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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
ILISi' oüf1
nt3 \£5G$
^PRINCIPIOS v*
DE LA MEDICINA FISIOLOGICA,
EXAMEN
i
DE LA.
ANATOMIA PATOLOGICA
POR M. BROUSSAIS,
Madrid:
imprenta de d. pedro sanz.
1827.
Se hallará en su librería, oalle de Carretas.
¿De qué sirve la observacion cuando se
ignora el asiento del mal ?
Bichat , Anat. gen.
ADVERTENCIA «RELI^INAR.
.
lentes (que él mismo usa alguna vez) y ele
letra bastardilla, para mejor provocar la re
flexion; al mismo tiempo que hemos suprimi
do cuanto es crítica ofensiva, y que, sobre no
contribuir este medio al descubrimiento ni
propagacion de la verdad, lo tenemos por
ageno de los verdaderos sabios, fuera de po
derlo interpretar alguno de puras personali
dades ó miras particulares.
No quisiéramos de otro lado que los ene
migos de M. Broussais le hiciesen la injusti
cia de decir que se asemejaba en sus pretensio
nes á las, que tuvieron v. gr. Asclepiades, Pa-
racelso , Van-helmont y otros ; mas sí celebra
ríamos que aquel se apartase algo menos en
sus escritos de la conducta médico-política
(permítasenos la frase) trazada por el célebre
Canciller de Inglaterra Baron de Verulamio,
y. seguida por JBaglivio y tantos otros.
La humanidad doliente reclama de todos
los médicos instruccion, detenimiento, pru
dencia y observacion atentísima ; detestando
por el contrario , como muy perjudiciales
a para" su cuidarlo y conservacion , la ligereza,
el capricho, la ciega rutina, el charlatanismo,
y el ridículo é indiscreto espíritu de partido.
La advertencia que acabamos de hacer lleva
consigo la de que no responderemos al que
por hallarse mal avenido con los principios
* de todo hombre de juicio, intentase quizá por
meros Jines individuales y siniestros, empren
der críticas y contestaciones ridiculas y mor
daces, diciéndole para entonces únicamente
, (si llega este caso) Unusquisque suo sensit
' abundet.
P. S.
I
PROPOSICIONES
DE MEDICINA.
SECCION PRIMERA.
FISIOLOGIA.
NIMHMMHNIMNN.NMnNIHNMMMNNNMNM
SECCION SEGUNDA.
PATOLOGIA.
SECCION TERCERA.
terapéutica.
*
(lxxviii)
bre de sufrir esta enfermedad.
CCCLVII. Los diuréticos poderosos, tales
como los xabonosos, los alcalinos , la uva
ursí, la trementina 8cc. , procuran la salida
de las arenas ya formadas ; pero sostienen con
frecuencia la flegmasia latente que las pro
duce.
CCCLVIII. El catarro reciente de la ve
jiga de la orina cede con facilidad á las san
grías locales, á las bebidas refrigerantes, á la
abstinencia y á la escitacion de las irritaciones
esternas que hayan desaparecido; pero si se
hace crónico es comunmente incurable, y.lo9
diuréticos no hacen mas que paliarlo. Los me
dios que procuran mas alivio en este últi
mo caso se toman casi siempre de los antiflo
gísticos.
CCCLIX. La locura no existe sin un gra
do cualquiera de irritacion en el cerebro,
acompañada y comunmente dependiente de
una gastritis crónica; y estas enfermedades de
ben tratarse con las sangrías locales, con los
antiflogísticos y con los revulsivos. En aban
donándolas á la naturaleza se esponen los ma
niacos á la epilepsia como igualmente á la pa
ralisis y á la apoplegía, que son las consecuen
cias de la desorganizacion del encéfalo. Tam
bien se esponeil á las alteraciones orgánicas
del abdomen que son casi siempre el término
de las gastritis despreciadas.
CCCLX. La tisis pulmonar , la peritoni
(lxxtx)
tis, los reumatismos y la gota no son en mu
chas ocasiones mas que accidentales en la ma
nía : no sucede asi á las flegmasias mucosas del
abdomen y á los infartos de los parenquimag
de esta cavidad. Segun esto se conoce lo que
se necesita hacer para prevenir y para curar
estas enfermedades accidentales.
CCCLXI. Las principales diferencias que
se deben establecer entre los casos de enage-
naciones mentales , no deben tomarse esclusi-
vamente de la naturaleza del delirio, sino
tambien á veces del grado de la irritacion or
gánica del encéfalo y de las vías gastricas. Las
mas inflamatorias son las mas graves, las de-
mas se graduan por debajo segun la intensidad
de la inflamacion , despues segun su duracion
y las probabilidades de desorganizacion: de
aqui se toman las indicaciones del tratamiento
físico; pero la naturaleza del delirio conduce á
la determinacion de los mejores medios morales.
CCCLXII. La tisis laríngea y la tra
queal son constantemente el efecto de una
flegmasia local que no ha sido detenida en su
principio; y no llegan generalmente á ser
mortales sino por una perineumonía, ó por
una gastro-enteritis consecutivas: se preven
drá pues esta desgracia en tales casos , destru
yendo al principio la inflamacion traqueal , ó
se retardará si está ya adelantada oponiéndose
al desarrollo de la del pulmon y de los órga
nos de la digestion.
