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Traducción

Los jardines del asilo


Jornadas de estudio
14-15 de enero 2006
bajo la dirección de Marcel CZERMAK
y Cyril VEKEN

Huelguista, mi hermano, tú
Identificación al falo materno
Thierry Florentin

Si escogí este título "Huelguista, mi hermano, tú", para mi intervención, es


porque este hombre, sin duda, les parecerá así como a mi, nuestro pariente y
nuestro contemporáneo.

El "huelguista", la expresión es de Marcel Czermak, es un hombre de una


treintena de años, que fue hospitalizado luego de una ingesta masiva de
medicamentos, alcohol y psicotrópicos, en un gesto que él calificará, "apres
coup", de suicida, luego de una ruptura sentimental. Él vive solo, separado de
su mujer, con la cual tuvo dos hijos que no ve más, ya que, dice él, no quiso
tenerlos precisamente.

Mal visto en su trabajo, en conflicto con su jerarquía, su vida afectiva se


articula, alrededor de las relaciones que establece con un determinado número
de mujeres que tienen grandes dificultades psicológicas a quienes busca
ayudar, relaciones que se terminan siempre, según su decir, en un fiasco. De
manera sorprendente, afirma que está presente cerca de esas mujeres
exclusivamente para ayudarlas.
Eso no es afectivo, dirá él. Sin embargo, eso no dura, es constantemente
decepcionado y entonces viene el derrumbamiento.

La depresión. El alcohol. Los medicamentos. El paso por emergencias. Una


salida prematura del hospital, ya que él rápidamente, comprende todo,
escenario que se repetirá idénticamente tres veces en total, en dos años. Un
psicoanálisis dejado de lado rapídamente -ya que el analista se negaba a
responder a sus preguntas y en especial a decirle si le parecía que él avanzaba
o no- en beneficio de una psicoterapia con un hipnotizador, con el cual, el
paciente dirá haber hecho más progresos en un mes que en seis meses de
análisis.

En el transcurso de esta presentación, voy a intentar hacer aparecer dos


puntos notables de esta entrevista sobre los cuales volveré al final de mi
exposición.

El primero es el hilo lógico seguido por el operador, hilo lógico que él va, por
otro lado, a desarrollar remontándolo: si A, si B, entonces C. Siendo A la
elección materna, B la evicción paterna y C, la desgracia filial resultante, donde
C aparece como la consecutiva de A y de B.

El segundo punto es el estilo del operador. Marcel Czermak se dirige al


paciente en la lengua que el paciente puede entender, estilo directo en donde
la finalidad es provocar un movimiento y a semejanza de una banda de
Moebius, hacer pasar lo que estaba atrás, hacia adelante.

Se trata de desplegar la estructura frente a un paciente que se ha vuelto un


acostumbrado a los circuitos de cuidados y sobre el borde, neutralizar toda
entrevista que pertenezca al ritual convenido. Hay la necesidad, cierta
urgencia,- volveremos al respecto- que impone sacudir una dinámica del
fatalismo y cronicización totalmente mortífera a punto de instalarse.

En cuanto al rasgo del caso en sí mismo, reconocerán sin dificultad, una


problemática tan moderna, tan banal, de lo completo y su corolario, la
inconsistencia, versus lo incompleto, y entonces la consistencia. Problemática
del ser o del tener y un significante, el falo, que no toma su consistencia para
un hombre sino a partir de la renuncia del ser por el tener.

DEVOLVER EL SUJETO VIVO AL PACIENTE


Apertura del campo operatorio

Dr Cz.- Buenos días, siéntese, quisiera comprender lo que le pasa.

M.A.- Yo también

Esto arranca más bien mal, ya que si bien en ese yo también podemos
escuchar lo que se quiere y naturalmente la buena voluntad de un sujeto
dispuesto a cooperar en aquello que se le pida, se puede escuchar también, y
sobretodo, "aprés-coup", como me apareció a mi al releer el texto, una
delegación agresiva: Yo, yo me pongo a su disposición para que usted me
explique lo que me pasa.

Dr Cz.- De todas maneras, lo que he creído entender, -ese "yo también"


(Marcel Czermak lo ha escuchado y toma distancia, emite un diferencial, una
reserva, con ese "de todas maneras")- es que, desde hace algún tiempo,
¿usted hace todo lo que está a su alcance para dejar de trabajar?

M.A.- Si, exactamente, así es, sí. Una forma de ... en fin, yo destruyo un poco
lo que hay a mi alrededor, mi trabajo, mis relaciones, etc, inclusive ahora. Si
bien en este momento trato un poco de responder al llamado de la tropa, para
no hundirme.

Dr Cz.- ¿Al llamado de qué?

M.A.- Y bien, de los amigos, que tengo algunos, amigos que había abandonado,
que, y luego como además, por añadidura, lo que yo he hecho, lo he hecho un
poco de tal manera que me consideren en el trabajo. La dirección comienza a
tomar medidas, tengo colegas que me estiman y que hacen lo posible para
que las cosas se den de la mejor manera.

Dr Cz.- Sin embargo, usted hace todo para que lo despidan. Hay que llamar las
cosas por su nombre ¿Hasta dónde va a ir con esto?

M.A.- No tengo ni idea.


Dr. Cz- De todos modos, ya que es usted quien pone en práctica todo esto,
¡usted tiene tal vez una idea! ¡de hasta donde usted quiere llegar!

Así, desde el inicio de la entrevista, el operador restablece el punto vivo del


sujeto y más bien vivamente. Lo pone en la parrilla. "Hay que llamar las cosas
por su nombre", "Usted hace todo para que lo despidan". Un saber, una
responsabilidad sobre lo que le pasa, no solamente le son supuestos, sino más
bien atribuidos. Y claramente, no irá más lejos si él no lo acepta.

En estas pocas líneas de introducción, vuelvo, sobre el yo también del


paciente, esta respuesta indolente y banal, había determinado la vivacidad que
definió el intercambio y que, finalmente, el deseo del operador se puso en
juego en este punto inaugural, donde este giro era el pivote de esta entrevista
y que nada habría podido decirse luego si Marcel Czermak hubiera dejado
escapar este ronroneo.

M.A.- Haciendo eso, yo creo que no tenía un proyecto en especial, más allá de
que, en los momentos en donde no quería afrontar mayormente tampoco,
porque de hecho creo que tengo un gran problema, en fin; una cosa que
realmente me causa un serio problema, y es que tengo dificultad para afrontar
las cosas cotidianas. De todo lo que hace la vida común y corriente de
cualquiera: buscar un alojamiento, cambiar de alojamiento, manejar su dinero,
todo eso es extremadamente difícil para mi. Creo que yo le huyo a eso, hem,
yo le huyo...
Entonces, el hecho de suspenderse voluntariamente del trabajo, se da porque
estaba harto, no me hallaba más, tenía la impresión de no realizarme a
plenitud y sobretodo de no aprender nada más.

