You are on page 1of 5

Esping- Andersen. Los tres mundos del Estado de bienestar.

Derechos y desmercantilización.
Al transformarse los mercados en universales y hegemónicos, es cuando el bienestar de los individuos viene a depender
enteramente del circuito monetario. El despojar a la sociedad de las capas institucionales que garantizaban la
reproducción social fuera del contrato laboral, significó la conversión de los individuos en mercancías, su
mercantilización. La introducción de los modernos derechos sociales implica una pérdida del status de mera mercancía.
La desmercantilización se produce cuando se presta un servicio como un asunto de derecho y cuando una persona
puede ganarse la vida sin depender del mercado.
La presencia de la asistencia o seguridad social puede que no produzca una desmercantilización si éstas no liberan a las
personas de su dependencia del mercado. Si los subsidios son bajos y están asociados a un estigma social, el sistema de
ayuda empujará a participar en el mercado a todos menos a los más desesperados.
La desmercantilización ha sido un asunto en el desarrollo del Estado de Bienestar. Cuando los trabajadores dependen
por completo del mercado, es difícil que se movilicen para acciones solidarias. Sus recursos reflejan las desigualdades
del mercado; aparecen las divisiones entre los que están dentro y los que están fuera. La desmercantilización refuerza al
obrero y debilita la autoridad absoluta de los empresarios.
Los derechos de desmercantilización se han desarrollado de diferentes formas. En los Estados de bienestar en donde
predomina la asistencia social, los derechos no están tan vinculados al comportamiento laboral como a una necesidad
manifiesta. La comprobación de las necesidades y los subsidios escasos sirven para reducir el efecto desmercantilizador.
En los países donde éste es el modelo, el resultado es realmente el fortalecimiento del mercado, ya que todos excepto
aquellos que fracasan en el mercado serán animados a contratar planes privados de protección social.
Un segundo modelo defiende la seguridad social estatal obligatoria con derechos reconocidos. Pero puede que no
asegure una desmercantilización puesto que depende de las normas que regulan los subsidios y los que tienen derecho
a ellos. (ej, Alemania). No es la mera presencia de un derecho social, sino las reglas correspondientes y las
precondiciones, las que dictan hasta qué punto los programas del bienestar social ofrecen alternativas a la dependencia
del mercado.
El tercer modelo dominante de bienestar social, es el de subsidio a los ciudadanos, puede aparecer como el más
desmercantilizador. Ofrece un subsidio básico e igual para todos, independientemente de sus actividades, aportaciones
y rendimiento previo. Puede ser un sistema más solidario pero no necesariamente desmercantilizador. Dado que rara
ves el subsidio presento una alternativa real al trabajo.
Los Estados del bienestar desmercantilizadores son muy recientes. Una definición debe implicar que los ciudadanos
pueden decidir libremente y sin una potencial pérdida del empleo, de los ingresos o de la seguridad social, dejar de
trabajar cuando lo consideren necesario.
En casi todos los países, a finales de la década de los años 60 y principio delos 70, los subsidios se elevaron hasta igualar
casi los salarios normales.
Los Estados del bienestar escandinavos tienden a ser los más desmercantilizadores y los anglosajones los menos.

El estado del bienestar como un sistema de estratificación.


