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El poder de decisión del socio

en las sociedades cooperativas:


la asamblea general.

Director de la Tesis: D. Ángel Rojo Fernández-Río


Catedrático de Derecho Mercantil
Universidad Autónoma de Madrid

Doctorando: Miguel Ángel Santos Domínguez

1
SUMARIO

Primera parte
Los elementos tipológicos de la sociedad cooperativa.

Capítulo primero
La insuficiencia de los elementos tradicionales

1. Planteamiento de la cuestión: la insuficiencia de los elementos tradicionales y


la relevancia de los elementos participativos.
2. La irrelevancia tipológica del régimen económico de la sociedad cooperativa.
2.1. La aportación social.
2.2. La variabilidad del capital social.
2.3. Los resultados del ejercicio.
2.4. La irrepartibilidad de una parte del patrimonio social.
2.5. El retorno cooperativo y la imputación de pérdidas.
3. La irrelevancia de los principios cooperativos.
3.1. El concepto y la formulación de los principios cooperativos.
3.2. La irrelevancia tipológica.
3.3. La irrelevancia histórica.
3.4. La irrelevancia jurídica.
3.4.1. La evolución legislativa sobre los principios cooperativos.
3.4.2. El Derecho vigente.
3.4.3. El Derecho internacional y comunitario.
3.4.4. La jurisprudencia.
3.4.5. La doctrina científica.
3.5. La irrelevancia práctica.
3.6. La naturaleza moral de los principios cooperativos.
3.7. Las funciones de los principios cooperativos.
3.8. La función de los valores cooperativos.

Capítulo segundo
La relevancia tipológica de la mutualidad y de la participación orgánica

1. La mutualidad en la sociedad cooperativa.


1.1. El concepto de mutualidad.
1.2. La mutualidad cooperativa como mutualidad neutral: la sociedad
cooperativa como tipo mutualista general.
1.3. La naturaleza jurídica de la actividad cooperativizada y de la
actividad instrumental en la sociedad cooperativa: el objeto y la causa
del contrato de sociedad cooperativa.
1.4. El régimen jurídico de la actividad cooperativizada: su impacto en la
participación orgánica.
1.5. La necesidad de un régimen jurídico especial de la mutualidad y de
la participación orgánica.
2. La participación orgánica en la sociedad cooperativa.
2.1. El poder societario cooperativo.
2.2. El impacto de la mutualidad sobre el poder societario: el gobierno
corporativo en la sociedad cooperativa.

2
Segunda parte
El poder de decisión del socio: su participación en la asamblea general

Capítulo primero
El gobierno corporativo de la sociedad cooperativa

1. Los problemas de gobierno corporativo en la sociedad cooperativa.


1.1. El control del consejo rector, apoderados y técnicos.
1.2. La tutela del socio minoritario.
1.3. La protección de los acreedores frente al ejercicio del poder
societario.
1.4. El alejamiento del socio primario: la participación representativa de
los socios de las entidades socias.
1.5. Los efectos de la Ley en la determinación del poder societario.
1.6. Las divergencias en la actividad cooperativizada.
1.7. El ejercicio indirecto del objeto social.
1.8. Los intereses extrasocietarios.

2. Los instrumentos de gobierno corporativo en las cooperativas.


2.1. La asamblea general como instrumento de gobierno corporativo.
2.1.1. El control del poder societario por los mercados y el papel
de la asamblea general.
2.1.2. El informe de gobierno corporativo y la asamblea general.
2.1.3. La información no financiera de los grupos de sociedades
y la asamblea general.
2.1.4. El contenido de la página web corporativa y la asamblea
general.
2.1.5. Los deberes de lealtad y diligencia de los administradores
y la asamblea general. Referencia al deber de lealtad del socio
significativo.
2.1.6. Las recomendaciones sobre la composición del órgano de
administración y la función de la asamblea general.
2.1.7. La remuneración de los administradores y directivos como
competencia de la asamblea general.
2.1.8. Los instrumentos jurídicos para la aplicación de las
medidas de gobierno corporativo y la asamblea general.
2.2. La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado como
instrumento de gobierno corporativo.

Capítulo segundo
La asamblea general

1. La asamblea general y la participación del socio en la gestión.


2. La gestión.
2.1. La gestión por la asamblea general.
2.2. Fundamentos de la competencia de gestión de la asamblea general.
2.2.1. La posición jurídica del socio en la sociedad cooperativa.
2.2.2. El riesgo.
2.2.3. La responsabilidad por actos de gestión.

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2.2.4. El interés social.
2.2.5. La irrepartibilidad patrimonial con fines mutualistas.
2.2.6. La eficiencia.
2.3. La competencia de gestión de la asamblea general: modalidades.
2.3.1. Competencia universal.
2.3.2. Competencia estatutaria de gestión ordinaria.
2.3.3. Competencia legal de gestión extraordinaria.
2.3.4. Competencia legal de gestión ordinaria.
2.3.5. Competencia de gestión a petición del consejo rector.
2.4. El control de la gestión del órgano de administración.
2.4.1. Control previo de la gestión social del órgano de administración.
2.4.1.1. El derecho a la información.
2.4.1.2. El debate general.
2.4.1.3. La política general.
2.4.1.4. Instrucciones y autorizaciones.
2.4.2. Control posterior de la gestión social del órgano de administración.
2.4.2.1. El examen de la gestión social.
2.4.2.2. La aprobación de las cuentas y la aplicación de los
resultados.
2.4.2.3. La responsabilidad.
2.4.2.4. Nombramiento y revocación de los miembros del órgano
de administración.
3. Los derechos de participación.
3.1. Concepto.
3.2. Los titulares.
3.2.1. Los socios.
3.2.1.1. Concepto y elementos.
3.2.1.2. Capacidad para ser socio. Especial referencia a las
comunidades de bienes y a las personas jurídicas.
3.2.1.3. La “mutuabilidad”.
3.2.1.4. La acumulabiliad.
3.2.1.5. Las situaciones del socio a prueba, de socio temporal y
del socio en proceso de baja voluntaria.
3.2.2. Los otros titulares de derechos de participación.
3.2.2.1. El socio colaborador.
3.2.2.2. El asociado.
3.2.2.3. El socio capitalista de las sociedades cooperativas
mixtas.
3.2.2.4. El socio “exmutualista”.
3.2.2.5. El propietario de títulos participativos.
3.2.3. Otros sujetos sin derechos de participación.
3.2.3.1. El tercero no socio.
3.2.3.2. El beneficiario de las prestaciones cooperativas.
3.2.3.3. El socio de la entidad socia.
3.2.3.4. El titular de participaciones especiales.
3.2.3.5. El titular de aportaciones con reembolso rehusable.
3.3. Modalidades de los derechos de participación.
3.3.1. Derecho a ser convocado.
3.3.2. Derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general.
3.3.3. Derecho a proponer asuntos para el orden del día.

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3.3.4. Derecho de asistencia.
3.3.5. Derecho de voz.
3.3.6. Derecho a formular propuestas de acuerdos.
3.3.7. Derecho de voto.
3.3.7.1. El fundamento cooperativo del voto plural.
3.3.7.1.1. El voto plural y los principios cooperativos.
3.3.7.1.2. El voto plural y la mutualidad.
3.3.7.2. Su reconocimiento legal.
3.3.7.3. Régimen jurídico del voto plural.
3.3.7.4. El voto plural y las situaciones de control en la sociedad
cooperativa.
3.3.7.4.1. La compatibilidad del control con los principios
cooperativos.
3.3.7.4.2. El control interno. Control minoritario y control
mayoritario.
3.3.7.4.2.1. El control interno.
3.3.7.4.2.2. Control minoritario.
3.3.7.4.2.3. Control mayoritario.
3.3.7.4.3. El grupo cooperativo por subordinación.
3.3.7.4.3.1. Los grupos de sociedades
cooperativas.
3.3.7.4.3.2. Los grupos verticales de sociedades
cooperativas.
3.3.7.4.3.3. Instrucciones perjudiciales.
3.3.8. Derecho a participar en la asamblea general mediante
representante.
3.3.8.1. Naturaleza.
3.3.8.2. Participación mediante representante voluntario.
3.3.8.3. Participación mediante representante legal.
3.3.8.4. Participación del socio persona jurídica mediante
representante orgánico y voluntario.
3.3.8.5. La responsabilidad del representante.
3.3.8.6. Infracción de las normas que regulan la representación.
3.4. Privación temporal de los derechos de participación.

Conclusiones

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ABREVIATURAS

Código de comercio (mandado publicar por Real Decreto de 22 de agosto de 1885): C de C.


Código civil (mandado publicar por Real Decreto de 24 de julio de 1889): CC.
Constitución Española de 27 de diciembre de 1978: CE.
Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores: LGDCU.
Ley 1/985, de 1 de julio, Orgánica del Poder Judicial: LOPJ.
Reglamento del Registro Mercantil, aprobado por el Real Decreto 1.784/1996, de 19 de julio, por
el que se aprueba el reglamento del Registro Mercantil: RRM.
Texto Refundido de la Ley de Sociedades anónimas, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1.564/1989, de 22 de diciembre: TRLSA.
Ley 4/1993, de 24 de junio, de Cooperativas de Euskadi: LCPaís Vasco.
Ley 2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura: LSCExtremadura.
Ley 5/1998, de 18 de diciembre, de Cooperativas de Galicia: LCGalicia.
Ley 9/1998, de 22 de diciembre, de Cooperativas de Aragón: LCAragón.
Ley 12/1991, de 29 de abril, de Agrupaciones de Interés Económico: LAIE.
Ley 1/1994, de 11 de marzo, sobre el régimen jurídico de las sociedades de garantía recíproca:
LSGR.
Ley 2/1995, de 23 de marzo, de Sociedades de Responsabilidad Limitada: LSRL.
Texto de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1/1995, de 24 de marzo: ET.
Ley 4/1999, de 30 de marzo, de Cooperativas de la Comunidad de Madrid: LCMadrid.
Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas --del Estado--: LCEstado.
Ley 1/2000, de 7 de enero de Enjuiciamiento Civil: LEC de 2000.
Texto Refundido de la Ley de infracciones y sanciones en el orden social, aprobado por el Real
Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto: TRLISOS.
Ley 5/2001, de 10 de mayo, de Crédito Cooperativo de Extremadura:
LCréditoCooperativoExtremadura.
Ley 4/2001, de 2 de julio de Cooperativas de la Rioja: LCLa Rioja.
Reglamento (CE) núm. 2.157/2002 del Consejo, de 8 de octubre de 2001, por el que se aprueba
el Estatuto de la Sociedad Anónima Europea: ESAE.
Ley 4/2002, de 11 de abril, de Cooperativas de Castilla y León: LCCastilla y León.
Ley 18/2002, de 5 de julio, de Cooperativas de Cataluña: LCCataluña.
Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura, aprobado por el Decreto
172/2002, de 17 de diciembre: RRSCExtremadura.
Ley 1/2003, de 20 de marzo, de Cooperativas de las Islas Baleares: LCIslas Baleares.
Ley 8/2003, de 24 de marzo de Cooperativas de la Comunidad Valenciana: LCValencia.
Reglamento (CE) 1.435/2003, del Consejo, de 22 de julio de 2003, relativo al Estatuto de la
Sociedad Cooperativa Europea (SCE): ESCE.
Texto Refundido de la Ley de Ordenación y supervisión de los seguros privados, aprobado por el
Real Decreto Legislativo 6/2004, de 29 octubre: TRLOSSP.
Ley 8/2006, de 16 de noviembre de Sociedades Cooperativas de la Región de Murcia:
LSCMurcia.
Ley Foral 14/2006, de 11 de diciembre, de Cooperativas de Navarra: LCNavarra.
Ley 8/2006, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Especiales de Extremadura:
LSCEspecialesExtremadura.
Ley 6/2008, de 25 de junio, de la Sociedad Cooperativa Pequeña de Euskadi:
LSCPequeñaEuskadi.
Ley 3/2009, de 3 de abril, sobre Modificaciones Estructurales de las Sociedades Mercantiles:
LMESM.

6
Ley 4/2010, de 29 de junio, de Cooperativas del Principado de Asturias: LCAsturias.
Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el que aprueba el Texto Refundido de la Ley
de Sociedades de Capital: TRLSC.
Ley 11/2010, de 4 de noviembre, de Cooperativas de Castilla-La Mancha: LCCastilla-La Mancha.
Ley 3/2011, de 4 de marzo, por la que se regula la Sociedad Cooperativa Europea con domicilio
en España: LSCEuropea.
Ley 5/2011, de 29 de marzo, de Economía Social: LES
Ley 14/2011, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Andaluzas: LSCAndalucía.

7
Primera parte
Los elementos tipológicos de la sociedad cooperativa

Capítulo primero
La insuficiencia de los elementos tradicionales

1. Planteamiento de la cuestión: la insuficiencia de los elementos tradicionales y la


relevancia de los elementos participativos.

I. La cooperativa es una sociedad que explota una empresa con la finalidad de satisfacer
las necesidades de sus socios, quienes asumen, además de la obligación de aportar capital, la
de realizar actividades económicas con aquélla y ostentan el derecho a participar en la gestión
social1.

Este concepto, que recoge el mínimo común para identificar dentro de una gama de
empresarios el que debe recibir el calificativo de cooperativo2, ha sido desarrollado parcialmente

1 La concepción de la sociedad cooperativa como persona jurídica que tiene la condición de empresario que explota
una empresa es unánime en la doctrina científica (vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades
cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo
I, págs. 1421 a 1446, en págs. 1426 y 1427; M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas,
Madrid [Tecnos], 2002 [2º ed], págs. 71 a 73); si bien caracterizada porque su actividad tiene como causa la
satisfacción de las necesidades de los socios (vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad
abierta, Sevilla [Servicio de Publicaciones. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social], 1982, págs. 21 a. 25).

La caracterización anterior no se debilita por el hecho de que la sociedad cooperativa forme parte de la economía
social --entendida como conjunto de las actividades económicas y empresariales, que en el ámbito privado llevan a
cabo aquellas entidades que, de conformidad con los principios de primacía de las personas y del fin social sobre el
capital, aplicación de los resultados obtenidos de la actividad económica principalmente en función del trabajo
aportado y servicio o actividad realizada por las socias y socios o por sus miembros y, en su caso, al fin social,
promoción de la solidaridad interna y con la sociedad, e independencia respecto a los poderes públicos, persiguen
bien el interés colectivo de sus integrantes, bien el interés general económico o social, o ambos (arts. 2, 4 y 5 LES)--
. De un lado, porque la propia LES de tiene por objeto establecer un marco jurídico común para el conjunto de
entidades que integran la economía social, con pleno respeto a la normativa específica aplicable a cada una de ellas
(art. 1), lo que mantiene todas las consecuencias jurídicas derivadas de la legislación anterior, y entre ellas la
caracterización de la cooperativa como empresario, y, de otro, porque ya los Tribunales españoles antes de la LES
tildaban a la cooperativa como una de las formas de la economía social y aplicaban el régimen jurídico propio de un
empresario social a las relaciones con sus socios y a sus relaciones externas (vid. AAP Zaragoza de 21 de
diciembre de 2001 [Civil] (Ar. AC 2002\561)). Así mismo, en la doctrina científica se encuentran aportaciones que
recogen la idea de que dentro del Tercer Sector, o Economía Social o, también, Economía de interés general --non
profit organizations, en expresión inglesa-- se encuentran las sociedades cooperativas, las mutuas de seguros, las
mutualidades de previsión social y las sociedades laborales, conformando un sector acapitalista, junto a las
fundaciones, asociaciones, comunidades de bienes, movimiento ecologistas…, pero apreciando entre ambos grupos
como diferencia el ánimo de lucro con el que actúan aquéllas (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil, Tomo 12, Vol. 1, Madrid [Marcial
Pons], 2005, págs. 31 y 32); incluso se afirma que la cooperativa es una “empresa de economía social”, y que
mercantilidad y economía social no son términos incompatibles, como lo demuestra el hecho de que se integren en
la economía social sociedades cuya naturaleza mercantil no se cuestiona, como las sociedades laborales y las
sociedades de garantía recíproca (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág.
77).

2 Su generalidad permite reconducir al concepto el tipo mutualista con independencia de las diversas finalidades que
a través del mismo los socios puedan perseguir, que no siempre son coincidentes, en las distintas partes de la
geografía terrestre. Como ha puesto de relieve la doctrina, el papel que desempeñan las sociedades cooperativas
en los países menos desarrollados es prevalentemente de reacción frente a los desequilibrios del sistema, con una
función marginal de corrección de la desigualdad, mientras que en los países desarrollados cumple una función

8
por la doctrina científica. Los estudios de Derecho de sociedades cooperativas han girado,
básicamente, en torno a tres puntos de vista, solos o entremezclados: el mutualista, el de los
principios cooperativos, y el del régimen económico, postergando una línea de análisis centrada
en los órganos sociales que configurara a aquel sector del Ordenamiento jurídico,
principalmente, como un Derecho de la organización, basado en la participación de los socios en
la gestión de los asuntos sociales3.

productiva más, sobre la base de la persona del socio y su actividad económica, e integra junto con el resto de
organizaciones el sistema económico (vid. E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico
de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma, Madrid [DYKINSON], 2009,
págs. 31 a 33).

3 No es éste el abordaje principal que se encuentra en la doctrina científica que con mayor autoridad ha estudiado la
regulación de las sociedades cooperativas. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General
de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º, Madrid
[EDERSA], 1990, artículo 53, págs. 620 a 622, afirma que el régimen de los órganos sociales de la cooperativa es
una de las materias en las que menos afloran las peculiaridades de ésta, de ahí que el moderno Derecho de
sociedades recogido fundamentalmente en la legislación sobre las sociedades anónimas se extienda casi sin
excepciones al régimen de la cooperativa; y en este contexto general aún lucen menos las peculiaridades jurídicas
en la regulación del órgano de administración --el consejo rector-- que en la regulación de la asamblea general, más
influida por el principio democrático.

Ciertamente, la necesidad de buscar una regulación genuinamente cooperativa de los órganos sociales no ha
pasado desapercibido para la doctrina. Al prologar una de las aportaciones científicas más importantes para el
entendimiento del Derecho español de sociedades cooperativas L. FERNÁNDEZ DE LA GÁNDARA, “Prologo”, en
M. L. Llobregat Hurtado, Mutualidad y empresas cooperativas, Barcelona [Bosch], 1990, págs. VII a XI, en pág. VII,
ha puesto de manifiesto que el sector normativo de las cooperativas no ha sido dotado de una fisonomía definida, ni
tampoco ha resuelto de forma satisfactoria cuestiones fundamentales de carácter estructural y funcional, de forma
que a los viejos problemas de caracterización jurídica en torno a la naturaleza societaria de las cooperativas y su
aptitud funcional para el ejercicio de actividades empresariales --hoy, entendemos, ya definitivamente superados--
añade el autor mencionado las cuestiones anudadas a la dimensión organizativa y funcional de la cooperativa.

En la obra prologada, está presente y bien explicada la conexión de la mutualidad con especialidades en el régimen
económico y con las exigencias de los principio cooperativos. A título de ejemplo, se puede leer que la mutualidad
genera en la disciplina regladora de los excedentes netos “la existencia, en derecho de cooperativas, de diversos
elementos que, debido a su singularidad, contribuyen a individualizar estas figuras diferenciándolas de las restantes
sociedades que componen el catálogo legal”, destacando como tales singularidades la “exigencia de destinar un
porcentaje de los excedentes netos --variable en su cuantía pero en todo caso significativo-- a la constitución de un
fondo de reserva obligatorio”, y el dato, procedente de los principios cooperativos, de que “las normas sobre
distribución de los excedentes netos vienen predeterminadas por la naturaleza especial de los fines
cooperativos...fines de orden superior, como son la función educativa de los socios y la promoción de los intereses
económicos y sociales de sus miembros…[así como] la mejora de las condiciones de vida del grupo social a cuyo
servicio aquélla [la cooperativa] se destina” (vid. vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs. 342 y 343).

En ella, además de exponer el principio de autogestión --que nace de la mutualidad y justificaría el derecho de los
socios a decidir sobre la marcha de los asuntos sociales-- relacionándolo con la participación del socio en el flujo
real de la cooperativa, no en el flujo decisional, en el que encontraría acomodo el elemento de la participación
orgánica: el principio de autogestión se identifica con la participación de los socios en el ejercicio de la actividad
económica de empresa mediante la que se da cobertura a las necesidades de los mismos, concluyéndose, de esta
formulación, que los socios tienen plenas facultades para la resolución de sus propios asuntos lo que justifica el
autoorganicismo y proscribe el organicismo de terceros (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, pág. 26). Pero no se construye un especial derecho o derechos del socio en materia de
participación orgánica. Y, en la línea apuntada, continúa afirmando que el vínculo entre la cooperativa y la
participación del socio tiene alcance tipológico de tal forma que sin intervención personal de los asociados en la
marcha de la empresa la actividad cooperativa que daría sin sustrato real (vid. pág. 43), destacando el flujo real en
lugar del decisional de la participación.

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La mutualidad cooperativa, o satisfacción de las necesidades económicas de los socios
mediante su participación en una empresa gestionada en común por aquéllos, sigue siendo el
elemento tipológico primario de la sociedad cooperativa. Pero no se han apurado
suficientemente las consecuencias jurídicas que se derivan de este elemento, largo tiempo
centradas en explicar si la relación mutualista es de naturaleza societaria o contractual, o si la
mutualidad es compatible o no con el lucro4, así como en destacar que de la mutualidad nacen
unas instituciones jurídico-económicas propias o singulares de las cooperativas, y cómo ese
elemento da lugar a una entidad organizada con base a unos principios cooperativos de alcance
universal, olvidando que la realización por los socios de actividad económica con la cooperativa -

4 Cuestión zanjada, con una especial concepción del lucro, hace mucho tiempo por nuestro Derecho positivo y por
nuestra jurisprudencia. La Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas ya admite que en la
cooperativa junto a la causa mutualista, atendiendo a la cual la sociedad cooperativa desarrolla sus actividades para
satisfacer necesidades de sus socios, coexista una causa lucrativa, por la que estas sociedades pueden obtener
rendimientos abonables o repartibles entre los socios --los intereses por las aportaciones al capital social y los
excedentes netos repartibles--. La S.T.S., Sala 3ª, de 4 de noviembre de 1985 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ
1985\5661), es suficientemente ilustrativa de la anterior tesis, cuando afirma “que las Cooperativas reguladas por
esa Ley [se refiere a la Ley de 1974] serán entidades asociativas con fin de lucro o destinadas a un objeto social
ajeno al mismo, según sea su naturaleza, fines, y medios aportados en función de la compensación económica
establecida; procediendo atender, por consiguiente, a lo establecido en sus Estatutos para poder concluir si una
Cooperativa está constituida como empresa destinada a la consecución de unas ganancias distribuibles entre sus
asociados, o, por el contrario, su objeto se concreta en un logro no comprendido entre las actividades dirigidas a la
obtención de un beneficio económico; con la particularidad de que en las Cooperativas por su regulación legal,
pueden concurrir ambas finalidades con predominio de una u otra: la económica social y la estrictamente lucrativa;
doctrina acorde con el meritado artículo 2.º de la Ley meritada en el que se determinan los principios generales que
definen el carácter cooperativo de una Sociedad, en relación con el 13-6.º y 18 de este Cuerpo legal; ya que por el
primero se dispone: «Cuando se acuerde pagar un interés a las aportaciones de los socios al Capital Social, no
podrá exceder del interés básico del Banco de España incrementado en tres puntos sin perjuicio de la revaloración
correspondiente a dichas aportaciones»; de lo que se infiere que «la atribución de ese interés no es preceptivo que
se consigne en los Estatutos de la Cooperativa, ni que sea norma obligada para esas sociedades»; y por el segundo
se establece: «El saldo de los excedentes netos que reste después de atendidos los destinos fijados en el artículo
anterior podrá ser aplicado a lo que dispongan los Estatutos o por Acuerdo de la Asamblea General, a la
constitución de reservas voluntarias que podrán incorporarse al Capital Social, al incremento de Fondos legales, o a
su distribución en forma de retorno cooperativo», precepto que dilucida y aclara y reafirma el carácter potestativo del
reparto de los excedentes netos »”. Para el Tribunal Supremo si hay intereses por las aportaciones al capital social o
si hay reparto de excedentes netos, la cooperativa tiene ánimo de lucro.

De las reflexiones doctrinales acerca de la incompatibilidad de la mutualidad con el ánimo de lucro constituye buen
ejemplo M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 35 a 43; y N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º, Madrid [EDERSA], 1989, artículo 1, págs. 23 y 24.

Y, con un planteamiento científico opuesto al anterior, F. SÁNCHEZ CALERO, “Los conceptos de sociedad y de
empresa en la Ley de Cooperativas”, en VV. AA., Libro Homenaje a Ramón Mª Roca Sastre, vol. III, Madrid
[EDERSA], 1976, págs. 493 a 524, en pág. 502, que al explicar la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de
Cooperativas, ya anunciaba que esta norma había suprimido del concepto de cooperativa la prohibición de obtener
lucro, en cuanto que ha estimado que tal fin concurre en los cooperativistas, concluyendo el citado autor que la
cooperativa podría considerarse como una sociedad lucrativa, entendido este término en sentido lato.

Si esta postura podía defenderse ya en 1974, la situación jurídica actual no genera ninguna duda acerca de la
presencia de ánimo de lucro en las sociedades cooperativas. La regulación de la sociedad cooperativa sin ánimo de
lucro --prevista principalmente en disposición adicional primera de la Ley estatal de 1999, pero también en los
artículos 57.5 y 106.1 y en la disposición adicional novena-- sigue una técnica normativa que va del género a
especie: parte de que en todas las sociedades cooperativas existe ánimo de lucro, y solo una modalidad de las
mismas carecería de él --las que resultaran calificadas como sociedades cooperativas sin ánimo de lucro, por reunir
los requisitos que señala la Ley para esta calificación--. Esta misma conclusión también es destacada por M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 74.

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-además de la estricta aportación de capital social-- produce como efecto en sede de órganos
sociales el reconocimiento de un especial e intenso derecho de participación en la gestión social.

En la orientación metodológica basada en el régimen económico, y dentro de la literatura


especializada sobre la materia cooperativa, son frecuentes las investigaciones que destacan,
entre otras notas, la variabilidad del capital social, los diferentes tipos de excedentes o de
pérdidas, el patrimonio irrepartible, la figura del retorno, etc., todo ello basado en la idea de que
estas características de sesgo económico y financiero son las que distinguen a la sociedad
cooperativa de las sociedades genuinamente mercantiles. Sin embargo, las nuevas leyes de
cooperativas están desdibujando el carácter singularmente cooperativo de estos datos, con un
nuevo panorama normativo en el que el perfil tipológico de la sociedad cooperativa no puede
analizarse exclusivamente, ni siquiera principalmente, con esquemas de régimen económico.

Por su parte, los principios cooperativos han sido terreno recurrente en muchos autores
para construir el tipo societario de la cooperativa5, incluso el estatuto jurídico del socio6,
olvidando la ausencia de fuerza vinculante de los mismos y que su inexistencia en una sociedad
cooperativa no la priva de naturaleza mutualista7.

Debe partirse de la idea de que las singularidades económicas y los principios


cooperativos han sido rasgos que, a lo largo de los años, se han apreciado en las Leyes de
sociedades cooperativas más por inercia histórica que por verdaderas necesidades sentidas por
las propias cooperativas. En la práctica cooperativa no se aprecian necesidades cuya
satisfacción justifique unas normas jurídicas mantenedoras del status quo en materia de régimen
económico y en postulados radicales derivados de los principios cooperativos8. La atención
5La conexión entre los principios cooperativos y el concepto de sociedad cooperativa es el punto del que parte de N.
PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, págs. 14 a 16.

6 La vinculación entre el tipo societario cooperativo y el estatuto del socio, de un lado, y los principios cooperativos,
de otro, es recogida por E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad
Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 153 en los siguientes términos: “en las
cooperativas ese estatus legal [se refieren al estatuto jurídico del socio], y por ende el propio tipo social, se
caracteriza por tener un catálogo de derechos y obligaciones para los socios más amplios que en otros tipos de
sociedades, derivado en parte por el reconocimiento de los llamados principios cooperativos”. Sin embargo, estos
mismos autores, al lado de los principios cooperativos colocan a la mutualidad, como determinante de la estructura
del tipo societario cooperativo y del estatuto jurídico del socio, de forma que debido al carácter mutualista, al socio
se le reconoce el derecho y se le impone el deber de participar en la actividad cooperativa, se le condiciona su
ingreso y la salida, y su participación efectiva en el reparto de excedentes y la imputación de pérdidas (pág. 176).

7 Sin que esta ajuridicidad de los principios cooperativos, les prive de naturaleza moral y de funciones en la
interpretación y aplicación del Derecho de sociedades cooperativas, datos a los que se hará referencia más
adelante (vid. infra apartados 3.6 y 3.7 del capítulo primero de la primera parte), y sin que este planteamiento
científico signifique negar que la cooperación y el movimiento cooperativo es un fenómeno pluridimensional en el
que se distingue un elemento social y un elemento empresarial, sino simplemente una basculación en la
construcción del tipo societario hacia el segundo de los aspectos (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 29 a 32).

8 Este fenómeno en el que la inercia histórica, derivada de un determinado modo de regular las instituciones, supone
un importante freno a la introducción de modificaciones en los conceptos y en el régimen jurídico, no es exclusivo de
las sociedades cooperativas. Sobre él, conocido en el Derecho anglosajón como path dependence, J. M. GARRIDO,
La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales, Zaragoza [Studia
Albornotiana], 2002, págs. 43 y 44, ha dicho que “es de gran importancia considerar cuáles son los puntos de
partida del modelo, porque esos puntos de partida crean una cierta inercia del modelo, marcan la resistencia a
ciertos cambios, y la tendencia a enfocar y encauzar las instituciones jurídicas de un determinado modo (“path

11
prestada al régimen económico y a los principios cooperativos ha contribuido al descuido de otro
aspecto no menos relevante, sino clave, de la identidad cooperativa: el poder de decisión del
socio que se traduce en la participación del socio en la gestión de la sociedad cooperativa9. Esta
participación se articula, en términos jurídicos, en la participación en los órganos sociales y en la
distribución y control del poder societario. Al lado de la relación mutualista, la regulación de los
órganos sociales de las cooperativas y, en particular, la distribución y el control del poder
societario en el seno de las mismas es, probablemente, el auténtico rostro de la cooperativa, la
huella dactilar que identifica a la persona cooperativa, por ser la consecuencia estructural más
importante de la mutualidad10. Y es que el régimen jurídico de la sociedad cooperativa podría
flexibilizar o, incluso, prescindir de sus peculiaridades de régimen económico 11, y, asimismo,
podría regular una materia contrariamente a lo postulado por un principio cooperativo 12, pero no
puede cercenar la participación del socio en la gestión social --como corolario de la participación
del socio en la actividad cooperativizada-- sin poner en tela de juicio su carácter cooperativo13.

Con esta orientación participativa de la sociedad cooperativa se trata de introducir en la


dogmática cooperativa el análisis del poder societario cooperativo, de forma que a los
tradicionales problemas conceptuales, relativos a si la cooperativa es una sociedad --y este caso
si tiene naturaleza mercantil o no--, un asociación o un tercer género con singularidad jurídica

dependence”). Cuando un modelo de Derecho de sociedades o de Derecho del mercado de valores está sujeto a
una tensión derivada de esa path dependence o “inercia histórica”, ese dato significa que las características del
modelo jurídico pueden ser no la consecuencia inevitable de la evolución económica, sino, antes al contrario, el
producto de la pervivencia de los factores jurídicos que han moldeado ese ordenamiento en sus inicios”.

9 Solo se aprecian reflexiones muy generales que simplemente plantean la cuestión, dejando apuntada la correcta
línea de estudio. Así en N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º, Madrid [EDERSA], 1990,
artículo 35, pág. 143, puede leerse al comenzar el análisis de los derechos de asistencia, voz, voto y formulación de
propuestas que “aquí [en el artículo 35 de la Ley que comenta] se ofrece la regulación básica de la participación,
verdadero problema histórico de los movimientos cooperativos”.

Con carácter más general, E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad
Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 36 a 39, ubican el hecho diferencial
sobre el que debe basarse la particular consideración y el adecuado tratamiento jurídico de la sociedad cooperativa
en la participación del socio, como manifestación de la idea de democracia económica. Pero estos autores separan
participación y mutualidad, --al menos en el terreno de los fundamentos del tipo-- dado que a su juicio “el hecho que
justifica la especificidad de la sociedad cooperativa no es la gestión preferentemente mutualística: el elemento
definitorio es … la empresa personalista y de funcionamiento interno democrático”; cuando, como se verá, el
fundamento y, en algunos casos como en el voto, la medida de los derechos de participación, es precisamente la
mutualidad.

10 Incluso en las aportaciones doctrinales que construyen el concepto de sociedad cooperativa sobre los principios
cooperativos, se advierte el peso natural que representa la capacidad gestora de los socios y su impacto en los
órganos sociales. Así, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 2, pág. 56, recoge
la idea de que el gobierno y la gestión de la cooperativa la realizan los socios, pero no de modo continuo, ordinario y
directo, sino a través de los órganos corporativos, de forma que solo indirectamente, a través de los mecanismos de
información, propuesta, votación y control, pueden los cooperantes acceder al gobierno y administración de la
entidad.

11 Vid. infra apartado 2 del capítulo primero de la primera parte.

12 Vid. infra apartado 3 del capítulo primero de la primera parte

13 Vid. infra apartado 2 del capítulo segundo de la primera parte.

12
propia14, o a si la regulación que deben albergar las leyes de cooperativas debe ser fiel a los
principios cooperativos y a la formación de un patrimonio cooperativo irrepartible, o, relajando
estos objetivos, debe satisfacer las exigencias del mercado y de formación del patrimonio
individual de los socios15, se añada, como problema científico, el poder societario en las
sociedades cooperativas.

II. En relación con ello, puede afirmarse que los impedimentos a la participación del
socio en la gestión de la empresa cooperativa son de dudosa constitucionalidad. Efectivamente,
aunque el artículo 129.2 de la Constitución no define a las sociedades cooperativas --literalmente
ordena a los poderes públicos fomentarlas16-- debe tenerse muy presente que este precepto

14 Las cuestiones más relevantes que suscita este amplio temario pueden consultarse en M. J. MORILLAS JARILLO
y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 70 a 82, que además recoge las aportaciones doctrinales más
relevantes.

Por la calidad de sus aportaciones debe tenerse en cuenta la posición de F. VICENT CHULIÁ, acerca de la
consideración de la cooperativa como un institución sui generis, que no puede confundirse con la sociedad ni con la
asociación, tesis que ha venido defendiendo desde sus primeros trabajos (vid. Por ejemplo, F. VICENT CHULIÁ
“Análisis crítico del nuevo Reglamento de Cooperación (Decreto 2.396/1971, de 13 de agosto, “B.O.E., de 9 de
octubre)”, en Revista de Derecho Mercantil, núms. 125-126 [1972], págs. 429 a 537, en págs. 445 a 464.

15Tensión que como metodología de análisis ha sido habitualmente utilizada por F. VICENT CHULIÁ, por ejemplo
entre otras obras, en “Mercado, principios cooperativos y reforma de la legislación cooperativa (estudio introductorio
y de síntesis)”, en Revista de Economía Pública Social y Cooperativa, núm. 29 [1998], págs. 7 a 33, en págs. 15 a
17.

16 La invocación del artículo 129.2 de la Constitución por el legislador estatal y por los legisladores autonómicos es
una constante para justificar la elaboración por cada uno de ellos de su correspondiente Ley de cooperativas. Al
respecto, la mayoría de nuestra doctrina se muestra muy crítica con el panorama normativo español en materia de
cooperativas. En esta línea M. J. MORILLAS JARILLO, “La nueva regulación estatal de las sociedades
cooperativas”, en Derecho de los Negocios, núm. 111 [1999], págs. 1 a 13, en págs. 5 y 6, denuncia el disparate que
supone arrancar el fundamento de la pluralidad de leyes de cooperativas del artículo 129 de la Constitución, que,
paradójicamente, dirige a los poderes públicos el mandato de fomento de las cooperativas “mediante una legislación
adecuada”, y propugna, sobre la base de que esta materia forma parte del concepto de “legislación mercantil” y del
principio de unidad del mercado, su unificación o armonización. Y, también, pero respecto de la materia registral
cooperativa, se ha explicado que la única justificación de la existencia de los Registros de Cooperativas al margen
del Registro Mercantil, es la posibilidad de permitir a las Comunidades Autónomas el sistema registral cooperativo,
(vid. J. AVEZUELA CÁRCEL, “El Registro de Sociedades Cooperativas: ¿resistencia a la “huida”?” en Revista de
Derecho Mercantil, núm. 245 [2002], págs. 1487 a 1499, en págs. 1490 a 1492.

La necesidad de coordinación legislativa en materia cooperativa se pone de manifiesto no solo en relación con la
legislación cooperativa, sino también con respecto al resto de legislación mercantil. A título de ejemplo de esta
necesidad de conexión técnica puede repararse en el caso estudiado por J. CARRASCOSA GONZÁLEZ, “Notas
sobre el traslado internacional de domicilio social de las cooperativas tras la Ley 3/2009, de 3 de abril, sobre
modificaciones estructurales de las sociedades mercantiles (Sentencia del TJCE de 16 de diciembre de 2008, caso
Cartesio), en La Ley, núm. 7294 [30.11.2009]. Señala este autor que “la L 3/2009, que regula el traslado
internacional de domicilio social de las sociedades, no resulta aplicable a las cooperativas, pues su art. 2.II indica
que «[l]as modificaciones estructurales de las sociedades cooperativas, así como el traslado internacional de su
domicilio social, se regirán por su específico régimen legal». Un rápido examen de la legislación autonómica y
estatal español relativo a las cooperativas permite descubrir que no existe ningún específico régimen legal del
traslado internacional de domicilio de tales sociedades”. Arguye que “ello es consecuencia de lo que algún autor, no
sin razón, ha denominado el «despropósito legislativo» en materia de legislación cooperativa”, y resuelve la
ausencia de régimen jurídico en el Derecho español, con la doctrina extraída de la STJCE de 16 de diciembre de
2008, asunto C-210/06, Cartesio, que ha abordado el tema del traslado de domicilio social desde un Estado
miembro a otro Estado miembro a partir de la normativa de Derecho comunitario originario, es decir, a partir del art.
48 Tratado constitutivo de la Comunidad Europea (TCE). “La «libertad de establecimiento de las sociedades», pues
--añade el autor citado--, podría operar como una auténtica tabula in naufragio para justificar la posibilidad de
traslado intracomunitario de domicilio social de las cooperativas”.

13
constitucional contiene una serie de mandatos dirigidos a los poderes públicos para que
promuevan y fomenten la participación de agentes económicos en la gestión empresarial y en la
propiedad de las empresas. Por ello, es legítimo pensar que el constituyente concibe a las
sociedades cooperativas como un instrumento de participación en la empresa, esto es de
participación de los socios en el desarrollo de las actividades que integran el objeto social --
participación económica-- y participación de los socios en la gestión de los asuntos que les
afecten --participación orgánica17--.

A pesar de lo dicho, no todas las Leyes de cooperativas contienen una regulación


cooperativa de los órganos sociales. Las modernas Leyes están importando las instituciones
propias de las sociedades de capital --especialmente de las anónimas18--, con tanta intensidad
que se está produciendo un fenómeno, de reciente aparición, de anomización de la sociedad
cooperativa19. Esta importación tiene una doble vertiente: una importación de técnicas y una

17 El AJMER Cádiz nº 1 de 7 de abril de 2005 (Ar Jur 2005\101828) resuelve una cuestión relativa a la convocatoria
de una asamblea general extraordinaria, ante la ausencia de una norma jurídica contenida en la Ley de cooperativas
andaluzas, aplicando la solución más acorde con la participación de los socios en la gestión de los asuntos que les
afecten. En una sociedad cooperativa en la que los cargos de los miembros del consejo rector y del interventor
estaban caducados --lo que determinó que el Registro de Cooperativas de Cádiz denegase la inscripción de la
adaptación de los estatutos sociales, sin que se permita por dicho Registro a la cooperativa, la inscripción registral
de ningún acuerdo social hasta que se haya regularizado dicha situación-- el Juez acordó convocar la asamblea
general extraordinaria a pesar de que los socios solicitantes no habían solicitado la convocatoria previamente al
consejo rector --como ordena el artículo 67.3 LSCAndalucía de 1999, entonces vigente--, “habida cuenta --dice el
Auto-- de la caducidad de los cargos del consejo rector, y del tiempo transcurrido desde la caducidad, que impide
tener por válida la convocatoria del mismo” para que, a su vez, convoque a la asamblea. Este Auto tiene la
singularidad de que cita, en la construcción jurídica que hace de la sociedad cooperativa, el artículo 129.2 de la
Constitución y su contenido, y acaba resolviendo la cuestión planteada aplicando una solución carente de regulación
jurídico positiva pero fundada claramente en un principio pro participación.

C. PASTOR SEMPERE, “Empresa cooperativa y modelo constitucional: una aproximación”, en Revista de Derecho
de Sociedades, núm. 17 [2001], págs. 191 a 214, en págs. 205 y sigs., explica con amplitud la perspectiva
participativa que el artículo 129.2 CE dota a la sociedad cooperativa, siendo éste el rasgo diferenciador de las
cooperativas en el modelo económico constitucional, --a diferencia de lo que sucede en la Constitución italiana que
parte de la mutualidad como rasgo identificador y motivador del papel social que desempeñan estas sociedades y
por el cual gozan de un estatuto privilegiado con respecto a los otros operadores económicos--, principio
participativo que trae causa del artículo 9.2, incluido en el Título Preliminar, que se proyecta sobre toda la
Constitución y, en consecuencia, también sobre el artículo 129.2.

18 La doctrina, consciente de esta importación, ha dedicado algunos esfuerzos a su exposición sistemática: vid., p.
ej., J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos
sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”, en Estudios Jurídicos en homenaje al Profesor Aurelio
Menéndez, Madrid [Civitas], 1996, Tomo II, págs. 2509 a 2542. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa.
Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y
R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 192 destaca, así mismo, cómo el Derecho de
sociedades de capital ha sido tenido presente por el legislador cooperativo a la hora de regular el régimen jurídico
de los órganos sociales, conteniendo incluso remisiones expresas a aquella normativa.

19M. J. MORILLAS JARILLO, “La nueva regulación estatal de las sociedades cooperativas”…, pág. 4, advierte que
con la Ley estatal de cooperativas de 1999, se produce una generalización de aspectos del régimen jurídico de las
sociedades mercantiles capitalistas, y de forma destacada de la sociedad anónima, a las sociedades cooperativas.

En el Derecho de cooperativas estatal --que por la sucesión de normas permite un análisis con perspectiva histórica
de la regulación de los órganos sociales-- la importación de soluciones técnicas propias del las sociedades de
capital se ha hecho tradicionalmente con respeto a las peculiaridades cooperativas. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 42, págs. 309 a 311, explica que el legislador cooperativo de 1987 al
establecer el diseño orgánico de las cooperativas ha tenido muy presente el modelo de las sociedades anónimas,

14
importación de fundamentos. La primera es aquella por la que para dar regulación a un supuesto
de hecho cooperativo se copia la contenida en las Leyes de sociedades de capital para un caso
análogo --la asamblea universal, la convocatoria judicial, el régimen de impugnación de los
acuerdos sociales, la estructura del órgano de administración que, como regla, en las sociedades
cooperativas reviste forma colegiada, denominándose consejo rector, pudiendo adoptar otras
modalidades: administrador único, administradores solidarios y administradores
mancomunados20 [debe advertirse que, por el peso de la tradición, a lo largo de estas páginas
las referencias serán constantes al consejo rector, pero en su mayor parte las mismas son
extensibles al órgano de administración], etc.--. Ésta es una manera de proceder inocua respecto
a la regulación cooperativa de los órganos sociales. Incluso es beneficiosa porque permite al
Derecho de sociedades cooperativas valerse del stock jurisprudencial y doctrinal existente sobre
las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada21. La segunda traslada a las cooperativas

pero, afirma, sería inexacto reconducir el juico sobre la normativa estatal de 1987 en esta materia a un puro
mimetismo con el legislador mercantil, puesto que son muchas y muy trascendentes las innovaciones introducidas
por la Ley, siendo en la regulación de la asamblea donde el legislador ha estado más atento a las peculiaridades de
la institución cooperativa.

20La norma general es que la organización de la administración y representación de la sociedad cooperativa sea
colegiada en forma de consejo rector, sin embargo, en un buen número de Leyes, se permite que para las
cooperativas que tengan menos de diez socios --en las Leyes valenciana y vasca se admite que el número de
socios llegue a diez, y en la murciana que el número de socios sea inferior a cinco-- los estatutos sociales prevean
un administrador único --rector, se denomina en la Ley aragonesa-- o dos administradores mancomunados o
solidarios (vid. 32.1, II LCEstado; 41.1 LCPaís Vasco; 41.1 LCGalicia; 38.9 LCAragón; 39.1 LCMadrid; 47.1, III LCLa
Rioja; 37.2 LCValencia; 48.1.I LSCMurcia, 37.2.IV LCNavarra y 42.1 LSCAndalucía --que solo permite el
administrador único y dos administradores solidarios--).

Esta tendencia de flexibilización del régimen de los administradores de las cooperativas llega a su máxima
expresión con la LSCEspecialesExtremadura, en la que la administración [y representación] de la sociedad
cooperativa especial se podrá confiar a un administrador único, a varios administradores que actúen solidaria o
conjuntamente, o aun consejo rector (art. 9.1); correspondiendo a los estatutos determinar el modo de organizar la
administración [y representación] de la sociedad, pudiendo establecer distintos modos, en cuyo caso será la
asamblea general la competente para optar alternativamente por cualquiera de ellos, sin necesidad de modificación
estatutaria, pero elevando el acuerdo a escritura pública e inscribiéndolo en el Registro de Sociedades Cooperativas
de Extremadura (art. 9.2). En la misma línea se sitúan las Leyes asturiana (art. 59) y castellano-manchega (art. 55).

La posibilidad de organizar a los administradores de la sociedad cooperativa en forma distinta a la del consejo rector
fue reclamada, hace tiempo, por F. VICENT CHULIÁ, El derecho de los órganos sociales desde la perspectiva de la
legislación cooperativa”, en Revista de Derecho Mercantil, núms. 153-154 [1979], págs. 483 a 590, en págs. 531 a
532.

21 En las resoluciones de nuestros tribunales se aplican a las sociedades cooperativas soluciones técnicas --tanto
judiciales cuanto doctrinales-- procedentes de las sociedades de capital, cuando lo permite la coherencia tipológica
del sistema, y se reconoce expresamente la bondad de este proceder. Así la SAP Guipúzcoa de 24 de septiembre
de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\308750) a la hora de resolver sobre la responsabilidad de los administradores de una
cooperativa vasca, y apreciando la identidad de regulación con las sociedades de capital, contenida entonces en la
Ley de sociedades anónimas y en la Ley de sociedades de responsabilidad limitada, afirma que “textos legales
estos dos últimos que han dado lugar a una jurisprudencia y unas elaboraciones doctrinales mucho más amplias
que las que han recaído sobre el ámbito de las cooperativas y que resultan aplicables a ésta, en tanto coincidan con
su específica regulación normativa”. Y la SJMER Valencia nº 1 de 3 de mayo de 2005 (Ar Jur 2005\135809) aplica
para resolver una cuestión litigiosa relativa al derecho de información del socio cooperativista y a la impugnación de
los acuerdos sociales vulneradores de tal derecho, la doctrina jurisprudencial sentada en punto a la impugnación de
acuerdos de las sociedades de capital.

De seguirse la técnica de trasponer a las sociedades cooperativas instituciones propias de las sociedades de
capital, la misma debe realizarse con las necesarias dosis de seguridad jurídica. La doctrina ha denunciado, por
ejemplo, que en materia de responsabilidad de los miembros del consejo rector la remisión contenida en el artículo
43 LCEstado al régimen de responsabilidad de los administradores de las sociedades anónimas resulta

15
soluciones fundamentadas en el capital social, incompatibles con los postulados mutualistas, que
están fundamentados en el socio, de manera que la participación del socio en los asuntos
sociales se configura con esquemas de quien solo pone capital social en la sociedad, olvidando
que el cooperativista además de la obligación de aportar capital tiene la obligación de realizar
actividad cooperativizada y de responder con todo su patrimonio de las pérdidas que la actividad
cooperativizada realizada por él ocasione a la cooperativa22. Una extendida manifestación de
esta segunda vertiente importadora se aprecia en la privación a la asamblea general de
competencias de gestión ordinaria, que se atribuyen al consejo rector23, fenómeno que aparece
justificado por la doctrina científica24, incluso con argumentos propios de sociedades de capital25.

desafortunada en lo términos en los que se lleva a cabo, por consistir en una remisión excesivamente genérica y
ambigua: no queda claro si resultan de aplicación solo las normas de la acción social de responsabilidad o también
las de la acción individual, si se extiende a los administradores de las cooperativas la responsabilidad sanción por
incumplimiento del deber de promover la disolución de la sociedad, cuál ha de ser el estándar de diligencia exigible,
o si la falta de mención a la posibilidad de ejercicio de la acción social de responsabilidad por los socios y por los
acreedores les priva de ella (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 329
a 339).

Un ejemplo de correcta trasposición de técnicas procedentes de las sociedades de capital lo encontramos en la


regulación de la disolución, liquidación y extinción, materias en las que se ha adoptado como modelo el régimen
societario contenido en la legislación especial de sociedades anónimas y limitadas (como puede leerse en el
apartado 14 de la exposición de motivos de la LSCExtremadura) respetando las concretas peculiaridades
cooperativas, como el sistema de adjudicación del haber social, y el destino de los fondos sociales (según afirman
M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 568).

22 La necesidad de adaptar a las especificidades cooperativas la importación de las soluciones experimentadas en el


terreno de las sociedades de capital ha tenido ocasión de chequearse en la práctica, como puede leerse en A.
ROJO, “La crisis de las cajas rurales españolas”, en Mutualità e formazione del patrimonio nelle casse rurali, a cura
di P. Abbadessa e A. Fusconi, [Giuffrè Editore], 1985, págs. 186 a 255, en pág. 205 a 206. Señala este autor que en
los años setenta del pasado siglo, en plena crisis de las cajas rurales, se aprovechó para el tratamiento de la crisis
del crédito cooperativo la experiencia acumulada en el tratamiento de las crisis bancarias. Así, se imitan o
reproducen algunos de los más importantes instrumentos técnicos diseñados para los bancos privados, como el
fondo de garantía de depósitos, y se asigna la dirección de la crisis a la banca oficial. Pero aquí acaba la
importación y comienza la adaptación: la especificidad cooperativa dota de un protagonismo clave en la solución de
la crisis financiera de los setenta a la asociación Banco de Crédito Agrícola-Cajas Rurales, circunstancia que tendrá
mayor importancia que la imitación o reproducción de técnicas de saneamiento. Para adoptar esta fórmula
asociativa, sigue indicando el Profesor Rojo (págs. 231 a 233), se tuvieron en cuenta tanto la independencia de las
cajas rurales, en cuanto sociedades cooperativas, como el rechazo de las mismas a la pérdida su autonomía y a la
disminución del espíritu y de la esencia cooperativos, y se huyó de fórmulas coactivas --impuestas por la
Administración Pública-- adoptándose el mecanismo de los convenios con el Banco de Crédito Agrícola; de esta
forma nació el Grupo Asociado Banco de Crédito Agrícola-Cajas Rurales --mediante un Acuerdo-Marco de
Asociación-- en que se integran las cajas rurales que libremente lo decidan --firmando un Convenio Individual de
asociación--.

23 El Derecho estadounidense de sociedades es un exponente de extraordinario interés acerca de la tesis de la


limitación de los poderes de la junta general como rasgo propio de las sociedades de capital. Esta limitación es una
constante en la legislación sobre sociedades de los Estados federados, que tienen la competencia sobre el Derecho
de sociedades (vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los
inversores institucionales…, pág.47).

24Vid. J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos
sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”…, págs. 2511 a 2514.

25F. VICENT CHULIÁ, “El derecho de los órganos sociales desde la perspectiva de la legislación cooperativa”…,
págs. 503 a 504, afirma que la privación de competencias a la asamblea general es la orientación más moderna en
materia de cooperativas y de sociedades anónimas.

16
Las consecuencias jurídicas de la concepción participativa de la cooperativa no se
agotan en los mandatos que la Constitución dirige al legislador ordinario, se extienden,
naturalmente a todo aquel operador jurídico que se vea en la tarea de interpretar y aplicar las
normas jurídicas reguladoras de la materia cooperativa 26. La participación de los socios en la
actividad cooperativizada --o participación cooperativa-- y en los órganos sociales --o
participación orgánica-- determina que la cooperativa sea una sociedad de participación. Con
técnica propia del Derecho de sociedades se puede decir que la participación es un principio
configurador de la sociedad cooperativa, de los previstos por las Leyes como límite a la
autonomía de la voluntad plasmada en la escritura pública de constitución 27. Esto significa que ni
el contrato de sociedad cooperativa ni los estatutos sociales [o las modificaciones de ambos]
pueden contener disposiciones que limiten o excluyan la participación cooperativa y orgánica de
los socios. Pero también que las dudas en la interpretación y en la aplicación de las normas
jurídicas y estatutos sociales deben resolverse a favor de lo que resulte más favorable para la
participación de los socios.

III. Como fácilmente puede observarse, la participación del socio cooperativo en los
órganos sociales es una cuestión estrechamente conectada a la organización interna y a la
estructura de poder y de control del poder de la sociedad cooperativa. Esta visión de la
participación orgánica pero referida a las sociedades cotizadas se ha venido desarrollando
durante los últimos años en torno a los estudios de corporate governance. Con esta expresión,
que puede ser traducida como “gobierno societario” o “gobierno de las sociedades” 28, aunque
también son utilizadas en castellano29 las locuciones “gobierno corporativo”, “buen gobierno”, e
incluso “buen gobierno corporativo”30, se quiere aludir en su sentido más amplio a todas las

26 La SJMER Málaga nº 1 de 11 de abril de 2008 (Ar Jur 2008\171230) parte del “principio de participación en la
actividad de la cooperativa” como criterio para aplicar las normas jurídicas contenidas en la Ley de cooperativas
andaluzas de 1999 al objeto de impedir que la posición de un socio, que obstaculizaba el funcionamiento del
consejo rector impidiendo la adopción de acuerdos en el seno de éste, concretamente el acuerdo de convocar una
asamblea general, lesione el derecho de los demás socios a participar en las decisiones que hayan de adoptarse en
tal asamblea.

27 Las Leyes de cooperativas estatal (art. 10.1.in fine), vasca (art. 12.3), extremeña (art. 13.3), gallega [art. 16.2.i)],
andaluza (art. 13.4), riojana [art. 12.4.i)], murciana (art. 14.3) asturiana (art. 13.2) y castellano-manchega (art. 13.3)
permiten que en la escritura de constitución, además del contenido necesario, se incluyan los pactos y condiciones
que los promotores hubieran acordado en la asamblea constituyente o que los promotores juzguen conveniente
establecer, siempre que no se opongan las Leyes ni contradigan los principios configuradores de la sociedad
cooperativa. Algunas consideraciones sobre los principios configuradores de las cooperativas --en especial sobre su
relación con los principios cooperativos-- se realizan infra en la letra i) del apartado 3.4.2 del capítulo primero de la
primera parte.

28 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 21 y 22.

29 En los textos de la Unión Europea se ha extendido la expresión “gobernanza empresarial”, p. ej., en la


Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización
del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar,
COM (2003) 284 final- (cuyo texto puede consultarse en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 20 [2003], págs.
319-333).

Vid. p. ej., J. M. EMBID IRUJO, “El buen gobierno corporativo y los grupos de sociedades”, en Revista de Derecho
30

Mercantil, núm. 249 [2003], págs. 933-979.

17
cuestiones que se suscitan en torno a la distribución del poder societario y a las medidas de
control del ejercicio de ese poder31.

Las investigaciones sobre el gobierno societario y las aplicaciones prácticas de sus


conclusiones se han desarrollado en el ámbito de las sociedades anónimas cotizadas, pero su
metodología es trasladable a la sociedad cooperativa. Efectivamente, las cuestiones básicas del
corporate governance en las sociedades cotizadas, que giran en torno a la determinación de
quién sea el titular del poder societario y a la organización de medidas de protección para los
afectados por su ejercicio, es legítimo y conveniente plantearlas en las sociedades cooperativas.
Y es que la postura tradicional, según la cual en el contexto cooperativo los problemas de
gobernanza empresarial son menos relevantes que en el resto de sociedades, ha sido revisada
dejando paso a una atención específica por la “gobernanza cooperativa”, con la finalidad de
reforzar la democracia y la transparencia como elementos ínsitos a la idea de sociedad
cooperativa 32.

Asimismo, el material doctrinal y científico existente sobre las cuestiones de corporate


governance, circunscrito casi exclusivamente al ámbito de las sociedades anónimas cotizadas,
es transportable al análisis de la participación del socio cooperativo en los órganos sociales de la
cooperativa. Ahora bien, estas traslaciones no pueden ser automáticas33, deberán realizarse
teniendo en cuenta las singularidades de la sociedad cooperativa, inclusive de la sociedad
cooperativa española o de las sociedades cooperativas españolas, dado que no hay reglas de
gobierno empresarial de valor absoluto que resulten aplicables para todas las clases de
sociedades ni, respecto de una clase determinada, en todos los Estados o Regiones. Debe
partirse, pues, en cualquier operación de translación de las reflexiones de gobierno corporativo
de la premisa de la relatividad de los criterios de buen gobierno empresarial. Relatividad no solo
de orden tipológico, que impediría trasladar a un tipo societario los instrumentos de corporate
governance diseñados para otro tipo (p. ej., de una sociedad de capital a una sociedad

31 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 19 a 20, y pág. 23, especialmente citas 11 y 12.

De manera análoga, la Comisión de las Comunidades Europeas define, siguiendo al Informe Cadbury, de diciembre
de 1992, a la “gobernanza empresarial” como “el sistema mediante el cual las empresas son dirigidas y controladas”
(vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre
modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 319-333). En la citada Comunicación se recoge
también la definición más completa contenida en los principios de la OCDE/1999: “la gobernanza empresarial hace
referencia a las relaciones entre la dirección de una empresa, su consejo de administración, sus accionistas y otras
partes involucradas en sus actividades. La gobernanza empresarial determina también la estructura por la que se
establecen los objetivos de una empresa, así como los medios para alcanzarlos, y se garantiza un seguimiento de
los resultados obtenidos”.

El antecedente inmediato de esta Comunicación lo constituye el informe titulado “Un marco normativo moderno para
el Derecho de sociedades en Europa”, conocido como “Segundo Informe Winter”, [el Primer Informe Winter se
refería a las ofertas públicas de adquisición de acciones], entregado el 4 de noviembre de 2002, y elaborado por un
Grupo de Expertos nombrados por el Comisario Bolkenstein, presididos por el profesor Jaap Winter --a quien debe
su nombre-- (Vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”, en Revista de
Derecho de Sociedades, núm. 20 [2003], págs. 111 a 133, en págs. 111 a 112).

32Vid. A. RIGIDO, “Problemi e proposte di cooperative governance”, en Revista della Cooperazione, núm. 2 [1999],
pág.1, publicación electrónica: www.luzzati.it).

33La misma idea de que el traslado a las sociedades cooperativas de los planteamientos de corporate governance
no puede ser automática es defendida por A. RIGIDO, “Problemi e proposte di cooperative governance”…, pág.2.

18
mutualista), sino de naturaleza territorial, que obliga a tener en cuenta la tradición jurídica,
económica y sociológica de los Estados que tratan de importar experiencias extranjeras o
internacionales de gobierno corporativo34.

El problema subsiguiente es de extraordinaria complejidad, consiste, ni más ni menos,


en precisar las características esenciales de la cooperativa que deben ser atendidas por el
sistema de gobierno corporativo.

La explotación de una empresa cooperativa por los socios para la satisfacción de sus
necesidades --mutualidad-- es el dato determinante de que los propios socios ostentan un
derecho especial a participar en las decisiones de gestión de los asuntos sociales --participación
orgánica--35. El objetivo de fomentar los especiales derechos de participación en los órganos
sociales de los socios cooperativistas, con fundamento en la realización por ellos de actividad
económica con la cooperativa, es la base de los planteamientos de gobierno corporativo que han
de aplicarse a las sociedades cooperativas. Por el contrario, si, como se explicará más adelante,
ni el régimen económico ni los principios cooperativos definen a la sociedad cooperativa, no
deben ser tampoco los objetivos de un sistema de gobierno societario de las cooperativas.

La irrelevancia tipológica del régimen económico y de los principios cooperativos, que los
excluye del grupo de objetivos que debe satisfacer el sistema de gobierno societario de las
cooperativas requiere una explicación, es más, una detallada explicación, por lo que tiene de
ruptura con la tradición. Las páginas que siguen tratarán, por una parte, de demostrar cómo ni el
régimen económico, ni los principios cooperativos son elementos esenciales del tipo societario
cooperativo; y, por otra, de destacar que, si bien la cooperativa es una sociedad de base
mutualista, este dato provoca el efecto de que el socio de una cooperativa tenga derechos de
participación en los órganos sociales más intensos que el socio de sociedades con fin lucrativo.

2. La irrelevancia tipológica del régimen económico de la sociedad cooperativa.

34 Precisamente, la diferente tradición entre los Derechos de sociedades europeos ha motivado a la Comisión
Europea a no abordar la elaboración de un código europeo de buen gobierno societario que, ante el hecho de que
las principales normas de gobernanza empresarial siguen basándose en Derechos nacionales con importantes
divergencias, tendría que permitir un gran número de opciones diferentes o limitarse a enunciar principios generales
abstractos (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre
modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar, …, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 323-324). En el mismo sentido vid. J. Mª. GARRIDO,
“El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 113.

35 La conexión ontológica entre mutualidad y derechos de participación del socio en la gestión está presente en las
decisiones de nuestros tribunales como doctrina explicativa y justificativa de sus pronunciamientos. La interesante
S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269) deja entrever el
argumento de la conexión entre mutualidad y participación orgánica. Basa toda su tesis en cómo el socio excedente
--el que dejó de realizar actividad cooperativizada pero conserva sus aportaciones al capital social-- tiene menos
derechos de participación que el socio pleno --que realiza actividad cooperativizada y aporta capital--, y con este
criterio va resolviendo las distintas cuestiones litigiosas que se plantea.

De igual forma la S.T.S.J. de Cantabria, Sala de lo Social, de 31 de marzo de 2009 (Ar. AS 2009\1091) a la hora de
diferenciar las figuras de socio trabajador de la cooperativa y la de trabajador por cuenta ajena de la cooperativa
focaliza el argumento en la posición social y en la participación en la voluntad social empresarial del socio que lo
aleja de un mero trabajador por cuenta ajena, precisamente, quien no tiene una posición de participación social y en
los órganos rectores, como la ostentada por aquél.

19
Es cierto que las sociedades cooperativas cuentan con especialidades en materia
económica, incluso alguna de ellas muy significativa36. Pero es más cierto que si solo existieran
en una sociedad las especialidades económicas propias de una cooperativa, sin ir acompañadas
de la realización de actividad cooperativizada por los socios y de la participación de los mismos
en los órganos sociales, tal sociedad no podría calificarse como sociedad cooperativa. Lo que se
quiere decir es, en definitiva, que las especialidades del régimen económico de la sociedad
cooperativa no son suficientes por sí solas para atribuir a una sociedad el carácter cooperativo. Y
en algunos casos ni siquiera son necesarias.

Como prueba de la anterior afirmación pueden analizarse cinco de las especialidades,


quizás las más importantes y las más genuinamente cooperativas, del régimen económico de la
sociedad cooperativa, a saber: la aportación social, la variabilidad del capital social, la
diferenciación de tres tipos de resultados, la irrepartibilidad de una parte del patrimonio social y,
finalmente, la imputación de las pérdidas y el retorno cooperativo.

2.1. La aportación social.

I. La sociedad cooperativa es una sociedad de triple participación por parte de los socios:
en el capital social --participación en el flujo financiero--, en la actividad cooperativizada --
participación en el flujo real-- y en los órganos sociales --participación en el flujo decisional--. Y
aunque, ciertamente, sea un rasgo que concurre en las cooperativas, la participación del socio
en el capital social no sirve para identificar a este tipo societario, careciendo del valor causal que
tienen la participación en la actividad cooperativizada y la participación en los órganos sociales.

El postulado de la participación del socio en el capital social se articula jurídicamente a


través de las aportaciones sociales. La expresión “aportación social” denomina unas veces la
parte del capital social que corresponde a cada socio --que asciende al contravalor de lo
entregado a la cooperativa, en dinero o en especie, de forma obligatoria o voluntaria,
incrementado con cargo al retorno cooperativo y/o reducido por imputación de pérdidas o por
sanciones económicas--, vertiente equivalente a la acción de la sociedad anónima o a la
participación social de la limitada; y otras el dinero o los bienes que se entregan a la cooperativa
a cambio de tal parte del capital social, noción análoga a la de aportación en las sociedades
anónimas y limitadas37. En este momento interesa únicamente la primera de las acepciones, con

36 Las diferencias ente el régimen económico de las cooperativas y el propio de las sociedades de capital derivadas
de la existencia de relaciones cooperativizadas entre las aquéllas y sus socios han sido reiteradamente puestas de
manifiesto por la doctrina científica. Un autor tan destacado como F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F.
Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial,
Tomo XX, vol. 3º, Madrid [EDERSA], 1994, artículo 71, pág. 168, parte de que a diferencia de lo que sucede con las
sociedades mercantiles --con la excepción de las sociedades de garantía recíproca-- el régimen de la organización
financiera de la cooperativa comprende las relaciones cooperativizadas con sus socios (administrando lo que el
autor mencionado denomina “masa de gestión económica de la cooperativa”), elemento que deriva del principio de
autoayuda o mutualístico y que dota al régimen de la organización financiera de la cooperativa de notable
complejidad.

De rareza del régimen económico de las sociedades cooperativas habla M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 238.

37 La generalización en la legislación cooperativa española del uso del término aportación como sinónimo de entrega
que hace el socio al capital y de derecho que aquél recibe a cambio ha sido destacada, entre otros, por C. PASTOR
SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades cooperativas, Madrid [EDERSA], 2002, pág. 151. La
terminología que vienen utilizando alguna de las últimas Leyes de cooperativas, diferencia entre la participación

20
arreglo a la cual puede afirmarse que para ser socio cooperativo es necesario ser titular de una
parte del capital social de la sociedad cooperativa38. Este rasgo, llamémosle financiero, de la
participación del socio es común con las sociedades mercantiles39, en las que solo se es socio si
se es titular de capital social40. Por esta razón, la participación del socio en el capital social no
es, con carácter general, un elemento diferenciador del tipo societario cooperativo41.

Además, si se analiza la naturaleza de las aportaciones sociales tampoco se hallan


diferencias de sustancia con la participación social, que es el instrumento técnico de
participación del socio en el capital social que la Ley diseña para la sociedad de responsabilidad

social cooperativa o fracción del capital social, y la aportación u objeto de la obligación de realizar aportaciones
dinerarias o en especie al capital social (vid. arts. 74.1 y 76 LCCastilla-La Mancha).

Al igual que sucede en las sociedades de capital, la aportación de bienes a la sociedad cooperativa es un negocio
dispositivo, en cuya virtud el bien se aporta a título de propiedad salvo que expresamente se determine que se
aporta solo su uso (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 232 a
233).

38Este elemento que junto a la realización de actividad cooperativizada, construye el concepto de socio de una
cooperativa, ha sido acertadamente recogido por la S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 16 de mayo de 2002
(Ar. AS 2002\146029), al declarar que la adquisición de la cualidad de socio “está subordinada esencialmente a la
aportación obligatoria mínima desembolsada fijada en los estatutos”.

No es correcta la doctrina de la S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 21 de diciembre de 2001 (Ar. AS


2002\762). Esta sentencia afirma que “cierto es que el artículo 48 de los Estatutos de la cooperativa establece en el
apartado 3 que para adquirir la condición de socio trabajador se deberá desembolsar la cantidad que establezca la
Asamblea General, pero también lo es que en el apartado 1 se establece que es dicha Asamblea la que fija la
cuantía de las aportaciones obligatorias de los nuevos socios y las condiciones y plazos para su desembolso, lo que
quiere decir que puede también acordar su admisión y darle un plazo para el desembolso” y con base en esta tesis
concluye que “no existe impedimento para que se adquiera la condición de socio antes del desembolso de ella [se
refiere a la aportación obligatoria para ser socio]”.

39R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. L. IGLESIAS PRADA, “La sociedad de responsabilidad limitada. Las participaciones
sociales: I. Configuración y representación”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid
[Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 1169 a 1187, en págs. 1170 y 1171, consideran que la participación
social es la cualidad o posición jurídica de una persona en virtud de su pertenencia a una sociedad, y, desde este
punto de vista, la participación es un concepto de la parte general de Derecho de sociedades.

40 Con evidente expresividad, en el ámbito de la sociedad anónima, R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. GARCÍA DE


ENTERRÍA, ”La sociedad anónima: la acción en general”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil,
Madrid [Civitas], 1999, Tomo I, págs. 815 a 837, en pág. 823, afirman que “la condición de socio va unida a la
titularidad de la acción”. En el mismo sentido, para la cooperativa, C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en
las sociedades cooperativas…, pág. 150.

Las excepciones a esta regla vienen dadas por las sociedades mercantiles de personas sin capital social, es decir
aquellas sociedades colectivas o comanditaria simples formadas exclusivamente por socios que solo hubieran
aportado o se hubieran obligado a aportar servicios (art. 209.8ª RRM) --vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad en general:
elementos del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-
Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 503 a 529, en pág. 506--, y por agrupaciones de interés económico que no
tengan capital (art. 8.1.3º LAIE). Estas excepciones no empañan el argumento sino que lo confirman, al acercar a la
sociedad cooperativa al terreno de las sociedades de capital.

41M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 236 y 237, explica que el capital
social es un elemento esencial del grado de participación interna del socio en la sociedad cooperativa desde el
punto de vista cualitativo, dado que para adquirir la condición de socio será necesario desembolsar la aportación
obligatoria mínima, pero no desde el cuantitativo, ya que el capital no afecta al contenido de la posición jurídica de
socio, en su vertiente jurídico-administrativa ni en la patrimonial.

21
limitada, acreditándose también en este terreno la falta de eficacia diferenciadora del régimen
económico de la sociedad cooperativa. Ambas --la aportación social y la participación social--
son una parte alícuota del capital social42, pueden tener distinto valor nominal43, son
indivisibles44, son acumulables45, no se consideran, como regla general, valores negociables46,

42Vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 211 y 212 y 226 y 227;
y C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades cooperativas…, pág. 151.

43 Vid. C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades cooperativas..., págs. 153-154.

44M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 247, considera que la Ley estatal de cooperativas vigente no aclara, salvo para la aportación
obligatoria mínima para ser socio, su carácter divisible o indivisible. Pero ante un régimen jurídico análogo, F.
VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 226 a 228, señaló que las
aportaciones sociales deben considerarse indivisibles si los estatutos establecen su valor nominal, de forma que
cuando una aportación se transmita a varias personas, no hay impedimento en que todas ellas sean admitidas como
socios y queden por ello obligadas a suscribir las aportaciones obligatorias mínimas.

Por el contario, la indivisibilidad, afirma C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades
cooperativas…, pág. 154, no se desprende de su regulación, por lo que puede afirmarse su aptitud para ser
divisibles.

M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 371 a 373, predican la característica
de la indivisibilidad de la aportación, cuando los estatutos fijen su valor nominal; pero cuestionan este carácter
desde el momento en que se permite en la mayoría de las Leyes la trasmisión de las aportaciones a varias
personas, como en la transmisión mortis causa, tras la cual los herederos del socio fallecido se repartirán la
aportación convirtiéndose, todos ellos, en socios si así lo solicitan, completando, en su caso, la parte de aportación
que les haya correspondido hasta alcanzar la aportación obligatoria mínima.

45Vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 226 y 227; C. PASTOR
SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades cooperativas…, pág. 154; y, en el mismo sentido, M.
PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión
social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág.
247.

Por su parte, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 371 y 372, aunque
admiten que las aportaciones al capital social son acumulables, advierten que la acumulabilidad desaparece cuando
entran en juego los límites que imponen las Leyes a las aportaciones que como máximo pueden realizar los socios.

46 No hay no incorporación del derecho al documento, ni literalidad, ni autonomía ni, en fin, legitimación por la
posesión. Aunque escasas, existen en las Leyes de cooperativas algunas disposiciones que expresamente niegan a
las aportaciones cooperativas la cualidad de valores negociables. Esta línea, los artículos 58.4 LCGalicia y 55.4
LCValencia señalan que las aportaciones al capital se acreditarán mediante “títulos nominativos no negociables”.

A la vista de la situación normativa estatal y autonómica, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 256, también sostiene que, a pesar de las
remisiones a la Ley del Mercado de Valores para acreditar las aportaciones sociales mediante anotaciones en
cuenta, no estamos ante valores negociables, ni tampoco, cuando la representación se haga mediante títulos,
nacerá un título valor, sino un simple documento informativo y probatorio de la condición de socio. Para M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, el concepto de título valor no se corresponde con
la naturaleza del que documenta la aportación del cooperativista: el documento de la aportación no es el instrumento
cuya simple titularidad atribuye la condición de socio y tampoco sirve de forma absoluta para dar medida de los
derechos del socio.

22
su transmisión está sujeta a restricciones, y, en fin, para ser socio de una sociedad de
responsabilidad limitada al menos hay que ser titular de una participación social, y para ser socio
de una cooperativa debe ostentarse una aportación social por el importe de la aportación
obligatoria mínima. Además, tanto la aportaciones cooperativas cuanto las participaciones
sociales o las acciones son fondos propios de la sociedad47.

Bajo la vigencia de la legislación anterior, también consideraba que no eran valores negociables F. VICENT
CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio
y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 228 y 229.

Dentro de las excepciones a la regla general se sitúa la Ley asturiana de cooperativas. Después de declarar que “las
aportaciones sociales se acreditarán mediante títulos no negociables [o libretas de participación] nominativos”,
admite su representación mediante títulos valores en el siguiente caso: “si los estatutos sociales prohibieren la baja
voluntaria del socio a favor de su salida a través de la técnica de la transmisión de sus aportaciones sociales
prevista en el artículo 92.4, cabría la posibilidad de que las aportaciones sociales se documentaran a través de
títulos valores, nominativos o no, según la concreta categoría de miembros y de la clase de cooperativa, cuando la
cesión de las mismas pueda ser libremente transmisible sin intervención previa de la autorización por parte de la
cooperativa” (art. 81). Y sigue esta tendencia la actual Ley castellano-manchega (vid. art. 74.5).

También hay datos contrarios a la negociabilidad de las aportaciones cooperativas en las normas jurídicas
reguladoras de los valores negociables. Ya el artículo 2.2.c) del Real Decreto 291/1992, de 27 de marzo, sobre
emisiones y ofertas públicas de venta de valores (B.O.E,. núm. 80, de 2 de abril) no consideraba valores
negociables, entre otras, a las aportaciones al capital de las sociedades cooperativas de cualquier clase; calificación
que se ha mantenido, con una interesante adición, en el artículo 3.3 c) Real Decreto 1310/2005, de 4 noviembre, por
el que se desarrolla el artículo 27.4 de la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores (BOE núm. 274, de 16
noviembre). Esta norma dispone que “a los efectos de este Real Decreto”, no se considerarán valores negociables
“las aportaciones al capital de las sociedades cooperativas de cualquier clase, salvo las que por su régimen jurídico
específico tengan la consideración de valores negociables”. Por esta vía no pasan las aportaciones cooperativas a
convertirse de forma generalizada en valores, tan solo tendrían esta condición, (i) en las cooperativas mixtas, las
partes sociales con voto [títulos o anotaciones en cuenta que representan el capital social aportado por los socios
cuyo derecho de voto en la asamblea general se determina, de modo exclusivo o preferente, de forma plutocrática,
que, si los Estatutos lo prevén, podrán ser libremente negociables en el mercado, quedando sometidas a la
legislación reguladora del mercado de valores (vid. arts. 107 LCEstado; 136 LCPaís Vasco; 128 LSCMurcia; 79
LCNavarra; 186 LCAsturias y 152 LCCastilla-La Mancha así como la d. a. 4ª LCLa Rioja)] y (ii) en las cooperativas
asturianas y castellano-manchegas las aportaciones sociales transmisibles titularidad del socio dado de baja [a las
que se ha hecho referencia más arriba y que se regulan en los artículos 81 LCAsturias y 74.5 LCCastilla-La Mancha.
Comoquiera que las partes sociales con voto y las aportaciones sociales transmisibles titularidad del socio dado de
baja no existían en 1992, no podía ser recogida esta excepción en el Real Decreto inicialmente mencionado.

Las partes sociales con voto de las cooperativas mixtas de trabajo asociado gallegas, reguladas en la disposición
adicional quinta LCGalicia, añadida por la Ley 14/2011, de 16 de diciembre, no son objeto de remisión, en lo que a
su régimen jurídico se refiere, a la legislación reguladora del mercado de valores --remisión común al régimen de la
cooperativa mixta en las demás Leyes--, además en la enajenación de estas partes sociales se regulan derechos de
adquisición preferente (vid. apartado 3, disposición adicional quinta).

Debe tenerse en cuenta que las sociedades cooperativas pueden emitir valores negociables que representen los
derechos nacidos de financiación obtenida por la cooperativa que no constituya capital social --así se recoge, como
competencia de la asamblea general, por ejemplo en los artículos 35.2.e) LCLa Rioja; 31.2.c) LCCastilla y León;
21.1.e) LCCataluña y 37.2.f) LSCMurcia--, distintos, por lo tanto, de las aportaciones sociales.

47 Los fondos propios de la sociedad cooperativa coinciden plenamente con los de las sociedades de capital --
aportaciones sociales, reservas, beneficio del ejercicio reflejado en el balance y reservas ocultas o no
contabilizadas--, salvo en las entregas de bienes y servicios para la gestión cooperativa, inexistentes en las
sociedades de capital, respecto de las cuales el socio que las realiza no es acreedor, ya que solo ostenta derecho a
la rendición de cuentas y liquidación por la cooperativa, diferenciándose de las aportaciones en que no ingresan en
el patrimonio de la cooperativa, pero como ellas quedan sujetas al riesgo de pérdidas (vid. F. VICENT CHULIÁ, en
N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 71, págs. 181 y 186).

23
II. Aportaciones sociales, en las sociedades cooperativas, y acciones o participaciones
sociales, en las anónimas y limitadas, son, como se ha afirmado, partes alícuotas del capital
social, y para las tres sociedades indicadas es una cifra de pasivo que expresa el valor de los
fondos propios procedentes precisamente de las aportaciones de los socios48. Esta igualdad no
se rompe por el hecho de que aquéllas no sean la medida de los derechos del socio, como sí lo
son, con carácter general, éstas. El voto, el retorno o la participación en el patrimonio resultante
de la liquidación no se atribuyen al socio cooperativo con arreglo a sus aportaciones sociales,
sino a su actividad cooperativizada49. Pero esta diferencia obedece a un dato extracapitalista,
ajeno a la naturaleza financiera de las aportaciones sociales cooperativas, obedece a exigencias
de la mutualidad, y como se verá al analizar cada una de estas materias las soluciones no son ni
ortodoxas ni uniformes: el derecho de voto, el importe de los retornos y sus nutrientes, y la
distribución del haber liquido resultante de la liquidación están perdiendo la singularidad que
hasta hace unos años las caracterizaba.

El régimen del capital social está experimentado un proceso de acercamiento entre las
sociedades capitalistas y las sociedades personalistas. Si tradicionalmente el capital social ha
sido una noción esencial en la configuración jurídica de las sociedades de capital, en las que
prima la estructura corporativa y el capital aportado sobre las cualidades personales y la
actividad desarrollada por los socios --datos, por el contrario, con los que se construía el régimen
jurídico de las sociedades de personas--, actualmente, como se ha afirmado, la técnica del
régimen del capital social se asocia a las sociedades con responsabilidad limitada, es decir,
aquéllas en las que, con independencia de su carácter personalista o no, los socios no
responden personalmente de las deudas sociales50, dato común entre las sociedad anónimas y
limitadas, y las sociedades cooperativas51.

48El capital social de la cooperativa es, al igual que sucede en las sociedades de capital, una cifra del pasivo que
expresa el valor de los fondos propios que proceden de las aportaciones de los socios como puede leerse en . F.
VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, pág. 211.

49 En particular, si bien las acciones o las participaciones sociales son partes alícuotas del capital social y del
patrimonio social, las aportaciones sociales son solo partes alícuotas del capital y no del patrimonio, en palabras de
F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 211 y 212 y 225 y 226. Esta idea
es generalizada en la doctrina científica (vid., por todos, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, pág. 371).

50 Este planteamiento se ha tomado de E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de


la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 357 y 358, que añaden a lo
anterior que “las construcciones sobre el capital social elaboradas en sede de las sociedades de capital se pueden,
con ciertos matices, extrapolar a las cooperativas. Por una parte, el capital es la suma que representa el total de las
aportaciones que hacen los socios (usuarios o colaboradores) al capital social de la cooperativa, existiendo un buen
número de normas que pretenden garantizar esa realidad patrimonial; y por otra, existe un cifra fija en los estatutos
de la cooperativa que representa una cifra de capital social”. No obstante, como estos mismos autores señalan, en
el capital social de las cooperativas no rigen con la misma intensidad los principios a los que se sujeta en nuestro
ordenamiento el capital de las sociedades mercantiles, lo que tiene consecuencia en el menor cumplimiento de las
funciones que tradicionalmente se le otorgan --función empresarial, función de organización y función de garantía--.

51 La generalidad de la Leyes limitan la responsabilidad del socio por las deudas de la sociedad cooperativa a las
aportaciones suscritas, estén o no desembolsadas (p.ej., art. 15.3 LCEstado); y en aquellas Leyes que permiten a
los estatutos regular la responsabilidad personal del socio por las deudas sociales (p.ej., art. 48.I LSCExtremadura),
la práctica demuestra que los estatutos sociales optan por prever que la responsabilidad del socio por las deudas
sociales, quede limitada a las aportaciones suscritas del capital social.

24
III. Los límites a la titularidad de aportaciones sociales en manos de un solo socio, no
deben ser elevados a la categoría de singularidad cooperativa52. La finalidad de la limitación
radica en impedir que un solo socio, por su dominio sobre el capital social, pueda tener un
influencia dominante en la asamblea53. Con independencia de que el límite se va diluyendo en
las actuales Leyes de cooperativas54, el poder económico no viene de la titularidad de capital --
menos aún desde que la reforma contable que admite aportaciones no reembolsables en caso
de baja--, sino de la titularidad de masa de gestión. Será el o los socios que mayor volumen de
actividad cooperativizada realicen, los que podrán tener influencia dominante en la cooperativa:
si el voto es unitario, porque con su baja queda la cooperativa afectada en su actividad
económica, y si el voto es plural, porque, además de lo anterior, el socio puede controlar las
decisiones de la asamblea.

IV. La ineficacia del capital social y de las aportaciones sociales --cuyo conjunto
constituye aquél--, como elemento distintivo de la cooperativa tiene reflejo en la Orden
EHA/3360/2010, de 16 de diciembre, por la que se aprueban las normas sobre los aspectos
contables de las Sociedades Cooperativas (B.O.E., núm. 310, de 27 de diciembre)55. El apartado
7 de su Introducción destaca como “características básicas” del capital social de las sociedades
cooperativas “su carácter de permanencia o estabilidad, de forma que su reembolso o reducción
está sometido a una serie de limitaciones impuestas por la Ley y los estatutos de la sociedad
cooperativa”, su cualidad de estar “afecto a la actividad de la sociedad y, por tanto, a la
absorción de las posibles pérdidas sociales, en la forma establecida por la Ley”, su función de
“garantía de los acreedores sociales”, y la nota de que “su disponibilidad está sometida, con
carácter general, a una serie de limitaciones y requisitos legales de forma que, en la liquidación
de la sociedad, los titulares se sitúan, con respecto al reembolso de los fondos propios que les
correspondan, detrás de todos los acreedores comunes”. Datos que sustancialmente coinciden
con las características básicas y la ubicación contable del capital social de las sociedades de
capital, de forma que el actual Derecho contable apunta, con sólida tendencia, hacia la
indiferencia técnica --no funcional-- entre el capital social de las cooperativas y el de las
sociedades anónimas y limitadas56. En coherencia con esta línea, en la Orden se focaliza la

52 El artículo 45.6 LCEstado señala que “en las cooperativas de primer grado el importe total de las aportaciones de
cada socio no podrá exceder de un tercio del capital social excepto cuando se trate de sociedades cooperativas,
entidades sin ánimo de lucro o sociedades participadas mayoritariamente por cooperativas” y añade que “para este
tipo de socios se estará a lo que dispongan los Estatutos o acuerde la Asamblea General”.

53Así lo explica F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72, págs. 239 y
240.

54En el Derecho estatal, la Ley de 1987 se reducía el límite al 25% del capital social, y no preveía ninguna exención
subjetiva, como en la Ley de 1999.

55También lo tenía en la Orden ECO/3614/2003, de 16 de diciembre, por la que se aprueban las normas sobre los
aspectos contables de las Sociedades Cooperativas (B.O.E., núm. 310, de 27 de diciembre), derogada por la Orden
EHA/ 3360/2010 citada en el texto principal. En la Orden de 2003 se utilizaban las mismas palabras que aparecen
en la de 20100. La reiteración de estas ideas contables da buena cuenta de lo asentado de los conceptos.

56Incluso hay quien defiende también la indiferencia funcional entre el capital social de las sociedades de capital y el
capital social de las sociedades cooperativas, como M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 243, para quien las principales funciones del capital
social --la empresarial, la organizativa y la de garantía-- se dan en forma muy limitada en la cooperativa.

25
noción de sociedad cooperativa en torno a la relación mutualista: en su texto se encuentran
argumentos que a pesar de arrancar del terreno del capital social basculan la esencia de la
cooperativa hacia la mutualidad: el mismo apartado 7 de la Introducción completa el perfil del
capital social de las cooperativas añadiendo a las anteriores notas generales otras “específicas”
señalando que “además, el capital social cooperativo reúne los siguientes aspectos específicos:
a) No sirve, con carácter general, para estructurar el derecho de voto [y] b) No se utiliza como
base de reparto de beneficios e imputación de pérdidas”, si no que “con carácter general, el
resultado se distribuye en función de la participación de cada socio en la actividad
cooperativizada”57. Estos dos datos no son predicados del capital social de las cooperativas sino
consecuencias de la mutualidad: el voto o es unitario o se determina con arreglo a la actividad
cooperativizada del socio y el beneficio y las pérdidas por operaciones cooperativizadas cuando
se reconocen o se imputan al socio se hace en función también de la actividad cooperativizada.
Se trata de una diferencia funcional entre el capital social de las cooperativas y el de las
sociedades de capital, derivada no de la estructura técnica del mismo --coincidente en ambos
grupos de sociedades-- sino de la mutualidad --elemento esencial de la cooperativa y no esencial
de las otras sociedades--.

V. Resta por analizar un dato que singularizaba al capital social de las cooperativas: el
derecho del socio al reembolso de las aportaciones sociales en caso de baja o expulsión --que a
juicio de un autorizado sector de la doctrina financiera convertía al capital social en una deuda de
la cooperativa para con los socios58--. Esta caracterización del capital social (i) carece de eficacia
distintiva y (ii) no es pacífica su admisión.

(i) La concepción del capital como deuda de la cooperativa con los socios --en los casos
en los que se mantenía esta tesis-- ha perdido virtualidad diferenciadora con la aparición de
aportaciones sociales con reembolso rehusable que tienen claramente la naturaleza de fondos
propios. La Norma internacional de contabilidad n.º 32 Instrumentos financieros: Presentación --
integrada en las Normas internacionales de información financiera adoptadas por la Unión
Europea--, y la Interpretación n.º 2 Aportaciones de socios de entidades cooperativas e
instrumentos similares del Comité de Interpretaciones de las Normas internacionales de
información financiera, han supuesto que las aportaciones de los socios y otros partícipes al
capital de las cooperativas, en la medida en que no otorguen a la sociedad el derecho
incondicional a rehusar su reembolso, deban calificarse como pasivo reduciendo de forma
significativa los fondos propios de la entidad59. Mediante la Ley 16/2007, de 4 de julio, de reforma

57 En conexión con esta idea, la Introducción de las Normas sobre los Aspectos Contables de las Sociedades
Cooperativas aprobadas por la Orden EHA/3360/2010, de 21 de diciembre, en su apartado I.2 señala que “mientras
las sociedades capitalistas, especialmente las sociedades anónimas, no toman en cuenta las condiciones
personales de los socios, sino su aportación de capital, en las sociedades cooperativas su propia finalidad de
satisfacer las necesidades socio-económicas de los socios convierte en obligatoria la participación del socio en la
actividad empresarial que desarrolla la cooperativa. Esta diferencia es fundamental en la medida en que, mientras el
socio capitalista percibe un dividendo proporcional a su aportación al capital social, el cooperativista percibirá, en su
caso, un retorno cooperativo en proporción a la actividad desplegada en la cooperativa.”

58 La concepción del capital cooperativo como financiación ajena y exigible, es defendida, con perspectiva
financiera, por C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Estudio del régimen económico y de la contabilidad de la
empresa cooperativa en relación con la Ley 3/1987, de 2 de abril General de Cooperativas”, en Revista de Estudios
Cooperativos, núms. 54 y 55 [1988], págs. 169 a 224; y “Análisis de la solvencia y del riesgo económico-financiero
de la sociedad cooperativa. El riesgo sobre la rentabilidad de los socios”, en Revista de Estudios Cooperativos, núm.
72 [2000], págs. 51-86.

59M. VÉRGEZ, “Modificaciones del régimen de la sociedad cooperativa relativas a la constitución del capital social”,
en Estudios de Derecho mercantil en memoria del Profesor Aníbal Sánchez Andrés, 2010, Cizur Menor [Civitas],

26
y adaptación de la legislación mercantil en materia contable para su armonización internacional
con base en la normativa de la Unión Europea60 se introdujeron una serie de modificaciones en
la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas --anticipadas por los legisladores vasco y navarro
y posteriormente recogidas en la generalidad de las Leyes autonómicas-- permitiendo que la
asamblea de la cooperativa modificase los estatutos otorgando al consejo rector la facultad de
rehusar el reembolso de las aportaciones. Como consecuencia de esta modificación el capital
social que tendrá la calificación de fondos propios –según indica la Orden EHA/3360/2010, de 16
de diciembre-- será aquel que cumpla dos condiciones: que su reembolso en caso de baja del
cooperativista pueda ser rehusado por el Consejo Rector y que no conlleve una remuneración
obligatoria al socio o partícipe. Es evidente que el capital social con reembolso rehusable es
idéntico al capital social de las sociedades de capital61.

(ii) Además, es mayoritaria y autorizada la doctrina, en este caso jurídica, que no ve en


el capital social reembolsable una deuda de la cooperativa para con el socio, aunque
contablemente deba calificarse como pasivo exigible, sino genuino capital social62. En las

págs. 1019 a 1038, en pág. 1021, considera que el cambio de fondos propios a pasivo exigible llevaría a la
cooperativa a una situación de quiebre formal.

60 Sobre el Derecho contable de la Unión Europea vid., esencialmente, el Reglamento (CE) nº 1606/2002, del
Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de julio de 2002, relativo a la aplicación de Normas internacionales de
contabilidad (NIC) y el Reglamento (CE) nº 1725/2003, de la Comisión, de 29 de septiembre de 2003, por el que se
adoptan determinadas Normas internacionales de contabilidad de conformidad con el Reglamento (CE) nº
1606/2002 del Parlamento Europeo y del Consejo, en lo que respecta a las Normas internacionales de información
financiera (NIIF) 1 y 2 y a las Normas internacionales de contabilidad (NIC) nº 12, 16, 19, 32, 33, 38 y 39.

Un análisis del proceso de reforma contable puede consultarse en M. VÉRGEZ, “Modificaciones del régimen de la
sociedad cooperativa relativas a la constitución del capital social”…, págs. 1020 a 1022.

Algunas consideraciones de interés sobre la regulación comunitaria de la contabilidad de las sociedades pueden
leerse en J. M. GONDRA, “Los mercados internacionales de capitales marcan el rumbo del derecho europeo de
balances: ¿Hacia dónde nos llevan?”, en G. Esteban Velasco...[et al.], Responsabilidad Social Corporativa.
Aspectos jurídico-económicos, Castelló de la Plana [Publicacions de la Universitat Jaume I], 2005, págs. 99 a 181.

61El capital social reembolsable y el no rehusable es todo él capital social --aunque aquél sea calificado como
pasivo--, y todo él será el referente para la aplicación de las normas legales o estatutarias que lo utilicen como
medida. Así sucederá con las normas que regulen el capital social mínimo, o el capital social que deberá tenerse en
cuenta a los efectos de determinar la causa de disolución por pérdidas o de calcular la dotación del fondo de reserva
obligatorio y del fondo de educación y promoción, o de determinar el límite de aportaciones que puede realizar cada
socio.

Por si existiera alguna duda, la disposición adicional única de las Normas sobre los Aspectos Contables de las
Sociedades Cooperativas aprobadas por la Orden EHA/3360/2010, de 21 de diciembre, bajo la rúbrica capital
cooperativo, establece que “las Normas sobre los aspectos contables de las sociedades cooperativas no afectarán a
la calificación del capital social a los efectos regulados en la ley de cooperativas que resulte de aplicación, los
estatutos sociales y la legislación mercantil en general. Es decir, el capital de la sociedad cooperativa será el emitido
como tal ajustándose a los requisitos previstos en dicha legislación, independientemente de que haya sido
clasificado como fondos propios o como pasivo de acuerdo con lo dispuesto en las Normas sobre los aspectos
contables de las sociedades cooperativas.”

62 M. VÉRGEZ, “Modificaciones del régimen de la sociedad cooperativa relativas a la constitución del capital
social”…, págs. 1022 y 1023, explica que el reconocimiento del derecho al reembolso no convierte a las
aportaciones al capital social en pasivo, dado que éstas están sometidas a los riesgos de la sociedad, el socio no es
prestamista de la sociedad, y además, el derecho al reembolso vinculado a la baja del socio está sometido a una
serie de limitaciones que pone de manifiesto que se trata de recursos propios de la sociedad: deducción por
pérdidas y responsabilidad del socio que causa baja por las deudas sociales.

27
sentencias judiciales se encuentran pronunciamientos contrapuestos: la SAP Burgos de 10 de
abril de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\262869) ha llegado a declarar que “el capital social constituye
una deuda de la Cooperativa con los socios como consecuencia de las aportaciones de estos,
que permanece fija e inalterable mientras el capital no se reduzca normalmente como
consecuencia del derecho de reembolso en caso de baja de algún socio, o por las deducciones
practicadas por la imputación de pérdidas al socio”; pero la SJMER Málaga nº 1 de 8 de octubre
de 2008 (Ar Jur 2009\80136), dictada en el concurso de una sociedad cooperativa, donde la
administración concursal recogía en su informe, en la lista de acreedores, como ordinarios los
créditos de todos los cooperativistas por sus aportaciones al capital social, partiendo del
Reglamento 2237/2004 y de la Ley 16/2007 que modifica la ley de cooperativas, declara, la
mencionada sentencia, que estos derechos no podrán ser incluidos en la masa pasiva del
concurso en ninguna de sus clases --ni ordinarios ni subordinados-- conforme al criterio anterior,
no forman parte de dicha masa pasiva, al no ser deuda de la cooperativa, los socios “no tienen
un derecho de crédito concursal sino un derecho a obtener la adjudicación de la parte
correspondiente del haber social siempre bajo la premisa de que el convenio debe ser cumplido
para determinar la misma o resultante de la liquidación que finalmente se realice”. Tampoco la
doctrina que analiza las aportaciones sociales reembolsables --las única que existían hasta la
reforma contable de 2007--, era unánime en considerarlas fondos propios o fondos ajenos de la
sociedad cooperativa, existiendo partidarios de ambas posturas63. Por lo tano, el capital social

En la misma línea M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de Cooperativas…, págs. 425 a 429,
quienes colocan al capital social dentro de los fondos propios, puesto que representa valores patrimoniales
comprometidos en el riesgo de empresa, y que el aportante puede perder por completo; y M. PANIAGUA ZURERA,
La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M.
Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 247, para quien
es insostenible jurídicamente que la calificación de las aportaciones al capital como préstamo de los socios a la
cooperativa, puesto que estamos ante aportaciones de riesgo que pueden perderse por completo en atención a la
marcha de la gestión empresarial, y son titularidad de la cooperativa.

F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 76, págs. 267 a 271, consciente de la
dificultad de esta materia, señala que el interés por las aportaciones obligatorias al capital social es una figura
jurídica peculiar del Derecho Cooperativo de difícil calificación, pues reúne características de figuras opuestas: tasa
fija --propia de un préstamo-- y aleatoriedad de su pago --propia de una aportación social o de riesgo--, en la medida
en que la retribución del interés está condicionada a la existencia de resultados positivos, como se preveía en la Ley
de cooperativas de crédito y en la Ley vasca de 1993 --y se ha recogido en la Ley estatal de 1999--.

Una correcto planteamiento de la cuestión y una síntesis de la doctrina sobre esta materia puede consultarse en M.
J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de Cooperativas…, pág. 358.

El impacto que la retribución de las aportaciones sociales provoca en la mutualidad cooperativa y sus conexiones
con el lucro subjetivo de los socios es analizado por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs. 259 a 279.

Un sector doctrina propugna una paulatina revisión de las posiciones tras la reforma contable de la Ley 16/2007, de
4 de julio, que permite diferenciar entre aportaciones reembolsable --que darían lugar a un pasivo exigible-- y
aportaciones con reembolso rehusable --que tendrían la estabilidad propia del capital social-- lo que determina que
se distinga en sede de capital entre fondos propios y ajenos (vid., E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS
VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de
reforma…, pág. 385 y 387 y 388).
63
F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código
de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 71, págs. 176 a 186, al interpretar la Ley
de 1987 --Ley que solo conocía las aportaciones reembolsables en caso de baja o expulsión del socio--, sostenía
que el capital social de la cooperativa es un fondo propio, y que no debería devengar intereses. Decía: “son fondos
propios porque son valores patrimoniales que están afectos al riesgo empresarial (son objeto de liquidación, no de
restitución o reembolso, en sentido propio, como en un préstamo). La Cooperativa puede obligarse a pagar un

28
cuyo reembolso es rehusable es fondo propio como el capital social de la sociedades de capital,
y el capital reembolsable debe ser considerado también, a juicio de nuestra doctrina, como
capital de riesgo y no como fondos ajenos.

V. El genuino rasgo económico que singulariza el régimen de los fondos propios de la


sociedad cooperativa no es la participación del socio en el capital social --análoga a la
participación del socio en el capital social de la anónima o limitada--, sino la participación en la
actividad cooperativizada --rasgo que trae causa del elemento tipológico de la mutualidad--.
Como consecuencia de la realización por el socio de actividad cooperativizada --entrega de
bienes, prestaciones de servicios, trabajo, consumo…-- se genera en la sociedad cooperativa un
tipo de fondo propio del que carecen las sociedades de capital. Se trata del capital mutualístico o
masa de gestión económica de la cooperativa, que constituye una parte de los fondos propios,
por cuanto este capital está afecto al riesgo empresarial64.

2.2. La variabilidad del capital social.

I. El carácter variable del capital social de las cooperativas se explica en torno a dos
ideas básicas: el capital social mínimo y el capital social efectivo. El capital social mínimo es la
cifra que aparece en los estatutos sociales --a su vez, esta cifra debe ser igual o superior a la
fijada como capital social mínimo legal en las Leyes de cooperativas que lo señalen 65--; mientras

“interés” o retribución fija (pero eventual) por ellas, porque a cambio los aportantes de capital renuncian al poder que
la titularidad de éste les otorga en el sistema capitalista. Pero…es un “interés” en sentido impropio: no se devenga
en cualquier caso, aunque la Cooperativa no disponga de recursos de libre disposición, pues en tal caso la
Cooperativa estaría pagando intereses al capital con cargo al propio capital aportado. Los intereses se comerían la
capital”.

Sin embargo, la cuestión nunca fue pacífica. En las páginas citadas, F. VICENT CHULIÁ, expone también la tesis
contraria defensora de ausencia de capital social en las cooperativas dado que éste es técnicamente una deuda de
las mismas para con sus socios, con cita de los autores defensores de la misma.

Una valoración crítica de las consecuencias que para las sociedades cooperativas tiene la calificación como
recursos ajenos de las aportaciones de los socios al capital social tras la NIC 32, puede leerse en E. GADEA, F.
SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad
actual y propuestas de reforma…, págs. 388 a 395.

64 Como afirma F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 81, pág. 305, este
capital mutalístico --o masa de gestión económica de la cooperativa-- está integrado por valores patrimoniales que la
cooperativa emplea como capital circulante en el ejercicio económico y que le permite planificar una actividad
empresarial muy superior a la que le permitiría su capital social y reservas; se trata, dice el autor citado de una parte
de los fondos propios porque está invertido en el riesgo empresarial.

65 Todas la Leyes de cooperativas españolas, excepto la estatal (art. 45.2) y la murciana (art. 64), establecen una
cifra de capital social mínimo, por debajo de la cual las sociedades cooperativas ni pueden constituirse ni funcionar,
pudiendo los estatutos sociales señalar un capital social mínimo superior al legal. Las dos excepciones citadas se
remiten a los estatutos sociales para que sean ésos los que determine la cifra de capital sin establecer límite legal
mínimo. Un caso singular se aprecia en la Ley madrileña, en la que las cooperativas escolares deben tener capital
social, pero éste “podrá ser de cualquier cuantía” (art. 49.1.II). La ley aragonesa que en su redacción originaria no
preveía una cifra de capital mínimo legal ha sido reformada por la Ley 4/2010, de 22 de junio, para fijarlo en tres mil
euros (art. 48.1). Tampoco establece una cifra de capital social mínimo el artículo 54 de la Ley andaluza de 2011,
por lo que debe entenderse derogado el artículo 77.2 de la Ley de 1999 que lo fijaba en 500.000 pesetas, sin que
resulte de aplicación lo establecido en la, insegura, disposición transitoria segunda de la actual ley [“En tanto no se
produzca el desarrollo reglamentario de esta ley, continuarán en vigor todas aquellas disposiciones de la Ley
2/1999, de 31 de marzo , de Sociedades Cooperativas Andaluzas que no se opongan o contradigan lo dispuesto en
aquella”].

29
que el capital social efectivo es la cuantía que refleja la cuenta de capital del pasivo del
balance66. En resumen, son los estatutos sociales los que reflejan el capital social mínimo y es la
contabilidad de la cooperativa la que recoge el capital social efectivo67. En el momento de la

Las cifras señaladas en las Leyes son muy variadas aunque todas, a tenor de sus exposiciones de motivos o
preámbulos tengan un mismo fundamento: otorgar solvencia y credibilidad frente a los terceros al proyecto
empresarial que se acometa bajo la fórmula cooperativa. No obstante, en ningún caso se ha superado el umbral de
capital fijado para la constitución y funcionamiento de la sociedad limitada, y en aquellas Comunidades Autónomas
en que se así se hizo se corrigió en la primera oportunidad planteada, como en la Ley vasca que de señalar
1.000.000 de pesetas en 1993 pasó a 3.000 euros con la Ley 1/2000, de 29 de junio, que constituye la primera
reforma de la Ley 4/1993, de cooperativas de Euskadi, si exceptuamos las ampliaciones del plazo para la
adaptación de estatutos sociales llevadas a cabo por las leyes 3/1995 y 6/1997, hasta, definitivamente, el 1 de
noviembre de 1997 (vid. sobre la adaptación a esta Ley J. SALABERRIA AMESTI, “Disposiciones adicionales” en N.
Paz Canalejo (dir.), Glosa a la Ley de cooperativas de Euskadi, Vitoria-Gasteiz [Consejo Superior de Cooperativas
de Euskadi]. 1999, págs. 529 a 533).

La igualdad o la cercanía de la cifra del capital social mínimo establecido por las Leyes de cooperativas con la cifra
de capital social mínimo establecida para las sociedades de responsabilidad limitada, no tiene más trascendencia
que un mero mimetismo regulador. Al no haber un régimen jurídico diferenciado para pequeñas cooperativas y para
grandes cooperativas y unas cifras de capital social distintas --salvo en el capital máximo de las sociedades
cooperativas especiales extremeñas--, como sí lo hay para las sociedades limitadas y las anónimas, con cifras de
capital mínimo diferentes, ni siquiera la cifra de capital social mínimo cooperativo cumple el debilitado papel
distributivo de empresas hacia distintos tipos societarios, en función de su tamaño, que en otro tiempo cumplía en el
ámbito de las sociedades de capital (vid. A. ROJO y E. BELTRÁN, “Capital social mínimo (art. 4)”, en Rojo-Beltrán
(dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 203 a 209,
en págs. 205 y 206. Desde luego, como señalan los autores anteriores, esta cifra no garantiza la suficiencia de
fondos propios para el desarrollo de la actividad empresarial, dado que el capital suficiente no puede determinarse a
priori por las leyes.

Las previsiones legales, respetando la unidad de cuenta vigente en el momento de su promulgación y por orden
decreciente, son las siguientes: 500.000 pesetas las Leyes extremeña (art. 3.1) y gallega (art. 5.1); 3.000 euros las
Leyes vasca (art. 4), catalana (art. 55.2), valenciana (art. 55.2), asturiana (art. 4.1.I) y castellano-manchega (art.
7.1); 2.000 euros la Ley castellano-leonesa (art. 4), salvo para las cooperativas de viviendas que se fija en 3.000
euros (art. 118.2); 300.000 pesetas la Ley madrileña (art. 49.1.II), excepto las cooperativas escolares que no tienen
capital mínimo legal; 1.803 euros las Leyes balear (art. 69.2) y riojana, salvo en el supuesto de cooperativas
calificadas de iniciativa social cuyo capital social mínimo será de 300 euros (art. 61.2); y, en fin, 1.500 euros la Ley
navarra, excepto en las cooperativas educacionales que lo fija en 600 euros (art. 7.I).

66La misma idea puede leerse en F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 72,
págs. 213 y 214; y en M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 245.

67 En todas las leyes de cooperativas españolas se prevé como contenido mínimo de los estatutos sociales la
indicación del “capital social mínimo” [vid. arts. 11.1.f) LCEstado; 13.1.i) LCPaís Vasco; 14.1.i) LSCExtremadura;
14.1.4 LCGalicia; 9.f) LCAragón; 11.i) LCMadrid; 11.d) LCLa Rioja; 13.f) LCCastilla y León; 11.1.k) LCCataluña; 14.f)
LCIslas Baleares y 10.2.c) LCValencia; 13.1.f) LSCMurcia; 13.1.f) LCNavarra]; 12.1.f) LCAsturias; 1 4.1.d)
LCCastilla-La Mancha y 11.c) LSCAndalucía].

El dato de que la contabilidad de la cooperativa sea la que recoja la cifra del capital social efectivo se aprecia con
mucha claridad en la Ley navarra a propósito de las cooperativas agrarias, que están obligadas a reflejar en su
contabilidad, entre otros fondos patrimoniales el del capital social mínimo y obligatorio fijo de los socios y en su
caso, asociados y socios colaboradores, y el del capital social obligatorio variable y el del capital social voluntario
variable de los socios y, en su caso, asociados y socios colaboradores (vid. art. 66.2). Y también en la Ley andaluza,
cuando dispone que “en las sociedades cooperativas el capital social tendrá una doble acepción: el capital social
contable, que es el resultante de las aportaciones suscritas en cada momento, y el capital social estatutario,
constituido por la parte de aquel que ha de reflejarse estatutariamente mediante una cifra, cuya variación está
sometida a determinados requisitos…” (art. 54.1).

30
constitución de la cooperativa ambas cantidades coinciden, es durante el desarrollo de su
actividad cuando determinadas circunstancias hacen que sean diferentes. Estas circunstancias
son : (i) el ingreso o la salida de socios, que llevan aparejado respectivamente la realización o el
reembolso de aportaciones sociales68, salvo las de reembolso rehusable; (ii) los retornos
acreditados mediante incorporaciones a la parte de capital social correspondiente a cada socio;
(iii) las pérdidas imputadas a cada socio que deban satisfacerse mediante deducciones de las
aportaciones al capital social; las nuevas aportaciones obligatorias o voluntarias; y (iv) las
sanciones económicas impuestas por la cooperativa al socio que se hayan compensado con
cargo a las aportaciones sociales de éste. Todos estos movimientos en las aportaciones sociales
de cada uno de los socios sumados y compensados arrojan la cifra del capital social efectivo 69.
De esta manera, la variación se produce no en el capital social mínimo fijado en los estatutos
sociales, sino en el capital social efectivo, con lo que éste aumenta o disminuye sin necesidad de
modificar los estatutos sociales. En cambio, el aumento o la reducción del capital social mínimo
sí requiere la modificación de los estatutos sociales70.

La dificultad que la variabilidad del capital social de las cooperativas supone para el
acceso de las cooperativas al mercado de capitales, en particular, y a sólidas fuentes de
financiación, en general, han llevado a postular la conversión de las cooperativas en sociedades
de capital fijo, demorando el derecho del socio al reembolso de sus aportaciones en caso de baja
hasta el momento de la liquidación de la cooperativa, o, al menos, a crear en ellas mecanismos
de constitución de un fondo de capital fijo con aportaciones voluntarias de terceros no socios71.

68 Precisamente, la variabilidad del capital social es el instrumento técnico adecuado para el correcto funcionamiento
del principio de puertas abiertas, al permitir la entrada de nuevos socios, y más concretamente que cumplan con su
obligación de aportar capital social, sin necesidad de aumentarlo o de que un socio actual le transmita toda o parte
de su cuota de capital --como sucede en las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada-- y la salida de
socios actuales sin que deba amortizarse su cuota y reducirse el capital modificando los estatutos. La concepción de
la variabilidad del capital social como premisa jurídica del principio de puertas abiertas es explicada entre nosotros
por A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 44 y 45, y, en especial, 65 a
72, y por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs.. 228 a 235; por M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 359; o por J. PULGAR, “La pérdida de la
condición de socio en el marco cooperativo: su baja y expulsión”, en Estudios de Derecho mercantil en memoria del
Profesor Aníbal Sánchez Andrés, 2010, Cizur Menor [Civitas], págs. 1039 a 1082, en pág. 1041.

En contra A. CELAYA URIBARRI, Acceso de las cooperativas al mercado de capitales, Mondragón [INFES, CEPES,
MCC], 1995, pág. 46.

69La SJMER Málaga nº 1 de 8 de octubre de 2008 (Ar Jur 2009\80136), recoge parte de las fuentes del capital
social efectivo diciendo que “el capital material o real es variable en función de la entrada o salida de socios, de la
imputación de las pérdidas a las aportaciones de los socios al capital y de la posibilidad de acuerdos de nuevas
aportaciones obligatorias sobrevenidas al capital”.

70 El aumento o la reducción del capital social mínimo se realizará por el procedimiento de modificación de los
estatutos sociales con, según la legislación aplicable, algunas exigencias adicionales, así, por ejemplo, la LCEstado
dispone, en su artículo 45.8.V, que si la reducción del capital social mínimo estuviera motivada por el reembolso de
las aportaciones al socio que cause baja, queda suspendida la ejecución del acuerdo de reducción hasta que
transcurra un plazo de tres meses, a contar desde la fecha en que se haya notificado a los acreedores. La
notificación se hará personalmente, y si ello no fuera posible por desconocimiento del domicilio de los acreedores,
por medio de anuncios que habrán de publicarse en el Boletín Oficial del Estado y en un diario de gran circulación
en la provincia del domicilio social de la cooperativa. Durante dicho plazo los acreedores ordinarios podrán oponerse
a la ejecución del acuerdo de reducción si sus créditos no son satisfechos o la sociedad no presta garantía. Sobre la
reducción del capital social de las cooperativas, en especial en la Ley valenciana, vid. C. PASTOR SEMPERE, Los
recursos propios en las sociedades cooperativas…, págs. 129-132.

71 Vid. A. CELAYA URIBARRI, Acceso de las cooperativas al mercado de capitales…, págs. 45-57.

31
Así mismo, la dificultad que la variabilidad, por efecto del reembolso de las aportaciones,
supone para la solvencia de las cooperativas --dado que por aplicación de la NIC 32 todo aquel
capital que sea reembolsable incondicionadamente es, a efectos contables, pasivo y disminuye
los fondos propios-- ha llevado al legislador a permitir a las cooperativas que así lo decidan que
rehúsen el reembolso de las aportaciones en caso de baja o expulsión, eliminándose de esta
forma una de las causas más frecuentes de variación del capital.

II. Con independencia de las dificultades que esta técnica representa para la financiación
y para la solvencia de las cooperativas, y del deseo de lege ferenda, manifestado por algunos72,
de su supresión en las cooperativas que así lo deseen, si se analiza el Derecho positivo vigente
se aprecia cómo la variabilidad está sometida a límites, en ocasiones de contenido muy amplio.
Además, en la evolución histórica del tratamiento legislativo del capital social de las cooperativas
se detecta un abandono paulatino de la variabilidad. Y por último, si se compara todo el
panorama tipológico del Derecho de sociedades, la variación del capital social aparece como una
técnica que actualmente la cooperativa comparte con otros tipos sociales. Por estas tres
razones, que se desarrollan seguidamente, la nota de la variabilidad no puede considerarse
rasgo indiscutible de la identidad cooperativa73.

a) Los límites a la variabilidad del capital social.

a’)La variabilidad del capital social está limitada por la cifra de capital social mínimo
fijada en los estatutos sociales, por debajo de la cual la sociedad incurre en causa de disolución.
Y aunque el capital social mínimo estatutario pueda incrementarse o reducirse --respetando el
capital mínimo legal, en su caso-- por el procedimiento de modificación de los estatutos sociales,
el límite a la variación siempre existiría74. Por lo tanto, la parte variable es la que excede de la

72 Vid. A. CELAYA URIBARRI, Acceso de las cooperativas al mercado de capitales…, pág. 312.

73 La concepción contraria es generalizada en la doctrina científica. Así, M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad


y empresas cooperativas…, págs. 233 y 234, afirma que la variabilidad del capital social constituye la diferencia
esencial y más acusada entre las cooperativas y las sociedades mercantiles de capital, singularidad que es
consecuencia del principio de puerta abierta. Sin embargo, en esta misma obra se destacan como esenciales de la
cooperativa otros elementos que limitan la eficacia de la puerta abierta y con ello el fundamento de la variabilidad del
capital: en las págs. 254 y 255, al analizar el régimen de transmisión de las participaciones sociales, se explica que
las condiciones personales de los socios constituyen el núcleo esencial en torno al cual se organizan el resto de los
elementos estructurales, aplicándose a las cooperativas la nota intuitu personae, que justifica las restricciones a la
transmisión inter vivos y mortis causa de las participaciones sociales.

74 En el mismo sentido, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º, Madrid [EDERSA], 1989,
artículo 12, pág. 286, que explica que hasta llegar al mínimo estatutario, el capital puede verse disminuido como
consecuencia de la libre separación de los socios, y al llegar a él su reducción por efecto de las bajas exige la
modificación de los estatutos sociales. Así mismo, C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades
cooperativas…, págs. 119-120, y E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la
Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 371 y 372, sostienen que el
capital social de la cooperativa solo será variable hasta el límite señalado en los estatutos como capital social
mínimo. Y como señala M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 238 y 239,
con el objetivo de atender a la seguridad jurídica que exige el moderno tráfico empresarial, el legislador ha impuesto
que se fije una cifra de capital social mínimo que, al igual que en el resto de las sociedades de capitales, sirva de
cifra de retención en garantía de terceros. Comparten esta tesis M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY,
Curso de cooperativas…, pág. 364 y 368, para quienes la cifra estatutaria de capital actúa como cifra de referencia
por debajo de la cual no puede disminuir el capital material o real de la cooperativa, por que cumple una función
empresarial o de fondo de explotación.

32
cifra de capital mínimo estatutario, e incluso respecto de ella, la doctrina hace esfuerzos para, en
garantía de los acreedores de la cooperativa, construir toda una dogmática de mantenimiento del
capital social efectivo o real: la baja del socio va unida a la liquidación de su situación patrimonial
con la sociedad deduciéndose del valor de las aportaciones las pérdidas imputadas e
imputables, la responsabilidad prorrogada del socio que causa baja, la responsabilidad del socio
por su participación en la actividad cooperativizada, la deducción de pérdidas de ejercicios
anteriores, la obligación de completar las aportaciones obligatorias hasta el importe de la
aportación obligatoria mínima, y la aplicación de la doctrina de la infracapitalización material y
formal a la cooperativa75.

a’’)Por otra parte, la variabilidad no solo cuenta con el límite del capital social mínimo,
sino también con la contrapartida de un capital social no variable: (i)la parte de capital social
correspondiente a las aportaciones de los socios colaboradores, en las leyes que permitan
regular estatutariamente o mediante acuerdo de la asamblea general este capital con arreglo al
principio de estabilidad; (ii) la parte de capital que corresponde a los titulares de partes sociales
con voto de las cooperativas mixtas; y (iii) la parte de capital no reembolsada por haber sido
rehusada o aplazada.

(i)Son socios colaboradores76 aquellas personas vinculadas jurídicamente con la


cooperativa que, sin poder participar en la actividad cooperativizada de la sociedad
cooperativa77, o sin poder hacerlo en la actividad principal pero sí en las accesorias o
auxiliares78, o bien sin poder participar plenamente en la actividad cooperativizada de la
cooperativa pero sí parcialmente79, pueden colaborar en la consecución del objeto social. Esta
colaboración, aunque en algunos casos puede traducirse en actividades económicas conectadas

Las funciones del capital social mínimo, de las que traen causa las reflexiones apuntadas en el texto principal --
necesidad de modificación estatutaria para variar la cifra de capital social mínimo, sus efectos en las causas de
disolución, el derecho de oposición de acreedores en la reducción de capital social con reembolso de aportaciones--
son expuestas por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, págs. 244 y 245.

75Esta construcción se ha tomado de M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, pág. 246.

76 La figura del socio colaborador está prevista, con diferente alcance --y en ocasiones no con la misma
denominación--, en las Leyes estatal (art. 14.II), vasca (art. 19.2), gallega (art. 29.1), aragonesa (art. 18.3), riojana
(art. 31), castellano-leonesa (art. 26.1), catalana [art. 27.c)], murciana (art. 25); navarra (art. 30.2); asturiana (art.
25); castellano-manchega (art. 25) y andaluza (art. 17).

77 Vid. arts. 14.II LCEstado y 26.1 LCCastilla y León. La Ley asturiana únicamente les permite realizar aportaciones
al capital social de carácter voluntario (art. 25.1) lo que les impide participar en la actividad cooperativizada; de
hecho, la Ley les prohíbe ostentar simultáneamente la condición de socio usuario (art. 25.2).

78Vid. arts. 31 LCLa Rioja, 27.c) LCCataluña, interpretados a sensu contrario, y arts. 25.1 LSCMurcia y 17.1
LSCAndalucía

79Vid. arts. 19.2 LCPaís Vasco; 29.1 LCGalicia; 30.2 LCNavarra; 18.3 LCAragón --tras la reforma de la Ley 4/2010,
de 22 de junio, dado que antes al igual que en la Ley estatal y castellano-leonesa el socio colaborador no podía
participar en la actividad cooperativizada-- y 25.1 LCCastilla-La Mancha.

33
con la actividad cooperativizada80, consiste básicamente en la realización de aportaciones al
capital social81, y sobre este dato pivota la mayor parte de su régimen jurídico. Por lo tanto su
configuración básica, aunque no exclusiva, sería la de socios de capital.

La parte del capital social de la cooperativa correspondiente a las aportaciones de los


socios colaboradores puede suponer un límite al principio de variabilidad cuando ese capital sea
estable, esto es cuando permanezca en la cooperativa hasta la liquidación de la misma,
devolviéndose al socio colaborador después de pagar a los acreedores sociales. Debe advertirse
que esta solución jurídica no viene impuesta en ninguna Ley de cooperativas española, por lo
que no sería lícito afirmar que la figura del socio colaborador es, con carácter general, un límite a
la variabilidad82. Es más, la regla general es que las leyes reconozcan al socio colaborador el
derecho a darse de baja y a solicitar el reembolso de sus aportaciones83, lo que significa que la
parte del capital social correspondiente a sus aportaciones, dada la exigibilidad de las mismas,
es variable. Pero también debe ponerse de manifiesto que, analizado el panorama legislativo
español, es posible construir en cuatro casos el capital social aportado por los socios
colaboradores con el carácter de invariable. Se recogen en las Leyes vasca (art. 19.2), riojana

80La Ley catalana de cooperativas [art. 27.c), cuarto] y la Ley extremeña de crédito cooperativo (art. 81.1) prevén
expresamente la participación de los socios colaboradores y de los asociados, respectivamente, en la actividad
crediticia que desarrollen las secciones de crédito.

81De hecho en las Leyes estatal, castellano leonesa y asturiana el socio colaborador es simplemente una persona
que aporta capital social pero que no realiza actividad cooperativizada con la cooperativa.

Y, entre las Leyes restantes que regulan esta figura de socio, hay pistas acerca de la función ambivalente del socio
colaborador: estos socios o son socios usuarios, que desarrollan actividad cooperativizada pero no plenamente y
que aportan capital (arts. 29.1.I LCGalicia; 31, apartados 1 y 2 LCLa Rioja; 27.c), apartados primero y quinto,
LCCataluña; 25, apartados 1 y 2, LSCMurcia; 25.1 LCCastilla-La Mancha y 17, apartados 1 y 3 LSCAndalucía), o
son simplemente socios de capital, que únicamente realizan aportaciones sociales (arts. 29.1.III LCGalicia y 25,
apartado 1 y apartado 3.III LCCastilla-La Mancha: en ambos preceptos se contempla como modalidad de socio
colaborador a quien aporte exclusivamente capital y se le reconoce el derecho a percibir el interés pactado).

82A pesar de ello, se ha considerado que la introducción en las sociedades cooperativas de la figura del socio de
capital cuestiona la connatural variabilidad del capital social de la cooperativa (vid. C. PASTOR SEMPERE, Los
recursos propios en las sociedades cooperativas…, pág. 113).

E incluso, la coexistencia en la cooperativa de socios usuarios y socios aportantes de capital ha llevado a la doctrina
a hablar de un fenómeno de comanditarización de la sociedad cooperativa (vid. C. PASTOR SEMPERE, Los
recursos propios en las sociedades cooperativas…, págs. 112-119). Fenómeno que no debe entenderse en
términos literales puesto que el asociado, a diferencia del socio comanditario, puede participar en la gestión social,
incluso como miembro del consejo rector.

83 La Ley estatal obliga a la asamblea general a fijar el régimen del derecho de separación de los socios
colaboradores (art. 14.II); otro tanto hace las Leyes castellano-leonesa y murciana (art. 27.2 y 25.2.I,
respectivamente). Por su parte, la Ley gallega (art. 29.1.II) se remite a los estatutos para que regulen el régimen de
la baja de los socios colaboradores. La Ley aragonesa (art. 18.3) simplemente se remite a los estatutos para que
fijen los criterios de ponderada y equitativa participación de los socios colaboradores en los derechos y obligaciones
socio-económicos de la cooperativa, lo que parece conllevar el reconocimiento de la baja voluntaria que para los
socios se prevé en el artículo 22. Y la Ley navarra, al remitirse a los estatutos para que éstos regulen el régimen
jurídico de los socios colaboradores, marca, entre otros el principio de tales socios “tendrán los mismos derechos y
obligaciones en el ámbito societario que el resto de socios” [art. 30.3.a)], luego también el derecho de baja voluntaria
o separación. Otro tanto sucede con la Ley asturiana (art. 25.2).

La Ley castellano-manchega (art. 24.2.II) señala que “estatutariamente se determinarán los derechos y obligaciones,
fijándose en todo caso … su régimen de baja y derecho de reembolso … y, en lo no previsto en aquéllos, por
acuerdo de la Asamblea General”.

34
(art. 31), catalana [art. 27.c)] y castellano-manchega (art. 25.2.II). Las cuatro Leyes se remiten a
los estatutos sociales para que éstos regulen los derechos y obligaciones de los socios
colaboradores sin imponer, como hacen el resto de Leyes que regulan la figura, el
reconocimiento legal de un derecho de separación o de baja y, consecuentemente, de un
derecho de reembolso de sus aportaciones sociales; expresamente la Ley castellano-manchega
expresamente admite la exclusión para los socios colaboradores del derecho de separación, al
señalar que “los estatutos habrán de regular …en su caso, del derecho de baja voluntaria o de
separación”. Los estatutos se completan con lo pactado entre las partes en el caso de la Ley
vasca, con acuerdos de la asamblea general o con lo pactado entre las partes en el de la Ley
catalana, y con acuerdos de la asamblea general en la riojana. Así pues, cuando los estatutos
sociales de las cooperativas a las que se apliquen las Leyes mencionadas vinculen al asociado a
la cooperativa hasta la liquidación de la misma, la parte del capital social que representen sus
aportaciones será invariable.

Debe advertirse, que el asociado84 no puede ser considerado como un límite a la


variabilidad del capital social. La pertinencia de tratar en este momento y con esta perspectiva la
figura del asociado se debe a su condición de precedente del socio colaborador. En efecto, el
asociado es la persona cuyo ligamen con la cooperativa consiste en aportar capital social pero
sin poder realizar actividad cooperativizada85, mientras que el socio colaborador además de
aportar capital, puede contribuir a la consecución del objeto social participando de forma
accesoria o no plena en la actividad cooperativizada. Incluso en tres leyes --estatal, castellano
leonesa y asturiana-- el socio colaborador es simplemente aportante, solo que en vez de
denominarlo asociado se acoge la expresión más moderna de socio colaborador. En lo que aquí
importa, y comoquiera que el asociado tiene derecho de baja o separación de la cooperativa, lo
que conlleva la consecuencia financiera del reembolso de las aportaciones86, el capital social por
ellos suscrito es variable.

84La figura del asociado se regula en las Leyes extremeña (art. 29), madrileña (art. 27), valenciana (art. 28),
andaluza (art. 35), balear (arts. 33 a 35), murciana (art. 34) y navarra (art.29).

85 Esta noción del asociado --persona que aporta capital social pero que no realiza actividad cooperativizada-- es
válida plenamente en las leyes extremeña, madrileña, valenciana, andaluza, balear y murciana, y también lo es con
una aclaración en la navarra. Esta Ley reserva la condición de asociado --previa concesión por el consejo rector-- a
aquellos que cesen como socios de la entidad por causa justificada, a los derechohabientes en caso de fallecimiento
del socio y a los que los estatutos otorguen tal posibilidad por haberse constituido en cualquier otra situación de
naturaleza análoga (art. 29.1), lo que significa que el asociado no realiza actividad cooperativizada --única manera
de calificar la situación en que se encuentra la persona que ha cesado como socio, la del causahabiente del socio
fallecido o cualesquiera otra análoga a las dos expuestas-- y su vínculo jurídico con la sociedad cooperativa es
únicamente la aportación al capital social --a las aportaciones al capital social de los asociados se refieren las letras
a), d) y f) del art. 29.3--. Las leyes valenciana y murciana, por su parte, recogen dos realidades para los asociados --
de un lado, personas físicas o jurídicas que realicen aportaciones a capital social de carácter voluntario; y de otro,
los socios que causen baja justificada u obligatoria que podrán adquirir la condición de asociado, transformando su
aportación obligatoria en voluntaria (art. 28.1y 34.1, respectivamente)-- que, en rigor, son reconducibles a una sola:
la de quien aporta capital y no realiza actividad cooperativizada.

No obstante lo anterior, hay casos residuales en los que se permite a los asociados realizar actividad
cooperativizada. Así, como se ha dicho anteriormente, el artículo 27.c), cuarto y la disposición transitoria quinta
LCCataluña y el artículo 81.1 LCréditoCooperativoExtremadura, prevén expresamente la participación de los
asociados en la actividad crediticia que desarrollen las secciones de crédito de las cooperativas a las que ellos
pertenezcan como asociados.

86 La Ley navarra reconoce a los asociados el derecho al reembolso de sus aportaciones al capital social en las
mismas condiciones que los socios [art. 29.3 a)]. Las Leyes extremeña (art. 29.2), madrileña (art. 27.1), valenciana
(art. 28.2) y murciana (art. 34.2) disponen que los asociados ostentarán los mismos derechos que los socios, con
algunas salvedades que no tocan al caso, y por lo tanto son titulares de los derechos de baja y reembolso. La Ley

35
La persona inversora, figura regulada en la Ley andaluza de 2011, caracterizada por
doble dato de realizar las aportaciones al capital que determinen los estatutos, o en su defecto la
asamblea general, y de no desarrollar actividad cooperativizada --elementos que recuerdan al
asociado, tampoco es un límite a la variabilidad del capital social, dado que la Ley les reconoce
el derecho de baja, y, con él, el de reembolso (vid. art. 25.2, apartado segundo y tercero).

(ii)Las cooperativas mixtas son aquéllas en las que existen socios cuyo derecho de voto
en la asamblea general se podrá determinar, en las condiciones establecidas estatutariamente,
en función del capital aportado, que estará representado por medio de títulos o anotaciones en
cuenta, denominadas partes sociales con voto. Esta modalidad de cooperativa --no puede
calificarse de clase porque es un tipo transversal u horizontal al que puede acogerse cualquier
clase de cooperativa87, salvo en la Ley gallega-- se recoge en la Leyes estatal (art. 107), vasca
(art. 136), riojana (d. a. 4ª), murciana (art. 128), navarra (art. 79), asturiana (art.186), castellano-
manchega (art. 152) y, solo para el trabajo asociado en la Ley gallega (d. a. 5ª)88. De la
regulación legal deben destacarse dos datos: de un lado, el sometimiento de las partes sociales
con voto a la legislación del mercado de valores89 --remisión que no aparece en la Ley gallega--
y, de otro, que los derechos y obligaciones de los titulares de partes sociales con voto y el
régimen de las aportaciones, se regulará [por los Estatutos y, supletoriamente,] por lo dispuesto
en la legislación de sociedades anónimas --hoy legislación de sociedades de capital-- para las
acciones90. La aplicación de la Ley del mercado de valores y, sobre todo, la de las sociedades
anónimas determina que el capital que representan las partes sociales con voto tenga las
mismas características y esté sometido a los mismos principios que corresponden a las
acciones, y en particular al principio de estabilidad, de manera que la cifra de capital social
determinada en los estatutos sociales como correspondiente a las partes sociales con voto no
puede cambiarse si no es por el procedimiento de modificación de los estatutos sociales91.

andaluza se remite a los estatutos para que determinen el régimen de la baja de los asociados (art. 35.2). Y la Ley
balear determina que el asociado podrá darse de baja voluntariamente en la cooperativa en cualquier momento,
mediante comunicación por escrito al consejo rector, aunque los estatutos pueden establecer un compromiso de
permanencia no superior a tres años desde su admisión en la cooperativa como asociado (art. 34.2).

87Sin recoger la especialidad gallega, por obvias razones temporales al ser posterior a su obra, M. PANIAGUA
ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en
M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 157, afirma
que la cooperativa mixta no es una clase de cooperativa, sino un nuevo tipo societario regulado por la legislación
cooperativa que puede ser utilizado por cualquier clase de cooperativa, y por cualquier grado.

88 En este punto, como en otros de la legislación cooperativa, debe tenerse precaución con las expresiones, puesto
que una misma denominación significa cosas distintas en una o en otra Ley. Así, con la misma denominación de
cooperativa mixta la Ley valenciana se refiere a un tipo societario bien distinto que al expuesto en el texto principal,
concretamente a aquellas cooperativas que cumplen finalidades propias de varias clases de cooperativas y unifican
las distintas actividades en una sola cooperativa de primer grado (art. 119.1). Esta clase de cooperativa carece de
relevancia a los efectos que en este momento interesan. Otro tanto sucede en la Ley aragonesa (vid. art. 71.3) o en
la Ley andaluza (art. 106).

89Vid. arts. 107.1 LCEstado; 136.1 LCPaís Vasco; 128.1 LSCMurcia y 79.1 LCNavarra; 186.1 LCAsturias y 152.1
LCCastilla-La Mancha; así como la d. a. 4ª LCLa Rioja.

90Vid. art. 107.3 LCEstado; 136.3 LCPaís Vasco; 129.3 LCCastilla-La Mancha; 128.3 LSCMurcia 79.3 LCNavarra;
186.3 LCAsturias y 152.3 LCCastilla-La Mancha; las dd. aa. 4ª LCLa Rioja y 5ª.3 LCGalicia.

91Sobre el principio de estabilidad del capital social de la sociedad anónima vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J.
GARCÍA DE ENTERRÍA, “La sociedad anónima: principios fundamentales”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de
Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 805 a 825, en pág. 820.

36
Además, esa cifra de capital social no será exigible por los socios hasta la liquidación de la
cooperativa (vid. arts. 390, 392 y 394 TRLSC en relación con las remisiones al régimen jurídico
de las acciones contenidas en las Leyes citadas), dato que equivale a que ese montante de
capital sea estable y no variable.

