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Sinopsis

Dos mundos conectados por viejas disputas familiares.

Dos personalidades diferentes.

Dos géneros contrarios.

Hielo y fuego, en constante competencia.

Katherine Briden es una mujer difícil, inteligente y controladora que está

acostumbrada a ganar. Todos se han acostumbrado a dejarle el camino libre

cuando quiere algo…O bueno, casi todos.

Andrew Simurs es el único con el valor de enfrentarla y aún así tiene que

enfrentarse con verse derrotado por ella una y otra vez.

Pero, ¿qué ocurrirá cuando ella nunca llega a su última confrontación?

¿Qué pasa si un accidente lo cambia todo, y les permite intentar conocerse

mejor?

¿Les dará el destino una segunda oportunidad de encontrar el verdadero amor?

Sumérgete en esta maravillosa y competitiva historia de amor, quizás algún día

encuentres a tu idiota competidor.


1
Abro los ojos, ¿dónde estoy? Puedo sentir el olor a humo en el ambiente, como
si lo tuviera entrando directo a mi nariz. ¿Qué ha ocurrido? Tengo un fuerte

dolor de cabeza y no puedo sentir mis piernas, así que no sé qué pensar de la

situación. Toco mi cabeza y al bajar mi mano noto que está manchada de sangre
al igual que algunas partes de mi ropa, donde podría jurar que tengo algunos

moretones. Trato de levantarme para averiguar qué ocurre pero mis piernas se

niegan a responder, atrapadas bajo una puerta…. ¿una puerta de un automóvil?

Necesito salir de acá.

— ¡Auxilio! ¡Auxilio! —pido ayuda entre gritos, que hacen más en dañar mi

garganta que traer ayuda. Los alrededores no parecen prometedores sin ningún

flujo de autos aunque me he dado cuenta hace un rato que estoy en medio de una

calle. Estoy tan desesperada que igual sigo intentándolo. Con suerte, alguien que

no veo entre toda la destrucción se dará cuenta de que sigo ahí. —Ayuda, no
puedo levantarme — sigo repitiendo entre sollozos mirando en todas las

direcciones que me es posible.

Nadie responde.

Vuelvo a gritar varias veces más sin obtener respuesta. Mis ojos han comenzado
a cristalizarse por las lágrimas y mis pulmones se niegan a retener aire. El
tiempo pasa y mi desesperación crece llevándome al borde de un ataque de

pánico. Sé que no he tenido muchos otros para comparar, pero sé que poco a
poco la sensación va haciendo su camino a través de mí. El sol no deja de

quemarme la piel expuesta del cuello y hombros, que podría jurar que ya debe

haber adquirido la molesta coloración que toma cuando me doy algo de sol.

— Por favor, ayuda— sollozo a punto darme por vencida y abandonarlo todo,

cuando sé que mis suplicas no tienen respuesta. No puedo más que solo pensar
que esa desolada estructura de cemento se convertiría en mi última visión

mientras dentro de mí, sigo esperando ayuda. Con suerte, alguien encontraría mi
cadáver en unas horas, si era el caso.

El tiempo continúa pasando y la ayuda no llega. Creo que todo está perdido,

sobre todo al tener dos cadáveres cerca de mí, ambos masculinos e idénticos.

Mis fuerzas se han agotado y siento que estoy a punto de desmayarme. Cierro

los ojos rindiéndome al fin, pero lo único que eso trae es una desagradable
sensación de nauseas mientras que a cada latido puedo escuchar pasos y voces

que se acercan rápidamente; y estoy segura que han estado desde hace poco

porque de ser de otra manera los habría escuchado hace rato. Abro los ojos

esperando que todo se haya acabado y que no sea mi imaginación jugándome


una broma.

— ¿Está muerta? — pregunta un hombre joven mirándome con clara


preocupación en sus ojos. Algo en la manera en la que se niega a estar muy cerca

de mi posición, me da una idea de lo mal que debo lucir realmente—. ¿Y esos


dos? No se mueven.
— No lo está— una voz más profunda y tosca aclara mientras alguien toma el
pulso en mi cuello. La temperatura de sus dedos, quema contra mi piel que

supongo ha de ser la caliente, debido al rato que llevo bajo el sol—. Bienvenida,

preciosa señorita—menciona aliviado el hombre de unos 60 años quitando su


mano de mi cuello con una sonrisa amable.

Lleva un uniforme al igual que un tercer hombre que permanece en silencio

mirando hacia mí con cierto desagrado.

— ¿Esta bien? — pregunta el más joven de ellos, con la vista fija en mis

piernas. Es el único de los tres vistiendo un traje mientras que los otros usan una

especie de uniforme con algunas insignias que no logro reconocer—. ¿Por qué

no se levanta?— detecto cierta preocupación en su voz y un rastro de

culpabilidad. Como si me conociera de algún ligar, y aunque algo de él me


resulta levemente familiar, no hay nada que me diga de dónde.

— Parece que está atrapada con esa puerta, es demasiado pesada para que

pudiera quitarla por sí sola— el más viejo examina mis piernas con seriedad y
luego se dirige a su compañero con la misma expresión critica, hablando en voz

baja por un rato e intercambiando algunas señas, hasta que al final, le palmea el
hombro volviendo su mirada a mí—. Debemos quitarla, si esperamos más ayuda
podría ser peor para ella. Y créeme, no queremos que sea peor.

— ¿Qué ocurrió? — mi voz sale pastosa e inaudible mientras un dolor


aprehendiente pasa por mi garganta acompañado de un sabor amargo a sangre.
Supongo que debí contar con eso en el momento en que decidí gritar.

— Ha tenido un accidente automovilístico— explica el mayor de todos mientras


su compañero quita la puerta de sobre mis piernas. Pruebo mi suerte intentando

mover los dedos de los pies, pero luego de varios intentos, no parece que es

mucho lo que pueda hacer—. Estarás bien, no te preocupes— desvía la mirada


mientras parece que reza en voz baja.

Los hombres con uniforme quitan la puerta de mis piernas y me preguntan cómo

me siento mientras limpian la herida en mi cabeza. Reprimo mis ganas de

decirles lo obvio porque me siento demasiado débil para siquiera hablar, así que

me resigno a hacerles el trabajo más fácil y no ser una herida quejona.

— La ambulancia no puede llegar hasta acá, el fuego y los fragmentos de ambos

vehículos dificultan el paso y hemos venido sin apoyo. Además no sabemos que

tanto se mantenga esto hasta que haya peligro de explosión, porque es una
cantidad peligrosa de gasolina la que está saliendo del camión— explica con voz

alerta el de cabello grisáceo, señalándole a los otros dos la realidad con la que
lidian en el momento—. Debemos llevarla hacia la ambulancia, no hay tiempo

que perder.

— Yo lo haré— lo detiene el castaño arremangándose la camisa y luego


levantándome en brazos con completa comodidad, como si fuera algo que

hiciera todos los días. ¿Quién era? ¿Lo conocía? .—No pesas tanto como creí—
expresa con una sonrisa tímida que no llega a sus ojos y por alguna razón, algo
en mi interior se queja como si necesitara decirle algo de vuelta. Es una

sensación tan agria que solo podría igualar con el enojo.

— Manchó su traje—el que parece el aprendiz del más adulto, deja salir un

quejido casi imperceptible, demostrando que está muy en desacuerdo con el civil

participando en eso. —Debe ser muy costoso.

Frunzo el ceño y desvío la mirada.

El hombre joven me lleva en brazos durante unos minutos entre los restos del

accidente y escondo el rostro contra su pecho desesperada por alejar el olor a

humo que parece no dejarme. A pesar de que el olor de su loción es agradable,

no puede ni de cerca desaparecer el asfixiante olor del grisáceo gas. Me deja en

la camilla más rápido de lo que pensé y a pesar de que agradezco haberme

deshecho del daño del sol y toda la escena fuera de la cabina del vehículo

clínico, aun no estoy del todo a gusto con mí alrededor; menos con el olor a
alcohol uniéndose al de la humareda. Los técnicos en emergencias se dirigen

directamente a la parte delantera después de dar un breve vistazo al interior de la


cabina y de cerrar las puertas dobles. El vehículo no demora en ponerse en

marcha con el sonido de sirenas de policía compitiendo con el de la ambulancia.


Ambos sonidos no hacen más que ponerme los nervios de punta preguntándome
que rayos está pasando. Ni siquiera puedo pensar en lo que ocurrió antes de

despertarme en medio de los restos de la coalición de los vehículos; aunque


tampoco recuerdo mucho de cuales eran. Estoy tan poco segura de lo que ocurre
que toma todas mis fuerzas mantenerme tranquila en la camilla.

Siento que mis ojos comienzan a cerrarse lentamente sin poder controlarlo pero
una voz me detiene. Miro a mi alrededor en busca de la procedencia de esta y

noto que el hombre sujeta un teléfono y lo mantiene en altavoz.

— ¿Cómo está? —la voz en el teléfono es masculina y profunda, y suena

molesta. Debe ser de alguien a quien él respete mucho por la tensión que tiene su
cuerpo al hablarle, como si no pudiera con la certeza de hacer al dueño de esta,

enojado—. ¿Ha sufrido alguna herida grave?

— No, padre. Tiene una contusión en la cabeza y lo más probable es que estará

en silla de ruedas por un tiempo. Solo eso.

— ¿Solo eso?— a pesar de que no está gritando, el tono de voz del padre del
hombre, sube unos cuantos decibeles—. Pudo haber muerto.

— Pero está viva— me mira como si pudiera transmitir la imagen en la camilla y

enviársela en un mensaje como si nada—. Pudo ser peor y lo sabes. Lo más

importante es que aún está viva. Y no me preocuparía tanto por eso, sino porque
no ha dicho mucho— toma mi mano, con uno de los lados de su boca alzándose
con lo que parece una sonrisa, de la que al final se retracta; y aunque es un toque

inofensivo y suave, un sentimiento de desagrado llena mi cuerpo, obligándome a


retirarla de inmediato.

—No la dejes sola—la persona del otro lado de la línea parece hablar entre
dientes y con algo de agitación cuando menciona la orden, luego hace una pausa
por lo que parece siempre hasta el punto de hacerme pensar que ha colgado pero

el sonido de una garganta aclarándose, me demuestra que no.— Llegaré mañana.

Hijo, hablo en serio, no te atrevas a dejarla sola.

— Si, padre, lo sé—vuelve a recuperar mi mano en la suya sin haber siquiera

hecho una mala cara la primera vez que la solté, y mantiene su atención en la
línea sin dirigir ni una sola mirada en mi dirección. —Esperare hasta que se

recupere, eso sí David no me saca a patadas primero— con esa última frase
cuelga la llamada y mete el teléfono en uno de los bolsillos internos de su saco.

— ¿A dónde vamos?

— A Filadelfia. Por ahora, descansa. Responderé todas tus preguntas cuando lo

hayas hecho.

Hago caso a sus palabras y cierro los ojos dejándome caer en un sueño profundo.

Siento el momento en el que me bajan de la ambulancia pero estoy tan cansada

que me dejo llevar a donde sea que quieran llevarme. Igual nada puede ser peor
que encontrarme con la escena de ese mismo día.

2
Bip…Bip…Bip, son los primeros sonidos que escucho cuando despierto.

Lentamente abro los ojos encontrándome con unos cansados irises azules

observándome preocupados, y son la razón por la que en segundos todo me

viene de golpe y a la vez, no veo nada más allá de las horas anteriores.

Por muy evidente que sea, me permito estudiar su apariencia y dar con lo que me
resulta tan conocido de él. Tiene un perfil serio pero sincero acompañado por los

ojos más azules que alguna vez he visto, una nariz recta y fina; su ceño fruncido

hace que sus gruesas cejas destaquen, al igual que le dan más firmeza a la línea

que forman sus labios en esos momentos. Sin embargo, sé que cuando no están
así, las puntas tienen una coqueta elevación. Su cabello cae desordenado sobre

su frente y por la manera en que lo tiene, es evidente que tiene la manía de


pasarse las manos regularmente por él. Lo observo fijamente hasta que noto que

un peculiar brillo se enciende en sus ojos convirtiendo mi examen en algo más


que embarazoso, pero en vez de reaccionar contra eso con molestia, son sus

mejillas quienes hacen sus pensamientos evidentes al adquirir un leve sonrojo.


— ¿Dónde estoy?— libero su rostro de mi escrutinio y paso a examinar el lugar
donde estamos. Es una elegante habitación con cortinas oscuras y un moderno

sofá en la pared contraria a la cama, estoy rodeada de diferentes máquinas de

aspecto clínico que no dejan de mostrar diferentes señales que deben recibir
desde el par de cables que desaparecen bajo la sabana que me arropa, y de ahí

deben estar conectados a alguna parte de mi cuerpo. El aire tiene un picante olor
a alcohol que no deja de molestarme—. ¿Quién eres?

— Katherine, estamos en el hospital Pensilvania en Filadelfia. Y en cuanto a

quien soy, no puedo creer que me hayas olvidado— se permite decirlo con burla

aunque la situación no parece la indicada para utilizar el humor.

Katherine. ¿Quién era Katherine? Me había llamado Katherine con tanta

seguridad como si me conociera.

— ¿Quién es Katherine?—alzo una ceja mientras me incorporo en la mullida


camilla recibiendo algunos dolores en la parte baja de la espalda—. Y no, no sé

quién eres.

— Tu eres Katherine— frunce el ceño como si algo no le concordara, y para


hacer su afirmación aún más creíble, me señala con un dedo a pesar de que se ve

grosero.— Deja de jugar conmigo. Soy Andrew, Andrew Simurs.

— No me llamo Katherine— aseguro echándome el cabello detrás de los

hombros.

— ¿Entonces, cuál es tu nombre?


— Yo…no lo sé— por más que trato de recordar para darle una respuesta que
quite ese enfado conmigo, mientras busco en mi cabeza lo único con lo que doy

es que no estoy segura de nada.

— Katherine, no bromees— susurra nervioso cerrando los ojos y frunciendo los

labios en una mueca. Puedo ver como la vena de su cuello palpita sin control con
él luciendo cada vez más concentrado en lo que sea que está trabajando su mente

—. ¿En serio, no recuerdas mi nombre?

Niego.

— Katherine…

— Deja de llamarme así, ese no es mi nombre.

Se levanta del borde de la cama y comienza a caminar nervioso por toda la

habitación con la vista baja y pensativa, lo hace por varios minutos como si
hacerlo le diera una idea de cómo debería proceder. Cuando estoy a punto de

decirle que se detenga porque no hace más que inquietarme, levanta la mirada y

sale de la habitación sin decir nada.

Miro a través de la espaciosa habitación sin nada en mente y luego echo un

vistazo a mis piernas que no son más que un bulto debajo de la gruesa sabana y
antes de poder estirarme a ver, siento una punzada en la cabeza, recordándome la
sangre que había estado saliendo de una herida en ella, la última vez que revisé.

Toco mi frente y me encuentro con una venda que recubre la mayor parte de
esta, dejándome con la duda de que tan grave es la herida.
Me siento impotente, necesito salir de aquí; algo me dice que tengo que hacerlo.
Vuelvo a mirar por toda la habitación buscando por una forma de salir pero la

única posible es la puerta por donde Andrew ha salido hace un rato. Igualmente,

no creo que fuera posible salir caminando con el estado que muestran mis
piernas, además del hecho de que aún no puedo sentirlas.

Suspiro.

Un bolso en la mesa a mi lado llama mi atención, es un bolso de mujer de cuero

negro y aunque tiene un aspecto desastroso, sé que puede ser de ayuda. Lo tomo

y vacío el contenido sobre mi regazo. Dentro hay un teléfono, una cartera, llaves,

lo que parece un estuche de maquillaje, una agenda y eso es todo. Nada fuera de

lo normal, más que las típicas cosas que una mujer llevaría en su bolso.

El teléfono se encuentra con la pantalla destrozada por lo que es poco visible lo

que hay en ella. Es caro, se nota. Y a pesar de que parece imposible, aún
permanece encendido, mostrando diferentes notificaciones luminosas en la

pantalla. Me las arreglo para descifrar de qué se tratan y me encuentro con que
la mayoría son avisos de mensajes pendientes y llamadas perdidas. Lo

desbloqueo sin saber cómo y abro uno a uno los mensajes.

Xavier Higgons: ¿Has llegado?

Papá: ¿Por qué no contestas mis llamadas? Llámame, estoy preocupado.

Xavier Higgons: Trevor y Steve no contestan sus teléfonos. ¿Qué ocurre?

Xavier Higgons: Kathe, tu padre está muy preocupado. Por favor, contesta.
Papá: Hija, por favor, responde. Te lo suplico. Posdata: ¿Cómo te fue con
Simurs?

Así que si me llamaba Katherine. ¿Y qué ocurría con el misterioso Andrew

Simurs? Sigo revisando el teléfono pero no encuentro nada que me dé una pista

de lo que realmente está sucediendo.

Paso de uno a uno los objetos y abro la cartera hallando diferentes tarjetas de
crédito, identificaciones, algo de dinero y varias fotos de gente que no recuerdo

conocer.

Tomo una de las identificaciones y la examino.

Katherine Sophia Briden Prine.

Fecha de nacimiento: 14 de Septiembre, 1988.

Lugar de nacimiento: Nueva York, EUA.

Y en ella hay una foto de una mujer. Y esa mujer soy yo. Así que si es cierto, mi

nombre es Katherine Briden. Y con eso confirmado había dos opciones de

porque no estaba del todo segura de es; o me estaba volviendo loca o todo era
una broma de alguien.

Es imposible ver una vida frente a mis ojos que no es mía, no podía ser mía. No

recuerdo nada.

El castaño vuelve a entrar a la habitación seguido de un doctor que camina a la

camilla, ambos parecen saber algo que yo no, e intercambian miradas que
guardan un significado secreto que me hela la sangre.

— ¿Así que no recuerdas tu nombre?—dice el doctor examinando el


electrocardiógrafo.

— Creo que es Katherine Briden—con voz temblorosa señalo la identificación

en mis manos—. No estoy segura, la verdad.

—Está bien, comencemos con algo aún más fácil. ¿Qué recuerdas exactamente?

— Yo…no recuerdo nada— otra punzada llega a mi cabeza pero esta vez el

dolor trae algo de lagrimeo a mis ojos—. Solo sé que esta mañana tuve un

accidente y que dos personas murieron en él.

— ¿Los reconociste?

Niego.

— ¿Sabes tu edad?

Niego.

— ¿El nombre de tu padre?

Niego.

— ¿Día de nacimiento?

— ¿17 de Septiembre?

Asintió.

— Lo dice acá, así que en realidad no lo recuerdo.


— Parece que te diste un golpe muy fuerte en la cabeza— el tacto de sus dedos
es helado cuando los pone sobre el vendaje dando una mirada detenida a la

herida debajo del material.— Eso pudo crear una pérdida de memoria…O

quizás fue el trauma por el accidente.

— He perdido la memoria— no intento decirlo como una pregunta pero


igualmente asiente—. ¿Entonces, si soy Katherine Briden?

Asiente.

— Lo mejor para esto es que vuelvas a tu rutina, será difícil al principio pero es

la mejor terapia. Enviaré la información a tu doctor de cabecera en Nueva York,

y él te dirá más sobre los chequeos y demás cosas.

— ¿Hay posibilidades de que pueda quedar así?

— Son muy mínimas, nada de qué preocuparse. Solo tienes que cuidar mucho
esta cabeza y no alterarte.

— Entonces, nos encargaremos de eso— Andrew es quien habla esta vez, y lo

hace con determinación aunque sin mirarme. Ha prometido explicarme todo,


pero parece que la magnitud de todo lo que tiene que explicar es demasiado para

él—. Ya notifiqué a su padre.

— Ok, informaré eso— el doctor asiente un par de veces y se dedica los minutos
antes de volver a irse, en una revisión de la información que le dan las máquinas.

— ¿Así que no sabes quién soy?— el ojiazul se sienta en el sillón juntando las
yemas de los dedos.

Niego.

— Si me recordaras estaríamos peleando— su media sonrisa vuelve a aparecer y


me hace preguntarme como lucirá su verdadera sonrisa.

— ¿Te odio?

— Digamos que algo parecido.

— ¿Entiendo?... La verdad es que no.

— No tienes que hacerlo, pronto lo harás.

— ¿Pronto?

— Tu padre te lo dirá, estoy seguro— me mira fijamente como si esperara que

en cualquier momento fuera a atacarlo y esto no fuera más que una mentira. Sin

embargo, hay una parte de él que ha comenzado a convencerse de que lo mejor


es aceptarlo de una vez por todas—. Y me tengo que ir. No le gustará verme

aquí.

Con paso suave emprende su marcha en el corto recorrido del sofá hasta la
puerta por la que salió el profesional de la salud hace poco.

— No te vayas— por muy patético que pueda sonar, es lo que necesito. En el

momento en que él salga por esa puerta me habré quedado completamente sola,
sin nadie más que conozca y me guie sobre quien soy.

— ¿Qué dijiste?— se voltea sorprendido.


— No te vayas, eres lo único que tiene sentido.

— ¿Te estas declarando?— otra media sonrisa y esta vez comienzo a


comprender mi aversión hacia él. El hombre es algo loco; puede pasar de verse

como la persona más afectada a estar engrandeciendo su ego en segundos.

— Ya veo porque no me agradas. Pero no, solo quiero que me cuentes como era.

— Tu padre te lo dirá mejor que yo.

— No sé quién soy y no confío en nadie.

— No has cambiado, siempre tan desconfiada— se acerca a la camilla y se deja

caer en el borde mirando el cuadro que cuelga de la pared. No es más que alguna

pintura abstracta que debieron comprar en alguna venta de garaje pero parece

haber capturado la mirada de él.

— Olvídalo, no te obligaré a quedarte.

— Mi número está en tu celular, si me necesitas llámame— hace un teléfono con

las manos.

—No tengo a ningún Andrew Simurs agendado— declaro cuando no doy con su
nombre entre la lista de contactos en el teléfono roto. Quizás se deba a que he
presionado mal, pero lo he intentado tantas veces que comienzo a creer que es

solo que él está mintiendo sobre yo teniendo su número.

— Solo escribe mi número y veremos mi nombre— toma el dispositivo móvil de

mis manos y después de un par de intentos, ha logrado escribirlo acertadamente


—. ¿El Idiota?— alza una ceja cuando por fin da con su búsqueda—. Lindo

apodo.

— No recuerdo eso. Pero me agrada.

Esta es mi vez para sonreír y él no demora en responderme con una de sus

medias sonrisas de vuelta.

— La misma tú, pronto estarás discutiendo conmigo.

Alguien llama a la puerta y corta lo que fuera que estaba por decir luego de eso.

— Hija, soy yo— anuncia una agotada voz masculina desde el otro lado de la

puerta—. ¿Puedo pasar?

— Pase, Sr. Briden— responde Andrew volviendo a su expresión seria y

caminando a la puerta. La abre dejando ver a un señor de mediana edad con un

semblante preocupado que no deja de mirar sobre el hombro del joven en busca

de algo o alguien.

— Que gusto verlo.

— Andrew Simurs— el señor da un asentimiento seco y lo pasa entrando a la


habitación y dejando que su mirada aterrice en mí en la camilla. Algo en sus ojos
me da la señal que necesito para saber que está aliviado de verme, al igual que

algo dentro de mí me hace estarlo también.— Oh, mi Kathe, ¿estás bien?— se


acerca y termina a un lado de la camilla tomando una de mis mejillas para verme

mejor.
Aun no entiendo porque siguen haciendo ese tipo de preguntas, cuando la verdad
está en la manera en la cual me veo. No creo que la definición de estar bien

conecte con estar en una camilla, con la frente vendada, las piernas enyesadas y

conectada a un par de equipos.

— Sí, estoy bien—me apresuro a mentir. Algo en él me parece familiar, quizás


su sonrisa pero no puedo decirlo—. ¿Papá?— finjo una sonrisa para seguir con

la farsa, porque no estoy muy segura de que más hacer sin volver evidente el
verdadero problema en esos momentos.

— Oh, bebé— me abraza teniendo sumo cuidado. No sé porque me siento tan

protegida con su abrazo, como si algo de mí volviera—. Cuando supe de tu

accidente, estuve a punto de morir de la preocupación. Por cierto, ¿qué hace

Simurs acá?— esto último lo susurra en mi oído.

Me encojo de hombros aunque me doy cuenta que lo que estoy a punto de decir
no es la respuesta que él esperaba. —El sr. Simurs me salvó. En realidad no sé

quién es. No recuerdo nada.

— ¿Cómo que no recuerdas nada?— su voz sube un poco y abre los ojos como
platos mirando de Andrew a mí, y viceversa.

— Sr. Briden, yo le explicaré. Parece que el golpe que Katherine recibió en la


cabeza fue demasiado fuerte y provocó una pérdida de memoria absoluta, pero

no definitiva. No recuerda quien es y mucho menos quienes somos nosotros.

— ¿No recuerda nada? ¿No sabes quién soy, Kathe?


Niego.

— Soy tu padre, David Briden… papá. En serio, ¿no me recuerdas?— junta las
manos angustiado y no puedo más que hacer que mirarlo nerviosa esperando

porque no haga esto más difícil. Sin embargo, su piel ha tomado una tonalidad

rosácea y sé que se encuentra enojado—. Todo es tu culpa— señala al otro


hombre—. Si solo no la hubieras retado. Sabes que nunca te hubiera dejado

ganar ese trato, es demasiado competitiva. Tú fuiste quien la hizo salir corriendo
de la ciudad por eso.

— ¿A qué se refiere?— contemplo a ambos hombres mantener una pelea de

miradas durante un rato, sin entender una sola palabra de lo que el mayor ha

mencionado—. Andrew… ¿de qué habla?

— Tu padre y tú solo saben herir a las personas, después de que obtengan lo que

quieren hacen todo lo posible porque sea solo suyo—mi padre evade mi
pregunta y sigue hablándole al contrario—. Pero no pueden soportar que mi

familia siempre les lleve la delantera.

De pronto siento que el aire me falta, no puedo respirar, me siento atrapada,


como si me ahogara y por más que intento detener a ambos hombres y hacerles

saber que algo no va bien conmigo, los dos no dejan de estar concentrados en su
discusión donde un solo lado está hablando mientras que el otro solo espera.

En unos segundos pierdo el conocimiento.

3
— Hija, despierta—entre suplicas llamándome, me voy deshaciendo de la
nebulosidad de la inconciencia, con las brillantes luces sobre mi camilla

haciendo el proceso de abrir mis ojos aún más difícil. Intento taparlos con el

brazo pero todo mi cuerpo se encuentra tan pesado que la sola idea de intentarlo

parece un suplicio—. Vamos, Kathe, arriba.

— ¿Qué ha ocurrido?— después de toser varias veces para aclarar mi garganta,

soy capaz de hablar con voz temblorosa.

— Tuviste una crisis de ansiedad y te desmayaste.

— ¿Me desmayé?

Asiente con ojos cansados.

— Sí, el doctor dijo que se debe a que hace poco has estado en una situación
traumática con lo del accidente, y eso añadido a que no recuerdas nada, ha
acumulado demasiado estrés. Andrew y yo no debimos ponernos a discutir acá.

— ¿Qué hora es?— la culpabilidad en su voz es casi agobiante, y decido


cambiar el tema lo más rápido posible. Aunque no lo recuerde y saber que es mi

padre aún resulta extraño, hay algo dentro de mí que se niega a tratarlo con

indiferencia. Sé que me importa.

— Son las 11:27 de la noche, has estado inconsciente unas 5 horas— mira su
reloj de mano por lo que parecen un par de minutos y sé que quiere decir algo

más pero se mantiene callado, como si pensara que no puedo soportar. Como si

estar en una camilla de hospital sin saber quién soy, no fuera lo suficientemente

malo.

— ¿Dónde está Andrew?

— ¿Por qué quieres saberlo?

A pesar de que sé que no quiere sonar enojado frente a mí, su respuesta sale llena

de irritación. Me conformo con dejarlo darse cuenta que no diré nada más, así

que si no quiere responder no tiene que hacerlo.

— Está afuera, fue a comer algo a la cafetería—termina por rendirse ante mi

silencio y me pregunto si es algo normal en la relación padre e hija que


mantenemos. Sé que es un completo extraño pero ni de cerca me siento
incomoda siendo yo misma frente a él, haciéndolo casi parecer normal.

— ¿De quiénes son esas flores y regalos?— por primera vez desde que desperté
de vuelta, me permito mirar alrededor de la habitación y me encuentro con que
hay varias partes de esta llenas de ramos de flores, globos con frases y cajas de
regalo.

— Son de miembros de la compañía, los D’Moon, Xavier y algunos son míos.

Ladeo la cabeza confusa, hasta que entiendo que no tiene que tener sentido lo

que diga porque es parte de la vida que no recuerdo tener. Que de seguro debe

estar llena de gente que siente cariño por Katherine Briden. Me entristece la idea
de no recordar a nadie, porque justo ahora, solo una cara conocida podría hacer

la diferencia entre el caos que es mi cabeza.

— Eres vicepresidenta de Briden Enterprise, los D’Moon son tus tíos y Xavier es

tu mejor amigo.

— ¿Soy vicepresidenta de una compañía? ¿Hablas en serio?

— Si, la compañía familiar. La cual heredarás pronto. Es la N° 1 en el país.

— Tengo una pregunta— lo detengo en el discurso que se veía iba a dar con
orgullo sobre la empresa, esperando que mi cuestionamiento no sea demasiado

atrevido. —Has mencionado a varias personas pero nunca has mencionado una
madre, ¿qué hay de ella?

Me mira y por un momento me arrepiento de haber dicho aquello. Algo en sus

ojos me demuestra que no es un tema que se sienta bien tocando, así que cuando
sé que va a cambiar de tema, lo dejo hacerlo.

— Debes tener hambre— acaricia mi mano y luego besa el dorso—. ¿Qué


quieres comer?

— No sé. En realidad no tengo hambre.

— ¿Segura?

Asiento.

— Yo tengo un poco de hambre—rasca su barba y mira entre el sofá y la puerta


intentando tomar una decisión. Al final, la puerta gana—. Iré por algo de comer.

¿Te puedes quedar a solas unos minutos?

— Estaré bien. Ve a comer— me encojo de hombros y le dedico mi mejor

sonrisa de aceptación para que pueda irse pronto. El hombre es encantador y sé

que debería ser de ayuda para recordar pero aun así necesito un tiempo a solas

para dejar de pensar en el hecho de que no sé qué pasará desde entonces.

En cuanto la puerta se cierra detrás de él, tomo el mando a distancia y enciendo

la televisión. El sonido de las maquinas es inquietante así que necesito


concentrarme en alguna otra cosa antes de tener otro ataque de pánico. Están

pasando un especial de noticias de medianoche en el que hablan sobre el fraude


de una compañía de cosméticos que utilizaba animales en las pruebas de sus

productos y como PETA ha participado en que sea descubierta. Arrugo la nariz


asqueada porque no ahorran material audiovisual para mostrar que tan grande es
el daño. Luego, cambian a una noticia sobre un accidente y aparece una foto

mía. Subo el volumen y escucho atenta porque quizás saber que ocurrió me
ayude a recordar:
“Esta tarde fue encontrada la señorita Katherine Briden, heredera de Briden
Enterprise en la carretera, en medio de restos de un camión y el auto en el que

se dirigía a Washington junto a sus guardaespaldas. La señorita Briden se

dirigía a la capital con motivos de una reunión cuando un conductor ebrio


chocó el auto donde se encontraba. Ambos hombres que se transportaban con

ella murieron en este trágico accidente. Por suerte, Katherine sobrevivió y solo
recibió un par de heridas. En este momento se encuentra en el hospital

Pensilvania en la ciudad de Filadelfia, recibiendo atención médica. Aún no han

sido hechas declaraciones de ningún otro miembro de la familia o la empresa.

Nos encontramos atentos a conocer demás detalles sobre la situación, así que

manténgase conectados para más información. Solo esperamos que pronto

vuelva a dirigir la compañía al lado de su padre.

También recordemos que su madre murió hace 19 años en un accidente como

este. Le damos todo nuestro apoyo a la familia Briden para la pronta


recuperación de Katherine.”

Así que eso había ocurrido, mi madre había muerto y por algo no puedo evitar
que las lágrimas llenen mis ojos y pronto un sollozo sale de mi boca porque

dentro de mí, lo sabía. Mi memoria puede no estar pero mi corazón si recuerda el


dolor de la perdida. Siento una presión en el pecho que amenaza con convertirse

en un dolor insoportable, que incluso cuando la puerta se abre no soy capaz de


mirar por quien ha entrado.
— ¿Qué ocurre?— unos cálidos brazos me rodean en un abrazo y me dejo
consolar. Sé que está buscando por una respuesta pero sin importar cuanto lo

intente, los sollozos no se van por un rato—. Kathe, ¿qué ocurre?

— Mi madre…Está muerta, ¿no?

— Oh, ¿lo recordaste?

— Acaban de decirlo en las noticias— le aviso que me puede dejar ir y paso las
manos por mis mejillas mojadas, devolviéndome al dolor que siente mi cuerpo.

Odio llorar, de eso estoy segura—. ¿Es cierto?

Asiente triste.

— ¿Por eso no me dijiste hace un rato?

Asiente.

— Igual todo está bien, es algo que debería saber… ¿Comiste?

— Si y te traje algo— extiende un recipiente transparente con lo que parece un

sándwich de pavo para mí. Mi estómago gruñe con la vista de la comida a pesar

de que hace un rato estaba segura de no tener hambre—. Debes comer algo.

—Gracias— asiento una sola vez dejando el recipiente en mi regazo para abrirlo.

El sabor no es tan malo pero mi estómago parece querer rechazar todo lo que

entre en él. Aun así me obligo a comerlo completo y esperar que se mantengo
dentro.

— Deberíamos cambiar eso— toma el mando a distancia y pasa el canal de


noticias a uno de películas, a pesar de que no reconozco la que trasmiten y estoy

segura que él tampoco porque la mira con desinterés—. Esta se ve buena— se

sienta en el borde de la cama cuando le hago un espacio.

Miro la pantalla y me obligo a prestar atención a la película completa antes de

dejarme llevar otra vez por el cansancio.

4
Un innumerable número de reporteros y camarógrafos esperan a las puertas del

hospital para el momento en que días después, soy dada de alta. Por lo que he

podido aprender en estos días, somos algo grande y mi accidente solo volvió más

de la atención requerida en nuestra dirección. Así que ahora me las arreglo para
mantener los ojos fijos en mis manos mientras me preparo para enfrentar el caos

que hay detrás de las puertas. Se suponía que al tratarse de un lugar bastante
privado, no habría mucha gente a los alrededores pero por lo que puedo notar el

jardín del lugar está lleno de furgonetas con diferentes logos de noticias. La
verdad, tendremos suerte si logramos salir de acá.

En cuanto mi padre se queda detrás de mí y aprieta mi hombro, sus voces


parecen multiplicarse y estoy a punto de decir que no estoy lista para salir. Es
demasiado lo que hay afuera—. ¿Cómo está la señorita Briden? ¿Por qué está en

silla de ruedas? ¿Volverá a caminar? ¿Ya se encargaron del responsable? ¿Es

cierto que la familia Simurs tuvo que ver algo con el accidente?

El estar en la silla de ruedas empeora la sensación de nauseas en mi estómago


mientras me pregunto cómo podré hacer un camino entre ellos, porque incluso

con la seguridad del lugar y dos guardaespaldas de mi padre, se ve aterrador.

La única parte de eso que me mantiene cuerda es saber que por fin seré libre; y

aun dependiendo de la silla por un tiempo, después de las terapias que me habían

programado podría volver a estar en pie. Necesitaba estarlo.

Al momento de cruzar las puertas de salida nos vemos rodeados de reporteros

quienes quieren saber todo acerca del accidente. Mi padre ni siquiera mira en

otra dirección que no sea la del auto que nos espera enfrente del edificio. Los
guardaespaldas se encargan de abrir un camino entre los periodistas y mantienen

sus micrófonos y cámaras lo más lejos posible de nosotros mientras con ayuda
de uno de los trabajadores del centro médico puedo hacer mi camino hacia la

rampa y llegar a un lado de la camioneta.

Uno de los ellos abre la puerta mientras que el otro se encarga de levantarme en
brazos y dejarme con suavidad en el asiento trasero. Mi padre sube unos

segundos después a mi lado y con una mirada me pregunta si estoy bien.

Asiento y mantengo una expresión serena mientras los dos hombres suben en los
asientos de enfrente y en minutos el auto está en marcha por el camino de salida
del lugar. Sé que fuera de esas puertas aún hay gritos, y también sé que hay

quienes observan esperando por una reacción. Pero sobre todo, sé que debo

mantenerme tranquila, o ellos se aprovecharan de la situación para llenar todo de


chismes maliciosos.

Después de casi 3 horas de viaje en las que no hago más que mirar por la

ventana, llegamos a una gran entrada de estilo moderno. El que ocupa el asiento
del copiloto saca un pequeño teléfono en el que habla por algunos minutos hasta

que las puertas se abren dejándonos pasar. Continuamos por un corto camino

entre lo que parece un jardín hasta que frente a nosotros se alza una enorme casa

de un pulcro blanco.

— ¿Dónde estamos?—digo en medio de un susurro como si cualquier


comentario pudiera ser demasiado en esos momentos. Aun en el ambiente está la

tensión… o quizás sea solo mi desacople a los alrededores.

— En casa. Tu hogar.

— ¿Yo vivo aquí?—aunque no quiero sonar demasiado afectada recordando que


esta es mi vida, no puedo evitar hablar sofocada por el asombro de su

afirmación.

Asiente.

Volvemos a repetir lo ocurrido en el hospital pero esta vez para bajarme del auto
y ponerme de vuelta en la silla. Aunque uno de los hombres se ofrece para
empujar la silla, mi padre niega y toma su lugar para conducirme a la entrada.

Toca unos cuantos botones en el pequeño tablerillo a un lado y la puerta de

entrada se abre.

Me dirige dentro de la casa, primero deteniéndose en el recibidor para que pueda

echar un vistazo y cuando he terminado, me lleva a lo que parece una especie de


salón, donde unas cuantas personas me esperan para gritar “Bienvenida”, tan

solo entrar.

Me sorprendo con la calidez del saludo y les doy una sonrisa sincera, a pesar de

lo incomodo de la situación. Las personas comienzan a acercarse y a saludarme

deseándome una pronta recuperación; puedo notar que la mayoría se demora

más de lo normal mirando mi temporal medio de transporte, como si fuera un

nuevo descubrimiento en sus vidas.

— Katherine Briden, eres una egoísta— me abraza una joven de cabello rojizo
ondulado y enormes ojos negros. Puedo notar por su manera de hablar y por

cómo me siento aliviada de verla, que somos cercanas—. No te atrevas a alejarte


de mí, ¿lo entiendes?

— Estoy bien, no te preocupes— la calmo dando un par de palmadas en su

espalda, separándome lentamente. No estoy segura de que sepa el diagnóstico


completo así que no quiero ponernos en una posición incómoda si lo descube—.

¿Cuál es tu nombre?

— ¿Acaso no lo recuerdas? Soy tu mejor amiga, Claire D’Moon.


— Oh, Claire, es un gusto verte— mi padre había mencionado que los D’Moon
eran muy amigos de la familia y que su hija, Claire; era lo más cercano a una

mejor amiga que tenía. Me contó que éramos como familia por la amistad de

años que tenía con ellos; y recuerdo que también mencionó sus nombres pero no
me acordaba muy bien de ellos—. Hola.

— Estás muy rara.

Se cruza los brazos alejándose para dejar pasar a la siguiente persona. Un

hombre muy guapo y alto, de alborotado cabello castaño y enigmáticos ojos

grises.

— Kathe, no sabes lo preocupado que he estado— me da un abrazo más

cuidadoso que el de la mujer, aunque se demora más que ella.— Soy Xavier

Higgons, un amigo— guiña el ojo sonriendo, como si tuviera algún chiste

privado que debería conocer.

Estoy a punto de fruncirle el ceño y preguntarle cuál es su problema cuando la


voz de mi padre se alza sobre las demás pidiendo su atención.

“Familia, amigos y colegas, nuestra Kathe está por fin en casa, a salvo. De
seguro muchos de ustedes han dejado importantes obligaciones para venir a dar

su apoyo a nuestra familia. Les quiero agradecer de antemano por sus buenos
deseos. Kathe volverá a ser la misma en un mes y esperamos que nos apoyen.

Ante todo, sean comprensivos y verán que antes de darnos cuenta la tendremos
de vuelta entre nosotros.”
Toda la sala me mira fijamente y aunque sé que lo hacen porque esperan que
añada algo, me conformo con desviar la mirada hasta que se cansan de esperar.

Pronto la mayoría de ellos se dispersan y vuelven a sus conversaciones

anteriores como si fuera solo un brunch. Claire camina a mi padre y comienzan a


hablar en voz tan baja que no puedo escuchar de qué va su conversación. Miro a

través de los grupos de personas por la única otra persona además de mi padre
que considero conocido, a pesar de que sé muy bien que hay nulas

probabilidades de que esté ahí. Esa misma mañana había estado en la clínica

pero no gastó más del tiempo que le tomó al doctor dar un diagnostico final. Ni

siquiera se molestó en entablar una conversación conmigo más allá de un saludo.

— Así que no recuerdas nada—me sobresalto cuando la masculina voz llega por

detrás y me rodea para ponerse a un lado obligándome a estirar el cuello para

poder mirarlo. Mete las manos despreocupadamente en los bolsillos de su

pantalón mientras mira los alrededores después de asegurarse de no haber


hablado muy alto.

— Pero tú lo sabías—afirmo comprendiendo a que se había debido su reacción


de hace un rato. Si él tenía conocimiento de eso, debía ser alguien de confianza

para mi padre, porque ni siquiera Claire, que era mi mejor amiga, tenía idea de lo
que estaba pasando.

Asiente.

—Así que, con eso quitado del medio necesito que me respondas una simple
pregunta. ¿Quién eras tú en mi vida?

—En el trabajo, soy tu mano derecha— asegura manteniendo las manos detrás
de la espalda con total profesionalismo y estoy por creérmela cuando alza la ceja

y una pícara sonrisa, le da un nuevo significado a su expresión.— Fuera del él…

solo amigos.

— ¿Hace cuánto?

— Desde la universidad, 6 años, más o menos. ¿Por qué?

— Por nada. ¿Qué estudiaste?

— Siempre tan formal— rueda los ojos con una sonrisa—. No me sorprende que

no recuerdes nada y lo que preguntes sea eso.

Espero.

— Negocios internacionales.

— ¿Qué edad tienes?

— 27 años.

— ¿Y cómo es nuestra amistad?

— ¿Sinceramente? Bueno…Eres mi jefa, después de todo. Estoy a tu servicio.

—Te pregunté sobre nuestra amistad, no el trabajo.

—Es buena, supongo. Esa debería ser una pregunta para solo mujeres. Sería
extraño que me pusiera todo sentimental.
—Está bien, por ahora eres libre— le doy un asentimiento porque sé que ni de
lejos estoy en la parte importante de las preguntas. El doctor habló de que con el

tiempo la memoria iría volviendo sola y que en vez de preocuparme por eso,

concentrara todos mis esfuerzos en volver a caminar.

Cuando hicieron los rayos X para revisar la severidad del daño, se encontraron
con que unos centímetros más de error en la caída y hubiera sido permanente. La

espalda aún me dolía si intentaba hacer ciertos movimientos y la postura tan


recta es incómoda.

— Xavier, deberías llevarla— interrumpe el mayor señalando al contrario.

— ¿Llevarme a dónde?— los miro a ambos confusa porque no creía que podría

irme hasta que la breve reunión acabara. Y esperaba tener algo de tiempo antes

de ponerme en el trabajo de ir a todos los lugares que pudieran traerme así fuera

un pequeño recuerdo.

— Ya verás— el de ojos grises sonríe empujando la silla de ruedas fuera de la


sala y a través de un largo pasillo que lleva al otro lado de la casa. Por lo que he

podido apreciar la edificación está prácticamente vacía a excepción de algo de


personal que se escucha en la cocina. Es una casa enorme para que solo vivan

dos personas, por lo que me da curiosidad saber por qué mi padre habrá hecho
tal inversión cuando podríamos estar en un lugar más acorde a nuestra

capacidad.

Permanezco en silencio hasta que nos detenemos frente a dos grandes puertas de
madera. El las abre por completo mostrando el interior ocupado por una enorme
biblioteca, no me molesto en esperar por su ayuda demasiado emocionada por

ver el interior y solo me detengo cuando encuentro el lugar perfecto para

admirarlo todo; un escritorio que descansa en la mitad con diferentes libros


regados sobre él.

— ¿De quiénes son todos estos libros?

— Tuyos, es tu biblioteca personal. Es casi tu refugio. Pasas la mayoría del

tiempo metida acá.

— ¿En serio?— me hago con el libro más cercando a mi mano y lo hojeo antes

de ver la portada porque incluso el recordar alguna frase podría ser prueba de

que está funcionando lo de “volver a la rutina”—. Así hablo Zaratrusta— leo el

nombre del libro en voz alta y lo devuelvo a la pila.

— ¿Cómo te sientes?— me observa detenidamente y me cuestiono que tanto

pudo haberle dicho mi padre sobre lo que ocurre. Los dos problemas grandes son
bastante notorios una vez que ha hablado conmigo, pero entre los medicamentos

que enviaron hay un par que son para disminuir el estrés y controlar los ataques
de pánico. No sé si antes solía tenerlos pero parece que desde que salí de ese

accidente, no dejo de pensar en la cantidad de dinero que se puede gastar en


químicos que al final no solucionan nada permanente.

— Bien, solo que todo es extraño— doy un vistazo a mi alrededor, soportando el


impulso de pellizcarme para saber si esto no es más que una completa locura.
Sin embargo, eso representaría que sabría quién soy al despertar pero ni siquiera
estoy segura de que no hacerlo, no sea considerado locura—. Siento que estoy en

el lugar correcto pero es como si solo fuera una espectadora de mi vida. Como si

estuviera leyendo un libro que sé que habla de mí pero que es otra versión de mi
vida.

— Esta es tu vida— se agacha frente a mí y toma mis manos entre las suyas—.

Solo que ahora no lo recuerdas.

Miro el plateado de sus ojos esperando llegar a creerle. Ambas soluciones a mi

problema de memoria son aterradoras. Recuperarla supondría que dejaría de

sorprenderme por cosas, como esta casa. Y no recuperarla, supondría vivir

siempre con la duda de quien realmente soy.

— Todos estábamos muy preocupados por ti— besa los nudillos y devuelve las

manos a mi regazo, donde me gusta tenerlas desde que le di la bienvenida a mi


singular medio de transporte—. Pensé que nunca te volvería a ver.

— Xavier… ¿qué tan cercano somos? Y esta vez quiero la verdad.

— Eres mi mejor amiga.

— ¿Quién era Katherine Briden?

— Es— me corrige—. Cuando te conocí eras de las chicas más difíciles de la


universidad, muy pocos podrían decir que te hablaron. Todos querían una cita

contigo pero tú nunca aceptaste. Cuando te lo pedí, simplemente me miraste y


negaste. Pero no me rendí y un día aceptaste, pero no funcionó por lo que
decidimos ser amigos.

— ¿Cómo acepté?

— Tendrás que recordarlo—dice con una media sonrisa, y sé que una parte de él
desearía que pudiera recordarlo porque debe ser un buen recuerdo.

— No es justo, termina la historia. Puede ser que nunca recuerde.

— Bueno, veamos, si eso pasa, tendré que hacerlo. Pero como aún hay

posibilidades de que lo hagas, dejaré que lo averigües— besa mi frente.

— Lamento interrumpir— alguien carraspea desde la entrada al recinto y cuando

veo de quien se trata, lo primero que salta a la vista son los rojizos rizos

característicos de la hija única de los D’Moon—. Necesito hablar con Kathe, a

solas.

— Seguro—el contrario se separa a regañadientes y se pone en pie, dándome un

guiño de despedida y luego dirigiéndose a la salida del lugar.— Toda tuya—


añade cuando pasa al lado de la menor y puedo ver un poco de la tensión que

hay entre ambos; y no es del tipo buena.

Ella frunce el ceño en respuesta pero no se atreve a decir nada hasta que él no
está a varios metros lejos de ahí—. Sigue sin agradarme.

— No es tan malo— me encojo de hombros y eso solo hace que ella ponga los
ojos en blanco con fastidio. Sea lo que sea que pase entre esos dos es historia de

bastante tiempo y no parece del tipo donde hubo fuego. Solo se ve como si
alguno cometió un error que afectó al otro—. ¿Así que no recuerdas nada?—
cruza los brazos apoyándose contra el escritorio y mirándome con escrutinio.

— Nada. Entonces, Claire, ¿tú eres?

— Tú mejor amiga, prima, compañera de compras, tu otra mitad.

— ¿Hace cuánto nos conocemos?

— Desde siempre, la verdad. Y no bromeo, nuestros padres son amigos desde la

secundaria.

— Si, eso he escuchado. ¿A qué te dedicas?

— Soy violinista contemporánea.

— Tengo una pregunta y sonará estúpida, así que lo siento; tu nombre viene de

una melodía, ¿cierto?

Asiente—: Claro de luna de Claude Debussy.

— ¿Edad?

— 23 años.

— Lo lamento, mis preguntas deben ser tediosas.

— Un poco.

— Tendrás que tenerme paciencia.

— Lo sé. Yo…Lo siento, es solo que es extraño que me interroguen, y sobre


todo tú, que conoces más de mi vida que yo misma.
— Pude ver que no te agrada Xavier. ¿Por qué?

— Es un poco hipócrita. Nunca entendí porque te agrada. Entiendo, el hombre es


atractivo pero lejos de eso, no le veo el encanto.

— No me lo digas a mí, no lo sé— bromeo y ambas comenzamos a reírnos a

pesar de que hubiera sido algo cruel burlarme de mi estado. Pero un par de

sonrisas son justo lo que necesito antes de explotar.

— Por lo menos aun te comportas como tú.

— ¿Con buen sentido del humor?

— No, como una perra burlona.

— Hey— respondo con una queja que no tarda en convertirse en una sonrisa—.

Igual te agrado.

— Bastante, Kathe.

Después de eso me cuenta un poco sobre nuestra infancia y sobre su carrera

hasta que mi padre entra para recordarnos que se está haciendo tarde.

A pesar de que soy una mujer adulta, acordó con el doctor casi convertirme en
una niña pequeña haciendo toda una agenda sobre cuando debería tomarme las

pastillas para cada cosa. Podía recordar exactamente cual tomar, pero él se niega
a renunciar a esa responsabilidad.

— ¿Papá?

— ¿Si?
— ¿Crees que recupere la memoria?

— Estoy seguro de eso— me acompaña hasta la habitación que preparó en el


piso de abajo para mí y me ayuda a pasarme a la cama. No es necesario hacer

algún cambio de ropa porque con la que dejé el hospital es casi una pijama, por

lo que lo siguiente que hago es acomodarme mejor.

Mi nuevo celular vibra con la llegada de un mensaje.

Andrew Simurs: Dile a tu padre que autorice mi entrada. Voy a visitarte.

¿Andrew viene a visitarme? Después de cómo habían sido las cosas esa mañana,

esperaba que fuera la señal de que sin importar el estado de mi cabeza, todo

volvería a ser como antes. Miro nuevamente el mensaje para comprobar que no

lo he imaginado y después a mi padre.

Estaba segura que no iba a estar muy contento con la idea de ver al hombre
joven de nuevo.

— ¿Ocurre algo?— mi expresión no debe pasar desapercibida porque es lo

primero que pregunta cuando vuelvo mi atención a él—. ¿Quién es?

— Andrew vendrá pronto— es lo único que puedo mencionar antes de que su


rostro tome una tonalidad rojiza por el enojo. No he tenido la oportunidad de

preguntarle sobre lo que realmente ocurre con eso pero espero poder hacerlo
pronto—. Pidió que autorizaras su entrada.

— ¿Cómo se atreve a presentarse a nuestra casa? Él es el culpable de todo esto.


De seguro cree que por estar un tiempo mientras estabas en el hospital, todo
estará bien.

— ¿Qué quieres decir con eso? Él fue quien me encontró también. ¿Qué es lo

que pasa entre ustedes?

— Dejaré que él mismo te lo diga— habla entre dientes antes de sacar su

teléfono y hacer una breve llamada para pedir que abran las puertas. —Verás
porque no es mi persona favorita. Y tampoco es la tuya.

— ¿Dejaras que entre?

— Si, estará acá en un momento. Al igual que Peter.

— ¿Quién es Peter?

— El padre de Andrew, Peter Simurs.

Así que por fin conocería al dueño de la voz en el teléfono de Andrew el día del

accidente. Por la forma en que mi padre se expresaba de ellos se pensaría que

eran personas detestables aunque lo único que habían hecho en estos días había

sido preocuparse por mí.

—Iré a recibirlos. Vendré en un rato—deja un beso en mi frente y sale de la


habitación con paso firme.

Espero durante unos minutos hasta que se escuchan pasos y voces en el pasillo.
La de mi padre destaca sobre las otras dos mostrando cierto desprecio hacia las

personas a las que pertenecen. Y por muy raro que parezca, no me siento extraña
con que lo haga.

La puerta se abre mostrando a mi padre, Andrew y un hombre de mediana edad


que sonríe al verme. No el tipo de sonrisa divertida sino una forzada.

— Buenas noches, Katherine— dice el tercero y enseguida reconozco la voz de

hace unos días. Levanto la mirada y lo miro en busca de algún recuerdo, pero no

hace más que darme un leve malestar en la cabeza—. Mi hijo y yo hemos venido
a ofrecerte nuestro apoyo en lo que necesites. Estuve muy preocupado cuando

escuché de tu accidente y estuve al pendiente de todo.

— Buenas noches, señor Simurs— aclaro mi garganta con un carraspeo—. Le

agradezco la visita y su apoyo.

— Andrew me contó lo de la pérdida de memoria. No te preocupes por actuar


frente a mí.

— Peter, por lo menos ten el valor de ser sincero. Dile la verdad.

— David, vine a darle mi apoyo a tu hija. No es mi culpa que esto le haya

ocurrido. Estoy intentando colaborar aquí.

— ¿De qué hablan?— miro de uno a otro con frustración. En ese momento
desearía saber qué es lo que ocurre—. ¿Podrían decirme que es lo que pasa?

Merezco por lo menos saber eso.

— Padre, yo le explicaré. Después de todo, merece saberlo—interviene el más

joven de los tres, demostrando que no soy la única que necesita que detengan su
discusión. Intercambia una mirada con ambos y luego vuelve a hablar. Mi padre
se demora casi un minuto antes de salir a regañadientes.

Cuando no somos más que él y yo en la habitación, suelta un suspiro y cierra la

puerta.

— Comienza.

— ¿Puedo sentarme?— señala el borde de la cama pidiendo por mi permiso.

Asiento haciéndole lugar.

— Comencemos…Nuestros abuelos eran socios cuando las compañías solo

tenían una década de historia. Al nacer nuestros padres, todo parecía ser

perfecto, pero no lo fue. Desde pequeños nuestros padres fueron competitivos

entre sí, no había nada que no fuera una competencia con la cual dejar al otro en

ridículo. Al cumplir los 18, comenzaron a dedicarle tiempo a las compañías


mientras que estudiaban. Esa fue la única época neutra, porque estaban

demasiado presionados como para prestar atención a lo que haría el otro. Pero

pronto llegó el momento de que demostraran a todos quienes eran, y se presentó


un trato muy importante, pero sería solo de uno de ellos.

— ¿Y qué ocurrió?

— Tu padre ganó el trato, accedió a ayudar a mi padre con un nuevo trato pero el
orgullo Simurs es el peor y lo rechazó.

— ¿Solo ocurrió eso?


— Espera, aún no termino— las comisuras de su boca se tuercen en una mueca
como si ni siquiera hubiera mencionado aun la peor parte—. Mi padre necesitaba

vengarse, así que le quitó lo más preciado que tenía en ese momento. Su novia.

— Espera, ¿se vengó quitándole a la chica?

— Si.

— Eso es estúpido.

— Lo sé. Pero se enamoraron y se casaron.

— ¿Esa mujer es tu madre?

No tiene que asentir porque la mirada en su cara es suficiente.

— Desde entonces ha existido una rivalidad entre ellos y bueno, pasó a nosotros.

— Ojo por ojo, diente por diente— musito mirando mis manos y luego a él—.

¿Y qué ocurre con nosotros? ¿No se supone que deberíamos ser más listos y
dejar esa disputa que poco tiene que ver con nosotros? Solo piénsalo, cada

familia sigue su negocio y todos felices. Hay suficientes clientes en el mercado

para ambos.

— Bueno, no es tan fácil, como te dije “El orgullo Simurs es el peor”. Además,

no puedo dejar que una mujer me gane.

— Eso es machista.

—No, no lo digo por eso. Y me sorprende que hables de eso de cada uno por su

lado, cuando eres tú quien se niega a compartir.


En el momento en que termina de hablar, no puedo evitar que se me escape una
sonrisa—. Y dime, ¿quién va ganando?

— Has ganado el 90% de nuestras batallas.

— ¿Y el 10%?

— Fue el día de tu accidente, yo lo gané debido a que nunca llegaste. Como

nunca llegaste, te busqué y ahí fue que te encontré.

— Supongo que felicitaciones por ganar.

— No estuviste, así que no le doy importancia.

— Así que toda esta enemistad entre nosotros es producto de algo que ni siquiera

tiene que ver con nosotros, ¿o me equivoco?

— Esa es una parte, pero supongo que no estás feliz con la idea de tener un rival.

— Pero nunca había perdido.

— Eres buena contrincante.

— ¿Para eso viniste tan tarde? ¿Para decirme que suelo patear tu trasero en los

negocios?

Asiente avergonzado.

— Ya veo porque siempre gané.

— Ah, no, también vine por esto—alza un dedo y luego mete la mano en el
bolsillo de su abrigo; del que saca lo que parecen dos boletos—. Mi amigo me
dio entradas. Lleva a alguien. Son para ti.

— Gracias— mordisqueo mi labio inferior y los tomo de sus manos para ver de
qué se trata. El brillante color nácar del fondo, se ve acompañado de una imagen

de un hombre haciendo una voltereta con una motocicleta. — Luca Sandino,

deportes extremos— leo la inscripción más grande.

— Son exclusivos, habrá pocas personas.

Sonrío agradecida.

— Tenía mucho sin ver esa sonrisa.

— Andrew— suenan dos golpes en la puerta que nos obligan a quitar la

concentración de nuestra conversación—. Hijo, es hora de irnos. Se está

haciendo tarde.

— Supongo que nos veremos luego—se levanta de la cama retorciéndose las

manos y mirando la puerta—. Que duermas bien.

— Buenas noches,…Idiota.

Puede escuchar su risa de camino a la puerta y me doy cuenta de que voltea un


poco el rostro para mirarme antes de salir.

Mi padre entra minutos después para desearme buenas noches y sale hablando
por su teléfono. Deben ser ya casi las 11 pero parece algo normal contestar
llamadas a esa hora.

Me quedo sentada a oscuras, esperando el momento que llegue el sueño. Pero


por más que lo intento, no logro dormir. Es imposible conciliar el sueño sin saber
qué es lo que me esperará al abrirlos. Los días en el hospital por lo menos tenía

la certeza de que hiciera lo que hiciera seguiría en la camilla al día siguiente.

Me recuesto y agarro el teléfono de la mesita de noche, conecto los auriculares y

pongo algo de música. Sorprendentemente me sé la mayoría de las canciones en


el reproductor, así que con algunas incluso canto en voz baja. Después entro a la

galería de imágenes, quizás las fotos me harían acordarme de algo. Paso foto tras
foto encontrándome con muchas en donde sonrío al lado de Claire, unas cuantas

de mi padre y unos pocas de mi niñez. Solo una foto llama mi atención, la de una

mujer de unos 30 años, sonríe a la cámara mientras sostiene un enorme libro en

sus manos; tiene un hermoso cabello castaño y unos gigantes ojos dorados. En

cuanto comprendo quien es, las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.

— Mami, ¿qué lees?— dice la pequeña de 5 años.

— Oh, gatita— sonríe la mujer apartando la mirada del pesado libro en sus

manos—. Hamlet.

— ¿Ham…Haml…Hamlet?— pregunta la pequeña confusa.

— Si, gatita— ríe la mujer divertida con los intentos de la pequeña por

pronunciar el libro. Aparta unos cuantos mechones del rostro infantil y le da a la


pequeña una mirada maternal—. ¿Quieres leer conmigo?— extiende los brazos

después de acomodar el libro sobre su regazo.

La pequeña asiente y se deja levantar por la mujer.


— ¿Estas cómoda?— sienta a la niña con la espalda contra su pecho y retoma
la lectura levantando el libro—. Leamos.

—Aún no se leer— la pequeña pone las manitos sobre su boca con su ceño

pronunciándose—. No entiendo que dice.

— Esta bien, gatita…. Veamos, “Tú, mi amada Gertrudis, deberás también

retirarte, porque hemos dispuesto que Hamlet al venir aquí, como si fuera
casualidad…”

— Perfecto— sonríe el hombre de ojos grises con la cámara en sus manos

mirando a su amada—. Saliste hermosa, amor.

— Ahora toma una donde salga Kathe— ríe mientras quita el libro frente a ella

revelando a la pequeña de enormes ojos, sentada en su regazo.

¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mami!

— ¡Kathe! ¡Katherine! ¡Despierta!

— ¿Qué ocurre?— abro los ojos de golpe y me encuentro con un par de ojos

cafés mirándome con preocupación. Miro alrededor hasta que encuentro el reloj
y compruebo la hora. Las 2:46 de la mañana.

— Estabas gritando y llorabas— por primera vez presto atención a las ojeras

debajo de sus ojos—. ¿Has tenido una pesadilla?— se sienta a mi lado


acunándome como si fuera una niña pequeña.

Había estado teniendo ese sueño la mayoría de las veces de esa semana, pero
esta era la primera que me levantaba gritando.

— No, fue un sueño— susurro tan bajo que por un momento creo que no ha
escuchado mi respuesta—. Soñé con mi madre.

— ¿Con tu madre? ¿Has recordado algo?

— Solo pequeñas cosas, nada importante. Además de ti, no tengo muchos

recuerdos de otras personas.

Esa era una mentira a medias. Había tenido otros recuerdos pero ninguno parecía

de importancia para contar. Incluso había uno sobre los Simurs pero no quería

poner más presión sobre él. Creía que no sabía pero había trasladado el trabajo a

la casa para mantener un ojo sobre mí, incluso cuando la enfermera que me

estaba cuidando no dejaba mi lado en todo el día.

Recuerdo la primera memoria que tuve sobre esa familia. Estaba en mi


biblioteca y un regusto amargo subió por mi garganta, pensé que vomitará pero

en vez de eso recordé quizás el día más vergonzoso de mi vida.

“Tenía unos 11 años, estaba en el pasillo de un hotel esperando que mi padre


saliera de una reunión. El pasillo estaba solo a excepción del gerente que

hablaba con un cliente; y Andrew Simurs. Recordaba mi molestia hacia él, había
decidido sentarme lo más lejos posible porque su presencia me causaba
repulsión. Me miraba fijamente con sus enormes azules ojos. Me ponía los pelos

de punta que su mirada fuera tan profunda y constantemente me volviera loca


queriendo saber que pensaba. Me miró y volvió la vista a un lado sonriendo
pícaro.

Ignoré su gesto y desvié la mirada. Minutos después sentí como se acercaba a


mí.

— ¿Tienes sed?— preguntó inocente haciéndome dudar de las razones de que

estuviera ahí.

— ¿Por qué?— levanté la vista.

— Te traje un vaso de agua— sonrió extendiendo un vaso hacia mí.

— Gracias— se lo arrebaté de las manos.

Sonrió a la expectativa mirándome con demasiada concentración, pero decidí

ignorar el gesto porque él siempre había sido raro.

Lo miré confusa y tomé un trago del líquido. Sabía raro y agrio.

Escupí asqueada.

— ¿Que rayos es esto?

— Agua de la pecera— río bromista.

— ¡Simurs! Me las pagarás— grité asqueada y le lancé el resto del líquido en el


rostro y corrí tras él. “

— Has progresado— el hombre me da una venia.

— ¿Como la conociste?

— ¿A tu madre?
Asiento.

— Cuando tenía 18 años, salía con una chica llamada Carol, era hermosa, de
buena familia, lo que todo joven de mi edad y estilo de vida merecía tener pero

era muy caprichosa. En esos momentos me dejaba gobernar por mi libido más

que por mi corazón así que me parecía la mujer perfecta. El haberme separado
de ella es una de las cosas que le agradezco a Peter Simurs y a la vida.

— ¿Y qué pasó?

— Peter la conquistó con joyas y poder, la alejó de mí y ella terminó conmigo.

La verdad es que hacen la pareja perfecta. Ambos están llenos de soberbia.

Espero a que continúe.

— A tu madre… A Annabel la conocí un año después de mi ruptura con Carol.

Esa mañana caminaba por Central Park cuando vi a la mujer más hermosa que
jamás había visto. Ella estaba sentada leyendo un libro cerca del lago. La admiré

por un largo tiempo, y notó que lo hacía así que levantó la vista y me miró con

esos enormes ojos iguales a los tuyos.

— ¿Y cómo la conquistaste?

— Le compré un libro para poder estar a su lado. Poco a poco, le regalé más

libros y un día aceptó tener una cita. La cita fue horrible, planeé llevarla a una
cena romántica pero cometí muchos errores, derramé el vino en su vestido,

rasgué mi chaqueta. Fue un desastre. Estaba tan nervioso que lo arruiné.


Rio al notar el leve rubor en sus mejillas.

— Al final caminamos de vuelta a su casa y hablamos. La vi reír tanto y me


enamoré de cada una de sus respiraciones. Me contó sobre su vida y nos hicimos

mejores amigos esa noche. Ella era como esa parte de mí que me faltaba para ser

completamente feliz.

— Y…

— Bueno, después de eso salimos un par de veces y nos hicimos pareja, luego

estuvimos juntos por 3 años y le propuse matrimonio en el lugar donde nos

conocimos. Desde ese día me convertí en el hombre más feliz sobre la tierra, y

nuestra felicidad aumentó con tu llegada.

— Debió ser duro perderla. Lo siento.

El me mira y comienza a reírse sin ninguna razón.

— ¿De qué te ríes?

— En nuestro quinto aniversario, ¿sabes que me dijo? Confesó que los libros

solo fueron una excusa— sonríe y una solitaria lagrima se desliza por su mejilla
cuando el dolor del recuerdo lo embarga—. Que el día que me vio por primera
vez en el parque, supo que yo era por quien tanto había esperado— su voz se

quiebra y comienza a llorar silenciosamente.

— No llores— lo abrazo arrepentida de haber tocado el tema. Debí alejarme de

él en cuanto supe lo doloroso que era tratarlo—. Ella no querría verte así.
— La amé y aun la sigo amando. Lo haré hasta el final de mis días.

— El verdadero amor es la fuerza que no se mueve. Aun si no nos queda nada, él


sigue ahí.

— Katherine, estoy llorando, hija— su risa sale apagada y levanta la mirada

limpiándose las mejillas con una mano—. Se supone que tienes que hacerme

sentir mejor.

— Lo lamento pero solo quería ayudar.

— No importa. Ahora vuelve a dormir— me da un beso en la frente y hace su

camino fuera de la habitación.

Por suerte esta vez no sueño con nada y puedo dormir tranquilamente.

5
Un sonido me hace abrir los ojos de golpe con un pequeño salto en la cama.
Busco el origen y noto que es mi teléfono, en la mesa de noche. Miro la pantalla

y leo el mensaje entrante varias veces mientras mi cabeza lo asimila a esa hora

de la mañana. Según varias opiniones, Katherine era una persona madrugadora


pero desde que llegué creo que podía estar en desacuerdo con eso por todo el

tiempo que me siento cansada en el día, aunque no haga más que rodar por el
primer piso de la casa con la silla de ruedas. Reviso la hora y maldigo para mis

adentros cuando mi cabeza comienza a funcionar y las palabras que ven mis

ojos, toman sentido.

Papá: Lamento no estar en casa esta mañana, se presentó una reunión de último

minuto y era demasiado importante como para faltar. Xavier se encargará de

cuidarte hoy y llevarte a la terapia. Katherine, él se volverá tu sombra así que

no te quejes. No te dejaré sola para que algo malo suceda; te acompañará a

todas partes. Y estoy seguro que sería bueno que pases más tiempo con él, como
una ayuda para recordarlo.

P.D: Te quiero, bebé.

Genial. ¿Xavier me iba a seguir a todas partes? No era una niña para que me
cuidaran y no me agradaba la idea de ser vigilada. Además no me creía lista para
pasar todo un día con alguien que esperaba que lo recordara en instantes. A pesar

de todo el tiempo que había pasado, no podía obtener nada de él en mi mente.


Estaba cansada de todos mirándome como si esperaran que su Katherine saliera
de la nada diciendo que todo era una broma. Por desgracia, eso no iba a pasar.

— ¿Cómo está tu desayuno?—levanta la vista del periódico que sostiene en sus


manos cuando al fin dejo de mover el cereal en el plato sin mucha hambre. Solo

me ha tomado salir de la cama, ducharme y vestirme para saber que no es un día

de buen humor. Hasta la enfermera ha decidido permanecer en la cocina después


de que no quise hablar esta mañana.

No es nada contra ella, porque la verdad es que es una mujer bastante agradable

pero estar en medio del limbo sin saber exactamente qué ocurre en mi vida, no es

cuerdo después de tantos días.

— Bien—chasqueo los labios y me rindo en intentar comer más. La sola idea de

meter un bocado, me revuelve el estómago. Sé que todo se debe a los

antibióticos que tomo, y eso solo me hace fruncir más el ceño. No puedo creer

que mi orgullo me haya llevado a estar en esa situación. Puedo no estar segura
de muchas cosas sobre mí, pero sé que me molesta ser la víctima en todo esto—.

Es solo comida.

No había llegado ni hace un par de horas y le había dejado más que claro que no
iba a ser un día divertido. Sabía que estaba siendo toda una inmadura con eso,

pero la sonrisa en su rostro al saber que pasaríamos el día juntos, lo empeoró. De


seguro solo estaba intentando ser un buen amigo, pero no estaba abierta a nadie,

buen amigo o no.

—Vale, entiendo que el cereal no sea el alimento más emocionante por discutir
—mordisquea su labio divertido y deja el boletín de noticias a un lado,
mirándome con un atisbo de recelo—. No estás muy feliz con que esté aquí, ¿o

sí?

— ¿Soy muy obvia?

—Sí, bastante. Pero te tengo una mala noticia. Vas a tener que soportarme todo

el día porque no pienso dejar que nada malo te pase. Si te enoja saber que me
preocupo por ti y estoy dispuesto incluso a soportarme esas malas miradas por

protegerte, tendrás que lidiar con ello.

Mi celular suena por lo que no puedo contestar a su declaración. Tengo como

tres respuestas diferentes a lo que acaba de decir pero no estoy segura que

ninguna de ellas nos lleve a un buen lugar, así que lo dejo pasar y me hago con

mi teléfono.

Es un mensaje.

Claire D’Moon: Chica Ruedas, ¿qué te parece salir?

Katherine Briden: No sabes cuánto me encantaría salir de este lugar para algo
que no esté relacionado con el accidente. ¿Qué es eso de Chica Ruedas?

Claire D’Moon: Lo decía por la silla de ruedas, ¿no es obvio? ¿Aún no has

progresado mucho? ¿Siquiera me recuerdas?

Katherine Briden: Sí y no. Tengo la sensación de conocerte y de confiar en ti,

pero aún no tengo recuerdos o ideas específicas. Y si, lo de la chica ruedas fue
obvio, solo raro.

Claire D’Moon: Eso es un progreso. Entonces, ¿podemos salir? No me importa


tener que empujar tu silla todo el camino.

Katherine Briden: Por desgracia, hoy comienzan mis terapias y mi padre

encargó a Xavier cuidarme y seguirme a todas partes. Si, lo dije, soy una mujer

adulta y mi padre aún se cree con el poder de decir que puedo y que no puedo
hacer.

Claire D’Moon: Partiendo del hecho de que vives bajo su techo, trabajas en su

empresa y por lo tanto, existes por él, creo que en esta situación debes dejar que

se preocupe. Y no es solo él. Todos estamos preocupados por ti y queremos que

te mejores lo más rápido posible. Sobre Xavier… ¿Es que ese hombre no tiene

más nada que hacer que estar detrás de ti?

Katherine Briden: Creo que ese es su trabajo, ¿no? Trabaja para mí. Acerca de

lo de salir, me apunto.

Claire D’Moon: ¿Y el sr. Sombra?

Katherine Briden: Bueno, no queda otro remedio que dejarlo ir con nosotros.

No es tan malo.

Claire D’Moon: Está bien, Sr. Sombra vendrá. ¿Y dónde te gustaría ir?

Katherine Briden: Tengo boletos para ver a un deportista extremo.

Claire D’Moon: ¿Quién?


Katherine Briden: Luca Sandino.

Claire D’Moon: Ese idiota. ¿Quién te los dio?

Katherine Briden: ¿Idiota? ¿Lo conoces?

Claire D’Moon: No, pero tiene una reputación de imbécil. ¿Quién te los dio?

Katherine Briden: Andrew Simurs. ¿Eso importa?

Claire D’Moon: ¿Simurs? ¿Tu rival? Claro que importa. No me digas, ¿acaso

hay algo entre ustedes de lo cual no me has contado?

Katherine Briden: Sí, fue él. Y no pasa nada. ¿Por qué crees eso?

Claire D’Moon: No me sorprendería. Es tan guapo pero nos saldría con él, no

es mi tipo. Y a eso añádele el hecho de que siempre han tenido esta tensión rara

entre ustedes.

Katherine Briden: Primero, tampoco es mi tipo, así que deja de crearte


historias en tu cabeza. Y segundo, por lo que he escuchado y recuerdo, no somos

exactamente agradables entre nosotros.

Claire D’Moon: Está bien. ¿A qué hora es lo de Sandino?

Katherine Briden: A las 6:00 pm.

Claire D’Moon: Nos vemos entonces. Me tengo que ir. Tengo una presentación

en 5 minutos. Te quiero.

Katherine Briden: Suerte. Nos vemos.


— ¿Quién era?— había estado tan concentrada hablando con Claire que olvidé
por completo donde y con quien me encontraba—. ¿Tu padre?

Niego —: Era Claire.

— Oh, ya veo. ¿Qué quería?

— Salir. Y llega en un momento justo, porque creo que necesito algo de aire

fuera de esta propiedad. Ah, sí. Saldré con ella a ver a un deportista extremo
pero solo tengo dos entradas.

— Compraremos otra, no puedes dejarla sin entrar.

— ¿Y qué te hace pensar que alguna de esas entradas no es para ella?

— ¿Estas queriendo decir que no iré?

— Claire puede cuidarme. No es como si por salir me pusiera en extremo


peligro. Solo necesito un poco de aire fresco.

— Habla con tu padre— advierte encajando la mandíbula y tomando un trago de

su taza de café—. Te estoy haciendo un favor porque eres mi amiga y no quiero

verte mal.

— Le hablaré—alego haciendo una mueca molesta. Si no quería estar ahí podía

irse, nadie lo estaba obligando. Y a pesar de no recordar cómo se manejaba


nuestra relación, conocía lo suficiente de su labor como para saber que no incluía
cuestiones personales; así que podría irse por la puerta en cuanto pudiera—. Se

está haciendo tarde para mi terapia.


— Tienes razón—comprueba la hora en su reloj de muñeca y termina lo último
de su bebida descafeinada, para luego darle la vuelta a la mesa y detenerse detrás

de mí silla. Alzo una ceja esperando que entienda que soy completamente capaz

de mover la silla por mi cuenta, y tiene que dejar de tratarme como alguien débil
—. ¿Sabes? No tienes que ser tan cruel. Solo quiero ayudar.

— Eso lo sé. Pero tampoco haces fácil para mí pasar por el día de hoy. Es mi

primera vez por fuera del terreno de la casa, y tanto tiempo encerrada me volverá
loca. Así que déjame asimilar las cosas a mi manera.

Espero porque dé alguna de sus respuestas inteligentes pero emprende la marcha

a la puerta antes de que me dé cuenta. Por lo menos entendió el mensaje y está

dejándome ir a mi ritmo.

Cuando llegamos fuera, se detiene abruptamente y mira alrededor como si algo

faltara—. Deberían estar acá—se queja y luego dice algo inentendible entre
dientes, golpeando su pie impaciente contra el piso—. Eso me gano por contratar

novatos.

— ¿Qué ocurre?

— Tu padre me pidió que contratara nuevos guardaespaldas para cuidarte

después de que los que tenías… Así que llamé a la agencia y los únicos que
cumplían con la mayoría de las exigencias en el contrato, tienen poca

experiencia. Dos clientes a lo sumo es lo único que figura en sus currículos.

— ¿Y por qué los contrataste?


— Tienen buenas recomendaciones.

— Lo que no entiendo es porque se preocupan tanto por mi seguridad. No


necesito guardaespaldas, solo fue un accidente.

— No es solo por el accidente. Al ser la heredera de la compañía de retail N° 1

del país, estás en constante peligro. Muchos trataran de hacerte daño. Y también

están los periodistas, que se alimentan de cualquier desliz que puedan notar. Y
creo que sabes lo suficiente para comprender lo que significaría que tu estado de

salud sea público. Si, saben sobre lo de la silla pero no sobre…— toca su cabeza

y puedo notarlo intentar encontrar una manera de no mencionar lo que ocurre

con mi cabeza a pesar de que es algo que me he repetido a diarios, millones de

veces.

Perdí la memoria. Es todo. No hay sangre ni gritos ni nada que relacione un daño

visible en mí, así que solo tengo que esperar que todo vuelva por sí solo.

— Por cierto, ¿qué ocurrió con el conductor del camión? ¿Está vivo?

— Si, solo sufrió un par de heridas. Tiene el brazo enyesado y tendrá que estar
en reposo algún tiempo.

— Que bueno escucharlo— expreso aliviada.

— ¿Bueno? Casi te mata y por culpa de él y su irresponsabilidad murieron dos


hombres—una vena en su cuello palpita mientras que la punta de su nariz toma

una tonalidad rosácea. Puedo entender que esté enojado, porque yo podría
estarlo; pero estoy agradecida de seguir viva—. Todo por conducir ebrio.
— Cálmate, Xavier. Cometió un error pero el juzgarlo no sirve de nada, ya tiene
suficiente con tener que cargar en la conciencia dos muertes.

— Habrá una audiencia para discutir su condena en 2 días. Deberías ir para que

lo encierren y se pudra en la cárcel— la última parte la dice en medio de un

gruñido.

— No deberías decir ese tipo de cosas— pongo las manos sobre mi regazo,
como lo he estado haciendo por días porque es la única postura cómoda que

puedo encontrar para ellas—. Pagará por lo que hizo, mi presencia en esa

audiencia es trivial.

— Eres la víctima. Pudiste morir por él, tu palabra podría ganarle unos años más

en la cárcel.

— Estoy viva. Y no apoyaré que a un ser humano se le quite tiempo de su

libertad por mi culpa.

— Eres imposible— refunfuña.

— ¿Por qué te importo tanto?

— Eres mi mejor amiga.

— Eres demasiado nervioso, deberías relajarte. Estoy bien, nada malo me

pasará.

— Allá vienen— ignora lo que digo llevando su mirada a una camioneta que se

aproxima a nosotros. Un escalofrío pasa por mi espalda cuando noto lo similar


que luce al auto del accidente. Lo primero que salta a mi vista es la puerta, ya

que es el primer recuerdo que tengo desde entonces—. Llegan diez minutos

tarde. Es inaceptable.

Del automóvil bajan dos hombres jóvenes con traje. Ambos son muy parecidos,

al punto que bien podrían ser hermanos o primos. Uno de ellos es más alto que el
otro, sin embargo se ve más joven—. Sr. Higgons, Srta. Briden— habló el más

alto asintiendo a ambos, y luego cruza los brazos detrás de él para verme mejor
—. Somos Trein y Tod Sfar.

— Llegan tarde— en vez de responder el saludo, como cualquier persona lo

haría, Xavier los estudia por un momento y cuando ve que estoy alzando una

ceja, vuelve a hablar—. Espero que no se vuelva a repetir.

— Lo sentimos, señor— esta vez es el otro quien habla, mostrando una sonrisa

apenada hacia mí. Por lo menos, recuerda quien es la jefa a diferencia de su


compañero. —Y señorita Briden, no se preocupe. Llegará sana y salva justo a

tiempo para su terapia.

— La señorita Briden necesita su tiempo— mi amigo bufa quitándole toda la


importancia a las palabras mencionadas por el contrario y señala el auto con

autoridad. En esos momentos desearía poder ponerme de pie para enfrentarlo y


decirle que deje la inmadurez, pero sé que en el estado en que estoy podría lucir

patética intentándolo.

Tod se apresura a abrir la puerta y Xavier se encarga de cargarme dejándome


sobre el asiento trasero mientras que Trein guarda la silla en la parte trasera del
vehículo.

— ¿Puedes quitar esa cara?—es lo único que dice al sentarse a mi lado, antes de

que el motor se ponga en marcha.

— ¿Disculpa? No sé de qué hablas.

—Sabes exactamente de que hablo, Katherine. Podrás no recordarlo ahora pero


te conozco, y sé que cara pones cuando estás enojada…especialmente la que

usas conmigo.

Alzo ambas cejas hasta que están a punto de tocar el nacimiento de mi cabello.

Si él cree que esa manipulación va a servir, está muy equivocado. Podré no

recordar la mayoría de las cosas pero en esta semana que llevo tratando con
adecuarme, me he dado cuenta de muchas cosas de la personalidad de Katherine.

Y ella detesta ser provocada.

Miro distraídamente por la ventana mientras el de ojos plateados habla por el

teléfono sobre negocios en lugares que se me antojaban familiares, durante todo


el recorrido. Cada vez que menciona uno nuevo, una imagen aparece en mi
mente relacionándolos con diferentes emociones. Muchas veces siento la

necesidad de tomar el teléfono y hablar con la persona al otro lado de la línea.


Escuchar sobre negocios, dinero, tratos y todos esos temas despierta en mí un

apetito insaciable de ideas y control.

Casi al punto que parezco una persona completamente diferente.


— Llegamos, Srta. —el hombre más bajo me saca de mis pensamientos en el
momento en que nos detenemos frente a un edificio de más de 5 pisos. Por

alguna razón me agradaba, se nota que es bastante comprometido con su trabajo

y de él se desprenden buenas emociones—. Me encargaré de la silla de ruedas—


golpea con el dorso de la mano el hombro del ocupante del asiento a su lado y se

ponen en marcha.

El alto no le responde, pero sé que tienen su propio idioma de miradas por la


rapidez con la que trabajan juntos esta vez.

— Señorita., debe apresurarse a su cita— informa Tod mirando su reloj de

muñeca y luego a la edificación—. El sr. Higgons es el encargado de ayudarla a

bajar.

— Lo sé…Pero como ves, parece que está ocupado.

Tod asiente.

— Xavier, llegamos. Es tarde y necesito estar pronto en la cita.

— Estoy hablando por teléfono, terminaré en un momento— señala el artefacto


en su oreja y vuelve su concentración a la conversación al otro lado de la línea.

— Dame eso— extiendo mi palma abierta.

— ¿Para qué?

— Solo dámelo— se lo arrebato de las manos y lo acomodo en mi oreja—. Hola,

habla Katherine Briden, vicepresidenta de Briden Enterprise. ¿Ocurre algo?


— Señorita Briden— una musical voz femenina suelta un jadeo de sorpresa al
reconocerme—. Es un placer escucharla.

— ¿Existe algún inconveniente?

— Ninguno, señorita. Soy parte de su equipo y le comentaba al sr. Higgons

sobre los últimos movimientos de la empresa. Es para llevar un informe… para

cuando usted vuelva.

— ¿Cuál es tu nombre?

— Samantha Roter.

— Samantha, el sr. Higgons está un poco ocupado. ¿Puede llamarte luego?

— Claro, señorita. Disculpe; si hubiera sabido que lo necesitaba, no habría

molestado. Que tenga buen día— cuelga la llamada antes de que tenga la

oportunidad de decir una cosa más.

— Acabas de ser tú misma—el contrario me mira con orgullo en su rostro

mientras guarda el teléfono en el bolsillo de su saco.

— Solo hablé con alguien por teléfono— me encojo de hombros sin entender lo
maravilloso en eso. No es como si hubiera perdido el habla o me hubiera cortado
la lengua. Y en definitiva, se sintió bien hablar con alguien más que quienes

están en casa siempre—. Además “La vida es un negocio”.

— Es el lema de tu familia, lo recordaste.

— Me acuerdo de algunas cosas.


— Tu cita—el recuerdo llena su rostro de repente—. Hay que apresurarnos.

— Claro, eras tú quien esperaba a que yo terminara de hablar por teléfono—


ironizo soltando un suspiro.

Frunce el ceño molesto por mi comentario, pero me ayuda a bajar con rapidez.

Después de dejarme en la silla de ruedas, la empuja dentro del edificio y sin

detenerse a preguntar, va directamente hacia los ascensores. Presiona el botón de


llamada y mientras esperamos por la cabina metálica, se entretiene nuevamente

en su teléfono. El viaje del primer piso al tercero, pasa en un silencio incomodo

después de que le digo por quinta vez que puede irse si tiene cosas más

importantes que hacer. Cuando las puertas se abren en el tercer piso, nos

dirigimos a una recepcionista que nos espera con una sonrisa ensayada. Xavier

pregunta por mi cita y en unos minutos estamos de nuevo ascendiendo en la


espaciosa cabina del ascensor hacia el quinto piso.

Las puertas se abren revelando un largo y silencioso pasillo con puertas a ambos

lados. Xavier empuja mi silla hasta la última puerta a la derecha y toca.

Un hombre con algunas canas que viste una bata del mismo color que estas, abre
la puerta solo asomando la cabeza.

— Katherine Briden— me ofrece su mano al comprobar quien se encuentras


frente a su puerta y me da una sonrisa de un blanco increíble—. Soy el doctor

Stone, un gusto conocerte.

— Gusto en conocerlo, también— tomo la mano que me extiende y le doy un


leve apretón antes de soltarla de vuelta. Hace lo mismo con Xavier que ya parece

haber olvidado nuestra conversación en el auto—. ¿Comenzamos?

— Claro, pasen— nos deja entrar al consultorio después de abrir la puerta por

completo para permitir el ingreso de mi silla. El lugar con el que nos

encontramos es espacioso y luminoso, en una de las paredes se encuentra una


camilla que parece cómoda incluso a la distancia a la que me encuentro—.

Primero, veremos qué tan grande es el daño, plantearemos las terapias y te


enviaré una serie de ejercicios para realizar en casa además de los que

realizaremos acá. Recibí detalles de tu fractura pero me gustaría ver cómo está

todo ahí dentro por mí mismo.

Asiento.

— Por favor, ¿podrías ayudarla a subir a la camilla?— señala al hombre joven y

este le responde con un “Si”, antes de recogerme de la silla y dejarme en el lugar


de destino—. Vamos a revisar.

El doctor examina mis piernas a la vez que observa algunos negativos de la

zona, que debieron enviarle desde el hospital Pensilvania, y anota en una agenda
algunas cosas mientras me explica lo que ocurre.

— Por suerte, el daño no es tan profundo—describe señalando algunos puntos en


las radiografías que sostiene aunque no entienda muchas de las cosas que

menciona—. Si sigues mis indicaciones podrás estar caminando en un mes.

— ¿En serio? ¿En tan poco tiempo?


Confirma con un asentimiento.

— Ahora… este es el horario de terapias y los ejercicios— me entrega una hoja


con todas las indicaciones necesarias señalando exactamente el desarrollo de

cada uno de nuestros encuentros.— No me gusta enviar medicamentos porque a

veces pueden no ser la mejor opción, y no quiero añadir más a la larga lista de
antibióticos que debes de tener.

Xavier se encarga de devolverme a mi transporte de cuatro ruedas mientras el

doctor continuo explicando cada mínimo detalle—. Entonces, te espero la

próxima— sonríe cuando se ha quedado sin más que decir y camina a la puerta

para abrirla.

— Lo veré en unos días, doctor Stone.

— Hasta pronto. Katherine.

Salimos del consultorio después de volvernos a dar la mano como despedida y

deshacemos el camino que habíamos hecho para llegar allá desde la calle.

—Estoy tan feliz…Pronto todo volverá a ser igual.

—Lamento dañar tu felicidad pero aun tienes que recuperar la memoria


completamente.

— Lo sé, pero me estoy esforzando.

— Y te ha ido bien.

— Llamaré a mi padre— saco mi teléfono un momento antes que crucemos las


puertas hacia el exterior y lo acomodo en mi oreja.

— Sería mejor que le enviaras un mensaje. Está en una reunión.

— Oh, de acuerdo. Por cierto, ¿no tendrías que estar trabajando?

— Soy tu asistente así que me encargo de ti.

— ¿No tienes un hogar donde ir? ¿Esposa? ¿Hijos? ¿Una mascota?

— Sí, tengo mi apartamento. No soy casado, no tengo hijos y las mascotas no

son lo mío por mi ocupación. Y si, toda esa información tiene que estar en

alguna parte de esa cabecita tuya.

— Oh, ya veo— envío el mensaje cuando estoy cómoda en el interior del auto.

Katherine Briden: Padre, acabo de salir de terapia y el doctor dijo que puedo

estar caminando en un mes. ¿Puedes creerlo?

Papá: Que alegría, Kathe. ¿Xavier está contigo?

Katherine Briden: Sí, está a mi lado, no te preocupes. Por cierto, Claire me dijo
para salir esta tarde.

Papá: ¿A dónde?

Katherine Briden: Tengo dos boletos para ver a un deportista extremo llamado
Luca Sandino. Son para esta tarde y sería una pena no utilizarlos.

Papá: ¿No crees que es un poco peligroso?

Katherine Briden: No, no es como si yo fuera a hacer las acrobacias. Solo


estaré sentada en el público.

Papá: ¿Es demasiada gente?

Katherine Briden: No, serán pocas personas. Es un espectáculo exclusivo.


Intentaré pasar desapercibida.

Papá: Está bien, después que Xavier esté a tu lado. Y no olviden a los

guardaespaldas.

Katherine Briden: Acerca de eso…Solo tengo dos boletos. Claire me cuidará.

Papá: Katherine Sophia Briden Prine, no me hagas enojar.

Katherine Briden: Por favor, papá. Eso dejo de ser gracioso hace años. Y

acerca de esta tarde no tienes de qué preocuparte, serán solo un par de horas.

Soy una mujer adulta, sé que hacer.

Papá: Lo pensaré.

Katherine Briden: Gracias.

La respuesta nunca llega mientras volvemos a la casa a pesar de que no cierro la

conversación. Sé que para él debe parecer una completa locura que quiera ir a
esa clase de eventos, pero justamente por esa razón es que quiero ir; porque un

minuto más dentro del lugar que conozco como casa y estaré realmente loca.

Después de ser puesta en la silla de ruedas, cruzo la entrada rodando directo a la


sala y me encuentro con una mujer sentada en el sofá—: Hola, Kathe— dice con

una perfecta y estilizada sonrisa de blancos dientes—. ¿Acaso no vas a saludar a


tu tía?

La observo sorprendida al notar que sus rasgos son parecidos a los míos. Su
oscuro cabello está cortado por sobre sus hombros y acaba con algunas ondas;

sus gélidos ojos, azules como las aguas del Ártico, miran fijamente al lugar

donde me encuentro tratando de descubrir algo de lo que no estoy segura; su


postura es de superioridad y su ropa solo demuestra lo anterior. Es toda una

mujer de poder y si puedo adivinar, está totalmente consciente de eso.

— Tía—la sonrisa fingida se ha convertido en mi mayor accesorio en estos días,

junto con los monosílabos y asentimientos. Son lo único que puedo hacer que no

resulte lo suficiente sospechoso al dirigirme a alguien que se supone debería

conocer—. Hola.

— Oh, niña— se acerca a mí y me abraza incómodamente. Puedo notar que al

igual que yo no es una mujer de abrazos, y esto solo es una especie de obligación
para ambas—. Estuve muy preocupada.

— No tuviste que, estoy bien.

— Te ves terrible— me regaña con sus fríos ojos cobalto, cuando me suelta y da
un par de pasos hacia atrás para poder mirarme cómodamente—. Eso ocurre

cuando vives con tu padre. Juro que ese hombre no sabe nada sobre mujeres.

— No sé si lo habrás notado pero estoy en silla de ruedas…No es exactamente

una situación en donde me vaya a ver como una reina de belleza.

— Oh, cálmate— peina su cabello con una mano a pesar de que no tiene ni uno
solo pelo fuera de lugar.— Estoy acá para convertirte en una verdadera Prine.

— ¿A qué se debe tu visita?

— Me encontraba en Zúrich cuando escuché de tu accidente y corrí acá lo más


rápido que pude para poder cuidarte.

— Te agradezco pero ya tengo demasiado cuidado, no debiste molestarte.

— Kathe, ¿dónde estás?— la profunda voz de Xavier llega a mis espaldas y una

parte de mí se siente aliviada con su presencia. A pesar de que mis recuerdos

sobre él son muy vagos, por lo menos sé qué papel juega en mi vida. Con la

mujer de pie frente a mí, no sé qué esperar—. Sra. Prine, ¿qué hace acá?— su

mano aterriza en mi hombro y da un leve apretón para hacerme saber que está

justo ahí.

— Señorita— aclara fastidiada—. Vine a ver a mi sobrina, ¿hay algún problema


con eso?

— No, ninguno. ¿El Sr. Briden está enterado de su visita?

Niega con una ceja entornada.

— Tendré que informarle. Estoy seguro que se alegrará de verla— saca el


teléfono de su bolsillo y lo pone rápidamente en su oreja—. Samantha, ¿el sr.

Briden aún está ocupado?

— Ese hombre no deja de seguirte— susurra la mujer ignorando la presencia del

castaño. Parece que todos a mi alrededor creen que él pasa demasiado tiempo al
pendiente de mí, y aunque sé que mencionó que hubo un momento en que gustó

de mí, puedo reconocer que lo que existe entre nosotros no es más que una

simple amistad.— Debe ser molesto.

— Xavier trabaja para la compañía, y es mi amigo así que no, no es molesto. No

tienes ningún derecho a juzgarlo a él o a mi padre.

— ¡Igual a tu madre!— exclama furiosa con las manos como puños en los
costados de su cuerpo. —Tan protectora al punto de morir.

— El sr. Briden tuvo que salir en un viaje de negocios de último momento—

informa el hombre deteniendo mi respuesta y por la mirada que me da, sé que

fue adrede—. Vendrá mañana.

— Entonces supongo que podremos pasar todo el día de compras—pasa de estar


enojada a sonreír como si hace poco no me hubiera gritado—. Antes de que tu

padre nos arruine el día.

— Srta. Prine, ella no puede salir. Son órdenes estrictas del doctor.

— Soy su tía— alza una ceja como si el argumento del joven no fuera más que
un mal chiste—. Vamos, Kathe.

—Lo siento, pero Xavier tiene razón y me siento cansada.

— Katherine…

— Señorita Prine, otro día será— interviene el castaño, ahorrándome tener que

decir algo más. La verdad es que si estoy cansada, los ejercicios donde el
quiropráctico tiene a mis extremidades quejándose y a mi cabeza sintiendo un

leve dolor de cabeza—. Katherine no puede en estos momentos.

— Deja de meterte en asuntos familiares— asevera con una mirada que podría

hacer sentir pequeño a cualquiera, pero que a mi amigo no parece hacerle ningún

efecto—. No eres nadie para prohibirme salir con mi sobrina.

— Tod— manifiesto en voz alta, esperando no estar equivocada en que el par


está cerca—. Trein.

— ¿Si, señorita?— contestan ambos entrando a la sala más rápido de lo que

espero y miran entre los tres esperando sus órdenes—. ¿Qué necesita?

— ¿Podrían acompañar a la señorita Prine a la salida de la propiedad?— les

ordeno con mirada severa—. Creo que es momento de que su visita se dé por
terminada.

Katherine era control y le encantaba serlo.

— ¿Algo más?

— Si, por favor, ¿podrían decirle a seguridad que o trabajan o los despido?—
junto las manos en mi regazo—. Deben informar de cada persona que ingrese.

— Srta. Prine— pide Trein amablemente señalando el camino hacia la puerta de

salida—. Acompáñenos.

— ¿Cómo puedes hacerme pasar por esta vergüenza?— gruñe. La miro sin un

poco de paciencia y espero a que termine de hablar—. Me iré pero esto no se


quedará así, Katherine— advierte resonando los tacones de sus zapatos en el

piso de mármol, en medio de una rabieta.

— Trein, Tod— insisto.

—Señorita, por favor, acompáñenos—Tod le indica con poco humor y sé que sus

palabras no son vacías. No tiene vergüenza de su corpulencia cuando de un

trabajo se trata—. O tendremos que sacarla por la fuerza.

— No te atrevas a ponerme un dedo encima— lo señala con una arreglada uña y

busca una última vez por mi mirada, cuando no obtiene nada, casi escupe sus

últimas palabras—. Adiós, Katherine Briden.

— Prine— agrego entretenida con su expresión.

Bufa saliendo de la sala seguida de mis guardaespaldas.

— ¿Que fue eso?— mi amigo espera a que estamos solos para dejar salir una

risotada—. Tú…

— ¿Te sorprendió? Quizás no recuerde mucho pero no voy a permitir que

insulten a mi padre en su casa y en mi presencia.

— Nunca nadie le había hablado así a tu ti, excepto tu padre.

— Eso es decepcionante porque es una maldita perra ricachona.

Abre más los ojos por la sorpresa.

— ¿Que me puede hacer? Después de todo parece que me adora. Y si tiene algo

más que opinar, creo que estoy lista para responderle de vuelta.
— No lo sé. La mujer es escalofriante en cierto punto.

— No me digas—sonrío mordisqueando mi labio inferior para luego soltarlo—.


Así que el único y gran Xavier Higgons le teme a una mujer.

— En realidad, dos.

— ¿Dos? ¿Quién es la otra?

— Tú.

— No creo poder ser más detestable que ella, ¿o sí?

— En realidad… creo que no es miedo lo que siento hacia ti. Es respeto. Y a la

vez, he de aceptar que tengo miedo al daño que tú misma te haces.

Lo miro confusa.

— No dejas que los demás conozcan quien eres en realidad y apartas todo

sentimiento. A veces parece que nadie fuera suficiente para ti.

Bajo la mirada avergonzada.

— Aunque si me preguntas, eres temperamental.

— ¿Ah, sí?

— Despediste a tu última asistente por llegar 10 minutos tarde.

— ¿En serio?

Asiente bastante serio.

— Entonces, debes ser muy bueno para que no te haya despedido.


— En realidad, me adecue a tu ritmo de trabajo— toma asiento en el sofá donde
minutos antes había estado mi tía y me pide que me acerque—. Eres perfecta,

siempre lo has sido—cuando ve que no hago ningún esfuerzo por moverme, el

mismo acerca la silla de ruedas hasta que nuestras rodillas casi se tocan—. Odias
la irresponsabilidad, el irrespeto y sobre todo la arrogancia.

— ¿Sabes? Nunca me contaste cómo fue que acepté ir a una cita contigo.

— ¿En serio quieres saber?

Asiento.

— Sería más divertido si lo recordaras.

— Vamos, por la manera en la que te refieres a mí, debe ser una grandiosa

historia que escuchar desde tu punto de vista.

— Está bien— suspira fingiendo haber luchado mucho contra las ganas de

contarla, pero la gran sonrisa en su rostro me dice que es de sus cosas favoritas
para contar—. No puedo con esos ojos.

Ruedo los ojos para ocultar un sonrojo.

— Tú estabas en segundo año y yo estaba en último año. Cualquier chica de


segundo aceptaría salir con uno de último pero tú no eras cualquier chica. Te

pasabas horas y horas en la biblioteca, ocupabas siempre el primer lugar en tu


clase y tenías una vida social perfecta.

— Era una cerebrito.


— No exactamente…tú eras “la” chica. El día que reuní valor para invitarte
nuevamente te encontrabas en la biblioteca leyendo, nunca entendí porque te

gustaba tanto leer.

— Los libros son mi escape de la realidad, o simplemente se terminan

convirtiendo en mi realidad y mi realidad en un libro.

— Eso fue lo que respondiste cuando te lo pregunté. Me pareció extraño. ¿Por


qué Katherine Briden querría huir de su realidad?— pone los dedos en el puente

de su nariz para dar una pausa dramática—. Me senté a tu lado e hice algo que

ningún hombre había hecho antes, te pregunté el porqué de tu desaprobación y

comenzamos a hablar de nuestras vidas y supongo que te parecí sexy— bromea

con una risa corta.

— Tan arrogante. ¿Qué más pasó?

— Está bien, no te parecí sexy. Te agradé y demostré que solo quería una

oportunidad. Te llevé al parque de diversiones, resististe más que yo— pareció


recordar algo por la manera en que sus ojos tenían ese brillo lleno de recuerdos

—. Luego caminamos por un parque. Hablamos y sabía que esto no seguiría.


Estuvimos de acuerdo que lo mejor era seguir de amigos.

— ¿Por qué no funcionaría?

— Tu argumento era que somos perfectos el uno para el otro, que éramos muy

parecidos.

— ¿Y eso no es bueno?
— No para ti, dijiste que querías una pareja, no un clon.

— Siento si fui cruel— me disculpo suspirando. Si suena como algo que yo diría
pero aun así suena a algo demasiado cruel.

— No, no lo fuiste. En realidad fue de gran ayuda.

— ¿Y desde entonces somos amigos?

— Si, y no cambiaría ese día por nada. Llevamos años de amistad que valen más

que unos meses de pareja.

— Es una interesante historia.

— Lo sé.

— Tengo una pregunta, ¿no tengo pareja ahora?

— No, no hay nadie. Has salido con un par de hombres desde que te conozco

pero nada serio. Solo llegaban a las terceras citas por lo general. Siempre has
puesto los negocios antes que lo demás. Dices no tener tiempo para esas

tonterías.

— Soy una amargada— hago una mueca terminando en una media sonrisa. La
verdad es que lo soy, ni una sola vez he escuchado algo sobre mi vida que no

esté relacionado con la empresa familiar—. De seguro me saldrán arrugas más


rápido.

— Igual te verías hermosa.

—Eso lo veremos.
— ¿Qué quieres hacer?

— No lo sé. ¿Tienes prisa? Si tienes algo importante, ve.

— En realidad mi agenda en estos días es básicamente cuidarte. ¿Quieres ver


una película?

— No, de seguro me quedaría dormida.

— Entonces, juguemos algo.

— ¿Que?

— Nuestro juego favorito…Monopolio.

Lo miro sin poder creerlo y cuando noto que no bromea, me rio hasta que salen

lágrimas de mis ojos. Era tan de esperar que mi juego favorito fuera algo como

eso, con todas las estrategias empresariales escondidas en el juego.

— Vuelvo enseguida— se levanta del sillón y desaparece a mis espaldas


caminando hacia uno de los pasillos.

Mi celular vibra con un nuevo mensaje.

Claire D’Moon: Kathe, ¿vendrás por mí?

Katherine Briden: Seguro, ¿dónde vives?

Claire D’Moon: Está en tu teléfono. Mi dirección.

Katherine Briden: Está bien, ¿nos vemos?

Claire D’Moon: Espera, ¿tu padre que dijo?


Katherine Briden: Que lo iba a pensar. ¿Cómo te fue en la presentación?

Claire D’Moon: Bien. ¿Cómo te fue con el doctor?

Katherine Briden: Podré patear traseros en un mes.

Claire D’Moon: Que bien. ¿Y el sr. Sombra?

Katherine Briden: A punto de ser destruido por mí en Monopolio.

Claire D’Moon: Que bien. Entonces te dejo, no quiero estar involucrada en eso.

Katherine Briden: Adiós, Chica Violín.

— ¿Que dijo Claire?— pregunta Xavier sorprendiéndome, cuando habla en mi

oído. ¿Hace cuánto estaba en la sala?

— Solo hablábamos de esta tarde.

— ¿Preparada para ser destruida?— se sienta y el siguiente par de minutos se

dedica a ordenar el juego en la mesa de centro y repartir el dinero falso.

— No, estoy preparada para destruirte— lo reto entornando los ojos—. Después

no llores porque una mujer te ganó.

— Tú no lo hagas cuando yo gane. Odio hacer llorar a una mujer.

Jugamos por horas ya que ninguno de los dos queda en bancarrota. El dinero
falso se acaba y nos vemos obligados a aceptar que el juego ha terminado para

bien sin ningún ganador. Xavier prepara unos sándwiches y me habla sobre su
familia, por lo que resta de la tarde.
Era hijo único, sus padres se habían mudado muy jóvenes desde Nebraska por
razones de una mejor vida. Cuando tenía 5 años, su padre lo ayudó a entrar en un

equipo de baseball pero desafortunadamente una lesión hizo que a los 8 años lo

abandonara. Pensó que su vida ya no tenía sentido así que decidió destacarse en
sus estudios para sentir que era bueno en algo. Fue el mejor de su clase cuando

se graduó y recibió una beca para Princeton. Decidió estudiar negocios porque le
gustaba tener el control de todo a su alrededor y le parecía la mejor manera de

hacerlo.

Fue el segundo mejor de su clase con una diferencia mínima con la primera que

había sido su novia por unos meses en segundo año. Luego de graduarse y haber

encontrado una gran amiga decidió buscar trabajo. Y parece que mi padre y él se

llevaban de maravilla y le ofreció trabajo. ¿Y qué mejor trabajo que estar al lado

de la vicepresidenta de la compañía y su mejor amiga? Y lo demás es historia.

6
El peligro se puede oler en el aire a medida que tomamos nuestros lugares. Al

llegar pensé que sería todo un problema por lo de mi silla de ruedas, pero cuando

llegué nos llevaron a una zona que estaba adecuada para eso. Supuse que era

solo suerte del lugar mientras intento mantenerle el ritmo a Claire y el encargado

de llevarnos a nuestros asientos. El público vitorea a pesar de que no ha


comenzado el espectáculo y la música está lo suficientemente alta para que no se

esfuercen en hacerlo, pero entre más fuerte suena, más alto gritan. El público no

consta de más 50 personas reunidas en las graderías de la arena, y por su forma


de vestir ninguno parece un simple aficionado. Si pudiera apostar diría que casi

todos tienen puestos de oficinas en donde deben usar incomodos trajes; que
siguen utilizando entonces.

