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Los sucesos ocurridos en Bagua nos evidencian una triste realidad que el paíís auí n no ha logrado

superar. El enfrentamiento entre ocurrido entre un grupo de ciudadanos (nativos) y la policíía el pasado
5 de junio, demostroí que las brechas formadas por la ancestral discriminacioí n auí n no han sido
saldadas. Peruanos que se enfrentan contra peruanos, hermanos contra hermanos. Quizaí s uno de los
principales problemas es que los implicados no se percibíían como hermanos de a quienes atacaban.
Para unos, eran un grupo de nativos ignorantes y revoltosos; para los otros, eran uno de los tantos
poderes coercitivos de un gobierno en el que no pueden confiar y que para muchos ni existe (ausencia
del Estado).

El pasado 28 de octubre de 2007, el presidente Alan Garcíía publicoí en El Comercio un artíículo llamado
“El sííndrome del perro del hortelano”. Donde se enumeraban varios de los recursos del Peruí que no
estaban siendo bien utilizados, a causa de, aunque se nombre entre eufemismos, las comunidades
campesinas y amazoí nicas, que dictaban que: “Si no lo hago yo que no lo haga nadie”.

Despueí s de los hechos ocurridos en Bagua, la derogacioí n de los decretos 1090 y 1064, parecioí la salida
maí s consciente e inmediata para resolver el bloque de carreteras, el aislamiento de algunos pueblos y
ciudades debido a esto, el malestar de los comerciantes que no pueden hacer llegar sus productos a sus
compradores, y el desabastecimiento de muchas poblaciones. Ademaí s, fue una forma de prever nuevas
tragedias.

En cuanto a la sociedad civil de Lima, se puede percibir que ahora tiene un poco maí s de conciencia civil.
Estaí bien, no es que todos los integrantes de las clases medias y altas vean a los nativos como sus
hermanos (maí s bien, la mayoríía no lo hace; me parece que no se han desligado de la lacra del
paternalismo ancestral), pero sienten un víínculo hacia ellos, uno que no era posible de llevar hace unas
deí cadas. Estas clases saben ahora que los nativos existen, que comparten el paíís donde viven y que van
conquistando sus derechos de a pocos.

Algo que he podido observar revisando los perioí dicos de las uí ltimas semanas, es que altercados como
estos nos hacen dar consciencia de que las comunidades existen en el paíís, que las noticias no se deben
centrar solo en los habitantes de Lima. Los perioí dicos dejan de tener como foco central la costa (en
especial Lima) y la sierra, para dialogar y debatir acerca de los problemas de la selva, de los diferentes
planes de apoyo que plantea el gobierno que en una situacioí n “normal” no tomamos en cuenta.

El conflicto y las desgracias sucedidas en Bagua evidencias muchas cosas lamentables, como: la
desconfianza (en muchos teí rminos, justificada) de los pueblos nativos hacia el gobierno.
Tambieí n, el hecho de que a pesar de estos dos siglos de repuí blica y abolicioí n de la esclavitud, el tributo
y de las ideas que fomentaban la discriminacioí n (en teí rminos bioloí gicos) seguimos sin considerar a los
nativos como hermanos, como seres humanos que tienen los mismos derechos que nosotros, como
ciudadanos. Muchos grupos auí n los consideran “ciudadanos de segunda categoríía”, ignorantes e
ingenuos.
Tambieí n es evidente la falta de diaí logo (que puede ser consecuencia de que no se considere a los
nativos como nuestros hermanos peruanos y el que se los ignorantes), al no consultarse a las
comunidades amazoí nicas acerca de los decretos que afectaban directamente los territorios que ellos
habitan. Nuestra democracia no es capaz todavíía de proyectar la participacioí n ciudadana.

Sin embargo, en lo que se refiere a los acuerdos internacionales y el TLC con Estados Unidos, auí n hay
agregados que se le deben hacer a la agenda políítica: se debe rescribir una nueva foí rmula juríídica, que
esta vez, esperamos, sea consultada con las comunidades amazoí nicas. Se les debe exponer las
propuestas de forma clara y graí fica, y fomentar el diaí logo y el debate para no volver a incurrir en
errores que traigan nuevas tragedias.

El gobierno tratoí de evitar tener que responsabilizarse de que los decretos dejaran insatisfechos a los
nativos por la falta de diaí logo cuando fueron formulados, y tratoí de reprimirlos por las fuerzas. Como
resultado (en parte) de esta irresponsabilidad, tenemos las muertes de 34 peruanos, entre policíías y
ciudadanos. Los nativos tambieí n se excedieron, en ellos recae la otra parte de la responsabilidad,
pasaron de vííctimas a victimarios, a pesar de que estos decretos vulneraban sus derechos, ellos no
podíían matar (por eso, es ridíículo hablar de genocidio hacia los nativos, cuando fue mucho mayor el
nuí mero de policíías). Esta tragedia se debioí a la falta de comunicacioí n (incluso entre la propia policíía
misma), diaí logo y la escasez de voluntad de encarar el problema de parte del gobierno en un primer
momento.
El Estado debioí tomar cartas en el asunto desde el principio, no desmerecer la voluntad de los nativos y
creer que con un poco de coercioí n estos iban a desistir. Los nativos son ciudadanos que estaí n tratando
de hacer que sus derechos sean tomados en cuenta, la huelga y el bloque de carreteras es su forma de
hacerse presentes, de que el centralismo limenñ o sepa que existen. Por eso, acuden a los medios de
comunicacioí n, y tienen maí s fe en ellos que en el Estado.

Creo que toca a la sociedad civil preguntarse coí mo quiere desarrollarse y crecer. ¿En un desarrollo
sostenible, que inevitablemente se necesita de maí s diaí logo entre las autoridades centralistas de Lima y
las comunidades andinas y amazoí nicas, que no se daraí n decretos inmediatos sino que se tiene que
pensar en consenso, o en el crecimiento de un sector a costa de que otros se empobrezcan y terminen
en el olvido, hasta que desaparezcan?

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