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GEOGR AFÍA PAR A EL SIGLO XXI SERIE: LIBROS DE INVESTIGACIÓN

La urbanización difusa de la Ciudad


de México
Otras miradas sobre un espacio antiguo
Javier Delgado
Coordinador
La urbanización difusa de la Ciudad de México.
Otras miradas sobre un espacio antiguo
Instituto de Geografía
Universidad Nacional Autónoma de México

Colección: Geografía para el siglo XXI


Serie: Libros de Investigación, núm. 2
La urbanización difusa de la Ciudad de México.
Otras miradas sobre un espacio antiguo

Javier Delgado
Coordinador

México, 2008
La urbanización difusa de la Ciudad de México.
Otras miradas sobre un espacio antiguo
Primera edición, 25 de agosto de 2008

© D.R . Instituto de Geografía


Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán,
04510, México, D. F.
www.igeograf.unam.mx

Prohibida la reproducción parcial o total


por cualquier medio, sin autorización escrita
del titular de los derechos patrimoniales.

La presente publicación presenta los resultados


de una investigación científica y contó con dictámenes
de expertos externos, de acuerdo con las normas
editoriales del Instituto de Geografía.
Para su publicación recibió apoyo financiero de PAPIIT,
clave de proyecto IN305500.

Geografía para el siglo XXI (Obra general)


Serie Libros de Investigación
ISBN 970-32-2976-X
ISBN 978-607-2-00025-4

Impreso y hecho en México


Irma Eurosia Carrascal Galindo:
in memoriam
Sumario
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Javier Delgadillo Macías
La Ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Javier Delgado

Primera parte
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana
de la Ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Claude Bataillón
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía
rural-urbana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades
de la Región Centro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Luis Jaime Sobrino
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones
y las contradicciones del espacio público. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Eduardo Nivón Bolán

Segunda parte
Enlaces aéreos de la Región Centro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Luis Chías Becerril
Reconocimiento de patrones urbanosa través de la geometría fractal. . . . . 169
Hind Taud y Jean-François Parrot
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico. . . 194
Gerardo G. Naumis
Presentación

El camino por el que ha transitado la urbanización de la Ciudad de México se


corresponde más con procesos históricos multicausales que a uno único y lineal
como algunos especialistas han creído a lo largo del tiempo: desde la impronta
de los antiguos lugares prehispánicos cuyas culturas dominaban un paisaje y te-
rritorios de singular riqueza, belleza y contrastes naturales entre lagos, valles y
montañas; el avasallaje del colonialismo español y sus efectos de transformación
radicales de su fisonomía urbana; el auge del capitalismo de finales del siglo XIX
y el transcurso del siglo XX, que denotó con claridad la configuración regional del
espacio nacional y la acentuación de las polaridades territoriales a lo largo y ancho
del país bajo la articulación de tres-cuatro metrópolis regionales y la jerarquía
centralizadora y concentradora de la capital del país; hasta llegar a los procesos
más recientes asociados al crecimiento desbordado de la “gran metrópoli” y el
concepto de modernización impuesta por la globalización. Frente a todo ello, lo
que hoy se nos muestra es la fisonomía de una ciudad desbordante, de contrastes
entre barrios, colonias, suburbios, lugares y entre sus propios habitantes. Ciudad
añeja y decadente en algunos de sus lugares que se niega a resurgir y actualizar
su funcionalidad urbana, frente a la ciudad moderna, pujante y renovadora que se
asemeja más a las exigencias del mundo de la “globalización” occidental.
Esta gran ciudad rebasa los preceptos estrictamente metropolitanos que la
teoría define y se acerca cada vez más al concepto de ciudad-región, sin que con
ello se tenga aún claro el mapa de su organización económica, social y territo-
rial y mucho menos conocimiento preciso de lo que sucede entre los espacios de
contacto urbano rurales sobre los cuales la ciudad se expande. Al lado de esta
dualidad se acentúan hoy, con mayor fuerza, los fenómenos de la rurbanización y
el incremento de las áreas periurbanas en las cuales, más allá del intento de medir
sus límites, lo que aparece son formas y mecanismos de adaptación al modelo
metropolitano vigente, fuertemente influidos por las determinantes históricas que
le anteceden. Esta modalidad actual de expansión, a la cual también se le des-
cribe como proceso de urbanización difusa, se presenta en los límites físicos entre
lo arquitectónicamente urbano y la fisonomía rural, más al sur y al oriente de la
ciudad, pero igual se expande al norte y al poniente, anteponiendo sus espacios
8 . Javier Delgadillo Macías

no conurbados y la fisonomía aun campirana como forma de pervivencia y paisaje


alternativo que se niega a sucumbir a la tentación de la urbe de asfalto. Mayor
complicación interpretativa se genera en los estudiosos al incorporar al análisis
espacial las relaciones formales que se dan entre esta metrópoli y el sistema de ciu-
dades de las siete entidades federativas que forman su corona regional, en donde
los vínculos actuales medidos preferentemente a través de flujos de mercancías,
capital y personas no pueden ser comprendidos en su cabalidad sin el conocimien-
to profundo de la historia regional, las culturas y las tradiciones de los pobladores
que en conjunto han conformado lo que hoy es esta gran región central.
Estos son temas de esta publicación, cuyos autores, con una visión colectiva
y de esfuerzo interdisciplinario, abonan con precisión y detalle analítico aspectos
particulares de la dinámica socioterritorial, económica y urbano-regional presen-
tes al interior de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y de ésta con su
entorno inmediato, la región centro del país. Una urbanización expandida que
se ve regionalmente coronada por un sistema de ciudades que si bien definidas a
través de etapas y sucesos históricos directamente influidos por el propio creci-
miento físico de la ciudad central, se convierten, sin duda, en actores cada vez más
interactuantes de la vida metropolitana actual.
En la primera parte del libro se presentan algunos de los actuales enfoques
interpretativos que se abocan a dilucidar las formas y mecanismos en que la rur-
banización amplía su presencia en las periferias urbanas.
Claude Bataillon en su capítulo intitulado “Corona urbana alrededor de la
Zona Metropolitana de la Ciudad de México”, texto con un claro enfoque histórico-
espacial, da cuenta de la dinámica de las ciudades que bordean a la Ciudad de Méxi-
co, asignándoles un papel de dependencia y subordinación espacial producto de la
fuerte atracción central y los consecuentes procesos cíclicos de desconcentración y
descentralización que motivaron posteriormente un impacto favorable en el creci-
miento y desarrollo de varias de estas urbes periféricas, aunado a la reconfiguración
y fortalecimiento de las redes intrarregionales de comunicación e interacción espa-
ciales del comercio y los servicios; sin embargo, esta dependencia espacial no impo-
ne un modelo de vida único para estas ciudades y mucho menos en sus dinámicas
sociales y de la organicidad local, a lo cual Bataillon denomina estilos regionales
de la vida de las ciudades. Es precisamente este capítulo el que denota el concepto
histórico del subtítulo general del libro: Otras miradas sobre un espacio antiguo.
El concepto de urbanización difusa al que hacen referencia Delgado, Ga-
lindo y Ricárdez en el segundo capítulo, se asocia a los efectos que en el ámbito
periurbano impone la metropolización de la Ciudad de México. Representa, se-
gún los autores, una forma conceptual adecuada para medir la influencia que tiene
Presentación . 9

una ciudad en espacios no conurbados y permite contraponer criterios analíticos


al sobredimensionamiento de lo urbano que deja de lado el análisis de lo rural.
Para comprobar si estas hipótesis son válidas para el caso de México, hace uso de
la estadística oficial, de información sobre atributos geográficos y genera índices y
coeficientes de índole municipal para el conjunto de la región central, a través del
análisis de tres aspectos medibles cuantitativamente: las jerarquías del sistema
espacial estudiado, la especialización económica y la transición urbano-rural, y
la dinámica de crecimiento y distribución territorial de las ciudades de la región
a lo largo de 70 años.
Por su parte, Luis Jaime Sobrino desarrolla su investigación a partir de un
enfoque clásico de la economía espacial, adoptando también a la región centro
del país como caso de estudio. A partir de la determinación estadística de una
variable representativa para el conjunto de las ciudades estudiadas, como es la
composición sectorial de la demanda ocupacional en subsectores industrial, co-
mercial y de servicios, trata de contestar algunas preguntas clave en el estudio
de la estructura económica de las ciudades. Con un preciso fundamento teórico
e información empírica representativa, expone sus resultados bajo conclusiones
predeterminadas en las teorías expuestas: “… las ciudades (de la región central)
presentan estructuras especializadas y diversificadas que responden al aprove-
chamiento de economías de aglomeración…”; la especialización genera ventajas
y desventajas: entre las primeras, el menor tamaño urbano les es favorable, así
como el aprovechamiento de economías de localización y conformación de ca-
denas espacio-sectoriales; a las segundas corresponde una menor propensión a la
adopción de innovaciones tecnológicas y, por consiguiente, mayor riesgo de las
ciudades analizadas a la marcha de la economía global.
Por último, Eduardo Nivón aborda el tema de las nuevas urbanizaciones
a través del estudio de los fraccionamientos residenciales en la zona oriente del
municipio de Huixquilucan, Estado de México, y el impacto cultural y social que
se genera al interior de pueblos y comunidades, impactos a los que califica como
contradicciones de la expansión urbana en los espacios públicos: producción de
nuevos límites, debilitamiento de lo público, homogeneidad contra cohesión
social y fortalecimiento de la capacidad del sector agrícola para resistir la urba-
nización. Si bien la escala geográfica de su investigación es de carácter local, las
conclusiones a las que llega son, en mi opinión, representativas de las problemá-
ticas que aquejan a las pueblos de zonas periurbanas de la Ciudad de México, y
quizá del modelo expansivo de muchas de las ciudades tradicionales latinoameri-
canas, en donde algunos de los temas centrales de confrontación se refieren a las
segregaciones socio-espaciales que produce la especulación por el suelo “urbano”,
10 . Javier Delgadillo Macías

y de mayor interés, el de las tradiciones como escenarios de disputa entre lo públi-


co y lo privado, tal y como lo expone el autor.
La segunda parte del libro incluye un capítulo relativo al papel que juega la
red de transporte aéreo en los enlaces urbanos de la región centro del país, y dos
textos exploratorios sobre la aplicación de la teoría de fractales al análisis urbano
y los estudios geográficos.
En el capítulo inicial, cuya autoría corresponde a Luis Chías, se exponen
con acuciosidad los sistemas de enlaces aéreos que se dan en forma radial y con-
céntrica entre los aeropuertos de las ciudades de Toluca, Cuernavaca, Puebla,
Querétaro, Tehuacán y Tlaxcala, con el de la Ciudad de México. El estudio de la
infraestructura aeronáutica, las empresas que ofrecen servicios y la dinámica de
flujos tanto de personas como de mercancías, presentes en este sistema regional,
aportan un conocimiento relevante al tema de la integración urbano-regional del
centro del país, con un enfoque por demás novedoso para el caso de México, y
con una sistematización de información que permite agregar elementos para la
discusión sobre el papel de la ciudad central y su tránsito hacia la integración de
una verdadera megalópolis y quizá la única en sentido estricto del país.
Por su parte, Hind Taud y Jean-François Parrot con el trabajo “Reconoci-
miento de patrones urbanos a través de la geometría fractal”, y Gerardo Naumis
con “Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico”,
aportan sendos estudios teórico-conceptuales que seguramente serán de gran in-
terés metodológico para los investigadores de la problemática urbano-regional,
desde donde se abordan planteamientos acerca de la organización del espacio, las
regiones y las relaciones urbano-rurales, a partir de nuevos enfoques y procedi-
mientos cuantitativos aplicados.
Finalmente, considero que el conjunto de textos que componen este libro
sin duda incorporan elementos relevantes a la discusión acerca del proceso de
metropolización y urbanización de la región central del país, y agregan juicios
sugerentes y polémicos en algunos casos, sobre el papel de los actores políticos,
sociales, públicos y privados del ámbito urbano-regional, las tendencias que si-
gue la confluencia espacial entre las áreas periféricas de los centros urbanos más
dinámicos, el juicio sobre la emergencia de zonas rururbanas poco clarificadas,
la pervivencia de aquellos espacios propiamente rurales al interior de una gran
región urbana y, en mi opinión, el acuerdo implícito entre los autores, al recono-
cer la existencia de un espacio meso-regional que cada vez está más claramente
definido por un concepto integrador: el de ciudad-región.

Javier Delgadillo Macías


La Ciudad de México
Javier Delgado
Departamento de Geografía Social, Instituto de Geografía,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Introducción

A pesar de constituir la principal región socioeconómica del país, asiento geo-


gráfico tradicional de las principales culturas prehispánicas y territorio clave
en la conformación histórica del país, la Región Centro ha sido poco estudia-
da en su conjunto.
De acuerdo con Garza, los estudios regionales en México datan de la dé-
cada de los años treinta del recién concluido siglo XX y, desde entonces hasta
los años sesenta, se realizaron varios estudios para dividir al territorio nacional
en regiones sistemáticas, con base en el concepto de región homogénea utilizan-
do como variables de análisis la distribución espacial de recursos naturales e
infraestructura existente (Garza, 1996). Con excepción de los textos pioneros
de Bataillon y Bassols, durante los años sesenta los escasos estudios regionales
se mantuvieron apegados al paradigma funcionalista de región homogénea, en
el que se consideraba a la región como el soporte del desarrollo económico, el
cual debería atravesar por una secuencia de etapas y en donde era necesaria
la intervención del Estado para resolver las desigualdades interregionales y
fomentar el crecimiento de todas las unidades geográficas.
En la década de los setenta –que Garza caracteriza como la década de “ins-
titucionalización de la investigación espacial”–, aumentó significativamente la
producción académica y se realizaron ambiciosos proyectos de investigación
sobre urbanización y desarrollo regional con avances teórico-metodológicos.
En la perspectiva regional se siguió con la delimitación de regiones homogé-
neas con base en atributos más económicos que geográficos y se incorporaron
categorías del materialismo histórico, por lo que las regiones se definieron no
sólo en términos de similitud sino también por una funcionalidad impuesta
por la división espacial del trabajo que acentúa las contradicciones internas y
12 . Javier Delgado

genera mayores disparidades territoriales. Para la década de los ochenta, –de


auge según Garza–, los estudios con enfoque regional matizaron los impactos
de la profunda crisis económica en el territorio, tratando de identificar las re-
giones más vulnerables y la prospectiva en la distribución espacial de las acti-
vidades económicas, ante el agotamiento del modelo de crecimiento económi-
co sustentado en la sustitución de importaciones y protección comercial, para
dar paso a otro apoyado en la apertura y promoción de las exportaciones.
Por último, durante la década de los noventa, los estudios sobre el desa-
rrollo regional en México adoptaron con plenitud el modelo mundial impe-
rante de apertura comercial y desregulación económica por parte del Estado,
como premisas de una nueva división internacional del trabajo. El concepto
de región funcional fue utilizado con mayor énfasis y se le asoció al de
sistema de ciudades, por el hecho de que el país contaba ya con un número
significativo de localidades urbanas, diversas en tamaño y distribución espa-
cial, además con la particularidad de que las ciudades medias superaron a las
grandes ciudades en cuanto a dinámica demográfica y crecimiento económico.
El impacto del neoliberalismo en la distribución espacial de la población y en
actividades económicas, seguirá siendo tema de investigación en los primeros
años del siglo XXI, en particular el debate acerca de la capacidad de esa política
socioeconómica para superar o –por el contrario–, propiciar una mayor des-
igualdad en el desarrollo regional del país.
Pero en todos los casos se trataba de estudios nacionales, excepto el texto de
Bataillon, donde se refería a la región centro como el “México central” con un
mayor alcance geográfico que el que actualmente tiene, de acuerdo con Bassols.
En todos los casos, la importancia regional de la Ciudad de México juega un
papel preponderante, sin embargo, ninguno de ellos trataba sobre la Región
Centro en particular. En este sentido, sin duda alguna, el precursor contempo-
ráneo de los estudios regionales ha sido Claude Bataillon, y desde la publicación
de aquel texto precursor, sólo cuatro nuevos libros que toman a la Región como
objeto de estudio y uno de forma indirecta, han sido publicados desde entonces
por Jorge Serrano, Javier Delgado, Adrián Guillermo Aguilar, Javier Delgadillo
e Iracheta, el cuarto, y Manuel Perló y Arsenio González el último.
En su investigación pionera sobre la región Centro del país, La ciudad y
el campo en el México Central, Claude Bataillon adoptó el enfoque geohistórico
para abordar simultáneamente la aglomeración del Valle de México y su re-
gión “adyacente”, haciendo énfasis en la inexistencia –corría la década de los
sesenta–, de un sistema jerárquico de ciudades que culminara en la ciudad
principal, como supone la teoría del Lugar Central. En su lugar, Bataillon dis-
La Ciudad de México . 13

tinguía una relación directa entre un polo único –la Ciudad de México– y ex-
tensas zonas campesinas densamente pobladas y con un rico pasado histórico.
Los criterios utilizados para la delimitación, a la vez geográficos e históricos
–básicamente los valles altos de Mesoamérica en donde se hablaba el náhuatl–,
lo llevaron a proponer las fronteras del centro-este en Guerrero y Oaxaca al sur
y sureste, y en Querétaro y Michoacán al norte y noroeste (Bataillon, 1972).
Este enfoque regional fue poco entendido y menos aún seguido, si juzgamos
por la bibliografía producida en el ámbito de los estudios regionales, aunque
es cierto que el concepto de región ha sido más utilizado por los historiadores
que por los geógrafos y, menos aún por los economistas.
Por esos años, Ángel Bassols publicó otro texto que ha sido fundamental
para la ciencia regional, México: Formación de Regiones Económicas, en donde,
bajo un enfoque que denominó geoeconómico, coincidía en identificar el papel
clave que jugaron los valles altos de México, Puebla y Toluca durante la
dominación Mexica primero y la ocupación colonial después. Desde aquella
etapa formativa el Centro-Este tenía una “clara frontera” en el Bajío y el centro
de Jalisco (Centro-Oeste) considerados como la “transición hacia la Gran
Chichimeca”, vasto territorio que se articuló alrededor de Guadalajara, el Bajío
y Valladolid como centros organizadores de una intensa especialización minera
y agropecuaria. En cambio, las tendencias del Centro-Este a extenderse hacia
el sur no cristalizaron, ni siquiera con la dominación colonial, durante la cual
se consolidó la diferenciación socioespacial definitiva entre la región central
que nos ocupa y los nortes, tanto como con el sur (Bassols, 1992:134-135).
A pesar de las diferencias entre uno y otro enfoques, Bassols coincidía con
Bataillon en la inexistencia de un sistema urbano similar a los que se encontra-
ban en Europa o en Norteamérica. En nuestros países, decía Bassols, el terri-
torio está “mal organizado”, los sistemas urbanos son “débiles” o con un “bajo
grado de integración”. En su lugar, aceptaba, más como evidencia empírica,
ciertas “áreas de influencia” de la aglomeración de la Ciudad de México, en
el territorio que hoy denominamos como “corona regional”. También advertía
que, en el caso de las capitales federales, la ciudad central tiene una función
polarizadora “madura”, por lo que concluye, citando a Milton Santos, que “…
que entre ciudad y región, en el subdesarrollo, existe –paradójicamente–, una
(...) más fuerte solidaridad que la existente entre capitales regionales y su tras-
país en el mundo industrializado” (Ibid.: 440).
Entonces, a fines de los años setenta apareció el libro de Unikel, Ruiz y
Garza El desarrollo urbano de México, uno de los más relevantes realizados en
el país en el campo de la ciencia regional. En él se presentó un diagnóstico
14 . Javier Delgado

macroestadístico y analítico de las características ecológico-demográficas de


la urbanización en México, así como los patrones urbanos y regionales de lo-
calización de las actividades económicas. En contraste con las macroregiones
de Bataillon y Bassols, en este libro se definió una región “Valle de México”
formada por el Distrito Federal y el Estado de México, al mismo tiempo que
se concebía un “subsistema urbano de la Ciudad de México” como la interrela-
ción funcional de la capital del país con las ciudades de Toluca, Puebla, Cuer-
navaca, Querétaro y Pachuca. Sin embargo, ante la dificultad para circunscri-
bir con precisión a la región, los autores agregaban con precaución, que…

... Esta definición de subsistema es arbitraria puesto que en importancia la


capital domina la totalidad del país. Sin embargo, configura una zona o re-
gión en la que existe un alto potencial de integración en términos de comple-
mentación industrial (Unikel et al. 1978:95 [subrayado nuestro]).

Después de un largo desierto investigativo de casi 25 años con respecto


a los textos precursores de Bataillon y Bassols, Jorge Serrano coordinó un
estudio sobre la Región Centro, cuyo valor principal fue adoptar una postura
crítica ante la preeminencia del poder central basado en la Ciudad de México.
Ahí se reivindica el derecho de la periferia a un mejor destino regional, menos
excluyente. Para ello se revisó minuciosamente el potencial –social, económi-
co, ambiental–, de las distintas periferias que forman los estados vecinos al
Distrito Federal (Serrano, 1996). Vale la pena resaltar que en este estudio se
considera –ya sin ninguna duda–, a los valles de Cuernavaca, Cuautla, Tlax-
cala, Pachuca, Querétaro y Toluca “como una sola unidad”, a pesar de que su
configuración radial obliga a las posibles –y sobre todo deseables–, relaciones
periferia-periferia a pasar, obligatoria e innecesariamente, por el centro (Ibid.,
t. I:14-15). Es decir, que en solo 25 años se formó el actual sistema urbano
regional.
Un poco más tarde y siguiendo tanto a Bataillon como a Bassols, me-
diante el enfoque de ciudad-región, se constató la existencia de una vigorosa
formación regional peculiar, la corona regional de la Ciudad de México. Ade-
más, se sugiere la hipótesis de que ese sistema urbano regional se encuentre en
transición hacia una mayor articulación territorial con las otras dos regiones
con un lugar central fuerte: Guadalajara y Monterrey. Las tendencias recientes
a utilizar grandes agrupaciones regionales –norte, centro y sur, así como la
incipiente discusión sobre trenes de largo recorrido–, apuntan en esa dirección
(Delgado, 1998).
La Ciudad de México . 15

Cuatro años después apareció un texto coordinado por Javier Delgadillo y


Alfonso Iracheta (2002) que presenta varios ensayos sobre la Región Centro,
además de contar con aportaciones de los pioneros del regionalismo actual,
Claude Bataillon y Ángel Bassols.
En el escrito de Bataillon se comprende la ausencia importante, todavía
en los años sesenta de un interés por los estudios regionales, disyuntiva en la
que él mismo fue precursor, su interpretación de la influencia de la geografía
francesa en aquellas primeras tentativas de empleo del enfoque regional para
explicar las complejidades del territorio mexicano y una pequeña pero didác-
tica aplicación al caso de Morelos que muestra como acoplar, sin determinis-
mos ni simplificaciones, la noción de región “natural” al entramado social e
histórico.
Bassols, por su parte, insiste en relacionar la investigación académica con
un compromiso social y de transformación de la realidad. Su texto es útil para
entender procesos controvertidos como el esfuerzo regionalista puesto en la
política de cuencas hidrológicas o hacia la formación de grandes regiones bajo
la influencia más reciente de la fase global
En el libro destaca una original interpretación de Olivera y Guadarrama
(2002) acerca de las diferentes oleadas de desconcentración industrial desde
el centro hacia la periferia, de acuerdo con los ciclos de crisis y auge indus-
trial que se han presentado desde 1970, así como el papel clave que jugaron
las empresas extranjeras en la efímera recuperación del período salinista. En
otro capítulo se presenta un examen innovador sobre los commuters entre las
ciudades de México y Cuautla a cargo de Reyna Corona (2002), lamentable-
mente fallecida. Ante la falta de datos, en el estudio se aplicó una encuesta a
los usuarios cotidianos de los autobuses foráneos que hacen el recorrido entre
ambas ciudades. Destaca no sólo la magnitud de los desplazamientos –120 mil
personas durante la aplicación de la encuesta–, sino la revelación de un por-
centaje significativo –entre 26 y 39%–, de los viajeros, que tuvo como destino
las zonas “rurales” intermedias y otro porcentaje de entre 4 y 12% que tenía
como destino final los municipios de Puebla “cercanos a Morelos”.
En otro capítulo a cargo de Rozga (2002) se presenta una de las primeras
lecturas de los cambios regionales bajo la gran división de mesorregiones: nor-
te, sur y “centro consolidado” (es decir, las regiones centro y occidente juntas).
Si bien este agrupamiento de “gran tamaño” tiene una clara base biogeográ-
fica (clima, relieve, vegetación, biodiversidad) y fue advertida por Bataillon y
Bassols desde los años sesenta, permaneció sin aplicación práctica hasta muy
recientemente. De acuerdo con esta óptica, queda clara la permanencia de
16 . Javier Delgado

las grandes regiones en los últimos 50 años, frente a una incipiente ganancia
de población y actividades en el norte y su disminución constante en el sur y
centro consolidado.
Sánchez Almaza (2002) presenta una original medición de la centrali-
dad de la Ciudad de México a partir de los flujos telefónicos entre pares de
ciudades en 1990 –de lo cual se habla mucho pero casi nunca con el respaldo
estadístico correspondiente–, así como de los flujos de carga y pasajeros. En
relación con las llamadas telefónicas, nuestra ciudad absorbe o emite 26% de
ellas y visto como promedio normalizado –del PIB producido, población y lla-
madas–, en nueve de las 11 ciudades de la región centro que Adolfo Sánchez
presenta –todas ellas dentro de la corona regional–, el porcentaje llega a 42.7.
Poco después, Adrián Guillermo Aguilar (2003) publicó un nuevo texto
sobre la región centro como parte de un proyecto de grupo. Ahí se abordan
nuevas formas de explicar el proceso que nos ocupa, además de la reestruc-
turación demográfica y económica. Así, para ejemplificar el proceso de dis-
persión industrial y los flujos de inversión extranjera, Aguilar y Santos (2003)
presentan el caso de la industria metal mecánica en Querétaro y San Juan del
Río, y el de la maquila textil en Tehuacán. El deterioro de las condiciones la-
borales y el aumento del empleo de baja calificación sobre todo de industria y
servicios regionales, es ofrecido por Ludgar Brenner (2003). Chías y Martínez
(2003) se encargan de mostrar cómo la infraestructura y los servicios regiona-
les de transporte se han orientado a satisfacer la demanda externa a la región
en detrimento de su propia estructuración interna. La síntesis ofrecida en el
libro como recomendaciones de política para el ordenamiento territorial tanto
como la presentación, rica en revisiones bibliográficas, son particularmente
interesantes, ya que, incluso, es poco frecuente proponer soluciones a los pro-
blemas estudiados aun cuando ello se haga en términos generales.
En 2005 Manuel Perló y Arsenio González publican el quinto libro que
vale la pena considerar dentro de la producción académica “sobre” la Región
Centro, aun cuando el termino no esté enunciado en su título y se aluda a
ella en forma limitada. En efecto, el texto ofrece un sólido abordaje regional
del aprovechamiento del agua por la Ciudad de México: primero, al conside-
rar como una sola unidad (“región hidropolitana” la llaman lo autores) a las
cuatro cuencas hidrológicas que los sistemas de abasto y desalojo de agua han
unificado funcionalmente; segundo, por el análisis de los actores sociales invo-
lucrados en los conflictos generados por ese funcionamiento, los movimientos
locales de resistencia y el trastrocamiento de los marcos jurídicos que norman
su gestión; y tercero, por la revisión crítica del uso político de un discurso am-
La Ciudad de México . 17

bientalista gubernamental que busca capitalizar la preocupación social por los


efectos ambientales en los espacios de captación del agua más que resolverlos.
La región hidropolitana propuesta puede ser vista como el conjunto arti-
ficialmente integrado por cuatro cuencas: la de México y las dos subcuencas
del Alto Lerma y del Cutzamala para abastecer de agua potable a las ciudades
de México y Toluca y la cuarta subcuenca del río Tula que recibe las aguas
residuales de la Ciudad de México. Pero mientras la geoforma “cuenca hidro-
lógica” se define con base en el parteaguas del relieve y no coincide necesaria-
mente con las unidades jurídico-administrativas de los estados y municipios
involucrados, total o parcialmente, en la cuenca física, la región socioeconó-
mica puede definirse de varias formas, pero todas ellas adoptan los límites
administrativos, estados y municipios, para delimitar su alcance, lo que oca-
siona numerosos problemas en las zonas de traslape, tanto jurídicos como de
responsabilidad (Bassols, 1992).
La falta de correspondencia espacial entre cuenca y región agudiza la ob-
solescencia de las delimitaciones estatales surgidas a principios del siglo XIX
frente a la extensa difusión territorial de los espacios económicos, tradiciona-
les y emergentes (Delgado, 1998). En este caso, la peculiar región hidropoli-
tana ha sido resultado del poder político central, primero virreinal, luego del
PRI y después del gobierno foxista, en el que se ha dado un mayor impulso
a la política privatizadora salinista y que respondió de forma represiva a las
protestas locales ante la pretensión de construir la cuarta fase del Cutzamala y
en Berros ante los efectos severos en la calidad de vida de la población en esta
zona de extracción.
El tercer aspecto valioso del libro de Perló y González se refiere a la total
desatención a los efectos ambientales de estas obras diseñadas bajo una lógica
tecnocrática, con más componentes de ingeniería antes que sociales o mucho
menos, ambientales, que caracterizó ese tipo de obras. En la cuenta ambiental
se deben registrar no sólo los hundimientos en los terrenos –como se afirma
correctamente en el texto–, sino la afectación general del funcionamiento hí-
drico de las cuencas involucradas que se expresa en la desecación parcial de
las lagunas del Alto Lerma, la desecación total de numerosos manantiales,
muchos de ellos activos desde tiempos prehispánicos, el abatimiento del nivel
freático, la afectación de la vegetación, lo que aunado a una deforestación sin
freno, ha agudizado la erosión y pérdida del suelo y la alteración del microcli-
ma (Maderey, 2001; Esteller y Díaz-Delgado, 2002).
El volumen, La urbanización difusa de la Ciudad e México. Otras miradas
sobre un espacio antiguo se compone de dos partes. En la primera se presentan
18 . Javier Delgado

diversas formas de tratar el tema de la estructuración del territorio a cargo de


Claude Bataillon, Javier Delgado et al., Luis Jaime Sobrino y Eduardo Nipón.
Mientras que en la segunda se presentan nuevas formas de abordar la com-
pleja relación entre tecnología y territorio, que presentan Luis Chías, Hind
Taud, Jean Françoise Parrot y Gerardo Naume. Es resultado de un proyecto
de investigación de grupo y contó con el financiamiento de PAPITT-DGAPA,
UNAM, No. IN 305500 entre enero de 2001 y diciembre de 2002.
No se pretende llenar los grandes huecos en la investigación, pues ello
requiere de mayores apoyos institucionales y recursos para una investigación
de largo aliento, y de aceptar los riesgos de abrir nuevas vetas investigativas.
Lejos de pretender ofrecer una visión terminada y, sobre todo, completa de esa
compleja Región Centro mexicana, en muchos sentidos clave en la historia del
país, los ensayos del libro buscan plantear interrogantes, sugerir nuevas hipó-
tesis y, desde luego, interesar a los jóvenes investigadores a continuar con la
tarea pendiente de estudiar la historia de una de las regiones más apasionantes
de nuestro continente y, sin duda alguna, del mundo.

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Primera parte
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana
de la Ciudad de México1
Claude Bataillon
Université de Toulouse-Le Mirail

Se da cuenta aquí de la dinámica de las ciudades que forman una corona de-
pendiente directamente de la capital mexicana, la cual se ha convertido ya
en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM).2 Para ello, cabe
recordar algunos hechos de los años cincuenta que no siempre están en la me-
moria, en tanto los cambios se han multiplicado durante estos decenios.
Hacia 1950 la dimensión metropolitana de la Ciudad de México propia-
mente dicha, apenas surgía, los límites de la ciudad eran los mismos que los
del Distrito Federal y, por ende, tenían la misma población: 1.7 millones de
habitantes, además de que algunos miles todavía “no urbanizados”, caso los
mismos que habitaban el Estado de México (Figura 1). Localidades como
Coyoacán o Azcapotzalco todavía no se habían conurbado al centro. Sin em-
bargo, a partir de los años ochenta, la Ciudad de México se ha convertido en
una nebulosa sin límites precisos que, probablemente, rebase ya los 20 millones
de habitantes, sin que ninguna autoridad se preocupe por establecer de forma
precisa los municipios de nueva incorporación, no acordar formas eficaces de
coordinación administrativa entre esos municipios y los estados involucrados.
Como a partir de dicha década, la expansión urbana ha sido menor, proba-
blemente eso explique esa falta de interés, mientras que la multiplicidad de zonas
construidas separadas del conglomerado principal (sobre todo al norte y noreste
del área urbana), vuelve a esa posible delimitación cada vez más incierta.
De las ciudades de la corona, en los años cincuenta, sólo la de Puebla tenía
alguna importancia. Si bien dejó de ser la tercera ciudad del país (desplazada
por Monterrey), todavía podía ser considerada como una “ciudad noble”, al

1 Título original del texto, escrito en 1997, “Couronne urbaine: autour de la ZMCM”,

traducción de J. Delgado y R. C. Rodríguez.


2 En el capítulo “La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana”

de este libro, se incluye una delimitación de la corona regional.


24 . Claude Bataillon

N
Figura 1. Situación demo-
W E gráfica 1950.
Querétaro S

Pachuca

Cd. de México
Toluca

Puebla
Cuernavaca

0 25 50 km
Un millón de habitantes

contrario de sus rivales de mayor tamaño. Guadalajara era menos refinada y


estaba más bien sumergida en el mundo rural del oeste “ranchero”. Un poco
más pequeña, Monterrey era ciertamente más dinámica, pero demasiado cerca
de esos nuevos ricos en los Estados Unidos de América y más lejos del cora-
zón de México para ser parte constitutiva de una urbanidad mexicana. Todas
las demás ciudades de la corona regional eran pequeñas: ninguna sobrepasaba
los 60 000 habitantes y no contaban con las actividades propias de las grandes
ciudades, como una universidad u otros servicos modernos.
Si en conjunto, estas ciudades de la corona agrupaban a 240 000 habitantes
en 1950 (sin incluir a Puebla), en 1990 esta cifra se multiplicó por 5.8 para llegar
a 1 400 000. Mientras tanto, la ZMCM se multiplicó por 11.7 (Figura 2). Pero,
además del crecimiento demográfico, el cambio más significativo de las ciuda-
des de la corona ha sido una mayor diversidad y complejidad a la que no se ha
prestado suficiente atención, por haberse concentrado en la propia ZMCM.
Los estudios sobre este aspecto particular de la urbanización en la proxi-
midad de la capital se limitan apenas a poco más de un tercio de siglo. Una
primera investigación llevada a cabo entre 1962 y 1969 fue publicada en dos
versiones (Bataillon, 1971 y 1974). Por ese entonces, el interés en las ciudades
anexas a la capital era muy limitado en comparación con el que suscitaba la
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 25

N
Figura 2. Principios de mo-
W E dernización fuera de la ZMCM
Querétaro S 1960.

Pachuca

Cd. Sahagún

Toluca Cd. de México

Lerma
Puebla

Cuernavaca

0 25 50 km
Un millón de habitantes
Industrias nuevas
Autopistas

capital misma. Así, en medio de una discusión sobre la necesidad de disminuir


la “macrocefalia” de la ciudad, me interesé en el estudio de la urbanización del
valle de Toluca (Bataillon, 1978).
Durante otra estancia en la Ciudad de México, entre 1982 y 1984, las
grandes transformaciones que experimentaba la ciudad, me condujeron a re-
flexionar, conjuntamente con Luis Panabiere, acerca de su relación creciente
con las ciudades de la corona (Bataillon y Panabiere, 1988). Dos sucesos ha-
bían cambiado radicalmente su dinámica: el fin del boom petrolero en 1982 y
los sismos de 1985. Adicionalmente, dentro de la particular evolución política
que caracterizó a México a partir de 1982, no sólo la población del Distrito
Federal eligió directamente a su gobernante, a diferencia del período anterior
cuando la Presidencia de la República nombraba a un Regente sino que, ade-
más, esa primera elección fue ganada por uno de los principales partidos de la
oposición (Bataillon, 1997).
Por otra parte, cabe recordar que las condiciones mismas de la investi-
gación urbana en ciencias sociales han cambiado radicalmente en el curso
de medio siglo. Entre 1950 y 1975 los estudios urbanos (sobre la Ciudad de
México y el país) eran casi inexistentes: el investigador tenía que realizar sus
propias encuestas apoyándose en muy pocas publicaciones. Por el contrario, a
26 . Claude Bataillon

partir de los años ochenta, la simple lectura de los innumerables trabajos sobre
la capital y su corona podría ocupar a un investigador de tiempo completo, a
medida que se conocen nuevas publcaciones. No obstante, todavía es difícil
encontrar publicaciones sobre la especificidad de los conjuntos urbanos de esta
corona de ciudades alrededor de la Ciudad de México, en cuanto a problemas
de urbanismo, economía y marginalidad social y, sobre todo, de las relaciones
entre ellas mismas y entre éstas y la propia ZMCM.3

Antiguas hipótesis

En esa época, la situación económica y social del México Central conducía al


investigador a estudiar las relaciones de una ciudad única, polo de modernidad
y de paisajes variados, radicalmente diferentes entre sí y afectados en distintos
grados por una pobreza que en aquel entonces era considerada en términos de
retraso y subdesarrollo. En estas condiciones, todas las ciudades situadas al-
rededor de México y Puebla aparecían, a pesar de su grandioso pasado, como
estancadas en situaciones rurales variadas e incapaces de acceder plenamente
a una modernidad que se concentraba por completo en un centro único, como
fuente de todas las iniciativas de progreso. Las ciudades pequeñas quedaban
al margen de todo ello, si bien algunos investigadores comenzaban a intere-
sarse en ellas (Dollfus, 1970). Puebla, con una dinámica muy débil antes de la
instalación de la Volkswagen, ofrecía poco interés, fuera de la notable historia
de su arte colonial.
Sin embargo, habría que estar ciego para no ver las súbitas implantaciones
de modernidad que surgían fuera de la Ciudad de México. El suburbio, que se
extendía como una mancha continua alrededor de la ciudad, aparecía de forma
muy similar en territorios vecinos, pero separados. El caso más espectacular
fue la construcción de empresas modernas de fabricación de bienes de consu-
mo durables para una clientela de clase media, resultado de la sustitución de
importaciones protegidas por un sistema aduanero. Éstas se localizaban en
cualquier lugar que tuviera la infraestructura y servicios necesarios para la

3 Una parte de las informaciones e ideas sobre este aspecto vienen de una conversación
con María Eugenia Negrete Salas, investigadora del CEDU del Colegio de México, y de
lecturas de textos que ella ha escrito para una tesis de doctorado en curso de redacción
sobre esta corona urbana; por otro lado, un primer texto, a consideración preliminar de
este escrito, ha sido propuesta en 1997 en una reunión sobre la ZMCM organizada en el
Palacio de Minería.
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 27

mano de obra reclutada. En el caso de las automotrices –las más espectaculares


y simbólicas–, éstas se ubicaban en la zona suburbana al norte de la ZMCM, y
después a partir de los años sesenta, en Toluca, Cuernavaca y Puebla. De esta
forma, los tres Valles de tierras altas (Toluca, México y Puebla-Tlaxcala) o el
Valle de tierras más cálidas de Cuernavaca, sus pueblos o ciudades, empezaron
todos a urbanizarse también (Figura 3).

N
Figura 3. Situación demo-
W E gráfica 1990.
Querétaro S

Pachuca

Toluca
Cd. de México

Puebla

Cuernavaca

0 25 50 km
Un millón de habitantes

Urbanización dispersa

Un análisis un poco más detallado permitirá comprender que estas nuevas


empresas modernas tenían necesidad, a la vez, de un entorno de calidad de
vida para atraer y conservar a sus ingenieros y ejecutivos, y de buenos me-
dios de comunicación y transporte internacionales para realizar sus relaciones
técnicas, comerciales y financieras. Este tipo de relaciones podía ser también
esencial para las empresas agrícolas modernas, como lo mostraba el desarrollo
de cultivo de flores en el estado de Morelos o en el sur del Estado de México.
Las investigaciones de esa época tomaban muy poco en consideración la di-
ferenciación sociopolítica de los territorios y de sus ciudades alrededor de la
Ciudad de México, y se interesaban más en elementos de comercio y servicios
que permitían aplicar la teoría del lugar central de Christaller o de Lösch.
28 . Claude Bataillon

Comercios y servicios, un medio siglo de evolución

El análisis efectuado de los años sesenta no era una aplicación ingenua y di-
recta de estas teorías, que al final se aplicaban mal al territorio estudiado. La
jerarquía de los lugares centrales, según Christaller, había sido concebida para
un territorio (el de Alemania del sur) poblado por un grupo humano igual-
mente denso y provisto de vías de comunicación en todo su territorio, sin to-
mar en cuenta las especificidades políticas que favorecen uno o varios lugares.
La Ciudad de México tenía ventajas socioeconómicas excepcionales por su pa-
pel como capital nacional, reforzado por un estatus internacional privilegiado,
la red de comunicaciones se oponía a algunas ciudades servidas por carreteras
revestidas o brechas; los contrastes del nivel de vida oponían a la gente del
campo y de las ciudades pequeñas frente a las clases medias de la Capital y a los
obreros de fábricas modernas. Esto no ha impedido reparar en las actividades
de comercio y de servicios o de algunas líneas de modernidad emergentes, en
relación con un tejido tradicional, sobre todo destinado a los pobres. Retome-
mos estas descripciones a la luz de este medio siglo de evolución.
Comercio al menudeo. Esta actividad diseminada por todos lados no ha
dejado de diversificarse en todas las localidades alrededor de la capital mexi-
cana. Cabe subrayar que en los años sesenta la característica de la “tradición”,
los días de plaza o mercados semanales de los pueblos, lejos de desaparecer,
se ha desarrollado y transformado enormentemente. Aquello que permitía los
intercambios necesarios a los pobres del mundo rural se ha convertido en un
comercio festivo, ruidoso, musical. Más que los alimentos, se venden cada vez
más las vestimentas y los electrodomésticos: son centenares de “lagunillas”
que viven por todos lados. Antes de la gran apertura económica posterior a
1982, el carácter “informal” de estos comercios permitía vender los innume-
rables bienes de consumo importados ilegalmente sin pagar impuestos. Pero
los días de plaza han sobrevivido a la desaparición de la fayuca: el comercio
informal continúa barato y se dispersa por todos lados.
En los años sesenta aparecen las primeras tiendas CONASUPO; éstas re-
presentaban pequeños “super” que vendían un pequeño número de bienes
de consumo básico, sobre todo en alimentos, a precios subsidiados, primero
en las grandes ciudades, luego en los pueblos. El clímax de este comercio
modernizado para los pobres se alcanzó hacia el período 1975-85, luego las
subvenciones públicas disminuyeron y poco después desaparecieron. Pero el
comercio privado ha tomado el relevo y se adaptó a esta modernización; pe-
queños “super” localizados, en principio, en las proximidades de los zócalos
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 29

de las localidades, después poco a poco más cerca de entronques carreteros y de


gasolineras.
Comercio al mayoreo. Es el sector que, según el esquema de lugar cen-
tral, juega un papel organizador privilegiado en la jerarquía de servicios y,
desde los años sesenta, se podía constatar que este comercio al mayoreo se
concentraba casi exclusivamente en la Ciudad de México y en la de Puebla.
Aun en esta época su estabilidad estaba garantizada por el crédito concedido
por los mayoristas a los minoristas y se encontraba una clara jerarquía donde
Toluca y Cuernavaca jugaban un cierto papel. Se puede pensar que el apro-
visionamiento directo de los minoristas en la Ciudad de México no cesa de
crecer, aun cuando no tienen acceso directo a las importaciones desde los Es-
tados Unidos o desde Asia, a menos que no se dirijan por pequeñas cantidades
a las plazas comerciales para ciertos bienes de lujo intermedio (Figura 4). Si un
sistema estable de mayoristas que dan crédito a minoristas funciona aún, estos
últimos son, sin duda, principalmente de localidades mucho más alejadas de
la Ciudad de México, mientras que aquéllos del sudeste pobre de México con-
tinúan aprovisionandose en Puebla (Figura 5).

N
Figura 4. Comercio al ma-
W E yoreo, década de 1950.
Querétaro S

Pachuca

Toluca Cd. de México

Cuernavaca Puebla

0 25 50 km
Un millón de habitantes

Flujos desde ciudades


de Zona Central
30 . Claude Bataillon

N
Figura 5. Comercio mayo-
W E reo, década de 1990.
S

Querétaro

Pachuca
ZM de la
Cd. de México

Toluca

Cuernavaca Puebla

Flujos internacionales
0 25 50 km (USA, ASIA)

Flujos desde ciudades Un millón de habitantes


de Zona Central

Comercio de bienes durables para las clases medias. A comienzos de los


años sesenta este tipo de comercio se encontraba en estado embrionario y se
concentraba en la Ciudad de México, donde el comienzo de la primera plaza
comercial nació en Ciudad Satélite con el boom petrolero en 1974. A pesar de
los golpes que frenaron sucesivamente el crecimiento del consumo de las clases
medias en 1982, 1988 y luego en 1995, estas plazas comerciales no cesan de
proliferar, a la vez como lugares de compra y lugares de convivencia protegida
por los compradores cada vez más dependientes del transporte en automóvil
particular. Ninguna jerarquía entre las ciudades es perceptible para su locali-
zación y todas las ciudades provistas de barrios de clase media, y más todavía
según la disposición de autopistas que permiten atraer clientes desde muchas
decenas de kilómetros de distancia.
De esta forma, el desarrollo comercial es cada vez menos un fenómeno de lu-
gares centrales según Christaller y cada vez más una estrategia de atracción de
clientes hacia puntos privilegiados del tráfico carretero. Los servicios considera-
dos excepcionales entre 1950-1970, que permitían detectar el rango de una ciu-
dad dentro de un sistema de lugares centrales, se han difundido y banalisado.
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 31

Agencias bancarias. Representaban hasta hace un medio siglo un servi-


cio excepcional destinado a una clientela muy restringida: intercambio entre
empresas, intercambio entre éstas y los servicios públicos gubernamentales
y el servicio a un muy pequeño número de personas del sector privado con
altos ingresos. El número de agencias bancarias en una ciudad era un índice
claro de su importancia: Puebla tenía un papel de centro bancario importante,
de cara a su entorno próximo y en dirección al sureste del país. Toluca tenía
también algunos servicios bancarios con dirección al norte y al este de su Va-
lle, pero había perdido su rol en el suroeste del Estado de México y el este de
Michoacán. Cuernavaca tenía algunas ligas en el estado de Morelos, mientras
que Pachuca no servía a ninguna parte del territorio del estado de Hidalgo.
Actualmente las agencias bancarias están por todos lados y éstas dependen
de redes nacionales, de redes internacionales en lo que concierne al uso de
las tarjetas de crédito y de cajeros automáticos. La multiplicación de lugares
de servicio bancario depende del nivel de vida de la población, pero también
para los menos ricos de la parte de los ingresos proveniente de las remesas de
dinero mandadas por migrantes mexicanos en Estados Unidos. Y las zonas
rurales del centro-este en los estados que nos interesan, las cuales no enviaban
migrantes hacia los Estados Unidos en los años 1960-1970, y que ahora los
envían cada vez más.
Medios de comunicación. Los periódicos producidos en las ciudades de
la corona y vendidos en las localidades adyacentes han representado otro ín-
dice del papel que juegan estas ciudades como ciudades centrales (si bien la
prensa en la Ciudad de México comenzaba a venderse en toda la región). Has-
ta nuestros días los periódicos provenientes del D.F. llegan a todos los puntos
de los estados vecinos, casi tan rápido como los periódicos provenientes de las
ciudades de la corona, mientras que los periódicos locales, de menor impor-
tancia, se han multiplicado en los mismos pueblos.
De la misma manera, las emisoras de radio, aun poco numerosas y muy
dispersas entre 1950-1970, se han multiplicado por doquier, por iniciativa de
una parroquia, de un grupo de comerciantes, de una escuela, para un público
local, mientras que la escucha de las emisoras nacionales y extranjeras no ha
cesado de ser más fácil con la mejora técnica de emisores y receptores: el débil
papel de lugar central que las ciudades de la corona han podido jugar para estos
medios ha disminuido considerablemente, los anunciantes utilizan este medio
de publicidad poco costoso sin seleccionar mucho sus emisoras.
Para finalizar, la recepción televisiva se ha generalizado, mientras que
sólo las capas acomodadas tenían acceso en los años cincuenta y setenta. Cier-
32 . Claude Bataillon

tamente, la recepción directa no capta más que unos canales nacionales y uno
o dos que transmiten desde las ciudades de la corona: un mercado publicitario
permanece entonces entre sus manos, pero éste es muy modesto en compara-
ción con aquél que pasa por los grandes canales nacionales y extranjeros que
se reciben vía satélite: la parabólica y el cable son accesibles igual a nivel de las
clases medias bajas, si no es que más abajo.
Así, de esta manera, la jerarquía de servicios que pasan por las ciudades
de la corona, consideradas como lugares centrales, se ha borrado mayormente
por un consumo cada vez más banalizado.
Se verá que otros servicios, casi totalmente ausentes en las ciudades desde
hace medio siglo, ahora han aparecido y tienen un poder discriminante im-
portante: la enseñanza superior en particular.