Dr. Cz.- Voy a ser un poco fuerte, brutal y desagradable. No le digo nada nuevo
con lo que voy a decir, usted está buscando hundirse, ¿no es cierto? La
pregunta que yo me hago, es ¿hasta qué punto usted va a llegar con el
jueguito del huelguista? Ya que si recapitulamos lo que le ha pasado en estos
últimos años, el trayecto es claro, entonces ¿hasta qué punto?

M.A.- Hem, no tengo idea, en fin, no sé, porque al mismo tiempo la salida me
aterra.

Dr.Cz.- ¡Ah bueno!, estoy muy contento de enterarme que eso le aterra.
Porque en este momento, solo la gente que está alrededor suyo se aterra con
eso, parece ser que usted es el menos aterrado; !cuando es a usted que esto
debería aterrar¡

M.A.- Si, si, yo lo sé, pero creo que reacciono de una manera un poco
irreflexiva, hem, impulsivamente, siguiendo mis ganas y no... Está también el
hecho de que hubo un momento en el que de hecho tenía dificultades para
establecer proyectos. Entonces esto de mandar todo a volar, era una manera
para mi, -trato de decirle lo que yo creo comprender, tal vez en quince días
comprenderé otra cosa, no tengo idea- pero mandar todo a volar, era tal vez
una manera, hacer la limpieza total, tabla rasa; pero al mismo tiempo, yo sé
que no es una buena solución, sé que no es algo viable y ...
Mandar todo a volar, hacer la limpieza total, tabla rasa, se borra todo y se
empieza de nuevo.
De esta manera no tiene nada que asumir de sus actos y la prueba de la
castración es eternamente rechazada, evitada. Ustedes ven cómo se dibuja
rápidamente en la entrevista la postura fálica y notablemente la ausencia de
una falta en el ser que vendría a ordenar, a estructurar el deseo.

Si el exterior no aporta más con su lote de excitaciones, no hay nada más.


Siguiendo mis impulsos, frente a mis ganas, dificultades para establecer los
proyectos.

Y si no hay apoyo fálico, ni al interior de sí para ir a afrontar los trámites al


exterior, sus contrariedades y sus dificultades: buscar un alojamiento, ir al
banco, ni localizable sobre un objeto electivo exterior, volveremos sobre ese
punto, él no está en ninguna parte y el exterior aparece por lo que él es,
generador de angustia, encerrando al paciente en una posición fóbica en
apariencia inexpugnable.

Dr. Cz.- ¿Usted cree en la limpieza total y la tabla rasa?

M.A. Hem, me gustaría, pero....

Dr. Cz.- Eso le gustaría mucho ¿no? ¡Pues, olvidese de eso!

M.A. Si

Dr. Cz.- No hay nada que hacer, ya que cuando se está en esa posición,
volvemos todo ficticio.

"Todo ficticio", el operador subraya aquí la vanidad de una existencia que se


organiza completamente en el evitamiento de la castración.

M.A. - Si, yo sé

Dr. Cz.- Usted comenzó un análisis y finalmente lo liquidó. Fue a ver un


hipnotizador, es formidable, de esa manera, se está bajo el mando de otro y ni
siquiera hay que mover su propio esqueleto por si mísmo.

M.A.- Si, si, yo sé bien, pero....

Dr.Cz:- Eso es muy significativo, cuando se va a buscar un hipnotizador, es para


ponerse en manos del otro; es despiadado. Es lo contrario del psicoanálisis.
Tercer tiempo, usted llega al hospital, entonces ahí, como toma a cargo, es
formidable, está todo el aparataje hospitalario a propósito del cual usted no es
ningún ingenuo. ¿Para qué le sirve esto?

Al decirle: "Usted no es ningún ingenuo", Marcel Czermak, señala bien al


paciente que él no está dispuesto, él (Marcel Czermak) ha hacerse el ingenuo
sobre su huida.

M.A.- Eso me sirve a un... Hem? He pasado por el hospital de O., en otros
momentos, porque he ingerido cierto número de medicamentos con alcohol, ya
que hubo un momento en donde uno tiene la impresión de que no hay más
salida y luego después, pedí venir a la clínica, porque tenía la necesidad ...
Pero estoy de acuerdo, hay una voluntad de huída, a través de todo esto, eso
yo lo sé... y al mismo tiempo, tengo una dificultad increible para afrontar las
cosas más banales, las más corrientes.

Nos encontramos en el universo del todo o nada, testimonio de un Otro


totalitario, no moderado por el falo. O él hace tabla rasa y comienza todo
desde cero, y todo va mejor. O él no tiene otra salida y se produce el
derrumbamiento, sin otra alternativa que el suicidio, la hospitalización o su
desaparición.

El paciente comprende todo y todo marcha sobre ruedas, firma su afiche y se


va a esquiar con sus amigos, es decir alcanzo a la llamada de la tropa. O sino,
se encuentra como el pequeño niño solitario, desvalido; y se hunde; las dos
secuencias pueden ocurrir además, producirse muy rapídamente y
alternándose, según un objeto nuevo se presente o se oculte. El excelente
hipnotizador que actuó sobre él y lo curó en un mes frente al psicoanalista que
lo reenvía a él mismo, es nulo, ineficiente y despiadamente arrojado. Potente o
impotente. Poseedor o desprovisto. Tener o ser. Estamos en el nódulo de la
neurosis de este paciente, frente al rasgo del caso.

Dr. Cz.- Solo que aquí hay una pequeña molestia, y es que mientras más hace
huelga, más se deprime y cada vez más la única salida que queda, es
mandarse a volar.
Hasta el día de hoy, nunca en mi vida he visto que lo que acabo de decirle se
haya desmentido.

M.A: No, si yo le creo

Dr. Cz.- Usted esta ahí , en una encrucijada.

M.A.- ......

Dr. Cz.- ¿Umm?

M.A.- No todo está perdido

Dr. Cz.- No sé, eso espero.

M.A.- .....

Dr. Cz.- Y, si le recibo hoy día, es seguramente porque los médicos que se
interesan en usted, se dijeron: pero qué podemos hacer, ya que él ha tomado
una pendiente que no logramos invertir, ya que él mismo está en posición de
dejarse caer, a partir del momento en que se topa con una dificultad, él se
dice, bien, me lanzo...

