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Título: La registración del fideicomiso


Autor: Molina Sandoval, Carlos A.
Publicado en: LA LEY 28/03/2016, 28/03/2016, 1 - LA LEY2016-B, 905
Cita Online: AR/DOC/870/2016
Sumario: I. Introducción.— II. Norma del Código Civil y Comercial.— III. Registro Público.— IV. Registro
único de fideicomiso.— V. Fideicomiso financiero.— VI. Fideicomisos constituidos en el extranjero.— VII.
Fideicomiso de acciones.— VIII. Falta de reglamentación de la registración.— IX. Registración dominial versus
contractual.— X. Dominio fiduciario.— XI. Fiduciario.— XII. Efectos de la falta de registración del contrato.—
XIII. Alcance de la registración.— XIV. Cesación del fiduciario.— XV. Elementos del contrato.— XVI. Bienes
fideicomitidos y posiciones contractuales.— XVII. Contabilidad.— XVIII. Proceso concursal.— XIX.
Liquidación judicial.— XX. Extinción del fideicomiso.— XXI. Tipos de fideicomiso.— XXII. Competencia
territorial.— XXIII. Fideicomisos que involucren bienes registrables.— XXIV. Aceptación del beneficiario.—
XXV. Objeto fiduciario.
La regulación de la registración del contrato de fideicomiso en el Cód. Civ. y Com. es insuficiente e
incorrecta. No quedan claros los alcances, límites y efectos de la publicidad registral de un acto jurídico
que tiene una especial dinámica negocial. La actual regulación deja más dudas que certezas y ello deriva
en una menor seguridad jurídica exigida para estos actos. Se impone como necesaria una modificación del
texto legal que permita su adaptación al sistema jurídico general y que regule los efectos de la inscripción
del contrato de fideicomiso —o de su falta de registración—.
I. Introducción
El fideicomiso, si bien conlleva la administración de un patrimonio de afectación que puede desarrollar
actividades y vincularse con terceros, no tiene personalidad jurídica (1). La falta de personalidad jurídica no
impide que el fiduciario celebre actos jurídicos por cuenta y orden del patrimonio fideicomitido. La delimitación
de estos actos que se asignan al fideicomiso tiene centro de gravedad en el contrato, sólo en la medida que sean
realizados por el fiduciario con relación a los bienes del fideicomiso (o de su dinámica patrimonial). En la
medida que el contrato sea la herramienta de limitación (o imputación) (2) de tales actos resulta necesario que
los terceros tengan la facultad de conocer sus alcances (3).
La personalidad fiscal no importa aceptar la personalidad jurídica, más allá que a los efectos fiscales es un
sujeto de derecho al cual se le imputan derechos y obligaciones. El fiduciario debe cumplirlos por cuenta y
orden del patrimonio fideicomitido, el cual tiene una inscripción fiscal que permite identificar que operaciones
económicas con relevancia tributaria se adjudican al patrimonio. Existe una contradicción normativa carente de
lógica: un mismo ordenamiento no puede aceptar y negar al mismo tiene la personalidad jurídica. Se han
aducido ventajas administrativas y organizaciones en la recaudación e imputación de los tributos, pero estas no
son suficientes para romper con las bases dogmáticas de la teoría general de la persona jurídica. La personalidad
jurídica no es un atributo que pueda presentarse de manera fragmentada.
La registración del contrato de fideicomiso no soluciona estos problemas. Más aún en el marco de una
regulación claramente insuficiente e inadecuada para los fines que busca tutelar. Paralelamente, existen muchos
interrogantes que no han sido suficientemente analizados en el nuevo sistema de registración del fideicomiso y
que requieren de urgente atención. La incorporación insuficiente prevista en el Código Civil y Comercial se
proyecta casi reflejamente en serios errores en las regulaciones provinciales y/o federales que procuraron la
reglamentación de esta exigencia.
II. Norma del Código Civil y Comercial
El nuevo Código impone la registración del contrato de fideicomiso en un registro sin brindar mayores
especificaciones. No existe una regulación integral o, al menos, completa, de la inscripción del contrato de
fideicomiso. Tampoco menciona los efectos por la falta de inscripción. Simplemente, de manera tangencial, el
art. 1669, CCyC, señala que el contrato, que debe inscribirse en el Registro Público que corresponda, puede
celebrarse por instrumento público o privado.
La regulación es insuficiente e incorrecta. No quedan claro los alcances, límites y efectos de la publicidad
registral de un acto jurídico (contrato) que tiene una especial dinámica negocial. Se trató de una incorporación
que no existía en el anteproyecto del Código Civil y Comercial (4), pero que había sido requerida por la doctrina
(5). La actual regulación deja más dudas que certezas y ello deriva en una menor seguridad jurídica exigida para
estos actos. Se impone como necesaria una modificación del texto legal que permita su adaptación al sistema
jurídico general y que regule los efectos de la inscripción del contrato de fideicomiso (o de su falta de
registración).

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Pese a ser un país federal, las normativas provinciales no son adecuadas en términos constitucionales para
poder suplir las fallas que exhibe la norma en cuestión. Probablemente suplirán muchas de las lagunas (rectius:
vacío) legales, pero podría generarse un problema de gravedad institucional, porque un mismo fideicomiso (acto
jurídico) podría tener diversas regulaciones y efectos jurídicos en orden a sus alcances y condiciones de
oponibilidad. No se pone en duda la autonomía provincial (o incluso de la Ciudad de Buenos Aires) en
reglamentar la oficina administrativa (o, incluso, judicial) de registración del contrato de fideicomiso o sus
condiciones formales y procesales. Incluso el trámite específico y su costo.
Pero dicha normativa no puede avanzar sobre elementos que tengan una proyección sobre los efectos
jurídicos de la registración y demás cuestiones registrales, no ya del contrato en sí sino de modificaciones,
enmiendas, reglamentaciones y sustituciones. Un ejemplo reglamentario no exento de críticas se puede analizar
en los arts. 284 y ss., Resolución 7/2015, los que fueron modificados por la Resolución 6/2016 (6), de la
Inspección General de Justicia.
III. Registro Público
El Código Civil y Comercial no derogó expresamente el Registro Público de Comercio. Pero el art. 5, LGS,
sólo alude a "Registro Público". También lo hacen los arts. 6, LGS (sobre el procedimiento), 323, CCyC (sobre
la contabilidad), 1448, CCyC (negocios en participación), 1455, CCC (agrupación de colaboración empresaria)
y 1466, CCyC (unión transitoria de empresas) y 1473, CCyC (consorcio de cooperación), Ello no implica que se
haya abrogado el sistema de publicidad registral pensado para sociedades, contratos, consorcios y otros actos
jurídicos. El régimen de publicidad se mantiene intacto, a punto tal que la ley 22.315 no fue modificada ni
sustituida. Tampoco las diversas normativas provinciales que regulan el sistema registral de sociedades,
contabilidades y contratos. La diferencia, sólo formal, radica en que ahora se registran sólo en el Registro
Público (y no en el Registro Público de Comercio, como sigue diciendo el art. 4, ley 22.315).
La res. 6/2016 señala en este punto en sus fundamentos que "considerando que las leyes 21.768, 22.315 y
22.316 no han sido derogadas por la Ley 26.994 -y por tanto, serían complementarias del Código Civil y
Comercial, mientras una ley especial no disponga lo contrario, la función del Registro Público se encuentra a
cargo de aquellos organismos que en base a dichas leyes tienen a su cargo el Registro Público de Comercio".
La unificación de los códigos Civil y Comercial impone, en algún punto y como efecto reflejo, la
inexistencia de actos de comercio, de la actividad comercial en sentido estricto y de un registro para esos actos
(del Registro Público de Comercio) (7).
El único efecto sustancial radica en la naturaleza comercial del acto (y de sus registros), pero no en la
denominación. Así, las sociedades, las uniones transitorias de empresas y la contabilidad no importan actos de
comercio. Y su registración no necesariamente es comercial.
Cada provincia (incluida la Ciudad de Buenos Aires) tiene competencia para organizar su Registro Público
como lo considere conveniente, escindiendo las competencias en uno o varios entes administrativos. También
puede denominarla de la manera que crea conveniente a sus efectos. Por ello, no sería inconstitucional que las
diversas provincias continúen denominando a su registro como Registro Público de Comercio (o como deseen),
en la medida que no registren matrículas de comerciantes, poderes de comerciantes y factores, como así también
otros actos cuya registración obligatoria dependía de su carácter comercial.
Lo inconstitucional no sería la denominación en sí sino sólo sus funciones, en la medida que se opongan a
las normas del Código Civil y Comercial (o de leyes nacionales). El art. 31, Const. Nac., impone prevalencia a
las normas nacionales sobre las provinciales, si se refiere a códigos de fondos. Con el nuevo Código (pero antes
también), las provincias podrían dividir el Registro Público en diversos registros (sociedades, contabilidad,
consorcios y contratos, fideicomisos, asociaciones civiles y fundaciones, sociedades extranjeras, liquidadores,
etc.). Criterios de concentración administrativa (y fundamentalmente eficiencia) imponen que en un mismo
registro se concentren entes y contratos que tengan una proyección para actividades económicas o empresarias.
Pero se trata de un criterio funcional que puede variar según la estructura organizativa de cada provincia.
Lo dicho provee la base constitucional para aceptar, sin mayores problemas, que en los registros
inmobiliarios se cree, por separado, un registro público encargado de inscribir los contratos de fideicomisos.
Pero debe quedar claro, como se verá, que dicho registro (inmobiliario, del automotor, etc.) deberá diferenciar
claramente el objeto de registración: en un caso, lo que se registrará será el "dominio fiduciario" y, en el otro, el
"contrato de fideicomiso" en sí (o sus modificaciones).
Existen jurisdicciones en los que los registros de sociedades y contratos (antiguo Registro Público de
Comercio) están organizados bajo la órbita del Poder Judicial, lo cual sería válido en la medida que las
funciones que cumpla dicho registro sean exclusivamente registrales (y no judiciales). Incluso existen