(lxxx)
CCCLXIII. Las hipertrofias del corazon
que no son congenitas siendo con frecuencia
efecto de una flegmasia latente, pueden enton
ces prevenirse por las sangrías generales y lo
cales, por la digital, y por la revulsion verifi
cada sobre el punto donde estuviera la irrita
cion esterior que hubiese retrocedido, si se
emplean estos medios en el momento que las
pulsaciones del corazon han adquirido una
energía extraordinaria. Entonces los anti-es-
pasmódicos solo son paliativos impotentes.
CCGLXIV. La digital no amortigua las
contracciones del corazon sino cuando se de
posita en un estómago esento de inflamacion,
y que esta no exista en las principales visce
ras; en los casos contrarios las acelera hacien
do progresar la -flogosis.
CCCLXV. La digital debilita la potencia
contractil del aparato muscular locomotor;
puede pues ser útil en las convulsiones, con tal
que no exista punto de inflamacion en las vis
ceras ; pero en ningun caso es prudente au
mentar mucho la dosis, ni continuar su uso
por largo tiempo.
CCCLXVí. Las hemorragias espontáneas
deben combatirse como las inflamaciones con
las sangrias generales y locales, con los refri
gerantes, y sobre todo con la revulsion, si es
fuerte el del sugeto: este último medio es el
mejor recurso cuando la debilidad llega á ser
considerable.
(lxxxi)
CCCLXVII. Siendo frecuentemente las he
morragias espontáneas sostenidas por un foco
de inflamacion, ya local, ya distante, debe
siempre dirigirse la atencion del médico hácia
esta causa.
CCCLXVIII. Las hemorragias espontáneas
coinciden muy frecuentemente con una hiper
trofia del corazon : la digital puede pues ser
útil entonces, siempre que el estómago permi
ta su uso.
CCCLXIX. Las hemorragias espontáneas si
guen con mucha frecuencia á la inflamacion , ó
toman su carácter en el mismo lugar. Es ne
cesario pues atacar las del pulmon por el trata
miento antiflogístico y revulsivo, teniendo
fuerza y vigor el enfermo.
CCCLXX. Las aguas minerales irritan en
las circunstancias acabadas de pintar viva
mente al corazon y á todo el aparato sanguí
neo, aumentan la disposicion hemorrágica, la
producen tambien en los que no la tienen , y
determinan con frecuencia el aneurisma , las
paralisis, y las apoplegías.
CCCLXXI. Cuando son los espasmos y las
convulsiones de toda especie el efecto de una
irritacion local , fija ó ambulante , ceden á los
antiflogísticos, y algunas veces á los revulsivos
cuando no se ha desorganizado el tejido ir
ritado.
CCCLXXII. Lo anti-espasmodicos (i) no
(i) A4vierlo que por anti-eipasroódico» designo los me
(lxxxh)
curan las afecciones convulsivas, sino cuando
los soporta el estómago sin sobre-escitarse, y
cuando el punto de irritacion que causa estas
afecciones no se eleva á un grado de inflama
cion. Y asi es que son con frecuencia dañosos
en la hipocondría y el histérico.
CCCLXXIII. Los anti-espasmódicos pueden
suspender los fenómenos nerviosos á pesar de
la inflamacion dei tejido de que dependen estos
fenómenos; pero se exaspera la enfermedad, y
no se obtiene la curacion sino por los antiflo
gísticos y por los revulsivos. El ejercicio de
los músculos locomotores es el mejor medio
de destruir la movilidad convulsiva: obra ha
ciendo mudar de lugar á las irritaciones visce
rales, consumiendo una actividad superflua, y
llamando las fuerzas hácia la nutricion y hácia
los tejidos exalantes y secretorios.
CCCLXXIV. La sobriedad es una condicion
6*m la cual es imposible curar los fenómenos
espasmódicos y convulsivos.
CCCLXXV. El escorbuto sin inflamacion
cede con prontitud á los alimentos sanos vege
tales, ó animales, con tal que su efecto sea fa
vorecido por un aire puro y seco , por la luz,
por las pasiones agradables , y los estimulan
tes activos pueden acelerar la curacion; pe
ro si está complicado con flegmasías, la gela-
SECCION CUARTA.
COROLARIOS.
DE LA
ANATOMIA PATOLÓGICA
SECCION PRIMERA.
Consideraciones generales,
i
SECCION SEGUNDA.
/
Examen de las lesiones orgánicas. Estas
dependen de la irritacion.
1
PATOLÓGICA. I73
las degeneraciones: yo me he asegurado mu
chas veces en las ulceraciones del canal diges
tivo y de los epiploos, que las paredes en que
estan los cánceres eran una mezcla de estas tres
formas, á las que es menester añadir tambien
las melanosis, de que voy bien pronto á ha
blar; y la ulceracion no parece diferente en
ninguna de ellas. Todavia debo observar que
aunque los reumatismos, la gota y las escró
fulas acostumbren producir infartos albumi
nosos ó tofáceos , no por esto dejan de ofrecer
algunas veces ciertos puntos, donde predomi
nan las otras formas, y donde puede venir la
degeneracion cancerosa : tan- difícil es estable
cer nada de fijo sobre los resultados de la irri
tacion orgánica. En efecto, lo que hay demos
trado durante la vida es esta irritacion y su
modo inflamatorio, hemorrágico, nervioso ó
linfático. En cuanto á las formas precisas que
debe presentar la parte en consecuencia de es
te último, no es siempre fácil el preverlas;
pero lo que importa al práctico es estar bie
advertido que dependen de esta irritacion,
por consiguiente que no son cuerpos estraños,
desenvueltos espontáneamente ó por causas
desconocidas é inaccesibles á los socorros del
arte: su principal objeto es prevenirlas. .,
Es tan cierto que la. irritacion orgánica,
que obra de una manera especial sobre los te
jidos linfáticos, es la madre comun de todos
estos productos, que por confesión de todos
174 ANATOMÍA
los autores se los ve seguirse tambien á las
afecciones sifilíticas, á los herpes y á las ele-
fanciasis; lo que prueba que el cáncer no es
una enfermedad particular y primitiva, á la
que estan dedicadas ciertas victimas por una
fatal necesidad. En fin si me es permitido
apelar á mi esperiencia, añadiré que despues
que he contraído la costumbre de estinguir
completamente la irritacion desde su princi
pio , no observo estas degeneraciones mas que
en las personas que han descuidado los medios
de curacion en los principios, ó que se han
procurado recaidas multiplicadas.