La relevancia dogmática de esta modalidad de cooperativa para la revisión de los


elementos tipológicos de estas sociedades es incuestionable, desde el punto de vista de que el
legislador ha introducido un elemento subjetivo --el socio titular de parte social con voto-- que
altera no solo un dato hasta ahora connatural a la cooperación --la variabilidad del capital social--
, que es el que aquí en este momento interesa, sino también las reglas genuinamente
cooperativas de que el derecho de voto o es unitario o es plural pero calculado en función de la
actividad cooperativizada, pero nunca del capital correspondiente al socio --como sucede en la
cooperativa mixta (vid., p. ej., art. 107.1 LCEstado)--, y de que los excedentes se distribuyen con
arreglo a la actividad cooperativizada desarrollada por cada socio pero en ningún caso podían
atribuirse en proporción al capital desembolsado --procedimiento que sí se aplica a los
poseedores de partes sociales con voto (art. 107.4 LCEstado, p. ej.)--. El cambio es tal que la
doctrina habla del nacimiento de un nuevo tipo societario consistente en la “cooperativa
comanditaria por acciones”92.

(iii)El importe del capital social representado por las aportaciones cuyo derecho de
reembolso haya sido rehusado en caso de baja del socio [art. 45.1.b) LCEstado, por ejemplo] es
capital social no variable, que puede permanecer en la cooperativa hasta la liquidación (art. 75.3
LCEstado, por ejemplo)93. Además, el importe del capital social correspondiente a las

92La denominación se debe a C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades cooperativas…, pág.
118.

93 La reforma contable y sus efectos en la variabilidad del capital social ya ha sido considerada por nuestros
tribunales. La SAP Santa Cruz de Tenerife de 26 de octubre de 2009 [Civil] (Ar AC 2010\245) en la aplicación de “la
reciente modificación de la Ley de Cooperativas introducida por la Ley 16/2007, de 4 de julio, que ha dado nueva
redacción a su art. 45.1 [en el que] se permite la transformación obligatoria de las aportaciones con derecho de
reembolso en caso de baja, en aportaciones cuyo reembolso puede ser rehusada por el Consejo Rector (por las
razones que sean), mediante acuerdo de la Asamblea adoptado por la mayoría exigida para la modificación de los
Estatutos; no obstante y en tal caso, el socio discrepante puede darse de baja calificándose como justificada”
concluye, en el terreno de la variabilidad que “la Cooperativa (la Asamblea General) puede acordar que las
aportaciones reintegrables de los socios en caso de baja dejen de tener ese carácter, siendo válido y eficaz el
acuerdo al respecto”.

Esta sentencia es ejemplo de un hasta ahora incipiente fenómeno de expansión hacia la invariabilidad del capital
social, dado que va bastante más de lo que la reforma contable pretendía: “en este caso, lo que se acordó en la
Asamblea mencionada [continúa diciendo la sentencia] fue que las cantidades retenidas hasta entonces en los
diferentes conceptos (por kilos de plátanos o tomates) o bien pasaran a ser ingresos directos de la explotación
propia del año, o bien que formaran parte del capital "con el carácter de no devolución", o bien pasarán a ser fondos
de reserva (que tampoco es reintegrable) para la amortización de las instalaciones llevadas a cabo con financiación
externo (préstamos hipotecarios)” de manera que se aplica la norma contable del reembolso rehusable a un caso
para el que no está prevista: a la conversión de cantidades retenidas por kilos de plátano o de tomates --que no son
aportaciones al capital social-- en aportaciones al capital social no reembolsables, y además con la idea de que el
no reembolso es absoluto, es decir, se traduce en irrepatibilidad, cuando el no reembolso es funcional, pasando
estas aportaciones a ser reembolsables en caso de disolución de la cooperativa.

La configuración de las aportaciones sociales como no exigibles y su impacto en la variabilidad del capital social
también ha sido considerada por E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la
Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 372.

37
aportaciones cuyo reembolso puede ser rehusado en caso de baja del socio --aún no se ha
producido la baja--, es potencialmente no variable.

a’’’)La variabilidad también viene mitigada por los largos plazos de reembolso de las
aportaciones sociales en los supuestos de baja voluntaria del socio. Ciertamente, nacido el
derecho al reembolso, y aunque su exigibilidad esté aplazada, el capital social reflejado en el
pasivo del balance debe minorarse, es decir la variación ya se ha producido, pero como el
importe a reembolsar no debe pagarse aún al socio, continúa como fondo de maniobra de la
cooperativa, diluyéndose los efectos de la variabilidad94. A título de ejemplo, la Ley estatal
permite que el plazo de reembolso de las aportaciones al capital social pueda durar hasta cinco
años a partir de la fecha de la baja (art. 51.5, en la redacción dada por la Ley 16/2007, de 4 de
julio), por lo tanto durante este periodo de tiempo las aportaciones se mantendrán estables en el
capital social95. La vinculación del socio que pretende darse de baja voluntaria en la sociedad

94 Es evidente que el plazo de reembolso está dispuesto en favor de la cooperativa, y que alargarlo es aumentar
este favor, lo que acerca la estabilidad del capital social y de las aportaciones reembolsables no pagadas a la
estabilidad de la que gozan el capital en las sociedades anónimas y limitadas. De estas reflexiones también se
hacen eco nuestros tribunales: la SAP Burgos de 22 de junio de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\1000) declara que “el plazo
de reembolso que se concede a la Cooperativa para que de cumplimiento a su obligación de rembolsar a quienes
hayan dejado de ser socios de la parte del capital social que les corresponde, se trata de un beneficio para la
cooperativa deudora dirigido a evitar la descapitalización que se produciría si tuviera que proceder a un inmediato
reintegro”; y la SAP Córdoba de 19 de septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916), en que se lee que “el plazo de
reembolso…se ha de interpretar en el sentido de conceder a la Cooperativa un plazo…para que dé cumplimiento a
su obligación de reembolsar a quienes hayan dejado de ser socios de la parte social que le corresponda, [y] se trata
pues únicamente de un beneficio para la Cooperativa deudora dirigida a cortar la descapitalización que se produciría
si tuviera que proceder a un inmediato reintegro, durante el cual los socios con derecho a reembolso no podrán
ejecutar acción alguna para exigir el mismo por vía judicial”.

En el terreno de las sociedades cooperativas de trabajo asociado también se reconoce el carácter de beneficio para
la cooperativa del plazo de reembolso. Dice al respecto la S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 21 de
diciembre de 2005 (Ar. AS 2006\396) que la “finalidad de las cooperativas es la promoción del propio empleo por los
trabajadores asociados, [y que] se concede este beneficio legal para evitar la descapitalización de la sociedad lo que
pondría en peligro su subsistencia”.

Esta doctrina es recogida también por el Tribunal Supremo. En la S.T.S., Sala 1ª de 12 de abril de 1994 [Civil] (Ar.
RJ 1994\2792), que llega a corregir la errónea doctrina de la Audiencia Provincial de Cuenca contenida en su
sentencia de 5 de marzo de 1991, declara que “el art. 11.4,b) de la Ley General de Cooperativas de 1974, según el
cual «el plazo de reembolso no podrá exceder de cinco años a partir de la fecha de la baja, con derecho a percibir
un interés que no será en ningún caso inferior al tipo de interés básico del Banco de España incrementado en dos
puntos»; interpretado dicho precepto legal en la sentencia impugnada como un plazo concedido al socio que haya
perdido su condición de tal para exigir el reembolso de la parte social, con la minorización en su caso procedente, y
calificado dicho plazo como de caducidad de la acción, tal interpretación no puede ser aceptada por esta Sala. El
precepto transcrito está concediendo a la Cooperativa un plazo máximo de cinco años, plazo que puede ser
reducido en los estatutos, para que dé cumplimiento a su obligación de reembolsar a quienes hayan dejado de ser
socios de la parte social que les corresponda, plazo establecido únicamente en beneficio de la Cooperativa deudora,
dirigido a evitar su descapitalización si tuviera que proceder a un inmediato reintegro, y durante el cual o el que, en
su caso, se haya establecido en los estatutos, los socios con derecho al reembolso no podrán ejercitar acción
alguna para exigir el mismo por la vía judicial”.

La doctrina científica también ve en el plazo de reembolso un beneficio para la cooperativa, y aprecia cómo el
legislador ha ido ampliando el plazo legal concedido a la cooperativa para proceder al pago, con el fin de corregir el
peligro de descalificación de la empresa (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…,
artículo 80, pág. 298).

95 La sociedad cooperativa cuenta con el plazo de cinco años para reembolsar las aportaciones al capital social, de
forma que puede proceder al reembolso durante todo este tiempo, y, por ende, agotar el plazo, y es a parir de su
transcurso cuando el socio puede ejercer el derecho a reclamar la devolución, de esta forma, sostiene la S.T.S.,

38
cooperativa puede ser aún mayor en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado,
donde, como sucede, por ejemplo, en las Leyes vasca y extremeña, donde el socio persona
jurídica que pretenda darse de baja, antes de su efectiva separación --y del reembolso de las
aportaciones-- estará obligado a cumplir con las obligaciones contraídas con la sociedad
cooperativa o a resarcirla económicamente (arts. 129.3 y 158.3, respectivamente), abriéndose un
periodo de duración indeterminada [hasta que se produzca el cumplimiento de tales
obligaciones] al que debe sumarse el plazo de reembolso de las aportaciones con el que cuenta
la sociedad cooperativa.

a’’’’) La variabilidad desaparece en la fase de liquidación de la cooperativa. Disuelta la


sociedad cooperativa, el derecho al reembolso queda en suspenso, procediéndose a reintegrar a
los socios las aportaciones sociales conforme al régimen jurídico de la adjudicación del haber
social96.

b) El abandono legislativo de la variabilidad.

Un breve repaso de la evolución del Derecho de sociedades cooperativas español,


también descabalga a la variabilidad del capital social de su condición de señero distintivo de las
cooperativas.

A pesar de que en la Ley de cooperativas republicana no figuran las expresiones


“variable” o “variabilidad” para referirse al capital social, la técnica material sí es conocida y
regulada por el legislador de 1931, como lo demuestra el reconocimiento del derecho del socio a
darse de baja y la imposición a la cooperativa de la obligación de liquidarle su participación en el
haber social (art. 10.1), norma que recoge lo que después se ha dado en llamar variabilidad del
número de socios y su correlativa variabilidad del capital social; “variabilidades” que luego se han
regulado conjuntamente, ya con la expresión referida, en el artículo 2.b) de la Ley de
cooperativas de 1974. Antes de esta última, la Ley de cooperativas de 1942 las conceptuaba
expresamente como una sociedad de capital social variable, y lo hacía con tanta relevancia que
esta nota junto a la de ausencia de ánimo de lucro fueron los elementos sobre los que pivotaba
el concepto de cooperativa (vid. art. 1).

Un primer paso en el paulatino abandono de la referencia a la variabilidad del capital


como eje central de la noción de cooperativa lo dio la Ley de 1974 --que también admitió el
ánimo de lucro en la sociedad cooperativa97--. En ella, ciertamente se retiene en el concepto de

Sala 4ª, de 17 de octubre de 1988 [Social] (Ar. RJ 1988\7835), que “el dies a quo a partir del cual el derecho a exigir
debe ser ejercitado, es aquel en el que ha transcurrido el plazo mencionado, dado que dicho precepto faculta a la
Cooperativa para efectuar la devolución de la aportación inicial durante su transcurso”, doctrina que es seguida por
la S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 16 de marzo de 1993 (Ar. AS 1993\1378) y por la S.T.S.J. de
Extremadura, Sala de lo Social, de 21 de diciembre de 2005 (Ar. AS 2006\396).

De esta forma, “el plazo de cinco años en el retorno del capital social invertido por cada socio trabajador, es un
plazo legal que impide la ejecución forzosa de la deuda antes de su vencimiento [S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo
Social, de 7 de junio de 1995 (Ar. AS 1995\2304) y S.T.S.J. de Cantabria, Sala de lo Social, de 27 de noviembre de
1997 (Ar. AS 1997\4330)]

96En igual sentido F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 81, pág. 301.

97 La S.T.S., Sala 3ª, de 4 de noviembre de 1985 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1985\5661), a la que ya se ha


hecho referencia, sostiene “que las Cooperativas reguladas por esa Ley [se refiere a la Ley 52/1974, de 19 de
diciembre, General de Cooperativas] serán entidades asociativas con fin de lucro o destinadas a un objeto social

39
cooperativa la variabilidad de su capital, pero se incluye al mismo nivel de importancia la relación
mutualista, o constitución de la cooperativa con la finalidad de la ayuda mutua entre los socios
(vid. art. 1). Tendencia que mantuvo la Ley estatal de 1987(vid. art. 1).

Y, en fin, la Ley estatal de 1999 vigente ha suprimido de su concepto de cooperativa la


referencia al carácter variable del capital social para destacar la relación mutualista y la base
democrática --participativa-- de su estructura y de su funcionamiento, afirmando que “la
cooperativa es una sociedad constituida por personas que se asocian, en régimen de libre
adhesión y baja voluntaria, para la realización de actividades empresariales, encaminadas a
satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas y sociales, con estructura y
funcionamiento democrático…”. De esta manera la variabilidad del capital social ha dejado de
ser referente conceptual expreso de la sociedad cooperativa para el Derecho positivo.

Pero quizá haya sido la reforma contable para adaptar la legislación mercantil española
a la normativa de la Unión Europea, la que ha alterado de forma ya definitiva la nota de la
variabilidad del capital social cooperativo. La Ley 16/2007, de 4 de julio, que introduce la reforma
mencionada, ha modificado la Ley estatal de cooperativas para crear la figura de las
“aportaciones cuyo reembolso en caso de baja pueda ser rehusado incondicionalmente por el
Consejo Rector”, y para permitir que los estatutos puedan “prever que cuando en un ejercicio
económico el importe de la devolución de las aportaciones supere el porcentaje de capital social
que en ellos se establezca, los nuevos reembolsos estén condicionados al acuerdo favorable del
Consejo Rector” (art. 45.1 II y III)98. El reembolso rehusado o condicionado provoca como efecto
que la parte de capital social que representan las aportaciones afectadas goce de estabilidad
durante el tiempo que el consejo rector estime conveniente, que puede prolongarse hasta la
liquidación de la cooperativa99.

Por el valor simbólico que puede representar para el Derecho español, hay que decir que
tampoco aparece referencia alguna a la variabilidad del capital social en la “definición” de
cooperativa que proporciona la Alianza Cooperativa Internacional en su Declaración sobre la
Identidad Cooperativa de 1995; definición que por otra parte sí recoge las notas de la autonomía,
voluntariedad, mutualidad y participación orgánica, en los siguientes términos: “la sociedad
cooperativa es aquella asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria
para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común
mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática”100.

ajeno al mismo, según sea su naturaleza, fines, y medios aportados en función de la compensación económica
establecida”.

98Sobre las introducción en nuestro Derecho contable de las aportaciones con reembolso rehusable vid. infra
apartado 3.2.3.5 del capítulo segundo de la segunda parte.

99 Prueba de que el derecho a rehusar el reembolso por parte del consejo rector puede prolongarse hasta la
liquidación de la cooperativa es que el artículo 75.3 LCEstado reconoce en ese momento a los titulares que hayan
causado baja y solicitado el reembolso el derecho a participar en la adjudicación del haber social con preferencia al
reintegro de las restantes aportaciones. Esta preferencia aunque recogida en la reforma de 2008 de la Ley vasca,
puede ser excluida por los estatutos sociales (vid. art. 94.3).

100La Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional sobre la Identidad Cooperativa” en la que se contiene la
definición de sociedad cooperativa trascrita puede consultarse, entre otras publicaciones, en el Anuario de Estudios
Cooperativos, Universidad de Deusto, 1995, pág. 73 y en J. J. MARÍN LÓPEZ e I. J. TRUJILLO DÍEZ, Código de
Cooperativas, Pamplona [Aranzadi], 2000, pág. 71.

Además la mencionada definición, es el concepto que de sociedad cooperativa han recogido las Leyes extremeña
(art. 2.I), madrileña (art. 1.1), riojana (art. 1.1) y balear (art. 2.I); si bien la de Madrid y la de La Rioja omiten la

40
c) La extensión de la variabilidad a otros tipos sociales.

El carácter variable del capital social no es patrimonio exclusivo de las cooperativas, sino
compartido con las sociedades de garantía recíproca y con cierto tipo de sociedades de inversión
mobiliaria, de manera que este dato pierde sustantividad diferenciadora como elemento de la
sociedad cooperativa.

La sociedad de garantía recíproca, cuyo objeto consiste en el otorgamiento de garantías


personales a sus socios en las operaciones que éstos realicen, tiene capital variable (art. 1.I
LSGR). Tal capital será variable entre una cifra mínima fijada en los estatutos y el triple de dicha
cantidad (art. 7.1 LSGR), y dentro de estos límites el capital podrá aumentar o disminuir, sin
necesidad de modificación estatutaria, por acuerdo del consejo de administración mediante la
creación y atribución de nuevas participaciones sociales o mediante el reembolso y extinción de
las existentes (arts. 7.2 y 46.1 LSGR). Como quiera que las sociedades de garantía recíproca
son sociedades de base mutualista, cuya causa radica en el ejercicio en común de una actividad
constitutiva de empresa para la satisfacción de las necesidades de los socios, y que esta
finalidad es compartida con las sociedades cooperativas101, es explicable que la estructura del
capital social de ambas tenga alguna técnica compartida. Pero esta equivalencia se rompe
rápidamente si se repara que en la sociedad de garantía recíproca la variabilidad del capital
cuenta con un límite mínimo, o por abajo, muy elevado, puesto que el capital social no puede ser
inferior a 1.803.036,31 euros --300.000.000 de pesetas dice la Ley, expresándose la cifra en la
unidad de cuenta vigente al tiempo de su elaboración-- (art. 8.1 LSGR), de manera que la cifra
de capital social fijada en lo estatutos debe ser ésta o una superior, lo que significa que ese
importe es estable y que por debajo de él no cabe la variación.102. Y aunque el límite de la
variación es diferente en la sociedad de garantía recíproca que en la cooperativa, lo que sí
resulta incuestionable es que se trata de una técnica no exclusiva de la sociedad cooperativa.

Incluso en los límites a la variabilidad hay concordancias entre la sociedad de garantía


recíproca y ciertas clases de cooperativas. Efectivamente, la elevada cifra del capital social
mínimo es un dato que las sociedades de garantía recíproca comparten con algunas clases de
sociedades cooperativas, concretamente con las de crédito y seguro103. Esta conexión obedece

necesidad de tipo cultural como una de las posibles a satisfacer, junto con las de tipo económico y social, mediante
la fórmula cooperativa, necesidad que sí es recogida por las otras dos leyes citadas con fiel y literal reflejo del
concepto de la Alianza Cooperativa Internacional.

101Las sociedades cooperativas y las sociedades de garantía recíproca --junto con las mutualidades de seguros--
son estudiadas bajo la rúbrica común de sociedades de base mutualista por la generalidad de la doctrina al concurrir
en ellas las notas comunes de que el ejercicio y desarrollo de la empresa social tiene como finalidad la satisfacción
de determinadas necesidades de los socios, de que su capital social es variable y de que se encuentran sometidas
a diferentes medidas de control público en su constitución y funcionamiento (vid.. R. URÍA, Derecho mercantil,
Madrid [Marcial Pons], 2002, págs. 581 y 582; R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades cooperativas”,
en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 1421.

102 Esta circunstancia modifica el régimen de su capital social de tal manera que se ha llegado a afirmar que aunque
la sociedad de garantía recíproca es un tipo especial de sociedad, su capital social se rige por normas análogas a
las de la sociedad anónima [vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades de garantía recíproca y
sociedades laborales”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed.,
2006, Tomo I, págs. 1447 a 1467, en pág. 1447,] junto al dato, que estos mismos Profesores continúan destacando,
del carácter variable del capital social (pág. 1448).

103La Ley 13/1989, de 26 de mayo [estatal] de Cooperativas de Crédito habilita al Gobierno para que, previo informe
del Banco de España, establezca la cuantía mínima del capital de las cooperativas de crédito en función del ámbito

41
a la naturaleza de la actividad económica a la que se dedican estas tres sociedades, a saber: la
financiera [en lo que toca a las sociedades de garantía recíproca, su Ley reguladora las califica
como entidades financieras (art. 1.3)]. Efectivamente, es la pertenencia de estos operadores al
sistema financiero, integrado por los mercados de crédito y de seguros --junto al de valores--104,
la que determina, por las garantías de solvencia patrimonial exigible a los que participan en estos
mercados, una alta cifra de capital social mínimo y con ello la mutación de la natural estructura
variable del capital de las sociedades cooperativas y de garantía recíproca. Así pues, pesan más
las exigencias del sector del mercado --crédito y seguros-- al que se dediquen las sociedades
mutualistas que las notas tradicionales de su configuración societaria, que ceden precisamente
por no ser esenciales.

territorial y del total de habitantes de derecho de los municipios comprendidos en dicho ámbito (art. 6.1 y disposición
final primera). En ejercicio de dicha habilitación dictó el Real Decreto 84/1993, de 22 de enero, por el que se
aprueba el Reglamento de desarrollo de la Ley, cuyo artículo 3º al regular el capital social mínimo dispone que “la
cuantía mínima del capital social de las cooperativas de crédito, en función del ámbito territorial y del total de
habitantes de derecho de los municipios comprendidos en dicho ámbito, será la siguiente:

a) Cooperativas de crédito de ámbito local que vayan a operar en municipios de menos de 100.000 habitantes de
derecho: 175 millones de pesetas.

b) Cooperativas de crédito de ámbito local no incluidas en el apartado anterior, ni en el siguiente, o de ámbito


supralocal sin exceder de una Comunidad Autónoma: 600 millones de pesetas.

c) Cooperativas de crédito con sede o ámbito que incluya los municipios de Madrid o Barcelona o de ámbito
supraautonómico, estatal o superior: 800 millones.

Esta norma tiene la consideración de legislación básica (disposiciones finales segunda de la Ley y cuarta del
Reglamento). Todas las expresiones monetarias se ha realizado en pesetas, unidad de cuenta vigente el momento
de elaboración de las respectivas normativas.

Acerca del capital social mínimo de las cooperativas de crédito vid. F. VALENZUELA GARACH y J. VALENZUELA
GARACH, “Las cooperativas de crédito en el vigente ordenamiento jurídico español (una visión sintética)”, en
Estudios de Derecho de sociedades y Derecho concursal. Libro homenaje al Profesor Rafael García Villaverde,
Tomo III, 2007, Madrid [Marcial Pons], págs. 1609 a 1632, en pág. 1626.

Las cooperativas de seguros a prima fija deberán tener un capital social mínimo de 9.015.181,57 euros, cuando
operen en los ramos de seguro de vida, caución, crédito, responsabilidad civil y reaseguro; de 2.103.542,37 euros,
en los ramos de accidentes, enfermedad, defensa jurídica, asistencia y decesos --y en los casos de entidades
aseguradoras que practiquen el seguro de enfermedad otorgando prestaciones de asistencia sanitaria y limiten su
actividad a un ámbito territorial con menos de dos millones de habitantes, la mitad de esta cifra--; y de 3.005.060,52
euros en los restantes ramos (art. 13.1 del TRLOSSP). Y las cooperativas de seguros a prima variable deberán
acreditar un capital suscrito e íntegramente desembolsado de 300.506,05 euros (art. 13.3 TRLOSSP).

104 El propio legislador ha reconocido, con unidad y sistemática, la tendencia doctrinal y práctica de integrar en el
sistema financiero los mercados de valores, crédito y seguro. El ejemplo más destacado lo constituye la Ley
44/2002, de 22 de noviembre, de medidas de reforma del sistema financiero, en cuyo capítulo I persigue el “fomento
de la eficiencia del sistema financiero” mediante una batería de medidas que procuran el fomento de le eficiencia en
el mercado de valores (sección 1ª), en el mercado del crédito (sección 2ª) y en el mercado de seguros (sección 3ª).

F. VALENZUELA GARACH y J. VALENZUELA GARACH, “Las cooperativas de crédito en el vigente ordenamiento


jurídico español (una visión sintética)”…, pág. 1615, recogen el debate sobre la naturaleza jurídica de las
cooperativas de crédito: son solo entidades financieras, o son además sociedades cooperativas, y concluyen que
conservan su carácter de sociedades cooperativas por la irrepartibilidad del fondo de reserva obligatorio y del fondo
de educación y promoción, porque los socios no gozan del derecho a participar en los beneficios y en la cuota de
liquidación, y en su lugar disponen de un derecho-deber de utilizar los servicios cooperativizados, y por la nota de la
autoayuda que está presente en la cooperativa de crédito.

42
La influencia de estos sectores económicos es tal que llega a alterar el panorama de
distribución de competencias sobre las cooperativas entre el Estado y las Comunidades
Autónomas. Así sucede, por ejemplo, con la competencia del Estado para establecer el capital
social mínimo de las cooperativas de crédito cuyo título competencial es el de bases de la
ordenación del crédito previsto en el artículo 149.1.11ª de la Constitución (vid. disposición final
cuarta del Reglamento de Cooperativas de crédito), ante la que cede la competencia exclusiva
de las Comunidades Autónomas sobre las sociedades cooperativas, de manera que los importes
mínimos del capital social de las cooperativas de crédito son los mismos en todo el territorio
nacional105. Además, esta segregación de materias que hace la Constitución, permite afirmar que
el carácter más o menos variable del capital social de las cooperativas no es contenido de la
materia cooperativa sino de la crediticia, luego no es esencialmente cooperativo, y que el
establecimiento de altos límites a la variabilidad del capital social, cuando la necesidad de
proteger otros bienes jurídicos así lo aconseje, es conforme a la Constitución.

Obsérvese, en relación con todo lo expuesto que si bien la variabilidad se mitiga


enormemente en las sociedades mencionadas, la mutualidad, por el contrario, sigue permanente
en las mismas, dada su esencialidad, esto es, no hay sociedades cooperativas de crédito o de
seguro ni sociedades de garantía recíproca sin desarrollo de actividad económica para satisfacer
necesidades de los socios.

La variabilidad del capital social también es una característica de un cierto tipo de


sociedad anónima: la sociedad [anónima] de inversión variable. Este tipo de sociedad es, junto a

105Así por ejemplo la LCréditoCooperativoExtremadura señala que la cuantía del capital social de las cooperativas
de crédito será la que establezca en cada momento la normativa básica en la materia (art. 9.1).

La doctrina, desde bien temprano, se ha hecho eco de la confluencia de varios títulos competenciales sobre las
cooperativas de crédito, criticando la heterogeneidad de los criterios tomados en consideración para la delimitación
de las competencias del Estado y las Comunidades Autónomas (vid. A. ROJO, “La crisis de las cajas rurales
españolas”..., págs. 199 y 200).

Resume la posición del Tribunal Constitucional la STC 291/2005 (Pleno), de 10 de noviembre, en la que, a la vez
que se declara la constitucionalidad de la norma recurrida --el artículo 104 LCEstado en la redacción dada por el
artículo 54 de la Ley 55/1999, de 29 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social--, se
clarifica el sistema de fuentes aplicables a las sociedades cooperativas de crédito. Tres párrafos extraídos de la STC
291/2005, que se trascriben seguidamente recogen la doctrina acerca de la aplicación de la legislación cooperativa:

a) “La doctrina constitucional expuesta nos permite asentar ya como premisa de nuestro enjuiciamiento la
constatación de la doble naturaleza de las cooperativas de crédito: a un tiempo entidades crediticias [art. 1.2 d) del
Real Decreto Legislativo 1298/1986, de 28 de junio, sobre adaptación del Derecho vigente en materia de entidades
de crédito al de las Comunidades Europeas] y sociedades cooperativas, como expresamente consigna el art. 1 de la
Ley 13/1989, de 26 de mayo, de cooperativas de crédito. Esta doble naturaleza se proyecta sobre el sistema de
fuentes que rige su régimen jurídico”.

b) “Seguidamente concluimos que «fácilmente se comprende que el inciso impugnado, al establecer que "con
carácter supletorio les será de aplicación la legislación de cooperativas", no está configurando a la legislación
catalana en materia de cooperativas como legislación supletoria aplicable a las cooperativas de crédito, pues esa
legislación de cooperativas supletoria no será sino la legislación de cooperativas estatal (concretamente, Ley
3/1987, de 2 de abril, general de cooperativas [entonces vigente]), siempre, claro es, que, por razón de la materia, le
corresponda al Estado la competencia normativa o, en su caso, aun correspondiendo a la Comunidad Autónoma,
ésta no lo haya ejercitado»”.

c) “La aplicación supletoria de la «legislación de cooperativas» establecida por el legislador básico estatal, no se
refiere a los aspectos crediticios, sino específicamente a los que este Tribunal ha denominado «cooperativos», en
los que se entremezclan, destacadamente, elementos laborales y mercantiles.”

43
los fondos de inversión, una modalidad de institución de inversión colectiva (IIC) de carácter
financiero [las que tienen por objeto la inversión en activos e instrumentos financieros, frente a
las no financieras cuyo objeto principal es o la inversión en inmuebles urbanos para su
arrendamiento, denominadas IIC inmobiliarias, o un objeto diferente, las IIC no tipificadas que se
crearán en un futuro (arts. 29, 35.1 y 39 Ley 35/2003, de 4 de noviembre, de Instituciones de
Inversión Colectiva)]. La sociedad de inversión variable se caracteriza, entre otras notas, porque
su capital social será susceptible de aumentar o disminuir dentro de los límites del capital
máximo o mínimo fijados en sus estatutos, mediante la venta o adquisición por la sociedad de
sus propias acciones, sin necesidad de acuerdo de la junta general (art. 29.III de la Ley
mencionada). Se trata claramente de una sociedad de capital variable 106, en la que variación, a
pesar de que el artículo 29 parece dar a entender que cuenta con un límite máximo o con un
límite mínimo, funciona dentro de dos límites, uno máximo y otro mínimo, dentro de los cuales el
capital aumenta y disminuye sin acuerdo de la junta general. De hecho, el artículo 32.2 de la Ley
obliga a que en los estatutos sociales se recoja necesariamente la cifra del capital inicial y
también la cifra del capital estatutario máximo, expresando, en uno y otro caso, el número de
acciones y, en su caso, las series, en que esté dividido el capital social y el valor nominal de
aquéllas. Esta interpretación se refuerza con la exposición de motivos (IV) de la propia Ley que
explica que la variabilidad se basa en el “aumento o disminución [del] capital dentro de los límites
máximo y mínimo fijados en los estatutos”.

El carácter variable del capital social de las sociedades de inversión es una técnica al
servicio de la financiación con fondos propios de las actividades de inversión mobiliaria que la
caracterizan: si la sociedad necesita recursos para adquirir activos financieros simplemente tiene
que vender acciones propias, y si como consecuencia de una enajenación de activos dispone de
exceso de numerario, bastará con adquirir el número de acciones propias convenientes. No es
una técnica al servicio de las puertas abiertas, esto es, variabilidad del capital social como
consecuencia de la variabilidad del número de socios. Son necesidades financieras y no
mutualistas las que justifican el carácter variable del capital social de este tipo de sociedad
anónima. Y cuando la exposición de motivos (I) de la Ley califica a las instituciones de inversión
colectiva, y dentro de ellas a las sociedades de capital variable, como fórmula de financiación
desintermediada, no está aludiendo a una desintermediación a favor de los accionistas de la
sociedad de inversión de capital variable --lo que tendría tintes cooperativos, por cuanto entre la
inversión y el inversor se elimina la figura del intermediario, dato característico de cualquier
mutualidad---, sino a favor de las sociedades en cuyos activos financieros invierten las
sociedades de inversión --porque elimina el intermediario entre ellas y el inversor--, y esto no es
cooperación.

Las tres materias analizadas --límites a la variabilidad, evolución legislativa de su


tratamiento y técnica compartida con otros tipos sociales-- avalan la conclusión de que el
carácter variable del capital social no define a la sociedad cooperativa107.

2.3. Los resultados del ejercicio.

106 La actual Ley de instituciones de inversión colectiva de 2003 ha suprimido la figura de las sociedades de capital
fijo que estableció la Ley anterior de 1984.

107 Con base en deducciones parcialmente diferentes a las expuestas en el texto principal, nuestra doctrina llega a
”la conclusión de que el capital social de las cooperativas no es tan variable como en un principio pudiera pensarse”,
como afirman E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa
del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 375.

44
I. En materia de diferenciación de resultados del ejercicio económico tampoco puede
hablarse con rigor de singularidades cooperativas.

Tradicionalmente, en el régimen económico de las sociedades cooperativas se han


diferenciado tres tipos de resultados: resultados ordinarios cooperativos, propios de la actividad
cooperativizada con socios; resultados ordinarios extracooperativos, derivados de la actividad
cooperativizada con terceros no socios; y resultados extraordinarios108. Esta distinción es una
consecuencia directa del impacto que la mutualidad cooperativa provoca en la distribución de los
resultados positivos y en la imputación de las pérdidas109. En lo que se refiere a los resultados
positivos, debe tenerse en cuenta que si la satisfacción de las necesidades de los socios se
realiza directamente por ellos, eliminado la figura del intermediario que se lucra con la reventa o
con la prestación de servicios, debe eliminarse también en las cooperativas el reparto entre los
socios del beneficio que obtienen como intermediarios en las operaciones que realicen con
terceros no socios; y si la finalidad del socio al ingresar en una cooperativa es satisfacer sus
necesidades a través de la actividad cooperativizada, tampoco es repartible entre los socios el
beneficio extraordinario que se obtiene de operaciones que nada tienen que ver con las
operaciones de desarrollo de la actividad cooperativizada. En definitiva, solo puede distribuirse a
los socios el excedente que la sociedad haya obtenido por las operaciones llevadas a cabo con
éstos --y no el obtenido por las operaciones con terceros o por las operaciones extraordinarias--,
porque al realizar la cooperativa una mera función de gestión de servicios110, los derechos de tal
actuación integran directamente el patrimonio del socio, de manera que de ese excedente no es
dueña la cooperativa, sino que siempre ha pertenecido al socio y a él debe retornar. Para poder
calcular el retorno cooperativo, así como los beneficios no repartibles, se hace necesario
distinguir en la cuenta de pérdidas y ganancias del ejercicio, a través de las correspondientes

108 Vid., por ejemplo, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de Cooperativas…, págs. 425-429.

109 La relación entre mutualidad y diferenciación de resultados es una constante en la literatura científica, tanto
jurídica cuanto económica. En la primera vid., por todos, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá,
Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol.
3º…, artículo 84, pág. 342 a 347, y artículo 87, págs. 367 a 372; y M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y
empresas cooperativas…, págs. 282 a 283 y 296 a 299. En la segunda, vid., por todos, C. GARCÍA-GUTIÉRREZ
FERNÁNDEZ, “Régimen económico e intercooperación cooperativa”, en Primeras Jornadas sobre Cooperativismo
en Castilla y León 1996, Valladolid [Junta de Castilla y León], 1996, págs. 219 a 275, en págs. 237 a 243.

Además de la unanimidad científica, en el Derecho positivo hay ejemplos bien evidentes de esta relación binaria
mutualidad y diferenciación de resultados. El más interesante de todos --por su cercanía con la materia financiera—
lo constituyen las Normas sobre los Aspectos Contables de las Sociedades Cooperativas aprobadas por la Orden
EHA/3360/2010, de 21 de diciembre, cuya Introducción, en el apartado 18, señala que “…el resultado del ejercicio
en una sociedad cooperativa se obtiene por la suma algebraica del resultado cooperativo y del extracooperativo. A
estos efectos, la normativa sobre cooperativas define como resultados extracooperativos, básicamente, los
procedentes de operaciones de la actividad cooperativizada cuando se realiza con terceros no socios, los derivados
de actividades económicas o fuentes ajenas a los fines específicos de la cooperativa y los obtenidos de inversiones
y participaciones financieras en otras sociedades que no constituyan actividades preparatorias, complementarias o
subordinadas a la propia cooperativa, así como determinados resultados derivados de plusvalías obtenidas en la
enajenación de ciertos elementos del inmovilizado.”

110 Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 70 y M. L. LLOBREGAT
HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas, Barcelona [Bosch], 1990, págs. págs. 24 a 26 y 43 a 46. Destaca
esta última autora que la gestión de servicios se concreta en el intercambio de prestaciones entre la cooperativa y
sus socios, de manera que la reciprocidad de prestaciones no tiene lugar de forma directa e inmediata entre los
miembros del grupo, sino a través del ente mismo, asumiendo la empresa cooperativa una posición mediadora e
instrumental, viniendo el retorno cooperativo o, en general, la ventaja mutualista determinados por el grado de
colaboración del socio con la empresa cooperativa.

45
subcuentas, entre los tres tipos de resultados mencionados anteriormente. Otro tanto cabe decir
a propósito de la imputación de las pérdidas, las cuales por las mismas razones mutualistas se
imputan al socio si se derivan de la actividad cooperativizada realizada con ellos --con una
corrección: si un porcentaje de los excedentes nutre la reserva obligatoria y no se reparte,
también una parte de las pérdidas de los socios se pueden imputar a la reserva obligatoria--, o
se imputan a la reserva obligatoria de la cooperativa si se han originado en operaciones con
terceros o extraordinarias.

Si la ratio del sistema de aplicación de los resultados del ejercicio tiene que ver con la
mutualidad, por quedar dentro o fuera de ella las operaciones cuyos resultados deben
contabilizarse y aplicarse separadamente, esta fórmula tripartita de subcuentas no tiene
autonomía propia para ser un elemento de la identidad cooperativa, por lo que ya habría que
desecharla como rasgo diferenciador cooperativo. El verdadero rasgo es la mutualidad cuya
presencia en las cooperativas deberá explicarse incluso en aquellos casos en los que las leyes
permiten no diferenciar entre operaciones con socios y con no socios.

II. Pero, además, dos circunstancias previstas en las Leyes de cooperativas han venido
a borrar el sistema de determinación de resultados como dato distintivo del régimen económico
de las cooperativas: (i) la remisión a la normativa general contable y (ii) la no necesidad de
distinguir las operaciones con socios y con terceros.

(i) La determinación de los resultados del ejercicio de las sociedades cooperativas debe
realizarse de acuerdo con la normativa general contable111, que al regular la cuenta de pérdidas
y ganancias --la que recoge el resultado del ejercicio-- obliga a distinguir los resultados de
explotación, de los que no sean --es decir, los resultados financieros--, y obliga además a que
deban figurar de forma separada, al menos, el importe de la cifra de negocios, los consumos de
existencias, los gastos de personal, las dotaciones a la amortización, las correcciones
valorativas, las variaciones de valor derivadas de la aplicación del criterio de valor razonable, los
ingresos y gastos financieros, las pérdidas y ganancias originadas en la enajenación de activos
fijos y el gasto por impuesto sobre beneficios (art. 35.2. C. de C.). A este esquema general debe

111Esta norma está expresamente recogida en todas las Leyes de cooperativas españolas, tanto la estatal cuanto
las autonómicas (vid. arts. 57.2 LCEstado; 66.1 LCPaís Vasco; 61.1 LSCExtremadura; 66.1 LCGalicia; 57.1
LCAragón; 59.1 LCMadrid; 71.1 LCLa Rioja; 73.2 LCCastilla y León; 63.2 LCCataluña; 79.2 LCIslas Baleares; 79.2
LSCMurcia; 97.1 LCAsturias; 87.1 LCCastilla-La Mancha y 64.2 LSCAndalucía), salvo en las Leyes navarra y
valenciana.

Probablemente con ello las Leyes autonómicas lo que están realizando es una remisión normativa a la legislación
contable estatal, reconociendo implícitamente la competencia del Estado sobre la materia relativa a la contabilidad
de los empresarios como contenido de la legislación mercantil (art. 149.1, 6ª CE).

Esta remisión ya se tuvo en cuenta a la hora de analizar la adaptación del Derecho español al Derecho europeo en
materia de sociedades anónimas, con ocasión de la incorporación de la Directiva 4º, relativa a las cuentas anuales
(vid. A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de
sociedades anónimas”, en Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones, núm. 121/123 [junio, 1988], págs.
127 a 179, en pág. 156 a 159).

La doctrina, al analizar las relaciones entre la contabilidad de las cooperativa y del resto de las sociedades
mercantiles, también ha puesto de relieve, desde hace ya muchos años, que las obligaciones que establecen las
distintas leyes de cooperativas coinciden y se complementan con el régimen jurídico de la contabilidad en la
legislación mercantil, tanto en los relativo a la contabilidad formal cuanto, con carácter general, en los criterios de
valoración (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 284, y 287 a 296).

46
ajustarse, en esencia, la contabilidad de la cooperativa, diferenciando la cuenta de resultados de
explotación y la cuenta financiera112.

No desdibuja este esquema básico, diseñado por el Código de Comercio para todos los
empresarios, la obligación impuesta por las Leyes de cooperativas de separar en cuenta aparte
los resultados de la actividad cooperativizada que se realice con terceros no socios --obligación
que, como se verá más abajo, tiene sus excepciones--113, porque para atender a esta exigencia
basta con subdividir la cuenta de explotación en dos cuentas: una de operaciones ordinarias
cooperativizadas con socios, y otra de operaciones ordinarias con terceros114. Con ello no se
está haciendo otra cosa que cumplir con el mandato de que las cuentas anuales de la sociedad
cooperativa muestren “la imagen fiel del patrimonio, de la situación financiera y de los resultados
de la empresa, de conformidad con las disposiciones legales” (art. 34.2 C. de C.).

En el mismo sentido, la obligación, también impuesta por las Leyes de cooperativas, de


que figuren en cuenta aparte los resultados --beneficios o pérdidas-- derivados de operaciones
extraordinarias115, era plenamente coincidente con la prevista, antes de la reforma contable de

112En el mismo sentido, pero para la redacción del artículo 35.2 C. de C. anterior a la reforma contable realizada por
la Ley 16/2007, de 4 de julio, F. VICENT CHULIÁ, “Mercado, principios cooperativos y reforma de la legislación
cooperativa (estudio introductorio y de síntesis)”…, pág. 29.

Vid. arts. 57.3 LCEstado; 61.2 LSCExtremadura; 8.4 y 66.3.I LCGalicia; 57.4 LCAragón; 59.2 LCMadrid; 71.4.a)
113

LCLa Rioja; 73.3 LCCastilla y León; 64.3.a) LCCataluña; 79.3 LCIslas Baleares; 65.2 y 67.2 LCValencia; 79.3
LSCMurcia; 50.2 LCNavarra; 97.3 LCAsturias; 86.1.b) LCCastilla-La Mancha y 65.3.a) LSCAndalucía.

De la regla general de contabilización separada de los resultados de las operaciones con terceros --que, como se ha
dicho en el texto principal, en algunas Leyes tiene excepciones puntuales, a las que se hará oportuna referencia--,
se escapan con carácter general la Ley de cooperativas del País Vasco que, cuando regula la determinación de los
excedentes del ejercicio, no exige la separación de los correspondientes a las operaciones con no socios (vid. art.
66); y, solo para determinadas cooperativas, la Ley de sociedades cooperativas especiales de Extremadura, que
suprime la obligación de que figuren en cuenta aparte los beneficios obtenidos en las actividades cooperativizadas
que se realicen con terceros no socios (art. 11.1).

114 Vid. F. VICENT CHULIÁ, “Mercado, principios cooperativos y reforma de la legislación cooperativa (estudio
introductorio y de síntesis)”…, pág. 30.

115Estas operaciones extraordinarias son, según la generalidad de las Leyes de cooperativas, las plusvalías
obtenidas por la enajenación del activo inmovilizado --salvo que se reinviertan en nuevos elementos de dicho activo,
en cuyo caso son resultados ordinarios--, las actividades ajenas a la actividad económica específica de la sociedad
cooperativa y la inversión o actuación en empresas no cooperativas --excepto cuanto éstas realicen actividades
preparatorias, complementarias o subordinadas a las de la propia sociedad cooperativa, en cuyo caso los
rendimientos obtenidos también serían resultados cooperativos-- [vid. arts. 57.3 LCEstado; 61.2 LSCExtremadura;
66.3.II LCGalicia; 57.4 LCAragón; 59.3 a sensu contrario LCMadrid; 71.4 LCLa Rioja; 73.3 y 4 LCCastilla y León;
64.3, b), c) y d) LCCataluña; 79.3 LCIslas Baleares y 67 a sensu contrario LCValencia; 80.3 LSCMurcia; 50.2
LCNavarra; 97.3 LCAsturias; 86.4 LCCastilla-La Mancha y 65.3.b) y c) LSCAndalucía].

Como en el caso de la contabilización separada de los resultados ordinarios de las operaciones con terceros,
tampoco la Ley vasca y la Ley extremeña de cooperativas especiales exigen expresamente la separación en la
cuenta de pérdidas y ganancias de los resultados extraordinarios, como sí lo hacen el resto de Leyes de
cooperativas. Ahora bien, por aplicación del artículo 35.2 del Código de Comercio --en la redacción dada por la Ley
16/2007, de 4 de julio--, la cuenta de pérdidas y ganancias --que es la que recoge el resultado del ejercicio-- debe
distinguir los resultados de explotación de los que no lo sean. Téngase en cuenta como fundamento de la aplicación
del régimen jurídico de las cuentas anuales previsto en el Código de Comercio a las cooperativas vascas que su Ley
se remite para la determinación de los excedentes netos a las normas y criterios establecidos para las sociedades
mercantiles (art. 66.1), y a las cooperativas especiales que su Ley reguladora también establece, para la

47
2007, en el Código de Comercio de distinguir contablemente los resultados que se originen en
circunstancias de carácter extraordinario, y es parcialmente con la de separar contablemente las
pérdidas y ganancias originadas en la enajenación de activos fijos (art. 35.2.I).

(ii) En la legislación española de cooperativas se aprecia una tendencia a la no


contabilización separada de las operaciones que la cooperativa realice con socios y de las que
realice con terceros116. La falta de separación contable obedece no solo a evitar los costes de
gestión que deben soportar las sociedades cooperativas, y de los que carecen sus más directas
competidoras --las sociedades limitadas y anónimas--, sino que responde principalmente a una
concepción económica o empresarial de la sociedad cooperativa, que procura promover las
economías de los mutualistas incluso con beneficios procedentes de terceros117.

Esta tendencia se concreta, según las diferentes Leyes, bien en permitir que la
cooperativa opte en sus estatutos por la no contabilización separada de los resultados
extracooperativos118, bien en que solo en las cooperativas de trabajo asociado los resultados

determinación de los resultados del ejercicio, la aplicación de las normas y criterios establecidos para las
sociedades mercantiles (art. 11.1).

116 La evolución legislativa acerca de la separación contable de resultados ha sido clave en la pérdida de eficacia
diferenciadora de este dato cooperativo. En un momento en el que la legislación vigente respondía al esquema
contable expuesto --la Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas-- la doctrina defendía que en el proceso
de distribución de excedentes afloraban las peculiaridades que ponían de relieve el carácter no lucrativo e la entidad
(vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 331).

M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, págs. 277 y 278, identifica como antecedentes de esta flexibilidad el artículo 12.4 de la 20/1990, de 19
de diciembre, sobre régimen fiscal de las cooperativas, previsto para las cooperativas de consumidores y usuarios,
el artículo octavo de la Ley 13/1989, de 26 de marzo, de Cooperativas de Crédito, el artículo 66 de la LCPaís Vasco,
y la Ley valenciana de cooperativas de 1985 [algunos de estos antecedentes ya fueron destacados por F. VICENT
CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio
y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 83, págs. 334 a 337]. Pero hay otro importante
precedente: el artículo 69 de la LSCExtremadura que desde su primera versión permitía a las sociedades
cooperativas especiales no contabilizar separadamente los resultados del ejercicio.

117 Los costes de gestión derivados de la separación de la contabilidad, afirmó F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 83, págs. 334, fueron invocados por el sector cooperativo para
resistirse a la obligación de contabilizar separadamente las operaciones con socios y con terceros.

La posibilidad de que los estatutos opten por la contabilización no separada de los resultados derivados de las
operaciones realizadas con terceros, obedece, a juicio de M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, pág. 427, a la dificultad y al coste de gestión que supone.

Vid. arts. 57.4 LCEstado; 59.5 LCMadrid; 79.4 LSCMurcia; 97.2 LCAsturias; 87.4.II LCCastilla-La Mancha y 67
118

LSCAndalucía.

Como en las Leyes anteriores, en la Ley castellano-leonesa también se permite que los estatutos sociales puedan
establecer la contabilización conjunta de las operaciones con socios y con terceros; pero además, y como
singularidad, aunque lo estatutos sociales no ejerciten esta opción --de no contabilización separada de las
operaciones con terceros-- ex lege no debe realizarse en las cooperativas de trabajo, de explotación comunitaria de
la tierra y/o ganado y enseñanza [art. 73.3.a)].

En la Ley aragonesa, con la reforma de 22 de junio de 2010, se ha pasado de reconocer a las cooperativas la
facultad de optar por la contabilización no separada, a suprimir esta facultad (vid. art. 57.4.II LCAragón). Así mismo,
para las cooperativas de viviendas se ha impuesto una norma de no separación que afecta no a la cooperativa --que

48
derivados de la prestación de trabajo de los trabajadores no socios se consideren resultados
cooperativos, si la cooperativa cumple con la limitación legal de contratación 119; bien en no hacer
obligatoria la distinción entre resultados ordinarios con socios y resultados ordinarios con
terceros, si los estatutos sociales de la cooperativa establecen que la totalidad del excedente
neto del ejercicio se destine a patrimonio irrepartible120; o bien en declarar que para la
determinación de los excedentes netos del ejercicio se aplicarán a las cooperativas --a todas121 o
a una determinada modalidad122-- las normas y criterios establecidos para las sociedades
mercantiles123. Para todos los supuestos debe tenerse presente que será causa de pérdida de la

tendrá que seguir separando resultados-- sino a las fases, de forma que “las cooperativas de viviendas no
contabilizarán separadamente los resultados extracooperativos dentro de cada promoción” (art. 57.4.IV).

Con criterios de técnica normativa, la situación aragonesa en este punto es deficiente: el Preámbulo de la Ley
9/1998 se señala que “en cuanto al cómputo de los resultados extracooperativos, se introduce la posibilidad de optar
en los Estatutos por su contabilización de forma conjunta o separada con los derivados de operaciones de
naturaleza cooperativa”, y sin embargo en el Preámbulo de la Ley 4/2010, que reforma la anterior, nada se explica
acerca de la nueva opción legislativa.

119 Vid. arts. 64.1.a) LCCataluña y 65.2.b) LSCAndalucía.

120 Vid. art. 65.3 LCValencia.

121 Es el caso de la Ley de cooperativas del País Vasco (art. 66.1).

122 Como sucede respecto de las sociedades cooperativas especiales extremeñas [art. 11.1
LSCEspecialesExtremadura].

123 La aplicación de las normas establecidas para las sociedades mercantiles a la determinación de los resultados de
las sociedades cooperativas implica que no haya que diferenciar entre resultados ordinarios por operaciones con
socios y resultados ordinarios por operaciones con terceros. Esta conclusión no se contradice con la mantenida
anteriormente, en virtud de la cual se ha sostenido que en el artículo 34.2 C. de C. tiene encaje la subcuenta de
operaciones con terceros, dado que esto es así cuando la Ley de cooperativas aplicable imponga la obligación de
separar en cuenta aparte los resultados obtenidos en las operaciones ordinarias con terceros no socios. Es decir el
artículo 34.2 no obliga a diferenciar estos resultados, sin perjuicio de que permita esta circunstancia o de que sea
una exigencia de la imagen fiel cuando una Ley lo establezca.

En el caso de la Ley vasca esta interpretación tiene encaje sistemático dentro de su régimen económico. Son
coherentes con ella las dotaciones de los fondos obligatorios entre las que no figuran los beneficios por operaciones
ordinarias con terceros no socios (vid. art. 68), y si no aparecen es porque el régimen contable de la Ley vasca no
los separa. Si alguna duda hubiera, la propia Ley al regular las operaciones con terceros no obliga a que sus
resultados figuren en contabilidad en cuenta aparte y a que se destinen a fondos obligatorios (vid. art. 5). Así pues,
los excedentes netos --resultados positivos determinados conforme a las normas mercantiles: resultados de
explotación y financieros--, “una vez deducidas las cantidades destinadas a compensar pérdidas de ejercicios
anteriores y a atender a los impuestos exigibles, constituirán los excedentes disponibles” (art. 67.1), de los cuales el
30% se destina a fondos obligatorios y el 70% restante a libre disposición por la asamblea general (art. 67.2).

Por tanto, en las cooperativas sometidas a la Ley vasca ya no es preciso distinguir entre resultados cooperativos y
extracooperativos (en el mismo sentido J. LARRAÑAGA, “Régimen económico”, en N. Paz Canalejo (dir.), Glosa a la
Ley de cooperativas de Euskadi, Vitoria-Gasteiz [Consejo Superior de Cooperativas de Euskadi], 1999, págs. 221 a
266, en págs. 252 a 253).

Tan solo renace la necesidad de separación de resultados cuando así lo exija alguna legislación especial. De esta
manera, y bajo la rúbrica “normas complementarias de contabilidad”, la disposición adicional tercera prevé que “en
los supuestos derivados de su propia aplicación, para el cumplimiento de las obligaciones fiscales, tributarias,
financieras o de cualquier otra naturaleza aplicables a las Cooperativas, figurarán separadamente en la contabilidad
de la Cooperativa los excedentes procedentes de operaciones con terceros no socios y los generados por
enajenación de los elementos del activo”. La separación aquí regulada se hace a efectos fiscales o de otra
naturaleza, pero no para, como derivación de esta separación contable, distribuir separadamente los resultados
contabilizados separadamente. Como fácilmente puede advertirse, la razón fundamental de esta separación

49
condición de cooperativa fiscalmente protegida la falta de contabilización separada de las
operaciones cooperativizadas realizadas con terceros no socios (disposición adicional sexta
LCEstado)124.

En conclusión, no parece que haya diferencias de raíz contable entre el sistema de


determinación de los resultados del ejercicio por parte de las sociedades cooperativas y el que
deben seguir el resto de empresarios. El distinto régimen de separación de resultados es
tributario del elemento de la mutualidad --dando un tratamiento distinto a los resultados
obtenidos con los socios que los procedentes con terceros--, que cede cuando para la promoción

contable de resultados no cooperativos es de índole tributaria, porque la legislación fiscal aplica tipos de gravamen
diferentes para los resultados cooperativos y para los extracooperativos, de manera que la liquidación del impuesto
de sociedades requiere de la correspondiente separación en la contabilidad de la cooperativa (aparentemente en
contra J. SALABERRIA AMESTI, en N. Paz Canalejo (dir.), Glosa a la Ley de cooperativas de Euskadi, … págs.
531-532). Sin embargo, la funcionalidad tributaria de la disposición adicional tercera que solucionó el problema fiscal
de la indiferenciación de resultados de la ley material, ha desaparecido desde el momento en que los Territorios
Históricos han modificado la norma foral del Impuesto sobre Sociedades para establecer una única base imponible y
un solo tipo de gravamen (vid. J. LARRAÑAGA, “Régimen económico”, en N. Paz Canalejo (dir.), Glosa a la Ley de
cooperativas de Euskadi…, pág. 253).

En el supuesto de la sociedad cooperativa especial de la Ley extremeña, la aplicación de las normas establecidas
para las sociedades mercantiles significa, claramente, la no distinción entre resultados ordinarios con socios y con
terceros. La propia Ley establece expresamente, en su artículo 11.1, que “la determinación de los resultados del
ejercicio se realizará aplicando las normas y criterios establecidos para las sociedades mercantiles, sin que resulte
aplicable el apartado dos del artículo 61 de la Ley 2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de
Extremadura” que es el que obliga a que figuren en la contabilidad, en cuenta aparte, y se destinarán al fondo de
reserva obligatorio, los beneficios obtenidos de las actividades cooperativizadas que se realicen con terceros no
socios y los beneficios extraordinarios.

En la regulación contenida en la Ley cooperativas especiales extremeñas --de la que es un dato más su régimen de
determinación de resultados-- se aprecia un opción de política legislativa basada en un concepto mutualista y
participativo de la sociedad cooperativa desprovisto de elementos que tradicionalmente han circundado el territorio
cooperativo: los principios cooperativos, el reparto del patrimonio… Sobre esta modalidad de sociedad cooperativa
puede leerse la aportación de L. MARÍN HITA y M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Las sociedades cooperativas
especiales de Extremadura”, en Cuadernos de Derecho y Comercio, núm. 48 [2007], págs. 55 a 83.

124 Este problema, como se ha advertido anteriormente, no se plantea el régimen fiscal vasco.

En el caso de las sociedades cooperativas especiales extremeñas, como se encarga de advertir la exposición de
motivos (párrafo 10) de su Ley reguladora, “para evitar que por la falta de separación de resultados contables las
sociedades cooperativas especiales puedan perder los beneficios fiscales se deja libertad a las mismas para que
opten por el sistema que se regula en la presente Ley o por el sistema común”, en coherencia con esta motivación el
artículo 11.3 establece que “las sociedades cooperativas especiales podrán optar por regular en sus estatutos
sociales las materias a las que se refiere el presente artículo con arreglo al régimen general previsto en la Ley
2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura”.

Ha demandado la derogación de la disposición adicional sexta LCEstado --porque desincentiva la contabilización


conjunta de los resultados, en contradicción con el deseo del legislador manifestado en la Exposición de Motivos-- y
el establecimiento de un régimen tributario ad hoc en la reforma de la Ley de Régimen Fiscal de las Cooperativas,
M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 278. Además, el autor citado detecta en la mencionada disposición adicional un problema
interpretativo sobre su alcance: se refiere a las operaciones con terceros, concepto que no comprende el de
operaciones extraordinarias, inclinándose por una interpretación estricta de forma que su consecuencia jurídica no
se aplique a cualquier resultado extracooperativo, sino a los que se refiere expresamente. En la misma línea crítica,
M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 427, hablan de posibilidad penalizada:
la falta de contabilización separada será causa de pérdida de la condición de cooperativa protegida; y además, caso
de que opte por la no diferenciación, se deben incrementar las dotaciones a los fondos obligatorios.

50
de los intereses del grupo de mutualistas deban repartirse los beneficios procedentes de los
terceros. Con este planteamiento, no sería arriesgado afirmar que las especialidades contables
cooperativas no van más allá de meras diferencias terminológicas reducidas a hablar, cuando
hay resultados positivos procedentes de las operaciones cooperativas con socios, de excedente
y no de beneficio125. E incluso, las Leyes de cooperativas admiten, cada vez en más casos y con
mayor amplitud quiebras al sistema cooperativo de separación de resultados.

2.4. La irrepartibilidad de una parte del patrimonio social.

I. Una parte del patrimonio de la sociedad cooperativa es irrepartible entre los socios 126.
Esta irrepartibilidad se produce en dos momentos: durante el funcionamiento productivo de la
sociedad cooperativa --irrepartibilidad funcional--, y cuando la cooperativa deja de existir por
desaparición de la empresa [disolución y liquidación] o del tipo [en determinadas modificaciones
estructurales] --irrepartibilidad postrera--127.
125En este línea, la reforma del año 2010 de la Ley aragonesa ha perseguido regresar a la ortodoxia terminológica,
de forma que en las operaciones con socios lo que antes era denominado “resultado neto”, ha pasado a llamarse
“excedente neto” (vid. art. 57.2), sin que hayan modificado sustancialmente sus gastos e ingresos.

Pero esta reforma ha ido demasiado lejos, y con un evidente exceso técnico también ha cambiado el nombre de los
resultados positivos por operaciones con terceros y extraordinarias que antes correctamente eran “beneficios” y
ahora son “excedentes” (art. 57.4)”. La asistematicidad de la reforma no acaba aquí: se mantiene para los resultados
positivos por operaciones con terceros y extraordinarias la expresión de “beneficio” y no cambia por “excedente” en
el artículo 59.2.b), cuando, al regular el fondo de reserva obligatorio, los prevé como nutrientes del mismo.

Sin embargo, cuando la explicación de las diferencias de cuentas --con socios y con terceros-- se fundamente en
excluir de la ventaja mutualista los beneficios extraordinarios y los obtenidos con terceros y circunscribirla a los
resultados procedentes de la masa de gestión aportados por los socios, la diferencias terminológicas encuentran
pleno significado, como explica F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 84,
pág. 342 y artículo 85, págs. 348 a 350.

126 M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 232, afirma que en relación con el
patrimonio, la nota más sobresaliente, hasta el punto de ser un rasgo típico de las cooperativas, consiste en la
distinción dentro del mismo de los conceptos de patrimonio repartible entre los socios --integrado el capital social y
las reservas voluntarias retornables-- y de patrimonio irrepartible --compuesto por los activos correspondientes al
fondo de reserva obligatorio y al fondo de educación y promoción--. E insiste más adelante en que en el patrimonio
de la cooperativa debe diferenciarse entre un activo individualizado o patrimonio repartible y un patrimonio colectivo
de carácter irrepartible, dualidad que refleja la doble finalidad que persigue la cooperativa, por un lado, la de
satisfacer las necesidades de los socios a través de la gestión mutualística y, por otro, de realizar determinados
objetivos dotados de un marcada proyección social, de forma que para el cumplimiento de los fines de carácter
social la cooperativa se limita a invocar su condición de persona jurídica distinta de la de los socios que la
componen, siendo la irrepartibilidad una de las diferencias más relevantes entre el régimen legal de las reservas
cooperativas y el establecido, con carácter general en las sociedades de carácter mercantil (págs. 371 y 372). No
obstante, esta singularidad cooperativa ha ido, como se expone más abajo, perdiendo eficacia diferenciadora en las
leyes de cooperativas.

127 El fundamento de justicia que conecta estos dos momentos de la irrepartibilidad aparece con claridad en la SAP
Toledo de 26 de marzo de 2003 [Civil] (Ar Jur 2003\176565). Dice al respecto que “el art. 55 de la Ley de
Cooperativas establece un fondo de reserva obligatorio, destinado a la consolidación, desarrollo y garantía de la
cooperativa, que es irrepartible entre los socios, y el art. 56 un fondo de educación y promoción que se destinará a
finalidades diversas (formación y educación, difusión del cooperativismo, promoción cultural, profesional y
asistencial, mejora de la calidad de vida en el entorno local de la cooperativa etc.), fondo que como el anterior es
irrepartible (art. 75). No se trata como aduce la parte apelada, de evitar la injusticia que implicaría que unos socios
que se dieran de baja antes por cualquier causa no participaran en el reparto de esos fondos y que los que
permanecieran hasta la liquidación hagan suya la totalidad de los mismos, sino que lo cierto es que tales fondos son
irrepartibles tanto durante la vigencia de la cooperativa como a su liquidación”.

51
(i) Durante el funcionamiento de la sociedad cooperativa, la irrepartibilidad se articula
técnicamente mediante el fondo de reserva obligatorio, el fondo de educación y promoción y, si
las hubiere, otras reservas irrepartibles, así como a través del simple reembolso del importe de
las aportaciones al capital social en caso de baja o expulsión del socio.

El fondo de reserva obligatorio, que tiene por objeto la consolidación, desarrollo y


garantía de la sociedad cooperativa, es irrepartible entre los socios128. El carácter irrepartible del
fondo de reserva obligatorio produce dos efectos complementarios que impiden el
desplazamiento al patrimonio del socio de bienes y derechos que permanecen en el patrimonio
de la cooperativa. El primero de ellos consiste en que las dotaciones o nutrientes del mismo que
se generen en un ejercicio económico no se repartan entre los socios --y, como efecto, que la
dotación de esta reserva no pueda convertirse en el contravalor de aportaciones al capital129--. Y
el segundo efecto se produce porque las reservas irrepartibles funcionan como cuentas de
retención, al provocar que, en los ejercicios económicos sucesivos a aquél en el que se hayan
producido, en el activo del balance tengan que estar contabilizados bienes o derechos que
cubran las dotaciones de las reservas, en tanto que cuentas del pasivo. Para valorar el
importante impacto económico de estos dos efectos debe tenerse en cuenta que los nutrientes
del fondo de reserva obligatorio representan importantes sumas a lo largo de cada ejercicio
económico. Con ligeras variaciones de unas leyes de cooperativas a otras130 las dotaciones de
esta reserva obligatoria son: a) un porcentaje de los excedentes cooperativos --operaciones con

También conecta la irrepartibilidad en durante el funcionamiento de la sociedad cooperativa y en el momento de su


liquidación las SS.T.S.J. de Murcia, Sala de lo Social, de 4 de junio de 2001 (Ar. AS 2001\1443) y de 26 de
noviembre de 2001 (Ar. AS 2001\4642).

128Vid. arts. 55.1.I LCEstado; 68.1 LCPaís Vasco; 64 LSCExtremadura; 68.1 LCGalicia; 59.2 LCAragón; 62.1
LCMadrid; 75.1 LCLa Rioja; 71 LCCastilla y León; 68.1 LCCataluña; 82 LCIslas Baleares y 70.1 y 3 LCValencia;
75.1 LSCMurcia; 51.2 LCNavarra; 100.1 LCAsturias; 90.1 LCCastilla-La Mancha y 70.1 y 3 LSCAndalucía.

Incluso había subcuentas del fondo de reserva obligatorio que expresamente se declaran irrepartibles, cono sucedía
con la subcuenta “fondo de reserva obligatorio por subvenciones” del artículo 55.6 de la Ley aragonesa, suprimido
en la reforma de 2010.

La doble concepción del fondo de reserva obligatorio --como irrepartible y como técnica de consolidación financiera
de la sociedad cooperativa-- aparece también, naturalmente, en la doctrina científica. Explica muy bien esta
segunda faceta del fondo M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 362 y 363,
al afirmar que el fondo de reserva obligatorio se configura como fuente de aprovisionamiento y recursos de la
empresa cooperativa, a la que libera parcialmente de su dependencia financiera frente a los socios, constituyéndose
por tanto como un conjunto de recursos propios y autónomos.

Añade a los fines del fondo de reserva obligatorio, el de la creación de un patrimonio colectivo o irrepartible
destinado a realizar el principio de solidaridad entre los socios de presente y las personas pertenecientes a la
categoría social que tiene las mismas necesidades y con las generaciones venideras, y el del cumplimiento de los
principios cooperativos de educación y promoción cooperativa, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 3º…, artículo 88, págs. 377 y 378.

129Este efecto fue detectado por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 376
y 377, quien extrae del principio de irrepartibilidad del patrimonio la prohibición absoluta de capitalizar reservas,
puesto que sería una técnica indirecta de operar su distribución.

130Vid. arts. 55.1.II LCEstado; 68.2 LCPaís Vasco; 64 LSCExtremadura; 68.1 LCGalicia; 59.2 LCAragón; 62.2
LCMadrid; 75.2 LCLa Rioja; 71 LCCastilla y León; 68.2 LCCataluña; 82 LCIslas Baleares; 70.2 LCValencia; 75.1
LSCMurcia; 51.2 LCNavarra; 100.2 LCAsturias; 90.2 LCCastilla-La Mancha y 70.1 LSCAndalucía.

52
socios--; b) todo o parte de los beneficios extracooperativos --por operaciones con terceros131-- y
de los beneficios extraordinarios; c) las cuotas de ingreso; d) las cuotas periódicas 132; e) los
resultados de acuerdos intercooperativos133; f) las sanciones económicas impuestas a los
socios134; g) las deducciones de las aportaciones obligatorias en los supuestos de baja del
socio135; h) la asignación que corresponda como consecuencia de la regularización del
balance136; i) con cargo a retornos137; y j) con el diez por ciento de la diferencia entre el importe
que obtenga el socio en los supuestos de libre transmisión de aportaciones sociales y el que le
correspondería en caso de liquidación de sus aportaciones138.

Por su parte, el fondo de educación y promoción --reserva cooperativa a la que también


se refieren Leyes españolas de cooperativas con la denominación de fondo de formación y
promoción, reserva de educación y promoción cooperativa, fondo de promoción y formación
cooperativa, fondo de formación y promoción cooperativa, fondo de formación y sostenibilidad o,
incluso, contribución para educación y promoción cooperativa y otros fines de interés público 139--
produce los mismos dos efectos expuestos anteriormente, porque, primero, su irrepartibilidad
está expresamente reconocida en la mayoría de las Leyes140, y, segundo, se trata de un fondo
destinado a ser aplicado o gastado en unos fines específicos predeterminados legalmente, que
tienen que ver con la formación y educación de los socios y trabajadores, con la difusión del

131 Sobre los fundamentos de la irrepartibilidad de los beneficios por operaciones con terceros no socios puede
consultarse N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, págs. 126 a 129.

132 Solo en las leyes extremeña, aragonesa, catalana, balear y murciana.

133 Solo en las leyes estatal, riojana, castellano-leonesa y murciana.

Al analizar la Ley estatal, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y
las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado
de Derecho mercantil…, pág. 164, destaca la falta de justificación del hecho de que estos resultados se destinen
íntegramente a la reserva legal, en el marco de una Ley que como regla destina solo el 50 por 100 de los resultados
extracooperativos a esta reserva, y defiende una interpretación correctora que sujete los resultados de los acuerdos
intercooperativos al régimen de los extracooperativos, e incluso a considerarlos como cooperativos.

134 Solo en la Ley navarra.

135 Solo en la Leyes murciana, navarra, asturiana, castellano-manchega y andaluza.

136 Solo en las leyes extremeña, aragonesa, madrileña, valenciana, asturiana; castellano-manchega y andaluza.

137 La Ley aragonesa preveía como nutriente del fondo de reserva obligatorio “las partidas destinadas al Fondo de
Reserva por Subvenciones” [art. 59.2.f)], que con la reforma de 2010 se suprime y en su lugar aparece como fuente
“las dotaciones previstas en el artículo 54.5 de esta Ley” [nuevo art. 59.2.f)]. Se trata de un descuido legislativo, que
ha ocasionado la previsión de una dotación fantasma del fondo de reserva obligatorio, dado que el artículo 54.5 no
prevé dotación alguna --regula el derecho de adquisición preferente de las participaciones derivadas de bajas de
socios--. Con afán de interpretación correctora, la remisión podría entenderse realizada al artículo 58.4 (dotación
con cargo a retornos).

138 Solo en la Ley andaluza.

139Esta última es la denominación que se recoge en la Ley de cooperativas del País vasco después de la reforma
de 2008, pero que continúa siendo una cuenta de pasivo (art. 68.bis.3).

140Vid. arts. 56.5 LCEstado; 68. bis.3 LCPaís Vasco; 59.5 LCAragón; 64.3 LCMadrid; 76.3 LCLa Rioja; 72.3
LCCastilla y León; 69.3 LCCataluña; 83.3 LCIslas Baleares; 72.3 LCValencia; 76.5 LSCMurcia; 51.3 LCNavarra;
101.3 LCAsturias; 91.3 LCCastilla-La Mancha y 71.1 LSCAndalucía.

53
cooperativismo, con el fomento de las relaciones intercooperativas y la creación de
superestructuras de apoyo a las cooperativas, con la promoción cultural y asistencial del entorno,
con el fomento de la responsabilidad social empresarial y con las acciones de protección
medioambiental141. Esta finalidades impiden que el consejo rector o, en su caso, la asamblea
general puedan tomar decisiones de gasto de las dotaciones del fondo que no atiendan a los
objetivos legales del mismo142, concretamente sería nulo de pleno derecho, por ser contrario a la
Ley, el acuerdo de cualquiera de estos dos órganos que tuviere por objeto o produjera el efecto
de repartir entre los socios el citado fondo --ello con independencia de la comisión de alguna
infracción tipificada por la ley y sancionada administrativamente [vid., p. ej. art. 38.2.c) de la Ley
de Infracciones y Sanciones en el Orden Social, Texto Refundido aprobado por el Real Decreto
Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, que tipifica como infracción grave no efectuar las dotaciones,
en los términos establecidos en la Ley, a los fondos obligatorios o destinarlas a finalidades
distintas a las previstas]--. Consciente de la afección del fondo de educación y promoción a los
fines que le son propios, el legislador le declara inembargable143 y la Orden EHA/3360/2010, de

Vid. arts. 56 LCEstado; 68. bis.1 LCPaís Vasco; 65 LSCExtremadura; 68.2 LCGalicia; 59.4, 5, 6 y 7 LCAragón; 64
141

LCMadrid; 76 LCLa Rioja; 72 LCCastilla y León; 69 LCCataluña; 83 LCIslas Baleares; 72 LCValencia; 76.1
LSCMurcia; 51.3 LCNavarra; 101.1 LCAsturias; 91.1 LCCastilla-La Mancha y 71.1 y 4 LSCAndalucía.

La función de este Fondo es la dotación permanente un patrimonio separado afecto a dichos fines (vid. F. VICENT
CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio
y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 89, pág. 382). Estos fines específicos son, a juicio de
la doctrina, los perseguidos por los principios cooperativos (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 3º,… artículo 89, pág. 384, y M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág.
364).

142 La S.T.S., Sala 3ª, de 4 de noviembre de 1985 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1985\5661), recoge esta idea
al afirmar que “el destino, pues, de este fondo es el de afectar parte de los excedentes netos a la promoción de los
asociados, empleados y sus familias”.

143Todas las leyes de cooperativas españolas declaran que el fondo que nos ocupa es inembargable. También se
contiene esta declaración en la Ley vasca respecto de la contribución obligatoria. En las leyes valenciana, asturiana
y castellano-leonesa la declaración de inembargabilidad tiene una excepción: es embargable por deudas contraídas
para el cumplimiento de sus fines (arts. 72.3, 101.3 y 91.3, respecivamente).

Los legisladores autonómicos no se han excedido de su ámbito competencial al declarar que un bien, en este caso
la dotación del fondo de educación y promoción, es inembargable, dado que, a pesar de que esta materia es propia
de la legislación procesal, pues es la Ley de Enjuiciamiento Civil la que regula los bienes inembargables (vid. arts.
605 a 612), es la misma Ley la que considera absolutamente inembargables a los bienes expresamente así
declarados por alguna disposición legal (art. 605.4º), requisito que debe considerarse rellenado por las leyes
autonómicas. En relación con esta materia la doctrina que se ha ocupado del tema no ha considerado que la
declaración de inembargabilidad del fondo de educación y promoción sea contraria a la reserva competencial del
Estado sobre la “legislación procesal” (art. 149.1.6º CE), como sí lo son los preceptos de las leyes de cooperativas
que regulan la impugnación de los acuerdos sociales o que establecen un reparto recompetencias entre los distintos
órdenes jurisdiccionales para conocer de las cuestiones contenciosas cooperativas (vid. J. J. MARÍN LÓPEZ e I. J.
TRUJILLO DÍEZ en el “Prologo” al Código de Cooperativas…, págs. 15-19, en pág. 8).

Este planteamiento ha tenido reflejo jurídico positivo en la disposición adicional quinta de la Ley de cooperativas
murciana en la que se establece que “los artículos y disposiciones números 12 , 27.4 , 32.3 , 40.2 párrafos 1 y 3,
40.3 párrafo 2 , 47 , 53 , 64.6 , 90 , 94.1 , 95.2 , 97.3 , 99.6, 99.11 , 100.3 , 101.2 , 109.2 , 115.3 , 119.3, 119.6 ,
137.12 y disposición transitoria segunda , se incorporan a la presente Ley con el carácter de mera reproducción o de
remisión formal a la Ley 27/1999, de 16 de julio , de Cooperativas, y demás legislación estatal dictada en materia
civil, mercantil, laboral y de Seguridad Social, concursal, procesal y de ordenación de registros e instrumentos
públicos directamente aplicable a las sociedades cooperativas de competencia autonómica”; sin que entre esta
enumeración aparezca el artículo 76.5, el que declara la inembargabilidad del fondo de formación y promoción.

54
21 de diciembre, por la que se aprueban las normas sobre aspectos contables de las Sociedades
Cooperativas (B.O.E., núm. 316, de 29 de diciembre), no lo considera como un fondo propio
dentro del correspondiente grupo de cuentas del pasivo del balance, aunque tampoco lo incluye
dentro de las partidas correspondientes a acreedores, sino que, acogiendo una posición
ecléctica, basada en considerarla una partida que puede recoger características de fondo propio
y de fondo ajeno, ha creado una nueva agrupación en el pasivo del balance denominada “Fondo
de Educación, Formación y Promoción” que aparece situada fuera de la agrupación de “Fondos
propios” y dentro de las de “Pasivo” antes de “Deudas con características especiales”,
“Provisiones”, “Acreedores a largo plazo” y “Acreedores a corto plazo”.

Si existieran otras reservas irrepartibles, legales144 o voluntarias145, también contribuirían


a impedir que una parte del patrimonio de la sociedad cooperativa se repartiera entre los socios.

La irrepartibilidad del patrimonio de la cooperativa se complementa con las


consecuencias económicas de la baja, voluntaria u obligatoria, o expulsión del socio, que, en lo
que en este momento importa, se circunscriben al reembolso de las aportaciones al capital
social146, previa su liquidación147, sin que el socio tenga derecho a percibir la cuota parte del

Lo mismo sucede con la Disposición Adicional Tercera, Remisiones formales a la legislación estatal, de la Ley de
Castilla-La Mancha.

144Por ejemplo, el artículo 45.12.III LCNavarra prevé que “el fondo de reserva obligatorio por subvenciones no será
repartible, podrá aplicarse exclusivamente a compensación de pérdidas del ejercicio y, una vez transcurridos diez
años desde su creación, podrá incorporarse a reservas de libre disposición”.

145 A su vez, estas reservas puede ser de dotación voluntaria y de irrepartibilidad legal, y de dotación e
irrepartibilidad voluntaria --en cuyo caso, podría tornarse en repartibles por acuerdo de la asamblea general--. Al
primer supuesto pertenece, por ejemplo, el fondo especial, de carácter colectivo e irrepartible, nutrido con todo o
parte de los excedentes, al arbitrio de la cooperativa, que el artículo 62.3 LSCExtremadura regula para las
sociedades cooperativas de trabajo asociado o para las sociedades cooperativas que tengan socios de trabajo; o
cualquier fondo de reserva voluntario que se cree en los estatutos, que será irrepartible salvo en caso de liquidación,
según puede leerse en el artículo 68.3 LSCAndalucía. Y al segundo, el fondo de reserva voluntario, previsto en el
artículo 62.2.d) LSCExtremadura, dotado con cargo a retornos, cuyo régimen de funcionamiento --expresión que
debe comprender también el carácter repartible o irrepartible del mismo-- será fijado por la asamblea general.

146El derecho al reembolso solo nace cuando el socio esté en situación de baja o haya sido expulsado. La SAP
Cádiz en Ceuta de 31 de diciembre de 2003 [Civil] (Ar Jur 2004\60580) se encarga de recoger esta idea y su
fundamento: “la petición de reintegro individualizada de un socio cooperativista que no causa baja en una entidad
que se halla en período de liquidación, lo que en el fondo implica es una parcial liquidación de la sociedad,
contraviniendo lo que al efecto disponen los artículos 74 y 75 de la Ley de Cooperativas de 16 de julio de 1999. De
accederse la pretensión del actor, y si otras mismos en igual sentido se produjeran por parte de los demás
cooperativistas, sin causar baja, se estaría pretendiendo un reparto íntegro del haber social que no sólo podría
superar con creces lo permitido en el artículo 75 de la Ley de Cooperativas limitado, al reintegro del importe de su
aportación al capital social”.

La acción de reembolso es distinta de la acción de impugnación del acuerdo social relativo a la baja o expulsión:
cuando no se ejercita ninguna acción de impugnación de un acuerdo asambleario, sino una pretensión tendente al
reembolso que corresponde al socio por su baja voluntaria, ésta no está sujeta al plazo de caducidad de la acción
de impugnación de acuerdos, como la señalado la SAP Santa Cruz de Tenerife de 26 de octubre de 2009 [Civil] (Ar
AC 2010\245). Está sometida al plazo de prescripción de quince años, según ha declarado el Tribunal Supremo en
su S.T.S., Sala 1ª de 12 de abril de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\2792) “dado el carácter ineludiblemente personal que
tiene la acción que se reconoce al socio en los casos de pérdida de su condición de tal por el art. 11.4 de la Ley
General de Cooperativas de 1974 para exigir el reembolso de la parte social, sin que en la citada Ley se establezca
ningún plazo especial de prescripción, resulta aplicable el citado art. 1964 que establece un plazo de prescripción de
quince años para esta clase de acciones”. Este mismo plazo es aplicado en la S.T.S., Sala 1ª, de 22 de julio de
1991 [Civil] (Ar. RJ 1994\6579).

55
patrimonio social calculado en función del valor razonable de sus aportaciones148. Además del
reembolso de las aportaciones a capital, el socio que cause baja, aunque la mayoría de las

Con carácter general, hace prueba contra la sociedad cooperativa a los efectos de determinar el importe de las
aportaciones al capital objeto de reembolso, la contabilidad de la sociedad y los datos de las aportaciones obrantes
en la misma [S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 9 de junio de 2005 (Ar. RJ 2005\4963)].

147Se trata de un liquidación en sentido técnico --y no de una simple devolución--, en cuanto que del importe de las
aportaciones se restarán las pérdidas imputadas al socio --al tratarse de una aportación de riesgo-- y se practicarán
las deducciones por solidaridad cooperativa --un porcentaje sobre las aportaciones que varía según se trate de
expulsión o de baja no justificada-- (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 80,
págs. 294 a 296.

El importe de las aportaciones --deuda de la cooperativa-- puede ser compensado con créditos de la cooperativa
frente al socio. La compensación es realizada unilateralmente por la cooperativa [S.T.S., Sala 1ª de 13 de marzo de
1987 [Civil] (Ar. RJ 1987\1477)]. Los créditos de la cooperativa a compensar pueden consistir en excesos de
anticipos por la actividad cooperativizada, en daños económicos presentes y futuros por la no aportación del socio
dado de baja a la explotación y a las inversiones contraídas y realizadas por la cooperativa mientas era socio
[S.T.S., Sala 1ª de 13 de marzo de 1987 [Civil] (Ar. RJ 1987\1477)]; etc.

Esta compensación está sometida a un límite temporal: el derecho de la sociedad cooperativa a compensar está
sujeto al plazo de cinco años sobre la base de que el socio siendo responsable durante cinco años frente a la
cooperativa por las obligaciones asumidas por ésta con anterioridad a la fecha de la pérdida de su condición de
socio, siendo un plazo de caducidad cuyo transcurso extingue el derecho de la cooperativa a exigir esa
responsabilidad al socio que ha dejado de serlo [S.T.S., Sala 1ª de 13 de marzo de 1987 [Civil] (Ar. RJ 1987\1477), y
S.T.S., Sala 1ª de 12 de abril de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\2792)].

En la aplicación de la compensación se aprecia una interpretación a favor de la cooperativa. Ante la duda de si el


crédito de la cooperativa a compensar comprende solo los costes financieros de la inversión realizada por la
cooperativa antes de que el socio perdiera su condición, o también la inversión misma --que pasa a formar parte del
activo de la cooperativa-- el Tribunal Supremo opta por esta segunda solución, de manera que el crédito comprende
no solo los costes financieros de las operaciones de crédito con las que la cooperativa financió las inversiones, sino,
también, la parte correspondiente de las obligaciones contraídas [S.T.S., Sala 1ª de 13 de marzo de 1987 [Civil] (Ar.
RJ 1987\1477)].

148 En cambio, en los casos de separación y exclusión de socios de sociedades de capital (vid arts. 346, 347 y 350
TRLSC), al socio separado no se le reembolsa el valor nominal de sus participaciones sociales sino el valor
razonable de las mismas, que será el que determinen bien la sociedad y el socio de común acuerdo, o bien, a falta
de éste un auditor de cuentas, distinto al de la sociedad, designado por el Registrador Mercantil del domicilio (vid.
art. 353 TRLSC).

La regla de la irrepartibilidad patrimonial en caso de baja se recoge de forma adecuada en la SAP Murcia de 6 de
julio de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\191827), donde puede leerse que “el derecho al reembolso del socio que causa
baja o de sus derechohabientes lo es respecto de las aportaciones al capital social y el valor de reembolso de las
aportaciones no puede determinarse tomando, entre otras, como referencia una parte alícuota correspondiente al
valor real de los bienes existentes que forman el patrimonio de la Cooperativa (que no hay que confundir con el
capital social)”. También el Tribunal Supremo recoge la regla de que solo se reembolsan “las aportaciones
patrimoniales” al capital social [S.T.S., Sala 1ª, de 22 de julio de 1991 [Civil] (Ar. RJ 1994\6579)].

La pureza del sistema de irrepartibilidad no siempre ha sido aplicada correctamente por la jurisprudencia que a la
hora de determinar el valor de las aportaciones a reembolsar a los socios ha introducido reflexiones propias del valor
razonable. En la SAP Córdoba de 19 de septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916) se excluye de la cantidad a
reembolsar al socio que se dio de baja voluntaria, el importe de las cuotas periódicas pagadas por los socios para la
amortización de un préstamo de la cooperativa destinado a adquirir el inmueble de las instalaciones de la misma,
dado el carácter irrepartible de las cuotas periódicas, pero --quizá movida por una razón de justicia-- la Sala sí da pie
a que el inmueble adquirido con el esfuerzo de los socios sea considerado para calcular el valor de las aportaciones
a reembolsar; al respecto afirma la Sentencia que “estas cuotas periódicas no forman parte del capital social y para
su eventual liquidación habría que partir del balance de la propia cooperativa pues el inmueble adquirido y para cuya
amortización del préstamo se establecieron aquéllas, integra el patrimonio como un elemento más a integrar el

56
Leyes de cooperativas no lo digan expresamente, tiene derecho también a una parte alícuota de
los fondos de reserva voluntarios repartibles que, eventualmente, existan en la sociedad
cooperativa149.

Esta irrepartibilidad funcional entronca de manera literal y expresa con el tercero de los
principios cooperativos formulados por la Alianza Cooperativa Internacional en su Congreso de
Manchester de 1995150, denominado “participación económica de los socios” que, entre otras
cuestiones relativas al régimen económico de las cooperativas, postula, en materia de
distribución de excedentes, que una parte de los mismos sea destinado al “establecimiento de
reservas, parte de las cuales por lo menos serían indivisibles”.

(ii) En la formulación del tercer principio está expresa la regla de la irrepartibilidad de una
parte de los excedentes durante el funcionamiento de la cooperativa, cuando ésta, al cierre del
ejercicio, acuerde la distribución de los mismos, pero también está implícita la extensión de la

balance y conforme al resultado del mismo debe establecerse el valor del derecho de reembolso de las
aportaciones”.

149 Es una excepción la LCAsturias (art. 88.1) que expresamente reconoce al socio que pierde esta condición
derecho a la cuota que le corresponda en los fondos de reserva voluntarios repartibles. Esta misma norma se
contenía en el artículo 84.1 LSCAndalucía de 1999, y un análoga se contiene en la vigente relativa al nuevo fondo
de retornos (art. 60.3.I). Para el resto de Leyes --que no contienen esta norma expresa-- la consecuencia debe ser
la misma: téngase en cuenta que en la liquidación de la sociedad cooperativa, a los socios, además de reintegrarles
sus aportaciones al capital social, se les reintegra también su participación en los fondos de reserva voluntarios que
tengan carácter repartible por disposición estatutaria o por acuerdo de la asamblea general [vid., p. ej., art. 75.2.c)
LCEstado], sin que exista razón para no aplicar la misma regla en los supuestos de baja del socio. En el mismo
sentido se pronuncia E. MORAL VELASCO, Cooperativas. Comentarios a la Ley 27/1999, de 16 de julio, Madrid
[Consejo General del Notariado], 2001, págs. 257 y 258.

Una solución análoga a la expuesta se contiene en la SAP Burgos de 30 de noviembre de 2001 [Civil] (Ar Jur
2002\28797), que, a la hora de determinar la liquidación correspondiente a la baja voluntaria de un socio, incluye la
cuota correspondiente del fondo de reserva voluntario que, ni había sido creado expresamente en los estatutos
sociales y, lo que es más importante, ni siquiera tenía por acuerdo de la asamblea atribuido el carácter de repartible;
y lo explica diciendo que “aunque en los Estatutos de la Cooperativa no se contempla la constitución de un fondo de
reserva voluntario, lo cierto es que, de hecho, ese fondo existe, aunque en las Asambleas se califique como "retorno
cooperativo", y se nutre con el 70% del excedente cooperativo de cada ejercicio, por acuerdos adoptados
regularmente en cada ejercicio por la Asamblea, sin que conste que hasta la fecha dichos acuerdos hayan sido
impugnados. El artículo 84-b) de la Ley de Cooperativas del año 1987 establece que los fondos voluntarios son
irrepartibles, lo que claramente significa que deben deducirse del excedente neto a repartir en concepto de retorno
cooperativo, pero en modo alguno significa que deban excluirse para el cómputo de la base liquidable, pues no
dejan de constituir parte del patrimonio social actualizado y un rendimiento de las aportaciones realizadas por los
socios”. Se aprecia en esta sentencia una vis atractiva hacia la repartibilidad del fondo de reserva voluntario, dado
que si bien sus dotaciones “deben deducirse del excedente neto a repartir en concepto de retorno cooperativo” tales
importes del fondo se computan como parte de la base liquidable. Y continúa añadiendo “que, en definitiva, se trata
de un Fondo especial, controlado por la Asamblea que se nutre con cantidades "prestadas" por los socios a la
Cooperativa, que eran, en principio, repartibles, y que no llegan a perder tal carácter, puesto que deben serles
devueltas en el plazo de cinco años, o que pueden ser destinadas por los socios a otros fines”; y con estas palabras,
la sentencia parece ir más allá de la vis atractiva hacia la repartibilidad, sentando una suerte de presunción por la
que aunque la asamblea general nada haya acordado expresamente al crear el fondo voluntario, éste es repartible,
si cantidades que lo nutren eran repartibles.

También declara reembolsable en caso de baja las reservas voluntarias repartibles la SJMER Málaga nº 1 de 8 de
octubre de 2008 (Ar Jur 2009\80136), aunque con el carácter de obiter dicta.

150La formulación de los principios cooperativos puede consultare en infra apartado 3.1 del capítulo primero de la
primera parte.

57
indivisibilidad a los momentos en los que la sociedad cooperativa pierde esta condición, bien por
extinción, bien por cambio de tipo. En esta misma línea, las Leyes de cooperativas suelen
regular junto a la irrepartibilidad funcional, una irrepartibilidad postrera, cuando la cooperativa
deja de serlo en los casos de liquidación, o en los de transformación, fusión o escisión.

Así, en la liquidación de la sociedad cooperativa el socio solo tiene derecho a que se le


reintegre el importe de sus aportaciones al capital social y el importe de su participación en
fondos de reserva voluntarios que tengan carácter repartible151, a diferencia de lo que sucede en
las sociedades de capital en las que el socio tiene derecho a la cuota del patrimonio de la
sociedad, de manera que el activo sobrante después de satisfacer los créditos contra la sociedad
se repartirá entre los socios en la forma prevista en los estatutos o, en su defecto, en proporción
a su participación en el capital social (art. 392.1 TRLSC). En primer lugar, el importe del Fondo
de Educación y Promoción queda excluido de adjudicación y reparto entre los socios 152. Además,
y en las sociedades cooperativas de primer grado el haber sobrante --una vez reintegradas las
aportaciones sociales y la participación en fondos repartibles a los socios-- no se reparte entre
éstos, sino que es objeto de depósito, con algunas especialidades que varían de unas Leyes de

151Arranca de los Estatutos de la Rochdale Society el destino del activo en el momento de la liquidación de la
cooperativa --una vez pagada las deudas nacidas de las operaciones y reembolsados los capitales recibidos en
concepto de préstamos, los atrasos de intereses y las cantidades adelantadas para suscripciones-- a ser aplicado
por los administradores a los fines caritativos o públicos que crean conveniente (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 375).

Mientras que el reembolso de las aportaciones al capital social en caso de liquidación está recogido en todas las
Leyes españolas de cooperativas [vid. arts. 75.2.b) LCEstado; 94.2.b) LCPaís Vasco; 105.3.2º LSCExtremadura;
93.2.b) LCGalicia; 69.c) LCAragón; 101.2.b) LCMadrid; 99.2.b)LCLa Rioja; 94.2.b) LCCastilla y León; 89.b)
LCCataluña; 99.c) LCIslas Baleares; 82.6 LCValencia; 102.2.b) LSCMurcia; 63.2.c) LCNavarra; 127.2.a) LCAsturias;
118.2.b) LCCastilla-La Mancha y 82.1.c) LSCAndalucía], el derecho al reintegro de la parte que corresponda al socio
en las reservas voluntarias repartibles se reconoce en algunas, ciertamente la mayoría [vid. arts. 75.2.c) LCEstado;
94.2.c) LCPaís Vasco; 61.d) LCNavarra; 93.2.c) LCGalicia; 69.d) LCAragón; 101.2.c) LCMadrid; 99.2.c) LCLa Rioja;
94.2.c) LCCastilla y León; 89.c) LCCataluña; 99.d) LCIslas Baleares; 102.2.c) LSCMurcia; 63.2.d) LCNavarra;
127.2.b) LCAsturias; 118.2.C) LCCastilla-La Mancha y 82.1.b) LSCAndalucía].

No se regula el reintegro de los fondos repartibles en las leyes extremeña y valenciana, lo que no impide la
asignación a los socios de la cuota que a cada uno corresponda en ellos, aunque solo sea sobre la base de que una
vez que la asamblea general acuerda la creación o incremento de reservas voluntarias repartibles con cargo a
excedentes disponibles o aplicando retornos, sobre aquéllas existe a favor del socio un derecho de crédito frente a
la sociedad por el importe de la participación que en la reserva a él corresponda, sometido a condición suspensiva,
porque que si bien entonces es no exigible, en el momento de la liquidación lo será, cuando haya haber sobrante
después de pagar a los acreedores --existente conditione--. Precisamente, tanto en la Ley valenciana cuanto en la
extremeña se regulan reservas voluntarias con cargo a excedentes (vid. 68.3 LCValencia) o como consecuencia de
aplicación o distribución de retornos [arts 62.2 y 68.3 LCValencia --que expresamente las califica de restituibles a
los socios-- y 62.2. LSCExtremadura en la letra b) --que igualmente prevé su distribución posterior entre los socios--
y en la d) --que faculta a la asamblea general para regular su funcionamiento--].

Nuestra doctrina más autorizada señala que el socio no tiene realmente derecho a la cuota de liquidación, sino
solamente al reembolso de las aportaciones efectuadas y de su participación en los fondos repartibles (vid. M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 608 y 612).

152El artículo 75.1 LCEstado no exige --como hacía la anterior Ley estatal-- que antes de saldar las deudas sociales
se separasen bienes suficientes para cubrir el importe de este fondo, sin embargo la doctrina entiende que este
fondo no forma parte del haber social resultante de la liquidación y no responde de las deudas sociales, ni se
adjudica o reparte, constituyendo una masa patrimonial que afecta a unos fines propios que solo responde de sus
propias deudas (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 354).

58
cooperativas a otras153, bien en otra sociedad cooperativa que, con una indisponibilidad de
quince años --cinco para algunas Leyes--, deberá incorporarlo a su fondo de reserva obligatorio;
bien en una asociación o federación de cooperativas154 que deberá destinarlos a proyectos de
inversión promovidos por cooperativas; o bien en la Administración competente en materia de
cooperativas, siendo destinado en último término al fomento del cooperativismo 155; en algunos
supuestos se reconoce a los socios el derecho --que deberá ejercerlo antes del acuerdo de la
asamblea general sobre el balance final de liquidación, o podrá hacerlo con posterioridad, según
la Ley que resulte aplicable-- a que la parte correspondiente del haber sobrante de la liquidación
se ingrese en el fondo de reserva obligatorio de otra cooperativa a la que se incorpore como
socio o sirva como cuota de ingreso156. Por su parte, en la liquidación de una sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado el Derecho cooperativo español presenta dos tendencias
antagónicas: una la representada por aquéllas Leyes en las que la irrepartibilidad se mantiene
aunque per saltum, de manera que el activo sobrante se distribuirá entre las sociedades
cooperativas socias, pero con la obligación de destinarlo a los respectivos fondos de reserva

153Vid.arts. 75.2.d) LCEstado; 94.2.d) LCPaís Vasco; 105.3.3º LSCExtremadura; 93.2.d) LCGalicia; 69.e) LCAragón;
101.2.d) LCMadrid; 99.2.d) LCLa Rioja; 94.2.d) LCCastilla y León; 89.d) LCCataluña; 99.e) LCIslas Baleares y 82.6
LCValencia; 102.2.d) LSCMurcia; 63.2.e) LCNavarra; 127.2.d) LCAsturias; 118.2.d) LCCastilla-La Mancha y 82.1.d)
LSCAndalucía.

154La Ley aragonesa presentaba dificultades de aplicación en esta materia. Disponía, en su primera versión, que el
depósito se efectuaría “en la entidad asociativa de las reguladas en el artículo 90 a la que esté asociada la
cooperativa, o, en su defecto, a la que se decida en asamblea general” [art. 69.e)], pero el artículo 90 no regulaba ni
regula entidades asociativas, que se contemplan en los artículos 92 y 93, sino cooperativas de segundo o ulterior
grado, que son empresarios y no asociaciones empresariales. Con la reforma de la Ley en 2010 se ha corregido el
error y la remisión se realiza correctamente al artículo 93, que regula las uniones, federaciones y confederaciones
de cooperativas.

155 Un interesante caso relativo a la irrepartibilidad entre los socios del patrimonio de la sociedad cooperativa en la
liquidación de la sociedad --y su destino al Consejo Superior del Cooperativismo del País Vasco-- se contiene en la
SAP Guipúzcoa de 26 de enero de 2005 [Civil] (Ar AC 2005\265). En ella se cuestiona el balance de una sociedad
cooperativa en el que se habían contabilizado injustificadamente pérdidas con el único fin de reducir el patrimonio y
por esta vía buscar un fraude a la irrepartibilidad, para ello “se había generado una disminución injustificada tanto
del Fondo de Reserva Obligatorio como del haber social” --irrepartibles entre los socios y con destino al Consejo
Superior-- porque “en fechas próximas a los años 1997, 1998 y 1999, se apreciaron los desajustes, [de forma que]
en aquellos años, los resultados contables no evidenciaban pérdidas, dando como justificación a dicho extremo, el
hecho de que se pudo comprobar de forma progresiva que las existencias habían sido valoradas muy por encima de
su valor real” y añade que “las pérdidas que figuran en el mismo deben calificarse como pérdidas no justificadas, y
desde un punto de vista técnico-contable deben ser eliminadas de dicho balance”.

156El derecho a disponer de su participación en el haber irrepartible para transferirlo a otra sociedad cooperativa,
bien a su fondo de reserva obligatorio o bien como cuota de ingreso, no es generalizado, solo está recogido en una
parte de las Leyes españolas de cooperativas [vid. arts. 75.2.d).III LCEstado; 101.3 LCMadrid; 99.2.d) LCLa Rioja;
94.2.III LCCastilla y León; 89.d) LCCataluña; y 82.6.IV LCValencia; 102.2.d), III LSCMurcia; 63.2.e) LCNavarra;
127.3 LCAsturias y 118.3 LCCastilla-La Mancha.]. En todos estos casos, la regla de la irrepartibilidad no sufre
quebranto, dado que los destinos de estas cantidades del haber irrepartible son, como se ha dicho, o el fondo de
reserva obligatorio que es irrepartible o pagar la cuota de ingreso en la cooperativa de la que el socio pasa a formar
parte, que también se integra en el fondo anterior.

Distinto del supuesto descrito, es el regulado en las Leyes extremeña (art. 105.3.3º) y aragonesa [art. 69.e).II], en las
que la parte que al socio puede corresponder en el haber irrepartible puede ser utilizada como cuota de ingreso o
aportación al capital social de la nueva cooperativa, destino que no garantiza que se mantenga incólume el principio
de irrepartibilidad dado el carácter reembolsable de las aportaciones a capital. Sobre esta cuestión vid. infra, en este
mismo apartado 1.1.4, el punto III.d).

59
obligatorios, que, como se sabe, tienen como regla general carácter irrepartible157; y en el
supuesto de que existan entidades no cooperativas o personas físicas que integren la
cooperativa de segundo grado, la irrepartibilidad es directa, puesto que la parte de reserva que
les correspondería ha de destinarse a las organizaciones representativas de las cooperativas158;
y otra en la militan las Leyes en las que el haber y los fondos obligatorios, en los casos de
liquidación de la cooperativa de segundo grado, se reparten entre los socios sin que lo recibido
por cada uno de ellos tenga un destino irrepartible159. Este dato servirá para explicar más
adelante como poco a poco las Leyes van acogiendo el reparto de lo que antes era irrepartible.

Obsérvese como en la liquidación de la cooperativa la irrepartibilidad experimenta una


extensión muy importante, de manera que, a diferencia de lo que sucede durante la vida activa
de la cooperativa en la que son irrepartibles las reservas calificadas como tales, en el momento
de la extinción es irrepartible todo el patrimonio excepto el importe del capital social efectivo y las
reservas repartibles.

Esta norma esta prevista solo en una parte de las leyes de cooperativas [vid. arts. 77.4 LCEstado; 105.5 y 161
157

LSCExtremadura; 125.5 LCCastilla y León; 89.e) LCCataluña; 141.7 LCIslas Baleares; 101.6 LCValencia; 133.4
LSCMurcia y 108.5 LSCAndalucía].

No todas las leyes han resuelto satisfactoriamente el problema de la repartibilidad del haber resultante en la
liquidación de las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, en unas, a pesar de prever que en las
sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado puedan ser socios además de cooperativas otro tipo de
entidades e incluso empresarios individuales, solo se reconoce que el haber se transfiera al fondo de reserva
obligatorio de las cooperativas socias, eliminado injustamente del reparto a los socios no cooperativas (vid. arts.
77.4 LCEstado; 101.6 LCValencia y 133.4 LSCMurcia); y en otras sí son receptores de la cuota de haber social los
socios de la de segundo grado que no sean cooperativas pero, también injustamente, mientras que las cooperativas
socias han de imputarlo al fondo de reserva obligatorio, los socios no cooperativas tienen libre disposición sobre la
parte recibida (vid. arts. 105 y 161 LSCExtremadura y 108.5 LSCAndalucía).

La solución de las Leyes estatal, valenciana y murciana procede de la Ley estatal de 1987. La doctrina de la época
consideró que la omisión de las sociedades agrarias de transformación era un olvido, por lo que, por aplicación
analógica, debían participar en el reparto del haber resultante de la liquidación de la cooperativa de segundo grado
de igual forma que las cooperativas socias de la entidad suprabásica (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y
F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 148, pág. 866). Pero en esta tesis no hay identidad de razón: la cooperativa
primaria destina lo recibido en la liquidación de la cooperativa secundaria a su reserva obligatoria que es irrepartible,
mientras que la sociedad agraria de transformación lo puede repartir entre sus socios, dado que carece de fondo de
reserva obligatorio.

A primera vista la regulación contenida en la Ley gallega debería colocarse en este grupo de Leyes, sin embargo la
norma resulta de imposible aplicación en toda su extensión. Dice así: “en caso de disolución y liquidación de una
cooperativa de segundo grado, los fondos obligatorios se transferirán al fondo de la misma naturaleza de cada una
de las sociedades que la constituyen…” (art. 130.7). teniendo en cuenta que pueden ser socias de una cooperativa
de segundo grado gallega personas jurídicas no cooperativas, todas aquellas que carezcan de fondos o reservas
obligatorias de la misma naturaleza que el fondo de reserva obligatorio corren el peligro de no recibir su cuota de
liquidación de éste o con la ventaja de percibir esta cuota con carácter repartible.

La Ley navarra no contiene reglas especiales acerca de la adjudicación del haber social en la liquidación de una
cooperativa de segundo grado, de manera que habrá que estar a las normas previstas para las de primer grado
(arg. ex. art. 81.5), que reconocen al socio el derecho a transferir a otra cooperativa como cuota de ingreso la parte
que les corresponda del haber irrepartible, y, siendo el fondo de reserva obligatorio el destino de la cuota de ingreso
[art. 51.2.e)] se mantiene aquí también la irrepartibilidad (vid. cita anterior).

158 La solución expuesta la recoge la Ley catalana [vid. art. 89.d)].

Vid.132 LCPaís Vasco; 90.f) LCAragón; 127 LCMadrid; 130.4 LCLa Rioja; 132 LCAsturias y 150.5 LCCastilla-La
159

Mancha]. A estos supuestos nos referiremos, en este mismo apartado 2.4, en el punto III.(ii).d).

60
De la misma manera, en la transformación de la sociedad cooperativa160 en otro tipo
social161 los importes del fondo de reserva obligatorio, del fondo de educación y promoción y de

160 La ampliación del “perímetro de la transformación”, es decir la posibilidad de que sociedades civiles se
transformen en mercantiles y de que sociedades lucrativas se transformen en sociedades no lucrativas o de base
mutualista, y viceversa, primeramente contemplada en las Leyes de cooperativas y después en la Ley 3/2009, de 3
de abril, sobre Modificaciones Estructurales de las Sociedades Mercantiles --que cuenta con el antecedente de los
artículo 87 a 93 de la, hoy derogada, Ley de sociedades de responsabilidad limitada de 1995--, ha sido sentida
como una necesidad desde hace largo tiempo por la doctrina científica que demandó la atención del legislador al
respecto (vid A. ROJO, “La transformación de sociedades anónimas”, en Revista Crítica de Derecho Inmobiliario,
núm. 590 [1989], págs. 39 a 62, en pág. 42). El carácter precursor de la legislación cooperativa en esta materia no
solo se encuentra en su temprano tratamiento en la legislación autonómica sino en la vieja Ley General de
Cooperativas de 1974, cuya disposición transitoria tercera permite la transformación de las cooperativas en
sociedades civiles y mercantiles; con poco rigor técnico la Ley de 1974 habla de “constitución” pero el Reglamento
de 1978, en la disposición transitoria segunda, ya prevé un “acuerdo de transformación”. Acerca del proceso
evolutivo de la admisión de la transformación en las leyes de cooperativas y en las leyes de sociedades de capital,
puede consultarse a M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 539 a 543, que
concluyen, tras su examen, que en nuestro Derecho existe un auténtico rechazo histórico hacia la transformación de
la sociedad cooperativa en otra figura societaria, especialmente mercantil, debido a razones ideológicas, de orden
tipológico --por el problema causal que plantea--, por el carácter irrepartible de los fondos sociales --que pudiera ser
eludido con esta modificación estructural--, y por el riesgo de perseguir la cooperativa con su transformación un
tratamiento fiscal más ventajoso. También sobre la evolución de la legislación con respecto a la transformación de
las sociedades cooperativa puede leerse a I. G. FAJARDO GARCÍA, “Aspectos de la transformación de las
cooperativas de crédito tras la Ley de modificaciones estructurales de 2009”, en Estudios de Derecho del mercado
financiero. Homenaje al Profesor Vicente Cuñat Edo, 2010, Valencia [Universitat de Valencia], págs. 67 a 91, en
págs. 70 a 74.

161 El cambio de clase (sociedad cooperativa de trabajo asociado a sociedad cooperativa agraria, por ejemplo) o de
grado (sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado a sociedad cooperativa de primer grado) no es
transformación, es modificación de los estatutos sociales (vid. art. 62.2.II RRSCExtremadura); además, en este
supuesto no hay reparto patrimonial, luego no cabe plantearse la cuestión aquí estudiada. Esta situación en la que
un única forma social --la cooperativa-- cuenta con diferentes tipos sociales --clases y grado de cooperativas-- y en
la que el cambio de clase o grado no es transformación sino modificación estatutaria, es la pretendida por la doctrina
en el terreno de las sociedades de capitales: una única forma de sociedades de capitales dentro de la cual
coexistirían dos o más tipos opcionales, a cada uno de los cuales se accedería a través de una simple modificación
estatutaria y no por transformación (vid A. ROJO, “La transformación de sociedades anónimas”..., págs. 49 y 59).

La limpieza del argumento en sede cooperativa y su traslación a algunos textos legales, quiebra en algunos casos.
En los artículos 77.5 LCEstado; 130.8 LCGalicia --tras la reforma de 2011--, 133.5 LSCMurcia y 156.4 LCCastilla-La
Mancha la regresión de grado --conversión de una cooperativa de segundo grado en una de primer grado-- es
calificada inadecuadamente como transformación con absorción. En esta regresión de grado al socio disconforme
las Leyes mencionadas le reconocen un derecho de separación sin señalar si recibirá una cuota del patrimonio o
simplemente sus aportaciones sociales, sin embargo debe aplicarse, ya de forma directa [art.30.5.a) LSCMurcia --
que prevé como causa justificada de baja voluntaria la adopción de acuerdos por la Asamblea General que
impliquen, entre otras consecuencias, su transformación--, y 28.5.b) LCCastilla-La Mancha, que contempla como
causa que justifica la baja voluntaria el mero reconocimiento en la Ley o en los estatutos del derecho de baja o
separación--], ya por analogía (arg. ex arts. 17.4 LCEstado y 20.3 LCGalicia), el régimen jurídico de la baja
voluntaria justificada teniendo derecho el socio solamente al reembolso de sus aportaciones sociales (arts. 51
LCEstado; 82 LCCastilla-La Mancha y 64.1.I LCGalicia) o también de la parte repartible del fondo de reserva
obligatorio (art. 71.1 LSCMurcia).

También quiebra en la disposición adicional décima LCLa Rioja. En ella se prevé que “las sociedades cooperativas
constituidas conforme a la presente Ley que vean reducido el número de socios a dos integrantes podrán
transformarse en la figura jurídica de "sociedad cooperativa microempresa"”. Es obvio que al no haber cambio de
tipo societario, no hay transformación, sino modificación estatutaria, y propia disposición adicional da pistas para
esta conclusión: estas cooperativas deben “adaptar sus estatutos sociales a lo dispuesto para dichas sociedades y
modificar su denominación incluyendo las palabras "sociedad cooperativa microempresa" o su abreviatura "s. coop.
micro."

61
cualesquiera otros fondos o reservas que no sean repartibles entre los socios, que figuren en el
balance de transformación, no se mantienen en la sociedad resultante, sino que se han de
transferir a los mismos destinatarios que se prevén por la Ley respectiva para el caso de la
liquidación162. Por lo tanto, la sociedad resultante de la transformación pierde en la operación el
importe de las reservas mencionadas163, manteniéndose hasta sus últimas consecuencias el

Este tipo de regulación causa cierta perplejidad en nuestra mejor doctrina: M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ
REY, Curso de cooperativas…, págs. 499 y 537, al comentar el artículo 77.5 LCEstado --el que regula la
“transformación” de cooperativas de segundo grado en cooperativas de primer grado-- lo tildan de enigmático por
impreciso, de confusa redacción y de desafortunado

162 Un bloque importante de Leyes establecen que los saldos del fondo de reserva obligatorio, del fondo de
educación y promoción, y de cualesquiera otros fondos o reservas irrepartibles recibirán el destino previsto para el
caso de liquidación de la cooperativa [vid. arts. 69.6 LCEstado; 78 LSCExtremadura; 84.4 LCGalicia; 66.6
LCAragón; 91.2 LCLa Rioja; 89.3 LCCastilla y León; 59.3 LCNavarra y 100.4 LCCastilla-La Mancha; 94.2.d)]. La Ley
asturiana, estable un destino análogo aunque no idéntico: en la liquidación el activo sobrante, si lo hubiere, se
destinará a los mismos fines que el fondo de educación y promoción cooperativa, poniéndose a disposición de la
misma entidad pública o privada encargada de su realización, y, en caso de no producirse dicha designación, de la
unión o federación mencionada, y, en su defecto, del Consejo Asturiano de la Economía Social [art. 127.2.d)],
mientras que en la transformación “el fondo de educación y promoción, así como cualquier otro fondo o reserva no
repartible entre los socios, se pondrán a disposición de la Administración del Principado de Asturias, que los
destinará, exclusivamente, a los fines de educación y promoción de las cooperativas, a través del Consejo Asturiano
de la Economía Socia (art. 115.4). El caso gallego es, aún, más rígido en cuanto a la irrepartibilidad, que abarca
además de los fondos mencionados, el 50 % del valor del resto del patrimonio social de la cooperativa que también
se sustrae a la sociedad resultante de la transformación.

Junto a ellas, hay un segundo grupo de leyes --la vasca, la madrileña, la catalana y la valenciana-- que, con una
solución más flexible, permiten que la sociedad transformada, aunque pierda la titularidad del saldo del fondo
obligatorio y de las reservas voluntarias irrepartibles, pueda mantener su disponibilidad y contar con ellos para la
continuación de la explotación empresarial. Sobre esta última materia vid. infra, en este mismo apartado 2.4, el
punto II.(iii).e).

E incluso se abre paso el mantenimiento en la sociedad transformada de la titularidad de parte del fondo de reserva
obligatorio o de cualquier otro fondo de carácter irrepartible, concretamente del 50 % de su importe. Esta solución
está contemplada en el artículo 78.2 LSCAndalucía.

Debe señalarse que no aparece citada la Ley balear, porque no regula ningún supuesto de transformación. La Ley
aragonesa en su primera versión, anterior a la reforma de 2010, no contemplaba la transformación de la cooperativa
en otro tipo social, aunque sí la transformación de otras sociedades o entes en cooperativas (art. 66), actualmente sí
regula aquella modalidad de transformación.

163 El tratamiento jurídico dado a la transformación de sociedades en general ha tenido que sortear importantes
obstáculos que, en ocasiones, ponían en peligro el éxito económico de la modificación estructural y a esta
circunstancia no ha escapado la transformación de las sociedades cooperativas.

Quizá el caso más relevante de todos haya sido el de los efectos de la transformación de la sociedad sobre el
contrato de arrendamiento urbano: por aplicación del artículo 31.4 del derogado Texto refundido de la Ley de
Arrendamientos Urbanos, aprobado por el Decreto 4104/1964, de 24 de diciembre, en caso de transformación
voluntaria era preciso recabar el consentimiento del arrendador o, en caso contrario, dar cumplimiento a los
requisitos del traspaso. Solución que ignora el mantenimiento de la personalidad jurídica de la sociedad
transformada y que motivó que muchas sociedades no acometieran transformaciones objetivamente aconsejables
(al respecto vid A. ROJO, “La transformación de sociedades anónimas”..., págs. 43 y 44). Incluso hoy, si la sociedad
se transforma [también si se fusiona o se escinde] la Ley 29/1994, de 24 de noviembre, de Arrendamientos Urbanos
vigente reconoce al arrendador el derecho a la elevación de la renta como si se hubiese producido una cesión del
contrato (art. 32.3) (sobre esta cuestión vid. A. ROJO, “El establecimiento mercantil”, en A. Menéndez y A. Rojo
(dirs.), Lecciones de Derecho mercantil, Navarra [Thomson Reuters-Civitas], 10ª ed., 2012, Volumen I, págs. 77 a
112, en pág. 93). Debe destacarse que el artículo 32.3 no se ha reformado con ocasión de la Ley de modificaciones
estructurales de 2009 para recoger la ausencia de efectos sobre el arrendamiento que supone la transformación,
debido al mantenimiento de la personalidad jurídica.

62
carácter irrepartible de las dotaciones de esas reservas164. Así mismo, el socio que ejercite el
derecho de separación solo recibe el importe de sus aportaciones al capital social165, sin ninguna
proyección del valor del patrimonio u otros elementos valorables de la cooperativa en la
determinación del importe del reembolso, a diferencia de lo que sucede en la transformación de
sociedades anónimas o limitadas, donde el valor de reembolso al socio que se separa no es el
importe nominal de sus acciones o participaciones sino su valor razonable (vid. arts. 15 LMESM
y 353.1 TRLSC). La regla de la irrepartibilidad patrimonial es, pues, respetada también en esta
modalidad de transformación.

Por su parte, en los casos de fusión de sociedades cooperativas con otro tipo de
sociedades, o incluso entre sociedades cooperativas siempre que la sociedad nueva o
absorbente no sea una sociedad cooperativa --modalidad de fusión no prevista en todas las
Leyes--, las dotaciones que en los balances de las sociedades cooperativas extinguidas por la
fusión correspondan al fondo de reserva obligatorio, al fondo de educación y promoción y a
cualesquiera otros fondos o reservas que no sea repartidos entre los socios, recibirán el destino
establecido en los casos de liquidación166 o de transformación167. Y en esos mismos supuestos
de fusión, al socio que ejercite el derecho de separación únicamente se le liquida el importe de
sus aportaciones168. Y lo mismo sucede en la escisión169 de sociedades cooperativas cuando la

Esta cuestión está adecuadamente resuelta en la legislación cooperativa al regular las aportaciones al capital social.
Señala al respecto la Ley de cooperativas del Estado que “las aportaciones no dinerarias no producen cesión o
traspaso ni aun a los efectos de la Ley de Arrendamientos Urbanos o Rústicos, sino que la sociedad cooperativa es
continuadora en la titularidad del bien o derecho” (art. 45.5).

164La doctrina ha considerado que la pérdida de las reservas irrepartibles en la transformación de la cooperativa en
una solución coherente con la naturaleza y finalidad de esos fondos (vid. R. ALFONSO SÁNCHEZ, La
transformación de la sociedad cooperativa, Madrid [EDERSA], 2002, pág. 199) y que la irrepartibilidad de los fondos
en caso de transformación se conecta con la irrepartibilidad patrimonial tano en el momento de la baja del socio
cuanto en caso de liquidación de la cooperativa (vid. I. G. FAJARDO GARCÍA, “Aspectos de la transformación de las
cooperativas de crédito tras la Ley de modificaciones estructurales de 2009”…, págs. 84 y 85.

165Vid. arts. 69.2 LCEstado; 85.3 LCPaís Vasco; 76 LSCExtremadura; 84.3 LCGalicia; 86.2 LCMadrid; 91.2 LCLa
Rioja; 89.2 LCCastilla y León; 84.7 LCCataluña; 79.4 LCValencia; 59.1 y 56.2.II LCNavarra; 94.2.b) LSCMurcia;
115.3 LCAsturias; 80.3 LCCastilla-La Mancha y 80.3.I y 60.1 LSCAndalucía. Al no regularse la transformación en
ninguna modalidad, el derecho de separación y el reembolso de las aportaciones no se contempla en la Ley balear.

166Vid. arts. 67.III LCEstado; 89.3 LSCExtremadura; 89.2.II LCLa Rioja 80.3; 76.III LCValencia; 92.2.II LSCMurcia y
108.3 LCCastilla-La Mancha. En la Leyes estatal, riojana y valenciana --estas dos últimas siguiendo la estela de la
estatal que las precede en el tiempo-- a esta fusión se la denomina “fusión especial”. La extremeña --que reguló esta
modalidad de fusión en primer lugar-- y la castellano-manchega siguen una técnica propia.

167 Vid. arts. 82.3 LCCataluña; 113.2 LCAsturias y 75.6.II LSCAndalucía.

168Vid. arts. 67.II LCEstado; 89.3 LSCExtremadura; 89.2. LCLa Rioja 80.3; 82.2 LCCataluña; 76.II LCValencia;
92.1.II LSCMurcia; 113.1 y 110 LCAsturias y 108.2 LCCastilla-La Mancha.

La Ley andaluza prevé que “el procedimiento que haya de seguirse para llevar a cabo la fusión será objeto de
regulación reglamentaria” (art. 75.5) y a él habrá que atenerse.

169 Debe destacarse que la legislación cooperativa ha sido pionera en regular la escisión dentro del Derecho de
sociedades --el Derecho tributario se anticipó varios años--. Fue con la Ley General de cooperativas de 1974,
seguida por la posterior Ley de 1987 (vid. A. ROJO, “La escisión de sociedades”, en A. Alonso Ureba, J. M. Chico
Ortiz y F. Lucas Fernández (dirs.), La reforma del Derecho español de sociedades de capital (Reforma y adaptación
de la legislación mercantil a la normativa comunitaria en materia de sociedades), Madrid [Civitas], 1987, págs. 663 a
709, en pág. 675).

63
beneficiaria de la escisión, total o parcial, no sea una sociedad cooperativa sino otro tipo
societario170. El alcance de estas previsiones se valora adecuadamente si se tiene presente que
cuando se fusionan sociedades cooperativas y la sociedad nueva o la absorbente, es también
una cooperativa, y que cuando se escinde una cooperativa, siempre que la beneficiaria sea
también una sociedad cooperativa, los fondos irrepartibles se transfieren a la sociedad nueva o
absorbente171.

II. A pesar de lo expuesto acerca de la eficacia funcional y postrera de la irrepartibilidad


patrimonial, puede afirmarse, con rotundidad, que no es un elemento esencial del tipo societario
cooperativo, como se demostrará seguidamente; otra cosa es que de forma natural el legislador
de cooperativas la haya contemplado al abordar el régimen económico de la sociedad
cooperativa.

Con carácter previo, debe advertirse que esta afirmación es, en términos ideológicos,
menos trascendente de lo que a primera vista puede parecer, en la medida en que la Alianza
Cooperativa Internacional, a la hora de perfilar los elementos de la “identidad cooperativa” otorga
a la irrepartibilidad un alcance más reducido del que regulan las Leyes españolas de
cooperativas. Su concepción de la irrepartibilidad hay que buscarla en el, ya citado, tercer
principio cooperativo, conforme al cual --en lo aquí interesa-- “los socios asignan los excedentes
para todos o algunos de los siguientes fines: el desarrollo de su cooperativa posiblemente
mediante el establecimiento de reservas, de las cuales una parte por lo menos tendría que ser

170 Esta modalidad de escisión se regula actualmente en las Leyes extremeña (art. 94.2), catalana (art. 83),
asturiana (art. 114.2) y castellano-manchega (art. 109.3). Pero no siempre se ha admitido en toda su amplitud
habiéndose señalado que una sociedad cooperativa no puede escindirse creando dos sociedades mercantiles,
personalistas o de capital (vid. A. ROJO, “La escisión de sociedades”..., pág. 668). Hoy, la apertura del perímetro
subjetivo de la escisión --que comprendería que las sociedades beneficiarias de la escisión de una cooperativa
pudieran ser sociedades de personas o de capital-- debe entenderse amparada por el artículo 2.II LMESM al señala
que las modificaciones estructurales de las sociedades cooperativas se regirán por su específico régimen legal.

En ocasiones este régimen legal es contradictorio en lo que a la escisión se refiere: carece de sentido que se admita
la modificación estructural consistente en la fusión de una cooperativa con sociedades civiles y mercantiles y se
impida la escisión de la cooperativa cuando las beneficiarias sean sociedades civiles y mercantiles, como hace la
Ley andaluza (vid. arts. 75.6 y 76.1).

En la legislación extremeña, cuando la sociedad beneficiaria de la escisión no sea una cooperativa, la parte
correspondiente a los fondos de reserva obligatorio, de educación y promoción y de cualesquiera otros fondos o
reservas que no sean repartidos entre los socios recibirán el destino establecido para el caso de disolución de la
cooperativa (vid. 89.3 LSCExtremadura y 72.2.II Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de
Extremadura).

En las Leyes catalana y asturiana es el regulado para la transformación (arts. 83 y 84.2 LCCataluña y 114.2
LCAsturias). En Ley castellano-manchega el destino de los fondos debe ser el previsto para la fusión de
cooperativas con otras sociedades (arg. ex. art. 109.6 en relación con el 108.3).

171 Ya destacó F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 94, pág. 440 y
pág. 459, la “importante peculiaridad” de la fusión de cooperativas: los fondos sociales irrepartibles pasan a
integrarse en los fondos de la cooperativa nueva o absorbente, conservado de esta forma su carácter irrepartible; lo
que ocasiona otra especialidad de la fusión [y de la escisión] de las cooperativas: las posiciones de socio de las
cooperativas disueltas pasan o transmigran a la cooperativa resultante por el valor contable de las aportaciones al
capital social en la de origen, de forma que no se produce canje de aportaciones sociales, a diferencia de lo que
sucede en la fusión [o en la escisión] de sociedades con patrimonio repartible, de forma que la posición patrimonial
de los socios no se ve alterada por el hecho de que la situación patrimonial de la cooperativa resultante sea distinta
a la de la cooperativa a la que pertenecían antes.

64
irrepartible; beneficiando a los socios en proporción a sus operaciones con la cooperativa; y al
apoyo de otras actividades aprobadas por los socios” (la cursiva es nuestra). Leído este
formulado se concluye que solo son irrepartibles los excedentes, esto es los resultados positivos
obtenidos de las actividades cooperativizadas con socios, lo que significa que todas las
dotaciones de los fondos irrepartibles españoles que no sean excedentes --beneficios, cuotas de
ingreso o periódicas, deducciones de aportaciones en los casos de bajas injustificadas o
expulsión de los socios, etc.-- están por encima de las exigencias de la Alianza Cooperativa
Internacional. Esta afirmación tiene una extraordinaria importancia con relación a los beneficios
de la sociedad cooperativa, es decir, los resultados positivos obtenidos de las actividades
cooperativizadas con terceros y de las actividades extraordinarias, que, utilizando con rigor los
conceptos, no son excedentes172, escapando así de la asignación a reservas prevista en este
principio. Sin embargo, es difícil pensar que la Alianza Cooperativa Internacional haya querido
declarar irrepartibles los excedentes y repartibles los beneficios, por lo que la expresión
“excedente” del tercer principio cooperativo debe considerarse compresiva de cualquier resultado
de ejercicio de carácter positivo.

Y aún así, las Leyes españolas de cooperativas van más allá de lo que la Alianza
Cooperativa Internacional postula. En la Declaración de la Alianza, el alcance de la
irrepartibilidad tiene un contorno muy preciso: los excedentes [y los beneficios] pueden asignarse
a tres fines --reservas, reparto entre los socios y apoyo de otras actividades--, y de ellos solo las
reservas, o mejor, una parte de las reservas responde a la idea de irrepartibilidad patrimonial, el
resto de las mismas podrá repartirse entre los socios173. Comparando esta formulación con la
legislación española, resulta que entre nosotros son irrepartibles más excedentes [o beneficios]
de los que indica la Alianza, puesto que los resultados positivos de operaciones con terceros y
de operaciones extraordinarias nutren íntegramente el fondo de reserva obligatorio, que es
irrepartible, mientras que para la Alianza Cooperativa Internacional pueden destinarse al
desarrollo de la cooperativa mediante reservas irrepartibles, pero también mediante reservas
repartibles o ir dirigidos al beneficio de los socios o al apoyo de otras actividades. En definitiva,
según el tercer principio cooperativo la “identidad cooperativa” exige que solo sean irrepartibles
los excedentes [y beneficios] --y ningún otro elemento patrimonial--, y de ellos únicamente los
asignados al desarrollo de la cooperativa, y aún dentro de éstos los destinados a aquellas
reservas que sean irrepartibles. Una exigencia de menor alcance que la contenida en las Leyes
españolas de cooperativas174.

172La diferenciación entre los conceptos de excedentes y de beneficio o entre excedentes totales y retornos, como
parte del excedente total, en la misma línea expuesta, es generalizada en la doctrina (vid. M. L. LLOBREGAT
HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 331 a 337).

173 La doctrina incluso ha llegado más lejos. Así, a pesar de la literalidad de la formulación, C. GARCÍA-GUTIÉRREZ
FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios
del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los sociedades
de responsabilidad limitada reguladas en España”, en Revista de Estudios Cooperativos, núm. 61 [1995], págs. 53 a
87, en pág. 63. sostiene que las reservas con cargo a excedentes no han de ser necesariamente irrepartibles,
incluso para la propia Alianza Cooperativa Internacional según consta en la formulación del tercer principio,
participación económica de los socios. Debe advertirse que el autor mencionado, refiriéndose a las reservas, al
traducir al castellano el tercer principio maneja la expresión “parte de las cuales tendrían que ser irrepartibles” --de lo
que deduce que no se promulga como una obligación-- en vez de esta otra “parte de las cuales por lo menos serían
indivisibles”, siendo la redacción inglesa la siguiente: “part of which at least would be indivisiblee”, según consta en
el artículo 5 de los estatutos sociales de la Alianza Cooperativa Internacional, que puede consultarse en
http://www.ica.coop/ica/ica/rules/ica-rules-sept-2003.pdf,

174 Probablemente por ello las legislaciones europeas más relevantes --exceptuando la española y también la
portuguesa--, como afirma M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…,pág. 373, han
optado por no establecer con carácter necesario la existencia de dicho fondo de reserva, subordinando su

65
Pero todavía puede reducirse más el alcance de la irrepartibilidad formulada por la
Alianza Cooperativa Internacional. Conforme al tercer principio, en la liquidación de una
cooperativa solo debería ser irrepartible la dotación de la reserva o reservas de esta naturaleza --
dotación que habrá ido generándose ejercicio tras ejercicio--, pero no es necesario que sea
irrepartible el haber social resultante, es decir, todo el patrimonio menos las deudas y menos el
capital social efectivo y las reservas repartibles --únicos valores reembolsables a los socios y
asociados--, como disciplinan la generalidad de las Leyes españolas de cooperativas.

El contraste entre el Derecho español de sociedades cooperativas y los principios


cooperativos sobre el alcance de la irrepartibilidad hace que este rasgo de la “identidad
cooperativa” se relativice enormemente. De esta forma, es tan cooperativa aquella que,
conforme a su normativa reguladora, tenga un alto grado de irrepartibilidad patrimonial, como la
que apenas posea patrimonio irrepartible. Con lo anterior, lo que se está queriendo afirmar es, en
definitiva, que una Ley de cooperativas escrupulosa con la irrepartibilidad y otra Ley flexible se
ajustan a las señas de “identidad cooperativa” de la Alianza Cooperativa Internacional --ello con
independencia de la escasa eficacia jurídica que en el Derecho español hayan de tener los
principios formulados por esta asociación internacional, cuestión que será abordada más
adelante--.

El interrogante posterior que se plantea es si puede considerarse cooperativa a la


sociedad que no tenga una parte de su patrimonio irrepartible, es decir, cuyo patrimonio sea
íntegramente repartible. Esta situación puede darse en la práctica de manera circunstancial,
cuando la sociedad cooperativa no ha generado nutrientes de las reservas irrepartibles; en cuyo
caso no pierde su calificación de cooperativa, dado que ninguna Ley prevé tal hecho como causa
de descalificación175. Incluso la estrategia empresarial de algunas cooperativas conocida con el
nombre de “excedente cero”, consistente en que durante el ejercicio económico se abonan al
socio anticipos a cuenta en tal cuantía que al final del mismo no haya nada pendiente de
liquidarle, y nada haya para nutrir los fondos obligatorios, debe ser considera lícita 176, aunque

constitución a que así se prevea estatutariamente o a que por acuerdo expreso de la asamblea general se cree, lo
que entraña el peligro de que sin el mandato legal de que se afecte una parte de los excedentes a los fines del
fondo, los estatutos sociales o el acuerdo de la asamblea general serían poco efectivos quedando la recomendación
de la Alianza en una pura declaración programática. Y así mismo, las legislaciones italiana y alemana --no así la
portuguesa y también la francesa-- se remitían a los estatutos sociales o a los acuerdos de la asamblea para
determinar el destino que debe darse a esta reserva (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs.. 377 y 378).

175 Cuestión distinta es que el incumplimiento de la obligación de dotar los fondos irrepartibles, impuesta por la Ley
de cooperativas aplicable, sea tipificado como falta administrativa [v gr. art. 38.2.c) de la Ley de infracciones y
sanciones en el orden social, Texto Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto] e
incluso pueda ser causa de descalificación [v.gr. art. 116.1.b) LCEstado]. Pero, naturalmente, cuando no haya
dotación que realizar por no haberse generado los ingresos correspondientes no nacerá la mencionada obligación y
no será posible hablar de incumplimientos de la misma.

176 Se trata de un sistema de ventaja mutualista inmediata (vid. I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la
cooperativa: responsabilidad de los socios, Madrid [Tecnos-Confederación de Cooperativas de la Comunidad
Valenciana], 1997, págs. 139-140), en el que el socio percibe la ventaja mutualista en el anticipo periódico que le
abona la cooperativa de producción o de distribución o en el ahorro de gasto cada que compra en la cooperativa de
consumo, y no al final del ejercicio, una vez aprobadas las cuentas anuales y acorada la aplicación de excedentes [o
la imputación de pérdidas]. Si los cálculos están bien hechos, el resultado del ejercicio (ingresos - gastos) será cero,
no habiendo ni excedentes ni pérdidas. Ya habló de ventaja inmediata M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y
empresas cooperativas…, págs. 387 y 388, como sistema que permite a los socios obtener en el mismo momento
de utilización del servicio un ahorro de gasto cuando el objeto que se cooperativiza es el consumo o servicios, o una
retribución más justa por el trabajo realizado o por los productos cedidos, en las cooperativas de trabajo asociado o

66
sigan siendo irrepartibles los beneficios por operaciones con terceros y los extraordinarios; o
aquella otra estrategia financiera consistente en distribuir el fondo de reserva obligatorio entre los
socios programando pérdidas por incremento de la retribución económica anticipada --es decir,
por reducción de precio de venta en las sociedades cooperativas de consumo o por aumento del
valor de la producción aportada o del trabajo realizado en la cooperativas de comercialización y
de trabajo asociado177-- dado que las pérdidas por operaciones cooperativizadas podrán
imputarse al fondo de reserva obligatorio --como máximo, tomando como ejemplo la Ley estatal,
en los porcentajes medios de los excedentes cooperativos que se hayan destinado a dicho fondo
en los últimos cinco años o desde su constitución, si ésta no fuera anterior a dichos cinco años
[art. 59.2.b) LCEstado]--.

