinos propietarios medios y agricultura comercial. En opinión de Paige, los cultivadores
pese a ello, no se han involucrado en actividades revolucio­ asalariados están estructuralmente inclinados a ofrecer un
narias. El hecho de que el café haya sido el cultivo más im­ apoyo solidario y deliberado a los movimientos políticos re­
portante para la economía colombiana durante casi un siglo volucionarios. Los "no cultivadores" o propietarios en estas
podría eventualmente explicar este problema particular. El zonas, por otra parte, todavía dependen primordialmente de
Estado, tanto como las élites dominantes, ha dependido bien la propiedad de la tierra como su fuente principal de ingreso,
sea directa o indirectamente de los recursos del café para su de tal manera que tienden a generar un conflicto del tipo
supervivencia. Dado el papel estratégico que desempeñan en suma cero con los trabajadores.
la economía nacional, los cultivadores de café han sido man­ De acuerdo con el modelo de Paige, entonces, esta región
tenidos bajo estricto control político, si bien se les ha permi­ debería proveer terreno fértil para la actividad revoluciona­
tido el acceso a la tierra. Así que no es sólo el acceso a la tierra, ria. En efecto, esta fue la región donde se desarrolló la facción
o la cantidad de tierra que pueda ser apropiada por los cam­ más radical del movimiento campesino durante los años se­
pesinos, lo que explica su capacidad para rebelarse. También tenta26, la cual hizo uso de las invasiones de tierra como su
entran en juego cuestiones tales como el tipo de cultivo y el principal arma en contra de los terratenientes. Sin embargo.
agente que controla el procesamiento, la comercialización y
la exportación del producto estratégico, es decir, la fase del
proceso productivo que genera la mayor parte del valor agre­ 26 Cf., León Zamosc, "Peasant Struggles of the 1970s in Colombia", en
Susan Eckstein (ed.). Power and Popular Protest. Latin American Social
gado. ¿Quién controla los beneficios de la producción? La Movements, op. cit., págs. 115-119.
156 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN APOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 157

la represión estatal y privada (financiada y promovida p0r tarnen te diferente. En el caso específico de la región de Ura­
los mismos terratenientes) contra los campesinos durante la bá, donde los campesinos son trabajadores sin tierra que de­
década de los setenta demostró ser aún más fuerte, logró de­ rivan su ingreso en forma exclusiva de sus salarios y donde
sintegrar el movimiento campesino y obstaculizó también los propietarios de las plantaciones bananeras no derivan su
una eventual alianza de los campesinos con las guerrillas. ingreso en forma predominante de la tierra sino del capital
Solamente hasta hace unos pocos años, durante la década (incluidos el procesamiento, empaque, exportación y merca­
de los ochenta, algunos grupos guerrilleros, como el EPL, lo­ deo internacional del banano), sería de esperar, de acuerdo
graron un grado considerable de apoyo de los campesinos con Paige, el desarrollo de un movimiento social reformista
sin tierra y de los colonos en los departamentos de Córdoba concentrado en reivindicaciones limitadas a lo económico ' .
y Antioquia, en la región fronteriza de Urabá; el Partido Re"- Sin embargo, Urabá es una de las regiones donde las gue­
voTüaoñáno de los Trabajadores (PRT) también logró confor­ rrillas (especialmente el EPL y las FARC) han desarrollado re­
mar algunas alianzas con los campesinos en el departamento laciones más fuertes con el campesinado28. Este resultado es
costero de Sucre y el ELN ha intentado, en los últimos años, producto de las actitudes de los propietarios de las plantacio­
una expansión de sus acciones hacia la costa del Caribe en un nes bananeras, quienes crearon un conflicto de tipo suma
esfuerzo por ganarse el apoyo del campesinado local. Sin cero con los cultivadores mediante su negativa a hacer cual­
embargo, estas relaciones se han expandido en forma muy quier tipo de concesiones relativas a las condiciones de tra­
lenta y con un alto grado de dificultad; además, las condicio­ bajo, vivienda y salarios, el rechazo a cualquier clase de
nes geográficas de la región, formada en su mayor parte por reforma que pudiera mejorar la situación de los trabajadores
planicies y tierras bajas, han desempeñado un papel crucial al y el uso del Estado o de fuerzas privadas para reprimir los
impedir la ocurrencia de grandes enfrentamientos armados. movimientos y sindicatos de los trabajadores. De tal manera
que los campesinos asalariados no encontraron canales de
Así que, aunque el modelo explicativo de Paige para este
participación y de negociación pacífica, y terminaron ofre­
tipo de conflicto agrario pueda parecer muy útil, es claro que
ciendo un respaldo activo a los grupos guerrilleros presentes
no debe ser tomado automáticamente como una "receta"
para la revolución. Factores adicionales tales como el balance en la zona.
Este caso parece confirmar la crítica planteada por Theda
de poder coactivo (la represión estatal y privada versus la
Skocpol, según la cual "uno no puede aceptar del todo el ar­
capacidad militar de los guerrilleros o de los campesinos), e gumento de Paige acerca de las consecuencias políticas de las
incluso las condiciones geográficas prevalecientes en una re­ fuentes de ingreso de las clases altas"“9: el caso de las planta­
gión determinada, pueden producir resultados diferentes de ciones de Urabá sirve para ilustrar que las fuentes de ingreso
aquéllos deducidos del modelo de Paige.

La zona bananera de Urabá 27 Jeffery Paige, op. cit., pág. 49.


28 Cf., Ana María Bejarano, "La violencia regional y sus protagonistas: el
El conflicto tipo plantación, tal como aquel que se ha desarro­ caso de Urabá", en Análisis Político, No. 4, Bogotá, mayo-agosto de
1988.
llado en las plantaciones bananeras ubicadas en la región no- 29 Theda Skocpol, "What Makes Peasants Revolutionary", op. cit., pág.
roccidental de Urabá, plantea un problema analítico comple- 354.
158 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN APOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 1 59

no determinan en forma automática el comportamiento po­ enorme pertinencia para nuestro estudio: ¿Es la frontera agrí­
lítico de un grupo o clase particular. Otras variables, sobre a la inherentemente violenta? ¿Son los colonos de frontera
todo de carácter político pero también ideológicas e incluso un sector campesino particularmente revolucionario? ¿Por
culturales y étnicas, tienen un impacto considerable sobre el qué han tenido tanto éxito las guerrillas al establecer bases en
comportamiento político de un determinado grupo social. regiones de frontera? Finalmente, debido a la presencia cre­
En suma, el argumento de Paige debe ser criticado por su ciente de la producción de cultivos ilícitos en estas áreas de
carácter fuertemente economicista y mecanicista. Sin embar­ colonización se pregunta ¿cómo pueden la coca y las altas
go, debe reconocerse que la lógica de relaciones de clase que ganancias influir sobre la economía y las actitudes políticas
permea todo su análisis resulta indispensable para entender en la frontera?
el comportamiento político del campesinado. Tal como lo Las zonas de piedemonte de la Cordillera Oriental, las
afirma la propia Skocpol, "el hecho de que los campesinos se cuencas del Amazonas y del Orinoco y los valles interandi­
tornen o no en revolucionarios, depende tanto de los intere­ nos, aunque geográficamente dispersos, forman una región
ses y las capacidades de sus opositores de clase, como de los similar en términos de los patrones de ocupación de la tierra
intereses y capacidades de los campesinos mismos"30. y de las estructuras agrarias desarrolladas como resultado de
esos patrones32. El rasgo característico de estas regiones radi­
ca en la existencia de una estructura agraria sin consolidar,
Las zonas de colonización en donde los derechos de propiedad no están todavía clara­
Al igual que Brasil, Colombia es un país de fronteras agríco­ mente definidos, debido al reciente proceso de colonización
las. El geógrafo Agustín Codazzi afirmaba, a mediados del de estas tierras. El hecho más sobresaliente es que el mapa de
los conflictos armados entre los movimientos insurgentes y
siglo pasado, que el 75% de las tierras eran baldías y en su
el Estado durante los años ochenta coincide en lo fundamen­
inmensa mayoría totalmente deshabitadas e inexploradas.
tal con aquellas áreas que han sido colonizadas durante las
Desde fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, el desarro­
tres o cuatro últimas décadas en el país.
llo de la ganadería, de la producción cafetera y de la industria
¿Es la frontera agrícola inherentemente violenta? Claudia
del banano se ha expandido ante todo en áreas de frontera31. Steiner, en su revisión bibliográfica sobre la expansión colo­
Aún hoy en día, como lo ha subrayado Catherine Legrand, la nizadora en otros países, concluye que estos procesos, si no
colonización de nuevas fronteras y la privatización de bal­ son necesariamente violentos, sí son en esencia conflictivos.
díos es un proceso en marcha. Como estas zonas se cuentan
entre las más violentas del país, la investigadora canadiense (...) como se puede ver en trabajos escritos sobre la coloni­
se ve obligada a plantearse una serie de interrogantes de zación en otros países, todo proceso de ocupación de fron­
teras es conflictivo y lo es precisamente por sus caracte­
rísticas intrínsecas. Entre ellas: la fragmentación de grupos.
30 Ibid.
31 Catherine Legrand, "Colonización y violencia en Colombia: perspec­
tivas y debate", en Absalón Machado (comp.). El agro y la cuestión so­ 32 Cf., Fernán González y otros, "Un país en construcción: poblamiento,
cial, Bogotá, Tercer Mundo Editores, Banco Ganadero, Caja Agraria y problema agrario y conflicto social", en Controversia, Nos. 151-152, Bo­
VECOL, 1994, pág. 3. gotá, CINEP, 1989.
160 INSURGËNCIA SIN REVOLUCIÓN APOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 161

los poderes excluyentes, el desplazam iento d e poblaciones, los dos momentos más agudos de tensión social en el pasado
la lucha p or recursos vitales, la inseguridad de los títulos en las áreas de colonización (entre 1880 y 1925, y entre 1928
de p ro piedad, el encuentro entre culturas distintas y la y 1936) fueron resueltos con un nivel mínimo de violencia,
adaptación a otros am bientes. En térm inos estrictos se pue-
gracias a la capacidad del Estado para mediar en estos con­
de afirm ar que el carácter de la frontera colonizadora pre-
supone el surgim iento de u n orden estatal difuso que de
flictos. "(...) lo particularmente interesante acerca de los con­
n inguna m anera p u ed e m edirse con el m odelo ideal de las
flictos sobre baldíos de los primeros años del siglo XX es que
dem ocracias occidentales. En este sentido, si la frontera se no fueron violentos. Muy pocos campesinos, terratenientes o ,
m ueve, ¿por qué extrañarse entonces ante la gelatinosidad policías murieron. La razón tal vez obedece a que los conflic- lv~
d e las estructuras, los procesos y los valores que fundam en- tos se manejaron a través de las vías legales"34. Tanto los ras­
tan transitoriam ente la organización política d e la coloniza­ gos de la colonización antioqueña, como las modalidades de
ción?33 solución de los conflictos durante los períodos mencionados
de grave tensión social, nos llevan a concluir que la frontera
Catherine Legrand muestra cómo en Colombia la coloni­
agrícola es un espacio de conflicto, pero no necesariamente
zación fue concebida inicialmente como una alternativa ante
el conflicto. Mito o realidad, la colonización antioqueña en el de violencia física. ¿Por qué se transita del conflicto a la vio-
siglo XIX (sur de Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío, nor­ lencia? ¿Son los colonos un sector campesino particularmen­
te del Valle y norte del Tolima) fue vista como la construcción te propenso a asumir actitudes revolucionarias? En este
de una "frontera democrática", gracias a la abundancia de punto, existen dos interpretaciones enfrentadas en la litera­
tierras que permitió absorber el excedente de población y tura colombiana. Por una parte, Ibán de Rementería y Alfre­
construir granjas familiares en una sociedad rural de clases do Molano35 sostienen el carácter libertario y antiestatal del
medias, estable y democrática. Es decir, este canal de movili­ colono, mientras que Carlos Eduardo Taramillo y León Za-
dad social se constituyó, al menos en la leyenda, en una al­ mosc3b analizan su rebeldía como expresión de un deseo de
ternativa no violenta a las grandes propiedades establecidas incorporación al sistema político.
desde la Colonia. Sólo será a partir de los años sesenta, con
la emergencia de la "Nueva Historia", que esta visión un
34 Catherine Legrand, op. cit., pág. 10.
tanto idílica será revisada. Ante todo con el desarrollo de la 35 Ibán de Rementería, "Hipótesis sobre la violencia reciente en el Mag­
violencia extrema que empieza a afectar a las zonas de colo­ dalena Medio", en Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda, Pasado y
nización a partir de los años ochenta, se comenzará a hablar presente de la violencia en Colombia, Bogotá, CEREC, 1986. Alfredo Mo­
lano, "Violencia y colonización", en Revista Foro, No. 6, Bogotá, junio
de estas áreas como "fronteras conflictivas". de 1988. En este artículo, Molano afirma lo siguiente: "El colono desde
Sin embargo, para evitar caer en el reduccionismo coloni­ entonces y aún hoy es, pues, un hombre proclive a las armas que no
zación-violencia, la historiadora canadiense argumenta que cree sino en ellas, porque no conoce otro medio de relación política"
(pág. 27).
36 Jaime Eduardo Jaramillo, Estado, sociedad y campesinos, Bogotá, Tercer
Mundo Editores, 1988. León Zamosc, "El campesinado y las perspec­
33 Claudia Steiner, "Héroes y bananos en el golfo de Urabá: la construc­ tivas para la democracia rural", en Francisco Leal y León Zamosc (ed.),
ción de una frontera conflictiva", en Renán Silva (ed.). Territorios, regio­ Al filo del caos. Crisis política en la Colombia de los años ochenta, Bogotá,
nes, sociedades, Bogotá, Universidad del Valle y CEREC, 1994, pág. 138. Tercer Mundo Editores-IEPRI, 1990.
1 62 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN yyjQYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 1 63

¿En qué se basan Molano y Rementería para sostener la cola"38, pero igualmente tiene vigencia para otras áreas, de­
tesis de un potencial compromiso revolucionario de los colo­ bido a los límites para la productividad agrícola en las selvas
nos? Para estos autores, la participación potencial o real del tropicales o subtropicales, en las cuales tras una o dos cose­
colono en actividades revolucionarias está directamente rela­ chas, dada la precariedad de la capa vegetal, se presentan
cionada con el conflicto particular que se deriva del propio rendimientos decrecientes. El campesino, que sólo posee
proceso de colonización. Éste involucra a unos campesinos como recurso su propia fuerza de trabajo, se ve obligado a
desplazados que luchan por asegurar y defender sus tierras vender y a emigrar selva adentro.
colonizadas, y a los terratenientes y a los comerciantes que Según estos autores, el elemento final que hace de este
buscan ganancias a expensas de los colonos, mediante la conflicto uno potencialmente violento es el hecho de que el
apropiación de estas tierras ya cultivadas, las cuales carecen Estado no haya sido capaz de extender su control del territo­
de cualquier reconocimiento institucional como propiedad rio hasta estas regiones. En la mayoría de ellas, el Estado se
privada. Puesto que la tierra es poseída de hecho, no existe ha mostrado en extremo débil o totalmente ausente, incapaz
un reconocimiento oficial de los derechos de propiedad. Esto de hacer valer allí las relaciones legales que regulan la pro­
crea una situación en la que el Estado presenta insuficiencias piedad. Como consecuencia, los conflictos sobre la propie­
manifiestas en su capacidad de defensa del campesino frente dad de la tierra en la mayoría de estas regiones se resuelven
a la invasión de sus tierras por parte de otros sectores más en una suerte de "estado de naturaleza" hobbesiano39, por la
poderosos. Por tanto, los colonos tienden a tomar mayores fuerza. En estos casos, las guerrillas actúan como una especie
riesgos y a buscar defender sus tierras mediante formas ex­ de "Estado en embrión", resuelven conflictos y regulan las
trainstitucionales, como por ejemplo ofrecerle su apoyo a un relaciones de propiedad, es decir, desempeñan funciones es­
movimiento guerrillero a cambio de seguridad y eventual­ tatales que el propio Estado no ha querido o no ha podido
mente, involucrarse activamente en él. cumplir. En algunas zonas, como subraya Pierre Gilhodés en
Este conflicto solía resolverse, en el pasado, por la vía de sus estudios, el Estado o ha permanecido ausente o sólo ha
un posterior desplazamiento de los colonos hacia tierras sin tenido una "presencia traumática", reducido a un simple
cultivar más allá de la frontera agrícola. Sin embargo, de ma­ aparato de coerción a través de las fuerzas armadas, y en ge­
nera progresiva, tendió a convertirse en un conflicto de tipo neral en beneficio exclusivo de los terratenientes40. En ambos
suma cero dado que las tierras productivas baldías más cer­ casos, las guerrillas establecen una relación de beneficio mu-
canas a los centros urbanos o de fácil acceso fueron ocupadas
casi en su totalidad ’7. Esto sería particularmente válido en las*37
llamadas "fronteras cerradas", es decir, en aquellos "bolso­ 38 Darío Fajardo, "La colonización de la frontera agraria colombiana", en
nes de baldíos incrustados en el interior de la frontera agrí- Absalón Machado (comp.), op. cit., pág. 57.
"(...) si no hay un poder instituido, o ese poder no es suficientemente
fuerte para garantizar nuestra seguridad, cada hombre habrá de de­
pender, y podrá hacerlo legítimamente, de su propia fuerza e ingenio
37 Según Alfredo Molano hoy en el país sólo restan zonas baldías en la para protegerse de los otros hombres". Cf., Thomas Hobbes, Leviathan,
llanura del Pacífico, en la Amazonia y algo en la Orinoquia (Cf., "Al­ Madrid, Alianza Editorial, 1989, pág. 142.
gunas consideraciones sobre colonización y violencia", en Colombia 40 Pierre Gilhodés, Politique et violence. La question agraire en Colombie
Amazónica, No. 2, Bogotá, diciembre de 1988). (1958-1971), Paris, Armand Colin, 1974.
164 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN y^pOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 165

tuo con los colonos: su respaldo se intercambia por protec­ dero, en muchas ocasiones, es solamente cuestión de des­
ción contra los terratenientes o contra el Estado mismo, el truir un puesto de policía y así eliminar cualquier vestigio
cual se ha aliado en forma unilateral con uno de los sectores de la autoridad del Estado a lo largo de decenas de kilóme-
-------5 2 --------------------------------------------------------------------u -------------------------------------------------------
tros .
en conflicto o ha reducido su presencia al simple ejercicio de
la fuerza. En tales contextos, el análisis ofrecido por Migdal acerca
Si se toma en consideración el papel integrador al sistema del proceso de intercambio social entre las vanguardias revo­
político que ha cumplido el clientelismo bipartidista en Co­ lucionarias y los campesinos se toma bastante útil. Excepto
lombia, es fácilmente constatable en estudios de campo que que, al menos en el caso de Colombia, no se trata solamente
en las zonas de colonización estas redes de articulación ver­ de recompensas materiales individuales lo que los campesi­
tical o son débiles o son inexistentes, lo cual ha facilitado la nos buscan a cambio de su apoyo. Ante todo, se trata de la
irrupción de otros actores diferentes del Estado o de los par­ búsqueda de la seguridad, la cual, además de la protección
tidos tradicionales en el cumplimiento de funciones regula­ de la propiedad, implica garantizar las condiciones indispen­
doras de las relaciones sociales y económicas41*.Es interesante sables para la reproducción de una economía campesina via­
constatar, por otra parte, que un argumento semejante es uti­ ble. Es decir, que el intercambio propiamente económico
lizado por los analistas de Sendero Luminoso para explicar adquiere en estas regiones en forma inmediata unas claras
su rápido éxito inicial para consolidarse en ciertas regiones connotaciones políticas.
de la sierra peruana. El Estado peruano, históricamente muy En contraste con los argumentos de Molano, Carlos
débil, sufrió un proceso agudo de desintegración en la era Eduardo Jaramillo y León Zamosc sostienen una perspectiva
posvelasquista, lo cual se expresó en una grave crisis de me­ bastante opuesta. Por una parte, Jaramillo afirma que lo que
diación y representación políticas. hoy se halla en juego en las zonas de colonización son "las
Un factor clave en la capacidad de Sendero para implan­ modalidades de integración y asimilación de estas regiones
tarse ) (...) ha sido la presencia limitada de las instituciones y sus pobladores, que reclaman ya una mayoría de edad, a
del Estado y de la sociedad política. En amplios sectores de los circuitos regulares de nuestro mercado interno e interna­
la sierra peruana estas limitaciones no son nuevas. Por el cional, así como a las instituciones, juridicidad y servicios
contrario, han estado históricamente enraizadas en un pa­ públicos, que se derivan de su carácter de ciudadanos, de un
trón de dominación que se basaba en intermediarios loca­ Estado liberal de derecho"43. Esta perspectiva, a su vez, se
les. Con la desaparición de este sector, en el período de halla plenamente confirmada en el análisis de las moviliza­
Velasco (...) se creó un agudo vacío de poder (...). Para Sen- ciones campesinas de los años ochenta llevado a cabo por
Zamosc. Estas movilizaciones se orientaron a luchar por la
tierra, por el desarrollo de las regiones marginadas, contra la
41 Cf., los trabajos de Alfredo Molano, ante todo. Selva adentro: una histo­
ria oral de la colonización del Guaviare, Bogotá, El Áncora Editores, 1987.
Según el diario El Tiempo (9 de julio de 1995), de acuerdo con informes
oficiales, en 1993 se registró presencia guerrillera en el 62% de los mu­ 42 Philip Mauceri, "La respuesta del Estado 'débil' al desafío insurgente:
nicipios de colonización interna y en el 44% de los de colonización de Perú 1980-1990", Nueva York, Columbia University, 1990, pág. 1, mi-
frontera. Dos años más tarde, en 1995, la proporción era de 93% y 79% meo.
respectivamente. 43 Carlos Eduardo Jaramillo, op. cit., pág. 24.
166 APOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 167
INSURGENCY SIN REVOLUCIÓM