4 ° Las melanosis presentan en el estado de
crudeza „una materia negra, opaca, omogé-
nea, un poco humeda, de consistencia análo
ga a la de las glándulas linfáticas. El estado de
reblandecimiento las convierte en una espe
cie de cocido negro y bastante espeso." El au
tor ha espresado la cosa sin advertirlo: las me
lanosis del pulmon no son en efecto mas que
tubérculos impregnados de una materia colo
rante negra, que tal vez es del carbono, y es
ta materia va siempre en aumento en este ór
gano desde el principio de la vida hasta el fin.
Comunica su color á la membrana serosa pri
mero por manchas pequeñas, y despues por
grandes, y en la última vejez parecen estos
órganos enteramente negros. Su tejido interno
toma tambien el mismo color , y euando se des
envuelven su* tubérculos en una edad avan
PATOLÓGICA. 175
zada, en Jugar del color blanco ó amarillo que
tienen ordinariamente en la juventud, pare
cen negros, y las cortaduras que se hacen en
ellos, parecen hechas sobre una masa de car
bon lustroso. Las glándulas bronquiales se ti
fien insensiblemente del mismo color con los
progresos de la edad. Ultimamente este color
principia muy temprano en un número gran
de de individuos, y en los pulmones de los tí
sicos adultos se encuentran muy frecuente
mente tubérculos negros mezclados con los
blancos, y glándulas linfáticas sembradas de
puntos de este color, y como aplomadas.
Despues que yo he observado esto, ha que- 34
rido M. Laennec distinguir este color natural,
efecto de los progresos de la edad, y en el que
no se habia pensado al principio, del color de
sus melanosis en el tratado de la Auscultacion;
pero á pesar de todas las sutilezas á que ha re
currido, solo ha establecido diferencias arbi
trarias; y estoy persuadido á que su melanosis
uo subsistirá como él la ha propuesto.
En resumen, los tubérculos de los niños
que se llaman escrofulosos, los de los adultos
que se consideran como los tubérculos por es-
celencia , y los de los viejos , de los que se han
hecho melanosis, son en mi juicio esencial
mente la misma alteracion orgánica. El color
negro tambien se encuentra algunas veces en
las antiguas peritonitis, en los focos de los ac
cesos inveterados internos, cuyo pus es reab
1 76 ANATOMÍA
sorbido en las gangrenas; y en fin las mem
branas mucosas que han sufrido por largo
tiempo la irritacion , acaban por cubrirse de
la misma tinta. Es pues imposible admitir la
melanosis como una degeneracion particular,
sui generis, espontánea ó producida por una
fatal necesidad para causar la desorganizacion
de los tejidos vivientes.
Tambien se presentan en los cadáveres al
teraciones que se parecen á los tejidos natura
les, como son los quistes, ó sacos que segregan
una materia particular, como la grasa, un hu
mor semejante á la miel, ó á la serosidad, y
que algunas veces tienen bálbulas guarneci
das de pelos, como son tambien las membra
nas mucosas accidentales, los tejidos semejan
tes á los erectores &c. Todas estas lesiones or
gánicas son los resultados de una aberracion
de la facultad nutritiva, y puede referirse en
su primer origen á la exaltacion de las pro
piedades orgánicas ; porque su disminucion
solo produce la atrofia, el ajamiento, ó los
derrames serosos, como lo prueban los miem
bros paralíticos. En efecto, los cuerpos estra-
ños introducidos en medio de los cuerpos vi
vos, cualquiera que sea su origen, los derra
mes sanguíneos 8cc. determinan con frecuen
cia á su alrededor la formacion de un quiste:
las escaras producidas por la inflamacion, de
jan una superficie ulcerada, que se convierte
en una membrana, que se parece á las muco
PATOLÓGICA. 1 77
sas: los tejidos erectores, de los que daré por
ejemplo los hongos hematoides, son ocasiona
dos algunas veces por una contusion , y otras
se desenvuelven en consecuencia de la supre
sion de una hemorragia; en una palabra, siem
pre correspoilden á una irritacion mas ó menos
activa , mas ó menos movible , y que reside en
el sistema capilar general. Algunos médicos no
quedarán satisfechos de estas pruebas, pero
tal vez yo les suministraré otras en lo sucesi
vo; y si no las encuentro, las encontrarán los
médicos fisiólogos. Estos siempre son hechos;
y no se responde á ellos con murmurar, im
pacientarse, encogerse de hombros, y lanzar
sarcasmos. Por tanto no debe tampoco M.
Broussais emplear estos últimos ni los dicte-
ríos contra los que armados de una duda filo
sófica, y sin prestar un pronto y ciego asenso
á su doctrina , suspendan su juicio , se entre
guen con entera imparcialidad á la recta ob
servacion, y tomen despues el partido que esta
les dicte; como que de otro lado pudiera haber
quien se propasase á decir que lo contrario
equivalía casi á querer sentar por principio,
que hasta Broussais poco ó nada se había
sabido, y que este solo había llegado casi de
un vuelo d cuanto puede y necesita saberse,
lo que ciertamente no será la intencion del
Autor.