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jurisdicciones (como en Córdoba) en la que el trámite para algunas sociedades y contratos (sociedad de
responsabilidad limitada, agrupación de colaboración empresaria, consorcio de cooperación, etc.) es
desarrollado bajo la órbita judicial, en la que se ordena la inscripción en un Registro Público (de carácter
administrativo).
En virtud de ello, cada jurisdicción podrá organizar el sistema de registración que considere conveniente,
sea mediante un trámite exclusivamente administrativo (en el mismo registro donde se asientan sociedades y
contratos asociativos) o de base judicial (de manera similar al descripto).
IV. Registro único de fideicomiso
Sería aconsejable el dictado de una ley que imponga un registro único de fideicomisos. No lo establece el
Código Civil y Comercial, ni ninguna reglamentación complementaria. La articulación de este registro único de
fideicomisos requiere de consensos con las distintas jurisdicciones provinciales. El dictado de una ley convenio
a la que las distintas provincias se podrían adherir mediantes leyes provinciales.
Este registro único permitiría evitar situaciones de doble registración o, incluso, subsanar algunos problemas
de homonimias o fideicomisos con participantes similares. Es una forma de garantizar un adecuado acceso a la
información por parte de terceros que pudieran no conocer la situación registral del fideicomiso.
Recuérdese que los fideicomisos operan en todo el país y que un fideicomiso registrado en un determinado
lugar podría realizar actividades en otra provincia (muchas veces a distancias extensas). Adicionalmente, la
posibilidad de constatar si un determinado fideicomiso se encuentra inscripto se complica considerablemente ya
que el interesado debería pedir veinticuatro informes en cada una de las jurisdicciones para determinar si existe
un fideicomiso con ciertos datos que obra registrado en alguna de las veintitrés provincias o en Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (en este último caso, y en función de la Res. 6/2016, IGJ, sólo para los fideicomisos
de acciones).
V. Fideicomiso financiero
Las pautas antes analizadas no son aplicables a los fideicomisos financieros. El art. 1691, CCyC, señala que
los títulos valores referidos en el art. 1690, del mismo Código, pueden ofrecerse al público en los términos de la
normativa sobre oferta pública de títulos valores y que en este supuesto, el organismo de contralor de los
mercados de valores debe ser autoridad de aplicación respecto de los fideicomisos financieros, quien puede
dictar normas reglamentarias que incluyan la determinación de los requisitos a cumplir para actuar como
fiduciario.
La autoridad de contralor para los fideicomisos financieros es la CNV (cuyo funcionamiento está regulado
por ley 26.831). A diferencia de lo que ocurre con las sociedades en que ante falta de adhesión a la una ley
convenio existen jurisdicciones con un doble contralor registral en CNV y en el órgano de contralor provincial
(v.gr., Córdoba, Mendoza, etc.), la ley impone una única registración en aquélla. Más allá de la exigencia legal
de registrar sólo en la CNV los fideicomisos financieros, en virtud del sistema federal también podría exigirse la
registración del órgano de contralor de la jurisdicción del fideicomiso. Es claro que es un contrasentido
administrativo (en las sociedades que tienen doble controlor societario, en la CNV y en los registros societarios
o público se genera un desgaste burocrático innecesario), pero el respeto de las competencias provinciales se
debería exigir una normativa provincial que sólo establezca una única registración de los fideicomisos
financieros.
VI. Fideicomisos constituidos en el extranjero
El régimen vigente guarda silencio sobre la exigibilidad de la registración de los fideicomisos constituidos
en el extranjero. Los arts. 2650 y ss., CCyC, sobre el derecho internacional privado de los contratos con
elementos extranjeros, no mencionan de manera expresa reglas para el fideicomiso, pero el art. 2651, CCyC,
establece la facultad de que las partes pacten un derecho aplicable para la validez intrínseca, naturaleza, efectos,
etc.
El art. 2652, CCyC, señala que a falta de elección del derecho aplicable, el contrato se rige por las leyes y
usos del país de cumplimiento; en caso de duda, deberá ser el lugar donde se realiza la prestación más
característica.
La falta de exigibilidad expresa respecto de la inscripción de los fideicomisos extranjeros importa que no es
necesaria una inscripción en el registro público de los fideicomisos que operen en el país. No puede extenderse
dicha registración por vía analógica con los fideicomisos constituidos en el país, porque —como se vio— el
régimen aplicable será el derecho extranjero (excepción hecho que se haya pactado que la lex fiducia sea la del
país).

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Si el fiduciario es una persona jurídica extranjera deberá inscribirse en los términos del art. 118, LGS. Esto
es lo que impone el art. 286, ap. II, Res. 7/2015 de IGJ, al señalar que en caso que el fiduciario sea una persona
jurídica constituida en el extranjero, se deberá acreditar su inscripción en los términos del artículo 118 o 123,
LGS.
La participación como fiduciario en un fideicomiso extranjero que realiza o está destinado a realizar
actividad en el país no puede entenderse como actividad aislada. Pero tampoco puede aceptarse que dicha
participación en un fideicomiso importe una suerte de participación societaria (art. 123, LGS). Ser fiduciario (ni
aún fiduciante, beneficiario o fideicomisario) no importa participar en una sociedad (sea de manera constitutiva
o derivada).
Cabría preguntarse si un fiduciario extranjero de un fideicomiso de participaciones societarias (esto es, que
sea accionista o, incluso, controlante de una sociedad) importa una participación societaria en los términos del
art. 123, LGS. O incluso la participación de un fiduciario local en un fideicomiso constituido en el extranjero,
pero sobre participaciones societarias locales.
VII. Fideicomiso de acciones
El tema de los fideicomisos de acciones tiene ciertas particularidades (8) y la "internacionalidad" de alguno
de sus elementos genera algunos interrogantes. La cuestión, como dijimos, no está regulada a nivel de
normativa de fondo y tiene una reglamentación insuficiente en la autoridad de contralor societaria. El art. 288,
Res. 6/2016 de IGJ, señala que para la inscripción en el Registro Público de asambleas de sociedades por
acciones, en las cuales hayan participado un fideicomiso ejerciendo derechos de voto titulares fiduciarios de
acciones, deberá verificarse la inscripción del contrato de fideicomiso y requerirse en los dictámenes de
precalificación sobre ciertos puntos específicos.
Literalmente, este artículo expresa: "Para la inscripción en este Registro Público de las resoluciones de
asambleas de sociedades por acciones o de reuniones de socios de sociedades de responsabilidad limitada,
inscriptas ante este Organismo, en las cuales hayan participado ejerciendo derechos de voto titulares fiduciarios
de acciones o de cuotas sociales, respectivamente, deberá verificarse la previa inscripción del contrato de
fideicomiso ante este Organismo y requerirse en los dictámenes de precalificación que deban emitirse, además
de los requisitos que surgen de las previsiones específicas contempladas en las Normas de la Inspección General
de Justicia, que el profesional se expida sobre:
a. Fecha y datos de registración del contrato de fideicomiso en este Organismo.
b. Cantidad total de acciones y/o de cuotas sociales fideicomitidas y sus características.
c. En el caso de las sociedades por acciones, fecha de la inscripción de la transmisión fiduciaria en el
registro de acciones, aclarándose si dicha transmisión consta expresamente asentada en tal carácter. En el caso
de las sociedades de responsabilidad limitada, el dictamen deberá expedirse sobre los datos de inscripción del
trámite de cesión de cuotas que corresponda a dicha transmisión fiduciaria.
d. En su caso, cantidad de acciones adquiridas conforme al artículo 1684 del Código Civil y Comercial de la
Nación —incluidas acciones liberadas y de suscripción o acrecimiento posteriores—, características de las
mismas y fecha de su inscripción en el registro de acciones, con la aclaración referida en el subinciso c. anterior
acerca del carácter de dicha inscripción. En su caso, cantidad de cuotas sociales adquiridas en los mismos
términos, con los datos de inscripción de su cesión conforme se requiere en el subinciso c. anterior.
e. Si el fiduciante, fiduciario, beneficiario y, de existir, el fideicomisario son todos o alguno de ellos
sociedad controlante, controlada o vinculada a la sociedad emisora de las acciones o de las cuotas sociales.
f. Si el fiduciante, fiduciario, beneficiario y, de existir, el fideicomisario, es o son todos o alguno de ellos
director, gerente, administrador, apoderado o empleado de la emisora o de sociedad controlante, controlada o
vinculada a la sociedad emisora de las acciones o de las cuotas sociales.
g. Si constan inscriptas o surgen del contrato restricciones, limitaciones o condiciones al fiduciario para
ejercer facultades de disponer o gravar las acciones o las cuotas sociales, o para el ejercicio de determinados
derechos de voto, reseñándose en caso afirmativo el contenido de las mismas.
h. En caso de que se trate de un fideicomiso de garantía: a) Si el acreedor garantizado, o uno de ellos en caso
de pluralidad, es fiduciario; b) Si el acreedor garantizado y/o el fiduciario son sociedad controlante, controlada o
vinculada a la sociedad emisora".
La resolución administrativa no distingue entre fideicomisos locales o extranjeros (ni siquiera entre
fiduciarios locales o extranjeros o fideicomisos en los que la actividad se desarrolle en el país o no). Sólo exige
que parte su patrimonio (aunque no necesariamente el único) sean acciones y que el fiduciario haya votado en la

