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Doctrinas de la soberanía
Se había llegado a ese conflicto y a esa guerra porque durante demasiado tiempo
se había eludido la pregunta fundamental sobre la titularidad de las potestas
pública y, así, se había terminado por perder totalmente el centro de gravedad del
sistema social y político. En conclusión, la constitución mixta fundada sobre
pluralidad de acuerdos, contraria a todo intento de síntesis, tenía que producir
anarquía y guerra civil.
Para mayor entendimiento, expone que el rey es soberano porque el poder está
conferido en él y solo en él; para que esto se logre, es necesario que el poder del
soberano sea perpetuo y absoluto.
Bodino intenta distinguir entre el poder del rey y el poder en general de todos
aquellos que ejercitan poderes de imperium (magistrados), ya que siempre derivan
de un título que originariamente los ha formado, esto no con el fin de nivelar
dichos poderes, sino de afirmar la necesidad de un poder cualitativamente distinto
de los demás, capaz de expresar la necesidad de una dimensión fija y constante
en la vida concreta de la res pública.
Cuando expresa que el poder soberano tiene que ser absoluto y perpetuo, no se
refiere a que no debe de tener límites, tan es así que expone la necesidad de al
menos dos límites.
El poder absoluto significa que en una comunidad política bien ordenada, que
realmente aspira a evitar el conflicto y sobre todo el peligro de su disolución,
existen prerrogativas y poderes que no pueden ser objeto de convenios y no
pueden ser compartidos. El absolutismo del poder soberano coincide con su
indivisibilidad, escapa de la dimensión constitucional del control y del contrapeso
por parte de otros poderes.
También, explica que el Estado sólo puede asumir tres formas, la aristocracia, la
monarquía (la forma ideal para el autor) y la democracia, negando así la posible
existencia de una cuarta forma de carácter mixto.
Otro aspecto relevante de este autor, es que hace la distinción entre régimen y
gobierno. Define al primero como el titular de los poderes soberanos, y, al
gobierno como la función, junto al soberano, de todos aquellos que están dotados
de poderes con relevancia pública.
Bodino aprecia que en una situación similar, existe el peligro del aislamiento del
soberano, obligado cotidianamente a desgastar su actividad de gobierno, su
prestigio, su autoridad y soberanía.
Como vimos anteriormente, Bobino describe al pueblo como súbditos cuya única
función es ser destinatarios de las leyes del soberano, a diferencia de este,
Hobbes explica que los individuos son la base de la asociación política, en el
sentido de que ella nace de la originaria decisión que los individuos toman para
salir del estado de naturaleza, haciendo así, que el poder soberano sea artificial,
ya que en origen es derivado de la voluntad de los individuos.
Hobbes establece en su obra el deber del soberano de proteger las vidas y las
personas de sus súbditos, también que estos pueden gozar sobre la base de las
leyes del soberano, así como en su silencio de determinados derechos, como el
de la propiedad.
Partía de la idea de que el único pacto admisible, era el que se determinaba entre
los individuos, que gracias a él daban vida al cuerpo político, al mismo pueblo.
Con ese pacto esos individuos renunciaban a su libertad natural, pero adquirían la
libertad civil, que consistía en la garantía de estar gobernados por una ley general,
fruto de la totalidad del cuerpo sobreaño.
2. El constitucionalismo
Para la fecha en que esta obra fue publicada, la constitución medieval ya estaba
totalmente superada, ya que lo que se buscaba era una sociedad civil de
individuos independientes y una sociedad política que nace de las elecciones
libres, siempre de base individual, del parlamento. No obstante, en el momento
decisivo de la construcción del nuevo orden constitucional reaparece el concepto
tradicional del equilibrio.
Pero lo que más atrajo a los ingleses a seguir este modelo, fue que los romanos
establecían la superioridad de la república como forma de gobierno, así como la
forma ideal para solucionar el conflicto entre la aristocracia y el pueblo.