Una cuestión básica es qué clase de sistema de estratificación es el que promueve la política social. El Estado del
bienestar no es sólo un mecanismo que interviene en la estrucutra de la desigualdad, es un sistema de estratificación en
sí mismo, una fuerza activa en el ordenamiento de las relaciones sociales.
La ayuda social fue deiseñada con propósitos de estratificación. Al castigar y estigmatizar a los destinatarios, se fomenta
la dualidad social.
El modelo de seguridad social (fomentado por los reformistas conservadores como Bismarck) pretendía alcanzar dos
resultados simultáneos en términos de estratificación. El primero, consolidar las divisiones entre los asalariados
legislando distintos programas para los diferentes grupos de clase y status. El segundo objetivo era vincular
directamente la lealtad del individuo a la monarquía o a la autoridad central del Estado. Este modelo corporativista
estatal se dio en países como Alemania, Austria, Italia y Francia.
El establecimiento de provisiones para el bienestar social que favorecerían a los funcionarios fue de importancia para la
tradición corporativista. Ésta era, por una parte, una manera de premiar la fidelidad al Estado y por otra una forma de
que se distinguiera el status social elevado. El modelo corporativista de la diferenciación de status surge de la antigua
tradición gremial. En esta tradición vieron un medio para combatir a un movimiento obrero fuerte.
El movimiento obrero era tan hostil al modelo corporativista como al de ayuda a los pobres. El modelo seguido al
principio por los trabajadores era el de mutualidades autónomas o planes equivalentes de protección social fraternal
patrocinados por sindicatos o partidos políticos. Veían sus propias organizaciones como un mundo alternativo de
solidaridad y de justicia. Sin embargo, estas sociedades microsocialistas se transformaron en problemáticos guetos
clasistas que , más que unir, dividían a los obreros. El ingreso a éstas se restringía a los estratos más fuertes de la clase
obrera y los más débiles eran excluidos. El modelo de las sociedades fraternales frustró el objetivo de la movilización de
la clase obrera.
Los partidos socialistas formaron gobiernos. Su modelo de bienestar social tenía que ser reformulado como un bienestar
social para “el pueblo”. Los socialistas llegaron a defender el principio del universalismo. Siguieron el modelo de
financiación de unos ingresos generales junto con el democrático impuesto proporcional.
El sistema universalista promueve la igualdad de status como una alternativa a la ayuda a los que se comprueba que no
tienen medios y a la seguridad social corporativista. El sistema pretende cultivar la solidaridad por encima de las clases.
Pero la solidaridad del iniversalista impuesto proporcional supone una estructura de clases, en la que la inmensa
mayoría de la población es considerada como “gente sencilla”, para la cual un modesto, igualitario, subsidio puede ser
considerado suficiente. El universalismo del impuesto proporcional promueve un dualismo, porque las personas
pudientes se dirigen a los seguros privados y a la negociación de beneficios adicionales para complementar la modesta
igualdad de lo que vienen a considerar niveles habituales de protección social (Canadá, Gran Bretaña), el resultado es
que el espíritu igualitario se transforma en un dualismo similar al de la asistencia social pública: los pobres confían en el
Estado y el resto en el mercado.
En naciones con asistencia social o con un sistema universalista, la opción era quién podía satisfacer de forma adecuada
las aspiraciones de la clase media, si el mercado o el Estado. Surgieron dos modelos alternativos. Uno (Gran Bretaña,
mundo anglosajón) era conservar un universalismo estatal moderado y permitir que el mercado imperara en los estratos
sociales en expansión. Debido al poder político de estos grupos, el dualismo, no es simplemente entre el Estado y el
mercado, sino también entre formas de transferencia de bienestar. Y el efecto político es el desgaste del apoyo de la
clase media para lo que es cada vez menos un sistema de transferencia universalista del sector público.
Otra alternativa ha sido buscar una síntesis de universalismo y de adecuación fuera del mercado. Se ha seguido en países
en los que el Estado incorpora a las nuevas clases medias dentro de un lujoso segundo nivel, inclusivo, con una
disposición de seguros relacionada con los ingresos por encima del igualitario impuesto proporcional. (ej, Suecia,
Noruega). Reintroduce la desigualdad de prestaciones al garantizar subsidios pero bloquea al mercado. Tiene éxito por
el grado de consenso político.

Los regímenes del Estado del bienestar.


