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Santiago C. Leiras
(Compilador)
© 2010 - Homo Sapiens Ediciones
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I.S.B.N. Nº:
PRESENTACIÓN
HUGO QUIROGA ..................................................................................................... 9
PRÓLOGO ............................................................................................................. 15
INTRODUCCIÓN
SANTIAGO C. LEIRAS .............................................................................................. 17
CONCLUSIONES
SANTIAGO C. LEIRAS .............................................................................................. 199
HUGO QUIROGA
9
desarrolladas en el Capítulo 1 que opera como línea teórica comunicante de toda
la obra), antes que efectuar un tratamiento particular de las presentaciones. Este
propósito me obliga a ingresar, brevemente, en el mundo teórico abordado por
los autores, y desde allí discutir ciertas cuestiones generales.
La presencia de Carl Schmitt en el debate téorico-político contemporá-
neo ha sido bautizada como un “redescubrimiento” intelectual, tras el veto que
sufriera por su propia comunidad científica al finalizar la segunda guerra
mundial. Un pensamiento conservador y tradicionalista (inspirado tanto en
Hobbes –quien según Schmitt aclara la estructura lógica del decisionismo–
como en autores católicos contrarrevolucionarios de la talla de Bonald, De
Maistre, y Donoso Cortés); a la vez, lúcido representante de la derecha antipar-
lamentaria, resultó ya atrayente en los años cincuenta en España para sectores
ideológicos opuestos, es decir, para corrientes de derecha e izquierda. Entre
nosotros, y en la mayoría de los países, su recepción fue más tardía por las
diversas familias de la derecha y la izquierda, que mostró un renovado interés
por sus tesis a principios de la década del ochenta del siglo XX.
En la década del noventa, período de análisis del libro que prologamos,
Schmitt era una referencia casi obligada en la ciencia política y en la filosofía
política, en circunstancias muy marcadas por el auge del mercado y la expan-
sión del liberalismo económico, por la retirada del Estado, y por el cuestiona-
miento del sistema de representación y la crisis de la política. Recurrir a un
autor tan polémico como agudo, critico implacable del liberalismo y su
neutralidad, abrió senderos interesantes para pensar de otra manera los temas
políticos. En esto consiste también la intención de este libro.
En Schmitt, la decisión es un principio absoluto que surge, como se
desprende de su Teología Política cuando define al Soberano, de la nada
normativa y de un desorden concreto. Para el decisionismo schmittiano el prin-
cipio de explicación del universo jurídico no reside en la norma, sino en la
voluntad política que la crea: la decisión. De entrada esto implica aceptar la
primacía de lo político sobre el derecho. El decisionismo elevado a concepción
del mundo, en sentido abiertamente político, no vacila en reducir las normas a
decisiones. Schmitt polemiza con el positivismo y el normativismo kelseniano,
porque retoman del liberalismo la idea de que la sociedad debe ser gobernada
por la ley (el gobierno anónimo de la ley) y no por los hombres. Para el libera-
lismo el fundamento del orden político es el derecho. En cambio, Schmitt
considera que la decisión precede a la norma y la instituye. El derecho no se
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funda en sí mismo, no se infiere de una norma primera, sino que se instala por
la voluntad política de la autoridad que la impone. A la vez, el decisionismo
puro presupone el desorden de la condición humana, preestatal, que llega a
transformarse en orden en virtud de una decisión. En otras palabras, el desor-
den existente en la “situación natural” se transforma en el orden existente de la
“sociedad civil”, el Estado, por una decisión.
En verdad, el estado de excepción en Schmitt no es un estado de guerra,
precisamente es su manera de evitarlo. Este concepto metafísico alude a una
situación extraordinaria, fáctica, que suspende al Estado de derecho, por
“virtud del derecho a su propia conservación”. Pero lo que se suspende no es
una ley sino todo el orden jurídico frente a la amenaza que sufre el Estado, por
la ineficacia de la legalidad. Los romanos llamaban iustum a la interrupción
excepcional de la legalidad para salvar a la república. La duración de la inte-
rrupción dependía de la continuación de las causas que le dieron origen.
A diferencia del estado de excepción, lo que se denominan medidas de
emergencia o excepcionales (por ejemplo, las contempladas en la Constitución
argentina: los decretos de necesidad y urgencia, la delegación legislativa, el veto
parcial), están concebidas en el marco jurídico del Estado, insistimos, de manera
excepcional, porque se contraponen a la normalidad. Son poderes discreciona-
les de la democracia previstos para momentos de crisis o emergencia, y no para
épocas de normalidad. La democracia busca protegerse. El problema es, para la
vida política republicana, el uso abusivo de los poderes excepcionales (o facul-
tades legislativas directas del ejecutivo) en situaciones de normalidad, que
convierten a la emergencia en una práctica permanente. Por esta ruta se desem-
barca directamente en lo he denominado decisionismo democrático. Bajo esta
práctica de gobierno, la decisión enfrenta a la norma, y la atenúa.
En los casos tratados por nuestros autores, Argentina, Perú (a excepción
del autogolpe de Fujimori), Brasil, Venezuela, no se suspende el Estado de
derecho, más bien se lo atenúa. La idea de una legislación atenuada, en mi
opinión, es la forma jurídico-política que puede adquirir un Estado democrá-
tico en períodos de crisis o emergencia. Es decir, con la legalidad atenuada (o
Estado de derecho atenuado) las leyes “no guardan silencio”, no se suspenden
la Constitución ni la legislación ordinaria, sino que emerge una legislación
extraordinaria, que es el producto de la cesión de ciertas atribuciones del
Congreso al poder ejecutivo (la delegación legislativa), para ampliar su esfera
de competencias.
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Las lógicas decisionistas y normativistas se oponen sin llegar a ser anta-
gónicas, pueden convivir en un mismo orden colectivo. Pero aquí no estaría-
mos delante del estado de excepción tal como fue formulado por Carl Schmitt.
Justamente, el decisionismo democrático es decisionista y normativista a la
vez. No supera esa oposición, coexiste con ella; es una forma de ejercicio del
poder no republicano. La discusión pasa por el modo en que se toman las deci-
siones. El decisionismo democrático genera un cambio en la base del poder,
cuya concepción integra en una implicación mutua al ejecutivo y al legislativo.
Como lo muestra el caso argentino, el Congreso, en un juego de forcejeos,
acompaña desde 1989 la ampliación de los poderes del ejecutivo mediante la
delegación de facultades, la reglamentación de los decretos de necesidad y
urgencia que incluye su aprobación ficta o tácita, las facultades permanentes
otorgadas al Jefe de Gabinete, y la aprobación año tras año de la ley de “emer-
gencia pública”, a partir de su sanción en 2002. Sin duda, el tema nos reenvía
a la relación entre derecho y poder, y al equilibrio o desequilibrio entre los dife-
rentes poderes del Estado.
Lo que atraviesa nuestras democracias es, en todo caso, una concepción
decisionista no schmittiana de la política. Ese decisionismo político puede ser
definido como el derecho de mandar concentrado y vertical que pretende esqui-
var los controles parlamentarios y judiciales y únicamente se siente obligado
frente al veredicto popular. La arbitrariedad del poder concentrado y vertical,
las insuficiencias del debate público, las conmociones político-institucionales
que interpelan al Estado democrático de derecho son el elocuente testimonio de
la vigencia del universo de la “excepcionalidad”, el dominio del imperio de la
excepción en tiempos de normalidad.
Si bien no puede existir un Estado independiente de reglas, hay que
reconocer que en nuestros países, el Estado es el verdadero constructor de la
política. El Estado es el dueño de la agenda pública, en la figura del poder
ejecutivo, no tanto en las organizaciones partidarias, y mucho menos en los
ciudadanos. Es la idea de la política del poder estatal, que ocupa un lugar
primordial en los asuntos comunes. No olvidemos que, en la época de Menem,
la reforma del Estado y la reforma económica se hizo desde la política del
poder estatal, a través de la delegación legislativa y los decretos. El decisio-
nismo político ha sido un medio recurrente en la gestión estatal que evoca la
disolución o la disminución de la deliberación, y define claramente el lugar de
la soberanía. Esto ha conducido a una filosofía decisionista del Estado.
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El renacido debate en torno al decisionismo político se explica, tal como
se indica en el libro, por el surgimiento de una época que puede ser caracteri-
zada por las transformaciones estructurales de la sociedad y la economía, la
crisis de la política y la reducción del poder del parlamento. En América
latina, el decisionismo político se acentúa, al menos, por la fuerza de dos
tradiciones: la presencia de sistemas hiperpresidencialistas y la generación de
líderes fuertes, “líderes neodecisonistas”, que en algunos casos han dado
origen a liderazgos de crisis que dominan la escena política. En general,
conforme a la experiencia histórica, los liderazgos enérgicos surgen o se
reafirman en las situaciones extraordinarias.
Este libro es una invitación a los estudiosos de la ciencia política a conti-
nuar un derrotero intelectual iniciado hace algunos años en América Latina, y
en especial en Argentina, sobre el decisionismo político, definido por los auto-
res, como una nueva estrategia de liderazgo político y como doctrina de poder.
El propósito ha sido intentar aportar un “nuevo discernimiento” para la
comprensión de los liderazgos neodecisionistas y para analizar las implicancias
de la decisión política en tiempos de crisis y normalidad. La excelente tarea
emprendida revela un esfuerzo de confrontación entre el modelo teórico adop-
tado y la realidad histórico-social de los países estudiados. Bienvenido este
libro y el mundo teórico-político al que nos reintroduce.
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PRÓLOGO
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han hecho posible este libro. Va mi reconocimiento entonces para Alberto
Baldioli, Florencia Incarnato, Hernán Fair, Robertino Spinetta y Victoria
Vaccaro.
Agradezco a Hugo Quiroga, Profesor de la Universidad Nacional de
Rosario, por su generosidad, los elogiosos comentarios de la obra como así
también la profundidad de las reflexiones vertidas en torno al decisionismo
democrático que contribuyen sin lugar a dudas a enriquecer esta obra colectiva.
Quiero agradecer una vez más a la Universidad de Buenos Aires, por el
aporte financiero para la publicación de esta obra.
Un especial agradecimiento para la editorial Homo Sapiens por haber
hecho realidad el sueño de esta publicación.
Nuevamente agradezco a Sonia, mi compañera de la vida, por su soporte
y apoyo espiritual.
Dejo, a partir de este momento, abierta la invitación al lector para iniciar
esta aventura intelectual de recorrer los sinuosos senderos de la investigación.
SANTIAGO C. LEIRAS
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INTRODUCCIÓN
SANTIAGO C. LEIRAS*
* UBA/UB.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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INTRODUCCIÓN
3. Hipótesis principal
4. Resultados previstos
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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INTRODUCCIÓN
6. Estructura capitular
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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INTRODUCCIÓN
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1
1. Introducción
* UBA.
** UBA/UB.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
6. Es interesante ver que la dictadura como institución tiene como precedente histórico al Visir
en el Egipto faraónico. El Faraón lo hacía su representante y señor de señores a su diestra,
tenía todo el poder público, en lo político y económico-social. No obstante, cabe la aclara-
ción de que al Visir lo elegía un solo hombre, considerado un dios, por ende, era elegido por
un autócrata, a diferencia del Dictador que era elegido por el Senado de Roma, los senado-
res representaban no sólo al pueblo de esa megalópolis, sino que también eran los descen-
dientes de las familias primigenias y fundadoras de Roma.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
El ejemplo de dictadura soberana más citado por Schmitt será “la del
proletariado”, impuesta por Lenin en los albores de la Revolución bolchevique
que derribará para siempre a la Rusia de los zares, la cual luego se transforma-
ría en el Estado Soviético. Esto dará la pauta de que, para el teórico alemán, la
dictadura soberana es sinónimo de algún modo de totalitarismo, escenario polí-
tico que no tolera ninguna oposición a sus designios, un Leviatán burocrático
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
7. Ejemplos de Regímenes Totalitarios serán entre otros: URSS, Tercer Reich (Alemania Nazi),
República Popular China, Kampuchea Democrática (Régimen de Terror de Pol Pot), y Cuba.
El problema latinoamericano ha sido que, en general, cada vez que se erigía un dictador, este
trataba de ser una opción política forzada el mayor tiempo posible, creándose así un nuevo
régimen político, dejando de ser entonces una pauta moderadora o dictadura comisaria
romana para convertirse en un plan político a mediano o largo plazo. De allí proviene la
notable confusión del concepto. No obstante, otros teóricos tienen diferente pensamiento al
respecto, el cual, presupone que de acuerdo a los cambios históricos de los países, cambia la
naturaleza del concepto, implicando diferentes significados a la palabra dictadura.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
Las escuelas socialistas caerían en asombro y estupor si, poniendo sus dogmas
en tela de juicio, nos viniese la idea de exigirles una respuesta categórica a esta
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
categórica pregunta: ¿De dónde sacáis que los hombres son solidarios entre sí,
hermanos, iguales y libres? Y, sin embargo, esta pregunta, que procede aún contra
el catolicismo, que está obligado a responder a todo lo que se le pregunta,
procede, sobre todo, contra la más racionalista de todas las escuelas. Esas fórmu-
las abstractas no han sido sacadas ciertamente de la Historia. Si la Historia viene
en apoyo de algún sistema filosófico, no es ciertamente en apoyo del que proclama
la solidaridad, la libertad, la igualdad y la fraternidad del género humano, sino
más bien de aquel articulado virilmente por Hobbes, según el cual la guerra
universal, incesante, simultánea, es el estado natural y primitivo del hombre
(Donoso Cortés, 2006).
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
Si bien Carl Schmitt propugnaba por una unión de varias naciones euro-
peas, la realidad marcaría que de acuerdo a su teoría del Gran Espacio los lazos
culturales, económicos, políticos y sociales derivarían en dicha unión, y con la
tolerancia del caso, no obstante la única duda que afloró por aquellos años
cincuenta fue que para él sería difícil ponerse de acuerdo en una sola Constitu-
ción europea, justamente porque sería renunciar a la autonomía de las unidades
políticas organizadas, quebrando de esa manera ciertos patrones conexos en la
estructura del orden internacional.
Reconsiderando el tríptico, éste cambiaría de la siguiente manera, de
acuerdo a la situación:
En caso de normalidad
Parlamento europeo Decisión política.
Cónclave de mandatarios Soberanía política.
Gran Espacio europeo Naciones-Cosmópolis Cultural-
Bien común.
En caso de emergencia
Liderazgo en cada país Decisión política.
Cónclave de líderes aliados Soberanía política Regional.
