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1. Introducción. Concepto de oppidum.

El término oppidum es un término latino y como tal, alcanza diferentes significados. Aparece en
numerosas fuentes históricas para referirse a un sitio concreto relacionado con un
asentamiento poblacional, y parece que su origen se atribuye a la descripción de los
asentamientos galos, que se enfrentaron las campañas de Julio César durante la invasión de la
Galia. No obstante, este concepto de asentamiento galo, no es posible extrapolarlo por sus
distintas características al mundo ibérico. El concepto de oppidum latino conlleva una idea de
fortificación, pero siempre dependiendo de la superficie y de la posición geográfica del
asentamiento. Desde una perspectiva de superficie, un oppida correspondería a un
asentamiento de segunda categoría, por debajo de la urbs, de mayor magnitud y verdadero
centro urbano. Por otra parte, también tendría que diferenciarse del castella o castrum, término
asociado a una fortificación en altura de pequeñas dimensiones (1).
Estos términos latinos nos pueden ayudar en la clasificación de las diferentes formas de
asentamientos ibéricos, pero no son lo suficientemente absolutos para poder hacer una
clasificación categórica. En el mundo ibérico estos términos se superponen y no es posible de
un modo claro, ver las diferencias entre ellos en los yacimientos ibéricos. Podemos encontrar
yacimientos que el concepto de urbs y oppida se confunden como en Ullastret (Girona), u otros
asentamientos en los que es difícil ver la línea diferenciadora entre oppida y castella como en
el caso de la Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona). Otra gran particularidad consiste en que
en el mundo ibérico el concepto de oppidum rompe el estrecho ámbito del poblado o del
asentamiento, para alcanzar una serie de territorios circundantes que dependen de él, tanto
económica, como políticamente. La interpretación arqueológica será fundamental para poder
salvar estas diferentes acepciones, teniendo siempre en cuenta la dificultad de esta
interpretación en lugares donde los restos arqueológicos no son muy numerosos, o en algunos
casos son contradictorios o paradójicos.
En este artículo voy a realizar una clasificación de los asentamientos ibéricos, centrándome en
la zona del nordeste peninsular. Hay que tener presente, que como en otros aspectos del
mundo ibérico, nos encontramos ante un proceso heterogéneo, mostrando cada zona unas
características diversas y diferenciadoras. Como caso particular voy a detenerme en el
yacimiento de Alorda Park (Calafell, Tarragona), porque permite gracias a los trabajos de
reconstrucción realizados, hacer una interpretación de varios aspectos del urbanismo, de la
fortificación, y de la organización social del mundo ibérico.

2. Asentamiento poblacional ibérico.


Teniendo en cuenta algunos factores, como son la superficie total del asentamiento, su
emplazamiento geográfico, sus construcciones fortificadas y su disposición urbanística; existe
una cierta unanimidad entre los arqueólogos, en clasificar los poblados ibéricos del nordeste
peninsular en poblados de cima, poblados de barrera, y poblados de vertiente o ladera.
Los poblados de cima se caracterizan en primer lugar, como su nombre indican, por estar
situados en un lugar elevado. Esta posición se interpreta fundamentalmente como defensiva, o
como de vigilancia y control sobre el territorio circundante. Normalmente tienen una superficie
reducida como consecuencia de su situación y de la adecuación a la topografía de lugar.
Acostumbran a estar fortificados, aunque sus defensas nunca son de la magnitud de los
poblados de barrera o de ladera, ya que su situación geográfica les confiere un elevado grado
de protección natural. El muro perimetral será el que marcará el límite del asentamiento, y a
este muro se le adosarán las construcciones o habitaciones utilizándolo como pared de fondo y
abriéndose hacia un espacio central. Este espacio central normalmente carecía de una
funcionalidad, tampoco encontramos una red viaria perfeccionada con sólo la presencia de
algunas vías estrechas en la que no se documentan la presencia de roderas de carro. Algunos
ejemplos de poblados de cima en el nordeste peninsular son: Montarbat (Lloret de Mar,
Girona), Castellrruf (Santa Maria de Martorelles, Barcelona), o el Puig Castellar (Santa Coloma
de Gramanet, Barcelona). Pero un caso excepcional dentro de los poblados considerados de
cima es el de la Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona). Como me he referido en la
introducción, en este yacimiento se confunden los conceptos clásicos de castella y oppida y lo
podemos considerar un ejemplo evolucionado de poblado de cima. Aunque se trata de un
poblado de cima, presenta unas características propias de otra tipología de asentamientos,
como pueden ser los de barrera, o de ladera. La Moleta del Remei es un asentamiento grande
(5000 m2) comparado con los poblados de cima típicos (entre 1000 y 4000 m2), encontramos
una fortificación con un grosor de muro más importante (3 metros) y con la presencia de una
torre de vigilancia, también la utilización del espacio central parece que tenía una funcionalidad
y por último existe, aunque de forma muy incipiente, una pequeña red viaria que comunica las
casas y los graneros.
