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PHILOSOPHIA VULGARIS

(scripta quodammodo philosophica)

REDACCIÓN

Marisa Mosto
Federico Caivano
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 8 – 2019
Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta
publicación.

1
ÍNDICE

Presentación p. 3

Carolina Díaz. Caza mayor p. 4

Felipe Matti. Ensueño bruniano p. 7

Gracia Plena. La vida simple p. 9

Marisa Mosto. Enredos lógicos p. 10

Franco Cáceres. Filosofía en una cerradura p. 13

Christián Carlos Carman. Quaestio 16: De Pitupho Philosopho p. 16

El arcón de los recuerdos p. 21

Minima philosophica p. 23

Dialoguitos en el perípato p. 25

2
PRESENTACIÓN

En este lugar encontrarás, amigo lector, algunos escritos


que se relacionan de algún modo con la filosofía. Tal relación se
manifestará en notas y minucias filosóficas: unas veces, con
humor; otras, con seriedad. Nos gustaría que nos acompañaras
con tu lectura y con tu pluma. De esta forma serás para nosotros
un nuevo Boecio, pues darás alegría y consuelo.
Radulfus

3
CAZA MAYOR
O sobre cómo un montón de cosas dementes pueden
resultar verdaderas,
sazonadas con muchos “por ejemplo”1

CAROLINA DÍAZ

El otro día, para hacer tiempo esperando el almuerzo, leímos con


mi hermana uno de los cuentos de Isaac Asimov, en su libro Compré
Júpiter. La narración se titula El día de los cazadores, o también Caza
mayor (depende la traducción), y de manera muy divertida plantea una
teoría paralela sobre la extinción de los dinosaurios. Si bien la historia se
centra finalmente en una reflexión sobre la actuación del hombre y su
futuro endeble como especie, –provocado por sí mismo–, me quiero
detener en lo que me llamó la atención del cuento: la situación en la que
algo inverosímil, a través de respuestas razonables (y un montón de “por
ejemplo”) se vuelve verosímil.

1
Basado en el cuento de Isaac Asimov, El dia de los cazadores, del libro Compré
Júpiter, escrito en 1975.

4
Respecto de cómo se maneja el conocimiento científico general,
(para que éste pueda llegar a validarse, es decir, por medio de una
hipótesis-experimentación/fundamentación-conclusión) es algo que ya se
aprende desde la secundaria. Sin embargo, hay que aceptar que la mayor
parte de este conocimiento la obtenemos a partir de la información no
científica que recibimos a diario, por medio de charlas de café, lecturas
ligeras, u opiniones de los medios y redes sociales, sin mayor evaluación
que un “tiene sentido”, ergo aceptémoslo. Esto es así por varias razones.

La primera es teórica: no sabemos; la segunda es práctica: no


queremos o no podemos comprobar fehacientemente cada teoría; la
tercera: porque es más fácil adoptar lo que la mayoría acepte como
válido, que estar en contra (con su correspondiente demostración). Pero
si profundizamos un poco más, podemos darnos cuenta de que a su vez,
una verdad puede sonar como «un montón de cosas dementes» para el
común de la gente o para el neófito en el tema, y que sólo puede resultar
creíble, para esa misma gente, sazonada con muchos “por ejemplo”... lo
que nos deja en una encrucijada realmente cómica para el que sepa
tomarlo con humor.

Antes que nada, pasemos al cuento en cuestión. Tres hombres en


un bar toman cerveza, y mientras charlan sobre la posibilidad de viajes
en el tiempo y máquinas que lo permitan (para poder conocer, en este
caso, por qué se extinguieron los dinosaurios), un hombre más borracho
que ellos desde el fondo del lugar, les grita que él construyó tal máquina,
que viajó a la era Mesozoica, y que tiene la respuesta. Por supuesto que
los tres lo creyeron loco, sin embargo, lo invitaron a la mesa a que
relatara su historia:

“–No sé cuántas veces me envió Carol hacia el pasado... (unos pocos


minutos nada más, o unas horas) antes de que diera el gran salto. No me
importaban los dinosaurios; sólo quería ver cuán lejos me llevaba la
máquina con la reserva de energía que tenía disponible.”1

Hasta aquí los tres amigos consideran, al que comienzan a llamar


“el profesor” como un loco más. Sin embargo, por el léxico que utilizaba
y por la autoridad que demostraba en la materia, lentamente, van
quedándose sin argumentos. Su postura tan natural, sus rápidas y lógicas
respuestas los dejaban en un callejón sin salida. Y así, cuando ya había
una posible aceptación por parte de los oyentes de la situación del viaje
espacio-temporal, el profesor agregó:

1
Asimov, Isaac. Compré Júpiter, Barcelona, Bruguera, 1984, p. 32

5
“–Se trataba de una era reciente, el Cretáceo sin duda –prosiguió–. Los
dinosaurios habían emprendido ya la retirada..., todos excepto los
pequeños, con los cinturones de metal y las armas. [...] Eran unos
reptiles pequeños, de unos ciento veinte centímetros de altura. Se
sostenían sobre las patas traseras, con una gruesa cola detrás, y tenían
unos antebracitos con dedos. Llevaban en la cintura anchos cintos
metálicos, de los que colgaban las armas... Pero no eran armas que
disparasen balas; eran proyectores de energía.”1
En ese momento todos enloquecieron... las preguntas no pararon
de surgir. Las respuestas, serias, lógicas y comprensibles, defendían cada
palabra, cada argumento de la imposible historia. Buscaron aquellos
hombres encontrar el talón de Aquiles del “profesor”, que «pisara el
palito», pero no lo hizo en ningún momento. Sus razones eran válidas.
Nunca dejaron de serlo. No voy a contar el final, lo dejo para la
curiosidad de los lectores. Simplemente esto nos permitirá llegar a una
primera conclusión de que no porque una situación sea inverosímil,
entonces no es cierta. Pero por otro lado no es necesariamente cierta,
sólo inverosímil. Tampoco un montón de cosas dementes van a ser
verdaderas, sólo por estar sazonadas con muchos “por ejemplo”. La
cuestión es cómo saberlo, por lo menos, en la práctica de lo cotidiano.
A las tres razones expuestas sobre la aceptación, sin demasiada
evaluación, del conocimiento científico de divulgación general, por
supuesto, podemos oponerle un buen pensamiento crítico, que se
desarrolla con trabajo intelectual interior diario. Pero hay algo más
evidente todavía, que quizás nos da la pista más importante, y es el
sentido común. Ese que todos cuestionan, pero que nadie sabe usar. Y no
solamente en la idea de la valoración razonable de las cosas, sino como
lo utilizó el filósofo medieval Santo Tomás de Aquino, como un sentido
interno del hombre, capaz de unir y estructurar las percepciones de los
demás sentidos, para acceder al conocimiento de la realidad. También
capaz de mantenernos firmes en la separación entre lo que es verdadero
(aquello que ya está asimilado como conocimiento válido y justificado);
y lo que puede variar o modificarse con nuevo conocimiento, y del que
podemos dudar.
¿Y si nos toca ser “el profesor” del cuento? Entonces, podemos
reírnos un poco de nosotros mismos, no perdiendo jamás el buen humor
y la paciencia que todo camino de conocimiento requiere.

CAROLINA DÍAZ

1
Op. cit., p. 33

6
ENSUEÑO BRUNIANO
FELIPE MATTI

“¿Qué es esto?” La vista inerme del joven Filippo señalaba una


suave flor. “¿Es esto todo?” Se preguntaba, sentado frente al puerto de
Nápoles, se perdía su mente febril en los ruidos ensimismados y el rumor
de unas delgadas olas, que pronto a como chocaban con los pequeños
veleros encallados los intentaban volcar, dándole la sensación al pueril
Nolano de que una justa suma de las mismas lograría su objetivo.

Distraído se extraviaba en las bronceadas pieles de quienes


descansaban bajo el pleno sol de mediodía sobre sus peschereci –o como
bien los hispanoparlantes llamamos, pesqueros–, aquellos mancebos
trabajadores de espaldas desnudas quienes de a momentos buscaban la
riqueza del mar .Con laboriosos intentos querían hacerse de los peces
que vagaban por las calmas y cálidas aguas. “Ecce vere philosophi” se
decía el muchacho, he aquí los filósofos; “los has de tener aquí, frente a
mí, insulso vulgo. Quienes tienen la piel quemada, quienes al astro
miran, alma de eterna sabiduría; el más grande de todos los soles.”

Sus ojos deseaban posar sobre la ardiente alma superior. “¿Qué


eres, Febo? Te pienso, te deseo, y aun así mirarte no puedo ¿Será posible
que alguna vez, triunfante el idiota, sea aquel difamado por quien se dé
cuenta que esta alma a sí no te amarra?”

Una cálida brisa le arrojaba sobre el ensueño, sus párpados


pesaban por la sal que el mar salpicaba trepidantemente; sus desnudos
pies eran acariciados por unos finos pastos al punto que el joven
levantaba sus extremidades con ligereza por las cosquillas que les
causaban. Es que nos movemos como aquel barco, donde sobre el mismo
vemos a un mundo entero girar sobre nosotros, pero es justamente lo
contrario lo que pasa.

Y la luz, la luz difusiva que creen vestigio de verdad, el cenit de


donde nace todo el problema; así como un palillo es imperceptible al
candor de la vela lo son los planetas a lo magno que es el Sol. Y eso no
es todo, no... El infinito, tan escurridizo, la nada, el infinito, lo mismo.
Un cero: conjunto de nada, un infinito: conjunto de todo lo posible. Pero,
le pregunto, “Noble señor, ¿y el absoluto?” “El absoluto somos todos,
joven caballero…”

7
Rápidamente se entregaba en su insolación al vuoto, aquel
espacio inane receptor de toda la luz, de todas las tierras que se repliegan
y mueven en él, el famoso vacío que rescataba de las mientes pitagóricas
que tanto le seducían. Sin embargo “¿Dónde está el absoluto?” Aquello
en sí mismo, separado, independiente del efecto de su operación;
separado del universo infinito. Le era tan dificultoso mantener estas
ideas, divagaba con mucho esmero su razón en el éter; perdida en el
vulgo que lo atormentaba con su vida ociosa.

La marea bailaba en un ritmo tan cardíaco como su propia


respiración; sus secas comisuras estaban sedientas de toda esta verdad
intuida. Desesperado dibujaba en su mente diálogos y poemas; se
imaginaba un zopenco llegar al puerto, siendo coronado de tal manera
que su estulticia no era siquiera llamativa. Le causaba furia, y en esos
furores las imágenes del mundo exterior se le hacían borrosas, débiles;
no pudiendo hacer foco en nada sus ojos giraban en espiral.