En el Estado del bienestar “liberal” predominan la ayuda a los que se comprueba que no tienen medios, las
transferencias universales modestas o los planes modestos de seguros sociales. Los subsidios favorecen a una clientela
con ingresos bajos, de clase obrera, dependientes del Estado. Los límites de la protección social igualan a la propensión
marginal a optar por la ayuda social en vez del trabajo. Las reglas para estos derechos están asociadas a un estigma; los
subsidios son modestos. A su vez,el Estado estimula al mercado.
La consecuencia es que este régimen minimiza los efectos de desmercantilización, limita con efectividad el alcance de
los derechos sociales y construye un orden de estratificación que es una mezcla de una relativa igualdad de pobreza
entre los beneficiarios de la protección social, de un bienestar social para mayorías diferenciado por el mercado y un
dualismo político de clase entre los dos. (ej, EEUU, Canadá y Australia)
Un segundo tipo de régimen (ej, Austria, Francia, Alemania e Italia); en estos Estados del bienestar conservadores y
“corporativistas”, lo que predominaba era la conservación de las diferencias de status; por lo tanto, los derechos fueron
vinculados a la clase y al status social. Este corporativismo fue subsumido bajo una estructura estatal preparada para
desplazar al mercado como proveedor del bienestar social. Por otro lado, el énfasis del Estado en elevar las diferencias
de status significa que su impacto redistributivo es insignificante.
Los regímenes corporativistas están conformados por la Iglesia, y están comprometidos con la conservación de la familia
tradicional. La seguridad social suele excluir a las mujeres que no trabajan y los subsidios familiares estimulan la
maternidad. El Estado intervendrá solamente cuando se acabe la capacidad de la familia para atender a sus miembros.
El tercero, está compuesto por aquellos países en los que el principio del universalismo y la desmercantilización de los
derechos sociales se han extendido a las nuevas clases medias. El tipo de régimen “socialdemócrata”, ya que la
socialdemocracia fue la impulsora de la reforma social. Los socialdemócratas buscaban un Estado del bienestar que
promoviera una igualdad en los estándares más elevados, no una igualdad en las necesidades mínimas. Implicaba que
los servicios y prestaciones se elevaran hasta unos niveles equiparables incluso con los gustos más particularizados de la
nueva clase media; y que la igualdad se proporcionaría garantizando a los obreros la completa participación en la calidad
de los derechos disfrutados por los más pudientes.
Se traduce en una mezlca de elevada desmercantilización y de programas universalistas. Todos los estratos están
incluidos en un sistema de seguro universal. Este modelo fuerza al mercado y construye una solidaridad universal a favor
del Estado del bienestar. Todos tiene subsidios, todos son dependientes y todos se sentirán obligados a pagar.
La política de emancipación del régimen socialdemócrata se dirige tanto al mercado como a la familia tradicional. El
principio es no esperar hasta que se agote la capacidad de ayuda de la familia, sino socializar los costes de la familia. El
ideal es maximizar las capacidades para la independencia individual. El modelo es una fusión del liberalismo y
socialismo. Es un Estado del bienestar que se compromete con una pesada carga de servicios sociales.
La característica más sobresaliente del régimen socialdemócrata fue la fusión de bienestar social y trabajo. Está obligado
a garantizar el pleno empleo. Por una parte, el derecho al trabajo tiene una categoría igual al derecho de protección de
los ingresos. Por otra parte, los enormes costes del mantenimiento de un sistema de bienestar social solidario,
universalista y desmercantilizador significan que debe minimizar los problemas sociales y maximizar los ingresos por
salarios. Esto se hace con el mayor número de gente trabajando y el menor número de personas viviendo de
transferencias sociales.
Los Estados del bienestar se agrupan, pero no existe un solo caso puro.

Las causas de los regímenes del Estado del bienestar.