M.A..- Si, estoy consciente de eso, al mismo tiempo, hay cosas en mis
gestiones, estoy lúcido, a pesar de todo, pero lo intento, eso no me impide huir
de esas responsabilidades, tengo tendencia a huirles, realmente huirles.
Dr. Cz.- Si eso ha sido su vida, esas contingencias, usted lo ha expuesto diez
veces, veinte veces, no vamos a hablar de eso otra vez, esto se tornaría
repetitivo, masticado...

M.A.- Si, estoy de acuerdo con usted, salvo que hay cosas de las cuales todavía
no he hecho el duelo, realmente. Cosas que están presentes todavía y que
influyen en mi manera de vivir.

Dr. Cz.- Por ejemplo, ¿qué?

M:A.- Y bien, conocí, viví con alguien que era atendida en el hospital, y nos
separamos, yo creo que esa fue una experiencia que me marcó
profundamente, porque de hecho, nos separamos en el preciso momento en el
que yo comenzaba a hundirme, eso pasó hace un año y aquella persona es a la
que yo cargué físicamente, a la que ayudé a sobrepasar los momentos dificiles.
En este momento, ya no estoy resentido con ella, siento rabia hacia ella, y
todo. No es el caso, es más... Hemm...

M.A.-....

Dr.Cz.- ¿Hem..?

M.A.- Es más el sentimiento de haber sido arro... en fin, abandonado en un


momento que era crucial.

Cuando el paciente denuncia la ausencia de reciprocidad en el apoyo entre su


amiga y él, a él no le importa saber si esta amiga, por su fragilidad estaba
imposibilitada, para ayudarlo a él en su momento. Él está molesto. El objeto
ha fallado, no ha cumplido su tarea, la que él le había asignado, le había
destinado, la tarea de asegurar, reasegurar, sostener una identificación que no
es estable y que no soporta ninguna distancia. La más mínima falta, la mínima
ausencia, es percibida como rechazo y entonces viene el derrumbamiento.
Este derrumbamiento es inmediato, sin espacio de tiempo, sin repetición; sin
debilitamiento progresivo del impulso vital, sin lucha; se derrumba y es a
emergencias que se dirige, no al psicoanalista. El operador le hace valer el
impase de una actitud así.

Dr. Cz.- Escuche, he conocido un determinado número de hombres que tenían


una curiosa vocación para salvar a las mujeres. Terminaban siempre "cortados
la cabeza". Una vocación muy interesante.

M.A.- ¡Pero no lo hago a propósito! No puedo forzarme para enamorarme de


alguien que esté bien.

Hay una especie de retorcimiento de lo que comúnmente busca un hombre en


una mujer. No es a la conquista de su brillo que la representaría fálicamente,
sino al contrario a su carencia, su falla, su insuficiencia, que muchas veces será
necesario ubicar muy finamente para venir a proponerse ahí, para venir a
colmar. No se trata tampoco, al estilo, del obsesivo, de deslastrarse del falo
con el fin de darle a la mujer pobre lo que no tiene. Se trata de convertirse en
el falo de la mujer que está en falta y de recibir de ella estatus y
reconocimiento.
Dr. Cz.- ¿Hmm?

M.A.- No puedo forzarme para enamorarme de alguien que esté bien. Me


enamoro de personas...

Dr. Cz.- Entonces, usted tiene un radar muy preciso. Un radar muy preciso y
muy interesante que hace que una mujer le atraiga, y es inexorablemente
aquella que va a pedir un socorro imposible.

M.A.- Y esas situaciones así se repiten...

Dr. Cz.- Desde su punto de vista ¿de dónde viene esto, esta historia de misión
imposible, del lado de las mujeres?

M.A.- Ayer hablamos un poco de eso con mi médico, de una hipótesis que yo
sigo, en este momento, un poco..., hem, sobre la cual estoy reflexionando. Es
evidente, que tengo, eh, creo tener relativamente confianza en mi, en fin,
relativa en mi y el hecho de comprometerme en situaciones como estas que
me permiten aportar otra cosa, que yo mismo, en fin, de tener algo que dar, de
socorrer, etc. Pienso que yo refuerzo eso también, tengo ganas de reforzar eso
también, por el hecho de que tengo muy pocos amigos hombres y muchas
amigas mujeres.

Estas amistades femeninas testimonian del impase de lo sexual en el corazón


de esta problemática.

M.A.- Eso no, es más, yo pienso que no es inocente, tengo la necesidad


imperiosa de establecer seducciones alrededor mío, probablemente para
tranquilizarme, no sé. Yo creo que probablemente hay una imagen de mi que
no está totalemente.., que tengo la necesidad, a través de los otros... eso es
normal, sin embargo para mi es vital que esa imagen sea positiva, en fin, no
sé, digo eso así, no sé...

Este párrafo tiene un enorme peso clínico al confirmar el rol fundamental de la


imagen. Es a ese nivel de la imagen que para este paciente se sostiene la
validación fálica.

Cuando la madre se impone como lugar exclusivo del reconocimiento fálico,


excluyendo totalmente al padre -explicaba Charles Melman- en su intervención
en las jornadas sobre La Fobia, el muchacho se encuentra preso en una
situación dual y no puede recibir el equipamiento simbólico que le llegaría del
Padre y que vendría para asegurarle una identidad fálica estable,
definitivamente anclada, de una vez por todas. De esta manera permanece
cautivo de un reconocimiento en el orden de lo Imaginario, bajo el registro de
la imagen y su brillo y bajo la desesperada dependencia, -so pena de
derrumbamiento-, de la mirada del Otro, del Otro femenino.

"De esta forma, cuando la mujer se ha vuelto el lugar de la referencia fálica, el


niño que sabe muy bien que anatómicamente depende de una posición
masculina, pero que sin embargo rechaza la castración materna, el niño va a
proponerle realizar la colmadura y convertirse en el falo Imaginario" escribe
Charles Melman. 1

Imaginario, ya que de todas maneras él ha ubicado muy bien que ella no lo


tenía y se propone para realizar con ella un Yo unificado de donde no surgiría
jamás ninguna alteridad, ninguna aspereza y ninguna adversidad. Un Mundo
que sería (casi) perfecto, Tan cerca de esto que, subrayaba aún Charles
Melman, esta realización no puede exponerse sino a los riesgos de la
imperfección, ya que conjuga dos insuficiencias que no se anulan, sino que se
juntan, creando así una fragilidad suplementaria.

LA ELECCIÓN MATERNA

Dr. Cz.- En su opinión ¿cómo se construye uno, una vocación salvadora frente a
una mujer que se encuentra en problemas?

M.A.- Y bien, si la idea es de hacer un verdadero psicoanálisis

Dr Cz.- ¡Vamos ahí!