178 ANATOMÍA
SECCION TERCERA.
184 ANATOMÍA
esta es la enfermedad edema del pulmon ,
que no habia sido conocida hasta él: no puede
pues escusarse de hacer el grupo de los sínto
mas que le pertenecen. Ha encontrado pulmo
nes enfisematosos , y le ha sido necesario esta
blecer los signos de la enfermedad enfisema
del pulmon. Ha visto pulmones gangrenosos,
y esto lo ha obligado á designar el grupo de
los síntomas que corresponden á la enferme
dad gangrena del pulmon- Al lado de estas
enfermedades de su invencion coloca las de
la medicina antigua; y asi el catarro, la peri
neumonía y la pleuresía, estan en la misma
línea que los tubérculos, la melanosis, el ede
ma, el enfisema, la gangrena &c.
Tal vez se creerá que me chanceo, y que
M. Laennec limita sus pretensiones á dar á co
nocer las señales que pueden indicar que los
pulmones estan tuberculosos, edematosos, en
fisematosos, gangrenosos &c. Si no hubiera te
nido mas que este objeto, nada tendríamos
que reconvenirle; pero erige á estas alteracio
nes en entidades esenciales. Los tuhérculos,
los escirros, las encefaloides vienen esponta-
neamente, y estas son producciones vivientes
desde luego eu medio de nuestros órganos,
con una vida quejes es peculiar, ínterin que go
zan ó estan en el estado de crudesa , no inco-?
modan á la parte que las nutre; pero desde el
momento que mueren y que se reblandecen,
manera de putrefacion que es propia á su es-
PATOLÓGICA. l8!>
pecie, pero comun á todos los individuos que
la componen, llegan á ser venenos, materias
morbíficas que producen toda especie de des
órdenes, y causan al fin la consuncion y la
muerte del individuo. Estas degeraciones son
pues las enfermedades ; y todo el talento del
médico es de pura curiosidad. Se trata de des*
cubrir la existencia de estos cuerpos estraños,
y de determinar las diferentes épocas de sus
metamorfosis. El edema y el enfisema á la ver
dad pueden muy bien ser el resultado de otra
enfermedad; pero por esto no dejan de ser
enfermedades por sí mismos. Se prueba esto,
no solamente por esta calificacion que les da
el autor, sino tambien, lo que tiene mucha
mas evidencia, por el grupo de síntomas que
les está asignado con toda propiedad. La gan-
grena del pulmon es una verdadera enferme
dad esencial, que nada tiene de comun con
las gangrenas por esceso de inflamacion, La
naturaleza lo ha tenido manifiestamente en
consideracion desde el principio del mal , y to
dos los síntomas que pueden observarse son
el efecto de la entidad llamada gangrena del
pulmon. En cuanto á la perineumonía y á la
pleuresía, [oh! estas son flegmasias, supuesto
que se pronuncien en el mayor grado de su
agudeza , sin lo cual serian seres de otra natu
raleza. Todavia no se sabe exactamente qué lí
mites debe poner la anatomía patológica á la
multiplicacion de estas entidades.
Í 86 ANATOMÍA
Procedamos ahora á la averiguacion de las
pruebas sobre las que acaba de apoyar nues
tro autor esta nueva ontología , y tratemos de
refutarlas.
i No me detendré mucho en las tisis tubercu
losas, por melanosis y otras: me basta remitir
me á lo que he dicho de ellas poco hace. Pero
debo hacer justicia á la perspicacia con que M.
Laennec sabe descubrir y seguir la desorgani
zacion del pulmon por medio de su cilindro.
Continuamente me estoy sirviendo de él con
| las mayores ventajas. Sin este precioso instru
mento no se podrian tener sino datos aproxi-
mativos sobre la existencia de los focos de su
puracion, y sobre los diferentes grados de la
permeabilidad al aire del parenquima del pul
mon. Con él se resuelven todas estas cuestiones
I de la manera mas satisfactoria. No obstante, es
menester decirlo; este descubrimiento no ha
proporcionado ningun adelantamiento en la
curacion de lo que llama tisis, pues que esta
se funda enteramente en el conocimiento de
los fenómenos dela irritacion, al que es impo
sible que pueda añadir nada el cilindro.
Tambien se deben á M. L..... escelentes di
sertaciones sobre la naturaleza de los esputos,
y sobre la de las cavidades del pulmon , que
no siempre son ulceraciones ; en una palabra,
es escelente en la esploracion del pecho en toda
la duracion de las flegmasías pulmonales. Ten
go la mayor satisfaccion en que estos progre
PATOLÓGICA. 187
sos en el diagnóstico de las alteraciones pul-
monales sean obra de un médico frances. Sin
duda debe esto atraerle la estimacion de todos
Jos compañeros, y por esta razon me veo obli
gado á censurar los errores que podrían intro
ducirse en la práctica bajo los auspicios de un
nombre tan recomendable. Esta es la única
razon por que be puesto tanto cuidado en re
futar que los tubérculos son innatos y espon
táneos, y en referirlos á su verdadera causa;
quiero decir, á la irritacion de los pulmones.