Es complejo identificar las causas de las diferencias de los Estados del bienestar. Tres factores deberían ser importantes
en especial: la naturaleza de la movilización de las clases (sobre todo clase obrera), las estructuras de coalición de la
clase política y el legado histórico de la institucionalización del régimen.
La formación histórica real de los colectivos de la clase obrera será diferente, como también lo serán sus aspiraciones,
ideología y capacidades políticas. Los sindicatos afectarán a las demandas políticas, a la cohesión de clase y al alcance de
la acción del partido de los trabajadores. Una tesis sobre la movilización de la clase obrera debe fijarse en la estructura
de los sindicatos.
La clase obrera tradicional casi nunca ha constituido una mayoría electoral. Una teoría de la movilización de clases debe
mirar más allá de los principales partidos de izquierda. Es un hecho histórico que la construcción del Estado del bienestar
ha dependido de la formación de coaliciones políticas. La estructura de las coaliciones de clase es mucho más decisiva
que los recursos de poder de cualquier clase por sí misma.
La aparición de coaliciones de clase alternativas está determinada por la formación de las clases. En las primeras fases
de la industrialización las clases rurales normalmente constituían el sector más numeroso. Donde la economía rural
estaba dominada por una agricultura familiar, de pequeño tamaño e intensiva en capital, había mayor potencial para
una alianza.
El papel de los agricultires en la formación de coaliciones y por tanto en el desarrollo del Estado del bienestar está calor.
Hasta después de la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía política era en su mayor parte una cuestión de política de
las clases rurales. Por lo tanto, la construcción de los Estados del bienestar estuvo dictada por aquella fuerza que captara
a los agricultores.
La consolidación de los Estados del bienestar después de la Segunda Guerra Mundial llegó a depender
fundamentalmente de las alianzas políticas de las nuevas clases medias. Para la socialdemocracia, el desafío fue
sintetizar las demandas de la clase obrera y de los empleados sin sacrificar el compromiso con la solidaridad.
Las nuevas clases medias han disfrutado de una posición relativamente privilegiada en el mercado, también han tenido
éxito en satisfacer sus demandas de bienestar social al margen del Estado o, como los funcionarios, por medio de un
privilegiado sistema público de bienestar social. Cualquier programa para igualar los ingresos choca, con gran hostilidad
entre la clientela de la clase media. Por estas razones, el crecimiento de las nuevas clases medias abortaría el proyecto
socialdemócrata y reforzaría una fórmula liberal de Estado del bienestar.
Las tendencias políticas de las nuevas clases medias han sido decisivas para la consolidación del Estado del bienestar. El
modelo escandinavo se apoyaba en la capacidad de la socialdemocracia para incorporarlas dentro de un nuevo tipo del
Estado del bienestar: proporcionaba prestaciones adaptadas a los gustos y expectativas de las clases medias, pero que
conservaba el universalismo de los derechos. Al extenderse los servicios sociales y el empleo público, el estado del
bienestar participaba en la creación de una clase media identificada con la socialdemocracia.
Los paises anglosajones conservaron el modelo residual del Estado del bienestar porque las nuevas clases medias no
fueron atraídas por el Estado en detrimento del mercado. En términos de clase, la consecuencia es el dualismo. El Estado
del bienestar atiende a la clase obrera ya los pobres; los seguros privados y las prestaciones ligadas al tipo de ocupación
favorecen a las clases medias.
El tercer régimen del Estado del bienestar, ha sido modelado por las nuevas clases medias. Desarrollados por fuerzas
políticas conservadoras, estos regímenes institucionalizaron la lealtad de la clase media al mantenimiento deprogramas
de seguridad social separados por ocupaciones, así como también a aquellas fuerzas políticas que los establecieron.

Conclusión.
Las fuerzas históricas que hay detrás de las diferencias de régimen son interactivas. En primer lugar, implican el modelo
de la formación política de la clase obrera, y en segundo lugar, la formación de una coalición política en la transición de
una economía rural a una sociedad de clases medias. En tercer lugar, las reformas han contribuido a la
institucionalización de las preferencias de clase y del comportamiento político. En los regímenes corporativistas, la
seguridad social jerarquizada según las diferencias de status reforzaba la lealtad de las clases medias a un tipo peculiar
de Estado del bienestar. En los regímenes liberales, las clases medias llegaron a estar institucionalmente unidas al
mercado. La socialdemocracia estuvo ligada al establecimiento de un Estado del bienestar de clases medias que
beneficia tanto a su clientela tradicional de clase obrera como a los nuevos estratos de empleados.
Los sentimientos en contra del Estado del bienestar han sido más débiles donde los gastos de ayuda social eran más
grandes.
Los riesgos de retroceso del Estado del bienestar no dependen de los gastos, sino del carácter de clase del Estado del
bienestar.
Las coaliciones de clase en las que se basaban los tres tipos de régimen de Estado del bienestar explican no sólo su
evolución pasada, sino también sus perspectivas futuras.