Los poblados de barrera son los que aprovechan ciertos accidentes naturales como
penínsulas, o istmos para establecer un asentamiento que será fortificado sólo por la parte que
no ofrece una protección natural. Se trata de asentamientos mucho más grandes que los
anteriores y podemos encontrar extensiones de hasta 40.000 m 2 como en el caso del
asentamiento de Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona). La fortificación es más importante
que la que hemos visto en los poblados de cima, ya que su protección natural es mucho más
reducida. Así encontramos muros mucho más gruesos, presencia de fosos o la existencia de
unas torres defensivas. El urbanismo en estos asentamientos está mucho más evolucionado y
podemos encontrar una red viaria más regular, distinguiéndose unas partes de uso público y
unas residencias de distinto tamaño que nos indican una diferencia social de sus ocupantes.
Todavía nos encontramos con unas calles bastante estrechas y no podemos documentar la
presencia de roderas de carros, no obstante la anchura de ciertas entradas nos hace presumir
que si existía la presencia de tráfico rodado en estos asentamientos. Ejemplos de poblados de
barrera son Sant Miquel (Vinebre, Tarragona), Turó Rodó (Lloret de Mar, Girona) o Sant Miquel
de Olèrdola en el Penedés. Pero seguramente el ejemplo más interesante se trata del
yacimiento de las Toixoneras-Alorda Park en Calafell, que le dedicaré un capítulo aparte.
Por último hay que hacer mención de los llamados poblados de ladera o vertiente. Estos
asentamientos aprovecharían de alguna manera la presencia de un desnivel geográfico, para
establecer un asentamiento que irían extendiéndose a varios niveles. Estos asentamientos son
mucho más grandes que los anteriores, pudiendo alcanzar la extensión de 11 Ha como el de
Puig de Sant Andreu en Ullastret. Las fortificaciones son mucho más complejas e importantes,
ya que son más vulnerables por su situación geográfica. Así encontramos unos muros
defensivos de gran longitud, mucho más gruesos, y con un elevado número de torres
defensivas, e incluso en algunos casos con la presencia de unos sofisticados codos o
bastiones defensivos. En estos poblados podemos encontrar la presencia de varios niveles de
asentamiento, o de terrazas, como consecuencia de su emplazamiento. Dependiendo de la
inclinación del asentamiento, estos niveles normalmente se comunicaban entre sí mediante
escaleras, o mediante vías más o menos anchas, que permitían la circulación de tráfico rodado.
Algunos ejemplos de poblados de ladera en la zona que estamos delimitando serían el poblado
de Burriac en Cabrera de Mar, el Turó d’en Boscà de Badalona, o el anteriormente citado de
Ullastret.

3. El yacimiento de Alorda Park.


El asentamiento de Les Toixoneras-Alorda Park en Calafell es un excelente ejemplo de
asentamiento ibérico, que por sus peculiares características nos permite ilustrar varios
aspectos relacionados con el urbanismo ibérico. Podemos analizar su estructura defensiva,
podemos apreciar su evolución urbanística, y también podemos observar cual era su papel
social tanto interna como externamente.
En el apartado anterior he situado este asentamiento en la clasificación de poblado de barrera.
Hay que tener en cuenta que la línea de la costa actual no corresponde con la que
seguramente había en esta zona a finales del siglo VI aC, que es cuando se puede situar
cronológicamente el inicio de este asentamiento. Parece que esta parte del litoral estaba
formada por una zona de pequeñas colinas rodeadas de marismas. El asentamiento original se
establecería en la cima de una de estas colinas, siendo rodeada por casi su totalidad por las
marismas ofreciéndole una protección natural. De esta primera época se puede datar un foso y
una primera muralla defensiva que protegía al asentamiento por la parte que lo hacía
vulnerable. Como caracteriza a los poblados de barrera, esta primera muralla junto con un foso
defensivo, no recorría perimetralmente el asentamiento sino que sólo se alargaba en la zona
desprotegida. También de esta primera fase podemos observar la disposición de unas
habitaciones que tenían como pared de fondo el muro defensivo y que se abrían a un espacio
interior. No tenemos información que en esta época, este espacio interior tuviera alguna
funcionalidad, pero no sería descabellado pensar, por las razones que veremos más adelante,
que así lo fuera.