Pero la clave de la cuestión está en admitir o rechazar esta situación cuando es


estructural, o lo que es lo mismo cuando la Ley reguladora de las sociedades cooperativas no
contempla la irrepartibilidad. Y en este sentido no puede haber dudas: las sociedades reguladas
por esa Ley no dejan de ser cooperativas por esta razón, o lo que es lo mismo, tal Ley es una
Ley de sociedades cooperativas. Ello es así por un motivo que podríamos denominar sofista o de
método de razonamiento: no es correcto metodológicamente indagar si la irrepartibilidad
patrimonial forma parte de los elementos esenciales del tipo social cooperativo, sino que
previamente se debe investigar acerca de la funcionalidad de tal irrepartibilidad, porque
probablemente sea la defensa o promoción de otros que sí son elementos esenciales.

En esta tarea ha de acudirse al fundamento mismo de la sociedad cooperativa, en el que


hallamos como rasgos de su tipicidad, de un lado, la realización de actividad cooperativizada y,
de otro, la participación del socio en la gestión social. Es en ambos datos donde se encuentra la
funcionalidad de la irrepartibilidad. De esta manera, al no tener existencia autónoma y principal
sino dependiente o accesoria, la irrepartibilidad no puede ser un elemento esencial del tipo
societario cooperativo, sino natural, que, por lo tanto, podrá ser excluido. Es decir, si para
defender o promover lo elementos esenciales de la sociedad cooperativa su patrimonio ha de ser
total o parcialmente repartible, la irrepartibilidad deja de ser un fin para pasar a cumplir una
función defensora o promovedora.

De hecho, en la generalidad de las Leyes españolas de cooperativas, se aprecia (i) que


la irrepartibilidad es un mecanismo de defensa de la fórmula cooperativa como tipo social titular

de producción, calificándolo la autora mencionada como el método más coherente. Este sistema elimina la
generación retornos, que darían lugar a un sistema de ventaja indirecta o mediata, en el que ésta la obtiene el socio
tras la aprobación de las cuentas del ejercicio económico.

Sobre las dificultades y bondades de un sistema y otro vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs. 388 a 391. Por su parte, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades
mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de
Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 272, afirma que la atribución de toda o parte de la renta
empresarial a los socios vía precios, altera la normal aplicación de los principios contables.

Se ha postulado el beneficio contable nulo, mediante la distribución a los socios anticipadamente de la ventaja
cooperativa, para que así desaparezca la base imponible del Impuesto sobre Sociedades por C. GARCÍA-
GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a
los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los
sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, pág. 66.

177 Vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con
arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995:
especial referencia a los sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, pág. 64.

67
de una empresa, y (ii) que progresivamente se va contemplando en las Leyes la disminución del
patrimonio irrepartible, también para fomentar y defender la cooperación.

(i) La irrepartibilidad al servicio de la mutualidad se aprecia en el funcionamiento


ordinario de la cooperativa, en la fase de liquidación y si acomete modificaciones estructurales.

Durante el funcionamiento de la sociedad, porque todos los beneficios extraños a la


mutualidad --por operaciones con terceros y extraordinarios-- obtenidos por la cooperativa no se
reparten entre los socios, sino que se mantienen en la sociedad cooperativa con el objetivo de
servirla de consolidación, desarrollo y garantía --por citar los fines del fondo de reserva
obligatorio, quizás el más importante cuantitativamente de los irrepartibles-- y por lo tanto de
dotarla de solvencia financiera para que continúe la empresa en la que los socios realizan
actividad cooperativizada y puedan realizarla los que en el futuro adquieran tal condición de
socio. Y, como se ha dicho más arriba, ni siquiera se reparten en el caso de separación de un
socio --por baja o expulsión-- ya que solamente son reembolsables las aportaciones al capital
social, de manera que el socio de baja o expulsado no tiene derecho a una cuota parte del
patrimonio total de la cooperativa, quedando esa cuota en beneficio de la cooperativa y de los
socios que permanecen en ella realizando actividad cooperativizada.

En el momento de la liquidación de la sociedad cooperativa es también palmaria la


función de protección de la actividad empresarial bajo la fórmula cooperativa que cumple el
patrimonio irrepartible. Las Leyes de cooperativas españolas, con algunas variantes de unas a
otras, disponen, como se ha visto anteriormente, que el haber social resultante --una vez
pagadas o consignadas las deudas o, en su caso, asegurado el pago de las deudas no vencidas,
y una vez reintegrado todo el capital social y las reservas repartibles-- se destine al fondo de
reserva obligatorio de otra sociedad cooperativa, o que pueda se utilizado por los socios de la
cooperativa extinguida para ingresar en otra y transferirlo al patrimonio de ésta, o que se
deposite en una asociación empresarial de cooperativas o en la Administración pública, quienes
habrán de destinarlo al fomento del cooperativismo. En definitiva --y aquí se aprecia de nuevo el
fomento de la fórmula cooperativa-- la parte del patrimonio de la sociedad cooperativa en
liquidación que no se reparte entre los socios, o se destina una cooperativa concreta --la
designada en los estatutos sociales, la que constituyan o en la que ingresen los socios de la
disuelta, o a la que ya pertenezcan-- o se destina al cooperativismo en abstracto178.

Otro tanto sucede en las modificaciones estructurales. En la transformación de la


cooperativa en otro tipo societario, como los fondos irrepartibles se van a destinar a los mismos
fines que si la cooperativa se disolviera, tendrán como destino o una cooperativa concreta o el
fomento del cooperativismo en abstracto179. En la fusión de dos o más sociedades cooperativas

178 La visión de fomento en abstracto del cooperativismo, cuando el patrimonio irrepartible se destina a las
federaciones de cooperativas, ya fue apreciada por F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…,
artículo 112, pág. 535, al destacar que esta solución --prevista entonces en la Ley catalana-- era “más cooperativa y
ajustada a la Recomendación 127 de la OIT de 1966 (núms. 9 y 30)”, que la atribución a la Administración pública --
prevista el la Ley estatal de 1987--. Otro tanto puede leerse en M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso
de cooperativas…, pág. 567, quienes, tras señalar las operaciones que componen el proceso de liquidación de la
sociedad cooperativa, comunes con las sociedades de capital, añaden la peculiaridad, derivada de la existencia de
unos fondos sociales no repartibles, que deben destinarse, como contempla la propia Ley de Cooperativas, al
“fomento del cooperativismo”.

179Este fundamento de tutela de la fórmula cooperativa en los casos de transformación se deja entrever en las
sentencias de los tribunales. La S.T.S., Sala 3ª, de 17 de marzo de 1999 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ
1999\2454) resuelve diversas cuestiones relacionadas con la transformación de una sociedad cooperativa andaluza

68
en una nueva o en la absorción de una o más por otra sociedad cooperativa ya existente, los
fondos obligatorios de las sociedades cooperativas disueltas pasan a integrase en los de la
sociedad cooperativa nueva o absorbente, con lo que su destino es el de contribuir al
mantenimiento y continuidad de una cooperativa concreta. Ahora bien, en los casos de fusión de
sociedades cooperativas cuando la sociedad nueva o absorbente no sea una sociedad
cooperativa, la parte correspondiente a los fondos de reserva obligatorios, de educación y
promoción y de cualesquiera otros que no sean repartibles entre los socios recibe el mismo
destino que el establecido para el caso de liquidación o, bien, de transformación de sociedades
cooperativas, orientándose el legislador en este punto hacia el fomento del cooperativismo en
abstracto o en concreto, según los diferentes supuestos legales. Igualmente en la escisión,
cuando la sociedad beneficiaria sea una cooperativa la parte correspondiente a los fondos
irrepartibles de las sociedades cooperativas escindidas pasarán a integrarse en los de la
sociedad cooperativa beneficiaria, y en los demás casos tendrán el destino previsto en la
liquidación o transformación.

La conclusión que se obtiene de lo dicho es que la irrepartibilidad es una medida de


política jurídica consistente en la protección de la opción cooperativa como titular de una
empresa, ya de forma concreta, conservando la empresa que gestiona una sociedad cooperativa
determinada --la sociedad cooperativa que está funcionando cuyas reservas irrepartibles
retienen elementos patrimoniales del activo, o la que recibe la parte de patrimonio irrepartible de
la cooperativa en liquidación o que se fusiona o que escinde--, ya de forma abstracta,
fomentando la cooperación en la economía --destino de la parte de patrimonio no repartido al
fomento del cooperativismo, o lo que es lo mismo, a la organización de la economía mediante
fórmulas empresariales no especulativas sino de prestación de servicios a los socios que son a
la vez los empresarios--180. Esto significa que la irrepartibilidad es una noción accesoria de otra

en sociedad de responsabilidad limitada, en un contexto normativo en el que no estaba regulada expresamente tal
transformación. Al abordar el tema del patrimonio irrepartible de la sociedad cooperativa que se transforma acierta al
vincular tal patrimonio con la “razón de la existencia de la sociedad cooperativa”, de forma que en los supuestos en
que una cooperativa deje de ser tal aunque no venga regulado expresamente en la ley, los fondos irrepartibles no
pueden pasar a la sociedad resultante de la transformación, convirtiéndose en disponibles por los socios, sino que
se desprende de “la finalidad sistemática de la ley” que han de recibir el destino que tienen en los casos de
liquidación, que en la Ley andaluza consiste en la puesta a disposición de la Consejería competente en materia de
cooperativas.

Sin embargo se equivoca la sentencia en la conceptuación de la función de los fondos irrepartibles. Dice que la
obligación de destinar los fondos a la Administración pública en los casos de liquidación, no era contemplada
expresamente en las leyes para aquellos casos en los que, como la transformación, no desaparece la personalidad
jurídica de la entidad y las consiguientes garantías para los acreedores permanecen incólumes. No es así, sino que
las garantías de los acreedores merman cuando la cooperativa se transforma en sociedad limitada, y merman en
todo el activo que antes estaba retenido para cubrir el fondo de reserva obligatorio, que es una cuenta del pasivo.
Los fondos irrepartibles cumplen en la sociedad cooperativa, entre otras, la función de garantía de intereses de
tercero, y entre ellos los intereses de los acreedores.

180 El fundamento de la irrepartibilidad como promoción, concreta o abstracta, de la fórmula cooperativa no es


compartido por la generalidad de la doctrina que, incluso, ve en aquélla medida planteamientos de carácter
ideológicos y de carácter financiero. Entre los primeros, el hecho de que el cooperativismo es un medio para llevar a
cabo una progresiva socialización de la vida económica, siendo mayor la socialización cuanto mayores sean los
recursos reservados, y en ello precisamente radica el interés por regular jurídicamente la formación de reservas; y
entre los segundos, el dato de que las cooperativas se constituyen por lo general con un capital reducido, a veces
simbólico, que precisa financiación alternativa (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs. 369 y 370). Como se defiende a lo largo de este trabajo los principios cooperativos, y en
particular el de interés por la comunidad, no son elementos del tipo societario cooperativo y difícilmente puede
explicarse, a la vista del Derecho actual, esta acusada concepción ideológica de la cooperativa. Por otra parte, las
necesidades de financiación de la cooperativa --que pueden satisfacerse por fórmulas diversas--, no pueden

69
principal, concretamente de la actividad cooperativizada, que no es ni más ni menos que una
actividad económica. Y en esta reflexión radica su contingencia: si para proteger y conservar la
actividad económica que ahora está cooperativizada es más eficiente que el patrimonio de la
cooperativa tenga un destino ajeno a la irrepartibilidad entre los socios --por ejemplo que se
mantenga en la sociedad resultante de la transformación-- deberá adoptarse legislativamente tal
medida.

(ii) En el Derecho de sociedades cooperativas actual, en consonancia con la línea


expuesta, se aprecia una progresiva tendencia legislativa hacia mayores cotas de repartibilidad
del patrimonio de las cooperativas. Ciertamente, el aumento del patrimonio repartible a costa de
la disminución del irrepartible no es aún la proclamación de un principio general, en el sentido de
que expresamente se prevea en las Leyes una norma que con carácter genérico incluya el dato
del reparto del patrimonio dentro del concepto de cooperativa, pero sí hay supuestos normativos
puntuales que producen como efecto mayores dosis de reparto entre los socios. Estos supuestos
son principalmente los siguientes:

a) Menores dotaciones al fondo de reserva obligatorio.

La minoración de sus dotaciones puede obedecer a varias causas. Una de ellas consiste
en la disminución de las dotaciones del fondo procedentes de los beneficios por operaciones con
terceros [por ejemplo, del 100% se ha reducido al 80% en la Ley andaluza de 1999 --vid. art.
95.1.b)-- y al 25% en la de 2011 –vid. art. 68.2.b)-- que incluye las operaciones con terceros
dentro de los resultados extracooperativos, al 50% en las Leyes murciana, navarra y asturiana --
vid. arts. 80.2, 51.2.b) y 98.1.a).2º, respectivamente-- y al 20% en la Ley castellano-manchega --
vid. art. 88.3--] y de los beneficios por operaciones extraordinarias [por ejemplo, del 100%
tradicional se ha disminuido al 50% en la Leyes catalana, murciana y navarra --vid arts. 66.2,
80.2 y 51.2.b), respectivamente--, al 25 % en la Ley andaluza --vid. art. 68.2.b)-- y al 20% en la
Ley castellano-manchega --vid. art. 88.3--]. Así mismo, hay menores dotaciones al fondo
procedentes de otras fuentes distintas a los excedentes y beneficios, como sucede, por ejemplo,
con la Ley aragonesa en la que las deducciones sobre las aportaciones obligatorias en los
supuestos de baja de los socios, las cuotas de ingreso y las cuotas periódicas, y las cantidades
resultantes de la actualización de aportaciones, nutrientes clásicos del fondo de reserva
obligatorio, pueden ir a parar a reservas voluntarias repartibles si así se prevé en los estatutos
sociales [vid. art 60.b)]181.

También disminuyen las dotaciones del fondo de reserva obligatorio, cuando la


cooperativa no tiene que diferenciar entre excedentes por operaciones con socios y beneficios
por operaciones con terceros y por operaciones extraordinarias, en cuyo caso el mencionado
fondo ya no se nutre, como tradicionalmente venía sucediendo, con todos o la mayor parte de los
beneficios por operaciones con terceros y por operaciones extraordinarias, sino con un
porcentaje182. Así, por ejemplo, en la Ley vasca --que no separa resultados-- el porcentaje es

justificar por sí solos la privación de financiación a los socios: los excedentes que por su irrepartibilidad nutren las
cuentas cooperativas, dejan de financiar la actividad económica de los socios.

181Como contrapartida, esta Ley, tras su reforma de 2010, obliga a las cooperativas agrarias a destinar la totalidad
de los resultados extracooperativos al Fondo de Reserva Obligatorio (art. 57.4.I).

182Este efecto hace, a juicio de M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, págs. 279 y 280 que estemos ante una solución que favorece los intereses
económicos de los socios actuales, en detrimento del reforzamiento financiero y de la capitalización de la sociedad.

70
determinado por la asamblea general, y como mínimo debe ser el 20 % de los beneficios, de tal
manera que, en este régimen de dotación, puede llegar a perder el montante de patrimonio
irrepartible hasta un 80 % del importe de los beneficios (vid. art. 67.2 LCPaís Vasco); teniendo en
cuenta, además, que las dotaciones del fondo de reserva obligatorio por esta vía han bajado de
un 30% a un 20% con la reforma de la Ley vasca en el año 2008. En la Ley extremeña de
cooperativas especiales183 --que tampoco separa resultados-- de los beneficios, y antes de la
consideración del Impuesto sobre Sociedades, se destinará un cinco por ciento al fondo de
reserva obligatorio, un cinco por ciento al fondo de educación y promoción, hasta que la suma de
la dotación de ambos fondos alcance el diez por ciento del capital social escriturado, y el resto a
fondos de reserva voluntarios o a retorno cooperativo (art. 11.2.II), con lo que la dotación al
fondo de reserva obligatorio es aún menor, ello sin perjuicio de que además todo el patrimonio es
repartible en caso de liquidación (arts. 13 y 15).

Las reducciones de las dotaciones al fondo no solo son directas, como las que se han
expuesto anteriormente, sino también reflejas, lo que sucede cuando el porcentaje de dotación
no se minora pero sí se disminuye la base. Dos son los casos más relevantes.

El primero, está provocado por una diferente calificación, bien, de las operaciones, de
manera que las que antes eran operaciones con terceros ahora no lo son (por ejemplo, las
operaciones realizadas entre sociedades cooperativas que forman una de segundo grado, no
tendrán la consideración de operaciones con terceros --vid. art. 6.5 LSCExtremadura--, o la
prestación de trabajo de los trabajadores no socios en las sociedades cooperativas de trabajo
asociado aragonesas siempre que se cumplan los límites establecidos por la Ley --art. 57.4.III,
tras la reforma de 2010--); o, bien, de los resultados, de suerte que algunos resultados
extraordinarios han pasado a ser cooperativos [como sucede con los derivados de ingresos
procedentes de inversiones o participaciones financieras en sociedades cooperativas, o en
sociedades no cooperativas cuando éstas realicen actividades preparatorias, complementarias o
subordinadas a las de la propia cooperativa, que se consideran a todos los efectos resultados
cooperativos184; o con las plusvalías obtenidas por la enajenación de elementos del inmovilizado
material destinados al cumplimiento del fin social, cuando se reinvierta la totalidad de su importe
en nuevos elementos del inmovilizado con idéntico destino, dentro de determinados plazos --vid.
art. 57.3 LCEstado--; o respecto a las sociedades cooperativas de trabajo, los derivados de la
actividad cooperativizada realizada por las personas trabajadoras no socias, contratadas por la
cooperativa dentro de los límites legales --vid. art. 65.2.b) LSCAndalucía--]. Esta nueva
calificación excluye a los supuestos mencionados del grupo de nutrientes del fondo de reserva
obligatorio y de su irrepartibilidad.

El segundo caso tiene que ver con el diferente momento contable --no el tributario-- en el
que se deduce de los resultados netos cooperativos la cuota del impuesto sobre sociedades para

183Sobre el alcance de esta relevante Ley en lo referente a la determinación de los resultados vid. L. MARÍN HITA y
M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Las sociedades cooperativas especiales de Extremadura”..., págs.. 75 a 77.

184 La Ley estatal de cooperativas califica como cooperativos los ingresos [procedentes de inversiones o
participaciones financieras en sociedades cooperativas, o en sociedades no cooperativas cuando éstas realicen
actividades preparatorias, complementarias o subordinadas a las de la propia cooperativa] pero no las pérdidas. No
obstante, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades
de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 275, considera que no solo los ingresos sino también las pérdidas deben tener este mismo
tratamiento.

71
determinar los excedentes disponibles, de forma que si la deducción del impuesto se realiza
antes del cálculo de la dotación a los fondos el importe de ésta será menor (este sistema se
regula, por ejemplo, en los arts. 67, 62.1, 72.1, 74.1 y 80.1 de las Leyes vasca, extremeña,
riojana, castellano-leonesa y balear, respectivamente, y, tras la reforma de la Ley valenciana de
cooperativas, por la Ley 16/2010, de 27 de diciembre, en los apartados 2 y 4 del artículo 68).

b) Mayores imputaciones al fondo de reserva obligatorio de pérdidas por operaciones


con socios.

Con esta operación es el patrimonio irrepartible de la cooperativa y no el de los socios el


que se reduce en el importe de las pérdidas que de ordinario habrían de imputarse a los socios
por ser pérdidas de ellos y no de la sociedad. Son manifestación de esta tendencia las Leyes
navarra, que da libertad a los estatutos para que regulen la imputación y compensación de las
pérdidas sin limitar el montante máximo imputable al fondo (art. 53), y gallega, que obliga a que
las pérdidas sean compensadas en primer lugar con cargo al fondo de reserva obligatorio y solo
después de él --se supone que cuando se haya agotado-- se podrán compensar con reservas
voluntarias y mediante su imputación a los socios, por este orden (vid. art. 69.2). En la Ley
valenciana también se merma el patrimonio irrepartible de la cooperativa a favor de los socios: la
cooperativa está obligada a constituir y mantener una reserva obligatoria --dotada con los
nutrientes típico del fondo de reserva obligatorio--, cuyo importe será, al menos, igual al del
capital social estatutario, de suerte que respetando este límite las pérdidas derivadas de la
actividad cooperativizada con los socios podrán imputarse a la reserva obligatoria (vid. arts 69.1
y 5 y 70.1). En la Ley extremeña de cooperativas especiales, si no hay fondos voluntarios, las
pérdidas podrán imputarse en su totalidad al fondo de reserva obligatorio (art. 11.2.III).

Produce un efecto patrimonial equivalente a los supuestos de mayores imputaciones de


pérdidas al fondo de reserva obligatorio, aquellos otros en los que se destinan al mismo un
porcentaje de excedentes pero se imputa un mayor porcentaje de pérdidas, como en la Ley
aragonesa en la que al fondo de de reserva obligatorio se destina el 30% de los excedentes pero
el 50% de las pérdidas cooperativizadas [art. 58.5.a)]

c) Repartibilidad del fondo de reserva obligatorio.

Constituyen una manifestación concreta del reparto del fondo de reserva obligatorio
aquellos supuestos regulados en la Ley valenciana en los que esta reserva puede destinarse a
actualizar el capital que se restituye al socio en los casos de baja, fusión o liquidación de la
cooperativa --con lo que el socio ve compensado su esfuerzo en la actividad cooperativizada
mutualista--, o a favorecer el acceso de los terceros a la condición de socio --de manera que se
protege la mutualidad de forma concreta al fomentar el aumento de la masa social de la
cooperativa afectada-- o, en fin a favorecer el acceso de los socios a otras cooperativas,
mediante su aplicación a cuota de ingreso, en los supuestos de baja justificada del socio o
liquidación de la cooperativa, pudiendo aplicarse en los procesos de fusión a la cuota o
aportación económica que deban desembolsar los socios con destino a la reserva obligatoria de
la cooperativa resultante --donde también se aprecia la tutela de una cooperativa concreta-- (vid.
art. 70.3 LCValencia).

Pero, quizás la primera de las manifestaciones relevantes de esta moderna tendencia a


la repartibilidad del fondo de reserva obligatorio, y con él del patrimonio cooperativo hasta ahora
irrepartible, sea la regulación contenida en el Derecho andaluz. La Ley de cooperativas
andaluzas de 1999, hoy derogada, expresamente y sin ambages atribuía al fondo un “carácter

72
parcialmente repartible” si así lo contemplaban los estatutos sociales (art. 95.2), reparto que
producía con el reembolso de una parte alícuota del fondo al socio en caso de baja y en función
de su actividad cooperativizada [art. 84.3.a)], y con la adjudicación del haber social en la
liquidación repartiéndose el cincuenta por ciento del mismo (art. 115.5). Esta tendencia se ha
mantenido y ampliado en la vigente Ley de 2011. En ella se permite que los estatutos de la
sociedad cooperativa contemplen expresamente su reparto parcial (art. 70.3). Este reparto
estatutario puede producirse en dos momentos: uno, durante el funcionamiento de la
cooperativa, cuando el socio cause baja en la sociedad cooperativa tras una permanencia de al
menos cinco años, en cuyo caso tendrá derecho al reintegro de una parte alícuota del cincuenta
por ciento del importe de dicho fondo generado a partir de su ingreso, que se determinará en
función de la actividad desarrollada en aquella (art. 60.5). Y otro en la liquidación, cuando a la
hora de adjudicar el haber social, el setenta por ciento del Fondo de Reserva Obligatorio se
repartirá entre los socios en función del grado de participación en la actividad cooperativizada y
del tiempo de permanencia en la entidad [art. 82. 1. d) y e)]. La posibilidad del reparto, en estos
casos del cincuenta por ciento del Fondo de Reserva Obligatorio o de cualquier otro fondo de
carácter irrepartible, cuando los estatutos establezcan la repartibilidad, se ha trasladado también
a la transformación (art.78.2), a la fusión con otras sociedades mercantiles (75.6) y a la cesión
global del activo y del pasivo (art. 77.3).

Han seguido la estela andaluza las Leyes murciana, asturiana y castellano-manchega.


La Ley murciana de cooperativas que recoge la repartibilidad del fondo durante el
funcionamiento de la sociedad cooperativa, al disponer que “el Fondo de Reserva Obligatorio …
es irrepartible entre los socios en un cincuenta por ciento, siendo repartible como máximo el otro
cincuenta por ciento, si así lo determinan los Estatutos sociales, para los socios que causen baja
justificada con arreglo a lo determinado en esta Ley, y siempre que el socio haya permanecido
en la sociedad cooperativa durante al menos cinco años o el plazo superior que puedan
establecer los Estatutos sociales (art. 75.1.I). La asturiana, al regular la adjudicación del haber
social en caso de liquidación, establece que “de establecerse estatutariamente la posibilidad de
reparto parcial del fondo de reserva obligatorio, el 50 por ciento que reste del mismo…se
repartirá entre los socios atendiendo al tiempo de permanencia, así como a la actividad
desarrollada en la entidad”. Y la Ley castellano-manchega de 2010 después de declarar que “el
Fondo de Reserva Obligatorio…en principio, es irrepartible entre los socios” añade que “salvo si
los estatutos sociales expresamente establecieran que el mencionado fondo tuviere un carácter
parcialmente repartible. Ese reparto tendrá lugar siempre en el momento de la disolución de la
cooperativa o anteriormente solo con ocasión de la baja o separación justificada del socio y, en
este caso, siempre que el socio saliente hubiere permanecido al menos cinco años en su
condición” y que “aprobado el régimen de repartibilidad o no del Fondo de Reserva Obligatorio,
este no podrá modificarse de nuevo hasta transcurridos cinco años del anterior acuerdo y en
ningún caso surtirá efectos jurídicos la conversión del criterio de irrepartibilidad del fondo al de
repartibilidad cuando se apruebe la liquidación de la cooperativa en los tres años siguientes”.

En las leyes también se detectan casos de repartibildad anticipada del fondo de reserva
obligatorio, en los que el fondo continúa siendo irrepartible pero sus nutrientes pueden repartirse.
Son aquellos en los que las dotaciones del fondo dejar de serlo y se declaran repartibles. Uno de
los casos más llamativos lo constituye la reforma de la Ley aragonesa de 2010. En esta Ley el
apartado 6 del artículo 55 señalaba que las subvenciones en capital recibidas por la cooperativa
eran irrepartibles, destinándose anualmente al Fondo de Reserva Obligatorio, en una subcuenta
que llevará por denominación “Fondo de Reserva Obligatorio por Subvenciones”, apartado que
ha desparecido con la reforma de 2010. Un caso difícil de detectar lo representa el sistema de
dotación de la reserva por fondo de comercio de la Ley valenciana: señala su artículo 68.5, tras

73
la reforma de la Ley 16/2010, de 27 de diciembre, que “cuando, conforme a las normas
contables, la cooperativa deba dotar una reserva por fondo de comercio, ésta se podrá dotar
indistintamente y a elección de la propia cooperativa, con cargo a los resultados cooperativos o
extracooperativos”, de esta forma siempre que se no se dote con resultados cooperativos estos
serán, en la misma medida, repartibles.

d) Repartibilidad del activo sobrante en la liquidación.

Esta repartibilidad es directa en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado e


indirecta en la cooperativa de primer grado.

En la liquidación de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado el activo


sobrante, [una vez satisfechas o consignadas la deudas sociales, o asegurado el pago de los
créditos no vencidos, y una vez reintegrado el capital social] no es irrepartible, sino que es
distribuido entre los socios, bien en su totalidad (vid. arts 132 LCPaís Vasco; 90.f) LCAragón;
127 LCMadrid; 132 LCAsturias y 156.5 LCCastilla-La Mancha) o bien en parte, una vez detraídos
los fondos obligatorios que se transferirán al fondo de la misma naturaleza de cada una de las
sociedades que la constituyen (vid. arts. 130.7.I LCGalicia y 130.4 LCLa Rioja), sin que los
socios receptores --si fueran cooperativas-- deban destinar lo recibido --salvo la parte prevista en
las Leyes gallega y riojana-- a sus irrepartibles fondos obligatorios. Esta distribución entre los
socios se realiza con arreglo a criterios estrictamente cooperativos, basados en el retorno, en la
actividad cooperativizada o, en algunas Leyes, en el número de miembros de la entidad socia de
la cooperativa suprabásica. Ciertamente, en nuestro Derecho, hay otra opción legislativa,
representada por aquellas Leyes que mantienen la irrepatibilidad del activo sobrante en la
liquidación de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado al obligar a las cooperativas
de base a destinar la cuota de liquidación a sus fondos irrepartibles, o que asigna el montante
correspondiente a socios personas físicas o entidades no cooperativas a organizaciones
representativas de las cooperativas185. Sin embargo, lo destacable de la nueva corriente legal es
la ruptura con la tradición de irrepartibilidad que parecía esencial al fenómeno de la cooperación
y que, como se ve, ha dejado de serlo, y el fundamento de esta ruptura se encuentra en el dato
del esfuerzo que ha supuesto para los socios la creación del patrimonio de la cooperativa, por lo
que resulta lógico que a estos revierta186.

Uno de los nuevos destinos que, en la liquidación de la sociedad cooperativa de primer


grado, se fija para el haber sobrante una vez reintegradas las aportaciones sociales y la
participación en fondos repartibles a los socios, consiste en reconocerles el derecho a disponer
de la parte que a cada uno corresponda del tal haber para su ingreso en otra sociedad
cooperativa187. Cuando ese derecho de disposición consista en transferir la parte del haber como

185 Vid. supra, en este mismo apartado 2.4, el punto I.(ii).

186Cuando tímidamente nuestro Derecho cooperativo fue admitiendo dosis de reparto entre los socios del patrimonio
otrora irrepartible --como sucedió con el artículo 148.5 de la Ley de 1987, que en caso de disolución de la
cooperativa de segundo o ulterior grado, el haber líquido resultante era distribuido entre las cooperativas socios en
proporción al importe del retorno percibido en los últimos cinco años o, en su defecto, desde la constitución de
aquélla, debiendo destinarse siempre al fondo de reserva obligatorio de cada una de ellas-- la doctrina justificó este
reparto en el “esfuerzo cooperativo” que para las cooperativas socios había supuesto la creación del patrimonio de
la entidad suprabásica liquidada (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo
148, pág. 866).

187 Vid. supra, en este mismo apartado 2.4, el punto I.(ii).

74
cuota de ingreso a la nueva cooperativa la irrepartibilidad se mantiene, puesto que la cuota de
ingreso nutre el fondo de reserva obligatorio, pero cuando se consienta que la parte del haber
pueda ser objeto de aportación por los socios de la cooperativa disuelta al capital social de la
nueva sociedad cooperativa [vid. arts. 105.3.3º LSCExtremadura y 69.e).II LCAragón], la
irrepartibilidad desaparece debido a la reembolsabilidad de las aportaciones sociales. El reparto
patrimonial es, de este modo, indirecto.

Pero, poco a poco, también en las cooperativas de primer grado se va introduciendo el


reparto directo entre los socios del haber resultante de la liquidación. La Ley andaluza dispone al
respecto que, en la adjudicación del haber social, el remanente existente del Fondo de Reserva
Obligatorio, así como el remanente que pudiera existir en la sociedad cooperativa, se repartirán
entre los socios y socias en función del grado de participación en la actividad cooperativizada y
del tiempo de permanencia en la entidad [art. 82.1.e)].

Este proceso de reparto del activo en la liquidación de la cooperativa ha culminado, por


el momento, con la regulación contenida en la Ley extremeña de sociedades cooperativas
especiales. Con el reparto patrimonial la Ley no persigue configurar a la cooperativa como una
sociedad de patrimonio repartible, sino que recoge esta técnica junto con otras novedades para
ofrecer un marco jurídico adaptado a cooperativas de pequeño y mediano tamaño que compiten
en el mercado, esencialmente, con sociedades limitadas que de otra forma contarían con
ventajas de partida188. En las sociedades cooperativas especiales “una vez reintegrados a los
asociados y socios el importe de sus aportaciones sociales, todo el activo sobrante, si lo hubiere,
y el remanente del fondo de educación y promoción, será repartible entre los socios en
proporción a la actividad cooperativizada realizada por cada uno de ellos en los últimos cinco
ejercicios económicos, o desde la constitución de la sociedad si su duración fuese inferior” (art.
15.1). Nótese como el régimen jurídico del reparto en esta Ley está imbuido de elementos
mutualistas: de un lado, en el reparto del activo solo participan los socios, no los asociados,
quienes ya han recibido el importe de sus aportaciones al capital, lo que significa que la mera
aportación de capital no genera derecho a participar en el patrimonio resultante de la liquidación;
y de otro, el reparto se realiza en proporción a la actividad cooperativizada realizada por cada
uno de los socios, es decir, con criterios mutualistas, no con criterios plutocráticos. La Ley
contiene una norma que hace partícipes del reparto del activo en la liquidación a los que
habiendo perdido la condición de socio de la cooperativa contribuyeron a sus dotaciones,
señalando que “los socios que causaran baja, voluntaria u obligatoria, o sus causahabientes,
participarán en el reparto en la misma proporción, contados los ejercicios desde la fecha de baja,
y sobre los mencionados activo y fondo que, a la fecha de baja, existieran de haberse producido
en ese momento la liquidación de la sociedad cooperativa” (art. 15.2); de esta forma la opción
legislativa del reparto patrimonial se proyecta, con una evidente dosis de justicia material, sobre
toda la vida de la cooperativa.

e) Indemnidad patrimonial en las modificaciones estructurales de la sociedad


cooperativa.

En la transformación de una cooperativa en otro tipo social, así como en la fusión y en la


escisión de sociedades cooperativas cuando la sociedad nueva o la absorbente no sea una
cooperativa, determinadas Leyes permiten que la sociedad [no cooperativa] resultante conserve,

188El análisis de la función del reparto patrimonial en las sociedades cooperativas especiales extremeñas puede
consultarse en L. MARÍN HITA y M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Las sociedades cooperativas especiales de
Extremadura”..., págs. 77 a 79.

75
con la cobertura de uno u otro título jurídico, elementos patrimoniales que hasta ahora los perdía
en el proceso de modificación estructural.

En la transformación de la sociedad cooperativa en sociedad civil o mercantil, como se


ha dicho anteriormente, a los saldos del fondo de reserva obligatorio, del fondo de educación y
promoción, y de cualesquiera otros fondos o reservas irrepartibles, tradicionalmente se les ha
dado el mismo destino que el previsto para el caso de liquidación de la cooperativa. Junto a esta
línea de política legislativa, mayoritariamente seguida en el Derecho español, se ha abierto otra
distinta por las Leyes vasca, madrileña, catalana y valenciana, caracterizada porque el fondo de
reserva obligatorio y las reservas voluntarias irrepartibles aunque han de transferirse a los
mismos destinatarios que lo percibirían si la cooperativa se disolviera --con lo que pierde su
propiedad o titularidad plena--, permiten que la sociedad resultante de la transformación pueda
seguir disponiendo de sus dotaciones --con lo que conserva su uso o disponibilidad--,
flexibilizándose con ello el rigor de la irrepartibilidad. Los destinatarios de las reservas siguen
siendo los mismos que lo serían si la cooperativa se disolviera --que en las Leyes analizadas son
la administración pública o las asociaciones empresariales de cooperativas--, pero entre ellos y
la sociedad transformada nace una relación jurídica en virtud de la cual ésta conserva la
disponibilidad de los saldos y aquéllos su titularidad. Esa relación jurídica se disciplina bien como
unas cuentas en participación entre el destinatario de los saldos irrepartibles, o partícipe, y la
sociedad transformada, o gestora (vid. arts. 85.4 LCPaís Vasco; 87 LCMadrid)189; bien como
crédito retribuido con reembolso aplazado durante cinco años, de manera que el destinatario de
los saldos pasa a ser acreedor a plazo de la sociedad transformada( vid. arts. 87 LCMadrid190 y
79.5 LCValencia); o en fin dejando libertad a los estatutos sociales o bien a la asamblea general,
en el momento de aprobar la transformación, para que establezcan cómo se garantiza el derecho
a percibir los fondos no repartibles a las entidades que tendrían que ser destinatarias de sus
importes (vid. art. 84, apartados 9, 10 y 11 LCCataluña), con lo que en esta opción sería lícita la
solución en la que la sociedad transformada siga contando con la disponibilidad de los mismos.
Por su parte, el fondo de educación y promoción recibirá la aplicación estatutariamente prevista -
-lo que permitirá que los estatutos dispongan que se mantenga en la sociedad transformada-- y
en su defecto la establecida para el supuesto de liquidación de la cooperativa (tan solo la Ley
catalana impone necesariamente que el fondo de educación y promoción deba tener el mismo
destino que en la liquidación, con lo que parece separar este fondo del régimen común
anteriormente expuesto). Aunque con una regulación no muy clara, la Ley murciana también
parece admitir que la sociedad resultante de la trasformación de la cooperativa en otro tipo social

189 La solución es forzada. En primer lugar, porque una de las partes de las cuentas, el partícipe, no es un
empresario sino una asociación empresarial de cooperativas o una administración pública, de manera que ni una ni
otra --esta última incluso aunque se considere que intervienen directamente en el mercado ejerciendo una actividad
económica--, cumplen con el Código de Comercio que exige la participación de dos comerciantes (art. 239), lo que
reconduce su régimen jurídico al de la sociedad civil del Código Civil (vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad en general:
caracterización del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-
Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 469 a 501, en pág. 478. En segundo lugar, y más importante, porque las
cuentas son impuestas por la Ley, faltando la voluntad entre las dos partes para constituir la asociación de cuentas
en participación, de manera que no podría hablarse de sociedad, dado que no existen las “sociedades necesarias”
(vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: caracterización del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.),
Curso de Derecho mercantil..., pág. 470).

190En la Ley madrileña la solución del crédito retribuido aplazado es alternativa a la de las cuentas en participación
sin que se prevea como se activa la alternatividad: si por decisión del destinatario de los fondos, o de la sociedad
transformada o por acuerdo de ambas partes.

76
conserve la parte repartible del fondo de reserva obligatorio [vid. art. 94.1.d)191]; y, con más
claridad, la Ley andaluza que permite que continúe en la sociedad transformada el cincuenta por
ciento del Fondo de Reserva Obligatorio o de cualquier otro fondo de carácter irrepartible (art.
78.2. a sensu contrario). Y, con la mayor amplitud posible, la Ley extremeña de sociedades
cooperativas especiales lleva su opción legislativa también a las modificaciones estructurales, y
en concreto a la trasformación, al disponer que “los fondos o reservas que durante el
funcionamiento de la sociedad cooperativa especial sean irrepartibles, pasarán en los casos de
transformación…a la sociedad transformada…” (art. 13). Esta senda abierta por la Ley
extremeña la transitado la Ley 3/2009, de 3 de abril, sobre Modificaciones Estructurales de las
Sociedades Mercantiles que al reformar, a través de su disposición final cuarta, el artículo
décimo de la Ley 13/1989, de 26 de marzo, de Cooperativas de Crédito, establece que “cuando
una Cooperativa de Crédito de transforme en otra entidad de crédito, el Fondo de reserva
obligatorio de aquella pasará a integrarse en el capital social de la entidad resultante de la
transformación”192.

En las Leyes que regulan la fusión entre sociedades cooperativas y otros tipos
societarios se pueden dar, en lo que aquí interesa, dos posibilidades: que entre las sociedades
que se extingan haya, al menos, una cooperativa y que la sociedad nueva o absorbente no sea
una cooperativa; y que entre las sociedades que se extingan haya también, al menos, una
cooperativa pero que la sociedad nueva o absorbente sí sea una cooperativa. Con carácter
general en este tipo de fusiones heterogéneas los fondos irrepartibles reciben el destino que se
prevé para la liquidación de la cooperativa, pero cuando la sociedad beneficiaria del proceso de
fusión es una cooperativa las nuevas Leyes permiten que sea está la destinataria de las reservas
irrepartibles. Eso es lo que sucede en Comunidad Autónoma de Extremadura en la que el
alcance de la irrepartibilidad está limitado, de manera que no en todos los casos de fusión en la
que participan sociedades cooperativas y sociedades de otro tipo, el destino de los fondos
irrepartibles es el establecido para la disolución de la cooperativa. En los casos de fusión de
sociedades cooperativas con otro tipo de sociedades cuando la sociedad nueva o absorbente
sea una sociedad cooperativa, la parte correspondiente a los fondos de reserva obligatorio, de
educación y promoción y de cualesquiera otros fondos o reserva de las sociedades cooperativas
disueltas pasarán a integrarse en los de la sociedad nueva o absorbente; y es solo en la fusión
de sociedades cooperativas con otro tipo de sociedades cuando la sociedad nueva o absorbente
no sea una sociedad cooperativa, donde los fondos irrepartibles reciben el destino previsto en los
casos de liquidación (vid. art. 71.2 Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de
Extremadura). La misma línea ha sido seguida por la Ley murciana que regula la trasmisión de la
parte repartible del fondo de reserva obligatorio a la sociedad [no cooperativa] nueva o
absorbente en la fusión de la sociedad cooperativa con otras sociedades no cooperativas (art.
92.2.II), y por la Ley riojana, que en el apartado 2 del artículo 89, dedicado a la fusión especial,
regula la situación en la que la entidad resultante de la fusión no fuera una cooperativa, y prevé,
para este caso, el destino de los fondos que legal o estatutariamente tengan el carácter de

191 Esta conclusión no aparece recogida con claridad en la Ley murciana que al regular el destino del fondo de
reserva obligatorio en la transformación de la sociedad cooperativa en otro tipo social se refiere a su dotación
íntegra, comprensiva de la parte repartible y de la irrepartible, en los siguientes términos: “los saldos de los Fondos
de Reserva Obligatorios, el Fondo de Formación y Promoción y cualesquiera otros fondos o reservas que
estatutariamente no sean repartibles entre los socios, recibirán el destino previsto en esta Ley para el caso de
liquidación de la sociedad cooperativa”. Ahora bien, como en la liquidación se distribuye una parte del fondo de
reserva obligatorio [art. 102.2.b)], esta misma parte es la que permanece en la sociedad transformada.

192Muy crítica con esta solución se muestra I. G. FAJARDO GARCÍA, “Aspectos de la transformación de las
cooperativas de crédito tras la Ley de modificaciones estructurales de 2009…”, págs. 89 y 90.

77
irrepartible, sea el dispuesto en el artículo 99 para el caso de liquidación, a sensu contrario
cuando la entidad resultante de la fusión sea una cooperativa los fondos mencionados se
transferirán a ésta. Como fácilmente puede apreciarse, las legislaciones extremeña, riojana y
murciana optan por la tutela de la cooperativa concreta beneficiaria del proceso de fusión, en vez
de mantenerse en la tutela abstracta del cooperativismo que se sigue cuando los fondos
irrepartibles reciben el destino previsto en la liquidación. También la Ley andaluza atiende a la
tutela abstracta y a la concreta del cooperativismo al prever que el cincuenta por ciento del
Fondo de Reserva Obligatorio o de cualquier otro fondo de carácter irrepartible, así como la
integridad del Fondo de Formación y Sostenibilidad, se pondrán a disposición de la
Administración de la Junta de Andalucía, que lo destinará, exclusivamente, a la promoción de las
sociedades cooperativas andaluzas (art. 75.6.II y 78.3), luego el otro cincuenta por ciento se
adjudicará a la sociedad nueva o a la absorbente en la fusión. Sorprendentemente, esta Ley,
como se ha afirmado antes, no regula la escisión de la cooperativa en la que las beneficiarias no
sean sociedades cooperativas. La tendencia legislativa a la indemnidad patrimonial en los
procesos de fusión y escisión en los que participe una cooperativa se ha recogido de forma
absoluta en la Ley de sociedades cooperativas especiales de Extremadura que incluso cuando la
sociedad nueva o la absorbente no revista la forma de cooperativa admite la sucesión en los
importes de los fondos que corresponden a la cooperativa que se fusiona o escinde, disponiendo
que “los fondos o reservas que durante el funcionamiento de la sociedad cooperativa especial
sean irrepartibles, pasarán en los casos de … fusión o escisión … a la sociedad nueva o
absorbente” (art. 13).

III. En conclusión, la irrepartibilidad del patrimonio de la sociedad cooperativa no es un


elemento esencial del tipo cooperativo; es más, se trata de un dato prescindible si con su
supresión se tutela mejor el cooperativismo, ya abstracto, ya concreto representado en una
cooperativa determinada o incluso por una empresa bajo otra forma societaria.

2.5. El retorno cooperativo y la imputación de pérdidas.

I. Es generalizada la idea según la cual las ganancias que se generan por las actividades
cooperativizadas que se realicen con los socios no son de la cooperativa sino que se han
producido en el patrimonio del socio al que deben retornar, de ahí que, una vez que se acrediten
esas ganancias o, mejor, excedentes a los socios193 --lo que se hace en proporción a la actividad
cooperativizada realizada por cada socio con la cooperativa--, se hable de retorno cooperativo194

193La precisión terminológica conforme a la cual los resultados positivos por operaciones con socios se denominan
excedentes y al resto se les llama beneficios ha sido tildada de prejuiciosa, añeja y carente de sentido --dado el
modelo economicista de cooperativa acogido por la Ley estatal-- por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 284 y 285.

194 Los socios pueden obtener la ventaja mutualista de forma directa o inmediata, obteniendo el ahorro en el
momento del acto de consumo o la retribución adecuada a su trabajo o a los viene y servicios entregados a la
cooperativa, o pueden obtenerla de forma indirecta o mediata, cuando tras el cierre del ejercicio se puede calcular la
diferencia entre el coste del servicio cooperativo practicado a los socios y el coste real del mismo que, deducidas las
dotaciones obligatorias a reservas, se distribuyen en forma de retorno entre los socios en función de cómo hayan
contribuido a su obtención. El retorno es, de esta forma, el equivalente monetario de la ventaja cooperativa (vid. M.
L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 390 y 391), de forma que desde un punto
de vista jurídico y económico, viene caracterizado por la devolución al socio de lo que se le cobró de más o se le
pagó de menos (vid., con algunas aportaciones doctrinales críticas a esta concepción pág. 426).

78
y de devolución --no distribución-- del mismo195. Y esta idea tiene un, también, generalizado
reconocimiento jurídico positivo196. De la misma manera, las pérdidas derivadas de tales
actividades no deben permanecer en la sociedad cooperativa, sino que han de imputarse a los
socios197 en proporción a la actividad cooperativizada realizada por cada uno 198 o a la que como
mínimo estuviere obligado a realizar, si ésta fuere superior a aquélla 199, y aunque estas pérdidas
sean de la cooperativa, porque se producen en el patrimonio social200 --no faltando quien las
califica no como pérdidas sociales, sino del socio201--, están sujetas a un especial régimen de
compensación o de imputación202. Retorno y pérdidas se aplican con criterios de actividad
cooperativizada y no en función de las aportaciones al capital social.
195 La precisión con la que usa el lenguaje jurídico, hace que F. VICENT CHULIÁ al escribir sus explicaciones acerca
del Derecho cooperativo, hable de “devolución” del retorno, dando cuenta de un regreso de estas partidas al origen
del que proceden: el patrimonio del socio (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…,
artículo 83, pág. 325, por ejemplo).

196Vid. arts. 58.4 LCEstado; 67.4 LCPaís Vasco; 62.2 LSCExtremadura; 67.2 LCGalicia; 58.2 LCAragón; 60.2.e)
LCMadrid; 72.2 LCLa Rioja; 74.4 LCCastilla y León; 66.4 LCCataluña80.4.a) LCIslas Baleares y 68.3 LCValencia;
80.4 LSCMurcia; 52.3 LCNavarra; 98.3 LCAsturias; 88.5 LCCastilla-La Mancha y 68.4 LSCAndalucía.

En función de la regulación de retorno cooperativo en las diversas leyes de cooperativas puede apreciarse que un
grupo de ellas contempla el retorno como un derecho subjetivo del socio proporcional a la actividad cooperativizada
desarrollada, y, en cambio, otro grupo ven en el retorno no un derecho inderogable, sino una técnica de distribución
de resultados, de forma que la simple existencia de excedentes disponibles no haría nacer un derecho subjetivo a
su reparto, ya que a asamblea puede acordar destinar en su totalidad el excedente a reservas (vid. M. J. MORILLAS
JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 180 y 181).

197 La responsabilidad del socio por las operaciones cooperativizadas realizadas en su interés se ha calificado como
“la mayor peculiaridad del régimen de la Cooperativa” (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 3º…, artículo 71, pág. 193). En estas páginas se intentará demostrar que se trata de una peculiaridad
derivativa: es un técnica que trae causa de la mutualidad, el verdadero dato tipológico de esta sociedad, y por lo
tanto a su servicio, con más o menos intensidad según exijan las circunstancias de cada cooperativa.

198 La regla de imputar pérdidas a los socios en proporción a las operaciones, los servicios o las actividades
realizadas por cada uno de ellos con la cooperativa se recoge en los artículos 69.c) LCPaís Vasco; 69.2.c)
LCGalicia; 75.2.c) LCCastilla y León y 81.2.c) LCIslas Baleares y 53.1.II LCNavarra.

199 Ambas reglas alternativas, es decir la imputación de las pérdidas a los socios bien en proporción a las
operaciones, servicios o actividades realizadas por cada uno de ellos con la cooperativa, o bien, si estas
operaciones o servicios realizados fueran inferiores a los que como mínimo está obligado cada socio, en proporción
a la actividad cooperativizada mínima obligatoria, se establecen en los artículos 59.2.c) LCEstado; 63.1.a)
LSCExtremadura; 58.5.a) LCAragón; 61.2.c) LCMadrid; 73.2.c) LCLa Rioja; 67.2.c) LCCataluña; 69.1.a) LCValencia
y 81.2.c) LSCMurcia; 99.2 LCAsturias; 89.2c) LCCastilla-La Mancha y 69.2.c) LSCAndalucía.

200Aunque las pérdidas se imputen al socio, son técnicamente pérdidas de la sociedad cooperativa, y no pérdidas
del socio, sostiene M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 290.

201 Así lo hace F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 87, pág. 370,
aclarando que desde el punto de vista jurídico o patrimonial no son pérdidas sociales sino del socio.

202 La razón es esta: si un socio ha recibido, durante el transcurso del ejercicio económico, por la actividad
cooperativizada que ha desarrollado con la cooperativa de trabajo o de comercialización, liquidaciones a cuenta que,
sumadas, superan la que finalmente le corresponde --porque la cooperativa ha ingresado menos con la venta de los
bienes fabricados o entregados por los socios--, en la contabilidad de la cooperativa aflorarán unas pérdidas --la
suma de los excesos de las liquidaciones a cuenta practicadas a los socios-- que aunque son propiamente de la

79
La explicación de esta manera de actuar se encuentra en la consideración de que la
sociedad cooperativa, en lo que a la actividad cooperativizada con socios se refiere, realiza una
función de gestión de servicios produciéndose las ganancias y las pérdidas en el patrimonio de
los socios y no en el de la cooperativa, al haberse eliminado en esta forma de organizar la
actividad económica la figura del empresario intermediador o especulativo 203. Y es que en la
sociedad cooperativa coinciden los empresarios con los destinatarios de la actividad empresarial,
de tal manera que quienes sienten unas necesidades económicas se organizan
empresarialmente para satisfacerlas, siendo ellos mismos, los propios socios --dueños de la
empresa o establecimiento-- los destinatarios de los bienes o servicios que suministra o presta la
cooperativa. Esta coincidencia es lo que se denomina mutualidad.

II. Resulta con claridad que el régimen de imputación de pérdidas y la noción de retorno
cooperativo son una consecuencia de sesgo económico o contable de uno de los elementos
esenciales del tipo societario cooperativo: la actividad cooperativizada mutualista. Y de la misma
manera que sucede con la irrepartibilidad patrimonial, tanto la imputación de pérdidas como el
retorno al no tener existencia autónoma, al ser accesorios de otro dato principal, no pueden ser
considerados como elementos del tipo sociedad cooperativa.

III. La accesoriedad del retorno y la imputación de pérdidas respecto de la mutualidad se


concreta en su (i) dependencia y (ii) complementariedad.

(i) El carácter dependiente del retorno y de la imputación de pérdidas con relación a la


mutualidad explica que las Leyes modifiquen su cuantía o incluso que supriman las figuras en su
concepción tradicional.

En cuanto a la cuantía del retorno y de la imputación de pérdidas, las nuevas Leyes de


cooperativas, al disminuir las dotaciones del fondo de reserva obligatorio con cargo a los
beneficios por operaciones con terceros y extraordinarias204, permiten que el socio participe no
solo en los excedentes de su actividad cooperativizada --retorno, en sentido estricto--, sino
también en los beneficios por operaciones con terceros y en los beneficios extraordinarios, en la
misma medida en la que se desdota el mencionado fondo205. Así mismo, está desapareciendo el
tradicional tratamiento de las pérdidas por operaciones con socios, al admitir las nuevas Leyes
que haya mayores imputaciones de este tipo de pérdidas al fondo de reserva obligatorio 206.

cooperativa, han de ser en última instancia soportadas por cada socio, porque ha recibido más contraprestación por
su actividad que la que le correspondía, y a cada socio debe imputarse. Otro tanto sucede en las cooperativas de
consumo, cuando el socio ha adquirido los bienes o servicios en la cooperativa a un precio menor de su coste.

203 Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 23, 50 a 52 y 72 a 74.

204 Vid. supra la letra a) del punto III(ii) del apartado 2.4.

205 Este riesgo ha sido denunciado por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas
de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga
(dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 275, a propósito del tratamiento contable de los ingresos procedentes
de las inversiones en sociedades no cooperativas, que el artículo 57.3.a) sujeta al régimen de los resultados
cooperativos, lo que cuestiona el concepto mismo de resultado cooperativo como el procedente de la realización con
los socios de la actividad económica cooperativa, ya que nada impide --sigue explicando el autor citado-- que, por
esta vía, la actividad económica cooperativa con no socios se realice desde sociedades controladas por la
cooperativa con la consecuencia de que los resultados sería distribuibles entre los socios en su totalidad.

206 Vid. supra la letra b) del punto III (ii) del apartado 2.4.

80
Incluso el régimen de retornos e imputación de pérdidas pierde su naturaleza originaria --
vinculada a la participación del socio en los excedentes o en las pérdidas derivados de su
actividad cooperativizada--, en los supuestos en los que la cooperativa no separe resultados por
operaciones con socios y por operaciones con terceros207. En este caso los beneficios repartibles
no son técnicamente retornos, pues proceden no solo de operaciones con socios --terreno propio
la actividad cooperativizada del socio y del retorno cooperativo--, sino también de operaciones
con terceros y extraordinarias --en las que la actividad cooperativizada del socio nada ha tenido
que ver--208; aquí el retorno deja de ser relevante en su contenido para pasar adquirir relevancia
como método: el retorno pasa a ser una parte de los beneficios [de todos los beneficios] que se
reparten entre los socios en función el trabajo realizado, de los bienes entregados o del consumo
hecho [es decir, de la actividad cooperativizada]209; y en la misma media en que se produce este
tránsito, el retorno pierde capacidad autónoma para singularizar al tipo cooperativo y
paralelamente la gana la mutualidad, que se erige como elemento esencial del método del
retorno. Las pérdidas del ejercicio son difícilmente imputables al socio, al no haber separación
contable de las originadas por la actividad cooperativizada de éste, siendo lógico que se regulen
otras fórmulas de imputación210.

(ii) La complementariedad del retorno y de la imputación de pérdidas para con la


mutualidad significa que cuando sean necesarios para que esta última se mantenga --lo que
equivale al mantenimiento mismo de la empresa cooperativa-- estarán presentes en la
construcción del tipo, de hecho la práctica cooperativa española demuestra la aplicación
generalizada de ambas figuras. Y significa además, que sus consecuencias técnicas continúan
aplicándose. La ratio del retorno sigue vigente en aquellas leyes que no diferencian los

207 Que se han descrito supra en punto II (ii), del apartado 2.3.

208 Por ejemplo, en la Ley vasca, que no obliga a separar resultados por operaciones con socios y con no socios, la
totalidad de los resultados positivos [con socios, con terceros y extraordinarios], que continúa denominándolos
excedentes, menos el treinta por ciento --que nutre el fondo de reserva obligatorio y la contribución para educación y
promoción cooperativa y otros fines de interés público-- puede ser repartida entre los socios --o nutrir reservas
voluntarias o hacer partícipes de ellos a los trabajadores de la cooperativa-- (vid. art. 67.2).

La situación es mucho más interesante en la Ley extremeña de sociedades cooperativas especiales que también
prevé la no separación de resultados. Su artículo 12.2.II, además utilizar la expresión beneficio, más adaptada a la
realidad, en lugar de la de excedente, dispone que “de los beneficios, y antes de la consideración del Impuesto
sobre Sociedades, se destinará un cinco por ciento al fondo de reserva obligatorio, un cinco por ciento al fondo de
educación y promoción, hasta que la suma de la dotación de ambos fondos alcance el diez por ciento del capital
social escriturado, y el resto a fondos de reserva voluntarios o a retorno cooperativo. Corresponderá a la asamblea
general determinar el carácter repartible o irrepartible de los fondos de reserva voluntarios”.

209Esta orientación acerca de la naturaleza jurídica del retorno ha sido recogida sobre todo en un importante sector
de la doctrina italiana (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 429 y 430).
Estos cambios normativos que hacen del retorno un sistema de reparto, parece que obligan a revisar la
configuración de la figura como una deuda [debito] de la sociedad cooperativa para con el socio defendida por la
autora mencionada (vid. págs. 434 a 438).

210En la Ley de cooperativas del País Vasco las pérdidas del ejercicio pueden compensarse con cargo a futuros
resultados positivos. Su artículo 67.1 señala que “los excedentes netos, una vez deducidas las cantidades que se
destinen a compensar pérdidas de ejercicios anteriores y atender los impuestos exigibles, constituirán los
excedentes disponibles”. En particular, en las sociedades cooperativas de crédito, las pérdidas serán cubiertas con
cargo a los recursos propios de la cooperativa (art. 8.2 LCCrédito). Y en las sociedades cooperativas especiales
extremeñas las pérdidas de los ejercicios anteriores pueden imputarse a reservas voluntarias y si no existiesen al
fondo de reserva obligatorio (art. 11.2.I LSCEspecialesExtremadura).

81
resultados, dado que si estos son positivos --y aunque aglutinen los de actividades con socios,
con terceros y extraordinarias-- se distribuyen entre los socios con arreglo a la actividad
cooperativizada realizada por cada socio (vid., p. ej., arts. 67.4 LCPaís Vasco y 11.2.II
LSCEspecialesExtremadura); y también se mantiene la de la imputación de las pérdidas porque
aunque se compensen con excedentes netos de ejercicios futuros (vid., p. ej., art. 67.1 LCPaís
Vasco) éstos a su vez proceden, generalmente en su mayor parte, de la actividad
cooperativizada con socios, o se imputen a reservas voluntarias --además de al fondo de reserva
obligatorio-- (vid., p. ej., art. 11.2.III LSCEspecialesExtremadura) éstas se nutren también con
excedentes de la actividad cooperativizada con socios.

En particular, la complementariedad del régimen de imputación de pérdidas con el


elemento de la mutualidad se aprecia en el relevante papel de gestión de los asuntos sociales
que ostenta la asamblea general. La asamblea general de las sociedades cooperativas ostenta
competencias para la gestión de los asuntos sociales, teniendo esta atribución competencial su
fundamento en la mutualidad como se explicará más adelante. Baste anticipar que una de las
claves de los fundamentos de la competencia gestora de la asamblea general está precisamente
en la imputación al socio de las pérdidas derivadas de la actividad cooperativizada, de forma que
si responde de ellas debe reconocerse al socio la facultada de participar en las decisiones de las
que se derivan tales pérdidas211.

La conclusión que se obtiene de todos los argumentos anteriores es que las


singularidades que se refieren al régimen económico de la sociedad cooperativa o no son
elementos que caractericen a la sociedad cooperativa distinguiéndola de los demás tipos
societarios o no tienen existencia autónoma. Por cualquiera de ambas razones no pueden
retenerse como contenido esencial de la tipicidad cooperativa.

3. La irrelevancia de los principios cooperativos.

3.1. El concepto y la formulación de los principios cooperativos.

I. Los principios cooperativos son postulados elaborados por la Alianza Cooperativa


Internacional que pretenden determinar en qué circunstancias el ejercicio de una actividad
económica empresarial se desarrolla bajo la modalidad de sociedad cooperativa.

II. En su formulación actual, realizada por la Alianza Cooperativa Internacional en el


Congreso celebrado en Manchester en 1995, son los siguientes212:

211Sobre los fundamentos de la competencia de gestión de la asamblea general vid. infra el apartado 2.2 del
capítulo segundo de la segunda parte.

212La versión inglesa de los principios de la Alianza Cooperativa Internacional, contenida en el artículo 5 de sus
estatutos sociales, y que puede consultarse en http://www.ica.coop/ica/ica/rules/ica-rules-sept-2003.pdf, es del
siguiente tenor:

“1st Principle: Voluntary and Open Membership


Co-operatives are voluntary organisations, open to all persons able to use their services and willing to accept the
responsibilities of membership, without gender, social, racial, political or religious discrimination.
2nd Principle: Democratic Member Control
Co-operatives are democratic organisations controlled by their members, who actively participate in setting their
policies and making decisions. Men and women serving as elected representatives are accountable to the
membership. In primary co-operatives members have equal voting rights (one member, one vote) and co-operatives
at other levels are also organised in a democratic manner.
3rd Principle: Member Economic Participation

82
“Primer Principio: adhesión voluntaria y abierta.

Las cooperativas son organizaciones voluntarias, abiertas a todas las personas capaces
de utilizar sus servicios y dispuestas a aceptar las responsabilidades de ser socios, sin
discriminación social, política, religiosa, racial o de sexo.

Segundo principio: gestión democrática por parte de los socios.

Las cooperativas son organizaciones gestionadas democráticamente por los socios, los
cuales participan activamente en la fijación de sus políticas, y en la toma de decisiones. Los
hombres y mujeres elegidos para representar y gestionar las cooperativas son responsables ante
los socios. En las cooperativas de primer grado, los socios tienen iguales derechos de voto (un
socio, un voto), y las cooperativas de otros grados están también organizadas de forma
democrática.

Tercer principio: participación económica de los socios.

Los socios contribuyen equitativamente al capital de sus cooperativas y lo gestionan de


forma democrática. Por lo menos parte de ese capital normalmente es propiedad común de la
cooperativa. Normalmente, los socios reciben una compensación, si la hay, limitada sobre el
capital entregado como condición para ser socio. Los socios asignan los excedentes para todos
o algunos de los siguientes fines: el desarrollo de su cooperativa, posiblemente mediante el
establecimiento de reservas, parte de las cuales por lo menos serían indivisibles; el beneficio de
los socios en proporción a sus operaciones con la cooperativa; y el apoyo de otras actividades
apoyadas por los socios.

Members contribute equitably to, and democratically control, the capital of their co-operative. At least part of that
capital is usually the common property of the co-operative. Members usually receive limited compensation, if any, on
capital subscribed as a condition of membership. Members allocate surpluses for any or all of the following purposes:
developing their co-operative, possibly by setting up reserves, part of which at least would be indivisible; benefiting
members in proportion to their transactions with the co-operative; and supporting other activities approved by the
membership.
4th Principle: Autonomy and Independence
Co-operatives are autonomous, self-help organisations controlled by their members. If they enter into agreements
with other organisations, including governments, or raise capital from external sources, they do so on terms that
ensure democratic control by their members and maintain their co-operative autonomy.
5th Principle: Education, Training and Information
Co-operatives provide education and training for their members, elected representatives, managers, and employees
so they can contribute effectively to the development of their cooperatives. They inform the general public –
particularly young people and opinion leaders – about the nature and benefits of co-operation.
6th Principle: Co-operation among Co-operatives
Co-operatives serve their members most effectively and strengthen the co-operative movement by working together
through local, national, regional and international structures.
7th Principle: Concern for Community
Co-operatives work for the sustainable development of their communities through policies approved by their
members”.

La versión en español de los principios de la Alianza Cooperativa Internacional está disponible en el Anuario de
Estudios Cooperativos [Universidad de Deusto], 1995, págs. 74 y 75. También se transcriben por I. J. TRUJILLO
DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de
cooperativas”, en Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, núm. 658 [2000], págs. 1329 a 1360, en págs. 1330 y
1331; por J. J. MARÍN LÓPEZ e I. J. TRUJILLO DÍEZ, Código de Cooperativas…págs. 71 y 72; y por M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas… págs. 85 a 87.

83
Cuarto principio: autonomía e independencia.

Las cooperativas son organizaciones autónomas de autoayuda, gestionadas por sus


socios. Si firman acuerdos con otras organizaciones, incluidos los gobiernos, o si consiguen
capital de fuentes externas, lo hacen en términos que aseguren el control democrático por parte
de sus socios y mantengan su autonomía cooperativa.

Quinto principio: educación, formación e información.

Las cooperativas proporcionan educación y formación a los socios, a los representantes


elegidos, a los directivos y a los empleados para que puedan contribuir de forma eficaz al
desarrollo de sus cooperativas. Informan al gran público, especialmente a los jóvenes y a los
líderes de opinión, de la naturaleza y beneficios de la cooperación.

Sexto principio: cooperación entre cooperativas.

Las cooperativas sirven a sus socios lo más eficazmente posible y fortalecen el


movimiento cooperativo trabajando conjuntamente mediante estructuras locales, nacionales,
regionales e internacionales.

Séptimo principio: interés por la comunidad.

Las cooperativas trabajan para conseguir el desarrollo sostenible de sus comunidades


mediante políticas aprobadas por sus socios.”

3.2. La irrelevancia tipológica.

I. La función básica que se ha atribuido a los principios cooperativos es la de servir de


guía a quienes constituyen una sociedad cooperativa para orientarse hacia las finalidades
propias de la cooperación, de manera que serían cooperativas las empresas que ajusten su
funcionamiento a los principios cooperativos, y no lo serían las que se separasen de ellos. De
esta forma, es frecuente considerar a los principios cooperativos como un conjunto de reglas a
las que debe someterse un empresario para poder ser calificado como sociedad cooperativa y,
consecuentemente, como las notas tipológicas diferenciadoras respecto del resto de entes
asociativos y empresariales conocidos213.

Esta conclusión no puede aceptarse acríticamente. El tipo societario cooperativo no se


define por los principios cooperativos sino por la mutualidad y por el derecho de los socios a

213 Vid. J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo, Granada [Comares], 1994, pág. 91, con cita de J. MATEO BLANCO, El retorno cooperativo,
Universidad de Zaragoza [Tesis doctoral], 1987, pág. 8. Más adelante, dice J. J. SANZ JARQUE (Cooperación.
Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo,… pág. 157), con mucha
expresividad, “si se dan…estamos ante una cooperativa, si no se dan, el ente asociativo o empresarial de que se
trata, será otra cosa, pero no una cooperativa”. En el mismo sentido I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los
principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, págs. 1329 y 1333-1334.
De “principios ordenadores de carácter cuasi-constitucional” que constituyen “un conjunto de normas de
incuestionable vigencia en el ámbito de las actividades cooperativas” son calificado por M. L. LLOBREGAT
HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 11 y13.

84
participar en la gestión de los asuntos sociales. La sociedad en la que concurran estos dos
elementos será cooperativa, se ajuste o no se ajuste a los principios cooperativos.

Por la relevancia de esta afirmación, y por lo que tiene de ruptura con la tradición, debe
explicarse por qué los principios cooperativos no pueden considerarse como elementos
esenciales del concepto de sociedad cooperativa, tarea que se acometerá a continuación.

II. En el terreno ideológico o de los fundamentos no puede sostenerse que un


empresario es cooperativo si y solo si se ajusta en su funcionamiento a los principios formulados
por la Alianza Cooperativa Internacional.

Si a los principios cooperativos se les desviste del traje moral con el que
tradicionalmente se han visto arropados, se da un paso de gigante para confeccionar un
concepto de cooperativa que atienda a la esencia y no a unos postulados prescindibles. De esta
manera, debe eliminarse el prejuicio de que los principios cooperativos tienen un contenido de
moralidad que sublima a la sociedad cooperativa colocándola en una posición empresarial más
elevada y excelente que la ocupada por la sociedad anónima o de responsabilidad limitada214.

Así las cosas, el hecho de que la sociedad cooperativa haya nacido como organización
económica de las clases oprimidas por la revolución industrial liberal es un dato histórico pero no
una vitola ética perenne. La cooperativa nació en el siglo XIX como medida de defensa de las
clases sociales económicamente más débiles frente a los excesos del capitalismo 215, de manera
que los individuos de las mismas se agruparon para mutuamente producir, consumir y ahorrar,
dando lugar a las tres manifestaciones esenciales de la cooperación que aún hoy existen, esto
es, la cooperativa de producción, la de consumo y la de crédito. Pero esta circunstancia no
significa nada más que eso, sin que desmienta la idea de que la cooperativa es una organización
económica, para unos fines también económicos216, creada por una determinada clase social217
con el objetivo de la ayuda mutua. Desde luego, no significa que la cooperativa esté inspirada en

214 A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 23, ha afirmado que la
cooperativa no es una institución caritativa ni benéfica, sino que su constitución y existencia obedece a un previo
cálculo de conveniencia económica.

215 Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 49. M. L. LLOBREGAT
HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 3, 4 y 14, explica que el sistema cooperativo nacido
durante la segunda mitad del siglo XIX supuso un instrumento de agrupación voluntaria de los más débiles con
vistas a fortalecer su posición y, por esta vía, corregir primero y superar después, a través de la cooperativización de
la economía y la sociedad, el sistema capitalista, y que en los primeros momentos la cooperativa aparece concebida
como un centro de espiritualidad y altruismo con un marcado carácter filantrópico de pura beneficencia privada.

216Vid. I. BAYÓN MARINE y R. SERRANO ALTAMIRAS, Régimen jurídico de las cooperativas. Estudio especial
sobre las cooperativas de crédito, Salamanca [Anaya], 1970, págs. 11 a 15.

Análoga tesis sostiene J. AVEZUELA CÁRCEL, “El Registro de Sociedades Cooperativas: ¿resistencia a la
“huida”?”…, pág. 1488 a 1490, al apuntar como las cooperativas surgen, básicamente, como instrumento de acción
socio-laboral, justificadas por diversos movimientos sociales, ante la dificultad de supervivencia de determinados
sectores o individuos frente a la revolución industrial y la desarrollo capitalista decimonónico, pero que cada vez
guardan más distancia con esta idea inicial, en gran medida desnaturalizada e integrada en la función social de la
economía de mercado en su conjunto, sirviendo a intereses económicos empresariales con objetivos competitivos.

217La conexión entre la sociedad cooperativa y el grupo social del que provienen sus socios plantea el temario de la
cooperativa como expresión empresarial organizada de una determinada categoría social, a cuyo análisis dedica
unas clarificadoras reflexiones A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 29
a 36.

85
unos especiales principios morales que la revistan de un halo de ética, del que carezcan el resto
de tipos sociales, de manera que la cooperativa pura sea aquélla en la que primando la persona
sobre el capital, los aspectos financieros pasan a un segundo plano o incluso tercero, ocupando
el lugar preferente la atención a la educación de los socios, el interés por la comunidad, la
colaboración intercooperativa, la irrepartibilidad del patrimonio o la puerta abierta. Estos datos no
son elementos esenciales de la cooperación, de concurrencia necesaria para que haya sociedad
cooperativa, sino elementos naturales que existen en las cooperativas, salvo que en alguna de
ellas se manifiesten más débilmente o, sencillamente, no existan.

El dato histórico también puede ser útil para desvestir a la sociedad cooperativa del
elemento ideológico que suele incluirse en la formulación de su tipo. Los estatutos sociales de la
cooperativa de Rochadle no contienen, como se verá más adelante, ninguna enumeración de
principios cooperativos. Ha sido una elaboración dogmática posterior la que, por vía de
generalización de los preceptos estatutarios, ha sublimado determinadas materias para elevarlas
a la categoría de postulados. Probablemente los pioneros de Rochadle no se propusieron
elaborar grandilocuentes declaraciones programáticas, pero lo cierto es que, con el correr del
tiempo se convirtieron en protagonistas del movimiento cooperativo internacional. En realidad, el
motivo de que la experiencia cooperativa de los pioneros de Rochadle haya sido el punto de
referencia en las formulaciones de los principios cooperativos se encuentra en un elemento que
será una constante en el desarrollo y posterior evolución de las sociedades cooperativas: la
satisfacción de las necesidades de los socios; de esta forma, solo si la sociedad cooperativa
acierta en las necesidades y en la oferta y calidad de sus servicios tendrá garantizado su
crecimiento. No ha sido, con rigor, la causa de su éxito la persecución de determinados objetivos
alternativos, no conectados directamente con la función mutualista típica de la sociedad
cooperativa, como pueden ser la atención al entorno social, cultural, o medioambiental que rodea
a la sociedad cooperativa. Los pioneros de Rochadle no tenían más objetivo que satisfacer las
necesidades de sus socios; inicialmente, la de consumo de víveres de primera necesidad,
posteriormente, otras diferentes pero igualmente necesidades sentidas por los socios: servicios
de previsión social destinados a dar cobertura de riesgos laborales y sociales a través de
seguros de enfermedad; construcción de viviendas y concesión de préstamos para su
adquisición por los socios; creación de escuelas y prestación de servicios educativos 218. El hecho

218No se puede exigir que los estatutos redactados por los pioneros recogieran referencias expresas y formales a la
mutualidad. El estado de la evolución de la técnica jurídica de entonces no lo permitía. Por ello, el dato de que no se
mencionara a la mutualidad dentro de los fines de la Rochdale --como denuncia M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 20--, no impide afirmar que esta cooperativa se proponía satisfacer
necesidades de sus socios mediante la ayuda recíproca y la autogestión de la empresa común.

En parecido sentido se pronuncia R. CHAVES ÁVILA, “Episodios de historia cooperativa. Una lectura desde la
perspectiva socio-económica”, Quadens de Treball, Facultad de Economía, Universidad de Valencia, núm. 129
[2001], págs. 65 a 67, en pág. 67, cuando afirma que “el éxito de esta experiencia cooperativa [se refiere a la de
Rochadle] permitió que la funcionalidad de los Principios Cooperativos operara, tanto en el plano distributivo de
excedentes como en el plano decisional” y que “que el proyecto social inherente en esos mismos Principios viera la
luz”. Este autor, con estas palabras, bascula el corte social hacia los principios, más que hacia las necesidades; sin
embargo, vuelve a la necesidad a satisfacer cuando, en el terreno de la dimensión social, afirma que “es así como
se desarrollan importantes experiencias de claro interés social:
1. Se activan sociedades de previsión social ("Rochdale Equitable Provident Sick and Burial Society"), destinadas a
dar cobertura de riesgos laborales y sociales (seguros de enfermedad, sepelio, etc), y sociedades de seguros ("Co-
operative Insurance Society")
2. Se crea una entidad promotora de viviendas sociales y que concedía préstamos hipotecarios a los socios ("Co-
operative Building society").
3. Se promueve la construcción de escuelas, organización de cursos nocturnos para adultos, prácticas de educación
popular, creación y enriquecimiento de bibliotecas”.

86
de algunas de estas actividades tengan un dimensión social o moral no desdice la idea clave de
ser actuaciones que cubren necesidades de sus socios --necesidad de alimentarse, de vestirse,
de asegurarse, de habitación, de educarse ellos o sus hijos--. La dimensión social o moral es
proporcionada por la necesidad a satisfacer, no por la empresa que las satisface.

Incluso la carga ideológica que desde su origen acompañó a la cooperativa ha sido


perjudicial para su regulación jurídica, habiéndose denunciado que el movimiento cooperativo se
ha preocupado más de los principios, de las alianzas y de las ideologías que de desarrollar una
legislación cooperativa comparable, desde el punto de vista de su nivel técnico, con las Leyes de
sociedades de capital219. El perjuicio sufrido por las sociedades cooperativas debido a su
excesivo tributo a los principios --ya cooperativos, ya amercantiles--, es una constante en la
evolución de su regulación. Entre nosotros disponemos de un ejemplo determinante de todo el
tratamiento normativo de este tipo social en los últimos 125 años: la exclusión de la sociedad
cooperativa de la aplicación del Código de Comercio de 1885, basada en el falso principio de
que donde no hay lucro no hay comercio, y de que toda compañía que no se proponga ganar no
puede ser mercantil, impidió su regulación por un Código, entonces, moderno y la colocó bajo un
régimen jurídico contenido en las Leyes de Partida y en la Novísima Recopilación220.

El debate sobre los fines que debe perseguir la sociedad cooperativa ha de situarse en
el terreno del mercado. Y desde este punto de vista resulta útil comparar la cooperativa con la
sociedad de capital, no para trasladar miméticamente las soluciones adoptadas para ésta sino
para tomar nota del método científico utilizado en la determinación de los fines que debe
perseguir la gestión de la empresa que subyace a la sociedad de capital (anónima y limitada). La
nota tipológica esencial de las sociedades de capital radica en tratarse de un capital social
destinado a un fin, siendo este fin lucrativo221, por lo que resulta coherente con el tipo que la

219Vid. F. J. ALONSO ESPINOSA, “Prologo”, en VV. AA. (F. J. Alonso Espinosa, coord.), La sociedad cooperativa
en la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas, Granada [Comares], 2001, págs. XXV a XXXI, en pág. XXIX,
quién además califica a los principios y alianzas como “poco consistentes”.

J. M. EMBID IRUJO, Concentración de empresas y derecho de cooperativas, Murcia [Universidad, Secretariado de


Publicaciones], 1991, pág. 10 considera que la visión ideológica de las cooperativas ha traído consigo ciertas
reticencias a la hora de plantear técnicamente sus posibilidades de concentración o colaboración.

Hay quien sostiene que esta desatención técnica y legislativa hacia las cooperativas que provocó la obstaculización
de su desarrollo, impidiendo que surgieran estructuras capaces de asegurar una estrategia social y económica
contraria a la lógica capitalista colocó al cooperativismo en una posición puramente subalterna, fue deliberada
porque de esta forma, el legislador contribuyó a conservar el orden establecido y, en particular, el sistema de
economía capitalista (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 15).

220En el “Informe de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid sobre el Proyecto de Código y Tribunales
de Comercio”, cuyos ponentes fueron Augusto Comas, Gumersindo Azcárate y Luis Silvela, y que se aprobó en
sesión de 20 de marzo de 1882, puede leerse, como indican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso
de cooperativas..., pág. 38, que si bien con el Decreto de 20 de septiembre de 1869 --que aprobó las bases a que
debía ajustarse el proyecto de Ley de Código de comercio y de Enjuiciamiento mercantil--, “cabía comprender en el
Código las sociedades cooperativas y mutuas, era imposible hacerlo, si se aceptaba el principio, con pretensiones
de científico, de que donde no hay lucro no hay comercio, y que compañía que no se proponga ganar no puede ser
mercantil. Entre el precepto del Decreto y la preocupación científica, los autores del Proyecto no vacilaron: la falsa
ciencia y el principio erróneo prevalecieron y se escribió el artículo 143” [artículo 124 del Código definitivo]; y añade
“¿qué ventaja se obtiene en que las compañías mutuas vivan si ley, las cooperativas sin regla alguna jurídica y
abandonadas…? Estas sociedades…son excluidas cuando son mutuas, de los beneficios de un Código moderno,
que es el que necesitan, y se las condena a vivir bajo las Leyes de Partida y la Novísima Recopilación, sólo por
rendir culto a un principio equivocado y a una teoría errónea”.

221 Vid. J. M. DE EIZAGUIRRE, Derecho de sociedades, Madrid [Civitas], 2001, pág. 28.

87
administración de la empresa social tenga como objetivo conseguir la mayor ventaja económica
para el socio. De la misma manera, como el elemento nuclear del tipo cooperativo es la
mutualidad, o realización de una actividad económica por la cooperativa para satisfacer las
necesidades de los socios, el fin de la empresa debe ser la atención a los socios y a sus
necesidades. Los intereses distintos a los de los socios --correspondientes a los grupos
relacionados con la empresa y a los de la comunidad-- deben jugar en las sociedades de capital
y en las sociedades cooperativas el mismo o análogo papel, de manera que elevar tales
intereses en las cooperativas al mismo rango que el interés social, al hilo de los principios
cooperativos, no resulta ajustado al tipo cooperativo. La responsabilidad social corporativa
orienta la política de la sociedad de capital y la de la sociedad cooperativa, pero tanto en aquélla
como en ésta la guía de la gestión la proporciona el fin que arroje el tipo: el lucro en las de
capital y la satisfacción de necesidades en la cooperativa222.

Esta concreción de los fines guarda una evidente conexión con los órganos sociales,
fijando el interés social que sus acuerdos deben perseguir, de ahí la conveniencia técnica de su
delimitación clara y precisa. El hecho de incluir o no los principios cooperativos en el corolario de
fines cooperativos deja de ser una cuestión estética o ética y pasa a tener una importante
trascendencia jurídica. Si son fines de las cooperativa, al igual que la satisfacción de las
necesidades del socio, deberán ser atendidos por los órganos sociales --en la adopción de los
acuerdos-- y deberán ser parámetros de su responsabilidad --respondiendo los administradores
o la sociedad cooperativa por los daños causados a los principios cooperativos--. Si, como aquí
se defiende, los principios cooperativos no son elementos tipológicos de la cooperativa, no
deben ser considerados como fines de los órganos sociales y conformadores de la
responsabilidad por la gestión, sin perjuicio de la realización de las actuaciones encaminadas a
su puesta en práctica bien por asunción voluntaria --responsabilidad social corporativa-- o bien
en cumplimiento de obligaciones legales o contractuales. Esta manera de proceder está asumida
sin ambages en las sociedades de capital --y no hay razón para, atendiendo a las exigencias
tipológicas, no trasladarla a las sociedades cooperativas-- de tal manera que son los fines de la
sociedad lo que orientan el buen gobierno de las sociedades, optándose a la hora de determinar
los fines por la solución financiera, lo que significa que el objetivo último de la compañía y el que
debe presidir la actuación de los administradores es la maximización del valor de la empresa, o
en terminología propia de los mercados financieros, la creación de valor para el accionista 223. En

222 Resultan de extraordinario interés las palabras de A. ROJO, “La constitución de las sociedades (art. 19)”, en
Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I,
págs. 311 a 317, en pág. 316, cuando afirma que el deber de diligente administración que pesa sobre los
administradores de cualquier clase de sociedad mercantil exige que el ejercicio del objeto social se realice para
obtener lucro. Esta idea es trasladable a las sociedades cooperativas, de forma que el mismo deber de diligencia
obliga al consejo rector a desarrollar el objeto social y --especificidad cooperativa-- la actividad cooperativizada para
la satisfacción de las necesidades de sus socios.

223Esta toma de postura aparece con toda nitidez en el Informe Olivencia en el que textualmente se afirma que la
solución financiera “es la más adecuada para que haya un ejercicio efectivo y preciso del principio de
responsabilidad y la que mejor responde a las expectativas de los inversores, que es a quienes, en definitiva, ha de
darse cuenta y razón de la gestión”, por ello recomienda la Comisión Olivencia “establecer como objetivo que debe
presidir la actuación del Consejo, la maximización del valor de la empresa”, ahora bien “esto no significa que el
Consejo y la dirección de la compañía hayan de perseguir los intereses de los accionistas a cualquier precio,
desconsiderando o considerando insuficientemente los que atañen a otros grupos implicados en la empresa y a la
propia comunidad en que esta se ubica. En este sentido el interés de los accionistas proporciona una guía de
actuación que necesariamente habrá de desarrollarse respetando las exigencias impuestas por el derecho (por
ejemplo, normas fiscales o medioambientales), cumpliendo de buena fe las obligaciones contractuales explícitas e
implícitas concertadas con otros interesados (trabajadores, proveedores, clientes) y, en general, observando

88
el caso de la sociedad cooperativa debe seguirse una solución mutualista, consistente en la
satisfacción de las necesidades de los socios, facilitando su participación en la toma de
decisiones de gestión de la actividad cooperativizada y del objeto social.

III. Las ideas anteriormente expuestas presentan un alcance tipológico y constitucional


de extraordinaria importancia.

Desde un punto de vista tipológico esta conclusión es trascendental, porque hace mucho
más amplio el concepto de sociedad cooperativa, incluyendo dentro de ella a todos los
empresarios sociales que respondan a esquemas mutualistas y participativos, con
independencia de la observancia de los principios cooperativos, de manera que habrá
cooperativas que se ajusten de manera perfecta a los principios cooperativos y cooperativas que
lo hagan de forma imperfecta o simplemente que no se ajusten a ella pero sí a la mutualidad224.

Desde una perspectiva constitucional, el concepto de sociedad cooperativa y sus


elementos integrantes perfilan la materia sobre la que las Comunidades Autónomas pueden
ejercer su competencia sobre “cooperativas” --y, por ende, la competencia de las Salas de lo
Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia para conocer del recurso de casación 225 o

aquellos deberes éticos que razonablemente sean adecuados para la responsable conducción de los negocios (vid.
“El gobierno de las sociedades cotizadas” [Informe Olivencia], en www.cnmv.es, pág. 19). Sobre el proceso de
elaboración de este Informe vid. infra apartado 1 del capítulo primero de la segunda parte.

La posición del Informe Olivencia ha sido mantenida en sus líneas maestras por el Informe Aldama y, sobre todo,
por el Código Unificado de Buen Gobierno elaborado por la Comisión Comte (sobre el proceso de elaboración de
estos dos Informes vid. infra apartado 1 del capítulo primero de la segunda parte). El primero señala que en las
responsabilidades de una empresa se distingue un primer nivel referente a su continuidad a largo plazo, lo que
supone generar beneficios suficientes mediante una buena posición competitiva en los mercados; pero también un
segundo nivel que lleva a actuaciones positivas con todos los agentes involucrados directa o indirectamente en la
empresa (vid. Informe Aldama, V, 3, pág. 266 --Informe elaborado por la Comisión Especial para el fomento de la
transparencia y la seguridad en los mercados y en las sociedades cotizadas [Informe Aldama] en Revista de
Derecho de Sociedades, núm. 20 [2003], págs. 257-273, disponible así mismo, en la dirección www.cnmv.es). Y el
segundo recomienda que el Consejo [de Administración] se guíe por el interés de la compañía, entendido como
hacer máximo, de forma sostenida, el valor económico de la empresa (vid. recomendación 7´, Código Unificado de
Buen Gobierno, pág. 12, en www.cnmv.es).

224 Esta forma de proceder basada en la búsqueda del mínimo común denominador de las instituciones jurídicas con
la finalidad de recoger bajo el concepto común toda la realidad y todos los hechos objeto de regulación por el
Ordenamiento jurídico nos la ha enseñado Federico de Castro, quien a la hora de perfilar el concepto y de explicar
las características de la persona jurídica que se deducen de la regulación contenida en nuestro Derecho ofrece las
notas que componen el “mínimo común denominador” al que debe reducirse “el sentido técnico del término persona
jurídica” para abarcar en su seno a las personas jurídicas perfectas --cuya actuación se realiza con plena separación
del patrimonio de sus miembros-- y a las personas jurídicas imperfectas --sin plena separación del patrimonio de sus
miembros-- vid. F. DE CASTRO Y BRAVO “La persona jurídica”, Temas de Derecho civil, Madrid, 1972, reimpreso
junto con otros trabajos del Profesor en La persona jurídica, Madrid [Civitas], 2º ed., 1984 [reimp. 1991], pág. 266 a
269, de donde se realiza la cita).

225 El artículo 478.1.II LEC de 2000 señala que “corresponderá a las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales
Superiores de Justicia conocer de los recursos de casación que procedan contra las resoluciones de los tribunales
civiles con sede en la Comunidad Autónoma, siempre que el recurso se funde, exclusivamente o junto a otros
motivos, en infracción de las normas del Derecho civil, foral o especial propio de la Comunidad, y cuando el
correspondiente Estatuto de Autonomía haya previsto esta atribución”.

Sobre esta base, el A.T.S., Sala 1ª, de 13 de junio de 2006 [Civil] (Ar. RJ 2006\6048), considera que este recurso de
casación, que puede motivarse “en la infracción de diversos preceptos de tal norma autonómica [la Ley de
Cooperativas de Galicia], ha de ser conocido por la citada Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia
de Galicia, al estarse ante una Comunidad Autónoma cuyo Estatuto ha asumido competencia en materia de recurso

89
de casación civil, en cuyo orden jurisdiccional se comprende la materia mercantil”. De esta forma, el Tribunal
Supremo reconoce que la materia cooperativa es Derecho mercantil, y, como el conocimiento de esta materia es
competencia del orden jurisdiccional civil, declara la competencia de los Tribunales civiles gallegos.

Este pronunciamiento del Tribunal Supremo ocasionó una fuerte reacción en la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal
Superior de Justicia de Galicia. Al resolver un recurso de casación de los previstos en el artículo 478.1.II LEC de
2000, basado en la infracción de la Ley de Cooperativas de Galicia, mediante el A.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Civil
y Penal, de 17 de octubre de 2006 (Ar. jur 2007\275236), se declaró incompetente, declinando la competencia a
favor del Tribunal Supremo, separándose expresamente de la línea contenida en el Auto del TS de 13 de junio de
2006. La Sala gallega arguyó que la Ley de Cooperativas de Galicia no puede subsumirse en la competencia de
conservación, modificación o desarrollo del Derecho civil foral o especial gallego, atribuida a la Comunidad
Autónoma de Galicia por su Estatuto de Autonomía. Sus explicaciones eran las siguientes: “la competencia en
materia de cooperativas no se proyecta, pues, sobre el ámbito civil propio de Galicia en la medida en que no regula
ninguna institución jurídico privada civil. Pero sucede además que, al margen de la actividad administrativa de
fomento de la que es titular la Comunidad Autónoma, a las cooperativas, como sociedades empresariales que
actúan en el mercado, les resulta aplicable la legislación de carácter mercantil como sucede en aquellos aspectos
en que la legislación general de cooperativas remite a la legislación mercantil o también cuando contiene preceptos
mercantiles”. Resulta por lo tanto que, a juicio del Tribunal gallego, la Ley de Cooperativas elaborada por el
Parlamento Gallego no es Derecho civil pero sí contiene normas propias del Derecho mercantil, e incluye, a título de
ejemplo, los asuntos “relativos a la impugnación de las decisiones de los órganos sociales, materia mercantil por
excelencia”, rematando el argumentario con las siguientes palabras: “y podemos añadir ahora en consonancia con
la doctrina del Tribunal Constitucional, que la Ley del Parlamento Gallego 5/1998, de 18 de diciembre, sobre
cooperativas de Galicia no es incardinable en forma alguna en la conservación y modificación del derecho civil
gallego, al no existir precedente en el mismo sobre dicha materia de claro carácter mercantil”. En el propio Auto, la
Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Galicia discrepa y se separa del Auto de la Sala de lo
Civil del Tribunal Supremo en unos términos que, por su contundencia, trascribimos a continuación: “se acaba de
recibir recientemente en la Sala testimonio del Auto del Tribunal Supremo de 13 de junio de 2006, que resolviendo
sobre la competencia la declina a favor de este Tribunal para conocer del recurso de casación que en el mismo se
había interpuesto. De las consideraciones que hace el Tribunal Supremo en el Auto reseñado, parece deducirse con
carácter general que su criterio, en referencia a la competencia sobre la casación ante esta Sala, consiste en
atribuírsela en todo caso en que se invoquen en el recurso como infringidas normas de derecho privado, civil o
incluso mercantil, incursas en leyes emanadas del Parlamento de Galicia. Y empleamos la expresión parece de
forma consciente, pues en dicha resolución no se abordan de forma detallada y expresa, para desestimarlas, las
razones por las que declinábamos la competencia a favor del citado Alto Tribunal; ni con carácter general --y menos
en particular respecto de los límites marcados por el Estatuto de Autonomía de Galicia-- se delimita el ámbito de la
competencia que deben asumir los Tribunales Superiores de Justicia para conocer del recurso de casación.
Conscientes de la trascendencia que pueda tener para el futuro la decisión adoptada en el citado pleito por el
Tribunal Supremo en orden a delimitar nuestra competencia en casos semejantes, seguiremos, no obstante,
manteniendo por ahora el criterio preestablecido por esta Sala, hasta que no recibamos confirmación con carácter
generalizable en otro caso igual o semejante al presente por parte del Tribunal Supremo”.

Al recibir el Tribunal Supremo las anteriores actuaciones, y resolver sobre el recurso de casación remitido por el
Tribunal Superior de Justicia de Galicia, declaró la competencia de éste. Así, en el A.T.S., Sala 1ª, de 4 de diciembre
de 2007 [Civil] (Ar. RJ 2008\250), el Supremo considera que la “Ley de Cooperativas de Galicia no puede ser
excluida del concepto de Derecho civil especial propio de dicha Comunidad Autónoma ya que estamos ante una
materia que…es regulada por una norma específica de ámbito territorial en la Comunidad Autónoma y su denuncia
se produce en un proceso conocido por un órgano de la jurisdicción civil, lo que justifica que su tratamiento sea el
que se halla en el espíritu que ha movido al legislador al establecer la norma competencial contenida en el párrafo
segundo del apartado 1 del art. 478 de la LEC, ya que en este precepto se halla la intención de que el Tribunal
Superior de Justicia interprete el derecho propio de la Comunidad Autónoma en desarrollo de la función unificadora
y nomofiláctica ejercida respecto a los órganos civiles de la Comunidad a través del recurso de casación civil,
respecto a una norma de ámbito territorial”.

Otros Tribunales Superiores de Justicia ha admitido, sin ambages, a trámite los recursos de casación fundados en la
infracción de normas civiles forales o especiales, considerando como tales las leyes autonómicas de sociedades
cooperativas. Una muestra de esta doctrina son la S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre
de 2010 (Ar. RJ 2010\5269); la S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Civil y Penal, de 21 de mayo de 2007 (Ar. RJ
2007\4862); y las S S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 26 de junio de 2003 (Ar. RJ 2003\5403), de 15

90
del recurso extraordinario de revisión226, fundados en la infracción o aplicación de la Ley de
cooperativas autonómica227--. En este sentido, admitir o rechazar el valor conceptual de los
principios cooperativos y, en su caso, sustituirlos por la mutualidad y la participación orgánica
pudiera parecer, a primera vista, una cuestión estrictamente teórica zanjada por el Derecho
positivo, en el sentido de que son cooperativas --con independencia de los principios
cooperativos y del resto de elementos-- las sociedades que la ley considere como tales. Sin
embargo, además de que las leyes tienen que regular la realidad a la que se destinan y no otra --
y en nuestro caso han de regular el fenómeno económico de la cooperación y no otro-- en el
caso español las reflexiones sobre el concepto de cooperativa ganan enteros en la importante
tarea de delimitar la materia sobre la que las Comunidades Autónomas pueden ejercer su
potestad normativa. Es decir, si las Comunidades Autónomas solo pueden legislar sobre
cooperativas, sin que con esta excusa regulen tipos sociales nominativamente cooperativos pero
que materialmente no lo sean, resulta competencialmente necesario delimitar el concepto de
sociedad cooperativa, y aclarar si un régimen jurídico que no recoja o que contraríe algún
principio cooperativo es conforme o no con la Constitución. Lo que coloca en un primer plano la
cuestión de si, en el concepto de sociedad cooperativa que se maneja en el sistema
constitucional y estatutario de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades
Autónomas, deben incluirse o no los principios cooperativos. La respuesta ha de ser
necesariamente no.

Las cooperativas son sociedades en las que los socios participan en la actividad
cooperativizada que ella desarrolla, participan en la toma de decisiones y participan en el capital
social, datos que se recogen unitariamente en el artículo 129 de la Constitución, al ubicar a la
sociedad cooperativa dentro de la idea de la participación228. El contenido del precepto
constitucional, que recoge el fomento de la participación de los ciudadanos en la vida económica
--participación en la empresa, sociedades cooperativas y acceso de los trabajadores a la

de junio de 2004 (Ar. RJ 2004\4139), de 9 de junio de 2005 (Ar. RJ 2005\4963), y de 13 de noviembre de 2007 (Ar.
RJ 2008\803).

226 La doctrina anterior ha sido recogida por el Tribunal Supremo en resoluciones anteriores y lo que resulta más
interesante, para supuestos diferentes: en el A.T.S., Sala 1ª, de 14 de noviembre de 2006 [Civil] (Ar. RJ
2006\276361), dictado a propósito no de un recurso de casación de competencia autonómica, sino de un recurso
extraordinario de revisión. Como es sabido, la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia conocerá,
como Sala de lo Civil, del recurso extraordinario de revisión que establezca la ley contra sentencias dictadas por
órganos jurisdiccionales del orden civil con sede en la comunidad autónoma, en materia de derecho civil, foral o
especial, propio de la comunidad autónoma, si el correspondiente Estatuto de Autonomía ha previsto esta atribución
(art. 73.1.b) LOPJ). El caso resuelto en el Auto declara la competencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña
para resolver el recurso de revisión, dado que la sentencia objeto de revisión efectivamente resolvió la cuestión
litigiosa aplicando derecho civil foral o especial catalán puesto que una de las acciones ejercitadas en la demanda
iniciadora del pleito pretendía que se declarara la responsabilidad del Consejo Rector de una sociedad cooperativa
regulada por la Ley de cooperativas catalana.

227No deja de ser sorprende que el Tribunal Supremo aplique normas autonómicas sobre sociedades cooperativas
para fundamentar la admisibilidad de un recurso de casación. En el A.T.S., Sala 1ª, de 20 de abril de 1999 [Civil] (Ar.
RJ 1999\2707), se indica que “como el art. 39 de la Ley 4/1993, reguladora de las Cooperativas del País Vasco, se
remiten a la Ley de Sociedades Anónimas, cuyo artículo 119.1, según su redacción por la disposición adicional 2ª.12 de la
Ley 2/1995, de Sociedades de Responsabilidad Limitada, prevé en todo caso el recurso de casación”, debe acordarse
tener por preparado tal recurso.

228Vid. J. VIDA SORIA. y F. J. PRADOS DE REYES, en, O. Alzaga (dir.), “Comentarios a la Constitución Española
de 1978”, “Artículo 129”, Madrid, [Cortes Generales y EDERSA], 1996, págs. 89 a 119, en págs. 91 a 94 y 107 a
108; y R. CALVO ORTEGA, “Las figuras de economía social en la Constitución Española de 1978”, Revista de
Economía Pública, Social y Cooperativa, número 47, noviembre, 2003, págs. 159 a 174, en pág. 163.

91
propiedad de los medios de producción--, es una concreción de la idea de Estado Social229 y del
mandato general de fomento de la participación recogido en el importante artículo 9.2 de la
Constitución, referente a la participación de los ciudadanos en la vida no solo económica, sino --y
en primer lugar-- en la política, y también en la cultural y en la social. En la Constitución el único
elemento que perfila a la sociedad cooperativa es el elemento participativo; dato que debe
extenderse a todas las sociedades cooperativas no solo a las de trabajo asociado230.

Parece, pues, que constitucionalmente los principios cooperativos no son relevantes


para la construcción del concepto de sociedad cooperativa. Esta irrelevancia constitucional tiene
tras de sí sólidos fundamentos que se irán analizando uno por uno.

3.3. La irrelevancia histórica.

229 CALVO ORTEGA, R., “Las figuras de economía social en la Constitución Española de 1978”…, pág. 163.

230 Como ya se ha afirmado en otro lugar (vid. L. MARÍN HITA y M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Las sociedades
cooperativas especiales de Extremadura”..., págs. 81) el artículo 129.2 de la Constitución no está pensado
exclusivamente en las sociedades cooperativas de trabajo asociado. Partiendo de una interpretación literal de la
norma constitucional se observa con facilidad que no alude a ninguna clase de cooperativa concreta y, teniendo en
cuanta su ubicación sistemática, puede constatarse que el mandato de fomento de las sociedades cooperativas se
coloca junto a otras previsiones de participación en las empresas. Además, no tendría sentido que el legislador
constituyente fomentara unas cooperativas --las de trabajo-- y no otras --las agrarias o las del mar o las de
viviendas, o las de transportistas--.

La doctrina no circunscribe el artículo 129.2 de la Constitución a las sociedades cooperativas de trabajo asociado: J.
VIDA SORIA, J. y F. J. PRADOS DE REYES, en O. Alzaga (dir.), “Comentarios a la Constitución Española de 1978”,
“Artículo 129”…, pág. 115, conectan el artículo 129.2 de la Constitución con diversas clases de cooperativas al
destacar que la cooperativa es un forma empresarial que logra una más activa integración en los ciudadanos en los
distintos ámbitos de la actividad económica del país citando el consumo, el crédito, la vivienda y el trabajo.

La jurisprudencia tampoco hace aquella interpretación reduccionista. Así, el Tribunal Constitucional ha aplicado el
artículo 129.2 para justificar el trato privilegiado dado a las cooperativas docentes de profesores --que son de trabajo
asociado--, a las de padres --que son de consumidores-- y a las mixtas --no en el sentido del artículo 107 de la Ley
estatal, sino referidas a las que cuentan con socios trabajadores y socios usuarios-- en la celebración de conciertos
educativos, frente a las fundaciones benéfico-docentes y demás instituciones educativas sin ánimo de lucro,
entendiendo el Alto Tribunal, sin ninguna duda, que el fomento de las sociedades cooperativas también incluye a las
de consumidores y usuarios [STC 77/1985 (Pleno), de 27 de junio (B.O.E., suplemento al núm. 170, de 17 de julio)].
Y el Tribunal Supremo también ha tenido ocasión de aplicar el artículo 129.2 CE a cooperativas distintas del trabajo
asociado, concretamente a cooperativas de viviendas. En la S.T.S., Sala 3ª, de 6 de febrero de 2012 [Contencioso-
Administrativo] (Ar. RJ 2012\3801) se enjuicia si el RD 1713/2010, de 17 diciembre, por el que se modifica el RD
2066/2008 que regula el Plan Estatal de Vivienda y Rehabilitación 2009-2012, eliminando o restringiendo ayudas y
subvenciones, por el hecho de que la disposición reglamentaria impugnada contemple una solución de derecho
transitorio para las viviendas protegidas a cargo de cooperativas de viviendas – consistente en el mantenimiento de
la ayudas estatales a la entrada - distinta de la solución establecida para las viviendas promovidas por otros agentes
económicos. Y concluye la sentencia mencionada que “las cooperativas de viviendas tienen un régimen jurídico
singular ( artículos 89 y siguientes de la Ley 27/1999, de 16 de julio, entre otras disposiciones) amparado en la
Constitución Española cuyo artículo 129.2 ordena a los poderes públicos que fomenten “mediante una legislación
adecuada las sociedades cooperativas”. Este dato normativo, del máximo nivel, hace de suyo ineficaz la apelación
al derecho a la igualdad de trato entre el resto de los promotores inmobiliarios y las cooperativas de viviendas si con
aquella invocación se trata de impugnar las medidas legislativas o reglamentarias de fomento que se refieran a
estas últimas”.

92
Históricamente, los principios cooperativos no nacieron con las cooperativas. Con
independencia de otras manifestaciones anteriores231 se suele ubicar el nacimiento del moderno
cooperativismo232 en la constitución de Rochdale Society of Equitable Pionners cuyos estatutos

231 Se refiere a la existencia de fenómenos de cooperación con anterioridad a la revolución industrial, tales como
guildas, gremios y sindicatos mineros, M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…,
págs. 2 y 3.

Al referirse a las primeras manifestaciones de empresas mutualistas R. PASSADOE y D. E. TEMIS, “Las


cooperativas de trabajo y el fraude laboral. Legitimidad de su existencia”, disponible el www.legalmania.com.ar,
señalan, con cita de doctrina al respecto, que “entre los años 3100 a 1150 a.C., en la era del antiguo Egipto,
existirían asociaciones de maestros y artesanos. En la era babilónica, entre los años 540 a 300 a.C., sociedades
para servicios funerarios y de artesanos. En las antiguas asociaciones chinas --unos 200 años antes de la era
cristiana-- aparecen sociedades de préstamos. En la época romana --510 a.C. a 475 de la era actual--, sociedades
para servicios funerarios y de artesanos. En los primeros tiempos de la era cristiana --1 a 313--, sociedades de
artesanos con servicios funerarios, que luego aparecen reprimidas. En la época de los bárbaros --476 a 700--
aparece alguna forma de explotación colectiva de los predios que los señores feudales dejaban para la explotación
de los siervos”. Continúan señalando que con el surgimiento del Islam --alrededor del año 600--, se aprecia un
fenómeno de enfatización de las cooperativas como parte de la fe. Y “en la Edad Media --500 a 1400-- se produce el
desarrollo de las guildas. Se forman cooperativas para la fabricación de queso."

Además, con referencias temporales más recientes, como ha puesto de manifiesto R. CHAVES, Episodios de
historia cooperativa. Una lectura desde la perspectiva socio-económica”…, pág. 65, en el centenario de Rochdale
aún subsistían 23 cooperativas que habían sido fundadas con anterioridad a la de los pioneros.

232A pesar de la visión unitaria que actualmente se tiene de la sociedad cooperativa, esta especial modalidad de
empresario social, nació de forma separada, tanto en sus clases cuanto en los lugares donde se inició la experiencia
de cooperativismo.

Si la sociedad cooperativa es esencia un método económico de satisfacer necesidades de los socios, la índole de
estas necesidades fue la determinante del surgimiento de las tres grandes clases de sociedades cooperativas que
actualmente se conocen: las cooperativas de consumo, las de producción y las de crédito. Las cooperativas de
consumo nacieron para satisfacer la necesidad de consumo de sus socios, principalmente referido a alimentos y a
ropa --más tarde a vivienda--, de forma que el grupo de socios organizaba un almacén de aprovisionamiento en
común de víveres y telas que se vendía al detalle a ellos mismos. Las cooperativas de producción surgieron para
afrontar las necesidades de trabajo de los socios, bien porque carecían de trabajo o bien porque el disponible debía
desarrollarse en unas condiciones insatisfactorias. Y las sociedades cooperativas de crédito se crearon para cubrir
necesidades de financiación de los socios a quienes se concedían préstamos con cargo a los depósitos de
numerario que otros socios habían realizado en la sociedad. A medio camino entre las sociedades cooperativas de
producción y de consumo deben ubicarse las cooperativas agrarias que normalmente presentan un carácter mixto:
de comercialización de la producción de las explotaciones agrarias de los socios, y de suministro o consumo de
bienes o de servicios por los socios para sus explotaciones.

Las cooperativas de producción nacieron en Francia en la primera mitad del siglo XIX. Las c o opera ti va s de
créd ito en Alemania, tanto como crédito agrario, dando lugar a cajas rurales cuyos socios eran inicialmente
agricultores y ganaderos, cuanto como bancos populares, a lo largo de la segunda mitad del mencionado siglo.
Debe destacarse que el movimiento cooperativo en Alemania presenta perfiles singulares, no solo porque allí se
inició como crédito cooperativo, sino porque pronto tomó derroteros propios separándose del resto del movimiento
cooperativo internacional representado por la Alianza Cooperativa Internacional.

Por su parte, el cooperativismo de consumo no solo es el que más influencia ha tenido sobre el posterior desarrollo
práctico y científico del fenómeno de la cooperación, sino que presenta una excepcional precisión histórica sobre su
origen. En este sentido, se puede afirmar que todo el armazón ideológico --con los principios cooperativos a la
cabeza-- del movimiento cooperativo arranca de la experiencia del cooperativismo de consumo. La práctica
cooperativa de la que parten los teóricos de los principios cooperativos es, precisamente, una cooperativa de
consumo: la Rochdale Society of Equitable Pionners. Esta cooperativa nació con la iniciativa de un grupo de obreros
textiles que al ser despedidos, tras una huelga, decidieron crear un almacén de acopio en común de víveres para
satisfacer sus necesidades de consumo. Al proyecto se unieron otros grupos de trabajadores y parados, alcanzando
en total el número de 28 socios iniciales. Esta cooperativa, tras registrarse, abrió el 21 de diciembre de 1844 en la
calle del Sapo de Rochadle un pequeña tienda en la que al principio solo se vendía azúcar, queso, mantequilla,

93
fueron registrados el 24 de octubre de 1844233, pero desde esta fecha hasta la formulación, por
primera vez, de los principios cooperativos --que tuvo lugar en el Congreso de la Alianza
Cooperativa Internacional celebrado en París en 1937234-- distan casi cien años, concretamente
noventa y tres. En realidad, en los estatutos de la Rochdale Society no se contiene ninguna
enumeración de principios cooperativos235; éstos nacieron posteriormente, como consecuencia
de la creación de más sociedades cooperativas y de su expansión territorial, no solo por Europa
sino también por el resto del mundo, y ante la necesidad de fijar unas pautas de trabajo, de
objetivos y de funcionamiento, que sirvieran de guía a los cooperadores ante el crecimiento y
expansión de las cooperativas, y que permitieran a nivel internacional y multisectorial dotar de
unidad dogmática a la variedad cooperativa fijando unas señas de identidad del movimiento
cooperativo. El método que se siguió para ello fue partir de la atenta observancia de la práctica
cooperativa236 y, por abstracción, obtener unos postulados genéricos que debían darse en toda

harina, avena y velas. Inicialmente abrían dos tardes a la semana, después todas las tardes y al final todos los días.
Estos últimos datos se han obtenido de R. CHAVES, “Episodios de historia cooperativa. Una lectura desde la
perspectiva socio-económica”..., que ofrece además las siguientes cifras sobre el crecimiento económico de la
Rochdale Society

Año Número de socios £ de capital social


1844 28 28
1851 1400 11.032
1861 3900 43.000
1871 6021 107.500
1881 10693 302.151

233 El contenido de estos estatutos puede consultarse, entre otras publicaciones, en el Anuario de Estudios
Cooperativos [Universidad de Deusto], págs. 361 a 368. En el texto citado aparece la referencia la fecha (24th
october, 1844) y lugar (London) del certificado de conformidad con la legalidad realizado por las autoridades
competentes (John Tidd Pratt, The Barrister at Law appointed´to certify Rules of Savings´ Banks). Esta fecha
aparece también en A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 55; y en R.
CHAVES, “Episodios de historia cooperativa. Una lectura desde la perspectiva socio-económica”…, pág. 65.

Sobre la Rochdale Society vid. la fundamental obra de G. J. HOLYOAKE Historia de los Pioneros de Rochdales,
Zaragoza, 1973.

Con respecto a esta experiencia pionera, debe tenerse en cuenta que hay consenso científico en situar el
nacimiento del moderno movimiento cooperativo en el siglo XIX y en el Reino Unido (vid. M. J. MORILLAS JARILLO
y M. I. FELIÚ REY, Curso de Cooperativas…, págs. 27 a 29).

234Vid. J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo…, págs. 95 y 96; e I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A
propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, pág. 1330.

235En el mismo sentido vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 55. Ni
siquiera los estatutos de la Rochdale agotaron en su articulado todas las materias que posteriormente se codificaron
como principios cooperativos, a pesar del fenómeno de expansión nominativa que ha experimentado la cooperativa
inglesa, llegándose a afirmar (J. J. SANZ JARQUE Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades
cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…, pág. 93) que tales estatutos “recogían la mayor parte de lo que luego
se ha considerado como principios de Rochdale” (la cursiva es nuestra). Para M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 6 y 12, los estatutos de la cooperativa de Rochdale ni sientan las
bases del movimiento cooperativa general ni sirven de soporte dogmático a la doctrina cooperativa de nuestros días
y en su redacción se rehúye expresamente de cualquier declaración de principios en sentido técnico.

236 Vid A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 55. La idea de que los
principios cooperativos son directrices extraídas de la experiencia cooperativa y por lo tanto tributarios de ella y no al

94
sociedad cooperativa. Por lo tanto, como realidad histórica, las cooperativas preexisten a los
principios cooperativos, o lo que es lo mismo, los principios cooperativos son un posterius y no
un prius respecto de la sociedad cooperativa.

Y en estos trabajos de abstracción a partir de la realidad y práctica estatutaria


cooperativa, se observan algunos datos relevadores del carácter contingente de los principios
cooperativos, y por lo tanto de la posibilidad de la existencia de cooperativas que no se ciñan a la
ortodoxia de la cooperación. Estos datos se obtienen de la simple comparación entre los
principios que la doctrina científica considera que se contienen en los estatutos de la cooperativa
de los pioneros y los formulados por la Alianza Cooperativa Internacional en 1995, comparación
que pone de manifiesto las diferencias existentes entre ambos textos. Los principios de la
Rochdale Society son los siguientes237: principio de variabilidad de socios, principio de gestión
democrática, principio del retorno, principio de neutralidad política y religiosa, principio de venta
al contado, principio de promoción de la educación, principio de formación de fondos de reserva
y principio de calidad de las mercancías. Dos de estos principios --neutralidad política y religiosa
y promoción de la educación-- tienen un enunciado análogo, aunque no igual, al de otros dos
formulados por la Alianza Cooperativa Internacional en 1995, concretamente el de autonomía e
independencia y el de educación, formación e información. Tres --retorno, interés limitado al
capital y formación de reservas-- estarían englobados en el que en 1995 se ha denominado
participación económica de los socios, con un contenido más amplio y unos matices de mayor
rigidez patrimonial que los que pueden apreciarse en los estatutos de la Rochdale Society. Otros
tres --variabilidad de los socios, venta al contado y calidad de las mercancías-- no aparecen en la
formulación de la Alianza Cooperativa Internacional238. Y a inversa, hay tres principios de la
Alianza Cooperativa Internacional que no figuran entre los de los pioneros: adhesión voluntaria y
abierta, cooperación entre cooperativas e interés por la comunidad239.

revés es también recogida por J. J. SANZ JARQUE Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades
cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo… , págs. 93 y 94.

237Vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16
de julio, de cooperativas”…, págs.1329-1330.

Una enumeración análoga se contiene en R. CHAVES, Episodios de historia cooperativa. Una lectura desde la
perspectiva socio-económica”..., pág. 66, que señala los siguientes:

1. Libre adhesión y salida de los socios a la cooperativa.


2. Principio democrático (1 voz = 1 voto).
3. Los intereses al capital serán voluntariamente fijados para las aportaciones sociales y en todo caso serán
limitados.
4. Distribución de los excedentes empresariales en proporción a los servicios prestados a la cooperativa (Principio
de retorno) y obligatoriedad de formar un fondo de capital inalienable (Reserva Obligatoria).
5. Principio de educación y moralización de los socios.
6. Principio de las relaciones intercooperativas.
7. Ventas al contado.
8. Calidad de los productos, naturales no adulterados.
9. Pesas y medidas justas.
10. Neutralidad política y religiosa.

238Esta omisión es justificable en el caso de la venta al contado y la calidad de las mercancías porque la Rochdale
Society es una sociedad cooperativa de consumidores y los principios de la Alianza Cooperativa Internacional
abarcan además el cooperativismo de producción, el de distribución, el de crédito, en fin, todas las clases de
sociedades cooperativas.

239 En contra de estas ideas vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 12 y
13.

95
Quizá el dato más significativo del carácter contingente de los principios cooperativos
sea el de la falta de coincidencia entre la regulación del ingreso de nuevos socios en la Rochdale
Society y el primer principio o de adhesión abierta y voluntaria --que se formuló por la Alianza
Cooperativa Internacional en 1937, se mantuvo en 1966 y continúa en 1995--240. Este principio
postula que “las cooperativas son organizaciones voluntarias, abiertas a todas las personas
capaces de utilizar sus servicios y dispuestas a aceptar las responsabilidades de ser socio, sin
discriminación social, política, religiosa, racial o de sexo”. Si se indaga en los estatutos de la
Rochdale Society en búsqueda del reconocimiento del principio de puertas abiertas se puede
leer que “cualquier persona que desee llegar a ser miembro de la sociedad será propuesta y
apoyada por dos miembros en una reunión de los directivos y de los directores; si la proposición
se aprueba por una mayoría de los que estén presentes, la persona será elegible en la siguiente
reunión semanal, cada candidato pagará la suma de un chelín como aportación de entrada…”
(art. 13). A pesar de que debe constatarse el reconocimiento expreso en los estatutos de la
cooperativa inglesa de las puertas abiertas en su modalidad de entrada, lo cierto es que las
puertas solo se abrían para quienes contaban con la recomendación de dos socios actuales, con
lo que la puesta en práctica del principio estaba condicionada por la previa existencia de una
relación de confianza, llegándose a afirmar que el principio de puertas abiertas estaba
excesivamente mediatizado por el principio de confianza mutua241. Obsérvese cómo los
estatutos de la Rochdale Society al regular el procedimiento de ingreso de nuevos socios,
materia que luego se elevó a la categoría de principio, lo hicieron de manera que la doctrina ha
tenido que esforzarse por argumentar y explicar su ajuste con los principios cooperativos,
resultando paradójico que tenga que hacerse un esfuerzo intelectual para explicar que los
pioneros se ajustaron a los principios cooperativos, cuando de lo que debería tratarse es de lo
contrario, es decir, de ver en que medida en los estatutos de 1844 ya estaban esbozadas las
materias que luego fueron formuladas como principios cooperativos por la Alianza Cooperativa
Internacional.

Deliberadamente se ha dejado un principio para el final que sí figura en ambos textos: la


gestión democrática. Esta coincidencia revela como desde el comienzo las sociedades
cooperativas reconocieron formalmente a los socios el poder de gestión sobre los asuntos
sociales, con lo que la participación orgánica se coloca junto a la relación de mutualidad como
los elementos constantes de la noción de sociedad cooperativa.

Por otra parte, los principios cooperativos no son hechos históricos inmodificables. En
realidad, han sido formulados en tres ocasiones por la Alianza Cooperativa Internacional: en los
Congresos de París en 1937242, de Viena en 1966243 y de Manchester de 1995 --éste referido

240A las revisiones de los principios cooperativos realizada por la alianza Cooperativa Internacional en los
Congresos de París de 1939, de Viena de 1966 y de Manchester de 1995 se hace referencia más adelante.

241Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 57. En la misma obra
[pág.113] se afirma que el hecho de que la Ley de Cooperación de 1942 regulara el procedimiento de ingreso de
nuevos socios en la cooperativa “como si de un calco se tratase” siguiendo los “originarios e históricos estatutos de
Rochdale, venía en nuestra opinión a dificultar, no a favorecer el pleno y efectivo ejercicio del principio de libre
adhesión o de puerta abierta”.

242La necesidad de confeccionar una formulación de los principios cooperativos se planteó oficialmente en el
Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional celebrado en Viena en 1930, del que surgió una Comisión
especial para el estudio de los mismos. Esta Comisión, que presentó un listado de siete principios al Congreso de
Londres de 1934, continuó sus trabajos hasta el Congreso de París de 1937 donde se aprobó el Informe del Comité
de la Alianza Cooperativa Internacional que contiene los siguientes principios: 1.adhesión libre, 2.control

96
más arriba--244. La propia Alianza, además de revisar su número y contenido, ha constatado
expresamente su vigencia limitada en el tiempo llegando a considerar a los principios
cooperativos como instrumentos esenciales para la genuina práctica cooperativa “en el presente
y tan allá como pueda preverse en el futuro”245 pero no más allá. Por su parte, la doctrina es
unánime en admitir la adaptación de los mismos a las circunstancias de tiempo y de lugar que
concurran en cada comunidad social246e incluso un sector autorizado247 admite la evidencia de
un principio cooperativo nuevo consistente en “el carácter evolutivo de los principios
cooperativos” para armonizarlos con cada época y con los cambios del cuerpo social, aunque
siempre con fidelidad a los principios originarios de Rochdale. La conclusión que se puede ir
adelantando, en función de estas circunstancias, es la de que si los principios cooperativos son
mudables en el tiempo y adaptables a los grupos sociales y económicos en los que se
desenvuelve la cooperativa, constituyen una referencia relativa para definir a la sociedad
cooperativa.

Además, los principios cooperativos no son postulados aceptados por todos los
movimientos cooperativos. Tenemos, por un lado los principios de la Alianza Cooperativa
Internacional, referidos más arriba, y, por otro, los principios cooperativos aplicables a las

democrático, 3.distribución del superávit a sus miembros en proporción con sus transacciones, 4.interés limitado
sobre el capital, 5.neutralidad política y religiosa, 6. venta al contado y 7. promoción de la educación. Además el
Comité en su informe puso de manifiesto que, así como a la cooperación de consumo se pueden aplicar las reglas
de la Rochdale, los progresos que había experimentado la industria y el comercio, aunque no habían alterado la
validez de los siete principios, sí determinaban una interpretación menos rígida. Solo los cuatro primeros principios,
denominados principales, eran esenciales para que una sociedad pudiera ser considerada sin equívocos como
cooperativa y condicionantes para formar parte de la Alianza Cooperativa Internacional; y los tres últimos se
denominaban subsidiarios. Sobre el Congreso de París de 1937 vid. J. J. SANZ JARQUE Cooperación. Teoría
general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…, págs. 95-96.

243El Congreso de Viena de 1966 aprobó una reformulación de los principios cooperativos que altera levemente la
acordada en 1937, reduciéndolos a seis, que se refieren a las siguientes materias: adhesión a la sociedad
cooperativa voluntaria, abierta y sin discriminaciones; organización democrática; interés limitado por las
aportaciones a capital; reparto de excedentes destinándolos a la expansión de las operaciones de la cooperativa, a
servicios comunes o a los socios en proporción a las operaciones realizadas con la sociedad; educación y, en fin,
cooperación entre cooperativas. El texto íntegro de las conclusiones del Congreso puede consultarse en J. J. SANZ
JARQUE Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo …,
págs. 97 y 98. Así mismo, se contienen referencias a este congreso en A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La
cooperativa como sociedad abierta…, pág. 56 (--en la enumeración que realiza este autor el principio identificado
con el número 4 es el quinto, y falta el contenido del número 4--). En el Congreso de Hamburgo de 1969 se ratificó
lo acordado en Viena en 1966 y se recogió el texto de los principios cooperativos en los Estatutos de la Alianza
Cooperativa Internacional.

244Sobre la evolución histórica de los principios cooperativos, vid. J. MATEO BLANCO, “Historia de la reforma de los
principios cooperativos”, Revista de Estudios Cooperativos, núm. 53 [1985], págs. 38 a 68, donde no se recoge,
obviamente, la formulación de los mismos realizada por la A.C.I en 1995. Y con respecto a los diversos Congresos
de la Alianza Cooperativa Internacional vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…,
págs. 15 a 20.

Así se manifestaba en las Conclusiones del Congreso de Viena de 1966 (Vid. J. J. SANZ JARQUE Cooperación.
245

Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…, pág. 97).

246Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 47 y 55 a 56; y J. J. SANZ
JARQUE Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…,
págs. 157 y, especialmente, 163.

247Vid. J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo…, pág. 99.

97
cooperativas alemanas que difieren de los anteriores248. Incluso dentro de estos últimos, se
manejan dos formulaciones que responden a las ideas de dos importantes líderes cooperativos,
Hermann Schulze-Delitzsch249 y Fiedrich Wilhelm Raiffeisen250.

La relatividad de los principios les resta valor en un hipotético ejercicio de traslación al


sistema de fuentes del Derecho de un Estado, puesto que al haber varias formulaciones, ni una
ni otra puede ser el rasero de la pureza cooperativa. De hecho hay Leyes de cooperativas que al
referirse a los principios cooperativos precisan que son los de la Alianza Cooperativa
Internacional y otras que no realizan realzan ninguna atribución de paternidad251. Y sería legítimo
que una Ley de cooperativas acogiera como fundamentación de sus normas alguna de las
formulaciones alemanas252; en este caso la eficacia jurídica de esos principios no se fundamenta

248 Las cooperativas alemanas se separaron de la Alianza Cooperativa Internacional hace más de cien años, en el
Congreso de Budapest de 1904, debido a la incompatibilidad entre los principios de ambos movimientos
cooperativos. Las dos causas básicas de esta separación son el desarrollo del crédito cooperativo en Alemania
frente al cooperativismo de consumo y de trabajo en el que se desenvolvieron los principios de la Rochdale Society
y la pronta elaboración de legislación cooperativa que cuajo en la Ley de Cooperativas prusiana de 1867, con un
antelación de más de 50 años a la primera formulación de sus principios por la Alianza Cooperativa Internacional.
(vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de
julio, de cooperativas”…, págs. 1331 y 1332).

249 Los principios Schulze-Delitzsch son: principio de autoayuda, principio de autoadministración y


autodeterminación, principio de autorresponsabilidad, principio de igualdad de derechos, principio de
responsabilidad solidaria y principio de rechazo de la ayuda estatal (pueden consultarse en . I. J. TRUJILLO DÍEZ,
“El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…,
pág. 1332).

H. MÜNKNER, H., “La Ley de Cooperativas en la República Federal Alemana”, en Revista de Economía Pública,
Social y Cooperativa, núm. 7 [1989], págs. 85 a 112, en págs. 100 a 103, explica que los principios de Rochdale
eran conocidos en 1867, cuando se hizo la primera Ley Prusiana sobe cooperativas, sin embargo no hubo una
referencia expresa y directa a estos principios en la Ley, sino que Schulze-Delitzsch enfocó de manera diferente la
definición de la cooperación.

250 Los principios Raiffeisen son: principio de proximidad vecinal entre los socios, principio de responsabilidad
solidaria e ilimitada, principio de no reparto de beneficios, principio de administración honoraria y principio de
dotación de un fondo de reserva irrepartible (vid. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos.
A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, pág. 1332).

251Como sucede en las Leyes vasca, (art. 1), extremeña (art. 2.III) y balear (art. 2.III). Así mismo, la Ley asturiana en
su preámbulo afirma que “el objeto de la presente ley es configurar a las cooperativas asturianas como sociedades
modernas y competitivas … sin perder de vista los principios cooperativos que deben regir en este tipo de
sociedades” omitiendo referencias a la Alianza.

Respecto de estas Leyes se ha planteado la duda de a qué principios se refieren, resolviéndola a favor de los de la
Alianza Cooperativa Internacional por el motivo de su cercanía al ámbito cultural de España (vid I. J. TRUJILLO
DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de
cooperativas”…, pág. 1333-1337).

Esta conclusión no puede sostenerse respecto de la nueva Ley andaluza --posterior en el tiempo a la anterior
aportación científica-- que en su parte normativa alude a los principios (art. 4) o a los principios cooperativos [arts.
71.4.a) y 123.4.g)], y en su parte expositiva los diferencia expresamente de los proclamados por la Alianza. Al
respecto, en el apartado II de la exposición de motivos puede leerse que “el cotejo de los principios del artículo 4
con los aprobados por la Alianza Cooperativa Internacional no revela tanto contradicción como reequilibrio o
adaptación evolutiva” [la cursiva es nuestra].

252 Hay casos en los que las Leyes españolas han amparado el desenvolvimiento de cooperativas ajustadas a
principios cooperativos diferentes de los de la Alianza Cooperativa Internacional. El más característico de todos ellos
se encuentra en la Ley de Sindicatos Agrícolas de 28 de enero de 1906. Esta Ley, como ha afirmado A. ROJO, “La

98
en ellos mismos sino en ser contenidos de una norma jurídica emanada de un poder normativo
del Estado, de la misma manera que sucedería si los principios acogidos fuesen los de la Alianza
Cooperativa Internacional.

3.4. La irrelevancia jurídica.

I. Tampoco en el terreno jurídico sirven los principios cooperativos para construir el


régimen normativo de las cooperativas.

Los principios cooperativos no son fuente del Derecho: ni son ley, ni costumbre, ni
principios generales del Derecho253.

No son ley porque la Declaración sobre la Identidad Cooperativa elaborada por la


Alianza Cooperativa Internacional en 1995, ni ninguna de las anteriores formulaciones, tienen el
valor de Ley (arts. 81 y sigts. CE) o de tratado internacional (art. 96 CE).

No consta que sean el contenido de una costumbre254. A la dificultad tradicional para la


existencia de normas consuetudinarias en las sociedades actuales donde el desarrollo y amplitud
del Derecho escrito agota en su totalidad la materia regulada, se añade una especial propia del
alcance internacional de los principios cooperativos, que persiguen su aplicación a un
elevadísimo número de entidades sometidas, además, a normativas de diferentes Estados, lo
que hace difícil que surja entre ellas la actuación coordinada y uniforme en un determinado
sentido --elemento material-- y la convicción de que esa manera de actuar en vinculante como
Derecho --elemento espiritual--. Por la misma razón no son uso del comercio.

Y ha sido negado por la doctrina su carácter de principios generales del Derecho 255. Ni
en la Ley estatal de cooperativas de 1999 ni en las Leyes autonómicas se tilda a los principios
cooperativos de principios generales del Derecho, salvo, como ejemplos más paradigmáticos, en
las Leyes valenciana, cuya Exposición de Motivos declara que “los Valores y Principios
Cooperativos … formulados por la Alianza Cooperativa Internacional en 1995 en Manchester …
deben actuar como verdaderos principios generales del derecho cooperativo, informando la
norma y orientando su aplicación práctica”, y catalana, que los considera fuentes del derecho

crisis de las cajas rurales españolas”..., pág. 192, regula los sindicatos agrarios católicos que, constituidos durante el
primer tercio del siglo pasado, representan el origen del crédito cooperativo en España siguiendo las ideas y el
sistema que, desde la mitad del siglo precedente, había generalizado en la Europa continental Friedrich Wilhelm
Raiffeisen.

253 A juicio de M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas, Madrid [Tecnos]…, págs. 88 y
89, el valor normativo de los principios cooperativos esta debilitado, debido a que la mención que, en la actualidad
se hace de los mismos en las leyes de cooperativas, los supedita a lo que en ellas se disponga. En contra, N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, pág. 44 que los considera normas
jurídicas. Vid., sobre esta materia, J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades
cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…, págs. 92, y 158-159.

254No obstante, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 12, pág. 264, al
analizar la naturaleza jurídica de los estatutos de las sociedades cooperativas, afirma que los principios cooperativos
dan lugar a prácticas consideradas como normas consuetudinarias.

255Expresamente los niega la condición de principios generales del derecho I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico
de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, págs. 1340-1346.

99
cooperativo catalán como principios generales” (art. 1.2). Probablemente, no sea suficiente con
que una Ley califique a un postulado como principio general del Derecho para que, de manera
automática, deba ser considerado como tal, siendo necesario que en la estructura jurídica que
surja de esa Ley el postulado cumpla la función de norma supletoria de la escrita y la
consuetudinaria y la función de informar la estructura resultante. Y como se verá más adelante,
las Leyes no hacen de los principios cooperativos su fuente inspiradora a la hora de regular a las
sociedades cooperativas, por lo que carecen del valor estructural que según el artículo 1.4 del
Código civil deben tener.

Ni siquiera, como veremos, pueden identificarse con los principios configuradores de la


sociedad cooperativa que algunas Leyes establecen como límite al contenido de los estatutos
sociales y de la escritura de constitución256.

Como Derecho objetivo los principios cooperativos solo son vinculantes cuando se
recogen en normas jurídicas emanadas de los poderes normativos del Estado 257 --descartada su
condición de costumbre y de principios generales del Derecho--. También son obligatorios
cuando se recojan en los estatutos de cada cooperativa 258. Pero por sí mismos no superan el
test de la validez de las normas jurídicas259.

256 Vid. infra letra j) del apartado 3.4.2. del capítulo primero de la primera parte.

257Vid. J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo…, págs. 92, y 158-159.

258Vid.. J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo…, pág. 92.

259La teoría de la validez de las normas jurídicas elaborada por Hans Kelsen, proporciona un dato clarificador
acerca de la falta de juridicidad de los principios cooperativos.

Los planteamientos del autor austriaco, aunque han sido revisados en algunos puntos por las modernas corrientes
de la Filosofía del Derecho basadas en el realismo jurídico y el ordinamentalismo, presentan la virtud de ofrecer, en
lo que aquí interesa, un nuevo criterio distintivo entre la norma moral y la norma jurídica consistente en el diferente
fundamento de la validez de una y otra, que resulta trasladable a la naturaleza no jurídica de los principios
cooperativos.

Dado que el orden jurídico es un sistema de normas, el investigador debe plantearse y buscar qué es aquello que
constituye la unidad de una pluralidad de normas jurídicas. En este sentido, Kelsen comienza su indagación
formulándose la siguiente pregunta: “¿cuándo las normas jurídicas forman un orden?”

En la tarea de buscar la explicación a la idea expuesta sigue Kelsen, inicialmente, un método aplicable al fenómeno
del ordenamiento jurídico y al fenómeno del ordenamiento moral. Dice lo siguiente: ”una pluralidad de normas
constituye una unidad, un sistema o un orden cuando su validez reposa, en último análisis, sobre una norma única.
Esta norma fundamental es la fuente común de validez de todas las normas pertenecientes a un mismo orden y
constituye su unidad. Una norma pertenece, pues, a un orden determinado únicamente cuando existe la posibilidad
de hacer depender su validez de la norma fundamental que se encuentra en la base de este orden. Según sea la
naturaleza de esta norma fundamental, de este principio superior de validez, se pueden distinguir dos grupos de
órdenes o sistemas normativos. En el primero, la validez de las normas resulta de su contenido, pues la conducta
prescrita por cada una de ellas tiene una cualidad inmediatamente evidente: la de poder ser referida a la norma
fundamental como un concepto particular es subsumido bajo un concepto genérico. Por ejemplo: las normas
morales…estas normas se deducen de una norma fundamental….Se relacionan con el deber moral…”. Para Kelsen
en el ordenamiento moral, la norma fundamental tiene un carácter estático.