Agotada caía su cabeza y se regocijaba en el fresco césped y la


acolchonada tierra. Sus manos prontamente iban a parar bajo su nuca,
sus ojos entreabiertos apenas podían ver esas nubes que se iban
formando lentamente; las voces del puerto eran cada vez más lejanas y el
joven Nolano continuaba subyugado a su pensamiento tan abstracto y
falto de simpleza. Aferrado a unas ideas que se forjaban con lentitud, las
cuales tan poca realidad suscitaban que luego se presentarían en su
mente como representaciones surgidas de la nada... “Es tan infinito todo,
sumido en lo absoluto, creado por Dios; aquí estás, aquí, alma de la
tierra, parte del todo, órgano del uno...” Su respiración era ya distal, su
vestal pecho acalorado se esmeraba por disminuir el fulgor de tales
pensamientos, fatigado, se rendía al suave roce del lejano pasillo blanco
del sueño. Así descansaba el joven Nolano.

FELIPE MATTI

8
LA VIDA SIMPLE

Se está yendo el sol y con él también mi mente, que vuela lejos a


otros días y otros sitios.

Momentos de mi común, silvestre y maravillosa vida.

Nunca fui especialmente talentosa, ni dotada ni brillante. Sólo


una cosa puedo decir a mi favor: me doy cuenta.

Y para ser franca creo que reconocer cómo la Vida me favoreció


siempre, porque sí, sin ningún mérito de mi parte, es algo que le debo a
ella y a mí misma.

Estoy en una tarde dorada, en el medio de un rastrojo de trigo


donde mansamente una tropilla de caballos descansa. Estoy con Martín
chiquito, que me pide que nos "hagamos los caballos" para que se nos
acerquen. Y lo hacemos, Y él se ríe...

Estoy trabajando con las manos en la tierra, en un cantero de mi


jardín. Ese que tanto extraño.

Es Navidad. ¡Hace calor y estamos todos! Hasta papá y mamá y


todos cantan frente al Pesebre de la chimenea, los chicos abren paquetes
y hay papeles por todos lados.

Lo de siempre. Lo que tantas veces no notamos.

Ese precioso regalo que fue y es mi vida. Común, silvestre y


ordinaria vida.

Hoy con las risitas, los mimos y los caprichos de los hijos de mis
hijos: ¡un premio!

Un cielo rosa se despliega solo para mí y me parece un digno


final de fiesta para este día igual a cualquier otro de mi nada relevante ni
extra-ordinaria, maravillosa vida.

GRACIA PLENA

9
ENREDOS LÓGICOS
MARISA MOSTO

–¡Por Zeus, Sócrates! ¡Creo que he encontrado la solución a todos


nuestros desvelos! ¡Dejémonos ya de filosofar y dediquémonos al dolce
far niente! ¡Be free, mi amado Sócrates!

–Pero ¡qué contento se te escucha, mi amigo! ¿Cuál es la buena noticia


que nos traes?

–Luego de mucho cavilar y atormentado por las ásperas exigencias a las


que tus preguntas me someten per-ma-nen-te-men-te, se me ha ocurrido
pensar y creo no estar equivocado, que en realidad no hay un orden
oculto a descifrar en esta vida, mi querido Sócrates, que es el hombre
quien inventa esas cosas.

–Mmm… No comprendo, respetable compañero…

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–¡No existe tu querida verdad! ¡Despabílate, maestro! Y si no hay
verdad, no hay mentira, ni bien ni mal. Ponele. Somos nosotros los que
proyectamos esas torpes fantasías. Etiquetamos a piacere. ¡He ahí la
cuestión! Todo se resuelve, mi querido Sócrates, en quien posee el poder
para manejar la máquina etiquetadora. ¡Y nosotros nos devanamos los
sesos buscando algo que no existe!

–No entiendo, oh loable amigo, eso que dices: “a piacere.”

–Lo que quiero decir, mi estimado Sócrates, es que en definitiva es eros


quien manda. Pero, como no hay orden, el deseo, es también deseo de
nada, no tiene un objeto: un “para qué”. Y estoy llegando a pensar, si
quisiera llevar mi razonamiento hasta el final… y esto me tortura…
(debo admitirlo… ¡jem!), que tampoco hay entonces un “quién”, un
sujeto de ese deseo.

–Y ¿por qué no lo llevas hasta el final, mi atormentado discípulo?

–Porque de ser así debería concluir por mi parte, que yo no existo como
«yo», y sin embargo estoy conjugando los verbos en primera persona…
lo cual me obliga a…a…

–¿A qué, mi querido amigo? ¡Dilo por favor! ¿A qué?


–A concluir que la vida en sí misma es algo absurdo. Si yo, quien hablo,
en realidad no soy yo. Buscando la ataraxia… acabé conmigo mismo.

–Comprendo lo que me dices. Bien. Lo que no termino de entender es


cómo podría entenderte, si lo que dices es cierto. Tus argumentos
suponen una lógica, mi estimado amigo. Sin esa lógica yo no podría
seguir tus brillantes ideas. ¿No es así? ¿Y, no estarías dispuesto admitir
conmigo que si el pensamiento sigue una lógica es porque se encuentra
sometido a un orden?

–¡Sí, caracoles! ¡Me iluminas! No podría no hacerlo sin incurrir en una


contradicción.

–Y acaso, oh mi dócil compañero, ¿no somos efectivamente “tú” y “yo”


quienes dialogamos amablemente?

–¡Eso también es cierto, amadísimo Sócrates! ¡Me alivias! Confieso que


por un momento no me gustó nada esa idea acerca de que yo no soy yo y
quién sabe quién podría ser… quizás uno cualquiera… de repente el
tontolón de Narciso, por ejemplo. O mejor…NADIE como decía el
astuto Ulises ¡Juzgo caro el precio de la ataraxia!... ¡Carísimo!