represión oficial y por la defensa de las pequeñas propieda­ características intrínsecas de este sector del campesinado,
des, frente a la voracidad latifundista. Sus principales expre­ gjno de los intereses entrecruzados que se hallan en juego en
siones fueron las invasiones de tierra y la toma de las oficinas estas regiones altamente conflictivas. El colono puede optar
del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORa) por acciones extrainstitucionales, si y sólo si se dan ciertas
La presencia de distintos actores armados (guerrilla, ejército condiciones: un conflicto suma cero por la propiedad, una
policía, paramilitares, mafia) le dio una coloración en extre­ ausencia de títulos legales sobre la misma, una ausencia del
mo violenta a estas manifestaciones de protesta campesina Estado o una presencia pero abiertamente comprometida a
Sin embargo, para Zamosc esa violencia, más que de carácter favor de sus adversarios, etcétera.
antisistema, era la expresión de una aspiración colectiva de Por último, es importante responder el interrogante que
acceder a la ciudadanía. nos resta. ¿Por qué la colonización adquirió tan altos niveles
de violencia a partir de los años ochenta y qué papel desem­
En el campo colombiano, los problemas candentes son de
orden social y económico, pero no es difícil percibir las im­
peñó el narcotráfico en este hecho? Sin duda, si aceptamos
plicaciones políticas de la protesta agraria cuando se toma que las zonas de frontera son áreas particularmente conflic­
en cuenta la forma que asume dicha protesta. Sabiendo que tivas, basta que se conviertan en el escenario de actores arma­
sus demandas nunca serán procesadas, los campesinos al­ dos ilegales de distinta índole para devenir tremendamente
teran el orden público para forzar la intervención del Esta­ violentas. Luchas cruzadas por el control territorial entre los
do y abrir un canal de negociación directa. Al hacer esto diversos actores armados, enfrentamientos entre la legalidad
están ejerciendo presión sobre el Estado, pero al mismo estatal y la contralegalidad subversiva o la ilegalidad mani­
tiempo también están reconociendo su autoridad. Lo que fiesta del narcotráfico, así como confrontaciones diversas
estamos viendo, entonces, es un claro intento de lograr in-
., -, . 44 —— ' 1 - ■ . ,C ----------- para obtener la legitimidad local, todo se mezcla para produ­
corporación política .
cir un clima explosivo.
La perspectiva de Jaramillo y Zamosc nos parece que En síntesis, podemos concluir que las zonas de frontera
refleja de manera más adecuada el comportamiento real de no son per se regiones en donde deba reinar la violencia física,
los "campesinos transicionales" frente a aquellas que ponen ni sus habitantes tienen una tendencia innata a asumir acti­
el acento en las potencialidades revolucionarias, en especial tudes de ruptura revolucionaria frente al Estado. Simple­
si tomamos en cuenta el carácter eminentemente inestable de mente se trata de zonas cuyos rasgos constitutivos las hacen
la adhesión a la guerrilla por parte de los colonos, como altamente conflictivas, las cuales facilitan que actores no es­
veremos más adelante, dado que se presentan tanto "efectos tatales (como la guerrilla o los grupos paramilitares de dere­
de atracción" (pull-effect) como "efectos de repulsión" (push- cha), provistos de recursos materiales y organizativos,
effect). En pocas palabras, es muy probable un apoyo de los puedan cumplir funciones paraestatales que en determina­
colonos a la guerrilla, pero éste no nace de unas supuestas das circunstancias animan al colono a brindarles su apoyo.
En el caso de la guerrilla, particularmente de las FARC, pro­
vista de una estrategia de guerra prolongada fundada en una
44 León Zamosc, "El campesinado y las perspectivas para la democracia
rural", op. cit., pág. 334. expansión de los frentes guerrilleros tendiente a copar todo
1 68 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN ^pOYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 169

el territorio nacional, las áreas de frontera adquieren un inte­ res a las de la guerrilla, es decir, si éstos garantizan el cumpli­
rés estratégico. miento de funciones de mediación y protección. Esto nos
En efecto, en estas regiones es probable una rápida con­ ¿bîïga con mayor razón a ser precavidos al hablar de una
solidación, en contraste con zonas en las cuales existe ya una supuesta "potencialidad revolucionaria" del colono. Su hori-
economía y una sociedad altamente consolidadas. En las pri­ zonte es más limitado y su apoyo a la guerrilla, cuando éste
meras, la guerrilla puede eventualmente adquirir una cierta se produce, es de una enorme precariedad.
legitimidad local al desempeñar papeles necesarios para la Por otra parte, es interesante subrayar cómo el mismo
supervivencia de la comunidad local, pero en las segundas lo factor que facilita la interacción entre los campesinos y los
más probable es que sólo se convierta en un depredador del I guerrilleros en las zonas de colonización puede convertirse
excedente económico de los propietarios de la tierra. En este en una de las razones de la incapacidad de las guerrillas para
caso, como ha ocurrido en muchas regiones del país como en lograr un triunfo revolucionario. El aislamiento de los cen­
Puerto Boyacá, es probable que la acción de la guerrilla con­ tros críticos de poder puede ser un punto de partida favora­
duzca a la organización de grupos de autodefensa o parami­ ble. Pero si el movimiento guerrillero permanece como la
litares, provistos de un alto índice de apoyo local*. vanguardia armada de los colonos y sólo eso, aislado duran­
Ahora bien, como vamos a argumentar en el siguiente ca­ te más de treinta años (como es el caso de las FARC) del resto
pítulo, es importante determinar las modalidades de adhe­ de la población, no puede haber opción de triunfo. De esto
sión del "campesinado transicional" a la guerrilla. Parece ser resulta obvio concluir que, no importa cuán importante sea
que se trata, ante todo, de una adhesión pragmática e instru­ el grado de apoyo logrado entre los colonos, si la guerrilla
mental, es decir, de una adhesión por esencia gelatinosa e fracasa en su intento por trascender esta frontera y aglutinar
inestable, que puede cambiar súbitamente y en apariencia en el apoyo de otros sectores estratégicos de la población, se ve
forma inexplicable hacia los adversarios de la guerrilla. Salvo abocada al marginamiento y al fracaso de su proyecto revo­
en regiones de "colonización armada", en las cuales ha habi­ lucionario.
do previamente una larga socialización política, lo que más
sorprende del apoyo campesino a la guerrilla es que éste se El E s t a d o y l a p r o t e s t a c a m p e s in a
transforma en un apoyo súbito hacia el ejército e incluso ha­
cia grupos paramilitares, si éstos cumplen funciones simila- Hasta aquí hemos analizado las condiciones específicas que
rodean el conflicto producido por la colonización. Este aná­
lisis, sin embargo, sugiere una indagación más profunda so­
45 Carlos Medina, A u to d e f e n s a s , p a r a m ilita r e s y n a r c o tr á fic o en C o lo m b ia : bre los procesos de dislocación campesina que ocurren en las
Bogotá, Edito­
o r ig e n , d e s a r r o llo y c o n s o lid a c ió n . E l c a s o d e P u e r to B o y a c á ,
áreas densamente pobladas dentro de la frontera agrícola
rial Documentos Periodísticos, 1990. A su turno, Eric Hobsbawm sos­
tiene que "mientras que las cuadrillas no le quiten demasiado a los que expulsan población fuera de esta misma frontera, un
campesinos que forman su base de apoyo, éste se mantiene sin mayo­ problema que encuentra sus orígenes en la cuestión más am­
res dificultades. Pero si aquéllas se hallan en la necesidad de arrancar plia de la ausencia de una reforma agraria. Esta ausencia de­
más de lo que es tolerable o tolerado por la base, en tal caso el apoyo
se derrumba" ("Historiografía del bandolerismo", en Gonzalo Sán­ bería ser abocada no sólo desde la perspectiva de las
chez y Ricardo Peñaranda, o p . c it., pág. 376). necesidades campesinas y la resistencia de los terratenientes,
1 70 INSURGENCIA SIN RFVOLUCIÓtv
^POYO CAMPESINO Y EXPANSIÓN GUERRILLERA 171

sino también desde la perspectiva de la debilidad de un Es­


mejores recursos que el otro, las posibilidades de una nego­
tado que ha demostrado ser incapaz de resolver tan impor­
tante cuestión. Este asunto ilustra claramente el porqué ciación abierta se ven seriamente restringidas. De tal manera
que puede haber dos resultados: o bien el adversario más po­
resulta insuficiente comprender la relación entre los campe-
deroso logra imponer completamente su voluntad sobre el
sinos y los terratenientes, cuando se trata de explicar las ra­
otro, con o sin el uso de la fuerza, o bien el adversario más
zones por las cuales los campesinos apoyan y eventualmente
participan en los movimientos revolucionarios. En efectoTal. débil busca aliados, por ejemplo las guerrillas, con el fin de
fortalecer su poder de negociación.
gunas cuestiones propiamente políticas, relativas a la auto­
nomía y capacidad del Estado para ejecutar reformas sociales I Igualmente, debería incluirse el tema de las fracturas ét­
indispensables, resultan cruciales para entender la violencia nicas que pueden contribuir a reforzar o, por el contrario, a
colectiva y las revoluciones. diluir las identidades de clase, agudizando o neutralizando
En suma, podríamos decir que aunque todos los autores los conflictos en circunstancias cambiantes. En el caso colom­
tratados en este capítulo ofrecen perspectivas novedosas biano, no existen fracturas étnicas profundas (como en los
acerca de las condiciones que hacen que algunos sectores casos del Perú y Guatemala, por ejemplo) que puedan expli­
campesinos, en determinadas circunstancias, puedan resul­ car el apoyo ofrecido por algunos sectores de la población a
tar proclives a apoyar actividades revolucionarias, todos . los movimientos de oposición o a los grupos revolucionarios.
ellos carecen de una matriz más compleja de variables que Con la sola excepción de las poblaciones indígenas localiza­
afectan el comportamiento político tanto de los campesinos das en el suroccidente del país y del Comando Indigenista
como de las clases dominantes rurales. Esta matriz debe in- Quintín Lame, el conflicto armado ha estado basado princi-
cluir factores económicos tales como el acceso a la tierra y a palmente en divisiones de claiseTregionales e ideológicas.
otros recursos críticos (agua, crédito, transporte, mercados), La relación de los campesinos con el "campo de poder",
y la principal fuente de ingreso, tal como ha sido resaltado tal como ha sido señalado por Wolf, es otro tema que debería
por Paige. Pero las variables económicas no pueden dar ple­ enfatizarse. En este sentido, las consideraciones sobre el tipo
na cuenta de las variaciones en el comportamiento político. de régimen en cuestión y el espacio que éste permite a cada
De tal manera que otras variables, tanto sociales como políti­ uno de los adversarios en conflicto para influir o participar
cas, deben ser incluidas. en la toma de decisiones con respecto al aparato del Estado y
Entre ellas, debe ser tomado en cuenta el grado de cohe­ sus funciones, tanto a nivel local como nacional, adquieren
sión e identidad de los grupos en conflicto. Algunos actores considerable importancia. Un especial énfasis debe ser otor­
sociales, generalmente los sectores dominantes, cuentan con gado a la función represiva del Estado ya que, usualmente, el
mejores recursos materiales y organizacionales para defen­ campesinado no sólo carece de cualquier tipo de influencia
der sus intereses que otros. La capacidad de organización y sobre las decisiones que afectan sus condiciones de vida, sino
consecución de recursos de un actor social con el fin de pro­ que además, con suma frecuencia, puede llegar a ser la prin­
mover sus intereses es crucial para su poder de negociación. cipal víctima de campañas represivas conducidas por las
En situaciones en las cuales uno de los actores sociales invo­ fuerzas armadas, sobre las cuales las clases dominantes rura­
lucrados en un conflicto está mejor organizado y cuenta con les sí poseen un alto grado de influencia. Esta situación debi­
lita aún más la capacidad negociadora de los campesinos y
172 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN A poyo c a m p e s i n o y e x p a n s ió n g u e r r il l e r a 173

no debería sorprendernos que, ante una parcializada y des­ o liquidó la adhesión del campesinado hacia el Estado, al ser
medida acción militar en su contra, éstos busquen aliarse con percibido como un simple "Estado represor", lo cual contri­
uno u otro de los grupos guerrilleros en busca de protección buyó a la expansión insurgente.
frente al Estado y sus aliados.
Durante los años ochenta en Colombia, el incremento de
la represión tanto estatal como privada, bajo la forma de es­
cuadrones paramilitares formados, financiados y entrenados
por los terratenientes, los narcotraficantes y las élites políti­
cas locales, convirtió el conflicto primordialmente en un con­
flicto por la seguridad. Los campesinos buscaron, en tal
contexto, intercambiar con las guerrillas apoyo por protec­
ción. Ya no se trataba, pues, de un conflicto inducido so­
lamente" por la necesidad de recursos o por el deseo de
mantener una economía campesina de subsistencia frente a'
ks~presion.es del capitalismo y las fuerzas del mercado. El
compromiso con la lucha armada, bajo ciertas circunstancias,
llegó a convertirse pura y llanamente en una estrategia de
supervivencia.
En síntesis, una compleja matriz de variables de origen
no solamente económico afecta el comportamiento de cada
uno de los polos de la relación, valga decir, los campesinos y
las clases dominantes rurales. La cuestión reside en el cómo y
el cuándo, es decir, bajo qué circunstancias esta relación se tor­
na en un conflicto de tipo suma cero. Al evaluar los tipos de
conflicto así como la aparición de la violencia como un medio
para su resolución, resulta indispensable tener en cuenta la
capacidad de intervención del Estado, así como las modali­
dades escogidas de intervención, lo que hemos denominado
las "modalidades de la respuesta estatal". Es probable, como
ya hemos argumentado para los casos de Colombia, Guate­
mala, El Salvador y Perú, que las respuestas estatales utiliza­
das en la guerra de contrainsurgencia en estas naciones a lo
largo de los años ochenta, lejos de solucionar los conflictos,
los agravaron. La criminalización masiva de la población
campesina en las zonas de operación de la guerrilla debilitó
/

C a p ítu lo 6. B i e n e s c o l e c t iv o s e i n c e n t i v o s
SELECTIVOS: LAS "FRONTERAS" DEL PODER
ESTATAL

L a revisión de la literatura que busca desentrañar las poten­


cialidades revolucionarias del campesinado o de un sector de
éste resulta, como hemos visto, relativamente insatisfactoria,
incluso con relación al "campesinado transicional" de las zo­
nas de colonización en las cuales la guerrilla ha encontrado
sus mejores posibilidades. Esta insatisfacción nos condujo a
desplazar el análisis hacia otro terreno que creemos más fér­
til: el análisis de la precariedad y la debilidad tradicionales
del Estado en Colombia, que se complementa con una enor­
me fragmentación de los distintos poderes en el país. Esa pre­
cariedad y esa fragmentación son las que permitirían a los
grupos guerrilleros (¡y no sólo a éstos!) la construcción de
contrapoderes locales, fundados en diversas formas y niveles
de apoyo campesino.
La persistencia crónica de la guerrilla en Colombia nos ha
llevado a interrogamos a lo largo de todo el libro en tomo a una
serie de factores que permitan explicar tal fenómeno. En las pá­
ginas anteriores adelantamos ya una hipótesis, referida a la
probabilidad de que los grupos alzados en armas hubiesen al­
canzado, en determinados espacios, una cierta legitimidad en
la población civil. Aun cuando esta hipótesis pueda parecer
aventurada a los ojos de algunos, la evidencia empírica parece
corroborarla. Sin embargo, el concepto de legitimidad, tal como
lo encontramos en la teoría política, debe ser problematizado,
matizado y ajustado en concordancia con las implicaciones que
tiene asignarlo a un actor que ejerce una oposición ilegal o des­
leal al sistema político y al propio Estado.
175
176 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN B ie n e s c o l e c t iv o s e i n c e n t iv o s s e l e c t iv o s 177

Dada la gran importancia que reviste este tema para al­ de la existencia de un orden legítimo (...). Sólo hablaremos (...)
canzar una cabal comprensión de la cuestión central de esta de una 'validez' de este orden cuando la orientación de hecho
obra, es decir, ¿cómo pudo presentarse en Colombia una "in_ por aquellas máximas tiene lugar porque en algún grado sig­
surgencia (crónica) sin revolución"?, vamos a precisar algu­ nificativo (es decir, en un grado que pese prácticamente) apa­
nas nociones antes de ilustrar con cuatro ejemplos algunas recen válidas para la acción, es decir, como obligatorias o
experiencias locales de inserción guerrillera. como modelos de conducta"3.
Para Weber, el "orden" es la estructura de significación
L e g it im id a d y o p o s ic ió n d eslea l según la cual la acción que se desarrolla en el marco de una
relación social tiene sentido4. Su legitimidad proviene de que
Según nuestra hipótesis, en determinadas zonas del país la
guerrilla se presenta como una alternativa provista de una sea reconocida la relación por todos los que en ella partici­
cierta legitimidad frente a las instituciones del Estado. En pan. Hablar de un orden político, como subconjunto de un
este sentido, la guerrilla entra a suplir con mayor o menor orden social, obliga a pensar en las relaciones de poder que
eficacia la carencia del aparato estatal, en cuanto regulador existen en su seno, lo cual conduce a indagar en torno a la
de lo público, en unas regiones que llamaremos de "fronte- legitimidad de tales relaciones de poder; es decir, en torno a
ra"; concepto que utilizaremos no sólo para referirnos a la validez del orden político. No obstante, para Weber, "el
aquellas regiones que se hallan en zonas de colonización re­ concepto de poder es sociológicamente amorfo"5 y debe ser
ciente, sino también para todas aquellas áreas que se presen­ reemplazado en el análisis por la noción de dominación, que
tan como "límites", tanto en un plano material como el sociólogo alemán define "como la probabilidad de encon­
subjetivo, como puede ser el caso de los barrios marginales trar obediencia a un mandato de determinado contenido en­
de las grandes ciudades, asiento de las "milicias urbanas". tre personas dadas"6.
Sin embargo, ¿qué tan consistente con la teoría política es
hablar de legitimidad referida a un grupo guerrillero? El con­
cepto de legitimidad expresa una creencia en la legalidad de las págs. 25 y ss. Weber utiliza el término de "máximas" para referirse
las normas que rigen un orden político1. En un plano más abs­ a las normas de conducta que guían las acciones de los individuos en
una sociedad.
tracto (intersubjetivo), tal creencia se expresa socialmente en 3 I b id .
la capacidad de reconocimiento que tiene ese orden político. 4 El concepto contemporáneo de "orden" es enteramente compatible
Esta definición remite a la formulación de tal categoría por con el de Weber que estamos utilizando. Según Guillermo O'Donnell,
parte de Max Weber, para quien "orden" significa el conteni­ un orden es aquél en donde "múltiples relaciones sociales son llevadas
a cabo sobre la base de expectativas estables (si bien no necesariamen­
do de sentido de una relación social orientada por "máxi­ te aprobadas)". Guillermo O'Donnell, "On the State, Various Crises
mas"2. La validez de un orden está sujeto a la "representación and Problematic Democratizations", Helen Kellogg Institute for Inter­
national Studies, University of Notre Dame and CEBRAP, marzo de
1992, pág. 2 (mimeo).
5 Max Weber, o p . c it., pág. 43.
1 Joel Krieger (ed.), T h e O x f o r d C o m p a n io n to P o litic s o f th e W o r ld , Oxford- 6 Como es sabido, Weber distingue tres tipos ideales de dominación
Nueva York, Oxford University Press, 1993, págs. 533-534. legítima, enunciados según el "fundamento primario de su legitimi­
2 Cf., Max Weber, E c o n o m ía y so c ied a d , México, FCE, 1992, especialmente dad": racional, tradicional y carismático ( ib id ., pág. 172).
178
Bie n e s c o l e c t iv o s e i n c e n t iv o s s e l e c t iv o s 179
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

torial que demarca un "adentro" y un "afuera", podremos


Si vamos a hablar de manera apropiada de una cierta le­
hablar de tal grupo como una asociación con un orden social
gitimidad de la guerrilla, debemos ubicar determinadas
y, por tanto, con posibilidades de tener igualmente una di­
coordenadas de espacio y de tiempo dentro de las cuales po­
mensión política; orden diferenciado, en mayor o menor gra­
damos considerar al grupo armado como el actor fundamen­
do, de aquél de la "sociedad mayor", bajo el supuesto de que
tal de un orden político en el cual ejerce cierto tipo de
sea un subconjunto o parte constitutiva de un conjunto más
dominación. Ahora bien, lo problemático es establecer si ese-
“amplio que lo abarca. En este sentido, el concepto de legiti­
orden en cuestión es empíricamente observable. Si podemos
midad, referido expresamente al orden político, se deshace
verificar la hipótesis de un cierto "orden político guerrille­
de su referencia unívoca a las instituciones legalmente cons­
ro", el ajuste del término "legitimidad" al análisis de la situa­
tituidas por la "sociedad mayor", por ejemplo, mediante las
ción guerrillera podría resultar teóricamente válido.
vías constitucionales y legales.
Un primer obstáculo con respecto a los conceptos de or­ No resulta, pues, descabellado o falaz describir teórica­
den y de legitimidad responde a la preconcepción de todo
mente ciertos grados de adhesión social a grupos guerrille­
orden político como orden institucional. Si suponemos que ros, dentro de determinados límites territoriales (y tempo­
al hablar de orden político nos estamos refiriendo al orden de
rales), como un fenómeno de legitimidad. Más aún cuando,
la "sociedad mayor" frente al cual la actividad insurgente se al revisar las caracterizaciones que enJa obra de Weber des-
presenta como un "contrapoder", que la legalidad de la so­ criben el tipo ideal de asociación, de orden y de legitimidad,
ciedad mayor determina tal categoría y que las relaciones de nos encontramos con la necesidad de la existencia de un cua­
dominación que un grupo guerrillero logra establecer en de­ dro administrativo que, ante todo, regule la acción coactiva
terminadas coordenadas espacio-temporales no pueden ser hacia el cumplimiento de la normatividad del orden estable­
entendidas como parte de un "orden menor", simple y llana­ cido mediante un marco legal. En el caso de la guerrilla co­
mente la noción de legitimidad no es aplicable para las áreas lombiana, tal caracterización es aplicable a casos concretos
de influencia guerrillera.
de la actividad insurgente en regiones específicas.
Sin embargo, y de nuevo siguiendo a Weber, el orden de Ahora bien, este planteamiento nos lleva a la concepción
una asociación de hombres puede imponerse en la medida de que un orden social —y de suyo un orden político— res­
en que se den determinadas circunstancias de hecho: "Esas ponde a una lógica de formulación de un "adentro" y de un
circunstancias de hecho pueden consistir especialmente en "afuera". En efecto, mientras continuemos en el marco de
una relación territorial (presencia, nacimiento, ejecución de una noción weberiana de orden, según la cual éste consiste
determinadas acciones dentro de un determinado territorio): en el "contenido de sentido de una relación social", sus lími­
o sea, 'validez territorial' "7.
tes estarán dados por la representación que de él y de su vali­
De esta manera, en la medida en que un grupo de per­ dez tengan los actores en él inscritos. En este sentido, el
sonas establezca un orden dado en sus relaciones sociales, carácter de la territorialidad del orden, es decir, la cuestión de
determinadas éstas por prácticas inscritas en un límite terri- sus límites, debe ser pensado en dos sentidos. En primer lu­
gar, la ocupación territorial de los actores y el consiguiente
7 Ibid., pág. 41.
enclave geográfico de las relaciones que entre ellos se estable-
180 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN

cen estarán, en última instancia, fundados sobre la base de podemos utilizar para el estudio de las relaciones de la gue­
unas determinadas condiciones materiales. Pero, en segundo rrilla en determinados espacios de las ciudades que, a su vez,
lugar, el límite territorial del orden adquiere un carácter sub­ se presentan como límites: los barrios marginales.
jetivo, en la medida en que su sentido y significación están
inscritos en las formas de representación de sus actores indi- LA "DEBILIDAD" DEL ESTADO
viduales. Esto último debido a que el orden social se estable-
ce como una estructura de significación, mediante la cual las El planteamiento de una disputa entre el Estado y la gue­
acciones de los actores y sus interacciones adquieren sentido " rrilla en torno a la legitimidad en las regiones de coloniza­
Tanto de acuerdo con determinadas ideas de valor, como con ción reciente o en las áreas urbanas marginales remite al
base en una determinada racionalidad medios-fines. En otros concepto de "debilidad del Estado". Aun cuando para los
términos, un aspecto fundamental para el establecimiento de analistas es evidente la grave precariedad institucional que
un límite territorial del orden social y político está dado por sufre Colombia, es probablemente en las zonas de frontera
el imaginario colectivo. De él se desprenden los valores sub­ donde este fenómeno es más impactante. En efecto, la con­
jetivos que le confieren sentido a determinadas relaciones, solidación guerrillera encontró en esa debilidad estatal
mientras que otras carecen de él, estableciendo así un "aden­ una fuente para nutrirse y desarrollarse. La precariedad
tro" y un "afuera". institucional no explica la emergencia de los movimientos
En síntesis, la doble disposición—material y subjetiva— armados, como habíamos sostenido ya con base en los argu­
de un límite espacial del orden social y político adquiere toda mentos expuestos por Michel Wieviorka, pero sí facilita sus
su fuerza analítica en el concepto de frontera. La construc­ posibilidades de consolidación y expansión en determinadas
ción teórica de este concepto como un "tipo ideal" implica regiones.
que, si bien responde a las características de la frontera geo- j U Para Daniel Pécaut, la "precariedad" del Estado se mani­
gráfica —como límite territorial y material—, se deshace en d h fiesta de distintas maneras: en primer término, en la debili­
su elaboración de sus ataduras físicas para poder llegar a ser dad de su autoridad, en cuanto hace a la capacidad de su
pensado como metáfora de la disposición subjetiva de unos aparato judicial y en relación con las "fuerzas del orden"; en
límites que si bien hemos llamado espaciales, tienen que ver segundo término, en la débil capacidad del Estado para re­
con otras dimensiones de la realidad social, especialmente gular conflictos y, por último, en su endeble presencia en cier­
con la estructuración subjetiva de ciertos límites que deli­ tas regiones del país. Sin embargo, Pécaut subraya que
nean el "adentro" y el "afuera" del sentido y, por tanto, de la además de la precariedad estatal, otros factores coadyuvan a
validez de un orden social y consecuentemente político. De definir el marco necesario "para comprender tanto la desor­
ahí que se presente como una gran ayuda teórica en lo que ganización de la movilización social como la transición hacia
concierne al análisis de la legitimidad de los actores de un la violencia política y, luego, hacia la violencia generalizada".
cierto orden. De esta manera, podemos aplicar el concepto de Estos son "la fragilidad de las representaciones de la unidad
frontera, no sólo al estudio de la legitimidad que ostentan nacional" y "ía impotencia de ese mismo Estado para enfren­
ciertos grupos guerrilleros en determinadas regiones de co­ tar situaciones económicas en las que se produce una afluen­
lonización consideradas como zonas de frontera: también lo cia imprevista de recursos económicos, vinculados a los
182 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN B ie n e s c o l e c t iv o s e i n c e n t iv o s s e l e c t iv o s 183

precios de ciertas materias primas"8. En cuanto al primero, es estructura agraria colonial hacia los territorios vacíos de 'tie­
evidente que las representaciones modernas de la unidad na­ rra caliente'. Así, empezamos a encontrarnos a lo largo de
cional descansan de alguna manera en el mito del Estado. En todo el país con una serie de colonizaciones de muy diversa
este sentido, el Estado es más que el aparato burocrático de índole pero siempre de carácter espontáneo, autónomo, alu­
la administración nacional de recursos, justicia, fuerza, etc. vional, más anárquico, un poco más libertario, que rechazaba
Se presenta como un factor de cohesión social a gran escala, los controles tanto de la Iglesia Católica como del Estado co­
que articula el cúmulo de relaciones de poder bajo un gran lonial"9.
marco de administración del poder político como poder pú­
Estos nuevos poblamientos, según Fernán González, co­
blico. Esto es lo que le permite administrar la justicia o la eco­
nomía. Es también lo que lo prefigura como un gran mito, menzaron a percibirse como un desafío a la estructura jerár­
pues opera gracias a un orden simbólico que puede llegar a quica, debido a los privilegios que la autonomía les otorgaba.
ser desarticulado por órdenes más arraigados en la pobla­ Comienza así a delinearse un conflicto entre colonos y Esta­
ción, como el de las nacionalidades o la etnicidad en la Euro­ do en las tierras calientes de Cundinamarca, en el Valle del
pa contemporánea. Si seguimos el hilo de la reflexión de Magdalena, en el norte del actual Tolima y, ante todo, en las
Pécaut, en Colombia el mito del Estado es un mito frágil. poblaciones que los cronistas llamaban "pueblos revuel­
pero que ha logrado sobrevivir a los embates de la historia tos"101.
gracias a que no han fructificado mitos distintos, como hu­ De esta manera, se configuraron nuevas "zonas de fron­
bieran podido ser las utopías de los grupos alzados en armas. tera"^ en lo que más adelante sería el territorio nacional. La
Tm cuanto hace al otro factor expuesto por Pécaut, la im- frontera interior es una frontera en la medida en que se per­
potencia para controlar las bonanzas no es más que otro claro cibe como una línea divisoria entre dos tipos de sociedad. Las
reflejo del raquitismo estatal. Y es precisamente en el marco colonizaciones de finales del siglo XVIII prefiguraron de esa
de este raquitismo que vive y se nutre la insurgencia crónica forma un conflicto con el Estado, en la medida que se presen­
con todos sus fenómenos correlativos tales como su poder tó un claro enfrentamiento entre dos tipos de sociedades, que
local, su disputa con el Estado por la legitimidad regional y eran a su vez el producto de dos tipos de poblamiento distin­
la adhesión que alcanza en algunas áreas, especialmente en tos. Desde aquellos tiempos, el dualismo característico del
las zonas de colonización. Estado colombiano, relativamente fuerte en ciertos espacios
La configuración de las fronteras interiores de lo que hoy y débil o ausente en otros, comenzó a perfilarse.
llamamos Colombia comenzó a partir de la segunda mitad
del siglo XVIII, en medio de una fuerte explosión demo­
gráfica y un proceso de mestizaje masivo. "Esta población 9 Fernán González, "Poblamiento y conflicto social en la historia de Co­
comienza a ser expulsada por las tensiones inherentes a la lombia", en Renán Silva (comp.). T e r r ito r io s , r e g io n e s , s o c ie d a d e s , Bogo­
tá, CEREC y Universidad del Valle, 1994, pág. 14.
10 I b id ., págs. 14,15 y 16.
11 Sobre la expansión de la frontera agrícola y los conflictos que se entre­
8 Daniel Pécaut, "Violencia y política en Colombia", en Varios autores, tejen en este proceso v é a s e , igualmente, la obra de Catherine Legrand,
D e m o c r a c ia , e tn ic id a d y v io le n c ia p o lític a en lo s p a ís e s a n d in o s , Lima, F r o n tie r E x p a n s io n a n d P e a s a n t P r o t e s t in C o lo m b ia , 1 8 3 0 - 1 9 3 6 , Albu­
IEP/IFEA, 1993, págs. 267 y ss. querque, University of New Mexico Press, 1986.
184 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN Bie n e s c o l e c t iv o s e in c e n t iv o s s e l e c t iv o s 185

La debilidad del Estado colombiano es, en este sentido los ya mencionados (la debilidad del Estado, las formas de
no sólo un resultado de su configuración histórica como Es­ poblamiento y socialización, y la población disponible re­
tado, sino también una consecuencia del proceso de desarro­ sultante) entran también a desempeñar un papel significa­
llo de nuevos tipos de poblamiento y socialización, frente a tivo.
cuyas exigencias no se supo adaptar y responder. Esto pro­ En este sentido, cada región de frontera posee, además de
dujo un fenómeno de "población disponible"12 en las zonas determinadas características comunes, unos rasgos históri-
de colonización, que se constituyó en la base sobre la cual co-estructurales específicos. Así como la frontera aparece
actores diferentes al Estado pudieron entrar a disputar la le­ como una región específica en sus contradicciones, cada zona
gitimidad que éste reclamaba, pero que no pudo alcanzar de­ de frontera particular difiere de las demás en cuanto hace a
bido a su incapacidad para actuar como un factor de la especificidad de tal configuración. De esta manera, resulta
cohesión social.
evidente que las formas en que los movimientos guerrilleros
El concepto de "población disponible" explica una parte
puedan conquistar la adhesión de un grupo social y una con­
del fenómeno de la legitimidad que un movimiento guerri­
secuente legitimidad dentro de una zona de frontera especí­
llero puede entrar a disputar al Estado en una determinada
fica cambian de región en región. En este punto es necesario
zona de colonización. Sin embargo, no agota su problemáti­
dilucidar las modalidades específicas mediante las cuales la
ca, pues también influye el tipo de guerrilla presente en la
zona. guerrilla logra en estas áreas movilizar a la población hacia
Como un pequeño Leviatán, la guerrilla expresa a escala la acción colectiva.
los tres factores que constituyen un Estado: la fuerza, el mito
y el contrato. Combinados en mayor o menor medida, estos La a c c ió n c o l e c t iv a e n z o n a s d e f r o n t e r a
factores (el militar, el ideológico y la base social) conducen a
tipos específicos de guerrilla. Aun cuando, como sostuvimos Una de las inquietudes fundamentales de las ciencias socia­
en un capítulo anterior, los tres factores coexistan en un gru­ les ha sido, en efecto, responder a la pregunta: ¿En qué cir­
po insurgente, hay uno que domina su curso. En este sentido, cunstancias los individuos se comprometen con una acción
pudimos construir tres modelos abstractos de guerrilla: la colectiva, con objeto de impulsar o proteger intereses comu-
militar, la de partido y la societal. Con base en los criterios nes? Es decir, es preciso determinar cuáles son las raíces de la
que expusimos para diferenciar estos tipos de guerrilla, las acción colectiva.
tres modalidades presentan diversas formas de relaciona- Por decenios, la secuencia propuesta por Marx, como
miento con la tierra y la población y, por tanto, serán diversas fundamento de su teoría de la revolución, tuvo un carácter
sus modalidades de legitimación local. dominante en las ciencias sociales: "interés común-toma de
A su vez, esta correlación tipológica debe entenderse conciencia del interés común-acción colectiva". Hoy, tras la
como parte de un proceso en el cual otros factores, tales como crítica desarrollada por las teorías de la decisión racional y el
individualismo metodológico sabemos que algunos de los
supuestos que animaban la secuencia marxista no son defen­
12 Fernán González, op. cit., pág. 17. dibles.
186 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN
Bienes colectivos e incentivos selectivos 187

Como subraya Reinhard Wippler13, la visión de Marx so­


ciones parciales y acumulativas mediante un proceso de ne­
bre la acción colectiva, en particular de la clase obrera, se fun­
gociación o de conflictos acotados con el Estado o con las éli­
daba en tres componentes básicos: un componente histórico
tes dominantes, como ocurrió, en contra de las previsiones de
(los cambios en los modos de producción), un componente
Marx, con la clase obrera europea14.
estructural (el conflicto fuerzas productivas/relaciones de
Detengámonos sólo en el primer postulado dado que re­
producción) y un componente motivacional (la tasa decre­
viste un interés mayor para nuestra reflexión. Este postulado
ciente de capital y el subsiguiente proceso de pauperización).
ha sido seriamente cuestionado por la teoría de la decisión
Sin embargo, la experiencia histórica del movimiento comu­
nista a fines del siglo XIX puso en evidencia que no bastaba racional, en particular por el trabajo pionero de Mancur Oí-
con la frustración simultánea de un gran número de obreros son, quien pone en duda la hipótesis según la cual los indivi­
para que se desatara la acción revolucionaria. La frustración duos toman la ruta de la acción una vez toman conciencia de
parecía ser una condición necesaria, pero no suficiente. Lenin la existencia de intereses comunes. Por el contrario, afirma Oí-
fue, sin duda, quien aportó la respuesta más incisiva a este son, en general es más racional para el individuo abstenerse
dilema: para el dirigente ruso, los obreros desarrollaban por de actuar que comprometerse en la acción colectiva. En esen-
sí mismos sólo una conciencia reformista (socialdemócrata)T cia^sus argumentos son los siguientes: puesto que la rea­
Para que los trabajadores pudieran adquirir una conciencia lización de un objetivo de interés común constituye un bien
revolucionaria era necesario que actuaran en su seno revolu- colectivo (por ejemplo, un pliego de peticiones), los partici­
a ò nãnõs~profesionales, quienes le podían proporcionar un pantes potenciales en la acción colectiva van a ser tentados a
sentido histórico a su lucha. Es decir, que eran las vanguar­ asumir un comportamiento de free riders1S. El raciocinio del
dias esclarecidas las llamadas a darle una perspectiva revo­ individuo es simple: puesto que el aporte marginal de su par­
lucionaria a la acción colectiva. ticipación activa es prácticamente nulo, mientras que los cos­
Para Ludolfo Paramio, no obstante, la teoría marxista-le- tos potenciales de su participación pueden ser muy gravosos
ninista de la revolución se fundaba en dos postulados difícil­ (un eventual despido de la fábrica), considera más racional
mente aceptables: en primer término, en la idea de que la abstenerse de actuar. De todas formas, no puede ser excluido
toma de conciencia de la existencia de intereses comunes de los beneficios colectivos. Por otra parte, el individuo puede
conduce per se a la acción colectiva (así sea mediante la me­ abstenerse de actuar si considera que su participación puede
diación de los revolucionarios profesionales); y, en segundo convertirse en un "sacrificio inútil", debido a la falta de otros
término, en la idea de que los intereses comunes sólo admi­ participantes, o sea el clásico "dilema del prisionero".
ten una "respuestas óptima" (la ruptura revolucionaria) y no
toda una gama de "respuestas subóptimas" entre las cuales
14 Ludolfo Paramio, T r a s e l d ilu v io . L a iz q u ie r d a a n te e l f in d e s ig lo , México,
es posible escoger. Por ejemplo, la conquista de reivindica- Siglo XXI Editores, 1989.
15 Mancur Olson, T h e L o g ic o f C o lle c tiv e A c tio n . P u b lic G o o d s a n d th e T h e o r y
o f G r o u p s , Cambridge, Harvard University Press, 1971. La noción de
fr e e r id e r s (o "viajeros gratuitos") se refiere a quienes se marginan de
13 Reinhard Wippler, "Individualisme méthodologique et action collec­
tive", en François Chazel (ed.). A c ti o n c o lle c tiv e e t m o u v e m e n ts s o c ia u x , la acción colectiva ante la conciencia de que los bienes colectivos que
Paris, PUF, 1993, págs. 207-222. se van a obtener de todas formas, ya sea que actúen o se abstengan de
actuar, los van a beneficiar.
188 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN BlENES COLECTIVOS E INCENTIVOS SELECTIVOS 189

Ahora bien, aun cuando in extremis los postulados de Ql- hipótesis que en la constitución de los núcleos guerrilleros en
sorTTIevarían a hacer casi imposible la acción colectiva, éste América Latina tras la revolución cubana predominaron mo­
no desconoce que en determinadlas circunstancias los indivi­ tivaciones altruistas e ideológicas en las capas medias radica­
duos se comprometen en actividades colectivas. Se trataría* lizadas que dieron origen a estos movimientos, mientras que
según Oison, de situaciones en las cuales funcionan mecanis­ en los casos de consolidación y expansión se apoyaron en
mos coercitivos o mecanismos de incitación para la acción otras capas de la población (como en el campesinado), en
muy eficaces, ya sea en grupos restringidos o en grupos or­ donde las motivaciones egoístas serán las predominantes. Al
ganizados previamente para realizar otros objetivos, o cuan­ menos en la experiencia colombiana, la guerrilla logró una
do los beneficios que se puedan obtener no son colectivos relativa movilización hacia la acción colectiva de núcleos res­
sino privados. tringidos en zonas rurales y más recientemente urbanas, con
Aun cuando son múltiples las críticas que se le han for­ base en dos factores centrales: 1) en algunas regiones logró
mulado a Mancur Oison (su visión universalista de la racio­ sustituir o llenar el vacío estatal, con lo cual pudo propor­
nalidad del homo oeconomicus, la ausencia de una contex- cionar bienes colectivos o incentivos individuales a ciertos
tualización socio-histórica de los actores, el desconocimiento sectores de la población; y 2) los grupos guerrilleros, con­
de potenciales actitudes "benévolas" en los individuos, etc.), siderados como "empresarios políticos"18, lograron cohesio­
es indudable que después de Oison y los desarrollos poste­ nar a la comunidad o servir de medio para su constitución,
riores de la teoría de la decisión racional y la acción colectiva, con base en lo cual la propia comunidad se encargó de san­
no se puede volver simple y llanamente a la hipótesis mar­ cionar a quienes tendían a comportarse como free riders, es
xista cuya simplicidad hoy se hace evidente10. ¿Cómo expli- decir a quienes se abstenían de participar en las tareas comu­
car entonces la capacidad de la guerrilla para movilizar hacia nes.
la acción colectiva, en forma significativa o no, a un grupo de
individuos?
Evidentemente, esta pregunta parte de la guerrilla como ity of Choosing One or the Other", en Theory and Society, No. 11,1982,
un actor ya constituido, que busca movilizar a un sector so­ págs. 521-527). Y una visión crítica a este postulado en Adam Prze­
worski, op. cit., pág. 88.
cial. Sin entrar en un engorroso debate al respecto muy co­ 18 "En China y en Vietnam se ha argumentado que la comunidad cam­
mún en la "teoría de los juegos"1617, podríamos plantear como pesina era débil, que estaba muy mediada por las élites y escindida
entre intereses que disminuían su capacidad como fuente de movili­
zación. Pero precisamente por ello, y porque la sociedad y el Estado
eran semitradicionales, existía un espacio para la acción de empresa­
16 Cf., Adam Przeworski, "Le défi de l'individualisme méthodologique rios políticos capaces de reforzar la comunidad y convertirla en base
à l'analyse marxiste", en Pierre Birnbaum y Jean Leca, Sur l'individua­ social para una revuelta prolongada del campo en contra del poder
lisme, Paris, Presses de la Fondation Nationale de Sciences Politiques, estatal urbano", subraya Ludolfo Paramio ("La revolución como pro­
1991. blema teórico", op. cit., pág. 376). La noción de empresario político va
17 Como dicen Claus Offe y Johannes Berger, "lógicamente, el juego sólo más allá de la noción de revolucionarios profesionales: en el caso de
comienza una vez que los actores se han constituido, pues sus prefe­ Vietnam ese rol fue representado por las sectas Hoa Hao y Cao Dai y
rencias se formaron como resultado de un proceso que no puede ser por la Iglesia católica, y en Guatemala desempeñaron este papel las
considerado en sí mismo como parte del propio juego" (Cf., "Function­ "comunidades eclesiales de base" y algunas sectas e iglesias protes­
alism vs. Rational Choice?: Some Questions Concerning the Rational- tantes.
190 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN B ie n e s c o l e c t iv o s e in c e n t iv o s s e l e c t iv o s 191