M.A. Yo fui el soporte de mi madre desde la edad de quince años, la ayudaba


en todo, y aunque ella no es completamente analfabeta, tiene dificultad para
escribir, para leer, se casó mal, entonces, yo le ayudé en todos sus trámites,
administrativos, financieros, etc., le ayudé a divorciarse. Fui su soporte, ella
estaba mal casada, etc, le ayudé a divorciarse.

Henos aquí de plano en la asignación del rol residual, ideal que este paciente
ha querido de buena gana constituir para su madre. No hay separación de las
generaciones.

M.A.- Yo la he sostenido a lo largo de sus cincuenta tentativas de suicidio, he


hecho el papel de médico a su lado.

Dr.Cz.- ¿Unas cincuenta tentativas de suicidio?

M.A.- Si, por lo bajo.

Dr.Cz.- Es un esfuerzo considerable para fracasar en el intento, se lo señalo.

M.A.- Es que no se trataban de verdaderas tentativas, se tragaba algunas


pastillas, permanecía en la oscuridad, durante tres días y luego ¡hela ahí!.
Bueno yo jugué cerca de ella un rol que era...

Anotemos a este propósito el posible rasgo identificatorio con la madre que


constituye para ella, como para él, la ingesta de medicamentos.

Dr. Cz.- Digame ¿eso empezó recién a los quince años?

M.A.- Si, si

1
"La clínica de la histeria masculina, conferencia dictada en Namur, el 23 de mayo de 1987, publicado en un
compendio de conferencias de Charles MELMAN hechas en Bélgica, Clinica psicoanalítica y lazo social,
Biblioteca del Bulletin Freudien, Asociation freudienne de Belgique.
Dr. Cz.- ¿Si esto empezó a los quince años, era porque estaba engranado,
desde antes?

M.A.- ¿Cómo es eso?

Dr. Cz.- Cuando uno se dedica de esa forma a su madre, además, dándole una
mano para que se divorcie, es que..

M.A.- Bueno ella se divorció más tarde, pero desde los quince años yo tenía el
rol de su asistente, digamos... y luego, ella me atribuía el rol de confidente, yo
estaba enterado de cuantos amantes tenía.

Dr.Cz.- ¡Ah si!, ella le participaba de sus confidencias, ¡además! Es una curiosa
situación para un hijo, aquella de ser el confidente de los amores de su mamá.

M.A.- Y, si, no es agradable.

¿Qué podemos pensar de este asentimiento? ¿Mentira, negación o denegación?


¿A menos que se trate de una manera de disimular frente a la mirada de los
otros, ya que únicamente una mirada, la materna es suficiente, asegura el
goce que representa esta complicidad íntima y secreta?

Dr.Cz.- Hay hijos que dirían ¡Mamá arreglátelas sola, eh! ¡No son de mi
incumbencia tus amores!

M.A,- No, yo no lo hice.

Dr. Cz.- Entonces, ser tomado como testigo y confidente de las desgracias
sexuales y amorosas de su madre, lo menos que podríamos decir es que es
una curiosa postura, ¿o no?

M.A.- Si, si

Dr. Cz.- De parte del hijo, no es inocente, ¿debe encontrar algo para él, no? Hay
hijitos que dirían:
" ¡Escucha mamá, basta!” ¿Eh?

M.A.- ....

El operador insiste aquí para señalar la colusión incestuosa entre una madre y
su hijo, pero hay silencio. Ese silencio podría ser el tiempo de una reflexión
crítica que se esbozaría o de una molesta incomodidad que vendría a inhibir la
palabra.
Para nosotros clínicos, yo creo que ese silencio testimonia sobretodo de hasta
qué punto el incesto es antes que nada destructor del lazo de palabra, pero
también de la gran dificultad que él tiene de abodar este goce y de renunciar a
él. Estamos en el cerrojo de la problemática de este paciente.

Dr. Cz.- ¿Parece que prestar oído a la queja de su madre, caía por su propio
peso?
M.A.- Ella expresaba su desesperación , y entonces, si, yo estaba ahí para
escucharla también.

Dr. Cz.- ¿Cómo es eso? ¿Desde cuándo el hijo está ahí para escuchar los
sinsabores amorosos de Mamá? ¡es un curioso lugar, ese!

M.A.- Veinte años después, estoy de acuerdo con usted, pero en ese momento,
ella estaba desesperada, ella necesitaba, tenía ganas de hablar, yo estaba
cerca de ella, tal vez el mayor problema, lo que provocó esto, es que había un
conflicto abierto entre mi madre y mi padre, y que yo, estaba en conflicto con
mi padre, entonces al mismo tiempo, me aproximé efectivamente a mi madre
y ella me utilizó, utilizó esa cercanía tal vez para ... para atribuirme ese rol,
que...

Hela ahí, esta vez al fin enunciada la complicidad secreta que se fundamenta
en el tercero excluido, el padre o los amantes desventurados, complicidad
entre un hijo y una madre que explota sin vergüenza el conflicto edipiano,
legitimando, animando y sosteniendo el rechazo del padre e invistiendo al hijo
en el lugar viril que el padre alcohólico, catálogado como alcohólico extremo,
nunca asumió.

LA EVICCIÓN PATERNA

Dr. Cz.- Y ¿por qué tenía usted conflictos con su padre? ¿Podría haber tenido
conflictos con su madre?

M.A.- No voy a hacer el juego de los sórdidos, él era alcohólico extremo.


Bueno, yo me peleé para estudiar en la facultad, me las arreglé solo, porque
eso "era para los ociosos", porque "a los 16 años, tendría que haber salido a
trabajar" y porque habría sido necesario que a los 16 años gane un dinero que
me permita justificar los gastos del liceo, etc. Eso es lo que hay
esencialmente, eso, ¡he ahí!

Dr. Cz.- Pero, ¿qué es lo que usted le reprocha a su padre, no entiendo?

M.A.- Hem, él no, no sé, yo fui su hijo, de hecho, en fin, biológicamente, yo soy
su hijo, sin embargo él nunca me lo ha demostrado.

La transmisión simbólica es aquí recusada y eso a pesar de que la filiación


biológica no ha sido negada. Pero para la filiación simbólica es otro cantar. Lo
que esclarece, por otro lado, la posición paterna del paciente frente a sus
propios hijos: He dejado de verlos, ya que no quería precisamente tenerlos
Es esta recusación que no es forclusión, ni denegación y que parece ser
asumida sin culpabilidad consciente que hace que no estemos frente a un caso
ordinario de neurosis, ni histérica, ni fóbica, y esto a pesar de que encontramos
sus rasgos.

