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Fue el exmandatario liberal quien propuso, en 1988, un plebiscito para eliminar

la barrera que impedía reformar la Constitución por métodos extraordinarios.

Después de César Gaviria, probablemente fue el expresidente Virgilio Barco el


colombiano que jugó un papel más determinante en la preparación de la
Constituyente de 1991. En efecto, el 20 de enero de 1988, fue él quien lanzó la
propuesta de convocar una consulta popular que condujera a la derogatoria del
artículo 13 del Plebiscito de 1957, que impedía aplicar métodos extraordinarios
de reforma.

En carta a El Espectador, El 30 de enero de 1988, concretó la propuesta de la


convocatoria de un referendo para el 13 de marzo de 1988 –fecha de las
elecciones locales– a fin de que el propio constituyente primario dejara sin piso
la barrera proveniente del Plebiscito de 1957 e incorporada a la Constitución
vigente. No pocas resistencias surgieron al paso. Pero cuando se desató la crítica
contra la propuesta, Barco se mantuvo firme.

Un editorial de El Tiempo del 1° de febrero, atribuido a Alberto Lleras, contenía


algunos reparos. Carlos Lleras, quien a mediados del 87 había pedido una
Constituyente, pero por la vía de una previa modificación de la Constitución en la
forma ordinaria, dijo tajantemente a los periodistas que lo entrevistaron: “Yo no
lo hubiera hecho”, en referencia a la propuesta de Barco.

López Michelsen, por su parte, se vino en contra. En clara alusión al memorando


del 12 de enero, señaló que “un cenáculo de raposas inventa semana tras semana
sofismas jurídicos para revestir de legalidad un paso que se puede considerar
necesario políticamente, pero que es pueril abordarlo con visos de legalidad (...)
que sea conveniente o inconveniente el procedimiento, es otro cantar (...) pero se
está acudiendo a las vías de hecho, por fuera del ordenamiento constitucional,
con el ropaje de una Corte Suprema de Justicia transfigurada”.
Muy pocos de los grandes jefes lo acompañaron, con la salvedad de Luis Carlos
Galán, el más categórico en defensa de la propuesta gubernamental. Por su lado,
la reacción inicial de Misael Pastrana fue de cautela. A la vez que señalaba que
no había dado “concepto alguno a favor del plebiscito sorpresivamente
propuesto”, se derretía en alabanzas al “luminoso estudio” de López y las
“declaraciones plenas de sabiduría del expresidente Lleras Restrepo”. Parecía que
la idea le disgustaba.

No obstante, más adelante, señaló que el motivo principal de rechazo del Partido
Conservador era la fecha del 13 de marzo. En las elecciones de mitaca, esta
colectividad solía hacer un buen papel. Pastrana creía que la idea del gobierno
perturbaba un escenario electoral que le era tradicionalmente propicio. Por eso,
mientras se endurecía en su posición de cambiar de fecha, abría la puerta del
diálogo en relación con el referendo.

“El Partido está en contra de cualquier medida de excepción que se piense


adoptar para el 13 de marzo, por considerarlo una interferencia al proceso
constitucional en marcha. Por lo tanto se abstiene de votar el Plebiscito y se
podría romper el diálogo (...) hay entera disposición a dialogar sobre el tema, a
discutir mecanismos, a revisar fórmulas que conduzcan a la vía más expedita,
pero después del 13 de marzo”, dijo Pastrana.

A raíz de esta posición, el 20 de febrero de 1988 Barco y Pastrana firmaron el


Acuerdo de la Casa de Nariño, para convocar al pueblo a un referendo para el 9
de octubre de 1988. Todo parecía bien cubierto: se trataba de un acuerdo político,
luego se presumía que era judicialmente invulnerable. La oposición de los
expresidentes se veía compensada por el apoyo de amplios sectores de opinión y
de los dirigentes más nuevos. En fin, el proceso marchaba a todo vapor.
Pero sería nuevamente la rama judicial la que se atravesaría en el camino. Esta
vez, el Consejo de Estado estimó que allí estaba contenido un acto administrativo
preparatorio, puesto que había una manifestación de voluntad del presidente. Y
ese acto encarnaba el primer eslabón de una violación de la Constitución por
cuanto el referendo estaba proscrito. Barco y Pastrana se advirtieron que si bien
desistían del mecanismo, continuaba en pie el Acuerdo para llevar a cabo la
reforma.