Con base en estas consideraciones y siguiendo a Jon Els­ niente de los departamentos del Tolima y el Huila. Y, por úl­
ter, la aproximación más útil para una aplicación empírica de timo, una colonización espontánea de campesinos que, en
la noción de conciencia de clase consiste en definirla como general, huían de la violencia que afectaba a sus regiones de
"la capacidad de superar la cuestión del free rider en la acción origen.
colectiva"19. En otras palabras, pese a las grandes limitacio- Con la "colonización rapaz" se institucionalizó en toda la
nes tanto de la clase obrera como del campesinado para cons­ región el sistema de "endeude", que se constituyó en el prin­
tituirse en "clases para sí" (para utilizar un lenguaje ya cipal mecanismo de asociación para la extracción de caucho,
anacrónico), la guerrilla colombiana encontró, no obstante. entre trabajadores (indígenas y colonos) y patronos. Este sis­
condiciones locales favorables para insertarse, autorrepro- tema consistía en "adelantar al 'socio', al trabajador, un con­
ducirse y generar un respaldo local. Aun cuando no se puede junto de objetos indispensables para obtener el producto (...).
desconocer el papel que han desempeñado el miedo y la in­ El precio de estas mercancías lo determinaba de manera ar­
timidación en la acción colectiva, creemos que un apoyo sos­ bitraria el patrón o cuadrillero, que era también comerciante
tenido no se puede explicar sólo mediante el chantaje. Por y que compraba el producto pactado a precios puestos por él
ello, y para ejemplificar las tesis expuestas a lo largo de este (...). Como el saldo de estas operaciones era invariablemente
capítulo, escogimos algunas regiones de frontera, tanto rura­ negativo para el trabajador, fuera indígena o blanco, el pa­
les como urbanas y con fuerte presencia guerrillera, que he­ trón ataba así, por el tiempo que resultase fructífera, la mano
mos considerado ilustrativas. de obra a su cuadrilla. Semejantes términos no podían garan­
tizarse sino por medio de la coerción física, de la violencia"21.
El Guaviare y los cultivos de coca El endeude se extendió al resto de las actividades econó­
micas de la región, lo cual supuso una cierta institucionaliza-
En algunas zonas del departamento del Guaviare, donde las ción de la violencia como medio de garantía contractual y
FARC alcanzaron una gran influencia, la guerrilla "cumple una herramienta de sanción en las relaciones sociales. Mu-
todas las funciones propias de una fuerza política: legisla e chos años más tarde, al comenzar a desempeñar un papel
impone mediante la coerción sus normas y su voluntad de determinante en el Guaviare el cultivo y la producción de
propósito"20. Según Alfredo Molano, la colonización del coca, tal actividad también entró a participar de las estructu­
Guaviare asumió tres formas diferentes: primero, una colo- ras de asociación fundadas en el sistema de endeude. De ahí
nización fundada en la explotación del caucho y más tarde, que, a la violencia que se ve aparejada a la producción de la
en la caza y en la pesca, a la cual denomina "colonización coca, en tanto actividad ilegal, se le deba sumar la violencia
rapaz". Más tarde, se presentó una colonización armada do­ que supone la economía propia de la región. En este contex­
minada por guerrilleros comunistas, principalmente prove- to, la guerrilla asumirá un papel necesario en la regulación
de los conflictos. "La contradicción entre narcotraficantes y
campesinos, habida cuenta del abandono del Estado sobre la
19 Jon Elster, "Marxisme et individualisme méthodologique", en Pierre
Birnbaum y Jean Leca, op. cit., pág. 67.
20 Alfredo Molano, Selva adentro: una historia oral de la colonización del Gua­
viare, Bogotá, El Áncora Editores, 1987, pág. 73. 21 Ibid., pág. 25.
1 92 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN Bie n e s c o l e c t iv o s e in c e n t iv o s s e l e c t iv o s 193

colonización, fue la causa de la progresiva acogida que la au­ a lo largo del río Guayabera, donde fueron a parar las colum­
todefensa ganó en el conjunto de la población. Ésta veía —y nas campesinas de marcha guiadas por las guerrillas comu­
ve— en las armas de las guerrillas la garantía de que la vio­ nistas desde los años cincuenta.
lencia del narcotráfico y sus prácticas de explotación no do-
minen el panorama y con ello arranquen de sus rúanosla
Arauca: la explotación petrolera
bonanza" .
Erüeste sentido, la condición de legitimidad de la guerri­ El departamento de Arauca se compone de dos regiones cla­
lla en las zonas de cultivo y procesamiento de coca en el Gua- ramente diferenciadas: los llanos y el piedemonte. Mientras
viare responde a una necesidad práctica de los campesinos que los procesos de colonización de los primeros se remon­
en cuanto a la regulación de los conflictos asociados a tal ac­ tan a la época de la Colonia, los del segundo no ocurren sino
tividad. Pero las dimensiones y la intensidad de la regulación en la década de los cincuenta y, más notoriamente, en los
de los conflictos en estas regiones van a estar determinadas veinte años siguientes. Mientras los Llanos hacen parte de la
en buena medida por una previa "admisión" de la capacidad llamada "cultura llanera", la región del piedemonte conoci­
reguladora de la guerrilla en la estructura local. Ésta se alcan­ da como el Sarare es, por el contrario, otro de los múltiples
zó gracias a las formas de asociación y de tradición de lucha territorios de frontera que posee el país. Poblada por "gua­
y liderazgo ideológico de la guerrilla en el período de la "co­ tes", colonos provenientes de las regiones montañosas de los
lonización armada"23. Andes, la región representa un límite cultural con el resto de
En efecto, en donde mayor legitimidad reciben los gru­ Arauca: los colonos no sólo provienen de orígenes diferentes
pos alzados en armas es en aquellas zonas del Guaviare don­ al llanero sino que, además, se relacionan con la tierra de una
de fueron a parar, en su peregrinaje sin rumbo fijo, las forma distinta y particular.
"columnas de marcha" guiadas por las guerrillas comunistas
La colonización del Sarare se remonta a las épocas de la
en los años cincuenta. Aun cuando el origen inmediato de la
Violencia. "Guates" conservadores, que huían de Santander
adhesión civil a la insurgencia se sustente en argumentos
y Boyacá, se asentaron en una región en donde, en aquel en­
pragmáticos —la regulación de los conflictos inherentes a la
economía regional—, el "grado" de adhesión, la "intensi­ tonces, el Estado aún no había llegado. La frontera surge así
dad" de la relación de legitimidad entre la guerrilla y la base desde dos perspectivas paralelas: en primer lugar, los colo­
social, derivan en alguna medida de una tradición de lucha nos del Sarare se encontraron atrapados entre la violencia de
armada o de guía ideológica de sus formas de socialización. las zonas de las que huían, hacia el occidente, y la violencia
Esto es especialmente válido para las comunidades ubicadas de los llanos donde predominaban las guerrillas liberales,
hacia el oriente. Por otra parte, entraban a poblar un territo­
rio en donde, literalmente, no había Estado.
22 Ibid., pág. 131. Tras este primer poblamiento incipiente, en el cual la
23 Similar al caso del Guaviare es el del Caquetá, donde la correlación frontera comienza a configurarse, aparece hacia mediados de
entre colonización, coca y guerrilla responde más o menos a las mis­ los años sesenta una nueva modalidad de colonización de
mas circunstancias y produce efectos similares. Cf., Varios autores.
Colonización, coca y guerrilla, op. cit.; y Álvaro Delgado, Luchas sociales este territorio, que podríamos llamar "colonización dirigi-
en el Caquetá, Bogotá, Ediciones CEIS, 1987. da". Ésta tiene lugar en el contexto de una "reforma agraria
194 Bie n e s c o l e c t iv o s e i n c e n t iv o s s e l e c t iv o s 195
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

sin reforma", dado que el Estado, a través del Instituto Co­ bastante ilustrativa en este caso. Inicialmente, para crear un
lombiano para la Reforma Agraria (INCORA), empezó a diri­ tejido social organizado se impulsaron en el Sarare las juntas
gir a los campesinos hacia las fronteras agrícolas con el objeto de acción comunal, que agrupaban a los dispersos campesi­
de eludir la realización de una verdadera reforma agraria24. nos en torno al trabajo mancomunado para resolver sus ne­
El otorgamiento de créditos, la asistencia técnica y el desarro­ cesidades y sus problemas. La legitimidad del INCORA
llo de una infraestructura básica (especialmente carreteras) reposaba así sobre la mentalidad colonizadora del mejora­
en el marco de una política de colonización de la tierra, fue­ miento de las condiciones de vida. Sin embargo, los resulta­
ron factores que incidieron en la explosión demográfica del dos insatisfactorios^dejsujrestó
Sarare. Sin embargo, esto a su vez sentó las bases para el con­ llegada de otros liderazgos más activos a la región.
secuente incremento de las necesidades de los colonos. En A principios de la década de los setenta se dio un primer
tales circunstancias, la presencia del Estado en el Sarare co­ paso hacia la politización de la región, con el papel que asu­
menzó a presentar un déficit creciente, que se expresaría en mió la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos; la
términos de un desajuste entre los requerimientos de los co­ ANUC comenzó a ejercer un papel de liderazgo agrupando
lonos y el presupuesto del que disponían las instituciones en torno suyo a diferentes juntas de acción comunal del Sa­
"colonizadoras". Pronto se hizo patente el surgimiento de or­ rare, bajo el nombre de Frente Cívico. En este contexto se pro­
ganizaciones de colonos articuladas en torno a la demanda dujo el primer paro cívico de la región en 1972. Una década
de servicios públicos. Estas organizaciones campesinas inci­ más tarde, este Frente Cívico perdió legitimidad debido a su
pientes se conforman, sin embargo, bajo la dirección del pro­ participación como aparato electoral en 1982. Este vacío lo
pio Estado, a través del INCORA. trató de ocupar el llamado Comité pro-Desarrollo del Sarare,
Este instituto, desde sus inicios, les ofreció a los colonos que organizaría poco después otro paro cívico contra la ne­
una serie de beneficios condicionados al cumplimiento de es­ gligencia oficial; igualmente, trataron de ganar espacio en la
trictas reglas de juego para que comenzaran a hacer producir zona los partidos tradicionales provenientes de la región lla­
la tierra. Además se planteó desde el principio como instan­ nera del Arauca, que intentaron capitalizar electoralmente la
cia de solución pacífica de conflictos. Estos conflictos no se intensiva colonización del Sarare.
producían entre colonos y terratenientes como en otras áreas El descubrimiento del yacimiento petrolero de Caño
de colonización. Se daban entre los propios colonos, y entre Limón, por parte de la Occidental, cambiaría de golpe los ras­
éstos y los indígenas de la región. Si los campesinos no nece­ gos de la región. La compañía petrolera comenzó a desarro­
sitaban protección frente a actores más poderosos, sí reque­ llar programas de inversión social, como respuesta a las
rían de un actor —el INCORA, en este caso— que los demandas de las juntas de acción comunal. Estos programas
protegiera del posible "estado de guerra" entre ellos mismos, tenían una gran similitud con los que había desarrollado el
para utilizar nuevamente una figura hobbesiana que resulta INCORA algunos años atrás.
La actividad petrolera de la Occidental facilitó la reacti-
vación del ELN que atravesaba por una grave crisis desde la
24 Andrés Peñate, "Arauca: Politics and Oil in a Colombian Province", llamada "Operación Anorí".En efecto, con el dinero que ob­
M. Phil. Thesis in Latin American Studies, Oxford University, 1991,
pág. 14. tuvo esta organización guerrillera del secuestro de funciona-
196 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN B ie n e s c o l e c t iv o s e in c e n t iv o s s e l e c t iv o s 197

ríos de la empresa, pudo recuperarse en el área e incluso po­ Naquén: la fiebre del oro
sibilitó su reactivación en otras zonas del país. El ELN se con­
vertiría, a lo largo de la década de los ochenta, en un activo La serranía del Naquén está ubicada en el extremo surorien­
protagonista de los procesos sociales de la región. Para ello, tal del departamento del Guainía, en la frontera entre Vene­
le impuso a la empresa petrolera la canalización de recursos zuela y Brasil. Confluyen a su vez en esta región una fiebre
de gasto social, a través de diversas organizaciones locales. del oro, una extrema precariedad de la presencia del Estado
Además, en el plano político comenzó a estructurar un dis- y la ley de la guerrilla. "A Naquén iba todo el mundo porque
curso antiimperialista, fundado en una supuesta defensa dp allí habían descubierto, según decían, ríos de oro. Cuando los
los recursos naturales del país, que habría de caracterizar en precios de la coca se vinieron abajo y los carteles de la droga
el futuro el perfil de esta organización. comenzaron a controlar el mercado para que el colono no de­
En tales condiciones, el ELN comenzó a disputarle a las jara de sacar su Irase' pero tampoco se volviera rico, el oro
FARC que, igualmente, comenzaban a aparecer en la región,
del Guanía se tornó el sueño de quienes se veían defrauda­
dos o arrinconados (...)"25.
la simpatía de las juntas de acción comunal. Debido a la dis­
tinta configuración sociológica de ambas organizaciones, su En la colonización del Naquén se mezclan una serie de
adecuación a las formas tradicionales de expresión popular elementos comunes tanto a las regiones de frontera rurales
en el Sarare se dio, inicialmente, de manera diferencial. Sin como a los cinturones de miseria de las grandes ciudades.
embargo, la necesidad de obtener un respaldo popular obli­ Pero el Naquén puede ser lo que sea, menos algo comparable
gó al ELN a empezar a luchar por los intereses específicos de con una ciudad. Es, por así decirlo, frontera de fronteras. Un
territorio de difícil acceso que pareciera impulsar hacia afue­
los grupos de los cuales quería recibir apoyo, lo cual alejó a
ra al colono, como una fuerza magnética de repulsión. Una
esta organización del tinte militarista que tradicionalmente
frontera difícil de flanquear y dominar en la ya muy compleja
la había caracterizado desde sus orígenes. Pero, además, el empresa de construir frontera.
clima de unidad guerrillera que se vivía a nivel nacional fa­
cilitó las alianzas entre el ELN y las FARC en la región, en vez La fiebre del oro llevó al Naquén un cúmulo de gente
cuya única similitud radicaba en la dorada expectativa del
de una disputa territorial y social a muerte como en otras
enriquecimiento rápido. En otras palabras, la colonización
épocas. Mientras que el paro efectuado en Saravena en no­
de este territorio se fundamentó en la esperanza de poder
viembre de 1986 fue impulsado por una fracción del Partido
salir rápidamente de ahí. La constitución de esta precaria re­
Liberal apoyada por el ELN, la marcha hacia Arauca ocurrida
gión, por otra parte, halla su base en el hecho de que el colo­
en febrero del mismo año fue promovida por una alianza en­ no, salvo escasas excepciones, queda atrapado entre sus
tre la Unión Patriótica (UP) y el ELN. sueños y su pobreza; pues sólo algunos pocos han encontra­
Desde entonces, los frentes de las FARC y el ELN han vivi­ do el necesario oro en un tiempo lo suficientemente corto
do un proceso constante de expansión en la zona y constitu­ como para lograr romper los lazos que vinculan a todo colo-
yen actualmente uno de los factores centrales del poder en
esta vasta y rica región del país.
25 Alfredo Molano, Aguas arriba, Bogotá, El Áncora Editores, 1990, pág.
198 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN Bie n e s c o l e c t iv o s e i n c e n t iv o s s e l e c t iv o s 199

no con la serranía y las leyes de la frontera. En efecto, tal los reconocieron como autoridad". Se fueron involucrando
como ocurre en el Guaviare, el sistema económico del Ma­ cada vez más en los asuntos del pueblo, hasta que convoca­
quen, en especial el sistema comercial, descansa sobre una ron una reunión donde "anunciaron las reglas del juego". No
figura similar a la del endeude. Todo colono que llegue al fueron desde un comienzo reconocidos como autoridad, en
Naquén con el propósito de "minear", debe pasar necesaria­ especial por sus armas, sino que lograron perfilarse como
mente por Maimache. En este pequeño pueblo ubicado sobre institución en la medida en que desarrollaron una "legali­
la falda occidental de la Serranía, el colono encuentra todo lo dad", una especie de "contrato", adecuado a las formas de
que requiere para comenzar su búsqueda y, luego, al bajar y socialización de la región, fundadas sobre la particular eco­
cambiar el oro, para reproducir su fuerza de trabajo: herra- nomía del Naquén.
mientas, comida y gasolina por una parte y, por la otra, licor (...) prohibieron el trago en las minas, el mal uso de las ar-
y descanso. Todo eso, especialmente lo necesario para subir mas cortas, que quedaron confiscadas, la prostitución y, so-
a "minear", lo obtiene a crédito. Es decir, que el colono queda bre todo, el robo. La aprobación de la medida fue unánime,
envuelto en un círculo vicioso difícil de quebrar, que lo atra­ porque ya por aquellos días los problemas de los mineros
pa y lo envuelve, a menos que encuentre una gran cantidad se habían vuelto incontrolables: los robos eran continuos
de oro en poco tiempo. Aun cuando el territorio es hostil y —lo que implicaba una elevación de los costos de produc­
sus fuerzas naturales son centrífugas al colono, y aun cuando ción—; las riñas se sucedían unas a otras, llegando inclusi-
él esté ahí sólo porque sueña que algún día saldrá rico, la ve a la muerte, y la prostitución y el trago eran una fuente
particular "mano invisible" que opera en el Naquén, según de inestabilidad y de fuga permanente de dinero Tor todo
Jorge Orlando Meló en el prólogo a la obra citada de Alfredo esto, la gente no sólo acató las medidas tomadas por la gue-
rrilla sino que aceptó brindarle apoyo económico2'.
Molano, atrapa a los mineros mucho antes de que éstos ha-
yan atrapado el ansiado oro. En este contexto, "la guerrilla, Así, la guerrilla respondió a las necesidades de la frontera
por su parte, aparece como la única garante del orden y de la ofreciendo a los colonos una base de legalidad y, al mismo
previsibilidad que alguno de los personajes (entrevistados en tiempo, una fuente de seguridad. Ambas eran requerimien­
el libro) no duda en elogiar en términos casi weberianos, por tos necesarios para poder producir y para poder salir algún
la regulación de sus normas frente a la arbitrariedad de las día de esas tierras con un cierto capital. En la disputa de legi­
autoridades legales. Son quizás, con los catecúmenos de So­ timidades entre el Estado y la guerrilla, resulta pleno gana­
phia Müller, los únicos con algo de puritanismo: prohiben la dor el grupo insurgente, que logró una mayor adhesión de la
prostitución y sueñan con hacer urbanizaciones donde los comunidad. El control territorial de las FARC, por tanto, pue­
mineros vivan con sus mujeres e hijos, para que 'ahorren y de así ser ejercido en el Naquén de manera más articulada e
echen para adelante'"26. integral que en otros sitios del país.
En enero de 1986 llegó un grupo de las FARCy "pronto los
habitantes del Maimache —incluido el inspector de policía—

26 Op. cit., págs. 9-14. 27 Op. cit., págs. 61-62.


200 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN BlENES COLECTIVOS E INCENTIVOS SELECTIVOS 201

Los barrios marginales ge explicitar sus características particulares. De ellas, la más


importante para el análisis resulta de la dinámica entre lo que
Los barrios marginales de las grandes ciudades e incluso de
hemos denominado los límites materiales y los subjetivos del
algunas intermedias (en particular, Barrancabermeja) pUe_
orden político. Mientras que en las zonas rurales ambos lími­
den ser considerados como regiones de frontera de acuerdo
tes pueden ser fácilmente enmarcados en un territorio físico
con nuestra caracterización. Barrios como Siloé o Aguablan-
aislado, en el medio urbano tal territorio es menos tangible.
ca en Cali, las comunas de Medellin, Ciudad Bolívar en Bo­
Por ello mismo, los límites materiales de la frontera, que van
gotá, presentan en mayor o menor grado rasgos de aquella
desde los linderos físicos del barrio hasta las condiciones eco­
noción. Los límites del barrio separan un "adentro" y un
nómicas de sus habitantes, pasan a un plano supeditado al
"afuera" tanto material como subjetivo. Las fronteras urba­
de los límites subjetivos. Y, ante la falta de referentes físicos
nas responden no sólo a una diferenciación de clases sociales,
de la contundencia del límite rural, junto a la constante inte­
sino también de diversos imaginarios y formas de socializa­
racción de imaginarios que resultan de la alta movilidad que
ción. Además, aquello que podríalos llamar "barrios de
impone la ciudad, el límite subjetivo sufre permanentes in­
frontera" o "regiones de frontera urbanas", como son los ba­
fluencias que hacen de él una nebulosa. A pesar de ser el ba­
rrios marginales, presentan también una característica preca­
rrio un espacio de diferenciación e identificación socio-
riedad en lo que a la presencia y la acción del Estado se
cultural por parte de los pobladores populares urbanos con
refiere. La historia de los movimientos populares en las ciu­
respecto a otros sectores sociales, subraya Alfonso Torres en
dades colombianas es un testimonio ejemplar de la inoperan-
un ensayo reciente, no estamos afirmando que cada barrio
cia del Estado en cuanto hace a la prestación de los servicios
sea una "comunidad".
públicos básicos. El reciente fenómeno de las milicias popu­
En este sentido, el supuesto orden predominante en un
lares es también una clara expresión de la incapacidad regu­
espacio urbano de frontera presenta una alta fragilidad. De
ladora de los conflictos sociales por parte del Estado.
suyo, la legitimidad de unactor como la guerrilla se muestra
Aun cuando el Estado opera desde los grandes centros sumamente inestable. Así lo constatan las experiencias que
urbanos, o por así decirlo, las ciudades son el "hogar" del en este sentido han vivido los grupos insurgentes en algunas
Estado, la distancia existente entre éste y ciertos barrios de ciudades del país.
esas mismas ciudades es abismal. En este sentido, se corro­
Una de las primeras experiencias "urbanas" de la guerri­
bora la similitud entre aquellas zonas rurales donde "no al­
lla*28 fue la del M-19 en Corinto (Valle del Cauca), durante la
canza a llegar la mano del Estado", de donde nace el
firma de los acuerdos de paz con el gobierno de Belisario Be-
concepto original de frontera, y los barrios marginales de las
tancur en agosto de 1984. En su corta estadía en esa población,
grandes ciudades.
Sin embargo, la especificidad de la problemática urbana
nos obliga a resaltar las diferencias básicas entre la frontera 28 Sólo haremos referencia aquí a una de las tres formas de actividad
del campo y la frontera de la ciudad. Aunque el concepto de insurgente en las ciudades: la consistente en organizar a la comunidad
frontera resulta de gran utilidad en el análisis de la posible estableciendo algún tipo de contrapoder local. No haremos referencia
legitimidad de grupos guerrilleros en los barrios marginales, ni a las actividades logísticas de frentes urbanos en apoyo a frentes
rurales, ni a las acciones propiamente militares de una guerrilla ur­
la adecuación de este "tipo ideal" en este nuevo contexto exi- bana.
Bienes colectivos e incentivos selectivos 203
202 INSURGENCY SIN REVOLUCIÓN