El espectáculo comienza con una explosión de pintura de la que sale un hombre


joven. Luca Sandino, de seguro. A pesar de que su complexión es justo lo que

espero; sus rasgos no lo son. Tiene una inocencia inexplicable en su rostro


apoyada por el pequeño hoyuelo que le sale en la mejilla cuando sonríe. Llega

conduciendo una motocicleta y dirigiéndose a una pista que da giros y saltos que

parecen peligrosos. Los pasa con una facilidad fantástica y salta de la moto

cayendo perfectamente en sus dos pies. Realiza todo tipo de retos saliendo sin un
solo rasguño. Por alguna razón mientras veo el espectáculo aun no sé qué hago

aquí y porque Andrew me ha dado sus boletos; me conoce lo suficiente para


saber que no soy fanática de los deportes extremos, o de ningún deporte en

general, y tampoco sería algo para fastidiarme porque desde el accidente estamos

en una especie de tregua. Miro a mi lado donde Claire no despega la mirada de

las acrobacias prestando suficiente atención por las dos.

— Creo que acabo de desperdiciar 45 minutos de mi vida viendo a ese idiota—

resopla en cuanto salimos de la arena, buscando el auto entre la multitud de

personas. Estoy a punto de decirle que deje de mentir porque sé que adoro la

experiencia, pero me guardo mis opiniones porque aún no estoy lista para
terminar el día y menos con una Claire enojada.

— Concuerdo contigo— afirmo mientras trato de no ser aplastada por los fans
del hombre, que se arremolinan en una parte de la arena intentando verlo salir—.

¿Vamos a tomar algo?

— No podría estar más de acuerdo. Allá están Tipo 1 y Tipo 2— aunque le pedí

que no se refiriera así a ellos, porque tenían nombres reales, ella insistió en que
así por lo menos no olvidaría como llamarlos. Ellos parecieron indiferentes al
apodo cuando ella lo mencionó por primera vez más temprano.

— Apresúrate. Creo que si nos quedamos más tiempo terminaré aplastada.

Pasamos rápidamente a través de la multitud y justo cuando estamos por llegar,


choco con alguien.

— ¿Qué crees que haces?— se voltea el hombre y abro los ojos como platos al

notar quien se esconde debajo de la gorra—. Mira por dónde vas.

Es alto, de castaño cabello despeinado y musculoso. Sus ojos tienen un color

verdoso y su boca es delgada y estilizada. Su nariz parece haber sufrido un par

de rupturas por el extraño ángulo en que está el tabique; pero para él parece

funcionar tal imperfección. Viste un pantalón militar, una camisa blanca y un par

de tenis. Demasiado informal para ser solo uno más de los que veían el evento,
así que si ese es su intento de pasar desapercibido, va mal.

— Lo lamento.

— Oh, tu eres Katherine Briden— el reconocimiento llena su rostro mientras

extiende su mano con total camaradería—. Soy Luca Sandino.

— Si, lo sé. Eso de allá fue un gran espectáculo— tomo la mano masculina y le
doy un leve apretón amable antes de soltarla.

— Kathe— escucho la voz de la pelirroja llamándome alarmada hasta que da


con mi ubicación mirándome aliviada—. Oh, qué bien. Aquí estas.

— Claire, te presento a Luca Sandino—muevo mi mano de uno a otro—. Luca,


esta es Claire D’Moon.

— Lo sé—asiente con una sonrisa bastante sincera mientras mira a mi amiga—.


Adoro tu música.

— Yo no podría decir lo mismo de tus acrobacias— se acomoda detrás de mi

silla mirándolo con apatía hasta que ve que la sonrisa ha desaparecido de su

rostro—. Ahora, si nos disculpas, nos tenemos que ir.

Niego desaprobatoriamente mientras ella se encarga de empujar mi silla hasta un

lado de la camioneta —: Claire, eso no fue nada amable.

— ¿Que hacías hablando con ese tipo?

— Choqué accidentalmente con él. No es como si hubiera decidido solo

encontrarme con él porque sí.

— Eso me pasa por perderte de vista—niega mientras mira de vuelta a la

multitud con tensión en su cuerpo—. Trein, Tod, nos vamos.

— Si, Srta. D’Moon— ambos asienten al unísono.

Después de subirme al auto, nos dirigimos a un lugar que Claire conoce. Y me


dedico en todo el camino a encontrar maneras de evitar ser cargada. Un mes
parece un tiempo demasiado largo para depender de alguien para hacer casi todo.

Me iba a terminar volviendo loca antes de poder siquiera recordar quien era.

La carretera está repleta, como a cualquier hora en la ciudad. Ver la ciudad por la

ventana es como mirar un lindo cuadro y desear hacer parte de él. Mi ciudad, la
que nunca dormía te absorbía con solo un par de luces. Te hacía sentirte en casa.

El lugar al que llegamos está en el centro de esta y a pesar de todo, tiene un


entorno silencioso. En lo alto brilla un letrero de neón anunciando la llegada a

“Velle”. Entramos, bueno, Claire entra caminando y yo rodando mientras la

música suena suavemente dando una ambientación relajada. Nos dirigimos a una
de las mesas del fondo; perfecto ya que era la parte más solitaria y callada del

sitio. Es un momento sin molestia asegurado. Una mujer con un vestido un poco
corto llega y toma nuestra orden. Dos mojitos.

7
Ha pasado ya un mes, el mes más largo de mi vida, sin duda. Tengo mi memoria

de vuelta a excepción de lo que pasó el día del accidente, por más que intente

darle un sentido al momento en que ocurrió el choque, no puedo. El doctor dice

que es un mecanismo de defensa de mi cabeza, hacia los malos recuerdos; que


no es más que un trauma. Por suerte ya he recuperado mis piernas, adiós silla de

ruedas, hasta nunca.

Era yo de nuevo, la de siempre, la que no dependía de nadie. La mujer fuerte.

— Aun no puedo creer que hayas vuelto a ser la misma— exclama Caire

mientras cruzamos la ciudad en su auto. Un Mini Cooper rojo, último modelo.

Podría decir que me sorprende su elección de modelo, pero la verdad es que es


muy esperado de ella.

— Si, lo sé— afirmo mientras pasamos rápidamente Times Square e intento


mantener mi cabello en su lugar—. Estoy feliz de volver a ser yo. Estaba

cansada de la confusión que trajo el accidente.

— Que se preparen en Briden Enterprise— ríe sonoramente cambiando la

estación de radio a una donde estén pasando las noticias—. Llegarán a patear sus
traseros y a ordenarlos.

— ¿Podríamos pasar por un café antes?— compruebo el reloj del salpicadero


para saber cuánto tiempo me queda antes de tener que llegar al edificio—. No

sabes cuánto extraño un buen café neoyorquino.

— Claro— asiente acelerando y tomando un atajo para que podamos llegar a

nuestra cafetería favorita en la ciudad. Me habían recomendado esperar por lo


menos unos días más pero estaba lista para volver en cuanto me dieron luz

verde. No quería otro día más en la casa sin hacer nada productivo. Iba a volver

a la empresa, y esta vez iba mejor que nunca.

— Y ahí está—aviso en cuanto la diviso a un lado de la calle—. Booka.

Ella aparca el auto en uno de los puestos de parqueo y abre su cartera para poner
dinero de acuerdo al tiempo que pasaremos ahí. Bajo peinando mi cabello y

tomando mi chaqueta. Cuando ha terminado con el parquímetro, caminamos

juntas al local. Es un lugar tradicional que pertenece a unos portugueses desde


hace un par de décadas. Lo maneja el hijo del fundador que además es un cliente

constante de la compañía.

— Bienvenidas— un tímido adolescente con un largo cabello rubio, nos recibe

en la entrada y se ofrece a tomar nuestros abrigos, a lo que ambas negamos


porque no pensamos demorarnos mucho tiempo en el local—. ¿Tomarán su café

aquí o lo llevarán?

— Lo tomaremos acá, gracias—le responde la pelirroja tomando la delantera.


— Síganme— nos conduce a una de las tantas mesas vacías, por la poca
concurrencia de personas por la zona a esa hora.

— Gracias. ¿Podrías traernos dos capuchinos, por favor? Uno de ellos que sea

doble— saco mi teléfono en el momento en que nos sentamos y noto que tengo

un nuevo mensaje.

— En un momento— el joven se retira con un leve asentimiento.

Xavier Higgons: La espero con ansias, jefa.

Katherine Briden: Llegaré pronto. Estoy en una cafetería con Claire.

Guardo el celular sin esperar su respuesta y le pregunto a mi amiga sobre sus

últimos proyectos.

Nuestros cafés llegan pocos minutos después mientras el mismo chico los deja

en la mesa frente a cada una.

— ¿Así que las cosas están raras con Xavier?— mi amiga alza una ceja tomando

un sorbo de su café—. Como que no me sorprende.

Con mi progreso en la recuperación también vinieron muchos momentos con


Xavier, quien parecía cada vez más extraño. No quería creer esa teoría sobre él
gustando de mí. Esas cosas habían quedado por completo en el pasado, y ambos

sabíamos que no iban a volver a pasar.

— ¿Ese hombre cuando entenderá que no te gusta?

— Es mi amigo, Claire. Ni siquiera creo que sea más que el comportándose bien
conmigo por lo que tuve que pasar en el último mes.

— Solo porque tu padre se lo ordenó.

— En realidad, él tiene una vida y podía hacerla pero prefirió cuidarme. Valoro
eso.

— Valoras su apariencia.

— Bueno, sí, es lindo pero no por eso me agrada. Es mi amigo hace años.

— Parece que él no entiende el concepto de amigos.

— En serio, no entiendo tu odio irracional hacia él— tomo un sorbo de mi

bebida caliente a la espera de su respuesta. Aun a pesar de haber recuperado mis

recuerdos, hay cosas que aún no soy capaz de comprender como la relación de

ellos dos. Son mis mejores amigos y aun así no logran estar juntos en un mismo

lugar sin que exista una mala sensación en el aire.

— Ya te dije, es demasiado perfecto. Desconfió de alguien que tenga una

respuesta y una solución para todo.

— Desconfías de mí, entonces.

— No, solo que él siempre está tan preparado y listo.

— Igual que yo.

— No me agrada— se encoge de hombros.

Niego divertida porque eso ni siquiera es una respuesta.


— Mi mejor amiga y mi mejor amigo no se llevan bien, que mala suerte.

— Cambiemos de tema— pasa el dedo por el borde de su taza sin mirarme a la


cara, luciendo bastante incomoda—. ¿Qué hay de Andrew?

— ¿Que ocurre con ese idiota?

— Entonces, ¿te envió una flor cada día de este mes?— apoya los codos en la

mesa interesada con el chisme.

— No, me envió un ramo hace unos días—aclaro mientras ruedo los ojos. No le

agrada Xavier, pero cuando es sobre Andrew, está lista para escuchar.

— Oh, ya veo.

— No sé qué le ven de especial a eso. Ni siquiera lo hizo bien. Eran peonias

rojas, Claire. Y sabes lo que pienso de ellas.

Abre la boca para responder pero cuando mira más allá de mi hombro, ningún

sonido sale de su boca por alguna sorpresa. —No vayas a voltear.

Como todo ser humano respetable no le hago caso y volteo encontrándome con

Andrew sentado con Luca, y una mujer de largo cabello rojo. Luca es el primero
en notar mi mirada, por lo que al verme esboza una gran sonrisa. Luego se
levanta de la mesa donde está con los otros dos y se dirige a nuestra mesa.

— Pero si son mis neoyorquinas favoritas. Katherine Briden y Claire D’Moon.


Creo que mi mañana solo acaba de mejorar.

A pesar de su tono alegre, sé que es algo normal en él halagar a todas las mujeres
que cree conocer. Ese hoyuelo esconde un montón de secretos—: Luca Sandino.

— ¿Cómo has estado, chica?— a pesar de que sé que me habla a mí, su mirada
está fija en mi amiga y ni siquiera disimula sin apartarla ni un solo segundo.—

No te he visto mucho en estos tiempos.

— Bueno, ya no estoy en silla de ruedas. Creo que eso amerita un tiempo de

recuperación, así que por eso no estuve “en estos tiempos”.

— Si, lo noté— se apoya en una de las sillas vacías considerando si sentarse o

no—. ¿Qué hacen dos mujeres tan hermosas en este lugar?

— Querer hablar contigo, no— la pelirroja contesta con un fruncimiento—.

Tomamos café, ¿no es obvio?

— Tú siempre tan encantadora— Luca alza ambas cejas a la mujer sorprendido

aun por su actitud cada vez que lo ve—. ¿Tienes algún problema conmigo?

— Si, no soporto a los idiotas como tú. Deberías concentrarte más en los
deportes que en tener una mujer en tu cama todos los días.

— Claire…— intervengo mirándola con severidad. Algo que nos identificaba y


era clave en quienes éramos, era no participar en ningún tipo de dramas o
escenas que pudieran afectar nuestra imagen. Y ella estaba por comenzar una.

Me mira furiosa.

— Es la verdad— continua sin prestar atención a mi pedido de que se calmara

—. En serio, no sé cómo puedes soportar siquiera hablar con él.


— Claire…— insisto de nuevo y esta vez mi mirada tiene una pizca de ruego.
Lo último que quiero y necesito ahora son problemas.

— Ya, no diré nada. Siempre tienes amigos que no me agradan.

Suspiro frustrada ante la estúpida situación.

— Luca, creo que lo mejor…

— No te preocupes— rasca la parte trasera de su nuca indiferentemente y asiente

para volver su atención a mí—. ¿Así que ya puedes caminar? Que se preparen, la

princesa ha vuelto.

— A patear traseros.

— Tendré cuidado, entonces.

— ¿Tu? ¿Tener cuidado? Como si eso aplicara a tu vida.

— Luca…— la misteriosa mujer de cabello rojo se acerca a nuestra mesa


ignorándonos por completo a mi amiga y a mí—. Andrew quiere irse.

— Claire, Katherine— mira a cada una y le señala a la mujer con la mirada en

nuestra dirección—. Les presento a Trinity Sanders.

La mujer nos mira con sus oscuros ojos verdes que solo muestran desprecio a
quienes están a su alrededor. Lleva puesto un vestido por la rodilla de color

borgoña y tacones de aguja negros. Su cabello cae en cuidados rizos sobre sus
hombros y sus rojos labios destacaban sobre toda su cara.

— Mucho gusto— extiendo mi mano sin importarme la mala cara que pone. No
la conozco y no quiero una enemiga más, así que prefiero ser amable—. Yo

soy…

— Katherine Briden, lo sé. Eres la vicepresidenta de Briden Enterprise e hija de

David Briden.

— Creo que escuchar mi apellido tantas veces en una sola frase, fue un poco

extraño.

— Yo soy Trinity Sanders—aclara su garganta sin siquiera molestarse en tomar

mi mano, así que la bajo—. Deberías recordarlo.

— En serio, ¿por qué?

— Soy la nueva socia de Simurs Co.

— Siempre es un gusto conocer a la competencia, no te preocupes. Al fin habrá

gente capaz en esa compañía.

— Luca, Andrew en serio necesita irse— me ignora y vuelve a insistir con el

hombre—. Debe estar en la compañía pronto.

El contrario pone los ojos en blanco mirando a la fémina y ni siquiera lo


disimula para ella.

— Supongo que nos veremos después con más calma…y sin interrupciones
molestas. Hasta la vista, baby— guiña un ojo juguetón en nuestra dirección y
sigue a la mujer hacia la salida.

Después se aleja con Trinity a la salida donde Andrew los esperaba. Parecía que
el lugar donde estábamos nunca existió para él porque nunca volteó a mirar en
mi dirección. Lo que me molesta de toda la situación es que muy dentro de mí

quería que lo hubiera hecho.

Y que ni crean que no lo noté. Lo que acaba de pasar fue una clara declaración

de guerra. Escogí este lugar hace años porque estaba lo suficiente alejado de la
empresa para que nadie conocido lo frecuentara, menos un Simurs; y Andrew

sabía eso. Si creía que venir a mi cafetería favorita y no aclararme porque me


había enviado ese día al espectáculo de Luca, además de añadir la presencia de

Trinity, era la manera de llegar a mí; estaba muy equivocado. Si, había una parte

de mí que deseaba poder hablarle porque era el único que podía decirme algo del

accidente fuera de lo que decían los diarios y noticieros, pero con mi memoria de

vuelta había quedado bastante claro en qué punto nos encontrábamos, y no era

uno amigable.

— ¿Que hacían acá? Saben muy bien que es el lugar donde vengo normalmente

a tomar café.

— No lo sé. En serio no entiendo como aceptan idiotas como ellos acá.

— Tú solo odias a Luca.


— Y tú a Andrew.

— Pobre chica, se pierde de nuestro odio— bromeo aunque sé que mi amiga


tampoco ha quedado muy encantada con la mujer—. Bueno, en realidad, no me

agrado.

— ¿Hablas de la imitación barata de dama que vino?

Rio a carcajadas. Solo Claire podía entender mi sarcasmo e igualarlo.

— ¿Viste sus labios?— me mira sorprendida y tapa su boca para no reír tan alto

—. No sé si eran ideas mías o se acabó la barra de labial.

— Mi turno. Su busto estaba tan tieso que de seguro es operado.

— No tienes ni idea de eso, te superaré. Su voz era tan molesta que el restaurante

quedó vacío.

— Oh, estuvo muy bueno. Creo que me rindo. No estoy exactamente en mi

mejor momento.

— Ya sabes qué quiere decir eso, ¿no?

— Que te debo una salida de compras.

— Exacto— afirma con una sonrisa y mira la hora en su teléfono para tomar su
teléfono y ponerse en pie—. Y ya creo que es tiempo de apresurarnos. Tengo

ensayo y tú tienes que trabajar.

— Cierto.
— Vamos.

— Espera, tenemos que pagar— me pego suave en la frente caminando a la


barra y preguntándole al joven por nuestra cuenta. Cuando menciona el valor,

saco el dinero de mi cartera mientras el elabora una factura— Quédate con el

resto como propina.

— ¿Lista?—mi mejor amiga pregunta cuando llego a la puerta junto a ella.

Asiento y salimos del local. Fuera ha comenzado a hacer un poco de brisa, ya

estamos en otoño por lo que el clima tiende a volverse más problemático de lo

normal. Por suerte llevo mi chaqueta por si el clima comienza a estar demasiado

frio.

Caminamos al auto lo más deprisa que podemos huyendo de los fríos vientos y
subimos. Dentro es bastante cálido por lo que tomo un respiro, aliviada cuando

la dueña del auto enciende la calefacción.

— El clima está un poco loco, ¿no crees?

— Bastante. Entonces, ¿a la compañía?

Muevo la cabeza en un asentimiento mientras ella enciende el motor del auto


llevándonos en dirección a la edificación que está a unas buenas calles del lugar.

8
— Bienvenida, señorita— en cuanto las puertas del ascensor se abren, Samantha

me recibe con una sonrisa demasiado grande para esa hora de la mañana.

Aunque viniendo de ella es bastante normal. Si pudiera escoger a alguien en toda


la compañía que amara su trabajo más que yo, esa era ella.

Es una mujer simpática. A pesar de su baja estatura y juventud, se las arregla


para hacer sentir a todos que está en la habitación. Tiene un ondulado cabello

castaño y unos risueños ojos azules. Su entrevista había sido hace más de unos 4
meses para el puesto de asistente de vicepresidencia y al principio su falta de

experiencia en empresas como la nuestra, nos había tenido dudando sobre eso.
Llegó tan solo después de recibir el diploma universitario y se negó a recibir una

negativa por respuesta, dando una entrevista inspiradora. Al principio la dejé


entrar con la sola condición de que sería un periodo de prueba, y lo pasó con tan
poco esfuerzo que no me arrepentí de darle el empleo. Tenía a Xavier para hacer

esa tarea pero Samantha demostró ser tan buena para el empleo que la

aceptamos. Un salario más no afectaría a la empresa, sobre todo si era para


alguien como ella. Además el castaño era más funcional desempeñando una

labor más importante y de acuerdo a sus habilidades.

— Buenos días, señorita Roter— una parte de mi quería correr a abrazarla y


decirle cuanto había extrañado sus alegres saludos de todas las mañanas pero

también debía mantener la compostura, así que me conformé con dedicarle un

asentimiento antes de salir del compartimento metálico.

— Su padre la espera en su oficina— no espera a que diga algo más,

acostumbrada a la rutina de todos los días. Incluso cuando estuve un mes fuera,
se acuerda de tener todo lo importante organizado. Una carpeta con mi horario

del día y notas sobre que debo tener en cuenta.

— Gracias— después de darle una rápida revisión a mi día, cambio el rumbo de

mi oficina a la de mi padre. Esa mañana no se presentó a desayunar porque había


salido más temprano para un encuentro con un viejo amigo; lo que me dio la

excusa perfecta para también salir temprano con Claire.

Todos los ojos se posan en mí mientras paso a sus lados con la vista fija en la

gruesa puerta del final del pasillo. Algunos me miran con alegría, otros con
miedo e incluso hay algunos que tienen que mirar dos veces para verificar que
indudablemente se trata de mí. A mi paso por el corredor, me encuentro con
varias puertas abiertas y algunas personas asomándose a comprobar mi regreso.

Llego a mi destino y entro sin tocar, sabiendo lo que me espera. Cuando estoy

dentro, vuelvo a cerrar.

La oficina es grande y muy detallada; toda la pared trasera es de vidrio dando

una asombrosa vista de la ciudad. Lo que predomina en la habitación es el


escritorio de roble, traído desde algún país de Europa que jamás he visitado.

Tiene innumerables obras de arte de artistas que muy pocas personas conocen,

que guardan un significado especial para él; y un sofá en el que se sentarían

perfectamente 15 personas. No tiene biblioteca ya que los libros le recuerdan a

mi madre. Todas las paredes son de un color blanco impecable, dándole la

responsabilidad al mobiliario de darle vida al lugar.

— Te he estado esperando— levanta la vista del New York Times que sostiene

en sus manos y después de unos segundos lo deja sobre la mesa.

— Llegué hace poco. ¿Para qué me necesitas?

— Solo quería ver si estabas bien—algunas arrugas salen en los lados de sus
ojos cuando me da una mirada paternal. Me retengo de rodar los ojos divertida
porque puedo entenderlo, a pesar de que los médicos y todos los partícipes en mi

recuperación le han dicho que ya no hay de qué preocuparse, él no puede evitar


hacerlo. Siempre hemos sido los dos contra el mundo desde que mamá se fue, y

pude notar lo duro que fue para él al principio, el creer que nunca sería la misma
y de alguna manera me perdería. —Aún sigo preocupado por mi bebé.

— Papá, no me digas así en el trabajo. Estoy perfecta.

— Está bien, pero si te sientes mal o te duele algo, no dudes en decírmelo.

— Estoy bien, ¿sí? Si eso es todo, me voy a trabajar. Estoy segura que hay toda

una pila de trabajo esperando por mí.

— Si, eso es todo— vuelve la vista a su ordenador con el sonido de un nuevo

mensaje en su correo. Esa es mi señal para irme; pero antes de que me voltee a

hacerlo, aclara su garganta para llamar mi atención—. Bienvenida,

vicepresidenta— sonríe y le respondo de la misma manera, agradecida por el

hombre que me crió, a medida que giro el pomo para salir.

— En serio no te preocupes— suspiro sosteniendo la puerta abierta. En esa

posición, de espaldas a él, no puede notar la expresión en mi rostro y espero que

mi voz no me delate—. Estaré bien.

— Lo sé. Solo déjame ser como soy— ríe y con ese sonido me despido de su

oficina para soltar una bocanada de aire.

Ya fuera, nadie me mira. Así que aprovecho que todos estén concentrados en sus
trabajos y ni siquiera me notan para hacer una caminata rápida a mi oficina, a la
vez que tengo cuidado con mis pasos por el miedo de que mis piernas fallen en

cualquier momento.

Entro en el despacho y tomo un respiro cerrando la puerta con rapidez.


Es tan agradable volver a este lugar. Con su energía y poder me hacen sentir que
estoy en el lugar correcto. Es una estancia espaciosa pero menos que la de mi

padre, aunque alguna vez cuando él era joven y el abuelo manejaba la compañía,

fue de él. Igual no tengo de que quejarme; un lugar grande me haría sentirme
más vacía. Tenía un balcón con una gran vista de Nueva York. En verano me

gustaba salir y tomar un poco de aire cuando no podía más con el estrés del
trabajo. Estaba ocupada principalmente por mi biblioteca en toda la pared

frontal, y mi escritorio. La decoración es neutra, solo un par de sofás y un estante

donde están guardados lienzos y lápices. Lo que más me gustaba del lugar era

que las paredes tenían frases de grandes filósofos y emprendedores alrededor del

mundo. Fue una idea de la abuela para inspirar a papá.

Me siento en la silla detrás mi escritorio y enciendo el ordenador. Mientras

espero que todo cargue, tomo mi bolso y saco el teléfono para revisar qué hay de

nuevo.

En la pantalla se muestra un nuevo mensaje de Xavier.

Xavier Higgons: ¿Que te parecería almorzar con tu mejor amigo?

Katherine Briden: No.

Xavier Higgons: ¿Por qué?

Katherine Briden: Estoy muy ocupada.

Xavier Higgons: ¿Cómo lo sabes si no tienes tu agenda electrónica?


Katherine Briden: ¿Quien dijo que no la tengo?

Reviso mi bolso para comprobar que no he dicho una mentira. Y supongo que
tiene suerte, porque no hay rastros de ella por ninguna parte.

Katherine Briden: ¿Dónde estás?

Xavier Higgons: No la encontraste, ¿o sí? ¿Dónde estará?

Katherine Briden: Dámela.

Xavier Higgons: Acepta mi invitación.

Katherine Briden: El chantaje no es algo que me guste mucho.

Xavier Higgons: Lamentablemente, lo sé.

Katherine Briden: Tráemelo, ahora.

Su respuesta nunca llega hasta que cinco minutos más tarde, atraviesa la puerta

luciendo triunfante.

— Dámela. Ahora mismo.

—Eres una aguafiestas— la saca del bolsillo de su traje y la deja sobre el


escritorio, bufando—. Estas libre a las dos, así que tienes tiempo para ir a

almorzar conmigo.

Alzo una ceja.

—Por cierto, hoy luces hermosa.


— Estamos en el trabajo, Xavier. Concéntrate.

—Estoy concentrado, jefa— se burla cruzándose de brazos—. ¿Hay algo en que


pueda ayudarla?

— Tengo una reunión en 5 minutos. Vendrás conmigo— sé que ni siquiera tengo


que explicar de qué se trata porque él está al tanto de mi agenda del día.

— En ese caso, deberíamos ponernos en marcha.

Me pongo en pie y tomo el teléfono y la carpeta. No necesitaré la agenda en

medio de la reunión, así que solo me preocupo por terminar lo más pronto

posible y cumplir con el horario.

Nunca había disfrutado tanto el no estar en el trabajo como en esta reunión. Los

empleados del departamento de publicidad solo se han dedicado a hablar sobre el

nuevo producto que sacará la compañía, una fragancia hecha para toda clase de

cliente.

Su sistema consiste en dividirse en grupos y darme ideas hasta que escoja la que

crea más indicada. Estudio los pro y contra de cada uno, y termino llegando a la
conclusión de que ninguna llega a ser la ideal. Les pido que presenten el
proyecto de nuevo en unos días.

— Ahora tenemos una reunión con los socios que perdimos el día del accidente

— miro lo siguiente en la hoja dándole una mirada aburrida al hombre. Podía


jurar que había escuchado algunos ronquidos de su parte en la sala oscura—. Oí
que quieren hablar de una asociación.

La sala de reuniones se encuentra al final del pasillo por lo que no tenemos que
caminar mucho para llegar.

Xavier mira al frente absorto en sus pensamientos y yo me limito en


concentrarme en la puerta al final del pasillo intentando recordar todo lo

importante sobre las personas al otro lado sin dejar que el tema del accidente
nuble mi cabeza. Las personas que nos esperan han venido a buscar un trato con

nosotros, así que no todo acabó ese día. Debo asegurarme de que quieran seguir

con nuestra compañía.

Entramos mirando alrededor y lo primero que noto son unos brillantes ojos

azules que me estudian sin una pizca de sorpresa; claro que no la tendría cuando

está en mi edificio. A su lado, unos fríos ojos verdes me miran retadores.

Otras dos sillas son ocupadas por hombres mayores.

— Buenos días, señorita Briden— el que está sentado a la derecha se levanta y


me extiende su mano como saludo—. Es un placer poder conocerla al fin.

— El gusto es mío—aprieto la mano masculina y tomo asiento frente a ellos,


señalándole a mi compañero que también lo haga—. Lamento no haber estado

disponible en el último mes, tuve algunos inconvenientes de salud.

— Lamentamos lo de su accidente— esta vez es el otro quien habla, ordenando


unos papeles en la mesa frente a él—. Vinimos porque nos gustaría conocer la
propuesta que iba a presentar ese día.

— Eso no haría ninguna diferencia— miro a ambos y por fin comprendo el


verdadero fin de su presencia acá. No están seguros de hacer el trato aun y

esperan que me enfrente con Andrew por obtenerlo. Por desgracia, soy

demasiado orgullosa y me niego a aceptar las sobras—. Ya cerraron el trato con


Simurs Co.

— Pero estamos interesados en asociarnos con Briden Enterprise.

— Sé que les parecerá una locura. Pero no estoy interesada. Hace un par de

minutos lo estaba, ahora no tanto.

— Lo que pasó ese día va en contra de usted. El señor Simurs no aceptará si

usted no la presenta.

— Eso no tiene porqué interesarme. No somos una obra de caridad. Tratamos

con lo mejor y no intentamos algo que no nos beneficie. El trato es de Simurs

Co., limpiamente. Lamento si les hice perder su tiempo en esta mañana,


caballeros. Pero incluso una Briden sabe cuándo ha sido vencida— añado la

última frase con algo de broma en mi voz, intentando disminuir la tensión


existente en la sala y no hacer mi rechazo tan evidente.

Si hubieran estado solo ellos dos, habría accedido a una charla; pero el hecho de
que Andrew estuviera ahí solo demuestra que esperan hacer tratos con ambas

compañías sin importar los puntos. Quizás solo esperan que nos enfrentemos
para divertirse un rato.

— Vemos que no aceptará— el más bajo de ambos es el más rápido en rendirse,


y se pone en pie señalándole al otro que lo siga—. Esperamos saber de usted

pronto. De cualquier manera, ha sido un placer.

—Gracias por venir, caballeros.

— Los acompaño—Xavier se levanta a mi lado y sigue a los dos hombres afuera

entendiendo que necesito un tiempo para poder dirigirme al otro hombre en la


habitación.

Los tres salen y el chasquido de la puerta detrás de mí me dice que ya puedo

hablar, pero él se me adelanta—: ¿Por qué no aceptaste? Pudiste obtener el trato.

— Andrew, ya dije que felicitaciones. Ese trato es tuyo.

— Pudiste tenerlo.

— No habrá perdidas— me encojo de hombros restándole importancia, después

de revisar lo que eso contribuiría a la compañía, me di cuenta que no valía la


pena. Eran solo unos cuantos puntos de ganancia que no nos hacían ni cosquillas

en los números que realmente importaban—. En realidad queríamos ayudarlos.

— Katherine, tuviste un accidente— lo menciona como muchos otros han estado

diciéndolo en el mes anterior; como si esa fuera excusa para cubrir el hecho de
que no lograba algo.

— Lo sé y pasó por algo. ¿Por qué no simplemente te alegras y te largas de mi


empresa?

— Andy, ganaste el trato— la pelirroja se entromete en nuestra conversación


dedicando toda su atención al castaño—. Ella no hubiera podido contigo.

— Trinity, por favor, no te entrometas— frunce el ceño a la mujer pidiéndole


con una seña que por favor lo deje encargarse de eso—. No necesito de ti ahora.

— No deberías tratar así a tu novia.

— No es mi novia. Trinity, lo siento, ¿sí? ¿Podrías dejarnos a solas?

— Esta bien— se levanta furiosa sonando sus zapatos en el piso hasta el

momento en que el chasquido en la puerta confirma que estamos solos.

— Que profesional— bufo por lo bajo rodando los ojos.

— Escuche que volviste a ser tu misma.

Asiento desviando la mirada.

— Lamento no haberte contactado en este último mes— se disculpa y

mordisquea su labio inferior pensativo antes de volver a hablar—. Es solo que


tenía miedo.

— ¿Miedo? ¿De qué?

— De que volvieras a odiarme como antes. Odio discutir contigo.

— Tenías razón de tener miedo— rio burlona dándole toda la razón.— Te odio
con todo mi corazón— rechino los dientes.— Te destruiré, Andrew Simurs, a ti y
todo tu grupo de idiotas.

— ¿Por qué me odias tanto?

— Que debería sentir por un Simurs. Odio, eso debo sentir por ustedes. Son

todos unos malditos bastardos sin corazón.

— Pensé que…

— ¿Que? ¿Qué porque no recordaba nada y me salvaste, iba a dejar de hacerlo?

— Si, eso pensé.

— Pues pensaste mal, Simurs. Solo te advierto, estoy de vuelta y vengo a dejarte

como la mierda que eres.

— Katherine. ¿Podemos hablar de manera civilizada?

Niego.

— Te quiero fuera ahora mismo— señalo la puerta—. La próxima vez que

quieras hacer una intervención en mi compañía podrías avisar para que

seguridad no te deje pasar.

Me levanto de la silla dándole la espalda para salir enojada camino a los


ascensores.

— ¿Estás bien?— mi amigo me detiene en cuanto las puertas de metal se abren.

— Todo bien— afirmo y entro, llamando a la seguridad desde mi teléfono—. La


próxima vez que dejen entrar a un Simurs sin autorización los despido— le
gruño al teléfono de manera autoritaria.

Cuelgo en cuanto termino la oración.

— Lleva los nuevos proyectos a mi oficina— piso15, piso 16— Te veré en cinco

minutos— piso 17, piso 18, piso 19.

— De seguro— asiente cuando las puertas del ascensor se abren en el piso 20 y

sale en dirección a su oficina.

Camino por el pasillo con la vista al frente. Puedo sentir como la vena de mi

cuello palpita frenéticamente. Era estúpida la manera en la que una persona

podía hacerme enojar tan fácil. Lo odiaba, a él y a todo su ser.

Abro la puerta demasiado enojada y entro dejándome caer en uno de los sofás,

tomándome un tiempo para calmarme antes de que el de ojos grises vuelva.

— ¿Qué ocurre?— le toma casi cinco minutos hacer su aparición, pero cuando
levanto la vista no es él quien entró a la oficina. Es mi padre, quien me da una

mirada perspicaz—. ¿Por qué no aceptaste el trato?

— ¿Cómo lo sabes?

— Los rumores vuelan rápidamente. Katherine. Sobre todo si eres el presidente


de la compañía. Todo llega a mí, que no lo diga es otra cosa.

— Rechacé el trato del día del accidente— tomo asiento y me aseguro de que mi

cabello no esté desordenado. Tomo un almohadón y lo aprieto con fuerza


concentrándome en mis piernas, incapaz de mirar a mi padre por lo que debe
mostrar mi rostro—. Querían darnos el trato que ya era de Simurs Co.

— ¿Y qué problema hay con eso?— se apoya en el escritorio confundido—. ¿No


es eso lo que querías?

— ¡No somos un lugar de caridad!— exclamo con respiración pausada mientras


poco a poco voy dejando el enojo detrás—. Si el trato es de Simurs Co, es de

ellos. No aceptaré segundas oportunidades.

— Eres bastante extraña, hija mía— hace lo que menos espero que haga
entonces, se ríe alto.

— ¿Te ríes? ¿No deberías estar preocupad? Es un trato.

— Katherine, ¿en qué momento he dudado de tus decisiones?

— Jamás.

— El trato que rechazaste no era importante. Sobre todo si por él tu vida estuvo

en peligro.

— Un trato es un trato… Pero eso no es lo que me enoja. Lo que me molesta es

que Andrew haya venido personalmente a ponerlo en nuestra disposición. Como


si me interesara algo que el ya obtuvo.

— ¿Andrew Simurs vino?— abre los ojos desconcertado—. ¿Quién lo dejó


entrar?

— La seguridad está fallando últimamente. Y si, vino con Trinity Sanders.


— ¿Trinity Sanders?

— Es la nueva socia y futura primera dama de Simurs Co.

— ¿Es la prometida de Andrew?

— No lo sé y no me importa— muevo la mano con indiferencia mientras que la

puerta se vuelve a abrir, y esta vez sí es Xavier quien llega—. Lo que me

sorprende es que haya venido para restregarme de nuevo en la cara que no tengo

el trato.

— ¿Que más te dijo?

— Pidió que no lo odiara. Es tan patético.

— Ese hombre definitivamente es extraño— mi amigo alza una de las comisuras

de su boca en una mofa.

— Creo que me tiene miedo— alzo una ceja pensativa y dejo el almohadón de

vuelta en su lugar intentando poner mi cabeza de vuelta en el trabajo. No puedo

dejar que ese simple encuentro nuble mi desempeño en el día de hoy—. Es tan
estúpido. Solo teme que lo deje en ridículo de nuevo.

— Deberías calmarte— mi padre se sienta a mi lado y toma mi mano dándole un


leve apretón—. Recuerda que el doctor recomendó que no te estresaras mucho.

Suspiro y asiento. Seguir hablando sobre mi enojo hacia el heredero de los

Simurs solo sirve para que lo preocupe más, así que me detengo—: Estoy bien.
Volveré a trabajar ahora mismo. No tienes de qué preocuparte.
—Yo mantendré un ojo en ella, señor.

El mayor mira de uno a otro asegurándose de que no estamos jugando con él y


asiente convencido. Luego, hace su camino fuera de la habitación entrecerrando

los ojos como su último gesto antes de que la puerta se cierre.

— Lo haré trizas.

— ¿Qué piensas hacer?—Xavier ordena los informes en el escritorio esperando

por mi respuesta.

— Solo espera y mira— respondo divertida y me levanto para ir por mi teléfono

—. Nadie enoja a una Briden.

El pasillo está en plena actividad, así que estoy segura que nadie escuchó la

escena que hubo dentro hace poco. Las conversaciones desarrollándose fuera

tienen a todos lo suficientemente ocupados para que no me preocupe por alguien

escuchándome volviéndome loca por mi enojo.

Así que me siento cómodamente en mi silla y abro un nuevo mensaje.

Katherine Briden: ¿Quieres almorzar?

Andrew Simurs: Pensé que no querías volver a verme.

Katherine Briden: ¿Quieres almorzar o no?

Andrew Simurs: ¿Donde?

Katherine Briden: En Ocean, a las 2 de la tarde. No llegues tarde.


La fase 1 de mi plan estaba por comenzar e iba a ser divertidísimo ver como
Andrew no volvería a retarme. Si quería jugar con mi cabeza, yo jugaría con la

suya y quien ganaría esto sería yo, como siempre sería.

Xavier me mira confuso y a la espera de que le diga algo más pero no pienso

contarle de que va mi plan porque creerá que soy inmadura y es un total


desperdicio de tiempo.

— ¿Recuerdas este?— se rinde en la espera al notar que me pongo a trabajar en

la revisión de las carpetas y se pasea por la biblioteca tomando un libro—.

Romeo y Julieta.

— Lo estaba leyendo el día que me invitaste a salir. Era como la séptima vez que

lo leía.

— Si— sonríe como si compartiera un chiste personal y vuelve a dejarlo en su


lugar —. Lo mencionaste ese día.

— ¿Estos son los proyectos que tengo que revisar para ver si puedo aprobar?—
señalo la pila de carpetas esperando que no toda la cantidad que las compone

tengan que pasar por mi revisión.

— Eh, si— toma la siguiente y le da un vistazo rápido—. Son demasiados, no

creo que alcances a revisarlos todos hoy mismo. Y ya que te niegas a confiar en
mí en esto, tendré que irme a encargar de otras cosas.

— ¿Estás dudando de mí? Eso no es muy amable, asistente.


— Jefa… No estaba intentando ser amable.

— Lo sé.

— ¿Necesitas algo más?

— Si, ¿podrías traerme un café?—me detengo en la carpeta que reviso para

mirarlo—. Y trata de solucionar lo de seguridad.

— Seguro— asiente saliendo de la oficina.

Tomo mi agenda y anoto el almuerzo con Andrew antes de volver a revisar las
carpetas. Justo a las dos de la tarde.

9
El ambiente en Ocean es tranquilo para cuando llego. Es extraño que a esa hora
esté todo tan callado, teniendo en cuenta que es un restaurante muy popular en la

ciudad y la mayoría de las veces todas las mesas están ocupadas, pero hoy hay

poca gente. Andrew se encuentra sentado en una de las mesas ubicadas en el

centro del lugar y mira distraídamente su reloj. Sé que llego con 10 minutos de

retraso pero todo es parte del plan. Y él me acaba de confirmar que no hay

manera de que fracase.

Abro la puerta respirando profundo y entro mirando a todos lados como si no


supiera donde está, capto su mirada en la mesa y camino sin apartar la vista de

sus ojos. Me siento en la silla frente a él, quitándome mis gafas de sol y dejo mi
bolso en la silla a mi lado izquierdo.

— Lamento llegar tarde— me disculpo levantando el menú que descansa frente

a mí en la mesa.

— No te preocupes, lo entiendo— una media sonrisa ilumina su rostro y me


aplaudo internamente por lo convincente que soné—. Debes estar muy ocupada.

— Si, el trabajo me está volviendo loca— esa es una completa mentira. Adoraba
mi trabajo y él debería saber eso—. ¿Cómo has estado?

— ¿Desde qué nos vimos hace unas horas?... Supongo que bien, no hay nada
nuevo. ¿Por qué llamaste?

— Quería disculparme por lo de esta mañana. Verás, he estado lidiando con

muchas cosas en una sola mañana desde mi regreso y reaccioné mal. No


planeaba gritar ni amenazarte con cosas tan desastrosas.

— No era mi intención discutir contigo. Hice mal en ir sin avisarte.

— No te preocupes, la seguridad ya está avisada. No queremos que dejen entrar

a cualquiera a la compañía.

— Entiendo.

— Y por favor, pídele perdón a Trinity. En serio no debió presenciar tal escena—

bajo la mirada observando el menú. No me molesta en lo absoluto lo que piense


ella, solo quiero añadir todo el arrepentimiento que pueda en mi actuación para

hacerlo bajar sus defensas y que esté vulnerable… más de lo que ya está.

— Oh, no. No tendría porque. Ella solo estaba trabajando y también estuvo fuera

de lugar su interrupción.

— Si la ves, por favor hazlo. Sería bueno ser amigas. Ya sabes, todo eso de
poder femenino debería funcionar para algo.
— Tienes razón. Ustedes dos se llevarían muy bien.

— ¿Y cómo está tu padre?

— Bien, envía saludos, por cierto.

— ¿Y tu madre?

— Ella…Sigue siendo ella. ¿Podemos cambiar de tema?

— Tienes razón— le doy otra mirada al menú y esta vez sí me dedico a ver que

ordenar. Aunque de tantas veces que he estado acá ya puedo memorizar todas las
opciones de comida, leerlo me da el tiempo para saber que más decir—. ¿Y qué

estuviste haciendo en este último mes?

— Estuve…

— Espero que no los moleste que los acompañe— amortiguo la sorpresa de

escuchar esa voz, tosiendo disimuladamente. Y luego me vuelvo para mirarlo a

un lado de la mesa mirándonos con inocencia. Cosa que no combina con el

hecho de que se sienta antes de que incluso digamos algo—. No tenía con quien
almorzar.

— No, para nada—le doy mi mejor sonrisa fingida mientras espero que me dé
una explicación de su presencia ahí. Su sola intromisión puede traer todo el plan

abajo, así que debo estar muy al pendiente de todos sus comentarios—.
Acompáñanos.

— Xavier Higgons, ¿cómo has estado?— el otro hombre pregunta algo


incómodo.

— No tan bien como tú… Te felicito por tu nueva dama.

— ¿Mi nueva dama? ¿Trinity? ¿Por qué todos piensan que estamos juntos?

— ¿No lo están? Se ven tan bien juntos— habla distraído estudiando el menú,

aunque sé que se lo sabe tan bien como yo.

— Somos amigos y socios, eso es todo.

— ¿Y qué me dices de Londres hace 2 semanas?

— Cerrábamos un trato con una empresa inglesa, Phanepall Productions.

— Por las fotos parece otra cosa— se encoje de hombros sin levantar la vista,

como si él fuera otro simple curioso.

— ¿Fotos?

— Si, en los diarios. Sitios de internet. Otros lugares.

— Debo verlas pero te aseguro que Trinity es solo una amiga. Y aun sino lo
fuera no te interesa.

— ¿Por qué te molesta que los relacionen?— intervengo.

— No me molesta en lo absoluto, solo que no quiero que se creen rumores

falsos. Además son mis asuntos.

— Entiendo—el de ojos grises cierra el menú de golpe sobre la mesa y frunce el

ceño—. Entonces dejaré algo en claro, Katherine es el mío— ni siquiera le da un


momento, antes de lanzar un golpe contra su nariz levantándose de la mesa.

— Idiota— se queja tapándose la sangrante nariz con una mueca—. ¿De qué
rayos hablas?

— Te quiero muy lejos de ella— lo señala con un dedo y por un momento creo
que podría volver a atacarlo—. Lejos de ella y de todo lo que tenga que ver con

ella.

— Controla a esta bestia. En serio, ¿esta es la clase de personas con las que
socializas?— se levanta de la silla tomando una servilleta y poniéndosela en la

nariz intentando detener el flujo de sangre.

— Largo— Xavier gruñe entre dientes.

Andrew lo fulmina con la mirada y lo veo irse sin entender una sola cosa de lo

que acaba de ocurrir.

A mí alrededor todos han volteado a ver la escena y el gerente del lugar se acerca

molesto. Camina hacia nosotros y se detiene frente a mí cuando el

reconocimiento llega a su rostro.

— Srta. Briden, ¿qué ha sido eso?

—Solo fue una discusión, ya nos íbamos. Créame que estoy igual de confundida

que usted.

—Sabe que ocurre en estos casos.


Suspiro y saco dos billetes de 50 dólares dejándolos sobre su palma—: ¿Algo
más?

— No, así está bien. Vuelva pronto…y no traiga a sus amigos.

Le doy lo más cercano a un asentimiento que puedo y me dirijo a la puerta sin


esperar al hombre. No estoy exactamente feliz con él porque esa sola escena

puede haber dejado mi plan sin un inicio fuerte. Andrew no querrá ni acercarse a
mí, así que no habrá manera de que pueda llegar a él y vengarme.

— ¿Que hacías con ese sujeto?—me sigue fuera y camina a mi lado mientras

hace círculos con su muñeca luciendo adolorido. Bien, se lo merece.

— Xavier, basta.

— Responde… Solo necesito una respuesta.

— No tienes ningún derecho a hacer lo que hiciste. No tienes derecho a decidir


quién habla conmigo y quién no. No son tus asuntos.

— Te estaba defendiendo de ese tipo. ¿Qué quería?

— Son mis asuntos, no te entrometas, ¿sí?

— ¿Él te gusta?

— Claro que no. Sabes más que nadie que lo repudio.

¿Qué se creía haciendo lo que hizo? Sabía que se preocupaba por mí y que a

veces se pasaba hasta ser demasiado entrometido pero esto ya era el colmo. No
podía decidir con quien hablaba.

Lo ignoro y continúo caminando rápidamente hacia la empresa. Por suerte no me


sigue cuando me alejo de él esta vez y para el momento en que soy lo

suficientemente consiente de la mala idea que es regresar al edificio caminando

en tacones, ya me duelen las piernas y me faltan solo un par de calles para


lograrlo. Han sido casi 20 calles y percibo que mis piernas están a punto de

desfallecer. Hubiera preferido incluso tomar el subterráneo antes que caminar


tanto, poco tiempo después de la recuperación.

— Señorita, ¿está bien?— la expresión de mi asistente cambia a una de completa

preocupación al notar que mis piernas tiemblan. Espero no tener tan mal aspecto

como me siento.

— Claro, estoy magnifica. ¿Podrías llamar a Tod y Trein para que vengan?—

estoy casi jadeando ante el dolor pero no quiero que nadie más se entere. Menos

mi padre. Y ya que ambos hombres son fieles a mí, les pediré que mantengan la
situación alejada de sus oídos. Samantha hará lo mismo—. Me iré a casa.

— ¿Segura que está bien?

— Si, todo bien. Solo llámalos rápido.

— Enseguida—levanta su teléfono y busca por un número para luego llevar el


dispositivo móvil a su oreja.

La llamada no dura más de un par de minutos con ella diciéndoles que necesito
que me recojan. Ni siquiera le piden explicaciones por lo que escuché, así que

hasta ahora estoy a salvo.

— Vienen en camino— informa mirándome cuando vuelve a meter su teléfono

en su bolsillo.

— Gracias. Necesito otro favor; si el sr. Higgons pregunta por mí, dile que estoy

atendiendo asuntos importantes, que no me moleste.

Asiente y a pesar de que esa debería ser su señal para volver a su escritorio
permanece conmigo.

Katherine Briden: Voy a casa. Me llevaré los proyectos para revisarlos en casa.

No te preocupes, estoy bien. No le digas a nadie donde estoy, sobre todo a

Xavier.

Pd. Te quiero, padre.

David Briden: ¿Algo ocurre con Xavier?

Katherine Briden: No quieres saber. Nos vemos.

David Briden: Te quiero, bebé.

Katherine Briden: ¿Que te dije…?

David Briden: Te quiero, Katherine Sophia Briden Prine. Aun sigues siendo mi

bebé. Siempre lo serás.

— Señorita…La esperan en la puerta.


— Gracias, Samantha— le agradezco poniendo mi mano en su hombro y
dedicándole la sonrisa más sincera que tengo—. Nos vemos mañana.

— De nada. Que le vaya bien, y que se mejore.

Asiento caminando a mi oficina para tomar las carpetas con los proyectos y mi
chaqueta ya que fuera parece que va a llover. Bajo los 20 pisos del edificio en el

ascensor tratando de no tener un ataque de claustrofobia o de caerme ya que mis


piernas aun tiemblan y los calambres no dejan de llegar uno tras otro.

Tod y Trein esperan fuera de la camioneta con paraguas en las manos, para

cuando salgo de la edificación. Así que no estoy equivocada; pienso; podía

llover en cualquier momento. Asiento profesionalmente hacia ellos antes de

subir a la parte trasera del auto. Ambos hombres suben al vehículo y en unos

minutos estanos en la carretera hacia mi casa.

Nos toma alrededor de 20 minutos hacer el trayecto y aprovecho para relajar los

músculos. En cuanto llego, me he planteado tomar un baño para relajarme. Que

tampoco sea tan largo porque cada vez que veo hacia mi lado, la pila de
documentos por revisar parece aumentar.

Al llegar a mi habitación, voy directo al cuarto de baño a preparar la tina.


Mientras espero, pongo algo de música clásica y ordeno los portafolios de tal

manera que no se caigan. Tendré que llevarlos más tarde hacia la biblioteca pero
eso será después de que lidie con mis piernas.
Compruebo el agua hasta que está justo como quiero, quito la incómoda ropa y
dejo que la música se reproduzca aleatoriamente entrando al agua. Es relajante

olvidarse de todo por un momento pensando sobre la vida de quienes inspiraron

tantos tonos. Beethoven, Bach, Mozart, Debussy; todos ellos habían dejado una
marca imborrable en el mundo. Espero algún día dejar la mía.

Salgo envuelta en una bata de seda negra y abro mi armario buscando algo

cómodo que ponerme. Al final me decido por un buzo antiguo de la universidad


y un jean desgastado. Tomo las carpetas con los proyectos y camino descalza a la

biblioteca. Los dejo sobre la mesa en el medio de la estancia y tomando asiento

en una de las sillas frente a ella, me pongo manos a la obra a revisarlos

detalladamente uno por uno.

Son las 10 de la noche cuando escucho las puertas abrirse. Levanto la vista con
rapidez y me encuentro con mi padre en pijama.

— ¿Cómo vas? ¿No crees que ya es un poco tarde?

—Estoy por terminar, no te preocupes.

— ¿Ya cenaste?

Niego.

— Y tampoco almorzaste por lo que sé.

— No tenía hambre— miento sin quitar la mirada ni la concentración del

documento que reviso—. Comeré algo cuando termine.


— Me preocupas, hija— pone una mano sobre la mía—. Sé qué quieres
demostrar que eres fuerte pero no pongas en riesgo tu salud. No quiero que nada

malo te ocurra.

— Papá, estaré bien. Debes dejar de preocuparte o serás quien pone su salud en

riesgo.

— Te creeré— me da un beso en la frente—. Solo duerme un poco y por favor,


come algo.

— Lo haré. Sí que eres un viejito preocupado— sonrío dedicándole una mirada

—. Ahora, ve a dormir que necesito trabajar.

— Buenas noches, bebé— sale de la biblioteca cerrando las puertas.

Niego sonriendo.

Mi padre es de las personas que han nacido bendecidas con el don de ser amados
por todos. Quizás en su anterior vida, salvó una vida o hizo un cambio para el

bien del mundo. Lo único que sé es que tiene ese espíritu de protección y ayuda

a los demás.

Vuelvo la vista y mi completa atención a los proyectos, y los reviso


cuidadosamente otra vez. Cuando termino camino medio dormida a la habitación
y me dejo caer a la cama. Son las 3 de la madrugada, así que solo tengo dos

horas para dormir antes de tener que levantarme de nuevo.

10
— Buenos días, señorita— la familiar voz de Samantha es lo primero que

escucho cuando las puertas del ascensor se abren y me pregunto cuanto tiempo
permanece cerca de los ascensores esperándome. No está obligada a esperarme

porque bien podría saludarme en mi paso por su escritorio antes de llegar a su

oficina, pero antes de que pudiera protestar lo volvió una rutina. En parte es

halagador tener a alguien así de pendiente de mí—. ¿Le puedo ayudar en algo?

— Buenos días, Samantha. Y no… Aunque serías un encanto si te encargaras de


dejarles esto en el departamento de Proyectos— tomo la carpeta que contiene mi

agenda para el día y ella se hace con la pila que sostengo sobre mis brazos.—
¿Podrías avisarles que ya los he revisado y utilicen solo los que fueron

aprobados?

— Seguro, señorita. Hmm…El sr. Higgons está en su oficina esperándola—


informa bajando la mirada y puedo notar que de alguna manera se ha enterado de
que algo no va bien entre nosotros. Ayer cuando le pedí que no le avisara a mi
amigo de mi ubicación no parecía sospechar de nada, pero estoy casi segura de

que él le ha terminado contando sobre su escena del día anterior para que lo deje

entrar a mi oficina. Sabe que sin importar de quien se trate, no puede dejar que
nadie entre sin mi consentimiento.

— Gracias, Samantha— fuerzo una sonrisa sabiendo que no ha sido su culpa y le

señalo que puede retirarse por el momento. Ambas vamos en la misma dirección
pero necesito un momento para prepararme para enfrentarlo. Su escena en el

restaurante fue vergonzosa y no sé si esté lista para escuchar porque lo hizo.

Hago el camino hacia mi espacio de trabajo con paso decidido y antes de tomar

el pomo, me aseguro que no es nada de lo que preocuparse. No sería un día

normal sin un poco de drama. Empujo la puerta sin mucha prisa y entro
encontrándome con Xavier apoyado en la parte delantera de mi escritorio. Está

vestido con un traje gris que resalta el color de sus ojos, haciendo que se vean

más claros, al igual que lo tenso que está. Su apariencia es seria y calculadora a

pesar de todo.

Cierro la puerta detrás de mí y espero.

— ¿Que necesitas?— pregunto con frialdad cuando noto que no está dispuesto a
decir una sola palabra. Normalmente él siempre es quien está dispuesto a hablar

cuando estamos enojados pero esta vez, no me da ni una sola señal de estar
dispuesto a hacerlo—. Veras, estoy un poco ocupada y no puedo perder el
tiempo.

— Necesito que me perdones. Ayer… No estuvo bien lo que hice. Lo lamento.

— Sr. Higgons, estamos en el trabajo. No mezcle los negocios con lo personal.

— Está bien, Katherine, entiendo. No estás feliz conmigo— asiente—. ¿Que

necesitas?

— Quiero el total de ingresos de la empresa en el último mes con la lista de

material vendido—me recuerdo que este es mi espacio, y tengo todo el control;

así que voy a mi escritorio y tomo asiento, encendiendo el ordenador para luego

esperar dándole una rápida revisión a la organización de mi día. Mis parpados se

sienten pesados por la falta de sueño y estoy agradecida de darme cuenta que no

tengo muchos compromisos en el día; lo que quiere decir que encontraron una

forma de sostenerse sin mí por todo el tiempo que no estuve, lo que me deja con
poco trabajo para ponerme al día—. Estuve revisando algunas cosas antes de

regresar y creo que cometieron errores. Me gustaría darles un vistazo más.

— Se lo traeré en un momento— para responder, ni siquiera se molesta en

mirarme. En vez de eso mira a la pared detrás de mí, y da un asentimiento para


hacerme saber que me ha escuchado.

Le toma menos tiempo del que creo estar fuera de la oficina, dejándome
completamente a solas.

Entro al internet y el correo empresarial se abre recordándome que no todo es


color de rosa en el día, por la cantidad de asuntos que tengo que atender por ese

medio. Sin embargo, paso de ellos y abro otra ventana para revisar mi Facebook.

No es algo de lo que esté del todo orgullosa de hacer en el trabajo, pero con solo

ver eso, sé que no estoy lista para enfrentarlo aún. Mi página de inicio se llena
con fotos de mis excompañeros de colegio y universidad disfrutando de sus

vidas de recién casados o la experiencia de ser padres por primera y hasta


segunda vez. A veces vuelvo la vista atrás y lo único que puedo recordar de esos

años, es mi cabeza metida en un libro o recibiendo premios por ser la primera de

la clase. Tenía amigos y salía, iba a fiestas pero nunca fui de disfrutar mucho la

vida universitaria. Incluso en ese entonces, prefería dedicarme a trabajar para no

tener que enfrentarme a un entorno que no entendía del todo. Le huía a los

paradigmas de que las mujeres debían casarse y tener hijos, y hasta ahí llegaban

sus papeles en el mundo. Era una feminista en potencia.

Claro, algún día querría formar una familia pero no estaba en los años próximos.
Primero necesitaba estar satisfecha con mi labor en la empresa.

Xavier entra unos minutos después cuando ya he cerrado la sesión y estoy en


medio de una conversación telefónica con uno de los supervisores de la empresa

en la sede de Tokio. Agradecía saber hablar varios idiomas a la perfección para


no tener que cerrar tratos con terceros en el medio.

Él ni siquiera se molesta en quedarse, dejando los informes en el escritorio y

saliendo tan rápido como entró. Reviso la información casi 3 veces para estar
segura de que no se me ha salido nada de las manos, anotando mentalmente los

lugares donde no he encontrado concordancias. Lo que me lleva a descargar mi

enojo en la sección financiera de la empresa. Discuto por unos diez minutos y

luego les ordeno no muy alegre que solucionen el error de inmediato, y que para
futuras ocasiones, quiero revisar la información antes de que pase al escritorio de

mi padre a final de mes. Para mí podían cometer errores en todo menos en lo que
tenía que ver con la empresa. Sé que parecía demasiado, pero ninguno de ellos

tenían idea de lo mucho que le había tomado a mi abuelo y mi padre posicionarla

en donde estaba. Era el trabajo de dos generaciones de una familia, y no iba a

dejar que se deteriorara por cosas pequeñas. Toda la vida de mi familia estaba

dedicada en ella, así que no dejaría que alguien lo arruinara.

— Está bien, ya terminamos— le digo a Xavier cuando ya he terminado con lo

importante del día. Para ese momento ya me he calmado lo suficiente para hablar

sin gritar—. Me voy a casa, no me estoy sintiendo bien.

— ¿Cómo crees que te vas a sentir bien cuando te enojas de esa manera?

Río a pesar de que una parte de mi aún sigue enojada con él.

— Por lo menos te ríes de ti misma, eso es bueno.

— Gracias. ¿Podrías traerme los contratos con Fyers?

Fyers es uno de los mayores socios y amigos de toda la vida de mi padre.

— Solo dame un momento— rebusca en mi escritorio mientras yo me encargo


de apagar el ordenador y recoger mis cosas.

— Aquí tienes— me los entrega cuando finalmente da con ellos.

— Gracias, Xavier.

Esa era una de las cosas que sabía que pasarían. No podía enojarme por mucho

tiempo con él. Claro, aún estaba molesta y no le dejaría llegar tan fácil a mí, pero

no podía evadirlo por mucho. Era de las pocas personas que me mantenían

cuerda.

Me levanto de la silla donde estoy sentada tambaleándome un poco al recordar

lo cansada que estoy. Tomo mi bolso junto con los contratos y hago mi camino

fuera de la oficina. En el ascensor, dejo de lado mi orgullo y me apoyo en una de

las paredes hasta que las puertas se abren en el estacionamiento subterráneo del

edificio. Busco por mi auto a través de las largas filas de autos y en cuanto doy
con él, subo al asiento del conductor y enciendo el motor, acelerando y saliendo

del lugar hasta que soy bloqueada por una camioneta negra estacionada en la

entrada del edificio.

Katherine Briden: Trein, Tod; ¿qué hacen aquí?

Tod: ¿Ya salió? ¿Dónde está?

Katherine Briden: En mi auto.

Tod: ¿Va a casa?

Katherine Briden: No, voy a visitar a mi amiga Claire. Pueden volver a casa.
No necesito sus servicios esta tarde.

Tod: Está bien, señorita. Tenga una buena tarde.

Katherine Briden: Igualmente.

Conduzco a la casa de Claire mientras escucho algo de música desde alguna

emisora local. No reconozco ninguna de las canciones en lo que me demoro en

llegar al sector residencial donde viven los D’Moon. Las calles son calladas y las

casas relucen de lo limpio, con sus jardines demasiado verdes para incluso creer
que es un lugar totalmente alejado de la metrópoli.

Aparco en la acera frente a la casa que recordaba desde siempre. Mi padre solía

traerme a jugar acá los fines de semana o cuando se iba de viaje. Desde

entonces, la casa había sido pintada de blanco, las ventanas eran azules y la

habitación principal daba la vista a la calle. Era el único detalle que el sr.
D’Moon no le había podido cumplir a mi tía acerca de su casa de ensueño, igual

a la de The Notebook. Antes recuerdo que tenía un color acaramelado que me

recordaba la crema sobre los pasteles que la madre de Claire nos preparaba
constantemente.

Bajo del auto y doy los pasos necesarios hasta estar frente a la entrada y toco el
pequeño timbre que suena con un sonoro sonido de violín. Supongo que fue idea

de Claire hacerlo. Desde que volvió a casa después de vivir por poco menos de
un año en Dinamarca, no ha dado señales de querer irse de nuevo de casa.

Aunque la entiendo en eso; yo misma vivo con mi padre aun pero no es porque
me vea en la incapacidad de vivir sola, sino porque es más cómodo quedarse en

un lugar que he conocido toda mi vida.

— Hola, Kathe— la señora D’Moon abre la puerta de entrada recibiéndome con

un cálido abrazo. Es lo más cercano que tengo a una madre y supongo que una

parte de mí no puede evitar sentir que fue una en la mayor parte de mi vida. Fue
la presencia femenina cuando la única persona con la que contaba para mi

crianza era mi padre—. ¿Cómo has estado?

— Bien, tía—la abrazo de vuelta dejando que la calidez de su abrazo me relaje.

La pareja de los D’Moon son como unos tíos para mí, ya que fueron los mejores

amigos de mi madre desde que estaban en secundaria—. ¿Dónde están Claire y

mi tío?

— Harry está en Abu Dabi revisando los yacimientos en esas tierras— Mi tío es

dueño de una empresa petrolera con sedes en todo el mundo, así que viaja

mucho, para molestia de él. Se suponía que hace media década trabajaría menos
y dejaría todo en manos de aprendices pero sin embargo, le dedica bastante

tiempo a la empresa—. Y tu amiga está comiendo helado en el sillón de la sala


de cine. Deberías intentar sacarla de ahí porque lo está usando como excusa para

no ayudarme a cocinar.

— ¿Puedo pasar?

— Sí, claro, esta es tu casa. ¿Quieres algo de tomar o comer?— se hace a un

lado para permitirme el ingreso a la vivienda.


— Un vaso de jugo estaría bien— respondo cuando el familiar olor a azucenas
impregna mi nariz. La contraria siempre tiene un ramo de flores fresca en la

mesa del recibidor; y cuando era más pequeña, convertí en un juego adivinar de

que flores se trataría cada vez que pasara la puerta—. Voy a buscar a Claire.

—Se me olvidaba, ¿quieres torta de chocolate?

— ¿Cuando no?— una risa sale de mis labios cuando me dirijo hacia el pasillo
que lleva al sótano de la casa, que no dudaron en convertir en una sala de cine.

Esta casa es gigante en comparación a las que la rodean. Incluso cuando era

pequeña, pensaba eso. Está compuesta por 3 pisos; uno subterráneo que contiene

la sala de cine y otros dos que consisten en el resto de la casa. Tiene 5

habitaciones con baño privado cada una; a pesar de que son una familia de tres

personas. Una cocina enorme que está conectada al comedor, una sala de visitas

y un estacionamiento para 3 autos.

— Toc, Toc—doy un par de golpecitos en el marco de la puerta antes de ingresar

a la habitación—. ¿Qué haces, Chica Violín?

— Hola, Chica Ruedas— salta del sofá y me abraza con fuerza. Lo ha estado
haciendo muy a menudo desde que tuve el accidente. Antes lo hacía pero no con
tanta emoción o frecuencia. Una parte de mí se siente mal por la preocupación

por la que la hice pasar—. ¿Qué haces aquí?

— Visitándote. Ah, y huyendo de la policía, ¿crees poder darme refugio por un


tiempo?—bromeo.

— Yo diría que te persiguen por usar esos pantalones— arruga la nariz haciendo
una inspección completa de mi ropa—. Son demasiado raros.

— ¿De qué hablas? Son lindos.

—Katherine, las rayas pasaron hace mucho de moda— rueda los ojos ante mi

afirmación, como si ni siquiera se va a tomar la molestia de decirme todo lo que

está mal sobre eso—. ¿Cómo fue el trabajo? ¿Todo bien?

— El trabajo está perfecto.

—No luces feliz con eso— aclara y me señala el sofá para que me siente a su

lado.

—Son solo tonterías. Xavier hizo una escena ayer y he tenido poco sueño.

— ¿Por qué?

— ¿Por qué cometió una escena o por qué he tenido poco sueño?

—Ambas.

— Bueno… Ayer golpeó a Andrew en la nariz cuando almorzábamos en Ocean.


Así que me fui de ahí directo a la oficina para llevarme el trabajo en casa. Y
sabes como soy, detesto dejar trabajo para el próximo día así que me dormí

bastante tarde revisando algunos informes de nuevos productos que podría lanzar
la compañía.
— ¿Por qué golpeó a Andrew?

—No lo sé. Solo dijo que yo era su asunto o algo así. Hizo una escena de celos
sin razón.

— ¿Dónde estaba Andrew?

— Le dije que fuéramos a almorzar.

— ¿Fue una cita?— sus ojos se iluminan con la esperanza de tener un chisme

jugoso pero arruino sus ilusiones con una negación de cabeza.

— No, claro que no. La verdad es que todo es parte de un plan contra él pero

después de lo que mi gran amigo hizo, no creo que el plan pueda siquiera

empezar.

— ¿Un plan para qué?

— Vengarme de él.

— ¿Y cómo piensas vengarte invitándolo a comer?

— Bueno, verás. ¿Recuerdas el trato que perdí por el accidente? Él lo ganó, y me


prometí que jamás dejaría que él ganara ante mí.

— ¿Otra pelea?— bufa negando y dándome una mirada de cansancio—. ¿Hasta


cuándo seguirán con esas discusiones tontas? ¿No les cansa pasarse todo el

tiempo mirando sobre sus hombros para no dejar que el otro avance? Estabas en
desventaja en ese momento por lo que ocurrió, Katherine. Así que él no tiene la
culpa ni tú debes vengarte porque él obtuvo ese trato. No puedes llevártelos
todos.

Suspiro.

— Hablemos de otra cosa, ¿cómo está tu padre?

— Trabajando.

— Lo normal.

— Si, lo de siempre.

— ¿Quieres jugar?— señala el juego que descansa en la mesa.

Sinfonic Hero. Una versión clásica de Guitar Hero, pero en vez de manejarse con

guitarras esta lo hace con violines. Fue una edición especial que Claire luchó por

tener en cuanto salió.

— Te haré trizas.

— Juguemos y verás que estas equivocada.

Jugamos durante horas hasta que la Sra. D’Moon nos llama para cenar. Por un

momento todo parece volver a los años en que no sentía odio hacia nadie. Solo
me divertía con Claire y no sentía la necesidad de superar las expectativas de los
demás.

11
— ¿Y cómo está tu padre?— la musical voz de mi tía llama mi atención mientras
me sirvo más lasaña en mi plato.

— Bien— le doy una probada al vino—. Está trabajando.

— Es bueno escuchar eso. Es bueno verlo siendo él de nuevo. Aunque a la vez


no tanto. Juro que ese hombre trabaja más que mi Harry. Esos dos son casos

perdidos en eso de tomarse descansos.

—Ni que lo mencione. Aunque tampoco puedo quejarme tanto porque voy en
ese mismo camino.

—Es el espíritu Briden.

— ¿Y qué piensas hacer para tu cumpleaños?— Claire interrumpe la

conversación notando que va en picada si seguimos hablando de trabajo—. Falta

una semana.

Oh, sí, mi cumpleaños. Lo había olvidado por completo. En una semana

cumpliría 25 años.

— No lo sé, realmente— doy una probada a la preparación de pastas y pollo,

pensativa—. Lo había olvidado.

— Veamos… ¿Que puedes hacer?

— No lo sé. Lo pensaré y si no te haré saber si necesito algo de ayuda.

— Me parece un buen plan.


— Tía, esta lasaña está deliciosa— tomo otro bocado deleitándome con el sabor
—. ¿Quedó un poco para llevarle a mi padre?

— Si, querida. Lo empacaré cuando terminemos de cenar.

Mientras termino mi plato, divago en mis pensamientos buscando que hacer para
mi cumpleaños número 25. Me parecía tonto preocuparme por eso pero en

realidad prefería pensar en eso que pensar en que a esa edad mi madre me había
traído al mundo.

A los 5 años cuando mi madre aún seguía viva, hice una fiesta de patines.

A los 10, era una fiesta de piratas. Mi padre alquiló un barco para eso.

A los 18, celebrando que ya era “libre”, hice una fiesta con un caso de Clue.

A los 22, fui a una discoteca en Tokio con algunos amigos.

Y los 25 tenían que ser mejores.

— Aquí está— me entrega el recipiente hermético cuando estoy saliendo por la

puerta para despedirme e ir a casa. Vuelve a darme un abrazo y un beso en la

frente—. Buenas noches, querida.

— Buenas noches y gracias por la cena. Que duermas bien y saludos al tío Harry.
Dile que se dé una pasada por la oficina cuando regrese, aun me debe un juego
de ajedrez.

Asiente.
— Y tú, Chica Violín— cambio mi atención a Claire y revuelvo su cabello con
una mano—. Descansa y ponte a ejercitar, el helado no desaparecerá por si solo

de tu cuerpo— exploto en carcajadas cuando frunce el ceño fastidiada.

— ¿Me has dicho gorda?— sin embargo, entiende mi broma y sonríe divertida.

—Deja la tontería. Te quiero.

—También te quiero. Pasen una buena noche— agito mi mano mientras me alejo
por el camino hacia la acera, para llegar a mi auto. Dejo el recipiente junto con

mi bolso, en el asiento del acompañante y enciendo el motor del auto poniéndolo

en marcha. Me acomodo el manos libres y miro la hora en el reloj del

salpicadero. Son las 10:50 de la noche; mi padre ya debe estar en casa en esos

momentos.

El teléfono suena cuando solo he recorrido un par de calles y me pregunto si se

me habrá olvidado algo pero si fuera el caso, no llamarían sino que me lo darían

al volverme a ver sabiendo que estoy conduciendo.

De igual manera presiono el botón para contestar y espero por la voz al otro lado
de la línea.

— Hola, ¿quién habla?— pregunto sin apartar la mirada de la carretera frente a


mí.

—Hola. Soy Andrew… Lamento llamar tan tarde.

— No importa— le resto importancia escondiendo la sorpresa en mi voz. Si él


está llamando, no todo se ha perdido con respecto a mi plan de venganza—.

¿Qué ocurre?

— No lo sé, solo llamaba para saber si estabas bien. Después de lo que pasó ayer

no tuve una verdadera oportunidad para hablarte. Pensé que necesitarías un

tiempo para olvidar que fue el peor no almuerzo de la historia.

Parecía que mi plan comenzaba a tener efecto.

—No fue tan malo, la verdad— le añado un poco de picardía a mi tono. —Yo
estoy bien, conducía a casa. ¿Estás tú bien?

— Si, completamente bien.

— ¿Que tienes entonces?

— Mira, yo…Lo siento, no debí llamar.

— Lamento lo de ese día— esta vez estoy siendo completamente sincera. Por

más que eso hubiera supuesto el final de mi plan, no deja de hacerme sentir

culpable por no haber hecho nada cuando ocurrió. Ni siquiera Andrew merecía
lo que el de ojos grisáceos le hizo—. Xavier se comportó como un patán.

— No te preocupes, igual no golpea tan fuerte— ríe por lo bajo.

— Igual lo lamento.

— Debiste decirme que ustedes…

— El y yo no somos nada. Y aunque lo fuéramos no debería importarte.


— Ese día dijo que eras su asunto. Solo lo digo porque montó una escena de
celos y eso le da una mala imagen. Y no me importa, es tu vida.

Suspiro y junto las cejas concentrada al recordar el atajo a casa—: Es tarde,

Andrew. Me parece que deberíamos seguir hablando luego.

—Sí, noté que arruiné todo. Te hablo luego. Ten buena noche.

No me despido para colgar la llamada y quito los auriculares de mis oídos para

dedicarme por completo a volver a casa a salvo. A pesar de que ha pasado un


tiempo desde el accidente, aún hay ratos en que recuerdo lo que ocurrió e intento

tener máxima atención sobre el camino. Incluso en aquellas donde no soy yo

quien conduce; nunca se sabe qué tipo de conductores halla en el mismo camino

que voy.

Bajo del auto después de guardarlo en el garaje y hago el resto del camino dentro
de la casa. Todo se encuentra a oscuras y silencioso, por lo que sé que el

personal se ha ido a descansar hace horas. Camino a la cocina con ganas de

tomar agua y abro el refrigerador haciéndome con una botella de agua. Al cerrar
noto que hay una nota pegada a la superficie del equipo refrigerante.

Hay comida para calentar en el horno. Dulces sueños.

— Papá.

Tomo la nota y la hago una bolita antes de tirarla a la basura y recuerdo meter la
lasaña en el refrigerador para que mi padre pueda comer mañana. En cuanto
cierro la puerta detrás de mí en mi habitación en el segundo piso, me deshago de

la ropa que llevo reemplazándola por una camisola larga. Apago mi teléfono con

la idea de poder tener unas buenas horas de sueño y antes de comenzar a trazar

historias con mi cabeza, caigo dormida en minutos.

12
— Xavier, ¿podrías por favor, traerme los números de las agencias de viaje

vinculadas a la empresa?
— ¿Se puede saber hacia dónde vas a viajar?

— Bahamas, bueno, la isla privada de mi familia… Quiero hacer un viaje de


cumpleaños.

— ¿Vas a ir a la isla Briden?

— Aclaración, vamos. Claire, Luca, tú y yo.

— ¿Luca?

— Es un amigo.

—Que no me has presentado— me mira confuso mientras sale de la oficina.

Después de pensar y pensar durante horas, decidí que lo mejor era hacer un viaje

a la isla Briden, la isla privada de mi familia, con unos amigos. No es el mega

evento, pero por lo menos no tendré la presión de organizar nada grande.

Katherine Briden: Ya sé que haré para mi cumpleaños.

Claire D’Moon: ¿Que decidiste? P.D. Acabo de ejercitar.

Katherine Briden: Me agrada eso. ¿Qué te parecería viajar a darte un pequeño

bronceado natural?

Claire D’Moon: Espera, ¿iremos a la isla de tu familia?

Katherine Briden: Si, con unos pocos amigos.

Claire D’Moon: ¿Quiénes?

Katherine Briden: Obvio, tú. Xavier, Luca, aunque no te agrade escuché que es
un experto buceando y hemos hablado un poco en mensajes.

Claire D’Moon: ¿Y nadie más?

Katherine Briden: Llámame loca, pero estaba pensando en invitar a Andrew. Si


quiero que mi plan de venganza funcione tengo que hacerlo ver real.

Claire D’Moon: Katherine, es tu cumpleaños. Deberías pensar en celebrarlo,

no en vengarte de él. Aunque después de décadas de amistad, estoy segura que


terminaras haciendo lo que quieras, nunca me prestas atención.

Y ahí estaba mi mejor amiga enojada.

Katherine Briden: Lamento lo de Luca, ¿sí? Sabía que te molestarías pero él no

es una mala persona.

Claire D’Moon: No me importa en lo absoluto. Y no tenías que devolverte al

tema para evadir lo que dije. ¿Por cuánto tiempo es el viaje?

Katherine Briden: 4 días.

Claire D’Moon: Si, tendré que revisar mi agenda pero creo que es casi seguro

que podré asistir.

Katherine Briden: Te mandaré los datos del viaje más tarde. Lo siento, Claire.

Me tengo que ir.

Claire D’Moon: No importa.

Dejo el teléfono en el escritorio a mi lado cuando escucho los pasos de Xavier

acercándose a la puerta.
— Acá están los números de las agencias con los currículos de todos los pilotos.
Pensé que la mejor opción sería usar un jet privado.

— Sí, claro. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Lo necesito para la próxima

semana, el jueves. ¿Puedes arreglarlo?

Asiente.

— Ah, y no te olvides de alistar tu maleta—junto las manos sobre el escritorio y


le sonrío—. Celebrarás mi vigesimoquinto cumpleaños en las Bahamas.

— ¿Ya me perdonaste?

Asiento a regañadientes—: No lo vuelvas a hacer o te juro que no te volveré a

dirigir la palabra. Pero si, no puedo seguir más tiempo enojada contigo.

— ¿Cúantos pasajeros?

— 8 pasajeros— enumero las personas y añado una más al notar que lo más

probable es que Trinity se nos quiera unir, por su “relación” con Andrew—. Mi

padre no me dejará ir sin Trein y Tod.

—Entonces me encargaré de planificar todo.

— ¿Puedes dejar con Samantha los perfiles de los trabajadores del vuelo en que

iremos?

— Si, lo haré. ¿Algo más?

— No, nada más.


— Entonces, iré a encargarme de eso.

Katherine Briden: Andrew, ¿qué planes tienes para la próxima semana?

Andrew Simurs: ¿Por qué lo preguntas?

Katherine Briden: Solo responde.

Andrew Simurs: Tengo reuniones.

Katherine Briden: ¿Puedes cancelarlas?

Andrew Simurs: ¿Por qué lo haría?

Katherine Briden: Cumplo 25 años en una semana y pensé en viajar con

algunas personas a la isla Briden.

Andrew Simurs: ¿Eso es una invitación?

Katherine Briden: Si.

Andrew Simurs: Si no estuviera seguro de que lo de tu cumpleaños es cierto,

diría que me estás jugando una broma.

Katherine Briden: Si quisiera jugarte una broma, no te diría nada. Invita a

Trinity. Y antes de que lo preguntes, Luca también irá.

Andrew Simurs: Está bien, le diré a Trinity. También a Luca, si quieres.

Katherine Briden: Eso sería encantador.

Andrew Simurs: Tengo una duda; ¿Luca y tú tienen algo?

Katherine Briden: Solo somos amigos y como dije no tiene que importarte mi
vida. Si, acepto que me agrada más que tú pero es solo un amigo.

Noto que ha leído mi mensaje pero que simplemente no quiere responder, así que
lo dejo estar. De alguna manera me llena de satisfacción su aprobación del viaje.

Sería divertido jugar con él.

El perfecto regalo de cumpleaños.

13
Acabamos de aterrizar en Bahamas y ya puedo sentir mi cuerpo relajarse ante la
perspectiva de estar lejos del ruido de la ciudad. De alguna manera sé que

alejarme un poco de Nueva York ayudará a que mi nivel de estrés disminuya. El


dejar de pensar en que soy Katherine Briden, la heredera de Briden Enterprise; el

dejar de sentir que tengo que estar pendiente de todos mis pasos; solo es
maravilloso poder respirar sin que nadie esté para juzgarme si lo hago mal.
— Señorita— el más alto de mis guardaespaldas me ofrece su mano para
ayudarme a bajar los últimos escalones de la escalerilla del avión. El gesto solo

puede provenir de la charla que mi padre les habrá dado antes de que viajáramos.

Por alguna extraña razón, tiene la idea de que estando lejos de casa estoy en
mayor peligro; se ha vuelto un hombre nervioso desde lo del accidente.—

Síganos, por acá está el auto— cuando comprueba que estoy sana y salva lejos
de la escalera, nos señala a todos una minivan esperándonos a unos metros.

Los dos escoltas suben en la parte delantera después de encargarse de guardar

nuestro equipaje en el maletero. Por suerte, el auto tiene suficiente espacio para

todos con tres hileras de asientos en la parte trasera. Claire se acomoda a mi

lado, dejando a Luca teniendo que compartir asiento con Xavier, luego de que la

pelirroja se haya llevado al ojiazul a las últimas sillas.

La organización en el vuelo fue casi la misma, solo que en el estábamos aún más

distanciados y mi mejor amigo estuvo todo el rato en su laptop. No hablamos

mucho entre nosotros en el vuelo.

El auto avanza hasta la salida del aeropuerto y de ahí por el resto de la isla hasta

llegar al puerto. Dejamos las ventanas abiertas durante todo el recorrido y


reímos cuando Luca no hace más que saludar a todo el que ve, dejando a la
mayoría confusos.

En cuanto llegamos al muelle, los dos hombres aparcan el auto dándonos la señal
de que podemos bajar, mientras se encargan de bajar el equipaje y entregárselo a
cada quien. El yate que nos espera está varios metros después y subimos con

cuidado a él.

Hoy todos lucen ropa que cualquier turista llevaría; incluso Tod y Trein que han

dejado los trajes atrás para reemplazarlos con pantalonetas y camiseta, aunque

estoy segura que debajo de eso están sus armas. El resto de los hombres viste
igual solo que con diferentes estilos y colores. Trinity viste un top que hace

resaltar su busto, y unos shorts de cintura alta que hacen que su cintura luzca
más pequeña. Claire lleva un vestido playero verde lima con unas sandalias a

juego. Yo escogí lo primero que encontré entre mi ropa de verano, un vestido

con mangas azul aguamarina con lentes de sol oscuros. Apenas llegamos al

barco. me quito las sandalias para tocar la arena en cuanto baje de él.

— Un brindis por Kathe—Luca no espera ni unos minutos para alzar la botella


de champaña que hay dentro de una hielera en una de las mesas—. Porque

disfrute la vida y no deje de hacer viajes como este donde me invite. Viajar gratis

y con lujos son las cosas por las que uno hace amigos.

—Que enternecedor—bufo dándole un codazo y acomodándome en uno de los

sofás para poder mirar a todos mejor.— Quiero agradecerles a todos por venir; sé
que tuvieron que posponer algunos compromisos por estar aquí estos días.

— No es nada, Kathe— mi mejor amiga da un leve apretón a mi hombro

ladeando la cabeza.

— Señorita, llegaremos en 30 minutos a la isla— el capitán se presenta con


todos nosotros antes de ponernos en marcha. Se asegura de que estemos todos a
bordo, y vuelve a su cabina—. Espero sea un recorrido placentero para todos. Y

si alguno quiere vomitar, los peces aún no han comido— bromea a lo que arrugo

la nariz asqueada.

Cuando el hombre vuelve a su trabajo, todos toman asiento en los sofás para
conversar. Luca lo ve como una ocasión para intercambiar algunas palabras con

Claire, pero ella lo ignora luciendo bastante interesada en escuchar sobre lo que
haremos en esos días. El de ojos grises, vuelve a evadir al resto del mundo

poniéndose al teléfono y Andrew se sienta en silencio mientras que la pelirroja le

habla de algo que parece emocionante.

Aprovecho cuando Claire se aleja para buscar algo en sus cosas y hago mi

camino al segundo piso del yate, que noté antes de subir. De seguro tiene una
vista preciosa del océano.

Me sostengo del barandal de la escalerilla para subir y camino hasta estar

apoyada en el pasamano. El sol está lo suficientemente bajo para que el metal


tenga una temperatura cómoda, por lo que es cómodo apoyarse en él.

— ¿No crees que es una hermosa vista?— alguien descansa sobre la superficie a

mi lado y suspira.

— Si, es hermosa— ni siquiera vuelvo la mirada porque no quiero dar la

impresión de que quiero hablar. En esos momentos, ni siquiera me importa todo


lo del plan de venganza. Pero puedo notar que él no está acá solo por la vista;
tiene algo que decir y parece estarse conteniendo antes de soltarlo de golpe—.
Dilo.

— Aun no entiendo que hago acá. Dime, ¿por qué me invitaste? Entiendo que

hayas invitado a Luca, porque ustedes se han llevado bien desde hace un rato,

pero yo… No somos amigos, Katherine. Por más que en algún momento lo haya
deseado, no somos de llevarnos bien.

— “A los amigos hay que tenerlos cerca, y a los enemigos más aun”— río

encogiéndome de hombros aunque sé que él no le hace ninguna gracia—. No,

pero hablando en serio; las cosas no tienen que ser de una u otra manera. Estoy

intentando ser agradecida por lo que hiciste por mí el día del accidente. ¿Y quién

sabe? Quizás pueda ser de esos momentos que me hayan mostrado que algunas

cosas necesitan cambiar. ¿Dudas?

— Aunque no tiene ningún sentido el que me hayas invitado, diré que no tengo
ninguna.

Permanecemos en silencio mirando el azul del agua sin voltear la mirada al otro.

Puedo sentir el calor que irradia su cuerpo y algunas veces veo por el rabillo del
ojo, que levanta la mano para luego dejarla caer. Es extraño como la sangre te

hace odiar a alguien. Estaba segura que de haberlo conocido en otras


condiciones, incluso podría agradarme.

Después de casi un cuarto de hora en ese silencio cauteloso, al fin voltea a


mirarme abriendo la boca para hablar, hasta que ambos notamos a Claire
acercándose—: Al fin te encuentro— me mira aliviada a pesar de que no hay
muchos lugares donde pueda ir en medio del océano—. Tenemos que hablar— le

da una mirada que no entiendo al hombre, antes de volver la vista a mí.

—Esa es mi señal para irme— el castaño rasca su nuca en un intento de hacer su

despedida menos incomoda pero su rostro lo delata. Está deseando que ella
hubiera llegado unos minutos después porque sea lo que tenga por decir aún, lo

está carcomiendo por dentro.

— Luca me está volviendo loca— ni siquiera le da un segundo de espera a

cuando los pasos del castaño llegan al primer piso, para afirmar—. No deja de

buscarme conversación.

— Tú le gustas, ¿no es obvio? Está completamente loco por ti desde que te

conoció. No es su culpa que seas tan difícil de llegar; en serio, él no es tan malo.

— Él es un conquistador y jamás dejará de serlo. Y perdóname sino quiero

perder mi tiempo en personas como él. Solo me quiere para ser una más de sus
conquistas— rueda los ojos fastidiada—. Quiere una noche y solo eso. De

seguro hasta tendrá una lista con los nombres de todas por las que ha pasado.

Río porque ya ha comenzado a sobreactuar.

— ¿Por qué crees que estaría aquí si no significaras algo importante para él? Por
muy raro que suene que yo diga esto, él no está aquí para celebrar mi

cumpleaños. No estaba del todo seguro de venir hasta que mencioné que tú
también vendrías. Claire, ningún hombre se esmeraría tanto por una noche de
placer, créeme. Además pregunta por ti cada vez que puede.

— ¿Pregunta por mí?

— Si, la última semana preguntó sobre tus flores favoritas. En serio, jamás pensé
que alguien como él se comportara de esa manera. Tenía el prototipo de que los

deportistas extremos eran rudos y no tenían sentimientos. En cambio, él hace

todo lo posible para que sonrías. Sería preocupante de no ser porque en realidad
es tierno.

— ¿Le dijiste cuáles eran?

— Claro; girasoles.

— Eres una mala amiga— me saca la lengua sin verse ni un poco molesta por

eso. Supongo que es normal que siga en la etapa de negación; la conozco lo

suficiente para saber que ella también se siente atraída por él y para probarlo he
captado varias veces cuando le da miradas furtivas creyendo que nadie más lo

nota—. Y cuéntame, ¿qué pasa en tierra Andrew?

— Nada.

— Vamos, los vi hablando y tú reías. Cuéntame.

— Nada, solo hablamos de la vista y yo me reía de algo de lo que me acordé.

— Te hubieras muerto de la risa con la cara de la pelirroja cuando él te siguió


aquí arriba.

— ¿El me siguió?
Asiente.

Mordisqueo mi labio inferior pensativa. Una parte de mí se alegra porque mi


plan va cada vez mejor pero a la vez, me siento culpable por eso. Si no tengo

cuidado podría meterme en terreno peligroso y aunque normalmente me

alegraría el hecho de saber que le he jugado una broma pesada, esta vez podría
ser algo más que eso—. Creo que volveré abajo.

— Te acompaño.

En el primer piso, las cosas siguen casi igual que como las dejé al irme arriba.

Trinity se las ha arreglado para volver a hablar con Andrew. Xavier sigue en el

teléfono y Luca está acostado en el sofá con sus audífonos.

Camino a la cocina seguida por mi amiga mientras el barco se mueve


suavemente por las olas obligándonos a apoyarnos en las paredes. Busco algunas

copas en uno de los armarios para poder servir la bebida para el brindis.

La contraria me ayuda a llevar la mitad de las copas y hacemos nuestro camino

de vuelta a donde todos están para acomodarlas en la mesa. Destapo la botella y


vierto un poco en cada una de las copas.

El sonido de corcho saliendo llama la atención de Luca, que se levanta para


ayudarnos a darle a cada quien su vaso—. Bien, ya tenemos alcohol. Ahora falta
hacer algo para pasar el tiempo que falta— opina intentando llamar la atención

de todos.— Podríamos lanzar a alguien al agua pero eso me tendría riéndome


por mucho tiempo, y tiene que ser divertido para todos, no solo para mí.
Entonces, deberíamos jugar Verdad o Reto.

— Luca, te reto a que dejes esa idea— el ojiazul golpea juguetonamente el


hombro de su amigo y niega. —Somos adultos acá, Sandino. Esos son juegos de

preparatoria.

— Deja de ser tan cobarde, Simurs— toma su cuello haciéndole una llave y

despeina su cabello con la mano—. Te diré que confieses tu amor por mí, no te
preocupes— le guiña el ojo en broma.

— Vamos. Si quieren tener tiempo a solas, hay una habitación para que lo hagan

— sonrío y me siento en uno de los sofás esperando a que dejen de jugar entre

ellos.

Xavier cuelga el teléfono y se sienta a mi lado pasando el brazo sobre mis


hombros. Es algo que suele hacer desde que somos amigos, con total comodidad,

así que me acomodo contra su costado familiarizada con él.

— Luca, ¿verdad o reto?— señala al deportista con una media sonrisa mientras

el ojiazul se tensa al lado de su amigo.

— Creo que debería ser solo verdad, para hacerlo más interesante— propone

tomando asiento y observando su copa de líquido ámbar.

— Ok, entonces… ¿Con quién de este bote te casarías?— sé que lo hace para
molestar a Claire.

Este juego se iba a volver una manera de enviar indirectas.


— Bueno, debo confesar algo—confiesa en tono dramático poniendo una mano
en su pecho—. Andrew, mi amigo, mi compadre; te amo— le lanza una beso

antes de explotar en altas carcajadas.

No puedo evitar reírme de la situación.

— Bueno, ahora es mi turno de preguntar— se rasca la barbilla pensativo para

terminar con su mirada en la mujer en la cual está interesado, entrecerrando los


ojos para darle mayor misterio—. Señorita D’Moon, definitivamente es un ángel

en potencia, toda una dama. Pero las grandes damas de la historia nos han

enseñado que siempre tienen su lado peligroso. Así que dígame, ¿tiene algún

némesis?

— ¿Acaso no es obvio?— frunce el ceño rodando los ojos. Y aunque sé que esa

pregunta tiene una respuesta diferente a la que ella quiere expresarle,

permanezco en silencio. He decidido que si ella no da signos de querer ser


amable con él, yo no intervendré.

— Ya dejen eso— los señalo a ambos para evitar que se forme una discusión ahí

mismo.

— Está bien, es mi turno— la pelirroja suelta un suspiro y sé justo en que está

pensando cuando sus ojos pasan de mí a Andrew—. Andrew Simurs…


Menciona a la persona a la que le pedirías perdón. Puede ser fuera de este bote,

si así lo deseas.

Le dedico una mirada asesina porque está jugando con algo que no debería.
— Mi madre; aunque a veces no la soporte porque tiende a ser irritante, me
gustaría pedirle perdón por no ser quien ella esperaba— para mi tranquilidad, él

se va con una respuesta fácil dejándola sin su drama.

— Supongo que es mi turno— junta sus manos mirando entre los que faltamos

como si estuviera decidiendo que pregunta escoger y cuál es el más indicado


para responderla—. Xavier Higgons, dinos qué piensas de cada uno de nosotros.

Sin palabras lindas, solo sé sincero.

—Eso no es una pregunta.

—No tiene que serlo. Solo tiene que suponer que respondas a algo con la verdad.

— Bueno, comenzaré contigo. Andrew, no me agradas, así de sencillo. Luca, me

caes bien, si tuvieras mejores amistades, quizás podríamos ser amigos. Trinity,
no te conozco bien, pero he notado que eres una mujer independiente y eso me

agrada. Claire, no nos llevamos bien y ya me cansé de intentar agradarte;

realmente, me da igual. Y Katherine, eres mi mejor amiga y no existe mejor


persona que tú.

Responde en el menor tiempo posible con expresión serena, como si no acabara


de decir verdades que casi nadie se atreve a decir.

—Supongo que es mi turno, y eso nos deja con…Trinity, dime. ¿Con que cosa
consideras que no podrías vivir?- le da un trago a la champaña.

— El dinero— juega con un mechón de cabello entre sus dedos mientras


responde—. No te traiciona, concede tus deseos y es fácil de obtener por alguien
como yo.

— Interesante. ¿Qué deseas saber de mí?- espero paciente su respuesta.

— ¿Cuál es tu mayor miedo?

— ¿Mi mayor miedo? Creo que temo al hecho de estar asustada. Creo que a lo
que más se le debe temer es al hecho de sentir eso. El miedo no te deja avanzar

ni pensar bien.

— Chócala, chica—Luca me ofrece su puño para que lo choque y puedo

entender porque considera que puede identificarse con mi declaración.

Lo choco sonriendo.

— Pasajeros— informa el capitán en voz alta sobre el sonido de las olas—.

Llegaremos en unos minutos a la isla.

Termino el resto de mi copa en varios tragos largos y permanezco los próximos

minutos observando hacia el frente del bote, esperando ver la isla.

— Kathe, es hora de bajar— enuncia mi amiga aunque soy consciente de eso

cuando nos detenemos y tengo un sentimiento de nostalgia después de haber


visto la isla de nuevo después de tantos años.

— Ya voy— camino hacia el lugar de desembarque siguiendo a los demás. Trein


y Tod ayudan a bajar el equipaje con el fin de que no se moje y me pregunto
dónde han estado todo ese tiempo. No los había visto mientras estábamos en el

bote. Luego de encargarse del equipaje se ofrecen para llevar a Claire y Trinity
hasta donde no vayan a mojarse, y aprovecho que ambos están ocupados con

ellas, para bajar directo al agua, que a pesar de que no me llega más allá de

debajo de las rodillas, es un primer contacto grandioso. La arena en esta zona del

agua está cálida y va adquiriendo más calor a medida que dejo el agua atrás para
encontrarme con solo arena.

Tod me dedica una ceja alzada al notar que ya he bajado del bote sin importarme

que mojé una parte de mi vestido.

Mientras que todos entran a la casa demasiado rápido, por el picor del sol, yo me

tomo mi tiempo recordando los veranos que había pasado aquí hace décadas. El

lugar ha cambiado desde entonces pero sin embargo, sigue manteniendo esa

sensación de familiaridad que se siente demasiado fuerte.

Para cuando llego, todos esperan en la sala por información. La casa de la isla

cuenta con 8 habitaciones, cada una con baño privado y una buena vista al
océano o a la región silvestre que comienza unos metros detrás de la casa y que

ocupa la mayor parte de la isla. Tiene una piscina olímpica y jacuzzi. Y todas las
demás dependencias de una casa normal, solo que con espacios más abiertos.

— Hace demasiado calor— se queja Trinity abanicándose con la mano—. Creo

que iré a refrescarme, ¿dónde está mi habitación?

— Sigue el pasillo y escoge— me encojo de hombros porque realmente no

importa cuál sea su elección. Todas son aptas para recibir a cualquiera de
nosotros.
— Tenía mucho tiempo sin venir. ¿Cuánto ha sido desde que lo hicimos?—
Claire va a la cocina con total naturalidad, como si conociera el lugar como la

palma de su mano a pesar de que han pasado casi 12 años desde la última vez

que puso un pie acá.

— Sí, ha pasado un tiempo. Hablando de eso, se supone que los cuidadores


estarían acá para recibirnos.

—Sí, ha sido nuestro error— informa Trein aclarando su garganta—. Los

Canima están en Bahamas. Vendrán en unas horas.

— Está bien. Y no se preocupen, pueden ir a descansar. No necesito ser cuidada

ahora mismo.

Ambos asienten en completa sincronía y permanecen un momento más para


recordarme que aún cuento con sus servicios, antes de caminar de vuelta a la

playa—: Nos retiramos. Si nos necesita, no dude en llamarnos.

Me pregunto quiénes son fuera de su trabajo. ¿Tienen familia? ¿Qué edades

tienen? ¿Cuáles son sus verdaderos nombres? ¿Tienen alguien que se preocupara
por ellos en casa? Por lo que puedo recordar de sus archivos, ambos rondan los
treinta y tantos pero eso es lo único que me había podido responder sobre sus

vidas personales. La compañía que los localizaba, se negaba a dar detalles que
no aportaran al trabajo, así que no había mucho que pudiera saber sobre ellos.

Además de que preguntarles, se vería demasiado entrometido.

— Bueno, esta casa tiene 8 habitaciones, así que cada uno tiene su propia
habitación. Si quieren pueden ir a refrescarse, la piscina está después de esas

puertas y… creo que eso es todo.

— ¿Tienes equipo de buceo?— Luca ni siquiera ha pasado por el día de hoy

cuando ya está planeando el de mañana. Extiende la manija de su maleta y carga

su maletín sobre su hombro mientras espera por mi respuesta...

Asiento.

— ¿Sabes bucear?

— Sí, soy buena. Podemos bucear mañana, te encantarán las aguas alrededor de

la isla.

— Si, suena como una buena idea. Nos vemos en un rato— se despide

desapareciendo por el pasillo al igual que la pelirroja lo hizo minutos antes.

— Creo que haré lo mismo de ir a dejar mi equipaje—Xavier deposita un beso

corto en mi mejilla cuando pasa a mi lado en dirección a tomar sus maletas—. Te


ves preciosa.

Niego riendo y espero por el resto del grupo para que se organice.

— Supongo que nos vemos luego— Andrew alza una ceja pasando frente a mí y
sigue el mismo camino que los demás.

— ¿De qué te ríes tanto?— me mira Claire sacando una soda del refrigerador.

— Solo me parece gracioso todo.

— Pensé que te reías de la cara de Andrew.


— ¿Eh?

— ¿No viste su expresión hace poco?

Niego.

— Su cara se puso roja y tenía la mandíbula tensa. Todo por celos.

— Deja de hablar incoherencias. Y vamos a llevar nuestros equipajes a las


habitaciones— tomo la soda para darle un trago.

Llevo las maletas a mi habitación y las dejo sobre el sofá para dejarme caer

sobre la mullida cama. Debo tomar una ducha en cuanto tenga las fuerzas para

levantarme e ir a reunirme con los demás.

El baño no dura más de una media hora aun cuando lo alargo todo lo que puedo.

Me pongo uno de los trajes de baño y unos shorts con un buzo de color azul

pálido; camino a la piscina guiada por los gritos y las risas, esperando no ser la

última en llegar. Me pregunto qué hago; de las personas que están afuera solo
soy verdadera amiga de un par. El resto son solo piezas en todo mi plan de

venganza contra Andrew. La venganza, en eso se basa mi vigésimo quinto


cumpleaños, que patético es pensar en eso.

Salgo a la parte trasera de la casa donde se encuentra la piscina. Antes solía ser

bastante pequeña pero cuando mi padre decidió hacer un par de remodelaciones


a pesar de no haber estado ahí en años, la arregló para que fuera un lugar más

apto para vacacionar, pensando que podría alquilarlo. Nunca fue capaz de
hacerlo porque ni siquiera se esforzó en encontrar interesados.
Lo primero que noto al salir es el incandescente sol, que me obliga a cerrar los
ojos mientras pongo una mano cerca para protegerlos de la excesiva luz.

Trinity viste un pequeño bikini rojo y se sumerge con elegancia en el agua

cuando miro alrededor decidiendo donde acomodarme; Xavier permanece de

espaldas a mí, con los pies metidos en el agua y mira el océano, o eso parece por
la dirección que tiene su cabeza. Andrew y Luca hacen una competencia de

clavados generando el ruido entre ellos dos y con disimulo disfruto de la vista de
sus abdómenes bien formados. Los de Luca más que todo; su actividad como

deportista es evidente en cada centímetro de él. Y a pesar de que no tengo ningún

tipo de ideas con él, me es imposible no contemplar tan buen cuerpo.

Mi mejor amiga chasquea sus dedos frente a mí riendo al darse cuenta de a

dónde iba mi mirada. Y a pesar de que primero pienso que podría enojarse
conmigo, su cara solo muestra diversión.

— ¿Disfrutando de la vista?— alza una ceja y niego ante la parte de mí que

quiere reaccionar apenada, porque eso querría decir que me sonrojaré.

— ¿Y tú no vas a nadar?— desvío el tema esperando no ser tan obvia, pero a la


vez sabiendo que no será tan fácil sacar las ideas que debe tener justo en esos

momentos.

— Buen movimiento, pero no deja de ser gracioso. ¿Y tú por qué no lo haces?

— Además del hecho de que acabo de llegar, no lo haré a menos que tú lo hagas.

— Lo haré entonces.
— Hazlo.

— Lo voy a hacer— es su segunda afirmación y ya puedo ver hacía donde va


esto. Toda una vida de conocernos ha creado tantas cosas repetitivas en nuestra

amistad que conozco exactamente que ambas nos negamos a hacerlo, a pesar de

que queremos demostrarle a la otra que no es así. Lo mismo ocurrió cuando


íbamos a abrir nuestras cartas de aceptación para la universidad; para terminar

abriendo la de la otra.

— ¿Estamos posponiéndolo?— afirmo con una media sonrisa.

Eso nos hace reír a la par—: Si, así es.

— Vamos, por lo menos no nos quedemos de pie acá.

— Podemos sentarnos allá, parece un buen lugar— señala el extremo contrario

de la piscina y ambas caminamos hacia allá.

— Higgons—la malicia en la voz de Andrew no me sorprende cuando lo veo


nadar cerca de donde está mi mejor amigo. No han tenido muchos encuentros

antes pero es más que notable que no se agradan. Xavier siente una lealtad
demasiado grande a mi familia, que defiende el apellido como si fuera suyo; y

no es extraño que el Simurs quiera hacer lo mismo—. ¿Por qué no entras?

— Tengo mejores cosas que hacer.

— ¿Acaso tienes miedo que noten tu “magnifico” cuerpo?

— No, ahora que lo mencionas evito dejarte en ridículo.


Río al descubrir a Luca riendo por lo bajo mientras los otros dos hombres hablan
—: Suenas demasiado confiado. O solo eres demasiado cobarde para hacerlo.

—Que conste que tú lo pediste—el de ojos plomizos se pone de pie y se quita la

camisa, tirándola a un lado obligándome a detenerme de golpe. Ahora que lo

recuerdo a pesar de los años de amistad, no había visto a Xavier sin camisa ni
una sola vez, y sí que había dejado a Andrew en ridículo en ese tema. No tiene

un cuerpo de mole como el de Luca pero podía competir perfectamente contra el


del otro y hasta vencerlo sin mucho esfuerzo. A diferencia de Andrew, él tenía

cierta aura de clase incluso con el pecho descubierto.

— Lo tenía muy bien escondido, ¿eh?— la pelirroja a mi lado me codea al ver

que no camino con ella—. ¿Quién diría que todo este tiempo teníamos eso en

frente?

— Espera, pensé que él no te agradaba…

— Que no me agrade no me hace ciega.

— Hey, D’Moon— esta vez es el turno de Luca en llamar la atención de mi


amiga desde la piscina—. ¿Por qué no disfrutas un rato de la piscina? Estoy
seguro que te refrescaría en este clima.

— No me apetece. Gracias.

— Vamos, el agua está deliciosa. Deja de ser tan amargada.

— No soy amargada. Mejor sigue nadando y déjame en paz.


— Oh, vamos. No nos burlaremos de tu vestido de baño de abuelita.

— Luca…— suspiro negando. Si algo no necesita ella en estos momentos es a él


recordándole continuamente sobre lo que piensa de su estilo clásico—. Ella no

quiere….

— Lo haré— me detiene antes de que continúe y se quita las sandalias en el

borde del agua—. Si tú lo haces.

Giro a mirar a Luca y ya estoy lista para ser manipulada por su mirada de

súplica. Después de unos segundos de verlo, me rindo con un suspiro.

Que todo sea por el amor.

— Está bien, pero tú primero— la señalo de arriba abajo.

Asiente y se quita su vestido revelando un traje de baño entero que parece

separarse donde está su ombligo. Sí que había estado ejercitando porque los

kilos de más que había tenido hace poco habían desaparecido. Miro la cara del
varón conteniéndome de reírme ahí mismo. Su boca literalmente forma una “O”

y sus ojos están mirándola como si no hubiera estado lo suficientemente listo


para ese momento; sus ojos están llenos de brillo, no con perversión sino como

si estuviera presenciado lo más hermoso. Y sé que él piensa así de ella.

— Permiso— le pide con un movimiento de manos para pedirle que le haga


espacio antes de lanzarse en un magnifico clavado saliendo del otro lado de la

piscina—. Tu turno, Briden.


— ¿Qué tal si lo dejamos para mañana?— jalo las mangas de mi buzo no tan
segura de hacerlo ya. Aunque la temperatura haga ver el agua totalmente

placentera, no me siento segura de entrar con tanta gente—. Creo que no tengo

ganas de entrar.

— Oh, vamos…Lo prometiste.

—Lo sé, pero puedo hacerlo luego ya que no mencioné cuando lo haría.

—Sí, lo dijiste. Y tú nunca rompes una promesa.

Con un suspiro de rendición alzo las manos y sé que cuando sonríe lo hace

porque sabe que ha ganado—. Está bien.