Esta primera fase fue amortizada durante el siglo V aC. y entramos en el momento de
esplendor de este asentamiento que se alargaría hasta los inicios del siglo II aC. cuando
parece que fue abandonado. Un elemento significativo de esta transición supone el hecho que
el poblado en vez de aumentar su superficie, contrariamente se reduce, y crea una importante
fortificación unos metros atrás de donde estaba la originaria muralla y el foso. Este hecho
puede interpretarse como que este asentamiento no constituía un importante centro
poblacional, sino que por su superficie total unos 3.000 m2 y por el número de habitaciones, se
puede deducir que vivían aproximadamente unas cincuenta personas.
Si pasamos a analizar la construcción de las viviendas y la fortificación del asentamiento de
Alorda Park hay que tener en cuenta que nos encontramos ante dos técnicas constructivas que
convergen. En primer lugar, podemos encontrar unos elementos tradicionales que pueden
considerarse autóctonos y que serían herederos de los asentamientos del Bronce final; y por
otro lado, unos elementos nuevos que provienen de los préstamos culturales provenientes de
la poliorcética de culturas del Mediterráneo central y oriental.
El elemento que podemos considerar propio, y que se manifiesta en numerosos asentamientos
ibéricos, es el muro (simple o doble) con base de piedra y con una superestructura de tapia o
adobe. La técnica de la tapia se realizaba en un encofrado de madera, donde se introducía a
presión una mezcla de tierra y cal. Esta técnica, utilizada en la construcción de las viviendas
del asentamiento, le proporcionaba una mayor durabilidad y una resistencia a las inclemencias
del clima. No obstante en la fortificación se utilizó piedra, que aunque sea una técnica
minoritaria también la podemos documentar en otros yacimientos como en el Puig de Sant
Andreu (Ullastret, Girona). La mayor utilización en la construcción de los muros con la técnica
de la tapia, obedece a unas razones de resistencia. Los muros de tapia absorben mejor el
impacto de los proyectiles al repartirse uniformemente por toda la sección, mientras que los
muros de piedra son más fáciles de derribar al convertirse en superficies más rígidas. Este
puede ser otro detalle que nos haga pensar que en la fortificación de Alorda Park, aun si
renunciar totalmente a su función defensiva, persiste una importante función social y de
prestigio.
Los elementos foráneos, procedentes de la poliorcética de la cultura griega y púnica, estarían
representados por la construcción de unas torres defensivas. Hay que tener en cuenta que
tenemos documentada a través de acumulaciones de moneda, la presencia de mercenarios
ibéricos en la batalla de Siracusa en la Primera Guerra Púnica. Este contacto con ejércitos que
tenían un alto grado de desarrollo de las técnicas militares, y la casi segura presencia de
arquitectos procedentes del mediterráneo central y oriental, favorecen el conocimiento y la
aculturación de nuevos elementos constructivos. Tenemos documentadas la existencia de tres
torres rectangulares (torre AF, torre Y-Z, y torre T), de las cuales las dos últimas franqueaban la
puerta de entrada al asentamiento. El contacto y la influencia con elementos arquitectónicos del
Mediterráneo central la constatamos con las dimensiones de una de estas torres, que
corresponden a la llamada proporción áurea. Es la primera vez que encontramos en la
Península Ibérica la utilización de estas proporciones en un elemento defensivo. La utilización
de dos torres defensivas defendiendo la puerta de entrada al recinto, también es un elemento
clásico de la poliorcética oriental. Así como la colocación de esta puerta de acceso junto a la
torre (Y-Z) para que desde ella, poseer un ángulo de tiro sobre el flanco desprotegido del
atacante. Para acabar con las torres defensivas, merece la pena explicar la interpretación
actual que se hace de la torre AF. En un inicio se pensaba que por su situación era un
elemento defensivo de la zona que ocupaba la población elite del asentamiento. Por su
estructura, al no tener ninguna entrada lateral, sino solamente una apertura cenital, se pensó
que podía tratarse de una prisión. Actualmente a través de la arqueozoología se ha podido
identificar los restos de un elevado número de roedores que se ha interpretado como la
utilización de esta torre como un silo de cereales.