El fundamento de la validez de la norma jurídica es distinto, no resulta de su contenido. Afirma Kelsen al respecto
que “el derecho puede tener no importa que contenido, pues ninguna conducta humana es por sí misma inepta para
convertirse en el objeto de una norma jurídica. La validez de dicha norma no se encuentra afectada por el hecho de
que su contenido se halle en oposición con un valor moral u otra cualquiera. Una norma jurídica es válida si ha sido

100
Si no forman parte del ordenamiento jurídico no sujetan a los ciudadanos ni a los
poderes públicos (art 9.1 CE) ni obligan a su cumplimiento (art. 6.1.I CC).

De esta forma, en su estado originario no pueden ser tenidos en cuenta en el juicio de


calificación de los títulos que acceden a los Registros de sociedades cooperativas, en el que solo
se aplica el Ordenamiento jurídico260, ni pueden fundamentar acciones de impugnación de
acuerdos sociales261, ni son fuente de obligaciones [y de derechos] para los socios o para
terceros262, ni, desde luego, su incumplimiento por una cooperativa puede producir la conversión

creada de una manera particular, es decir, según reglas determinadas y de acuerdo con un método específico. El
único derecho válido es el derecho positivo, el que ha sido “puesto”. Su positividad reside en el hecho de que
proviene necesariamente de un acto creador y es así independiente de la moral y de todo otro sistema normativo
análogo. Las normas del derecho natural y las de la moral son, por el contrario, deducidas de una norma
fundamental que, en razón de su contenido, está considerada como si apareciera inmediatamente evidente, como
una emanación de la voluntad divina, de la naturaleza o de la razón pura”.

En cambio, para explicar la diferencia entre el fundamento de la validez de la norma moral y el de la jurídica, añade
que “la norma fundamental de un orden jurídico tiene una naturaleza distinta. Es simplemente la regla fundamental
según la cual son creadas las normas jurídicas; de ella deriva el principio mismo de su creación. Es pues, el punto
de partida de un procedimiento y su carácter es esencialmente formal y dinámico. Solo la validez de las normas de
un orden jurídico puede ser deducida de su norma fundamental. Su contenido está determinado en cada caso por
un acto particular que no es una operación mental, sino un acto de voluntad: costumbre o procedimiento legislativo,
si se trata de normas generales; decisión judicial, acto administrativo o acto jurídico de derecho privado, si se trata
de normas individuales” (vid. H. KELSEN, Teoría pura del Derecho --trad. por M. Nives, de la edición en francés de
1953--, Buenos Aires [EUDEBA], 25ª ed., 1987, págs. 135 a 137).

Con arreglo a lo expuesto, los principios cooperativos tal y como están contendidos en la declaración de la Alianza
Cooperativa Internacional no son normas jurídicas válidas, porque no pueden deducirse de una norma fundamental
que dote de validez al sistema: ni la Alianza Cooperativa Internacional es poder normativo, ni han sido elaborados a
través de un procedimiento de producción normativa.

260 Como señala el artículo 8 del Reglamento del registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura. En contra,
M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 37, en la medida en que considera que por su carácter normativo tienen preeminencia sobre las
cláusulas estatutarias, coloca al Registro ante la consideración de los principios cooperativos en el juicio de
calificación.

261 En contra J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo…, págs. 159-160. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas
de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga
(dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 37 también los considera preeminentes sobre los acuerdos sociales,
de forma que podrían ser el fundamento de una acción de impugnación de los mismos. Y en el mismo sentido M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 276 y 277, que incluyen dentro del
concepto de orden público a los principios cooperativos, por lo que su infracción es causa de nulidad del acuerdo y
motivo de impugnación.

262 En concreto, puede sostenerse que los principios cooperativos no generan derechos subjetivos a favor de los
socios o terceros. El eventual derecho subjetivo se referiría a la materia contemplada por el principio cooperativo --
libre adhesión, cooperación entre cooperativas, aplicación de beneficios para la formación de los socios y
trabajadores…-- sobre la que el ordenamiento jurídico atribuiría al socio o al tercero una facultad para exigir de la
sociedad cooperativa una determinada conducta, facultad que no nace de los principios sino de la ley y de los
reglamentos --verdadera norma agendi-- que normativicen la materia a la que aquéllos se refieran. La tarea del
intérprete no será buscar el principio cooperativo que fundamente un derecho subjetivo, sino la norma jurídica que
atribuya tal facultad.

En relación con el principio cooperativo de puerta abierta A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como
sociedad abierta…, págs. 249 a 254, es partidario de negar la existencia de un derecho subjetivo de los terceros a

101
automática de la misma en sociedad civil263. La o las consecuencias jurídicas serán las que la
Ley anude a la infracción del precepto legal o estatutario que haya normativizado el contenido de
los principios cooperativos, con el alcance que libremente el legislador haya querido recoger264.

II. En los principios cooperativos no se dan las notas que dogmáticamente se anudan al
concepto de Derecho. Un repaso de las más relevantes arroja el siguiente panorama:

a) Con independencia de las polémicas científicas referentes a la existencia de un


Derecho objetivo --consistente en el conjunto de normas jurídicas que regulan una categoría de
relaciones humanas (norma agendi)-- y de un derecho subjetivo --el poder reconocido en una
norma de Derecho objetivo (facultas agendi)-- o a la existencia de un solo Derecho con dos
sentidos, objetivo y subjetivo265, lo cierto es que existe una norma jurídica y existe una facultad
derivada de ella, realidades que trasladas al campo de los principios cooperativos plantean la
cuestión de si los postulados contenidos en los mismos integran el Derecho objetivo y, en
consecuencia, pueden generar derechos subjetivos. La respuesta puede obtenerse por vía del
análisis de dos casos concretos. Así, considerando el quinto principio cooperación entre
cooperativas, conforme al cual la sociedad cooperativa debe procurar mantener relaciones
económicas con otras cooperativas, surge la cuestión la impugnación del contrato celebrado por
la cooperativa con una sociedad de capital y no con otra sociedad cooperativa con la que podría
haberlo negociado en igualdad de condiciones, sobre la base hipotética de que al integrar el
Derecho objetivo este principio, los intereses de la cooperación intercooperativa que él protege
atribuirían legitimación activa a la cooperativa postergada en el contrato para impetrar su nulidad.
El ejemplo podría fácilmente extenderse a materias afectadas por otros principios cooperativos,
como el séptimo, interés por la comunidad, y respecto de actuaciones de la cooperativa que

ingresar como socios en las cooperativas, porque el consejo rector puede denegar el ingreso cuando considere que
va contra los intereses de la sociedad cooperativa, sin que quepa impetrar la tutela de los tribunales. Tan solo hay
dos excepciones a esta regla general: una, respecto a los trabajadores fijos de las sociedades cooperativas de
trabajo asociado que tienen derecho subjetivo al ingreso como socio trabajador en la sociedad cooperativa por
disposición legal o estatutaria (vid., por ejemplo, art. 80.8 LCEstado), regla que debe extenderse a los trabajadores
fijos del resto de sociedades cooperativas para su ingreso como socios de trabajo de las mismas (art. 13.4.II
LCEstado); y, otra, con relación al socio expectante de las cooperativas de viviendas que tiene un derecho subjetivo
a ingresar en la cooperativa sometido a la condición suspensiva de que un socio transmita inter vivos sus derechos
sobre la vivienda o local (vid., por ejemplo, art. 92.1 LCEstado) --vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La
cooperativa como sociedad abierta…, págs. 262 a 277)--. Pero incluso estas excepciones ponen de manifiesto que
los principios cooperativos no generan derechos subjetivos, sino que son las normas jurídicas reguladoras de las
materias concretas a las que se refieren los principios las que han creado los correspondientes derechos subjetivos,
en este caso el derecho al ingreso del trabajador indefinido y del socio expectante.

263Esta conversión es defendida por J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades
cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…, pág. 160.

264Un autorizado sector de la doctrina considera, no obstante, que el legislador sí está limitado por los principios
cooperativos, como una realidad extranormativa, a la hora de regular a las sociedades cooperativas; por ello, en el
proceso de elaboración de la Ley de cooperativas debe recogerse el contenido de los mencionados principios (vid.
M. VÉRGEZ, El Derecho de las cooperativas y su reforma, Madrid [Civitas], 1973, págs. 66 y sigts.).

Más recientemente, aunque hace ya algunos años, M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs. 11 y 12, sostiene que el “ideal cooperativo” ha provocado que sus principios de orden social y
político hayan pasado a integrarse en el propio esquema organizativo diseñado por el legislador, que incorpora a la
estructura básica de las cooperativas determinadas concepciones metajurídicas dando prioridad a estas últimas
sobre cualesquiera otras decisiones de carácter técnico.

265Sobre las nociones de Derecho objetivo y de derecho subjetivo, y sus relaciones vid., por todos, L. DÍEZ PICAZO,
voz “Derecho”, Enciclopedia Jurídica Básica, Madrid [Civitas], 1995, vol. II, págs. 2146 a 2149, en pág. 2146.

102
lesionen el mencionado interés. Desde este momento debe afirmarse que de los principios
cooperativos no nacen derechos subjetivos ni para las sociedades cooperativas ni para terceros,
es decir, de ellos no se derivan facultades que atribuyan a las cooperativas u otras personas un
ámbito de libre actuación en relación con determinados bienes y la posibilidad de imponer un
determinado comportamiento a otros, así como reclamar la defensa del interés protegido 266. Por
lo tanto, no son Derecho objetivo.

b) Los principios cooperativos carecen del elemento de la coercibilidad propia de las


normas jurídicas. La eficacia de la Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional que
contiene los principios cooperativos --al igual que la eficacia de la Moral-- descansa en la
conciencia individual, en este caso en la de cada sociedad cooperativa, elemento de suyo
incoercible por poderes exteriores y basado en la libertad personal; en cambio el Derecho, y
dentro de él la legislación cooperativa, es susceptible de imponerse coactivamente a sus
destinatarios267.

El criterio de la coercibilidad es quizá el más nítido de todos los ensayados para


diferenciar el Derecho de la Moral268, y su ausencia en los principios cooperativos es un

266 A una conclusión análoga aunque con un planteamiento formal diferente se llega a través de la teoría de la
diferente atribución de poder por el Derecho y por la Moral --ordenamiento en el que, como se verá, se encuentran
los principios cooperativos--. En esta línea, se ha señalado también como rasgo distintivo del Derecho su carácter
imperativo-atributivo, frente al carácter puramente imperativo de la moral. Fue el jurista ruso-polaco Petrazycki quien
acuñó esta terminología de imperatividad-atributividad. La moral impone deberes u obligaciones. El Derecho impone
deberes, pero además atribuye derechos subjetivos y pretensiones como correlato de los deberes jurídicos. Cada
deber jurídico que el Derecho impone a una persona o a todas en general tiene su correspondencia en el derecho
de otra o de todas las demás a exigir el cumplimiento de esa obligación (vid. E. FERNÁNDEZ, en J. de Lucas
(coord.), Introducción a la Teoría del Derecho, Valencia [Tirant lo Blanch], Valencia 1994, págs. 49 a 60 págs. 58 y
59).

267La violación del deber moral no es castigada con sanciones coactivas actuales y terrenas, lo que sucede en los
supuestos de violación del deber jurídico, sino, a lo sumo, futuras y ultraterrenas. Por ello, con arreglo a este criterio,
el concepto de sanción nos sirve para distinguir los deberes jurídicos, que estarían provistos de sanción, y los
deberes morales que no lo estarían, o que sería de tipo peculiar --ultraterrena, interna-- (Vid. E. FERNÁNDEZ, en J.
de Lucas (coord.), Introducción a la Teoría del Derecho…, pág. 58).

268 La diferencia entre Derecho y Moral en Kelsen se basa precisamente en la idea de sanción. En Kelsen la norma
jurídica se distingue respecto a normas de otra naturaleza (normas morales, normas religiosas….) porque la
consecuencia que imputa la norma jurídica siempre es una sanción, que equivale al uso de la fuerza, a la coacción
para reglamentar las relaciones entre los hombres. La norma jurídica a un comportamiento anuda una sanción. La
estructura de la norma está integrada inescindiblemente por una condición y por una consecuencia. En el esquema
kantiano, seguido por Kelsen, la norma jurídica es una categoría, un a priori que aparece formado por el doble
elemento de condición y consecuencia.

Explica con mucha claridad esta idea Legaz y Lacambra cuando afirma que no es que la Moral carezca de toda
sanción y de una determinada coacción; es que ni la sanción ni la coacción que son propias de ella van implicadas
en la estructura misma de la norma moral. La norma moral no establece sanciones, sino que se basa en el puro
valor intrínseco de lo que ordena y en el disvalor intrínseco de lo que prohíbe. Lo que no quiere decir que la Moral
carezca de sanción, simplemente que no va implicada por la misma norma, sino que viene superpuesta a la misma
como una especie de añadido. Así cuando el hombre comete una acción contraria a la ley moral experimenta el
remordimiento de su mala conducta, pero este remordimiento no entra para nada en la estructura ontológica de la
norma moral, la cual se agota en establecer aquello que debe ser o no ser, a diferencia de la estructura de la norma
jurídica integrada por el supuesto de hecho y la consecuencia jurídica (vid. L. LEGAZ Y LACAMBRA, Filosofía del
Derecho, 4ª ed., Barcelona [BOSCH], 1975, págs. 450 a 452). Matiza Legaz, al precisar el contenido y la naturaleza
de la sanción moral, que el dolor por el pecado no ha de ser el de “atrición”--temor a las penas del infierno--, sino el
de “contrición”, que es el dolor de haber negado con nuestro pecado la suprema normatividad del bien o valor
supremo que encarna la persona infinita de Dios.

103
argumento clave para negar juridicidad a los mismos: en la estructura de los principios
cooperativos solo aparece un deber ser, pero no una consecuencia jurídica para su infracción.

c) La ignorancia de los principios cooperativos excusa de su cumplimiento. El Derecho


debe poder ser conocido por todos, por ello la publicidad es condición de la eficacia de la norma
escrita, y la opinio iuris sive necessitatis, o convicción por la comunidad destinataria de la
costumbre de que la actuación consuetudinariamente regulada es obligatoria, se basa en una
convención previa aceptada por los integrantes de esa comunidad. Solo así puede explicarse la
norma que declara que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento (art. 6.1 CC).

Ahora bien, así como la ignorancia del Derecho no excusa de su cumplimiento, los
principios cooperativos no se aplican a las cooperativas --y en general a las personas-- que los
ignoren, debido a que no son ley, no son el producto de decisiones o acuerdos de autoridades
con poder normativo, son el resultado de la práctica empresarial de determinadas sociedades
que han sido elevados a la categoría de postulados generales y objeto de declaraciones que los
recogen, sin que hayan llegado a ser costumbre, por ausencia de su elemento espiritual.

III. Esta irrelevancia jurídica de los principios cooperativos se aprecia en la evolución


legislativa de su tratamiento y en la regulación que, de los mismos, se contiene en las Leyes
españolas vigentes y en el Derecho internacional, así como en la aplicación que de ellos han
realizado los juzgados y tribunales, y en el grado de atención doctrinal que han merecido,
cuestiones, todas ellas, que se analizan seguidamente.

3.4.1. La evolución legislativa sobre los principios cooperativos.

La falta de valor normativo de los principios cooperativos se constata al estudiar la


evolución de la legislación española de cooperativas, que revela un progresivo abandono de la
ortodoxia de los principios. Las líneas directrices de este abandono pueden apreciarse mejor, por
obvias razones temporales, en la evolución del Derecho estatal de cooperativas, al que se
circunscribe el análisis de las páginas que siguen.

El abandono es tanto general, referido al bloque de la declaración de los principios,


cuanto particular, concretado en materias cuyo régimen jurídico se separa o contradice el
contenido de uno o varios principios.

I. Desde un punto de vista general, puede afirmarse que en las leyes estatales sobre
sociedades cooperativas nunca se ha recogido expresamente la relación de los principios
cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional. Unas veces porque la Ley en cuestión no
contenía ninguna relación de principios, otras porque la que contenía no coincidía con la de la
Alianza, y otras porque simplemente había una remisión a la formulada por ésta. Tampoco en las
regulaciones anteriores a las Declaraciones de la Alianza se contienen formulaciones de
principios, no solo por razones cronológicas, sino también por que se construyen tales
regímenes jurídicos sobre otros elementos ajenos a postulados dogmáticos.

Para justificar que la sociedad cooperativa “está por completo fuera de toda regulación
mercantil”, el preámbulo del Decreto de 20 de septiembre de 1869, por el que se aprueban las
bases a que debía ajustarse el proyecto de Ley de Código de Comercio y de Enjuiciamiento
mercantil, afirma que “la sociedad cooperativa…presenta caracteres especialísimos, dignos de
un detenido estudio, y que, prescindiendo de otros secundarios, pueden reducirse a dos:
primero, la mutualidad, segundo, el dividendo como retribución del trabajo; es decir la retribución

104
aleatoria en vez del salario, o lo que pudiera llamarse el trabajo puesto en acciones: caracteres
completamente ajenos al espíritu de nuestra legislación mercantil”269. De esta forma, aunque el
Decreto también atribuye a las sociedades cooperativas un papel “moralizador de las clases
obreras”, la construcción de la figura societaria se basa no en principios o postulados, sino en
dos elementos tipológicos --mutualidad y retorno-- que la separan de los otros tres tipos sociales
previstos en él: la colectiva, la comanditaria y la anónima, y que destacan por encima de los fines
asignados --moralizar a la clase obrera--, que además no abarcan todo el espectro económico
cubierto por las sociedades cooperativas, quedando fuera los consumidores y también los
agricultores y ganaderos.

El Código de Comercio de 1885 no contenía ninguna relación de principios cooperativos,


rectius, no podía contenerla [no solo porque aún no se había procedido a su formulación, sino]
porque no regulaba a las sociedades cooperativas, salvo que se dedicasen a actos de comercio
extraños a la mutualidad (art. 124), en cuyo caso se reputaban sociedades mercantiles y se
regían por sus disposiciones. Para el Código el concepto de sociedad cooperativa se componía
de un elemento esencial y de otro accidental. El esencial es la mutualidad, que es la que define a
la cooperativa y que necesariamente tiene que concurrir 270, y el accidental es el ánimo de lucro
que aparece cuando realiza actos con terceros no socios y que la convierte en sociedad
mercantil271. Ni para uno ni para otro elemento el Código acude a principios cooperativos propios
o extraños272.

La Ley de 30 de junio de 1887, reglamentando el derecho de asociación (Gaceta de


Madrid, de 12 de julio), aplicable a las cooperativas de producción, de crédito o de consumo (art.
1.II), tampoco refiere ningún principio cooperativo.

La Ley de 28 de enero de 1906, sobre Sindicatos agrícolas (Gaceta de Madrid núm. 30,
de 30 de enero), antecedentes de las actuales cooperativas agrarias, no formula ninguna
declaración de principios a los que deban ajustarse los sindicatos agrícolas en su organización o
funcionamiento, ni nada parecido a ello. En esta Ley se reconduce el problema de la identidad

Han destacado estas mismas ideas del preámbulo del Decreto de 1869 M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ
269

REY, Curso de cooperativas…, pág. 37.

270En la Exposición de Motivos del Proyecto de Código de Comercio de 18 de marzo de 1882, puede leerse que “las
Cooperativas…obedecen, ante todo, a la tendencia manifestada en las poblaciones fabriles de nuestro país, y
principalmente en las de Alemania, Inglaterra y Francia, de asociarse los obreros con el único objeto de mejorar la
condición de cada uno, facilitándoles los medios de trabajar, de dar salida a sus productos o de obtener con
baratura los artículos necesarios para su subsistencia”.

271Así mismo, en la Exposición de Motivos del Proyecto de Código de Comercio de 18 de marzo de 1882, se señala
que “como no es el afán de lucro el que impulsa lo que se ha dado en llamar movimiento cooperativo, no pueden
tampoco reputarse como mercantiles estas Sociedades, mientras no resulte claramente de sus estatutos o del
ejercicio habitual de algunos actos de comercio que merecen aquella denominación.”

En la regulación del artículo 124 los comentaristas del Código de Comercio anteriores a la legislación especial de
cooperativas --que comienza en el año 1931-- han visto el reconocimiento en nuestro ordenamiento jurídico de dos
modalidades de cooperativas: las que se ajustan al principio de mutualidad, desarrollando su actividad en favor de
sus socios, sin realizar operaciones con terceros --cooperativas mutualistas-- y las que operan con criterios ajenos a
la idea de mutualidad --cooperativas mercantiles-- que quedan sujetas a las disposiciones del Código (vid. M. L.
LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs.. 120 a 122).

Sobre este antecedente legislativo vid M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de Cooperativas…,
272

págs. 425-429.

105
cooperativa a la causa del sindicato, y, paralelamente, se aleja esta cuestión del terreno de los
principios de funcionamiento orgánico y económico. Efectivamente, la causa, o fin económico,
social y jurídico perseguido por el contrato, que en este caso podría ser el contrato de sindicato
agrícola, está detalladamente prevista en el artículo 2 de la Ley, y gira en torno a los fines
comunes a los asociados del sindicato, entre los que se dejan entrever los que persiguen las
actuales cooperativas agrarias de suministro a los socios y de comercialización de los productos
de los socios273, incluso se contempla lo que, con terminología actual, podría denominarse
sindicato de segundo grado o sindicato de asociaciones274.

El Decreto del Gobierno provisional de la República, de 4 de julio de 1931, por el que se


determina lo que ha de entenderse por sociedad cooperativa y se fijan sus condiciones legales
(Gaceta de Madrid núm. 188, de 7 de julio), declarado Ley de la República por el artículo único
de la Ley de 9 de septiembre de 1931 (Gaceta de Madrid núm. 253, de 10 de septiembre)
establece una relación propia de las “condiciones” a que deben ajustarse todas las sociedades
cooperativas que no es coincidente con la declaración que pocos años más tarde elaboró la
Alianza Cooperativa Internacional. La primera formulación de los principios cooperativos procede
del Congreso de la Alianza celebrado en París en 1937, por lo que no era posible que en el
citado Decreto se recibiera declaración alguna sobre los mismos. Sin embargo, ya la Alianza
desde el Congreso de Viena de 1930 planteó de manera oficial --en otros términos
probablemente mucho antes-- la necesidad de elaborar una formulación de aquellos principios a
los que se venía ajustando el funcionamiento de las cooperativas, y, consciente de ello, el
Decreto de 1931 deja entrever como España no era ajena a esos movimientos internacionales
de codificación de los principios y de estímulo o fomento de las cooperativas 275. Así, en su parte

273 El artículo 1.º de la Ley dispone que “Se consideran Sindicatos agrícolas para los efectos de esta ley las
Asociaciones, Sociedades, Comunidades y Cámaras agrícolas constituidas ó que se constituyan legalmente para
alguno ó algunos de los fines siguientes:
1.º Adquisición de aperos y máquinas agrícolas y ejemplares reproductores de animales útiles para su
aprovechamiento por el Sindicato.
2.º Adquisición para el Sindicato ó para los individuos que lo formen, de abonos, plantas, semillas, animales y
demás elementos de la producción y el fomento agrícola ó pecuario.
3.º Venta, exportación, conservación, elaboración ó mejora de productos del cultivo ó de la ganadería.
4.º Roturación, explotación y saneamientos de terrenos incultos.
5.º Construcción ó explotación de obras aplicables a la agricultura, la ganadería ó las industrias derivadas ó
auxiliares de ellas.
6.º Aplicación de remedios contra las plagas del campo.
7.º Creación ó fomento de institutos ó combinaciones de crédito agrícola (personal, pignoraticio ó hipotecario), bien
sea directamente dentro de la misma Asociación, bien estableciendo ó secundando Cajas, Bancos ó Pósitos
separados de ella, bien constituyéndose la .Asociación en intermediaria entre tales establecimientos y los individuos
de ella.
8.º Instituciones de cooperación, de mutualidad, de seguro, de auxilio ó de retiro para inválidos y ancianos, aplicadas
a la agricultura ó la ganadería.
9.º Enseñanzas, publicaciones, experiencias, exposiciones, certámenes y cuantos medios conduzcan á difundir los
conocimientos útiles a la agricultura y a la ganadería-la, y estimular sus adelantos, sea creando ó fomentando
institutos docentes, sea facilitando la acción de los que existan ó el acceso a ellos.
10. El estudio y la defensa de los intereses agrícolas comunes á los Sindicatos y la resolución de sus desacuerdos
por medio del arbitraje.”

274El párrafo segundo del artículo 1º considera también Sindicato a “la unión formada por Asociaciones agrícolas
para fines comunes de los que quedan enumerados”.

275A pesar de que la Alianza Cooperativa Internacional no había aún elaborado de forma depurada los principios
cooperativos, afirma N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, págs. 39 y 40,
que en la norma estatal republicana se perciben claros indicios de preocupación normativa por algunas reglas aún

106
expositiva, entre sus motivos e intenciones, se propone realizar “intensa labor difundiendo el
conocimiento de los hechos, los principios y la técnica de la cooperación” y dar “a las
cooperativas genuinas el justo trato tributario, según el grado de utilidad social” y “el auxilio
directo cuando esté justificado”; y en su articulado, después de definir a la sociedad
cooperativa276, relaciona, a modo de principios, las “condiciones legales necesarias para todas
las cooperativas”277. Este Decreto, a pesar del tiempo transcurrido, es una pieza muy importante
para el análisis del valor jurídico de los principios cooperativos, porque demuestra que desde la
primera norma que aborda la regulación global de la sociedad cooperativa, el legislador no se
sintió limitado en sus potestades por la concepción de la cooperación que se derivaba de los
principios que consuetudinariamente informaban la organización y el funcionamiento de este tipo
de sociedad, sino que elaboró su propio concepto --si existiera un concepto universal no hubiese
sido necesario definir otro “a los efectos legales”-- y formuló sus propias “condiciones” a las que
debían ajustarse las “genuinas” cooperativas; y el resultado fue de disparidad o, al menos, de
ausencia de coincidencias, entre estas “condiciones” y los principios278 que el Comité ejecutivo
de la Alianza Cooperativa Internacional presentó al Congreso celebrado en Londres en 1934 --
solo tres años después del Decreto comentado--, y que se aprobaron en el Congreso de París de
1937279. Y también el Decreto de cooperativas de 1931 es una pieza importante para captar la

no asentadas firmemente a nivel doctrinario, referidas a los principios educativos y federativos --no al resto de
postulados--..

276En su artículo 1.I dispone que “para todos efectos legales se entenderá por Sociedad Cooperativa la Asociación
de personas naturales o jurídicas que, sujetándose en su organización y en su funciona miento a las prescripciones
del presente Decreto y tendiendo a eliminar el lucro, tenga por objeto satisfacer alguna necesidad común,
procurando el mejoramiento social y económico de los asociados mediante la acción conjunta de éstos en una obra
colectiva”.

277 Estas condiciones son:, según el artículo 2, las siguientes:

“1.Estar regidas con plena autonomía dentro de lo legislado, por sus propios Estatutos y los acuerdos de la
Asamblea general.
2.Igualdad del derecho de voto para todos los socios. No obstante, podrán establecerse mínimos de edad. o de
antigüedad, cuando los Estatutos sociales lo consignen así expresamente. Únicamente en las Cooperativas
clasificadas como profesionales podrá establecerse por los Estatutos que algunos socios tengan hasta un máximo
de tres votos; según la cuantía de su participación en las operaciones sociales, pero siempre con independencia del
capital aportado y sin que la pluridad de votos sea aplicable los asuntos de índole personal.
3.Que ninguna función directiva o de gestión esté vinculada en persona o entidad determinadas, ni sea delegada en
Empresa gestora alguna.
4.Que las participaciones en el capital social no sean transferibles sino entre los socios, con los requisitos que se
fijen, y que en caso de atribuir sale algún interés tenga éste un limite previamente fijado y nunca superior al interés
legal.
5.Que en caso de distribuir los excedentes, se haga el reparto proporcionalmente a la participación de cada
asociado en las operaciones sociales”.

278 Faltan en el Decreto de 1931, en relación con la formulación de la Alianza de 1937 las referencias a la adhesión
libre y, como corolario suyo, a la puerta abierta para la salida de socios, a la neutralidad política y religiosa, a la
venta al contado y a la promoción de la educación. Y la regulación del derecho de voto en el Decreto es más laxa
que la que se deduce del principio de control democrático formulado por la Alianza que, tradicionalmente, se
identifica con la regla de un socio, un voto, puesto que aunque proclama la igualdad del derecho de voto para todos
los socios, permite que puedan establecerse mínimos de edad o de antigüedad, cuando los estatutos sociales lo
consignen así expresamente, y que en determinadas cooperativas --las clasificadas como profesionales-- se prevea
en los estatutos que algunos socios tengan hasta un máximo de tres votos (vid. art. 1.2 del Decreto de 1931).

279Sobre la gestación de los principios de la Alianza Cooperativa Internacional en estas fechas vid. J. J. SANZ
JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho cooperativo…,
págs. 94-96.

107
causa de la sociedad cooperativa, cuyos elementos se recogen en el concepto del artículo 1,
que, dejando a un lado la ausencia de lucro --respecto a cuyo concepto e impacto en la sociedad
cooperativa se ha evolucionado--, tipifica a la cooperativa sobre la base de tener “por objeto la
satisfacción de alguna necesidad común” y prever como medio para ello la “acción conjunta” o
participación de los socios en la empresa colectiva. Obsérvese cómo el legislador republicano en
1931 partió de un concepto de sociedad cooperativa formado por la participación de los socios
en la actividad cooperativizada y en toma de decisiones de gestión, precisamente los dos
elementos que modernamente integran el tipo social cooperativo. Los principios cooperativos
tampoco fueron los inspiradores de la regulación catalana sobre cooperativas promulgada
durante la Segunda República. La Ley de Cooperativas catalana de 17 de marzo de 1934
concebía a las cooperativas como sociedades de promoción de las economías de sus socios por
medio de la mutualidad, y diferenciaba entre cooperativas populares, las constituidas por
personas naturales y jurídicas con la finalidad de mejorar las condiciones de vida o del trabajo de
los obreros o clases modestas por medio de la actuación económica colectiva, y cooperativas
mercantiles, las constituidas por personas naturales y jurídicas de cualquier condición que traten
de mejorar el rendimiento de sus negocios mediante la organización de tipo cooperativo, que se
excluían de la aplicación de la Ley catalana. En ambos casos le esencia tipológica de la figura
regulada es la mutualidad como instrumento para satisfacer necesidades de los mutualistas280.

En la Ley de 2 de enero de 1942, de cooperación (B.O.E., núm. 12, de 12 de enero) no


hay más referencias que a “los preceptos formulados en las Declaraciones XI, quinto y sexto y
XII, primero del Fuero del Trabajo” ni más empeño que en centrar “el concepto de sociedad
cooperativa apartando de ella el espíritu mercantil, eliminado el fin de lucro y procurando eludir
toda posible competencia desleal”. Naturalmente, ninguna referencia ni a la Alianza Cooperativa
Internacional ni a sus principios, ni siquiera formulación propia de ellos. Las sociedades
cooperativas quedaban “siempre disciplinadas a la organización sindical del Movimiento y a la
superior del Estado” (art. 2)281.

La Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas (B.O.E., núm. 305, de 21


de diciembre) relaciona, en su artículo 2º, los siguientes principios cooperativos: libre adhesión y
baja voluntaria de los socios; variabilidad del número de socios y del capital social; igualdad de
derechos para garantizar la organización, gestión y control democráticos; interés limitado por las
aportaciones al capital social; participación de cada socio en los excedentes netos en concepto
de retorno cooperativo; educación y promoción sociales y cooperativas; y colaboración con otras

A pesar de la inexistencia de declaraciones de la Alianza sobre los principios cooperativos en el año 1931 y de la
diferencia entre las “condiciones legales necesarias” previstas en la Ley republicana y la posterior declaración de la
Alianza de 1937, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 42, considera que en la Ley de 1931 hay una explícita recepción legal de los principios
cooperativos.

Puede consultarse el proceso normativo que sirvió de base a esta Ley en M. J. MORILLAS JARILLO y M. I.
280

FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 40.

281 La doctrina es unánime al respecto. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas
de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga
(dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 42 y 43, concluye que en la Ley de 1942 los principios cooperativos o
no se reciben o se regulan de forma que quedan desvirtuados o desprovistos de tutela; y N. PAZ CANALEJO, en N.
Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, pág. 40, sostiene que en esta Ley no aparecen suficientemente
recogidos los principios cooperativos.

108
entidades cooperativas. De ellos, ni la baja voluntaria, ni la variabilidad del capital social y del
número de socios, que aparecen en esta relación, constan en la formulación de los principios
cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional de Viena de 1966, vigentes en 1974 282.
Desde la Ley de 1974 no existe en el Derecho estatal ninguna lista de principios, enviando la Ley
3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas (B.O.E., núm. 84, de 8 de abril) y también la
vigente de 1999 la materia a lo que la Alianza Cooperativa Internacional haya declarado con la
fórmula limitativa de recibir estas declaraciones en los términos de la propia Ley283. La técnica de
la Ley de 1987, que coincide con la de la Ley de 1999, no obliga al juzgador a conocer los
principios cooperativos, porque no están publicados en ningún boletín oficial; en cambio, con la
de 1974 no podría alegar su desconocimiento (el de los principios del artículo 2, pero sí los de la
Alianza)284.

II. También en materias concretas se aprecia una regulación que, a medida que
evoluciona, se separa del contenido de los principios cooperativos. Algunos supuestos se
analizan en los párrafos siguientes.

a) La reducción del número mínimo de socios necesarios para constituir una sociedad
cooperativa que progresivamente han experimentado las Leyes de cooperativas285, es un
argumento de tipo estructural que permite sostener que los principios cooperativos no son
esenciales para la existencia de una sociedad cooperativa. En todo caso, este descenso provoca
que los principios pierdan parte de la significación sociológica que antes tenían286. El número ha
pasado, en cooperativas de primer grado, de los diez, veinte o quince socios exigidos por las
Leyes sobre Sindicatos agrícolas de 1906 (art. 2.I), de Cooperativas de 1931 (art. 2.I) y de 1942
[art. 8.b)], respectivamente, a los siete, cinco y tres de las Leyes de Cooperativas de 1974 (art.

282 En contra, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, págs. 44 y 45, a cuyo juicio esta Ley recibe en su articulado a los principios cooperativos, pero
olvida la conexión de la cooperación con colectivos en situación de subordinación económica.

283Estima M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 46, que la Ley de 1987 establece una noción legal y una regulación del tipo social
cooperativo conforme con los principios formulados por la Alianza Cooperativa Internacional.

284 Precisamente una de las causas que la doctrina ha señalado para explicar la escasísima cita y la inexistente
aplicación de los principios cooperativos ha sido la dificultad de acceder a las declaraciones de la Alianza
Cooperativa Internacional por parte de los tribunales (vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios
cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, pág. 1346).

285 La paulatina reducción del número de socio para constituir una cooperativa de primer grado es una constante
histórica en nuestra legislación (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, pág. 119).

286 No debe olvidarse que la razón más importante de la exigencia de un número mínimo de socios --junto a la de
que la empresa social tenga una dimensión mínima y una estructura corporativa mínima que permita formarse una
mayoría frente a una minoría; y a la de que la sociedad cooperativa es un tipo social de organización de masas-- se
halla en el significado de los principios cooperativos que contemplan a la cooperativa como embrión de una
agrupación de personas y de empresa llamada a ampliarse indefinidamente en base al principio de solidaridad o de
puerta abierta (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 7, págs. 173 a
176).

109
7.1), 1987 (art. 7) y 1999 (art. 8)287; y en cooperativas de segundo o ulterior grado de los tres de
la Ley de Cooperativas de 1974 (art. 7.2), a los dos de las Leyes de Cooperativas de 1987 (art.
7) y 1999 (art. 8). En este mismo periodo de tiempo el número mínimo de socios para constituir
una sociedad mercantil ha sido más pequeño, manteniéndose en dos para las sociedades
colectivas y comanditarias simples (art. 116 C de C), y llegando a uno para limitadas y las
anónimas (art. 12 TRLSC), y probablemente para las comanditarias por acciones (art. 3.2
TRLSC)288. El mayor número de socios exigido para la constitución y el funcionamiento de una
cooperativa con respecto al mismo dato de las sociedades mercantiles, ha respondido a la
concepción clasista de aquélla. En esta línea, se ha afirmado que la sociedad cooperativa es un
fenómeno de categoría289, en el sentido de constituir la expresión empresarial o económica de un
grupo homogéneo de personas que forma la categoría social. De esta manera, de un lado, la
fijación a priori de los requisitos legales y estatutarios para adquirir la condición de socio significa
la determinación de la categoría de los integrantes presentes y futuros de cada tipo de sociedad
cooperativa; y, de otro, la exigencia de un considerable número mínimo de socios, superior al
exigido para las demás sociedades, pone el tipo societario cooperativo al servicio de amplios
grupos sociales en los que se despliegue la eficacia de unos principios cooperativos que tienen
como miras la solidaridad económica entre los socios y entre éstos y el entorno social. Al verse
reducido el número de socios con que pueden constituirse y funcionar las sociedades
cooperativas, pierden significado jurídico y social los principios cooperativos, de difícil
implementación en cooperativas familiares o con una masa social pequeña 290, de forma que el
legislador ha sacrificado los principios para, con esta medida de reducción, procurar la creación
de proyectos empresariales basado en la autogestión por sus agentes291. Atendiendo a esta
nueva realidad la identidad cooperativa no hay que buscarla en los principios, sino en los
elementos del tipo societario, básicamente, en la mutualidad y en la participación en la gestión.

b) La regla de un socio, un voto --voto unitario--, recogida expresamente por la Alianza


Cooperativa Internacional en las declaraciones de los Congresos de Viena de 1966 y
Manchester de 1995, y considerada como manifestación del principio democrático de aplicación
insoslayable en las cooperativas de primer grado, ha pasado de ejemplo de la “adecuación de
nuestra legislación a los principios cooperativos” (exposición de motivos, VI, párrafo tercero, de
la LCEstado de 1987), al olvido intencionado con la extensión del voto plural a las “cooperativas

287 Aunque estos apartados del presente trabajo están centrados en el análisis del Derecho estatal, resulta de
interés exponer como en el Derecho autonómico se ha reducido el número de socios necesario para constituir una
cooperativa al mínimo posible: dos la sociedad cooperativa especial extremeña (art. 5 LSCEspecialesExtremadura),
la sociedad cooperativa pequeña vasca (art. 1.3 LSCPequeñaPaísVasco) y la sociedad cooperativa microempresa
riojana (art. 5.1 LCLa Rioja) y castellano-manchega (art. 11.3 LCCastilla-La Mancha).

288 Sobre la admisibilidad de la sociedad comanditaria por acciones unipersonal siempre que el accionista único sea
el administrador de la sociedad vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. L. IGLESIAS PRADA, “La sociedad unipersonal”,
en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 1357 a
1370, en pág. 1362.

289 Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 29 a 36.

290En el Derecho autonómico se encuentra límites al número máximo de socios fijado en 20 para las sociedades
cooperativas especiales extremeñas (art. 5 LSCEspecialesExtremadura) y las sociedades cooperativas
microempresas riojanas (art. 5.1 LCLa Rioja).

291 En la S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Civil y Penal, de 21 de mayo de 2007 (Ar. RJ 2007\4862) se explica que “la
disminución del número de socios necesarios para poder constituir una cooperativa de trabajo asociado ha sido una
constante en nuestra legislación, viniendo justificada por la necesidad de favorecer la utilización de esta figura
jurídica para iniciar numerosos proyectos de autogestión empresarial”.

110
agrarias, de explotación comunitaria de la tierra, de servicios, del mar y de transportistas, y para
el resto, únicamente para los socios que sean cooperativas, sociedades controladas por éstas o
entidades públicas, si bien se establece la limitación de no poder superar los cinco votos
sociales” (exposición de motivos, I, párrafo sexto, LCEstado de 1999, que se recoge como norma
jurídica en el artículo 26), sin que haya explicación de ningún tipo, en la exposición de motivos de
la Ley de 1999, acerca de este alejamiento de los principios de la Alianza Cooperativa
Internacional.

c) La puerta abierta en su modalidad de entrada, metáfora del primer principio, de


adhesión voluntaria y abierta, justificaba que en la Ley de 1931 292 se estableciese la
imposibilidad de limitar el crecimiento del número de socios, ni estatutariamente ni de hecho,
salvo en las cooperativas de trabajadores, en las de viviendas y en los supuestos autorizados
por el Ministerio de Trabajo (art. 2.II); y que en la de 1942 se dispusiera que el número de socios
sería siempre ilimitado, excepto en las cooperativas de viviendas protegidas [art. 8.b)]. Pero las
exigencias del mencionado principio se relajaron en la Ley de 1974 que admitía la limitación a la
admisión de socios por justa causa (art. 9.2º) y desaparecieron en las Leyes de 1987 y 1999.

El tránsito de la Ley de 1987 a la de 1999, incluso, pone de manifiesto un mayor


alejamiento del Derecho positivo con respecto al principio de puerta abierta. En la Ley estatal de
1987, la asamblea general a la hora de fijar la cuantía de las aportaciones obligatorias de los
nuevos socios y las condiciones y plazos para su desembolso, debía armonizar las necesidades
económicas de la cooperativa con el principio de facilitar la incorporación de nuevos socios (art.
74.1). En la actual Ley de 1999, aunque el tope máximo en la cuantía de las aportaciones
obligatorias de los nuevos socios al que puede llegar la asamblea general es, prácticamente, el
mismo (compárense los artículos 46.7 de la Ley de 1999 y 74.2 de la de 1987), no se orienta el
acuerdo de fijación de la aportación del nuevo socio hacia el criterio de la apertura de la
puerta293.

d) La evolución del tratamiento normativo del destino del fondo de educación y


promoción, pone de manifiesto una nueva dirección del quinto principio --de educación,
formación e información--, puesto que el destino del fondo era exclusivamente, durante la
vigencia de la Ley estatal de 1987 [vid. art. 89.1.a)], la formación y educación de los socios y
trabajadores de la cooperativa en los principios y valores cooperativos, finalidad que, en la
vigente Ley de 1999 [vid. art. 56.1.a)], se comparte con la formación en materias específicas de
la actividad societaria o laboral, al igual que sucede con la formación continua en el resto de
empresas, diluyéndose las diferencias que en esta estrategia empresarial existían entre la
sociedad cooperativa y el resto de empresarios sociales e individuales.

e) En la habilitación que las Leyes confieren al Gobierno para la creación de nuevas


clases de cooperativas cuando sea necesario para el desarrollo de cualquier sector del
cooperativismo (vid. disposición final segunda LCEstado de 1999), ha desaparecido el límite de

292 Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 105 y 106.

293El artículo 74.1 de la Ley General de Cooperativas de 1987 atribuye competencia a la asamblea general para fijar
la cuantía de las aportaciones obligatorias de los nuevos socios, así como las condiciones y plazos para su
desembolso, y señala como criterio para la adopción de éste acuerdo la armonización de “las necesidades
económicas de la Cooperativa y el principio de facilitar la incorporación de nuevos socios”.

111
que en su regulación el Gobierno debía respetar los principios y caracteres del sistema
cooperativo (que establecía la disposición final segunda LCEstado de 1987)294.

f) Los beneficios obtenidos por una sociedad cooperativa por inversiones o


participaciones en sociedades de naturaleza no cooperativa que antes se destinaban en su
totalidad al fondo de reserva obligatorio (vid. art. 83.2 LCEstado de 1987) de carácter irrepartible,
ahora son resultados cooperativos y, por ende, retornables, cuando las sociedades no
cooperativas participadas realicen actividades preparatorias, complementarias o subordinadas a
las de la propia cooperativa [art. 57.3.a) LCEstado de 1999]. Esta solución no fomenta el
desarrollo del sexto principio de cooperación entre cooperativas.

Y con carácter general, la tendencia legislativa a la no separación contable de los


resultados cooperativos, a la que se ha hecho referencia más arriba, supone un alejamiento de
las exigencias derivadas de los principios cooperativos que, en general, postulan la no
distribución de dividendos o beneficios --en particular los derivados de operaciones con terceros
y extraordinarias-- entre los socios y la acreditación del retorno con arreglo a la actividad
cooperativizada295.

g) También se ha abandonado la referencia a los principios cooperativos contenida en la


disposición adicional primera del Reglamento de aplicación a las sociedades cooperativas
reguladas por la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, aprobado por Real Decreto 2170/1978, de 16
de noviembre (B.O.E., núms. 275 a 277, de 17, 18 y 20 de noviembre). Esta disposición
habilitaba al Ministerio de Trabajo para dictar las normas de aplicación y desarrollo de la
mencionada Ley General de Cooperativas de 1974 y del propio Reglamento, debiendo contar
con el informe preceptivo y previo de la Confederación Española de Cooperativas cuando tales
normas afectaran a los principios de la cooperación [también cuando se refería a la estructura y
movimiento cooperativo]. El Derecho cooperativo actual no contiene ninguna previsión
semejante, de manera que la acción administrativa que actualmente realice el Ministerio de
Trabajo, o las Consejerías o Departamentos autonómicos competentes en materia cooperativa, y
que afecten a los principios cooperativos no precisa el informe previo de las asociaciones
empresariales de sociedades cooperativas.

Esta supresión encierra todo un planteamiento de política legislativa acerca de los


principios cooperativos. El informe preceptivo de la Confederación Española de Cooperativas
cuando se vean afectados los principios de la cooperación es la manifestación concreta de una
idea general, a saber: los principios cooperativos son postulados nacidos al margen de las
fuentes formales de elaboración de las normas jurídicas, elaborados por asociaciones de

294Aunque este límite se mantiene en determinadas Leyes autonómicas (vid. disposición adicional tercera LCPaís
Vasco y art. 103.3 LCGalicia), en puridad, tal y como está regulado, debilita el valor de los principios cooperativos de
la Alianza Cooperativa Internacional y fortalece el papel del legislador en la determinación de los mismos. Sobre
estas materias vid. infra la letra a) del apartado 3.4.2 del capítulo primero de la primera parte.

295 F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código
de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 83, pág. 325, ya señalaba que el respeto
a los principios cooperativos relativos a la no distribución de dividendos y la devolución de retornos en proporción a
la participación en las operaciones cooperativas, exige distinguir tres cuentas --cuenta de resultados ordinarios o de
explotación, cuenta de resultados financieros, y cuenta de resultados extraordinarios-- y a demás, distinguir dentro
de la cuenta de explotación entre los resultados con socios y los procedentes de operaciones con terceros, dado
que estos últimos no pueden integrar la partida de excedente disponible. En la misma medida en que en relación
con esta última no haya separación, se estará ante una exclusión de la doctrina derivada de los principios
cooperativos.

112
cooperativas [en última instancia la Alianza Cooperativa Internacional es una federación de
internacional de asociaciones de cooperativas, aunque formalmente sea una sociedad civil suiza]
como resultado del análisis de la práctica cooperativa. Por ello, las normas jurídicas o los actos
administrativos que afecten a los mencionados principios deben contar con el informe previo de
tales asociaciones empresariales en tanto que protagonistas de su sistematización. En definitiva,
con la eliminación de este informe se está llevando la materia a la que se refieren los principios
cooperativos al terreno exclusivo de las fuentes formales, a las que quedan subordinadas las
formulaciones de los principios cooperativos, realizadas por la Alianza Cooperativa Internacional
o por cualquier otra entidad privada. Actualmente, las asociaciones de cooperativas participan en
el procedimiento de elaboración de disposiciones administrativas por mandato constitucional [vid.
art. 105.a) CE], y no solo para tutelar los principios cooperativos, sino para ser oídas a la hora de
regular cualquier materia cooperativa.

h) El concepto de sociedad cooperativa que se ha recogido en el Derecho estatal de


cooperativas se aleja, por exceso y por defecto, de la declaración de la Alianza Cooperativa
Internacional vigente en el momento de la elaboración de las respectivas Leyes.

Así sucede en la Ley de cooperativas de 1987 que define a las cooperativas como
“sociedades que, con capital variable y estructura y gestión democráticas, asocian, en régimen
de libre adhesión y baja voluntaria, a personas que tienen intereses o necesidades
socioeconómicas comunes, para cuya satisfacción y al servicio de la comunidad desarrollan
actividades empresariales, imputándose los resultados económicos a los socios, una vez
atendidos los fondos comunitarios, en función de la actividad cooperativizada que realizan”;
definición que, según reza en su exposición de motivos, se ha realizado “con fidelidad a los
principios cooperativos proclamados por la Alianza Cooperativa Internacional”. Ciertamente el
concepto recoge en lo esencial los principios de la Alianza, pero se separa de ellos por defecto --
al faltar los postulados del interés limitado por las aportaciones al capital social previsto en el
artículo 76, de la educación cooperativa, en el 89, y de la colaboración económica con otras
cooperativas, en los artículos 148 y 149--, y por exceso --ya que no es contenido de los
principios cooperativos la técnica del capital variable y el derecho del socio a la baja voluntaria--.

Quizá la explicación de que estas dos características de la sociedad cooperativa --capital


variable y baja voluntaria-- sin ser principios aparezcan en el concepto, se encuentre en el
artículo 2 de la Ley de Cooperativas de 1974. En este precepto al establecer “los principios
generales que definen el carácter cooperativo de una sociedad” incluye entre ellos la baja
voluntaria del socio y la variabilidad del número de socios y del capital social, que sin embargo
no aparecen en la formulación de la Alianza Cooperativa Internacional de 1966, vigente al
elaborase la Ley referida. El legislador de 1987 se sirvió del precedente de 1974 e incluyó en el
concepto de sociedad cooperativa elementos que no formaban parte de los principios de la
Alianza. Probablemente nunca se sabrá si el redactor del artículo 1 de la Ley de 1987 tomó por
los principios de la Alianza Cooperativa Internacional los enumerados en el artículo 2 de la Ley
de 1974 y, sin consultar la formulación que surgió del Congreso de Viena de 1966, erró al
considerar como tales dos que en verdad no lo eran. Téngase en cuenta al respecto que el texto
del artículo 1 de la Ley de 1987 es idéntico al texto del artículo 1 del Proyecto de Ley que el
Gobierno remitió al Congreso de los Diputados296, no habiendo experimentado modificación
durante su tramitación parlamentaria, por lo que la autoría material hay que imputársela al
redactor gubernamental.

296Vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, III Legislatura, Serie A: proyectos de
Ley, 5 de septiembre de 1986, núm. 4, pág. 7.

113
Abunda en esta idea el hecho de que los tres principios cooperativos omitidos en el
concepto del artículo 1 de la Ley de 1987 --interés limitado, educación cooperativa y cooperación
entre cooperativas-- son precisamente los tres de los cuatro últimos relacionados en el artículo 2
de la Ley de 1974, pareciendo como si se hubiera truncado o cercenado el concepto de sociedad
cooperativa resultante de la refundición en un solo formulado de todos los principios
cooperativos, por resultar demasiado extenso desde el punto de vista de la técnica legislativa.

Sean total o parcialmente acertadas las conclusiones anteriores, la verdad es que


revelan una despreocupación en el tratamiento legislativo de los principios cooperativos.

Además, esta “fidelidad a los principios cooperativos proclamados por la Alianza


Cooperativa Internacional” que se declara en la exposición de motivos de la Ley de 1987, es
hecha con tan poco fervor y con tan poca convicción que, a renglón seguido, la propia exposición
de motivos señala que “la innovación más importante [es]… la que se refiere a la posibilidad de
que las cooperativas puedan realizar operaciones con terceros no socios, aun cuando no
concurran circunstancias excepcionales”, permitiendo operaciones extrañas a la mutualidad que
debilitan el dato más genuino de la cooperación consistente en la creación de un empresa para
satisfacer las necesidades de los socios --doble condición de socio y usuario y gestión de
servicio-- y no de terceros (vid. artículo 124 C de C), para lo que están los empresarios
intermediadores tradicionales. No puede haber fidelidad a los principios cooperativos y, a la vez,
aumentar los actos de comercio no mutualistas297.

Esta misma línea de confusión en el tratamiento normativo de los principios de la Alianza


Cooperativa Internacional afecta a la Ley de cooperativas de 1999. En su exposición de motivos
los principios cooperativos se destacan como “elementos indispensables para construir una
empresa viable con la que los socios se identifican al apreciar en ella la realización de un
proyecto que garantiza su empleo y vida profesional”, sin que lo entrecomillado sea el contenido
de ninguno de los principios de la Alianza Cooperativa Internacional, y resultando, por ello,
equívoca, innecesaria y sin sustancia la concepción que de tales principios se maneja en la
actual Ley estatal.

3.4.2. El Derecho vigente.

La regulación que, de los principios cooperativos, hacen las Leyes españolas de


cooperativas impide considerarlos como elementos sólidos para construir el concepto de
sociedad cooperativa, pudiendo afirmarse, con carácter general, que en ellas se niega valor
jurídico a los mencionados principios298.

297 Esta conclusión no se desdibuja porque la superación de la mutualidad se compensara en la Ley de 1987 al
establecer que los resultados positivos o negativos que se obtengan por las actividades o servicios cooperativizados
realizados con terceros, se imputen al fondo de reserva obligatorio, al tiempo que se imponía la necesidad de
reflejar en la contabilidad, de forma clara e inequívoca, las operaciones cooperativizadas realizadas con terceros
(arts. 5.3 y 83.2 LCEstado de 1987), con el fin de que dichas actividades no signifiquen un lucro para los socios,
como señala la exposición de motivos. Las anteriores previsiones significan, a juicio de la doctrina, que en la Ley de
1987 no debe verse un planteamiento político-jurídico de supresión del principio de mutualidad, sino una formulación
realista del mismo, que permita a las cooperativas operar con terceros para contribuir al propio mantenimiento de la
cooperativa (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 130 a 132).

298Un importante sector de la doctrina científica pone en cuestión el reconocimiento en la Ley de cooperativas
estatal de 1999 de los postulados de los principios cooperativos; así, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 72 y 73, concluye que el

114
En el sentido apuntado, y tras el examen del Derecho positivo vigente, se ponen de
manifiesto bien unas líneas generales de regulación o bien unas materias concretas que
demuestran la ausencia de eficacia jurídica de los principios cooperativos.

a) Principios cooperativos “legales”.

a’) Los principios cooperativos no son normas jurídicas, sino que se incorporan al
Ordenamiento jurídico mediante su recepción por la Ley --genuina norma jurídica--. Además,
esta recepción no es incondicional, sino modulada a lo que resulte de la regulación que en cada
Ley se contenga acerca de las materias a que se refieren los principios cooperativos299.

Con mayores o menores diferencias las Leyes de cooperativas determinan que la


constitución, la estructura y el funcionamiento de las sociedades cooperativas debe ajustarse o
conformarse a los principios formulados por la Alianza Cooperativa Internacional, o simplemente
a los principios del cooperativismos sin anudarlos a la Alianza, en los términos resultantes o
establecidos en la Ley correspondiente. Las Leyes de cooperativas, al delimitar la estructura y el
funcionamiento de la sociedad cooperativa, o prevén una remisión a los principios cooperativos o
formulan una relación de los mismos, pero en ambos casos condicionando su alcance a los
términos resultantes de la propia Ley300. Este proceso de recepción no juridifica el principio

contenido y las exigencias de los principios cooperativos se debilitan en la mencionada Ley a favor de una decidida
apuesta por el fomento de los intereses económicos individuales de los socios actuales, hasta el punto de que la
cooperativa estatal está --o puede estar-- muy cerca de las sociedades mercantiles de capital.

299 La moderna doctrina, a la vista de esta regulación, no duda en sostener que “su trascendencia jurídica queda
supeditada a los términos en que hayan sido incorporados en las respectivas legislaciones internas”, en palabras
extraídas de E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa
del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 38.

300 Está fórmula cuenta, como antecedentes, con el artículo 1 de la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de
Cooperativas y con el también artículo 1 de la Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas. La redacción de
la primera de las Leyes citadas en lo que a esta materia se refiere, ha sido objeto de un exceso interpretativo por N.
PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, pág. 44: de la expresión “es Cooperativa
aquella sociedad que, sometiéndose a los principios y disposiciones de esta Ley…” concluye que los principios
cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional son normas; sin embargo, el artículo 2 de la misma Ley al
relacionar “los principios generales que definen el carácter cooperativo de una sociedad e informan su constitución y
funcionamiento” no indica que tales principios sean los formulados por la Alianza sino que aclara que los mismos
“son los que se establecen a continuación” [y no otros] y además lo son “en los términos que se desarrollan en esta
Ley”. La aplicación conjunta de ambas normas excluye la normatividad de los principio de la Alianza, a pesar de la
interpretación de N. Paz Canalejo.

Debe tenerse en cuenta por el intérprete, que sobre la frase “en los término establecidos en la presente Ley” referida
a la asunción de los principios cooperativos, hubo un debate parlamentario en la elaboración del artículo 1 de la Ley
de 1987, que se saldó con el mantenimiento de la misma con unos argumentos que dejan claro que para el
legislador los principios de la Alianza Cooperativa Internacional no tienen por sí mismos carácter normativo, fuera de
su recepción en el marco jurídico de la Ley. El Diputado Sr. Blanco García dijo lo siguiente en el debate del Proyecto
de Ley de Cooperativas --con relación al texto contenido en el Informe de la Ponencia-- en la Comisión de Política
Social y de Empleo, que actuaba con competencia legislativa plena: “yo creo que en lo que respecta a los principios,
y con esto doy respuesta también a otros señores Diputados que se han preocupado por recoger los principios
inspiradores de la Alianza Cooperativa Internacional, el proyecto de Ley --lo he dicho antes-- establece el mandato
de que las Sociedades Cooperativas se ajustarán, dice concretamente, a esos principios. Pero cuando se hace tanto
hincapié por algunos señores Diputados de la oposición de que se recojan uno por uno estos principios, yo lo que
les pediría, señores Diputados, es que se hagan la siguiente reflexión: entonces no haría falta la Ley. Si ustedes
dicen que se recojan los principios y luego se suprima “en los términos establecidos en la presente Ley”,

115
cooperativo sino su contenido, es decir, el Derecho recoge los hechos naturales a los que se
refieren los principios cooperativos --la retribución limitada de intereses por las aportaciones al
capital social, por ejemplo--, de forma que se cualifican estos hechos naturales, convirtiéndose
en hechos jurídicos obligatorios; pero no se normativiza el principio formalmente considerado --
es decir, no se convierte en norma jurídica, por seguir con el ejemplo citado, el tercer principio
que es el que postula la retribución limitada de las aportaciones--.

a’’) Además de esta “legalización” general de los principios, hay supuestos concretos en
las Leyes que presentan alguna singularidad que abunda en la misma idea. Veámoslos.

En el caso vasco, la tensión legislador-Alianza Cooperativa Internacional se rompe a


favor de aquél, puesto que el hecho de que en la actual Ley vasca de cooperativas de 1993 se
haya renunciado expresamente a incluir el elenco de los principios cooperativos se debe, como
explica la Exposición de Motivos (apartado I, párrafo 2º), además de que la Alianza se
encontraba en 1993 en trance de su reforma, a que “el legislador más que ensayar enunciados
de carácter un tanto doctrinal --por didácticos que sean-- debe procurar garantías normativas
para la aplicación efectiva de los caracteres esenciales de la institución regulada”. Además, esta
Ley no menciona la paternidad de los principios del cooperativismo a los que se remite, puesto
que no hace referencia a la Alianza Cooperativa Internacional. Las singularidades del

evidentemente no hace falta el resto de la Ley; con hacer un artículo único con esos principios, lo demás sobraría.
Claro que, naturalmente, si las Sociedades Cooperativas se ajustan a los principios de la Alianza Cooperativa
Internacional, tendrá que ser dentro del marco de la ley que estamos debatiendo” (vid. Diario de Sesiones del
Congreso de los Diputados, Comisiones, III Legislatura, año 1986, núm. 47, Comisión de Política Social y de
Empleo, Sesión de 9 de diciembre de 1986, pág. 1941). El argumento expuesto es tildado de exagerado por el autor
citado (vid. pág. 43). Con mucho criterio F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 71,
considera que la expresión “en los términos establecidos en la presente Ley” dota de una considerable ambigüedad
a la remisión a los principios.

Respecto al Derecho vigente vid. arts. 1 LCEstado; 1.2 LCPaís Vasco; 2.III LSCExtremadura; 1.4 LCGalicia; 2.2
LCAragón; 1.2 y 104.3 LCMadrid; 1.2 LCLa Rioja; 1.1 LCCastilla y León; 1.2 LCCataluña; 2.III LCIslas Baleares: 2.3
LSCMurcia y 2 LCNavarra).

La Ley asturiana ni siquiera contiene cláusula de recepción legal de los principios cooperativos (vid. art. 1). Tan solo,
en su Preámbulo afirma que el objeto de la presente ley es configurar a las cooperativas asturianas como
sociedades modernas y competitivas, con un régimen jurídico y económico consolidado y flexible, que se adapte
bien a las necesidades actuales y futuras del mercado, sin perder de vista los principios cooperativos que deben
regir en este tipo de sociedades”, lo que no les atribuye valor normativo alguno.

La actual Ley castellano-manchega se separa de las anteriores en una aparente juridificación de los principios
cooperativos. Su artículo 2.2 establece que “las sociedades cooperativas ajustarán su estructura, gestión y
funcionamiento a los principios cooperativos formulados por la Alianza Cooperativa Internacional en cada momento.”
Pero al lado de esta declaración hay tres argumentos que niegan eficacia jurídica autónoma a los principios: (i)la
anterior previsión debe entenderse, como dice el mismo artículo 2.2, “sin perjuicio de lo previsto en la presente Ley”,
(ii)la disposición final tercera, habilita al Consejo de Gobierno de la Junta de la Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, “para regular nuevas clases de cooperativas y establecer sus normas”, sin que, como se prevé en normas
análogas de otras Comunidades Autónomas, deba en esta tarea ajustarse a los principios cooperativos, y (iii)tipifica
como infracción la trasgresión de los principios cooperativos reconocidos en la Ley ( art. 160.5.a) LCCastilla-La
Mancha).

El artículo 4 de la vigente Ley andaluza contiene una relación de los principios cooperativos, pero carece de la
norma jurídica en virtud de la cual los principios cooperativos se aplicaban de conformidad con lo dispuesto en la
propia Ley, que sí se contenía en el artículo 2.3 de la Ley de 1999. Esta circunstancia no convierte a los principios
de la Alianza Cooperativa Internacional en normas jurídicas, porque la relación del artículo 4 es diferente de la
formulación de la Alianza como se encarga de justificar el apartado II de la exposición de motivos de la Ley.

116
cooperativismo vasco hacen que la idea de la recepción de los principios cooperativos a través
de la Ley y en los términos que en ella se disponga recogida en su artículo 1, se extienda al
grupo cooperativo que “deberá ajustar su funcionamiento a los principios cooperativos, de
conformidad con lo previsto en el artículo 1.1” (art. 135.1).

Algo análogo sucede en Galicia cuya Ley, según reza en su Exposición de Motivos
(párrafo 5º), asumiendo las recomendaciones de la Alianza Cooperativa Internacional, se
incardina en el “respeto en lo sustancial” --y por tanto, no en todo-- a los principios cooperativos
que quedan reflejados expresamente en su artículo primero y, además --y esto es lo relevante--,
a través del resto del articulado.

La Ley aragonesa (art. 2.2) determina que las cooperativas a ella sometidas “deben
ajustar su estructura y funcionamiento a los principios cooperativos y, en especial, [a] los fijados
por la Alianza Cooperativa Internacional, (que serán aplicados en el marco de la presente Ley)”,
de forma tal que en general habrá otros principios cooperativos diferentes de los de la Alianza.

El Preámbulo de la Ley madrileña insiste en la idea de legalizar los principios


cooperativos cuando afirma que “los valores y principios internacionalmente reconocidos y
aceptados son los proclamados por la Alianza Cooperativa Internacional…sin perjuicio de las
modulaciones o excepciones que la propia experiencia del Derecho Comparado aconseja y esta
Ley recoge” (apartado I, párrafo 4º).

La Ley catalana aparenta incorporar con firmeza y convicción los principios cooperativos
formulados por la Alianza Cooperativa Internacional, ya que no solo estos principios han de
aplicarse al funcionamiento y a la organización de las cooperativas --como sucede el resto de
Leyes-- sino que también “han de incorporarse a las fuentes del derecho cooperativo catalán
como principios generales y aportan un criterio interpretativo de la…ley” (art. 1.2). Pero esta
previsión internacionalista se torna en la Ley por un singular fenómeno de territorialización o
regionalización. En el Preámbulo se explica que la nueva Ley catalana trata de hacer compatible
los principios cooperativos “con los valores que ha encarnado históricamente en Cataluña el
cooperativismo”; y al regular las fuentes que los órganos jurisdiccionales deben aplicar para la
solución de los conflictos entre las cooperativas y sus socios los denomina “principios
cooperativos catalanes” (art. 158.4), que, lógicamente, no pueden ser los principios de la Alianza
Cooperativa Internacional.

La Ley valenciana quizá sea un caso singular. Es la más fiel a la declaración de la


Alianza Cooperativa Internacional sobre la Identidad Cooperativa, transcribiendo los valores y
principios formulados por ésta en 1995 (vid. art. 3 LCValencia). Además, contiene una curiosa
disposición adicional primera a cuyo tenor, en el caso de modificación de los principios
cooperativos por la Alianza Cooperativa Internacional posterior a la promulgación de la Ley, el
nuevo texto se aplicará con preferencia a la recepción que de los mismos se hace en el artículo 3
de la misma, a los efectos de su interpretación como principios generales informadores de la
misma301. Ahora bien, ni el artículo 3 ni la disposición adicional primera atribuyen eficacia
normativa a los principios cooperativos. Por una parte, la trascripción de los principios y valores
301Probablemente esta disposición adicional sea una reacción a la posición de un autor tan influyente como N. Paz
Canalejo que ante una eventual modificación de los principios cooperativos por la Alianza Cooperativa Internacional,
sostiene --dentro de su tesis del carácter normativo de tales postulados-- que la aplicación de esas reformas
dependerá de que las mismas sigan teniendo cabida en la Ley (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F.
Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial,
Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, pág. 56).

117
que se contiene en el artículo 3 solo lo es del enunciado de la Alianza, no de su contenido, éste
será el que prevean las disposiciones de la Ley sobre la materia a la que se refieran en cada
caso los principios. Además, y siguiendo la tónica general del resto de Comunidades Autónomas,
los principios de la Alianza se pasan por el tamiz de la Ley, puesto que la enumeración que de
ellos se hace es una enumeración legal, en el sentido de que es la Ley la que dice cuáles son los
principios de la cooperación que recoge. Solo así puede entenderse el texto del artículo 3 de la
Ley cuando dispone que los principios cooperativos formulados por la Alianza Cooperativa
Internacional “a los efectos de esta Ley son los siguientes”. Y por otra, si los principios
cooperativos fuesen fuente del Derecho valenciano no sería necesaria esta disposición adicional,
pero como no lo son la Ley debe recogerlos no solo en su formulación de presente sino, si así lo
quiere, en su formulación de futuro, que, por otra parte, parece que solo tiene valor interpretativo.
La clave está en que la disposición comentada no es más que un recurso necesario de técnica
normativa porque su artículo 3 enumera los principios y valores de la Alianza en su actual
redacción; si en vez de enumerar contuviese una recepción general, sin relacionarlos, no sería
necesaria esta disposición que acoge la redacción futura.

Por su parte, la Ley andaluza de 2011 reformula los principios cooperativos --lo que
denota autonomía respecto de la formulación de la Alianza-- como expresamente se declara en
el apartado II de la exposición de motivos: “En el título preliminar destaca la reformulación que se
hace de los principios por los que habrán de regirse las sociedades cooperativas andaluzas. En
general, el cotejo de los principios del artículo 4 con los aprobados por la Alianza Cooperativa
Internacional no revela tanto contradicción como reequilibrio o adaptación evolutiva”.

a’’’) La técnica de la recepción de los principios cooperativos por las Leyes de


cooperativas, explica que ellas puedan contener regulaciones contrarias o, cuando menos, no
compatibles con los mencionados principios. A lo largo de las páginas que siguen, y desde
distintos puntos de vista sistemáticos, se hará referencia a un importante número de situaciones.
Ahora bien, para ofrecer un cuadro de síntesis que tome como criterio expositivo cada uno de los
principios cooperativos, y sin perjuicio de un análisis más detallado y profundo, pueden citarse a
título meramente ejemplificativo --no exhaustivo-- una serie de ejemplos básicos de regulaciones
que recepcionan la materia a la que el principio se refiere pero con un alcance diferente a lo
postulado por él. Son las siguientes:

-Primer principio, de adhesión voluntaria y abierta: las Leyes regulan cooperativas


cerradas a la entrada de nuevos socios302, como las de viviendas o como sucede en todas

302 Es cierto que uno de los objetivos de la sociedad cooperativa, como empresario, es su crecimiento económico
aumentando el número de sus socios o, cuando menos, la predisposición a tal aumento, que, por otra parte coincide
con el objetivo de la cooperación, como movimiento económico-social, de abrir la sociedad cooperativa al mayor
número posible de personas con las mismas necesidades que satisfacer a través de la empresa común gestionada
por los socios, y a cuyo servicio el ordenamiento jurídico pone la técnica de la variabilidad del capital social y la de
la variabilidad del número de socios. Ahora bien, la sociedad cooperativa que cierre sus puertas y no admita más
socios, porque su capacidad económica y productiva esté saturada o porque en su estrategia empresarial no esté el
crecimiento como empresa, no por ello dejará de ser una cooperativa. No obstante, se ha considerado que el
imposibilitar deliberadamente la operatividad de un principio cooperativo, como el de puerta abierta, es clara
expresión de ilegalidad (vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 137),
pero, a pesar de este tipo de afirmaciones, no se apura el argumento hasta el final, justificando por esta causa una
acción de impugnación del acuerdo social que lo cercene. En definitiva, el aumento del número de socios es un
objetivo económico que podrá ser o no ser buscado por el empresario cooperativo, asumiendo las consecuencias
que esta decisión produzca en el mercado en el que intervenga, pero no puede ser un presupuesto jurídico cuya
inobservancia conlleve la pérdida del carácter cooperativo de la sociedad o la impugnación del acuerdo social que la
contenga.

118
cuando su capacidad productiva está saturada; o semicerradas para la salida, con medidas de
preaviso que conllevan largos periodos de vinculación temporal impuestos al socio que quiere
separase, que por ejemplo en la última Ley estatal se ha ampliado de tres meses a un año303. Se
regulan también las aportaciones sociales con reembolso rehusable, tras la reforma contable de
la Ley 16/2007, que condiciona la efectividad del principio de puertas abiertas, máxime si se
tiene en cuenta que la denegación del reembolso no solo puede producirse en los supuestos de
baja voluntaria injustificada sino también en la justificada304. Y la doctrina científica se divide
entre quienes entienden que los extraños a la cooperativa ostentan un derecho subjetivo a ser
admitido como socios, o al menos esos terceros son titulares de un interés legítimo a ingresar en
la cooperativa, y aquellos para quienes este principio no significa que cualquiera pueda ser socio
de la cooperativa, sino que siempre que reúna los requisitos establecidos legal y
estatutariamente puede solicitar ser admitido como socio, sin que la cooperativa esté obligada a
tal admisión305.

-Segundo principio, de gestión democrática por parte de los socios: se ha extendido la


tendencia de sustraer competencias a la asamblea general a favor del consejo rector, con el
argumento de la eficiencia gestora de éste último y siguiendo el patrón del sistema de
distribución de competencias de las sociedades de capital, cuando el argumento en sociedades
de base mutualista debe ser el de la participación (que en esto consiste la democracia) de los
socios en los asuntos sociales306.

-Tercer principio, de participación económica de los socios: las Leyes admiten con
extraordinaria amplitud la existencia de agentes de la actividad cooperativizada que no participan
económicamente en la cooperativa --terceros no socios--; o importantes fuentes de financiación
que no proceden de aportaciones de los socios, sino de préstamos. Y así mismo, prevén cada

303Hay ejemplos evidentes en la legislación autonómica de limitación al principio de puerta abierta. Quizá uno de los
más ilustrativos sea la Ley aragonesa, tras la reforma que tuvo lugar por la Ley 4/2010, de 22 de junio, en la que se
contienen un conjunto de normas que limitan la salida de los socios para proteger el interés social. Su artículo
22.2.a) dispone que “en el caso de que la Asamblea General haya adoptado acuerdos que impliquen inversiones,
planes de financiación o cualquier otro tipo de decisiones que exijan aportaciones extraordinarias, y estos sean
objeto de recurso, el socio que no haya recurrido deberá permanecer durante el plazo establecido y participar de la
manera y con los requisitos exigidos por dicho acuerdo. En caso de incumplimiento, responderá frente a la
cooperativa y frente a terceros por la responsabilidad contraída. En el artículo 53.b) se señala que “en el caso de
baja no justificada por incumplimiento del período de permanencia mínimo fijado en los Estatutos, se podrá
establecer una deducción sobre el importe resultante de la liquidación de las aportaciones obligatorias” adicional a la
general. Y en el artículo 53.h) se prevé que “la reducción de la actividad cooperativizada por parte del socio, por el
motivo que sea y aun siendo ésta definitiva sin causar baja en la cooperativa, no dará derecho al reembolso parcial
de las aportaciones al capital social, salvo que exista una previsión estatutaria que lo posibilite”.

Debe tenerse en cuenta que ya esta Ley preveía que “excepcionalmente, en los supuestos en que la devolución
pueda poner en dificultad la estabilidad económica de la cooperativa, el departamento competente podrá ampliar los
citados plazos, a petición de la misma, hasta el límite de diez años [actual artículo 53.f)].

304Como sostiene M. VÉRGEZ, “Modificaciones del régimen de la sociedad cooperativa relativas a la constitución
del capital social”…, pág. 1024.

305Estas posiciones doctrinales pueden consultarse en M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, pág. 163.

306No es como a primera vista pudiera parecer, un dato que limite la democracia cooperativa el que haya cada vez
más regulaciones que quiebran la regla un socio, un voto, atribuyendo voto plural en función de la actividad
cooperativizada o del número de socios. Son igualmente democráticos --por ser participativos-- tanto el sistema de
voto unitario cuanto el sistema de voto plural.

119
vez mayores porcentajes de reparto entre los socios de los excedentes, de los beneficios
extracooperativos e, incluso, del patrimonio común, la imputación de las pérdidas sociales con
independencia de su origen a reservas obligatorias o su cobertura con resultados positivos de
ejercicios posteriores, o la no contabilización separada de los resultados extracooperativos307.

-Cuarto principio, de autonomía e independencia: este principio desaparece con la


admisión de la figura de socios o de agrupaciones de socios titulares de la mayoría de los votos
en la asamblea general, o de minorías de control, o de cooperativas sometidas a instrucciones
vinculantes de la entidad cabeza de grupo en el caso de sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado o de grupos cooperativos.

-Quinto principio, de educación, formación e información: el régimen económico regulado


en las actuales Leyes de cooperativas asigna cada vez menores dotaciones al fondo de
educación y promoción, que, además, ya no se dirige solo a la formación de los socios y
trabajadores de la cooperativa en los principios cooperativos, sino, además en las materias
específicas de su actividad societaria y laboral, como en cualquier otra empresa308.

307La regulación de los excedentes, de las pérdidas y de la contabilización separada contenida en la Ley estatal ha
supuesto, a juicio de M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…; pág. 72, una erosión del régimen económico de la cooperativa cercano a los principios
cooperativos que establecían las Leyes de 1974 y 1987.

308 Dada la importancia que tradicionalmente ha dado el movimiento cooperativo a la formación de sus socios --la
propia Alianza Cooperativa Internacional lo elevado a la categoría de principio, el quinto; y, aunque resulte
meramente testimonial, la LCAragón señala como finalidad, entre otras, de las cooperativas escolares la de “formar
a los alumnos de centros de enseñanza en los principios y práctica cooperativos” (art. 89.1)-- resulta especialmente
interesante la evolución de las dotaciones y de las finalidades del fondo de educación cooperativa.

Este fondo es una reserva, y por lo tanto una cuenta de pasivo, que, con diferentes denominaciones --la más
extendida es la de fondo de educación y promoción, que la comparte, como se ha dicho más arriba con el fondo de
formación y promoción, reserva de educación y promoción cooperativa, fondo de promoción y formación
cooperativa, fondo de formación y promoción cooperativa ][se escapa de esta regla la Ley vasca, que tras la reforma
de 2008, pasa a denominarlo “contribución para educación y promoción cooperativa y otros fines de interés
público”]--, se refiere a la detracción de una parte de los resultados positivos y de algún tipo de ingreso --p. ej.,
subvenciones a la formación-- de la cooperativa para destinarlo a la formación de los socios. Tanto los nutrientes de
esta reserva como sus fines han experimentado una variación que la aleja de la ortodoxia cooperativa.

En lo que se refiere a las dotaciones, éstas han ido disminuyendo y cambiando su naturaleza. Centrando la cuestión
en el Derecho estatal, se observa como han disminuido desde la Ley de 1974, en la que el fondo se constituía con
un porcentaje no inferior al 10 % de los excedentes netos --operaciones con socios-- y, además con la totalidad de
los resultados positivos que la cooperativa obtuviese de las operaciones de carácter extraordinario con terceros (art.
17.3º); pasando por la Ley estatal de 1987, en la que se elimina la dotación procedente de los resultados con
terceros y en la que el 10% sobre excedentes pasó a ser el porcentaje superior de dotación obligatoria, disminución
que se compensó con la exangüe posibilidad de aportaciones discrecionales sobre excedentes, y con los ingresos
por sanciones y subvenciones (art. 89.3); y terminando con la vigente Ley de 1999, en la que se mantiene la
supresión de nutrientes con cargo a beneficios por operaciones con terceros, el porcentaje sobre excedentes de
dotación obligatoria baja al 5%, y se eliminan los ingresos procedentes de las subvenciones (art. 56.4).

La importancia cooperativa de esta reserva no solo ha ido disminuyendo desde un punto de vista cuantitativo, sino
también cualitativo. De hecho, las finalidades a las que debía dedicarse su dotación han ido abandonando el terreno
de lo estrictamente cooperativo para adentrarse en lo empresarial. En la Ley estatal de 1987 el fondo de educación
y promoción debía destinarse a tres fines que coincidían con otros tantos principios cooperativos, a saber: a) la
formación y educación de los socios y trabajadores en los principios cooperativos, así como la difusión de las
características del cooperativismo; b) la promoción de las relaciones intercooperativas y c) la promoción cultural y
profesional del entorno local o de la comunidad en general (art. 89.1). Actualmente, en la generalidad de las Leyes
de cooperativas vigentes destaca sobre los demás el destino del fondo a la formación de los socios y trabajadores

120
-Sexto principio, de cooperación entre cooperativas: al permitirse que una cooperativa
opte por colaborar económicamente o por articular fórmulas de concentración empresarial con
otras sociedades no cooperativas, no solo sin sanción por el legislador, sino con fomento, al
considerase por las Leyes a tales ingresos como resultados cooperativos (vid. art. 57.2.a)
LCEstado).

-Séptimo principio, de interés por la comunidad: las Leyes no exigen a las sociedades
cooperativas mayores medidas de responsabilidad social que al resto de empresarios, salvo en
alguno de los fines del fondo de educación y promoción.

a’’’’) El carácter legal de los principios cooperativos abre un interesante debate en la


dogmática de la sociedad cooperativa. Un autorizado sector de la doctrina considera que los
principios cooperativos limitan el poder del legislador, a la hora de regular a la sociedad
cooperativa, al diseño que de este tipo societario se derive de las declaraciones de la Alianza
Cooperativa Internacional. Estas tesis sostienen que el legislador ve sometida su capacidad
política de dictar leyes de cooperativas a dos serias restricciones derivadas de la preexistencia
de los principios cooperativos: de un lado, la definición de sociedad cooperativa, que ya le viene
dada por la realidad de hechos que pretende regular dado que las cooperativas preexisten a la
norma; y, de otro, que la ley debe ser desarrollo o, al menos, debe respetar las reglas
elementales contenidas en los principios cooperativos309. A su lado, otro sector, afirma que con

de la cooperativa, no solo en los principios y valores cooperativos, sino también en “técnicas económicas,
empresariales y profesionales” o en “materias específicas de [la] actividad societaria o laboral” de la cooperativa o,
más expresivamente, a “la formación profesional adecuada a la actividad cooperativizada de los socios y
trabajadores” y a “la formación en la dirección y control empresarial adecuada a los miembros del consejo rector e
interventores” [vid. arts. 56.1.a) LCEstado; 65.1 LSCExtremadura; 68.2, b) y c) LCGalicia; 59.4 LCAragón; 96.2.a)
LSCAndalucía; 76.1.b) y c) LCLa Rioja; 72.1 LCCastilla y León; 69.1.a) LCCataluña; 83.1.a) LCIslas Baleares; 72.1
LCValencia; 101.1 LCAsturias y 71.4.a) LSCAndalucía]. Estas finalidades son idénticas a las actividades de
formación continua que acometen el resto de empresarios, desdibujándose las diferencias entre el fondo de
educación y formación de las cooperativas y las reservas contables que, para acciones formativas, creen el resto de
empresarios.

Por excepción en las Leyes del País Vasco [art. 68.bis.1.a) --tras la reforma de 2008--], Madrid (art. 64.1), Navarra
[art. 51.3.b).2] y Castilla-La Mancha (art. 91.1) esta reserva está destinada a finalidades genuinamente cooperativas,
consistentes en la formación de los socios y trabajadores de la cooperativa en los principios y valores cooperativos,
en el cooperativismo y en actividades cooperativas, en la promoción y difusión del cooperativismo y de las
relaciones intercooperativas y en la promoción cultural, profesional y asistencial de los socios, de los trabajadores, y
del entorno local y de la comunidad en general así como a acciones medioambientales.

309 M. VÉRGEZ, El derecho de las cooperativas y su reforma..., págs. 66 y sigs. afirma que los principios de la
cooperación limitan la regulación que el legislador realice de las cooperativas. En la misma línea, I. J. TRUJILLO
DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de
cooperativas”…, págs. 1333 y 1334, sostiene que los principios cooperativos tienen un validez anterior y extraña al
campo del Derecho, de manera que el legislador cooperativo se enfrenta a serias restricciones de su capacidad
política, derivadas de la preexistencia de los principios cooperativos, que limitan y que deben ser desarrollados por
las leyes de cooperativas; sin embargo este mismo autor, más adelante reconoce que solo la remisión legal expresa
a los principios de la Alianza Cooperativa Internacional faculta a los jueces y tribunales a la aplicación de los mismos
como normas jurídicas, que si el juez puede realizar un control de orden público sobre los principios cooperativos --
pág. 1338-- y si los principios cooperativos se internan en el ordenamiento y son susceptibles de aplicación directa,
lo es porque han disfrutado de una recepción explícita e implícita por parte de las leyes de cooperativas. En sentido
análogo, J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo..., págs. 120 a 122, explica cómo “el legislador no inventa los principios, los observa, mejor,
los extrae por observación de la realidad cooperativa, tal como son en la vida social, y los incorpora a los textos
legales, al <<corpus>> de la legislación del Estado”. De realidad metajurídica que recoge el legislador en el proceso

121
carácter general no existen principios connaturales a las sociedades mercantiles que haya que
respetar y que sea imposible contradecir310, tesis a la que parecen haberse abonado las Leyes
actuales de cooperativas cuando recogen los principios cooperativos pero en los términos
resultantes o establecidos en la Ley correspondiente, sin restricciones a su capacidad de normar.

de tipificación de la cooperativa habla M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs.


11 y 12.

Vinculando la asunción legislativa de los principios cooperativos con el requisito de ingreso en la Alianza
Cooperativa Internacional, F. VICENT CHULIÁ, Concentración y unión de empresas ante el Derecho español,
Madrid [Confederación Española de Cajas de Ahorros], 1971, págs. 559 y 560, afirma que al no respetarse por la
Ley de cooperación de 2 de enero de 1942 la integridad de los principios cooperativos, formulados [entonces] en el
artículo 8 de los estatutos de la Alianza Cooperativa Internacional, España no forma parte de dicha Alianza y
tampoco recibe ayuda de los programas de promoción cooperativa de la O.I.T.

310 En 1947, cuando se elaboró por la Sección de Reforma del Derecho privado del Instituto de Estudios Jurídicos, el
Anteproyecto de Ley de Sociedades Anónimas, se planteó la misma cuestión apuntada en el texto principal --si las
sociedades tenían o no una existencia metajurídica-- pero referida a la sociedad anónima. F. DE CASTRO Y
BRAVO consideraba que no existían principios naturales de la sociedad anónimas, decía así: “El Anteproyecto parte
de la creencia en unos principios connaturales a la ‘esencia’ de la Sociedad Anónima, que hay que respetar y que es
imposible contradecir. La intangibilidad dogmática, la existencia de unos principios y de una esencia connatural a la
Sociedad Anónima son afirmaciones que a un civilista le parecen restos de las ilusiones que creara antaño la
concepción positiva del pandectismo. La Sociedad Anónima, figura jurídica moderna y artificial, carece de
fundamento extrapositivo, y, lo mismo que ha sufrido grandes y fundamentales cambios en su estructura y
funcionamiento, nada impide que pueda sufrir otros más profundos para adaptarla a nuevas necesidades
económicas o políticas y que signifiquen una alteración de esencia y de principios” (vid. “¿Crisis de la sociedad
anónima? Reflexiones sobre la proyectada reforma legislativa de la Sociedad Anónima”, en Revista de Estudios
Políticos, vol. XXI, núm. 49, enero-febrero, 1950, reimpreso junto con otros trabajos del Profesor en La persona
jurídica…, pág. 55, de donde se realiza la cita).

La existencia de un derecho universal de la sociedad anónima, fundamentado en la idea de que esta sociedad
constituye un fenómeno natural, que evoluciona y que determina que las legislaciones de los diferentes Estados se
limiten a recoger en sus reformas los resultados de esa evolución, con la consiguiente limitación de las opciones del
legislador, ha sido una constante en la doctrina científica que ha llegado a tener reflejo en el Derecho positivo: la
exposición de motivos de la Ley de Régimen Jurídico de sociedades Anónimas de 17 de julio de 1951 recoge la
referencia al derecho universal de las sociedades anónimas. Sin embargo, como ha afirmado A. ROJO, “Los
problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de sociedades anónimas”..., págs.
131 a 134, la relación de causalidad entre la evolución natural de sociedad anónima y la uniforme evolución del
régimen jurídico de esta forma social, no puede considerarse verdad absoluta ni elevarse a la categoría de dogma,
incluso --destaca el Profesor Rojo-- puede apreciarse que la evolución natural de la sociedad anónima no ha
seguido siempre el mismo ritmo ni las soluciones jurídicas adoptadas por los legisladores han sido siempre unitarias,
existiendo al lado de la natural una evolución artificial de la sociedad anónima, que se produce, entre otros
supuestos, cuando, por razones de orden político o coyunturales, la Ley estatal se separa del derecho universal.
Reflexiones que, al igual que las anteriores, resultan plenamente aplicables al [inexistente] derecho universal
derivado de los principios cooperativos.

A propósito del proceso evolutivo que experimenta la legislación societaria circunscrita a las cooperativas M. J.
MORILLAS JARILLO, “La nueva regulación estatal de las sociedades cooperativas”…, pág. 11, se plantea que el
impacto que la Ley estatal ha producido en los principios y valores cooperativos plantea el interrogante de si todas
estas novedades llevarán como efecto secundario un debilitamiento del tipo o por el contrario “estamos asistiendo a
una evolución necesaria de un sujeto vivo, no petrificado en leyes o principios rígidos que lo conforman a modo de
arquetipo”.

La concepción de los dos autores anteriores, podría, a la luz de la legislación cooperativa actual trasladarse a la
dogmática cooperativa. Téngase en cuenta además, la forma de regular la cooperativa, con remisiones a los
principios cooperativos, no es la única posible, de hecho la regulación alemana ni incorpora relación alguna de los
principios ni se remite a ellos (Vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito
de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, pág. 1345).

122
El poder legislativo, conforme a esta segunda línea de pensamiento, es libre para regular la
sociedad cooperativa siguiendo o no los principios declarados por la Alianza Cooperativa
Internacional. Es más, la libertad del legislador sería válida incluso en el radical supuesto de que
un ordenamiento no regulara a la sociedad cooperativa, ofreciendo tipos sociales neutros como
cobertura jurídica para un empresario social cooperativo.

En definitiva, son las Leyes, y no los principios cooperativos, las que definen o
configuran la sociedad cooperativa311. Sin embargo, las tesis que tratan de perfilar un concepto
previo de cooperativa enseñan una metodología muy útil para delimitar la materia cooperativa312,
al plantear la necesidad científica de separar un tipo societario del resto de tipos que integra el
sistema de sociedades. En esta tarea, la ley debe partir del concepto básico de cooperativa --
integrado, como se ha dicho por dos elementos: la mutualidad y la participación orgánica-- para,
por sistemática con el resto de tipos sociales, no duplicar las formas sociales existentes.

b) Trasposiciones de principios sin fuerza vinculante.

Las Leyes a la hora de regular las materias a las que se refieren los principios
cooperativos lo hacen con alternatividad cooperativa, es decir, ofrecen varias opciones de
actuación y no todas son conformes con lo postulado por el principio cooperativo: una o algunas
sí lo son, y el resto de ellas se separa de él. En estos casos se traspone el principio, pero sin
fuerza vinculante. Esta manera de regular, permite que la actuación de la cooperativa sea bien la
postulada por el principio o bien una divergente o contraria al mismo, pero siendo las dos lícitas.
Aunque los supuestos son variados, para ejemplificar el argumento es suficiente con exponer
dos.

Uno de los destinos --no el único-- de las dotaciones del fondo de educación y
promoción es la formación y educación de los socios y trabajadores de la cooperativa en los
principios y valores cooperativos [v., por ejemplo, art. 56.1.a) LCEstado]. Esta norma, conectada
directamente con el quinto principio cooperativo --educación, formación e información--, no tiene
la suficiente concreción como para fundamentar la anulación de acuerdos de los órganos
sociales que destinen, ejercicio tras ejercicio, la dotación que aparezca en la cuenta del fondo a
otros fines, dentro de los previstos en la Ley, diferentes de la formación de socios y trabajadores
en principios cooperativos. Es más que una norma jurídica perfecta, que señale las
consecuencias jurídicas anudadas a su infracción, una norma programática.

311 La idea expuesta ha sido recogida expresamente en la Ley vasca de cooperativas, caracterizada incluso por un
generoso respeto hacia la Alianza Cooperativa Internacional. Según esta Ley, el gobierno vasco podrá regular
nuevas clases de cooperativas respetando los principios y caracteres establecidos en la propia Ley (disposición final
tercera), no los declarados por la Alianza. Pero, además, las expresiones principios y caracteres legales adquieren
un significado legal mayor si se tiene en cuenta que en la Ley vasca no hay relación de principios cooperativos sino
que han de extraerse del articulado de la misma.

En la misma línea de reservar a la Ley la función de determinar cuando hay cooperativa y cuando no, se coloca la
Ley gallega que habilita a la Xunta de Galicia para regular mediante normativa específica nuevas clases de
cooperativas respetando, como en el caso anterior, los principios y caracteres establecidos en la propia Ley (art.
103.3), sin que la Ley contenga ninguna relación expresa de principios cooperativos, de manera que los
mencionados principios y caracteres deben deducirse de su articulado, pero en ningún caso de declaraciones
externas de principios.

312Debe destacarse el temprano esfuerzo por fijar criterios para esta delimitación tipológica que realizó en 1973, con
una defectuosa Ley de cooperación que datada de 1942, M. VÉRGEZ, El derecho de las cooperativas y su
reforma..., págs. 66 y sigs.

123
El segundo caso, al que ya se ha aludido anteriormente, se aprecia en la sociedad
cooperativa de segundo grado y del grupo cooperativo. Estas figuras son la manifestación más
acabada del sexto principio --cooperación entre cooperativas--, sin que por ello las Leyes
cercenen la libertad de las sociedades cooperativas de colaborar económicamente o de
concentrarse empresarialmente con otros empresarios no cooperativos.

c) Regulación “empresarial” de la sociedad cooperativa.

c’) En las exposiciones de motivos --en algunos casos denominadas preámbulos313-- de


la generalidad de las Leyes de cooperativas españolas se destacan dos datos novedosos, uno,
el carácter empresarial de este tipo de sociedad y, otro, su necesidad de participar en el mercado
en concurrencia con otros empresarios, en particular con sociedades de capital 314. Ambos datos
aparecen como justificación de algunas medidas normativas, también novedosas, contenidas en
el articulado, que persiguen dotar de más y mejores instrumentos de competencia a las
cooperativas. Entre estas soluciones nuevas, los redactores de las exposiciones de motivos o
preámbulos subrayan la reducción del número de socios, la figura del socio de duración de
determinada, los nuevos instrumentos de financiación, la ampliación de las operaciones con
terceros no socios, el reparto patrimonial, la mayor libertad de regulación mediante los estatutos
o la flexibilización del funcionamiento de los órganos sociales315. Sin duda, la preocupación de
los poderes públicos por la vertiente empresarial y de mercado de la cooperativa revela una
nueva opción de política legislativa que fija su atención preferente en el aspecto económico de la
empresa mutualista. Se podría decir que actualmente prima la regulación económica de la
sociedad cooperativa, frente a la regulación ideológica.316.
313 Concretamente en las Leyes aragonesa, madrileña, catalana, valenciana, murciana y asturiana.

314 Baste como muestra esta entresaca de la exposición de motivos de la Ley de cooperativas estatal de 1999: “Los
cambios tecnológicos, económicos y en la organización de trabajo que dan especial protagonismo a las pequeñas y
medianas empresas, junto a la aparición de los nuevos «yacimientos de empleo», abren a las cooperativas amplias
expectativas para su expansión, pero, a la vez, exigen que su formulación jurídica encuentre sólidos soportes para
su consolidación como empresa. Para las sociedades cooperativas, en un mundo cada vez más competitivo y
riguroso en las reglas del mercado, la competitividad se ha convertido en un valor consustancial a su naturaleza
cooperativa, pues en vano podría mantener sus valores sociales si fallasen la eficacia y rentabilidad propias de su
carácter empresarial”.

315 Por ejemplo el Preámbulo de la Ley aragonesa destaca la regulación de los socios a tiempo determinado y de
socios capitalistas con finalidad meramente inversora; y el Preámbulo de la Ley madrileña subraya la admisión de
los asociados y la repartibilidad de parte de las reservas. La exposición de motivos de la Ley andaluza de 2011
relaciona como novedades introducidas “las distintas formas de organizar el órgano de administración de
estas empresas; la pervivencia, o no, de ciertos órganos sociales; la compatibilidad del principio de puerta abierta
con el establecimiento de un periodo de prueba societario; el eventual incremento de la aportación del nuevo socio;
la libertad de transmisión de las participaciones sociales; la asunción de instrumentos financieros existentes en el
mercado compatibles con la naturaleza de estas sociedades; el reajuste del importe y destino de los fondos sociales
obligatorios; la reducción drástica de las autorizaciones administrativas, o la simplificación societaria y contable de
estas sociedades” y añade que “en el caso de determinadas clases de cooperativas, las de trabajo y las agrarias, [la
reforma] concierne asimismo a cuestiones tales como la flexibilización del régimen del trabajo por cuenta ajena o el
voto plural, respectivamente”.

316M. J. MORILLAS JARILLO, “La nueva regulación estatal de las sociedades cooperativas”…, pág. 7, destaca que
en la Ley de cooperativas estatal de 1999 la tensión entre los objetivos de reforzar el espíritu de los principios
cooperativos y convertir a la cooperativa en un sujeto capaz de hacer frente a los desafíos del mercado, se ha
logrado más el segundo que el primero, en la línea de la Ley de cooperativas del País Vasco.

La máxima claridad en esta nueva orientación generalizada de la legislación cooperativa se aprecia en la Exposición
de Motivos de la Ley vasca de 1993. En ella se explica como la Ley vasca de cooperativas de 11 de febrero de 1982

124
Al legislador no le ha temblado la pluma para escribir preceptos con soluciones no
ortodoxas o, sencillamente, contrarias a lo postulado por algún principio cuando así venga
exigido por alguna necesidad de tipo económico317. En definitiva, la tensión necesidad
económica-principios cooperativos se ha roto a favor de la primera.

No obstante, en este camino al legislador le cuesta desligarse de la tradición, siendo


frecuente que cuando las Leyes de cooperativas regulen alguna medida que potencie la
concepción de la sociedad cooperativa como empresario, o que fomente su desarrollo
empresarial y su solvencia patrimonial, a renglón seguido añaden --en las explicaciones de sus
exposiciones de motivos o, incluso, en el articulado-- que eso se hace con respeto a los
principios cooperativos, como si la observancia de los mismos por las sociedades cooperativas
lastrase su crecimiento económico318.

respondió de manera adecuada a la necesidad, entre otras varias sentidas por el cooperativismo vasco de entonces,
de que la regulación que en ella se contenía fuese plenamente fiel a los principios cooperativos proclamados por la
Alianza Cooperativa Internacional. Y --sigue diciendo-- aunque no han transcurrido muchos años desde esa primera
Ley, se han “producido hechos que aconsejan una reconsideración de su contenido”, destacando tres: la renovación
de la legislación cooperativa española, estatal y autonómica, la reforma del Derecho mercantil en general y del
societario en particular para adaptarlo a las Directivas comunitarias y la evolución de las realidades internas de las
cooperativas así como la exigencias de un mercado cada vez más competitivo. Por estas razones, concluye la
Exposición de Motivos, hay que abordar la adecuación normativa para que las cooperativas vascas afronten los
retos empresariales a los que tiene que hacer frente reformando el régimen de sus recursos financieros y de sus
órganos de administración. En definitiva, el objetivo actual de la legislación cooperativa no es la plasmación jurídico-
positiva de los principios cooperativos --como lo fue en la ley de 1982--, sino una eficiente regulación del régimen
orgánico y económico.

Esta tensión no es nueva en nuestro entorno jurídico. Como ha puesto de manifiesto M. PANIAGUA ZURERA, La
sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 40 y 41, en Europa existen
dos grandes concepciones en pugna: la cooperación funcional o economicista --que surge en Alemania y cuya
finalidad es la promoción de los intereses económicos de los miembros de la cooperativa, con independencia de su
situación económica, modelo que aproxima el régimen del tipo social cooperativo al de los tipos capitalistas-- y la
cooperación social --conforme a los valores ínsitos en los principios cooperativos, orientación seguida en Francia y,
en determinadas etapas históricas en Italia y España, en la que, con un plus de contenido axiológico, a la
satisfacción de las necesidades de los socios añaden como fines de la cooperativa la promoción de intereses
sociales, asistenciales y culturales de su base social y de la comunidad donde la cooperativa desarrolla sus
actividades--. Concluye el autor estudiado que la solución legal en cada ordenamiento está condicionada por las
ideas imperantes sobre el sentido y los objetivos del fenómeno cooperativo.

317Especialmente destacable dentro de esta tendencia reguladora poco ortodoxa con los principios cooperativos, es
la regulación de recursos financieros aportados por no socios, la admisión y el fomento de relaciones de
colaboración económica o de fórmulas de concentración empresarial de cooperativas con sociedades no
cooperativas, o la limitación económica a la libre adhesión o entrada de nuevos socios.

En cuanto a este último dato, A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 153
a 160, sostiene que atendiendo al significado social de la idea de la cooperación, la sociedad cooperativa no puede
establecer límite alguno al número de sus socios y estaría obligada a admitir a todos los aspirantes que reúnan las
condiciones estatutarias, pero si se tienen en cuenta razones económicas, financieras y de mercado sería lícito que
la cooperativa denegara el ingreso de nuevos socios.

318 Son ejemplos de esta idea (i) el Preámbulo de la Ley aragonesa que aclara que el objetivo de mejorar la eficacia
en la gestión de las cooperativas se persigue “sin perder de vista los principios cooperativos”; (ii)el Preámbulo de la
ley madrileña cuando explica el ajuste de las medidas de régimen económico contenidas en el articulado a los
principios de la Alianza Cooperativa Internacional; (iii)el Preámbulo de la Ley valenciana al justificar la revisión
integral del régimen económico que acomete; (iv)la Exposición de Motivos de la Ley gallega que explica como “la
expansión de la economía de mercado obliga cada vez más a las empresas a introducirse en los distintos mercados
para poder competir y subsistir, lo que exige del legislador la necesidad y responsabilidad de adecuar los principios

125
c’’) En esta inclinación del nuevo régimen legal de las sociedades cooperativas hacia lo
económico, que no deja de ser una inclinación hacia el mercado y hacia el Derecho mercantil; se
aprecia un curioso paralelismo con la evolución que ha experimentado la visión legal de la
actividad agraria, una de las actividades económicas que tradicionalmente se ha desenvuelto
bajo la fórmula cooperativa.

La regulación de la actividad agraria --agrícola, ganadera y forestal-- también ha


basculado hacia el terreno del mercado y del Derecho mercantil, pudiéndose hablar de un
fenómeno de mercantilización del Derecho agrario, al menos de una parte de su contenido319,
consistente en la aplicación al agricultor, al ganadero y al forestal de las instituciones mercantiles

cooperativos a los tiempos futuros”;(v) la Exposición de Motivos de la Ley balear para la que la regulación de los
aspectos económicos se ha realizado respetando “la naturaleza y los principios cooperativos”; (vi)la Exposición de
Motivos de la derogada Ley navarra de 1996 --la actual de 2006 ya no hace mención a este tema-- que destacaba
como objetivo propiciar “la existencia de empresas cada vez más competitivas en el aspecto económico, sin olvidar
por ello los principios y valores peculiares de las sociedades cooperativas que con tanto realismo y celo viene
defendiendo la Alianza Cooperativa Internacional”; (vii) la Exposición de Motivos de la Ley riojana que hasta en
cuatro ocasiones siente la necesidad de justificar su respeto a los principios, afirmado que “las cooperativas
precisan de instrumentos de gestión empresarial válidos y eficaces para afrontar las exigencias que demanda la
aparición de un mercado cada vez más competitivo, respetando siempre los valores que dan vida a los principios
cooperativos formulados por la Alianza Cooperativa Internacional”, que “los nuevos desafíos de la economía de
mercado exigen del legislador la necesidad y la responsabilidad de adecuar los principios cooperativos a los tiempos
futuros, dotando a estas sociedades de instrumentos que permitan orientarse hacia el nuevo siglo”, que “ en el
régimen económico se pretende fortalecer la vertiente empresarial de la cooperativa … respetando la naturaleza y
los principios cooperativos”, y que “como instrumento eficaz para el desarrollo y la consolidación de la sociedad
cooperativa y en consonancia con los principios cooperativos, se establece la posibilidad de que la cooperativa
pueda realizar operaciones con terceros no socios”; (viii) la Exposición de Motivos de la Ley asturiana fija como
objeto de la propia Ley “configurar a las cooperativas asturianas como sociedades modernas y competitivas, con un
régimen jurídico y económico consolidado y flexible, que se adapte bien a las necesidades actuales y futuras del
mercado, sin perder de vista los principios cooperativos que deben regir en este tipo de sociedades”; y (ix) la
Exposición de Motivos de la Ley andaluza en la que puede leerse que “es objetivo de la presente ley eliminar todos
los obstáculos que impiden el desarrollo integral de las sociedades cooperativas con respeto a los valores que
esencialmente las caracterizan”.

Y en cuanto al articulado la idea reflejada se recoge, por ejemplo, en los artículos 108 y 112 de la Ley valenciana
que imponen, respectivamente, a la Generalitat la obligación de adoptar las medidas necesarias para promover la
constitución y el desarrollo de cooperativas, de forma que puedan cumplir sus objetivos económicos y sociales, de
conformidad con los principios cooperativos; y el deber de fomentar las relaciones intercooperativas que han de ir
encaminadas al mejor cumplimiento de los principios cooperativos. La misma obligación primera y en iguales
términos se señala en el artículo 137.2 de la Ley riojana respecto de la Comunidad Autónoma de La Rioja.

319 Uno de los ámbitos en que se divide el Derecho agrario --junto al relativo al Derecho de propiedad inmueble
rústica y al Derecho de reforma agraria-- es el relativo al conjunto de normas jurídicas, de Derecho público o de
Derecho privado, que regulan la actividad agrícola, esto es, el agregado de relaciones que tienen lugar con ocasión
del desenvolvimiento de la actividad profesional agraria (vid. I. CASANUEVA SÁNCHEZ y M. DE PERALTA Y
CARRASCO, Principios básicos de Derecho agrario, Cáceres [Librería Técnica Universitaria Figueroa 2], 2006, pág.
23). En particular, y dentro de este terreno, debe incluirse el estudio de uno de los sujetos más importantes de la
relación agraria: la sociedad cooperativa agraria. Por esta vía, el agrarista debe tener en cuenta como materia objeto
de estudio al Derecho de sociedades --formado por el conjunto de normas jurídicas que regulan las agrupaciones
privadas de personas, constituidas negocialmente para la consecución de un fin común y determinado--, pero
también a otras ramas del Derecho mercantil. Ahora bien, el fenómeno apuntado no significa que en España el
Derecho agrario deje de ser considerado como una especialidad dentro del Derecho civil, al girar en torno a la
propiedad del suelo rústico y al conjunto de relaciones jurídicas que tienen al mismo como objeto o como
presupuesto, simplemente destaca como a partir de esta raíz civilista, el Derecho agrario se conecta con otras
ramas del ordenamiento jurídico (vid. I. CASANUEVA SÁNCHEZ y M. DE PERALTA Y CARRASCO, Principios
básicos de Derecho agrario…, pág. 25), en particular, con el Derecho mercantil.

126
por considerar a aquéllos verdaderos empresarios, conceptuándolos como nuevos sujetos
destinatarios de la norma mercantil. El movimiento mercantilista descrito es manifestación de un
fenómeno de alcance general consistente en el alto grado de desarrollo y complejidad que ha
alcanzado actualmente la actividad agraria, determinante de que deba hablarse con rigor de una
verdadera actividad empresarial agraria320. Actualmente la actividad agrícola, ganadera y forestal,
en tanto que actividad económica, poco se distingue de la actividad comercial o industrial, y el
agricultor, ganadero o forestal mucho se parece al comerciante y al industrial. Así, es empresario
la persona natural o jurídica que, por sí o por medio de representantes, ejercita en nombre propio
una actividad económica de producción o de distribución de bienes y servicios en el mercado,
adquiriendo la titularidad de las obligaciones y derechos nacidos de esa actividad 321. Todos los
elementos de esta definición concurren en el empresario agrario. Debe destacarse en este
sentido que la clase de actividad no es el criterio determinante de la empresaralidad, es decir, no
por desarrollar una actividad de comercio o de industria el actor es empresario --como lo
demuestra el hecho de que no es empresario la asociación que gratuitamente presta bienes y
servicios--, y, a la inversa, no por ejercer la actividad agraria el agricultor o el ganadero o el
forestal dejan de ser empresarios. El criterio clave es que la actividad sea de naturaleza
económica: aquella actividad que se desarrolla con método económico, procurando, al menos, la
cobertura de los costes con los ingresos que se obtienen322. Y este método es el que siguen los
agricultores, los ganaderos y los forestales en el desarrollo de su actividad323.
320 La visión empresarial de la actividad agraria, admitida hoy casi generalizadamente, ha tenido que superar ciertos
obstáculos de los que aún queda alguna manifestación en el Derecho positivo. Tradicionalmente, la actividad agraria
ha estado excluida del Derecho mercantil como lo acreditan, esencialmente, dos datos. El primero, que las
sociedades civiles estaban previstas para acoger, entre otras, a las actividades agrícolas y pecuarias (vid. J.
CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil Español Común y Foral, tomo IV (Derecho de obligaciones. Las particulares
relaciones obligatorias), Madrid [Reus], 1986, pág. 597). Y el segundo dato consistente en el hecho de que no se
reputan mercantiles los contratos de compraventa que hagan los labradores o ganaderos de los frutos o productos
de sus cosechas o ganados (art. 326 2º C de C). Con carácter general la compraventa es mercantil cuando el
comprador adquiera los bienes para, posteriormente, revenderlos (vid. art. 325 C de C). Ahora bien cuando se trate
de la compraventa de los productos de los agricultores y ganaderos, aunque el comprador adquiera con ánimo de
reventa aquélla no tendrá carácter mercantil (vid. M. VÉRGEZ, “El contrato de compraventa y contratos afines”, en
A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil, Navarra [Thomson Reuters-Civitas], 10ª ed., 2012,
Volumen II, pág. 66 y 67.

Esta exclusión obedecía a dos razones: la vinculación del agricultor a la tierra y los aspectos aleatorios del resultado
de la actividad --que depende en buena medida de las circunstancias climatológicas-- (vid. A. ROJO, “El empresario
(I). Concepto, clases y responsabilidad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-
Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 69 a 91, en págs. 76 y 77).

El paso de la agricultura tradicional a la agricultura empresarial ha sido destacado por I. CASANUEVA SÁNCHEZ y
M. DE PERALTA Y CARRASCO, Principios básicos de Derecho agrario…, pág. 63 que mencionan como hito del
proceso la Ley 19/1995, de 4 de julio, de modernización de explotaciones agrarias.

321Vid. A. ROJO, “El empresario (I). Concepto, clases y responsabilidad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de
Derecho mercantil..., págs. 69 a 72.

322Vid. A. ROJO, “El empresario (I). Concepto, clases y responsabilidad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de
Derecho mercantil..., pág. 71.

323Todas estas consideraciones de tipo dogmático han tenido reflejo en el Derecho positivo. Las Leyes han recogido
para el agricultor y ganadero las nociones tradicionales de actividad, de establecimiento y de empresario que se
desarrollaron para los comerciantes. El artículo 2 de la Ley 19/1995, de 4 de julio, de modernización de
explotaciones agrarias, en su apartado 1 define a la actividad agraria como “el conjunto de trabajos que se requiere
para la obtención de productos agrícolas, ganaderos y forestales”; en su apartado 2 a la explotación agraria como
“el conjunto de bienes y derechos organizados empresarialmente por su titular, para la producción agraria,
primordialmente con fines de mercado y que constituye en sí mismo una unidad técnico-económica”; y en su
apartado 4 al empresario agrario como “la persona física o jurídica que ejerce la actividad agraria organizando los

127
Aquí, como le ha sucedido a las cooperativas con los principios cooperativos, las nuevas
concepciones provocan nuevos planteamientos jurídicos El proceso de mercantilización del
agrarismo no es, ni siquiera principalmente, una reflexión estrictamente teórica, sino que reviste
una trascendencia práctica innegable: el agricultor, el ganadero y el forestal en tanto que
desarrollan una actividad empresarial agraria se ven sometidos a las normas que componen el
estatuto jurídico del empresario324 y las normas del Derecho de la competencia y del Derecho de
la propiedad industrial325.

c’’’) La actual concepción económica de la cooperativa, que ha dejado atrás visiones


más ideológicas y sociológicas, provoca importantes efectos en el terreno del régimen jurídico. El
legislador parte de la base de que la empresa que gestiona el empresario cooperativo está
sometida a condiciones de mercado y con esta perspectiva aborda la regulación de su
organización y funcionamiento. Esta nueva visión, no solo da sustento dogmático a regulaciones
que permiten que la sociedad cooperativa no se ajuste a los principios cooperativos, lo que ya de
por sí tiene una importancia teórica y práctica tremenda, sino que, también, al despojar de

bienes y derechos integrantes de la explotación con criterios empresariales y asumiendo los riesgos y
responsabilidades civil, social y fiscal que puedan derivarse de la gestión de la explotación”.

324A. ROJO, “El empresario (I). Concepto, clases y responsabilidad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho
mercantil..., pág. 73, ha afirmado que “la atribución a una persona natural o jurídica de la condición de empresario
comporta el sometimiento a un estatuto especial que, por el contrario, no es de aplicación a quienes no ostenten esa
condición”, y sostiene que solo la actividad agraria directamente ligada al fundo es la que debe continuar
permaneciendo fuera del Derecho de la actividad mercantil, pero no aquella actividad de transformación o
comercialización de productos agrícolas y ganaderos, la cual debe calificarse decididamente como mercantil,
además, añade, que los empresarios mercantiles agrarios que revistan forma de sociedad anónima o limitada están
sometidos al mismo estatuto jurídico que los demás empresarios mercantiles (págs. 76 y 77).

El estatuto jurídico de los empresarios está integrado por las prohibiciones para el ejercicio de la actividad
empresarial, por reglas especiales para la determinación de su domicilio, por el deber de llevanza de una
contabilidad ordenada y adecuada a la actividad que se desarrolla, y por el deber de inscripción del empresario y de
determinados actos y contratos en Registros Públicos, unos de carácter jurídico [el Registro Mercantil --que tiene por
objeto la inscripción de empresarios individuales y de sociedades mercantiles, entre otros sujetos y actos (art. 16.1
C de C), siendo la inscripción potestativa para aquéllos y obligatoria para éstas (art. 19 C de C), sin que excluya al
empresario individual o social agrario--, el Registro de Sociedades Cooperativas --por ejemplo, el Registro de
Sociedades Cooperativas de Extremadura tiene por objeto crear seguridad jurídica mediante la inscripción de las
sociedades cooperativas y de los actos y contratos relativos a las mismas o que les afecten, que determinen las
leyes y reglamentos; así mismo en él se depositarán los actos y documentos relativos a las entidades asociativas de
sociedades cooperativas, de ámbito extremeño, que determinen las leyes y reglamentos, y expedirá las
certificaciones negativas de denominación (arts. 1 y 103 del Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas
de Extremadura, aprobado por el Decreto 172/2002, de 17 de diciembre)--] y otros de naturaleza administrativa
[como el Registro de Sociedades Agrarias de Transformación [las sociedades agrarias de transformación gozarán
de personalidad jurídica y plena capacidad de obrar para el cumplimiento de su finalidad desde su inscripción en el
Registro de Sociedades Agrarias de Transformación (art. 1.2 del Real Decreto 1776/1981, de 3 de agosto, por el
que se aprueba el estatuto que regula las Sociedades Agrarias de Transformación)].

325 Incluso con especialidades propias de su actividad económica: naturalmente, el Derecho de patentes y el
Derecho de marcas son aplicables al empresario agrario, a la actividad agraria y a la explotación agraria, pero, las
singularidades de la producción agraria, concretamente de la producción vegetal, han dado lugar a una nueva y
específica modalidad de propiedad industrial: las obtenciones vegetales. Se trata de invenciones referentes a
nuevas variedades de plantas, que por las peculiaridades que presentan precisan de un sistema de protección del
inventor y de la explotación de la nueva variedad vegetal distinto del propio de las invenciones industriales
patentables. Su tutela se contiene en la Ley 3/2000, de 7 de enero, sobre régimen jurídico de la protección de las
obtenciones vegetales y en el Convenio Internacional para la protección de las obtenciones vegetales, hecho en
París el 2 de diciembre de 1961.

128
postulados a los rasgos identificativos de la cooperativa, permite plantear sin ningún prejuicio [o
juicio previo] el problema de la determinación de los rasgos que a una sociedad la singularizan
como cooperativa. En esta tarea de búsqueda deben abandonarse los rastros sociológicos y de
principios, y seguir los de carácter tipológico.

Aunque con esta reflexión no se ha identificado ningún rasgo definidor de la sociedad


cooperativa, sí se ha reconducido su búsqueda a una metodología concreta, ya conocida en el
Derecho de sociedades, basada en la clasificación de los tipos sociales. El método consiste
sencillamente en asignar a la cooperativa una de las clases de tipos sociales con arreglo al
criterio de clasificación que más se ajuste a su función económica, social y jurídica, esto es, a la
causa mutualista.

d) Referencias legales de carácter meramente nominativas o como cláusula de estilo sin


eficacia jurídica.

En las Leyes de cooperativas se observan frecuentes citas de los principios cooperativos


carentes de eficacia jurídica o de valor normativo, que dan la apariencia de que el legislador ha
querido cubrir una necesidad estética de traer a colación referencias cooperativas
internacionales. Se podría decir que hay una simulación legislativa que aparenta fidelidad a los
principios cooperativos por parte de las Leyes, pero que esconde la realidad de un régimen
jurídico que generalizadamente se separa de ellos.

d’)La materia de los deberes de los administradores es buena muestra de cómo se


anuncia respeto a los principios cooperativos sin atribuir a la vulneración de los mismos ninguna
consecuencia jurídica directa y expresa. Determinadas leyes de cooperativas, al lado del deber
de diligencia, imponen a los miembros del consejo rector el deber de respeto a los principios
cooperativos (vid. arts. 43.1 LCMadrid y 47.1 LCValencia). Naturalmente, en la delimitación del
ámbito de este deber ha de tenerse presente la idea de los principios cooperativos legales, y con
arreglo a ella circunscribir el deber de respeto a los principios de la Alianza Cooperativa
Internacional tal y como resulten de su recepción concreta por las disposiciones de la propia Ley.
Pero con independencia de ello, la regulación de la responsabilidad del órgano de administración
y representación por infracción del deber de respeto de los principios cooperativos, adolece de
tales imperfecciones que la hacen difícilmente aplicable. Así sucede con la Ley madrileña que no
menciona al administrador único o a los dos administradores, solidarios o mancomunados,
previstos como alternativa al consejo rector (art. 39.1.II), ni para imponerles el deber de respetar
los principios cooperativos ni para imputarles responsabilidad, pero como tampoco lo hace en
ninguna de las materias que integran el régimen jurídico del consejo rector, la omisión no afecta
solo a la responsabilidad sino a todas las demás, de manera que debe suplirse con la adecuada
interpretación correctora.

En el análisis de la legislación cooperativa se constata que existen referencias


meramente nominativas a los principios cooperativos, y que existe también un progresivo
abandono incluso de estas cláusulas de estilo. El ejemplo más evidente lo constituye el Derecho
cooperativo castellano-manchego. El artículo 47.1 de la derogada LCCastilla-la Mancha de 2002,
al regular la responsabilidad de los consejeros, disponía que “los miembros del Consejo Rector
desempeñarán su cargo con la diligencia debida, respetando los principios cooperativos”, pero
hoy ya no existe este deber de respeto a los principios: la vigente Ley de 2010 nada dice al
respecto, omitiendo esta referencia concreta a los principios. La reforma de la Ley, además, ha
corregido el error de la anterior de incluir entre sus normas jurídicas una previsión no normativa.
En la anterior Ley castellano-manchega, a pesar de que imponía a los consejeros el deber de

129
respetar los principios cooperativos, los miembros del consejo rector respondían civilmente del
daño que causasen a la cooperativa, a los socios o a terceros por actos contrarios a la ley, a los
estatutos o por los realizados sin la diligencia debida en el desempeño del cargo (art. 47.2.I),
pero no se preveía responsabilidad por los actos realizados sin respetar los principios
cooperativos, salvo, obviamente, aquéllos cuyo contenido forme parte de la ley o de los estatutos
sociales. Otra muestra: en esta misma Ley, la responsabilidad por daños imputada al consejo
rector también se extiende a los administradores --único, solidarios o mancomunados-- (art.
47.2.I), cuando sea esta la modalidad de órgano de administración elegida en sustitución del
consejo rector (art. 44.1.II), pero el legislador se olvida de imponer el deber de respeto a los
principios cooperativos al administrador único o a los dos administradores, solidarios o
mancomunados (vid. art. 47.1).

d’’)La ineficacia jurídica de los principios cooperativos se comprueba en la atribución de


la función de velar por su observancia a órganos administrativos colegiados --básicamente con
competencias consultivas-- creados por las Leyes de cooperativas326. En las Leyes se regula
como competencias de los Consejos Superiores del Cooperativismo o de la Cooperación o de la
Economía Social o Cooperativo --las denominaciones son muy variadas--, tanto estatal como
autonómicos, la de difundir los principios del movimiento cooperativo y la de velar por el
cumplimiento de los mismos327. Parece como si el legislador, consciente de la dificultad de que la
vulneración de un principio cooperativo por una sociedad cooperativa pudiera motivar la
impugnación del acuerdo social infractor, haya descargado a los juzgados y tribunales de la tarea
de proteger los principios del cooperativismo --de difícil cumplimiento por parte de éstos, dado
que la función jurisdiccional consiste en aplicar normas jurídicas y los principios cooperativos no
lo son-- y se la haya atribuido a unos órganos administrativos colegiados, con funciones no de
policía, intervención o coacción administrativas, sino de fomento de actuaciones que pongan en
valor los principios cooperativos. En relación con esta última idea, la función de velar por los
principios cooperativos que corresponde a estos órganos colegiados solo puede concretarse en
actuaciones de fomento y promoción de los mismos, dada la inexistencia de procedimientos
administrativos en los que los mencionados órganos tengan competencia para resolver
imponiendo a los interesados actuaciones de observancia de los principios cooperativos o
sanciones por su vulneración.

Mayor intensidad en la idea de negar valor jurídico a los principios cooperativos,


muestran la Leyes que atribuyen la anterior, o análoga, función de velar por la difusión y fomento
de los mismos, a las asociaciones representativas de las sociedades cooperativas328 --uniones,
federaciones o confederaciones-- dado que con esta operación se delega en organizaciones
privadas la tutela de los principios.

d’’’)La mera cláusula de estilo en las referencias legales a los principios cooperativos
también aparece en las Leyes en sentido negativo. En ocasiones, las Leyes de cooperativas

326Se separa de concepción administrativa de los Consejos la Ley murciana que, tras la reforma cuajada por la Ley
7/2008, de 26 de diciembre, prevé que el Consejo Superior del Cooperativismo de la Región de Murcia adopte la
forma de fundación privada y que sean los estatutos de ésta los que establezcan su organización y funciones (vid.
disp. ad. 4ª).

Vid. arts. 145.2.a) y c) LCPaís Vasco; 135.1 LCGalicia; 136.3.a) LCMadrid; 174.2.a) e i) LSCAndalucía; 146.5
327

LCCastilla y León; 153.b) LCCataluña; y 123.3.c) LCValencia.

328Vid. arts. 96.6.b) LCAragón;. 144.1.b) LCCastilla y León; 132.2.b) y e) y 133.2.b) LCCataluña y 107.3.b)
LCValencia.

130
justifican una regulación determinada en que la misma no está prohibida por los principios
cooperativos, como si el legislador siguiese la regla de que las limitaciones no impuestas por los
principios cooperativos no tienen que imponerse por las Leyes. Pero es que esta máxima no
funciona como tal, en el sentido de que dé fundamento a opciones legislativas concretas a la
hora de regular una determinada materia cooperativa, sino que es un mero recurso dialéctico, ni
siquiera legitimador, para justificar normas jurídicas que perfilan a la sociedad cooperativa fuera
del concepto tradicional de la misma, asignándola una organización y un régimen económico
más acomodado a las necesidades del mercado. La exposición de motivos de la Ley estatal de
1987, a pesar de estar ya derogada, es una buena muestra de ello, cuando propone el
incremento de las operaciones con terceros para atajar “uno de los problemas fundamentales en
la realidad actual de las empresas, con independencia de la naturaleza de la persona que sea su
titular”, como es “es el de alcanzar un volumen suficiente de actividad económica, como
presupuesto para mantener una situación competitiva en el mercado”, que “se agudiza en las
empresas cooperativas, cuando se pretende mantener a ultranza el denominado principio
mutualista, según el cual la cooperativa únicamente puede realizar actividades y prestaciones de
servicios en favor de sus socios”, y busca la justificación de la medida en que el “principio de
exclusividad en ningún momento ha sido proclamado por la Alianza Cooperativa Internacional”.
Este argumento esconde la verdadera realidad de las cosas: los principios cooperativos son un
excusa argumental, pues lo que justifica la adopción de determinadas soluciones jurídicas es la
necesidad de hacer competitiva en el mercado a la sociedad cooperativa, consten o no consten
las soluciones adoptadas en los formulados de los principios.

Tan evidente es esta excusa argumental, que sobre la misma materia de las
operaciones con terceros hay Leyes --como la gallega329-- que a la hora de regular la posibilidad
de que las cooperativas puedan realizar operaciones con terceros no socios, consideran que
este hecho está recogido por los propios principios cooperativos. Esta explicación es paradigma
de la confusión en los conceptos teóricos del Derecho de sociedades cooperativas.
Efectivamente, la realización de operaciones con terceros no se contempla en ningún principio
cooperativo, ni para permitirlas ni para prohibirlas, por lo que su régimen jurídico no tiene que
obedecer a razones o argumentos que se busquen en las declaraciones de la Alianza
Cooperativa Internacional. En realidad, estas operaciones son una quiebra a la mutualidad,
porque en ellas la sociedad cooperativa no actúa para satisfacer necesidades de socios --
relación mutualista--, sino intermediando en el mercado como cualquier otro empresario de base
no cooperativa. Por lo tanto, su regulación no debe abordarse con esquemas ideológicos sino
con criterios tipológicos: el número o el volumen de operaciones con terceros y los supuestos en
los que debe admitirse no dependen de los principios cooperativos sino de un elemento del tipo
social, de manera que solo serán posibles hasta el límite en el que la sociedad pierda su base
mutualista330.

d’’’’)Cierra el argumento de la artificiosidad de las Leyes de cooperativas en su cita de


los principios cooperativos el hecho comparativo de que, si bien la regulación de todas es
esencialmente coincidente, cotejándolas resulta que unas --ciertamente la mayoría-- mencionan

329La exposición de Motivos de la Ley gallega (título 1, párrafo 5º) explica que “en congruencia con los principios
cooperativos, y como instrumento coadyuvante para el desarrollo y la consolidación de la sociedad cooperativa, se
establece la posibilidad de que la cooperativa pueda realizar operaciones con terceros no socios”.

330Pero en este tema no todo son confusiones. El Preámbulo de la Ley madrileña (apartado V, párrafo 5º) acierta a
colocar las operaciones con terceros en el terreno de los elementos tipológicos, y no en el de los principios
cooperativos, concretamente en el de la mutualidad, cuando admite la limitación de estas operaciones para no
permitir cooperativas de “pura intermediación entre agentes independientes”.

131
los principios cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional, y otras simplemente
principios cooperativos sin paternidad331. Por otra parte, y aunque solamente sea un defecto de
técnica legislativa, incluso de poco calado, no deja de ser sintomático de la escasa convicción
que muestran algunas Leyes autonómicas al recoger los principios cooperativos y las
declaraciones de la Alianza Cooperativa Internacional, el hecho de que a la hora de transcribir el
nombre de esta organización se haga utilizando las minúsculas en vez de las mayúsculas332,
circunstancia que incluso se aprecia en la Ley estatal de cooperativas, en la que los sustantivos
que denominan a esta asociación internacional se escriben en minúscula, según puede leerse en
el texto publicado en el Boletín Oficial del Estado333.

331 El artículo 1 LCPaís Vasco en sus tres párrafos contiene sendas referencia a los principios del cooperativismo,
sin que en ninguna de las tres de señales que esos principios son los de la Alianza Cooperativa Internacional.

Por su parte, el artículo 2.III LSCExtremadura dispone que la estructura y el funcionamiento de la sociedad
cooperativa y la participación de sus miembros deben ajustarse a los “principios del cooperativismo” que se
aplicarán en el marco de la Ley, sin precisar si son los de la Alianza u otros diferentes, aunque el concepto que
ofrece el apartado I del mismo artículo de sociedad cooperativa es el elaborado por la Alianza Cooperativa
Internacional. Análogo modo de proceder se aprecia en la LCIslas Baleares (art. 2.III). Con esta recepción
innominada probablemente se quiere reforzar la independencia del legislador respecto de las formulaciones
privadas internacionales --concretamente la de la Alianza-- a la hora de regular a las cooperativas. De hecho la Ley
balear ni siquiera menciona a la Alianza Cooperativa Internacional ni en su Exposición de Motivos ni en su
articulado.

La LSCAndalucía, en su artículo 4, contiene una relación propia de los principios generales --ni siquiera los
denomina principios cooperativos-- que informan la constitución y el funcionamiento de las cooperativas sin
mencionar a la Alianza Cooperativa Internacional ni a sus principios; relación que difiere en algunos puntos de la
declaración de la Alianza de 1995. Y es que en el Derecho andaluz de cooperativas se observa una tendencia al
alejamiento de la Alianza Cooperativa Internacional: la, derogada, Ley 2/1985, de 2 de mayo, de cooperativas
andaluzas, a juicio de la Exposición de Motivos de la, también derogada, Ley de 1999 (párrafo 2º), respondió a las
necesidades presentes en ese momento en el ámbito cooperativo que requerían una solución urgente, entre cuyas
necesidades se incluye “la recuperación escrupulosa de los principios proclamados por la Alianza Cooperativa
Internacional”, necesidad que, presente en 1985, ha desaparecido en 1999, y también en la Ley de 2011. Tanto en
esta Ley cuanto en la anterior, en vez de remisión a la declaración de la Alianza, hay una relación propia de los
principios cooperativos, de manera que solo tienen valor jurídico los principios enumerados en el actual artículo 4 --
antiguo artículo 2.2-- y no los de la Alianza. Y, como manifestación de esta tendencia evolutiva hacia el alejamiento
de la Alianza, el apartado II de la exposición de motivos --ya aludido más arriba-- explica que si bien “en el título
preliminar destaca la reformulación que se hace de los principios por los que habrán de regirse las sociedades
cooperativas andaluzas”, justifica que “en general, el cotejo de los principios del artículo 4 con los aprobados por la
Alianza Cooperativa Internacional no revela tanto contradicción como reequilibrio o adaptación evolutiva”.

En el Preámbulo de la Ley asturiana se explica que el objeto de la Ley “es configurar a las cooperativas asturianas
como sociedades modernas y competitivas, con un régimen jurídico y económico consolidado y flexible, que se
adapte bien a las necesidades actuales y futuras del mercado, sin perder de vista los principios cooperativos que
deben regir en este tipo de sociedades”. Tampoco por lo tanto recoge como principios orientadores a los de la
Alianza Cooperativa Internacional.

332 La exposición de motivos de la LCNavarra de 1996, hoy derogada, se refería a la “alianza cooperativa
internacional”. Y el art. 1.3 LCCastilla La Mancha de 20002 --hoy derogada-- a la “Alianza Cooperativa
internacional”.

333Debe decirse, no obstante, que tanto en el texto del artículo 1 del Proyecto de Ley de Cooperativas [vid. Boletín
Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 27 de julio de
1998, núm. 125-1], cuanto en el texto de la Ley aprobada definitivamente por el Congreso [vid. Boletín Oficial de las
Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 6 de julio de 1999, núm.
125-14], así como en el resto de actos parlamentarios la denominación de la Alianza Cooperativa Internacional se
ha realizado con mayúsculas.

132
e) Principios cooperativos confundidos con elementos tipológicos.

Existe un variado muestrario de normas jurídicas en las Leyes de cooperativas que


señalan a los principios cooperativos como límites de la organización o de la actividad de las
sociedades cooperativas. Ahora bien, analizadas con detenimiento estas normas e indagando
detrás de lo que aparentan, se observa que solo pueden ser aplicadas si los límites referidos son
los elementos esenciales del tipo societario cooperativo --a saber: la mutualidad y la participación
orgánica--, en vez de los principios cooperativos. Veamos algunos casos.

e’)En las sociedades cooperativas de primer grado puedan ser socios, además de
personas naturales, personas jurídicas, públicas o privadas, exigiendo algunas Leyes
autonómicas que el objeto social de éstas no sea incompatible con el de la cooperativa ni con los
principios cooperativos334. Como las personas jurídicas públicas no tienen, en sentido riguroso,
objeto social, tienen competencias; y como tampoco lo tienen las asociaciones --cuyos estatutos
deben contener los fines y actividades de la asociación [art. 7.1.d) Ley Orgánica 1/2002, de 22
de marzo, reguladora del Derecho de Asociación]-- ni las fundaciones --pues lo que debe
hacerse constar en sus estatutos son los fines fundacionales [art. 11.1.b) Ley 50/2002, de 26 de
diciembre, de Fundaciones], la cautela de la compatibilidad entre objeto social y principios
cooperativos se circunscribe a las sociedades, que son las únicas en las que el conjunto de las
actividades a las que se dedican se denomina objeto social [arts. 23.b) TRLSC y 11.1.b)
LCEstado --de idéntico tenor son las Leyes de cooperativas autonómicas--, 2 LSGR, 3 y 8.1.4
LAIE, y 117, 178 y 209.4º RRM]. Y aún así, reducido el problema a las sociedades, en éstas es
de imposible planteamiento. No puede haber incompatibilidad entre los principios cooperativos y
el objeto social de las sociedades socias de una cooperativa, porque ambos conceptos se
refieren a planos distintos de la realidad societaria. El de los principios cooperativos a la
organización y funcionamiento, aspectos que son propios del plano institucional de la sociedad --
de la sociedad cooperativa-- referente a la persona jurídica que origina y a la organización que la
gestiona; y el del objeto social a la causa del contrato de sociedad --socia de la cooperativa--,
concretamente a la denominada causa próxima o finalidad económica concreta335 perseguida por
la sociedad336.

334 Vid. arts. 19.1 LSCExtremadura y 16.1 LCAragón.

La Ley valenciana exige que el fin y el objeto social de las personas jurídicas que vayan a ser socias de una
cooperativa no sean contrarios a los principios cooperativos ni al objeto social de la cooperativa (art. 19.1). Y aquí la
expresión “fin” cubre a las asociaciones y fundaciones que quieran ser socias de una cooperativa.

