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Reseña de lectura n°1

Nombre: Javier Godoy González

Ficha de Identificación
Autor(es) Carolina Maillard Mancilla
Año de publicación 2012
Titulo Construcción social del patrimonio
Nombre del libro Hecho en Chile – Reflexiones en torno al patrimonio cultural
Paginas 17 - 31
Lugar de Publicación Santiago de Chile
Editorial Andros

La autora es antropóloga social de la Universidad de Chile, se desempeña en investigaciones


de índole cualitativa, como también en la gestión de políticas publicas culturales y
patrimoniales. Entre sus principales proyectos de investigación podemos mencionar: Jefa
de proyecto Servicios para la confección de expedientes para la declaratoria de monumento
histórico del Ex Hospital Militar (Sede Hospital Félix Bulnes de Providencia) y del Hospital
San Juan de Dios, Coordinadora en el Proyecto Nacidos para Leer, del Programa Fomento
de la Lectura en la primera Infancia, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y Jefa
Departamento de Recursos Humanos Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos (Dibam) y
Elaboración Memoria Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados
de Paine (MANCILLA, 2019).

Como podemos observar, la autora se a dedicado a los estudios de índole patrimonial,


particularmente como consultora, facilitadora e investigadora a través de archivística,
puestas en valor patrimoniales y gestión-aplicación de políticas públicas, principalmente en
instituciones relacionadas con la cultura y patrimonio públicos. La autora cuenta con
experiencia en la institucionalidad del nuevo ministerio de culturas.

Su principal relación con la historiografía se desarrolla a través de temas sobre patrimonio


y memoria, puesto que se a desempeñado como gestora de diversas iniciativas culturales
de puesta en valor como el memorial de detenidos desaparecidos de Paine, Londres 38 y
del Ex Hospital Militar. A este respecto sus publicaciones abordarán temas como la
resistencia indígena1, políticas públicas y mujeres indígenas2, memoria y relatos familiares
de detenidos desaparecidos3 y gestión del patrimonio cultural4.

En ese sentido, la autora considera que para comprender el concepto de Patrimonio


Cultural es necesario definir ciertas características de la cultura. Esta última, definida desde
la antropología, se entiende como un tejido de significaciones socialmente establecidas,
transmitidas históricamente como símbolos, a través de los cuales, los sujetos se
comunican, transmiten y dilatan conocimientos.

Esta transmisión lleva implícita en sí misma, no solo conocimientos, sino que también
valoraciones de índole ideológica, lo que nos permite asumir una “polisemia de los
símbolos” puesto que, si consideramos su condición de historicidad, sus significaciones y
valoraciones mutan a través del tiempo, así se asume la condición de procesos para los
sistemas simbólicos. La autora finalmente asume que “Una característica básica y
fundamental de la cultura como sistema simbólico es permitir a los sujetos distinguir, a
través de un proceso de clasificación, su propia experiencia, y de este modo aprehenderla
por medio del sentido y significado que le otorga” (Maillard, 18).

Desde allí se comprende al patrimonio cultural como un sistema simbólico, situado en un


tiempo determinado, donde juegan una gran relevancia el orden ideológico y político que
valora y legitima determinados elementos culturales. Estos elementos pueden entenderse
como materiales e inmateriales, dependiendo de la preponderancia de uno u otro,
podremos comprender las significaciones de valor de cada sociedad.

La mayor relevancia a la materialidad de los objetos se asociará al concepto de “bellas


artes”, lo tangible relacionado con obras artísticas y monumentos. Por el contrario, la
amplitud a una comprensión de cultura material como inmaterial, permite una valoración
de producciones en diversos orígenes socioculturales. No obstante, estos estarán siempre
permeados por “procesos de poder en el campo de la cultura” (Maillard, 20).

Considero relevante detenerse en la significación del patrimonio cultural, como un espacio


donde se reflejan una diversidad de factores, asociados a la identidad de los grupos que se
representan a través del patrimonio, como también, de los ejercicios de poder que significa
construir una determinada concepción de patrimonio cultural “Comprender el patrimonio

1
Maillard, C., Ochoa, G. et al (2016). La resistencia Yagán y Kawésqar. En Le Monde Diplomatique Nº 177,
septiembre 2016, Santiago de Chile.
2
Ochoa, G., Maillard, C. et al (2016). Políticas públicas y mujeres indígenas en Chile ¿colonización,
integración, reconocimiento? Germina, conocimiento para la acción. Artículo sin publicar.
3
Maillard, C. y Ochoa, G. (2014). Relatos con historia, testimonios de familiares de detenidos desaparecidos
y ejecutados de Paine (serie de librillos testimoniales). Germina.
4
Maillard, C. y Marsal, D (2012). Gestión del patrimonio cultural: caminos por recorrer… En Hecho en Chile.
Reflexiones en torno al patrimonio cultural: Daniela Marsal (compiladora), pp. 173 -197.
cultural como construcción social implica entender que dicha construcción no es
independiente de una hegemonía social y cultural que el otorga legitimidad y, por lo tanto,
no puede aislarse del contexto sociopolítico en el cual se produce” (Maillard, 24).

