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Sobrevivir a los dos años

Publicado el miércoles, 17 de febrero de 2010. Autor: Naomi Aldort

Muchos padres sensibles a la crianza natural me llaman desconcertados cuando el comportamiento de


sus hijos no parece ajustarse a sus expectativas. "¡Pero si lo hice todo bien!", decía una madre. "Tuvo
un nacimiento respetado, la llevé encima continuamente, y todavía sigue tomando el pecho y
durmiendo con nosotros. Ahora que tiene dos años, no estoy segura de nada, no sé cómo atender sus
constantes demandas". Algunos padres tienen preguntas concretas sobre la comida, el hecho de
compartir, la cooperación y las etapas de desarrollo infantil. Otros no están seguros de cuántos límites
poner, ni cuánta libertad proporcionar. La verdad es que todas estas cuestiones pueden dejarnos
perplejos. No tenemos modelos, y la mayoría de nosotros no estamos siguiendo los pasos de nuestros
padres como referencia.

Todos nosotros amamos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos. Queremos escuchar nuestros
corazones, nuestra intuición, y atender las necesidades de nuestros hijos. A veces, nuestra propia
infancia puede representar una dificultad para nosotros. Hasta los padres más amorosos responden a
veces a sus hijos en un tono que podrá ser de todo, menos amoroso y amable. Esto suele venir de
heridas del pasado que el niño abre de nuevo. ¿Cómo podemos aprender a cuidar de nuestros hijos de
forma amorosa, sin la interferencia de nuestros propios recuerdos dolorosos del pasado?

La crianza natural es el camino más corto para conocer las necesidades de un niño, y confiar y
responder a sus necesidades es la mejor manera de evitar que nuestras propias preocupaciones
interfieran en su cuidado. Pero aún y así, a veces no acertamos. Es relativamente fácil confiar en un
bebé: darle el pecho, cambiarle el pañal, mecerlo, dormirlo. Pero cuando el pequeño empieza a adquirir
independencia física, las cosas pueden seguir fluyendo con la misma facilidad, o pueden tomar una
dirección de nos desconcierta, y es posible que ya no sepamos qué permitir y qué restringir. Los niños
pequeños necesitan nuestro liderazgo. Necesitan una guía clara y amable, junto con nuestro apoyo y
nuestro "voto de confianza". La belleza del liderazgo es que la mejor manera de dirigir, en realidad, es
seguir al otro.

Cuando una madre me consultó sobre cómo conseguir que su hijo de 2 años dejara de tirar los
cubiertos al suelo después de cada comida, yo le pregunté cómo se sentía ella respecto a este
comportamiento del niño. Ella me dijo que le rechinaban los dientes de rabia y frustración mientras
trataba de evitar que el niño desarrollara esas “malas maneras en la mesa”. Pero en cuanto la madre
escuchó su propia conversación interior, fue capaz de separar sus propias reacciones emocionales de
las verdaderas necesidades del niño. Ella recordó el dolor de sentirse “utilizada “ como si fuera una
“esclava” por su familia, cuando era niña. Recordó que tenía que hacer tareas que odiaba, y que le
regañaban y hacían avergonzar cuando no conseguía hacerlas lo suficientemente bien. También
recordó el dolor que le inflingían si actuaba con la libertad propia de la niñez, y el mi edo interior que
frenaba su curiosidad y vivacidad a medida que fue creciendo.
Cuando esta madre se dio cuenta de que su reacción negativa al comportamiento de su hijo estaba
basada en sus propias heridas del pasado, pudo ver lo que estaba pasando realmente: el niño no
estaba exhibiendo "malas maneras en la mesa"; era más bien un pequeño científico que experimentaba
con la gravedad. Cuando ella pudo ser capaz de ver las cosas desde el punto de vista de su hijo, pudo
maravillarse y disfrutar de estos experimentos, igual que con otras ideas creativas del niño. Entonces
pudo, además, jugar con él: tomó los cubiertos de plata, los repartió, y el niño los tiró una y otra vez.
Ambos pudieron reírse de esto, ya que la madre estaba actuando en consonancia con las necesidades
del niño, y no en su contra.

No debe sorprendernos que este juego de "tirar los cubiertos al suelo" desapareciera por sí mismo en
cuanto el niño empezó a interesarse más por otros objetos y actividades. Su comportamiento en
general mejoró, y la capacidad de su madre de disfrutar con él creció a pasos agigantados. La madre
aprendió a ver a su hijo como un individuo con su propia perspectiva y sus propios motivos. Cada etapa
en la vida de un niño está ahí para algo. Si podemos respetar y responder plenamente a sus
necesidades en cada etapa de la vida, ellos podrán pasar por esa etapa y avanzar más allá.