Con rapidez me deshago de la ropa sobre mi traje de baño y antes de que alguien

vea mucho, me lanzo al agua.

— Bien hecho. Acabas de provocar por lo menos un infarto a cada uno de los

hombres acá. En serio, debiste ver la cara de todos antes de que te lanzaras—
mira a Andrew y este aparta su mirada con rapidez de donde estamos—. El casi

te devora con la mirada— luego pasa su mirada a mi mejor amigo—. Y él,


bueno, el de seguro, hasta te imagino sin nada.

— Deja de hablar así de sucio—frunzo el sueño molesta.

— Es que sabía que tenías buen cuerpo pero no tan buen cuerpo, ¿me entiendes?
Pensé que como te la pasas ocupada no ejercitabas.

— Ejercito a veces y como bien. Solo un poco de trote algunos días y montar
bicicleta los fines de semana hacen la diferencia.

— Comenzaré a hacer eso.

— Deja de hablar tonterías— le dedico una sonrisa mirando el otro extremo de


la piscina—. ¿Quieres una carrera?

Asiente y ambas salimos disparadas nadando al otro lado de la piscina. Me gana

por unos segundos.

—Señoritas— Luca se sienta en el borde de la piscina más cercano a nosotras, y

a mi amiga no le toma ni dos segundos balbucear una excusa de tener que ir a

buscar algo, solo para alejarse de ahí. –Supongo que es una sola señorita,

entonces.

—Dale un tiempo, ella… Si, dale un tiempo.

— No te preocupes. No tienes que hacer excusas por ella, está bastante claro

cómo se siente hacia mí y no hay nada que pueda hacer contra eso, al parecer—
baja la mirada por un segundo y la escena podría ser graciosa de no ser porque sé

cuan mal lo está pasando.— Sé lo terca que puede ser. Sobre todo cuando me
odia.

—No te odia. Si te odiara, el arco de su violín estaría en tu garganta. Creo que

solo no se ha acostumbrado a ti. Creo que de no ser porque nos conocemos desde
el vientre, ella tampoco le gustaría estar a mi alrededor.

— ¿De qué hablas?


— Bueno, digamos que Claire no confía muy fácil en las personas. Ella puede
ser un amor de persona o puede ser muy vengativa. Recuerdo que cuando tenía

7, un niño que tocaba piano le ganó en un concurso en su escuela. Cuando todos

se habían ido le echó barniz de uñas rosa a las teclas. Solo por eso se perdió la
oportunidad de ser su amiga, cuando él había pasado semanas intentando

hablarle sobre como ella era asombrosa. Dos años después fue que al fin le pudo
hablar sin que ella lo ignorara.

— Que interesante— aunque la mayoría de su respuesta suena a que le ha

parecido gracioso, hay otra parte que suena a que no puede creer lo que sus oídos

escuchan—. No me la imagino siendo tan mala.

—Así que no te preocupes. Al final, siempre entiende.

—En serio me gusta, solo que ella no lo ve así. No soy como ella cree.

—Lo sé, Luca. Solo dale tiempo y verás cómo todo cae en su lugar— le

aconsejo mientras me alejo nadando hacia detrás lentamente.

Xavier se encuentra nadando cerca, así que aprovecho y me sumerjo para tomar
sus piernas mientras está distraído y de espaldas a mí. Las mueve sorprendido y
se aleja mientras que salgo tosiendo al haber comenzado a reírme desde debajo

del agua.

Niega riendo cuando nota de quien se trata—: Ah, eres tú. Mi hermosa jefa.

A pesar de que es un comentario que sonrojaría a cualquiera, estoy acostumbrada


a él bromeando sobre mi aspecto porque así es él, coquetea con cualquier cosa
que se mueve.

— Xavier, no molestes.

— ¿Sabías que uno de mis colores favoritos es el negro?

— Xavier Higgons, basta—reprocho mientras le doy mi mirada más seria. Las


cosas entre nosotros quedaron bastante claras hace años, y no quiero que se cree

un malentendido de todo esto.

Observo los alrededores de la piscina para dar con los demás y mi inspección se

detiene cuando veo a Trinity coqueteando con Andrew. En esos momentos,

comienzo a creer que ella puede convertirse en un problema en mi plan. El de

ojos grisáceos sigue mi mirada y su mandíbula se tensa cuando ve la misma

escena que yo, y solo por eso, sé que quizás no fue la mejor opción juntarlos a
todos acá.

Sacudo mi cabeza apartando mi atención de la pareja y espero que nada en mi

rostro revele mis pensamientos—. ¿Quieres ir por algo de beber?

Asiente acompañándome a las escaleras para salir de la piscina y caminamos


hacia la cocina después de tomar toallas para secarnos.

Abro el refrigerador y tomo una botella de vino, totalmente lista para su reacción

—. ¿No crees que es temprano para eso?— se sienta en la barra de la cocina


mirando la botella en mi mano.

— Jamás es muy temprano— dejo la botella en la barra frente a él y luego saco


una taza de fresas que encuentro—. Además, no eres mi padre… Y creo que ni él
me daría esa mirada juzgadora.

— ¿Para qué son las fresas?

— ¿Jamás has probado las fresas con vino?— busco dos copas en los armarios

extendiendo las manos para alcanzarlas ya que estaban bastante alto.

— ¿Te ayudo ahí?— dice detrás de mí y escucho el sonido de su silla rodándose.

No necesitaba ni saber mi respuesta.

— No había notado que eras tan baja— sonríe alcanzándolas y dejándolas en

mis manos.

— No soy baja, tú eres muy alto— alzo un dedo como puedo y él se acerca un

poco más, dejándome entre la mesa de la cocina y su cuerpo.

Me mira a los ojos sin apartarse y pasa la palma de su mano por mi mejilla.

Trago saliva algo incomoda tratando de apartar la vista de él porque no sé cómo

llegamos a esta situación. Dejo mis manos a los lados de mi cuerpo, aun

sosteniendo los dos recipientes de vidrio, en vez de utilizarlas para apartarlo.


Escuchamos a alguien aproximarse a la cocina y nos separamos.

El camina hacia su antiguo puesto luciendo tranquilo, como si hace unos


segundos no hubiera vuelto todo más incómodo para ambos; mientras Luca entra
riéndose de algo que Claire le discutía.

— ¿Se van a embriagar tan temprano?— el deportista mira de uno a otro y luego
a la bebida alcohólica—. Si van a hacerlo, me uno a ustedes— se sienta en la
butaca al lado de mi amigo, y apoya los brazos en la barra esperando.

Acomodo las copas frente a ellos y abro la tapa de la bebida vertiéndola en

ambos vasos—. Ahora, tomen una fresa y cómanla pero no la traguen.

Ambos me miran con sospecha pero hacen lo que les digo sin protestar.

— Ahora, tomen— les señalo la bebida entusiasmada.

— Eso sabe delicioso— Luca es el primero en hablar comiendo más de la fresa y

volviendo a tomar del vino—. ¿Cómo?

— Fue una especie de experimento que hice en la universidad. Estaba aburrida y

era un viernes en la noche. Solo tenía vino y fresas, creo que fue un San

Valentín. Así que me pregunté cómo sabría y… ¡tada!

—No pensé que fueras una universitaria alcohólica.

—Y yo no pensé que eso importara— ruedo los ojos suspirando en su dirección

—. En realidad, no soy muy amante del alcohol. Pero una vez al año no hace

daño y no se trata de llegar al punto de la ebriedad extrema.

— Yo me voy a cambiar— informa la pelirroja alejándose de la cocina, aunque


no hubiera participado del experimento culinario.

— ¿Y entonces? ¿Les gustó?— apoyo los codos en la mesa a la expectativa de


opiniones aunque ya uno de ellos me ha dicho lo que piensa.

— Es inexplicable, pero creo que sí, es bueno.


— Bueno, creo que yo iré a tomar una ducha y a dormir un poco. Estoy algo
cansado de todo el viaje— informa el deportista, levantándose de su butaca y

sonriéndome—. Los veo en unas horas.

Asiento en su dirección mientras se aleja dejándonos de nuevo a los dos solos;

pero por suerte, el teléfono del hombre suena antes de que pueda hablar.

— Tengo que contestar— suspira mirando la pantalla viéndose serio de nuevo. A


pesar de que habíamos hablado de dejar el trabajo en la ciudad, él se negó a mi

petición y decidió que podría manejar ambas cosas.

Asiento tomando otra fresa viéndolo dirigirse afuera.

Parece que será una llamada larga así que aprovecho para ir a mi habitación y

ponerme algo de ropa seca. Tengo ganas de salir a caminar por la isla, y con
todos en su mundo, será más tranquila mi salida. Ya la casa comienza a

parecerme aburrida. Tomo lo primero que veo que tenga algún sentido y me lo

pongo saliendo de nuevo a la cocina y dejando todo en su lugar. Cuando el


refrigerador está abierto aprovecho y tomo una botella de jugo.

— ¿Me pasas una?— Trinity pide entrando a la cocina.

— Claro.

— Gracias— responde cuando le paso una y ocupa el taburete que el castaño


había ocupado un rato antes—. ¿Por qué me invitaste?

No sé porque no me sorprende su pregunta.


— Eres la novia de Andrew y no sé, me pareció que lo adecuado sería hacerlo—
abro el botellín y le doy un trago jugando con la tapa en mi mano libre—. Fue un

acto de cortesía.

— Sé lo que tratas de hacer— ríe secamente sorprendiéndome—. Tratas de

conquistar a Andrew. Todo esto es solo tu manera para quedarte con él.

— ¿Yo?— digo entre carcajadas porque es algo patético que en serio piense que
tengo ese tipo de intenciones con el aludido—. Él no me gusta en lo absoluto. Si

estuvieras bien informada sabrías la clase de relación que hay entre él y yo.

Comenzaré por el hecho de que somos contrincantes. No nos agradamos, ¿lo

entiendes?

— He visto cómo se miran. Sé que pasa algo entre ustedes. Aléjate de él.

— Déjame aclarar algo con la idea de que será la única vez que lo diré. Si le

hablo a Andrew Simurs es porque me veo obligada a hacerlo en algunas

situaciones. ¿Crees en serio que él es tan especial para merecerse mi atención?

— Eres una zorra, sé que pasa algo entre Xavier y tú siempre le sonríes a Luca y
ahora vas por mi Andrew.

— Primero, Xavier es mi mejor amigo, no ocurre nada más que eso. Segundo,
Luca es solo un amigo y la única razón por la que me llevo tan bien con él es
porque es agradable; además, a él le gusta Claire. Y tú deberías saber que es fácil

ser amiga con él, después de todo, pasas más tiempo con él. Tercero, te acabo de
decir que no hay nada de especial con tu novio.
— Entonces, ¿quieres hacerle daño?

— Mira, Trinity. No lo voy a repetir de nuevo y espero que entiendas— cruzo


los brazos sobre mi pecho—. Yo no siento nada por Andrew.

— Eso espero— menea su cabello mientras se da la vuelta para dirigirse al

pasillo que lleva a las habitaciones.

Por poco me rio en su cara del gesto. No era muy discreta cuando de gente
estúpida se trataba. Claire entra en la cocina cuando ella se va alejando y choca

su hombro con odio, dejando más en claro lo patética que es.

— ¿Que le dio ahora a esta?

— No lo sé.

— ¿Ahora qué harás?

— Planeaba salir a caminar por la isla.

— Te acompaño— abre el refrigerador y se hace con una soda—. Necesito aire

fresco urgente.

Ambas terminamos nuestra bebidas de pie en medio de la cocina, y cuando


hemos desechado los envases, señalo la puerta—: Adelante.

Claire entra primero en la selva que yo, por lo que tiene que detenerse por un

momento a esperarme—: ¿Te puedo pedir algo?

— Solo si no vuelves a dudar de que haría todo por ti. Y si no terminaré en la

policía por ayudarte— bromeo a pesar de que estoy bastante segura de que ella
nunca me pediría algo ilegal.

— No te preocupes, es legal— sonríe pero su sonrisa solo dura unos minutos


mientras piensa en lo que tiene por decir—. Lo que te pido es que por favor me

dejes encargarme sola del tema de Luca— mira al frente recogiéndose el cabello.

— Yo no hago nada… Bueno, quizás a veces le doy una mano pero es que no

puedo verlos separados. Sé que apenas lo conozco bien pero cuando los veo es
como que necesito que estén juntos. No puedes culparme porque pienso que te

haría realmente feliz.

— Solo júrame que ya no lo ayudarás, es todo lo que te pido.

Suspiro alzando la mano en modo de juramento—: Está bien. Yo, Katherine

Briden, juro que no ayudaré más a Luca aunque crea que es el hombre más
maravilloso en el mundo y que debería estar con Claire.

Suelta una carcajada que resuena a nuestro alrededor.

— Siento ser dura— se disculpa dándole un leve apretón a mi hombro—. Pero

en serio, puedo tomar mis propias decisiones.

—Lo sé y lo lamento. No pensé que te molestara tanto que velara por tu


felicidad.

— Exactamente es porque no me molesta— baja la mirada y un leve sonrojo le


da color a sus mejillas—. Verás, Luca es súper guapo y divertido. Tiene esa

sonrisa que me deja sin aliento y sonríe muy seguido, lo que me dice que tiene
un pensamiento optimista de la vida. Creo que me gusta. Y no es mala persona,
sin duda ya veo porque te agrada. Es amigable y siempre trata de subirles el

ánimo a todos.

— ¿Cuando? ¿Donde? ¿Qué?— grito emocionada cuando la escucho decirme

que todo este tiempo ha sentido algo por él.

— Espera…— ríe poniendo las manos en mis hombros para que me calme—.
Respira.

Tomo un respiro profundo y la miro.

Quiero gritar porque aún no me puedo creer que Claire estuviera pensando todas

esas cosas de Luca. Sin duda, es una muy buena actriz porque frente a él actúa

como si fuera la última persona en el mundo que quisiera ver.

— Lo que intento decir es que aunque sea un completo idiota y me saque de


quicio a veces, pienso en lo genial que sería que fuera mi idiota— su sonrojo

aumenta, haciendo difícil que pueda dejar de sonreír.

— Pensé que lo odiabas.

— Del odio al amor hay un solo paso.

— ¿Lo amas?

— No, aún no lo conozco lo suficiente para eso. Solo me gusta.

— Entonces si quieres intentarlo, ¿por qué te haces la difícil?

— Quiero ver su determinación. Si tanto me quiere, se esforzará.


— ¿Y dices que yo soy cruel? El pobre hombre está que se vuelve loco por tener
una charla normal contigo.

— Mira quien habla. Como si toda esta supuesta venganza contra Andrew no

tuviera otras intenciones.

— No me gusta— aseguro poniendo los ojos en blanco. Claire es una de las

personas a las cuales no les podría mentir si las veía a los ojos y temía que la
manera en la que me tensé al escuchar el nombre de Andrew diera indicios de

que iba a mentir. Aunque no era como si fuera a hacerlo, solo que era un tema

que no estaba cómoda de tocar en esos momentos. Él seguía sin agradarme—.

La única razón por la que siquiera lo soporto es que es un ser humano y además,

necesito ser “amigable” con él para llevar a cabo mi plan.

— Si, si, cierto— asiente haciendo notar que no me cree ni una sola palabra—.

¿Y qué me dices de Xavier, eh? ¿A él también lo tratas como a cualquier ser


humano?

— Xavier es diferente. Él es mi mejor amigo y además trabaja en la empresa

como mi asistente. Son dos cosas totalmente diferentes.

— Ustedes tuvieron una cita en la universidad. No hubieras accedido a menos

que te gustara por lo menos un poco.

— Fue solo una cita y no funcionó. Y si, en ese entonces me gustó porque no

puedo negar que es atractivo, pero el físico no hace relaciones reales.

— Katherine Briden, ¿cuándo serás sincera contigo misma?— suspira frustrada


alzando los brazos al cielo—. Te la pasas con la cabeza metida en el trabajo para
no tener que enfrentar lo personal. No recuerdo la última vez que te vi arreglarte

para salir con alguien.

— Claire D’Moon y Luca Sandino— finjo una sonrisa para ignorar su anterior

comentario ya que tenía algo de razón. Ni yo misma recordaba la última vez que
había ido en una cita real—. Suenan tan bien como para ponerlos en una tarjeta.

— Ja, ja. En serio, no sirve de nada que solo me ignores. Sé que escuchaste

perfectamente.

De repente se detiene frente a mí y casi hace que choquemos—: Claire, ¿qué

pasó?— la miro preocupada porque de repente se ha puesto pálida.

— Eso es…— señala un lugar a unos tres metros de nosotras donde se encuentra
una serpiente cascabel señalando con su lengua hacia nosotras.

— Necesito que te alejes caminando lentamente hacia atrás. Sin hacer ruido y

trata de pisar en lugares sin hojas o ramas secas— fijo la mirada en el reptil

decidida a no perder ni uno de sus movimientos de vista—. No muestres miedo


— susurro notando que está temblando—. Si haces lo que te digo, podremos
irnos.

— ¿Cómo sabes tanto de esto?— gira la cabeza solo un poco, y su voz aunque es
baja suena jadeante.

— En la secundaria enseñan sobre reptiles— me encojo de hombros esperando


que lo poco que recuerdo de eso y algunos programas que suelo ver de Animal
Planet, nos saquen de ese lio—. Pero deja de hablar y haz lo que te digo.

— Ok— toma un respiro profundo y da un paso hacia atrás.

— Claire, sé más silenciosa— no quito la mirada de la serpiente ni en uno solo


de sus movimientos y los nuestros—. Un paso en falso y terminarás con su

veneno en ti.

— No me mandes— gruñe por lo bajo mientras continuamos nuestra caminata


hacia detrás.

Tengo los músculos tensos porque hay momentos en el que el reptil da señales

de moverse pero jamás un poco más de unos milímetros. A veces la contraria

respira demasiado agitado y pienso que está a punto de desmayarse; lo que haría

mucho más difícil el alejarse del animal.

Cuando la distancia es más que segura, ya estamos cerca de la salida de los


árboles y algunos rayos del atardecer se filtran dándonos mayor visibilidad sobre

nuestro entorno. Miro a mi lado pero el color de Claire es más que obvio para

saber que aún sigue en shock. Mediante nos acercamos, las voces en la cabaña se
escuchan con mayor claridad.

— ¿Qué ocurrió?— mi mejor amigo levanta la vista del libro que lee en uno de
los sillones con severa concentración, mientras pasamos la puerta principal—.
Lucen pálidas.

— Había una cascabel— hago todo lo posible para que mi voz suene bien pero
hay un tono de nervios al fondo de toda mi seguridad.
Los ojos de Xavier vuelan inmediatamente por todo mi cuerpo en busca de una
herida. Al notar que todo ha sido solo un susto, me mira a los ojos—: ¿Que rayos

hacía una cascabel en el bosque?

— ¿Cascabel?— la profunda voz del sr. Canima retumba por el pasillo mientras

se acerca a la sala—. ¿En la isla? ¿Estás segura?

Asiento cerrando mi boca antes de que salga una respuesta cortante. Suelo
responder de mala gana cuando las personas hacen preguntas de las que estoy

totalmente segura.

— Que extraño— su esposa llama mi atención desde el sofá donde ve a la

pantalla de televisión—. Aquí no hay serpientes.

Había estado tan ocupada pensando en lo que había pasado que no noto que los
otros hombres están en el sofá concentrados en alguna clase de juego de

combate. Luca usa auriculares y mira la pantalla absorto mientras presiona

botones en su control. Andrew quizás solo evita la conversación a su alrededor.

— No están heridas, ¿cierto?— la señora mayor nos dedica una minuciosa


mirada maternal a pesar de que sabe que si algo pasara, alguna estaría viéndose
mal.

Niego.

— Mi Claire—el deportista se quita los auriculares mirando a mi amiga con

preocupación cuando por fin conecta la mirada con nosotras. Se levanta del sofá
dejando el juego a un lado y se acerca tomando la mano de la chica en la suya—.
¿Qué tienes?

Ella no reacciona y ni siquiera lo mira.

— Realmente es tiempo de superarlo— paso la mano por mi cabello frustrada.


Odio sentirme débil ante cualquier situación. Y aún más, no ser capaz de ayudar

a mi amiga a estar mejor—. Fue solo un susto, no nos pasó nada.

— Tienes razón, querida— el señor esboza una sonrisa tímida—. Sería bueno
que coman algo y vayan a descansar. Mañana me encargaré yo mismo de revisar

la isla con otros hombres.

Asiento sin siquiera mirarlo, solo sigo mirando a Claire, a la espera de cualquier

palabra.

— Le prepararé algo— su esposa se levanta del sofá y se dirige a la cocina con

total comodidad, y ahí es cuando recuerdo que a veces suelen pasar momentos
del año en este lugar—. Un té la relajara.

— Katherine, ¿me puedes explicar porque ella sigue así?— el tono de Luca es

recriminatorio como si de alguna manera yo tuviera la culpa.

— Es una larga historia; para resumir, le teme a los reptiles. Era un mal día
cuando comenzó a odiarlos y ella era pequeña.

Me da una mirada sin comprender mucho.

— Espero que hayan estado lo suficientemente lejos de ella— el que ha

permanecido callado se impulsa en el sofá para ponerse de pie frente a todos—.


Pobre serpiente al tener que lidiar con el veneno de Katherine— susurra para que

solo yo lo escuche. Y aunque sé que su comentario busca ser gracioso y subirme

el ánimo, no puedo más que fruncir el ceño molesta porque esté bromeando con

el mal rato que está teniendo la violinista.

— Oh, ahí estás— su mirada se dirige detrás de mí donde Trinity entra a la


cabaña.

Ambos se sonríen.

— ¿Qué ocurre?— su mirada viaja por toda la sala esperando que alguien le

explique lo que pasa.

— Una cascabel casi las ataca— Luca explica señalándonos.

— ¿Las cascabeles no viven en los desiertos?— teclea algunas cosas en su

teléfono distraída—. ¿Qué hacía una en la isla?

— Aun no lo sabemos— el sr. Canima responde notando que nadie más lo iba a
hacer ya que nadie más conoce el lugar como él; además de mi padre.— Esta

noche cierren todas las puertas y ventanas; solo por precaución.

— Mira, linda. Tomate esto— la esposa del hombre le entrega una taza de té a
Claire, quien la toma entre sus manos en completo silencio dándole sorbos

cortos—. Ahora iré a prepararles la cena— asiente volviendo a la cocina y


aunque quiero decirle que no se preocupe por nosotros, comprendo que lo hace

como una manera de alivianar el ambiente.


Luego de que la comida esté lista, nos sentamos a cenar en silencio. Luca no
despega su mirada de Claire y está casi no toca su comida. Trinity está absorta en

su teléfono y Andrew solo come mirando a algún lugar de la estancia. Xavier

trata de distraerme hablando de un mensaje que ha recibido de sus padres,


aunque no entiendo nada de lo que dice. La cena va en calma teniendo en cuenta

que los nervios están de punta. A la hora de ir a dormir, se cierran todas las
puertas y ventanas siguiendo los consejos del mayor.

Duro casi toda la noche mirando a un punto fijo del techo de la habitación sin

saber exactamente porque. Mi mente está en blanco, lo cual es perfecto para

conciliar el sueño pero cada vez que cierro los ojos me frustro dando vueltas en

la cama. No tengo ni un poco de sueño.

Alguien abre la puerta de mi habitación a eso de las tres de la madrugada


dejando que un hilillo de la luz del pasillo se filtre en ella. Contengo el aliento

asustada antes de notar mechones de cabello rojizo por la abertura.

— ¿Claire?— me siento en la cama tapando mis ojos de la luz—. ¿Qué haces


despierta a esta hora de la madrugada?

— ¿Puedo dormir contigo?—abre la puerta un poco más hasta que puede pasar

por ella sin ningún problema—. Realmente no he podido dormir nada— se


disculpa cerrándola.

— Claro que puedes dormir acá. Igualmente no he dormido nada.

— ¿Asustada?— se mete en la cama cuando le hago un espacio como cuando


éramos niñas.

— La verdad, no. Solo creo que no tengo sueño. Sabes que sufro de insomnio.

— Lo sé— suspira y se acuesta boca arriba—. Gracias por ayudar esta tarde.

— Claire, tenías que calmarte.

— Lo sé, solo recordé aquella vez en el zoológico y…

Tengo ganas de reír al recordar ese día, pero luego me acuerdo de porque para

ella no lo es.

— Duerme, ¿sí?

Asiente cerrando los ojos y en unos minutos su respiración se vuelve más

pausada.

Con Claire dormida y el resto de la casa en silencio, me quedo sentada mirando a

la ventana cerrada en la oscuridad hasta que se hace lo suficientemente tarde


para levantarme.


14
— Bueno, se está haciendo tarde para ir; ¿así que quienes vienen a bucear?—
Luca balbucea mientras se las arregla para devorar su desayuno lo más rápido

que puede. Esta mañana se ha levantado con la energía por los cielos y luciendo

más feliz de lo que alguna vez lo he visto.

Le doy un mordisco a la barra de cereal entre mis manos y asiento para darle a

entender que no me perderé de eso. Después de todo, yo también estoy

emocionada por sumergirme y explorar un poco.

—Nadie dijo que si o no, así que lo tomaré como que todos irán. No pueden

retractarse— señala con su cubierto a todos en la mesa.

— ¿Y qué encontraron sobre la serpiente?—el de ojos grisáceos interviene,

cambiando el tema a lo que todos queremos saber, mientras mira alrededor de la

mesa tomando de una enorme taza de café.

—El señor Canima aseguró que revisaron toda la isla y no encontraron más
serpientes además de la de ayer. La capturaron y la llevaron de vuelta a

Bahamas; lo más extraño de todo es que cuando la llevaron al refugio de


animales salvajes el dueño los acusó de haberla robado— junto mis cejas en un

leve fruncimiento porque eso tiene aún menos sentido. Aún si el reptil hubiera
logrado escapar, no habría podido recorrer la distancia hasta la isla nadando—.

Pero luego de una charla con él, le explicaron que el reptil solo había aparecido
acá. No le quedó más que creerle porque lo conoce y sabe que nunca haría algo
así.

Todos fijan su mirada en mí con la misma expresión confusa que debí haber

tenido cuando me lo explicó hace un par de horas.

— Lo que nos deja todo esto es que alguien trajo la serpiente acá; y si ese

alguien sabía que estábamos acá solo la dejó para hacernos daño. Es la única
hipótesis que hay. La policía parece estar investigando.

— Pero… ¿Quién querría hacernos daño?— Luca deja su plato a un lado sin una

sola sobra.

— Disculpen si soy así de sincera— interviene Trinity llamando la atención

sobre ella con un leve carraspeo—. Pero no buscan hacernos daño a todos; quien
sea la persona, no quiere atacarnos a nosotros sino a la única persona que es

seguro que esté en la isla.

— Gracias por tu inteligente intervención— aunque hago todo para sonar

convincente, sé que haberlo dicho entre dientes no lo es—. Casi suena como si
estuvieras segura de eso.

— Solo dije lo obvio. Y tampoco puedes hacerte la inocente, es claro que no eres
la persona favorita de algunos.

—Oh, pero mira quien ha decidido decir algo que claramente no me interesa.

—Solo intento ayudar. Es lo que pienso; tú deberías hacerlo más seguido.


— La verdad es que pienso bastante. No tengo un tinte barato que me afecte el
cerebro.

— Retráctate de eso— se levanta rodando la silla con fuerza y apoyando las

manos en la mesa.

— Jamás, antes muerta que retractarme ante ti.

— Chicas, basta— grita Andrew golpeando la mesa antes de que podamos decir
algo más. Por lo menos cuando lo hacen ambas lo fulminamos con la mirada, lo

que demuestra que eso es entre las dos—. Dejen las discusiones para otro día; lo

importante ahora no es eso….

— Si, él tiene razón, lo importante es enterarse de quien es el culpable de lo de

la serpiente— su mejor amigo concuerda con tono conciliador—. Así que


bájenle a las hormonas y dejen los gritos.

— Agh— bufo frustrada saliendo de la casa hacia la terraza trasera antes de

enojarme con alguien más.

Siento fiebre, náuseas y mareo; todo al mismo tiempo. No sé si se debe a lo


perturbada que estoy por la discusión o que quizás podría estarme enfermando.

Necesito tomar aire y hablar con alguien que no esté dentro de esa casa. Saco mi

teléfono y tecleo un mensaje a mi padre. Por muy tonto que parezca, él es el


único que me queda en estas situaciones.

Katherine Briden: Buenos días, papá. Estoy segura de que ya te habrán contado
del accidente con la cascabel; y me parece extraño que aún no hayas llamado
con ganas de acabar el mundo. De seguro estás muy ocupado. En fin, solo

quería saber cómo estabas. Yo estoy bien, pasaré esta mañana buceando en los

alrededores de la isla y llenándome los pulmones con aire limpio.

Guardo el teléfono esperando que mi mensaje no lo alerte demasiado. Sé cuántas


veces ha tenido que lidiar con mi mierda en estos años, pero aun así parece que

no puedo tomar decisiones cuerdas cuando me siento atacada de esta manera.

En los días en que aún me recuperaba del accidente solía repetirme una y otra

vez; “El día de hoy va a ser el mejor, igual que el de mañana”, solo para

mantenerme con fuerzas. Esos días fueron crudos porque sentía que no podía

confiar ni en mi misma porque no recordaba nada. Cuando la memoria volvió,

perdió su efecto.

Me acomodo en una de las tumbonas cerca a la piscina a esperar que mi mal


genio se disipe un poco para poder ir a cambiarme e ir a bucear. Estoy unos 20

minutos apreciando la vista y comprendo porque mi madre se enamoró de este


lugar. Claro que desde que ella había estado acá, muchas cosas habían cambiado.

Antes lucía más como una isla familiar y ahora tenía un aspecto muy homogéneo
ya que las fotografías familiares y los colores en las paredes habían sido
reemplazados con paredes blancas y decoraciones monocromáticas. Mi padre

había renunciado a venir hace mucho tiempo, así que no era necesario hacerlo
sentir como un hogar. Porque no lo era.
Luego de estirarme vuelvo dentro de la casa y camino a mi habitación sin
encontrarme con nadie hasta que entro a ella, donde Claire me espera sentada

con varios bañadores sobre la cama.

— ¿Crisis de ropa?— me apoyo en el marco de la puerta riendo.

— Si, esa es una parte. En realidad vine a ver como estabas, hace un rato saliste

muy alterada. Me preocupé un poco.

— Estoy bien, Claire. Ninguna persona, menos una pelirroja tinturada podrá

arruinarme el día.

— ¿Segura?

— Segura. Lo único que necesito ahora es disfrutar de mi viaje de cumpleaños

así que veamos cual te pondrás y luego a bucear.

Sé que entre todas las personas en el mundo, ella es una de las pocas que puede

saber cuándo mi sonrisa no es real; y justo ahora no lo es. Pero al igual sé que
me seguiría hasta ver que era una real. La verdad las cosas van bien, pero no

dejo de pensar en el hecho de que quizás alguien trata de lastimarme. Por lo que
sé no me he ganado el odio de nadie tanto como para que quiera atentar contra

mi vida.

— Iré a cambiarme— informa dirigiéndose al baño y cerrando la puerta con


seguro.
Salgo de la habitación después de encontrarme con nada que hacer y vuelvo a la
sala donde no me sorprendo al hallar a un muy emocionado Luca sentado en el

sofá y golpeando la mesa con el ritmo de la canción que debe estar escuchando

por sus auriculares.

Chasqueo los dedos frente a él para llamar su atención.

— “… She had the face of an angel smiling with sin. The body of Venus with
arms. Dealing with danger stroking my skin. Like a thunder and lightning storm.

It wasn’t the first, it wasn’t the last” — se levanta del sofá cantando a todo

pulmón y bailando a mi alrededor—. “…It wasn’t that she didn’t care…”—

mueve las caderas sonriendo por el ataque de risa que me ha dado solo con verlo.

— “…She wanted it hard, wanted it fast. She liked it done medium rare…”— me

le uno cantando y bailando por toda la sala—. “…Seems like a touch, a touch too

much…”.

Él se quita los auriculares dejando de cantar.

— Creo que me enamoré— bromea pellizcando mi mejilla—. Eres la primera


mujer que canta esa canción sin sentirse incomoda.

— Es AC/DC, ¿bromeas? La persona que no sepa quiénes son está viviendo en


el mundo equivocado.

— ¿Puedo abrazarte?— pone su mejor cara teatral.

— ¿Eh?— me encojo de hombros burlándome de lo gracioso de la situación.


— Igual lo haré— abre sus brazos tan grande como puede—. Ven, que el primo
Luca te quiere dar de su amor.

— ¿Primo?

— Está bien, ¿amigo?— alza una ceja estudiando mi expresión—. Solo ven a

abrazarme, es un momento sentimental entre fans.

— Bueno.

— Alto ahí— Andrew se posiciona en el medio deteniéndonos—. Si quieren

demostrarse esas cosas, háganlo en otro momento. Ahora vamos a la estúpida

excursión de buceo.

Ambos lo miramos en silencio.

— Fue su idea, ¿no? Si solo me invitaron para hacerme perder el tiempo,

hubieran ido solo los dos.

Estoy por soltarle una buena lista de insultos, pero Luca niega con la cabeza

pidiéndome que no empeore las cosas.

— Deberíamos ir, Luca— camino a su lado y lo tomo del brazo jalándolo a la


puerta, con la única intención de por lo menos frustrarlo en venganza.— No
quiero gruñones dañándome el ánimo— ruedo los ojos soltando un gran suspiro.

Asintiendo en mi dirección, el deportista decide seguirme fuera sin ningún


comentario, y de ahí caminamos al bote donde Trent y Tod terminan de arreglar

los últimos equipos de buceo. Luca permanece platicando con ellos acerca del
clima y la precipitación. Por mi lado subo al bote y me siento en una de las

esquinas esperando a que el resto lleguen, y disfrutando del olor salino del agua.

Los faltantes se presentan unos minutos después y para mi suerte y la de mi piel,

no dan vueltas antes de subir al bote. Cuando todos se han instalado, navegamos

por un cuarto de hora y nos detenemos en un lugar que luce perfecto para lo que
vamos a hacer. Cada quien toma su equipo de buceo y se lo acomoda.

— Antes de hacer esto…—el más alto junta sus manos, cambiando su tono a

uno de completa seriedad—. Por seguridad, ¿quiénes jamás en su vida han

buceado?

Como lo preví mi amiga levanta la mano tímida, lo cual es como la lotería para

Luca, por la manera en que una sonrisa juguetona se instala en su rostro.

—Seré tu maestro. No te preocupes, iremos a tu ritmo.

Ella rueda los ojos comprendiendo el doble sentido detrás de sus palabras.

— Bien, hora de irnos— digo para detener la posible lucha que parece comenzar

entre ellos—. No tenemos todo el día y es mejor apresurarnos— me acomodo las


gafas en su lugar, al igual que el snorkel y salto dentro del agua.

Salgo a la superficie para asegurarme de quien viene ahora, para no quedarme

sola ahí debajo. Luca tiene las manos entrelazadas con Claire mientras ella mira
al agua nerviosa. Se nota que piensa aprovechar todo contacto que ella le permita

mientras buceemos.
Me gusta Luca, no en una manera romántica; me gusta para Claire. Sus
anteriores parejas ni siquiera se hubieran molestado en pasar por un proceso de

conquista como el de él, esforzándose porque sabían lo mucho que ella lo valía.

Luca estaba dispuesto a todo por ella, lo podía ver en el brillo que adquirían sus
ojos cuando la veía. La miraba diferente a todas las mujeres, casi podía creer que

la veía como una deidad.

Le sonrío a Xavier que me guiña un ojo antes de lanzarse y me sumerjo para


comenzar a descender. Al principio el agua es clara por los rayos del sol y a

medida que desciendo se vuelve más oscuro y helado, el ambiente. Doy un

vistazo hacia abajo y se me revuelve el estómago. Me toma un momento

recomponerme y seguir descendiendo para disfrutar más de cerca de los peces

que nadan a unos metros. A mí alrededor todo es color y escamas. Xavier me

busca con la mirada y al verme se acerca al igual que Andrew que esta unos

metros más cerca. Trinity toma el cable de retorno con fuerza descendiendo; si
no hubiéramos estado bajo el agua probablemente me estaría riendo de ella.

Luca lleva a Claire con cuidado a unos 5 metros encima de nosotros.

Cansada de tenerlos tan cerca me alejo un poco del grupo en busca de algo de

soledad para disfrutar bien de todo. Me detengo cuando llevo alrededor de 15


metros de descenso desde la superficie ya que me siento mareada, busco algo de

ayuda del resto pero están demasiado lejos como para poder llegar a ellos y aún
más salir a tomar aire. La presión creciente en mi pecho solo señala que me

estoy quedando sin aire así que luchar contra ello no tiene sentido mientras en
vez de ascender, mi cuerpo parece ser jalado hacia abajo. Trato de luchar contra
la sujeción pero mi falta de fuerzas por el poco aire en mis pulmones hace todo

más difícil y me es imposible siquiera mantener los ojos abiertos.

● ● ●

Lo primero que noto al despertar es el movimiento de mi cuerpo hacia un lado

en un ritmo constante por lo que supongo que he de estar sobre tierra. Abro los
ojos lentamente y en cuanto la luz choca con ellos, los tapo con una mano

dándole un poco de sentido al porqué de mi movimiento. Puedo sentir el

contacto de piel contra mi espalda y algo rozando contra la arena, aunque estoy

segura que estoy a por lo menos un metro sobre ella. Aparto un poco la mano y

los plomizos ojos de Xavier me devuelven la mirada mientras me carga

llevándome a algún lugar.

— ¿Qué fue lo que pasó?—cuestiono con poco aliento en un susurro. Hasta


hablar en el tono más bajo es como si frotaran sal en mi garganta.

— ¿No lo recuerdas?— me mira serio y un musculo en su mandíbula salta

cuando parece encajarla aún más—. Por poco mueres ahogada. Debes tener muy
mala suerte en estos días porque has estado en peligro de muerte en las últimas

24 horas— sube las escaleras que dan al porche de la cabaña hablando en tono
preocupado—. No sé qué está pasando pero hasta entonces, creo que tendrás que

encerrarte en tu habitación.

— ¿Dónde están todos?— trato de mirar alrededor pero hasta moverme un poco,
es doloroso.

— Vienen detrás de nosotros, tranquila— entra en la cabaña girándose a ver por


dónde van los demás, para acto seguido, dejarme sobre el sofá de la sala—. Son

demasiado lentos.

Le agradezco con una media sonrisa y lo dejo ayudarme a acomodar un cojín en

mi cabeza.

— ¿Cómo te sientes?— toma mi mano sentado en el borde del mueble

apartando mi cabello mojado de mi rostro. Aun lleva el traje de buceo puesto y

gotas de agua bajan por su rostro y gotean de su cabello.

— Solo un poco débil y confundida— miro mi propio cuerpo percatándome de

que solo llevo el traje de buceo hasta las caderas. La parte de arriba de mi
bañador está a la vista así que me apresuro a tomar una almohada para taparme,

lo que lo hace reír levemente—. Pero estaré bien.

— Estaba demasiado preocupado— se tapa el rostro con ambas manos

agachando la cabeza.— Cuando no despertabas hace un rato… me asusté, pensé


que… no— angustiado sigue susurrando un parloteo inentendible.

— No te preocupes, estaré bien— a pesar de que él espera que me recueste a


descansar, me acomodo en el sofá hasta quedar sentada. Por muy mal que esté
sintiéndome, no puedo dejar que él se sienta así. Por lo que con esfuerzo me

siento a su lado y pongo una mano en su hombro para reconfortarlo—. ¿En serio
crees que sería tan fácil zafarse de mí?— bromeo tratando de subirle el ánimo
aunque por dentro me preocupo al pensar que por segunda vez en dos días he

estado en peligro.

— No, basta de bromear— rodea mi muñeca con su mano y levanta la vista a

mis ojos—. Volveremos a Nueva York hoy mismo, no dejaré que nada más te

ocurra; aún si te tengo que encerrar con llave en tu habitación— ordena firme
—. Y no me importa que tenga que llevarte a la fuerza y amarrarte al asiento del

avión, hoy mismo nos vamos.

Ruedo los ojos enojada porque en serio piense que soy así de débil. No lo

necesito preocupándose por mí, cuando yo sola soy suficiente para darle vueltas

a eso. Ya ni siquiera está en duda de que tengo la peor de las suertes en estos

días.

— Katherine Sophia Briden Prine—Claire entra hecha una furia diciendo mi

nombre entre gritos mientas pelea contra las lágrimas saliendo de sus ojos—. Te
odio, te odio, te odio— me señala con enojo—. ¿No te dije que no te atrevieras a

alejarte de mí?

— Calma, Claire— la detengo alzando ambas manos con una mueca—. Ven acá
— extiendo mis brazos y ella se sienta a mi otro lado dándome un fuerte abrazo,

del cual me quejaría de no ser porque el gesto parece calmarla mientras saca
todas las lágrimas que puede en mi hombro—. Estoy bien, Claire. Solo fue una

tontería.

Miro la entrada esperando que ella se calme y usándolo como una excusa para
no quejarme por la fuerza que está poniendo en ese abrazo.

— Ey, Briden— Luca alza la barbilla en saludo—. Nos diste un susto de muerte,
chica. Por poco tuve que buscarme otra amiga millonaria que me llevara de viaje

en su cumpleaños— a pesar de que el comentario busca ser una broma para

hacerme reír, puedo notar que lo que ha pasado lo ha puesto incómodo.

— Lo siento— me disculpo. Siento que debo decirlo hasta cansarme porque les
he arruinado todo lo de bucear cuando lo estaban pasando tan bien—. Aun no sé

cómo ocurrió.

— Siempre hay una primera vez para todo— se contonea la pelirroja entrando y

caminando directo al pasillo que da a las habitaciones—. Al final de la historia,

las brujas mueren.

— Tod y Trein están revisando el equipo para ver si hay alguna falla— Luca

frunce el ceño dejando pasar el comentario y volviendo su atención a mí—.

Igual creo que lo mejor sería que permanezcamos acá por ahora.

Asiento.

— Katherine— al fin mi amiga deja de llorar y habla entre hipidos—. No lo

vuelvas a hacer, como me entere de que vuelve a pasar algo así te amarro a mí
para que nada malo te pase, ¿entendido?— se seca las lágrimas.

— Claire… Estoy bien. En serio, no tienes por qué ponerte así. ¿Por qué no

mejor me ayudas a llegar a mi habitación para tomar un baño? Siento todo la sal
del océano en mi piel y pica.
Ella se apresura a servirme de apoyo en el camino hasta mi habitación y me deja
para que pueda ducharme en paz y cambiarme a ropa cómoda. Me ruega que

tome una siesta pero la detengo antes de que comience a hacer pucheros y pueda

convencerme. No iba a tomar una siesta con todo lo que estaba pasando.
Necesitaba averiguar qué era lo que ocurría lo más pronto posible.

Al estar en la ducha me deshago del traje de buceo y mi bañador mientras trato

de recordar cómo me había quedado sin aire; el tanque tenía casi el doble de lo
que necesitaba así que no era por falta de oxígeno. Me meto bajo la caída de

agua frotándome el rostro y haciendo gárgaras con el agua detestando el sabor a

sal en mi garganta y boca. Cuando el agua caliente se acaba decido salir y

encontrar algo en lo que mantener mi cabeza ocupada. Lo más lógico sería

intentar contactar a mis guardaespaldas para saber si tienen alguna noticia, pero

estoy segura que solo les estorbaría. Me envuelvo en una toalla y me pongo algo

de ropa cómoda y me miro al espejo, intentando asimilar el desastre que es mi


cabello después de un rato bajo el agua salada. La única solución a eso, me toma

por lo menos 20 minutos, que es desenredarlo y dejarlo secar suelto.

Salgo a la sala que raramente se encuentra a solas ya que de seguro todos han

decidido ir a descansar un rato. Tod deambula por el patio trasero sosteniendo


una conversación telefónica con alguien y al verme me señala que necesita

hablar conmigo. Espero hasta que cuelga la llamada para ir en su encuentro.

— Señorita, acabo de colgar con su padre— informa tratando de parecer serio


pero su tensión puede decirme que está preocupado por algo—. Nos pidió que le

informáramos que mañana la espera de vuelta.

— Entiendo. ¿Algo más?

— El equipo de buceo fue enviado a revisión y hace poco me informaron que

podría tratarse de un defecto en su tanque. Existía un orificio casi imperceptible

en la parte baja del contenedor, por eso perdió el oxígeno con tanta rapidez.

— Pensé que era de un contacto seguro. Jamás se había presentado ese

inconveniente.

— El equipo fue enviado directamente acá por el proveedor por lo que tuvo que

ser un error de ellos. Aunque aún están revisándolo.

— Cuando tengan nuevas noticias, infórmenme inmediatamente. ¿Y podrían por

favor arreglar el vuelo para mañana temprano?

— No hay problema. Ahora, si me disculpa— pone las manos en su espalda y


con una sonrisa se dirige al interior de la edificación.

Mi teléfono suena con una llamada entrante y espero un momento hasta que no
escucho más los pasos del hombre con él que acabo de sostener una
conversación, antes de descolgar la llamada y preparándome para la

conversación que tendría con mi padre.

— ¿Papá?

— Katherine, que bueno es escucharte— responde más que aliviado soltando


una respiración contenida—. Me contaron hace poco lo que pasó. ¿Estás bien?

— Sí, estoy bien, solo fue un susto— le quito importancia porque un solo indicio
de encontrarme mal para él significaría algo enorme—. ¿Tú cómo has estado?

— Estoy por entrar a la oficina, hubo una emergencia.

— ¿Que? ¿Es algo malo?

— No, es controlable. Solo me encargaré de arreglar algunas cosas y todo estará

mejor. Fue un problema pequeño con un envío a Alemania.

— Entonces, esta llamada no hace más que retrasarte. ¿Hablamos mañana

cuando llegue? Deberías entrar y ver qué fue lo que pasó.

— Nada es más importante que mi hija, pero como te conozco y sé que colgarás,

me despido.

— Adiós, papá.

— Te quiero, bebé. Adiós.

Cuelgo la llamada y pongo las manos sobre mi vientre intentando mantener mis

emociones juntas. No necesito ponerme llorona en estos momentos, necesito ser


fuerte. Sin importar nada, tengo que mantenerme firme.

A lo lejos diviso el pequeño muelle donde solían atracarse los botes, pero que

dejó de funcionar hace muchos años por la poca concurrencia de la isla, y


recorro la distancia hasta él intentando no ser muy ruidosa en mi llegada, para no

asustar a quien se sienta en él—. ¿Así que aquí estabas?— me siento a su lado,
dejando a mis pies en el aire sin mirarlo y en vez de eso dedico mi mirada sobre
la inmensidad del agua frente a nosotros.

— ¿Todo mejor?— gira a verme como si mi llegada no le importara—. Estás

respirando— vuelve la vista al océano hablando con la misma monotonía que la

de la frase anterior.

— Gracias por salvarme— me arriesgo a decir.

Su expresión pasa de la plenitud a la sorpresa.

— ¿Cómo lo sabes?

— Que haya estado desmayada por un tiempo no quiere decir que lo estuve

siempre.

— Pensé que lo estabas.

— Bueno, no lo estaba. Quería darte las gracias por eso, ya sabes, que me

prestaras de tu oxígeno y expulsaras el agua de mis pulmones. No puedo creer

que agradezca porque me diste respiración de boca a boca— niego riendo bajo

por lo loco que suena eso.

— No fue nada.

— Por cierto, no te atrevas a poner tu sucia boca sobre la mía de nuevo— alzo
una de las comisuras de mi boca en una sonrisa, a pesar de que estoy hablando
muy en serio—. No me interesa si solo quieres realizar una buena acción.

— Sí que eres un caso— ríe secamente.


— ¿Acaso te estás riendo de mí?

— Olvídalo— mueve la mano en el aire queriendo terminar el tema.

— Dime.

— Solo pensaba en que es irónico que es la única manera de verte indefensa. Fue
lo mismo que con el accidente, estás siendo amable conmigo; y jamás en tu sano

juicio dejarías que te besara.

— Posiblemente te hubiera insultado e incluso terminarías con un par de

rasguños— eso trae unas risas a mí, de solo imaginarme de lo divertido que

habría sido eso—. Fuera como fuera, no hubieras tenido un buen final.

— Pensé que eras experta buceando— mira el cielo—. Deberías avergonzarte de

que yo haya sido tu príncipe azul y te haya rescatado.

Lo golpeo en el hombro.

— Aun hay algo que no entiendo. Si tú me sacaste del agua, ¿por qué estaba en

los brazos de Xavier cuando recuperé el conocimiento por completo?

— Digamos que él te tomó en sus brazos cuando llegamos. Tenía una mirada de
loco mientras te cargaba. Me alejé en cuanto lo vi tan alterado.

— ¿Qué has hecho todo este tiempo? No has ido a la casa desde que llegamos—
ni siquiera puede negarlo porque aún tiene el traje de buceo puesto—. ¿Pasa algo
malo?

— La verdad no podía ir por ti. No podía verte.


— ¿Por qué?— pregunto enojada sacando miles de conclusiones mientras me
levanto para alejarme de ahí antes de terminar lanzándolo al agua—. Entiendo

que no soy exactamente con quien quieras hablar pero, ¿acaso soy tan irritante?

— No, espera— toma mi mano deteniéndome de caminar lejos—. Estaba

demasiado preocupado por ti y yo solo…

— ¿Qué? ¿Tú solo que…?

Resopla levantándose y poniéndose frente a mí para tomar mi otra mano.

— Pensé que no volvería a ver el brillo de tus ojos al retarme, o escuchar tu risa

cuando algo bueno ocurría, o verte gritarme e insultarme sin razón; cada vez que

te enfadas frunces la nariz de una manera muy graciosa— me mira fijamente

como estudiando mi reacción para poder seguir.— Aunque me odies, si, tú eres
quien me odia; y siempre estemos discutiendo no soportaría no volver a verte

porque ya haces parte de mi vida, Katherine— me acerca a él para darme un

abrazo—. De una extraña manera eres una parte importante de mi vida, jamás
me serías irritante.

— ¿Qué haces?— dejo los brazos a cada lado de mi cuerpo, incomoda con el
gesto que nunca creí recibir de él.

— No dañes el momento, tonta. A esto se le llama abrazo, pones tus brazos


alrededor de la persona y luego te separas de ella.

— Sé que es un abrazo, solo que…— busco por una excusa convincente pero al
ver que no piensa rendirse, le devuelvo el gesto.
— Por cierto, no sabía que tenías tan buen trasero— susurra en el hueco de mi
cuello dejándome ir.

Lo siguiente es que lo estoy persiguiendo por toda la playa quejándome por el

contacto de mis pies descalzos con la arena caliente. El huye con facilidad

riéndose por toda la lista de insultos que le estoy lanzando. Su risa me enoja aún
más. ¿Cómo podía esto parecerle gracioso? Y pensar que por poco comenzaba a

agradarme.

— Detente, Simurs. Deja de ser tan cobarde— grito sin dejar de seguirlo—. Sé

un hombre.

— Sino lo fuera no me moriría por tocar ese lindo trasero tuyo— se gira

corriendo hacia atrás para burlarse en mi cara y cae a la arena perdiendo el

equilibrio.

Enojada me dispongo a golpearlo mientras se ríe por lo absurdo de su caída.

— Me rindo, me rindo— alcanza a decir entre risas protegiéndose con las manos

antes de que pueda hacer algo en su contra—. Tú ganas.

— No te atrevas a mencionar una palabra con respecto a mi cuerpo. Es que

debería golpearte aquí mismo.

— Solo relájate— se burla más alto con la sola intención de provocarme—.


Respira primero, tienes la cara roja de tanto retener el aire. Y lo prometo, no

volveré a hablar de tu perfecto trasero. A menos que tú quieras…


— Agh, deja eso ya—furiosa comienzo a golpearlo con los puños sin mucha
fuerza, ya que él siempre está ahí para detener mis ataques—. Vas a morir, idiota.

Mientras trata de protegerse de mis golpes tirado en la arena, toma mis muñecas

con fuerza deteniéndome y jalándome a ella con él. Se pone sobre mí

manteniendo mis muñecas sobre mi cabeza y mirándome a los ojos sin dejarme
ir.

Trato de zafarme de su agarre pero entre más fuerza hago en su contra para

soltarme, más presión aplica en mis muñecas.

Se acerca a mi rostro observándolo detalladamente.

— Me encantan tus ojos— susurra concentrado en ellos y luciendo como si esa

cercanía es normal entre nosotros—. Tienen un lindo brillo.

— Si, son hermosos— suspiro rindiéndome mientras le devuelvo la mirada


negándome a rendirme ante él. Sus ojos son lindos, no lo había notado antes.

Tienen un tono azul apagado que aun con su tono oscuro brillan con naturalidad

—. Andrew, por favor, suéltame. Tu juego no está teniendo efecto.

Una sonrisa de victoria comienza a cruzar su rostro pero en cuanto mira hacia la

cabaña, su cara cambia por completo. Encaja su mandíbula diciendo algo entre
dientes y se levanta ofreciéndome la mano—: Creo que deberíamos ir dentro,
hace demasiado sol.

Me siento en la arena y sigo su mirada encontrándome con una muy furiosa


Trinity que nos observa a la distancia. Vuelvo a observarlo y tomo su mano
levantándome y soltándola en el momento en que estoy de pie. Me dispongo a
caminar más rápido que él porque de alguna manera no quiero estar cerca en

esos momentos. Algo me molesta y no sé qué es.

Por un momento, había olvidado lo caliente que estaba la arena y marcho hacia

la cabaña deteniéndome solo para subir las escaleras del porche limpiando mi
espalda y cabello hasta donde alcanzo.

— Lo disfrutaste, ¿no?— dice la pelirroja en cuanto paso por su lado—. Parece

que después de todo, yo tenía razón. Si sientes cosas por él.

La ignoro continuando con mi camino dentro de la cabaña aliviada de hallarme

con que Claire está en la sala.

— ¿Dónde has estado? Por poco salgo a buscarte.

— Salimos—Luca se asoma desde la cocina alzando una mano para dejar en


claro su participación.

— Estaba en la playa. ¿Y ustedes que hacen?— alzo una ceja al notar lo

amigables que están entre ellos. Por lo que sabía, la mujer no había dado su
brazo a torcer aún. A pesar de que me había confirmado que sentía cosas por él.

— Discutimos acerca de música. Luca dice que prefiere la música actual ya que

tiene mayor aceptación entre las personas de nuestra edad. Y yo estoy diciéndole
que esos son solo datos poblacionales y que la música clásica es más limpia.

— Apoyo a Claire, sin duda, prefiero la clásica; y si lo piensas que sería de la


música actual sin la clásica.

— No me refiero a que la actual sea mejor o que la clásica sea mejor. Me gusta
escuchar ambas. Lo que defiendo es que si le preguntas a la población tomarán

la música actual ya que hay más gente que la escucha. Además, ¿qué fin habría

en poner a Chopin para mis actuaciones?

— Buen punto— pongo un dedo en mi barbilla pensativa—. Pero creo que sigo
con Claire. Lo siento, Luca; pero amistad es amistad.

— Debí invitar a Andrew— bufa ofendido—. La próxima vez que desee retarlas

necesitaré apoyo.

— Por cierto, mañana nos devolvemos a Nueva York.

— ¿Por qué? Es tu cumpleaños— protesta Claire en desacuerdo. Sé que desea

quedarse un poco más de tiempo antes de volver, pero si nos quedamos otro
tiempo más, no sé qué podría pasar—. Prometiste no estar trabajando ese día, y

como te conozco sé que solo irías a la ciudad de repente por trabajo.

— Claire, por favor. Solo empaca tus cosas. Si te quieres quedar lo entenderé,
pero mañana mismo me devuelvo allá. Y no, no es por trabajo.

— Está bien, iré contigo. Pero solo porque necesito mantenerte fuera de un

escritorio por lo menos el día de tu cumpleaños. Volvemos pero no quiero ni


siquiera que pienses en trabajar.

No tengo que esperar una respuesta de Luca porque sé que fuera donde fuera, él
la seguiría.

— ¿Y cómo te sientes?— la expresión de Claire se suaviza en segundos—. ¿Te


duele algo?

— Estoy perfecta— aseguro sincera.

— ¿No te han informado nada de lo que pudo haber pasado?— Luca junta sus

manos y se acerca a la sala para dejarse caer en uno de los sillones.

— Parece ser solo un error del proveedor— aunque esa respuesta no me parece

para nada convincente, es la única que podía calmarlos ahora, así que decido

hacerla mi verdad por el momento—. Supongo que a cualquiera le puede pasar.

— Lo bueno es que ya todo pasó y estás bien— Luca luce pensativo; como si no

se creyera ni una palabra—. ¿Segura de que no necesitas un doctor?

Asiento mirando la pantalla de mi teléfono para evadir tener que hablar. Mi voz

no debe ser la más convincente.

— ¿Y qué tal fue tu primera vez buceando?— cambio la atención a Claire

porque sé que por suerte ella si me ha creído—. ¿Luca fue buen maestro?

— Tengo que admitirlo, es bueno enseñando. Descendí solo 10 metros, la


próxima vez quiero descender un poco más.

— La isla está a tu disposición cuando quieras— la miro feliz al ver que no fue
del todo un mal día y señalo a Luca—. Me refiero, cuando ambos quieran. Solo

avísenme y la tendrán el tiempo que necesiten.


— ¿Saben que deberíamos hacer? Llevamos tiempo en una isla y aún no hemos
jugado voleibol playa.

— Tienes razón— le doy un punto. Era totalmente cierto, no sabía ni cómo era

posible que no se me hubiera pasado por la cabeza—. Suena interesante, pero

necesitamos más personas.

— ¿No me ves capaz de derrotarlas a ambas?

— En realidad porque sé que nos derrotarías, lo estoy diciendo.

— Entonces invitemos a los demás.

— Por cierto, ¿dónde están?— mi amiga mira alrededor buscándolos, y ya que

llevamos unos minutos ahí, no sabemos dónde están los tres faltantes.

— Andrew estaba en la playa la última vez que lo vi— Trinity entra por la puerta

fulminándome con la mirada—. ¿No es cierto, Katherine?

La ignoré sin devolverle ninguna mirada.

— Creo que Xavier está afuera hablando por teléfono— me levanto del sofá

cuando noto la mata de cabello castaño en el lado más alejado de la piscina—.


Iré a buscarlo. Nos vemos en la playa, ¿de acuerdo?

— Hay algo que no entiendo y es porque siempre se la pasa ocupado; me refiero,


eres la vicepresidenta y aun así no te veo tan ocupada.

— Quizás no esté ocupado con trabajo— me encojo de hombros porque es una

pregunta que me hago todos los días—. Algo me dice que quizás se trata de un
romance con alguien de la empresa. Es su vida, sus asuntos. Lo mejor será que
vaya a buscarlo— señalo las puertas que dan a la piscina disculpándome por

tener que irme tan rápido—. Los veo en unos minutos.

Salgo al patio trasero donde está la piscina y con la intensidad del sol a esta hora

es inútil no cegarse con la luz, así que en cuanto salgo pongo una mano sobre
mis ojos intentando no perder de vista el camino frente a mí.

El hombre reposa en una de las sillas de sol del otro lado de la piscina vestido

con unos jeans, una camisa desabotonada y sus lentes de sol. Sus pies se

encuentran descalzos y sostiene el teléfono en su oreja ajeno a mi presencia.

— Hey, Higgons— la mención de su apellido hace que por fin me mire sin

abandonar la conversación telefónica y se ponga de pie—. Cuelga o lanzaré tu

teléfono por un risco.

En cuanto estoy cerca de él trato de quitarle el teléfono cuando está

desprevenido pero su estatura hace que sea un fracaso, teniéndome detrás de él


por un buen rato mientras intento tomar el dispositivo móvil. No es hasta que se

detiene cometiendo el error de creer que he desistido, que me puedo hacer con el
aparato y comienzo a correr segura de que él no se va a dejar de perseguirme

hasta que se lo devuelva.

— Katherine, es un socio importante de la empresa— dice mientras rodeamos el

borde de la piscina corriendo.

— Ah, sí, hola— contesto casi sin aliento de tanto correr pero sin dejar de
hacerlo escuchando los pasos detrás de mí—. El señor Higgons se encuentra

demasiado ocupado en estos momentos y le devolverá la llamada luego— cuelgo

sonriendo victoriosa sin esperar una respuesta en el otro lado de la línea.

— Devuélvemelo— protesta alargando su mano con el ceño fruncido cuando no

tiene más razón seguir corriendo—. Puedo considerar eso como robo de
propiedad privada.

—Mira como tiemblo por tus amenazas— le saco la lengua burlona—. La última

vez te divertías, no eras este viejo quejumbroso.

—Katherine Sophia Briden Prine, devuélveme el maldito aparato. Prometo no

hacer llamadas — me alcanza agarrando mi codo y girándome. Lo cual no

termina siendo una buena idea después de todo. Su rápido agarre provoca que

me tambalee en el borde y esté a punto de caer en el agua, al estar sujetándome

con solo la mitad de la superficie de mis pies. Por otro lado, si no hubiera
decidido sujetarme otra sería la historia de su teléfono y de mí. Pensándolo bien,

estuve a punto de abrir la boca para hacer una broma sobre lo torpe que era
cuando presiona sus labios contra los míos, tomándome por sorpresa. Después se

aleja y me jala hacia piso firme a salvo del borde de la piscina. Lo miro y la
única respuesta que le puedo dar en esos momentos es una bofetada y alejarme
avergonzada.

Xavier es mi mejor amigo, los mejores amigos no besan a sus mejores amigas. Y
a pesar de que sabía la clase de sentimientos que tenía por mí, hace mucho
tiempo que le había comentado la poca posibilidad de algo entre nosotros.

Incluso en el pasado, había sido un acuerdo de no traer esas cosas a nuestra

amistad. No podía verlo de esa manera, aunque fuera totalmente apuesto, no era

más que mi amigo. Nada más. Así me gustaban las cosas.

Camino de vuelta dentro de la vivienda y la cruzo hasta el otro extremo de ese


lado, que es la playa frente a la puerta principal donde el resto del grupo habla en

voz alta.

—Oh, ahí estás— mi mejor amiga juega con el balón, dándole leves golpes con

las muñecas para mantenerlo en el aire—. ¿Dónde está Xavier? Pensé que dijiste

que lo invitarías a jugar.

—Quizás no está acá porque no quiso— me encojo de hombros acercándome a

la cancha improvisada—. Creo que es la explicación obvia.

—No lo creo. Él jamás dice no a algo que tú le pidas, pero te creeré esta vez.

—Está hablando por teléfono— alzo las manos a la defensiva—. Deberíamos

empezar a jugar ya mismo.

—Aún falta Trinity—Luca toma el balón produciendo un grito exasperado de mi

mejor amiga que se había estado entreteniendo con él—. Pero supongo vendrá
en un momento, fue a buscarlos porque se demoraban demasiado. Le insistí que
no era necesario porque quizás querían estar solos— le da un par de codazos a la

pequeña pelirroja para que apoye su idea pero esta lo mira confusa—. Pero ya
sabes cómo es de terca.
No, no lo sabía.

—¿Pensaban comenzar sin nosotros?— la voz de la aludida no demora en llegar


segundos después mientras baja las escaleras a la playa acompañada de mi

amigo y claro, una sonrisa de oreja a oreja que no me da buena espina—. Ahora

si estamos todos.

—No sé si no te enseñaron a contar pero somos 5— ruedo los ojos hacia ella
cruzando mis brazos preparada para cualquier cosa que tenga por decir—. No

puede haber equipos desiguales.

—Sabía que dirías eso— su sonrisa se ensancha más mientras llama a su novio a

gritos alegres. El hombre se levanta de su lugar en la playa sin mucho ánimo y

camina hacia nuestro grupo evitando mi mirada—. Ahora que le he demostrado

a Katherine que mis títulos los obtuve limpiamente, propongo que los equipos

sean: Xavier, Claire y Katherine; y Luca, Andrew y yo. Es una idea, si alguien
no está de acuerdo, soy toda oídos.

—Solo juguemos— tomo el balón de las manos de Luca y camino a un lado de

la cancha para tomar una posición estratégica. Alzo ambas cejas esperando que
hagan lo mismo y comienzo el juego lanzando la pelota al aire con un saque

limpio.

Tengo que admitir que Claire y Xavier juegan bien, al igual que los demás.

Claire lanza un golpe imposible de atajar pero Trinity se lanza en la arena y lo


detiene de dar contra el piso lanzándolo en otra dirección. Todos la miramos
asombrados, sobre todo por la manera en la que su ropa queda sucia de arena y
parece tener un par de raspaduras en los codos. Después Andrew dirige su tiro al

rostro de Xavier pero sospechando sus intenciones, el otro lo detiene a tiempo.

Andrew le dedica una mirada de enojo. Es mi turno y sé que debo darlo todo,
lanzo un tiro alto pero Trinity lo detiene, Claire responde, Luca la devuelve a

nuestro lado con un pase a Andrew, este la lanza y respondo por poco enviándola
hacia ellos. Tanto la pelirroja del otro equipo como su novio van a por ella,

chocando y provocando que la pelota caiga unos centímetros frente a ellos,

dándole un punto a mi equipo.

La mujer dirige un puchero enojado en dirección al castaño mientras ambos se

levantan de la arena. Cuando él no parece reaccionar a su gesto, camina a la

línea que separa ambos lados de la cancha improvisada y me acerco también al

lugar al notar que es conmigo con quien quiere hablar.

—Hagamos esto más interesante. Uno a uno. Quien anote primero gana el

partido.

—Propones que nos enfrentemos tú y yo, ¿o me equivoco?

—Claro. Y eso dejaría a tu amiga con Luca, y Xavier y Andrew. Estoy segura

que ese último partido será todo un espectáculo.

—Es injusto, Claire es mujer y Luca hombre. Además de que él cuenta con

mayores aptitudes deportivas. Tienes problemas con temas de equidad, con razón
no le aportas mucho conocimiento a tu trabajo.
Andrew parece notar la tensión entre ambas porque se acerca y dice—: No se
enreden, yo me enfrentaré a Katherine. Es lo que solemos hacer en nuestro día a

día, una vez más no es nada.

La fémina lo mira herida.

—Vamos, Try, sabes que no la dejaré ganar.

—Está bien— acepta ella mirándolo ceñuda—. Xavier contra mí.

—Bueno, eso quiere decir que vamos primero Claire y yo— no me doy cuenta el

momento en que Luca se nos une, al igual que los otros dos—. Siento decirlo así

de franco, pero jamás pierdo en los deportes— su sonrisa burlona dirigida hacia

su oponente sirve para disipar un poco los malos ánimos en el ambiente—.

Mueve ese hermoso cuerpo a la cancha y déjame ganarte.

—Viéndote tan confiado no me sorprendería que termines llorando cuando te


gane una chica.

—Eso me sonó a reto. ¿Quieres una sustanciosa apuesta? Y por sustanciosa, no

hablo de dinero.

Ella acepta muy poco convencida guiándose por su orgullo—: Si yo gano, me


dejas en paz.

—Y si yo gano, irás a cenar conmigo y me besarás. Sugiero que prepares un


lindo vestido de noche y un brillo labial llamativo.

Ella bufa y espera a que le pase la pelota mientras el resto nos retiramos a los
lados esperando el final de la contienda. No falta decir que Luca gana a unos

cuantos minutos de juego, no solo recibiendo una victoria de juego, sino una de

apuesta.

Después es turno de Trinity y Xavier, que con un poco más de tiempo es feroz y

entretenido de ver. No despegamos la mirada del balón ni un solo momento


esperando el momento en que alguno de los dos ceda a la presión. A los 18

minutos de estarse pasando la pelota entre remate y remate, Trinity tropieza y le


da la victoria a mi amigo.

Y ahora era mi turno.

—Briden, parece que siempre volvemos a la misma situación— mi oponente

camina a su lugar con arrogancia. Es parte de todo el show al que nos habíamos

acostumbrado desde hace años—. ¿Algo que decir antes de que gane?

—Puedes retirarte antes de que te deje en ridículo por…— comencé a enumerar

con mis dedos las diferentes victorias que había tenido frente a él—. ¿Sabes qué?
De tantas he perdido la cuenta.

—Esta situación está a mi favor. Hasta ahora solo han ganado los hombres.

—Diferentes equipos, querido. Si te retiras ahora, te daré el segundo lugar con


dignidad.

— ¿Me estás retando?

—No, no malinterpretes. Te retaría si pensara que tienes probabilidades de ganar.


Como no las tienes, solo te doy hechos concretos.

—Oh, vamos, te encantan las apuestas. Hagamos una esta vez. Si tan confiada te
encuentras, esto solo será una rabieta.

—Si yo gano; que lo haré; no volverás a retarme. Ni siquiera pensarás en la

posibilidad de querer vencerme.

—Si yo gano, aceptarás lo que hablamos. Sin excepciones.

Jugamos por un cuarto de hora sin puntos por ninguno, llevando el juego a un

ritmo calmado ya que el sol comienza a calentar un poco. El punto proviene de

mi parte en un momento en que aprovecho que se mueve para quitar el sol de sus

ojos.

—Espero que pagues tu apuesta— lo señalo seria y luego todos nos vamos a la

cabaña para resguardarnos del sol.

—Sabes que lo haré— responde en voz alta para que escuche.

Cuando llegamos a la cabaña, nos detiene el hecho de que las ventanas están

cerradas, dejando como único paso de luz, a la puerta principal; dándole al


interior una oscuridad teatral. Luego una luz se enciende en la mesa del comedor
y guiándome por ella, escucho a los señores Canima cantar la canción de

cumpleaños.

— ¿Que hacen?— río alegre por su sorpresa—. Mi cumpleaños es mañana.

—Pero mañana no te veremos porque nos iremos temprano a la isla y partes a


Nueva York— explica el hombre, extendiendo una pequeña caja de regalo con

un lazo impecable—. Así que feliz cumpleaños, espero que te guste nuestro

regalo.

La abro emocionada mientras encienden la luz de la habitación y me encuentro

con dos aretes de perla.

—Son preciosos— mis ojos se aguan y me acerco a abrazarlos fuerte y darles un


beso en la mejilla a cada uno. Esta pareja es casi parte de mi familia, no tenía

como agradecerles todo lo que significan para los Briden—. Muchísimas gracias.

—Señorita— nos vemos interrumpidos por Tod que aparece en la habitación

requiriendo hablar conmigo en privado. Lo sigo pidiéndole excusas a los

residentes de la cabaña y sigo al hombre hasta que nos detenemos en un lugar

cerca las escaleras que dan a la playa.

—Puedes decir lo que sea, estoy lista— confirmo lista para lo que tenga por

decir. Sé que lo que tiene que decir no es nada que vaya a alegrarme la tarde,
pero es necesario.

—Descubrimos que efectivamente el orificio en el tanque fue hecho con una


herramienta; lo más posible, un taladro. Estamos investigando la procedencia del

equipo para saber quién pudo tener acceso a ellos. Y espero no molestarla con la
última noticia, pero su seguridad se verá aumentada por dichos factores

presentados en los últimos días.

— ¿Sospechan que alguien podría querer deshacerse de mí? ¿Tienen


sospechosos?

—No, aun no tenemos ninguna idea de quien podría ser. Pero si el fin de la
persona es generarle un daño permanente, ha cuidado muy bien sus

movimientos.

—Está bien. Si saben algo más, no duden en hacérmelo saber. Si mi vida está en

peligro por culpa de alguien, quiero saber quién es y qué motivos tiene.

Se despide con un movimiento leve de cabeza y entro de nuevo en la cabaña. Me

tomo unos minutos para respirar profundo y dejar de sentir el temblor en mis

dedos ante el temor que se ha instalado en mi interior.

Cuando el atardecer cae, seguimos en la pequeña celebración de cumpleaños,

esperando que sea la hora del pastel que los anfitriones me han comprado.

— ¿Todo bien?— Claire es la primera en levantarse para ir a la cocina cuando la


pieza de repostería está sobre el mesón, y enreda nuestros brazos.

Le doy mi mejor sonrisa como respuesta.

Si alguien ahí afuera estaba esperando a atacar de nuevo y deshacerse de mí, lo


haría otro día. Por ahora tenía un buen rato y una buena vida por vivir.

—Hora de pedir un deseo— la señora Canima me invita con tono maternal

encendiendo la vela en la mitad del pastel—. Haz que sea uno bueno.

Cierro los ojos y soplo pidiendo por lo único que me falta.

Perdón.

15
Nueva York, otra vez. Hogar, dulce hogar.

—Kathe, Kathe— mi padre agita su mano desde el auto mientras bajo las
escaleras del jet privado hablando con Claire de cómo unos días bajo el sol nos

habían dejado la piel con un lindo bronceado.


—Hola, papá—me emociono al notarlo y bajo las escaleras lo más rápido que
puedo para abrazarlo fuerte. Hay dos cosas que no puedo negar; una, correr con

tacones no es la cosa más cómoda de hacer; y dos, amo a mi padre. Ha sido

padre y madre desde hace años y es mi modelo a seguir en todo. Con su


determinación, amabilidad y sabios consejos me ha criado, y a pesar de que a

veces, había preferido tener a mamá en ciertos momentos, él hizo un grandioso


trabajo—. Te extrañé mucho, viejito— me burlo besando su mejilla porque sé

cuánto odia que le recuerde que ya no es el mismo hombre de hace unos años

atrás.

—Y yo a ti, bebé— se mofa besando mi frente aprovechando que es más alto

que yo—. ¿Cómo ha ido todo? ¿Disfrutaste el viaje?— puedo notar los nervios

en su tono aun cuando hice todo por sonar tranquila en nuestra llamada de más

temprano. Sé que no se atreve a mencionar el tema aun pero en cuanto tuviera

oportunidad, estaría sobre mis guardaespaldas en busca de más detalles sobre los
“accidentes” en la isla.

—Todo fue bien. La isla está tal como la recuerdo y los señores Canima te
envían saludos— me aparto para dejar que el resto del grupo lo salude con

respecto al grado de confianza que tienen.

—Tío Briden—la pelirroja más pequeña le da un gran abrazo y él deposita un

beso en su frente—. Que bien te ha sentado tomarte un descanso de Katherine. Si


necesitas otro, la llevaré más lejos y más tiempo— se mofa moviendo las cejas
en mi dirección, para darle el turno a Xavier.

—Señor Briden, un gusto verlo de nuevo— se quita los lentes de sol que lleva y
le extiende la mano a mi padre con aquella cordialidad típica de él.

Mi padre le devuelve el gesto con un apretón y sonríe acercándolo en un abrazo.

Casi podía jurar que eran el mejor amigo del otro. Xavier idolatra a mi padre a

un nivel que ni yo misma hago. Sigue todos sus pasos y conoce el trabajo que mi
padre ha desempeñado de principio a fin; como si algún día quisiera ocupar su

lugar.

—Es un gusto verte también, Xavier. Espero hayas cuidado de que mi hija no se

metiera en problemas.

—No en tantos como esperaba—añade divertido separándose del mayor.

— ¿Es usted el padre de Katherine?— el deportista se acerca con una mirada de


respeto en los ojos y extiende una mano al contrario—. Soy Luca Sandino, señor.

— ¿Sandino? — una expresión de reconocimiento llena el rostro de mi padre—.

Es un gusto conocerlo, joven. He escuchado muchas cosas de usted.

—Créame, señor, el gusto es mío. Sabía que debía ser usted un gran hombre, si
educó a una mujer como Katherine.

Claire rueda los ojos por el comentario y es apartada por Andrew que repite el
gesto de su mejor amigo, luciendo algo nervioso, lo que es raro ya que él no

suele ser un hombre asustadizo.


—Señor Briden, es un gusto verlo de nuevo.

—Andrew…— puedo notar el asombro de mi padre ante el gesto pero igual


mantiene una expresión seria. Por lo menos, era el Simurs que menos le

desagradaba—. ¿Y esta señorita de acá es?— dedica una mirada confusa a

Trinity, intentando recordar si la ha visto en alguna parte.

—Trinity Sanders—responde ella con monotonía ladeando la cabeza—. Socia de


Simurs Co.

—Que bien conocerla al fin, señorita Sanders. Había escuchado varios rumores

de usted.

—Espero sean buenos— ella alza una ceja sin mostrar un poco de amabilidad.

Notando que el ambiente no ha dejado de ponerse tenso desde hace varios

minutos, decido intervenir con algo alegre—. Padre, deberías venir la próxima
vez a la isla. El clima está perfecto.

—Espero poder hacerlo algún día. Me siento algo mal por no visitarla desde…

bueno, tú sabes. Pero basta de plática, es hora de ir a casa. Estoy seguro que
estás ansiosa por tomar un descanso.

—Ni te imaginas— aseguro con una risa y juntos caminamos a la puerta de una

de las camionetas que normalmente usamos para transportarnos a la empresa.


Nos permite entrar primero a Claire y a mí, y luego se desliza en el asiento.

Habíamos acordado dejarla en su casa camino a la nuestra. Los demás toman el


camino hacia otro auto que supongo mi padre ha tenido la amabilidad de dejarles
para que los transporte a sus destinos.

En cuanto el auto se pone en marcha, mi padre deja caer un sobre en mi regazo y


me invita a abrirlo.

Estás cordialmente invitado a la celebración del cumpleaños número 25 de

Katherine Sophia Briden Prine.

Esperamos verte para celebrar una vida como la de esta mujer.

Y no olvides tu antifaz.

(Detalles en el reverso de la tarjeta)

— ¿Antifaz?— la confusión llena mi rostro antes de que un leve sonrojo se

instale en mis mejillas al comprender de lo que se trata.

—Es una fiesta de antifaces. Tu obra de teatro favorita es el Fantasma de la

Opera, ¿no?

—Es grandioso. Gracias.

—Espero tus amigos no estén muy ocupados para venir. Muchas personas ya han

confirmado su asistencia.

—Espera, ¿así que tú planeaste y organizaste todo esto?

—Tuve algo de ayuda— se encoje de hombros dedicándome una sonrisa

paternal—. Espero no te hayas molestado si Xavier estuvo mucho tiempo con su


teléfono, fue parte crucial en esto.
— ¿Por eso siempre estaba hablando?

—Sí, eso fue mi culpa. Lo hice ayudarme a escoger algunas cosas.

Giro a ver a la otra ocupante del asiento trasero y me encuentro con que está
profundamente dormida. Unos minutos después entramos en su calle y en cuanto

llegamos, uno de los guardaespaldas ayuda a llevarla dentro de su casa. Estamos

unos minutos hablando con su madre, quien se excusa al no poder asistir a la


fiesta por encontrarse algo indispuesta.

De vuelta en casa, cruzo el camino a las escaleras silbando en apreciación. Sí

que habían hecho un buen trabajo planeando todo. Incluso lo habían hecho mejor

de lo que yo podría, pero no lo admitiría en voz alta.

— ¿No es demasiado?— mi padre espera por mi respuesta mientras me detengo


a observar cada detalle de la decoración—. Xavier dijo que las máscaras

colgando del techo le darían un toque interesante.

—Me encanta, en serio que lo hicieron bien— me duelen las mejillas de tanto

sonreír. Siento tanta alegría dentro, pero esta no llega a estar del todo completa al
recordar que el cumplir 25 quiere decir que ya casi son 20 años sin mi madre—.
Aplausos para ustedes. Recuérdame agradecerle a Xavier por esto.

—Ahora ve arriba y arréglate. Los invitados estarán acá en algunas horas. Todos
para ver a mi hermosa niña— noto como sus ojos se humedecen.

—Oh, vamos, papá. Ya pasamos por esto en muchos de mis cumpleaños. Todos,
sino estoy mal— me acerco y beso su mejilla—. Así que basta de
sentimentalismo.

—Lo siento, es que has crecido tan rápido ante mis ojos y parece que jamás
podré aceptarlo— acaricia mi mejilla con ternura—. Eres hermosa, justo como

tu madre. Cual sea el lugar en el cielo donde esté, ella está muy orgullosa de ti.

Al igual que yo, no lo olvides.

—Te amo, viejito— lo abrazo pestañeando varias veces para evitar las lágrimas
que se comienzan a formar en mis ojos—. Tú también deberías ir a arreglarte.

—Lo haré en un rato. No tengo que hacer demasiado para verme guapo.

Niego divertida y subo las escaleras de dos en dar hasta llegar al recinto que da a

las habitaciones y entro a la mía, me aseguro de que mi maleta esté dentro, y

cansada me dejo caer en la cama.

Saco mi teléfono del bolsillo de mis pantalones y le doy un vistazo a la hora.


Eran las 5: 45 y la fiesta empezaría a las 8. Dándome poco tiempo para

alistarme, y por lo tanto, nada de siestas para mí por hoy. Me levanto a

regañadientes dejando el móvil en la cama, arrastrando los pies hasta el baño


donde tomo una larga ducha helada quitando los restos del viaje y el sueño.
Salgo envuelta en mi bata y me encamino al armario. Al entrar noto que no

tengo nada especial que ponerme, hasta que una nota en uno de los vestidos que
no recordaba tener, llama mi atención.

“Lo mejor de lo mejor para la mejor hija del mejor mundo.

Sí, fueron muchos mejores.


Feliz cumpleaños, bebé.

Te adora,

Papá.”

Saco el vestido negro de fiesta; cuanto adoraba a mi padre por este tipo de cosas.
Sobre todo por hacer cosas de padre y madre, conociendo exactamente mis

gustos desde pequeña. El vestido tiene un escote en V en la espalda y está


mayormente compuesto por encaje. Lo más impresionante es la falda que tiene

algo de transparencia sin verse demasiado barato.

Busco en mis zapatos algunos que combinen y los elegidos son unos negros no

muy altos que había comprado en un viaje a Suiza. Ahora solo queda

encargarme del maquillaje y del peinado. Me aplico un poco de polvo, delineo


mis ojos, pellizco mis mejillas para un rubor natural y me pongo algo de brillo

labial suave, nada de excederme. En cuanto al peinado seco mi cabello, dejando

que algunos rizos rebeldes destaquen.

Me pongo el vestido, los zapatos y mirando mi reflejo en el espejo de cuerpo


completo, siento que estoy olvidando algo importante.

Me hago con mi teléfono y tecleo un mensaje a mi padre.

Katherine Briden: ¡Problemas de antifaces! No tengo uno.

Papá: Papá al rescate en algunos minutos.

No puedo evitar reír por su respuesta y espero sentada en la cama unos minutos
hasta que se escuchan unos golpes leves en la puerta antes de que entre,

sosteniendo una bolsa de alguna tienda de accesorios que no recuerdo haber

visto alguna vez. Saca un antifaz que parece hacer juego con el vestido. La mitad

de este es blanco y la otra negra, como si representara el tema de la fiesta sin


dejar atrás mi ropa. Después de pasármelo y ayudarme a acomodarlo, saca otro y

se lo pone.

Esta noche, luce un traje gris y un antifaz del mismo color.

Después de levantar el pulgar cuando le pregunto cómo luzco, me ayuda a

ponerme en pie y me ofrece su brazo.

—Vamos— abre la puerta llevándome con él y riendo ante un bostezo que doy

en cuanto llegamos al principio de las escaleras.

Bajamos con lentitud al llevar yo tacones y estar somnolienta. Muchas veces me

dice que puede cancelarla para que vaya a descansar pero me niego. No iba a

dejar que su esfuerzo se perdiera de tal manera. En cuanto ponemos un pie en el


primer piso noto la cantidad de personas que han asistido. Ni siquiera recuerdo

ser amiga de la mayoría ahí. Quizás en un pasado había hecho algún trato con
ellos o los había visto en almuerzos laborales pero apostaba que ni uno de ellos

sabía mi segundo nombre. Algunos cercanos a nosotros se voltean y sonríen,


pero la mayoría sigue en sus cosas.

—Entonces, ¿por qué área comenzamos a saludar a los invitados? — estudiando


la habitación en donde están la mayoría de los invitados, intentando encontrar a
alguien que realmente desee saludar—. Dejaré que usted, mi guapo padre decida.

—Es un honor, mi hermosa hija— sonríe de vuelta y señala un grupo cercano


con disimulo.

—Por cierto, gracias. En serio que todo ha sido perfecto; la fiesta, el vestido,

incluso la mayor parte del viaje lo fue.

—No hablemos de eso ahora, ¿bien?— palmea con suavidad mi mano en su


brazo dándome una mirada preocupada y enfocándose en guiarme entre la

multitud hasta que llegamos al grupo donde empezamos a saludar.

Dejo que guie la gran parte de las conversaciones, ya que se le da mejor. Mi

padre es un ser humano especial. Lo respeto ya que había dedicado toda su vida,

no solo a la empresa familiar sino a criar a una niña por sí solo, después de haber
perdido al amor de su vida, y ni una sola vez se había quejado de haber tenido

que enfrentar tal carga. Conocía lo mucho que había amado a mi madre, pero

aun así se mantuvo fiel a no dejar que ambos cayéramos por su perdida. A veces
me era inevitable no entristecerme al verlo solo y preguntarme si nunca pensó en

intentarlo de nuevo; todo el tema de enamorarse y darse una nueva oportunidad


en cuanto al amor. Una vez se lo mencioné, pero lo único que obtuve como

respuesta fue que cuando el amor es real, no hay nada que pueda reemplazarlo ni
mínimamente. Que no valía intentar reemplazar a alguien como mi madre. Esas

fueron sus palabras exactas.

—Feliz cumpleaños, señorita— un hombre susurra en mi oído devolviéndome a


la fiesta—. Luce exquisita esta noche.

Me giro para enfrentar al que hizo tal comentario y lo primero que noto son los
ojos grises tras el antifaz que junto a la sonrisa ostentada por su dueño

demuestran lo coqueto de su cumplido.

—Tú también estás muy guapo,… Xavier.

—Pensé que no me reconocerías— se lamenta con una carcajada—. Debí usar


un antifaz más convincente. ¿Qué me delató?

—Xavier, soy tu mejor amiga y te veo casi todo el tiempo. Sé cómo luces con un

traje mejor que nadie. Un simple antifaz no puede hacer la diferencia. Y lo que te

delató, fue en definitiva el hecho de que eres el único con agallas para hacerme

un cumplido de ese tipo.

—Interesantes argumentos. Supongo que fui víctima de mi propia mala broma.

—No te sientas tan mal, por lo menos me sacaste algunas risas— deposito un
beso en su mejilla y le doy mi mejor sonrisa. —Además tengo que agradecerte

por todo esto. Mi padre y tú hicieron un excelente trabajo. Lamento haberte


molestado tanto con tu uso del móvil en la isla.

—Fuimos convincentes, ¿no crees? En ningún momento sospechaste de nada.

—Lo fueron, sin duda.

—Lindo antifaz.

—Gracias. El tuyo está… encantador.


—Sí, lo sé. No es muy imaginativo que digamos, pero fue lo único que pude
encontrar camino a casa—una media sonrisa se dibuja en su boca, mientras toca

el accesorio. Tiene un diseño parecido a una red con pequeños agujeros. Parece

ser de un material suave pero no puedo identificar cual; lo que le da un aspecto


elegante—. Y no queda tan mal con el traje— tiene razón; el accesorio no deja

de ser el perfecto para el traje negro que lleva.

—No está tan mal.

—Olvidemos la moda. Soy hombre, no es mi tema favorito— alza una ceja

ofreciéndome la mano con una sonrisa mientras los acordes de una canción

comenzaban—. ¿Me permites este baile?

—Puedes aceptarlo— la intervención de mi padre en la conversación me hace

dar un pequeño salto de sorpresa—. Devuélvela antes de media noche— bromea

hacia el otro hombre y vuelve a la conversación con el grupo de personas que


desde mi silencio habían aprovechado para hablar de una inversión en el

mercado sueco.

Tomo la mano de mi amigo que me guía hacia el centro de la pista de baile que
habían organizado en uno de los salones de la casa. Me da una vuelta antes de

acercarme a él y tomarme de la cintura. Acomodo mis manos en sus hombros y


nos movemos en nuestro lugar en un silencio que comienza a tornarse incómodo.

— ¿Podemos hablar?—susurra en mi oído antes de que la canción termine y


aplaudimos a la orquesta que provee la música esa noche—. Es algo que
tendremos que hacer tarde o temprano.

—Acerca de lo que pasó en la isla…

—Déjame comenzar a mí, después de todo soy quien debe disculparse— al


decirlo suena algo contrariado y lo siguiente que hace es detener el baile—. Creo

que deberíamos ir a un lugar más privado. Hay demasiada gente acá que no creo

deba escuchar sobre esto.

—Tienes razón— afirmo señalándole que me siga por el pasillo hacia la

biblioteca que está lo suficiente apartada del ruido de la fiesta y de cualquier

chismoso. En cuanto estamos frente a las puertas dobles, las empujo indicándole

que entre primero.

Cuando ambos estamos dentro, las cierro detrás de mí.

— Creo que lo mejor es que ambos olvidemos lo que pasó allá— lo enfrento
cruzándome de brazos intentando no lucir muy severa ni hacer notar lo nerviosa

que me tiene tener que tocar ese tema. Pensé que había quedado hace muchos

años atrás y no tendríamos que volver a tocarlo—. Solo, ninguno menciona nada
de lo que ocurre y podremos continuar con nuestras vidas como antes. Sé que me
pasé un poco con lo de la bofetada pero fue un acto reflejo.

— ¿Olvidar lo que paso? Katherine, yo quería disculparme por haberte besado—


su mirada baja evadiendo la mía mientras puedo notar la manera como su

mandíbula se contrae—. No quería que pasar de esa manera. Pero eso no quiere
decir que me arrepienta de haberlo hecho. No sabes hace cuánto tiempo quise
hacer eso.

— ¿De qué hablas?— me muestro confusa y paso una mano nerviosa por mi
cabello teniendo que sentarme en uno de los sillones para enfrentar lo que ambos

sabemos que vendría después.

—Sé qué hace unos años cuando lo intentamos, dijiste que no funcionaría un

nosotros— levanta la cabeza y me mira fijamente sin duda en su mirada—. Dios


mío, eres mi mundo. Siempre te he visto en mi futuro. Un futuro juntos. Y sé que

no es el mejor momento para mencionarlo, pero no puedo seguir ocultando mis

sentimientos.

—Déjame entender. ¿Así que tú me amas?

—Eres el amor de mi vida, siempre lo serás. No hay otra mujer para mí. Y antes
de que preguntes, sí, he intentado cambiar eso porque sé que lo más probable es

que dirás que no. Pero no me interesa si me vuelves a rechazar, algún día te darás

cuenta que fui hecho para ti. Piénsalo, ninguna de nuestras relaciones han
funcionado porque estamos demasiado ocupados en nuestros trabajos.

—Xavier, yo…

—Solo tienes que permitirme que te enseñe a sentir lo mismo. No te voy a exigir
que seas alguien que no quieres ser, porque sé cómo eres realmente.

—No puedo— junto las manos en mi regazo buscando las palabras exactas para

no herirlo mientras normalizo mi respiración ante la sorpresa que me ha


provocado todo su discurso—. Créeme, lo que sientes no es sano. Terminaras
herido porque simplemente no soy como crees que soy. No te amo, de esa
manera. Eres demasiado bueno para mí y mereces una persona que sepa valorar

todo eso. No soy la indicada.

—Sé que lo eres, me arriesgaré a demostrártelo. Si me lo permitieras, notarías

todo lo que tenemos en común.

—Ese es el problema, no entiendes— me levanto del sillón que he usado como


soporte y hago mi camino directo a la puerta, abriendo solo una para salir—.

Disfruta de la velada, Xavier. Y te veré el lunes en el trabajo. Esta conversación

nunca existió.

Al llegar de vuelta al salón donde había dejado a mi padre, Claire corre hacia mí

tomándome en un abrazo fuerte. Esta noche luce un vestido violeta que hace un

contraste espectacular con el tono de su piel junto a un antifaz parecido al

“Fantasma de la Opera”. Justo su estilo teatral.

—Luces bellísima—me da una vuelta contemplando mi vestido. Cuando al fin se


detiene con su examinación, dice: — ¿Todo esto lo eligió tu padre?

— ¿Tu sabías?

—Solo un poco, no quisieron compartir los detalles conmigo porque según ellos
soy de poco fiar— habla con rapidez y conteniendo el aliento.

—Así que dime, ¿exactamente cuántas tazas de café tomaste antes de venir acá?

—No fue café. Fueron suplementos que toma mi madre para ejercitar. Digamos
que ella dijo uno y tome tres— un leve sonrojo culpable aparece en sus mejillas
—. Pero no me culpes, tenía que venir a tu fiesta y antes me estaba cayendo del

sueño.

—Al fin encontré a las damas más hermosas de la noche—nuestro amigo

deportista llega y abraza a Claire por la cintura de lo que ella se zafa,


aumentando el sonrojo de sus mejillas—. También me alegro de verte, D’Moon.

— ¿Quién dijo que me alegraba?— rueda los ojos y se acerca más a mí dándole

una mirada de arriba a abajo al hombre.

—No pensé que los deportistas tuvieran trajes—puse las manos en mi cintura

llamando la atención de Luca dándole un poco de espacio a mi amiga—. Sí que

luces guapo, Sandino.

—Y tú, Briden— silba en apreciación al verme—. Ya veo porque Andrew se

molesta tanto al verte. Imagina tener que verte y no poder tener una probada de

tal postre— bromea buscando hacerme sonrojar pero soy más fuerte que eso.

—No imagino que debe sentir con eso— alzo una ceja mirando a la otra mujer
para indicarle que él estaba en peores situaciones.

—Cierto. Esa es otra de mis razones para venir, tengo que cobrar una apuesta
que gane.

— ¿Todavía con eso?— la pelirroja a mi lado bufa por lo bajo pero puedo notar

el leve temblor en sus labios al hablar—. ¿No te aburres de ser una molestia para
todos?
—Cuando tú me notas, para nada— le asegura guiñándole el ojo y luego
mirando el reloj que lleva en la muñeca—. Andrew se está demorando mucho,

pensé que llegaría primero que yo.

5 minutos después mientras nos contaba sobre su participación en los próximos

“Juegos Extremos” dio un vistazo a la entrada esbozando una gran sonrisa.


Claire y yo seguimos el trayecto que lleva a lo que mira; Andrew y Trinity

caminan tomados por el brazo hacia nosotros.

—Amigo— choca el puño con el ojiazul quien se suelta del agarre de la pelirroja

para hacerlo—. ¿Dónde rayos estabas?

—Tuvimos un inconveniente con el auto a mitad de camino—explica el castaño

mirando a la mujer a su lado con una sonrisa que no significa buenas cosas—.

Pero aquí estamos, que es lo importante.

Viste como la mayoría de los hombres de la fiesta, un esmoquin acompañado de

un antifaz. El de él es de un color azul grisáceo acentuando el color de sus ojos.


Trinity por su parte, se había arriesgado con un vestido rojo que contorneaba su

figura terminando en una cola corta. Y completaba su traje, un antifaz del mismo
color con un contorno de pequeños diamantes.

—Buenas noches a ustedes dos— dedica una mirada corta a mi amiga y a mí,
acompañada de su habitual sonrisa que vuelve locas a la mayoría—. Esta noche

lucen grandiosas.

—Gracias— la mujer a mi lado inclina un poco la cabeza en agradecimiento


antes de que algo llame su atención y la sorpresa se dibuje en su rostro—. ¿A

que no adivinas quien está acá?— me da un codazo en la costilla señalándome

un par de personas cerca del lugar donde está la banda.

Una de ellas es una mujer de aspecto maduro con una inconfundible cabellera

acaramelada. Aun de espaldas no se puede negar que se trata de ella. A su lado,


un hombre de tez más bronceada tiene una pequeña disputa con el moño de su

corbata. El aludido parece notar las miradas sobre ellos y dirige su atención a
nuestro grupo con el reconocimiento dibujándose en su rostro. A esa distancia

podemos ver como llama la atención de su hermana, quien se une segundos

después a él en una caminata entre las parejas en la pista hasta nosotros.

— ¿Estás bien?— pregunto en cuanto la mano de mi amiga se cierra en mi

muñeca con nerviosismo. Entendía su reacción, después de todo, el par que se


acercaba guardaba una larga historia con ella.

—Buenas noches a todos— Valerie Crown junta sus manos mientras recorre el

grupo con la mirada, que le respondemos al saludo con amabilidad. La aludida


solía ser la maestra de violín de Claire y una amiga muy cercana de ambas hasta

que se había mudado hace algunos años a Los Ángeles—. Oh, Katherine. Feliz
cumpleaños— se acerca a mí para tomarme en un abrazo fuerte sin importar que
eso arrugue la tela de su hermoso vestido azul—. No puedo creer que ya estés

cumpliendo 25. Hace poco ibas a mi casa a pedirme consejo sobre maquillaje.

—Val, ¿cómo estás?— intento no reír ante su ultimo comentario recordando los
tiempos cuando esas eran mis mayores preocupaciones y me separo de ella

cuando es el momento—. Tenía tanto tiempo sin verte— desvío la mirada a su

hermano que hasta ahora ha intentado pasar desapercibido—. ¿Y tú?

—Bien, The Venecian abrirá para Linkin Park la próxima semana— responde

metiendo las manos en los bolsillos del pantalón con algo de timidez dando
pequeñas miradas a Claire.

Tomás había estado enamorado de Claire desde la primera clase de violín de esta

cuando él tenía 15 y ella era solo una joven de 13. Se había negado a confesarle

sus sentimientos hasta el momento antes de irse al otro lado del país. Y cuando

finalmente lo hizo, ella le confesó que se había cansado de esperarlo. Después de

10 años era obvio que él seguía arrepintiéndose de no haberlo dicho antes y ella

de hacerse la orgullosa.

—Que bien— doy un par de palmadas apreciativas esperando que no poner todo
muy personal, aliviane el ambiente entre ambos—. No puedo creer lo mucho que

han progresado. Y tú que pensabas que seguirían practicando en el garaje por


siempre.

The Venecian es la banda de Tomás. Desde que recordaba, los había ido a ver

muchas tardes a tocar en el garaje de su casa, muchas de las cuales fueron


incentivadas por el hecho de que al final de cada ensayo tocaban algunos

clásicos que me encantaban.

—Claire, ¿acaso te has olvidado de tu maestra de música?— la castaña hace un


puchero no muy maduro para su edad—. Llevas 5 meses sin hacerme una sola
llamada.

—Lo...lamento— se disculpa la aludida pasando la mirada a la mayor de los

Crown—. He estado algo ocupada con ensayos y presentaciones.

Lo graciosos era que en el momento en que Claire había comenzado a asistir a

clases, la otra tuviera solo 22 años. Así que el tiempo con ella no se sentía tan
aburrido. Por lo que sabía, ahora es dueña de su propia academia a las afueras

de Los Ángeles con un buen porcentaje de alumnos y profesores.

—Casi lo olvido— el hermano de la maestra rebusca en sus bolsillos por una

pequeña caja de joyería sin ninguna marca fuera—. Te hemos traído un pequeño

obsequio. No es nada grandioso, pero espero que te guste— me pasa la cajita

esbozando una media sonrisa a la expectativa de lo que diría.

Estudio el paquete antes de abrirlo y encontrarme con una delicada cadena con

un dije de piano.

—Es hermoso— le agradezco lanzándoles un beso a cada uno mientras vuelvo a


cerrar la cajita—. En serio, no tenían que molestarse. Muchas gracias.

— Ha sido un placer hacerlo. Sabíamos que te gustaría— el hombre parece


comenzar a entrar en confianza y relajarse—. Claire, ¿te gustaría ir a bailar
conmigo?— le extiende una mano consciente de que ella no lo rechazará en

público de esa manera. El resto han permanecido en silencio desde que los
hermanos hicieron su aparición, lo que me hace preguntar qué piensan.
Mi amiga contempla a Tom y acepta su invitación dejando que la guie hacia el
lugar de baile. Un musculo en la mandíbula de Luca se mueve bruscamente

mientras los sigue con la mirada todo el camino hasta el centro de la pista. Y

tenía razón para sentirse retado, Tom podía ser un poco desaliñado pero la
historia que tenía con Claire, le daba mayor conocimiento sobre ella. Por otro

lado, el deportista había hecho esfuerzos grandes sin saber muy bien cómo
ganársela.

—Kathe, vamos a bailar— toma mi mano y me jala a la pista sin importarle que

aprieta algo fuerte mi muñeca en el proceso. Al llegar se adecua al ritmo de la

música y nos movemos lentamente.

— ¿Quién es el?—tiene el valor de preguntar un par de minutos después, cuando

hubo cambio de canción.

—Su nombre es Tomás Crown, es el hermano de la antigua profesora de violín


de Claire— explico cuando se me ha pasado un poco el enojo por su brusquedad

innecesaria.— Y la próxima vez si quieres esa información intenta ser más


amable— me masajeo la muñeca deteniendo el baile un momento.

—Lo lamento por eso— luce arrepentido al notar las marcas alrededor del lugar

donde había apretado y jalado—. No era mi intención.

—Pudo no serlo, pero eso no resta el hecho de que lo hiciste— bufo rodando los

ojos y volvemos a bailar al ritmo de la melodía—. ¿Alguna otra cosa que quieras
saber?
— ¿Hace cuánto se conocen?

—Alrededor de unos 10 años.

— ¿Qué edad tiene?

—Si mal no recuerdo, tiene 25.

— ¿En que se desempaña?

—Tom es líder y guitarrista de una banda de rock llamada The Venecian.

— ¿Rock? Pensé que a Claire no le gustaba esa clase de música.

—No le desagrada— me encojo de hombros algo molesta por lo entrometido que

se ha puesto. Entiendo que los sentimientos de él hacía mi mejor amiga sin duda,

son únicos. Pero tampoco podía esperar tener control sobre sus decisiones o su

pasado—. Luca, no tienes de que preocuparte. Él no es peligroso, solo quiere ver


a una vieja amiga.

— ¿Segura?

Asiento sin dudar ni un solo momento.

Una hora entre charlas, champaña, baile, dramas: ya no puedo más, necesito
tomar aire fresco. Camino hacia el jardín trasero esperando que nadie note mi
ausencia en la fiesta y en cuanto llego, me apoyo en el barandal del pequeño

balcón retirándome el antifaz y tomando varias bocanadas de aire profundas. Mi


estómago está a punto de devolver su contenido que no es mucho, mi cabeza

palpita y siento que estoy por caerme de lo mareada que me encuentro. Tomo
varias respiraciones profundas y me siento en la silla columpio a descansar un
poco. Mi cabeza tiene tantas cosas rondando que hacer el intento de tener un

pensamiento medianamente lógico, hace que las palpitaciones amenacen con

hacerme desmayar. Entierro el rostro entre mis manos y maldigo el dolor de


cabeza que no deja de crecer.

— ¿Agua?— es innegable quien ha ocupado la otra mitad de la silla. Retiro mis

manos dándole paso a mi visión y me encuentro con una botella de agua cerca de
mi rostro—. Parece que la necesitas, estás algo pálida.

La tomo de sus manos con asentimiento y quito la tapa con algo de dificultad. En

cuanto está abierta, no me importa que él esté viendo y le doy varios tragos

largos acabándola en poco. Hasta ahora no había notado lo sedienta que estoy.

—Gracias por el agua— alzo el envase vacío y le pongo la tapa mirándolo

fijamente con la duda de como sabía que estaba acá. Desde que nos separamos
todos mucho después de que Claire volviera de bailar con Tom, no lo había

vuelto a ver. Tampoco me había preocupado mucho por dañarme la noche


sabiendo que donde él estuviera, Trinity lo seguiría.

—Pené que era una fiesta de antifaces— toma el accesorio de mi regazo donde

lo he dejado al sentarme—. ¿O estoy equivocado?— sabía que su comentario


buscaba fastidiarme.

Y justo ahora no estaba en el humor de ser molestada. El dolor de cabeza, unido


a las náuseas y la molestia general que me trae su presencia; son demasiado para
mí en este momento.

— ¿Acaso no puedes dejarme en paz así sea solo en mi cumpleaños?— frunzo el


ceño lo que me provoca una fuerte punzada en la cabeza por lo que hago una

mueca—. ¿Qué haces aquí? Sé que recibiste invitación, como a todos mis

cumpleaños pero ni siquiera nos agradamos.

—Estoy haciendo lo mismo que tú, tomando algo de aire. La cantidad de


personas adentro es sofocante. Necesito por lo menos un respiro, ¿no crees? Y

solo intentaba ser amable dándote algo de agua.

— ¿Por qué venir? No nos agradamos.

— ¿En serio crees que las cosas son así? No me desagradas, Kathe. Estamos

discutiendo la mayoría del tiempo porque tenemos rivalidades familiares que ni


siquiera nosotros creamos. Fuera de los negocios, no tengo nada contra ti.

—Creo que lo mejor será que vuelva dentro— le arrebato el antifaz y me apoyo

en mis manos impulsándome hacia arriba para ponerme en pie, pero antes de

poder estar equilibrada en mis tacones, él me jala de vuelta al asiento—. ¡¿Qué


quieres?! ¿Tienes otro sentimental discurso sobre que podemos ser amigos y
tomar limonada como si nos agradáramos?— me burlo furiosa intentando

soltarme de su agarre sobre mi muñeca.

—Oh, vamos, no he tenido tiempo de hablar contigo. Ni siquiera un feliz

cumpleaños te he podido desear— sonríe cuando nota que he dejado de pelear


contra su agarre y se retira el antifaz—. Dame 5 minutos de tu preciado tiempo y
luego podrás irte. Solo te pido unos minutos sin discutir, ¿es posible?

—En ningún momento estaba discutiendo, solo me iba para evitar hacerlo.

—No te enfades— aunque intenta hacerlo bajo, puedo escuchar una pequeña risa
saliendo de sus labios.— No niego que cuando te enfadas, luces extremadamente

sexy; pero en estos momentos me sentiría mejor si sonrieras. Tu sonrisa tiene un

mejor efecto.

— ¿Por qué lo haces?— lo acuso cruzándome de brazos enojada por el efecto

que podían tener sus halagos en mí.— De repente, sales con esas cosas y esperas

que eso me haga estar menos enojada.

—Esto sí que es inaudito, hasta por un cumplido te enojas. Hoy de entre todos

los días, sería para mí un honor hacerte sonreír. Te ves más hermosa cuando lo
haces.

—Me rindo, no hay caso contigo— alzo las manos al aire rindiéndome con él. Si

cree que esos trucos que usa con todas harán que baje la guardia con él, está muy

equivocado—. Si no tienes nada importante o inteligente que decir, me voy.

Dicho eso me levanto de vuelta y esta vez no me detiene. Ni siquiera me mira al

hacerlo. Recorro la distancia corta a las puertas que dan entrada a la casa desde
el jardín y antes de poner un pie dentro, se levanta y me mira.

—Espera— me detiene con un tono de voz serio sin dar ni un solo paso—. Si

tengo algo importante que decirte. Y si no lo digo ahora, no seré capaz de


hacerlo luego.
Me giro y cierro las puertas encarándolo. Una distancia superior a un par de
metros nos separaba pero es suficiente para notar lo frenético del movimiento de

su pecho.