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asamblea (o en la reunión de socios en el caso de la sociedad de responsabilidad limitada). A contrario, si el


fiduciario no votó en la asamblea, no podría limitarse la registración de la decisión asamblearia en una sociedad
en la que uno o varios de los accionistas sea un fideicomiso.
Una interpretación razonable podría establecer que a estos fines (poder registrar asambleas en las que votó
un fiduciario) que los fideicomisos extranjeros (constituidos en el exterior, pero con un fiduciario local o con
actividad en el país) deberían también registrarse para poder participar de las asambleas de accionistas.
VIII. Falta de reglamentación de la registración
El problema radica en caso de ausencia de reglamentación normativa al art. 1669, CCyC. Dicho en otros
términos, cuando en la provincia respectiva no se ha dictado un marco normativo que disponga cual es el
registro público en el que se deben registrar los fideicomisos (9). Ese problema no existe para sociedades y otros
contratos, porque en general las distintas normativas ya existían al momento de la sanción del Código Civil
y Comercial y por ello no se afecta la distribución originaria de la competencia funcional del registro.
La cuestión se puede, incluso, agravar cuando el órgano natural, casi por inercia, donde se deberían registrar
los contratos de fideicomiso (Registro Público de Comercio) directamente no asume su competencia registral en
estos asuntos. El caso testigo fue el de la Provincia de Córdoba (Resolución 149 del 2015) donde expresamente
el punto 4 señala que la Dirección General de Inspección de Personas Jurídicas "resulta incompetente para
inscribir y fiscalizar los fideicomisos". Paralelamente, existe una presentación judicial en la que se solicita la
registración de un contrato de fideicomiso con un trámite muy similar al de las sociedades de responsabilidad
limitada y contratos asociativos, que no tiene aún una decisión definitiva. De manera similar, la res. 6/2016, si
bien no elude la competencia natural antes mencionada (ver el texto anterior de la res. 7/2015), sí evade
especialmente la registración de los fideicomisos generales, con excepción de los fideicomisos de acciones
(justamente por falta de claridad del art. 1669, CCyC).
El tema no es menor porque una norma nacional impone la registración y la provincia (una dirección) ignora
las condiciones de registración. Cabe preguntarse si no cabría en este punto una acción declarativa de certeza o
forzar la inscripción administrativa directamente en el Ministerio de Justicia, a los efectos de que —en el caso
concreto- resuelva cual es el órgano competente para realizar la inscripción.
Parece razonable entender que el Registro Público (antes de Comercio) es el órgano adecuado para la
inscripción de los fideicomisos. Ello así porque en esta oficina administrativa se inscriben también otros entes
que requieren publicidad registral, tales como sociedades, contratos y aún la contabilidad.
IX. Registración dominial versus contractual
Hay que diferenciar la inscripción del contrato en sí de la inscripción de los activos (inmuebles, vehículos,
bienes registrables, etc.) a nombre del fiduciario, por cuenta y orden del fideicomiso. La redacción del art. 1669,
CCC, no puede dar lugar a equívocos. Si bien señala que si la incorporación de esta clase de bienes (se refiere a
los bienes que deben ser transmitidos por instrumento público) es posterior a la celebración del contrato, es
suficiente con el cumplimiento, en esa oportunidad, de las formalidades necesarias para su transferencia,
debiéndose transcribir en el acto respectivo el contrato de fideicomiso.
El Código Civil y Comercial impone, además de la registración del contrato de fideicomiso en el Registro
Público, la "transcripción" del contrato de fideicomiso en el mismo instrumento jurídico (leáse: escritura pública
en el caso de los inmuebles) que se debe inscribir en el registro respectivo (registro inmobiliario, vehículo, etc.).
La transcripción de este contrato no impone, al menos no necesariamente, la registración del contrato de
fideicomiso como tal, sino que procura la transferencia de un bien al patrimonio fideicomitido.
Los enfoques registrales son claramente diferentes y tutelan distintos valores. En este último caso, lo que se
inscribe no es el contrato de fideicomiso sino el dominio fiduciario, más allá de que sea un dominio fiduciario
(imperfecto) que tenga los límites que emanen del contrato mismo. Pero más allá de la transcripción en sí, los
límites del dominio fiduciario frente a terceros no están en contrato que pueda (o no) ser transcripto en el título
sino en el contrato que se inscribe en el Registro Público en los términos del art. 1669, CCyC. Los terceros,
muchas veces, no tienen acceso a ese contrato "transcripto" en el título, que sólo impone el asentimiento de
ciertos datos registrales en la matrícula que tenga publicidad registral.
No queda claro el alcance de la registración y los supuestos de conflictos entre la inscripción del dominio
fiduciario y del contrato de fideicomiso. Puede ocurrir que el contrato de fideicomiso que se transcriba en el
acto de transferencia fiduciaria de un determinado bien registrable sea modificado con posterioridad a dicha
transferencia. Y la modificación importe el cambio de fiduciario (v.gr., existe una co-fiducia) o de las reglas
para tomar ciertas decisiones (v.gr., con el consentimiento de un fiduciante o un tercero). Podrían prohibirse
ciertas transferencias o incluso establecer un mecanismo de enajenación que respete los fines del fideicomiso.

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Para el registro público que debe registrar un determinado acto (o incluso el escribano que debe
documentarlo mediante escritura pública), el documento habilitante de la legitimación para enajenar un
determinado activo es el contrato de fideicomiso vigente. O, al menos, el contrato inscripto y que pueda ser
oponible a terceros de buena fe. No será suficiente para transmitir el dominio, como era antes de la registración
obligatoria, con el simple acompañamiento del contrato de fideicomiso (aunque haya sido realizado por
escritura pública).
En caso de contradicción entre el contrato de fideicomiso inscripto en el registro público y el contrato
transcripto en el título dominial (o incluso el contrato que sin estar transcripto haya sido celebrado por las partes
en forma previa), debe preferirse el contrato inscripto (y todos sus alcances). La inscripción del contrato de
fideicomiso brinda protección no sólo a los mismos fiduciantes y beneficiarios sino a eventuales terceros que
pueden no tener acceso a actos internos del fideicomiso (v.gr., reuniones de fiduciarios o fiduciantes, actos de
administración, contabilidad, etc.). La publicidad registral en algún punto garantiza la seguridad jurídica de
tráfico.
X. Dominio fiduciario
El dominio fiduciario registrado (sea en el registro inmobiliario o en el registro de vehículos; o aún en otro
registro, v.gr., marcas, buques, etc.) importará el asentamiento de ciertos datos relevantes, tales como la
titularidad registral y su porcentaje (la que incluso puede ser en condominio fiduciario por tener dos fiduciarios
sobre el mismo fideicomiso o ser en condominio con otro dominio pleno o, incluso, fiduciario), el tracto
sucesivo, embargos y gravámenes, pero especialmente si existe alguna limitación para transferir el dominio
fiduciario a terceros. También se registran la fecha del contrato de fideicomiso y algún dato relevante, pero
muchas veces no obra la posibilidad de acceder al título dominial si no es mediante la exhibición por el
profesional notarial (o del archivo respectivo, en caso de fallecimiento del notario).
El cambio de titular registral se suele hacer, según la práctica o resolución interna de cada registro, como
anotaciones marginales, sin que implique necesariamente un tracto sucesivo (es el mismo patrimonio de
afectación en el que sólo se modificó su fiduciario).
El tema a determinar se suscita sobre la legitimidad del acto jurídico de enajenación en caso de que el
mismo respete el contrato "transcripto" (o incluso vigente), pero no el inscripto. Podría ocurrir que se realice
una transferencia dominial sin requerir, por ejemplo, la conformidad de un fiduciante (porque el contrato
originario o el que figura en el título no lo exige), pero que el contrato de fideicomiso (inscripto con
posterioridad en el registro público) sí exija. No podría existir buena fe del tercero que recibió un determinado
bien sin un requisito validante (conformidad del fiduciante) pues se trata de una limitación que goza de
suficiente publicidad registral. El acto sería nulo porque no se ha cumplido con las pautas establecidas en el
contrato de fideicomiso inscripto.
A la inversa, podría presentarse el supuesto en el que dicha limitación (conformidad del fiduciante) obre en
el contrato originario, pero no en el contrato inscripto (según el cual existe plena libertad de enajenar el dominio
fiduciario). Es claro que en este caso el fiduciario tendrá plena libertad en transferir el dominio fiduciario y el
tercero no podría verse perjudicado porque dicha limitación no surge en el documento inscripto que goza de
oponibilidad frente a terceros. Obviamente, el profesional interviniente deberá realizar un análisis sobre la no
exigencia de la limitación (que forma parte del estudio de título) y determinar el antecedente inscripto en el
registro para determinar los alcances de dicha reglamentación.
XI. Fiduciario
Algo similar ocurre con la titularidad del fiduciario. Podría ocurrir que el fiduciario haya sido sustituido (por
renuncia, muerte o aún remoción judicial) y que se haya designado a un nuevo fiduciario. Incluso podría ocurrir
que existiera una co-fiducia y que el nuevo fiduciario no haya sido designado. La toma de razón de un nuevo
fiduciario (o co-fiduciario) en el registro público sería suficiente para poder modificar el asiento en la matrícula
o eventualmente hacer una anotación marginal.
El art. 1679, in fine, CCyC, señala que los bienes fideicomitidos deben ser transmitidos al nuevo fiduciario.
Si son registrables es forma suficiente del título el instrumento judicial, notarial o privado autenticado, en los
que conste la designación del nuevo fiduciario. La toma de razón también puede ser rogada por el nuevo
fiduciario.
La cuestión a dilucidar radica en determinar si puede sustituirse el dominio fiduciario (no es, en sentido
estricto, una transferencia dominial sino una sustitución de un fiduciario por cuenta y orden de un mismo
patrimonio de afectación) por la mera inscripción del acto de designación del nuevo fiduciario o es menester
que dicha designación sea previamente registrada en el registro público. Del tenor literal del art. 1679, in fine,