Dr. Cz.- ¿Cómo un padre le muestra eso a su hijo?

M.A.- Y bueno, le dice que le ama, se interesa, él...


Dr Cz.- ¡Hay padres que no le dicen nunca a su hijo "te amo"!

M.A.- Si pero, tal vez se interesan en lo que el hijo vive, en fin, yo, él no sabía,
él no sabía lo que yo hacía, es más, le importaba un comino.

Eterna pregunta propuesta por Joël Dor al final de su obra sobre la función
paterna: ¿por qué, cómo y con cuanta complacencia, un padre deja que lo
destituyan de la función simbólica que le corresponde representar? Y ¿qué es
lo que ocurrió primero? ¿La demisión del padre llevado a la impotencia por la
superioridad pulsional dominante materna, o un padre ya enredado, cuesta
arriba con sus propias dificultades frente a la cuestión de la transmisión
paterna, y en la imposibilidad de asumir de forma duradera la más mínima
posición en este orden? A menos que, -como es lo más frecuente., se trate de
la conjunción de las dos, de lo imposible y de la impotencia...
Que es lo que tratará de aclarar Marcel Czermak

Dr. Cz.- Voy a decirle algo, ya que hace un rato, le decía que teniendo en
cuenta el interés que los hombres tienen en las mujeres y visceversa, no es
posible no tomar en cuenta la función del compañero para saber lo que le pasa
al otro. Si su padre estaba ausente, es posible que su madre haya tenido algo
que ver con eso. Si un tipo escoge una mujer que lo traiciona, que encima llora
en el regazo del hijito, el tipo, tiene que estar seriamente mal parado, también
¿o no?

M.A:- Si, estoy de acuerdo, estoy de acuerdo.

Dr. Cz.- Si usted pudo dudar de que su padre fue su padre, es que había un
hueso a roer del lado de su madre. Normalmente, eso no causa problemas, o
incluso cuando tales o tales pueden fantasear eso o aquello -en realidad- una
duda seria en cuanto a la paternidad de su padre, eso, eso pasa por la madre.

M.A.- Aclaro, porque tal vez me exprese mal. Biológicamente, yo estoy seguro
de ser el padre de... en fin de ser el hijo de mi padre, para mis hermanos y
hermanas, es menos seguro. Para uno de mis hermanos es evidente que no es
él, que...

¿Padre de su padre? ¿ O padre de sus hermanos? ¿Cómo ubicarse con ese


lapsus? Ya que no hay al menos uno, que vendría a poner en orden el lugar de
las generaciones y servir de muralla contra el incesto y ya que el ejército de
amantes, anónimos e intercambiables, no están ahí, sino en tanto que
donadores de producto.

Para un hermano al menos, es seguro. En cuanto al amor, eso es otra cosa.

Dr. Cz.- Entonces, si su madre tenía tantos amantes, es decir que incluso si
esos chicos eran de su marido, ella tenía la cabeza en otra parte, ¿al lado de
otros hombres?

M.A.- Si, si, y si yo entre en ese rol del confidente, es porque ella acudía a mi,
pidiendome ayuda. Y como yo no era especialmente...

Dr.Cz.- Escuche, usted jugó ahí un juego turbio, si me permite...


M.A.- No, pero...

Dr. Cz.- ¿Es un juego turbio?

M.A.- Yo estoy dispuesto a escucharlo.

Desde ese momento, aparecen claramente, las líneas de fuerza de la


entrevista, su cristal, tal como Marcel Czermak las ha seguido y desarrollado, la
inferencia lógica evocada más arriba: C, ya que A, ya que B. Ahora se trata de
no dejar la articulación de esta frase, replegarse demasiado rápido.

Dr.Cz.- Porque para que un muchacho se coloque en este tipo de situación, es


necesario que él obtenga algún provecho, bastante transtornado para él. Y
cuando usted me dice : "mi madre se divorció", entonces, es necesario que
usted me explique cómo es que usted ayudó a su mamita a divorciarse!

M.A.- Le ayudé en los trámites.

Dr.Cz.- ¿Es decir?

M.A.- Le ayudé a contactar el abogado, le ayudé a sacar de la casa a mi padre.

Dr.Cz.- !Ah, eso además¡ ¿Esto llegó hasta ese punto, "ayudarle a echar de la
casa a mi padre"?

M.A.- Y bien, hacer sus maletas y decirle "tienes que irte..."

Dr. Cz.- Habría podido pensar en lo inverso, si Mami no está bien con Papi,
podía largarse ella.

M.A.- Si

Dr.Cz.- ¿Uhm?
No, es a ¡Papá al que se echa! ¿Usted hizo la maletita?

M.A.- Le ayudamos.

Dr.Cz.- ¡Bravo!
¿Cómo es que alguien se mete en ese tipo de cosas, ¿Ah?
Porque eso se paga, es imperdonable. ¡ Como ve, no voy suavecito con usted!

M.A.- No, no, pero usted tiene razón.

Dr.Cz..- ¿Cómo se recupera uno de eso?


¡Hay razones para darse golpes en el pecho y dejar de fanfarronear al
respecto!

En este momento, llegó la hora de proteger la herida antes de cerrarla y de


concluir la entrevista.

Dr.Cz.- Después de eso ¿Volvió a ver a su padre?


M.A.- Lo ví un poco antes de su muerte. Buscaba un alojamiento, estaba
alojado en un albergue, no lo ví en ese albergue, sino un poco al exterior, fui a
buscarlo varias veces, porque él tuvó, trabajaba a pesar de todo, pero estaba
en camino de convertirse en mendigo, y luego como bebía demasiado, lo
echaron a la calle, etc.

He ahí algo que nos hace pensar en el itinerario del paciente.

M.A.- Entonces me pidió auxilio, de hecho, acudí a ayudarlo en varias


ocasiones, le pagué el hotel, me las arreglé para que se aloje más o menos
decentemente, y luego una noche, bebió, un poco como de costumbre y
atravesó una autopista ebrio y lo atropelló un auto. Al mismo tiempo tenía
cáncer, etc., y aparentemente su muerte se debía más a las metastasis muy
avanzadas, más que al propio accidente.

Dr.Cz.- No sé de que se murió su padre.

M.A.- Si, yo tampoco, a decir verdad, no sé. No sé si fue un suicidio, accidente


o cáncer.

Dr.Cz.- ¿Por qué su madre, que estaba tan descontenta de vivir con él, no se
largó, ya que ella de facto se tiraba con los tipos que tenía?