Surgimiento de estilos regionales

En la medida que he conocido las diferencias de la vida política local y regio-


nal, he podido comprender las muy diferentes dinámicas sociales locales que
explican la situación de cada ciudad de la corona. Es cierto que algunos datos
muy limitados estaban disponibles en los años cincuenta y setenta, pero esto
parecía concernir a un pasado que se desdibujaba para dejar paso a una misma
dinámica –la industrialización productora de bienes de consumo por sustitu-
ción de importaciones– bajo la dirección, autoritaria pero eficaz, de un partido
político (PRI) portador de la modernización y de la cohesión nacional. En esta
coyuntura, todo lo que no era el D.F. y sus anexos directos era, como se dijo
antes, percibido en términos de atraso casi uniforme, aun si la importancia
de la ciudad de Puebla la hacía un caso particular y si Cuernavaca poseía un
estatus “moderno” particular.
Si existían entonces diferencias políticas, sólo algunos iniciados las co-
nocían sin duda, dado que en ninguna parte aparecía un voto de oposición
en los territorios examinados; pero, en todo caso, ningún estudio publicado
daba cuenta de comportamientos diferentes y como extranjero era incapaz de
decodificar tal diferenciación. Además, todo el mundo rural parecía heredar
uniformemente un movimiento zapatista (incluso el último sobresalto repre-
sentado por Rubén Jaramillo quien fue asesinado en 1963, parecía entonces
anacrónico y sin significado). La reforma agraria, se creía, era una política bas-
tante uniforme destinada a satisfacer al movimiento zapatista: esta versión de
hechos difundida por medios de izquierda cercanos al PRI no era cuestionada
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 33

más que por pequeños grupos donde el discurso era bastante vehemente y muy
complicado para entrar a un análisis regional a mediano plazo.
Es sólo a medida que se desarrollan nuevas élites locales a partir de los
años setenta que las diferencias de estilos socio-políticos regionales se hacen
perceptibles. En estos mismos años se darían a conocer estudios locales (de
historia, antropología, sociología) que precisamente interrogan la memoria
de las élites locales sobre su propio pasado, de esta forma revalorizado, pero
que examinan también cada vez más las relaciones de poder en el presente. La
toma de conciencia de esta diferenciación reemplaza este diálogo entre élites
locales y la investigación social acerca de lo local.
Para las ciudades de la corona y sus territorios, esta toma de conciencia
es más tardía que en el norte de México que reivindica su modernidad, en el
oeste que frente al PRI reivindica su catolicismo a través de la guerra cristera o
en los territorios del sur y sureste mexicano, donde los antropólogos ponen al
día los particularismos ligados a los mundos indígenas. Es que la política de
las ciudades de la corona no puede comprenderse en sí misma, sino solamente
en el tipo de relaciones establecidas entre un poder omnipresente, que es a la
vez Distrito Federal y Gobierno Federal. Por el contrario, las relaciones con el
extranjero (es decir, los Estados Unidos) son aquí más débiles que en el resto
del país.
Las diferentes ciudades de la corona han debido jugar principalmen-
te dos cartas para su desarrollo y ambas dependen, en los años cincuenta
y setenta de la capital nacional: por un lado estas ciudades pueden atraer
industrias como ya se ha subrayado. Al principio, esto está en relación di-
recta con el mercado de consumo de las clases medias de la ZMCM en ple-
no crecimiento. Desde los años ochenta, es cada vez más para un mercado
internacional. Por otro lado, estas ciudades pueden atraer habitantes de la
zona metropolitana para actividades temporales de turismo y vacaciones que
pueden transformarse eventualmente en residencia permanente primero para
los jubilados, luego cada vez más por familias que tienen una actividad pro-
fesional en la ZMCM, y que, además, de vez en cuando practican un empleo
descentralizado desde aquellas ciudades. Es para los dos tipos de actividad,
descentralización industrial y actividades ligadas al turismo y a la calidad del
medio ambiente, que las ciudades de la corona se diferencían cada vez más,
según las oportunidades asociadas a actitudes políticas en las que también
divergen ampliamente.
Cabe recordar que no se examinó aquí el fenómeno de la expansión de
la mancha urbana de la ZMCM como tal: es fundamental para el Estado
34 . Claude Bataillon

de México, secundario para Hidalgo, a todas luces marginal para Morelos.


Esto no concierne ni a los estados de Puebla, Tlaxcala o Querétaro. Hay
que apegarse ahora a la dinámica de las ciudades de la corona propiamente
dichas.

Los lugares

Pachuca. Comencemos por esta paradoja: la ciudad que dispone de la proxi-


midad y de las conexiones carreteras más fáciles con la ZMCM no las ha apro-
vechado plenamente. Pachuca está sobre la “vieja ruta panamericana”, aquella
que hasta 1960 fue la principal unión entre México y los Estados Unidos. Muy
probablemente las dificultades de un estado de Hidalgo pobre y violento no
han permitido a Pachuca atraer actividades industriales modernas. La deca-
dente industria minera no ha podido reconvertir su mano de obra, probable-
mente debido a problemas sindicales no resueltos. La tentativa del gobierno
federal de invertir para crear una industria moderna en Ciudad Sahagún (y
no en Pachuca) ha fracasado completamente. Y es que el estado de Hidalgo
está esencialmente compuesto de una zona indígena pobre bajo control fede-
ral directo (el Mezquital) y de una zona montañosa conflictiva y violenta (la
Huasteca hidalguense es mucho más violenta que las Huastecas tamaulipense,
potosina o poblana). Esta falta de organización política se remonta sin duda
desde la misma creación del estado de Hidalgo (1869), para la cual se eligió
como capital no a un pequeño “lugar central” como Tulancingo, sino a Pa-
chuca, una ciudad minera sin tradición comercial o religiosa susceptible de
conducir una centralidad.
Muy poco parecen haberse desarrollado las élites locales desde hace me-
dio siglo en Pachuca: el hecho de que la tentativa de fundar una universidad
no haya aparecido más que incipientemente y hasta los años noventa es un
indicador bastante claro. La única ciudad del estado que ha elegido un diputa-
do federal de oposición (PAN) ha sido Tulancingo y tal parece que en el resto
(Pachuca incluido) el PRI continúa haciéndose elegir practicando los métodos
tradicionales cada vez más rechazados en las zonas “modernas” de México
(Figura 6).
Cuernavaca. Paradójicamente esta ciudad, homóloga de Pachuca (se con-
vierte en capital del Estado en el mismo año (1869) al crearse el estado de
Morelos) es más valorizada mientras la primera se mantiene poco apreciada.
Es que Morelos, políticamente, dispone de lazos privilegiados con la Ciudad
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 35

N
Figura 6. Relación capital
W E estatal / Poder Federal, dé-
Querétaro S cada de 1990.

Pachuca

ZM de la
Cd. de México
Toluca
Puebla

Cuernavaca

0 25 50 km Autonomía respecto
al poder federal
Dependencia respecto
al poder federal
Capacidades de negociación Un millón de habitantes
respecto al poder federal

de México. En la ideología revolucionaria, es el país4 de Zapata (Lomnitz,


1995), si bien el gobierno federal tiene una deuda con los campesinos de Mo-
relos. Es también la ciudad elegida por Hernán Cortéz para instalar su palacio
y administrar su Marquesado. Éste se constituye por propiedades bastante
dispersas, pero de las cuales una porción económicamente importante se en-
cuentra en el actual Morelos, gracias al desarrollo del cultivo por riego de la
caña de azúcar.
Esta valoración a nivel nacional se encuentra en el dominio moral: un epis-
copado se instauró en Cuernavaca desde 1892, a principios de los años setenta
su titular fue Monseñor Méndez Arceo, cercano a la teología de la liberación
y aquí se ubicó, después de Ivan Ilich, el primer centro de investigaciones en
ciencias sociales en Morelos. Cuernavaca es una prolongación de la Ciudad de
México, para los medios políticos y para la intelligentzia de los años treinta: el
embajador de los Estados Unidos y los políticos alrededor de Plutarco Elías
Calles pasaban sus vacaciones y fines de semana en una época cuando Aca-

4 En la tradición geográfica francesa, “país” se utiliza como sinónimo de región.


36 . Claude Bataillon

pulco no era todavía de fácil acceso. Los siguientes decenios ven desarrollarse
un turismo de fin de semana que alcanza a todas las localidades del estado de
Morelos. Tras las clases acomodadas acude la clase media, y luego las clases po-
pulares. Pero Cuernavaca tiene una proporción de fraccionamientos y colonias
de alto nivel mucho más elevada que otras localidades morelenses.
Durante la evolución de los años ochenta y noventa, muchas casas de fin
de semana se transforman en residencia permanente: para los jubilados en un
principio, luego para las familias donde los adultos tienen un empleo lo bas-
tante flexible en el D.F. para sólo ir ciertos días a ciertas horas (consultores,
investigadores); y, por último, para cuadros profesionales donde las empresas
han creado anexos o sucursales en Cuernavaca. Centros de investigación de-
pendientes de la UNAM (biología, ciencias humanas) son también un ejemplo
significativo. Paralelamente, la Universidad Autónoma del Estado de More-
los, muy limitada hasta los años setenta, se desarrolla también.
Desde los años sesenta la zona industrial de Cuernavaca ha recibido in-
dustrias modernas (particularmente automotrices). Por el contrario, ni en
Cuernavaca ni en el resto de las localidades morelenses hay un crecimiento
industrial, es probable que el turismo sea la prioridad; los terrenos son costo-
sos y el agua se destina cada vez más a las piscinas, las cuales entran en franca
competencia con la agricultura de riego. Los usuarios del turismo y del hábitat
de nivel elevado desean evitar la contaminación atmosférica relacionada con
empresas industriales, de lo cual justamente creen librarse dejando la ZMCM.
Además, Cuernavaca y numerosas localidades morelenses se convirtieron
en una suerte de anexos directos de la ZMCM, sin gran poder de iniciativa lo-
cal. Sin duda, los votos en 1997 a favor del PRD en todo Morelos (salvo la capi-
tal que quedó con el PRI), se deben interpretar más como un comportamiento
de capitalinos avecindados que como una tradición de protestas zapatistas.
Toluca. Como el Estado de México, es el “doble” del D.F. Paradójica-
mente es una segunda capital de la ZMCM, situada fuera de ésta. Contrario a
lo que sucede con Puebla, segunda ciudad fundamental del sistema colonial,
Toluca no era más que una pequeña localidad sin prestigio cuando el gobier-
no federal separó al D.F. del Estado de México. Si el país había adoptado la
solución “hiperfederal” de los Estados Unidos de América, el Distrito Federal
debió instaurarse en Toluca o en otro lugar, a un costado de la gran ciudad,
como Washington se fundó a 50 kilómetros de Baltimore y 180 de Filadelfia;
las dos metrópolis portuarias anteriores a la explosión urbana de Nueva York.
Al contrario, la federación mexicana conserva la metrópolis colonial como
capital federal y duda, al dotar de una capital al Estado de México, entre va-
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 37

rias pequeñas localidades del Valle de México, antes de elegir Toluca un poco
más alejada (50 km), en el corazón de otro valle muy poblado, y en posición
para servir al norte, oeste y este del nuevo estado. Este papel político, desde
1830 (tres años después del nacimiento del Estado de México), no ha dado a
la ciudad un gran prestigio; ésta no se convierte en sede episcopal hasta 1950.
Toluca tiene, desde 1830, un Instituto Científico y Literario del Estado de
México que reúne desde el siglo XIX diversos intelectuales modernistas, pero
no es sino hasta los años setenta que la Universidad heredada de este Instituto
alcanza una mayor dimensión, pero sin competir con las universidades cerca-
nas a la ZMCM.
Cuando el ferrocarril une a Toluca con la Ciudad de México, a finales del
siglo XIX, varias industrias modernas (cervecerías y textiles) se desarrollan,
pero este dinamismo es interrumpido por más de medio siglo de concentra-
ción industrial en beneficio del D.F. y de su zona metropolitana. A mediados
de los sesenta, Toluca se mantiene marcada por su mercado (día de plaza) que
atrae, en todas las calles del centro, una actividad comercial destinada a las
numerosas poblaciones rurales pobres del Valle de Toluca, lo que la vuelve una
ciudad descuidada, con bloqueos de circulación y provista de monumentos pú-
blicos inacabados. No es sino hasta los años setenta que se instala un mercado
moderno muy grande a orillas del periférico (Paseo Tollocan), a un costado de
la Central camionera. Este sistema de comercio y de transporte asegura los
servicios necesarios a un millón de rurales pobres. Es posible ahora hacer una
limpieza general del centro, donde los monumentos son al fin terminados, el
mercado cubierto, edificio metálico de fines del siglo XIX, es simbólicamente
transformado en invernadero y decorado con vitrales.
Es desde los años setenta que Toluca se convierte en una gran ciudad con
funciones más complejas. Ella está provista, en Lerma, de la más importante
zona de industrias modernas en la proximidad de la ZMCM (automotriz, quí-
mica, mecánica). Pero empresas industriales más pequeñas o actividades ar-
tesanales son recibidas también en numerosos pueblos del sur y este del Valle
de Toluca, lo que ha creado una urbanización dispersa que forma parte de la
zona suburbana de la ZMCM, separada sólo por la barrera montañosa donde
los bosques son protegidos, interrumpiendo la urbanización únicamente por
unos 20 km de longitud.
Pero, sobre todo, Toluca es la capital política que administra la mitad de
la ZMCM, sus clases medias (al norte y noroeste de la mancha urbana), sus
industrias (al noroeste y noreste), sus poblaciones pobres (al noreste y sureste).
Una ciudad de menos de medio millón de habitantes gobierna una nebulosa
38 . Claude Bataillon

de ocho millones de pobladores urbanos, ciertamente gracias a los recursos


fiscales de las empresas, pero sin disponer de los subsidios federales que habían
beneficiado directamente, al menos hasta 1997, a los ocho millones de urba-
nos del Distrito Federal.
La administración de Toluca asegura también el pasaje del acueducto que
aprovisiona a la ZMCM de cerca de la mitad del agua que utiliza, bombeada
desde el Estado de México en el Valle del río Lerma, principalmente, pero
también desde las proximidades de Valle de Bravo, San Nicolás o Cutzamala.
Se entiende fácilmente que en Toluca la política sea mucho más federal
que local. En el sistema controlado por el PRI, tal como funcionó hasta los
años ochenta, es significativo que el cargo de gobernador del Estado de Méxi-
co y el de regente del Distrito Federal sean muy similares y eventualmente
sucesivos. El término “grupo Atlacomulco” designa un conjunto de jerarquías
“conservadoras” del partido en donde el Profesor Carlos Hank González, ex
gobernador del Estado de México y ex regente del Distrito Federal, fue cono-
cido por la importancia de los negocios y trabajos públicos que poseía. Se debe
recordar que Atlacomulco, pequeña ciudad del norte del Estado de México,
fue la patria de Isidro Fabela, gobernador del Estado (1942-1945), miembro
eminente de la familia revolucionaria, diplomático y universitario, que dio a
Atlacomulco un equipamiento educativo excepcional.
En Toluca –al igual que las zonas rurales del Estado de México– se ha
mantenido un claro dominio electoral del PRI, mientras que las zonas “mexi-
quenses” de la ZMCM han pasado desde 1997 principalmente al PRD, al igual
que el Distrito Federal.
Puebla. Por mucho tiempo considerada la segunda Ciudad de México, se
estanca en el siglo XX, y a partir de 1900 es sobrepasada lentamente por Gua-
dalajara y luego por Monterrey en 1960. Su crecimiento, menos rápido que el
de sus rivales, alcanza cerca de 1.8 millones de habitantes en 1990, o sea, la
población que tenía la ZMCM hacía 40 años (Moriconi-Ebrard, 1995).
Cabe recordar que Puebla se fundó como ciudad de españoles, más que
como centro de control y evangelización, a diferencia de la Ciudad de México,
Oaxaca o Mérida. En efecto, en las proximidades de Puebla, los tlaxcaltecas
son los aliados de los españoles y no un pueblo sumiso. Puebla es el centro
de una zona de colonización agrícola española al mismo tiempo que lugar de
paso entre la Ciudad de México y el Puerto de Veracruz, eje fundamental del
comercio de la Nueva España. Sobre este eje, Puebla conoce, a finales del siglo
XIX, un crecimiento industrial estimulado por la construcción de vías férreas,
que la convierten, después del D.F., en el segundo centro textil mexicano.
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 39

Otras ciudades cercanas se relacionan entonces con esta industria, como


Atlixco y Tehuacán, hacia Oaxaca, y Orizaba en el estado de Veracruz.
Por otro lado, Puebla es la plaza comercial para más de dos millones de
rurales que viven en el resto del Estado, así como para unos 700 mil tlaxcal-
tecas. Su influencia comercial se extiende también desde Guerrero oriental
hasta Veracruz y a buena parte del sureste de México. Estas regiones son tra-
dicionalmente poco urbanizadas pero, así mismo, su crecimiento urbano no
ha roto los lazos con Puebla: sus pobladores aún se van a curar a los hospitales
poblanos o cursar sus estudios superiores en Puebla. También su comercio al
mayoreo está en relación con todas estas regiones.
Puebla también ha recibido, como Toluca o Cuernavaca, algunos años
más tarde, empresas industriales modernas que forman un conjunto más dis-
perso que el de sus dos rivales. En principio, el eje carretero México-Veracruz
ha permitido implantaciones industriales a mayores distancias (San Martín
Texmelucan está a 40 km de Puebla, mientras que Lerma está a 15 km de
Toluca). Sin embargo, la burguesía local no ha influido totalmente en la ins-
talación de estas nuevas industrias: Puebla tiene desde el siglo XIX una colonia
alemana que sin duda ayudó a la ubicación de la empresa Volskwagen.
En fin, una ciudad tradicionalmente clerical y conservadora, Puebla tiene
un obispado bastante antiguo (1525, luego arzobispado en 1903), así como
una universidad privada aunque de reciente creación anclada en la tradición.
Ésta se ha desarrollado asociada a la Universidad Iberoamericana (fundada
por los jesuítas en el D.F.), así como a la descentralización de la Universidad
de las Américas (ex Mexico City College del D.F.), ubicada en las afueras de
Cholula. La situación política poblana es lo opuesto de Morelos. La oposición
aquí es manejada por el PAN, que gobierna la ciudad, mientras que el resto del
estado lo conserva el PRI.
Las relaciones de Puebla con el estado de Tlaxcala son evidentemente
privilegiadas. Territorio densamente poblado de pueblos de tradición náhuatl,
Tlaxcala no tiene una ciudad importante y todos sus pueblos han guardado la
memoria de una tradición indígena (en los patronímicos en particular), si bien
el uso de la lengua nahua casi ha desaparecido por completo (menos del 4% lo
habla). Pero al mismo tiempo estos pueblos tienen una tradición textil artesa-
nal que se ha transformado a través de la época colonial (obrajes), después en el
siglo XIX (pequeñas fábricas), para recobrar vigor después de los años ochenta
donde las antiguas fábricas se modernizaron y otras nuevas fábricas nacen con
producciones muy variadas, a medida que las conexiones de autopista se mejo-
raban entre estos pueblos y entre aquéllos y Puebla o la Ciudad de México.
40 . Claude Bataillon

Este desarrollo reciente, comparable al del este del Valle de Toluca, tiene
por consecuencia la multiplicación de nuevos municipios donde las cabeceras
son pequeños centros en estas semillas de pueblos que forman cada vez más
un tejido casi totalmente urbanizado entre Puebla y Apizaco a lo largo de casi
50 km.
Querétaro. A más de 200 km de la ZMCM, es la otra ciudad incorporada
al sistema de satélites de la capital mexicana desde 1960, cuando la “nueva ruta
panamericana” por San Luis Potosí destrona al antiguo itinerario por Pachu-
ca, Tamazunchale y Valles. Hasta esta fecha, Querétaro pertenecía a la familia
de las apacibles ciudades del sistema minero colonial: una zona de agricultura
irrigada y de cría de animales para alimentar a los trabajadores de las minas
cercanas y el esplendor de los palacios de aquellos que han hecho fortunas o de
iglesias que estos últimos hicieron edificar para agradecer su oportunidad con
Dios y el obispado. Muy parecidas son también San Luis Potosí, las ciudades
del estado de Guanajuato, o Zacatecas. Ciudad tradicional hace un medio
siglo, Querétaro es la ciudad más antigua de la corona en recibir a partir de
1960 nuevas industrias (Singer en particular), sobre la autopista más moderna
del país, conectada directamente con Texas.
No es hasta los años ochenta, a medida que los chilangos van a distraerse
más lejos, que el turismo de fin de semana le da a la ciudad un estilo similar al
de Cuernavaca. Los balnearios vecinos se desarrollan, en los edificios colonia-
les restaurados nacen hoteles de lujo, completados por otros de estilo “neoco-
lonial”, mientras que el público intelectual descentralizado desde la ZMCM...
o desde que Estados Unidos se instala aquí, como en San Miguel de Allende.
La universidad se desarrolla también con carreras de calidad, mientras que
diversos bancos nacionales instalan aquí sus servicios de gestión informática.
Pero la distancia, a pesar de una renovación parcial de la vía férrea, se
mantiene muy fuerte para que las conexiones con la ZMCM sean tan diver-
sificadas como en las otras ciudades de la corona. Como otras ciudades de
Guanajuato o del oeste mexicano, la de Querétaro está gobernada por el PAN.
Se puede remarcar que San Juan del Río, 60 km más cerca con respecto a la
ZMCM por el mismo eje, ha conocido sólo un desarrollo modesto: una ocasión
más para subrayar que una capital de Estado, sostenida por su gobernador,
tiene un poder incomparablemente más fuerte que un simple municipio, para
atraer las inversiones y los cuadros de alto nivel.
De esta forma, nuestra corona de ciudades está lejos de responder al es-
quema “regional” clásico. El conjunto de seis estados, donde son capitales las
cinco ciudades que se han examinado no forma de ninguna manera un territo-
Corona urbana alrededor de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México . 41

rio único, delimitado y relativamente homogéneo donde la ZMCM sería el cen-


tro: la ZMCM es más una máquina nacional e internacional. Y estas ciudades
no son subcentros funcionales simples al seno de un territorio. Éstas son, a la
vez, mucho muy diferentes las unas de las otras, y cada vez más autónomas, y
esto esencialmente en razón de la diversificación de la política local. Entonces
mientras que hacia 1960 se percibía apenas esta diversificación, ésta se afirma
y se comienzan a conocer estas sociedades locales, de donde la comparación
será cada vez más fructífera.

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La difusión de la urbanización o cómo superar
la dicotomía rural-urbana
Javier Delgado
Departamento de Geografía Social, Instituto de Geografía,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Carlos Galindo
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM),
Universidad Nacional Autónoma de México.

Mauricio Ricárdez
Posgrado en Urbanismo, Instituto de Geografía,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Presentación

La discusión temprana sobre la desaceleración del crecimiento en las grandes


ciudades –que buscó la explicación en los cambios en el tamaño y jerarquía del
sistema urbano (contraurbanización, reversión de la polaridad)–, tuvo, en los
años noventa, un giro relativamente inesperado: la clave de ese proceso estaba
en el vasto espacio periurbano, ni rural ni urbano, relativamente cercano a esas
grandes ciudades que “perdían” población. Así se han propuesto, entre otras,
las nociones de “urbanización diferencial” que pone a las ciudades pequeñas
a jugar un papel relevante (Geyer y Kontully, 1996), la de “ciudad difusa”, que
atiende más a las formas de ocupación histórica del territorio (Demateis, 1996),
y el de “ciudad-región”, que parte de la articulación global-local para explicar
ese movimiento económico “fuera del centro”, hacia una franja formada por el
espacio ex urbano (Scott, 2001).
En el caso de la Ciudad de México y su región de influencia, a pesar
de la evidencia de una difusión de ese tipo, existe todavía un escepticismo
acerca de interpretar esos nuevos procesos y tendencias como ejemplo de la
urbanización difusa. Las principales dificultades identificadas son las si-
guientes:
44 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

i) la dificultad metodológica para medir la influencia de una ciudad en


espacios no conurbados (Connolly, 1999; Garza, 2000);
ii) los problemas teóricos y metodológicos que surgen al cambiar de esca-
la geográfica de lo metropolitano a lo regional (Ramírez, 2003; Con-
nolly, op. cit.);
iii) el hecho de que la hipótesis de la urbanización difusa se apoya, a su vez, en
otra hipótesis controvertida, la de las “fases de desarrollo“ o evolución por
las que pasan, supuestamente, todas las ciudades –independientemente
del contexto socioeconómico al que pertenecen– (Delgado, 2003) y
iv) el de la sobrevaloración de lo urbano en la identificación de los muni-
cipios metropolitanos que tienen todavía un peso importante de fac-
tores “rurales (Connolly y Cruz, 2004).

En trabajos previos se ha iniciado una reflexión sobre las dificultades me-


todológicas para medir esta nueva espacialidad, si bien en aquel momento,
todavía sin el respectivo soporte estadístico (Delgado, 2003). En el segundo
apartado de este capítulo, se presenta una exploración de la urbanización di-
fusa a partir de la revisión de los supuestos convencionales sobre la ruralidad
como espacios dispersos y pequeños. Como además es muy limitado recurrir
sólo al volumen de población para fijar un umbral convencional de la categoría
rural-urbana, el replanteamiento de las nociones de “dispersión” y “localidad
pequeña” sirven para revalorar, en el tercer apartado, la importancia de la
composición de la fuerza de trabajo como variable significativa, sobre todo en los
espacios en donde se ha identificado una incipiente industrialización de espa-
cios rurales, lo cual se realiza en el cuarto apartado. Por último, se pondera el
alcance geográfico de la difusión para saber si es suficiente o no para revertir la
concentración que aqueja, históricamente, al sistema urbano de la región.
Este último aspecto, si bien no responde a la cuestión teórica implícita
en la operación técnica del “cambio de escala”, muestra de forma empírica,
que tal cambio es inherente al proceso que se estudia. El señalamiento de que
“el cambio de escala” se refiere a “cosas diferentes” (lo urbano y lo regional), es
resultado de visualizar a la ciudad solamente intramuros y pierde de vista esa
enorme, vasta urbanización no conurbada del periurbano. La ciudad difusa
actual es urbana y regional e incluso urbana y rural, al mismo tiempo, pero
el instrumental teórico y metodológico disponible está diseñado para anali-
zar, por separado, ambos ámbitos. Por ello, es necesario el cambio de escala,
mientras se diseña una metodología ad hoc que integre ambos términos. Todo
nuestro esfuerzo apunta en esa dirección.
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 45

La identificación, que aquí se presenta, de los municipios sobre cuya ca-


tegoría rural o urbana existe una duda razonable, se apoya en investigacio-
nes previas que han conducido a la identificación de tres contornos regionales
alrededor de la Ciudad de México: núcleo central, corona y periferia regional.
De acuerdo con los supuestos teóricos, aquellos controvertidos municipios se
encuentran, principalmente, en la corona regional, el ámbito más dinámico de
la expansión periurbana. Por ello, en el primer apartado se reflexiona sobre la
metodología original propuesta para delimitar la corona regional misma.

La corona regional 2000

La metodología propuesta para medir la urbanización difusa, en el caso par-


ticular de la Ciudad de México, fue publicada en 1996 (Programa, 1996) y se
ha tomado como base para actualizar sus resultados al año 2000.
De las cinco variables utilizadas en aquel primer ejercicio, se mantuvie-
ron dos (porcentaje de PEA no agrícola y nivel de urbanización), mientras que la
distancia al centro (que fue medida entre centroides la primera vez) se ajustó
ahora con la fricción de la distancia real, por carretera, mediante un sistema de
información geográfica (SIG); el valor agregado censal bruto (que agregaba muy
poca varianza explicada) se sustituyó por dos indicadores de la PEA (alta y baja
calificación en el empleo) que han sido señalados como factores privilegiados de
la ocupación periurbana (Sobrino, 2003; Arias, 1992; Lara, 1998) y se agregó la
inmigración como nuevo indicador.1 Con estos ajustes se logró incrementar
la varianza explicada de 59.8% (en el primer componente) en aquel primer
ejercicio a 80.8% mediante dos componentes, en el ejercicio actual, lo cual se
interpreta como indicativo del carácter robusto del ejercicio.
Como la primera vez, se utilizó el método estadístico de “componentes
principales” para calcular el índice que resume el valor de la mayor parte de
las variables consideradas en un nuevo indicador que, en este caso, se ha
denominado como indicativo de la “consolidación urbano-regional” (ICUR;
Cuadro 1). El índice se agrupó en cinco rangos –mediante el método de es-

1 La categoría de “alta calificación en el empleo” incluye a profesionistas y técnicos, fun-


cionarios, personal directivo público y privado. La “baja calificación en el empleo” se
refiere a comerciantes, vendedores y similares, trabajadores en servicios diversos, con-
ductores y trabajadores en el sector agropecuario (Muestra censal, INEGI, 2001). Los
“inmigrantes” se refieren a la población de cinco años y más, que en el 2000 se registró
como proveniente de otro municipio, estado o país.
46 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

Cuadro 1. Correlación por cada variable en la componente principal

Variables Componente principal Segunda componente


% de PEA no agrícola .899 -.365
Alta calificación en el empleo .873 .201
Nivel de urbanización .783 .398
Fricción de la distancia al centro -.769 .195
Baja calificación en el empleo -.765 .548
Inmigrantes .659 .622
Varianza explicada 65% 17%
Fuente: elaboración propia con base en Ricárdez, 2005.

tratificación de Jenk (natural breaks; Cromley, 1996), con el fin de clasificar


a las delegaciones y municipios de acuerdo con su grado de urbanización en
muy alto, alto, medio, bajo y muy bajo. El universo de análisis comprende 532
municipios en el 2000.2
El comportamiento de las tres primeras variables implica un alto sentido
intuitivo y, además, es consistente con los supuestos convencionales de la urba-
nización, es decir, el alto valor de su correlación significa que, mientras más
alto sea su valor, será más representativo de la “consolidación del carácter ur-
bano” de los espacios. En este ejercicio se muestra que ello es posible, incluso,
sin importar su categoría urbana o rural, como se verá más adelante. La corre-
lación negativa de la fricción de la distancia tiene una interpretación intuitiva
y dice que “a mayor distancia del centro, la consolidación urbana regional de
los lugares es menor”. Lo mismo pasa con la baja calificación del empleo.
Sin embargo, es necesario reparar en el comportamiento de las variables
del segundo componente, si bien aportan sólo 17% de la varianza explicada.
Aquí, la correlación negativa de la PEA no agrícola conforme aumentan el va-
lor de la distancia y de los otras variables, expresa un comportamiento “inver-
so” al que esa misma variable adopta en el primer componente, es decir, que la
PEA no agrícola no necesariamente disminuye conforme aumenta la distancia,
al contrario de lo que sucede con la migración, el nivel de urbanización y la
alta calificación en el empleo, que conservan la misma dirección de su influen-
2Son 16 delegaciones del D.F., 84 municipios del estado de Hidalgo, 122 del Estado de
México, 33 de Morelos, 216 de Puebla y 59 de Tlaxcala, un total de 548 en el 2000. Los
nuevos municipios son uno en el Estado de México y otro en Puebla, 15 en Tlaxcala.
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 47

cia. Este cambio no es intuitivo y tampoco sigue el canon convencional, por


lo que se puede considerar como “anómalo” pero coincide con los supuestos de
la urbanización difusa.
Una vez estimado el valor del ICUR por municipio y reagrupados los mu-
nicipios de acuerdo con los cinco rangos establecidos, se tienen los siguientes
resultados:

i) La mayor parte de la población (87%) se encuentra en municipios


dentro de los tres más altos rangos alcanzados, lo que se interpreta
como una “estrategia intuitiva” de la población, relativamente exito-
sa, de buscar los lugares más consolidados en la búsqueda de mejores
condiciones de vida. O bien si se pone atención al estrato más des-
favorecido, que el restante 13%, un poco más de cuatro millones de
personas habitan, todavía en el 2000, los lugares con menor consoli-
dación urbana regional.
ii) La distancia promedio de esos municipios al centro de la región es de
104.7 km, por lo que puede ser interpretada como la distancia em-
pírica de la difusión periurbana. Si bien no se debe considerar esa
distancia como una regla, sino como resultado del insuficiente sistema
de transportación masiva y rápida, a distancias regionales, con que se
cuentan.3
iii) La consolidación urbano regional está definitivamente correlacionada
con un mayor valor de la PEA no agrícola (76-99%). La lectura re-
sidual de la PEA primaria es todavía significativa en el rango medio
(24%) como insisten Cruz y Connnoly, op. cit.), pero ello no impide
la consolidación urbano regional, sino que coexiste con ella, como se
coincide bajo diversas ópticas teóricas.
iv) Por el contrario, la PEA con baja calificación mantiene un valor con-
siderablemente alto (50 y 70%) en los municipios más consolidados,
lo que se interpreta como una muy alta precarización del empleo, in-
cluso en los municipios más consolidados. En el extremo, este tipo de
empleo es mayoritario (87%) en el rango más bajo de consolidación,

3 Al parecer los flujos commuter desde ciudades pequeñas y las metrópolis de la región son
aún muy limitados (Galindo, 2006). Por otro lado, los efectos previsibles de las nuevas
tecnologías previstas para la Región Centro, podrían provocar una “contracción” mayor
de esos flujos dentro de la Cuenca de México al favorecer los flujos transregionales (por
ejemplo, a Guadalajara), si no se acompañan de trenes suburbanos o de cercanías Villa-
señor et al., 2006.
48 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

lo que confirma la pauperización de los lugares menos consolidados y,


se podría suponer, “más rurales”.
v) Los inmigrantes parecen “preferir” los municipios con mayor consoli-
dación urbano regional, pues de 74% en el rango más alto, baja abrup-
tamente a 15% en el siguiente rango (Cuadro 2).

Ahora bien, la localización espacial de los lugares según su grado de con-


solidación urbano regional tiene dos lecturas posibles, una, la de su dinámica,
que se ajusta a un esquema de contornos tipo Von Thunen, y dos, una interpre-
tación sectorial, que dé cuenta de la diferenciación interna de los contornos,
lo que es abordado en otro trabajo (Galindo y Delgado, 2006).4 Aquí, nos
concentramos en la primera, particularmente reveladora de la dinámica de la
difusión y su relación con el centro (Figura 1):

i) La mayoría (90%) de los municipios con valores altos y muy altos del
ICUR se encuentran dentro de la corona regional, en un radio de 100 km
y sólo 8% de ellos se ubican entre los 100 y 120 km, pero son también
lugares centrales importantes como la región metropolitana de Puebla-
Tlaxcala y Tulancingo en el estado de Hidalgo (Cuadro 3).
ii) Otros tres municipios con un rango alto (2% del total), Zacaulipan
en Hidalgo, Teziutlán y Tehuacán en Puebla, están más allá de los
120 km, pero a lo largo de rutas transregionales, lo que podría explicar
su incipiente consolidación, aparentemente lejos del centro.
iii) En el otro extremo, en la periferia regional se encuentra la mayoría
(87%) de municipios con los valores más bajos de ICUR, pero que re-
presentan casi la mitad regional (43%), mientras que sólo 35 munici-
pios de la periferia (13%) alcanzan valores altos y medios.

La identificación y medición de la corona regional tiene en el ICUR un


indicador rubusto del proceso. Hace falta ahondar en los aspectos cuali-
tativos implícitos en este proceso, en particular, de los relacionados con los
procesos sociales y políticos de esta ruralidad distinta. No sólo porque ésta
todavía distingue a una buen parte de la sociedad mexicana, sino porque al
4 Como sucede con los modelos urbanos, el modelo de círculos concéntricos (que mide la

dinámica de expansión del proceso) y el de sectores o núcleos múltiples (que mide la dife-
renciación de los contornos), no son modelos “alternativos” (uno es “mejor” que el otro),
sino complementarios, ya que se refieren a aspectos distintos del proceso. Ambos son
necesarios al mismo tiempo.
Cuadro 2. Resumen de los valores totales de cada variable por rango del valor del Índice de Consolidación Urbano Regional
(ICUR) 2000

ICUR 2000 Núm. de Población PEA no Distancia Nivel de PEA con alta PEA con baja Inmigrantes
municipios 2000 (%) agrícola (%) al centro urbanización calificación calificación (%)
(km) con (%) en el empleo en el empleo
fricción (%) (%)
de relieve
Muy Alto 36 60.2 99 31.8 94.3 19.7 51.8 74
Alto 76 15.1 91 77.1 52.7 9 48.9 15.1
Medio 147 12.2 76 104.7 7.8 5.4 60 6.7
Bajo 172 8.4 54 158.3 1.5 2.7 69.8 3.1
Muy Bajo 101 4.1 26 217.8 0 1.4 87.3 1.1
Fuente: elaboración propia con base en INEGI, 2001.
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 49
50 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

Figura 1. Índice de consolidación urbano regional en la Región Centro de México.


La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 51

Cuadro 3. Resumen de población y municipios con contorno regional y valor del ICUR
2000 (habitantes en miles)

Rangos ZMVM Corona Regional Periferia Regional Total


ICUR
Munic. Pob. Munic. Pob. Munic. Pob. Munic. Pob.
Muy alto 16 12 191.0 6 2 222.8 14 4 400.3 36 18 814.1
Alto 5 124.5 28 2 127.0 43 2 678.4 76 4 929.9
Medio 54 1 491.3 70 1 932.7 23 341.0 147 3 765.1
Bajo 0 0.0 31 422.1 141 2 277.1 172 2 699.2
Muy bajo 0 0.0 55 743.1 46 580.8 101 1 323.9
Total 75 13 806.8 190 7 447.7 267 10 277.6 532 31 532.1
Fuente: elaboración propia con base en INEGI, 2001.

incluir únicamente variables de tipo urbano, el concepto de “corona regional”


subestima el mundo rural inmerso en este proceso, o más exactamente (según
nuestros resultados), lo subsume.
Se inician aquí algunas reflexiones y medidas sobre “lo rural” teniendo
como telón de fondo la espacialidad que supone el concepto de corona re-
gional. Al contrario de lo que exige el enfoque dicotómico campo-ciudad,
lo rural no es lo opuesto de lo urbano sino que lo acompaña, si bien bajo una
condición subordinada y sumamente desigual.
Lo que está en discusión es saber si la ciudad sigue siendo el principal
factor explicativo de la conformación territorial regional o no lo es más. La
hipótesis que aquí se plantea es, qué son las ciudades y sobre todo sus nuevos
espacios periurbanos los que cumplen ese papel, ya no una sola ciudad, sino el
sistema urbano regional en su conjunto. Que esas ciudades integren funcio-
nalmente o no un sistema o bien, como se señala en la literatura reciente, una
red, depende fundamentalmente de la tecnología de intercomunicación entre
ellas, lo cual no será abordado aquí.
Para asomarnos a la nueva dimensión de la ruralidad en la fase de la ur-
banización difusa, se iniciará la revisión del enfoque convencional sobre este
tema. Importa saber si las áreas rurales son las más dispersas y su gente vive
en ciudades pequeñas, y sobre ese resultado reinterpretar lo que sucede con las
áreas que cambian de categoría rural-urbana. En tercer término, se explora el
papel que la especialización económica juega en ese cambio de estatus dentro
de una amplia franja periurbana y para terminar se pondera si la difusión iden-
52 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

tificada lleva al sistema urbano regional hacia una distribución mejor reparti-
da en el territorio. Empecemos con la dispersión rural.

La dispersión rural ¿en verdad la población rural vive en localidades


“pequeñas”?

Al contrario del nivel de urbanización, el índice de dispersión permite una lec-


tura de la distribución espacial de la población considerada como rural. En el
enfoque convencional de oposición campo-ciudad, la población rural “tiende”
a ubicarse en forma dispersa y, por lo tanto, a alcanzar un menor peso jerár-
quico en el sistema regional.
Por el contrario, bajo el supuesto de la urbanización difusa, la dispersión no
necesariamente significa el polo opuesto de la urbanización sino, paradójica-
mente, el lugar por excelencia de las nuevas formas de ocupación del territorio.
Los pobladores que habitan en lugares “rurales” dentro del área de influencia
de un “lugar central fuerte” (la corona regional, en este ensayo), forman parte de
esa centralidad,5 si bien todavía falta precisar el significado preciso de ese “for-
mar parte”. Los estudios cualitativos sobre las transformaciones de esa nueva
ruralidad (Arias, 2005; Ramírez, 2005), explican en gran medida el sentido
sociológico de la interacción de los espacios cuasi rurales con los urbanos, pero
sin poner a jugar al espacio como parte de la explicación, como se hace aquí.
La interdisciplina tiene todavía mucho camino por recorrer.
El índice de Demangeon es adecuado para medir la dispersión y lo hace
para cada municipio.6 Los resultados del índice se interpretan a partir del su-

5 Una parte muy desigual, pues esa característica ha sido utilizada como justificación de

los bajos niveles de servicios públicos con que generalmente cuentan estos lugares. “Espe-
ren a ser urbanos (a tener el “umbral”), y entonces tendrán derecho a sus servicios”. Con
nuestro enfoque, es posible una nueva lectura de la segregación socio-espacial, lo cual no
ha sido abordado por nuestro grupo.
6 El índice de dispersión de Demangeon se calcula de acuerdo con la siguiente fórmula:

K = ((E * NK) /T )Da


en donde:
E = es la población total “dispersa” (en este ejercicio, las menores a 10 mil habitantes);
N = el número de entidades dispersas; T = la población total del municipio (Palacio
et al., 2004:109-110). Para este ejercicio se ajustó el índice de acuerdo con la distancia
real (por carretera) de los municipios “dispersos” según su distancia a la zona metropo-
litana más cercana, en donde Da es la distancia ajustada.
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 53

puesto de que, a mayor valor del índice es mayor la dispersión y menos urbano,
y viceversa, a menor valor del índice, menor dispersión y más urbano.
En el caso de la Región Centro, los valores muy alto, alto y medio (que
bajo el enfoque convencional serían los “más rurales”, es decir, “más disper-
sos”, representan la quinta parte (21.4% o 6.7 millones de personas) de la
población regional, de los cuales la mitad (10%) está en la corona regional en vez
de la periferia como cabría esperar bajo el enfoque tradicional (Cuadro 4).
Adicionalmente, un pequeño porcentaje (2.8%) de 16 municipios con
alta dispersión, esto es, supuestamente “muy rurales”, paradójicamente está
“dentro” de la ZMVM, lo que avala la preocupación de Connolly y Cruz
respecto a la importancia de esta población considerada sin más, como “me-
tropolitana“ (son 886 mil personas, una cantidad nada despreciable). En el
otro extremo geográfico y social, la mayor parte (55.5%) de la población
menos dispersa o más urbana está dentro de la ZMVM (consistente con el
modelo centro-periferia), pero ese mismo tipo de población llega a 16.7%
en la corona y a 27.8% en la periferia, lo que ya no es tan consistente con
aquel esquema.
El siguiente paso es saber si los pobladores rurales viven en localidades
pequeñas, como se afirma en el esquema dicotómico. Para ello se reagrupó la
base de datos anterior, ahora por rango de población, de acuerdo con su índi-
ce de dispersión (Cuadro 5). De este análisis se puede deducir que el supuesto
de que la población rural habita principalmente en localidades pequeñas es, al
menos, impreciso:

Cuadro 4. Índice de dispersión rural (Demangeon), 2000, ajustado

Rango Región Centro ZMCM Corona Periferia


Mpios. Pob. Mpios. Pob. (%) Mpios. Pob. (%) Mpios. Pob. (%)
(miles)
Muy alto 22 1 016.1 11 1.70 11 1.52
Alto 58 2 085.0 2 0.19 28 3.93 28 2.50
Medio 128 3 645.8 14 2.62 48 4.38 66 4.56
Bajo 150 3 612.7 13 2.55 44 4.78 93 4.13
Muy bajo 174 21 172.6 46 52.98 59 11.89 69 2.27
Total 532 31 532.2 75 58.3 190 26.7 267 15.0
Fuente: cálculos propios con base en INEGI, 2001.
Cuadro 5. Índice de Dispersión por rango de población

Población Índice de Dispersión (número de municipios) Densidad


Rango de No. de
promedio
población municipios Total Urbana Rural (%) Muy bajo Bajo Medio Alto Muy alto (hab/km 2)
(miles) (%)
<2.5 mil 21 30.4 0.0 100.0 19 2 52.8
2.5-5 mil 53 206.8 0.0 100.0 25 20 7 1 181.9
5-10 mil 105 781.6 0.0 100.0 32 41 27 2 3 200.3
10-15 mil 79 983.5 0.0 100.0 28 26 15 7 3 213.3
15-25 mil 90 1 724.4 7.7 92.3 14 27 31 13 5 242.2
25-50 mil 86 3 042.3 24.0 76.0 11 22 27 22 4 292.2
50-100 mil 50 3 501.9 48.6 51.4 11 6 18 11 4 642.1
100-250 mil 20 3 357.8 68.1 31.9 7 5 3 2 3 1 467.5
54 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

250 mil-1 millón 23 10 699.0 96.4 3.6 22 1 7 370.4


1-2 millones 5 7 204.5 98.9 1.1 5 12 070.3
Total 532 31 532.1 70.7 29.3 174 150 128 58 22 727.2
Fuente: cálculos propios con base en INEGI, 2001.
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 55

i) 25% de los municipios “rurales” (de menos de 15 mil habitantes) tie-


nen una dispersión de media a muy alta, es decir, que la mayoría (75%)
tiene una dispersión característicamente urbana;
ii) en los primeros rangos “urbanos (de 15 a 100 mil habitantes) la cuarta
parte de sus municipios tiene de media a muy alta dispersión o sea
rural;
iii) sólo a partir del umbral de los 100 mil habitantes la dispersión vuelve a
comportarse de acuerdo con el modelo tradicional, excepto en el rango
de 100 a 250 mil en donde 40% de sus municipios es muy dispersa.

Por lo anterior, se sabe que los municipios rurales no son necesariamente


los más dispersos ni ocupan las localidades más pequeñas, lo siguiente es re-
visar si eso se relaciona con el cambio de categoría, “normalmente” hacia un
mayor estatus urbano. Se tendrá que rehacer la base de datos para identificar
el cambio de categoría rural-urbana y relacionarla con la especialización eco-
nómica, la explicación más usual.

Cambio de categoría rural-urbana y especialización económica

En los enfoques tradicionales, la transición rural urbana se establece de acuer-


do con rangos de población convencionales, los más comunes, en contextos
como el nuestro, ubican a la ruralidad en municipios con una población menor
a los 10 mil habitantes, los de la transición, entre los 10 mil y 15 mil pobladores
y consideran urbanos a todos los que sobrepasan esta cifra (Unikel et al., 1978).
Investigaciones recientes, incluso, cifran el límite urbano arriba de diez mil
habitantes al efectuar el análisis por localidad y no por municipio (Gutiérrez
y González, 2001). Pero, incluso bajo el enfoque convencional, el dinamismo
de la difusión aparece como un proceso inusitado: en la Región Centro casi la
mitad (44%) de los municipios cambiaron su categoría entre 1970 y 2000, lo
que involucró a un poco más de 12 millones de personas (38% de la población
total de la región), mientras que los que permanecieron rurales fueron apenas
2.8 millones. También fue notable el elevado volumen del cambio en el rango
jerárquico más bajo (de rural a mixto rural) que abarcó casi la mitad de los
municipios que cambiaron de categoría en donde habitan casi dos millones de
personas (Cuadro 6 y Figura 2).
De acuerdo con el enfoque propuesto, esta forma de ver la difusión es
consistente con la espacialidad que adoptan los municipios que cambiaron
56 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

de categoría,7 pues la mayor parte (174) está dentro de la corona. Es probable


que aquellos municipios dinámicos fuera de la corona (60), representen nodos
emergentes en la extensa periferia regional, más vinculados con otros lugares
centrales de las regiones vecinas que con sus propios centros regionales.
La explicación del dinamismo rural-urbano suele descansar en la especia-
lización económica. Para este ejercicio, la especialización se estimó de acuerdo
con el método de tipificación probabilística desarrollado por Propin y Thürmer
(1986), que consiste en realizar una diferenciación tipológica de los territorios,
considerar su repetitividad, y establecer una jerarquía territorial.8
Para el 2000, casi la mitad (28) de las 54 pequeñas ciudades de la región
(apenas rebasaron los 15 mil habitantes, sin contar, por supuesto, a las once
metrópolis regionales), tenían a los servicios y a la industria como actividad
económica predominante. La otra mitad muestra una diversidad económi-
ca (6) y un pequeño número se especializa predominantemente en agricultura (4),
agricultura combinada con servicios (2) o incluso, industria con agricultu-
ra (3), (Cuadros 7 y 8; Figura 2).
Como se puede observar en la Figura 2, no sólo las localidades especia-
lizadas en actividades “urbanas” están en los municipios que cambiaron de
categoría de rural a urbana sino también las otras nueve ciudades pequeñas
especializadas. Estas ciudades “atípicas” (que tal vez habría que llamar “ciu-
dades rurales” para acentuar más su peculiaridad) se ubican en medio de clusters
de los municipios más dinámicos o bien “cerca” de ellos y, por ello, es factible
suponer que existe una correlación entre su dinamismo y especialización.
Hasta aquí las teorías clásicas de la urbanización (la ciudad es, por defi-
nición, opuesta a lo rural), aun proporcionan una parte de la explicación de ese
dinamismo, a condición de considerar la noción de una secuencia (no lineal,
es claro), en la evolución de las ciudades, en donde su tamaño se correlaciona
con su especialización económica. Esta secuencia va de la pequeña ciudad
7 En este ensayo se consideran sólo aquellos municipios urbanos que tienen, al menos, una

localidad de más de 15 mil habitantes.