Menciona que el poder legislativo, debe pensarse como un poder limitado, ya que
éste no nace para generar los derechos, sino simplemente para perfeccionar su
tutela presuponiendo su esencial preexistencia. Así, el poder legislativo no podrá
disponer de manera arbitraria sobre las vidas y sobre los bienes de los individuos.
Establecer limites al poder legislativo es asegurar que en algún punto no se va a
poder distinguir entre el poder ejecutivo y legislativo.
Es así, que hace la distinción entre constitución y gobierno que de ella derivaba,
de manera que sólo puede hablarse de un buen gobierno o no, si obra en estrecha
conformidad con los principios y los fines de la constitución.
Es por esto que a lo largo del siglo XVIII, se difunde la idea de que la constitución
inglesa era capaz de impedir la absolutización del poder, de distinguir y
contrapesar los poderes, de acuerdo a los pesos y contrapesos.
En conclusión, expresa que los derechos de los individuos, sólo pueden existir
dentro de un régimen político moderado, dotado de una constitución igual o
semejante a la inglesa.
Blackstone afirmaba la soberanía del parlamento sobre todo para negar que
pudiese existir otra que él veía nacer como una amenaza en la forma de una
voluntad popular, que pretendía determinar a través de los partidos políticos.
Al igual que Locke, defendía no puede concebirse como un juego de limites sin
contenido de pesos y contrapesos.
3. Las revoluciones
Fueron capaces de recuperar de la misma tradición inglesa las técnicas entre los
poderes y dirigidas también al objetivo de la limitación de estos. Lo que al final
emergió fue una constitución democrática para instituir un gobierno limitado, en el
sentido especifico de un gobierno comprensivo de poderes que resultan todos
limitados, porque son eran originarios, sino derivados del poder constituyente.
Madison y Hamilton en su obra el Federalista, defienden la división de poderes
mediante el bicameralismo, el poder de veto del presidente y el consenso del
Senado para el ejercicio de determinados poderes presidenciales.
Una vez más, el poder temido es el legislativo, porque reúne las prerrogativas más
relevantes, como la de hacer la ley y la de imponer los tributos; por lo que la
constitución republicana debe enfrentarse a esa tendencia legislativa de absorber
los otros dos poderes, esto es así porque al ser los representantes del pueblo, se
cree que son el pueblo mismo, y ya no uno de los poderes constituidos que deriva
como los otros del poder constituyente del pueblo soberano.
Ésta también es la base sobre la cual afirman el poder de los jueces para declarar
nulos los actos del poder legislativo contrarios a la constitución, que se convierte
en lo que conocemos como control difuso de constitucionalidad.
Los jueces no están afirmando su superioridad sobre el legislativo, sino que son
instrumentos, que se sirve de ellos con la finalidad de reafirmar la superioridad de
la ley fundamental sobre las leyes ordinarias, de poder originario de pueblo entero
sobre el poder derivado del legislador.
Thomas Paine definió que una constitución no es producto de un gobierno sino del
pueblo que constituye un gobierno, y el gobierno sin constitución, es poder sin
derecho. Si una constitución es suprema porque es voluntad del pueblo sobreaño,
no se puede impedir.
Por otro lado, Kant siempre subrayó la necesidad de confiar el derecho de voto a
los ciudadanos sólo en cuanto gozan de cierta independencia civil y son titulares
de alguna propiedad. A estos ciudadanos en concreto, y no al mítico pueblo
soberano, se les confía la elección de una adecuada representación política,
preparada para cumplir su función decisiva en el ámbito de la forma de gobierno.
Otro autor que estudió la nueva constitución de los americanos fue Alexis de
Toqueville, en su obra la Democracia en América, en donde deformó la realidad
estadounidense del control de constitucionalidad, y la interpretó según el espíritu
legisla, como contrapeso a la democracia, y los jueces americanos le parecían la
moderna versión del cuerpo de los legistas, encargado de mantener formas y
orden en el seno de convivencia social, y que ahora representaba el único
elemento aristocrático.