M.A.- Porque ella no trabajaba

Dr.Cz.- ¡Ah!. Eso, eso es una gran desgracia femenina, efectivamente. Hay
tantas mujeres que están descontentas de su hombre y se quedan con él por
cuestiones de plata, eso es una cobardía, se lo señalo...

M.A.- Si , yo sé.

Dr.Cz.- ... que recae sobre la jeta de los chicos.

M.A.- Si, yo sé.


Si, ella no trabajaba, entonces, le era muy difícil irse.

Dr.Cz.- ¿Usted cree que es fácil para un tipo vivir con una mujer que está en la
casa, únicamente porque los problemas financieros, le impiden largarse? ¡Es
una situación podrida!

M.A.- Efectivamente, usted me hace pensar que yo entré en ese rol, atribuí a
mi madre el rol de víctima y a mi padre el de verdugo.

Dr.Cz.- No veo en que fue víctima su madre.

M.A.- Yo entré en ese juego.

Dr.Cz.- Víctima de ella misma, pero en fin, hem, ¡entretanto es su padre él que
está muerto!
Y ella ¿dónde está?
M.A.- Rompí contacto con ella, hace algunos meses

Dr. Cz.- ¿Por qué?

M.A.- Porque, como de costumbre, la primera vez que caí enfermo, ella estaba
presente y la cosa iba un poco mejor, o yo creía que iba un poco mejor. Como
de costumbre, ella me utilizaba, cuando era útil, el resto del tiempo, hum,
entonces, me harté, Tenía las llaves de su casa, se las devolví, no busco, no
busco mucho tener contacto con ella.

Dr.Cz.- Ella se las arregla.

M.A.- Si, no le queda otra, de todas maneras.

Dr.Cz.- !Eh... el padre está muerto!


¿De qué vive?

M.A.- Trabaja.

Dr.Cz.- ¿Qué hace?

M.A.- Es cajera en un supermercado.

Creo que podemos deternos ahí, en lo que concierne a la entrevista. Más allá
de lo patético de este último cuarto de la entrevista y , en particular, lo que
tiene que ver con la suerte que corre el padre y de su evicción, de esta
recusación paterna que es uno de los avatares del declinamiento del Nombre
del Padre en nuestras sociedades, creo que esta entrevista nos enseña sobre
múltiples planos.

Antes que nada, es poco común, que podamos dirigirnos a un paciente a partir
de una posición como la que ha mantenido a lo largo de toda la entrevista,
Marcel Czermak, a su deseo de terapeuta, así como a la autenticidad de este
paciente, en el cual es perceptible que ya ha trabajado sobre sí mismo, pero
del cual hubiéramos podido esperar más palabras evasivas, o banalizaciones,
rodeos y negaciones.

Y más bien, nos sorprende la precisión de sus palabras, del empuje de las
mismas, palabras orientadas, afiladas, que no deja adormecer: "Eso que ha
sido su vida, de sus contingencias, usted lo ha expuesto diez veces, veinte
veces, no vamos a hablar de eso otra vez, eso tendría un aire repetitivo,
masticado." y no lo suelta, ya que él sabe, todo podría deshacerse como un
suspiro. Pero para llegar ahí se trata de sorprender al paciente, y la sorpresa
es el estilo, es el hablar franco en la lengua.

Hay una urgencia, que se sostiene, como lo ha recordado Marcel Czermak,


durante este coloquio, por el hecho de que Czermak interviene por pedido de
sus colegas que se encuentran en problemas, que vienen a pedirle su opinión.
No es una entrevista preliminar en donde se trataría antes que nada de evaluar
las condiciones de un setting (encuadre), tomándose el tiempo que sea
necesario. Se trata sobretodo de una urgencia a concienciar a este hombre que
va derecho al muro. "No voy a irme por las ramas" "Voy a llamar las cosas por
su nombre" "¿Hasta dónde va a ir esto?". Y en la urgencia, no hay espacio para
ponerse los guantes – "Voy a ser un poco fuerte, brutal y desagradable"- salvo
los del cirujano.

Este estilo tajante de un analista que se arriesga, -seguramente, con riesgos


relativos y calculados- ese estilo es notable. Es necesario tener cierto valor,
cierta libertad, para sacudir a un paciente y provocarlo: "He conocido un
determinado número de muchachos que hacían como usted, todos terminaron
"cortados el cuello."

"¡Cómo se recupera uno de ese tipo de cosas, porque eso se paga, eso es
imperdonable!"

Stanislas Tomkiewicz,2 en sus memorias, contaba que siendo un adolescente de


quince años, encerrado en la muralla del Gueto de Varsovia, pensaba en
suicidarse. En pleno corazón de la guerra en el Gueto de Varsovia, había
psiquiatras que continuaban ejerciendo su profesión y recibiendo gente. Aquel
psiquiatra del que nunca conoceremos el nombre le dijo: "Ya sea que los
Alemanes ganen la guerra y entonces moriremos todos, ya sea que ellos la
pierdan y entonces se necesitarán tipos como tú para reconstruir el país".
Luego de escuchar estas palabras, tomó la decisión de escaparse del gueto.

¿Quién de nosotros no se prestaría a auxiliar a una bella en problemas? ¿Qué


pensarían de un hombre que desdeñara a una mujer que le pide su ayuda?

Lo que este caso ejemplar nos indica, es también, me parece, la vertiente


patética y finalmente tonta de la condición masculina. Hay un párrafo en el
seminario de Charles Melman a propósito de la neurosis obsesiva, en donde él
describe la condición masculina como residiendo en el hecho, para un hombre,
y esto desde tiempos inmemoriales, de levantarse al ritmo del tambor para ir a
que lo maten en el campo de batalla. Es lo que por otro lado narran, con
erudición, intelectuales como Ernst Kantorowicz 3 o Fréderic Gros 4 No tiene
alternativa, es así, siguiendo el ejemplo de los militantes pacifistas socialistas
franceses que fueron los primeros en reunirse en los cuarteles, en el momento
de la guerra del 14.

Ahora bien, la condición inicial de esta condición masculina es, lo sabemos,


arrancarse del vientre de la madre, lo que no era ya realmente el caso de la
generación que siguió, como lo ha demostrado Marc Bloch, en Una extraña
derrota y como lo relevaba Lacan al inicio de su artículo sobre "La psiquiatría
inglesa y la guerra", en donde él denunciaba el estado de ánimo de la
generación de los oficiales mobilizados en el 40.