335Ni siquiera pueden identificarse los principios cooperativos con la causa remota o fin común último o abstracto
perseguido por los socios, dado que ésta consiste para las sociedades cooperativas en la mutualidad, o satisfacción
de las necesidades de sus socios a través de la actividad económica de la cooperativa, como el ánimo de lucro
puede serlo para la sociedad anónima.

Sobre la causa del contrato de sociedad y, en especial, sobre sus dos aspectos vid. . PAZ-ARES, “La sociedad en
general: elementos del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., págs. 470-
476.

336En el caso de la Ley valenciana, al que se ha hecho referencia anteriormente, como la compatibilidad que se
exige lo es entre los principios cooperativos y el objeto y fin de la persona jurídica socia de la cooperativa, a pesar
de haber en esta regulación mayor coherencia, la solución es la misma que la expuesta en el texto principal: no hay
incompatibilidad entre fines y objeto, de un lado, y principios cooperativos, de otro, porque aquellos se refieren a la
causa próxima o a la finalidad concreta perseguida por la persona jurídica --sociedad, asociación fundación o ente
público-- y éstos a la organización y funcionamiento de la sociedad cooperativa a la que aquellas personas jurídicas
pertenecen.

133
e’’)Otro tanto sucede con la figura de la cooperativa andaluza de integración regulada en
la hoy derogada Ley de 1999. A pesar de que esta modalidad de cooperativa ha desaparecido
de la vigente Ley andaluza de 2011, siendo sustituida por la cooperativa de segundo grado
heterogénea [art. 108.2.b)], es interesante, con perspectiva de Derecho histórico, el análisis del
tratamiento que en ella se hace de los principios cooperativos. Las sociedades cooperativas de
integración eran un tipo societario previsto para albergar tanto fórmulas de colaboración
económica cuanto, yendo a más, de concentración empresarial entre sociedades cooperativas y
otras entidades o personas jurídicas públicas o privadas (art. 159.1 LSCAndalucía de 1999)337.
En la Ley de 1999 la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado solo podía estar formada
por sociedades cooperativas, admitiéndose en algunos supuestos a las sociedades agrarias de
transformación338, por lo que la colaboración económica o la concentración empresarial entre
sociedades cooperativas y otros tipos sociales --sociedad anónima y limitada, básicamente--
tenía que llevarse a efectos mediante la cooperativa de integración. Como en esta clase de
cooperativa hay una cooperación exógena, en la que participan sociedades cooperativas y otro
tipo de entidades de base no cooperativa, el legislador adoptó cautelas para evitar que se
despoje o desvista al proceso integrador de la esencia cooperativa, y en este sentido obligó a
que los estatutos sociales recojan los principios y caracteres cooperativos que estas entidades
habrían de aplicar a su estructura, finalidad y fundamento (art. 159.2 LSCAndalucía de 1999). En
la tarea de indagar cuáles sean esos principios y caracteres cooperativos la pista la ofrecía el
apartado segundo del artículo 2 de la Ley andaluza de 1999, que contenía una relación expresa
de principios cooperativos y que evitaba tener que acudir a la declaración de la Alianza
Cooperativa Internacional, y, sobre todo, el apartado 3 del mismo artículo, que legalizaba los
principios cooperativos al determinar que esos principios se aplicarían de conformidad con lo
dispuesto en la propia Ley, de forma que su contenido sería el previsto en la Ley respecto a la
materia tratada por el principio. Ahora bien como esta manera de configurar, en el terreno de los
postulados, a la cooperativa de integración es la misma que la Ley ofrecía para el resto de clases
de cooperativas, dado que el artículo 2 es general, no podía basarse en este precepto --el
precepto de los principios cooperativos-- el límite que la Ley quería imponer a la estructura,
finalidad y fundamento de la cooperativa de integración 339. El límite, por razones sistemáticas,
habría de tener otro contenido, que se verá seguidamente.

Una técnica semejante se observa en la regulación que hace la Ley madrileña de la que
ella denomina cooperativa integral. Esta clase de cooperativa se caracteriza porque gestiona las
actividades convergentes de, al menos, dos fases económicas, en especial de producción y
distribución de bienes y servicios, bajo los principios cooperativos (art. 122.1). En la práctica lo
que se persigue es dar tipicidad a una sociedad cooperativa formada por socios de trabajo cuya

337Sobre esta sociedad cooperativa vid. R. ALFONSO SÁNCHEZ, La integración cooperativa y sus técnicas de
realización: la cooperativa de segundo grado, Valencia [Tirant lo Blanch], 2000, págs. 273-274.

338 En las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado formadas por cooperativas agrarias podían también
ser socios las sociedades agrarias de transformación que cumplieran dos requisitos: uno, cuantitativo, que no
superasen el 25 % del total de socios; y otro, cualitativo, que las sociedades agrarias de transformación estuviesen
integradas únicamente por titulares de algún derecho que lleve aparejado el uso y disfrute de explotaciones agrarias
y/o por trabajadores agrícolas (art. 158.1 LSCAndalucía).

339 Hoy, en la Ley vigente de 2011, la sociedad cooperativa de integración ha sido sustituida por la sociedad
cooperativa de segundo grado heterogénea --la integrada, además de por sociedades cooperativas, por personas
físicas o jurídicas, públicas o privadas, así como por sociedades civiles y comunidades de bienes y derechos [arts.
108.2.b) 13.1]-- y en ella ha desaparecido cualquier referencia a los principios cooperativos como límite de la
autonomía de la voluntad, lo que viene a demostrar que la remisión anterior a los mismos carecía de solidez jurídica.

134
actividad cooperativizada sea la de trabajar en la cooperativa produciendo bienes o prestando
servicios que son adquiridos o recibidos por socios usuarios, cuya actividad cooperativizada es
precisamente la de consumir en la cooperativa. Al igual que en los casos anteriores, estos
principios cooperativos han de ser los legalizados, y por esta razón compartidos con el resto de
clases de cooperativas de la Ley. El hecho de la Ley los haya referido al regular esta clase de
cooperativa presupone que ha querido imponerla un plus cooperativo respecto a las demás. A
determinar cuál sea este dato adicional se dedica el siguiente párrafo.

Si se analiza con detenimiento el contenido de las normas a que se refieren los dos
ejemplos citados, se observa cuál es la verdadera ratio de las mismas. Es frecuente que cada
vez que en una cooperativa participan sociedades u otros tipos de personas jurídicas, privadas o
públicas, de base no cooperativa, el legislador adopte cautelas para que no desaparezca de
aquélla su esencia cooperativa. Y como la inercia histórica ha identificado a la sociedad
cooperativa con los principios cooperativos, esta misma fórmula se sigue en preceptos como el
que se comenta. Pero demostrada la inaplicación al caso de los principios cooperativos, habrá
que acudir como referente de la naturaleza esencial de la cooperativa a los elementos del tipo
societario, que vienen constituidos por la mutualidad y la participación orgánica, elementos que
serán el patrón con el que medir la actuación de aquellas cooperativas que cuenten con socios
de naturaleza no cooperativa, así como la propia actuación de estos últimos, para apreciar la
existencia de la causa mutualista. Por lo tanto, a pesar de lo que las normas analizadas dicen
[compatibilidad entre estructura, finalidad y fundamento de la cooperativa andaluza de
integración y principios y caracteres de la cooperación; así como compatibilidad entre objeto
social de la cooperativa madrileña integral y los principios cooperativos], lo que quieren decir es
que en la cooperativa cuyos socios sean personas jurídicas, o en la cooperativa que gestione
actividades convergentes, quede garantizada la relación mutualista y la participación orgánica.

e’’’)El mismo planteamiento equivocado tiene el Preámbulo de la Ley madrileña en punto


al principio cooperativo de autonomía e independencia, cuando afirma que este postulado exige
que la capacidad de decisión del asociado [persona que realiza aportaciones al capital social
pero que no realizan actividad cooperativizada (art. 27 LCMadrid)] sea siempre minoritaria
respecto a los socios. Esta correspondencia es incorrecta, porque el mencionado principio
sostiene la necesidad de que las cooperativas sean autónomas en su trato con los estados y con
las empresas del sector privado con las que participan en proyectos conjuntos340, pero no parece
que sea el que explique las limitaciones al poder societario y a su distribución entre socios
usuarios y socios aportantes de capital o asociados. Estas limitaciones obedecen, más que a
exigencias del mencionado principio, al impacto provocado por la causa mutualista y por la
participación orgánica de los socios en el poder societario: quien debe tener el control para tomar
las decisiones sobre la gestión es quien desarrolla la actividad cooperativizada, esto es, el socio
cooperador. En la línea aquí apuntada, en el mismo Preámbulo, más adelante, se explica que la
Alianza Cooperativa Internacional admite la figura del asociado si se garantiza el control
democrático de la cooperativa por sus socios.

340Estos son los motivos que han llevado a la Alianza Cooperativa Internacional a la adopción de este principio
según explica la organización citada en la “La Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional sobre la Identidad
Cooperativa: un Informe”, que puede consultarse en el Anuario de Estudios Cooperativos, Universidad de Deusto,
1995, págs. 77 a 97, en págs. 94 y 95.

135
e’’’’)La misma Ley, al regular la libertad de objeto social a que pueden dedicarse las
cooperativas (art. 104.1.II LCMadrid)341 y la libertad de los socios para crear nuevas clases de
cooperativas distintas de las enumeradas por la Ley (art. 104.2 LCMadrid)342 señala a los
principios cooperativos como límite de ambas libertades. Sin embargo, el verdadero límite a la
libertad de objeto y a la libertad de creación de nuevas clases lo constituye el tipo societario
cooperativo, que es al que, probablemente, la Ley ha querido referirse. En este sentido, el objeto
social, como actividad económica a que se dedica la cooperativa, debe tener como instrumento
la actividad cooperativizada a través de la cual los socios satisfacen sus necesidades
económicas --mutualidad--, y no debe impedir la participación de los socios en los asuntos de
gestión --participación orgánica--; esta doble exigencia significa que la nueva clase de
cooperativa que eventualmente creen los socios ha de ser una sociedad mutualista y
participativa. Solo así se entiende que sea el “régimen económico” (que recoge especialidades
consecuencia de la mutualidad) y los “derechos de los socios” (que giran en torno a la
participación en la gestión) los parámetros que midan como se ajusta a los principios
cooperativos la actividad económica que constituye el objeto de una sociedad cooperativa (vid.
art. 104.1.II LCMadrid), o como en la nueva clase de cooperativa creada ha de quedar
“claramente delimitada la correspondiente actividad cooperativa y la posición jurídica de los
socios que participan en ella” (vid. art. 104.2 LCMadrid).

e’’’’’)Los socios de trabajo son una modalidad de socio, caracterizada porque la actividad
cooperativizada que desarrollan consiste en la prestación de su trabajo personal en la
cooperativa --por lo tanto solo pueden ser personas físicas--, y porque se admite solamente en
las sociedades cooperativas de primer grado, que no sean de trabajo asociado o de explotación
comunitaria de la tierra, y en las de segundo grado, previa previsión en los estatutos sociales,
siendo de aplicación a los mismos las normas establecidas en las Leyes para los socios
trabajadores de las cooperativas de trabajo asociado, con algunas salvedades. Entre ellas
destaca la que obliga a las sociedades cooperativas, cuyos estatutos prevean la admisión de
socios de trabajo, a fijar los criterios que aseguren, en congruencia con los principios que
inspiran la sociedad cooperativa, la equitativa y ponderada participación de los socios de trabajo

341 El artículo 104.1.II LCMadrid establece que “...las Cooperativas pueden dedicarse a cualquier actividad de
carácter económico y social lícita siempre que su régimen económico y los derechos de los socios se ajusten
estrictamente a los principios cooperativos”.

Una norma análoga se contiene en los artículos 1.3 LCPaís Vasco; 109 LSCExtremadura y 2.2 LSCMurcia.

342El artículo 104.2 LCMadrid dispone, en lo que aquí interesa, que “...en aplicación de lo previsto en el número 3
del artículo 1, la clasificación anterior no obstará a la libre configuración estatutaria de otras Cooperativas, con tal de
que quede claramente delimitada la correspondiente actividad cooperativa y la posición jurídica de los socios que
deben participar en ella...”

La libertad de los socios de crear clases de cooperativas distintas de las contenidas en el catálogo legal se recoge
además de en la Ley madrileña, en las Leyes vasca (art. 98.1), castellano leonesa (art. 97.1), catalana (art. 92.2) y
valenciana (art. 85.III), pero en ninguna de ellas se fija como límite a los principios cooperativos. El resto de Leyes
recogen un catálogo cerrado de clases. P. PORTELLANO DÍEZ, “El sistema de clases en la Ley de cooperativas --
un alegato a favor de la simplicidad legal--“, Revista de Derecho de Sociedades, núm. 19 [2002], págs., 57-72,
postula la implantación de un sistema abierto de clases de sociedades cooperativas en las leyes --frente al sistema
cerrado de numerus clausus--, en el que “los individuos organicen su propio comportamiento en el marco de nuevas
clases sin necesidad de intervención legislativa”, sin que a lo largo de su argumentación aparezcan los principios
cooperativos ni como límite de la autonomía creativa, ni tampoco como objetivo de la nueva clase creada: la
finalidad de la libertad de creación de nuevas clases de cooperativas tiene que ver con la concepción del
ordenamiento jurídico como “un sistema abierto y descentralizado, caracterizado por normas que no desincentiven
la creación de beneficios” (pág. 72).

136
en las obligaciones y derechos de naturaleza social y económica343. Estos principios no son los
de la Alianza Cooperativa Internacional. Son el reflejo de dos datos que las propias Leyes
destacan: uno, la participación de los socios de trabajo en las obligaciones y derechos de
naturaleza social, es decir, esencialmente, la participación en la gestión de los asuntos sociales
reconociendo a los socios de trabajo el derecho de asistencia, voz y voto en la asamblea
general, a ser miembro del consejo rector, a la información y, en general, el resto de derechos
administrativos o políticos que corresponden a los socios cooperadores; y, dos, la participación
de los socios en las obligaciones y derechos de naturaleza económica, es decir, básicamente, el
derecho y la obligación de realizar actividad cooperativizada y, como corolarios suyos, el derecho
a anticipos a cuenta y al retorno cooperativo344. En definitiva, para la regulación estatutaria de los
socios de trabajo, se deben tener en cuenta los dos elementos esenciales del tipo cooperativo
que, aplicados a aquella clase de socio, se circunscriben a que los estatutos sociales aseguren
su derecho a participar en la actividad económica y en la gestión de la cooperativa345.

f) Interés social y principios cooperativos.

El debate sobre el interés o los intereses que deben perseguir los órganos de las
sociedades en su actuación se plantea con toda su intensidad en el terreno de los principios
cooperativos. La cuestión consiste en si los intereses que protegen los principios cooperativos
deben ser tenidos en cuenta por el órgano de administración y por la asamblea general a la hora
de adoptar sus acuerdos --con lo que se convertirían en presupuesto de su responsabilidad civil
y en medida de control societario--, o si por el contrario quedan fuera de las pautas de actuación
de tales órganos sociales y de sus miembros346. Metodológicamente, a los efectos que aquí

343Vid. arts. 20.3 LSCExtremadura; 25.a) LCCastilla y León y 21.4 LCNavarra [las Leyes extremeña y navarra solo
con relación a las obligaciones y derechos de naturaleza económica].

La Exposición de Motivos de la Ley riojana extiende las cautelas cooperativas, que otras leyes prevén solo para los
socios de trabajo, también a los socios colaboradores (aquellas personas físicas o jurídicas, públicas o privadas que,
sin realizar la actividad o actividades principales de la cooperativa propias de su objeto social, contribuyan a su
consecución; y aquellas cooperativas con las que se suscribiese un acuerdo de colaboración intercooperativo --art.
31--), y excedentes (aquellos socios que, habiendo cesado en su actividad cooperativizada por cualquier causa
justificada y con la antigüedad mínima que establezcan los estatutos, sean autorizados a permanecer en la sociedad
cooperativa --art. 32--), dado que admite que existan estos tres tipos de socios pero “sin perder de vista a los
principios cooperativos”.

344Para M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades
de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 168, la equitativa y ponderada participación de los socios de trabajo en las obligaciones y
derechos de naturaleza social y económica, con base en los trabajos parlamentarios, se refiere simplemente a la
participación de los socios de trabajo en la asamblea y en el consejo, pero no al derecho a participar en la actividad
cooperativizada y a percibir anticipos a cuenta y al retorno cooperativo.

345 En cambio, para N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 30, págs. 36 y 37,
los principios que inspiran la sociedad cooperativa y que han de ser tenidos en cuenta para la regulación estatutaria
de los socios de trabajo son los principios de la Alianza Cooperativa Internacional.

346Este debate surgió en el seno del Derecho germánico. En Alemania se ha planteado tempranamente la cuestión
de los intereses que deben perseguir las sociedades y, en particular, el órgano de administración. La ley alemana de
1937 señalaba que el Vorstand debía perseguir, además del interés de los socios, la consecución del “bien común”.
A pesar de que la cláusula del bien común desapareció en la Ley de 1965, la doctrina alemana no fue unánime en
considerarla definitivamente fuera del Derecho de sociedades, sobre la idea de que, aunque ya no se preveía
expresamente en la Ley, la vinculación social de la propiedad y la cláusula del Estado social de Derecho, señaladas
en la Ley Fundamental de Bonn, justificaban la presencia de intereses extrasociales entre la directrices de actuación
del órgano de administración (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.

137
interesan, puede abordarse el análisis de esta cuestión en torno a los conceptos contractualista e
institucionalista del interés social.

El interés social es, en la concepción contractualista, el interés de los socios; no se trata,


por lo tanto, de un interés distinto o superior al de los socios, sino que se configura como un
interés común a todos ellos que integra los diferentes intereses de cada uno: de la mayoría o de
la minoría, de los grandes o de los pequeños347, de los socios usuarios y de los socos de trabajo,
de los socios o de los asociados, etc.

En el caso de las sociedades de capital el interés de los socios se corresponde con el


de los aportantes de capital, y en las sociedades cooperativas se identifica con el de los
aportantes de capital y agentes de la actividad cooperativizada. Residualmente, el interés social
también albergará el interés de los asociados --quienes solo aportan capital y no realizan
actividad cooperativizada--, de los socios colaboradores --los que no pueden participar en la
actividad cooperativizada o al menos no plenamente, pero pueden contribuir a su consecución—
y de los titulares de partes sociales con voto --aportantes de capital en las cooperativas mixtas--;
de hecho las Leyes limitan el poder social de los asociados, de los socios colaboradores y de los
titulares de partes sociales con voto impidiendo, por ejemplo, que con sus votos puedan controlar
los órganos sociales348.

Los intereses de los grupos con quienes se relaciona la sociedad y su entorno social no
forman parte del interés social, ni en las sociedades de capital ni tampoco en las cooperativas.
Estos otros intereses y principios deberán atenderse cuando a ello obliguen las leyes y
reglamentos, o en cumplimiento de las obligaciones contractuales. También cuando formen parte
de los compromisos de responsabilidad social corporativa voluntariamente asumidos por la
sociedad cooperativa.

Esta visión contractualista es la recogida para las sociedades de capital en los informes
de buen gobierno, que fijan como interés social, el interés del socio, y como objetivo de la
compañía, la maximización del valor económico de la empresa; a su lado, pero no dentro, se

Derecho europeo y reforma del Derecho español, Madrid [Fundación Universidad-Empresa y Civitas], 1982., págs.
233 a 237).

347No deja se interesante que en las sociedades cooperativas la construcción del interés social sea independiente
del sistema de voto, de manera que este interés alberga el de los socios iguales, en el sistema de voto unitario, y
asimismo el interés del socio o de los socios mayoritarios y el de la minoría, en un sistema de voto plural. Esta idea
se explica mejor desde la perspectiva de la vulneración del interés social: tanto vulnera este interés un acuerdo
adoptado en un sistema de voto unitario que persigue el interés extrasocial del grupo de la mayoría, cuanto el
adoptado en un sistema de voto plural que busca el interés extrasocial del socio o socios mayoritarios. Con este
planteamiento, el sistema de voto es neutral respecto al interés social, o lo que es lo mismo, el interés social
cooperativo no impone el voto unitario.

348 Así, por ejemplo, la LCEstado establece que el conjunto de los votos de los socios colaboradores sumados entre
sí, no podrá el treinta por ciento de los votos en los órganos sociales de la cooperativa (art. 14.III) y que en ningún
caso la suma total de los votos asignados a las partes sociales con voto y a los socios colaboradores podrá superar
el 49 por 100 del total de votos sociales de la cooperativa [art. 107.2.C)].

Sobre los derechos de participación de los asociados, de los socios colaboradores y del resto de titulares de los
mimos vid. infra apartado 3.2.2 del capítulo segundo de la segunda parte.

138
colocan los intereses de los stakeholders, que deben atendidos en la medida en tengan
reconocimiento legal o contractual o que voluntariamente se asuma su satisfacción349.

El planteamiento anterior es trasladable a las sociedades cooperativas. La importación


debe hacerse con la imprescindible adaptación tipológica derivada de la mutualidad, de manera
que lo que se maximice sea la actividad cooperativizada y no la inversión capitalista
especulativa. De esta forma, el contenido del interés social en las cooperativas debe construirse
desde la causa del contrato de sociedad cooperativa350. La finalidad económico-social de la
cooperativa es la satisfacción de las necesidades de los socios --mutualidad-- mediante la
creación de una empresa gestionada democráticamente --participación--. A la vista de ello, el
objetivo de la compañía cooperativa es la maximización del valor de la actividad cooperativizada
que realiza el conjunto de los socios. Dentro de esta finalidad, los órganos sociales a la hora de
determinar el interés social pueden moverse libremente, de manera que serán conformes a este
interés tanto las decisiones que persigan una mayor retribución de [o ahorro en] la actividad
cooperativizada que el socio haya realizado y un mayor retorno, cuanto aquéllas otras que
busquen la consolidación financiera de la cooperativa y la mejora de su eficiencia productiva aún
a costa del retorno cooperativo o de la retribución de la actividad cooperativizada. En ambos
casos el interés social quedaría atendido.

Ahora bien, la actuación de la cooperativa y de sus órganos con respecto a los intereses
extrasocietarios y con ellos a los principios cooperativos que no formen parte del interés social
debe tener el mismo alcance que el postulado para las sociedades de capital. No hay razón para
un diferente trato, ya que el que la sociedad cooperativa se caracterice por realizar actividades
para satisfacer las necesidades de sus socios no la obliga con no socios. Incuso, apurando el
argumento, el grado de atención al interés social como interés común de los socios debe ser
mayor en la sociedad cooperativa, dado que el socio cooperativo además de aportar capital
social --como el socio de la sociedad de capital-- realiza actividad cooperativizada, de manera
que su interés en la sociedad es, diríase, doble351. De esta manera, si el socio cooperativo tiene
más interés en la cooperativa que el accionista en la anónima, y el interés social, o interés
común de los socios, debe ser atendido por sus órganos sociales con más intensidad que en las
sociedades no mutualistas.

Con arreglo a esta idea, quedan fuera de la causa del contrato los principios
cooperativos y los intereses que ellos representan --en la medida en que no puedan subsumirse
o en la mutualidad o en la participación orgánica del socio, genuinos elementos del tipo
cooperativo--. Circunstancia que determina que la actuación de los órganos sociales y de sus
miembros no tenga que orientarse, por la vía del cumplimiento del interés social, hacia la

349 La Recomendación 7 del CUBG invita a “que el Consejo [de Administración]…se guíe por el interés de la
compañía, entendido como hacer máximo, de forma sostenida, el valor económico de la empresa” y a “que vele
asimismo para que en sus relaciones con los grupos de interés (stakeholders) la empresa respete las leyes y
reglamentos; cumpla de buena fe sus obligaciones y contratos; respete los usos y buenas prácticas de los sectores
y territorios donde ejerza su actividad; y observe aquellos principios adicionales de responsabilidad social que
hubiera aceptado voluntariamente”.

350Esta explicación contractualista es seguidora de la teoría de Galgano, como explica G. ESTEBAN VELASCO, El
poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 584.

351 La doble condición del socio cooperativista es reconocida, entre otros, por C. GARCÍA-GUTIÉRREZ
FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios
del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los sociedades
de responsabilidad limitada reguladas en España”…, pág. 64.

139
satisfacción de los principios cooperativos352. La exclusión de los principios cooperativos del
contenido del interés social, provoca una consecuencia jurídica de extraordinaria importancia en
el examen de la gestión social realizada por el consejo rector, impidiendo que la asamblea
general pueda censurar tal gestión por no haber atendido a los intereses extrasocietarios o a los
principios cooperativos. La tutela de éstos deberá buscarse en las disposiciones concretas que
hayan recogido como vinculante la materia postulada por el principio cooperativo, de la misma
forma que la protección de los intereses de quienes se relacionan con la sociedad sin ser socios
se dispensa por otros sectores del ordenamiento jurídico (el Derecho laboral para proteger a los
trabajadores, el Derecho de obligaciones para tutelar a los acreedores, o el Derecho
medioambiental para proteger el entorno natural de las empresas). Todo ello con independencia
de la responsabilidad social asumida voluntariamente por la cooperativa.

La corriente institucional353 considera que la sociedad como forma de empresa no sirve


solo a los intereses de los socios --que en el caso de las cooperativas son aportantes de capital y
agentes de la actividad cooperativizada--, sino también a los intereses de otros grupos de
personas que se relacionan con la empresa --acreedores, trabajadores, terceros no socios,
entorno social, administraciones públicas…--, de manera que la actuación de los órganos
sociales debe estar guiada por la consideración conjunta de todos estos intereses. En esta
ampliación de los criterios de decisión de los órganos de la sociedad entrarían también, en el
caso de las cooperativas, los principios cooperativos.

A la hora de determinar el contenido del interés de la empresa se han abandonado las


concepciones iniciales que lo hacían coincidir con una cláusula general con un contenido
normativo propio --que se correspondía con el interés en la conservación y rentabilidad de la
empresa, porque con ella quedaban satisfechos los intereses singulares de los distintos grupos--,
con arreglo a la cual los órganos sociales orientaban su actuación y con la que se podía controlar
el grado de adecuación de lo actuado a la misma. Las razones básicas de este abandono
consistieron, de un lado, en que la conservación de la empresa no podía consistir en un fin
operacional, dado que es imposible determinar a priori si una decisión concreta contribuye o no a
la conservación y rentabilidad de la empresa; y, de otro, en que el interés en la conservación de
la empresa coexiste con otros intereses propios de los socios y de los terceros --trabajadores,
clientes, proveedores…-- que no persiguen conservar la empresa sino desvincularse de la
misma y obtener con sus recursos disponibles tras la separación mayores ventajas 354. Bajo esta
concepción inicial del interés de la empresa --hoy abandonada, como se ha explicado--, los
352 Es generalizada la tendencia legislativa a no determinar el deber de diligencia de los consejeros de la cooperativa
con arreglo a pautas propias de la peculiar empresa que es la cooperativa: por ejemplo, la Ley estatal de
cooperativas se remite al régimen jurídico de los deberes de los administradores de las sociedades anónimas;
circunstancia que, no solo no tiene en cuenta el impacto en la diligencia debida del administrador el hecho de que
tenga que gestionar actividad cooperativizada, sino que excluye de raíz cualquier papel de los principios
cooperativos en la construcción de aquella diligencia. De esta opción legislativa se percató tempranamente F.
VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 64, págs. 821 y 822, quien, al interpretar la
Ley de 1987, afirmó que esta Ley no quiso precisar un prototipo de diligencia propio de la empresa cooperativa, bien
aludiendo a la necesidad de defender los principios cooperativos --como hace la Ley valenciana-- o bien aludiendo a
la diligencia específica del “diligente gestor o dirigente de cooperativa”, aunque postula la determinación de este
deber a partir de las normas legales que configuran la actuación económica de la cooperativa.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
353

Derecho español.., pág. 584.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
354

Derecho español.., págs. 402 y 589 a 590.

140
principios cooperativos encontrarían satisfacción solo en la medida en que encontraran reflejo en
la conservación de la empresa cooperativa. No tendrían consistencia autónoma.

Nuevas investigaciones acerca del contenido del interés de la empresa han llegado a la
conclusión de que tal interés no es una categoría abstracta, previa y permanente, con arreglo a
la cual valorar los intereses del resto de los grupos afectos, sino que es un resultado concreto
contenido en un acuerdo social al que se ha llegado a través del procedimiento y en el ejercicio
de las competencias que señala la ley. Se ha dicho que el interés de la empresa es el
“procedimiento para su determinación”355. Bajo esta concepción el interés de la empresa no esta
predeterminado, sino que está encomendada su determinación a los miembros de los órganos
sociales356. De esta forma, solo podrán intervenir en la conformación del resultado que alberga el
interés de la empresa quienes sean miembros del órgano competente. Y como ni en la asamblea
general357 ni en el consejo rector358, en tanto que órganos de la sociedad, están los titulares de

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
355

Derecho español.., págs. 590 a 594.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
356

Derecho español.., pág. 591.

357La asamblea general de la cooperativa, como la asamblea general de cualquier otra sociedad, es un órgano de la
sociedad: no existe una asamblea de la empresa que integre en su composición a los titulares de intereses distintos
del interés de los socios. En la empresa pueden converger --de hecho convergen-- intereses diferentes de los que
corresponden a los socios, que no tienen acceso directo a las reuniones de la asamblea general, de la que solo
forman parte los socios.

Sin embargo, en la composición de la asamblea general de la cooperativa están representados más intereses que
en la junta general de la sociedad de capital. En ésta última, fiel a sus principios estructurales capitalistas, están
representados los propietarios del capital social, mientras que en aquélla están presentes, a la vez, los intereses del
capital y los del flujo real de la actividad económica: los socios cooperativistas, que ostentan el interés a que se
administren eficazmente sus aportaciones al capital social, para obtener rentabilidad financiera, y a que se
administre eficazmente sus aportaciones reales --su consumo o su producción, que conforman la actividad
cooperativizada--, para obtener rentabilidad real. Además, también están presentes en ella los intereses de quienes
solo aportan capital social --asociados o socios colaboradores-- [no, por el contrario los intereses de los que solo
aportan al flujo real --terceros no socios--]. Con todo, no se muta la naturaleza de este órgano social: sigue siendo
una asamblea de la sociedad y no de la empresa.

En la evolución del Derecho de sociedades anónimas tampoco se ha llegado a una junta general de la empresa (vid.
G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
Derecho español.., págs. 514 y 515.

358El consejo rector está compuesto por las personas elegidas por la asamblea general y eventualmente por un
vocal en representación de los trabajadores elegido por ellos mismos.

No obstante, el binomio sociedad-empresa sí produce impacto en la composición del consejo rector, aunque de
forma muy limitada: en determinadas condiciones, los trabajadores de la cooperativa cuentan con un vocal en el
seno de consejo rector. Para calibrar el alcance de este impacto es suficiente con analizar la regulación de la Ley de
cooperativas estatal concretamente la relativa al vocal del consejo rector en representación de los trabajadores (art.
33.III), a las operaciones con terceros en las sociedades cooperativas de trabajo asociado (art. 80.7) y a la
aplicación a los socios de trabajo las normas previstas para los socios trabajadores (art. 13.4.II). Con base en estas
normas, puede afirmarse que el impacto de la empresa en la composición del consejo rector es limitado desde tres
puntos de vista: a) solo recoge los intereses de los trabajadores --y dentro de ellos, solo de los que cuentan con un
contrato de trabajo por tiempo indefinido-- y no de otros grupos afectados por la actuación de la cooperativa
(proveedores, clientes, entorno social y medioambiental…); b) solo se permite un vocal; y c) únicamente existe en
cooperativas de más de cincuenta trabajadores con contrato por tiempo indefinido, lo que reduce la cogestión a las
grandes cooperativas [en sociedades cooperativas de trabajo asociado o sociedades cooperativas que cuenten con
socios de trabajo, dadas las limitaciones al número de horas año que pueden realizar trabajadores indefinidos, su

141
los intereses protegidos por los principios cooperativos, estos no tienen participación en el
procedimiento de determinación del interés de la empresa y no pueden hacer valer su interés
frente a los intereses de los grupos que sí participan: socios, asociados, socios colaboradores y
trabajadores [éstos mediante el vocal del consejo rector en representación de los trabajadores,
cuando exista]. En la práctica, si las Leyes no arbitran cauces de participación en el
procedimiento de adopción de acuerdos sociales para los titulares de los intereses afectados, no
hay garantía de que tales intereses sean tenidos en cuanta para la formación plural del interés
de la empresa359.

En definitiva, por la vía del interés social, en su doble abordaje contractualista e


institucionalista, no encuentran protección los principios cooperativos. Su tutela se reduce a la
que le preste la norma jurídica que recoja como contenido de su regulación la materia postulada
por el principio360.

g) Postergación jerárquica y material de los principios cooperativos en el cooperativismo


de trabajo asociado.

Las cuestiones contenciosas que se susciten entre la cooperativa de trabajo asociado y


sus socios trabajadores, por su condición de tales, se resolverán aplicando con carácter
preferente la Ley de cooperativas, los estatutos y el reglamento de régimen interno de las
cooperativas, los acuerdos válidamente adoptados por los órganos sociales de la cooperativa y
los principios cooperativos. Así se establece algunas leyes de sociedades cooperativas361.

En esta norma hay una postergación jerárquica, porque los principios son la fuente que
se coloca en el último lugar, después de la Ley, de los estatutos, del reglamento interno y de los
acuerdos sociales, lo que significa que ni siquiera los órganos de la cooperativa al adoptar sus
acuerdos están limitados en su capacidad de decisión por los principios --de manera que no

plantilla de socios trabajadores o socios de trabajo debe ser de más de 166; y en el resto de sociedades
cooperativas sin socios de trabajo su estructura productiva debe mantener a más de 50 trabajadores fijos].

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
359

Derecho español.., págs. 402 y 585.

360 De la misma manera que los intereses de terceros no socios no orientan la actuación de los administradores,
salvo que estén tutelados por disposiciones concretas, en cuyo caso el criterio de actuación es el cumplimiento de la
legalidad (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y
reforma del Derecho español.., pág. 398).

361Vid. arts. 87.1 LCEstado; 104.III LCPaís Vasco; 107.1 LCCastilla y León; 106.1 LCIslas Baleares y 110
LSCMurcia.

El caso catalán presenta la doble singularidad de que la prelación de las fuentes que integran el derecho
cooperativo (y en la que los principios cooperativos están colocados los últimos, detrás de la Ley, de los
reglamentos de desarrollo de la misma, de los estatutos sociales, de los reglamentos internos y de los acuerdos
sociales) se aplica a todas las materias y no solo a los conflictos del trabajo asociado, y de que los principios
referidos son los que ella denomina “principios cooperativos catalanes” (art. 158.4 LCCataluña).

Por su parte la Ley riojana para resolver los conflictos entre la sociedad cooperativa de trabajo asociado y sus
socios trabajadores por su condición de tales, coloca detrás de los principios cooperativos, ubicados en el penúltimo
lugar, a la legislación laboral (art. 109.1).

En el artículo 108.2.II LCCastilla-La Mancha de 2002 se contenía la misma norma, que ha desaparecido de la
vigente Ley.

142
puede fundarse la impugnación de un acuerdo social en la estricta vulneración de un principio
cooperativo--, como sí lo están por la Ley y por los estatutos --cuya infracción daría lugar a la
nulidad o a la anulabilidad, respectivamente, del acuerdo social--.

Y hay una postergación material, porque solo son fuente para resolver las cuestiones
derivadas de la actividad cooperativizada del socio trabajador, consistente en la prestación de su
trabajo personal en la cooperativa --jornada de trabajo, vacaciones, categoría profesional,
traslados, excedencias, retribuciones, etc.-- y no para cuestiones societarias --derechos de
asistencia, deliberación y voto, derecho de información, derecho a ocupar cargos sociales,
aportaciones al capital362, reembolso de aportaciones etc.--.

h) Ubicación de los principios cooperativos en el terreno de la ética o de la equidad y no


en el campo del derecho.

Existen determinadas previsiones expresas en las Leyes de cooperativas que revelan


una posición legislativa que en vez de atribuir a los principios cooperativos la eficacia de las
normas jurídicas, los coloca en la esfera de la ética.

La más relevante de todas es la que permite someter a arbitraje de derecho las


discrepancias o controversias que puedan plantearse en las cooperativas, y acudir al arbitraje de
equidad si la disputa afectase principalmente a los principios cooperativos363.

En la misma línea, en la exposición de motivos (párrafo 4º) de la Ley de Cooperativas


del Estado de 1999 se aprecia la concepción ética, que no jurídica, de los principios cooperativos
cuando señala que “los valores éticos que dan vida a los principios cooperativos formulados por
la alianza cooperativa internacional, especialmente en (sic) los que encarnan la solidaridad, la
democracia, igualdad y vocación social tienen cabida en la nueva Ley”.

i) La vigilancia cooperativa.

Es afirmación generalizada que las sociedades cooperativas cumplen una función social
que justifica que los poderes públicos las confieran un trato de favor en materia de subvenciones,
de apoyos crediticios, de beneficios tributarios y de acciones públicas de promoción de la
formación cooperativa. Como contrapartida las sociedades cooperativas quedan sometidas a un
362 La jurisprudencia es vacilante a la hora de considerar si las cuestiones que se susciten sobre las aportaciones al
capital social atañen a la condición de prestador de trabajo que tiene el socio en la sociedad cooperativa de trabajo
asociado, es decir, a la actividad cooperativizada, o a la posición societaria del mismo. La S.T.S.J. de Valencia, Sala
de lo Social, de 3 de junio de 2003 (Ar. jur 2003\115706), al resolver sobre el reembolso de aportaciones, sostiene
que la aportación al capital social que debe realizar el socio trabajador es un requisito para su admisión en la
cooperativa que se encuentra unida al contrato de trabajo y a su condición de trabajador [esta sentencia incurre, a
mi juicio, en un error de concepto, ya que en puridad la relación entre el socio trabajador y la sociedad cooperativa
de trabajo asociado no se regula por un contrato de trabajo sino por el contrato de sociedad cooperativa (vid. K. M.
SANTIAGO REDONDO, Socio de cooperativa y relación laboral, Madrid, [Ibidem], 1998, para quien la obligación de
trabajar del socio trabajador o de trabajo de una cooperativa no nace de un contrato de trabajo sino del contrato de
sociedad, pero es una relación laboral --en especial págs. 122-124--)]; mientras que la S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo
Social, de 17 de junio de 2003 (Ar. jur 2003\247820) al pronunciarse sobre reclamaciones de la cooperativa al socio
sobre camiones aportados, en especie, al capital social, afirma que estas materias y sus contiendas no tienen como
finalidad una cuestión de índole laboral relacionada con la prestación de trabajo del socio, sino que son propias de la
condición de socio cooperativista, y declara a la jurisdicción del orden social incompetente para conocer de la litis.

363 Vid. la disposición adicional décima LCEstado, la disposición adicional séptima LCLa Rioja y la disposición
adicional sexta LCIslas Baleares.

143
sistema de vigilancia administrativa tendente a controlar el cumplimiento por las mismas de los
caracteres y fines de la cooperación364. Esta función de vigilancia se concreta en la existencia de
un régimen sancionador, de un procedimiento de descalificación y de un sistema de intervención
administrativa, específicos para las cooperativas por el hecho de serlo, de los que carecen el
resto de sociedades, en particular las sociedades anónimas, las sociedades limitadas y --más
cercanas a aquéllas-- las sociedades agrarias de transformación. Estas previsiones se
completan con la atribución de la correspondiente labor inspectora a funcionarios públicos
especializados --de la Inspección [estatal] de Trabajo y Seguridad Social (p. ej., arts. 113
LCEstado; 134, LCCataluña; 139 LCLa Rioja; 136 LCCastilla y León; 138.2 LSCMurcia y 203
LCAsturias) o de inspecciones autonómicas (p. ej., arts. 159 LCCastilla-La Mancha y 120
LSCAndalucía-- y con la creación en las estructuras orgánicas de las Administraciones públicas
competentes en materia cooperativa de unidades administrativas encargadas de la inspección
cooperativa365, que verifican el cumplimiento de la legislación cooperativa, de manera que
cuando se cometa alguna infracción tipificada por la Ley, o concurra una causa de
descalificación o, en fin, se produzca algún hecho que justifica la adopción de medidas de
intervención administrativa, incoarán el correspondiente procedimiento administrativo.

Este sistema de vigilancia cooperativa abre una nueva línea de investigación en la tarea
de averiguar las notas o características que definen a la sociedad cooperativa. Si el derecho
sancionador cooperativo, la descalificación o las medidas de intervención administrativa son la
salvaguarda de la función económica y social que cumple la cooperación económica, y si esta
función se identifica con los principios cooperativos, la tipificación de las infracciones, las causas
de descalificación y los motivos de intervención deberían recoger vulneraciones o
desconocimiento de los mismos, en tanto que identificadores del fenómeno de la cooperación.
Sin embargo, la conclusión después de analizar la legislación cooperativa no es esa, no
aparecen los principios cooperativos como la pieza clave del sistema de vigilancia. Sería,
incluso, otra: la mutualidad y la participación en la gestión son los elementos tenidos en cuenta
en el diseño de las medidas de vigilancia administrativa.

i’) El derecho sancionador cooperativo.

I. En la generalidad de las Leyes españolas de cooperativas --salvo excepciones que se


expondrán más abajo-- no hay ninguna infracción que describa como acción típica “el
incumplimiento o la inobservancia de los principios cooperativos”366, lo que significa que estos no
merecen la consideración del legislador como bien jurídico a proteger mediante el uso de la

364Sobre esta materia en la Ley estatal de cooperativas de 1974 vid A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La
cooperativa como sociedad abierta…, págs. 218 a 224.

365Por ejemplo, en la Comunidad Autónoma de Andalucía se ha creado una unidad administrativa, el Servicio de
Inspección y Control que, junto con las Delegaciones Provinciales de la Consejería competente en materia de
cooperativas, ejerce las funciones de inspección y control de la legalidad cooperativa a que se refiere el artículo 163
LSCAndalucía (arts. 7 a 9 del Decreto 258/2001, de 27 de noviembre, por el que se regula la inspección y el
procedimiento sancionador en materia cooperativa --B.O.J.A. núm. 11, de 26 de enero de 2002--).

366En particular, y con respecto al principio de puerta abierta, la doctrina se percató que, bajo la vigencia de la Ley
estatal de 1987, tampoco estaba tipificada su vulneración como infracción administrativa (vid. N. PAZ CANALEJO,
en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y
Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 31, pág. 69)

144
potestad sancionadora367. Y en la mayoría de ellas ni siquiera se hace referencia colateral a los
principios cooperativos a la hora de la descripción típica.

Tan solo en tres Leyes --la valenciana, la madrileña, y la aragonesa-- la violación de los
principios cooperativos forma parte, como subtipo especial, de un tipo general. Pero es éste --el
tipo-- y no aquéllos --los principios--, el que da cuenta del objeto protegido por el Derecho
sancionador. En la primera Ley, la infracción es “la desvirtuación de la cooperativa, cuando se
violen de forma reiterada los principios cooperativos reconocidos en esta Ley” [art. 117.4.a)
LCValencia]; en la segunda “la transgresión de las disposiciones imperativas o prohibitivas de
esta Ley, cuando se compruebe la connivencia para lucrarse o para obtener injustificadamente
subvenciones o beneficios fiscales o suponga vulneración esencial o flagrante de los principios
cooperativos” [art. 133.5.b) LCMadrid]; y en la tercera “la desvirtuación de la sociedad
cooperativa, especialmente cuando, a través de ella, uno o varios socios se lucren a costa de los
demás, se violen flagrantemente los principios cooperativos contenidos en esta Ley o se admita
como socios a personas que no pueden serlo” [art. 94.6.a) LCAragón]. En realidad, la infracción
se integra por un solo elemento típico o, al menos, por un elemento base --la desvirtuación de la
sociedad cooperativa o la transgresión de las disposiciones imperativas o prohibitivas de la ley--,
del que no forma parte como contenido único la vulneración de los principios cooperativos. Este
hecho adicional --vulneración de los principios cooperativos-- es en la Ley valenciana el medio
de la desvirtuación de la sociedad cooperativa, en la Ley madrileña el resultado de la
transgresión del derecho imperativo, y en la aragonesa un caso concreto de desvirtuación
cooperativa mas no el único posible. En todos ellos, la sola vulneración de los principios
cooperativos no es infracción administrativa, porque este hecho por sí solo no rellena las
exigencias típicas, debiendo ir acompañada de la desvirtuación de la cooperativa o de la
violación de normas imperativa.

Por otra parte, a la hora de determinar qué principios cooperativos son los que su
vulneración debe concurrir surge el delicado problema de su determinación, puesto que de las
tres Leyes citadas solo la valenciana contiene, en su artículo 3, una relación de los principios
cooperativos, que coincide con los formulados por la Alianza Cooperativa Internacional; mientras
que las otras dos no los enumeran expresamente, remitiéndose a los de la Alianza Cooperativa
Internacional sin asumirlos en su literalidad y completo contenido sino considerándolos en los
“términos resultantes” o en el “marco” de la propia Ley (arts. 1.2 LCMadrid y 2.2 LCAragón,
respectivamente), circunstancia que en la Ley aragonesa se agrava porque al remitirse “a los
principios cooperativos y, en especial, los fijados por la Alianza Cooperativa Internacional”(art.
2.2), acoge en su seno no solo a los de la Alianza Cooperativa Internacional --que lo hace con
criterio de especialidad--, sino también otros generales sobre los que ni se determina su origen ni

367Debe señalarse que todas las leyes de sociedades cooperativas, tanto la estatal como las autonómicas --con
excepción de la navarra-- regulan el régimen sancionador cooperativo.

No creo que quepa aplicar supletoriamente el Derecho estatal al caso navarro: no hay laguna en la Ley navarra, sino
un propósito legislativo deliberado de no regular infracciones cooperativas. En el Estado el régimen sancionador
cooperativo se contiene, esencialmente, en el Texto Refundido de la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden
Social, aprobado por Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, cuyo artículo 38 señala que “se sujetan a las
prescripciones de este artículo, las infracciones de las sociedades cooperativas, cuando la legislación autonómica
se remita al respecto a la legislación del Estado [o] cuando no se haya producido la referida legislación autonómica”,
es decir cuando no existe Ley autonómica aplicable, siendo así que la Comunidad Foral Navarra cuenta con Ley
propia de cooperativas en la que se ha acogido la opción de política legislativa de no regular Derecho sancionador.
Es de la opinión contraria M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y
las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado
de Derecho mercantil…, pág. 367.

145
se precisa su contenido, dejando en un alto grado de indefinición uno de los contenidos de una
infracción tipificada por ella misma como muy grave.

A las dificultades anteriores hay que añadir un elemento de restricción más que limita la
el valor de los principios cooperativos como objeto de protección por el derecho sancionador: el
adjetivo flagrante que califica la violación de los principios cooperativos, en las Leyes madrileña y
aragonesa, parece que debe entenderse en su acepción de evidente, o que no necesita prueba,
y no en la de actual, o alusiva a aquello que se está ejecutando ahora, lo que reduce la infracción
a las violaciones evidentes de los principios cooperativos y excluye la tipicidad de las violaciones
no evidentes que estarían permitidas.

II. La excepción viene constituida por las leyes vasca, castellano-manchega y andaluza.
Las dos primeras, con idéntico tenor, tipifican como infracción muy grave “la trasgresión de los
principios cooperativos reconocidos en esta Ley” [arts. 139.3.d) LCPaís Vasco y 160.5.a)
LCCastilla La Mancha]. Sin embargo, como quiera que ninguna de las dos Leyes mencionadas
contiene una relación expresa de principios cooperativos --no hay en ellas ningún listado de
principios cooperativos--, la determinación de este elemento del tipo se hace extraordinariamente
difícil. Desde luego, no parece que puedan considerarse como elemento típico los principios
cooperativos que ha declarado la Alianza Cooperativa Internacional con su respectivo contenido,
porque se dejaría fuera del poder normativo del Estado [y del de las Comunidades Autónomas] la
determinación de una infracción administrativa, concretamente la infracción muy grave de
infringir los principios cooperativos. Probablemente la técnica de las normas sancionadoras en
blanco no llega tan lejos como para dejar en manos de una entidad privada --la Alianza
Cooperativa Internacional-- la potestad de llenar el contenido de un tipo muy grave, dado que
nadie puede ser sancionado por acciones u omisiones que no constituyan infracción
administrativa, según la legislación vigente en aquel momento (art. 25.1 CE). La realidad es otra:
ambas Leyes solo tipifican la trasgresión de los principios reconocidos en la propia Ley, lo que
reconduce el tipo, en primer término, a una infracción de una norma de la Ley, pero no de
cualquier norma, sino de aquélla que regule una materia que pueda erigirse, por abstracción, en
un principio cooperativo. Con ello el tipo deviene en prácticamente inaplicable.

La tercera, la Ley andaluza, prevé como infracción muy grave “utilizar la sociedad
cooperativa…de forma manifiestamente contraria a los principios cooperativos contemplados en
el artículo 4” [art. 123.4.g)]. Claramente esta Ley tipifica como falta la trasgresión de los
principios recogidos en la Ley y no los previstos en la declaración de la Alianza Cooperativa
Internacional con los que existen diferencias.

III. La tónica general en nuestro ordenamiento jurídico es, como se ha visto, que las
Leyes no invoquen a los principios cooperativos para regular la potestad sancionadora
cooperativa, lo que revela la falta de consideración de éstos como objeto de tutela por el
Derecho público. Son manifestación de esta postura tanto la legislación estatal [constituida por el
Texto Refundido la Ley de infracciones y sanciones en el orden social, aprobado por el Real
Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, --que deroga en esta materia los correspondientes
artículos de la Ley de cooperativas de 1999--], cuanto el resto de Leyes autonómicas de
cooperativas, distintas de las seis anteriores.

Esta opción del ordenamiento jurídico es particularmente interesante en el Derecho


estatal que hasta llegar a la regulación actual, ha evolucionado desde posiciones más tuitivas de
los principios cooperativos. El artículo 132.4.a) del Reglamento de cooperación, aprobado por el
Real Decreto 2710/1978, de 16 de noviembre, tipificaba como infracción muy grave la de “utilizar

146
total o parcialmente la denominación o la forma cooperativas para encubrir propósitos
especulativos o contrarios a los principios de la cooperación legalmente consagrados”. Este tipo
desapareció del régimen sancionador cooperativo con la Ley estatal de 1987; a partir de
entonces no figura ni en la Ley de 1999, ni en la Ley de infracciones del 2000. Tampoco en la
generalidad de las Leyes autonómicas. Esta evolución legislativa revela bien a las claras cual es
la orientación del legislador sobre la esencia de la sociedad cooperativa. Precisamente porque el
Derecho penal y el sancionador deben ser reacciones de los poderes públicos reservadas solo
para las infracciones más graves del ordenamiento jurídico y para tutelar los bienes jurídicos
esenciales para la convivencia social, los legisladores cooperativos (estatal y autonómicos) han
evitado acudir al Derecho sancionador para proteger genéricamente los principios cooperativos,
lo que demuestra que la cooperación es tutelada sin necesidad de tutelar los principios
cooperativos.

Ciertamente, hay tipos concretos que describen acciones que tiene que ver con algún
principio cooperativo, pero cuya relevancia sancionadora solo nace cuando se infringe la
regulación concreta que de la materia recogida por el principio hace la Ley correspondiente. Así
sucede con la superación de los límites legales a la retribución del capital social, relacionado con
el tercer principio de la Alianza Cooperativa Internacional; o con destinar del fondo de educación
y promoción a fines distintos de los previstos legalmente, conectado con el quinto principio; o con
la irrepartibilidad del fondo de reserva obligatorio o del haber social resultante en los casos de
liquidación en los términos que disponga la Ley respectiva, también conectado con el tercer
principio. Esta legalización de los principios cooperativos les priva de autonomía jurídica y de
fuerza vinculante propia.

Tampoco se observa que en la graduación de las sanciones se tome en consideración


como circunstancia agravante la inobservancia de los principios cooperativos, o como atenuante
el hecho de que la sociedad cooperativa lleve una conducta respetuosa con los mismos.

IV. En contraste con las conclusiones anteriores, se aprecia que en el sistema de


vigilancia administrativa los objetos tutelados por el ordenamiento jurídico son, en esencia, la
mutualidad y la participación en la gestión, conclusión que se aprecia específicamente en sede
sancionadora. Efectivamente, en la generalidad de las Leyes de cooperativas, hay infracciones
que tipifican la violación del régimen de mutualidad y de la participación orgánica.

En lo que se refiere a la mutualidad, los tipos describen conductas que recogen con gran
precisión técnica la idea de que la sociedad cooperativa se constituye para satisfacer
necesidades de sus socios, a través de la realización por éstos de actividad cooperativizada.
Resulta muy ilustrativo, al respecto, la lectura de las infracciones tal y como están redactadas en
las Leyes, que, ordenadas, ofrecen el siguiente panorama:

a)La paralización de la actividad cooperativizada368.

b)La utilización de la fórmula cooperativa para encubrir finalidades ajenas a estas


entidades369.

368Vid. arts. 38.3.a) LISOS; 133.5.a) LCMadrid; 140.1.3.b) LCLa Rioja; 137.3.a) LCCastilla y León; 147.4.j) LCIslas
Baleares; 139.4.a) LSCMurcia y 205.3.a) LCAsturias.

369Vid. arts. 139.3.d) LCPaís Vasco; 139.2.1.a) LCGalicia; 140.1.3.a) LCLa Rioja; 160.5.a) LCCastilla-La Mancha y
123.4.g) LSCAndalucía.

147
c)La transgresión de los derechos del socio a participar en la en la actividad de la
cooperativa370.

d)Incumplir las normas legales relativas a la finalidad de la cooperativa371.

e)Transgredir los derechos de los socios a participar en la actividad empresarial que


desarrolla la cooperativa sin ninguna discriminación372.

f)La desvirtuación de la cooperativa cuando se admita como socios a personas que no


pueden serlo373.

g)Acreditar retornos cooperativos a quienes no sean socios, o a los socios pero en


función de sus aportaciones al capital, y no en proporción a las operaciones, los servicios o las
actividades cooperativizadas que hayan efectuado374.

h)Encubrir bajo la fórmula de sociedad cooperativa finalidades propias de sociedades


mercantiles375.

i) Exceder los límites legales a la contratación de asalariados y en general superar los


porcentajes máximos en las operaciones con terceros376.

j) El incumplimiento de la obligación de regular la actividad cooperativizada de las


sociedades cooperativas de trabajo asociado377

k) En las sociedades cooperativas de trabajo, no ofrecer o impedir a los trabajadores el


acceso a la condición de persona socia cuando reúnan los requisitos para ello378.

La participación del socio en la gestión de los asuntos sociales también es tutelada por
el Derecho sancionador cooperativo, tanto con una infracción que genéricamente tipifica la

370 Vid. arts. 147.1.3.d) LCLa Rioja y 123.4.a) LSCAndalucía.

371 Vid. arts. 135.3.e) LCCataluña y 147.4.a) LCIslas Baleares.

372 Vid. arts. 139.2.2.a) LCGalicia; 160.4.c) LCCastilla-La Mancha y 123.4.a) LSCAndalucía.

373 Vid. arts. 94.6.a) LCAragón y 117.4.a) LCValencia.

374Vid. arts. 137.e) LSCExtremadura; 139.2.1.d) LCGalicia; 94.6.e) LCAragón; 135.2.b) LCCataluña; 147.4.a)
LCIslas Baleares; 117.4.g) LCValencia; 205.3.d) LCAsturias; 160.5.d) LCCastilla-La Mancha y 123.4.c)
LSCAndalucía.

375 Vid. arts. 135.3.f) LCCataluña y 147.4.i) LCIslas Baleares.

376Vid. arts. 139.3.e) LCPaís Vasco; 139.2.1.g) LCGalicia; 94.6.b) LCAragón; 140.1.3.c) LCLa Rioja; 147.3.d)
LCIslas Baleares; 205.3.c) LCAsturias; 160.4.i) LCCastilla-La Mancha y 123.3.f) LSCAndalucía.

377 Vid. art. 139.3.i) LSCMurcia. El genérico derecho del socio a participar en la gestión de los asuntos sociales
también está protegido por el derecho sancionador en la Ley asturiana, bajo el tipo previsto en su artículo 205.2.f): la
transgresión generalizada de los derechos de los socios.

378 Vid. art. 123.4.d) LSCAndalucía.

148
vulneración del derecho de participación del socio379, cuanto con tipos especiales que describen
conductas que vulneran los particulares derechos de participación orgánica, a saber:

a)El incumplimiento de las obligaciones estatutarias en cuanto a la puntual reunión de


los órganos sociales380 o, específicamente, no convocar la asamblea general en tiempo y
forma381.

b)No renovar o cubrir los cargos sociales cuando corresponda por imperativo legal o
estatutario382.

c)Transgredir los derechos de los socios a la información, a participar con voz y voto en
la asamblea general, y a ser elector y elegible para los cargos de los órganos sociales383.

d)Inactividad de los órganos sociales durante dos años384.

e)El incumplimiento de la obligación de inclusión, a petición de la minoría de socios que


señale la Ley, de asuntos en el orden del día de una asamblea ya convocada, y de someter a
debate y votación las propuestas hechas por dicha minoría385.

f)El incumplimiento de las normas legales sobre representación en el consejo rector de


los socios de trabajo386.

g)Ejercer el voto plural fuera de los límites legales387.

379El artículo 38.2.f) LISOS tipifica como infracción la trasgresión generalizada de los derechos de los socios. En
parecidos términos se pronuncia el artículo 139.3.f) LSCMurcia.

380 Vid. art. 117.6.b) LCValencia.

381Vid. arts. 173.a) LSCExtremadura; 139.2.2.b) LCGalicia; 94.5.e) LCAragón; 133.4.a) LCMadrid; 140.1.2.a) LCLa
Rioja; 137.2.a) LCCastilla y León; 117.5.b) LCValencia; 139.3.a) LSCMurcia; 205.2.a) LCAsturias; 160.4 --dice 3
pero debe ser 4--.a) LCCastilla-La Mancha y 123.2.a) LSCAndalucía.

382Vid. arts. 137.b) LSCExtremadura; 139.2.2.c) LCGalicia; 140.1.2.f) LCLa Rioja; 137.4.a) LCCastilla y León y
123.2.b) LSCAndalucía.

383Vid. arts. 137.f) LSCExtremadura; 139.2.2.a) LCGalicia; 94.5.i) LCAragón; 133.4.f) LCMadrid; 140.1.3.d) LCLa
Rioja; 137.2.f) LCCastilla y León; 135.2.e) LCCataluña; 137.4.c) LCCastilla-La Mancha; 147.3.b) LCIslas Baleares;
117.5.d) LCValencia; 160.4 --dice 3 pero debe ser 4--.c) LCCastilla-La Mancha y 123.4.a) LSCAndalucía.

384Vid. arts. 133.5.a) LCMadrid; 140.1.3.b) LCLa Rioja; 137.3.a) LCCastilla y León ; 147.4.j) LCIslas Baleares;
139.4.a) LSCMurcia y 205.3.a) LCAsturias.

385 Vid. arts. 94.5.f) LCAragón y 117.5.c) LCValencia.

386 Vid. art. 117.5.e) LCValencia.

Existe una infracción que guarda conexión orgánica con la descrita en el texto principal pero que no sirve como
manifestación concreta de la tutela de la participación orgánica del socio mediante el Derecho sancionador. Me
estoy refiriendo al incumplimiento de las normas sobre participación del personal asalariado en el consejo rector [vid.
arts. 137.c) LSCExtremadura; 139.2.2.g) LCGalicia y 137.4.g) LCCastilla La-Mancha], que se refiere a la
participación orgánica de terceros --los trabajadores de la sociedad cooperativa--y no a la de socios.

387 Así se prevé para las cooperativas de servicios en el artículo 123.4.f) LSCAndalucía.

149
Lo expuesto da buena cuenta de como el Derecho sancionador protege de manera
abstracta la relación mutualista y la participación del socio con infracciones que describen como
acción típica su violación o desconocimiento, tutela de la que, sin embargo, carecen los
principios cooperativos.

El objetivo del Ordenamiento jurídico es evitar que haya cooperativas que solo lo sean
nominativamente, es decir, cooperativas que alberguen una empresa plural que no tenga por
objeto satisfacer las necesidades de sus socios sino otro distinto, faltando la mutualidad, o
cooperativas en las que los socios no puedan decidir sobre los asuntos de gestión, faltando la
participación orgánica; y para ello protege con una batería de infracciones estos dos elementos
esenciales, sin los cuales no hay cooperativa. Pero solo sin ellos, de manera que, a la inversa,
no habrá infracción cuando una empresa mutualista y participativa desconoce o, incluso, vulnera
principios cooperativos que no se traduzcan en los elementos aludidos --o que no puedan
subsumirse en algún otro tipo--.

i’’) La descalificación de la sociedad cooperativa.

La descalificación de la sociedad cooperativa, que se declara en una resolución


administrativa cuando concurra alguna de las causas que se determinan legalmente, produce
como efecto la obligación de la cooperativa de transformarse en otro tipo social --efecto previsto
en determinadas Leyes de cooperativas388-- o la disolución de la sociedad --efecto previsto en
todas las Leyes de cooperativas389--. Como la descalificación provoca que una sociedad deje de
ser cooperativa y se transforme en otro tipo, o incluso que deje de ser sociedad y se disuelva 390,
resultará de interés el análisis de las causas de descalificación y su relación con los principios
cooperativos, para apreciar si la vulneración de éstos origina la descalificación de la cooperativa,
con el objetivo de ver si por esta vía puede obtenerse alguna conclusión sobre su papel como
elementos esenciales de la cooperación.

388Vid. arts. art. 141 LCPaís Vasco; 135 LCMadrid; 121 LCValencia y 162 LCCastilla-La Mancha y 126
LSCAndalucía.

389La disolución es efecto subsidiario en las Leyes mencionadas en la anterior cita para el caso de que la sociedad
cooperativa descalificada no se transforme en los plazos que señala la Ley respectiva --salvo en la Ley andaluza
que, a reserva de los disponga su reglamento de desarrollo, es efecto alternativo--; y es efecto directo y único en las
restantes leyes [vid. arts. 116 LCEstado; 180 LSCExtremadura; art. 141 LCGalicia; 95 LCAragón; 142 LCLa Rioja;
139 LCCastilla y León; 138 LCCataluña; 149 LCIslas Baleares; 142.3 LSCMurcia; 62 LCNavarra y 208 LCSAturias].

Aunque el artículo 142.3 LSCMurcia señala que la descalificación, una vez firme implicará la disolución forzosa de la
sociedad cooperativa, permite que los miembros del Consejo Rector puedan convocar la Asamblea General para
acordar la transformación de la sociedad cooperativa.

390 La descalificación de las sociedades cooperativas es un medida que suscita entre nuestra doctrina opiniones
encontradas. Son partidarios de su eliminación, por ejemplo, por entrar en contradicción con el derecho
constitucional de asociación M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros
y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado
de Derecho mercantil…, pág. 371, y N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º, Madrid
[EDERSA], 1994, artículo 154, pág. 935. Por el contrario, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 3º…, artículo 104, págs. 494 y 495, aprecia interés social en esta materia, y el mismo autor, en el volumen
1º de la obra citada, al comentar el artículo 6, propone el procedimiento de descalificación como medio para atajar el
abuso de la personalidad jurídica de las cooperativas, cuando éstas se constituyen como negocio indirecto para
obtener finalidades o beneficios que solo a ellas le están permitidos.

150
En primer lugar, debe hacerse constar que ninguna Ley regula como causa de
descalificación de la cooperativa la violación de los principios cooperativos; que la mayoría
[nueve] no hace referencia a los mismos al regular esta materia391; y que aquéllas [siete] que los
citan392 no señalan como causa de descalificación cualquier vulneración de los principios
cooperativos, sino que exigen la previa comisión por la sociedad cooperativa de una infracción
tipificada como muy grave, o la previa trasgresión muy grave de normas imperativas o
prohibitivas de la Ley de cooperativas respectiva, que en ambos casos suponga además una
vulneración esencial, y en algunas Leyes reiterada, de tales principios o provoque graves
perjuicios económicos o sociales393.

Con el panorama legislativo descrito, la función de los principios cooperativos como


medida de la descalificación de la sociedad cooperativa es inexistente. No solo porque la mayor
parte de las Leyes omiten cualquier referencia a los mismos a la hora de señalar las causas de
descalificación, sino también porque en aquéllas que son tenidos en cuenta juegan un papel de
actor de reparto. Únicamente actúan cuando haya una infracción muy grave o una vulneración
muy grave de normas imperativas, acompañada, no de una vulneración simple de los principios,
que se admitiría como lícita sin llegar a ser causa de descalificación, sino de una violación
especialmente cualificada por las notas de esencialidad y reiteración por el efecto de provocar
graves perjuicios económicos o sociales394.
391No mencionan los principios cooperativos a la hora de regular las causas de descalificación las Leyes de
cooperativas estatal, gallega, aragonesa, riojana, castellano-leonesa, catalana, valenciana, navarra y asturiana.

392 Concretamente las leyes vasca, extremeña, madrileña, castellano-manchega, balear, murciana y andaluza.

393 Con mayores dosis de seguridad jurídica las Leyes vasca, extremeña y castellano-manchega disponen para que
concurra la causa de descalificación que se haya cometido una infracción de las tipificadas por la ley como muy
grave, lo que exige una, también previa, resolución sancionadora que haya calificado la infracción como tal (la
necesidad de una resolución previa, administrativa o judicial, que declare la vulneración de la norma imperativa o
prohibitiva fue demanda para la Ley estatal, por M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, pág. 646). Por el contrario, las Leyes madrileña y balear se contentan con la concurrencia de una
vulneración muy grave de normas imperativas o prohibitivas, lo que obliga al intérprete no solo a perfilar el carácter
de ius cogens de la norma violada, lo que en ocasiones no es tarea simple, sino también a valorar que esa
vulneración haya sido muy grave. En un posición intermedia, pero también no exenta de imprecisión se coloca la
Ley murciana que considera como causa de descalificación las señaladas en el artículo 139 de la propia Ley como
infracciones muy graves, sin aclarar si debe haber o no una resolución sancionadora previa.

Pero en todos los casos, además, es necesario que concurra una vulneración de los principios cooperativos que ha
de ser esencial y, en algunas leyes, reiterada.

En la Ley andaluza la presencia de los principios cooperativos en sede de descalificación está escondida y, además
de la contrariedad a los principios cooperativos, exige la concurrencia de otros elementos. Podrá ser causa de
descalificación, “cualquiera de las conductas tipificadas en el artículo 123 [relativo a las infracciones] que sean
susceptibles de provocar graves perjuicios económicos o sociales, o concurra reincidencia [art. 126.2.b)], y dentro
del artículo 123 se tipifica como infracción “utilizar la sociedad cooperativa…de forma manifiestamente contraria a
los principios cooperativos contemplados en el artículo 4 [art. 123.4.g)].

394 Para la tutela del principio de puerta abierta se había admitido, durante la vigencia de la Ley General de
Cooperativas de 1974, como medida extrema y radical la descalificación de la cooperativa, y bajo la aplicación de la
Ley de 1987, sobre la base de que el principio de libre adhesión está respaldado por normas imperativas o
prohibitivas, la infracción de éstas podría ocasionar la descalificación (vid. J. F. DUQUE DOMÍNGUEZ, (1986): “La
libre adhesión y el principio de puerta abierta en las sociedades cooperativas”, en Primeros encuentros cooperativos
de la Universidad del País Vasco, Bilbao [Departamento de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Comunidad
Autónoma Vasca], 1986, págs. 183 a 222, en pág. 217; y N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 31, págs. 70 a 72).

151
No se extraen en sede de descalificación cooperativa argumentos que permitan sostener
que los principios cooperativos sean elementos esenciales de la noción de cooperativa 395. Podría
decirse que las sociedades cooperativas que no apliquen los principios cooperativos no incurren
en causa de descalificación, y podrán seguir funcionando como tales cooperativas.

i’’’) La intervención de la sociedad cooperativa.

Cuando en una cooperativa concurran determinadas circunstancias previstas en las


Leyes, la Administración pública puede acordar la intervención de la sociedad, asumiendo
algunas competencias de los órganos sociales, e incluso llegar a la sustitución de los mismos por
administradores provisionales. Con independencia de que no todas las Leyes españolas de
cooperativas396 regulan esta medida de vigilancia397, siendo particularmente significativo el
silencio al respecto de la actual Ley estatal de cooperativas398 cambiando el criterio seguido en la

395El régimen jurídico de la descalificación responde al interés social de la cooperativa, y no puede verse en él,
como sucedía en la Ley de 2 de enero de 1942, la defensa de “los altos intereses nacionales”, como sostiene F.
VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 104, pág. 494.

396La intervención de las sociedades cooperativas está regulada con carácter general en las Leyes de cooperativas,
por lo que puede afirmarse que sistema español de intervención de las sociedades cooperativas está articulado en
torno a Leyes generales. La intervención de la sociedad cooperativa no requiere una Ley especial, limitada al caso
concreto a intervenir. Sobre el carácter general o especial de las Leyes de intervención vid. A. ROJO, “Actividad
económica pública y privada en la Constitución Española”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 169-170 [1983],
págs. 309 a 341, en págs. 339 a 341.

397 Solo se regula en las Leyes vasca (art. 142), extremeña (art. 181 y aragonesa (art. 96).

Hay en este tema dos casos confusos. Para la Ley catalana la intervención administrativa de la sociedad
cooperativa es un acto de inscripción obligatoria en el Registro de Cooperativas de Cataluña [art. 13.1.k)], pero
luego no regula esta medida. En la Ley balear la rúbrica del capítulo II, del título II, incluye en su enunciado la
palabra “intervención” pero tampoco regula esta medida en su articulado.

Y ha desaparecido de la Ley gallega con la reforma de 2011 que ha derogado el artículo 140 donde se preveía.

398 La intervención administrativa de una sociedad cooperativa es una limitación al principio de libertad de empresa
reconocido en el artículo 38 de la Constitución que vincula a todos los poderes públicos cuyo ejercicio solo podrá
regularse por ley que debe respetar su contenido esencial (art. 53 CE). Quizá sea este motivo el que ha movido al
legislador a estatal a no regular con carácter especial para la sociedad cooperativa la intervención administrativa,
que quedarán en este punto sometidas a las reglas generales y comunes al resto de empresarios, previstas,
básicamente en la Ley de Enjuiciamiento Civil (arts. 630 a 633, principalmente) y en la Ley Concursal (arts. 40 a 48,
principalmente). Aunque cuando las exposiciones de motivos se aventuran a explicar su opción de política legislativa
en esta materia, ofrecen argumentos de escaso o nulo interés científico. Ejemplo de esto es la reforma de la Ley
gallega producida por la Ley 14/2011, de 16 de diciembre, en cuyo preámbulo puede leerse que “se elimina el
artículo referido a la intervención temporal de las cooperativas, dada la complejidad y escasa operatividad de la
medida”, razones formales que lejos de suprimirla aconsejarían hacerla menos compleja y más operativa, siempre
que razones materiales justifiquen su pervivencia.

Sin embargo existen ejemplos más clarificadores. En la derogada Ley andaluza de 1999, que no regulaba la
intervención de las sociedades cooperativas, explicaba su Exposición de Motivos esta omisión con las siguientes
palabras “conviene subrayar la desaparición en el presente texto de la intervención temporal de las cooperativas, en
cuanto institución que suponía una injerencia desmesurada de la Administración en empresas que, con
independencia de su carácter social, tienen una naturaleza privada. Solo se conserva a este respecto un tenue
vestigio de dicha institución, a propósito de las posibles medidas provisionales previstas en el procedimiento
sancionador”.

152
Ley de 1987399, en las que sí la prevén nunca es motivo de intervención la vulneración por la
sociedad de los principios cooperativos. Normalmente se señalan como circunstancias
habilitantes de la intervención el peligro a los intereses de los socios y de los terceros 400.

En la liquidación de la sociedad cooperativa, algunas Leyes prevén que cuando el


patrimonio que haya de ser objeto de liquidación sea cuantioso, exista un número elevado de
socios, asociados u obligacionistas afectados, o la importancia de la liquidación por cualquier
otra causa lo justifique, podrá la Administración publica competente en materia de cooperativas,
de oficio o a instancia de parte interesada, designar uno o varios Interventores 401. El interventor
administrativo de la liquidación tampoco cumple funciones de defensa de los principios
cooperativos en esta fase de la vida de la cooperativa, sino de tutela de los interese públicos e
incluso de los intereses de los socios y de los acreedores sociales402.

j) Principios configuradores y principios cooperativos.

Las Leyes de cooperativas permiten que en la escritura de constitución puedan incluirse,


además de las menciones obligatorias, los pactos y condiciones que los promotores hubieran
acordado en la asamblea constituyente, siempre que no se opongan a las Leyes ni contradigan
los principios configuradores de la sociedad cooperativa403. Junto al contenido necesario de la
escritura de constitución, puede haber un contenido facultativo.

399A pesar de que en la Ley General de Cooperativas de 1987 se regulaba la intervención (art. 152), no se
encontraba en ella apoyo para aplicar esta medida cuando se vulnerara el principio de libre adhesión; tan solo la
doctrina admitía que si se negara la entrada de un grupo de personas o entidades por parte de los órganos de una
cooperativa, de tal forma que se pusieran en peligro los intereses de aquellos --por ejemplo, la supervivencia de las
explotaciones o actividades de agricultores, pescadores o artesanos--, podría solicitarse la designación de un
funcionario que convocara y presidiera una sesión de una asamblea general, fijando como punto del orden del día la
reconsideración por la asamblea de su posiciones cerradas anteriores (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo
y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 31, pág. 70). La solución es, a todas luces, artificiosa.

400Una severa crítica a la indeterminación de la causa de la intervención temporal, ha sido realizada, a propósito de
la Ley estatal de 1987, por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo
152, pág. 903.

401 Así lo dispone, por ejemplo, el artículo 99 LSCExtremadura.

Así lo ha destacado F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
402

Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…,artículo 107, pág. 514.

403Vid. arts. 10.1.in fine LCEstado; 12.3 LCPaís Vasco; 13.3 LSCExtremadura; 16.2.i) LCGalicia; 12.4.i) LCLa Rioja;
14.3 LSCMurcia; 13.2 LCAsturias y 13.3 LCCastilla-La Mancha. Por su parte, no hacen referencia a los principios
configuradores las Leyes aragonesa, madrileña, catalana, balear, valenciana y navarra.

Tampoco lo hace la vigente Ley andaluza de 2011 --a diferencia de la anterior de 1999 (art. 13.4 LSCAndalucía
1999)--, pero probablemente la omisión se deba a un motivo que nada tiene que ver con la inexistencia de principios
configuradores en las cooperativas andaluzas: como los pactos y condiciones que los socios podían acordar en la
constitución de la cooperativa y que tienen como límite a los principios configuradores se incluyen en la escritura de
constitución, y el otorgamiento de este documento ha dejado der necesario para la constitución de la sociedad
cooperativa --salvo cuando se aporten bienes inmuebles al capital de la entidad, o en aquellos otros supuestos que
puedan establecerse reglamentariamente (art. 119.1 LSCAndalucía 2011)--, el redactor de la Ley al suprimir la
regulación del contenido de la escritura suprimió con ello la mención a la autonomía colectiva y a los principios
configuradores como límite de la misma. Operación que ha resultado excesiva, dado que esta autonomía y estos
principios pueden tener traducción en la escritura pública cuando voluntariamente se otorgue o, en su defecto, en el
acta de la asamblea constituyente que debe presentarse a inscripción registral (art. 9.1 LSCAndalucía 2011).

153
La atribución expresa de eficacia a la autonomía de la voluntad en el sector cooperativo
es una consecuencia más del fenómeno de anomización de la sociedad cooperativa. Este tipo de
norma tiene su antecedente inmediato en el artículo 10 TRLSA --hoy derogado-- que se recoge
en el artículo 28 TRLSC404, con cuya redacción guardan una similitud casi total las Leyes de
cooperativas que la han recogido. De la Ley de anónimas de 1989 pasó a la Ley 4/1993, de 24
de junio, de Cooperativas de Euskadi405, y de ésta a algunas Leyes autonómicas.

La ratio de estas normas es permitir a los socios la inclusión de pactos y condiciones


que adapten la estructura orgánica, funcional y económica de la sociedad cooperativa que en
abstracto prevén las Leyes, a la estrategia empresarial concreta de cada cooperativa. La
autonomía de la voluntad jugaría respecto de aquellas materias cuya inclusión en la escritura no
sea obligatoria por exigirlo así la Ley406, o que estén reguladas en normas dispositivas, o que
carezcan de previsión normativa pero que no se opongan al ius cogens. Formalmente, podrán
contenerse no solo en la escritura pública --a pesar de la dicción literal de las Leyes-- sino

Un caso especial, por confuso, es el de la Ley castellano-leonesa que se refiere a los principios configuradores para
atribuir al Consejo Superior Regional para el Fomento del Cooperativismo la función de velar porque el
funcionamiento de las sociedades cooperativas se adecue a los principios configuradores propios de este sector
(art. 146.5), pero no cuando regula el contenido de la escritura social y de los estatutos (vid. arts. 13 y 16). Quizá
esta Ley acuse la influencia de la disposición adicional segunda de la Ley estatal de cooperativas de 1999 que
también atribuye al Consejo para el Fomento de la Economía Social la función de “velar porque el funcionamiento de
las empresas y entidades se adecuen a los principios configuradores propios de este sector”, pero, en este caso,
con coherencia puesto que los principios configuradores a los que se refiere están previstos como límite de la
autonomía estatutaria en el artículo 10.1 in fine de la citada Ley.

404 Los antecedentes de esta norma se remontan al artículo 11, 5º de la Ley de régimen jurídico de las sociedades
anónimas de 17 de julio de 1951, y al artículo 7.10 de la Ley sobre régimen jurídico de las sociedades de
responsabilidad limitada de 17 de julio de 1953. Así mismo se recoge en el art. 12 de la LSRL de 1995. Por su parte,
el RRM de 1989 la contenía en los artículos 115.2 y 174.14 y el vigente en los artículos 114.2 y 175.2. Todos ellos
citados en G. J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, J. M. VIGUERA RUBIO y A. DÍAZ MORENO en R. Uría, A. Menéndez y M.
Olivencia, Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, Madrid [Civitas], 1999, Tomo XIV, volumen
1º A, pág. 368.

Probablemente no pueda considerarse como antecedente en esta materia propio de la legislación cooperativa, el
hecho de que en la exposición de motivos de la Ley de Cooperativas del Estado de 1987 se mencionaran a los
“principios que informan la estructura y funcionamiento” de las cooperativas --por ejemplo, al explicar como se
regula la imputación de pérdidas o la actualización de las aportaciones al capital social-- porque en el articulado de
la mencionada Ley no se preveía la limitación a la autonomía de los socios por el juego de principios estructurales,
planteándose la duda de si la exposición de motivos pensaba en los principios de la Alianza Cooperativa
Internacional o a unos principios configuradores de la sociedad cooperativa no referidos legalmente.

405La convergencia de esta Ley con la Ley de sociedades anónimas ha sido puesta de manifiesto por la doctrina
científica en muchas ocasiones. Quizá la más relevante sea la aportación de J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del
Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de
1993”…, págs. 2509 a 2542.

406 En este punto la Ley gallega presenta una regulación impropia de la autonomía de la voluntad de los socios, que
no debe ser entendida más que como un defecto de técnica normativa. Dispone que la escritura de constitución de
la sociedad cooperativa deberá contener como mínimo una serie de menciones entre las que incluye, además de las
que ordinariamente son contenido mínimo de la misma, “cualquier otro pacto o acuerdo que se hubiese adoptado en
la asamblea constituyente, siempre y cuando no sea contrario al derecho y [a] los principios que configuran la
especial naturaleza de la sociedad cooperativa” [art. 16.2.1)], cuando en verdad este contenido facultativo, que no
mínimo, no se debe sino que se puede incluir en la escritura. Por ello, el Registro de Cooperativas gallego debería
calificar favorablemente una escritura de constitución que no contenga pactos o acuerdos no obligatorios.

154
también en los estatutos sociales, y temporalmente, no solo en el momento de la constitución de
la sociedad --escritura de constitución--, sino también durante el funcionamiento de la sociedad
cooperativa --modificación de la escritura de constitución407 o modificación de los estatutos
sociales--408.

Naturalmente, de los dos límites que ciñen a la autonomía de la voluntad --las leyes y los
principios configuradores de la sociedad cooperativa--, el que más interesa en este momento es
el segundo, para plantear la pregunta de si tales principios configuradores son los mismos que
los principios cooperativos o si son realidades diferentes409.

En la jurisprudencia, puede traerse a colación la S.T.S., Sala 4ª, de 18 de abril de 1988


[Social] (Ar. RJ 1988\2977), que parece estar pensando en que los principios cooperativos y los
principios configuradores son realidades diferentes, al entender, en el caso resuelto, y
asumiendo los argumentos del, entonces, Magistrado de Trabajo, que “bajo la apariencia de una
expulsión [de un socio] por razones disciplinarias se persigue en realidad otro objetivo prohibido
por el ordenamiento jurídico,…sin respetar los principios cooperativos y societarios” (la cursiva
es nuestra).

Las enseñanzas sobre esta materia que se pueden encontrar en los estudios sobre las
sociedades de capital parece que orientan la respuesta a la idea de que los principios
configuradores no son los principios cooperativos. La doctrina societaria separa y distingue a los
principios configuradores de las normas imperativas y prohibitivas, puesto que éstas son el otro
límite de la autonomía de la voluntad que impone la ley, y los coloca en el terreno de los límites
entre los tipos sociales, concretamente sirven para delimitar la sociedad anónima y la sociedad
de responsabilidad limitada. Y partiendo de la idea de que no hay conceptos ideales de cada tipo
social que lo definan de forma unitaria en todo tiempo y lugar410, y de que no existen unos

407 La modificación de la escritura de constitución, y por lo tanto de los pactos contenido en ella al margen de los
estatutos sociales, requiere el consentimiento de todos los socios, salvo los pactos de contenido organizativo o
corporativo cuya sede lógica son los estatutos, que se pueden modificar por mayoría reforzada, y los pactos
relativos a la organización societaria inicial, como la identidad de los primeros administradores, que se modifican por
la mayoría exigida para los acuerdos ordinarios (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág.127)

408 Vid. G. J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, J. M. VIGUERA RUBIO y A. DÍAZ MORENO en R. Uría, A. Menéndez y M.
Olivencia, Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles... págs. 368-369.

409 F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código
de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 71, pág. 175, califica como principios
configuradores a “los seis “Principios Cooperativos” recogidos de la tradición, codificados, proclamados e
interpretados por la Alianza Cooperativa Internacional en el artículo 8 de sus Estatutos, aprobados en el XXIII
Congreso de Viena de 1966”. Y M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, págs. 37 y, reiterando la idea, pág. 127, considera que los principios cooperativos
son, mutatis mutandis, los principios configuradores a los que apelan el art. 10 LSA y el art. 12.3 LSRL --vigentes al
tiempo de escribirse la obra citada--.

410Con respecto a la sociedad limitada A. ROJO, “La sociedad de responsabilidad limitada: problemas de política y
de técnica legislativas”, en La reforma de la sociedad de responsabilidad limitada, Madrid [Dykinson], 1994 págs. 35
a 79, en pág. 41, ha sostenido que no hay un tipo ideal de sociedad de responsabilidad limitada que responda a
pautas comunes en todo tiempo y lugar.

155
principios connaturales a la sociedad anónima o a la sociedad de responsabilidad limitada411, los
autores buscan los principios configuradores en el Derecho positivo412. Como los principios
cooperativos tienen una existencia extrajurídica, más allá del Derecho positivo [constan en
declaraciones de una asociación privada internacional --la Alianza Cooperativa Internacional--]
no son identificables, según el método expuesto, con los principios configuradores. Y cuando se
recogen en las Leyes de cooperativas o no están todos los principios cooperativos o no lo están
con el contenido y extensión de la Declaración de Identidad Cooperativa de la Alianza
Cooperativa Internacional de 1995, de manera que ni siquiera por esta vía elíptica sería segura
la indagación y búsqueda de los principios cooperativos en el Derecho positivo, cuyo resultado,
por otra parte, no serían los principios de la Alianza Cooperativa Internacional, sino los principios
configuradores que de cada cooperativa se deducen de su Ley respectiva.

En realidad, en el ámbito de la sociedad cooperativa la noción de principios


configuradores tiene mucho que ver con la relación mutualista y la participación orgánica.
Efectivamente, si en las Leyes de sociedades de capital los principios configuradores son los que
extrayéndose de cada Ley reguladora, delimitan una zona jurídica exclusiva para cada sociedad
--anónima o limitada--, definida por normas imperativas o permitida por normas dispositivas de
un tipo social pero no por las del otro413, en el ámbito de la sociedad cooperativa la zona propia
que la distingue del resto de tipos sociales es la formada por la mutualidad y por la participación
de los socios en la gestión. Datos ambos, que además, se aprecian en todas las Leyes
españolas de cooperativas.

k) La protección fiscal de las sociedades cooperativas.

En la Exposición de Motivos (párrafo 2º) de la Ley 20/1990, de 19 de diciembre, sobre


Régimen Fiscal de las Cooperativas se pueden apreciar, con especial valor dada la autoría de
sus palabras, cuales son los fundamentos de los beneficios tributarios de las cooperativas. Existe
uno, de tipo dogmático, que justifica la especial atención legislativa de que han sido objeto las
sociedades cooperativas en sus “características especiales” como entes asociativos y en su
“función social”, recogiendo así la “tradición de nuestro ordenamiento jurídico tributario”. Y otro,
jurídico-positivo, basado en el mandato a los poderes públicos, contenido en el artículo 129 de la
Constitución, de “fomentar mediante una legislación adecuada” las sociedades cooperativas.
Pero no aparece con claridad que tales fundamentos del régimen tributario especial estén en los
principios cooperativos. De hecho, cuando la Exposición de Motivos (párrafo 5º, núm. 3º) explica
que el régimen fiscal especial responde a una serie de principios, entre los cinco que menciona,
incluye, en tercer lugar, el “reconocimiento de los principios esenciales de la Institución
cooperativa”, sin que de esta expresión pueda deducirse que estos principios tengan que ser los
principios cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional, ni puedan ser cosa distinta a los
principios contenidos o reconocidos en la Ley de cooperativas que resulte aplicable. En lo que se
411En particular para la sociedad anónima la doctrina más autorizada ha negado la existencia de unos principios
connaturales a la misma (vid. F. DE CASTRO Y BRAVO, “¿Crisis de la sociedad anónima? Reflexiones sobre la
proyectada reforma legislativa de la Sociedad Anónima”…, pág. 55).

412 Vid. G. J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, J. M. VIGUERA RUBIO y A. DÍAZ MORENO en R. Uría, A. Menéndez y M.
Olivencia, Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles…, pág. 373. El número y la autoridad de las
referencias doctrinales que se citan en los mencionados Comentarios (Olivencia, Selva, Duque, Cabanas/Bonardell,
Velasco San Pedro) dejan fuera de toda duda que la búsqueda de los principios configuradores en el Derecho
positivo y no en realidades metajurídicas sea el único método válido.

413 Vid. G. J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, J. M. VIGUERA RUBIO y A. DÍAZ MORENO en R. Uría, A. Menéndez y M.
Olivencia, Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles…, pág.375.

156
refiere al primer aspecto, en ninguna parte de la Exposición de Motivos ni en ningún artículo de
la Ley se hace referencia a la Alianza Cooperativa Internacional ni a sus principios, ni en
consecuencia, a su valor jurídico414. Y en lo que toca al segundo, es particularmente relevante
que la propia Ley fiscal, en su artículo 6, reconozca a las cooperativas que se “ajusten a los
principios y disposiciones de la Ley de Cooperativas [estatal] o de las Leyes de Cooperativas de
las Comunidades Autónomas” los beneficios fiscales básicos del artículo 33.

La idea de que los beneficios fiscales se reconocen a las sociedades cooperativas cuya
constitución y funcionamiento respete las normas jurídicas legales, esto es, las contenidas en las
Leyes de cooperativas, y no los principios cooperativos abstractamente considerados, se
corrobora al examinar las causas de pérdida de la condición de cooperativa fiscalmente
protegida, entre las que no se incluye la vulneración de los principios cooperativos y sí una larga
serie de circunstancias que suponen vulneración de normas jurídicas legales415.

Probablemente, el fundamento del tratamiento fiscal que reciben las sociedades


cooperativas debe buscarse en datos más acordes con la visión tipológica del concepto de
cooperativa. En este sentido, se aprecia en la Ley que la ratio de este régimen tributario tiene
que ver con aspectos mutualísticos y participativos.

La mutualidad viene a ser esa “función social” que para la Exposición de Motivos
justifica, como se ha dicho más arriba, el tradicional reconocimiento en nuestro ordenamiento
jurídico tributario de determinados beneficios fiscales. De hecho, la propia Exposición cifra, en un
pasaje posterior, esa función social, entre otros motivos, en que las cooperativas “facilitan el
acceso de los trabajadores a los medios de producción”, objetivo que se consigue con la
mutualidad propia de las sociedades cooperativas de trabajo asociado. Y vuelve la Exposición de
Motivos de la Ley fiscal a conectar beneficios fiscales y mutualidad, cuando justifica los
beneficios adicionales reconocidos en el artículo 34 a las cooperativas especialmente protegidas
--sociedades cooperativas de trabajo asociado, agrarias, de explotación comunitaria de la tierra,
del mar y de consumidores y usuarios, a las que deben añadirse las de segundo o ulterior grado
414La situación descrita no es nueva, también era la existente bajo la vigencia del Decreto 888/1969, de 9 de mayo,
por el que se promulga el nuevo Estatuto fiscal de las Cooperativas, como se ha encargado de destacar N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 31, pág. 69.

415 La lista del artículo 13 es larga --hasta 16 causas de pérdida de la condición de cooperativa fiscalmente
protegida-- pero en todos sus apartados se describe una infracción de una norma legal. A título de ejemplo se
pueden traer a colación las cinco primeras:

1. No efectuar las dotaciones al Fondo de Reserva Obligatorio y al de Educación y Promoción, en los supuestos,
condiciones y por la cuantía exigida en las disposiciones cooperativas.
2. Repartir entre los socios los Fondos de Reserva que tengan carácter de irrepartibles durante la vida de la
Sociedad y el activo sobrante en el momento de su liquidación.
3. Aplicar cantidades del Fondo de Educación y Promoción a finalidades distintas de las previstas por la Ley.
4. Incumplir las normas reguladoras del destino del resultado de la regularización del balance de la cooperativa o de
la actualización de las aportaciones de los socios al capital social.
5. Retribuir las aportaciones de los socios o asociados al capital social con intereses superiores a los máximos
autorizados en las normas legales o superar tales límites en el abono de intereses por demora en el supuesto de
reembolso de dichas aportaciones o por los retornos cooperativos devengados y no repartidos por incorporarse a un
Fondo Especial constituido por acuerdo de la Asamblea general.

La pérdida de la condición de cooperativa fiscalmente protegida no es una sanción, por lo que no cabe hablar de
aplicación retroactiva más favorable y en consecuencia este medio defensivo no es admitido por los tribunales
[S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 28 de septiembre de 2007 (Ar. JT. 2008\51)].

157
que asocien a cooperativas especialmente protegidas-- no solo “por su actuación en estos
sectores” y por la “capacidad económica de sus socios”, sino también “por el mayor
acercamiento [de estas cooperativas] al principio mutualista”.

También el articulado de la Ley está salpicado de aplicaciones concretas de la norma


general de que el fundamento del tratamiento tributario especial es, básicamente, la mutualidad.
Así sucede cuando toma en consideración elementos mutualistas para atribuir a una cooperativa
la condición de especialmente protegida, de manera que la mayor parte de los requisitos para
ello giran en torno a la limitación de las operaciones con terceros no socios o extramutuales (vid.
arts. 8.3, 0.2, 10.2 y 3, 11.3 y 12.3 y 4 LRFC). Y así sucede también cuando señala como causa
de pérdida de la condición de cooperativa fiscalmente protegida “la realización de operaciones
cooperativizadas con terceros no socios, fuera de los casos permitidos por las leyes” (art.
13.10.I), o el “empleo de trabajadores asalariados en número superior al autorizado en las
normas legales” para las sociedades cooperativas de trabajo asociado y análogas (art. 13.11), o
la “paralización de la actividad cooperativizada” (art. 13.14), o, en fin, la “imposibilidad manifiesta
de desarrollar la actividad cooperativizada” (art. 13.15).

La participación orgánica no representa ningún papel protagonista directo como


fundamento del régimen tributario especial de las sociedades cooperativas, pero sí como reflejo
de la mutualidad. Ésta significa que la empresa cooperativa tiene como fin satisfacer las
necesidades (de comercio, de consumo, de crédito, de trabajo, etc.) de los socios, y aquélla que
los socios, además de agentes de la actividad económica de la cooperativa o actividad
cooperativizada, tienen el derecho a participar en la gestión de los asuntos sociales. Actividad
cooperativizada y participación en la gestión son la cara y la cruz de la misma moneda, y ambos
indisolublemente han de justificar el tratamiento fiscal especial de la cooperación. Una
manifestación concreta de esta tesis se encuentra en el artículo 13.14 que señala como causa
de pérdida de la condición de cooperativa fiscalmente protegida “la inactividad de los órganos
sociales durante dos años sin justa causa justificada”.

En la línea apuntada, la concepción que la Administración tributaria tiene de las


sociedades cooperativas las aleja de los principios cooperativos y las acerca al terreno de las
sociedades mercantiles constituidas para satisfacer las necesidades de sus socios, para lo que
actúan con ánimo de lucro tanto los socios como ella misma. En la Resolución de la Dirección
General de Tributos núm. 638/2003, de 13 de mayo [Ar JT 2003\1511] puede leerse que las
sociedades cooperativas de trabajo asociado “al distribuir la totalidad de sus ingresos entre sus
socios de trabajo ponen de manifiesto la existencia de un fin lucrativo en su actividad, siendo
dicho fin manifiesto en sus socios y, a través de ellos, también en la entidad cooperativa que los
reúne” y añade que la “forma societaria adoptada no excluye en absoluto el lucro, beneficio o
excedente, sino que su normativa específica, constituida por la Ley 3/1987, de 2 de abril,
General de Cooperativas, lo prevé. En el caso presente consta que los beneficios de la
Cooperativa se distribuyen entre los cooperativistas como rendimientos del trabajo [y] resulta
obligado por ello concluir que, no…puede ser considerada la entidad como de carácter social, ni,
por lo tanto, ha de reconocerse la exención solicitada”.

3.4.3. El Derecho internacional y comunitario.

Desde el punto de vista del Derecho internacional, tampoco hay apoyos a favor de la
eficacia normativa de los principios cooperativos, puesto que ni la Alianza Cooperativa
Internacional es una organización internacional cuyas decisiones vinculen a los Estados, ni sus
estatutos son un tratado internacional. La Alianza Cooperativa Internacional es una organización

158
no gubernamental independiente que reúne, representa y sirve a organizaciones cooperativas en
todo el mundo416, cuyo origen se cifra en 1855 en Inglaterra denominándose entonces Amigos de
las Cooperativas de Producción, y que estaba integrada por sociedades cooperativas inglesas,
francesas e italianas417. Los estatutos de la Alianza Cooperativa Internacional no pasan de ser
los estatutos de una sociedad de derecho privado, puesto que su naturaleza es la de una
“asociación organizada como sociedad regulada por el Código civil suizo en los artículos 60-79”
(art. 1 de los estatutos de la Alianza Cooperativa Internacional aprobados por la Asamblea
General el 4 de septiembre de 2003418).

Ni siquiera se hallan argumentos al respecto en el Derecho comunitario. El Reglamento


(CE) 1435/2003 del Consejo, de 22 de julio, relativo al Estatuto de la Sociedad Cooperativa
Europea no hace ninguna mención ni a la Alianza Cooperativa Internacional ni a sus principios.
El Estatuto, que por su dimensión internacional hubiese sido el lugar adecuado para el
reconocimiento de principios de valor supranacional que rigieran la actividad de los cooperadores
y de las cooperativas, se ha convertido en su valladar más inesperado419, y en una buena prueba
sobre como los legisladores no están vinculados por las concepciones de la cooperativa que
hayan elaborado instancias, como la Alianza Cooperativa Internacional, ajenas al poder público.
Una de las razones que explica esta opción del legislador europeo, radica en la coexistencia en
los Estados miembros de la Unión Europea de dos ideas opuestas sobre los principios
cooperativos, o cuando menos diferentes, una, la de la Alianza Cooperativa Internacional,
extendida en España, Francia e Italia, y, otra, la del movimiento cooperativo alemán que
abandonó la Alianza Cooperativa Internacional hace más de un siglo --en el Congreso de
Budapest de 1904420-- y que, para mayor dispersión, presenta dos formulaciones diferentes, la
de Raiffeisen y la de Schulze-Delitzsch.

El Estatuto de la Sociedad Cooperativa Europea recoge en sus considerandos una


formulación general de los principios específicos que rigen el funcionamiento de la sociedad
cooperativa europea. El considerando 7 dispone que “las cooperativas son, ante todo,
agrupaciones de personas o entidades jurídicas que se rigen por principios de funcionamiento

416, Así reza en su web oficial http://www.ica.coop/ica/es/index.html.

417 Vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, pág. 60 en cita.

418 Disponibles en http://www.ica.coop/ica/ica/rules/ica-rules-sept-2003.pdf ).

419 Quizá no haya sido tan inesperado para un sector de la doctrina española que ya vaticinaba este alejamiento
entre el Derecho comunitario y los principios cooperativos. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 3º…,artículo 71, págs. 170 a 176, al exponer la “europeización” del Derecho de cooperativas, anunció en el
año 1994 que “existe el peligro de que en el futuro de la legislación cooperativa europea --en los Estados miembros
y en la legislación comunitaria-- pueda imponerse la concepción de una Cooperativa sin principios cooperativos y sin
patrimonio irrepartible. Sobre todo, al encumbrarse un modelo “Liberal”, germánico o no colectivista --en definitiva un
modelo “light” o de “pensamiento débil”-- de “Sociedad Cooperativa Europea”, previsto en la Propuesta de
Reglamento de la Comisión de la CEE, debido al ascendiente que los alemanes ejercen en la legislación
comunitaria y en la pérdida de conciencia de su propia identidad por el movimiento cooperativo” añadiendo que “la
aprobación del Estatuto de Cooperativa Europea podría ser la mayor amenaza para la subsistencia de
cooperativismo auténtico en España”. Reflexiones que, con independencia de la posición del autor sobre el
movimiento cooperativo, dan buena cuenta del alejamiento del Derecho comunitario con respecto a los principios de
la Alianza Cooperativa Internacional.

420Vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16
de julio, de cooperativas”…, pág. 1332.

159
específicos, distintos de los de otros agentes económicos. Entre esos principios cabe mencionar
el de la estructura y gestión democráticas y el de la distribución equitativa del beneficio neto del
ejercicio financiero”; y el considerando 10 señalar que “el objetivo principal de la sociedad
cooperativa europea (denominada en lo sucesivo SCE) debe ser la satisfacción de las
necesidades de sus socios o el desarrollo de sus actividades económicas o sociales, respetando
los principios siguientes: —sus actividades han de tener por objeto el beneficio mutuo de los
socios de modo que todos ellos se beneficien de las actividades de la SCE en función de su
participación, —sus socios han de ser, además, clientes, trabajadores o proveedores o estar
implicados de alguna forma en las actividades de la SCE, —el control debe estar repartido
equitativamente entre sus socios, aunque puede admitirse la ponderación de votos para reflejar
la aportación de cada socio a la SCE, —la remuneración del capital tomado en préstamo y de las
participaciones debe ser limitada, —los beneficios han de distribuirse en función de las
actividades realizadas con la SCE o utilizarse para satisfacer las necesidades de sus socios”.

Ante todo debe destacarse que el Estatuto habla de estos principios con la misma
propiedad con la que se refiere a los “principios generales de la sociedad anónima”421 sin atribuir
a los cooperativos un valor ético superior o una naturaleza metajurídica. Por lo tanto, para el
Consejo de la Unión Europea los principios de la sociedad anónima y los principios de la
sociedad cooperativa cumplen la misma función, que no puede ser otra que la de elementos del
tipo societario y delimitadores de la causa de la sociedad. Y con esta manera de ver las cosas
resulta que la globalidad de los principios cooperativos europeos --que el preámbulo del Estatuto
los conceptúa como “principios particulares” referidos al “principio de primacía de la persona”
(vid. considerando 7) [hay que insistir en la idea de que los de la anónima europea están
colocados en el mismo plano formal pero referidos al capital]--, giran en torno a la mutualidad y la
participación orgánica, precisamente los dos elementos del tipo societario cooperativo 422.

La mutualidad aparece recogida sin ambages cuando señala que “el objetivo principal de
la sociedad cooperativa europea” se concreta en “la satisfacción de las necesidades de sus
socios o el desarrollo de sus actividades económicas o sociales” (considernado 10 y art. 1.3), “en
particular mediante la conclusión de acuerdos con ellos para el suministro de bienes o servicios o
la ejecución de obras en el desempeño de la actividad que ejerza o haga ejercer la SCE”; y
cuando, insistiendo en la misma idea mutualista, añade que “la SCE podrá asimismo tener por
objeto la satisfacción de las necesidades de sus socios mediante el fomento de su participación

421En el considerando 4 del Reglamento /CE) 1435/2003 relativo al Estatuto de la Sociedad Cooperativa Europea, el
Consejo concluye que el Reglamento (CE) nº 2157/2001 en el que se establece la forma jurídica de la sociedad
anónima europea con arreglo a los principios generales de la sociedad anónima no se adapta a las características
generales de las cooperativas. Parece, por tanto, que el Consejo considera que para las cooperativas europeas
hace falta otro Estatuto con otros principios generales, de la misma manera que las anónimas europeas cuentan con
un Estatuto que responde a sus propios principios generales. Esta técnica coloca en el mismo plano formal a los
principios de las anónimas y a los de las cooperativas.

422 Solo quedan fuera de la conexión con la mutualidad y la participación orgánica dos principios recogidos en los
considerandos del Estatuto: la remuneración limitada del capital tomado en préstamo y de las participaciones; y la
adjudicación desinteresada --a otras sociedades cooperativas-- del activo neto y de las reservas en los casos de
disolución. Pero ni uno ni otro ensombrecen la concepción básica de la sociedad cooperativa europea analizada en
el texto principal. Efectivamente, la remuneración limitada de las aportaciones no está recogida en el articulado del
estatuto, y el principio de adjudicación desinteresada es solo una modalidad más de reparto del haber social en los
casos de liquidación compatible con un sistema alternativo estipulado en los estatutos, cuando lo permita la
legislación del Estado miembro del domicilio social de la sociedad cooperativa europea (art. 75), que bien pudiera
ser su reparto total o parcial entre los socios --como por ejemplo, hace la Ley de sociedades cooperativas
especiales extremeñas--, o el destino a la constitución o adhesión a nuevas sociedades cooperativas como sucede
en España.

160
en actividades económicas, en el modo mencionado, en una o más SCE o sociedades
cooperativas nacionales” (art. 1.3). El desarrollo de la actividad mutualista se consigue, según el
Estatuto, “respetando los principios siguientes: sus actividades han de tener por objeto el
beneficio mutuo de los socios de modo que todos ellos se beneficien de las actividades de la
SCE en función de su participación; sus socios han de ser, además, clientes, trabajadores o
proveedores o estar implicados de alguna forma en las actividades de la SCE;… los beneficios
han de distribuirse en función de las actividades realizadas con la SCE o utilizarse para
satisfacer las necesidades de sus socios; [y] no deben existir obstáculos artificiales a la
adhesión” (considerando 10).

Por su parte, el derecho fundamental de los socios a participar en las decisiones sobre la
gestión deja su impronta en el Estatuto cuando recoge “la regla un hombre, un voto” y explica
que esta regla “vincula el derecho de voto a la persona e implica la imposibilidad de que los
miembros ejerzan un derecho sobre el activo423 de la sociedad cooperativa” (considerando 8).
Este derecho de participación del socio también aflora en el Estatuto en el principio de que “el
control debe estar repartido equitativamente entre [los] socios, aunque puede admitirse la
ponderación de votos para reflejar la aportación424 de cada socio a la SCE” (considerando 10).

A diferencia de lo que sucede con la mutualidad y con la participación del socio en la


gestión, los intereses que representan los principios cooperativos no tienen reflejo en las normas
jurídicas comunitarias, pudiendo haberlo tenido. En el Derecho de sociedades existen técnicas
para propiciar la intervención en el proceso de toma de decisiones de titulares de intereses
afectados por la empresa gestionada, en particular los trabajadores, Y esta entrada se ha
recogido en la sociedad cooperativa europea. La Directiva 2003/72/CE, del Consejo, de 22 de
julio de 2003, por la que se completa el Estatuto de la sociedad cooperativa europea en lo que
respecta a la implicación de los trabajadores arbitra procedimientos para que los trabajadores
participen en la sociedad cooperativa europea. La citada Directiva entiende por “«participación»:
la influencia del órgano de representación de los trabajadores o los representantes de los
trabajadores en una entidad jurídica mediante: —el derecho de elegir o designar a determinados
miembros del órgano de administración o de control de la entidad jurídica, o bien —el derecho de

423Quizá la versión en lengua española del Estatuto de la Sociedad Cooperativa Europea debería haber matizado la
imposibilidad de que los socios ejerzan un “derecho sobre el activo”, y utilizado otra expresión más precisa como
“derecho basado en el activo”, que se ajuste con mayor claridad a la prohibición del voto plutocrático --o voto basado
en el capital aportado-- contenida en los apartados 1 y 2 del artículo 59 para todas las sociedades cooperativas
europeas, con la excepción de las que realicen actividades financieras o de seguros.

En el mismo orden de cosas, la expresión “derecho sobre el activo” en modo alguno puede entenderse en clave
patrimonial como referente a una cuota sobre el activo de la sociedad cooperativa, primero porque el considerando 8
que la recoge se refiere, en este punto, a un derecho de carácter político --el de voto-- y no a un derecho de
naturaleza económica --la cuota sobre el patrimonio resultante en la liquidación--; y, segundo, porque sobre el
patrimonio de la cooperativa europea el socio puede tener o no derecho --cuota de liquidación-- según prevea la
legislación del Estado miembro del domicilio social de la sociedad cooperativa europea, de manera que el activo
neto se podrá distribuir con arreglo al principio de adjudicación desinteresada o bien por un sistema alternativo
estipulado en los estatutos de la sociedad cooperativa europea (vid. art. 75), que podrá consistir en su reparto entre
los socios.

424A pesar de lo que a primera vista pudiera deducirse de la expresión “aportación”, el voto plural en la SCE no se
calcula con arreglo a la participación del socio en el capital social, puesto que el voto es independiente del número
de participaciones que el socio posea (art. 59.1) y en caso de que exista voto plural, el número de ellos está
determinado por la participación del socio en la actividad cooperativa por medios distintos de la aportación de capital
--salvo, como se ha dicho, para las cooperativas financieras y de seguros-- (art. 59.2). Además de que el capital
social está divido en participaciones (art. 3.2.I) y no en aportaciones.

161
recomendar u oponerse a la designación de una parte o de todos los miembros del órgano de
administración o de control de la entidad jurídica”. En definitiva, cuando se ha querido dar
participación a intereses diferentes de los aportantes de capital y agentes de la actividad
cooperativizada --socios--, se ha abierto el proceso de toma de decisiones.

El preámbulo de la Ley 3/2011, de 4 de marzo, por la que se regula la Sociedad


Cooperativa Europea con domicilio en España, siguiendo al Estatuto de la Sociedad Cooperativa
Europea explica que “la SCE tiene como objetivo principal la satisfacción de las necesidades de
sus socios y el desarrollo de sus actividades económicas o sociales respetando los principios
cooperativos de participación democrática y distribución equitativa del beneficio neto y sin
obstáculos a la libre adhesión”.

3.4.4. La jurisprudencia.

En la jurisprudencia no se encuentran ejemplos relevantes de la aplicación de los


principios cooperativos como ratio decidendi de la cuestión litigiosa.

Las sentencias que son citadas por la doctrina como manifestaciones jurisprudenciales
de aplicación de los principios cooperativos, en realidad, no aplican para resolver el litigio
ninguno de los principios formulados por la Alianza Cooperativa Internacional, sino que se
fundamentan en el principio de igualdad en la aplicación de las normas legales y estatutarias a
todos los socios de la cooperativa425. El principio de igualdad no es el enunciado ni el contenido

425 J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo Derecho
cooperativo …, pág. 162, al explicar cómo, a su juicio, el incumplimiento de los principios cooperativos puede afectar
a la eficacia de los acuerdos sociales y puede, consecuentemente, fundamentar la impugnación de los mismos,
señala que, para resolver las cuestiones que, por vía de impugnación se planteen, deben entrar en juego los
principios objetivados como así ha demostrado “reiterada jurisprudencia al respecto”; y, cita como jurisprudencia, la
doctrina emanada de tres sentencias de la Sala Primera del Tribunal Supremo (recogidas, como él mismo indica,
por W. DÍEZ ARGAL, Sociedades Cooperativas. Criterios Jurisprudenciales, Bilbao [Universidad de Deusto], 1998,
págs. 115-153): S.S.T.S., Sala 1ª, de 21 de octubre de 1982 [Civil] (Ar. RJ 1982\5568); de 26 de enero de 1983
[Civil] (Ar. RJ 1983\389) y de 20 de marzo de 1986 [Civil] (Ar. RJ 1986\1273). Las dos últimas se citan por N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, pág. 44; y por M. PANIAGUA ZURERA,
La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M.
Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 37, como
fundamento del carácter normativo de los principios cooperativos, y más adelante, pág. 177, como la aplicación del
principio de igualdad de derechos entre los socios derivado de los principios formulados por la Alianza Cooperativa
Internacional. Echan mano de ellas, así mismo, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,
artículo 35, pág. 139, y M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 89 y 184 --
estos autores, las dos últimas a las que añaden la STS de 19 de mayo de 1987-- , para explicar la existencia en el
ámbito de las sociedades cooperativas del principio de igualdad de derechos.

Pues bien, en ninguna de las tres inicialmente citadas se aplica ni uno solo de los principios cooperativos, sino
simplemente la igualdad entre los socios a la hora de aplicar las normas legales y estatutarias.

La primera sentencia declara que “los actores como socios de dicha Cooperativa tienen derecho a que se les
apliquen las mismas normas e idénticos criterios que a los restantes socios, en cuanto al reparto de cargas sociales
y disfrute de beneficios, sin excepción alguna, siendo de aplicación a los actores el sistema adoptado y seguido para
el resto de los socios, en cuanto a la determinación del precio que cada uno ha de abonar por la vivienda
adjudicada…en igualdad de condiciones que el resto de los socios…toda vez que esas declaraciones que la
recurrida sentencia acoge son consecuencia de la correcta aplicación al supuesto que se contempla del indicado
principio de igualdad, desde el momento que las bases constructivas de la Cooperativa tan citada fueron
establecidas con criterio uniforme para toda clase de viviendas, es decir sin distinción entre las construidas en zonas
de bloques y las unifamiliares”. Por ello, es ineficaz el “acuerdo adoptado por la Asamblea General Extraordinaria de

162
la Cooperativa de que se trata con fecha 18 febrero 1977, en cuanto desconoce el principio de igualdad jurídica y
material de los socios cooperativistas”, principio “que tanto la Ley reguladora de la materia de Cooperativas como
los estatutos de la nominada “Ciudad Encantada” establecen como de riguroso e ineludible cumplimiento, y que
omitido determina la sanción de nulidad de pleno derecho”.

La segunda sentencia se refiere a una sociedad cooperativa de viviendas formada por 48 socios que ha efectuado
una promoción de 48 viviendas con 35 plazas de garaje, en la que para la adjudicación de estas plazas a los socios
se sometieron a la asamblea general tres propuestas de acuerdo: a)asignación por sorteo entre los 35
cooperativistas más antiguos, b)sorteo entre los 45 cooperativistas más antiguos, y c)sorteo entre los 48
cooperativistas con compensación económica para los que no obtuvieran plaza de garaje. Realizada la votación
resultó aprobada la primera propuesta. Este acuerdo, considera el Tribunal Supremo, “se aparta de la obligada
observancia…de la función y los principios --el de igualdad entre ellos-- que señalan los arts. 1º y 2º de la Ley
General [de Cooperativas de 19 de diciembre de 1974] y segundo del Reglamento [de desarrollo de la Ley aprobado
por el R. D. 2710/1978, de 16 de noviembre]”. En estos dos artículos se hace referencia a los principios cooperativos
pero, a pesar de lo que dice el Tribunal Supremo, entre ellos no se encuentra el principio de igualdad de trato entre
los socios, que es la ratio decidendi de la sentencia: “es claro que tales acuerdos tienen el límite que reclama el
manifiesto interés de la generalidad en (sic) los socios y que se aloja en el principio de la igualdad de todos ellos, sin
discriminación alguna por el tiempo de su ingreso en la entidad” afirma la resolución comentada. E incluso, tacha de
inconcretos a los artículos primeros de la Ley y del Reglamento, porque solo tienen “alcance genérico y conceptual,
se dedican a definir el <<concepto>> de Cooperativa” e introduce en la consideración del asunto un aspecto que
atenúa la importancia de la aplicación de los principios cooperativos al recordar que en materia de cooperativismo
de viviendas las cuestiones pueden encararse “desde otros aspectos que los primeros principios cooperativos, ya
que…según el núm. 5 del art. 107 reglamentario, lo dispuesto sobre la materia cooperativa se entiende sin perjuicio
de las competencias del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo…y de las limitaciones establecidas por la
legislación específica” de viviendas, dando a entender que los principios ceden ante las normas de competencia de
la administración pública y las normas sectoriales de las viviendas.

La tercera sentencia se refiere a la misma Cooperativa pero a un segundo litigio referente al acuerdo de
adjudicación de las plazas de garaje a los 35 cooperativistas más antiguos “con la excusa de haberse realizado
unas improbadas aportaciones dinerarias”. Vuelve el Tribunal Supremo a declarar nulo el acuerdo social porque las
aportaciones que justifican la atribución de los garajes solo se han recabado de 35 socios y no de los 48, de forma
que se vulnera “el fundamental principio de igualdad entre los cooperativistas”.

F. VICENT CHULIÁ, Introducción al Derecho Mercantil, Valencia [Tirant lo Blanch], 21º ed., 2008, pág. 697, para
fundamentar la idea de que “los principios cooperativos seguirán siendo normas obligatorias” trae a colación tres
sentencias del Tribunal Supremo: de 26 de enero de 1983, de 20 de marzo de 1986 y de 28 de enero de 1991, y la
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 13 e noviembre de 2007 que anula un acuerdo de consejo
rector por discriminatorio. La tercera de las sentencias, como dato jurisprudencial que recoge el ajuste de la
regulación de las leyes de cooperativas a los principios cooperativos proclamados por la Alianza Cooperativa
Internacional también fue citada por R. URÍA, Derecho Mercantil..., pág. 583.

Las dos primeras, ya analizadas, acogen, como se ha expuesto, para fundamentar el fallo el principio de igualdad
que no es un principio cooperativo, y la tercera --S.T.S., Sala 1ª, de 28 de enero de 1991 [Civil] (Ar. RJ 1991\9808)--
no contiene ninguna alusión a los principios cooperativos, ni al principio de igualdad, ni a la Alianza Cooperativa
Internacional.

No hay, según se ha expuesto, una jurisprudencia del Tribunal Supremo que siente como doctrina la eficacia jurídica
de los principios cooperativos. De hecho, el uso que de las cuatro sentencias citadas ha hecho el propio Supremo o
ha sido para resolver la cuestión litigiosa aplicando, no los principios cooperativos, sino la igualdad de derechos
entre los socios de una sociedad cooperativa [así ha sucedido en la S.T.S., Sala 1ª de 4 de junio de 1992 [Civil] (Ar.
RJ 1992\4994), que aplica las sentencias de 26 de enero de 1983 y 20 de marzo de 1986, para negar el derecho de
los socios de una cooperativa de viviendas a que se les otorguen escrituras de adjudicación de las viviendas en
forma distinta a los demás socios, sobre la base del principio de igualdad de derecho que ha de existir entre los
socios, en este tipo de empresas mutualistas, principio que es rector de su normativa] o como apoyo para resolver
cuestiones que nada tienen que ver con los principios cooperativos, ni siquiera con la igualdad entre los socios [la
sentencia de 21 de octubre de 1992 es citada en la S.T.S., Sala 1ª, de 21 de abril de 1986 [Civil] (Ar. RJ 1986\1863),
para reiterar la doctrina de que el plazo de dos meses establecido en el artículo 27.1 del Reglamento de las
sociedades cooperativas, aprobado por el R. D. 2710/1978, de 16 de noviembre, dentro del cual ha de pronunciarse
el consejo rector resolviendo sobre la expulsión de un socio tiene la consideración de plazo de caducidad, que no

163
de ninguno de los siete principios cooperativos; y, a pesar de que sea uno de los valores426
declarados por la Alianza en 1995, no es exclusivo de las cooperativas, sino común a todas las
sociedades427, de hecho es frecuente que los tribunales, al resolver las cuestiones litigiosas
cooperativas, apliquen el principio de igualdad sin conectarlo con los principios cooperativos428.

cabe suspender ni ampliar; y también es citada en la S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 12 de junio de 1997
(AS 1997\2477) para apoyar la declaración de que los acuerdos sociales contrarios a los intereses de la cooperativa
son nulos radicalmente, y, en consecuencia, considera que un acuerdo de una asamblea general por el que se
establecía “que en caso de invalidez o fallecimiento de alguno de los socios de esta sociedad, a la señora, hijos o
familiar más cercano a dicho socio, se le siga abonando lo que figure en nómina, así como beneficios que por
distintos motivos tenga la empresa anualmente” era contrario al objeto y a los fines de la cooperativa de transportes
por lo que deviene nulo --obsérvese, como contrapunto, la cercanía de este acuerdo declarado nulo con alguno de
los principios cooperativos --].

Incluso la aplicación que han realizado los tribunales inferiores corrobora la falta de consideración de los principios
cooperativos como fundamento de la decisión judicial: la SAP Vizcaya de 9 de abril de 2001 [Civil] (AC 2001\909) y
la SAP León de 13 de febrero de 2003 [Civil] (Ar jur 2003\180478) con mención de la citada sentencia de 28 de
enero de 1991, no razonan con base en los mencionados principios. La primera, para fundamentar la tesis de que el
hecho de que en una cooperativa de viviendas los socios están obligados a sufragar el coste real de la construcción
de las mismas, aunque se supere el precio fijado de manera oficial para las de protección oficial, no es, esa
diferencia, un sobreprecio o prima en el arrendamiento, venta o acceso diferido a la propiedad --que prohíbe el
artículo 112 del Reglamento de Viviendas de Protección Oficial-- sino una consecuencia jurídica de la cooperativa
de viviendas, en la que los socios tienen la obligación de pagar el costo total de la construcción. Y la segunda,
abundado en la misma idea de que tratándose de una adjudicación de viviendas y garajes a socios cooperativistas,
los mismos tienen la obligación de aportar las cantidades resultantes de la distribución y derrama del costo total de
la construcción.

426Como explican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas.., pág. 183, la igualdad no
se ha formulado como principio clásico del cooperativismo, sino que únicamente en el principio democrático se
alude a que los socios tienen iguales derechos de voto (un socio, un voto); ha sido a partir de la Declaración de
Manchester cuando se ha incluido como uno de los valores cooperativos.

Valores y principios cooperativos no son conceptos equivalentes. En la declaración de la Alianza Cooperativa


Internacional sobre la Identidad Cooperativa de 1995 (Anuario de Estudios Cooperativos, Universidad de Deusto,
1995, pág. 74) se indica que las cooperativas están basadas, entre otros, en el valor de la igualdad, y se señala que
los principios cooperativos son las pautas mediante las cuales se ponen en práctica los valores.

Incluso en el terreno de los valores, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas.., pág.
184, cuestionan el mantenimiento de la igualdad en las cooperativas. Explican que si bien el principio “un socio, un
voto”, era visto como una forma de traducir en la práctica cooperativa el principio teórico o filosófico de igualdad de
las personas, la admisibilidad del voto plural ponderado reconoce la existencia de desigualdades en la participación
de los socios en la actividad cooperativa.

Vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: caracterización del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.),
427

Curso de Derecho mercantil..., págs. 484 y 485.

Para las sociedades de capital, el artículo 97 TRLSC establece, bajo la rúbrica de Igualdad de trato, que “la
sociedad deberá dar un trato igual a los socios que se encuentren en condiciones idénticas”. Y al comentar este
precepto, la doctrina sostiene que el principio de igualdad de trato de los socios por la sociedad es uno de los
principios generales del Derecho societario con operatividad en cualquier tipo de sociedades (vid. A. MARTÍNEZ
FLORES, “Igualdad de trato (art. 97)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital,
Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 820 a 844, pág. 821.

428 La S.T.S., Sala 1ª de 26 de febrero de 2009 [Civil] (Ar. RJ 2009\1519), considera que un acuerdo de la asamblea
general relativo a la entrega de las viviendas a los socios unas terminadas y otras en construcción, unas con
subrogación del préstamo hipotecario y otras con extinción del mismo “no vulnera el principio de igualdad porque se
tiene en cuenta la situación real de cada una de las viviendas, y en concreto las que se encontraban con obras
pendientes de ejecutar, realizándose una valoración y liquidación de las obras en atención al estado de las
viviendas, y asumiendo la Cooperativa las obras precisas para la obtención del certificado de fin de obra”. En esta

164
De esta forma, las consecuencias derivadas del principio de igualdad de trato entre los
cooperativistas son aplicadas para regular la actividad cooperativizada sin cita nominal de tal
principio429.Así mismo la doctrina construye la regla de la paridad de trato con base en la
mutualidad y no partiendo de los principios cooperativos430.

Lo mismo puede decirse de las sentencias que fundamentan el fallo en el principio


mayoritario en la adopción de los acuerdos por los órganos sociales431: la regla de la mayoría no
puede subsumirse en ningún principio cooperativo, ni siquiera en el tercero de la formulación de
1995 relativo a la “gestión democrática por parte de los socios”, puesto que la aceptación de la
voluntad de la mayoría para la adopción de acuerdos ni es, stricto sensu, lo que postula el
principio democrático, que se refiere a la participación de los socios en la gestión432, ni es regla
exclusiva de las sociedades cooperativas sino compartida, principalmente, con las sociedades
anónimas y limitadas433.

sentencia no hay referencia a los principios y valores cooperativos, sino a la igualdad en la relación mutualística, es
decir en las prestaciones de la actividad cooperativizada.

Por su parte, la S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 9 de junio de 2005 (Ar. RJ 2005\4963) acude a la
buena fe y a la doctrina de los actos propios para imponer un trato igual entre todos los socios, ante un caso en el
que la sociedad cooperativa denegó a un socio el pago de intereses por las aportaciones sobre la base de que ni los
estatutos sociales ni la asamblea general así lo han previsto. El Tribunal, acreditado que a otros socios se les han
abonado tales intereses, considera que la conducta de la cooperativa consistente en denegar el pago a un socio es
una contradicción con sus propios actos que vulnera las exigencias del principio de buena fe.
429 La SAP Cuenca de 7 de febrero de 2001 [Civil] (Jur 2001\123930) considera que el acuerdo de la asamblea
general de distribución de los gastos por viviendas, suelo, urbanización dirección de obra y construcción con arreglo
a los metros cuadrados de cada vivienda --en lugar de por cada vivienda con independencia de su superficie-- es
correcto, porque con el mismo criterio “se benefició el actor por los beneficios económicos correspondientes a la
financiación cualificada por tratarse de viviendas de protección oficial y por los beneficios a fondo perdido
concedidos por la Consejería de obras Públicas en atención al precio de la vivienda y a la superficie útil de la
misma”, luego para gastos y para beneficios debe aplicarse un criterio distributivo igual, y además entre socios
deben tratarse igual situaciones iguales y desigualmente situaciones dispares.

430 M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 30 extrae de la mutualidad el


principio de autoayuda --la promoción de los intereses comunes de los socios se realiza mediante el esfuerzo de
todos y cada uno de los llamados a beneficiarse de la actividad de la cooperativa--, y a partir de éste el elemento del
intuitu personae, puesto que lo que se pone en común no es el patrimonio de los socios, sino las prestaciones de
índole personal de cada uno de ellos, criterio ordenador que explica la regla de la igualdad de trato entre los socios.

431 Por ejemplo la SAP Murcia de 1 de abril de 2004 [Civil] (Ar jur 2004\137545), resuelve la impugnación de
acuerdos de la asamblea general de una sociedad cooperativa, y para sostener la validez de los mismos parte del
siguiente hecho: la cooperativa demandada tiene 230 socios y los actores y apelantes no llegan ni a la décima parte,
ya que son 20. Con esta base, invoca a la exposición de motivos de la Ley de Cooperativas del Estado de 1999, en
la que, afirma la sentencia, “se dice que los valores éticos que dan vida a los principios cooperativos formulados por
la Alianza Cooperativa Internacional, especialmente en los que encarnan la solidaridad, la democracia, igualdad y
vocación social”, y resuelve la validez de los acuerdos porque, entre otros argumentos, “el principio de democracia
consiste en la aceptación de la voluntad de la mayoría”. Con independencia de que el principio mayoritario no es un
principio cooperativo --la aceptación de la voluntad de la mayoría no es el contenido del principio democrático, como
se ha explicado--, esta voluntad mayoritaria no puede vulnerar la Ley ni los estatutos sociales, errando la sentencia
al atribuir en su argumentación a la voluntad mayoritaria un valor absoluto.

432 El principio de gestión democrática, según puede leerse en la trascripción realizada (vid. supra apartado 3.1 del
capítulo primero de la primera parte), se refiere a la participación activa de los socios en la política de la cooperativa
y en la toma de decisiones, a la responsabilidad ante los socios de los gestores y representantes, al voto unitario en
las sociedades cooperativas de primer grado, y la organización democrática de las cooperativas de otros grados.

433Cuestión distinta es que en las sociedades de capital la mayoría sea plutocrática o de capital y en las
cooperativas de personas o de actividad cooperativizada (vid. F. VICENT CHULIÁ, “Los órganos sociales de la

165
Hay otro grupo de sentencias que a pesar de invocar los principios cooperativos como
infringidos, a la hora de buscar el Derecho aplicable al caso planteado no lo encuentran en ellos,
sino en las normas jurídicas que regulan la materia a la que el litigio se refiere, de manera que
tampoco pueden considerarse como manifestaciones de la eficacia jurídica de los principios
cooperativos434.

Mucho menos puede encontrarse apoyo jurisprudencial a favor de la fuerza vinculante


de los principios cooperativos en aquellas otras sentencias en las que la cita de los principios ni
siquiera se realiza con el valor de obiter dicta, no siendo más que una cláusula de estilo que
menciona a los mismos de manera innecesaria e irrelevante para la solución al caso planteado.
Las más numerosas son las sentencias que fundamentan la competencia de los juzgados y
tribunales del orden jurisdiccional social --aunque no son las únicas435--. Tales sentencias se
refieren a las cuestiones que se susciten entre las cooperativas y sus socios trabajadores por su

cooperativa”, en Revista Jurídica de Cataluña, 1978, págs. 65 a 118, en págs. 71 a 74), pero en todas ellas hay
principio mayoritario y participación de los socios o democracia.

434Un ejemplo de esta línea lo constituye la S.T.S., Sala 4ª, de 18 de abril de 1988 [Social] (Ar. RJ 1988\2977) que
declara la nulidad del acuerdo de expulsión de una socia trabajadora de una sociedad cooperativa de enseñanza
por inexistencia de infracción disciplinaria. La declaración de nulidad no se funda en la vulneración de uno o algunos
de los principios cooperativos, sino en la existencia de un fraude de ley --prohibido por el art. 6.4 del Código Civil--
“por estimar que, bajo la apariencia de una expulsión por razones disciplinarias se persigue en realidad otro objetivo
prohibido por el ordenamiento jurídico, que hay que vincular a la privación a la actora de su condición de socio-
trabajadora; sin respetar los principios cooperativos y societarios que prohíben la expulsión del socio sin justa
causa”. Pero a la hora de citar a la norma que se ha tratado de eludir, el Tribunal Supremo --haciendo suyos los
argumentos del, entonces, Magistrado de Trabajo-- no dice que haya sido algún principio cooperativo, sino que, en
abigarrada e innecesaria relación, indica como normas eludidas los “artículos 20, 25, 26.1 de la Ley 2/1985, de la
Comunidad Autónoma de Andalucía en relación con los arts. 13 y 15 de los Estatutos Sociales, 9 y 11 de la Ley
52/1974, de 19 de diciembre, 218 del Código de Comercio y 31 de la Ley de Sociedades de Responsabilidad
Limitada”. En definitiva, la nulidad del acuerdo de expulsión no se produce por violar un principio cooperativo --
puesto que ninguno de ellos se refiere a la expulsión de los socios, ni a la concurrencia para ello de justa causa--,
sino varias normas jurídicas, que incluso se buscan y se encuentran, sin necesidad, más allá del Derecho
cooperativo, acudiendo en su búsqueda al terreno de la Ley de sociedades limitadas.

La misma senda la sigue la SAP Córdoba de 19 de septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916), que da valor
jurídico a un principio cooperativo --el de libre adhesión en su modalidad de salida-- por estar recogido en la Ley --en
concreto cita en apoyo de su tesis cuatro Leyes--. Literalmente afirma que “el art. 32 de la Ley 3/1987 de 2 abril,
General de Cooperativas y el art. 17.1 de la actual Ley 27/1999 de 16 de julio, de cooperativas, y sus equivalentes
art. 25 Ley 2/1985 de 2 de mayo, de Sociedades Cooperativas andaluzas y art. 42.1 Ley 2/1999 de 31 marzo, actual
Ley de Sociedades Cooperativas Andaluzas, al establecer que el socio podrá darse de baja voluntariamente en la
Cooperativa en cualquier momento…están reconociendo así un principio general de libertad de salida o de
autoexclusión de la Cooperativa”.

Incluso cuando se trata de procedimientos interpretativos que persiguen la búsqueda de los principios jurídicos de
las instituciones, nuestros tribunales no acuden a la Alianza Cooperativa Internacional y a sus declaraciones, sino a
la Constitución y sus normas jurídicas. Hay una sentencia ejempla en este terreno, la SAP Córdoba de 19 de
septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916), que al tratar de fundamentar el derecho de baja voluntaria de los
socios no llama al primer principio, de adhesión voluntaria y abierta, sino que para proteger este derecho acude al
artículo 22 de la Constitución y al derecho constitucional de libre asociación.

435La S.T.S., Sala 1ª, de 30 de abril de 1982 [Civil] (Ar. RJ 1982\1968) para declarar la necesidad de que se tramite
un expediente disciplinario al objeto de acordar la expulsión de un socio, parte en su fundamentación jurídica de la
idea de que la “Ley General de Cooperativas,[está] inspirada según dice su exposición de motivos en «la igualdad
entre los socios con la consiguiente organización y gestión democráticas»”, pero extrae las conclusiones de ratio
decidendi del articulado de la Ley, en lugar de obtenerlo de estos principios.

166
condición de tales, y transcriben el artículo 87 de la Ley de Cooperativas estatal de 1999 en el
que, además de contenerse la norma jurídica atributiva de competencia judicial ratione materiae -
-que es la que verdadera y únicamente debería citarse al decidir la atribución de la competencia
al juzgado o tribunal de lo social-- se determina qué fuentes hay que aplicar para resolver las
citadas cuestiones contenciosas, a saber: la Ley de cooperativas, los estatutos sociales, el
reglamento de régimen interno, los acuerdos válidamente adoptados por los órganos sociales y
los principios cooperativos436. De las sentencias que citan el artículo 87 se obtiene una
conclusión que minusvalora la eficacia de los principios cooperativos, puesto que (i)éstos se
aplicarían, como se ha dicho más arriba437, a las cuestiones derivadas de la prestación de
trabajo esto es, de la actividad cooperativizada, y no a las cuestiones atinentes a la posición
societaria del socio trabajador, (ii)se citan en último lugar, luego las fuentes preferentes --Ley,
estatutos, reglamento de régimen interno y acuerdos sociales-- pueden contener soluciones
jurídicas discrepantes o contradictorias con los principios cooperativos, y (iii)en ninguna de las
sentencias del orden jurisdiccional social se aplican los principios de la Alianza Cooperativa
Internacional a los conflictos laborales entre la sociedad cooperativa de trabajo asociado y el
socio trabajador.