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CCC, sería sólo suficiente con el cambio de fiduciario realizado en acto notarial (judicial o privado autenticado),
sin que sea menester la inscripción respectiva. Pero la no exigibilidad de inscripción del nuevo fiduciario podría
afectar seriamente los derechos de los terceros de buena fe, que no conocen a ciencia cierta quién es el
fiduciario actualizado o vigente. A los fines de terceros el antiguo fiduciario seguiría siendo el fiduciario,
aunque la registración dominial ya estuviese a nombre del nuevo fiduciario.
El supuesto es común en la práctica: el fiduciario decide renunciar o los fiduciantes, no conformes con la
gestión del fiduciario, deciden reemplazarlo. Se convoca a una reunión de fiduciantes (en algunos casos
desarrollistas, organizadores o principales) a los fines de designar el nuevo fiduciario. Dicha reunión se lleva a
cabo en instrumento privado con firmas certificadas o aún en instrumento público (escritura pública). Y con
dicho acto jurídico se entiende que se ha modificado el fiduciario y se puede proceder a anotar marginalmente la
sustitución de fiduciario y a proceder a asentar el registro notarial en la matrícula. El CCC no parece exigir la
previa inscripción del nuevo fiduciario, pero se impone como necesaria en orden a poder determinar el correcto
análisis del tracto sucesivo en la posición de fiduciario.
Los principios registrales dinámicos imponen el adecuado eslabonamiento de los sucesivos fiduciarios
designados en un determinado contrato de fideicomiso. Eslabonamiento que debe respetar no sólo el tracto
sucesivo lógico respectivo, sino fundamentalmente el cumplimiento de ciertas formalidades que confieran
validez y oponibilidad al acto de sustitución del fiduciario.
XII. Efectos de la falta de registración del contrato
El art. 1669, CCyC, sólo impone la inscripción del contrato de fideicomiso en el Registro Público que
corresponda, pero no fija cual es la consecuencia por la falta de registración. El tema no sólo tiene indudable
relevancia teórica sino que proyecta una gama de posibilidades que pueden importar no sólo responsabilidad del
fiduciario mas también peculiares efectos frente a terceros.
La cuestión más relevante radica en determinar si la falta de inscripción importa la nulidad del contrato de
fideicomiso, sólo su inoponibilidad frente a terceros de buena fe o incluso ningún efecto (porque la finalidad es
meramente informativa). El art. 1669, primera parte, CCyC, exige la inscripción bajo el acápite "forma", sin
brindar mayores precisiones. Una lectura apresurada podría llevar a pensar que si la registración es un requisito
de forma y su incumplimiento podría originar la nulidad del contrato (no sólo con relación a terceros sino entre
las mismas partes -fiduciante, fiduciario, beneficiario, fideicomisario-). Pero sería una interpretación no sólo
rígida sino especialmente contraria al verdadero sentido que importó la incorporación de un sistema de
registración del fideicomiso. La sanción de nulidad no luce expresa del texto legal, la que tampoco podría
presumirse.
Descartada la nulidad como posible consecuencia frente a la falta de registración, la interpretación
alternativa (tampoco exenta de críticas por falta de previsión expresa) podría imponer la inoponibilidad del
contrato no ya entre partes (pues para ellas el acto es válido y produce plenos efectos) sino frente a terceros (en
especial, los terceros de buena fe que podrían verse perjudicados por la constitución de un fideicomiso que no
conocen). La inoponibilidad importaría el nacimiento de un acto válido que puede sanearse mediante la
inscripción registral. Dicha inscripción registral no sólo puede realizarse en la faz constitutiva del contrato de
fideicomiso (esto es, de manera concomitante con la celebración) sino en una etapa posterior. Las partes son
libres de realizar la inscripción en el momento que juzguen oportuno, siempre teniendo presentes los riesgos
jurídicos que la falta de registración impone (inoponibilidad del contrato de fideicomiso). Tampoco puede
entenderse que haya sido la intención del legislador (pues de otro modo lo hubiera escrito en forma expresa,
como sí se ha hecho para otros actos que requieren de registración).
Este tema no es menor y tiene consecuencias fiscales. Las entidades recaudadoras de impuestos u oficinas
fiscales no pueden exigir la previa registración del contrato de fideicomiso a los fines de lograr la registración
fiscal del fideicomiso (que tiene personalidad fiscal) o su clave de identificación. La sola exhibición del contrato
de fideicomiso es suficiente a los fines de lograr dicho cometido, ya que los terceros que realicen actividades
con el fideicomiso podrían aceptar (o sanear) dicha falta de registración mediante el debido conocimiento del
contrato de fideicomiso. Ni siquiera sería necesario haber iniciado el trámite de registración en el registro
público respectivo. Ni su finalización en un tiempo determinado (a diferencia de las diversas interpretaciones
que se han otorgado a las sociedades en formación).
Recuérdese que la personalidad fiscal (menos aún la legal, con excepción de ciertas entidades como las
asociaciones civiles, fundaciones y cooperativas) no se obtiene por la registración del contrato sino sólo por su
celebración. Según el art. 1669, CCC, ni siquiera es necesario que con la constitución del fideicomiso se
transfieran bienes en forma fiduciaria. Sólo alcanza con la "promesa de otorgarlo". Existen sociedades (como las
simples, arts. 21 y ss., LGS) que no se registran y, pese a ello, no sólo tienen personalidad fiscal, sino también

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personalidad jurídica en su sentido pleno (art. 2, LGS).


Igualmente, está cuestionada inoponibilidad como consecuencia jurídica no es irrelevante, ya que importa la
carencia de efectos frente a terceros que no conocieron el acto (y que pudieran verse perjudicados).
La pauta de interpretación también radica en el momento del conocimiento del acto y las posibilidades de
perjuicio. Imagínese una transferencia fiduciaria de un determinado bien (no registrable) a un fiduciario en
virtud de un contrato no registrado en los términos del art. 1669, CCyC. Una vez transferido ese bien, un
acreedor posterior a dicha transferencia fiduciaria no podría alegar la mentada inoponibilidad, ya que no resulta
perjudicado (pues el acto se realizó y consolidó en forma previa a su condición de acreedor). No sería un
perjudicado de buena fe (pues no contaba con la existencia de dicho bien en el patrimonio fideicomitido, ya que
aquél fue transferido en forma previa a su nacimiento).
Distinta sería la situación si en virtud de ese mismo contrato de fideicomiso no registrado operara una
transferencia de otro bien, esta vez en forma posterior al nacimiento del crédito. En este caso, el acreedor
(anterior a la transferencia dominial) estaría plenamente legitimado para requerir la inoponibilidad de dicha
transferencia.
La no registración del contrato de fideicomiso tampoco importa el nacimiento de un ente societario distinto
al que las partes quisieron constituir. Y mucho menos de responsabilidad de las partes en cuestión (fiduciante,
beneficiario, fideicomisario, etc.). Dicho de otro modo: un fideicomiso no inscripto no es una sociedad simple
(arts. 21 y ss., LGS) y sus partes no son socios que tengan responsabilidad mancomunada (art. 23, LGS). Será
un contrato de fideicomiso válido, pero inoponible a terceros de buena fe.
Si podría existir responsabilidad del fiduciario. Pero esta responsabilidad se limita más a los beneficiarios
del contrato de fideicomiso (eventualmente al fiduciante). Incluso a los propios acreedores del fideicomiso o de
aquellas personas que pudieran tener un interés legítimo (v.gr., proveedores). Pero no frente a los terceros
ajenos al fideicomiso (v.gr., acreedores de las partes) porque al resultar inoponible el contrato, dicha
inoponibilidad no le produciría perjuicio alguno. Podría ejecutar dichos bienes como si el contrato de
fideicomiso no existiera, lo que aleja la idea de perjuicio concreto, serio y fundamentalmente subsistente.
Una tercera variante (tampoco demasiado clara) es la que, en algún punto, asume la res. 6/2016, que señala
que al no estar establecidos expresamente los efectos de la falta de inscripción, la misma se entiende a los fines
meramente informativos (y por ello, no podría imputarse inoponibilidad o nulidad). Los considerandos de la
mentada resolución señala que "en tal sentido y como se expresó, las nomas sustantivas, es decir, el Código
Civil y Comercial, no establecen los efectos de la inscripción del contrato de fideicomiso ante el Registro
Público, de manera que debe interpretarse que se trata de una inscripción con efectos declarativos e informativos
de un acto jurídico cuyos efectos propios le son asignados por el Código Civil y Comercial independientemente
de su inscripción. Que en este marco, considerando los fines declarativos e informativos que produce la
inscripción de este tipo de contratos, su inscripción ante este Organismo debe limitarse únicamente a aquellos
fideicomisos cuyo objeto incluya acciones y/o cuotas sociales de sociedades que se encuentren inscriptas en la
Inspección General de Justicia y cuyo acceso a la información resulta amplio e irrestricto".
XIII. Alcance de la registración
La norma sólo impone la inscripción del contrato de fideicomiso. No establece que elementos o aspectos del
contrato se deberán informar ni los alcances de dicha registración. No toda la información contractual tiene la
misma importancia y el registrador deberá sistematizar la información para que la publicidad registral sea útil
para terceros.
El contrato de fideicomiso, como todo contrato, puede modificarse por voluntad de todas las partes. Incluso
por el cumplimiento del mecanismo contractual establecido (v.gr., siempre que se logren determinadas mayorías
de fiduciantes o beneficiarios, la anuencia de algún fiduciante o beneficiario particular, etc.). Incluso puede
producirse la cesación de un fiduciario en caso de que se den ciertas circunstancias (v.gr., que la obra haya
alcanzado un cierto avance, que se haya realizado la mensura, que se haya entregado un determinado activo,
etc.).
El art. 1667, CCC, señala que el contrato debe contener: a) la individualización de los bienes objeto del
contrato. En caso de no resultar posible tal individualización a la fecha de la celebración del fideicomiso, debe
constar la descripción de los requisitos y características que deben reunir los bienes; b) la determinación del
modo en que otros bienes pueden ser incorporados al fideicomiso, en su caso; c) el plazo o condición a que se
sujeta la propiedad fiduciaria; d) la identificación del beneficiario, o la manera de determinarlo conforme con el
art. 1671; e) el destino de los bienes a la finalización del fideicomiso, con indicación del fideicomisario a quien
deben transmitirse o la manera de determinarlo conforme con el art. 1672; f) los derechos y obligaciones del

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fiduciario y el modo de sustituirlo, si cesa.