8 Se calcula el porcentaje de población ocupada en cada sector económico por localidad y

el resultado se clasifica en rangos de acuerdo con la preeminencia de uno u otro sector. El


valor cuantitativo se sustituye por un código, para facilitar el manejo de la base de datos
y se aplica una matriz de correlación para organizar el conjunto de localidades en “nubes
tipológicas”. Las agrupaciones se establecen de acuerdo con el criterio de “cercanía” con
el centro, el primero a una distancia al centro de un solo valor, el segundo de dos valores
y así sucesivamente. Se buscan todas las combinaciones posibles hasta que la totalidad
de códigos queden vinculados con algún centro y establecer las nubes tipológicas que, en
este caso, se refieren a la especialización económica (Ibid.).
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 57

Cuadro 6. Cambio de Categoría rural-urbana 1970-2000

Total Región Centro Localización respecto


Cambio de categoría a la corona (municipios)
rural-urbana Municipios Población Dentro Fuera
(miles)
Rural-Mixto rural 100 1 979.2 69 31
Mixto rural-Mixto urbano 19 485.5 12 7
Rural-mixto urbano 23 675.9 15 8
Mixto urbano-Urbano 21 2 399.6 20 1
Mixto rural-Urbano 50 4 675.1 40 10
Rural-Urbano 21 1 898.6 18 3
subtotal 234 12 113.9 174 60
Permanece rural 255 2 867.5 54 201
Permanece mixto-rural 9 298.9 7 2
Permanece urbano 34 16 251.9 30 4
Total 532 31 532.1 265 267
Fuente: cálculos propios con base en SIC, 1972; INEGI, 2001.

especializada en actividades agrícolas, a la siguiente fase de concentración,


primero urbana y luego metropolitana para llegar, por último, a la fase de las
“metrópolis maduras” con base en la terciarización económica en la que se
soporta la urbanización difusa (Suárez Villa, 1988; Ruiz Chiapetto, 1999).
En este estudio, es de suponer que la especialización incipiente de las ciu-
dades pequeñas fortalezca en el mediano plazo –los próximos 10 o 15 años–,
su potencial como lugares alternativos estratégicos para la descentralización
intraregional, a una escala inédita hasta ahora, y consoliden su categoría como
lugares centrales, actualmente abajo del sexto rango jerárquico (SEDESOL,
2001) después de la Ciudad de México y las metrópolis regionales.
Nuevamente es posible constatar la preeminencia de la corona regional
como lugar privilegiado de la dinámica rural-urbana, pues sólo 14 de las 43
pequeñas ciudades están fuera de ella aunque muy cerca, con excepción de
cuatro (Tehuacán, Teziutlán, Huehutla y Zaculatipan) que tal vez se relacio-
nen más con otros lugares centrales en las regiones vecinas. Ahora bien, ¿es
azarosa esta reestructuración económica, aun “dentro de la corona regional?
¿O sigue algún patrón espacial definido?
58 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

Figura 2. Dinámica rural-urbana en la Región Centro de México, 1970-2000.


Cuadro 7. Especialización económica en ciudades pequeñas y zonas metropolitanas, Región Centro, 2000

Especialización Núm. de Localidades Población, 2000 Sector Económico


económica localidades (miles de
habitantes) I II III I II III
Total Ocupada Miles de personas Porcentaje
Agrícola 4 Axochiapan, Ciudad 87.7 29.9 8.3 6.2 15.0 32.8 18.9 47.1
predominante Serdán, Los Reyes de
Juárez, Xicotepec de
Juárez
Agrícola con 2 Tezontepec 41.5 14.1 3.7 2.8 7.3 25.6 20.2 52.3
servicios de Aldama,
Tlaquiltenango
Diversificada 6 Mixquiahuala, 151.0 53.0 4.6 14.5 31.9 10.6 27.4 60.0
Tenancingo de
Degollado, Tenango
de Arista, Yautepec de
Zaragoza, Zacatepec
de Hidalgo, Acatzingo
de Hidalgo
Industria con 3 Acajete, Ajalpan, Santa 61.4 20.7 3.9 10.7 5.8 20.0 49.6 29.3
agricultura María Moyotzingo
Industria 9 Apan, Cuautepec de 263.0 95.8 7.6 37.9 48.5 8.3 40.5 49.5
predominante Hinojosa, Tepeji de
Ocampo, Zacualtipan,
Santa Rosa Treinta,
Huejotzingo, San
Martín Texmelucan
de Labastida,
Calpulalpan,
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 59

Huamantla
Continuación cuadro 7
Servicios 19 Actopan, Huejutla de 546.9 191.9 13.1 46.1 128.4 6.2 24.1 67.3
predominante Reyes, Ixmiquilpan,
Progreso, Ciudad
Sahagún, Tula de
Allende, Atlacomulco
de Fabela, Capulhuac
de Mirafuentes,
Ixtapán de la
Sal, Tejupilco de
Hidalgo, Santiago
Tianguistenco, Valle de
Bravo, Jojutla, Atlixco,
Huauchinango,
Izucar de Matamoros,
Tecamachalco,
Tepeaca, Zacatlán.
Subtotal 43 1 151.5 405.4 41.2 118.2 236.9 17.2 30.1 50.9
60 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

ciudades
pequeñas
Subtotal 11 23 939.4 9 086.5 196.4 2 535.7 6 033.7 7.5 34.0 56.1
Zonas
metropolitanas
Total 54 25 091.0 9 491.8 237.6 2 653.9 6 270.6 12 32 53
Fuente: INEGI, 2001.
Cuadro 8. Especialización económica en zonas metropolitanas, Región Centro, 2000

Población, 2000 Sector Económico


Núm. de (miles de
Especialización Zona
municipios por habitantes) I II III I II III
económica Metropolitana
ZM
Total Ocupada (Miles de personas) Porcentaje
Diversificada 2 ZM Cuautla 222.7 78.7 12.8 17.4 47.1 16.3 22.1 59.9
Industria con 5 ZM Tehuacán 278.6 107.4 10.9 49.7 45.4 10.1 46.2 42.2
agricultura 3 ZM Teziutlán 133.2 48.5 7.9 23.0 17.0 16.3 47.4 35.2
14 ZM Toluca 1 471.1 492.2 24.2 177.9 271.3 4.9 36.1 55.1
Industria 11 ZM Tlaxcala 267.3 95.6 7.8 36.7 48.8 8.2 38.4 51.0
predominante 2 ZM Tulancingo 148.5 55.9 3.4 18.4 33.2 6.0 32.9 59.5
5 ZM Apizaco 137.1 47.1 5.1 17.1 24.1 10.8 36.2 51.1
75 ZMCM 18 396.7 7 090.0 87.2 1 844.7 4 893.2 1.2 26.0 69.0
Servicios 20 ZM Puebla 1 837.2 670.3 24.2 240.3 387.7 3.6 35.8 57.8
predominante 6 ZM Cuernavaca 759.6 285.7 11.8 82.8 182.9 4.1 29.0 64.0
2 ZM Pachuca 287.4 115.1 1.1 27.9 82.9 1.0 24.2 72.0
Total 145 23 939.4 9 086.4 196.4 2 535.7 6 033.7 7.5 34.0 56.1
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 61

Fuente: INEGI, 2001.


62 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

Agrupación de municipios con industrialización de espacios rurales

Uno de los factores presentes en la urbanización difusa más interesantes y


menos estudiados es el de la industrialización de espacios rurales, si bien habrá
que considerar lo que aquí se presenta como una primera aproximación a un
tema sin duda muy complejo.
Tampoco es un tema nuevo y no se trata únicamente de una reproducción,
en los países de la periferia, de las primeras formas históricas de la urbani-
zación del XIX, a costa de los espacios entonces rurales, sino de un proceso
inédito a nivel mundial. Ha sido Wallerstein quien ha dado la explicación más
consistente de ello. En su opinión, para superar la crisis capitalista de larga
duración agudizada por el embargo petrolero de los años setenta, el capital
instrumentó una estrategia global orientada a dos objetivos: uno hacia la “des-
ruralización” de los espacios todavía rurales y dos, la valoración de los recursos
naturales (Wallerstein, 1999; Delgado et al., 2004).
La segunda estrategia –incorporar los recursos naturales, sobre todo agua
y bosques–, al circuito de valorización del capital, no se abordará aquí, pero
es una línea de investigación fundamental para explicar las nuevas formas de
ocupación regional que habrá que atender en futuros trabajos. Por su parte, la
desruralización representa para el capital una opción atractiva debido a los ba-
jos salarios de la fuerza de trabajo disponible, así como a la falta de experiencia
laboral, a la ausencia de una normatividad urbana y ambiental, como sucede
en las ciudades, y a los bajos costos de urbanización en los espacios todavía
rurales. Estos nuevos espacios para la industria, sin embargo, requieren estar
“cerca” de los viejos centros industriales y, sobre todo, de gestión. También re-
quieren del acceso al sistema vial de interconexión transregional. La fricción de
la distancia, ese viejo axioma de los modelos clásicos –tan despreciados como
ignorados–, sigue proporcionando una parte fundamental de la explicación
de los nuevos procesos y también exige un replanteamiento a la luz de estas
nuevas miradas sobre un espacio antiguo.
Como en México existe una casi total carencia de datos estadísticos para
identificar y cuantificar la importancia de la industrialización rural, una forma in-
directa, pero muy ingeniosa, fue sugerida por Graizbord y Molinatti (1995), la
cual consiste en identificar aquellos municipios que “debían” ser considerados
como “rurales” –porque tienen menos de 10 mil habitantes–, pero que tuvie-
ron un crecimiento, de población económicamente activa, en manufactura y
servicios. En trabajos anteriores se ha estimado el cociente de localización
industrial de los municipios rurales y su diferencia de empleo entre 1986 y
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 63

1994 para identificar la industrialización rural en 122 municipios (35% de los


considerados como “rurales”) que tuvieron un cociente mayor de 1 y otros 31
municipios más alcanzaron un valor de más de 2. Se debe subrayar que en ese
ejercicio no se incluyen los datos correspondientes a las ocho zonas metropo-
litanas existentes en la región y que sólo se consideraron los cuatro subsectores
industriales “exitosos” en la región (Delgado, 2003b:103-106).9
El rasgo más notorio de los municipios de la “industrialización rural” es
que rebasan ampliamente la delimitación anterior de la corona y se despliegan
prácticamente por toda la Región Centro, más allá de los 100 km alrededor de
la Ciudad de México. En segundo término se puede constatar que se organi-
zan en agrupaciones de municipios contiguos que, sin excepción, rodean a las
43 ciudades pequeñas especializadas de la región (Ibid.:107).
La identificación ex ante de agrupaciones de municipios es tentativa y hace
falta –además de otro cambio de escala, ahora hacia un escalón intermedio en-
tre lo municipal y lo estatal–, un intenso trabajo de campo para determinar si
existen relaciones funcionales entre ellos; entre ellos y las pequeñas ciudades,
o entre ellos y las metrópolis regionales y la Ciudad de México o una combi-
nación de todo ello.10 Las agrupaciones identificadas han sido agregadas de
acuerdo con criterios convencionales propios de la “región de planeación” bajo
los siguientes supuestos:

a) todos los municipios que rodean a uno o varios lugares centrales de 3ª


y 4ª orden pertenecen a la agrupación;
b) forman parte de la agrupación aquellos municipios no contiguos pero
que se encuentran enlazados a una pequeña ciudad o a un centro re-
gional, por una carretera principal;
c) se ha trazado, convencionalmente, una frontera entre municipios in-
dustriales contiguos cuando tienen lugares centrales en ambos lados.
Cuando no se tiene la certeza del lugar central al que pertenece un
municipio determinado, se considerará como “municipio límite”,

9 Los cuatro subsectores económicos más dinámicos de la región, de los cuales dos están

directamente vinculados a la producción agropecuaria, son: a) Alimentos, Bebidas y Ta-


baco, b) Textiles, Ropa y Cuero, c) Química y Petroquímica y d) Productos Metálicos,
Maquinaria y Equipo (Aguilar y Santos, 1998).
10 Existen algunos trabajos que plantean formaciones regionales de este tipo. Rosales

(2002) plantea la formación de un distrito industrial en el ámbito microregional de Tlax-


cala, que aprovecha la experiencia histórica de la fuerza de trabajo, las redes de subcontra-
tación y la cercanía entre las distintas localidades y municipios (clusters).
64 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

cuya pertenencia a uno u otro lugar se determina sólo con trabajo de


campo.

Como ejemplo de estos probables conjuntos, se presentan tres de los más


claramente formados en la región, a reserva de ahondar en trabajos futuros en
esa veta de investigación. Las tres agrupaciones subregionales periurbanas (ASP)
identificadas son las siguientes:

i) La primera, la ASP del Valle del Río Necaxa que tiene a Tulancingo
como lugar central, cuatro ciudades pequeñas especializadas (126 mil
pobladores en total) y diez municipios “rurales” con medio millón de
habitantes, con una distancia promedio al centro de 53 km.
ii) La segunda ASP del Valle del Mezquital con centro en Mixquihuala y
cinco ciudades pequeñas (123 mil personas en conjunto) y 12 munici-
pios con 490 mil personas a 50.4 km de distancia promedio al centro.
iii) La tercera, la ASP del Valle de Tepeca cuyo lugar central fuerte es la aglo-
meración de Puebla-Tlaxcala que agrupa a otras cinco ciudades (120
mil personas) y nueve municipios con 300 mil pobladores y 60.4 km al
centro (Cuadro 9 y Figura 3).

Aunque es interesante la simplicidad y consistencia de un cierto “patrón”


en las agrupaciones, no se pueden considerar esas cifras de población y distan-
cia como una regla, sino sólo como indicativos de las nuevas formas de estruc-
turación del territorio. De nueva cuenta, este primer resultado contradice to-
talmente los enfoques tradicionales que suponen que en un municipio “rural”,
su fuerza de trabajo se dedica, principalmente, a las actividades del campo.
La única explicación posible es la que sugirieron acertadamente Graizbord y
Molinatti, esto es, que esos municipios alojan a una población commuter, que
labora en otro lado; o bien, como sugieren nuestros datos, que estamos frente
a un proceso incipiente de industrialización en áreas rurales.
Ahora bien, hasta ahora se ha visto que la población “rural” de la co-
rona no es la más dispersa, ni habita en localidades pequeñas, ni se dedica
principalmente a las actividades primarias, por el contrario, parece mostrar
una tendencia a conformar aglomeraciones alrededor de las ciudades pequeñas
especializadas. ¿Significa eso que se avanza hacia una redistribución regional
más equilibrada como supone, tal vez inútilmente, la planeación normativa
del país o bien apunta a una nueva reconcentración ahora a una escala geográ-
fica inusitada, como sugiere el planteamiento de la corona regional?
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 65

Cuadro 9. Agrupaciones subregionales

Lugar Ciudades pequeñas especializadas Municipios del periurbano local


central Nombre Población, Nombre Población,
2000 2000
Tulancingo de Bravo 122 274
Cuautepec de Hinojosa (2) 15 697 Cuautec de Hinojosa 45 110
Huachinango (1) 46 671 Huachinango 83 537
ZM Xicotepec de Juárez (6) 35 385 Xicotepec de Juárez 70 164
Tulancingo Zacatlán (1) 28 773 Zacatlán 69 698
(2) Chignahuapan 49 266
-Población: Santiago Tulantepec 26 254
148 528 Acaxotitlán 36 978
Naupan 9 613
Juan Galindo 9 301
Ahuazotepec 9 087
Total 4 126 526 11 531 282
Acajete (3) 16 608 Acajete 49 462
Tepeaca (1) 22 940 Tepeaca 62 651
ZM Acatzingo de Hidalgo (4) 20 577 Acatzingo 40 439
Puebla (1) Los Reyes de Juárez (6) 15 757 Los Reyes de Juárez 20 849
ZM Tecamachalco (1) 24 108 Tecamachalco 59 177
Tlaxcala (2)
-Población: Ciudad Serdán (6) 20 340 Chalchicomula de Sesma 38 711
2 104 476 San Salvador Huixcolotla 10 631
Quecholac 38 649
Cuapiaxtla de Madero 6 583
Total 6 120 330 9 327 152
Tula de Allende 86 840
Tepeji de Ocampo (2) 31 221 Tepeji del Río de Ocampo 67 858
Tezontepec de Aldama (5) 23 903 Tezontepec de Aldama 38 718
Mixquihuala (4) 21 453 Mixquihuala de Juárez 35 065
Tula de Progreso (1) 15 701 Progreso de Obregón 19 041
Allende (1) Ixmiquilpan (1) 30 831 Ixmiquilpan 75 833
-Población: Jilotepec 68 336
26 881 Soyaniquilpan de Juárez 10 007
Chilcuautla 15 069
Zimapán 37 435
Tlaxcoapan 22 641
Tlahuelilpan 13 936
Total 5 123 109 12 490 779
(1) Servicios predominante, (2) Industria predominante, (3) Industria con agricultura, (4) Diversi-
ficación, (5) Agrícola con servicios y (6) Agrícola predominante.
66 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

Figura 3. Coremas de los


agrupamientos subregionales.
ASP. Del Valle
del río Necaxa
Xicotepec
Huachinango ASP. Del Valle Ixmiquilpan
ZM Tulancingo
del Mezquital
Mixquihuala
Cuautepec Progreso
Tezontepec

Zacatlán Tula

Tepeji

ASP. Del Valle


ZM Puebla del Tepeaca
Acajete

Acatzingo Ciudad Serdan


Tepeaca Los reyes de Juárez

Tecamachalco

Especialización de ciudades

Áreas urbanas consolidadas Servicios predominante

Espacio periurbano de fuerte Industria predominante


cambio rural/urbano

Industria con agricultura


Espacio rural

Diversificación

Nodo central especializado


en servicios Agrícola con servicios

Eje articulador Agrícola predominante

¿Urbanización difusa o concentración ampliada? Distribución espacial


de las ciudades en el largo plazo 1930-2000

Hasta ahora los datos expuestos parecen sustentar con cierta certeza que es-
tamos frente a un proceso de urbanización difusa en un radio de aproxima-
damente 100 km alrededor de la Ciudad de México en la que coexisten diná-
micas que pueden ser atribuidas a factores “urbanos” (a través del concepto de
“corona regional”) tanto como “rurales”.
Para averiguar las características de la distribución territorial que adopta
un sistema urbano regional, el índice de Clark-Davies (Rn) es útil para deter-
minar las regularidades en cuanto a la distribución que adoptan las ciudades
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 67

en una región determinada y que, en apariencia, presentan una distribución


aleatoria.11
El valor del índice Rn oscila entre 0 y 2.15. Cuando el valor es igual a cero
o tiende a cero, se trata de una distribución totalmente concentrada y todos
los asentamientos estarían prácticamente sobrepuestos. Si el valor es de 2.15
la dispersión de las localidades es uniforme. Esto es, ningún asentamiento
está particularmente cercano a otro, sino que la distancia entre cada uno y el
más próximo a él es la mayor posible en ese territorio. Los valores cercanos
a uno indican una conformación aleatoria, ni concentrada ni homogénea. La
mayor utilidad del índice es cuando se cuenta con varias estimaciones de su
valor, pues así se puede advertir si una región determinada se aproxima a una
distribución homogénea o hacia una concentrada.

R n = 0 R n =1 R n = 2.15

En el caso de la Región Centro, en 1930 el sistema urbano regional estaba


formado por la Ciudad de México, Toluca, Puebla, Pachuca y Querétaro; para
1940 se agregan dos ciudades: Atlixco y Tehuacán, ambas cercanas a Puebla,
en 1950 Cuernavaca y Tulancingo aparecen, en 1960 se agregan Apizaco e
Izúcar, para 1970 hay que agregar a Texcoco, Atlixco, Zacatepec, Huachinan-
go, Teziutlán y Apizaco. Para el 2000 se agregan otras 48 localidades (Figura
4 y Cuadro 10).
Es de notar que el índice disminuye a todo lo largo del período, de 1.61 a
1.54, con excepción de 1960 y 1970 cuando pasó a 1.35 y luego a 1.41, arriba
del valor intermedio de uno (1). Avanzó hacia una formación más concentrada
espacialmente, a pesar de la tendencia identificada en el sistema urbano nacio-
nal hacia una estratificación más repartida (Sobrino, 1999). Es decir, estamos
ante un sistema urbano regional que reestructura su alta primacía repartiendo
población hacia sus rangos intermedios pero que, en el caso de la Región Cen-
tro, al mismo tiempo aumenta su concentración espacial.

11La fórmula del Índice Clark-Davies (Rn), es la siguiente: (Palacio-Prieto et al.,


2004:116-117)
Rn = 2 d \/ N/S
Donde:
d = Distancia promedio de cada asentamiento con respecto al más próximo en un territorio.
S = Superficie del territorio.
N = Número de asentamientos.
1930 1940 1950 1960

Pachuca Pachuca
Pachuca Tulancingo Tulancingo
112.4 km Pachuca 112.4 km 45.4 km 45.4 km
Ciudad de Ciudad de Ciudad de
México México México Apizaco
59.5 km 99.5 km 99.5 km
Ciudad de 53.8 km
161.8 km Toluca Toluca Toluca
México 35.3 km Puebla 35.3 km Puebla 85.9 km 35.3 km Puebla
129.1 km 85.9 km 129.1 km 129.1 km
Atlixco Cuernavaca Atlixco Cuernavaca Atlixco
Toluca 39.3 km
Izúcar Tehuacán
Puebla Tehuacán Tehuacán

2
Rn = 2 x d √ (N/S) Rn = 2 x 129.1 √ (6/86721 km ) Rn = 2 x 70.2 √ (8/86721 km2) Rn = 2 x 65.5 √ (10/86721 km2)
Rn = 2 x 118.3 √ (4/86721 km2) Rn = 1.42 Rn = 1.35 Rn = 1.41
Rn = 1.61

Jerarquía, 1970 Población total, 2000


ZMCM (1)
1 a 1 (1) 1 millón a 2 millones (2)
0.144 a 1 (1) 250 mil a 1 millón (4)
68 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

0.045 a 0.144 (4) 100 mil a 250 mil (4)


0.035 a 0.045 (6) 50 mil a 100 mil (2)
ZM
Pachuca 0.025 a 0.035 (8) Pachuca 25 mil a 50 mil (16)
Huachinango 15 mil a 25 mil (25)
Tulancingo
Teziutlán
Ciudad de Límite estatal Límite estatal
Texcoco Apizaco ZMCM ZM
México
Huamantla Autopista Tlaxcala Límite Corona Regional
ZM
Toluca Toluca Autopista
Ameca
Cuernavaca Puebla ZM ZM
Atlixco Rn = 1.58 Cuernavaca ZM Puebla Rn = 1.54
Cuautla
Zacatepec Izúcar de ZM
Matamoros Tehuacán Tehuacán

Figura 4. Índice Clark-Davies (Rn) para localidades de más de 15 mil habitantes en la Región Centro de México. 1930-2000.
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 69

Cuadro 10. Distribución espacial de las localidades urbanas de la Región Centro,


1930-2000

Año Pares de ciudades Distancia al Distancia Índice de


vecino más promedio Clark-
cercano Davies
Ciudad de México Toluca 99.5
1930 Pachuca 112.4 118.3 1.61
Pachuca Puebla 161.8
Puebla Atlixco 35.3
1940 85.2 1.42
Tehuacán 129.1
Toluca Cuernavaca 85.9
1950 70.2 1.35
Pachuca Tulancingo 45.4
Atlixco Izúcar 39.3
1960 65.5 1.41
Puebla Apizaco 53.8
Ciudad de México Texcoco 58.0
Ameca 62.1
Tulancingo Huachinango 47.6
1970 58.0 1.58
Cuernavaca Zacatepec 33.5
Tezihutlán Huamantla 139.9
Apizaco Huamantla 32.8
2000 54 Ciudades 54 Ciudades 30.8 1.54
Fuente: elaboración propia con base en CONAPO (1994), SEN-DGE (1948), SE-DGE (1953),
SIC-DGE (1963 y 1973), INEGI (1996).
SEN: Secretaría de Economía Nacional; SE: Secretaría de Economía; SIC: Secretaría de Industria
y Comercio; DGE: Dirección General de Estadística; INEGI: Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática; CONAPO: Consejo Nacional de Población.

También se debe subrayar que en el lapso considerado, de 1930 a 2000, el


país experimentó diferentes esquemas macroeconómicos pero que no cambia-
ron sustancialmente la tendencia a la concentración, e incluso, tal vez, la in-
tensificaron en el caso de la “megalópolis” con centro en la Ciudad de México
(Garza, 2000b). Se considera que el modelo económico seguido se agotó en la
década de los sesenta, pero no es evidente que la desconcentración que muestra
el índice sea reflejo de ese agotamiento. Sin embargo, se puede suponer como
Ruiz Chiapetto† (1999) ha planteado de una forma brillante, que la crisis eco-
nómica y los drásticos programas de ajuste de los ochenta desalentaron la mi-
gración a las grandes ciudades, que habrían experimentado los impactos más
fuertes de la crisis, y la población se refugió en las medias y pequeñas. Esto
70 . Javier Delgado, Carlos Galindo y Mauricio Ricárdez

también es consistente con los supuestos teóricos sobre la desconcentración


como un resultado de estrategias de redespliegue económico y de políticas
públicas específicas (Ziccardi y Martínez, 2000).
En cambio, es factible suponer que la derrama monetaria que significó
el excedente petrolero en la siguiente década, haya impulsado un poco más la
desconcentración. La reversión de esa tendencia entre setenta y ochenta, nue-
vamente hacia la reconcentración, tampoco es consistente con la política ur-
bana, pues en 1976 se instrumentó una normatividad nacional que planteaba,
por primera vez si bien formalmente, la necesidad de modificar la tendencia
concentradora. Por lo anterior, la tendencia a la reconcentración se puede con-
siderar como una característica estructural, dura, del sistema urbano regional,
difícil de revertir en el corto plazo, y sobre todo, no únicamente vinculado a
la cuestión económica.
Con base en lo anterior se pueden plantear las siguientes conclusiones:

Conclusiones

Los conceptos tradicionales de la región nodal o sistémica siguen siendo vá-


lidos –en general–, en la explicación de las fuerzas, dinámica y configura-
ción del territorio, aun en países en desarrollo, en donde, con características
propias, se presentan patrones similares a los observados en países de mayor
desarrollo socioeconómico. Lo anterior no significa que en nuestros países
se hayan alcanzado los mismos estándares de desarrollo económico o en la
calidad de vida de sus habitantes, en donde, por el contrario, se siguen presen-
tando fuertes carencias y rezagos.

1. En particular, hay que subrayar que los lugares centrales –zonas me-
tropolitanas, centros urbanos–, siguen siendo los principales organi-
zadores del hinterland que les rodea. En el caso de México, asistimos a
una difusión urbana en un amplio espacio periurbano que alcanza no
sólo a ciudades medias y pequeñas, sino también –rasgo inédito en la
historia urbana nacional–, a un numeroso grupo de municipalidades
rurales, que prefiguran futuros espacios de la urbanización.
2. Estos racimos de municipios rurales en donde se han identificado in-
dicios de una industrialización incipiente, tienen como características
principales: i) consolidarse alrededor de otros centros urbanos peque-
ños, pero que alcanzan ya una especialización económica particular;
La difusión de la urbanización o cómo superar la dicotomía rural-urbana . 71

ii) estar articulados a los lugares centrales regionales principalmente


a través de las carreteras principales, y iii) que por la extensión de la
difusión, se alcanzan ya los límites de la región de planeación.

Agradecimientos

Agradecemos al doctor Manuel Suárez sus valiosos comentarios, en especial


sobre la interpretación del segundo componente del ICUR. El primer apartado
forma parte de la tesis de Ricárdez (2005) y los apartados 2 y 3 de la tesis
de Galindo (2006). En su forma actual el texto es inédito y forma parte del
proyecto CARL, Interfase rural-urbana en la Cuenca Alta del Lerma. Hacia una
metodología unificada de ciencias ambientales y sociales (CONACYT-SEMARNAT
01430) que se elabora en el Instituto de Geografía de la UNAM.

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Diversidad y especialización económica
en el subsistema de ciudades de la Región Centro
Luis Jaime Sobrino
Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano,
El Colegio de México, México.

En el campo de los estudios urbano-regionales, el tema de la estructura eco-


nómica de las ciudades es necesariamente complejo e intenta responder, al
menos, cinco preguntas fundamentales: i) ¿por qué existe diversificación y es-
pecialización interurbana?; ii) ¿cuáles son las ventajas y desventajas de la espe-
cialización y diversificación local?; iii) ¿cómo cambia la estructura económica
intraurbana en el tiempo?; iv) ¿cómo se relaciona la composición sectorial de
las ciudades con su evolución demográfica y económica?, y v) ¿cómo repercute
la organización de las actividades económicas por subsistemas de ciudades en
la marcha de la economía nacional?
El objetivo de este documento consiste en avanzar en el conocimiento
sobre las interrogantes antes mencionadas, adoptando como caso de estudio el
subsistema de ciudades de la Región Centro del país (RCP). Para lo anterior, se
utiliza como variable de estudio la composición sectorial de la demanda ocu-
pacional de los subsectores industrial, comercial y de servicios en el período
1980-1998. En primer lugar se presenta una breve descripción de las propues-
tas teóricas sobre la estructura económica de las ciudades. En segundo lugar
se analiza la dinámica poblacional y el cambio en la participación económica
de la RCP. En tercer lugar se describen algunos resultados empíricos de la
estructura ocupacional de las áreas urbanizadas que conforman el subsistema
de ciudades de la RCP.

Perspectiva conceptual sobre la estructura económica de las ciudades

El patrón de distribución de las actividades económicas en las economías de mer-


cado se caracteriza por una elevada concentración que se manifiesta de tres
76 . Luis Jaime Sobrino

maneras: i) concentración de la producción en pocas unidades productivas


(concentración técnica); ii) concentración de la producción en pocas ramas de
actividad (concentración sectorial); y iii) concentración de la producción en
pocos puntos del territorio (concentración territorial).
Desde el punto de vista macroeconómico, las ciudades desempeñan las
funciones de producción, distribución y consumo (Goodall, 1977:49-50). Es
decir, las ciudades tienen vocación para ello. Pero, ¿de dónde surge tal capa-
cidad para desempeñar dichas funciones? La respuesta que le han dado los
estudiosos de la teoría económica espacial es a través del concepto de econo-
mías de aglomeración, generalmente aceptado en la literatura especializada,
pero con ciertas discrepancias en cuanto a su contenido. Pueden abarcar todas
o algunas ventajas económicas que propician la concentración económica y
pueden explicar de manera integral o contribuir en parte a establecer los factores
de localización de las actividades económicas; son un tema relevante para el
estudio económico urbano pero también son difíciles de cuantificar, estimar
o medir.
Existe consenso en que las economías de aglomeración se interpretan
como la existencia de incrementos en los beneficios de las unidades económi-
cas conforme aumenta la escala de la actividad económica urbana, es decir, el
tamaño de la ciudad. Estos beneficios, o economías de escala, pueden ser tanto
internos como externos a las unidades económicas (Begovic, 1991; Carlino,
1983; Hochman, 1990; Hoover, 1937; Richardson, 1986), o solamente exter-
nos (Feser, 2002; Goodall, 1977; Mills y McDonald, 1992).
Las economías de escala internas a la unidad económica (llamada tam-
bién firma, empresa o unidad productiva) se logran por la disminución del
costo medio de producción conforme se incrementa el volumen de producción
(o existencia de rendimientos crecientes a escala). Esto se consigue tanto por
la división del trabajo como por la indivisibilidad de los otros factores produc-
tivos, lo que propicia un uso más eficiente de todos ellos. Las economías inter-
nas se relacionan con la ciudad por el hecho de que a mayor tamaño urbano,
mayor demanda por el producto. Estas economías son el factor más significa-
tivo para la concentración técnica o la concentración de la producción en pocas
unidades productivas. Dichas unidades son generalmente de gran tamaño y
se pueden agrupar en sociedades o razones sociales conformando la concen-
tración económica. Las sociedades pueden alcanzar posiciones de monopolio
tanto por el producto que ofrecen como por las áreas de mercado que abarcan.
Las sociedades que establecen mecanismos de fusión o adquisición obtienen
eslabonamientos verticales en el proceso de producción, u horizontales en los
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 77

procesos de concepción, producción y realización de bienes y servicios. Se


centralizan las actividades directas y administrativas dando lugar a la con-
formación de grupos empresariales, concentración financiera o concentración
corporativa (Sylos, 1962).
Las corporaciones tienen los siguientes rasgos característicos: i) el control
descansa en la dirección o consejo directivo constituido por los principales
funcionarios ejecutivos; ii) la dirección la detenta un grupo de personas que
se autoperpetúa; iii) cada corporación aspira, y generalmente logra, su inde-
pendencia financiera mediante la creación interna de fondos o acciones que se
cotizan en las bolsas de valores, y iv) la dirección no está sujeta al control de los
accionistas, por lo que existe una separación entre propiedad y control (Baran
y Sweezy, 1982:18-33).
Si las economías internas de escala fueran la única fuerza que afectara
el proceso de producción no sería posible explicar la concentración espacial
de las firmas. En otras palabras, si los factores productivos fueran ubicuos y
existieran rendimientos constantes a escala, las actividades económicas se dis-
tribuirían de manera uniforme en el territorio. Pero como no hay ubicuidad de
factores y existen rendimientos crecientes a escala, entonces la explicación a la
concentración espacial se logra con la introducción de las economías externas
de escala. Estas economías externas se dividen en economías de urbanización y
economías de localización.
Las economías de urbanización son externas a la unidad productiva y a la
industria. Éstas reflejan ventajas a la producción debido al tamaño de la ciudad
e inciden en la diversificación de la estructura económica local, por lo que se ha
mencionado, siguiendo los postulados de la teoría de base exportadora y de
la del lugar central, que conforme aumenta el tamaño de la ciudad, su estruc-
tura económica es más diversificada (Goodall, 1977).
Por su parte, las economías de localización son externas a la firma pero
internas a la industria; se obtienen por la concentración de firmas de una in-
dustria en una localización particular, dando paso a las aglomeraciones inter-
urbanas y a la especialización en las funciones económicas de una ciudad. De
esta manera, se puede concluir que las economías de urbanización ejercen ven-
tajas para la diversificación económica local, mientras que las de localización
jalan hacia la especialización funcional.
Las economías de aglomeración se refieren a la existencia de incrementos
en los beneficios conforme aumenta la escala de actividad debido al creci-
miento de la propia unidad productiva (economías internas) y por el desarrollo
de habilidades, oportunidades para la fácil comunicación de ideas, oportuni-
78 . Luis Jaime Sobrino

dades para incrementar la diferenciación de procesos y la especialización de


las actividades humanas (Besson, 1992). Las economías de aglomeración
no tienen su propio precio de mercado, por lo que han sido medidas por tres
vías fundamentales (Begovic, 1991:121-135; Moomaw, 1986; Richardson,
1986:233-255; Soroka, 1994):

• De manera indirecta y considerando la relación entre estructura eco-


nómica y tamaño de la ciudad. De acuerdo con esta perspectiva se ha
observado que algunas industrias se localizan en grandes ciudades,
aprovechando economías de urbanización, mientras que otras en pe-
queñas ciudades, a partir de ventajas en cuanto a la disponibilidad de
recursos, mano de obra y amenidades. No se puede hablar de una re-
lación directa entre tamaño de la ciudad y volumen de producción; es
necesario tomar en cuenta, además de las economías de urbanización,
otras variables como concentración técnica, estructura industrial, y
características del mercado de trabajo.
• A partir de ejercicios econométricos con el uso de funciones de pro-
ducción del tipo Coob-Douglas. Con estas mediciones se estiman
las economías de escala y los niveles de productividad. Esta alter-
nativa ha sido utilizada con menor frecuencia y un inconveniente es
que con la estimación de economías de escala no se puede hacer una
diferenciación entre economías internas y externas. Otro hallazgo
es que el ingreso por trabajador ocupado se relaciona positivamente
con el tamaño de la ciudad, lo que si bien puede implicar mayores
niveles de productividad, también puede mencionar "pagos com-
pensatorios" por las deseconomías que el tamaño urbano genera en
el consumo.
• Mediante la observación directa de aglomeración de actividades es-
pecíficas al interior de las ciudades y tendencias descentralizadoras;
análisis de corte intraurbano por lo que las economías presentan un
ámbito más limitado. Entre los principales resultados aparecen la ex-
plicación a la descentralización de cierto tipo de actividad industrial
por demanda de suelo, acceso a vías de transporte y tamaño del es-
tablecimiento, o también el estudio sobre aparición y desarrollo de
subcentros alternativos.

Estas aportaciones no han podido dilucidar cuál de los tres tipos de eco-
nomías de aglomeración son más importantes. Existe consenso en que las
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 79

economías de aglomeración propician la concentración espacial de las activi-


dades en pocos puntos del territorio, característica intrínseca del modo de
producción capitalista (Garza, 1985:57), y que las economías de localización
generan la concentración sectorial, caracterizada por la concentración de la pro-
ducción en pocos grupos industriales y cuya observancia en el espacio que-
da supeditada a factores generales del aprovechamiento de ventajas absolutas
para la localización interurbana y ventajas comparativas para la localización
internacional (Hirschman, 1981:184-200).
El aprovechamiento de alguna de las economías de aglomeración ha
propiciado que la estructura económica de las zonas urbanas contenga una
mayor o menor cantidad de grupos de actividad. Las actividades especiali-
zadas se denominan funciones económicas predominantes y se definen a partir
del concepto de ventajas comparativas desarrollado por David Ricardo para
explicar el comercio internacional, según el cual un territorio se especia-
lizará en la producción de bienes que consigan el menor costo de produc-
ción relativo, independientemente del nivel absoluto de costos (Ricardo,
1973:130-140). Las actividades económicas predominantes son aquéllas en
las que la ciudad presenta ventajas para su ubicación y desarrollo; estas acti-
vidades conforman el sector básico o de exportación. Si dichas actividades
son al mismo tiempo las de mayor dinámica local y nacional y/o interna-
cional, entonces ese sector básico –o parte de él– se convierte en el sector
motriz para el empuje y arrastre del crecimiento económico y demográfico
de la ciudad.
La teoría económica espacial ha desarrollado tres vertientes analíticas
para el estudio de la estructura y especialización económica de las ciudades.
La primera es de corte estático y se focaliza en la geografía dentro de la ciu-
dad, es decir, los patrones intraurbanos de localización de las actividades eco-
nómicas; adopta los criterios del modelo de Von Thünen sobre la distribución
de usos del suelo agrícola circundante a las zonas urbanas, y en general son
modelos de tipo compensatorio que toman como punto de partida una ciudad
monocéntrica y en donde la localización residencial y las actividades terciarias
está en función de la densidad de población, la distancia y la accesibilidad
(Alonso, 1970; Shieh, 2003; Standback et al., 1981).
La segunda línea también es de naturaleza estática y enfatiza las relacio-
nes entre ciudades y los patrones interurbanos de localización de las activida-
des económicas. Las premisas de pensamiento se derivan de las teorías del lu-
gar central de Christaller y Lösh y la normativa de localización industrial
de Alfred Weber, haciendo una interrelación con los postulados analíticos del
80 . Luis Jaime Sobrino

concepto de sistema de ciudades. Así, los subsistemas de ciudades se pueden


definir a partir de las funciones económicas que desempeñan las ciudades, de
las interrelaciones entre ellas y del nivel de apertura entre éstas con el resto
del país o del mundo.
Por último, la tercera corriente incorpora una dimensión temporal explí-
cita y retoma las aportaciones de la teoría de base económica, el multiplicador
de empleo y los paradigmas sobre el tamaño óptimo de la ciudad. De acuerdo
con esta perspectiva, existe una tensión entre las economías de aglomeración
asociadas con la concentración territorial en una ciudad y las deseco-
nomías asociadas al tamaño de las grandes ciudades; el efecto neto de estos
dos elementos es una función de “U” invertida en la utilidad conforme se
incrementa el tamaño de la ciudad. De esta manera, al final cada tipo de ciu-
dad tendrá un tamaño óptimo y a ese tamaño cada una producirá la misma
utilidad y el tamaño dependerá del tipo de estructura económica que tenga
(Henderson, 1974; Fujita et al., 2000).
En general, los estudios urbano-regionales sobre la estructura y espe-
cialización económica territorial, es decir, la concentración sectorial en el es-
pacio, se sustentan en cuatro supuestos fundamentales: i) existen fuerzas de
aglomeración relacionadas con las economías de urbanización (para diferentes
sectores) y de localización (para sectores específicos); estas fuerzas dan racio-
nalidad a las ciudades (en términos de eficiencia productiva) e inducen efectos
centrípetos al resto del territorio; ii) existe otro tipo de fuerzas que motivan la
dispersión territorial y que se relaciona con las externalidades o deseconomías
de aglomeración asociadas al tamaño de la ciudad; dichas fuerzas procuran
efectos centrífugos; iii) las ciudades son economías abiertas en cuanto a la mo-
vilidad de bienes y residentes, y iv) el número y localización territorial de las
ciudades se toma como una variable exógena, o por algún mecanismo para su
estudio que adopta postulados de los conceptos de sistema de ciudades (Giles
y Puga, 2000:540).

Dinámica demográfica y participación económica de la Región Centro


del país

Los países con economía de mercado se han caracterizado por la concentración


de población y actividades económicas en pocos puntos del territorio (Garza,
1985:42), siendo la RCP la más fiel imagen del enunciado anterior para el caso
mexicano. Ésta se integra por el Distrito Federal y los estados de Hidalgo,
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 81

México, Morelos, Puebla, Querétaro y Tlaxcala.1 La superficie conjunta de


las siete entidades suma 98 490 km 2, equivalentes a 5% del territorio nacional.
Su población total en 2000 fue 32.9 millones de habitantes, que representa-
ban 33.8% de la nacional. La densidad de población en la región se ubicó en
334 hab/km 2 frente a 50 al nivel nacional, por lo que su concentración demo-
gráfica relativa era siete veces superior a la nacional. Este indicador habla de la
elevada concentración demográfica imperante en el país.
La tasa de crecimiento promedio anual (TCPA) de la población nacional
entre 1980 y 1990 fue 2.02 y 1.85%, respectivamente, para la década 1990-
2000. Durante el primer período la RCP acusó una TCPA de 1.44%, para subir
a 1.99% en el segundo (Cuadro 1). Esto significa que la región mostró en los
años ochenta un menor dinamismo demográfico con respecto al país en su
conjunto, situación que se revirtió en los años noventa.
La población de la RCP era 23.5 millones de habitantes en 1980, lo que
significaba 35.2% de la nacional. Para 1990 se incrementó a 27.1 millones,
pero al tener una TCPA inferior a la nacional, su aportación disminuyó a
33.3%. Finalmente, para 2000 su población sumó 32.9 millones y su TCPA
fue superior a la nacional, por lo que su participación mejoró a 33.9%. Cabe
resaltar que para 1990, el Estado de México se presenta como la entidad con
el mayor número de habitantes, tanto a nivel regional como nacional, mientras
que para 2000 sólo Tlaxcala era menor a un millón de habitantes.
Al observar las TCPA por entidad federativa vemos que entre 1980 y 1990
el Distrito Federal tuvo un crecimiento negativo, derivado tanto por los mo-
vimientos de población intrametropolitanos de la Ciudad de México hacia
los municipios conurbados del Estado de México, como por los movimientos
migratorios hacia otras entidades federativas. Esto significa que en la década
en cuestión la Ciudad de México dejó de ser una localidad de atracción de
población migrante para convertirse en expulsora.2

1 Esta delimitación de RCP aparece en Bassols (1986) y Unikel et al. (1978). El Programa
Nacional de Desarrollo Urbano, 2001-2006 no incluye a Querétaro dentro de la Región
Centro. Sin embargo, el desarrollo industrial de sus dos principales localidades –las zonas
metropolitanas de Querétaro y San Juan del Río– ha estado muy vinculado con el creci-
miento económico de la Ciudad de México, por lo que existe una interrelación muy estre-
cha entre dichas localidades, aspecto que refuerza la tendencia a considerar a las ciudades
queretanas como más integradas al sistema de ciudades de la Región Centro del país.
2 Una estimación realizada por quien elabora este documento encontró que la expulsión

neta de población del área urbana de la Ciudad de México entre 1980 y 1990 fue de
432 287 habitantes (Sobrino, 1996:115).
82 . Luis Jaime Sobrino

Cuadro 1. Región Centro: población y tasas de crecimiento, 1980-2000

Entidad Población Tasa de crecimiento


1980 1990 2000 1980-1990 1990-2000
México 66 846 833 81 249 645 97 483 412 2.02 1.85
Región Centro 23 533 883 27 073 577 32 936 450 1.44 1.99
Distrito Federal 8 831 079 8 235 744 8 605 239 -0.71 0.44
Hidalgo 1 547 493 1 888 366 2 235 591 2.06 1.72
México 7 564 335 9 815 795 13 096 686 2.70 2.95
Morelos 947 089 1 195 059 1 555 296 2.41 2.69
Puebla 3 347 685 4 126 101 5 076 686 2.16 2.11
Querétaro 739 605 1 051 235 1 404 306 3.66 2.96
Tlaxcala 556 597 761 277 962 646 3.26 2.39
Fuente: censos generales de población y vivienda 1980, 1990 y 2000.

Por otro lado, las seis entidades restantes de la región obtuvieron una
TCPA superior al promedio nacional. El menor ritmo demográfico de la RCP
respecto al país en la década de los ochenta se atribuye, entonces, exclusi-
vamente a los movimientos migratorios del Distrito Federal, mientras que
el resto de las entidades federativas observaron un crecimiento poblacional
significativo, al tiempo de fungir como destino de una buena parte de los mi-
grantes de la capital del país.
Los cambios observados en el patrón de distribución regional de la pobla-
ción en los ochenta se mantuvieron durante los noventa, aunque con algunos
matices. Como se mencionó anteriormente, la TCPA de la RCP durante este
período superó a la nacional; el Distrito Federal tuvo ahora un incremento
absoluto en su población; Hidalgo, Puebla, Querétaro y Tlaxcala redujeron su
ritmo de crecimiento, quedando incluso el primero por abajo del crecimiento
nacional relativo, en tanto que los estados de México y Morelos aumentaron
su tasa con respecto a la década anterior.3 Lo interesante a resaltar aquí es que
la dinámica poblacional conjunta de las entidades federativas integrantes de la
RCP durante la década 1990-2000 fue, otra vez, superior a la experimentada
por el país en su conjunto, lo que repercutió en un aumento en su concentra-
3Sin embargo, el saldo neto migratorio del área urbana de la Ciudad de México en este
período siguió siendo negativo, según cálculos propios, pero ahora por una cantidad de
121 165 habitantes.
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 83

ción demográfica. Todo parece indicar que la desconcentración demográfica


ocurrida en la década de los ochenta obedeció más a los efectos de la crisis
económica que a un proceso global de desconcentración de las actividades
humanas a lo largo del territorio nacional.
La localización de las actividades económicas en cualquier país con eco-
nomía de mercado se caracteriza por un proceso de concentración territorial
más pronunciado que la demográfica. La concentración económica responde
a la utilización y desarrollo de un vasto conjunto de economías de escala,
ligadas a la aglomeración, que se desenvuelven en las principales zonas ur-
banas. Estas ventajas, como se mencionó en el acápite anterior, se dividen en
economías de urbanización (para cualquier tipo de actividad económica) y de
localización (o ventajas específicas para cierto tipo de ramas de actividad).
El modelo económico de sustitución de importaciones seguido por el país
desde la década de los cuarenta se caracterizó, desde el punto de vista territo-
rial, por una elevada concentración de la actividad económica en pocos puntos
y teniendo como nodo preeminente a la RCP en general y a la Zona Metro-
politana de la Ciudad de México en particular. En 1980, el producto interno
bruto (PIB) sumó 891 085 millones de pesos, de los cuales 406 760 millones se
generaron en las siete entidades que conforman la RCP, con una participación
de 45.7% en la riqueza nacional (Cuadro 2).
La concentración económica de la RCP era superior a la demográfica, por
lo que el PIB per cápita (PIB entre población total) regional se ubicó en 17 284
pesos frente a 13 330 del contexto nacional. En otras palabras, la RCP tenía
una eficiencia económica 23% mayor con respecto al país en su conjunto.4
El agotamiento del modelo económico de sustitución de importaciones
y la crisis en las finanzas públicas motivaron que entre 1980 y 1988 el PIB
nacional acusara una TCPA de tan solo 0.9%, para pasar a 958 230 millones de
pesos en el último año. La crisis económica se resintió prácticamente en todas
las grandes divisiones de la actividad económica, sobre todo en la industria
manufacturera, construcción y comercio. Como el producto creció a un menor
ritmo que la población, el PIB per cápita nacional disminuyó a 11 794 pesos, es
decir, 12% inferior al de 1980.5
Este período de lento crecimiento económico tuvo también manifesta-
ciones significativas en el ámbito territorial. La RCP generó en 1988 un PIB

4Todos los valores monetarios están expresados a precios constantes de 1993.