También son cláusulas de estilo sin valor jurídico las referencias a los principios
cooperativos contenidas en otras sentencias --relativas a asuntos más variopintos que las
homogéneas resoluciones anteriores sobre la competencia de los juzgados y tribunales de lo
social: concepto de sociedad cooperativa438 o régimen disciplinario439-- que siguen el criterio

436 Vid. SS.T.S., Sala 4ª, de 11 de octubre de 2004 [Social] (Ar. RJ 2005\136); de 15 de noviembre de 2005 [Social]
(Ar. RJ 2005\1240), de 12 de abril de 2006 [Social] (Ar. RJ 2006\4799) y de 20 de noviembre de 2006 [Social] (Ar.
RJ 2006\6695); S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 23 de octubre de 2002 (Ar. AS 2003\4); S.T.S.J. de
Valencia, Sala de lo Social, de 19 de noviembre de 2002 (Ar. AS 2003\3072); S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social,
de 17 de junio de 2003 (Ar. jur 2003\247820); S.T.S.J. de Valencia, Sala de lo Social, de 3 de junio de 2003 (Ar. jur
2003\115706); S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 6 de julio de 2004 (Ar. jur 2004\234968); S.T.S.J. de Castilla
y León, Sala de lo Social, de 14 de septiembre de 2004 (Ar. AS 2004\2738) --esta sentencia se olvida de mencionar
a los principios cooperativos en la relación que hace de las fuentes aplicables a los conflictos entre sociedad
cooperativa de trabajo asociado y sus socios trabajadores--; S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 30 de
julio de 2004 (Ar. AS 2004\2261); S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 27 de diciembre de 2005 (Ar. jur
2006\69053); S.T.S.J. de Valencia, Sala de lo Social, de 10 de julio de 2007 (Ar. AS 2008\465); S.T.S.J. de
Canarias, Sala de lo Social, de 27 de febrero de 2008 (Ar. AS 2008\1425); S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social,
de 9 de junio de 2009 (Ar. AS 2009\2232); y SAP Valencia de 20 de septiembre de 2003 [Civil] (Ar jur 2003\269766).

Incluso algunas sentencias citan con efectos obiter dicta no a los principios cooperativos de la Alianza Cooperativa
Internacional, sino a los principios cooperativos catalanes, siguiendo a la Ley aplicable al respecto, lo supone una
debilitación de segundo grado de la Declaración de la ACI. Es muestra de esta línea la SAP Barcelona de 12 de
febrero de 2007 [Civil] (Ar AC 2007\1400).

437 Vid. supra letra g) del apartado 3.4.2 del capítulo primero de la primera parte.

438 La SAP Guipúzcoa de 30 de enero de 2002 [Civil] (Ar jur 2002\218528) al pronunciarse sobre una acción de
reclamación de daños y perjuicios contra una sociedad cooperativa --en el caso estima la excepción de falta de
legitimación pasiva--, se refiere a los principios cooperativos simplemente porque transcribe el concepto de
cooperativa de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993, pero sin que se apliquen para resolver el caso
planteado. Sin embargo, esta sentencia arroja alguna luz, aunque difusa, sobre cuál es la posición de la Audiencia
Provincial sobre los principios cooperativos: después de transcribir el concepto de cooperativa de la Ley vasca, en el
que hay una referencia a los mencionados principios y a la preocupación de la cooperativa por el entorno, concluye
que ese concepto “centra la atención de forma prioritaria en los socios”.

Algo parecido se aprecia en el AJMER Cádiz nº 1 de 7 de abril de 2005 (Ar Jur 2005\101828). Este Auto resuelve un
asunto relativo a la convocatoria judicial de la asamblea general, y en su fundamento de derecho primero se parte
de que “conforme a la declaración formulada en 1995 por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), las Sociedades
Cooperativas y el fenómeno cooperativista en general están basados en los valores de la autoayuda, la

167
común de transcribir artículos que mencionan a los principios cooperativos sin que sirvan de
fundamento al fallo y que, por este hecho, provocan el efecto de cita nominal o meramente
formal de los mismos.

Hay sentencias que teniendo la oportunidad de acudir, al menos como criterio


hermenéutico, a algún principio cooperativo prescinden de esta posibilidad y acuden a los
criterios interpretativos extraídos de nuestro Ordenamiento jurídico. Resultan suficientemente
ilustrativas al respecto las sentencias en las que, en lugar de aplicar el segundo principio de
adhesión voluntaria y abierta --que justifica la baja y sus consecuencias-- acuden para solucionar
el asunto a la “equidad”440 o aquellas otras que protegen el derecho del socio a ingreso en la
cooperativa sin fundar su decisión en este principio sino en la Ley441.

El concepto de orden público, a juicio de nuestros tribunales, tampoco está integrado por
los principios cooperativos442.

autorresponsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad, y los socios cooperativistas han de


hacer suyos los valores éticos de la honestidad, la transparencia, la responsabilidad y la vocación sociales”, pero en
la ratio decidendi, a la hora de fundamentar el fallo para nada sirven ni la Alianza, ni los valores ni los principios
cooperativos.

439 Por ejemplo la S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 28 de enero de 2004 (Ar. AS 2004\852).

440 En la línea apuntada la SAP Badajoz de 28 de enero de 2003 [Civil] (Ar jur 2003\128400) declara que “al margen
de disquisiciones legales es obvio que la situación de edad de jubilación, junto a una petición de baja es más que
suficiente y sobrado para conseguir la baja justificada de un socio y nacimiento inmediato del derecho de reintegro;
pero esto no es una afirmación del Tribunal pues basta con estar a los actos propios de la Cooperativa [que son más
acordes con el sentido común]” y que “ninguna obligación ni legal ni estatutaria le obliga a éste a esperar "sine die"
la decisión del Consejo Rector”. Y resulta definitivo el argumento utilizado para resolver el devengo de intereses
sobre las aportaciones a reembolsar en caso de baja cuyo importe aún no era líquido: “razones de equidad avalan
asimismo que la suma que se determine devengue intereses legales; la Cooperativa demandada ha incumplido su
obligación principal de rendición de cuentas y determinación de la cantidad a devolver; es precisamente por esto
que la cantidad no se halla plenamente determinada y a los efectos de devengo de intereses; por lo tanto la Sala
entiende que en este singular y peculiar supuesto no es aplicable el aforismo "in illiquidis non fit mora" y por cuanto
la indeterminación cabe ser imputada de forma directa y consciente a la entidad demandada”.

441 La SAP Zaragoza de 15 de marzo de 2002 [Civil] (Ar Jur 2002\119082) anula el acuerdo de denegación de
ingreso de un socio en la cooperativa no por vulnerar el principio de puerta abierta que ni siquiera lo menciona, sino
por falta de motivación de la denegación.

442 A la hora de configurar el concepto de orden público en el ámbito de las sociedades cooperativas se ha
prescindido de los principios cooperativos. La SAP Guadalajara de 23 de marzo de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\140710)
a los efectos de apreciar si un acuerdo social es o no contrario al orden público para mantener la vigencia de la
acción de impugnación habiendo transcurrido el plazo de caducidad de un año previsto legalmente para los
acuerdos nulos, declara que el “orden público…considerado éste como un bien superior y por encima de la
Ley,…por así decirlo, un bien supralegal [como defienden los partidarios de la fuerza vinculante de los principios
cooperativos]..lo integrarían las buenas costumbres, los derechos fundamentales, el orden público económico o los
principios o directivas de una institución (Sentencias del Tribunal Supremo de 23-11-1970, 31-12-1979, 18-5-2000 y
29-9-2003, y sentencias del Tribunal Constitucional de 15-4-1980 SIC y 13 de febrero de 1985)” y en relación con
estos principios si pretendemos indagar en la sentencia en qué han de consistir no se encuentra mención expresa
alguna a los principios cooperativos cuando aparece un magnífica oportunidad para ello: “el orden público nacional
está integrado por aquellos principios jurídicos, públicos y privados, políticos, económicos, morales e incluso
religiosos, que son absolutamente obligatorios para la conservación del orden social en un pueblo y en una época
determinada” y añade que se trataría “de los principios básicos del orden económico, aunque no se hayan traducido
en normas de aquella categoría [se refiere a normas imperativas], que deben limitar la autonomía privada en el
sentido de que no puede desenvolverse en contra de los mismos; se define así el orden público económico como el
conjunto de reglas obligatorias en las relaciones contractuales concernientes a la organización económica, las
relaciones sociales y la economía interna de los contratos”. Con esta argumentación la sentencia resuelve que las
operaciones con terceros, una vez satisfechas las necesidades de los socios, no vulneran el orden público.

168
Incluso el Tribunal Supremo se basa, entre otros argumentos, en los principios
cooperativos para admitir que en las sociedades cooperativas junto a la causa mutualista exista
ánimo de lucro que tradicionalmente ha sido el polo opuesto a tales principios443.

Y, en fin, son reiteradas las sentencias que califican a las cooperativas como sociedades
mercantiles444, y algunas que, con manifiesto error, dividen su capital social en acciones 445.

3.4.5. La doctrina científica.

Si el índice de atención que la doctrina ha prestado al análisis científico de los principios


cooperativos fuera un medidor de su relevancia jurídica, las conclusiones serían análogas a las
resultantes del análisis de la jurisprudencia sobre ellos. En la doctrina francesa y en la italiana la
desatención sobre los mismos es la tónica generalizada446, y en la española, salvo las obras
generales sobre sociedades cooperativas, son escasos los trabajos monográficos sobre los
mismos447.

Nuestra doctrina más autorizada sigue manteniéndose que la característica esencial de


las cooperativas es su sometimiento a los principios cooperativos448 y su concepción como

Tampoco la SAP Navarra de 12 de junio de 2000 [Civil] (Ar AC 2000\1672) al analizar el concepto de orden público
en un supuesto de impugnación de acuerdos sociales de la asamblea general de una sociedad cooperativa, incluye
dentro de él a los principios cooperativos.

443 La S.T.S., Sala 3ª, de 4 de noviembre de 1985 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1985\5661), para explicar
que “en las Cooperativas por su regulación legal, pueden concurrir ambas finalidades con predominio de una u otra:
la económica social y la estrictamente lucrativa” sostiene que se trata de una “doctrina acorde con el meritado
artículo 2.º de la Ley meritada [se refiere a la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas] en el que
se determinan los principios generales que definen el carácter cooperativo de una Sociedad”. Debe destacarse que
esta declaración del Tribunal Supremo coincide con las alegaciones contenidas en el recurso de apelación que
contra la sentencia de la Audiencia Nacional interpuso el abogado del Estado.

444Algunas con el mero valor de obiter dicta, como la SAP Murcia de 14 de octubre de 2010 [Civil] (Ar AC
2010\1790), que utiliza la expresión de “la mercantil ASOFER S. COOPERATIVA”.

445La S.T.S.J. de Murcia, Sala de lo Social, de 7 de enero de 2003 (Ar. AS 2003\6), al relatar los hechos probados
señala que “el actor es socio cooperativista con la titularidad de una acción de los 6.813 en las que está dividido el capital
de la empresa”.

446 Así lo pone de relieve I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley
27/1999, de 16 de julio, de cooperativas”…, págs. 1331-1332. No obstante, M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 15 destaca que la literatura existente sobre los principios cooperativos
es muy abundante, tanto en el campo jurídico como en el económico, aunque solo cita la obra de Watkins, y los
artículos de P. VERRUCOLI, I “pricipi” dell´Alleanza Cooperativa Internazinale e la loro aplicaciones nella
legislaciones italiana, y de J. DUQUE DOMÍNGUEZ, Principios cooperativos y experiencia cooperativa.

447Destaca, entre ellos, la citada aportación de I. J. TRUJILLO DÍEZ y la obra colectiva dirigida por J. L. MONZÓN y
A. ZEVI, Cooperativas, mercado, principios cooperativos, Valencia [Ciriec-España], 1994.

Puede verse una relación de las aportaciones doctrinales españolas y extranjeras en torno a los principios
cooperativos en N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, págs. 41 y 42,
en las citas 83 y 84.

448Vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de


Derecho mercantil..., págs. 1425 y 1426; y M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…
pág. 71.

169
instrumento de promoción social, bien de trabajadores que les permite acceder a los medios de
producción, o bien de empresarios que colaboran entre ellos para participar y competir en los
mercados449, e, incluso de consumidores, que se asocian para adquirir bienes y servicios a
menor precio o con mayor calidad. Aunque a su lado colocan rasgos que destacan la vertiente
empresarial de la sociedad cooperativa, e incluso su calificación como sociedad mercantil450.

Una postura intermedia o ecléctica la tienen quienes pretenden hacer compatible el


crecimiento empresarial de la cooperativa con el respeto a los principios cooperativos, de
manera que la empresa social no se encuentre excesivamente mediatizada por la rígida
aplicación de tales principios451.

Conscientes de la ineficacia de los principios cooperativos la doctrina más reciente


tiende a separar los principios cooperativos de las cooperativas: hay autores que critican la
dependencia del régimen jurídico de la cooperativa de una tradición idealista, en contraste con el
pragmatismo de la legislación de las sociedades de capital, y que denuncian la excesiva
preocupación del movimiento cooperativista acerca de los principios y alianzas, calificadas como
poco consistentes, circunstancias que no favorecen la calidad técnica de las Leyes de
cooperativas452.

3.5. La irrelevancia práctica.

La observación de la realidad práctica, fundamentalmente de la actividad económica


desarrollada por la cooperativa y de la organización empresarial que la ejecuta, pone de
manifiesto la existencia de cooperativas en cuyo funcionamiento no se respetan uno o varios de
los principios cooperativos, o en las que la observancia de los mismos puede convertirse en un
lastre para su crecimiento económico.

Con carácter general, la capacidad comercializadora o productiva de la sociedad


cooperativa supone un límite estructural al principio de puerta abierta, de manera que la falta de
negocio suficiente en la sociedad cooperativa puede impedir el ingreso de un nuevo socio dado
que no se puede absorber la actividad cooperativizada del aspirante a socio453. Así, por ejemplo,

449Vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de


Derecho mercantil..., págs. 1422 y 1426.

450Vid. R. URÍA, Derecho mercantil..., pág. 583 y R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades
cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 1426 a 1428.

No solo en obras generales se ha venido ubicando a la sociedad cooperativa en el ámbito de las sociedades
mercantiles; también en aportaciones especiales. Así el sometimiento de las cooperativas a la suspensión de pagos
y a la quiebra previsto en el artículo 46.6 de la Ley de 1974 fue enmarcado dentro de la línea más general de
mercantilización de las cooperativas (vid. A. ROJO, “La crisis de las cajas rurales españolas”..., págs. 228 y 229).

451Para M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de Cooperativas…, pág. 90, con cita del preámbulo de
la LCAragón, el reto es el mantenimiento de los principios cooperativos a la vez que se mejora la eficacia en la
gestión de las cooperativas.

452Vid. F. J. ALONSO ESPINOSA, “Prologo”, en F. J. ALONSO ESPINOSA, (coord.), La sociedad cooperativa en la


Ley 27/1999, de 16 de julio,…, págs. XXVIII-XXIX.

453 Vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con
arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995:
especial referencia a los sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, pág. 61.

170
en las sociedades cooperativas de viviendas que por ser cooperativas deberían procurar la
aplicación del principio de puerta abierta fomentando la entrada de nuevos socios, rige, además
con rigor, el, llamémosle, principio de puertas cerradas, puesto que no pueden admitir más
socios que pisos o locales están construyendo; y en las sociedades cooperativas de trabajo
asociado --en las de otras clases también pero en éstas se aprecia especialmente-- la puerta no
llega a estar cerrada, pero tampoco permanece abierta, diríase que está entornada, porque si las
necesidades de producción de la cooperativa están cubiertas con los socios actuales, por el
momento no hay más puestos de trabajo a cubrir con nuevos socios, limitándose bien de
manera transitoria --hasta que se incremente la actividad económica de la cooperativa-- o bien
de forma definitiva --si no hay incremento-- el principio de puerta abierta454.

Límites análogos, e incluso exclusiones de plano, experimenta el sexto principio de


colaboración entre cooperativas, cuando una sociedad cooperativa opta por pactar fórmulas
societarias de colaboración empresarial e incluso de concentración económica con sociedades
de capital y no con otras cooperativas, sin que estas fórmulas resulten nulas por no respetar el
mencionado principio.

Una buena muestra de las dificultades de crecimiento de la cooperativa surgen a través


del principio de la retribución limitada de las aportaciones sociales. El tercer principio de la
Alianza Cooperativa Internacional, denominado “participación económica de los socios”, declara,
entre otras cosas, que “normalmente los socios reciben una compensación, si la hay, limitada
sobre el capital social entregado como condición para ser socio”. La retribución limitada y sobre
todo aleatoria --puesto que la asamblea general, salvo previsión estatutaria, puede decidir en
cada ejercicio la cuantía de la retribución-- desincentiva la aportación de capital social por los
socios455, y convierte a la sociedad cooperativa en una entidad infracapitalizada. Incluso puede
hacer que la sociedad cooperativa, para evitar la aplicación de la norma que limita retribuir el
capital social, constituya una sociedad de capital con el único o principal objeto de participar en
el mercado de capitales.

Pero no solo hay manifestaciones concretas de la actividad cotidiana de las cooperativas


que se separan de la ortodoxia de los principios cooperativos y que ponen en cuestión su
alcance y su eficacia. Se llega hasta el extremo de que la materia postulada por los principios
queda tan desdibujada que las técnicas jurídicas que sirven para aplicar los principios
cooperativos llegan a tener una ratio legis distinta de éstos. En estos casos la política jurídica a
la que responde una concreta institución deja de ser la actualización normativa de un principio
cooperativo y pasa a ser la consolidación de la cooperativa como empresa económica.

Como ejemplo de la mutación teleológica de las normas jurídicas reguladoras de la


sociedad cooperativa, puede traerse a colación la vieja polémica surgida en Italia en torno a la

454 En el mismo sentido vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta…, págs. 47 y
48 en cita. La propia Alianza Cooperativa Internacional, en el “Informe” explicativo de las razones de la Declaración
sobre la Identidad Cooperativa de 1995 (puede consultarse en Anuario de Estudios Cooperativos, Universidad de
Deusto, 1995, págs. 77-97, en pág. 89) reconoce que las cooperativas en ocasiones solo sirven a un número
limitado de socios, como las cooperativas de viviendas, que solo pueden proporcionar viviendas para una
determinada cantidad de personas o las de trabajo asociado que solo pueden emplear a un determinado número de
socios. En el mismo sentido, pero hace mucho más tiempo, se pronunciaba la Ley española republicana de
cooperativas.

455 A. CELAYA URIBARRI, Acceso de las cooperativas al mercado de capitales…, págs. 30 a 32.

171
función económica y jurídica del principio de puerta abierta a raíz de la sentencia del Tribunal de
Nápoles de 12 de diciembre de 1963. Tradicionalmente, el principio de puerta abierta ha
respondido a la idea de que la cooperativa es una organización económica en la que, además de
sus socios actuales, pueden ingresar nuevos socios que, perteneciendo a la categoría o grupo
social de la que surge la cooperativa, quieran satisfacer sus necesidades beneficiándose de los
servicios cooperativizados; y al servicio del mencionado principio, como instrumentos técnicos
que lo hacen posible, las leyes establecen la variabilidad del capital social y del número de
socios. Frente a este planteamiento la citada sentencia considera que la variabilidad del capital
social y del número de socios no son instrumentos puestos a disposición del aspirante a socio,
sino un beneficio para la propia sociedad cooperativa y los socios actuales, a través del cual
pueden aumentar su capital social sin necesidad de modificar sus estatutos. Además, mediante
la variabilidad apunada se incrementa la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa en
el volumen que representa la nueva actividad económica de los nuevos socios. En definitiva, el
carácter variable del capital social y del número de socios son técnicas jurídicas que responden a
las necesidades de financiación --y a las necesidades de facturación de la sociedad cooperativa-
-, y no un postulado de apertura a la categoría social. Esta visión de la puerta abierta, es el
producto, según la sentencia citada, de que los planteamientos del inicio del cooperativismo se
han ido flexibilizando hasta llegar a la realidad de las cooperativas actuales, que son
organizaciones para la satisfacción de necesidades egoístas y análogas a las que persiguen las
sociedades de capital456.

3.6. La naturaleza moral de los principios cooperativos.

I. Los argumentos anteriores no van destinados a probar la inexistencia de los principios


cooperativos, ni siquiera su influencia sobe las cooperativas o, mejor, sobre el movimiento
cooperativo, sino a despojarlos de su esencialidad a la hora de definir a las sociedades
cooperativas, y a poner de manifiesto la necesidad de buscar en otros datos o en otros terrenos
distintos al de los principios cooperativos los elementos que forman parte del tipo societario
cooperativo. La definición del concepto de sociedad cooperativa deja de ser una cuestión de
postulados para pasar a ser una cuestión tipológica, en la que la clave no es la fidelidad del
empresario social a los principios de la cooperación, sino que su estructura y funcionamiento se
correspondan con el tipo societario especialmente dispuesto para regular la actividad
cooperativizada, es decir, para disciplinar la organización en la que los socios realizan actividad
económica con la sociedad. Dicho de otra manera, la cooperativa no es una sociedad de
postulados cooperativos sino una sociedad de base mutualista. El concepto de sociedad
cooperativa debe desproveerse de elementos accidentales y debe ser la expresión mínima en la
que se vean reflejadas todas las cooperativas, para lo que han de considerarse como elementos
esenciales simplemente la realización de actividad cooperativizada por los socios y el derecho de
ellos a participar en la gestión de los asuntos sociales. Este es el tipo societario al que se refiere
el artículo 129 de la Constitución, el que regula la Ley 27/1999, estatal de cooperativas y el que
únicamente pueden regular las Comunidades Autónomas. La delimitación es tan importante que
si una Comunidad Autónoma regulara una sociedad a la que denominara cooperativa, cuyas
relaciones societarias no se basaran en la actividad cooperativizada con los socios, estaría
extralimitándose en sus competencias. Incluso eso sería así si ese tipo societario se ajustara con
más o menos fidelidad a los principios cooperativos --como sucedería con una hipotética
sociedad anónima o limitada laboral autonómica--.

456La sentencia comentada es recogida y analizada, entre nosotros, por A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La
cooperativa como sociedad abierta…, págs. 280 y 281.

172
Es una realidad que los principios cooperativos existen y que dejan su influencia en la
organización, en el funcionamiento y en las actividades de la sociedad cooperativa. Desentrañar
en qué plano de la realidad normativa que rige el comportamiento de las sociedades
cooperativas se desenvuelven los principios cooperativos no es una cuestión nada fácil.

Para clarificar este interrogante se abre como metodología extraordinariamente válida el


examen de las teorías que se han formulado para definir y dar contenido a la Moral y para
analizar las relaciones y diferencias entre la Moral y el Derecho, lo que arrojará alguna luz acerca
de las relaciones entre los principios cooperativos y el Derecho de sociedades cooperativas. Con
su examen podrán obtenerse datos para perfilar la verdadera naturaleza de los principios
cooperativos.

Como la cuestión de las relaciones entre la Moral y el Derecho --con su efecto reflejo en
las relaciones entre los principios cooperativos y el Derecho de cooperativas-- va a depender del
concepto que se maneje de cada uno de estos dos sectores que ordenan el actuar humano el
presupuesto del estudio de aquella relación debe partir, básicamente, del análisis del concepto
de Moral, en la medida en que lo que interesa desentrañar es si en el contenido de ésta están o
pueden estar presentes los principios cooperativos, dado que ya ha quedado demostrado que no
son Derecho. Y esta tarea se aborda diferenciando entre concepciones unitarias y plurales de la
Moral.

II. En abigarrada síntesis se exponen las concepciones unitarias de la Moral --aquellas


que estudian este orden del obrar humano desde una única dimensión-- que han mantenido los
filósofos del Derecho de mayor influencia, y a renglón seguido se chequea la posibilidad de
ubicar a los principios cooperativos en el contenido de cada concepto de Moral.

Dentro de la construcción unitaria de la Moral pueden exponerse tres concepciones que


se han ordenado y sistematizado de manera tal que puedan obtenerse datos que permitan --o
no-- colocar a los principios cooperativos dentro del orden moral del comportamiento, que es el
punto de vista que aquí interesa analizar. Estas tres teorías pueden denominarse (i) la Moral
como atributo interior; (ii) la Moral como cumplimiento de un deber no impuesto externamente, y
(iii) la Moral como sistema de valoración de la conducta humana. Cada una de estas tres
concepciones se nutre de reflexiones elaboradas por destacadísimos pensadores a quién se
sigue en la exposición de los trazos básicos sobre ellas.

(i) La concepción de la Moral como atributo interior fue iniciada en el siglo XVIII por
Tomasio, con el propósito de ofrecer un criterio distintivo nítido entre y la Moral y el Derecho,
señalando que aquélla regula al aspecto interno del obrar humano y no es coercible, mientras
que éste regula su vertiente externa y puede imponerse por la fuerza457.
457 En la Edad Media se mantiene la falta de separación entre el Derecho y la Moral --que, básicamente, existió
también en el Derecho romano--, incluso se produce un fenómeno de extensión jurídica de la Moral, en virtud del
cual esta última asume forma jurídica, de forma tal que el Derecho, en cuyo contenido se encuentra la Moral, se
concibe como regla universal del obrar sin distinción de ámbitos internos o externos de la conducta humana. En este
sentido G. DEL VECCHIO, Filosofía del Derecho, revisada por L. Legaz y Lacambra, Barcelona [BOSCH], 9ª edición
española, 1974, págs. 331 y 332, destaca cómo en la Patrística y en la Escolástica se produjo una inversión de los
términos de la relación entre el Derecho y la Moral con respecto a las doctrinas griegas: en ellas el Derecho había
sido asumido por la Moral, y por consiguiente había asumido caracteres y formas morales, mientras que en aquéllas
fue la Moral la que asumió forma jurídica. El mismo autor afirma que la primera construcción teórica que con solidez
abordó el problema de la distinción entre Moral y Derecho se elaboró a comienzos del siglo XVIII. El momento
político y social que se vivía fue el detonante de una inquietud científica predispuesta a la diferencia entre los dos
órdenes del obrar. El aquel tiempo las clases sociales emergentes con el fin de consolidar la libertad individual y, en
particular por lo que aquí interesa, la libertad de pensamiento o de conciencia, buscaban limitar la acción del Estado

173
Esta inicial concepción fue desarrollada por Kant, que al profundizar en la tesis de
Tomasio, concluyó que a) la Moral es algo absoluto e incondicionado --que está por encima del
cálculo del momento o de las conveniencias y cuyo fin supremo no es el de procurar felicidad al
hombre, sino el obrar rectamente--; b) pero la experiencia no puede dar nada absoluto e
incondicionado --lo que resulta coherente con los planteamientos fundamentales de la filosofía
kantiana, que defienden que el conocimiento no se obtiene de la experiencia, sino de elementos
“a priori”, de categorías del entendimiento--; c) luego la Moral no consiste en algo empírico o de
la experiencia sino que la Moral es reflejo de la voluntad del hombre y por lo tanto un atributo
interior --de manera que la moralidad kantiana no se mide por el comportamiento exterior del
hombre (resultado conseguido), ni tampoco por su intención (resultado intentado) sino por la
bondad de su voluntad, es decir, se trata de algo anterior al resultado de la acción, se trata de la
postura de su voluntad en cuanto ésta acata la ley moral y está dispuesta a obrar por respeto a
la ley moral pase lo que pase, conforme a un “imperativo categórico”--458.

La concepción de la moralidad en Kant aleja a los principios cooperativos del terreno de


la Moral. La Moral, en tanto que motivación de la buena voluntad, pertenece a lo íntimo del
individuo y es ajena a lo exterior, al cálculo de las ventajas que se obtendrían con el obrar, al
resultado, logrado o intentado, de las acciones. Por su parte, los principios cooperativos y sus
postulados son orientaciones del obrar para la consecución de determinados fines por parte de
las sociedades cooperativas, que, en la metodología kantiana, se ubicarían en el ámbito de lo
externo, de la conciencia, de lo empírico. Atendida la función que según la Alianza Cooperativa
Internacional cumplen los principios cooperativos, éstos a luz de la moralidad kantiana, no
formarían parte del imperativo categórico y sí de los imperativos hipotéticos --los que dependen
de la experiencia y consisten en la habilidad, sagacidad o prudencia para obtener determinados
resultados, cuyos comportamientos y el conocimiento que proporcionan no tienen que ver con la
moralidad, porque no pueden proporcionar algo absoluto e incondicionado--. Por lo tanto, en
principio, estarían fuera de la moralidad459.

Sin embargo, atendido el contenido de cada principio cooperativo y considerando la


posibilidad de que una cooperativa obre motivada por el principio de que se trate sin atender a la
oportunidad del resultado y con la conciencia de que esa forma de obrar es lo moralmente
bueno, sí serían parte de la moralidad concebida por Kant. De lo que se sigue que la
consideración previa o en abstracto de los principios cooperativos como normas morales no es

--otras manifestaciones del fenómeno de afirmación de la libertad individual, que corre paralela a la sublimación de
la figura del hombre, fueron las libertades de comercio e industria--. En el terreno de la conciencia limitar la acción
del Estado era equivalente a negar al Derecho cualquier ámbito de poder regulador respecto a aquélla. En este
ambiente social Cristian Tomasio formuló la teoría según la cual el Derecho es incompetente respecto al
pensamiento, a la conciencia, y por ende también a la religión; y sentó la diferencia entre Moral y Derecho en que,
de un lado, aquélla se refiere solo a lo interno (form internum) y éste versa exclusivamente sobre lo externo (forum
externum), y, de otro, en que la Moral no es coercible y el Derecho sí lo es.

458Vid. J. M. RODRÍGUEZ PANIAGUA, Historia del pensamiento jurídico, Madrid [Sección de Publicaciones.
Facultad de Derecho. Universidad Complutense], 1976, págs. 137 a 141.).

459 Ahora bien, esta conclusión no puede llevarse más allá, es decir, que cuando se afirma que los principios
cooperativos no son normas morales, no necesariamente debe concluirse que son normas jurídicas. De hecho,
tampoco rellena los elementos necesarios para ser Derecho; para Kant el Derecho es “el conjunto de las
condiciones en virtud de las cuales la libertad de cada uno puede coordinarse con la libertad de los demás, según
una ley general”, y como los principios cooperativos tratan de encorsetar lo que debe ser una sociedad cooperativa
no contribuyen a configurara esa esfera de la libertad en el exterior que debe ser respetada a cada individuo, que es
lo que persigue el Derecho.

174
posible; esta circunstancia dependerá de que la conciencia de cada sociedad cooperativa y de
sus socios los valoren como algo bueno por sí mismos. Obsérvese el paralelismo entre esta
conclusión y aquella otra que se obtenía al tratar de ver si los principios cooperativos eran o no
Derecho: no son Derecho por sí mismos, solo lo son si se recogen en normas jurídicas (ley o
costumbre), de la misma manera que por sí mismos no son Moral, y solo lo son si son recogidos
por la conciencia de cada cooperativa y sus socios.

En la moralidad kantiana, además, ninguna instancia ajena al individuo le dicta las


normas morales, el legislador moral es la conciencia individual. Por lo tanto para que los
principios cooperativos sean normas morales no basta con las declaraciones de instancias
ajenas a la sociedad cooperativa (p.ej., la Alianza Cooperativa Internacional), es presupuesto
necesario la convicción íntima de la cooperativa acerca de su bondad.

En definitiva, los principios cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional no


pertenecen por sí mismos a la moralidad, solo sería contenido de ella cuando fuesen asumidos
como simplemente buenos --es decir, sin atención a otros intereses-- por las cooperativas.

(ii) La visión de la Moral como cumplimiento de un deber no impuesto externamente ha


sido elaborada por Olivecrona y por Ross.

La Moral para Olivecrona está constituida por un conjunto de comportamientos que se


nos presentan y se viven como debidos en cuanto tales o por su “propia naturaleza”, de manera
que existe un impulso volitivo inmotivado a observarlos. Habla Olivecrona de orden moral cuando
un imperativo ha sido plenamente objetivado y por tanto se le considera obligatorio sin que para
ello sea necesario que lo imponga una autoridad del mundo. El proceso a través del cual se
objetivan los imperativos ha sido minuciosamente descrito por el autor estudiado con ayuda de
elementos extraídos de la sociología y de la psicología460.

Las actitudes morales, explica Ross, tienen un origen social, son inculcadas en la
persona a través de la persuasión sugestionadora de su medio. El niño crece dentro de una
amplia red de reglas convencionales que abarcan los aspectos más variados de la vida, tales
como reglas del lenguaje, del juego, del trato social, de urbanidad y de moralidad en sentido
restringido. La convivencia con estas reglas y su cumplimiento constante hacen que se vivan
como reglas morales y por lo tanto obligatorias. Los preceptos morales se caracterizan porque
no tienen ninguna eficacia originaria. Inicialmente los comportamientos morales se llevan a cabo
en cumplimiento de órdenes, de amenazas o por la persuasión, es decir, a través de medios
coercitivos en sentido amplio. Solo posteriormente se produce un fenómeno de sublimación en el
que tales comportamientos se llevan a cabo siguiendo un impulso volitivo inmotivado. En
definitiva siempre que se actúe sin que se tenga un motivo especial para hacerlo o incluso en
conflicto abierto con nuestro deseo o interés estaremos en presencia de un precepto moral. La
norma moral se cumple por sentido del deber461.

460Vid. E. PATTARO, Filosofía de Derecho. Derecho. Ciencia jurídica (trad. Por J. Iturmendi Morales), Madrid
[Reus], 1980, pág. 167).

461La construcción de su teoría es el resultado de la evolución de su pensamiento: en su primera etapa formativa


Ross fue alumno de Kelsen, y sus enseñanzas dejaron señal en las primera obras elaboradas por aquél, entre las
que debe destacarse su Teoría de las fuentes del Derecho que data de 1929. Posteriormente conecta con las
tendencias del pensamiento jurídico realista, a través de las influencias de Hägerströn, considerado el más
cualificado representante del realismo jurídico escandinavo (vid. sobre los planteamiento de Ross, las
consideraciones que en extenso realiza E. PATTARO, Filosofía de Derecho. Derecho. Ciencia jurídica…págs. 168 a
172).

175
Con carácter general se puede afirmar que respecto de los principios cooperativos
declarados por la Alianza Cooperativa Internacional no se siente en el mercado la necesidad de
cumplirlos voluntariamente por ser tenidos por parte de las sociedades cooperativas como
debidos, ni son considerados obligatorios por sí mismos.

De hecho, el proceso de creación de los imperativos morales es el inverso al de


consolidación de los principios cooperativos. Aquéllos vienen del Derecho, y nacen cuando el
mandato que contiene una norma jurídica es absorbido por nuestra mente y se origina una sólida
vinculación psicológica entre ciertas acciones y ciertas expresiones que las ordenan o las
prohíben. En cambio, éstos vienen de la experiencia, naciendo por generalización y abstracción
de la práctica empresarial seguida por las sociedades cooperativas; prácticas que, por otro lado,
ni son seguidas por todas las sociedades cooperativas, que en el desarrollo de su actividad
cotidiana realizan actuaciones no conformes o contrarias a los principios cooperativos (p. ej., la
negativa a la admisión de nuevos socios, que contraría el principio de puerta abierta), ni son
recogidas por las leyes que regulan y permiten actuaciones desconocedoras de los mencionados
principios (p. ej., permitir y fomentar la colaboración empresarial entre sociedades cooperativas y
sociedades no cooperativas, lo que resulta contrario al principio de cooperación entre
cooperativas).

Tan solo si se analiza el proceso de creación de los preceptos morales desde una
perspectiva parcial podría encontrarse un punto de conexión con los principios cooperativos. En
este sentido en la doctrina sobre la Moral que ahora se analiza, se ha sostenido que las normas
morales primero se cumplen atendiendo a una amenaza o a una persuasión, y solo después se
cumplen sin que haya motivo especial para ello. Si se empieza el análisis por el proceso de
creación de los principios cooperativos, comparándolo con el de creación de la norma moral, se
encuentra un interesante punto de partida acerca de la naturaleza moral de los mencionados
principios. Así como el comportamiento regido la norma moral inicialmente se lleva a cabo,
además de por amenaza, por persuasión, la expansión de los principios cooperativos y su
aceptación por las cooperativas tiene mucho que ver con esta persuasión: los principios
cooperativos no han sido nunca impuestos por la fuerza, sino que obedecen a valores que al
tener un fondo de bondad y solidaridad, resultan sugestivos para las sociedades cooperativas
incorporarlos voluntariamente a su ideario empresarial; la puesta en práctica de estos principios
es realizada por las cooperativas sin consideración a un interés o a un cálculo de rentabilidad o
de oportunidad; se trata simplemente, de cumplir con los principios cooperativos por sentido del
deber.

Estas doctrinas apoyan la concepción de la norma moral en la postura de la persona --


en nuestro caso de la sociedad cooperativa-- sobre la norma moral: un comportamiento es
moralmente debido cuando el individuo ha interiorizado en su voluntad que actuar de esa forma
es deber, y no lo es cuando carecen de esa predisposición psicológica. Por lo tanto, los
principios cooperativos se convertirían en normas morales para aquellas sociedades
cooperativas que los conciban como deberes de comportamiento empresarial.

(iii) La Moral como norma de valoración de la conducta humana, es una idea tributaria de
los estudios de del Vecchio. La elaboración del concepto de moral que realiza del Vecchio tiene
como nudo gordiano la paralela elaboración del concepto de Derecho. El actuar humano está
regulado por un sistema complejo de normas que goza de una unidad fundamental dado que las
normas que regulan la actividad del ser humano deben ser coherentes entre sí, no obstante la

176
diversidad de las mismas. Este complejo unitario es el sistema ético, que se configura en torno a
un principio ético entendiendo por tal la formulación de un tipo o modelo de conducta conforme al
cual valorar la actuación del hombre. Comoquiera que el acto humano puede considerarse en
relación al sujeto mismo o en relación con los actos de otros sujetos, el principio ético servirá
para valorar el mencionado acto en su dimensión subjetiva y en su dimensión intersubjetiva. Esta
doble faceta de la Ética da lugar, respectivamente, a la Moral y al Derecho. La Moral para del
Vecchio es uno de los dos aspectos en que se manifiesta la Ética, como sistema de valoración
de la conducta humana. Esta valoración tiene lugar en el círculo del propio sujeto que actúa. Con
ello se quiere decir que cuando un hombre tiene ante sí la posibilidad de comportarse o actuar
de varias maneras posibles solo uno de ellas será la que se ajuste al principio ético,
correspondiendo al propio sujeto la elección de la acción a realizar y el rechazo de las restantes.
Solo una de las acciones será la que deba ser realizada surgiendo así la idea del deber, que
tiene naturaleza moral462. La Moral dilucida entre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer
y deja la elección siempre al sujeto463.

En los estudios de Gorgio del Vecchio sobre la Ética (que en su doble faceta subjetiva e
intersubjetiva da lugar a la Moral y al Derecho, respectivamente) se encuentra uno de los
criterios más claros para poder calificar a los principios cooperativos como normas morales. Ante
una determinada situación, la sociedad cooperativa tiene siempre o casi siempre varias
alternativas de comportamiento, y puede suceder --de hecho, sucede-- que la Ley permita a la
sociedades cooperativas realizar varias actuaciones, para obtener uno o similar objetivo, todos
igualmente lícitos, pero de las cuales la Moral indica que solo una es la correcta. Así las cosas
cuando ante las varias alternativas legales de comportamiento, la sociedad cooperativa opte por
la más ajustada a los principios cooperativos, éstos funcionarán como norma moral.

En todas las concepciones unitarias expuestas la moralidad de los principios


cooperativos se deja en manos de las propias sociedades cooperativas: tanto si internamente
son asumidos como simplemente buenos --es decir, sin atención a otros intereses-- por las
cooperativas, como si son concebidos como deberes de comportamiento empresarial no
impuestos externamente, cuanto si la sociedad cooperativa opte por la alternativa más ajustada
a los principios cooperativos, de entre las varias oportunidades de comportamiento que ofrecen
las normas jurídicas. Las concepciones unitarias relativizan o subjetivizan la naturaleza moral de
los principios cooperativos.

462 Obsérvese como esta posición acerca de la función de la Moral cuenta con un antecedente histórico de
extraordinaria importancia. En el Derecho romano no existió, en un primer momento, una diferencia clara entre
Moral y Derecho, apareciendo conectados el ius y el fas, dando lugar a un orden en el que la valoración de la
conducta del hombre la realizaban los pontífices, que fueron los primeros juristas de Roma, enjuiciando un acto o
comportamiento con la voluntad de los dioses (vid. J. IGLESIAS, Derecho romano, Madrid [Ariel Derecho], 8ª ed.,
1983, págs. 95 y 96); a esta línea de pensamiento responde la conocida definición de ius por Celso como “el arte de
lo bueno y de lo justo”, de la que debe destacarse que la idea de bondad y la idea de justicia son tanto conceptos
jurídicos como morales. Fue en los últimos siglos de la República cuando se produjo la secularización del ius. Ahora
bien, no es menos cierto que en Roma existía una precisa delimitación de los contornos del Derecho. Sin necesidad
de acudir a demostraciones teóricas basta con tener en consideración como el Derecho romano, es al día de hoy, la
piedra angular del sistema jurídico privado. Pero incluso pueden rastrearse datos concretos que justifiquen como el
Derecho romano tenía un perfil jurídico bien definido desde un punto de vista conceptual. En este sentido la
afirmación de Paulo (no todo lo que es lícito jurídicamente, es también conforme a la Moral) da la pista de los
criterios que del Vecchio aplica en su formulación: el Derecho ofrece varias posibilidades de actuación, todas ellas
lícitas en las relaciones con otros sujetos, aunque no todas ellas sean conformes con la Moral del sujeto que deba
realizarlas.

463 Vid. G. DEL VECCHIO, Filosofía del Derecho…, págs. 320 y 321.

177
III. Una de las construcciones teóricas más acabadas acerca de la Moral y de las
relaciones entre Moral y Derecho es la elaborada por el Profesor de la Universidad de Hamburgo
Heinrich Henkel. Henkel parte de la idea de que el motivo más frecuente por el que la
controversia entre los distintos autores acerca de las relaciones entre Moral y Derecho no ha
llegado a un fin satisfactorio reside en que la Moral se contrapone al Derecho de forma unitaria,
sin considerar que existen varias esferas o dimensiones de aquélla con diferente contenido que,
comparadas separadamente con el Derecho guardan analogías y diferencias asimismo
separables. Con la manera unitaria de tratar el tema lo único que se obtiene, en el mejor de los
casos, son verdades parciales que pierden considerable valor por no poder ser aplicadas a todas
las esferas de la Moral.

La Moral no es una realidad unitaria e indiferenciada, sino que por el contrario, como ha
puesto de manifiesto Heinrich Henkel, teniendo en cuenta la estructuración del sector de la
Moral, se pueden distinguir dentro de ella tres esferas: la moral autónoma o moral de la
conciencia individual, la moral de los sistemas de la ética superior religiosa y profana y la moral
simple de la moral social.

Henkel, con su metodología de separar distintas esferas de la moral, ha puesto al


descubierto una interesante pista para poder abordar la naturaleza de los principios cooperativos
y sus relaciones con el Derecho. Si los principios cooperativos son los postulados del
comportamiento económico y social de las sociedades cooperativas, con independencia de su
cristalización en normas jurídicas --en cuyo caso serían Derecho, sea cual sea su contenido--, es
científicamente necesario analizar si pueden ser el contenido de normas morales y de qué
normas morales. Atendiendo al planteamiento de Henkel caben tres posibilidades: normas
morales autónomas de la conciencia individual de cada sociedad cooperativa, normas de un
sistema ético de comportamiento empresarial y normas de la moral social.

a)La moral autónoma parte de la idea de bien como algo valioso en sí y que por ello ha
de ser realizado, de esta forma, afirma Henkel, el comportamiento moral es aquel
comportamiento dirigido al bien por el bien mismo. La pregunta que se suscita a continuación es
cómo llega el hombre a conocer el bien, como presupuesto para perseguirlo y buscarlo a través
del comportamiento moralmente adecuado. Descartada la idea de que exista un orden absoluto
del mundo, es decir un orden de valores universalmente válido, independiente de los factores de
tiempo y espacio, que le haya sido previamente dado al hombre, se reconduce la cuestión
planteada a un terreno de relatividad: debemos atenernos para la búsqueda del bien a lo que es
accesible a nuestra experiencia y a lo que mediante nuestra experiencia se confirma, y en esta
experiencia tiene lugar, de un lado, un sentir valorativo que diferencia entre el bien y el mal y, de
otro, un sentimiento de obligación a la realización del bien, que se puede denominar la exigencia
moral de deber-ser. Este proceso tiene lugar en el terreno de la conciencia, dado que todos los
hombres experimentan en la voz de la conciencia la llamada del deber-ser moral.

De esta manera, la moral autónoma del individuo se forja en su conciencia, de la cual se


derivan exigencias morales de deber ser que se traducen en normas de comportamiento para el
sujeto.

El centro de gravedad de esta dimensión de la moral se encuentra en la conciencia


individual: es allí donde surge la correspondiente norma de conducta. Y es también la propia
conciencia la que actúa como instancia juzgadora acerca del cumplimiento o incumplimiento de
la norma, y como instancia sancionadora a través del remordimiento en caso de violación.

178
Concluye Henkel que el sector de la moral autónoma no viene determinado por
condicionamientos y límites reales, ni tampoco está vinculado a la existencia de grupos humanos
y de su situación histórica y social; y que su campo es el de la humanidad, en la que cada
individuo ha de determinar su comportamiento como personalidad, con independencia de toda
vinculación a grupos y basarse en su autovinculación interna. De ello hay que concluir que no se
puede buscar en el sector de la moral autónoma un orden de comportamiento general en su
contenido, porque su esencia se agota en un imperativo categórico dirigido al individuo 464.

La noción de norma de la moral autónoma que ofrece Henkel no puede albergar en su


seno a los principios cooperativos, aunque solo sea por el dato formal de que los mencionados
principios son normas heterónomas, codificadas por una instancia diferente y ajena al propio
individuo --rectius, a la propia sociedad cooperativa-- que ha de respetarlos, concretamente por
la Alianza Cooperativa Internacional. Los postulados en que se concretan los principios
cooperativos no son el fruto de la experiencia individual de cada sociedad cooperativa, que con
arreglo a su propia forma de pensar --a su conciencia empresarial-- haya decido cuales van a ser
los criterios éticos rectores de su comportamiento empresarial, sino que son el contenido de la
declaración de principios realizada por una instancia diferente. Expresamente considera Henkel
que “en el sector de estas decisiones al hombre --en nuestro caso, a la sociedad cooperativa--
no le llega desde afuera ningún orden de normas que le exija un determinado
comportamiento…El criterio concreto para su hacer u omitir no lo adquiere mediante deducción
de un orden de comportamiento impuesto heterónomamente”465. Recuérdese como en la moral
autónoma lo que debe ser la norma de comportamiento del individuo se lo dice al individuo su
propia voz interior, y que la causa de la valoración y determinación de la norma de
comportamiento reside, en el caso de la moral autónoma, en la autonomía de personalidad, por
ello los principios cooperativos al ser elaborados e impuestos por una instancia heterónoma no
pueden ser el contenido de normas de la moral autónoma.

Una norma de la moral autónoma nace cuando concurren dos elementos: uno valorativo,
que le dice al individuo lo que es bueno y lo que no lo es, y otro preceptivo, conforme al cual
considera obligatorio aquello que es bueno. Naturalmente el contenido de uno o de varios
principios cooperativos puede ser valorativo y preceptivo, pero esta no es la clave para
calificarlos de normas morales de la conciencia, puesto que la función que persiguen cumplir los
principios cooperativos es estructurar con arreglo a una doctrina un sector económico
determinado, y esto no puede lograrse con posicionamientos morales subjetivos y separados de
individuo a individuo (de sociedad cooperativa a sociedad cooperativa). La aceptación individual
del principio cooperativo es un dato que por sí solo no lo convierte en moral autónoma, pero que
debe concurrir para que los principios sean normas morales de otro tipo: la concurrencia de este
elemento junto con otros va a permitir calificar a los principios cooperativos de norma moral. El
tipo de norma moral que en concreto sea lo vamos a ver a continuación.

b) Los sistemas de la ética superior religiosa y profana son los nacidos del impulso moral
de grandes personalidades individuales que han dado lugar a grandes religiones --cristianismo,
islamismo, budismo…-- o a sistemas filosóficos que proporcionan a la persona criterios morales
de comportamiento --como el estoicismo o el humanismo clásico--. La diferencia básica con la
moral individual radica en que los postulados morales que preconizan pretenden ser vinculantes

464Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho, trad. por E. Gimbernat Ordeig, Madrid [Taurus], 1968,
págs. 219 a 222.

465 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 220.

179
no solo para el creador de sus normas sino para toda la humanidad. Estos sistemas tienen una
pretensión absoluta de validez, además de porque sus destinatarios son todos los hombres,
como se ha dicho antes, porque no se someten a límites ni a condiciones de espacio ni de
tiempo.

La estructura de estos sistemas se compone de un elemento autónomo y de otro


heterónomo. El elemento autónomo consiste en la voluntariedad del individuo seguidor de estas
doctrinas: a las reglas morales de comportamiento de cada uno de estos sistemas religiosos o
filosóficos se somete voluntariamente el seguidor, cuyo cumplimiento queda a cargo de su
autocontrol personal, esto es, de la instancia juzgadora de su conciencia 466. Junto a este
elemento se coloca otro de naturaleza heterónoma, ajeno a la voluntad del individuo,
precisamente porque las normas morales que constituyen el contenido de estas doctrinas no son
elaboradas por el individuo que se somete a ellas, sino que le vienen de fuera, del creador de la
doctrina religiosa o filosófica y de quienes han sistematizado sus enseñanzas. Esta estructura
bipolar explica el funcionamiento de los sistemas de ética superior: la doctrina contiene una
legislación moral “objetiva”, diferenciable de la ley moral autónoma, pero solo a nivel de
principios generales rectores, de manera que su realización en un comportamiento determinado,
necesita de una elección entre varias posibilidades, quedando al partidario de la doctrina un
amplio espacio de decisión autónoma467.

El sistema de gobierno ético de la sociedad cooperativa que perfilan los principios


cooperativos podría incluirse dentro de la esfera de la moral que representa la ética superior.
Tales principios consisten en unas normas de comportamiento que han sido elaboradas, en vez
de por unas personalidades religiosas o filosóficas relevantes --como describe Henkel al explicar
los sistemas de la ética superior--, por una instancia asociativa diferente y separable de las
propias sociedades cooperativas a quienes van dirigidas sus indicaciones, concretamente por la
Alianza Cooperativa Internacional. Incluso se defiende que los principios cooperativos proceden
de la experiencia de una cooperativa concreta, la de los Pioneros de Rochdale en la que puede
focalizarse la referencia de Henkel al creador del sistema. En todo caso, lo que si concurre en los
principios cooperativos es la pretensión de que quieren ser vinculantes no solo para el creador
del sistema, sino para el comportamiento empresarial de todas las sociedades cooperativas. Hay
por lo tanto un carácter heterónomo en las normas morales de comportamiento que se deducen
de los principios cooperativos.

También en los principios cooperativos se aprecia además del elemento heterónomo


anterior, un elemento autónomo que da entrada a la autonomía y libertad de la sociedad
cooperativa y cuya conjunción junto con el anterior son necesarios para la existencia íntegra del
sistema de ética superior. Como afirma Henkel en el sistema de la ética superior se unifican la
determinación ajena y la autodeterminación468. El dato de la autodeterminación consiste en la
libertad concedida al individuo de, en primer lugar, aceptar o rechazar la doctrina elaborada y de,
en segundo lugar, una vez aceptada quedar su cumplimiento a cargo del autocontrol del
individuo, a cargo de la instancia juzgadora de su conciencia469. Con este planteamiento resulta
que las acciones y las omisiones que a la sociedad cooperativa le vienen dadas desde los

466 Vid. E. FERNÁNDEZ, en J. de Lucas (coord.), Introducción a la Teoría del Derecho..., pág. 54.

467 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, págs. 222 a 224.

468 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 223.

469 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 223.

180
principios cooperativos son de asunción voluntaria y de cumplimiento voluntario. En este terreno
las sociedades cooperativas se mueven con criterios de autorresponsabilidad, no con el
elemento de la obligatoriedad jurídica. Además el espacio para decisión empresarial que le
queda a la sociedad cooperativa, a la vista de uno o de varios principios cooperativos, es muy
amplio, de manera que a la hora de optar a la luz de un principio por un comportamiento u otro
en su gestión cotidiana tienen los órganos competentes de la cooperativa un abanico de varias
decisiones todas ellas igualmente ajustadas al principio cooperativo más conectado con la
actuación a realizar.

Concurre en los principios cooperativos un dato adicional común con los sistemas de la
ética superior: la adhesión a estos sistemas no coincide con la pertenencia a grupos nacionales
o de otro tipo, por esta razón se hayan extendidos por muchas sociedades de diferentes
Estados470. Igualmente, los principios cooperativos son universales encontrándose
internacionalizados y con pretensión de aplicación a sociedades cooperativas sometidas a
diferentes legislaciones.

La conclusión más importante que se obtiene de lo expuesto radica en la ajuricidad de


los principios cooperativos, de manera que su aceptación y cumplimiento por las sociedades
cooperativas queda al margen del Derecho. Circunstancia que viene avalada por el dato
adicional de que no hay un único sistema de principios cooperativos, conviviendo junto al de la
Alianza Cooperativa Internacional, los elaborados en torno a las sociedades cooperativas
alemanas; lo que, en términos dogmáticos, debe ser traducido como la convivencia de varios
sistemas de ética cooperativa por los que pueden optar las sociedades cooperativas en ejercicio
de su autonomía.

c) La moral social es el conjunto de exigencias morales de comportamiento que la


Sociedad formula a sus miembros, referida únicamente a los valores morales elementales de la
vida social, que afectan a su relación con demás y con la comunidad, entre los que se
encuentran, como más destacados la buena fe en el tráfico, la diligencia y la escrupulosidad en
el cumplimiento de las obligaciones frente a otros y frente a la comunidad, la consideración hacia
los demás y el altruismo. Como se puede deducir de lo expuesto, el contenido de la moral social
esta integrado por normas que imponen comportamientos en un doble sentido: por un lado,
limitar la actuación permitida dentro del espacio social, y, por otro, exigencias positivas de
comportamiento.

El presupuesto de la moral social es la existencia dentro de un grupo humano de un


acervo fundamental de concepciones comunes respecto del comportamiento moralmente bueno,
en el sentido de que expresan en nombre del grupo una regla de comportamiento moral
coincidente y dominante entre todos los individuos del grupo, pudiéndose hablar de una
comunidad moral de valores.

Las normas de la moral social se circunscriben al comportamiento típico del hombre en


sus relaciones sociales --en el tráfico económico, en el campo laboral, en las relaciones entre
sexos…--, no afectando a sus relaciones con Dios ni a su responsabilidad ante sí mismo, que
constituye el terreno propio de la moral autónoma y de la ética superior religiosa. Por esta razón,
en la esfera de la moral social no son tan intensas las exigencias que se elevan hasta lo radical
en la ética superior, tratándose aquí de una “simple moral”.

470 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 224.

181
La naturaleza y el contenido de las normas morales determinan a su vez la instancia de
control y de sanción. Así como, las normas de la moral social nacen del sentimiento moral de la
Sociedad, siendo ésta su legislador, también es el órgano de control como juez de las
costumbres que impone y exige la conformidad del comportamiento con dichas normas y que,
frente a su incumplimiento, aplica la presión social derivada de la desvaloración y la
desaprobación incluyendo otras reacciones más severas de la coerción social471.

A priori parece que existen elementos de juicio suficientes como para colocar, en
abstracto, al sistema ético que se contiene en los principios cooperativos dentro de la moral
social, como una parte de ella. Los criterios rectores del actuar que se deducen de tales
principios pudieran entenderse como exigencias morales de comportamiento que la Sociedad
formula a un grupo de sus individuos --las sociedades cooperativas-- en su relación con los
demás y con la comunidad, referidas a su comportamiento económico como organización de
personas y como empresarios, y basadas en una [presunta] convicción social acerca de cuáles
deben ser los patrones de conducta que han de seguir las cooperativas en su actividad
cooperativizada y el desarrollo de su objeto social. Sin embargo, si se atiende, en concreto, a los
específicos valores morales de naturaleza social y se calibra su magnitud, los argumentos se
debilitan: la buena fe, la diligencia en el cumplimiento de las obligaciones o el altruismo --virtudes
de la moral social-- son criterios rectores que exceden, con creces, lo cooperativo y que se
extienden a todos los órdenes sociales. La amplitud subjetiva de estas virtudes permite concluir
que la moral social rige la vida de los individuos, de todos los individuos como miembros de un
grupo, de tal manera que si se afirma que la moral social general impone comportamientos éticos
a las sociedades cooperativas en su actuación empresarial, la misma moral social general
impone los mismos comportamientos al resto de empresarios. No hay diferencias en este campo
entre las sociedades cooperativas y el resto de sociedades y empresarios individuales.
Trasladando las palabras de Henkel en su descripción de la moral social al fenómeno de las
cooperativas, así como existe “un sentimiento moral acuñado y devenido dominante en el
contacto y tráfico sociales [que] se exterioriza en las correspondientes expectativas de
comportamiento de miembro de grupo a miembro de grupo”472, es difícil que exista también un
comportamiento esperable y exigible de las sociedades cooperativas en su actuación como
empresario social diferente del exigible a sus competidores no cooperativos.

Las cosas pueden verse más claras si se atiende al control del cumplimiento de la
normas de la moral social. Este control queda en manos de la propia Sociedad --no en el sentido
de sociedad cooperativa, sino de comunidad política de personas-- a través de la presión social,
de manera que si el individuo --en este caso, la sociedad cooperativa-- ha infringido la norma
social --en este caso, los principios cooperativos, en el hipotético caso de que fueran contenido
de ésta-- se produce como reacción social la desvaloración y la desaprobación de la conducta --
en este caso, el rechazo a mantener relaciones económicas con la sociedad cooperativa
infractora y la pérdida de credibilidad comercial--. Esta específica reacción social no existe en la
práctica ni puede existir en términos dogmáticos. No se conoce en el funcionamiento de los
mercados que los consumidores hayan castigado a una sociedad cooperativa por no haber
respetado, por ejemplo, el quinto principio cooperativo, es más, el mercado de bienes y servicios
probablemente ignore la existencia y el contenido del quinto principio cooperativo o cuando
menos no existe en él una concepción del quinto principio cooperativo, ni de ningún otro,
equiparable a otras normas morales de la talla de la buena fe o de la diligencia en el

471 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, págs. 224 a 227.

472 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 225.

182
cumplimiento de la obligaciones. Si esto es lo que sucede en el funcionamiento del mercado --
uno de los sectores del actuar humano que formaría parte de su global actuar social-- faltaría el
elemento teórico clave para calificar a los principios cooperativos como acervo fundamental de
concepción común respecto al comportamiento moralmente bueno y con ello para ser
considerados como moral social exigible bajo la amenaza de la coerción social.

Junto a la moral general vigente en el grupo amplio, existen una multitud de morales de
grupos parciales --especialmente dentro de los grupos profesionales que cuentan con un codex
moral especificado y diferenciado-- con una gran variedad de exigencias morales normativas,
que incluso pueden producir tensiones y conflictos473. De esta subesfera de la moral social lo que
más interesante resulta es retener la idea de que existen morales sociales de grupos
profesionales o empresariales que pudieran identificarse con el cuerpo doctrinal derivado de los
principios cooperativos. Probablemente, al reducirse el perímetro subjetivo del grupo social de
referencia a las sociedades cooperativas pierda asimismo peso el argumento esgrimido
anteriormente, al estar más extendido el conocimiento de los principios cooperativos; pero esta
circunstancia es insuficiente dado que el hecho de que sean conocidos los principios entre las
cooperativas no significa que entre ellas exista la convicción de que representan lo moralmente
bueno: de la extensión de su conocimiento no se sigue la valoración de su cumplimiento.
Seguiría faltando en ellos el dato de la reacción social cooperativa: el código moral profesional es
aplicado y exigido su observancia por el propio grupo profesional, mientras que el control del
cumplimiento de los principios cooperativos por una cooperativa no se atribuye al resto de
sociedades cooperativas.

d) La calificación del cuerpo doctrinal derivado de los principios cooperativos como


integrantes de un sistema de ética superior no puede significar el traslado automático de todos
los caracteres que Henkel atribuye a estos sistemas. En particular hay un elemento relativo
inaplicable: el alto nivel de exigencia normativa de los sistemas éticos si se le compara con el
relajado cumplimiento de las normas morales sociales. En este sentido, afirma Henkel que entre
los sistemas de la ética superior y la moral social hay una relación a modo de estratos
superpuestos, de manera que el paso de una norma de la ética superior a la moral social supone
una atenuación del contenido de exigencia, y pone dos ejemplos: “la rigurosa pretensión de
verdad contenida en el imperativo categórico y las exigencias --mucho menores-- de buena fe
que se suelen postular, para las negociaciones contractuales, en el tráfico negocial, o una
comparación entre el ilimitado deber de ayudar por cristiano amor al prójimo y el postulado
jurídico de solidaridad humana, el cual tiene sus límites allí donde la prestación de ayuda sea
<<inexigible>> y, sobre todo, allí donde no sea posible sin un riesgo propio considerable”474.
Evidentemente, a los principios cooperativos no se les puede atribuir una fuerza moral de obligar
de tanta intensidad como la que corresponde a los deberes de decir la verdad y de ayudar al
prójimo. La razón más importante hay que buscarla en el otro elemento de relación entre la ética
superior y la moral social: el nacimiento de una ética superior, como consecuencia del creador de
una religión o de un sistema filosófico --en este caso, como consecuencia de la labor
codificadora de la Alianza Cooperativa Internacional-- y su difusión entre un grupo de partidarios
--en este caso, de sociedades cooperativas-- presupone que se encuentre una disposición en el
sentir valorativo de ciertos individuos, que exista un ambiente en la moral social sobre la cual se
elevará la ética superior475. Este fenómeno de simbiosis no se da con los principios cooperativos,

473 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 227.

474 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, págs. 227 y 228.

475 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 228.

183
al faltar en ellos la convicción generalizada de la Sociedad --como comunidad de individuos-- de
que representan un forma de obrar moralmente buena --en muchas ocasiones el obrar conforme
a los principios cooperativos no obedece a un obrar bueno, sino a un cálculo de oportunidad
empresarial y de rentabilidad económica--, de manera que el sistema de ética superior que
conforman no esta integrado por normas morales de exigencias rigurosas fundadas en un
espíritu común moral.

Algo análogo sucede con la relación que existe entre los principios cooperativos y el
Derecho.

Esta circunstancia determina que la calificación de la doctrina derivada de los principios


cooperativos como sistema de ética superior se debilita --aunque no se excluye--, en cuanto al
fondo, a causa de la atenuación del rigor en los deberes nacidos de los mencionados principios,
pero conserva la virtualidad formal de explicar el origen heterónomo de los mismos --por una
instancia ajena a la sociedad cooperativa--, la asunción autónoma de ellos --por la propia
sociedad cooperativa-- y la verificación subjetiva de su cumplimiento --también por la propia
sociedad cooperativa--.

IV. La calificación de los principios cooperativos como normas morales tiene un


trasfondo político innegable. Aunque a mayor escala, la cuestión que aquí se suscita fue la
determinante de un nuevo planteamiento en el análisis de las relaciones entre Derecho y Moral.
La distinción entre Derecho y Moral --que inició Tomasio y que continuó y mejoró Kant-- tenía un
trasfondo político que perseguía sustraer al poder de la Iglesia y del Estado todo lo referente a
las actuaciones morales del hombre [el ámbito de la conducta interna del hombre en Tomasio,
las conductas o actuaciones del hombre realizadas por la necesidad de obedecer a un deber en
las que la voluntad responde al único motivo de cumplir el deber por sí mismo en Kant]; la
finalidad última era afirmar la libertad de conciencia y de pensamiento476. De la misma manera, la
distinción entre las normas jurídicas reguladoras de las sociedades cooperativas y los principios
cooperativos tiene un análogo trasfondo, que trata de atribuir al poder normativo constituido --al
Estado a través de sus poderes normativos-- la competencia para definir el concepto de
sociedad cooperativa y para regular los requisitos que deben cumplir las sociedades que
pretendan obtener la calificación de cooperativas. Con base en el artículo 9.2 de la Constitución
de 1978, que consagra el principio de legalidad, y, antes, en el artículo 1.1 del mismo texto, que
constituye a España como un Estado de Derecho, no se pueden admitir fuentes formales del
Derecho ajenas a los mecanismos de producción normativa constitucionalizados o legalizados,
conformados básicamente por las Leyes de las Cortes Generales y de las Asambleas
Legislativas de las Comunidades Autónomas, los reglamentos de las Administraciones públicas y
la costumbre.

V. La afirmación de que los principios cooperativos constituyan sendos deberes morales


de las cooperativas, exige la afirmación de la idea de que las personas jurídicas puedan ser
destinatarias de normas morales.

Con carácter general, la respuesta debe ser afirmativa: las personas jurídicas pueden
realizar actuaciones que caen dentro de la órbita de la moral, en el entendimiento de que la
persecución del fin moral no es más que el cumplimiento de un deber no impuesto desde fuera
sino asumido voluntariamente.

476 Vid. G. FASSÓ, Historia de la Filosofía del Derecho. La Edad Moderna, Madrid [Pirámide], 1979, pág. 268.

184
Debe tenerse en cuenta a este respecto que las sociedades cooperativas pueden
desarrollar acciones favorecedoras de los principios cooperativos estén o no impuestos por una
ley o estén o no previstas entre las que integran su objeto social. Esta conclusión tiene como
fundamento la regla de que la capacidad de la persona jurídica no está delimitada por su objeto,
siendo válidos los actos realizados más allá de los fines que le son propios, dado que las
personas jurídicas --y las sociedades cooperativas lo son-- tienen capacidad para realizar actos
como sujeto de derecho salvo los que por su propia naturaleza no corpórea o por ir en contra de
las leyes no pueda realizar477.

La actuación moral de las personas jurídicas --posible desde el punto de vistas técnico--
deja abierto el problema del órgano competente para el desarrollo de las actuaciones morales,
habiéndose planteado la doctrina la cuestión de si son competentes los administradores o si
deben serlo los socios reunidos en junta general, e incluso sino sería mejor que la filantropía se
reservase al socio individualmente considerado478. Dejando a un lado, los deberes morales que
cada socio personalmente se autoimponga, la solución al problema competencial planteado sería
la siguiente: si los deberes morales se recogen en los estatutos de la sociedad los
administradores podrán [incluso, deberán], realizar las actuaciones necesarias en orden a su
cumplimiento --porque competencia de gestión ordinaria significa la facultad-deber de desarrollar
el objeto social--; en caso contrario, el asunto --por ser gestión extraordinaria-- debe ser tratado
en la asamblea general que está integrada por todos los socios. Lo mismo sucederá con los
principios cooperativos.

VI. La separación entre los principios cooperativos y el Derecho de cooperativas


explicada a la luz de la distinción entre los preceptos de los sistemas éticos y las normas
jurídicas es científicamente útil para evitar una confusión entre aquellos dos órdenes de
enjuiciamiento, de manera que el comportamiento empresarial de las sociedades cooperativas
solo debe ser valorado jurídicamente con arreglo a las normas del Derecho de cooperativas y
podrá ser valorado éticamente en base a los principios cooperativos. La valoración jurídica
consiste en el sometimiento de las sociedades cooperativas a las Leyes de cooperativas que
dicten los Estados; y la valoración ética en el enjuiciamiento de la conducta lícita de la
cooperativa --que lo es por ser conforme a la Ley-- con arreglo a unos patrones de
responsabilidad elaborados por otra instancia --por ejemplo, la Alianza Cooperativa
Internacional-- voluntariamente asumidos.

Ahora bien, esta separación no equivale a una oposición entre ambos sectores de
regulación de la actuación de las sociedades cooperativas. Naturalmente, algunas de las

477 La cuestión de la responsabilidad de las personas jurídicas por actos ultra vires puede tener dos soluciones: o la
ineficacia de los actos y contratos realizados por la persona jurídica cuando no pertenezcan a su objeto social, o la
validez de los mismos. La segunda de las opciones expuestas es la seguida en España hace ya muchos años, con
base en el espíritu liberal de nuestra legislación en esta materia, y con arreglo a ella se permitió en 1923 que una
sociedad que tenía por objeto la explotación de líneas de cabotaje pudiera adquirir bienes inmuebles (vid. F. DE
CASTRO Y BRAVO “La persona jurídica”..., págs. 284 y 285.

478 Así, en relación con el comportamiento moral de las personas jurídicas, es hoy muy frecuente oír hablar de ética
empresarial y de responsabilidad social de las empresas, haciendo hincapié en que el comportamiento ético de los
administradores de las empresas ya no se circunscribe a normas de conducta justa, de comportamiento cívico,
como lo es el cumplir contratos, no recurrir al engaño ni al fraude y respetar derechos y bienes ajenos, sino a otras
actividades ajenas al giro del negocio que corresponden a la categoría de caridad (vid.. M. F. AYAU, ¿Es ético que
los administradores de una empresa tomen de los recursos de los socios para hacer caridad?, disponible en
http://www.ileperu.org/contenido/que_es_ile/QUE_ES_ILE.htm).

185
exigencias contenidas en los principios cooperativos han penetrado en el campo del Derecho y
han pasado a ser contenido de normas jurídicas. Así ha sucedido con la autoayuda, que es
presupuesto sociológico de la noción jurídica de la mutualidad, y con la democracia, que explica
el reconocimiento al socio de un derecho especialmente intenso a participar en la gestión de los
asuntos sociales. Precisamente aquellas exigencias que más alejadas están de la doctrina de los
principios y más cercanas son a la calificación social de la cooperación --a la convicción de la
comunidad económica acerca de lo que debe ser y de lo que debe hacer una sociedad
cooperativa--.

3.7. Las funciones de los principios cooperativos.

Demostrada la posibilidad de que los principios cooperativos puedan ser contenido de un


sistema moral de comportamiento empresarial que, para las sociedades cooperativas, ha sido
elaborado por la Alianza Cooperativa Internacional, se abre, como nuevo campo de análisis el de
las funciones que tales principios morales cumplen en relación con el Derecho de sociedades
cooperativas479. Las facetas que presenta el abanico de la relación principios cooperativos-
Derecho cooperativo se han extraído de la genérica relación entre Moral y Derecho 480, y pueden
exponerse de la siguiente manera:

479 Con un planteamiento diferente, más descriptivo que sistemático, vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 36 relaciona como funciones
básicas de los principios cooperativos la coordinación del movimiento cooperativo sobre unas pautas que conforman
la noción y la actuación de las distintas clases de cooperativas, el establecimiento de unas reglas al servicio del
desarrollo de unas prácticas cooperativas viables, la identificación de las verdaderas cooperativas, orientación para
la legislación, los estatutos y las cláusulas, y símbolo del cooperativismo, además de destacar su trascendencia
jurídica.

480 Las relaciones entre Moral y Derecho han sido y siguen siendo uno de los temas más debatidos y más
dificultosos de la Filosofía del Derecho. Se ha dicho que aunque se trata de un tema clásico, no puede en modo
alguno ser considerado como carente de interés y como ya superado, sino que por el contrario reviste una
actualidad siempre renovada debido a sus numerosas implicaciones reales y prácticas (vid. E. FERNÁNDEZ, en J.
de Lucas (coord.), Introducción a la Teoría del Derecho…, en pág. 53. Podría afirmarse que todos los filósofos del
Derecho han tenido ocasión de pronunciarse, de una o de otra forma, sobre este espinoso tema. Las dificultades de
abordar la materia apuntada han llevado a autores de la talla de Jhering a denominarlo como el “Cabo de Hornos”
de la filosofía jurídica (vid. G. DEL VECCHIO, Filosofía del Derecho…,pág. 330), metáfora con la que se trae a
colación el litoral sembrado de escollos característico de ese lugar geográfico, como representación de la
complejidad científica que presenta el estudio de la relación entre la Moral y el Derecho. Estas polémicas doctrinales
y el peligro de fracaso que las mismas encierran se deben a que una considerable parte de los estudios sobre la
Moral, el Derecho y sus relaciones ha consistido en los esfuerzos de un autor por demostrar a otro el error de su
doctrina, más que por realizar una construcción de apoyo de las doctrinas anteriores o elaborada sobre nuevas
bases teóricas (vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, pág. 217), así como a la dificultad que
encierra el propio contenido de cada uno de los conceptos mencionados. Un buen ejemplo de ello lo constituye la
propia noción de Moral, dado que la filosofía jurídica ha utilizado, para efectuar la distinción entre el orden moral y el
orden jurídico, los conceptos de moral surgidos de los dos sistemas filosóficos predominantes: el aristotélico-tomista
y el kantiano. Esta dualidad conceptual hace más difícil delimitar lo jurídico de lo moral y perfilar las relaciones
mutuas. Así, para la corriente aristotélico-tomista el bien moral --bien objetivo que dirige la actuación moral--, es la
felicidad humana, la felicidad personal del hombre; distinguiéndose del Derecho que presenta como fin propio el
bien de la comunidad; de manera que las relaciones entre ambos son de carácter lateral e instrumental,
considerándose al Derecho como específico de una determinada virtud personal, virtud que juntamente con las
demás virtudes morales constituían un instrumento para alcanzar el bien moral, que consiste, como se ha dicho, en
la felicidad personal. Por su parte, la moral kantiana centra el concepto de Moral en el móvil subjetivo con el que se
obra, en la voluntad con la que se realizan las acciones, lo que la circunscribe al ámbito íntimo e interno del hombre,
mientras que el Derecho regula la conducta externa del individuo, aflorando en esta corriente como elemento
diferenciador de ambos sectores, no el fin que persiguen, sino el ámbito de la conducta humana que cada uno
regula. Y, con este criterio, la separación entre Moral y Derecho va entenderse como absoluta, a diferencia de la

186
a) Los principios cooperativos como auxilio del Derecho de sociedades.

El Derecho es auxiliado por la Moral en todos aquellos casos en los que las
disposiciones jurídicas reiteran preceptos morales. Así, el comportamiento ordenado por la
norma jurídica, al ser a la vez ordenado por la norma moral, cuenta con un doble mecanismo de
garantía, el derivado de la sanción jurídica y el propio del cumplimiento voluntario impulsado por
la Moral. En este caso se produce una simbiosis, porque además de servirse el Derecho de la
Moral, la Moral se sirve también del Derecho, al verse reforzada con el poder coactivo implícito
de la norma jurídica.

Este fenómeno de auxilio del derecho por la Moral, en los términos expuestos, se
produciría en todos aquellos casos en los que la norma jurídica cooperativa incorpora en su
mandato el postulado de un principio cooperativo. El supuesto más frecuente lo constituye el
principio de adhesión voluntaria y abierta parte de cuyo contenido y consecuencias son
recogidos por las normas jurídicas que regulan la materia cooperativa, circunstancia que es
tenida en cuenta por los tribunales para interpretarlas y aplicarlas. Así ha sucedido con la
calificación como injustificada o justificada de la baja voluntaria de un socio, que determina que
existan o no, respectivamente, deducciones en el importe de las aportaciones a reembolsar e
indemnizaciones a cargo del socio por daños y perjuicios, lo que afecta de manera importante a
la salida del socio de la cooperativa, habiéndose pronunciado los tribunales a favor de facilitar el
que ellos llaman principio cooperativo de “puertas abiertas”481. También, aunque sin referencia
expresa al principio de adhesión voluntaria y abierta, en las sentencias que exigen la motivación
del acuerdo denegatorio de la admisión de un socio482.

posición que mantenía la corriente que trae causa de Aristóteles (vid. J. DAMIÁN TRAVERSO, 7Lecciones sobre el
concepto del Derecho, Madrid [UNED], 1979, págs. 89 a 92.

481 La SAP Huesca de 9 de marzo de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\249052) al analizar la calificación de una baja
voluntaria interpreta y aplica las Leyes de cooperativas y los estatutos sociales de una sociedad cooperativa
conforme a lo que resulta más beneficiosos para el principio de puertas abiertas --nótese, no obstante, que la
regulación de la puerta abierta es la contenida en la Ley de cooperativas y no el propio principio de adhesión
abierta--. Dice la sentencia comentada que “la facultad de la Cooperativa (su Consejo Rector) de calificar de
justificada o no la baja voluntaria de un socio viene referida única y exclusivamente al supuesto de que tal baja
voluntaria pretenda hacerla el socio antes de haber transcurrido el plazo por el que el mismo se comprometió a
permanecer en la Cooperativa (cinco años en este caso) o antes de finalizar el respectivo ejercicio económico, pero
no cuando la referida baja voluntaria se produzca después de haber transcurrido ya el plazo del aludido compromiso
y una vez finalizado el respectivo ejercicio económico, en cuyo caso la Cooperativa carece de facultades para
calificar la baja voluntaria de justificada o no, pues entonces rige, sin posibilidad alguna, repetimos, de dicha
calificación, el principio general que proclama el artículo 32.1 de la Ley General de Cooperativas, en el sentido de
que "el socio podrá darse de baja voluntariamente en la Cooperativa en cualquier momento" lo que seguidamente
tuvo su reflejo en la Ley estatal 27/1999, de 16 de julio de 1999 de Cooperativas…que, reforzando el indicado
principio cooperativo de puerta abierta, el artículo 51.3 de la Ley estatal únicamente permite la reducción del
reembolso de las aportaciones "En el caso de baja no justificada por incumplimiento del período de permanencia
mínimo". Y aquí viene lo verdaderamente importante de la sentencia: “es cierto, no obstante, que la Ley 9/1998, de
22 de diciembre, de Cooperativas de Aragón, además de la previsión del artículo 22 b) sobre el incumplimiento del
plazo de preaviso o de permanencia, autoriza en el artículo 22 e) que los Estatutos regulen así mismo los casos en
que la baja, voluntaria u obligatoria, se considerará justificada o no justificada, pero los estatutos de la recurrente no
tienen tal previsión y tal laguna no puede colmarse considerando en todo caso las bajas voluntarias como no
justificadas.. pues tal proceder iría en contra del principio de puertas abiertas”.

482 La SAP Jaén de 23 de enero de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\290379) considera nulo el acuerdo social que no motiva
la inadmisión de un socio, por infracción de la norma que así lo exige, sin acudir como apoyo interpretativo al
principio de adhesión abierta.

187
Con carácter general, este punto de conexión cuenta con un peligro innato: que el
Derecho recoja criterios morales que ya no son tales en la conciencia social del grupo --lo que en
nuestro caso equivaldría a que el Derecho de sociedades cooperativas recogiera principios de la
cooperación que son rechazados por las propias cooperativas--, o que recoja creencias o
modelos de uno de los grupos sociales, el de más capacidad de presión o de persuasión, pero
no de otros --de manera que se protegerían con más intensidad los intereses de determinadas
cooperativas (por su clase, por su tamaño, por su ubicación geográfica)-- 483. La transposición al
Derecho no puede ignorar la pluralidad moral de los destinatarios de la norma jurídica 484, como la
transposición de los principios cooperativos no puede ignorar la realidad del mercado en el que
desarrollan sus actividades las sociedades cooperativas, y así lo ponen de manifiesto la
generalidad de las exposiciones de motivos de las Leyes de cooperativa al explicar su posición
sobre los principios cooperativos.

Como contrapunto a este aspecto de la conexión entre Moral y Derecho, se ha


destacado otro de no menos importancia: el apoyo que el Derecho puede prestar a la Moral. Este
apoyo no consiste en trasladar el contenido de normas morales al contenido de normas jurídicas,
si ello fuera así se retrasaría el estado de la cuestión a los tiempos anteriores a Tomasio donde
en su contenido el Derecho y la Moral coincidían en buena medida. El apoyo consiste en que el
Derecho haga posible la Moral, no en que la obligue, dado que el hecho moral, por definición
solo puede ser un acto de libertad; para ello el Derecho debe proporcionar al individuo una
esfera de libertad dentro de la cual puedan tomarse decisiones morales bajo la protección del
Derecho485. De la misma forma, la legislación de sociedades cooperativas deber garantizar que
si una sociedad cooperativa desea llevar a la práctica un principio cooperativo, pueda hacerlo.

En el terreno de las relaciones entre los órdenes moral y jurídico pueden darse
situaciones de conflicto cuando una norma jurídica exija de individuo un comportamiento opuesto
a su moral --tanto su moral individual o de la conciencia cuanto la moral derivada de un sistema
ético o religioso aceptado por el individuo--, de manera que la persona que cumple con el

483 Se ha afirmado, a la vista del cada vez mayor pluralismo ético existente de las actuales sociedades
democráticas, en las que las convicciones y creencias de los distintos sectores son a veces tremendamente
heterogéneas --cuando no incompatibles--, y existiendo además la libertad de información, de enseñanza y de
conciencia, que parece difícil arribar a parámetros comunes en lo que a ética se refiere, sobre todo si para vastos
sectores, ella solo incumbe, como se ha dicho, a la vida privada; de ahí que incluso para algunos sea mal visto
siquiera proponer “caminos éticos” o modelos de vida, al ser cada uno completamente libre en cuanto a su propio
desarrollo como persona (vid. M. SILVA ABBOTT “Moral y Derecho: Una compleja e inevitable relación”, disponible
en http://es.catholic.net/abogadoscatolicos/526/991/articulo.php?id=24654#1).

484 Sobre la posibilidad de imponer normas morales mediante normas jurídicas vid. J. MALEM, “De la imposición de
la Moral por el Derecho. La disputa de Vlin-Hart”, presentado en el IV Seminario Eduardo García Máynez sobre
Teoría y Filosofía del Derecho, organizado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, la Escuela Libre de
Derecho, la Universidad Iberoamericana (UIA), y la Universidad Nacional Autónoma de Méjico (UNAM), celebrado
en Méjico los días 6, 7 y 8 de octubre de 1994, publicado en la Revista de Teoría y Filosofía del Derecho. Nº 4, abril
1996, disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/doxa/01474063322636384254480/isonomia04/iso02.pdf.

485 Esta función de auxilio que el Derecho presta a la Moral, referida a la moral autónoma o de la conciencia
individual, se ha extraído de H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, págs. 229 a 239. Repárese que
a pesar de que las reflexiones del Henkel versan sobre la moral individual o autónoma, éstas pueden trasladarse a
los sistemas de ética superior --es decir, a lo principios cooperativos-- en la media en que estos sistemas tienen un
necesario elemento autónomo: no basta con que el sistema sea elaborado por una instancia distinta al individuo--
heteronomía--, en nuestro caso a la sociedad cooperativa, sino que también debe ser asumida voluntariamente
como criterio rector de su conducta por el individuo --autonomía--.

188
Derecho está infringiendo su norma moral. Esta situación también puede plantearse cuando una
sociedad cooperativa deba cumplir con una norma del Derecho de sociedades que no recoja o
que sea contraria al postulado concreto de un principio cooperativo. El conflicto, en cualquier
caso, debe resolverse a favor del Derecho, conforme a la regla de la inquebrantabilidad de la
pretensión jurídica de validez, basada en idea de que el Derecho solo puede cumplir su función
como regulador del comportamiento social siempre que posea una vinculación general e
incondicionada para todos los sometidos a él, sin que pueda ceder frente a la vinculación de la
persona a sus deberes morales486. Por lo tanto, los principios cooperativos ceden frente a la
norma jurídica.

b) Otra de las funciones de los principios cooperativos es su valor interpretativo de las


normas jurídicas y estatutarias.

Los principios cooperativos cumplen una función de interpretación de la legislación


cooperativa y de los estatutos sociales487. Apurando la explicación se ha afirmado que el criterio
no es de interpretación finalista, sino sistemático488. Sin embargo no creo que este papel deba
amplificarse o magnificarse: no es correcto que por esta vía, la de la interpretación de las
normas, se asigne a los principios cooperativos una naturaleza normativa de la que carecen, por
ello el criterio de interpretación con el que se acude a tales principios no puede ser el
sistemático, que colocaría a aquéllos en el engranaje normativo del sistema jurídico, al nivel del
resto de normas, sino, a lo sumo, el teleológico, para ayudar al intérprete a buscar los fines de la
norma489.

c) No es función de los principios cooperativos integrar el Ordenamiento jurídico.

En nuestro Ordenamiento jurídico existen dos supuestos en los que el propio Derecho
objetivo hace un llamamiento a la Moral: uno, para dar contenido a las normas jurídicas y, otro,
para la configuración de las relaciones jurídicas por la autonomía de la voluntad de los privados.
De esta forma, otra de las relaciones entre el Derecho y la Moral consiste en la penetración de
ésta en aquél. Esta circunstancia se da en diferentes terrenos.

El primero de los supuestos es el recogido en el artículo 1.3 del Código civil que a la
hora de enumerar y ordenar las fuentes del Derecho excluye de las mismas a la costumbre que
sea contraria a la Moral. Si bien en los Estados contemporáneos la Moral no es la que legitima el

486 Vid. H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho…, págs. 229 a 239.

487 El artículo 1.2 de la LCCataluña asigna a los “principios cooperativos formulados por la Alianza Cooperativa
Internacional” un “criterio interpretativo” de la propia Ley. Idéntica función les asignaba el artículo 2 de la, derogada,
LSCAndalucía de 1999. La Ley valenciana, en su artículo 3 in fine dispone que los “valores y principios servirán de
guía para la interpretación y aplicación de…[la] Ley y sus normas de desarrollo”. De “claro valor como elemento de
interpretación de la normativa cooperativa” hablan E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen
Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 38.

488Vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16
de julio, de cooperativas”…, pág. 1344).

489 M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 37, asigna a los principios cooperativos el valor de elemento de interpretación de la normativa
cooperativa, sin indicar expresamente en que concepto, aunque al destacar su carácter informador de la estructura y
del funcionamiento de la cooperativa, no excluye una función de interpretación sistemática.

189
contenido de las normas de Derecho positivo, sino la extracción democrática de los poderes de
los que emana las mismas, en el ámbito de la norma jurídica consuetudinaria pervive la
influencia de la Moral en los términos señalados.

El segundo caso está previsto en el artículo 1255 del Código civil, a cuyo tenor “los
contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente,
siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público”.

Reducidas, por disposición de la Ley las conexiones entre Moral y Derecho al terreno de
los límites de la autonomía de la voluntad y al de la existencia de la costumbre, la tarea
pendiente consiste en la determinación de cuál haya de ser la Moral concreta que limita a la
voluntad de las partes o a la costumbre. Se ha dicho al respecto que la moral que ahora interesa
no puede ser más que la moral social referida al conjunto de las convicciones éticas imperantes
en la comunidad jurídica, abstraída su posible fundamentación en cualquier específico credo
religioso490. Al haber ubicado a los principios cooperativos dentro de los sistemas de ética
empresarial y fuera de la moral social, quedarían por esta razón conceptual fuera de los artículos
1.3 y 1255 del Código civil491. En particular, debe destacarse, por la relevancia que para el tráfico
jurídico de las cooperativas representa, que los pactos contenidos en los contratos en los que
sea parte una sociedad cooperativa que sean contrarios a los principios cooperativos son
válidos, porque no exceden los límites --el de la moral-- que a la autonomía privada señala el
artículo 1225. Las tesis que reconocen naturaleza jurídica a los principios cooperativos deben
resolver el importante problema de las consecuencias jurídicas que produciría un contrato
celebrado por una cooperativa --e incluso por un contrato celebrado por quien no es cooperativa-
- que infringiera uno o varios principios, lo que, en lógica con su planteamiento, les llevaría a la
solución de la nulidad por infracción del ordenamiento jurídico que se prevé en el artículo 6.4 del
Código civil492.

3.8. La función de los valores cooperativos.

Aunque no han sido invocados con tanta frecuencia como los principios cooperativos, los
denominados valores cooperativos493 tampoco tienen eficacia tipificadora respecto de la sociedad

490Vid. A. GORDILLO CAÑAS, voz “Moral”, Enciclopedia Jurídica Básica, Madrid [Civitas], 1995, vol. III, págs. 4342
y 4343, en pág. 4342.

491 En contra M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 36, que los considera como elemento de integración de la normativa cooperativa (art. 4.1
CC y de la contratación en el ámbito cooperativo (art. 1258 CC y 57 C de C), y como límite intrínseco a la autonomía
de la voluntad en materia cooperativa (art. 6 y 7 CC), fundamentando esta tesis en el carácter informador de la
estructura y del funcionamiento de la cooperativa que desempeñan los principios cooperativos.

492 Un contrato celebrado por una sociedad cooperativa contrario a los principios cooperativos es un contrato válido,
el acuerdo que lo autorice no puede impugnarse por este motivo, y no genera responsabilidad en el consejo rector.
Ni siquiera, en el plano externo, sería necesario acudir a la teoría de la capacidad general de la cooperativa, a la
extensión de las facultades representativas del consejo rector y al mantenimiento de la validez de los contratos
celebrados por los terceros de buena fe para justificar su eficacia, como hace la doctrina para explicar la validez de
los contratos que infrinjan los límites de las operaciones con terceros (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 165).

493 Son escasos los supuestos en los que los artículos de las Leyes citan a los valores cooperativos. Entre ellos
pueden mencionarse a la Ley madrileña que obliga a las cooperativas a ajustar su estructura y funcionamiento a los
principios y valores formulados por la Alianza Cooperativa Internacional, en los términos resultantes de la Ley (art.

190
cooperativa. Su primera y, hasta ahora, única formulación, procedente del Congreso de la
Alianza Cooperativa Internacional de 1995, celebrado en Manchester, señala que “las
cooperativas están basadas en los valores de la autoayuda, la autorresposabilidad, la
democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad”, y que “siguiendo la tradición de sus
fundadores, los socios cooperativos hacen suyos los valores éticos de la honestidad, la
transparencia, la responsabilidad y la vocación sociales”494. Con los valores se ha pretendido
señalar el comportamiento ético adecuado que deben llevara cabo las cooperativas495, o el
ideario que debe ser respetado por la cooperativa para ser considerada como tal 496, de manera
que si uno o varios de ellos no concurren en una empresa y en sus actores, aquélla no será una
cooperativa ni éstos cooperativistas. Los valores cooperativos son los fines últimos a los que
deben tender los cooperativistas, al modo de orientaciones morales o éticas en su
funcionamiento497. Las mismas razones que se han esgrimido al exponer la debilidad de los
principios cooperativos para diferenciar al empresario cooperativo del resto de empresarios, son
útiles para la misma tarea en relación con los valores, salvo para dos casos: los valores de la
autoayuda y de la democracia. Debe destacarse que han sido recogidos entre los valores
cooperativos dos --el de la autoayuda y el de la democracia-- que son precisamente los dos
rasgos tipológicos de la sociedad cooperativa y que sí tienen un solo reflejo jurídico positivo.
Ahora bien, ha de ponerse de manifiesto que el resto ni son esenciales para que exista una
cooperativa, pues, por ejemplo, la transparencia o la responsabilidad social pueden faltar en una
cooperativa sin que pierda esta condición, ni son exclusivos de las mismas, pues pueden
concurrir, y de hecho concurren, en otras formas de empresario social, tanto sociedades
mercantiles --v. gr., las que practiquen la responsabilidad social498--, cuanto otro tipo de personas
jurídicas --v. gr., fundaciones y asociaciones que desarrollan actividades económicas 499--.

En relación con esta última idea, es verdad que los valores cooperativos, que
constituyen el fundamento de los principios cooperativos, tal y como están formulados, son

1.2); la Ley valenciana que relaciona los valores y los principios con la misma formulación que realiza la Alianza
Cooperativa Internacional en 1995 (art. 3) y cuya Exposición de Motivos califica a los valores cooperativos, junto a
los principios, como principios generales del derecho cooperativo; la Ley riojana que obliga a las cooperativas a
ajustarse en su estructura y en su funcionamiento a los principios y también a los valores formulados por la Alianza
Cooperativa Internacional, en los términos resultantes de la propia ley (art. 1.2); o las Leyes estatal o murciana que
señalan como fines del fondo de educación y promoción la formación de los socios y trabajadores en los principios y
valores cooperativos [arts. 56.1.a) LCEstado; y 76.1.a) LSCMurcia].

494El texto se ha extraído del Anuario de Estudios Cooperativos, Universidad de Deusto, 1995, pág. 74. Además
puede consultarse en J. J. MARÍN LÓPEZ e I. J. TRUJILLO DÍEZ, Código de Cooperativas…pág. 71.

495 Esta es la función que destacan M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 84.

496Vid. J. J. SANZ JARQUE, Cooperación. Teoría general y régimen de las sociedades cooperativas. El nuevo
Derecho cooperativo…, págs. 164-167.

497 I. J. TRUJILLO DÍEZ, “El valor jurídico de los principios cooperativos. A propósito de la Ley 27/1999, de 16 de
julio, de cooperativas”…, pág. 1331.

Vid. P. RIVERO TORRE, “Responsabilidad social corporativa”, en G. Esteban Velasco ... [et al.], Responsabilidad
498

Social Corporativa. Aspectos jurídico-económicos..., págs. 63 a 98, en especial en págs. 68 a 70, 80 a 83 y 88 a 91.

499Sobre estas nuevas formas de desarrollo de actividades empresariales A. ROJO, “El empresario (II). Empresario
individual y empresario persona jurídica”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-
Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 93 a 113, en págs. 107 a 109; y J. M. EMBID IRUJO, Introducción al derecho de
los grupos de sociedades, Granada [Comares], 2003, págs.179 a 205.

191
valores que debe asumir cualquier persona500. Esta generalización de destinatarios provoca su
degradación ocasionado una pérdida de significación cooperativa: si son criterios de la actuación
moral de cualquier ser humano, dejan ser criterios específicos del comportamiento de los socios
cooperativistas en su dimensión de sujetos económicos. El mismo fenómeno de generalización
afecta a los principios cooperativos, de manera que, según se ha afirmado, estos principios --
salvo el democrático-- son universales, porque son reglas asumidas implícita y explícitamente
por las empresas capitalistas convencionales, además de por las propias sociedades
cooperativas501. Si esto realmente fuese así, los principios cooperativos perderían eficacia
diferenciadora.

El verdadero banco de prueba de los valores cooperativos se encuentra en su fuerza


frente a la competitividad empresarial. En la Exposición de Motivos de la Ley estatal de
cooperativas ya se apunta esta importante relación cuando afirma que “el fomento del
cooperativismo…hace perfectamente compatibles los requisitos de rentabilidad y
competitividad…con los valores que dan forma a las cooperativas desde hace más de ciento
cincuenta años…de otra forma el mundo cooperativo se encontraría en una situación de divorcio
entre la realidad y el derecho”. Y continúa añadiendo que el “objetivo de la nueva Ley es,
precisamente, que los valores que encarna la figura histórica del cooperativismo…sean
compatibles y guarden un adecuado equilibrio con el fin último del conjunto de socios, que es la
rentabilidad económica y el éxito de su proyecto empresarial”, y no duda en afirmar que “en vano
podría [la sociedad cooperativa] mantener sus valores sociales si fallasen la eficacia y
rentabilidad propias de su carácter empresarial”. Por lo tanto primero la competitividad y luego
los valores. Esta idea incluso ha sido recogida en las sentencias de nuestros tribunales502.

500 El cumplimiento general de los valores cooperativos por cualquier persona ha sido destacado por C. GARCÍA-
GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a
los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los
sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España” …, pág. 57, donde trae a colación la anécdota
protagonizada por el Doctor Espriú en las Jornadas Técnicas sobre las Agrupaciones de Interés Económico como
forma débil de intercooperación entre las empresas de Economía social, celebradas en diciembre de 1991, que a
preguntas de un asistente manifestó que al tratarse de valores universales, la persona que no los asuma debería “ir
al infierno”.

501 Vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con
arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995:
especial referencia a los sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, págs.59 y 60.

502 En la SAP Murcia de 6 de julio de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\191827) se postergan los valores cooperativos
respecto a la rentabilidad económica de la cooperativa. En la sentencia de instancia a la hora de calcular el valor de
la liquidación que debía realizarse a los causahabientes de un socio fallecido se tuvo “en cuenta el valor real de los
inmuebles, con las plusvalías que generan con el transcurso del tiempo”, decisión que la Sala entiende que estaba
“en gran medida fundada en razones de justicia y equidad” y que “aunque, desde luego, respetable, no puede ser
compartida”, porque “la solución que adopta el Juez de instancia es contraria a la naturaleza y estructura de la
cooperativa; y también es contraria a las finalidades perseguidas por el legislador en la Ley de Cooperativas de
1999 que aplica, expresadas en su exposición de motivos, sobre todo las de «ofrecer un cauce adecuado que
canalice las iniciativas colectivas de los ciudadanos que desarrollen actividades generadoras de riqueza y empleo
estable», de que los valores del cooperativismo «sean compatibles y guarden un adecuado equilibrio con el fin
último del conjunto de socios, que es la rentabilidad económica y el éxito de su proyecto empresarial» y de
«garantizar el empleo y la vida profesional»”.

192
Capítulo segundo

La relevancia tipológica de la mutualidad y de la participación orgánica

Con metáfora jurídica, extraída de los elementos del negocio jurídico, podría decirse que
el Derecho de cooperativas es esencialmente un Derecho de la mutualidad y de la participación
del socio en los órganos sociales --cuya concurrencia es necesaria para que pueda haber
cooperativa--, naturalmente un Derecho del régimen económico --que está presente en las
cooperativas pero del que se puede prescindir-- y accidentalmente un Derecho de los principios
cooperativos --que deben recogerse expresamente para que las cooperativas los tengan, todos o
algunos, como objetivos--. A la explicación de las dos últimas materias se han dedicado las
páginas precedentes, las que siguen tratarán de exponer las cuestiones más relevantes de la
teoría de la participación cooperativa, partiendo del análisis de aquellos aspectos de la
mutualidad que dan fundamento a la participación orgánica.

1. La mutualidad en la sociedad cooperativa.

1.1. El concepto de mutualidad.

I. Hay mutualidad cuando quienes la integran ejercen conjuntamente una actividad


económica para satisfacer sus necesidades503. Está universalmente aceptado que la cooperativa
es una sociedad de base mutualista504, que ejerce una actividad empresarial para satisfacer
necesidades comunes de los socios505. El carácter nuclear de la mutualidad en la construcción
de la sociedad cooperativa, permite calificar a este tipo social como una mutualidad con
personalidad jurídica, trasladando al terreno cooperativo la expresión que, acuñada para la
sociedad anónima, la califica como un capital con personalidad jurídica506.

503 Vid. E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del
siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 175.

504Vid. R. URÍA, Derecho Mercantil..., págs. 581 y 582, y R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades
cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 1421.

Señala M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 20 a 46, y págs. 139 a 148,
que la mutualidad como contenido esencial de la cooperación, está integrada por los siguientes elementos: gestión
de servicio, autogestión, autoayuda, doble condición de socio y usuario, ausencia de ánimo de lucro y retorno
cooperativo, constituyendo el primero y el cuarto el núcleo de la idea de mutualidad, dado que a ellos se vinculan, de
forma mediata o inmediata, los restantes elementos de la misma.

505Esta visión tipológica aparece también en la jurisprudencia. En la SAP Madrid de 30 de marzo de 2006 [Civil] (Ar
AC 2006\1735) se las califica diciendo que “las cooperativas son uno de los tipos de sociedades de base mutualista
en las que el ejercicio y desarrollo de la empresa social tiene como finalidad la satisfacción de determinadas
necesidades comunes a todos los socios” y añade que “el principio de la fundamentación no capitalista de la
condición de socio,…supone que la sociedad cooperativa se construye sobre la satisfacción de las necesidades de
sus socios”.

En el ámbito de la sociedad cooperativa de trabajo asociado, la S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 21 de


diciembre de 2005 (Ar. AS 2006\396) señala que “la finalidad de las cooperativas es la promoción del propio empleo
por los trabajadores asociados”.

En la S.T.S., Sala 1ª de 24 de febrero de 1992 [Civil] (Ar. RJ 1992\1513) se delimita el fin de las cooperativas de
viviendas como la satisfacción de las necesidades de viviendas de los socios, que una vez cubiertas es posible la
venta, permuta o arrendamiento a terceros no socios.

506 La expresión se ha tomado de R. URÍA, Derecho Mercantil..., pág. 234.

193
II. Desde un punto de vista jurídico --como se verá más adelante--, la mutualidad se
integra en la causa y delimita el objeto del contrato de sociedad cooperativa. Se integra en la
causa [remota], porque la finalidad económica y social perseguida por la cooperativa es la
satisfacción de las necesidades de sus socios, de manera que sin esta causa no hay
cooperativa507. Y delimita el objeto, porque el núcleo esencial de las obligaciones de la sociedad

507 Un completo análisis de la mutualidad como parte integrante de la causa del contrato de sociedad se contiene en
M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 148 a 180. Allí puede leerse que el
alcance individualizador de la causa se ha planteado de dos maneras: si la causa individualiza únicamente al
contrato de sociedad o si comprende también la estructura organizativa a la que éste sirve de soporte, es decir si
existe una sola causa del contrato de sociedad, o por el contrario existen tantos esquemas causales como tipos
societarios se regulan en las leyes; debiéndose considerar correcta la orientación que reconoce un esquema
societario único, de forma que la causa tiene una función delimitadora exclusivamente del contrato genérico de
sociedad, cualquiera que sea la dimensión organizativa que ésta llegue a adoptar. Esta posición es coherente con la
distinción entre concepto y tipo de sociedad sobre la que se construye actualmente el Derecho de sociedades. La
mutualidad --como el lucro-- se integra en el elemento causal del contrato de sociedad, con la singularidad de que
además de servir para identificar el contrato de sociedad cooperativa, la realización de operaciones entre la
cooperativa y los socios, identifica además la estructura del tipo societario resultante. La mutualidad es causa del
contrato de sociedad y singulariza la organización resultante. El papel identificador de la mutualidad se calibra
adecuadamente colocándola en el par fin mutualístico-fin lucrativo, el primero atiende a la cobertura de las
necesidades de los socios, y el segundo a la obtención por la sociedad de un beneficio para su ulterior distribución
entre los socios. Las soluciones al par identificador --que, entre otras han llegado a negar a la cooperativa la
naturaleza de sociedad, dado que en ella falta el ánimo de lucro que es uno de sus elementos, pasando a ser un
tertius genus distinto a aquélla y a la asociación (vid. F. VICENT CHULIÁ, voz “Cooperativa”, en Enciclopedia
Jurídica Básica, Madrid [Civitas], 1995, vol. I, págs. 1721 a 1726, en págs. 1721 y 1722 y F. VICENT CHULIÁ,
Introducción al Derecho Mercantil…, pág. 697)-- se han decantado por calificar a la cooperativa como sociedad, por
ubicar la mutualidad en la causa del contrato y por concebirla como el servicio que la cooperativa ofrece a sus
socios excluyente de fin lucrativo.

Los perfiles doctrinales analizados no siempre han tenido eco jurisprudencial. La S.T.S., Sala 3ª, de 4 de noviembre
de 1985 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1985\5661), explica que en las cooperativas concurre la causa
mutualista, dado que se constituyen para satisfacer las necesidades de sus socios, aunque admite que la
cooperativa pueda tener una causa de carácter lucrativo. Afirma que “las Cooperativas reguladas por esa Ley [se
refiere a la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas] serán entidades asociativas con fin de lucro
o destinadas a un objeto social ajeno al mismo, según sea su naturaleza, fines, y medios aportados en función de la
compensación económica establecida; procediendo atender, por consiguiente, a lo establecido en sus Estatutos
para poder concluir si una Cooperativa está constituida como empresa destinada a la consecución de unas
ganancias distribuibles entre sus asociados, o, por el contrario, su objeto se concreta en un logro no comprendido
entre las actividades dirigidas a la obtención de un beneficio económico; con la particularidad de que en las
Cooperativas por su regulación legal, pueden concurrir ambas finalidades con predominio de una u otra: la
económica social y la estrictamente lucrativa; doctrina acorde con el meritado artículo 2.º de la Ley meritada en el
que se determinan los principios generales que definen el carácter cooperativo de una Sociedad, en relación con el
13-6.º y 18 de este Cuerpo legal; ya que por el primero se dispone: «Cuando se acuerde pagar un interés a las
aportaciones de los socios al Capital Social, no podrá exceder del interés básico del Banco de España incrementado
en tres puntos sin perjuicio de la revaloración correspondiente a dichas aportaciones»; de lo que se infiere que «la
atribución de ese interés no es preceptivo que se consigne en los Estatutos de la Cooperativa, ni que sea norma
obligada para esas sociedades»; y por el segundo se establece: «El saldo de los excedentes netos que reste
después de atendidos los destinos fijados en el artículo anterior podrá ser aplicado a lo que dispongan los Estatutos
o por Acuerdo de la Asamblea General, a la constitución de reservas voluntarias que podrán incorporarse al Capital
Social, al incremento de Fondos legales, o a su distribución en forma de retorno cooperativo», precepto que dilucida
y aclara y reafirma el carácter potestativo del reparto de los excedentes netos »; ….retorno cooperativo que además
debe distribuirse en función y proporción de las actividades, operaciones, o servicios realizados por cada uno de los
socios”. La Sentencia maneja con precisión los conceptos de mutualidad y lucro, con ocasión de explicar que una
pero también el otro pueden darse en las cooperativas: en las actividades que desarrolla una cooperativa hay “un
beneficio económico indirecto para los asociados: favoreciendo con un mejor coste una actividad de producción o
consumo, haciendo viable una determinada empresa, o asegurando un mejor servicio o asistencia a determinadas
necesidades comunes o específicas de los cooperativistas, lo que no se compagina con la idea jurídico-económica

194
cooperativa y de los socios son prestaciones recíprocas que satisfacen las necesidades de estos
últimos. El conjunto de estas prestaciones recíprocas se denomina actividad cooperativizada.

III. Numerosos son los datos que confirman que la mutualidad es el elemento tipológico
primario de la sociedad cooperativa508 --junto a él, y fundamentado precisamente en él mismo, se
encuentra el elemento de la participación orgánica509--.

Uno de esos datos tiene carácter relativo, pero precisamente, en tal circunstancia radica
su relevancia. Se trata de los elementos que la doctrina científica retiene para, en un ejercicio de
comparación entre sociedades de capital y sociedades cooperativas, destacar los elementos que
las igualan y que las separan. El dato tomado en consideración por la doctrina es, naturalmente,
el de la mutualidad.

Así ha sucedido cuando, al estudiar la evolución de la sociedad anónima, se ha


apreciado un momento en el que su vinculación con la sociedad cooperativa fue
extraordinariamente estrecha. A comienzos del siglo XIX la burguesía alemana a través de sus
organizaciones corporativas constituía sociedades anónimas --con una estructura de decisión
residenciada en los socios y alejada del poder político-- con la finalidad de lograr una utilidad
común para los miembros de la corporación o del grupo profesional. El uso de esta opción se
centró en determinadas actividades económicas, entre las que destacó la de seguros. Con esta
fórmula la sociedad anónima se presenta como un instrumento de promoción de los intereses y
satisfacción de las necesidades comunes al sector del que proceden los socios, habiendo
destacado la doctrina su proximidad con las antiguas cooperativas de producción 510.

El dato de la cercanía entre esta específica sociedad anónima y la cooperativa


demuestra como la doctrina a la hora explicar la semejanza societaria se fija en la mutualidad, en
la promoción de los intereses de un grupo, prescindiendo de cualquier otra finalidad adicional
como pudieran ser los principios cooperativos. La diferencia entre la sociedad anónima de
empresarios o de profesionales de comienzos del siglo XIX y la cooperativa de producción de la
misma fecha radica simplemente en la pertenencia de sus socios a diferentes clases sociales,
pero no en el método empresarial organizado para la promoción de los intereses del grupo:
aquélla es una organización de base corporativa y ésta una organización de base obrera. Solo
posteriormente la sociedad anónima abandona esta finalidad de promoción, por una finalidad
lucrativa, cuando cambia la empresa que constituye su objeto y los socios que conforma su
masa: cuando pasan a explotar la actividad ferroviaria para la que se precisan importantes
masas de dinero y cuando lo socios dejan de ser comerciantes pertenecientes a un gremio para

del lucro en el que la actividad social está dirigida exclusivamente, o en parte, a la obtención de unas ganancias
resultantes de la aportación de unos medios económicos y personales o unos u otros solamente; que puedan
efectivamente darse en las Cooperativas, pero que no excluyen la finalidad no lucrativa de las mismas; siendo de
interés hacer constar que el beneficio económico indirecto podría darse ya en las Cooperativas constituidas al
amparo de la Ley de 2-I-42”.

M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 91, consideran a la mutualidad --o
508

mutualismo-- como la esencia o principio ordenador, con relevancia causal, del fenómeno cooperativo.

509La conexión entre estos dos elementos tipológicos de la sociedad cooperativa es explicada en el apartado 2.1 del
capítulo segundo de la primera parte.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
510

Derecho español…, págs. 58 a 61.

195
ser inversores interesados en rentabilizar su inversión de capital. Aquí la sociedad anónima pasa
de ser una organización de base corporativa a una organización de carácter capitalista.

En el ulterior proceso de diferenciación entre la sociedad cooperativa y la sociedad


anónima, la mutualidad juega un papel de primer orden. El preámbulo del Decreto de 20 de
septiembre de 1869, al explicar la separación entre la sociedad cooperativa y la sociedad
anónima --también respecto de la sociedad colectiva y de la comanditaria--, que determina que la
sociedad cooperativa esté “por completo fuera de toda legislación mercantil”, se destaca como
“caracteres especialísimos” de la misma dos: la “mutualidad” y el “dividendo como retribución del
trabajo”, esto es una “retribución aleatoria en vez del salario”511. Aparece la mutualidad y su
corolario --el retorno-- como datos específicos de la sociedad cooperativa.

Pero también hay datos de carácter absoluto o directo. En nuestra jurisprudencia son
frecuentes las sentencias que contienen una doctrina protectora o tuitiva de la mutualidad 512.

1.2. La mutualidad cooperativa como mutualidad neutral: la sociedad cooperativa


como tipo mutualista general.

I. La mutualidad, como elemento tipológico de la sociedad cooperativa, ha evolucionado


hacia el desempeño por este tipo societario de una función neutral consistente exclusivamente
en la organización de una empresa para la satisfacción de las necesidades económicas de los
socios, con independencia del cuál sea la actividad de esa empresa y de cuáles sean las
finalidades perseguidas por los socios con la misma513.

II. El Derecho de sociedades evoluciona con la evolución de los tipos sociales que
regula. Y el Derecho de sociedades cooperativas no escapa a esta regla. Probablemente, exista
una reacción o resistencia a admitir la crisis [cambio] del Derecho cooperativo sobre la base del

Han destacado estas ideas del Decreto de 20 de septiembre de 1869, como hemos recogido más arriba, M. J.
511

MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 37.

512 Son sentencias que se basan en que la mutualidad es el fin de la sociedad cooperativa, y con base precisamente
en esta idea los Tribunales construyen soluciones jurídicas con las que resuelven los litigios cooperativos. Con esta
metodología, la SAP Guadalajara de 23 de marzo de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\140710) explica la posibilidad de que
la sociedad cooperativa realice operaciones con terceros no socios, y dice lo siguiente: “las operaciones con
terceros permitiendo que la Cooperativa permute enajene o arriende a terceros no socios las viviendas locales y
parcelas sobrantes una vez que se haya individualizado para cada socio, lo que supone como se señalaba
anteriormente al citar la resolución de esta Sala de 6 de marzo de 2003, que no se vulnera la finalidad de la
Cooperativa pues se trata de poder vender a terceros los excedentes, lo que si acaso podría tener trascendencia en
el orden fiscal o administrativo pero es intrascendente en el que nos encontramos”, con estas palabras la sentencia
destaca a la mutualidad como finalidad de la cooperativa al señalar que su fin es la entrega de viviendas a los
cooperativistas, y que satisfecho el mismo, es lícita su permuta, enajenación o arrendamiento a terceros.

513La neutralidad de las formas jurídicas es un fenómeno más amplio, compartido con la sociedad anónima y, lo que
aquí más interesa, con el resto de formas sociales. Con respecto a la primera, A. ROJO, “Los problemas de
adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de sociedades anónimas”..., pág. 139, ha escrito
que en el derecho español la sociedad anónima constituye una forma neutra, aplicable a las exigencias de la
grande, de la pequeña y de la mediana empresa, a diferencia de los que sucede en el derecho alemán en el que la
sociedad por acciones es el tipo específico de la gran empresa. Pero la neutralidad también funciona en otras
formas sociales, así A. ROJO, “La transformación de sociedades anónimas”..., pág. 42, al explicar las razones por
las que la transformación debe abrirse a sociedades de diferente naturaleza --de lucrativas a mutualistas y
viceversa-- destaca que “cuando las formas sociales, despojándose de elementos estructurales de épocas pasadas,
caminan aceleradamente hacia la condición de simples formas neutras de organización, los límites dogmáticos
procedentes de aquellas pierden su justificación”.

196
carácter especial del tipo societario cooperativo. Es decir, si la sociedad cooperativa nació en un
determinado contexto social y económico --de solidaridad y apoyo mutuo entre clases sociales
desfavorecidas-- y con arreglo a unos principios determinados --los principios cooperativos-- solo
la persistencia de ambos datos justifica la especialidad del tipo; de manera que para que el tipo
cooperativo se mantenga, los dos datos sociológicos mencionados deben mantenerse. La propia
especialidad presupone una resistencia al cambio, con base en la regla de que solo si se
conservan los elementos que originaron el tipo especial, se conserva el propio tipo, pero si los
elementos cambian se corre el riesgo de que el tipo societario --en este caso el cooperativo--
desaparezca. En el terreno de los hechos la pregunta que deviene pertinente es la de los efectos
que produce sobre el tipo especial la ampliación del círculo subjetivo de los socios --que los
socios cooperativistas sean sociedades de capital, por ejemplo-- o el abandono de los principios
cooperativos. Con una postura ortodoxa, podría afirmarse que cuando varias sociedades de
capital pretendan organizar la colaboración empresarial entre ellas bajo la fórmula de la sociedad
cooperativa o que cuando no se asuma como ideario de la empresa cooperativa la defensa de
los principios cooperativos, no es apto el tipo societario cooperativo.

Sin embargo, no existe esa reacción en el terreno de la sociedad anónima que también
nació como tipo especial separado de las formas mercantiles tradicionales representadas por la
colectiva y la comanditaria. El origen de la sociedad anónima hay que buscarlo en las compañías
coloniales de los siglos XVII y XVIII, que se constituían en virtud de una decisión del Estado --
octroi-- que la dotaba de un carácter mixto privado-público, de manera que estas compañías
además de reunir a un grupo, más o menos numeroso de socios que aportaban el capital y que
desarrollaban una actividad empresarial, eran titulares de toda una serie de derechos de
soberanía vinculados a la ejecución de las empresas coloniales --p. ej., declarar la guerra514,
construir fortificaciones, equipar las tropas, celebrar tratados con otros Estados, administrar
justicia, …--. Desde estas compañías se produjo una transición hacia una sociedad anónima que
perdiendo su componente público aparece como un instrumento para el ejercicio de actividades
económicas por la iniciativa privada, dejando de ser un tipo especial jurídico-público para
convertirse en un tipo general al lado de la colectiva y la comanditaria, y caracterizada, entre
otras notas, por su aptitud para reunir grandes capitales que financien grandes empresas y por la
responsabilidad limitada a la aportación515.

En esta evolución debe destacarse la idea de que la mutualidad es el elemento que


define a la sociedad cooperativa. Sin mutualidad no hay cooperativa516. Otros datos conectados
históricamente con mayor o menor vigor a la idea de cooperación no son elementos esenciales
de la sociedad cooperativa, y por lo tanto prescindibles. En particular, si la sociedad cooperativa
inicialmente, en el nacimiento del movimiento cooperativo, fue un instrumento económico de
defensa de las clases sociales menos favorecidas, se muestra hoy como un empresario social
caracterizado porque los socios son los destinatarios de la actividad económica que la

514En el lenguaje actual se ha conservado la expresión “patente de corso” para referirse a la campaña que hacían
por el mar los buques mercantes con patente de su gobierno para perseguir a los piratas o a las embarcaciones
enemigas, lo que da idea de la inicial conexión entre comercio y guerra, entre una actividad privada y una potestad
pública.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
515

Derecho español.., pág. 55.

516Esta misma idea ha sido defendida por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…,
pág. 22, quien afirma que no cabe cooperación sin mutualidad, quedando el fenómeno cooperativo sustraído a
aquellas empresas que no promovieran la realización de fines mutualísticos.

197
cooperativa realiza517. La nota característica de la actual sociedad cooperativa es la mutualidad y
no su condición de instrumento de la lucha de clases, de transformación económica o de
asistencia social. Y es que los tipos societarios se van formando de manera evolutiva a lo largo
del tiempo, influidos por los cambios en las estructuras sociales y económicas de las
comunidades políticas518. Los nuevos hechos económicos y sociales deben dar lugar a un nuevo
Derecho, y deben explicar esta evolución. Y en esta tarea, se puede explicar, y debe admitirse,
la transición de la sociedad cooperativa hacia la mutualidad neutral. La mutualidad neutral
consiste en la función de la sociedad cooperativa como instrumento de satisfacción de las
necesidades de los socios, sin atender a la naturaleza o categoría de éstos, y sin atender a fines
distintos del interés social. Esta concepción origina un proceso que puede denominarse
generalización mutualista de la sociedad cooperativa, consistente en extender el círculo de
sujetos cuya promoción económica y social puede lograrse con la fórmula cooperativa,
entendiendo que, con carácter general, los ciudadanos, los empresarios y las administraciones
pueden satisfacer sus necesidades mediante la cooperación; y en restringir los fines de la
empresa mutualista al interés social519.

III. La construcción de la teoría de la mutualidad neutral encuentra un apoyo inesperado


en el sistema de tipos sociales de nuestro Ordenamiento jurídico. En él aparecen las siguientes
sociedades de base mutualista: mutuas de seguros, mutualidades de previsión social,
sociedades de garantía recíproca, agrupaciones de interés económico, sociedades agrarias de
transformación, sociedades laborales y algunas manifestaciones de sociedades profesionales.
Todas ellas presentan la nota común de ser sociedades mutualistas, es decir de tener como fin
económico y social [causa] la satisfacción de necesidades de sus socios. Pero dentro de esta
base mutualista común se distinguen por concurrir en cada una de ellas determinadas
circunstancias que son objeto de tratamiento jurídico especial y que dan lugar a sendos tipos
mutualistas especiales520. Estas circunstancias son (i) la actividad de la sociedad --la que
constituye su objeto social--, que puede consistir en la actividad agraria y ganadera
(generándose las sociedades agrarias de transformación), en la actividad aseguradora (que
explica la existencia de las mutuas de seguros), en la actividad prestacional (origen de las
mutualidades de previsión social), y en la actividad de garantía (que da lugar a las sociedades de
garantía recíproca); y (ii) la actividad de sus socios, que puede tratarse de actividad laboral
(sociedades laborales), de actividad empresarial (agrupaciones de interés económico), y de
actividad profesional (sociedades profesionales).

517En el mismo sentido vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa como sociedad abierta...…, págs. 295
y 296.

518Así lo ha explicado J. GIRÓN TENA, Apuntes de Derecho mercantil, 1º (Sociedades. Parte general), Madrid,
[Universidad Complutense. Facultad de Derecho], 1985, págs. 12 a 29.

519 No es pacífica esta concepción de la sociedad cooperativa. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa.
Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y
R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 84, considera que dentro de las sociedades
mutualistas, las cooperativas se caracterizan porque al elemento de la mutualidad, o participación de los socios en
la actividad económica societaria, se une un componente axiológico o ideológico.

520 Al explicar el sistema de los tipos societarios C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: elementos del contrato de
sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., págs. 522 a 524, considera que la sociedad
cooperativa es un tipo social con autonomía propia --con respecto al resto de tipos sociales-- y que dentro de ella
conviven tipos especiales o subtipos producto de la introducción de especialidades en el tipo básico, refiriéndose a
título de ejemplo ilustrativo, al subtipo de las cooperativas de crédito.

198
Todas estas actividades [de la sociedad o de sus socios] pueden articularse, además de
a través de su tipo mutualista especial, mediante el tipo mutualista general: la sociedad
cooperativa521. Con perspectiva estrictamente societaria --y sin perjuicio del impacto tipológico
que puede producir la normativa de control público de las actividades económicas522--, puede
sostenerse que el seguro puede ser gestionado por un mutua de seguros y por una sociedad
cooperativa de seguros, la comercialización de productos agrarios y ganaderos por una sociedad
agraria de transformación y por una sociedad cooperativa agraria 523, las garantías de las
obligaciones de los socios por una sociedad de garantía recíproca y por una sociedad
cooperativa de servicios, la actividad aseguradora y prestacional por una mutualidad de previsión
social y por una sociedad cooperativa de seguros, la colaboración empresarial por una
agrupación de interés económico y por una sociedad cooperativa de servicios, la actividad
laboral mediante una sociedad laboral o una sociedad cooperativa de trabajo asociado, y la
actividad profesional a través de la sociedad profesional que revista la forma de sociedad
cooperativa de trabajo asociado.

No contradice la idea anterior el hecho de que los fines mutualistas puedan perseguirse
mediante tipos distintos de la sociedad cooperativa, como pueden ser la sociedad anónima y la
sociedad limitada. Esta circunstancia no restringe la generalización mutualista de la cooperativa,
simplemente amplía la funcionalidad de los tipos abstractos mencionados. Lo único rígido es que
no puede haber cooperativa sin mutualidad --y que cualquier fin mutualista puede ser satisfecho
por el tipo cooperativo--, pero sí puede haber mutualidad sin cooperativa --tanto a través de tipos
mutualistas especiales cuanto mediante tipos societarios abstractos524--.

IV. La sociedad cooperativa, por lo tanto, es el tipo social apto para cualquier actividad
mutualista, lo que significa que la actividad cooperativizada puede consistir en cualquier tipo de
actividad mutualista. La relevancia de la actividad cooperativizada en la construcción de la
mutualidad neutral impone el análisis de su naturaleza jurídica.

521 El binomio mutualidad general-mutualidades especiales aparece implícito en autores de primera línea que han
afirmado que las mutuas de seguros son, conceptualmente, sociedades cooperativas específicas del ámbito del
seguro que cuentan con una regulación especial (vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades
cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la Alianza
Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los sociedades de responsabilidad limitada
reguladas en España”…, pág. 69).

522 Este impacto, traducido en la necesidad de adoptar un forma social determinada para el acceso y prestación de
servicios debe ser inexistente por aplicación del artículo 11.1.b) de la Ley 17/2009, de 23 de noviembre, sobre el
libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio, que impide que la normativa reguladora del acceso a una
actividad de servicios o de su ejercicio supedite dicho acceso o ejercicio a “requisitos que obliguen al prestador a
constituirse adoptando una determinada forma jurídica, así como la obligación de constituirse como entidad sin
ánimo de lucro”.

523 La cercanía tipológica para una misma actividad --la de comercialización de productos agrarios-- es tan intensa
entre las cooperativas agrarias y las sociedades agrarias de transformación--, que incluso en alguna sentencia,
ciertamente equivocada, se ha aplicado a una sociedad agraria de transformación la Ley de cooperativas. Se trata
de la SAP Málaga de 2 de abril de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\271872), que aplica la Ley andaluza de sociedades
cooperativas a la baja de un socio de una sociedad agraria de transformación.

524Afirma M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 22, que la idea de
mutualidad es un genus que no se solapa con la idea de cooperación, que se presenta como una concreta
modalidad de aplicación de aquélla, en una relación de especie a género, pudiendo existir mutualidad sin
cooperación cuando las empresas con fines mutualísticos se constituyan bajo una forma distinta a la cooperativa.

199
1.3. La naturaleza jurídica de la actividad cooperativizada y de la actividad
instrumental en la sociedad cooperativa: el objeto y la causa del contrato de sociedad
cooperativa.

I. La actividad cooperativizada consiste en la entrega de bienes o en la prestación de


servicios por el socio a la cooperativa o en el uso o consumo por los socios de los bienes y
servicios suministrados por la cooperativa. A su vez, los bienes y servicios objeto de la
prestación cooperativa, además de como elementos de la actividad cooperativizada, también
deben ser estudiados desde el punto de vista del aprovisionamiento de los mismos por parte de
la sociedad cooperativa de consumo o de su enajenación por la sociedad cooperativa de
producción o de comercialización. Con esta segunda visión del tema, se trata de analizar la
denominada actividad instrumental de la cooperativa, o conjunto de actos que desarrolla la
sociedad cooperativa para obtener los bienes o proveerse de los servicios que ha de entregar o
prestar a sus socios en el seno de la actividad cooperativizada525.

Diferenciar entre actividad cooperativizada y actividad instrumental resulta


pedagógicamente conveniente y jurídicamente necesario para aprehender los elementos del
contrato de sociedad cooperativa. Dejando a un lado el consentimiento526 y la forma527 --quizá
los elementos en los que este contrato de colaboración presenta menos diferencias con el resto

525 La diferencia entre actividad cooperativizada y actividad instrumental se recogía en la derogada Ley General de
Cooperativas de 1987. A la hora de regular su ámbito de aplicación el apartado 1 de la disposición final primera
señalaba que “la presente Ley es de aplicación a todas las sociedades cooperativas con domicilio social en el
territorio del Estado, excepto aquellas cuyas relaciones de carácter cooperativo interno que resulten definitorias del
objeto social cooperativizado, y entendiéndose por tales relaciones las de la cooperativa con sus socios, se lleven a
cabo dentro del territorio de una Comunidad Autónoma que, en uso de su competencia legislativa exclusiva, haya
regulado dichas sociedades, sin perjuicio de que establezcan relaciones jurídicas con terceros o de que realicen
actividades de carácter instrumental o personales accesorias al referido objeto social fuera del territorio de dicha
Comunidad Autónoma” (la cursiva es nuestra).

526La voluntad de constituir una sociedad --es este caso cooperativa-- es uno de los contenidos de la escritura de
constitución común con las sociedades anónimas y limitadas [vid. arts. 22.1.b) TRLSC y 10.1.c) LCEstado --que
coincide con las Leyes autonómicas, salvo el caso andaluz en el que junto a la escritura pública es título válido el
acta de la asamblea constituyente, remitiéndose la Ley al reglamento para regular su contenido (vid. arts.8.2, 9.1 y
119.1 LSCAndalucía--].

Por otra parte, la práctica totalidad de las aportaciones sobre el consentimiento en el contrato de sociedad
elaboradas en el seno de la “parte general” del Derecho de sociedades son trasladables a la sociedad cooperativa.
Así se desprende de la sistemática seguida por C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: elementos del contrato de
sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil... págs. 503 a 505 al exponer la teoría general de
las sociedades mercantiles y referirse en ella a las sociedades cooperativas, que ya anticipó R. URÍA, Derecho
Mercantil…, págs. 165 a 178, en especial en págs. 170 y 171.

527La afinidad entre las formalidades para la constitución de las sociedades cooperativas y las sociedades de capital
--escritura pública e inscripción registral-- ha sido detectada hace ya muchos años por J. GÓMEZ CALERO, “Sobre
la <<mercantilidad>> de las cooperativas”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 137 [1975], págs. 301 a 346, en
págs. 327 a 331, con ocasión del análisis de la Ley General de Cooperativas de 19 de diciembre de 1974.

Se separa de este criterio afín la Ley andaluza de 2011, en la que la constitución de la sociedad cooperativa podrá
ser realizada mediante la inscripción del acta de la asamblea constituyente en el Registro, requiriéndose escritura
pública de constitución solo cuando se aporten bienes inmuebles (arts. 9.1 y 119.1). Esta Ley recoge un viejo testigo
representado por la Ley de cooperativas del País Vasco de 1982, hoy abandonado en esta Comunidad Autónoma,
en cuyo artículo 8.1 se disponía que “la cooperativa quedará constituida y tendrá personalidad jurídica desde el
momento en que se inscriba el acta de constitución de la misma en el Registro de Cooperativas correspondiente. En
el supuesto de que se realicen aportaciones de bienes inmuebles se requerirá el otorgamiento de escritura pública”.

200
de contratos de sociedades (anónimas, limitadas, etc.)--, las dos actividades mencionadas se
ubican en los dos elementos restantes: el objeto y la causa528.

II. El objeto del contrato de sociedad son las “cosas” que los socios se obligan a poner
en el fondo común o los “servicios”, esto es la industria o la actividad, que los socios realizan
para la sociedad. No es objeto del contrato de sociedad el objeto social, o actividades
económicas desarrolladas por la sociedad para la consecución del fin social --explotación de un
restaurante, transporte de personas o de cosas, servicios sanitarios y hospitalarios, venta de
automóviles, academia de inglés, etc.--529. La doctrina más autorizada centra el concepto de
objeto del contrato de sociedad, en general, en las aportaciones prometidas por los socios para
la promoción en común del fin social, explicación que es la que mejor se compadece con la
teoría general del contrato, en la que el objeto del contrato aparece vinculado al objeto de las
obligaciones básicas asumidas por las partes 530.

Aunque las aportaciones de los socios comúnmente son cosas y, por lo tanto, las
obligaciones objeto del contrato de sociedad consisten en dar, el objeto de la obligación de
aportar también puede consistir en hacer, dando lugar a las aportaciones de industria o de
trabajo [o no hacer, como abstenerse de competir531]. En las sociedades de capital --anónimas y
limitadas-- la obligación principal de los socios es la de realizar aportaciones de dinero, bienes o
derechos susceptibles de valoración económica que integran el capital social, sin que sea lícita la
aportación a capital consistente en trabajo o servicios (art. 58.2 TRLSC), posibles, no obstante,
como prestaciones accesorias que no integran el capital social532, obligaciones que junto con la
obligación de aportar capital social nacen del contrato de sociedad533. En las sociedades de

528 El intento de distinguir científicamente entre causa y objeto de la sociedad cooperativa no está exento de
dificultades. Sobre la base de que el fin de la cooperativa no es el lucro, sino el desarrollo de una actividad
empresarial al servicio de sus socios, este fin “constituye al mismo tiempo el objeto y la causa del “contrato de
Cooperativa”. Estas reflexiones se han recogido de un autor de la talla de F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y
F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 71, pág. 179.

529 Aunque crítico con la identificación del objeto del contrato en general con las cosas o con los servicios, L. DÍEZ-
PICAZO, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, vol. I, Madrid [Thomson-Civitas], 6ª ed., 2007, págs.. 229 y
230, considera confusa la doctrina usual que, basándose en los artículos 1666 (“la sociedad debe tener un objeto
lícito) y 1670 (“las sociedades civiles, por el objeto a que se consagren”) ambos del Código Civil, configura como
objeto del contrato de sociedad la finalidad que a través del mismo tratan los asociados de obtener. Afirma el autor
mencionado que esta idea no es congruente puesto que “si objeto del contrato son las “cosas o servicios”, objeto del
contrato de sociedad, para ser lógicos, deberían ser los bienes o cosas que se ponen en el fondo común o la
industria o actividad --servicios-- que los socios realizan”. Y llama como apoyo de esta noción de objeto del contrato
de sociedad al artículo 1678: la sociedad particular tiene únicamente por objeto cosas determinadas, su uso, o sus
frutos, o una empresa señalada, o el ejercicio de una profesión o arte.

530Vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: elementos del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.),
Curso de Derecho mercantil..., págs. 505 y 506.

531 La obligación de no competir debe cumplir con la Ley 15/2007, de 3 de julio, de defensa de la competencia.

532Las prestaciones accesorias, establecidas en los estatutos para todos o algunos de los socios, pueden consistir
en dar hacer o no hacer, y por ello puede ser objeto de ellas el trabajo o los servicios del socio a la sociedad, pero
nunca integran el capital social (art. 86 TRLSC).

533Ya, bajo la vigencia de la Leyes de sociedades anónimas y limitadas de 1951 y de 1953, se ha sostenido que la
obligación de aportar capital no es la única que puede nacer del contrato de sociedad, de él podían [y pueden] nacer
nuevas obligaciones para los socios, y entre ellas la de realizar prestaciones accesorias (vid. A. ROJO, “Génesis y
evolución de las prestaciones accesorias”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 145 [1977], págs. 271 a 307, en
págs. 301 a 307.

201
personas la aportación de los socios, además de capital social, puede consistir en servicios,
siendo lícito que un socio aporte solamente servicios, admitiéndose incluso las sociedades
formadas exclusivamente por socios que solo hubieran aportado o se hubieren obligado a
aportar servicios, en cuyo caso carecerían de capital social (vid. art. 209.8ª RRM).

Por su parte, en el caso de la sociedad cooperativa, el objeto de la obligación de aportar


es necesariamente doble: aportación al capital social y aportaciones que no integran el capital
social534. Cada una de ellas cuenta con reconocimiento legal y régimen jurídico diferenciado535.
Las aportaciones de los socios que constituyen el capital social (art. 45.1 LCEstado) pueden ser
dinerarias o en especie (art. 45.3 LCEstado) --no hay en las cooperativas aportaciones de
servicios al capital social--, y obligatorias (art. 46 LCEstado) o voluntarias (art. 47 LCEstado)536.
Las aportaciones de los socios que no integran el capital social consisten, bien, en cuotas de
ingreso o periódicas o, bien, se refieren a los bienes entregados por los socios para la gestión
cooperativa así como a los pagos para la obtención de los servicios cooperativizados (art. 52
LCEstado), siendo en este segundo bloque de aportaciones no capitalistas donde se ubica la
actividad cooperativizada, de manera que la misma tiene la naturaleza jurídica propia del objeto
del contrato de sociedad cooperativa537.

Al comentar la vigente Ley de sociedades de capital, en la misma línea anterior, se ha destacado que las
prestaciones accesorias tienen carácter estatutario: solo a través de los estatutos y nunca mediante un simple pacto
al margen de los mismos pueden crearse prestaciones accesorias M. J. PEÑAS, “Carácter estatutario (las
prestaciones accesorias) (art. 86)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid
[Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 735 a 741, en pág. 737.