—En la isla…— comienza; no entendía que tenía todo el mundo con volver a los

eventos ocurridos allá. Deberían crear un dicho como “Lo que pasa en la isla, se
queda en la isla”. De seguro me ahorraría muchas conversaciones—. Confirmé

lo que voy a decirte.

—No quiero hablar de eso y menos de lo amable que pude parecer. Estamos de

vuelta a la ciudad y eso quiere decir que volvemos a tener la misma relación de

contrariedad.

—Lamento escuchar que pienses así. Mira, el día de tu accidente, supe que algo

pasaba hace mucho tiempo. Nos hemos negado a hablarnos por tantos años y nos

hemos dejado consumir por esa disputa familiar, que cada oportunidad que eso
no pasó, ambos huíamos a los minutos de ahí. Estoy cansado de huir de eso—

suspira pasando la mano por su cabello con nervios en su voz. Da un par de


pasos más cerca de mí—. Cuando te vi tirada en esa carretera entre tantos restos

de auto, indefensa y al borde de la muerte; supe que me importabas más de lo


que estaba dispuesto a aceptar.

Abro la boca para argumentarle que algo así había dicho en la isla después de mi

accidente de buceo, pero alza dos dedos para detenerme.

—No has entendido lo que quiero decir, ¿cierto? No hablo de que me importes
como cualquier conocida. No solo me importas, eres parte de mí día a día de una
buena manera. Hay sentimientos que han estado creciendo dentro de mí, que me

veía firme a aceptar pero no puedo más… Creo que te amo.

Antes de que pueda dar mi opinión al respecto, soy jalada hacia delante casi

apoyándome de él y aprovecha la oportunidad para besarme con cierto empeño


que demuestra mucho de lo que ha expresado en palabras.

— ¿Qué crees que haces?—cuando puedo sostenerme derecha, me aparto de él

sorprendida por el gesto esperando una explicación coherente a su reciente

locura.

—Te besé— se encoge de hombros como si fuera algo normal y poco a poco la

sorpresa también se dibuja en su rostro—. Creo que eso hice.

Antes de escuchar el resto de su explicación, camino con rapidez dentro de la

fiesta y me pongo el antifaz esperando que pueda esconder el sonrojo de mi

rosto. La primera conocida en mi campo de visión es una muy aliviada Claire.

— ¿Dónde has estado? Llevamos un rato buscándote para el pastel— pone sus
manos en la cintura con seriedad—. Nos diste un susto, señorita. Y créeme que
ya han sido suficientes por una semana.

—Solo tomaba aire en el balcón del jardín trasero. Estoy completa— doy una
vuelta para apoyar mi respuesta—. ¿Por qué tanto escándalo? Es solo un pastel.

—Nada de eso— mete su brazo en el mío y me jala al salón principal donde


todos hacen una ronda alrededor de mi padre.
—Creo que no me he manifestado en toda la noche frente a todos. Por eso, lo
haré ahora. Esta noche celebramos el cumpleaños de lo más importante en mi

vida— alza su copa al verme y da un trago corto sonriendo—. Hace 25 años

nació el ser que le daría alegría a mi vida y la de mi difunta esposa, que en paz
descanse. Katherine, mi niña, feliz cumpleaños. Estoy orgulloso de ti.

La sala se llena de aplausos mientras el pastel hace su entrada en una mesa de

rodachina empujada por un equipo de catering.

Tiene un par de capas y es de completo chocolate y las 25 velas están prendidas

sobre él. Me acerco al ver a mi padre llamarme.

—Hora de que la cumpleañera pida un deseo— rodea mis hombros y besa el

costado de mi cabeza mientras intento apagarlas todas con un gran soplido

cerrando los ojos. Toma otro par de intento más apagarlas todas, lo cual todos

reciben con gracia.

16
Al decir adiós al último invitado, la casa es un completo desastre y tendríamos
que esperar hasta el día siguiente a que el equipo de limpieza se encargara de

eso. Por suerte, una pastilla que me he tomado después de cortar el pastel, ha

disminuido el dolor de cabeza hasta hacerlo una simple molestia a ratos.

Claire ha decidido quedarse a pasar la noche ya que el día siguiente es domingo

y hemos planeado pasar el día juntas desde que no lo hacemos hace mucho, por

estar demasiado ocupadas con nuestras debidas labores. Mi padre se despide

deseándonos buenas noches a ambas y desaparece por las escaleras hacia su

habitación.

— ¿Ahora si me vas a contar que es lo que ocurre?— se gira a interrogarme en


cuanto escuchamos la puerta de arriba cerrarse—. Y no tienes permitido decir

que nada, porque te conozco.

—Ya te lo dije, no es nada— camino hacia las escaleras retirándome los zapatos,
haciéndole entender que estoy demasiado cansada para siquiera querer hablar—.

¿Podemos solo ir a dormir? Mañana puedes estar paranoica y decir que algo me
pasa pero hoy la verdad, no estoy de humor.

Me sigue escaleras arriba sin decir nada pero puedo notar que eso no significaba
que su cabeza ha dejado de darle vueltas a la razón por la que puedo estar

actuando diferente. Y la verdad es que no entiendo de dónde saca esas ideas,

desde que no he hecho nada raro en todo el transcurso de la fiesta. En ningún


momento he dejado de actuar como yo misma. Ni siquiera cuando el dolor de

cabeza amenazaba con volverme loca.

Empujo la puerta de mi habitación y camino derecho al armario a reemplazar el

vestido por un pijama. Acomodo los zapatos en su lugar para luego encargarme

de retirar la elegante pieza de ropa de mi cuerpo y ponerme en cambio una larga

camisola para dormir. Cuando salgo del armario, Claire revisa su teléfono

distraída en la cama. Ya se ha quitado los zapatos y cerrado la puerta.

— ¿Fue algo con Xavier?— insiste con el mismo tema sin mirarme y continua
con la vista enfocada en su teléfono.

Niego para sentarme en el tocador y limpiar el poco maquillaje de mi rostro.

— ¿Andrew? ¿Trinity?— sigo negando a la vez que menciona nombres de


diferentes personas que habían intercambiado palabras conmigo a través de la

noche—. Ya sé, fue Luca. Sé cómo él puede arruinar el día con su sola presencia.

— ¿En serio?— ironizo levantando una ceja girándome a verla. Ni ella misma

puede creerse lo que ha dicho. Por más que intente ocultar sus sentimientos hacia
el hombre, le es imposible disimularlo. Lo sabía incluso antes de que me lo
confirmara en la isla—. Claire, no me ocurre nada. Estoy totalmente normal.

—Tarde o temprano tendrás que decirme— se levanta de la cama y entra al


armario sin soltar su teléfono. Minutos después sale con una de mis pijamas

puestas—. Sabes lo insistente que puedo ser, Katherine Briden. Puedo ser toda

una pesadilla cuando quiero saber algo.

—Si te lo digo, ¿no haces preguntas y me dejas dormir?

Asiente casi saltando de la felicidad y volviendo a la cama mientras me levanto

del tocador y me siento a su lado en la cama.

—Cumplí 25 años y noté lo vieja que me estoy haciendo— me mofo al darle esa

respuesta y son un par de segundos hasta que una almohada golpea mi rostro—.

¿Qué? Preguntaste que me pasaba y eso es todo.

—Por favor, dime— se arrodilla en la cama haciendo pucheros y poniendo


expresión angelical. Eso era trampa, sabía que ese truco le funcionaba con todo

el mundo desde siempre.

—Está bien— me rindo rodando los ojos. Tiene razón, ella es mi mejor amiga y
si necesito algo de raciocinio, ella es la indicada—. Pero no quiero que hagas

una gran cosa de esto.

— Lo juro por mi violín.

—Xavier se me declaró.

— ¿En serio?— no parece nada sorprendida con la noticia, más bien, parece algo
molesta. Conocía que la relación entre ambos no era la mejor, pero nunca llegué

a comprender las razones de tal cosa—. Se había demorado algo. Pensé que lo

hacía a diario.

—Hay más— muerdo mi labio inferior, poco segura de cómo decirle el otro gran

evento de la noche. El cual sé que si la sorprenderá. Incluso para mí no termina


de parecer real—. Andrew también lo hizo.

El grito de sorpresa no demora en llegar. Tapando su boca con ambas manos, al

recordar que mi padre está a un par de habitaciones, abre los ojos sin decir más

nada.

—Y eso es todo— alzo los hombros restándole importancia. No quería que

pareciera que había sido algo significativo.

— ¿Te parece poco?— pregunta más alto de lo normal y toma mis hombros

mirándome fijamente—. Xavier, era de esperarse. Pero Andrew… Andrew,

¿cómo?

—No lo sé, él solo me lo dijo—esperaba que tanto escándalo de su parte no


despertara a mi padre y lo asustara.

— ¿Qué pasó exactamente?— baja la voz notando mi mirada preocupada y


entrecerrando los ojos—. Si la confesión de Xavier fue mejor que la de Andrew,
he de hablar con él. Aunque igual tendré que hacerlo con ambos, ¿cómo se les

ocurre hacerlo en tu cumpleaños?

— ¿Qué pasó con quién?


—Con Andrew, obviamente.

—Yo solo estaba en el jardín tomando algo de aire, ya sabes que tenía algo de
dolor de cabeza— describo juntando las manos en mi regazo y contándolo sin

ninguna prisa—. Me sentía muy mal y me senté un momento a esperar que se

pasara el mareo, luego él llegó y me dio algo de agua. Lo cual fue un gesto
bastante amable y dijo que la razón para hacerlo fue que lucía demasiado pálida.

» Luego, como suele intentar, hizo todo lo posible para hacerme enojar. Decidí

irme y me retuvo. Eso me enojó mucho más y le pregunté que, ¿Qué esperaba de

mí? Me pidió que no me enojara y comenzó a halagar mi sonrisa. Me harté y

volví a intentar irme, esta vez no me detuvo y cuando estaba a punto de volver a

la fiesta me pidió que esperara, que tenía algo importante que decirme.

A medida que hablo sus ojos muestran una curiosidad cada vez mayor. Tenía que

aceptar que Claire puede ser toda una romántica. Espero que su amor al romance
no la lleve a hablar de esto con nadie.

—Me dijo que me amaba, que le importaba más de lo que estaba dispuesto a
aceptar— prosigo siendo consciente que después de todo, si había sido bastante

real. Por mucho que me rehúse a admitirlo, el momento había sido bastante
lindo. Ahora recordándolo no dejaba de sentirme algo torpe—. Y me beso, ni él

mismo podía creer que lo hubiera hecho.

— ¿Qué? ¿Te besó?— aplaude feliz sin poder contener su emoción—. ¿Y hasta

ahora me lo dices?
Asiento leve.

—Pero no es para tanto— bajo la mirada con duda. Ni aunque me hubiera dado
el beso más apasionado cambiaría el hecho de que no está bien en ningún

sentido. Él tiene a Trinity y hay disputas familiares que nos alejan lo suficiente

—. Y no entiendo que hay con las confesiones y los besos. ¿Acaso todos tienen
que hacer eso?

— ¿Todos?— pregunta confusa deteniendo su alegría para mirarme con sorpresa

al comprender lo que he dicho—. ¿Xavier?

La miro en silencio.

—Por Dios, no puedo perderte un minuto de vista porque andas enamorándolos

a todos—peina su cabello divertida y dándome codazos—. Katherine Briden,


sabía que le gustabas a Xavier, ¿pero Andrew? Es raro. Ni siquiera recuerdo una

vez que ustedes hayan hablado más de cinco minutos sin discutir.

—Esa era la razón por la que no quería contarte. Estás haciendo de esto algo

mucho más grande de lo que es. Yo haré como que nada ocurrió y espero que
ellos también. No voy a tener una relación ahora.

—No puedes simplemente hacer como que nada ocurrió. Ambos esperaran que
les digas que piensas de eso. Y aunque me cueste aceptarlo, deberías hacerlo
antes de que alguno salga lastimado.

—No, creo que mejor haré como que nada pasó— me encojo de hombros
tomando el mando a distancia y encendiendo la televisión para darle fin a la
conversación—. ¿Quieres ver una película o me dejarás dormir?

Me da una mirada desaprobatoria mientras niega con la cabeza y camina al baño


sin decirme ni una sola palabra.

Hago zapping entre los canales sin encontrar nada interesante y la apago

esperando que vuelva. Cuando lo hace minutos después, mira la pantalla de su

teléfono pensativa y antes de que pueda preguntarle al respecto pone el aparto


frente a mis ojos.

Luca Sandino: ¿Conoces alguna mujer que toque el violín? Justo en estos días

he estado buscando una que tiene una deuda conmigo. Si la ves, hazle saber que

es de muy mala educación no cumplir con lo pactado y que si acepta pagar su

deuda, le regalaré una cena gratis.

—Cada vez estoy más confundida sobre ustedes— sonrío entretenida ante el

fuerte sonrojo que ha aparecido en sus mejillas y como no deja de mirar la

pantalla del teléfono—. Algunas veces hablan como los mejores amigos y otras
les falta poco para matarse… No, aclaro, para que tú lo mates.

—Es que tantas bromas cansan, ¿no crees? No toda la vida se puede pasar
pensando que todo es un chiste.

—No lo hace siempre. Hoy en la fiesta tuvo un pequeño episodio de celos


cuando aceptaste ir a bailar con Tom— toco la piel alrededor de mi muñeca

donde por suerte no ha quedado ninguna marca permanente—. Quería saber todo
sobre él y cuál era su relación exacta.
— ¿En serio?— una luz de alegría se muestra en sus ojos y juguetea con los
dedos de sus manos—. Esta noche fue algo raro con Tom, ¿sabes? Esperaba que

cuando tuviéramos un momento a solas, me moriría de nervios. Pero la verdad,

todo fue bien; estamos bien con lo que pasó en el pasado.

—Tienes razón, las cosas pasan por algo. Míralo desde este punto, ambos han
estado dedicándose a su música y les ha ido de maravilla. Una relación en el

tiempo en que ascendían no habría sido la mejor opción, menos una a larga
distancia.

—Luca, celoso de Tom— susurra pensativa creyendo que quizás no la he

escuchado y vuelve la mirada a mí—. No pensé que fuera de ese tipo de

hombres. Se ve tan seguro.

—Bueno, Tom no está tan mal— confieso encogiéndome de hombros.

A pesar de ser un rockero, al lado de Luca, Tom parece la clase de hombre que

les presentarías a tus padres. Luca, con su tamaño y tatuajes, es todo lo que se
podía esperar del chico malo; aunque por dentro era una persona dulce y amable.

—Cada vez parece más un acosador. Comienza a asustarme de verdad.

— ¿Por qué está completamente loco por ti? Que intente conquistarte en cada
momento no lo hace un acosador. Lo hace terco, de una manera linda.

—Lo sé— tapa su rostro con ambas manos riendo por un rato—. Es totalmente

tierno lo mucho que se esmera.


—Entonces, ¿por qué no le das una oportunidad?— alzo una ceja seria. Ya
comenzaba a parecer una jugadora, que mantiene a sus admiradores cerca pero

no se decide por algo serio—. Estás comenzando a convertirte en la clase de

mujeres que más odiamos. Si sientes algo por él, no se nieguen la oportunidad.

—Es más difícil de lo que crees. Estás viendo las cosas desde su punto de vista,
no el mío. Y soy tu mejor amiga, no él. Si acepto, ¿qué pasa? ¿Me aguanto las

multitudes de mujeres que le gritan?— junta las cejas y sus ojos se humedecen
un poco, por lo que los limpia rápido con la manga del pijama—. ¿Sufro

pensando que en cualquier momento puede lastimarse haciendo lo que hace? Si

no lo notas, aún estoy sin aceptarlo y ya estoy sufriendo. No quiero convertirme

en una viuda.

—No lo harás— la jalo en un abrazo y beso su cabeza—. No te conviertas en la


niña asustadiza y preocupada de hace años. Tomó tiempo que salieras de ahí así

que no te atrevas a volver. Luca es demasiado suertudo para lastimarse, no le

pasará nada. Y sobre las admiradoras, él solo tiene ojos para ti aun cuando no

tienen nada. Teniendo algo así, créeme que no cambiará.

— ¿Debería aceptar su invitación?

—Es tu decisión que hacer. No pienso decirte que decisión tomar. Es tu vida y tú
la llevas.

—Lo llamaré—afirma separándose y agradeciéndome con una mirada antes de


tomar su teléfono, levantándose de la cama—. Me demoraré un rato y son las
dos de la mañana. Deberías dormir.

—Tienes razón— miro el reloj al lado de la cama y bostezo mientras me


recuesto acomodando mi cabeza en la almohada—. Buenas noches, Claire. Te

quiero y suerte.

—Buenas noches, Kathe— responde y un momento después, la puerta se cierra

en cuanto sale.

La lluvia cae de manera torrencial y los rayos iluminan el camino por el que me

apresuro a huir de alguien que se mueve detrás de mí. No sé de quién se trata

pero sus pasos son más rápidos que los míos y las piedras del camino no dejan

de hacer mi paso, más resbaloso y que requiera de más esfuerzo continuar.

Un trueno rompe el silencio, ¿o fue el ruido? Y lo próximo que sé es que caigo


en un abismo oscuro que ha aparecido de la nada. Segundo a segundo, intento

agarrarme de algo para evitar la caída, pero lo único que agarran mis manos

son el aire vacío. Al llegar al final, no choco contra el piso sino que caigo en
pie e instintivamente miro hacia arriba donde quien me persigue revela su

rostro.

Los dorados ojos que veo cada vez en el espejo, me devuelven una mirada llena

de decepción. De repente, mi otro yo se devuelve por donde ha estado


siguiéndome y…

Despierto con los rayos del sol sobre mi rostro dándome la bienvenida a un
nuevo día. Escaneo la habitación en busca de cabello rojizo pero no encuentro a
su dueña por ningún lado. El lado de la cama donde se supone que ha dormido

está intacto.

Aun recuperando el aliento de la persecución de mi sueño, tomo el teléfono de la

mesa de noche y compruebo la hora. 8:53 de la mañana.

Tengo un mensaje.

El idiota: Buenos días.

Katherine Briden: Te agradecería eternamente que no vuelvas a contactarme.

Estoy a punto de enviarlo pero termino borrándolo porque no vale la pena. La

pesadilla no solo me ha dejado sin aliento sino que me ha provocado un mal

humor que solo señala que mi día no pinta con ser muy bueno. ¿Qué rayos había

sido eso de ser perseguida por mí misma? ¿Y la parte de la mirada

decepcionada? No me siento decepcionada de mi misma, si eso intenta decirme


mi cerebro.

Decido olvidarme del tema, convenciéndome de que no merece tanta atención.

Deshaciéndome de las sabanas, me levanto y camino directo al baño a tomar una


ducha. 45 minutos después estoy bañada, vestida y lista para desayunar.

—Hola, Kathe— una alegre Claire me saluda desde detrás de un periódico sin

moverlo un poco para verme. Un plato con algunas migajas de pan tostado está
frente a ella, al igual que una taza de leche a medio tocar, con una marca del

color de su labial—. ¿Dormiste bien?


—Bastante bien— miento leyendo la primera página por encima, que habla de
una reforma a una ley en el comercio internacional—. ¿Qué hay de ti? ¿Todo

bien con Luca?

—Yo dormí perfectamente— deja el periódico a un lado revelando que usa ropa

para salir. —Deberías apresurarte y desayunar.

— ¿Vas a ir?— me siento en la silla a su lado y lleno mi plato con algunas


tostadas del cesto que hay en la mesa y les unto algo de jalea de mora. Luego me

sirvo un vaso de jugo, el café ahora le caería algo pesado a mi estómago—.

Espero que sí porque no pienso darte otro discurso sobre seguir lo que quieres.

—Andrew me preguntó si estaba interesada en ir al campo de tiro antes de la

cena. Parece que él también estará hoy.

— ¿Y Luca lo sabe? Pensé que hoy tendrían un día juntos y harían un montón de

cursilerías.

—Al parecer, Luca fue quien le pidió que me preguntara— explica sonriendo y

tomando el teléfono para teclear algo por lo que permanecemos en silencio


mientras lo hace, y aprovecho para comer algo—. Suena divertido así que les
dije que sí.

—Enhorabuena, parece que todo va a las mil maravillas— celebro antes de darle
una mordida a mi segunda tostada y en cuanto la mastico y trago, vuelvo a

hablar—. Espero que te diviertas hoy con ellos dos. Parecen llevarse a las
maravillas.
—No, señorita. Usted también irá, no la dejaré quedarse sola hoy.

—No haría nada más que dañar el ambiente romántico. Está bien que Andrew
quiera ser tercera rueda pero no es lo mío— me niego tosiendo un poco al casi

atragantarme con un bocado—. No haría ninguna especie de contribución.

—Irías para apoyarme— antes de que pueda negarme me señala abriendo los

ojos—. Y no puedes decir que no después de decirme lo de ayer. Tu deber como


mejor amiga es apoyarme. No me obligues a rogarte.

—Sabes muy bien que no quiero ir. Primero, es una cita entre Luca y tú;

segundo, tengo mis razones para no querer asistir; y tercero, me espera un día

bastante ocupado.

—Vamos— junta las manos haciendo pucheros en una especie de ruego—.


Podrías divertirte incluso.

—Preferiría no ir, gracias.

—Andrew quiere verte.

—Pues que vea una foto mía, en Internet hay muchas. Además su invitación fue
a ti, no a mí.

—Katherine…

—Claire D’Moon, por una vez en tu vida deberías no intentar discutir conmigo.
Días como hoy no tengo humor para salir de casa— ruedo los ojos. No podía

obligarme a ir a un lugar donde mi presencia no crearía un buen ambiente—.


Además, no quiero ver a la intensa de su novia.

—Trinity esta en Miami visitando a una amiga. Esa es la razón por la que
aprovecharan el día sin ella haciendo lo que solían hacer cuando no estaba. Te

sorprendería saber que a Luca no le agrada mucho ella. Y Andrew se mostró

bastante alegre ante la idea de ser libre.

—No iré, es mi decisión final. No puedes obligarme, soy mayor que tú y hace
mucho que no me dejo mandar por nadie.

—No permitiré que te quedes un lindo domingo como hoy sola. Me preocupas,

la verdad— se levanta de la silla sin una pizca de diversión en su voz—. Estás

todo el tiempo trabajando o con la nariz metida en un libro. No te dedicas tiempo

a ti misma y no recuerdo la última vez que saliste a divertirte o coqueteaste con

alguien. ¡Tienes 25, por Dios! Actúas como una mujer de 50 años. Y me asusta

que cuando llegues a esa edad, te arrepientas de no haber vivido tu vida como
era. Por esa razón insisto tanto.

—No tienes que hacerlo— me levanto también rodando la silla con algo de

fuerza—. Estoy feliz con mi vida, y la manera en la que la vivo no hará que me
arrepienta en unos años. Esta es la vida que escogí para mí, así que si no te

molesta, apóyame en ella. No hagas parte del numeroso grupo que piensa que
soy una máquina de negocios solamente. Que no me guste malgastar mi tiempo

en una relación que al terminar no me dejará más que un corazón roto y pérdida
de tiempo, no quiere decir que no sea feliz.
— ¿Ahora podemos irnos?— se cruza de brazos a la espera—. Puedes odiarme
el resto de la vida, pero hoy no te voy a dejar.

—Eres de lo peor— suspiro pesadamente y camino a la cocina con pasos fuertes

por todo el enojo. Entre todas las personas, ella es de la última que me esperaba

todo eso.

Abro el refrigerador sin buscar nada en específico mientras ella se queda en la


entrada de la cocina mirándome sin duda en sus ojos.

—Eres toda una estirada— dice respondiendo a otro mensaje en su teléfono sin

molestarse en lo herida que ya estoy por sus anteriores comentarios—. Te espero

afuera en el auto y no me iré hasta que salgas.

— ¿Dónde está mi padre?— evado el tema apoyándome en la mesa de la cocina


luciendo relajada, esperando que entienda mi indirecta de que es demasiado para

una mañana.

—Fue a cabalgar con unos amigos desde muy temprano— explica sin despegar

la mirada del dispositivo móvil—. Dijo que volvería tarde en la noche porque
quizás irían de pesca, o algo así dijo.

—Iré contigo— afirmo seria demostrándole que no es voluntario—. Pero solo


porque no me gusta discutir contigo, se siente pésimo.

—Lo sé, ¿verdad?— esboza una media sonrisa asintiendo levemente con su

cabeza—. Tenemos que irnos ya, se está haciendo tarde y ellos nos están
esperando.
Una hora después de estar conduciendo por la carretera, el GPS nos guía a un
camino sin pavimentar y a medida que disminuye la velocidad pasamos

diferentes portones. Miro a Claire sin reconocer el lugar donde estamos.

—Tienes que estar bromeando— abro la boca sorprendida, cuando el GPS

señala que hemos llegado a nuestro destino.

Claire baja del auto cuando lo aparco al lado del que reconozco como el auto de
Andrew. Apago el motor y la sigo guardando las llaves en el bolsillo de mis

jeans y llevando el teléfono en mi mano.

—Andrew dice que viene en camino a buscarnos— informa mirando el lugar

con una pequeña sonrisa en sus labios mientras esperamos. No me separo mucho

del auto—. Esto es increíble, ¿no crees?

—Sí que lo es— concuerdo con ella. El ambiente en el lugar es tan calmado y

relajado que casi deseaba poder quedarme ahí varias horas sin moverme y

escuchando las hojas de los arboles al removerse por la brisa—. ¿Desde cuando
eres tan cercana a Andrew?

—Siempre me ha agradado, no es mala persona. A veces nos escribimos y


vamos a comer; por si no sabías, tengo más amigos con los que ir a comer

cuando tú me rechazas. Además, digamos que últimamente me agrada más por


ciertas razones. Cualquiera que ponga así sea un poco nerviosa a Katherine

Briden, tiene mi voto a favor.

Ruedo los ojos mientras mi teléfono vibra con la llegada de un nuevo mensaje.
Desbloqueo la pantalla y lo abro.

Xavier Higgons: Hola, ¿cómo amaneciste?

Katherine Briden: Hola, amanecí bien. ¿Qué hay de ti?

Xavier Higgons: Bien. ¿Quieres hacer algo hoy?

Katherine Briden: La verdad ya tengo planes con Claire. ¿Qué tenías en mente?

Xavier Higgons: Mis padres iban a hacer una parrillada y quería ver si te

gustaría venir. Pero como ya veo que tienes planes con Claire, entenderé que no

puedes abandonarlos.

Katherine Briden: Si, lo siento. Sabes que no podría negármele a las

hamburguesas de tu padre si tuviera tiempo de ir.

Xavier Higgons: No hay problema. Espero que la pasen bien.

Katherine Briden: Igual tú. Saludos a tus padres. La próxima vez te agradecería
me avisaras con tiempo. Aún me debes la famosa salsa de tu abuela.

Xavier Higgons: Prometido. Nos vemos luego.

Levanto la mirada al recibir el último mensaje y me encuentro con una brillante


mirada azul sobre mí. Me sobresalto un poco por la cercanía, lo que produce que
sonría divertido por haberme tomado por sorpresa.

— ¿Hace cuánto llegaste?— le doy un leve empujón para recuperar mi espacio


personal.
—Hace poco, en realidad— intercambia una mirada cómplice con la pelirroja—.
¿Listas para irnos?

Ambas asentimos y mientras que él toma la delantera con la otra mujer, me

mantengo varios pasos detrás mirando distraída a los alrededores. El lugar es

más hermoso entre más lo recorres.

— ¿De quién es este lugar?— la contraria sostiene el brazo del hombre con total
naturalidad mientras caminamos. Fuera lo que fuera lo que habían hablado

anoche, Luca y ella, se había convertido en una gran amiga de ambos. Si es que

no lo era desde hace mucho tiempo, por lo que me había contado.

—Es de los padres de Luca— Andrew responde con tranquilidad sin lucir nada

incomodo por su cercanía. Aunque después de todo, esta no es para nada

coqueta, más bien parecían familia—. Viven hace unos 20 años acá, desde que se

mudaron de España.

—Andrew, no bromees— Claire niega sin creerse una sola palabra—. ¿En serio
viven acá?

—Sus padres, sí. Luca no tiene mucho tiempo para estar en casa, así que solo se
queda mientras se encuentra en la ciudad. La verdad es que hace como dos años

no pasa mucho tiempo en los alrededores. Lleva años de un lado para otro con
una maleta donde lleva solo lo necesario—comenta a medida que recorremos el

terreno por un camino más estrecho, con algo de nostalgia en su voz—. Pero ya
está acá, y he podido recuperar a mi mejor amigo.
Eso explica el hecho de que no hubiera escuchado antes de él.

— Es sorprendente—la otra mujer admira el paisaje, antes de notar que sus


palabras pueden tomarse desde otro sentido—. Me refiero a la casa y el paisaje.

Andrew le responde con una sonrisa graciosa; y tampoco puedo evitar reírme un

poco de su aclaración.

—Los señores Sandino, ¿ellos saben que vinimos?— le hago el favor de desviar
la atención, para que tenga un momento para recuperarse—. No quiero ser

imprudente.

—Aunque lo estuvieran, no lo serías. Aman tener la casa llena. Aunque después

de todo, con solo Luca no es que tengan muchas personas. Por eso cada vez que

los visito me reciben con los brazos abiertos—gira un poco la cabeza para verme
y hablar con una sonrisa amable en los labios—. En estos momentos, están en un

viaje a Ontario a saludar a los tíos de Luca. Pero no te preocupes, Claire—

vuelve la atención a la mujer a su lado guiñándole el ojo—. Muy pronto podrás


conocer a tus suegros.

— ¿Esa es la casa Sandino?— suelta su brazo sin escuchar su ultimo comentario


y señala la hermosa casa que se erige varios metros frente a nosotros.

El ojiazul asiente deteniéndose y esperándome para caminar a mi lado, mientras


mi amiga casi corre hacia la edificación olvidándose por completo de nosotros.

— ¿Hace cuánto conoces a Luca?—aparto varios mechones que la brisa trae a


mi rostro esperando que entienda que quiero que las cosas se den normales entre
nosotros para no dañarles el día a nuestros mejores amigos.

—Hace 22 años…— y antes de que pueda preguntarle cómo lo conocía desde


antes de que se mudara acá, responde—. Dije que vivían acá hace 20 años, pero

antes de eso hacían viajes regulares a la ciudad. Ahí fue que lo conocí. Se

mudaron antes cerca de casa y Luca y yo nos hicimos muy buenos amigos desde
entonces. Aun cuando él solo venía en el verano, era el mejor momento del año.

Es como el hermano que nunca


tuve.

— ¿Y dónde está ahora?— pregunto antes de que la conversación se ponga

demasiado sentimental y ambos terminemos hablando de lo orgullosos que

estamos de nuestros mejores amigos.

—Está dentro de la casa— mientras hablamos, recorremos la distancia hasta el

porche de la casa, donde Claire salta de la emoción.

Andrew abre la puerta en cuanto llegamos frente a ella y nos deja pasar primero,
para luego seguirnos dentro.

—Luca, hermano, ya llegamos— informa invitándonos a sentar en el sofá,


mientras desaparece por uno de los pasillos.

La casa no es tan lujosa por dentro como esperaba, y es un gran alivio porque
demuestra que tipo de personas son las que viven ahí y criaron a Luca. Tiene un

estilo rustico y hogareño; lo que transmite cierta calidez. El uso de colores en


ella es impresionante. No había visto una casa tan viva desde…Bueno, desde
nunca. Las casas donde solía ir brillaban de lo blanco de sus superficies y

mueblería.

—Miren lo que trajo el viento— el habitante de la casa, entra vistiendo

casualmente como siempre y sus apariencia ruda se ve bastante graciosa al lado

de la decoración de esta—. Las criaturas más bellas de mi vida.

Claire se levanta y le da una sonrisa antes de darle un beso en la mejilla como


saludo. La sigo y en cuanto terminan su coqueteo de miradas, golpeo el brazo de

Luca riendo y lo abrazo.

—La próxima vez que me vuelvas a llamar criatura, no vivirás para contarlo—

bromeo al separarme y volver a sentarme en el sofá al lado de mi amiga—. Por

cierto, lindo hogar. Es la primera vez que lo digo en serio y no por amabilidad.

— ¡Hey!— Andrew y Claire se quejan al unísono.

—Ok, ok. Una de las primeras veces— rio negando y al rato ellos también lo

hacen.

—Qué mal anfitrión estoy siendo—palmea su frente viéndonos—. Fuera hace un


frio impresionante. ¿Quieren chocolate caliente?

—Sí, claro—asiento mientras los otros dos hablan animadamente.

—Andrew, ¿me ayudas?— Luca mira con mala cara que su mejor amigo se la
lleve tan bien con su chica—. Así haces un mejor papel.

Me obligo a no reír al notar la cara del español mientras sale seguido de su


amigo. De seguro le patearía el trasero por ser tan amable con la pelirroja.

—Este es un hermoso lugar, ¿no crees?— la contraria menciona volviendo su


atención a mí, sin tener una mínima idea de la situación que pudo haber creado

entre ambos hombres—. Casi se puede sentir lo hogareño en el ambiente.

— ¿Sabes qué? Creo que en serio si debería irme— un pensamiento pasa por mi

cabeza mientras menciono aquellas palabras con la vista un poco perdida. No lo


digo por el hecho de sentirme incomoda, lo aclaro porque no quiero crear

incomodidad. Andrew está acá pasando el día, Luca y Claire, pasarían tiempo

juntos. Pero, ¿Cuál es mi fin ahí?—. El tiempo de hoy me servirá para ponerme

al día con algunos documentos del mes pasado que olvidé revisar— lo cual no es

del todo mentira, tengo unas cuantas carpetas gruesas mostrando la evolución de

tratos importantes.

—No, prometiste quedarte a apoyarme. ¿O tengo otra vez que decirte lo mismo
que esta mañana?— la felicidad que momentos antes estaba en su rostro es

reemplazada por un fruncimiento de cejas—. Ni se te ocurra irte. Recuerda que


al ser mi mejor amiga de toda la vida, me debes tu lealtad en todo momento.

— ¿Ocurre algo?— Luca entra de vuelta a la sala llevando dos tazas que

desprenden un humeante olor a chocolate, estudiando la expresión de mi amiga


con confusión.

—Creo que debería irme. Justo recordé que tengo mucha cosas que hacer y…

—Basta de eso— Claire me interrumpe mirando del hombre a mí—. Estoy


cansada de tener que ser yo quien te saque de tu propio mundo. Es domingo, por

Dios. Deja de actuar como una anciana. Ni tu padre actúa como tú. Abre los

ojos, maldita sea, o vas a terminar perdiendo tiempo huyendo de todos y todas—

hasta Luca parece sorprendido con las palabras de Claire, mientras tanto esta
vuelve a cerrar los labios luciendo completamente furiosa sin atreverse a

mirarme esta vez.

—Katherine, por favor, quédate— el deportista habla casi en susurros y deja las
tazas en la mesa del centro sentándose en uno de los sillones para mirarnos a

ambas—. Mañana puedes atender lo que sea que tengas pendiente, y si no crees

tenerlos a tiempo me encargaré de ayudarte en todo lo que pueda.

—Realmente lo siento— lo digo más para mi amiga que para el hombre, aunque

lo miro a él porque no me creo capaz de verla a ella aún más enojada conmigo.
No es ni medio día y ya hemos tenido dos discusiones en una sola mañana. Lo

cual es bastante extraño, porque con los dedos de una mano puedo contar las

veces que había pasado antes y aun así sobraban dedos—. No quiero ser una

carga en el día de hoy, se suponía que lo pasarás con Claire. No quiero ser la
tercera rueda.

— ¿Y qué soy yo entonces?— con una sonrisa Andrew entra en la habitación


dejando las dos tazas igualmente en la mesa para mirarme con una sonrisa

sincera.— No soy exactamente parte de esa relación, porque detesto los tríos; así
que ambos somos terceras ruedas, compañera.
Alzo una ceja y una media sonrisa se dibuja en mis labios por lo tonto del
comentario. Después de todo, tenía razón, aunque detestara admitirlo.

— ¿Lo ves? No somos tan mal par de terceras ruedas—me responde con una

sonrisa y se sienta en el sillón vacío al otro lado del sofá donde está mi amiga—.

Hasta podríamos pasarla mejor que este par.

—Y no puedes perderte el probar mi sazón. Tu estómago no se lo perdonará sino


pruebas mi comida— el otro añade, a modo de ayudar a disminuir la pesadez del

ambiente aunque Claire se muestra silenciosa aún.

— ¿Les he dicho que los odio? Porque están en serio retrasando procesos

importantes.

—Por suerte para mí eso no me perjudica— el ojiazul sigue bromeando y toma


su taza de chocolate pasándole una a Claire que ha terminado por dar un suspiro

profundo.

El deportista también se hace con la suya y tomo la mía. Estamos un rato en

silencio tomándolas hasta que de nuevo, el ojiazul toma la palabra para romper
la incomodidad—. Bueno, se hace tarde y necesitamos demostrarle a Katherine
que pasar su domingo acá vale la pena, así que a apresurarse y nos vamos al

campo de tiro— se levanta y toma las tazas a medio terminar de todos


apresurándose a dejarlas en la cocina—. Los veo en la puerta.

Luca es el primero en levantarse y le doy un asentimiento para hacerle entender


que necesito un tiempo a solas con Claire. No soporto estar un segundo más
peleada con ella. Es como mi hermana pequeña y una de las últimas personas

con las que no querría estar bien.

—Claire, yo… Lo siento— me giro a enfrentarla a la misma vez que ella

también pide disculpas—. Déjame hablar primero, ¿de acuerdo?— pido alzando

la mano, segura de que lo que tengo por decirle es más importante: aquí la
equivocada soy yo, no ella—. No intento ser una aguafiestas, ni menos dañarte el

día. Solo quería irme porque siento que mi presencia acá no encaja. Y sé que
dices que me quieres acá para ser un apoyo pero no es así, estarías perfectamente

por ti sola. Hace un rato me lo demostraste.

—Solo quiero que pases un buen rato. Estoy segura que lo pasas trabajando, lo

cual es raro. Pero es lo que amas hacer y lo entiendo. Solo te pido que por hoy

intentes relajarte y ser una buena amiga. Hazlo y te prometo que te dejaré volver
a comportarte como una antisocial encerrada en tu oficina.

Sonrío abrazándola y esperando que entienda lo mal que lo he pasado en ese rato

que habíamos estado enojadas la una con la otra. Claire es más que mi mejor
amiga, es mi hermana. Había crecido con ella como uno de mis más grandes

apoyos.

—Lamento interrumpir pero es tiempo de irnos—el otro invitado del día, entra
en la sala mirándonos con algo de ternura—. Después pueden darse todo el amor

que quieran.

Ambas reímos al mismo tiempo y nos levantamos para salir detrás de él hacia la
puerta donde Luca espera con su abrigo puesto. Andrew hace lo mismo con el
suyo, y a nosotras nos prestan un par del armario de abrigos; asegurando que

fuera hacia demasiado frio como para no llevarlos puestos.

Salimos fuera, y dejando que Claire y Luca caminen juntos unos pasos frente a

nosotros; nos quedamos detrás en un silencio que oculta lo extraña que se están
tornando las cosas con nuestra relación. Ni siquiera hablamos sobre el clima o el

coqueteo de nuestros mejores amigos; solo nos mantenemos caminando según


ellos lo hacen.

Al llegar a un gran claro en el bosque, nos espera una pequeña cabina de madera

donde Luca entra y sale con cuatro armas y una bolsa con lo que lucen como

balas de goma; y gafas y protectores de oído.

Le da un arma a cada uno y deja la bolsa en el piso, para sacar el equipo

protector junto a algunas balas para cargar su arma. Al terminar se pone en pie y
le hace señas a su amigo para que lo ayude activando el propulsor del blanco.

Hace una demostración disparando a varios de los blancos en el aire y después

de terminar con las balas de goma, extiende su mano a Claire que sostiene el
arma con temor.

La ayuda a ponerse las protecciones y a introducir las balas en el compartimento


del arma. Luego le enseña a disparar, guiándola con sus manos mientras le

susurra cosas al oído.

Algunos de sus tiros son acertados y celebra besando la mejilla de su instructor.


Luego es el turno de Andrew y demuestra que no es su primera vez haciéndolo.

—Creo que debería tener más cuidado contigo a mi alrededor—bromeo antes de


que sea mi turno. Cuando me acomodo con toda la seguridad, apunto y de mis 7

intentos, solo acierto a 3.

— Bien hecho, todos— el más alto nos felicita mientras guarda los instrumentos

y peina su cabello desordenado—. Claire, ¿en serio fue tu primera vez?

—Sí, lo fue. ¿Y sabes lo mejor? Mi truco estuvo en que te imaginé al disparar—

noto que intenta bromear pero su voz sale bastante plana.

— ¿Qué problema tienes conmigo?— Luca no demora en tomárselo en serio y

lucir algo enojado—. Intento de todo para que estés feliz, y aun así sales con

estas cosas.

—Eres un cretino— su tono sale burlona mientas niega por el hecho de que no
ha entendido su broma.

—Si me dijeras que hice mal, lo habría remediado hace mucho. Pero no, solo

eres una malcriada, a la que ninguno le parece suficiente.

—Entonces, tú eres un estúpido deportista con falta de neuronas—ella


contraataca herida, para poner las manos como puños a su lado—. Porque

pareces no captar ni una maldita broma.

— ¿Lo ves? Ahí está el problema. Siempre intentas hacerme sentir menos que

tú. Y si, tal vez no soy como los demás con los que has tenido algo, me gano la
vida arriesgándola y si, quizás no puedo llevarte a elegantes eventos o pertenecer
al cerrado grupo de personas que consideras pueden dedicarte la palabra; pero si

sé algo, te he demostrado de la manera más sincera lo mucho que me importas.

—Jamás te he hecho sentir menos. Desde el día en que te conozco siempre he

dejado claro todo. Te he dicho la verdad en tu cara.

—Al igual que yo, siempre te he dicho cuanto me gustas— él se voltea y


emprende su camino a la cabaña.

—Es un cretino—Claire camina en la dirección contraria y tengo claro

enseguida que puede perderse.

—Ve con ella y no permitas que nada malo le pase— le pido a Andrew que

comienza a diputarse entre a quien seguir—. Te prometo que haré que él se


calme.

Asiente a la vez que se pierde de mi vista corriendo detrás de mi amiga y

emprendo mi marcha detrás del suyo.

●●●

El cielo ya luce rosáceo y estoy sentada en los escalones del porche recordando
los acontecimientos del día de hoy. Después de haberse enojado y salir corriendo

por su lado, Claire al fin había vuelto después de una media hora, con Andrew
siguiéndola. Por lo que sabía, él le había pedido que volvieran a la propiedad

porque fuera estaba helando. Luca por su parte, había entrado a la casa para
cuando llegué y tuve que tocar con fuerza para que me abriera la puerta. Pasó su
ataque de furia despotricando en un español muy gracioso.

La pelirroja ahora se encuentra sentada cerca de la casa, escuchando música


debajo de un árbol después de un muy incómodo almuerzo donde el único

sonido era el de las sillas al correrse.

—No sé qué ocurrió con ella—dice el dueño de la propiedad sentándose a mi

lado, mirando hacia la mujer debajo del árbol—. Nos enojamos muy fácil. No
entiendo cómo surgió esa conversación si nos estábamos divirtiendo antes.

—No te preocupes, pronto se le quitará. Solo déjala a solas por un rato.

—Aun no entiendo porque me odia.

—No te odia. ¿Por qué crees que lo hace?— poso mi mano sobre la suya

dándole fuerzas, porque sé que si renunciaba ninguno de los dos podría

encontrar algo así de nuevo—. Claire tiene una personalidad difícil, lo sé. Pero
eso no quiere decir que no le agrades. Ella decidió venir hoy aquí, ¿no?

—Te juro que si supiera que va mal, lo arreglaría. He intentado de todo por ser el

hombre que ella espera.

—No tienes que cambiar para agradarle, Luca. Sé que soy su mejor amiga, y por
eso te aconsejo que no lo hagas. Eres perfecto para ella tal y como eres. Lo único

que puedo decirte es que no renuncies a ella.

—Eso ya me lo has dicho.

—El problema es que si estás considerándolo— señalo de nuevo el lugar donde


está mi amiga—. Los problemas deben ser resueltos de raíz, o podrías perder tan

valioso tesoro por una tontería. Solo recuerda hablarle desde aquí, — pongo un

dedo en su pecho donde debe estar su corazón, —y no desde aquí— pongo un

dedo en su frente para retirarlo al segundo.

—No entiendo como sigues soltera— bromea levantándose del peldaño para ir
hacia el árbol pero antes me da un beso en la mejilla—. Y gracias, te lo

agradezco mucho.

Lo veo alejarse con una sonrisa en el rostro; esperaba que mis consejos le

sirvieran y en menos de lo que esperaba fueran la linda pareja que se negaban a

hacer por extrañas razones.

— ¿Qué tal va tu labor de Cupido?—el otro hombre ocupa el lugar que segundos

atrás había ocupado el contrario y pregunta con cara de poco amigos.

—Esos dos estarán juntos pronto— aseguro emocionada con una gran sonrisa.

— ¿Entiendes que pasó?

—Creo que los dos se niegan a dar los pasos necesarios para conocerse mejor. Es
obvio que están loco el uno por el otro.

—He notado que te llevas muy bien con Luca.

—Es un buen hombre, ya lo considero un gran amigo. Además aunque no lo


parezca— hago una mueca por lo irónico de toda la situación—. El parece

provocar cosas en ella que mucha gente no. Todos estos años, Claire ha sido
como una versión moderna de una dama antigua, ¿entiendes?— le pregunto y
vuelvo a hablar sin esperar su afirmación—. Y llega Luca y ella solo es…

Agresiva, valiente y luchadora. Me gusta verla hacerse valer por sí misma, si

sabes de lo que hablo.

—Sí, te entiendo. Como dije antes es bueno tener a Luca por acá, y si ella es la
razón, estaré más que feliz de apoyarlo. Claire parece una buena mujer para él—

algo en su voz denota que quiere decir algo más—. Y con lo de que parece que te
llevas muy bien con Luca, hablo de que parecen entenderse demasiado bien.

Hablo de demasiado— alarga las silabas de la palabra para explicarlo mejor.

—Sí, entiendo de que hablas— rio por lo bajo porque no ha sido capaz de decir

sus muy equivocadas sospechas en voz alta—. No te preocupes. No sé si lo has

notado pero soy una clara fan de su relación. Quiero que todo entre ellos vaya
bien. ¿Y eso que percibo son celos?

— ¿Celoso? ¿De Luca? Para nada.

—No hablaba de Luca, hablaba de mí. Tienes miedo de que tu mejor amigo te

cambie por mí. Y no me sorprendería. Porque vamos, he sido mejor amiga de él


en los últimos días que tú. Ni siquiera le diste una charla motivándolo a ir por

ella.

—Sabes muy bien a que me refiero, no te hagas la desentendida.

—No entiendo porque te importa tanto.

—Sabes el porqué.
—Olvida lo de anoche. Es tiempo de que madures un poco y aprendas a evadir
lo que sabes no tiene importancia. Yo ya lo superé, deberías hacer lo mismo.

—No puedes solo hacer como si no hubiera pasado nada— captura mi mirada

con una expresión de timidez poco propia de él—. Ocurrió y es tu turno de

hablar. No aceptaré un monosílabo como respuesta.

— ¿Mi turno? ¿Que se supone debo decir?— cruzo los brazos y frunzo el ceño
algo incomoda—. No tengo nada que decir acerca de eso, solo que lo olvides.

— ¿Qué sientes por mí?

—Yo…— suspiro rindiéndome demasiado fácil. Estaba a punto de decirle que

no se metiera por un callejón sin salida cuando un mensaje me interrumpe.

Presiono la tecla de desbloqueo del teléfono y revelo un mensaje de Luca.

Luca Sandino: ¿Quieren ir al lago? Podríamos pescar o solo pasear un rato en

los botes.

—Luca propone que vayamos al lago— le explico a Andrew que me mira

confuso.

—Estamos en medio de una conversación— señala haciendo un movimiento de


manos entre nosotros.

Y justo por esa razón, tomo el mensaje como una manera de salvarme.

Katherine Briden: Ya vamos.

Me levanto ignorando al castaño y bajando los escalones del porche para


recorrer los pocos metros hasta donde los otros dos esperan de pie. Las cosas

entre ellos parecen estar en términos cordiales por el momento.

—Así que, ¿nos vamos al lago?

—Sí, vamos— la mujer ignora la mano extendida del hombre que planea

caminar con ella y engancha su brazo con el mío—. Tú diriges, Luca— señala el

camino al bosque con su mejor sonrisa fingida.

Alzo la ceja hacia Luca esperando que solo lo deje pasar hasta que ella se sienta

lo bastante cómoda por lo menos para gritarle. El entiende mi señal y luego de

soltar una bocanada de aire profundo, emprende la marcha siendo seguido a unos

pasos por nosotras.

Aprovecho que Claire está ocupada hablando del lugar mientras fulmina con la
mirada la nuca del hombre frente a nosotras, y giro un poco la cabeza mirando al

porche en busca de Andrew, que sorpresivamente está caminando un par de

metros detrás de nosotras. Por lo menos ha decidido unírsenos.

La caminata al lago es bastante tranquila ya que el único sonido es el de nuestras


pisadas después de que la pelirroja desiste de hablar unos minutos después de
que hemos comenzado a caminar y solo seguimos al deportista. La verdad es que

me parece mejor de esa manera, dándome tiempo para tener la mente en blanco.

—Los botes solo soportan dos personas— escucho la mentira en la voz de Luca

esperando que Claire no descubra que lo es, porque es necesario que estén a
solas—. Así que propongo que seamos equitativos.
—Bien, yo estaré con Kathe— antes de poder protestar Andrew toma mi mano y
me jala hasta que caigo dentro de uno de los botes, lo que llega con un golpe de

lo más interesante en las piernas.— Los esperamos agua dentro— usa la

encantadora sonrisa que no hace más que irritarme, mientras desata el nudo del
bote.

—Me las pagarás— me siento bien, cruzando los brazos enfurruñada mirando

hacia el lago—. En serio, no sé cómo un ser humano puede reunir tantos


requisitos para fastidiarme. Si no fuera por esos dos tortolitos, ni siquiera hubiera

venido hoy, espero lo entiendas.

—Estábamos en medio de una conversación, y sé que te han enseñado lo

suficiente de modales para que sepas que es de mala educación dejar a alguien

con la palabra en la boca, así que terminarás de hablar conmigo. Y en mi


defensa, ambos sabemos que no solo estás acá por ellos.

—Eres insufrible. En serio, ¿cómo haces para ser tan molesto?

—Puedes huir de la conversación insultándome pero sabes muy bien lo que

quiero decir. Solo te estoy pidiendo una respuesta.

—Andrew— suspiro tapando mi rostro con mis manos y tomando unos

momentos para considerar que palabras decir que no suenen como algo débil—.
Lo que me estás pidiendo es demasiado. Mi respuesta es que dejes las cosas tal y

como son. Hablar de lo que hayas creído que pasó, no te hace bien.

—Mientes y lo sabes. Tú también lo sentiste. Ese día en la playa cuando hice ese
estúpido comentario sobre tus ojos, tenías esta expresión; como si en serio te

hubiera agradado. Te tomó por sorpresa.

—No lo hizo. Dije que era cierto.

—Te incomodé con eso, lo sé. No puedes solo estar enojada por no ser capaz de

ser sincera con tus sentimientos. A unos les toma más tiempo que a otros. Pero

no me pidas que lo olvide, no lo haré.

— ¿Por qué no? ¿Por qué de la nada te ha surgido esa loca idea de que me amas?

— Estoy loco— una media sonrisa ilumina su rostro mientras rema como si ni el

mismo se puede creer lo que dice—. Estoy completamente loco por ti.

—Pues es tu problema. Si sientes que estás loco, te recomendaría visitar a un

psiquiatra, y problema resuelto.

—Entonces, respóndeme la siguiente pregunta. Si no eres capaz de amarme,

¿amas a alguien más? ¿Xavier, por ejemplo? Porque si es así, puedes decírmelo
y problema resuelto.

Lo fulmino con la mirada por remedarme en la última parte de su respuesta y me


concentro en ver el agua del lago por unos largos minutos, hasta que una voz
llama nuestra atención.

—Chicos— el grito masculino nos llega a ambos y levantamos las miradas


mirando al pequeño muelle donde nuestros amigos esperan—. Claire se ha caído

al agua y debe cambiarse de ropa, o contraerá un resfriado.


—Está bien, ya vamos— el ojiazul responde y vuelve a poner los remos en
movimiento sin volver a decir una palabra en el trayecto. Cuando llegamos, paso

al muelle dándole una mirada cuestionable al deportista. Su respuesta fue alzar

ambas cejas. Le haría contarme más tarde como había terminado mi mejor amiga
en el agua.

Hacemos el trayecto de vuelta a la casa Sandino en una incomodidad palpable en

el ambiente. Claire ni siquiera me habla a mí, manteniendo el ceño fruncido todo


el trayecto. Los dos hombres se concentran en hablar sobre algún partido de

football que llegaría pronto.

—Te prestaré un poco de ropa— el dueño de la casa abre la puerta hablándole a

la pelirroja—. Creo que eres más o menos la talla de mi madre.

—Espera ahí, Luca Sandino, me debes una explicación— le exijo antes de que

desaparezca huyendo de la situación—. ¿Qué pasó allá?

—Solo cobraba una deuda— una sonrisa burlona es su respuesta mientras que a
mi lado, la pelirroja suspira de frustración—. Aunque parece que Claire no

recordaba que me debía algo.

— ¿La besaste?— su amigo se me adelanta mirando a ambos—. ¿Te besó?

—Este cretino de acá intentó besarme cuando estaba desprevenida. Por su culpa
caí al agua— tiembla apartando el cabello mojado de sus mejillas—. Y no te

preocupes en traer ropa, ya nos íbamos.

—No, no, no. Usted hizo una promesa, señorita— la señalo acusatoria. No
habíamos tenido una pelea hoy para que al final ella misma renunciara a una cita
con Luca—. Recuerde.

—No es justo— hace un intento de puchero con sus labios morados por el frio y

aunque sé que me va a odiar por esto, tomo la mejor decisión para ella—.

Prometiste no decir que te irías y creo haberlo escuchado unas cuantas veces.
Esa también era una promesa y no veo que la hayas cumplido.

—Solo lo mencioné, no lo hice. Es algo totalmente distinto.

— ¿Qué prometiste?— de repente Luca se ve aún más interesado en nuestra

conversación que en su preocupación por ir a buscarle ropa seca a mi amiga.

—Que cenaría contigo si yo me quedaba— tomo la delantera y respondo. Si,

estaba siendo una pésima amiga en eso de guardar secretos pero después del día
que había tenido y de los diferentes episodios de uno huyendo del otro, tenía que

hacerlos juntarse. Merecían estar juntos—. Así que ve por esa ropa seca, tendrás

una cena con una violinista promesa.

—Bueno, esto cada vez se torna más interesante— él sonríe divertido y sube las
escaleras corriendo.

—Te odio— mi mejor amiga rueda los ojos—. Se supone que no debes decir eso
frente a él para hacer su ego más grande.

—Bueno, retribúyele algo. No es la única que está cansada del vaivén que

ustedes dos tienen.


— ¿La apoyas?— el comentario del otro hombre toma por sorpresa a la menor
—. En serio, ustedes dos son malvados.

—Ella cumplió su promesa, debes cumplir la tuya— se encoge de hombros

caminando al armario de los abrigos buscando el suyo—. Y eso quiere decir que

es mi hora de irme.

—Estaba esto— la voz de Luca llega alegre mientras baja las escaleras y
sostiene un vestido veraniego en sus manos—. Parece de tu talla y tu estilo.

La más baja toma la pieza de ropa de las manos del hombre y camina al baño de

invitados donde se encierra aun frunciendo el ceño.

— ¿Por qué estás poniéndote el abrigo?— el hombre alto mira extrañado a su

mejor amigo. —Pensé que te quedarías para cenar.

—No, no lo haré. No quiero actuar de tercera rueda. Esa es la razón por la que
Katherine también se va, ¿no es cierto?

Afirmo sonriente.

—Espero que tengan una maravillosa cena. Me llevaré el auto, dile a Claire que
la amo.

—Estoy seguro de que eso no cambiará nada.

—Ella me ama, lo superará— bajo las escaleras del porche seguida por su amigo
y me despido de espaldas agitando la mano—. No se acuesten muy tarde.

Su risa retumba seguida de una puerta cerrándose y Andrew camina a mi lado en


silencio. Justo como quería que fuera, sin conversaciones incomodas, solo dos
conocidos caminando cada uno a su auto.

—Claire terminará matándolo— bromea cuando llegamos a los autos y me

distraigo sacando las llaves del bolsillo de mi pantalón—. En serio, tendré que

llamarlo mañana para asegurarme si continúa con vida.

—Ella no es tan mala—presiono el botón para quitar la alarma—. Además me lo


agradecerá cuando sean muy felices con una casa blanca, un perro y cuatro hijos.

—Bueno, eso es un gran futuro.

—Sí, lo sé. Si no fuera tan buena manejando la empresa, me dedicaría a leer el

futuro.

— ¿Y qué ves en mi futuro?— abre la puerta del conductor de su coche

mirándome por un momento.

—Veo que necesitas dejarte sorprender— abro la puerta de mi auto


encogiéndome de hombros con una sonrisa y antes de poder entrar al auto, su

mano rodea mi muñeca deteniéndome.

— ¿Si?

—Olvidaste decir buenas noches— me besa de repente presionándome contra el

auto. Se separa un momento para mirarme y pedir permiso, pero al último


momento se arrepiente y vuelve a tomar mis labios.

Cuando al fin es capaz de dejarme ir, le respondo con un abrazo tomándonos a


ambos por sorpresa —. Yo, no puedo.

Me subo al auto y cierro la puerta parpadeando. Odiaba que mis lágrimas solo
surgieran cuando estaba muy frustrada por una situación. A través del retrovisor

puedo ver como entra en su auto sin quitar esa sonrisa encantadora que me irrita,

y a la vez, me llena de alegría.

Lo dejo detrás saliendo de la propiedad con la vista fija en la carretera con una
que otra lagrima rebelde que se escapa de mis ojos.

¿Qué me estaba ocurriendo? No podía gustarme la competencia. Era como

traicionar los principios por los que me había regido toda mi vida. No podía solo

sentir cosas por él después de un accidente. Era ilógico.

Conduzco a través de las calles de la ciudad pensando en que me ha llevado a tal


locura. No es propio de mí cometer esas estupideces. Era la cuerda, él era el que

siempre cometía locuras.

— ¿Dónde has estado?— cuando llego a la casa caminando en cuclillas, me

encuentro a mi padre comiendo pastel en la barra de la cocina. —Sea donde sea,


debiste demorar un poco más, así me acababa la torta restante.

—Yo también te amo, papa— me siento en la barra alzando una ceja divertida y
robándole el tenedor para tomar un trozo—. Pues estaba en la casa de campo
Sandino.

— ¿Hablas de Luca?
—Sí, esta mañana Claire amaneció con la idea de ir, y aunque tuvo que
arrastrarme casi a ir, fue divertido— como el trozo que he tomado y mastico

tragándolo—. No podía tampoco quedarme esperando a que llegaras a contarme

de tu “divertido” día con tus amigos.

—Oh, vamos, mis historias no son tan malas.

—Papá, lo son— rio besando su mejilla y le devuelvo el cubierto para


levantarme del asiento—. Creo que ya me voy a dormir, Dios sabe que cara

tendré mañana después de no haber descansado mucho en los últimos días.

Además una empresa no funciona con un presidente hambriento y una

vicepresidenta zombi.

—Hey— se queja riendo y toma otro trozo del pedazo de pastel—. Bueno, ve a

dormir. Mañana viajas a Washington.

—Eso es el martes. Mañana me encargo con publicidad del proyecto. Estoy

segura que no les molesta un par de manos extra.

—Tienes razón, entonces, buenas noches.

—Buenas noches, viejito— salgo de la cocina concentrándome en cosas buenas.

No necesitaba drama en este momento de mi vida. Mañana sería un mejor día


para tratar con mi cabeza.

Claire D’Moon: Eres mujer muerta, Katherine Sophia.

Katherine Briden: Lo siento. Disfruta tu cena. Besos.


Claire D’Moon: Que besos ni que nada. Te voy a quitar el rango de mejor
amiga.

Katherine Briden: Voy a dormir. Mañana negociaremos eso.

Claire D’Moon: Te tengo en la mira.

Rio subiendo los escalones al segundo piso y al llegar a mi habitación, dejo el

teléfono en la mesa de noche dejándome caer en el colchón sin cambiarme de


ropa. Mañana. Mañana sería un mejor día.

17
La llegada de un mensaje provoca que despierte a eso de las 4:56 de la
madrugada. Me pregunto que ser en su normalidad mensajería a alguien tan

temprano. Decido que debe tratarse de algo muy importante por la hora. Me
incorporo en la cama y me acomodo con la espalda recta en el cabezal de esta,
tomando el teléfono para leer el mensaje.

Claire D’Moon: ¿Qué te parecería un desayuno para discutir sobre tu traición?

Katherine Briden: ¿No crees que es algo temprano para eso?


Claire D’Moon: Tengo ensayo a las 6 30.

Katherine Briden: Dame 20 minutos y te veré en Ocean.

Claire D’Moon: Hecho, no llegues tarde.

Me levanto de la cama recogiendo mi cabello en un moño alto para darme una


ducha. Mi mente vaga a temas de la semana que tengo por delante mientras el

agua cae sobre mí. Todo con el fin de evadir lo que ocurrió en la última semana.

Salgo envuelta en mi bata directo al armario después de cepillarme los dientes.

Reviso entre mis vestidos para ir a trabajar y al final, los aparto decidiéndome

por una falda de tela y una camisa negra junto con unas sandalias rojas. Me

aplico un poco de maquillaje para tapar las ojeras que parecían jamás dejarme, y

suelto mi cabello peinándolo para dejarlo caer suelto. Tomo mi bolso junto a mi
teléfono después de ordenar la cama. Salgo de la habitación y minutos después

camino fuera de la casa rehuyendo del frio matutino. Subo al auto dejando el

bolso en el asiento del lado y lo enciendo, conduciendo todo el camino hasta el


restaurante.

Esa mañana la cantidad de personas en el lugar es mínima, examino las mesas


buscando una cabellera pelirroja hasta que mi mirada se detiene en una de las

mesas del centro con diversión; recordando la escena de machismo puro que
habían tenido Andrew y Xavier. Quien hubiera sabido que todo estaba basado en

celos.

La mano de mi acompañante en esta mañana, se agita capturando mi atención y


hago mi camino entre las mesas hasta terminar sentada en la silla frente a ella.

—Buenos días, Claire— saludo amigablemente sin aventurarme a que humor


tendrá esa mañana—. ¿Cómo estás?

—Bien— su voz es sombría mientras juega doblando y desdoblando la servilleta

frente a ella—. ¿Ahora puedes explicarme que fue lo de anoche?

—Solo quería ayudar. ¿Cómo fue la cena?

—Bien, no cocina nada mal. Y antes de que hayas creado una película en tu

cabeza, eso fue todo. Cenamos y me llevó a casa porque cierta amiga mía se

llevó el auto. Eso fue traición, ¿sabes?

—Claire, lo siento, pero estás siendo dramática.

— ¿Dramática? Me dejaste sola.

—Lo dices como si te hubiera dejado con un delincuente, es Luca, por Dios.

—Lo sé— bufa haciendo una mueca y volviendo a su expresión fría—. No estoy

enojada, solo quería una explicación.

— ¿Entonces a que se debe el mal genio?

—Hoy elegirán al artista principal para el concierto en la Opera House de


Sídney. Y aunque la mayoría no suenan muy prometedores, Mandy ha estado

practicando y la he escuchado, es muy buena.

— ¿Mandy? ¿Amanda, la chica del chelo?—cuando asiente casi quiero gritarle

que deje de ser tan crítica consigo misma y de dudar de su talento—. Eres mil
veces más profesional que ella. Obtendrás el solo.

—Esta mañana recibí una llamada de su parte, no fue muy agradable.

—Claire D’Moon, solo escúchate. No eres cobarde, así que no vas a dejarte
intimidar por una novata que porque lleva dos años en el negocio, se cree

profesional. Llevas toda tu vida con el violín, eso te da el poder sobre ella. Solo

tienes que encargarte de ser perfecta y demostrar que no te llaman la promesa de


la música, por nada.

— ¿Te he dicho que te amo?— una risa tierna surge de sus labios y me abraza a

través de la mesa—. No sé qué haría sin que patearas mi trasero cada vez que me

pongo así.

—Metafóricamente, aún no he llegado a lo literal— bromeo devolviéndole el


abrazo—. Te va a ir genial. Además los jurados te aman.

—Pues supongo que debería ir a prepararme— se levanta de la mesa cruzando

las manos frente a ella—. Y si, sé que prometí un desayuno pero lo que menos

quiero hacer ahora es comer. Prometo devolverte el favor luego.

—No te preocupes— alzo las manos en barra aunque algunas personas nos

miran extrañados desde sus mesas—. Tú puedes.

—Te veo luego, besos— lanza varios besos en mi dirección y casi sale corriendo
del lugar dejándome sola.

Xavier Higgons: ¿Qué hace una mujer tan hermosa desayunando sola?
Katherine Briden: Huir de mejores amigos madrugadores. ¿Dónde estás?

Xavier Higgons: Si te digo, dejaría de ser divertido.

Katherine Briden: ¿Dónde estás?

Xavier Higgons: Justo detrás de ti.

Giro para buscarlo entre las mesas que están cerca pero no hay rastro de él por
ninguna parte. Vuelvo la atención a mi teléfono con intención de insistir pero

parece muy tonto hacerlo. Quizás otro día con gusto le seguiría el juego por un

rato más, pero hoy no es exactamente un día alegre.

Katherine Briden: Ven acá, necesito que un caballero me invite a desayunar.

Xavier Higgons: Enseguida, señorita.

Espero unos minutos leyendo el New York Times en mi teléfono hasta que lo
escucho sentarse en la silla que antes ha ocupado mi amiga.

— ¿Qué haces acá tan temprano?— bloqueo el teléfono dejándolo a un lado y

juntando mis manos sobre la mesa. Viste su típica ropa para ir a trabajar y su

cabello aun luce mojado por la ducha.

—Estaba a punto de preguntarte lo mismo, pero ya que preguntaste primero,

debo responder primero. Bueno, quería arreglar algunas cosas con respecto al
viaje de mañana. Pasé por algo rápido para comer pero te vi, así que decidí
acompañarte a desayunar.

—Eso es bastante educado. Por cierto, lamento haber rechazado tu propuesta de


ayer. Te prometo que de ahora en adelante dejaré todos mis domingos libres solo
para ir a comer hamburguesas donde tus padres.

—Sí, porque te perdiste disfrutar de ellas. Y ayer estaba dispuesto a hacerla con

algún extraño diseño solo por tu cumpleaños. Ah, y mi prima se comprometió.

— ¿En serio?— me apoyo en mis manos con interés en saber más—. ¿Con el

abogado? Porque si no es con él, mi pobre corazón no lo soportara.

—Sí, con él.

—Que divertido domingo parece que tuviste. El mío no fue tan interesante— me

quejo dibujando bosquejos invisibles sobre el mantel de la mesa—. Todo

consistió en Claire arrastrándome a la casa Sandino. Practicamos tiro al blanco,

pero después de una ida al lago, ella termino cayéndose al agua.

— ¿Hablas de la casa del deportista? ¿Cómo se llamaba? ¿Lucian?

—Lucas— lo corrijo asintiendo, aunque sé que recuerda muy bien su nombre—.


Aunque al final todo fue por una buena causa.

— ¿Y esa sería?

—El amor. Claire y Luca tienen sentimientos el uno por el otro. Y no, no es una
simple atracción. Luca la mira como si fuera la definitiva.

—Ya veo. Entonces, ¿estuviste todo el día de tercera rueda?

—No, Andrew estaba allá cuando llegamos. Así que no fui la única tercera rueda

del domingo.
— ¿Andrew estaba allá? ¿Qué hacía?

—Sí, Andrew estaba allá pero su misión era la misma que la mía, juntar a los
tortolitos.

— ¿Y funcionó tal macabro plan?— se burla.

—Cenaron juntos ayer. Eso es un progreso.

—Uno muy bueno. ¿Y qué hacía ella acá tan temprano?

—Buscando algo de los mágicos ánimos de mejor amiga. Tiene una audición

para el solo de la ópera de Sidney y está de los nervios.

—Bueno, espero que lo obtenga— llama a un mesero con un gesto de la mano y

entiendo que es momento de dejar de hablar de Claire. A pesar de que son mis

dos mejores amigos, no se la llevan muy bien el uno con el otro. Parecía que ni

siquiera hacían el intento de agradarse.

— ¿Todo bien?— me estudia mientras esperamos que nos atiendan.

Asiento brevemente y tomo mi teléfono para distraerme y no obligarlo a crear

algún tema de conversación.

Unos 40 minutos después salimos del ascensor hacia el piso de presidencia

hablando de cómo mejorar el plan de distribución a nuestros clientes, sin hacer


cambios drásticos. Él está de acuerdo en hacer contacto con micromercados y
distribuidores independientes.

—Señorita Briden— la voz de Samantha hace que levante la cabeza de la


carpeta en mis manos antes de darle la sonrisa de Buenos días habitual. Un ramo
de flores que ocupa casi la mitad de su escritorio, es lo primero que mi mirada

capta—. Llegaron estas flores para usted. Pensé en ponerlas en su escritorio pero

noté que no había llegado aún.

— ¿Son para mí?— señalo el ramo de orquídeas confundida. No tenía idea de


quién podía haberlas enviado. Normalmente quienes me hacían este tipo de

regalos lo hacían personalmente—. Me las llevaré. Gracias, Samantha. ¿Podrías


confirmar el hotel para el día de mañana?

—Claro— asegura y se sienta en su silla de escritorio mientras yo por mi parte

tomo el ramo con Xavier dándome miradas el doble de confusas—. Señor

Higgons, tiene una llamada en la línea 2 de su madre.

Mi amigo asiente y se despide de mí caminando hacia su oficina. Entro en mi

oficina y las dejo en un lado del escritorio deseosa de saber quién es el dueño del
envío. Saco la tarjeta de remitente y bufo al terminar de leer el corto mensaje.

“Para que te alegren el día mientras vuelvo a verte.”

–Andrew Simurs.

Devuelvo la tarjeta a su lugar y una risa nerviosa sale de mis labios, mientras
saco mi teléfono y marco su número.

—Buenos días, celular de Andrew Simurs— una mujer responde al otro lado de

la línea con el habitual tono que a veces utilizan las azafatas y asistentes. Un
poco nasal y demasiado alegre para cualquiera—. ¿Puedo ayudarle con algo?
—Buenos días. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?— consulto con amabilidad
acomodándome en mi silla de escritorio y dejándola frente al cristal que da a una

hermosa vista de la ciudad.

—Se comunica con Sara Himderberg, asistente del señor Simurs.

—Sara, ¿puedes darle el teléfono a Andrew? En serio, necesito hablar con él

ahora.

—Lo lamento, el señor se encuentra en una reunión y me prohibió interrumpirle.

¿Quiere dejar algún mensaje?

—No, no te preocupes. Muchas gracias por tu atención.

—De nada, señorita…Oh, señorita Briden. Adiós.

Contemplo las flores una vez más, antes de levantarme y encargarme del orden

del día; la reunión con los jefes de publicidad. Pero primero tomo el ramo de

vuelta y lo llevo al lado del escritorio de Samantha.

—Samantha, te regalo estas flores.

—Pero son para usted.

—Y yo te las regalo.

—No debería.

—Considéralo como un presente por tu arduo trabajo. Yo no las quiero y sería


malo deshacernos de unas flores tan hermosas, ¿no crees?
—Entiendo… La sala 4 está lista para su reunión, le deseo suerte.

—Eres la mejor— le doy dos pulgares arriba sonriendo y deshaciendo el camino


hacia el ascensor.

Luego procedo a entrar en la sala de reuniones número cuatro, lista para lo que

sea que tengan por decir.

—Señoras y señores del departamento de publicidad— menciono en cuanto


cruzo las puertas y me siento en la mesa de juntas—. Muy buenos días.

—Señorita Briden— el director del departamento responde por todos y

rápidamente le ordena a uno de sus asistentes que apague las luces para hacer su

presentación—. Revisamos la nueva técnica de publicidad virtual y hemos

llegado a la conclusión de que no está dando los frutos que esperábamos tuviera.
Los avisos normales tienen mayor impacto.

» Así que pensamos, ¿por qué? La respuesta es fácil y sencilla de explicar.

Mientras que en nuestra cuenta de Twitter hacemos publicidad a cada usuario en

la semana, ellos no están obligados a verlo. La mayoría pulsa el botón de retirar


aviso porque es irrelevante. Pero, ¿qué hace irrelevante una empresa como esta
cuando tenemos ganancias millonarias anuales? Pues, nuestra solución es el

incremento de los avisos normales pero dedicarlos a una población más joven. Y
sé lo que dirá, es una cámara de video, ¿cómo hacer publicidad normal con un

producto complejo sin que sea solo poner una foto de él y sus características?

Uno de sus ayudantes levanta la mano pidiendo la palabra y se la concede con


ojos brillantes. Su idea debe ser muy buena.

—Conozco a un director y pensé: ¿Qué es el pasatiempo más popular en el país?


La televisión. Cada vez que una familia se reúne en las noches, ven televisión.

Así que ya que nuestras redes sociales no dan frutos, volver a lo sencillo es la

respuesta.

— ¿Un comercial?

Asiente y luego se pone de pie al lado de su jefe para dar inicio a la presentación

con su idea—: La televisión no fue solo el inicio de una nueva era, también es

sobre lo que debemos trabajar. Y todo llega a los hogares por las emociones que

un comercial genere. El tema más influyente en si compran algo o no, es como

alegrará el entorno familiar.

— ¿Y cómo esperan hacer eso?

—Piense en esto. Comienza la grabación y el primer plano es una bebé

sonriendo justo a la cámara. Luego cambia la escena y es su cumpleaños número

1… La idea es llegar hasta que la misma bebé del principio tenga 80 años y esté
con sus nietos grabando la llegada de la más joven. Serían grabaciones cortas y
rápidas. Hablar sobre la familia siempre es lo indicado.

—Me gusta— asiento cruzando los brazos con seriedad—. Tienen luz verde para
que lo hagan, y espero buenos resultados. Ahora, vamos a hablar de lo que

realmente nos preocupa— abro la carpeta frente a mi sacando la hoja con las
ventas del último producto lanzado al mercado.
» ¿Ven esto?— la alzo frente a todos señalando lo evidente—. No pueden dejar
que nuestros competidores registren mejor afinidad con el público. Aunque

nuestras ventas son más que buenas, no son una cifra que alegre a presidencia,

¿por qué? Porque hay áreas donde los clientes han cambiado su preferencia.

—Por eso se expandirá la sede en Washington y algunos de nuestros mejores


trabajadores podrán ser promovidos hacia ella con puestos estratégicos. Y

también hay un lado malo, habrá un recorte de personal en algunas áreas de


nuestro sistema—. Xavier continúa mi idea mirando alrededor de la mesa—. En

Briden Enterprise no aceptamos traidores, así que los primeros que recortaremos

son a quienes se vieron involucrados en la venta de planos de diseño de nuestra

temporada pasada. Creemos que quienes entran a trabajar acá son familia, y la

familia no traiciona.

—Y todas las acusaciones apuntan a que fue alguno de ustedes quien pasó esa

información— me levanto dejando la hoja caer en el medio—. Así que con eso

dicho, tengan un buen día—me despido y seguida por Xavier, salgo de ahí.

Camino de vuelta a los ascensores revisando mi agenda electrónica y compruebo

que me ha tomado muy poco transmitir esa información. Y aunque muchos de


quienes están en la habitación deben ser inocentes, tenía que dejar las cosas
claras.

El resto del día transcurre en ponerme al día con los socios internacionales y
comprobar que los informes estén hechos. Cuando termino son alrededor de las
2 de la tarde y revisando mi teléfono, me encuentro con una llamada perdida de

Claire.

Devuelvo la llamada y espero a que conteste.

—Chica Violín— la saludo alegre esperando que su llamada se deba a buenas

noticias sobre el concurso—. ¿Cómo te fue?


—Obtuve el solitario— lo dice casi gritando y alguien la manda a hacer silencio
—. Tenías razón, Mandy no pudo contra mí.

—Felicitaciones, me alegro tanto por ti.

— ¿Y cómo va la vida de empresaria?

—Bueno, estoy a punto de salir corriendo loca de tanto trabajo— bromeo

apoyándome en el espaldar de la silla—. E irme a recorrer el mundo con algún


loco a la droga. Ya sabes, encontrar mi hippie interior.

—Cómo sino supiera que amas tu trabajo.

—Bueno, lo de salir corriendo no es mentira. El mes que… bueno, tú sabes, en

ese tiempo surgieron nuevos proyectos y tengo que adelantar varias cosas. Y ya

que mi padre descuidó un poco la empresa por estar preocupado con lo que me

pasó, es más del que debería haber.

— ¿No tienes una asistente? ¿Y a Xavier?

—Sí, Samantha es grandiosa y Xavier ha intentado ser un gran apoyo pero no

me gusta delegarle mis responsabilidades a otro.

—Cierto, tu paranoia acerca de que todo salga mal no te deja ser feliz. Bueno, te
dejaré seguirte volviendo loca. Tengo que colgar, me espera un ensayo.

—Adiós— le lanzo un beso por la línea y cuelgo dejando el dispositivo móvil de


vuelta en mi bolso. Me levanto del escritorio decidiendo tomar un descanso.

—Señorita, el señor Simurs llamó hace un rato preguntando si le gustaron sus


flores— la sonrisa cómplice de Samantha no me pasa desapercibida—. Le dije
que le haría llegar su mensaje, ya que como dijo no quería ningún tipo de

molestia.

—Si vuelve a llamar, te agradecería me pasaras la llamada la próxima vez— rio

porque ambas sabemos la cara que debe tener en esos momentos, preguntándose
por mi respuesta—. Y tomate un descanso, siempre estás sentada en ese

escritorio.

—Lo haré cuando sean mis vacaciones— baja la vista a su teclado después de

ver algo en su pantalla—. Por ahora, tengo que asegurarme de hacer bien mi

trabajo.

—Ya lo haces, querida— aseguro mientras continuo mi camino a los ascensores

para ir directo al subterráneo donde he aparcado mi auto más temprano.

En cuanto llego al estacionamiento reservado para presidencia, subo a mi auto y

conduzco todo el camino a una cafetería orgánica. Al llegar, soy recibida por una
mujer afroamericana de una hermosa sonrisa.

—Bienvenida— me señala una de las mesas invitándome a sentar—. Soy Alexis


y la atenderé el día de hoy. ¿Quiere escuchar nuestros especiales o algo de la

carta?

—Un especial estaría bien, pero quiero que me sorprendan— me acomodo

dejando mi bolso en la silla a mi lado, arreglando mi cabello—. Sería eso y por


favor antes una botella de agua.
—Se la traigo en un momento— confirma y se retira de la mesa hacia la barra.

Saco mi teléfono mientras espero y me encuentro con un mensaje que ilumina la


pantalla.

Andrew Simurs: Llamé a tu oficina pero parece que estabas ocupada. ¿Te

gustaron las flores?

Katherine Briden: No soy fan de las orquídeas.

Andrew Simurs: Lo lamento. ¿Cuáles son tus flores favoritas?

Katherine Briden: ¿Y qué ganas con saberlo?

Andrew Simurs: Oh, vamos. No seas así, es simple curiosidad.

Katherine Briden: “La curiosidad mató al gato”

Andrew Simurs: Pero murió sabiendo.

Katherine Briden: Está bien. Los tulipanes.

Andrew Simurs: ¿Lo ves? No fue difícil de escribir.

Katherine Briden: Como digas. Te dejaré fastidiarme luego, ahora voy a

almorzar.

La chica afroamericana llega con una bandeja que contiene una humeante taza
de una bebida que huele a chocolate caliente con menta y un flan de soja con

caramelo, junto a una botella de agua. Le agradezco y vuelve a retirarse


deseándome que disfrute mi comida.
Andrew Simurs: ¿Qué almorzarás?

Katherine Briden: ¿No tienes nada mejor que hacer?

Andrew Simurs: Entre más irritada suenas, más me divierto. Y mi tarde de


trabajo va extremadamente aburrida, así que no.

Ruedo los ojos dejando el mensaje visto y devuelvo el móvil a mi bolso,

concentrándome en mi comida y lo deliciosa que huele. Como distraída en la


vista de la calle frente a mí mientras los autos y las personas pasan frente al

ventanal sin detenerse. Les invento vidas a varios de ellos dependiendo de su

expresión y hasta me rio un par de veces por los rumbos de mi imaginación.

Al terminar, pago la cuenta y llevándome mi botella de agua me despido de los

trabajadores, saliendo a la ajetreada tarde y las miles de historias que conviven


en la gran Manzana.

18
Washington D.C.

Hoy tendré reuniones en la recién abierta sede de la empresa en la capital del

país, para estudiar cómo van en sus primeros meses de función. Todo

determinará si la expansión de la edificación, se llevaría a cabo. Después de un

corto viaje en mi coche acompañada de Xavier, estamos caminando directo a las


puertas dobles a la recepción del lugar. Eso me obliga a tomar la actitud fría y

calculadora que viene con ser la vicepresidenta.

Respiro hondo, chequeo a mi lado derecho y recibo la mejor mirada de apoyo,

una brillante mirada gris. Cruzo las puertas sin ninguna clase de nervios que

normalmente se dan cuando creo no ser suficientemente apta para el puesto.

—Señorita Briden— la secretaria de la entrada levanta la mirada emocionada. Es

una pequeña rubia con curiosos ojos cafés, que encuentra la manera de estar
usando accesorios que combinan con el uniforme empresarial—. Que gusto verla

en nuestra ciudad.

—Buenos días. ¿Podrías informar a tu jefe de nuestra llegada?


—Claro, la sala de juntas está lista. Puede esperar en ella y él llegará en un
momento.

—Y por favor, que lleve los informes de venta hasta el momento.

—Seguro, se los llevare yo misma en un momento— se levanta corriendo y la

detengo enseguida.

—Nunca dejes tu puesto de trabajo— le ordeno en cuanto se vuelve a sentar—.


Y ten un buen día— niego con seriedad para seguir el pasillo hacia la sala de

juntas.

— ¿No crees que quizás fuiste un poco cruel?—el castaño dice a mi lado

mientras abre la puerta para mí—. La pobre debe estar hiperventilando.

—Ella es lo primero que ven al entrar en la empresa— explico cuando él entra y

toma su lugar habitual a mi lado, en todas las reuniones—. Si tú fueras un


cliente, ¿cómo se vería si al pasar esas puertas no hay nadie en el escritorio de

entrada?

—No se vería bien—acepta dándome la razón—. Pero pudiste ser más amable.

— ¿No entiendes que no podemos arriesgarnos con detalles pequeños? Eso solo
provocaría que los grandes se afectaran tarde o temprano. Si cometemos un error

en estos momentos, podemos olvidarnos del título de empresa número uno.

— Entiendo, pero…

—No, Xavier, no entiendes. Para ti puede parecer que estamos más que bien
pero la imagen empresarial tuvo un quiebre el día de mi accidente, estuve un

mes completo recuperándome y hubo un momento en que pude no recordar

nada. Y si eso no es lo suficientemente mal para ti, ¿por qué no añadimos el

hecho de que mi padre se retirará en unos años?

—Serás una excelente presidenta.

— ¿Lo crees?

—Sí, eres buena para la empresa.

—“Pero soy mujer”.

— ¿Y?

—La razón por la que muchos siguen trabajando para mi padre es por lealtad o

porque en serio necesitan el dinero. El personal me detesta porque siempre estoy

estresada, nerviosa y gritándole a todos. Algo me hace temer que algún día

cuando yo esté en la gran oficina, muchos se vayan porque; uno, no les gusta ser
mandados por una mujer; dos, su lealtad no es conmigo; y tres, no está en mi ser

una cariñosa y comprensiva jefa.

— ¿Terminaste?— se levanta poniendo las manos en mis hombros mientras


respiro con dificultad. Asiento mirándolo fijamente—. Primero, tienen que

aprender tarde o temprano que el machismo es cosa del pasado; segundo, la


lealtad de ellos es con la empresa y tu familia; y tercero, nadie te está pidiendo

que cambies, eres grandiosa tal y como eres. Lo de actitud se arregla, es lo de


menos. Pero no te des golpes tu misma, cuando no has hecho más que intentar lo
mejor para todos.

Un carraspeo nos obliga a dirigir nuestras miradas a la puerta de entrada


encontrándonos con el gerente de la sede—: Espero no interrumpir.

—Para nada— me aparto del hombre con las mejillas quemándome por lo que

pudo haber parecido para él nuestra cercanía—. Pase, señor.

—Es un placer verla después de tantos meses, señorita— el gerente extiende su


mano y la tomo esperando que el rubor en mis mejillas no sea muy notorio—.

Lamenté lo de su accidente. Escuchamos que se dirigía hacia la ciudad.

— Así es. Este era mi destino— lo invito a tomar asiento en la mesa para que

así podamos hablar con más comodidad mientras yo también ocupo una de las

sillas—. ¿Trajo los documentos?

— Sí, aquí están— extiende la carpeta que sostiene en su mano frente a mí,
después de sentarse. Xavier se sienta al otro lado de él.

Abro la documentación revisándola con detenimiento, mientras que mi mejor

amigo y el otro hombre se encapsulan en alguna conversación sobre la


infraestructura y la próxima ampliación de esta.

— Tenemos la misma información que en la principal— suspiro negando

decepcionada porque la situación no esté mejor que en Nueva York—. No


entiendo que falla. Ya estamos controlando a los infiltrados y los números

continúan bajando.
— Creo que podría saber a qué se debe todo eso. Nuestros clientes parecen creer
que tenemos una imagen muy antigua. No se cambia desde hace años— el

gerente explica mirándome con algo de pesar—. Quizás es hora de que Briden

Enterprise se rejuvenezca.

— Una nueva imagen. Rejuvenecerse— me cruzo de brazos pensativa en busca


de alguna buena idea. El hecho de que esté al pendiente de la evolución de la

empresa y ser la vicepresidenta, no me da la última palabra ante decisiones tan


grandes como esa; tendría que consultarlo con mi padre en cuanto volviéramos

—. ¿Qué se le ocurre?

— Podríamos hacer campañas con una persona como imagen. Alguien joven y

fresco.

— ¿Tiene alguien en mente?—el más joven interviene capturado por la idea al

igual que yo. Teníamos la publicidad con modelos, era normal; pero él hacer a
una sola persona la imagen oficial era algo grande—. Creo tener una idea de

quien podría ser.

— Ilumínanos con tu idea.

— ¿Qué tal tú? Eres la heredera. Nadie podría representar más a la marca que la

futura dueña.

— No, eso sería una locura. Mi lugar está detrás de un escritorio, no frente a una

cámara. Creo que podríamos discutir eso de vuelta en Nueva York con mi padre,
pero necesitamos enfocarnos en el evento de mañana. Es de suma importancia
que nuestros clientes sepan cuanto les valoramos y buscamos ofrecerles lo mejor.

— Sí, de eso ya nos encargamos. Las invitaciones fueron dadas a nuestros


mejores clientes y todo está listo para el lanzamiento.

— Bien, entonces creo que eso es todo. Puede volver a su trabajo. Estaré

revisando algunas cosas más y lo llamaré si necesito algo.

— Espero que su estadía en la capital sea de agrado— afirma antes de


levantarse de la silla que ha estado ocupando y sale por la puerta dejándonos a

los dos sentados.

El resto de la mañana me dedico a examinar la sede perfeccionando cosas por

aquí y por allá, mientras Xavier me sigue anotando cosas a tener en cuenta en su

agenda. Si la expansión se iba a dar, necesitábamos tener seguridad de que no


hubiera más decrecimiento en la productividad.

A eso de las 2 pm reviso mi agenda con un aviso de un almuerzo con un socio.

Le pido excusas al de ojos grises por no poder acompañarlo a almorzar y le

prometo que más tarde veríamos que hacer, en cuanto me encargara de esa cita
pendiente en mis obligaciones.

Subo a mi auto e intento recordar con quien me voy a reunir en lo que dura el
recorrido, que es más de un cuarto de hora, hasta que me detengo frente a un
pequeño restaurante italiano que está en la dirección que tengo registrada en los

detalles del encuentro. Bajo del auto después de apagar el motor y el olor a masa
llega a mi nariz mientras mi estómago gruñe; esa mañana solo había tenido
tiempo para un café antes del viaje. Verona, que es como se llama el lugar, a

pesar de su tamaño se ve bastante exclusivo y me pregunto qué tipo de persona

ha pedido tal lujo para una reunión de negocios. Debí estar más al pendiente de

Samantha y como organizaba mi horario. Así por lo menos sabría con quién iba
a encontrarme.

— Bonjour— un hombre con un gracioso acento me recibe en la puerta de

entrada—. Soy Marco, ¿tiene reserva?

— Soy Katherine Briden. Tengo que encontrarme con alguien acá.

— Oh, si— el reconocimiento ilumina su rostro mientras pasa los ojos por la

lista de reservas—. El señor la está esperando. Sígame— me guía más allá de

las mesas que graciosamente son de dos puestos y me pregunto en qué tipo de

lugar estoy. Cuando se detiene abruptamente frente a una puerta, casi choco

contra su espalda—. Entre y en un rato vendrá alguien a atenderles.

Asiento mientras él vuelve a su puesto y giro el pomo de la puerta. Dentro, la


habitación está medio oscura y es ocupada por una mesa parecida a las de afuera,

solo dos sillas, y una de ellas se encuentra ocupada. Sin embargo, no puedo
distinguir al ocupante por la poca luminosidad.

— Buenas tardes— doy un par de pasos con sigilo esperando que el otro
ocupante de la habitación se ponga en pie para poder verle mejor—. Disculpe,

¿con quién tendré el placer de almorzar hoy?

— Tienes el placer de conocerme como “El idiota”. ¿Cómo estás Kathe?—


cuando el entendimiento llega a mí, abro los ojos sin poder creerme que el

mismísimo Andrew Simurs esté aquí. Se supone que está a varios kilómetros de

distancia en Nueva York. ¿Qué hace en Washington?

— ¿Qué haces aquí?— escupo la pregunta molesta—. Voy a ver a un socio y

estás justo donde voy a verlo.

— Digamos que tu asistente Samantha es súper amable—menciona levantándose


de la silla—. No va a venir ningún socio porque no hay uno. A menos que

Briden Enterprise y Simurs Co se unan, no habrá un trato hoy. Samantha me

ayudó a programar un almuerzo en tu agenda.

— ¿En serio has llegado tan bajo?

— Necesitaba saber que flores te gustaban de verdad. Tu respuesta por el


teléfono como que no me convenció.

— ¿Hablas en serio? No sé te ha pasado por la cabeza que quizá, solo quizá, es

un poco raro que me acoses—me cruzo de brazos intentando no golpear la mesa

por lo frustrada que me siento—. Y no sé qué hago aquí aún—sacudo la cabeza


y me decido a salir de ahí, subir a mi auto y poner la mayor distancia entre ese
ser y yo.

Salgo furiosa evadiendo a Marco que me lanza una mirada divertida al verme
pasar y continúa atendiendo a unos nuevos clientes. Al estar fuera, evado mi

auto porque necesito caminar, si, caminar me cansará lo suficiente para olvidar
toda el enojo que siento. Eso añadido a que llevo unos tacones mata pies, lo hace
una tarea más fácil. Además quizás si tomaba mi auto, lo primero que haría sería

esperar a que saliera y arrollarlo con él.

— Detente y escúchame— su voz se abre camino sobre los pocos sonidos de

esa calle mientras se niega a dejar de seguirme—. Déjame hablar y te juro que

sabrás que esto vale la pena.

— Viniste a la ciudad por una estupidez, eso me da suficientes razones para


pensar que no eres más que un acosador y que necesito estar lo más lejos posible

— ¿Por qué no te gustaron las flores? ¿Solo porque eran de mi parte?

— Solo olvídalo.

— Me abrazaste hace dos días, y ahora actúas como si me odiaras. Tu indecisión

es lo que me tiene así.

— ¿Por qué no solo te vas?— grito furiosa sin girarme—. Sería lo…— no

acabo mi fase porque caigo sobre mi trasero en el duro asfalto.

— Katherine ¿estás bien?— un par de pasos rápidos llegan hasta mi mientras se

agacha a mi lado.

— Parece que el tacón de mis zapatos se rompió— muevo la mano restándole


importancia mientras internamente me quejo del duro golpe, quitando lo poco

que sostiene el tacón a la base del zapato y me levanto para devolverme a mi


auto. La caída me ha detenido de tanta rabia, pero solo para reemplazarla con

vergüenza.
— ¿Piensas caminar así?

— Solo iré por mi auto— me giro para deshacer el camino de vuelta al


restaurante e ir en busca de mi auto.

— Sube— señala su espalda caminando a mi lado.

Lo ignoro rodando los ojos.

— Briden, sube— insiste de nuevo.

Por segunda vez, hago como que no lo escucho.

— Sube o yo me encargaré de cargarte— amenaza cuando ve que me estoy

haciendo la difícil.

— No te atreverías.

— Si es un reto, lo acepto— con facilidad me carga sobre su hombro mientras

pataleo por zafarme de su agarre.

— ¡Suéltame ahora mismo!— golpeo su espalda furiosa.

— Todo el mundo te está mirando con gracia, debe ser porque parces una loca

peleando sola.

— ¿Sola? Te estoy gritando a ti, idiota. Bájame ahora mismo.

— Como que disfruto la vista— se ríe sonoramente mientras camina conmigo

aun en su hombro—. Y aún no hemos llegado a tu auto.

— Solo caminas despacio para demorarnos. Llamaré a la policía.


— ¿Y qué dirás? ¿Qué me encarcelen por no dejar que te dobles el pie sin tacón?

— Que eres un acosador.

— No tienes las pruebas.

— Yo…— digo pensativa maldiciendo para mis adentros porque tiene razón, y
toda esta escena raya en lo infantil.

— Así que dime, ¿por qué odias las orquídeas?

— Consíguete una maldita vida y no te metas en la de los demás.

Espera moviéndose de un lado para otro y ralentizando su marcha. Agh, es todo

un fastidio.

— Eran las flores favoritas de mi madre. Cuando las veo solo puedo pensar en el

día de su funeral. Todo el lugar estaba lleno de ellas. Y sé que es increíble que lo
recuerde porque tenía 5 años, pero por alguna razón lo hago.

— Lo lamento. No debí preguntar.

— ¿Feliz? — ruedo los ojos soltando un suspiro dramático, lo que provoca una

risa de su parte—. Y la próxima vez envía rosas, son mucho mejores.

— ¿Rosas? ¿No es algo cliché?

— ¿Y? Querías saber cuáles son mis flores favoritas y te lo estoy diciendo. Más

bien deberías agradecer que te di tal información— alzo una ceja con arrogancia
—. Llevan tan lindo mensaje. Es sobre que son tan hermosas que todos pueden

admirarla pero muy pocos tienen la oportunidad de tocarlas. Solo los indicados
se salvan de pincharse con las espinas.

— Que profundo— me deja en pie al lado del auto sosteniéndome con cuidado
para que no caiga por el tacón roto—. Lástima que te dejaré en paz, ¿no es así?

Ya comenzaba a ser algo molesto todo esto.

— Eres un idiota— abro la puerta del auto y subo quitándome los zapatos y

dejándolos en el asiento trasero—. Y qué suerte que pienses eso, porque


realmente eres molesto.

Cuando enciendo el motor y me aseguro de que todo esté en orden, un golpeteo

en el vidrio me hace voltear la mirada. Bajo el vidrio encontrándome con su cara

burlona.

— ¿Qué?

— Oh, nada. Solo olvide algo— y después de reír por lo bajo, me da un


pequeño beso—. Te veré luego. Lo de rendirme era broma.

Bufo enojada mientras lo veo devolverse al restaurante con un andar victorioso.

Después de estar segura de que no me detendré a mitad de la calle y me bajaré a


guitarle, arranco y conduzco a través de Washington, camino al hotel donde me

estoy hospedando.

Tengo la mente vuelta un lio, y lo peor de todo es que no puedo mencionar el


tema porque se hará importante y no quiero que lo sea. Estaba bien con

prepararme para mi próximo encuentro con él, para dejarle claro que su juego
me tiene cansada. Pero mencionarlo, eso sería tener que hablarlo con alguien
cercano a mí y ya tengo suficiente en mi vida como para agregar el hecho de que
Andrew Simurs me está afectando.

Decido que por lo menos si llamo a Claire, el sonido de su voz me hará entrar en

razón. Ella siempre sabe que decir aunque no le cuente de mis problemas. Toco

algunas cosas en la pantalla del GPS y pronto estoy llamando a mi mejor amiga.

— “Hola, es Claire”— el contestador responde con su habitual voz alegre y


luego el mensaje sigue—. “En estos momentos posiblemente esté ensayando

pero en cuanto termine podré escuchar tu mensaje. Déjalo después del tono”.

Bip.

Así que mi única salvación está ocupada, lo que me deja sin opciones. Y mi otra

opción es irme por la vía segura; trabajo.

Desvío mi camino hasta que estoy conduciendo de vuelta a la sede para ver

cómo va Xavier. Entro y le pregunto a la recepcionista por la ubicación de mi

mejor amigo, y cuando me la confirma, le agradezco para caminar hacia el lugar.

La oficina del gerente me da la bienvenida con una visión del hombre que busco,
sentado en una de las sillas frente al escritorio—: Hola, Kathe. ¿Terminaste tan
rápido tu almuerzo?

Asiento y reviso la habitación en busca de su dueño—: ¿Dónde está el gerente?

—Fue a almorzar hace unos 20 minutos, mientras se encarga de revisar que todo

esté en orden para esta noche.


— ¿Y tú?

—Tomé un bocadillo rápido hace unos minutos. No tenía mucha hambre.


¿Tienes algo más pendiente?

Niego.

— ¿Quieres ir al parque de diversiones?

— ¿Parque de diversiones?

—Si, por los viejos tiempos.

— ¿Sabes qué?— digo después de unos segundos. Necesitaba despejarme, y eso

sonaba como la excusa perfecta—. Vamos.

—Bien, tenemos que ir a cambiarnos de ropa— se levanta de su asiento y recoge

sus cosas, para luego caminar hacia la puerta y abrirla para que podamos salir.

— ¿Qué le pasó a tu zapato? —curiosea cuando estamos por subir al auto.

—Oh, ¿eso? Nada de qué preocuparse.

—Está bien, pero cualquier cosa puedes apoyarte en mi, ¿de acuerdo?—sube al

asiento del copiloto mientras yo me acomodo detrás del volante y me encargo de


encender el motor—. ¿Sabías que Samantha tiene un admirador secreto? Recibió
flores ayer.

Conduzco al hotel concentrada en la carretera y en evitar pensar en lo sonrojada


que debo estar.
— ¿Te ocurre algo?—pregunta cuando aparco frente a la edificación. —Estás
muy rara últimamente.

—Xavier, estoy bien— apago el auto y bajo de él mirándolo—. ¿Nos vemos en

30 minutos en el vestíbulo?

No espero por su respuesta mientras emprendo mi marcha al hotel poniendo la

mayor distancia entre nosotros. Al entrar, no me detengo hasta llegar a los


ascensores para presionar el botón de llamada.

Cuando las puertas se abren, entro y marco el teléfono de mi padre para darle un

resumen de lo que ha ocurrido con la sede en la ciudad, presionando el botón de

mi piso.

—Papá, ¿Cómo estás?

—Hola, mi niña. Estoy bien, ¿y tú? ¿Cómo ha ido todo hasta ahora?

—Estoy bien— miro mi reflejo en las puertas del ascensor cuando se cierran
frente a mí. —Hoy revisé los datos de la sede y me encontré con la misma

situación. Parece que las ventas no dejan de bajar desde hace un par de meses.

— ¿Y qué pensaron como solución?

—Mañana en la noche será la fiesta con los mayores clientes para el lanzamiento

del nuevo perfume. Veremos la aceptación y la decisión final podremos tomarla


cuando vuelva, de acuerdo a los datos que se obtengan del evento mañana.

—De acuerdo— su voz se corta por un momento y luego suspira—. ¿Qué


ocurre, pequeña? No suenas exactamente feliz.

—Bueno, estoy preocupada por lo que está ocurriendo. Es todo mi culpa. No


debí dejar que te quedaras en casa cuando tenías una compañía que dirigir.

Aunque claro, tampoco debí insistir en llegar a ganar ese trato cuando no tenía

tanta importancia. Y ahora estamos con la soga al cuello.

—Sí, sé que te sientes así. Pero no pareces solo preocupada, hay algo más. Lo sé,
te conozco. Katherine, soy tu padre y sé cuándo mi niña está mal.

—Solo estoy preocupada por lo de la empresa.

— ¿No me dirás, cierto?

—Adiós, papá.

—Adiós, mi niña. Sabes que estoy aquí por si quieres hablar— añade cuando las

puertas del ascensor se abren.

—Estoy bien…— digo, pero la llamada se corta antes de que él pueda

escucharme—. Debo estarlo—susurro para mis adentros, sacando la tarjeta llave

de la habitación.

Abro la maleta que está sobre la otomana a los pies de la cama. Tomo unos jeans
y una blusa, junto con unos tennis para reemplazar mis tacones dañados. Entro al

baño y me doy una ducha rápida, y luego, me cambio de ropa mientras mi mente
solo puede pensar en penetrantes ojos azules.

20 minutos después estoy lista y sin nada que hacer, así que reviso mi correo por
si he olvidado responder a algo importante. Respondo a un par de poca

importancia y luego me acuesto en la cama mirando la pantalla del teléfono sin

ningún motivo, solo esperando que el tiempo pase.

Dejo que pasen por lo menos 5 minutos antes de salir de la habitación y bajar a

recepción donde estará esperando Xavier. Mientras el ascensor desciende, sigo


dándole vueltas al raro encuentro de hace una hora y me encuentro con que estoy

sonriéndole tontamente a mi reflejo. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Por qué de


repente me hallaba tan feliz con el solo pensamiento de él? No podía tratarse de

que estuviera desarrollando sentimientos por él, porque estaba mal. Mi

existencia misma había comenzado con una disputa familiar y no iba a dejar que

todos estos años de hacer todo por tener la razón, se fueran al caño. Ni siquiera

estaba siguiendo con mi plan de venganza contra él, y eso ya era lo

suficientemente malo.

Las puertas del ascensor se abren y lo primero que puedo ver es una rosa

extendida hacia mí.

Salgo del ascensor y miro al que la sostiene y sonrío.

— ¿Es para mí?

—Claro, ¿Para quién más sería?

—Gracias, no tenías que molestarte. Es hermosa.

—No, tú eres hermosa. La rosa es solo algo para enviar ese mensaje.
—Eres pésimo con las frases de conquista— niego sonriendo—. Pero aprecio tu
esfuerzo.

—De acuerdo, por lo menos lo intenté— me ofrece su brazo señalando la puerta

—. Se nos hace tarde.

— ¿Quieres conducir? Me vendría bien un descanso después de haber estado

conduciendo esta madrugada por casi 6 horas.

—No hay problema. Y te recuerdo que yo me presenté para hacerlo pero tú

“necesitabas mantenerte alerta para despertar”. Esas fueron tus palabras, no

mías.

—Shhh…— le doy las llaves y tomo su brazo en todo el trayecto hasta el auto.

Ya que esta tarde es por los viejos tiempos, pone algo de música en su

reproductor de cuando éramos jóvenes y cantamos a todo pulmón mientras


conduce por la ciudad hacia el sitio de atracciones.

— ¿Lista para divertirte?— sus ojos brillan con diversión mientras aparca en el

estacionamiento del lugar.

—Estoy lista para verte vomitar, eso es cierto.

Una adolescente nos recibe en la cabina de ticketeria, dedicándole un largo

vistazo a mi amigo antes de darnos la bienvenida.

— ¿Podrías darme dos entradas, por favor?

—De acu…acuerdo—afirma energéticamente y recibe el dinero de los pases al


lugar, dándole de vuelta, el dinero restante y dos tarjetas—. ¿Algo más?

El hombre niega y le dedica una sonrisa, a la vez que toma mi mano con total
comodidad—: Gracias por tu ayuda, que tengas una grandiosa tarde.

Caminamos a la entrada mientras la joven da una mirada triste en nuestra

dirección y siento algo de pena por ella.

— ¿Podrías dejar de hacer esto?— señalo nuestras manos cuando hemos entrado
al parque.

— ¿Te molesta?

—No lo hace… Pero puede dar a entender cosas. Y sinceramente, no quiero que

te hagas ideas erróneas. Esto es solo una tarde de amigos.

—Katherine, entiendo. No tienes que dar más explicaciones— desenlaza

nuestras manos y se encoge de hombros—. ¿Aún no me piensas decir que te

ocurre?

—Te lo diré más tarde. Por ahora, quiero verte gritar.

Sigue la dirección de mi mirada y río divertida cuando descubre a que me


refiero; The Scary Mountain, la montaña rusa del parque, se alza a unos metros
demostrando que vale la pena que sea a la primera atracción que subamos.

—Eres malvada, Sophia.

—Y tú eres un gallina,… Agh, no tienes segundo nombre.

Eso lo hace reír a carcajadas mientras lo jalo hacia la fila para ingresar a la
atracción.

—No tienes de que preocuparte, estaré justo a tu lado riéndome muy fuerte
mientras gritas. Eso tiene que ser suficiente apoyo. Pero en serio, verás que no

resulta ser tan malo.

Son unos 5 minutos hasta que es nuestro turno de subir, por la poca concurrencia

del lugar en un día de semana; así que cuando estamos sentados en nuestros
lugares y asegurados, me mira y suspira—: Esto no se queda así. Yo elegiré el

próximo.

Segundos después el carrito comienza a moverse lentamente por el riel, poco a

poco subiendo hasta el punto más alto. El hombre me da una sonrisa nerviosa

seguida de un suspiro, hasta que llegamos a la cima. Miro el panorama tomando

respiraciones pausadas y deseando tener más tiempo para observarlo. Pero tan

pronto como estamos arriba, caemos con rapidez y mi cabello no hace más que
golpear mi rostro por la velocidad en la que vamos. Seguido de eso, damos

algunas volteretas, cruces, torcidas y otras bajadas.

— ¿Y?—recojo mi cabello en un moño alto mientras salimos de la atracción—.


¿Qué tal te pareció?

—Fue divertido. La vista lo valió.

—Ahora vamos a…

—Bloodie Castle, y por si lo dudabas, esto se llama venganza—le da un vistazo


a la atracción a la que vamos a dirigirnos, conociendo exactamente que es el tipo
que me ponen los pelos de punta.

—Oh, vamos. Eso ni siquiera se acerca a lo que tuviste que pasar. Sabes cuánto
detesto la oscuridad de esos lugares.