Igualmente, este es el contenido mínimo del contrato, pero pueden agregarse otros aspectos que no surgen
del art. 1667, CCyC. Ejemplo de ello son las prohibiciones de enajenar o gravar los bienes, de informar a las
partes ciertos sucesos u operaciones económicas, procedimiento de realizar de un determinado bien,
obligaciones específicas de las partes, etc.
Incluso el domicilio no es un requisito esencial (al menos no está incluido en la nómina del art. 1667,
CCyC), pero es común ver contratos que consignan un domicilio, incluso diferenciado del domicilio del
fiduciario. Un lugar físico en el que se asignan los efectos jurídicos que puedan relacionarse con la dinámica del
patrimonio fideicomitido. Sin embargo, a los fines fiscales el domicilio del fideicomiso es una exigencia y por
ello suelen agregarse a los contratos. Además, tiene un criterio práctico de identificación: a todos los fines la
notificación (y competencia) remitida al domicilio especial acordado en el contrato será válida.
El Código Civil y Comercial no impone, como sí lo hace la LGS (y otras normas relacionadas con entes
societarios) que se registren las sucesivas modificaciones del contrato. Pese a su silencio, la respuesta afirmativa
se impone: las modificaciones contractuales deben registrarse. El art. 287, res. 7/2015 de la IGJ señala que los
requisitos del artículo 285 anterior se aplican en lo pertinente a la inscripción de modificaciones contractuales,
la inscripción del cese del fiduciario por cualquiera de las causales del artículo 1678, CCyC, y su sustitución, la
extinción y toda otra inscripción que proceda.
XIV. Cesación del fiduciario
Es obvio, y así lo establece expresamente el art. 287, res. 7/2015 de la IGJ (ahora limitado sólo a
fideicomiso de acciones por imperio de la res. 6/2016), que la cesación del fiduciario debe registrarse. Ello así
porque sólo el fiduciario puede actuar con relación al patrimonio fideicomitido. Y por ello, el fiduciario no debe
haber cesado en sus funciones (o incluso debe existir o no estar incapacitado para actuar, art. 1678, inc. b,
CCyC). Incluso la misma inscripción de la sustitución o modificación del fiduciario impone, reflejamente, la
transcripción marginal en el título y en los asientos registrables en los distintos registros inmobiliarios o de
bienes registrables.
La cesación del fiduciario no siempre derivará de un acuerdo contractual en el que las partes deciden
voluntariamente sustituirlo por otro. Puede ocurrir por remoción judicial (en cuyo caso deberá inscribirse la
sentencia que ordena la remoción del fiduciario o, en su caso, de manera provisoria podrá inscribirse la medida
cautelar —art. 1679, 3° párr.., CCyC- hasta tanto se dicte la sentencia), por incapacidad o inhabilitación (siendo
necesaria la sentencia que dispone dicha incapacidad y sus alcances, como así también la inhabilitación), por
disolución de la persona jurídica (debiendo acompañarse el acta de asamblea por la cual se decidió o ratificó la
disolución o, en su caso, por mero vencimiento del plazo, con el mero contrato) o por quiebra o liquidación
(debiendo acompañar sentencia de quiebra o liquidación dictada por el juez del proceso universal).
El art. 1678, inc. e), CCyC, establece la posibilidad de que el fiduciario renuncie si el contrato lo autoriza
expresamente (o cuando existe una causa grave o imposibilidad de desempeñar la función). Hasta ahí la
solución es lógica y no varía con el régimen general y razonable del ejercicio de funciones y eventuales
renuncias. Pero dicha norma agrega textualmente: "la renuncia tiene efecto después de la transferencia del
patrimonio objeto del fideicomiso al fiduciario sustituto" (sic), lo cual es un grave y evidente error conceptual.
No cabe presumir la falibilidad del legislador; pero debe recordarse que la registración de los fideicomisos
no estaba en el proyecto originario sino que fue incorporado a posteriori y sin una adecuada adaptación del
régimen general del sistema registral. Prueba de ello es que sólo se estableció la registración del contrato, pero
no las eventuales modificaciones y que, ni siquiera, se establecieron los efectos de la falta de registración. El
condicionamiento del art. 1678, inc. e), CCyC, se justifica en un régimen en el que no existe registración del
fideicomiso y la única publicidad registral posible es la que se exterioriza en el título o en la propiedad
fiduciaria del bien, pero no en un sistema registral del fideicomiso que permite a cualquier tercero conocer el
contrato registrado, el fiduciario y los demás elementos del contrato de fideicomiso. No hay una transferencia
del patrimonio fideicomitido en sentido estricto (un sujeto transfiere el bien a otro), sino que hay una
modificación del fiduciario que no impone necesariamente una transferencia dominial sino la anotación
marginal del fiduciario del fideicomiso (una mera sustitución de titular sin que exista transferencia, ni los
efectos legales o impositivos de dicha transferencia).
Pese a lo que dice la norma, es razonable suponer que la renuncia tiene efecto cuando se inscriba en el
registro público (y eventualmente se designa otro fiduciario) y no cuando se realice la transferencia del
patrimonio fideicomitido. En una fusión de sociedades (en la que se unen dos patrimonios, sea por absorción o
por constitución de una nueva sociedad), lo que determina la transferencia patrimonial es justamente la
inscripción de la fusión. El art. 84, 4°, LGS, señala que la resolución de la autoridad que ordene la inscripción, y
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en el que constarán las referencias y constancias del dominio y de las anotaciones registrales, es instrumento
suficiente para la toma de razón de la transmisión de la propiedad.
Sería un contrasentido que respecto de un mismo fideicomiso (que puede tener bienes inmuebles, muebles
registrables y otros muebles no registrables o derechos) la renuncia de un mismo fiduciario pueda tener efectos
fragmentados (según en qué bien se asienta la titularidad del nuevo fiduciario). Más aún, que frente a terceros
que no conocen el patrimonio fideicomitido la inscripción del nuevo fiduciario en el registro público no tenga
efectos, porque no se produjo la transferencia del patrimonio objeto del fideicomiso.
XV. Elementos del contrato
En el registro público deben obrar los principales elementos del contrato del fideicomiso, tales como el
plazo o la condición (que puede ser determinado o determinable y que debe ser claro pues es lo que justifica la
subsistencia del fideicomiso), los fines del fideicomiso (que si bien no se halla establecido en el art. 1667,
CCyC, si lo impone el art. 1688, CCyC, cuando alude a expresamente a ellos, pero determina necesariamente la
"causa" del fideicomiso —art. 281, CCyC-), los derechos y obligaciones de las partes (tanto del fiduciario como
del fiduciante, beneficiario o fideicomisario), la forma de designación y remoción del fiduciario (pautas
contractuales, alternativas, mecanismos selectivos, etc.), la forma de tomar las decisiones en caso de co-fiducia
(respecto de las reuniones de fiduciarios, competencias, notificaciones, obligaciones, etc.) como así también las
reuniones de fiduciantes o beneficiarios (asambleas de beneficiarios, debiendo establecerse pautas para la
celebración de la asamblea, tales como quórum, mayorías, presidencia de la reunión, conflicto de intereses,
notificación, acreditación del derecho, etc.).
Las previsiones contractuales en un fideicomiso son infinitas. La ventaja que suele tener un fideicomiso
respecto de un ente societario radica en la razonable flexibilidad que existe para pactar no sola las actividades y
derechos de las partes sino también muchas otras cuestiones que se adaptan a la realidad del negocio en
concreto. No existen límites contractuales que puedan asimilarlo a una sociedad (en orden a regulaciones del
capital social, forma de toma de decisiones y muchas otras cuestiones en los que la imperatividad de la norma
deja poco margen para la planificación).
XVI. Bienes fideicomitidos y posiciones contractuales
Si bien es fundamental que el contrato de fideicomiso establezca el modo de incorporación de los bienes al
fideicomiso (art. 1667, inc. b, CCyC), de ninguna manera debe registrarse cada incorporación de cada bien en el
registro público donde se registra el fideicomiso. El registro al que alude el art. 1669, 1 párr., CCyC, sólo
impone la registración del contrato de fideicomiso, pero no la eventual registración de cada uno de los bienes
que se vayan incorporando (o egresando) del patrimonio fideicomitido.
En este caso (incorporación de bien al fideicomiso) es suficiente con que se registre en el registro respectivo
según el tipo de bien de que se trate (registro inmobiliario, del automotor, marcario, etc.). Si el bien no es
registrable (v.gr., dinero, créditos, etc.) ni siquiera se requiere registración (salvo el caso del dinero que puede
obrar en una cuenta corriente o caja de ahorro a nombre del fiduciario por el fideicomiso —o directamente del
fideicomiso como suelen mencionarse en los cheques que se libran por el fideicomiso—).
No siendo necesaria la registración de los bienes en el registro público a que alude el 1669, 1° párr., CCC,
sino sólo en el registro establecido para cada bien, tampoco es necesaria la registración de la posición de
fiduciante y beneficiario de cada persona que se incorpore al fideicomiso ingresando dinero, bienes inmuebles y
de otra naturaleza. El tema podría no ser problemático en fideicomisos que cuentan con pocos fiduciantes y
beneficiarios pero sería verdaderamente irrazonable en caso de que existan muchos fiduciantes y beneficiarios
(como en el caso de fideicomisos inmobiliarios o con finalidad de inversión, aun cuando no tengan oferta
pública).
Además, es contrario al espíritu de la registración que el registro público lleve un registro de cada uno de los
fiduciantes y beneficiario que se incorporan en el patrimonio fideicomitido. Recordemos que no sólo se pueden
incorporar y salir fiduciantes, beneficiarios y fideicomisarios sino que también éstos pueden ceder su posición
contractual (y así sucesivamente).
La posición de fiduciante y beneficiario, salvo cuando obre en el mismo contrato de fideicomiso, no
necesariamente importa una modificación del contrato de fideicomiso como así tampoco la cesión de la posición
contractual. Debe tomarse más bien como un crédito (beneficio) que tiene el beneficiario o fideicomisario sobre
el fideicomiso que puede, o no, consolidarse.
Ello es más claro si se tiene en cuento que el art. 1671, CCyC, señala que el beneficiario puede ser una
persona humana o jurídica, que puede existir o no al tiempo del otorgamiento del contrato; en este último caso
deben constar los datos que permitan su individualización futura. Pueden ser beneficiarios el fiduciante, el