5Este PIB per cápita se calculó al dividir el PIB nacional de 1988 entre la población del
país en 1990.
84 . Luis Jaime Sobrino

Cuadro 2. Región Centro: producto interno bruto, 1980-1998 (en millones de pesos
de 1993)

Entidad Valores absolutos Porcentajes verticales


1980 1988 1998 1980 1988 1998
México 891 085 958 230 1 334 586 100.00 100.00 100.00
Región Centro 406 760 408 324 568 554 45.65 42.61 42.60
Distrito Federal 241 876 229 945 313 952 27.14 24.00 23.52
Hidalgo 13 349 14 637 19 702 1.50 1.53 1.48
México 98 411 102 983 141 495 11.04 10.75 10.60
Morelos 10 044 12 941 18 412 1.13 1.35 1.38
Puebla 30 296 29 675 45 187 3.40 3.10 3.39
Querétaro 8 442 13 537 22 610 0.95 1.41 1.69
Tlaxcala 4 343 4 605 7 195 0.49 0.48 0.54
Fuente: sistema de cuentas nacionales de México, producto interno bruto por entidad federativa.

absoluto de 408 324 millones de pesos, apenas 1 564 millones de pesos supe-


rior al de 1980, y su participación en el agregado nacional disminuyó a 42.6%
(Cuadro 2). Sin embargo, el dinamismo al interior de la región fue diferencial,
siendo que el Distrito Federal y los estados de México, Puebla y Tlaxcala mos-
traron una pérdida en su aportación al producto nacional, situación inversa
registrada en Hidalgo, Morelos y Querétaro. Estos datos indican que la crisis
económica de los ochenta se resintió particularmente en las entidades fede-
rativas del centro del país en donde se ubican las principales zonas metropoli­
tanas de la región (Ciudad de México y Puebla). Las actividades más afectadas
por la crisis económica en la RCP fueron comercio, construcción, industria
manufacturera y agricultura. Por otro lado, la única gran división que mostró
un desempeño aceptable fue la de los servicios financieros. Como corolario, su
PIB per cápita se desplomó a 15 082 pesos, 13% menor al de 1980.
El nuevo modelo económico de apertura comercial y control de la infla-
ción, adoptado desde finales de 1987, ha propiciado tasas de crecimiento mo-
destas y determinadas, en lo interno, por desequilibrios en las variables ma-
croeconómicas y, en lo externo, por la marcha de la economía estadounidense
que se ha consolidado como el destino casi exclusivo de las exportaciones del
país. Con ello, entre 1988 y 1998 el PIB nacional logró una tasa de crecimiento
de 3.4%, ritmo que al ser mayor que el demográfico permitió que el PIB per cá-
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 85

pita se recuperara a un monto de 13 690 pesos, cantidad ligeramente superior


a la de 1980. Dicho crecimiento se sustentó en la industria manufacturera, así
como en los servicios financieros y en los servicios sociales y comunales.
La expresión territorial de la cierta recuperación económica nacional en
el período 1988-1998 tuvo como escenario ganador a las entidades federativas
del norte del país, especializadas en la localización de empresas maquiladoras,
mientras que la RCP acusó una tasa de crecimiento similar a la del país en su
conjunto, por lo que su participación en el agregado nacional se mantuvo en
42.6%; nuevamente el Distrito Federal y el Estado de México registraron ta-
sas de crecimiento económico inferiores a la del país en su conjunto, situación
manifestada también por Hidalgo, en tanto que Puebla y Tlaxcala se trans-
formaron de entidades perdedoras en los ochenta a ganadoras en los noventa,
y Morelos y Querétaro conservaron su ritmo de crecimiento por arriba del
total nacional. Asimismo, el PIB per cápita regional para el último año fue
17 262 pesos, monto, que al igual que en el contexto nacional, resultó prácti-
camente similar al de 1980. Esto significa que para 1998 el país y la RCP ha-
bían superado las dificultades macroeconómicas de la década perdida, lo que
se manifestaba en el PIB per cápita, pero no así en las desigualdades entre los
grupos sociales, las cuales siguieron con la tendencia de agudización mostrada
desde principios de la década de los ochenta.6
La serie de tiempo analizada ha permitido establecer que en los períodos
de recesión económica nacional, la TCPA del PIB es inferior a la de la pobla-
ción en su conjunto y las grandes divisiones más afectadas son construcción,
comercio y servicios sociales y comunales. La expresión territorial de los pro-
blemas macroeconómicos del país se traduce en una pérdida de competitivi-
dad de la RCP, cuya estructura económica se ve afectada también en las tres
grandes divisiones arriba mencionadas del contexto nacional, a la que se añade
la industria manufacturera.
La composición económica entre las entidades federativas de la RCP no es
homogénea, sino que coexisten territorios con elevada especialización en un
sector (gran división), mientras que otros presentan una estructura más diver-
sificada; la especialización en un sector específico es resultado del aprovecha-
miento de economías de localización, en tanto que la diversificación ocurre por
la explotación de economías de urbanización y por interacciones entre sectores
(Duranton y Puga, 2002: 536).

6 Esto se puede comprobar con el uso de información proporcionada por las encuestas de
ingreso-gasto de los hogares elaboradas por el INEGI.
86 . Luis Jaime Sobrino

La forma más sencilla para establecer el sector en el que se especializa un


territorio consiste en seleccionar aquél que tiene la mayor participación en la
estructura local; esto se denomina especialización absoluta.7 Para el caso mexi-
cano, en 1980 el sector (gran división) más importante era comercio, que gene-
raba 23.8% del PIB nacional; en 1988 el sector especializado absoluto cambió
a servicios y con una concentración sectorial de 23.6%, y finalmente en 1998 el
sector manufacturero se convirtió en el más significativo y con una participa-
ción de 21.3%. Estos datos muestran, por un lado, crecimientos diferenciales
entre los sectores de la economía nacional y que implicaron que ningún sector
haya repetido como el más importante en la generación de riqueza del país y,
por otro lado, que la participación del sector más representativo ha ido dismi-
nuyendo, propiciando así una diversificación en la estructura económica.
Las entidades de la RCP se caracterizan por haber tenido una especializa-
ción absoluta en sólo dos sectores –industria manufacturera y servicios perso-
nales, sociales y comunales– al tiempo de mostrar una estabilidad en el sector
especializado; el Distrito Federal y Morelos se especializaron en servicios en los
tres años de estudio, en tanto que Hidalgo, México y Querétaro en industria,
y Puebla y Tlaxcala observaron un cambio entre industria y servicios. Asimis-
mo, el índice de especialización observó un incremento en el tiempo en Puebla,
Querétaro y Tlaxcala, lo que indica una tendencia a la mayor concentración
sectorial en su estructura productiva (véase la parte superior del Cuadro 3).
Es claro que ciertos sectores contienen una participación mayor que otros, tal
y como se muestra en la especialización absoluta de la estructura productiva del
país. Para corregir esto es útil obtener una medida de especialización relativa.8
Como se observa en el Cuadro 3, los sectores especializados en el Distrito
Federal y los estados de México, Querétaro y Tlaxcala son básicamente los
mismos, tanto en términos absolutos como relativos, mientras que existe una
diferencia relevante en Hidalgo y Morelos: la primera entidad tiene una espe-
cialización absoluta en industria, pero relativa en electricidad y, por ejemplo,
en 1998 la participación de éste en la estructura local era 3.4 veces mayor
que su participación en el total nacional; por su parte, Morelos presenta una
especialización absoluta hacia el sector servicios, pero relativa en construcción
hasta 1988 y una cierta regresión en su estructura económica al aparecer el

7 La especialización absoluta se obtiene con el siguiente índice: EAi = Maxj(sij), en donde

sij es la participación del sector j en la estructura económica del territorio i.


8 El índice de especialización relativa se obtiene con: ERi = Maxj(sij/sit), en donde sit es

la participación del sector i en la estructura total nacional.


Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 87

Cuadro 3. Región Centro: actividades especializadas, 1980-1998

Entidad 1980 E 1988 E 1998 E


Especialización absoluta
Distrito Federal Servicios 30.2 Servicios 34.8 Servicios 29.5
Hidalgo Industria 27.9 Industria 22.6 Industria 28.3
México Industria 31.2 Industria 30.5 Industria 33.6
Morelos Servicios 21.1 Servicios 30.8 Servicios 22.7
Puebla Industria 21.2 Servicios 22.0 Industria 25.3
Querétaro Industria 28.4 Industria 29.1 Industria 33.6
Tlaxcala Servicios 19.6 Industria 26.3 Industria 30.1
Especialización relativa
Distrito Federal Servicios 1.4 Servicios 1.5 Finanzas 1.4
Hidalgo Electricidad 4.8 Electricidad 4.8 Electricidad 3.4
México Industria 1.6 Industria 1.6 Industria 1.6
Morelos Construcción 1.7 Construcción 1.3 Agropecuaria 1.5
Puebla Agropecuaria 1.4 Finanzas 1.3 Industria 1.2
Querétaro Industria 1.5 Industria 1.6 Industria 1.6
Tlaxcala Agropecuaria 1.7 Industria 1.4 Industria 1.4
Fuente: cálculos elaborados con información del sistema de cuentas nacionales de México, pro-
ducto interno bruto por entidad federativa.

sector agropecuario en 1998 como el de mayor especialización relativa; por


último, Puebla ha sido la entidad con mayor inconsistencia en cuanto a su
sector especializado.

Delimitación del subsistema de ciudades de la Región Centro del país

Un problema metodológico –consiste en la selección y delimitación de las áreas


urbanas pertenecientes al subsistema de ciudades de la RCP. Hacia finales de
la década de los setenta apareció publicado un libro que en gran medida ha
determinado el rumbo y la metodología de los estudios urbano-regionales en
México. En él se cuestionó la operatividad de la definición oficial de población
urbana, aquélla que vive en localidades de 2 500 y más habitantes, y con base
88 . Luis Jaime Sobrino

en un ejercicio clasificatorio con características de continuum a través de la


verificación gráfica entre tamaño de localidad y variables seleccionadas como
características diferenciales entre lo urbano y rural, se llegó a la conclusión de
que las localidades en México con características eminentemente urbanas son
las localidades censales con un tamaño mínimo de población de 15 000 habi-
tantes (Unikel et al., 1978:337-355).
Existe clara evidencia de que varias localidades urbanas de la RCP han
rebasado su límite político-administrativo, conformado áreas metropolitanas.
Para la delimitación de dichas áreas metropolitanas se adoptó, en primer lu-
gar, el concepto de área urbanizada, que corresponde al concepto económico
de área urbana y que fue utilizado por primera ocasión en la Oficina de Cen-
sos de los Estados Unidos en 1950, para diferenciar lo urbano con respecto a lo
rural en las inmediaciones de las grandes ciudades. El área urbanizada consis-
te en una ciudad central (o a veces dos) de al menos 50 mil habitantes y el área
habitada circundante y cercana. La ciudad central y las localidades periféricas
pueden estar o no físicamente unidas y se refiere a la actual población urbana
de un territorio, independientemente de los límites político-administrativos,
y a la interrelación funcional subyacente entre las localidades (Adams et al.,
1999:698; Mills y Hamilton, 1994:6; Palen, 1997:135-136).
El concepto de área urbanizada permite avanzar en el conocimiento sobre
la estructura y conformación del sistema urbano nacional. Los pasos para la
delimitación de las áreas urbanizadas de la RCP en 2000 fueron los siguientes:
i) las áreas urbanizadas se conformarían con una ciudad central y localidades
periféricas con una población conjunta de al menos 50 mil habitantes y que la
ciudad central tuviera al menos 25 mil habitantes; ii) definir como localida-
des potencialmente periféricas, unidas o no físicamente a la ciudad central, a
las localidades censales de mil y más habitantes que presentan características
socioeconómicas suficientes para ser consideradas urbanas o mixtas; y iii) es-
tablecer una medida probabilística de interrelación funcional entre la ciudad
central y las localidades periféricas.
El ejercicio anterior dio como resultado la definición en la RCP de 20 áreas
urbanizadas, conformadas por 593 localidades censales ubicadas en las 16 dele-
gaciones del Distrito Federal y 159 municipios. De ellas, las áreas urbanizadas
de la Ciudad de México, Puebla y San Martín Texmelucan son de corte inter-
estatal por estar conformadas por localidades pertenecientes a tres entidades
federativas distintas en el primer caso y dos en el segundo y tercero. Por número
de localidades censales integrantes, la Ciudad de México es el área urbanizada
más compleja y expandida con 194 asentamientos, seguida por Toluca con 82,
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 89

Puebla con 41 y San Martín Texmelucan con 30. Desde el punto de vista de
los municipios en donde se asientan las localidades censales pertenecientes a las
áreas urbanizadas, la Ciudad de México nuevamente abarca la mayor cantidad
de células político-administrativas con 58 (16 de las cuales corresponden a
las delegaciones del Distrito Federal), quedando muy abajo Puebla con 19, Tolu-
ca con 12 y San Martín Texmelucan y Tlaxcala con nueve (Cuadro 4).
Entre 1980 y 2000, la dinámica demográfica conjunta de estas 20 áreas
urbanizadas fue ligeramente superior a la del país en su conjunto, por lo que
su participación poblacional, o concentración demográfica, se elevó de 24.6%
en 1980 a 24.9% en 2000. Prácticamente todas las áreas urbanizadas tuvieron
un ritmo de crecimiento por arriba del ocurrido en el contexto nacional, salvo
la Ciudad de México y Amecameca (Cuadro 4). El hecho de que la Ciudad
de México, el nodo jerárquico del sistema urbano nacional, haya crecido por
abajo de la tasa de crecimiento poblacional del país como un todo, habla de
una segunda etapa en el ciclo del desarrollo urbano nacional, caracterizado
por una polarización regresiva en los niveles de concentración, gracias a la
actuación de fuerzas centrípetas y centrífugas (Geyer y Kontuly, 1993); las
fuerzas centrípetas se comprueban con el significativo ritmo de crecimiento
poblacional de algunas de las áreas urbanizadas de la RCP como San Juan del
Río, Tehuacán, Querétaro y Toluca, en tanto que las fuerzas centrífugas se
perciben con el cambio en los niveles de participación demográfica de otros
subsistemas del país, como los de la Frontera Norte y el Sureste.
En términos absolutos, entre 1980 y 2000 la población del país se incre-
mentó en 31.2 millones de habitantes, de los cuales 7.9 se ubicaron en las 20
áreas urbanizadas de la RCP y 4.4 millones en la Ciudad de México. Si bien es
cierto que esta ciudad mostró un ritmo de crecimiento inferior al experimen-
tado por el país en su conjunto, no se debe perder la perspectiva absoluta, ya
que dicho crecimiento fue 1.2 veces superior al volumen de población del área
urbanizada de Guadalajara en 2000, la segunda metrópoli más poblada del
país; en otras palabras, el crecimiento absoluto de la Ciudad de México entre
1980 y 2000 fue mayor que toda la población existente en la segunda área
urbanizada del país en 2000.

Estructura ocupacional y concentración regional

En México se dispone de varias fuentes de información sobre la estructura


ocupacional nacional, por estados e incluso por ciudades. Desde el punto de
Cuadro 4. RCP: población de las áreas urbanizadas, 1980-2000

Población absoluta al 30 de junio Participación poblacional Localidades Municipios


Áreas urbanizadas 1980 1990 2000 1980 1990 2000 censales conurbados
México 66 941 904 81 700 290 98 157 304 100.00 100.00 100.00
Áreas urbanizadas 16 475 705 20 243 576 24 421 125 24.61 24.78 24.88 593 175
90 . Luis Jaime Sobrino

1 Ciudad de México 13 461 991 15 266 924 17 825 905 20.11 18.69 18.16 194 58


2 Puebla 993 968 1 367 286 1 764 737 1.48 1.67 1.80 41 19
3 Toluca 421 755 812 000 1 141 527 0.63 0.99 1.16 82 12
4 Cuernavaca 248 661 517 616 696 103 0.37 0.63 0.71 19 7
5 Querétaro 292 097 487 034 683 638 0.44 0.60 0.70 28 4
6 Pachuca 127 513 215 492 301 012 0.19 0.26 0.31 17 6
7 Cuautla 75 049 221 647 282 352 0.11 0.27 0.29 25 5
8 Tehuacán 95 625 163 312 237 433 0.14 0.20 0.24 5 4
9 Tlaxcala 76 689 169 006 230 248 0.11 0.21 0.23 26 9
10 San Martín 108 470 176 841 218 340 0.16 0.22 0.22 30 9
Texmelucan
11 Tulancingo 79 891 120 535 152 435 0.12 0.15 0.16 16 4
12 Tepeji del Río 79 044 111 764 131 729 0.12 0.14 0.13 24 4
13 San Juan del Río 34 121 77 992 126 300 0.05 0.10 0.13 10 1
14 Teziutlán 61 018 96 174 122 625 0.09 0.12 0.12 14 7
15 Apizaco 77 023 110 303 121 470 0.12 0.14 0.12 23 7
16 Amecameca 76 988 90 416 110 417 0.12 0.11 0.11 17 6
17 Atlixco 54 679 76 355 85 276 0.08 0.09 0.09 2
18 Huamantla 36 310 53 510 68 022 0.05 0.07 0.07 6 3
19 Ciudad Sahagún 41 665 59 459 61 292 0.06 0.07 0.06 9 5
20 Huauchinango 33 149 49 911 60 263 0.05 0.06 0.06 5 3
Fuente: cálculos elaborados con información de los censos generales de población y vivienda de 1980, 1990 y 2000.
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 91

vista de la oferta ocupacional, es decir, el lugar de residencia de la población


ocupada, los censos de población se constituyen en el principal instrumento
para el acopio de información, en tanto que para las ciudades se cuenta también
con los resultados de las encuestas nacionales de empleo urbano (De Oliveira
y García, 1996:229-262). Por otro lado, los censos económicos representan la
herramienta por excelencia para el estudio de la demanda ocupacional, o el
sitio de trabajo del personal ocupado formal, habiendo una notable desagre-
gación sectorial y territorial, incluyendo en la última los ámbitos nacional,
entidad federativa, municipio y AGEB urbana.
En este estudio se utilizó como fuente de información la población ocu-
pada formal por municipio de los subsectores industrial, comercial y de ser-
vicios para los años 1980, 1985, 1993 y 1998. Dicha información se clasificó
en 20 grupos de actividad, de los cuales nueve corresponden al subsector de la
industria manufacturera (31 al 39), cinco al de comercio (61 a 65) y seis al de
servicios (91 a 96):

31 Alimentos, bebidas y tabaco


32 Textil, vestido y calzado
33 Madera y sus productos
34 Papel, imprenta y editoriales
35 Química, hule y plástico
36 Minerales no metálicos
37 Metálica básica
38 Metálicos, maquinaria y equipo
39 Otras industrias manufactureras
61 Comercio no alimenticio al mayoreo
62 Comercio alimenticio al mayoreo
63 Supermercados y tiendas de departamentos
64 Comercio alimenticio al menudeo
65 Comercio no alimenticio al menudeo
91 Restaurantes y hoteles
92 Servicios inmobiliarios
93 Servicios al productor
94 Servicios de educación y salud
95 Servicios de recreación y esparcimiento
96 Servicios personales y sociales

El personal ocupado en el contexto nacional de estos tres subsectores en


1980 sumó 4.6 millones de personas, incrementándose a 11.8 millones en 2000,
92 . Luis Jaime Sobrino

con un crecimiento absoluto de 7.2 millones y relativo de 156% (Cuadro 5).


La tasa bruta de ocupación para el conjunto de estos subsectores (población
ocupada entre población total) se incrementó de 6.9% en 1980 a 12% en
1998, es decir, una ganancia de casi 100%. Este importante cambio en la
tasa bruta de ocupación hablaría de un crecimiento significativo en la de-
manda ocupacional en el país, o en otras palabras de un fuerte dinamismo
en el mercado de trabajo.
Sin embargo, en realidad dicho dinamismo no fue de tal magnitud, pues-
to que las cifras de los censos económicos no son perfectamente comparables
entre sí por haber existido un mayor cuidado, desde los censos económicos de
1994, en el empadronamiento y levantamiento del censo de los establecimien-
tos existentes. En otras palabras, a partir de 1994 se tiene mayor rigor para
abarcar el universo de establecimientos económicos existentes en el país.
A pesar del inconveniente antes mencionado, la información presenta un
cambio significativo en la estructura ocupacional del país entre 1980 y 1998,
etapa que se caracterizó por la crisis de las finanzas públicas y el agotamiento
del modelo de sustitución de importaciones durante buena parte de la década de
los ochenta; el cambio de la política económica hacia la apertura comercial y la
desregulación económica desde finales de los ochenta, y el error de diciem-
bre de 1994 y la subsiguiente crisis financiera (Sobrino, 2002:11-24).
En 1980 sólo tres grupos de actividad demandaron, cada uno, más de
500 mil empleos y concentraron 10% o más de la demanda ocupacional total
(38, productos metálicos, maquinaria y equipo; 64, comercio alimenticio al
menudeo, y 65, comercio no alimenticio al menudeo); entre los tres partici-
paron con 36.3% de la ocupación total, más de una tercera parte. En el polo
opuesto, cuatro grupos ocuparon menos de 100 mil trabajadores y proporcio-
naron menos de 2% cada uno (39, otras industrias manufactureras; 95, servi-
cios de recreación y esparcimiento; 92, servicios inmobiliarios, y 33, madera y
sus productos), generando en conjunto apenas 5.7% de los empleos totales. A
pesar de estas discrepancias, la estructura ocupacional mostró un claro patrón
de diversificación sectorial.
Para 1998 la estructura ocupacional del país mostró ciertos cambios. Por
principio de cuentas, los tres grupos más importantes de 1980 se mantuvieron
en esta fecha y a ellos se agregó el 93, servicios al productor, cobijando cada
uno más de un millón de trabajadores y una participación de al menos 10%
en cada uno; 42.8% de los trabajadores del país en estos subsectores laboraban en
alguno de los cuatro grupos más importantes. En contraparte, tres grupos no
concentraron ni el uno por ciento del total de ocupados (37, metálica básica;
Cuadro 5. México: Personal ocupado por grupo de actividad, 1980-1998

Cambio en el personal
1980 1998
Grupo 1980-1998
Personal Porcentaje Personal Porcentaje Absoluto Relativo
Total 4 618 485 100.00 11 802 307 100.00 7 183 822 155.54
31 Alimentos, bebidas y tabaco 426 047 9.22 791 297 6.70 365 250 85.73
32 Textil, vestido y calzado 355 155 7.69 894 005 7.57 538 850 151.72
33 Madera y sus productos 89 980 1.95 213 998 1.81 124 018 137.83
34 Papel, imprenta y editoriales 117 609 2.55 222 609 1.89 105 000 89.28
35 Química, hule y plástico 232 806 5.04 411 310 3.48 178 504 76.67
36 Minerales no metálicos 115 679 2.50 200 643 1.70 84 964 73.45
37 Metálica básica 97 284 2.11 44 981 0.38 -52 303 -53.76
38 Metálicos, maquinaria y equipo 639 550 13.85 1 318 808 11.17 679 258 106.21
39 Otras industrias manufactureras 34 989 0.76 66 126 0.56 31 137 88.99
61 Comercio no alimenticio al mayoreo 150 258 3.25 536 824 4.55 386 566 257.27
62 Comercio alimenticio al mayoreo 141 273 3.06 334 390 2.83 193 117 136.70
63 Supermercados y tiendas de departamentos 127 420 2.76 354 157 3.00 226 737 177.94
64 Comercio alimenticio al menudeo 538 593 11.66 1 183 749 10.03 645 156 119.79
65 Comercio no alimenticio al menudeo 499 799 10.82 1 375 749 11.66 875 950 175.26
91 Restaurantes y hoteles 352 318 7.63 942 372 7.98 590 054 167.48
92 Servicios inmobiliarios 72 571 1.57 81 294 0.69 8 723 12.02
93 Servicios al productor 146 159 3.16 1 169 879 9.91 1 023 720 700.42
94 Servicios de educación y salud 184 740 4.00 650 426 5.51 465 686 252.08
95 Servicios de recreación y esparcimiento 65 813 1.42 150 821 1.28 85 008 129.17
96 Servicios personales y sociales 230 442 4.99 858 869 7.28 628 427 272.71
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 93

Fuente: cálculos elaborados con información de los censos económicos de 1981 y 1999.
94 . Luis Jaime Sobrino

39, otras industrias manufactureras y 92, servicios inmobiliarios), por lo que


su aportación conjunta representó apenas 1.6% del empleo total (Cuadro 5).
Sin duda, el hecho más significativo lo escenificó el grupo de servicios al
productor, englobando el mayor crecimiento absoluto y relativo, situación co-
mún de los países altamente desarrollados (Sassen, 2001:130-140). Entre 1980
y 1998 este grupo mostró un crecimiento absoluto en su demanda ocupacional
de más de un millón de empleos, cifra que representó un crecimiento relativo de
700%. Desde el punto de vista del crecimiento absoluto, el grupo 65, comercio
no alimenticio al menudeo, se ubicó en segundo lugar con una apertura de cerca
de 900 mil nuevas fuentes de trabajo, en tanto que en términos relativos el
grupo con mayor dinamismo, después de los servicios al productor, recayó en
el 61, comercio no alimenticio al mayoreo, con casi 260% de incremento por-
centual. Cabe destacar también que el grupo 37, metálica básica, fue el único
con una contracción absoluta en el número de puestos de trabajo, reducción en
más del 50% y se explica por sus importantes transformaciones al interior de
su proceso de producción, así como por la propensión del gobierno federal para
liquidar y transferir a la iniciativa privada este tipo de actividades.
Ahora bien, al aglutinar a los grupos de actividad por subsectores se per-
cata que para ambos años, 1980 y 1998, el subsector de la industria manu-
facturera es el de mayor demanda ocupacional absoluta, pero su crecimiento
absoluto, poco más de dos millones de trabajadores, y relativo, 97.4%, fue
inferior al de los subsectores comercial y de servicios, por lo que su parti-
cipación en el empleo total se redujo de 45.7% en 1980 a 35.3% en 1998. El
subsector de servicios contó con el mayor dinamismo absoluto, 2.8 millones,
y relativo, 266%, mientras que el incremento ocupacional en comercio, de
poco más de 2.3 millones, observó un crecimiento relativo marginalmente por
arriba del total, 160%. Así, en 1998 los servicios ocuparon el segundo lugar
por generación de empleos y con una participación de 32.7%, relegando al
comercio al tercero y con una aportación de 32.1%.
Los grupos también se pueden agrupar por actividades tradicionales y
modernas. Las actividades tradicionales se componen por alimentos, bebidas
y tabaco, textil, vestido y calzado, madera y sus productos, minerales no me­
tálicos, metálica básica, comercio alimenticio al menudeo, comercio no ali-
menticio al menudeo, restaurantes y hoteles, servicios de educación y salud,
servicios de recreación y esparcimiento y servicios personales y sociales (gru-
pos 31, 32, 33, 36, 37, 64, 65, 91, 94, 95 y 96). Por su parte, los grupos mo-
dernos son papel, imprenta y editoriales, química, hule y plástico, metálicos,
maquinaria y equipo, otras industrias manufactureras, comercio no alimenti-
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 95

cio al mayoreo, comercio alimenticio al mayoreo, supermercados y tiendas de


departamentos, servicios inmobiliarios y servicios al productor (grupos 34, 35,
38, 39, 61, 62, 63, 92 y 93).
En 1980 las actividades tradicionales demandaron 64% del empleo total,
7.3 millones de trabajadores, en tanto que las modernas 36% o 4.5 millones.
En términos absolutos las actividades tradicionales generaron una mayor can-
tidad de nuevos puestos de trabajo entre 1980 y 1998, 4.3 millones, y con un
ritmo de crecimiento ligeramente por abajo del total, por lo que su aportación
cayó a 61.9%. Como corolario, las actividades modernas alcanzaron un creci-
miento relativo mayor, 170%, y su contribución se elevó a 38.1%. Sin embargo,
el avance de las actividades modernas se explica fundamentalmente por el
exitoso desempeño de los servicios al productor, ya que si se elimina éste en
el agregado de dichas actividades, su crecimiento relativo se ubica por abajo del
total nacional, 119%. En otras palabras, el avance de las actividades modernas
en la estructura ocupacional del país entre 1980 y 1998 se debió por los servi-
cios al productor y en mucho menor medida por el comercio no alimenticio al
mayoreo y los supermercados y tiendas de departamentos; el resto de este tipo
de actividades observó un ritmo de crecimiento ocupacional inferior al total de
la estructura ocupacional.
La dinámica ocupacional en las áreas urbanizadas de la RCP fue un tan-
to cuanto diferencial. En términos generales dichas localidades concentra-
ban en 1980 a 46.2% de la demanda ocupacional nacional de los subsectores
industrial, comercial y de servicios, reduciendo drásticamente su aportación
en 1998 a 33.9%, es decir, una pérdida de poco más de doce puntos porcen-
tuales. Estas participaciones hablan, en un primer momento, de un proceso
de desconcentración territorial de la demanda ocupacional hacia el resto del
territorio nacional, pero también de graves problemas en el comportamiento
de los mercados de trabajo en dichas ciudades.
Sin embargo, al analizar la evolución ocupacional para cada área urbanizada
las apariencias anteriores se diluyen. La drástica disminución en los niveles
de concentración ocupacional obedeció al desempeño de la Ciudad de México,
cuya contribución en el empleo nacional se contrajo de 38 a 24.6% entre 1980
y 1998, a pesar de haber generado más de un millón de nuevos puestos de tra-
bajo, complementado con Amecameca, Atlixco y Ciudad Sahagún, en donde
su magro comportamiento ocupacional repercutió en una pérdida de partici-
pación en el total nacional de 0.6% en 1980 a 0.3% en 1998 (Cuadro 6).
Cabe destacar la crisis ocupacional reportada en Ciudad Sahagún, al per-
der poco más de ocho mil puestos de trabajo en el período de estudio, permi-
96 . Luis Jaime Sobrino

tiendo concluir el fracaso, al menos en esta localidad, del programa de parques


y ciudades industriales instrumentado por el gobierno federal a partir de la
década de los cincuenta (Garza, 1992). En contrapartida, las áreas urbani-
zadas de Puebla y Toluca incrementaron su demanda ocupacional en más de
100 mil empleos cada una, mientras que Teziutlán, Apizaco, Tepeji del Río y
Tehuacán registraron un ritmo de crecimiento dos veces superior al ocurrido
en el total nacional (Cuadro 6).
El crecimiento absoluto del personal ocupado entre 1980 y 1998 en las 20
áreas urbanizadas de la RCP sumó 1.9 millones de personas. Tal y como suce-
dió en el contexto nacional, el mayor crecimiento en la demanda ocupacional
ocurrió en el grupo 93, servicios al productor, y 65, comercio no alimenticio
al menudeo; a diferencia del total nacional, el tercer grupo con mayor creci-
miento fue el 96, servicios personales y sociales, mientras que cuatro registra-
ron un menor volumen de ocupación en 1998 con respecto a 1980: 38, metá-
licos, maquinaria y equipo; 37, metálica básica; 92, servicios inmobiliarios, y
39, otras industrias manufactureras (Cuadro 7).
La dinámica ocupacional en el conjunto de las áreas urbanizadas de la
RCP, con respecto al escenario nacional, mostró generalidades en cuanto a su
desglose por subsectores, pero especificidades en lo concerniente al tipo de
actividad. En efecto, el subsector de servicios registró, como en el país, el
mayor crecimiento absoluto, casi un millón de nuevos empleos, y relativo en
la demanda ocupacional, cuya magnitud le significó pasar del tercer lugar
en aportación en 1980 al primero en 1998. Asimismo, el menor crecimiento
absoluto se registró en la industria manufacturera con apenas 215 738 nuevos
trabajadores. Sin embargo, lo más relevante es el comportamiento ocupacional
según tipo de actividad, siendo que los grupos tradicionales, contrariamente
a lo presenciado por el país en su conjunto, lograron un mayor ritmo de creci-
miento frente a los grupos modernos, por lo que su participación se elevó de
54.8 a 58.6%; como corolario, las actividades modernas vieron una merma en
su aportación de 45.2 a 41.4%.

Especialización y diversificación ocupacional en las áreas urbanizadas


de la Región Centro del país

En los estudios empíricos se han encontrado patrones de comportamiento en


la estructura económica local, mismos que han tratado de ser explicados con
referentes teóricos o que han dado luz para la formulación de nuevas perspec-
Cuadro 6. RCP: personal ocupado de las áreas urbanizadas, 1980-1998

Personal ocupado Participación ocupacional Cambio en el personal,


1980-1998
Áreas urbanizadas 1980 1998 1980 2000 Absoluto Relativo
México 4 618 485 11 802 307 100.00 100.00 7 183 822 155.54
Áreas urbanizadas 2 133 260 4 001 820 46.19 33.91 1 868 560 87.59
1 Ciudad de México 1 754 153 2 899 817 37.98 24.57 1 145 664 65.31
2 Puebla 114 468 310 149 2.48 2.63 195 681 170.95
3 Toluca 61 374 174 651 1.33 1.48 113 277 184.57
4 Cuernavaca 36 167 99 938 0.78 0.85 63 771 176.32
5 Querétaro 40 108 132 064 0.87 1.12 91 956 229.27
6 Pachuca 12 425 44 843 0.27 0.38 32 418 260.91
7 Cuautla 10 756 31 691 0.23 0.27 20 935 194.64
8 Tehuacán 12 913 54 110 0.28 0.46 41 197 319.04
9 Tlaxcala 9 790 31 591 0.21 0.27 21 801 222.69
10 San Martín Texmelucan 10 795 34 925 0.23 0.30 24 130 223.53
11 Tulancingo 7 729 20 939 0.17 0.18 13 210 170.91
12 Tepeji del Río 6 965 29 276 0.15 0.25 22 311 320.33
13 San Juan del Río 11 242 39 786 0.24 0.34 28 544 253.90
14 Teziutlán 6 186 28 875 0.13 0.24 22 689 366.78
15 Apizaco 5 386 24 009 0.12 0.20 18 623 345.77
16 Amecameca 4 646 7 710 0.10 0.07 3 064 65.95
17 Atlixco 4 758 10 085 0.10 0.09 5 327 111.96
18 Huamantla 3 333 11 404 0.07 0.10 8 071 242.15
19 Ciudad Sahagún 18 381 10 179 0.40 0.09 -8 202 -44.62
20 Huauchinango 1 685 5 778 0.04 0.05 4 093 242.91
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 97

Fuente: cálculos elaborados con información de los censos económicos de 1981 y 1999.
Cuadro 7. RCP: Personal ocupado por grupo de actividad en las áreas urbanizadas, 1980-1998

Cambio en el
Grupo 1980 1998 personal 1980-1998
Personal Porcentaje % del país Personal Porcentaje % del país Absoluto Relativo
Total 2 133 260 100.00 46.19 4 001 820 100.00 33.91 1 868 560 87.59
98 . Luis Jaime Sobrino

31 Alimentos, bebidas y tabaco 155 541 7.29 36.51 229 663 5.74 29.02 74 122 47.65
32 Textil, vestido y calzado 192 411 9.02 54.18 320 286 8.00 35.83 127 875 66.46
33 Madera y sus productos 36 434 1.71 40.49 48 560 1.21 22.69 12 126 33.28
36 Minerales no metálicos 51 858 2.43 44.83 55 254 1.38 27.54 3 396 6.55
37 Metálica básica 37 008 1.73 38.04 9 052 0.23 20.12 -27 956 -75.54
64 Comercio alimenticio al menudeo 160 895 7.54 29.87 343 911 8.59 29.05 183 016 113.75
65 Comercio no alimenticio al menudeo 198 627 9.31 39.74 453 825 11.34 32.99 255 198 128.48
91 Restaurantes y hoteles 121 846 5.71 34.58 284 982 7.12 30.24 163 136 133.89
94 Servicios de educación y salud 86 716 4.06 46.94 257 765 6.44 39.63 171 049 197.25
95 Servicios de recreación y esparcimiento 27 939 1.31 42.45 55 335 1.38 36.69 27 396 98.06
96 Servicios personales y sociales 100 475 4.71 43.60 286 912 7.17 33.41 186 437 185.56
34 Papel, imprenta y editoriales 82 337 3.86 70.01 113 236 2.83 50.87 30 899 37.53
35 Química, hule y plástico 161 009 7.55 69.16 212 519 5.31 51.67 51 510 31.99
38 Metálicos, maquinaria y equipo 381 515 17.88 59.65 326 925 8.17 24.79 -54 590 -14.31
39 Otras industrias manufactureras 24 108 1.13 68.90 22 464 0.56 33.97 -1 644 -6.82
61 Comercio no alimenticio al mayoreo 69 290 3.25 46.11 217 544 5.44 40.52 148 254 213.96
62 Comercio alimenticio al mayoreo 59 828 2.80 42.35 100 392 2.51 30.02 40 564 67.80
63 Supermercados y tiendas de 58 831 2.76 46.17 118 327 2.96 33.41 59 496 101.13
departamentos
92 Servicios inmobiliarios 40 683 1.91 56.06 31 183 0.78 38.36 -9 500 -23.35
93 Servicios al productor 85 909 4.03 58.78 513 685 12.84 43.91 427 776 497.94
Fuente: cálculos elaborados con información de los censos económicos de 1981 y 1999.
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 99

tivas teóricas de pensamiento (Black y Henderson, 1998; Duranton y Puga,


2000:533-555). Estos patrones son retomados para describir la estructura y
cambio ocupacional de las áreas urbanizadas de la RCP.
El primer patrón se refiere a la coexistencia interurbana entre especiali-
zación y diversificación. La especialización o diversificación económica local
no es aleatoria; en términos muy genéricos, la especialización es producto del
aprovechamiento de economías de localización, o interrelaciones al interior
de un grupo de actividad, en tanto que la diversificación se explica por el uso de
economías de urbanización, o interrelaciones entre sectores.
Para estudiar la estructura económica u ocupacional local con detalle
se calcularon índices de especialización absoluta y relativa, tal y como se
elaboró en el párrafo precedente. Con base en lo anterior, en 1998 el país
mostró una especialización absoluta en el grupo 65, comercio no alimenticio
al mayoreo, siendo esta una actividad de tipo tradicional, misma situación
evidenciada por las áreas urbanizadas de Pachuca y Cuernavaca, en tanto que
la especialización absoluta más repetida en las áreas urbanizadas de la RCP
se registró con el grupo 32, textil, vestido y calzado, al ser el índice máximo en
Teziutlán, Tehuacán, Tepeji del Río, San Juan del Río, Tlaxcala, San Martín
Texmelucan, Apizaco y Tulancingo. Por su parte, Amecameca, Huauchinan-
go, Atlixco y Cuautla mostraron una especialización absoluta en el grupo 64,
comercio alimenticio al menudeo, y Huamantla en el 31, alimentos, bebidas y
tabaco. Las únicas ciudades con especialización absoluta en actividades mo-
dernas fueron Ciudad Sahagún, Puebla, Toluca y Querétaro, todas ellas en el
grupo 38, metálicos, maquinaria y equipo, así como la Ciudad de México en
el grupo 93, servicios al productor (Cuadro 8).
Al aplicar el índice de especialización relativa y compararlo con el de es-
pecialización absoluta se desprenden algunas conclusiones sobre el patrón de
especialización de las áreas urbanizadas de estudio. Por principio de cuentas,
sólo seis de las 20 ciudades tienen un grupo distinto en el IEA con respecto al
IER (Amecameca, Puebla, Pachuca, Toluca, Cuernavaca y Ciudad de México);
esto significa que en las 14 restantes el grupo de actividad con mayor especia-
lización absoluta mantiene, al mismo tiempo, la mayor participación relativa
intraurbana con respecto a la estructura ocupacional del país.
En segundo lugar, el área urbanizada con el IER más alto es Teziutlán,
cuyo valor significa que la participación en el empleo intraurbano del gru-
po 32, textil, vestido y calzado es ocho veces mayor que en la contraparte
nacional. Las siguientes ciudades con mayor especialización relativa fueron
Tehuacán, Tepeji del Río y Huamantla, todas ellas con un IER mayor a cinco y
100 . Luis Jaime Sobrino

especializadas en actividades tradicionales relacionadas con la transformación


industrial de recursos naturales. Nótese también la especialización relevante
en grupos modernos para Ciudad Sahagún y Amecameca, así como del apro-
vechamiento de recursos minerales para su proceso manufacturero en Apiza-
co, Puebla y Cuernavaca (Cuadro 8).
En tercer lugar, las ciudades con menor especialización relativa fueron
Querétaro y Ciudad de México, apareciendo en ambas un grupo moderno,
seguidas por Cuernavaca, Cuautla, Atlixco y Toluca. En todas estas ciudades
su actividad especializada participó con poco menos de dos veces con respecto
a su nivel de concentración sectorial en la estructura ocupacional nacional.
Ahora bien, la diversificación ocupacional intraurbana se puede medir
con un índice de diversificación relativa (IDR):

IDRj = 1 / ∑| (eij/ej) ‒ (Ei /Et)|

Si la estructura ocupacional de la ciudad j está altamente concentrada, es


decir, existe una elevada concentración sectorial, entonces el IDR será alrede-
dor de uno, y este índice se incrementa conforme las actividades en la ciudad
llegan a ser más diversificadas. Nótese que bajo esta medición, la diversifica-
ción y especialización están un tanto cuanto relacionadas, a mayor especiali-
zación menor diversificación, pero no necesariamente son opuestos.
Al aplicar el índice a la estructura ocupacional intraurbana de las ciu-
dades de estudio en 1998, se obtuvo que la de mayor diversificación fue Tolu-
ca, seguida por Puebla, Ciudad de México, Querétaro, Cuernavaca y Pachuca,
esto es, las principales capitales de las entidades federativas de la región, en
tanto que la menor diversificación se presentó en Teziutlán, Ciudad Sahagún
y Huamantla (Cuadro 8).
De esta manera, se puede concluir que en el subsistema de ciudades de
la RCP coexisten ciudades altamente especializadas en su estructura ocupa-
cional, como Teziutlán, Tehuacán, Tepeji del Río y Huamantla, y altamente
diversificadas, siendo en este caso Toluca, Puebla y Ciudad de México. Cabe
destacar también que el grupo de actividad con especialización absoluta y re-
lativa máxima es el mismo en 14 de las 20 áreas urbanizadas, al tiempo que el
grupo de actividad más repetido como actividad especializada relativa es el 32,
textil, vestido y calzado, habiendo siete ciudades en dicha situación, quedan-
do en segundo lugar el grupo 64, comercio alimenticio al menudeo con tres
ciudades. Se debe añadir que 16 ciudades presentan un IER máximo en algún
grupo de la industria manufacturera, en tanto que sólo seis ostentan dicho
Cuadro 8. RCP: especialización y diversificación por áreas urbanizadas, 1998

Especialización Diversificación
Absoluta Relativa
Rango Área urbanizada Grupoa IEA Grupoa IER Área urbanizada IDR
1 Teziutlán 32 61.93 32 8.18 Toluca 5.25
2 Tehuacán 32 44.52 32 5.88 Puebla 4.21
3 Tepeji del Río 32 32.90 32 5.27 Ciudad de México 4.11
4 Huamantla 31 34.56 31 5.15 Querétaro 3.69
5 Ciudad Sahagún 38 54.06 38 4.84 Cuernavaca 3.61
6 Amecameca 64 19.00 34 4.48 Pachuca 2.92
7 San Juan del Río 32 39.90 32 4.10 Apizaco 2.59
8 Tlaxcala 32 27.51 32 3.63 Cuautla 2.22
9 San Martín Texmelucan 32 27.17 32 3.59 Tlaxcala 1.93
10 Apizaco 32 16.89 37 3.31 Atlixco 1.86
11 Tulancingo 32 21.46 32 2.83 Tulancingo 1.85
12 Puebla 38 13.09 36 2.32 Amecameca 1.84
13 Huauchinango 64 21.95 64 2.19 San Martín Texmelucan 1.73
14 Pachuca 65 15.13 62 2.12 Huauchinango 1.67
15 Toluca 38 13.15 35 1.98 Tepeji del Río 1.39
16 Atlixco 64 19.73 64 1.97 Tehuacán 1.35
17 Cuautla 64 18.80 64 1.87 San Juan del Río 1.31
18 Cuernavaca 65 12.70 36 1.83 Huamantla 1.30
19 Ciudad de México 93 15.00 34 1.74 Ciudad Sahagún 1.17
20 Querétaro 38 19.39 38 1.73 Teziutlán 1.01
a 31, alimentos, bebidas y tabaco; 32, textil, vestido y calzado; 34, papel, cartón, imprentas y editoriales; 35, química, hule y plástico; 36, mi-

nerales no metálicos; 37, metálica básica; 38, productos metálicos; 62, comercio alimenticio al mayoreo; 64, comercio alimenticio al menudeo;
65, comercio no alimenticio al menudeo; 93, servicios al productor.
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 101

Fuente: cálculos elaborados con información de los censos económicos de 1999.


102 . Luis Jaime Sobrino

comportamiento en grupos de actividad modernos (Ciudad Sahagún, Queré-


taro, Amecameca, Ciudad de México, Pachuca y Toluca).
El segundo patrón se refiere a la relación intraurbana entre tamaño y
diversificación de la estructura económica. En términos generales, diversos
estudios empíricos han encontrado que las ciudades con mayor tamaño de
población tienen una estructura económica más diversificada, o con menores
niveles de concentración sectorial, en tanto que las ciudades con índices de es-
pecialización relativa tienden a ser de similar tamaño. Las ciudades pueden ser
clasificadas en grupos de similar tamaño y especialización relativa: las gran-
des ciudades están, en promedio, más especializadas en servicios y menos en
actividades industriales con respecto a las de tamaño intermedio; asimismo,
las ciudades intermedias se especializan más en actividades industriales de
grupos tradicionales y menos en grupos industriales modernos.
Para comprobar este patrón en las áreas urbanizadas de la RCP se corrieron
funciones de regresión lineal simple, utilizando la población de cada ciudad
en 1998 como variable independiente y el idr de la ciudad para el mismo año.
Las funciones de regresión que se realizaron fueron: i) lineal; ii) logarítmica;
iii) potencial y iv) exponencial. Los resultados estadísticos mostraron que la
función de mejor ajuste es la logarítmica, lo que significa una mejora asocia-
ción entre cambios relativos en el tamaño de población con cambios absolutos
en su índice de diversificación:

Y = 0.7125 Ln(X) – 6.5238


R2 = 0.6592

La gráfica de esta función muestra una pendiente positiva, por lo que se


ratifica el patrón de mayor diversificación en la estructura ocupacional del área
urbanizada conforme se incrementa su tamaño de población (Figura 1).
Analizando con mayor detalle las particularidades entre tamaño de po-
blación y estructura ocupacional de las áreas urbanizadas de la RCP, en 1998 se
observa que la Ciudad de México registró mayores IER en grupos de servicios,
particularmente al productor y modernos, y menos en grupos manufactureros
tradicionales; por su parte, las urbes con un tamaño de población entre 300 mil
y 1.8 millones conjugaron grupos especializados terciarios y de manufactura
moderna; las ciudades con población entre 120 y 250 mil estuvieron, todas ellas,
con alta especialización en el grupo 32, textil, vestido y calzado, mientras que
las de menor tamaño mostraron una mayor especialización hacia otros grupos
manufactureros sin mostrar un patrón sectorial específico de especialización.
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 103

Figura 1. RCP: tamaño de


6
población e IDR, 1998.
5

4
IDR

0
10 000 100 000 1 000 000 10 000 000 100 000 000
Población

Por último, un tercer patrón alude a la estabilidad temporal del tamaño


urbano relativo y su especialización económica. El patrón general de creci-
miento poblacional en los subsistemas urbanos es de cierto paralelismo re-
lativo, no obstante que algunas ciudades crecen a ritmos más acelerados que
otras; asimismo, no sólo el tamaño relativo de la ciudad es estable en el tiempo,
sino también la persistencia de las mismas actividades especializadas en las
mismas ciudades, ocurriendo así un proceso de expansión cuantitativa de su
base económica tradicional, habiendo, sin embargo, algunos ejemplos de
reestructuración cualitativa desde actividades tradicionales en declive hacia
nuevas actividades dinámicas (Kresl, 1998:695-722).
Para comprobar este patrón en las áreas urbanizadas de la RCP, éstas se
ordenaron según su rango por tamaño de población para 1980, 1990 y 2000.
Dicho ordenamiento muestra que las ciudades en cuestión tuvieron un cambio
absoluto promedio en su rango de 1.9 posiciones entre 1980 y 2000, desta-
cando el hecho que siete de las 20 mantuvieron su mismo rango en ambos
años (Ciudad de México, Puebla, Toluca, Pachuca, Tehuacán, Huamantla y
Huauchinango), en tanto que Cuautla y San Juan del Río observaron el mayor
ritmo de crecimiento poblacional relativo, traducido en una ganancia de siete
y seis posiciones, respectivamente, en tanto que Apizaco y Amecameca retro-
cedieron la mayor cantidad de escalones con cuatro (Cuadro 9). Estos datos
permiten concluir una cierta permanencia en el ordenamiento de las áreas
urbanizadas, según el tamaño de población, entre 1980 y 2000.
Ahora bien, el cambio en el ordenamiento por ciudad según su IER fue
más significativo que el diferencial en el ordenamiento según tamaño de po-
blación. En efecto, la muestra de ciudades tuvieron un cambio absoluto pro-
medio de cuatro posiciones en su ordenamiento según especialización, lla-
Cuadro 9. Rango de población y especialización de las áreas urbanizadas, 1980-2000

Rango de población Rango de IER


Áreas urbanizadas 1980 1990 2000 Cambio 1980 1985 1998 Cambio
1 Ciudad de México 1 1 1 0 20 20 19 1
2 Puebla 2 2 2 0 18 15 12 6
104 . Luis Jaime Sobrino

3 Toluca 3 3 3 0 19 10 15 4
4 Cuernavaca 5 4 4 1 13 18 18 -5
5 Querétaro 4 5 5 -1 15 16 20 -5
6 Pachuca 6 7 6 0 17 12 14 3
7 Cuautla 14 6 7 7 5 4 17 -12
8 Tehuacán 8 10 8 0 10 14 2 8
9 Tlaxcala 13 9 9 4 4 5 8 -4
10 San Martín Texmelucan 7 8 10 -3 11 9 9 2
11 Tulancingo 9 11 11 -2 9 13 11 -2
12 Tepeji del Río 10 12 12 -2 6 3 3 3
13 San Juan del Río 19 16 13 6 12 7 7 5
14 Teziutlán 15 14 14 1 2 11 1 1
15 Apizaco 11 13 15 -4 7 19 10 -3
16 Amecameca 12 15 16 -4 1 1 6 -5
17 Atlixco 16 17 17 -1 14 8 16 -2
18 Huamantla 18 19 18 0 8 6 4 4
19 Ciudad Sahagún 17 18 19 -2 3 2 5 -2
20 Huauchinango 20 20 20 0 16 17 13 3
Fuente: cálculos elaborados con información de los censos generales de población y vivienda de 1980, 1990 y 2000 y de los censos económicos
de 1981, 1986 y 1999.
Diversidad y especialización económica en el subsistema de ciudades de la Región Centro . 105

mando la atención que nueve localidades mostraron una mayor diversificación


ocupacional, en tanto que once evidenciaron un cambio hacia mayores niveles
de concentración sectorial.
La ciudad que mostró la mayor transformación en su estructura ocupa-
cional hacia la diversificación fue Cuautla, siendo también la de mayor ga-
nancia en su jerarquía poblacional. Sin embargo, la información no permite
concluir que a mayor crecimiento poblacional relativo, mayor diversificación
de su estructura ocupacional, situación previsible en la teoría económica espa-
cial (Goodall, 1977:211-217). En efecto, sólo Cuautla, Cuernavaca y Pachuca
observaron un crecimiento poblacional relativo por arriba del promedio regio-
nal, combinado con una diversificación en su estructura económica, pero las
siete ciudades que permanecieron en la misma posición según su tamaño de
población, elevaron sus niveles de concentración sectorial, y seis de ocho
ciudades cuya dinámica demográfica estuvo por abajo del promedio regional
mostraron, al mismo tiempo, una mayor diversificación en su estructura eco-
nómica. Por tanto, se infiere que entre 1980 y 1998 la evolución de estructura
ocupacional en las áreas urbanizadas de la RCP no estuvo asociada con su
ritmo de crecimiento demográfico, lo que puede decir que dichas localidades
evidenciaron más procesos de expansión cuantitativa de su base económica y
menos reestructuración cualitativa hacia grupos de actividad con mayor dina-
mismo en el contexto nacional.