A este respecto es interesante recordar una de las atribuciones del nuevo ministerio de
culturas: “7. Estimular y contribuir al conocimiento, valoración y difusión de las
manifestaciones culturales de las comunidades afrodescendientes y de pueblos inmigrantes
residentes en Chile, fomentando la interculturalidad”. El concepto de interculturalidad
resulta interesante si lo insertamos desde una construcción social del patrimonio, puesto
que la realización de esta atribución implica hacerse una pregunta histórica, sobre las
diversas significaciones con las que han sido valoradas las culturas que participan en un
proceso de comunicación intercultural. A este respecto la autora es clara: “Hablar de
construcción social del patrimonio cultual implica también abordar los contextos sociales y
la percepción que las comunidades hacen del conjunto de bienes seleccionados,
conservados y legitimados por las elites políticas e intelectuales” (Maillard, 27).

No es posible fomentar la interculturalidad, si no se conocemos y comprendemos las


significaciones que hemos realizado como sociedad, sobre la determinada cultura con la
cual queremos entrar en dialogo intercultural. Ni menos aun si queremos asegurar la
dignidad y respeto mutuo por la diversidad cultural, que propone como principio el nuevo
ministerio.

Podemos vislumbrar esta problemática con mayor precisión si lo observamos desde la


perspectiva de la traducción cultural “El traductor se encuentra en un terreno de tensión,
ya que no solamente tiene que considerar el modelo cultural de los destinatarios del texto
meta, sino también tiene que respetar la vinculación del texto original con la cultura base y
así garantizar las coherencias inter- e intratextuales del translatum” (Hennecker, 117).
Incluso se considera necesario rebasar el límite de la interculturalidad propuesta por el
ministerio, a una pluriculturalidad que permita realizar un ejercicio de autobservación
critica “Es necesario adquirir una mirada pluricultural que nos permita distanciarnos de la
cultura en que hemos sido socializados para, por un lado, ser autorreflexivos en relación a
la propia cultura y, por otro lado, llegar a comprender el punto de vista de otras culturas”
(Rodrigo, 4).
La necesidad de un abordaje critico de las categorías de patrimonio cultural son
ejemplificadas por la autora a través de la figura de los museos, los cuales caracteriza como
“El lugar “natural” donde el patrimonio cultural es exhibido. Fundamentalmente, son
instancias de interpretación de un patrimonio cultural resguardado, y desde este ámbito
especifican las claves de lectura legitimadas para aproximarse a él (…) El museo es la sede
ceremonial del patrimonio, el lugar en que se le guarda y celebra, donde se reproduce el
régimen semiótico con que los grupos hegemónicos lo organizaron. Entrar a un museo no
es simplemente ingresar a un edificio y mirar obras, sino que se trata de un sistema
ritualizado de acción social” (Maillard, 27).

A este respecto es sumamente significativo para un estudio de las valorizaciones y


categorías de procesos de interculturalidad, el hecho que durante la exposición inaugural
en 1910 el Museo Nacional de Bellas Artes, comisiono a través del Ministerio de Relaciones
Exteriores, diversas muestras de arte internacional, entre las que se encontraban dos salas
de arte japones. Considero esto como un hito clave dentro de los procesos de
interculturalidad, al ser una institución del Estado que reconoce y subvenciona dentro de
su proyecto cultural fundacional, la muestra de un patrimonio cultural asociado a una
identidad radicalmente opuesta a los cánones europeizantes de la época.

No obstante ¿Dicha exposición podría también encerrar discursos orientalizantes, donde la


identidad chilena se construye en oposición a un otro bárbaro y cuyo patrimonio cultural se
reduce a un elemento decorativo? De ser así ¿Instituciones y exposiciones posteriores han
mantenido esa misma lógica de significación? ¿Ha sido el museo el único espacio cultural
desde el cual se han construido imaginarios orientalizantes?

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