Todo esto desembocaría en una proyecto presentado por el Gobierno al Congreso


el 27 de julio de 1988, el cual contenía ya muchas de las iniciativas que luego
tomaron cuerpo en la Constituyente del 91. Su contenido era totalmente
innovador. Fue el primer texto en el que se proponía de manera seria un cambio
constitucional de verdad, en el sentido de adoptar un sistema constitucional
distinto y no sólo de modificar partes de la estructura del Estado. Proponía
principios para cimentar el Estado Social de Derecho, un serio capítulo de
derechos fundamentales, con mecanismos de protección, la creación de la Corte
Constitucional y la instauración de instrumentos de democracia participativa.

El proyecto caminó bien en el Congreso, pero cuando ya parecía listo para su


aprobación, surgió un impasse relacionado con una iniciativa de referendo sobre
la extradición. El gobierno se vio obligado a quitarle el apoyo a la reforma. Un
nuevo fracaso en el proceso de cambio.

Estos acontecimientos llevaron a algunos voceros de la opinión, El Espectador


entre ellos, a insistir en caminos distintos a los ordinarios. En ese ambiente, el 11
de marzo de 1990, encauzados por un movimiento cuyo epicentro fueron los
estudiantes, muchos colombianos de manera espontánea depositaron una
“séptima papeleta” para pedir que se abriera el camino de la reforma
constitucional con fundamento en una decisión popular.
El presidente Barco recogió la invitación y promulgó el Decreto de Estado de
Sitio 927 de 3 de mayo de 1990, por medio del cual ordenó a la organización
electoral la contabilización de los votos que se depositaran el día de la elección
presidencial sobre la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

Lo interesante es que, además de los elementos instrumentales que se han


revisado, el legado de Barco fue más allá. En efecto, muchos de los aspectos
temáticos que hicieron parte de la agenda de la Constituyente fueron anunciados
por él desde cuando tomó la decisión de impulsar el cambio constitucional en
1988.

En tal categoría se pueden incluir la soberanía popular y su colofón, la


democracia participativa; la ampliación de la Carta de Derechos y de los
mecanismos de protección; la democratización y modernización de los partidos;
procedimientos más ágiles para la expropiación; reforma del estado de sitio;
fortalecimiento del Congreso; reformas a la justicia dentro de las cuales estaba
considerada la Fiscalía General; y la creación de una Corte Constitucional, entre
otras materias.

Es claro que hubo una sana continuidad entre Barco y Gaviria quien, como
ministro suyo en dos carteras diferentes (Gobierno y Hacienda), ya venía
involucrado en el espíritu y el cuerpo del proceso reformista.

* Ministro de Gobierno durante la presidencia de César Gaviria, fue


representante del Ejecutivo ante la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

Temas relacionados
Virgilio Barco
Constitución de 1991
Revista semana
El senador Alberto Santotimio ha vuelto estos días al centro de la polémica, a raíz de los
debates sobre la Reforma Constitucional. SEMANA lo entrevisto sobre este asunto
SEMANA: Los periódicos la semana pasada afirmaron que usted se oponía a que se
crearan inhabilidades para las personas vinculadas con el narcotráfico. ¿Es correcta la
afirmación?
ALBERTO SANTOFIMIO: Por proposición aprobada unánimemente en el seno de la
comisión primera del Senado, se rechazó esa versión, totalmente ajena a la verdad de
mis afirmaciones. He dicho que todo ciudadano que haya sido condenado por la comisión
de cualquier delito de los que están tipificados en nuestro estatuto penal, debe quedar
inhabilitado no sólo para ser elegido congresista, o miembro de otra corporación pública,
sino que he pedido que esa inhabilidad se extienda para poder ser elegido alcalde de
cualquier municipio de Colombia y para ocupar cualquier posición en la administración
pública. Obviamente que esa inhabilidad debe contemplar el delito de narcotráfico como el
terrorismo, el asesinato las defraudaciones en el sector financiero, porque no puede haber
delitos de buena o mala familia. A lo que me opongo es a utilizar el rumor, la conseja, el
decir o la falsa aseveración, para sustituir la seriedad de una investigación y de una
sentencia judicial.

S.: Usted se ha especializado en poner los "peros". ¿En dónde queda entonces la
disciplina de partido, que se supone está comprometido con la aprobación de la reforma?
A.S.: En una intervención inicial de más de dos horas y en otras posteriores, he precisado
mis objeciones centrales a la reforma. Los congresos ideológicos y las convenciones del
liberalismo, y el presidente Virgilio Barco en su condición de candidato, ofrecieron al país
una alternativa de cambio democrático que consistía en pasar del Estado individualista a
un Estado de perfiles sociales. De una sociedad cerrada a una sociedad abierta. Como
está la reforma, nada de esto va a ocurrir en el fondo.