Gran Espacio europeo Naciones aliadas contra el
enemigo común.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Carl Schmitt logrará amalgamar las teorías de Jean Bodin, Hugo Grocio,
Samuel Pufendorf y Thomas Hobbes: partirá del análisis y creación de un dere-
cho internacional por parte de Grocio, luego con la acentuada indivisible sobe-
ranía estatal de Bodin, seguida por la crítica a la anarquía socio-política –corpo-
rizada por el Estado de Naturaleza– de Samuel Pufendorf para finalizar con los
factores determinantes del surgimiento del “Leviatán” de Hobbes.
Será precisamente Thomas Hobbes quien dará inicio a una teología polí-
tica moderna, que Schmitt tomará y ampliará creando sus conceptos. El gran
autor inglés aceptará dejar los asuntos religiosos en el ámbito individual y
privado: esta será la génesis del individualismo moderno que luego sería la
esencia del liberalismo. No obstante debemos aclarar que si bien Hobbes no
puede ser proclamado como prohombre del liberalismo y muy lejos estaba de
serlo, la idea de conciencia individual y privada en él debe ser entendida como
una formulación para alejar el caótico escenario de las anárquicas guerras reli-
giosas del suelo británico, tan nocivo que obligó a alguien conservador a
pensar en un cambio trascendental en el pensamiento teológico político
(Baldioli, 2003:3-4).
Schmitt, que apoya la separación de política y religión, pensará empero
que el liberalismo y la individualidad política atomizan a la sociedad, produ-
ciendo una ruptura del compromiso del ciudadano con lo político –falta de
eticidad ciudadana–. Al igual que Hobbes, tiene la firme convicción en cuanto
a la centralidad del poder, sobre todo como resultado de la circunstancia histó-
rica que le tocó vivir –La primera guerra mundial primero, una República de
Weimar en cuasi continuo Estado de Excepción a posteriori–. De manera tal
que no puede sorprender encontrar en el autor germano una recuperación del
pensamiento de Hobbes:
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
sino la autoridad o soberanía de una última decisión que viene dada con el
mandato (Schmitt, 1996: 27).
Es que el pensamiento político schmittiano tiene que ver con la idea pesi-
mista sobre las apetencias personales de los “políticos profesionales”, miem-
bros de la pléyade de partidos políticos que competían por las bancas y luego
medían sus fuerzas en el Reichstag, a los cuales veía como diletantes y mani-
fiestamente corruptores de la moral estatal9 y de la ética política. Será este el
momento en que hará una encendida defensa de la decisión de la soberanía
estatal por encima de los intereses particulares. La idea era salvar a la Nación
como última razón de estado, y si para ello había que suspender temporaria-
mente las garantías constitucionales, ello era lícito para evitar un escenario
peor, la anarquía absoluta o sea la destrucción de la unidad política organizada
y por ende del propio pueblo alemán.
Las ideas decisionistas logran funcionar con diferentes variantes políticas
en el firmamento mundial de entreguerras, sobre todo por las tremendas crisis
económicas, pero no debemos confundir el término conceptual, puede haber
decisionismo tanto en democracia como en regímenes autoritarios, totalitarios,
9. La moral estatal no debe ser confundida con relación a algo religioso, sino que debe ser
entendida como el deber último de todo magistrado de velar por la supervivencia del Estado,
independientemente de los medios que utilice para lograr su cometido.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
5. Schmitt y Freund
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
Mando-Obediencia Líder-Dirigidos.
Privado-Público Sociedad-Estado.
Amigo-Enemigo Facultad única del Estado.
10. Entendiéndose a esta como un pueblo unido en pos de una cultura y respetuosa del Estado.
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
6. Decisionismo y neodecisionismo
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
de una lógica eficientista para conjurar una crisis que, por otra parte, era invo-
cada como la única alternativa posible a las políticas neoliberales.
Frente a esa lógica, los procesos deliberativos y órganos de control hori-
zontal se mostraban como ineficaces y perversos. De ahí que la legitimación
democrática podía ser considerada como contradictoria con la legitimación
eficientista del mercado. Pero aun así, el descontento frente a la ineficiencia y
obsolescencia del aparato estatal operó como una masa crítica de aquiescencia
social y, en última instancia, de legitimación para formas de ejecutivismo deci-
sionista ensayadas y practicadas desde las presidencias.
Existió, en efecto, una demanda de decisión eficaz antes que una imposi-
ción de la misma. Sobre tal demanda, incluso exacerbándola, trabajó el argu-
mento decisionista. Lo hizo, conjugando la metáfora social del mercado propia
del liberalismo utilitarista, con la teoría elitista de la democracia sostenida por el
neoconservadorismo, y sobreimprimiendo ambas al imaginario político clásico
del populismo (Bosoer y Leiras, 1999, 2001; Leiras 2008a, 2008b).
Se entendía a la democracia como marco de competencia entre gestores
de lo público que permite seleccionar elites eficientes. Y contrariamente a otra
vertiente del pensamiento liberal, centrada en torno a ideas como democracia
directa, participación popular, representación política y ciudadanía activa, se
consideró que la democracia “como representación de voluntades” resultaba un
despropósito y hasta un peligro.
Asimismo, se defendió la desvinculación entre representantes y represen-
tados como un modo de reducir las inevitables discrepancias de la democracia
directa (Medici, 1998). En la tradición elitista éste era el argumento republi-
cano de la representación política, en el sentido en que el parlamento reduce y
homogeneiza las alternativas, sea porque los parlamentarios son pocos y más
afines socialmente o porque conforman un cuerpo calificado para resolver
racionalmente y arribar a juicios compartidos, alejados de “los rumores de la
plebe”. La democracia sólo funcionaba en esta perspectiva, si se garantizaba
que los parlamentarios en sus decisiones fueran independientes de todo control
y compromiso específico con los votantes. Una vez elegidos, tomaban sus
decisiones según su parecer.
De este modo, para la argumentación elitista, en la que convergieron
las posiciones neoliberales y neoconservadoras, la democracia funcionaría
mejor en la medida en que se limitaran los problemas de agregación de inte-
reses y demandas, estrechando las opciones abiertas y manteniendo así la
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
poder y las amenazas a la vida cotidiana de las personas y sus bienes (Dubiel,
1993; Ovejero Lucas, 1997; Piccone, 1996; Taguieff, 1996).
Se trató entonces de una doble tarea: reconstituir o defender un núcleo
constitutivo del orden político –la decisión soberana en tiempos excepciona-
les–, y garantizar una determinada racionalidad en el funcionamiento de la
sociedad sustentada en la lógica del mercado.
Los procesos hiperinflacionarios de Argentina en 1989 y Brasil a comien-
zos de la década de 1990, y la guerra interna en Perú hacia fines de la década de
1980 fueron tres ejemplos claros de condiciones propiciatorias para la emergen-
cia de alguna especie de liderazgo “piloto de tormentas” con reminiscencias
mesiánicas, con capacidad para el cumplimiento de esa doble tarea.
Dicho de otro modo: nos encontramos con regímenes democráticos
emergentes con sociedades civiles débiles o incipientes y estados jaqueados
por fuerzas centrífugas y presiones centrípetas que derivaron en el mejor de
los casos, en democracias que no podían ni pueden resolver la ecuación legi-
timidad-gobernabilidad. O tomaban por el camino de la gobernabilidad, en
detrimento de su legitimidad, y hacían descansar ésta última sobre las aptitu-
des de un liderazgo plebiscitario o a la inversa, mantenían su legitimidad de
origen y ejercicio a costa de un debilitamiento y pérdida de su capacidad de
gobierno.
El decisionismo presidencialista como teoría del poder y las distintas
variantes de neoconservadurismo populista de mercado como contenido ideo-
lógico (Pinto, 1996) se presentaron en 1990 como una cabal expresión y al
mismo tiempo como un intento de respuesta a dicho dilema.
El líder neodecisionista en funciones presidenciales tratará de dividir y
cooptar a la oposición política y a la sociedad, dominar al Poder Legislativo, y
tener un Poder Judicial adicto o en su defecto neutralizarlo; con todo esto, el
presidente tendrá un poder omnímodo y monolítico que lo acercará a la suma
del poder público.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
será la más frecuente en nuestra región debido a que resulta difícil obtener
mayorías absolutas –o aún incluso en el caso de disponer de ellas–, en conse-
cuencia, para lograr la gobernabilidad, se recurre a imponer “un estado de
excepción”, lo que garantizará en el corto plazo más poder al presidente, y por
ende, al partido gobernante.
Gobernar en un contexto de excepcionalidad política garantiza un hori-
zonte de previsibilidad pocas veces visto antes en democracia, en el marco de lo
que el autor brasileño Bolívar Lamounier definirá como “regímenes mixtos”,
resultado de la combinación de instituciones y prácticas de carácter autoritario
juntamente con aquellas de sesgo democrático, por ser el mandatario elegido en
forma directa o indirecta –a través de cuerpos de carácter colegiado– por su
pueblo.
En América Latina, continente en el cual convivieron regímenes milita-
ristas-caudillistas, autoritarismos, democracias restringidas y poliarquías desde
las guerras por la Independencia hasta nuestros días, el decisionismo schmit-
tiano es un modelo que centralmente puede ser tomado como una herramienta
heurística de análisis político, para comprender los cambios de regímenes polí-
ticos dentro del sistema, como así también para lograr comparar y dilucidar las
características gubernamentales, desde la acción política, donde el ejecuti-
vismo es la forma de gobierno más utilizada en la región, debido principal-
mente a cierto hiperpresidencialismo existente e inveteradamente aceptado por
los pueblos.
Entonces, si se debería pensar que el decisionismo no es solo una forma
de gobierno autoritaria, sino que tendría una legalidad persistente y en el caso
de una poliarquía, la legitimidad democrática del voto popular, y que serviría
para la protección del sistema en caso de emergencia, el problema subyace en
dar respuesta a los siguientes interrogantes:
¿Cuándo efectivamente existe una situación de emergencia y cuándo el
presidente debe asumir poderes extraordinarios? ¿Se podría crear una forma de
gobierno ejecutivista independientemente de si existen o no razones que la
respalden?
¿El decisionismo y su vertiente más moderna el neodecisionismo son
asumidos por los presidentes latinoamericanos como una estrategia en contexto
de “tiempos difíciles” o como un estilo de gobernar?
Si se trata de una estrategia en contexto de “tiempos difíciles” (Torre,
1994), el decretismo ejecutivista y no el decisionismo nos permitiría dar cuenta
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
14. Constituye una excepción a la regla el Decreto 1096/85 que dio origen al Plan Austral, el
cual constituye un ejemplo representativo de la utilización del factor sorpresa para el lanza-
miento del programa de estabilización económica en el año 1985. Podemos mencionar tres
decretos que representan la categoría de último recurso: el 1696/84 de normalización de la
vida sindical, el 632/87 decretado la emergencia agropecuaria y el l 411/87.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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DEMOCRACIA, ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DECISIONISMO POLÍTICO: CONSIDERACIONES Y CONCEPTOS
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2
1. Introducción
* Los autores agradecen los comentarios de Hernán Fair, no siendo el mismo responsable por
los eventuales errores u omisiones de los autores.
** UBA.
*** UBA/UB.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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ARGENTINA EN LA DÉCADA DE LA DECISIÓN POLÍTICA
16. Considerando desde el establecimiento del sufragio universal secreto y obligatorio con la
Ley Sáenz Peña de 1912, el traspaso del poder de un partido a otro y de un líder político a
su adversario principal ocurrido en 1989 es en realidad el primero de la historia de la demo-
cracia moderna en la Argentina. Ambos radicales, Marcelo T. de Alvear sucede a Hipólito
Irigoyen en 1922 e Irigoyen a Alvear en 1928. Juan D. Perón se sucede a sí mismo en 1952
y la última experiencia de recambios presidenciales bajo el imperio de la constitución se
daría con Cámpora-Lastiri-Perón-Isabel Perón bajo el tercer gobierno justicialista entre
1973 y 1976.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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ARGENTINA EN LA DÉCADA DE LA DECISIÓN POLÍTICA
17. El concepto decisionismo está basado en los desarrollos teóricos del polémico autor alemán
Carl Schmitt, remitimos al lector al Capítulo I de la presente publicación.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
La transformación del Estado que se está llevando a cabo exige que la Cons-
titución no sea ajena a esos cambios que conllevan la reforma del derecho. (...)
La realidad denuncia que la Constitución está sitiada. El Estado ha cambiado y
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ARGENTINA EN LA DÉCADA DE LA DECISIÓN POLÍTICA
Hay que entender que hay un tiempo para todo y la alternativa de hoy es:
reelección aquí y ahora. Además, si el pueblo quiere más de lo mismo, ¿quién
tiene el derecho a decirle que no? Estamos ante un problema democrático y hay
que resolverlo: el pueblo y la transformación necesitan del mismo estratega y el
mismo conductor y no se puede porque la ley no lo permite...”
Yo creo que hasta que se termine este cambio Menem es imprescindible. La
certeza, la convicción y la irrenunciabilidad que le impuso Menem a la trans-
formación obliga responsablemente a conservar al mismo director de obra
hasta que el edificio esté terminado (...). De todos modos, cualquiera que fuera
la última redacción constitucional, la reelección, la reducción y la elección
directa son signos inequívocos de la agilizada renovación electoral para permi-
tir la dinámica de la república (Dromi, 1994).
Hacia comienzos del año 1994, cinco factores habían hecho de la institu-
ción presidencial Argentina una instancia gubernamental muy poderosa: (1)
una amplia y extendida disciplina partidaria en el ámbito legislativo, (2) el
fortalecimiento de la posición del gobierno federal vis-a-vis a los Estados
provinciales, (3) la utilización del veto parcial y total en forma recurrente, (4)
la utilización de los decretos de necesidad y urgencia por parte del presidente
Carlos Menem y (5) la cooptación del Poder Judicial (Jones, 1997).
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
18. Sumado a todo ello, la amenaza presidencial, fortalecido el Justicialismo tras el triunfo en las
elecciones legislativas de 1993, de someter a plebiscito una reforma constitucional. Cabe
destacar además que el Senado había declarado ya la necesidad del tratamiento de una modi-
ficación de la Constitución Nacional, aceptando el requisito de los dos tercios de los miem-
bros presentes a partir de la interpretación de artículo 30 de dicha Constitución Nacional.