La importancia de todos los elementos defensivos del yacimiento, hizo que en un primer
momento se pensara que nos encontrábamos ante una ciudadela, con una importante función
militar. Descubrimientos posteriores, como la nueva interpretación de la torre defensiva (AF), y
en especial el descubrimiento en una zona muy próxima como son Les Guardies (Vendrell,
Tarragona) de unos silos para almacenamiento de cereales; han hecho retroceder desde este
planteamiento inicial hacia otras interpretaciones. Estos dos factores unidos a la proximidad
con el mar y con la presumible ruta terrestre que atravesaría el Penedés, hacen que podamos
pensar que nos encontramos ante un centro de redistribución agraria y comercial, dominada
por una elite indígena. La existencia de una estructura fuertemente fortificada no se traduce en
el mundo ibérico a exclusivamente una función militar, sino que hay que sumarle una
importante razón de prestigio social. Este asentamiento se convertía en el centro más
importante de la zona del Baix Penedés, y articulaba las relaciones con otros centros existentes
de menor importancia, o con los grandes centros urbanos y económicos cercanos como Kesse
(Tarragona).
Seguidamente podemos analizar el urbanismo y las viviendas del asentamiento. Respecto al
urbanismo hay varios hechos destacables: la presencia de una red viaria con una aproximada
planta ortogonal que nos muestra un urbanismo avanzado, pero nunca a la altura de otros
asentamientos más septentrionales, como el Puig de Sant Andreu (Ullastret Girona) que
recibían la influencia de las colonias foceas como Emporion y Rhode. Un detalle que muestra la
evolución urbanística es la existencia de desagües para canalizar el agua, la existencia de
unas rudimentarias aceras para transitar, y como obra de ingeniería, la existencia de un pozo
de agua excavado en la roca hasta casi 10 metros de profundidad.
Las viviendas del asentamiento seguían las técnicas de construcción heredadas del Bronce
final, como se trata de la técnica tapial. Para los techos utilizaban materiales que tenían a su
alcance como la caña, y la mezcla de arcilla y paja. Las viviendas eran muy sencillas y
normalmente pequeñas, con una o dos estancias. En estas estancias existen evidencias
(bancos para sentarse) de lo que podían considerarse zonas de reunión, y otras zonas que por
sus análisis paleobotánicos se han identificado como zonas de almacenamiento. También en
estas viviendas mediante las técnicas de la antracología se han podido analizar restos de
madera carbonizados, e identificar los lugares donde se situaba el fuego en una vivienda. Estos
fuegos servían para cocinar los alimentos y como calefacción, pero se cree que solamente en
forma de brasas, ya que la poca ventilación de las viviendas impediría la formación de un gran
fuego, que produjera una gran cantidad de humo. En estas viviendas también se realizaban
algunos trabajos artesanales como la metalurgia, o el trabajo de manufactura de tejidos. La
metalurgia, tan relacionada con la fabricación de armas y de elementos para el trabajo agrícola;
y la manufactura de tejidos tan entroncada a un papel preponderante de la mujer dentro de la
sociedad ibérica.
Un aspecto interesante relacionado con el urbanismo y con las relaciones sociales, sería el de
la posible utilización de lugares públicos para la realización de actos de culto. ¿Estos rituales
se producían en un ámbito doméstico o en un lugar público? En una de las habitaciones
(recinto A, 6,8 x 3,3 m.) se han hallado bajo una losa rectangular los restos de un cráneo y las
patas de un cabrito, rodeados por un círculo de piedras sobre las que se observan restos de
cenizas; por debajo de este pavimento había otro, correspondiente a otra fase de ocupación,
sobre la que se asentaba un amontonamiento de piedras trabadas, de forma troncocónica y
recubierto de arcilla; en este otro pavimento, y en sendos agujeros, se habían depositado
también la cabeza y las patas de un cabrito, mientras que en el tercero se hallaban los restos
de un pequeño mamífero, quizás un múrido; en total se atestiguan cuatro sacrificios diferentes.
