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Cuicuilco

ISSN: 1405-7778
revistacuicuilco@yahoo.com
Escuela Nacional de Antropología e Historia
México

Castillo Bernal, Stephen


Reseña de "The political landscape. constellations of authority in early complex polities" de Adam
Smith
Cuicuilco, vol. 12, núm. 34, mayo-agosto, 2005, pp. 249-255
Escuela Nacional de Antropología e Historia
Distrito Federal, México

Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35103412

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ADAM SMITH,
THE POLITICAL LANDSCAPE. CONSTELLATIONS
OF AUTHORITY IN EARLY COMPLEX POLITIES,
CALIFORNIA, UNIVERSITY OF CALIFORNIA PRESS,
2003
Stephen Castillo Bernal
Escuela Nacional de Antropología e Historia

GENERALIDADES DE LA OBRA
El trabajo de Smith sobre el paisaje político, más que constituirse como un nuevo
recetario conceptual sobre los estadios evolutivos de las sociedades concretas, se
convierte en una crítica al absolutismo espacial y al reduccionismo explicatorio
de cómo se conforman y mantienen las entidades políticas complejas. De hecho,
uno de los puntos medulares del análisis del referido autor es la cuestión de que
las construcciones teóricas-hipotéticas derivadas de los pensamientos evolucio-
nistas clásicos y neoevolucionistas, apuestan a la linealidad evolutiva, acusando
un determinismo monocausal, y buscan abarcar a todas las manifestaciones de
lo social en estadios generales de evolución.
Sin embargo, si partimos del supuesto evolucionista de que todas las sociedades
humanas transitan por similares mecanismos de evolución (desde sociedades tri-
bales, jefaturas y estados), estaríamos, de manera implícita, negando la diversidad
cultural y la variabilidad regional, como lo señala puntualmente Smith. Por tal
motivo, el autor de la obra aquí reseñada, hace la aclaración de que antes de que
cada investigador abrace construcciones generales para “encasillar” a las diferentes
formaciones sociales, es necesario entender la génesis particular de dicho desarrollo
social. En pocas palabras, es menester de la praxis arqueológica estudiar la singula-
ridad de cada sociedad concreta. Vale la pena señalar que Smith parece no rechazar
tajantemente las propuestas teóricas generales, ya que sus conceptos sobre la ma-
nifestación fenomenológica del paisaje político se aplican de una u otra manera en
diferentes sociedades humanas. Claro está que, al igual que nosotros, concibe que
para obtener un conocimiento fidedigno o interpretación de una formación social
acaecida en el tiempo, es indispensable entender parte de sus calidades singulares

volumen 12, número 34, mayo-agosto, 2005, México, ISSN 1405-7778.


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estructurales, para poder comparar dicha manifestación con otras sociedades a


partir de modelos hipotéticos generales. Finalmente, cuando alguno de los plan-
teamientos generales no lleguen a concordar con las manifestaciones empíricas, la
única alternativa es replantear el modelo para no forzar los datos y las potenciales
explicaciones. En pocas palabras, debemos adoptar modelos generales que tomen
en consideración los detalles particulares, lo cual se logrará cuando dichas cons-
trucciones analíticas se tornen más flexibles y abiertas a la crítica.
Antes de hablar sobre el paisaje político, consideramos relevante argumentar
que Smith adopta una postura holista, en el sentido de que entiende a la sociedad
como un conjunto de instituciones, agentes y actividades íntimamente relaciona-
das. Con esta perspectiva catalogaremos la concepción del referido autor como
holista-estructural, ya que entiende a la sociedad como una totalidad concreta
donde cada una de sus partes se encuentran concatenadas e imprimen movimiento
al desarrollo natural de la sociedad. Esta concepción ontológica del autor permite
que sus estudios de caso y su propuesta teórica para el entendimiento del espacio
y paisaje político cobren fuerza y coherencia. Decimos esto en virtud de que, si
partimos de la idea de que la sociedad es una totalidad concreta,1 los componentes
de cada paisaje político2 tendrán incidencia directa en la conformación, el mante-
nimiento o la decadencia de cada formación social compleja.