—Estaré a tu lado— repite lo que le dije hace un rato, como burla—. Solo tienes

que tomar mi mano, yo te protegeré.

Alzo una ceja sin creerle ni un poco, y caminamos hacia el lugar.

La fila solo está ocupada por un par de personas, cuando llegamos. Así que

cuando el grupo que está dentro sale un minuto después, es nuestro turno de

entrar.

Cuando ponemos un pie dentro, la oscuridad se vuelve absoluta y comienzo a

temer por no ser capaz de ver nada; una solitaria luz se enciende mostrando un

zombi mecánico que se acerca a nosotros a toda velocidad, deteniéndose a medio


metro; seguido por una bruja que sobrevuela a un metro en una escoba. En

ambas ocasiones aprieto la mano del hombre dejando salir un grito. La luz se

mueve guiándonos y no dejo el lado de mi amigo en todo el recorrido, que son


unos 10 metros en que no puedo dejar de pensar en que algo saldrá de la nada.
Cuando la luz vuelve a detenerse, algo suena detrás de nosotros y una figura

sosteniendo una hoz nos persigue, y por otro lado, un científico loco con una
sierra; lo que nos deja con un callejón como único medio de escape. Fuera; o

dentro, porque aún estamos en la atracción; un numeroso grupo de fantasmas


giran la cabeza hacia nosotros y señalan hasta una puerta al final con la frase
“Camino al infierno”, y caminamos hacia la puerta saliendo al exterior.

—No estuvo tan mal— finjo una sonrisa cuando nos encontramos con la luz del
día de nuevo—. Debiste ver tu cara con el científico loco.

—Sí, de seguro, estaba asustadísimo— ríe poniendo un mechón de cabello

detrás de mi oreja y dejando su mano por un momento en mi mejilla—. ¿Ahora a

los Crash Cars?

—Sabes que mi respuesta siempre va a ser sí.

— ¿Tu padre te ha llamado?

—Xavier, nada de plática laboral acá. Estamos teniendo una tarde lejos de eso,

¿recuerdas?

Espera.

—Yo lo llamé para informarle sobre cómo va todo. Está de acuerdo con nuestra

estrategia de revisar cómo va el evento de mañana.

— ¿Ya puedes decirme que es lo que te ocurre? Comienza a preocuparme.

— ¿Por qué todos me preguntan lo mismo?

—Has estado muy rara últimamente. Desde el…

—El accidente, puedes decirlo. Sí, Xavier, no soy la misma. Estuve en un

accidente terrible que dejó a dos personas muertas y pudo ser mi destino
también. Así que discúlpame sino me comporto tan arriesgada como antes o

hago como que hay muchas cosas que no están bien. La empresa no está bien, y
no puedo actuar como que las cosas van bien solo para mantener una imagen. Ya

no soy esa.

Me mira con una mueca y asiente.

— ¿Quieres una manzana acaramelada?— señala el puesto de caramelos

esperando que eso mejore mi ánimo.

—Está bien.

—Dos manzanas acarameladas— le pide al joven en el puesto, sacando el dinero

para pagarle—. Y conserva el cambio.

—Soy Nathan, por cierto—afirma tímido mientras nos da una a cada uno—.

¿Cuál es tu nombre?

—Su nombre es Katherine y mi nombre es Xavier. Gracias, Nathan— aunque

intenta sonar amable, la rabia en su voz es notable mientras nos guía lejos del

lugar.

— ¿Qué ha sido eso? —demando por la manera en la que ha tratado al vendedor.

—Ese chico debería ser más discreto.

—Solo pregunto por nuestros nombres. Y si, fue un intento fallido de coqueteo,

pero… No estaba intentando nada conmigo.

— ¿De qué hablas?

— ¿En serio estás celoso? Xavier, te habló a ti. No a mí, así que estaba

coqueteando contigo, no conmigo— muerdo mi labio evitando reír porque no


hubiera dado con eso.

—Eso no importa. ¿Quién envío las flores, Katherine? Sé que no eran para
Samantha.

—No importa, solo era un idiota buscando fastidiar.

—Mira, sé que no debería comportarme así porque no tengo ningún derecho

sobre ti… Pero quiero que sepas que me importas.

—Olvídalo. Se hace tarde y aún tenemos que ir a los carros chocones.

Subimos a la atracción intentando olvidar la escena anterior y a pesar de que

ambos fingimos estar pasando un grandioso rato, sabemos que en cuanto

bajemos, no habrá risas.

Caminamos en silencio sin mirarnos ni tocarnos hasta el parque cercano al

parque de atracciones y caminamos separados en este.

— ¿Recuerdas nuestra cita?—musita al fin rompiendo el silencio y tirando la

manzana sin comer a un cesto de la basura—. Dijiste que éramos perfectos el

uno para el otro— mira al cielo que amenaza con una pronta lluvia.

—Sí, lo dije— hago lo mismo con la mía y espero que continúe con su idea.
Cuando no lo hace, vuelvo a hablar—. Es cierto.

— ¿Y por qué no aceptas mis sentimientos por ti? No es como si fuera algo
nuevo para ti.

—No es tan fácil como crees. Sé que si estuviéramos juntos, sería perfecto pero
no quiero pensar en la posibilidad de que algo salga mal y eso arruine nuestra
amistad. Eres demasiado valioso para mí, como para arriesgarme por un quizás.

—Dame la oportunidad de demostrarte que vale la pena.

—Si lo hago, sé que alguno de los dos saldría herido.

—Yo no te haría daño. Lo que siento por ti no es un juego, Katherine. Te

necesito.

— ¿Por qué soy tan importante para ti? ¿Qué hace que me ames?

—Eres hermosa, inteligente, independiente, fuerte, intachable— camina hasta

detener mi paso, quedando frente a mí—. Eres la única persona que me hace

querer más; mejores cosas.

—Gracias— me acerco a él y lo abrazo mientras que algunas gotas de lluvia

empiezan a caer—. Gracias por todo.

Permanezco unos largos minutos sujetada a él hasta que la lluvia se vuelve más

fuerte y me suelto para empezar a correr debajo de ella.

— ¿Qué haces?—alza una ceja dejando salir algunas risas.

— ¿No te gusta la lluvia? ¿No es estupenda?— doy vueltas mientras mi ropa y

cabello no dejan de empaparse.

—Eres muy rara—se carcajea y no deja de seguirme con la mirada. —Tu padre
se enojará conmigo si dejo que te enfermes— a pesar de que suena a que busca

sacarme de ahí, se me une y comienza a dar vueltas en la lluvia.


Damos vueltas, jugamos y saltamos sobre los charcos riéndonos de lo raros que
debemos vernos.

— ¿Te diviertes?— toma mi mano deteniéndome.

—Si.

—Yo también— se acerca y aparta un mechón mojado de mi mejilla.

—Eso es lo importante. Que nos divertimos.

—Yo opino lo mismo— se acerca aún más y sostiene mi cintura para dejar su

otra mano en mi nuca y acercarme a él—. Solo hace falta esto— y con una

pequeña sonrisa, toma mis labios en un profundo beso.

Le devuelvo el beso juntando las manos detrás de su cuello y me levanta del

piso aun sin dejar mis labios.

La lluvia ha estado aminorando y para el momento en que me separo, se ha

reducido a una leve llovizna.

Me deja en pie en el piso y me mira a la expectativa de una reacción.

—Tengo hambre, vayamos a cenar.

—De acuerdo— toma mi mano y juntos nos devolvemos al estacionamiento


donde dejamos el vehículo.

—Puedo conducir, si quieres— a pesar de que se ofrece, ya he abierto la puerta


del conductor y entro.
—No, quiero conducir— pongo la llave en el contacto cuando me he acomodado
en el asiento—. Entra.

— ¿Qué cenaremos?

—No lo sé, ¿qué sugieres?

—Pizza.

—A veces me conoces demasiado.

19
Mi alarma suena escandalosa, despertándome. Mi cabeza duele fuertemente

mientras me encargo de alcanzar el teléfono y miro la hora; las 11:23 de la


mañana. A mi lado, Xavier duerme profundamente y hago lo posible por salir de
la cama sin despertarlo. Toco mi cabeza confusa y me aseguro de tener mi ropa
puesta, sin recordar mucho como llegué a la habitación de hotel.

Camino sobre el frio piso hasta el cuarto de baño en busca de una pastilla para el
dolor, pero antes de poder llegar al botiquín, me veo obligada a arrodillarme

frente al retrete y vaciar todo el contenido de mi estómago.

Cuando estoy segura de que ha terminado, me pongo en pie y lavo mi boca y

cara, intentando eliminar cualquier resto de vomito; bajo el inodoro y tomo la


pastilla con un poco de agua.

Estudio mi reflejo en el espejo del baño y hago una mueca cuando veo lo mal

que me veo. El reflejo de Xavier me devuelve la vista desde la cama y tiene la

misma cara de confusión que yo.

— ¿Qué pasó anoche?— gimo ante el dolor en mi cabeza mientras vuelvo a


ocupar mi lugar en la cama, y amarro mi cabello.

— ¿Hasta dónde recuerdas exactamente?— alza una ceja esperando por mi

respuesta.

—Hasta cuando entramos a una discoteca llamada…—toco mi barbilla


intentando recordar sin éxito.

—Hollyshot— prosigue él pasando la mano por su cabello—. Anoche te

embriagaste y te desmayaste, así que te traje a tu habitación.

—No pasó nada embarazoso, ¿cierto?

—No, a menos que califiques subirte a la barra del bar a bailar la macarena
como algo embarazoso.

Tapo mi rostro con ambas manos en medio de un quejido.

—Y no te preocupes, no pasó nada entre nosotros en toda la noche.

—No logro recordar nada, es horrible.

—Anoche me sorprendiste, para alguien que detesta el alcohol en grandes


cantidades, tomaste demasiado.

— ¿Qué tome exactamente? Se siente como si me hubiera tomado cada gota del

bar.

—Bueno… Pediste una botella del primer licor que viste, y la tomaste sola. Por

suerte, no te dio una intoxicación etílica. Y no me hagas decir cuántos shots

tomaste antes de eso. Lo más gracioso es que entre todo eso llamaste a alguien a

insultarlo. Temo por quien haya estado en la otra línea— responde sonriendo—.

Fuiste un espectáculo anoche.

— ¿Insulte a alguien por el teléfono?— miro el aparato preguntándome quien

pudo recibir la llamada, y esperando que no se trate de nadie importante—.


¿Sabes quién pudo ser?

—No, no tengo ni idea.

—Soy un desastre— toco mi frente desconcertada—. Si alguien se entera de lo


de anoche, mi padre… no quiero ni saber lo que va a pensar si eso se sabe.

—No te preocupes, no va a salir de nosotros. Los demás ocupantes del lugar no


estaban sorprendidos de lo que hiciste, así que no debieron reconocerte. Y llamó
más temprano cuando dormías; le dije que estabas cansada y que lo llamarías

luego.

—No lo haces mejor— le lanzo una almohada mientras ríe por mi cara—.

Llamaré a mi padre, siento que necesita saber por si algo aparece. Prefiero
prevenir a que esa información llegue a él de otra manera. ¿Puedes darme un

momento a solas?

—Está bien, estaré afuera— sale de la cama y se pone sus zapatos, dejando la

habitación en lo que me toma marcar el número de mi padre.

—Hola, papá.

—Bebé, ¿estás bien?— supongo que mi voz no es muy convincente porque solo
he dicho una frase y ya está preocupado—. Te escuchas enferma, ¿qué ocurre?

—Anoche, Xavier y yo fuimos por unos tragos… y me pasé de copas. Y hoy mi

cuerpo está pasando factura, así que no, no estoy bien.

— ¿Te embriagaste? Pensé que odiabas el alcohol.

—Lo odio por lo que provoca en mi cuerpo. Ayer… solo… olvídalo.

—Está bien, entiendo que aún no estés lista para hablar. Pero te pido un favor,

hoy si no te sientes bien, no te esfuerces más de lo normal. Tu salud va primero.

—Tranquilo, conozco mi límite. Te quiero, papá.

—Yo te adoro, mi Kathe. Nunca lo olvides.


—Ok, viejito sentimental. Nos vemos en Nueva York.

—Adiós, mi niña.

Cuelgo la llamada y reviso quien fue la última persona con quien hable antes de
él, para saber a quién llamé a insultar ebria. La llamada fue a Andrew a la 1:38

de la madrugada; el hecho de que sea él, trae a mi cierto sentimiento de

culpabilidad.

Miro el teléfono durante lo que parecen varios minutos y llega un momento en

que puedo escuchar su voz a través de la línea.

— ¿Hola?—su voz suena divertida.

No puedo creer que lo haya llamado.

—Hola… Hola, ¿Quién habla?

— ¿No tienes identificador?— pregunto casi en un susurro intentando

recuperarme de la sorpresa de lo que acabo de hacer.

—Ah, Kathe— dice riendo con ganas—. ¿Ya se te pasó el alcohol?

—Si. Mira, realmente no debería estar llamando. Lamento lo de anoche.

—Haz silencio— su voz suena apartada del teléfono, mientras la risa de una
mujer se escucha de fondo—. Si, ¿qué decías?

—No importa, estás ocupado—con mi mano libre seco las lágrimas que
comienzan a correr inexplicablemente por mis mejillas. Y antes de que pueda

escucharme, cuelgo dejando el dispositivo móvil en la mesa de noche.


Me siento con la espalda recta en el espaldar, y atraigo mis piernas hasta mi
pecho hasta poder abrazarlas, acurrucando mi cuerpo mientras dejo que las

lágrimas corran sin control. A pesar de la fuerza de estas, no profiero ni un solo

sonido.

Minutos pasan hasta que la puerta se abre de nuevo y unos pasos suenan, hasta
que su dueño llega a la cama y se sienta a mi lado dejando que sus brazos me

rodeen para consolarme.

—Calma, Kathe, no hay porque llorar—acaricia mi cabello y una exhalación

sale de su boca mientras me atrae a su pecho—. Dios, no sabes cuánto odio verte

llorar.

—Yo odio hacerlo— levanto mi cabeza para mirarlo sin importarme lo patética

que debo verme—. ¿Por qué no puedo detenerme?

—No lo sé, ojala lo supiera. Así podría solucionarlo— toma mi rostro en sus

manos—. ¿Podrías intentar detenerlas? ¿Por mí?

Niego y lo abrazo fuerte. —Gracias. Por estar tanto tiempo a mi lado. No te


merezco, mereces algo mucho mejor.

—Shh…— acaricia mi cabello y luego lo besa—. No vuelvas a decir eso. Tú


eres lo mejor para mí y yo para ti.

—Eres pésimo consolando— rio con labios temblorosos—. Así no harás que

deje de hacerlo.
—Sé qué hará que dejes de hacerlo. Vamos a llenar esa pancita comiendo algo
delicioso.

—No tengo hambre—seco furiosa mis mejillas y toma todo de mi control volver

a recomponerme. Sinceramente, no creía que la comida fuera a permanecer

mucho tiempo en mi estómago, con este constantemente recordándome las


náuseas.

— ¿No quieres nada? ¿Ni siquiera algunas donas?

—No.

—Con que así de mal te sientes.

—Sí, las náuseas y el dolor de cabeza no se han detenido.

—Iré a buscarte algo para eso, ¿está bien? ¿Prometes que las lágrimas ya se han

acabado?

—No puedo prometer que se hayan acabado, pero es preferible que vayas a

buscar algo que me haga sentir mejor, a que te quedes acá revisando que no

suelte a llorar de nuevo.

Asiente y hace su camino fuera de la habitación. Miro la mesa, donde el teléfono


no ha dejado de vibrar con su llamada entrante. Ignoro el sonido y decido tomar

una ducha para deshacerme de la sensación pegajosa de mi cuerpo.

Camino hacia el cuarto de baño, cierro la puerta y me deshago de la ropa de la

noche anterior para ponerme bajo la cascada de agua caliente, que ayuda a que
me sienta más liviana. Cuando siento que ya estoy limpia y ha pasado un tiempo

considerable, me envuelvo en la mullida toalla y me preparo para dejar el cuarto

de baño.

La puerta se abre antes de que tome el pomo y un muy serio Xavier aparece en

ella—: Lamento entrar así, pero en serio, necesitamos irnos.

— ¿Qué haces? Debiste tocar la puerta—protesto incomoda con su presencia


mientras estoy en ese estado.

—Lo lamento, es que necesito que salgamos rápido.

— ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

—Por favor, confía en mí. Solo cámbiate rápido—es su única explicación

mientras vuelve a dejarme a solas.

Camino hacia la puerta de la habitación y la cierro. Busco en mi ropa por algo

que usar mientras se hace la hora de arreglarme para el evento y termino sacando
un vestido. Me cambio rápido con los ojos sobre la puerta por temor a que entre

mientras me visto y luego voy hacia el cuarto de baño de nuevo para secar mi
cabello, pero antes de que pueda comenzar a hacerlo, él entra y desconecta el

secador.

—No hay tiempo para eso.

— ¿Podrías decirme que rayos ocurre? —insisto preocupada por su afán en

irnos.
—Estás lista, vamos— toma mi bolso, teléfono y zapatos para esperarme fuera,
en la habitación—. Te lo pido, por favor, solo vamos.

—Más te vale tener una muy buena explicación— bufo y lo sigo hacia la puerta

de la suite. Cuando la puerta se abre, el ojiazul se encuentra a punto de tocar la

puerta con los nudillos en el aire—. Y tú, ¿qué haces aquí?

— ¿Por qué no contestas el teléfono? —demanda con ofensa.

—Yo pregunté primero.

Alza ambas cejas.

—Estaba esperando a que te desocuparas y como ves estoy de salida.

—Definitivamente no te entiendo. Primero, me llamas en la madrugada a

decirme que soy un idiota por decir lo que siento por ti y besarte al punto de

hacer creer que era sincero; cuando siempre lo fue. En ningún momento mentí. Y

hoy, me llamas casi a medio día sonando terrible y diciendo que llamarás cuando
me desocupe. Colgaste sin dejarme hablar. Y cuando intento llamarte de vuelta,

no contestas el teléfono y ahora tratas de huir de mí. Dime que intentas hacer
porque no entiendo nada.

—No estoy tratando de huir— señalo frunciendo el ceño—. Xavier y yo estamos

por salir a comer algo y a comprar medicina para sentirme mejor.

—No me digas; ¿y por qué crees que estaría tan apurado?

—Explícate.
—Tu amigo no te dijo que yo venía, ¿o me equivoco?

— ¿Te llamó?— esta vez le hablo al acusado sin poder creer que ha estado
intentando hacer.

El contrario lo mira con rabia en la expresión y permanece callado.

—Quería irse antes de que yo llegara, eso es por lo que te quería hacer salir de

acá sin siquiera dejarte poner los zapatos.

—De igual manera, ¿qué haces aquí?— cruzo los brazos esperando por una

explicación valida.

—Necesitamos hablar— trata de tomar mi mano, pero la muevo antes de que lo

logre.

—No, no necesitamos hacerlo. Y no deberías dejar a tu novia sola por tanto

tiempo.

Con eso dicho, salgo de la habitación tomando mis cosas de las manos de Xavier

y recorro el pasillo hacia los ascensores.

—Katherine…

—Olvídalo.

—Sí, Simurs, deberías dejarla en paz— interviene el de ojos grises.

—Tú también. Ambos, déjenme sola— presiono el botón de llamada esperando


que las puertas se abran.
Cuando lo hacen, entro en la cabina de metal y les doy miradas preventivas para
que no se acerquen o piensen entrar. Las puertas se cierran y oprimo el botón de

recepción para encargarme de mis zapatos. Tomo el bolso para estar lista al salir

apenas las puertas se abran en el primer piso.

No dudo ni un momento en caminar al exterior con rumbo al estacionamiento y


tomar el auto; que me da un buen trabajo encontrándolo al no saber dónde lo

aparcó Xavier, la noche anterior.

Acomodada dentro, desactivo el GPS porque no quiero saber hacia dónde me

dirijo, solo quiero conducir hasta que mi enojo pase y sea el tiempo suficiente

para que ambos se aburran y dejen la habitación.

Una llamada de Luca ilumina la pantalla del tablero y contesto a pesar de que sé

de qué querrá hablar.

—Hola, Luca—mi mirada no deja la carretera frente a mí, ni un segundo.

—Kathe, ¿Cómo estás?

—No hay que hacer la charla habitual, ¿sabes? Ya Andrew debió contactarte
para que hablaras conmigo en su nombre, ¿o me equivoco?

—No, lo hizo. Quiere que hables con él y no lo alejes. Sus palabras, no mías.

—Dile que se vaya a la mierda. Y que sino contesto sus llamadas o no quiero
verlo es porque no quiero saber nada de él.

—Esto entre ustedes comienza a verse ridículo. Ya hice mi parte como mejor
amigo, así que me despido por ahora.

—Alto ahí.

— ¿Qué ocurre?

— ¿Has hablado con Claire?

La línea se queda en silencio por un momento.

— ¿No lo has hecho?

— ¿A qué te refieres?— por lo menos sé que es un pésimo mentiroso, así que su

voz nerviosa lo delata.

— ¿Están saliendo, no?

—Si.

—Pues dile que conteste mis llamadas. No sé qué la ha llevado a ignorarme pero

se siente terrible.

—De acuerdo, le haré llegar tu mensaje. Siento que debería empezar a cobrar

por la labor de mensajero— ríe divertido.

—Bueno, no eres tan bueno en eso. Hablamos luego.

Termina la llamada y miro el reloj indicando que ya es pasada la una de la tarde,


por lo que doy vuelta al vehículo en dirección al hotel. Me tomo mi tiempo para

volver y agradezco que cuando llego al estacionamiento no parece haber nada


extraño; esperaba que las cosas se mantuvieran así incluso cuando llegara a la
habitación.

Me dirijo a tomar los ascensores y cuando las puertas están por cerrarse, Trinity
entra a mi lado.

— ¿Qué haces aquí?— miro las puertas de metal, sorprendida. Hace un rato, en

la llamada había reconocido las risas como suyas pero no pensé que vendría

hasta acá. Eso quería decir que Andrew aún seguía arriba.

—Te hago la misma pregunta.

—Me estoy hospedando en este hotel.

—Dicen que no es tan bueno— saca un labial de su bolso y se aplica un poco

mirando su reflejo en las puertas del ascensor—. Aunque es perfecto para tu mal

gusto.

—Entonces eso responde a mi pregunta; no te estás quedando en este hotel.

—Claro que no, estoy acá por Andrew.

— ¿Andrew?

—No te hagas la tonta— se gira para darme una verdosa mirada de rabia—. Sé
que vino a verte.

—Sí, tienes razón, lo hizo. Pero hoy tu presencia por lo menos me agrada;

necesito que te lo lleves lejos. Me he aburrido de él— sonrío alzando una ceja,
para dejarla callada en cuanto el ascensor se abre en mi piso.

—Al fin, ahí estás— el castaño se levanta del piso del pasillo donde ha estado
esperando, y abre los brazos grande—. Pensé que no vendrías en un buen rato.

La pelirroja sonríe y avanza hacia él, pero la evade por completo y va por mí.

— ¿Podrías soltarme?— pongo una mano en su pecho intentando alejarlo


mientras apoya su mejilla en mi cabello.

—Estaba tan preocupado— se aleja pero se queda sosteniendo la mano que

tengo en su pecho—. En serio, no sabes cuánto.

— ¿Dónde está Xavier?—la contraria interviene, lo que trae un fruncimiento

leve a la cara de él—. No creo que le vaya a gustar mucho esta escena. ¿O tú que

crees, Katherine?

—No lo sé—me zafo del agarre del ojiazul y la enfrento—. Me parece que él

está lo suficientemente grande para no perderse.

—Realmente eres una perra, besándolos a ambos— apoya las manos sobre su

cintura—. Debes sentirte grandiosa jugando con los sentimientos de ambos.

—Retráctate— la apunto con un dedo gruñendo entre dientes. —O lo

lamentarás.

—Perra.

—Zorra.

—Hijita de papi.

—Mantenida.
—Bulímica.

—Oh, no acabas de decir eso.

—Bu, li, mi, ca.

—Ya me cansé de ti— camino hacia ella para golpearla pero dos brazos fuertes
me detienen antes de que siquiera me acerque lo suficiente.

Miro atrás con el único fin de gritarle a quien osa detenerme y unos ojos grises

me devuelven la expresión seria.

—Kathe, no— niega con voz serena—. Eso es lo que ella quiere, no le dejes

derrumbarte.

Me toma unos segundos volver a la calma que él me transmite, y cuando sé que

no saltaré sobre la mujer, asiento—: Ya, estoy calmada.

—Trinity, te lo pido, vete— Andrew es quien habla esta vez y mira a la mujer

con una pizca de enojo en su rostro.

—No, no me iré. Vine por ti— hace un puchero en su dirección, y puedo notar

que el algo recurrente en ella, por la manera en la que está cómoda con hacerlo
—. ¿O es que acaso la estás defendiendo?

La mira en silencio.

—Desde su accidente, has cambiado— dice triste abandonando sus intentos de


convencerlo con pucheros—. Es hora de que aceptes que no te quiere cerca.

—Trinity…
—Escúchala— ni siquiera lo miro al decirlo, porque sé lo sensible que he estado
en estos días en todo lo relacionado con él—. Vete de aquí.

—Katherine…

— ¡Vete!— aprieto los ojos negándome a soltar una lágrima más por él—. Es

hora de que lo hagas.

—Necesitamos hablar.

— ¿De qué exactamente?

—De nosotros.

—Ese es tu problema; no hay un nosotros.

—Kathe, solo háblame. Y hablo de que en serio seas tú quien diga que me vaya

— alcanza mi mano.

—Creo que ya ha quedado bastante claro, y lo ha dicho suficientes veces. No te


quiere ver— Xavier retira su mano acercándome más a él.

—Dímelo. Dime que no me quieres volver a ver, y lo haré. Pero quiero que en

serio lo digas porque es lo que quieres.

—Ya lo dije— afirmo en su dirección.

—Mientes.

—Cree lo que quieras creer, no siento nada por ti. Absolutamente nada.

— ¿Y los besos?
— ¿Acaso significaron algo para ti?— rio por lo bajo lista para dar mi golpe
final a su seguridad—. Eres tan patético.

—Si fueron tan patéticos, hazlo ahora y me iré.

— ¿Besarte?

Asiente.

—Solo para que te vayas— me acerco a él y con rapidez tomo su rostro y lo

beso, segundos después lo suelto con la misma facilidad y vuelvo a mi lugar

anterior—. ¿Lo ves? Ahora, largo. Solo fue un toque de labios sin importancia—

limpio mis labios con el dorso de mi mano haciendo una mueca.

El me mira con expresión indescifrable.

—Andy, vamos—la de ojos aceitunados toma la manga de su camisa, y lo hala

en dirección a los ascensores—. Nuestro vuelo es en 20 minutos. Ya vamos

bastante tarde.

— ¿Podrían irse ya, por favor?— tomo la mano de mi amigo y le doy un apretón

en busca de apoyo—. Tengo cosas que hacer, y no puedo perder el tiempo con
ustedes.

—Esto no ha terminado— es su ultimo comentario antes de seguir a su amiga a

los ascensores.

—Eso fue raro—dice el más alto cuando están fuera de nuestra vista y se asegura

de que me encuentro bien—. ¿Estamos bien?— toma mi mano y besa el dorso


suavemente.

Asiento con una falsa sonrisa.

— ¿En serio ibas a golpearla?

Asiento.

—Creo que debemos apresurarnos— aclaro mi garganta, reclamando su atención


en lo que es realmente importante—. Tenemos que verificar que todo esté en

orden con el evento y arreglarnos para asistir.

—Tienes razón. Iré ahora mismo a hablar con el gerente y te envío la

información importante.

—De acuerdo— acepto soltando su mano y caminando a la puerta de mi

habitación. Al entrar, me dejo caer en la cama tomando respiraciones cortas ya

que por mucho que mi cuerpo lo necesitaba en esos momentos, las lágrimas no

descendían.

Mi teléfono notifica la llegada de un mensaje y por un momento creo que se trata

de Xavier, que ha decidido que tiene algo importante que decir, pero al ver el
remitente, medio sonrío.

Claire D’Moon: Escuché que me has extrañado.

Katherine Briden: Mucho, no tienes ni idea. Y usted señorita, me debe una


explicación.

Claire D’Moon: Hmm… acerca de eso; ¿Cómo te ha ido?


Katherine Briden: No cambies el tema. Cuenta.

Claire D’Moon: Está bien. La noche que cenamos en casa de Luca, cocinamos
juntos, nos reímos y me di cuenta que en realidad no es tan malo. Después de

que terminamos de cenar, nos tomamos una botella de vino en el árbol y una

cosa llevó a la otra y nos besamos… mucho.

Katherine Briden: ¿Así que ahora están juntos?

Claire D’Moon: Decidimos intentarlo.

Katherine Briden: ¿Y por qué no me contaste en nuestro desayuno del lunes?

Claire D’Moon: Porque no quiero que hagas una gran cosa de eso. Estamos

intentando llevarlo con calma.

Katherine Briden: Pero hace unos días querían matarse. Y al final, tenía la

razón. Del odio al amor hay un solo paso.

Claire D’Moon: ¿Y qué hay de ti? ¿Qué me cuentas?

Katherine Briden: Puede que Xavier y yo también lo estemos intentando.

Claire D’Moon: Espera… ¿El señor sombra y tú? ¿Qué hay de Andrew?

Katherine Briden: ¿Qué con él?

Claire D’Moon: Ustedes se habían besado.

Katherine Briden: Claire, todo era parte de mi plan. Ya cumplí con él, así que
nada de eso importa.
Claire D’Moon: Vamos, tú y yo sabemos que entre ustedes ocurre algo.

Katherine Briden: Odio y solo odio.

Claire D’Moon: Como digas. ¿Cuándo vuelves?

Katherine Briden: Mañana a las 10. ¿Por qué?

Claire D’Moon: Porque necesito hablar de tantas cosas aún.

Katherine Briden: De acuerdo, te avisaré en cuanto esté en casa para que me

pongas al día.

Claire D’Moon: Claro. Igual tú.

Katherine Briden: Adiós, señora Sandino.

Claire D’Moon: No molestes, Katherine. Nos vemos.

20
— ¿Puedo pasar?—el castaño toca la puerta un par de veces.

—Un momento—sostengo mi vestido en la parte delantera antes de moverme a

abrirla—. Llegas en el momento correcto.


—Que hermosa te ves— entra en la estancia usando un traje clásico y alzando
una ceja al ver mi postura—. ¿Necesitas ayuda con el cierre?

—Sí, creo que es obvio— hago una mueca graciosa y me giro para dejarle

ayudarme a cerrar el vestido—. Te ves muy guapo. Y lo digo en serio.

— ¿Lo habías dicho por obligación antes?

—No, siempre lo digo en serio.

—Entonces, he de tener mucha suerte— cuando el vestido está en su lugar me

abraza desde atrás por la cintura. —Y esta noche, tengo plena seguridad de eso.

Porque estaré al lado de la mujer más hermosa del lugar— pasa la punta de su

nariz por mi cuello.

—Ya es tarde— aclaro mi garganta para tener un momento de despejar mis

pensamientos y detener las cosas antes de que siquiera puedan comenzar. Luego
suelto su agarre sobre mí y voy por mi cartera que está sobre la cama.

—Está bien— su tono es divertido al responder y juro que él sabe exactamente

qué está pasando por mi cabeza en esos momentos—. ¿No olvidas nada?

—No, todo lo importante está guardado en este pequeño bolso— muevo las
cejas burlona y guardo la tarjeta llave para proceder a salir de la suite.

Toma mi mano cuando ha cerrado la puerta detrás de él, y entrelazo nuestros


dedos tomando una respiración de valentía esperando que todo vaya bien esa

noche.
El corto viaje en auto hacia el lugar del evento, pasa demasiado rápido y me
tengo que recordar que esto debería ser fácil. Solo tengo que sonreír y hablar con

los asistentes para conocer sus opiniones. Debería ser pan comido.

—Lo harás grandioso, Kathe— el de ojos platinados me asegura con una sonrisa

y le da un apretón a mi mano antes de que nos acerquemos al gerente de la sede,


que espera fuera de las puertas del lugar, caminando de un lado a otro.

Cuando nos ve, su rostro se ilumina con alivio y nos espera en el lugar.

—Señorita Briden, permítame decirle que luce hermosa— pasa la mano por la

manga de su traje gris intentando eliminar una arruga inexistente.

—Gracias— el de mi lado se adelanta y le responde bromeando.

—Lo que quiso decir Xavier, es que él también quería ser halagado— le doy un

codazo al hombre más joven negando—. Gracias, señor. Usted luce guapo.

—Oh, este viejo traje no es nada— mueve una mano modesto señalando su ropa
—. ¿Me acompaña?— me ofrece su brazo a pesar de que la mano del otro no ha

dejado la mía desde que llegamos.

—En realidad…—mi cita interviene—. Yo la escoltaré esta noche, si no le


molesta.

—No hay problema. Nos veremos dentro— se adelanta y pasa las puertas dobles
al interior de la fiesta.

—La próxima vez, yo puedo tomar mis propias decisiones—miro al castaño


suspirando algo molesta.

— ¿Está mal que haya dejado claro que seré tu acompañante?

—Yo pude decirlo sin que sonara tan mal. No importa, entremos.

Tomo la iniciativa y lo jalo al interior, casi chocando con una diminuta mujer
que espera a un par de metros de la entrada.

—Katherine Briden y Xavier Higgons— la fémina de baja estatura nos detiene

de avanzar luciendo emocionada de vernos. Por mucho que lo intento, no puedo

recordar haberla visto alguna vez—. Soy Dianne Flimons, reportera del DC

Times.

—Señorita Flimons. Es un gusto verla esta noche—tan oportuno como siempre,

mi compañero me da una mano en el asunto.

Y a pesar de que suena muy amable, sé que él tampoco recuerda haberla visto

antes.

—El gusto es mío. De conocer a ambos— junta sus manos y vuelve a darnos una

mirada de grandes ojos, como para comprobar que estamos frente a ella—. Estoy
al frente de “La Reina del Hielo”. Eso es algo que no se vive todos los días.

Una parte de mi quiere reír porque haya mencionado tal apodo, pero esta noche

todo es sobre la imagen y no puedo arruinarlo tan fácil. El origen de ese apodo
se dio varios años atrás cuando un columnista quiso burlarse de mi tenacidad con

una comparación con el característico frio del hielo, pero termino por darme un
título por el cual aún me reconocen. Solo que la mayoría no se atrevería a decirlo
en mis narices.

—Preferiría Katherine, gracias.

— ¿Le molestaría darme una entrevista, señorita Briden?—saca una grabadora

de su bolso antes de que pueda responder y a regañadientes me veo obligada a

aceptar.

—Pregunte lo que desee.

— ¿Cuáles son sus expectativas con esta noche?

—Esperamos que el producto tenga gran aceptación, desde luego. El grupo

invitado esta noche son personas que tendrán una probada previa de lo que se

trata, y estamos emocionados por ver sus reacciones.

— ¿Lo ha utilizado? Con los nuevos escándalos por los sujetos de prueba de

varios productos parecidos, los clientes solo desean saber si es seguro.

—La empresa tiene toda un área de pruebas y se realizan previas verificaciones

en cada uno de los casos; ninguna de ellas en humanos o animales. Antes de que
un producto sea traído al mercado, ha sido aprobado bajo diferentes medidas
internacionales, así que no hay de qué preocuparse.

—Esta es la primera vez que un lanzamiento se realiza en una sede que no es la


principal. ¿Qué los impulsó a realizarlo en Washington?

—En Briden Enterprise somos una familia, y creemos que cada pequeño
miembro de esta gran familia merece tener el mismo reconocimiento, ya que

cada uno es capaz de hacer cosas grandiosas. Aunque solo han sido unos meses

desde que esta sede fue abierta, notamos que era momento de darle algo de foco

debido a la próxima ampliación. Además, nuestros clientes de Washington


merecían algo hecho a su medida; solo estilo capital—Xavier toma la palabra y

me siento orgullosa porque no pudo decirlo mejor—. ¿Algo más?

— ¿Hace cuánto se conocen?

—Hace 6 años— mientras respondo, el hombre toma dos copas de champagne y

me da una—. Desde la universidad. Y si, esa información ronda por los medios

hace mucho.

— ¿Y hace cuanto están comprometidos?

—No estamos comprometidos. El estado de nuestra relación es privado, y no

tiene nada que ver con el tema de esta entrevista.

— ¿Se conocen hace 6 años y temen aceptar que existe algo?

—No tememos nada— el de ojos grises niega sonriendo—. Simplemente


preferimos que nuestra relación se mantenga privada, pero ya que me agradas, te

diré que sí, estamos saliendo.

— ¿Y hace cuanto lo hacen? Porque había unos cuantos rumores circulando


sobre una posible relación con Andrew Simurs.

—No, nada pasa con Andrew—niego rotundamente—. El hecho de que se nos


haya visto juntos en varias ocasiones desde mi accidente, es porque él fue quien
llegó a donde yo estaba y en pocas palabras, salvó mi vida— dos veces, quise

agregar; pero no sonaba seguro mencionar lo ocurrido en la isla—. Así que

hemos intentado ser amigos.

— ¿No ha ocurrido nada entre ustedes? ¿Segura?—vuelve a insistir con una


sonrisa que no me genera buenas energías. ¿Qué es lo que sabe?

Niego.

—Pues, no parece con lo que he visto. Tenemos fotos que prueban su encuentro

ayer mismo fuera de un restaurante llamado Verona, y se ven muy amigables—

pone empeño en decir “muy” alargando la u—. Algunas son graciosísimas, como

cuando la carga sobre su hombro; y otras son interesantes, tanto que estoy segura

que pagarían por ellas. Un beso entre los herederos de Simurs y Briden; eso sí

que es como pan caliente listo para vender.

Algunas de las personas que están cerca no pueden fingir su sorpresa ya que lo
ha dicho algo alto.

—Quiero verlas.

Ella busca en su bolso y me pasa un sobre gris. Abro la solapa y saco el paquete
de fotos. Paso una tras otra recordando lo que pasó el día anterior; intento
mantener mi expresión nula mientras que en mi interior estoy aterrada de lo que

ella pueda hacer con esto.

— ¿Y? ¿Qué tienes que decir de las fotos?


—Yo…—busco tener un buen argumento, y en vez de eso, comienzo a reír
devolviéndolas al sobre—. Lo lamento, es solo que es demasiado gracioso.

— ¿Qué te parece gracioso?

—Ok, lo diré. La razón por la que él me cargo sobre su hombro es porque mi

tacón se había roto y se negaba a dejarme caminar hasta mi auto. Y sobre el

beso… No tengo ni idea de porque lo hizo. En ambos casos, no tengo ni idea de


porque lo hizo; siempre he pensado que él es muy raro, eso lo comprueba.

Espera.

— ¿Así que no te molesta? ¿No tienes miedo a lo que dirán al ver esto? ¿Nada?

—No le prestó atención a las opiniones de charlatanes. La vida no se basa en

estas cosas— le devuelvo el sobre hablando más que segura de lo que digo—. Es

patético que en serio, basen la vida de una persona en lo que obtienen


invadiendo su privacidad. Eso no es de estimar, es una completa inmoralidad.

— ¿No pensabas decírmelo?—el hombre me mira lastimado y se retira del lugar

perdiéndose entre los asistentes.

—Gracias por la entrevista— la sonrisa triunfante en el rostro de la mujer,


demuestra que ha cumplido su cometido de alguna manera, que si no logró

fastidiarme, logró hacerlo con alguien importante para mí.

Sin dedicarle una palabra más, sigo el camino que segundos antes tomó el

castaño y pido por encontrarlo antes de que se haga ideas que no son.
—Disculpa, ¿eres Katherine Briden?—una mujer menor que yo me detiene en
mi camino en busca de Xavier.

Asiento.

—Es un gusto conocerte al fin. Estoy en el programa de formación en negocios

que se abrirá en esta sede después de la ampliación— extiende su mano y la

toma sonriendo.

De no ser por el apuro en que me encuentro para salvar mi amistad con el

hombre, estaría emocionada de pasar toda la noche hablando de eso. La

iniciativa de educación en negocios fue algo que mi padre había pensado hacer

desde hace años, en los tiempos en que mamá vivía; incluso, ella iba a ser la

directora del programa porque la idea de ofrecer a jóvenes una oportunidad de

superarse como esa, la hacía sentir orgullosa del hombre que amaba. Casi dos

décadas después, al fin había reunido valor para hacerlo funcionar; aunque sin
mamá estando ahí para ayudarlo.

—Me alegro de conocerte, pero ahora mismo, necesito encontrar a alguien. ¿Has

visto a un hombre alto, traje clásico, ojos grises? Camino en esta dirección.

— ¿Xavier Higgons? Sí, lo vi. Se fue por el pasillo.

—Gracias, espero poder verte en un rato y hablar mejor. Quiero conocer que te
hizo unirte a esa experiencia.

Continúo mi camino por donde me señaló y me detengo al dar con una puerta
esperando que sea el lugar donde está.
Tomo el pomo y respiro profundo antes de girarlo. La sala que me recibe está
casi a oscuras y una sola luz es la que permite ver su tamaño y los contornos de

los objetos en ella, que en su mayoría son sillas y mesas apiladas contra la pared.

Cierro la puerta detrás de mí y me guio con la luz de mi teléfono hasta reconocer

su desordenado cabello casi al fondo del lugar.

—Aquí estás… Xavier, lo siento. Realmente no pensé que fuera importante. No


lo fue para mí.

—Pues lo es para mí, Katherine. Él te besó; no se supone que importe, pero lo

hace. No puedo pensar en otro hombre besándote, menos cuando hay fotos de

eso circulando por ahí.

—Sabía que esto pasaría. Que de alguna manera lo arruinaría y te lastimaría. Por
eso no quería que nada pasara entre nosotros, no me gusta herirte.

—Entonces no lo hagas.

—Es algo que está fuera de mi control. Puedes odiarme si quieres.

—Ese es el problema. Te amo demasiado como para siquiera enojarme contigo.

—Te quiero mucho— lo abrazo apoyando mi mejilla en su pecho. —No sé


realmente que haría sin ti.

—No, la pregunta es qué haría yo. Tú eres lo que mantiene mi mundo en


equilibrio.

Muevo mis manos hasta tomar su rostro y lo guio al mío para besarle. No sé
porque, pero necesito hacerlo en esos momentos.

El agarra mi cintura y me acerca más a su cuerpo, profundizando el beso. Luego,


procede a besar mi cuello. Paso las manos por la tela del traje sobre su abdomen

y deshago los botones abriendo la chaqueta; pasa las manos a mi cabello y lo

suelta para luego volver a mis labios.

—Detente— lo alejo de golpe al darme cuenta que no estamos en el lugar más


privado.

— ¿Qué ocurre?

—No aquí, no así—niego mirándolo y volviendo a recoger mi cabello,

intentando devolverlo al peinado que llevaba.

—Entiendo. ¿Volvemos?—abotona su saco de nuevo y se asegura de estar en

orden.

Apoyo su idea y ambos caminamos hacia la puerta en un silencio incómodo.


Pido porque nadie esté en el pasillo en cuanto salgamos porque no quiero más

malos entendidos y vuelvo a peinar mi cabello sintiendo que luce desordenado.

—Estás bien, no te preocupes— me asegura en cuanto abre la puerta y la luz de


afuera ilumina el interior permitiéndome verlo claramente.

Nos movemos por el pasillo con sigilo al pendiente que nadie se acerque y
cuando alcanzamos la sala central en donde se desarrolla el evento, es fácil

dispersarnos entre la multitud.


—Oh, ahí está— el gerente me mira aliviado—. Es momento de que hable frente
a todos.

— ¿Tan pronto?— reviso la hora en mi teléfono sorprendida con la prontitud de

mi participación. —Pensé que no sería hasta dentro de una hora.

—La gente comienza a decir que quiere irse, así que su participación es

necesaria ahora mismo.

—Está bien, adelante— accedo y lo sigo hacia la tarima intentando pensar en

una buena frase de inicio.

Subo los pocos escalones a la plataforma más alta y me detengo frente al

micrófono mientras la música se apaga y todos voltean a ver el lugar donde estoy

de pie—. Buenas noches, señoras y señores. Les doy una cordial bienvenida al
lanzamiento del nuevo perfume de Briden Enterprise. Este perfume ha sido

diseñado especialmente para todos y cada uno de ustedes. Es una fragancia sin

género, sin color y sin discriminación. Cualquiera puede usarlo. ¿Por qué?
Porque consideramos a cada uno de ustedes un crítico especializado, y hemos

seguido sus consejos y peticiones en cada paso del proceso de creación. En las
mesas del fondo, podrán encontrar muestras y estaré a la expectativa de sus

opiniones. Tengan una grandiosa velada.

La sala permanece en silencio por un momento y después aplauden

forzosamente. Bajo del escenario luciendo una sonrisa y cuando estoy abajo, la
dejo ir preocupada.
—Eso estuvo terrible— tapo mi rostro frustrada acercándome al castaño, que
permaneció a un lado del escenario en todo mi discurso.

—No, no estuvo terrible. Sí, no ha sido tu mejor discurso pero aplaudieron, ¿no?

— rasca su nuca cuando nota que su comentario no ha arreglado nada.

—Fue un aplauso forzado, no uno real. Y lo sabes.

—Si… no estuvo bien. Pero no hay que desanimarse, un discurso no va a


afectarte.

—Y algo me dice que estoy en problemas, no solo por eso. Si esa periodista

decide usar esas fotos, estoy acabada.

Mi teléfono suena y cuando leo el nombre en pantalla, cierro los ojos frustrada.

Luego, me retiro un poco al pasillo para poder contestar sin mucho ruido a mi

alrededor.

—Hola, hija.

—Papá, hola.

—Supongo que no he de preguntar cómo van las cosas, tu tono me dice mucho.

—No tiene que ver con la empresa exactamente. Creo que al final las cosas se

arreglaran con eso.

— ¿Entonces por qué suenas tan preocupada?

—Porque quizás lo he arruinado todo— muerdo mi labio inferior varias veces

mientras espero por su respuesta.


— ¿Qué has arruinado?

—Hay ciertos rumores circulando, y hay probabilidad de que esos rumores pasen
a ser noticia mañana. No la clase de noticias que leerías, pero algunas otras

personas si…—comienzo a divagar intentando llegar al punto donde le digo lo

que ocurre. —Y la verdad es que no me importa lo que piense la gente, pero si


ellos piensan mal de mí, eso podría afectar el buen nombre de la empresa y es lo

que menos necesitamos ahora.

—Katherine, respira. Y dime que es lo que pasa— me detiene antes de que

pueda seguir hablando más—. ¿De qué son los rumores?

—Sobre que estoy saliendo con Xavier y Andrew al mismo tiempo.

—Espera…Espera, ¿eso es cierto?

—Papá, creo que me conoces lo suficiente para saber que no lo son. Bueno, una
parte es cierta, Xavier y yo si estamos saliendo. Y por otra parte, es de Andrew

de quien hablamos.

— ¿Por qué comenzaron esos rumores?

—Una periodista tiene algunas fotos… Fotos de mí con Andrew.

— ¿Qué clase de fotos?

—Nada muy escandaloso—aclaro antes de que se haga la idea de que se trata de


otra cosa—. Solo algunas fotos fuera de un restaurante aquí en Washington.

— ¿Y qué hacías con él?


—Me lo encontré de casualidad—miento, porque decir la verdad pondría en
riesgo el trabajo de Samantha; con la que espero tener una charla muy profunda

cuando vuelva a ver—. Solo nos encontramos porque ambos tuvimos la misma

idea de dónde ir a comer.

—Continua.

—Cuando supe que él estaba ahí, dejé el lugar en busca de un sitio más
agradable. Pero uno de mis tacones se rompió y había dejado mi auto cerca del

restaurante anterior. Insistió en ayudarme pero me negué, y me subió sobre su

hombro a la fuerza para llevarme de vuelta a mi auto. Cuando me hube subido,

clara en que iba a salir de ahí antes de armar un escándalo de lo enojada que me

encontraba; el solo me besó.

Puedo escuchar a mi padre respirando pesadamente a medida que hablo y sé que

sus próximas palabras van a ser de completa rabia—: Ese Simurs; solo busca
hacernos quedar mal y no le importa enviar a su hijo a manipularte.

—No soy tan fácil de manipular, y no lo ha hecho. Él me beso, jamás dije que le

hubiera devuelto el gesto. Y bien, solo quería que lo supieras porque puede que
salga en los diarios mañana mismo. Es mi culpa, así que me encargaré de callar

los rumores y de todo lo que este problema provoque.

—Creo que lo mejor es que vuelvas a la ciudad lo más pronto posible. En cuanto

el evento termine y tengas una buena noche de sueño, te espero de vuelta. Y las
explicaciones la tendrá que dar el verdadero culpable de esto, Peter Simurs.
—No hay necesidad de que me quede un minuto más acá. Me pondré en marcha
ahora mismo.

— ¿Y qué hay del evento?

—Creo que el gerente puede manejarlo por sí solo. Es hora de que dejemos que

él se encargue y nos informe. La verdad es que sobro acá.

—Está bien, te espero— dice poco convencido.

—Haré que Xavier conduzca, tranquilo.

—Estoy tranquilo, pero a la vez me preocupa que algo te ocurra.

—No creo que el destino vuelva a jugarme la mala pasada de otro accidente, así

que no hay de qué preocuparse.

Cuelgo la llamada y vuelvo a donde el gerente parece buscar a alguien.

—Señor, ha sido un placer— asiento en su dirección comenzando mi despedida


—. Por cuestiones ajenas a mí, debo retirarme ahora mismo. Me necesitan con

urgencia en Nueva York.

—Entonces, debe volver— extiende su mano dándome una sonrisa reconfortante


—. No tiene de que preocuparse, me encargaré que la velada de hoy termine con

todos contentos.

—Estoy segura de que lo hará— afirmo apretando su mano—. Lo veré en mi


próxima visita a la ciudad.

—O si decido pasarme por su ciudad, también.


Rio levemente y voy en busca de Xavier, que se encuentra esperando a un lado
de las puertas de entrada.

El aire en Washington está helado en el momento en que salimos y tengo que

recordarme mantener la compostura hasta que lleguemos al auto y pueda

encender la calefacción.

Él parece notar que estoy temblando porque se quita la chaqueta y la pone sobre
mis hombros, aunque no sea un trayecto largo hasta el auto. Al llegar frente al

vehículo, abre la puerta del copiloto para mí y me quita la cartera para sacar las

llaves del auto. Subo quedándome con la chaqueta y espero a que ponga el motor

en marcha para encender la calefacción.

En algún momento del trayecto hasta el hotel, para recoger nuestras cosas; me

quedo dormida en el asiento.

●●●

Despierto con un fuerte dolor en el cuello y parpadeo varias veces para aclarar

mi vista y poder mirar la hora en el salpicadero del auto.

—Oh, mira quien despertó—habla desde el asiento del conductor concentrado en

la carretera frente a él, aunque con tono alegre—. Por un momento pensé que
tendría que llevarte cargada hasta tu cama.

— ¿Dónde estamos?

—Ya casi llegamos a Nueva York, así que estamos a unos minutos de tu casa.
Asiento frotando mis ojos recordando demasiado tarde que aún tengo maquillaje.

—Gracias por aceptar que regresemos a esta hora.

—No hay problema. ¿Qué más podría estar haciendo a las dos de la madrugada?

—Creo que podría mencionar un par de cosas.

Ríe bajo y toma una de mis manos con una de las suyas para besar el dorso. Un
bostezo sale de su boca momentos después.

—A tu novia no le agradará para nada que conduzcas a esta hora.

—Qué bueno que aún sigue medio dormida—bromea con voz somnolienta y se

estira en el asiento.

—No lo estoy—bufo y beso su mejilla—. Gracias, en serio.

Pasan varios minutos hasta que el portón de mi casa aparece en nuestra vista. El

encargado lo abre al reconocer la placa del auto y verificar quienes están en el


interior. Conduce el resto del camino hasta que detiene el auto frente a la puerta

y baja para ayudar a bajar mi maleta.

Abro la puerta y me levanto del asiento saliendo a la noche neoyorquina, y busco


por las llaves de la puerta principal mientras él lleva la maleta hasta mí—:

Entonces, buenas noches, Kathe— se inclina un poco y deja un suave beso en


mis labios.

—Buenas noches— lo abrazo fuerte y beso su mejilla, para luego retirarme y

entregarle su chaqueta—. Conduce con cuidado de vuelta a casa.


—Te llamaré más tarde. Saluda a tu padre de mi parte.

—Lo haré— me giro a abrir la puerta mientras él se devuelve al auto.

Agarro la manija de mi maleta y entro empujando la puerta para ser recibida por
el silencio de la antesala.

Paso la mano por mi cabello y dejando la maleta apoyada en una de las paredes,

camino al balcón trasero para despejar mi mente ya que el sueño se ha ido. Me


siento en el columpio y recuerdo la noche de mi cumpleaños, que se siente como

si hubiera sido años atrás. Me recuesto y dejo a mis pulmones llenarse de aire

mientras las imágenes capturadas por la periodista no dejan de repetirse frente a

mis ojos, una y otra vez.

Saco mi teléfono y suena tres veces antes de que lo conteste.

— ¿Acaso no sabes qué hora es? ¿O es otra de tus llamadas ebria?—su voz
suena profunda en la línea y sé que lo he despertado de un buen sueño, por la

molestia notable en su voz—. ¿O muy temprano?

— ¿Lo escuchaste?

— ¿Qué cosa?

—Una periodista tiene fotos de nosotros en Washington.

— ¿Y?

—Andrew, estoy hablando de fotos donde estás besándome.

— ¿Y?
— ¡¿Y?! Estoy con Xavier.

—Mira, podemos hablar de esto cuando haya salido el sol. Estaba durmiendo y
ahora mismo no tengo ganas de hablar contigo.

— ¿Y tú sabes que hago yo? ¿O dónde estoy?

— ¿Dónde?

—En el lugar en que pusiste mi mundo de cabeza al decir que me amabas.

La línea se queda en silencio por un momento.

—Pensé que yo no te importaba y me querías fuera de tu vida. ¿Por qué llamas a

decirme esto?

—Porque…

—Katherine, hablamos luego—suspira cuando no le doy una respuesta y sé que

he arruinado todo, y esta vez, es en serio.

Cuelga.

¿Qué me está pasando? Debo estarme volviendo loca, y quizás ese fue siempre

su plan. Llevarme al punto de desquiciarme sin que pueda pensar en él sin dolor.

Mi siguiente lugar de consuelo, es la biblioteca. Por lo menos entre tantos libros,


mi vida no parecerá tan mala y podré olvidarme de él.

Entro y me siento en el sillón tomando uno de los tantos libros que descansan
sobre la mesa de centro sin prestar atención al título, y lo abro en una página
aleatoria empezando a leer una historia ya comenzada.

21
—El gerente llamó temprano; dijo que fue un éxito— informa mi padre
intentando llamar mi atención mientras peleo con mis parpados para que no se

cierren después de que dormí solo un par de horas.


—Me alegro—tomo la que es mi tercera taza de café de esta mañana y le doy un
sorbo dejando que la cafeína me despierte.

— ¿Sabes? Si necesitas dormir puedes quedarte hoy en casa. No le diré al jefe—

bromea divertido aunque sé que está preocupado por lo mal que debo verme con

el poco sueño que tuve—. Podemos hacerle creer que aun sigues en la capital.

—Estoy bien, solo un poco cansada. Pero eso no es importante.

— ¿A qué hora te dormiste?

—No lo sé. No tenía sueño al llegar así que estuve un tiempo despierta aun

después de eso.

—Debiste haber llegado directo a dormir si tenías pensado ir a la oficina hoy.

— ¿Y huir de eso?— señalo el diario que está en el centro de la mesa con la

primera plana siendo ocupada por las fotos que temía.

—Hoy lo arreglaremos, tranquila. En cuanto desayunes, iremos directo a la

oficina.

—No tengo hambre—me levanto de la mesa, llevando conmigo mi teléfono.

Xavier Higgons: Hola, ¿Cómo amaneciste?

Katherine Briden: Bien, ¿y tú?

Xavier Higgons: Estaré mejor cuando te vea.

Rio bajo al ver el mensaje.


Katherine Briden: Bueno, estaré pronto en la oficina para alegrar tu día aún
más.

Xavier Higgons: No hay porque esperar tanto. Estoy afuera.

Katherine Briden: ¿Y se puede saber qué haces acá tan temprano?

Xavier Higgons: Tenía que devolverte el auto, y me pareció una buena excusa

para irnos juntos.

Katherine Briden: Está bien, solo dame un minuto.

Xavier Higgons: Ok.

Tomo mi bolso de la mesa donde descansa y le explico a mi padre que me iré

con Xavier y que lo veré en la empresa. Acepta comprendiendo mis razones para

tomar esa decisión.

—Hola— besa mi mejilla cuando lo encuentro esperando a un lado del auto

cerca de puerta—. ¿Acaso no dormiste bien?

— ¿Se nota?

—Diría que demasiado— abre la puerta del copiloto para que entre con cuidado
—. Te ves muy cansada.

—Bueno, no es que esperar el día de hoy me tuviera tranquila, y con razón.

Asiente y sé que no quiere hablar de las fotos aún. Así que sube al auto y nos
saca de la propiedad en silencio, dando con un grupo de periodistas esperando

fuera de esta.
—Señorita Briden, ¿ha visto el periódico? ¿Es cierto? ¿Qué opina de esto? ¿Eso
representa una tregua entre ambas empresas?— son algunas de las preguntas que

lanzan agolpándose a los lados del auto, con el conductor haciendo su máximo

intento por no arrollar a ninguno de ellos.

Saco mis gafas de sol fastidiada por la luminosidad y los gritos a un lado de mi
ventana, y me las pongo con el único fin de no darles ni una sola respuesta.

En el momento en que nos deshacemos de la multitud, el de ojos plateados me

da una mirada larga como reprochándome por lo que hemos tenido que pasar,

con el día comenzando apenas. Pero algo hace que vuelva su atención a la

conducción y deje nuestra conversación para luego.

La situación en la empresa no es mucho mejor, cuando tengo que ser sacada del

auto escoltada por Trein y Tod, que lucen fastidiados mientras crean un camino

en medio de los flashes y preguntas de la multitud. Hay incluso un grupo de


mujeres que cuchichean ofensas mientras paso cerca de ellas.

Cuando he pasado a la seguridad del interior de la empresa, busco por todos

lados al castaño preocupada de que nadie haya velado por su seguridad y suspiro
aliviada cuando veo que ha logrado pasarlos y que está entrando. Lo abrazo

fuerte al ver que no le ha pasado nada y tengo certeza de que no ha dicho ni un


solo comentario.

—Estás bien— besa mi cabello sonriendo—. Por un momento te perdí en la


multitud y pensé que no lo habías logrado. Fuera es una completa locura.
—Oh, al fin llegaron— Samantha aparece cuando las puertas del ascensor se
abren y nos apresura a entrar. Mira hacia la puerta y hace una mueca cuando ve

el montón de personas fuera, presiona el botón para mantener las puertas abiertas

hasta que Xavier, mis guardaespaldas y yo, estamos dentro.

— ¿Qué está ocurriendo?— pongo una mano en mi frente suspirando.

—Creo que los periódicos responden muy bien esa pregunta— afirma ella
juntando las cejas, y recuerdo que más tarde tengo que comentarle sobre la

situación, porque de no haber agendado una falsa reunión en mis deberes, nada

de esto estaría pasando—. Algunas personas están acá desde la madrugada, y por

poco no he podido entrar de lo aglomerados que están. Pero eso no importa

ahora, lo importante es que tiene que ir de inmediato arriba. El señor Simurs y su

hijo han pedido un encuentro con su padre y usted; están esperando ahora mismo
en su oficina.

Supongo que a eso se refería con que todo se solucionaría hoy al llegar a la

oficina.

— ¿Se encuentra bien? Sé que es una pésima pregunta que hacer, pero…

—Lo es, pero la verdad es que no estoy molesta por esas personas, estoy molesta

porque esto ralentiza las cosas. Se suponía que hoy íbamos a dedicarnos a
planear, no a tener que atender un escándalo. Ninguno de ellos puede hacerme

sentir mal acerca de lo que pasa, porque no soy culpable.

—Entiendo.
Las puertas se abren con su característico tintineo y no espero ni un segundo
para ponerme en marcha fuera de ellas.

—Espera— Xavier me detiene a mitad de camino hacia mi oficina.

Me giro a mirarlo en busca de una explicación.

— ¿Quieres que te acompañe?

Niego—: Estaré bien.

— ¿Segura?

—Sí, segura.

Le toma un par de segundos soltar mi brazo y en vez de eso, me acerca tomando

mi cintura para besarme profundamente. Ni siquiera pongo oposición a pesar de

que estamos en medio de trabajadores curiosos de la oficina.

Me alejo antes de que sea demasiado y le dedico una sonrisa.

Luego, procedo a girar el pomo de mi oficina y entro. En el interior, los


integrantes de la familia Simurs, se encuentran sentados en el sofá acompañados

de una mujer pelirroja.

—Buenos días, señores y… Trinity— no me detengo hasta estar sentada en la


silla detrás del escritorio—. ¿Puedo preguntar que hace ella acá?—señalo a la

más joven, confusa—. La última vez que supe, esta era una reunión entre dos
familias, Briden y Simurs. No recuerdo haber escuchado de Sanders en este

encuentro.
—Es la pareja de Andrew, así que también le afecta a ella— la mayor es la que
responde entre todos los presentes, luciendo seria—. Ella estará.

—Yo también tengo pareja, y no lo veo rondando este lugar.

La mujer piensa rebatirme pero su hijo la acalla—: Creo que Katherine tiene

razón; la presencia de Trinity está de sobra. Además de que ella no es mi pareja.

— ¿Desde cuándo no lo es?— la mujer parece haber olvidado el tema


importante ahí mientras le reprocha a su hijo.

—Desde hace un par de meses… Pensé que había quedado bastante claro cuando

lo dije en voz muy alta en una de nuestras cenas.

La pelirroja bufa y se levanta del sofá dándome una mirada furiosa—: Está bien,

estaré afuera. Creo que este lugar no puede ser tan malo como para que no

encuentre donde estar hasta que terminen acá.

Cuando ha cerrado la puerta, la mujer restante me apunta enojada—: ¿Tenías que


hacer eso?

—Creo que ya que estamos en mi oficina y mi empresa, yo decido quien entra y


quién sale del lugar. No confío en extraños escuchando conversaciones que solo
competen a unos cuantos. Así que discúlpeme, señora, pero si usted desea

acompañarla, la puerta está abierta.

— ¿Acaso no tienes ni un poco de respeto? Somos tus mayores y como tales, no

puedes esperar que esa sea una respuesta decente.


—En ningún momento le falté el respeto. Creo que incluso el hecho de darle la
alternativa de permanecer o irse fue considerado.

—Definitivamente todo se lleva en la sangre, eres tan igualada como tu madre.

—Le pido un favor enorme; respete a mi madre y a mi persona. En ningún

momento me he puesto en su nivel de insultos— a pesar de que busco sonar

neutra, no puedo evitar levantar un poco la voz—. ¿O es que tanto le duele que
ella haya sido mejor que usted? Porque lo fue, y él aun habla de lo asombrosa

que ella era. Y de usted, ni un solo comentario.

—Primero, tú nunca estarás a mi nivel— ríe sonoramente en medio de una burla

—. Y segundo, me alegro de que ella se haya divertido con mis sobras.

—Primero, obviamente no estoy a su nivel porque soy mejor que eso. Y


segundo, estoy segura de que usted fue las sobras en esa relación. ¿O así no es

que se le llama a las fulanas, aquellas que se dejan convencer con cualquier

diamante?

—Insolente.

—No, tiene toda la razón—mi padre aplaude apoyado en el marco de la puerta

—. Sigues siendo la misma inmadura de hace 30 años.

—David…

—Señor Briden…— Andrew se levanta del sofá y le extiende una mano en

saludo al mayor—. Es un gusto verlo.


—Ojala pudiera decir lo mismo— responde él de vuelta, cerrando la puerta de la
oficina cuando entra.

—Bien, a lo que vinimos— el señor Simurs, quien ha estado sorprendentemente

callado, detiene la discusión entre todos—. No estamos acá para que todos

ustedes se ofendan. Aún tenemos que dar una solución al problema del rumor.

—Ya les he dicho una y mil veces que no me molesta— su hijo le dedica una
mirada cansada—. Déjenlo así. Para mañana, será historia antigua.

— ¿Y que yo quede como una de tus conquistas? ¿O que parezca que estoy

engañando a Xavier?

—En esos momentos, no salías con él. Así que no eres culpable de nada.

—No quiero que la gente crea que alguna vez pasaría algo entre nosotros.

Ambos lo sabemos.

— ¿Y qué ha estado pasando en la última semana?

— ¿De qué está hablando, Katherine?—mi padre interroga de uno a otro, más

que confuso.

—No es nada.

— ¿Y qué hay de la llamada?— vuelve a insistir.

—Sigue sin ser nada. ¿Dije algo que importara?

—No, está bien— acepta destrozado—. Yo tomaré la responsabilidad por lo

ocurrido. Yo te busqué y tú no tenías idea de lo que pasaba.


—Gracias.

—Alto ahí— su madre se levanta alzando las manos en el aire—. ¿Vas a aceptar
la culpa por todo?

—Es la verdad. Yo fui quien la busqué en Washington y la hice ir a un lugar sin

que supiera que se trataba de mí. Prácticamente le tendí una trampa para verla.

Soy totalmente responsable por lo ocurrido. Y lo más importante, fui yo quien la


besé.

—Andy…— la mujer lo mira boquiabierta.

—Sí, lo sé. Me he vuelto completa e irremediablemente demente. Pero lo estoy

por ella… Yo… Yo la amo.

—Oh, vamos, eso tiene que parar. Tienes que olvidar eso de una vez por todas—

suspiro en su dirección.

— ¿Y crees que no lo he intentado?

—No parece. Andrew, yo no te amo— niego esperando que mi mentira suene lo

más convincente posible—. ¿Qué tengo que hacer para lo comprendas? Estoy
cansada de decirlo y demostrarlo de todas las maneras posibles.

— ¡¿Acaso estás fuera de cordura?!— su madre vuelve a hablar pero esta vez

está tan enojada que por un momento creo que va a golpearme—. ¿Te has
enamorado de esta?

—Esta tiene un nombre, madre. Y no quiero que vuelvas a insultarla. Ella no


tiene la culpa de nada lo que descanse en el pasado. La verdad es que ninguno de

los dos tenemos la culpa del drama que ustedes; nuestros padres; hayan creado

en su juventud.

—Andrew Simurs, nos vamos— su padre decide volver a hablar—. Y no le

hables así a tu madre.

—Aún no he terminado.

—No volveré a repetirlo, hijo. ¡Vamos!

—Padre, yo…

—Andrew, hazle caso a tu padre. Vete. No tenemos nada más de que hablar— es

casi unas suplica porque no soporto un momento más de la situación en que nos

ha metido.

—Te equivocas, hablaremos más tarde— son sus palabras antes de seguir a sus

padres fuera de la oficina.

—Y nosotros igual, señorita— mi padre advierte mientras hacemos nuestro

camino fuera.

No pasa ni un minuto hasta que Xavier aparece a mi lado luciendo interesado en


saber qué fue lo que ocurrió dentro.

— ¿Y?

—No quieres saber, créeme.

—Bueno, toda la oficina tuvo un pequeño adelanto por algunos gritos que se
escucharon— se encoge de hombros—. Así que creo que si quiero escuchar más

sobre eso luego.

— ¿Qué?

—Espera… Acabo de recordar algo— camina hacia Andrew que está

acomodándose su abrigo y lo mira serio antes de lanzar un golpe a su rostro—.

Por besarla.

Por un momento creo que le ha podido romper la nariz o algo más, por como él

sujeta su rostro adolorido. A pesar de todo, no hay sangre.

— ¿Por qué lo hiciste?— Trinity grita hacia el de ojos plateados.

—Deberías preguntarle a tu novio y recordarle que está mal engañar.

Ella queda aún más confundida y la familia Simurs se retira hacia los ascensores,

detrás de ella sin dar una sola mirada hacia atrás.

Xavier extiende su mano y niego algo enojada por lo que acaba de hacer. Me he

estado mintiendo en todo el tiempo desde que desperté; no estoy lista para

enfrentar lo que está ocurriendo en mi vida ahora. ¿Negocios? Claro, podía con
eso. Pero el amor era un tema que simplemente era ajeno a mí. Y si eso suponía
que iba a traer tanta desgracia y dolor a mi vida, no quería sentirlo.

—Tengo cosas que hacer— trato de contener las lágrimas de rabia por mi
incapacidad de poder manejar las cosas en mi vida, en ese momento—. Te llamo

luego.
—Seguro. ¿Estás bien?

Asiento mientras echo a andar hacia los ascensores que ya se han cerrado con
nuestros visitantes de hace un rato dirigiéndose al primer piso. Espero hasta que

vuelva a subir manteniendo mi espalda recta ignorando las miradas que sé están

sobre mí.

Al abrirse las puertas, entro y presiono la dirección de mi destino dejando que mi


reflejo me mantenga cuerda hasta poder salir del lugar. Es casi atosigante la

manera en la que por mucho que lo intente, mi cabeza no me deja salirme con la

mía para estar tranquila. Sino que sigue recordándome el dilema en el que me

encuentro.

El estacionamiento está tan silencioso como puede estar a esa hora de la mañana

y rezo por no encontrarme con nadie de la oficina porque sé lo mal que me veo,

y no quiero a nadie preguntando por mi estado. Estoy cansada de todos


preguntándome una y otra vez si me encuentro bien, cuando es bastante obvio

que no es así.

Recordando el estado del frente del edificio, sé que la opción más inteligente no
es ir por mi auto, por eso baje aquí en primer lugar; Trein y Tod no se molestarán

si pido prestada la camioneta por un momento, sobre todo desde que es


propiedad de mi familia.

Cuando me acerco al lugar donde suelen dejarla, pego un salto al darme cuenta
que ambos están apoyados fuera del vehículo.
— ¿Va a alguna parte?— Trein es el primero en hablar al notar mi llegada.

No, solo quería bajar al parqueadero y recorrerlo; pienso irónicamente. Esas eran
preguntas muy estúpidas.

— ¿Tienen las llaves de la camioneta?

—Si— Tod las saca de su bolsillo—. ¿A dónde se dirige?

—A un lugar donde necesito estar sola—extiendo mi mano para que me las

entregue —. Por favor, necesito salir y mi auto está en medio de toda esa gente

fuera.

—No tiene que pedir por las llaves de un auto que es suyo— el hombre niega y

me las entrega sin problema—. Sin embargo, es nuestra responsabilidad

protegerla y desearíamos saber hacia dónde se dirige.

—A visitar a un familiar. Si mi padre pregunta, el entenderá cuando le den esa

respuesta.

Hago mi camino hacia la puerta del conductor mientras ellos toman distancia del

vehículo y subo para poner el auto en marcha en unos momentos. Conduzco


fuera del estacionamiento e intento salir pasando desapercibida para las personas
que aún permanecen a las afueras de mi lugar de trabajo. El trayecto hacia mi

destino toma mi completa concentración y me da unos momentos de alivio hasta


mucho después que he bajado del auto, y he comenzado a moverme entre las

miles de almas descansando en paz, hasta dar con la que me importa.


Annabel Prine.

19/06/1963 – 30/09/1993

Querida esposa y amada madre

Descanse en paz

Me siento frente a la lápida sin importar que mi ropa se pueda ensuciar y por fin,
dejo que las lágrimas fluyan sin control.

—Hola, mamá. Soy yo, gatita. Tengo tiempo sin venir, ¿no? Sabes cuánto odio

hablarle a una piedra como si estuviera hablándote a ti. Papá está bien, y aun te

extraña… Al igual que yo, pero ya sabes cómo es; tan cerrado en sí, que es

difícil saberlo. Heredé eso de él— rio entre las lágrimas intentando que mi voz

se mantenga clara—. Y siempre está diciendo que tengo tus ojos y tu sabiduría.

A veces no sé si lo dice en serio

Limpio mis mejillas mojadas por las lágrimas intentando detenerlas, leyendo una
y otra vez la inscripción en la piedra—: Pues… estoy en problemas, estoy

enamorándome. Enamorándome en serio de la persona equivocada. No vine el


último mes por un pequeño inconveniente, de seguro papá te contó. Bueno;

siguiendo con el tema, mi corazón está sufriendo mucho con esto. ¿Recuerdas a
Andrew Simurs? Si, el hijo de Peter y Carol Simurs. Me estoy enamorando de él,
ese idiota… oh, sí, sin palabrotas. ¿Qué más? Estoy en una especie de relación

con Xavier; te he contado bastante de él desde hace unos años. Y si lo


conocieras, lo adorarías.
»Me hace feliz tener su apoyo. En lo laboral, todo va perfecto; a pesar de que por
un momento pareció que no.

Me giro cuando siento una mirada sobre mí y su mano se sacude en mi

dirección.

— ¿Qué haces aquí? ¿Estás otra vez en tu tarea de acosarme?

—Vine a ver como estabas— lo que es gracioso; por el estado de su rostro,


debería estar más preocupado por si él está bien.

—Estoy en el cementerio visitando la tumba de mi madre, ¿te parece que quiero

compañía?

— ¿Estás bien?

—Deben detenerse con esa pregunta… En serio, deben hacerlo de una vez por

todas. ¿Cómo me veo? ¿Acaso eso demuestra que estoy bien?

—Estabas llorando.

—Lo sé, y no es tu maldito problema.

—Lo es, si me implica como una de las razones por lo que lo haces.

— ¿Hace cuánto estás ahí?— cuestiono alzando una ceja al sospechar a lo que se
refiere.

—Desde la parte donde estabas en problemas.

— ¿Nunca te han enseñado que es de mala educación escuchar conversaciones


privadas? Sobre todo aquellas con los muertos.

—Como dije, si me involucra no está mal.

—Bien, ya escuchaste lo que dije, ¿y qué?

—No quiero hablar aquí. No frente a tu madre.

— ¿Por qué?

—No creo ser de su agrado.

—No llegó a conocerte realmente.

—Pero si a mi madre.

—Touché— apunto en concordancia.

— ¿Ya terminaste?

Asiento porque se me han quitado las ganas de hablar al saber que él ha estado
espiando. Se siente como si hubiera violado ese momento íntimo.

Me levanto y dejo encima el ramo de flores que compre en la entrada antes de


venir. Andrew saca un solitario tulipán y lo deja al lado de mis flores antes de

volver a alejarse.

Beso dos de mis dedos y los pongo sobre su nombre tallado en la piedra—: Te
amo.

Me espera por unos segundos hasta que comienzo a alejarme sin darle una sola
mirada, molesta por su intromisión.
Al estar un par de metros fuera de la entrada del cementerio, al fin me detengo y
me vuelvo para enfrentarlo. Le doy una mirada a su rostro con una mueca y no

puedo evitarle preguntar cómo se encuentra.

—Tu novio no tiene tan buen gancho. Me has dado golpes más fuertes en el

pasado.

—Agradece que hubiera sido él, entonces— ruedo los ojos por la burla con la
que está tomando todo esto.
—Pensé que te estabas enamorando de mi— se balancea en las plantas de sus
zapatos encogiéndose de hombros—. Y no golpeas a las personas que crees

amar.

—Yo… No debiste escuchar eso— junto mis labios en una línea y niego para

seguir con mi camino hacia la camioneta.

—Prometo que no te volveré a palmear el trasero—grita y las personas que están


cerca voltean a mirarlo.

Continúo caminando.

—Vamos, amor— continúa con sus gritos—. Aceptaré dos veces al día.

No dejo de acelerar el paso.

—Y podemos pensar en nuevas posiciones.

Me detengo y girándome le señalo que se calle, pero él continúa gritando aún

más fuerte.

—Sé que te gusta duro, así que prometo que mejoraré.

Camino toda la distancia hacia él y frunzo el ceño aún más cuando veo la sonrisa
de victoria en su rostro.

— ¡¿Podrías callarte?!— grito en su cara enojada.

— ¿Por qué? Quiero que el mundo sepa cómo te demuestro que te amo.

—Cállate—ordeno furiosa—. Ahora mismo.


—No quería hacer esto, pero tú me obligaste— la manera en la que las
comisuras de sus labios se alzan con diversión, no es nada comparado con lo que

hace, al arrodillarse y tomar mis manos.

— ¿Qué haces?— lo miro avergonzada cuando noto la cantidad de personas que

se están acercando a ver la escena.

—Improvisando… Tenía que hacer que me prestaras atención.

—Eres un idiota— me suelto de su agarre y vuelvo a retomar mi marcha hacia el

auto.

El grupo que se ha acercado se me queda mirando y espero que no me

reconozcan porque ya he tenido espectadores en demasía por el día.

●●●

— ¿Katherine?— la señora D’Moon abre la puerta extrañada por mi presencia

frente a su puerta tan temprano—. ¿Todo va bien?

—Tía, todo va bien. ¿Está Claire? Me urge hablar con ella.

—Sí, claro. Pero ella… Está con Luca.

—Sí, sí, no importa— niego y entro cuando me deja pasar, para ir directamente

hacia las escaleras.

Ya en el recinto que une las habitaciones, tomo el pomo de la suya sin recordar
tocar, por la prisa que llevo. Y cuando abro la puerta, ambos están en una sesión

de besuqueos, que terminan sorprendidos al verme en la puerta.


—Vuelvo más tarde, entonces— me dispongo a cerrar la puerta culpable por
haberlos interrumpido. Cuando la madre de ella dijo que estaba con Luca, no

imaginé que estarían haciendo eso.

—Espera, Katherine— el hombre me detiene sentándose en la cama.

—En serio, no quise interrumpir. Pensé que no estarían tan ocupados.

—No te preocupes.

—Él tiene razón— mi amiga se sienta a su lado sonriente.

—Hmm… Claire, ¿podemos hablar cuando terminen acá?

—No, lo haremos ahora— señala el sofá—. Igual tengo que hablar contigo de

algunas cosas.

—Estoy bien de pie, no te preocupes.

—Entiendo que es conversación privada, así que me voy— el mayor le da un


corto beso a la pelirroja y luego se pone en pie, para tomar mi hombro. —Nos

vemos, pequeña castaña.

Con eso dicho, deja la habitación dejándome a solas con Claire.

Antes de comenzar con lo que tengo por decir, le doy una mirada acusatoria.

— ¿Qué?

—Es ilógico que haya tenido que enterarme de ustedes por Luca. Soy tu mejor
amiga, se supone que esas son las cosas con las cuales confías en mí.
—Lo lamento, es solo que pensé que estabas muy ocupada.

—Yo pensé que tú estarías ocupada ensayando. Y no tienes porque excusarte


sobre que estaba ocupada porque todo esto comenzó la noche que cenaron

juntos.

— ¿No tenías que decirme algo? Estoy segura que debe ser más importante que

tú culpándome porque no te conté de eso antes.

Asiento.

—Así que, ¿qué ocurre?

—Bueno, comencemos… Hoy mi cara está en varios periódicos de la ciudad en

fotos donde estoy con Andrew en Washington. Algunas de ellas son de un beso

que no duró ni un par de segundos. Y todo el mundo está haciendo de esto un

enorme drama cuando yo no hice nada. Además ni comencemos con la horrible


reunión que tuve con los Simurs y luego el hecho de que Xavier golpeó a

Andrew por besarme. Hace un rato he estado en el cementerio visitando a mi

madre y Andrew ha montado una escena. Ah, y lo único bueno que ha pasado
hasta ahora; a pesar de que fue vergonzoso; es que encontré a mi mejor amiga
besando al hombre perfecto para ella.

—Bien. Las fotos; no veo gran problema en eso, muchas cosas se han olvidado
que fueron escándalo por fotos. ¿Eso quiere decir que ustedes están saliendo?

—No, no estamos saliendo.


— ¿Entonces…?

—Lo hizo porque se ha vuelto completamente loco, dice que me ama y que está
perdido por mí.

— ¿Y qué hizo en el cementerio?

—Escuchó lo que le decía a mi madre.

— ¿Y eso fue?

—Que me estoy enamorando de la persona equivocada.

— ¿Estás enamorada de Andy?

Alzo los hombros insegura.

—Escuché que su madre está organizando una fiesta de compromiso para Trinity

y él.

—Sí, también escuché de eso. Pero él dijo que nada pasaba entre ellos ya; hace

un par de meses, así que no he tenido nada que ver con eso.

—Solo digo— se encoge de hombros pasando las manos para quitar las arrugas

de su vestido.

— ¿Quién te dio ese dije?— miro su cuello donde una delgada cadena sostiene
lo que parece la mitad de una estrella.

—Luca me lo regaló hoy— sus mejillas no tardan en tomar una tonalidad


rosácea y esconde el rostro en sus manos por unos segundos riendo tontamente
—. Él tiene la otra mitad. Dice que nos representa porque ambos somos estrellas

en lo que hacemos.

—Que romántico. Salen hace unos días, y ya parecen listos para hacer sonar las

campanas.

Toma un cojín y me lo lanza riendo.

—Claire, hablo en serio. ¿Qué voy a hacer con Andrew?

— ¿Lo amas?

—No. Bueno, no lo sé… Eso creo.

—Creo que lo más justo para ambos es que no juegues con sus sentimientos. Si

no estás segura de lo que sientes, déjalo olvidarlo.

—Eso estoy intentando, pero él sigue volviendo a pesar de las muchas veces que
le he dicho que se aleje.

Suspira y permanecemos en silencio por un momento.

— ¿Irás a mi concierto en Sídney?

—Claro, no me lo perdería por nada.

En esos momentos una brillante idea pasa por mi mente y me dirijo a la puerta
sin querer perder un solo momento.

— ¿A dónde vas?

—A matar dos pájaros de un solo tiro— guiño un ojo y salgo de la habitación


lanzándole un beso en despedida.

Salir de la casa D’Moon solo me toma un momento y pronto estoy detrás del
volante camino a la librería más cercana.

22
— ¿Qué es esto?—pregunta estudiando la caja de regalo que he dejado en su

regazo después de que se la entregué.

—Ábrelo— le pido emocionada porque pueda ver lo que hay dentro.

—Está bien—como puede encuentra la manera de abrirlo sin dañar mucho la


envoltura y saca el presente.

— ¿Lo recuerdas?

—“The Tragedy Paper”—alza una ceja hojeando algunas páginas.

—El libro que estaba leyendo cuando nos conocimos y nos hicimos amigos.

— ¿En serio lo recuerdas?

—Claro, fue el día que conocí a una de las personas más importantes de mi vida.

— ¿Por qué lo compraste?

—Quería darte algo lindo y que a la vez tuviera un significado. ¿No te gusta?

—Me encanta. Sobre todo el hecho de que lo recordaras—sostiene mi nuca

dándome un corto beso.

Devuelvo su beso sonriendo.

—No tenías que molestarte.

— ¿Bromeas? De alguna manera tengo que comenzar a saldar mi deuda contigo.

— ¿De qué deuda hablas?

—La de estar siempre a mi lado— tomo su mano suspirando aliviada.

— ¿Y ese cambio?—pasa su brazo sobre mis hombros.

— ¿Cambio?

—Sí, esto no es algo que harías. Ser afectiva.


Rio escondiendo mi rostro en su pecho.

—Estás loca, Katherine— besa mi cabello.

—Ah, suenas muy convencido. ¿Quieres hacer una apuesta?

— ¿Cuál?

—Ya que estamos con la época de recuerdos, deberíamos volver a hacer nuestro
mayor reto.

—Oh, no. Eso no.

— ¿Por qué no?

—Porque la última vez terminé enfermo.

—Hazlo por los viejos tiempos— lo miré a los ojos manipuladora.

—Está bien, ¿qué quieres si ganas? Que no lo harás.

—Un fin de semana en el bosque, acampando. ¿Y qué hay de ti?

—Te lo diré luego— se levanta de la banca en el parque donde nos encontramos


hace algunos minutos, y me extiende la mano para que lo siga.

Recorremos el corto trayecto a la calle de enfrente para ir en busca de un lugar

donde llevar a cabo nuestro reto. Cuando nos hicimos amigos en la universidad,
solíamos inventarnos toda clase de retos cuando no teníamos nada más que

hacer. Algunos tenían pésimos resultados y otros terminaban con ambos con
dolor de estómago de tanto reírnos.
En el momento en que nos hemos sentado en una mesa de la heladería y hecho
nuestra orden, me mira en silencio hasta que logra ponerme incomoda.

—Sí que eres rara, Sophia.

— ¿Otra vez con lo del segundo nombre?— ruedo los ojos sonriendo.

—Bueno, de alguna manera tengo que defenderme.

—Es una muy extraña manera de hacerlo. Sobre todo porque no tengo ningún

tipo de problema con mi segundo nombre.

—Como sea.

—Eres un idiota— reí y me silencié cuando noté que nuestras órdenes se

acercaban.

La mesera deja las dos copas de helado sobre la mesa y se retira deseando que
las disfrutemos.

— ¿Lista para perder?

—Eso esperas, pero sabes muy bien que no lo hago— entrecerré los ojos

tomando la cuchara de helado—. ¿Lo estás tú?

No me responde y asiente para dar inicio a nuestra competencia. Doy varios


bocados rápidos y me detengo cuando mi celebro se congela, con una mueca en

mi rostro. Xavier aprovecha esos momentos para adelantarse e incluso levanta la


mirada un momento con la victoria reflejada en su rostro.

—Gané— pone la cuchara sobre la mesa llamando a la mesera para pedir una
botella de agua, mientras estudia mi helado a medio comer—. Y decías que no lo

lograría.

—Sí, fue justo— me tomo mi tiempo para terminar el helado restante en mi

copa.

—Me duele la cabeza y no siento lugares de mi boca, pero lo hice— toma la

botella que la trabajadora le entrega y le da un billete para pagar nuestra orden,


diciéndole que conserve el cambio como propina.

—Ya puedes decirme que es lo que tendré que hacer— cruzo los brazos sobre mi

pecho, a la expectativa.

—Te lo diré en otro lugar, ¿vamos?— le es imposible quitar la sonrisa malvada

de su rostro y me pregunto qué ingenioso plan tiene para hacerme arrepentirme


de volver con estos retos.

Lo sigo fuera cuando he acabado con mi helado, y permanezco a su lado sin

quitarle la mirada, dispuesta a conocer que me tiene preparado—: ¿Qué está

pasando por esa cabeza?

—No creo que sea buena idea que lo sepas ahora.

— ¿Por qué? Tengo curiosidad y merezco saber que tan malo es.

—La curiosidad mató al gato— ríe mirándome al rimar con mi nombre.

—Te equivocas, lo mató darse cuenta de la verdad. Y por eso es mejor que sepa

que me enfrento.
—Inteligente, pero no lo suficiente para convencerme.

Frunzo los labios frustrada y lo sigo calle abajo notando que me lleva destino a
donde tendré que cumplir con mi reto. Se detiene un par de calles después hasta

que estamos frente a una tienda de vestidos de novia.

— ¿Qué ocurre? ¿Por qué nos detenemos aquí?

—Tu reto— abre la puerta de la boutique señalándome que entre—. Adelante.

—Xavier, ¿qué se supone que haré acá?— entro poco segura por la manera en

que sus ojos no dejan de mostrar la diversión que tiene acerca de este momento.

—Te medirás un vestido; ese es tu reto.

— ¿Por qué? No me pienso casar en bastantes años.

—Solo quiero ver como luce en ti.

— ¿Puedo hacer alguna otra cosa?— muerdo mi labio inferior negando—. No


me siento cómoda haciendo esto.

—Esto fue tu idea, así que debes cumplirlo.

—Pero esto es patético, Xavier. Estamos hablando de yo midiéndome un vestido


de novia cuando no tengo en mis planes cercanos casarme; y perdona si sueno
directa, pero no estoy lista para eso, si es lo que crees. Solo hemos salido…

¿qué? ¿Un par de días? No sé si notas lo raro que se ve que me pidas que lo
haga. Aunque llevemos años de conocernos, no quiero tal compromiso en mi

vida ahora.
—Calma, no te estoy pidiendo que te cases conmigo. El fin de los retos siempre
fue poner al otro a hacer algo que jamás haría— ladea la cabeza—. No estoy

intentando enviar ninguna clase de mensaje o algo con esto. Solo es diversión.

— ¿No tienes otro reto?

—Podrías bailar en medio de Central Park…

—Sí, prefiero el vestido. Solo asegúrate de que nadie vea esto porque tengo
suficiente con lo de los rumores, como para añadir algún escandalo más.

—Hecho—acepta y busca a una de las encargadas para que nos atienda.

La mujer está en la mitad de sus treinta y nos da un vistazo emocionada

examinándonos de pies a cabeza—: Oh, una joven pareja. ¿Qué tipo de vestido

tienes en mente, querida?

—Buscamos un vestido de princesa, digno de esta princesa— aunque él intenta

sonar convincente, una risilla sale de su boca al final—. Lo más esponjoso que
tenga.

—Bien, veré que encuentro. ¿Me acompañan?

—Claro— toma mi mano y la seguimos a una sección cerca a los probadores con
varias plataformas y espejos de cuerpo completo—. ¿Y bien?

—Necesito que usted me acompañe— me pide con un gesto y luego le señala al


hombre un sofá—. Y usted puede esperar aquí.

Sigo a la mujer rodando los ojos en la dirección del castaño mientras este toma
asiento burlándose de mí con una sonrisa. Ella me conduce a un pasillo y de ahí
a una habitación donde me dice que podré cambiarme; luego, me deja sola para

ir en busca de los vestidos.

Miro mi apariencia en el espejo del pequeño espacio sin poder creer la situación

en la que me encuentro. Nunca había pensado en el matrimonio como algo


importante así que esto no traía a mi ninguna clase de sentimientos, además de

vergüenza y algo de rabia con él por ponerme a pasar con esto. La mujer que nos
está atendiendo de seguro ya se había creado toda una historia en su cabeza

sobre ambos estando muy enamorados, que hasta veíamos correcto tomar ambos

la decisión del vestido.

Eso nunca pasaría en la realidad. Si alguna vez me casaba, el único hombre que

me acompañaría en la selección sería mi padre.

No pasan ni 10 minutos cuando ella está de vuelta con varias opciones y cuelga
todas excepto una en los percheros—: Bien, intentaremos con este primero— me

muestra un vestido que luce pesado y contengo mi suspiro para no verme


maleducada—. Y cuénteme, ¿hace cuánto están comprometidos?

—No lo estamos— aclaro quitándome la blusa y el pantalón para dejarla

ayudarme con la gran pieza de tela blanca—. Fue su idea venir acá.

— ¿Entonces quieren comprometerse?

—No, claro que no.

— ¿Y cuál es su relación?
—Ami…Estamos saliendo, no es nada importante aún.

Asiente a pesar que sé que no ha entendido a que me refiero; y sostiene el


vestido en mi espalda con algunos ganchos, y me ayuda a salir para ir hacia la

estancia donde Xavier espera.

— ¿Y bien?— examino el reflejo de los ojos grises esperando que eso sea

suficiente para él y dé mi reto por terminado, pero niega.

Resoplo volviendo a la pequeña habitación para pasar a otro, evitando mirar el

reflejo. Se suponía que sería uno solo y estaría bien, pero pasar a otro más se

siente irrespetuoso. Me podía imaginar el montón de mujeres que habían

ocupado antes de mí ese lugar y la emoción con la que habían probado las

diferentes opciones, pensando en lo feliz del día cuando al fin lo utilizaran.

Y él pretende que vea esto como un juego.

Su cabeza se mueve en aprobación en el vestido 6 cuando ya me está sacando de

mis nervios. El vestido que ha llamado su atención es algo menos llamativo que

los anteriores que me han hecho lucir como un pastel. Este en cambio destila
algo de elegancia dentro del toque de princesa con él que me quiere hacer sufrir.

—Luces hermosa… A pesar de que parece demasiado— sonríe victorioso y se


pone en pie detrás de mí.

— ¿Ya puedo ir a quitármelo? Porque en serio no es nada liviano.

—No, dame unos momentos más para disfrutarlo— me pide contemplando


nuestros reflejos—. Sí que valió la pena el dolor de cabeza para poder ver esto.

—Sí, de seguro lo estás disfrutando— alzo ambas cejas y él ríe.

—Que pequeño es el mundo y que grande la sorpresa— una persona más ocupa
el reflejo cuando me vuelvo y me quejo—. ¿Ya están haciendo planes de boda?

Sí que son rápidos en el tema.

—Trinity… ¿Qué haces acá?— me giro con algo de dificultad por el peso de la
tela y espero que el esfuerzo no se note en mi rostro mientras lidio con la

sorpresa de encontrarme acá con la pelirroja.

—Como ya habrás escuchado, Andrew y yo vamos a comprometernos y esta

tienda tiene una selección exquisita de vestidos para fiestas de compromiso.

—No había escuchado de eso— miento cruzándome de brazos—. Pero claro, no

estoy en la lista de invitados así que tampoco me importa. De igual manera, te


felicito.

—Gracias. Sé que Andrew y yo somos el uno para el otro, y todo irá bien desde

ahora. Tendré que contarle de esto porque es gracioso.

—Sí, de seguro lo es— finjo una sonrisa y me bajo del pedestal para ir hacia el
vestidor para volver a mi ropa. No quiero enfrentar ahora mismo el pensamiento

de que será lo que ella le dirá exactamente al ojiazul. Si algo he aprendido, es


que no será nada bueno.

Me tomo mi tiempo usando la ayuda de la vendedora para quitar el traje y


devolverlo a su bolsa. Cuando al fin puedo volver a la comodidad de mi atuendo,
me dirijo de vuelta al saloncillo en busca del hombre, y esperando que la

pelirroja haya entendido el mensaje y se haya retirado a encargarse de sus

asuntos.

El castaño me recibe con mirada sombría y después de agradecerle a la mujer


por su ayuda, salimos del local en silencio; mayormente producido por lo

enojado que él se ve. Hacemos el resto del trayecto hacia mi auto, que se ha
tomado la molestia de devolverme después de que tuve que dejarlo por miedo a

la multitud arremolinada en las puertas de la empresa.

En todo el recorrido hacia el vehículo, permanece abstraído en sus pensamientos;

siempre caminando dos pasos por delante de mí, que hago el esfuerzo de

permanecer callada para darle un tiempo, a pesar de que no sé porque su estado


de ánimo ha cambiado.

—Espera— alzo un poco mi voz cuando busca en sus bolsillos por las llaves—.

¿Qué te ocurre?

Me mira serio y me extiende las llaves.

—Respóndeme. Así por lo menos sé que fue lo que hice.

—Sube al auto y ve a casa— abre la puerta del lado del conductor para mí.

—No antes de que me respondas— exijo frunciendo el ceño.

Mi celular detiene lo que sea que está a punto de decir y lo contesto después de
ver el nombre de quien llama—: Hola.

—Katherine— la risa de mi padre suena sobre otro par de risas mientras intenta
detenerse para hablar—. Debes venir a casa.

— ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

—Tus abuelos están acá. Han venido a verte.

— ¿Los abuelos Prine?

—Sí, estaban en Venecia, por eso se perdieron tu cumpleaños. Se sienten terrible

y quieren verte.

—Bien, estaré allá pronto— cuelgo al terminar mi respuesta y vuelvo mi

atención al hombre frente a mi—. Mis abuelos están en casa, tengo que ir allá

ahora mismo.

Mira el auto esperando.

—Y supongo que no piensas venir— comprendo cuando no hace ningún

movimiento hacia el auto.

— ¿Quieres que lo haga?

Asiento y a regañadientes camina al otro lado del vehículo, para subir al asiento
del copiloto. El trayecto a la casa no se pone mejor, por lo menos antes no había

tenido la oportunidad de ver su expresión pero ahora que lo tengo a un lado


puedo notar el fruncimiento en sus cejas y la tensión en todo su cuerpo. Y esta

no se va incluso cuando pongo algo de música.


Por suerte, la entrada está despejada de prensa y puedo entrar sin problema a la
propiedad y estacionar fuera de la estructura. Veo el atardecer después de

comprobar lo tarde que es en realidad y suspiro. Salgo del auto después de

apagar el motor y el castaño me sigue al interior de la casa.

Guiándome por las voces, terminamos caminando hacia la sala y él toma mi


mano sin mirarme.

—Oh, ahí estás— mi abuela es la primera en notarnos y se levanta a abrazarme,

por lo que el contrario tiene que retirar su mano—. Que hermosa te pones cada

vez que te veo.

—Bueno, tiene que ser algo genético, supongo— añado devolviéndole el abrazo

feliz de verla y luego me separo para incluir a Xavier—. Abuelos, no sé si lo

recuerden pero este es…

—Xavier Higgons, claro— la mayor también lo abraza—. ¿Cómo olvidar a este

apuesto joven?

—Maggie, eres mujer casada— su esposo le recuerda con tono divertido para
ponerse en pie a saludarme con un beso en la frente—. Mi niña, ¿Cómo has
estado?

—Todo va perfecto, abuelo— le aseguro feliz.

—Xavier, es un gusto volver a verte— le extiende la mano al menor, que la toma

con respeto—. Me alegra que te hayas mantenido cerca. Siempre has sido un
buen amigo para nuestra nieta.
— ¿Amigo? Se nota que eres malísimo en los detalles— su esposa niega
sonriéndole con amor—. Pero yo soy muy buena, así que, ¿están saliendo?

—Si—confieso sintiendo mis mejillas calentarse al ser descubierta.

—Cariño, ¿no teníamos algo que darle a Katherine?— interrumpe mi abuelo,

salvándome de su instinto de reportera.

La abuela Maggie había sido la mejor reportera de la ciudad de su época,


siempre obteniendo las mejores historias aunque eso supusiera que se metería en

líos hasta el punto de ser llevada a la comisaria por acoso o irrupción a

propiedad privada. Una de esas veces fue que conoció al abuelo, que era un

detective novato que la salvó de ir a la cárcel por siempre estar en busca de la

verdad. Ambos se habían jubilado hace unos 5 años y ahora se dedicaban a

viajar por el mundo y disfrutar la vida. Tenían una muy buena energía, sobre

todo la abuela, que con 75 años aún vestía jeans, vestidos cortos y tacones altos.
Incluso le gustaba ir a festivales de música y hacer amistad con Dj’s. El abuelo

por otra parte, era reservado aunque su esposa asegurara que cuando joven era el
alma de las fiestas.

—Oh, si, por poco lo olvido—pone una mano sobre su frente y luego vuelve al

sofá para tomar una gran caja blanca de regalo, adornada con un gran lazo color
borgoña—. Feliz cumpleaños, mi preciosa niña— me extiende la caja—. Algo

tarde, pero espero que lo que hay adentro pueda compensar nuestra demora.

La tomo y voy hacia el sofá para poder abrirla con comodidad. Todos en la sala
observan en mi dirección esperando por mi reacción acerca del regalo.

Deshago el lazo con cuidado y quito la tapa para encontrarme con unos tacones
plateados de punta transparente.

— ¿Te gustan?— el abuelo rompe la tensión de la espera.

—Son hermosos— asiento dándoles una mirada de agradecimiento y le lanzo un

beso a cada uno—. Realmente muchas gracias, son hermosísimos.

—Y la mejor parte es que aún no termina— la abuela alza un dedo antes de

dirigirse a las escaleras y luego subirlas.

— ¿De qué habla?— miro a su esposo y a mi padre, confusa.

—Déjate sorprender.

— ¿Dónde han estado, por cierto?— mi padre aprovecha para preguntar—. Sé


que la situación con la prensa estaba demasiado tensa como para poder trabajar

en paz.

—Fuimos a comer helado— el de ojos plata se sienta a mi lado en el sofá

mientras responde a su jefe—. Vimos algunas tiendas— se encoge de hombros


luciendo casi aburrido.

—Es bueno que hayan permanecido alejados de la empresa. Los reporteros no


dejaban entrar ni salir a nadie por el frente.

— ¿Cuánto crees que sigan con el tema? ¿Qué necesitan para irse? Creo que con

tantas noticias importantes, esa no debería ni ser de plana principal.


—Es su trabajo causar expectativas— el abuelo añade—. Cuando tu abuela lo
era, las noticias que salían en primera plana eran aquellas que causaran revuelo,

no aquellas que todos deberían pero no quisieran leer. Por eso tu abuela se

esforzaba tanto por sus reportajes, porque sabía que quienes los leyeran eran
personas afortunadas. Pero; ¿al fin, qué fue lo que ocurrió?

—Unas fotos tomadas en el momento incorrecto, dieron un significado muy

distinto del que realmente era; así que ahora los medios creen que algo ocurre
con él. La verdad es que no es más que un acosador, nada de eso habría pasado si

no hubiera ido a Washington solo a verme.

—Sí, vi las fotos y no podía creerlo.

— ¿Lo imaginas? Hay gente que en serio cree que algo podría pasar entre

nosotros. Se nota que no han estado prestando atención a todo lo que ha estado

pasando en los últimos años.

— ¿Preparada para la otra parte del regalo?— la abuela entra en la sala


sosteniendo algo en las manos—. Esos zapatos necesitan el vestido perfecto, y…

— muestra por fin lo que sus manos sostienen. Un hermoso vestido blanco que
me resulta conocido.

—Oh, Maggie— mi padre abre los ojos sorprendido y su mirada se llena de


melancolía—. Es hermoso.

—Katherine, este es el vestido que usó tu madre en la noche de su graduación.

Lo deja sobre mi regazo y niego.


—No puedo aceptarlo.

—Claro que puedes y lo harás— ordena dulcemente—. Ahora vamos para que te
lo pruebes, estoy emocionada por ver cómo te queda.

—Abuela, en serio, no puedo. Es de mamá y yo… simplemente no.

—Ella querría verte en él.

Me lo pienso unos minutos y termino por acceder a probármelo. Subimos a mi

habitación y después de que entramos, cierra la puerta con seguro.

— ¿Te ayudo?

Niego y me cambio en el cuarto de baño sin mirar mi reflejo parcial en el espejo.

Salgo ordenando mi cabello y la abuela suelta algunas lágrimas al verme.

—Te pareces tanto a tu madre— sonríe con una mano en su pecho, intentando
contener las lágrimas—. Mi gatita— me abraza fuerte y se desahoga llorando en

mi hombro.

Espero hasta que se ha calmado, acariciando su cabello y consolándola.

Momentos como este son los que me hacen darme cuenta de lo asombrosa que
era mi madre. Con 5 años, no había tenido los suficientes momentos con ella
para recordarla; incluso había veces que su rostro se desvanecía o veía fotos de

ella sintiendo que era una completa extraña; aun así sentía tanto amor hacia ella
que me era imposible no tener momentos de debilidad como el de la abuela en

esos momentos.
— ¿Dónde están los zapatos?— me aparto cuando ya no está llorando e intento
subirle el ánimo con una sonrisa.

—Oh, si— va hacia la cama donde ha dejado la caja y saca el par de calzado

para dármelos—. ¿Te importa si te peino?— pasa una mano por mi cabello.

—No, está bien— camino hacia la silla del tocador y me acomodo los zapatos

para luego, ponerme recta y dejarla peinarme—. De nuevo, gracias. Los zapatos
y el vestido… son hermosos.

—De nada, mi niña— pasa las manos por mi cabello con su reflejo mostrándome

lo concentrada que está pensando en que hacer. Cuando era niña, solía peinarme

todo el tiempo; supongo que la muerte de mamá la hizo sentir la obligación de

que necesitaba pasar todo el tiempo que pudiera conmigo—. Y dime, ¿cómo se

ha comportado ese joven novio tuyo?

— ¿La verdad? Es grandioso. No se equivocan cuando dicen que la mejor pareja

posible, debe ser quien sientas como tu mejor amigo. Es como si todos esos años
de amistad, hayan facilitado nuestro nuevo estatus de pareja. Y él no ha dejado

de ser un caballero y encontrar todas las maneras por decirme y demostrarme


cuanto le importo.

—Sí, sus padres le dieron excelentes enseñanzas. Recuerdo que siempre ha sido
tan amable, así que debe tratarte como una reina.

— ¿Conoces a sus padres?— alzo la mirada a los ojos en su reflejo.

—Sí, pero eso fue hace mucho, cuando estaban recién casados. Que rápido pasa
el tiempo, ¿no?

Rio.

— ¿Qué ocurre?

—Acabas de escucharte como una viejita quejumbrosa— vuelvo a reír ante su


confusión.

—Calla esa boca, Katherine Briden— sonríe negando—. Aún estoy joven.

— ¿Qué estás haciendo con mi cabello?

—Ya casi termino, ten paciencia.

—Está bien, confío en ti.

Sigue peinándome mientras me cuenta sobre su estadía en Venecia, y sobre

como el abuelo cayo de la góndola y el guía tuvo que saltar al agua a ayudarlo a

volver.

—El hombre saltó a salvarlo y yo seguía ahí sin saber si debía preocuparme o
reírme. Las personas que estaban cerca lo aplaudieron cuando ambos estuvieron

de vuelta.

— ¿Y el abuelo se enojó?

—No, después de eso volvió al hotel, se dio una ducha, se cambió de ropa y

salió a tomarse unas cervezas con el hombre.

—Te casaste con un raro hombre.


—Sí, lo sé y por eso lo amo tanto—aclara y me señala que ha terminado con el
peinado.

— ¿Ya se puede pasar?— la voz de mi padre suena al otro lado de la puerta y la

mayor va a abrirla.

—Adelante, y dime sino se ve hermosa— la mujer me señala orgullosa de su

trabajo.

—Se ve preciosa.

Miro el espejo sorprendida por el enorme parecido a mi madre.

— ¿Te gusta?— la abuela pone una mano en mi hombro sonriendo.

—Luzco como mamá.

—No, esta eres tú. Tú y solo tú.

—Mamá debió amar este vestido— acaricio la tela pensativa.

—Era su favorito. Dijo que su hija lo usaría. Aunque quizás se debía a todo el
tiempo que invirtió diseñándolo. Se negó a comprarse uno porque quería algo

único.

—Lo mismo pasó con tus primeros vestidos— añade mi padre—. Todos salidos
de esa hermosa cabeza suya.

—Oh, mira la hora— la abuela mira su reloj de mano pasmada—. Tengo que
encargarme de tantas cosas— besa mi mejilla—. Espero sepas que esta vez nos

estamos quedando tanto tiempo que desearás que nos vayamos.


—Eso jamás, abuela.

Me guiña un ojo y sale de la habitación despidiéndose de su yerno.

—Has estado muy callada, hija. ¿Es un buen momento para hablar de lo que
pasó en Washington?

—Espero que tengas tiempo— me levanto del tocador y voy a su lado—. Bueno,

veamos… El día que llegué a la ciudad fui directamente a la sede a concretar los
últimos detalles del evento con el gerente.

—Sí, eso lo sé. Continua.

—Tenía una notificación de un encuentro para almorzar y fui a la dirección

señalada. Resultó ser un restaurante llamado Verona; todo fue una trampa, no se

trataba de ningún cliente o socio.

Omito el hecho de que estoy diciendo la verdad, después de haberle mentido

sobre lo ocurrido; pero necesitaba hablar con alguien urgente y que realmente
me escuchara.