Los campamentos, narra el propio Navarro, comenzaron


el M-19 logró conseguir el apoyo de la comunidad al suplir con
a ser allanados en busca de armas y, pasado un tiempo en el
eficacia algunas funciones que el gobierno local parecía tener
cual los habifantes de los barrios permanecieron como espec-
descuidadas. Más adelante, en 1985, encontramos una expe­
tadores, la gente comenzó a defender los campamentos de las
riencia similar, pero esta vez en una ciudad cuya envergadura
incursiones de la policía y el ejército. La gente veía en la gue­
presenta todas las características y problemáticas del espacio
rrilla la solución a muchos de sus problemas básicos, como la
urbano: Cali. Ese año, el M-19 organiza los denominados
inseguridad, por lo que decidieron brindarle apoyo.
"Campamentos de la Paz y de la Democracia", que extenderá
más tarde también a Bogotá, Medellin, Barranquilla y Bucara- Este fue el comienzo de un nuevo rostro de la violencia
manga. Según el testimonio de Antonio Navarro Wolff: de los múltiples que asedian a Colombia: las milicias popu­
lares. ¿Cómo explicar su rápida consolidación y expansión
Se trataba de bajar a las ciudades la idea del campamento en los últimos años?
guerrillero pero sin armas, por supuesto. En los campa­ La gran mayoría de los habitantes de los barrios popula­
mentos se izaba la bandera del M-19, se cantaba el himno res urbanos provienen del campo en donde, de una u otra
de la organización, los milicianos llevaban brazaletes, for­
forma, tuvieron contacto con la violencia. Más aún, muchos
m aban y ¡atención fir! Ese era el famoso entrenamiento mi­
litar ... Imagínese, si eso era entrenamiento ...
de ellos llegaron a las ciudades como desplazados por la con­
Sin embargo, los campamentos lograron llevar los símbolos frontación que se vive en sus regiones de origen. Aunque la
de la guerrilla a las ciudades. ¡Y tuvieron un éxito tremen­ mayoría de tales pobladores nunca hubiera portado un fusil
do! Y toda esa simbología y esa organización se dedicaron —sea del bando que fuere—, lleva consigo la experiencia de
a ser gobierno. la violencia a los barrios, con todos sus martirios físicos y
Eran gobierno al norm ar la vida pública de las áreas popu­ psicológicos. Pero, por otra parte, no se puede descartar que
lares donde había campamentos. Por ejemplo, si los buses algunos hayan tenido algún tipo de experiencia bélica, lo
no llegaban a ciertas zonas porque a los choferes les daba cual contribuye a que se configuren como líderes de los gru­
miedo que delincuentes comunes los atracaran, los campa­ pos de autodefensa en el momento de su creación.
mentos ponían milicianos en los buses, guardias desarma­ La experiencia de los campamentos de paz del M-19, tras
dos con brazaletes del M-19, para que el chofer se sintiera
seguro y completara el recorrido. O por ejemplo, si a un
su disolución a mediados de 1985, llevó también a que mu-
puesto de salud el médico estaba llegando tarde, los mili­ chos de los jóvenes milicianos en formación se convirtieran
cianos lo visitaban y le decían que su obligación era cum­ en delincuentes.
plir el horario de consulta, y el médico principiaba a ser Entre ellos estuvo Ignacio que formó la famosa banda de
puntual. O se organizaban guarderías en los campamentos los Nachos. El era de una familia humilde, llegó al campa­
para que las madres que tenían que trabajar tuvieran dónde mento y dijo que quería trabajar con la organización, que
dejar sus hijos. O se mejoraba la seguridad del barrio. O se
quería aprender y fue uno de los más activos en el campa­
resolvían otros problemas...29. mento. Cuando nosotros nos fuimos comenzó a organizar
gente a nivel del hampa, hicieron atracos y robos a nombre
del M-19 (...). En el sector de Villatina pasaron cosas simila­
29 Patricia Lara, Siembra vientos y recogerás tempestades, Bogotá, Editorial res. La que más se conoció fue la banda de los Flórez. Varios
Punto de Partida, 1982, págs. 226-227.
204 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN B ie n e s c o l e c t iv o s e in c e n t iv o s s e l e c t iv o s 205

hermanos que se metieron a la organización y después se pos guerrilleros como las FARC y el ELN. Estas últimas combi­
abrieron con unos fierros (...)*30. nan la lucha contra la delincuencia común con un trabajo de
formación de las masas, no sólo en el aspecto militar, sino
La desaparición de los "campamentos de paz" tuvo va­
también en el político-ideológico. Aun cuando estos tipos de
rios efectos. De un lado, se dejó a los barrios populares sin
milicias existen en la actualidad en la mayor parte de las
ningún tipo de protección contra la delincuencia, tarea que
grandes o medianas ciudades colombianas como Bogotá,
habían asumido guerrilleros y milicianos, gracias a la cual
Cali, Bucaramanga y Barrancabermeja, es en Medellin donde
habían obtenido el apoyo de la población. De otro lado, que-
el proceso de emergencia, desarrollo y, recientemente, dejación
daron a la deriva una serie de jóvenes a los que se les había
de armas, ha adquirido mayor relevancia a la luz pública.
dado alguna instrucción militar pero poca formación política
El 26 de mayo de 1994 se firmó un acuerdo de paz entre
y cívica, quienes comenzaron a tomar caminos divergentes:
varios grupos de milicianos, compuestos por unos 300
algunos se dedicaron a la delincuencia, mientras que otros
miembros, y el gobierno nacional, mediante el cual se llegó a
conformaron grupos de autodefensa, que hoy conocemos
la creación de la Cooperativa de Seguridad y Vigilancia Co­
como milicias populäres, para” combatir esa misma delin-
munitaria (Çoosercom), entre otras cosas. Desde aquel mo­
cuencia.
mento, los milicianos visten de uniforme y patrullan
No obstante, el fenómeno de las milicias populares es libremente por los barrios donde antes actuaban. Sin embar­
más complejo y su conformación ocurre también a través de go, el proceso no ha dejado de tener sus traspiés, pues apenas
otras vías. Antes de la creación de los "campamentos de transcurridos seis meses de la firma de los acuerdos habían
paz", ciertas ciudades ya poseían alguna experiencia de au­ sido ya asesinados por diversos motivos más de cuarenta mi­
todefensa. En el caso de Medellin, ya en la década de los se­ licianos reinsertados. Por otra parte, como afirmó )uan Gui-
tenta se promovieron y reglamentaron grupos de autopro- llermo Sepúlveda, asesor de paz de la Alcaldía de Medellin,
tección barrial y hacen su aparición los "Escuadrones de la en entrevista al diario El Tiempo: "Estamos en la etapa más
Muerte" quienes, en carta enviada a la redacción del periódi­ delicada de la legalización. Entramos en la fase de lograr la
co El Colombiano, explican sus motivaciones y anuncian una legitimidad dentro de las comunidades"32.
campaña de exterminio contra delincuentes31. Como habíamos ya sugerido, el espacio de la frontera ur­
De esta manera, confluyen tanto milicias con carácter de bana supone un alto grado de inestabilidad del "orden" en
autodefensa promovidas por los pobladores populares urba­ ella existente. Así mismo, la legitimidad que pueda ser deten­
nos y que se apoyan en experiencias anteriores, y milicias tada por un actor que participe de las relaciones de poder de
que, tras el fracaso de los "campamentos de paz", comienzan tal orden es sumamente voluble. Aunque las milicias —lega­
a ser organizadas en forma clandestina e ilegal por otros gru- lizadas o no— suplan con eficacia el papel del Estado en
cuanto a la seguridad de los barrios se refiere, es difícil que
la comunidad les extienda una "carta en blanco". Segura-
30 Este testimonio fue recogido por Alonso Salazar, No nacimos pa' semi­
lla, Bogotá, CINEP/Corporación Región, 1990, págs. 78-79.
31 Ana María Jaramillo, "Milicias populares en Medellin entre lo privado
y lo público", en Revista Foro, No. 22, Bogotá, noviembre de 1993, pág. 32 Orlando León Restrepo, "Tambalea el proceso de paz en Medellin", en
26. El Tiempo, 11 de septiembre de 1994, pág. 6A.
Capítulo 7. INSURGENCIA CRÓNICA, "EMPATE
NEGATIVO" Y PROCESO DE PAZ

C o m o hemos argumentado en capítulos anteriores, un apo­


yo fuerte y sostenido por parte del campesinado puede ser
una condición necesaria para la expansión de la guerrilla,
pero no constituye por sí mismo una condición suficiente
para asegurar el éxito de un proyecto revolucionario. Los
grupos guerrilleros colombianos sirven de clara ilustración
al respecto. Pese a su capacidad para recoger una cantidad
considerable de apoyo en algunos sectores del campesinado,
especialmente entre los colonos localizados en las zonas de
frontera, las guerrillas colombianas han combatido sin éxito,
durante las tres últimas décadas, contra un Estado que toda­
vía permanece en su lugar. Aparte del apoyo campesino, tal
como lo afirma Wickham-Crowley, "aquellos que se toman el
poder deben cumplir con otras dos condiciones: deben tener-
la suficiente fortaleza o capacidad militar para confrontar a
las fuerzas armadas gubernamentales; y deben despojar al
gobierno vigente de la autoridad moral y revestir su propio
movimiento con esa aura, trasladando las lealtades de la po­
blación no campesina a su movimiento"1. Esta opinión coin-
cide, en general, con el argumento sostenido por diversos
analistas tanto de las revoluciones clásicas como de los pro­
cesos revolucionarios en América Latina, quienes han insis­
tido en la importancia de una amplia coalición social como

1 Timothy Wickham-Crowley,"Winners, Losers and Also-rans: Toward a


Comparative Sociology of Latin American Guerrilla Movements", en Su­
san Eckstein (ed.). Power and Popular Protest. Latin American Social Move­
ments, Berkeley, University of California Press, 1989, pág. 143.

209
210 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN "E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 211

condición necesaria para un éxito revolucionario. Este no fue acuerdo con Wickham-Crowley, la fortaleza militar, tanto del
el caso de Colombia, lo cual nos conduce a interrogarnos so­ gobierno como de las fuerzas armadas rebeldes, depende de
bre los factores que incidieron en el fracaso de la experiencia varios factores: el apoyo externo, la financiación interna y la
guerrillera. solidaridad en el seno de las fuerzas combatientes.
En lo concerniente al apoyo externo, éste debe ser enten­
L im it a c io n e s d e l a e x p e r ie n c ia g u e r r il l e r a dido no sólo en términos financieros o logísticos, sino tam­
bién en términos del reconocimiento internacional, el cual
Cuando decimos "insurgencia crónica", entendemos que se constituye un recurso político clave. En los casos de Cuba y
trata de un movimiento o conjunto de movimientos insur­ Nicaragua los movimientos insurgentes no sólo contaron con
gentes que, habiendo sobrepasado el estadio inicial de sur­
apoyo financiero y material del exterior, sino también con el
gimiento, logran expandirse y consolidarse, sin que ello
reconocimiento que muchos otros gobiernos hicieron de es-
signifique una capacidad real para derrocar el poder institui­
tos grupos revolucionarios como fuerzas beligerantes. En
do y constituir un nuevo régimen. Ésta es, a todas luces, la
situación que ha caracterizado al conjunto del movimiento cambio, los regímenes de Fulgencio Batista y del clan somo-
guerrillero colombiano. cista perdieron gradualmente el apoyo internacional, hasta el
Consideremos entonces las razones por las cuales las punto en que Estados Unidos llegó a negarles la ayuda mili­
guerrillas colombianas, por contraste con experiencias revo­ tar y a reconocer la ilegitimidad de su dominación. De esta
lucionarias exitosas como las de Cuba y Nicaragua, no logra­ manera, el apoyo externo para la guerrilla y la carencia de '/i
ron hacer el tránsito de una "insurgencia crónica" a una apoyo externo para el régimen vigente desempeñaron un pa­
insurgencia triunfante. Ello debe contribuir a esclarecer la pel decisivo en los resultados revolucionarios acaecidos en
cuestión central de este ensayo, es decir, las razones del fracaso estos dos países.
experimentado por las guerrillas en Colombia, las cuales, pese Por el contrario, la guerrilla colombiana, aun cuando con­
a haber logrado su consolidación y permanencia en el tiempo, tó con un cierto nivel de apoyo por parte de algunos regíme­
nunca pudieron convertirse en una real alternativa de poder. nes revolucionarios (como Cuba, la antigua Unión Soviética,
la República Popular China, Albania, Libia y otros), tal apoyo
no fue decisivo, y en los últimos años disminuyó sustancial­
Fortaleza y capacidad militar
mente, por no decir que desapareció. Aún de mayor signifi­
La importancia crucial de esta variable ha sido señalada no cación es el hecho de que careció, en términos absolutos, de
sólo por Wickham-Crowley sino también por Charles Tilly, reconocimiento como fuerza beligerante por parte del siste­
quien afirma que "el control de una fuerza sustancial por ma internacional.
parte de la coalición revolucionaria" es una de las condicio­ Por el otro lado, el gobierno colombiano no sólo ha sido
nes necesarias para obtener un resultado revolucionario2. De reconocido como legítimo por los actores de la escena inter­
nacional, sino que ha contado con una constante y decisiva
cantidad de ayuda financiera y material proveniente de los
2 Charles Tilly, From Mobilization to Revolution, Reading, Mass., Addison- Estados Unidos para propósitos de contrainsurgencia. El
Wesley, 1978, pág. 212. apoyo externo para las autoridades existentes y la ausencia o
212 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 213

escasa magnitud del apoyo externo para sus opositores, han nivel de solidaridad intramilitar, así como una voluntad sos­
afectado sin duda el balance de las fuerzas en conflicto. tenida por parte de las fuerzas armadas de respaldar el régi­
En lo que se refiere a la financiación interna debe anota ra men político vigente. Sus patrones de reclutamiento y
que en Colombia, la mayor parte del presupuesto nacional socialización, su nivel de profesionalización y despolitiza­
asignado a las fuerzas armadas no se ha orientado hacia gas­ ción partidista, como también la influencia de los Estados
tos para la defensa externa, sino para las campañas de con~. Unidos y la doctrina de la seguridad nacional, son todos fac­
trainsurgencia y la lucha contra el narcotráfico. Las gue­ tores que han ejercido un importante papel al promover la
rrillas, por lo general, han optado por métodos tales como el cohesión militar y la lealtad hacia la "patria" contra la "sub­
secuestro, la extorsión y el boleteo contra individuos y com­ versión comunista", la cual es percibida por la oficialidad
pañías, tanto nacionales como extranjeros. Éste no es sola­ como inspirada o respaldada desde el extranjero. La lucha
mente un método muy inestable de financiación que puede armada misma, que se ha prolongado durante casi treinta
conducir a crisis periódicas y a retornos decrecientes en i f años, ha servido de escenario perfecto para consolidar estas
largo plazo (en especial cuando el conflicto se prolonga por tendencias hacia la cohesión interna, así como una fuerte
tanto tiempo), sino que, aún más importante, tiene graves propensión de las fuerzas armadas hacia la autonomía den­
consecuencias ético-políticas para los grupos insurgentes tro del Estado mismo, particularmente en el área del orden
mismos. público.
El uso sistemático de métodos delincuenciales de finan­ En un abierto contraste con la unidad en el seno de las
ciación por parte de las guerrillas colombianas durante más fuerzas armadas, en el polo guerrillero el principal rasgo ha
de dos décadas sin duda contribuyó a minar su legitimidad sido la división continua e incluso la disidencia dentro de los A
y su aceptación por parte de una significativa parte de la po­ mismos movimientos, siendo esto particularmente cierto ?
blación. Pero no sólo eso: las víctimas de estos métodos se para el EPL y el ELN. El fraccionamiento en múltiples grupos
han organizado en forma creciente y han respondido con la guerrilleros se debió, primordialmente, a diferencias ideoló­
creación de grupos paramilitares para defenderse de las gicas que, en general, tuvieron su principal raíz en adhesio­
amenazas contra su vida y su propiedad provenientes de la nes a diversos centros de poder internacional (Moscú, La
guerrilla. En efecto, la emergencia de una amplia red de gru­ Habana, Pekín o Tirana). Las disidencias internas, con acusa­
pos paramilitares en el país durante la década de los ochenta ciones y sindicaciones de herejía, fueron el resultado de dife­
puede en parte atribuirse a la presión permanente de las gue­ rencias programáticas o ideológicas, pero también se origi­
rrillas contra las élites dominantes, especialmente en las zo­ naron a causa de diferencias personales entre los líderes, las
nas rurales. Esto se vio agravado por el proceso de sustitu­ cuales degeneraban en luchas internas por el poder.
ción de las élites rurales tradicionales por narcotraficantes, Todavía están frescas en la memoria las duras purgas
quienes estimularon con mayores y mejores recursos a estos ideológicas y personalistas y los fusilamientos recurrentes en
grupos de justicia privada. el seno del Ejército de Liberación Nacional durante los años
Finalmente, un elemento esencial que afecta el balance de sesenta y setenta, así como los graves enfrentamientos entre
fuerza militar entre los rebeldes y los militares tiene que ver distintos grupos insurgentes por el control territorial de cier­
con la solidaridad interna. En Colombia se ha dado un alto tas zonas. La guerra a muerte entre las FARC y el EPL por el
214 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN
'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e pa z
215

control de la región de Urabá ha producido decenas de vícti­ de la "patria", por cuanto la realidad era otra: se trataba de
mas de lado y lado. Así mismo, la confrontación entre las ejércitos personales leales a los respectivos dictadores. Batis­
FARC y el Quintín Lame, debido al intento de los primeros de ta y Somoza.
subordinar a las autoridades indígenas del Cauca, controlar La raíz histórica de esta situación nace de la profunda di­
los resguardos, reclutar a la fuerza a los indígenas jóvenes y ferencia de orígenes de las fuerzas armadas de América del
convertir las regiones paeces en escenarios de confrontación Sur en comparación con aquéllas de Centroamérica y del Ca-
con las fuerzas armadas, tuvo ribetes trágicos: más de 150 r't)e-Mientras las primeras afirman que han nacido junto con
combatientes del Quintín Lame perecieron en esta guerra sin la nación y se autoconciben como las herederas de Bolívar,
cuartel. Artigas y San Martín, Ías segundas nacen como "guardias
La unión de los diversos movimientos guerrilleros no se nacionales", bajo la ocupación militar de los Estados Unidos^
inició sino en 1985 con la creación de la Coordinadora Nacio­ como una suerte de fuerza policial y política para el control
nal Guerrillera (CNG) y su transformación en 1987 en la Coor­ del orden social. Origen espúreo que va a pesar mucho en su
dinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB). Si bien la grado de legitimidad histórica y que en muchas ocasiones las
creación de estas coordinadoras permitió superar los enfren­ llevará a ser percibidas por la población más que como un
tamientos fratricidas, nunca se logró conformar un aparato ejército nacional, como un ejército de ocupación. Hoy todas
político y militar que fuera más allá de los simples comuni- las "guardias nacionales" han desaparecido, sobrepasadas
cados de prensa. A~diferenda de Guatemala, El Salvador o por otros adversarios armados (Cuba 1959, República Domi­
Nicaragua, países en los cuales se crearon frentes revolucio­ nicana 1965, Nicaragua 1979) o debido a radicales transfor­
narios articulados, en Colombia la unidad era sólo aparente. maciones internas (Haití 1991, Panamá 1992).
Cuatro de sus componentes se habrían de incorporar a la
vida política a los pocos años (el M-19, el Quintín Lame, el PRT
y el EPL); los restantes (las FARC, el ELN y una pequeña frac­ El traslado masivo de lealtades
ción disidente del EPL), aunque mantienen una unidad for­ Los estudios contemporáneos sobre las revoluciones exitosas
mal bajo el manto de la CGSB, permanecen en realidad en el Tercer Mundo muestran los límites de los movimientos
hondamente divididos tanto en el terreno ideológico como revolucionarios que se han limitado exclusivamente a soste­
en el plano de la táctica y de la estrategia. ner bases de apoyo en el campesinado. En efecto, tal como
Como hemos visto, en abierto contraste con la situación subrayan Jeff Goodwin y Theda Skocpol:
colombiana, los movimientos de oposición en Cuba y en Ni­
caragua alcanzaron en algún momento del enfrentamiento A unque los cam pesinos h an sido, indudablem ente, tan im­
una convergencia estratégica que les permitió combatir al ré­ portantes para la m ayoría de las insurgencias del Tercer
gimen como un frente unificado. Esta unificación se produjo, M undo como lo fueron para las revoluciones sociales clási-
por otra parte, en un contexto altamente propicio debido a cas, la caracterización d e las revoluciones del Tercer M undo
92219 g u erras cam pesinas o revoluciones agrarias (...) ha
las características del aparato armado que debían confrontar.
desv iad o nuestra atención lejos del papel desem peñado
Se trataba de unas fuerzas militares muy personalizadas, las
Por otros actores en los dram as revolucionarios. Las ruptu-
cuales resultaron incapaces de presentarse como defensoras ras revolucionarias y las tom as del poder son, con frecuen-
216 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 217

cia, llevadas a cabo por coaliciones, alianzas o conjunciones burguesía, y con algunas instituciones claves de la sociedad,
de luchas que atraviesan la línea divisoria entre las áreas tales como la prensa, algunos grupos empresariales y profe­
urbanas y rurales y entre difererentes clases sociales y agru- sionales, la Iglesia y otros grupos religiosos, estudiantes y
pam ientosétnicos3! profesores. Estas alianzas demostraron ser uno de los ele­
mentos cruciales en el resultado final del cambio revolucio­
En efecto, la evidencia demuestra que la oposición re­ nario.
volucionaria tanto en Cuba como en Nicaragua aseguró
Por el contrario, en el caso colombiano, los movimientos
una serie de aliados entre diversas clases y un apoyo multi-
guerrilleros han demostrado ser incapaces de generar un res­
institucional. En ambos casos, el escenario final fue el de
paldo sustancial entre la población, más allá de los colonos y
una amplia coalición social, no el de un movimiento uni-
algunos otros sectores del campesinado, marginales y geo­
clasista, derrocando a un dictador. Este nivel de repre­
gráficamente dispersos, para no hablar de su casi completa
sentación nacional fue alcanzado por los movimientos
carencia de apoyo urbano salvo en algunos núcleos estudian­
revolucionarios a través de la flexibilidad que demostra­
tiles, jóvenes de barrios marginales y empleados estatales. Es
ron tanto en sus programas públicos como en el espectro
de las alianzas que lograron forjar. Sus programas ape­ más, aun si concluyéramos que las guerrillas colombianas lo­
laban a la gran mayoría de la población, pasando sus con­ graron un fuerte y sostenido apoyo campesino, la cuestión
tenidos marxistas y radicales a un segundo plano y planteada por Tilly sigue sin respuesta: / Son los campesinos
enfatizando, en primer lugar, la caída de la dictadura, el una parte significativa de la población? En otras palabras,
nacionalismo y la implantación de la democracia. ¿ha ganado la guerrilla el suficiente apoyo como para re­
clamar la existencia de una situación de "poder dual" o de
De nuevo, apelando a la opinión de Goodwin y Skocpol,
"soberanía múltiple"? Ciertamente que no. Las guerrillas co­
"losgrupos marxistas en el Tercer Mundo han sido general-
lombianas fracasaron sistemáticamente en su intento por de­
mente más exitosos cuando han desenfatizado la lucha de
clases y han recãícado a cambio la meta de la liberación na- sarrollar vínculos urbano-rurales fuertes y estables a través
de sus luchas.
cional o, por lo menos, cuando han intentado movilizar dife­
rentes grupos de gente a través del uso selectivo de ambos, En un país como Colombia, el cual ha vivido uno de los
los motivos de clase y losnacionalistas"4. La flexibilidad de procesos de urbanización más intensos de América Latina5,
los programas contribuyó de esta manera a asegurar alianzas los movimientos revolucionarios no pueden reclamar la exis­
con grupos urbanos moderados, incluyendo a la clase obrera tencia de una situación revolucionaria exclusivamente sobre
y a los marginales urbanos así como algunos sectores de la la base del apoyo campesino. La obtención de respaldo en las
ciudades es un asunto completamente diferente y la expe-