DISECCIONANDO EL PAISAJE POLÍTICO


Los paisajes políticos no son otra cosa que una construcción social que evoca
espacios, lugares y representaciones, donde las representaciones materiales de
los espacios políticos deben su génesis a los deseos, metas y ambiciones de los
regímenes. La reproducción de los paisajes políticos se lleva a cabo mediante la
práctica cotidiana social, interviniendo aspectos económicos, políticos, ideológicos
y de autoridad. Por otro lado, cuando una formación social llega a cambiar a lo
largo del tiempo, su paisaje político, irreductiblemente, será modificado. Enten-
demos entonces que un paisaje político integra diferentes espacios, los cuales
representan un segmento de la vida social y donde se llevan a cabo un conjunto
de actividades entre las que podemos mencionar las productivas,3 políticas,
ideológicas y jurídicas, por sólo citar unas cuantas. Para la correcta disección

1
Bajo la semántica conceptual de Kosik [1966].
2
Los componentes del paisaje político, según Smith, son la experiencia espacial, la percepción
espacial y el espacio imaginado. Estas construcciones se encuentran íntimamente vinculadas
con la política y se constituyen como una totalidad que moldea los rumbos de las diferentes
políticas sociales.
3
Aunque dichas actividades no son abordadas fuertemente en la obra del autor aquí aludido.
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de un espacio (y por consiguiente de un paisaje político), es indispensable que


las significaciones de los espacios sean construidos a partir de la vida cotidiana,
tanto civil como política.
Como se puede apreciar, bajo esta premisa Smith se pronuncia en pro de las
construcciones particulares de cada paisaje político. Esta visión fue olvidada por
los teóricos evolucionistas, ya que con la concepción de los grandes procesos ge-
nerales de desarrollo se privilegió el tiempo, más no el espacio. De esta manera,
concebir rígidamente a las sociedades pretéritas como “evidencias” de los estadios
sociales lineales, trajo como consecuencia que el objetivo de las investigaciones
efectuadas desde este punto de vista se convirtiera en una labor meramente clasi-
ficatoria, no explicatoria. Se encasillaba a las sociedades en categorías evolutivas
previas sin preguntarse cómo se estructuró dicha manifestación de lo social, esto
es, cómo se desarrolló la vida cotidiana y política de cierta entidad compleja.
Siguiendo este razonamiento y crítica, Smith llega a la conclusión de que la
gran mayoría de las investigaciones orientadas bajo el sello evolucionista se centran
en la detección de los determinantes del progreso humano (dado que los cambios
de estadios evolutivos se debían a los progresos en las condiciones materiales de
existencia), aunado a que la teoría evolucionista se conforma como una construcción
del tiempo, de la forma y de la dirección de la historia, no de las particularidades de
cada sociedad concreta. Una teoría que parta de los supuestos que venimos men-
cionando no tomará en consideración los lugares y paisajes políticos, ya que todas
las sociedades transitarán por los mismos estadios evolutivos, independientemente
de las calidades ambientales en las que se desarrollen y de las prácticas políticas
que desarrollen, ya que los avances cualitativos están condicionados por los avan-
4
ces tecnológicos o la integración política —como apuntara Elman Service — que,
aunque con variaciones, llevará siempre al estadio evolutivo previsto.
Todas estas críticas pronunciadas por Smith le llevan a designar a estas concep-
ciones teóricas sobre las manifestaciones de lo social como un absolutismo espacial.
En este caso lo único que cuenta en la interpretación arqueológica, sociológica
o histórica es la descripción del tiempo y las calidades generales, no el espacio
particular ni los paisajes políticos, por lo que se elimina la variabilidad espacial y
social, además de privilegiarse las configuraciones morfológicas y clasificatorias
de las sociedades humanas, incluyendo las abundantes propuestas para la carac-
terización del estado y las sociedades complejas, las que también se han dedicado

4
A pesar de que Service [1975] utilizó parámetros políticos para explicar el desarrollo de las
sociedades a través del tiempo, su construcción hipotética es sumamente unilineal, ya que
no concibe los saltos cualitativos, sino más bien que toda sociedad, para alcanzar el Estado,
debe transitar forzosamente por el cacicazgo.
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más a caracterizar mediante “etiquetas” que a explicar su génesis y procesos de


mantenimiento, con excepción, quizá, de la antropología política.
De hecho, el mismo Smith concibe al estado como una concatenación orga-
nizada de espacios que, históricamente, ha sido definido más en su generalidad
que en su particularidad. El paisaje político de Smith se constituye, bajo nuestro
punto de vista, como una alternativa conceptual no tan rígida que nos puede
permitir acceder a las peculiaridades políticas bajo las cuales se estructuraron
las diversas manifestaciones de lo social de grupos pretéritos, claro está que bajo
un tinte falsacionista,5 en el que los planteamientos que no concuerden con la
realidad deberán replantearse.
Siguiendo este argumento, Smith concibe que las sociedades complejas se
estructuran a partir de geopolítica, política, regímenes e instituciones, las mismas
que se construyen y mantienen a partir de diferentes paisajes políticos y espacios
determinados de actividades. En este sentido el referido autor comenta que para
entender cada uno de estos elementos es necesario entender el paisaje político
de cada uno de estos ramos.

ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DEL PAISAJE POLÍTICO


Tres elementos configuran un paisaje político: experiencia espacial, percepción
espacial y espacio imaginado. La experiencia se refiere a la experiencia sensible
y emotiva (es decir, cómo afecta la realidad a determinado individuo en el seno
de una sociedad) creada con la estructuración de un espacio social determinado
entre los dirigentes y la gente común. El tópico de la percepción está referido a la
interacción social entre agentes sociales y un espacio definido; en pocas palabras,
se refiere a las construcciones de obediencia, respeto y legitimación establecidas
entre los habitantes de un espacio social dado a partir de la interacción entre
ciudadanos y estructuras de poder. Finalmente la imaginación engloba los me-
canismos ideológicos que conforman los paisajes políticos (legitimación divina
del poder que recae en los gobernantes, por ejemplo).
No es nuestra intención elaborar un resumen exhaustivo de la obra de Smith
ni de las problemáticas explicitadas en cada uno de los siete capítulos del libro.
Debemos apuntar que los estudios de caso, tanto de entidades políticas mayas
como de Mesopotamia y breves ejemplos del Egipto faraónico, permiten vis-
lumbrar los alcances de un enfoque donde la totalidad de las relaciones políticas
puede rastrearse a partir de la disección de los paisajes políticos.

5
Véase el trabajo de Lakatos [1983] para una explicitación más amplia del término.
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Por ejemplo, las nociones de experiencia entre los pobladores del reino de
Urartu en torno de la construcción de los centros urbanos fueron devastadoras.
Grandes poblaciones de los antiguos regímenes fueron trasladadas a otras regiones
o arrasadas violentamente, además de que hasta los cimientos de construcciones
previas al reino de Urartu fueron removidos para que posteriormente volvieran
a cimentar los nuevos dueños del espacio político y construyeran unidades ar-
quitectónicas. Todo esto provocó un halo de respeto y experiencia en los pobla-
dores, trayendo como consecuencia que los mismos integrantes de esta sociedad
concreta supusieran que “desde un inicio” la tierra sobre la que el centro urbano
está asentado había sido destinada a la población de Urartu. Y qué decir de las
representaciones en estelas del gobernante de esta misma sociedad, donde se
refuerza la imagen del rey como gran constructor y edificador de la sociedad
urbana, manteniendo el refuerzo de la jerarquía social. En este caso tenemos un
ejemplo de cómo un gobernante construye un paisaje político, donde se denota
la majestuosidad del soberano y al cual se le debe pleitesía.
La ideología también se puede manifestar en representaciones arquitectónicas
(además de las estelas), como es el caso de la percepción de dominación y sojuz-
gación entre los mayas del Clásico,6 donde se perciben emplazamientos de menor
jerarquía que otros, mientras que los más potentes tienen la posibilidad de configurar
monumentales edificios arquitectónicos que refuerzan su posición social geopolítica.
Similar a lo anterior es la conformación política del reino de Urartu a partir de la
percepción del paisaje y la edificación de fortalezas en sitios elevados.
Otro caso donde se aplican los elementos del paisaje político es Mesopota-
mia, donde a partir del mecanismo de imaginación se exploran algunos relieves
donde se muestran gobernantes vinculados directamente con dioses, reforzando
la ideología de dominación y de mantenimiento de jerarquías y clases sociales.
Por otro lado, en el mismo caso concreto, se revisan otros relieves que muestran
la preponderancia y coherencia de las ciudades, ya que en los relieves de algu-
nos palacios se representan gobernantes y ciudades tributarias. Todo lo anterior
refleja ideológicamente relaciones sociopolíticas y la legalidad de los regímenes.
De esta manera, siguiendo con otro de los estudios de caso del libro de Smith, la
iconografía y textos de Mesopotamia produjeron el paisaje urbano de la región,
justificando la coherencia, política y jerarquía de las ciudades en cuestión.