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fiduciario o el fideicomisario. Y agrega: "Pueden designarse varios beneficiarios quienes, excepto disposición
en contrario, se benefician por igual; para el caso de no aceptación o renuncia de uno o más designados, o
cuando uno u otros no llegan a existir, se puede establecer el derecho de acrecer de los demás o, en su caso,
designar beneficiarios sustitutos. Si ningún beneficiario acepta, todos renuncian o no llegan a existir, se entiende
que el beneficiario es el fideicomisario. Si también el fideicomisario renuncia o no acepta, o si no llega a existir,
el beneficiario debe ser el fiduciante".
Según este dispositivo el beneficiario no necesariamente es parte del contrato, ya que puede no existir al
tiempo de celebración del contrato. Incluso puede no llegar a existir (pues el artículo mencionado reconoce el
derecho de acrecer de los otros beneficiarios).
Por ello, el único elemento de registración necesario son los datos o requisitos para una identificación futura
de los beneficiarios y no el nombre (número de documento o de identificación fiscal, domicilio, etc.) de cada
beneficiario. Es un elemento interno que debe tener el fiduciario y que será mutable en función de los sucesivos
movimientos y tractos que se vayan realizando sobre los bienes.
XVII. Contabilidad
No establece la ley la obligatoriedad de la registración de la contabilidad del fideicomiso. No era claro antes,
salvo con los fideicomiso financieros, que estaban excluidos de la registración en el registro público (art. 1691,
CCyC). Con el nuevo Código Civil y Comercial tampoco surge de manera expresa y por ello no puede
presumirse. El criterio, en algún punto, radica en la relevancia económica de la actividad. El fideicomiso no es
una persona jurídica (salvo fiscal), pero en algún punto podría entenderse como un ente (o patrimonio) que
realiza una actividad económica. Y por ello, según el caso, debe llevar contabilidad organizada y cumplimentar
con todos los requisitos documentales, contables y demás. Llevar contabilidad no importa que ésta deba ser
registrada en algún registro.
El art. 320, CCyC, señala que están obligadas a llevar contabilidad todas las personas jurídicas privadas y
quienes realizan una actividad económica organizada o son titulares de una empresa o establecimiento
comercial, industrial, agropecuario o de servicios. Cualquier otra persona puede llevar contabilidad si solicita su
inscripción y la habilitación de sus registros o la rubricación de los libros, como se establece en esta misma
Sección. Sin perjuicio de lo establecido en leyes especiales, quedan excluidas de las obligaciones previstas en
esta sección las personas humanas que desarrollan profesiones liberales o actividades agropecuarias y conexas
no ejecutadas u organizadas en forma de empresa. Se consideran conexas las actividades dirigidas a la
transformación o a la enajenación de productos agropecuarios cuando están comprendidas en el ejercicio normal
de tales actividades. También pueden ser eximidas de llevar contabilidad las actividades que, por el volumen de
su giro, resulta inconveniente sujetar a tales deberes según determine cada jurisdicción local.
Igualmente, el hecho de que estén obligados a llevar contabilidad no significa, al menos no necesariamente,
que deban registrarla frente a las autoridades de contralor y en el marco actual normativo no podría inferirse del
art. 1669, CCC (pues en sociedades la norma impone un esquema de fiscalización más completo y detallado).
La obligación de un patrimonio fideicomitido "titular de una empresa o establecimiento comercial,
industrial, agropecuario o de servicios" de llevar contabilidad es indudable. El art. 494, inc. 5, res. 7/2015,
señala que los representantes legales de los contratos asociativos referidos en el Título IV del Libro III de estas
Normas, y los fiduciarios de contratos de fideicomisos registrados conforme el Título V del mismo Libro que
así lo dispongan en el contrato, podrán solicitar la rúbrica de los libros, debiendo cumplir en lo pertinente con lo
establecido en este Libro IX.
Obviamente que no estarán obligados a llevar contabilidad, y menos a registrarla, aquellos fideicomisos
cuya actividad económica sea insignificante o de escasa relevancia patrimonial. Esta exigencia (la de
contabilidad) deberá determinarse en cada caso concreto y, en algún punto, el criterio del art. 320, CCyC, no se
desarrolla ex ante sino en función de la actividad ulterior (y en función de una jurisdicción local que no tiene
competencia constitucional para establecer la obligatoriedad de disponer la contabilidad obligatoria).
No es necesario que dicha documentación contable sea aprobada por los fiduciantes o beneficiarios. Es
suficiente con que sea aprobada o suscripta por el fiduciario, salvo pacto en contrato en el mismo fideicomiso.
En este último caso, se deberá cumplir con las reglas y pautas previstas en el contrato.
El art. 289, res. 7/2015 (hoy derogada por la res. 6/2016), que señalaba que en caso de que surja del contrato
de fideicomiso la obligación de emitir estados contables anuales como modo de rendición de cuentas del
fiduciario en los términos del artículo 1675, CCyC, se aplicará en lo pertinente lo establecido en el Libro IV de
estas normas, ha sido derogada. Por ello, los fideicomisos no están obligados a registrar su contabilidad en los
organismos de control.

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Es obvio que si el contrato de fideicomiso establece la obligación de llevar contabilidad, esta deberá cumplir
con la normativa contable de los respectos consejos profesionales y de cada jurisdicción societaria (en el caso de
esta resolución en IGJ). Lo que vale es la relevancia de la actividad económica organizada y la eventual
aplicación del art. 320, CCyC, si se dan los supuestos que podrían importar la obligatoriedad de llevar
contabilidad.
El órgano de contralor de los fideicomisos no puede, ex ante, tener noticia de la relevancia económica que
justificará la obligatoriedad de llevar contabilidad. Pero frente al pedido del fiduciario de registrar la
contabilidad en función del tipo de actividad, el registro público deberá registrarla, aun cuando el contrato diga
lo contrario. Si el fiduciario lo hace de manera voluntaria, parecería ilógico impedirle dicha registración. Pero
no necesariamente es una obligación (como tampoco lo es para uniones transitorias de empresas, consorcios y
otros contratos que se inscriben).
XVIII. Proceso concursal
El art. 1687, in fine, CCyC, establece que la insuficiencia de los bienes fideicomitidos para atender a esas
obligaciones, no da lugar a la declaración de su quiebra. En tal supuesto y a falta de otros recursos provistos por
el fiduciante o el beneficiario según previsiones contractuales, procede su liquidación, la que está a cargo del
juez competente, quien debe fijar el procedimiento sobre la base de las normas previstas para concursos y
quiebras, en lo que sea pertinente (10).
El fideicomiso no quiebra (11), pero no importa necesariamente que no pueda presentarse en concurso
preventivo, bajo la sanción de que su incumplimiento (o algunos de los supuestos que originen la quiebra
indirecta) no dé lugar a una quiebra sino a una liquidación judicial en los términos del mencionado dispositivo
(12). De aceptarse esta posibilidad, el juez concursal (o el que resulte competente) deberá ordenar la registración
del concurso preventivo en el registro público (en este caso, en el mismo registro que tomó razón de la
inscripción del fideicomiso).
La inhibición y la indisponibilidad no se deberán registrar en el registro público donde se inscribe el
fideicomiso sino en cada registro según la naturaleza del bien en cuestión.
XIX. Liquidación judicial
Pese a que el Código Civil y Comercial no lo dice expresamente, parece razonable de que si se articula un
mecanismo de liquidación judicial dispuesto por el juez, dicha liquidación (que bien puede ser ordenada
mediante una sentencia de liquidación muy parecida a la de la quiebra en la que se ordenan diversas medidas de
protección del patrimonio fideicomitido) debe ser registrada en el registro público. Más allá de la poca claridad
de la norma, la aplicación supletoria de las normas de la LCQ implica, en algún punto, la articulación de un
único proceso universal (en el que se analiza, discute y resuelto todo el patrimonio en su doble faz, activa y
pasiva) y la imposibilidad de que haya dos procesos universales de liquidación sobre una misma persona
(rectius: patrimonio fideicomitido). Por ello, sería una medida razonable que el juez podrá ordenar en función de
sus facultades instructorias u oficiosas para un adecuado desarrollo del proceso. Esta inscripción será,
obviamente, independiente de la registración que se realice en el registro de juicios universales, según sea
organizado en cada jurisdicción provincial y/o federal.
Esta toma de razón de la liquidación del fideicomiso se justifica en el conocimiento de terceros de una
información claramente relevante del fideicomiso como es la liquidación judicial. El tercero que puede contratar
o realizar actos con el fiduciario por cuenta y orden del fideicomiso debe tener la posibilidad de acceder a cierta
publicidad registral de la liquidación, a los efectos de no verse burlados en la buena fe.
También sería necesario conocer otros datos de relevancia, tales como el tribunal, número de proceso, fecha
y demás información relacionada con la liquidación ordenada, a los efectos de que terceros puedan acceder a la
misma.
XX. Extinción del fideicomiso
Además de los supuestos de liquidación, deberá registrar cualquier supuesto de "extinción" del fideicomiso.
Es lógico que si se registra la constitución y modificación del contrato de fideicomiso, también se registre la
extinción del contrato. Recuérdese que el art. 1697, CCC, señala que el fideicomiso se extingue por: a) el
cumplimiento del plazo o la condición a que se ha sometido, o el vencimiento del plazo máximo legal; b) la
revocación del fiduciante, si se ha reservado expresamente esa facultad; la revocación no tiene efecto
retroactivo; la revocación es ineficaz en los fideicomisos financieros después de haberse iniciado la oferta
pública de los certificados de participación o de los títulos de deuda; c) cualquier otra causal prevista en el
contrato.
Como ejemplo (y con las limitaciones antes señaladas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires), el art.
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291, res. 7/2015, señala que la extinción del fideicomiso registrado ante este Registro Público conforme las
causales expresadas en el artículo 1697, CCyC, incluyendo cualquier otra causal prevista en el contrato, deberá
registrarse en este Registro Público. A tal fin deberá presentarse: 1. Declaración jurada del fiduciario elevada a
escritura pública o instrumento privado original con su firma certificada ante escribano público, informando la
extinción del fideicomiso y su causa. 2. Dictamen precalificatorio emitido por escribano público o abogado,
según la forma instrumental de la declaración jurada requerida en el inciso anterior, mediante el cual se deberá
dictaminar si el fiduciario: a. entregó los bienes fideicomitidos al fideicomisario o a sus sucesores; b. otorgó los
instrumentos necesarios y; c. procedió con las inscripciones registrales que correspondían a los fines del
subinciso a. precedente.
XXI. Tipos de fideicomiso
A los fines registrales, el art. 1669, CCyC, no diferencia entre las distintas variantes o tipos de fideicomiso.
La registración alude al contrato a secas, sin mayor especificación. El Código Civil y Comercial no establece un
régimen diferenciado para todas las posibilidades de fideicomiso, más allá de que regula de manera pobre y en
algún punto insuficiente el fideicomiso financiero (arts. 1690 y ss., CCyC, y es intrascendente porque la
reglamentación de la CNV y de cada uno de los aspectos del fideicomiso financiero es suficientemente
completa), el testamentario (art. 1699 y 1700, CCyC (13)) y el de garantía (en un solo artículo: art. 1680, CCyC).
No se distinguen otras tipologías de fideicomiso, tales como el de administración, de construcción,
inmobiliario, agrícola, de inversión, públicos, societario, de flujos de fondos, de planificación patrimonial, de
planeación sucesoria, etc.. Tampoco se diferencia la regulación según el número de fiduciarios, fiduciantes,
beneficiarios y fideicomisarios, ni por el tipo de activos (inmuebles, vehículos, créditos, bienes muebles,
semovientes, etc.).
No existe diferenciación por el patrimonio fideicomitido (recuérdese que el fideicomiso no tiene capital
social, ni el régimen de aportes societarios (irrevocables, resultados no asignados, etc.). Por ello, un patrimonio
significativo aun cuando sea de varios millones de pesos no importa una fiscalización estatal permanente o
diferenciada del régimen general de registración de los fideicomisos.
La ley no distingue y por ende, deberían registrarse todos los fideicomisos. Pensamos que no tiene ningún
sentido que se registren los fideicomisos testamentarios (por cuanto sólo comienzan sus efectos en un sentido
concreto con el fallecimiento del fiduciante (testador) y el traspaso de bienes se realiza en esa oportunidad).
Respecto al fideicomiso de garantía, tampoco tiene sentido la inscripción en el registro público. Distinta es
la cuestión con relación al registro donde se asienta el dominio fiduciario (registro inmobiliario, del automotor,
buques, etc.). Un fideicomiso de garantía puro no debe tener actividad con relación al patrimonio fideicomitido
y en algún punto permitir que el fiduciante continúe con sus actividades respecto del bien fideicomitido. Es ese
el fundamento económico que, en algún punto, impone que contable e impositivamente el activo objeto del
fideicomiso de garantía deba continuar registrado en el patrimonio del fiduciante y beneficiario (a pesar de
haber salido legalmente del patrimonio), con una nota aclaratoria al estado contable sobre la afectación de la
garantía. El impacto económico y tributario de la actividad del fideicomiso continúa haciendo eje en el
patrimonio del fiduciante y beneficiario.
El art. 1680, CCyC, señala que si el fideicomiso se constituye con fines de garantía, el fiduciario puede
aplicar las sumas de dinero que ingresen al patrimonio, incluso por cobro judicial o extrajudicial de los créditos
o derechos fideicomitidos, al pago de los créditos garantizados. Respecto de otros bienes, para ser aplicados a la
garantía el fiduciario puede disponer de ellos según lo dispuesto en el contrato y, en defecto de convención, en
forma privada o judicial, asegurando un mecanismo que procure obtener el mayor valor posible de los bienes.
El único efecto relevante de este contrato es la afectación del dominio fiduciario a la garantía (créditos
garantizados, que pueden ser actuales o incluso futuras) y que se efectivice el traspaso patrimonial de los bienes
a nombre del fiduciario (a los fines de aislar los riesgos patrimoniales de las posibles contingencias y pasivos
del fiduciante deudor). Por ello, no resulta claramente indispensable la registración del contrato de fideicomiso
de garantía en un registro público, como si lo es en el registro dominial respectivo.
Un enfoque similar puede hacerse respecto del fideicomiso de planeación patrimonial. La base de esta
modalidad fiduciaria es la transmisión de ciertos bienes (14) al patrimonio fideicomitido para su administración
y/o disposición por el fiduciario, quien en función de las reglas establecidas en el contrato (que tiene valor desde
la fecha misma de celebración del contrato o incluso después de la muerte de alguna de las partes) debe
desarrollar una serie de actos y que pueden estar condicionados (o no) a la muerte o incapacidad del
constituyente (15).
Como puede verse, se trata de negocios en algún punto privados del constituyente y sus sucesorios en los