También explica que en algún punto las asambleas en algún punto solo actuarán
de manera cada vez más encerrados en su esfera privada de manera
irresponsabilizada, la solución para esto es la libre asociación política, porque
permite las condiciones de una nueva sociedad democrática, que por su fuerza
económica y conciencia política resulte independiente del poder político y la hace
llamar aristocracias verdaderas.
4. Estado y constitución
Joseph de Maistre, sostenía que la gran culpa de la revolución había sido separar
soberanía y sociedad, debilitando así tanto a la primera como a la segunda, la
primera reducida a mero resultado de voluntad de los individuos, siempre
revocable por ellos, y la otra a mera multitud de individuos privada de orden y de
forma.
Esto llevo a que diversos autores llegaran a la conclusión de que se debía buscar
un núcleo fundamental estable, que no dejara la ilimitada y permanente soberanía
del pueblo que el mismo constitucionalismo temía desde siempre.
Desde este punto de vista, la soberanía del estado operaba necesariamente sobre
dos frentes: cualificaba las representaciones populares como órganos del Estado
de manera que no podían concebirse como depositarias de la voluntad soberana
del pueblo, y en igual medida cualificaba como órgano del estado al monarca que,
como individual y determinado poder del Estado, ya no podía pretender y
personificar a todo el Estado.
La cultura constitucional del siglo XX, coincidía la soberanía del Estado con la
soberanía del ordenamiento jurídico dado por ese mismo Estado, que con sus
reglas anulaba la soberanía política del monarca o del pueblo, transformándola en
poderes jurídicamente regulados, insertos en ese mismo ordenamiento. En pocas
palabras, esto el Estado de derecho.
Georg Jellinek, establece una serie de puntos firmes, la mejor garantía posible
para los derechos de los individuos y de los ciudadanos viene dada por el Estado
de derecho, por el principio del Estado soberano. Sólo esta permite negar
soberanía del pueblo y del monarca, que son las que históricamente han debilitado
los derechos: la primera reduciéndolo a voluntad del soberano, y la segunda
proclamándolos en el plano político dejándolo a voluntad de las asambleas
representantes del mismo pueblo soberano.
Es por esto que la constitución comprende los principios jurídicos que determinan
cuales son los órganos supremos del Estado, su esfera de acción y sus relaciones
reciprocas, haciendo que la relaicon entre estado y constitución sea tan estrecha
que hace imposible la existencia del Estado sin constitución, pero también de la
constitución sin el Estado. La constitución existe sólo para sostener un Estado
soberano, para organizarlo y limitarlo.
5. Democracia y constitución
Carré de Malberg, que creía que la única opción era introducir una limitación eficaz
de los poderes del parlamento, y consistía en considerar el poder legislativo como
un simple órgano del Estado, regulado por la constitución estatal.
Es así que fueron posibles interpretaciones del nuevo carácter democrático de las
constituciones, Carl Schmitt en su Doctrina de la Constitución, dijo que una
constitución es democrática cuando es capaz de representar y hacer vivir, en el
plano institucional y político, al sujeto constituyente que le ha dado vida, es decir,
al pueblo soberano.
Kelsen afirma que las constituciones del siglo XX, son democráticas precisamente
porque son constituciones sin autor y están protegidas del peligro de que alguno
pueda considerarlas como algo propio, algo de lo que puede disponer libremente,
cuando niega la posibilidad de dictar de manera autorizada su interpretación
autentica conforme a la voluntad del soberano del sujeto, del sujeto que aparece,
en la línea que él critica, como el autor de la constitución, como el titular del
originario poder constituyente.
Pero cuando esa misma ley se propone como puro acto de voluntad de la
mayoría, como instrumento de dominio de algunos intereses sociales sobre otros,
para Kelsen es absolutamente necesario poner un limite a la ley, una que en es
situación está en juego la misma constitución entendida como principio en el que
se expresa jurídicamente el equilibrio de las fuerzas políticas.