6
Otro ejemplo ideológico del espacio imaginado apuntado por Smith, es para el caso de la
estela de Seibal, donde se asocia al gobernante maya con los dioses patrones y creadores del
mundo, cuando en realidad las representaciones ideológicas de legitimidad no concuerdan
muchas veces con la realidad, aunque sirven como mecanismos muy fuertes de coerción social
y de aceptación del orden del paisaje político.
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Finalmente, Smith aborda el caso de las instituciones políticas, las mismas que
pueden ser asociadas por los arqueólogos con las construcciones arquitectónicas,
como templo y palacio. No obstante, en ocasiones dichas asociaciones pueden ser
ajenas a la realidad pretérita, aunque las funciones teóricamente definidas pue-
den ser los indicadores de diferentes instituciones políticas, por ejemplo, accesos
arquitectónicos restringidos (actividad que puede remitir a burocracia). Una vez
más, los documentos escritos vuelven a ser parte fundamental en su análisis de
paisaje político.

OBSERVACIONES FINALES
Creemos que la principal contribución de Smith al estudio de las formaciones sociales
complejas es que no debemos reducir el campo de explicación del desarrollo social.
Quizá en este sentido el referido autor termina utilizando el término entidad política
compleja para referirse a diferentes sociedades con estratificación y, desde nuestro punto
de vista, aunque dicho término no distinguiría teóricamente entre un cacicazgo y un
estado, la caracterización socioevolutiva no depende de un concepto abstracto y rígido,
sino del estudio de la mayor parte de una totalidad social. No basta etiquetar a las
sociedades, sino explicar su funcionamiento interno. En este sentido la propuesta
de paisaje político cobra relevancia, ya que abre un campo de explicación de las
singularidades políticas construidas en una sociedad pretérita. Asimismo, los es-
tudios regionales de superficie, como los modelos de polígonos o del vecino más
cercano, no cobrarán relevancia ni ofrecerán elementos para sustentar inferencias
si no toman en cuenta el espacio en que se desenvolvió cada entidad política. El
ejemplo expuesto en las erróneas construcciones de redes de interacción entre los
mayas del Clásico ilustra esta crítica, donde se asignan arbitrariamente los límites
de cada “ciudad-estado”, así como la esfera directa de interacción entre cada una de
ellas. Por otro lado, una crítica final a este planteamiento radica en que los estudios
regionales de esta naturaleza no son capaces de denotar la jerarquía política entre
diferentes emplazamientos mayas, además de que conciben al espacio como una
entidad estática, inamovible y homeostática.
Una de las posibles objeciones sería que la totalidad de sus estudios de caso
poseen una marcada ventaja: cuentan con documentos escritos. Claro está que no
negamos la capacidad de elaborar hipótesis plausibles de emplazamientos antiguos
que carezcan de documentos escritos (o sin descifrar aún), pero concebimos que el
análisis hubiera sido mucho más rico si el autor hubiera incluido en su tesis un caso
de esta naturaleza. No obstante, disponer de documentos escritos permite acceder
de manera más directa (aunque sabemos que los documentos escritos tergiversan
la realidad de acuerdo con el autor y contexto social desde el cual éste la redacte) a
las singularidades de la política y el espacio de acción de la misma.
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Utilizando mecanismos de análisis teóricos como el de totalidades de paisajes


políticos, combinados con otros modelos teóricos de caracterización de sociedades,
podremos acercarnos de mejor manera al ignoto campo de las sociedades comple-
jas tempranas, ya que como termina diciendo el mismo autor en la parte final de
su obra, la política no se trata solamente de territorio, urbanismo o arquitectura.
Se trata de la producción y reproducción de la autoridad, aunque el territorio y
el urbanismo se encuentran contenidos en el paisaje. Esa visión fresca concibe a
la sociedad como una totalidad concreta donde intervienen diferentes niveles de
acción de la praxis económica, política, ideológica y social. Finalmente avanza-
mos el argumento de que el autor mezcla a la perfección los aspectos simbólicos
con mecanismos políticos y sociales, imprimiéndole a su propuesta la acción de
la agencia humana, así como de la relevancia de los aspectos simbólicos en la
configuración y el mantenimiento de los paisajes políticos.

BIBLIOGRAFÍA

Kosik, Karel
1966 Dialéctica de lo concreto, México, Grijalbo.
Lakatos, Imre
1983 La metodología de los programas de investigación científica, Madrid, Alianza Editorial.
Service, Elman
1975 Origins of State and Civilization, Nueva York, Norton.

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