— ¿Así que él fue quien te busco?

Asiento.

—Me enojé y salí del restaurante— continuo—. Y mi tacón decidió que era el
momento indicado para romperse. Historia corta, terminó levantándome sobre su
hombro a la fuerza.

—Eso explica el comienzo de las fotos.


—Me llevó hasta el auto y me dejó sobre mis pies. Pensé que eso significaba que
me dejaría en paz, pero cuando estaba por irme de ahí, me besó.

— ¿Es la primera vez que lo hace?

Niego.

— ¿Cuándo?

—En mi fiesta de cumpleaños, después de decirme que me amaba.

—Y tú, ¿qué sientes por él?

—Ojala dejaran de preguntarme lo mismo— bufo y cruzo mis brazos—. La

verdad, no estoy segura. Hay una parte de mí que no puede evitar odiarlo por el

caos que ha sido mi vida últimamente… y otra parte, está confundida.

Permanece callado por unos instantes hasta que dice—: No quiero a la gente
hablando de ti a tus espaldas.

—No me interesa lo que los demás piensen, son unos estúpidos solo por pensar

que es importante hablar de ello.

—No me gusta verte así.

—Estoy bien, no te preocupes.

Toma mi mano y le da un leve apretón—: Igual no hay de qué preocuparse,

mañana él le dirá a los medios que fue toda su culpa y al fin te dejarán en paz.

—Lo sé.

23
Ha pasado una hora desde que los abuelos han vuelto a casa desde su salida, y

aprovecho la tranquilidad para cambiar el vestido a ropa cómoda para estar en


casa. Esa noche no los tomamos con calma y ordenamos pizza para la cena.

— ¿En dónde estuvieron?— pregunto tomando un plato y sirviéndome un


pedazo, con las piernas cruzadas sobre el sofá. Decidimos que sería agradable

movernos a la terraza y ocupar los sofás.

—A visitar a una de mis amigas más cercanas— ella también se sirve.

—Y dinos, Xavier, ¿Cómo hiciste que esta señorita de acá aceptara estar en una
relación contigo? Aún recuerdo todas las veces que le pregunté sobre si estaba
con alguien, y decía que no tenía tiempo para eso.

—Manzanas— el castaño se encoge de hombros con una media sonrisa—. Y un

poco de lluvia.

—Ahora, ¿puedes decirlo de manera que todos lo entendamos?

—Fuimos a una cita a la feria— narra dejando su plato sobre la mesa en el


medio de los sofás—. Se suponía que todo era por los viejos tiempos.

—Miente, su plan siempre fue conquistarme— le doy un mordisco al trozo de

masa y queso.

—Shh... Tendrás tu momento de endulzar la historia en tu versión. Yo tengo

derecho a contar la mía— bromea mirándome.

—Está bien, señor Higgons. ¿Cuál es la verdad?

—Luego de subir a algunas atracciones, decidimos que nuestro estilo de pasar el

tiempo era aún más tranquilo y fuimos a un parque cercano por una caminata.

Algunas gotas ya habían comenzado a caer pero ninguno quería ir a refugiarse. Y


de la nada, cuando comenzó a caer con más frecuencia, decidió ponerse a jugar y
correr bajo la lluvia.

»Pensaba que se había vuelto completamente loca. Pero la verdad, siempre ha


tenido esos momentos espontáneos que me gustan. Y no pude evitar besarla, y

ella no se resistió para decirme lo loca que estaba por mí.


—Eso no es cierto—niego con una sonrisa.

—Está bien, la verdad de todo esto es que nunca entenderé como una mujer tan
maravillosa está a mi lado—toma mi mano y besa los nudillos—. Es

simplemente inexplicable lo afortunado que soy de tenerte, Katherine.

—Que tierno— mi abuela menciona emocionada—. ¿Por qué te demoraste tanto

tiempo en aceptarlo?

—Créeme, me hago la misma pregunta— concuerdo entrelazando nuestras

manos unidas.

—Maggie, ¿irás este año a Ibiza?—mi padre ayuda a quitar la atención de mí, al

notar que me estoy incomodando.

—No lo sé, aún tengo tanto que hacer que quizás no iré este año.

—Al fin…—su esposo alza las manos al cielo aliviado—. Ya estaba cansado de

jovencitos coqueteando con mi esposa.

—No tengo culpa de tener un cuerpo tan maravilloso— la mayor menea su

cabello.

—Abuelos…— miro a ambos seria.

—Vamos, Maggie, es hora de dejar a un lado las cosas de adolescente.

Xavier lo mira sorprendido y niega—: Señor, eso estuvo mal.

—Oh, no te preocupes, muchacho— mi abuela ríe divertida al recordar que él no

tiene conocimiento de cómo manejan su relación en bromas—. El solo está


celoso de que aun conquisto.

El hombre ríe y besa la frente de su esposa—: Siempre lo has hecho, cariño. Por
eso fue que me enamoré de ti.

—Y yo de ti, mi viejito hermoso— apoya su cabeza en el hombro de su pareja y

su momento es interrumpido por el sonido del teléfono de mi padre con una

llamada entrante.

—Esa es mi señal para retirarme— se levanta y se despide con un movimiento

de manos de los presentes—. Espero tengan una buena noche— dice antes de

contestar la llamada y caminar al interior de la casa.

—Y creo que es hora de que yo también me vaya— Xavier verifica asombrado

la hora en su teléfono—. No pensé que fuera tan tarde.

—No tienes que irte aun— mi abuela le pide viéndose herida—. Solo empezaba
a ponerme al día con ustedes.

—Agradezco el interés, pero le prometí a mi madre pasar por su casa esta noche

para cenar— se disculpa y se pone en pie para extenderme una mano—. ¿Me
acompañas?

—Claro— asiento y deslizo mi mano en la suya para levantarme de la silla,

dejando mi plato en la mesa del centro.

—Señores, ha sido un placer verlos de nuevo— le da un apretón al hombre, y a

la mayor le da un beso en el dorso de la mano—. Espero volver a encontrarnos


pronto.

—Igual nosotros, jovencito— la mujer adquiere un leve sonrojo en sus mejillas y


le guiña el ojo—. No están ni cerca de zafarse de mis preguntas.

—No creí que lo estaríamos— asegura él riendo por el entusiasmo de la mujer

en saber más de nosotros—. Katherine, vamos.

Lo acompaño hasta la entrada asegurándole que puede usar mi auto hasta que
arreglen el suyo sin ningún problema.

—Asegúrate de devolverlo lo más pronto posible.

—Lo haré. Estoy seguro de lo mucho que lo necesitas para tus karaokes

ocasionales.

—Tienes razón… Quería agradecerte por lo de hoy— suspiro y pongo una mano

en su mejilla—. Y no tenías que fingir. Sé lo enojado que estabas conmigo.

—Sí, lo estaba; tiempo pasado. Ya no importa.

— ¿Por qué te enojaste?— cuestiono aliviada de saber que las cosas han vuelto a

la normalidad.

—Fue una estupidez, olvídalo.

—Quiero saber.

Se toma unos momentos para al fin responder mirándome fijamente a los ojos—:
Sé que no debí forzar lo del vestido de novia, y que pudo verse algo aterrador,

pero en serio, no buscaba acelerar nada. Quiero que sepas, que iremos al ritmo
que desees… Pero tampoco quiero sentir que estamos dando gateadas. Hoy,

cuando viste a Trinity lucias incomoda, y cuando mencionó… Tenías una cara de

terror.

—Yo…

—Solo necesito que me respondas algo; ¿a qué le temes? ¿Al compromiso? ¿O

soy yo el problema?

—No, tú eres perfecto— dejo salir una respiración contenida y sostengo su

rostro para poder mirarlo mejor—. Solo no quiero dar un paso en falso con

nuestra relación. No eres como cualquiera, Xavier. Si las cosas salen mal entre

nosotros, también pierdo un amigo.

—No lo harás. Nunca podrías perderme.

—Eso dices ahora, pero en el momento en que algo salga mal, vas a odiarme. No
llevamos casi nada, y ya hay tensión entre nosotros. ¿Qué quedará para después?

— ¿Para después? Eso podemos averiguarlo luego, ahora… ahora debemos

hacer lo mejor porque funcione y sé que podremos lograrlo. ¿Lo olvidas? Juntos,
somos grandiosos.

Fuerzo una sonrisa.

—Y en serio, tengo que irme— ríe y luego procede a dejar un suave beso en mis
labios—. Te veré mañana en el trabajo, preciosa.

Sonrío levemente y lo dejo ir hacia el auto, donde sube y minutos después


desaparece por la calle de salida de la propiedad.

Entro aun sintiéndome extraña por nuestra conversación y decido que lo mejor
es dejar a los abuelos tener su momento a solas, y no ser un mal tercio. Además,

sigo cansada por no haber dormido mucho la noche anterior y me vendrían bien

unas horas prudentes de sueño.

Mi teléfono suena en el bolsillo de mis pantalones con un mensaje.

Andrew Simurs: Sal a tu jardín.

Katherine Briden: ¿Por qué lo haría?

Andrew Simurs: Solo hazlo. No te arrepentirás.

Devuelvo el teléfono al bolsillo y dudo con un pie en el primer escalón de las

escaleras. Mis opciones están entre la locura y la cordura. Si salgo, lo más

probable es que me encuentre con mis abuelos y tenga que explicarles porque

voy al jardín trasero. Y si voy a la cama, la parte curiosa de mí no podrá dejarme


en paz hasta que sepa que es lo que ocurre.

La parte curiosa gana en cuanto me convenzo de que es lo más sano para estar
tranquila. Retomando el camino hacia el patio trasero me encuentro con los
abuelos recogiendo las cajas de pizza y los platos a medio comer.

—Tranquilos, yo me ocuparé de eso. De seguro están cansados por el viaje y


desean dormir.

—Podemos ayudar, si lo deseas— la mujer responde maternalmente.


—Pueden pero no los dejaré. Además, tú fuiste quien me enseñaste que no
podemos perjudicar el ciclo de sueño; y ustedes, señores rebeldes, lo están

haciendo.

—Ok, mamá, iremos a dormir— se burla y dejan todo sobre la mesa—. Ten una

buena noche, mi niña.

Me despido de ambos con un abrazo antes de que entren para ir a su habitación


para cuando vienen de visita.

Me siento en el lugar en el que había estado antes y tomo mi pedazo para comer

mientras espero algo que me diga que espero exactamente.

—Katherine— se sienta frente a mi vistiendo ropa para ir al gimnasio y me hace

preguntarme como rayos entro a la propiedad sin que nadie lo notara—. Viniste.

— ¿Cómo llegaste acá?

—Ya sabes, tomas un auto y conduces.

—Sabes que no me refiero a eso— cruzo los brazos.

—No quieres saberlo, créeme— sonríe y me pregunto que me he perdido acá.

— ¿Qué haces acá?

—Trinity hablo conmigo— explica y conozco exactamente de que vino a hablar

—. Y me contó como pasaste tu tarde.

—No tienes que preocuparte por decir más nada, sé exactamente qué fue lo que

te contó— alzo los hombros preguntándome que más espera que diga—.
Felicitaciones por tu compromiso.

— ¿Es cierto?

— ¿Qué es cierto? ¿Qué estaba en una tienda de vestidos de novia? Si, lo es.
Pero a diferencia de lo que tu novia y tú creen, no estaba comprando uno. Ni

siquiera voy a explicar que es lo que realmente hacia ahí.

—Estás enojada— afirma.

Niego.

—Verás, sobre mi compromiso…

—No tienes que darme explicaciones. No las quiero y no me importan.

—Es mentira, no me voy a casar con Trinity. Mi madre sigue insistiendo con eso

pero no lo voy a hacer. No se han detenido con la planeación de la dichosa fiesta


de compromiso, pero no seré parte de ese circo.

—Por lo que demostraste más temprano, creo que lo harías. Eres bastante bueno

en eso de ser ridículo.

—Estaba buscando llamar tu atención— cruza los brazos y me mira alzando una
ceja—. Aunque has de admitir que fue divertido.

—No lo fue, sobre todo después del infierno que he tenido que pasar con lo de

los periódicos— llevo mis piernas hacia mi pecho y las rodeo en un abrazo.

— ¿Cómo están tus abuelos? Pude notar que están de visita.


—Tú… ¿Cómo?—abro los ojos sorprendida—. ¿Has estado espiando?

— ¿Tienes una foto con ese hermoso vestido blanco?— un hoyuelo se forma en
su mejilla derecha cuando sonríe.

— ¿En qué momento entre “Gracias por salvarme la vida” a “Pero por favor,

vete”, te volviste un acosador?

—Justo el día de tu accidente. Creo que desde entonces me acostumbré a


asegurarme de que estuvieras bien.

—Creo que he vuelto a estarlo hace mucho.

— ¿No lo entiendes, cierto?— encaja la mandíbula luciendo derrotado—. No

solo fue un muy mal día para ti, también lo fue para mí. Siendo un poco

exagerado, lo considero uno de los peores que he tenido.

»Verte como lo hice ese día, fue horrible. Estaba en Washington y jamás llegaste

a la reunión. Supe que algo no iba bien porque no te perderías una oportunidad
tan fácil de derrotarme, además de que jamás faltarías a una competencia por un

cliente. Llamé a tu padre e incluso a ese nuevo novio tuyo, y ninguno de ellos
había podido comunicarse contigo. Ya había intentado contactarte miles de veces

y tu teléfono siempre me mandaba al correo de voz.

Escucho paciente.

—Traté de llamar a tus guardaespaldas, pero era lo mismo. Comencé a tener un

muy mal presentimiento y llamé una ambulancia en cuanto vi que habían


reportado un accidente a medio camino entre ambas ciudades. Iba camino a
Nueva York cuando dimos con los restos del accidente y no pude quedarme

dentro de ella porque tenía que ir a asegurarme que no se trataba de ti; no tienes

ni idea de lo mucho que pedí que no se tratara de ti mientras corría. Primero


dieron con tus guardaespaldas y a pesar de que ellos no pudieron dar contigo

enseguida, yo lo hice. Por un momento pensé que estabas muerta, no lo niego—


su mirada baja y por un momento creo que está llorando, pero vuelve a levantar

la cabeza—. Fueron los segundos más aterradores que tuve y me golpeó el hecho

de que te necesito. No puedo vivir una vida donde tú no estés.

—Así que eso fue lo que pasó ese día… Por eso mi padre te culpa.

—Sí, y no sabes cuánto lo siento.

—No, no tienes de que disculparte. No tuviste nada que ver con ese accidente; el

conductor estaba ebrio y aún no me explico cómo incluso sigo viva. Fue un
milagro.

—No me hubiera perdonado… Si hubieras muerto, me habría odiado y habría

dejado a tu padre despreciarme.

— ¿Sabes que no le caes tan mal, cierto? Solo necesita olvidar quien es tu padre

y que estés lejos de mí.

—La verdad es que lo admiro al pensar en cómo pudo soportar a mi madre.

—Porque la amó. El amor suele hacer que nos volvamos ciegos ante los defectos
de la otra persona.
—Es cierto— afirma en acuerdo y se mueve en su silla para capturar mi mano a
través de la mesa—. Quiero disculparme por el daño que mis padres le

provocaron al tuyo en un pasado.

—No tienes que lamentar nada. La vida tiene un equilibrio y de no ser por eso

mis padres no se hubieran conocido; y por lo tanto, yo no existiría. Y tú


tampoco.

—Tienes razón— sonríe sincero y se levanta de su silla para tomar el lugar a mi

lado y apoyar su cabeza en mi hombro—. Mejor.

— ¿Qué haces?

—Shh, solo haz silencio— pone un dedo sobre mis labios y lo retira al segundo.

— ¿Acaso no has notado un patrón? Cada vez que intentamos hablar

civilizadamente, no funciona y terminamos discutiendo.

—Lo sé, pero por lo menos merezco disfrutar lo poco que estos momentos
duran, porque son grandiosos. Si estoy contigo, nada importa.

—Esas no son cosas que debería decirle un hombre comprometido a una mujer
en una relación. Y justo ahora, veo porque me pareció mala idea venir acá.

— ¿Por qué? ¿No confías en mí?

—No es eso. No confió en mí, cuando estás cerca cometo locuras. Hago cosas
que normalmente no haría.

— ¿Y qué crees que hago yo? ¿Es que acaso antes había venido de noche a tu
casa a “acosarte”?—ríe bajo con un tono de voz adormilado—. ¿O crees que
ando por ahí cargando a lindas castañas en mi hombro? ¿O he viajado a otras

ciudades por un beso?

— ¿Viajaste a Washington solo por eso?— intento esconder la sorpresa en mi

pregunta, pero creo que él ya se ha vuelto un experto en identificarla.

— ¿Qué más iría a hacer?

Muerdo mi labio inferior y sostengo el aliento ante tal revelación.

—Creo que deberías irte— me aparto un poco, lo suficiente para dejar caer su

cabeza—. Se hace tarde y realmente estoy cansada.

—Lo haré con una sola condición— se levanta a regañadientes y me ofrece su

mano de manera vertical—. Desde ahora, amigos.

Asiento y tomo su mano para una leve sacudida.

—Te veré mañana— se agacha para abrazarme por unos instantes.

— ¿Mañana?— pregunto confusa.

—Oh, sí. Claire y Luca nos invitaron a almorzar a ambos a Ocean, para hablar
de su nuevo estatus de pareja.

— ¿Y por qué me entero hasta ahora?

—Iban a decírtelo pero les aseguré que te haría llegar el mensaje.

—Interesante ese complot que hay entre ustedes tres. Entonces, supongo que te
veré mañana.

Espero hasta que se ha alejado algunos metros de la zona donde hemos estado
platicando y entro a la casa llevando las cajas de pizza y los platos. Ordeno todo,

guardando la pizza y llevando los platos sucios al lavaplatos.

Uso el rato que toma que se laven para pensar sobre el breve momento que

hemos tenido esa noche y como he estado a poco de rendirme. Debo recordarme
que lo mejor para ambos es que no complique más las cosas y así volverán a su

orden natural en algún momento; como él sin amarme.

●●●

Me incorporo en la cama cuando ya he dado suficientes vueltas intentando tener

un tiempo más de sueño, sin resultado. Compruebo la hora en la pantalla del


teléfono y son las 5:07 de la madrugada, lo que me deja por lo menos con unas

dos horas antes de poder aparecer por la oficina sin verme muy rara.

Aceptando el hecho de que no me es posible volver a dormir, decido que un poco

de ejercicio no sería mala idea para comenzar la mañana; y hago mi camino


fuera de la cama a lavar mi cara y cepillar mis dientes para luego cambiarme a
ropa de ejercitar.

Bajo las escaleras con sumo cuidado de no hacer ruido para no despertar a mis
familiares, y acomodando los audífonos conectados al teléfono, que está

guardado en el estuche porta celular en mi brazo.

Salgo a la fría mañana y estiro un poco antes de comenzar con una caminata
hasta convertirla en un trote. Eso me mantiene por lo menos una media hora
alternando entre ambas velocidades de movimiento, y no me detengo hasta que

siento un calambre leve en mis tobillos y la parte trasera de mi camisa está

empapada en sudor.

—Veo que madrugaste hoy— la abuela se encuentra en la cocina cuando voy a


prepararme una taza de café. Está usando una de sus graciosas batas de diva y

luce asombrosa sin una sola gota de maquillaje—. ¿Estuvo entretenido el


ejercicio?

—No estuvo mal— retiro los audífonos de mis oídos y me encojo de hombros.

Luego, me sirvo un poco de café del que ha preparado—. Y creo que lo mejor es

que me bañe y elimine todo este sudor, ya me siento pegajosa— hago una mueca

y le doy varios sorbos al líquido.

—De acuerdo. Me haré algo para desayunar, ¿deseas algo?

—No, tranquila—niego sonriente y voy a mi cuarto cuando he terminado el café


y dejado la taza vacía sobre el mesón.

Tomo una ducha larga lavando mi cabello un par de veces y permaneciendo bajo
la caída de agua más tiempo del necesario, solo para hacer tiempo.

Al salir del baño después de secar mi cabello, la abuela espera sentada en la


cama que ahora está ordenada.

— ¿Qué ocurre? Pensé que estarías desayunando.


—Quise traerte un pequeño regalo— extiende una pequeña caja de terciopelo—.
Aunque en teoría era el que íbamos a darte de cumpleaños, pensé que generaría

más impacto si te lo daba hoy.

— ¿Otro?— tomo el pequeño cuadrado y lo abro para encontrarme con un anillo

con mis cuatro iniciales. Voy a abrazarla agradecida—. Gracias, es precioso. Y


ya que lo mencionas, también tengo algo para ti.

Voy a mi armario en busca de uno de sus vestidos favoritos y lo saco, dejándolo

en el lugar a su lado—. Recuerdo que mencionaste cuanto te gustaba y lo usé

solo una vez.

— ¿Hablas en serio?

Asiento.

—Mi gatita—sonríe pasando la mano por la tela de la prenda. —Te adoro.

—Sí, lo sé. Ahora, fuera. No confío en ti tan cerca de mi ropa—bromeo


caminando de vuelta al armario para buscar que ponerme.

—Me ofendería pero tienes razón— ríe y toma el vestido para hacer su camino
fuera de la habitación—. Iré a ponérmelo enseguida.

Me acomodo dentro de un enterizo color vino tinto y recojo mi cabello en una

cola alta dándole unos rizos al final con la rizadora. Aplico algo de maquillaje y
tomo mis cosas; al entrar a la cocina me sirvo un vaso de leche y lo tomo

acompañado de una barra de cereal, como desayuno.


— ¿Y esa felicidad?— mi padre entra a la cocina aun con la corbata deshecha y
en busca de café—. Incluso te has esforzado en peinarte diferente. ¿Es todo por

Xavier?

—No es nada, solo vi estoy y pensé que era un buen día para cambiar de look—

me deshago de la envoltura vacía de la barra y dejo el vaso en el fregadero—. Y


creo que soy lo bastante honesta, para que sepas que no tiene nada que ver con

él.

—Como digas. ¿Me das una mano acá?— señala su cuello.

Camino hacia él y me aseguro de ordenarla lo más recta posible.

—Perfecto, así que ten cuidado, las mujeres van a volverse locas— expreso en

broma apreciando mi trabajo.

—Como si eso fuera a pasar, y aun así, tu madre siempre será la única.

—Lo sé, solo bromeaba. ¿Listo para irte?

—Sí, señorita.

Cuando termina su café, me hago con mis cosas y vamos hacia la entrada donde
Trein y Tod esperan cerca del auto. Nos damos los buenos días y Trein abre la
puerta para que podamos subir a los asientos traseros, mientras su compañero

sube al asiento del conductor y enciende el motor.

Mi teléfono suena con la llegada de un mensaje.

Andrew Simurs: Buenos días, amiga.


Sonrió y me dispongo a responder.

Katherine Briden: Buenos días, idiota.

No espero su respuesta y guardo el teléfono en el bolso durante todo el trayecto


hablando con mi padre sobre las ideas que he tenido para mejorar las ventas.

Al bajar del auto, mi teléfono suena con una llamada y al ver que es de parte de

Trinity prefiero dejar que se vaya al buzón de voz.

—Señorita— Samantha me da su inigualable cálida bienvenida mientras camina

a mi lado por el pasillo hasta hacer nuestro camino a mi oficina, que tiene la

puerta abierta.

La empujo desconfiada esperando encontrarme con alguien dentro, pero mi vista

salta enseguida al discreto ramo de rosas que ocupa una de las esquinas del

escritorio. A pesar de tener mis sospechas sobre quien es el responsable, tomo la


tarjeta para asegurarme.

Para una amiga muy especial.

—El Idiota.

Pd. Espero no haberme equivocado esta vez.

No lo había hecho. Aprecio las flores con una sonrisa en el rostro y guardo la
tarjeta en mi bolso.

Mi teléfono vuelve a sonar con otra llamada de Trinity y nuevamente la dejo irse
al buzón dejando el bolso sobre el sofá de la habitación y salgo al pequeño

balcón a tomar algo de aire fresco. Pasan un par de minutos hasta que un par de

brazos me abrazan desde atrás y unos cálidos labios tocan mi cuello.

—Buenos días, preciosa.

—Buenos días, tú—suspiro poniendo mis manos sobre las suyas en mi abdomen.

— ¿Cómo amaneciste?— suelta su agarre un poco para que pueda girarme y


mirarlo.

—Bien, definitivamente tener unas horas de sueño mejoró todo.

— ¿Quién envió las flores?—cuestiona pasando de sonar juguetón a molesto.

—Andrew. Para disculparse por lo del malentendido.

— ¿No pudo solo decir que lo sentía? Además, con una sola vez que envíe flores
es suficiente.

—No lo sé, no puedo simplemente andar por ahí diciéndole a la gente como

deben disculparse.

—Sí, creo que mejor me voy y te veré en la reunión de los líderes de equipo más
tarde— besa mi mejilla con el celo fruncido—. Por cierto, hoy luces hermosa.

—Gracias— asiento con una media sonrisa y espero hasta que ha salido de la

oficina, para volver dentro y encender mi ordenador, donde trabajo gran parte de
la mañana organizando las propuestas de mejora que discutí con mi padre en el

auto.
En algún punto de la mañana, me he aburrido de los numerosos intentos de
llamadas de Trinity y estoy tan acostumbrada a las llamadas, que la siguiente que

entra ni siquiera leo el nombre en la pantalla, por el afán de quitármela de

encima.

— ¿Acaso no te cansas? ¿O es que mi mensaje de que no quiero contestar no ha


quedado claro?

— ¿De qué hablas?— pregunta una pelirroja diferente.

—Ah, hola, Claire. Disculpa, pensé que se trataba de otra persona. ¿Qué ocurre?

— ¿Quién pensabas que llamaba?

—Trinity, ha estado haciendo llamadas desde temprano.

—Esperemos que no se trate de dramas.

—Sí, esperemos.

—Bueno, hablando de otra cosa y del motivo de mi llamada: ¿estás libre para

almorzar hoy?

—No te preocupes, Andrew ya me contó del almuerzo de hoy. Agradezco que te


hayas acordado de mí— agrego con tono sarcástico.

—Lo siento, últimamente me olvido de muchas cosas. Entonces, ¿vienes?

—No debería ir para que aprendas la lección sobre decirle todo oportunamente a
tu mejor amiga… pero acepto, me vendría bien algo de tiempo contigo.
—Maravilloso, entonces te mandaré los detalles de la hora en un rato—
menciona divertida y me lanza un par de besos por la línea antes de colgar.

Mi siguiente destino es la reunión por la que tanto he estado esperando, así que

arreglo mi ropa y me pongo en marcha para terminar con eso lo más pronto

posible.

24
—Hemos estado presentando problemas recientes en cuanto a la imagen de la
empresa— interviene el líder del área de publicidad dando un leve vistazo en mi

dirección, al igual que el resto de los presentes. No necesitan decir nada para que
entienda de qué va esa pieza de información—. Los rumores creados alrededor
de la señorita Briden no han traído buenas opiniones a nuestro nombre y…
—Eso ya fue solucionado. Esta mañana el equipo de la otra parte ha aclarado
todo a la prensa. Y no estamos acá para discutir rumores, estamos aquí para

hablar de cómo mejorar las ventas.

—Tiene razón— el jefe de ventas secunda mi afirmación.

—Además está el hecho de que tengo reportes de personas que están laborando

en la empresa sin el debido consentimiento de presidencia— informo juntando


las manos sobre la mesa—. Son contratos falsos, de lo que estamos hablando,

señores.

—Contábamos con muy poco personal por las exigencias de contratación.

Íbamos a informárselo a su padre en un par de días cuando revisara nuestros

informes— el director de recursos humanos alega defensivo.

—En un par de días, alguien pudo notarlo y usarlo en nuestra contra. Espero su

equipo solucione tal inconveniente o me veré obligada a reemplazarlo. Tenía la

mínima tarea de encargarse de no solo contratar un buen personal, sino darle


buenas condiciones— me levanto y ruedo la silla para poder caminar por la sala.

— De lo que hablo aquí es que cada uno de ustedes, sin importar su puesto, están
acá para un fin y ese es hacer lo mejor por la empresa. Yo no importo, ni mi

padre; lo que nosotros hagamos o no, no facilitará o empeorará sus trabajos;


están aquí por pasión en hacer las cosas bien.

—Estoy seguro que entendieron—Xavier llama mi atención rompiendo el


silencio que se ha instalado en la sala después de mi discurso—. Como dijiste
esto es sobre las ventas; así que, ¿Cómo van con el proyecto de la cámara de
video?

—La propuesta ya ha pasado al área de aprobación— el líder de proyectos

responde.

—En cuanto esté revisada, la quiero en el escritorio del señor Higgons—señalo a

mi novio, segura de que eso ayudará a la dinámica. Además del hecho de que el
podrá sentirse más de ayuda mientras me encuentro de viaje por el concierto de

Claire en Sidney—. Y de igual manera el estará a cargo de todas mis actividades

mientras me encuentro de viaje por unos días. ¿Alguna pregunta?

La sala permanece en silencio.

—Bien, entonces creo que es momento de dar esta reunión por terminada—
extiendo mis manos un poco señalándoles que pueden retirarse—. Tengan un

maravilloso día.

No espero hasta que todos han salido para irme, necesitando un respiro después

de todo el tiempo dentro. A pesar de que no fuera su intención, cada uno de ellos
esperaba una explicación de lo que estaba ocurriendo con mi nombre, y no me
sentía lista para hablar con nadie sobre eso, cuando no sabía que se suponía que

debía decir.

De vuelta en mi oficina, tengo que detenerme abruptamente al momento de

entrar cuando doy con mi padre esperando sentado en el sofá. Estaba tan
concentrada en mis divagaciones que ni siquiera me detuve al pasar por el
escritorio de Samantha.

— ¿Qué haces acá? Pensé que tenías una videollamada importante que atender.

—Quería hablar contigo sobre el aniversario número 20 desde que tu madre…


No sé si recuerdes, pero es en una semana. Y quería hacer una pequeña reunión

con quienes fueron más cercanos a ella. Algo pequeño y con personas de

confianza.

—No he olvidado la fecha, papá—admito con precisión—. Ayer visité su tumba,

y no creo que pueda ir de nuevo por ahora, mucho menos creo poder ayudarte

con planear una reunión.

— ¿Tú fuiste quien dejaste las flores?

Asiento.

— ¿El ramo y el tulipán?

—Yo deje el ramo. Andrew… él dejo el tulipán.

— ¿Por qué lo haría y como lo sabes?

—Porque me siguió, por eso sé que fue él. Y creo que lo hizo por respeto; una
parte de él está apenada con ustedes por lo que sus padres hayan provocado en el

pasado. No es tan malo, ¿sabes?

— ¿Hay algo malo con él? Definitivamente no lo reconozco; un Simurs jamás


haría eso.

—Te equivocas con eso de reconocerlo. La verdad es que ninguno de nosotros se


dio la tarea de conocerlo lo suficiente.

—Debe estar realmente loco por ti.

—Estaba considerando poner una orden de alejamiento en su contra, pero creo


que me divierte lo patético que todo esto se ha vuelto— niego varias veces.

—Entonces… ¿vendrás a la reunión que no me ayudarás a planear?

—Lo pensaré. Si algo necesito ahora es tranquilidad y creo que ella también la

merece; pero lo pensaré y te diré. Quiero evitar enojarme porque hay algunas

personas que no irán con las mejores intenciones.

—Entiendo, ¿nos vemos más tarde? Tengo que correr a la videollamada y luego

encargarme de un montón de cosas aburridas— se pone en pie y besa mi mejilla

antes de salir de la oficina.

Reviso la hora en mi reloj, y sé antes de verla que faltan por lo menos un par de

horas antes de que deba reunirme con Claire; y que por mucho que me niegue a
aceptarlo no me es posible concentrarme en esos momentos para ponerme a

hacer algo útil del trabajo.

Me siento en la silla detrás del ordenador y le echo un vistazo a las fotos que
tomamos en el viaje. Una de mis favoritas fue tomada después de que nos

pusiéramos los trajes para bucear, justo antes de entrar al agua; el solo recuerdo
de ese día me hace estremecer al pensar como pasó de ser un día divertido a un

gran susto de muerte. En la foto, a pesar de todo lo que sucede, nos vemos
felices. Trinity hace todo por apretujarse al cuerpo de Andrew; Luca tiene la
cabeza apoyada en el hombro de Claire, que luce sonrojada; uno de los brazos de
Xavier descansa sobre mis hombros y me apoyo a Claire mientras sonríe en

serio. Lo que muestra la foto es casi irónico, porque parecemos muy buenos

amigos, cuando eso era una completa mentira.

Veo una tras una las fotos y rio ante algunas; como las primeras que tomamos mi
amiga y yo arreglando las maletas, o aquellas donde todos lucimos caras

somnolientas en el interior del avión.

Mientras hago mi camino entre ellas recordando diferentes momentos, la

pantalla de mi teléfono se ilumina con la llegada de un mensaje.

Maggie Prine: ¿Tienes tiempo para un café?

Katherine Briden: Si, pero realmente no estoy de humor para un café. ¿Qué tal
un té?

Maggie Prine: Seguro, ¿nos vemos en tu cafetería favorita en 20 minutos?

Maggie Prine: Estoy a unas cuantas calles del local.

Katherine Briden: Que sean 10 minutos. Me urge salir de la empresa.

Maggie Prine: Ok, nos vemos.

Cuando estoy por apagar el ordenador, presiono sin culpa el botón para seguir
pasando las imágenes, y la pantalla es ocupada por una foto que no he visto
antes; donde Andrew y yo estamos abrazándonos en la isla. Sé que no pude

haber tomado esa foto, porque estoy en ella, lo cual me deja con la duda de quién
es el responsable y como la foto llegó a mi ordenador. Me muevo a la siguiente y

otra más que no había visto ocupa la pantalla, pero esta es del momento en que

estábamos sobre la arena y él está tan cerca de mí que cualquiera podría creer

que está por besarme. Por un momento, pienso que la solución es eliminarlas,
pero una parte de mi le duele solo considerarlo. Sin importar el estado de

confusión en el que están mis sentimientos por el momento, me gustaría poder


conservar esas fotos para el recuerdo, y rememorar esos momentos en que todas

las preocupaciones parecían disolverse cuando mirabas esos azules ojos.

Para el momento que llego al restaurante, está sentada en una de las mesas

hablando animadamente con el mesero que es por lo menos la mitad de su edad

y niego riendo. No es que piense que algún día pueda engañar al abuelo con

hombres más jóvenes, pero sé que ven en ella, es encantadora.

—Abuela— dejo mi bolso en una de las sillas y me siento en otra lanzándole un

par de besos en saludo—. Lamento llegar tarde, sé que dije 10 minutos pero el

tráfico es un desastre.

—No te preocupes, mi niña. Roberto se ofreció a acompañarme mientras tanto—

mira al hombre que ha tomado una actitud incomoda desde que llegué.

—Qué bueno de su parte— alzo una ceja intentando sonar como que no estoy
por partirme de la risa—. Y sería aún mejor si pudiera traernos dos tazas de té,

por favor.

—Seguro, señorita— se retira de la mesa guiñándole el ojo a la mayor.


—Realmente, no sé cómo lo haces y como el abuelo lo soporta— rio alzando
una ceja—. ¿Sabes? No todo el mundo entiende que no estás ni un poco

interesada en otros hombres.

—Lo sé. Y tu abuelo sabe que es así también. No necesito la aceptación de más

nadie.

—Lo sé, pero no quiero oír a la gente diciendo cosas malas al malentender lo
que ocurre.

— ¿Estás fastidiada? Porque esta mañana estabas casi saltando. ¿Pasó algo?

—Sí, pero necesito que antes de contarte me prometas algo. Porque eres la única

persona a la que creo que puedo contarle esto que no va a verlo como algo malo.

¿Puedes solo escuchar antes de dar una opinión apresurada?

—Soy toda oídos.

—Pues primero, creo que me estoy volviendo loca, en serio. Y eso es lo que nos
lleva a segundo; me estoy enamorando.

—Bueno, eso es normal. Con alguien como Xavier, es completamente normal—


se encoge de hombros mientras las tazas de bebida caliente son dejadas frente a
cada una en la mesa. Aunque estoy segura que el mesero está deseoso de seguir

platicando con ella, se retira en cuanto deja nuestra orden—. Ustedes dos
siempre han tenido una fuerte conexión y el florecimiento de sentimientos

fuertes debe darse más rápido por el tiempo que llevas conociéndolo.
—Verás, el problema es que no se trata de él— medio toco la taza y hago una
mueca ante el contacto con el calor y lo que estoy a punto de confesarle—. Es de

Andrew.

—Andrew… ¿Cómo en Andrew Simurs?— sus ojos se abren ante la sorpresa.

Asiento.

—Pero ustedes… Pensé que habías dicho que no te agradaba. No, pensé que en
realidad no lo hace. ¿Cómo?— me mira con mil preguntas en sus ojos.

—Creo que a pesar de que no lo quise aceptar antes, todo comenzó alrededor del

tiempo de mi accidente. El salvó mi vida cuando estaba por darme por vencida, y

supongo que añadido al hecho de que no recordaba nada, pude verlo sin que su

apellido opacara quien era. Incluso a pesar de que mi padre me recordaba una y
otra vez que no era bueno, no me lo podía creer; y esos primeros días cuando

permaneció a mi lado en el hospital, me sentía bien con él a mí alrededor.

»Luego, tuve mi memoria de vuelta y dejé mis pensamientos de agrado hacia él

detrás, con la misión de que me vengaría de una u otra manera de lo que había
ocurrido. Lo culpaba por lo ocurrido. Comencé con el pésimo plan de interesarlo
en mí y luego rechazarlo, porque no hay nada peor que un corazón roto; pero él

no necesito de planes ni de momentos porque antes de que pudiera hacer mucho,


me confesó que tenía sentimientos por mí.

— ¿Qué te confesó exactamente?

—El día de mi cumpleaños dijo que me amaba y me besó.


— ¿Crees que lo amas?

—Me hago la misma pregunta una y otra vez, créeme. Pero no estoy segura y
creo que lo mejor para ambos y quienes queremos, es que no me lo permita.

—Tienes razón. Su familia y la tuya han mantenido décadas de continuo

enfrentamiento. Si no estás segura de que él es por quien arriesgarías todo, suena

a que no vale la pena tomar ese riesgo. Aunque apoyaré lo que sea que te haga
feliz.

—Sí, entiendo todo eso. ¿Por qué crees que prefiero estar con alguien como

Xavier?

Me estudia en silencio.

—Xavier no merece que lo utilice como escudo, lo sé. Pero no quiero continuar

dudando y él es seguro.

—Oh, mi niña, no sabía que esas eran las cosas con las que lidiabas—toma mis
manos en apoyo—. Lo único que puedo decirte ahora, es que hagas lo que le dé

a tu corazón felicidad.

—Lo peor de todo es que al principio todo era por la venganza, y terminé timada
por mi propio juego.

—Y él te ama en serio.

Asiento.

— ¿Te sientes mejor después de contármelo?


Niego.

—Hablar de ello no me da una solución inmediata. Quiero olvidarlo, antes de


que resulte en algo irreversible y termine por lastimar a Xavier en el camino.

—Respira y toma una decisión— le da un trago a su taza—. Sé qué harás lo

correcto.

— ¿Cómo supiste que el abuelo era el indicado?

—Porque no era como yo. Él es todo lo contrario a mí y me fue imposible no

notar como nos complementábamos— pone una mano en su pecho—. Lo supe

justo aquí.

— ¿Y nunca te has arrepentido de tu decisión?

—Jamás. Amo a tu abuelo más que a mi propia vida. Me ha dado una muy buena

vida, dos hijas y sobre todo, su amor incondicional. Incluso cuando yo soy

demasiado revoltosa y no merece tener que lidiar con tanto; igual lo hace como
todo un caballero.

—Pareces una adolescente con su primer amor.

Ella ríe y saca un pañuelo de su bolso para limpiar sus ojos que han estado
aguándose mientras hablaba.

—Propongo un brindis— alzo mi taza sin probar y la choco con la de ella—. Por
muchos más amores como el suyo.

Después de hacer el brindis de té, nos sumergimos en una charla donde le cuento
sobre la fiesta de cumpleaños con lujo de detalles dejando a un lado el hecho de
lo que él hizo esa noche, a pesar de que pude haberlo mencionado de pasada

cuando confesaba.

—Iré a pagar— se levanta al terminar con la bebida en su taza—. Y me

despediré de Roberto.

—Bien, te espero afuera— respondo bufando y poniéndome en pie haciéndome


con mis cosas.

Se demora algunos minutos y al salir sonríe divertida—: Roberto te envíe

saludos.

—Muy graciosa.

— ¿Ya tienes que volver al trabajo?

Asiento.

—Bueno, supongo que tendré que ir al centro comercial por mi sola. ¿Me das

un aventón?

—Seguro.

Me toma más de 20 minutos poder dejarla en el gran edificio de locales y volver

a la empresa. Samantha me mira sorprendida al verme pasar a su lado.

—Señorita, ¿en qué momento salió?

—Hace un rato; fui a tomar té con mi abuela. Perdón por no avisar. ¿Ocurrió

algo importante en mi ausencia?


—No, solo han dejado este sobre para usted— me pasa el delicado cuadrado de
color hueso—. Y la señorita Sanders ha llamado pero seguí su instrucción de no

responder sus llamadas.

—Gracias, Sam— le agradezco levantando el sobre—. Te agradezco por todo.

No sé qué haría sin ti.

—No es nada, no soy más que una asistente— se sonroja avergonzada.

—No, tú eres mi asistente—declaro orgullosa—. Y eso te hace aún más

grandiosa.

—El equipo de planeación y producción la esperan en algunos minutos para su

reunión.

—Gracias por recordarme— aseguro y camino hasta estar dentro de mi oficina,

cerrando la puerta detrás de mí y sentándome en el sofá para averiguar de que se


trata el sobre.

Rompo uno de los lados del papel y saco la tarjeta mediana con el mismo color.

Estamos felices de invitarlos a la celebración de compromiso de

Andrew Thomas Simurs & Trinity Linda Sanders

Usted ha sido uno de los afortunados invitados a celebrar la pronta unión de


esta pareja.

Día: 2 de Noviembre.
Hora: 6 PM.

Lugar: 230 Fifth.

Contemplo la invitación con una leve sonrisa que no tarda en convertirse en una
risa nerviosa. La dejo sobre el sofá a mi lado y salgo aun riéndome.

Tiene que ser una maldita broma.

Samantha me mira confusa pero después vuelve su vista a la pantalla de su

ordenador.

Camino hacia el piso de planeación por las escaleras para darme algún tiempo de

recuperarme del ataque de risa, además de que solo queda dos pisos debajo del

que me encuentro.

Entro al activo pasillo, cualquiera que hubiera visto a tantas personas de aquí

para allá se hubiera fastidiado por el ruido que hacían pero era un espectáculo

para mí, ya que en los ojos de cada uno se nota el amor a su trabajo. Son el
organismo más apasionado de toda la empresa.

Una de las mujeres se detiene frente a mí con una gran sonrisa.

—Señorita Briden— ofrece su mano a pesar de que no tiene idea si el gesto me


agradará —. Gusto en verla.

—El gusto es mío,…—aprieto su mano y luego la suelto.

—Lucie, soy la secretaria del director de este departamento— inclina la cabeza

en medio de una muestra de respeto y luego me señala que la siga—. Sígame, el


señor la está esperando.

Después de examinar su rostro, noto que tiene leves rasgos asiáticos, dando
sentido al gesto.

— ¿Señor?— da un par de suaves golpes a la puerta del final del pasillo antes de

entrar—. La señorita Briden se encuentra aquí para verlo.

—Gracias, señorita Soh— hace el mismo gesto que la mujer hace un rato, y me
invita a pasar mientras la fémina deshace el camino que acabamos de hacer, para

seguir con su trabajo—. Señorita Briden, que gusto me da verla al fin por acá.

A pesar de que no escucho otras voces cuando la puerta se abre, al entrar veo que

hay por lo menos 5 personas más esperando por la reunión, entre ellos el

encargado de producción.

—Señorita.

—Caballeros— le dedico un asentimiento a cada uno y toma mi lugar en uno de


los sofás de la estancia.

—Espero que no le moleste que haya añadido a unas cuantas personas a nuestra
reunión. El director de producción pensó que sería indicado traer a sus mejores
trabajadores para que ambos trabajemos bajo una misma línea desde el

pensamiento de un nuevo producto. Y desde luego, he traído a los diseñadores de


la cámara de video con la que hemos estado trabajando.

Asiento en entendimiento.
—Bien, caballeros… Hace unos días hemos estado dándole vueltas a la idea de
la cámara de video. Me enteré más temprano que el proyecto está en etapa de

aprobación, lo que convierte esta reunión en un resumen de lo que se plantea ahí.

—Estamos haciendo un demo del comercial que se había propuesto— el más

viejo de todos interviene—. Pero hemos tenido problemas con la música a


añadir. Ninguno de los artistas colaboradores cree poder encontrar una melodía

que concuerde.

— ¿Y eso lo saben hace cuánto?

—Ayer fuimos notificados con eso.

—Tengo la solución a ese problema, tranquilos— cruzo los brazos—. Pero

necesito que el proyecto esté en la oficina del señor Higgons para poder hacer un
video real. No tenemos el tiempo para basarnos en demos, cuando tenemos casi

todo listo para poder hacerlo realidad. Si seguimos basándonos en pruebas, no es

solo su trabajo el que peligra.

Algunos se dan miradas confusas.

— ¿Algo más?

—Hay rumores de que renunciará debido a lo ocurrido ayer— el mismísimo

dueño de esa oficina es quien responde.

—Y yo que pensaba que no podía escuchar algo más patético hoy— rio en

medio de una negación—. ¿En serio creen que toma unos rumores para
acobardarme?

—No es solo eso, también ha estado poco interesada en la compañía desde hace
un tiempo.

—No es así. Solo estoy tomándome las cosas con calma; no se van a librar de mi

tan fácil— me levanto dándole final a la reunión y me dirijo a la puerta—.

Supongo que los veré más tarde cuando sus conversaciones tengan algo de
coherencia, porque por ahora no tienen ni una pizca.

Mi siguiente parada es la oficina de mi padre, a quien encuentro tomando una

taza de café en completa calma.

—La persona a la que quería ver en estos momentos. ¿Qué te trae por aquí?

—Nada, solo me pasaba a ver como ibas.

—Escuché que saliste con tu abuela.

— ¿Te llamó a contarte eso?

—No fue necesario, me envió una foto.

—Es más rápida que yo, ni siquiera noté cuando lo hizo.

—Bueno, es mejor que todos con un teléfono y lo sabes.

—Si. ¿Te cuento algo gracioso? Recibí una invitación para la fiesta de

compromiso de Andrew.

—Yo igual. Me pregunto con qué fin nos habrán invitado.


—Yo me hago la misma pregunta. No nos agradan, no les agradamos. Creo que
debería ser entendible, incluso para celebraciones como esta. Espero no cuenten

con nosotros porque no pienso ir.

—Ni yo, no tendría por qué hacerlo.

— ¿Viajarás esta noche a Atlanta?

—No, moví mi vuelo para mañana. Tus abuelos pidieron nuestra presencia en la
cena de hoy; parece que quieren conocer unos de los nuevos restaurantes de la

ciudad y volverlo una salida familiar.

Alzo una ceja.

— ¿Qué?

—Oh, vamos, ambos sabemos que jamás “moverías” un vuelo de negocios de la

nada. ¿Pasa algo?

— ¿Soy tan obvio? Es que ya casi es…

—Lo sé, falta poco para que sean 20 años… ¿Vas a quedarte en la ciudad hasta

entonces? ¿Cambiaste de opinión con la reunión en su honor?

—Sí, creo que lo haré. Y ya no creo que haga la reunión, no parece correcto.

—Te lo dije.

—Lo sé, gatita, y eres muy inteligente.

—Te he dicho que no me llames así en el trabajo.


—Ok, vicepresidenta. ¿Mejor?

—Si.

—Necesitas ver algo— me señala una de las sillas frente a su escritorio y busca
por algo en uno de los cajones. Segundos después, pasa una gruesa carpeta hasta

que queda frente a mí.

El nombre en negrilla en la parte frontal, me dice que quizás no esté lista para
enfrentarme a lo que hay en el interior.

— ¿Caso Briden? ¿Qué es esto?

—No pensaste que iba a dejar lo ocurrido en la isla sin explicación, ¿o sí?

—No pensé que lo hicieras, pero si pensé que ibas a mantenerte alejado y dejar

que Tod y Trein se encarguen de eso. ¿Ya tienen un culpable?

Niega formando una línea con los labios.

— ¿Entonces, que tanto hay dentro?

—Sospechosos; datos; pero lo más importante, pruebas.

—Eso explica el hecho de que no los veo tan seguido últimamente.

—No es su culpa, yo se los pedí. ¿Estás enojada?

—Debería estarlo porque me hayan estado ocultando esto… Pero no puedo.

Están intentando hacerlo por mi bien, y entiendo. Respóndeme algo por lo


menos, ¿fue intento de asesinato?
Asiente.

— ¿Quién podría sentir tanto odio por mi como para intentar matarme?— abro
los ojos en respuesta.

—No lo sé. Mi apuesta sería Andrew, pero él ha demostrado que se siente todo

lo contrario hacia ti. Eso lo descarta.

Asiento en acuerdo.

—Puede ser la pelirroja con la que se va a casar. ¿Cómo se llama?

—Trinity… No, no creo. Si estuviera intentando matarme, lo haría de frente.

— ¿Luca?

—Papá, ni pensarlo. Él es mi amigo y no desea mal a nadie. Además, lo pasó

mal con lo ocurrido en la isla.

— ¿Tienes sospechas de más alguien?

—Créeme que ya he pensado en eso, pero no se me ocurre nadie.

—Piénsalo y si tienes por lo menos una leve sospecha, no dudes en informarme

— toma mi mano suspirando—. Y ten cuidado.

—No te preocupes, lo tengo—lo calmo con una sonrisa sincera—. Igual estoy en
este lugar la mayoría del tiempo y nada malo podría pasarme acá.

—Eso espero. Lo digo por tu pronto viaje a Sidney y eso me pone nervioso.

—Llevaré a Trein y Tod. Ellos se asegurarán de que nada malo pase.


—Es su trabajo, claro que lo harán.

—Yo debería volver a trabajar. Hablaremos luego con más calma de todo esto.

Me mira confuso.

—Ah, y nada por lo que preocuparse, pero creo que debería ir al médico.

— ¿Te sientes mal?

—Ahora mismo no. Pero he tenido días en que sí. Por eso quiero asegurarme si

algo va mal.

— ¿Qué sientes?

—No es nada serio, solo cansancio y algo de mareo. Nada de qué preocuparse.

Posiblemente el doctor me diga que es el estrés.

—A veces creo que eres muy buena mentirosa en eso. Cualquiera diría que está

bien pero soy tu padre, y por más que mientas sobre estar bien, sé exactamente
cuando no lo estás.

—Ahora estoy bien, eso es verdad— me levanto camino a la puerta para salir—.

No olvides la cena de esta noche. A las 8.

—Ahí estaré.

Cierro la puerta cuando me da su respuesta y camino de vuelta a mi oficina

esperando poder encontrarme con Xavier, que parece haberse dedicado a


evitarme desde nuestra discusión de más temprano.
En cuanto empujo la puerta doy con su madre y él esperándome.

—No puede ser— casi corro a abrazar a la mujer después de no verla por varios
meses—. No tiene ni idea de cuánto la extrañé.

—Igual yo. No puedo creer lo hermosa que estás.

—Eh… ¿Y eso que ha venido por estos lados?

—Quería hablar contigo— aparta un mechón de cabello gris—. ¿Estás ocupada?

—No, para nada— le doy una mirada interrogante a su hijo esperando que le dé

sentido a la visita de su madre, pero él se ve igual de confundido que yo.

—No tienes que culpar a mi hijo. Yo vine sin que él tuviera ninguna idea.

—No lo estoy culpando— señalo el sofá para que tome asiento y me siento del

otro lado—. ¿Y usted como ha estado?

—Muy alegre. Aun no me hago a la idea de que ambos sean pareja.

—Mamá… — el hombre se queja mirándola—. Esas no son cosas que deberías


andar diciendo por todas partes con tanta comodidad.

—Shh… estoy hablando con Katherine— lo interrumpe seria y vuelve su


atención a mi—. ¿Y cómo te ha estado tratando mi niño?

—Es un completo caballero.

— ¿Lo quieres?

—Mamá…— vuelve a reprochar el castaño con una mueca.


—Xavier, es mi mejor amigo… y mi novio; así que si, lo quiero mucho— sé que
para entonces el sonrojo en mis mejillas debe delatarme.

— ¿Y por qué te demoraste tanto en aceptarlo?

—Katherine, no tienes que responder a eso— el de ojos grises niega luciendo

torturado.

— ¿Te molestan mis preguntas?— su madre me cuestiona.

La miro de vuelta.

—Entiendo— asiente ante mi silencio.

—Mamá, creo que es hora de irte— su hijo la ayuda a ponerse en pie.

—Que grosero eres, Xavier. Solo intento ponerme al día con ella.

—Sí, madre, entiendo. Pero la estás incomodando con tus preguntas.

—Está bien, me iré— acepta a regañadientes—. Pero quiero otro encuentro

pronto.

—No tiene que irse, señora Higgons.

—Adiós, madre— Xavier abre la puerta para ella incluso después que he
insistido en que no hay problema en que se quede.

Cuando la cierra detrás de ella, me cruzo de brazos alzando una ceja.

— ¿Qué?

—Fuiste grosero con ella.


—No intentaba serlo… Además, necesitaba hacer algo— declara y con un par de
pasos se acerca a donde estoy para dejar un suave beso en mis labios.

— ¿Qué haces?— rio olvidándome por completo de mi enojo con él—. Eres un

hombre raro.

—Solo intento darte los besos que no te daré cuando estés en Australia. Tengo

que sobrevivir a esos días de alguna manera.

—Serán solo dos días.

—Pero serán dos días en que estarás lejos de mí.

—Tonto— rio bajo dándole varios besos cortos.

—Amo ese sonido.

— ¿Cuál?

—Tu risa, es lo más hermoso que alguna vez he escuchado.

— ¿Podrías detenerte con eso? Necesito que mi rostro vuelva a un tono discreto.

—Lo sé, estoy siendo patético, pero solo lo hago por ti.

—Si sigues así, tendré que golpearte— escondo el rostro en mis manos.

—Oh, vamos, ríete un poco—aprovecha que mis manos están lejos de mi


abdomen, para comenzar a hacerme cosquillas.

— ¿Reírme?— intento apartar sus manos mientras intento hablar sobre la falta
de aire que me produce reírme tan fuerte.
—Sí, justo así.

—Señorita— la voz de Samantha suena del otro lado de la puerta, acompañada


de un par de golpes en esta—. ¿Puedo pasar?

—Sí, claro, pasa—golpeo al hombre en el brazo para que me dé un respiro.

Toma asiento a mi lado inocente y pone un brazo sobre mis hombros mientras la

castaña entra y nos mira avergonzada.

—Permiso— se detiene a pocos pasos de la puerta.

— ¿Qué ocurre?— pregunto amablemente.

—Necesitamos arreglar su plan de viaje— musita mirando al piso.

—Ok, seguro— le señalo una de las sillas frente al escritorio y me levanto para

tomar mi lugar en el.

—Esa es mi señal para irme— el hombre se levanta—. No quiero escuchar sobre


el viaje que apartará a esta hermosa carita de mi— se acerca por un momento

para darme un beso corto.

Desaparece por la puerta mientras me sonrojo bajo la mirada curiosa de mi


asistente.

—Comencemos— pongo las manos en mi regazo—. ¿Te parece?

—Bien, saldrá el martes y volverá el jueves. Se irá en primera clase junto a su


amiga Claire D’Moon; y el avión saldrá a las 2 am.
— ¿Todo bien?—noto que su mirada ha tomado un tono sombrío. Y no es la
primera vez que ocurre. Cada vez que Xavier está cerca coqueteando o siendo

cariñoso conmigo, adquiere la misma expresión.

—Sí, señorita. ¿Por qué lo pregunta?

Considero como preguntarle, pero al final recurro a lo más directo—: Iré al

grano; te gusta Xavier.

Me mira roja de la vergüenza.

—No…Por qué… Yo no…— tartamudea dándome su repuesta.

—No te preocupes, no me enoja. Sé que te gusta.

— ¿Soy tan obvia?

—Un poco.

— ¿En serio no está enojada?

Niego sonriendo.

— ¿Por qué no?

— ¿Por qué debería estarlo?

— Le acabo de confesar que su pareja me gusta. Y una chica como yo gustando


de él, que está con una mujer como usted parece una comedia trágica.

— ¿A qué te refieres con una chica como tú?

—Ya sabe; insegura, nerd, rara, fea. No soy nadie comparada con usted.
—No quiero que vuelvas a decir eso— le ordeno frunciendo el ceño—. Odio que
una mujer se insulte a sí misma.

—Pero…

—Pero nada. Dices ser insegura cuando es algo con lo que incluso yo lidio.

Dices ser nerd; es una palabra que debe relacionarse con inteligencia, pero hasta

tú misma la usas para denigrarte. Dices ser rara, pero todos tenemos algo de raro
en nosotros y es lo que nos hace especiales. Dices ser fea, pero no lo eres; eres

preciosa.

—Yo…

—Tú nada. ¿Qué tengo yo que me haga mejor que tú?

—Dinero, fama, belleza.

—Dinero— rio divertida—. Si, conté con la suerte de nacer en una familia que

ha trabajado su trasero para tener algunos lujos con esos papeles de valor. Y mi
fama, se debe justo a que sigo trabajando mi trasero para que esto funcione. Y

por último, la belleza es algo subjetivo.

—No sé qué decir— responde inexpresiva.

—Por favor, Samantha, no seas tu propia enemiga. Es el único favor no

remunerable que te pido.

Sus ojos se llenan de lágrimas que descienden por sus mejillas.

—Gracias.
—No te preocupes. Quiero pensar que además de tu jefa también soy tu amiga.
Cuentas conmigo para lo que desees.

— ¿Me puede dar un abrazo?

Con un asentimiento, la dejo acercarse para rodearla con mis brazos y acariciar

su espalda, esperando que eso la calme.

— ¿Por qué se comporta tan bien conmigo?

—Porque me agradas y te considero una amiga.

— ¿En serio?— sus ojos se abren con sorpresa mientras su voz suena algo

hiposa por el llanto.

—Si. Ahora a trabajar. No se te paga por mojar mi ropa con tus lagrimas—

bromeo sonriente.

—De acuerdo— ríe bajo y tomando sus cosas va hacia la puerta.

—Una última cosa— la detengo cuando está por salir—. No te rindas. No estoy

diciendo que vayas por Xavier, sino que sé que puedes encontrar a alguien más,

y por quien no tendrás que llorar.

—Ok— asiente y cierra la puerta detrás de ella al salir.

Miro la hora esperando que por lo menos el tiempo haya avanzado más rápido y

sin nada más que hacer hasta más tarde, me pongo en marcha para mi encuentro
con Claire, Luca y Andrew.

Al salir de mi oficina, le echo un vistazo a Sam pero está concentrada en la


pantalla de su ordenador al punto en que ni siquiera nota que he salido. Sus ojos

aun lucen llorosos pero su mirada muestra determinación.

Me dirijo a los ascensores presionando el botón de llamada, y espero hasta que

las puertas se abren para entrar y presionar el que lleva al parqueadero.

Milagrosamente, no se detiene en ningún punto y puedo llegar rápido. Cuando


las puertas se abren en el subterráneo, espero encontrarme con mis

guardaespaldas pero no los encuentro por ningún lado cerca de la camioneta, que
tampoco se encuentra por ningún lado. Así que voy por mi auto recordándome

que debo enviarle un mensaje a Xavier por si pensaba usarlo.

Saco el auto del estacionamiento activando el GPS para ver que ruta está menos

transitada para llegar a mi destino, y dejando que la radio suene bajo.

En camino al lugar, me detengo al reconocer una tienda de regalos al lado

derecho y estaciono apagando el motor. Lo que me hizo detenerme fue el hecho


de que recordé que era importante por alguna razón.

La campanilla suena en cuanto empujo la puerta y busco por alguien, cuando me

encuentro con el encargado leyendo un libro detrás del mostrador.

—Bienvenida— su sonrisa tiene una pizca de duda—. ¿En qué puedo ayudarle?

—…Un brazalete— digo lo primero que se me viene a la mente.

—Sígame por acá—me indica con una expresión burlona hasta que nos

detenemos en el lado derecho de la tienda—. ¿Alguno que le llame la atención?


—Son hermosos pero nada que ver con mi estilo. ¿Tiene dijes?— digo pensativa
intentando que las razones de porque me parece tan conocido el lugar, lleguen a

mí.

Asiente y camina al otro lado del mostrador para mostrarme los diferentes

modelos.

Niego al verlos—: ¿Y qué hay de anillos?

—Dígame la verdad, ¿piensa comprar algo?—su tono es burlón al cuestionarme.

— ¿Hace cuánto que dirige esta tienda?

—Unos 40 años. ¿Por qué?

—Me parece haberla visto antes.

— ¿En serio?— alza una ceja sarcástico y sé que sabe algo que yo no.

—Basta de burlarse y dígame lo que tenga que decir. ¿Me conoce?

— ¿Conocerla? Si, la vi cuando era pequeña y vino con sus padres por 3
relicarios.

— ¿Conoció a mi madre?

—Sí, y desde el momento que entró por esa puerta supe que se trataba de usted
por el inmenso parecido con ella. Siento lo de su muerte.

—Odio que la gente se disculpe cuando no tuvieron nada que ver con eso.

—Por cierto, ¿Dónde está?— señala mi cuello desnudo.


—No me lo he puesto desde hace varios años.

— ¿Alguna razón?

—No quiero recordar.

—Entiendo.

—Usted fue quien nos vendió los relicarios, ¿por qué se acuerda de mi familia
aunque han pasado años?

—Por lo felices que se veían. A diferencia de muchas de las familias que venían,

la de ustedes evocaba calma y amor.

— ¿Aún los fabrica?

Asiente.

—Me gustaría comprar dos, por favor.

Levanta dos dedos para pedirme que espere y desaparece por un pasillo por

algunos minutos.

—Aquí tienes— los deja en mis manos al regresar y le pago la cantidad

estipulada.

—Gracias— sonrío mientras toma una bolsa y los guarda añadiendo algo más—.
¿Qué es eso?

—Considérelo un obsequio. Y espero que vuelva acá pronto.

—Seguro— aseguro aunque lo más probable es que tomen años hasta que vuelva
a pasar por acá.

Al volver al auto dejo la bolsa en el asiento a mi lado, junto a mi bolso y


conduzco finalmente a donde se supone me encontraré con mi mejor amiga.

Llegar toma menos tiempo del que creo y pronto estoy de nuevo bajando del

auto, llevando la bolsa y mi bolso para entrar al restaurante. Mi mirada busca por

los demás y encuentro a dos de ellos en una mesa cerca de la entrada riéndose.

Camino hacia la pareja y ocupo mi silla

—Hola, bullosos— saludo haciéndoles saber que son quienes tienen el desorden

en el lugar.

—Hermosa, ¿Cómo estás?— Luca saluda.

—Bien, hermoso. ¿Y ustedes?

— ¿En serio tienes que preguntar?— Claire luce más feliz de lo que la he visto

alguna vez.

— ¿He llegado tarde? Tuve que hacer una parada en el camino.

—No, llegamos hace poco. ¿Qué hay en esa bolsa?— señala mis manos.

—Regalos para ustedes— respondo mientras saco los dos relicarios y se los doy
a la joven pareja.

— ¿Relicarios?—Claire alza una ceja.

—Sé que son un poco anticuados pero quería traerles un regalo significativo.
—Gracias, hermosa. No tenías que molestarte— el deportista me guiña un ojo.

—Tenía de alguna manera demostrar lo feliz que estoy de que estén juntos y al
fin puedan ser felices.

Ambos ruedan los ojos al unísono terminando en risas.

— ¿Y cómo has estado? ¿Todo bien con la empresa?— la pelirroja guarda mi

regalo en su bolso.

—Sí, todo bien. Aunque hoy tuve un momento bastante extraño con Samantha.

— ¿Tu secretaria?

—Sí, descubrí que tiene un enamoramiento en Xavier. Fue algo incómodo.

—Así que el señor sombra tiene chicas detrás de él— mi amiga alza una ceja

burlona—. ¿Te enojaste?

Niego.

— ¿La despediste?

—No.

—Entonces, ¿qué paso?— preguntan ambos impacientes por saber.

—Hablamos y aclaramos varias cosas. No hubo nada de peleas, gritos ni drama.


Solo una charla tranquila.

—Ya veo— dice Claire decepcionada.

— ¿Y que hay con ustedes?— trato de desviar la atención lejos de mí.


—Le presenté a mis padres a Claire por videollamada. Y ya la aman—el varón
explica entusiasmado—. Y en cuanto estén de vuelta en la ciudad pienso también

presentártelos.

—Estaría encantada de conocerles.

—Deberíamos apresurarnos a ordenar. Tengo que estar en ensayo en una hora—

la pelirroja chequea su teléfono preocupada.

Su novio asiente y llama al mesero para que tome nuestras órdenes. Que

terminan siendo pasta rissoto para él y lasagna cosmopolitana para nosotras, una

receta del lugar.

— ¿Y qué hay de tu padre, Katherine?—Luca toma algo de agua.

—Más tranquilo, supongo— me encojo de hombros—. Con mis abuelos en la

ciudad todo se siente mejor, incluso con el aniversario de mi madre llegando


pronto.

— ¿Maggie y Calvin están en la ciudad?— la más baja pregunta sorprendida.

—Si.

— ¿Hace cuánto?

—Desde ayer.

—Que bien. Tengo que ir a saludarlos.

—Sí, tienes. O se enojarán contigo.


— ¿Vinieron por lo que creo?

No tengo que asentir porque la respuesta es obvia.

Es el aniversario de la muerte de su hija lo que viene pronto y sé que se


mantienen cerca para no hacernos sentir tan solos a mi padre y a mí.

— ¿Y cómo están?

—Alegres, felices. Sabes cómo es su ánimo siempre.

—Es una lástima que solo cuente con 3 tickets para el concierto, sino los

invitaría a venir.

— ¿A quién más vas a invitar?

—A ti, a este hombre de acá y a Andrew.

— ¿Andrew?

—Sí, me pareció una buena manera de conocerlo más ya que es el mejor amigo

de Luca. Claro, que hemos estado teniendo salidas de amigos antes pero nada
muy informativo para mi relación. Además, pensé que con ustedes alzando

banderas blancas, al fin tendríamos algo de paz.

—Claire, tú sabes que eso no va a durar. Incluso mejor que yo.

—Lo sé, pero intento que lo haga, ¿bien?

—Bien.

Nuestra comida llega obligándonos a detener nuestra charla y dando tiempo a


que la tensión disminuya. Hay algunos chistes de Luca de por medio mientras
nos encargamos de devorar nuestros platos.

En algún punto, cuando ya he terminado levanto mi mirada encontrándome con

la de Claire.

—Lo siento— gesticula con una media sonrisa.

—No es nada— respondo de vuelta.

—Bien, es tiempo de que yo me vaya— mira la hora en su teléfono—. O me van

a matar con mi propio violín.

—Pensé que te me unirías a pasar a visitar a Andy antes de eso— su novio la

mira herido.

—Sí, sé que lo prometí. Pero ya se me hizo tarde. Dile que espero que se

recupere y que necesita dejar de jugar al agente— le da un beso rápido en los

labios y toma el estuche de su instrumento junto a su bolso—. Adiós, adiós, los


amo.

Cuando ella sale del restaurante me giro al hombre curiosa.

— ¿Qué le ocurre a Andrew?

—Oh, sí, se torció el tobillo anoche. Por eso no pudo venir hoy. Aunque el hecho
de que esté en casa de sus padres tampoco ayuda mucho.

— ¿Cómo se lo torció?

—Katherine, creo que ambos sabemos cómo ocurrió. Le ha dicho a todos que
fue un traspié en la escalera pero… Soy su mejor amigo, sé en donde se

encontraba ayer en la noche.

—Es un idiota— niego decepcionada.

—Sí, lo es. Pero un idiota enamorado de ti.

— ¿Me disculpas?— me levanto comenzando a sentirme incomoda—. Tengo

que volver a la empresa ahora mismo.

Me deja ir moviendo una mano en despedida.

Salgo del local y camino lo más rápido que puedo hasta mi auto. Enciendo el

motor y acelero rumbo a la casa de los Simurs, sin importarme las consecuencias

que traiga mostrarme allá.

Conduzco sin prestar mucha atención a los otros autos ganándome algunos pitos

y gritos de los conductores pero no me detengo hasta llegar a mi objetivo.

Aparco en la acera cuando veo la enorme casa blanca, y bajo del auto intentando

recordar la última vez que estuve ahí. Debió ser hace muchos años porque no

puedo recordarla. Aprovecho la trayectoria hasta la puerta para disminuir la


rapidez con la que van los latidos de mi corazón y cuando es el momento
presiono el timbre tragando saliva fuerte.

Una señora mayor abre la puerta y cuando me reconoce, la desaprobación llena


su rostro.

—Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?—pregunta examinándome con ojos


escudriñadores.

—Buenas tardes, ¿el señor Andrew Simurs se encuentra en casa?— uso mi


mejor tono de amabilidad.

—El señor Andrew no puede recibir visitas. Es una orden de su madre.

¿Qué era? ¿Un niño? Su madre no podía decidir esas cosas.

— ¿Ni de una amiga?

—De nadie, y menos de usted.

—Necesito hablar con él, es algo urgente.

—No puede.

—Está bien, no quería hacer esto pero usted no me ha dejado otra alternativa—

respiro profundo, y aprovecho su delgada complexión para hacerla a un lado y

correr hacia las escaleras.

Una furiosa voz femenina me detiene cuando he llegado a la parte alta de estas.

— ¿Qué haces aquí?

—No le interesa— reviso las puertas intentando descifrar cual es la de Andrew.

—Insolente. ¿Cómo te atreves a entrar en esta casa?

—Atreviéndome, así que permiso— le doy una mirada victoriosa cuando doy

con la puerta correcta—. Un placer verla, siempre.

Entro sin tocar y me encuentro con el castaño sentado contra el espaldar de la


cama con uno de sus pies sobre una almohada y un par de compresas de hielo,

mientras habla con Trinity.

— ¿Qué haces tú acá?— se levanta la mujer enfrentándome.

— ¿Por qué te interesa? No tengo que rendirte cuentas a ti.

— ¿Viniste a burlarte de él?

Niego.

—Entonces, ¿Qué viniste a hacer?

—Hablar. Con él.

—No puedes— la respuesta llega detrás de mí cuando la madre del castaño

alcanza la puerta.

—Mamá, Trinity, por favor. ¿Podrían dejarme a solas con Katherine?— el

hombre al fin se manifiesta.

—No podemos, ¿qué tal que te haga daño?—la menor niega repetidas veces.

—No lo hará. Por favor.

—Estaremos cerca— aunque el comentario es mencionado mientras mira a su


hijo, sé que es una amenaza para mí.

Ambas mujeres salen a regañadientes y sé que nunca llegan a las escaleras, lo

que demuestra el punto de que no van a alejarse mucho.

— ¿Cuál es el motivo de tu visita?


— ¿No puedo hacerlo? Porque no recuerdo haberme quejado cuando te metiste
en mi casa.

—Cierto. ¿Así que te enteraste de lo que pasó? Adivinaré, ¿fue Luca?

—Sí, cuando no fuiste a almorzar algo pareció raro.

—Tengo que enseñarle a guardar secretos. Le pedí que no te mencionara nada.

— ¿Por qué?

—No quería otro de tus insultos.

—Pensé que te divertían.

—Algunas veces— asegura con una media sonrisa.

—Eres un idiota— niego riendo—. Todo esto por ir a verme…bueno, a

acosarme.

—Valió la pena.

— ¿Eso crees?— me cruzo de brazos en un fruncimiento.

—Si, además has venido a verme. ¿Preocupada por mí?— una sonrisa burlona

baila en sus labios.

— ¿Te crees tan importante?

—Entonces, si no lo soy, ¿qué haces aun aquí?

—Claire quería saber si te encontrabas bien.

— ¿Solo Claire?
—Sí, solo ella.

—Eres una pésima mentirosa.

—No estoy mintiendo— frunzo aún más el ceño.

—Acéptalo, estabas preocupada por mí.

—Yo... bueno, quizás un poco. Pero tenía que asegurarme de no quedarme sin
competencia; me sentiría mal de competir con un cojo.

—Yo también te quiero— rueda los ojos.

— ¿Quién dijo que te quería?

Sonríe.

—Creo que con eso me voy.

—Espera…

— ¿Hmm?

— ¿Estás bien?

Asiento.

—Aun sigues mintiendo.

—Me tengo que ir— abro la puerta suspirando—. Supongo que otro día podré
insultarte.

—Estaré esperándolo con ansias.

Camino a las escaleras aliviada de no dar con nadie de esa casa en mi salida.
Vuelvo al auto y conduzco de vuelta a la empresa lo más lento que puedo,
dándome tiempo de tener la mente en blanco. No tenía energías para enfrentarme

a nada ni nadie ahora pero era el único lugar donde podría sentirme útil.

Cuando he aparcado el auto en el subterráneo, mi teléfono suena con una

llamada de Samantha para asegurarse donde estoy. Le respondo que estoy por
subir y cuelgo enseguida.

Me dirijo hacia los ascensores y presiono el botón paciente hasta que una

respiración se instala detrás de mí cuello y me sobresalto al ver a alguien detrás

de mí. Nada más y nada menos que Peter Simurs.

— ¿Qué hace acá?

—Hola. Katherine. Me preguntaba si tenías tiempo para hablar.

— ¿De qué tenemos que hablar?

—No creo que este sea el mejor lugar para hacerlo.

—Está bien, esperemos que el ascensor baje y podremos ir a mi oficina.

No pudiendo con el silencio incómodo que se instala en el tiempo que le toma al


ascensor llegar, saco mi teléfono y simulo estar mensajeando a alguien.

En cuanto las puertas se abren ambos entramos y presiono el botón esperando


que se apresure y no tenga que lidiar más con la tensión.

— ¿Cómo está tu padre?

—Bien, trabajando.
—Escuché que tus abuelos están en la ciudad.

—Sí, llegaron ayer.

—Debes estar alegre.

—Sí, es bueno verlos.

— ¿Y qué hay de tu pareja? Espero que la confesión de mi hijo, haya


solucionado cualquier problema entre ustedes. ¿Cómo es que se llama?

—Xavier; y él está bien. Estamos bien.

—Me alegro.

Espero mirando el contador de pisos hasta que las puertas al fin se abren en mi

piso y salgo seguida por él, que luce sereno.

—Samantha, que nadie nos interrumpa— le notifico a mi asistente cuando

pasamos por su lado, antes de entrar a la habitación que es mi oficina.

La mujer asiente y me da una mirada confusa al ver a mi acompañante.

—Tome asiento— señalo el sofá cuando he cerrado la puerta detrás de nosotros,

para evitar chismosos.

—Gracias— toma asiento y se cruza de piernas.

—Puede comenzar— señalo apoyada en el escritorio.

— ¿Qué ocurre entre mi hijo y tú?

—Sinceramente, solo somos amigos.


— ¿Sabes que eso no va a funcionar, cierto? ¿Qué no es bueno?

Asiento.

—Necesito tu ayuda.

—Para que vuelva a odiarme, supongo.

—Verás, Andrew va a casarse con Trinity pronto, y su amistad crearía problemas


que sé que ninguno de ustedes está dispuesto a enfrentar.

—Lo sé.

—Él dice que te ama y…

—Lo entiendo, necesita que me aleje.

—Si. Eres muy inteligente.

— ¿Puedo yo pedirle un favor a cambio?

—Dime.

—Si su hijo no se aleja de mí, no puedo asegurarle nada. Así que le pido que no
eche toda la culpa sobre mí cuando lo único que he intentado es que las cosas

vuelvan a cómo eran antes.

—Sí, sé que a veces puede ser terco.

— ¿Terco? No tiene ni idea.

—Espero que lo que pasó ayer no se vuelva a repetir.

—Por lo menos aprenderá la lección.


—Ojala que lo haga.

— ¿Algo más?

—Escuché que irás a un viaje con tu amiga Claire, Luca y mi hijo a Sidney.

—Sí, es cierto.

— ¿Podrías encontrar la manera de que tu amiga invite a alguien más?

—Ya intenté disuadirla, pero no controlo sus decisiones.

—Espero que sepas que no te odio a pesar de lo que pienses. Me enorgullece

verte crecer como una gran mujer. Solo que Andrew y tú, no pueden… Está mal

que un Simurs y un Briden estén juntos.

—Entiendo, no se preocupe.

—Espero no haberte molestado con mi reunión.

—Para nada.

—Entonces…— se levanta del sofá y me extiende la mano—. Te veré luego.

—Espero que no sea pronto—confieso apretando su mano y soltándola.

—Concuerdo— asiente y dándome la espalda, se dirige a salir de la oficina.

Mi teléfono suena cuando han pasado un par de minutos desde su salida y sonrío
al ver quien llama.

—Hola, extraño. ¿Dónde estás?

—Hola, fenómeno. Estoy mirando apartamentos cerca de la oficina.


— ¿Te vas a mudar?

—Mi apartamento está muy lejos y me pareció que lo más inteligente era buscar
un lugar más cerca.

— ¿Y cómo va la tarea hasta ahora?

—Debiste venir conmigo. Me he encontrado con por lo menos tres parejas de

recién casados también interesados en ellos. Todos en busca de su primer hogar


como pareja.

—Que lastima que no fui, sabes cuánto adoro a esas parejitas.

—Solo para burlarte.

—Exacto.

—Todo un amor de persona.

—Lo sé, deberían darme el premio Nobel por la Paz— bromeo en medio de
varias risas.

—Estoy de acuerdo— afirma sarcásticamente—. Bueno, me tengo que ir, la

búsqueda solo empieza.

—Elige un buen apartamento y suerte.

Cuelgo la llamada y dejo el teléfono sobre el escritorio mirando hacia la soledad

del lugar.

25
Las copas tintinean y la comida es servida a mí alrededor mientras sigo con la
vista fija en mi ensalada.

— ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás tan callada?—mi abuelo toma la mano de su

esposa mientras me mira sobre su copa de vino.

Niego restándole importancia.

—Estás muy extraña— la abuela concuerda con él—. ¿Discutiste con Xavier?

—No.

— ¿Qué ocurre?

—No es nada, solo pensaba en cuanto los voy a extrañar cuando se vayan—
miento.

—Oh, mi niña. No pienses en eso, además no pensamos irnos por ahora.

Disimulo una sonrisa.


Mi actitud no tiene nada que ver con ellos, sino con la pareja a un par de mesas
de la nuestra.

El viste un pantalón negro y una camisa blanca, su cabello está despeinado y no

ha soltado la mano de su pareja en toda la noche. Lo único que mantiene la

distancia entre ellos es el pie vendado del hombre. Ella luce un casual vestido
largo de un color azul metalizado. Lo que más destaca entre ellos ni siquiera es

el amor con el que se miran, sino el anillo brillante en el dedo de la mujer.

—Me siento cansada— simulo ojos adormilados—. Creo que me iré primero a

casa.

—No has tocado tu comida— mi padre me mira preocupado.

—No tengo hambre.

— ¿Necesitas un doctor?

Niego rotundamente.

— ¿Podrías quedarte? Prometo que terminaremos rápido acá y luego podremos

irnos todos juntos— el abuelo pide.

—En serio, tengo sueño. Ha sido un día muy largo.

—Déjenla ir. Necesita descansar— la mujer mira a los dos hombres.

—Los veré mañana— me levanto tomando mi cartera—. Buenas noches. Los


amo.

Camino hacia la salida del lugar y de ahí al otro lado de la acera evitando a las
personas que van camino al restaurante.

Entro al auto y tomo un respiro profundo poniendo la llave en el contacto.

Arranco el motor y conduzco hacia mi casa. Pongo algo de música para evitar
todos mis pensamientos y me concentro en el camino hasta llegar a la estructura.

Subo las escaleras lentamente y me voy directo a mi habitación. Dejo el bolso y

los zapatos en el piso y me dejo caer en la cama cerrando los ojos para
dormirme. Poco a poco mi mente se desvanece y lo último que siento es el

momento en que una lágrima impacta la almohada.

26
El chico no ha dicho nada desde que llegó y permanece con la vista perdida.

—Owen, ¿trajiste los documentos?—pregunto mirando al otro lado del


escritorio.

Asiente entregándome una delgada carpeta.

—Disculpa por ser tan entrometida pero, ¿puedo saber por qué aceptaste mi

propuesta? Ha pasado un tiempo desde que te lo propuse.

Había conocido al joven hace medio año cuando me atendía en un restaurante, su

actitud de querer mantener a los clientes satisfechos incluso manteniendo


conversaciones con ellos sin verse entrometido, me llamó la atención sobre el

potencial que tenía y le dije que podía acercarse cuando quisiera por una
entrevista de trabajo, porque estaba segura de que podía ser útil en algo mucho

más grande que él.

—Necesitaba un mejor trabajo— argumenta sincero. —Briden Enterprise luce

como una gran oportunidad.

—Lo es— afirmo echándole un vistazo a la carpeta—. ¿Así que has tenido
empleos a medio tiempo desde los 15?

Asiente.

— ¿Y qué esperas de este trabajo?

—Progreso.

—Me imagino que te preguntas por el puesto que ocuparás. Como verás, no
somos un McDonald’s.

—No quería ser demasiado impertinente pero sí; me pregunto qué puesto puede

ser desarrollado con mis pocas habilidades.

—Yo diría que la experiencia es una habilidad importante. Me gustaría que

fueras consejero en el área de ventas.

Levanta la vista sorprendida.

—Necesito una visión más fresca de los negocios— alzo los hombros
explicándole porque me llamó la atención—. Si aceptas, te espero el lunes.

— ¿Por qué yo?

— ¿Por qué no? Me gusta pensar que soy buena viendo el potencial de las
personas.

—Gracias, señorita— asiente energéticamente. —Le prometo que haré lo mejor

con lo que me asigne.

—Eso espero— me levanto de la silla para extender mi mano hasta señalar la


puerta—. Entonces te veré el lunes a las 7.

Lo acompaño fuera de la oficina hasta el escritorio de Samantha, que raramente


no se encuentra en su lugar.

—Te recomendaré con mi secretaria— le explico preguntándome en donde se

encuentra—. El lunes no me encontraré en la ciudad. Pero estaré muy al

pendiente de tu desempeño.

—Señorita Briden— Samantha me llama desde los ascensores mientras se

apresura por el pasillo hasta donde estamos—. ¿Le puedo ayudar en algo?—

estudia al desconocido confusa.

—Sam, este es Owen Harris— señalo de uno a otro en una presentación breve

—. Trabajará en el departamento de ventas desde el lunes y quiero que te


encargues de presentarlo a los demás y ayudarlo a adaptarse.

—Claro, señorita.

—Mucho gusto—Owen asiente con una sonrisa tímida.

—Bien, yo debo volver a trabajar— me disculpo—. Owen, espero escuchar


buenos comentarios sobre ti. Te veré luego.

Vuelvo dentro de la oficina mientras mi teléfono suena. Miro la pantalla y

contesto.

— ¿Acaso no tenías a quien molestar?

—Sabes que todo mi talento es para ti—replica riendo.


—Idiota.

—Después de que eso signifique que soy tu idiota, todo está perfecto.

—Adiós.

—Espera…—me detiene antes de que cuelgue—. ¿Por qué no quieres hablar


conmigo?

—Hice una promesa de alejarme de ti y espero que me ayudes a cumplirla.

—Sí, oí que hablaste con mi padre. No tienes que prestarle atención, ¿sabes?

—Estás comprometido y entre nosotros no existe nada que valga la pena— me

siento en el sofá—. Así que es mejor que volvamos a como todo era antes.

— ¿Por qué no aceptas tus sentimientos por mí?

—Porque no quiero terminar herida. ¿Qué ves en mí?

—Me duele ver que no veas todo lo que eres para mí— suspira. —Eres a la

única que amo.

—Andrew, adiós— cuelgo.

Andrew Simurs: No puedes evitarme para siempre.

Katherine Briden: Lo intentaré.

Andrew Simurs: Escuché que borraste tu nombre tu nombre de la lista de

invitados a mi fiesta de compromiso.

Katherine Briden: No encontré una razón para asistir.


Andrew Simurs: Podrías intentar detener ese circo.

Katherine Briden: ¿Te crees tan importante?

Andrew Simurs: Sé que lo soy.

—Y tú también— dice en la entrada de la oficina.

— ¿Qué haces aquí?— pregunto intentando no demostrar lo sorprendida que


estoy.

—Vine a aclarar ciertos malentendidos.

— ¿Cómo cuáles? Además, deberías estar reposando tu tobillo.

—Sé que me viste ayer en el restaurante— se sienta a mi lado—. No era más que

un acto. ¿Por qué huiste?

—No podía seguir viendo esa escena.

—Sabes que no estoy de acuerdo con lo que mi madre planea.

— ¿Y por qué no haces nada? Estar en un restaurante luciendo muy enamorados,

no muestra exactamente que te moleste.

—No me dejan y si lo hago…

— ¿Qué?

—Si lo hago, eso no supone que vendrás a mí.

—No sabes eso.

—Me vuelves loco— toma mi rostro entre sus manos sonando frustrado. —A
veces no sé si lo que dices es cierto. Dime la verdad.

—Yo te amo y eso no importa porque en dos semanas serás un hombre


comprometido en los ojos de todos a quienes conocemos. Solo faltarían las

lindas fotos de vida para que quede la decoración de que estás casado— susurro

sin mirarlo. —No quiero sentir esto por ti, quiero llegar a amar a Xavier y volver
a odiarte pero no puedo. Lo que siento por ti me destruye desde adentro y no

puedo decírtelo porque terminaré hiriendo a alguien o seré yo la que salga


herida. He tratado de olvidarte y de apagar mis sentimientos pero tú sigues

volviendo y enterrándote más en mi mente y en mi corazón. Idiota, no sabes

cuánto te odio por esto—una lagrima se desliza por mi mejilla.

—Sabes lo feliz que me haces— ríe y me acerca a él para abrazarme—. Te amo

—me besa, pero no como antes, esta vez lo hace en serio. Me acerca a él y rodea
mi cintura con sus brazos mientras que yo lo acerco más a mí metiendo las

manos en su cabello.

Mi corazón late frenéticamente y el deseo se desliza por mi cuerpo. Quiero poder


olvidarme de todo pero no puedo y me aparto bruscamente.

El me mira en silencio y niego. Lo próximo que sé es que estoy corriendo al

ascensor con mi corazón frenético.

En cuanto las puertas se cierran, marco el número de Claire asustada por la

manera en la que me siento.

— ¿Hola?
—Claire— respiro profundo antes de hablar—. Necesito que me perdones.

— ¿Qué ocurre?

—No iré en el mismo vuelo que ustedes a Sidney.

—Pero irás a mi concierto, ¿no?

—Claro, no me lo perdería. Solo… Necesito un tiempo.

— ¿Qué pasa?

—No puedo contarte ahora.

—Está bien. Si quieres hablar en cualquier momento, aquí estoy.

—Claro.

—Hablamos luego, debo volver a ensayar.

—Ok.

Cuelgo la llamada y me siento en una de las esquinas del ascensor volviéndome

una bola. Espero hasta escuchar el sonido de las puertas al abrirse para levantare.
Pasan unos pocos minutos hasta que eso ocurre en que lo único que hago es

combatir las lágrimas.

Me levanto y camino un poco mareada al auto.

Subo y conduzco al cementerio. Tengo la mirada nublada por las pocas lágrimas

que han logrado agruparse en mis ojos e intento caminar derecha a la tumba de
mi madre. Al llegar, me dejo caer de rodillas.
—Hola, mamá. Yo de nuevo. ¿Cómo está la vida del otro lado? Espero
averiguarlo algún día a tu lado en muchos años. Como verás, no ha sido una

buena mañana. Le dije a Andrew lo que sentía por él y no sé qué hacer. ¿Por qué

me tuve que enamorar de él? Realmente esto del amor es una mierda. Qué bueno
que todo salió perfecta entre papá y tú. Dame fuerzas para continuar, necesito

continuar.

Me levanto y mira la lápida una vez más antes de volver al auto.

27
Claire ha terminado su presentación así que me levanto para aplaudirla,

orgullosa de lo que acaba de hacer en el escenario. Había pasado toda mi vida


escuchándola tocar pero ni de cerca la había escuchado tocar con tanto esmero y

pasión como hoy.

La veo caminar hacia bastidores y sé que va a cambiarse a su camerino por lo


que no podré reunirme con ella hasta en un rato. Los dos amigos están a unas 10

filas por debajo de mí y noto que se levantan para salir del teatro, por lo que

vuelvo a sentarme y tapo mi rostro con mi cabello mirando hacia el lado

contrario con el fin de que no noten mi presencia.

Después de lo ocurrido con Andrew la última vez, volví a llamar a Claire para

decirle que me sentaría en un lugar diferente y encontré la manera de


intercambiar puestos con un hombre, que felizmente aceptó estar más cerca del

escenario, con la única condición de que no hiciera ninguna mención de mi


existencia.

—Ha sido fantástico— el más bajo afirma en el momento en que se acercan a la


fila por donde estoy.

—Claro que lo fue, es mi novia— Luca alardea orgulloso.


— ¿No has sabido nada de ella?— de repente el ánimo de la conversación
cambia a algo más triste—. ¿Le has preguntado de nuevo a Claire?

—Sí, lo he hecho, amigo. Simplemente canceló. Olvídalo, ¿sí? La respuesta no

ha cambiado en todas las veces que has preguntado, así que creo que es

momento de rendirte. Es obvio que no vino.

—Lo entiendo. Es solo que me siento culpable por ser la razón de su ausencia.

—De seguro solo estaba ocupada.

—No lo creo. Estaba entusiasmada por venir, y no se perdería esto por nada del

mundo.

En el momento que les toma pasar por la fila donde estoy sentada, sostengo la

respiración y cuando sus voces no son más que murmullos, al fin respiro

aliviada.

Me levanto y camino rápidamente a la salida del anfiteatro evitando a todo costo


las grandes aglomeraciones de personas, facilitándome la salida rápida del lugar

hasta la calle. Sé que los dos hombres se han dirigido hacia los camerinos para
esperar a la pelirroja; permitiéndome irme a mi hotel sin inconvenientes.

En el taxi, marco el número de Claire y suena dos veces hasta que contesta.

—Hola, ¿Cómo estás?— su voz se escucha poco sobre las demás que la rodean.

—Bien, logré salir. Estuviste fantástica— la felicito brevemente—. En serio,

estoy muy orgullosa de ti, preciosa.


—Gracias.

— ¿Están ahí contigo?

—Sí, mamá— miente y esa es suficiente respuesta a mi pregunta—. Sí, estoy


con Luca y Andy. Te mandan saludos, por cierto.

—Entiendo, ¿hablamos luego?

—Claro, hablaremos luego con más calma.

Cuelgo la llamada y espero impaciente mi llegada al hotel. Después de haber

estado todo el día recorriendo la ciudad intentando matar el tiempo a solas

evitando que el jetlat me golpeara, estaba lista para llamarlo un día.

—Gracias— le digo al taxista sacando el dinero para pagarle y entregándoselo

—. Quédese con el cambio y tenga una buena noche.

—Espero Sidney sea de su agrado— se despide y arranca después de que he

bajado.

Camino dentro del hotel y voy directo a mi habitación.

Al estar dentro, cierro la puerta y me detengo directo frente al espejo


felicitándome por el gran trabajo que he hecho hoy. Tomó algo de habilidades de

disfraz para pasar desapercibida esta noche y lo había logrado. Me quito la


peluca rubia dejando a mi cabello caer suelto, luego retiro los lentes y limpio el
maquillaje. Suelto los botones de mí abrigo y luego me encargo de quitar mi

vestido, para reemplazarlo con ropa cómoda para salir; unos pantalones anchos y
una blusa de mangas largas. Recojo mi cabello en un moño alto y me encargo de

sacar las cosas importantes para guardarlas en mi bolso más casual.

A pesar de que van a ser alrededor de las 10 de la noche, mi estómago ruge por

mi falta de comida desde el almuerzo y decido que es una buena idea salir por

algo de comer, en vez de solo pedir servicio a la habitación.

Al asegurarme de que he quitado todo el maquillaje y estoy presentable, hago mi


camino fuera del hotel pensando en qué camino tomar.

Al pasar la salida tropiezo con alguien que provoca mi caída y segundos después

una mano aparece en mi campo de visión. Antes de poder tomar la mano,

levanto mi mirada y me encuentro con unos sorprendidos ojos azules.

Me levanto sin su ayuda esperando por una palabra de su boca, pero en vez de
eso me abraza en silencio. Su tobillo parece haberse recuperado porque se

sostiene con firmeza al piso.

—Viniste—suspira contra mi cabello.

—No me perdería un concierto de Claire— me aparto con mi orgullo algo herido


—. Así que hola y adiós— camino lejos con paso rápido.

—Espera— me alcanza tomando mi mano—. ¿Quieres ir por un café?

—En realidad, tengo planes.

—Solo serán unos minutos— pide mirándome a los ojos.

—Yo…Está bien, un café— acepto soltándome de su agarre.


—Vamos—señala ofreciéndome ir delante.

—Te sigo.

—Como digas— emprende la marcha y lo sigo a un par de paso detrás.

Caminamos por unos minutos hasta que encontramos una pequeña cafetería
llamada Leon. Entramos y escogemos una mesa cerca de la puerta.

—Por si deseas huir— se burla por nuestra cercanía a la salida después de

sentarse.

—No me des ideas— me mofo tomando asiento.

— ¿Por qué no viniste en nuestro vuelo?

—Lo sabes muy bien

—No contestas mis llamadas ni mis mensajes.

—Lo sé.

— ¿Sabe Claire que estás aquí?

Asiento.

—Luca es un traidor—dice entre dientes.

—Él no lo sabe. Le pedí a Claire que no se lo dijera.

— ¿Así que ella me ha visto pasándola mal a pesar de saberlo?

—Le dije que no te dijera, ni a Luca ni a ti ni a nadie.

— ¿Por qué huiste ese día?


—Porque lo que pasó no está bien.

—Mi compromiso no se dará. Le dije a Trinity que no había manera de que me


casara con ella. También le confesé que te besé… de nuevo.

— ¿Hiciste qué?— abro los ojos pasmada por la sorpresa de que le haya dejado

las cosas claras a su antigua prometida.

—Cuando confesaste al fin en mi cara que me amabas, debía hacerlo.

— ¿Y esperas que eso haga que al fin te acepte? No sé si lo recuerdas, pero estoy

en una relación— aunque es una mentira a medias, es lo que necesito decir en el

momento.

—No sé si lo recuerdas pero eso no importó cuando te estabas declarando— se

encoge de hombros—. Y sé que tarde o temprano, me aceptarás.

Mi celular suena interrumpiendo mi respuesta y alzo una ceja ante la

coincidencia.

—Hola, Xavier— contesto con una sonrisa—. Buenas noches.

—Buenos días—ríe divertido—. ¿Cómo estás?

—Bien. El viaje estuvo fantástico y pude recorrer la ciudad. Y esta noche, Claire

tocó fantástico, ojala pudieras haberla visto.

— ¿Estás en el hotel ya?

—No, tenía algo de hambre así que salí por algo de comer.
—Espero que no estés pensando también en emborracharte.

—Oh, vamos, fue una sola vez— pongo una mano en mi frente riendo—. Te
prometo que no tocaré ni una sola gota de alcohol.

—Que bien, eso espero.

— ¿Y cómo está todo en Nueva York?

—Todo está perfecto pero faltas tú para hacerlo magnifico.

— ¿Cómo le fue a Owen?

—Ese chico es un diamante en bruto.

—Sé que lo es, ¿y mi padre?

—Trabajando. Estaba algo triste por tu viaje pero creo que estar sumergido en su

oficina, ha hecho todo mejor.

—Pobre. Dile que lo quiero mucho y estaré de vuelta antes de que lo note.

—Sí, señorita— la línea permanece en silencio por un momento hasta que

vuelve a hablar—. También te extraño.

—Lo mismo va para ti, estaré de vuelta pronto.

—Lo sé, solo se siente raro no tenerte por los alrededores.

Aclaro mi garganta hacia su frase, algo afectada porque una parte de mi lo

extraña—. ¿Ya conseguiste un apartamento?

—Tengo un par de opciones.


—Que bien, espero que elijas bien.

—Lo haré pero tienes que prometer que vendrás a quedarte algunos días.

—Claro… Mi comida viene en camino y en serio estoy hambrienta. Te llamo


luego. Ten un grandioso día.

—Está bien, te dejaré comer. Y yo me iré a trabajar. Duerme bien.

—Adiós, tonto— rio y cuelgo la llamada.

El castaño me mira a través de la mesa entretenido.

—Creo que será mejor optar por el servicio a la habitación. Me voy.

—Pensé que habías aceptado una taza de café.

—Ni siquiera hemos ordenado algo— menciono lo evidente—. Solo estás

haciendo tiempo que no estás utilizando.

—Está bien, tienes razón. Pero en serio necesito un café si intento hacer tiempo,

así que… Iré por dos tazas— se levanta sonriente—. ¿Negro?

—Bueno, tienes un punto, acosador.

Se va tan rápido como vuelve con dos humeantes vasos de café y señala la
salida. Me pongo en pie y lo sigo fuera temblando un poco por la ráfaga de frio
que nos recibe.

—Sostenme un momento— me entrega los cafés cuando nos hacemos a un lado


de la entrada, y se quita el saco del traje para ponerlo sobre mis hombros y
hacerse con uno de los cafés—. ¿Mejor?

—Sí, gracias— le doy un trago al café y lo sigo en nuestra caminata de vuelta al


hotel.

—No hay de que— pone un brazo sobre mis hombros en el recorrido.

Nuestra caminata se hace eterna con él llevándonos a pasos cortos y tengo que

evitar reír por cada vez que me retiene de ir más rápido.

—Buenas noches— me quito la chaqueta dejándola sobre su hombro y le doy los

últimos tragos al café antes de devolverle el recipiente vacío para poder sacar la

tarjeta llave de mi bolso, cuando estamos frente a la puerta de mi habitación. —

Y gracias por el café.

—Buenas noches— responde acariciando mi mejilla.

Agarro su mano y lo detengo.

—Entiendo— baja la vista cerrando los ojos por un momento—. Debo dejar de

presionar.

— ¿Sabes? Ese es el problema. Que tú no lo entiendes—niego con una sonrisa


tomando mi decisión; si voy a arriesgarme, será por completo; y tomando sus
mejillas para acercarlo a mí, dejo un suave beso en sus labios.

Cuando lo dejo ir, me mira sorprendido.

—Le dije a Xavier que quería que volviéramos a ser amigos cuando baje del

avión esta mañana. Claro, espero poder hacerlo personalmente en cuanto vuelva
pero le di la tranquilidad… Nos da la tranquilidad a ambos de saber que no
corremos el peligro de que todo se arruinará. Las cosas no estaban bien en el

poco tiempo que llevábamos juntos y no quería arruinar el vínculo que tengo con

él.

— ¿Y él que dijo? No parece ser de los que aceptan fácil las cosas.

—Que lo entendía y aunque jamás iba a dejar de amarme, respetaba mi decisión.

—Así que, ¿eso quiere decir que estás libre?

—Si.

— ¿Y por qué me has estado evitando y no querías que Claire me contara de tu

presencia acá?

—No quería comenzar algo antes de tener todo lo demás claro. Además, pensaba

que estabas comprometido— aclaro cruzándome de brazos—. Mi ruptura con

Xavier estuvo afectada por lo que pasó contigo, pero no fuiste la razón principal.
Pasó porque tenía que pasar y no quería causar más daño del que ya le había

causado.

— ¿Pero tengo alguna oportunidad?

—Sí, digamos que la tienes. Así que has de aprovecharla muy bien.

—Espera ahí— levanta dos dedos hasta dejar los dos vasos de café a un lado de
la puerta y luego vuelve a ponerse en pie. —Ahora si— toma mi cintura y me

acerca a él riendo.
—Supongo que estás pensando en besarme.

—No estoy loco para no hacerlo— deposita un beso en la punta de mi nariz y


luego uno a mis labios.

Este beso es menos intenso que los anteriores; casi una caricia, pero no deja de

causar lo mismo en mí. Acaricio su cabello y sonrío sobre sus labios.

Abro la puerta sin alejarme mucho de él y hayamos la manera de entrar sin


tropezar, cerrándola con un pie cuando ambos estamos dentro.

Ya dentro, volvemos a besarnos pero esta vez en serio y hacemos nuestro camino

hacia la cama sin despegarnos. No me doy cuenta el momento en el que caigo en

la cama. Y cuando al fin, despegamos nuestros labios se encarga de quitar mis

zapatos y los suyos. Su cabello luce despeinado y su camisa luce arrugada.

Pero tiene la sonrisa más hermosa que alguna vez he visto.

Alcanza mi mirada y se la quita echándola a un lado, sin perder un solo


momento para volver a la cama para besarme. Su aroma es delicioso y sus ojos

lucen hambrientos entre besos.

Pasa a besar el punto detrás de mi oreja y desciende dando pequeños besos hasta
mi cuello, donde permanece un tiempo haciéndome cosquillas con su

respiración.

Los latidos de mi corazón son agitados cuando quita mi blusa.

Seguimos besándonos frenéticamente hasta que se aparta suavemente dándome


el tiempo de aclarar mis pensamientos.

—No podemos… Lo siento— ha pasado a lucir miserable y me hace


preguntarme que pensamientos rondan por su cabeza, para poder consolarlo.

—No hay problema— niego recuperando el aliento—. Tienes razón, íbamos

muy rápido.

—No eres tú, solo no lo quiero así.

—Andrew, en serio, no hay problema— sostengo su mejilla sonriendo—.

Además, ya es tarde y ambos deberíamos estar durmiendo.

—Tienes razón— deja un beso en mi frente—. Creo que esta noche dormiré acá.

— ¿De qué hablas? – frunzo el ceño confundida—. Es mi habitación, que te

haya estado besando todo este tiempo no quiere decir que esté bien que duermas

acá.

—Pues que mal, porque ya estoy bastante cómodo— se quita de encima y se

acuesta a un lado, alcanzando una almohada—. Ven acá— extiende su mano

para jalarme a su lado y dejarme de espaldas a él para poder susurrar en mi oído


—. Esta noche quiero dormir a tu lado.

Me sonrojo negándome a decir una sola palabra.

—Te prometo que no te daré razones para matarme mientras duermes— acaricia
mi brazo—. Sé comportarme.

—Está bien— suspiro girándome un poco para mirarle—. Pero tienes que
invitarme a desayunar, y como ronques te tiro al piso.

—Hecho.

—Buenas noches— vuelvo a girarme dándole la espalda.

—Buenas noches— besa mi nuca causándome un estremecimiento. Desliza su


brazo sobre mi cintura y me acerca aún más a él.

Agradezco la oscuridad debido a lo roja que debe estar mi cara y no es hasta que

escucho su respiración acompasada confirmando que se ha quedado dormido,

que me dejo caer en el sueño.

●●●

Abro los ojos al sentir a alguien observarme. Me encuentro con la pareja de

nuestros amigos con sus ojos fijos en la cama y toma todo de mí no gritar por la

sorpresa.

—Veo que has tenido una buena noche—la pelirroja afirma con burla, alzando

ambas cejas.

— ¿Qué hacen acá?— obligo al sueño a dejarme mientras intento sentarme en la


cama sin éxito por el peso del brazo de Andrew aun sosteniéndome—. ¿Cómo
rayos entraron?

—Te levantaste gruñona— se mofa mi mejor amiga—. La verdad es que


veníamos a invitarte a desayunar después de que este de acá me hiciera confesar

sobre ti. Pensamos que sería un buen comienzo para el día y una manera de
actuar como mejores amigos grandiosos para que ese de allá y tú pudieran hacer

las paces; pero por lo que veo, llegamos tarde.

—Eso no responde mi pregunta de cómo entraron.

—Ah, le dije a la amable recepcionista que mi mejor amiga estaba pasando por

una dolorosa ruptura y necesitaba con urgencia venir a consolarla— se encoge

de hombros inocente—. Creo que soy una mentirosa convincente.

— ¿Así que estabas pensando delatarme hoy?— deduzco seria al ver como no

había podido resistirse un día más—. Te pedí que no lo hicieras— digo

decepcionada porque en serio le haya tomado tan poco entregarme.

—Veo que tú te delataste primero— le da una vistazo al castaño aun durmiendo

profundo en la cama—. ¿Qué paso anoche?

— ¿La verdad? No estoy de humor para dar explicaciones— frunzo el ceño


enojada y muevo el brazo de Andrew hasta que soy capaz de ser libre de su

agarre.

Fuera de la cama, tomo mi blusa de la noche anterior y me la pongo dándole la


espalda a la pareja.

—Mira, Katherine, no planeábamos molestarte— Luca interfiere—. Solo no

pensé que Claire estuviera tan tranquila sin tú estar acá, y también actuaba muy
raro. Mi mejor amigo estaba sufriendo y necesitaba ayudarlo. La obligué a

contarme. Pero eso no quita el hecho de que me alegra saber que viniste.
De repente, el hombre en la cama se remueve y abre los ojos poco a poco hasta
terminar en una mueca sorprendida al ver la escena. Me observa en busca de

respuestas pero se la devuelvo con confusión.

—Buenos días, ¿qué ocurre?— se sienta en la cama pasando la mano por su

cabello.

—Esa es nuestra pregunta— la más baja cuestiona al hombre al mirar su


abdomen desnudo—. ¿Qué paso anoche?

—No es su asunto— peino mi cabello lo mejor que puedo.

—No es nada, solo me la encontré, fuimos por un café y nos quedamos dormidos

—aunque es la verdad a medias, sé que nuestros amigos quieren más detalles

que él no les dará hasta que nosotros mismos no estemos seguros de anoche.

— ¿Te quedas dormido con cualquiera sin camisa?—la mujer insiste sin una
pizca de convencimiento en su semblante.

—Tenía calor— miente el ojiazul—. Y ella igual, así que decidimos que sería

buena idea quitarlas.

—Hmm, ya veo.

—Bueno, basta de interrogatorios. Necesito que todos se vayan porque tengo

que ducharme y cambiarme— señalo dándoles miradas severas a los tres—. Y


no puedo hacerlo con todo esto ocurriendo.

— ¿Desayunarás con nosotros?—Luca pregunta sonriente.


—Sí, está bien— muevo una mano antes de abrir la puerta en medio de un
bostezo—. Pero por ahora, adiós.

—Te veremos en el vestíbulo en 30 minutos, nada más, porque me estoy

muriendo de hambre—la mitad femenina de la pareja, añade antes de salir por la

puerta.

—Sí, sí. Entiendo.

El par sale poniéndose a hablar de otra cosa y cierro la puerta mirando al hombre

en la cama, que aún permanece inmóvil.