A su manera, este hombre asume su condición masculina y renueva para su

2
S. Tomkiewicz, L'adolescence volée, Hachette, Pluriels, 2002.
3
E. Kantorowicz, Mourir pour la patrie et autres textes, prefacio de Pierre legendre, Fayard, 2004.
4
F. Gros, Etats de violence, Essai sur la fin de la guerre, NRFessais, 2005. Y ahora, como lo dice Frédéric Gros, ya
no se habla de guerra, sino de "intervención" ¿qué hay de la virilidad masculina?. El investigador británico Richard
de Visser planteó la pregunta: "¿qué es un comportamiento de hombre?"a 31 londinenses, con edades entre 18 y 21
años. El análisis de las entrevistas fue edificante: ir al estadio de fútbol y, para los que no podían, agruparse en bares
con pantallas gigantes, "bajarse" vasos de cerveza y gritar para animar su equipo favorito.
propio uso las condiciones del amor cortés: yo no puedo forzarme y
enamorarme de alguien que esté bien. Es un Caballero a su manera: ella
expresaba su desesperación, entonces yo estaba ahí para escucharla, un
hombre que ama a las mujeres, con sus propias reglas, dispuesto a hacer las
maletas a un padre vaciado de cualquier función simbólica, dispuesto a
someterse a cualquier manipulación e incluso a ser el padre de sus hermanos y
que no quiere saber de las ratoneras en las que él cae. Pero él es leal, a su
manera, él no se sale de la fila, salvo cuando inevitablemente, se revela
decepcionado y traicionado: el sentimiento de haber sido abandonado en un
momento que era crucial. Hay una caballerosidad en este hombre siempre
listo a caer y recomenzar, a subirse al caballo por el amor de su Dama, imagen
en el espejo.

Por mi parte, es en su fracaso que escucho el aspecto implacable de la


condición masculina. Tan pronto como el muchachito comprendió la diferencia
anatómica de los sexos, no le es posible sustraerse de allí, de escaparse. Es
por eso que la lógica de la entrevista, a la cual les he pedido estar sumamente
atentos, no puede sino ir al encuentro de la lógica estructural de la condición
masculina. Dicho de otro modo, la estructura de la entrevista conducida con
tal rigor por Marcel Czermak estaba determinada por la estructura misma del
caso.

Si una mujer elude el matrimonio, despacha a sus pretendientes, se dirá de ella


que es independiente. Se la admirará, se la reconocerá como emancipada,
moderna, formidable. Mientras que a un hombre que rechaza el matrimonio y
la procreación, le acompañará el oprobio y la desaprobación. Cuando este
hombre dice que él no se ocupa de sus hijos los cuales él no había querido
precisamente tener, no dejamos de fruncir el entrecejo, y dar un paso hacia
atrás.

Ahora bien, resulta que sin duda, ese es el único acto de libertad, más allá de
él mismo, es más, incluso en su huida, en su cobardía. Por lo demás él nos
dice claramente lo que le ata, está dispuesto a recomenzar, en otro lado,
siempre, incansablemente...

Lo que esta historia nos enseña, es que no es posible renunciar a la condición


masculina, -razón por la cual Marcel Czermak lo había llamado el huelguista-,
salvo, como nos lo demuestra este caso, bajo la condición de caer en la
esclavitud.

Él lo endosa y esta condición masculina que él nos presenta, torcida, falseada,


desviada, que intenta reconstruir un mundo sin Padre primitivo, nos reenvía en
espejo nuestra propia condición de hombres, nuestra dependencia de nuestro
linaje paterno (hagamos lo que hagamos, intentemos lo que intentemos, y
sean cual sean los rodeos que busquemos tomar) así como a aquellos que nos
precedieron en este linaje, en el orden de las generaciones.

DISCUSIÓN

Bernard Vandermersch.- Me siento un poquito incómodo, al retomar lo que


ustedes dijeron, iba a preguntarles: ¿qué es lo que se puede aprender de este
caso que nos han traído, debo decir, con mucho brio? Quisiera hacer una
pequeña observación sobre la pequeña punta de ironía que he creido notar en
este brio? Como ustedes saben, la ironía, es la huella del superyó, entonces,
es algo que se refería a una norma, que deberá seguir el paciente. En
definitiva ¿será qué estamos ahí para intentar que el paciente escuche que él
es aberrante en relación a la norma? Lacan nos sugería en "Del tratamiento
posible de las psicosis" de someternos por completo a las posiciones
propiamente subjetivas del enfermo, es decir entrar en la norma del enfermo, o
sea: ¿qué hace norma para él?
Y, efectivamente, ustedes han demostrado de forma brillante esta norma, en
él, eso que ustedes escribieron: si A y si B, entonces C: He ahí, en efecto, algo
que es implacable. Pero me hubiera gustado que me dijeran lo que han
aprendido con este caso, particularmente a nivel del grado de libertad de este
sujeto en relación a esta norma que se impone a él. ¿Es que en el fondo
ustedes lo escuchan como algún neurótico que, a fin de cuentas, como muchos
de nosotros, pajareamos con la castración o más bien tuvieron la sensación de
alguien que estaba atrapado en algo implacable, en una repetición, como
decir...
¿Cómo lo dirían ustedes a fin de cuentas?

Thierry Florentin.- Si, estoy totalmente de acuerdo contigo Bernard, para


delimitar de esta manera lo que esta en juego en lo clínico de este paciente, e
incluso la angustia que puede generar en nosotros a medida que se aclara su
posición. Ya que, en fin, bueno, una vez más, no hay diez mil maneras para un
hombre de confrontar a una mujer y tampoco mayor margen de libertad. Esta
libertad, si podemos llamarla así, no reside sino en la singularidad de su estilo,
ese famoso estilo que hace al hombre, todo lo demás lo somete a pesar de él,
por el destino que le ha trazado su anatomía.
Constatar esto funda por si solo, el psicoanálisis y más aún toda la humanidad
desde el inicio de los tiempos, incluso si la modernidad trata de darle un
soberano puntapié.

Pero, a diferencia de las reinvindicaciones de esta modernidad (tales como por


ejemplo la afirmación homosexual, vista desde el punto estrictamente lógico y
su consecuencia bio-tecnológica, el clonage humano), no hay en este hombre
rechazos fundamentalmente masculinos. Sino más bien su exhaltación
descarriada con un desfalco, y para terminar, un escrutinio de sus
fundamentos.

Nuestra angustia, nuestro rechazo, viene de ahí. Mientras que toda nuestra
existencia, en nosotros neuróticos ordinarios se organiza con tan poca facilidad
y de forma tan sacrificada, -podríamos decir-, alrededor de ese falo paterno
que nos ordena, nos persigue, nos prescribe, sin permitirnos un instante de
respiro en nuestras vidas. El día en nuestros actos, la noche en nuestro reposo,
en nuestros sueños y hasta después de nuestra muerte en nuestras tumbas
con la inscripción funeraria.