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que lo único que es conveniente exteriorizar es el traspaso de los bienes fideicomitidos. Los terceros no deben
conocer de manera efectiva quienes son los futuros beneficiarios de este patrimonio fideicomitido sino también
eventuales pactos familiares (sensibles o delicados desde el punto de vista familiar y secretos para terceros que
no están relacionados con los participantes en el fideicomiso).
Quizás en este caso (como en el de garantía) sea necesaria una registración mínima y elemental que permita
cumplimentar con la exigencia legal, sin desvirtuar la discreción que debe tener este tipo de negocios
fiduciarios. Este tipo de fideicomisos suele emplearse en la empresa familiar (16) como una herramienta
complementaria del protocolo familiar (17) y a los fines de planificar (de manera total o parcial) sus cuestiones
patrimoniales, societarias, sucesorias y fiscales (18). Por ello, es aconsejable que se mantengan en la reserva
necesaria para preservar los secretos familiares y empresarios respectivos. Quizás se puede ordenar la
registración general (sólo fiduciario y cláusulas privadas) y dejar en reserva algún reglamento o procesos que
puedan afectar la intimidad familiar y patrimonial.
El art. 1683, CCyC, resguarda la debida protección de los terceros cuando dice que el carácter fiduciario de
la propiedad tiene efectos frente a terceros desde el momento en que se cumplen los requisitos exigidos de
acuerdo con la naturaleza de los bienes respectivos. En otros términos: haya o no registración, frente a terceros
los efectos se generan desde la transferencia dominial a nombre del fiduciario (19).
XXII. Competencia territorial
El régimen vigente no establece pautas ni reglas respecto del lugar de registración del contrato de
fideicomiso. No aclara cuál es la jurisdicción provincial (o nacional) en la que debe registrarse el fideicomiso.
Esta falencia puede ser suplida por una reglamentación administrativa que determine los distintos puntos de
conexión que exciten la competencia administrativa del registro.
Aunque la norma no lo menciona es suficiente con que el contrato se registre en un registro público
provincial, sin que sea necesario que debe replicar la inscripción en cada jurisdicción en la que el fiduciario
puede tener actividad o realizar actos jurídicos por cuenta y orden del fideicomiso. Una única inscripción es
suficiente para cumplir con la exigencia del art. 1669, CCyC.
Tratándose de un país federal en el que las provincias conservan el poder no delegado y pueden organizar
sus instituciones administrativas y políticas, la facultad de fijar la competencia registral podrá ser regulada de
manera dispar en cada provincia u órgano administrativo. Es claro que los puntos de conexión territorial para
formular la registración del fideicomiso se pueden relacionar con el lugar de constitución del fideicomiso (o el
domicilio que se fije a los efectos del contrato), el lugar donde se radican los bienes (o donde podrá realizar
actividades económicas o actos jurídicos relevantes) o incluso los domicilios de las partes (fiduciante,
fiduciario, beneficiario y fideicomisario).
En el ámbito de Ciudad de Buenos Aires, la cuestión estaba defectuosamente regulada en el art. 284, Res.
7/2015 de IGJ (hoy derogada por la Res. 6/2016), que decía: "A partir de las vigencias de estas Normas, se
registrarán en este Registro Público a cargo de la Inspección General de Justicia los contratos de fideicomiso, en
los siguientes supuestos: 1. cuando uno o más de los fiduciarios designados posea domicilio real o especial en
jurisdicción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y; 2. cuando acciones de una sociedad inscripta ante este
Organismo formen parte de los bienes objeto del contrato de fideicomiso. En caso de tratarse de contratos de
fideicomiso que involucren bienes registrables no sujetos a la competencia de este organismo, deberá cumplirse,
luego de la registración en este Organismo, la inscripción fiduciaria de dichos bienes ante el organismo que
corresponda, conforme lo establecido en los artículos 1682, 1683 y 1684, CCC. Se exceptúa de la competencia
de este organismo la inscripción de los contratos de fideicomisos financieros a tenor de lo dispuesto en el
artículo 1671, CCyC".
La IGJ tomaba como referencia sólo el domicilio real (o especial) del fiduciario como punto de conexión
para determinar la registración en su jurisdicción y no otros elementos (domicilio del fideicomiso, lugar donde
realice actividad o se sitúen los bienes, etc.). Pero en materia de fideicomiso de acciones (que es el que se
mantiene), el criterio no es el del domicilio del fiduciario sino el registro público donde esté registrada la
sociedad de la cual el fideicomiso es accionista.
Dicho de otra manera tenía dos reglas: una general y una especial. La general para todos los fideicomiso era
muy simple: domicilio del fiduciario (domicilio de la persona, pero se derogó); la especial también: lugar donde
esté registrado la sociedad de la que el fideicomiso es accionista (domicilio de la sociedad emisora), que es la
que se mantiene.
El nuevo art. 284, res. 6/2016 de IGJ, señala que se registrarán en el Registro Público a cargo de la
Inspección General de Justicia únicamente los contratos de fideicomiso y sus modificaciones, cuyos objetos