534Las aportaciones --al capital o no-- de los socios, como objeto --elemento esencial del contrato-- están sometidas
a los requisitos de los artículos 1271 a 1273 del Código civil, y deben beneficiarse de todo el trabajo que ha
realizado la jurisprudencia y la doctrina en la aplicación y en el estudio de tales normas jurídicas. Esta tendencia a
aplicar al Derecho de sociedades cooperativas soluciones adoptadas y muy trabajadas en otros sectores del
ordenamiento jurídico para aprovechar el stock doctrinal y jurisprudencial existente es apreciada en J. M. SUSO
VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de
cooperativas de Euskadi de 1993”..., pág. 2525, concretamente respecto a la impugnación de los acuerdos de las
asambleas generales de las cooperativas, y también en M. J. SENENT VIDAL, “El concepto de interés social en la
cooperativa”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 244 [2002], págs. 705 a 722, en pág. 708.

535 Por su carácter pedagógico puede traerse a colación la SAP Burgos de 6 de noviembre de 2009 [Civil] (Ar AC
2010\609) que apropósito de las obligaciones de aportar de los socios declara que “la resolución de los presentes
autos exige dar alguna explicación sobre el régimen económico de las cooperativas y las distintas formas en la que
los socios vienen obligados a contribuir económicamente a su funcionamiento. Las aportaciones de los socios
pueden ser aportaciones al capital social, o entregas de dinero o bienes que sin formar parte del capital social se
destinan a la financiación de la cooperativa para que esta pueda cumplir el fin para el que se creó. Las primeras
suelen venir reguladas en los estatutos, determinan la adquisición de la condición de socio, limitan su
responsabilidad, integran el capital social y constituyen un fondo que es repartible cuando el socio se da de baja.
Las segundas son coyunturales, vienen exigidas por la necesidad de financiación que la cooperativa tenga en cada
momento, y al no estar normalmente previstas en los Estatutos necesitan del acuerdo de la Asamblea para ser
exigibles. A estas últimas se refiere el artículo 52.2 de la Ley Nacional de Cooperativas cuando dice que los bienes
de cualquier tipo entregados por los socios para la gestión cooperativa y, en general, los pagos para la obtención de
los servicios cooperativizados, no integran el capital social y están sujetos a las condiciones fijadas y contratadas
con la sociedad cooperativa”.

536Solo a estas aportaciones capitalistas se refiere la generalidad de la doctrina al tratar del objeto del contrato de
sociedad cooperativa (vid., por ejemplo, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…,
pág. 110).

537No debe identificarse la actividad cooperativizada con el objeto social: la primera tiene por contenido las
prestaciones no capitalistas del socio y forma parte del objeto del contrato, mientras que, como se explicará más
abajo, el objeto social consiste en las actividades instrumentales de la cooperativa y en las operaciones con

202
Como se ha defendido antes, el objeto del contrato se construye en torno a la idea de
obligación, de manera que es objeto la obligación de los socios de aportar, y en concreto es
objeto del contrato de sociedad cooperativa la obligación del socio de realizar, entre otras, las
aportaciones no capitalistas que constituyen la actividad cooperativizada 538. Esta naturaleza
jurídica no se desdibuja por el hecho de que la realización de actividad cooperativizada también
sea un derecho del socio. La configuración de la actividad cooperativizada desde esta
perspectiva no obedece simplemente a la consideración del derecho de todo deudor a cumplir
con su obligación (vid. art. 1176 Código Civil)539 --en nuestro caso del derecho del cooperativista

terceros, y forma parte de la causa del contrato de sociedad cooperativa. Las propias Leyes ofrecen pistas para
despertar en el intérprete la necesidad de diferenciarlas: la Ley estatal de cooperativas, por ejemplo, al regular las
causas de disolución distingue, como causas independientes, la paralización de la actividad cooperativizada durante
dos años, de aquella otra consistente en la imposibilidad de cumplir el objeto social [letras c) y e) del artículo 70.1
LCEstado].

Es frecuente que la doctrina conecte el objeto social y la actividad cooperativizada, así M. PANIAGUA ZURERA, La
sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 131, donde limita el objeto
social al ámbito territorial de actuación de la cooperativa, págs. 134 y 135, donde identifica el objeto social con la
actividad cooperativizada que para clase de sociedad cooperativa prevé la Ley, y también pág. 149, donde señala
que el criterio para la clasificación de las cooperativas es el objeto social --cuando en puridad es la actividad
cooperativizada--. O también F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 12,
págs. 269 y 279, que afirma que en la cooperativa el desarrollo del objeto social consiste en la prestación de los
servicios o actividad cooperativizada. Y de la misma forma M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, págs. 53 y 54, identifican la actividad cooperativizada con el objeto social.

Otro sector con una posición intermedia, entiende que en las cooperativas de producción --p. ej, en las de trabajo
asociado, la actividad cooperativizada --trabajar-- y el objeto social --desarrollo de una actividad empresarial en el
mercado-- no coinciden (vid. E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la
Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 426).

538 Son numerosas las sentencias que fundamentan su fallo en la existencia de una obligación del socio de realizar
las prestaciones derivadas de la actividad cooperativizada.

Algunas resuelven cuestiones singulares con base en la precitada obligación. Por ejemplo, la S.T.S., Sala 1ª de 6 de
octubre de 1994 [Civil] (Ar. RJ1994\7462) resuelve el conflicto de obligaciones en que se encuentra un socio que,
además de la obligación de entregar la cosecha en la cooperativa, tiene la de cumplir con un contrato de aparcería
sobre su explotación agraria, de forma que si cumple con el aparcero está incumpliendo con la cooperativa. Dice al
respecto la sentencia que el socio “había desviado algunos productos procedentes de cultivos, si bien éstos eran los
de su medianero o aparcero, olvidando con ello que el cooperativista debe participar en las actividades que
constituyen el objeto social de la Cooperativa, aportando la totalidad de sus productos agrícolas obtenidos en sus
explotaciones agrarias además de no haber acreditado, como a ello estaba obligado, que tenía suscrito contrato de
medianería o aparcería y los condicionantes de dicho contrato que difícilmente podía prever una división material de
los productos agrícolas obtenidos, cuando lo normal en este tipo de contratos es la liquidación y ajuste de cuentas
luego de la venta por el aparcero o medianero de la totalidad del producto”. Y concluye la sentencia que “el actor
desvió una parte de sus productos, no entregándolos a la Cooperativa Agraria demandada, lo que le hizo incurrir en
una falta de lealtad prevista en los Estatutos y sancionada con expulsión de la repetida Cooperativa”. También sobre
un contrato de medianería, que no resultó probado, y la obligación de entregar la cosecha se ha pronunciado en
similares términos a los anteriores la S.T.S., Sala 1ª de 9 de mayo de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\3892).

La doctrina también se ha ocupado del fundamento mutualista de la obligación del socio de realizar actividad
cooperativizada. Puede consultarse al respecto, con abundante cita italiana, a M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 185 a 191.

539La ley protege el interés del deudor en la relación obligatoria, concediéndole, entre otros, el derecho de liberarse
de la obligación, a través de la figura del ofrecimiento del pago seguido de la consignación. Así lo considera L. DÍEZ-
PICAZO, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, vol. I..., pág. 648.

203
a cumplir con las obligaciones de su actividad cooperativizada--, sino a la existencia de un
derecho del socio --de naturaleza y origen legal, y no contractual-- a solicitar o a exigir a la
sociedad cooperativa que reciba o que le entregue las prestaciones de su actividad
cooperativizada como socio540. La existencia de este derecho del socio, como se ha dicho, no
altera la ubicación de la actividad cooperativizada, desde el punto de vista de su naturaleza
jurídica, en el terreno del objeto del contrato, como no se altera esta misma calificación para las
obligaciones de aportar capital social en las sociedades anónimas y limitadas, por el hecho de
que a los socios de las mismas se les reconozca el derecho a realizar nuevas aportaciones al
capital a través de la suscripción preferente [arts. 93.b) y 304 TRLSC].

Hay que resaltar que esta parte del objeto del contrato de sociedad cooperativa --las
prestaciones de los socios que no integran el capital social y que dan lugar a la actividad
cooperativizada-- está regulada en la Ley de forma incompleta, haciendo solo referencia a los
“bienes” que los socios entregan para la gestión cooperativa, pero no a los “servicios” que los
socios prestan a la cooperativa, ni a la contraprestación, generalmente en “dinero”, que éstos
reciben de la sociedad a cambio de los bienes entregados o servicios prestados prevista como
gasto para la determinación del resultado [vid. art. 57.2.a) LCEstado]. También falta la mención a
los “bienes” que los socios reciben de la cooperativa y al precio que pagan por ellos, dado que
solo se recogen en la Ley los “servicios” cooperativizados y los pagos de éstos. Con una visión
global, en la sociedad cooperativa de consumo el objeto del contrato de sociedad en la parte que
se refiere a las aportaciones de los socios que no integran el capital social sino la actividad
cooperativizada, vendría constituido por los “bienes” y/o los “servicios” que la cooperativa
entrega o presta a los socios y por el “dinero” que éstos pagan a aquélla a cambio; mientras que
en la sociedad cooperativa de comercialización y en la de producción, tal objeto consistiría en los
“bienes” y/o en los “servicios” que el socio entrega o presta a la cooperativa y en el “dinero” que
ésta paga a aquéllos a cambio.

III. La causa del contrato de sociedad cooperativa es la satisfacción de las necesidades


de sus socios541. Esta causa --como sucede con la causa lucrativa de las sociedades de

540 La existencia del derecho del socio a realizar actividad cooperativizada tiene reconocimiento legal, así en el
ámbito estatal el artículo 16.2.c) reconoce al socio el derecho a “participar en todas las actividades de la
cooperativa, sin discriminaciones”, por lo que no admite cuestionamiento. Ahora bien, lo que sí debate la doctrina es
si este derecho atribuye al socio la facultad de exigir de la cooperativa las prestaciones cooperativizadas o
simplemente la de solicitarlas, correspondiendo a los órganos sociales la decisión de si se satisfacen o no. Una
solución con alta dosis de practicidad es la adoptada por C. VARGAS VASSEROT, La Actividad Cooperativizada y
las Relaciones de la Cooperativa con sus Socios y Terceros, Navarra [Aranzadi], 2000, págs. 95 a 97, que admite la
existencia del derecho del socio a participar en la actividad cooperativizada --porque está reconocido por la Ley--,
pero si bien como un derecho cuyo ejercicio no es solo individual sino sometido al poder de disposición de la
mayoría que puede adoptar acuerdos para configurar su contenido. La idea de que la gestión del servicio --elemento
que integra la noción de mutualidad-- implica necesariamente un derecho del socio a la prestación mutualística,
derecho que da preferencia al socio sobre los terceros en la posibilidad de beneficiarse de la actividad económica
desarrollada por la cooperativa, es defendida y explicada por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y
empresas cooperativas…, págs. 180 a 191.

541Las resoluciones de los tribunales españoles construyen la causa del contrato de sociedad cooperativa sobre el
concepto de mutualidad. A título de ejemplo, y respecto a las sociedades cooperativas de trabajo asociado, que
satisfacen la necesidad de trabajo del socio proporcionándoles un empleo, la S.T.S.J. de Cantabria, Sala de lo
Social, de 31 de marzo de 2009 (Ar. AS 2009\1091), declara que “desde el punto de vista de la normativa reguladora
de la persona jurídica social, a la que pertenecen, la prestación de servicios de los socios trabajadores, constituye
una forma de participación en la actividad común, o de la cooperativa a la que pertenece y de la que es titular, por lo
que tiene una causa asociativa”. Destaca la satisfacción de la necesidad de habitación que satisface la sociedad
cooperativa de viviendas la S.T.S., Sala 1ª de 24 de febrero de 1992 [Civil] (Ar. RJ 1992\1513). Y para las
sociedades cooperativas agrarias es ilustrativa la S.T.S., Sala 1ª de 28 de mayo de 2002 [Civil] (Ar. RJ 2002\7348).

204
capital542-- reviste mayor complejidad que la causa sinalagmática propia de los contratos de
cambio, en el sentido de que existe un fin común último o abstracto, que en la sociedad
cooperativa --a diferencia de las sociedades de capital en las que el fin último es el ánimo de
lucro-- consistiría en la mutualidad, o satisfacción de las necesidades de los socios --con
independencia de que puedan cumplir fines adicionales543--; y, a su lado, un fin común próximo o

Ha sido una constante doctrinal defender la ausencia de ánimo en la cooperativa: los términos mutualidad y fin de
lucro son inconciliables; aunque el debate está perdiendo interés porque, como consecuencia del nuevo concepto
de empresario, que si bien exige la realización de forma estable, continuada y profesional de una actividad
económica, no requiere que se haga con ánimo de lucro, sino con rentabilidad y economicidad (vid. M. L.
LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág.36 a 38).

Otro sector doctrinal sostiene que el carácter mutualista de la sociedad cooperativa no origina una nueva causa
societaria distinta de la causa lucrativa general de las sociedades. Nuestro Derecho positivo establece que el
contrato de sociedad tiene causa lucrativa, y las sociedades mutualistas --dentro de ellas las cooperativas--
participan de la general causa societaria lucrativa. En las sociedades cooperativas se aprecia lucro objetivo, lucro
subjetivo e incluso beneficios procedentes del establecimiento de relaciones con no socios o terceros para
desarrollar actividad económica con los socios. A la común causa societatis, de contenido lucrativo, delimitada por el
Derecho de sociedades español, las cooperativas adicionan un elemento valorativo y teleológico derivado de los
principios cooperativos (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros
y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado
de Derecho mercantil…, págs. 84 y 85, 88 a 94 y 115 a 116).

Hay sentencias, como la SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), en las se califica a las
sociedades cooperativas como entidades sin ánimo de lucro.

542A. ROJO, “La constitución de las sociedades (art. 19)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital…, pág. 314, sostiene que en el Derecho español vigente la causa del contrato de sociedad
es la obtención de ganancias repartibles entre los socios, de manera que las sociedades se constituyen para
desarrollar una actividad económica con terceros con el fin de obtener ganancias (lucro objetivo) destinadas a ser
repartidas entre los socios (lucro subjetivo).

543 Junto a la causa remota típica de la sociedad cooperativa --la mutualidad--, deben colocarse algunas otras
finalidades adicionales a las mutualistas que las Leyes anudan a determinadas clases de cooperativas.

En particular, el estudio de la causa del contrato de sociedad cooperativa presenta una destacada singularidad en el
caso de la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios. En ella el fin último es la satisfacción de las
necesidades de sus socios o mutualidad, como en cualquier otra clase de sociedad cooperativa, singularizándose
este fin porque aquéllas son necesidades de consumo. Pero además, en esta clase de cooperativas dentro del fin
último hay un segundo subelemento: la defensa de los consumidores y usuarios. Efectivamente el artículo 88
LCEstado señala que “son cooperativas de consumidores y usuarios aquéllas que tienen por objeto el suministro de
bienes y servicios…para uso o consumo de los socios y de quienes con ellos conviven, así como la educación,
formación y defensa de los derechos de sus socios en particular y de los consumidores y usuarios en general”.

Esta es una previsión novedosa con respecto a la legislación cooperativa anterior, pero cuyo resultado práctico
podía alcanzarse por otras vías. Concretamente podía lograrse por la aplicación de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios de 1984 --vigente en el momento de la publicación de la Ley de cooperativa estatal
de 1999-- a cuyo amparo las sociedades cooperativas de consumidores y usuarios tenían la consideración de
asociaciones de consumidores y usuarios con la función de defensa de los intereses del grupo mencionado. Pero
también puede obtenerse este resultado con el actual Texto Refundido de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de
noviembre. Este texto legal considera asociaciones de consumidores y usuarios a “las entidades constituidas por
consumidores con arreglo a la legislación de cooperativas, que respeten los requisitos básicos exigidos en esta
Norma y entre cuyos fines figure, necesariamente, la educación y formación de sus socios, y estén obligadas a
constituir un fondo con tal objeto, según su legislación específica” (art. 23.1.II). Las tres condiciones señaladas en
esta norma jurídica se cumplen por todas las cooperativas de consumidores y usuarios dado (i) que son entidades
constituidas por consumidores con arreglo a la legislación cooperativa, (ii) que respetan a priori y salvo
incumplimientos ulteriores --que también pueden cometer las asociaciones de consumidores puras o no

205
cooperativas--, los requisitos básicos de la Norma, es decir los contenidos en la legislación básica que el Texto
Refundido prevé respecto a las asociaciones de consumidores con forma cooperativa [independencia frente a los
operadores del mercado y los poderes públicos y no incurrir en prohibiciones previstas por la legislación que resulte
de aplicación (arts. 23.3 y 26 del Texto Refundido en relación con el apartado 2 de la disposición adicional primera
del Real Decreto Legislativo --el resto de normas básicas no contienen requisitos, bien porque son otro tipo de
previsiones normativas como la de los artículos 23.1 y 24, o porque son preceptos no aplicables a las cooperativas,
como la prohibición del artículo 25--]; y (iii) que cuentan con una reserva obligatoria, denominada fondo de
educación y promoción [al que las cooperativas estatales destinarán necesariamente las sanciones económicas que
imponga la cooperativa a sus socios así como el 5 por 100 de los excedentes cooperativos --voluntariamente puede
haber mayor dotación con cargo a excedentes y beneficios-- y cuyas dotaciones deben figurar en el pasivo del
balance con separación de otras partidas] entre cuyos fines figura la formación y educación de sus socios y
trabajadores en los principios y valores cooperativos, o en materias específicas de su actividad societaria o laboral y
demás actividades cooperativas (vid. art. 56 LCEstado). Por lo tanto, todas las sociedades cooperativas de
consumidores y usuarios tendrán ex lege la consideración de asociaciones de consumidores y usuarios (sobre la
inscripción de las sociedades cooperativas de consumidores y usuarios en el Registro de Asociaciones de
Consumidores y Usuarios vid. A. ACEDO PENCO, Nociones de Derecho de consumo. Aproximación jurídica a la
protección de los consumidores en Extremadura, Badajoz [Universidad de Extremadura], 2003, pág. 305).

El nuevo papel de la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios determina la atribución a la misma de la


función constitucional de defensa del grupo de los consumidores que va más allá de su carácter mutualista, de
forma que se erigen en organizaciones tuitivas de intereses colectivos, generales o difusos de los consumidores que
se colocan al lado del interés social, o interés de la propia sociedad cooperativa y de sus socios. Difícilmente
surgirán conflictos entre ambos tipos de intereses dada la complementariedad entre ambos --el interés de los
consumidores y usuarios en general será el mismo o complementario que el de los socios consumidores de la
cooperativa--, y el distinto campo jurídico el que se desenvuelven --aquel interés en relación con el consumo en
general o bien en relación con determinados productos o servicios (vid. art. 23.1.I TRLGDCU) que afecten o pueden
afectar a cualquier consumidor o usuario; y éste segundo interés en relación con el suministro concreto de bienes y
servicios a los consumidores o usuarios socios--.

Ahora bien, es indudable que con esta manera de proceder se genera un ente mixto en el que deben cohonestarse
dos personalidades contrapuestas, por utilizar un símil extraído de la psicología: la condición de empresario que
tiene toda sociedad cooperativa y la condición de organización de defensa de los consumidores, lo que coloca a la
sociedad cooperativa de consumidores y usuarios en la difícil tesitura de actuar como empresario y defender a los
consumidores que son precisamente las personas que contratan con los empresarios. Esta ambivalencia debe
resolverse con un criterio subjetivo: (i) en relación con sus socios la cooperativa de consumidores y usuarios actúa
como empresario mutualista entregando bienes o prestando servicios para el consumo de aquéllos, y, a la vez,
actúa como asociación de consumidores defiendo en las relaciones jurídicas internas de consumo cooperativo los
intereses de sus socios; y (ii) en relación con los terceros su actuación como asociación de desplegará en el terreno
más difuso del consumo en general o de los consumidores o usuarios sin consideración a su individualidad y en
defensa de los intereses colectivos. Pero lo verdaderamente interesante es que, para con sus socios, la cooperativa
es, además de suministradora de bienes o prestadora de servicios, defensora de sus intereses como consumidores,
circunstancia que hay que tener en cuenta para construir el interés social o interés de la sociedad cooperativa.

Una prueba del doble papel de esta clase de cooperativa se obtiene del estudio de la tramitación parlamentaria de la
vigente Ley de Cooperativas de 1999. El artículo 88.1 del Proyecto de Ley al regular la faceta de la cooperativa de
consumidores y usuarios como asociación se fijaba únicamente en la “defensa, información y promoción generales
de los derechos de los consumidores y usuarios”, opción legislativa que crea en el seno de la sociedad cooperativa
de consumidores y usuarios una asociación pura de defensa de los consumidores en general o como colectivo
indeterminado de sujetos ajustada al esquema de fines de estas asociaciones previsto en el artículo 23.1.I del
TRLGDCU --entonces en el art. 20.1 LGDCU de 1984--. Como consecuencia de los trabajos parlamentarios llevados
a cabo en el Senado --mediante la enmienda de modificación núm. 65, formulada por el Grupo Parlamentario
Socialista [vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Senado, VI legislatura, serie II: proyectos de Ley, 22 de abril
de 1999, núm. 136 (c), pág. 76]--, el texto del mencionado artículo 88.1 pasó a tener la redacción que finalmente fue
la aprobada por las Cortes Generales, en la que se introdujeron las siguientes modificaciones señaladas en cursiva:
las cooperativas de consumidores y usuarios “tienen por objeto… la educación, formación y defensa de los derechos
de sus socios en particular y de los consumidores y usuarios en general”. Resalta la introducción de los derechos de
los socios en particular como objeto de educación, formación y defensa por la sociedad cooperativa de
consumidores y usuarios. Los nuevos objetivos de “educación y formación” eran datos innecesarios, puesto que la
educación y formación de los socios son fines comunes de todas las cooperativas, que incluso cuentan con una

206
concreto, que es el objeto social, o actividades económicas que la sociedad va a desarrollar para
la consecución del fin último (comercialización de productos agrarios, transporte de personas o
cosas, construcción de viviendas, explotación de un taller mecánico, etc.)544.

reserva contable de carácter obligatoria para ello --el fondo de educación y promoción--, y no solo de las de
consumidores y usuarios. Ahora bien, la “defensa” de los socios en tanto que consumidores atribuye al método
cooperativo un papel tuitivo que amplía los efectos del régimen de la actividad cooperativizada.

La modificación del texto gubernamental por el Senado coloca al estudioso en la tesitura de buscar alguna
consecuencia jurídica a la nueva redacción. No puede considerarse como novedad la atribución a la cooperativa de
la condición de asociación de consumidores en general, porque los requisitos legales para la consideración de la
cooperativa como asociación de consumidores ya los cumple la cooperativa por ser cooperativa (recordemos:
constitución con arreglo a la legislación cooperativa, respeto a priori de los requisitos básicos y perseguir la
educación y formación de sus socios). Sí las hay en la concepción de la cooperativa como asociación de
consumidores para con sus socios: si la redacción gubernamental del Proyecto de Ley simplemente acercaba la
cooperativa a la asociación de consumidores al atribuirla los fines de defensa general de los derechos de los
consumidores y usuarios, el texto parlamentario desplaza este segundo fin de alcance general y lo coloca detrás del
fin de defensa de los socios, de alcance concreto --de hecho la justificación de la enmienda consiste únicamente en
“proteger específicamente los derechos de los socios” [vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Senado, VI
legislatura, serie II: proyectos de Ley, 22 de abril de 1999, núm. 136 (c), pág. 76]--. El texto del artículo 88 LCEstado
resultante de la tramitación en las Cortes Generales completa para la sociedad cooperativa de consumidores y
usuarios el diseño que de la asociación de consumidores tiene el artículo 23.1.I TRLGDCU basado en la defensa de
los consumidores en general o en relación con productos y servicios determinados, al atribuirla la defensa de un
colectivo de consumidores determinados e individualizados.

Una primera aplicación de la función de la cooperativa de consumidores y usuarios como asociación de defensa de
sus socios se obtiene en el terreno interno de las relaciones cooperativizadas: si la regulación de la actividad
cooperativizada es aprobada por los propios socios, en abstracto los socios resultan defendidos y protegidos por
esta regulación. Y pronunciamientos como los contenidos en la S.T.S., Sala 1ª, de 9 de mayo de 2013 [Civil] (Ar RJ
2013\3088, podría tener frente a los socios usuarios de las cooperativas de crédito un alcance matizable.

Esta sentencia anula las denominadas “cláusulas suelo” contenidas en préstamos concedidos por bancos y
entidades financieras a consumidores, garantizados por hipoteca, en los que los intereses variables se fijan,
básicamente, mediante la adición de dos sumandos: el tipo o índice de referencia --que es un tipo de interés, oficial
o no, que fluctúa en el tiempo (el más frecuente el EURIBOR a un año)--; y el diferencial o porcentaje fijo que se
adiciona al tipo de referencia. Y en ellos, para limitar los efectos de las eventuales oscilaciones del interés de
referencia, se estipulan limitaciones al alza --las denominadas cláusulas techo-- y a la baja --las llamadas cláusulas
suelo--, que operan como topes máximo y mínimo de los intereses a pagar por el prestatario. La condición de
asociación de consumidores que tiene la cooperativa de crédito --la actividad cooperativizada consiste en el
consumo de servicios financieros-- y la participación directa o indirecta de los socios en la fijación de las condiciones
de la actividad cooperativizada --en este caso de los préstamos-- a través de acuerdos de la asamblea general y del
consejo rector presupone que haya sido tenido en cuenta el interés de los socios y su defensa.

Al respecto, debe tenerse en cuenta que la Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre Condiciones Generales de la
Contratación --que es la aplicada por el Tribunal Supremo en la sentencia comentada-- no se aplica a los contratos
de constitución de sociedades (art. 4). En esta exclusión debe entenderse comprendida la incorporación de un socio
a una cooperativa de crédito, dado que se trata de la creación de un vinculo societario entre una cooperativa
existente y un nuevo socio, vínculo del que nace una relación que se rige por el contrato de sociedad cooperativa: al
contrato de sociedad cooperativa se incorpora una nueva parte. Y, por consecuencia de lo anterior, también deben
entenderse excluido de la Ley de Condiciones generales de la Contratación los actos de aplicación del contrato de
sociedad cooperativa. Así, si las condiciones generales de los préstamos fuesen aprobadas con carácter general por
los órganos sociales de la cooperativa para regular aquella actividad cooperativizada de carácter financiero
consistente en el otorgamiento de préstamos, se trataría de un contenido del contrato de sociedad cooperativa
excluido de la Ley de Condiciones Generales de la Contratación.

A lo anterior debe añadirse que, los resultados positivos que obtenga la Cooperativa de Crédito con las operaciones
de préstamo que realice con sus socios revierten en el propio socio.

544Sobre la causa del contrato de sociedad y sobre sus dos subelementos o fines vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad
en general: elementos del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., págs.

207
La actividad instrumental pertenece a la causa del contrato de sociedad cooperativa,
como fin próximo del mismo, al constituir el objeto social de la cooperativa545. Además de las
actividades instrumentales, también forman parte del objeto social el conjunto de actividades
económicas que la cooperativa realice con terceros no socios; respecto de éstas la cooperativa
funciona como una sociedad no mutualista, y es en el objeto social donde --como en las
sociedades lucrativas-- se deben colocar jurídicamente las actividades económicas a las que se
dedica la sociedad. Debe tenerse en cuenta que existen sociedades cooperativas en las resulta
difícil identificar diferenciadamente su actividad instrumental, como sucede en las sociedades
cooperativas de crédito, en las que las operaciones pasivas permiten las realización de las
activas y ambas si se realizan con socios son objeto del contrato y no causa546.

En la cooperativa de consumo la causa se disocia en la satisfacción de las necesidades


de consumo de bienes o de servicios de los socios --fin último-- y en las actividades económicas
que desarrolla para abastecerse de bienes y servicios547 para sus socios, denominada actividad

510 a 516; y J. MOYA, “Estatutos sociales (art. 23)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 353 a 364, en pág. 357.

F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 12, págs. 269 y 270, recoge la distinción
anterior, aunque con una terminología diferente: la cooperativa desarrolla unas actividades empresariales, que
constituyen su objeto social que sirven de medio al fin social que es la causa del contrato de cooperativa y que
consisten en la satisfacción de las necesidades de los socios; si bien se separa del planteamiento aquí defendido
porque ubica la actividad cooperativizada en el objeto social, esto es contenido de la causa del contrato, cuando
deberían ser obligaciones de los socios, esto es contenido del objeto del contrato.

545En contra M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 54 y 110 a 112, para
quienes la actividad cooperativizada es el objeto social, y la actividad instrumental la que posibilita el desarrollo del
objeto social.

546Algo parecido sucede en las sociedades de garantía recíproca, donde las actividades mutualistas agotan
prácticamente la totalidad de las actividades económicas de la sociedad.

547 La actividad instrumental en la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios puede desarrollarse


comercialmente o industrialmente. En el primer caso, los bienes y los servicios que se entregan o prestan a los
socios son adquiridos por la cooperativa a terceros. En el segundo, son producidos directamente por la cooperativa.
La primera alternativa de actividad instrumental es la más frecuente. Esta doble posibilidad ya se contenía en el
Reglamento de cooperativas de 1978 para la forma de cooperativa de consumo “de suministro de artículos de
consumo, uso, incluso escolar, vestido, mobiliario y demás elementos propios del ajuar o del hogar y de la economía
doméstica”, que podían ser “producidos por la propia cooperativa o adquiridos a terceros” [art. 115.2.a) del
Reglamento de 1978], y se mantuvo en la Ley General de Cooperativas de 1987 (vid. art. 127.1). La doble
posibilidad también se recoge en la actual LCEstado de manera que los bienes y servicios que las sociedades
cooperativas de consumidores y usuarios entrega o presta pueden ser “adquiridos a terceros o producidos por sí
mismas” (art. 88.1). Sin embargo, no era éste el tenor del Proyecto de Ley que el Gobierno remitió a las Cortes
Generales: el artículo 88.1 del Proyecto gubernamental no contemplaba expresamente la doble alternativa comercial
e industrial de la actividad instrumental de la cooperativa de consumidores y usuarios (vid. Boletín Oficial de las
Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 27 de julio de 1998, núm.
125-1) --aunque, ciertamente, tampoco la prohibía--, incluyéndose la misma en la tramitación parlamentaria seguida
en el Congreso de los Diputados mediante la enmienda de modificación núm. 255, formulada por el Grupo
Parlamentario Vasco (EAJ-PNV) (vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI
legislatura, serie A: proyectos de Ley, 17 de noviembre de 1998, núm. 125-7, pág. 128). La motivación de la
enmienda consistió en “adecuar el objeto de esta clase de cooperativas a la realidad económica y evitar posibles
interpretaciones restrictivas”.

208
instrumental548 --fin próximo u objeto social--; de igual forma, en una sociedad cooperativa de
comercialización se diferencia entre la satisfacción de la necesidad de los socios de
comercializar los productos de sus explotaciones --fin último de la cooperativa-- y el objeto social
--o actividad instrumental-- que vendría dado por la enajenación de los productos entregados por
los socios; y en una sociedad cooperativa de producción --de trabajo asociado-- que explote un
taller mecánico el fin último es la satisfacción de la necesidad de trabajar de los socios mientras
que el objeto social consistiría en las actividades propias de la mecánica del automóvil que se
prestarían a los clientes del taller.

La diferencia entre actividad cooperativizada y actividad instrumental cumple, además,


una función de primer orden al clarificar el punto de conexión que dilucida la Ley de cooperativas
aplicable en un sistema jurídico en el que junto a la Ley estatal conviven Leyes autonómicas. Las
actividades instrumentales de la sociedad cooperativa [y también las actividades derivadas de
las operaciones con terceros], es decir su objeto social, no pueden tomarse como referente para
delimitar el ámbito territorial de la cooperativa y de esta manera determinar la legislación
cooperativa aplicable. La Ley de cooperativas que resulte de aplicación vendrá dada por el
ámbito territorial en que se desarrolla la actividad cooperativizada --actualmente, por la actividad
cooperativizada principal--, lo que tiene que ver con el objeto del contrato de sociedad
cooperativa. En cambio el objeto social, que pertenece a la causa del contrato, podrá
desarrollarse en cualquier lugar del territorio nacional o internacional549.

Debe advertirse que el fin último de la cooperativa --mutualidad-- no es equivalente, es


términos dogmáticos, a la actividad cooperativizada: una cosa es la satisfacción de las
necesidades económicas de los socios que constituye el fin económico, social y jurídico del
contrato de sociedad cooperativa --causa del contrato-- y otra los bienes, los servicios y el
dineros que circulan para satisfacer esta necesidad --objeto del contrato--.

1.4. El régimen jurídico de la actividad cooperativizada: su impacto en la


participación orgánica.

I. Una de las cuestiones que tradicionalmente se ha planteado la doctrina al estudiar la


actividad cooperativizada es la de su régimen jurídico, es decir, la determinación de la regulación
que debe aplicarse a las entregas de bienes o prestaciones de servicios que realizan los socios o
la sociedad cooperativa y a los pagos que verifican unos u otra, o si se quiere, a las relaciones
jurídicas que surgen entre los socios y la sociedad cooperativa con ocasión del desarrollo de la
actividad cooperativizada. Como puede observarse, no se trata de una cuestión estrictamente
teórica, sino de un indudable alcance práctico: esta tarea tiene como finalidad precisar cuáles
son las normas jurídicas que regulan la creación y extinción de las relaciones entre el socio y la

548En contra N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 127, pág. 664, para quién el
aprovisionamiento de bienes y servicios por parte de la cooperativa de consumidores y usuarios, ya sea mediante
producción externa o suministros externos, constituyen actividades instrumentales, pero no integran el objeto social
de la cooperativa. Aunque no explica las razones de esta opinión.

549 Estas cuestiones aparecen correctamente resueltas en el artículo 3 LSCAndalucía que, bajo la rúbrica ámbito de
aplicación, establece que “la presente ley será de aplicación a aquellas sociedades cooperativas que desarrollen
principalmente su actividad societaria en Andalucía” y que “las sociedades cooperativas andaluzas, con arreglo a lo
establecido en esta ley, podrán entablar relaciones con terceros y realizar actividades de carácter instrumental fuera
del territorio andaluz”.

209
sociedad cooperativa y cuáles se aplican para tutelar y proteger la posición jurídica del socio y de
la sociedad.

El punto de partida deben ser las normas que al respecto se encuentran en nuestro
Derecho. Tales normas, circunscribiendo el análisis al Derecho estatal --porque para el objetivo
que aquí interesa es suficiente, a saber: la conexión ente la mutualidad y el poder societario--
son tres: el artículo 52.3, el artículo 57.2.a) y la disposición adicional quinta, apartado 2, de la Ley
estatal de cooperativas de 1999. El primero dispone que “los bienes de cualquier tipo entregados
por los socios para la gestión cooperativa y, en general, los pagos para la obtención de los
servicios cooperativizados, no integran el capital social y están sujetos a las condiciones fijadas y
contratadas con la sociedad cooperativa”. El segundo considera como gasto para la
determinación de los resultados del ejercicio económico “el importe de los bienes entregados por
los socios para la gestión cooperativa, en valoración no superior a los precios reales de
liquidación, y el importe de los anticipos societarios a los socios trabajadores o de trabajo,
imputándolos en el período en que se produzca la prestación de trabajo”. Y la tercera señala que
“las entregas de bienes y prestaciones de servicios proporcionadas por las sociedades
cooperativas a sus socios, ya sean producidos por ellas o adquiridos a terceros para el
cumplimiento de sus fines sociales, no tendrán la consideración de ventas”550.

La interpretación de tales normas se ha abordado por la doctrina científica desde dos


vertientes: una, que considera que la actividad cooperativizada se desenvuelve mediante la
celebración de contratos específicos entre el socio y la cooperativa; y, otra, que califica a la
relación cooperativa como societaria551. Incluso hay una tercera, mixta: en las sociedades
cooperativas de consumo --de consumidores y usuarios, y de servicios, esencialmente-- la

550 Con carácter específico para cada clase de cooperativa la LCEstado contiene otras normas que disciplinan la
actividad cooperativizada de los socios. Así, en el caso de la sociedad cooperativa de trabajo asociado los
apartados 4 y 5 del artículo 80 que establecen, respectivamente, que “los socios trabajadores tienen derecho a
percibir periódicamente, en plazo no superior a un mes, percepciones a cuenta de los excedentes de la cooperativa
denominados anticipos societarios que no tienen la consideración de salario, según su participación en la actividad
cooperativizada” y que “serán de aplicación a los centros de trabajo y a los socios trabajadores las normas sobre
salud laboral y sobre la prevención de riesgos laborales, todas las cuales se aplicarán teniendo en cuenta las
especialidades propias de la relación societaria y autogestionada de los socios trabajadores que les vincula con su
cooperativa”; y el artículo 83.1 que dispone que “los Estatutos, el Reglamento de régimen interno o, en su defecto, la
Asamblea regularán la duración de la jornada de trabajo, el descanso mínimo semanal, las fiestas y las vacaciones
anuales, respetando, en todo caso, como mínimo…”, una serie de normas que se detallan en el artículo citado.

551 Una exposición sobre la naturaleza jurídica de la actividad cooperativizada y de las posturas de los diferentes
autores que se han acercado al problema planteado puede encontrarse en C. VARGAS VASSEROT, La Actividad
Cooperativizada y las Relaciones de la Cooperativa con sus Socios y Terceros..., págs. 125 a 175 y 184 a 198; y en
F. J. MARTÍNEZ SEGOVIA, “La relación cooperativizada entre la sociedad cooperativa y sus socios: naturaleza y
régimen jurídicos”, en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 25 [2005], págs. 203 a 234; publicado también en
Consideraciones sobre la legislación cooperativa autonómica, Asturias [Fundación para el Fomento de la Economía
Social], 2005, en págs. 25 a 77. Sintetiza los planteamientos doctrinales sobre la materia M. PANIAGUA ZURERA,
La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M.
Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 86 señalando
que quienes conciben las sociedades mutualistas como tipos sociales especiales con singularidad en su estructura
organizativa, explican la naturaleza de las relaciones entre la sociedad mutualista y su base social mediante
autónomos contratos de cambio (compraventa, seguro, arrendamiento, depósito, mandato, préstamo o contrato de
trabajo), y los que defienden una diferencia causal y funcional entre las sociedades mutualistas y las lucrativas, ligan
las relaciones entre la sociedad mutualista y sus socios con la relación societaria.

Así mismo, también analiza la cuestión I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la cooperativa:
responsabilidad de los socios…, págs. 92 a 93.

210
relación cooperativa no se puede afirmar que tenga carácter contractual o carácter societario,
sino que habrá que ver en cada caso concreto como se ha articulado esta relación, mientas que
en las cooperativas de producción --de trabajo asociado, principalmente-- la relación es
societaria--552.

De una u otra calificación se deriva un diferente régimen jurídico para la actividad


cooperativizada.

Si se defiende la naturaleza no societaria de la actividad cooperativizada, de manera que


los bienes o servicios que el socio entrega o presta a la cooperativa o que consume en la misma
y el dinero pagado por todo ello, son el resultado de la celebración de contratos específicos entre
ella y el socio, la regulación aplicable al nacimiento y extinción de la actividad cooperativizada y a
la protección de los sujetos de la relación --socio y cooperativa-- será la del particular contrato
celebrado --compraventa, mandato, arrendamiento de servicios, trabajo, etc.--. Ahora bien,
comoquiera que entre los dos sujetos de la relación cooperativizada --o lo que es lo mismo entre
las dos partes de la compraventa, del mandato, del arrendamiento de servicios, del contrato de
trabajo, etc.-- hay una previa relación societaria --la derivada del contrato de sociedad
cooperativa--, aquélla estará sometida también a algunas previsiones contenidas en el contrato
de sociedad cooperativa y en los estatutos sociales o derivadas de ellos --p. ej., acuerdos
sociales--553.

Si por el contrario, se acoge la idea de que la actividad cooperativizada tiene naturaleza


societaria, a las relaciones jurídicas que liguen al socio y su cooperativa con ocasión de la
entrega de bienes o prestación de servicios o del uso o consumo de los bienes y servicios se
aplicarían las instituciones propias del Derecho de sociedades: así, por ejemplo, el sistema de
responsabilidad del consejo rector de la cooperativa por daños al socio consumidor 554, o el de

552Esta tesis ha sido sostenida, ente otros, por E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen
Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 430 a 449,
quienes, además, precisan que cuando no haya elementos de juicio para calificar la relación cooperativa en las
sociedades cooperativas de consumo, debe primar la naturaleza societaria de la relación.

553 Las interacciones entre el derecho de contratos y el derecho de sociedades que se producen a la hora de
determinar el régimen jurídico de la actividad cooperativizada han sido magistralmente puestas de manifiesto por I.
J. TRUJILLO DÍEZ, “Las relaciones mutualistas entre socio y cooperativa desde el Derecho de Sociedades y el
Derecho de contratos: una jurisprudencia en construcción” en Cuadernos de Derecho y Comercio, núm. 26 [1998],
págs. 125 a 158. A título de ejemplo puede citarse la idea de la observancia del principio de igualdad en la relación
de cambio mutualista --recogida por el mencionado autor--, conforme a la cual a pesar del principio de relatividad de
los contratos, la sociedad cooperativa en sus relaciones con los socios debe respetar el principio de igualdad de
trato, principio que matizaría aquel otro.

554 Recoge este planteamiento la SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), en la que se
declara que “las personas responsables de la Cooperativa [se refiere al consejo rector] deberán responder frente a
los cooperativistas del incumplimiento de avalar la entrega de las cantidades para financiar viviendas, como
establece la LOE” [Ley de ordenación de la edificación], de forma que la protección genérica que, en el ámbito de
los contratos de compraventa de viviendas, ofrece esta Ley al consumidor frente al promotor, es trasladada al
sistema societario de responsabilidad del consejo rector por incumplimiento de la Ley con daño a los socios.

Y la SAP Madrid de 30 de diciembre de 2009 [Civil] (Ar Jur 2010\137597) que aplica el régimen de responsabilidad
del consejo rector, concretamente el plazo de prescripción de cuatro años de las acciones de responsabilidad de los
administradores previsto en el artículo 949 C de C, a incumplimientos de obligaciones que traen causa última de la
actividad cooperativizada, en lugar de aplicar el régimen de prescripción de la responsabilidad por daños. Se trata
de los créditos de los que es titular la actora “contra la cooperativa por el importe de la devolución de las cantidades
entregadas como consecuencia de su baja voluntaria en la cooperativa y habiéndose intentado infructuosamente el
cobro contra dicha entidad cooperativa la misma resulta que estaría paralizada, ha desaparecido y carece de bienes

211
separación del socio en lugar de la resolución de contrato por incumplimiento 555, o la existencia
de un régimen sancionador como reacción al incumplimiento del socio de la obligación de
realizar actividad cooperativizada556, el de impugnación de acuerdos sociales que contengan
decisiones sobre las condiciones de la entrega de bienes o prestación de servicios por la
cooperativa al socio consumidor557, la naturaleza extrasalarial de la retribución de los socios
trabajadores, ligada a los resultados del ejercicio558, la ausencia de efectos laborales de la

por lo que se dirige la acción contra los miembros del consejo rector”, hechos a los que la Sala aplica el régimen
jurídico de la “responsabilidad por una actuación orgánica a la que resulta de aplicación la normativa especial del
Código de Comercio, lo que excluye acudir a una norma general establecida para acciones menos específicas”. En
cuanto al plazo de prescripción, debe tenerse en cuenta que en la S.T.S., Sala 1ª de 18 de enero de 2012 [Civil] (Ar.
RJ 2012\1790), se aplica a la acción de responsabilidad contra el presidente del consejo rector el plazo de
prescripción de un año del artículo 73.5 Ley de cooperativas de Andalucía vigente al tiempo de los hechos y no el de
cuatro años previsto en el artículo 949 del C de C.

555 La misma SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), aclara que “la paralización de las
obras por la razón del concurso de la Gestora, y el retraso en su terminación sobre la previsión inicial no puede
calificarse de incumplimiento de la Sociedad Cooperativa para con el socio cooperativista que pretende acceder a
una vivienda de la promoción. Sociedad y socio se encuentran en idéntica posición jurídica, y no en una posición
contrapuesta. No estamos, en consecuencia, en una "resolución de contrato por incumplimiento", sino ante una
situación de "baja voluntaria" de la actora”, de forma que en el contrato de sociedad cooperativa no se aplica el
artículo 1124 CC, que produciría como efecto la resolución, sino la baja voluntaria o la expulsión y el contrato sigue
eficaz entre los socios que permanezcan.

Nuestra doctrina también entiende que el régimen jurídico de la baja del socio en la cooperativa supone la exclusión
del artículo 1124 CC que se aplica en las relaciones parte a parte, y no en los casos en los que la sociedad como
ente se interpone entre las partes (vid. J. PULGAR, “La pérdida de la condición de socio en el marco cooperativo: su
baja y expulsión”…, pág. 1040).

556 El régimen sancionador se presenta como alternativa al régimen de indemnización de daños y perjuicios en las
obligaciones contractuales, en el que incluso la cláusula penal, salvo que se hubiese pactado otra cosa, sustituye a
la indemnización de daños y al abono de intereses (art. 1152 CC). Son frecuentes los pronunciamientos judiciales
en esta materia. La SAP Murcia de 8 de mayo de 2002 [Civil] (Ar Jur 2002\207457) enjuicia un caso en el que por
incumplir la obligación de realizar actividad cooperativizada la sociedad cooperativa impone sanciones a los socios,
y declara que “la actora, así como su esposo, son socios cooperativistas de la demandada [la cooperativa] y que
cada uno de ellos, tiene la obligación de aportar a ésta, conforme a los Estatutos que rigen dicha Cooperativa, todos
los frutos que producen cada una de las fincas que posee dicho matrimonio” de forma que “por venta de parte de su
producto a terceras personas, sin comercialización a través de la Cooperativa” cometen “una falta grave, según los
Estatutos, conforme al artículo 16 c) de los mismos” y concluye la sentencia con expresión propia del cooperativismo
que “la actora vendió por fuera de la Cooperativa parte de su producción de fruta”. La SAP Salamanca de 10 de
junio de 2004 [Civil] (Ar AC 2004\1259) parte de la obligación de realizar actividad cooperativa en abstracto para
modular la aplicación del régimen sancionador afirmado que “alguna de las infracciones se sancionan por triplicado,
como es la no entrega de trigo, cebada y maíz que estatutariamente integrarían una sola al ser un mismo hecho
genérico con identidad de sujeto”.

557De extraordinario interés para ayudar a solucionar el problema de la naturaleza jurídica de la actividad
cooperativizada es la posición que la doctrina ha mantenido ante la misma cuestión pero referida a las prestaciones
accesorias. La más autorizada ha sostenido el carácter de obligación social de éstas prestaciones (vid. A. ROJO,
“Génesis y evolución de las prestaciones accesorias”..., pág. 300).

558Las SS.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 27 de febrero de 2008 (Ar. AS 2008\1425), y de 9 de junio de
2009 (Ar. AS 2009\2232) consideran que “la utilización del formato documental típico de las hojas de salario en nada
desnaturaliza la naturaleza extrasalarial de la retribución de los socios cooperativistas”, añadiendo que “el derecho a
anticipos societarios se supedita a la existencia de excedentes”.

En la doctrina científica también se encuentras aportaciones coincidentes con las anteriores. M. L. LLOBREGAT
HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 196 y 197 explica el carácter societario de las
percepciones recibidas por los socios trabajadores sobre la base de que los anticipos no derivan de un simple
intercambio de prestaciones trabajo-salario, sino de la relación existente entre propiedad y resultado, de forma que

212
antigüedad del socio trabajador559, o el sometimiento de los acuerdos sociales que regulen con
carácter general para todos los socios las condiciones de la actividad cooperativizada al Derecho
de sociedades y no al Derecho de las condiciones generales de la contratación560.

Probablemente, el punto de partida sea el de esta segunda tesis pero complementada


con la primera: la relación entre el socio y la sociedad cooperativa es societaria pero su régimen
jurídico debe ser completado con el propio del contrato con cuyas prestaciones guarde más
analogía. Esta idea requiere una explicación adicional.

El régimen jurídico del que hay que partir es el propio del Derecho de sociedades561:
como no hay actividad cooperativizada sin sociedad cooperativa, aquélla solo puede entenderse

constituyen una parte de las presuntas ganancias que corresponderán a los socios, proponiendo en uso de la
expresión avances de gestión, en lugar de anticipos laborales.

559 En un supuesto en el que una sociedad cooperativa de trabajo asociado se transformó en una sociedad limitada
y los socios trabajadores se aquélla pasaron a ser trabajadores de ésta, la S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de
8 de noviembre de 2005 (Ar. AS 2005\3446) excluye del cómputo de antigüedad el período de prestación de
servicios como socio trabajador de la cooperativa, no tomando en consideración tal periodo al calcular la
indemnización por despido. Esta sentencia es una clara muestra de la diferencia entre la naturaleza societaria de la
actividad cooperativizada del socio trabajador y la naturaleza contractual de la prestación del trabajador por cuenta
ajena.

560 Así lo recoge F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 81, pág. 306,
citando al Tribunal Supremo alemán, que ha declarado que las condiciones generales de cumplimiento de la
obligación de realizar actividad cooperativizada determinadas por la cooperativa no quedan sometidas a la Ley
sobre condiciones generales de los contratos. En contra M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, que aplican la Ley 7/1998, de 13 de abril, de condiciones generales de la contratación a los
contratos que celebra el socio con la sociedad cooperativa, en tanto en cuanto formen parte de ellos cláusulas que,
por su carácter predispuesto e impuesto o no negociado, se puedan considerar condiciones generales.

561Este planteamiento recoge la tradición científica basada en la contraposición entre la estructura del contrato de
sociedad y la estructura de los contratos bilaterales de cambio, debida a que en estos segundos existe una
contraposición de intereses inexistente en el contrato de sociedad, en el que los socios cooperan en la obtención de
un fin que es común a todos ellos, lo que determina que no resulten de aplicación al mismo íntegramente las normas
en materia de obligaciones previstas por el Código civil, que toma como modelo a la compraventa, como destaca A.
ROJO, “La constitución de las sociedades (art. 19)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital…, págs. 313 y 314.

La aplicación del Derecho de sociedades, incluso del Derecho de sociedades cooperativas, tiene asimismo reflejo
jurisprudencial. Dice la SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), que este “Tribunal, a
diferencia de la tesis de la actora y de la sentencia, considera que la relación entre las litigantes cae bajo la esfera
de la relación asociativa y debe examinarse bajo la óptica de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas”,
aplicando al caso el Derecho de sociedades, en lugar de apreciar “la relación jurídica existente entre las partes
como si de una compraventa de vivienda sobre plano se tratara en la que la actora sería una consumidora y la
Cooperativa demandada la promotora de la edificación” cuyo único régimen jurídico será el contenido en la Ley
38/1999 de Ordenación de la Edificación y, entre otros, en los artículos 1124 y concordantes del Código Civil,
propios de un contrato de cambio.

El carácter societario de la actividad cooperativizada ha sido postulado por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo
y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 3º,...artículo 155, págs. 940 a 941, al analizar el artículo 155.2 de la Ley 3/1987, de 2 de
abril, General de Cooperativas, coincidente en su contenido con el apartado 2 de la disposición adicional quinta de
la vigente Ley estatal. Destaca el autor citado el efecto siguiente: las cantidades que el socio de una Cooperativa
con función distributiva abona a ésta no tienen el carácter de precio definitivo, sino el de pago provisional o a cuenta
de los resultados del ejercicio, de manera que una vez concluido el ejercicio económico es cuando se sabe si el
socio debe realizar derramas por existencia de pérdidas, percibir retornos por lo que se le cobró de más o bien no

213
en un entorno de Derecho de sociedades. Como ya se ha expuesto más arriba, las aportaciones
al capital social y las prestaciones derivadas de la actividad cooperativizada tienen la misma
naturaleza jurídica: son el objeto del contrato de sociedad cooperativa; y ambas deben ser
calificadas como aportaciones sociales, en sentido amplio; y, por ende, ambas comparten el
régimen jurídico societario562.

En particular, los sujetos de la relación jurídica nacida de la actividad cooperativizada


son un socio y su sociedad, y este dato deja su impronta en la determinación del régimen jurídico
aplicable. De hecho, dentro del conjunto de derechos y obligaciones que integran la posición
jurídica de socio cooperativo, se encuentran el derecho y la obligación de realizar actividad
cooperativizada con la sociedad cooperativa [vid. arts. 16.2.c) --derecho--y 15.2.b) --obligación--
LCEstado]. El carácter originariamente societario de esta materia se fundamenta en la idea de
que la realización de actividad cooperativizada forma parte del contenido de la posición jurídica
de socio563: así como el socio de una sociedad anónima o de una limitada es socio sí y solo si
realiza aportaciones al capital social (vid. arts. 1, ap. 1 y 2, 59.1 TRLSC), el socio de la
cooperativa para serlo debe realizar estas aportaciones y, además, actividad cooperativizada564.

sufrir pérdidas ni tener derecho a retornos por coincidir el valor provisional de la operación o acto cooperativizado
con el precio definitivo.

562 El concepto amplio de aportación social, como sinónimo de una prestación cualquiera prometida por el socio para
colaborar en la prosecución del fin social previsto en el contrato de sociedad, comprensivo de la aportación en
sentido estricto --la única apta para integrar el capital social-- y de las prestaciones accesorias --que no integran el
capital social--, ha sido defendido por nuestra doctrina, para entre otros fines, dotar a todas las aportaciones de una
dimensión dogmática unitaria derivada de su tratamiento jurídico unificado como objeto del contrato de sociedad
(vid. E. GALLEGO, “Objeto de la aportación (art. 58)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades
de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 557 a 564, en págs. 558 y 559.

563 Aunque de manera indirecta, existen pronunciamientos judiciales que no hacen otra cosa que conectar la
realización de actividad cooperativizada con la llamada al Derecho de sociedades para solucionar los problemas que
con ocasión de aquélla se plantean. Así, el caso resuelto por la SAP Cáceres de 19 de diciembre de 1995 [Civil] (Ar
AC 1995\2396), pare de la expulsión de un socio por el incumplimiento de su obligación de realizar actividad
cooperativizada, y ante la impugnación del acuerdo de expulsión por otro socio basado en que el acuerdo era nulo
de pleno derecho, restringe la legitimación activa al exsocio expulsado y declara que “no puede en modo alguno
admitirse la legitimación de cualquier socio que en definitiva estaría defendiendo derechos e intereses que no le son
propios sino de terceros”, lo que deja entrever que la Sala ante la eventualidad futura de que la sanción fuera
anulada y el socio expulsado reingresara, con lo que se le obligaría a realizar actividad cooperativizada, concluye
que este efecto para el socio solo a él corresponde administrar y aplica al respeto el sistema de impugnación de
acuerdos sociales de expulsión, concretamente el artículo 38 de la Ley General de Cooperativas de 1987.

564 En la jurisprudencia del Tribunal Supremo se encuentran sentencias que ubican la relación entre socio y
cooperativa como consecuencia de la actividad coperativizada en el terreno de las relaciones mutualistas, y alejadas
de las relaciones contractuales. Con una terminología que requiere adaptación formal pero no material, puede
analizarse la S.T.S., Sala 1ª de 28 de mayo de 2002 [Civil] (Ar. RJ 2002\7348) en la que “de los tres tipos de
relaciones posibles (de un socio con la sociedad cooperativa), a saber, estrictamente societarias, mutualistas y
como tercero proveedor, la Sentencia recurrida entiende que las operaciones jurídicas de autos pertenecen a las
segundas, en las cuales los socios, como tales y aprovechando los beneficios de tal condición, entregan productos
para transformación y comercialización a cambio de la contraprestación dineraria correspondiente” y añade que “la
resolución recurrida en absoluto considera irrelevante calificar la operación jurídica, y lo hace como relación
mutualista, sino que, con razón –y claro es, en la perspectiva del presente proceso–, no considera trascendente
determinar la naturaleza jurídica de la relación mutualista, pues una vez conceptuada como tal –y ya sea venta,
gestión, representación indirecta, «interposición gestora», etc.– se produce la subsunción en el supuesto normativo
del art. 81.2, y como consecuencia la aplicación de las previsiones «ad hoc» (estatutarias, de acuerdos sociales, y
específicamente pactado)”. Por lo que, lo relevante para el Tribunal Supremo es calificar a la relación nacida de la
actividad cooperatrivizada como relación mutualista --con nuestra sistemática, de naturaleza societaria--, y no el
particular contrato con el sus prestaciones guarden analogía.

214
La sociedad cooperativa y la mutualidad --elemento esencial del tipo societario cooperativo-- se
fundamentan en que sus miembros tienen la doble condición de socio y usuario: todo socio debe
ser usuario y todo usuario debe ser socio565.

Las excepciones a la mutualidad ayudan a confirmar la tesis expuesta566. La primera


excepción, consistente en que la cooperativa puede realizar prestaciones cooperativas con
terceros no socios dentro de ciertos límites567 --las denominadas operaciones con terceros: p. ej.,
en la sociedad cooperativa de trabajo asociado contratar trabajadores por cuenta ajena, o en la
sociedad cooperativa de consumidores y usuarios vender bienes o prestar servicios para el
consumo de personas no socias--, implica necesariamente que el contrato que el tercero realiza
con la sociedad cooperativa quede fuera del Derecho de sociedades y dentro únicamente del
Derecho de contratos, puesto que el tercero es un no socio. La tesis contractualista al postular
que la actividad cooperativizada que realiza el socio se articula como un contrato específico
entre él y la sociedad no explica suficientemente porqué cuando esa misma actividad la realiza
un tercero no socio tiene la misma naturaleza contractual.

La segunda excepción, es la que permite, dentro de ciertos límites, que haya aportantes
de capital que no realicen actividad cooperativizada: socios exclusivamente capitalistas, antes
denominados asociados (vid. arts. 39, 40 y 41 Ley 3/1987, de 2 de abril, [estatal] General de
Cooperativas, actualmente derogada) y ahora socios colaboradores (vid. art. 14 LCEstado) o
asociados en algunas Leyes autonómicas. La obligación de aportar capital de este tipo de socios
o asociados nace del contrato de sociedad cooperativa, del que son parte, al igual que las
obligaciones del socio cooperativo, consistentes en aportar capital y realizar actividad
cooperativizada, también nacen del contrato de sociedad, del que así mismo son parte. Por lo
tanto, el contrato de sociedad cooperativa explica el origen común [fuente] de todas las
obligaciones de quienes son parte del mismo.

De esta forma, la relación jurídica cooperativa, unitariamente, ni es compraventa568, ni


arrendamiento, ni contrato de trabajo569, sino que es diferente a las mismas570. La naturaleza
565La explicación de este principio puede encontrarse, entre otros, en J. L. MONZÓN, “Principios cooperativos y
realidad cooperativa en España”, en J. L. Monzón y A. Zevi (dirs.), Cooperativas, mercado, principios cooperativos...,
págs. 109 a 125, en pág. 118.

566La excepciones a la mutualidad y el impacto tipológico de este fenómeno es analizado por C. PASTOR
SEMPERE y A. CANO LÓPEZ, “Mutualidad y nuevo derecho cooperativo europeo: Un apunte sobre la
“desmutualización” de la sociedad cooperativa”, en A. Vargas Sánchez y G. Lejarriaga Pérez de las Vacas (coords.),
Las empresas de participación en Europa: el reto del siglo XXI, Madrid [Escuela de Estudios Cooperativos], 2002, en
págs. 117 a 127.

567Un análisis de las operaciones con terceros puede encontrarse en J. A. PRIETO JUÁREZ; “Las operaciones con
terceros en la nueva configuración normativa de las sociedades cooperativas. Especial referencia a las cooperativas
de trabajo asociado”, en J. A. Prieto Juárez (coord.), Sociedades cooperativas: régimen jurídico y gestión
económica, Madrid [IBIDEM], 1999, págs. 71 a 120.

568 En la SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), “la Sala estima que el llamado contrato
de adjudicación de vivienda no es un contrato de compraventa, sino un título interno de atribución al socio de una
determinada vivienda de la promoción para su posterior transmisión a través de cualquier título admitido en derecho”
sino que “la relación entre las litigantes cae bajo la esfera de la relación asociativa”. En parecidos términos se
pronuncia la SAP Madrid de 30 de marzo de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\1735) cuando declara que “la incorporación a
la cooperativa, sus fines y las aportaciones al capital no pueden convertirse sin más en un contrato de compraventa
con precio cierto y determinado suscrito con un promotor inmobiliario” y que “la adjudicación de las viviendas a los
socios cooperativistas y la aportación de las cantidades resultantes de la distribución y derrama del costo de la
construcción son operaciones a todas luces diferenciables de la idea de venta”.

215
Declaraciones análogas se encuentran en sentencias dictadas en sectores ajenos al cooperativismo de viviendas.
En relación con la sociedad cooperativa agraria la SAP Murcia de 7 de enero de 2011 [Civil] (Ar AC 2011\243), al
analizar diversas cuestiones derivadas de la actividad cooperativizada del socio agricultor para con su cooperativa,
se refiere al “producto entregado (que no vendido)”.

569 Es reiterada la jurisprudencia que no ve en la relación del socio trabajador y la sociedad cooperativa de trabajo
asociado un contrato de trabajo. Una de las sentencias más elocuentes es la S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social,
de 17 de octubre de 2008 (Ar. AS 2009\120), en ella el Tribunal declara que “la relación establecida entre un socio
trabajador y una cooperativa de trabajo asociado no puede encuadrarse en el artículo 1.1 del ET porque los socios
trabajadores de las Cooperativas de Trabajo Asociado son fundamentalmente socios (lo que les une a la
cooperativa es un contrato civil de sociedad)” relación societaria que está muy influida por la laboralidad derivada de
la prestación de trabajo del socio trabajador. También resulta muy pedagógica la S.T.S.J. Canarias, Sala de lo
Social, de 9 de junio de 2009 (Ar. AS 2009\2232), que explica que el socio no es un trabajador sino que “es un
cooperativista, relación jurídica de tipo societario (donde no hay ajenidad y donde no hay más subordinación que la
de la mayoría sobre la minoría) que nada tiene que ver con una relación jurídica laboral con su característica
subordinación y ajenidad del empresario sobre trabajador” y añade que “el vínculo entre los socios trabajadores y la
sociedad cooperativa se instrumenta mediante el contrato de sociedad, como manifestación de la autonomía de la
voluntad, y el trabajo se presta a través de un negocio jurídico que no es un contrato de trabajo”.

Esta última circunstancia, hace que en el caso de la relación jurídica de los socios trabajadores de las sociedades
cooperativas de trabajo asociado y de los socios de trabajo del resto de cooperativas, los tribunales hayan declarado
en múltiples ocasiones el carácter mixto de su status jurídico en cuanto se asienta sobre una relación societaria y al
mismo tiempo se manifiesta en la prestación de una actividad de trabajo, con tratamiento jurídico-laboral en no
pocos aspectos [SS.T.S., Sala 4ª, de 29 de mayo de 1990 [Social] (Ar. RJ 1990\4516); de 12 de abril de 2006
[Social] (Ar. RJ 2006\4799)]. y de 20 de noviembre de 2006 [Social] (Ar. RJ 2006\6695); así como la S.T.S.J. de
Galicia, Sala de lo Social, de 20 de marzo de 2001 (Ar. AS 2001\452), la S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de
23 de octubre de 2002 (Ar. AS 2003\4), la S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 21 de febrero de 2006 (Ar. AS
2007\1842), la S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 17 de octubre de 2008 (Ar. AS 2009\120) y la S.T.S.J. de
Cantabria, Sala de lo Social, de 31 de marzo de 2009 (Ar. AS 2009\1091)]. Incluso, como explica la S.T.S.J. de
Galicia, Sala de lo Social, de 17 de octubre de 2008 (Ar. AS 2009\120) el que los socios trabajadores, estén afiliados
al Régimen General de la Seguridad Social, ello no significa por si solo que se le pueda atribuir al socio trabajador
las misma que a los trabajadores por cuenta ajena, de que disponga la cooperativa.

Quizá en un exceso terminológico, la S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 14 de octubre de 2008 (Ar. AS
2008\3075), sin llegar a concluir que la actividad cooperativizada de trabajo nace de un contrato de trabajo, al ser
evidente que nace de un contrato de sociedad, la denomina, en alguno de sus párrafos, “relación laboral” y se
refiere a la cooperativa como “la empleadora del actor [el socio trabajador]”. Pero lo hace tras aplicar el artículo 59
del Estatuto de los Trabajadores a la relación entre la cooperativa y los socios trabajadores de la misma, con base
en el artículo 116.3 LCCataluña que contiene un llamamiento a la normativa laboral. Adolecía del mismo exceso la
S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 23 de octubre de 2002 (Ar. AS 2003\4) --del mismo ponente que la
anterior--, que, al referirse a la aportación al capital social realizada por el socio trabajador, señalaba que “no hay
razón alguna para sostener que haya dejado de ser un elemento indisolublemente unido al contrato de trabajo, en la
medida en que la aportación se hace precisamente en razón de la condición de trabajador y por ello como una
obligación que se deriva del propio contrato de trabajo” [la cursiva es nuestra], expresiones a las que no puede
atribuirse alcance calificador de la relación del socio trabajador con la cooperativa, dado que en la misma sentencia
a propósito de la figura del socio trabajador se afirma el “carácter mixto de su status jurídico en cuanto se asienta
sobre una relación societaria”.

Esta equiparación resulta necesaria a efectos procesales. Así, la S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 8 de
febrero de 2001 (Ar. AS 2001\129566), a un caso de baja obligatoria de un socio trabajador por cumplir la edad de
jubilación le aplica el régimen procesal del despido, sobre la base de que “el procedimiento y plazos consagrados
por la normativa procesal para las medidas extintivas de tipo disciplinario son igualmente aplicables a los supuestos
de ceses que obedezcan a diversa causa. En este sentido, la jurisprudencia tiene declarado– así, SSTS 29-
Diciembre- 92, 27-julio-93 y 29- Noviembre-93 que la expresión despido no debe entenderse exclusivamente
referida al que tenga origen disciplinario, ya que su significado también comprende cualquier otro cese
unilateralmente impuesto por el empresario al trabajador, aun fundado en causa ajena a su incumplimiento
contractual, grave o culpable, por lo que constituye– el despido– un concepto genérico, diversificable, por razón de
su causa, en especies distintas; como lo evidencian el art. 52 ET (habla de despedido, aún tratándose de extinción
del contrato por causas objetivas) y el Convenio 158 OIT (referido a la terminación de la relación de trabajo por

216
iniciativa del empleador, en el que, al exigir concurrencia de causa justificativa, refiere éstas a la capacidad del
trabajador, a su conducta o a las necesidades de funcionamiento de la empresa)”.

El criterio de que las relaciones entre socio trabajador y sociedad cooperativa nada tiene que ver con el contrato de
trabajo ha sido defendido por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 191 a
205, con argumentos extraídos de la falta de dependencia del socio trabajador, de la condición de copropietarios
que los socios ostentan sobre el producto de sus trabajos excluyente de la ajeneidad, del carácter extrasalarial de
los anticipos laborales, de la posible distribución de excedentes a los socios y de la imputación de pérdidas a los
mismos. También defienden que la relación entre el socio trabajador y la sociedad cooperativa de trabajo asociado
es societaria y no laboral N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 118, págs. 586 y
587; y M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 145 y 146.

570La singularidad de la relación jurídica que nace del contrato de sociedad cooperativa es puesta de manifiesto I.
G. FAJARDO GARCÍA, ““La no mercantilidad del suministro de bienes entre cooperativa y cooperativista” (S.T.S.,
Sala 1ª, de 10 de noviembre de 2000 [Civil] RA 9212/2000)”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 240 [2001,
págs. 946 a 958, en pág. 949 y 950 --publicado además bajo el título “La prescripción de las obligaciones entre la
cooperativa y sus socios la naturaleza no mercantil de su relación” en Revista Jurídica de Economía Social y
Cooperativa, núm. 12 [2001], págs. 37 a 50--, al afirmar que la relación entre el socio y la cooperativa de consumo
(agraria, de viviendas, de consumidores y usuarios, de servicios) no es un contrato de compraventa, y la relación
entre el socio y la cooperativa de trabajo no es un contrato de trabajo.

En realidad, lo que está detrás de esta tesis es la consideración de que los productos agrarios no se los vende el
socio a la cooperativa de comercialización, puesto que aún en posesión de la cooperativa siguen siendo cosas
propias del socio. Luego la entrega [modo] de los bienes por el socio a la cooperativa no tiene como título la
compraventa sino el contrato de sociedad cooperativa, que en el caso expuesto no es título apto para la trasmisión
de la propiedad, fundamento cooperativo defendido por I. J. TRUJILLO DÍEZ, Cooperativas de consumo y
cooperativas de producción, Navarra [Aranzadi], 2000, págs. 66-70. Este título es determinante de la posición
jurídica que ocupan la cooperativa y el socio respecto a los terceros: la actuación de la cooperativa frente a los
terceros con quienes contrata debe calificarse como de interposición gestora [vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 1, págs. 20 y 21, y vol. 2º…, artículo 35, págs. 148 y 149], en la que
desarrolla un mandato sin representación respecto de cosas propia del mandante (vid. art. 1717 CC y 246 C de C),
de manera que el tercero acreedor tiene acción frente a la cooperativa (mandatario que actúa en nombre propio) y
frente al socio (mandante propietario de la cosa –vivienda o productos agrarios- objeto del contrato celebrado propio
nomine por la cooperativa) [vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “Sentencia de 16 de febrero de 1998. Comentario”, Cuadernos
Civitas de Jurisprudencia Civil, núm. 47 [abril/agosto 1998], págs. 809 a 820, que partiendo de una resolución
judicial referida a una cooperativa de vivienda la hace extensible a las cooperativas de comercialización agraria].

Y, a la inversa, la entrega de bienes por la cooperativa de suministro al socio tampoco es compraventa: es reiterada
la jurisprudencia que impide a los socios de las cooperativas de viviendas reclamar a éstas la reparación de los
defectos de la construcción, pues considera el Tribunal Supremo que la cooperativa no es un promotor-vendedor
sino un promotor-mediador (sobre esta línea jurisprudencial con cita de abundantes sentencias y con un análisis
crítico de la misma vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “Sentencia de 3 de abril de 2001. Comentario”, Cuadernos Civitas de
Jurisprudencia Civil, núm. 57 [octubre/diciembre 2001], págs. 833 a 843, en pág. 839). Parte de esta doctrina está
recogida, como se ha expuesto, en el apartado 2 de la disposición adicional quinta de la Ley 27/1999, de 16 de julio,
de Cooperativas [del Estado] que no considera ventas a las entregas de bienes y a las prestaciones de servicios
proporcionadas por las sociedades cooperativas a sus socios.

No siempre los pronunciamientos de los Tribunales han sido clarificadores. En el AAP Zaragoza de 21 de diciembre
de 2001 [Civil] (Ar. AC 2002\561), la relación jurídica entre el socio trabajador y la sociedad cooperativa de trabajo
asociado es calificada literalmente de “contrato de trabajo”, lo que no deja de ser en sí mismo un exceso técnico.
Además, el asunto que se sometió a su consideración partía del alta de los socios trabajadores en el régimen
especial de trabajadores autónomos y de que en el mismo Auto se afirma que en “la relación que une al socio
trabajador con la Cooperativa se produce una yuxtaposición de aspectos laborales y societarios”.

217
jurídica de la actividad cooperativizada hay que buscarla originariamente en el contrato de
sociedad cooperativa571 y completarla con régimen jurídico previsto para aquéllos contratos572.

571Este predominio de la naturaleza societaria de las relaciones jurídicas que integran la actividad cooperativizada
es recogido por nuestros tribunales.

Quizá los pronunciamientos más frecuentes sean los de las Salas de los Social de los Tribunales Superiores de
Justicia al calificar la actividad cooperativizada de trabajo a cuyas sentencias ya se ha hecho referencia.
Destaquemos en este lugar tres de ellas, las dos primeras, por la contundencia de las afirmaciones que realizan, y la
tercera, por las conclusiones que obtiene. Una es la S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 27 de febrero de
2008 (Ar. AS 2008\1425) en la que se sostiene “la naturaleza estrictamente societaria de la relación jurídica
subyacente”, y en la que mantiene la tesis del Juzgado de los Social al afirmar que “la Sentencia [recurrida] centra
perfectamente la naturaleza societaria (o sea, no laboral) de tal vínculo” “al predominar la naturaleza cooperativa o
asociativa del contrato”, añadiendo que “el vínculo entre los socios trabajadores y la sociedad cooperativa se
instrumenta mediante el contrato de sociedad, como manifestación de la autonomía de la voluntad, y el trabajo se
presta a través de un negocio jurídico que no es un contrato de trabajo, de suerte que el socio trabajador en modo
alguno puede identificarse plenamente con un trabajador por cuenta ajena”. Otra es la S.T.S.J. de Valencia, Sala de
lo Social, de 19 de noviembre de 2002 (Ar. AS 2003\3072) en que puede leerse que el estatuto jurídico del socio
trabajador no es el que puede derivarse de su calificación como trabajador en “el sentido del art. 1.1 del Estatuto de
los Trabajadores, sino que su estatuto jurídico será el determinado por la normativa reguladora del cooperativismo
laboral (Ley 27/99, de 16 de julio , General de Cooperativas, y TR de la Ley de Cooperativas de la Comunidad
Valenciana aprobado por Decreto Legislativo 1/98, de 23 de junio, del Gobierno Valenciano 11/85, de 25 de octubre,
de Cooperativas de la Comunidad Autónoma Valenciana, modificada por la Ley 3/95, de 2 de marzo al predominar
sobre la mera prestación del trabajo la naturaleza cooperativa o asociativa del contrato, que no es de cambio como
el contrato de trabajo”. Y la última la S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 28 de junio de 2005 (Ar. AS
2005\2631) que ante un caso de declaración de no superación del periodo de aspirante a socia de trabajo de Eroski,
S. Coop., por quien fue antes trabajadora de mercantil Entidad de Recursos Eroski, S.L., parte de la diferente
naturaleza del vínculo societario respecto del laboral --citando como precedente la S.T.S.J. del País Vasco, Sala de
lo Social, de 20 de mayo de 2003 (Ar. AS 2003\2634)--, para declarar “que la sentencia recurrida incide en que el
nuevo régimen establecido incluye una serie de comportamientos, funciones y obligaciones muy distintas a aquellas
que se llevaban a cabo en la anterior empresa, y de aquí el que sea lógico concluir que estableciéndose un nuevo
período de prueba, se evidencia que la empresa Eroski pueda estimar que no se haya superado, e incluso la
sentencia señala las causas, como son la falta de espíritu cooperativista de la demandante, en cuanto desatendió
todas las obligaciones que se le habían impuesto y dejó de transmitir a su equipo el contenido de las normas
internas de la sociedad. Se precisa en la sentencia y la impugnación reconoce que la demandante desde la
perspectiva exclusivamente profesional cumplía con todos los requisitos, pero no se integraba dentro del espíritu
societario que rige este tipo de entidades”.

La naturaleza societaria de la actividad cooperativizada también ha sido declarada por los tribunales civiles. La SAP
Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), ante un conflicto en el que la tanto la parte actora
como la sentencia apelada aplicaron a la adjudicación de la vivienda las normas derivadas del contrato de
compraventa así como la Ley 38/1999 de Ordenación de la Edificación, separándose de esta tesis consideró “que la
relación entre las litigantes cae bajo la esfera de la relación asociativa y debe examinarse bajo la óptica de la Ley
27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas” de manera que “el marco que regula las relaciones entre la actora, como
socia, y la demandada es, en consecuencia, la Ley 27/1999 , y los Estatutos de la Sociedad Cooperativa”.

Esta concepción de la naturaleza jurídica de la actividad cooperativizada tiene, así mismo, un destacado reflejo
doctrinal. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 213 y 214 explica que la
relación socio-sociedad se halla genética y funcionalmente ligada al contrato de sociedad, sin que quepa por tanto la
ulterior configuración como contratos independientes de los actos de colaboración realizados por los socios en
relación con el objeto social que se cooperativiza, y, trascribiendo palabras de Verrucoli, indica que “en la sociedad
cooperativa de consumo los actos de cambio no pueden considerarse compraventas, sino que deben calificarse de
distribución o asignaciones porque hemos de tener presente el origen causal de la relación en la cual concurre el
elemento asociativo que es extraño a la venta normal”.

572 En sentido inverso --pero quizá con un resultado práctico análogo, aunque con un fundamento dogmático
diferente--, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, págs. 106 y 107, aplica el régimen jurídico de los contratos, pero conecta la relación de cambio

218
Esta tesis tiene reconocimiento jurisprudencial y registral573, y, además, no es desconocida en
nuestro Derecho general de sociedades: es la misma solución técnica que la adoptada para las
prestaciones accesorias en las sociedades de capital y para las relaciones de derecho común
entre el socio y la sociedad establecidas en atención a la condición de socio. Las prestaciones
accesorias son obligaciones sociales, cuyo régimen se contiene la legislación de sociedades, en
el contrato de sociedad y en los acuerdos sociales, siendo de aplicación subsidiaria las normas
generales del derecho de obligaciones574. Las relaciones de derecho común --compraventa,

durante su nacimiento, duración y extinción con la relación societaria existente, de forma que la mayor parte del
contenido contractual vendrá dado por la legislación cooperativa, por los estatutos y por los acuerdos sociales.

573 Hay casos resueltos aplicando el Derecho de sociedades y completando tal régimen con el Derecho de
obligaciones y contratos y con los Derechos reales.

En la S.T.S., Sala 1ª de 28 de mayo de 2002 [Civil] (Ar RJ 2002\7348) la entrega de ganado por un socio a la
sociedad cooperativa es subsumida en el artículo 81.2 de la Ley General de Cooperativas de 1987, antecedente del
actual artículo 52.3 de la Ley de 1999. Esta Sentencia califica a tal relación como societaria y la aplica el Derecho de
sociedades, en concreto reconoce eficacia a un pacto de no pedir acordado unilateralmente por la cooperativa --
mediante acuerdo de su asamblea general-- sin necesidad de acuerdo entre la cooperativa y cada socio. Entresaco
la siguiente reflexión contenida en la Sentencia: “la apreciación de la Sentencia de instancia no es incongruente –
incoherente– porque sostenga, «por un lado, que resulta indiferente la verdadera calificación jurídica de la relación
mantenida por los litigantes, en la entrega de bienes a cambio de un precio determinado, y, de otro, sin calificación
sean consideradas como aportaciones o anticipos, por su condición de socios», pues la resolución recurrida en
absoluto considera irrelevante calificar la operación jurídica, y lo hace como relación mutualista, …[y] no considera
trascendente determinar la naturaleza jurídica de la relación mutualista, pues una vez conceptuada como tal –y ya
sea venta, gestión, representación indirecta, «interposición gestora», etc.–, se produce la subsunción en el supuesto
normativo del art. 81.2, y como consecuencia la aplicación de las previsiones «ad hoc» (estatutarias, de acuerdos
sociales, y específicamente pactado)”.

El régimen necesariamente fragmentario del Derecho de sociedades se trata de completar, cuando resulta
necesario, con el régimen extraído de aquél sector del Ordenamiento jurídico, con el que el que la concreta actividad
cooperativizada guarde más conexión. Existe un caso que, por la naturaleza del acto que lo contiene, resulta de
particular interés. Se trata de la Resolución DGRN de 17 de mayo de 2010 (Ar RJ 2010\3632) y de la Resolución
DGRN de 20 de mayo de 2010 (Ar RJ 2010\2633). En ambas se aplica el Código civil --y la jurisprudencia que
desarrolla el régimen de los créditos refaccionarios-- y la Ley Hipotecaria para denegar la inscripción en el Registro
de la Propiedad negándose la naturaleza de crédito refaccionario al derecho de reembolso de la aportación dineraria
que ha realizado una persona al ingresar como cooperativista en una cooperativa de viviendas de la que
posteriormente causa baja. Así mismo resulta de interés lo resuelto por la SAP Cáceres de 19 de octubre de 2010
[Civil] (Ar AC 2010\1895), que aplica a la actividad cooperativizada propia de una cooperativa de viviendas el
régimen jurídico previsto para los promotores de edificios relativo a la responsabilidad por vicios y defectos
constructivos prevista en el artículo 1591 del Código Civil y en la Ley de Ordenación de la Edificación. También en la
SAP Cádiz en Ceuta de 31 de diciembre de 2003 [Civil] (Ar Jur 2004\60580) que a la mora en la entrega de la
vivienda por la cooperativa a sus socios aplica el Derecho de obligaciones contenido en el Código civil, y de esta
forma determina que “la fecha del comienzo de la mora en el cumplimiento de su obligación de entrega por parte de
la demandada [Cooperativa] lo sea desde el momento que se acordó la adjudicación y ya había sido cumplida la
obligación de pago por parte del actor [socio], hoy apelante, todo ello de conformidad con lo dispuesto, para las
obligaciones recíprocas, en el último párrafo del art. 1.100 del Código Civil”, y en cuanto a los efectos de la mora en
la actividad cooperativizada parte de la interpretación de los artículo 1106 y 1107 del Código civil.

574 Análoga solución que la expuesta para la actividad cooperativizada es la adoptada a propósito de las
prestaciones accesorias en las sociedades de capital. A. ROJO, en “Génesis y evolución de las prestaciones
accesorias”, después de calificar a las prestaciones accesorias como obligaciones sociales (pág. 300) y a la hora de
considerar “la incidencia de una relación jurídica sinalagmática en el contrato de organización y en una estructura
corporativa”, sostiene que “los problemas que ocasiona esta incidencia pueden solucionarse --aunque no sin
trabajo-- mediante la aplicación subsidiaria de las normas generales del derecho de obligaciones” (págs. 302 y 303).

El carácter estatutario de las prestaciones accesorias, en el sentido de que solo en los estatutos sociales y no en
pactos al margen de los mimos pueden crearse y regularse las prestaciones accesorias, y su naturaleza social que
no encajan en una naturaleza contractual, con independencia de que en ellas haya elementos o connotaciones de

219
suministro, permuta, préstamo, arrendamiento…-- que entable la sociedad con sus socios en
atención a su cualidad de socio --causa societatis-- se rigen por el régimen jurídico propio de la
relación de que se trate, pero con el límite derivado del principio de igualdad de trato entre los
socios --principio general del Derecho de sociedades que extiende sus efectos más allá de la
relación societaria para condicionar la relación contractual, debido a que estas relaciones
comunes repercuten directamente en la sociedad --p. ej., conllevan la disposición de activos a
favor de un socio-- y en el resto de socios --disminuyen el activo social, siguiendo con el ejemplo
anterior--575.

II. En definitiva, la actividad cooperativizada del socio --al igual que la actividad de
aportar capital social y a diferencia de la actividad cooperativizada del tercero no socio-- es una
relación jurídica de génesis societaria a la que se le aplica el régimen jurídico propio del Derecho
de sociedades: estatuto jurídico del socio, impugnación de acuerdos sociales, responsabilidad
del consejo rector, imputación de pérdidas, retornos… Este régimen está en la Ley de
sociedades cooperativas, en los estatutos sociales, en el reglamento de régimen interno y en los
acuerdos sociales576.

De las mencionadas fuentes societarias de la actividad coperativizada, la de los


acuerdos sociales --en general, comprensivos de los estatutos, reglamento y demás acuerdos

naturaleza contractual pertenecientes a otras figuras cuya explicación se encuentra en la diversidad de contenido
que pueden tener las prestaciones accesoria ha sido también defendido por M. J. PEÑAS, “Carácter estatutario (las
prestaciones accesorias) (art. 86)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág.
737.

575 La aplicación del principio de igualdad de trato a las relaciones de derecho común entabladas entre la sociedad y
el socio causa societatis --por razón de la condición de socio-- ha sido analizada --y de ahí se han extraído las ideas
del texto principal-- por A. MARTÍNEZ FLORES, “Igualdad de trato (art. 97)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de
la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 836 a 838.

576Un sólido apoyo jurídico positivo a esta manera de encarar la naturaleza y el régimen jurídico de la actividad
cooperativizada se encuentra en la regulación de las sociedades cooperativas de trabajo asociado. El artículo 87.1
LCEstado, con clara perspectiva societaria, señala que “las cuestiones contenciosas que se susciten entre la
cooperativa y sus socios trabajadores, por su condición de tales, se resolverán aplicando, con carácter preferente,
esta Ley, los Estatutos y el Reglamento de régimen interno de las cooperativas, los acuerdos válidamente
adoptados por los órganos sociales de la cooperativa y los principios cooperativos”.

También el Tribunal Supremo aplica estas fuentes societarias a la relación jurídica cooperativa. La S.T.S., Sala 1ª de
28 de mayo de 2002 [Civil] (Ar RJ 2002\7348) determina que a la entregas de ganado de un socio a la cooperativa
se aplican las previsiones estatutarias, de acuerdos sociales y --añade-- lo pactado entre el socio y la cooperativa.
Lo mismo sucede en la llamada jurisprudencia menor: la SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur
2011\7082), declara, para determinar el régimen jurídico de la actividad cooperativizada de vivienda, que “el marco
que regula las relaciones entre la actora, como socia, y la demandada [como cooperativa] es, en consecuencia, la
Ley 27/1999, y los Estatutos de la Sociedad Cooperativa”, en lugar del previsto para los contratos de compraventa
en el Código civil y en la Ley de ordenación de la edificación; y la SAP Murcia de 28 de enero de 20003 [Civil] (Ar
AC 2003\466), que para del régimen jurídico contenido en los estatutos sociales para determinar el contenido de la
actividad cooperativizada, concluyendo que como “el artículo 10 [de los estatutos sociales] establece como
obligación de los socios el poner a disposición de la Cooperativa la totalidad de la producción de sus explotaciones”
resulta “la infracción por el señor M. G. de la obligación de referencia”.

La doctrina más autorizada también enumera como fuentes de la obligación de realizar la actividad cooperativizada
a la Ley, imponiendo directamente al socio tal obligación, que luego es concretada en los estatutos sociales, en los
acuerdos de los órganos sociales y, permitiéndose sobre la base jurídica anterior, que haya condiciones
contractuales pactadas por la cooperativa con cada socio (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 3º…, artículo 81, pág. 306).

220
tanto de la asamblea, cuanto del consejo rector-- presenta un perfil técnico singular: dota de
contenido obligatorio a la relación jurídica cooperativa a través de un procedimiento unilateral: si
la actividad cooperativizada fuese el contenido de un contrato ordinario de cambio --y no de un
contrato de sociedad-- su regulación solo podría ser bilateral577, en cambio los acuerdos sociales
adoptados por los órganos de la cooperativa se imponen al socio en lo referente a la prestación
cooperativa578. Y se imponen los acuerdos sociales adoptados por la mayoría, incluso aunque

577Hace ya muchos años que nuestra doctrina ha destacado diferencias de régimen jurídico ente el contrato de
sociedad --como contrato plurilateral de organización-- y el contrato ordinario de cambio (vid. R. URÍA, Derecho
mercantil…, pág. 171).

578 En nuestra a jurisprudencia se encuentran sólidos ejemplos del planteamiento señalado.

La determinación y cálculo de la contraprestación a cargo de la cooperativa que retribuye las prestaciones


cooperativas del socio es competencia de órganos sociales. Así, por ejemplo, las SS.T.S., Sala 4ª, de 26 de febrero
de 1990 [Social] (Ar. RJ 1990\1236) y de 15 de junio de 1992 [Social] (Ar. RJ 1992\4579) declaran que los retornos
en concepto de beneficios obtenidos y en proporción a la actividad desarrollada en una cooperativa de producción,
obviamente, se hallan sujetos a la previa determinación de aquellos; y, si el balance no había sido practicado, y
aprobado por los órganos correspondientes, no podía abonarse dicho retorno. Recoge esta doctrina la S.T.S.J. de
Cantabria, Sala de lo Social, de 31 de marzo de 2009 (Ar. AS 2009\1091).

La citada S.T.S., Sala 1ª de 28 de mayo de 2002 [Civil] (Ar. RJ 2002\7348) aplica un pacto de no pedir acordado en
la asamblea general de la cooperativa --y por lo tanto no pactado bilateralmente entre el socio y la sociedad-- a los
pagos que debía realizar a sus socios por las entregas de ganado realizadas, que son calificadas de relación
mutualista y no de relaciones contractuales; pacto de no pedir que el propio Supremo considera “inexplicable de
referirlo a las aportaciones estrictamente societarias [se refiere a las aportaciones al capital social], e inviable salvo
pacto contractual específico respecto de las operaciones con terceros”.

La SAP Burgos de 6 de noviembre de 2009 [Civil] (Ar AC 2010\609) analiza el acuerdo adoptado por la asamblea
general de una cooperativa por el que se obligada a que cada socio contratara un préstamo personal con Caja de
Burgos por importe de 29.000 euros. En su reflexión jurídica la sentencia parte del artículo 52.2 de la Ley de
Cooperativas del Estado de 1999 cuando dice que los bienes de cualquier tipo entregados por los socios para la
gestión cooperativa y, en general, los pagos para la obtención de los servicios cooperativizados, no integran el
capital social y están sujetos a las condiciones fijadas y contratadas con la sociedad cooperativa, y añade que “la
forma en la que los socios pueden venir obligados a realizar estas aportaciones puede ser diversa; en ocasiones
será la Cooperativa la que adelante el dinero a reserva de la aprobación de las cuentas del ejercicio, para una vez
aprobadas proceder a distribuir el gasto entre los socios. En otras ocasiones serán los socios los que hagan los
pagos periódicos que se hayan establecido, bien por los Estatutos bien en Asamblea, sin perjuicio de la aprobación
ulterior de las cuentas y de la distribución definitiva del gasto. Otras veces se acudirá directamente a los socios en
búsqueda de financiación, que es lo que al parecer ha sucedido en este caso en que la falta de fondos de la
Cooperativa para continuar con la promoción de las viviendas ha hecho necesario que sean los socios los que pidan
el préstamo”; y concluye que “en cualquier caso el establecimiento a cargo del socio de cualquier obligación
económica que no venga prevista en los Estatutos hace necesario el acuerdo de la Asamblea que fije la cuantía y
las condiciones del compromiso”. A pesar de esta clara explicación de la competencia de la cooperativa, a través de
la asamblea, para regular unilateralmente la actividad cooperativizda, la sentencia referenciada anuló el acuerdo
porque el mismo no aparecía con claridad en el orden del día --acuerdo que había sido declarado válido en la
sentencia de la primera instancia--.

La SAP Jaén de 7 de junio de 2007 [Civil] (Ar Ac 2007\1968) parte entre otros datos fácticos para resolver la
cuestión litigiosa planteada de la regulación mediante acuerdo de la asamblea general de la actividad
cooperativizada de entrega de aceitunas, concretamente de las “normas de recepción de aceituna de vuelo y suelo
para la campaña 2005-2006 aprobada por la Asamblea con fecha 12 de noviembre de 2001” y cuyo incumplimiento
supuso la imposición de una serie de “sanciones por suciedad de la aceituna de vuelo”.

La SAP Jaén de 15 de marzo de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\214925), analiza el acuerdo de “practicar la liquidación del
kilogramo de aceite a 350 ptas. (2,10 €), Iva incluido” y declara “la libre soberanía al respecto de la Asamblea”.

La SAP Murcia de 7 de enero de 2011 [Civil] (Ar AC 2011\243) al relatar los hechos de los que deriva la cuestión
litigiosa da buena cuenta de cómo los acuerdos de la asamblea general regulan el contenido de la actividad

221
hayan sido impugnados --salvo que se inste y acuerde cautelarmente su suspensión--, en tanto
no sean anulados, pudiendo ejecutarse a partir de la fecha de la aprobación del acta en la que
consten579. Incluso para la efectividad de esos acuerdos la cooperativa cuenta con recursos
propios del Derecho de sociedades, como la expulsión del socio por incumplimiento 580 y con

cooperativizada, generando derechos y obligaciones para los socios --en el caso de la Sentencia citada,
obligaciones--: ante la situación deficitaria que atraviesa una cooperativa, en una asamblea general “se acuerda,
primero, "Aportar la producción de Otoño-Invierno para afrontar los pagos de la Cooperativa y reducir la deuda en la
medida de lo posible" y, segundo, "Congelar todas las liquidaciones de las mercancías aportada por todos los
socios"”.

La SAP Santa Cruz de Tenerife de 26 de octubre de 2009 [Civil] (Ar AC 2010\245) admite la validez de un acuerdo
de la asamblea general que unilateralmente nova el derecho del socio a la contraprestación por su actividad
cooperativizada. Y es que la asamblea acordó que “las cantidades retenidas hasta entonces en los diferentes
conceptos (por kilos de plátanos o tomates) o bien pasaran a ser ingresos directos de la explotación propia del año,
o bien que formaran parte del capital ‘con el carácter de no devolución’, o bien pasarán a ser fondos de reserva (que
tampoco es reintegrable) para la amortización de las instalaciones llevadas a cabo con financiación externo
(préstamos hipotecarios)”.

La S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269), ante dos acuerdos
de la asamblea general, uno favorable a la actividad de un socio y otro posterior que la perjudica, declara respecto
de este segundo que no es inoponible al socio, como si la cooperativa solo estuviera vinculada frente a él por el
acuerdo anterior, sino que podría impugnar el acuerdo supuestamente infractor de sus derechos en el momento en
que tuviera debido conocimiento del mismo, y no haberlo hecho así no le permite ignorar su contenido cuando lo ha
conocido.

Y no solo se regula unilateralmente la actividad cooperativizada mediante acuerdos de la asamblea general, sino
también del consejo rector. La SAP Santa Cruz de Tenerife de 28 de noviembre de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\8661)
declara la competencia del consejo rector de una sociedad cooperativa de crédito para fijar los interesen de las
cuentas deudoras de los socios con la cooperativa diciendo que “con relación a las cuentas deudoras habrá que
estar a las condiciones fijadas con la Cooperativa y, entre ellas y en lo que es al caso, se encontraba el interés fijado
para las citadas cuentas por la Junta Rectora, interés que el demandado debía conocer y conocía como miembro de
la entidad y que, por tanto, había consentido al operar y aceptar los servicios cooperativizados bajo tales
condiciones” Debe tenerse en cuenta que el consentimiento del socio al que alude la sentencia no muta la fijación
unilateral del interés por el consejo rector –rectius, la fijación unilateral por la cooperativa de las condiciones de la
actividad cooperativizada-- sino que recoge la facultad del socio de realizar o no actividad cooperativizada financiera
con las cooperativa de crédito.

Entre nuestra doctrina, resultan muy ilustrativas las palabras de E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS
VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de
reforma…, pág. 177: “este derecho del socio a participar en la actividad cooperativizada aunque es un derecho
básico está con carácter general, que no individual, sujeto al poder de disposición de la mayoría. En este sentido se
dice la mayoría de los socios pueden decidir modificar, e incluso, excluir, el derecho de los socios de participar en la
actividad empresarial de la cooperativa, pero han de hacerlo con carácter general y no a título particular”.

579 En la línea apuntada el AAP Madrid de 22 de noviembre de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\36598) declara que un
acuerdo social de una cooperativa impugnado es plenamente ejecutivo y no puede paralizarse su actividad ni activa
ni pasivamente, sin que conste que el impugnante de tales acuerdos haya solicitado la suspensión de sus efectos.

580 Las ideas expuestas tiene un alcance práctico innegable, y han sido la ratio decidendi de un buen número de
sentencias que, con esta forma de actuar, van construyendo un régimen jurídico societario de la actividad
cooperativizada. Por ejemplo la SAP Burgos de 25 de noviembre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\2226), en un caso en
el que un “socio no ha participado en las actividades cooperativizadas de la vendimia del año 2006 con los
consiguientes perjuicios económicos originados a la Cooperativa incumpliendo la obligación del socio prevista en el
artículo 9.2 .b) de los Estatutos de participar en las actividades cooperativizadas que desarrolla la Cooperativa para
el cumplimiento de su fin social entregando cada campaña la totalidad de la producción del viñedo que previamente
haya declarado” declara que “la reacción adecuada frente a este tipo de comportamientos, que constituyen
incumplimientos de las obligaciones del socio, no es dificultarle la baja, sino precisamente lo contrario, pues pueden
desembocar en una sanción de expulsión en los casos de falta muy grave”.

222
mecanismos de autotutela jurídica, como la ejecutividad de sus decisiones sobre la actividad
cooperativizada581. La protección al socio perjudicado por estos acuerdos se articula también a
través de técnicas propias del Derecho de sociedades: la baja voluntaria 582, declaración
unilateral del socio que no precisa aceptación por la cooperativa583.

581 La sociedad cooperativa a la hora de regular unilateralmente la actividad cooperativizada puede ejecutar los
acuerdos sociales que adopte al respecto. Una de las sentencias más ilustrativas al respecto es la SAP Vizcaya de
31 de mayo de 2010 [Civil] (Ar Jur 2010\409089). Comienza proclamando la autotutela de la actividad
cooperativizada, señalando al respecto que “el órgano de Administración de la Cooperativa, el Consejo Rector,
incluye entre sus competencias…la exigencia del cumplimiento de las actividades y servicios a los que se obligó el
socio y en su caso la correspondiente indemnización de daños y perjuicios”, y sobre esta competencia gestora
analiza dos acuerdos del consejo rector de la cooperativa, por los que se calificó la baja como voluntaria e
injustificada, se decidió la aplicación de una deducción y, ante el incumplimiento del compromiso de permanencia,
se fijaron y cuantificaron unos daños y perjuicios a cargo del socio. En esta operación fue la siguiente: “la suma que
resulta de la aplicación de la deducción del 30% a las aportaciones obligatorias comprometidas, que es 8.531,79
euros, y el importe de los daños y perjuicios cuantificados en acuerdo de la cooperativa 69.534,93 euros y que se
han reducido en la demanda a la suma 64.726,83 euros al haberse descontado de la cifra anterior el importe de una
subvención cuya devolución no ha sido reclamada y como débitos de la cooperativa con el demandado la suma de
3.673,50 euros, que corresponde al importe de la aportación obligatoria inicial desembolsada y 832,32 euros que,
según el informe pericial emitido a instancia de la actora, es el saldo que resulta a favor de D. Eugenio por la
prestación de servicios del demandado en el ámbito de la cooperativa”.

Con este proceder la cooperativa determinó unilateralmente la deuda del socio que procedió a compensar con los
créditos de ésta para con aquélla, y reclamar el saldo resultante. Los acuerdos que sirvieron de base para la
reclamación la Audiencia declaró que no eran susceptibles de revisión por haber caducado las acciones de
impugnación. De esta forma dice la sentencia “las partidas que por distintos conceptos se fijan en los acuerdos
impugnados no son revisables [y] deben aceptarse como créditos a favor de la actora” siendo lo calculado por la
cooperativa “la suma que debe abonar el demandado a la actora”.

582La SAP Burgos de 9 de noviembre de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\35483) resuelve un caso en el que frente a la
regulación unilateral por la cooperativa de la actividad cooperativizada consistente en “el acuerdo por el que cada
socio debería formalizar un préstamo personal para la adquisición de las viviendas ante la imposibilidad de
concesión de préstamos hipotecarios por la entidad financiera” considera que “implica -efectivamente- la asunción
de obligaciones o cargas gravemente onerosas” y califica la baja de los cooperativistas como justificada.

583 Yerra la SAP Burgos de 6 de noviembre de 2009 [Civil] (Ar AC 2010\609) cuando afirma que “tanto la baja
obligatoria como la voluntaria precisan acuerdo del Consejo Rector, y en el caso de la voluntaria -también en la
obligatoria cuando se produce a instancias del socio- la correspondiente solicitud”; y acierta la SAP Burgos de 25 de
noviembre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\2226) --aunque son del mismo ponente-- al declarar que “la facultad del socio
para darse de baja voluntariamente "en cualquier momento"…se trata de una declaración unilateral de voluntad que
produce sus efectos desde que es conocida por su destinatario”. También aciertan la SAP Córdoba de 19 de
septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916), en la que puede leerse que “la declaración del socio expresando su
voluntad de separarse de la cooperativa tiene un carácter unilateral…que no precisa pronunciamiento alguno del
Consejo Rector, a diferencia de la baja obligatoria contemplada en el art. 43 de la citada Ley”; y la SAP Pontevedra
de 15 de diciembre de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\55487) para la que la “baja…es… un derecho del socio, inherente a
la naturaleza de la sociedad cooperativa” de forma que “el socio puede darse de baja, como derecho inherente a su
condición de cooperativista, pero solo la baja justificada le permite una restitución plena y puntual de las cantidades
aportadas al capital y a la actividad cooperativizada”.

J. PULGAR, “La pérdida de la condición de socio en el marco cooperativo: su baja y expulsión”…, págs. 1045 a
1049, explica que la baja voluntaria puede producirse por cualquier causa y en cualquier tiempo, de forma que la
permanencia temporal mínima asumida por el socio no conlleva una renuncia a su derecho a causar baja sino una
penalización económica, y que, cuando el socio dirige al conejo rector un preaviso sobre su voluntad de causar baja,
no está pidiendo autorización para proceder a ello, sino comunicando al consejo su voluntad, que puede ejercer sin
necesidad de autorización. Con estas explicaciones la autora citada se aliena con la jurisprudencia menor
anteriormente expuesta, pero se separa en un aspecto clave: la baja voluntaria es una declaración de voluntad
unilateral no recepticia, dado que si fuera recepticia la fecha de la baja no produciría efectos hasta el momento en
que el consejo rector tenga conocimiento de la baja.

223
En ejecución de los acuerdos sociales que determinen las obligaciones de los socios
respecto a la actividad cooperativizada, los servicios de la sociedad cooperativa podrán aceptar
o rechazar, en nombre de la sociedad cooperativa --resultado aplicable aquí el régimen de los
auxiliares dependientes del empresario regulado en el Código de Comercio a propósito de la
comisión mercantil-- las prestaciones cooperativas de los socios584.

III. Ahora bien, el régimen societario es fragmentario, solo regula determinados aspectos
de la relación cooperativa. El resto, lo no previsto en el Derecho de sociedades, habrá que
buscarlo (i) en la regulación del acto o contrato con el que las prestaciones guarden más
analogía, (ii) en la legislación a la que la Ley de cooperativas se remita expresamente o (iii) en
aquélla con la que aprecie identidad de ámbitos de aplicación.

(i) Esta forma parcial de regular las relaciones de hecho no es exclusiva del régimen de
la actividad cooperativizada, sino que se aprecia en otros terrenos del Derecho de sociedades
cooperativas, en incluso en la legislación de sociedades de capital. Se trata de la obligación del
socio de realizar aportaciones al capital de las sociedades. La obligación de aportar es de
naturaleza societaria, y su nacimiento, vicisitudes y extinción se rigen, básicamente, por el
Derecho de sociedades, pero hay determinados aspectos que se acogen a la disciplina común
del Derecho de obligaciones. Así sucede, por ejemplo, en el supuesto de aportaciones en
especie: si la aportación consiste en bienes muebles o inmuebles o derechos asimilados a ellos
la entrega y el saneamiento de los mismos se rige por las normas del Código Civil sobre el
contrato de compraventa, y la transmisión de riesgos por las reglas del Código de Comercio
sobre el mismo contrato (vid. arts. 45.2.III LCEstado y 64 TRLSC). Incluso en estos casos, el
Código Civil y el Código de Comercio deben ser solo objeto de aplicación analógica y con una
cuidada atención puntual a cada caso, debido a la diferencia que existe entre los dos títulos
causales: el contrato de sociedad, frente al contrato de compraventa, no tiene carácter
sinalagmático, no es, de ordinario, bilateral, ni en él cuentan exclusivamente los intereses de los
socios, sino que su régimen está diseñado para proteger a los terceros, generalmente
acreedores, de forma que la aplicación del régimen de la compraventa previsto en los dos
Códigos ha de realizarse, concediendo primacía a las normas societarias de carácter
imperativo585.

La técnica jurídica que explica el planteamiento dual societario-contractual de abordar el


régimen jurídico de la relación societaria responde a una neutralidad funcional de la regulación
del Código Civil sobre la compraventa y el arrendamiento: aunque está originariamente pensada
y diseñada para regular las obligaciones nacidas del contrato de compraventa, sirve también
para disciplinar aquellas otras relaciones jurídicas en las que una persona tenga que entregar
bienes y otra, a cambio de tal prestación, tenga que pagar una cantidad de dinero586.
584N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código
de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35, págs. 161 y 162, considera que los
trabajadores de una cooperativa podrán negarse a recibir las prestaciones cooperativizadas si éstas no las realiza el
socio en las condiciones acordadas por órganos sociales para su igual aplicación a todos los socios, sobre la base
del artículo 1124 CC, conforme al cual toda prestación del socio exigiría que éste cumpliera determinados
presupuestos obligacionales.

585Estas ideas se han extraído de E. GALLEGO, “Aportación de bienes muebles o inmuebles (art. 64)”, en Rojo-
Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs.
601 a 615, en pág. 602.

586Una construcción parecida puede leerse en C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: elementos del contrato de
sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., págs. 508 y 509, a la hora de exponer el

224
Con base en esta explicación, deben buscarse, para completar su régimen jurídico, las
normas jurídicas que regulen el acto o contrato con el que la actividad cooperativizada guarde
más analogía: compraventa, arrendamiento, mandato, trabajo…

De esta forma, en la cooperativa de consumo el suministro de bienes y servicios que


presta la sociedad cooperativa a los socios consumidores tiene su origen en el contrato de
sociedad cooperativa y se regirá primeramente por la Ley de cooperativas, por los estatutos
sociales, por el reglamento de régimen interno y por los acuerdos de los órganos sociales. En lo
no previsto en estas fuentes se aplicarán las normas del Código Civil sobre la compraventa
cuando, tratándose de entrega de bienes, el socio adquirente es consumidor final, o las del
Código de Comercio sobre la compraventa mercantil cuando el socio adquiere con intención de
reventa (vid. art. 325 C de C), o, de nuevo, el Código Civil sobre el arrendamiento de servicios o
de obra, según se trate de prestaciones de servicios o realizaciones de obras. Por su parte, en la
cooperativa de comercialización el régimen de la actividad cooperativizada debe completarse
con las normas del mandato, e incluso de la comisión mercantil o de las que regulan los
contratos de colaboración empresarial --distribución, agencia, mediación…-- si hay identidad de
razón en los supuestos de hecho. Y, en fin, en las cooperativas de producción --trabajo
asociado-- el complemento jurídico hay que buscarlo en las normas reguladoras de la relación
laboral nacida del contrato de trabajo: aunque hay Leyes, como la extremeña o la catalana, que
contienen un llamamiento expreso al bloque normativo laboral para completar el régimen
societario de la actividad de los socios trabajadores, el recurso a la aplicación por analogía de las
normas laborales valdrá para aquellas otras, como la Ley estatal, en las que no hay tal remisión
expresa.

(ii) El llamamiento a otros sectores del ordenamiento jurídico para completar el régimen
jurídico societario de la actividad cooperativizada puede preverse expresamente en la legislación
cooperativa. Así sucede con el Estatuto de los Trabajadores que resulta aplicable directamente a
la actividad cooperativizada de los socios trabajadores y de los socios de trabajo. Uno de las
regulaciones más claras al respecto en esta materia es la contenida en la Ley de Sociedades
Cooperativas de Extremadura, cuyo artículo 115 combina el régimen societario --los estatutos
sociales y los acuerdos de la asamblea general-- con el laboral --las normas legales y
reglamentarias del Estado reguladoras de la relación laboral nacida del contrato de trabajo-- para
conformar el completo régimen de la actividad cooperativizada587. Al lado de la menciona Ley

régimen jurídico de la obligación de aportar, que pesa sobre los socios de cualquier sociedad y que constituye el
objeto del contrato de sociedad. La obligación de aportar, cuyo objeto son las prestaciones prometidas por los
socios para la promoción del fin social, nace del contrato de sociedad, y, naturalmente se rige por las normas que
regulen la concreta sociedad que se constituye, pero se nutre, dice el autor citado, de las normas generales sobre
las obligaciones, de algunas normas especiales (arts. 1682, 1687 y 1701) y por la regulación del contrato de
compraventa, cuando la aportación a la sociedad se haga a título de propiedad, del contrato de arrendamiento de
cosa, cuando la aportación se realice a título de uso, y la de los arrendamiento de servicios o de obra cuando se
trate de aportaciones de industria.

587 Este artículo expresamente señala, en el apartado 1 que “el régimen jurídico del trabajo de los socios
trabajadores será el establecido en las normas legales y reglamentarias del Estado reguladoras de la relación
laboral nacida del contrato de trabajo”, y en el apartado 2 que “los estatutos sociales o la Asamblea General podrán
mejorar las condiciones establecidas en las precitadas normas, en materias tales como la organización del trabajo,
las jornadas, el descanso semanal, las fiestas, las vacaciones, los permisos, la clasificación profesional, la movilidad
funcional y geográfica, las excedencias o cualquier otra causa de suspensión o extinción de la relación de trabajo
cooperativo, y, en general, cualquier otra materia directamente vinculada con los derechos y obligaciones derivados
de la prestación del trabajo por el socio trabajador”.

225
debe colocarse a la Ley catalana que al regular las fuentes que se aplican al régimen de trabajo
de los socios trabajadores prevé como una de ellas “la normativa laboral”588.

(iii) Cuando el complemento del régimen jurídico societario de la actividad


cooperativizada no venga señalado expresamente en la legislación cooperativa, el llamamiento a
aquél solo puede hacerse cuando exista identidad de ámbitos de aplicación. La técnica expuesta
encuentra aplicación, por ejemplo, en la actividad de consumo en forma cooperativa, a la que
resultará o no aplicable la legislación de protección de los consumidores y usuarios, en función
de la identidad de los sujetos retenidos por uno y otro sector del ordenamiento jurídico.

A primera vista, la actividad cooperativizada de consumo puede abordarse desde una


modalidad de sociedad cooperativa de amplio espectro: si la cooperativa es la empresa común
que desarrolla su objeto social para satisfacer necesidades de sus socios, será cooperativa de
consumo aquélla que satisfaga la necesidad de consumir de los socios. Sin embargo, las leyes
acotan el concepto de cooperativa de consumo de forma más estrecha: son cooperativas de esta
clase aquéllas en las que los socios tienen el carácter de destinatarios finales de los bienes y
servicios prestados por la cooperativa. Y precisamente por ello se refieren a ella con una
denominación diferente: sociedad cooperativa de consumidores y usuarios589. En este sentido, el
artículo 88.1 LCEstado señala que “pueden ser socios de estas cooperativas [de consumidores y
usuarios], las personas físicas y las entidades u organizaciones que tengan el carácter de
destinatarios finales”. A su vez, la clase “sociedad cooperativa de consumidores y usuarios”
funciona como tipo general de la sociedad cooperativa cuyos socios son consumidores finales.
Esta función significa que su régimen jurídico se aplica de forma plena y directa a aquellas
sociedades cooperativas de consumidores y usuarios que no tengan una regulación especial en
las Leyes, y de manera supletoria a las sociedades cooperativas cuyos socios son consumidores

588 Dice su artículo 116.3 que “a falta de regulación cooperativa, ha de aplicarse [a la prestación de trabajo de los
socios trabajadores] lo que disponen las fuentes de derecho cooperativo catalán y, supletoriamente, el ordenamiento
jurídico cooperativo en general, y, en último término, la normativa laboral.

La normativa laboral se ha aplicado a la actividad cooperativa de trabajo al amparo del trascrito artículo 116.3
LCCataluña por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Concretamente, ha admitido la aplicación del artículo
50 del Estatuto de los Trabajadores, previsto para la relación laboral nacida del contrato de trabajo, a la relación
entre la cooperativa y los socios trabajadores de la misma por los incumplimiento imputables a la cooperativa,
admitiendo que “el socio trabajador demandar la extinción de la relación con invocación del precepto del Estatuto de
los Trabajadores” [S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 14 de octubre de 2008 (Ar. AS 2008\3075). También
admite que el artículo 50 del Estatuto de los Trabajadores pueda ser aplicado a la relación enjuiciada la S.T.S.J. de
Valencia, Sala de lo Social, de 10 de julio de 2007 (Ar. AS 2008\465).

589 Esta clase de sociedad cooperativa se denomina de consumidores y usuarios desde hace muy pocos años. En
1885 el artículo 124 C de C se refería a ellas, para excluirlas del terreno del Derecho mercantil junto a las
cooperativas de producción y de crédito --salvo que se dedicasen a actos de comercio extraños a la mutualidad--,
con la denominación de cooperativas de consumo. Esta denominación se ha mantenido hasta el Reglamento de
ejecución de la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas, aprobado por el Real Decreto
2710/1978, de 16 de noviembre (vid. arts. 96 y 115). Fue con la hoy derogada Ley General de Cooperativas de 1987
con la que pasó a denominarse sociedad cooperativa de consumidores y usuarios. Esto supuso centrar la atención
del legislador en vez de en el acto cooperativizado --el consumo-- en el socio cooperativo --el consumidor o usuario-
-, debido al impacto que en la legislación cooperativa tuvo la legislación de protección de los consumidores y
usuarios de 1984 (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º..., artículo 127, págs. 659 a
669, en págs. 662 a 663.). Esta mutación en la denominación de la clase de cooperativa permitió además diferenciar
con nitidez esta cooperativa de consumo de otras cooperativas de consumo, en razón de que el socio sea o no
consumidor final. La denominación de consumidores y usuarios de la Ley de 1987 ha pasado a la vigente de 1999
(vid. arts. 6 y 88).

226
finales pero que tienen una regulación especial. Tal sería el caso, por ejemplo, de las sociedades
cooperativas de viviendas o de las sociedades cooperativas de enseñanza que asocian a
padres.

El panorama descrito arroja una aparente complejidad en el esquema cooperativo de


consumo, que se simplifica considerablemente si se reduce a sus categorías básicas. En primer
término aparece la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios como clase general. A su
lado las diferentes clases especiales de sociedades cooperativas --de viviendas y docentes de
padres-- que tienen socios consumidores. Ambas presentan la nota común de que los
beneficiarios de la actividad cooperativizada son destinatarios finales, y la nota distintiva de que
su régimen jurídico se articula conforme a la regla lex especialis-lex generalis. Separadas de
ellas se sitúan aquellas otras cooperativas de consumo en las que los socios adquieren bienes y
servicios que entrega o presta la propia sociedad pero sin ser los destinatarios finales, sino que
los incorporan a otro proceso productivo.

Contemplada con planteamientos propios del Derecho de consumo590, la anterior


clasificación no puede admitirse de forma incuestionable: si para las Leyes de esta rama del
Derecho son consumidores o usuarios las personas físicas o jurídicas que actúan en un ámbito
ajeno a un actividad empresarial o profesional (art. 3 TRLGDCU) solo serán sociedades
cooperativas de consumo aquellas cuyos socios no destinen las prestaciones cooperativas a una
actividad empresarial o profesional. De la misma manera, no tendrían la consideración de
cooperativas de consumo aquéllas en las que los socios consuman para sus explotaciones,
empresas o profesiones, porque lo adquirido se integra en nuevo proceso de producción de
bienes o de prestación de servicios.

En un intento de cohonestar ambos sectores del Ordenamiento jurídico, el consumo en


régimen cooperativo ofrecería las siguientes modalidades societarias: sociedades cooperativas
de consumidores y usuarios, sociedades cooperativas de consumo con socios consumidores y
sociedades cooperativas de consumo sin socios consumidores.

La clasificación expuesta, además de ilustrativa, presenta una virtud práctica muy


interesante que aclara el régimen jurídico aplicable: todas las sociedades expuestas son, desde
el punto de vista del Derecho de sociedades cooperativas, cooperativas de consumo y
destinatarias del stock de material científico, jurisprudencial y legal existente en torno a ellas;
pero además solo las que cuentan con socios consumidores [finales] son destinatarias de las
normas y sentencias sobre protección de los consumidores, así como de las investigaciones que
la doctrina científica haya elaborado al respecto591.

590Sobre el concepto de Derecho de consumo vid. A. ACEDO PENCO, Nociones de Derecho de consumo.
Aproximación jurídica a la protección de los consumidores en Extremadura..., pág. 41.

591 El consumo de bienes o de servicios que realizan los pequeños y medianos empresarios y profesionales --que no
son consumidores o usuarios en estricto sentido jurídico-- con el objetivo de mejorar sus explotaciones
empresariales o profesionales ha sido contemplado desde siempre por el Derecho de sociedades cooperativas. La
figura pionera fue la cooperativa agraria en la que los empresarios agrarios adquirían bienes --abonos, fitosanitarios,
pienso, gasóleo…-- o recibían servicios --de comercialización de sus cosechas y ganados, veterinarios,
agrónomos,…-- necesarios para sus explotaciones. Actualmente se ha extendido la cooperativa de consumo
empresarial a todos los sectores económicos a través de género sociedad cooperativa de servicios que asocia a
personas físicas o jurídicas, titulares de explotaciones industriales o de servicios y a profesionales o artistas que
ejerzan su actividad por cuenta propia, y tienen por objeto la prestación de suministros y servicios, o la producción
de bienes y la realización de operaciones encaminadas al mejoramiento económico y técnico de las actividades
profesionales o de las explotaciones de sus socios (vid. art. 96.1 LCEstado).

227
La aplicación de la legislación de consumidores y usuarios en las sociedades
cooperativas con socios consumidores se debe a la identidad de ámbitos de aplicación. La
técnica que explica tal aplicación es la siguiente: la legislación de protección de los
consumidores y usuarios es neutral en el sentido de que se aplica a la relación jurídica de
consumo con independencia de la fuente de la misma; así el artículo 2 del Texto Refundido de
2007, dispone que la “norma será de aplicación a las relaciones entre consumidores o usuarios y
empresarios”, prescindiendo de toda consideración al título jurídico del que nazca la relación de
consumo592.

Sin embargo en este terreno también deja su impronta la naturaleza societaria de la


actividad cooperativizada y la aplicación a la misma del Derecho de sociedades. Así, por
ejemplo, en las sociedades cooperativas de viviendas a pesar de que hay consumo, en el orden
de prelación de fuentes de la relación cooperativa está en primer lugar el Derecho de
sociedades, y detrás de Derecho del consumo, de manera que si un determinado aspecto de la
relación cooperativa encuentra solución societaria, no debe acudirse a la legislación de
consumidores y usuarios593.

IV. El origen societario con el que se construye la naturaleza jurídica de la actividad


cooperativizada es clave para la conexión en el terreno de las fuentes entre la mutualidad y la
participación orgánica --que en estas páginas se defienden como elementos tipológicos
interdependientes de la sociedad cooperativa--. Este origen permite unir el derecho del socio a la

Por el contrario, el Derecho de consumo ha excluido de su ámbito de protección a los pequeños empresarios y
profesionales al no ser destinatarios finales del bien o servicio adquirido --lo integran en un proceso económico
posterior--, aunque en el contrato o acto de consumo ocupen una situación jurídica de manifiesta inferioridad frente
a la gran empresa suministradora o distribuidora, circunstancia que ha sido puesta de manifiesto por A. ACEDO
PENCO, Nociones de Derecho de consumo. Aproximación jurídica a la protección de los consumidores en
Extremadura…, págs. 63 y 65 a 66.

592La amplitud del ámbito objetivo de la LGDCU fue puesta de manifiesto, bajo la vigencia de la anterior Ley de
1984 por A. ACEDO PENCO, Nociones de Derecho de consumo. Aproximación jurídica a la protección de los
consumidores en Extremadura…, pág. 64.

593 Resulta muy ilustrativa de la idea anterior la SAP Madrid de 30 de marzo de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\1735). En
ella se resuelve una cuestión litigiosa que gira en torno dos hechos: uno relativo a la naturaleza de la vivienda,
respecto a la cual el socio cooperativista suscribió un documento de incorporación a la cooperativa y asignación
provisional de vivienda con base en el proyecto técnico en el que aparecía como una vivienda libre, sin limitaciones
ni restricciones de ningún tipo y sin recibir información de que la vivienda pudiera ser calificada de protección
pública; y otro referido al «precio», atribuyéndose a la Cooperativa una desviación de los precios máximos
aplicables y un exceso respecto del «precio contratado». Con carácter general, para la Sala “tampoco puede
admitirse la equiparación de la incorporación a la cooperativa a un mero acto de consumo, de modo que lo que se
suscribe sin más es un contrato de compraventa con precio determinado. No es así”, hay que “incidir en la ya
rechazada equiparación entre la incorporación a una cooperativa y un acto de consumo o compraventa a tercero
con precio determinado”, y sobre este planteamiento genérico aplica a la cuestión litigiosa planteada el derecho de
sociedades para decir, uno, que con la incorporación a una cooperativa de viviendas no se celebra ningún contrato
de compraventa de viviendas, sino que “lo que suscribe el demandante...es un documento de incorporación como
socio a la cooperativa y asignación provisional de vivienda”; dos, que por lo tanto no hay precio, sino que “el
supuesto «precio» de veintiún millones trescientas cincuenta mil pesetas no es tal, sino el valor de adjudicación
conforme al plan financiero previsto”; tres, que “resulta irrelevante el momento en que se pone de manifiesto
posteriormente la calificación de las viviendas”; y, cuatro, que frente a la resolución del contrato por incumplimiento,
técnica impropia del Derecho de sociedades, y dado que ser socio de la cooperativa “no supone que el socio deba
aceptar todo”, añade la Sala “que en la relación del socio con la cooperativa rige el…principio de puerta abierta…lo
que representa una notable ventaja en su posición en relación al acceso a la propiedad por otros medios y que
neutraliza hipotéticos perjuicios que de otro modo pudieran producirse” refiriéndose a la baja voluntaria.

228
toma de decisiones de gestión --de estricta ubicación en el terreno del Derecho de sociedades--
con la relación jurídica que regula la realización por el socio de actividad económica con la
sociedad cooperativa --también ubicada originariamente en el Derecho de sociedades--.
Precisamente esta idea --la de que los dos elementos tipológicos de la cooperativa, mutualidad y
participación orgánica, se sitúan en el Derecho de sociedades-- es la que más interesa en este
momento destacar de la naturaleza y régimen jurídico de la actividad cooperativizada. El resto de
cuestiones atinentes a la mutualidad y a la actividad cooperativizada son de las que
tradicionalmente se ha ocupado la doctrina.

1.5. La necesidad de un régimen jurídico especial de la mutualidad y de la


participación orgánica.

La naturaleza societaria de la actividad cooperativizada determina que su régimen


jurídico haya que construirlo con técnicas propias del Derecho de sociedades completadas con el
Derecho de contratos, como se ha explicado antes. Además, pone de manifiesto la conexión
ontológica entre los dos elementos del tipo societario cooperativo, la mutualidad y la participación
orgánica, como también se ha explicado. Pero no solo eso: la presencia de la actividad
cooperativizada obliga a que el Derecho de la organización societaria cooperativa haya que
construirlo teniendo presente el impacto que la actividad cooperativizada provoca en todas sus
instituciones594. El sistema de tipos sociales, en el que se contempla a la sociedad cooperativa
como tipo de base mutualista, junto a otras formas sociales universales y también particulares,
para que sea diferenciador, exige que la legislación cooperativa se elabore con el objetivo de dar
solución normativa ad hoc al fenómeno de la sociedad cooperativa, es decir a la asociación
voluntaria de personas dirigida a la consecución de una finalidad común mediante la contribución
de todos sus miembros a través de su aportación --concepto general de sociedad595--, siendo la
finalidad común la satisfacción de necesidades de los socios, y la obligación de aportar, junto a
la aportación de capital, la realización de actividad cooperativizada --elemento especial de la
cooperativa--. Por razones de política legislativa derivadas del sistema cerrado de tipos sociales -
-los tipos sociales previstos en las leyes constituyen un numerus clausus, de forma que las
partes no pueden inventarse o crear nuevos tipos al margen de los existentes en la legislación--,
la legislación cooperativa debe ofrecer soluciones normativas adaptadas a la exigencia del
fenómeno societario singular de raíz cooperativa, dado que las partes que quieran organizar en
común una empresa de carácter mutualista no pueden crear un tipo mutualista nuevo.

Es una realidad que para esta singular fórmula de realización de una actividad
económica, el legislador ha previsto un tipo societario especial596: la sociedad cooperativa, de
manera que en la mayor parte de los ordenamientos jurídicos existe una Ley especial que regula

594En este impacto, debe tenerse en cuenta que la gestión democrática es una regla que comparten las sociedades
cooperativas y las de capital --aunque en cada una de ellas se atribuyan los votos con arreglo a diferentes criterios:
mutualista y plutocrático, respectivamente--, pero lo que no resulta compartido es el intenso derecho de gestión que
para el socio cooperativo nace de la actividad cooperativizada, que no de los principios cooperativos. En la doctrina
se sigue diferenciando entre los elementos de la estructura organizativa de la cooperativa que obedecen a la
mutualidad y aquellas otras características organizativas que se derivan de los principios cooperativos, con especial
referencia dentro de éstas a la gestión democrática (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 102 y 103.

Vid. C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: caracterización del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.),
595

Curso de Derecho mercantil..., págs. 469 a 471.

596 Vid. VERGEZ, El Derecho de las cooperativas y su reforma..., pág. 19.

229
la sociedad cooperativa597. Si no hubiera Ley de cooperativas, esta forma particular de empresa
debería desarrollarse a través de un tipo societario universal --coma la sociedad anónima o la
sociedad limitada--; e, incluso, existiendo Ley de cooperativas nada impide que la empresa
cooperativa, esto es, la actividad económica desarrolla por los propios socios para la satisfacción
de sus necesidades, se lleve a cabo a través de una sociedad anónima o de una sociedad
limitada.

La fuga de la empresa cooperativa hacia las sociedades de capital normalmente


obedece a la falta de soluciones a los problemas societarios cooperativos contenidas en la
legislación especial de sociedades cooperativas. Frente a ello siempre queda abierta la vía de
los tipos universales, y singularmente de la sociedad de responsabilidad limitada. Las partes
pueden adaptar el régimen legal de la sociedad limitada --sociedad de capital-- a la necesidad
propia de la empresa cooperativa --empresa mutualista--, al amparo de la flexibilidad de su
régimen jurídico --rasgo destacado tanto por la exposición de motivos (apartado II, número 2) de
la derogada Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada, cuanto por la exposición de
motivos (apartado IV, párrafo primero) del vigente Texto Refundido de la Ley de Sociedades de
Capital--, a fin de que la autonomía de la voluntad de los socios tenga la posibilidad de adecuar
el régimen aplicable a sus específicas necesidades y conveniencias. Sin embargo, la huida de la
sociedad cooperativa no siempre alcanza de forma satisfactoria y global los fines jurídicos
pretendidos. Una de las causas que provocan la huida de los cooperativistas hacia otras formas
sociales --quizá la de mayor relevancia-- es la de la irrepartibilidad patrimonial, que se produce
durante el funcionamiento de la cooperativa --beneficios retenidos en reservas-- y en el momento
de la liquidación --haber resultante no adjudicable a los socios--. Para eludir este efecto se
constituyen muchas sociedades de responsabilidad limitada que funcionan como sociedades
cooperativas de hecho598, con arreglo a la mutualidad, es decir, a la participación de los socios
en el proceso productivo de la sociedad como forma de satisfacción de necesidades --son
sociedades limitadas bien en las que los socios trabajan, bien a través de las cuales
comercializan sus producciones o, en fin, que administran una central de suministros para los
propios socios-- y con arreglo a la participación orgánica --asumiendo los socios directamente las
decisiones de gestión o al menos las de más importancia--.

Para evitar este fenómeno de fuga la opción no debe ser la admisión fatalista del
mismo599, ni si quiera la adaptación del tipo de la sociedad limitada, a través de sus estatutos
sociales y al amparo de la flexibilidad de su régimen jurídico, a una sociedad de base mutualista.
Deben realizase esfuerzos para que la ley que regule la sociedad cooperativa, es decir, la ley

597Esta es la tónica general. Sin embargo, Bélgica, por ejemplo, no tiene ley especial, incluyendo a las cooperativas
dentro del conjunto general de las sociedades mercantiles en el Código de Comercio; y Dinamarca carece de
legislación sobe las cooperativas (vid. J. M. MONTOLÍO HERNÁNDEZ, Legislación cooperativa en la Unión
Europea, Madrid [Ministerio de Trabajo y asuntos Sociales], 2000, págs. 71 a 80, 111 y 114 a 116.

598 La autoría de la expresión y su acierto deben imputarse a C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las


sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la
Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los sociedades de responsabilidad
limitada reguladas en España”…, págs. 53 a 87.

599Comoquiera que esta huida resulta difícil de evitar, la doctrina ha propuesto, como solución, que las cooperativas
de hecho simplemente se agrupen en organizaciones representativas (vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ,
“Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios del Congreso de
la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los sociedades de
responsabilidad limitada reguladas en España”…, págs. 80 y 81).

230
que construye su régimen jurídico con base en los principios estructurales de la mutualidad y de
la participación orgánica, evite la huida del cooperativista.

La solución de la conversión de la sociedad de responsabilidad limitada --tipo universal--


a través de sus estatutos en una sociedad cooperativa de hecho no es satisfactoria desde casi
ningún punto de vista. La razón respecto de todos ellos es la misma: el Texto Refundido de la
Ley de Sociedades de Capital, al disciplinar las sociedades de responsabilidad limitada, no
regula un tipo mutualista, sino capitalista, y no está inspirada en el principio configurador de la
actividad cooperativizada. El impacto de la actividad cooperativizada en el régimen jurídico de la
sociedad limitada es inexistente, y la penetración de la misma a través de los estatutos sociales
no resuelve todos los problemas, incluso a veces plantea algunos nuevos.

El régimen legal de la sociedad cooperativa está adaptado al proceso de agrupación


entre personas que crean y gestionan una empresa para satisfacer conjuntamente sus
necesidades. La Ley configura a la cooperativa como una sociedad constituida para satisfacer en
común necesidades de sus socios quienes asumen la obligación de satisfacer estas necesidades
a través de la propia sociedad cooperativa --obligación de entregar la cosecha o el ganado a la
sociedad cooperativa para su comercialización; o de consumir tales bienes y servicios en la
sociedad cooperativa; o de trabajar en sus centros de trabajo-- [art. 15.1.b) LCEstado]. Estas
obligaciones dan contenido a la actividad cooperativizada (art. 52.3 y apartado 2 de la disp. adic.
quinta LCEstado), elemento tipológico que solo existe en las sociedades cooperativas.

En cambio, el régimen legal de la sociedad de responsabilidad limitada no está diseñado


a priori para albergar en su seno una empresa mutualista. El tipo es, esencialmente, un tipo
capitalista, cerrado y de responsabilidad limitada600. El TRLSC no impone al socio la obligación
de realizar actividad económica con la sociedad. Para adaptar el tipo legal a la estructura propia
de una sociedad mutualista se debe introducir en los estatutos sociales la obligación del socio de
entregar la cosecha en la sociedad, o la de consumir los bienes y servicios que la sociedad
suministre, o la de trabajar a través de la técnica de las prestaciones accesorias (vid. arts. 86 a
89 TRLSC)601.

600 Es capitalista, porque su régimen gira en torno al capital social; cerrado porque, de un lado, las participaciones en
que se divide el capital social no son valores y su transmisión está restringida [excepto en caso de adquisición por
socios, por el cónyuge, ascendiente o descendiente del socio o por sociedades pertenecientes al mismo grupo que
la transmitente, que, en defecto, de cláusula estatuaria en contrario, constituyen supuestos de transmisiones libres],
y de otro, salvo disposición contraria de los estatutos, la representación en las reuniones de la junta general tiene un
carácter restrictivo; y de responsabilidad limitada, ya que el riesgo de los socios está limitado a lo que aportaron al
capital social.

La noción legal de este tipo social muestra bien a las claras la certeza de esta afirmación: la sociedad de
responsabilidad limitada es aquella sociedad mercantil en la que el capital está dividido en participaciones sociales,
integrándose por las aportaciones de todos los socios, quienes no responderán personalmente de las deudas
sociales (art. 1.2 TRLSC).

601 Las analogías y diferencias entre las prestaciones accesorias y la obligación del socio de realizar actividad
cooperativizada --centrada en el socio trabajador-- que ha detectado M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y
empresas cooperativas…, págs. 206 a 210, consisten, esencialmente, en que ninguna constituye aportación al
capital social, pero las prestaciones cooperativas ni siquiera al patrimonio social, circunstancia que sí se aprecia en
las prestaciones accesorias; ambas puede consistir en aportaciones de trabajo; tanto una como otra tiene en común
el no liberar a los socios que las realizan del cumplimiento con carácter previo de la obligación de realizar aportación
al capital social; las prestaciones accesorias son potestativas, mientras que las prestaciones de la actividad
cooperativizada son necesarias; y, en fin, las primeras se configuran como obligación del socio que voluntariamente
decide asumir su realización, y las segundas constituyen un derecho-deber que afecta tanto a los socios cuanto a la
propia sociedad.