11
–¿Y no deberíamos pensar también entonces, que hay algunas
afirmaciones falsas y otras verdaderas? ¿Y que es bueno estar en la
verdad y malo estar en la mentira?
-¡Siempre terminas por tener razón, mi querido Sócrates! ¡No nos
quedará más remedio que retornar pues a nuestro terrible yugo
cotidiano!

–¿Cuál es ese terrible yugo, mi fiel camarada?

–¡A ese del que hablas siempre! El que te enseñó Diotima, el de la philo-
sophia. Esa búsqueda sin fin… agotadora… ¿no es –¡por Hera!–
también un gran absurdo? ¿Será que los dioses, amado Sócrates, se
divierten al vernos llegar a tales callejones sin salida? ¿Somos para ellos
como moscas golpeándonos contra los vidrios de un absurdo a otro?

–Mmm, no lo creo mi tenaz amigo, de ser así nos veríamos obligados a


admitir que hay maldad en los dioses.

–¿Y por qué no podríamos admitirlo, oh Sócrates? Quizás los dioses


sean… malos…

–La maldad es indigna de un Dios. Sería otro absurdo, ¿no lo crees así,
oh compañero?

–E così via, Sócrates e cosi via. ¿Para qué nos han dado la lógica y
destinado al absurdo y al enigma?

–Me encuentro tentado a pensar, mi impaciente compañero, que todo


esto no es más que un truco para obligarnos a pensar en ellos.

–¿Vos decís?

MARISA MOSTO

12
FIOSOFÍA EN UNA CERRADURA
FRANCO CÁCERES

Era un sábado a las 8 a.m., la casa se encontraba sola y mi


presencia era la única que la habitaba. Un suceso particular ocurrió en
ese entonces. Sobre la mesa del comedor encontré un objeto sumamente
habitual, sumamente corriente, pero que me dejó desorientado: encontré
un candado. El candado de por sí no tenía nada en particular, era solo un
candado, pero he aquí el inconveniente: yo estaba solo y el candado
estaba allí, pero el candado yo no lo puse ahí. Ni una huella, ni una pista
sobre el origen del mismo, repito, yo me encontraba solo allí en tanto
que mis sentidos me permitían reconocer a la casa como vacía, pero el
candado estaba allí, y nuevamente, no lo había puesto yo. El juego de un
detective había comenzado, necesitaba saber por qué estaba allí, cómo
llegó, quién lo había dejado.

Una y otra vez las preguntas surgieron en mi cabeza. No


obstante, la más importante llegó un tiempo después, cuando tras
minutos de buscar alguna pista respecto de su origen encontré lo más
importante: el candado no tenía una llave, solo poseía una cerradura de
lo más compleja.

13
No soy capaz de arriesgarme a describirla, pero la complejidad de
esa cerradura era impresionante; me gustaría decir que se trataba de una
compleja figura tridimensional, pero no puedo arriesgarme a decir que
esa figura pueda ser descripta en alto, ancho y profundo. Aún me
pregunto si hubiese podido llenar la cerradura de ese candado con agua
¿Cuánta agua hubiese gastado? ¿500 ml., 2 litros, un océano? No me
animo tampoco a responder a esa pregunta. Siendo limitadísimas mis
capacidades para comprender la complejidad ante la cual me encontraba,
mi mente fue audaz, de manera temeraria hizo la pregunta que fue
imposible de evitar ¿Dónde está la llave? Tiene que haber una llave, es
decir, ¿se entiende, no? Si hay una cerradura debería haber una llave.

La cuestión era difícil, pero inequívocamente pudo involucrar


todo mi ser hasta el punto de jugarme la existencia en dicho asunto. Pero
¿Existía una llave? ¿Por qué desde un principio quise creer que había
una llave? Allí solo tenía un candado, soy yo quien puso sobre él la
carga de que debía ser útil, ¿Por qué presupuse que, ante un ser tan
complejo, debía haber otro aún más complejo que diese sentido a este?
¿Por qué presupongo que, aun sabiendo poco y nada de este, aquel me
resolverá todos mis asuntos con el candado? ¿Qué tal si yo no pudiese
conocer el origen del candado y estas preguntas solo fuesen un
desperdicio de tiempo? Lamentablemente ya era tarde, ya me había
embarcado en la excitante aventura de buscar aquello que nadie me
prometió que encontraría…

No puedo explicar el porqué, pero negarme a seguir buscando


hubiese sido prácticamente un suicidio de mi humanidad, para
transformarme en un ciborg dopado con insensibilidad; repito, en la
búsqueda de ese candado me estaba jugando mi existencia. ¿Qué tal si
era yo quien debía decidir que era ese candado? Decidiría su origen, su
función y le regalaría su esencia… pero eso era mentira, yo no lo hice,
yo no lo puse ahí, y solo sería mentir. Tampoco podía caer en la
desesperación y afirmar “esto no tiene respuesta”, lamentablemente no
me ha tocado ser una persona cobarde y conformista.

El candado seguía allí, irrespetuoso de mi razón, como si


estuviese allí solo para desafiarme, como si llevase un cartel que dijese:
“¡Hola! Existo, y vos no podés entenderme, ja ja”, como si fuese una
gran ironía cósmica, Dios existe, porque mi casa estaba vacía, pero
alguien debía estar riendo de mí. Las cosas terminaron bien, antes de
poder seguir haciéndome la cabeza al respecto, vi un ser blancuzco
asomarse en búsqueda de una promesa de respuesta; estaba allí como un
libro de filosofía tratando de explicar la existencia.