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ARGENTINA EN LA DÉCADA DE LA DECISIÓN POLÍTICA
Resultado de ello fue que durante el gobierno del Dr. Carlos Menem se
dictaron más decretos de necesidad y urgencia que a lo largo de toda la histo-
ria constitucional Argentina: entre Julio de 1989 y Agosto de 1998 el ex-presi-
dente firmó 472 decretos de necesidad y urgencia, correspondiendo 336 de los
mismos a la primera etapa presidencial, entre Julio de 1989 y Julio de 1995
(Ferreira Rubio y Goretti, 1996).
Asimismo, la utilización de atribuciones legislativas por parte del Poder
Ejecutivo quedó puesta de manifiesto en la utilización del veto presidencial: mien-
tras que durante el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín fueron 49 las iniciativas legis-
lativas objeto de la utilización del veto por parte del ejecutivo, durante el primer
período presidencial del Dr. Carlos Menem fueron 109 las iniciativas vetadas.
Sobre un total de 49 proyectos del poder legislativo vetados durante la
presidencia de Alfonsín, el 60% correspondió a iniciativas de los partidos de
oposición, un 22% a aquellas del partido de gobierno y un 18% a iniciativas
conjuntas. Sobre el total de 109 iniciativas, correspondientes a la primera etapa
de Carlos Menem, un 35% tuvo como objetivo a aquellas propuestas iniciadas
desde el propio partido de la oposición, un 31% a aquellas con origen en el
partido de gobierno y el 34% restante a proyectos conjuntos.
En el caso del ex presidente Alfonsín, este utilizó el recurso del veto
como un mecanismo de control a las iniciativas de la oposición mientras que
la utilización del veto por parte del ex presidente Menem se dirigió a controlar
las iniciativas del congreso en general, y de su propio partido en particular
(Mustapic, 2000; Tommassi y Spiller, 2000).
En este marco de concentración creciente de la autoridad presidencial, se
inscribió también la incorporación de la cláusula de reelección presidencial
(Artículo 90), que dio lugar a la reelección de Carlos Menem en las elecciones
presidenciales del 14 de Mayo de 1995. La fortuna acompañó al ex presidente
Menem, pero la misma se vio reforzada por su “virtú”.
Durante su primera presidencia, Carlos Menem llegará a su cenit de
gloria, al poder unir bajo su figura a los representantes ortodoxos y renovadores
del justicialismo, y sumar a sectores históricamente antiperonistas y los más
reacios durante décadas a su proyecto; tal vez su éxito mayor fue transformar en
populares a los segmentos más conservadores de la sociedad argentina.
En sus discursos reflejaba sus convicciones, las cuales se asemejaban al
“tríptico schmittiano” descripto en su oportunidad: su llamado a la Nación, la fe, el
factor soberano de su decisión política, la exaltación de los valores tradicionales,
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modelo keynesiano, quiso reeditar un plan económico de los años del gobierno
de Arturo Illia, no pudiendo comprender el momento crucial que se vivía a
principios de los años 80, en medio de la crisis del Estado de bienestar y la
globalización económica en ciernes19.
Dentro de esta misma lógica, en el plano social, Raúl Alfonsín trató de
ser un líder tradicional, aportando desde el Estado en principio toda la ayuda
posible para una Nación en crisis, de allí se entiende el desarrollo de políticas
como el Plan Alimentario Nacional (PAN), o el establecimiento de mecanis-
mos de resarcimiento a los empleados públicos despedidos por el Proceso de
Reorganización Nacional.
En el plano político, el contundente triunfo de la Unión Cívica Radical
en las elecciones presidenciales de 1983 y la crisis interna que en ese entonces
vivía el justicialismo fortalecieron ciertas “fantasías priistas” en el alfonsi-
nismo, que se procuraron plasmar mediante la estrategia de seducción y atrac-
ción de sectores peronistas disidentes con cargos intermedios y menores, y de
esa manera sentar las bases del denominado “tercer movimiento histórico”. En
el marco de esta estrategia fue fundamental el apoyo, tanto económico como
político, brindado a figuras como el Dr. Carlos Saúl Menem, en ese entonces
gobernador de la provincia de La Rioja, y que ayudó al mismo para instalar su
figura en la escena política nacional, para luego liderar una parte de la renova-
ción del PJ y lograr atraer a los sectores sindicales más duros permitiéndole
ganar la interna de su partido y obtener la candidatura presidencial para las
elecciones presidenciales de 1989.
Con la “ayuda” inigualable que le prestaría a Menem, Raúl Alfonsín
fomentó la creación de un rival insuperable y ambicioso, dotado de una astu-
cia pocas veces vista en el país desde los tiempos de Julio Argentino Roca, que
luego se transformará en el presidente argentino que más tiempo ininterrumpi-
damente dirigirá los destinos del país en su historia institucional-constitucio-
nal-democrática –diez años y medio de mandato–.
La diferencia entre el liderazgo político de Menem y el de su predecesor
estaría centrada especialmente en la escenificación del uso de la decisión polí-
tica primaria ante cada uno de los problemas con los que se enfrentó durante sus
mandatos y la exhibición de una seguridad monolítica en sus decisiones como
19. También el gobierno de Raúl Alfonsín contó en aquel entonces con el asesoramiento del
economista de la CEPAL, Raúl Prebisch.
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Uno de los rasgos más llamativos del uso de los medios de comunicación
para la legitimación de sus políticas de gobierno, por parte de Carlos Menem,
fue la transmisión de una imagen de “efectividad del líder” construida sobre la
base de la función demostrativa de “hechos consumados” y no de argumentos
políticos que contuvieran promesas a futuro.
Las decisiones del presidente tendieron a imponerse como hechos inevitables
e irreversibles entre otros recursos políticos, a través de decretos de necesidad y
urgencia que le permitían prescindir en buena medida del congreso y del partido en
situaciones de conflicto político. Una vez consumadas sus decisiones, se buscaba
consentimiento ex post a través de los medios. Los resultados supuestamente indis-
cutibles de dichas decisiones eran invocados como justificación de la reincidencia
en este estilo decisorio. De esta manera, se construyó el prestigio de un líder que se
definía a sí mismo como un gran innovador, un “intuitivo” que hacía un culto de la
“acción por sorpresa” y del manejo del secreto para la toma de decisiones.
Ante la situación escabrosa, que se había convertido en un ejemplo
contemporáneo del “Estado de Naturaleza hobbesiano”, al cual solo le faltaba
la guerra civil, pero en el que reinaba en ciertos lugares de la república ciertos
visos de anarquía, “emergió” la figura de Menem como un líder nato para este
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medios a emplear. Es justamente aquí donde se ven ciertas actitudes del patri-
monialismo tradicional, que se corroboran en el personalismo monolítico de su
mandato constitucional y llevaron a la desinstitucionalización del Estado en su
conjunto.
El patrimonialismo, “hijo natural del caudillismo”, profesado en sus
decisiones por el ex presidente, estaría entremezclado con el paradigma neoli-
beral de la década, que lo llevaría a la implementación de la convertibilidad
de la mano de Domingo Cavallo y luego a la encrucijada de despedir al
“superministro de economía” que lo había programado al ganar la reelección
presidencial en 1995, en el marco de una no declarada disputa por la sucesión
presidencial que había comenzado en las horas subsiguientes a la elección del
14 de mayo de aquel año.
En sus últimos años seguirá reclamando poder para solucionar los
problemas del país, como siempre invocará la emergencia para seguir gober-
nando a través de decretos, y logrará marcar el ritmo en el Poder Legislativo
con incentivos selectivos hacia las localidades de los representantes a través de
la distribución de ATN (Adelantos del Tesoro Nacional), que su gabinete mane-
jaba bajo su autorización.
Con el despliegue de este estilo y la utilización de diferentes recursos
institucionales y extrainstitucionales disponibles, el decisionismo menemista
en Argentina se demostró “funcional” y “exitoso” para resolver una crisis de
gobernabilidad y cerrar las brechas entre gobierno del Estado, gobierno de las
leyes y contratos básicos de la estructura social y económica.
Pero a la vez, contenía en su núcleo las razones de su propia limitación,
su incapacidad de institucionalizarse, lo que afectó a la propia calidad institu-
cional de la democracia Argentina al descansar en última instancia en la figura
del líder plebiscitario como fuente principal de la decisión efectiva y garantía
de la estabilidad política y económica. Encontraba de este modo en los confi-
nes de su energía política, una y otra vez, las circunstancias en las cuales se
produjo su ascenso. Es más, precisaba recrearlas para mantener su base de
sustentación argumental. En términos hobbesianos, fuera de este principio
“acecha” permanentemente el estado de naturaleza.
Este escenario, lejos del de una normalización del sistema político argen-
tino, con una alternancia posible entre fuerzas o coaliciones en condiciones de
llevar adelante una agenda de consensos y disensos, sería el del peligro de la
ingobernabilidad y la ilegitimidad a partir del momento en que Carlos Menem
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21. Tal ha sido el caso de Ginés González García como ministro de Salud y Ambiente o el caso
de Aníbal Fernández, quien pasó a ocupar la cartera de Interior, luego de haber sido Secre-
tario General de la Presidencia durante la gestión de Eduardo Duhalde. También merece ser
mencionado el caso de José Pampuro, hombre de la más “íntima confianza” del ex presi-
dente, designado en la cartera de Defensa.
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24. Merecen ser examinadas con cuidado las visiones más optimistas sobre el papel del parla-
mento en el momento más crítico de la Argentina reciente, como en el caso de (Bosoer: 2003).
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7. Conclusiones
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8. Reflexión final
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conflicto entre los Estados parte. Se ha llegado a afirmar que los procesos de
integración en el marco del MERCOSUR darían cuenta de un tipo de un tipo
extremo de intergubermentalismo, denominado ínter presidencialismo
(Malamud, 2003).
Es sumamente ilustrativa al respecto una frase atribuida años después de
la puesta en marcha del proceso de integración al ex-presidente del Brasil
Fernando Henrique Cardoso con relación a las características que adquiere el
proceso de decisión política en la región:
Se sostiene que los encuentros cada vez más frecuentes entre jefes de
Estado y de gobierno se han visto estimulados por varios factores. El más
destacable es la facilidad de los desplazamientos resultante de las profundas
transformaciones observadas en las últimas décadas en el transporte aéreo.
Otro factor importante es la percepción que muchas veces tal diplomacia presi-
dencial multi-espacial genera prestigio interno e internacional para el respec-
tivo presidente. Incluso se observa una tendencia a una competencia implícita
entre los presidentes en términos de colocar la diplomacia multilateral en
función de sus respectivas políticas de prestigio. Muchas veces se la vincula
con el esfuerzo que un gobierno efectúa por ampliar las posibilidades de mejo-
rar el perfil exportador de su país o por lograr atraer inversiones productivas de
diferentes orígenes.
La diplomacia presidencial multilateral de los países sudamericanos es
parte de un nuevo mundo de redes cruzadas multi-espaciales que enhebran los
gobiernos en función de la estrategia de inserción internacional de sus respec-
tivos países.
En particular, la multiplicidad de espacios de proyección externa es una
característica creciente de la inserción económica internacional de los países
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3
HERNÁN FAIR**
1. Introducción
Durante largas décadas Perú vivió una trágica historia signada por Golpes
de Estado, gobiernos pseudo-democráticos y democracias blandas caracteriza-
dos por un sistema político débilmente estructurado. Este régimen político
imposibilitó conformar un sistema de partidos que funcionara de manera cohe-
rente e integral. A partir de la década del 70, y sobre todo desde comienzos de
los años 80, con el retorno del régimen democrático, este problema de orden
político-institucional se vio agravado. Se asistió, a partir de allí, a un proceso de
creciente desafección hacia los partidos políticos tradicionales que seguiría su
marcha ascendente en el tiempo. Al mismo tiempo, emergieron nuevos proble-
mas irresueltos que acompañarían a la joven democracia renacida en 1980. Por
un lado, comenzó a hacerse presente con especial intensidad la violencia polí-
tica de los grupos subversivos, que colocaron en jaque a la propia soberanía
estatal entendida, al estilo schmittiano, como la capacidad de garantizar un prin-
cipio de orden público en contextos de caos social e ingobernabilidad a partir de
la toma de decisiones por parte de la autoridad soberana (Schmitt, 1985b). Por
el otro, desde mediados de los años 80, con la llegada al poder de Alan García
* Agradezco a Santiago C. Leiras y a Alberto Baldioli por los comentarios y sugerencias reali-
zadas a versiones previas de este trabajo.
** CONICET/UBA.
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26. Esta prohibición se remonta a las constituciones de la década de 1820 y solo fue suspendida
en 1920, durante el gobierno de Augusto Leguía. Cabe destacar, de todos modos, que en Perú
los presidentes pueden ser electos nuevamente tras un mandato fuera del cargo.
27. Mientras que el primero fue electo con el 45,2% de los votos frente a 27,4% del candidato
del APRA, el segundo lo hizo con el 45,74% de los votos, seguido de la Izquierda Unida,
que cosechó el 21,26% y Convergencia Democrática, que obtuvo el 10,23% (datos oficiales
extraídos de la página electrónica de la Universidad de Georgetown).
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LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL DISCURSO NEODECISIONISTA DE FUJIMORI EN PERÚ (1990-1995)
social heredados del régimen anterior. En primer lugar, debió hacer frente al
problema de la deuda externa, que amenazaba con socavar las finanzas públi-
cas. En ese contexto, intentó aplicar un programa de reformas de mercado,
prometiendo generar un millón de puestos de trabajo, aunque sus resultados
fueron más bien adversos. En efecto, Beláunde intentó mantenerse como un
“árbitro” neutral a los intereses de los grandes partidos tradicionales. En ese
contexto, se negó a profundizar en la aplicación del ajuste ortodoxo, lo que le
valió la crítica del empresariado nacional e internacional. En 1983, el inicio de
una profunda crisis macroeconómica que, junto al desastre social causado por
la corriente de "El Niño", terminó reduciendo el PBI en un 14%, acabaría por
generar un descontento general en el conjunto de la población (Cotler,
1993:40). Al mismo tiempo, el Presidente debió enfrentarse al inicio y desarro-
llo de un período de violencia política generado por los grupos guerrilleros de
Sendero Luminoso (SL) y, a partir de 1984, del Movimiento Revolucionario
Tupac Amarú (MRTA). Impedido de solucionar el problema de la “subver-
sión”, a lo que se agregaría el delicado tema del narcotráfico, hacia comienzos
de 1985 la situación del Gobierno se asemejaba a una catástrofe nacional.