Debo añadir que M. L da demasiada im
portancia á la descripcion de los desórdenes
despues de la muerte. En vano trabajará, nun
ca conseguirá reunir las graduaciones del co
lor, de la forma, de la consistencia, del olor,
de la adherencia, de la fluidez &c., á síntomas
constantes y susceptibles de comprenderse du
rante la vida. No se habria fatigado tanto si
hubiera estado penetrado de lo que yo creo
una verdad muy importante: a saber, que to
dos los síntomas sensibles al esterior no son
mas que simpatías, cuya intensidad varía casi
al infinito. En efecto, con una misma lesion
orgánica local , unos tienen muchos síntomas
y otros muy pocos, segun el grado de su irri
tabilidad, y las modificaciones que reciba esta
de los medios terapéuticos.
Tambien se le debe reconvenir de no haber
percibido siempre los vestigios de la gastroen
teritis, de haber hecho de ellos muy poco caso,
íé8 ANATOMÍA
de haberlos atribuido frecuentemente á los ttir
bérculos mesentéricos , que solo son sus efec
tos, y en fin de haber agrupado los síntomas
que dependen de esta flegmasia , al rededor de
la entidad llamada tisis pulmonal.
No hablaré de su método curativo: desde
que este no es el de la inflamacion , es en mi
entender vicioso; pero esto es comun al autor
con todos los fatalistas, principalmente con M.
Bayle, cuya teoría adopta en lo que tiene re
lacion con el desarrollo de los tubérculos. He
aquí ciertamente la ocasion de responder á
una reconvencion que se me ha dirigida por
M. Laennec respecto de su amigo M. Bayle.
Dice el primero (tom. a pág. n4): »Un
médico, cuyas opiniones no me parecen mal
fundadas, sino en lo que tienen de demasiado
general y esclusivo, ha titulado un artículo de
una obra polémica : M. Bayle no lo luí visto
todo. No, ciertamente: no lo ha visto todo. Es
to no es concedido á nadie; pero lo que ha
visto , lo ha visto muy bien , y hay muy pocos
libros donde haya menos que borrar que en
el suyo." En lo restante da á entender M.
Laennec que yo tengo mucho que borrar de
lo que he escrito principalmente sobre M. Pi
nol, y M. Bayle. Hagamos algunas reflexiones
sobre este pasage, no á causa de M. Laennec;
su nombre ó cualquiera otro me son indife
rentes, sino por el interes de la ciencia.
¿Con qué derecho asegura M. Laennec que
PATOLÓGICA. 189
mis opiniones son demasiado generales* de-»
masiado esclusivas, sin haberse tomado el tra-»
bajo de refutarlas? ¿Es este el ejemplo que yo
le he dado? Cuando yo manifiesto un juicio
sobre un autor, lo motivo en una discusion
fundada sobre hechos. De esta manera concur
ro cuanto me es posible al adelantamiento de
la ciencia , y el nombre del autor que yo re
futo, es solo un accidente. Lo nombro y lo de
bo nombrar para que se conozca la obra don
de está consignado el error que combato, y
para que un nombre imponente no le pueda
servir de egida. Yo no ataco ni sus costum
bres, ni su probidad como ciudadano, ni su
carácter de hombre privado; pero si es necesa
rio, ataco su probidad y su juicio literarios,
porque entran en el dominio de la crítica li
teraria. Me creo con derecho para decir que
un autor se ha servido de un juicio falso en la
cuestion de que trato, que ha sido citador in
fiel, que ha manifestado pretensiones al despo
tismo literario ó científico: inculpaciones que
son tambien del dominio de la crítica literaria^
y en las que nada se encuentra reprensible
cuando se aplican á un hombre muerto» Si
cuando viven ofenden ¿ es únicamente por el
apego á las opiniones propias; pero si se re
nuncia á ellas , no se encontrará nada que de
cir contra mi crítica, ínterin que si yo lo hu
biera insultado como hombre privado, sería
tan reprensible para los que fueran de dicta
190 ANATOMÍA
men diferente del suyo, como para los que
piensen lo mismo que él , y tanto antes como
despues de su muerte. Pero atacando á un in
dividuo como autor, no temo el juicio de la
posteridad. Ahora bien, asi es como be obra
do, y como obro todavia con M. Pinel, al que
respeto como mi primer maestro, contra el
que no tengo ningun sentimiento que me
avergüence , y al que conozco le debo toda es
pecie de servicios, que le haré con gusto si soy
tan feliz que encuentro la ocasion de ello. Asi
es como me he conducido con M. Bayle, que
no tengo la fortuna de conocer. Y últimamen
te, de este modo trato ahora á M. Laennec.
Pero si vo afirmase que su doctrina es errónea
sin dar pruebas positivas de ello, se uniria á
sus escritos esta idea desfavorable ; lo que se
ria injusto, supuesto que siempre hay alguna
cosa laudable en una obra. Me haria pues cul
pable de una injuria contra él, esto es, de una
personalidad : al mismo tiempo obraria contra
mi interes; pues que en el concepto de las
personas sensatas pasaría por un hombre de
mala fe. Que no pretenda escusarse M. Laen
nec, alegando que mis opiniones.no le pare
cen mal fundadas, sino en lo que tienen de
demasiado esclusivo. Era necesario manifestar
lo exacto al lado de lo erróneo ; pero el hecho
es que nunca me ha citado sino para vitupe
rarme, y qne se ha aprovechado de mis obser
vaciones sin nombrarme. Este método es fre
PATOLÓGICA. 191
cuente; y creo que lo puedo calificar de mala
fe literaria, sin atacar la moralidad social de
M. Laennec. No es de esta manera como yo
obro con él: cuando vitupero lo que me pare
ce erróneo en sus escritos, tengo buen cuidado
de aplaudir lo que me parece digno de elo
gios. Y pues me encuentra esclusivo, que tome
la pluma, y que discuta francamente las opi
niones mias que le parezcan esclusivas. Y ló
desafio, lo espero, y le responderé si ha de ga
nar algo la ciencia con mi réplica. De esta ma
nera he obrado con el doctor Boisseau (1),
aunque me atacó bajo la máscara de un anó
nimo. Este médico atestiguará si yo le he ma
nifestado el menor resentimiento por su críti
ca, cuando he descubierto que no era mas
que un joven, y lo que es mas, mi discípulo.