Consideraciones finales

Las aportaciones teóricas y las evidencias empíricas sobre la estructura eco-


nómica de las ciudades permiten proponer dos grandes conclusiones: i) Desde
una perspectiva interurbana, las ciudades integradas en subsistemas presentan
estructuras especializadas y diversificadas, que responden al aprovechamiento
de economías de aglomeración, y que permiten obtener inferencias sobre los
patrones de localización de las actividades económicas en función del tamaño
de la ciudad y de su posición geográfica. Estos patrones no cambian tan fá-
cilmente en el tiempo, por lo que las economías urbanas atestiguan más bien
procesos de expansión cuantitativa de su base económica y menos reestruc-
turación cualitativa hacia otros giros de actividad. ii) Desde una perspectiva
intraurbana, la especialización tiene ventajas y desventajas. Las primeras se re-
lacionan con menor tamaño urbano, máximo aprovechamiento de economías
de localización y emergente conformación de cadenas espacio-sectoriales. Las
106 . Luis Jaime Sobrino

desventajas incluyen menor propensión a la adopción de innovaciones tecno-


lógicas y mayor riesgo a la marcha del sector en la economía global.

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Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones
y las contradicciones del espacio público
Eduardo Nivón Bolán
Departamento de Antropología,
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.

Cuatro contradicciones de la expansión urbana

En el trabajo que fue presentado en la primera edición de este coloquio1 se


propuso pensar cuatro contradicciones de la expansión urbana que afectan
nuestra percepción cultural de la misma. Las contradicciones fueron enuncia-
das sintéticamente del siguiente modo:

1. Producción de nuevos límites. La ciudad difusa, la ciudad que cada vez


es más difícil delimitar, es al mismo tiempo una ciudad que ha cons-
truido nuevos límites; éstos se refieren tanto a delimitaciones físicas,
administrativas o sociales como a emblemas o símbolos que sirven para
operar en la ciudad. Las casetas de cobro, barrancas y bardas en ciertas
zonas de la ciudad, fronteras municipales o barriales, definen de modo
nuevo la metrópoli ante el crecimiento de la urbanización.
2. Debilitamiento de lo público. Los agentes sociales que intervienen en
la vida urbana se jerarquizan de manera diferente a medida que nos
alejamos de las zonas centrales. La preponderancia de lo público y su
paulatina sustitución por lo privado puede observarse en la expansión
urbana en campos tan dispares como el transporte, el patrimonio ar-
tístico o las instituciones educativas.
3. Homogeneidad versus cohesión social. La construcción de los am-
bientes de segregación social tanto de sectores de altos como de bajos

1Se refiere al 2°. Seminario del Proyecto “La rurbanización de la Corona Regional de la
Ciudad de México”, organizada por el Instituto de Geografía, de la Universidad Nacional
Autónoma de México en 2002.
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 109

ingresos es consecuencia del debilitamiento de la gestión pública y del


paulatino avance de la privatización. Así, los grupos organizados de
altos ingresos se erigen en constructores de sociedades homogéneas
que cierran los poros por donde se puede filtrar la desigualdad. Por
otra parte, las poblaciones pobres se ven arrojadas a ambientes ecoló-
gicos hostiles en donde el grupo se da a la tarea de construir las condi-
ciones de habitabilidad, obligando a sus miembros a una participación
con diversos grados de verticalidad.
4. Fortalecimiento de la capacidad del sector agrícola para resistir la
urbanización. La frontera tradicional entre el campo y la ciudad se
empieza a hacer invisible conforme nos alejamos de las ciudades cen-
trales y, por el contrario, empiezan a surgir nuevos modos de relación
con la agricultura y la producción pecuaria al interior de la ciudad.
Estas transformaciones se encuentran a su vez influidas por factores
internacionales que inciden en la producción agrícola de modos muy
distintos de expresión. Se ponía el ejemplo de la fruticultura en Chile,
pero también se puede observar este fenómeno en el desarrollo de
la producción nopalera en Milpa Alta como un caso específico más
próximo a nuestra realidad.2

Las contradicciones enunciadas en esa ocasión eran en realidad sólo


puntos de partida que se suponía podían ser demostradas por investigaciones
subsecuentes; algunas han empezado ya a atacarse con cierto éxito. Los es-
tudios sobre la rurbanización en la ciudad región están dando lugar a nuevas
visiones sobre la relación del campo y la ciudad, la rural-urbanidad metro-
politana, como algunos han dado en llamar a la nueva relación de la ciudad
con el campo en las periferias, habla de la resistencia de la agricultura a la
expansión urbana y de la supervivencia y refuncionalización de la identi-
dad campesina en la ciudad región. Por otra parte las investigaciones sobre
la segmentación urbana, especialmente el fenómeno del amurallamiento de
amplias zonas de la ciudad está siendo objeto de interés en toda América, así
como el análisis cultural de la homogeneidad urbana y la falta de cohesión
social que está produciendo.

2He tenido oportunidad de leer un trabajo muy interesante sobre esto último de José
Martín Álvarez P., presentado como tesis de licenciatura en Sociología en la UAM-
Azcapotzalco.
110 . Eduardo Nivón Bolán

Lo público y lo privado en la vida urbana

Sin embargo, tal vez el tema que más ha causado preocupación para la polí-
tica urbana es la transformación del sentido de lo público en la vida urbana.
Centro y periferias se ven sometidos a un constante ataque que se expresa en
la reducción de zonas urbanas para el consumo de unos cuantos o, por el con-
trario, en la construcción de límites simbólicos que no pueden ser traspuestos
por el conjunto de las clases.
La transformación del sentido de lo público en la vida urbana ha sido com-
prendida a través de tres enfoques íntimamente relacionados. En primer lugar
la reducción de los espacios comunes y su paulatina transformación en espacios
privados. El cierre de las calles, el control de los accesos a ciertos barrios o colo-
nias, el uso de las aceras para el estacionamiento de vehículos o la instalación de
locales comerciales, ha venido limitando la participación en espacios comunes
y la responsabilidad pública en el cuidado, seguridad y mantenimiento de am-
plias zonas de la ciudad. A las razones de seguridad y control se sobreponen las
diferenciaciones sociales y económicas. Quién no ha presenciado esos pequeños
pero cotidianos enfrentamientos entre vecinos o parroquianos que son urgidos
a moverse de cierto lugar público, arguyendo, a veces como recurso definitivo,
que el solicitante paga mucho dinero en contribuciones y que por tanto tiene
derecho a disponer de algunos espacios públicos de manera privada.
Esta preocupación por la suerte de los espacios públicos en las ciudades ha
conducido a reflexiones sobre el propio diseño de las ciudades. Un número re-
ciente de la revista Casas Internacional de Argentina (2001), hace una revisión del
curso que ha asumido la creación de barrios privados en la zona conurbada de
Buenos Aires. Con una argumentación de escasas pretensiones políticas, la tesis
fundamental del autor de la revisión de los diez casos tratados en la revista es que
el objetivo de los barrios cerrados, que es lograr una forma de vida y una estudia-
da calidad visual, no se satisface exclusivamente con el diseño de unidades resi-
denciales centradas en la vivienda. Se requiere, dice, de una “urbanización pro-
funda y planificada” que integre los servicios comunes, de consumo, diversión e
incluso de empleo. En realidad, a lo que nos llevan los arquitectos especialistas
en estas urbanizaciones es a que la contradicción público-privado se expresa más
allá del ámbito reducido de la residencia, y abarca en cambio la totalidad del
diseño urbano, así sea sólo de una región del conjunto metropolitano.
El segundo énfasis depositado en la contradicción público-privado, con-
siste en el reacomodo de las relaciones de la ciudadanía en el medio urbano.
Se sabe que el origen de la ciudad moderna en Occidente está relacionado con
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 111

la promoción de una serie de derechos y deberes que dan lugar al burgués, al


ciudadano. La ciudad, es básicamente lo que sucede en las calles; “La urbe
es ante todo esto –señala Ortega y Gasset–: plazuela, ágora, lugar para la
conversación, la disputa, la elocuencia, la política: En rigor, la urbe clásica no
debía tener casas, sino sólo fachadas que son necesarias para cerrar una plaza,
escena artificial que el animal político acota sobre el espacio agrícola” (citado
por Chueca Goitia:8-9). Es decir, el lugar de la polis es el opuesto al del oikos,
la casa, y por tanto la dinámica de la ciudadanía se mueve de manera opuesta
a la del consumo. De este modo hay una continuidad entre la defensa del es-
pacio público y la construcción de actitudes ciudadanas, entendidas como la
conciencia de participar de derechos y deberes normados por una colectividad.
El primer gobierno del polémico alcalde de Bogotá se distinguió por el papel
que asignó a la cultura en la conducción de su política urbana. Toda acción,
obra de infraestructura, decisión de vialidad o acción de seguridad era eva-
luada por el equipo de cultura, de modo que se insertara en una concepción el
despertar de una conciencia ciudadana. De hecho su plan de cultura adoptó
el nombre de “Cultura ciudadana” el cual no consistía en la promoción de las
artes o la cultura entendida como campo especializado, sino en acciones que
con base en el arte y la diversión provocaran la reflexión y el cambio de actitu-
des anti-sociales de los ciudadanos bogotanos. A los pocos meses de aplicado
el programa, el gobierno de Mokus podía entregar buenas cuentas en algunos
rubros: los conductores de la ciudad respetaban más la señalización urbana, los
taxistas prestaban un mejor servicio e incluso las alarmantes tasas de crimina-
lidad mostraban una pequeña disminución, además de que se habían recupe-
rado calles y aceras para los habitantes de la ciudad.3
El tercer enfoque con que se ha tratado la relación público-privado ha
puesto su atención en los medios. En su actuar, prensa, radio, televisión, Inter-
net, etc., permiten la discusión de asuntos públicos, promueven en la sociedad
determinadas agendas de discusión y facilitan modelos de identificación para
grupos sociales determinados. Los medios no son un reflejo de la sociedad,
pero sí permiten que ciertos problemas se proyecten de mejor o peor modo
entre el conjunto de la comunidad metropolitana. Como lo ha puesto en evi-
dencia Rosalía Winocur en sus investigaciones sobre radio e Internet, la relación
entre los medios y la ciudadanía no es directa, pero sí, al menos, permite cier-
tos recortes por edad, género, grupo social, etcétera.

3Para un análisis más amplio de la política cultural de Antanas Mokus, véase a López
Borbón, 2002.
112 . Eduardo Nivón Bolán

Cuando pensamos que la expansión metropolitana abre un frente de contra-


dicción entre la vida pública y las nuevas formas de vida urbana, es conveniente
tener a la vista que esta relación no es inmediata ni unívoca. Por el contrario,
existen diversos modos de gestión de la vida social en las periferias metropo-
litanas que abren o cierran los espacios de expresión de lo público. En lo que
sigue se intentará poner en relevancia, a partir de diversos casos etnográficos,
diversos modos de expresión de la contradicción público-privado. Se trata en
primer lugar del impacto del consumo individualista en las formas residencia-
les de la periferia metropolitana, a continuación de la gestión de lo público a
partir de la tradición en uno de los pueblos y finalmente de un movimiento
social que trata de poner en ejecución una política de identidad que arroje la
constitución de un sujeto público a partir de demandas privadas. Se espera
poner a la vista la difícil convivencia entre lo público y lo privado, y el esce-
nario privilegiado que la expansión metropolitana ha dispuesto para que estas
contradicciones se hagan evidentes. Al final se señalarán algunas conclusiones
para continuar con la investigación en este tema.

La ilusión suburbana. Los fraccionamientos residenciales

Los fraccionamientos residenciales de los sectores de altos ingresos de la ciu-


dad son un ejemplo sugerente de la manera en que las distinciones de clase
se involucran en la organización espacial de un territorio suburbano. Tanto la
forma urbana como la carga simbólica de sus espacios habitacionales pueden
aclarar algunas formas de desigualdad social al interior de la ciudad multicul-
tural. En la formación y reproducción de estos asentamientos se encuentran
involucradas las imágenes y los contenidos socioculturales de sus habitantes y
las políticas de expansión urbana –o la falta de ellas–, así como sus actores
y sus modelos residenciales.
De acuerdo con esta premisa se tiene que los habitantes suburbanos de es-
tos fraccionamientos mantienen, de manera notable, correspondencias simila-
res con las formas de convivencia y diseño urbano de los suburbios norteame-
ricanos. Entre ellos se pueden citar: a) la fuga de la ciudad central; b) búsqueda
de la “naturaleza” a través del establecimiento en áreas boscosas o semirurales;
c) organización racional del diseño suburbano a través de la funcionalidad, la
uniformidad y la “armonía” entre espacios boscosos y equipamiento urbano;
d) el encuentro y la convivencia con individuos de la misma clase y estatus,
expresadas a través del confort y el consumo elevado, y e) la dialéctica entre
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 113

la afirmación individual y el compromiso vecinal. Estos elementos marcan


rasgos socioculturales y del entorno urbano que definen a un tipo particular
de habitante metropolitano.
Por otro lado, en la existencia de estas áreas periféricas se involucran lo
que llamaremos “agentes del cambio”: actores inmobiliarios, “especialistas”
urbanos (ingenieros, arquitectos y urbanistas), autoridades municipales y es-
tatales que se convierten en los generadores primarios de la construcción del
fraccionamiento. Pero si, como se ha señalado, haciendo referencia a los ba-
rrios privados bonaerenses, sus objetivos son otorgar la forma urbana deseada
por los sectores acomodados “de modo que se desenvuelva naturalmente la
vida comunitaria” (Cordeyro, 7), produciendo barrios escindidos del conjunto
urbano a través de la organización funcional del territorio (la zonificación),
en los hechos los planes se ven frustrados ante el inesperado crecimiento del
área y la ineficacia de prever el impacto de esto último, además de la dotación
de infraestructura. Así, la total emancipación de lo público se ve afectada por
la compleja naturaleza de la expansión metropolitana, que obliga a todos los
actores a contender con el transporte, la dotación de agua, o la gestión de
los servicios. Esta nueva realidad periurbana es conocida en Argentina como
“megaemprendimientos” y “ciudades-pueblo” (Lacarreu, 2001).
De esta forma los fraccionamientos de clase media y alta de la periferia
metropolitana se convierten en verdaderos enemigos de la sustentabilidad su-
burbana. Es en esos momentos cuando surgen con mayor intensidad las es-
trategias organizacionales de los habitantes: expresiones de descontento y de
unión, enclaustramiento y protección de su espacio inmediato (la casa, la calle,
la asociación vecinal), exigencias de mayores y mejores servicios públicos, re-
chazo a proyectos intraurbanos que afecten el modelo residencial, entre otros.
En los siguientes apartados se enfatizarán dos características sociocultu-
rales y espaciales que definen a los fraccionamientos suburbanos de sectores
acomodados: la segregación como un elemento presente tanto en el entorno
suburbano como en el sentido social y cultural de sus residentes, y la homoge-
neidad como una estrategia de reconocimiento y distinción ante el resto de la
ciudad de esta población pudiente.

a. Segregación

El área de fraccionamientos residenciales que nos ocupa se sitúa en la zona


oriente del municipio de Huixquilucan, Estado de México. Colinda con las
delegaciones de Cuajimalpa, Miguel Hidalgo y el municipio de Naucalpan.
114 . Eduardo Nivón Bolán

Su topografía irregular y elevada se compone de áreas semimontañosas, lomas


y lomeríos, barrancas y pequeños riachuelos. Este panorama ofreció lugares
tentadores para el asentamiento de sectores pudientes de la ciudad. La Herra-
dura, uno de los primeros fraccionamientos en el municipio, ocupó lo que fue
el rancho del general Manuel Ávila Camacho. Tras el deceso de éste, ocurrido
en 1955, su viuda solicitó el 8 de marzo de 1962 permiso al gobierno estatal
para establecer un fraccionamiento de tipo residencial campestre. A partir de
entonces se comenzó a fraccionar y urbanizar sucesivamente en tres secciones
de terreno (147.475 ha en total) –bajo la dirección de la compañía inmobiliaria
FRISA– viviendas de tipo residencial unifamiliar. La construcción paulatina
abrió el camino para que familias jóvenes (parejas con uno o dos hijos) inmi-
graran a lo que en esos años eran terrenos recónditos de la metrópoli. El entrar
en contacto con un paisaje semirural, con servicios mínimos de equipamiento
urbano (pequeña área comercial, escuelas de calidad, clubes, redes subterrá-
neas de gas y alumbrado público) reprodujo las imágenes más gratas de la
residencia suburbana. Dice una informante:

Teníamos la presa hecha un laguito donde estaba muy limpio, ¡impecable!


Teníamos policía montada tipo Canadá: ver policías en sus caballos blancos
preciosos, con todas sus casacas rojas, todo como tipo canadiense. Y como
todo era puro bosque, ¡esto era verdaderamente una belleza, un paraíso!

Por su parte, los agentes inmobiliarios satisfacían los caprichos residencia-


les de un pequeño y selecto grupo de individuos suburbanos. En La Herradu-
ra se proyectó inicialmente un máximo de 2 000 terrenos (por lo tanto 2 000
viviendas unifamiliares), mismos que se dotarían de la infraestructura urbana
adecuada. También se zonificaron áreas comerciales, escolares y de vivienda.
Densidades, alturas y ciertos materiales de construcción (rasgo peculiar en este
fraccionamiento es el uso del adoquín rosa de Querétaro para las banquetas) se
reglamentaron con el propósito de controlar el crecimiento y el caos residencial.
La arquitectura de la vivienda se dejó a la iniciativa familiar, pero gran parte de
los primeros habitantes tenían un “gusto muy mexicano”, preferían lo que llama-
ban –cualquiera que fuera su significado– el “estilo tradicional mexicano”:

Nosotros no queríamos negar nuestro pasado (...) Ya ves que en las colonias
residenciales como Polanco o La Condesa se construyó de todo: que el colonial
californiano, que el afrancesamiento con el art decó, casas polacas, orientales,
de todo... ¡No, no, eso no está bien!” Era curioso que mientras los nuevos resi-
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 115

dentes creaban entornos y estilos de vida muy similares a los suburbios norte-
americanos, pretendieran “conservar un sentido arquitectónico del pasado.

Esta segregación residencial, la unifuncionalidad de sus espacios y la re-


unión suburbana con individuos de su misma posición socioeconómica, per-
maneció como un rasgo constante en la construcción del suburbio. El aisla-
miento de su entorno y la búsqueda de privacidad familiar y vecinal otorgaron
contenidos simbólicos a sus habitantes y un mínimo de identificación con su
territorio. Sin embargo, el suburbio empezó a crecer, nuevos fraccionamientos
se construyeron y alteraron entornos ecológicos previos. La única diferencia
con respecto a la expansión de las zonas populares cercanas era que éstas cre-
cían con igual intensidad pero con mucho mayor desorden. Las vialidades
internas eran suficientes pero las que conectaban a la ciudad y zonas aledañas
se volvieron poco eficientes para los commuters suburbanos, que hacían del
automóvil una verdadera “cultura autocéntrica” (Chermayeff).
Actualmente la zona residencial huixquiluquense se conforma de 16 frac-
cionamientos en un área de 1 032.187 ha (38.75% de la superficie de la zona
oriente y el 7.19% de la municipal). Cuenta con 14 405 viviendas unifamiliares
(el 44.38% de las viviendas del oriente y el 28.78% municipal) y aproximada-
mente 57 620 habitantes. El territorio suburbano de esta zona se expande ace-
leradamente pero mantiene la prioridad residencial. Nuevos estilos arquitectó-
nicos se integran día a día al panorama residencial sin ser mal vistos, siempre
y cuando respeten los límites de altura y densidad previstos. Se edifican zonas
condominales en áreas exclusivas de los distintos fraccionamientos. Nuevas y
mejores escuelas, clubes e iglesias se integran al paisaje suburbano. Se constru-
yó un área comercial con el objetivo de vincular a todos los habitantes bajo un
mismo espacio de consumo y servicios (la zona comercial de Interlomas, aunque
Santa Fe resulta una opción igual de atrayente para la población suburbana). En
fin, el crecimiento del área de fraccionamientos no ha disuelto las imágenes de
exclusividad y confort en que viven, sólo que la misma expansión urbana los ha
acercado inevitablemente a las dinámicas y los problemas metropolitanos, situa-
ción que incide en la organización socioespacial de su territorio.

b. Homogeneidad

Los “agentes del cambio” (señalados en el primer apartado) y su excesivo afán


de integrar nuevos proyectos comerciales ocasionan serias y originales dis-
putas con los habitantes. Este factor, asociado a la más cercana interrelación
116 . Eduardo Nivón Bolán

con las áreas populares del municipio ha impulsado la creciente organización


vecinal y las manifestaciones físicas más acabadas de enclaustramiento su-
burbano. La homogeneidad socioespacial puede actuar como una estrategia
de identificación residencial a fin de distinguirse no sólo de otros sectores de
clase, sino también de otros habitantes acomodados del área. Los más re-
cientes fraccionamientos de la zona, por ejemplo, se crean en medio de un
amurallamiento total: Lomas del Sol, Lomas Country Club, Lomas Aná-
huac, Frondoso, La Enramada. Una característica arquitectónica nueva es que
numerosos conjuntos habitacionales se diseñan bajo el concepto de la “invisi-
bilidad”, es decir, con la discreción como norma, a pesar de que cuentan con
vigilancia permanente. Los accesos son restringidos en tanto que patrullas de
policía privada rondan por toda el área. Se modifica también la escala de los
servicios comunes con parques semiprivados y campos de golf, y a diferencia
de los fraccionamientos más antiguos, ahora se imponen estilos arquitectóni-
cos que homogeneizan necesidades y gustos (en Lomas Country Club sólo se
permiten construcciones estilo “contemporáneo mexicano”, en calles de otros
fraccionamientos únicamente tienen cabida estilos italianos, franceses, condo-
minios vanguardistas o calles con una “atmósfera guanajuatense”).
A esta segregación y homogeneidad del diseño residencial lo acompaña
una serie de valores socioculturales que pueden tener empatía con el entorno
residencial construido, o bien manifestar su rechazo a una alteración misma
del espacio. La expresión más acabada de las relaciones sociales dentro del
suburbio se aprecia en las formas que asumen la organización vecinal (ya Her-
bert Gans resaltaba la importancia de las relaciones vecinales, llamadas por él
cuasi-primarias en la caracterización de los suburbios). Atendiendo la relación
entre espacio y comportamiento vecinal se puede inferir lo que sucede en el
ámbito público por excelencia: la calle. En el suburbio se niega el uso de ésta
para los fines de convivencia social. En el fraccionamiento de La Herradura,
por ejemplo, cerca del 50% de las calles están cerradas al tránsito peatonal y/o
vehicular de extraños. Sistemas electrónicos de seguridad, rejas, portones y
plumas indican la permanente vigilancia. Una identificación y presentación
decorosa pueden conceder la entrada a un eventual antropólogo dispuesto a
soportar miradas inquisitivas, sin embargo, sabe que está fuera de lugar: un
mínimo de aceras por donde caminar, la soledad de la calle y el vigilante que
lo observa le dicen que la sociabilidad no se encuentra en este espacio, que para
eso existen lugares y momentos exclusivos.
La mayor parte del cierre de las calles se efectúa primordialmente por
la iniciativa vecinal. La voluntad de realizar esta acción se acompaña de las
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 117

experiencias personales o familiares con la delincuencia urbana (secuestros,


robos, asesinatos, etc.). Una especie de conciencia ciudadana de protegerse de
los otros, que son peligrosos. Una informante se expresa de esta manera:

Yo creo que soy una persona de formación muy racional (...) justamente lo
que hago es planear, prever, tomar todas las medidas precautorias (...) Todos
los días me levanto a las 6:00 AM, escucho las noticias de Radio Red: no hay
una mañana en la que no den el reporte de las tragedias: la muerte de no
sé quién, el asalto de no sé cuántos, el secuestro de no sé quién ... Entonces
bueno, no puedes perder la objetividad. Ante lo que sucede puede uno tomar
ciertas medidas (...) Y no es que le tema ... el vivir uno con miedo es lo peor.
Toma uno sus precauciones y hace hasta lo que puede ... y se encomienda
uno a Dios.

La calle donde nuestra informante vive cuenta con dos casetas de vigi-
lancia y el acceso está cerrado mediante rejas y plumas. La organización veci-
nal ocurre cuando se colectan las cuotas para contratar la seguridad privada,
nombrar representantes anuales, turnarse las responsabilidades de la adminis-
tración, dar parte a las autoridades municipales y organizar eventos de con-
vivencia vecinal. La igualdad económica y social de los participantes produce
un sentimiento natural de confianza en el manejo honesto de las aportaciones
vecinales.
Si en el ámbito concreto de la calle se manifiesta la organización familiar
y vecinal, sus efectos rebasan la esfera particular del espacio público, envol-
viendo esferas más privadas y selectivas. El caso llamativo es la formación de
asociaciones de colonos al interior de cada fraccionamiento. En la zona exis-
ten 16 de estas organizaciones, la incidencia de participación puede variar de
acuerdo con las dimensiones y con la antigüedad propias del fraccionamiento,
pero también de las prestaciones administrativas que puedan ofrecer a los resi-
dentes y del grado de problemas urbanos en que se involucren. La Asociación
de Colonos de la Herradura tiene 950 familias afiliadas (cerca del 52.7% del
total de familias al interior), que pagan una cuota anual de 1 300 pesos cada
una, misma que les da derecho a integrarse a las mesas directivas que repre-
sentan al fraccionamiento. Las mesas directivas se forman por medio de la
elección de vecinos a través de planillas, que en caso de resultar electas presi-
den y administran los problemas cotidianos al interior de su fraccionamiento.
Se elige una mesa directiva cada dos años, pero además se promueve la partici-
pación de delegados (vocales) que manejan asuntos tales como la arquitectura,
118 . Eduardo Nivón Bolán

parques y áreas verdes, vialidad y seguridad, ecología, comunicación, etc. Con


esta organización formal los colonos logran homogeneizar intereses y deman-
das, seleccionar a especialistas para la representación ante el gobierno estatal y
municipal, y hacer más efectiva la gestión de la vida cotidiana. A su vez, el re-
presentante de cada asociación de colonos se reúne permanentemente con los
demás presidentes, ya sea en un desayuno o comida en algún restaurante. Allí
exponen los problemas principales de la zona, dan prioridad a ciertos asuntos
comunes y se asumen posturas generales que ayudan a gestionar las soluciones
ante las autoridades respectivas. Es frecuente que por esas reuniones pasen
funcionarios como el alcalde, el jefe de la policía municipal, el director de
desarrollo urbano o el mismo gobernador del estado.
Otro de los objetivos primordiales de las asociaciones reside en ofrecer
servicios administrativos sin necesidad de dirigirse a las oficinas públicas
del municipio. Se tiene plena confianza en el manejo del dinero ya que los
miembros poseen una situación económica desahogada, siendo impensable la
corrupción al interior. Por otra parte, la cercanía y la mayor eficacia de los em-
pleados que laboran en las asociaciones infunde gran confianza en el colono
para realizar en su nombre trámites como el pago de impuesto predial, agua,
gas, energía eléctrica, teléfono, impuestos sobre la tenencia de automóviles,
entre otros. Por otra parte, la organización recibe y atiende quejas de los colo-
nos respecto a los servicios municipales relacionados con la seguridad públi-
ca, el alumbrado público, la recolección de basura, pavimentación y bacheo,
nomenclatura de calles, fugas de gas, vialidades, poda de árboles, entre otros.
Mientras más eficiente sea la organización –y ésta es una de sus premisas–,
asume más funciones que en los hechos eximen a los colonos del contacto
burocrático con el sector público, dejando en manos de especialistas gerencia-
les las obligaciones administrativas. De este modo los residentes se conducen
como consumidores privilegiados, más que como ciudadanos, que demandan
servicios eficientes y de calidad.

c. Relación con la expansión metropolitana

En los fraccionamientos suburbanos de los sectores acomodados de la ciudad


se privilegia el espacio privado: la vivienda unifamiliar, la calle y en ocasiones
hasta el fraccionamiento fortificado expresan un deseo social y cultural de sus
habitantes de segregarse y encontrarse ante individuos de semejante posición
socioeconómica o racial. Ya la literatura sobre suburbios indica que existe una
dicotomía cultural que fundamenta las acciones sobre el entorno y el compor-
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 119

tamiento social: aquélla donde el suburbio se mira como el ámbito privado


(la familia, la mujer, la vivienda, la naturaleza, la noche) y la ciudad como
el ámbito público (el trabajo, el hombre, la oficina, la urbanidad, el día). El
éxodo realizado por las familias pudientes de la ciudad se apoyó en este tipo
de aspiraciones suburbanas. Las áreas periféricas de la ciudad, con sus actores
inmobiliarios, lograron construir algunos de estos valores residenciales (a tra-
vés de la zonificación, las bajas densidades, la armonía bosque-vivienda, etc.).
Sin embargo, la falta de un verdadero proyecto suburbial produjo la alteración
paulatina del espacio. La expansión urbana los alcanzó en parte y con ello los
problemas cotidianos de la ciudad; es decir, el ámbito público se diseminó al
interior de la zona residencial. Ante eso las formas de organización vecinal
responden homogeneizando intereses suburbanos, actuando de una manera
gerencial para con los actores externos y manifestando los disgustos mediante
la forma física de su territorio. Pero en realidad estas respuestas vienen de “co-
munidades” que se construyen bajo un sentido cultural de privacidad e indivi-
dualidad familiar, centrados en la distinción de clase y en el confort residencial
y consumista. Es un rechazo a la ciudad multicultural y a sus variadas formas
de convivencia.

Las tradiciones como escenario de disputa entre lo público y lo privado

A diferencia de los fraccionamientos suburbanos, la situación de los pueblos y


rancherías que casi sin darse cuenta se van integrando a la metrópoli, lejos de
privilegiar la privacidad, parece más bien que todo en ellos es espacio público.
¿Cómo se armoniza el espacio público tradicional con la modernidad metro-
politana?
San Juan Yautepec, es uno de los diez pueblos que junto con nueve ran-
cherías, conforman la llamada zona tradicional o rural del municipio de
Huixquilucan, Estado de México. Tal delimitación se hace a partir de las di-
ferencias entre esta región y las otras dos zonas del municipio: la zona popular
y la zona residencial, las cuales constituyen nichos ecológicos muy distintos de
los pueblos y rancherías.
Quienes habitan la zona tradicional suelen tener la certeza de poseer ca-
racterísticas propias que los distinguen del resto de la población. En primer
lugar, piensan que el hecho de ser nativos del lugar les confiere una identidad
y un sentido de pertenencia diferentes a los de los residentes en las colonias y
fraccionamientos del municipio. Por lo común, manifiestan un fuerte arraigo
120 . Eduardo Nivón Bolán

a su lugar de nacimiento y con dificultad cabe la posibilidad en sus planes a


futuro de ir a vivir a otro municipio o estado, más bien aseguran que ahí nacie-
ron y que ahí morirán. Algunos tienen conocimiento de que en las colonias y
fraccionamientos, en donde se concentra la mayor parte de los que han llegado
a radicar al municipio y con quienes tienen algún tipo de contacto (porque
trabajan o prestan algún servicio ahí), no existe ese arraigo, pues creen que los
inmigrantes tienen que conciliar elementos de sus culturas originarias con
los nuevos usos presentes en un contexto social, económico, político y cultural
distinto.
Al comparar a su comunidad y lo que se vive en la Ciudad de México,
los nativos de los pueblos tienen presentes algunos rasgos que los diferencian.
¿Qué factores entran en acción para lograr estas percepciones que los identi-
fican y distinguen? Se supone que a raíz de la conurbación del municipio de
Huixquilucan y frente a la creciente comunicación que se desarrolló con el
D.F., las personas tuvieron la posibilidad de buscar nuevas oportunidades de
trabajo y de estudio. Con el desarrollo tecnológico y el acceso a un modo
de vida urbano conocieron otras formas de pensar y de vivir y, a partir de esto,
redefinieron sus características propias y su posición en la sociedad, al ser par-
tícipes de la transformación de su entorno social y físico.
Ahora bien, los habitantes de la zona tradicional perciben algunos cam-
bios que han experimentado su comunidad y la sociedad de la que forma parte,
así como los beneficios y consecuencias que eso ha implicado. La explosión
demográfica, la creciente inmigración, la contaminación, la expansión urbana,
entre otros problemas que observan en la metrópoli, les permiten vislumbrar
lo que podría pasar en su entorno inmediato. Saben que a largo plazo esos
problemas generarán en su entorno las mismas consecuencias negativas que
en el resto de la ciudad. Empero, parecen tener la confianza de que ello no les
afectará profundamente, ya que piensan que será posible prevenir los cambios
y enfrentarse ante esta sociedad transfigurada, definiendo un futuro más ade-
cuado como individuos y como grupo social.

a. La puesta en escena de la tradición. Relaciones de género y de fracciones

En San Juan Yautepec y en otros pueblos se han conservado algunas costum-


bres y tradiciones que han permanecido no sin variación. Los usos tradicio-
nales dan cuenta justamente de ese cambio que experimentan las personas, y
revelan las diferentes formas de cómo se ubican ante una sociedad en continua
transformación. A partir del estudio del ritual de la fiesta en San Juan Yaute-
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 121

pec, se observa dos relaciones íntimamente relacionadas: naturaleza-sociedad


y modernidad-tradición.
La fiesta es una práctica social que revela el sentido de pertenencia al lu-
gar de origen. Tiene un sentido performativo al hacer visible la unidad dentro
de la comunidad. Permite la identificación y el reconocimiento del grupo ante
sí mismo y ante los demás. Y, más allá de esto, hace posibles relaciones inter-
personales afectivas o estructuradas.
Una cuestión que resulta ser fundamental en este aspecto es la diversidad
en los modos de percibir y experimentar el espacio público y el privado. Justa-
mente, a partir de las relaciones interpersonales, en la construcción de la iden-
tidad, y en la revalorización de las personas es posible aprehender esas dife-
rencias. En primer lugar, es interesante destacar que la relación entre géneros
no deja de ser desigual, pese a la preparación educativa que muchas mujeres
han alcanzado y el consiguiente cambio en la manera de mirar las diferencias
y capacidades de cada sexo. Desde el momento en que sólo se eligen hombres
para que se hagan cargo de la organización de la fiesta (conocidos como fis-
cales), es notoria la posición de desventaja que ocupan las mujeres en la vida
social de San Juan. Éstas no pueden ser fiscales, se dice, porque adolecen de
la condición física adecuada para llevar a cabo los trabajos pesados que deben
realizarse; o bien, porque como amas de casa no cuentan con el tiempo para
desempeñar el cargo.
La norma se ve apoyada con el recurso de la tradición: existe la creencia
de que si las mujeres tocan las campanas (una de las muchas obligaciones de
un fiscal), las rompen. Por ello, aun cuando hay libertad de elección y formal-
mente no existe un impedimento real para que accedan al cargo, de manera
velada se sabe que no puede haber mujeres fiscales. Por otra parte, las mujeres
parecen convenir con este principio organizativo por razones de “ética social”,
pues años atrás, cuando algunas de ellas ocuparon el cargo, se generaron ru-
mores negativos sobre algunas mujeres, por lo que desde entonces “está mal
visto que la mujer ande en grupo con varios hombres...”. Sea o no sea justa la
fama pública de las mujeres que participaron en aquella época como fiscales, el
hecho es que desde entonces suelen ser los hombres quienes ocupan el cargo;
empero, algunas de ellas aún aspiran a que las cosas cambien:

... hay que afrontar la responsabilidad que uno tiene, enfocarse a lo que a uno
le corresponde hacer, ¿no? Sin distinción, sin malos manejos, sin dar cabida
a que a uno de mujer, pues, te vean mal ante un grupo, porque uno de mujer,
debes de llevar … debes de guardar tu posición.
122 . Eduardo Nivón Bolán

Esta situación discriminatoria no se aplica en cambio cuando se deter-


mina quiénes son los que deben cooperar para llevar a efecto la fiesta. Se
afirma que cada jefe de familia tiene que aportar su cooperación, pero tam-
bién los jóvenes mayores de edad que trabajan y las madres solteras (porque
supuestamente cuando su hijo crezca va a necesitar los servicios de la iglesia
y por ello debe dar su cooperación). Ahora bien, dicha discriminación hacia
las mujeres que son madres solteras se evidencia en las limitaciones que se le
imponen a su participación en una práctica festiva tradicional del pueblo:
la Danza de los Arrieros. Afirman que cualquier persona que desee formar
parte de la cuadrilla de arrieros es bienvenida, sin distinción de sexo, edad y
origen. Pero de hecho sí existen ciertas restricciones, pues participan prin-
cipalmente más hombres que mujeres, aquí el detalle es que las mujeres que
bailan deben ser solteras, sin ningún este... Vamos, señoritas en este caso.
Los ejemplos hacen patente que la mujer es prejuzgada moralmente, lo que
repercute y se manifiesta en el lugar que ocupa dentro de la familia y la co-
munidad.

b. La fiesta como articulación de los intereses públicos

Por otra parte, las relaciones que sostienen los nativos y los avecindados, per-
miten vislumbrar otras formas de vivir lo público y lo privado. En San Juan
Yautepec han llegado a radicar relativamente pocas familias. A diferencia de
otros pueblos, los nativos predominan en número. Éstos se conocen muy bien
entre sí e identifican fácilmente a las familias de avecindados y saben de dónde
vienen. En la definición de la política local, se ha determinado que los avecin-
dados también aporten su cooperación para la fiesta, pertenezcan a la religión
católica o no. Y deben hacerlo porque de otro modo no tendrán derecho a los
servicios de la iglesia o bien no podrán realizar algunos trámites administra-
tivos. Muchos señalan la justicia de esta decisión, pues ellos son los que llegan
y tienen que adaptarse a la comunidad. La contraparte de su cooperación es
el derecho a participar en la organización y realización de la fiesta. Los ave-
cindados que ya tienen algunos años viviendo ahí, pueden incluso ser elegidos
para ocupar el cargo de fiscales, aunque en los hechos tienen menos posibili-
dades que un nativo. Se afirma que los avecindados deben ser participativos
en los diferentes ámbitos de la vida social del pueblo, sin embargo, en realidad
se encuentran marginados, pues los nativos no conciben la idea de que algún
día aquéllos tengan una mayor participación dentro de la comunidad y tomen
decisiones que “no les corresponden”.
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 123

c. El sistema de cargos como forma de organizar la vida pública

Siguiendo la idea anterior, es necesario ahondar en lo que significa para las


personas ocupar el cargo de fiscal. Es sabido que ante todo implica una gran
responsabilidad y un compromiso formal con la comunidad. Las obligaciones
derivadas del cargo deben cumplirse lo mejor posible y a cambio los fiscales
obtienen el reconocimiento de la gente de su pueblo y de quienes llegan a
visitarlos. Este reconocimiento depende del desempeño en conjunto de los
fiscales electos en cuanto el manejo del dinero, y del esfuerzo realizado para el
logro de una fiesta organizada y suntuosa. Al terminar su período en el cargo,
los fiscales convocan a una asamblea, presentan el resultado del corte de caja y
hacen del conocimiento público los nombres de quienes aportaron o negaron
su cooperación, si es que hubo alguna donación u otro tipo de apoyo. Por si
esto no fuera suficiente, en la entrada del templo se colocan las listas con esa
información. De uno u otro modo, esto da pie a que las personas sean objeto
de críticas positivas y negativas según sea el caso, e influye, claro está, en las
relaciones interpersonales al interior de la comunidad.
Los fiscales no están exentos a la crítica social, pues como organizadores
de la festividad patronal, representan a San Juan Yautepec ante los pueblos
vecinos; de ahí que su conducta deba ser lo más íntegra posible. Por tal razón,
quizás se entienda la discreción con la que se manejó un problema hace unos
años, cuando uno de los fiscales recién nombrados cometió un delito en su
comunidad que provocó que fuera privado de su libertad –la reserva de las per-
sonas fue tan notable que el hecho sólo fue conocido a través de la prensa–. Asi-
mismo, la menor duda de la honestidad de los fiscales en cuanto al manejo de la
cooperación de los vecinos, genera los peores comentarios en la comunidad.
Es importante destacar la forma como a partir del ritual de la fiesta, se
expresan algunos de los cambios que se experimentan en el pueblo. Antes
se llevaban a efecto fiestas sencillas y se admite que las de ahora son más bo-
nitas y se celebran “en grande”, sin embargo, un ex delegado y ex fiscal señala:
“ Ya no es como antes, antes había mucha unión. Ahora ya no, porque ya hay
mucha política, yo no sé a qué se debe eso, a lo mejor hay un dinero que se roba
o no se roba, quién sabe...” ¿Por qué en este testimonio se aborda el ámbito de
lo político y su vínculo con una festividad religiosa?
En el pueblo de San Juan Yautepec existen dos grupos, uno que con-
forman los miembros de una familia nativa y otro que integra a un número
significativo del resto de la población. Entre ellos hay una rivalidad evidente
que nació años atrás y que aún persiste. En el afán de la poderosa familia por
124 . Eduardo Nivón Bolán

ocupar algún cargo, y la determinación del resto del pueblo de no permitirlo,


se llevó a cabo una discusión que terminó en golpes durante una asamblea en
que se iban a elegir a los nuevos fiscales. Hay que aclarar que ocupar el cargo
de fiscal, otorga a las personas el mérito de participar en otros ámbitos de la
vida social de la comunidad. Por ejemplo, un hombre que aspire a ser delegado
del pueblo, y que ya ha sido fiscal alguna ocasión, tiene más posibilidades de
obtener la designación que alguien que nunca lo ha sido. Dado que varios
miembros de esa familia además de haber sido fiscales, han ocupado otros
cargos en su pueblo y en el municipio y no desempeñaron un buen papel, se
dice que no deben participar más ni pretender tener el poder en la comunidad:
“... ellos quieren estar en todo, quieren pelear todo, pero cuando tuvieron la
oportunidad de hacer mucho en San Juan nunca hicieron nada”.
Esta pugna se hace presente en el momento en que finalmente la fiscalía
se conforma por miembros de ambos grupos (al menos de los años 2000, 2001
y 2002) y, en consecuencia, existen dificultades que repercuten en la organiza-
ción y realización de la fiesta. Tal fue el caso de la festividad del 24 de junio de
2004 cuando, por problemas entre los fiscales, hubo una riña y fue necesaria
la intervención de las autoridades. Incluso, el delegado y los fiscales debieron
presentarse a declarar ante el ministerio público por los acontecimientos de ese
día. Estos conflictos muestran como la fiesta hace visible las contradicciones
comunitarias y las personas que son testigos de esos hechos, se forman una
idea, no siempre correcta, de lo que ocurre en esa localidad.

Los movimientos sociales en el campo mediático.


El caso de San Salvador Atenco

Por último, se hace referencia, en forma respetuosa, al movimiento social des-


plegado por los pobladores de San Salvador Atenco como consecuencia de la
decisión gubernamental de construir el nuevo aeropuerto de la Ciudad de
México en esa zona. La intención es observar un fenómeno específico: el que
demandas privadas se conviertan en interés público y las estrategias de los
ejidatarios para lograrlo. La perspectiva que se sigue en este trabajo toma en
cuenta exclusivamente los medios de comunicación, en particular la prensa.
La finalidad es observar cómo se articula lo que aquí se llama política de iden-
tidad y los recursos empleados.
Hasta antes del anuncio definitivo sobre el lugar en que se establecerá
el nuevo aeropuerto, las reacciones se habían reducido a los debates de aca-
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 125

démicos, técnicos y políticos. Pero la decisión creó un grupo con intereses


nuevos, el de los afectados. Éstos, casi ignorados por los anteriores pro-
tagonistas de la discusión despertaron, según parece, de manera lenta. El
problema simplemente parecía haber tocado a su puerta y sorprenderlos en
pleno sueño. Así describe un diario la “sorpresa” de la noticia en esta peque-
ña población:
Estado de México (25 octubre 2001). Una hoja blanca pegada a un
costado del Palacio Municipal de San Salvador Atenco le anuncia a Don
Asunción Hernández un futuro que jamás imaginó: la Federación expropió
su parcela de riego, de 3 mil metros cuadrados, y le dará 75 mil pesos de
indemnización, que serán su manutención para el resto de su vida. Liquida-
rán con $50 mil a la mayoría. Repartirá el Gobierno federal $534 millones
para 5 mil ejidatarios, pero el 20% de las parcelas en la zona de Texcoco son
comunales (Reforma).
Con esto se abrió la etapa de la movilización. Pensamos como Alain
Touraine (1985) que la noción de movimiento social, al igual que la mayoría
de las nociones en las ciencias sociales, no describe parte de la “realidad” sino
un elemento de un modo específico de construcción de la realidad social. Los
movimientos sociales son, en principio, un ejercicio cognitivo. Los individuos
se ubican a sí mismos y son ubicados por otros, formando parte de un con-
glomerado que tiene vínculos imaginarios de identidad. Constituyen visiones
del mundo al modo como las analiza Kearney (1975). Se trata de sistemas
clasificatorios, así como de percepciones del tiempo, espacio y causalidad. Es
decir, dividen y agrupan la sociedad, imponen un sentido de la historia y del
cambio, establecen relaciones entre fenómenos, delimitan territorios... Estos
procesos dan lugar a la construcción de identidades políticas particulares o
“políticas de identidad”.
A lo largo del movimiento que se gesta en oposición a la construcción del
nuevo aeropuerto, se observan distintas tácticas de construcción de la realidad
social. El caso de San Salvador Atenco es especialmente interesante. Se trata
de un municipio de 34 435 habitantes que cuenta con un gran territorio dedi-
cado a la agricultura. Pero lo que es menos evidente son las características de
su ruralidad. De las 11 671 personas que componen la población económica-
mente activa, el 90% se ocupa en actividades secundarias o terciarias. Supo-
niendo que el porcentaje restante se dedique a la agricultura, un tercio de éste
(390 personas) estaría compuesto por jornaleros o peones, es decir, habitantes
que carecen de tierra. De este modo, aproximadamente sólo el 6.5% de la PEA
de Atenco está entre los afectados, lo que no lleva necesariamente a despreciar
126 . Eduardo Nivón Bolán

su importancia demográfica, más bien a reconsiderar el peso de la imagen


“campesina” que el municipio ha sabido difundir a través de los medios.4
Una de las constantes de los movimientos sociales es la combinación de
un cierto principio de globalidad con una referencia a una identidad parti-
cular. La característica principal de lo que se denominó “política de identi-
dad” de los movimientos sociales es la combinación de referentes generales o
universales con un grupo social particular. El tratamiento que ha recibido el
análisis de la identidad política ha pasado por enfatizar dos aspectos (Hale,
1997:577s); inicialmente fue el proceso de elaboración de una identidad unifi-
cada que incluyó a todos los miembros de una comunidad. Más tarde, el análi-
sis ha considerado las relaciones internas de un grupo que contiene diferencias
internas, lo que afecta cualquier iniciativa política. Este último punto de vista
se esfuerza por derruir toda forma de esencialismo, enfatizando en cambio la
invención de la tradición, la hibridización de las culturas y la multiplicidad de
identidades. Sin embargo, los movimientos sociales no se empeñan exclusiva-
mente en fortalecer la representación de un grupo, sino también en relacio-
narla con sujetos universales o generales. El referente mayor se convierte en
un elemento unificador ante condiciones individuales diferenciadas, al mismo
tiempo que permite que la sociedad en su conjunto se identifique o distancie
del sujeto que está generando la acción política. El “hombre” o el “ciudadano”
en el caso de los revolucionarios franceses, el “proletario”, la “mujer”, el “estu-
diante”, etc., son abstracciones movilizadoras de los grupos sociales que de esa
manera decantan a la sociedad a favor o en contra de un sujeto universal. Este
proceso de construcción de una identidad particular, que produce al mismo
tiempo referentes universales, es el aspecto central de la política de identidad.
Para el caso de un movimiento social, en la capacidad de “universalización”
de sus demandas radica la posibilidad de convertir demandas privadas en de-
mandas públicas, es decir, de colocar un problema particular en la agenda de
la discusión general.