5.: ¿Esta usted sugiriendo que el presidente Barco esta traicionando sus promesas
electorales?
A.S.: No las traicionó. No se las dejaron cumplir los ex presidentes de su partido, la
prensa de su partido y algunos congresistas de su partido, que se atravesaron en el
camino de la reforma audaz y de la convocatoria plebiscitaria, y lo obligaron al acuerdo
bipartidista y a la transacción y el compromiso.

5.: En síntesis, ¿cuáles son las objeciones de fondo que le hace a la reforma?
A.S.: Desde luego que un texto de más de 100 artículos obliga a una apretada síntesis de
mis reparos a la propuesta bipartidista. En primer lugar, en lo que hace a la organización
del Congreso, he sido y soy partidario de reducir el número de miembros del Parlamento,
de eliminar el régimen bicameral que no tiene en nosotros ningun tipo de justificación.
Propuse cambiar de origen y de periodo a una de las dos cámaras, eliminar los auxilios
parlamentarios y los viajes. Propuse establecer un verdadero control político y un voto de
censura sobre los funcionarios del ejecutivo. En cuanto a la organización de la justicia,
soy partidario de eliminar la cooptación y la paridad en los altos tribunales de justicia. La
paridad es vergonzosa en una organización institucional moderna, porque es exigir para
llegar a la Corte y al Consejo de Estado, no idoneidad intelectual o moral, sino carné de
liberal o conservador. Esto no sólo es una abominable politización de la justicia, sino la
exclusión de los talentos independientes no comprometidos con los partidos tradicionales.
En cuanto a la cooptación, es un procedimiento de estirpe monárquica para elegirse entre
los mismos y garantizar sus propias sucesiones a través de los amigos.
La elección popular de gobernadores, la vicepresidencia, el avance hacia la democracia
participativa y directa con el plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular, son todos
compromisos del liberalismo que no están tampoco en el proyecto. Se deja, pero de
exclusiva iniciativa del ejecutivo, la posibilidad de presentar una ley de referéndum. Lo
lógico seria que esta iniciativa la tuviera también el Congreso con una votación calificada.
Soy partidario del Tribunal o Corte de Cuentas; porque considero que esta institución
despolitizaría el control fiscal y lo. haría más técnico y eficiente. Soy partidario de que la
Procuraduría esté en manos de un partido distinto al que gobierna, siempre y cuando ese
partido esté en la oposición. No se le puede escriturar la Procuraduría al partido que le
sigue en votos al del presidente, porque entonces la fiscalización que se busca podría no
operar con limpieza, porque ese partido tendría el derecho constitucional a la
Procuraduria y la alternativa política de estar también en el gobierno. Soy partidario desde
hace muchos años, de la abolición del famoso parágrafo del artículo 120, y de la reforma
a fondo del 121. Para el 121 tengo una fórmula distinta de la del acuerdo, con más
injerencia del Congreso en los estados de excepción.

TURBAY

La reforma constitucional de Turbay

Durante el gobierno de Julio César Turbay, entre 1978 y 1982, a imagen y


semejanza de la miniconstituyente de López, se tramitó en el Congreso un acto
legislativo para promover reformas a la justicia y otras modificaciones a la Carta
Política. El lunes 2 de noviembre de 1981, con ponencia del magistrado Fernando
Restrepo Uribe, la Corte Suprema de Justicia lo declaró inexequible.

En esencia, la Corte concluyó que el Congreso violó el derecho de las minorías,


al marginarlas de importantes decisiones en las cuales tenía opción legal a
participar. Además, existió una indebida acumulación de proyectos sin acatar el
reglamento interno del Poder Legislativo. De paso, la Corte se apartó de un
intento del Gobierno para cambiar las reglas de juego del Tribunal.

Como se esperaba, la decisión de la Corte causó un remezón político. Los


opositores declararon su conformidad con el fallo, pero el Gobierno, a
regañadientes, resaltó su voluntad de acatarlo sin compartirlo. Y no desaprovechó
el momento para recordarle a la Corte que otra vez se había atravesado a una
reforma de la Carta, como en la historia había sucedido con otras ideas
bloqueadas.

VIRGILIO BARCO

Esquema gobierno-oposición Una de las decisiones más polémicas y criticadas del


presidente Barco fue la adopción del esquema de gobierno de partido, con la cual rompió
con una tradición de 28 años de repartición equitativa de la responsabilidad del poder entre
las dos colectividades tradicionales.

Al posesionarse, Barco le puso fin al Frente Nacional, al designar solamente ministros


liberales, lo que originó una aguda polémica con el Directorio Nacional Conservador, que
no estaba preparado para ejercer la oposición y lo acusó de pretender imponer una
hegemonía de partido.