Yo debia esta esplicacion sobre el concepto de
M. Laennec. Vuelvo ahora á las reconvencio
nes que me hace respecto al doctor Bayle.
„ Me he estendido mucho sobre estas consi
deraciones fisiológico-patológicas, para dar á
conocer cuan grande es el error de M. Bayle,
cuando sin consideracion á los numerosos mo
dificadores que influyen sobreda vitalidad de
todo el organismo, ha creado seis seres parti
culares, que como otras tantas potencias ma
léficas se insinúan furtivamente, y sin que se
sepa por qué, en el pulmon para causar su
SECCION CUARTA. .
a 74 ANATOMÍA
Segun él , se la designa con los nombres de
sensibilidad ó crispatura uterina, sin pensar
que esta sensibilidad y esta crispatura no pue
den existir sin un principio oculto; pero muy
xeal de congestion flogística. Los flujos blan-r
eos los atribuye á la misma causa. En este
punto se han aprovechado sus ideas; pero las
supuraciones, las úlceras, las escirrosidades y
las vegetaciones sarcomatosas han sido subs
traidas de su verdadera causa, que M. Pujol
babia reconocido.
1 49 I>os síntomas generales y simpáticos de las
inflamaciones crónicas del interior ocupan la
atencion del autor en el tercer capítulo de su
obra. Algunas veces no los producen estas in
flamaciones que él mira aqui de una manera
colectiva; y otras determinan la calentura héc-
tica, la movilidad nerviosa y movimientos sim-
- páticos en ciertas partes correspondientes.
1 50 Admite primeramente una calentura tópi
ca esencial, de la que la general es solo la
estension; pero añade que puede sobrevenir
una calentura puramente accidental, que es
del género de las hécticas. La atribuye á la
reabsorcion del pus cuando está formada la
supuracion.
151 Se trata de la movilidad- general de los ner
vios. El autor ha observado muy bien que io
do hombre que tiene un foco de inflamacion
crónica, está heretizado, inquieto, escrupulo
so, replicador é irascible á causa de la exalta
patológica. a75
cion de Ja sensibilidad nerviosa. Observa con
no menos exactitud que todas las visceras (es
menester entender todos los tejidos) no pro
ducen esta sensibilidad morbosa. En efecto, la
pleura crónicamente inflamada no produce se
mejante exaltacion ; en cuanto á los riñones y
á la vejiga que coloca el autor en la misma lí
nea, aunque los reconoce como muy sensibles,
me parece que en ciertos sujetos pueden estas
visceras exaltar la sensibilidad general. La in*
flamacion crónica del parenquima pulm'onal,
de que no habla Pujol, no óbra de esta mane
ra sino en los casos que es muy considerable
Ja disnea. Pero esta irritabilidad exagerada de
que se ocupa aqui nuestro autor, corresponde
en mi juicio á las inflamaciones gástricas, y
Pujol conviene con la mayor parte de los an
tiguos en atribuirla esclusivamente al hígado
en la hipocondría, al útero en el histérico, y
en fin al cerebro segun Lorry. De tal manera
es esta su teoría que desecha la de Whyth, que
segun Vanhelmont, coloca su sitio en el epi
gastrio (i), y pretende que esta region jamas
está afectada sino por efecto de la irritaciort
del hígado; sus disecciones le han enseñado
que los hipocondriacos deben ordinariamente
1
a 8o ANATOMÍA
166 Las enfermedades no conocidas son comun
mente mal curadas; y aun cuando lo sean
bien , no se sabe la razon de los buenos suce
sos que se consiguen , lo que debe impedir ob
tener constantemente buenos resultados en los
casos análogos que puedan presentarse.
167 Pujol describe los principios de curacion de
las inflamaciones crónicas de una manera ge
neral y colectiva , y «05 parece que siempre
tiene á la vista la forma flegmonosa. Establece
las siguientes divisiones: curacion de las infla
maciones incipientes, todavia sin supuracion:
curacion de las inflamaciones supuradas, y cu
yo pus está formado en un foco; y curacion
de las inflamaciones con absceso abierto, y cu
yo pus tiene un libre curso.
En las primeras distingue tres grados: el
primero que es el del principio, exige la san
gría tantogeneral cuanto local, los atemperan
tes, los humectantes y los revulsivos, ó focos
artificiales de irritacion que deben ser pro
porcionados á .la intensidad del mal y á Ja
fuerza de los sugetos fkc. Estos en el principio
sostienen bien los debilitantes, mas tarde caen
por su influencia en la flojedad , la atonía , la
caquexia y la hidropesía; por Jo demas cuan
do ha principiado la supuracion es necesario
economizar á la naturaleza el tiempo y las
fuerzas que necesita para concluirla.
168 Eistcs preceptos nos parecen algo vagos: no
ha advertido nuestro autor que la debilidad y
PATOLÓGICA. 281
el enflaquecimiento no son casi ele gran con
secuencia siempre que las visceras no hayan su
frido todavia la desorganizacion, fuera de que
piensa continuamente en la supurácion; con
cuya idea jamas se podrán curar las gastritis
que forman la mayor parte de las inflamacio
nes primitivas, y que se complican tan fre
cuentemente con las demas. Tambien se ve
que considera la caquexia como un estado pri
mitivo ó sin sitio determinado.