14
“Cerrajería Morón” esas palabras se encontraban encabezando un
ticket, al parecer el de compra del candado. El ticket no tenía nada de
particular, era un ticket. Realmente internet logró sacarme de problemas,
no fue muy difícil encontrar a la cerrajería, el dueño se llamaba Oscar y
por la corta charla que mantuvimos me di cuenta de que el hombre era
muy simpático. Me tomé el tiempo de describirle el problema (lo que le
podía contar sin que el hombre me considerase un loco), Oscar parecía
sorprendido ante mi descripción del candado, según él “podría tratarse
de un candado fallado”, pero lo importante es que me ha invitado
mañana a darme una vuelta por su local y resolver de una vez por todas
este asunto.

Son las 6 a.m., estoy sentado frente al candado con un café en la


mano. El objeto tan particular en cuestión de unas horas dejará de serlo
para pasar a formar parte de esa acotada lista de “cosas que entiendo” o
cuando poco “que pretendo conocer”. Fue divertido. ¿Quién diría que un
ticket podría sacarme tan fácilmente de apuros? Aun así no puedo estar
tranquilo, otra cuestión ha perturbado mi alma y me cuesta repetir la
fórmula del candado para resolverla. Estimado lector: ¿Conoce el
número de la tienda del universo? Lamentablemente perdí el ticket.

FRANCO CÁCERES

15
QUAESTIO 16: DE PITUPHO PHILOSOPHO
CHRISTIÁN CARLOS CARMAN

Habiendo tratado los pitufos en general debemos aquí tratar a cada


uno en particular y, siendo la filosofía la ciencia primera (Met. I, 1),
corresponde tratar primero a Pitufo filósofo. Acerca de éste debemos en
primer lugar preguntar si expresa convenientemente la esencia de la
filosofía (art. 1.); luego debemos considerarlo en su relación con el resto de
los individuos de la especie, acerca de lo cual primero tratamos su relación
con el analogado principal de la especie, esto es Papá Pitufo (art. 2); luego
su relación con los analogados segundos y aquí el desprecio de sus
compañeros (art. 3). A esto sigue el instrumento con el cual se relaciona
con la especie, esto es los anteojos, (art. 4.) y por último debemos ver cuál
es su contrario. (art. 5.)

Art. 1: De si Pitufo Filósofo expresa convenientemente la esencia de la


filosofía.
Parecería que Pitufo filósofo no expresa convenientemente la
esencia de la filosofía porque:
1. Es propio del filósofo la fortaleza, virtud sin la cual es imposible
la contemplación de la verdad y dicha virtud la encarna Fortachón y no
pitufo filósofo; por lo tanto Fortachón expresa mejor la esencia de la
filosofía.
2. Es propio del filósofo el gobierno de la Ciudad, como dice
Platón en la República, pero el gobierno está a cargo de Papá Pitufo y no
de Pitufo Filósofo, por lo que aquél expresa mejor la esencia de la filosofía
que éste.
3. Es propio del filósofo la sabiduría pero ésta es encarnada por
Pitufo Genio y no por Pitufo Filósofo, que más bien es despreciado que
estimado por su sabiduría. Por lo tanto Pitufo Genio encarna mejor la
sabiduría que Pitufo Filósofo.
Sed contra: dice Aristóteles que es propio del que gobierna llamar a
cada uno por su nombre y además el nombre expresa la esencia; pero Papa
Pitufo, que es el que gobierna, llama a Pitufo Filósofo "Filósofo", por lo
cual ésa es su esencia.
Respondeo: diciendo que "Filósofo" se dice en dos sentidos: en un
sentido general e impropio puede llamarse "Filósofo" a cualquier pitufo ya
que por poseer intelecto especulativo pueden dedicarse a la contemplación
de las realidades más altas; pero en un sentido propio y particular se llama
"Filósofo" a aquel que efectivamente se dedica a la contemplación y lo
hace de manera habitual y en este sentido es evidente que sólo Pitufo
Filósofo puede ser llamado "Filósofo".

16
Ad 1. Es propio del filósofo la fortaleza, pero no la fortaleza física
que lucha contra el mal físico, esto es Gárgamel y Asrael, la cual sí encarna
Fortachón, sino la fortaleza espiritual que combate el mal espiritual, esto es
la ignorancia y ésta es propia de Pitufo Filósofo.
Ad 2. Por un lado es propio del filósofo el gobierno de la Ciudad
pero en el orden del consejo, no de la ejecución, y por otro el que gobierna
debe repartir las funciones específicas a los miembros en vistas del Bien
Común, una de las cuales es la contemplación de la verdad, función que
Papá Pitufo ha asignado a Pitufo Filósofo.
Ad 3. Es propio de la filosofía la sabiduría especulativa, no la
práctica y que Genio encarna esta última se prueba de dos maneras: una
observando sus obras que son todos prácticos, por ejemplo la represa o la
pulidora de pitufresas, y otra por el lápiz sostenido por su oreja, propio de
los que se dedican a cálculos y planos y otros medios para alcanzar obras
de arte.

Art. 2. De si es lícito que Pitufo Filósofo se subordine a Papá Pitufo.