Si sumamos a las ofrendas, la extraña estructura troncocónica que puede interpretarse como
un altar, un agujero en el suelo que puede reflejar la existencia de un poste para atar las
víctimas, y la no existencia en esta habitación de un molino de rotación ni ninguna presencia
cerámica como en todas las demás viviendas, podemos casi con seguridad afirmar que nos
encontramos ante un recinto de culto. Aunque la escasez de más pruebas nos indica que estos
sacrificios son ocasionales, tienen que interpretarse como unas solemnes ofrendas a
divinidades relacionadas con el ciclo vital de la tierra y la fecundidad, como Deméter.
Seguramente estos ritos estarían dirigidos por un sacerdote o por una sacerdotisa, que
desempeñaría un papel preponderante en la sociedad.
Para terminar con el análisis del asentamiento de Alorda Park, me gustaría hacer una
referencia sobre las relaciones sociales tanto externas como internas. Respecto a las
relaciones externas, hemos visto anteriormente, que el asentamiento de Alorda Park era un
enclave de gran importancia respecto a los demás territorios, y otros asentamientos
circundantes de menor tamaño. Su posición estratégica, con una facilidad de comunicación
tanto marítima como terrestre, le convertía con un poderoso centro comercial de redistribución
de bienes. El excedente agrario de la zona de su influencia, era utilizado para comerciar con
los colonizadores y los mercaderes que acudían para establecer unas relaciones comerciales.
En una primera fase este excedente agrario era objeto de intercambio por objetos de lujo, que
más tarde serían redistribuidos por su territorio de su influencia. Esto provocó la ascensión de
una elite social, que controlaba estas relaciones, y legitimaba su poder frente a las otras
esferas de la sociedad ibérica. Este dato lo podemos documentar en el asentamiento de Alorda
Park con la existencia de una vivienda con una estructura palacial, seguramente ocupada por
un caudillo y su familia, que dominaba jerárquicamente al resto de la población.
El asentamiento de Alorda Park fue abandonado durante los albores del siglo II aC.
Seguramente este abandono tiene una estrecha relación con la respuesta del cónsul Catón, a
la rebelión de los pueblos indígenas del año 195 aC. Los pueblos ibéricos del interior como los
bergistanos y los lacetanos, cansados de la fuerte presión fiscal que ejercía Roma,
protagonizaron unas revueltas que pronto fueron respuestas por las campañas de Catón. Es
conocida su acción de desmantelamiento de los poblados de cima, y la destrucción de las
murallas de la mayoría de asentamientos. Estos hechos marcarían el principio del fin del
mundo ibérico, y la transición a un largo periodo de dominación romana (2).

4. Conclusión.
En este artículo he abordado la problemática que representa el término oppidum referido al
mundo ibérico. Aunque el término latino conlleva unas connotaciones de recinto fortificado,
hemos visto como en la sociedad ibérica esta simbiosis no es nada clara. Estoy de acuerdo
que prevalece un trasfondo guerrero y militar, pero en la mayoría de los casos estas
fortificaciones sirven para aumentar el prestigio social y económico de un asentamiento.
También me gustaría añadir que existe una dicotomía importante entre los pueblos ibéricos del
interior y del litoral. El comportamiento de los pueblos ibéricos del nordeste peninsular que
tenían acceso al Mediterráneo, como los indiketes, layetanos o cosetanos, es de mostrar una
mentalidad mucho más abierta hacia la llegada de nuevos colonizadores y mercaderes, que
provenían de otras zonas mediterráneas. Estos pueblos enseguida vieron la oportunidad de
conseguir un beneficio tanto social como económico con estas nuevas relaciones. La influencia
de colonias como Emporion y Rhode fueron decisivas en la extensión y aculturación de nuevas
formas de vida. Por otro lado los pueblos del interior, como los ilergetes o los bergistanos,
ofrecieron una resistencia mayor a esta aculturación y fueron los pueblos que lideraron las
sublevaciones militares contra el poder romano. En estos asentamientos del interior la
existencia de unas fortificaciones, tienen seguramente una lectura diferente, en la que
prevalece más la función militar y defensiva.
Aun teniendo en cuenta esta heterogeneidad, he realizado una clasificación, que puede
considerarse clásica, sobre los tipos de asentamientos en el nordeste peninsular. Así hemos
visto la diferencia entre poblados de cima, de barrera y de vertiente o ladera, aportando
ejemplos para cada uno de ellos.