El doctor Pujol ha consignado en este artí
culo observaciones útiles respecto á las dife
rentes edades de la vida: aconseja sangrar po
co antes de los siete años, y cree que se debe
recurrir particularmente á los emolientes y á
los revulsivos en los casos en que los niños es-
tan afectados de acres cutáneos. Recomienda
las mismas atenciones para las personas delica
das y para los convalecientes, en los que ha
reconocido que es muy facil la supuracion. Es
ta observacion es propia de un gran maestro;
pero ¿no es tambien una razon para acelerar
se en hacer abortar las inflamaciones sin eco
nomizar demasiado las fuerzas? porque lo re
pito, si los órganos conservan su integridad,
no será difícil la restauracion. El teme las san
grías y los baños que determinan muy fácil
mente la leucoflegmasia , y cuenta mucho con
los emolientes y los cauterios. Yo dudo que es
tos medios pueden jamas igualar la eficacia de
una sangría local, practicada desde el princi-
282 ANATOMÍA
pio de las flegmasías, aun en los convalecien
tes y en los sugetos de la constitucion mas de
licada. Hablo por mi propia esperiencia. '- 1
70 Los viejos, segun Pujol, estan poco espues-
íos á las inflamaciones lentas, porque sus fibras
demasiado rígidas se ponen con dificultad en
movimiento: las obstrucciones los atormentan
mas comunmente. De todos los hombres, los
viejos son los mas espuestos á las flegmasias
crónicas: hay pocos que no sufran algunas
desde la edad menos abanzada, y las que pue
den contraer toman por lo comun un carác-J
ter lento que no debe impedir tratarlas con
los antiflogísticos.
71 Fija la edad media de la vida entre diez y
ocho y cincuenta años. La primera mitad pre
senta las inflamaciones del pecho, y la segun
da ofrece con preferencia las del abdomen
En fin, permite prodigar las sangrías en estas
dos épocas.
7a Con mucha razon llama nuestro observador
la atencion sobre la edad de cincuenta años,
época crítica para los dos sexos. Todo está en
tonces lleno de jugos nos dice, y es un error
temer que los debilitantes abran la puerta á
las enfermedades que dependen de la atonía
de los sólidos. Yo he leido con mucho placer
los elogios que hace este autor aqui del ejerci
cio y de la sobriedad para preservar á estos
sugetos y principalmente á las mugeres que
han cesado de ser fecundas de todos los males
PATOLÓGICA. a83
que resultan de la disposicion a la plétora y á
las inflamaciones crónicas.
A los principios de curacion deducidos de
los síntomas, de las edades y de las constitu
ciones, cree Pujol que debe añadir otros que
él toma de las causas materiales de Jas in
flamaciones crónicas. En consecuencia de esto,
menciona sucesivamente las materias biliosas,
cuya existencia se presume por los atributos
esteriores del temperamento de este nombre:
las materias gotosa, reumática, catarral, lac
ticinosa, venérea, escorbútica, escrofulosa y
psórica; las percusiones, las contusiones y las
afecciones espasmódicas, que pueden concen
trarse sobre una viscera y hacer el oficio de
una causa material de inflamacion. Despues
de haber opuesto contra todos estos acres el
método antiflogístico les apropia : primero al
acre goloso, la goma de guayaco, las jiores
marciales de sal amoniacal, el kermes mine
ral, los jabonosos y los alcalinos con el fin
de que la materia gotosa, despues de haber si
do humedecida, pueda dirigirse hacia las arti
culaciones, y despues los rubefacientes, los
cauterios, los baños acres y los eméticos: se
gundo al acre lacticinoso, los cauterios , los ab-
sorventes terrcos, los álcalis fijos ó volátiles,
las labativas un poco purgantes, y sobre todo
los laxantes ordinarios : tercero al acre vené
reo, pocas sangrías; pero una pequeña calen
tura mercurial que se debe escitar y sostener
284 ANATOMÍA
con mucha prudencia : cuarto al acre escorbú
tico ninguna sangría, sino la dieta vegetal,
los ácidos dulces, los antiescorbúticos, los mu-
cílagos, los lacticinosos, un aire puro y seco,
ejercicios moderados; pero no quiere los cau
terios ni las cantáridas: quinto al acre psórico
y al bilioso que algunas veces estan ocultos en
un rincon del individuo , y que desde allí se
arrojan sobre las visceras, sin manifestarse en
la piel, la sangría, los dulcificantes, los di-
luentes, los lacticinosos: pero sobre todo los
cauterios, las cantáridas, un régimen sobrio y
vegetal, aperitivo y jabonoso, los baños, los
diaforéticos &c. , con el fin de arrojar el hu
mor morboso al esterior: sexto al acre- escrofu
loso, ninguna sangría principalmente en los
niños, sino baños dulces, cauterios, bebidas
mucilaginosas, aperitivos ligeros, algunos tó
nicos, pero pocos, de manera que se farorez-
ca la resolucion de los tumores sin aumentar
el molimiento febril; las sales mercuriales, los
mardúles, el jabon ordinario, \& quina, el
kermes mineral, los opiados en caso de dolor,
y aun los demas narcóticos que favorecen la
resolucion: séptimo á las contusiones, las san
grías practicadas al momento para impedir la
formacion del pus, las bebidas refrigeran
tes &c: octavo á las materias críticas deposi
tadas sobre un órgano interior, medios anti
