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Sobre la pérdida y aniquilación del

alma
En el volumen uno de su primer libro "Isis Develada",
H.P. Blavatsky aborda un tema que es de gran interés
para muchos y sobre el cual nunca se profundizó
mucho, sin duda porque los Maestros no lo
permitieron, pero ciertamente llama nuestra atención y
hace pensar cuando leemos esto:

“Nuestro ciclo actual es principalmente uno de


esas muertes del alma. Nos encontramos con
hombres y mujeres desalmados en cada paso de
la vida" ("Isis Develada”, vol. 1, p. 369).

El tema en cuestión es la pérdida del alma


mientras el individuo sigue vivo físicamente.

En la página 234 del volumen 1 de "La Doctrina


Secreta" se dice:
"El alma, cuyo vehículo corporal es la cobertura astral o
etero-sustancial, podría morir y el hombre aún viviría
en la tierra, es decir, el alma podría abandonar el
tabernáculo por diversas razones como locura,
depravación espiritual y física, etc. (…) La posibilidad
del 'Alma' (el Ego espiritual eterno) que mora en los
mundos invisibles mientras su cuerpo continúa vivo en
la Tierra es una doctrina preeminentemente oculta, en
especial para la filosofía china y budista (…) Muchas
son las personas sin alma entre nosotros,
porque vemos que esto ocurre en los
materialistas malvados, así como en quienes
'avanzan en santidad y nunca se vuelven atrás'".

En el segundo volumen de "Isis Develada", p. 318,


Blavatsky señala que los swedenborgianos (acólitos de
Emanuel Swedenborg y sus enseñanzas) sostienen
puntos de vista algo similares sobre este asunto y
decían: "Uno cae de la vida a la muerte cuando se
incurre en el amor por uno mismo y los placeres del
mundo, perdiendo el amor divino de Dios y del
prójimo. Así perecen los principios superiores que
constituyen los elementos esenciales de su humanidad
y la persona vive sólo en el plano natural de sus
facultades; existe físicamente, pero está muerta en
términos espirituales. Respecto de todo lo que
pertenece a la fase más elevada y única de la
existencia, el individuo está tan muerto como
su cuerpo deja de vivir para todas las
actividades, delicias y sensaciones mundanas
cuando el espíritu lo ha abandonado. Esta
muerte espiritual es el resultado de la desobediencia de
las leyes atañentes a la vida divina, que es seguida por
la misma pena como el desacato a las normas
naturales; pero los muertos espirituales todavía
tienen sus deleites, el poder de sus dotes
intelectuales y sus actividades intensas. Todas
las delicias animales son suyas, y para multitudes de
hombres y mujeres constituyen el ideal más elevado de
la felicidad humana. Lo que intoxica y atrapa a
estos muertos vivos es la búsqueda incansable
de riquezas, diversiones y entretenimientos de
la vida social; el cultivo de las gracias en
maneras, gusto en la vestimenta, preferencia
social o distinción científica".

Blavatsky continúa diciendo: “Un desarrollo


elevado de facultades intelectuales no implica
una vida espiritual y verdadera. Muchos de
nuestros más grandes científicos no son más
que cadáveres animados y no tienen visión
espiritual porque sus espíritus los han
abandonado; así que podríamos pasar por
todas las edades, examinar todas las
ocupaciones, sopesar cada logro humano e
investigar cada forma de la sociedad, y
encontraríamos estos muertos espirituales por
doquier".

Lo que podemos deducir según lo anterior es que esto


no se refiere a la muerte del alma sino a su separación
de la personalidad en que se ha encarnado. En tales
casos, el alma continúa "morando en los mundos
invisibles" -es decir, en los planos superiores-, pero su
conexión con el ser inferior está cortada, aunque no se
revela si es posible que el vínculo se restaure después
de haberse separado.

Esta escisión que resulta en la muerte espiritual y a


menudo moral de la ahora personalidad "des-almada"
es el efecto kármico inevitable que llega a la
personalidad si sigue constantemente ciertas líneas de
pensamiento y acción que incluyen la "depravación
espiritual y física".

“La creencia swedenborgiana y la ciencia arcana


enseñan que el abandono del cuerpo vivo por el alma
ocurre con frecuencia y queencontramos todos los
días tales cadáveres vivos en todas las
condiciones de la vida. Esto puede generarse por
varias causas, entre ellas un miedo abrumador, dolor,
desesperación, un ataque violento de enfermedad o
excesiva sensualidad, y de este modo el cadáver vacante
puede ser habitado por la forma astral de un hechicero
adepto, un elementario (un alma humana incorpórea
unida al plano terrestre), o muy rara vez un elemental.
Obviamente un adepto a la magia blanca tiene el
mismo poder, pero a menos que deba lograrse un
objetivo grande y excepcional, nunca consentirá en
contaminarse ocupando el cuerpo de una persona
impura. En los casos de locura, el ser astral del paciente
está semiparalizado, desconcertado y sujeto a la
influencia de cualquier espíritu pasajero de cualquier
clase o se ha ido para siempre, y el cuerpo es tomado
por alguna entidad vampírica cercana a su propia
desintegración que se aferra desesperadamente a la
Tierra, cuyos placeres sensuales puede disfrutar
durante una breve temporada más por este conducto"
(H.P. Blavatsky, "Isis Develada", vol. 2, p. 589).

