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Iban a golpear las manos y pa concluir su misión

LA LEYENDA por lo que el viejo decía, cuando los vio difuntos,


DEL HORCON pero una lágrima fría
les detuvo a los paisanos.
los enterró a los dos juntos
allá donde está ese horcón.
“Hay sentimientos humanos En la estancia se sabía
Llovía torrencialmente, -dijo el viejo conmovido- que la ingrata lo engañaba,
y en la estancia del Horcón, que los años con su ruido pero a él naide le contaba
como adornando el fogón, no borran de mi memoria, la disgracia en que vivía;
estaba toda la gente. y este cuento es una historia por eso la Polecía
Dijo un viejo de repente: que pa mi no tiene olvido. no hizo caso mayormente,
“Les voy a contar un cuento. Allá en mis años de mozo, pues dijeron: “La inocente
Aura que el agua y el viento y perdonen la distancia, se jue con su gavilán…,
traían a la memoria mía sucedió que en esta estancia y en cambio, los dos están
cosas que naide sabía hubo un crimen misterioso. descansando eternamente.”
y que yo diré al momento. En un alazán precioso -¡Ahijuna!-gritó un paisano-,
Tal vez tenga que luchar llegó aquí un desconocido, si es así lo que habla el viejo,
con más de un inconveniente mozo lido, muy cumplido, ¡ése era un macho, canejo!
pa que resista la mente que al hablar con el patrón ¡Yo le besana la mano!…
el cuento sin lagrimear, quedó en la estancia de pión, -Yo soy-le gritó el anciano-,
pero Dios, que supo dar siendo dispués muy querido. ¡Venga, m’hijo, bésame!…
paciencia a mi corazón, Al poco tiempo nomás Yo fui, m’hijo, el que maté
tal vez venga esta ocasión el amor le picotió, a tu madre disgraciada,
a alumbrar con su reflejo y el mocito se casó porque en la cama abrazada
el alma del gaucho viejo con la hija del capataz; con otro hombre la encontré.
que ya le espera el cajón. todo marchaba al compás -Hizo bien, tata querido
No se asusten si mi cuento de la dicha y del amor, -gritó el hijo sin encono-;
les recuerda en este día y pa grandeza mayor, venga, viejo lo perdono
algo que ya no podía dios le mandó con cariño, por lo que tanto ha sufrido;
ocultar mi sentimiento. un blanco y hermoso niño por aura, tata, le pido
Vuelquen todos un momento más bonito que una flor. que no la maldiga más,
la memoria en la pasao, Iban pasando los años que si jue mala y audaz,
que allí verán retratao, muy felices en su choza: por mí, perdónala, padre,
con tuitos sus pormenores, ella, alegre y güena moza; que una madre siempre es
una tragedia de amores él, fuerte y sin desengaños. madre.
que el silencio ha sepultao. Pero misterios extraños ¡Déjala que duerma en paz!…
Hay cosas que yo no puedo llegaron… y la traición Los dos hombres se abrazaron
detallar como es debido: deshizo del mocetón como nunca lo habían hecho;
unas, porque se han perdido sus más queridos anhelos, juntando pecho con pecho,
y otras, porque tengo miedo; y el fantasma de los celos como dos niños lloraron;
pero ya que en el enriedo se clavó en su corazón. padre e hijo se besaron,
los metí, pido atención, Aguantó el hombre callao pero con tal sentimiento,
que, si la imaginación hasta dar con la evidencia, que el humano pensamiento
me ayuda en este momento, y un día fingió una ausencia no pudo pintar ahora
conocerán por mi cuento que jamás había pensao. la escena conmovedora
LA LEYENDA DEL HORCÓN Dijo que tenía un ganao de aquel trágico momento.
Alcancenmén un amargo que llevar pa la tablada, Los ojos de aquella gente
pa que suavise mi pecho, que era una güena bolada con el llanto se inundaron,
que voy a dentrar derecho pa ganarse algunos pesos, y todos mudos quedaron
al asunto, porque es largo; y así entre risas y besos, bajo un silencio imponente;
haré juerza, sin embargo, se despidió de su amada. volvió a decir nuevamente:
llegar hasta el final, A la una de la mañana -Allí están, en el horcón.
y si atiende cada cual del otro día justamente, Y poniendo el corazón
con espíritu sereno, llegó el hombre de repente el anciano en lo que dijo,
verán como un hombre güeno convertido en fiera humana; le pidió perdón al hijo
llegó a hacerse criminal. de un golpe hechó la ventana y el hijo le pidió perdón.
Setenta años quién diría a el suelo en mil pedazos,
que vivo aquí en estos pagos, y avanzando a grandes pasos,
sin conocer más halagos ciego de rabia y dolor,
que la gran tristeza mía; vio que su único amor
setenta años no es un día, descansaba en otros brazos.
pueden tenerlo por cierto, Como un sordo movimiento
pues si mis dichas han muerto, en seguida se sintió;
aura tengo la virtud después un cuerpo cayó,
de ser pa esta juventud y otro cuerpo en el momento;
lo mesmo que un libro abierto.” ni un quejido ni un lamento
salió de la habitación;

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