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incluyan acciones y/o cuotas sociales de sociedades inscriptas en este Organismo. La inscripción del contrato de
fideicomiso y sus modificaciones estará a cargo del fiduciario. De no solicitarla dentro del plazo de veinte días
corridos de celebrado el contrato de fideicomiso y/o sus modificaciones, la inscripción podrá solicitarla
indistintamente el fiduciante, el beneficiario o el fideicomisario. Se exceptúa de la competencia de este
Organismo la inscripción de los fideicomisos financieros que hacen oferta pública a tenor de lo dispuesto por
los artículos 1690 y 1691, CCyC."
Al no asumir competencia para registrar los fideicomisos, la IGJ sólo regula la competencia en materia de
fideicomisos de acciones (y no establece pautas para otros fideicomisos).
XXIII. Fideicomisos que involucren bienes registrables
Pero lo que sí tenía una defectuosa técnica legislativa y sería prudente que los organismos provinciales no lo
sigan es la segunda parte del art. 284, res. 7/2015 de IGJ, que a la vez no era suficientemente clara. Este artículo,
hoy derogado por la res. 6/2016 de IGJ, señalaba "En caso de tratarse de contratos de fideicomiso que
involucren bienes registrables no sujetos a la competencia de este organismo, deberá cumplirse, luego de la
registración en este Organismo, la inscripción fiduciaria de dichos bienes ante el organismo que corresponda,
conforme lo establecido en los artículos 1682, 1683 y 1684, CCyC".
La extensión "contratos de fideicomiso que involucren bienes registrables no sujetos a la competencia de
este organismo" era confusa, ya que no se entendía cuáles eran esos bienes registrables. La propia resolución
estipulaba que el único caso de competencia de IGJ en función de los bienes era el fideicomiso de acciones (lo
que importaba un sentido lato del lugar de los bienes —acciones- y que se determinaba en función de que la
sociedad emisora haya sido registrada en IGJ). Pero para los demás casos, el punto de conexión determinante
era el domicilio del fiduciario y no el lugar de los bienes (inmuebles, vehículos, semovientes, marcas, dinero,
etc.). Pero además la IGJ no tenía ninguna competencia respecto de los bienes registrables (con lo cual siempre
serían bienes no sujetos a la competencia de la IGJ).
Pero más curioso era el iter lógico de aplicación que proponía la norma: (i) se trataba de un contrato de
fideicomiso que involucra bienes registrables no sujetos a la competencia de IGJ; (ii) debía cumplirse con la
registración del contrato en IGJ; (iii) luego, debía producirse la inscripción de los bienes ante el registro que
corresponda según la naturaleza del bien (inmobiliario, vehículo, marca, etc.).
Afortunadamente este dispositivo fue derogado por la Res. 6/2016, que si bien no resuelve el problema para
todos los fideicomisos (pues sólo acepta los fideicomisos de acciones), no ha mantenido dicho criterio que
podría ser peligrosamente replicado en otros ordenamientos provinciales.
Quizás lo que se quiso decir en la norma derogada es que en casos en que se deba inscribir un bien
registrable (inmueble, vehículo, marca, etc.) en un registro correspondiente a Ciudad de Buenos Aires deberá
previamente inscribirse el fideicomiso en la IGJ.
La norma era autocontradictoria si se le interpreta literalmente: por un lado, la competencia para registrar el
fideicomiso la determina el domicilio del fiduciario, pero -por el otro- también deben registrarse en la IGJ los
fideicomisos que tengan bienes (aunque sea uno sólo) en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Pensamos
que esta interpretación es errónea pues impondría la necesidad de que un mismo contrato de fideicomiso se
registre dos veces, pero en distintos registros públicos, según sea el domicilio del fiduciario o el lugar de
radicación de los bienes registrables. Un registro inmobiliario o vehicular no puede rechazar la registración del
dominio fiduciario sobre la base de que el fideicomiso ha sido registrado en un organismo (registro público)
distinto del establecido para Ciudad de Buenos Aires.
Es razonable que se excluya de la competencia de la IGJ la registración de los fideicomisos financieros, pero
erróneamente la resolución cita el art. 1671, CCyC, cuando se trata del art. 1691, CCyC.
De lege ferenda, para futuras reformas en este punto y que deberían tomar las resoluciones provinciales,
pensamos que el punto de conexión razonable para la fijación de la competencia registral debería ser el lugar
donde se va a cumplir el objeto del contrato (v.gr., administración de ciertos bienes, construcción de un edificio
o explotación agropecuaria) o el del domicilio del fideicomiso (en el que las partes asientan el lugar como
centro de sus actividades). Sólo supletoriamente, puede tomarse como puto de conexión el domicilio real del
fiduciario, fiduciante o algún otro participante del fideicomiso.
XXIV. Aceptación del beneficiario
Al solicitar la registración del fideicomiso, la res. 7/2015, de la IGJ, impone que el precalificador dictamine
sobre dos puntos (arts. 285, inc. d y 286) que importan una extralimitación en las facultades registrales.
Se impone la aceptación del beneficiario y del fideicomisario para recibir las prestaciones del fideicomiso,

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cuando el Código Civil y Comercial no exige necesariamente la aceptación del beneficiario de la prestación del
fideicomiso. Mucho menos que dicha aceptación sea una condición para poder acceder a la registración.
La explicación no requiere de mayores interpretaciones y se funda en una lectura simple del art. 1681,
CCyC: Para recibir las prestaciones del fideicomiso, el beneficiario y el fideicomisario deben aceptar su calidad
de tales. La aceptación se presume cuando intervienen en el contrato de fideicomiso, realizan actos que
inequívocamente la suponen o son titulares de certificados de participación o de títulos de deuda en los
fideicomisos financieros. Sin mediar aceptación en los términos indicados, el fiduciario puede requerirla
mediante acto auténtico fijando a tal fin un plazo prudencial. No producida la aceptación, debe solicitar al juez
que la requiera sin otra substanciación, fijando a tal fin el modo de notificación al interesado que resulte más
adecuado. El beneficiario y el fideicomisario pueden, en la medida de su interés, reclamar por el debido
cumplimiento del contrato y la revocación de los actos realizados por el fiduciario en fraude de sus intereses, sin
perjuicio de los derechos de los terceros interesados de buena fe.
XXV. Objeto fiduciario
Algo similar sucede con la explicación para el caso de que si el fiduciario es una persona jurídica dictamine
si se desprende de su objeto social la actuación como fiduciario en el país.
Salvo que se trate de un fiduciario profesional (en el que se debe tratar de una sociedad especialmente
autorizada por la CNV, art. 1690, CCyC), en los demás casos no es menester que el fiduciario incluya en su
objeto expresamente la posibilidad de ser fiduciario (menos aún la de ser fiduciante, beneficiario o
fideicomisario). Si el objeto social lo menciona junto con otras posibles actividades será más claro. Pero su
omisión no importa la prohibición de asumir la propiedad fiduciaria de un bien.
Exigir que el objeto societario debe incluir la posibilidad de ser fiduciario sería igual a que también prevea
la posibilidad de que pueda ser titular de bienes inmuebles o muebles (o incluso tener el usufructo de ciertos
bienes) o que la sociedad sea accionista o socio de otras sociedades o asociaciones. Son actos que no
necesariamente deben constar expresamente en el objeto social, pero se entienden complementarios de cualquier
actividad empresarial. En nuestra opinión, ser fiduciario (o fiduciante) de un fideicomiso es una actividad que
en general se complementa con otras actividades relacionadas con el giro empresario.
(1) MOLINA SANDOVAL, C., "La desestimación de la personalidad jurídica societaria", Ábaco, Buenos
Aires, 2002.
(2) RICHARD, E.H., "La frustración del sistema jurídico por uso abusivo de sociedades", RDPC Nº 4,
Rubinzal-Culzoni, Sta. Fe, 1993, p. 107.
(3) FAVIER DUBOIS (h), E.M., "Derecho societario registral", Ad- Hoc, 1.994, p. 23.
(4) KIPER, C. M. y LISOPRAWSKI, S.V., "El Fideicomiso en el Proyecto de Código". LA LEY, 2012-E,
812.
(5) JUNYENT BAS, F. y MOLINA SANDOVAL, C. A., "Bases para una reforma del régimen del
fideicomiso". A propósito de la necesidad de su inscripción, LA LEY 2007-C, 782.
(6) Ver sobre el tema el profundo trabajo de KIPER, C.M. y LISOPRAWSKI, S.V., Supresión del Registro
de Contratos de Fideicomiso en la IGJ. La Resolución General 6/2016 es un ejemplo de sometimiento a la ley,
LL, 18.3.2016.
(7) Dicen los considerandos de la Res. 6/2016, IGJ, que "del texto completo del CCC se interpreta que esta
mención refiere al "Registro Público de Comercio", tal como era denominado en los anteriores Código Civil de
la Nación (Ley N° 340) y en el Código de Comercio (Ley N° 2637). Ello en virtud que la eliminación de los
términos "de Comercio" surgen como consecuencia de la unificación del derecho civil y comercial en un solo
código de fondo y que la referencia al "Registro Público" es utilizada en numerosos artículos del CCyCN de los
cuales surge como indiscutible la referencia al anterior Registro Público de Comercio (vgr. algunos ejemplos:
artículo 323 sobre rúbrica de libros; artículo 329 sobre sustitución de libros rubricados; artículo 1448 sobre
negocio en participación (antes artículo 361 de la Ley N° 19.550); artículo 1455 sobre agrupaciones de
colaboración (antes artículo 369 de la Ley N° 19.550); artículo 1466 sobre uniones transitorias (antes artículo
380 de la Ley N° 19.550); artículo 1473 sobre consorcios de cooperación (antes artículos 5° y 6° de la Ley N°
26.005)".
(8) MOLINA SANDOVAL, C. A., "Fideicomiso societario". Bases para una mejor utilización de la figura
fiduciaria, ED del 22/3/2005, p. 1.
(9) "Es obvio que el contrato de fideicomiso no registrado, como cualquier otro contrato, no aprovecha ni
perjudica a terceros. Ello sin perjuicio de la situación de los bienes registrables, en cuyo caso la oponibilidad a

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terceros dependerá de que se cumpla con la respectiva inscripción en el registro correspondiente" (KIPER, C.
M. y LISOPRAWSKI, S. V., Registración del contrato de fideicomiso en el Código Civil y Comercial. Una
novedad. Efectos, LA LEY 2014-F, p. 800).
(10) Profundizamos en: MOLINA SANDOVAL, C. A., "El fideicomiso en la dinámica mercantil", 3ª ed.
act., B de F, Montevideo, Bs. As., 2013.
(11) KIPER, C. M. y LISOPRAWSKI, S.V., "Insuficiencia del patrimonio fiduciario y su liquidación en el
Proyecto de Código", LA LEY 2014-E, p. 987.
(12) MOLINA SANDOVAL, C., La liquidación del patrimonio fideicomitivo en el nuevo Código, La Ley,
8.7.2015, p. 7.
(13) MERLO, L.M. y BERBERE DELGADO, J.C., "El fideicomiso testamentario". Como herramienta de
planificación sucesoria. Marco legal vigente y proyectado, DFyP 2013 (julio), p. 91.
(14) KIPER, C. M. y LISOPRAWSKI, S. V., "Tratado del fideicomiso", Lexis-Nexis, Bs. As., 2003, p. 530.
(15) MOLINA SANDOVAL, C., "El fideicomiso en la planificación sucesoria", La Ley, ejemplar del
15.04.2014, p. 1.
(16) FAVIER DUBOIS, E.M. (h.), "Los fideicomisos en la empresa familiar", DFyP 2011 (noviembre), 13;
FAVIER DUBOIS, E.M. (h.), "Los fideicomisos para la protección de la empresa familiar", DFyP 2014 (abril),
p. 3.
(17) MOLINA SANDOVAL, C. A., "Protocolo de empresas familiares", La Ley, del 25/2/2013, p. 1.
(18) MOLINA SANDOVAL, C. A., "Planificación sucesoria y patrimonial en la empresa familiar",
RDCyE, febrero de 2014 (año 5, nro. 1), p. 99.
(19) "En lo que hace a la transmisión fiduciaria de derechos reales, pensamos que la oponibilidad se seguirá
rigiendo por las normas generales. Así, por ejemplo, si se trata de un inmueble, el dominio fiduciario surgirá de
las constancias del Registro de la Propiedad Inmueble, si se trata de una cosa mueble no registrable, la
publicidad deriva de la tradición (ver art. 1893 y ccdtes. nuevo Cód. Civil y Comercial)" (LISOPRAWSKI, S.
V., "Oponibilidad del contrato de fideicomiso frente a terceros. Régimen en el Código Civil y Comercial", LA
LEY 2015-A, p. 39).

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