El 14 de abril de 1985, con una derecha en crisis debido a la imposibilidad
de solucionar los graves problemas de orden político y económico y una izquierda
dividida en diversas fracciones internas caracterizadas por su sectarismo, accedió
al poder por primera vez en 55 años de lucha un Aprista: Alan García. Una vez en
el poder, el dirigente aprista se atuvo a enfrentar los graves problemas económico-
sociales y político-militares heredados de la anterior gestión. En relación al
primero de ellos, resolvió llevar a cabo una política heterodoxa de matriz neokey-
nesiana que buscaba incentivar la demanda agregada para incrementar el consumo
y potenciar el desarrollo del mercado interno. En ese contexto, que buscaba conti-
nuar con la tradicional política a favor de la redistribución de ingresos de su
partido, declaró en 1985 una moratoria de la deuda externa por un año y empleó
esos recursos para reactivar la situación socioeconómica a partir de la incorpora-
ción de subsidios orientados a la sustitución de importaciones. Dos años después,
en julio de 1987, intentó nacionalizar 10 bancos comerciales. En cuanto al tema
político-militar, decidió aplicar una política de firme respeto a los derechos huma-
nos. En ese contexto, evitó utilizar la violencia estatal para contrarrestar la violen-
cia política de los grupos guerrilleros.
No obstante, hacia 1988 ambos campos generaban resultados adversos.
Por un lado, el intento de estatización de depósitos del año anterior le había
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28. Así, en 1986, un año después de la restricción del pago de los servicios de la deuda externa
a los organismos multilaterales, Perú es declarado un país inelegible para recibir nuevos
préstamos por parte del FMI, situación que se mantendría por tres años.
29. Según datos oficiales extraídos del Ministerio de Economía y Finanzas de Perú (MEF), en
el área de Lima Metropolitana los valores anuales de inflación para el período 1985-1990
fueron los siguientes: 1985: 158,3%, 1986: 62,9%, 1987: 114,5%, 1988: 1722,3%, 1989:
2.775,3% y 1990: 7.649,6%.
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30. Fujimori había intentado infructuosamente ser candidato a Senador por el partido Izquierda
Unida (IU) en la lista del dirigente Alfonso Barrantes. Al no lograr el apoyo partidario,
renunció para formar el nuevo partido.
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31. Cabe mencionar, de todos modos, que Acción Popular, uno de los ejes de la candidatura de
Vargas Llosa, tuvo una actitud ambigua hacia el líder, lo que incluso llevó al escritor a
amenazar con renunciar a su candidatura si no obtenía cierta disciplina partidaria.
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32. En junio de 1989, las encuestas señalaban que un 34,4% de la población no votaría por ningún
candidato para Presidente, superando ampliamente, e incluso casi duplicando, a la segunda
respuesta que era el candidato de izquierda Barrantes. Además, un 17,7% no respondía. Por
otra parte, las encuestas para las elecciones de alcalde de ese año mostraban el posible triunfo,
con un porcentaje cercano al 45% de los votos, del candidato independiente Ricardo Belmont
Casinelli, un “outsider” de los partidos tradicionales que no tenía un programa económico, tal
como reconocía, y que sólo prometía, como la denominación de su partido, “Obras”.
33. Poco antes de las elecciones de 1990 el partido Izquierda Unida (IU) debió afrontar una esci-
sión de un sector moderado liderado por Alfonso Barrantes, alcalde de Lima, que pasó a
formar su propio partido, Izquierda Socialista. En ese contexto, escindida en 6 fracciones, la
izquierda, firme candidata hasta entonces para suceder al APRA en el Gobierno, perdió gran
parte de su fuerza política.
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4. El neodecisionismo fujimorista
34. Se ha señalado además, desde un enfoque institucional, que el sistema electoral de doble
vuelta que caracteriza a Perú ayudó también al éxito de Fujimori, al polarizar al país.
35. Hubo, además, un 7,8% de votos nulos y un 1,7% de sufragios en blanco (datos oficiales
extraídos de la página electrónica de la Universidad de Georgetown).
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36. El partido aprista, por ejemplo, tenía como una de sus principales consignas “sólo el APRA
salvará a Perú”.
37. Desde las primeras constituciones de la década de 1820, el sistema de elección presidencial
peruano era indirecto por un mandato de cuatro años y sin posibilidad de reelección inme-
diata (se debía esperar un mandato fuera del cargo). A partir de la Reforma Constitucional
de 1933, se estipuló la elección directa del Presidente por un período de cinco años, luego
ampliado a seis años en 1939. Finalmente, en la Reforma de 1979 se redujo nuevamente el
mandato a cinco años y se incluyó el voto universal a los analfabetos y jóvenes de entre 18
y 20 años. Además, se estableció el sistema de segunda vuelta o ballotage.
38. De todos modos, para contrabalancear el excesivo poder presidencial, se amplió el proceso
de descentralización política hacia los gobiernos regionales iniciado en 1963, lo que permi-
tió, bajo el gobierno de Belaúnde, la realización de elecciones municipales directas cada tres
años y, hacia 1991, la presencia de un sistema federal.
39. El artículo indicaba que “el Congreso puede delegar en el poder Ejecutivo la autoridad para
legislar, mediante decretos ley, sobre los asuntos y durante el período que especifique la ley
autorizadora”.
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Nos toca afrontar la crisis más profunda que ha vivido el país en toda su
historia republicana: una economía entrampada en una hiperinflación y una
depresión, una sociedad escindida por la violencia, la corrupción, terrorismo y
el narcotráfico. En una palabra, casi una economía de guerra (Discurso del 28
de julio de 1990).
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se perfilaba como un hombre común, “un presidente como tú”, como dirá en
su discurso de asunción40 que, de acuerdo a su imagen de japonés trabajador y
honesto, prometía “restaurar en el país la honestidad en el manejo de la cosa
pública” (Discurso del 28 de julio de 1990).
Al mismo tiempo, vimos también que Fujimori había heredado una histo-
ria signada por el enfrentamiento sectario y la hostilidad entre los distintos
partidos políticos. En ese contexto, que lo asemejaba a otros países de la región
(Portantiero, 1993), cada uno de los partidos tradicionales, incluyendo a la
izquierda, se situaba como un movimiento nacional excluyente y cerrado, lo
que impedía constituir un marco de negociación y articulación político institu-
cional democrático y pluralista (Bueno León, 1992: 29; Cotler, 1993: 38-39).
En consonancia con el orden comunitario perdido que se buscaba ahora
reestablecer, el liderazgo neodecisionista de Fujimori intentaba un tipo de
discurso de unidad nacional que buscaba concluir con aquellos viejos enfren-
tamientos sociales del pueblo peruano, garantizando un principio de orden
soberano:
40. Como expresará en aquel discurso: “Por el Dios que cree la mayoría de mujeres y hombres
de este país, yo juro trabajar por sacarlo del estado en que se encuentra y conducirlo por
destinos superiores. Pero no quiero la soledad del gobernante que puede sentirse Mesías,
quiero la compañía poderosa de mi pueblo, su cercanía, pues sólo ella me recordará que soy
un peruano más que tiene, como único privilegio, su responsabilidad de gobernante”.
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No puedo dejar de mencionar la crisis del Poder Judicial que tanto afecta la
administración de justicia, desde hace muchas décadas. Es muy doloroso repe-
tir aquí lo que el pueblo piensa de nuestro Poder Judicial y del mal llamado
Palacio de Justicia. El pueblo lo llama simplemente Palacio de la injusticia.
Esto ciertamente no alcanza a los magistrados probos, que hay. Los procesos
judiciales no sólo son lentos y engorrosos, sino que muchos están viciados por
la manifiesta deshonestidad (Discurso del 28 de julio de 1990).
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41. El resto de las disposiciones de bancas dio como resultado 20 escaños en el Senado para el
FREDEMO, 16 para APRA y 9 para el conjunto de la izquierda (Izquierda Unida más
Izquierda Socialista), y 62, 53 y 20 escaños para los respectivos partidos en la Cámara de
Diputados.
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decretos/leyes, casi la misma cantidad que el total promulgado por Alan García
en tres años (McClintock, 1997: 320), que limitaban la libertad de prensa, decla-
raban el estado de emergencia en el 80% del territorio nacional y extendían el
poder militar en áreas críticas, tales como el libre acceso a las universidades, el
ocultamiento de la identidad durante el servicio y la transferencia de causas sobre
derechos humanos del fuero civil al militar (García Montero, 2001: 69).
Estas medidas, que en muchos casos se aplicaron en asuntos que no
permitían constitucionalmente legislar (McClintock, 1997: 320), contaron con
la oposición del Consejo de Ministros que formó el propio Presidente, que
intentó limitar los decretos. En ese contexto, en una sesión realizada en enero
de 1992, el Parlamento modificó o rechazó 28 de esos 126 decretos leyes, entre
ellos, uno referido a la necesidad de excluir del proceso de privatización de las
empresas públicas a las empresas estatales del sector minero y sobre todo, los
intentos del Poder Ejecutivo de ampliar el campo de acción del Poder Ejecu-
tivo y del sector militar en pos de la defensa de la “seguridad nacional” en áreas
privadas que atentaban contra las libertades civiles y los derechos humanos
(McClintock, 1997: 320)42. Fue precisamente este conflicto interpartidario lo
que llevó a que Fujimori, con el respaldo del Ejército, aplicara lo que sería,
como luego veremos, su carta maestra: el “autogolpe”.
42. Los decretos firmados por el Presidente obligaban a toda persona a entregar sus bienes a peti-
ción de las Fuerzas Armadas bajo presión de enfrentarse a la acusación de “traición”, prohibían
el suministro de cualquier información que el Gobierno juzgara como secreta con la amenaza
de prisión y exigía a todos los organismos públicos y privados que suministraran a los servicios
nacionales de inteligencia cualquier información o documento que estos solicitasen.
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Este partido, fundado en 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre, repre-
sentaba el primer partido político reformista y de masas peruano. Conformado
a partir de una alianza de las masas populares con los sectores industriales y
sindicales emergentes del proceso de urbanización, cosechaba el odio clasista
y racista de los sectores oligárquicos herederos del viejo orden colonial, quie-
nes pretendían continuar con la tradición hispánica-criolla en desmedro de la
tradición indígena de los apristas (Cotler, 1993: 36-37). En ese contexto,
signado por el rencor y el rechazo general hacia los “cholos”, cada vez que este
partido tenía posibilidades de acceder al poder o contaba con mayoría parla-
mentaria, como en los años 1936, 1948 y 1962 (McClintock, 1997: 304-305)43,
las Fuerzas Armadas irrumpían con un Golpe de Estado para luego colocar en
el poder, en acuerdo con las demandas de la oligarquía blanca, a los dirigentes
de partidos más “aceptables”, como Acción Popular y el Partido Popular Cris-
tiano. Al mismo tiempo, para complicar la situación, los grupos apristas, prohi-
bidos y perseguidos sistemáticamente por el poder político, apelaban también
a métodos violentos, tales como sublevaciones, enfrentamientos callejeros y
asesinatos44, en una espiral sin retorno que incrementaba la violencia, el desor-
den y, con ellas, una mayor inestabilidad política y social.
Como señala Cotler, esta trágica historia signada por las conflictivas rela-
ciones sociales, a las que debemos sumar la fuerte tradición de movimientismo
por parte de los principales partidos políticos, impidió la centralización de una
autoridad política legítima y la construcción de una institucionalidad estable
(Cotler, 1993: 37). No obstante, a partir de 1980, con la asunción de Beláunde
como presidente electo, se inició un lento período de transición a la democra-
cia. En ese contexto, el régimen político peruano ingresaría en una etapa de
relativa estabilidad institucional que se extendería hasta el presente.
Para entender esta transformación, debemos tener en cuenta el clima de
época en favor de los principios democráticos, el respaldo internacional al
régimen democrático y la transformación ideológica llevada a cabo por
APRA, a partir de las últimas décadas, hacia los principios de la democracia
43. En las elecciones de 1962, por ejemplo, el líder aprista Haya había resultado electo demo-
cráticamente con el 32,9% de los votos, frente a 32,1% del opositor Belaúnde. Sin embargo,
los militares denunciaron irregularidades en la votación para, poco después, justificar un
nuevo Golpe de Estado contra el orden constitucional
44. En 1935, por ejemplo, los grupos apristas más radicalizados asesinaron al director del perió-
dico El Comercio.
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45. Cabe mencionar, de todos modos, que en algunas zonas vinculadas a la producción de coca
y el narcotráfico, los grupos guerrilleros establecieron sólidas alianzas con sectores del
campesinado, a los que protegían de la policía y las Fuerzas Armadas.
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Desde hace 10 años, el pueblo del Perú viene sufriendo la violencia subver-
siva. Grupos alzados en armas han establecido desde entonces un terco monó-
logo que ya nos está costando más de 15.000 víctimas y daños por más de 17
millones de dólares. A lo largo de nuestra campaña electoral dijimos con meri-
diana claridad que las causas de la subversión se encuentran en la violencia
46. Según Cotler, la reducción de los recursos de las Fuerzas Armadas se debió a tres motivos:
el deterioro fiscal, el rechazo político a la estrategia “global” de los militares y las reiteradas
violaciones a los derechos humanos.
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halla inmersa en una severa crisis reflejada en una producción que es de 22%
más baja que la de 1985.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
le otorgó a Fujimori una “hoja en blanco” para que tomara las decisiones que
considerara las más adecuadas para solucionar la grave situación de crisis e ingo-
bernabilidad. Se profundizaría, de esta manera, el tipo de liderazgo neodecisio-
nista que debe tomar múltiples decisiones de emergencia frente a la crisis hipe-
rinflacionaria y fiscal acechante (Bosoer y Leiras, 1999, 2001; Bosoer, 2000;
Baldioli, 2003; Kerz y Leiras, 2004).
Es, entonces, en el marco de la situación de “emergencia económica” en
la que le tocaría asumir a Fujimori el mando presidencial y la necesidad peren-
toria de una toma de decisiones soberanas que permitiesen alcanzar la estabili-
dad económica ausente, lo que le permitirá al Presidente justificar la aplica-
ción, y luego la profundización, de las reformas neoliberales de desregulación,
privatización y apertura comercial y financiera. En dicho contexto, al que debe-
mos sumar, por supuesto, el golpe que significó para la izquierda el derrumbe
de la URSS y las críticas al fracaso del Estado Benefactor de posguerra
(Candia, 1995), entre 1991 y 1995 se privatizó con poca resistencia social gran
parte de las empresas públicas, se eliminaron la mayoría de las protecciones
arancelarias, se acordó con los organismos multilaterales de crédito el pago de
la deuda externa y se hizo hincapié en la necesidad de liberalizar la economía
para favorecer el ingreso masivo de inversión extranjera.