Y bien, he ahí un hombre que exhibe un falo resplandeciente, libre y liberado


de cualquier deuda paterna, expuesto y llevado por una madre depredadora.
Solo, que, he ahí, eh, eh, eso no funciona. Ese falo resplandeciente, que en la
realidad se devela como algo sin consistencia... Entonces, frente a ese fraude
de la suerte común, estaremos tentados por la ironía...
Pero, no se trata de una ironía malvada y mala, es la ironía frente a lo
implacable, la ironía frente a la suerte que es la norma masculina en la cual,
estamos de buena o mala gana, alojados. Entonces, Hermano humano,
pensaste que te podías escapar...
Es eso el huelguista, aquel que cree tener reservado su lugar en el banquete
de los Dioses. Pero, me parece que tú hacías alusión a otro implacable, aquel
que había puesto en lugar la estructura del paciente. ¿No es verdad?

Bernard Vandermersch.- Si, es la idea de la lógica que es la elección


materna, evicción paterna y la desgracia que resulta de eso. ¿Entonces, es qué
en el fondo, para nosotros, este paciente es alguien que no puede resistirse a
hacerse, a ser el falo de la madre?

Thierry Florentin.- Él mismo lo reconoce con inteligencia y lucidez, cuando


dice, por ejemplo, que no puede forzarse y enamorarse de alguien que esté
bien... Es más, es su inteligencia y honestidad las que permiten la calidad de
esta entrevista.

Bernard Vandermersch.- Está atrapado en una especie de imposibilidad,


habría faltado aquello, un mínimo que lo desaloje de esta posición, en fin, es ...
hablo de cosas bastante rudimentarias, pero eso que tú...

Thierry Florentin.- Y si, Bernard, estamos aquí en el corazón mismo de las


cosas más rudimentarias, rudimentos esenciales para los fundamentos de la
humanidad. Ahora bien, ¿cómo hacer para que él lo escuche? ¿Cómo abordar
con él el abordaje de su goce? ¿Podrá él renunciar? La empatía me parece
completamente inapropiada aquí. Contraproducente, ella no lograría otra cosa
que no sea volver a inflar al paciente hasta el próximo round y su próximo K.O.
Totalemente predecible. Es ahí, en donde la ironía, la paradoja, aparecen como
formas de aproximación terapéutica realmente interesantes, en la medida -una
vez más- en que este paciente se revela como un verdadero interlocutor. Ahí
hay alguien que responde, lo que resulta totalemente alentador...
Sócrates terapeuta ¿y por qué no? ¡Es genial! [risas]

Bernard Vandermersch.- ¿Cómo hacerle escuchar al paciente? ¿Pero


también hay el problema de saber si nosotros podemos escuchar lo que el
paciente trata de decirnos? He ahí una pregunta, por ejemplo. Cuando él nos
dice "no puedo forzarme y enamorarme de una mujer que esté bien", ¿cómo
escucharlo? ¿Acaso no podemos escucharlo como una posición más sincera de
lo que parece? En fin, ¿partir desde ahí, si ustedes quieren? Si hay una cosa
que me ha parecido muy interesante y que, en mi opinión, ustedes han
subrayado de forma precisa, es en primera instancia la retorsión y la primera
frase, y la primera réplica... -¿no sé porque le llaman el "operador"? ¿El
operador del que ustedes hablan, es Marcel Czermak?

Thierry Florentin.- El término de operador es aquí particularmente apropiado.


Hay una efectividad en cada una de las intervenciones de Marcel Czermak y
un producto en el decir del paciente. Todos los intentos son ganadores. Es por
eso que para mi esta entrevista es ejemplar y rica en enseñanzas, tanto sobre
el plano clínico como terapéutico. Hay un gran dominio (maestría).
Bernard Vandermersch.- En fin, es una metáfora que simula un poco .. es
una posición... En todo caso el asunto es puesto en juego desde el inicio y él
responde: "yo también". Este "yo también", ¿de qué naturaleza es? ¿De la
naturaleza de un reflejo en espejo? ¿Se trata más bien de una defensa?

Cyril Veken.- Una de las cosas sobre la que yo quería retornar, es a propósito
de la impresión de ironía. Las intervenciones de Marcel Czermak, en su
virulencia, tienen como objetivo permitirnos -esa es la cuestión de la cual
hemos hablado desde el inicio, la cuestión de la transferencia- tienen como
objetivo permitirnos avisorarlo que significa ese "yo también" antes que
elucubrar sobre eso. Es decir, ¿ cómo va a reaccionar él frente a esas
preguntas que le acorralan un poquito? No es cuestión de apreciar si él
responde bien o mal, o emitir juicios. Hay lugar para apreciar que, justamente,
sus respuestas son interesantes. Para aclarar la pregunta de Bernard, en mi
opinión, es decir ¿ es qué él puede o no hacer de otra manera? Sin embargo,
¡el tipo normal tampoco puede hacer de otra manera! Es lo que Melman nos
mostraba, es así, hay personas que están muy lejos de ser psicóticos y que son
así.

Charles Melman.- ¿Qué tipo de identificación puede encontrar él en esta


situación que le permita sostenerse, funcionar y responder al Dr. Czermak?
Esto ya no está nada mal...[risas]

Marcel Czermak.- Quisiera llamar la atención sobre el hecho, de que, aún


ahí, es un problema de método y de transferencia. ¿Ahí, de que se trataba? De
apreciar cuál era el orden de lo real del paciente y de volver el caso hablante:
hacer hablar el caso. ¿Tenemos nosotros suficientes prescripciones respecto de
la maniobra a utilizar, las respuestas a obtener, para rendir cuentas de un
caso? ¡No, no las tenemos!
¿Cómo, delante de personas que son indulgentes, ellos vagabundean, ellos
pasan veinte veces, delante de cincuenta médicos; cómo un día, sería posible
evaluar su situación, hacer un recuento de su situación; de dónde estamos
nosotros? ¡Ya que, al menos es una condición previa, fundamental! Del mismo
modo que soy sensible al hecho que Thierry Florentin ha logrado,
concentrándose en la entrevista, dar todo aquello, que, sin embargo, es un
efecto de la observación: un tempo acelerado que afila, aviva las aristas de
este tipo de caso, lo que quiere decir que en un segundo nivel, yo, lo he
aprendido, soy beneficiario de lo que él nos ha dicho. No es una entrevista
académica. Es así, pero al menos, la entrevista ha hecho hablar de forma más
o menos precisa al caso.

TRADUCIDO POR: Marcela Parreño


Junio 2010
REVISADO Y CORREGIDO POR: Marlene Aguirre

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