3 Jeff Goodwin y Theda Skocpol, "Explaining Resolutions in the Con­


temporary Third World", en Politics and Society, diciembre de 1989, 1T) La población urbana pasó de un 29,1% en 1938, a un 38,9% en 1951 y
pág. 492. ^ a un 52,8% en 1964. Si en 1934 la población urbana era de dos millones
4 Ibid., pág. 493. "El nacionalismo, en particular, ha demostrado ser una y medio de habitantes, en 1964 superaba los 9 millones. Cf., Varios
fuerza más articuladora y poderosa para la movilización revoluciona­ autores. Urbanización y marginalidad, Bogotá, Asociación Colombiana
ria que la sola lucha de clases". de Facultades de Medicina, 1968, pág. 19.
218 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 219

riencia ha demostrado que el desarrollo de guerrillas ur­ selectivos suministrados por los revolucionarios a sus segui­
banas es una tarea supremamente difícil. La experiencia del dores en algunas zonas del país, debe resaltarse que:
M-19 y su fracasado intento por crear una guerrilla urbana
La am plitud de las coaliciones revolucionarias está deter­
desde el comienzo, demostraron la alta vulnerabilidad del
minada, en breve, no solamente por el número de grupos
proyecto. Los Montoneros y los Tupamaros son ejemplos
que los cuadros tratan de organizar, sino también por el es­
más que evidentes de las desastrosas consecuencias acarrea­ pacio político que el régimen político vigente pone a dispo­
das por experimentos de ese tipo. sición de los revolucionarios a causa de las características
Con la excepción de Irán y su inédito proceso revolucio­ estructurales del régimen y sus estrategias de dominación.
nario, la mayor parte de las revoluciones del siglo XX han Manteniendo los demás factores constantes, entre más es-
sido llevadas a cabo en países con una vasta población rural, trecho y más represivo sea el régimen, m ás amplia será la
de la cual provino en su mayoría el apoyo para los revolucio­ coalición potencialmente disponible para ser movilizada
narios. La pregunta que debe plantearse en las actuales cir­ por los revolucionarios6.
cunstancias es: ¿Son posibles las revoluciones urbanas? Si no
es así, ¿son inmunes a la revolución los países en los cuales El principal factor que coadyuvó a forjar las alianzas en
la mayoría de la población se encuentra concentrada en áreas los casos cubano y nicaragüense fue, de hecho, la naturaleza
urbanas? ¿Es la urbanización un antídoto efectivo contra las de los regímenes que éstas desafiaban. En cada uno de estos
revoluciones, al menos las que se basan en la guerra de gue- casos, la naturaleza personalista de la dictadura impedía la
rrillas? participación de capas y clases sociales importantes en el
proceso de toma de decisiones, haciendo de esta manera al
Aparte de este factor estructural que juega en contra de la
régimen extremadamente vulnerable en situaciones de desa­
fortuna de los movimientos insurgentes de tipo guerrillero,
fío por parte de contendientes revolucionarios.
esto es, la urbanización, el factor ideológico también ha de­
sempeñado un papel significativo. En contraste con la flexi­ Los regímenes autoritarios excluyentes, según la opinión
bilidad programática mostrada por el Movimiento 26 de de Goodwin y Skocpol, son proclives a la formación de am­
Julio en Cuba o el FSLN en Nicaragua, las guerrillas colombia­ plias coaliciones revolucionarias debido a un conjunto inte­
nas, con la sola excepción del Movimiento 19 de Abril, man­ rrelacionado de razones7. Entre éstas, la más importante
tuvieron un fuerte apego al marxismo-leninismo (en sus parece ser que ellos "suministran un foco altamente visible
diferentes variantes), factor que, por un lado, impidió su para la oposición y un enemigo común para grupos y clases
ajuste a las cambiantes condiciones del proceso político, tan­ que pueden estar alimentando muy diversos tipos de recla­
to nacional como internacional, y, por el otro, provocó fuertes mos", y de esta manera permiten que el movimiento revolu­
reacciones adversas por parte de amplios sectores de la po­ cionario asuma la representación de los excluidos a nivel
blación profundamente opuestos a cualquier discurso ideo­ nacional, más que a un nivel de clase más restringido. Así,
lógico de origen "comunista".
Pero más allá de la flexibilidad o inflexibilidad programá­ 6 Cf., Goodwin Jeff y Theda Skocpol, op. cit., pág. 495.
tica de las guerrillas, o de la gama de incentivos colectivos y 7 Ibid., pág. 496.
"Empate negativo" y proceso de paz 221
220 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

pues, ciertos tipos de regímenes son más vulnerables a la for­ Límites para la conformación de una coalición
revolucionaria
mación de coaliciones revolucionarias que otros.
Pero además, según Goodwin y Skocpol, existen otras ca­ Todavía no se ha evaluado suficientemente el impacto demo­
racterísticas de los regímenes que pueden hacer a sus diri­ ledor que tuvo la "Violencia" como factor primordial en la
gentes más vulnerables a un derrocamiento definitivo por desarticulación y la fragmentación de los movimientos socia­
parte de los revolucionarios: se trata de las "dictaduras neo- les en Colombia. Como ha señalado Daniel Pécaut, aunque
patrimonialistas o sultanistas identificadas con un poder ex- este período ha sido estudiado ante todo en sus dimensiones
tranjero y los regímenes coloniales basados en la llamada rurales, "de hecho la Violencia no se generalizó en algunas
dominación directa por parte del país colonizador" . Cuba y zonas rurales sino después de que las organizaciones popu­
Nicaragua constituyeron claros ejemplos del primer tipo de lares urbanas fueron prácticamente aniquiladas. Ella es in­
regímenes. distintamente urbana y rural, y remite a una coyuntura de
Por el contrario, ninguna de las características adscritas a conjunto en las luchas sociales"9.
estos dos regímenes se encontraba en el sistema político co­ La intensa movilización popular entre 1944 y 1948, auna­
lombiano. Calificado por algunos como una democracia "ce- da a una prolongada ofensiva de los sectores dominantes en
rrada", "controTadarro "restringida", y aun por otros como orden a desmantelar el Estado "árbitro social" heredado del
uña~"dem político colombiano no era período de la "Revolución en Marcha", culmina con el ani­
ciertamente una dictadura neopatrimonialista, ni una de tipo quilamiento de los diversos movimientos sociales, del gaita-
sultanista Este hecho, como hemos señalado anteriormente, nismo y, ante todo, del sindicalismo que "deja así prácti­
tiene importantes consecuencias para la fortaleza y la cohe­ camente de jugar un papel autónomo"™. A su turno, Pierre
sión de su aparato militar, factor crucial cuando se conside­ Gilhodés sostiene que, al igual que el sindicalismo urbano,
ran las posibilidades de un triunfo revolucionario por la los sindicatos y, en general, las organizaciones en las zonas
fuerza. Más allá de la cuestión militar, el tipo de régimen ha rurales habían prácticamente desaparecido en la década de
tenido un efecto importante al asegurarle el respaldo de las los años cincuenta11.
élites, lãs clases medias y algunos sectores populares coopta- De esta manera, la guerrilla nace en los sesenta en un re­
dos, impidiendo de esta manera la formación de una amplia lativo "desierto social", en un vacío casi total de sujetos so­
coalición de población urbana y rural que pudiera apoyar a ciales organizados y provistos de una identidad propia. Nila
los insurgentes y eventualmente derrocar al régimen vigente. clase obrera ni el campesinado estaban en capacidad de de­
Así que el tipo de régimen tiene un impacto considerable so­ sempeñar un papel, ya fuera en la lucha social o en la lucha
bre las dos condiciones adicionales que, junto con el apoyo
campesino, definen las posibilidades de una victoria guerri­
llera, de acuerdo con lo planteado por Tilly y Wickham- 9 Daniel Pécaut, "Reflexiones sobre el fenómeno de la Violencia", en
Varios autores. Once ensayos sobre la Violencia, Bogotá, Centro Gai-
Crowley.8 tán/CEREC, 1985,, pág. 174.
10 Ibid., pág. 175.
11 Pierre Gilhodés, Las luchas agrarias en Colombia, Medellin, Editorial La
Carreta, 1978, pág. 67.
8 Ibid., pág. 498.
222 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN "E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 223

política. La década de los sesenta es la década de lucha de los duda, el nacimiento de la guerrilla en un contexto de "vacío
sectores de clase media, que desarrollaron importantes lu­ societaFTacilitaría esa autorrepresentación mítica de los gru-
chas sindicales en el período. Es decir, precisamente de los pos insurgentes, quienes se perciben a sí mismos como los
sectores más proclives a asumir en aquellos años el discurso portavoces de las clases o de los grupos sociales subordina­
insurreccional, frente a un sistema político bipartidista que dos.
cerraba a fuerzas alternativas las vías de acceso democrático Un análisis somero de las luchas obreras muestra la débil
al poder. incidencia del movimiento sindical de estos años en el país.
En este contexto, los distintos focos armados que emer­ En el Cuadro 4 se puede observar cómo, entre 1962 y 1973, el
gen en un vacío relativo de movimientos sociales asumen 50% de las huelgas y el 72% de los huelguistas provenían del
tres posturas diferentes, pero cuyos efectos serán igualmente sector de servicios, en donde el magisterio oficial ocupaba, a
negativos. En algunos casos, los grupos guerrilleros busca­ su vez, un lugar predominante. El movimiento obrero se en­
ron, mediante su acción, sustituir a los débiles movimientos contraba profundamente fragmentado en tres centrales obre­
sociales, a los cuales percibían como apáticos. En otros casos, ras (la UTC, la CSTC y la CTC), además de la presencia de un
el objetivo era despertarlos a través de la propaganda arma­ importante sector de sindicalismo independiente.
da. Y, finalmente, otros buscaban aportar las condiciones po­ Comparativamente con el resto de América Latina se tra­
taba de un movimiento obrero modesto, cuyo grado de orga­
líticas para su acción12. Pero el resultado fue similar, dado
nización sindical se situaba en aquellos años entre un 15% y
que la persistencia de la confrontación interna no contribuyó
un 20% de su potencial y cuyas luchas huelguísticas tenían
al fortalecimiento de los movimientos sociales y sindicales
un bajo nivel en relación incluso con países de menor desa­
sino que, por el contrario, ahondó su fragmentación, su debi­
rrollo en el área.
lidad y su bajo nivel de representación. Esta situación persis­ En pocas palabras, en la década de los sesenta es claro el
te hasta hoy, aun cuando hubo, durante los años setenta y predominio de las capas medias en las luchas sociales. El ma­
ochenta, importantes repuntes en las luchas populares. Me­ gisterio, los empleados y los estudiantes son sus protagonis­
diante una aguda crítica a las tesis de Georges Sorel, Michel tas principales. Sólo a fines de los sesenta (movimiento
Wieviorka afirma que la "violencia no crea movimientos so- campesino) y a fines de los setenta (movimiento obrero) se
ciales, más bien es su negación, dado que surge en coyuntu­ produjo un recomposición más o menos sólida, pero dramá­
ras de crisis o de debilidad de estos movimientos"13. Sin ticamente efímera, de ambos movimientos. En efecto, uno y
otro retrocedieron nuevamente a sus bajos niveles históricos
en el número de afiliados y en su capacidad de movilización.
12 Sobre las formas de relación entre focos armados y movimientos so­
ciales, en contextos en los cuales se presenta una acción paralela entre
unos y otros, Cf. Michel Wieviorka, Sociétés et terrorisme, París, Fayard,
1988, pág. 17. Wieviorka se refiere a las tesis de Sorel contenidas en su tradición sindical. Las fases de flujo y reflujo de las luchas sociales
obra clásica, Reflexiones sobre la violencia, Bogotá, Carlos Valencia Edi­ están en relación inversa a las fases de violencia política (...). En la
tores, 1976. segunda mitad de los años ochenta, las tentativas de recomposición de
13 Ibid., pág. 489. De otra parte, el siguiente análisis de Ivon Lebot sobre las fuerzas sociales se enfrentaron a la persistencia del conflicto arma­
Guatemala, país que ha sufrido una violencia prolongada intermiten­ do y al recrudecimiento de una violencia política múltiple"; op. cit.,
te, podría aplicarse a Colombia: “Guatemala es un país con una débil pág. 159.
224 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 225
'E m p a t e n e g a t iv o - y p r o c e s o d e p a z

CU A D RO 4
portantes. El movimiento popular, sobre el cual hubiese po­
HUELGAS Y HUELGUISTAS ENTRE 1962 Y 1973 dido descansar el proyecto insurgente, estaba lejos de consti­
Sector Huelgas Número de
tuir una base de apoyo sustancial y esta situación va a
(%) huelguistas (%) perdurar con altibajos hasta hoy.
No obstante, durante los años 1979-1988 se produjo en el
Servicios* 50,0 72,0 país un auge importante de las luchas agrarias. Como mues­
Manufacturero 36,0 12,0 tra un estudio realizado por León Zamosc, se presentaron en
Transporte 3,8 8,6
este período un total de 210 "movilizaciones importantes"
Construcción
que, según los criterios utilizados por el autor, son aquellas
5,0 1,4
que involucran a más de mil personas, que tienen una dura­
Minería 3,0 1,0 ción al menos de dos días o, en su defecto, comprometen mí­
Agropecuario L4 U nimo a dos municipios. Este auge de las movilizaciones
Otros 0,8 3,9 campesinas no permite, sin embargo, hablar propiamente de
Total 100,0 100,0 un movimiento campesino. La Asociación Nacional de Usua­
* El sector servicios abarca al magisterio, la administración pública, hospitales, puer­ rios Campesinos (ANUC), que había ejercido un papel impor­
tos y comercio. tante en las luchas campesinas a fines de los sesenta
Fuente: Alvaro Delgado, "Doce años de luchas obreras", en Estudios Marxistas, No. (elevando su nivel de politización y articulando sus deman­
7, Bogotá, 1974.
das), se hallaba ya hondamente fraccionada en los ochenta.
Además de la escisión entre un sector gobiernista y un sector
Hemos insistido, con base en la literatura comparativa radical, este último se hallaba a su vez disperso en varias ten­
sobre procesos revolucionarios, en la importancia que reviste dencias enfrentadas. Pero, por otra parte, se podría además
la conformación de una amplia coalición antisistema como contabilizar una docena adicional de organizaciones campe­
una de las llaves principales del éxito insurgente. Sin duda, sinas de distinto tipo y bajo orientaciones políticas disímiles.
esta ausencia de actores sociales organizados conspiraba "Como nadie tiene cobertura o fuerza real a nivel nacional,
hondamente contra tal propósito. En las teorías del conflicto lo que resulta es un verdadero archipiélago organizativo",
político, expuestas por Charles Tilly14, se sostiene que para subraya, al respecto, León Zamosc .
explicar la violencia social y las revoluciones, es indispensa­ Ahora bien, incluso si se hubiese presentado durante los
ble colocar en el corazón mismo del análisis el conflicto entre últimos lustros un movimiento social organizado fuerte y
el gobierno y los diversos grupos organizados que luchan con una amplia incidencia de los sectores de izquierda, nada
por el poder. Pero para que estos grupos opositores tengan garantiza que esta influencia se habría traducido en un apo-
una mínima eficacia, requieren de una tradición de lucha,
unos recursos de poder y unos niveles de organización im-
15 León Zamosc, "El campesino y las perspectivas para la democracia
jurai", en Francisco Leal y León Zamosc (comp.), A l f ilo d e l c a o s. C r is is
p o lític a en la C o lo m b ia d e lo s a ñ o s 8 0 , Bogotá, Tercer Mundo Editores/IE-
14 Charles Tilly, F r o m M o b iliz a tio n to R e v o lu tio n , o p . c it.
PRI, 1990, pág. 335.
226
I n s u r g e n c ia s i n r e v o l u c ió n 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 227

yo masivo a la lucha armada. Como muestra la experiencia que vienen a proponerle un sentido completamente externo
internacional y como la propia experiencia colombiana lo co- a suTucha"1617. Enlodo casoTen Colombia es fácilmente cons­
rrobora, la influencia de un actor en una actividad específica tatable que la extrema polarización que revistió en muchos
pocas veces es transferible a otra. lJor ejemplo, la importante momentos la confrontación política y militar entre el Estado
influencia que llegó a tener el Partido Comunista en los me- y la guerrilla no encontró una polarización social correspon­
jjos sindicales, Hole tradujo en un apoyo electoral simultá­ diente. Ésta es, sin duda, una marcada diferencia entre la
neo^ Menos aún en un apoyo a la lucha armada, la cual ño guerra civil salvadoreña y la "insurgencia sin revolución" co­
contó en Colombia con una adhesión significativa de secto­ lombiana.
res obreros. Como subraya Alain Touraine, “no existe, pues, León Zamosc sostiene que el éxito guerrillero en Colom­
continuidad entre la conciencia de clase y la acción política! bia dependía de su capacidad para encabezar aspiraciones
¿n ningún caso es posible aceptar la fórmula: la clase obrera de orden nacional, pero que esto era incompatible con el uso
y su partido" .Así, pues, aun si hubiese habido en Colombia de medios violentos, al menos por dos razones: por un lado,
un amplio movimiento social, no era obvio su vínculo con la debido a que la lucha armada aislaba a los guerrilleros, no
guerrilla. Es más, es probable que un movimiento social fuer­ sólo de los principales escenarios de movilización popular,
te hubiese impulsado sus propias reivindicaciones sin me­ sino que la propia clandestinidad les impedía liderar las lu­
diadores ni sustitutos ad hoc. chas cívicas; por otra parte, sostiene que muchas formas de
Una de las razones que aduce Michel Wieviorka para ex­ rebeldía en Colombia son la expresión de una aspiración de
plicar los motivos del fracaso de Sendero Luminoso para incorporación ciudadana, que si bien puede cuestionar al go­
controlar la estratégica región minera del Cerro de Pasco es, bierno, reconoce la autoridad última del Estado18.
precisamente, la existencia de una población relativamente Sin embargo, al menos en teoría, estos vacíos societales
organizada, capaz de definir de manera autónoma sus pro- hubieran podido ser compensados mediante el impulso de
pios objetivos, sus propios intereses y de rechazar a aquellos coaliciones fundadas en otras variables, tales como una lucha
de liberación nacional o una lucha antidictatorial. Con res­
pecto a la cuestión de la liberación nacional, Peter Waldmann
16 Alain Touraine, La voix et le regard, Paris, Editions du Seuil, 1978, pág. plantea que uno de los criterios más importantes para dife­
97. Michel Dobry ha insistido mucho, igualmente, en el carácter no renciar las experiencias guerrilleras consiste en distinguir
transferible de los recursos de la acción colectiva. “La ignorancia o el
encubrimiento del carácter relacional de los recursos conduce a que aquellas que luchan contra un ocupante extranjero de aquellas
numerosos politólogos no tomen en cuenta que los recursos políticos que tratan de derrocar a su propio gobierno. Y añade que:
sólo tienen propiedades estables en relación con ciertas lógicas socia­
les particulares y con las líneas de acción que autorizan o que definen todas las experiencias demuestran que para un movimien­
estas lógicas. Por estas razones, los recusos no son fácilmente transfe- to revolucionario es mucho más fácil combatir un ocupante
ribles o 'convertibles' de un lugar del espacio social a otro" (Michel extranjero que un gobierno perteneciente al mismo grupo
Dobry, Sociologie des crises politiques, París, Presses de la FNSP, 1986,
pág. 35). En términosa simples, un obrero puede adherir con entusias­
mo a un sindicato dominado por un movimiento de izquierda y, no
obstante, votar a favor de un partido de derecha o simplemente abste­ 17 Michel Wieviorka, op. cit., pág. 138.
nerse. 18 León Zamosc, op. cit.
228 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e pa z 229

étnico y a la misma nación que los insurgentes, p or muchos Por otra parte, la ausencia de profundas fracturas étnicas,
defectos que este gobierno tenga (...). La razón principal de debido al avanzado proceso de mestizaje de la población co­
este fenómeno es que para combatir a un adversario extran­ lombiana, hacía impensable levantar un movimiento de en­
jero se pueden movilizar los sentimientos nacionalistas que
vergadura nacional fundado en tensiones de este tipo, como
unen a todos los grupos y clases sociales. En cambio, cuan­
sí era posible en otros contextos tales como Guatemala. En
do el levantamiento va dirigido contra un régimen autóc­
tono, la consecuencia es que se forman dos campos, uno
Colombia sólo se presentó una experiencia reducida a un es­
que sigue apoyando al gobierno y otro que quiere sustituir- trecho ámbito étnico y regional, el grupo armado Quintín
lo. Ës evidente que en este caso es más difícil obtener el Lame, basado en la población indígena páez, asentada ante
consenso de la población y lograr que la mayoría se alce todo en el departamento del Cauca.
contra los gobernantes1920. Finalmente, es importante subrayar cómo, en las últimas
tres décadas, hubo una total ausencia de vasos comunicantes
Sin lugar a dudas, en Colombia la posibilidad de convo­ entre las luchas sociales desarrolladas en los centros urbanos
car una amplia coalición antiimperialista era poco más que y aquellas que tuvieron asiento en las zonas rurales. Sin
utópica. Lo mismo ocurría con respecto a las posibilidades de duda, ambos sectores se comportaron como dos universos
una coalición antidictatorial. Como hemos señalado, si bien distintos e incomunicados. Ni las luchas obreras tuvieron re-
el cerramiento del Frente Nacional estimuló la marginãlidad sonancia en las zonas rurales, ni las tomas de tierra o las mar-
conspirativa en el campo de la izquierda, también mantuvo, châscãmpêsíhas eco en los centros urbanos.
simultáneamente, espacios abiertos para la participación po­ No obstante, ante la ausencia de un polo popular organi­
lítica déla poEIicion representada por los dos partidos tradi- zado, ¿hubiera sido posible atraer hacia la coalición insur­
donales."ËÎrégimen, a la vez que producía las condiciones de gente a sectores amplios de las capas medias o, incluso, a
exclusión que podían inducir a muchos a intentar la vía ar­ sectores de la propia burguesía? Una coyuntura semejante no
mada, también generaba canales de inclusión y cooptación se presentó jamás a lo largo de estas tres décadas en Colom­
que se convertían en diques de contención de una posibili­ bia. La emergencia del movimiento guerrillero se produjo en
dad revolucionaria. un país que, si bien no tenía los recursos para impulsar un
En tales circunstancias, la guerrilla tuvo un campo de re­ populismo redistributivo de las dimensiones del venezola­
clutamiento circunscrito a sectores sociales y geográficos no™, sí mantuvo una gran estabilidad macroeconómica; un
muy limitados, que le permitieron persistir en el tiempo, crecimiento mediocre, pero sostenido. Los gobiernos colom­
pero que nunca le permitieron articular un polo opositor de bianos dispusieron siempre de los recursos materiales nece­
masas. La relativa marginalidad de la guerrilla colombiana sarios tanto para mantener un aparato coactivo (y, por tanto,
habría de contrastar con los amplios frentes de masas que se
dieron en Cuba y Nicaragua.
20 En Venezuela, una de las estrategias más eficaces que utilizaron los
gobiernos democráticos en los sesenta para aislar y derrotar política­
mente al movimiento insurgente fue el amplio reformismo utilizado
19 Peter Waldmann, "La violencia política en América Latina", en Varios hacia los sectores más proclives al discurso revolucionario. Cf. Teodo­
autores, P r o c e s o s d e r e c o n c ilia c ió n n a c io n a l en A m é r ic a L a tin a , Bogotá, ro Petkoff, en Varios autores, P r o c e s o s d e r e c o n c ilia c ió n n a c io n a l e n A m é ­
Instituto de Estudios Liberales, 1986, pág. 28. ric a L a tin a , o p . c it., pág. 138.
230 "E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e pa z 231
INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