Ahora bien, para entender el éxito y la predominancia política del lide-
razgo neodecisionista de Fujimori, resulta pertinente señalar también el tipo de
discurso legitimante al que apelaría el Presidente para justificar el nuevo
rumbo tomado y la necesidad de un liderazgo personalista y soberano como el
suyo. Para ello, debemos tener en cuenta que ya desde su primer discurso, el
Primer Mandatario señalará la necesidad de realizar un programa de ajuste “sin
anestesia” con el objeto de alcanzar una “verdadera economía social de
mercado”, tal como también era defendida en sus discursos por el presidente
argentino Carlos Menem (Fair, 2007), “que permita romper viejas distorsiones
como la concertación económica que no se origina únicamente por el funcio-
namiento imperfecto del mercado, sino también por la forma en que el Estado
interviene en la economía” (Discurso del 28 de julio de 1990).
En sintonía con el discurso hegemónico defendido por los organismos
multilaterales de crédito y los grandes empresarios, será, entonces, el Estado
interventor de matriz neokeynesiana que predominaba durante el gobierno de
Alan García, el eje en el que se centrará la crítica de Fujimori. Como señalará el
Presidente, de lo que se trataba, a partir de las nuevas circunstancias actuales de
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Como vimos con anterioridad, durante los primeros dos años, Fujimori
había logrado un relativo éxito en estabilizar la economía. Sin embargo, no
había logrado solucionar aún la situación de ingobernabilidad política y la
percepción de “anomia” social (Cotler, 1993: 44; Portantiero, 1993: 26) deri-
vada de los problemas de orden institucional y militar. Esta carencia le permi-
tirá a Fujimori legitimar frente a la opinión pública la necesidad perentoria de
un liderazgo neodecisionista como el suyo que tomara las decisiones soberanas
en aquellos momentos de “emergencia permanente” (Quiroga, 2005). En otras
palabras, la insuficiencia para terminar de solucionar la grave crisis del régi-
men institucional heredado, un régimen caracterizado por la ineficacia decisio-
nal del Parlamento y la corrupción en el Poder Judicial, junto con la permanen-
cia de la violencia social de los grupos guerrilleros, le posibilitará a Fujimori
legitimar la necesidad de un liderazgo neodecisionista que decidiera las políti-
cas más adecuadas a tomar, con el objeto final de recuperar el orden y la paz
ausentes del seno de la comunidad.
Es, precisamente, este tipo de lógica subordinada al estilo de liderazgo
neodecisionista que decide cómo se debe actuar para garantizar la recuperación
del orden soberano, la que se hará presente en toda su magnitud en el denomi-
nado “autogolpe” de Estado del 5 de abril de 1992. Para entender esta drástica
medida, que pone en evidencia el grado extremo en el que llegará el neodeci-
sionismo presidencial en el caso peruano en relación a otros casos similares de
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LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL DISCURSO NEODECISIONISTA DE FUJIMORI EN PERÚ (1990-1995)
47. Por ejemplo, en Argentina, uno de los casos más extremos de liderazgo neodecisionista, el
Congreso fue degradado a partir de un discurso presidencial crítico de las instituciones y un
uso abusivo de los decretos y vetos legislativos. Sin embargo, el Congreso nunca llegó al
extremo de ser cerrado como ocurriría en el caso peruano. Esta particularidad, junto con la
importancia fundamental que adquiere el peligro acechante de la violencia política guerri-
llera, mucho más presente en Perú que en países como la Argentina, nos permite referirnos
a aquel país como un caso extremo de la región, probablemente el máximo, junto a Colom-
bia, de aplicación de este tipo de liderazgos neodecisionistas.
48. Según McClintock, Fujimori temía que Alan García, recientemente absuelto de los cargos de
corrupción de los que se lo acusaba desde su retiro del poder, retomase el protagonismo
público en la escena política, articulando a la oposición en un frente contrario a las medidas
“autoritarias” del Gobierno. Cotler, por su parte, sugiere que el motivo que desencadenó el
“autogolpe” se encuentra en las denuncias de corrupción que rozaban a su círculo más
íntimo y que llevaron a la formación de una comisión de investigación parlamentaria que
ponía en peligro su autonomía decisional.
49. Ver Capítulo II de la presente obra.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
habeas corpus. Por otra parte, los locales partidistas y sindicales fueron ocupa-
dos por militares. Finalmente, en una clara política contraria a la defensa de las
garantías constitucionales y civiles, se dispuso el arresto de líderes políticos y
periodistas opositores entre los que se hallaban algunos funcionarios del
gobierno de Alan García, se interrumpieron funciones judiciales (poniéndose
en disponibilidad 135 magistrados) y se censuraron algunos medios de comu-
nicación acusados de opositores (García Montero, 2001: 69).
Pese a la magnitud de la medida tomada, que ha llevado a algunos teóri-
cos a definir al Gobierno de Fujimori como una “dictadura civil” (Kruijt y
Kooning, 2002), una “dictadura militar civil” (García Montero, 2001: 67), o
directamente como un “gobierno dictatorial” (McClintock, 1997: 314), cabe
recordar que la misma gozó, como dijimos, de un amplio respaldo popular,
cercano al 80% de la población, según encuestas de aquel período (García
Montero, 2001: 70). Este amplísimo apoyo popular muestra la relevancia
fundamental que había adquirido el discurso neodecisionista en el caso de Fuji-
mori y, al mismo tiempo, la degradación simultánea que había alcanzado en la
ciudadanía el sistema político tradicional.
Resulta pertinente, en ese sentido, analizar la forma en la que fue legiti-
mada esta medida desde el discurso de Fujimori. Para ello, debemos tener en
cuenta nuevamente los tres problemas heredados por el fujimorismo al acceder
al poder y la respuesta brindada a cada uno de ellos. Como vimos, uno de los
principales problemas heredados era la fuerte crisis económica. En este campo,
el Gobierno podía mostrar buenos resultados. En efecto, como señalaría el
Presidente, su mandato había obtenido algunos “resultados indiscutibles”,
como el logro de la estabilidad monetaria tras el caos hiperinflacionario y la
“reinserción” mundial del país frente a la situación de “aislamiento” previa:
Sin embargo, aún quedaba irresuelto otro gran problema como lo era el
político-institucional. Es, precisamente, en ese contexto de “descomposición de
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LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL DISCURSO NEODECISIONISTA DE FUJIMORI EN PERÚ (1990-1995)
Pero hoy sentimos que algo nos impide continuar avanzando por la senda de
la reconstrucción nacional y el progreso. Y el pueblo del Perú sabe la causa de
este entrampamiento, sabe que no es otro que la descomposición de la institu-
cionalidad vigente. El caos y la corrupción, la falta de identificación con los
grandes intereses nacionales de algunas instituciones fundamentales, como el
Poder Legislativo y el Poder Judicial, traban la acción de gobierno orientada
al logro de los objetivos de la reconstrucción y el desarrollo nacionales
(Discurso del 05/04/92).
Pero además, la medida era necesaria para solucionar el último de los gran-
des problemas que todavía se hallaban irresueltos: el de orden político militar.
Haciendo referencia a los partidos políticos y a los poderes legislativo y judicial,
Fujimori criticará de manera implícita a aquellos “grupos a quienes interesa que
fracase la Estrategia de Pacificación porque no se atreven a tomar posición clara
frente al terrorismo”. Según Fujimori, “los encarnizados adversarios políticos de
ayer se unen hoy en el propósito de impedir el éxito de la gestión de gobierno,
sin importarles el futuro del país” (Discurso del 05/04/92).
Debemos recordar que, desde el discurso del Presidente, el Parlamento,
a través de estas medidas “obstruccionistas”, le había negado la toma de deci-
siones soberanas requeridas para recuperar el orden perdido. Según Fujimori,
esta “conjura” de la oposición había llevado finalmente a que el Presidente se
viera obligado a realizar el autogolpe:
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LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL DISCURSO NEODECISIONISTA DE FUJIMORI EN PERÚ (1990-1995)
El pueblo del Perú, las grandes mayorías, reclaman que las energías nacio-
nales sean canalizadas, orientadas y administradas, por instituciones eficientes
comprometidas con el supremo interés de la nación. Por eso su rechazo perma-
nente a un parlamentarismo irresponsable, estéril, antihistórico y antinacional,
que hace prevalecer el interés de grupos y cúpulas partidarias sobre el del Perú.
El país quiere un Parlamento conectado con las grandes tareas nacionales,
despojado de los vicios del caciquismo político y del clientelismo.
Del mismo modo, se hacía necesario dejar a un lado al sistema judicial, colo-
nizado también por el “sectarismo político”, la “irresponsabilidad” y los “feudos de
corrupción”, que impedían la necesaria solución de los problemas ciudadanos:
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Debemos tener en cuenta que, como señala Cotler, tanto el Poder Legis-
lativo como el Poder Judicial, e incluso la Administración Pública, tradicional-
mente se caracterizaron en Perú por la permanencia de prácticas de cliente-
lismo, prebendarismo y nepotismo que favorecían a los principales núcleos de
poder político y económico, quienes podían acceder, de ese modo, a los jugo-
sos recursos estatales y garantizarse impunidad de la justicia, en desmedro de
las minorías desplazadas (Cotler, 1993: 40-41). En ese contexto, signado por la
presencia de instituciones que “sirven a menudo a los intereses de todos los
grupos privilegiados”, y frente a la amenaza irresuelta del terrorismo, el narco-
tráfico y la corrupción, así como la necesidad perentoria de profundizar los
“cambios socioeconómicos fundamentales”, Fujimori justificará, entonces, la
necesidad de llevar a cabo una “profunda transformación”, un cambio “radical”
que permitiría “robustecer” las “estructuras del país” y promover la presencia
de parlamentarios que defiendan “los reales intereses del pueblo”:
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LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL DISCURSO NEODECISIONISTA DE FUJIMORI EN PERÚ (1990-1995)
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Tal como hemos sostenido, el tema de la violencia militar era uno de los
problemas más candentes que debió afrontar el presidente Fujimori desde su
llegada al poder. En ese contexto, fiel a su estilo de liderazgo neodecisionista,
el Primer Mandatario incentivó en la ciudadanía la necesidad de incrementar el
poder en sus manos para tomar decisiones en aquellos momentos de excepción,
que permitiesen luchar contra el “terrorismo” de Sendero Luminoso y del
Movimiento Revolucionario Tupac Amarú.
Aunque, como señalamos, ya desde su discurso de asunción Fujimori
defendía la importancia de respetar los derechos humanos y el diálogo racional
como una prioridad “fundamental” de su Gobierno para solucionar el tema
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LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL DISCURSO NEODECISIONISTA DE FUJIMORI EN PERÚ (1990-1995)
50. En aquel discurso el Primer Mandatario decía que “La violencia terrorista que enfrenta
actualmente nuestra joven democracia no puede justificar de manera alguna la violación
sistemática o esporádica de los derechos humanos. La lucha anti-subversiva que emprenderá
mi Gobierno se enmarcará y ejecutará conforme a los principios consagrados por la Consti-
tución y las leyes de la República. Esta perspectiva será aplicada con equidad y justicia tanto
para aquellos que hoy agreden nuestra sociedad como para los que la defienden” (Discurso
del 18/07/90).
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Por otra parte, pese a que el Poder Legislativo no había sido especial-
mente obstruccionista hasta ese entonces (McClintock, 1997: 322)51, se plante-
aron fuertes limitaciones legislativas que redujeron al Parlamento a una sola
Cámara. Además, se establecieron limitaciones en la política de defensa de los
derechos humanos al retroceder en el reconocimiento de tratados internaciona-
les y al reducir las funciones del Estado para garantizar derechos económicos
y sociales. En ese sentido, cabe mencionar que el artículo 140 permitió modi-
ficar la legislación vigente para hacer posible la supresión de las leyes de segu-
ridad social (García Montero, 2001: 71). Pero la medida más importante se
hallaba presente en el polémico artículo 137, que le permitió al Presidente
declarar el “Estado de excepción”. Esto implicaba la posibilidad de instaurar el
estado de emergencia en casos de perturbación de la paz o el orden interno y
habilitaba al Poder Ejecutivo a restringir o suspender los derechos constitucio-
nales relativos a la libertad y seguridad personal. Además, le permitía, instau-
rar el Estado de sitio en casos de guerra exterior, invasión o guerra civil (García
Montero, 2001: 71).
El resultado del proceso de reforma constitucional fue, por lo tanto, un
liderazgo neodecisionista mucho más reforzado y potente y con mayor poder
de soberanía en la lucha contra la situación de caos e ingobernabilidad política,
económica y social, que el existente al momento de asumir su liderazgo52. En
un contexto signado por el éxito político y económico, el debilitamiento
extremo de los partidos políticos tradicionales y el Parlamento y la creciente
desestructuración y fragmentación en el seno de la oposición, a lo que debemos
sumar y el firme respaldo al candidato del oficialismo por parte de los grandes
medios de comunicación, especialmente la televisión, y de los principales
sectores del establishment empresarial (Escandell y Nakano, 1998; García
Montero, 2001) y de la “tecnoburocracia” militar, el liderazgo neodecisionista
51. En efecto, el Parlamento sólo rechazó el 22% de los decretos-leyes firmados por Fujimori,
aprobando el 78% restante. En ese contexto, como señala McClintock, la idea de un Parla-
mento que impedía la aprobación de las leyes fue mas bien una actitud tendiente a legitimar
el posterior auto-golpe.
52. Para tener una idea del extremo poder que había adquirido el liderazgo neodecisionista de
Fujimori hacia el final de su mandato, debemos tener en cuenta que, de acuerdo a la encuesta
de Latinobarómetro de 1995 (1226 casos, período mayo-junio), sólo el 10% de los encues-
tados creían que el Parlamento peruano era el órgano que tiene más poder, contra 71% que
afirmaba que era el Gobierno. Ambos parámetros representaban, además, los casos extremos
de más y de menos de toda la región.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
6. Conclusiones
53. En las elecciones presidenciales del 9 de abril de 1995, Fujimori obtuvo, con su partido
Cambio 90/Nueva Mayoría, el 64,42% de los votos, venciendo al candidato de la oposición
de Unión Por Perú (UPP) y Secretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, quien
sólo obtuvo el 21,81% del total de los sufragios (datos oficiales extraídos de la página elec-
trónica de la Universidad de Georgetown).
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4
1. Introducción
* UBA.