Potenciar la responsabilidad

Mi hijo Oliver, de 2 años, estaba sentado junto a mi lámpara para que le leyera. En cuanto
terminábamos de leer un libro, quería otro más. Le besé y le dije: "Pon este libro en su sitio, y trae lo
que quieras leer". Era una tarea sencilla, y lo hizo sonriendo. La vida de Oliver estaba llena de tareas
pequeñas que podía realizar fácilmente. Los zapatos se quitan cuando llegamos a casa. Luego se
guardan. Cada juguete se guarda antes de elegir otro. Su padre y yo le ayudábamos, en caso
necesario, a hacer estas cosas con alegría.

A veces el desorden era demasiado abrumador, y terminaba por hacer yo la mayor parte del trabajo. Mi
sentido del orden, la autodisciplina y la responsabilidad entraba en escena, con o sin la participación de
mis hijos. Verme limpiar la comida que ha caído por el suelo, o ayudarme voluntariamente a hacer esta
tarea (a petición suya) eran herramientas mucho más útiles para Oliver que verse obligado a hacerlo él
antes de estar preparado de verdad para ello. De la misma manera, mi tono amable de voz, mi
generosidad y amabilidad al responder a sus necesidades, le enseñaban todo lo que un millón de
palabras no conseguirían comunicar.

A los 3 años, Oliver me pedía que limpiara si la comida se caía fuera del plato. Ya le interesaba este
asunto. Por el contrario, mis otros hijos no internalizaron esta actitud hasta mucho más tarde. Cada
niño tiene su propio ritmo y su propia tabla de desarrollo. En una relación construida sobre el apego, los
niños internalizan todos los matices de nuestra forma de ser, porque confían en nosotros. Cuando
somos autodisciplinados, ellos siguen nuestro liderazgo. Cuando viven la experiencia de nuestra
amabilidad y gratitud hacia ellos, se convierten a su vez en niños amables, y cuando nos ven cooperar,
aprenden a cooperar.

Algunas personas pueden decir: "No, mi hij@ parece que no aprende". Yo puedo garantizarles que
puede que no haya aprendido todavía, pero que lo hará tarde o temprano. Cuando haya terminado de
crecer, su comportamiento será casi como el de un adulto. Puede que no cumpla con todas las
expectativas de sus padres, sino con las suyas propias: crecer, realizarse plenamente, pertenecer y
contribuir. Será únicamente él mismo o ella misma.

Algunos padres pueden tener un hijo "enérgico", o pueden ver a su hijo o hija como "diferente, distinto a
los demás". Cada niño es único. Un padre o madre puede sentirse apegado, satisfacer las necesidades
de sus hijos, ser amable y amoroso, y aún así puede tener dificultades insospechadas. Algunos niños,
simplemente, tienen una manera de ser poco usual. En estas situaciones, puede que los padres tengan
que aprender a reconocer las necesidades de su hijo o hija. Los niños se comunican de maneras que
no siempre están claras para los padres. Aunque la crianza natural desarrolla nuestra sensibilidad para
comprender el lenguaje especial de nuestros hijos, a veces podemos perder de vista la realidad interna
del niño.

Decir "sí" la mayoría de veces fomenta la confianza y la cooperación

Cuando un niño se vuelve muy demandante, quejica, o menos receptivo, probablemente es que se
siente frustrado por necesidades no satisfechas. La tolerancia del niño a la frustración y a no conseguir
lo que quiere tiene mucho que ver con el grado en que siente que la vida en general acompaña sus
necesidades, y no va en contra de ellas. Tendríamos que decir "sí" a las necesidades de nuestros hijos
tanto como sea posible; cuando no es posible, al menos podemos decir "sí" a sus sentimientos.

Respetar y satisfacer sus necesidades es la mejor manera de asegurarnos de que nuestros hijos sean
felices y cooperativos. El juego y la experimentación son la principal ocupación de un niño pequeño, y
necesita nuestro voto de confianza para ello. Hacer una escultura de puré de patatas no le hace daño a
nadie, es barato y se puede limpiar. Escaparse corriendo a la hora de irse a la cama es una invitación
al juego, y desmontar un teléfono viejo es una aventura de aprendizaje. La mayor parte de nuestros
"nos" se pueden convertir en "síes" muy fácilmente: "Sí, te gusta recortar los libros, aquí tienes una
revista que puedes recortar"; "Sí, ya veo que estás haciendo un lago con el zumo. Bueno, déjame
trasladar tu experimento al fregadero"; "Sí, te gusta pintar en la pared, aquí tienes una gran hoja de
papel para pintar"; "Sí, puedes jugar con mi teléfono (que acabo de apagar)".