—Eso fue extraño— se levanta y camina hacia mi hasta darme un abrazo—.

Buenos días.

—No podemos hacer esto ahora— niego permitiéndonos solo unos momentos

para abrazarlo antes de apartarme—. Necesito que te pongas la camisa, vayas a


tu habitación y nos veamos en 30 minutos para desayunar con ellos.

— ¿Estás molesta?

—Un poco, pero no es contigo. Es solo que… ellos me tomaron por sorpresa.

—Entiendo, tranquila— besa mi frente y va por su camisa y zapatos para


ponérselos con prisa—. Hablaremos más tarde.

—De acuerdo— asiento caminando a la puerta para abrirla.

—Todo saldrá bien— me asegura mientras cruza la puerta.

De vuelta en mi soledad y segura de que ninguno de ellos va a volver, me tomo


unos minutos para sentarme y rememorar lo ocurrido anoche. Todo pasó de nada

a todo en un par de horas, y era grandioso. El pensamiento me tiene con una

sonrisa de oreja a oreja y negando constantemente para dejar de hacerlo.

Mi teléfono suena en la mesa de noche y tomo la llamada.

—Hola, bebé— chequeo la hora en el reloj y hago la cuenta para saber qué hora

es en la ciudad. Según mis cálculos, son un poco más allá de las 7 de la noche.

—Hola, papá. Es bueno escuchar de ti.

— ¿Cómo va todo en Sidney? Lamento no haber llamado antes, he estado debajo

de pilas de trabajo y no he podido tomar el teléfono para llamarte. ¿Qué hay de

Claire?

—Todo acá es perfecto. Y la presentación de Claire… Es que debiste escucharla,

fue grandiosa.

— ¿Ya desayunaste?

—No, lo haré en un rato. Ahora mismo tomaré una ducha y me cambiaré para

encontrarme con Claire para ir juntas.

—Que bien. ¿La comida ha sido buena?

—Sí, lo ha sido. Incluso creo que prepararé unas de vuelta en casa.

—Suena a que necesitaremos protección contra incendios— bromea y por


primera vez en la llamada me deja escuchar su risa.

—Muy gracioso, viejito. Son recetas vegetarianas, nada que ver con el fuego.
¿Cómo va todo en casa?

—Bien, esta mañana recibimos la invitación en el patrocinio de un nuevo


proyecto arquitectónico.

—Espero escuchar de eso cuando esté de vuelta, suena interesante.

—Bueno, deberías apresurarte porque vas a alucinar cuando escuches los demás

participando en él.

— ¿Y los abuelos, están bien? ¿Se han ido a Hawái?

—Sí, hable con ellos hace un par de horas.

—Bien, te dejaré dormir. Saludos a todos allá.

—Y tú dale mis saludos a todos allá.

—Lo haré. Ahora deberías ir a dormir y yo debería apresurarme antes de que

Claire se enoje porque no he bajado a encontrarme con ella para desayunar.

—Adiós, bebé.

—Adiós, papá.

Cuelga y dejo el teléfono de nuevo sobre la mesa para dirigirme a tomar una
ducha rápida. Al momento de vestirme, me voy por algo cómodo con un par de
shorts y una blusa básica; recordando el frio de anoche añado un abrigo café y

para los zapatos, solo me pongo unas sandalias a juego. Dejo mi cabello suelto
para dejarlo secar por sí solo y me aplico algo de polvo y brillo labial.
Compruebo la hora en mi teléfono notando que se me ha hecho tarde, así que
tomo mi bolso y teléfono para dirigirme al vestíbulo del hotel en un trote.

—Ahí estás— mi mejor amiga sonríe aliviada.

—Lamento llegar tarde, tuve que atender una llamada de mi padre.

— ¿Ya podemos irnos?—su novio aparece guardando su teléfono.

— ¿Irse sin mí?— Andrew llega corriendo y se nos une, y me alegro de no ser la

última—. Hieres mis sentimientos, Sandino.

—Jamás, hermano, solo daba un pie dramático a tu llegada— ríe el hombre y le

guiña un ojo para tomar la mano de su novia—. Vamos, señoritas… y Andrew, si

nos demoramos más tendremos que ir por el almuerzo.

El ojiazul aprovecha que los otros dos han tomado la delantera y pone su brazo

sobre mis hombros luciendo feliz—: Luces hermosa.

—Tú estás… normal— me encojo de hombros después de echarle un vistazo a

su ropa; unos pantalones holgados y una camisa blanca.

— ¿Ah, en serio?— acerca su rostro al mío burlón, solo para fastidiarme.

—Sí, y tenemos que alcanzar a esos dos. Nos están esperando.

—Lo sé, te dije que sabía comportarme.

Nos movemos fuera de la edificación siguiendo a nuestros amigos mientras


sonidos de besos ocasionales se escuchan en su dirección.
—Búsquense una habitación—les dice un poco alto riéndose. —No están tan
lejos de volver arriba.

Ellos voltean para darle malas miradas y no puedo evitar unirme a sus risas.

—Solo decía—alza las manos en señal de paz.

— ¿Por qué estás de tan buen humor?— le pregunto en voz baja con curiosidad.

— ¿No es obvio? Por ti, por mí, por nosotros.

—Suenas demasiado cursi.

—Lo dice la mujer que dijo “No lo entiendes” y luego me besó.

—Eso no fue cursi, fue romántico.

—Si lo fue.

—Mejor cállate, idiota— ruedo los ojos con una sonrisa.

—Oigan, ustedes dos, dejen de burlarse a nuestras espaldas y apresúrense—Luca

llama nuestra atención algunos metros enfrente.

—Ya vamos— Andrew ni siquiera aparta la mirada de mi rostro para responder.

Los encontramos frente uno de los locales de comida con aspecto prometedor y

al leer tengo que levanta una ceja. El nombre del lugar es “Americana”. ¿Nos
podíamos ver más como turistas?

De igual manera, decidimos entrar y sentarnos en una de las mesas centrales.

— ¿Ya van a decir la verdad?— sorpresivamente la pregunta viene de Luca en el


momento en que nos sentamos.

El castaño me da una mirada en busca de permiso y asiento. Si vamos a


intentarlo, lo mejor es comenzar con quienes reciban la noticia con alegría. De

vuelta en casa, no va a ser tan fácil.

—Decidimos ver qué pasa— se encoge de hombros mirando a su amigo y de no

ser porque es un tema serio, estaría aplaudiendo por su buena expresión de


franqueza.

—Es decir, ¿anoche ustedes…?

—No— niego algo alto y luego bajo la voz para mi explicación—. Solo

dormimos en la misma cama.

— ¿Cómo se encontraron exactamente?— Claire señala de uno a otro interesada.

—Fuera del hotel, ella tropezó. Quizás no fue la mejor idea que se hospedara en

el mismo hotel que nosotros si pensaba evitarnos.

—Nada de eso, yo fui la que dijo sobre este hotel y Claire decidió que era un

gran lugar poniendo todo mi plan en riesgo. Y la verdad es que se arruinó de


manera pésima.

—Mentirosa—la pelirroja niega en mi dirección sonriendo—. Pero estoy feliz de

haber contribuido a que ustedes dos se encontraran y pudieran hablar las cosas.
¿Ahora están juntos?

—Algo así—alzo los hombros porque no estoy segura en qué lugar nos deja lo
de anoche—. Veremos que ocurre.

—Bienvenidos a Americana. Para nosotros es un placer tenerlos hoy acá— una


señora con una rebelde mata de cabello verde llega a nuestra mesa luciendo

extremadamente feliz en su uniforme de camarera—. ¿Ya saben que van a

ordenar?

— ¿Qué nos recomienda?

—The Master Egg— ofrece pensativa.

— ¿Y qué es?

—Es un tazón grande de huevos— explica. —De él pueden comer unas 10

personas.

—Debe ser enorme— la pelirroja abre los ojos sorprendida.

—Y hay un reto con eso—añade para añadirle aún más interés al tema.

— ¿Reto?

—Si logran comerlo en 5 minutos les regalamos el desayuno y un postre, y no

tendrán que pagar nada.

—Suena interesante—el deportista considera pensativo—. ¿Deberíamos


hacerlo?— nos mira a todos en busca de una respuesta de apoyo.

Asiento. —: Hagámoslo.

—Traiga “The Master Egg”— el hombre le pide luciendo retador.


—Enseguida— se retira la mujer sonriente.

— ¿Saben que es una locura, cierto?—Claire mira entre nosotros dos esperando
que él otro hombre, la apoye—. No creo que todo sea tan fácil como suena.

Tiene que haber un truco.

—Sí, posiblemente lo haya y sea algo que nos envíe al baño por el resto del día,

pero suena divertido. ¿Recuerdas? Tu misma me dijiste que me divirtiera más y


eso hago.

El celular del ojiazul suena con una llamada, y después de darle un vistazo a la

pantalla cuelga.

El teléfono vuelve a sonar.

— ¿Por qué no tomas la llamada?— lo miro confusa.

—Es mi madre. Las cosas han estado tensas en casa desde que cancelé el

compromiso… que en realidad nunca quise, así que no sé porque le molesta


tanto que me deshaga de algo que no me va a ser feliz.

—Ya veo… ¿Trinity está bien?— a pesar de que mi relación con la pelirroja no
ha sido buena, no puedo ni imaginar lo mal que se debe sentir. Noté que en serio
lo amaba y estaba dispuesta a todo por hacer que los sentimientos de él fueran

los mismos; aun así, parecía que al final no podía hacer mucho contra sus deseos
de terminar con todo.

— ¿Quieres la verdad?
—Si. ¿Qué más podrías decirme?

—No lo sé, alguna mentira piadosa como que me ha superado y ahora está en
busca de triunfar— niega viéndose aturdido—. Pero no, esa no es la verdad. Su

padre ha tenido que vigilarla en estos días mientras hace lo posible porque ella

mejore y deje de llorar. Sé que no lo parece, pero Trinity es más sensible de lo


que todos piensan; la conozco y detrás de toda esa irritación, hay una persona

con sentimientos heridos. Supongo que soy un idiota, por unirme a la lista de
quienes la han lastimado.

— ¿Hace cuánto la conoces? Porque no recuerdo haberla visto antes.

—Hace 9 años.

—Pensé que no era tanto tiempo.

—Bueno, no hablamos por casi 3 años cuando se fue a vivir sola a Suiza y
supongo que en ese lapso de tiempo fue que las cosas perdieron sentido entre

nosotros, porque si hubo un tiempo de mi vida en que habría dado todo por

casarme con ella… Pero se volvió alguien diferente, amarga y simplemente no


quería estar con alguien así.

—Suena a que la amabas mucho— tomo su mano por un momento para darle
apoyo, y me pregunto que estaría pasando ahora si ellos dos siguieran juntos.

—Llegó el reto— la señora que nos ha estado atendiendo pone el enorme bol en

la mesa en que nos encontramos sentados y entiendo que no mintió cuando dijo
que era como para unas 10 personas; parece más el peso de 10 personas.—
¿Están listos?

Nos acomodamos tomando nuestros tenedores y cuando presiona el botón del


temporizador, todos atacamos el plato. Segundos después de que hemos

comenzado está bastante claro que Luca ni siquiera se toma el tiempo de

masticarlos antes de tragar, mientras que el resto nos aseguramos de masticar


rápido.

Han pasado dos minutos y parece que el tazón no ha bajado ni un poco desde

que empezamos y Luca ha bajado el ritmo de comer. Toma un vaso de agua y

asiente en mi dirección para asegurarme de que todo va bien.

Alrededor de otro par de minutos pasa y puedo notar pequeñas vistas del fondo

del plato a la vez que la peliverde asegura con voz cantarina—. Tienen 50

segundos.

Luca tiene cara de no querer ni un poco más, Andrew se ha rendido y Claire

parece que después de esto tendrá pesadillas con huevos.

Sin demorarme mucho en echarles un vistazo continúo ayudándoles a terminar


lo restante con la voz de fondo en cuenta regresiva. —20…19…18…17.

—Listo— levanto una mano cuando ya hemos acabado con tiempo de sobra y
enseguida me tomo todo el vaso de agua que me trajeron.

—Felicitaciones, lo han logrado. Por lo tanto, tienen desayuno gratis y pueden

ordenar postre. Todo corre por parte de la casa.


—No creo que alguien acá quiera comer más, pero gracias— Andrew asegura
sonriente—. Los huevos estaban deliciosos aunque creo que necesitaré

abstinencia de ellos después de esto.

—Él tiene razón, estaban deliciosos y fue divertido; y no crea que nos iremos sin

pagar— niego poniéndome en pie y sacando la cantidad que me dice, más algo
más como propina—. Gracias por su alegre atención.

—Gracias a ustedes por dejarnos deleitar sus paladares con algo sencillo—

asiente y nos acompaña a todos a la salida.

Fuera, enfrentando que el cielo ha empezado a llenarse de nubes cierro el abrigo.

— ¿Qué hacemos ahora?—a Luca no le toma ni dos segundos después de que

hemos salido del lugar abrazar a la pelirroja de nuevo—. Porque volver al hotel
suena aburrido.

—Podríamos encontrar algo interesante que hacer cerca. Sidney tiene diferentes

opciones, como pistas de hielo artificiales.

—Tienes razón, incluso hay una cerca— mi mejor amiga concuerda apoyando
mi plan.

—Está bien, me les uno pero con la sola condición de que tengamos algunas

fotos de allá— el ojiazul señala una cabina de fotos al otro lado de la calle—.
Así dejarán la excusa de que nunca quiero salir en fotos con ustedes.

—Es que no quieres hacerlo—Luca concuerda levantando a su novia como una


bebe que suelta una risotada—. Pero está bien, harías mal tercio. Solo que ahora
que no lo eres, quieres presumir.

Luego de eso corre con ella hacia el lugar.

—Por favor, dime que no piensas hacer eso— señalo cuando noto la expresión

divertida en su rostro—. Porque juro que te patearé.

—La verdad es que soy más original—alza una ceja pícaro y me alza sobre su
hombro—. ¿Lo recuerdas?

—Cómo olvidarlo— niego irónica.

—Y sigo agradeciendo la vista.

—Deja de mirar mi trasero—exijo mientras comienza a caminar.

—Es un poco difícil no hacerlo— estoy segura de que debe tener una gran
sonrisa de victoria en esos momentos.

—Idiota.

Solo son unos cuantos minutos hasta que me deja sobre mis pies cerca de la

cabina de fotos donde podemos escuchar las risas de nuestros amigos.


Esperamos un momento hasta que ellos terminen con sus fotos para que sea

nuestro turno. Es algo íntimo que nuestras primeras fotos como algo real se den
de esta manera porque no tendré que compartirlas con el resto del mundo.

Ellos salen luciendo divertidos y nos dan vía libre para ingresar a la cabina.

Dentro, el espacio es reducido, lo que nos obliga a ubicarnos cerca.


El presiona el botón que activa la cámara y me abraza para tener nuestra primera
foto. Estoy segura de que mi rostro no esconde mi sonrojo en lo absoluto.

—Tomemos otra— susurra y vuelve a activar la cámara. Esta vez es una normal

de ambos sonriendo.

—Una última, ¿está bien?

Asiento y activa la cámara, para que en el momento en que suena el obturador,


estamparme un beso en la boca.

Después de un par de segundos me aparto confusa y el ríe. Salimos del lugar y le

pagamos a la encargada el valor de cada una de ellas con una copia para cada

uno. Guardo las mías en el bolsillo de mi abrigo y el guarda las suyas en su

cartera.

— ¿Todo bien?— pregunta levantando mi barbilla con mirada preocupada al ver


que no he dicho una sola palabra desde el beso.

Le doy un asentimiento acompañado de una sonrisa y tomo su mano para que

sigamos a los otros dos con destino a la pista de patinaje que Claire dice, se
encuentra cerca de nuestra ubicación.

Un par de chicas jóvenes nos detienen al reconocer a mi amiga y le piden un

autógrafo y algunas fotos que su novio está muy feliz de tomar.

— ¿Luca Sandino?— una de ellas parece reconocer al deportista admirada.

—Así es, soy yo. El fabuloso novio de esta fabulosa violinista— él asegura
totalmente acostumbrado a eso.

—Oh, y mira quienes están con ellos— codea a su amiga señalándonos a


Andrew y a mí—. Una vez lo vi en una de las revistas de negocios de papá y la

semana pasada en una de las de chismes de mamá. Son la reina del hielo y el rey

del fuego.

—No creo haber escuchado de ellos, pero se ven bonita pareja— la otra se
encoge de hombros apurando a su amiga a dejarnos después de haber obtenido lo

que quería.

— ¿Qué es eso de “La reina del hielo y el rey del fuego”?—Luca pregunta entre

confuso y divertido por lo gracioso que suena, incluso poniendo un tono de voz

épico cuando dice los apodos.

—Créeme, no lo quieres saber. Porque ni yo misma entiendo porque la gente me

llama así— meto las manos en los bolsillos de la chaqueta en busca de calor—.

Fue algo relacionado con un periodista que no entiendo cómo la gente incluso
creyó.

—Entonces, ¿vamos a patinar?—la pelirroja señala el camino frente a nosotros


esperando.

—Andrew no debería hacerlo por el tobillo y creo que yo también paso. Luca y
tú pueden tener una pequeña cita, supongo.

—Auch, eso dolió, preciosa castaña— el deportista mueve las cejas con picardía
—. Pero entiendo, quieren estar solos.
Lo fulmino con la mirada y los dejo alejarse en dirección al lugar de patinaje que
debe estar cerca.

—Podíamos ir, ¿sabes? No me hubiera molestado sentarme a verlos tener algo

de diversión.

—No quiero eso.

— ¿Entonces qué quieres?

—Quiero que contestes una llamada de tu madre. En serio, no puedes ignorarla

para siempre. Y si es tanto problema para ti hablarle, yo lo haré.

— ¿Estás loca? ¿En serio quieres que se enoje contigo?

— ¿Más de lo que ya lo está? No creo que sea posible. Además, no le tengo

miedo.

—Katherine, sé que no le temes. Pero no quiero escucharla insultándote.

—No tienes que hacerlo si yo soy la que habla con ella.

—No creo que sea buena idea aun. Puedes hacerlo personalmente en la ciudad.

—No tienes que temer por mí. He podido con la muerte, así que soy bastante
resistente.

—No temo por ti. Temo porque arruine como está yendo todo hasta ahora. Si

vamos a poner todo en peligro va a ser cuando juntos les contemos lo que ocurre.
Hablo en serio, Katherine, con nosotros es todo o nada.
—Lo sé, relájate. Yo más que nadie quiero que todo salga— beso sus manos—.
Relájate. No te conviertas en un idiota preocupado antes de tiempo.

—Te encanta llamarme así— afirma con una media sonrisa.

—Adoro hacerlo.

—Entonces, ¿Cómo debería llamarte yo a ti?

—Katherine.

—Ah, no, necesitas un apodo. ¿Qué hay de Hyde?— pregunta en tono burlón.

— ¿Me quieres llamar como un personaje “malvado” de un libro?— pongo las

manos en mi cintura desconcertada—. ¿Sabes? No suena mal. Lo aceptaré solo

porque me gusta el argumento de la historia.

—Si sirve de algo, es mi favorito. ¿Cuál es el tuyo? Y por favor, nada de novelas
románticas adolescentes.

—No soy ese tipo de lectora. Mi libro favorito es The Outsiders de S.E Hinton y

si no fuera esa, podría irme con cualquier escrito por Virginia Woolf.

—Interesante, la verdad pensé que te irías por algo tipo Jane Eyre o incluso
Orgullo y Prejuicio.

— ¿En serio me veo tan predecible? No, prefiero leer historias con mensajes

profundos más allá del simple romance.

—Sí, lo acabo de notar. ¿Buscamos un lugar más cómodo para hablar? Porque

necesitamos hacerlo— pasa su brazo sobre mis hombros llevándome en


dirección contraria a la de nuestros amigos.

— ¿Por lo menos sabes hacia dónde vamos?—noto cuando solo ha seguido


llevándonos en línea recta.

Niega avergonzado.

—Sígueme, te mostraré algo.

— ¿Qué?

—Es una sorpresa— sonrío bastante convencida de que valdrá la pena.

Guiada por mi necesario conocimiento de la ciudad, lo guio por unas calles más

hasta que damos con el lugar donde quiero llevarlo. Bondi Beach puede ser un

lugar bastante transitado pero a esa hora del día y con el clima nublado, no hay

mucho que hacer para los turistas, por lo que hay distintos lugares donde

sentarse sin molestia de nadie.

—Es hermoso— mira al agua cuando le señalo un lugar en donde sentarnos en la

grama.

—Sé que es hermoso. Cada vez que he venido a la ciudad, he tenido que visitar
este lugar solo para recordarme que hay cosas que pueden robarte el aliento.

—No pensé que te gustaran este tipo de lugares, tan llenos de gente y vida.

— ¿Nací y crecí en Nueva York, no? Creo que eso me hace una amante de las
multitudes y la vibración de la vida en ella. Pero no solo por eso me gusta este

lugar; una de las fotos que más me gustan de mi madre, es aquí. Fue para su
segundo aniversario con mi padre. De lo que él me ha contado, habían planeado
ir a Indonesia pero tuvieron que permanecer unos días acá por problemas con la

aerolínea, así que ella solo quería venir y observar esto. Creo que cuando estoy

acá siento que la comprendo y…

Toma mi mano y asiente.

—Gracias por compartirlo conmigo.

—Si se supone que estamos arriesgándolo todo con esto que tenemos, quiero que

sepas que estoy poniendo mi confianza en ti y espero lo valores.

—Lo hago, esto no es un juego para mí. En serio, no planeo decepcionarnos. Ni

aunque al volver todos detesten nuestra relación, voy a dejar de luchar por eso.

—Bien— sonrío a medias suspirando antes de soltar una risa—. Que intensos

somos. Posiblemente si fuera yo escuchando esta conversación entre otras dos


personas, estaría tirada en la arena riéndome muy fuerte.

—Ni que lo digas—se une a mis risas.

— ¿Te puedo preguntar algo?

—Claro.

— ¿Por qué cancelaste tu compromiso sin tener garantías conmigo?

—Por la misma razón por la que he estado insistiendo por un rato con cómo me
siento, aun después de saber que estabas en una relación; porque estoy loco por

ti.
—Muriendo en 3…2…1— simulo un arma con mi mano y la pongo contra mi
sien, haciendo el sonido de disparo con mi boca—. Eso es muy lindo… raro,

pero lindo.

—Ok, mi turno de preguntar— rasca su barbilla pensativo—. ¿Tienes una foto

de la reacción de Xavier cuando le dijiste que su relación se acababa?

Niego haciendo una mueca cómica por su ocurrente pregunta.

—Que lastima, me hubiera gustado disfrutar ese momento.

—No te burles, aun me siento culpable por eso. Además, te recuerdo que él

sigue siendo mi mejor amigo y si intentas molestarle, te las verás conmigo,

¿entendido? Y bájale a ese ego, no fuiste el por qué terminé con él.

— ¿Por qué te preocupa tanto lo que él piense? Entiendo que es tu mejor amigo,

pero Luca es mi mejor amigo y no me veo preocupado por la mayoría de sus


opiniones.

—Es diferente, tú no has estado en una relación amorosa con Luca, ¿o sí?—alzo

ambas cejas con misterio—. Porque si es así, merezco saberlo.

Suspira rodando los ojos.

—Andrew, esta es la verdad. Nada, ni mi relación contigo, ni el hecho de que ya

no tenga ninguna conexión romántica con él; va a cambiar el hecho de que me


importa y va a ser mi mejor amigo hasta que me muera, si es posible. Es alguien

bueno en mi vida y sabe el valor de no lastimar a quienes te importan.


— ¿Tienes miedo a que te lastimen?

—Si. No confío o me encariño fácil porque me aterra que me hagan daño—


confieso apoyando mi cabeza en su hombro—. No soy tan mala como la gente

cree, y siento… y apesta a veces sentir tanto.

—Sabes que no te voy a lastimar, ¿cierto?

—Eso no lo sabes. Si no soy yo la que resulta herida, terminaré por ser yo quien
te hiera. Pasa hasta en las mejores relaciones.

—Basta, no digas eso—niega y me recuesta en la grama aprisionando mis manos

con suavidad—. Sé que lograremos superar cualquier cosa que se nos presente.

Lo miro confundida con su reacción y más aún después de que me besa,

olvidando por completo el hecho de que hay personas a nuestro alrededor. Su

beso es fuerte, exigente; como si tratara de recalcar su punto.

— ¿Qué fue eso?— frunzo el ceño molesta en cuanto se aparta.

—Lo tenía pendiente desde hace un tiempo— una de las comisuras de su boca se

alza en una sonrisa—. Desde la isla me debías ese beso.

—Estás loco—lo empujo para poder levantarme por completo y limpiar mi ropa
del pasto—. Deberíamos volver al hotel y prepararnos para el vuelo de vuelta.

Saco mi teléfono y marco el número de Claire mientras él se pone de pie.

—Chica violín, ¿se demoran?

—No, en realidad vamos rumbo al hotel porque a Luca no le pareció tan buena
idea después de un par de caídas. Su orgullo y su trasero están lastimados.

—Y nosotros ya vamos para allá. Con el vuelo en 3 horas, diría que vamos
retrasados— estornudo al terminar.

—Eso no suena bien.

—No es nada— vuelvo a estornudar—. Debe ser solo un resfriado.

—Está bien, pero vuelve rápido. Ha hecho frio en la ciudad y no es bueno ese

aire para ti.

—Sí, mamá—me mofo—. No te preocupes, no estamos tan lejos.

Cuelgo la llamada y estornudo otro par de veces.

— ¿Qué ocurre?

—Debemos volver a empacar. Claire y Luca ya están en camino al hotel.

—Y tú, ¿estás bien?

—Solo son estornudos, Andrew.

—De igual manera, iremos directo a un doctor al llegar a Nueva York.

—Sí, papá— ruedo los ojos—. Créeme, ya tengo suficiente con la preocupación

de Claire. Así que solo volvamos.

28
— ¿Has experimentado mareos o algún tipo de dolor?— pregunta el doctor

apuntándome con una luz a mi ojo derecho—. ¿Has tenido periodos en que

olvidas cosas básicas?

—Dolor no, pero sí he tenido momentos en que creo estoy por desmayarme—

explico parpadeando un par de veces cuando apaga la luz, dejando a mis ojos
descansar—. Pero creo que está más relacionado con el estrés laboral y esas

cosas.

—Podrían ser causas anexadas a eso.

—Igual esa no es la razón por la que vine— niego recogiendo mi cabello en un

moño alto cansada porque ni siquiera he podido llegar a mi casa a cambiarme y


descansar un rato para ajustarme a la hora de la ciudad—. Mis amigos insistieron

en que viniera aunque les he dicho que no es más que solo un resfriado— le doy
una mirada acusatoria a Andrew que está sentado en la silla al otro lado de la

habitación—. Incluso cuando lo único que he hecho desde hace horas es


estornudar.

—Por suerte, tiene razón con que se trata de un resfriado. Nada de qué
preocuparse después de que consuma agua y mantenga reposo. En unos días,
habrá desaparecido.

—Sí, lo sé.

—Si eso es todo, supongo que los veré otro día y espero que no sea porque se

sienten mal. Prefiero pacientes sanos.

—Yo también espero que sea solo para saludar, doctor— bajo de la camilla
alisando mi vestido—. ¿Aquí mismo puedo pedir unos exámenes de Rayos X?

Quiero asegurarme de que todo esté bien un par de meses después del accidente.

—Estoy seguro que la recepcionista podrá ayudarte con eso.

—Gracias, doctor— le extiendo mi mano amablemente y le doy un leve apretón

cuando la toma, antes de soltarla—. Tenga un buen día.

—Igual usted, Katherine— se despide y vuelve a su escritorio.

Salgo del consultorio sin importarme la presencia de Andrew y hago mi camino

hacia los ascensores, para tomar uno hasta recepción.

—Hyde— me llama caminando a paso rápido detrás de mí—. ¿Podrías


esperarme?

— ¿Para qué? ¿Para que hagas otro drama sobre que al caminar rápido estoy
mal?— no me detengo hasta que llego frente a las puertas dobles y presiono el
botón.

—Sí, lo lamento por eso. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien y me
excedí.

—Oh, no me digas— ruedo los ojos esperando con la mirada fija en la pantalla
con el número del piso donde se encuentra la cabina del ascensor. —Ahora

necesito apresurarme y sacar la orden para los rayos X. Algo bueno de que me

hayas hecho venir acá es que podré chequear que todo esté bien.

—No hay problema, no tengo nada mejor que hacer hoy— se encoge de
hombros—. Y nuestros amigos nos han abandonado para irse a pasar tiempo

juntos.

— ¿Dónde están de todos modos?— cuando las puertas se abren me apuro a

entrar y él me sigue haciéndome los honores de presionar el botón con el número

uno—. Pensé que Claire estaba tan preocupada por mí que iba a quedarse.

—Bien, ahora estás siendo gruñona. Es normal que quieran pasar tiempo juntos,

Kathe. Están en una relación y son felices.

—Lo sé, no estoy intentando sonar celosa porque me quite el tiempo con ella,

solo que la extraño. Yo más que nadie estoy en total apoyo de que él la haga feliz
— suspiro apoyándome en una de las paredes del ascensor—. No importa,
olvídalo.

Para suerte mía no insiste en el tema y me permite tener paz incluso cuando
estoy arreglando la toma de los rayos X. Una orden del doctor Stone facilita las

cosas, aunque se suponía que me los haría hace una semana.

Tan rápido como todo queda acordado, me señala que me dirija a otro de los
pisos del lugar para realizar el procedimiento; así que estamos de vuelta en el
ascensor con destino al tercer piso.

— ¿Qué te harán exactamente?

—Son rutinarios después de que un accidente ocurre. Solo revisarán que todo

esté en orden y que los huesos hayan vuelto a sus lugares originales. También se

asegurarán de que no haya ningún tipo de problema.

Asiente formando una línea con la boca.

—Necesito que me hagas un favor. Después de que salga de acá, quiero hablar

con tu madre. Así que si pudieras… ya sabes, dejarme por hoy, sería fantástico.

Quiero aclarar todo, tomar una ducha e irme a la cama.

— ¿Segura de que estás bien?

—Sí, estoy perfecta— señalo mi cuerpo—. Completa y a excepción de un

pequeño resfriado, sana.

—Sabes que no hablo de eso— alza una ceja—. ¿Cómo te sientes?

—Si te lo dijera, me creerías loca.

—Pruébame. Después de todo lo que he visto y escuchado de ti, no creo que

llegue a ocurrir.

—Créeme, Andrew Simurs, no estás ni a medio camino de conocerme—cruzo


los brazos cuando el ascensor se detiene y salgo hacia el piso yendo directo hacia

la recepcionista de esa área para comprobar la información.


Hace un par de meses había estado rodando por este edificio por mis terapias con
el doctor Stone y estaba orgullosa de lo que había logrado en tan corto tiempo

para volver a estar de pie.

La mujer me asigna a un hombre que presenta como el tecnólogo y me pide que

lo acompañe. Andrew se nos une y recorremos el pasillo hasta una puerta que él
señala. Dentro, me pide que me deshaga de todas las joyas y en un cuartico

anexo cambie mi ropa por una bata.

El ojiazul no tiene otro remedio que esperar.

Antes de que pueda entrar a cambiarme, el doctor Stone ingresa a la habitación y

me alegro al verlo.

— ¿Esa que veo no es mi paciente favorita?— camina a abrazarme por unos


segundos.

—Me alegro de verlo de nuevo, doctor Stone.

—Cuando me notificaron que la rebelde Katherine Briden había llegado a

realizar sus exámenes finales, no pude aguantarme para venir a asegurarme yo


mismo de que todo esté en orden.

—Sabía que no podría resistirlo— niego sonriendo y extiendo mi mano al

castaño—. Le quiero presentar a Andrew Simurs.

—El famoso salvador— toma la mano del hombre amable—. No sabes cuantas

veces he tenido que escuchar a mujeres suspirando por tu acto heroico de ese
día. Y luego como permaneciste a su lado hasta su salida. ¿Cuál es tu secreto?

—Supongo que brazos fuertes y una alta resistencia al olor a hospital— se


encoge de hombros riendo—. ¿Así que soy famoso en el mundo de la ciencia?

Quién lo diría.

—No diría que en el mundo de la ciencia, pero si en lo que las mujeres que la

componen consiste.

—Sí, de seguro no pudieron resistirse a mis encantos.

Río secamente.

—Tranquila. Hyde—levanta la mano unos cuantos centímetros divertido—. Yo

soy solo para ti. El resto puede mirar pero no tocar.

—Esperen, ¿ustedes dos están juntos?—el hombre nos mira asombrado.

El castaño toma mi mano y asiente.

—Qué bien. Ahora, si me disculpan, tengo que detener la charla para que la

paciente vaya a ponerse la bata y podamos hacer el procedimiento.

—Sí, deberíamos apresurarnos—aseguro y suelto la mano del ojiazul para ir


hacia el cuartico a cambiarme y luego pasar a la cámara de examinación. Dentro

una enfermera me ayuda a subir a la mesa y luego se ocupa de arreglar todo para
el examen antes de que el tecnólogo se encargue de pedirme que permanezca
quieta para realizar las tomas.

Realiza un par para asegurarse de tenerlas claras y después de unos 8 minutos


estoy volviendo a la pequeña habitación para cambiarme de vuelta a mis ropas.

Cuando salgo el doctor Stone está revisando las imágenes con el encargado del
procedimiento mientras que el más joven, permanece de pie en un lado de la

sala.

—Tengo que irme— informa señalando su teléfono después de devolverme mi

bolso—. Mi madre sonaba histérica en el teléfono y creo que es buena idea que
yo hable primero con ella.

—Tienes razón—declaro poniendo el cabello detrás de mis orejas, de acuerdo

con su petición—. Ve, yo estaré bien. Te alcanzo en un rato.

—Te veré en casa— sostiene mi mejilla y besa mi frente—. Te amo.

Un momento después él está fuera de la habitación, lo que me permite dedicar

mayor atención a las explicaciones de los dos hombres una vez que las
comparten conmigo. Mi recuperación ha sido maravillosa y a excepción de una

historia para contar y algunas cicatrices pequeñas, ya no hay indicios del

accidente.

Xavier Higgons: ¿Ya estás de vuelta?

Katherine Briden: Si, y no podrías ser más oportuno.

Xavier Higgons: ¿Por qué?

Katherine Briden: Necesitamos hablar.

Xavier Higgons: Claro, ahora mismo estoy algo ocupado pero mañana será una
oportunidad perfecta. ¿Dónde estás?

Katherine Briden: En el hospital.

Xavier Higgons: ¿Estás herida?

Katherine Briden: No, solo vine a hacerme un chequeo y los rayos X que tenía
pendientes.

Xavier Higgons: Usted señorita, acaba de darme un gran susto.

Katherine Briden: Estoy bien, señor Higgons.

Xavier Higgons: ¿Irás mañana a la oficina?

Katherine Briden: Claro. Y podremos ir por un café antes para hablar.

Xavier Higgons: Si, está bien.

Katherine Briden: Y de una vez podré darte el regalo que te traje de Sidney.

Guardo el teléfono en mi bolso sin esperar a su respuesta y me pongo en marcha

a mi siguiente rumbo. La casa de Peter y Carol Simurs.

— ¿Qué rayos haces aquí?—la mujer grita con mirada calculadora al notar mi

presencia en la entrada de su casa.

—Al fin llegaste— su hijo aparece detrás de ella alzando una mano en saludo
con una expresión serena en su rostro—. ¿Qué haces, mamá? Déjala pasar.

—Sabes muy bien que ella no es bienvenida en esta casa— se gira a explicarle
furiosa—. Y ya que no es tu casa, no mandas acá.
—Vamos, mamá— suspira y camina hasta tomar mi mano y llevarme dentro a
contrarias de los deseos de su madre—. Es tiempo de que dejemos todo este

tema a un lado.

— ¿Andrew, que es esto?—cierra la puerta y nos sigue a la sala—. ¿Hablabas en

serio sobre estar con esta romperelaciones?

—Madre, no quiero que vuelvas a referirte mal hacia ella—le pide jalándome a
su lado sin darme oportunidad de hablar.

— ¿Tienes idea de lo mal que lo ha pasado Trinity en estos días? La pobre no ha

dejado de llorar y no ha comido casi nada— lo acusa con mirada incriminatoria.

—Ya me he disculpado con ella. No puedo hacer nada cuando siguen insistiendo

con un compromiso que nunca quise.

— ¿Y qué le ves exactamente a esta? Trinity es todo lo que quiero para ti; es
perfecta.

—Madre, si no piensas escuchar lo que ella tiene por decir; supongo que

podremos irnos hasta que tengas algo de razón y aceptes que esto es lo que
quiero.

—Andy…

—Y tampoco quiero estar en un lugar donde se recibe así a las personas. Es una
suerte que haya decidido mudarme de casa hace tantos años. Si no tienes la

disposición, nos iremos—nos lleva a la puerta para volver a abrirla y antes de


llevarnos fuera, se gira por un momento—. Ten un buen día, madre.

—No, Andrew, vine a hablar con ella— me suelto de su agarre seria girándome a
la mayor.

—No lo intentes, no pienso perder mi tiempo contigo— agrega tirando la puerta.

El castaño emprende la marcha hasta la acera dejando atrás la casa donde fue

criado toda su vida. Lo sigo unos pasos detrás y me detengo cuando lo hace para
enfrentarme. Sé que desea irse lo más rápido que pueda, pero necesita asegurarse

de que lo entiendo.

—Andrew, yo lamento…

—Shh…— pone un dedo sobre mis labios—. No eres culpable de eso. Es mi

madre, ¿no? Así que es mi problema.

— ¿Estarás bien?

—Estoy jodidamente mal— ríe luciendo miserable—. Pero lo que importa ahora

es que nosotros estamos bien— acaricia mi mejilla con sus nudillos y luego me

da un beso triste—. Ella lo entenderá en algún momento.

Le doy una sonrisa reconfortante juntando nuestras frentes por unos segundos—:
Buenas noches, idiota. Te veo luego.

—Buenas noches, Hyde— por mucho que intente disimular lo afectado que está
con una sonrisa, esta nunca llega a sus ojos—. Ten cuidado al conducir.

Susurro un sí y camino a mi auto, para subir detrás del timón y encender el


motor. No me toma mucho tiempo estar fuera de esa calle y ponerme en marcha
a casa. El recorrido es silencioso porque me niego a encender la radio y tomo el

camino menos transitado. Aunque sé que no debería sentirme tan mal por todo

esto, y en vez debería estar feliz por nuestra relación; una parte de mi aun no
puede con el hecho de que estamos lastimando personas.

Cuando aparco en la entrada y he apagado el auto, tomo mis maletas y me dirijo

a mi habitación llevándolas escaleras arriba. Algo bueno de que sea media tarde
es que mi padre aún no ha llegado a casa del trabajo y si me apresuro con la

ducha y acostarme a dormir, no tendré que responder preguntas que no quiero

responder.

Igual aseguro la puerta y me siento en la cama esperando animarme a ir hacia el

cuarto de baño una vez que el peso en mi pecho se desvanezca pero pasan varios
minutos sin éxito, mis pensamientos siguen lastimándome; recordándome el

dolor en el rostro de él al despedirse de su madre.

Me recuesto casi segura de que será mejor idea saltarme la ducha y en minutos
siento mi almohada mojada con las silenciosas lágrimas que no sé en qué

momento comenzaron a correr. Sabía que alguien saldría herido de todo esto, y
no era yo. Cierro mis ojos y trato de detener las lágrimas pero logro desmayarme
del cansancio acumulado mucho antes de eso.

●●●

El sonido de mi móvil recibiendo una llamada, me despierta sobresaltada y me


aseguro primero de mirar la hora antes de contestar en lo que le toma pasar al
buzón de voz. Van a ser las 8 de la mañana y se supone que he planeado

reunirme con Xavier antes de entrar a la oficina, lo que obviamente me cataloga

como una persona que va tarde. Corro a darme una ducha y me cambio lo más
rápido que puedo en un fourreau y zapatos de tacón alto. Bajo las escaleras y

paso del desayuno convencida de que podré tomar algo rápido en la cafetería.
Tomando las llaves del auto, salgo de la casa y de nuevo me pongo en la

carretera, camino a la cafetería donde ya he acordado anteriormente con él, y la

misma donde solemos ir mi mejor amiga y yo.

Ya en el lugar, no tengo que comprobar para encontrarlo desayunando en una de

las mesas al fondo luciendo muy feliz con su elección de comida.

—Llegas tarde—apunta cuando tomo asiento frente a él. Sin embargo, no luce
para nada furioso.

—Lo lamento, no puse el despertador.

—No importa; es bueno verte, Katherine.

—A ti también. No sabes lo mucho que te extrañe.

—Andrew debió ser una buena compañía.

—Tú eres incluso mejor— le guiño un ojo.

—Sí que eres rara, Briden. Entonces, ¿me vas a invitar a un café?

Asiento y me encargo de ordenar un café negro y un moccacino, junto a un


pastelillo.

— ¿No has desayunado, cierto?— estudia mi plato de comida cuando he dejado


el café en la mesa frente a él, para sentarme.

Niego.

—Bueno, no retrasemos más esto. Comienza.

—Xavier, eres mi mejor amigo. Te quiero y te necesito en mi vida como no

tienes idea pero lo nuestro no tenía un futuro y lo sabes. No sé porque estoy

haciendo esto pero si es lo que necesitas para creerme, esa es la verdad. Desde

mi accidente todo ha sido muy confuso. Ese idiota me volvió loca y termino

importándome. Odio eso porque sé que al estar a su lado, estoy lastimándote.

Cualquier mujer sería afortunada de contar con tu amor.

—Lo sé— bromea y sé que lo hace para disminuir mis nervios a hablar del tema.

—Solo queda por decir que te quiero mucho y que quiero que sigamos siendo
amigos hasta que el cuerpo nos aguante. Para ser más específica, mejores

amigos.

—Acepto, pero después no vengas a rogarme que volvamos— se cruza de


brazos divertido siguiendo con sus bromas.

—Créeme, que si intento hacerlo yo misma me golpearé por siquiera intentarlo


— tomo un sorbo de mi café sonriendo—. Ahora, déjame comer mi pastelillo

para que pueda pasar por este día sin problemas.


Sonríe y me espera hasta que termino con mi desayuno para que ambos
caminemos a la barra a pagar nuestras cuentas y desde ahí irnos juntos hacia la

oficina. Con su apartamento a un par de calles de la oficina y de la cafetería, no

necesita llevar el auto, así que me ofrezco a darnos el breve paseo de 4 cuadras
hasta el edificio de trabajo.

—Es que deberías verlo, el lugar es perfecto para mí. A pesar de que la mayoría

de mis cosas llegan esta tarde, no pude resistirme a pasar mi primera noche ahí,
sin importar si tenía que dormir en el colchón sobre el piso o con mi guardarropa

aun en las maletas.

— ¿Necesitas una compañera de compras para amueblarlo? Porque recuerdo tu

viejo apartamento y créeme, siempre tenía cara de que te acababas de mudar y

no habías tenido tiempo para algo de decoración.

—Claro que me gustaría que me ayudaras a decorarlo.

—De acuerdo, entonces mañana nos dedicaremos a escoger los mejores muebles
y accesorios para tu nuevo hogar.

—Seguro.

— ¿Ha pasado algo nuevo en la oficina?— pregunto curiosa cambiando el tema


a algo que nos deje en territorio neutral.

—Samantha y el chico nuevo han estado coqueteando un poco— se encoge de

hombros—. No pensé que vería el día en que la descubriría coquetear con


alguien.
Se sorprendería si supiera la mitad de la verdad.

— ¿En serio? Me alegro por ellos, harían una adorable pareja… Después de que
eso no distraiga demasiado a mi Sam de su trabajo.

—Como si fuera posible, esa chica vive ese trabajo. Y con respecto a ellos, he

estado ayudándole un poco al hombre a llamar su atención.

El resto de nuestra conversación hasta llegar al piso de nuestras oficinas se basa


en mí contándole todo sobre el concierto de Claire; a pesar de que siguen sin

llevarse muy bien, él se nota interesado en escuchar cada palabra que sale de mi

boca.

—Buenos días, Sam— entono cuando paso al lado de su escritorio y el hombre

toma eso como el punto de separación para ir a su oficina.

—Señorita, me alegro mucho de verla de vuelta en la ciudad— sonríe ella en


respuesta.
—También me alegro de verte.

Al entrar en mi oficina y cerrar la puerta, mirando al sofá me encuentro con una


caja de regalo. Camino a abrirla curiosa por lo que pueda haber en el interior y

rio bajo cuando al fin veo de que se trata; es un portarretrato con una de las fotos

que me había tomado con Andrew en la cabina aumentada hasta encajar; y para
empeorar mi risa, es la del beso.

Anexo al regalo hay una nota.

“¿Qué te parece, Hyde?”

Ruedo los ojos emocionada y tomo mi teléfono para teclear mi respuesta a su

pregunta en un mensaje.

Katherine Briden: ¿Adoras esa foto, no?

Andrew Simurs: Es mi favorita.

Katherine Briden: Gracias, me encanta.

Andrew Simurs: Tengo la misma adornando mi escritorio en casa.

Katherine Briden: Una grandiosa idea de dónde ponerla. Idiota, hablamos


luego. Tengo algo llamado trabajo, donde aún tengo que vencerte.

Andrew Simurs: ¿Tenías que traerlo tan pronto? Creo que necesitaré mucho

amor para olvidar que tendré que destrozarte.

Katherine Briden: No me atraen los hombres que no confían en mi fuerza para

derrotarlos, aun cuando se los he demostrado que, ¿muchas más veces de las
que puede contar?

Andrew Simurs: Entiendo. No te molestaré más por ahora. Te amo, Hyde.

Katherine Briden: Ten un grandioso día, nos vemos luego.

Vuelvo a guardar el portarretrato en la caja y lo llevo a mi mesa para recordar


llevármelo al irme a casa, dejando el teléfono a su lado para concentrarme de

lleno en el trabajo.

Abro la aplicación de videollamadas que usamos para las videoconferencias,

segura de que mi padre debe estar conectado a ella, lo que me facilitará tener que

cruzar el pasillo para llegar a hablar con él.

—Hola, bebé. Pensé que no vendrías hoy: por eso no te desperté.

—Necesitaba venir hoy. Llevo la mayoría de la semana fuera.

—Pudiste tomarte el día de hoy libre, te ves cansada.

—No lo estoy, en serio.

— ¿Querías decirme algo?

—Sí, en realidad, llamé para decirlo rápido y luego huir.

— ¿Estás embarazada?

— ¿Qué? No, Claro que no— abro los ojos sorprendida de que crea que eso es lo

que quiero decirle. Con todo lo que ha estado pasando, ni siquiera es posible que
haya tenido un momento para crear un bebé.
— ¿Entonces qué es?

—Bueno… Cuando estaba en Sidney pasaron algunas cosas y yo… es algo con
lo que estoy feliz y solo quiero que lo sepas porque considero que debes hacerlo

y me importa tu opinión, aunque no cambiará lo que ocurre. Andrew y yo

estamos saliendo.

— ¿Te escuché bien? ¿Dijiste que estás saliendo con Andrew Simurs o fueron
ideas mías?

—Fue lo que dije.

—Pensé que sería algo peor— me mira confuso creando la misma reacción en

mí—. ¿Qué? Acabas de decir que eso te hace feliz, y aunque no termino de creer

que sea merecedor de mi hija antes me has dicho que él es bueno, y confío en ti.
Sé que no tomarías una mala decisión.

Junto las cejas en silencio.

— ¿Qué si preferiría que estuvieras con alguien como Xavier? Si. Pero quiero tu

felicidad ante todo y no me voy a interponer si él significa eso ahora.

—Así que, ¿no vas a enojarte o gritar? O peor, ¿no estás decepcionado?

— ¿Por qué lo estaría? No lo he estado ni una sola vez desde que naciste; no has

hecho más que traer felicidad a mi vida. E incluso cuando al principio no estoy
tan seguro de tus decisiones, al final terminas por traerme la mayor de las suertes

y un gran orgullo porque soy en parte responsable por la mujer que eres hoy en
día. Y no solo eso, sé que tu madre también pensaba eso aun cuando tenías solo
5 años— sus ojos se humedecen un poco pero carraspea para aclarar su garganta

—. No seré yo quien te prohíba encontrar el amor.

—Estoy sorprendida de que no haya ningún problema.

—Bueno, hay uno. Si él llega a lastimarte, lo haré trizas.

—Papá, sabes que no es así. No eres alguien violento.

—Ok, le diré a Trein y Tod que se encarguen—se encoge de hombros.

—De acuerdo— suelto una carcajada, porque eso tendría aún más sentido—.

Pero creo que sé pelear mis propias batallas.

—Estoy seguro que sabes hacerlo, siempre lo has hecho. ¿Te fue bien en Sidney?

—Excelente, sigue siendo una ciudad hermosa. Y la música… fue esplendida.

—Me alegro que haya sido un buen viaje para ti. ¿Has tenido oportunidad de
revisar el documento que te envié sobre el proyecto arquitectónico?

— ¿La verdad? Le eché un vistazo rápido antes de dormirme.

—No importa, creo que será mejor si yo te explico la reunión. ¿Nos vemos en 10
minutos frente a los ascensores? Así puedes leer más detalladamente y podremos
ir a darle un vistazo al terreno donde se está llevando a cabo.

—Ok— termino el video y me pongo manos a la obra a revisar la


documentación explicando el proyecto más reciente.
El documento es algo denso y estoy segura de que detallando cada página no
alcanzaré a revisarlo todo, así que me concentro en las partes que le interesan a

la compañía, para reducir el tiempo. Puedo notar que potencial le vio mi padre y

cuando salgo a su encuentro estoy segura de que dudas tengo con respecto a eso.

Se encuentra frente a los ascensores mirando en mi dirección y en cuanto hace


contacto visual conmigo, se acerca a darme un paternal abrazo.

—Mi niña, no sabes cuánto te he extrañado.

—Yo también te extrañe, pero me estás asfixiando— bromeo en medio de una

risa.

—Perdón— se disculpa soltándome y presionando el botón del ascensor—. Hora

de trabajar, vicepresidenta.

Cuando las puertas dobles de metal se abren, entramos y comienzo con mis
preguntas en cuanto se han cerrado.

— ¿Dé que trata exactamente el proyecto? Leí el documento pero no entendí

muy bien la finalidad y el uso que se le darán a las instalaciones descritas.

—Será una especie de hotel de retiro.

—Explícate.

—La idea de que esté a las afueras no es solo por el tamaño de la construcción
sino porque su fin es ser un lugar para relajarse y pensar, lejos de todos los

problemas de la ciudad.
— ¿Qué arquitecto está a cargo?

— ¿Cómo era su nombre?... Many Wood.

—Ya me lo temía— niego pensativa negándome a recordar porque su nombre


aún me molesta.

—El terreno es bastante espacioso, e incluso hay un lago cerca.

— ¿Hay que talar demasiados arboles? Porque sabes que si va a causar un daño

al medio ambiente que no piensan restituir, estamos fuera. No voy a trabajar en

un proyecto dañino.

—No hay problema con eso, tranquila. Hice la misma pregunta cuando me lo

ofrecieron y hay todo un equipo especializado en escoger que lugares son

indicados para generar menos talas y otros daños a la naturaleza. Y por los

árboles que sean talados, plantarán otros nuevos además de flores.

—Eso es bueno. ¿Y qué hay de los materiales?

—Bambú para las cabañas, y serán auto sostenibles trabajando con energía solar.

— ¿Cantidad de cabañas que piensan construir?

—Hasta el momento, 30, además de la cabaña de recepción y servicios.

— ¿Añadirán el lago al lugar?

—Sí, ya los permisos están firmados. Y la mejor parte es que una de las cabañas,
será para uso exclusivo de Briden Enterprise.
—Suena bien.

—Cuando estemos allá, podrás echarle un vistazo a los planos y ver más o
menos todo lo que te he dicho.

—De acuerdo, eso me dará mayor confianza.

Las puertas se abren en el estacionamiento y caminamos hasta dar con mi auto,

donde le entrego las llaves para que nos lleve a nuestro destino.

—Trata de no ser tan dura— me pide cuando ambos estamos dentro del auto.

—Trataré, pero no prometo nada. Si siento que el proyecto no le ayuda a la

empresa, te lo haré saber.

Acepta mis condiciones y conduce fuera del lugar para dirigirnos a la calle.

— ¿Qué te parece algo de música?— enciendo la radio y salta una canción


ruidosa en una de las estaciones.

— ¿Qué es eso?— hace una mueca bajándole el volumen, aunque sé que no está

tan alto.

—No tengo ni idea—no me molesto en seguir buscando porque prefiero pasar a


reproducir desde mi teléfono algo suave.

Con el sonido relajante de fondo, dejamos atrás las calles de la ciudad hasta que

son reemplazadas con árboles a cada lado de la carretera. Presiono las manos en
mi regazo cuando cierto sentimiento de terror quiere llegar a mí, y agradezco

cuando desvía por un camino al lado derecho, que recorremos por lo menos un
cuarto de hora hasta que se detiene en un área donde hay otros coches
estacionados.

Ambos bajamos del auto cuando apaga el motor y en el momento en que pongo

un pie fuera, sé que ha sido una pésima idea estar usando zapatos altos para

visitar este lugar. Y esa opinión incrementa cuando me dice que aún nos queda
una caminata por delante.

No es hasta unos 12 minutos de caminar que al fin nos detenemos en un enorme

claro lleno de toda clase de sonidos de construcción y personas caminando de un

lado para otro; hay un lago al otro lado de donde nos encontramos e intento de

esa manera darle un sentido al diseño.

La única edificación en pie hasta el momento mide por lo menos 80 metros

cuadrados. Supongo que se trata del edificio principal.

—Señor Briden— se acerca el arquitecto a saludarle.

—Many— mi padre toma su mano energéticamente y puedo ver que en mi corta

ausencia el hombre se ganó a mi padre de nuevo—. ¿Cómo va todo?

—Bien, señor— me da una mirada pero prefiere volverla rápidamente al mayor

—. Hemos terminado con la estructura de recepción, solo faltan algunos detalles


en el interior y estará lista.

— ¿Podrías mostrarme los planos?— intervengo en la conversación seria.

Aun no puedo sentirme cómoda a su alrededor por más que lo intento, es un


hecho. Many fue mi novio por dos meses y cuando terminamos juró haber caído
en un gran depresión hasta incluso fingir necesitar un psiquiatra; supongo que

eso había sido más fácil que aceptarle a todos que me había aburrido de él y sus

constantes coqueterías, luego de que en efecto confirmé que me había engañado.


Claro, eso había quedado entre nosotros porque no servía a la imagen; y era

preferible que me creyeran demasiado dura, a alguien ingenua.

—Claro— acepta él y nos pide que lo acompañemos a una carpa donde tiene su
oficina temporal en el terreno. Sobre una de las mesas, está extendido el plano y

me señala la ubicación en la realidad para darme una visión más efectiva de lo

que será. Sin duda la organización general es grandiosa prestándole atención a

cada pequeño detalle.

—Aún sigues siendo bueno en esto— aprecio levantando la vista de los planos
por un momento.

—Gracias.

— ¿Entonces, de qué manera encontraron reducir el daño ambiental?

—Si lo notas, el orden de las cabañas tiene una organización específica para no
talar un número excesivo de árboles, incluso la distancia al lago está planeada en

un cuadro legal para que ningún restante de la construcción pueda llegar cerca de
él.

— ¿Y qué hay de los paneles solares que piensan usar?— recojo mi cabello en
un moño y estudio de nuevo las zonas vacías en los extremos—. ¿Fue la mejor
alternativa que encontraron?

—Estudiamos también la eólica pero debido a costos demasiado elevados, la


solar tuvo mayores votos entre la junta principal. En el inicio se planea instalar 5

paneles industriales en esta área— me señala el espacio al que había estado

prestando atención, y desde ahí, instalaremos conexiones con cada cabaña para
que la energía llegue.

—Confío en que serán de excelente calidad.

—Claro que lo son. Sabes que mi trabajo es impecable.

—Eso espero— señalo y tomo mi teléfono que suena con una llamada entrante

—. Discúlpenme.

Fuera de la carpa y de la atención de los dos hombres, contesto.

—Hola, Katherine. ¿Cómo estás? Yo estoy bien. Me alegro que tú también lo

estés— Claire habla con rapidez sin detenerse a tomar aire hasta el último
segundo—. ¿Quieres ir a almorzar?

—Hola, Claire. Sí, estoy bien, y también me alegro que tú lo estés.


Lamentablemente, estoy en medio de la nada revisando un proyecto y no sé
cuánto me demore acá.

— ¿Segura de que no puedes intentar apresurarte?

—Lo intentaré.

— ¿Y en qué lugar estás exactamente?


—Es un bosque a las afueras de la ciudad.

— ¿Ya estás de vuelta trabajando?

—Sí, estuve por días sin hacer nada. No podía quedarme de brazos cruzados al
volver.

—Te lo dije— una voz salta en el fondo y niego riendo—. Ella está loca por su

trabajo.

—Y ustedes por no hacer nada. ¿He de suponer que están los tres juntos?

—Si, por eso queríamos invitarte a nuestro almuerzo/cita doble.

—En mi defensa, Claire es quien ha insistido de que ahora somos un pack

completo— el ojiazul agrega y segundos después se queja—. No tenías que

golpearme, ella es tu mejor amiga y sabe que es algo que tú dirías.

—Él tiene razón. Ahora estoy ocupada acá, intentaré apresurarme y llegar al

almuerzo pero no prometo nada. ¿Hablamos luego?

—Sí, claro. Y si no llegas, podría considerar que mi violín sea la cita de Andrew,

así que no lo dejes pasar por eso.

—Sí, Hyde, no me hagas pasar por eso— es lo último que se escucha por parte

de él antes de que la llamada se corte.

Negando con una sonrisa, vuelvo al interior de la carpa poniéndome de vuelta en


modo negocios.

— ¿Ese era Andrew?— mi padre pregunta curioso.


—Algo así— alzo una ceja continuando con mi inspección y pasándola al área
del lago para ver las características y que cumplan con lo estipulado en el

documento—. ¿Hay 7 metros de la construcción al lago?

—Sí, pensamos en hacerla menos pero debido a lo que te comenté de los

residuos de construcción, no queremos aventurarnos a causar un daño irrepetible


— el arquitecto se cruza de brazos explicando—. ¿Qué opinas?

—No soy arquitecta y no sé mucho de leyes de construcción pero si se de

clientes y eso, se hace un trayecto un poco largo, ¿no? Tiene que haber alguna

manera de hacer una conexión.

—La hay, pero de eso no me encargo yo. Es más un trabajo del equipo de

jardinería y exteriores, que planean hacer un camino.

—De acuerdo. ¿Ya realizaron un estudio de las condiciones del lago?

—Ya hay gente en eso.

— ¿Podrías darme un recorrido del terreno?— pregunto poco segura si se me

permite hacerlo. Ser patrocinadores de lo que se está haciendo no me asegura


poder estar metiendo mis narices.

—Sí, claro— accede a brindarme mi petición y señala la salida de la carpa—.

Sígueme.

—Papá, ¿vienes?— pregunto al mayor cuando noto que se ha quedado detrás.

—Voy a echarle un vistazo a la cabaña de recepción, te veré luego— se despide


moviendo una mano para que siga al otro hombre en el recorrido.

Sigo al arquitecto mientras pasamos por el área señalizada como segura para
movilización.

— ¿Cómo has estado?— menciona sin voltear o detenerse.

—He tenido días mejores— respondo sin olvidarme ni un momento del

cansancio que tengo—. ¿Qué hay de ti? Estás haciendo algo grande acá, te
felicito.

—Estoy bien, sí. Esta es una grandiosa oportunidad. ¿Cómo ha ido tu vida

desde…?

¿Desde que me engañó? Que buena pregunta.

—Nada nuevo, lo mismo de siempre— a pesar de que hay una parte de mí que

sigue herida por lo que hizo, no le guardo rencor de ningún tipo.

—Te vi en el periódico con Andrew Simurs— claro que lo había hecho—.

¿Ustedes dos están juntos?

—Parece que todo el mundo vio esas fotos— digo con molestia al recordar lo
mal que me había hecho pasar el día. —Y si, algo así. Estamos saliendo. Y tú,
¿tienes a alguien?

—Esa es una pregunta con trampa. Pero no, no hay nadie, desde hace meses que
he mantenido un perfil bajo con eso de las relaciones para poder concentrarme a

fondo en esto.
—Me alegra que pienses eso. Es bueno para ti.

— ¿Sabes? No tienes que ser tan cuidadosa con las palabras, entiendo lo que
quieres decir.

— ¿Ah, sí? ¿Y qué sería eso?

—Que fui un cretino con lo que hice. Aprendí la lección, créeme— se gira

obligándome a detenerme de golpe—. Si hay algo peor que la gente creyéndote


loco porque vas a un psiquiatra después de fingir una depresión, es que ese

mismo psiquiatra te diga que estás loco por hacerlo.

—No estoy enojada contigo— confieso ofreciéndole mi mano—. Hace mucho

que dejó de importarme lo que me hiciste. ¿Estamos bien?

Mira mi mano suspicazmente y luego de notar que no hay ningún truco la toma,

agitándola un poco—: Estamos bien.

Luego de eso, no se toma ni un momento para volver a ponerse en marcha hasta


que nos detenemos a un par de metros de la orilla del lago.

—Y esta es nuestra principal atracción.

—Es hermoso— aseguro admirando el agua.

—Sí, sabía que dirías eso— toma mis hombros y me gira para que pueda
observar un punto en el área de construcción—. Justo ahí estará la cabaña de tu
empresa.

El resto de la mañana me encargo de hablar con los diferentes miembros del


equipo y algunos de los trabajadores en la construcción. A pesar de que no tiene
que responder mis preguntas, Many se toma el trabajo de aclarar todas mis dudas

hasta que siento que es suficiente porque se ha hecho tarde.

— ¿Lista para volver?— habla mi padre; con mi curiosidad no noté antes que ya

iban a ser las 3 de la tarde y había olvidado la hora del almuerzo.

Asiento.

Many nos acompaña de vuelta a los autos, recordando que él también debería ir

a comer algo a la ciudad y aprovecha ese tiempo para hablar con mi padre de

algún juego de beisbol que vendrá pronto.

Dentro del auto, le envío un mensaje al castaño para comprobar que esté libre

para poder vernos.

Me responde un par de minutos después aceptando a que vayamos por algo de


comer en Ocean, después de negarse a ir a almorzar con nuestros mejores

amigos al entender que haría de mal tercio.

—Papá, ¿podrías dejarme en Ocean?

— ¿Verás a Andrew?

—Sí, y aprovecharé para ir a almorzar algo. Me muero de hambre.

—De acuerdo.

El viaje de vuelta se me hace algo más corto y antes de notarlo, detiene el auto a

las afueras del restaurante. Bajo rápidamente tomando mi bolso y le aseguro que
después iré a la oficina y puede llevarse el auto tranquilamente.

Se despide de mí con un movimiento de manos y pronto está alejándose por la


calle.

—Disculpe, ¿ha visto usted a una castaña, hermosa e inteligente mujer?— la voz

llega después de que dos manos tapen mis ojos—. Es que quede en verme con

ella acá.

—No, pero estoy segura que si sigue haciendo esto con extraños, lo demandarán

por acoso—rio bajo.

—Entonces, ¿le contaste a tu padre?— pregunta retirando sus manos de mis ojos

y rodeándome hasta estar frente a mí.

Asiento.

— ¿No va a enviar a que me maten mientras duermo, cierto?

Niego riendo.

— ¿Sabes que te quiero, cierto?— toma mi barbilla y guía mi rostro hasta que

está cerca del suyo.

—Sí, lo sé.

—Que bien— susurra y me besa suave por algunos minutos.

— ¿Sabes lo tontos que debemos vernos besándonos en la acera?— alzo una


ceja cuando se separa.
Se encoge de hombros.

—Idiota— golpeo su hombro sonriendo—. Será mejor que entremos antes de


que me desmaye del hambre.

—Sus deseos son órdenes, señorita— concede tomando mi mano para que

ambos podamos entrar al restaurante, sentándonos en una de las pocas mesas

vacías.

—Bienvenidos, ¿Qué desean en el día de hoy?— una joven mesera llega a

nuestra mesa luciendo una sonrisa sincera.

— ¿Qué deseo hoy? Deseo descubrir la cura contra todas las enfermedades,

casarme con Megan Fox y poder ganar una fortuna por echar malos chistes— el

hombre responde burlón y luego niega—. Lo siento. ¿Podrías traernos dos


carnes Trigollo? Una término medio y otra bastante asada.

—Enseguida, señor— la mujer se retira dando miradas confusas.

—La has fastidiado— ladeo la cabeza negando—. Ahora de segura escupirá en

nuestra comida.

—Eso es asqueroso— frunce la nariz en una mueca de asco—. Pero no creo, se


veía buena persona.

—Esperemos. ¿Qué has estado haciendo hoy? Porque te escuchabas bastante


relajado más temprano.

—He pensado en ti—guiña un ojo—. Y también he hablado con mi padre sobre


nuestra relación. Ah, y tuve una reunión temprano esta mañana.

— ¿Hablaste con tu padre de nosotros? ¿Y qué opina?

—Dice que tendrá que hacerse a la idea. No estaba saltando en puntillas pero
tampoco hizo ningún comentario hiriente o grito o se quejó. Pidió solo que le

diéramos un tiempo para acostumbrarse.

— ¿Y tu madre?

—Ella… mi padre dice que está furiosa conmigo y sigue esperando el momento

en que vuelva arrepentido después de que me dé cuenta de que no eres suficiente

para mí. Las palabras de ella, no de él, no mías.

— ¿Y tú lo crees?

— ¿Qué?

— ¿Qué no soy suficiente para ti?

—Claro que no. Pienso que eres grandiosa, te amo y eso no va a cambiar. No

pienso alejarme porque soy afortunado.

— ¿Así que me amas?

—Comienzo a creer que eres sorda— dice riendo bajo—. Porque no he estado
diciendo más que eso desde hace un tiempo. Te amo con todo mi corazón; mi

alma es tuya desde el momento en que decidiste aceptarla.

Me sonrojo tapando mi rostro unos segundos.


—Es irónico… Hace un par de meses estaríamos gritándonos insultos y ahora
estamos acá, juntos.

—Primero, tú estarías gritándome a mí. Y dos, no creas que las peleas se

acabaron. Te ves sexy cuando te enojas y pienso utilizarlas para obtener

grandioso sexo de reconciliación.

Toma todo de mí no actuar sorprendida por su ultimo comentario, así que ruedo
los ojos negando.

— ¿Y qué hay de Xavier?

—Excelente, tiene un nuevo apartamento y mañana lo ayudaré a comprar

algunas cosas para decorarlo.

— ¿Irás de compras con él? ¿Los dos solos?

—Por favor, no me digas que estás celoso.

—Acaban de salir de una relación así que sí, tengo derecho a decir que estoy

celoso.

—Es mi mejor amigo, Andrew. Los mejores amigos hacen ese tipo de cosas sin
ninguna connotación romántica.

—Pero te parece guapo.

—Sí, ¿por qué? Lo haces desde la universidad.

— ¿Lo deseas?
—No. No “deseo” a nadie.

— ¿Ni a mí?

Niego.

— ¿Por qué no?

—Porque no. Eso de “desear” es algo que no toma en consideración como te


sientes por la otra persona, es una cuestión ajena a los sentimientos.

— ¿Y qué hay de esa noche en el hotel?

—Fue la emoción del beso. Tarde o temprano, yo habría detenido eso.

—Pero pudo ocurrir.

—Lo sé, y es bueno que tú nos detuvieras.

—Esto se está convirtiendo en una discusión, así que detengámonos.

—Ok.

La joven que nos está atendiendo llega y deja los platos de comida frente a cada
uno y toma nuestras órdenes de bebidas para volver a irse.

—Ahora, come. Tienes que recuperarte del resfriado— me pide señalando el

plato frente a mí.

—Estoy bien, ya ni siquiera estoy estornudando—murmuro enternecida—. Te

ves tan tierno así, preocupado.

—Come. No escucharé una palabra hasta que termines todo.


—Estas a punto de ganarte un par de gritos, ¿lo sabes?

—Ya lo dije, sexy— señala al verme molesta.

—Silencio, intento comer—bufo y tomo un bocado de la comida.

—Buen provecho.

Durante los siguientes minutos comemos en silencio, incluso cuando la mujer


vuelve a dejar nuestras bebidas frente a nosotros; y el único intercambio que

tenemos en toda la comida se basa en miradas.

Andrew aprovecha que termina primero que yo para pedir la cuenta y pagarla.

—Eso me molesta. No tienes que pagar por mí.

—Pero quiero.

—Que paguen por mi comida cuando no estoy de acuerdo, me hace sentir como

esas mujeres que no pueden vivir sin ser mantenidas por sus parejas. Yo
mencioné el venir acá, así que pude pagar tranquilamente.

—Sé que pudiste, Katherine, pero estaba siendo caballeroso. La próxima vez

corre por tu cuenta, ¿de acuerdo?

—Está bien— asiento esperando que retiren nuestros platos para ponerme en pie
y caminar fuera del restaurante con él—. ¿Qué harás ahora?

—Estaba pensando en pasar la tarde juntos— responde tímido.

—Pero no sabes si estoy libre.


—En realidad…— una sonrisa culpable ocupa su rostro.

— ¿Samantha?—entrecierro los ojos suspirando—. Necesitas dejar de hablar


con mi asistente.

—Necesitaba confirmar que estabas libre.

—No lo estoy, tengo cosas que hacer.

—Pero no son urgentes. ¿Por favor?

—En serio, me serviría el tiempo para revisar un par de cosas.

—Que aguafiestas eres.

Alzo una ceja y termino por rendirme.

—Más te vale que esta tarde valga la pena o habré perdido tiempo valioso en

nada.

Me abraza feliz—: No te arrepentirás.

—Y tengo permitido irme si lo deseo.

—De acuerdo, es justo.

— ¿Qué tienes planeado?

—Apaga tu teléfono— me pide.

—No lo haré. Puede haber una emergencia.

—Kathe…

—No lo contestaré si eso quieres, pero no lo voy a apagar.


—Tienes que dejar de ser tan paranoica— suspira juntando las cejas. —Sígueme.

Toma mi mano en todo el tiempo que nos toca llegar al museo de arte central.

— ¿Qué hacemos acá?— pregunto tan pronto cruzamos la puerta.

—Ven— sonríe como niño entrando a una dulcería.

— ¿El beso de Klint?— tan pronto como nos detenemos me pregunto qué espera
de esto.

— ¿Lo conoces?

—Claro que lo hago. Hay un tributo en mi casa pintado por un artista joven.

—Es mi favorita después de las pinturas de Van Gogh.

—No se comparan ambas.

—Lo sé, solo me gustan de manera parecidas. Sigamos.

— ¿El grito?— me siento aún más confusa a medida que seguimos.

—Sí, siempre me dio curiosidad lo que pensaba el artista al pintarlo.

—Quizás vio los temores de la humanidad.

— ¿Y qué me dices de este?— señala otro de los cuadros.

—El nacimiento de Venus; creo que no hay mucho que explicar de él. Es un
cuadro muy claro.

—Ya podemos irnos—dice de repente y lo sigo confundida.

Caminamos al parque y ocupamos una de las bancas en silencio.


— ¿Quieres saber por qué te lleve allá dentro?

—Te escucho.

—Me prometí que la mujer de la que me enamorara tenía que tener educación,
cultura… y un buen trasero. Y un básico conocimiento de arte.

—Idiota.

— ¿A veces no has sentido que tu vida es demasiado perfecta para ser verdad

pero a la vez es no te la terminas de creer porque algo te falta?

—Si.

—Para mí ese algo eres tú. Te juro que desde que tengo memoria ha sido como

una tarea de todos los días el odiarnos, sin nunca tener una explicación real de

porque estaba bien que lo hiciéramos. Eso que nos crio toda la vida haciéndonos

creer que estaba mal sentir algo bueno por el otro, es una batalla de nuestros

padres, no nuestra. Por eso estoy completamente de acuerdo en que sea así, y no
nos envolveremos más porque podría destruirnos.

Espero.

—Nos concentramos tanto en discutir que nunca nos preguntamos si era algo
personal. El momento en que me di cuenta de esto ya estaba completamente loco

por ti y no pude olvidarlo. Ahora agradezco haberme dado cuenta de que te amo.

—Yo también.

Me mira sorprendido y toma mi rostro entre sus manos para besarme.


—Vuelve a decirlo.

—Ya perdiste tu oportunidad.

— ¿Estás bien?— me mira preocupado.

— ¿Por qué lo preguntas?

—Sé que no he sido muy paciente y que no me he tomado el tiempo necesario


para escuchar cómo te sientes porque estoy tan emocionado con tenerte que a

veces olvido que tienes opiniones diferentes a las mías.

—Explícate.

—No me he preocupado por cómo te afecta un nosotros.

—No me afecta en nada, porque no le doy importancia a lo que los demás

piensen. Ya no, y no con esto.

—Te agradezco por ser fuerte.

—Lamento lo de tu madre.

—Me perdonará, solo espera un par de días. Siempre lo hace.

—Eso espero.

—Hyde, estoy bien— besa mi frente.

—Tengo una pregunta.

—Dime.

— ¿Qué se siente ser un especialista en el antiguo arte de acosar?


Alza una ceja negando con una sonrisa.

—Sigo esperando mi respuesta.

—No lo sé, solo sé que contigo valió la pena— choca su hombro


juguetonamente con el mío.

—Estás demente— rio besando su mejilla.

—Ahora cuéntame, ¿Cómo te fue hoy con el proyecto en el que estás

trabajando?

—Digamos que bien. Son temas empresariales y no puedo discutirlos con la

competencia.

—Vamos, sé que se trata de algo que no han hecho antes.

—Bien, solo te puedo decir que es cierto y que estaré viendo a Many Wood
muchas veces.

— ¿Tu ex? ¿El que se volvió loco?

—Sí, ese mismo. Pero ahora está bien.

— ¿Son solo amigos, verdad? ¿No estarás sintiendo lastima o algo parecido?

—Sí, solo amigos, tonto celoso.

— ¿Y se ve prometedor? ¿El proyecto?

—Sí, se ve muy bueno. Y si sigues haciendo preguntas creeré que estas


utilizándome para obtener información de la empresa— lo señalo seria—. Pero
no serías tan desalmado para hacerlo.

—Jamás haría eso y no se me ha pasado una sola vez por la mente—apoya su


cabeza en mi hombro.

—Desearía volver a la isla— suspiro.

— ¿Por?

—Porque no tuve oportunidad de terminar de bucear.

—No vuelvas a mencionar el buceo— dice tensándose—. Ese día fue uno de los

peores de mi vida.

—Gracias por salvarme.

—De nada, además fue bueno aprovechar la oportunidad para besarte.

— ¿Te gusta enojarme, cierto?

Me responde con una risa.

Una señora de la edad de mi abuela se acerca y con voz dulce nos pregunta—:

Jóvenes, ¿puedo tomar una foto de ustedes?

— ¿Una foto?— el castaño levanta la cabeza de mi hombro curioso.

—Es para una exposición comunitaria sobre las vidas en el parque.

—Acepto, solo si me da una copia— sonríe el de ojos cobalto—. Incluso le

pagaré por ella, si quiere.

—No les estoy pidiendo dinero—replica mirándolo severa.


—Yo quiero pagarle por eso. Digamos que la contraté como mi fotógrafa. Es su
trabajo y tiene un valor.

Asiente y saca una cámara de su bolso.

— ¿Listos?— pregunta acomodando su cabello y presionando diferentes botones

hasta que está feliz.

—Espere— Andrew la detiene con una mano y lleva mi cabeza hasta su hombro
—. Ahora sí.

Ruedo los ojos y sonrío para la foto mirando el lente de la cámara antes de que

un rápido clic suene proveniente de esta. En el momento en que lo hace, él besa

mi cabello.

—Una hermosa foto— la examina la señora y le da sus datos al castaño para

poder entregarle la foto cuando la revele.

—Gracias— agradezco con un asentimiento cuando le doy un vistazo y noto que


nos vemos realmente bien.

—Estaré llamándola— le asegura el ojiazul y se despide de ella que sigue en


busca de otras vidas en el parque.

29
Estamos tendidos en el césped bajo un árbol buscándole formas a las nubes, he

apoyado mi cabeza en su brazo extendido.

—Esa parece un dragón— apunto con mi dedo a una de las nubes.

—Mira ese, parece el Empire State.

—Tienes razón. Eres buena en esto.

—No me gusta presumir, pero si—alzo la cabeza para mirarlo.

—Eres hermosa— aparta un mechón de cabello de mi rostro y lo pone detrás de

mi oreja.
—Vamos a seguir jugando— aparto la mirada avergonzada.

—Creo que tengo algo de hambre. ¿Qué te parece un poco de comida casera?

— ¿Cocinarás para mí? —pregunto emocionada.

Da un leve asentimiento, levantándose también.

— ¿Seguro de que cocinas bien?— entrecierro los ojos desconfiada—. ¿Seguro


de que no me dará una intoxicación?

— ¿Y cómo crees que he sobrevivido tantos años? Mi madre solo se acerca a la

cocina por agua y para pedir que le preparen algo.

— ¿Qué tienes en mente?

—Es una sorpresa.

—Odio las sorpresas.

—Lo sé pero tendrás que esperar.

Limpio el césped de mi ropa.

— ¿Con que así está la situación?— pongo mis manos en la cintura descontenta

—. Pagarás por esto, Simurs. Es mejor que corras o te golpearé.

El no espera ni un momento antes de ponerse a correr por el parque mientras


hago mi mayor esfuerzo por no caerme por estar persiguiéndolo en tacones. Un

par de niños se interponen frente a él y hacen que se tropiece.

— ¿Estás bien?— me detengo cansada.


El me jala a su lado y rueda hasta estar sobre mí. Parecía que jamás iba a olvidar
lo ocurrido en la isla.

— ¿Estás pensando lo mismo que yo?— pregunta mirándome divertido.

— Si— confieso ruborizada.

—Me encantan tus ojos.

—Sí, son hermosos—afirmo perdiéndome en el azul de los suyos.

Esta vez me besa dulcemente antes de levantarse.

—Final perfecto— ofrece su mano.

—Estoy de acuerdo— la tomo y lo dejo ayudarme a poner de pie.

—Ahora, vamos. Tengo que alimentar a mi linda castaña.

Permito que nos guie fuera del parque y lo sigo al estacionamiento del

restaurante para tomar su auto, ya que he dejado que mi padre se llevara el mio

hace unas horas.

El trayecto es silencioso y no nos toma mucho tiempo llegar a la edificación

donde vive desde hace varios años.

—Bienvenida a mi casa— anuncia alegre abriendo la puerta y dejándome entrar


primero que él.

El interior es impecable con tonalidades grisáceas y los muebles son sobrios y


modernos a la vez.
—Es hermoso— observo la decoración tomando algunas de las pequeñas
estatuillas sobre la chimenea para entender de que se tratan. Nunca había estado

en el interior de este lugar así que no sabía que esperar exactamente de él. Hay

un par de marcos de foto con recuerdos de él siendo pequeño, que me sacan una
risa enternecida.

—Sígueme— emprende su marcha a la cocina y me pide que me siente en uno

de los taburetes de la barra de desayuno.

— ¿Qué prepararás?

—Te dije que era una sorpresa.

Finjo una cara triste.

— ¿Sabes que tenemos que tener un día de aniversario?— abre el refrigerador

dándome la espalda mientras habla. Puedo notar que la mayoría del interior del
electrodoméstico está ocupado por diferentes jugos y yogures.

—Bueno, para tener uno de esos, primero necesitamos estar en una relación por

completo.

—Pensé que lo estábamos— saca algunos ingredientes y los pone sobre el


mesón.

—No has hecho la pregunta— me apoyo en mi mano entretenida—. Y yo lo


haría pero… te daré los honores.

—Bien…—suspira y me estudia por unos segundos hasta que una sonrisa


torcida ilumina su rostro—. Katherine Briden, ¿quieres ser mi novia? Aunque el

termino suene a que seguimos siendo adolescentes.

—Acepto—respondo satisfecha y miro la fecha en mi teléfono para darle una

fija al comienzo de nuestra relación—. Queda acordado. Nuestro aniversario es

el 24 de Septiembre.

—Pensé que comenzaría a contar desde el día que te declaraste y me besaste—


explica confundido.

—Ese día aún estaba en una relación con Xavier. Todo comenzó la noche en

Sidney.

— ¿Aún piensas en esa noche?— vuelve a sacar diferentes recipientes para

preparar la comida.

— ¿En qué específicamente?

—En que casi ocurre esa noche…

— ¿Tú sigues pensando en eso?

—Todo el tiempo.

—Solo es sexo, olvídalo— niego mirándolo.

—Hablas como si fueras una experta.

—Vamos, ninguno de los dos es virgen—me encojo de hombros con expresión


trivial.
—Lo sé, pero contigo sería diferente. Lo haría por amor, no por simple placer.

Abro los ojos sorprendida.

— ¿Te gusta el picante?

—Sí, solo no exageres— aseguro haciéndome con mi teléfono, para rodear la


mesa de la cocina y estudiar cuando el mejor ángulo para una foto de ambos—.

Necesito recordar esto—rodeando su cuello con mi brazo, beso su mejilla y


tomo la foto.

—Creo que necesitas otra— se hace con mi teléfono y lo sostiene aún más alto

para darme un beso y presionar el botón de captura.

— ¿Por qué quieres tener tantas fotos besándome?—recupero el teléfono de sus

manos.

—Porque aún lo creo un sueño, no me canso de besarte.

—Ni yo a ti—reconozco y dejo un corto beso sobre sus labios.

—Deja el celular en el mesón.

— ¿Por qué?

—Solo hazlo—dice con seriedad.

—Ahora, ¿Qué ocurre?— prefiero dejar el móvil en mi bolso al no entender ni

un poco lo que pasa por su mente.

—Me estás volviendo loco— antes de que pueda reaccionar, me ha levantado


sobre su hombro.

— ¿Qué haces?—pregunto confusa.

El me lleva a su habitación y ambos caemos sobre su cama. No se toma un


momento hasta estar sobre mi boca, besándome como si le faltara el aire. Rodeo

su cuello con mis brazos mientras mete la lengua en mi boca y acerca su cuerpo

al mío tanto como puede.

—Tendrás que desobedecer al doctor—suelta los pocos botones de mi chaqueta

hablando entre jadeos, mientras me la quita—. No necesitamos esto.

Vuelve a mis labios y se queda en ellos un rato, sin siquiera separarse a tomar

aire.

—Aun no me canso—admite dirigiéndose a mis pies y quitando los zapatos al

igual que los suyos.

—Ven acá— lo acerco metiendo las manos debajo de su camisa y quitándola del
camino.

—Mi turno— toma mi blusa y la quita para lanzarla a un lado de la habitación.

—Espera…—lo detengo antes que continúe para poder asegurarme que es el


momento correcto.

Me mira por unos segundos a la expectativa y asiento cuando sé que estoy lista.
Nos encargamos de quitar el resto de ropa entre nosotros entre besos, suspiros y

roces hasta que él decide besar mi abdomen obteniendo un tímido gemido.


—Veo que estás lista— aprecia y se mueve al cajón de su mesa de noche para
sacar un condón.

—Me hiere que lo dudes— susurro atrayéndolo de vuelta en un beso en lo que le

toma acomodarse entre mis piernas, acomodar la protección y hundirse con

suavidad en mi interior.

30
— ¿Cuál prefieres?—Xavier me muestra dos copas mientras intentamos comprar
cosas para su nuevo apartamento. Cosa en la que necesita ayuda, porque nunca

se le ha dado bien ese tema.

— ¿En serio?— alzo una ceja al examinar ambas—. Para mí lucen iguales.

—No lo son. Vamos, Kathe, esfuérzate; necesito la mejor opción para mis vinos.

—Esta— me decido por la que parece más ovalada.


—Sí, tienes razón. Esta me gusta más.

Desde que me levanté esta mañana en la cama de Andrew, solo había tenido
tiempo para salir corriendo y dedicarme a aconsejar a Xavier en como decorar su

residencia. Otra vez por poco llego tarde a un encuentro con él y no quería

comenzar con la renovación de nuestra amistad actuando de esa manera, aunque


significara dejar al apuesto ojiazul tan temprano.

— ¿Y cómo te fue anoche?— toma una caja de las copas que seleccionamos y

las añade al carrito.

Lo miro confusa.

—Sé que pasaste la noche con Andrew— pasa a darle vistazos a varios

conjuntos de cubiertos.

Me detengo sorprendida de que sepa eso y a la misma vez sintiéndome


incomoda porque tenga conocimiento de lo que estuvo pasando anoche.

—Tienes la misma ropa de ayer— apunta tomando una caja de esos y

continuando con su examinación de objetos de cocina por el pasillo.

—Oh—desvío la mirada.

—Además, tu teléfono está apagado. Si hubieras pasado la noche en tu casa, no

lo habrías olvidado. No serías tan descuidada.

— ¿Está apagado?— reviso en mi bolso en busca de mi teléfono e intento

encenderlo hasta que una señal me demuestra que está sin carga. En cuestión me
quedé sin batería.

Lo sigo por el pasillo hasta ponerme a su lado y extiendo mi mano.

— ¿Me prestas tu teléfono? —pido con amabilidad

—Claro— lo saca del bolsillo de su saco y lo pone en mi mano.

Busco el número de mi padre en sus contactos y lo marco.

—Hola, papá— digo en cuanto contesta el teléfono.

—Katherine Sophia Briden Prine, ¿Dónde has estado?— su voz suena enojada al

otro lado de la línea.

—Estoy ayudando a Xavier a comprar algunas cosas para su apartamento.

— ¿Dónde pasaste la noche?

—Donde Andrew.

— ¿Pasaste toda la noche con él?

—Sí, me invitó a cenar y me quedé.

—No preguntaré que hicieron porque no creo que quiera saberlo o que vayas a
contármelo pero tendremos una conversación seria cuando lleguemos a casa.

—Sí, solo llamaba para hacerte saber que sigo viva y que no intentes llamar a mi
teléfono porque está muerto.

—Termina con Xavier y vienes a casa.

—Ok.
Le devuelvo el teléfono al dueño con una mirada agradecimiento, después de
colgar.

— ¿Problemas?—tomo un set de figurillas plateadas que me recuerdan a él y lo

añado al carrito.

Asiento.

—Ahora vamos por la cama del cuarto de invitados— pongo una mano en su
brazo y lo jalo al pasillo del dormitorio—. Debo proteger los intereses de tus

futuros invitados.

Vemos las diferentes opciones riéndonos de algunas de las cosas que hemos

añadido al carrito e imaginando donde las pondrá.

— ¿Qué haces en mi tienda, zorra?—grita alguien a nuestras espaldas.

—Oh, Trinity— me volteo metódicamente luego de reconocer la voz—. No

sabía que estarías hoy aquí. ¿Cómo has estado?— examino las oscuras bolsas
bajo sus ojos y la postura encogida que tiene.

—Claro, como crees que eres la única persona importante acá— levanta las
manos hablando en voz alta—. ¿Cómo crees que he estado? Vamos, me quitaste
a mi esposo—me señala con un delgado dedo frunciendo el ceño.

—No era tu esposo, solo estaban comprometidos—aclaro en medio de un


suspiro—. Este no es un lugar para discutir.

—Tú lo hipnotizaste para que me alejara. Lo obligaste a terminar conmigo— se


acerca hasta estar a solo un par de metros de mí—. Pero te lo prometo, vas a

sufrir. Mucho peor de lo que yo lo estoy haciendo ahora.

— ¿Tú me harás sufrir?— me cruzo de brazos en tono cuestionable.

—No soy solo yo— amenaza entrecerrando los ojos—. Muchos desean tu

muerte, y lo sabes hace mucho.

—Xavier, vámonos—me giro sin ganas de enfrentarme ahora mismo a todo ese
drama—. No quiero seguir tratando con locas.

—Claro, como tu madre se murió, nadie te enseñó a respetar lo ajeno— grita

furiosa.

—Ahora sí, la mato—me devuelvo enojada dándole una bofetada cansada de sus

niñerías—. ¡No te atrevas a mencionar a mi madre de nuevo!

— ¿Por qué?— sostiene su rostro con una mueca—. Desde luego, ella era toda

una experta en eso de quitar esposos, ¿no?

—Vuélvelo a decir y tendrás otra de esas.

Espero que se atreva a continuar, lista para atacarla en cuanto lo haga.

—Así está mejor, porque te juro que vuelves a hablar de mi madre y te irá peor.

—Perra.

—Estúpida— estoy por volver a golpearla pero dos brazos fuertes me rodean y
me jalan lejos de ella.
No me suelta hasta que estamos a unas tres secciones lejos.

—Cálmate— pone las manos sobre mis hombros hablando con preocupados ojos
grises.

—Tienes que dejarme volver— para el momento estoy hablando entre sollozos

—. Nadie puede hablar así de mi madre sin consecuencias.

—Tranquila— me abraza dejando que me esconda en su pecho.

—Esa mujer… No tienes idea de cuánto me enoja— comento contra la tela de su

camisa con la rabia aun latente.

—Cálmate. Katherine, golpeándola no vas a solucionar nada.

—Lo sé, pero al menos me sentiré mejor.

—Te conozco y sé que eso no es cierto, créeme.

— ¿Por qué tienes que tener la razón justo ahora?— me aparto secando las
lágrimas con mis manos intentando calmarme porque sé que le estoy arruinando

un divertido día de compras—. Está bien, sigamos.

—No, ya terminamos por hoy. Nos vamos ahora mismo.

—Pero, ¿qué hay de tus compras?

—Haré que las envíen al apartamento. Ahora, prefiero ir con mi mejor amiga

por algo de tomar— pone un brazo sobre mis hombros para guiarme a la salida.

Asiento leve y no es hasta que estamos en el estacionamiento buscando su auto


que vuelvo a hablar—: Espero que sepas que tú invitas.

— ¿Qué paso con la mujer que se negaba a permitir que pagaran su cuenta?

—Ella hoy se siente mal y necesita que la consientan—recojo de mi cabello en


una cola alta y subo al auto—. ¿Sabes que te adoro, cierto?

—Lo sé, soy irresistible— sonríe guiñando un ojo y sube detrás del timón.

Mientras él conduce, busco despejar mi mente de malas energías hablando de

algunas cosas que vi y me llamaron la atención. Y aunque en un principio creí

que iríamos a un lugar a sentarnos y charlar, él se detiene en el autostop de un

restaurante de cadena de comida rápida para ordenarnos dos combos de

hamburguesas grandes, con dos sodas del mismo tamaño y papas.

Después de pagar por nuestra comida, emprende el camino que lleva hasta mi

casa.

—Me diste un susto allá, ¿lo sabes? Por un momento estabas comportándote
como alguien que no eres.

— ¿En serio?— como algunas papas y tomo del refresco.

—Sí, estabas furiosa y luego la golpeaste.

—Agradezco que me hayas detenido— le doy las gracias sacando la


hamburguesa de su envoltorio.

—De nada.

—Realmente no buscaba discutir con ella y mucho menos golpearla… pero ella
me enoja demasiado.

—Entiendo, sus comentarios no estuvieron nada bien. Todo hubiera sido más
fácil si siguiera contigo— se mofa sonriéndome.

—Te advertí que no doy segundas oportunidades— me encojo de hombros para

luego darle un gran mordisco a la unión de carne, pan, salsas y vegetales.

—No quiero sonar entrometido pero, ¿lo amas?

Confirmo con un asentimiento leve.

—Cómo cambian las cosas en tan poco tiempo.

—Sí, demasiado.

—Solo espero que sigamos siendo la pareja de negocios más grandiosa del

mundo.

—Claro, es un juramento. Siempre juntos.

—Siempre juntos.

El resto del trayecto es silencioso mientras ambos comemos mirando la

carretera. Después de que me deja en la entrada, le doy un enorme abrazo en


agradecimiento por haber estado conmigo hasta que me calmé.

—Perdón por ser una pésima compañera de compras.

— ¿Bromeas? Me divertí contigo— asegura y bajo del auto para cerrar la puerta,
despidiéndome con un movimiento de mano hasta que su auto desaparece por el
camino principal.

Luego de eso, entro a la casa dejando mi abrigo en el armario cerca a la puerta y


llamando a mi padre.

—Papá, estoy en casa.

—Estoy en la cocina— dice y siguiendo su voz, me lo encuentro cortando

algunas verduras.

—Espera, ¿estás cocinando?— juntos las cejas extrañada—. Eso sí que es

extraño.

—Aunque no lo creas, este viejo es un maestro en la cocina.

—Espero que así sea, no quiero terminar con un daño en el estómago.

—Confía en mí— ríe y las vierte en una olla hirviendo—. ¿Cómo te fue con
Xavier?

—Bien, fue divertido tener algo de tiempo con él y solo dedicarme a escoger

decoración. Aunque hubo un pequeño problemilla que nos pudo arruinar la

tarde.

— ¿Qué ocurrió? ¿Con quién te encontraste?

—Pues… Puede que Trinity Sanders haya estado en el lugar donde estábamos

comprando y dijo algunas cosas hirientes, así que no me pude quedar de brazos
cruzados y…

— ¿La golpeaste?
—Si.

— ¿Por qué?

—Ofendió a mamá.

— ¿Fue una bofetada?

—Si.

— ¿Le hiciste mucho daño?

—Tendrá la mejilla roja por hoy.

—Tuvo que enojarte demasiado para que hicieras eso—afirma pensativo.

—Lo hizo.

—Cambiando de tema, ¿Cómo está Simurs?

—Andrew está bien.

— ¿Se comportó bien contigo?

—Sí, papá. Anoche preparó una deliciosa cena— miento a medias, porque al

final terminamos ordenando pizza—. Y nos quedamos dormidos después de


hablar mucho.

—Está bien, ve a tomar un baño y baja a comer lo que tu viejo está preparando.

—De acuerdo— aseguro con un asentimiento y me dirijo a las escaleras. Y a

pesar de que hace poco he comido todo un combo de hamburguesa, no me


perdería por nada probar lo que él está cocinando.
Tan solo entrar en mi habitación, bloqueo la puerta y camino al cuarto de baño
para tomar una ducha. El agua ayuda a relajar mis músculos tensos y alejar el

sentimiento de enojo en mi pecho hasta que la apago, al sentir que llevo

demasiado tiempo bajo ella.

Reemplazo los eventos de este día por lo ocurrido la noche anterior e intento
mantenerme en ellos, dejándome ser feliz por un rato. Al cambiarme, escojo

unos largos pantalones de pijama y una de las camisas de la universidad que robé
de Xavier hace muchos años. Pongo el teléfono a cargar y bajo decidida a comer

lo que mi padre ha prometido.

—Te garantizo que serán los mejores burritos que alguna vez probarás— es lo

que dice al dejar un plato con varios de ellos en la barra de la cocina y sentarse a

mi lado para que ambos podamos comer juntos.

Con suspicacia tomo el primer bocado y asiento sin que sus palabras puedan ser
mejores—: Están deliciosos. ¿Desde cuándo cocinas tan bien?

—El que no cocine todo el tiempo, no quiere decir que no lo sepa hacer. Solo he

estado demasiado ocupado para preparar algo como esto.

—Deberías cocinar a diario.

—No, deberías aprovechar esta oportunidad porque tomará un rato hasta que
ocurra de nuevo.

—Gracias— sonrío besando su mejilla.


—Solo es comida…

—No lo digo solo por esto. Hablo de todo; gracias por aguantarme todos estos
años. Sé que no he sido alguien fácil de criar y te aprecio porque no sé cómo lo

hiciste.

—Porque te amo, pequeña— me mira enternecido—. Eres lo mejor que me ha

pasado en la vida.

—Me harás llorar— hago una mueca conmovida.

—No importa. Me gusta que tengamos este tipo de confianza. No puedo pedirle

nada más a la vida.

—Te adoro, viejito—acepto y continúo devorando el plato de comida—. Ahora,

no me dejes sola en esto.

31
—A trabajar— hablo divertida a Owen—. No se te paga por coquetear con mi
asistente.

—Lo siento, señorita—se disculpa poniéndose rojo como tomate—. Te veré


luego— le da un beso corto a Sam.

—Está bien— ella lo observa alejarse por el pasillo hasta el ascensor.


Entro a mi oficina, cerrando la puerta y contesto una llamada entrante en mi
teléfono.

—Señor Higgons— respondo feliz de poder escucharlo al fin—. ¿Cómo le ha

ido en Londres?

—Señorita Briden, es un gusto escucharla. Estoy perfectamente, a punto de

cerrar un trato nuevo.

— ¿Cuántos clientes has obtenido hasta ahora?

—Unos 5 o 6.

— ¿Y cuándo volverás? ¿O es que acaso una británica ha capturado tu corazón?

—Si nos vamos por nacionalidad, creo que prefiero las asiáticas. Estaré de vuelta

en unos días. Quiero comprobar que todo esté en orden antes de volver.

—Llevas dos semanas fuera, no creo que eso se trate de tener todo en orden.

—Sabes que todo es por el bien de la empresa.

—Sí, lo sé. Pero ya se me hace extraño no tenerte alrededor.

—Y a mí, no tener tus imaginativos comentarios— por el tono de su voz, sé que


tiene una enorme sonrisa en el rostro—. Cerraré este trato y volveré, ¿de
acuerdo?

—De acuerdo.

Cuelga la llamada antes de que pueda despedirme apropiadamente y vuelvo a


darle un vistazo emotivo a las flores sobre mi escritorio, leyendo la tarjeta una

vez más.

Para la mujer que prefiere las rosas.

Te amo

Y feliz navidad y aniversario de 3 meses.

—Solo tuyo, El Idiota.

Katherine Briden: Feliz tercimersario. Feliz Navidad.

Andrew Simurs: Te amo.

Katherine Briden: Yo también, idiota. ¿Cómo te fue ayer?

Andrew Simurs: No fue tan malo, mi madre y yo hicimos las paces pero aún

sigue sin estar del todo de acuerdo con nosotros. ¿Y tú?

Katherine Briden: Todo normal, con los abuelos de visita y mi padre más

tranquilo, me permití tener una cena tranquila con mi familia.

Andrew Simurs: ¿Vendrás hoy a casa, cierto?

Katherine Briden: Si, claro. ¿Los tortolitos también irán?

Andrew Simurs: Claro que vendrán.

Katherine Briden: Llevaré el vino.

Andrew Simurs: No importa, después de que tú y tu sensual trasero vengan.

Katherine Briden: Controle sus pantalones, señor Simurs.


Andrew Simurs: Con una mujer tan hermosa como usted a mi lado, es
imposible.

Katherine Briden: Tendrá que controlarse porque no estoy de humor.

Andrew Simurs: ¿Por qué? ¿Estás en esos días?

Katherine Briden: No estoy en esos días, y eso no es de tu incumbencia. Solo

estoy triste al pensar que Xavier estará pasando la navidad solo en Londres.

Andrew Simurs: No te preocupes. Londres es una ciudad llena de gente. Estoy

seguro de que no estará solo.

Katherine Briden: Suenas muy seguro. ¿Qué sabes que yo no sepa?

Andrew Simurs: Conoció a una mujer. Es japonesa y vive en Londres, donde

tiene una boutique.

Katherine Briden: ¿Cómo sabes eso? ¿Acaso te lo contó? ¿Desde cuándo son

tan cercanos? Es un traidor sí lo hizo, porque se supone que son cosas que tiene

que decirme a mí; ese es el punto de una mejor amiga.

Andrew Simurs: Respira. Sí, él me lo contó. Nos hemos vuelto cercanos por ti, y
la razón por la que no te contó es porque aún no es nada serio, y no quiere
contártelo sin que lo sea.

Katherine Briden: ¿Te dijo su nombre? Que rápido crecen. Mi niño se ha


enamorado.

Andrew Simurs: Si sigues preguntando por él, me pondré celoso. Si no supiera


que me amas y que soy excelente en la habitación, estaría muy enojado.

Katherine Briden: Tonto, hablamos luego. Tengo cosas que hacer.

Andrew Simurs: ¿Pensar en mí?

Katherine Briden: Me refiero a cosas serias.

Andrew Simurs: Bien, hablamos luego. Te amo.

Dejo el teléfono sobre el escritorio y salgo fuera a dar mi discurso de Navidad.

—No diré tonterías melosas, solo les desearé que tengan una grandiosa cena de

Nochebuena y que recuerden todas las locuras que hagan esta noche, mañana—

miro divertida al equipo completo de presidencia—. Feliz Navidad y ya pueden

irse. Los veo en Enero.

Todos aplauden emocionados y se encargan de apagar sus ordenadores para


dirigirse al ascensor.

—Samantha, espera— detengo a la mujer joven—. Tengo un regalo para ti antes

de que te vayas.

—Señorita…

—Dame un momento— le pido y vuelvo a entrar en mi oficina para buscar la


caja mediana con un vestido dentro y volver a salir—. No aceptaré un no por

respuesta.

—Pero estoy apenada, yo no le tengo ningún regalo.


—Bueno, para mí sería suficiente regalo si lo usas esta noche en tu cena con tus
padres y Owen.

—Señorita, gracias— baja la mirada y toma la caja de mis manos.

—No me agradezcas. Deja de gastar tiempo aquí y ve a celebrar tus vacaciones

— le doy una breve sonrisa.

Ella asiente y camina a los ascensores donde destaca la mata de cabello rojizo de
su novio, saliendo de ahí.

Vuelvo a entrar en mi oficina segura de que tomará un buen rato hasta que todos

hayan bajado, así que me encargo de guardar las cosas que necesitaré en mis

vacaciones. Espero observando el fondo de pantalla de mi computador y suspiro;

es una de las fotos de Andrew y de mí en la isla. Y pensar que hace meses, había
querido deshacerme de ellas.

Unos 20 minutos después ya no hay más ruido en la oficina que algunas cuantas

voces, así que tomo mi bolso, las flores y mi teléfono después de apagar el

ordenador. Le doy un último vistazo rápido a la oficina y salgo con destino a los
ascensores para irme con el último grupo.

Chequeo la hora en la pantalla del teléfono y compruebo que falta poco más de
una hora para las siete de la noche, que es cuando nos tenemos que reunir en su
casa. Por lo que debo apresurarme a llegar a casa a prepararme.

Después de entrar con los restantes, uno de ellos presiona el piso de recepción y
cuando me da permiso presiono el del estacionamiento. El descenso es silencioso
y puedo sentir los ojos de cada una de las personas ahí, en mi rostro. Supongo
que aun cuando les he pedido que se diviertan esta noche, no son capaces de

bajar sus guardias hasta que yo esté lejos. Para mi suerte bajan en el primer piso

y solo dos descienden un piso más conmigo a buscar sus autos.

Cuando lo he logrado hasta llegar a casa, tomo una ducha rápida antes de
cambiarme en mi vestido para la noche, zapatos en conjunto y maquillaje acorde

a la ocasión. Mi cabello ha tenido mejores días pero recogiéndolo me libro de


tener que peinarlo. Para cuando termino ahí, faltan solo 10 minutos para que se

cumpla la hora estipulada por el castaño, y de la que estoy segura, no llegaré a

tiempo.

Al salir de mi habitación, mi padre y los abuelos están por bajar las escaleras

vestidos en sus mejores galas.

—Que elegancia la de Francia—los miro admirada por lo bien que se ven.

—Bueno, hay que deslumbrar en la fiesta a donde vamos— la abuela da una


vuelta para mostrarme mejor su atuendo. Un vestido plateado sin mangas—. Que

seamos viejos, no quiere decir que somos aburridos. ¿Vas a la casa de ese novio
tuyo?

Asiento acompañándolos a bajar las escaleras.

—Entonces no piensas volver esta noche— mi padre agrega cuando al fin

estamos en el primer piso.

—La verdad, es que te equivocas. Trataré de venir temprano a casa y dormir acá.
Además no puedo perderme la mañana de abrir regalos con ustedes.

—Entonces nos veremos mañana. No creo que sea buena idea conducir hacia acá
tan tarde, así que nos quedaremos en un hotel. Y creo que deberías quedarte allá

por la misma razón.

—Está bien. Y tú trata de no perder la cabeza— bromeo caminando a la cocina

para tomar el vino que llevaré esta noche.

— ¿La cena serán solo los dos?— el abuelo pregunta curioso.

—No, Claire y Luca también se nos unirán. Desde que Andrew y yo estamos

juntos tienen una extraña necesidad de convertir cada ocasión en una cita doble.

—Oh, ya veo— asiente y los cuatro vamos al recibidor para tomar nuestros

abrigos del armario debido al frio que nos espera afuera. La nieve comenzó a

caer hace unos días con más densidad, así que debíamos abrigarnos muy bien.

El primer golpe de aire frio va directo a mi rostro en cuanto abro la puerta y me


apresuro a entrar a mi auto y encender la calefacción. Detrás de mi coche, está la

camioneta que llevará al resto de mi familia a su evento.

Luego de encender el motor y poner la calefacción, conduzco con cuidado fuera


de la propiedad con destino al apartamento del ojiazul. A pesar de que sé que

voy tarde, me tomo mi tiempo conduciendo, teniendo extremo cuidado con la


calle que el auto pisa, que se ha convertido en una trampa mortal.

—Hola, Hyde— abre la puerta tan pronto he tocado el timbre y me apresura


adentro, tomando mi abrigo y la botella de vino que sostengo.

—Hola, idiota— entro al lugar quitando la nieve de mi cabello—. Esto es lindo


—aplaudo apreciativa en cuanto tengo un vistazo de las decoraciones del lugar,

que incluye incluso un árbol decorado.

— ¿Te gusta?—pone sus brazos alrededor de mi cintura abrazándome por la

espalda—. Más tarde te daré tu regalo— susurra en mi oído.

— ¿Aún no han llegado los tortolitos?

—No, pero llamaron hace unos minutos para avisar que estaban cerca. Parece

que los caminos están algo difíciles.

—No puedo creer que en serio compraste un árbol, y lo decoraste.

—Es nuestra primera navidad y nuestro tercer mes juntos. Quería hacerlo

especial.

El recuerdo de cómo celebramos el primer mes es suficiente para mantenerme

alegre por un rato. Me secuestro para llevarme a Disneyland por el día, que fue

maravilloso; y en la noche… pensar en eso aún me hacía erizar.

— ¿En qué piensas?

—En lo lindo que es el árbol. He visto muchos otros pero este es especial.

— ¿Por qué añadí fotos en él?

—Sí, exactamente por eso—acepto porque nunca había visto mi rostro en tantas

fotos diferentes—. ¿Qué comeremos?


—Pavo relleno. ¿Acaso hay algo más que comer en este día?

— ¿Tú lo hiciste?

—Lo mande a pedir ya listo. Tenía todas las intenciones de prepararlo pero era
demasiada preparación y tiempo.

—La verdad me alivia que lo hayas comprado ya listo. Sé que te crees un genio

de la cocina, pero ese plato es demasiado aún.

—Eres una tonta— susurra en mi oído y deja un par de besos en mi cuello—. La

tonta que amo.