A este respecto, se puede encontrar una descripción


vívida en el cuento de H.P.B. titulado “A Bewitched
Life”, y de igual forma los lectores atentos pueden
encontrar numerosos indicios y pistas esotéricas en las
historias espirituales escritas por ella y su colega
William Q. Judge. El protagonista de la historia
describe lo que sucedía cuando presenció mediante
clarividencia que a su hermana le mostraban los
espantosos restos de su marido:

“Cuando llevaron el cadáver a casa para su


identificación, escucho el prolongado grito de agonía,
mi propio nombre y el ruido sordo del cuerpo vivo que
cae sobre los restos del muerto. Sigo con curiosidad en
ella la emoción repentina y la perturbación instantánea
en su cerebro que sigue, y observo con atención el
movimiento serpenteante, precipitado e inmensamente
intensificado de las fibras tubulares, el cambio
instantáneo de color en la extremidad cefálica del
sistema nervioso, y la fibra de materia nerviosa pasa del
blanco al rojo brillante y luego a un tono rojo oscuro y
azulado. Noto el repentino destello de un resplandor
brillante, similar al fósforo, su temblor y súbita
extinción seguida por la oscuridad completa en la
región de la memoria, mientras el resplandor -
comparable en su forma sólo a una forma humana-
brota repentinamente desde la parte superior de la
cabeza, se expande, pierde su forma y se dispersa. Y me
digo a mí misma: 'Esto es una locura incorregible para
toda la vida', porque el principio de inteligencia no se
paraliza ni extingue temporalmente, sino que ha
abandonado el tabernáculo para siempre, expulsado de
él por la fuerza terrible del golpe repentino. El vínculo
entre lo animal y lo divino se rompe”.

Además, en ocasiones podemos describir a algunos


individuos que son profundamente materialistas y
niegan el alma en pensamiento y percepción como
“muertos espirituales” simplemente como una
expresión o metáfora, mientras que en muchos de estos
casos puede ser un hecho real.

En la obra biográfica "Blavatsky and her Teachers",


Jean Overton Fuller escribe que un día en el verano de
1890 "la condesa Wachtmeister, pensando en dar un
poco de placer a Madame Blavatsky, la llevó a dar un
paseo en Hyde Park 'a la hora de mayor concurrencia'.
Las señoras Alice Leighton Cleather y Cooper-Oakley
estaban en el salón cuando regresaron, y Cleather
dice que Madame Blavatsky lloraba
apasionadamente diciendo: 'No hay alma entre
ellas, ¡ni una! Es de esperar que esto no se tome
literalmente'".
De hecho, esto se puede esperar con sinceridad, pero a
la luz de lo que Blavatsky ha establecido claramente en
sus enseñanzas escritas, parece que en realidad estos
casos ocurren con más frecuencia de lo que podemos
imaginar, ya que “encontramos a hombres y mujeres
sin alma en todo momento y en cada paso en la vida";
"muchos son los hombres sin alma entre nosotros";
"hallamos tales cadáveres vivos a diario y en cada
condición de la vida", y que estos “muertos
espiritualmente están en todas partes".

Esto no es un contenido que deba “predicarse”


a otros, ya que reduciría a los teósofos casi al
nivel de los cristianos fanáticos del “infierno y
la condenación”, pero ciertamente representa
un aspecto que debemos considerar como
advertencia, ya que ninguno de nosotros está
tan perfeccionado para mantenerse
completamente alejado de la posibilidad de tal
destino. Si hacemos lo que el Señor Buddha señaló
sobre “dejar de hacer el mal, practicar el bien y limpiar
mente y corazón", entonces nunca tendremos nada que
temer al respecto porque como todo lo demás, todo
depende de nosotros y somos nuestro propio demonio
y dios, como también los caminos que hemos recorrido
son nuestra exclusiva responsabilidad.
Ahora bien, la aniquilación del alma es diferente a lo
que hemos venido diciendo, y es un tema que se
menciona incluso con menos frecuencia que la pérdida
del alma durante la vida en la Tierra. Al parecer se
aplica sólo a los individuos extremadamente
demoníacos y depravados y, por tanto esperamos que
no constituya un fenómeno tan común.

En su artículo "Elementals", H.P.B. señala: "Después


de la muerte de los depravados y perversos,
llega el momento crítico. Si durante la
existencia se descuidó el esfuerzo final y
desesperado del ser interior para reunirse con
el rayo débilmente resplandeciente de su
mónada divina; si se permite que este rayo se
cierre más y más por el engrosamiento de la
corteza material, entonces el alma una vez
liberada del cuerpo sigue sus atracciones
terrenales y es atraída magnéticamente hacia la
densa niebla de la atmósfera material de Kama
Loka. Luego comienza a hundirse cada vez más
hasta que se encuentra a sí misma cuando
regresa a la conciencia, en lo que los antiguos
llamaban Hades y nosotros Avichi [esto se refiere
al hecho de que el alma queda inconsciente
inicialmente por el impacto de la separación de sus
"principios" inferiores en la muerte física, como se
muestra en “¿Qué ocurre cuando morimos?”]. La
aniquilación de tal alma nunca es instantánea y puede
durar siglos, tal vez, porque la naturaleza nunca
procede por saltos y comienzos, y la ley de la evolución
debe esperar su momento pues el alma astral de la
personalidad está formada por elementos. Después
comienza la temerosa ley de la compensación, elYin-
youan de los iniciados budistas".

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