La parte central del trabajo, ha consistido en un análisis sobre algunas de las investigaciones e
interpretaciones que se pueden extraer del asentamiento de Las Toixoneras-Alorda Park. He
querido resaltar por encima de todo, la idea de que nos encontramos ante un importante centro
agrícola con una principal función comercial y de redistribución. Mi opinión es que esta función
le proporcionó una preponderancia territorial, más que por razones de sometimiento o
militares. El asentamiento de Alorda Park nos permite entrever muchos de los entresijos de la
estructura social y económica ibérica, que tan difícil es extraer en la mayoría de casos.
El yacimiento de Alorda Park gracias al magnífico trabajo en el ámbito de la arqueología
experimental, junto con los avances tecnológicos que permiten la identificación y la datación de
los restos arqueológicos de un modo más fiable, favorecen la labor del investigador y facilitan el
acercamiento del público tanto para la docencia, como para el conocimiento del público en
general, de nuestro pasado histórico.

Notas.
(1) En el fragmento que muestro a continuación, que corresponde al relato que hace Livio de la
lucha de Catón contra el pueblo de los lacetanos, podemos observar que se hace mención al
término oppida. La descripción que hace de un poblado largo (oppidum longum), hace que
podamos pensar que se trata de un asentamiento de ladera o vertiente.
“Con esta tropa tan pequeña (Catón) tomó algunos poblados (oppida). Los sedetanos,
ausetanos y suesetanos se le sometieron. A los lacetanos, pueblo apartado y salvaje, les
mantenía en armas su nativa fiereza y especialmente la conciencia de haber devastado los
pueblos aliados (sociorum) con repentinos ataques mientras el cónsul y su ejército estaban
ocupados en la guerra de Turdetania. Así pues, el cónsul llevó, para poner sitio a su ciudad
(oppidum eorum), no sólo las cohortes romanas sino también los jóvenes de los aliados,
irritados con razón con ellos. Habitaban un poblado largo (oppidum longum) que no se extendía
otro tanto en anchura. Se detuvo a unos 400 pasos de él (...)..”
Livio (Ab urbe condita 34, 20).
(2) En este otro texto Livio nos describe la situación en el año 195 aC. en la que el cónsul
Marco Porcio Catón es enviado a Hispania Citerior para sofocar la revuelta indígena. Catón
tiene miedo de los pueblos indígenas y no se fía de su lealtad. Por esta razón toma la decisión
de destruir las murallas de sus oppida. Este mismo hecho es explicado por otras fuentes
(Apiano) y sabemos por ellas que Catón envió a cada pueblo una carta el mismo día,
obligándolos a destruir sus murallas en la misma jornada.
“Cuando se informó al cònsul de ello, mandó que se llamara a su presencia a los senadores
(senatores) de todos los poblados y les dijo: “Os importa a vosotros más que a nosotros no
rebelaros, supuesto que la rebelión hasta el día de hoy siempre fue con mayor quebranto de
los hispanos que esfuerzo del romano. Para que ello no ocurra, pienso que sólo se puede
precaver de una única forma: si se logra que no tengais posibilidad de rebelaros. Quiero
conseguirlo por el camino más suave posible. Ayudadme vosotros también en este asunto con
vuestro consejo. No seguiré ningún otro con más agrado que aquel que vosotros mismo mes
indiquéis”. Al quedarse ellos callados dijo que les daba un plazo de unos pocos días para
deliberar. Como, vueltos a llamar, guardaron silencio también en una segunda reunión,
habiendo hecho destruir en un día los muros (muris) de todas las ciudades, marchando contra
aquellas que no obedecían recibió la rendición (in dicionem) de todos los pueblos que
habitaban en derredor, según se acercaban a cada región”.
Livio (Ab urbe condita 34, 17).

5. Bibliografía.
Cultura Ibérica. Hipertexto Multimedia. Gracia Alonso, Francisco; Munilla Cabrillana, Gloria. CD-
ROM UOC / UB. Barcelona 2001.
Protohistoria: colonitzacions i iberització. Enric Sanmartí-Grego. UOC. Barcelona 2000.
Història romana de Catalunya. Marc Mayer Olivé. UOC. Barcelona 2000.
L’urbanisme protohistòric a la costa de Catalunya. Sanmartí, J; Santacana, J. Cota Zero, 1994,
pág. 30-32.
Modelos de Hábitat en el mundo ibérico. Una década de investigaciones. Lorenzo abad Casal.
REIb. 2, 1996, pág. 123-145.
Ciutadella ibérica de Calafell. Vídeo realizado por Bonavista Multimedia Calafell en 1998 y
publicado por la UOC.

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