La generación que impulsó El gobierno de Virgilio Barco se caracterizó por el surgimiento


de nuevas figuras en el escenario público colombiano, alejadas en su mayoría de la clase
política tradicional y de los círculos de poder y con una sólida formación académica.

Entre las nuevas figuras que surgieron durante la administración Barco sobresalió su
sucesor, César Gaviria Trujillo, quien completó su obra en dos temas concretos: la apertura
económica y la Asamblea Nacional Constituyente.

Destacado primero como ministro de Hacienda y luego en Gobierno, Gaviria afrontó


durante los viajes internacionales del presidente Barco algunos de los momentos más
difíciles del terrorismo.

Del grupo de nuevas figuras surgidas en este período se cuentan Rafael Pardo Rueda, quien
se desempeñó como consejero en el proceso de paz y director del Plan de Rehabilitación y
quien luego sería, en la administración Gaviria, el primer ministro de Defensa Civil;
Ricardo Santamaría, quien fue asesor de la Consejería de Paz; María Mercedes Cuéllar de
Martínez, el rostro de la apertura en el gobierno Barco y Manuel José Cepeda, asesor
constitucional y, posteriormente, con Gaviria, consejero en la Asamblea Constituyente.

Otras figuras que se consolidaron en este período fueron Juan Martín Caicedo, quien fue
ministro de Trabajo de Barco y luego, alcalde de Bogotá; Enrique Peñalosa Londoño,
secretario económico durante su gobierno y hoy precandidato a la alcaldía de la capital;
Gabriel Silva, quien actuó como consejero internacional; José Noé Ríos, entonces
viceministro de Gobierno, y Eduardo Diaz, ministro de salud; Horacio Serpa, primer
Procurador General de la Nación y Alfonso Gómez Méndez, nombrado jefe del Ministerio
Público.

El alcalde que le cambió la cara a Bogotá En noviembre 1966, el ingeniero Virgilio Barco
Vargas fue designado como alcalde mayor de Bogotá por el presidente Carlos Lleras
Restrepo.

Durante los dos años que estuvo al frente de la administración capitalina, adelantó algunas
de las obras que orientarían su futuro desarrollo para los siguientes 20 años.

La llegada del Papa Pablo VI a Colombia durante su período como alcalde obligó a la
administración de la capital a construir numerosas obras.

Lleras lo escogió por la necesidad de contar con un rápido ejecutor de obras, como lo era
Barco. El más indicado porque como ministro de Obras Públicas en 1954 había construido
en 18 meses 300 kilómetros del ferrocarril del Atlántico.

Durante los meses previos a la llegada del Papa, los potreros del occidente de la capital,
correspondientes a la hacienda El Salitre, fueron adecuados como grandes parques de
recreación y nuevos barrios populares.
Para facilitar el acceso se construyó la Avenida 68 y la Calle 100, vías que enmarcaron la
ciudad y permitieron recorrerla de norte a sur sin necesidad de atravesar el centro.

Con el eje de las nuevas vías surgieron nuevos polos de desarrollo de la ciudad.

Acuerdos de paz con el M-19 El gobierno del presidente Barco pasará a la historia como el
que logró el hasta ahora proceso de paz más exitoso con un grupo guerrillero: el
Movimiento M-19 de Abril, surgido en 1970.

Este proceso se remonta a abril de 1988, cuando esta organización secuestró a Alvaro
Gómez. El septiembre de ese año, Barco lanzó su iniciativa para la paz , que fue acogida
por el comandante de esta organización, Carlos Pizarro.

Bajo el lema de pulso firme y mano tendida , Barco logró que el M-19 firmara el 10 de
enero de 1989 la primera declaración conjunta, que posteriormente se convirtió en un
acuerdo de tregua. Rafael Pardo Rueda adelantó la negoción con Carlos Pizarro en las
montañas del Cauca.

Concluida esta etapa, el 9 de marzo de 1990, el comandante Pizarro, en traje de campaña,


se desplazó en helicóptero a la Casa de Nariño para firmar la paz con el presidente Virgilio
Barco, en presencia del gabinete, los voceros de los partidos y la Iglesia.

La lucha contra el narcotráfico En 1979, el entonces embajador de Colombia en Estados


Unidos, Virgilio Barco, firmó el tratado de extradición en nombre del gobierno
colombiano. Aunque el tratado fue ratificado en 1980, esta figura sólo se comenzó a aplicar
en mayo de 1985, a raíz de la muerte de Rodrigo Lara Bonilla.
Al iniciar su administración, en 1986, Barco retomó este instrumento para combatir los
carteles de la droga, pero hasta diciembre de ese año, cuando la Corte Suprema tumbó el
tratado por vicios de forma. El recrudecimiento del narcoterrorismo llevó al Gobierno a
buscar alternativas para la reanudación de la extradición. El 18 de agosto de 1989, horas
después de la muerte de Luis Carlos Galán, Barco inició el procedimiento de la extradición
por vía administrativa de los hermanos Ochoa, Rodríguez y Pablo Escobar.