54. Ver Capítulo 1 de la presente obra.
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55. Entre otros autores que se han expresado sobre este asunto a partir de 2000, podemos citar, en
primer lugar, a Deborah Norden y Jennifer McCoy y David Myers, para quienes la Venezuela
Bolivariana podría ser entendida como una democracia delegativa; lo mismo propone David
Myers no obstante, haciendo un recorte temporal entre los años 1999 y 2004. En otro lugar,
Larry Diamond y Andreas Schedler analizan al régimen bajo la luz de su ambigüedad. Ambos
autores basan su análisis en los indicadores tomados de Freedom House, organismo que cali-
ficó a Venezuela con un 4 en su índice mixto de libertad en el mundo, y que por tanto sitúa al
país dentro de la categoría indefinida de régimen parcialmente libre. Tanto nosotros como
estos autores hemos analogado tal puntaje con la denominación ad hoc de régimen ambiguo,
manteniendo sin embargo una inclinación hacia la variante autoritario competitiva.
56. El título de la presente sección toma como referencia una obra dirigida por Jennifer McCoy
de similar denominación en 1998.
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AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
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decisivas, el juego se dirime entre dos actores que han logrado emplear estra-
tegias de ataque y defensa a partir de las cuales se hicieron con los recursos de
los otros jugadores. La sociedad venezolana ha transcurrido la última década
en un esquema similar. El pluralismo destacado anteriormente fue dejando
lugar a la polarización que hoy se presenta en ella. Los distintos grupos autó-
nomos que alguna vez existieron y cuyos intereses eran diferenciados, se ven
hoy subsumidos en uno de los dos sectores irreconciliables que empíricamente
se presentan en Venezuela.
A diez años en el poder, quizás el logro más significativo del Presidente
Chávez haya sido su capacidad para dividir la política venezolana entre quie-
nes apoyan y quienes están en contra de la República Bolivariana. Para sus
“supporters”57, el Presidente Chávez ha sido el Mesías que librara la lucha
justa, necesaria y patriótica para terminar definitivamente con un régimen
excluyente e injusto que subsumió a la mayoría de los venezolanos en la
pobreza. Sostienen que a partir de la refundación constitucional de 1999, Vene-
zuela pudo alejarse definitivamente de un régimen oligárquico que durante
cuarenta años había estado disfrazado de democracia. Para ellos, el actual
sistema político venezolano se ubica en los parámetros de un estado de transi-
ción que, abriendo los caminos hacia el “socialismo del siglo XXI”, dará origen
a una democracia verdadera. Consideran que la misma será capaz de eliminar
desigualdades en riqueza, estatus, y poder entre los venezolanos; y que esto es
únicamente posible a partir del poder que el Presidente Chávez ha dado a la
ciudadanía en el marco de la Revolución Bolivariana. Consecuentemente,
quienes apoyan a Hugo Chávez y su quimera institucional, defienden al nuevo
régimen bajo el entendimiento de que el proyecto fundado en 1999 mantiene
sus pilares de sustentabilidad en una identificación mimética entre el pueblo
soberano y su líder (Hawkins, 2003; Weyland 2001).
Por otra parte, los detractores de la República Bolivariana tienen una
visión que difiere de manera diametral. Para ellos, el gobierno del Presidente
Chávez ha atentado y con éxito ha destruido las instituciones liberales y demo-
cráticas que desde 1958 se habían constituido en un baluarte de la estabilidad
venezolana. Objetan también que las mismas habían sido esculpidas por la
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58. Sector que aporta la mayor base de sustentación electoral a la Revolución Bolivariana, prin-
cipalmente en los centros urbanos.
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59. Si bien desde febrero el gobierno había presenciado deserciones por parte de integrantes de
la Fuerza Armada Nacional, la polarización política se intensificó gravemente a partir del 7
de abril, día en que por televisión el Presidente Chávez anunció el despido de altos geren-
tes de la empresa estatal PDVSA. Como respuesta a este hecho, el día 9 de abril las autori-
dades de la CTV y FEDECAMARAS anunciaron un paro general de 24 horas de duración
y junto con AD y COPEI idearon un plan de movilizaciones.
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La oposición, por otra parte, en una actitud que Margarita López Maya
(2004) considera insurreccional –y atentando en contra de la misma institucio-
nalidad que había sido socavada por las decisiones unipersonales de Chávez–
se dirigió al palacio pidiendo la renuncia del primer magistrado de la nación.
Conforme a ello, el campo político rápidamente se vio polarizado y en una
situación de conflictividad creciente. De un lado, se ubicaban los disciplina-
dos defensores del gobierno central, quienes bloquearon el Puente Laguno
para impedir el paso de las fuerzas opositoras. Del otro, los actores políticos
y sociales coaligados bajo el liderazgo de la CTV, PDVSA y FEDECAMA-
RAS. La intensificación creciente de ambas hostilidades llegó a su clímax
cuando ambos grupos se encontraron en el Puente Laguno, allí –bajo el velo
de una situación confusa– se oyeron disparos y en segundos un grupo de
detractores del gobierno se encontraba herido. El hecho produjo un total de 20
muertos, y las fuerzas opositoras, con la complicidad de los medios masivos
de comunicación, imputaron la autoría de la tragedia a francotiradores envia-
dos por el gobierno.
Bajo tal clima de polarización y radicalización creciente, la oposición al
Presidente Chávez se tornó en un problema acuciante que ponía en jaque la
continuidad del mismo régimen. Bajo el escenario descrito, las fuerzas arma-
das de Venezuela decidieron tomar su parte en el conflicto. Rápidamente, las
jerarquías de las distintas armas, encabezadas por el General Lucas Rincón
Romero –con excepción de la Guardia Nacional–, pusieron a disposición de las
fuerzas opositoras su capacidad de acción; en poco tiempo el Presidente Hugo
Chávez fue arrestado y escoltado hacia la base naval de La Orchila.
Este hecho dio inicio a un gobierno provisional cuya titularidad se depo-
sitó sobre Pedro Carmona Estanga, presidente de FEDECAMARAS. Luego de
expulsar al gabinete del Presidente Chávez y jurar como titular del Poder
Ejecutivo, Carmona dio anuncio a una serie de medidas de carácter dictatorial
que resultaron sumamente impopulares al interior de los mismos elementos
que ejecutaron el golpe. Las contradicciones al interior de la coalición golpista
rápidamente se hicieron notar. Los integrantes de la Fuerza Armada Nacional
(FAN) se opusieron a que Carmona pretendiera disolver la Asamblea Nacional,
la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General; además de expulsar a los miem-
bros del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo Nacional Electoral, y de
revocar el mandado de todos los gobernadores y alcaldes elegidos en las mega
elecciones de julio de 2000.
142
AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
60. Es importante señalar, sin embargo, que los partidos que inicialmente apoyaron el derroca-
miento de Chávez –como AD y COPEI–, se retiraron de la coalición sostenedora de
Carmona una vez que éste comenzó a anunciar las medidas descritas.
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AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
Para ello, es menester que el líder carismático no dé por tierra con todas las
instituciones del régimen, puesto que si lo hace, este debería pasar a ocuparse
de las microfunciones del poder y desatendería sus fines esenciales (Corrales,
2008). Es por eso que un líder populista no puede dedicarse únicamente a la
destrucción institucional; el líder populista debe también construir redes insti-
tucionales que le permitan delegar sus tareas, controlar a los enemigos y admi-
nistrar los recursos a disposición de manera eficiente. Un líder de estas carac-
terísticas, por tanto, es uno que simultáneamente crea y a la vez destruye insti-
tuciones. Pero el problema principal no es éste, sino saber qué instituciones son
creadas y cuáles son destruidas, en qué momento y por qué (Corrales, 2008;
Hawkins, 2003; Shifter, 2006).
Por otro lado, aquellos concebidos como la oposición a la República
Bolivariana, argumentan que esta forma de interpretar la construcción política
los deja fuera del campo de la competencia libre y justa por el poder. La oposi-
ción a Chávez es –acorde a sus defensores– sostenedora de un proyecto polí-
tico republicano y liberal constituido en torno a la preservación institucional
del régimen. Sus principales voceros argumentan que bajo la Quinta República
Bolivariana las redes institucionales que se articulan en torno a un sistema de
frenos y contrapesos han sido efectivamente desarticuladas por el Ejecutivo.
Consideran por lo tanto que, la visión del gobierno se asemeja no sólo con las
concepciones políticas de Rousseau sino también con un modelo de lo que
Aristóteles llamaría tiranía de la mayoría. La reestructuración del campo del
juego político venezolano en términos de la paridad en la competencia resulta
así perdida, y sostienen que la democracia liberal y verdaderamente represen-
tativa del abanico de intereses sociales, es rechazada y neutralizada por los
arquitectos del proyecto bolivariano y sus bases de sustentación. Para ellos,
durante la última década, el gobierno del Presidente Chávez fue adaptando
medidas y construyendo un campo de juego desigual que, mediante un plan-
teo asimétrico de las reglas del juego, hizo que la oposición perdiera toda
chance de derrotar al gobierno en las sucesivas contiendas. Su visión es que en
Venezuela prima alguna forma de gobierno que en el mejor de los casos es
semi-autoritaria.
En definitiva, podría señalarse que mientras que para los primeros la
Democracia Bolivariana se asienta sobre una forma política que revaloriza los
aspectos democráticos del sistema por sobre sus elementos y liberales y repu-
blicanos, para los segundos, la tiranía de la mayoría que hoy adquiere entidad
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61. El mismo recibe su nombre por haber sido suscripto en la residencia de Rafael Caldera
llamada “Puntofijo”.
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62. Este hecho implicó una fuga de capitales de 60 billones de dólares, la contracción de la
economía y una devaluación acelerada del bolívar que hizo desaparecer la estabilidad
cambiaria de la moneda venezolana.
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63. Los autores resumen este hecho con el término inglés “unravel”.
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AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
con ingresos para sus necesidades básicas, y el 18,89% no llegaba a cubrir sus
necesidades alimentarias. (Lander y López Maya, 1999). Además de eso, a
partir de 1986, la inflación comenzó a escalar dramáticamente a causa de la
ineficiente administración de recursos estatales durante las épocas de
bonanza. Sesgada por el boom petrolero de los años 70, la dirigencia política
no había planificado políticas anticíclicas en caso de que los precios interna-
cionales del petróleo sufrieran una notable merma. La inconsecuencia y la
irresponsabilidad de una dirigencia más preocupada en penetrar al interior de
toda organización que en elevar el nivel de vida de la sociedad provocó enton-
ces la neutralización de la capacidad de inversión necesaria para brindar servi-
cios públicos como telefonía y electricidad a precios subsidiados. También la
producción de aceros, cemento y fertilizantes –procedentes de la actividad de
empresas públicas deficitarias– se vio afectada por esta coyuntura. Así,
cuando durante los 90 los productos subsidiados debieron ser reemplazados
por bienes y servicios provistos a precios de mercado, el incremento en la tasa
anual de inflación llego en algunos años al 100% (Lander y López Maya,
1999; Myers, 2008).
Como efecto inmediato, los estándares de vida de la población en gene-
ral, y de las clases bajas en particular, resultaron drásticamente afectados;
producto de ello se generó un severo proceso de movilidad social descendente.
El impacto hacia la baja de la cotización internacional del petróleo como
motivo de la guerra del Golfo generó un colapso económico que se extendería
a lo largo de toda la década. La razón de la crisis radica en que Venezuela es
un Estado rentístico, implicando ello que su economía se sostiene principal-
mente por la explotación de un solo recurso natural, en su caso, petróleo
(Coppedge, 1998; Myers 2008).
La petro bonanza venezolana tuvo una larga duración. Entre 1973 y
1982, el precio del petróleo escaló impensadamente. El comienzo se dio
cuando, en 1973, el barril saltó de U$15 a $40; y para 1982, los precios se
habían ubicado por debajo de los U$ 70. Sin embargo, el declive progresivo
sufrido a partir de aquel año se extendió hasta 1998, año en el que el precio del
barril de petróleo llegó a cotizarse en $11,50. Subsecuentemente, los dos parti-
dos políticos dominantes –AD y COPEI– se vieron obligados a dejar de
cumplir con el círculo de prebendas que habían construido, y por medio del
cual sectores mayoritarios de la sociedad apoyaban sus programas de gobierno.
Una situación económica desfavorable extendida por veinte años hizo que los
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
64. El día 3 de diciembre de 2006 el Presidente Hugo Chávez renovó su mandato presidencial
siendo reelegido por un total de 7.309.080 (62.84%) sufragios positivos, frente a 4.292.466
(36.90%) obtenidos por el candidato de la oposición Manuel Rosales.
65. Ver capítulo I de la presente obra.
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AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
(...) puede ser consultado el parecer del cuerpo electoral sobre cualquier deci-
sión de especial trascendencia nacional distinto a los expresamente excluidos por la
propia Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política en su artículo 185, inclu-
yendo la relativa a la convocatoria de una Asamblea constituyente (TSJ, 1999).
Con esta carta en su mano, la ratificación popular del decreto que diera
inicio a la convocatoria de elecciones para formar una Asamblea Nacional
Constituyente (ANC) fue fijada para el 25 de abril de 1999. En esa fecha, el
87,75% de los venezolanos decidieron que estaba de acuerdo con la realización
de la misma y el 81,74% se expresó a favor de que la ANC pudiera definir los
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
límites de su propio poder; como Chávez lo había propuesto66. Siendo esto así,
las elecciones para los parlamentarios constituyentes se dirimió el 25 de junio
del mismo año y en éstas, las listas del Polo Patriótico67obtuvieron un 95.5 de
los escaños con sólo el 65.5 de los votos (Ellner, 2001). El proceso entero
culminó el 15 de diciembre con la aprobación de la nueva Constitución por
referéndum popular68. El resultado de ello fue un cheque en blanco otorgado al
MVR para escribir la Constitución, y la consecuente eliminación de todo
control hacia el Ejecutivo Nacional.
La distribución de fuerzas en el seno de la ANC resultó llamativa, princi-
palmente, porque la coalición de partidos chavista obtuvo 121 de los 131 esca-
ños en disputa69, cuando en las elecciones legislativas de noviembre de 1998,
apenas 8 meses atrás, los integrantes del Polo Patriótico (PP) no habían logrado
obtener ni siquiera la mitad de las bancas del Congreso70. Más específicamente,
66. Las preguntas del Referendo Consultivo rezaban de la siguiente forma, y en ambos casos los
electores debían votar de manera afirmativa o negativa.
“Pregunta 1: ¿Convoca usted una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de
transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funciona-
miento efectivo de una Democracia Social y Participativa?