Parecería que la subordinación de Pitufo Filósofo a Papá Pitufo es
ilícita porque:
1. La filosofía no se subordina a ninguna autoridad, sino sólo a la
realidad, pero Pitufo Filósofo la hace depender de la autoridad de Papá
Pitufo cuando dice: "porque Papá Pitufo dice..."
2. Es propio de la filosofía contemplar y transmitir lo contemplado
siempre pero sin embargo Pitufo Filósofo sólo lo hace en ausencia de Papá
Pitufo, momento en el cual parece tener a cargo el cuidado de la
comunidad.
Sed contra: La filosofía también se subordina a una ciencia, esto es
la Teología.
Respondeo: diciendo que Papá Pitufo puede ser entendido en dos
sentidos: uno como un individuo más de la especie de los pitufos, como
Gruñón o Pitufina, y en este sentido la filosofía no debe subordinarse a él,
como no debe hacerlo con ningún individuo. En otro sentido debe
entenderse a Papá Pitufo como el analogado principal de la especie, que
expresa de manera más excelente la esencia de los pitufos y, en este
sentido, no sólo es lícito sino también necesario que Pitufo Filósofo se
subordine a él, ya que así como la filosofía se subordina a las esencias de
las cosas, así el Filósofo1 se subordina a Papá Pitufo en cuanto expresa la
esencia de los pitufos.

Ad 1. La subordinación, como acabamos de ver, no es a su


autoridad sino a la esencia que él expresa y así cuando Pitufo Filósofo dice:

1
Todo parece indicar que aquí "el Filósofo" significa "Pitufo Filósofo" y no
"Aristóteles", aunque no hay acuerdo entre los comentaristas.

17
"porque Papá Pitufo dice...", debe entenderse "porque la esencia de Papá
Pitufo, esto es nuestra esencia, dice..." y es lícito al filósofo expresar lo que
la esencia de las cosas manifiestan.
Ad 2. Sólo es necesaria la palabra del filósofo cuando la
contemplación de la esencia se ve impedida de alguna manera, mas,
cuando la contemplación directa le es dada a todos, el filósofo debe callar y
contemplar y eso es lo que sucede pues sólo habla cuando Papá Pitufo está
ausente y así se hace imposible la contemplación de su esencia.

Art. 3: De si es conveniente el desprecio a Pitufo Filósofo por el resto


de los individuos de la especie.
Parecería que no fuese conveniente el desprecio porque:
1. La filosofía se ocupa de las cosas más altas hacia las cuales lo
conveniente es más bien la admiración que el desprecio, y encarnando
Pitufo Filósofo la filosofía, es digno también éste de la admiración y no del
desprecio.
2. Siendo todos los pitufos iguales en especie, ninguno puede
despreciar a ninguno porque solo un superior desprecia a un inferior, por lo
que es patente que el desprecio a Pitufo Filósofo, como a cualquier otro
pitufo, no es lícito.
3. Siendo Pitufo Filósofo la autoridad máxima cuando Papá Pitufo
está ausente, y siendo el soberano superior a sus súbditos, no es
conveniente que éstos lo desprecien. Así, sólo puede ser despreciado por
Papá Pitufo.
Sed contra: Tales de Mileto, el primer filósofo, también fue
despreciado por la joven tracia, y no por ello disminuyó su dignidad.
Respondeo: diciendo que Pitufo Filósofo es signo de la filosofía y
un signo puede ser considerado bajo dos aspectos: en sí mismo y en lo que
significa. Pitufo Filósofo en sí mismo no puede ser despreciado como
ningún pitufo puede serlo por pertenecer todos a la misma especie, pero en
cuanto es visto por lo que significa, esto es la filosofía, puede ser
despreciado como ella es despreciada. Ahora bien, algo es depreciado por
defecto del objeto o por defecto del sujeto. Por el objeto cuando no es
digno de precio, así como cuando un santo desprecia las riquezas; y así es
evidente que no puede despreciarse a la filosofía, que es lo más alto a lo
que se puede aspirar en esta vida. Por el sujeto cuando no tiene la
capacidad de admirar el objeto porque lo supera ampliamente y no lo
comprende; así cuando un impío desprecia a Dios; y en este sentido sí es
conveniente que los pitufos desprecien a Filósofo1 para demostrar la altura
y dignidad de la filosofía.

1
ver nota 1.

18
Ad 1. La filosofía, y con ella Pitufo Filósofo, como acabamos de
ver, no es depreciada por defecto del objeto sino del sujeto.
Ad 2 et 3. Pitufo Filósofo no es depreciado en sí mismo ni en
cuanto sujeto de autoridad sino por aquello que significa, de lo cual ya se
mostró la conveniencia.

Art. 4: De si Pitufo Filósofo lleva convenientemente anteojos.


Parecería que Pitufo Filósofo no lleva convenientemente anteojos
porque:
1. El filósofo es aquel que mira con mayor profundidad y agudeza
la realidad, pero quien lleva anteojos tiene un defecto en la vista por lo cual
no es conveniente que Pitufo Filósofo lleve anteojos porque su defecto
físico en la vista puede ser interpretado como defecto en la vista intelectual.
2. Los anteojos son una obra de arte realizada por el intelecto
práctico de Genio y, si Pitufo los necesita para ver la realidad, el intelecto
especulativo queda subordinado al práctico, lo cual no es conveniente.
Sed contra: Quienes utilizan mucho su vista, a menudo la estropean
y necesitan de anteojos y es propio del filósofo utilizar mucho la vista.
Respondeo: diciendo que "anteojos" se dice de dos cosas diferentes:
primero y propiamente se dice "anteojos" de lo que está ante los ojos y esto
es llamado genéricamente "realidad" y en este sentido es muy conveniente
que Pitufo Filósofo lleva anteojos porque con ello se significa que siempre
tiene ante sí la realidad, delante de sus ojos. En un sentido posterior fue
llamado "anteojos" también al instrumento que permite ver la realidad a
aquellos que por propio defecto no lo pueden hacer sin ayuda exterior y en
este sentido los anteojos recuerdan la misión del filósofo: ayudar a otros a
ver, ser instrumentos entre los demás y la realidad. Por lo cual queda
demostrado que muy convenientemente lleva Pitufo Filósofo anteojos1.
Ad 1. Queda suficientemente respondido si se ven los anteojos
como significando la función del filósofo.
Ad 2. El fin es la contemplación de la realidad, por lo que es el
intelecto práctico el que se subordina al especulativo, como es el fin del
práctico el que se subordina al del especulativo.