Al presidente Barco le correspondió afrontar algunos de los momentos más críticos de la


guerra contra el narcotráfico, entre 1988 y 1990. La persecución a Pablo Escobar y a
Gonzalo Rodríguez Gacha dejó una larga estela de muerte y dolor. El atentado contra el
avión de Avianca, más de 30 explosiones con carrosbomba en las principales calles de
Bogotá y Medellín, la muerte de los candidatos presidenciales Carlos Pizarro, Bernardo
Jaramillo y Luis Carlos Galán, el asesinato del entonces procurador Carlos Mauro Hoyos y
el secuestro del candidato a la Alcaldía de Bogotá Andrés Pastrana y cerca de dos mil
policías asesinados fueron algunos de los capítulos más sangrientos de esta guerra.

En esa lucha frontal contra Barco, se le criticó fuertemente las negociaciones de


funcionarios de su gobierno con el Cartel de Medellín, para lograr la liberación de Diego,
hijo de Germán Montoya, entonces secretario general de la Presidencia y el hombre
considerado el poder detrás del trono .

Impulso a la Constituyente Virgilio Barco puede ser considerado como el padre de la


Asamblea Nacional Constituyente, que comenzó a gestarse en las postrimerías de su
administración.

Sin embargo, nunca quiso figurar como su impulsor y permitió que el protagonismo se lo
llevaran otros, como los jóvenes de la primera papeleta.
Soy su coequipero , les dijo Barco en alguna ocasión, según recordaron algunos de ellos,
como Pedro Viveros y Oscar Ortiz.

Los inicios de la Constituyente se remontan a diciembre de 1989, cuando se hundió el


proyecto de reforma constitucional en el Congreso. En la primera semana de febrero, un
grupo de estudiantes de las universidades del Rosario, Javeriana y Andes, entre otras,
planteó al presidente Barco la idea de la séptima papeleta. El 10 de marzo, en la noche,
durante una alocución televisada, Barco anunció su respaldo a la papeleta. Tres días
después, durante las elecciones al Congreso, se contabilizaron 2 millones de votos en favor
de la constituyente. El 3 de mayo el presidente expidió el decreto 1926 de estado de sitio
para permitir la convocatoria oficial de la Asamblea. El presidente Barco, con ayuda de los
estudiantes, logró el compromiso de los candidatos presidenciales en favor de la propuesta.
Una sentencia de la Corte del 24 de mayo, avaló el tarjetón por la Constituyente. El 27 de
mayo, César Gaviria, fue elegido presidente, con el compromiso de seguir adelante con el
proceso.

El camino hacia la apertura económica Los primeros pasos de la apertura económica fueron
dados durante el Gobierno de Virgilio Barco.

A finales de 1989, y a pesar de la crisis en que se debatía el país por culpa de la guerra
contra el narcoterrorismo y las amenazas de Los Extraditables , Barco inició su política de
internacionalización de la economía, que sería desarrollada a plenitud por su sucesor, César
Gaviria Trujillo.

Hasta el gobierno de Barco, los productos extranjeros estaban fuertemente gravados y


muchos de ellos no podían ingresar al país. Los mecanismos de importación de los pocos
productos que podían ingresar eran muy engorrosos.
El apoyo de la comunidad internacional en su política contra los narcotraficantes fue una de
las causas por las cuales Barco pudo comenzar la adopción del modelo de la apertura.
Barco vio en las preferencias arancelarias y las ventajas comerciales que se le comenzaron
a dar a Colombia, tanto en Colombia como en Estados Unidos, una oportunidad para poder
llevar los productos colombianos a nuevos mercados internacionales.

Dos años atrás, el Fondo Monetario Internacional, entre otras instituciones, había
recomendado un cambio en el modelo económico porque comenzaban a surgir señales se
estancamiento en el crecimiento.

Durante dos años, la actual codirectora del Banco de la República, María Mercedes Cuéllar,
fue la encargada de diseñar el nuevo modelo, primero como directora de Planeación y
luego, como ministra de Desarrollo.

A finales de 1989, Barco firmó el decreto de liberación de los primeros dos mil productos,
medida en su momento criticada por los productores nacionales que no estaban preparados
para asimilar la competencia.

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