flogísticos de una moderada actividad, en con
sideracion á la estenuacion producida por la
PATOLÓGICA. 285
enfermedad aguda:, pero un régimen restau
rante, dulcificante , lacticinoso, los cauterios,
los vejigatorios, y tratar de completar la cri
sis imperfecta por los purgantes dulces, loa
diuréticos, los refrigerantes, los ligeros diafo
réticos, y aun la sangría, cuya utilidad ha co
nocido Pujol en las calenturas hécticas y en la
consuncion producida por las largas supura
ciones de las heridas; calenturas que nuestro
autor atribuye á la inflamacion de algunas vis
ceras: nono á la causa material que resulta de
la supresion de los meses, las sangrías, los di-
luentes, y dirigir la sangre hácia el órgano
uterino por diferentes medios conocidos, ob
servando moderar su accion estimulante (lo
que no es siempre facil): décimo á los infartos
y las inflamaciones lentas ocasionadas por los
remedios internos demasiado irritantes y por
los venenos , la sangría y otros antiflogísticos
si el mal es todavia reciente, como los que se
aplican á los efectos de los eméticos demasiado
violentos (luego el autor ha visto sus malos re
sultados); mas si estas enfermedades son anti
guas, pocas sangrías y pocos emolientes; pero
si los dulcificantes, los lacticinosos, las emulsio
nes, las pequeñas. sangrías repetidas, y los
hipnóticos: undécimo á la crispatura nerviosa,
causa frecuente y no material de estas infla
maciones, como en consecuencia de los disgus
tos &c. , las sangrías, los emolientes, los refri
gerantes, grandes vejigatorios cerca del lugar
a86 ANATOMÍA
irritado, y sobre todo los narcóticos en gran
des dosis.
He puesto cuidado en señalar con letra cur
siva los medios estimulantes que deben anu
lar el efecto de los antiflogísticos, y se ve que
se encuentran en todos los artículos que aca
bamos de recorrer. En efecto , todos estos su
puestos específicos, sin esceptuar el mercurio,
pues que debe administrarse hasta producir
una pequeña calentura, son verdaderos esti
mulantes. Tambien se ha podido ver que el
autor raras veces deja de conceder algunos tó
nicos para impedir la caida de las fuerzas.
Estoy distante de desaprobar el uso de los
medios propios para sostener las fuerzas en el
curso de una larga inflamacion visceral; pe
ro segun mi modo de pensar deben tomarse
de las sustancias alimenticias y nunca entre
los medicamentos irritantes que nuestro autor
concede á sus enfermos bajo la denominacion
de diaforéticos, jabonosos, fundentes, antigo
tosos, anti-reumáticos Scc.
Con mucha satisfaccion he visto á nuestro
autor oponer los lacticinosos y los refrigeran
tes al acre escorbútico ; pero ¿ por qué no es-
tan indicados los antiescorbúticos con alguna
mas detencion? ¿Es porque muchos de ellos
como el berro, la codearía, el rábano y la
mostaza no son por sí mismos acres, que no
pueden menos de aumentar los síntomas de la
enfermedad siempre que se desenvuelven in
PATOLÓGICA. 287
flamaclohes viscerales en una enfermedad es
corbútica? Era pues indispensable una distin
cion , y quizá por no haberla hecho se ha abier
to en nuestro entender una puerta al abuso de
los estimulantes , lo mismo en esta que en to
das las demas enfermedades.
Si yo he comprendido bien á Pujol , me pa- 1
rece que tenia mas inclinacion á los antiflogís
ticos que á los estimulantes.
No siendo el fin de la obra del doctor Pujol 1
otra cosa mas que la aplicacion de su teoría á
la naturaleza y á la situacion de los órganos
inflamados, á la curacion de las supuraciones
encarceladas, enquistadas, y de las que vienen
con úlceras demasiado inflamadas ó demasia
do flojas, me dispensaré de dilatar mas este
analisis.
Es cierto que desaprueba en general los
bálsamos, las resinas y los tónicos astringen
tes llamados vulnerarios, administrados al in
terior para la curacion de las ulceraciones de
las visceras: convengo tambien con gusto en
que no ve en la tisis pulmonal mas que una
inflamacion crónica que exije por lo comun los
antiflogísticos y las pequeñas sangrías repeti
das de tiempo en tiempo segun la urgencia de
los síntomas, y á la que la mansion de los es
tablos de las vacas no puede menos de per
judicar. Pero por otra parte encuentro que
para la curacion de las ulceraciones internas
sospechadas de bavosas y faltas del grado de
a88 ANATOMÍA
inflamacion necesario para curarse, admite los
balsámicos, las plantas vulnerarias, el liquen
de Islandia , la polígala y la corteza del Purú ,
que segun él reune todas las virtudes que se
pueden desear; y un régimen animal sazona
do y aromatizado.
He recargado demasiado sobre la obra de
Pujol de Castres , porque me ha dado la oca
sion de fijar el estado en que se encontraba
la ciencia sobre las inflamaciones crónicas
cuando compuse la Historia de las flegmasías.
Se ha podido ver que este autor casi no se ha
ocupado mas que de la inflamacion celular y
parenquimatosa , y que solo la ha tratado se
gun la teoría del dia ; ínterin que yo creo ha
ber estudiado el fenómeno de la inflamacion
segun ,las diferencias que presenta en los teji
dos que nos ha dado á conocer Bichat.
FIN.
a89
INDICE.
PROPOSICIONES DE MEDICINA.