4 El efecto más notable de la construcción del nuevo aeropuerto se observará en el territo-


rio: más de la tercera parte de la superficie del municipio (37 de 94 km 2) será expropiada
para la construcción de la magna obra y el monto de las indemnizaciones es a todas luces
insuficiente:

De la inversión de 2 mil 863 millones de dólares destinada a la construcción del aero-


puerto en Texcoco, el 1.9 por ciento será empleado para la compra de terrenos expro-
piados, lo cual, con base en un comparativo internacional sobre proyectos aeroportua-
rios, significa la proporción más baja (Reforma 13-05-2002).
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 127

La dificultad más grande que manifiesta este proceso en el caso de San


Salvador Atenco es que la figura del afectado no es fácilmente un sujeto gene-
ralizable. Por ello los afectados han debido apelar a referentes simbólicos que
pudieran servir de puentes entre lo universal y lo particular. En primer lugar
acudieron a la imagen consagrada del campesino y su referencia revolucionaria
en el caso de México. Los vecinos de San Salvador Atenco se presentaron ante
la sociedad como nuevos luchadores por la Tierra, imagen que a su vez los co-
necta con la fuente de la nacionalidad y de la identidad mexicana. Roger Bar-
tra ha hablado del campesino como el Adán de la nación mexicana, en el doble
sentido de origen y de héroe arruinado por el pecado de la pre-modernidad:

... La cultura mexicana ha tejido el mito del héroe campesino con los hilos de la
añoranza. Inevitablemente, la imaginería nacional ha convertido a los campe-
sinos en personajes dramáticos, víctimas de la historia, ahogados en su propia
tierra después del gran naufragio de la Revolución mexicana... (Bartra: 47).

De esta manera, si los afectados de Atenco son individuos particulares, el


impacto de su condición campesina mueve la conciencia de al menos una parte
de la sociedad mexicana. Así, Atenco se moviliza desafiando la modernidad y
llevando por delante los símbolos de su vida campesina, mezclando su lucha
de resistencia con signos tradicionales del ambiente rural en el que se mueven.
Con motivo del carnaval, el pueblo de Atenco se vio en la necesidad de trans-
formar su sentido tradicional de acuerdo con las condiciones de la lucha:

Estado de México (1 febrero 2002). Como desde hace más de 100 años, tres
días antes del Miércoles de Ceniza, las calles de Atenco serán invadidas por
hombres vestidos de catrines en tonos serios y coloridos, y bailarán con un
paraguas en la mano derecha, durante 72 horas.
... Sin embargo, este año ante el desgaste que ha traído la protesta en
contra del aeropuerto en Texcoco, la tradición, que llevará el nombre de
“Carnaval de la resistencia”, será económicamente austera, pues los lugare-
ños de este Municipio, catalogado como rural, han gastado hasta un millón
y medio de pesos en su realización (Reforma).

Con todo, el empleo de los símbolos de la vida campesina tienen menos


de folclore que de representación dramática, y mientras más cruda sea ésta,
es decir, mientras más claramente remita al recuerdo del campesino arcaico no
obstante su vecindad con la gran metrópoli, más efectivo parece ser el desdi-
128 . Eduardo Nivón Bolán

bujamiento de las condiciones particulares de los afectados por la construc-


ción del nuevo aeropuerto a favor de un sujeto abstracto más general. De este
modo, las manifestaciones políticas de los afectados entrañan por ejemplo la
movilización de bestias, el uso de machetes, y una retórica sobre la Tierra
como madre universal...5
Los medios han jugado un papel relevante en la configuración del mo-
vimiento al relatar o transmitir en vivo las manifestaciones de los vecinos de
Atenco, mismas que destacan con cierto dramatismo los elementos disruptores
de la vida social. Los machetes dejan de ser para los comentaristas un instru-
mento de labranza y se convierten en armas de potencial agresión; el empleo
de bestias y las lentas caminatas que realizan por las principales avenidas de la
ciudad ponen de relieve su diferente apreciación del tiempo frente a la de los
ciudadanos modernos; la tierra es la fuente de los recursos de la vida y no el
sustento de un proyecto inmobiliario. Hay además, por parte de los afectados
de San Salvador Atenco, una clara intención de aprovechar los símbolos de la
vida campesina:

... Las herramientas del campo, como las guadañas, palas, vertederas y asa-
dones, también fueron personajes principales en la plaza, custodiada por una
catrina de trapo que representaba a los ricos y al Presidente de la República,
y una calavera pulquera, que representaba a los pobres y campesinos” (Refor-
ma, 5-11-2001).
... La marcha, que inició alrededor de las 8:45 horas, congrega a vecinos
de Santa Isabel Ixtapan, Nexquipayac, Acuescómac, Colonia Francisco I.
Madero y a la cabecera municipal, San Salvador Atenco.
El recorrido de unos 28 kilómetros hasta el Ángel de la Independencia
que se ubica sobre el Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal, es hecho a
pie, a caballo, en camionetas y tractores, así como en una decena de autobu-
ses contratados por los inconformes (Reforma, 14-11-2001).
... Afilamos los machetes porque estamos en época de corte (en sus cul-
tivos); ¿qué más podemos decir?, Ahorita, paso que demos es pensado como
si quisiéramos ir en contra de los granaderos, pero ellos no son nuestro obje-
tivo, sino defender nuestra tierra y de alguna agresión, no sabemos de quién
(Reforma, 28-11-2001).

5 En un noticiero de la CNN hacían mención del rechazo de los campesinos de Atenco a


la construcción del nuevo aeropuerto, porque éste les impediría el cumplimiento de sus
tradiciones prehispánicas.
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 129

A este uso de los símbolos se añade la adaptación de tradiciones religiosas


para reforzar el sentido de la lucha que los campesinos han emprendido. Con
motivo de la fiesta de la “Candelaria” (2 de febrero) se llevó a cabo una adap-
tación interesante de la tradicional presentación del niño Jesús. La costumbre
de vestir su imagen con algún motivo particular se expresó en Atenco de un
modo nuevo:

Muchos de los habitantes que acudieron a misa en la parroquia del Divino


Salvador para festejar el levantamiento del niño Dios del pesebre, se traslada-
ron al plantón con el propósito de enseñar su canasta a Ofelia Medina. “Hay
que festejar –dijo la artista−, el Día de la Candelaria, del niño machetero”,
y colocó un machete junto a uno de los niños que varias mujeres subieron al
estrado donde se realizaba el acto artístico-cultural (La Jornada, 03-02-02).

La imagen del campesino en México está asociada por otra parte al uni-
verso político de la revolución, movimiento social por excelencia. El campe-
sino por otra parte representa al “México bronco”, metáfora de los sectores
sociales que no ven en las instituciones jurídicas instrumentos adecuados para
lograr sus demandas sociales y que fácilmente desplazan su expresión política
hacia la acción directa, extra-legal, pero legítimamente sostenida por la ur-
gencia de su situación de vida.
Así en las fechas consagradas por el calendario y el panteón político mexi-
cano los campesinos de Atenco expresan su tono revolucionario, pero éste no
mira hacia el futuro sino hacia el pasado.

... Durante todo el día, en lapsos de tres a diez minutos, lanzaron cañones de
pólvora en la plaza municipal para reafirmar su negativa a la negociación y
criticar la postura de Mandatario federal (Reforma, 5-11-2002).
... La marcha se hace por el 20 de noviembre [fecha oficial de conmemora-
ción de la Revolución mexicana] y también para advertirle al Gobierno que no
estamos jugando, y que si quiere una revolución la va a tener; si se retracta de
su decreto, estaremos calmados, pero si no, quien sabe (Reforma, 21-11-2001).

Con motivo del aniversario del asesinato de Emiliano Zapata los vecinos
de Atenco junto con grupos campesinos y sindicales de otros puntos del país
volvieron a las calles esta vez directamente contra la residencia oficial. Los pe-
riódicos sólo recogieron de ese día el incremento de la beligerancia de los mani-
festantes (fue herido con una piedra un jefe policiaco) y el enorme caos vial de
130 . Eduardo Nivón Bolán

ese día, pero se trató para los de Atenco en una puesta en escena de la renovada
lucha por la tierra. Una entusiasta reportera puso en su nota lo siguiente:

... El general revolucionario y defensor de tierras en comunidades indígenas,


quien nació en 1879 y murió asesinado el 10 de abril de 1919, es el personaje
moral que ha encabezado 171 días la lucha de los ejidatarios de Atenco,
Texcoco y Chimalhuacán, para revocar el decreto de expropiación de 5 mil
391 hectáreas para construir la nueva terminal aérea (Érika Hernández,
Reforma 10-04-02).

La referencia a la tierra ha ido acompañada de un énfasis particular: la


defensa del medio ambiente. Como he señalado más arriba, la opción Texcoco
del nuevo aeropuerto supone el aprovechamiento de parte del antiguo lecho del
lago ahora desecado por las obras hidráulicas emprendidas desde hace años.
Sin embargo, estos suelos han sido objeto de importantes trabajos de recupe-
ración emprendidos a partir de los años setenta cuyo éxito ha sido notable. A
través de la construcción de lagos artificiales y de la siembra de pastos salados,
la superficie salitrosa de la zona ha cambiado su aspecto. El alcance de las
obras ha sido de tal magnitud que el microclima de la región se ha transfor-
mado, la ciudad se libró de terribles tormentas de polvo y se ha recuperado
la presencia de numerosas aves migratorias procedentes de Norteamérica, al
volver a encontrar cobijo en la devastada región. Este último hecho ha sido
particularmente agradable para los habitantes de esta megalópolis quienes lo
ven como un rayo de esperanza ante la debacle ambiental. Por ello numerosas
asociaciones ecologistas, tanto nacionales como internacionales, han expresa-
do su rechazo a la decisión tomada por el gobierno federal.
De este modo, la defensa de los habitantes de Atenco de su entorno rural
se ha conectado estrechamente con el movimiento ambientalista al identificar
la preservación de la ocupación agrícola de la tierra con las necesidades de los
habitantes de la metrópolis de un medio más sano. Incluso el rasgo de iden-
tidad más universal adoptado por los campesinos de Atenco ha rebasado las
fronteras de México y se ha conectado con movimientos críticos de la globali-
zación y a favor del ambiente.6
6 Aunque la protesta de los ambientalistas ha sido en su mayor parte contra la construc-

ción del aeropuerto en Texcoco, existen otras voces que ven en la obra una oportunidad
para lograr el rescate definitivo de la zona. Este es el caso de los diseñadores del proyecto
“México, ciudad futura”, en su mayoría arquitectos, que defienden la opción Texcoco
precisamente por criterios ambientalistas (Proceso 21-01-02).
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 131

En resumen se tiene que la “política de identidad” que han seguido los po-
bladores de Atenco se ha desplegado por tres campos o recursos simbólicos:

Sujeto Campesino Revolucionario Ambientalista


Soporte Tradición Justicia Defensa de la tierra
simbólico y el ambiente
Acción Acción local Acción local Acción nacional y global
y nacional

¿Triunfarán los campesinos de Atenco? Es muy pronto para decir hasta


donde será exitoso el movimiento de defensa por su tierra. Por el momento el
curso legal del movimiento ha consistido en demandar la nulidad de la deci-
sión del gobierno federal, dado que ha incursionado en materia de calificación
del uso del suelo que es una atribución local. Sin embargo, no es ahí donde
está el verdadero pulso del movimiento, sino en la capacidad de vincularse más
ampliamente con otros sectores de la sociedad mexicana; es decir, de convertir
y mantener su demanda como un asunto público.

Lo público y lo privado en la expansión urbana

Se ha intentado trabajar dos grandes espacios de transformación de la so-


ciedad urbana contemporánea en México: la expansión metropolitana y las
nuevas expresiones de la contradicción de lo público y lo privado. El fenómeno
evidenciado por las actuales condiciones de expansión metropolitana consiste
en que el crecimiento urbano ha topado con una lógica nueva en la medida en
que extiende sus brazos a la gran periferia de la ciudad-región. Los estudios
de Marisol Cruz, por ejemplo, muestran que la expansión de la Ciudad de
México en la actualidad se sostiene en la ocupación de terrenos agrícolas pri-
vados, más que públicos (ejidos y terrenos comunales), los cuales, en cambio,
se han constituido en espacios de resistencia a la urbanización. Sin embargo,
parece que no es la importancia agrícola de estos terrenos lo que ha levantado
el dique a la urbanización, más bien cambió el modo en que la región rural
circunvecina se ha conectado con la expansión metropolitana.
Tal vez pueden ayudarnos a comprender este fenómeno las reflexiones
de Thierry Linck sobre las ruralidades emergentes. Su planteamiento, es que
los espacios rurales han asumido nuevas funciones. En lugar de ámbitos to-
132 . Eduardo Nivón Bolán

talmente escindidos de lo urbano se han integrado a esta realidad de maneras


muy variadas. No marcan más la discontinuidad del territorio, sino un modo
distinto de su despliegue; ya no se hallan marginados de los centros de deci­
sión, sino que se han convertido en objeto de interés importante tanto del
sector público como del privado; en lugar de ser identificados estrictamente
como “explotaciones agrícolas” tienen funciones nuevas y distintas, algunas de
ellas muy apreciadas por los habitantes de las metrópolis.
En efecto, cuando se habla de nueva ruralidad o de rurbanización nos
referimos al despliegue de actividades tradicionalmente consideradas como
propias de la ciudad en los medios rurales tradicionales. El empleo industrial
o los servicios son, como en el resto de la ciudad, predominantes en las zo-
nas que tradicionalmente fueron consideradas como agrícolas; incluso quienes
se ocupan de esas actividades tradicionales con frecuencia las combinan con
ocupaciones terciarias o secundarias. El cambio más notable parece estar en
los jóvenes, pues presentan niveles educativos poco asociados con el trabajo
rural y, sin embargo, es frecuente su identificación con la producción agrícola
a pesar de su contacto con otras áreas de actividad económica.
El caso del nuevo aeropuerto, por otra parte, permite ilustrar la combina-
ción de intereses públicos y privados en la periurbanización, pero éste sólo es
un caso extremo. Industria, comercio, administración pública, turismo, servi-
cios de transporte, agentes inmobiliarios y muchos actores más observan con
notable interés lo que sucede en las áreas rurales tradicionales, no siempre para
cambiar su uso del suelo, sino para integrarlas de modo distinto al resto de la
estructura metropolitana.
Tal vez lo que mejor ilustre el cambio de percepción de la periurbaniza-
ción es la multiplicidad de sentidos que pueden producir las zonas rururbanas:
son desde luego espacios que no han dejado de ser susceptibles de ingresar al
mercado, pero además representan valores ambientales, recursos culturales e
identitarios en cuanto tradiciones y sus fiestas colaboran al despliegue de vi-
siones del mundo cosmológicas. Pueden ser vistos incluso como patrimonio y
desde luego como espacio de confrontación y movilización social y política.
¿Cómo afectan estos cambios la organización de lo público y lo privado?
Estado y sociedad han encontrado en el espacio metropolitano uno de sus
puntos de contacto paradigmáticos. Los intereses individuales y comunes se
encuentran en él en constante relación y tensión por lo que tal vez la clave
de esta polaridad sea más bien un problema de equilibrio. Los casos reseñados
permiten plantearnos al menos dos problemas sobre el modo de organizar el
espacio público y privado.
Fraccionamientos, pueblos y nuevas urbanizaciones y las contradicciones del espacio público . 133

El consumismo individualista ejemplificado por los fraccionamientos re-


sidenciales de clases acomodadas en la periferia metropolitana no sólo repre-
senta un choque con los intereses de otras comunidades, sino que hace notar
que éstos se ven afectados por su falta de contacto con los intereses públicos en
su ciego proceso de expansión. Es imposible desarrollar fraccionamientos per-
fectamente organizados y regulados en cuanto a los modos de vivir, la distri-
bución de los espacios físicos y los estilos de vida, sin tomar en cuenta que a la
larga los problemas de abasto, transporte y seguridad implican al conjunto de
la organización metropolitana. El riesgo que actualmente amenaza a estos su-
burbios no proviene de su exterior, sino de la lógica de su propia organización:
la escisión del resto de la sociedad les afecta e impide que su exclusivo modo
de vida pueda ser reproducido exitosamente. Basta observar el movimiento
matutino de vehículos que se despliega en los suburbios metropolitanos para
concluir que si no hay una coordinación con todos los grupos de la región, el
inmovilismo será la única opción que les depare el futuro inmediato.
La segunda contradicción consiste en que en el momento actual de nues-
tra vida política y social, la identificación de lo público con lo estatal ya no
es inmediata. El caso del nuevo aeropuerto resulta ejemplar. ¿Representa la
decisión gubernamental el interés público? ¿Es la reacción de los ejidatarios y
comuneros que se oponen al proyecto una respuesta motivada exclusivamente
por intereses privados? Desde luego no hay una manera clara e inequívoca
de establecer lo uno o lo otro, pero sí es posible observar que en la relación en-
tre ambos espacios queda un amplio campo de acción de muchos otros agentes
involucrados. Si los vecinos de Atenco tienen dificultades para que el resto de
la metrópoli reconozca su movimiento como una defensa de intereses genera-
les, no es menos difícil para el Estado que la sociedad comprenda su decisión
como una correcta respuesta a una necesidad común.
El nuevo escenario de la rurbanización nos enfrenta entonces a la nece­
sidad de diferenciar agentes públicos estatales de los agentes públicos no esta-
tales y de establecer la legitimidad de las acciones e intereses que cada uno de
ellos representa. En contraparte, los intereses privados luchan por obtener
legitimidad justificándose en los intereses comunitarios. Las crisis urbanas tie-
nen en la experiencia de los pueblos y zonas tradicionales tal vez una imagen
que pueda ser útil para su solución: las devociones privadas, las fiestas como
elementos en que se despliega la identidad, son al mismo tiempo la principal
escuela para aprender a manejar los asuntos públicos. Sólo encontrando la ade-
cuada combinación entre estos dos campos se tendrá resuelta la supervivencia
de la comunidad. ¿No sería también este el caso de toda la metrópoli?
134 . Eduardo Nivón Bolán

Agradecimiento

Se agradece la colaboración de Aníbal Álvarez y Adriana Ortega en la elabo-


ración del presente texto.

Bibliografía

Álvarez Pantaleón, J. M. (2001), Urbanización periférica. La ZMCM, algo más que


una inmensa urbe gris, tesis de licenciatura en Sociología, UAM-Azcapotzalco,
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Touraine, A. (1985), “An introduction to the study of social movements”, en Social
Research, 52 (4), winter, pp. 749-787.
Segunda parte
Enlaces aéreos de la Región Centro
Luis Chías Becerril
Departamento de Geografía Económica, Instituto de Geografía,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Introducción

La Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) articula las rela-


ciones que se generan entre Tlaxcala, Puebla, Morelos, Hidalgo, Querétaro,
el Estado de México y el Distrito Federal, conformando un espacio social
complejo y dinámico que se conoce como Región Centro. Para establecer,
reforzar y preservar su jerarquía socioeconómica, la ZMCM ha desarrollado
una compleja red de comunicaciones y transportes terrestres y aéreos que se
caracteriza por su morfología radial y concéntrica, su alta densidad de viajes y
sus intensos niveles de operación.
En este capítulo se presenta un breve análisis de la situación actual y las
principales tendencias que rigen la estructura y operación de los enlaces aéreos
de la Región Centro, con ese fin se analiza exclusivamente la participación de
las aerolíneas nacionales que tienen como base de operaciones algunos de los
aeropuertos que se localizan en dicha región.
Actualmente, los servicios aéreos de todo el país se encuentran bajo un
intenso proceso de reestructuración, que no se puede entender si no se con-
templan las siguientes premisas teóricas básicas:

a) La organización y funcionamiento de los enlaces aéreos no depen-


de exclusivamente de los procesos regionales o nacionales. El mismo
estudio de los impactos generados por la apertura comercial mexi-
cana resultaría insuficiente si se realizara al margen del proceso de
globalización y de la reestructuración del sistema-mundo capitalista
(Wallerstein, 1992).
b) Sin embargo, como el proceso de globalización es por principio ex-
cluyente, no todo el país ni todos los aeropuertos o sectores econó-
138 . Luis Chías Becerril

micos forman parte de él. Las complejas y múltiples relaciones que se


establecen entre las localidades de cada región, entre las de distintas
regiones y con ciudades de otros países, generan por su propia natura-
leza, distintos ámbitos de operación y redes aéreas diferenciales que se
expresan a escala: regional, nacional e internacional.
c) Cada tipo de enlace aéreo tiene consecuentemente diferentes niveles
de desarrollo tecnológico. Al internacional le corresponde, en princi-
pio, la mejor infraestructura, los aviones más rápidos y de mayor capa-
cidad, los servicios más eficientes y oportunos, modernos sistemas de
comunicación y, por tanto, puede conformar el espacio aéreo más cer-
cano, de fácil acceso y no siempre el más caro; en cambio, los enlaces
aéreos nacionales y regionales pueden ser lentos y costosos por el tipo
de aeronaves empleadas, por no tener vuelos diarios y directos, y por
obligar a los usuarios a seguir itinerarios con escalas que incrementan
considerablemente los tiempos y costos del desplazamiento aéreo.
d) Para finalizar, hay que señalar que la participación de distintos ti-
pos de servicios aéreos no necesariamente significa que se desarrollen
en espacios y tiempos diferentes. En la realidad, pueden brindarse al
mismo tiempo en un solo aeropuerto o región, como si se realizaran
sobre espacios superpuestos (Camarena, 1996), con diferentes ritmos
de funcionamiento: la aviación comercial utiliza aviones de gran ca-
pacidad e itinerarios fijos que demandan sofisticadas infraestructu-
ras y servicios de apoyo para realizar adecuadamente sus operaciones;
mientras que la aviación regional, los taxis aéreos y los vuelos charter
pueden operar sin itinerarios regulares y con menores exigencias ad-
ministrativas y tecnológicas. Al registrarse en un mismo aeropuerto
distintas lógicas de operación, los diversos actores que participan en-
tran en conflicto al compartir y competir por el espacio (aerovías, pis-
tas, plataformas y hangares), por los apoyos en tierra (mantenimiento,
combustible, alimentos, etc.), por los servicios para la radionavegación
y por la demanda de pasajeros y mercancías.

En la Región Centro, por ejemplo, el Distrito Federal y los estados de


México e Hidalgo registraron fuertes enfrentamientos para convertirse en la
sede del nuevo aeropuerto de la ZMCM; en esta región también se han rea-
lizado frustrados intentos para crear un Sistema Aéreo Metropolitano y, en
ella nacen, compiten y desaparecen importantes aerolíneas que luchan por
encontrar sus nichos de oportunidad con rutas y ritmos de operación óptimos,
Enlaces aéreos de la Región Centro . 139

bajo un ambiente que se caracteriza por la incertidumbre social y económica


generada por el proceso de globalización.

Infraestructura y servicios aéreos en la Región Centro

1. Los aeropuertos de la Región Centro: ¿una infraestructura


sobredimensionada?

Los estados que conforman la Región Centro cuentan con una importante y
sofisticada infraestructura aérea: dos aeropuertos internacionales, siete nacio-
nales, 41 helipuertos y 28 aeródromos, donde se realiza un significativo volu-
men de los servicios aéreos nacionales e internacionales. Esta región también
cuenta con 42% de los centros de capacitación aérea, lo que permite suponer
que este es el principal enclave nacional para la prestación de los servicios
aéreos y la formación del personal altamente capacitado que demanda la com-
pleja operación de aeronaves, aeropuertos y radioayudas en todo el país.
De la infraestructura mencionada, en este capítulo sólo se analizaron
las actividades de los siete aeropuertos de la Región Centro administrados
por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), se obtuvieron estadísticas para
evaluar su participación y, como se constatará, en ellos se realiza la mayor
parte de las actividades aéreas comerciales de México. De acuerdo con ASA,
estos aeropuertos (Cuadro 1) se clasifican de la siguiente manera:

a) Dos internacionales (Distrito Federal y Toluca) cuyas calificaciones


técnicas (sexta y quinta, respectivamente) permiten atender y
satisfacer necesidades de desplazamiento aéreo típicas de cualquier
zona metropolitana del mundo.
b) Cinco nacionales de los cuales: Cuernavaca, Puebla y Querétaro tienen
altas calificaciones técnico-operativas (quinta categoría); en cambio, las
instalaciones de Tlaxcala y Tehuacán son de tercera categoría. Por el
tipo de operaciones que se realizan predominantemente en estos cinco
aeropuertos, ASA los clasifica como terminales aéreas regionales.

La construcción y operación de estos aeropuertos tan cercanos y operando


en un espacio relativamente reducido, parece tener fundamento en las siguien-
tes consideraciones, que se desprenden del estudio realizado a principios de los
años noventa por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA, 1991):
Cuadro 1. Infraestructura aeronáutica de la Región Centro, 1995 (operada por aeropuertos y servicios auxiliares)

Aeropuerto (sigla) Categoría Clasificación Tipo Sup. Altura habs. Distancia Tiempo Año 1
ha (msnm) benefi- km (min)
ciados
Miles
Cuernavaca, Mor. (CVA) Quinta Nacional R 110 1280 600 15 20 1989
140 . Luis Chías Becerril

México, D.F. (MEX) Sexta Internacional M 773 2238 18 293 5 10 1965


Puebla, Pue. (PBC) Quinta Nacional R 375 2170 1 597 20 45 1985
Querétaro, Qro. (QET) Quinta Nacional R 66 1969 220 15 20 1986
Tehuacán, Pue. (TCN) Tercera Nacional R 134 1679 418 6 15 1970
Toluca, Edo. Mex. (TLC) Quinta Internacional M 260 2575 85 16 15 1985
Tlaxcala, Tlax (TXA) Tercera Nacional R 146 2508 225 17 30 1985
Fuente: ASA , 1996.
M = Metropolitano, R = Regional, 1 = año en que se incorporaron a Aeropuertos y Servicios Auxiliares.
Enlaces aéreos de la Región Centro . 141

a) El desarrollo aeroportuario de la capital del país tiene que considerar


la demanda de su extensa área metropolitana.
b) En ese contexto territorial las instalaciones del Aeropuerto Interna-
cional de la Ciudad de México (AICM) serán insuficientes en tiempos
relativamente cortos.
c) Su ampliación sólo conduciría a una terminal excesivamente ahogada
dentro del crecimiento urbano y difícil de manejar con eficiencia téc-
nica y operativa.
d) Además, la ampliación del AICM iría contra los lineamientos de
descentralización trazados en el entonces Plan Nacional de Desa-
rrollo.

Con estos argumentos, las autoridades de ASA consideraron que habilitar


otros aeropuertos cercanos para el tráfico aéreo de la zona metropolitana con-
tribuiría a: i) descongestionar y descentralizar los servicios aéreos de la Ciudad
de México; ii) incrementar la seguridad y flexibilidad de sus comunicaciones
por aire, consideradas de gran valor estratégico para el proceso de apertura
comercial, y iii) hacer frente a las contingencias socioeconómicas y naturales
que pueden dejar a la ciudad prácticamente incomunicada.
Congruente con lo anterior y señalando que en el mundo entero las me-
galópolis como la nuestra tienden a adoptar el esquema de dos o tres aero-
puertos para su comunicación aérea, el Gobierno Federal dispuso en 1991 la
instrumentación del Sistema Aeroportuario Metropolitano (SAM). El SAM
quedó integrado básicamente por las terminales aéreas de la Ciudad de Méxi-
co, Toluca y Puebla, donde se realizarían operaciones mixtas (nacionales e
internacionales de pasaje y de carga). Además, el SAM contaría con el apoyo
del nuevo aeropuerto de Cuernavaca y se contemplaba la posibilidad de incluir
al de Pachuca, Hidalgo (ASA, 1991).
Como la construcción de este tipo de infraestructuras demanda conside-
rables inversiones (Cuadro 4), grandes espacios (Cuadro 1), sofisticados servi-
cios y equipamientos y complicados estudios que demuestren su rentabilidad
económica y función social, se puede suponer a priori (antes de conocer las
estadísticas correspondientes), que no se trata de una red sobredimensionada,
sino de terminales que se planearon para satisfacer crecientes y competidas de-
mandas de servicios aéreos, es decir, de aeropuertos que deben estar sometidos
a usos intensivos. Sin embargo, el análisis estadístico referente a la partici-
pación de los servicios aéreos por tipo de servicio y por aeropuerto, reporta la
siguiente situación.
142 . Luis Chías Becerril

2. Importancia de los servicios aéreos de la Región Centro y jerarquía del


Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México

En 1995 se realizaron 1.3 millones de vuelos en todo el sistema aeroportuario


de México, los siete aeropuertos correspondientes a la Región Centro atendie-
ron 24.6% del total y si se considera el tipo de servicio brindado, resulta que
en esta región se realizaron 27.2% de los vuelos correspondientes a la aviación
comercial; 24.1% de la aviación regional y 17% de los que proporciona la avia-
ción general. Estos porcentajes reflejan la importancia económica que tienen
las operaciones aéreas de la Región Centro para la vida económica de la región
y la de todo el país (Figura 1).

%
Figura 1. Participación de
los vuelos por región y tipo
100
75.4 72.8 75.9
83
de aviación, 1995.
80 Fuente: ASA, 1996.
60
40 24.6 27.2 24.1
17
20
0
Total Comercial Regional General

Tipo de aviación

Resto País Región Centro

La jerarquía del AICM en la Región Centro resulta abrumadora: a nivel


nacional, esta terminal captó casi 19% de todos los vuelos realizados en nues-
tro país en 1995, en segundo lugar quedó el aeropuerto de Toluca (ATOL) con
3.6% y la participación de los otros cinco aeropuertos de esta región, respecto
al total de vuelos es en todos los casos insignificante (inferior a 1%). Al interior
de la Región Centro, el AICM concentró 76.1% de los vuelos, el ATOL 14.6%
y muy por debajo le siguen las operaciones aéreas realizadas en las terminales
de Querétaro y Puebla (Figura 2).
El AICM es, sin duda, el más importante de todo el país y por supuesto de
la Región Centro; sin embargo, al analizar la participación de cada aeropuerto
por el tipo de aviación predominante, los datos de la Figura 3 indican que:

a) El AICM manifiesta su jerarquía fundamentalmente en las operacio-


nes realizadas por la aviación comercial al absorber 96.1% de todos los
Enlaces aéreos de la Región Centro . 143

Figura 2. Aeropuertos de la
76.1
Región Centro, participa-
ción de los vuelos, 1995.
80 % de vuelos respecto % de vuelos respecto
70 a la Región Centro al Total Nacional
Fuente: ASA, 1996.
60
50
40 18.8
14.6
30 3.6
20 3.3 2.5 1.8 1.1 0.7 0.8 0.6 0.4 0.3 0.2
10
0

MEX TLC QET PBC CVA TXA TCN

vuelos correspondientes a la Región Centro, un 3.9% restante se dis-


tribuyó entre los otros seis aeropuertos, y sólo en las terminales aéreas
de Querétaro (AQRO) y Puebla (APUE) adquieren cierto significado.
b) En la aviación regional, el ATOL ocupó el primer lugar al realizar
58.2% de los vuelos, el segundo lugar fue para el AICM con 32% y el
resto se repartió entre los otros cinco aeropuertos, de los cuales Cuer-
navaca (ACUE) registró 5%.
c) En la aviación general el ATOL ocupó nuevamente el primer lugar con
41% de las operaciones registradas en 1995, el AICM quedó en segundo
lugar con 19.9%, y un 31% restante se distribuyó entre los otros cinco ae-
ropuertos con porcentajes que oscilan entre 4.4 y 9.4%, respectivamente.

Se puede afirmar, por tanto, que el Aeropuerto Internacional de la Ciu-


dad de México funciona como el nodo concentrador de la aviación comercial;
el de Toluca es el más importante para los servicios aéreos de carácter regional
y general; el de Querétaro supera al de Puebla, y los otros cuatro aeropuertos
se caracterizan por tener insignificantes o nulos porcentajes de participación.

3. Desequilibrios operativos en el tráfico de pasajeros

De los 45 millones de pasajeros transportados en 1995 por los servicios aéreos


brindados en todo el país, 16 millones (35%) utilizaron alguno de los siete ae-
ropuertos ubicados en la Región Centro. En estas terminales aéreas se registró
un 36.3% de los pasajeros correspondientes a la aviación comercial, 13.2% de
los que solicitaron servicios aéreos regionales y 16.6% de los atendidos por la
aviación general (Figura 3).
144 . Luis Chías Becerril

Figura 3. Participación de
pasajeros transportados por
100% 35.8 36.3 13.2 16.6 región y tipo de aviación,
80% 1995.
60%
Fuente: ASA, 1996.
64.2 63.7 86.8 83.4
40%
20%

0%
Total Comercial Regional General

Resto País Región Centro

Del total nacional, el AICM atendió al 98.3%, lo que significa que la parti-
cipación de los otros seis aeropuertos analizados, a escala nacional y al interior
de la Región Centro, es en términos generales insignificante. Sin embargo, al
analizar dicha participación por aeropuerto y por tipo de servicio resulta que
(Figura 4):

1. El AICM tiene una participación abrumadora en el caso de la aviación


comercial al transportar 99.2% de los pasajeros que viajaron en 1995;
los aeropuertos de Cuernavaca, Puebla y Querétaro se repartieron el
resto, con porcentajes insignificantes.
2. En los servicios de la aviación regional la situación es diferente, la ma-
yoría de los pasajeros (80.7%) utilizó el ATOL, el AQRO atendió 8.7%,
el APUE 4.5% y el AICM quedaron en cuarto lugar con sólo 4% de los
pasajeros transportados en esta clase de servicios aéreos.
3. En la aviación general, el ATOL también ocupó el primer sitio con 51.5%
de los pasajeros transportados, el AICM quedó en segundo con 18.5%,
las terminales aéreas de Querétaro, Puebla y Cuernavaca registraron
significativas cifras al transportar 9.1, 8.5 y 8.5%, respectivamente; el
aeropuerto de Tehuacán (ATE), sólo movilizó 3.1% de los pasajeros y
el de Tlaxcala no registró este tipo de servicios en 1995.

Como puede advertirse, al igual que en el total de los vuelos realizados,


el AICM es el que registra la mayor cantidad de pasajeros transportados en
los servicios de la aviación comercial; pero, en los servicios de la aviación
regional y general, el ATOL tiene mayor jerarquía y el AQRO ocupa el tercer
lugar.
Enlaces aéreos de la Región Centro . 145

Figura 4. Región Centro:


0.3 3.9
pasajeros transportados por
100% 4.5
1.7
8.5
aeropuerto y tipo de avia-
8.7 8.5
ción, 1995.
80% 9.1
Nota: El aeropuerto de Tlax­
60% 98.3 99.2
80.7 51.5 cala no registró este tipo de
40% servicio.
20% 18.5
4
0%
Total R.C. Comercial Regional General

MEX TLC QET CVA PBC TCN

Las aerolíneas de la Región Centro: estructura de sus rutas y enlaces


aéreos

1. Aerolíneas que brindan sus servicios en la Región Centro

La Dirección General de Aeronáutica Civil de la Secretaría de Comunicacio-


nes y Transportes (SCT), reportó para 1995 la participación de 23 aerolíneas
mexicanas clasificadas de la siguiente manera: seis troncales que transportaron
en conjunto 90% de los pasajeros y 17 regionales que brindaron sus servicios al
restante 10% de los pasajeros.
La Región Centro constituye el centro de operaciones de seis empresas:
aquí se ubican las tres troncales de mayor jerarquía, Aeroméxico, Mexicana
de Aviación y Transportes Aéreos Ejecutivos, S.A. (TAESA), así como
Aeromar, Aeromorelos y PAL Aerolíneas, clasificadas como aerolíneas
regionales. Estas seis empresas transportaron en conjunto a 83.4% de todos
los pasajeros que utilizaron los servicios aéreos comerciales en 1995, el resto
(16.6%) se distribuyó entre las otras 17 aerolíneas, situación que refleja la
importancia que tienen las que operan en la Región Centro, no sólo para
la región estudiada sino para toda la aviación comercial de México. Sin
embargo, al analizar la participación en función de las rutas troncales y
regionales resulta que la jerarquía nacional que tienen las aerolíneas troncales
que operan en la Región Centro se manifiesta claramente al transportar
al 90.7% de los pasajeros, dejando el resto a las otras tres troncales que
operan en el país. En cambio, las tres empresas regionales que se ubican
en nuestra zona en estudio, apenas participaron con 17.6% de los pasajeros
transportados en este tipo de servicios.
146 . Luis Chías Becerril

Los 15.5 millones de pasajeros atendidos por las seis aerolíneas que ope-
ran en la Región Centro se distribuyeron de la siguiente manera: 97.9% utilizó
a las empresas troncales y un 2.1% restante a las regionales.

a) Del total de los pasajeros transportados en las rutas troncales (15.2 mi-


llones), Mexicana de Aviación y Aeroméxico se reparten casi de ma-
nera equitativa un 89.4%. TAESA, por su parte, aunque empezó sus
operaciones en 1991, ya participa con un significativo 10.6% de los
pasajeros transportados (Figura 5).
b) De las tres aerolíneas regionales que operan en la zona en estudio,
Aeromar desplazó 93% de los pasajeros que usaron este tipo de
empresas en 1995; Aeromorelos manejo casi a 7% restante y PAL
Aerolíneas registró movimientos poco significativos (Figura 6).
Figura 5. Porcentaje de pasa-
jeros transportados por em-
9.3
9.62614597 40.32622931 presas troncales, 1995.

40.7369925

Aerovías de México Cía. Mexicana de Aviación

TAESA Otras troncales

Figura 6. Porcentaje de pa-


16.31130064
1.226012793 sajeros transportados por
empresas regionales, en %,
0.106609808 1995.

82.4

Aeromar Aeromorelos

PAL Aerolíneas Otras regionales


Enlaces aéreos de la Región Centro . 147

2. Estructura de la red de rutas aéreas

Las Figuras 7, 8 y 9 sirven de ejemplo para conocer de manera esquemática las


características generales de la red de rutas troncal (nacional e internacional) y
regional que conforman las empresas que operan en la Región Centro.
En la Figura 7 se muestra la red troncal de las rutas nacionales de Mexi-
cana de Aviación, los 27 itinerarios que cubría la empresa en 1995 mues-
tran que sus servicios comunicaban a las principales localidades industriales
(Guadalajara, Monterrey, León, entre otros), turísticas (Cancún, Acapulco,
Puerto Vallarta, por mencionar algunas), fronterizas (Tijuana, Mexicali y
Nuevo Laredo), así como a otras destacadas ciudades de México. La estruc-
tura de esta red troncal era y sigue siendo básicamente radioconcéntrica, con
predominio de ejes longitudinales y carencia de ejes transversales. También
predomina el mayor número de ejes que van del centro hacia el norte y, por
tanto, contrasta la fragilidad de las comunicaciones aéreas hacia el sureste
del país.
La red troncal de Mexicana, y lo mismo ocurre con la de Aeroméxico,
reconoce en general a la Ciudad de México como el principal vértice de sus
operaciones y sólo contadas terminales como la de Guadalajara funcionan
como bases aéreas secundarias. La mayoría de sus rutas son de largo alcan-
ce, excepto las del corredor aéreo Morelia-León-San Luis Potosí, que al
enlazarse con Guadalajara integran un circuito de gran importancia social y
económica. También se aprecia que las rutas conectan a la Ciudad de Méxi-
co preferentemente con ciudades costeras, sobre todo con las del Pacífico
(Figura 7).
En la Figura 8 se esquematizan las rutas internacionales de Mexicana
de Aviación y en ella se repite el patrón radioconcéntrico de las nacionales;
sólo contadas terminales aéreas, además del AICM, realizan este tipo de ope-
raciones (por ejemplo, Guadalajara, León, Zacatecas y Cancún). Aunque el
número de destinos internacionales que tiene Mexicana de Aviación hacia
América Latina (12) y hacia Estados Unidos (14) son casi iguales, los enlaces
hacia el vecino país del norte adquieren mayor importancia económica y polí-
tica, a través de ellos nuestra red aérea se vincula con el resto del mundo (desde
Los Ángeles, San Francisco, Denver, Chicago o Nueva York). Mexicana de
Aviación sólo tenía itinerarios directos hacia Frankfurth, Alemania y de ahí
se comunicaba con otras cuatro ciudades europeas (Revista Mexicana de Avia-
ción), para comunicarse a otras partes del mundo utiliza preferentemente los
aeropuertos de Estados Unidos.
148 . Luis Chías Becerril

Figura 7. Mexicana de Aviación: Enlaces Aéreos Nacionales.


Fuente: Mexicana de Aviación, 1995.

Para esquematizar la estructura de las rutas aéreas regionales se presenta


la Figura 9 con la información de Aerolitoral y Aeromar (también aparecen
las rutas de Aerocaribe pero ésta no tiene su base en el AICM, sino en Mérida,
Yucatán).
Como puede advertirse, las empresas regionales tienen ámbitos de ope-
ración bien delimitados territorialmente: Aerolitoral enlaza al centro del país
con el norte y sobre todo con las ciudades del noroeste; Aeromar, por su par-
te, comunica a las principales ciudades del Bajío y el occidente de México y
extiende sus conexiones hasta Monterrey; Aerocaribe controla los servicios
aéreos en el sur y sureste de México, y su alianza con Aerocozumel le permite
ampliar sus operaciones hacia las ciudades del Pacífico norte. En todos los ca-
sos se trata de rutas de corto y mediano alcance que conectan a ciudades cuyos
indicadores demográficos y económicos las hacen atractivas para fomentar el
desarrollo de los servicios aéreos regionales, sobre todo en los vuelos que tie-
nen como motivo del viaje el trabajo y los negocios.
Enlaces aéreos de la Región Centro . 149

Figura 8. Mexicana de Aviación Enlaces Aéreos Internacionales.


Fuente: Mexicana de Aviación, 1995.

Actualmente, las empresas aéreas mexicanas hacen conexión con 63 ciu-


dades en todo el territorio nacional y 34 más a nivel internacional, 17 de las
cuales se encuentran en Estados Unidos.

3. Los principales enlaces aéreos de la Región Centro

El análisis de los 31 pares de ciudades con mayor tráfico de pasajeros de la


aviación troncal en las rutas internacionales permite advertir lo siguiente:

1. En estos 31 pares de ciudades se realizaron 67.4% de los vuelos y se


transportaron 81.8% de los pasajeros que viajaron por las rutas in-
ternacionales, por tanto, constituye una muestra representativa de lo
que ocurre en este tipo de enlaces aéreos dentro de la Región Centro
(Cuadro 2).
150 . Luis Chías Becerril

Figura 9. Aerolíneas Regionales y sus Enlaces Nacionales.


Fuente: Mexicana de Aviación, 1995.

2. De los 31 pares de ciudades con mayor tráfico destacan cinco locali-


dades nacionales: además de la Ciudad de México, Guadalajara, Can-
cún, Puerto Vallarta y Morelia, es decir, tres capitales y dos centros
turísticos.
3. De las terminales de la Región Centro sólo participa el Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México, el cual interviene como origen
en cinco de los pares y como destino en otros seis. Con estos 11 pares
de ciudades el AICM captó 30.8% de todos los vuelos al extranjero
que se realizaron hacia y desde México en 1995 y 31.9% de todos
los pasajeros transportados en las rutas internacionales. Sin duda es
el aeropuerto más importante de la Región Centro y del país, y su
principal flujo de pasajeros se registró de Los Ángeles a la Ciudad de
México (9.2% de los pasajeros).
4. La ciudad de Guadalajara le sigue en orden de importancia por ser
el origen de tres rutas y destino de una más, con estos cuatro pares de
ciudades captó 13.5% de los vuelos y 20.9% de los pasajeros. Aunque
Enlaces aéreos de la Región Centro . 151

Cuadro 2. Pares de ciudades con más tráfico de pasajeros. Rutas internacionales, 1995
Orden* Pares de ciudades Vuelos Pasajeros
Núm. % (Miles) %
2. Los Ángeles-México 5 263 8.0 317.8 9.2
7. Chicago-México 1 428 2.2 132.1 3.8
11. Houston-México 2 221 3.4 88.3 2.6
15. Dallas-México 2 035 3.1 66.6 1.9
18. Guatemala-México 721 1.1 48.0 1.4
24. La Habana-México 421 0.6 41.3 1.2
4. México-Nueva York 1 899 2.9 177.6 5.2
12. México-San Antonio 1 071 1.6 84.4 2.5
14. México-Miami 3 073 4.7 69.4 2.0
23. México-San Francisco 1 408 2.1 42.3 1.2
31. México-San José, Costa Rica 647 1.0 30.1 0.9
Subtotal México 20 187 30.8 1 098 31.9
1. Guadalajara-Los Ángeles 4 520 6.9 393.0 11.4
6. Guadalajara-San Francisco 2 083 3.2 139.5 4.0
9. Guadalajara-San José, Costa Rica 1 139 1.7 93.8 2.7
10. Chicago-Guadalajara 1 114 1.7 92.3 2.7
Subtotal Guadalajara 8 856 13.5 719 20.9
3. Cancún-Miami 2 188 3.3 177.9 5.2
5. Cancún Nueva York 1 171 1.8 143.4 4.2
16. Cancún-Los Ángeles 509 0.8 58.1 1.7
21. Cancún-Houston 710 1.1 44.1 1.3
Subtotal Cancún 4 578 7.0 423 12
13. Los Ángeles-Puerto Vallarta 1 174 1.8 74.3 2.2
19. Chicago-Puerto Vallarta 722 1.1 47.8 1.4
29. Denver-Puerto Vallarta 589 0.9 35.3 1.0
22. Puerto Vallarta-San Diego 698 1.1 43.6 1.3
Subtotal Puerto Vallarta 3 183 4.9 201 5.8
20. Morelia-San Francisco 571 0.9 46.2 1.3
25. Chicago-Morelia 677 1.0 39.6 1.1
Subtotal Morelia 1 248 1.9 85.8 2.5
8. Los Ángeles-San José del Cabo 1 396 2.1 94.9 2.8
30. Los Ángeles-Zacatecas 359 0.5 34.7 1.0
27. La Paz-Los Ángeles 1 304 2.0 36.3 1.1
17. Del Bajío-Los Ángeles 729 1.1 51.0 1.5
26. Mérida-Miami 1 656 2.5 38.2 1.1
28. Cozumel-Miami 714 1.1 35.9 1.0
Subtotal 31 pares de ciudades 44 210 67.4 2 818 81.8
Otros pares de ciudades 21 374 32.6 628 18.2
Total 65 584 100 3 446.2 100

*Orden en función del total de pasajeros.


152 . Luis Chías Becerril

ocupó el segundo lugar, debe señalarse que la ruta Guadalajara-Los


Ángeles es la que registró el mayor tráfico de pasajeros (11.4%).
5. Si a los aeropuertos de la Ciudad de México y Guadalajara se agregan
los pares de ciudades que se enlazan desde Cancún, Puerto Vallarta
y Morelia, resulta que en los aeropuertos de estas cinco localidades
mexicanas se concentraron 25 de los pares de ciudades con mayor trá-
fico internacional, que captaron en conjunto 56% de todos los vuelos
y 71% del total de pasajeros transportados en las rutas internacionales
en 1995.