Me giro para tener una mejor vista de él.

—Damos asco— rio negando y le doy un corto beso.

El timbre suena así que nos vemos obligados a soltarnos para que él pueda ir a
abrir. Segundos después, la pareja entra en la sala del lugar.

—Chica Violín— le doy un breve abrazo y luego paso a su novio para hacer lo

mismo—. Precioso.

—Hyde— la pelirroja guiña un ojo riendo.

—No, Claire. Yo soy el único que puede decirle así— Andrew se nos une
rápidamente moviendo un dedo en negación.

Ruedo los ojos riendo.

—Así que Luca, ¿Cómo va todo?


—Excelente— asegura el hombre musculoso—. Entré en los finalistas para la
competencia del próximo año. Los juegos europeos extremos.

—Qué bien. Me alegro mucho por ti.

— ¿Y cómo te ha tratado este ser al que llamo amigo?

—Pasable— bromeo encogiéndome de hombros—. No, la verdad es que tú

sabes que sus habilidades de acoso me hacen imposible resistirme.

—Sí, sé que él te adora; soy yo quien tiene que soportarlo hablar de ti por horas

en el teléfono.

—No hables, amigo— Andrew se queja—. Eres peor con Claire.

—Oigan, ¿nos quedaremos toda la noche a discutir quien tiene mejores

habilidades de acoso o vamos a comer? —Claire protesta interviniendo entre los

dos amigos—. Porque en serio, tengo demasiada hambre.

—Tienes demasiada últimamente— su novio la mira confuso.

—Debe ser por todo el trabajo que he tenido últimamente con el musical de

Navidad.

—Tal vez.

—Vamos, yo también tengo hambre— el ojiazul nos guía a la mesa del comedor

para que tomemos asiento.

— ¿Pavo?— el deportista alza una ceja al ver el plato principal ocupando el

centro de la mesa.
—Me costó mucho, así que lo comerás— su mejor amigo lo señala serio—. En
la próxima haremos algo más español.

—Eso dices todos los años y en todas las ocasiones— niega el contrario riendo.

—Shh… Es el momento de orar— extiende sus manos a cada lado para que las

tomemos.

Todos lo seguimos hasta que hemos unido nuestras manos.

—“Querido Dios, gracias por el día de hoy y por permitirnos estar acá y disfrutar

de esta deliciosa cena. Te pedimos por la felicidad y la prosperidad en cada una

de nuestras vidas. Por último, quiero agradecerte por Hyde, porque siga estando

a mi lado aunque no la merezca; por mi amiga Claire, y su relación con Luca,

para que dejen de ser tan intensos y que no se enojen por lo que acabo de decir.
Amén”.

Cuando ya podemos soltar nuestras manos, le doy una sonrisa.

—Ahora, coman—señala cortando el pavo—. Espero disfruten.

Cada uno toma el trozo que desea y lo acompaña de las demás cosas en la mesa,
con Luca hablándonos de la competencia en Zúrich.

—Me emociona más que todo el premio que la señorita D’Moon me dará cuando

gane— toma su mano enamorado.

Ella le dedica una sonrisa forzosa y entiendo sus motivos para estar asustada

antes de que se levante corriendo de la mesa en dirección al cuarto de baño.


Todos vamos tras de ella preocupados.

— ¿Estás bien?—su pareja recoge su cabello y acaricia su espalda mientras ella


vomita hasta la última gota.

Asiente cuando ha terminado y se limpia en el lavamanos mientras baja el

vómito en el inodoro.

—Mañana mismo iremos al doctor— le dice al reflejo de ella en el espejo—. Ya


esto no es cansancio, solo hoy ya has vomitado dos veces.

— ¿Has estado vomitando? ¿Estás enferma?

Ella niega con él suspirando enojado.

—Si no fuera porque sé que usan protección pensaría que podrías estar

embarazada— bromea el contrario—. Tendría sentido; náuseas y mucha hambre.

La pareja se da una larga mirada con seriedad.

— ¿Han usado protección, cierto?— mi voz suena nerviosa cuando los

contemplo en busca de una respuesta.

—Casi siempre, a excepción de una única vez— la pelirroja echa el cabello


detrás de sus hombros—. Además he tomado la pastilla a diario.

— ¿A la hora que es? ¿Cuándo estuvimos en Sidney adecuaste el horario?

Niega.

—Claire, ¿te das cuenta de que puede ser cierto? Puedes estar embarazada.
—No saquemos conclusiones, tal vez es solo un resfriado por el clima y el
agotamiento.

—Igual mañana debes ir a revisarte.

—Está bien.

—Ahora, vamos— Andrew nos indica que salgamos del cuarto de baño para

volver al comedor a comer.

—Yo paso— la violinista responde siendo la primera en tomar la iniciativa para

salir.

Volvemos a sentarnos en nuestros puestos y terminamos de cenar sin una sola

palabra más, mencionada en ese tiempo.

—Le he comprado un pequeño presente a cada uno— el castaño dice después de

que lo ayudamos a dejar los platos en el lavaplatos y a guardar lo restante. Se

agacha para tomar algo de debajo del árbol y nos reunimos en la sala.

—Este es para Luca— le entrega un paquete decorado con papel navideño verde.

El contrario lo abre y se lanza a su amigo con un gran abrazo, mientras ambos se


ríen.

Le doy un vistazo a lo que sea lo puso de tan buen humor y me encuentro con un
juego de baile.

—Este es para la chica Violín— cuando el otro hombre lo suelta, toma otra de

las cajas y se la entrega a la pelirroja. Esta es pequeña y me pregunto que puede


haber dentro de ella hasta que la mujer la abre revelando una pulsera con cuatro
dijes; un violín, una moto, una llama de fuego y una huella humana.

— ¿Puedo preguntar sus significados?— la más baja sostiene el regalo en sus

manos.

—El violín eres tú, la moto es Luca, la llama soy yo y la huella es Kathe.

— ¿Por qué soy una huella?— cuestiono curiosa.

—Porque dejas tu marca en todo lo que haces y es tuyo.

—Modo cursi encendido— rio.

—Ahora, el tuyo— me entrega un sobre.

Lo abro emocionada y me encuentro con una de las fotos de la isla, la misma que

tengo en el fondo de mi ordenador.

—Es una hermosa foto…— digo algo decepcionada por no obtener algo más.

—Voltéala.

Con desconfianza lo hago y me encuentro con su estilizada letra.

¿Qué te parecería una semana con tu novio en la isla Briden?

Necesitamos una ocasión para poder besarte en todas las partes que deseo en
ese lugar.

¿Aceptas, Hyde?

—El Idiota.
— ¿Y entonces?

Asiento abrazándolo.

—Nos iremos esta misma noche— añade cuando me separo.

— ¿Qué? ¿Cómo?

—No hay problema, tus abuelos y tu padre me ayudaron a planearlo.

—Son unos tramposos. Me han traicionado por completo.

—Entonces, ¿es un sí?

—Oh, sí. Es un sin duda, lo haremos.

—No sé porque me siento como tercera rueda— Luca nos recuerda que no

estamos solos con un leve carraspeo—. Y eso que no estoy solo.

—Entiendo el sentimiento— su pareja se le une riendo bajo—. Creo que es

nuestra señal para irnos. Estoy cansada— dice la última frase en medio de un

gran bostezo.

—No se vayan, es muy temprano aun.

—Deberíamos jugar el juego de baile que te regale— mi novio le dice a su


amigo.

—Sabes que nadie puede vencerme en eso— lo reta entrecerrando los ojos.

—No estés tan seguro.

—Ok, Simurs, esta es la guerra.


—Y yo, con honor la acepto— toma la caja con el juego y ambos se encargan de
instalarlo.

—En serio, ¿van a jugar eso?— me siento en el sofá alzando una ceja.

—Jugaremos— el ojiazul nos señala a todos—. Tendrás que mover ese hermoso

trasero tuyo.

—Para eso existen los clubs.

—No, no— mueve un dedo negando—. Demasiados hombres a tu alrededor.

Ruedo los ojos y la otra mujer explota en una risa al ver su expresión herida en

respuesta.

No les toma más de 5 minutos sincronizar todo y revisando la lista de canciones,

deciden enfrentarse con Can’t Hold Us de Macklemore. La pelirroja y yo por

poco nos caemos al sofá de tanto reírnos al verlos intentar seguir los

movimientos en pantalla con sus controles.

—Si les resulta tan gracioso, háganlo ustedes— Luca jadea pasándonos los

controles—. No creo que puedan obtener mejores puntajes que nosotros.

Ambas nos miramos divertidas antes de tomar los accesorios y quitarnos los
tacones para poder movernos mejor. Seleccionamos Fergalicious de Fergie.

Dominamos la canción por completo aunque eso significa que al final


terminamos despeinadas y sin aire.

—Hermano, nos acaban de ganar dos mujeres— el deportista golpea el hombro


de su amigo—. ¿Deberíamos sentirnos mal?

—No lo creo. Tuvimos oportunidad de ver esos movimientos, y perdería muchas


más veces sin problema.

—Estás a punto de ganarte un golpe— lo señalo frunciendo el ceño—. Algún día

terminaré castrándote.

— ¿Qué problema tienes con esa palabra?

—Si las aprecias, dejarás de molestarme y te dejaré conservarlas.

— ¿Quién quiere vino?— se levanta para escapar a la cocina.

—Cobarde.

—Pobre Andy— mi mejor amiga se ríe divertida—. Lo vas a traumar.

—Eso ya lo hice.

—Ya llegó el vino— el ojiazul vuelve sosteniendo la botella y 4 copas.

— ¿Piensas emborracharme, Simurs?— pregunto soltando mi cabello al aceptar

que no hay caso con él.

—Lamentablemente, solo permitiré que tomes una copa. No quiero una novia
borracha.

—Y otra vez tengo el sentimiento de tercera rueda— Luca repite.

El celular de Andrew suena y él lo contesta serio al ver el identificador.

—Es navidad, ¿puedes decirme rápido que es lo que quieres?— su voz es


cortante y me da curiosidad sobre quien es la persona al otro lado de la línea—.

¿En serio, crees que haré eso? No tienes respeto por mi vida. Estás loca y no

pienso perder mi tiempo. No estoy discutiendo. Adiós.

Cuelga la llamada frunciendo el ceño.

— ¿Todo bien?—lo miro preocupada.

El me mira formando una línea con su boca y negando—: Te contaré luego.

—Por cierto, ¿a qué hora es el vuelo? ¿Y cómo voy a hacer con mis cosas?

—El vuelo es en dos horas y tu abuela se encargó de hacer tu maleta para que no

te enteraras de nada. Estará en el avión cuando lleguemos. Y también me tomé el

trabajo de comprar algunas cosas.

— ¿Me compraste ropa?

—Sí, también tampones, lencería y zapatos.

— ¿Lencería?

—Sabes porque.

—Jodete, Simurs. Como salga mal vestida por tu culpa, la pagarás.

—En ti todo se ve bien. Pensándolo bien, incluso sin nada te ves magnifica—
debido a su comentario, tengo que bajar la mirada incomoda porque nuestros

amigos estén escuchando esto—. Confía en mí.

—Pero te haces responsable— lo señalo y me dejo caer en uno de los sillones


recogiendo las piernas debajo de mí.

— ¿Qué les parece si jugamos “Te digo un secreto”?—Claire se sienta en el


sillón contrario, ya que los hombres se han adueñado del sofá.

—Oh, sí, recuerdo ese juego. En las fiestas de universidad solían jugarlo todo el

tiempo.

—Entonces comienzo yo. Mi secreto es… que cuando era pequeña, odiaba los
violines.

—Y como… ¿por qué eres violinista?— su novio pregunta poco convencido.

—Bueno, para eso haz de saber porque los odiaba. Había un niño en mi clase

que se pasaba horas y horas hablando de lo maravilloso que sus padres tocaban

el violín y esto y aquello. Se sentaba a mi lado en clases solo para hablarme del

instrumento, incluso. Hasta que un día trajo uno a clases porque quería
sorprender a todos viéndose “sofisticado”. Fue un año largo— hace una mueca y

vuelve a su relato—. Así que decidí que iba a probar porque le parecía tan

grandioso el instrumento y terminé por enamorarme de él… Del violín, para que
quede claro.

—Bien, sigo yo— Luca junta sus manos pensativo—. Cuando era pequeño
quería ser químico, y si, no se rían de mí. Hay una parte de mí que no puede
dejar de amar la ciencia— suspira y me mira—. Preciosa, adelante.

—Andrew siempre me pareció atractivo— digo sin más y sin pensar mucho en
las palabras que pasan por mi boca.
— ¿En serio?— el aludido alza una ceja.

—Andrew, es tu turno— sonrío aliviada de que la verdadera esencia del juego


está en decir secretos sin preguntas de por medio; cosa que Claire olvido, pero

que yo no voy a poner en mi contra tan fácil.

—Mi secreto es que mi primer beso lo di a los 14— el secreto es tan malo que

no sé si solo escogió el menos riesgoso o es demasiado abierto con las cosas de


su vida.

—Dijiste que fue a los 10— su amigo le reprocha.

—Lo sé, mentí.

—Yo lo dí a los 12— la pelirroja interviene.

—Y yo a los 11, así que te gané, bebé— Luca le guiña el ojo.

—Yo a los 13— me encojo de hombros—. Pero ustedes ni se están esforzando,

quiero secretos oscuros.

—Mi secreto oscuro…— la artista juega con un mechón de su cabello pensando

muy bien que decir—. A veces actúo dulce para ganar la confianza de las
personas a mi favor.

Eso ya lo sabía.

—Mi secreto oscuro es que al principio era de esos tipos que vivían de aventuras
de una noche y aunque no duró mucho, no hice nada para acallar los rumores

porque me daban cierta imagen de “chico malo”—asiente el deportista.


—Mi secreto es que antes pasaba el rato hackeando cuentas—el otro hombre
confiesa relajado y riendo.

—Oh, ya veo donde fue mi página de “Odio a Andrew Simurs”— bromeo

moviendo las cejas.

—También te amo, Hyde— él responde con sarcasmo.

—De nada—imito una reverencia y soy interrumpida por el hombre más alto
para decir algunas palabras.

— ¿Qué les parece hablar de su momento más bochornoso?

—Eso me gusta—Claire celebra tomando su copa de vino en una mano, que

Andrew ha servido hace poco, y luciendo divertida—. Eso es fácil. Mi momento

más vergonzoso fue cuando me quedé en shock en mi primer concierto en

Zúrich. Tenía tanto pánico de estarme presentando en un país diferente, que me


congele por completo. Tenía 14 años y era la primera vez que lo hacía

profesionalmente frente a personas que si querían escucharme.

—Con razón no te emocionaste cuando mencioné el acompañarme a la


competencia— su novio alcanza su mano y la mira con comprensión en sus ojos

—. No tienes nada de qué preocuparte, yo te protegeré.

—No es solo por eso que no me emociona la idea de ir. Es solo que no me
acostumbro a verte haciendo todas esas cosas peligrosas. Además, ya te prometí

que si iría aunque tuviera que cerrar los ojos en tu presentación.


—Como digas. Así que es mi turno… Mi momento vergonzoso fue cuando mi
madre encontró un paquete de condones vacío en mi habitación. Fue una

interesante manera de que comprendiera que había crecido.

—Ok, eso sí que es vergonzoso— su mejor amigo hace una mueca. —El mío fue

cuando entré a un bar y resultó ser uno homosexual. Todos me miraron raro en el
par de minutos que me tomó darme cuenta y al salir, uno palmeó mi trasero.

—No pensé que estuvieras interesado en ese tipo de lugares— bromeo

mirándolo.

—Ok, señorita Briden, adelante. Su turno.

—Es fácil… Fue cuando mi padre se enteró que ya no era virgen.

—Oh, si— la pelirroja sonríe ante la memoria—. Recuerdo ese día. Many llegó

ebrio a tu casa gritando cuanto necesitaba estar dentro de ti.

—Ni me lo recuerdes— bufo fastidiada por el solo recuerdo.

— ¿Tu primero fue él?—mi pareja pregunta curioso y con una pizca de celos en

la mirada.

Niego.

—Esa es una excelente pregunta— interviene su amigo—. ¿Quién fue tu


primero?

— ¿No creen que es algo raro decirlo dadas las circunstancias?

—Yo diré la mía, primero. Así se sienten cómodos— él se encoge de hombros


tranquilo—. Fue la modelo Christina Carter, a los 17. Ya saben, caminó una vez

para una marca importante y estuvo por una semana en un gran aviso en Times

Square. ¿Claire?

—Un pianista francés a los 19. No recuerdo su nombre; el cual nunca llegué a

pronunciar bien. ¿Kathe?

—Fue con alguien que conocí en un club. Fue una noche que necesitaba salir
con urgencia porque estaba volviéndome loca entre el trabajo y la universidad.

Así que hice lo que toda mujer joven a esa edad haría, me embriagué mal. Y me

fui con el primer hombre simpático que me ofreció un trago. Ni siquiera

recuerdo si preguntamos nuestros nombres… Y tenía 18. ¿Andrew?

—Qué historia tan romántica— bufa rodando los ojos—. Mi primera vez fue a

los 17 con Trinity.

Y con esa respuesta, la tensión explotó en el ambiente. El tema que habíamos

evadido durante meses nos acababa de explotar en la cara.

—Creo que es hora de irnos—la pelirroja dice poniéndose en pie—. En serio, me


urge dormir un poco. Los veremos luego.

—Que tengan un buen viaje—Luca se levanta estirándose un poco mientras


finge un bostezo y toma la mano de su novia después de que esta se ha
acomodado los zapatos de nuevo.

—Los acompañaré a la puerta—el dueño del lugar, los sigue hasta que toman sus
abrigos, lo que me deja a solas hasta que la puerta se cierra. Luego, camina de
vuelta al sofá y se sienta lo más cerca de mí en silencio.

—Di algo— toma mis manos cuando un par de minutos parecen una eternidad
en ese silencio.

— ¿Qué debo decir?— susurro mirando mis manos—. ¿Qué esperas que diga?

—Insúltame o golpéame, pero no te quedes en silencio.

—Voy a cambiarme— me levanto caminando a su habitación decidida a poner la

mayor distancia entre nosotros mientras espero que la parte lógica vuelva a mí.

Dentro de la estancia, abro su armario y busco algo para ponerme. Esto se

volvió costumbre desde la tercera vez que me quedé, y él no tenía problemas en

que vistiera su ropa. En cierto sentido, decía que le encantaba. Tomo uno de sus

boxers y una vieja camisa de Queen. Adoraba sus camisetas de este tipo.

— ¿Me ayudas con el vestido?— camino de vuelta a la sala sosteniendo las

prendas de ropa y dándole la espalda.

Asiente y se encarga de bajar la cremallera mientras sostengo la parte delantera

para volver a la habitación y cambiarme. Salgo minutos después con


pensamientos más claros y me siento en el sillón de hace unos minutos.

— ¿Dirás algo?

— ¿Cambiaste de fragancia?— olfateo la camisa con serenidad.

—Me estás matando— toma mi rostro entre sus manos preocupado—. Di algo—

vuelve a insistir.
— ¿Qué quieres que diga? ¿Qué puedo decir cuando me entero que la primera
vez de mi novio fue con su exnovia? ¿Qué estoy enojada?— lo miro fijamente

sin duda en mi voz—. Porque no lo estoy; en ese entonces te odiaba. No estoy

enojada. Sorprendida, quizás; pero lo ocurrido, pasado es.

— ¿No te molestó que no te lo dijera?

—No tenías que hacerlo, yo no te conté sobre la mía. Eso es ser justos. Y si
sigues diciendo que debería estar enojada o sintiéndome de tal manera, en serio

me voy a molestar y no quieres que eso ocurra.

—Lamento no habértelo dicho y quiero que sepas que te amo— me acerca a él

pegando nuestras frentes—. No sé qué has hecho conmigo, Katherine Briden. No

puedo vivir sin ti.

—Yo sí puedo hacerlo. ¿Crees que terminaría mi vida por alguien más?

—Y ahí está el porque me enamoré. Directa, justo a la yugular.

— ¿Dónde dejaste el Andrew Simurs que le encantaba retarme?

—Aquí— señala su sien y me jala al sofá hasta que estoy en su regazo—. Aun
no voy a dejar de retarte, así que no te acomodes.

— ¿En serio?— pongo mis manos en sus hombros hasta unirlas detrás de su

cuello—. ¿A que me estás retando ahora?

—A que no me detengas cuando trate de besarte.

—No lo haré.
— ¿Sabes lo sexy que te ves con mi ropa? Deberías usarla más seguido.

— ¿Podrías callarte y besarme de una vez?— alzo una ceja sonriendo.

—Con gusto, Hyde— me atrae a él y besa mi boca con dulzura.

32
Han pasado tres días desde que llegamos a la isla Briden. Los señores Canima se
habían ido de crucero así que nos dejaba la isla solo para nosotros.

—Estos pancakes están riquísimos— mastico sorprendida mientras nos


encontramos en el bar de la cocina tomando el desayuno.

—Toda mi comida es deliciosa— me da otro bocado—. Ahora, termina de

comer. Tenemos un día largo en Bahamas.


Asiento masticando mientras mi teléfono suena con un nuevo mensaje.

Luca Sandino: Señorita Katherine Briden y señor Andrew Simurs; me alegra


informarles que serán tíos.

¿Qué? ¿Tíos? ¿Acaso esto era una broma? Toma todo de mí no atragantarme con

la noticia.

Katherine Briden: ¡¿Qué?!

Luca Sandino: Hoy recibimos los resultados de la prueba de embarazo y son

positivos.

No puedo evitar aplaudir emocionada y mostrarle el mensaje al castaño, que alza

ambas cejas sonriendo.

Katherine Briden: ¿Y qué harán?


Luca Sandino: Le pediré matrimonio, nos casaremos y tendremos una hermosa
familia.

Katherine Briden: ¿Cuánto tiempo tiene?

Luca Sandino: Cuatro semanas.

Katherine Briden: ¿Qué opinan tus padres?

Luca Sandino: Ambos abuelos por ser están felices y emocionados por la

noticia.

Katherine Briden: ¿Ya le contaste a mis tíos de la propuesta?

Luca Sandino: Claro, incluso me ayudarán. Lo haré mañana mismo.

Katherine Briden: ¿Y qué tienes en mente? ¿Ya tienes un anillo?

Luca Sandino: La llevarán justo en medio de Times Square frente a la gran

pantalla y apareceré proponiéndoselo. Cuando el video con mis hermosas


palabras termine estaré arrodillado frente a ella con el anillo; el cual estoy

comprando ahora mismo.

Katherine Briden: Eso es tierno. Felicitaciones.

Luca Sandino: Es una lástima que no puedan estar acá. Les enviaré el video.

Katherine Briden: Claro, no te preocupes. Dale un gran abrazo de oso de

nuestra parte, aunque no tan fuerte porque hay que proteger al bebé. Y a mi
sobrino o sobrina dile cuanto lo amo sin tan solo conocerlo.
Luca Sandino: De acuerdo. Señor D’Moon, fuera.

Dejo el teléfono sobre la mesa y grito emocionada con todo lo que se le viene a
esos dos. Nunca había querido con tantas ganas que dos personas pudieran ser

feliz juntas, y estaban cumpliendo con eso; a una rapidez exorbitante; pero llenos

de tanto amor y esperanza.

—Seremos tíos— tengo que repetirlo por lo menos unas tres veces hasta poder
creerlo un poco—. Cómo crecen mis niños—bromeo fingiendo secarme algunas

lágrimas.

—Que sorpresa. ¿No crees? No han perdido el tiempo para nada.

—Para nada— concuerdo riendo.

—Ahora, a cambiarnos. En serio necesitamos ir a la isla principal para volver

temprano acá— me carga sobre su hombro mientras tomo los últimos bocados
del desayuno.

—Adoras cargarme para mirar mi trasero— alzo una ceja cuando me deja en

medio de la habitación que decidimos ocupar.

—Me conoces tan bien— entra en el armario a cambiarse los pantalones de


pijama, reemplazándolos con unos jeans y una camiseta blanca, sobre la cual se

pone una camisa negra abierta—. ¿Te quedarás ahí a observarme o vas a
cambiarte?— como último se pone sus tennis y las gafas de sol.

—Estaba esperando que terminaras porque en serio, la vista es buena— me


muerdo el labio y paso a su lado para buscar entre mi ropa algo que ponerme. Al
final, me decido por unos shorts clásicos y una blusa sin mangas de color

aguamarina. Me quito la camisa de Andrew quedando en uno de mis vestidos de

baño. Recogiendo mi cabello para que no me estorbe, me pongo mis elecciones


junto con unas sandalias y unas gafas de sol.

Cruzo la habitación hasta el cuarto de baño donde está el espejo de cuerpo

completo y frunzo el ceño al no encontrar una manera decente de peinar mi


cabello que no incluya dejarlo suelto o solo recogerlo en una cola; al final,

termino dejándolo tal y como lo recogí, convencida de que la gente no estará

interesada en mi cabello.

Después volteo y observo la cama sin sabanas, que debimos haber cambiado esta

mañana después de mover las que tenía al cuarto de lavado.

— ¿Podrías arreglar la cama, por favor?— le pido juntando las manos en una
súplica mientras registro la habitación en busca de mi bolso.

— ¿Para qué? En cuanto volvamos, te daré razones para quitar las nuevas— dice

coqueto y no puedo evitar detenerme por un momento afectada por el rumbo que
toman mis pensamientos, recordando todas las cosas que habíamos hecho en esa

cama… y en esa cabaña—. ¿Lista?

Asiento segundos después cuando encuentro lo que busco debajo de la camisa

que se supone llevaba su pijama pero me encargué de quitar, y hago una nota
mental rápida de tomar el teléfono.
Comprobando que llevamos lo necesario y la lancha que usamos para
desplazarnos está en buenas condiciones, subimos a ella y emprendemos el

recorrido a Bahamas. Al llegar, nos aseguramos de amarrarla bien al muelle y

tomar todo lo importante para ir directamente al centro turístico del islote, donde
hay lo típico; vendedores ambulantes y puestos de comida local.

Andrew se detiene en uno de los puestos de artesanías y comienza a mirar que es

lo que venden. Permanezco a su lado mirando si algo llama mi atención pero


antes de poder dar con algo, me volteo y encuentro una vieja videograbadora

enfocando mi rostro.

— ¿Qué haces?— sonrío tímida por tener eso sobre mí.

—Universo, les presento a un raro espécimen, la señorita Katherine Briden, mi

sexy novia.

—Tonto— ruedo los ojos.

—Envíale un saludo al mundo.

—Hola, mundo. Soy Katherine Briden. Torturadora por el día y es tarea de


ustedes averiguar que hago de noche— guiño un ojo mientras el hombre se

encarga de pagar por ella.

—Cuéntanos sobre tus vacaciones con el apuesto Andrew Simurs— la cámara


no se va incluso cuando hemos retomado nuestra marcha.

—Perfectas. Deberían probar su comida, es deliciosa. Y quizás quieran saber que


ronca— añade en broma.

—Yo no ronco— protesta girando la cámara en su dirección por unos segundos


—. Y por lo menos no estrujo a la otra persona.

—No eres tan especial para ser estrujado.

—Está bien, pasando a otro tema. ¿Cómo se siente con la noticia de que será tía?

—Feliz, Luca y Claire se lo merecen.

— ¿Le gustan los bebés? ¿Alguna vez ha pensado en ser mamá?

— ¿Es en serio? Solo imaginen yo siendo madre, creo que sería un completo

desastre. Sin embargo, sí, me gustan los bebés.

— ¿No piensa tener una familia?

—Eso lo veremos— le doy una expresión misteriosa a la cámara—. ¿Y qué hay

de usted, señor Simurs? ¿Piensa ser padre?— tomo la cámara y la apunto a él.

—Claro, mi sueño es tener 4 hermosos hijos; dos niñas y dos niños.

—Pobre mujer, tener que pasar por eso una vez creo que es suficiente dolor.

Desearía conocer a la pobre y decirle que huya.

— ¿No crees poder ser esa mujer?

—Entonces, debería estar huyendo— me encojo de hombros y detengo la

grabación—. ¿Hacia dónde vamos ahora?

En silencio, toma mi mano y no me quejo en toda la caminata por la curiosidad


de saber a dónde me lleva. Cuando la arena se vuelve el camino que piso, estoy
más que confundida.

— ¿A dónde me llevas?

—Allá— levanta un dedo hasta que está dirigido al faro.

Espero y lo sigo todo el camino hasta la construcción, hasta que entramos y

subimos las escaleras hasta el observador de ese para contemplar la vista.

—Es hermoso— susurro admirando la vista.

El me abraza por detrás y se apoya en mi hombro.

— ¿Sabes? He estado pensando en algo.

—Dime.

—Con todo esto de Claire y Luca por comprometerse, y ser padres, me

preguntaba si alguna vez pensaste en nuestro futuro.

Asiento.

— ¿Me ves en él?

—No me gusta darle tantas vueltas a eso y apresurarme a dañar la magia del
destino. Prefiero vivir el ahora.

—Yo también lo he pensado, y no dejo de opinar lo mismo.

— ¿Qué ves en tu futuro?

— ¿Mi futuro? Una casa grande con 4 niños corriendo alrededor y ambos
disfrutando de verlos tan felices sentados en el porche orgullosos de su

existencia.

—…No creo estar lista— me giro aun en sus brazos, encarándolo.

—No estoy hablando de ahora; ni te estoy presionando a tomar una decisión,

solo quiero saber si tú también me ves en tu futuro.

—Cuando pienso en el futuro no dejo de ver una vida a tu lado.

—Me conformo con eso— me da varios besos cortos.

—Te amo, idiota—sonrío en su pecho.

—Yo te amo más, Hyde.

—No, no quieras comenzar una de esas discusiones porque sabemos bien que yo

te amo más—levanto mi cabeza para mirarlo.

— ¿Quieres una foto?— saca su teléfono y cuando asiento, acomoda la cámara


para capturar la hermosa vista del agua desde ahí y añadir una foto de ambos

sonriendo.

Teníamos muchos de esos momentos. No para tomarnos fotos y llenar las redes
sociales con ellas, porque no éramos ese tipo de pareja. Pero si para guardarlas

en nuestra carpeta de momentos juntos.

— ¿Qué quieres hacer ahora?

Sabía lo que quería hacer, pero estaba segura que en cuanto lo mencionara, él se

negaría exponencialmente.
—El océano luce hermoso hoy—evado su pregunta y le respondo con una
especie de indirecta.

—No bucearemos— corta cualquier ilusión que tenga de darle motivos porque

es divertido hacerlo.

—Podríamos ir a un centro de buceo profesional, no creo que sus tanques tengan

ningún tipo de problemas.

—Katherine Briden, te he dicho que no.

—Odio que trates de controlarme— cruzo mis brazos—. Sé que estamos en una

relación y debe ser decisión de ambos, pero a veces siento que solo hacemos lo

que a ti te gusta hacer.

—No trato de controlarte, porque a) es imposible hacerlo, y b) sé que lo más

probable es que termine diciendo que si, en un rato.

—Está bien, entonces vayamos a almorzar— me encamino a la salida de la gran


estructura.

El me sigue un par de minutos después en los que me recuerdo respirar


profundo.

— ¿Aún sigues enojada?

Asiento.

—Repítelo.

Me carga sobre su hombro esperando que eso me haga sentirme mejor, lo cual
no hace.

—No estoy de humor.

—Entonces, tendré que darte un chapuzón— corre hacia el agua antes de que
pueda quejarme, así que en minutos estoy empapada de la cabeza a los pies.

—Tendrás que buscar un lugar donde nos acepten con esta apariencia.

— ¿Cuál?— con eso procede a lanzarme el agua.

Salgo y me lanzo sobre él enojada, y entre jaleos ambos terminamos debajo del

agua. Siento sus manos jalando mi rostro al suyo y luego su boca presionándose

contra la mía.

Salgo tosiendo y riendo.

—Te lo dije, un chapuzón lo mejora todo— pasa la mano por su cabello mojado
para peinarlo hacia atrás y ambos hacemos nuestro camino fuera del agua.

—Tenemos una hora para secarnos—dice mientras me encargo de verificar que

nada haya resultado afectado en el bolso. Al verificar que todo está en orden,

tomo su mano—. ¿Quieres ir a dar un paseo?

Asiento retirándome las sandalias mojadas y agarrándolas con mi mano libre.

Caminamos por la playa empujándonos e imaginando a quien se parecerá el bebé

de nuestros amigos.

— ¿Te imaginas un bebé con cabello rojizo y verdes ojos?


—Sería hermoso. No puedo creer aunque es cierto.

—Serás la tía más hermosa que alguna vez exista— besa el dorso de mi mano.
—Y yo seré el tío que lo ayude a escaparse.

Alzo una ceja.

—No, probablemente seré el tío que lo llevara a comprar comida chatarra.

—Algo que sí sé, es que no necesitamos un tío lleno de preocupación y nervios.

Adoras a los niños, no sé porque has estado tan callado y alejado de la noticia.

Me sonríe por unos segundos.

—Creo que esta vez si es necesario que vayamos a almorzar— acaricio mi

estómago que está gruñendo.

— ¿Tienes hambre?

—Sí, no me dejaste comer más de esos maravillosos pancakes tuyos.

—Entonces, vayamos a comer algo.

Juntos caminamos a un restaurante de apariencia prometedora y mi teléfono

suena con una llamada antes de que alcancemos las puertas.

—Hola, papá. ¿Cómo has estado?

—Bien. ¿Te enteraste de la gran noticia?

— ¿El embarazo de Claire? Claro. ¿Dónde estás?— pregunto curiosa cuando


noto que hay algo de ruido de voces en el fondo.
—Voy a almorzar en casa de tus tíos y al fin conoceré a los padres de ese
hombre, Luca.

—Ah, salúdalos de mi parte.

—Lo haré. ¿Cómo está todo por allá?

—Todo va de maravilla. Ahora mismo estamos entrando a un restaurante para

almorzar y hace poco fuimos a visitar el faro.

— ¿Cómo te ha tratado?

—Bien.

— ¿Cuándo volverán?

—Espera, tú planeaste este viaje con él, pensé que sabrías. Yo no sé cuándo lo

haremos… Se supone que pasaremos toda una semana acá, y en eso confío.

—El no mencionó cuando te devolvería.

— ¿Entonces, me secuestro?— bromeo sentándome en la mesa que Andrew ha


seleccionado.

—Ya llegue donde tus tíos, hablamos luego— cuelga la llamada antes de que
pueda despedirme y veo el teléfono confusa.

El ambiente del lugar es abierto y con una vibra playera obvia.

— ¿Cómo está tu padre?

—Está bien. Iba a almorzar con los padres de Claire y Luca.


—Oh, ya veo. ¿Qué ordenarás?

Miro el menú que alguien ha dejado frente a mi mientras he estado en el teléfono


y leo las diferentes opciones que podrían llamarme la atención.

—Hmm… Un pescado sazonado con salsas marinas.

— ¿Algo más? ¿Un refresco?

Niego—: Solo eso y agua.

—Está bien, iré a ordenar a la barra— se levanta de su asiento y me deja sola por

varios minutos, tiempo que aprovecho para deleitarme una vez más con la vista.

—Lo traerán en un momento— anuncia al sentarse—. ¿Te ha gustado el viaje?

—Teniendo en cuenta que compraste ropa para mí y has estado cocinando… me

ha encantado— sonrío tomando su mano.

—“Cuando te vi, me enamoré. Y tú sonreíste porque lo sabías”— cita besando


mis nudillos.

— ¿Romeo y Julieta? ¿En serio lo leíste?

—Lo vi en tu biblioteca el otro día y tenía un separador justo en la hoja donde


estaba esa frase.

— ¿En serio?

Asiente.

—No lo leo desde hace casi un año. Supongo que me gustó la frase la última vez
que lo miré.

— ¿Hace cuánto?

— ¿Hace cuánto qué?

— ¿Hace cuánto te volviste tan importante para mí?

—Modo cursi encendido. A veces, somos demasiado…

—Lo sé pero aun si todos se molestan por eso, no dejaré de ser así contigo.

—Te amo.

—Sus órdenes— una camarera deja nuestra comida sobre la mesa junto a las

bebidas. Agua para mí, soda para Andrew—. ¿Algo más que le provoque?— le

da una mirada coqueta al castaño.

—Hermano, ¿no crees que deberías pedir algo más?— finjo mirándolo, evitando

reírme.

—No, hermanita—por suerte él entiende lo que intento hacer, y me sigue el


juego—. Gracias, puedes retirarte— le da una mirada seria a la camarera.

—Si necesitas algo, lo que sea, estoy disponible— le guiña un ojo antes de
retirarse.

— ¿Qué haces?— me pregunta cuando no puede oírnos.

—Esa mujer está babeando por ti.

— ¿No deberías estar celosa en vez de ayudarla?


—No la estoy ayudando, quería ver cómo trata de conquistarte. Es gracioso—
tomo un poco de mi comida.

—Pobre mujer, a veces no sé cómo puedes jugar así con las personas.

—No las molesto, ambas obtenemos algo bueno. Yo me rio y ella coquetea un

poco con un hombre sexy— me encojo de hombros—. Es así de simple.

—Juro que cada vez que intento entenderte, termino más confundido. Dejaré que
hagas lo que quieras.

—Venía a dejarles esta jarra de agua— la mujer vuelve dándome la espalda y

viendo fijamente al castaño—. ¿Son turistas?

—Sí, mi hermano y yo somos de la Gran Manzana y venimos a pasar las

vacaciones acá.

— ¿Dónde se están quedando?— sin mirarme una sola vez ni apartar la vista de

él, pregunta.

—En una isla de nuestros tíos.

— ¿Solo vinieron los dos?

—Hasta ahora, sí.

— ¿Cómo así?

—La novia de mi hermano estará aquí pronto.

— ¿Novia?— un tono de decepción reemplaza el interés.


—Si.

— ¿Cuándo llegará?

—Ahora mismo— cuando ya no puedo más con la broma, me rio alto—. Hola,
es un placer conocerte.

— ¿Eres su novia?

Asiento con una mirada de autosuficiencia.

—Lo lamento, disfruten su almuerzo— se retira avergonzada.

—Gracias— tomo el vaso de agua para un brindis imaginario y luego noto que

Andrew me mira serio—. ¿Por qué no comes?

—Ok, acepto que su rostro fue memorable pero eso no deja de estar mal. ¿Cómo

se creyó eso de que fuéramos hermanos?

—No lo sé— me encojo de hombros tomando otro bocado de mi plato.

Se queda callado y comienza a comer, y una parte de mí se pregunta por sus


pensamientos.

●●●

— ¿Seguro de que no tienen ningún defecto?—le pregunta Andrew por enésima


vez al instructor de buceo.

—El equipo está en perfecto estado y no creo que haya un mejor equipo como
con el que trabajamos acá— responde el hombre milagrosamente no fastidiado
—. ¿Por qué está tan asustado? ¿Es su primera vez?

El ojiazul niega.

El bote se detiene y sabemos que es hora de ponernos el equipo en donde deber


ir. Mi novio me ayuda con el mío, y el instructor con el suyo.

Cuando estamos listos, nos dejamos caer al agua y nos sumergimos

descendiendo lentamente.

15 metros y todo está perfecto. Comienzo a bucear sobre algunos arrecifes de

coral encontrándome con varios peces inofensivos nadando entre ellos, hasta que

unas manos me sostienen por detrás. Sin ni siquiera voltearme sé de quién se

trata y le doy dos pulgares arriba al tenerlo frente a mí, seguido de las señales

para decirle que lo amo. Eso solo hace que se quite el respirador de la boca y se
acerque. Viendo lo que desea, me retiro el mío y lo beso. Después no los

ponemos y con unos minutos más de nadar, decidimos que es momento de

volver a la superficie.

— ¿Qué tal todo abajo?— pregunta el instructor uniéndose a nosotros momentos


después. Alzo dos pulgares en su dirección y vuelvo a sumergirme. Bucear es
una actividad maravillosa, porque podía sentirme libre en un medio que no es el

mío.

Media hora después, volvemos a Bahamas para subir al bote y recorrer el

trayecto hacia nuestra isla.

—Iré a tomar un baño— entro en el cuarto de baño y me quito la ropa para


entrar directo a la ducha. Dejo que el agua quite toda la sal y lavo mi cabello un
par de veces hasta quitar el olor a playa de él.

Salgo minutos después envuelta en una toalla.

—Ni siquiera te molestes en ponerte ropa— avisa entrando al cuarto de baño.

¿Acaso este hombre no se cansa del sexo? Desde que estábamos acá, su lugar

favorito se ha vuelto la cama y no para dormir, exactamente. Hemos pasado la


mayoría del tiempo acá, sobre el colchón.

Me siento envuelta en la toalla a esperar que salga. Y cuando lo hace, ni siquiera

lleva una toalla puesta por sí mismo; aleja la mía del camino y comienza a

besarme.

33
Me despierto y me giro a verificar el otro lado de la cama, para encontrarme con
un aun dormido Andrew. Salgo de la cama con cuidado de no despertarlo, y
recogiendo la toalla para envolverla en mí cuerpo hasta llegar al cuarto de baño a

tomar una ducha.


Minutos después salgo envuelta en una toalla y seco mi cabello con otra para
buscar ropa en el armario. Me decido por una sudadera con un top y unas

zapatillas para correr, con el fin de aprovechar que aún es temprano. Recojo mi

cabello en un moño alto y salgo hacia la playa acomodando los audífonos y


dándole play al reproductor en mi teléfono. Comienzo a caminar haciendo

estiramientos e intentando olvidar los estremecimientos que trae la baja


temperatura en la mañana.

Cuando es momento, troto suave y a medida que mi cuerpo se va calentando

aumento el ritmo hasta terminar corriendo por la playa y entrando a la selva.

El lugar está en su mejor momento a esa hora, el olor de las plantas con solo la

primera luz de la mañana hace que este solo desprenda vida. Un largo rato

después me detengo en un árbol y tomo un poco de aire antes de volver a correr


rumbo a la casa.

Cuando llego, el castaño se encuentra en la cocina usando solo unos jeans.

—Pensé que habías huido— bromea al notar mi presencia cuando voy por una

botella de agua al refrigerador.

—Lo pensé, pero necesitaba desayunar antes— me siento en la barra de la

cocina tomando mi agua.

—Te amo, ¿lo sabes?— se pone frente a mi acomodando un brazo a cada lado de

mi cuerpo y me besa.

— ¿Qué estás preparando ahí?—miro el sartén.


—Huevos. Y tranquila, aún hay mucha fruta por si no quieres comerlos.

— ¿Bromeas? Estoy considerando contratarte como mi chef personal.

—Lo haría gratis— se encoge de hombros y vuelve a encargarse de la comida.

—No me gustan las cosas gratis— cruzo los brazos negando.

—Puedo encontrar una manera de que me pagues— se gira con mirada coqueta.

—De seguro que la hallarás— me burlo—. Ahora, aliméntame.

—Seguro, señorita— termina con los huevos y los sirve en un tazón dejándolo a

mi lado, al igual que un paquete de pan francés.

— ¿Podrías pasarme un vaso de jugo de naranja?

Asiente mientras como un poco de los huevos y se encarga de servir un vaso

para cada uno.

Está sirviéndose sus huevos cuando su teléfono suena con la llegada de un

mensaje.

Luca Sandino: Listo.

Andrew Simurs: ¿Ya te dijo que si?

Luca Sandino: Si, les enviaré el video en unos momentos.

Andrew Simurs: Felicitaciones, envíale nuestra felicidad a Claire y al bebé.

Luca Sandino: Seguro. ¿Cómo están?

Andrew Simurs: Estamos bien, desayunando.


Luca Sandino: Que bien, yo estoy por llevar a Claire al doctor.

Andrew Simurs: ¿Pasa algo malo?

Luca Sandino: Es solo una visita de rutina para darle un vistazo a la pequeña y
el pequeño y una charla sobre que tener en cuenta.

Andrew Simurs: ¿Ya puedo comenzar a llamarte Señor D’Moon? Aunque

decirlo me hace pensar en el padre de Claire.

Andrew Simurs: ¿Ya has pensado en que quieres que sea?

Luca Sandino: Niña, me gustaría que se llamara Charlotte.

Andrew Simurs: Bonito nombre. Charlotte Sandino D’Moon.

Luca Sandino: Lo sé, pero Claire dice que quiere un niño para llamarlo Oliver.

Andrew Simurs: Ambos son buenos nombres. Deberían tener este t apresurarse

con otro.

Luca Sandino: Claire te mataría si viera esto.

Andrew Simurs: No, me quiere demasiado como para hacerlo.

Luca Sandino: Ok, los dejo. Tengo que conducir.

El ojiazul deja el teléfono sobre la barra de la cocina y nos dedicamos a comer


nuestro desayuno.

— ¿Qué quieres hacer hoy?— cuando hemos terminado, me encargo de lavar los
platos mientras él los seca.
—Podríamos ir a Bahamas.

—Eso hicimos ayer. Pero tienes razón, la isla no es tan divertida. Iré a tomar una
ducha y a cambiarme.

Ambos vamos a la habitación y nos turnamos para tomar duchas y cambiarnos.

Cambiándome en uno de los vestidos que el hombre había comprado para mí,

deposito la ropa sucia en el cesto y espero hasta que él termina con su ropa.
Tomo mi bolso y compruebo que mi teléfono esté cargado.

Hacemos el camino hasta el muelle y me extiende las llaves—: ¿Quieres manejar

el bote?

Las tomo emocionada y subo.

—Pero con cuidado. No querrás tener un accidente.

—Manejo mejor que tú— lo enciendo mientras él se encarga de soltar la soga.

—Como tú digas, Hyde— sube besando mi hombro y ríe alto cuando acelero y

nos movemos lejos de la isla.

A mitad del trayecto puedo entender porque me ha pedido que conduzca. Con la
emoción inicial lejos, conducir se vuelve aburrido. Por suerte, Andrew pasa la
gran parte contándome sobre su infancia y cuanto se reía de mi cuando me

enojaba. Supongo que tener la certeza de que no dejaré de conducir, lo hace


sentir seguro para hablar sin problemas; porque normalmente estaría

golpeándolo por esos comentarios sobre mí.


—Al fin, llegamos— suspiro al bajar de él después de apagarlo y sostenerlo con
la soga.

— ¿La próxima me encargo yo?—alza una ceja cuando le entrego las llaves.

Acepto más que segura de no querer pasar por eso de nuevo.

—Vamos— toma mi mano para dirigirnos al área de tiendas de la isla y antes de

que pueda protestar, me lleva dentro de una de accesorios vintages.

—Veamos…— tomo uno de los sombreros y se lo pongo.

—No es mi estilo— niega quitándoselo y me lo pone a mí—. No, tampoco el

tuyo.

— ¿Y qué tal una boina?— me hago con una y se la pongo.

—Quizás otro color pero a ti te queda perfecta— la pone sobre mi cabeza.

—Que hermosos dijes— niego devolviéndola a su lugar y corriendo al


mostrador cuando noto los accesorios para colgantes.

— ¿Quieres uno?

—Solo los veía.

— ¿Qué tal ese?— señala la sección de las letras donde hay una bonita “K”.

—Preferiría una A—bromeo con una sonrisa.

—Ok, compraré ambos.

—No tienes que hacerlo, no me gusta en realidad— niego mirándolo.


— ¿Quieres ir a otra tienda? No me iré hasta que compres algo.

Asiento y lo sigo a la tienda de al lado que se especializa en vender objetos de


segunda mano.

La ventaja de este tipo de lugares es que siempre encuentro pequeñas cosa para

decir que decoraré la casa y termino por regalarlas a otras personas. Una de las

cosas que llama mi atención es una pareja de gatos de porcelana que me


recuerdan a algo que Claire querría.

—Mira estas— me muestra dos camisas iguales y tengo que reírme por un rato

cuando leo las palabras en ellas; fuego y hielo—. Deberíamos llevarlas, es el

destino.

—Está bien— acepto después de unos segundos y él va a pagarlas, mientras


reviso algunas otras cosas.

Al final terminamos llevando las camisas, unos sombreros de Charles Chaplin y

unos llaveros de palmeras. Los últimos dos como recuerdo para nuestros amigos.

— ¿Quieres un helado?—ofrece cuando pasamos por el lado de una pequeña


heladería.

—Claro— caminamos hasta la caja y ordenamos dos conos de vainilla, los

cuales me encargo de pagar antes de volver a ponernos a caminar.

—Aún sigo esperando ese momento— susurra a mi lado.

— ¿Cuál?
—En el que despierte solo en mi cama dándome cuenta de que esto no es más
que un muy buen sueño.

— ¿Quieres que te pellizque para ver si despiertas?

—Me vuelves loco; desde que esto comenzó— señala nuestras manos—. Estoy

fuera de mis sentidos, me sorprendes a cada momento y yo mismo me sorprendo

de quien soy a tu lado. Me haces muy feliz… Y por favor, no digas “modo cursi
encendido”.

—No lo iba a decir—miento riendo—. Iba a decir que te quiero mucho.

— ¿Solo eso?

—Te amo, idiota—le doy un beso a su mejilla.

—Y yo te adoro, Hyde— me ensucia la mejilla con helado.

—Con que quieres jugar—entrecierro los ojos retadora ensuciando la punta de

su nariz.

El ensucia mi boca y aprovecha la oportunidad para besarme para limpiarlo.

—Sabes delicioso— da una última lamida a mis labios.

—Tú no estás mal— muevo mis cejas.

—Ya deberíamos volver, aun podemos llegar a tiempo para hacer una pequeña

excursión en la selva.

—Adelántate— señalo la servilleta en mi mano—. Botaré esto y te alcanzo en un


momento.

Asiente y aprovecho para ir en busca de un cesto de la basura en la calle cercana


a la playa para deshacerme del trozo de papel. Cuando me giro a devolverme,

alguien tapa mi boca con un pañuelo, comienzo a sentirme mareada y termino

por desmayarme.

●●●

Cuando vuelvo en mí, no puedo ver nada, ni me es posible moverme porque mis

extremidades están amarradas a una silla. Eso es lo que puedo notar aun con una

venda tapando mis ojos. Era eso o estaba muerta.

Trato de moverme pero por mucho que lo intento, solo hace que con cada jalada

lo que sujeta mis manos y pies se ajuste aún más. Y a pesar de que intento gritar,
mi boca también está amarrada con algo.

¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde rayos estaba?

Escucho una puerta abrirse en algún lado pero vuelve a cerrarse rápidamente

unos segundos después.

Espero lo que parece una eternidad por algo más pero no ocurre nada. La espera
se me hace tan larga que termino por quedarme dormida.

—Despierta— me sacude alguien así que me veo obligada a abrir los ojos, pero
los jalones en mi cuerpo, me recuerdan en donde no sé qué estoy. Lo que tapaba

mis ojos ha sido retirado así que tengo que parpadear varias veces para
acostumbrarme a tenerlos libres. A pesar de todo, no puedo ver mucho del lugar
donde estoy como para obtener pistas de donde se encuentra, porque la luz en él

es casi inexistente a excepción de una única bombilla sobre mí.

—No estás aquí para dormir— y con eso, levanto la cabeza para encontrarme

con mi secuestrador.

Es un hombre de complexión fuerte y robusta, debe ser por lo menos 15


centímetros más alto que yo y viste en ropa casual. Lo reviso de los pies a la

cabeza pero en el momento en que espero poder dar con su rostro, me encuentro

con que lo tiene tapado con una especie de antifaz. Y con eso, sé que no lo he

visto antes y solo lo usa para efecto dramático.

—Imagino que estarás confundida— ríe secamente caminando a mi alrededor—.

Estarás preguntándote en donde te encuentras, quien soy y porque hago esto.

Bueno, princesita, no te juzgaría si estás asustada.

Frunzo el ceño cuando noto que gritar sería en vano.

—Pagarás por todo lo que has hecho… Pero no soy un animal— niega y va a
uno de los extremos de la habitación seguido del sonido de agua siendo vertida
en un vaso—. Y te necesito viva por un poco más de tiempo.

Espero mirando a todos lados desesperada por explicaciones.

—Debes estar sedienta—vuelve y me quita la venda de la boca poniendo el vaso

frente a mi—. Ahora, toma—ordena aunque ni siquiera espera a que abra bien la
boca para inclinarlo sobre mis labios aunque eso haga que la mayoría se derrame
sobre mí.

Tomo un trago y negando la quemazón en mi garganta por la falta de agua, se la


escupo.

—Perra— me abofetea tan fuerte que no me sorprende el sabor metálico en mi

boca, afirmando que me ha partido el labio.

— ¿Quién eres? ¿Qué quieres conmigo?— sostengo las lágrimas producto del
escozor en mi cara y le devuelvo la mirada sin dudar de que puedo ser fuerte,

incluso acá.

—No soy solo yo— sonríe burlándose una vez que ha secado su rostro—. Debes

sentirte miserable en estos momentos.

—Debe haber personas buscándome, así que suéltame y con suerte te darán

rebaja de años.

—Eres tan graciosa— vuelve a amarrar la venda en mi boca—. Ahora, cállate.

Trato de gritarle todo tipo de insultos pero solo hace que tenga que tomar varios

descansos para tomar aire por el poco que la venda deja entrar. En cambio,
decido que si no puedo molestarle con los gritos, lo haré golpeando mis pies
contra el piso.

—Cállate—ordena fastidiado—. O me desharé de ti ahora— saca un arma de su


pantalón y la apunta a mi cabeza.

Abro los ojos sorprendida.


—Ahora, ¿serás una buena chica y harás silencio?

Asiento asustada y él la devuelve a su lugar mientras desaparece a mis espaldas,


seguido de sonidos de pasos por una escalera.

Miro a todas partes intentando dar con algo más en la oscuridad que me ayude

pero me siento tan débil y cansada que mi búsqueda termina tan rápido como la

empiezo. Lo único que sé hasta ahora es que el hombre que me ha secuestrado es


peligroso y no es el único participando en esto.

Vuelve al cabo de una hora con otra persona; una mujer. De figura delgada y alta

viste en un enterizo negro y una máscara que le tapa todo el rostro. Quizás lo

más llamativo de ella es su despeinado cabello rubio que desde donde estoy,

compruebo que es una peluca.

—Es maravilloso verla así— escucho que le susurra al hombre y creo que

entiendo porque tapa su rostro, algo en ella me resulta conocido.

—Es toda tuya— el hombre sonríe dejándonos a solas y vuelve a bajar las

escaleras.

—Así que, Katherine, ¿qué se siente ser vulnerable?— quita la venda de mi boca

sonando divertida con toda esta situación.

—Suéltenme o tendrán toda la ley sobre ustedes— mi voz es casi irreconocible


cuando hablo. —Me aseguraré de eso.

—Nadie te encontrará aquí y pronto no podrán hacerlo en ninguna parte… por lo


menos, con vida.

—Si quieren matarme, ¿por qué no lo hacen y ya?

—Necesitamos divertirnos un poco antes de eso.

— ¿Podrían dejar de ser tan malos en imitar viejas películas de secuestro y decir
algo que si tenga sentido?

— ¿Qué quieres que digamos?

— ¿Por qué me tienen acá?

—Dulzura— se regodea con su risa—. Hasta la princesita tiene enemigos, y los

tuyos te quieren fuera del camino.

—Si todo esto es por venganza, ¿por qué no se quitan las máscaras y me dejan

ver quiénes son? ¿Es necesario todo este drama? Si al final esperan matarme, no
habrá testigos vivos.

— ¿Acaso quieres morir? Porque no dejas de repetir que te matemos.

—Si hay algo que respeto, es el tiempo así que no deberían desaprovechar su

tiempo teniéndome amarrada para matarme cuando hayan pasado un par de días.

—Sí que eres arrogante— aprieta los lados de mis mejillas generándome un
terrible dolor en la boca debido al reciente golpe de su compañero—. No

conoces la humildad.

—Lo lamento, no es un término que utilice en mi vocabulario.


—Respira todo lo que puedas— me suelta sonando furiosa—. Porque pronto
necesitaras mucho aire en tus pulmones.

—Y ahí va otro discurso patético.

—Cállate— golpea uno de mis brazos con fuerza—. Si pudiera te mataría a

golpes ahora mismo, pero no puedo ensuciarme las manos con tu sangre—

amarra la venda de nuevo alrededor de mi boca antes de desaparecer por el


mismo camino que su compañero.

Hasta ahora mi único aliado es mi orgullo, mientras no me muestre débil no van

a creer que lo soy. Aún amarrada a esta silla, sé que se están tomando tantas

molestias de querer asustarme porque saben que soy difícil de romper.

Las horas pasan y ninguno de los dos vuelve. Comienzo a tratar de moverme un
poco, pero como siempre, solo me hace daño. Ni siquiera sé cuántos días han

pasado desde la última vez que fui libre. ¿Qué pensará Andrew? ¿Estará

buscándome?

Horas después, me muevo inquieta en la silla sintiendo mis músculos


agarrotarse.

— ¿Y ahora qué?— quien llega es el hombre.

Frunzo el ceño.

— ¿Qué es lo que quieres?— retira el obstáculo de mi boca enojado.

—Necesito ir al baño. O sino no tendrán que preocuparse por matarme porque


mi cuerpo lo hará.

—Vamos— dice entre dientes y suelta lo que me sostiene de la silla pero no de


mis extremidades, y me levanta sobre su hombro bajando las escaleras. Me

mantengo alerta intentando hacer un mapa mental del camino que tomamos,

esperando que en él pueda dar con una salida.

Se detiene frente a una puerta y me tira en el piso.

—Te voy a soltar para que entres ahí, pero si solo tienes la idea de escapar…—

señala su arma mirándome sin parpadear—. ¿Entendido?

Asiento una sola vez y dejo que se encargue de soltarme para ponerme en pie

con piernas temblorosas.

—Entra— abre la puerta y hace una mueca al ver el interior encendiendo la luz

—. Te estaré esperando acá mismo.

Doy los pasos necesarios hasta el interior del lugar y con solo la primera mirada,
ya entiendo el porqué de su mueca. Es un espacio pequeño y que parece no haber

sido limpiado desde hace meses.

—Cerraré la puerta por privacidad— afirmo antes de esperar su respuesta,


segura de que ni siquiera va a discutir contra eso porque el lugar no tiene otra

salida.

Intento moverme al retrete pero tengo que sostenerme de las paredes porque mis

piernas no dejan de temblar. Tengo que tomar toda la fuerza dentro de mí para
hacer lo que debo hacer. Dejando una mano apoyada en la pared, me sostengo
sobre el bacinete rezando por no caerme o tocarlo; bajo mi ropa interior y orino

aliviada.

Al terminar, las vuelvo a subir con rapidez y corro a lavar mis manos, esperando

que a pesar de todo, si haya agua. Giro la manija y cuando el líquido sale, me
trago un grito agradecida.

Sobre el lavamanos hay un espejo donde puedo mirarme y examinar que tan mal

está mi rostro después de la bofetada. Luzco pálida a excepción del morado a un

lado de mi rostro y mientras lavo mi rostro sé que salen algunas lágrimas.

Un par de minutos después salgo hacia el pasillo y el hombre no se ha movido ni

un centímetro de donde lo dejé.

—Date la vuelta— ordena con las vendas en las manos, y sin protestar le hago

caso esperando que lo haga rápido.

Vuelve a cargarme y me lleva escaleras arriba para volver a dejarme en la silla y

amarrarme a ella.

—Ahora, permanece callada. No quiero tener que desfigurar ese hermoso rostro

tuyo— son sus últimas palabras antes de volver a irse por la oscuridad.

— ¿Dónde estaba?— escucho que le grita la mujer abajo.

—La llevé al baño— explica él usando un tono calmado.

—Entiendo, ¿Cómo está?


—Sigue viva. Iba por una dosis para dormirla.

—Primero, necesito hablar con ella— su voz se escucha más fuerte esta vez y
cuando escucho los pasos comprendo que se está acercando. Cuando entra a mi

campo de visión no va directo a hablarme sino que camina a mi alrededor

examinándome.

—Realmente no me canso de verte así— se burla en mi rostro. —Te ves tan


patética.

Me remuevo en la silla.

—No, no gastes fuerzas— menea un delgado dedo—. La necesitarás.

Espero.

—Disfruta de tus últimas horas de vida, porque pronto no serás más que un

recuerdo para tus conocidos. Ah, y para que sepas, ese novio tuyo no está

haciendo ni el esfuerzo de buscarte, a nadie le importas.

Sé que miente pero sus palabras no pueden dejar de afectarme.

—Deberías empezar a llorar, las lágrimas le agregan chispa al espectáculo.

El hombre entra sosteniendo una caja de metal y temo porque sé lo que hay ahí

dentro.

— ¿Listo?— ella comprueba mirándolo.

El asiente poniendo la caja en el piso a mi lado y abriéndola.


—Suerte—se burla una última vez antes de salir sin más.

El hombre saca una jeringa de la caja y la llena de un líquido que no reconozco


pero sé lo que provocará. Se acerca a mí y a pesar de mis protestas, mueve mi

cabeza a un lado dejando mi cuello expuesto, y sin más, entierra la aguja en mi

piel, vaciando el contenido en mi cuerpo.

Puedo sentir el líquido extendiéndose mientras él saca la aguja y mi visión va


tornándose borrosa con el tiempo pasando; mi cuerpo está débil y pesado, y mi

respiración pierde su ritmo normal hasta ser solo algo intermitente.

●●●

Para cuando estoy de vuelta, lo primero que llega a mi es el sonido de algún

liquido cayendo, luego el frio del agua me hace abrir los ojos de golpe cuando
noto que mis piernas están mojadas.

Muevo el cuello tan rápido que me sorprende no rompérmelo y saco la

conclusión de que el cuarto oscuro era mejor opción; ahora estoy dentro de una

enorme pecera de vidrio con las piernas amarradas por cadenas al piso y aunque
intento levantarme, mis músculos ceden haciéndome caer de nuevo.

Miro delante de mí y me encuentro con la mujer sentada justo el frente aun


usando la máscara.

— ¿Así piensan matarme?— alzo una ceja—. ¿Ahogándome en un contenedor?

—Será un buen espectáculo— se levanta acercándose más—. Tendrás la opción


de decidir si morir ahogada— señala el agua subiendo—. O…

Espero.

—O podrás pedirnos que te matemos con esto— no sé dónde la tenía, pero saca
el arma sosteniéndola entre sus manos—. Pero esto ocurrirá solo cuando

implores.

— ¿Y me mostrarán quiénes son?— el agua ya está por mi cintura.

—Todavía no— vuelve a sentarse con las piernas cruzadas.

— ¿Podrías decirme por lo menos la hora y el día? Quiero tener claro cuando

dejo este mundo.

—Son las 10 de la noche, y hoy es 31 de diciembre. Creo que no lo lograrás para

el año nuevo.

—Si querías tan épico espectáculo, ¿por qué no lo grabas?— me levanto

apoyándome en los lados del recipiente.

—Hay cámaras por toda la habitación apuntando directamente a ti— señala

diferentes puntos en la habitación—. ¿Acaso creíste que no querría ver esto una
y otra vez?

—Ok, entonces, saludaré— sonrío divertida moviendo las manos—. Hola, mujer
asesina. Estamos a pocas horas de Año Nuevo y estás aquí para verme morir, ¿te
podrías ver más patética?

— ¡Insolente! Qué bueno que en poco callaré esa boca tuya.


Me siento a esperar mientras ella comienza una rutina entre salir, entrar y
sentarse. Su compañero también se pasa varias veces a chequearme.

Cuando el agua ha llegado a mi barbilla, me pongo en pie y en el rumbo de otro

rato ya ha alcanzado mi cadera.

Espero mientras ellos parecen cada vez más estresados a medida que pasa el

tiempo. Una hora más y el agua está por mi garganta.

—Falta poco— entona la mujer aplaudiendo.

— ¿Ya se llenó?— su compañero entra casi corriendo.

—Ya casi.

—Te dije que debimos meterla ahí cuando hubiera estado más lleno— le

reprocha y vuelve mi mirada a mi—. ¿Cómo vas? ¿Lista para morir?— se acerca

al contenedor.

— ¿Cuándo se quitarán las máscaras?— tengo que levantar la barbilla para que

el agua no entre a mi boca mientras hablo.

—Pronto— la contraria celebra y sale de la habitación.

El agua parece comenzar a llenar lo restante aún más rápido, o es solo producto

de mi desesperación. Quiero lucir tranquila pero al no ver salida, comienzo a


preocuparme. El agua llega hasta mis ojos y nado hasta los últimos centímetros
en busca de aire.

El espacio es cada vez menor y sé que pronto me romperé frente a ellos.


La mujer vuelve segundos después y tomando aire, bajo para intentar quitar las
cadenas que me mantienen fija al lugar, pero es en vano, están sujetas con

fuerza. No voy a soportar mucho y mi debilidad no contribuye a eso, así que

golpeo el vidrio intentando romperlo; eso también es en vano.

— ¿Lista para rogar por tu vida?— la mujer pone su mano sobre el vidrio en el
lugar donde mis puños golpean.

El hombre me muestra el arma y segura de que de igual manera moriré, asiento

mientras apunta con lentitud al vidrio, presionando el gatillo pero de este no sale

nada.

—Es de mentira— su compañera se burla.

¿Así que todo esto estaba destinado a terminar así? Me habían engañado con
tener opciones, porque este fue su plan desde el principio.

Golpeo el vidrio con las pocas fuerzas que me quedan pero mi falta de agua y

comida, y ahora oxigeno solo hacen todo inútil.

Siento que los latidos de mi corazón se ralentizan y un escozor en mi garganta,


deteniendo los golpes.

Ambos secuestradores asienten y se quitan sus tapaderas.

El hombre es un completo extraño para mí, pero la mujer… La mujer es mi tía.


Me sorprendo tanto de la revelación que suelto el aire restante y lo último que

veo antes de caer inconsciente es el reloj de la mujer contra el vidrio, mostrando


las 12 en punto.

Feliz Año Nuevo y adiós.

Adiós, papá. Adiós, Claire. Adiós, Xavier. Y adiós, idiota.

34
Mis fosas nasales se llenan con un olor que detesto, olor a hospital. Unos pitidos

insistentes llegan a mis oídos y una luminosidad cegadora traspasa mis parpados.

Bueno, por lo menos eso quería decir que estaba viva. No hablarían de la paz

después de la muerte si esta fuera molesta.

Abro los ojos y me encuentro con lo más hermoso que puede ver una persona
después de haber estado a punto de morir; Andrew, mi idiota. Está dormido en la

camilla a mi lado, su pecho sube y baja, y tiene una apariencia terrible; su


cabello está despeinado, su ropa arrugada y tiene ojeras. Momentos pasan
mientras lo miro hasta que se remueve inquieto y abre los ojos mirándome con

varios parpadeos.

Mi reacción nos toma por sorpresa a ambos, cuando me acerco hasta él y lo

abrazo fuerte con lágrimas en los ojos.

—Hyde— ríe y es el sonido más hermoso del mundo—. Despertaste—dice con

su cabeza enterrada en mi cuello.

—Idiota…—intento alejarme para secar las lágrimas pero él niega necesitando

unos segundos más.

—No me sueltes— susurra en mi oído—. Estás viva.

—Y adolorida— me quejo.

—Oh, sí, lo siento— se disculpa con una media sonrisa y me deja ir—. ¿Estás

bien? ¿Necesitas algo? ¿Quieres que llame a una enfermera?

—Estoy bien. Pero un poco de comida no estaría mal.

—Bien, entonces iré a llamar al doctor y a tu padre—acaricia mi mejilla y no

puedo evitar notar que su mano está vendada—. Y traeré comida— baja de la
camilla.

— ¿Qué te ocurrió en la mano?— tomo su mano herida, examinándola


preocupada.

—Te contaré todo luego— besa mi frente y se suelta de mi agarre. —Volveré en

un momento.
Con eso dicho, sale de la habitación dejándome a solas y con miles de
interrogantes sobre lo ocurrido. Minutos después mi padre entra acompañado de

otro hombre usando una bata.

—Katherine— corre a abrazarme aliviado—. ¿Estás bien?

Asiento.

—Hija, necesitas dejar de darme estos sustos. Creo que ya son demasiados—
aunque intenta bromear, son lágrimas lo que se deslizan por sus mejillas

mientras habla.

—Pienso lo mismo, créeme. ¿Dónde está Andrew?

—Fue por comida y a cambiarse la venda— el mayor me deja ir limpiando sus

mejillas.

—Ahora, veamos cómo está todo— el doctor se acerca y comienza a examinar

mi estado mientras también verifica las maquinas a nuestro alrededor—. ¿Cómo


te sientes?

—Un poco débil, pero supongo que con lo ocurrido es normal.

—Eres toda una guerrera— sonríe chequeando mi bolsa de soluciones—. Aun es


un misterio para mí como estás viva.

Lo miro confusa.

—Cuando llegaste estabas con signos vitales muy débiles— explica cruzándose

de brazos—. Pero querías vivir con tanta desesperación, así que hicimos todo lo
posible por salvarte y aquí estás.

— ¿Estaba muerta?

—Clínicamente, sí. Un poco más tarde y no estarías acá.

—Wow, no lo sabía. Gracias por salvarme.

—Es mi deber— asegura despidiéndose y saliendo de la habitación.

—Ex extraño estar en este lugar— mi padre se sienta en el borde de la camilla

—. Bahamas no tiene lo mejor, pero sí que han hecho un gran trabajo para

salvarte y cuidar de ti.

— ¿Estamos en Bahamas?

Asiente.

— ¿Qué día es hoy?

—2 de Enero.

—Pasé dos días inconsciente— afirmo pensativa—. ¿Cómo me encontraron?

Antes de que él pueda responder, el castaño entra llevando una bandeja de

comida.

—Creo que Andrew te lo explicaría mejor— mira al hombre mientras se encarga


de dejar la bandeja en la mesa de la habitación—. Yo me tengo que ir a encargar

de algunas cosas.

— ¿Te tienes que ir? ¿Dónde?


—A la estación de policía— explica tomando mi mano y dándole un beso al
dorso—. Estaré de vuelta en un par de horas, tranquila— asegura y sale de la

habitación.

— ¿Qué ocurre?— le pregunto a Andrew curiosa—. Y no te atrevas a mentirme.

—Come y te contaré lo que ocurrió en estos días— me entrega un plato con

carne y papas.

Asiento y tomo la comida.

—El día que te secuestraron, recorrí toda la ciudad buscándote, llamé a la policía

y luego a tu padre. Tu teléfono fue encontrado en un cesto de basura en la playa

y me preocupe tanto que no podía dejar de buscar. Fueron días horribles,

—No has dormido— afirmo acariciando su rostro.

—No podía hacerlo, cada vez que lo intentaba, volvías a mi mente y no podía

dejar de buscarte. Tu padre y yo tuvimos una de las peores discusiones porque él


decía que era mi culpa; pero no me rendí y le enseñé lo importante que eras para

mí.

— ¿Cómo me encontraron? Digo, ni siquiera yo sabía en qué lugar estaba.

— ¿Recuerdas el tanque defectuoso?

Asiento mientras mastico algunas papas.

—No tenía conocimiento de que se había tratado de un intento de asesinato, ¿por

qué me lo escondiste?
—No creí que fuera importante mencionarlo.

— ¿Qué no era importante? Es tu vida. ¿Acaso no pensaste en tu padre o Claire?


¿No pensaste en mí?— reclama herido—. Estuve a punto de perderte, Dios.

Espero.

—Continuando con la historia; busqué quien lo había comprado y transportado,

y nadie me quería dar esa información. Tu padre por poco demanda a la empresa
por implementos fraudulentos y esa fue la única manera de que dieran un

nombre. Y a que no adivinas; se trataba del mismo hombre que ayudó en tu

secuestro.

— ¿Qué ocurrió con ellos?

—Están en una celda en la estación.

—Continua.

—Recordé el incidente con la serpiente e investigando un poco, volví a dar con

su nombre. Revisamos todo, sus cuentas, vida personal; nada quedó escondido.

Tu tía y él tuvieron un amorío hace un tiempo, y la ex esposa del sujeto fue


clave. Preguntamos entre todos sus conocidos quien los había visto, y ella me
dijo que estaba de visita en esos días. El 31 no me importó nada, y recorrí sus

lugares habituales esperando por él. Después de encontrarlo, llamé a la policía y


le seguimos el rastro hasta el lugar donde te tenían. Al entrar, lo primero que vi

fue a ti en ese contenedor y por un momento creí que estabas muerta. Estaba tan
enojado creyendo haber llegado tarde y golpeé el vidrio tantas veces como pude
hasta que se rompió. Quería sacarte de ahí, a pesar de que solo me fuera a
encontrar con un cadáver.

— ¿Por eso tu mano está así? ¿Te cortaste?

Asiente.

—Debo tener un aliento apestoso, pero en serio, necesito besarte— tomo su

rostro y le estampo un beso—. Te amo.

—Te amo, Hyde— aparta el plato devolviéndolo a la mesa y vuelve a besarme

recostándome en la camilla.

—Eh, Andrew… Estamos en un hospital.

—Lamentablemente— suspira y se separa a regañadientes acostándose a mi lado

en la camilla y atrayéndome a su pecho, para besar mi cabeza—. Te necesito, así

que no pienses en dejarme ahora.

—Feliz Año Nuevo, por cierto— levanto mi cabeza sonriendo.

—Feliz Año Nuevo— me devuelve la sonrisa y saca su teléfono verificando la

pantalla.

— ¿Qué ocurre?

—Luca y Claire dijeron que llamarían pronto. Han estado muy preocupados por

ti, pero no han podido viajar por la salud de Claire.

— ¿Qué pasa con su salud? ¿Ella está bien?


—Al saber de tu desaparición se puso muy mal, su presión se subió y se
desmayó. Es una suerte que haya estado su madre cerca. El doctor le pidió que

se quedara a descansar en casa.

— ¿Y ahora está bien?

—No puede experimentar emociones fuertes.

Suspiro asintiendo algo culpable por ponerla en peligro—: ¿Ya viste el video del
compromiso?

—No, tenía que verlo contigo.

—Que tierno eres— me apoyo en su pecho—. Te amo.

—No me cansaré de escucharte decir eso.

—Quiero helado. Si voy a ver esto, necesito helado. ¿Traerías un poco?

—No tienen helado en este lugar, pero puedo ir a comprarlo, si quieres.

— ¿Te demorarás?

—Posiblemente, pero trataré de venir lo más rápido posible.

—Entonces, no vayas. Quédate conmigo, ¿sí?

—Entonces, deberíamos ver el video— busca en su teléfono y después de varios


toques en la pantalla, el video comienza a rodar.

Basta decir que lloré demasiado desde el principio hasta el final, e incluso
aplaudí cuando ella dijo que sí. No era sensible a ese tipo de cosas, pero estar al
borde de la muerte te hace valorar más la vida y sus momentos.

— ¿Recuerdas cuando te pregunté si te veías como la mujer para estar a mi lado


por el resto de la vida? —juega con un mechón de mi cabello.

—Respondí que veía mi vida a tu lado.

— ¿Aun lo haces?

—Ahora la visión es más clara y sé que sin duda, estarás a mi lado.

—Me asusté mucho, ¿sabes? Pensé que la única razón por la que sonreía se

había ido, cuando te vi inconsciente. Cuando llegamos y el doctor dijo que tu

pulso era casi imperceptible, estuve a punto de volverme loco. Le rogué de

rodillas, literalmente, que hiciera todo lo que pudiera por mantenerte con vida.

Uso el desfibrilador en ti y ver la manera en la que tu cuerpo se retorcía con cada

descarga fue una tortura, hasta que el monitor no mostraba algo parecido a una
línea recta, sino pequeñas montañas que se fueron haciendo grandes hasta llegar

a la normalidad.

—Lamento que hubieras tenido que pasar por eso— bostezo.

—Descansa, no tienes que estar despierta por mí.

—No quiero dormir… Tengo miedo de hacerlo.

—Estoy aquí para cuidar de ti, duerme.

—No te vayas— susurro antes de quedarme dormida con mi cabeza aun en su

pecho.
●●●

Es de noche cuando despierto sola en la camilla, examino la habitación en busca


de luz pero no entra ni un poco. Me levanto para ir en busca del interruptor pero

los cables y el catéter me detienen antes de que pueda incluso tocar el piso; así

que refunfuñando vuelvo a acostarme en la camilla.

Utilizo ese tiempo para tratar de recordar el porqué de los últimos días y me
torturo buscando un motivo por el que mi tía haya tratado de asesinarme. No

una, sino varias veces.

El ojiazul aparece una hora después cuando estoy dormitando de nuevo y

enciende la luz, devolviéndome al ahora.

—Despertaste. ¿Dormiste bien?

—Si—carraspeo para aclarar mi voz.

— ¿En qué piensas?

—Nada importante—miento negando porque lo conozco lo bastante bien para

saber que si le cuento, hará de esto algo grande—. ¿Alguna nueva información?

—Mañana volveremos a la ciudad— informa y se sienta en el borde de la


camilla.

—Que bien.

—No pareces emocionada.

—No estoy del mejor humor. Todo lo de mi tía me está volviendo loca.
—Cometió un delito, será juzgada y recibirá una condena por lo que hizo.

— ¿Está mal sentir que eso no será suficiente nunca? No puedo dejar de pensar
que mi tía, mi propia sangre, mi familia; tratara de matarme.

—Yo tampoco pero si algo he aprendido en estos últimos meses, es que la gente

si cambia. Te podrías sorprender cuánto.

— ¿Qué no me estás diciendo?— lo miro cuestionable al notar que luce


incómodo.

—Parece que Trinity está metida en todo esto, también.

—Debí notarlo.

— ¿Qué quieres que hagamos?

—No la meteremos en esto, hablaré con ella pero no la involucraremos en esto.

—Katherine, el saber que era parte de esto confirma que desea tu muerte. Sabía
lo que te harían y estuvo de acuerdo en participar.

—Esa es la cosa, que ella no lo hizo. Supongo que me lo merecía— me encojo

de hombros—. He sido una completa maldita con muchas personas.

— ¿Por qué dices eso?

—No me preocupaba de lo que sufrían los demás—sincerándome me permito

hacer una mueca al pensar en todo el daño que he ocasionado a través de los
años—. Solo me enfocaba en mi felicidad y en llegar a la cima. He lastimado a

muchas personas, tú incluido.


—Pero ya no eres así.

—No lo entiendes. Te lastimé muchas veces; y a Trinity le quite al amor de su


vida.

— ¿Te arrepientes de nuestra relación?

Niego con la vista baja.

—Entonces no le quitaste nada a nadie. Cuando dos personas están hechas el uno

para el otro nada puede evitar que se encuentren. Trinity está encaprichada

conmigo desde que la conozco. En su mente siempre he sido el príncipe azul

cuando no lo soy. Soy un idiota, tu idiota— toma mi barbilla y alza mi rostro—.

Y tú eres mi Hyde.

—Odio cuando estás en “modo cursi encendido”— rio negando—. No dejas que

esté triste.

—Es mi deber hacerte feliz, así que estoy dispuesto a dedicar todo mi tiempo a
eso.

—Damos nauseas— rio.

— Las peores— se une a mis risas—. Por cierto, la nueva familia Sandino
D’Moon llamó mientras dormías— informa.

— ¿Qué hora es?

—Son las 7:18.

—Préstame tu teléfono— extiendo mi mano—. Necesito hablar con esos


tortolitos.

Me pasa el móvil y abro un nuevo mensaje.

Andrew Simurs: Chica Violín, habla tu hermosa amiga y futura tía, Katherine
Briden.

Claire D’Moon: Kathe, por Dios, ¿estás bien?

Andrew Simurs: Si, perfecta. ¿Y cómo estás tú? Andrew me contó de lo

ocurrido. ¿El bebé está bien?

Claire D’Moon: Estoy bien, al igual que él bebe. Ya pudimos ver la primera

ecografía y es perfecto, aunque parezca solo una mancha.

Andrew Simurs: ¿Y qué se siente?

Claire D’Moon: Aún es pronto para que se mueva. Es algo tan extraño que un
ser humano esté creciendo dentro de mí. A veces es molesto porque me puedo

sentir muy incómoda pero hay otros momentos donde no puedo evitar querer que

el tiempo pase rápido para tenerlo acá.

Andrew Simurs: ¿Ya tienen fecha para la boda?

Claire D’Moon: Queremos hacerlo pronto, antes de que la barriga se note

mucho.

Andrew Simurs: Ok, entiendo. Creo que es hora de que te deje. No quiero que
Andrew piense que lo voy a dejar abandonado por hablar contigo. Volveremos

mañana y podremos seguir hablando con más tranquilidad, ¿ok? Te quiero,


Chica Violín. Saludos a todos en casa.

Claire D’Moon: Te veo mañana.

— ¿Cómo está Claire?— pregunta en cuanto le devuelvo el teléfono.

—Bien, muy bien. ¿Podrías pasarme un vaso de agua?

—Enseguida— se dirige a la mesa a servirlo y luego va a la camilla a


entregármelo—. Toma.

—Gracias— me tomo mi tiempo para terminarlo a pesar de que me muero de

sed.

— ¿Te sientes mal?— me mira preocupado.

—Solo un poco sedienta, es todo. ¿Podrían quitarme todo esto que tengo

encima? En serio, me vendría bien caminar un poco.

—Lo lamento pero no. Aun estas bajo supervisión.

— ¿Qué más necesitan de mí?

—Quieren saber que estás bien, antes de irte.

—Lo estoy.

—Eres una bebe quejona. Mañana no tendrás que volver a verlos.

—Idiota.

●●●

La estación de policía es un edificio de un piso, aunque quizás su poco espacio


se debe a las pocas personas residentes en la isla. Entro siguiendo a uno de los
policías a la sala de interrogación. Es una típica habitación con una mesa y dos

sillas.

Lo primero que salta a mi vista al entrar, es la mujer sentada en una de las sillas,

que me da una mirada de odio en cuanto tomo asiento.

Espero paciente.

— ¿No vas a decir nada?— protesta cuando han sido dos minutos sin una sola

palabra—. ¿O solo vienes a ver cómo me condenan?

—Jamás pensaría en hacerte daño— digo apoyando los brazos sobre la mesa—.

Solo vine porque quiero escuchar de tu boca que hiciste lo que hiciste.

— ¿Qué traté de asesinarte? Lo hice y estuve por lograrlo.

—Sé que no hemos tenido la mejor relación pero no entiendo por qué lo hiciste.

— ¿Por qué lo hice? Venganza.

— ¿Qué te hice para que quisieras vengarte de mí?

—Tú no hiciste nada, tu padre sí.

— ¿Qué te hizo?

—Escogió a tu madre. Yo era la más hermosa, con más clase y era perfecta para

él. ¿Por qué no me escogió a mí en vez de a la estúpida de tu madre?

—Lo dije hace unos meses y lo vuelvo a repetir; no te metas con mi familia,
mucho menos mi madre. Además pensé que lo odiabas.

— ¿Y nunca te preguntaste por qué?— se levanta golpeando la mesa—. Necesito


vengarme de él y que mejor manera que su “gatita”.

— ¿Así que casi muero por celos?—frunzo el ceño—. ¿Por unos estúpidos celos

y envidia?

— ¿Era lo que querías escuchar?

—No sé cómo pude vivir tantos años de mi vida creyendo que eras un modelo a

seguir, con toda tu fuerza y poder. Ahora me doy cuenta de lo patética y estúpida

que eres. Me alegra haberme enterado de eso para entender.

—Insolente— grita enojada.

—Asesina— me levanto y la abofeteo, devolviéndole lo que me hizo días antes.

— ¿Qué acabas de hacer?

—Golpear a una asesina.

—Me alegro de que tu madre haya muerto aquel día en ese accidente— ríe por

lo bajo.

—No mereces ni siquiera mi compasión, menos mi respeto. Vuelve a repetir a


mi madre y haré que te pudras en la cárcel.

—Y pensar que estuviste a punto de morir como ella, en aquel accidente.

— ¿A qué te refieres? —exijo atónita por su reciente confesión.


— ¿Crees que es la única vez que he intentado deshacerme de ti? El día de tu
accidente, la serpiente, el tanque: fueron unas de esas ocasiones.

— ¿Unas? ¿Desde cuándo lo has intentado?

—Desde que subiste a la vicepresidencia de la empresa a los 18 años.

— ¿Algo más que quieras confesar? ¿La muerte de mi madre, quizás?

—Eres lista. Yo la maté, contraté un pobre desagraciado y lo seduje para que

chocara contra su coche.

— ¿Y le pagaste al de mi accidente?

Asiente.

— ¿Así que solo seguirás confesándome como estás demente o aceptarás que tu

vida entera vas a pasarla entre paredes y rejas?

— ¿Demente?

—Has malgastado más de 20 años tratando de hallar el asesinato perfecto y al


final fallas.

— ¿Quién dijo que fallé?

—No estoy muerta.

—Pero sabes que hay otros que desean tu muerte.

— ¿Quién? ¿Otro de los hombres que sedujiste?

—Sabes muy bien de quien hablo. La pelirroja.


—No sé a qué te refieres.

—La ex de tu novio, Trinity Sanders. Ella también es mi aliada.

—No lo es. No estaba en ninguno de tus planes fallidos y desde luego, no va a


pasar su vida detrás de las rejas— me encojo de hombros.

—No quieras hacerte la buena. Si ella queda vinculada, al fin tendrás el camino

libre.

—No te entiendo. No hay un camino con obstáculos y otro libre. Tú decides

como verlo y ella no es un problema. Seguirá su vida, encontrará al indicado,

pero tú… Tú morirás en una celda, asesina— salgo de la habitación sin darle ni

un solo vistazo. Andrew está afuera esperándome con los brazos abiertos y me

dejo abrazar para que me consuele.

— ¿Estás bien?

—No, mi tía es un monstruo— lo abrazo más fuerte dejando que algunas


lágrimas salgan con un sollozo silencioso—. Ella es responsable de la muerte de

mi madre.

—No te preocupes, pronto estará donde debe estar y no podrá hacerte daño.

—Sé que no me lastimará. Es solo que no puedo creer que conocía a la mujer

allá dentro.

—Cálmate, no es bueno que te estreses. No merece tu atención.

—Lo sé. La persona allá dentro no es más que una asesina. Haré que pase su
vida en una celda y se pudra preguntándose todos los días porque lo hizo. Sin
nadie que se acuerde de ella.

—Kathe, mírame—toma mi rostro entre sus manos—. No le des gusto viéndote

mal. Vámonos de aquí, tu padre nos espera en el avión.

Asiento y lo sigo afuera donde un auto nos espera para llevarnos a la pista

privada de aterrizaje donde está el avión empresarial. Mi padre nos espera cerca
de las escaleras con Tod y Trein a cada lado. ¿Desde cuanto estaban en la isla?

—Bebé— me abraza aliviado al verme—. ¿Estás bien?

—Sí, fue bueno ir a verla. Me confesó varias cosas que pueden ganarle unos

años más en la cárcel.

—Eso está bien, porque yo tengo muchos de esos también. Subamos y te cuento

— señala las escaleras.

Lo sigo y todos subimos tomando nuestros asientos esperando a que se ponga en


marcha para salir de la isla directo a la ciudad.

— ¿Qué descubriste en la estación?— mi padre se sienta frente a mí, mientras


que Andrew toma el asiento a mi lado.

—Ella es la mente detrás del asesinato de mamá y esta vez no fue su primer

intento de asesinarme. También lo hizo con la serpiente, el tanque y el accidente


de auto.

— ¿Asesinó a su propia hermana? ¿Por qué?— el castaño pregunta sorprendido.


—Celos y envidia. Dijo que la odiaba y que ha intentado asesinarme para
vengarse de ti. Solo porque escogiste a mamá y no a ella.

—Que patético— el contrario toma una carpeta que Tod le entrega—. Ahora,

mira esto—la desliza por la mesa entre nosotros hasta que está frente a mí. El

título del archivo es “Bianca Prine” y me pregunto qué horrores encontraré


dentro.

La abro y lo primero que salta a mi vista es un resumen de ella, seguido de

cuentas bancarias y recibos de compras con mi tarjeta.

— ¿Saco dinero de mi cuenta y lo cargo a la empresa?

—Debió hacerlo cuando te capturaron. Es la única tarjeta que no puede ser

rastreada a menos que utilicen un pin especial.

—Entiendo—afirmo y continúo pasando las páginas, encontrándome con una


entrevista en el DC Times—. Ella les entregó las fotos.

—Continua.

— ¿Acaso está loca?—llego a hojas que muestran todos los mensajes que envié
desde mi teléfono en los últimos meses—. ¿Cómo los obtuvo?

—Parece que uno de sus muchos amoríos trabajaba para la CIA.

— ¿Hay algo peor?

Asiente pasando la hoja.

— ¿Instituto Mental de Nueva York?—miro el nombre intentando recordar de


donde lo recuerdo—. Es el instituto al cual asistió Many.

—Parece que le ofreció ser parte de su plan.

— ¿El aceptó?

—No.

— ¿Algo más?

—Consiguió medicamentos de ahí.

— ¿Y?

—Eran somníferos. Los que usó en ti durante el secuestro. Estuvo a punto de

darte demasiado y llevarte a una sobredosis.

—No sabía eso.

— ¿Qué decidiste que haremos? ¿Quieres ir a la corte?

—No quiero volver a verla— cierro la carpeta devolviéndosela—. Tenemos las

suficientes pruebas para encerrarla. Quiero que se pudra en la cárcel.

—La deportarán a Zúrich junto a su compañero. Parece que ambos estuvieron

cometiendo delitos de fraude.

—Después de que pague por lo que hizo, no me importa.

—Ok, hablaré con el abogado y le diré que se encargué— se levanta de la silla

donde está, para ir a sentarse a los asientos traseros del avión.

Le doy una mirada seria.


— ¿Cómo te sientes?— el de ojos cobalto toma mi mano.

—Estoy cansada de todo esto—apoyo mi cabeza en su hombro—. Solo quiero


que se termine ya.

—Ya acabó, no tendrás que preocuparte más por el tema.

—No solo es lo de mi tía, es todo.

— ¿De qué hablas?

—Ya has visto lo que hay en las noticias sobre mí. ¿Te has preguntado que diré o

qué pasará en el futuro?

—Pensé que no te importaba lo que la prensa pensara.

—No lo hace, pero si afecta cosas que me importan, como la empresa y mi

padre.

—Relájate y descansa, hablaremos de eso luego.

—No dormiré.

—Ok, entonces no duermas.

— ¿Andrew?

— ¿Si?

— ¿Me amas?

—Con todo mi ser.

— ¿Seguro?
—Seguro.

— ¿Aun piensas con odio en todos esos años de rivalidad?

—Claro que no, Hyde. Nunca.

—Entonces, quiero que apenas bajemos de este avión vayamos a casa de tus
padres.

—La última vez que lo intestaste no fue nada agradable.

—Soy Katherine Briden Prine, ¿acaso crees que podrás evitar que lo haga?

—Sé que no. Nadie puede evitar que hagas algo que tienes en mente.

— ¿Recuerdas cuando perdí la memoria?

—Trato de no hacerlo.

—Te pedí que no me abandonaras, que eras lo único que tenía sentido.

—Sí, recuerdo eso.

—Ahora sé que tenía razón cuando lo dije.

—Modo cursi encendido.

—Esa es mi frase.

—Lo sé pero necesitaba ser dicha. Aunque si me preguntas, prefiero la mía… Te


amo.

—Te amo—lo beso por un momento y descanso en su hombro todo el viaje.

La casa de los Simurs luce hermosa junto a la nieve cubriéndola. Me dirijo a la


entrada y toco un par de veces. El padre de Andrew abre la puerta y me mira
asombrado.

—Katherine, escuché lo que ocurrió— me invita a entrar—. ¿Estás bien?

—Sí, señor.

—Espero que vuelvas pronto— su esposa habla desde la sala y sé que no soy la

única invitada acá.

— ¿Y dime, donde está mi hijo?—pregunta el hombre ofreciéndose a tomar mi

abrigo pero niego. Seré breve.

—Tuvo que atender algunas cosas y le pedí que me dejara venir sola.

—Y sigue enojado con su madre— añade él bastante convencido.

— ¿Qué hace ella aquí?— su esposa me señala con la pelirroja a sus espaldas.

—Vine a hablar con ustedes— respondo serena y sin duda de que vine a decirles
—. Espero que tengan tiempo.

—Yo creo que me voy— Trinity se despide evitando mi mirada.

— ¿Podrías quedarte?— le pido sonriendo—. También necesitas escuchar.

—Realmente no tengo tiempo y…—simula mirar su reloj apurada.

—Sabes que te conviene escuchar— la miro seria.

Acepta a regañadientes.

—Vayamos a la sala— señala el hombre para que lo sigamos y me señala un


sofá—. Siéntate.

Tomo asiento y suelto un suspiro antes de comenzar.

—Me imagino que estarán enterados de lo que ocurrió hace un par de días.
Estuve a punto de morir y esa experiencia me enseñó a valorar más a las

personas.

—Si quieres contar como cambiaste después de eso y que sintamos lastima, ve al
programa de Oprah— la mujer mayor me corta.

—Carol, déjala hablar— su esposo le pide señalándome con una mano para que

continúe.

—Desde el día de mi accidente de auto, cuando perdí la memoria todo ha

cambiado. Andrew ha estado para mí desde ese día como un amigo y terminé

enamorándome de él. No espero que me acepten o que les agrade, solo espero
que no lo aparten de sus vidas, son realmente importantes para él y no quiero que

arriesgue eso por mí.

— ¿Y en que encajo yo en todo esto?—la pelirroja habla aburrida.

—Ya sé lo que mi tía te ofreció por ser parte de mi asesinato— explico sin
tapujos—. Sé que te quedaste callada sin ser parte pero siendo cómplice. No te

pienso juzgar ni culpar; mi abogado se encargará de que no te veas involucrada.

— ¿Esperas que eso me sienta agradecida?— alza una ceja perfectamente

depilada—. ¿Y qué me agrades?


—No, sé que eso no va a pasar. Vine a pedirte perdón.

— ¿Qué?

—Lo lamento por amar a Andrew y no poder dejar que lo tengas. Lo lamento
por abofetearte aquella vez, y sobre todo, lo lamento porque te subestime. Pensé

que eras débil y por eso eras perfecta para estar al lado de Andrew pero en

realidad, eres fuerte y mereces algo mejor.

— ¿Estás diciendo que mi hijo no es lo mejor?— la mujer mayor cruza los

brazos.

—No es lo mejor para ella. Me disculpo si me di a entender mal.

— ¿Segura de que no me veré involucrada?— la pelirroja se levanta del sofá.

—Créeme, ese no es mayor crimen. No te preocupes, si llega a mencionarte, mi

abogado lo tiene cubierto.

—Eso espero— son sus últimas palabras antes de caminar hacia la salida.

—Ahora, necesito disculparme con ustedes. No espero que lo hagan pero

escúchenme por lo menos.

El hombre asiente.

—Lamento todas las veces en las que les falte el respeto, y no hago esto por

pena sino porque pienso seguir siendo yo por muchos años; y lo más seguro es
que haré o diré algo que no les guste. Lamento que su hijo se haya enamorado de

mí y yo de él, porque no pienso dejarlo.


— ¿Qué esperas de nosotros?—cuestiona la mujer.

—Nada— me pongo en pie—. Necesitaba venir y hablarles para estar en paz


conmigo misma. Si me disculpan, me voy— asiento a ambos y sonrío saliendo

de la sala rumbo a la puerta principal.

Salgo de su casa hacia mi auto y me dirijo a mi siguiente parada. Compro flores

y recorro el familiar camino.

Andrew Simurs: Hyde, ¿Dónde estás?

Apago mi nuevo teléfono y me siento sobre el pasto.

—Hola, mamá— una gruesa lágrima desciende por mi mejilla—. Dame fuerzas

para venir, siento que todo se va a venir abajo. Estoy cansada de mostrarme

fuerte cuando a veces lo único que quiero es gritar y romper cosas. Tengo que

fingir que no tengo miedo y es horrible. Aun no entiendo como alguien tan
cercano como la tía… no, esa asesina; como puede haber hecho lo que hizo.

Asesinó a su propia hermana y quería hacer lo mismo conmigo. A veces

mostrarse fuerte es duro, pero necesito serlo por papá, sé que él no es tan fuerte y
necesita que yo esté bien para él poder estarlo. Aun no sé qué será de mi futuro,
solo espero poder seguir adelante siendo la antigua yo, demostrándole al mundo

que no me dejaré vencer. Te extraño, y mucho. No diré vuelve porque sé que


algún día, me reuniré contigo. Feliz Año Nuevo y deséame suerte, te quiero.

Me levanto secando las lágrimas e ignorando al hombre de ojos azules que está a
un par de metros de mí. Saco el teléfono y lo enciendo tecleando una respuesta.
Katherine Briden: Estoy bien, lo digo antes de que preguntes. Vamos.

Andrew Simurs: Sé que superarás esto. Te ayudaré y quiero que tengas presente
que no subestimo ni un poco tu fuerza para hacerlo. Te amo.

Katherine Briden: Yo también. Gracias por creer más en mi de lo que yo lo

hago.

Andrew Simurs: ¿Quieres ir a casa de Claire?

Asiento guardando el teléfono y caminando hacia él. Toma mi mano y la suelta

asustado.

—Estás helada—explica preocupado—. Ten, póntela. Te pondrá caliente— se

quita su chaqueta y la pone sobre mis hombros.

Le dedico una mirada de agradecimiento y seguimos nuestro camino hacia mi

auto.

— ¿Quieres que conduzca?— se ofrece sonriendo.

— ¿Y tu coche?

—Lo buscaré luego.

—Ok— le entrego las llaves de mi auto y subo al otro lado—. No lo aboyes.

Cuando ha encendido el motor del auto, me concentro en encender la calefacción

para ahuyentar el frio. Mi teléfono suena con una llamada cuando estamos a un
par de minutos de nuestro destino.
Miro la pantalla y sonrío contestando.

—Katherine, ¿estás bien?— es lo primero que dice en cuanto contesto.

—Sí, estoy bien.

—Quiero que le digas a tu padre que estoy enojado con él por no contarme antes.

—No quería que te preocuparas.

—Soy tu mejor amigo, es mi deber.

—Relájate. Estoy bien, camino a la casa de Claire.

—Espero que sepas que cuando esté de vuelta, no hay necesidad de hablar cosas

del pasado.

— ¿Cómo se llama? —cambio el tema antes de que le dé un ataque.

—Jessica Jung, es euroasiática. Su padre es británico y su madre vietnamita.

—Interesante, escuché que es diseñadora.

—Sí, tiene un lugar en el centro de Londres y es realmente talentosa.

—Me estás poniendo celosa— bromeo sonriente—. Debo conocerla.

—Si vienes la próxima vez, quizás las presente.

—Ok, te dejo. Ya llegamos a casa de Claire.

—Te quiero.

—Te quiero más— cuelgo.


Guardo el teléfono en mi bolso y camino junto a Andrew a la puerta, donde
somos recibidos por la infaltable madre de Claire.

—Kathe—me abraza fuerte por más tiempo del necesario—. No sabes cuánto

me alegra verte.

—A mí también, tía— sonrío cuando me suelta—. ¿Cómo has estado?

—Emocionada con lo de ser abuela— nos invita a pasar tomando nuestros


abrigos—. Claire ha estado como loca comprando ropa de bebé y leyendo todo

tipo de libros sobre maternidad.

— ¿Dónde está mi sobrino?— digo en cuanto la alcanzamos en la cocina

comiendo un tazón de cereal.

—Kathe—abre los ojos alegre y su rostro jamás se había visto tan radiante

mientras corre a abrazarme—. Es un gusto verte.

—A mí también me da mucho gusto. ¿Y cómo está la cosa más hermosa?— digo


en voz de bebé a su abdomen.

—Está feliz de por fin conocer a su tía— vuelve a sentarse y comer el cereal.

—Me fui hace unos días y parece más tiempo. Te ves radiante y combina con ese
anillo en tu dedo.

—Lo sé— lo muestra emocionada—. Tiene una inscripción personalizada.

— ¿Cuál?

—“Y todo nació con una apuesta”—ríe alzando los hombros.


—Hablando de eso, ¿Dónde está Luca?

—Está con sus padres, día familiar. No quise ir porque le vendrá bien un tiempo
a solas con ellos.

— ¿Y qué has hecho en los últimos días?

—Comer, dormir, vomitar; y el ciclo se repite incansablemente.

— ¿Y que ha dicho el doctor?

—Que está saludable y creciendo sin ningún problema— sus ojos se iluminan

mientras habla—. Ya pudimos verlo por primera vez y es hermoso.

— ¿Y cuándo sabrán si es niña o niño?

—No estoy segura pero algo me dice que va a ser un niño.

— ¿Y cuáles son sus planes?

—Conseguimos una hermosa casa pero mamá insiste en que me quede acá hasta

que nazca, así puede cuidar de mí.

— ¿Y qué hay de la boda?

—La haremos el próximo fin de semana. Será algo pequeño con las personas que
nos importan.

— ¿Ya tienes el vestido?

—Pensaba comprarlo mañana, y me vendría bien algo de ayuda.

—Claro, estoy dentro.


— ¿Se quedarán para almorzar?— la madre de mi amiga nos pregunta.

—Sí, nos encantaría. Extraño demasiado tu comida.

—Sí, de seguro en esos restaurantes donde suelen ir, no cocinan como yo.

Sonrío en respuesta.

— ¿Quieren ver la primera foto de su sobrino?—la menor toma otra cucharada


de su plato.

—Seguro, conozcamos al pequeño— el hombre acepta y la seguimos con todo y

cereal a su habitación. Nos sentamos en el sofá a esperar mientras ella busca

algo en su bolso.

—Aquí está— nos entrega la ecografía y la examino con ternura sin poder creer

que eso que está ahí, sea un bebé que amaré mucho. Ya tenía mi corazón ganado.

—Tómala, antes de que llore— se la paso al castaño mientras el teléfono de la

embarazada suena.

—Hola—contesta con una gran sonrisa—. ¿Cómo ha estado el día familiar? Te

pondré en altavoz.

Oprime algo en su teléfono y pronto la voz de Luca llena la habitación.

—Así que van cuando no estoy, ¿Eh?

—Hola, amigo—Andrew lo saluda entregándole la imagen a la futura mamá—.


¿O debería comenzar a llamarte Señor D’Moon?
—Luca está bien. ¿Cómo está la pequeña?

—Es un niño— su novia interviene—. El pequeño está hambriento. Creo que es


mi tercer tazón de cereal en la mañana.

—Es bueno que te alimentes. ¿Y las náuseas?

—Hoy no han ocurrido, así que no las llames.

—Eso es bueno. Hey, Andy, ¿podrías acompañarme a comprar el esmoquin

mañana?

—Claro, amigo. No tengo nada que hacer porque mi novia me abandonará por tu

prometida e hijo— bromea riendo.

—Ya la viste demasiado, me pondré celoso sino me das amor— le lanza un beso

por el teléfono riendo.

— ¿Cómo así que no le das amor?— me uno a la broma—. Andrew, Luca

también necesita a su hombre.

—Él sabe que lo amo, además quien me abandonó fue él.

—Aún tenemos la despedida de soltero, guapo—el de la llamada dice coqueto.

— ¿Y qué planeas hacer?— pregunto curiosa intentando controlar mi risa—. No


son del tipo striptease.

—No lo había pensado— el hombre en la línea dice pensativo—. Simurs, quedas


a cargo. ¿Y qué harán las señoritas?
Ambas nos miramos sonriendo y gritamos—: Especial de películas cursis.

—Interesante— el castaño alza una ceja—. Pensé que destruirían la ciudad,


pequeñas mentes maestras.

—Eso lo haremos otro día— me encojo de hombros divertida—. Dejaremos que

la disfruten otro poco.

—Además, necesitamos gastar una buena dosis de helado—Claire se me une—.


Creo que comienzan a sentir que los abandonamos.

—Ya entendimos—Luca ríe—. Ustedes tienen esto planeado desde hace años.

Bebé, nos vemos luego. Te amo a ti y al pequeño.

—Al fin dijiste pequeño—su prometida aplaude emocionada—. Yo también te

amo y el pequeño te adora.

—Simurs, no te preocupes, también te amo. Y a la preciosa, tú sabes que eres

como mi pequeña hermana malvada así que entiendes el sentimiento.

—Tonto— la pelirroja cuelga la llamada sonriendo tontamente—. Ahora,

cuéntenme todo. ¿Qué ocurrió?

—Era un día hermoso en Bahamas, estábamos por devolvernos a la isla y fui un


momento a botar una servilleta. En cuanto fui a devolverme, me taparon la boca

y la nariz con un pañuelo y me desmayé.

—Te drogaron.

—Cuando desperté estaba completamente a oscuras y me tenían amarrada de


pies y manos, a una incómoda silla. Además de que taparon mis ojos y boca con
vendas.

— ¿Supiste sus identidades enseguida?

—No, usaban disfraces y no hablaban mucho.

—Dijeron que tenías moretones. ¿Te golpearon?

—El hombre me abofeteó porque le escupí agua en la cara, y la mujer… la

asesina me golpeó en el brazo porque me burle de lo patético que todo era.

— ¿Estabas asustada? ¿Por qué los retabas?

—Soy Katherine Briden, soy una orgullosa de mierda. Estaba muerta de miedo

pero no podía mostrarme débil ante ellos.

—Tonta— me da un leve empujón—. Habías prometido no volver a asustarme


pero igual lo hiciste.

—Lo lamento. Sabes que no fue mi intención. Ninguna de las veces.

— ¿Y qué pasara con ella?— en el momento en que lo pregunta, sé a quién se

refiere.

La miro incomoda.

— ¿No quieres hablar de eso?

Niego.

—Entonces, ¿Cómo pasaron sus vacaciones antes de eso?


—Magnifico, la isla nunca fue tan cómoda. Me levantaba y ya tenía el desayuno
listo, caminamos por la playa, buceamos y nadamos también.

— ¿Bucearon?

—El señor Simurs, aquí presente—señalo al castaño divertida—. Estaba

preocupado, pero fue muy divertido.

— ¿Hicieron compras?

—Claro. ¿Adivina que encontramos en una tienda de segunda mano?

— ¿Qué?

—Dos camisetas a juego con las palabras hielo y fuego—el ojiazul responde—.

Fue el destino.

—Qué extraño— mi mejor amiga ríe entretenida—. ¿Y qué harán ahora?

—Tomarnos las cosas con calma, respirar profundo y seguir— respondo sincera
—. Necesito volver a mi vida normal.

—Después de que me incluya—Andrew toma mi mano—. Lo único malo es que

será extraño competir.

—Hay que saber distinguir entre lo laboral y lo personal. No porque seas mi


novio voy a dejar que ganes.

—Lo mismo.

—Son tan extraños pero tiernos— la pelirroja retoma sus cereales—. ¿Qué han
pensado de su futuro como pareja?

—Respiremos y tomemos ese tema con calma. Lo lamento pero no hay


campanas de boda ni embarazos en el camino.

—Pero los habrá…—Andrew estudia mi rostro a la expectativa—. ¿Cierto?

Permanezco en silencio.

— ¿Kathe?

Lo miro.

— ¿Estás jugando conmigo?

Rompo en carcajadas.

—Los habrá—afirmo.

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