Cuando algo no hace daño a nadie, es seguro, y fácil de limpiar, podemos convertirnos en líderes si les
proporcionamos herramientas y retiramos los obstáculos. Esto le ayuda al niño a sentirse digno de ser
respetado y a confiar en nuestro liderazgo, nuestra guía y nuestras intenciones. Entonces responderá a
nuestro liderazgo no con miedo o intimidación, sino simplemente porque quiere respondernos con tanta
amabilidad como nosotros le hemos atendido.

Proporcionar liderazgo en momentos difíciles

Una niña de 3 años estaba disfrutando alegremente de un baño en la piscina, en brazos de su madre.
Cuando quiso dar por terminado el baño, pidió que le pusieran la ropa para jugar en la hierba. En
cuanto estuvo vestida, empezó a lloriquear: "Mamá, quiero irme a casa ahora". La madre le dijo que
ahora le tocaba bañarse a su hermano, y que después de 5 o 10 minutos se irían a casa.
La niña se mantuvo inflexible: "¡AHORA!", gritó, "¡Quiero irme a casa AHORA!". Esta madre quería
satisfacer las necesidades de ambos niños. Lo que hizo fue validar los sentimientos de su hija, mientras
la acariciaba cariñosamente: "Quieres irte a casa ahora, y no podemos hacerlo todavía. Estás triste y
lloras". La niña pidió una vez más ir a casa y contó con la validación de su madre, pero no hubo ningún
cambio de planes. Una vez su necesidad de empatía fue satisfecha, dejó de llorar y jugó alegremente
el resto del tiempo.

En muchos casos, la historia es al revés: un niño no se quiere ir. El reto es el mismo, no obstante. El
niño quiere algo que no es posible, ya sea porque entra en conflicto con la necesidad de otro niño,
porque es perjudicial, o por cualquier otro motivo. Los padres pueden sentir ansiedad por proporcionar
todo aquello que el niño pide, o pánico de hacer frente a un niño contrariado o que llora. Estar al lado
de nuestros hijos no siempre significa que sea posible darles todo lo que quieren. La mayoría de los
niños que hablan son capaces de comprender y aceptar los límites de la realidad, siempre y cuando les
mostremos que nos interesamos por sus sentimientos y que los comprendemos.

¿Cuándo aprenderán a "comportarse"?

Las expectativas de los padres pueden ser el mayor obstáculo para el desarrollo del niño y una de las
principales causas de dificultades. Los niños hacen absolutamente todo lo que pueden para aprender,
para imitar nuestro ejemplo, y para agradarnos. Nosotros podemos confiar en ellos y guiarlos
basándonos en su etapa de desarrollo. Tienen un gran reto por delante: convertirse en adultos. Tienen
prisa y van todo lo rápido que pueden. Indicarle a un niño que tiene que crecer aún más rápido solo
puede conducir a experiencias de fracaso y rebajar su autoestima.

La causa más frecuente de dificultades son ciertas prácticas comunes en muchas familias: castigos,
amenazas, privaciones, tiempo fuera, sobornos, insultos, gritos, regañinas, inducir sentimientos de
culpa, y otras formas de control sobre los niños. Lo mejor que podemos hacer como padres para
garantizar que nuestros hijos van a crecer y convertirse en adultos compasivos, comunicativos,
responsables, afectuosos y considerados es tratarlos con esas mismas cualidades, y confiar en ellos
para adaptar nuestro comportamiento a su propio ritmo.

Amamantar a demanda, llevar en brazos, responder al llanto o colechar son solo una parte de la
crianza natural. Un niño hablará en un tono amable si escucha que sus padres le hablan con
amabilidad, a él y a los demás. Es probable que sea cuidadoso con las cosas si ha observado cómo los
demás son cuidadosos con su entorno. Aprenderá a compartir si comparten con él, y si se le respeta
cuando no está preparado para compartir. Aprenderá a decir "gracias" cuando reciba y observe
expresiones de gratitud. La única forma de saber cuándo cabe esperar el desarrollo de ciertos
comportamientos es observar al niño. Mientras tanto, los padres pueden guiarlo, no mediante el control
o las órdenes, sino mediante el ejemplo y una orientación clara y amable.

Declaración de total confianza en los niños

 El comportamiento propio de los adultos madura en el momento en que somos adultos.


 No tener expectativas significa no sufrir decepciones y no ejercer una presión perjudicial sobre el
niño.
 Los niños responden mejor al modelo y el liderazgo, no al control.
 Confía… y espera.
 Elige entre tu conveniencia momentánea y tus objetivos a largo plazo sobre el modo en que tu hijo
se verá a sí mismo.
 Disfruta de tu hijo por lo que es, no por lo que te gustaría que fuera: nunca va a volver a tener esta
edad.
 Distingue entre tus necesidades emocionales y los sentimientos y necesidades de tu hijo. Actúa
hacia tu hijo en armonía con sus necesidades; preocúpate de tus necesidades emocionales en
otra parte.
 Celebra que tu hijo es un ser único, igual que lo eres tú.

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