Además, de los 31 principales pares de ciudades con mayor tráfico de


pasajeros, 27 corresponden a ciudades de Estados Unidos y entre éstas des-
tacan: Los Ángeles con ocho pares, Miami con cuatro, Nueva York con dos,
Chicago con cuatro, San Francisco con tres y Houston con dos; en conjunto,
los aeropuertos de estas ciudades controlaron 46% de todos los vuelos interna-
cionales y casi 60% de los pasajeros que se desplazaron por la aviación troncal
en 1995. Los otros cuatro pares de ciudades con mayor tráfico de pasajeros de
la aviación troncal en rutas internacionales corresponde a ciudades latinoame-
ricanas, mismas que controlaron solamente 4.5% de los vuelos y 6.2% de los
pasajeros.
El análisis de los 31 pares de ciudades con mayor tráfico de pasajeros de la
aviación troncal en las rutas nacionales permite advertir lo siguiente:

a) La Ciudad de México interviene en 25 de los 31 pares de ciudades, en


12 funciona como origen y en 13 como destino. El AICM controló por
tanto 57.7% de todos los vuelos y 77.9% del total de pasajeros trans-
portados por la aviación troncal en las rutas nacionales en 1995.
b) De los 31 pares de ciudades analizadas sólo seis no tocan la Ciudad de
México y de éstos, cuatro reconocen a Tijuana como centro generador
y los dos restantes a Guadalajara. El aeropuerto de Tijuana controló
6.4% de los vuelos y 8.8% de los pasajeros, mientras que el de Guada-
lajara captó 1.8% de los vuelos y el mismo procentaje de pasajeros.
c) En conjunto, esto significa que entre los aeropuertos de la Ciudad de
México, Tijuana y Guadalajara controlaron en 1995 casi 66% de los
vuelos y casi 80% de los pasajeros que utilizaron la aviación troncal en
rutas nacionales.
d) Vale la pena señalar que las rutas nacionales con mayor tráfico de
pasajeros fueron la México-Monterrey, donde seguramente los viajes
Enlaces aéreos de la Región Centro . 153

de trabajo y negocios deben ser significativos, mientras que, la México-


Tijuana, constituye el principal corredor aéreo para las corrientes
comerciales y migratorias hacia Estados Unidos.
e) Por último, como se advierte en el Cuadro 9, de las terminales aéreas
de la Región Centro sólo el AICM figura entre las 31 rutas de mayor
tráfico de pasajeros.

El análisis de los 31 pares de ciudades con mayor tráfico de pasajeros de la


aviación regional en las rutas nacionales permite advertir lo siguiente:

a) En este tipo de enlaces aéreos el AICM participa en 12 de los 31 pares


de ciudades con mayor tráfico de pasajeros, por lo cual controla 22.4% del
total de los vuelos regionales y 38% de los pasajeros transportados en
este tipo de servicios.
b) Monterrey tiene seis rutas regionales (cuatro como origen y dos como
destino) lo que le permite disponer de 14% de los vuelos en que se
transportó 8.3% de los pasajeros. Cancún por su parte, sólo tiene dos
enlaces que le permitieron disponer del 9.3% de los vuelos y con esos
le bastó para atender más pasajeros (13.2%) que Monterrey.
c) Tijuana, Villahermosa y Oaxaca también tienen rutas con significati-
vo tráfico de pasajeros en vuelos regionales.
d) Pero, lo que interesa destacar para el caso de la Región Centro, es la
participación del Aeropuerto de Querétaro por ser el único (además
del AICM), que figura entre los 31 pares de ciudades con mayor trá-
fico de pasajeros de la aviación regional en 1995. Los vuelos que co-
nectan a la Capital del país y a Monterrey con Querétaro significaron
2.8% del total y permitieron que se transportaran en estas rutas 2.2%
de todos los pasajeros que viajaron en vuelos regionales en 1995.

Perspectivas y retos de la aviación comercial en México

Las condiciones prevalecientes en el entorno mundial y doméstico del trans-


porte durante la década pasada y la presente, han sido propicias para que sur-
jan o se adopten ideas tendientes a modernizar el funcionamiento de todo
nuestro sistema de transporte (Poder Ejecutivo Federal, 1996). Para el caso
concreto del transporte aéreo hay que señalar que en la Conferencia Mundial
sobre Transporte Aéreo promovida por la Organización Internacional de la
154 . Luis Chías Becerril

Aviación Civil (OACI) en 1994, el tema central se orientó a las transforma-


ciones radicales del ámbito comercial y operativo que afectan al transporte
aéreo, exigiendo nuevas actitudes, políticas y prácticas regulatorias acordes
con el ambiente competitivo y liberalizador del comercio y a la cada vez mayor
globalización de los negocios. Entre las tendencias registradas en la aviación
comercial en todo el mundo, que tienden a modificar la estructura y ope-
ración de la aviación mexicana, se pueden citar por lo menos tres: la guerra
de tarifas, las alianzas y fusión de empresas, y la privatización de aerolíneas e
infraestructura aeroportuaria.

1. Guerra de tarifas e incertidumbre de la aviación comercial

La desregulación de los servicios aéreos en México iniciada en julio de 1991


se aplicó para promover la competencia en el sector, fomentar la creación de
nuevas aerolíneas y evitar que el mercado de los servicios aéreos quedara ex-
clusivamente en manos de Aeroméxico y Mexicana de Aviación.
La crisis financiera de Aeroméxico y Mexicana a finales de los años
ochenta las obligó a suspender sus servicios en diferentes rutas, situación que
aprovecharon inversionistas mexicanos para comprar aviones relativamente
viejos y baratos, crear nuevas empresas para atender mercados regionales y
para apropiarse de rutas troncales que no podían mantener nuestras principa-
les aerolíneas (Chías, 1989).
Esta coyuntura, generó una sobreoferta de entre 15 y 20% en la cantidad
de asientos disponibles por las aerolíneas mexicanas (Flores, 1995), que per-
mitió abaratar significativamente las tarifas aéreas. Las pequeñas aerolíneas de
reciente creación, siguieron dicha estrategia con el fin de posicionarse y ganar
mercado, las grandes, en cambio, se vieron obligadas a disminuir sus tarifas
o participar en rutas poco rentables para no perder mercado, debilitando aún
más su crítica situación financiera.
En México, la guerra de tarifas fue lidereada por TAESA, aerolínea que
nació en 1988 para atender vuelos ejecutivos y de fletamento, pero durante la
crisis financiera de Aeroméxico y Mexicana de Aviación, desarrolló un nicho
de mercado que antes no tenía acceso al servicio aéreo, integrado fundamen-
talmente por profesionistas jóvenes, pequeños empresarios y empleados de
niveles correspondientes a mandos medios. Sin embargo, al ofrecer boletos
que debían costar entre 400 y 800 pesos a sólo 99 y 199 pesos, su estrategia
comercial afectó no sólo a otras empresas aéreas, sino incluso a varías líneas
de autobuses (en sus servicios ejecutivos, premier o estrella): de los pasajeros
Enlaces aéreos de la Región Centro . 155

que viajan por TAESA, 23% se ha subido por primera vez a un avión y 40% de
los que utilizan los servicios de esta aerolínea por primera ocasión, ya habían
viajado antes con otras aerolíneas.
El proceso de desregulación permitió que de 1991 a 1994 las aerolíneas
pasaran de 11 a 35. Sin embargo, la mayoría estaba representada por pequeñas
empresas (Quassar, Estrellas del Aire, Aerosudpacífico, Aeroponiente, Varsa,
Aeroejecutivo, etc.), que se crearon con aviones viejos, adquiridos con bajos
arrendamientos, sin infraestructura para su mantenimiento y utilizados sobre
todo durante las temporadas altas de turismo en las rutas más transitadas,
con tarifas muy por abajo del promedio. La Asociación Sindical de Pilotos
Aviadores afirma que esta situación permitió el nacimiento de un mercado
artificial y barato, que creció rápidamente de 1.3% de todos los asientos/km
vendidos en 1991, a 40.5% en 1994. Esta situación permitió que más de cuatro
millones de personas, que nunca antes se habían subido a un avión, empezaran
a utilizar dichos servicios (Ibid.).
La guerra de tarifas y la política de cielos abiertos originó que importan-
tes aerolíneas de todo el mundo como Panam, Eastern y Western Airlines se
declararan en quiebra. En México, de las 35 aerolíneas registradas en 1995
sólo quedaban 17 en 1997, las más débiles como SARO, Aerosudpacífico, Ae-
rovías de Poniente, Aeromorelos, Transportes Gane, Aeromonterrey, Aero-
vías Oaxaqueñas, Servicios Aéreos Leo López y Aero Marcos que se creó
para el turismo revolucionario con destino a Chiapas desaparecieron; otras
se consolidaron como fue el caso de TAESA y algunas más se fusionaron para
enfrentar la crisis, Aeroméxico y Mexicana de Aviación, por ejemplo, forma-
ron la Controladora Internacional de Aviación (CINTRA) a la cual se acusa
de practicar acciones monopólicas que inhiben la competencia en el mercado
aéreo doméstico.
Aunque TAESA ya no es una amenaza para las líneas de autobuses y para
las principales compañías aéreas de México (actualmente enfrenta una deman-
da de quiebra interpuesta por Bancomer), el futuro de la aviación comercial
en México sigue siendo incierto. La desregulación generó un inusitado desa-
rrollo del transporte aéreo que no guarda relación con el comportamiento de
la economía, el PIB crece en promedio 3% anual mientras que las operaciones
aéreas lo hacen en 20%. Consecuentemente, después de la fase de crecimiento
relativamente artificial, se está registrando la contracción del mercado donde
sólo sobrevivirán aquellas aerolíneas que desarrollaron las bases económicas,
tecnológicas y administrativas que exige un mercado fuertemente competido
y competitivo.
156 . Luis Chías Becerril

2. Alianzas, fusiones y creación de megatransportadoras aéreas

Lo que se consideraba tendencia futurista hace apenas una década hoy es una
realidad, las contadas megatransportadoras aéreas que se están conforman-
do serán las que dominen el panorama mundial de la aviación comercial, y
las aerolíneas que no se integren tendrán serias dificultades para sobrevivir.
Entre las alianzas estratégicas que se están registrando para competir por los
mercados mundiales de los servicios aéreos destacan tres casos: Star Alliance,
One World y Qualityfide. Las características de Star Alliance permiten apreciar
lo que significa este tipo de organizaciones: los acuerdos establecidos entre
seis de las principales aerolíneas del mundo (United Airlines, Lufthansa, Scan-
dinavian Airlines System, Air Canada, Thai International y Varig), permiten te-
ner acceso a una conexión realmente global con más de 1 300 aviones y 207
mil empleados, accesibilidad a 95% de los aeropuertos comerciales del mundo
y conexiones a 578 ciudades en 106 países, con capacidad para transportar
anualmente a más de 180 millones de pasajeros y controlar un mercado global
de 45 mil millones de dólares.
En México, nuestras principales aerolíneas reaccionaron a las nuevas con-
diciones del mercado aéreo y como ejemplos de sus acciones se pueden men-
cionar las siguientes:
Mexicana de Aviación empezó en 1998 el proceso de certificación para
integrarse a Star Alliance; firmó carta de intención para asociarse con US Air-
lines (séptima aerolínea de Estados Unidos que atiende a 220 ciudades con 443
aviones y 44 mil empleados); con United Airlines, que tiene 600 aviones, fir-
mó alianza de código compartido y asistencia técnica en noviembre de 1996;
en febrero de 1998 firmó acuerdo de código compartido con Lufthansa para
acceder a varias ciudades alemanas y en contraparte, Lufthansa podrá volar a
Cancún, Monterrey, Guadalajara y Mérida.
Aeroméxico tiene convenio con Delta Airlines para compartir los sistemas
de reservaciones, operación que le permite conocer la ocupación y capacidad
disponible en términos de vuelos y destinos y reservar en cualquiera de las dos
aerolíneas; en 1993 adquirió la mayoría de las acciones de Aeroperú (47%),
extendiendo sus servicios hacia Brasil, Argentina, Chile y otros destinos del
cono sur; con estas facilidades implementó el programa Alas de América, uti-
lizando indistintamente equipo de Mexicana, Aeroméxico y Aeroperú. Pero,
la reciente quiebra de Aeroperú (marzo de 1999), la obligó a vender 35% de sus
acciones a Delta, situación que canceló las aspiraciones de internacionalizar
los servicios de Aeroméxico.
Enlaces aéreos de la Región Centro . 157

De las otras aerolíneas mexicanas que formalizaron alianzas se puede de-


cir lo siguiente: Aerocalifornia firmó acuerdo con American Airlines en octubre
de 1997 para volar en código compartido 70 pares de rutas nacionales; United
Airlines promovió un convenio con Aeromar para tener acceso a un mayor
número de vuelos en rutas del interior de México (convenio que sostendrá
mientras que no le sea posible operar directamente vuelos domésticos en nues-
tro país); TAESA por su parte, firmó convenio por cinco años con Transvía de
Holanda (subsidiaria de KLM), y tiene una asociación estratégica con la em-
presa más importante de vuelos “charter” de Japón.
La carta firmada entre American Airlines y Aerocalifornia, que entró en
vigor en otoño de 1994, permitió a la aerolínea mexicana vincular sus vuelos
entre el D.F. y Tampa Florida, para la de Estados Unidos esta alianza es parte
de su programa de expansión hacia Latinoamérica y el Caribe, con este conve-
nio se lograron conexiones con importantes destinos de negocios y diversiones
como Guadalajara, Puerto Vallarta y Acapulco. El convenio firmado entre
Delta y Aeroméxico, obedeció a la visión de Delta para tener acceso a toda La-
tinoamérica; mientras que, para Aeroméxico, el convenio tiende a fortalecer
su presencia en Estados Unidos, ésta es precisamente la diferencia entre em-
presas mexicanas y estadounidenses: visión global contra sobreviviencia local
y dominio regional.
Las alianzas con las aerolíneas más importantes de Estados Unidos
muestran el interés que tienen por el mercado aéreo mexicano en particular
y el latinoamericano en general: United Airlines (con base en Los Ánge-
les, controla los vuelos de la zona oeste de Estados Unidos), mantiene una
fuerte competencia por el mercado de rutas aéreas en Latinoamérica, hasta
ahora dominado por American Airlines. Situación que se entiende al saber
que los viajes de negocio entre Estados Unidos y América Latina se dupli-
caron entre 1990 y 1996, generando 33.2 millones de pasajeros y beneficios
por 18 mil millones de dólares, cifras que seguramente se incrementarán
con los acuerdos comerciales en proceso (El Economista, 10 de septiembre,
1998:4).
De acuerdo con esta coyuntura se debe entender la fusión de Aeroméxico
y Mexicana de Aviación, las cuales para hacer frente a la crisis y ponerse a la
altura de las empresas internacionales, crearon en 1995 la Controladora Inter-
nacional de Aviación (CINTRA) integrada por: Aeroméxico (la filial del grupo
orientada al mercado internacional), Mexicana de Aviación, tres aerolíneas
regionales (Aeromar, Aerolitoral y Aerocaribe/Cozumel), la sudamericana
Aeroperú y otras compañías de servicios aeronáuticos.
158 . Luis Chías Becerril

3. Privatización de aeropuertos y el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México

Otra de las tendencias mundiales que seguramente va a transformar la forma y


funcionalidad de la aviación comercial en todo el mundo, es la privatización de
las terminales aéreas con participaciones significativas de capital extranjero, lo
que ha dado lugar a empresas internacionales especializadas en la planeación,
construcción y administración de importantes cadenas de aeropuertos como
el consorcio español AENA, Copenhagen Airports, Schipoo International y Aero-
ports de París.
En México, el gobierno concluyó en abril de 1997 los estudios de re-
gulación económica que sirvieron de base para la desincorporación de los
aeropuertos del país, mismos que en su conjunto representan un atractivo
negocio para los inversionistas nacionales y extranjeros por los cerca de
2 800 millones de pesos que genera anualmente nuestro sistema aeropor-
tuario.
Derivado del estudio, se concluyó que 35 terminales tenían potencial para
ser concesionadas y aunque no se dice, las otras 23 no se licitaron porque sus
niveles de rentabilidad no resultaban atractivos a los inversionistas (Cuadro
3). Para iniciar el proceso de licitación de los aeropuertos seleccionados, se
integraron cuatro grupos regionales denominados: Aeropuertos del Sureste,
Aeropuertos del Pacífico, Aeropuertos del Centro Norte y el Aeropuerto In-
ternacional de la Ciudad de México (Cuadro 3). En conjunto, los cuatro gru-
pos de aeropuertos que se abrirán a la inversión manejaron en 1995, 84.6% de
los vuelos, 96.8% del total de pasajeros y 95.8% de la carga.
El proceso de privatización se inició con los Aeropuertos del Sureste,
porque Cancún es el tercer destino turístico a escala mundial (US Airways, El
Economista 14 de octubre, 1998:35). Este grupo de aeropuertos se adjudicó al
consorcio internacional organizado por Triturados Basálticos (TRIBASA). El
paquete accionario de los Aeropuertos del Pacífico lo ganó la empresa formada
por Inversora del Norte, Grupo Dragados, Aena y Grupo Ángeles. Actual-
mente se encuentran en proceso las bases para licitar las terminales del Centro
Norte y el de la Ciudad de México (AICM) se licitará al último.
El caso del AICM merece especial atención no sólo porque en él se
registra actualmente 18.7% de todos los vuelos, se mueve 35.2% de los
pasajeros y 49.3% de la carga aérea de todo el país, sino también porque las
alternativas para atender su crecimiento implican decisiones trascenden-
tales a escala regional y nacional. El AICM fue construido a mediados de
los años cincuenta y desde entonces ha sido adaptado, según las demandas
Enlaces aéreos de la Región Centro . 159

operacionales de un tráfico creciente y de la evolución de las características


de las aeronaves.
Este aeropuerto cuenta con dos pistas de aterrizaje paralelas con una se-
paración de 330 m que no permiten operaciones simultáneas y sólo las puede
aceptar en forma secuencial. Esto le da una capacidad máxima de 60 operacio-
nes por hora o 792 operaciones por día, su movimiento anual es de 16 millones
de pasajeros y 174 mil toneladas de carga en 242 mil operaciones, lo que lo
hace uno de los aeropuertos más utilizados en el mundo y a punto de alcanzar
su nivel de saturación.
Con base en una estimación conservadora de 1.2% de crecimiento
anual, en el 2015 el AICM requerirá la capacidad para atender un movi-
miento de aproximadamente 35 millones de pasajeros, en cerca de 400
mil operaciones por año o 90 operaciones por hora. Las dos opciones que
se han considerado para la atención de la demanda futura estimada son
(Heredia, 1998a):

1. La construcción de una tercera pista de aterrizaje en el actual ae-


ropuerto. Esta opción aumentaría la capacidad en aproximada-
mente 30%, a 78 operaciones por hora, 1 029 por día y 375 mil por
año.
2. La construcción de un nuevo aeropuerto con cuatro pistas de aterri-
zaje para permitir operaciones simultáneas, con una capacidad de 116
operaciones por hora, 1531 por día y 650 mil por año.

La primera alternativa sólo serviría para retrasar el momento de satura-


ción del actual AICM, para la segunda se requiere identificar el sitio donde
se podría construir un nuevo aeropuerto, los numerosos estudios realizados
desde los años sesenta, consideran características de aeronavegabilidad, segu-
ridad, costos compartidos, distancias y vialidades, impacto económico re-
gional e incidencias ambientales, tenencia de la tierra, generación de empleos,
inversión en infraestructura urbana y servicios, rentabilidad y área disponible,
identificando con dichos estudios las siguientes posibilidades para construir
el nuevo aeropuerto.
De estas seis alternativas, la atención se ha centrado en los proyectos
Caracol-Texcoco y el de Tizayuca. Se dice que atrás de cada proyecto existen
importantes grupos económicos y políticos que los apoyan, por ejemplo, en el del
Caracol-Texcoco se consideran involucrados a las constructoras ICA, TRIBASA y
GUTSA, el gobernador del Estado de México, el Colegio de Ingenieros Civiles
Cuadro 3. Aeropuertos privatizados, en proceso y no privatizados

Aeropuertos Vuelos % Pasajeros % Aeropuertos Vuelos % Pasajeros %


Privatizados
Grupo sureste 180 046 13.4 8 111 165 18.0 Grupo Pacífico 368 371 27.4 12 086 074 26.8
Cancún 65 614 4.9 4 865 862 10.8 Guadalajara 125 884 9.4 4 079 585 9.0
160 . Luis Chías Becerril

Merida 24 337 1.8 676 109 1.5 Tijuana 41 232 3.1 2 816 813 6.2
Cozumel 17 095 1.3 490 796 1.1 Puerto Vallarta 31 890 2.4 1 637 865 3.6
Villahermosa 17 550 1.3 472 049 1.0 San José del Cabo 15 881 1.2 895 595 2.0
Oaxaca 13 812 1.0 456 960 1.0 Hermosillo 43 818 3.3 554 178 1.2
Veracruz 17 393 1.3 386 454 0.9 Bajío 21 476 1.6 576 014 1.3
Huatulco 7 266 0.5 341 726 0.8 Morelia 15 876 1.2 287 204 0.6
Tapachula 9 013 0.7 230 564 0.5 La Paz 22 660 1.7 323 694 0.7
Minatitlán 7 966 0.6 190 645 0.4 Aguascalientes 10 642 0.8 311 919 0.7
Mexicali 12 797 1.0 261 157 0.6
Manzanillo 9 773 0.7 169 548 0.4
Los Mochis 16 442 1.2 172 502 0.4
En proceso de privatización
Grupo centro norte 337 618 25.1 7 611 803 16.9 Ciudad de México 252 347 18.8 1 587 3146 35.2
Monterrey 74 317 5.5 2 310 964 5.1
Acapulco 28 464 2.1 1 336 955 3.0
Mazatlán 25 272 1.9 661 490 1.5
Zihuatanejo 13 990 1.0 628 214 1.4
Culiacán 45 998 3.4 513 875 1.1
Ciudad Juárez 14 277 1.1 409 723 0.9
Chihuahua 38 000 2.8 431 404 1.0
Zacatecas 9 436 0.7 341 124 0.8
Tampico 22 273 1.7 301 053 0.7
Torreón 29 465 2.2 277 877 0.6
Durango 15 923 1.2 188 439 0.4
San Luis Potosí 14 230 1.1 141 463 0.3
Reynosa 5 973 0.4 69 222 0.2
Excluidos del proceso de privatización
Total excluidos 207 038 15.4 1 446 170 3.2 Querétaro 10 882 0.8 57 505 0.1
Ciudad del 23 175 1.7 147 359 0.3 Puebla 8 209 0.6 55 844 0.1
Carmen
Tuxtla Gutiérrez 3 866 0.3 28 123 0.1 Toluca 48 289 3.6 103 805 0.2
Ciudad Obregón 13 481 1.0 125 679 0.3 Campeche 3 129 0.2 50 681 0.1
Tepic 15 719 1.2 152 698 0.3 Ciudad Victoria 7 627 0.6 48 315 0.1
Nuevo Laredo 3 602 0.3 107 467 0.2 Poza Rica 4 459 0.3 35 328 0.1
Colima 5 254 0.4 88 544 0.2 Uruapan 11 792 0.9 39 780 0.1
Cuernavaca 6 004 0.4 55 939 0.1 Nogales 4 686 0.3 8 355 0.0
Loreto 7 298 0.5 48 069 0.1 Tehuacán 2 293 0.2 4 243 0.0
Matamoros 4 717 0.4 76 281 0.2 Tamuin 910 0.1 1 940 0.0
Puerto Escondido 3 914 0.3 77 982 0.2 Tlaxcala 3 520 0.3 0 0.0
Guaymas 7 164 0.5 70 276 0.2
Chetumal 7 048 0.5 61 957 0.1 Total nacional 1 345 420 100 4 5128 358 100
Fuente: ASA , 1996.
Enlaces aéreos de la Región Centro . 161
162 . Luis Chías Becerril

y el Colegio de Pilotos, el Grupo México y el Grupo Atlacomulco. En el


proyecto Tizayuca se tiene el apoyo del gobernador del estado, el grupo Autrey
y el Grupo Acerero del Norte, las empresas transnacionales Lockeed Martin,
Bechtell, Koll Corporation, Daewoo y el apoyo financiero del Banco Mundial.
Cada uno de estos proyectos tiene por supuesto ventajas y desventajas que se
trataron de esquematizar en el Cuadro 4.

Cuadro 4. Alternativas para la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de


México

Alternativas Distancia a la Tiempo en Núm. Inversión millones


Ciudad de México minutos de pistas de dólares
Caracol-Texcoco 23 km 31 4 1 290
Tizayuca, Hidalgo 75 83 4 1 340
AICM 8 16 3 325
Puebla 105 99 2 1 257
Santa Lucía, Hidalgo 56 64 3 1 135
Toluca 65 75 4 1 264
Cuernavaca 85 91 2 1 199
Fuente: Hernández, 1996.

Conclusiones

De la panorámica general que se brinda de la infraestructura aeroportuaria,


servicios aéreos y enlaces de la aviación comercial de la Región Centro, se
desprenden las siguientes reflexiones.
Aunque la Región Centro cuenta con una importante y sofisticada in-
fraestructura aérea, representada por siete aeropuertos (dos internacionales y
cinco nacionales), el peso abrumador que tiene el de la Ciudad de México
(AICM), al captar la mayor parte de los vuelos y pasajeros transportados, pare-
ce inhibir el desarrollo de los otros seis.
Se tiene por tanto una situación contradictoria, mientras que el Aero-
puerto Internacional de la Ciudad de México está llegando a su punto de
saturación, las otras seis terminales aéreas de la Región Centro se encuentran
subutilizados. Sólo los aeropuertos de la Ciudad de México y el de Toluca
operan las 24 horas, el resto funciona de las 7 de la mañana a las 7 de la noche,
Enlaces aéreos de la Región Centro . 163

lo que muestra sus niveles de utilización y el potencial que todavía tienen para
incrementar sus servicios aéreos.
Desde hace más de veinte años se posterga la decisión de construir un
nuevo aeropuerto para la Ciudad de México capaz de atender el crecimiento
y demanda de su Zona Metropolitana y de toda su área de influencia (Re-
gión Centro). A principios de los años noventa la idea de crear un Sistema
Aeroportuario Metropolitano (SAM) implicó cuantiosas inversiones para la
construcción del aeropuerto de Cuernavaca y la modernización de los otros
aeropuertos seleccionados, por tanto, sorprende que en estos momentos en
que se discute la ubicación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México,
con todas las implicaciones económicas, políticas, ambientales y de desarrollo
urbano regional que esto implica, no se mencione para nada la idea del SAM.
Cabe preguntarse entonces, si no tenía sustento real, si más que un proyecto
de descentralización se utilizó como proceso especulativo urbano, o simple-
mente como ocurre con los programas sexenales del pasado, caducó y no se
puede volver a mencionar.

a) La idea del SAM parece interesante y congruente para una zona me-
tropolitana que sigue extendiendo su área de influencia. Sin embargo,
la información estadística analizada en este documento parece indicar
que no tuvo el éxito esperado.
b) Las actividades se concentran fundamentalmente en el AICM como
fiel reflejo de la jerarquía económica y el poder concentrador que tiene
la capital del país.
c) El marcado desarrollo que registra el aeropuerto de Toluca, no se debe
al crecimiento natural y planificado de su entorno y demanda natural,
sino a la salida forzosa de la aviación general y los taxis aéreos decre-
tada por el gobierno federal el 11 de enero de 1994 y aplicada hasta
septiembre del mismo año. Esta terminal constituye la base operativa
de TAESA y bajo sus lineamientos se desarrolla de manera significati-
va, atendiendo fundamentalmente la demanda de la ZMCM.
d) El caso del aeropuerto de Querétaro merece particular atención; por
el volumen de sus vuelos y pasajeros transportados se ubicó en tercer
lugar dentro de la Región Centro. Tal parece que el corredor terres-
tre México-Querétaro ha generado las condiciones económicas sufi-
cientes para detonar la demanda de servicios aéreos (con motivo de
trabajo y negocios), que permitan desplazamientos pendulares diarios
y rápidos entre la capital del país y la ciudad de Querétaro. Esta lo-
164 . Luis Chías Becerril

calidad, además del desarrollo industrial, comercial y cultural que ha


registrado, se caracteriza por funcionar como centro estratégico para
la distribución de grandes volúmenes de productos hacia y desde la
Región Centro hacia el norte del país.
e) Puebla se encuentra en una situación contraria, por su capacidad
demográfica, económica y la distancia que la separa de la Ciudad de
México, tiene aparentemente mayor potencial para el desarrollo en
sus servicios aéreos. Sin embargo no ocurre así, es probable que la
calidad de sus servicios por tierra (gran número de líneas de autobu-
ses con diversidad de servicios, tarifas y frecuencias), generen fuerte
competencia con los servicios aéreos ofrecidos en su aeropuerto, que
en general son más caros y con una oferta de itinerarios limitada para
los usuarios en movimientos pendulares diarios. Pero, el potencial que
tiene sólo está esperando que sea capitalizado.
f) Los de Cuernavaca y Tlaxcala parecen estar tan cerca de la Ciudad de
México (Figura 1), que al considerar los tiempos globales de despla-
zamiento, itinerarios y frecuencias de viaje, resultan poco atractivos
frente al AICM y, el de Tehuacán, sin duda, constituye una terminal
básicamente regional con un desarrollo inestable e incierto.

En cuanto a los enlaces aéreos de la Región Centro, que se analizaron


exclusivamente con la participación de las aerolíneas matriculadas en el país
y que tienen como base de operaciones alguno de los siete aeropuertos de la
región estudiada, se advierte que: a nivel internacional nuestra red se caracte-
riza por la alta frecuencia de vuelos y elevados porcentajes de pasajeros y carga
transportada hacia los aeropuertos de Estados Unidos, nuestra red troncal de
viajes internacionales funciona por tanto, como una extensión de la del vecino
país del norte. La red de rutas reconoce al AICM como el principal vértice y
la mayor parte del tráfico se concentra sólo en cinco aeropuertos que captaron
en conjunto el 56% de los vuelos y 71% de los pasajeros. Lo que indica la exis-
tencia de un número limitado de rutas altamente rentables frente a otras que
se mantienen incluso en los momentos más críticos para no perder mercado.
De la Región Centro sólo el AICM figura entre los 31 pares de tráfico de pa-
sajeros más importantes en 1995 y por tanto es el articulador de las relaciones
socioeconómicas de toda la región con el exterior.
Respecto a los enlaces nacionales en las rutas troncales nuevamente el
peso del AICM los muestra como un sistema dependiente de la Ciudad
de México, quien interviene como origen o destino en 25 de los 31 pares de
Enlaces aéreos de la Región Centro . 165

tráfico de pasajeros más importantes. Por su importancia en la vida nacional,


las ciudades de Guadalajara y Monterrey, junto con la capital del país, están
en proceso de formar un triángulo de comunicaciones aéreas, aunque el flujo
Monterrey Guadalajara todavía es muy débil. De la Región Centro no figura
ningún otro enlace ajeno a los del AICM, que conecte alguno de los otros seis
aeropuertos de dicha región, ni como origen ni destino, entre los 31 pares de
ciudades analizados.
En los enlaces regionales disminuye un poco la jerarquía del AICM al par-
ticipar solamente en 12 de los 31 pares de rutas con mayor tráfico de pasajeros
y se destaca la configuración de tres grandes áreas de servicio:

1. La del corredor aéreo del noroeste Tijuana-Guadalajara y Ciudad de


México.
2. La del sureste donde además de los grandes ejes turísticos empieza a
destacar la demanda de servicios aéreos en localidades medias como
Villahermosa, Ciudad del Carmen y Minatitlán, por razones econó-
micas ajenas a los clásicos destinos turísticos.
3. La que conforma la Ciudad de México con una configuración radio-
concéntrica en la que participan débilmente los aeropuertos de Que-
rétaro, con enlaces a Monterrey y al D.F., y el de Cuernavaca que se
vincula con Tijuana.

Se puede concluir, por tanto, que la participación del AICM sesga y deter-
mina el desarrollo de los otros aeropuertos ubicados en la Región Centro, tal
parece que la dinámica de los otros depende más de lo que el AICM no puede
operar que de programas y proyectos propios e independientes de las localida-
des que ya cuentan con esta infraestructura y que no la han sabido o no han
podido capitalizarla, al respecto merece comentarse que aunque la experiencia
mundial del transporte aéreo muestra que las aerolíneas troncales y regionales
son complementarias, pues su desarrollo equilibrado permite atender mayor
número de centros y rutas, abriendo la posibilidad de atender más pasajeros
con menores costos de operación para las compañías. En México la aviación
regional no se ha desarrollado como debería.
En el programa de desarrollo del subsector aéreo de 1998 (SCT, 1988:191),
se advierte que dicho programa enfatizaba el transporte aéreo de pasajeros de
las líneas troncales, ya que el transporte de carga era poco significativo y el re-
gional y alimentador casi inexistente. En ese entonces sólo 19 rutas (de más de
100) tenían un mínimo de dos vuelos diarios por sentido. Había, como hasta
166 . Luis Chías Becerril

la fecha, aeropuertos que no registraban un mínimo de vuelos para permitir


su rentabilidad y la mayor parte de las rutas con buenos factores de ocupa-
ción y adecuados niveles de servicio se concentraban en la Ciudad de México.
Aunque con matices, la situación que prevalecía hace once años sigue siendo
vigente.
Sin embargo, el empuje económico de las ciudades medias del país hace
pensar en un futuro promisorio para actividades como el transporte aéreo. Se
estima que el número de pasajeros que hace recorridos de una ciudad mediana
a otra, sin pasar por los tres grandes centros urbanos del país, crece al doble
de lo que lo hace la aviación troncal, que se caracteriza precisamente por ar-
ticularse a través de estos puntos. Como el uso de la aviación regional está
vinculada a la actividad económica productiva, la mayoría de sus usuarios son
viajeros de negocios, esto explicaría el caso sobre todo de Toluca y de Queré-
taro. Actualmente se estima que los circuitos regionales movilizan entre siete
y ocho millones de personas anualmente, lo que representa alrededor de 14%
del total de usuarios en México (Ramírez, 1998:96) y se piensa que se podría
movilizar el doble aunque para eso tendrían que inducirse más que sentarse
a esperar que ocurra: convenios entre aerolíneas troncales y regionales para
respetar y fortalecer la implementación de nuevas rutas, tarifas diferenciales y
adecuadas para los derechos de uso de aeropuerto, para aviones y pasajeros,
y de radioayudas para las naves, acordes con las particularidades de la aviación
comercial y regional.
En cuanto al proceso de privatización de los aeropuertos es importante
señalar que el AICM se licitara solo, no forma parte de ningún paquete dada
la importancia que tiene y para el caso de la Región Centro, esto significa
que el resto de los aeropuertos ubicados en ella quedan fuera de este proceso,
lo cual confirma que no se han considerado parte fundamental de un siste-
ma metropolitano, y no se tienen planes para descentralizar en realidad las
operaciones del actual AICM, no se contemplan como alternativa seria para
reorganizar las actividades aéreas de la ZMCM y su región, y que constituyen
una infraestructura cara y subutilizada a la que se le debería de brindar la po-
sibilidad de desarrollarse mediante programas e inversiones locales regionales
(que permitieran una dinámica acorde con su entorno), sin la incertidumbre
que genera una administración centralizada que sólo atiende a los que generan
suficientes ingresos.
Del proceso de licitación resultará un doble sistema aeroportuario: el
privatizado con administraciones especializadas y recursos suficientes para
desarrollar y controlar los principales mercados aéreos internacionales y do-
Enlaces aéreos de la Región Centro . 167

mésticos y, el otro, que seguramente quedará administrado por un organismo


estatal que tendrá serias dificultades para sobrevivir si no se replantea la parti-
cipación de la aviación regional como efecto potencializador de las relaciones
sociales y económicas de un gran número de nuestras ciudades medias.
Su posible reubicación tendrá repercusiones de gran magnitud para el
futuro de la ZMCM y de toda la Región Centro. Este proyecto, junto con otros
de carácter metropolitano (trenes radiales, autopistas, etc.), deberían conside-
rarse en conjunto y no como eventos aislados para darle sustentabilidad social,
económica y ambiental a la megalópolis.
Por último, la decisión en torno a la competencia de los servicios aéreos
en México y la existencia o disolución de la Controladora Internacional de
Aviación (CINTRA), estará sesgada si no se dimensiona la magnitud e impor-
tancia que tiene este sector para el desarrollo del país y de las regiones en las
que operan las aerolíneas.
Las autoridades antimonopolios admitieron la creación de CINTRA, a
pesar de que Aeroméxico y Mexicana concentran cerca de 80% del merca-
do, al considerar que ésta era una acción necesaria para salvar a la industria
aeronáutica nacional de las garras de las grandes empresas internacionales.
Actualmente se discute si debe permitirse que estas empresas en nombre de
una aviación mexicana a la altura de las globales circunstancias se mantengan
unidas, o si ya es tiempo que resuelvan por sí mismas sus problemas y se les
deje de dar trato especial.
Independientemente de lo que se decida en un futuro cercano, lo cierto
es que cualquiera de las principales aerolíneas de Estados Unidos tiene más
aviones que todas las de México en conjunto, la creación de CINTRA sólo re-
presenta una débil posibilidad de seguir teniendo bajo el control de empresas
nacionales el mercado aéreo doméstico; en el internacional, será fundamental
aliarse con las megatransportadoras para no quedar relegados de los princi-
pales corredores de servicios aéreos mundiales, actualmente las 80 empresas
del extranjero que llegan al país se llevan un 63% de los vuelos de México al
exterior.
La disolución de CINTRA y la apertura indiscriminada de nuestros cielos,
sin una reglamentación adecuada como la que tienen los países desarrollados
para proteger sus servicios domésticos, sólo beneficiaría a las grandes empre-
sas mundiales que intentan controlar el mercado aéreo de todo el continente
americano.
168 . Luis Chías Becerril

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Reconocimiento de patrones urbanos
a través de la geometría fractal
Hind Taud
Instituto Mexicano del Petróleo, México

Jean-François Parrot
Departamento de Geografía Física, Instituto de Geografía,
Universidad Nacional Autónoma de México, México

Introducción

La evolución de la estructura de una ciudad depende no sólo de la presión


demográfica, de diversos procesos socio-económicos o del mercado local o
global, sino también, entre otros, de factores topológicos como el relieve, la
naturaleza de los suelos y los recursos naturales. Estos factores interactúan
para formar patrones de evolución probable de la morfología urbana y, a la
inversa, las características morfológicas de esos patrones pueden servir para
explicar y medir el papel que desempeñan dichos factores en el desarrollo de
una ciudad.
Para hacer operativa esa utilización “inversa” del patrón o modelo se re-
quiere trabajar a diferentes escalas geográficas. Actualmente se reconoce que
la expansión urbana es algo más que una simple agregación continua a partir
del centro hacia la periferia. Ahora se presentan cambios cualitativos tales
como la fragmentación espacial, gradientes diversos y nada regulares entre el
centro y la periferia y la ausencia de una clara oposición entre las zonas inter-
nas y externas de la ciudad (Demateis, 1998; Delgado, 2003).
Para definir de forma precisa las zonas involucradas en la evolución de
la superficie urbana, algunos autores han recurrido al concepto de urban field
para esclarecer el nuevo patrón de urbanización (Friedmann y Miller, 1965;
Ballou y Pipkin, 1980). En esa perspectiva, se define al espacio urbano como
una agregación de fragmentos urbanizados diseminados en un espacio regio-
nal. La complejidad espacial de un conjunto de este tipo, formado por zonas
170 . Hind Taud y Jean-François Parrot

edificadas de alta densidad, rodeadas por espacios abiertos con funciones agrí-
colas, ambientales o de recreación, ha dado lugar a diferentes formas de estu-
diar esos conjuntos ya sea a nivel regional o local.
En la Figura 1 se muestran diferentes enfoques que se utilizan común-
mente para obtener determinada información sobre la estructura de las zonas
urbanas. En este ensayo, y a diferencia de los enfoques tradicionales, se busca
no sólo medir la evolución del perímetro urbano, sino ofrecer un modelo de
expansión que tome en cuenta todos los conjuntos que componen el espacio
urbanizado. Los enfoques considerados son los siguientes:

• Cálculo de la densidad del espacio edificado a partir del centro en for-


ma de círculos concéntricos. Se trata de uno de los modelos clásicos de
la estructura urbana en donde la evolución de la densidad de cada con-
torno permite suponer el grado de consolidación del espacio urbano
estudiado (Burgues, 1988 y también estimar la expansión probable;
Suárez y Delgado, 2007).
• Medición cuantitativa general de la evolución de la ciudad con base
en la relación perímetro/superficie del espacio urbano y cálculo de la
dimensión fractal en diversos períodos de su evolución (Parrot, 1999a,
b y c).
• Aplicación local de la medición cuantitativa utilizando la relación
perímetro/superficie a los antiguos centros urbanos que ahora cons-
tituyen subcentros y están conurbados a la ciudad central. Este trata-
miento puede desembocar en la definición de un modelo de desarrollo
a cualquier escala, con el fin de integrarlo a un esquema general.
• Estudio de la disposición de las diversas zonas urbanas (áreas edifi-
cadas, espacios verdes, vías de comunicación, etc.) definidas ex ante
mediante parámetros de “reconocimiento de patrones” y aquéllos uti-
lizados en el análisis fractal (Mandelbrot, 1983). Los límites de las
zonas predefinidas pueden corresponder a los límites de delegaciones
o municipios, de las colonias o de la red de las calles principales.
• Reasignación del valor de índices determinados en una malla regular
o en una ventana móvil de tamaño variable. Dichos índices, que pue-
den ser la densidad o la fragmentación, proporcionan una representa-
ción de la estructuración a nivel local.

En este capítulo se presenta una aplicación propia del segundo enfoque,


con base en la medición de las características de la morfología urbana em-
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 171

Figura 1. Enfoques conside-


Enfoques Datos Nivel de
(forma de observar empleados observación rando escalas global y local.
la estructura urbana)

2000

1975
1850 Mapas GLOBAL

SAR o TM

id.

id.

id. LOCAL

pleando el análisis fractal y los parámetros de “reconocimiento de patrones”.


El objetivo es definir las tendencias de la expansión urbana, en una perspec-
tiva general de las relaciones que existen entre la zona urbana y su espacio
peri-urbano.
172 . Hind Taud y Jean-François Parrot

Metodología

El método de “reconocimiento de patrones” se basa en el uso de parámetros


que permiten extraer y elegir objetos de una imagen de satélite. A su vez,
a través del análisis fractal se pueden medir las formas irregulares ya sea de la
superficie o del perímetro de una zona urbana.

A. Parámetros de reconocimiento de patrones

La construcción de un sistema de Reconocimiento de Patrones (RDP) pasa por


una fase inicial de “aprendizaje”, es decir, por la búsqueda del mejor algoritmo
en relación con la modelación elegida. Consiste en definir las formas a tratar,
las clases de formas y de sus modos de separación. Esta es la etapa más impor-
tante del proceso de RDP, pues permite elegir los modelos de aprendizaje más
apropiados (Belaid and Belaid, 1992).
Existen varias técnicas que se basan en la clasificación automática, en la
discriminación funcional y en los métodos estadísticos o estructurales. Sin
embargo, en estas técnicas, las subdivisiones no tienen fronteras y suponen
una estructura útil para distinguir varios procesamientos (Figura 2). Sin entrar

Tratamiento de nivel intermedio


Problemática

Segmentación Representación
y descripción

Tratamiento

Base del conocimiento Reconocimiento


e interpretación
Adquisición
de la imagen Resultado

Tratamiento de bajo nivel Tratamiento de alto nivel

Figura 2. Proceso de un sistema de RDP.


Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 173

en mayores detalles sobre la transición del mundo físico al mundo discreto (di-
gital), las imágenes digitales corresponden a una conversión de señales del
espacio continuo en el mundo digital (códigos). Sin embargo, es necesario
precisar los primeros tratamientos de aquellas imágenes que son necesarios
para convertirlas en datos, por ejemplo, eliminación del ruido, alisamiento,
filtración, umbral y extracción de los elementos y especialmente sobre el cálcu­
lo de los parámetros. El éxito de un proceso de RDP depende de la selección de los
parámetros que pueden ser simples o complejos (Parker, 1994).

a) Parámetros simples

Se calculan en el espacio euclidiano y pueden ser medidos del perímetro o de


la superficie urbana, o bien, índices que utilizan estas medidas, por ejemplo:

Tabla 1. Algunos parámetros simples

Parámetros Fórmula
Nbp = número total de píxeles o S = número
Superficie de píxeles de la superficie interna + mitad del
número de píxeles del perímetro
Número de píxeles del contorno Np o largo del
Perímetro perímetro P
Índice de Circularidad ϖ = ( P² / S) * 100
Relación perímetro/superficie Lola = (Np/Nbp)*100
Presencia de huecos Número de huecos

b) Parámetros complejos

Este tipo de parámetros se obtiene al comparar la forma estudiada con formas


simples como rectángulos, círculos, cuadrados o una región convexa (Figura
3). En la mayoría de las veces, este cálculo requiere definir el Centro de Gra-
vedad (CG) de la forma, así como su eje principal (EP), el cual es una línea que
pasa por el Centro de Gravedad.

Se puede calcular el EP aplicando la fórmula:

tg(2α) = 2µxy/(µyy − µxx) if (µyy − µxx) ≠ 0.


174 . Hind Taud y Jean-François Parrot

Figura 3. Relaciones entre


formas estudiadas y formas
simples. A. Superficie con-
vexa; B. Círculo; C. Cuadra-
do; D. Rectángulo orientado
y eje principal; E. Cuadrado
A B
orientado.

C D

Por otro lado, el Centro de Gravedad CG (Xc, Yc) y los momentos de se-
gundo orden µxx, µyy yµxy son respectivamente iguales a:
1 nbp nbp
Yc = 1 ∑ Yi
nbp nbp
Xc = ∑ X µxx = ∑ (Xi − Xc )2 µyy = ∑ (Yi − Yc )2
Nbp i=1 i Nbp i=1 i=1 i=1
nbp
µxx = ∑ (Xi − Xc)(Yi −Yc)
i=1

en donde Nbp es el número de píxeles del objeto y Xi Yi las coordenadas del


píxel.

Cuando la diferencia entre µxx y µyy es igual a 0, el objeto presenta una si-
metría de revolución sin orientación privilegiada (Garcia-Zúñiga y Parrot, 1998;
Adiyaman et al., 2003). Esto significa que se necesita asignar un valor especial
para distinguir estos objetos. La orientación de EP se expresa en grados en un
sentido anti-trigonométrico con el origen ubicado al norte de la imagen.
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 175

Calculando todas las distancias entre CG y los píxeles del contorno, EP


corresponde a la línea que presenta la menor distancia total. Cuando EP es
conocido, se puede calcular el menor rectángulo que encierra el objeto.
Nbp es el número total de píxeles de la forma. Sc corresponde al número de
píxeles de la superficie convexa que encierra la forma. Scr , Sq y Sr corresponden
respectivamente a las superficies del círculo, del cuadrado y del rectángulo que
encierran la forma. Lr y lr son el largo y al ancho del rectángulo.

Tabla 2. Algunos parámetros complejos

Parámetros Fórmula
Índice de Convexidad ϑ = (Npb/Sc)*100
Relación Forma/Círculo ℑ = (S/Scr)*100
Relación Forma/Cuadrado ξ = (Nbp/Sq) *100
Relación Forma/Rectángulo ψ = (S/Sr)*100
Orientación del eje principal α
Relación Largo/Ancho ζ = (lr / Lr)*100
Relación Forma/Cuadrado orientado ϕ = (S/Lr2)*100

B. Dimensión fractal

La geometría fractal propuesta por Mandelbrot (1983) hace posible la des-


cripción matemática de varios fenómenos y formas naturales (Naumis, 2001).
Un objeto fractal se define como auto-semejante o auto-afin. Tal objeto re-
sulta de la unión de copias de una forma primitiva, a diferentes escalas. La
auto-semejanza ocurre cuando el re-escalamiento es isotrópico o uniforme
en todas las direcciones; la auto-afinidad ocurre cuando el re-escalamiento es
anisotrópico.
Los objetos fractales exhiben los detalles cualquiera que sea la escala y
son demasiado complejos para ser representados en un espacio euclidiano. Se
caracterizan por poseer una dimensión que no es un número entero. Así, la
dimensión fractal es diferente de la dimensión topológica que requiere el valor
de 1 para una línea, de 2 para una superficie y de 3 para un volumen. Por ello,
la dimensión fractal puede servir para medir la complejidad de un objeto, en
nuestro caso, urbano. Una forma que tiene un valor alto es más compleja que
una forma con un valor bajo. Por ejemplo, una forma que tiene una dimensión
176 . Hind Taud y Jean-François Parrot

fractal comprendida en el rango [1, 2] ocupa un espacio más grande que una
curva uni-dimensional y un espacio más pequeño que una superficie bi-
dimensional. La auto-semejanza se define estadísticamente cuando no puede
ser probada a través de un rango infinito de escalas. Para referirse a la dimen-
sión fractal de un modelo determinado que cambia dentro de rangos consecu-
tivos de la escala, se utiliza la noción de “multi-fractality”.
Diversos métodos están disponibles para estimar la dimensión fractal.
Por ejemplo, el “movimiento browniano” (Mark y Aronson, 1984), o el box
counting (Falconer, 1990) que se utiliza en este trabajo.

Según este método, la dimensión fractal D se calcula utilizando la fórmula:


log Ns
D = lim (1)
s→0 log (1/s)
en donde Ns es el número de cajas llenas de tamaño s.

Asimismo, el inverso de la pendiente S = log (s) /l n (Ns), corresponde a la di-


mensión fractal. Se calcula también el coeficiente cuadrado de correlación R 2.

Aplicación de la teoría fractal al estudio de la expansión urbana

Con el fin de estudiar tipos diferentes de evolución urbana, se han elegido dos
ciudades, la de México y la de París.
Para hacer más clara la comparación, en ambas ciudades, los resultados
serán analizados en cuatro párrafos, aunque el estudio de la evolución de la
superficie, y también del centro de gravedad, provienen de los parámetros de
RDP.
La definición de los límites de un espacio urbanizado representa uno de
los mayores problemas en los estudios urbanos (MacGregor y Sánchez, 2001).
Para superar este obstáculo se han establecido reglas de extracción objetiva,
como la agrupación, a partir de imágenes de satélite, de todos los píxeles co-
nectados en zonas edificadas por medio de la distancia que separa a estos
grupos o por medio de la distancia que separa los centros de gravedad de
estos grupos de píxeles conectados entre sí (Parrot et al., 1997). Cuando se uti-
liza un SIG para la extracción, se requiere igualmente seguir con precisión las
reglas de elección de los límites urbanos, especialmente cuando se considera
también el nivel regional en el análisis.
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 177

Estos datos se utilizan para describir, a través de imágenes binarias, las


formas correspondientes a las superficies edificadas sobre las cuales se realiza
el tratamiento de extracción. En este caso, no es necesario extraer o elegir
formas de imágenes de satélite, sino aplicar directamente a estas superficies
los parámetros de RDP y la dimensión fractal, con la finalidad de verificar si la
evolución del perímetro urbano obedece o no a diferentes reglas.