1
Juan de Santo Tomás desarrolla otro interesante argumento: "Los anteojos pueden
ser o bien de sol o bien de aumento. Si de sol entonces significa que la realidad es
demasiado luminoso para el ojo del pitufo (cfr. ojo de lechuza de Aristóteles) pero es el
filósofo el que hace el esfuerzo para adaptarse a ella; si de aumento, Pitufo Filósofo
tiene o no tiene defecto en su vista, si no lo tiene los anteojos le aumentan la realidad
para que no se pierda detalle, interés propio del filósofo; y si lo tiene significa con ella
la imperfección de la capacidad pitufa para captar la realidad y el esfuerzo realizado
por el filósofo. Por lo que de cualquier manera es muy conveniente que Pitufo Filósofo
lleve anteojos." Juan de Santo Tomás, Q. D. de Pituphis, 2, 2, 4, resp.

19
Art. 5. De si Pitufo Tontín es el contrario de Pitufo Filósofo.
Parecería que Tontín no fuese el contrario de Pitufo Filósofo
porque:
1. Contrario es aquel que se diferencia máximamente dentro del
mismo género, pero el analogado principal difiere más de los analogados
segundos que éstos entre sí, por lo que el opuesto a Pitufo Filósofo es Papá
Pitufo.
2. La filosofía es una ciencia y la ciencia virtud; ahora bien lo
opuesto a la virtud es el vicio, entonces el opuesto a Pitufo Filósofo debe
ser cualquiera que encarne algún vicio como Goloso, Vanidoso, Gruñón,
etc. pero no Tontín.
3. Hay mayor diferencia entre un varón y una mujer que entre dos
varones, según lo del Génesis: "y los hizo varón y mujer", entonces el
contrario de Pitufo Filósofo es Pitufina y no otro pitufo.
4. Lo que se opone al intelecto especulativo es, sin duda, el
intelecto práctico, por lo que el contrario de Pitufo Filósofo es Pitufo Genio
que encarna el intelecto práctico.
Sed contra: Aristóteles dijo: "ningún ignorante, esto es Tontín, será
filósofo."
Respondeo: diciendo que el contrario se opone en aquello más
esencial y propio de su contrario, ahora bien, lo más propio del filósofo y
por lo cual es llamado tal es el conocimiento de la realidad. Lo contrario al
conocimiento es, sin duda, la ausencia de tal, lo cual es llamado ignorancia,
la cual es encarnada y significada por Tontín, de donde Tontín es el
contrario de Pitufo Filósofo.
Ad 1. Papá Pitufo es contrario en cuanto Pitufo Filósofo es el
analogado segundo, no en cuanto es filósofo.
Ad 2. Los pitufos que encarnan vicios son contrarios a Pitufo
Filósofo en cuanto posee cierta virtud, pero no en cuanto esta virtud es la
filosofía.
Ad 3. Sí en cuanto varón, no en cuanto filósofo.
Ad 4. Los intelectos especulativo y práctico no se oponen sino sólo
per accidens, según lo cual ambos pueden subsistir en un mismo sujeto; en
cambio el conocimiento y la ignorancia se oponen per se, ya que ambos no
pueden residir en un mismo sujeto.

CHRISTIÁN CARLOS CARMAN

20
EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS

En este arcón aparecen libros y objetos peculiares de valor


incalculable. Venderlos no es una opción, pues al traducirlos en
dinero pierden significado. Sin embargo, queremos compartirlos
de alguna manera y por eso abrimos este espacio.

El Principito
Creo que leí El Principito unas 15 o 20 veces hacia el final de mi
niñez o inicios de la adolescencia. No recuerdo exactamente en qué año
fue. Lo que sí recuerdo con precisión es casi la totalidad de sus diálogos
con esos personajes singulares con quienes se topaba en los diferentes
planetas y también aquí en el Plantea Tierra. Recuerdo sus temas, los
miedos y alegrías de ese pequeño príncipe tierno, simple, frágil, tenaz y
profundo. Y la escena más temida: allí sobre ese muro cuando dialoga
con la serpiente y hace sus arreglos de “partida” y luego el narrador nos
dice “Cayó suavemente como cae un árbol. En la arena, ni siquiera hizo
ruido”. No podía releer la escena sin llorar. Una y otra vez. Aún hoy con
solo mirar la ilustración se me hace un nudo en el alma. Por eso no les
pongo esa imagen. Es tremendamente triste su partida…
Mejor les copio esta de su llegada a nuestro planeta, de mi libro
roto con sus hojas descosidas de tanto leerlo.

