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Perfiles criminales, Garrido
De todo lo señalado, uno de los datos más llamativo es el de la guerra del Vietnam.
No es la primera vez que los antiguos combatientes de esa guerra terrible se salen
de sus cabales y protagonizan grandes matanzas gratuitas, súbitamente
acometidos por lo que los siquiatras llaman (psicosis de guerra).
Si el caso de Campo Elías Delgado llama la atención es porque no son muchos los
colombianos que fueron a ese país a combatir en las filas del Ejército
norteamericano, pero de casi cualquier psicópata asesino de los que a diario matan
en las calles o los campos de Colombia se puede decir que es, él también, veterano
de una guerra.
De la Violencia, por ejemplo, que el propio Campo Elías debió conocer de cerca en
su Santander natal hace treinta y cinco años. O de la guerra de guerrillas cuya
existencia, según los que lo conocieron, tanto lo molestaba. Las guerras, más que
provocar el «síndrome homicida», lo sacan a la luz. Y en Colombia eso no es nuevo.
Por eso el llamativo «síndrome del veterano» no basta para explicar la demencial
acción de Campo Elías Delgado, el aventajado técnico de computadoras, el
ordenado estudiante de la Alianza Francesa, el solterón que hablaba a veces
vagamente de dos mujeres que había tenido, el hombre sobrio y pulcro y de zapatos
bien embetunados que vivía con su madre en un apartamento de la calle 52 y le
prohibía a la señora que utilizara «su» baño.
Una personalidad sicopática. Un sicópata se revela desde muy pronto, con actos
antisociales y rechazo a las normas. En cambio, Delgado era un hombre meticuloso,
ordenado y con una personalidad rígida. Es más bien un caso de disociación de la
personalidad. Un trastorno de la personalidad con un cuadro disociativa agudo.
Tenía una relación infantil con la madre a quien le pegaba y le pedía dinero y en
quien posiblemente encarnaba, de manera simbólica, toda la parte mala suya y del
mundo; y en cambio su vida exterior, fuera de la casa, era la de un adulto
responsable: un estudiante serio, etcétera. Era una madre sobreprotectora -y toda
sobre-protección es una forma de agresión. Y cuando por fin la mata que es
probablemente lo que soñó toda su vida: matar a la mamá, para liberarse entra en
un fenómeno apocalíptico de destrucción del mundo, que es lo que produce los
demás asesinatos. No podemos saberlo, puesto que tanto él como la mamá están
muertos: pero debió existir un detonante que rompiera su equilibrio, ese equilibrio
que él había conseguido mantener a la fuerza durante cincuenta y dos años».