una estrategia de contención de largo aliento), como para ar­ capaces de continuar la lucha al ritm o actual d e forma in­
ticular en torno al régimen y a los partidos de gobierno una definida22234.
coalición amplia de apoyo. Por otra parte, la ausencia de una En cuanto hace al gobierno salvadoreño, éste alcanzó el
grave crisis económica en el período no condujo a una privã- equilibrio estratégico gracias a la ayuda norteamericana que
ción súbita y radical a un segmento significativo de la pobla­ sobrepasó los seis billones de dólares y que constituyó el
ción, condición que algunos autores, como Ted Robert Gurr esfuerzo contrainsurgente más importante de Washington
han considerado como una de las causas principales de la desde Vietnam. Probablemente, en ausencia de este factor ex­
emergencia de movimientos radicales21. Por el contrario, en terno, en El Salvador se hubiera producido un éxito revolu­
una perspectiva de largo plazo, hubo en general una mejoría cionario.
de los indicadores sociales en el país.
En contraste con esta situación, en un contexto de "empa­
te negativo" como el colombiano, uno de los dos actores en­
¿Equilibrio estratégico o "empate n e g a t iv o "? frentados, en este caso el Estado, tiene una superioridad
estratégica clara; pero, por diversos factores, no está en capa­
En tal contexto, la guerrilla estaba evidentemente incapacita­ cidad de liquidar a su adversario2’. En tales circunstancias, el
da para alcanzar un equilibrio estratégico frente al Estado,
conflicto armado no reviste un carácter de amenaza inmedia­
estadio que alcanzaron y pudieron dirimir a su favor las fuer­
ta para el orden político y, por tanto, puede prolongarse in­
zas insurgentes tanto en Cuba como en Nicaragua, y que con­
definidamente; pero sí contribuye a generar condiciones
dujo en El Salvador al logro de una exitosa salida negociada
adversas para su gobernabilidad. En ausencia de un contexto
al conflicto. La noción de empate militar o equilibrio estraté­
revolucionario, una "insurgencia crónica" puede coadyuvar
gico fue definida, para el caso salvadoreño, de la manera si­
guiente por el Congressional Research Service de los Estados a la erosión e incluso al colapso del sistema democrático, más
Unidos: que a una revolución política y social2**!
En el caso de Colombia, el impacto que produjo la persis­
En este m om ento, tras ocho años de conflicto civil en El tencia de un agudo conflicto interior fue muy profundo, lle­
Salvador, parece que se llegó a un p u n to m uerto: ninguna gando incluso a colocar al país al borde de un colapso
d é l a s partes ha dado signos de ser capaz de derrotar a la institucional a fines de los años ochenta. Los efectos sobre la
otra m ilitarm ente o d e m ostrar alternativas que conduzcan
vida nacional de este conflicto indefinido se expresaban de
al fin de la guerra. La m ayor parte de los observadores con­
sideran que, excepto que se d é u n cambio inesperado de las
variadas formas: un régimen civil bajo un "estado de excep-
circunstancias que provocan o m antienen la guerra, tales
com o u na drástica reducción de la ayuda m ilitar de Estados
U nidos o u n inesperado m ejoram iento de la situación polí­ 22 Citado por Raúl Benitez, "La ONU y el proceso de paz en El Salvador:
1990-1992", en Análisis Político, No. 17, Bogotá, septiembre-diciembre
tica o económica, las dos partes en la guerra parecen ser
de 1992, pág. 84.
23 Es importante señalar que el "empate negativo" se hizo realidad sólo
en los años ochenta ya que en la década anterior el movimiento gue­
21 Cf„ Ted Robert Gurr, Why Men Rebel, Princeton, Princeton University rrillero estuvo, como ya vimos, al borde de su aniquilamiento total.
Press, 1971. 7 24 Cf. Gustavo Gorriti, "Guerra interna y democracia", 1990, mimeo.
232 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e pa z 233

ción" permanente y con una autonomía total de las fuerzas seguido de un deterioro continuo del producto interno bruto
¿miadas en el manejo del orden público; una tendencia per cápita; la combativa expansión de la militancia obrera y
persistente al manejo autoritario de los conffictos sociales. una cadena ininterrumpida de huelgas, que comenzaba a ser
percibidos como soportes de las acciones subversivas; un es- percibida como una amenaza para el funcionamiento del sis­
trechamiento de los canales de resolución pacíficade los c tema económico y político, no sólo por parte de la derecha
flictos y, por ende, la tendencia a expresarlos a través de sino por sectores de centro; una polarización ideológica que
modalidades no institucionales; y, finalmente, una persis­ condujo a crecientes sectores intelectuales y estudiantiles a
tente práctica violatoria de los derechos humanos por parte poner en cuestionamiento el sistema democrático-liberal;
de agentes estatales. una grave crisis de legitimidad y liderazgo de los partidos
Las experiencias de Uruguay en 1973 y, de manera más Blanco y Colorado, afectados por denuncias de corrupción e
reciente, en el Perú en 1992 nos sirven de marco comparativo, incapaces de canalizar y procesar las demandas del movi­
puesto que ambas naciones debieron soportar también desa­ miento sindical.
fíos insurgentes bajo instituciones democráticas. El 27 de ju­ En medio de esta situación, la emergencia del movimien­
nio de 1973 culminó en Uruguay un prolongado golpe to Tupamaro colocó bajo una presión extrema al conjunto del
militar cuya fase visible se había iniciado dos años antes, con sistema político, que pronto comenzó a echar agua por todos
ocasión de un "pronunciamiento" del ejército y de la fuerza los costados26. La rápida derrota sufrida por este grupo gue­
aérea que le había impuesto al gobierno la institucionaliza- rrillero evidenciaba su debilidad intrínseca para conducir un
ción de una suerte de gobierno civil-militar. El 9 de septiem­ proceso revolucionario exitoso. Sin embargo, sus acciones
bre de 1971, por decreto del poder ejecutivo, las fuerzas condujeron a las tradicionalmente marginales fuerzas arma­
armadas uruguayas asumieron el control de la guerra inter­ das uruguayas a una nueva definición de su misión, a la
na, que se hallaba hasta ese momento bajo dirección policial. voluntad de actuar políticam enteen último término, coad­
Seis días más tarde, en la "Decisión No. 1" de la Junta de yuvaron a la salida autoritaria a la crisis.
Comandantes en Jefe asistida por el Estado Mayor Conjunto, En el Perú, a pesar de sus hondas diferencias con Uru­
se definieron las finalidades políticas de la acción militar: ini­ guay, se pueden observar resultados similares. La transición
cialmente, el control de los grupos armados; enseguida, la democrática en ese país, cuyos primeros balbuceos se ubican
derrota del "aparato político-militar subversivo" y, finalmen­ entre los años 1978 y 1980, se vio enfrentada desde sus inicios
te, desarrollar el factor militar para proporcionarle seguridad con una guerra interna de ribetes dramáticos. "El destino de
al desarrollo nacional25. la transición democrática y de las relaciones cívico-militares
¿Qué circunstancias condujeron a la sólida democracia estuvieron por tanto, desde un principio, ligadas al problema
uruguaya hacia el colapso? Sin duda, un cúmulo complejo de de la violencia política"27. El repliegue de las fuerzas milita-
factores. El grave estancamiento económico a partir de 1956,

26 Aldo Solari, "Proceso de democratización en Uruguay", en Síntesis,


25 Juan Rial, "Los militares en tanto 'partido político sustituto' frente a la No. 13, op. cit.
redemocratización en Uruguay", en Síntesis, No. 13, Madrid, enero- 27 Carlos Iván Degregori, "Perú 1980-1993: Fuerzas Armadas, subver­
abril de 1991. sión y democracia. Redefinición del papel militar en un contexto de
234 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN "E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e pa z 235

res a los cuarteles en 1980 fue provisional. A mediados de En Colombia, el colapso institucional que bordeó los lími­
1982 la derrota de la policía, responsable hasta entonces de la tes del abismo entre 1989 y 1990 tuvo características comunes
lucha antisubversiva en manos de Sendero Luminoso, era ya con Uruguay y Perú, así como especificidades propias. En
evidente en Ayacucho. A fines del año el presidente Belaúnde común, encontramos una grave crisis de legitimidad del sis­
ordenó el ingreso de las fuerzas armadas a este departamen­ tema político, una honda incapacidad de los partidos para
to, en donde se constituyó un comando político-militar bajo canalizar las expectativas ciudadanas, unas fuerzas armadas
la dirección de un general. provistas en forma creciente de altas prerrogativas y de una
En forma progresiva fueron aumentando las regiones del total autonomía en el manejo del deteriorado orden público,
país bajo control militar que, para 1990, abarcaban ya el 32% una sensación colectiva de inseguridad y demandas crecien­
del territorio y el 49% de la población, según datos del Sena- tes de orden y autoridad. A estos graves indicios de crisis se
do de la República. Al aumento de las prerrogativas milita­ añadió, en el caso colombiano, un factor adicional que cons­
res, el deterioro del orden público y la sensación colectiva de tituyó la gota que rebosaría la copa: el narcoterrorismo.
inseguridad se añadirían, bajo el gobierno de Alan García, la En efecto, el surgimiento de este factor adicional de de­
hiperinflación, una grave recesión económica y una crisis to­ sestabilización, el cual trasladó el conflicto de las áreas rura­
tal de legitimidad de los partidos políticos. A esto habría que les a los centros urbanos, donde no sólo se atacó al Estado
añadir la aparición de un grupo paramilitar, el Comando Ro­ sino también a la población civil, produjo una sensación de
drigo Franco, nombre de un joven aprista cruelmente asesi­ inseguridad colectiva sin precedentes. De esta manera con­
nado por Sendero Luminoso, y que aparecía asociado al tribuyó enormemente a enturbiar el panorama de violencia.
ministro del Interior del gobierno de Alan García, Agustín Pero sobre todo, al entrar en el conflicto, contribuyó a au­
Mantilla. En este contexto de inminente colapso institucional mentar la incapacidad tanto del Estado como de la guerrilla
se produjo el sorprendente triunfo del desconocido ingeniero de derrotarse mutuamente, es decir, agravó el "empate nega­
Alberto Fujimori, quien impulsó un gobierno civil de rasgos tivo".
pronunciadamente autoritarios, que Guillermo O'Donnell El narcotráfico no sólo le añadió un nuevo y poderoso
ha calificado bajo el término de "democracia delegativa". Sin actor a la contienda, haciéndola multipolar, sino que drenó
duda, se vivía un clima en extremo favorable para una salida recursos de ambos polos enfrentados, en la medida en que,
autoritaria, la cual tomaría finalmente la modalidad del "fu- tanto el Estado como la guerrilla, tarde o temprano, tuvieron
jimorazo", es decir, del autogolpe presidencial perpetrado el que hacerle frente. En este contexto, durante los últimos años
5 de abril de 1992. Autogolpe que puede ser calificado como de la década de los ochenta, los principales actores en la vida
de civil-militar en tanto que las fuerzas armadas se convirtie­ nacional se vieron presionados a entrar en una etapa de de­
ron para todo efecto práctico en el "partido" de gobierno28. cisiones estratégicas. Debido a diversos factores, cuyo análi­
sis escapa a este libro29, se abrió camino la búsqueda de una

violencia subversiva y colapso del régimen democrático", en Docu­


mentos de Trabajo, No. 53, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1993, 29 Cf., Eduardo Pizarra, "Colombia: ¿hacia una salida democrática a la
pág. 7. crisis nacional?", en Análisis Político, No. 17, Bogotá, septiembre-di­
28 Ibid., pág. 18. ciembre de 1992.
236 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN "E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e pa z 237

salida democrática a la crisis nacional, fundada en tres pila­ El p r o c e s o d e pa z


res centrales: un serio proceso de paz, reformas democráticas
y un rediseño del modelo tradicional de manejo del orden El 27 de febrero de 1980, el Movimiento 19 de Abril (M-19) se
público. tomó la Embajada de la República Dominicana y lanzó, por
En síntesis, en el caso colombiano, el hecho de que la gue­ primera vez, tres propuestas que serían el eje de un proceso
rrilla no haya alcanzado un empate militar o equilibrio estra­ de negociación que tomaría una década para ver sus frutos:
tégico no significa, sin embargo, que su acción no haya amnistía para los alzados en armas, cese al fuego y diálogo
tenido un serio impacto sobre el desarrollo y evolución del nacional. Diez años más tarde, el 9 de marzo de 1990 el M-19
régimen político. La existencia misma del movimiento insur­ deponía sus armas y se reinsertaba a la vida política legal
gente y de su accionar armado han producido, indudable­ como partido político30. Estas dos fechas enmarcan una déca­
mente, efectos contradictorios sobre el régimen. Por una da de negociaciones y conflictos, de encuentros y desencuen­
parte, su permanencia y su capacidad de reproducción como tros, de avances y retrocesos, la cual deja algunos resultados
oposición armada dejaron al descubierto el lado excluyente parciales altamente favorables, como también serios cuestio-
yjiutqritario del régimen y la necesidad de darle contenidos namientos hacia el futuro.
reales a la formalidad democrática. Por la otra, la prolonga- ¿Por qué debieron transcurrir diez años para alcanzar los
ción del conflicto y la amenaza por él planteada contribuye­ primeros frutos de la paz en Colombia? En un proceso de paz
ron a reforzar en los sectores más retardatarios de las clases exitoso confluyen una multiplicidad de factores de orden
dirigentes la necesidad de profundizar los rasgos más auto­ tanto nacional como internacional, coyunturales e históricos,
ritarios y regresivos del régimen. objetivos y subjetivos. El peso específico de cada uno de estos
Esta dinámica llevó, en la década de los ochenta, a lo que factores cambia de un caso a otro, en las distintas negociacio­
hemos denominado como una situación de "empate negati­ nes de paz que se han dado recientemente en el ámbito mun­
vo", en la cual debe resaltarse más el contenido político de
dial. Para responder, por tanto, a la pregunta planteada,
ese empate que el simplemente militar. Los experimentos re­
presivos del régimen agotaron sus posibilidades de resolu­ debemos mencionar dos características protuberantes del
ción del conflicto por la vía autoritaria. La guerrilla, por su proceso de paz en Colombia: la dimensión nacional del con-
parte, después de casi tres décadas de lucha armada, comen­
zaba a incurrir en graves costos, en términos de su proyec­
¡30) No pretendemos realizar un análisis exhaustivo del proceso de paz, lo
ción estratégica y de su relación con el movimiento popular, cual desborda los objetivos de esta obra. Cf., Ana María Bejarano, "Es­
derivados de la prolongación del conflicto y de la ausencia trategias de paz y apertura democrática: un balance de las administra­
de una perspectiva de triunfo. Adicionalmente, ambos acto­ ciones de Betancur y de Barco", en Francisco Leal y León Zamosc, op.
cit. Igualmente, Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo, Actores en
res debieron enfrentar con dureza o entrar en una conflictiva conflicto por ¡a paz. El proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betan­
convivencia pragmática con un tercero en discordia: el nar­ cur 1982-1986, Bogotá, CINEP y Siglo Veintiuno Editores, s.f. Mauricio
cotráfico. En tal contexto, el proceso de paz adquirió valor García, De la Uribe a Tlaxcala. Procesos de paz, Bogotá, Cinep, 1992. Y,
ante todo, Jesús Antonio Bejarano, Una agenda para la paz. Aproximacio­
estratégico tanto para la élite dominante como para segmen­ nes desde la teoría de la resolución de conflictos, Bogotá, Tercer Mundo
tos importantes del movimiento guerrillero. Editores, 1995.
238 In s u r g e n c ia s in r e v o l u c ió n 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 239

flicto y la heterogeneidad de los actores comprometidos en p ! muchos de sus dirigentes, que puede conducir a hacer de la
proceso de negociación. guerrilla no un instrumento para acceder al poder, sino una
En relación con el primer aspecto y debido a que el con­ "ocupación alternativa" 3L
flicto en Colombia no sufrió una escalada ni regional ni inter­ En los países cuyos conflictos han sufrido un proceso de
nacional, es decir, puesto que se circunscribió al marco internacionalización, la variable externa puede ser decisiva,
estrictamente nacional, no era posible, ni previsible, que un aun cuando el factor determinante resida, de todas maneras,
cambio en las circunstancias externas pudiera abrir por sí en los cambios que se presentan en el marco nacional. En el
mismo las compuertas de la negociación. caso de Guatemala, Gabriel Aguilera sostiene que:
El medio internacional puede incidir de dos maneras
Fue un cambio en las circunstancias externas (e x t e r n a l e n v i ­
principales en un contexto conflictivo. En forma directa, en r o n m e n t ) , representado por el proceso de paz de Esquipu-
cuanto determine los recursos de poder de uno, otro, o am­ las, lo que creó condiciones para que la negociación se
bos adversarios. En forma más mediata, en cuanto el orden iniciara, y fue una ulterior modificación en las circunstan­
internacional sufra un vuelco radical y cambien las variables cias internas ( i n t e r n a l e n v i r o n m e n t ) , expresadas por un cam­
ideológicas sobre las cuales se edificaba este orden. Si esto es bio im portante en las relaciones entre el poder civil y el
así, se puede afirmar que, en el caso de Colombia, la inciden­ militar en el país, lo que a su vez hizo surgir un marco que
cia del sistema internacional se ha dado, ante todo, a nivel de permitirá el avance del proceso negociador33.
las representaciones políticas, lo cual sólo favoreció parcial­
El marco interno favorable en Guatemala se produjo gra­
mente el proceso de paz. Los cambios globales, en particular cias al proceso de transición hacia la democracia, tras la elec­
el derrumbe del campo socialista, afectaron a algunos grupos ción de gobiernos civiles en 1986 y 1991. En octubre de 1987
guerrilleros y pusieron en cuestión, al menos a nivel de sus se iniciaron en Madrid las primeras negociaciones directas
cúpulas dirigentes, la lucha armada. Pero en otros grupos, entre el gobierno de Vinicio Cerezo y la Unidad Revolucio­
los cambios internacionales han ejercido, paradójicamente, naria Nacional Guatemalteca, la cual agrupa a los cuatro mo­
un rol negativo: las recientes transformaciones en el mundo vimientos insurgentes que actúan en este país.
socialista han reforzado, en el mejor de los casos, las actitu­ La importancia del factor externo es percibida también
des de los actores guiados por una "ética de la convicción"31 por José Luis Chea, quien afirma que "en el caso guatemalte-
y, en el peor, han generado un desgarramiento profundo en

32 Ignacio Richani, en un polémico estudio comparativo entre Colombia


31 Nos referimos a la distinción que introduce Max Weber entre quienes y el Líbano, sostiene que en el país se ha desarrollado una "economía
orientan sus acciones fundamentalmente a partir de una "ética de la política de guerra", en la cual ya la guerrilla ha dejado de luchar por
convicción" y quienes privilegian una "ética de la responsabilidad". el poder, siendo hoy su única preocupación autoperpetuarse. Cf., "La
Mientras que estos últimos creen que se debe responder por las con­ economía política de la violencia: el sistema de guerra en Colombia",
secuencias de los actos, los primeros tienden a asumir actitudes profé­ Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de
ticas y milenaristas, dado que al creer que tienen la "verdad histórica", la Universidad Nacional de Colombia, 1995, mimeo.
todos sus actos están de antemano legitimados, así las "masas" mo­ 33 Gabriel Aguilera, "Camino de paz, camino de guerra. La negociación
mentáneamente no los comprendan. Cf., Max Weber, Le savant et le en Guatemala", ponencia presentada al XVI Congreso de la Latin
politique, Paris, Union Générale d'Editions, 1982, págs. 172 y ss. American Studies Association, Washington, abril de 1991.
240 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t i v o 1' y p r o c e s o d e p a z 241

co, el marco inicial para la búsqueda de una solución nego­ paz se ha dado grupo por grupo, y escalonada dado que este
ciada al conflicto armado lo provee la firma del Acuerdo de proceso ha tenido diversos episodios de negociación a lo lar­
Esquipulas II"*34. En el caso de El Salvador, las transformacio­ go del tiempo. Debido al escaso nivel de injerencia del factor
nes en el entorno internacional fueron decisivas en el cambio internacional sobre el proceso interno, las actitudes de los ac­
final de actitud de los actores enfrentados, debido a la impor­ tores enfrentados cambiaron en forma paulatina, obedecien­
tancia crucial del factor externo para el mantenimiento del do a sutiles transformaciones ante todo en el panorama
conflicto armado. La pérdida del poder de los sandinistas en nacional y sólo en forma secundaria en el ambiente interna­
Nicaragua y la amenaza por parte de Washington de retirarle cional. Dada la extrema heterogeneidad de los actores, tanto
el apoyo al gobierno de Alfredo Cristiani y a las fuerzas ar­ los vinculados al polo estatal del conflicto como los vincula-
madas salvadoreñas, tuvieron un papel importante, aun dos aï polo insurgente, el proceso de paz avanzó en forma
cuando el factor interno, el "equilibrio estratégico", fue el lenta y conflictiva, obteniendo logros únicamente parciales.
factor determinante para la búsqueda de la paz35. Por esta razón, en el análisis del proceso de paz es indis­
En Colombia, la dimensión marcadamente nacional del pensable una sociología de los actores involucrados, tanto en
conflicto implicaba que sólo un cambio sustancial en el con­ el polo estatal (es decir, los representantes del Estado y el ré­
texto nacional, en la percepción de los principales actores in­ gimen, así como las élites políticas y económicas)36, como en
volucrados en la confrontación y en la visión de otros actores el polo insurgente37, para identificar sus transformaciones in­
altamente influyentes, podría alterar la dinámica de la guerra ternas y los cambios operados en la percepción del adversario.
interna. Sin duda, existen contextos nacionales o internacio­ Para utilizar una terminología propia de la teoría de los
nales favorables o desfavorables para los procesos de paz. juegos, la solución negociada de un conflicto implica que no
Pero es la dimensión subjetiva la que finalmente cuenta. Si no nos encontremos inmersos en un "juego de suma constante",
fuese así, ¿por qué, entonces, en Colombia, el cambio en el sino en un "juego de suma variable". ¿Cuáles fueron los fac­
contexto de la confrontación llevó a la paz a algunos grupos" tores que indujeron esa flexibilidad tanto en las élites como
y a otros no? en algunos sectores de la guerrilla? ¿Por qué esos mismos
Esta caracterización del conflicto colombiano como uno factores pueden haber llevado a algunos grupos insurgentes
marcadamente nacional se combina con el segundo rasgo ca­ a la intransigencia permanente?
racterístico del proceso de paz en Colombia: se trata de su La diversidad de respuestas de la guerrilla colombiana
carácter parcial, lo que hemos denominado la "paz parcelada frente a los cambios democráticos operados en el país reafir­
y escalonada". Parcelada en la medida en que el proceso de ma la necesidad de estudiar la dimensión subjetiva de los
actores. Si, como hemos sostenido, la conformación de los