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Siempre me fascinó su dedicatoria: “A León Werth, cuando era
niño.”
Es un libro mágico.
–«Yo tampoco abandono ninguna pregunta luego de haberla formulado,
mi querido principito. ¿Me incluirías en alguna dedicatoria, de algún
libro tuyo que escribieras desde tu planeta? Simplemente puedes poner:
“A una lectora del Planeta Tierra que cuando llegaba a la escena de la
serpiente no podía dejar de llorar”. ¿Lo pondrías? Y casi le escucho
responder inclinando la cabeza con una risa de “roldana”
–Seguramente»
MARISA MOSTO

Un vino muy placentero

Seis años atrás fui a Calabria, para conocer algo sobre la patria de
uno de mis abuelos. Pero no hablaré de mi familia sino de una botella
que encontré tirada por la calle. A pesar del peso, la lavé, la sequé, la
puse en la valija y me la traje. Si el vino es como un símbolo por
antonomasia del placer y, a la vez, si Epicuro decía que el fin supremo es
el placer, está muy bien que esta marca lleve su nombre. En todo caso yo
estoy en falta, porque tengo el envase pero la botella llena solo la veo en
fotos. El otro error, fue hallada por mí en la via Menotti: pero el exceso
más conocido de Menotti no es el vino sino el cigarrillo.
Roberto Piras

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MINIMA PHILOSOPHICA

Lo rico, si grande…
Hace unos días hice un viaje relámpago a la bellísima Viña del
Mar, en Chile, porque me habían invitado a participar de un breve curso
sobre lírica griega. No tuve necesidad de preocuparme por la comida,
pues, entre invitaciones y salidas conjuntas, la cuestión se resolvió sola.
Pero el último almuerzo fue solitario. Tenía cerca del hotel dos opciones.
Una, El Palacio de la Escalopa, con muy buen menú, a pesar de la
limitación sugerida por su nombre. La otra… la que terminé eligiendo,
por filosofía… y por abundancia (o por ambas cosas, pues primum
vivere κτλ.). Tuve en efecto un nerónico admordium en el mismísimo
Restaurante Platón, que sí hacía honor a su nombre.
Radulfus

¡Qué barato el viaje a Salta!


Voy a contarte aquí, caro amigo, las dos lecciones filosóficas que
obtuve esta mañana; filosóficas… de filosofía moral. Te pido un pelín de
paciencia, porque empiezo por Adán y Eva. Crucé en efecto la 9 de Julio
y me metí por la Diagonal Norte, justo enfrente de la Casa de Salta, mi
provincia. Me dije: “¡Esta es la mía.” Sí, porque están esos macetones,
que tienen doble función: adornar el paisaje urbano… y juntar parte de la
mucha basura que hacemos nosotros, un pueblo lamentablemente muy
sucio. Pero al lado de los macetones había circunstancialmente uno de
los basureros con ruedas, los que usan los barrenderos.

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Me acerqué y comencé mi breve tarea: de la maceta al tacho.
Parecía Ginobili, pues no paraba de volcar botellas, latas, pañales,
cartuchos de impresora, bolsas plásticas, papeles. Justamente aquí viene
la primera lección que dio Filosofía (a mí, un discípulo un millón de
veces inferior al gran Boecio, que ahora viene en mi ayuda). Dentro del
rubro papeles, me guardé uno, el que muestra la foto que ves aquí abajo.

Es un cartón de propaganda de la Peña Grandes del Folklore, en


Avenida Uruguay 750, Salta, teléfono 10820. Trae las letras de La López
Pereyra, de Recuerdo salteño y de Zamba de mi esperanza. Respecto de
esta última, en realidad es “mendocina”, por así decir, pues Luis H.
Morales (de apellido real Profili) era de ahí. En cuanto al autor de la
música de Recuerdo salteño, no era británico (no se llamaba Thames
sino Tames) sino de Cerrillos. Recojo la cometa: la primera enseñanza
moral es que toda buena acción tiene su premio (en este caso, mi
cartoncito cancionero). ¿Y la segunda? Pues que, si cualquier libro
cuesta varias decenas de pesitos, no siempre lo más caro es lo mejor.
Fernando Toldo

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DIALOGUITOS EN EL PERÍPATO

Esta sección incluye escritos sobre anteriores escritos de


nuestra Philosophia vulgaris. Le he puesto un título que recuerda a
los “Dialoguitos en el asfalto”, del viejo diario La razón. Creemos
que será del gusto de los lectores. [Radulfus]

A Marisa Mosto
Querida Marisa
Te escribo solo por dos cosas. Una, para felicitarte por tu nota
sobre El principito, que está en el “Arcón de los Recuerdos” de este
número. La otra, para obsequiarte esta foto de algo raro. Vale,
Radulfus

Ad Radulfum
Tu descubrimiento me recuerda a uno bien conocido por porteños
y estudiantes de Filosofía: el bar Sócrates, de Puán y Pedro Goyena. Al
respecto tengo dos quejas (no gastronómicas ni de defensa al
consumidor, sino más bien de filósofo). Primero, que sus precios no
reflejan para nada la vida austera del maestro de Platón. Segundo, que en
sus toldos reza un slogan francamente digno de aquel que dijera que leyó
las obras completas de Sócrates: “Bar de sabios”. Respondería el
maestro: “¡Por el perro! No tendrán un sólo cliente, a no ser que
desciendan del Olimpo los dioses inmortales”.

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Mucho más atinada me parece la decisión de llamar a la
fotocopiadora que está frente a semejante descaro La Caverna, puesto
que produce sombras de los modelos originales (o incluso sombras de
sombras). Cabe la pregunta de si estas sombras nos esclavizan o no.
FEDERICO CAIVANO

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