A. México

En este trabajo se ha estudiado la evolución de la superficie urbana de México


utilizando los datos que provienen de los mapas del área urbana de la ciudad
de México.1 Estos datos corresponden a una interpretación del crecimiento a
partir del centro y no incluyen todas las zonas edificadas que se encuentran
en el espacio periurbano. Cuatro fechas están disponibles: 1953, 1973, 1993 y
1995 (Figura 4).

a) Parámetros de Reconocimiento de Patrones

De acuerdo con un enfoque fractal, el perímetro urbano de la Ciudad de


México se transforma progresivamente en un rectángulo con una orientación
norte. El índice de convexidad (Figuras 5A y B) y el parámetro relación
forma/círculo (Figuras 5B y D), decrecen regularmente, lo que traduce la
irregularidad del perímetro involucrado en un proceso de difusión, aunque
la relación perímetro/superficie (Lola) se mantiene, más o menos, constante.
Esta evolución se acompaña de un crecimiento más grande a lo largo que a
lo ancho (Figuras 5A y C) por lo que el valor del parámetro Lola disminuye
(Figura 5B).
Si bien los parámetros reportados en 5A y B permiten seguir la tendencia
general, los diagramas 5C y D ilustran mejor el cambio radical en la evolución
de los parámetros que se presentan a partir de 1993. En 1995, de acuerdo con
los documentos estudiados, la zona urbanizada toma de repente en conside-
ración zonas edificadas, como la ciudad de Texcoco, como parte integrante
del área metropolitana, que no habían sido consideradas anteriormente. Al no
contar con los datos urbanos previos, no se puede seguir la evolución de estas
zonas, y su inclusión súbita en 1995 introduce una desviación importante en
los resultados. Para seguir el crecimiento de la forma urbana y establecer las

1 Los mapas provienen de un proyecto inédito (Delgado et al., 1999).


178 . Hind Taud y Jean-François Parrot

Figura 4. Crecimiento de la
Ciudad de México desde 1953
hasta 1995.

relaciones entre el espacio urbano y peri-urbano, se requiere profundizar en el


estudio de estas zonas desde 1953.

b) Dimensión fractal

La medición de la dimensión fractal de un objeto depende de su posición en


la imagen. Los resultados no son iguales si el objeto llena todo el espacio de
observación o si se presenta como un objeto aislado ubicado en un espacio más
grande. Ello llevó a medir la dimensión fractal de acuerdo con esas condicio-
nes. En el primer caso (cuadro local), el resultado corresponde directamente
al grado de complejidad del perímetro (Parrot, 1999a). En el segundo (cuadro
general), se pasa de un perímetro anterior a un perímetro más grande que
corresponde a la expansión urbana verificada en ese lapso de tiempo (Parrot,
1999c). Los resultados obtenidos en este estudio reflejan la tendencia de la
ciudad a desbordar el espacio periurbano, mencionada reiteradamente en los
estudios de orden social del fenómeno (Ávila, 2005; Ramírez, 2005; Delgado,
2002).
450 A 100 B
400
80 Cer
350
300 Conv
6
250 largo Psr
200 ancho 40
Lola
150
20 Rec
100
50
0
0
0 1 2 3 4 5
0 1 2 3 4 5

450 C 90 D
400
80
350
300 70 Conv
largo
250 60 Psr
200 ancho
150 50 Lola
100 40 Rec
50
30
0
1950 1960 1970 1980 1990 2000 20
1950 1960 1970 1980 1990 2000

Años Años

Figura 5. Medidas Ciudad de México. A. Evolución del ancho y largo. B. Evolución de varios parámetros de RDP: Conv = índice
de convexidad; Psr = relación perímetro / superficie; Lola = relación ancho / largo; Rec = relación rectángulo / superficie. Fechas:
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 179

1 = 1953; 2 = 1973; 3 = 1993; 4 = 1995. C. Evolución del ancho y largo. d. Evolución de varios parámetros de RDP.
180 . Hind Taud y Jean-François Parrot

Así, la dimensión fractal (Figura 6A) del perímetro ha sido calculada


utilizando el cuadro general y el cuadro local. Calculada en un cuadro gene-
ral, la dimensión fractal crece regularmente hasta 1993 y decrece cuando las
zonas periurbanas fueron incluidas en el mapa urbano. Pero, calculando en un
cuadro local, la complejidad del perímetro disminuye desde 1973.
Por otro lado, la Figura 6B ilustra la evolución de la dimensión fractal,
comparando resultados obtenidos, sobre todo el conjunto a escala regional y
sobre el conjunto de píxeles conectados de la superficie urbanizada central.
En la Figura 6B se observa que la dimensión fractal crece regularmente desde
1953 hasta 1993 gracias a la evolución del área central y presenta un creci-
miento más fuerte entre 1993 y 1995, lo que expresa el desbordamiento del
espacio urbano y un aumento de su complejidad. Con todo, a escala regional
del conjunto, se observa una inversión de la tendencia en 1995 (la dimensión
fractal disminuye) porque, en comparación con las fechas anteriores, el espacio
urbano es más disperso.
Figura 6. Medidas Ciudad
1.45 A de México. A. Dimensión
1.4
fractal del perímetro urbano
con medidas en un cuadro
Cuadro local
1.35 general y local. B. Com-
1.3
Cuadro general paración entre la evolución
de la dimensión fractal re-
1.25
gional de la superficie total
1.2 y de la superficie de la zona
1.15 central conectada.
0 1 2 3 4 5

1.76 B
1.74
1.72
1.7
DF regional
1.68
DF Z. central
1.66
1.64
1.62
1.6
1940 1960 1980 2000
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 181

c) Evolución de la superficie urbana

El crecimiento de la ciudad se ilustra por la evolución del número de píxeles


desde 1953 hasta 1995 (Figura 7), con un salto notable en 1995. Como se
mencionó antes, este salto no es resultado sólo de la expansión de la ciudad,
sino de la inclusión de los datos del área periubana. De esta última observación
se deduce que el crecimiento futuro del área edificada resulta problemático,
como se muestra en la Figura 7.
Es posible calcular el índice de crecimiento anual de cada porción de la
curva de evolución de la superficie urbanizada, es decir, la relación entre el
crecimiento de la superficie y el tiempo de crecimiento. Ese índice tiene un
valor de 442 entre 1953 y 1973, de 519 entre 1973 y 1993 y de 5 143 entre 1993
y 1995. Entre el punto inicial A (1953) y el punto final D (1995), el índice
medio es de 703.
Suponiendo que el crecimiento sigue una función lineal del tiempo, la
extrapolación para el 2020 depende del índice de crecimiento elegido. Por
ejemplo, el paso de 1993 a 1995 depende en gran medida de la inclusión de
las zonas que pertenecen a la ciudad: valor de 32 721 (punto D) contra 23 472
(punto G) para un índice anual de 519 calculado por la porción 1973-1993,
y un resultado extrapolado por el 2020 de 36 447 (punto E). Con un índice

H
80000

70000
Superficie en Píxeles

60000

F
50000

40000
D
30000 E
C 5143
703
20000 G
519
10000
A B
442
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2020

Años

Figura 7. Crecimiento de la Ciudad de México en píxeles (1 píxel = 4.86 hectáreas).


182 . Hind Taud y Jean-François Parrot

global de 703 y una superficie de 32 721 por 1995, el valor para el 2020 es de
50 293 (punto F). Finalmente, para una superficie de 32 721 en 1995 (punto
D) y un índice de 5 143; la superficie resultante para 2020 alcanza una cifra ex-
cesiva de 161 296 (punto H); este último índice no se puede realmente tomar
en cuenta, ya que a partir de los datos de 1993 se unieron las zonas periféricas
con la zona central; anteriormente las estimaciones no utilizaban dichas zo-
nas, por lo que es necesario realizar un trabajo exhaustivo de redefinición de
la expansión urbana en todo el espacio periurbano considerado y en todas las
fechas incluidas.

d) Centro de gravedad

Entre los resultados obtenidos (Figura 8), la migración del centro de gravedad
y el cambio de la orientación del eje principal asociado, aportan información
interesante sobre la evolución de la ciudad.
Desde 1953 hasta 1973 el centro de gravedad se mueve levemente hacia el
sureste para desplazarse después hacia el norte-noreste (dirección ≈ 30). Por su
Figura 8. Centro de Grave-
dad y eje principal.
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 183

parte, el eje principal asociado es de 26° en 1953, 179° en 1973, 169° en 1993
y 168° en 1995. Esto significa que existen impedimentos que influyen en la
rotación del eje principal; dichos impedimentos están relacionados con la pre-
sencia de la laguna de Texcoco y del Aeropuerto Internacional Benito Juárez.

B. París

Los datos de la ciudad de París elaborados por IAURIF en 1977, cubren un es-
pacio regional que se extiende desde la ciudad de Pontoise en el noroeste hasta
la ciudad de Corbeil-Essones en el sureste. Cinco fechas han sido estudiadas:
1857, 1870, 1906, 1935 y 1964. Estos datos permiten seguir el crecimiento de
todas las zonas edificadas al nivel regional y el proceso de agrupamiento
de estas zonas al nivel global.
Al contrario de la Ciudad de México, en donde la falta de datos precisos
sugiere un crecimiento centrífugo a partir de un único centro de evolución, los
diversos pueblos y ciudades ubicados alrededor de la ciudad de París, forman
un conjunto de entidades que crecen a partir de sus propios centros hasta que
se unen progresivamente a la zona central, dejando espacios libres no edifica-
dos (Figura 9). En este caso, se ha utilizado un parámetro adicional, el índice
de atracción, que permite seguir las modificaciones que resultan del agrupa-
miento de las diversas zonas urbanas y verificar si el crecimiento del centro
urbano influye o no sobre el desarrollo de las ciudades periféricas.
Para comparar las dos ciudades, es necesario extraer el límite de la ciudad
de París a partir de los datos regionales, siguiendo como regla de elección el
supuesto de que las zonas edificadas más densas están conectadas entre ellas y
que forman un solo conjunto; esta forma de definir el límite se inscribe en un
proceso clásico de difusión (Figura 10).

a) Parámetros de Reconocimiento de Patrones

El crecimiento circular y centrífugo de la ciudad en su parte central, muy den-


sa, se ilustra a través de una evolución débil del índice de convexidad (conv)
de entre 70 y 64; un índice de circularidad (psr) de entre 30 y 40, tal como la
relación circulo/superficie (Cer).
Los únicos cambios significativos registrados se refieren a las relaciones
que existen entre el largo y el ancho y el desplazamiento de la orientación del
eje principal de 70° hasta 112°. Esta ultima orientación, que aparece desde
1935, es el principal eje histórico de la ciudad que va del Palacio de Louvres
184 . Hind Taud y Jean-François Parrot

Figura 9. Evolución de la
ciudad de París desde 1857
hasta 1963.

Figura 10. París. Zona


central.
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 185

hasta la zona moderna de La Défense pasando por la avenida Champs Elysées y


el Arco del Triunfo.
En el contexto regional, el crecimiento de la ciudad se ilustra por la evolu-
ción del número de píxeles desde 1857 hasta 1964, con un incremento más alto
entre 1934 y 1964 (Figura 11A). Tomando en cuenta la totalidad de la región
(Figura 11B), el índice de convexidad siempre es muy bajo, porque la zona
convexa global es siempre más o menos la misma y es también muy grande; su
evolución va de 5 hasta 30, lo que básicamente expresa el crecimiento general
de la ciudad en el período. La relación largo/ancho (de 70 hasta 92) indica que
estas dos dimensiones son más o menos iguales.
Figura 11. Algunos paráme­
120 A tros de RDP. A. Parte central
de la ciudad: Psr: relación
Psr
perímetro / superficie: Cer:
90 relación círculo / superficie.
Cer
Conv: índice de convexidad.
Conv Lola: relación largo / ancho.
60 Lola Ang: orientación del eje prin-
Ang cipal. B. Región.
30
1850 1900 1950 2000

100 B
90
80
70
60
Conv
50
Lola
40
30
20
10
0
1850 1900 1950 2000
186 . Hind Taud y Jean-François Parrot

b) Dimensión fractal

El carácter compacto de la zona central (Figura 12A) se traduce en un va-


lor alto y se establece de la dimensión fractal de su superficie (entre 1.752 y
1.804), con un ligero alisamiento progresivo de sus límites (DF de 1.270 hasta
1.233). En el caso de las medidas regionales (Figura 12B), la dimensión fractal
traduce solamente el crecimiento de la complejidad de los límites del espacio
urbanizado, calculada a partir de la superficie o del perímetro.
Figura 12. Dimensión frac-
1.9 A tal. A. Al nivel central. B. Al
1.8 nivel regional. Sup: superfi-
1.7 cie. Per: perímetro.
1.6 Sup
1.5 Per
1.4
1.3
1.2
0 1 2 3 4 5 6

1.8 B
1.7
1.6
1.5
Sup
1.4
Per
1.3
1.2
1.1
1
1840 1860 1880 1900 1920 1940 1960 1980

c) Evolución de la superficie

El crecimiento de la ciudad se ilustra por la evolución del número de píxeles


desde 1857 hasta 1964 (Figura 13). El índice de crecimiento anual de cada
porción de la curva de evolución de la superficie urbanizada es igual a 789 en-
tre 1857 y 1870, a 269 entre 1870 y 1906, a 1 078 entre 1906 y 1935, y a 1 099
entre 1935 y 1964.
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 187

180000 Figura 13. Crecimiento de


G la ciudad de París en píxeles
140000
(1 píxel = 0.7 hectáreas).
E F
N° de píxeles

100000

D
60000
B
A C
20000
1840 1860 1880 1900 1920 1940 1960 1980 2000 2020

Años

Entre el punto inicial A (1857) y el punto final E (1964), el índice llama-


do índice medio es de 776. La extrapolación para el 2000 depende del índice
de crecimiento elegido, índice medio o último índice entre 1935 (punto D) y
1964.
Con un índice global de 776 y una superficie de 112 771 para 1964 (punto
E), el valor para el 2000 es de 140 707 (punto F). Con el índice de 1 099, la
superficie resultante para el 2000 alcanza la cifra de 152 335 (punto G).
Después de una época de crecimiento importante entre 1857 y 1870, du-
rante el segundo imperio, el ritmo de crecimiento decrece hasta 1906 y no
comienza a aumentar sino hasta después de la primera guerra mundial.
En el trabajo de IAURIF (1997), la estimación del crecimiento de la región
parisina para el 2000 con base en datos estadísticos, es de 97 400 hectáreas
(punto F). La estimación efectuada con el parámetro superficie es de 140 707
píxeles y corresponde a una superficie de 98 495 hectáreas utilizando el índi-
ce medio de 776 (es decir, un índice de crecimiento de 543.2 hectáreas por
año). Este resultado es muy similar al obtenido por la IAUREF con métodos
convencionales. Sin embargo, en el caso del punto G, la estimación obtenida
es de 106 634 contra 129 900 hectáreas. Esta ligera desviación resulta de un
crecimiento importante del índice de crecimiento entre 1964 y 1974 (1 099).
Es decir, que las estimaciones más altas de la superficie están estrechamente
relacionadas con el último índice calculado.

d) Centro de gravedad

Una vez medidos los centros de gravedad, para todas las fechas, en las zonas
central y regional, es evidente que todos se localizan en una zona muy pequeña
188 . Hind Taud y Jean-François Parrot

cerca del punto considerado como el centro teórico de la ciudad, en medio de


la plaza frente de la catedral de Notre Dame, en la isla de la Cité (Figura 14A).
Este resultado implica que la evolución de la región está fuertemente ligada
al desarrollo de la zona central y, por consiguiente, se puede considerar que el
peso de la capital influye sobre todo el desarrollo a nivel regional.
Por otra parte, la orientación del eje principal regional (Figura 14B) está
comprendida entre 146 y 155°, respectivamente. Es conveniente subrayar la
presencia de rasgos naturales que presentan una orientación casi similar, tales
como la sección de la red fluvial o las zonas edificadas que siguen los acciden-
tes del terreno. Estas alineaciones parecen relacionarse con fallas caledonianas
reactivadas por el movimiento alpino. Así, aunque de forma muy leve, los
rasgos geomorfológicos parecen haber influido sobre el desarrollo de la ciu-
dad, cualesquiera que fueran las decisiones históricas y/o políticas. Después de
1964, el esquema director de desarrollo de la ciudad ha tomado en cuenta este
aspecto morfológico y la orientación resultante, para definir el eje principal
de organización y repartición de las nuevas entidades urbanizadas y la red de
comunicaciones relacionando estas nuevas zonas y el centro de la aglomera-
ción parisina.

A B
160
150
140
130
120
Región
110
Centro
100
90
80
70
60
1850 1900 1950 2000

Figura 14. Centros de gravedad y ejes principales. A. Posición de los centros de gravedad
calculados; cuadritos vacíos: medida regional; cuadritos llenos: medida sobre la zona
central. B. Orientación de los ejes principales (región y centro).
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 189

e) Índice de atracción

La relación que existe entre la zona central y las zonas ubicadas en la región
peri-urbana se estudió mediante un nuevo parámetro, llamado “índice de
atracción”. Éste consiste en medir la distancia di entre el centro de gravedad
de la superficie que describe la zona central (Sc) y los centros de gravedad de
todas las zonas edificadas (i) situadas en su alrededor (ciudades y pueblos).
Considerando que el peso de la zona central decrece con la distancia (Sc / di),
la relación Ai entre la superficie Si de cada entidad i y el peso de la zona
central, indica cual es el grado de atracción de la zona central sobre estas
entidades. El valor de este índice depende también de la superficie de cada
entidad.

El índice de atracción se calcula como sigue:

(
Ai = 100 – Si S x di
x ) √
di = (xi – xc)2 + (yi – yc)2

en donde el punto (xi ,yi) corresponde al centro de gravedad del objeto i, el


punto (xc ,yc) al centro de gravedad del objeto de referencia, di la distancia entre
estos dos centros de gravedad, Si es la superficie del objeto i y Sc la superficie
del objeto de referencia.
Los resultados obtenidos en 1857, 1870 y 1906 se muestran en la Figura
15. Algunas entidades crecen desde 1857 hasta 1906. El número máximo de
píxeles es de 2 400 en 1857 (≈1 700 hectáreas), de 3 800 en 1870 (≈2 700 hectá-
reas) y de 4 700 en 1906 (≈3 300 hectáreas). Al mismo tiempo, en relación con
el crecimiento de la zona central, el grado de atracción crece con el tiempo,
como lo muestra el valor de la pendiente.
El caso de la ciudad de Versailles ilustra este tipo de relación. Ya para
1857 Versailles (V1 en la Figura 15) tenía una superficie de ≈ 1 700 hectáreas
y un índice de atracción solamente de 69; en 1870, la superficie de la ciudad
(V2) aumenta y alcanza cerca de 2 700 hectáreas y por eso el índice de atrac-
ción permanece casi igual (67), aunque la superficie de la zona central pasa
de 33 557 píxeles (23 490 hectáreas) a 48 376 píxeles (33 863 hectáreas). Entre
1870 y 1906, un crecimiento débil de ≈ 210 hectáreas (V3), ligado con el fuerte
incremento (más o menos del doble) de la zona central (88 650 píxeles, es de-
cir, 62 055 hectáreas), hace subir el índice de atracción a un valor de 80. Para
1934, la ciudad de Versailles está ya conurbada con la zona central.
190 . Hind Taud y Jean-François Parrot

105

100

95 1857
90
1870
Índice de atracción

85
1906
80
V3 Lineal (1857)
75
Lineal (1870)
70
V1 V2 Lineal (1906)
65

60
0 1000 2000 3000 4000 5000

Número de píxeles

Figura 15. Evolución del índice de atracción entre 1857 y 1934.

C. Comparación

En el caso de la ciudad de París el centro de gravedad permanece siempre


cerca del centro, traduciendo el peso de la zona central en la estructura de
la zona metropolitana. En cambio, en el caso de la Ciudad de México, hay
una migración de este centro y también una desviación del eje principal. Esta
migración del centro de gravedad en dirección norte, indica que las zonas ur-
banizadas del norte están regularmente más alejadas del centro de actividad y
que no tienen el mismo avance que las zonas del sur. Si la presencia de la sierra
Guadalupe no impide el desarrollo de la ciudad en la dirección del norte, la
zona del lago de Texcoco y del aeropuerto provoca la rotación del eje principal.
Esta observación significa que la zona noroeste se aleja poco a poco del centro
comercial principal, y hay que tomarla en consideración por ejemplo en la
organización de las redes de comunicación.
Globalmente, los índices de convexidad y la dimensión fractal traducen la
irregularidad del perímetro urbano y el nivel de complejidad alcanzada duran-
te el período de crecimiento del espacio urbano. La Figura 16 ilustra la evolu-
ción de estos parámetros en México y París. Tomando en cuenta la evolución
del índice de convexidad de la zona central de París (Figura 16A), se puede
constatar que los valores son cercanos con los obtenidos en el caso de la Ciudad
Reconocimiento de patrones urbanos a través de la geometría fractal . 191

de México, siendo esta última un poco más irregular. Las curvas obtenidas de
las medidas de la dimensión fractal de acuerdo con el tiempo (Figura 16B),
son muy parecidas y crecientes, lo que expresa el fenómeno general de desbor-
damiento del espacio periurbano.
El parámetro Superficie permitió estimar la evolución de la zona urbana
a través las medidas del índice de crecimiento. Debido a la diversa disponibi-
lidad de datos espacio-temporales para cada ciudad, se tienen índices anuales
diferentes (para el ámbito regional en el caso de París y para el área central en
el caso de México), el índice global medido para París entre 1857 y 1964 y para
México entre 1953 1995, es más o menos igual. Si la evolución de la superficie
no fuera resultado de un complejo proceso socioeconómico, la reflexión sería
que la evolución en ambos casos fuera parecida para los períodos analizados.
Figura 16. Comparación
75 A A. Índice de convexidad.
70 B. Dimensión fractal.
65
60
55 París Centro
50 México
45
40
35
30
1850 1900 1950 2000

1.82 B
1.8

1.78
París
1.76
México
1.74

1.72
1.7
1850 1900 1950 2000
192 . Hind Taud y Jean-François Parrot

Conclusión

La información extraída de las formas que describen las superficies urbanas


refleja el desarrollo y el crecimiento de estas superficies. La utilización de los
parámetros de Reconocimiento de Patrones y el análisis fractal permite medir
de manera objetiva los cambios espaciales que afectan la extensión urbana.
Los resultados dependen fuertemente del límite de lo que se considera como
“zona urbana”. Así, estos índices pueden servir de guía no sólo para seguir el
crecimiento y auxiliar las directrices del esquema director del desarrollo ur-
bano futuro sino también para definir los límites reales que determinan una
zona urbana.

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Los fractales: una nueva geometría para describir
el espacio geográfico
Gerardo G. Naumis
Departamento de Física-Química, Instituto de Física,
Universidad Nacional Autónoma de México.

Introducción

La geografía, desde sus principios, ha estado relacionada de manera muy ínti-


ma con las matemáticas. Ambas han crecido de manera tan espectacular, que
parecerían haberse alejado sin posibilidad de reconocerse mutuamente. Sin
embargo, la geometría, que resultó del fruto de esta unión, ha retroalimentado
a estas dos ciencias mediante una relación simbiótica, dejando beneficios mu-
tuos. La pregunta básica que se plantea es si realmente la geometría tradicional
que se ha desarrollado durante estos últimos tres mil años alcanza para des-
cribir de manera apropiada el espacio geográfico. Aunque es innegable el éxito
de la geometría tradicional en esta descripción, en este trabajo se usará esta
pregunta como pretexto para introducir una nueva geometría –llamada fractal−
y explorar sus aplicaciones dentro de la geografía. Para entrar en la cuestión de
si realmente se necesita una nueva geometría, haremos unas reflexiones muy
generales acerca del desarrollo histórico de la relación geometría-geografía.

Las primeras noticias que se tienen de esta relación provienen del antiguo
Egipto, donde se desarrolló la geometría, que mide la tierra en términos de
algún patrón de longitud y área. Aquélla se desarrolló de la necesidad prác-
tica de cuantificar la cantidad de terreno, bien sea para cobrar impuestos,
medir la productividad o delimitar las tierras. Durante esta época se empe-
zaron a conocer algunas propiedades básicas de las figuras geométricas más
simples, tales como triángulos, cuadrados, pirámides, etc. El desarrollo de la
geometría, inmediatamente tuvo repercusiones en otros ámbitos, tales como
en la arquitectura o la escultura, donde sus métodos resultaron muy útiles
para diseñar y planificar (Harigatti y Hargatti, 1994).
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico . 195

Posteriormente, fueron los griegos quienes realizaron el paso fundamen-


tal de la abstracción de la geometría (Zhmud, 1996), es decir, se dieron cuenta
que ésta podía construirse sin hacer referencia a objetos reales, de tal modo que
una figura geométrica como el triángulo tenía una existencia propia, y que dada
esta generalidad, podía usarse para representar diferentes objetos (un terreno
triangular, una escuadra, la esquina en un edificio, un problema de navegación
celeste, etc.). Partiendo de unos pocos axiomas geométricos, que constituyen
proposiciones básicas evidentes que no pueden demostrarse, los griegos fueron
capaces de deducir –mediante la lógica– nuevas proposiciones, llamadas teo-
remas. El éxito de los métodos inductivos y deductivos de los griegos fue tal,
que finalmente les llevó a pensar que la realidad debía ajustarse a sus modelos
geométricos y numéricos, y no al revés (aunque aún hoy seguimos cometiendo
el mismo error). Así, los griegos pensaban en un modelo del universo, donde
cada elemento, la tierra, el mar, el fuego, el viento, el sol y las estrellas, es-
taban situados cada uno sobre los cinco sólidos plátonicos (tetraedro, cubo,
octaedro, icosaedro y dodecaedro; Chossat, 1996). Es aquí donde la geometría
se empieza a convertir en una rama de la matemáticas, desarrollándose de
manera independiente de la geografía. En el renacimiento nace la geometría
descriptiva, y Descartes combina la geometría con el álgebra produciendo la
geometría analítica. Más tarde se combina el cálculo y se obtiene la geometría
diferencial (que tiene hoy día un papel relevante en la teoría de la relatividad
y la mecánica cuántica relativista). Recientemente, la topología ha sido una de
las ramas con mayor auge dentro de la matemática.
Este desarrollo espectacular de la geometría abstracta, de alguna manera
la separó de sus orígenes geográficos; sin embargo, en 1979 ocurrió un hecho
sin precedentes que volvió a hermanar a ambas ciencias. Durante todo el siglo
XX se había estado tratando de demostrar la conjetura del mapa de cuatro co-
lores, la cual proponía que todo mapa puede colorearse usando sólo cuatro
colores, de modo que ningún país con frontera común tuviera el mismo color
(aquí deben ponerse como excepción que no existan puntos fronterizos don-
de se junten cuatro países. El mapa de los estados de los Estados Unidos de
Norteamérica no puede colorearse con cuatro colores, debido a que existe un
lugar llamado four corners, donde la frontera de Utah, Nuevo México, Arizona
y Nevada se tocan). La demostración de esta conjetura había sido elusiva, sin
embargo, en 1979 pudo ser demostrada pero mediante el uso de computado-
ras, siendo esta la primera vez en que se requiere de una computadora para
realizar una demostración formal. Esto acarreó diversos problemas filosóficos
(Lorenzo, 1997), tales como si la demostración es válida o si los programas
196 . Gerardo G. Naumis

eran correctos. Pero dejando a un lado estas discusiones, la demostración de


la conjetura representa un hito dentro de la matemática y no deja de ser sor-
prendente que tal paso fundamental se dio cuando la geometría regresó a sus
orígenes para demostrar un problema que parece tan sencillo en apariencia.
Aun tomando en cuenta todos estos éxitos de la geometría, la pregunta
básica que surge al mirar la forma de las islas, montañas y el curso serpentante
de un río, es si realmente estos objetos pueden describirse mediante figuras
geométricas simples como triángulos o cuadrados. En principio, la geometría
usual sí describe parte de esta realidad; los mapas son un ejemplo claro de ello,
ya que los levantamientos topográficos a base de líneas y triángulos permiten
describir el espacio geográfico. Sin embargo, estos son modelos en los cuales
se pierden muchos detalles en aras de una descripción general, y aun así, no se
podría usar una simple figura geométrica para modelar la compleja forma del
cañón del Colorado. En la siguiente sección se discutirá este problema.

Geometría fractal

Al intentar modelar formas naturales, como una línea costera, las figuras geomé-
tricas simples no son un buen modelo; parecería como si una cualidad fundamen-
tal pasara desapercibida ante la geometría tradicional. Para intentar descubrir la
cualidad faltante, formulemos la siguiente pregunta, ¿cuál es la longitud de una
costa? A modo de ejemplo, calculemos la longitud de la Baja California, entre
la ciudad de Tijuana y la Bufadora. Para contestar esto, lo primero es conseguir
un mapa de la costa a cierta escala, y después, con una regla de cierta medida,
contar cuantas veces cabe nuestra regla en la costa, tal como puede observarse
en la Figura 1A. La longitud de la costa (que llamaremos L) será el número de
segmentos contados multiplicada por la escala de la regla en kilómetros.

L = (escala) (# de veces que cabe la regla)

Por ejemplo, en la Figura 1A se muestra el procedimiento. Si la escala de


la regla es 16 km, se obtienen seis pedazos, de donde L=96 km. Sin embargo,
al observar el mapa, queda claro que muchos detalles no pueden medirse en
esta escala tan grande, ya que su tamaño es menor a la regla utilizada. Se pue-
de utilizar una regla más pequeña para medir los detalles, por ejemplo, una
regla de 8 km, y entonces el conteo de los cuadrados es de 15 pedazos, siendo
L=120 km (tal como se muestra en la Figura 1B).
A) B)

Figura 1. Medición de la longitud de la costa de Baja California entre Tijuana y la Bufadora, utilizando una regla de: A) 16 km
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico . 197

y B) 8 km.
198 . Gerardo G. Naumis

Como puede verse, la longitud de la costa es mayor que lo medido con


otra regla. Puede repetirse este procedimiento usando reglas más pequeñas
cada vez, observándose que la longitud de la costa crece a medida que la regla
se hace más pequeña. La razón de ello es evidente, a medida que medimos con
mayor precisión, pueden verse más detalles de la costa, por lo cual la longitud
crece. Así, la longitud de una costa depende de la escala en la cual se mida.
La forma de esta dependencia puede obtenerse inmediatamente si graficamos,
tal y como se muestra en la Figura 3 para diferentes costas y fronteras, el lo-
garitmo en base diez de L (que puede pensarse como el número de ceros de la
longitud) contra el logaritmo del tamaño de la regla usada, como se muestra
en la Figura 2.

3.90

3.70
log. decimal de la longitud (en km)

3.50

3.30

3.10

2.90

2.70

2.50
1.0 1.5 2.0 2.5 3.0

log. decimal de la regla (en km)

Figura 2. Logaritmo de las longitudes aproximadas de diversas costas y fronteras en fun-


ción del logaritmo de la escala. La línea de arriba es la costa de África del Sur; la línea de
en medio es la costa de la Gran Bretaña, y la línea inferior es la frontera terrestre entre
España y Portugal.
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico . 199

Esta gráfica fue obtenida por primera vez en 1960 por Fry Richardson,
para diferentes costas. Puede observarse que todas son líneas rectas caracteri-
zadas por diferentes pendientes, cuyo valor denotaremos por -D y ordenadas al
origen que llamaremos Log10(L0). Las ecuaciones de estas rectas son del tipo,

Log10 (L) = -D Log10 (escala) + Log10 (L0)

Exponenciando ambas lados de la ecuación, se obtiene la dependencia de


la longitud de la costa en términos de la escala,

L = L0 (escala)-D

El exponente D caracteriza la rugosidad de la costa, como puede verse en


la comparación de la Figura 2 para diferentes tipos de costas. Nótese que su
valor es cercano a 1.5 para costas muy rugosas, mientras que tiende a uno para
costas poco accidentadas. Así, el parámetro D describe una característica de
la costa, su rugosidad.
Repitamos el mismo procedimiento para medir una costa totalmente rec-
ta de tamaño L. Si se escogen reglas de tamaños L/n donde n es un número
entero, entonces el número de veces que cabe la regla de escala L/n en L es
simplemente n. Esto puede entenderse fácilmente en la Figura 3, donde una
recta se parte en cuatro pedazos. La longitud de la recta está dada por,

Longitud = (escala)(# de pedazos) = (L/n)n = L

de donde se obtiene que, # de pedazos = L (escala)-1

Es importante notar que la recta de tamaño L/4 es en realidad una versión


re-escalada de la recta de longitud L. La importancia de este hecho quedará
de manifiesto posteriormente.
El mismo procedimiento puede repetirse para medir el área de un cua-
drado con lados de tamaño L. En el ejemplo de la Figura 3. En este caso, si
medimos el área contando cuántos cuadrados de lado (L/n) caben en el cua-
drado grande, es claro que ahora caben n2, entonces se tiene que:

(# de pedazos) = n2 = L2(L/n)2

de donde, (# de pedazos) = L2(escala)-2
200 . Gerardo G. Naumis

Figura 3. Obtención de la
L longitud de una recta y el
área de un cuadrado, en fun-
ción de la escala.

L/4

L L/2

De lo anterior, es claro que la longitud de una recta tiene una D=1, mien-
tras que un cuadrado tiene D=2. Ahora recordemos que la recta es una figura
geométrica unidimensional, siendo el cuadrado una figura en dos dimensiones.
Siguiendo esta idea, el matemático francés Benoit Mandelbrot, quien
estaba estudiando los errores de transmisión que se producen en una línea
telefónica, propuso identificar a D con la dimensión de los objetos. Esta di-
mensión no es igual a la dimensión del espacio donde se sitúa la figura. El
número D puede ahora ser un número fraccionario por lo cual se le llamó
dimensión fractal.
Así, una figura con dimensión fractal D=1.3 es una curva irregular, ya
que tiene una dimensión entre una recta y un plano. Si la curva tiene dimen-
sión D=2, sería tan irregular que alcanzaría a cubrir de manera uniforme el
plano, mientras que una curva con dimensión fractal 1 es una recta. Aná-
logamente se puede construir un objeto con dimensión fractal entre cero y
uno, es decir, con una dimensión intermedia entre un punto y una recta. Para
ello consideramos un intervalo de longitud 1, y lo dividimos en tres pedazos,
según se muestra en la Figura 4. Quitamos el pedazo central. Ahora sólo que-
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico . 201

dan dos pedazos de longitud 1/3. Cada uno de estos pedazos se puede volver
a subdividir quitando el pedazo central de cada segmento, como se muestra
en la Figura 4. Si se repite el procedimiento infinitas veces, se obtendrá un
polvo muy fino, invisible para el ojo. Este polvo es conocido como conjunto de
Cantor. Su dimensión fractal es 0.63.
La contribución de Mandelbrot fue más allá de interpretar al número D
como una dimensión fraccionaria. Lo importante de este número es que pone
de manifiesto una clase de simetría que había permanecido desapercibida para
los matemáticos, aunque jamás para los artistas. Esta simetría consiste en que
muchos objetos son similares a sí mismos aunque se cambie la escala con la
cual los miremos. Un árbol es el ejemplo cotidiano más sencillo que se pue-
de imaginar. Su tronco se subdivide en ramas más pequeñas y cada rama en
otra rama, y así sucesivamente. Sin embargo, si se amplifica suficientemente
una sola rama junto con sus ramas más pequeñas, su aspecto general será la
del mismo árbol. Así, se podría decir que las partes del todo están formadas
por versiones más pequeñas del todo. He aquí justamente la propiedad que
se escapaba de la costa. En una escala pequeña, la costa tiene una forma muy
similar a la costa en un mapa con una escala mayor. Esta propiedad se cono-
ce como autosimilaridad u homotecia interna, y es la característica primordial de
los fractales. De acuerdo con este enfoque, la recta pequeña de la Figura 3 es
sólo una versión escalada por el factor 1/4 de la recta original. Algo parecido
sucede con los cuadrados que se forman al subdividir el cuadrado grande de
la Figura 3; al cambiar la escala de un cuadrado a la mitad, el todo se obtiene
de sus partes utilizando cuatro cuadrados rescalados, y por eso la dimensión
fractal es dos (Figura 4).
Una vez entendida esta propiedad, se puede utilizar la geometría fractal
para construir modelos más realistas de costas, como por ejemplo la isla de
Koch (Figura 5), formada mediante un mecanismo de subdivisión análogo
al del polvo de Cantor. Aunque este modelo todavía es muy sencillo, en la
siguente sección se explicará como formar modelos más realistas y se hablará
de diversas aplicaciones de los fractales en la geografía.

Aplicaciones

La propiedad de autosimilaridad que captura la geometría fractal ha dado lu-


gar a un número importante de aplicaciones. Históricamente, las primeras se
dieron dentro de las matemáticas, conviertiéndose la geometría fractal en una
202 . Gerardo G. Naumis

Figura 4. Construcción de
un conjunto de Cantor. Para
ello se parte una recta en
tres pedazos iguales, y se
quita el pedazo central. El
proceso de subdivisión se
repite sucesivamente. Nó-
tese la tendencia de los seg-
mentos hacia la formación
de grupos o ráfagas. Este es
el efecto “Josué”, que intui-
tivamente relacionamos con
las “rachas” de buen tiempo,
economía, accidentes aéreos,
etc. Un fractal aleatorio se
construye desordenando los
intervalos en blanco, pero
sin alterar sus longitudes.

rama de la geometría, que ha sido desarrollada ampliamente durante las dos


décadas finales del siglo XX. En la física esta repercusión ha sido enorme, por-
que su desarrollo coincidió con el descubrimiento de la teoría del caos y siste-
mas no-lineales. La geometría fractal resultó ser el lenguaje natural de teorías
que permiten explicar diversos fenómenos, tales como la no-predictibilidad
del clima a largo plazo, la establidad de los anillos de Saturno, la turbulencia
de los fluidos, las transiciones de fase entre líquido-sólido y gas-líquido, etc.
Otras disciplinas como la teoría de la información, del lenguaje, la biología,
la química y aun la música y la pintura, se han visto afectadas por esta nueva
visión geométrica. En este trabajo no alcanzaría el espacio para hacer justicia
a todas las aplicaciones, sin embargo, se mencionarán las más relevantes.
En primer lugar, no sólo las costas presentan esta propiedad de autosimi-
laridad característica de los fractales. Por ejemplo, en 1982 Lovejoy, utilizando
datos de radar y satélite, encontró que la relación entre el área y el perímetro de
las nubes es de 1.33. Posteriormente, Rys y Waldvogel (1986) encontraron que las
nubes de tormenta son aún más irregulares, con una dimensión D=1.36.
De modo análogo puede medirse la dimensión fractal de las cadenas mon-
tañosas, o bien proceder a la inversa, es decir, construir paisajes con montañas
generadas partiendo de algoritmos fractales (Mandelbrot, 1982). Debe decirse
que los algoritmos fractales para generar texturas en los paisajes generados por
computadora son una práctica común porque ahorran espacio de memoria y
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico . 203

Figura 5. Isla de Koch, cuya


costa tiene una dimensión
fractal D=1.26. Se construye
subdividiendo un triángulo
de manera recursiva.

tiempo de cómputo. Aun más, existen métodos de codificación fractal para


comprimir imágenes, que resultan convenientes para cierto tipo de imágenes.
Otra aplicación muy interesante, aparece en este volumen donde Taud y Parrot
analizan la evolución del espacio urbano mediante la geometría fractal.
La geometría fractal no sólo permite analizar la forma de objetos, sino
que puede ir más allá, analizando fenómenos geográficos que transcurren en el
tiempo. Mandelbrot analizó la recurrencia de las crecidas del rio Nilo; si en un
año ocurría una crecida mayor a cierta norma, ese año se marcaba con un uno,
y con cero en caso contrario. Los resultados obtenidos le indicaron que las
crecidas ocurrían a ráfagas, es decir, si en un año ocurría una crecida, era más
probable que en el siguiente año ocurriera otra (a este fenómeno se le llamó
“efecto Josué”, en alusión a la historia bíblica). Esto se debe a que la cantidad
de crecidas sigue un patrón fractal. De hecho, este resultado era similar a sus
resultados sobre errores en una línea telefónica, y su gráfico de unos y ceros
es muy similar al del polvo de Cantor. Usando el mismo método de contar a
diferentes escalas, Mandelbrot encontró que las crecidas en el río Nilo siguen
un patrón con dimensión fractal D=0.9, mientras que el Rhin tiene D=0.5 y
el Loira D=0.5 (Mandelbrot, 1975).
204 . Gerardo G. Naumis

A pesar de todo lo dicho anteriormente, es difícil pensar que el polvo de


Cantor pueda ser un modelo realista de crecidas de ríos, o la isla de Koch una
isla real. Ambos son objetos fractales muy regulares. Por esta razón, para cons-
truir modelos más realistas se necesita introducir algo de desorden aleatorio.
A modo de ejemplo, se pueden desordenar los puntos del conjunto de Cantor,
pero con la condición de que las distancias entre los puntos del conjunto sigan
teniendo la misma distribución (es decir, en un paso dado de la construcción
del Polvo de Cantor, tómense todos los segmentos de recta, e intercálense al
azar). Es claro que el conjunto resultante seguirá siendo autosimilar, aunque se
verá mucho más desordenado. Por esta razón, los modelos realistas necesitan
introducir el azar, pero respetando la autosimilaridad propia de los fractales.
Tomando en cuenta estos dos elementos, pueden contruirse modelos muy rea-
listas de costas y procesos en el tiempo.
No sobra decir que otros procesos en el tiempo, como las fluctuaciones de
las acciones en la bolsa de valores, siguen un patrón fractal similar al observa-
do en las crecidas de los ríos (Ibid.).
Otra aplicación donde los fractales resultan ser de gran importancia, es
en las llamadas redes de distribución. No es casualidad que la estructura del
sistema sanguíneo de los animales, vascular de los árboles, la red internet, la
red de distribución de agua, electricidad, gas y la manera en la cual los ríos
drenan un territorio tengan una estructura en ramificaciones similares a la
de un árbol (Strogatz, 2001). De hecho, la dimensión fractal está relacionada
directamente con las necesidades de transporte y, por ello, se puede estimar
la altura de una cadena montañosa calculando la dimensión fractal de la red
fluvial que la drena (Banavar et al., 1999).
Los cambios de escala que estudia la geometría fractal, ha dado a la alo-
metría, que estudia el escalamiento de unas cantidades respecto a otras. A
modo de ejemplo, citemos que el metabolismo de los animales por kilogramo
de peso (es decir, el consumo de energía por kilo corporal) no es lineal; los
animales grandes gastan en proporción menos energía que los pequeños. Si no
fuera así, y un elefante comiera proporcionalmente a su peso lo mismo que un
ratón, entonces acabaría con sus recursos de manera inmediata. De hecho, el
metabolismo respecto al peso corporal sigue la ley, Metabolismo=(Peso)3/4 que
nos recuerda la fórmula para la longitud de la costa. Esta ley proviene de las
leyes generales que gobiernan la dimensión de una red de distribución (Ibid.).
Las ciudades de un país también siguen una relación similar y, de hecho,
no es casualidad que el movimiento de bienes y personas dentro de una ciudad
sea aludido como “circulación”, y hablamos de “arterias viales” (Jones, 1992).
Los fractales: una nueva geometría para describir el espacio geográfico . 205

Si clasificamos la importancia de las ciudades de acuerdo con su población, es


decir, las ciudades de más de diez millones tienen rango uno, las de uno a diez
millones, rango dos, de cien mil a un millón rango tres, y así sucesivamente,
entonces se puede hacer una gráfica del logaritmo del rango con respecto al
logaritmo del número de ciudades que tienen ese rango en un país. Esta es una
gráfica similar a la obtenida para la longitud de la costa, y se le conoce como
regla de Zipf (Ibid.). La razón es clara, sería difícil imaginar que hubieran mu-
chas ciudades como la de México en el país, ya que acabarían con sus recursos
de manera inmediata. Por necesidad, el número de megalópolis es menor que
el número de pueblos, y no existe una proporción lineal entre ambos números.
La ley de Zipf revela una relación de jerarquías a diversas escalas, caracterís-
tica de las redes fractales.
Más allá de esta descripción mediante los fractales, esta universalidad
conduce a buscar mecanismos que puedan explicar la ubiquidad de la autosi-
milaridad. Muchas de las respuestas provienen de las ecuaciones diferenciales
no-lineales y procesos estocásticos. La unión de ambas ha dado lugar a la
llamada teoría de los sistemas complejos. Por ejemplo, diversas ecuaciones es-
tocásticas generan costas cuya dimensión fractal es D=1.5, muy cercanas a las
observadas en la realidad. También se obtienen fractales cuando se intenta op-
timizar alguna característica funcional, como la relación superficie/volumen o
mínimas pérdidas de energía en las redes de distribución. Así, los fractales son
la consecuencia del desorden que opera a diversas escalas, o de la optimiza-
ción de alguna cantidad. Por ello, el estudio de la fractalidad puede conducir
a una comprensión profunda de los fenómenos que la causan, y por lo tanto a
modelos más realistas.

Conclusiones

En este texto se ha discutido la necesidad de utilizar la geometría fractal para


describir de manera matemática un hecho fundamental del espacio-tiempo
geográfico: la autosimilaridad o simetría de escalamiento. Esta simetría fun-
damental aparece en numerosos aspectos que revelan una universalidad en
su carácter. La fractalidad observada en diversos sistemas, es consecuencia
de muchos factores, pero en la actualidad recién estamos pasando de la eta-
pa descriptiva, a una etapa de comprensión. Los geometría fractal, junto con
la teoría de sistemas complejos, promete continuar durante largo tiempo, la
siempre beneficiosa unión de las matemáticas con la geografía.
206 . Gerardo G. Naumis

Agradecimiento

Quisiera agradecer a T. Suárez Meaney, H. Taud, J.F. Parrot y J. Delgado por


sus valiosos comentarios. También se agradece a los proyectos DGAPA-UNAM
IN117806, IN111906 y CONACYT 48783-F, 50368 por el apoyo financiero. Se
agradece también al Departamento de Física-Matemática de la Universidad
Iberoamericana, el cual me brindó su apoyo durante la elaboración del presen-
te texto bajo los auspicios del programa Académicos Externos Distinguidos.

Bibliografía

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p. 116.
La urbanización difusa de la ciudad de México. Otras miradas sobre
un espacio antiguo se terminó de imprimir en septiembre de 2008,
en los talleres de Navegantes de la comunicación gráfica, S.A.
de C.V. Pascual Ortíz Rubio, no. 40, San Simón Ticumac, Del.
Benito Juárez, 03660, México, D.F.
El tiraje consta de 1 000 ejemplares impresos en offset sobre
papel cultural de 90 gramos (portada couché de 250 gramos).
Para la formación de galeras se usó la fuente tipográfica Adobe
Caslon Pro, en 9.5/10, 10/12, 11.2/12.7 y 16/19 puntos.
Edición realizada a cargo de la Sección Editorial del Instituto
de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Cuidado de la edición: Martha Pavón. Diseño, formación de
galeras y cuidado de la impresión: Raquel Martínez Campos.
Fotografía de portada: Javier Delgado.
GEOGRAFÍA PARA EL SIGLO XXI SERIE: LIBROS DE INVESTIGACIÓN

La urbanización difusa de la Ciudad de México


Otras miradas sobre un espacio antiguo

Javier Delgado
Coordinador

Es una paradoja difícil de entender, pero la Región Centro de México, princi-


pal región económica del país, asiento de las grandes culturas prehispánicas y
territorio clave en la formación del México actual, ha sido poco estudiada.
A los estudios pioneros de Bataillon en 1963 y Bassols en 1964, siguió un
vacío investigativo de 25 años –habrá que discutir sus causas–, y sólo cinco
libros que tratan directamente sobre la región fueron publicados desde enton-
ces. Los textos de Jorge Serrano (1996), Javier Delgado (1998), Delgadillo e
Iracheta (2002), Adrián G. Aguilar (2003) y Perlo y González (2005) abrieron

que se desenvuelve a escala regional, que sustituye las formas preexistentes con
nuevas formas socioespaciales.
En este volumen, La urbanización difusa de la Ciudad de México. Otras
miradas sobre un espacio antiguo, Claude Bataillon, Javier Delgado, Luis Jaime
Sobrino y Eduardo Nivón explican, a su manera, la reestructuración socioes-
pacial en curso, bajo enfoques alternativos a la tradicional dicotomía y que
apuntan cada vez más hacia una mayor interrelación urbano-regional. En la
segunda parte, Luis Chías Becerril, Hind Taud, Jean François Parrot y Gerardo

interesar a jóvenes investigadores e investigadoras, formados en los últimos


diez años en los principales posgrados del país, para que aborden de una for-
ma decidida la cuestión regional de una de las regiones más apasionantes del
mundo, la gran región central mexicana.

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