34 José Luis Chea, "Guatemala y Esquipulas II, una promesa inconclu­


sa", en Cuadernos de Trabajo, No. 5, San José de Costa Rica, marzo de 36 Cf., Ana María Bejarano, "Estrategias de paz y apertura democrática:
1992. un balance de las administraciones Betancur y Barco", en Francisco
35 Cf., Rafael Moreno, "El proceso de negociación salvadoreña desde la Leal y León Zamosc, op. cit., 1991.
perspectiva del FMLN", ponencia presentada en el Seminario Interna­ 37 Tal como el análisis que realizamos en el capítulo 3, en especial en el
cional sobre Negociación de Conflictos Armados, Villa de Leyva, 27- acápite titulado: "El potencial de negociación de los grupos guerrille­
29 de octubre de 1994. ros".
242 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 243

focos armados fue el resultado en último término de una de­ Esta situación se transformó gradualmente durante la dé­
cisión política, igualmente, la participación en un proceso de cada de los ochenta debido al "derrumbe parcial del Estado",
paz responderá, fundamentalmente, también a una decisión el cual se expresó en la crisis de la rama jurisdiccional como
política. Resulta demasiado simplista afirmar, por ejemplo, consecuencia del desbordamiento de las múltiples violen­
que una guerrilla se acoge a un proceso de paz sólo por de­ cias, en la simultaneidad de dos guerras (una con la guerrilla
bilidad militar. Vale recuperar aquí la opinión de Iván Oroz­ y otra con el narcotráfico) cuya sumatoria tenía un profundo
co en el sentido de que "un grupo diezmado, pero fanatizado potencial desestabilizador (alteración drástica de la capaci­
en su derrota, siempre podrá apelar al recurso último del te­ dad coactiva del Estado), y en el reconocimiento de una crisis
rrorismo para mantener en zozobra el régimen que no consi­ de legitimidad (ausencia de identidad ciudadanos-Estado).
gue destruir"38. ¿No fue acaso éste el comportamiento de la Esta grave crisis indujo paulatinamente en las élites, tanto
ETA en España? ¿No es éste el caso de diversos movimientos estatales como partidistas y gremiales, la percepción de que
que sólo sobreviven aquí y allá en el mundo como melancó­ una salida autoritaria podría resultar en extremo costosa,
licos grupos simplemente testimoniales? además de su potencial de agravamiento del conflicto, y la
El proceso de transformación de la percepción de las éli­ convicción de que lo más seguro era una salida democrática
tes frente al conflicto interno se dio, al igual que en el seno de a la crisis.
la guerrilla, de forma escalonada. Al comenzar la década de En este punto coincidimos con Cynthia McClintock cuan­
los ochenta, solamente el presidente Belisario Betancur do afirma que "donde mis predecesores perciben las accio­
(1982-1986), acompañado por escasos sectores dentro del bi- nes de la guerrilla como una amenaza para la democracia, yo
partidismo y por una opinión pública difusa y pobremente sostendría que dentro de ciertas circunstancias, una guerrilla
articulada, defendían una concepción distinta del conflicto guede unir a los actores políticos principales, incluyendo a
armado y de las posibilidades de una salida negociada al los militares, con la democracia como la única alternativa a la
guerra civil"39. Es decir, que la democracia puede llegar a ser
mismo. El grueso de los partidos tradicionales, con el Con­
percibida como una "decisión estratégica" para evitar la de­
greso como su principal centro de expresión, las fuerzas ar­
gradación del país hacia un conflicto catastrófico. Para que
madas y los gremios económicos, conformaban el bloque
esto suceda, las élites dominantes deben estar convencidas
opositor a la estrategia de paz dentro de lo que hemos deno­
de la imposibilidad de ganar la guerra o al menos de los enor­
minado el polo estatal. De esta manera, el proceso de paz mes costos que implicaría buscar doblegar al adversario para
durante la administración Betancur no logró convertirse en colocarlo en condiciones de negociación bajo una derrota
un propósito estatal, ni en una política del gobierno, ni si­ evidente.
quiera logró el apoyo necesario para configurarse como ini­ En el caso colombiano, el viraje en la percepción de las
ciativa de algún partido político. Más bien fue el proyecto élites se produjo no solamente gracias al potencial desestabi-
solitario del presidente, quien no lograba articular apoyos
dentro de un heterogéneo y fragmentado polo estatal.
39 Cynthia McClintock, "Perspectivas para la consolidación democrática
en el Perú", en Democracia y violencia en el Perú, Lima, CEPEI, 1988, pág.
38 Iván Orozco, "¿Por qué negocia el M-19?", artículo inédito. 37.
244 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN 'E m p a t e n e g a t iv o " y p r o c e s o d e p a z 245

lizador de la insurgencia crónica, sino sobre todo gracias a la dando paso a su vez a la multiplicación de instancias media­
entrada en escena de un actor con un potencial de desestabi­ doras; las condiciones exigidas por cada agrupación para lle­
lización muchísimo mayor: el narcotráfico. Con su escalada gar a acuerdos estables también fueron heterogéneas; por lo
de acciones violentas a lo largo de la década de los ochenta mismo, se dificultó tanto la puesta en marcha de las negocia­
(creación de grupos paramilitares, asesinato de jueces, perio­ ciones, como de los instrumentos de verificación de los
distas, líderes gremiales y políticos), pero sobre todo con su acuerdos.
decisión de enfrentar directamente a las élites políticas y es­ Esta situación explica en gran medida el hecho de que
tatales (asesinatos del ministro de Justicia, del procurador después de una década de procesos de negociación sólo se
general de la nación y del candidato presidencial del Partido haya logrado la reincorporación de cuatro grupos guerrille­
Liberal, Luis Carlos Galán), la mafia logró poner al régimen ros (M-19, EPL, Quintín Lame y PRT) y de una fracción expul­
político al borde del abismo. Paradójicamente, fue este nuevo sada de la UC-ELN (la CRS), mientras que todavía las FARC, el
actor, y no la guerrilla, el que logró que las élites dominantes ELN y una minoritaria fracción disidente del EPL permanecen
se embarcaran en un serio proceso de negociación con los en la lucha armada. Las guerrillas que insisten en la vía ar­
insurgentes (proceso que culminó exitosamente en los casos mada todavía conservan una gran capacidad de perturba­
del M-19, el EPL, el Quintín Lame y el PRT) y abrieran las posi­ ción del orden político, aunque ciertamente, después de la
bilidades de una apertura democrática a gran escala. reincorporación de sus antiguos compañeros de lucha y so­
Ahora bien, si el proceso de negociaciones Estado-insur­ bre todo después de la realización de la Asamblea Nacional
gentes avanzó en forma lenta y con muchas dificultades, has­ Constituyente de 1991, han perdido su margen de legitimi­
ta llegar a lograr éxitos sólo parciales, no fue únicamente dad a ritmos acelerados.
debido a la heterogeneidad de los actores en el polo estatal y De tal suerte que el proceso de paz en Colombia sólo pue­
da considerarse como parcialmente exitoso. Sin embargo,
a la escasa representación de tal polo que ostentaban deter­
tampoco puede considerarse del todo fracasado. Los mode­
minados gobiernos en las coyunturas de negociación. La he­
los de reconciliación ensayados a lo largo de la última década
terogeneidad de la guerrilla colombiana, en términos tanto
como alternativa de solución a la crisis nacional constituyen
político-ideológicos como militares, impidió su cohesión
un paréntesis importante dentro de la histórica tradición de
como sujeto único de negociación. Sus respuestas fueron di­
tratamiento represivo y militar otorgado a la protesta política
versas y no pocas veces contradictorias**1'. El proceso de nego- y social en Colombia y, además, dejan importantes lecciones
ciación debió entonces multiplicarse en diversos frentes,
para el futuro.

40 En los grupos guerrilleros, al igual que en las élites, se presentó un


proceso progresivo de aceptación de la paz como única opción al con­
flicto. Bernardo Gutiérrez, comandante del EPL, reconoce explícita­
mente en una esclarecedora entrevista que durante el proceso de paz
bajo Betancur, éste era concebido como "una táctica de paz en una
estrategia de guerra" (Rocío Londoño, "Del Ejército Popular de Libe­
ración a Esperanza, Paz y Libertad", en Cuadernos por la Democracia,
No. 3, Bogotá, julio de 1991, pág. 35).
Epílogo : "G uerra imposible, paz improbable'

C o n esta corta sentencia resumió en su obra magna Ray­


mond Aron el mundo bipolar de posguerra construido sobre
el llamado "equilibrio del terror", es decir, la destrucción mu­
tuamente asegurada si se presentaba una conflagración nu­
clear entre Washington y Moscú. Guerra imposible pero, a su
vez, paz improbable debido al inevitable antagonismo entre
dos sistemas económico-políticos irreconciliables, que ha­
rían de los países periféricos el teatro de su confrontación ar­
mada a través de sustitutos. Podríamos apropiarnos de la
fórmula de Aron para describir la situación colombiana ac­
tual y probablemente por lo que resta de este siglo.
Como hemos visto, para alcanzar así fuesen logros par­
ciales con respecto a la violencia política, los sucesivos res­
ponsables de la política de paz se vieron obligados a diseñar
un tratamiento diferencial del polo insurgente, el cual, pese
a su integración en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolí­
var (1987), presentaba en su seno diversas posturas. La deci­
sión política de impulsar un proceso de paz parcelado y por
etapas facilitó el ahondamiento de estas diferencias y permi­
tió disminuir la intensidad de la confrontación.
Así mismo, permitió la gestación de nuevas fuerzas polí­
ticas tales como la Alianza Social Indígena, a partir del Quin­
tín Lame, y la Alianza Democrática M-19 con base en el M-19,
el EPL y el PRT. Es decir que abrió, al menos de manera provi­
sional, un camino para el enriquecimiento del sistema de
partidos y para la creación en Colombia de una izquierda no
conspirativa, que acepte las reglas del juego democrático
247
248 E p íl o g o 249
I n s u r g e n c i a s i n REVOLUCIÓN

para acceder al poder. Como hemos visto con anterioridad política criminal del Estado. En tal contexto, la criminalidad
un proceso de paz exitoso exige que el grupo guerrillero con común sigue su curso sin diques de contención.
disponibilidad de negociación reduzca sus objetivos máxi­ En síntesis, el proceso de paz parcelado combinó algunos
mos a objetivos limitados, que puedan, por tanto, ser objeto éxitos parciales con limitaciones notables que, a la larga, han
de transacción. Por ello, el tránsito de una guerrilla desde la conducido a graves retrocesos en el proceso democratizador. ^
confrontación armada hasta la vida político-electoral me­ Ejemplos protuberantes de esta regresión se han presentado, 7
diante la conformación de un partido legal, no sólo implica por ejemplo, en las relaciones cívico-militares que tras cono­
un cambio en las formas de acción sino, ante todo, conduce a cer un momento de renovación favorable hacia un mayor
la transformación del carácter mismo del actor que, en gene­ control civil, luego de la declaración de la guerra integral en
ral, pasa a asumir posturas moderadas. ¿Cómo extrañarse, 1993 regresaron a una gran autonomía corporativa de los mi­
entonces, de que tanto el FSLN como el FMLN hayan pasado litares. Igualmente, esta involución se ha evidenciado con la
de posturas ultrarradicales a moderadas actitudes de corte reactivación de los grupos paralimitares en múltiples regio­
socialdemócrata? Un sistema democrático sobrevive con nes y con un alto grado de permisibilidad por parte de las
enormes dificultades si los principales actores políticos man­
autoridades locales.
tienen un abismo ideológico irreconciliable.
La lectura que hemos propuesto en esta obra sobre la ex­
Los logros alcanzados en Colombia a lo largo de una dé­
cada de negociación resultan, no obstante, a todas luces par­ periencia guerrillera en Colombia, es decir, el estudio de las
ciales. La confrontación interna continúa y la persistencia de "grietas geológicas" existentes en el subsuelo nacional y que
grupos armados pende como una amenazante espada de Da- han facilitado la consolidación de proyectos guerrilleros a lo
mocíes sobre el frágil proceso de democratización abierto en largo de varias décadas, no deja lugar para un exceso de op- ^
1991 Como ha sido estudiado en distintos países afectados timismo. Si observamos con cuidado, veremos cómo muchas u
por conflictos internos similares, es muy difícil desarrollar de ellas subsisten, pese a la nueva Constitución y al nuevo
procesos democratizadores en contextos de guerra contrain­ clima político que se entrevio tímidamente a partir de 1991.
surgente. En un ambiente de tales características, se reducen Persiste un grave déficit de Estado, que se manifiesta en la
las posibilidades de construcción de un polo de izquierda de­ preocupante pérdida del monopolio legítimo de la fuerza, en
mocrática ligado al conflicto social, ya que la criminalización la masiva posesión de armas en manos de civiles y en la cró­
de los actores sociales como posibles cómplices de las fuerzas nica ausencia del Estado en múltiples zonas rurales. También
subversivas continúa reinando en la mentalidad militar y po­ persiste un grave déficit de sociedad, que se expresa en la
licial; igualmente, se afecta la recomposición del tejido social extrema debilidad de los movimientos sociales, los únicos
y_las posibilidades de construir canales institucionales para que podrían canalizar las múltiples tensiones y los variados
la tramitación pacífica de las demandas sociales. Por otra conflictos de nuestra sociedad por vías pacíficas y democrá­
parte, la masiva destinación de recursos para la guerra con­ ticas. Y, finalmente, sin duda persisten prácticas autoritarias
trainsurgente, que absorbe la mayoría de los recursos exis­ en el seno de los partidos políticos, que se niegan a establecer
tentes para el rubro de seguridad y justicia, mantiene en mecanismos amplios de participación ciudadana, es decir, no
colapso permanente a la rama jurisdiccional y a la deriva la regulados por modalidades clientelistas de control vertical.
250 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN

Por otra parte, entre los grupos guerrilleros que perseve­ Anexo 1 E l MANIFIESTO DE SlMACOTA
ran como un pesado lastre en la vida nacional, no existe ni ha
existido una voluntad real de inserción a la vida democrática
La insurgencia crónica, como un cáncer insidioso, continuará
por largos años destruyendo el tejido nacional.
L a violencia reaccionaria desatada por los diversos gobiernos oli­
En pocas palabras, la renovación democrática que se ini­ garcas y continuada por el corrompido régimen Valencia-Ruiz No-
ció en 1991 y que ha debido constituir la más eficaz terapia voa-Lleras, ha sido una poderosa arma de dominación en los
contra la violencia crónica que ha vivido Colombia desde últimos quince años.
1946, estuvo lejos de producir los resultados que esperába­ La educación se encuentra en manos de negociantes que se en­
mos con optimismo todos los colombianos. La "insurgencia riquecen con la ignorancia en que mantienen a nuestro pueblo; la
crónica" tuvo, al menos, la virtud de revelarnos, de colocar tierra es explotada por campesinos que no tienen dónde caer m uer­
al desnudo las más graves deficiencias de nuestro Estado y tos y que acaban sus energías y la de sus familias en beneficio de
de nuestra sociedad. las oligarquías que viven en las ciudades como reyes; los obreros
No deja de ser doloroso, sin embargo, comprobar cómo trabajan por jornales de hambre sometidos a la miseria y humilla­
en un número reciente de la revista Time1, Colombia aparece ción de los grandes empresarios extranjeros y nacionales; los pro­
como una de las últimas guerras olvidadas del mundo, al fesionales e intelectuales jóvenes demócratas se ven cercados y
lado del conflicto de los iraquíes kurdos, los rebeldes del Ca­ están ante el dilema de entregarse a la clase dom inante o perecer;
simir indio, del Sudán y de la Sierra Leona, los tigres tamiles los pequeños y medianos productores tanto del campo como de la
de Sri Lanka, y otros conflictos interminables aquí y allá en ciudad ven arruinadas sus economías ante la cruel competencia y
otras partes del planeta. acaparamiento por parte del capital extranjero y de sus secuaces
vende-patrias; las riquezas de todo el pueblo colombiano son sa­
queadas por los imperialistas norteamericanos.
Pero nuestro pueblo que ha sentido sobre sus espaldas el látigo
de la explotación, de la miseria, de la violencia, se levanta y está en
pie de lucha.
La lucha revolucionaria es el único camino de todo el pueblo
para derrotar al actual gobierno de engaño y de violencia.
Nosotros que agrupamos el Ejército de Liberación Nacional,
nos encontramos luchando por la liberación de Colombia. El pue­
blo liberal y el pueblo conservador harán frente juntos para derro­
tar a la oligarquía de ambos partidos.
Viva la unidad de los campesinos, obreros, estudiantes, profe­
sionales y gentes honradas que desean hacer de Colombia una pa­
tria digna para los colombianos honestos.
Liberación o muerte.

1 Time, V. 146, No. 15, octubre 9 de 1995, págs. 32-35. Simacota, 7 de enero de 1965

251
Anexo 2 COMANDO QUINTÍN Lame. P o r l a
DEFENSA DE LOS DERECHOS INDÍGENAS

E l Comando Quintín Lame es una fuerza organizada al servicio


de las comunidades indígenas del Cauca, para apoyarlas en sus
luchas, defender sus derechos y combatir sus enemigos.

¿POR QUÉ SURGE?

El pueblo indígena a pesar de la heroica resistencia que por los si­


glos ha ofrecido contra el invasor, sigue siendo perseguido y hum i­
llado.
Cuando los indígenas hemos decidido organizamos para recu­
perar nuestras tierras, defender nuestra cultura y exigir nuestros
derechos, el enemigo ha respondido con una brutal represión.
Entre el ejército, la policía y los pájaros han m atado a decenas
de dirigentes indígenas, centenares han sido encarcelados, nuestras
viviendas han sido quemadas, nuestros cultivos arrasados, nues­
tros animales muertos o robados.
Cuando las comunidades decidieron no aguantar más, fueron
formando sus propios grupos de autodefensa y de estos grupos se
organizó el Comando Quintín Lame.

¿Po r q u é l u c h a ?

Luchamos por los derechos hum anos fundamentales de las comu­


nidades indígenas, como son la tierra, la cultura, la organización.
Igualmente por la dignidad de todos los indígenas.
Defendemos la autonomía del movimiento indígena, que no se
debe subordinar a ninguna organización ajena. Las comunidades
son para nosotros la máxima autoridad y a su servicio ponemos
todas nuestras capacidades y esfuerzos.
Participamos también de las luchas de los demás explotados y
oprimidos por derrotar la esclavitud capitalista y construir una pa-

253
254 INSURGENCIA SIN REVOLUCIÓN A nexos 255

tria más justa para todos. Las organizaciones populares, los grupos N O NOS DEJAREMOS EXTERMINAR
armados, son nuestros hermanos, y hombro a hombro combatire­
mos con ellos para vencer a nuestros enemigos. El movimiento indígena no se va a entregar, ni a retroceder por esta
ofensiva del enemigo.
El Comando Quintín Lame compromete su honor en poner to­
¿ Q u ié n f u e Q u in t ín La m e ? das sus fuerzas al servicio de la resistencia de las comunidades in­
dígenas y en hacer lo posible por derrotar al enemigo que nos está
Manuel Quintín Lame fue un gran luchador indígena, que siguien­
persiguiendo.
do los pasos de antepasados como la Gaitana o Juan Tama, se puso Los responsables del cruel desalojo de López Adentro pagarán
al frente de su pueblo en contra de sus enemigos. tarde o tem prano por su criminal acción.
Luchó contra el terraje, por la recuperación de los resguardos, Los señores cañeros del Valle no van a tener paz mientras no
por los cabildos indígenas, por la defensa de nuestra cultura. haya justicia para las familias indígenas de López Adentro.
Cuando se dio cuenta que nada lograba con peticiones y me­ Los autores intelectuales y materiales del asesinato del padre
moriales, formó grupos arm ados que impusieron el respeto de ex­ Alcué recibirán el castigo de la justicia indígena.
plotadores y gamonales. Llamamos a todas las organizaciones populares del norte del
Más de 100 veces fue encarcelado por orden de los terratenien­ Cauca a que luchemos contra el enemigo común.
tes del Cauca. Cuando nuestros enemigos lo cercaron y le impidie­ Pedimos la solidaridad combativa del pueblo organizado de
ron seguir con su labor en nuestro departamento, se fue para el todo el país.
Tolima donde continuó con su lucha al servicio de los indígenas. López Adentro tierra indígena o tierra de nadie.
Nos sentimos orgullosos de llevar el nombre de Q uintín Lame Vivan las luchas indígenas y todas las luchas del pueblo colom­
y seguir el ejemplo que él nos dejó. biano.

Cauca, diciembre de 1984


N O S DECLARARON LA GUERRA

La represión contra el movimiento indígena ha sido continua en los


últimos años y nuestra lista de mártires crece día a día.
Pero esta vez el enemigo decidió declaramos la guerra defini­
tiva.
El 9 de noviembre fuerzas de la policía y el ejército arrasaron la
recuperación de López Adentro, quemaron las viviendas de 150
familias indígenas y con maquinaria destruyeron todos sus culti­
vos. Estas familias han quedado en la más completa miseria.
El 10 de noviembre fue asesinado el sacerdote indígena páez
Alvaro Alcué. El padre Alcué había sido un defensor de su pueblo
y un luchador incansable de la lucha indígena.
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Bogotá, Instituto de Estudios Liberales, 1986.
este libro se terminó de imprimir
en los talleres de tercer mundo editores
en enero de 1996,
santafé de bogotá, colombia,
apartado aéreo 4817
Otros títulos
de la misma colección

Francisco Leal y
Juan Gabriel Tokatlian
(compiladores)
Orden mundial y seguridad.
Nuevos desafíos para Colombia
y América Latina

Adolfo León Atehortúa


y Humberto Vélez
Estado y Fuerzas Armadas
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de la mafia colombiana

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para una transición democrática

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Una agenda para la paz.
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En busca de la estabilidad perdida.
Actores políticos y sociales en
los años noventa
L e jo s de ser una categoría universal, como postuló hace
algunos años la teoría marxista, la revolución ha demostra­
do ser un fenómeno histórico limitado: aunque en el mun­
do han abundado los intentos realizados por movimientos
revolucionarios para acceder al poder, son pocos los que
han triunfado en su empeño.
En Colombia, país de larga tradición guerrillera, si bien
el contexto sociopolítico no favoreció el tránsito hacia el
éxito revolucionario, diversos factores propiciaron la conso­
lidación de focos insurgentes. En una perspectiva compara­
tiva, Eduardo Pizarro propone una explicación para esta
"insurgencia crónica" que ha vivido el país en los últimos
decenios y presenta un valioso marco analítico para el
estudio de los fenómenos de violencia política.

ISBN958 601 648 X

EDITORES 9 789586 016483

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