Pregunta 2: ¿Está usted de acuerdo con las bases propuestas por el Ejecutivo Nacional para
la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, examinadas y modificadas por el
Consejo Nacional Electoral en sesión de fecha Marzo 24, 1999, y publicadas en su texto ínte-
gro, en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela No. 36.669 de fecha Marzo 25, 1999?”.
67. El Polo Patriótico fue la coalición electoral opositora creada para competir en los comicios
legislativos y presidenciales de 1998. Sus partidos pivote fueron el MVR, el MAS y el movi-
miento político Patria Para Todos (PPT), a los que se sumaron: IPCN, PCV, MEP, GE, SI y
AA, partidos menores cuya adhesión fue más simbólica que electoral.
68. A diferencia del referéndum consultivo de abril, el de diciembre tuvo una única pregunta:
“¿Aprueba usted el proyecto de Constitución elaborado por la Asamblea Nacional Cons-
tituyente?”.
En esta ocasión el pueblo se expresó en las urnas mediante 4.819.056 sufragios. De ellos,
3.301.475 (71,78%) de venezolanos respondieron afirmativamente, en tanto que 1.298.105
(28,22%) respondieron de manera negativa a la consulta.
69. Si bien el total de la asamblea estuvo compuesto por 131 escaños, 3 de ellos fueron asigna-
dos a las poblaciones indígenas y, por lo tanto, quedaron fuera de la órbita de competencia
de los partidos políticos.
70. Los comicios del 8 de noviembre se realizaron para elegir diputados nacionales, senadores,
gobernadores y diputados estaduales. En éstos, los candidatos a gobernador de los tres parti-
dos mayoritarios del PP (MVR, PPT y MAS) resultaron electos en ocho Estados, y alcanza-
ron el segundo puesto en diez de los trece Estados restantes; cifra que sirvió para igualar en
número de gobernaciones a AD. Según sus proyecciones, el partido tradicional consideró
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AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
que, en el peor de los casos, retendría las once gobernaciones conseguidas en 1995 y en el
mejor, aumentaría ese número a catorce. En este sentido, el total de votos por gobernadores
electos alcanzado por ambos partidos deja entrever las diferencias: mientras que el PP
obtuvo un total de 1.096.116 votos, AD alcanzó sólo 564.391 (Lander y López Maya: 15).
Algo similar ocurrió en la elección de representantes legislativos nacionales, donde el PP
consiguió aproximadamente un tercio de la representación del Senado y superó esta cifra en
la Cámara de Diputados. En la cámara alta el “Polo” consiguió 18 escaños de un total de 54,
en donde 12 fueron obtenidos por el MVR, 5 por el MAS y 1 por el PPT. AD, por otra parte,
consiguió 20 senadurías, COPEI 7 y los restantes partidos no superaron el número de 3. En
la cámara baja, el “Polo” ganó 75 escaños de un total de 207, adjudicándose 46 el MVR, 18
el MAS, 7 PPT y 4 otros partidos. Los partidos tradicionales cosecharon en la cámara baja
un total de 132 escaños, siendo AD nuevamente el partido mayoritario de la coalición con
62 lugares, seguido por COPEI con 27 y Proyecto Venezuela con 20; la Causa R obtuvo 6
bancas, Convergencia 5, y los restantes partidos 3 o menos.
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AUTOCRACIA Y LEGITIMIDAD POLÍTICA
por una mayoría chavista, y que por tanto, pudieran obstruir las políticas del
gobierno. Mediante la legitimación formal de atribuciones excepcionales,
Chávez consiguió que la ANC eliminara todo posible contrapeso hacia la insti-
tución presidencial. El correlato final del proceso implicó que entre diciembre
de 1999 y julio de 2000 –fecha en las que se llevaron a cabo a cabo las “megae-
lecciones” de Presidente, gobernadores, parlamentarios de la Asamblea Nacio-
nal y de Asambleas regionales– no existiera institución alguna capaz de limitar
el poder de Hugo Chávez. En esos siete meses, Venezuela vivió en un Estado
de excepción permanente a partir del cual, en términos schmitteanos, un sobe-
rano controló el monopolio de la decisión sin contrapeso alguno. Estos siete
meses de excepcionalidad traslucen la materialización de un principio de
exclusión que reproduce patrones autoritarios y habilita una concentración de
poder unipersonal en un autócrata. Como resultado de ello, las instituciones del
Estado alteran su naturaleza, reemplazando un tipo de legitimidad legislativo
republicana por otra de índole plebiscitaria.
Las elecciones del 30 de julio de 2000 no sólo dieron cuenta del masivo
apoyo popular al proyecto bolivariano, siendo que Chávez derrotó por un amplio
margen a Francisco Arias Cárdenas; sino también de un nuevo escenario político,
marcado por una nueva distribución de fuerzas al interior de la Asamblea Nacio-
nal y los gobiernos provinciales71. El inicio de su segundo período presidencial,
proveniente de una “relegitimación de todos los poderes” como el mismo Chávez
expresara, dio al Presidente bolivariano más fuerzas para allanar el camino hacia
una democracia participativa. En este sentido, el proceso de toma de poder conti-
nuó con el Decreto 1011, de octubre de 2000, el cual se proponía reformar el
sistema educativo sobre bases bolivarianas, ideologizar la enseñanza pública y
nacionalizar los establecimientos privados. La oposición reaccionó de la manera
esperada: entró en pánico, se movilizó y nuevamente extremizó sus posturas.
Conforme la distancia entre el gobierno y la oposición aumentó, Chávez consi-
guió el objetivo planteado: polarizar la sociedad (Corrales, 2006).
71. En el duelo presidencial, Hugo Chávez recibió el voto de 3.757.773 venezolanos, equivalente al
59,76% de los sufragios; derrotando holgadamente a su anterior compañero de armas Francisco
Arias Cárdenas, quien utilizando la plataforma electoral de La Causa R obtuvo 2.359.459, totali-
zando un 37, 52% de los votos válidos emitidos. Por otra parte, los partidos de gobierno ganaron
un total de 17 gobernaciones, mientras que la oposición se hizo con 6. En cuanto a la composi-
ción de la Asamblea Nacional, el MVR obtuvo 92 escaños de los 165 en disputa; Acción Demo-
crática –segundo partido en importancia– y COPEI ganaron 33 y 6, respectivamente.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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72. Así, Chávez despidió a trabajadores nucleados dentro de la Federación de Trabajadores Petro-
leros (FEDEPETROL), la organización sindical/obrera más importante dentro de la CTV.
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7. Conclusiones
En el año 1998, Hugo Chávez Frías logró por vía electoral aquello que
no había podido lograr mediante el uso de las armas, esto es, obtener la primera
magistratura del Estado venezolano. Apenas seis años atrás, el 4 de febrero de
1992, un infructuoso intento de golpe había manchado de sangre las calles de
Caracas. La propuesta, en ese entonces, consistió en desalojar al Presidente
Carlos Andrés Pérez de su cargo y refundar el orden político venezolano una
sobre una base participativa que consolidara un modelo político basado en las
ideas del Libertador Simón Bolívar.
Su convicción, su disciplina y sus creencias en un proyecto totalizante;
su identificación con los pobres y la construcción de un discurso hegemónico;
y la imagen de hombre probo, responsable y noble que había dado ante las
cámaras televisivas durante su rendición de 1992, fueron las herramientas que
Chávez esgrimió para ganar las elecciones presidenciales del 6 de diciembre de
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5
1. Introducción
* UBA.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
mayor poder. Con este episodio, Brasil se “gana” su segundo golpe de Estado,
que perdurará oficialmente hasta 1985 74.
El nuevo régimen se apuró en depurar al Congreso eliminando a aquellos
parlamentarios que estuvieran más comprometidos con el anterior presidente y
con las ideas “subversivas”. A diferencia de las experiencias de intervenciones
militares argentinas, los militares brasileños en el poder no cerraron el Parla-
mento, sino que lo adecuaron a sus intereses. De este modo y fieles a estas
ideas, promulgaron un acta constitucional por la cual el sistema de partidos
brasileño era modificado sustancialmente: sólo autorizaban el funcionamiento
de dos fuerzas políticas, el partido “oficialista” Alianza Renovadora Nacional
(ARENA), y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), destinado a alojar
a todo el arco opositor que no había sido privado de sus derechos políticos y
electorales. Además, la vez que instituía la elección indirecta de presidente y
vicepresidente, eliminaba la elección popular de gobernadores y alcaldes de las
capitales estaduales.
De esta manera pulularon por el Ejecutivo un total de cinco presidentes en
21 años. Estos fueron, en orden cronológico: los mariscales Humberto Castelo
Branco hasta 1967 y Artur da Costa e Silva, quien abandonó la presidencia en
1969 por razones de salud. Entonces asumió el general Emilio Garrastazu
Médici, reemplazado en 1974 por el también general Ernesto Geisel. En 1979,
bajo la presidencia del Gral. João Baptista Figueiredo, se decretó una amnistía
para los numerosos exiliados políticos que habían dejado el país años atrás.
Bajo la influencia de tecnócratas como Eugênio Gudin, Roberto Campos y
Delfim Netto, el régimen militar intentó saldar los compromisos políticos que
había asumido con aquellos sectores de la sociedad brasileña que eran cabalmente
opuestos al ex presidente Goulart y habían prestado apoyo incondicional a su
derrocamiento. Sin embargo, los resultados en el corto plazo fueron decepcionan-
tes, lo que ocasionó una importante baja de popularidad del régimen, que se
74. Creemos conveniente realizar en este punto la siguiente aclaración: a partir del fin de la
Segunda Guerra Mundial, ningún proceso de cambio de régimen democrático a otro autori-
tario o viceversa se presenta en los países de América Latina, específicamente del Cono Sur,
en forma aislada. Es decir, estos cambios en el tipo de régimen están ligados en forma deter-
minante a otros procesos mayores que dirigen el destino del mundo, como la “lucha” que se
emprende a partir de 1945 contra la “amenaza comunista” que enfrenta a Estados Unidos y
los países centrales de occidente contra la Unión Soviética y sus países satélites. Así, las
élites conservadoras de Latinoamérica deciden tomar partido por occidente permitiendo y
legitimando el acceso al poder de los militares y demás fuerzas conservadoras.
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EL CASO DE COLLOR DE MELLO EN BRASIL: ¿LÍMITES AL DECISIONISMO?
volvía cada vez más represivo y burocrático. La corporación militar al poder deci-
dió entonces tomar nuevas y drásticas medidas de transformación del Estado.
Esta particular forma de Estado que surge entonces Brasil, es conocido
en el ámbito de la academia como Estado Burocrático Autoritario, concepto
acuñado por Guillermo O’ Donnell (1982) que alude a regímenes políticos
autoritarios compuestos por coaliciones de militares, altos funcionarios públi-
cos civiles, empresarios y sectores de terratenientes. Inicialmente esta coali-
ción contaba también con el apoyo de la clase media urbana. Esta gran alianza
de sectores conservadores de la sociedad civil buscaba, y con éxito, excluir y
desactivar políticamente a los sectores populares, acelerar la industrialización
y la modernización nacional mediante el acceso a la función pública de técni-
cos especializados.
Mediante esta “reacción conservadora”, la coalición golpista buscaba
disminuir aquello que, en el marco de la bipolaridad, era percibido como riesgo
de alteración del status quo capitalista y conservador históricamente domi-
nante. Tengamos en cuenta que los sectores subalternos de Brasil, al igual que
en Argentina, habían logrado incorporarse en la arena política a partir de la
irrupción en ambos países de gobiernos de tipo populista, es decir, gobiernos
que crearon vínculos muy fuertes y representativos con estos sectores sociales.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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relaciones entre el régimen y la sociedad civil que permiten que el propio régi-
men democrático gane autonomía y legitimidad. En otras palabras, este proceso
implica el reforzamiento del régimen democrático para impedir posibles crisis
futuras (Cansino y Covarrubias, 2005: 199).
3. La transición democrática
Hacia mediados de los años 80, y a medida que la URSS iba perdiendo
terreno ideológico en el marco de la Guerra Fría, los regímenes autoritarios
dejaban de tener razón de ser. Ya habían sido extinguidos en Europa Occidental
y la democracia se imponía, ya sea “desde arriba” o “desde abajo”, en los países
del Cono Sur. Argentina fue el primer país en abrir el juego a la democracia tras
el estrepitoso fracaso de Malvinas; pronto se le sumarían Uruguay y Brasil.
El retorno a la democracia como sistema insustituible para los países
libres del mundo aparece en América del Sur no sólo como condición sine qua
non para integrarse a la modernización mundial, sino además como exigencia
indispensable para iniciar la recuperación económica. Los países desarrollados
llamaban a la democracia y a la apertura del mercado mientras que los organis-
mos de crédito ofrecían el retorno a las premisas de la democracia liberal como
solución.
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Este episodio, sumado a una grave denuncia del PRN contra Lula que
tomó estado público, colocó a Collor en una posición muy favorable en las
encuestas y en el posterior desenlace electoral.
En la primera vuelta, la balanza se inclinó hacia el candidato del PRN
con el 28,52% de los votos, mientras que el ex dirigente sindical de la Central
Única de Trabajadores (CUT) “Lula” Da Silva obtuvo un 16,08%. En el
segundo turno electoral, la victoria definitiva fue para Fernando Collor con un
53% de los votos válidos emitidos, mientras que Da Silva obtuvo el 47%. Se
observa claramente en la segunda vuelta la importancia fundamental que
adquiere para el triunfo del candidato del PRN el electorado de centro, que es
el que finalmente define la elección a su favor. Por esta razón, André Singer
(2002) sostiene que, camino al segundo turno, Collor moderó su discurso
consiguiendo su apoyo.
El 15 de marzo de 1990, Fernando Collor de Mello se convierte en el 30º
presidente electo de la República Federativa del Brasil. Con la exitosa realiza-
ción de estas elecciones libres y directas, podemos afirmar que la instauración
del sistema democrático era un hecho.
5. Excesos en el poder
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
75. La Constitución de 1988 en su artículo 62 otorga esta herramienta al Poder Ejecutivo brasi-
leño. Según este artículo, el presidente en ejercicio podrá aplicar Medidas Provisorias con
fuerza de ley –o llamados decretos de necesidad y urgencia– en casos de “relevancia y
urgencia” teniendo en sí una regla de aprobación explícita. Éstas deberán someterse de inme-
diato al Congreso para su aprobación, asumiendo el mismo la posibilidad de realizar
enmiendas a las propuestas presentadas por el Ejecutivo.