LA DESMERCANTILIZACIÓN EN LA POLÍTICA SOCIAL.


Las fuentes principales de la política social moderna radican en proceso por el que las necesidades humanas y la fuerza
de trabajo se transformaron en mercancías, determinando que nuestro bienestar empezara a depende de nuestra
relación con el circuito monetario. Esto no quiere decir que la política social fuera desconocida antes del avance del
capitalismo moderno sino que se transformaron.
Cuando la satisfacción de las necesidades humanas llego a implicar la adquisición de mercancías, el problema del poder
adquisitivo y de la distribución de los ingresos se convirtió en algo importantes. Sin embargo, cuando la fuerza de trabajo
se transformo también en una mercancía, se puso en juego el derecho de la gente para sobrevivir fuera del mercado.
Esto constituye el asunto más conflictivo de la política social.
Los liberales clásicos del laissez-faire se opusieron a las alternativas al puro flujo monetario porque impedirían el
equilibrio de la oferta y la demanda. Sostenían que un salario social mínimo no erradicaría la pobreza, sino que en
realidad contribuiría a su perpetuación. El conservadurismo tradicional se opuso al principio de mercantilizar a las
personas porque pondría en peligro la autoridad y la integración social, temían que eso fuera un golpe para la
perturbación del antiguo orden.
Polanyi mientras el sistema solo puede desarrollarse por la mercantilización del trabajo, al hacerlo también está
sembrando su propia destrucción: si la fuerza de trabajo no es mas que una mercancía, probablemente se destruirá.
1834 las nuevas leyes para pobres constituían una política social activa diseñada para que el empleo asalariado y el flujo
monetario fuera el eje de la existencia de una persona. El bienestar social, si no la supervivencia, llegaron a depende de
la voluntad de alguien para alquilar la fuerza de trabajo de alguien. Las leyes para pobres del laissez-faire es la mano
firme de una política social activa diseñada para establecer la hegemonía del mercado den la distribución del bienestar
social. Sin ningún recurso frente a la propiedad y sin ningún Estado al que poder apelar para satisfacer las necesidades
humanas, el mercado se convierte en ua prisión para el trabajador, dentro de la cual es obligatorio comportarse como
una mercancía para poder sobrevivir.
La mercantilización puede fortalecer la máquina de acumulación capitalista, pero debilita al propio trabajador. El dogma
de la libertad aparece justificado dentro del mercado: el trabajador puede escoger libremente entre combinaciones
alternativas de servicios, empleos, patronos y tiempo libre. Se trata de libertad dentro de una prisión, por lo que es
ficticia. Los trabajadores no son mercancías como otras, porque deben sobrevivir y reproducirse.
Como mercancías las personas son prisionera: la mercancía se destruye fácilmente por contingencias sociales menores
como la enfermedad. Si los trabajadores se comportan realmente como mercancías, competirán y cuanto más fuerte se
la competición, mas barato será el precio. En tanto que mercancías, los trabajadores pueden ser fácilmente sustituibles,
despedidos y dispersados. La desmercantilizacion es necesaria para la supervivencia del sistema. Es una precondición
para conseguir un nivel tolerable de bienestar y seguridad individual. Los trabajadores son incapaces de una acción
colectiva sin la desmercantilizacion, por lo tanto, es el elemento principal de la unidad y la solidaridad.
La desmercantilizacion no debería confundirse con la erradicación total del trabajo como mercancía. Se refiere más al
grado en el que los individuos o las familias pueden mantener un nivel de vida socialmente aceptable
independientemente de su participación en el mercado. En la historia de la política social, los conflictos han girado en
torno a que grado de inmunidad de mercado será permisible, los recursos, la extensión y la calidad de los derechos.
Cuando el trabajo se aproxima a la libre elección más que a la necesidad, la desmercantilizacion puede llegar a la
desproletarizacion.
El status de mercancía del trabajo es lo que yacía en el fondo de los debates y conflictos sobre la “cuestión social” del
siglo XIX.

You might also like