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Sin esta presión ejercida por la movilización social de las entidades civiles
no se explicaría la “agilidad y eficiencia” de la investigación parlamentaria ni
la postura de legisladores antes ligados a Collor, sorpresivamente favorables a
su enjuiciamiento (1995: 61).
sus funciones: I) en las infracciones penales comunes, una vez recibida la denuncia o la
querella por el Supremo Tribunal Federal; II) en los delitos de responsabilidad después del
procesamiento por el Senado Federal. 2º. Si, transcurrido el plazo de ciento ochenta días,
no estuviese concluido el juicio, cesará la suspensión del Presidente, sin perjuicio del regu-
lar proseguimiento del proceso. 3º Entretanto no se dicte sentencia condenatoria, en las
infracciones comunes, el Presidente de la República no estará sujeto a prisión. 4º El Presi-
dente de la República, durante la vigencia de su mandato, no podrá ser responsabilizado por
actos extraños al ejercicio de sus funciones.”
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Este factor y las encuestas de opinión que mostraban una opinión pública
ampliamente favorable a la destitución del primer mandatario, obraron como
elemento de presión para aquellos legisladores que no estaban convencidos de
votar en favor de la realización del impeachment, con la convicción de la futili-
dad de la realización del juicio político (Leiras, 2008: 182).
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prospere debe interrumpir sus funciones por el plazo de 180 días, Collor de
Mello fue inmediatamente suspendido en su cargo temporalmente hasta que se
dictaminaran sobre los cargos atribuidos. Esta suspensión se registraba como
la primera en la historia democrática de los presidentes del Brasil. La decisión
de Collor fue renunciar, suponiendo que esto dilataría el juicio, pero no fue así.
El Senado rechazó la renuncia, continuó con el juicio político y la sentencia
aprobada, por 76 votos a favor y 3 en contra, fue la privación para ejercer
cargos públicos por 8 años y el inicio de acciones legales por delitos de corrup-
ción pasiva y asociación ilícita.
Mientras tanto, asumía definitivamente la jefatura de Estado Itamar
Franco, vicepresidente de la República.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
8. Conclusiones
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la misma sociedad civil que soportó 21 años de régimen autoritario para luego
erigir como presidente a un político sin experiencia en gestión, imponga en los
tempranos 90 un criterio y exija ética, representada en este caso por la posibi-
lidad de realizar un impeachment, es todo un acontecimiento.
Esta transformación en la actitud y tolerancia a las irregularidades queda
expresado con fuerza en el pedido específico de poner límites al mandatario,
investigarlo y, en caso de hallarlo culpable, juzgarlo hasta las últimas conse-
cuencias. Guillermo O’ Donnell denomina con el concepto de accountability a
los mecanismos de control que deberían estar vigentes, en mayor o menor
medida, en todo régimen democrático y republicano, en el cual, se supone, es
la ciudadanía soberana y en el cual existen tres poderes de gobierno, Legisla-
tivo, Ejecutivo y Judicial, cada uno independiente del otro. O’ Donnell afirma
que cuando la ciudadanía, que en democracias republicanas gobierna y delibera
por medio de representantes elegidos para tal fin, ejerce el voto, puede optar
por castigar o premiar a los gobernantes. Es así como el pueblo ejerce su poder
y practica la accountability vertical.
En el caso brasileño también podemos incluir otro tipo de accountability
vertical integrado a la teoría política por Catalina Smulovitz y Enrique Peruz-
zotti: el societal, que es un mecanismo de control popular no electoral que
descansa en las acciones de un conjunto importante de miembros de la ciuda-
danía, movimientos sociales y medios de comunicación, quienes con el obje-
tivo de exponer los errores gubernamentales, en este caso del mismísimo
primer mandatario, activan el funcionamiento del último tipo de control válido
en este sistema político. En el mismo, los tres órganos de gobierno –Parla-
mento, Poder Ejecutivo y los cuerpos judiciales– deberían hacer a la vez de
“freno y contrapeso” de los otros, actuando de manera preventiva o represiva
en el caso de abusos de cualquiera de ellos. Esto se conoce con el término espe-
cífico de accountability horizontal, pues corre a lo largo de las instituciones
que componen sistema político republicano.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Por todo, y más allá de las críticas al sistema de gobierno del Brasil
–caracterizado por presidentes con poderes muy amplios, existencia de un
sistema de partidos altamente fragmentados coexistiendo con partidos atrapa
todo los cuales se caracterizan por ser indisciplinados (Mainwaring y Shugart,
1994)–, la experiencia de Collor permitió demostrar que, a pesar de sus vicisi-
tudes, el sistema actuó.
En este sentido, Leiras asegura respecto del experimento neopopulista y
decisionista de gobierno llevado a cabo por Collor de Mello que:
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EL CASO DE COLLOR DE MELLO EN BRASIL: ¿LÍMITES AL DECISIONISMO?
El autor plantea que el uso del juicio político para impedir irregularidades
y destituir al entonces presidente sin poner en peligro la democracia constituye,
de hecho, “un paradigmático caso de crisis con salvataje”, según la definición
de Juan Linz al respecto. En este artículo hemos querido sumar a esta afirma-
ción la fundamental impronta de la reacción ante la crisis de la sociedad civil
brasileña, que es la responsable primerísima en acortar la brecha que la separaba
desde hacía años de sus desacreditadas instituciones políticas.
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
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EL CASO DE COLLOR DE MELLO EN BRASIL: ¿LÍMITES AL DECISIONISMO?
A pesar del salto institucional que representó la era Cardoso, y más allá
de los resultados finales de su gestión, entendemos que éste fue, en el contexto
de la campaña de 1994, el candidato natural de las élites económicas hegemó-
nicas y las fuerzas conservadoras brasileñas. Del otro lado del escenario, se
presentaba como candidato presidencial, nuevamente, Lula Da Silva con el PT.
Su llegada al poder anuncia, finalmente, la consolidación de un régimen que
tardó en apuntalarse y mediante el cual acceden a lugares de decisión sectores
sociales por años excluidos del mismo.
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CONCLUSIONES
SANTIAGO C. LEIRAS
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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
200
CONCLUSIONES
Como vimos, este tipo de liderazgo “piloto de tormentas” situó su discurso como
aquel líder soberano que venía a garantizar el retorno al orden perdido en el seno
de la comunidad. En ese contexto, ha logrado legitimar con éxito su estilo de lide-
razgo neodecisionista en un discurso de ordenamiento del caos previo en los gran-
des campos: el político-institucional, el político-militar y el económico-social.
En el Capítulo IV, “Autocracia y legitimidad política. Alcances y límites
de la forma decisionista de gobierno de Venezuela entre 1998 y 2006”, Rober-
tino Spinetta se ha propuesto demostrar que, a lo largo del período de tiempo
propuesto, el gobierno del Presidente Hugo Chávez Frías ha mutado en distin-
tas versiones de regímenes híbridos. Partiendo de la clasificación propuesta, el
autor ha sostenido que la democracia venezolana ha pasado por distintos esta-
dios hasta llegar a lo que hoy se denomina autoritarismo competitivo. En este
tipo de régimen, se presenta una coexistencia entre procedimientos democráti-
cos y prácticas autoritarias por parte de un líder que, mediante atributos excep-
cionales de la decisión política genera un campo de juego desigual entre sus
fuerzas y las de la oposición.
Para Florencia Incarnato y Victoria Vaccaro, en el capítulo precedente
“Fernando Collor de Mello ¿límites al decisionismo?”, la pregunta central al
estudiar el caso Collor y su mediático impeachment fue si realmente se trató de
un hecho histórico-político de institucionalidad y de ejercicio de los mecanis-
mos de control institucional en una nueva democracia para establecer límites al
decisionismo político, o si fue resultado de la presión social ejercida sobre las
instituciones tras un escándalo de dimensión internacional que forzó al Poder
Legislativo a tomar una medida extrema, hecho que sin dudas fortaleció al
frágil sistema político postautoritario. En este punto, las autoras han recurrido
también al concepto de accountability entendido como el ejercicio de rendición
de cuentas que debieran ejercerse en todos los niveles de la gestión pública en
los regímenes democráticos.
El problema central ha consistido en preguntarse si es posible la convi-
vencia en democracia del modelo decisionista de gobierno con las normas e
instituciones de dicha democracia política.
A partir del interrogante inicial planteado, la hipótesis central que ha
guiado la presente obra ha sido la siguiente:
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política del país, y situaba al caso peruano como un caso extremo de caos e
ingobernabilidad en toda la región, el Presidente se alió con militares y policías
para hacer uso y abuso de la violencia contrainsurgente. No obstante, a pesar de
ir en desmedro de las instituciones representativas y atropellar los derechos
humanos, la población apoyó sistemáticamente estas medidas neodecisionistas
con tal de alcanzar el orden público perdido frente al contexto de violencia
social y amenaza latente de “guerra civil”.
Finalmente, el gobierno de Fujimori debía hacer frente al grave problema
económico-social heredado. Por un lado, la hiperinflación de cuatro dígitos
había evaporado en poco tiempo los ingresos de los trabajadores. Por el otro,
la enorme deuda externa había llegado a límites insostenibles, incrementando
el déficit fiscal y la ineficiencia del Estado. En ese contexto, las tasas de
desocupación y subocupación habían alcanzado índices históricos. El marco
general de crisis de la matriz estadocéntrica le permitió a Fujimori dejar a un
lado sus promesas de campaña a favor de los sectores populares para aliarse
con los grandes empresarios y aplicar un programa de reformas neoliberales. A
pesar de la magnitud de la transformación, el Presidente logró mantener un
amplio respaldo social, al restablecer la estabilidad económica y lograr la
modernización y “reinserción internacional” del país en el seno de la comuni-
dad internacional.
De todos modos, para consolidar su discurso neodecisionista no alcan-
zaba con el éxito relativo en este campo. Por el contrario, la gobernabilidad sólo
se fortalecería cuando se lograra extender el nuevo orden al campo de la polí-
tica. Para ello, habría que esperar hasta el autogolpe del 5 de abril de 1992, la
llave maestra que fortalecería y permitiría consolidar el liderazgo presidencial.
El autogolpe de abril le permitió a Fujimori no sólo la posibilidad de ser reele-
gido democráticamente en las elecciones de 1995, sino también profundizar
aún más en su estilo de liderazgo neodecisionista. En efecto, a partir de esta
medida, se consolidó el poder plebiscitario del Ejecutivo soberano en desmedro
de las instituciones representativas de la República. Pero sobre todo, el auto-
golpe le permitió a Fujimori sostener y ampliar el respaldo social frente a la
opinión pública. Ello se debe, más allá de la tradición nacional de poco respeto
a las reglas constitucionales, al estilo de liderazgo que caracterizaba al Presi-
dente desde su asunción. Como vimos, se trataba de un liderazgo neodecisio-
nista que era contrario a los partidos políticos tradicionales, criticaba la inefi-
ciencia e ineficacia decisional del Parlamento e incentivaba la necesidad de la
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opuesta al análisis del caso brasileño durante los años de Fernando Collor de
Mello entre 1990 y 1992.
Si bien es real que el sistema político brasileño postreforma constitucio-
nal aún hoy provoca serias vacilaciones en cuanto a su efectividad y a la capa-
cidad que da a los poderes tanto Ejecutivo como Legislativo, quedó demos-
trado en 1992 que el sistema funcionaba. Ahora bien: tras lo expuesto podemos
afirmar que esta respuesta institucional rápida, eficiente y funcional a la demo-
cracia estuvo más ligada a la imposición social que a la ingeniería institucio-
nal, poniendo frenos al exceso de poder del Ejecutivo.
Lo novedoso del caso Collor es la reacción de la sociedad brasileña a las
denuncias contra el presidente, a la crisis económica reinante y a la corrupción
política. Ha sido la sociedad civil y su manera de pensar y vivir la democracia
la que ha mutado más que las instituciones políticas, pues episodios de corrup-
ción o de sospechas de corrupción contra prominentes políticos no eran nuevos.
Sin embargo, que la misma sociedad civil que soportó 21 años de régimen auto-
ritario para luego erigir como presidente a un político sin experiencia en gestión,
imponga en los tempranos 90 un criterio y exija ética, representada en este caso
por la posibilidad de realizar un impeachment, es todo un acontecimiento.
Esta transformación en la actitud y tolerancia a las irregularidades queda
expresado con fuerza en el pedido específico de poner límites al mandatario,
investigarlo y, en caso de hallarlo culpable, juzgarlo hasta las últimas conse-
cuencias. La experiencia de Collor permitió demostrar que, a pesar de sus vici-
situdes, el sistema actuó.
El fracaso en el intento de construcción de un modelo de gobernabilidad
democrática fundado en la exclusión de los principales actores institucionales
en la arena decisoria hizo paradójicamente posible avanzar en una dirección
tendiente a la institucionalización y normalización del sistema político brasi-
leño, con alternancia posible entre fuerzas o coaliciones en condiciones de
llevar adelante una agenda de consensos y disensos.
Todo ello permitiría, si no evitar, por lo pronto limitar la reproducción del
esquema presente de manera particular en el marco institucional argentino, y en
general en buena parte del continente a lo largo de toda la década, basado en:
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LOS AUTORES
FAIR HERNÁN
Licenciado en Ciencia Política (UBA), Magíster en Ciencia Política y
Sociología (FLACSO), Investigador becario CONICET, Doctorando en Cien-
cias Sociales (UBA) con sede en el Centro de Estudios del Discurso y las Iden-
tidades Sociopolíticas (CEDIS), Universidad Nacional de San Martín; es autor
de una treintena de artículos en revistas académicas especializadas de Argen-
tina, Chile, España, Uruguay y Venezuela.
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LEIRAS SANTIAGO CÉSAR
Licenciado en Ciencia Política (UBA), Diploma de Estudios Avanzados
y Doctor en América Latina Contemporánea por el Instituto Universitario de
Investigación Ortega y Gasset de Madrid (IUOG), España, Docente-Investiga-
dor UBA. Es autor del libro El Cono Sur y sus líderes en los años 90. Carlos
Menem y Fernando Collor de Mello en perspectiva comparada y coautor del
libro La democracia y sus laberintos, como de más de treinta publicaciones en
su especialidad.
VACCARO VICTORIA
Licenciada en Ciencia Política (UBA). Cursa actualmente el Diplomado
en Estudios Interdisciplinarios de Género (UCES). Se desempeña como
ayudante de 1ra. categoría en la materia “Líderes y Liderazgos Político en
América Latina” de la carrera de Ciencia Política de la UBA. Es Coordinadora
de Programas de la ONG Instituto Social y Político de la Mujer.
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