231
Incluso con esta medida estatutaria no sería suficiente. Téngase en cuenta que la
mutualidad deja su impronta a lo largo de todo el régimen jurídico contenido en las Leyes de
cooperativas, y no solo en la obligación del socio de realizar actividad cooperativizada. A la hora
de regular aspectos concretos del funcionamiento orgánico y del régimen económico de la
sociedad cooperativa las Leyes parten de la base de que estamos ante una sociedad mutualista.
Por ello, sería necesario para adaptar el esquema legal de la sociedad limitada a la organización
y funcionamiento de una cooperativa de hecho, que los estatutos de la limitada se separaran de
muchas de las soluciones legales del TRLSC, lo que solo cabrá cuando sean dispositivas. Esta
necesidad de adaptación se aprecia, entre otras materias, en las siguientes:

a)En la regulación del voto: las Leyes de cooperativas o asignan a cada socio un voto o
atribuyen el voto a los socios en función de la actividad cooperativizada que realicen (vid. art. 26
LSCEstado, por ejemplo), es decir quien más cosecha o ganado aporte más votos tendrá en la
asamblea general. El TRLSC, en principio, atribuye el voto en las sociedades limitadas en
función del capital social que se aporte, lo que significa que, si las participaciones tienen el
mismo valor nominal, el socio que tenga más participaciones sociales en el capital será el que
más número de votos ostente, conforme a la regla de que cada participación en el capital social
atribuye un voto (art. 188.1 TRLSC). Sin embargo, los estatutos podrán disponer otra cosa,
rompiendo la regla de una participación=un voto602, pero será imposible que recojan el criterio de
la facturación del socio con la sociedad, o el criterio de las prestaciones accesorias, porque el
número de votos de cada participación debe estar determinado en los estatutos (vid. art. 188.1
TRLSC603) --en las sociedades cooperativas es determinable con arreglo a la actividad
cooperativizada-- y porque el único derecho que el TRLSC permite atribuir al socio que realiza

602La ruptura de la regla de la proporcionalidad entre el valor nominal de las participaciones sociales y el derecho de
voto que consiente el artículo 188.1 TRLSC para las sociedades limitadas, como sostiene M. M. CURTO, “Derecho
de voto (art. 188)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson
Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1339 y 1345, en pág. 1341, “no debe llevarnos a admitir el llamado voto por cabeza
propio de las sociedades puramente personalistas, puesto que ello supone un atentado contra los principios
configuradores de la sociedad de responsabilidad limitada”.

La solución para las sociedades anónimas es diferente: no pueden emitirse acciones que, de forma directa o
indirecta, alteren el principio de proporcionalidad entre el valor nominal y el derecho de voto (art. 96.2 TRLSC); regla
que presenta excepciones legales en la posibilidad estatutaria de fijar con carácter general el número máximo de
votos que puede emitir un mismo accionista o sociedades pertenecientes al mismo grupo (art. 188.3 TRLSC) --con
la excepción de lo previsto para las sociedades anónimas cotizadas (art. 515 TRLSC), y en las acciones sin voto.

A la hora de valorar el doble sistema de voto para un mismo tipo societario general --la sociedad de capital-- la
doctrina destaca cómo en sede de anónimas el principio de proporcionalidad entre el valor nominal de la acción y el
derecho de voto constituye una manifestación del principio de igualdad, mientras que la solución de las sociedades
limitadas consagra un sistema de desigualdad en el derecho de voto (vid. A. B. CAMPUZANO, “Prohibiciones en
materia de privilegio (art. 96)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid
[Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 815 a 819, en págs.. 816 y 817), lo que da buena cuenta de lo anomalía
dogmática del voto plural --no medido con arreglo al capital-- en las sociedades de capital.

Crítico con la ruptura del principio de proporcionalidad entre el nominal de la participación y el derecho de voto, se
muestra F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs.. 556 a 559.

603Guarda coherencia con esta norma legal el artículo 184.2.1º RRM, a cuyo tenor, en el caso de desigualdad de
derechos, los estatutos sociales a la hora de individualizar las participaciones por el número que les corresponda,
dentro de la numeración correlativa general, cuando concedan mas de un voto, para todos o para alguno de los
acuerdos, se indicará el número de votos.

232
prestaciones accesorias es de naturaleza económica --percibir una retribución-- y no de carácter
administrativo --un adicional derecho de voto-- (vid. arts. 86.1 y 87 TRLSC).

El voto mutualista --esencial en la cooperativa-- frente al voto plutocrático --propio de la


sociedad limitada-- incide directamente en el poder societario. A pesar de que las participaciones
sociales tienen restringida su transmisión, en la sociedad de responsabilidad limitada se puede
dominar la junta general mediante la adquisición por un socio o por un tercero de un número de
participaciones suficiente, mientras que en la sociedad cooperativa la adquisición de más capital
no lleva consigo la adquisición de más poder. Es decir que en las sociedades cooperativas las
operaciones financieras no suponen adquisición de poder societario; son las operaciones reales -
-consistentes en aportar más cosecha o más ganado a la cadena de producción-- las que, fuera
de los casos de voto unitario, atribuyen poder societario --es decir, votos--.

b) En el riesgo empresarial asumido por los socios. En las sociedades cooperativas las
Leyes prevén, con carácter general, que los excedentes y, en su caso, los beneficios
extracooperativos y extraordinarios disponibles se apliquen, en cada ejercicio, a retorno
cooperativo [o a dotación a fondos de reserva voluntarios con carácter irrepartible o repartible, o
a incrementar los fondos obligatorios], que se acreditará a los socios en proporción a las
actividades cooperativizadas realizadas por cada uno de ellos con la cooperativa (vid. apartados
3 y 4 del art. 58 LCEstado). Igualmente, si el resultado del ejercicio económico arroja pérdidas, la
cuantía no compensada con los fondos obligatorios y voluntarios se imputará a los socios en
proporción a las operaciones, servicios o actividades realizadas por cada uno de ellos con la
cooperativa [art. 59.2.c) LCEstado]604. El riesgo de la actividad cooperativizada, traducido en
beneficio o pérdidas de ejercicio, lo experimenta el socio cooperativista y con arreglo a la
actividad económica que él ha desarrollado con la sociedad cooperativa. En las sociedades
limitadas la distribución de dividendos a los socios se realizará en proporción a su participación
en el capital social y para derogar esta regla general, debe disponerse otra cosa en los estatutos
sociales (art. 275.1 TRLSC); así, para recoger las exigencias de la mutualidad, los estatutos
deberían referirse a la facturación del socio con la sociedad a través de las prestaciones
accesorias. Pero esta medida no se puede aplicar a las pérdidas que, en ningún caso, traspasan
la esfera patrimonial de la sociedad --las pérdidas del ejercicio se compensan con beneficios
futuros (art. 273.2.II TRLSC)--, por lo que en este relevante aspecto la mutualidad no queda
satisfecha.

c) En la liquidación del patrimonio. Como se ha dicho más arriba605, a la hora de liquidar


la sociedad cooperativa, el haber social, una vez satisfechas las deudas sociales y reembolsado
el capital social, se distribuye conforme a un sistema de adjudicación desinteresada --en el que
nada perciben los socios que carecen de derecho a cuota de liquidación606--, o de mantenimiento

604Sin perjuicio de que los estatutos deberán fijar los criterios para la compensación de las pérdidas, siendo válido
imputarlas a una cuenta especial para su amortización con cargo a futuros resultados positivos, dentro del plazo
máximo de siete años (art. 59.1 LCEstado)

605 Vid. supra apartado 2.4 del capítulo primero de la primera parte.

606 En la LCEstado, por ejemplo, “el haber líquido sobrante, si lo hubiere, se pondrá a disposición de la sociedad
cooperativa o entidad federativa que figure expresamente recogida en los Estatutos o que se designe por acuerdo
de Asamblea General. De no producirse designación, dicho importe se ingresará a la Confederación Estatal de
Cooperativas de la clase correspondiente a la cooperativa en liquidación y de no existir la Confederación
correspondiente, se ingresará en el Tesoro Público con la finalidad de destinarlo a la constitución de un Fondo para
la Promoción del Cooperativismo” [art. 75.2.d), I].

233
de la mutualidad --en el que el haber social es reutilizable en otra sociedad cooperativa607--, que,
poco a poco, se va flexibilizando hacia mayores cuotas de reparto, eso sí, en todo caso con
criterios mutualistas608. En las sociedades de responsabilidad limitada, el socio tiene siempre
derecho a cuota de liquidación, pero proporcional a su participación en el capital social (art.
392.1 TRLSC). Ciertamente, los estatutos de la limitada pueden establecer otra medida de
distribución del haber social, que para una empresa mutualista deberían ser las prestaciones
accesorias.

En definitiva, el régimen legal supletorio de la sociedad limitada no vale para articular un


proceso empresarial en el que los socios tengan que aportar actividad económica a la empresa
(entrega de productos, consumir bienes o servicios, trabajar), siendo necesario la elaboración de
unos estatutos sociales ad hoc dentro del margen dispositivo que prevea la TRLSC. En este
proceso de configuración estatutaria de una sociedad limitada para adaptarla a una cooperativa
de hecho presenta determinadas dificultades, algunas de las cuales se refieren seguidamente.

La primera consecuencia de esta manera de proceder se produce en el terreno de la


validez de los acuerdos sociales: los acuerdos contrarios a la regulación legal de la actividad
cooperativizada son nulos de pleno derecho (art. 31.2 LCEstado), gozando los socios de la
máxima protección en este terreno, mientras que los acuerdos contrarios a la regulación
estatutaria de las prestaciones accesorias son anulables (art. 204.2 TRLSC)609, teniendo los
socios menos protección frente a ellos, porque --tanto en limitadas como en cooperativas-- para
la impugnación de los acuerdos nulos están legitimados todos los socios (art. 206.1 TRLSC y art.
31.4 LCEstado), mientras que para la impugnación de acuerdos anulables están legitimados los
socios asistentes a la junta o a la asamblea que hubiesen hecho constar en acta su oposición al
acuerdo610 --o, solo en las cooperativas, mediante documento fehaciente entregado dentro de las

607 En la misma Ley se señala al respecto que “cualquier socio de la cooperativa en liquidación que tenga en
proyecto incorporarse a otra cooperativa, podrá exigir que la parte proporcional del haber líquido sobrante de la
liquidación, calculada sobre el total de socios, se ingrese en el fondo de reserva obligatorio de la sociedad
cooperativa a la que se incorpore, siempre que así lo hubiera solicitado con anterioridad a la fecha de la
convocatoria de la Asamblea General que deba aprobar el balance final de liquidación” [art. 75.2.d), III].

608 El caso más paradigmático de todos es el representado por la LSCEspecialesExtremadura. En este subtipo de
sociedad cooperativa “una vez reintegrados a los asociados y socios el importe de sus aportaciones sociales, todo el
activo sobrante, si lo hubiere, y el remanente del fondo de educación y promoción, será repartible entre los socios en
proporción a la actividad cooperativizada realizada por cada uno de ellos en los últimos cinco ejercicios económicos,
o desde la constitución de la sociedad si su duración fuese inferior”; y, atendiendo a criterios de igualdad para con
los exsocios, se señala en la citada Ley que “los socios que causaran baja, voluntaria u obligatoria, o sus
causahabientes, participarán en el reparto en la misma proporción, contados los ejercicios desde la fecha de baja, y
sobre los mencionados activo y fondo que, a la fecha de baja, existieran de haberse producido en ese momento la
liquidación de la sociedad cooperativa” (art. 15).

609 El régimen jurídico de las prestaciones accesorias, caso de que existan en una sociedad de capital, en cuanto a
su contenido concreto --dar, hacer o no hacer--, su carácter retribuido o gratuito y su cumplimiento, es estatutario
(art. 86 TRLSC), y los acuerdos contrarios a este régimen estatutario --que no reproduzcan la ley (vid. A. ROJO,
“Acuerdos impugnables (art. 204)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid
[Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1434 a 1446, en pág. 1441)-- son anulables.

610 Si el acta no refleja la oposición al acuerdo podría esta omisión ser causa de nulidad del propio acuerdo, como
parece deducirse de la SAP Vizcaya de 1 de julio de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\6176). Se admite, en estos caso, que
si en el acta no consta la oposición del socio, por dolo o negligencia de su redactor, habiéndose solicitado esa
constancia, basta con acreditar la oposición por otro medio de prueba (vid. A. ROJO, “Legitimación para impugnar
(art. 206)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-
Civitas], 2011, I, págs. 1453 a 1464, en págs. 1458 y 1459).

234
cuarenta y ocho horas siguientes--, los ausentes y los que hubiesen sido ilegítimamente privados
del voto (art. 206.2 TRLSC y art. 31.4 LCEstado).

La segunda consecuencia importante se centra en el capital jurídico, siendo mucho


mayor el stock científico y jurisprudencial sobre el voto y sobre el retorno con criterios de
participación en la actividad cooperativizada que sobre el voto y beneficios acapitalistas en las
sociedades de responsabilidad limitada. En definitiva, hay más estudios y más sentencias sobre
las sociedades cooperativas y los aspectos que aquí interesan, que sobre estas materias en las
sociedades de responsabilidad limitada. Este dato es de extraordinaria importancia porque
contribuye a dar certidumbre previa a las estrategias de creación y desarrollo del proceso
crecimiento empresarial mutualista, pudiendo anticiparse con mayores dosis de seguridad
jurídica las soluciones a las cuestiones jurídicas planteadas.

Y la tercera y principal consecuencia tiene que ver con la indisponibilidad del régimen.
La configuración de la obligación de realizar actividad económica con la sociedad, la atribución
de voto plural con arreglo a la actividad económica realizada con la sociedad en vez de en
función del capital social, el reparto de beneficios y la cuota de liquidación según la facturación
que se haya realizado con la sociedad y no con base en el capital social aportado, son materias
indisponibles por los socios en la sociedad cooperativa, es decir que no pueden excluirse o
regularse de manera distinta en los estatutos sociales; mientras que sí son disponibles por los
socios en la sociedad de responsabilidad limitada, de forma que mediante la modificación de los
estatutos sociales podría cambiarse íntegramente el planteamiento estratégico empresarial,
dejando la sociedad limitada de ser una sociedad regida con criterios de producción y
comercialización para a ser una sociedad regida con criterios de capital. Una de las
consecuencias de mayor impacto, y desde luego la que más interesa en un análisis del poder
societario, como el que aquí se está realizando, es la pérdida de poder del flujo real y su
migración hacia el flujo financiero. Es decir, dejarían de decidir en la sociedad los socios que
más actividad económica realizasen, para pasar a decidir los socios que más capital tengan
aunque no aporten ninguna producción, de manera que por esta vía surgiría de nuevo la figura
del intermediario --en este caso incrustado en el seno de la sociedad comercializadora y
suministradora o de trabajo asociado-- que con el proceso cooperativo quería eliminarse611.

Existe, además de las prestaciones accesorias, otra técnica para adaptar el régimen de
la sociedad de responsabilidad a las necesidades de una empresa de base mutualista. Se trata
de los pactos parasociales. En ellos, además de las mismas dificultades anteriores expuestas a
propósito de las prestaciones accesorias, concurren dos adicionales: (i) los pactos parasociales
no tienen naturaleza estatutaria y no sirven para derogar el régimen dispositivo del TRLSC que
se configure con la cláusula “salvo que los estatutos dispongan otra cosa” --u otra análoga--, por
lo que no podrán regular el voto con criterios no capitalistas, aunque sí una redistribución
mutualista de beneficios del ejercicio o del haber social liquidatorio previamente distribuida por la
junta general con criterios capitalistas, o bien una compensación equilibradora del reparto
capitalista; y (ii) este tipo de pactos obligan a los socios que los hayan celebrados pero no son
oponibles a la sociedad de responsabilidad limitada (art. 29 TRLSC), de manera que si en ellos
se regulara la redistribución con arreglo a la mutualidad o la compensación equilibradora, el
incumplimiento de esta previsión no puede alegarse para impugnar el acuerdo de la junta
general de repartir beneficios o fijar la cuota de liquidación con arreglo al capital social aportado

611No obstante los argumentos anteriores, P. BORJABAD GONZALO, Manual de Derecho Cooperativo General y
Catalán, Barcelona [Bosch], 1993, págs.. 295 a 297, considera que deben utilizarse formas de sociedad mercantil de
capital, y en particular la sociedad limitada, junto con la técnica de las prestaciones accesorias.

235
por cada socio, que sería válido, quedando a salvo las acciones contra el socio incumplidor y a
favor del socio perjudicado.

2. La participación orgánica en la sociedad cooperativa.

2.1. El poder societario cooperativo.

I. El poder societario cooperativo reside originariamente en el socio. El fundamento de


esta idea está en la noción de mutualidad: si el socio, además de aportar capital, realiza
actividad cooperativizada para satisfacer sus necesidades, tiene un especial e intenso derecho a
decidir sobre la gestión social. Este poder de decisión se desenvuelve en el seno de los órganos
sociales612.

La relevancia tipológica de la participación orgánica, cuyo fundamento arranca de la


mutualidad613, hace que el Derecho de cooperativas sea esencialmente un Derecho de la
organización administrativa, y justifica, además, que el poder societario, su distribución, ejercicio
y control deban ser objeto de análisis en el ámbito de las sociedades cooperativas. Los
planteamientos de gobierno corporativo, dedicado al estudio del poder societario 614, no son
exclusivos de las sociedades cotizadas, ni siquiera de las grandes sociedades, sino que son
propios de todas aquellas sociedades que cuentan con socios titulares de particulares intereses
dignos de protección, distintos de los intereses del resto de sus consocios 615; y por lo tanto

612La doctrina científica reconoce que la capacidad de los socios para participar en la gestión solo puede
desenvolverse a través de los órganos sociales, (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá,
Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol.
1º…, artículo 2, pág. 56.

613A la hora de buscar el fundamento de la facultad de los socios de participar en la gestión no hay que alejarse de
la mutualidad. En particular, hay que descartar como apoyo el principio de autonomía que, expresamente recogido
en algunas Leyes --como en el artículo 2.4 de la LSCExtremadura--, siguiendo el precedente del artículo 2 de la
derogada Ley de 1987, consiste en afirmar que “la gestión y el gobierno de las sociedades cooperativas
[corresponde] exclusivamente a éstas y a sus socios”, y hay que descartarlo porque este principio no atribuye a los
socios competencias de gestión, sino que trata de impedir toda injerencia pública en la vida de las sociedades
cooperativas, que no goce de expreso amparo en una norma legal (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F.
Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial,
Tomo XX, vol. 1º…, artículo 2, pág. 57).

614 No puede confundirse el gobierno corporativo con la responsabilidad social corporativa. El primero se refiere al
ejercicio y al control del poder societario, y de desenvuelve en el ámbito interno de la sociedad; mientras que la
segunda afecta a las relaciones de la sociedad con otros grupos de interés distintos de los socios (acreedores,
trabajadores, entorno territorial, protección social, actividades culturales, protección del medio ambiente…).
Consciente de esta importante diferencia la Comisión Conthe, redactora del Código Unificado de Buen Gobierno ha
precisado que sus recomendaciones sobre buen gobierno se circunscriben al gobierno interno de las sociedades y
no a la responsabilidad social corporativa (vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las
Sociedades Cotizadas, Introducción, pág. 3, en www.cnmv.es).

Esta diferenciación es, si cabe, más necesaria en el ámbito de las sociedades cooperativas: no es equivalente el
buen gobierno de la sociedad cooperativa con el principio cooperativo de interés por la comunidad. Este segundo
pertenece al ámbito de la responsabilidad social corporativa propia o específica de las sociedades cooperativas.

615 Al contrario de lo que a primera vista pudiera parecer la mayor o menor dimensión de la sociedad no la acerca o
la aleja del fenómeno del gobierno corporativo. Es otra circunstancia, que tiene que ver con la presencia en los
socios de la sociedad de que se trate de diversos y diferentes intereses dignos de un específica tutela que puedan
colisionar entre sí, y esta contraposición puede existir en las grandes y en las pequeñas sociedades. Así lo ha
puesto de manifiesto en Informe Olivencia (vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 14), y, personalmente, el

236
también de las cooperativas616, donde los socios son agentes de la actividad cooperativizada lo
que hacer surgir en ellos un interés propio --el de dotar de valor a su actividad cooperativizada--
distinto y, en ocasiones, contrapuesto al del resto de socios y al de la sociedad. Precisamente el
interés del socio en la sociedad en general y en la cooperativa en particular es la medida de sus
derechos de participación617.

A su vez, en el ámbito de las cooperativas, el análisis del poder societario cooperativo se


circunscribe, básicamente, al terreno del Derecho de sociedades. Esto se explica porque, así
como en el ámbito de las sociedades cotizadas prevalece la idea del gobierno societario como
sistema integrado por el Derecho de sociedades y por el mercado de valores 618, en las
cooperativas no hay que buscar elementos del gobierno societario en la legislación del mercado
de valores porque no cotizan619, ni hay que adoptar precauciones frente a los riesgos que para el
poder social pueden representar los inversores institucionales. En sede cooperativa, el régimen
jurídico de los órganos sociales y el ejercicio del poder societario son el haz y el envés de la
misma cuestión, hasta el punto de que puede afirmarse que los instrumentos y técnicas de
participación del socio en los órganos sociales son la solución jurídica a los problemas que
plantea el ejercicio del poder societario y su control.

Los efectos que el poder societario cooperativo produce en la regulación de los órganos
sociales de la cooperativa revisten particular interés en las sociedades cooperativas de segundo
o ulterior grado por la existencia de estructuras orgánicas intermedias (principalmente, las
sociedades cooperativas de base) entre el agente primario de la actividad económica

propio Profesor en su “Presentación del libro Recomendaciones sobre el buen gobierno de las empresas familiares”,
en Revista de Derecho Mercantil, núm. 262 [2006], págs. 1441 a 1445, en págs. 1443 y 1444.

En parecidos términos se pronuncia E. CUATRECASAS FIGUERAS, “1.Preámbulo”, en F. Vicente Chuliá ...[et al.],
El Buen Gobierno de la Empresas Familiares, Navarra [Aranzadi], 2004, págs. 15 y 16.

616Una muestra de ello lo constituye el trabajo de R. ALFONSO SÁNCHEZ y M. SÁNCHEZ RUÍZ, “Aspectos
generales sobre el buen gobierno de las cooperativas y de los grupos cooperativos”, en Revista de Derecho
Mercantil, núm. 266 [2006], págs. 1.051 a 1.086.

617En la S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269) se aprecia
cómo el socio excedente --el que dejó de realizar actividad cooperativizada pero conserva sus aportaciones al
capital social-- tiene menos derechos de participación que el socio pleno --que realiza actividad cooperativizada y
aporta capital--, y con este criterio construye el régimen de aquél y resuelve las cuestiones plateadas.

A lo largo de este trabajo se tendrá ocasión de demostrar, en particular al analizar las diferentes figuras de titulares
de derechos de participación, cómo la mutualidad es la medida de tales derechos.

618 J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, pág. 113, afirma que “el gobierno de las sociedades tiene sus cimientos, en parte en el Derecho de
sociedades, que establece las relaciones internas entre los diversos participantes en una sociedad, y, en parte, en
las leyes y prácticas de alcance más amplio y en las estructuras de mercado de los Estados”.

619 No contradice la afirmación anterior el hecho de que en las sociedades cooperativas mixtas los títulos o
anotaciones en cuenta, que representen el capital social cuya aportación atribuye derecho de voto --partes sociales
con voto-- estén sometidos a la legislación reguladora del mercado de valores (vid. arts. 107 LCEstado; 136. LCPaís
Vasco; 128. LSCMurcia ; 79. LCNavarra; 186. LCAsturias y 152. LCCastilla-La Mancha; así como la d. a. 4ª LCLa
Rioja), porque uno cosa es el régimen jurídico aplicable al valor negociable y otra que cotice en bolsa. Además, en
las sociedades cooperativas mixtas de trabajo asociado gallegas (d. a. 5ª LCGalicia), los títulos o anotaciones en
cuenta que representan las partes sociales con voto no se declaran sometidos a la legislación del mercado de
valores, sin perjuicio de que puedan quedar comprendidas dentro del ámbito de la Ley del Mercado de Valores (art.
2).

237
(principalmente, el socio de la cooperativa de base) y la estructura de segundo o ulterior grado.
Por ello, aunque el planteamiento de este estudio abarca a todas las sociedades cooperativas,
algunas de sus consideraciones serán específicamente predicables de la sociedad cooperativa
de segundo o ulterior grado, dada la singularidad con que en ésta modalidad de cooperativa se
plantean algunas cuestiones de gobierno corporativo.

II. El régimen jurídico de los órganos sociales es, en apariencia, una sucesión de normas
jurídicas que crean los órganos, que definen sus competencias y que regulan su funcionamiento.
Pero no es [rectius, no debe ser] un conjunto descoordinado de técnicas de organización
administrativa, sino que obedece [debe obedecer] a un modelo de distribución de poder
societario y de control de ese poder. Naturalmente, en sede cooperativa la regulación de los
órganos sociales debe responder a un modelo cooperativo basado en la participación orgánica
cooperativa. En otras palabras, debe existir un sistema de distribución y de control del poder
societario propio de la sociedad cooperativa y diferente del resto de sociedades mercantiles, y en
particular de la sociedad anónima en cuyo espejo se mira con inusitada frecuencia el legislador
cooperativo. Es decir un sistema de órganos propio de una empresa mutualista 620.

La regulación no cooperativa de los órganos sociales plantea en el caso de las Leyes


autonómicas un problema de constitucionalidad. Las Comunidades Autónomas --como se ha
explicado anteriormente-- tienen competencia para regular las sociedades cooperativas y no otro
tipo de sociedades, de forma que si el contenido de una Ley formalmente denominada de
cooperativas no es cooperativo --en vez de una sociedad cooperativa de base mutualista y
participativa se regulara una sociedad que exclusivamente operara con terceros; o una sociedad
en la que los socios estuvieran separados de la gestión social como sucede con los
comanditarios, por ejemplo-- esa Ley sería contraria a la Constitución.

Con mayor grado de concreción se puede decir que en aquellas sociedades en las que
el socio ejerce activamente su poder --como en las cooperativas--, la regulación de los órganos
sociales se hará de manera diferente que en aquellas otras en las que, por contra, abdicara del

620 Debe quedar claro que tanto en las sociedades de capital cuanto en las sociedades mutualistas, el sistema de
órganos sociales y las competencias atribuidas a cada uno de ellos deja de tener la eficacia jurídica que resulta de
las normas que regulan su organización y funcionamiento y pasa a tener otra consideración en las situaciones de
patología jurídica, como la derivada de las declaraciones de concurso culpable. En este último terreno, se trata de
buscar no al órgano social competente para la gestión social --consejo rector y la asamblea general--, sino a la
persona que realmente la ha realizado --el administrador de hecho--. En el concurso de una sociedad cooperativa, la
SJMER Lérida nº 1 de 11 de noviembre de 2008 (Ar AC 2009\254), citando a la SAP Tarragona de 7 de febrero de
2008 [Civil] (Ar Jur 2008\183846), señala “que el administrador «es el órgano social que, legalmente nombrado,
asume la gestión y representación de la sociedad. Sin embargo, no cabe duda que el supuesto concurre con otros
en los que la real y efectiva administración no se ubica en el sujeto designado para ella o con otros en los que la
designación no se ajusta a las exigencias legales de nombramiento, supuestos que llevaron a la distinción entre los
administradores de derecho y los de hecho, comprendiendo estos últimos a aquellos que, sin estar investidos
formalmente de la condición de administradores de derecho, llevan a cabo la gestión efectiva de la sociedad, de
forma autónoma e independiente, participando activamente en el desarrollo y formación de la voluntad social. En
estos casos los actos de gestión y dirección deben tener entidad suficiente cuantitativa y cualitativamente, es decir,
han de tener continuidad y duración y han de suponer una plena autonomía en la gestión y dirección de la sociedad,
actividad que ha de ser conocida y aceptada por ésta»”. Y con esta doctrina el Juzgado, a la vista de la composición
del consejo rector de la cooperativa concursada, integrado por tres miembros --un matrimonio y el padre del esposo-
-, uno de los cuales ya cesado --el padre--, declara que la “peculiar estructura de la cooperativa –que ya incumple el
número mínimo de miembros del consejo rector, que debe ser de 3, ex art. 41.2º b de la Llei 18/2002–, queda claro
que la gestión y dirección corresponde al Sr. C. [el presidente del consejo], que es quien junto a su mujer [la
secretaria del consejo] forma de facto el consejo rector u órgano de dirección, y es quien realiza las funciones de
gestión”.

238
mismo --como suele suceder en las cotizadas--. Es decir, los problemas de la distribución y
control del poder y el abordaje de las soluciones a los mismos que nacieron en el entorno de las
grandes sociedades cotizadas, no se plantean de la misma manera y con la misma intensidad en
la sociedad cooperativa.

III. En las sociedades admitidas a cotización oficial la necesidad de acometer cuantiosas


inversiones hace necesario el recurso a la financiación a través de los mercados financieros,
donde se negocian las acciones de la sociedad, lo que origina o una disgregación de la
propiedad accionarial, de manera que cada accionista ostenta un porcentaje ínfimo del capital
social --sistema de mercado, propio de Estados Unidos y de Inglaterra-- o grandes sociedades
que tienen su capital social concentrado en pocos titulares --sistema de bloques, propio de la
Europa continental--. En el primer sistema, los accionistas individualmente considerados carecen
de la posibilidad de tomar decisiones sobre la marcha de los asuntos sociales y de adoptar
medidas de control sobre los administradores o directivos que, en la vida cotidiana de la
sociedad, son quienes dirigen los negocios y controlan las juntas generales por el mecanismo de
la representación de los accionistas para ejercer el voto en su nombre; además de ello, en este
sistema se aprecia en el accionista más preocupación por la rentabilidad financiera de sus
ahorros colocados en títulos, que interés en participar en la gestión y explotación del objeto
social, de forma que si la sociedad va mal no tratan de reconducir la gestión al terreno de la
eficiencia empresarial, simplemente transmiten sus acciones y adquieren otras más rentables.
Por su parte, en el sistema de bloques la concentración de capital en pocos titulares les atribuye
el paquete suficiente de acciones para controlar la sociedad prescindiendo del criterio y de los
intereses de los socios minoritarios. Generalmente son las entidades financieras las que
ostentan la participación de control en las grandes sociedades, bien en nombre propio o bien a
través de la representación de los accionistas que tienen ellas depositados sus títulos 621.

Es fácilmente apreciable, como raíz del problema del poder societario en la sociedad
cotizada, la falta de participación del accionista en la dirección y manejo de los asuntos sociales.
Constatada esta realidad, surge la delicada cuestión de las medidas que han de adoptarse para
que el que ejerce el poder societario lo haga de la manera que mejor resulte para el interés
social622. Además, al tener que recurrir a la bolsa para la obtener financiación, se atribuye al
mercado de capitales el papel de solucionar los problemas del control del poder societario: son
los mercados, a los que es obligatorio informar, los que evalúan a la sociedad y los que deciden
si una sociedad continúa o desaparece si no es rentable.

IV. Por el contrario, se puede afirmar que en las sociedades cooperativas el poder de
decisión es ejercido [o puede serlo] de manera efectiva por cada socio.

621 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 21 a 26 y 31 a 38.

622 Resulta sintomático que en el origen mismo de los trabajos científicos sobre corporate governance, esto es sobre
la distribución del poder en las sociedades y los mecanismos de control del ejercicio de ese poder, ya se plantearan
debates acerca de cuál debía ser el fin perseguido por los managers (gestores de la sociedad, entre los que deben
incluirse los administradores --órganos sociales-- y los directivos --contratados--), quienes realmente ejercitan el
poder de decisión: bien la defensa del interés de los accionistas, o bien, además del anterior, la satisfacción de
difusos intereses públicos o de concretos intereses de los trabajadores, de los suministradores, de los
consumidores, de los acreedores…Esta polémica, que se suscitó en la década de los años treinta del siglo pasado
entre los profesores estadounidenses Berle --defensor de la primera idea-- y Dood --patrocinador de la segunda
línea de pensamiento-- es recogida por J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades
cotizadas y los inversores institucionales…, pág. 37, en la cita 42.

239
Con carácter general, la cuota de poder societario que corresponde a cada socio es o
puede ser efectivamente ejercida por él. Este papel activo o potencialmente activo de los socios
cooperativos --diferente del asignado al accionista inactivo o meramente inversor-- tiene que ver,
principalmente, con dos motivos.

El primero de ellos se basa en la función económica que cumple la cooperativa para con
sus socios, consistente en la satisfacción de sus necesidades mediante la creación de una
empresa, en cuya actividad económica participan los propios socios. Recuérdese como la
cooperativa es una sociedad constituida por personas que se asocian para la realización de
actividades empresariales, encaminadas a satisfacer sus necesidades y aspiraciones
económicas y sociales (art. 1.1 LCEstado), y como, en particular, la cooperativa suprabásica
tiene por objeto promover, coordinar y desarrollar fines económicos comunes de sus socios, y
reforzar e integrar la actividad económica de los mismos (art. 77.1.II LCEstado). Esto significa (i)
que los consumidores, los trabajadores o los empresarios individuales y sociales y demás
personas jurídicas dedicadas a actividades económicas, que constituyan una cooperativa están
interesados en que se cumpla con el objeto social, como garantía en el supuesto de los
consumidores de un consumo a menor precio y/o a mayor calidad, en el de los trabajadores de
su puesto de trabajo y en el de los empresarios de su propia existencia económica o, cuando
menos, de la viabilidad de aquella fase de su proceso productivo que dependa de la actividad
cooperativizada; (ii) que al socio le proporcione más beneficio que coste su participación
orgánica en los asuntos de la cooperativa, dado que por la dependencia apuntada, estará
motivado a que ante una situación en la que la gestión deba ser corregida o reorientada opte por
participar en la toma de decisiones en vez de darse de baja de la cooperativa con el coste
adicional de buscar otra fórmula de satisfacción de sus necesidades y con el riesgo de que
pueda ser rehusado el reembolso de sus aportaciones sociales; en definitiva, lo probable es que
adopte una estrategia de participación y rechace la estrategia de la salida623; y (iii) que, al
participar los socios en el desarrollo del objeto social de la sociedad cooperativa mediante la
aportación de su actividad cooperativizada, se da una cercanía física del socio a la cooperativa y
un contacto directo y personal con sus problemas que le predispone a una situación de
participación activa.

Y el segundo viene dado por la estructura del derecho de voto, determinante de que las
decisiones deban tomarse con un amplio consenso societario. El voto unitario obliga a que, para
que un acuerdo de la asamblea general alcance la mayoría exigida por las Leyes deba concurrir
la voluntad de un buen número de socios, de manera que la adopción de los acuerdos requiere
unas mayorías suficientemente representativas. Este amplio consenso societario también existe
en los supuestos en los que está permitido el voto plural, dado que al depender el voto plural de
la actividad cooperativizada que realice el socio [o, en las cooperativa suprabásicas, también del
número de socios de la persona jurídica socia], el número de votos de cada socio [o de cada
entidad socia] no es alto en relación con el total; a este dato debe añadirse que los límites
cuantitativos impuestos al voto plural reducen el número de votos que corresponde a cada socio
[o entidad socia]. Tan solo en los escasos supuestos en los que el voto plural carece de límites --
como sucede por ejemplo en algunas Leyes respecto de las sociedades cooperativas de
segundo o ulterior grado o en la Ley extremeña de cooperativas especiales respecto a todas--,

623En cambio en la gran sociedad cotizada se ha observado un pequeño interés por parte del accionista individual
en la participación en los asuntos de la sociedad dada su cuota de capital, y, a la vez, un elevado coste de la
actividad que despliegue para tal intervención, lo que genera una situación de “apatía racional del accionista” (vid. J.
M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…,
págs. 89 a 91.

240
de manera que el socio podría ostentar un número ilimitado de votos surgirían las cuestiones de
protección de socio minoritario.

Con carácter especial, el papel activo del socio cooperativo se amplifica en el caso de
las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado. Este fenómeno tiene que ver con la
propia configuración subjetiva de las cooperativas de segundo o ulterior grado, que no suelen
contar con un número excesivo de socios624, debido a que normalmente son sociedades de
sociedades --o mejor, sociedades de personas jurídicas-- aglutinándose los socios primarios en
las entidades socias, y evitando así la dispersión del poder societario en una pluralidad de
socios. El poder societario no está atomizado, digamos que el poder originario residenciado en
los socios de las entidades socios se canaliza --por un procedimiento que contiene las
correspondientes garantías a favor de los socios de base-- a un flujo mayor: el poder secundario
o ulterior de cada entidad socio que será ejercido en la sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado por un solo titular pero que arrastra la voluntad singular de un buen numero de
cooperadores.

El papel activo del socio de una cooperativa deja su impronta en la organización


societaria, y obliga a la búsqueda de soluciones que atribuyan un poder de más intensidad a la
asamblea general sobre la gestión y sobre el control de la gestión que realiza el consejo rector,
de la misma manera que el alejamiento de los accionistas meramente inversores de la gestión
social, por falta de información y de recursos, afecta a la estructura orgánica de la sociedad
anónima, para la que se proponen soluciones específicas, como los consejeros independientes,
en el caso de estructura unitaria del consejo de administración, o los consejeros supervisores, en
las estructuras duales, que suplan la incapacidad de los accionistas de controlar estrechamente
la gestión de la sociedad625. De esta forma, la actividad y la inactividad de los socios se muestran
como elementos claves en la definición de la estructura básica de los órganos sociales.

Este simple dato es el que explica la orientación del primer informe sobre buen gobierno
realizado por expertos españoles, circunstancia que avala la validez del método aquí utilizado.
En efecto, el Informe Olivencia partiendo del hecho de que la mayor parte de los accionistas
ordinarios se desentiende de las tareas de la junta, debido a que el coste de participar en la
misma es superior al rendimiento que se pretende obtener --apatía racional del accionista-- y a
que es imposible coordinar las iniciativas individuales de los accionistas dispersos, por lo que no
hay incentivos para que un accionista se involucre en la participación en la junta --acción

624 El análisis del número de socios iniciales de las cooperativas de segundo o ulterior grado, constituidas tanto en el
Estado como en las Comunidades Autónomas desde la entrada en vigor de la, hoy derogada, Ley 3/1987, de 2 de
abril, General de Cooperativas, confirma que este tipo de entidades está integrado por un reducido número de
socios: sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado que contaban entre 2 y 10 socios iniciales se
inscribieron 136 --el 82,92 por ciento del total--, destacando, dentro de este intervalo, que entre 2 y 5 socios hubo
94, el 57,31 por ciento; que contaban entre 11 y 20 socios, 16 cooperativas, el 9,75 por ciento; entre 21 y 30, 5
cooperativas, el 3 por 100; y más de 30 socios, 3 cooperativas, que representa tan solo el 1,82 por ciento (fuente:
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales). Debe tenerse en cuenta que son datos relativos a socios iniciales, y que
durante la vida de la cooperativa seguramente el número de socios de cada sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado se habrá incrementado con la entrada de otros nuevos. Pero, comoquiera que el punto de partida es
tan bajo --lo que revela además que los proyectos empresariales para cuya explotación se creó la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado parecen tener una estructura subjetiva de reducida dimensión, con pocos
socios, con independencia de que dada la organización piramidal de la cooperación secundaria, los beneficiarios
últimos, los socios de las cooperativas de base, sean numerosos-- no se puede llegar a masas sociales que muten
la cooperativa secundaria haciendo de ella una sociedad del tamaño de las cotizadas.

625 Vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión europea”…, págs. 123 a 124.

241
colectiva--, delimita las medidas de gobierno corporativo a impulsar el consejo de administración
más que a arbitrar políticas encaminadas a reactivar la junta general de accionistas626.

En cambio, el carácter activo del socio cooperativo será determinante de una regulación
de los órganos sociales característica o propia de una sociedad cooperativa, en la que el órgano
de participación de todos los socios --la asamblea general-- representa un papel de primer orden.

2.2. El impacto de la mutualidad sobre el poder societario: el gobierno corporativo


en la sociedad cooperativa.

I. Para la búsqueda del titular del poder societario, en las sociedades cotizadas el
método radica en analizar la relación entre la propiedad --titularidad del capital social-- y el
control --gestión y administración de los asuntos sociales--627. En las sociedades cooperativas el
método es el mismo, consistente en analizar una relación de dos elementos, pero el precipitado
es distinto, concretamente será la relación entre actividad económica --actividad cooperativizada-
- y control. Lo que significa que en las cooperativas las cuestiones relativas al poder societario
han de estudiarse en las relaciones entre quienes realizan actividad cooperativizada --socios-- y
quienes administran la sociedad --socios administradores y directivos--; por ello, los
planteamientos teóricos sobre el gobierno societario han de basarse en postulados diferentes a
los propios de las sociedades cotizadas628. Veámoslo con mayor detenimiento.

En las sociedades cotizadas el estudio del poder societario y de su control va unido al


análisis de la estructura de la propiedad accionarial y del capital social629 --de forma que cuantos
más accionistas haya, menor será su participación en la vida societaria o cuanto más

626 Vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 51. Aún así, la Comisión Olivencia formula algunas
recomendaciones relativas al control de los accionistas hacia los administradores: la transparencia en la delegación
del voto, la comunicación de la sociedad con los accionistas, y los inversores institucionales.

La orientación del Informe Olivencia hacia el consejo de administración, ha sido, en parte corregida, por el Informe
Aldama, en el que puede leerse que “uno de los primeros objetivos del gobierno corporativo es la potenciación del
papel de la junta general de accionistas como órgano de decisión y control básico para la vida de la sociedad y la
tutela de los intereses de los accionistas” (vid. Informe Aldama, IV, 1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág.
266).

627 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, pág. 22 cita 6.

628 Ya el Informe Olivencia indicaba que las causas del movimiento de reforma del gobierno de las sociedades que
apelan a los mercados financieros radican en la separación entre propiedad y gestión, circunstancia que lleva
inherente el riesgo de conflictos de intereses, y en la existencia de diversos grupos de accionistas --accionistas
significativos, pequeños accionistas, inversores institucionales-- que introducen tensiones internas en el la
organización del gobierno de las sociedades (vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 8). Esta separación
entre propiedad y gestión no se da en las sociedades cooperativas. Tampoco existen diversos grupos de socios, al
menos con la misma intensidad y alcance que en las sociedades cotizadas. Y si aquellas consideraciones son las
que fundamentaban las soluciones de gobierno corporativo en las cotizadas, al no concurrir en las cooperativas
necesariamente deben ser diferentes sus instrumentos de gobierno societario. Prueba de ello fue que el Informe
Olivencia, el primer informe de expertos que se elaboró en España, centró las medidas de buen gobierno de las
sociedades cotizadas en los consejos de administración, en su funcionamiento y en las conductas de sus miembros
(vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 9), con olvido es sede de gobierno societario de la junta general, .que
es precisamente el órgano esencial del gobierno de las sociedades cooperativas.

629 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, pág. 37.

242
concentrado esté el poder societario, mayor riesgo para el socio minoritario-- y los problemas
que plantea el ejercicio del poder tienen que ver con la sustracción a los socios del poder
decisorio y su atribución al socio de control o, por el mecanismo de la representación para asistir
a la asamblea general, a los administradores o consejeros.

Mientras, en las cooperativas, la gestión mutualista genera la idea de que el poder


societario emana del socio, y ese poder del socio se mide en consideración a su persona --voto
unitario-- o en consideración a la actividad económica que desarrolla con la cooperativa --voto
plural ponderado a la actividad cooperativizada o la número de socios--, y no en atención a la
parte del capital social de la que sea titular --voto plutocrático--. Aunque hay excepciones a esta
regla (el asociado630 y el socio colaborador631, a los que los estatutos pueden reconocer un voto
unitario o bien un voto plural en función de sus aportaciones al capital social; las sociedades
cooperativas de crédito, donde el voto puede atribuirse en función de titularidad del capital
social632, las sociedades cooperativas mixtas en las que existen socios cuyo derecho de voto en
la asamblea general se podrá determinar de modo exclusivo o preferente en función del capital
aportado633, y las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado catalanas634) no por ello
el sustrato del poder cooperativo pasa a componerse de elementos de capital social 635, sino que
por la escasa difusión que hasta el momento presente han tenido las nuevas figuras, dicho
sustrato continúa ubicado en el terreno de la persona del socio o de la actividad cooperativizada
que éste realiza.

Por lo tanto, el análisis de la distribución del poder societario en sede cooperativa no


tiene que partir de la concentración o de la disgregación del capital social en pocos o en muchos

630 Sobre el derecho de voto del asociado vid. infra apartado 3.2.2.2 del capítulo segundo de la segunda parte

631Sobre el derecho de voto del socio colaborador vid. infra apartado 3.2.2.1 del capítulo segundo de la segunda
parte.

632Vid. art. 9.2.I de la Ley 13/1989, de 26 de mayo, de cooperativas de crédito del Estado, que constituye legislación
básica y por tanto aplicable a las cooperativas de crédito autonómicas.

633Vid. arts. 107 LCEstado; 136. LCPaís Vasco; 128. LSCMurcia ; 79. LCNavarra; 186. LCAsturias y 152.
LCCastilla-La Mancha; así como las dd. aa. 4ª LCLa Rioja y 5ª LCGalicia.

634 El apartado 4 del artículo 34 LCCataluña establece que en las cooperativas de segundo grado [también en las
federaciones y las confederaciones] el voto de los socios puede ajustarse a cualquiera de los criterios establecidos
en los apartados 1, 2 y 3 del citado precepto. Y el apartado 3 señala que los estatutos de las cooperativas de crédito
pueden establecer que, en la asamblea general, cada socio o socia tenga un voto o que el voto sea proporcional a
sus respectivas aportaciones al capital social, a la actividad cooperativizada de los socios o al número de socios de
las cooperativas asociadas. Por lo tanto, los estatutos de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado
catalana pueden atribuir a sus socios voto plural proporcional a sus aportaciones al capital social.

635 En el movimiento cooperativo no hay globalización financiera en el sentido de que “unos mismos actores
económicos estén presentes en las distintas plazas financieras del planeta” (vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el
control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, pág. 62) porque la financiación no
da el control societario, lo da la condición de socio o la actividad cooperativizada y de ordinario solo se es socio o se
realiza actividad cooperativizada respecto de la concreta actividad de una cooperativa (o se trabaja para una
cooperativa o para otra, o se la cosecha se lleva a una cooperativa o a otra). Como conclusión, podría afirmarse que
el poder societario cooperativo es de origen local y no de alcance global.

El papel de las entidades financieras en el modelo de corporate governance de las sociedades cooperativas es,
formalmente, inexistente, porque la titularidad del capital social no otorga poder societario. Su papel vendría dado
por su posición de prestamista de la sociedad, y no difiere este papel de la posición de prestamista de cualquier otra
sociedad.

243
titulares, sino que al proceder el poder societario de la actividad cooperativizada o del socio
individualmente considerado, las cuestiones relativas a la organización interna y a la estructura
de ese poder deben girar en torno al socio y a su actividad, y más exactamente a los órganos y
técnicas de participación del socio en la gestión y dirección de la sociedad cooperativa.

II. Con este planteamiento metodológico, debe advertirse que las soluciones a adoptar
frente a los problemas de gobierno societario que se detecten en las sociedades cooperativas no
pueden ser la mera transposición de las dispuestas para las sociedades de capital, sino que en
su proceso de adaptación deben experimentar una mutación genética 636: la realización por el
socio de actividad económica con la cooperativa --que va más allá de la mera aportación al
capital social-- dota a la participación orgánica del socio cooperativo de más contenido jurídico, o
lo que es lo mismo, de más contenido de derechos de participación en la gestión de la empresa
social. La realización de actividad cooperativizada por el socio le sitúa en una posición jurídica
distinta de la que ostenta el socio de una sociedad de capital. El socio cooperativo es algo más
que el accionista, en la medida en que además de realizar aportaciones al capital social --
circunstancia común a ambos--, aquél desarrolla actividades económicas con la cooperativa que
afectan a su patrimonio. De esta manera, no debe ser de la misma intensidad la participación en
los órganos sociales que corresponda al accionista --que solamente participa en el capital social-
- que la debe reconocerse al socio cooperativo --que además desarrolla actividad económica con
la cooperativa--. Por lo tanto, la mutualidad debe dejar su impronta en la participación orgánica;
lo que significa, principalmente, que el estudio de la actividad cooperativizada ya no se
circunscribe a la verificación de su naturaleza jurídica, es decir, a la determinación del régimen
jurídico aplicable a la relación mutualista, aspecto contemplado hasta ahora por la doctrina que
se ha acercado al tema637, sino que en él deben conectarse recíprocamente los dos elementos
del tipo societario cooperativo --mutualidad y participación orgánica--, de manera que la actividad
cooperativizada que desarrolla el socio con la cooperativa moldee el régimen jurídico específico
de los órganos sociales de la cooperativa: comoquiera que el socio, además de aportar capital,
desarrolla actividad económica con la cooperativa, debe disponer de un derecho de participar en
la gestión social de especial intensidad. Esta conexión, que a continuación se expondrá con
detenimiento, ayuda a explicar cómo la actividad cooperativizada del socio tiene un origen y unos
efectos genuinamente societarios --al contrario que la actividad económica que el tercero no
socio realiza con la cooperativa (materialmente idéntica a la que desarrolla el socio), que no tiene
efectos en sede de órganos sociales--. En particular, en los supuestos de voto plural, la conexión
mutualidad-participación presenta un interesante perfil: de la misma manera que el capital social
en las sociedades anónima y de responsabilidad limitada desempeña una función organizativa,
la actividad cooperativizada en la sociedad cooperativa cumple también una análoga función
organizativa, consistente en la medida de atribución de votos a cada socio, y por esta vía la
mutualidad se erigen en el elemento determinante de la constitución de la asamblea general --
hay que computar los votos presentes-- y de las mayorías para la adopción de los acuerdos.
636 Este proceso de mutación no solo debe tener lugar en la importación desde el terreno cooperativo de soluciones
procedentes de sociedades de capital, sino también en el perímetro propio de éstas: cuando se trata de incorporar a
un determinado derecho soluciones probadas en otro distinto, debe realizarse, como ha señalado A. ROJO, “Los
problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de sociedades anónimas”..., pág.
132, un “análisis previo de la correspondencia de esas soluciones a las funciones de la sociedad anónima y de la
relación entre las formas anónimas y las demás formas sociales (y, en general, estructuras jurídicas) admitidas en
ese ordenamiento jurídico”

637 Al respecto puede citarse la monografía de C. VARGAS VASSEROT, La Actividad Cooperativizada y las
Relaciones de la Cooperativa con sus Socios y Terceros, y el artículo de F. J. MARTÍNEZ SEGOVIA, “La relación
cooperativizada entre la sociedad cooperativa y sus socios: naturaleza y régimen jurídicos”, ya mencionadas en este
trabajo.

244
Queda claro que la participación del socio cooperativo en los órganos sociales se revela
como una de las cuestiones más importantes del Derecho de sociedades cooperativas.

El impacto que la participación del socio en la gestión produce en la configuración


tipológica de la sociedad cooperativa, condiciona la estructura corporativa de la sociedad. Sin
duda, la existencia de la asamblea general y del consejo rector resulta necesaria, es decir, la
exigencia de esta dualidad orgánica es imperativa, como lo es para las sociedades de capital 638;
pero aparece una zona gestora común a ambos órganos inexistente con tanta intensidad en las
sociedades de capital.

III. La actividad cooperativizada que desarrollan los socios y las consecuencias que para
su patrimonio se derivan de ella, justifica que las cuestiones de corporate governance que se
susciten en las sociedades cooperativas, en general, giren en torno a fomentar y tutelar la
participación del socio en los órganos sociales, como expresión de la idea básica de que la
participación orgánica del socio cooperativo --aportante de capital social y prestador de actividad
cooperativizada-- debe ser de mayor intensidad que la que corresponde al socio de la sociedad
de capital --meramente aportante de capital social--. El fomento de la participación orgánica del
socio es el objetivo que debe cumplir cualquier medida de buen gobierno corporativo que se
adopte para la solución de los problemas de la distribución y de control del poder societario que
se detecten en las sociedades cooperativas.

La necesidad de proteger la participación del socio cooperativo en la gestión de los


asuntos sociales obedece, como se ha explicado, a razones de esencia, a que la cooperativa es
una sociedad mutualista y de participación orgánica. Pero también a razones de eficiencia, para
que la sociedad cooperativa genere confianza en los mercados y capte el mayor número de
socios posibles, que le supondrá mayor volumen de actividad cooperativizada y, por ende, de
facturación, y la reunión de más capital a menor coste639.

638La “estructura corporativa” de las sociedad de capital, traducida en la existencia de de dos órganos separados --
junta general y órgano de administración--, cada uno con competencias propias, es elemento esencial de las
mismas, como explica A. VAQUERIZO, “Sociedades de capital (art. 1)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la
Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 181 a 193, en pág. 182.

639Respecto de las sociedades de capital son suficientemente ilustrativas las siguientes palabras de la Comisión de
la Comunidades Europeas: “garantizar una protección eficaz y proporcionada de los accionistas y de terceros debe
estar en el centro de toda política sobre Derecho de Sociedades …garantizando un elevado nivel de confianza
en las relaciones comerciales…para que las empresas puedan reunir capitales al menor coste” (vid. Comunicación
de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de
sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar, … en Revista de
Derecho de Sociedades, pág. 322 --la negrilla no es nuestra--).

Así mismo J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 132 destaca al
buen gobierno como factor de competitividad. La misma tesis es defendida por C PAZ-ARES, “El gobierno
corporativo como estrategia de creación de valor”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 251 [2004], págs. 7-65, en
pág. 15, al afirmar que las reglas de buen gobierno pueden ser una pieza fundamental para incrementar el valor
bursátil de las empresas y, por consiguiente, para reducir su coste de capital y ensanchar --en términos de tamaño,
profundidad y liquidez-- las bases del mercado de capitales (hay disponible también una edición electrónica del
citado artículo en Working Paper, núm.182 [enero, 2004], págs 1 a 38, publicado en www.indret.com).

La aplicación a los grupos de sociedades de las medidas de buen gobierno también es un factor de competitividad
del grupo. En este sentido, J. M. EMBID IRUJO, “El buen gobierno corporativo y los grupos de sociedades”..., pág.
939 ha afirmado que los instrumentos de gobierno corporativo “permiten atender debidamente ... a la tutela de los
intereses de los socios externos y de los acreedores de las sociedades sometidas a dirección unitaria, con la
optimización del funcionamiento de la empresa de grupo”.

245
IV. Y como el socio ejerce el poder societario que le corresponde a través de su
participación en la asamblea general, resulta que los problemas de gobierno corporativo que se
susciten en las sociedades cooperativas van a tener una solución distinta de la que la doctrina
postula para las sociedades cotizadas, solución que tiene que ver, de una manera o de otra, con
las competencias y con el funcionamiento de la asamblea general. Además, los diferentes
instrumentos de gobierno societario en que la doctrina ha fijado su atención para detectar quién
ostenta el poder en la sociedad, se reconducen el ámbito de las cooperativas también a la
asamblea general.

246
Segunda parte
El poder de decisión del socio: su participación en la asamblea general

Capítulo primero
El gobierno corporativo de la sociedad cooperativa y la asamblea general.

1. Los problemas de gobierno corporativo en la sociedad cooperativa.

En la tarea de trasladar a las sociedades cooperativas los planteamientos de buen


gobierno diseñados para las sociedades cotizadas640, deberá considerarse, por evidentes

640La preocupación por el gobierno corporativo ha sido puesta de manifiesto en numerosos estudios y ha sido
recogida en los recientes racimos de informes elaborados por comisiones de expertos nacionales y extranjeros
sobre el gobierno de las sociedades.

Entre nosotros, la senda se abrió con los trabajos de la Comisión Especial para el Estudio de un Código Ético de los
Consejos de Administración de las Sociedades creada por acuerdo del Consejo de Ministros, adoptado en su
reunión de 28 de febrero de 1997, y presidida por el Catedrático de Derecho Mercantil Manuel Olivencia Ruíz, de
cuyo primer apellido aquélla toma nombre. Sus trabajos, concluidos el 26 de febrero de 1998, dieron como resultado
un documento titulado “El gobierno de las sociedades cotizadas” (disponible en la dirección www.cnmv.es), que
contiene un “Informe sobre el consejo de administración” y un “Código de buen gobierno”, a pesar de que lo usual es
frecuente referirse al trabajo de esta Comisión con la expresión Informe Olivencia.

Le sigue el Informe elaborado por la Comisión Especial para el fomento de la transparencia y la seguridad en los
mercados y en las sociedades cotizadas, creada mediante Acuerdo del Consejo de Ministros, adoptado el 19 de julio
de 2002 --que contó con el impulso parlamentario de la proposición no de ley, sobre esta misma materia, aprobada
por el Pleno del Congreso de los Diputados el 16 de abril de 2002--. Este informe, que se concluyó el 8 de enero de
2003 [conocido como Informe Aldama, en alusión al primer apellido de su presiente --Enrique de Aldama y Miñón--]
contiene, en esencia, unas propuestas de criterios y de pautas en lo que se refiere al gobierno de las sociedades y a
su relación con una serie de empresas de servicios profesionales con vistas a aumentar la transparencia y la
seguridad en los mercados. Este informe ha sido el precursor de la reforma de la legislación de sociedades en esta
materia --Ley 26/2003, de 17 de julio, por la que se modifican la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de
Valores, y el Texto Refundido de la Ley de Sociedades anónimas, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1.564/1989, de 22 de diciembre, con el fin de reforzar la transparencia de las sociedades anónimas cotizadas--. Su
texto puede consultarse en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 20 [2003], págs., 257-273, y está disponible
así mismo, en la dirección www.cnmv.es.

En nuestro país la evolución no se ha parado en el Informe Aldama, habiéndose actualizado las recomendaciones
del Informe Olivencia y del Informe Aldama mediante el Código Unificado de Buen Gobierno aprobado por la
Comisión Nacional del Mercado de Valores el 22 de mayo de 2006.

La gestación del Código Unificado de Buen Gobierno obedece a la necesidad de unificar las recomendaciones sobre
la materia contenidas en los Informes Olivencia y Aldama para que las sociedades cotizadas puedan elaborar el
Informe Anual de Gobierno Corporativo. El Código Unificado de Buen Gobierno contiene las recomendaciones de
gobierno corporativo que deben tomar como referencia las sociedades cotizadas cuando, en cumplimiento de la
obligación establecida, entonces en el artículo 116 de la Ley del Mercado de Valores, y actualmente en el artículo
61.bis de la misma Ley, tras la reforma realizada por la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible,
consignen en su Informe Anual de Gobierno Corporativo si siguen o no las recomendaciones sobre gobierno
corporativo. Precisamente, uno de los contenidos mínimo del mismo es el relativo al grado de seguimiento de las
recomendaciones en materia de buen gobierno o, en su caso, explicación de la falta de seguimiento de las
recomendaciones --el resto de las materias que deben exponerse en el informe se refieren a la estructura de
propiedad de la sociedad, a la restricción a la transmisibilidad de valores y al derecho de voto, a la estructura de su
administración, a las operaciones vinculadas y a las operaciones intragrupo, a los sistemas de control del riesgo al
funcionamiento de la junta general, y a los sistemas internos de control y gestión de riesgos en relación con el
proceso de emisión de la información financiera--.

Su elaboración tuvo como antecedentes normativos el artículo 116 de la Ley del Mercado de Valores, en la
redacción dada por la Ley 26/2003, de 17 de julio, la Orden ECO/3722/2003, de 26 de diciembre, sobre el informe

247
anual de gobierno corporativo y otros instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas y otras
entidades (B.O.E., núm. 7 de 8 de enero de 2 004) y la Circular 1/2004, de 17 de marzo, de la Comisión Nacional del
Mercado de Valores, sobre el informe anual de gobierno corporativo de las sociedades anónimas cotizadas y otras
entidades emisoras de valores admitidos a negociación en mercados secundarios oficiales de valores, y otros
instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas (B.O.E., núm.76, de 29 de marzo).

El artículo 116 de la Ley del Mercado de Valores ha sido derogado por la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía
Sostenible, que ha incorporado al título IV un nuevo capítulo VI que lleva por título “Del informe anual de gobierno
corporativo”, integrado por dos artículos, 61 bis y 61 ter, que regulan el informe anual de gobierno corporativo y el
informe anual sobre remuneraciones de los consejeros, respectivamente; y la Orden ECO/3722/2003, ha sido
derogada por la Orden ECC/461/2013, de 20 de marzo, por la que se determina el contenido y la estructura del
informe anual de gobierno corporativo, del informe anual sobre remuneraciones y de otros instrumentos de
información de las sociedades anónimas cotizadas, de las cajas de ahorros y de otras entidades que emitan valores
admitidos a negociación en mercados oficiales de valores (B.O.E., núm. 71, de 23 de marzo).

El entonces vigente artículo 116 preveía las materias que han de conformar el contenido mínimo del Informe Anual
de Gobierno Corporativo, y una de ellas es la referente al grado de cumplimiento de las recomendaciones de
gobierno corporativo o la explicación de la falta de seguimiento de las mismas. La Orden ECO/3722/2003, a los
efectos de que las sociedades determinen el grado de cumplimiento de las recomendaciones, ordenó a la Comisión
Nacional del Mercado de Valores la elaboración de un documento único sobre gobierno corporativo con las
recomendaciones existentes, que podrá servir como criterio para la adopción de normas de buen gobierno por parte
de las sociedades, y para la justificación o explicación de las normas o prácticas que apruebe o realice la sociedad
[apartado primero, punto 1, letra f) de la citada Orden ECO/3722/2003]. Y la Comisión Nacional del Mercado de
Valores, en la Circular 1/2004, a la hora de detallar el contenido y estructura del informe anual de gobierno
corporativo de las sociedades cotizadas y de establecer un modelo o impreso con arreglo al cual las sociedades
anónimas cotizadas deberán hacer público el informe de gobierno corporativo, optó en tanto el documento único de
recomendaciones previsto en la Orden Ministerial no sea elaborado, por la aplicación transitoria de las
recomendaciones del Informe Olivencia y del Informe Aldama (vid. disposición transitoria primera y letra F del
Modelo de Informe para las sociedades anónimas cotizadas --anexo I-- y letra F del modelo de Informe para otras
entidades emisoras de valores admitidos a cotización en mercados secundarios oficiales de valores que no sean
cajas de ahorro --anexo II--).

El proceso de elaboración del documento único recibió su impulso definitivo con el Acuerdo del Consejo de Ministros
de 29 de julio de 2005, por el que se encomienda a la Comisión Nacional el Mercado de Valores la unificación y
actualización de las recomendaciones sobre gobierno corporativo (publicado mediante Resolución de la Dirección
General del Tesoro y Política Financiera de 8 de septiembre de 2005, en al B.O.E., núm. 225, de 20 de septiembre).
El Acuerdo, adoptado a propuesta del Vicepresidente Segundo del Gobierno y Ministro de Economía y Hacienda,
encomendó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores la armonización y actualización de las recomendaciones
sobre gobierno corporativo contenidas en los Informes Olivencia y Aldama, teniendo en cuenta, para ello, las
recomendaciones de la Comisión Europea y cualesquiera otras de carácter internacional. En el desempeño de ese
cometido, la CNMV debía estar según el Acuerdo del Consejo de Ministros, y así fue, asesorada por un Grupo de
Trabajo presidido por el Presidente de la CNMV --Conthe--. El objeto principal del Grupo de Trabajo son las
sociedades cotizadas, sin embargo, si el Grupo lo juzgara conveniente, preveía el citado Acuerdo, para evitar
asimetrías injustificadas, el ámbito de aplicación de alguna de las recomendaciones podrá extenderse a aquellas
entidades, distintas de las sociedades cotizadas, que emitan valores admitidos a negociación en mercados oficiales
de valores; además de su trabajo sobre armonización y actualización de las recomendaciones sobre gobierno
corporativo, el Grupo podría proponer aquellas iniciativas o reformas normativas que considere complementarias
para facilitar el buen gobierno de las empresas [téngase en cuenta como por cualquiera de estas dos vías las
recomendaciones del Grupo de Trabajo podrán llegar a las sociedades cooperativas, aunque al final el Informe que
elaboró el grupo de trabajo se ciñó a las sociedades con acciones cotizadas en bolsa, de manera que en el
documento no hay referencias a las cooperativas]. El Grupo aprobó, por unanimidad, el día 19 de mayo de 2006, un
Informe sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, que contiene como anexo I el Código Unificado de
Buen Gobierno, y este Código fue aprobado, con fecha 22 de mayo de 2006, por el Consejo de la Comisión
Nacional de Mercado de Valores, como documento único a efectos de los dispuesto en el apartado primero f) de la
Orden ECO/3722/2003, de 26 de diciembre, es decir como criterio para la elaboración de Informe Anual de Gobierno
Corporativo en lo referente al cumplimiento de las recomendaciones de buen gobierno o a la explicación de su falta
de seguimiento. Ahora bien, como para poder seguir alguna de las recomendaciones del Código Unificado --
concretamente para que las sociedades expliquen en su informe ciertas prácticas de gobierno corporativo-- es
necesario introducir algunas modificaciones y nuevos apartados en el modelo de informe que contenía la Circular

248
razones tipológicas y prácticas, que los problemas planteados por el ejercicio del poder
societario en las sociedades cooperativas son de contenido y alcance distinto a los planteados
en el ámbito de las sociedades cotizadas. En las sociedades cooperativas el impacto de la
mutualidad sobre el poder societario singulariza enormemente los análisis de gobierno
corporativo en las mismas. En cualquier caso, hay que insistir, el método de corporate
governance es también útil para detectar el problema que ocasione el ejercicio del poder
societario en las sociedades cooperativas641. El método plantea que cuando el ejercicio del poder

1/2004 --recuérdese que en ella las recomendaciones tenidas en cuenta son las recogidas en el Informe Olivencia y
en el Informe Aldama--, la Comisión Nacional del Mercado de Valores ha aprobado la Circular 4/2007, de 27 de
diciembre, por la que modifica el modelo de informe anual de gobierno corporativo de las sociedades anónimas
cotizadas (B.O.E., núm.12, de 14 de enero de 2008), de tal forma que el modelo de informe anual recogido en el
anexo I de la Circular 1/2004, queda sustituido por el regulado en el anexo I de la nueva Circular.

Como se ha expuesto antes, el artículo 116 de la Ley del Mercado de Valores ha sido sustituido por el artículo 61.bis
y la Orden ECO/3722/2003, por la Orden ECC/461/2013. Actualmente no se ha dictado ninguna nueva Circular que
apruebe un nuevo modelo de informe anual de gobierno corporativo. Esta situación transitoria está solventada en la
propia Orden, que prevé, en tanto la Comisión Nacional del Mercado e Valores no dicte las nuevas circulares, el
mantenimiento en vigor de la Circular 1/2004 y 4/2007 --y de la Circular 2/2005, relativa a cajas de ahorro--
(disposición transitoria primera).

Una síntesis muy acertada sobre el contenido del Informe Olivencia, del Informe Aldama y del Código Unificado de
buen gobierno, desde la perspectiva de su conexión con la junta general, puede leerse en F. SÁNCHEZ CALERO,
La junta general en las sociedades de capital…, págs. 641 a 646.

641 No faltan ejemplos de traslación de las consideraciones y estudios de corporate governance a una figura jurídica
concreta no contemplada directamente por tales análisis: concretamente un autorizado sector doctrinal, al analizar el
Informe Winter, ha aplicado a la temática de los grupos de sociedades --tratados en el capítulo V del mencionado
informe-- los criterios y recomendaciones del citado documento sobre transparencia en materias no financieras,
específicamente las referidas a las participaciones cruzadas, a los acuerdos entre socios relativos al ejercicio del
control societario, al derecho de solicitar una investigación especial, y a la atribución a las minorías de un derecho
de separación (vid. J. M. EMBID IRUJO, “El buen gobierno corporativo y los grupos de sociedades”, en Revista de
Derecho Mercantil, núm. 249 [2003], págs. 933 a 979, en pág. 940). E incluso se ha afirmado que las
recomendaciones de los códigos de buen gobierno que se incorporan a las sociedades de capital con las Leyes
44/2002 y 26/2003, ya aparecen recogidas en la regulación de la estructura orgánica de las cooperativas que se
contiene en la Ley estatal de cooperativas de 1999, en aspectos tales como la trasparencia y el control de las
retribuciones de los consejeros, interventores y miembros del comité de recursos, la definición legal del consejo
rector, o la admisión de expertos independientes no socios como miembros del consejo y de la intervención para
avanzar en una profesionalización de los órganos de administración y control (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La
sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 192 y 193).

La utilidad del método de gobierno corporativo en todas las sociedades y no solo en las sociedades cotizadas es
recomendada en los propios informes elaborados a propósito de estas últimas. Quizá el más explícito al respecto
sea el Informe Olivencia. Sus recomendaciones están dirigidas principalmente [no exclusivamente] a las sociedades
que cotizan en el mercado de valores (vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 63); por ello, el resto de
sociedades, aunque no son destinatarias principales del Informe pueden reflexionar sobre la funcionalidad de los
instrumentos de gobierno corporativo contenidos en los Códigos de buen gobierno para su propia organización y
sobre el papel que figuras tradicionales de su sistema de órganos sociales desempeñan como práctica de buen
gobierno vistas a luz o por el tamiz de las nuevas propuestas. Este propósito de reflexión dirigido a las sociedades
es la primera de las consideraciones generales del “Código de Buen Gobierno” que se contiene el en Informe
Olivencia, de manera que la extensión de las medidas de gobierno corporativo a sociedades distintas de las
cotizadas encaja en el contexto del nuevo movimiento. Ahora bien, todos estos ejercicios de trasposición y
comparación deben realizarse teniendo muy presente los elementos tipológicos de la sociedad destinataria.

F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 56, en la misma línea de
pensamiento, sostiene que el Código Unificado de buen gobierno, redactado por la CNMV pensando ciertamente en
las sociedades cotizadas, puede extender sus concretas recomendaciones a otras sociedades. Ya, en el ámbito
específico de la doctrina científica cooperativa, abogan por aplicar a las grandes sociedades cooperativas toda la

249
societario por un órgano social afecte al patrimonio de una persona, y se trate de un ejercicio
contrario a los intereses del afectado y favorable a los intereses de quien actúa, hay que
establecer medidas de control642. Serán las grandes cooperativas las destinatarias principales de
las reflexiones de corporate governance, pero no las únicas: también en las sociedades
cooperativas de menor tamaño se plantean problemas de distribución --sobre todo de
concentración-- y control del poder societario que deber ser abordados.

Al adaptar la aplicación del método a las sociedades cooperativas, aparece una primera
reflexión: los tres problemas derivados del ejercicio del poder societario que la doctrina ha
identificado a propósito de las sociedades cotizadas --el perjuicio de los intereses de los socios
por las actuaciones de los administradores, el perjuicio de los intereses de los socios minoritarios
por la actuación del socio mayoritario, y el perjuicio de los acreedores de la sociedad-- se
plantean con alcance diferente en la sociedad cooperativa y tienen también una solución distinta.

Además, los tres problemas mencionados son solo una parte del conjunto de ellos que el
ejercicio del poder societario ocasiona en las sociedades cooperativas. Efectivamente, la
observación atenta de la realidad empresarial cooperativa pone de manifiesto otros problemas
en los que el ejercicio del poder societario por uno o un grupo de sujetos puede afectar al
patrimonio de otros sujetos, cuando agente y paciente tienen intereses distintos. Son además
problemas genuinamente cooperativos que, por su conexión con la actividad cooperativizada,
difícilmente se plantearán de la misma manera fuera del ámbito propio de la sociedad
cooperativa, algunos incluso son específicos de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado643. Estos problemas cooperativos de gobierno societario, a unir a los tres problemas

construcción realizada para abordar la problemática del gobierno corporativo E. GADEA, F. SACRISTÁN y C.
VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de
reforma…, págs. 208 y 209.

642 Esta metodología que se ha desarrollado para la gran sociedad anónima, esencialmente por la doctrina
norteamericana, alude con la expresión agency problems “a cualquier situación en la que un sujeto tiene la
posibilidad de afectar con su comportamiento al patrimonio de otro sujeto”, formulación extraordinariamente amplia y
“de aplicación a una variada gama de situaciones jurídicas, pero es en el contexto del Derecho de sociedades donde
la teoría ha encontrado su terreno más fértil” (vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las
sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, págs. 78-80).

Como señala F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 461, las medidas de
control abandonan las normas jurídicas y, básicamente, giran en torno al mercado, que será quien juzgue la
eficiencia o no del gobierno de las sociedades que solicitan del ahorro público para que adquieran sus acciones y
otros valores que emitan, de manera que el hecho de la demanda de tales valores o su ausencia fomentarán la
aceptación voluntaria de las normas convencionales de buen gobierno, no siendo necesario la intervención del
legislador.

643 Quizás sí pueda plantearse en las denominadas sociedades cooperativas de hecho: entes en los que, sin
constituirse conforme al tipo cooperativo --fundamentalmente revisten la forma de sociedades de responsabilidad
limitada cuyos estatutos establecen las obligaciones de los socios de realizar prestaciones accesorias--, los socios,
además de aportar capital social, desarrollan actividad económica con la sociedad, consistente, en esencia, en
entregar bienes o prestar servicios o, bien, adquirir bienes o recibir servicios [vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ
FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios
del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995. Especial referencia a las sociedades
de responsabilidad limitada reguladas en España”…, págs. 53 a 87]. En ellas el comportamiento de los
administradores o de un grupo de socios no solo puede afectar al capital social aportado por los demás socios, sino
también a la actividad económica que desarrollen con la sociedad. Nótese que el daño o perjuicio a esta actividad
económica no es el daño o perjuicio que pueden experimentar los socios en su condición de aportantes de capital
social --más o menos dividendos, más o menos patrimonio en la liquidación, etc.--; pues si así fuera, este “problema”
de gobierno corporativo no sería diferente del resto de [o de alguno de los] problemas propios de las sociedades de
capital. Se trata de un problema genuino de las sociedades que tiene base mutualista.

250
generales, son: la cuestión de la sociedad cooperativa dominada, la participación representativa
de los socios de las entidades socias, el impacto de la pluralidad de leyes en el quantum de
poder societario, la divergencia en la actividad cooperativizada que realizan unos y otros socios,
el desarrollo del objeto social a través de otras sociedades y los intereses extrasocietarios.

Seguidamente se analizan las cuestiones que en la sociedad cooperativa plantean los


apuntados problemas de gobierno corporativo generales y cooperativos, por el orden indicado en
el texto.

1.1. El control del consejo rector, apoderados y técnicos.

I. Las actuaciones del consejo rector, apoderados y técnicos de la sociedad cooperativa


influyen en el importe de los anticipos por la actividad cooperativizada y del retorno cooperativo,
así como en las condiciones o circunstancias de la prestación de actividad cooperativizada, y por
lo tanto afectan de forma directa al patrimonio de los socios. Pero también influyen en el
patrimonio de la cooperativa --v.gr., venta de inmuebles a menor precio que el valor razonable, o
adquisición a mayor precio--, y, por ende, en los casos en los que este patrimonio es total o
parcialmente repartible644, en el patrimonio de los socios. Si el consejo rector, apoderados o
técnicos tienen intereses diferentes a los intereses de los socios y de la cooperativa y atienden a
aquéllos en perjuicio de los de éstos se plantea el problema [de gobierno corporativo] del
control645.

La doctrina al analizar las diferentes medidas que la práctica societaria ha dispuesto


para controlar el poder de los administradores distingue entre soluciones externas o internas,
según que vengan de fuera o de dentro de la propia sociedad 646. Las soluciones externas
consideran, esencialmente, que los mercados valorarán la eficiencia de la actividad empresarial
desarrollada, de forma que, si la gestión de los administradores es buena, la sociedad se
mantendrá y ellos con la sociedad, y si es mala la sociedad será expulsada del mercado por los
competidores y con ella los administradores. Los mercados en los que compiten la sociedad y los
administradores son el mercado de bienes y servicios --en el que la sociedad es oferente y cuya
actividad le permitirá ganar o perder cuota de mercado--, el mercado de capitales --que dará un
menor coste de capital a una empresa bien gestionada y con poco riesgo--, el mercado de
control societario --que valorará la cotización de sus valores-- y el mercado de managers --en el
que unos buenos administradores serán bien valorados y tendrán opción a desempeñar mejores

644La nueva regulación que admite el reparto patrimonial se ha analizado en supra apartado 2.4 del capítulo primero
de la primera parte.

645 Hasta ahora la actuación del consejo rector sobre un patrimonio cuya titularidad le es ajena y sobre el que inciden
intereses diversos --los de los socios y los de los acreedores-- se ha abordado con las garantías ordinarias
derivadas de la eficacia de las normas mediante las que la documentación social procuraba una información lo más
completa posible sobre la situación patrimonial de la sociedad --circunstancia que era común a las sociedades
cooperativas y de capital--, y además la preocupación se centraba esencialmente en proteger el patrimonio
cooperativo, de carácter irrepartible excepto los activos reflejos del capital social y de las reservas voluntarias
retornables, sin incluir la protección de los resultados gestores de la actividad cooperativizada, de interés directo
para los socios (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 287). En lo
sucesivo, al lado de las medidas contables de control se colocan instrumentos corporativos que en sede cooperativa
pivotan en torno a la asamblea general.

646 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 91-103.

251
y más remunerados puestos--. Las soluciones internas consisten en sistemas de remuneración
de los administradores basados en incentivos que coincidan con los intereses de los socios, en
la figura de los consejeros independientes y en la creación de consejos de vigilancia de los
administradores. Todas estas soluciones han sido rechazadas en el entorno de las sociedades
cotizadas por razones diversas647, también válidas en sede cooperativa, por lo que su recepción
por las sociedades cooperativas sería la crónica de un fracaso anunciado648.

647Que pueden examinarse en J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y
los inversores institucionales…, págs. 92 a 100.

Concretamente, en materia de retribuciones los Informes españoles sobre buen gobierno se alejan de recomendar
que se vincule su determinación de manera absoluta con el dividendo. Así, el Código Unificado de Buen Gobierno
elaborado por la Comisión Comte “recomienda, en particular, que se excluya a los consejeros externos de aquellos
sistemas retributivos que incorporan una retribución variable condicionada a la evolución de los beneficios u a otros
indicadores financieros de gestión (por ejemplo, resultados de explotación o ebitda) o a la cotización de la acción en
un momento determinado. Se pretende con ello evitar los potenciales conflictos de interés que afectarían a los
consejeros externos cuando tengan que enjuiciar prácticas contables u otro tipo de decisiones que puedan alterar
los resultados inmediatos de la sociedad, si tales resultados y valoraciones tuvieran efectos retributivos para ellos.
No obstante, el Código reconoce también que una retribución de los consejeros que, condicionada a los resultados
de la empresa, esté correlacionada positivamente con la variación en la riqueza de los accionistas puede, si se
aplica debidamente, alinear los intereses de los consejeros con los de los accionistas. Por eso, buscando un
equilibrio entre los dos objetivos citados, recomienda que la retribución variable se limite a los consejeros ejecutivos,
pero no prevé que la percepción de retribuciones variables prive a un consejero independiente de esa condición”
(vid. pág. 28 Código Unificado de Buen Gobierno). Ideas que justifican o explican las recomendaciones 36, 38 y 39
que son de siguiente tenor:

“36. Que se circunscriban a los consejeros ejecutivos las remuneraciones mediante entrega de acciones de la
sociedad o de sociedades del grupo, opciones sobre acciones o instrumentos referenciados al valor de la acción,
retribuciones variables ligadas al rendimiento de la sociedad o sistemas de previsión.

Esta recomendación no alcanzará a la entrega de acciones, cuando se condicione a que los consejeros las
mantengan hasta su cese como consejero.

38. Que las remuneraciones relacionadas con los resultados de la sociedad tomen en cuenta las eventuales
salvedades que consten en el informe del auditor externo y minoren dichos resultados.

39. Que en caso de retribuciones variables, las políticas retributivas incorporen las cautelas técnicas precisas para
asegurar que tales retribuciones guardan relación con el desempeño profesional de sus beneficiarios y no derivan
simplemente de la evolución general de los mercados o del sector de actividad de la compañía o de otras
circunstancias similares.”

De esta línea de política retributiva, destaca no solo las prevenciones sobre las retribuciones vinculadas a los
rendimientos de la sociedad, sino también que tales prevenciones no son nuevas, continuando la senda marcada
años antes por el Informe Aldama [concretamente las recomendaciones 36 y 38 tienen como precedente el punto 6,
La remuneración del Consejo y de la Alta Dirección, del apartado IV, Los órganos de gobierno, (vid. Informe
Aldama, IV, 6, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 270)], que abandona la orientación del Informe Olivencia
en esta materia (la Comisión Olivencia estimaba que debían favorecerse las modalidades que vinculen una parte
significativa de las retribuciones de los consejeros, especialmente de los consejeros ejecutivos, a los resultados de
la empresa --vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 44--).

648 En particular, las recomendaciones sobre la retribución de los consejeros que se contienen en el Código
Unificado de Buen Gobierno, y en los Informes Olivencia y Aldama (vid. recomendaciones 35 a 40 del Código
Unificado de Buen Gobierno; apartado 7 del Informe Olivencia y apartado IV. 6 del Informe Aldama) son superadas
en sede cooperativa por el funcionamiento de sus figuras propias de buen gobierno (vid. art. 40 LCEstado).
Concretamente, tales recomendaciones son sustituibles y mejorables por el régimen jurídico cooperativo de las
retribuciones del consejo rector. La política de retribuciones, dado que es contenido de los estatutos sociales y de
acuerdos de la asamblea general, se retiene en manos de los socios directamente. Su importe lo fijan los propios
socios mediante acuerdos de la asamblea general, puesto que el sistema y los criterios para que la asamblea
general fije el importe de las retribuciones --o como dice el Código Unificado de Buen Gobierno, los componentes

252
II. Deliberadamente, en la exposición de las soluciones que la doctrina y la práctica
ofrecen frente al problema del control del poder de los administradores se han omitido dos: la
actuación de los inversores institucionales y el control por la asamblea general (junta general en
el caso de la sociedad cotizada). La omisión es debida a razones estrictamente cooperativas: de
un lado, los inversores institucionales que han sido considerados válidos para controlar al
consejo de administración y a los ejecutivos en la sociedad cotizada no lo son en la sociedad
cooperativa; y, de otro, la asamblea general es el mecanismo más eficiente para controlar al
conejo rector y a los ejecutivos de la sociedad cooperativa, frente a la inutilidad que para este fin
representa la junta general de la gran sociedad anónima, singularmente de la sociedad cotizada,
donde se aprecia que los administradores llegan a autoelegirse porque dominan a la propia junta
general649.

Los inversores institucionales que, al aglutinar a un elevado número de inversores


particulares y de recursos financieros se han considerado como un contrapeso al poder de los
administradores y una solución a la separación entre la propiedad de las acciones --accionistas--
y el control de la sociedad anónima --administradores--650, son inexistentes en las sociedades

retributivos fijos y variables, o la estructura de la retribución, en palabras del Informe Olivencia-- han de estar
previstos en los estatutos sociales. Y, en fin, la transparencia es la máxima dado que la materia retributiva además
de ser contenido de los estatutos sociales y de los acuerdos de la asamblea general --los primeros inscritos en el
Registro de Sociedades Cooperativas competente, y beneficiados por tanto del principio de publicidad material; y los
segundos objeto del amplio derecho de información del socio-- ha de figurar en la memoria anual, como también se
recomienda en los informes de buen gobierno --en la recomendación 41 de Código Unificado de Buen Gobierno, en
la Recomendación de Comisión Europea de 14 de diciembre de 2004, y ya antes en los Informes Olivencia (punto
7.4, Transparencia de la retribución, apartado 7, La retribución del consejero,) y Aldama (punto 6, La remuneración
del Consejo y de la Alta Dirección, apartado IV, Los órganos de gobierno)--.

De la comparación entre el sistema retributivo recomendado por los Informes de buen gobierno y el previsto en la
legislación cooperativa destaca el distinto papel atribuido a los socios. La política de retribuciones en el entorno de
los Informes de buen gobierno es aprobada por el consejo de administración recomendándose que el Consejo
someta a votación de la Junta General con carácter consultivo un informe sobre la misma (vid. recomendación 40
Código Unificado de Buen Gobierno, págs. 29 y 30, que recoge lo que, a su vez, se propone en Recomendación de
la Comisión Europea de 14 de marzo de 2004). Esta medida es un paso mucho más corto en este terreno --o, si se
quiere, es un paso que obedece a razones tipológicas diferentes-- que el que supone la votación vinculante que
corresponde a la asamblea general acerca de la política retributiva del consejo rector de las cooperativas. De hecho
cuando el legislador ha querido adoptar mayores cautelas --o cautelas más participativas-- sobre las retribuciones
de los consejeros ha contado con la junta general de accionistas y la ha atribuido competencia para aprobar el
sistema retributivo concreto, como sucedió con el régimen de autorización previa por la junta general de la
retribución mediante opciones y acciones que, desde el año 1999, se establece en el artículo 130 TRLSA, hoy
derogado y que se ha mantenido en el artículo 219 TRLSC.

649Señala F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 638, que aunque no se ha
producido un cambio formal de las competencias que el ordenamiento jurídico concede a la junta general y al
órgano de administración, lo cierto es que los administradores que gozan de un grado de competencia autónomo
respecto al ejercicio de la gestión y representación de la sociedad, han pasado a dominar el funcionamiento de la
junta general, de forma que, precisamente por mantener la junta general su propia competencia, se produce una
completa disfunción de los poderes y facultades de la junta respecto al modelo legal; sucediendo que el poder de
control de la sociedad, que es la posibilidad de elegir a los miembros del órgano de administración, pasa de la junta
a lo propios administradores, que se autoeligen en las grandes sociedades en cuanto dominan la propia junta
general.

650 La relevancia de los inversores institucionales desde el punto de vista del gobierno de las sociedades cotizadas
ha sido destacada por ejemplo en los trabajos en la Comisión Olivencia sobre la base de que los intereses de los
afiliados o partícipes de estos inversores coinciden con los intereses de los accionistas ordinarios (vid. Informe
Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 54).

253
cooperativas. Lo ordinario es que la financiación de la sociedad cooperativa provenga de
aportaciones al capital de los socios, de subvenciones, de créditos, y, menos frecuentemente, de
aportaciones a capital social de asociados, siendo escaso el recurso a la emisión de títulos
participativos o de participaciones especiales o de créditos documentados en obligaciones o de
partes sociales con voto --en las sociedades cooperativas mixtas--. En las sociedades
cooperativas teóricamente los inversores institucionales podrían ser asociados, titulares de
partes sociales con voto, partícipes u obligacionistas, e incluso así estas alternativas suponen
cuantitativamente un reducido papel en la financiación de la sociedad. Además, desde un punto
de vista cualitativo, si se tiene en cuenta que los socios de una sociedad cooperativa son
potencialmente socios activos y participativos en la asamblea general, la función de control de
los inversores institucionales --también potencial o eventual-- no resulta tan necesaria.

En la sociedad cooperativa el poder societario que ejerzan el consejo rector, los


apoderados o los técnicos puede ser objeto de manera real y efectiva de control por la asamblea
general, frente al reducido papel que en esta materia ha venido desempeñando la junta general
de accionistas de la sociedad cotizada651.

La asamblea general es competente para fijar la política general de la cooperativa; para


el nombramiento y la revocación de los miembros del consejo rector; para el ejercicio de la
acción de responsabilidad contra los consejeros; para la posibilidad de ordenar al consejo rector
el nombramiento o el cese de apoderados y de técnicos --en aquellas Leyes que regulan como
competencia de la asamblea general la facultad de emitir instrucciones al consejo rector sobre
determinados asuntos652-- o la de nombrarlos y cesarlos directamente --en las Leyes de
cooperativas que atribuyen a la asamblea general competencia universal653 o competencia
estatutaria de gestión654--; para el control del conflicto de intereses entre la sociedad cooperativa
y sus administradores655; y, en fin, para la adopción de acuerdos concretos de gestión
extraordinaria [modificaciones estructurales de la sociedad cooperativa: transformación, fusión,

651 En la primera mitad del pasado siglo F. DE CASTRO Y BRAVO “¿Crisis de la sociedad anónima? Reflexiones
sobre la proyectada reforma legislativa de la Sociedad Anónima”… pág. 33, denunció el nulo poder de control de los
accionistas de la gran sociedad anónima que “no deciden nada y que para nada es tenida en cuenta su voluntad”,
de manera que “la Sociedad Anónima es o pertenece a quien domina en el Consejo de administración y maneja por
medio de la Banca las acciones necesarias para tener la mayoría (de papel) aquiescente”, en este tipo de sociedad,
concluye el Profesor, “la masa de socios no se distingue en la práctica (a estos efectos) de los obligacionistas … los
socios ya saben que no son los ‘amos de la sociedad’, son de hecho (y se contentarían que se respetasen sus
facultades de tales) acreedores no privilegiados de la sociedad”. Más modernamente, J. M. GARRIDO, La
distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, págs. 95 y 96,
afirma que “la estructura de control clásica, que encomienda a los accionistas el control de la gestión de los
administradores, se encuentra en profunda crisis”.

652 Vid. infra apartado 2.4.1.4 del segundo capítulo de la segunda parte.

653 Vid. infra apartado 2.3.1 del segundo capítulo de la segunda parte.

654 Vid. infra apartado 2.3.2 del segundo capítulo de la segunda parte.

655Esta competencia existe desde hace tiempo en el Derecho cooperativo español y está siendo aplicada por
nuestros tribunales. La S.T.S., Sala 1ª de 24 de febrero de 1992 [Civil] (Ar. RJ 1992\1513) al aplicar, en una
sociedad cooperativa de viviendas, el artículo 36.3 de la Ley General de Cooperativas de 19 de diciembre 1974, que
somete a previa autorización del consejo rector o de la asamblea general, respectivamente, los contratos entre la
cooperativa y el director o los miembros del consejo rector, no siendo dicha autorización necesaria respecto a los
actos y servicios propios de la relación entre toda cooperativa y sus socios, entiende que al consistir la actividad
cooperativizada en la entrega de viviendas o instalaciones complementarias, la adjudicación de un local a un
miembro del consejo rector exige la autorización de la asamblea general, que al no existir hace nula tal adjudicación.

254
escisión, enajenación de la empresa o de parte de ella que suponga modificación de su
estructura, constitución o ingreso en sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado] y
ordinaria [a través de la adopción directa del acuerdo].

Funcionalmente la asamblea general es el órgano social al que pueden asistir todos los
socios, que son los que realizan la actividad cooperativizada y quienes sufren en su patrimonio la
merma del patrimonio cooperativo.

Este modelo legal o formal es, además, el modelo potencialmente real, el que
técnicamente puede darse en la práctica cooperativa, debido al carácter activo de los socios de
la sociedad cooperativa656, y a la unión o nexo entre socio y control de tal manera que los socios
cooperativos tienen la posibilidad de contrarrestar el poder del consejo rector657.

En definitiva la asamblea general de la sociedad cooperativa es la sede adecuada para


la solución de este problema de gobierno corporativo --el control de los administradores y
directivos--, y su régimen jurídico se manifiesta como un instrumento clave para organizar el
poder societario.

El control por la asamblea no puede ser sustituido por el control atribuido a los
interventores. Los interventores son un órgano social encargado de la fiscalización y control de
las cuentas anuales formuladas por el consejo rector. Se ha afirmado que constituye un
mecanismo de vigilancia y fiscalización de los actos de gestión, que cumple la función de
controlar e intervenir la gestión y representación desarrollada por el consejo rector en interés de
los socios que están privados de tales facultades; este órgano social responde a planteamientos
instrumentales operando como medio auxiliar de las actividades realizadas por la asamblea
general, supliendo a ésta que no está capacitada, ni técnica ni materialmente para una labor de
fiscalización658. Con este planteamiento sustitutivo de la asamblea nada se avanza: con carácter
general, los interventores son socios no técnicos, y las leyes no les atribuyen especiales
derechos de control de la actuación del consejo rector659, sin que de ellos pueda esperarse una
fiscalización contable con dosis de calidad660.

656Frente al modelo real de la gran sociedad cotizada en el que “la elevada dispersión de la propiedad accionarial y
la propia situación geográfica de la sociedad y de los accionistas impiden que la Junta general sea un verdadero
órgano de control de la gestión de los administradores”, según afirma J. M. GARRIDO, La distribución y el control
del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, pág. 84.

657 Frente a la separación entre propiedad y control propia de la gran sociedad cotizada, donde ningún socio
[propiedad] tiene el número de votos suficientes [control] para contrarrestar el poder de los administradores (vid. J.
M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…,
págs. 82 a 84 y 87 a 103).

658Estas reflexiones se han tomado de M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…,


págs. 303 a 309.

659 Salvo excepciones, como la constituida por la LSCExtremadura, cuyo artículo 44.4 les reconoce derecho de
asistencia a las sesiones del consejo rector respecto a aquellos asuntos del orden del día de los que se deriven o
puedan derivarse obligaciones de contenido económico para la sociedad cooperativa, a cuyos efectos habrán de ser
convocados.

660No es posible, dada la composición del órgano, que los interventores elaboren un “informe técnico y profesional”
sobre las cuentas anuales, en el que se analice si las cuentas se han redactado observando las normas legales y
estatutarias, se formulen observaciones sobre los hechos que encierren peligro para la situación financiera de la
cooperativa, se certifique que la llevanza de la contabilidad ha sido correcta o, en su caso, se indiquen los motivos
por los que cabe formular reservas o incluso denegar la certificación, enjuicien la valoración de los elementos

255
Ahora bien, el reconocimiento de competencias gestoras a la asamblea general --como
mecanismo de control de administradores y directivos-- no significa en modo alguno la negación
de las mismas al órgano de administración. No es, además, conveniente desde el punto de vista
del gobierno corporativo por el riesgo de pérdida de control respecto de los directivos y
empleados de la sociedad cooperativa. Téngase en cuenta que el poder societario ni se crea ni
se destruye, sino que, simplemente, pasa de manos; de esta forma, cuando se limita el poder de
un órgano social, la cuota limitada pasa a ser ejercida por otro órgano. Cuando frente a los
abusos de poder cometidos por los grandes accionistas en las Compañías de Indias en los siglos
XVII y XVIII, se reaccionó fortaleciendo la posición de la junta general y los derechos de los
pequeños accionistas, y limitando el poder de los grandes con restricciones a la acumulación de
votos en un solo titular, se produjo una mayor autonomía de los empleados de las compañías 661.

III. La supervisión y el control de la gestión conecta con una de las cuestiones clave en
el Derecho de sociedades cooperativas: ¿cuál es el sistema de voto662 más eficaz para el
control? Cuando el voto es unitario --un socio, un voto-- la actividad de control y supervisión de la
gestión que lleva a cabo la asamblea general se dificulta, dado que deben aunarse un importante
número de socios en la tarea de controlar la gestión --lo que exige, además que tengan interés
en la marcha de los asuntos sociales, sin caer en apatía gestora--. Con el voto plural, la
supervisión se facilita, dado que un menor número de socios pueden sumar el número de votos
necesario para adoptar el acuerdo en que se concrete la medida de control. De hecho, la
dispersión del voto que tuvo lugar en el proceso democratizador de las compañías coloniales de
los siglos XVII y XVIII, desapoderado a los grandes partícipes y generalizando el voto a los
pequeños accionistas, provocó una mayor autonomía de los empleados de las compañías663. Por
esta razón se revela como una de las cuestiones más interesantes del gobierno corporativo de
las cooperativas la atinente a sus sistema de voto.

1.2. La tutela del socio minoritario.

El ejercicio del poder societario puede ocasionar perjuicios a los intereses de los socios
minoritarios causados por el socio de control en la asamblea general, cuando su actuación
persiga intereses contrarios a los de la minoría o al interés social. Naturalmente este problema,
compartido con las sociedades de capital664, solo se plantea en las sociedades cooperativas de

patrimoniales realizada por el consejo rector, y analicen la aplicación que este órgano ha realizado de las
amortizaciones establecidas en la Ley, como ha sido postulado por alguna sector doctrinal (M. L. LLOBREGAT
HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 306 y 307).

661 La autonomía de los empleados de las compañías coloniales no significa que el ejercicio del poder societario
fuese realizado por personas no propietarios. Como se ha puesto de manifiesto, una cosa es que los empleados
utilizaran en beneficio propio su posición de poder --en forma de mayores ingresos, de regalos…--, y otra es que
detentaran el poder económico ligado a acumulación de capitales --lo que significaría que los empleados decidirían
sobre las actividades a desarrollar, las inversiones, o el destino de los beneficios, por ejemplo--. Esta última
circunstancia no está demostrada (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español…, pág. 51).

662 A tratar en el apartado 3.3.7 del capítulo segundo de la segunda parte.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
663

Derecho español.., pág. 51.

664Es uno de los tres agency problems derivados del ejercicio del poder societario identificados por la doctrina (vid.
J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…,
págs. 80 a 81 y 85).

256
control, ya sea minoritario o mayoritario. Efectivamente, la existencia de socios minoritarios en
las cooperativas solo es posible cuando existan uno o varios socios --sindicados, por ejemplo--
que tengan la mayoría de los derechos de voto en la asamblea o que puedan ejercer en ella una
influencia dominante. Las situaciones de control societario, posibles en las sociedades
cooperativas, a pesar de lo que a primera vista pudiera parecer, serán objeto de una detallado
análisis más abajo, bastando por el momento con dejar constancia de ellas y del problema de
gobierno corporativo que ocasionan.

La solución o soluciones al problema descrito tienen que ver con la tutela de la minoría.

El simple hecho de demostrar que en las sociedades cooperativas hay situaciones de


control, frente a las tesis clásicas que negaban la dependencia en el seno de las cooperativas,
es el primer paso en la solución al problema de la tutela del socio minoritario, porque permite
ensayar en sede cooperativa instrumentos tuitivos que de otro modo estarían vedados 665. Por
ejemplo, si se admiten como lícitas las situaciones de control de la sociedad cooperativa por uno
o un grupo de socios, se está admitiendo también la licitud de los pactos de sindicación, a través
de los cuales los socios minoritarios pueden sumar cuotas de poder societario y el legislador
estar alerta para articular mecanismos de tutela frente al socio de control.

Obsérvese, y aunque esto sea adelantar la conclusión, como la sindicación es una


solución al problema de la protección del socio minoritario que se desenvuelve en el ámbito de la
asamblea general, circunstancia que justifica un vez más la conveniencia del estudio de este
órgano.

Al lado de la sindicación, las técnicas más eficaces de protección de la minoría son las
que fomentan la participación del socio en los órganos sociales y, dentro de ellas, las que se
desenvuelven antes, durante y después de la asamblea general. Antes, a través del derecho de
la minoría a solicitar la convocatoria de la asamblea general y a fijar el orden del día, o a
proponer asuntos que se han de incluir por el consejo rector en el orden del día; durante, el
derecho del socio a deliberar que con su ejercicio puede poner de manifiesto los ocultos
intereses de la mayoría, o el derecho de la minoría a pedir la votación secreta, o el derecho a
formular propuestas de acuerdo; y después, el derecho de impugnación de los acuerdos de la
asamblea general, especialmente referido a los contrarios al interés social y beneficiarios para un
socio, asociado o tercero666.

Puede afirmarse, de manera expresiva, que la tutela de la minoría frente a la mayoría se


soluciona con más asamblea general. Por ello, resulta del máximo interés el estudio del régimen

665 No es éste el único supuesto en que la negación formal de la existencia de problemas de protección de la minoría
ha desencadenado lagunas normativas que dificultaron poner en práctica soluciones tuitivas. El más importante de
todos ellos lo representó la Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada de 1953 cuya exposición de motivos
llegó a declarar que en estas sociedades “no existe problema de defensa de las minorías”, lo que en el articulado de
la Ley supuso la ausencia de técnicas de protección de la minoría de socios (vid. A. ROJO, “Los problemas de
adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de sociedades anónimas”..., pág. 146).

666 El beneficio para los socios, asociados o terceros no es una circunstancia infrecuente en las cooperativas, como
parece pensar la doctrina que, partiendo de la igualdad del derecho de voto, alejan a la cooperativa de las
situaciones de control interno y externo y bajan la guardia en sede de tutela frente a las mismas (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 52, pág. 585, quien cita, como supuestos de
control externo, el caso del “patrón oculto” o del proveedor o cliente dominante).

257
jurídico de la asamblea general, prestando particular atención a la regulación de los derechos de
participación de los socios en la gestión de los asuntos sociales.

Admitir la existencia de socios de control en las cooperativas, además de propiciar un


replanteamiento de algunas de las técnicas de participación del socio en la asamblea general
para la protección de la minoría, demuestra la ineficacia de los instrumentos de tutela del interés
social que presuponen erróneamente que los socios están en la asamblea general en
condiciones de igualdad en su poder societario. Esta idea es particularmente relevante en la
regulación de las operaciones vinculadas que se contiene en las Leyes españolas de
cooperativas. Cuando la sociedad cooperativa hubiere de obligarse con personas especialmente
vinculadas con ella, en las Leyes se aprecia la adopción de cuatro cautelas 667: el previo acuerdo
de la asamblea general --no basta con el del consejo rector668-- que autorice la celebración del
acto, contrato u operación, la prohibición de que el socio incurso en esta situación de conflicto
pueda tomar parte en la correspondiente votación, la ineficacia jurídica --nulidad absoluta en
algunas Leyes669, anulabilidad en otras670-- del acto o contrato realizado sin la mencionada
autorización, y la remoción automática del consejero o gerente en situación de conflicto que
responderá personalmente de los daños y perjuicios que se deriven para la sociedad
cooperativa. Las medidas son proporcionadas y contundentes pero dejan entrever el peso de la
tradición a la hora de delimitar el perímetro subjetivo de la operación conflictiva, no incluyendo
dentro de ella a los socios significativos. Así, las Leyes de cooperativas señalan, como
contraparte del acto o contrato, al consejero, interventor, director, gerente o apoderados, al
miembro de los órganos sociales facultativos, al cónyuge de los anteriores o persona unida a
ellos con análoga relación de afectividad a la conyugal, o a sus parientes hasta el segundo 671,
tercero672 o cuarto673 grado de consanguinidad o segundo de afinidad; pero en ningún caso
incluyen al socio significativo, que solo resultará afectado por la prohibición si forma parte del
consejo rector o es interventor o gerente, pero por concurrir tales circunstancias, no por su
número de votos. La evolución legislativa probable, una vez admitida en sede cooperativa, la
existencia de socios mayoritarios y minoritarios con intereses diferentes, será la de incluir como
situación de conflicto aquella operación en la que se vea involucrado un socio significativo.

667Vid. arts. 42 LCEstado; 41 LSCExtremadura; 49 LCGalicia; 53 LCLa Rioja; 49 LCCastilla y León; 50 LCCataluña;
65 LCIslas Baleares; 49 LCValencia; 60 LSCMurcia; 78 LCAsturias; 58 LCCastilla-La Mancha y 52 LSCAndalucía.

668Se separa de esta regla general la LSCAndalucía donde con carácter general se requiere una autorización
expresa, expedida por el órgano de administración, salvo que el conflicto de intereses se plantee respecto de algún
miembro del órgano de administración --o de alguna de las personas ligadas a este-- en aquellos casos en que la
administración de la sociedad cooperativa se ejerza de manera única o solidaria, en cuyo caso corresponderá a la
asamblea general acordar y expedir dicha autorización (art. 52.1).

669 En las Leyes extremeña, gallega, riojana y valenciana.

670 En las Leyes estatal, castellano-leonesa, catalana, balear, murciana, asturiana y andaluza.

Sobre las consecuencias --nulidad o anulabilidad-- de la contratación del administrador con la cooperativa a la luz de
régimen del conflicto de intereses vid. A. TATO PLAZA, “Algunas notas en torno al órgano de Administración de la
sociedad cooperativa”, en Estudios de Derecho de sociedades y Derecho concursal. Libro homenaje al Profesor
Rafael García Villaverde, Tomo II, 2007, Madrid [Marcial Pons], págs. 1435 a 1465, en pág. 1447 y 1448.

671 En las Leyes estatal, extremeña, gallega, riojana, castellano-leonesa, murciana y asturiana.

672 En la Ley balear.

673 En las Leyes catalana, valenciana, castellano-manchega y andaluza.

258
1.3. La protección de los acreedores frente al ejercicio del poder societario.

La doctrina del corporate governance surgida en torno a la sociedad cotizada ha


identificado un problema que surge en la relación entre los accionistas y los acreedores, y que
también se plantea en las sociedades cooperativas. El problema surge cuando la sociedad
acude al crédito --incluido el aplazamiento en el cumplimiento de las obligaciones-- para financiar
sus actividades, en cuyo caso a los socios les interesa acometer negocios con alto riesgo pero
con alta rentabilidad, dado que al tener limitada la responsabilidad a su aportación al capital, las
posibles pérdidas las soportarían los acreedores674. El ámbito en el que se desenvuelve este
problema es en sentido estricto ajeno a la doctrina de la participación. Mientras en los otros dos
clásicos problemas derivados del ejercicio del poder societario --el control de los administradores
y la protección de la minoría-- el agente y el perjudicado ejercían poder societario y participaban
en la gestión de la empresa cooperativa, en éste solo ejerce poder societario, y por tanto solo es
sujeto de la participación, el agente --la sociedad cooperativa que adopta las decisiones dañinas-
-, mientras que el perjudicado --acreedor o acreedores-- no puede participar en la cooperativa
para la defensa de sus intereses. No tienen la naturaleza de derechos de participación en los
órganos sociales aquellos derechos concedidos a los acreedores frente a la sociedad para la
defensa de sus créditos, como el derecho de impugnación de los acuerdos nulos, o el derecho
de oposición en la fusión o en la escisión, o el derecho a consentir la transformación con efectos
sobre el régimen de responsabilidad, que las Leyes de cooperativas en general reconocen a los
acreedores. Por esta razón, la solución a este problema no se encuentra, a priori, en la
participación de los acreedores en el poder societario.

Sin embargo, esta materia también puede llevarse al terreno mutualista. El problema
tiene su origen en la existencia de dos necesidades contrapuestas pero complementarias.
Precisamente en este ámbito, el de la satisfacción de necesidades económicas a través del
método mutualista, fue en el que nació la sociedad cooperativa, por lo que no hay que forzar las
instituciones para que el problema de protección de los acreedores tenga soluciones de raíz
cooperativa. La primera es la necesidad de financiación sentida por la sociedad cooperativa,
para acometer sus inversiones o para mantener sus gastos de funcionamiento, acudiendo al
crédito ajeno y trasladando parte del riesgo empresarial al acreedor. Y la segunda es la
necesidad de proteger su crédito sentida por los acreedores.

A su vez, la necesidad de financiación de la cooperativa puede ser a largo o a corto


plazo. En relación con la primera --a largo plazo--, la sociedad cooperativa puede cambiar la
fuente financiera, ofreciendo a los acreedores la posibilidad de convertirse en partícipes del
poder social mediante alguna de las siguientes figuras jurídico-societarias ligadas a
financiaciones a largo: asociado, obligacionista, titular de crédito participativo o de
participaciones especiales o de partes sociales con voto. En estos casos el problema entra de
lleno en la participación orgánica, y más concretamente en la participación en la asamblea
general, puesto que los titulares de las posiciones jurídicas mencionadas tienen, de una manera
u otra, derecho de asistencia a la asamblea general, derecho a deliberar en sus sesiones y, en

674 Como afirma J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, pág. 86, a analizar este agency problem “el cúmulo de problemas planteados es variopinto, y van
desde la infracapitalización a la gestión fraudulenta o imprudente, e incluye toda una serie de prácticas que
perjudican a los acreedores, como el pago de dividendos excesivos, la creación de deuda adicional de igual o
superior preferencia, la sustitución de activos societarios por nuevos activos de menor valor, aparte de la asunción
de un riesgo excesivo en los proyectos empresariales de la sociedad deudora”.

259
algunos casos, derecho de voto675. De esta manera, este órgano se convierte en el foro de
resolución de los problemas que, ya sí, han pasado a ser problemas de quien ejerce poder
societario y con ello puede perjudicar a quien también es titular de una cuota de ese poder.

Y en cuanto a la segunda cuestión, cuando se habla de la satisfacción de las


necesidades de financiación de la cooperativa de sus operaciones a corto plazo, se está
aludiendo, en la mayoría de las ocasiones, a necesidades derivadas de la actividad
cooperativizada. Efectivamente, muchas de las deudas a corto de la cooperativa proceden de la
realización de operaciones con terceros cuyo lugar natural en la cooperativa es la posición de
socio, y por lo tanto de titular de poder societario ejercitable en la asamblea general. Otro tanto
puede suceder con aquellas otras deudas que provengan de actividades instrumentales,
existiendo la posibilidad técnica de que los acreedores por estas operaciones se conviertan en
socios, con lo que muta la naturaleza jurídica de sus entregas de bienes o prestaciones de
servicios que pasan a ser actividad cooperativizada676.

1.4. El alejamiento del socio primario: la participación representativa de los socios


de las entidades socias.

I. Es un problema de gobierno societario de carácter estrictamente cooperativo y,


además, propio de las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado. Se produce porque
la cooperativa suprabásica es, básicamente, una sociedad de personas jurídicas, esto es una

675Así, el asociado tiene derecho de asistencia, voz y voto en la asamblea general [vid., p. ej., art. 29.2.d)
LSCExtremadura]; al igual que el titular de partes sociales con voto en las sociedades cooperativas mixtas (Vid. arts.
42 LCEstado; 41 LSCExtremadura; 49 LCGalicia; 53 LCLa Rioja; 49 LCCastilla y León; 50 LCCataluña; 65 LCIslas
Baleares; 49 LCValencia; 60 LSCMurcia; 78 LCAsturias y 58 LCCastilla-La Mancha. En la Ley andaluza ha
desaparecido el asociado y ha emergido la persona inversora, que al igual que aquél se caracteriza por aportar
capital social y no realizar actividad cooperativizada (art. 25.1 LSCAndalucía) y a los que se reconoce derecho de
voz --luego, también de asistencia-- y voto en la asamblea (art. 25.2.I LSCAndalucía).

También tiene derecho de asistencia y voz el presidente del sindicato de obligacionistas (art. 10 de la Ley 211/1964,
de 24 de diciembre, sobre regulación de la emisión de obligaciones por sociedades que no hayan adoptado la forma
de anónimas, asociaciones u otras personas jurídicas y la constitución del sindicato de obligacionistas, en relación
con el 427.2 TRLSC).

Los titulares de participaciones especiales --financiaciones subordinadas, cuyo reembolso no tiene lugar hasta que
transcurra cinco años desde la emisión, y en las que la remuneración se establece en función de los resultados e la
cooperativa-- pueden ostentar si el acuerdo de emisión lo dispone, derechos políticos, siempre que no se trate del
derecho de voto en la asamblea general y del derecho a ser miembro del órgano de administración (vid., p. ej., art.
64 LCPaís Vasco) y por lo tanto el derecho de asistencia y deliberación en la asamblea general así como el derecho
de información.

Por su parte, los adquirentes de títulos participativos --valores mobiliarios, cuya emisión es acordada por la
asamblea general, que incorporan el derecho a una remuneración establecida en el momento de la emisión, fijada
en función de la evolución de la actividad de la cooperativa, pudiendo, además, incorporar un interés fijo-- también
pueden si el acuerdo de emisión lo prevé ser titulares del derecho de asistencia a la asamblea general con voz y sin
voto (vid., p. ej., art. 54.2 LCEstado).

676La existencia de cooperativas con socios que entreguen bienes o prestan servicios y socios que los consuman es
posible en todas las Leyes de cooperativas españolas. Incluso alguna Ley reconoce expresamente esta posibilidad
regulando ad hoc una clase de cooperativas. El caso más interesante es el de la LCMadrid en cuyo artículo 122
regula, con la denominación de cooperativas integrales, una clase de cooperativa en la se gestionan las actividades
convergentes de, al menos, dos fases económicas, en especial la producción y la distribución de bienes y servicios,
a partir del esfuerzo diferenciable pero coordinado de socios de trabajo y socios usuarios. La misma clase de
cooperativa se regula, por ejemplo, en el artículo 185 LCAsturias.

260
sociedad en la que sus socios son sociedades y otro tipo de entes con personalidad jurídica, que
cuentan, a su vez, con socios alejados de las estructuras de poder de la cooperativa de grado
superior.

En todas las Leyes españolas, las cooperativas de segundo o ulterior grado están
integradas necesariamente por sociedades cooperativas --al menos dos-- y accidentalmente por
otras personas jurídicas, públicas o privadas. La persona natural solo puede ser socio de
trabajo677 y, en un reducido número de Leyes, socio usuario678. Como quiera que en ninguno de
estos dos casos se plantea el problema apuntado, debe centrarse nuestra atención en las
entidades socias de la cooperativa suprabásica.

Naturalmente, quienes realizan actividad cooperativizada con la sociedad cooperativa de


segundo o ulterior grado son sus entidades socias, y por su condición de socias y por realizar
actividad cooperativizada son ellas las titulares del poder societario, las que pueden ejercerlo y
las que pueden controlar su ejercicio. Sin embargo, los destinatarios finales de la actividad
cooperativizada o, si se quiere, los agentes iniciales de la misma o, cuando menos, los afectados
por ella, son los socios de las entidades socios, de hecho una gran parte de las obligaciones que
recaen sobre ellos tienen su origen en decisiones adoptadas por las estructuras de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado (p. ej., nuevas aportaciones obligatorias al capital social,
o determinadas condiciones de la prestación objeto de la actividad cooperativizada, como
producción ecológica, trazabilidad de productos cárnicos, recolección en determinados días o de
una forma concreta, etc.). Esta idea es indiscutible cuando la entidad socio sea una sociedad de
base mutualista --cooperativa, mutua, sociedad laboral, etc.--, en la que la actividad económica
de la entidad socia, en cuanto tal, está dirigida a su vez a satisfacer las necesidades de sus
socios. Y también puede sostenerse, aunque con un alcance más limitado, cuando la entidad
socia sea una sociedad de capital, puesto que la actividad cooperativizada que aquélla realice
con la cooperativa suprabásica afectará, positiva o negativamente, al patrimonio de sus socios
que recibirán más, menos o ningún beneficio. Lo mismo sucederá cuando la entidad socia sea
una asociación o una fundación, en cuyos casos los asociados, lo patronos o los beneficiarios de
su actividad serán los que reciban el impacto, en uno u otro sentido, de las consecuencias
económicas de la actividad cooperativizada de la asociación o fundación con la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado.

677El socio de trabajo, aquél cuya actividad cooperativizada consiste en la prestación de su trabajo persona en
cooperativas que no sean de trabajo asociado, es admitido en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior
grado por todas las Leyes españolas.

678 En la LCEstado (art. 77.1), en la LCMadrid (art. 124.1), en la LCCastilla y León (art. 125.1), en la LSCMurcia (art.
133.1) y en la LSCAndalucía --en esta última solo en las cooperativas de segundo o ulterior grado homogéneas--
[art. 108.2.a)] se permite que puedan ostentar la condición de socio un tipo especial de persona natural: los
empresarios individuales; y en la LCCastilla La Mancha (art. 155.1) y en la LSCAndalucía --en esta última solo en
las cooperativas de segundo o ulterior grado heterogéneas-- [art. 108.2.b)] cualquier persona física.

La Ley catalana no arroja la suficiente claridad sobre esta cuestión. Por un lado el artículo 17, abriendo la
cooperativa suprabásica a las personas físicas, dispone que “puede ser socia de una cooperativa de [primer o]
segundo grado toda persona física con plena capacidad de obrar,… También puede ser socio o socia toda persona
jurídica, pública o privada”. Y por otro el artículo 122, restringiendo el círculo, dispone que “pueden ser socios de
una cooperativa de segundo grado las cooperativas de primer grado, los socios de trabajo o cualquier entidad o
persona jurídica, pública o privada, así como los socios colaboradores, que se incorporan a ella en las mismas
condiciones que en las demás cooperativas”.

261
Los estudios de gobierno societario en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado deben tener en cuenta esta especificidad, ya que la separación entre la estructura
societaria de segundo grado y el socio de la entidad socia impide la participación directa de éste
en el poder societario de la cooperativa de segundo grado, a pesar de verse afectado por sus
decisiones, lo que puede ocasionar la deslegitimación de las estructuras de grado superior, e
incluso provocar la baja de los socios de las entidades socias. Este distanciamiento no es solo
orgánico, en el sentido de que el socio primario carezca de cauces organizados de participación
directa, sino también geográfico, o de distancia física respecto de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado. Contribuye a ello la inexistencia de cauces reglamentados de
información de la cooperativa suprabásica hacia el socio primario679.

II. La solución a este distanciamiento orgánico y geográfico del socio primario respecto a
la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado no es, como algún sector viene apuntando,
la supresión las cooperativas de base y del resto de entidades socias, a través de un proceso en
el que la cooperativa suprabásica absorba a aquéllas --fusión por absorción--680. Técnicamente
este proceso sería posible y sencillo: posible, porque la totalidad de las leyes de cooperativas
regulan la fusión --y como modalidad de ella la fusión por absorción--681, y sencillo, porque, una
vez concluido el proceso de fusión, en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado se
produciría una regresión de grado --pasando a ser una cooperativa primaria-- que se articula
mediante una mera modificación de estatutos682. Sin embargo, desde un punto de vista de buen

679 La implantación de estos cauces de comunicación pueden ser costosa (el envío de documentación a todos los
socios primarios supone un gasto importante) y difícil (la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado no
cuenta con el libro registro de socios de las cooperativas de base; y si las entidades socias son sociedades
anónimas con acciones al portador, la comunicación directa con los socios es prácticamente imposible). Por ello la
página web de la cooperativa suprabásica podría ser útil a estos efectos (vid. para las sociedad cotizada las
consideraciones de J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 117; y
para las sociedades cooperativas C. VARGAS VASSEROT, “Internet y las empresas de Economía social. Análisis
jurídico societario”, Revista de Estudios Cooperativos, núm. 85 [2005], págs. 85 a 110).

En el Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura se encuentra una previsión que
fomentaría el uso de internet entre las cooperativas y sus socios, al disponer que “previas las modificaciones
normativas oportunas, se articulará la publicidad de los anuncios a que estén obligadas las sociedades cooperativas
mediante un sitio oficial en la red” (disposición adicional cuarta).

680 A. MONTERO GARCÍA, El cooperativismo agroalimentario y formas de integración, Madrid [MAPA], 1996, pág.

94, sostiene que en algunos casos puede resultar más interesante la “fusión o la absorción de entidades…que [la]
agrupación en Cooperativas de Segundo Grado puesto que disminuyen los costes y pueden mantener la disciplina y
la participación que permiten las cooperativas de primer grado”. El mismo autor en Aspectos económicos de las
cooperativas agrarias”, Madrid [MAPA], 2000, pág. 97, postula la existencia de cooperativas de primer grado
fusionadas.

681La fusión por absorción está prevista en los arts. 63 LCEstado; 76 LCPaís Vasco;; 82 LSCExtremadura; 75
LCGalicia; 64 LCAragón; 70 LCMadrid; 83 LCLa Rioja; 79 LCCastilla y León; 74.1 LCCataluña; 90 LCIslas Baleares;
75 LCValencia; 85 LSCMurcia; 56 LCNavarra; 107 LCAsturias; 101 LCCastilla-La Mancha y 75 LSCAndalucía.

682 Este proceso de concentración empresarial cooperativa [en el que una sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado pasa a ser una cooperativa de primer grado], que, como se ha expuesto, puede llevarse a efecto
mediante una fusión por absorción [en la que la sociedad absorbente es la cooperativa suprabásica y las sociedades
absorbidas son sus entidades socias] más la modificación de los estatutos sociales, es objeto de regulación ad hoc
en algunas Leyes de cooperativas (vid. arts. 77.5 LCEstado; 133.5 LSCMurcia y 156.4.I LCCastilla La Mancha). Esta
regulación especial se limita a reconocer que las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado pueden
transformarse (sic) en cooperativas de primer grado, quedando absorbidas las cooperativas socios mediante el
procedimiento establecido en la Ley, y a atribuir un derecho de separación a la cooperativa socia y a sus socios
disconformes con los acuerdos de transformación y absorción. La norma trascrita presenta dificultades para su literal
aplicación, algunas casi insalvables. En primer lugar, no es una transformación porque no hay cambio de un tipo de

262
gobierno cooperativo se plantearían más problemas que soluciones. Ciertamente, después de la
fusión tendríamos una cooperativa de primer grado en la que sus socios participan directamente
en los órganos sociales y realizan directamente la actividad cooperativizada. La participación es
en verdad directa, pero no necesariamente generalizada, efectiva y adecuada a la actividad
cooperativizada de los socios.

Nada asegura que la participación sea generalizada, por parte de todos los socios,
porque se corre el riesgo de que un excesivo número de socios [el tránsito de una sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado, con entidades socias que aglutinan a su vez a sus
respectivos socios, a una cooperativa primaria supone aumentar exponencialmente el número de
socios de ésta683] disgregue el poder societario y permita su control por el bloque de socios más
influyente y más activo.

Ni tampoco que sea efectiva, dado que el excesivo número de socios haría inviable el
funcionamiento de la asamblea general y avocaría al sistema de juntas preparatorias y asamblea
de delegados, llegándose a la misma situación de partida [el alejamiento del socio primario con
respecto a la asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado,
entonces; el alejamiento del socio con respecto a la asamblea de delegados, ahora], pero
agravada porque el delegado, en su actuación en la asamblea, ni está vinculado por las
instrucciones de la junta preparatoria --como sí lo está el representante de la entidad socio en la
asamblea general de la cooperativa suprabásica--, ni tiene que ser nombrado con carácter
especial para cada sesión --como si debe serlo el representante-- al poder ostentar mandatos
plurianuales684.

sociedad a otro (acertadamente, el artículo 62.2.II del Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de
Extremadura señala que el cambio de [clase o de] grado de una sociedad cooperativa es una modificación
estatutaria, con lo que, además de aclarar la cuestión, somete esta modificación estructural de la sociedad
cooperativa al régimen jurídico de la modificación estatutaria), circunstancia que no solo es una cuestión de prurito
terminológico, sino de régimen jurídico, planteándose la duda de si a este singular acuerdo de “transformación” se le
aplica o no el régimen de la transformación de la sociedad cooperativa que contempla la Ley --que en el caso del
Estado se remite a la regulación de la fusión (vid. art. 69.2 LCEstado)--. En segundo lugar, no se prevén las
modificaciones de los estatutos sociales de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado que necesariamente
deben realizarse [p. ej., en los requisitos de los socios, en los compromisos de actividad cooperativizada, en el
derecho de voto, en la adjudicación del haber social, etc.], de manera que al doble proceso de “transformación” y
absorción debería añadirse un tercero de modificación estatutaria. En tercer lugar, solo se regula la absorción de las
“cooperativas socias” de la de segundo u ulterior grado, pero no del resto de personas jurídicas socias, y solo se
concede derecho de separación a las cooperativas socias y a sus socios, pero no al resto de personas jurídicas
socias, a sus miembros, y a los empresarios individuales socios --en las Leyes estatal y murciana-- o personas
físicas socias --en la Ley castellano-manchega--. Y en cuarto lugar, ¿cómo se absorbe a un empresario individual
socio de la segundo grado --posibilidad prevista en las Leyes estatal y murciana-- o a una persona física --prevista
como socia en la Ley castellano-manchega--?; obsérvese, como en el procedimiento descrito en el texto principal
[fusión por absorción más modificación de los estatutos sociales de la cooperativa de grado superior que pasa a ser
de primer grado] el problema de las personas físicas socias de la cooperativa de segundo o ulterior grado encuentra
solución natural: no pueden ser absorbidos por la cooperativa superior, simplemente se mantienen como socios
porque tras la modificación de estatutos sociales que provoca la regresión de grado pasan a ser socios de una
cooperativa de primer grado.

683 A. MONTERO GARCÍA, El cooperativismo agroalimentario y formas de integración…, pág. 94 ha denunciado


que con la fusión puede llegarse a “sociedades cooperativas excesivamente numerosas, donde los socios
difícilmente pueden participar democráticamente y el poder de los rectores no resulte verdaderamente
representativo, y por lo tanto sus decisiones no gozan del respaldo de los socios, que en la mayoría de los casos las
incumplen e ignoran”.

684La asamblea de delegados es un órgano social integrado por los delegados designados en juntas preparatorias,
que sustituye a la asamblea general cuando los estatutos sociales así lo prevean y concurran determinadas

263
Y, en fin, la participación en la asamblea general de la nueva cooperativa de primer
grado --especialmente en lo referente al derecho de voto-- probablemente no será adecuada a la
actividad cooperativizada de los socios: en la cooperativa de primer grado resultante de la fusión
el criterio de distribución del poder societario puede que sea --y en función de la Ley aplicable
seguro que será-- diferente del que rige en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado,
puesto que en la cooperativa primaria hay una propensión al sistema de voto unitario, mientras
que en la cooperativa secundaria la propensión es al voto plural ponderado a la actividad
cooperativizada o al número de socios de la entidad socia; de hecho, en las Leyes que para la
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado prevén el voto plural de forma imperativa 685 y
para la sociedad cooperativa primaria el voto unitario 686 la distribución del poder societario en
ambas modalidades de cooperativas será necesariamente distinta. Esta propensión se explica
con arreglo a la teoría que se podría denominar del alejamiento de lo físico: es más fácil arbitrar
un sistema de voto plural cuando quién vota es una persona jurídica, y menos cuando quien vota
es una persona física.

III. El problema del alejamiento del socio primario no encuentra solución en el régimen
jurídico del consejo rector. El consejo rector no es el órgano más adecuado para dar
participación a los socios primarios, ni técnica ni oportunamente. No lo es técnicamente, porque
sus miembros son elegidos y destituidos por las entidades socias de la sociedad cooperativa
suprabásica y no por los socios primarios, además de que la nota de la estabilidad de este
órgano le hace independiente de los socios de las entidades socias687. Y no lo es
oportunamente, porque su función de gestión de la cooperativa de segundo grado determina que
sus tareas se ocupen de la estrategia empresarial de la cooperativa suprabásica y no de los
socios de las entidades socias, y de la defensa del interés social de la cooperativa de segundo
grado, que si bien coincidirá con el interés común de los socios de la cooperativa secundaria, no
tiene por qué coincidir también con el interés de los socios de las entidades socias. De hecho la

circunstancias --un gran número de socios, alejamiento geográfico de los mismos, etc.-- que dificulten de forma
estructural la presencia directa de los socios en la asamblea general (vid., p. ej., art. 30 LCEstado).

685 Vid. arts. 131.1 LCPaís Vasco; 161.1 LSCExtremadura y 81.2 LCNavarra.

La Ley asturiana contiene una contradictoria regulación en esta materia que la hace difícil de clasificar. De un lado,
su artículo 52.2.II dispone literalmente lo siguiente: “en las cooperativas de segundo grado, los estatutos pueden
establecer el voto de los socios proporcional a su participación en la actividad cooperativizada de la sociedad, o al
número de activos que integran la cooperativa asociada, tal como establece el artículo 131.1 sobre cooperativas de
segundo grado”, lo que hace facultativo, ex estatutos, el voto plural. Pero si se lee el artículo objeto de remisión --el
131.1-- resulta que el voto plural es obligatorio ex lege: “el derecho de voto de las entidades será proporcional a la
participación en la actividad cooperativa o al número de socios” (art. 131.1) --en ambos casos la cursiva es mía--. La
solución debe ser aquélla que más proteja o fomente a la actividad cooperativizada: la de considerar obligatorio el
voto plural.

686 Con alguna excepción de voto plural ex estatutos limitada a los socios que sean cooperativas, sociedades
controladas por éstas o entes públicos (art. 35.2 LCPaís Vasco), al cooperativismo agrario (art. 126.1
LSCExtremadura), y a determinadas clases o modalidades de socios, a las cooperativas de trabajo asociado, para
los socios que sean cooperativas, a las de servicios (arts. 35.2, 67 y 71 LCNavarra) y a las agrarias, de servicios, de
transportistas y del mar (art. 52.2.I LCAsturias). Incluso con alguna excepción ex lege, como la prevista en el artículo
65.5 LCNavarra que impone el voto plural en las cooperativas agrarias al disponer que los estatutos de estas
sociedades “regularán el voto ponderado de cada socio en la asamblea general”.

687 Incluso en algunas leyes se refuerza su independencia respecto de la entidad socio de la que procede el
miembro del consejo rector al señalar expresamente que no será causa de cese la retirada de la confianza por quien
le propuso como candidato (vid. art. 160.2.II LSCExtremadura).

264
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado puede impartir instrucciones vinculantes para
las entidades socias aunque sean perjudiciales para alguna de ellas siempre que beneficien el
interés del grupo688.

Precisamente la noción de interés social correctamente elaborada para su aplicación a


las sociedades cooperativas aconseja no contar con el consejo rector como cauce de
participación de los socios de las entidades socias de una cooperativa de grado superior. La
postura oficial más reciente acerca del interés social en las sociedades anónimas cotizadas,
recogida en la recomendación 7 del Código Unificado de Buen Gobierno, restringe el perímetro
subjetivo del interés social a los socios, concretando el significado del mismo, con base en una
interpretación contractualista, en el interés común de los accionistas, o interés del accionista
común, “entendido como hacer máximo, de forma sostenida, el valor económico de la empresa”,
atribuyendo al consejo de administración como guía en su actuación esta noción de interés
social. Esta restricción excluye del círculo de sujetos a considerar dentro del interés social a
aquellos otros grupos implicados en la empresa y a la comunidad en que ésta se ubica, respecto
de los cuales el Código Unificado de Buen Gobierno se limita a recomendar que el consejo de
administración “vele … para que en sus relaciones con los grupos de interés (stakeholders) la
empresa respete las leyes y reglamentos; cumpla de buena fe sus obligaciones y contratos;
respete los usos y buenas prácticas de los sectores y territorios donde ejerza su actividad; y
observe aquellos principios adicionales de responsabilidad social que hubiera aceptado
voluntariamente”; recomendación inane en la medida en que se limita a recoger una guía obvia
de actuación: la obligación de cumplir las leyes y los compromisos asumidos. Comoquiera que
los socios de las entidades socias quedan fuera del concepto de interés social de la cooperativa
de grado superior --o al menos no necesariamente forman parte de él--, solo resultarían
amparados por la recomendación referente a las relaciones de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado con los grupos de interés; por ello, el traslado de esta doctrina al
consejo rector de las cooperativas de grado superior desaconseja la opción del mismo como
instrumento de gobierno corporativo para la tutela del socio primario.

IV. Será la asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado el


órgano social en torno al cual deban articularse las correspondientes medidas de buen gobierno,
en tanto que órgano en el que participan las entidades socias a través de uno o varios
representantes designados por sus respectivos socios, mientras que, como se ha visto, el
miembro del consejo rector aunque sea propuesto por una entidad socia es elegido por todas o
por la mayoría de ellas --mediante acuerdo de la asamblea general de la cooperativa
suprabásica--, de suerte que no es representante ni tampoco mandatario de quien le propuso
como candidato.

A pesar de lo expuesto, el papel nuclear de la asamblea general de la sociedad


cooperativa de segundo o ulterior grado en la protección del socio primario está condicionado por
dos circunstancias: una, en la asamblea general no hay participación directa del socio primario,
sino que su participación habrá de ser representativa, y dos, cada entidad socia está sometida a
un régimen jurídico diferente que determinará la eficacia de su participación.

688 Los artículos 128 LCPaís Vasco, 157 LSCExtremadura y 129 LCAsturias dan prioridad los acuerdos e
instrucciones de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado frente a las decisiones de cada una de las
entidades agrupadas y señalan que el ejercicio de sus competencias por la cooperativa de grado superior no podrá
ser revisado ante los órganos de las sociedades integradas, sin perjuicio de la tutela judicial que, en su caso,
proceda.

265
La primera circunstancia apuntada no debe ser ajena a la preocupación del Derecho de
sociedades. Como los intereses del socio primario resultan afectados por la actividad
cooperativizada que realice la persona jurídica a la que aquél pertenece en la cooperativa
suprabásica, se plantea como una relevante cuestión de gobierno societario cooperativo la tutela
de los mentados intereses, y en consecuencia deberán existir técnicas jurídico-societarias de
participación representativa en las decisiones y acuerdos sociales de la cooperativa de segundo
grado.

Esta reflexión encuentra fundamentos teóricos en los planteamientos de corporate


governance. Como ya se ha afirmado más arriba, las cuestiones de gobierno societario, que en
la sociedad cotizada se refieren a las relaciones entre la propiedad y la gestión, en la sociedad
cooperativa se plantean entre quienes realizan actividad cooperativizada y quienes administran
la sociedad, tratando de dar solución a los problemas de distribución del poder societario y de
control de su ejercicio. Desde una posición jurídico formal estricta, la actividad cooperativizada
en la cooperativa suprabásica es realizada por las entidades socias, pero como el socio primario
es el destinatario último o el actor inicial de la actividad cooperativizada, es legítimo sostener,
con planteamientos de buen gobierno societario, que en la gestión de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado deben tener participación los socios primarios. La participación
difícilmente puede ser directa, dado que la titularidad de los derechos de control sobre la gestión
de la cooperativa suprabásica corresponde a la entidad socia, pero sí puede ser representativa,
de manera que el socio primario ejerciendo sus derechos de participación en la entidad socia
obligara a ésta a obtener información o a deliberar o a votar, en definitiva a ejercer sus derechos
en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado. Podría hablase en ese caso de un
control elíptico de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado por parte del socio
primario.

El control elíptico tendrá su aplicación concreta en la participación del socio primario en


la formación de la voluntad de su entidad para cuando ésta asista a las sesiones de la asamblea
general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, debiendo fomentarse un sistema
de convocatoria de esta asamblea general que permita a los socios primarios conocer el orden
del día, debatir sobre él y dar instrucciones de voto al representante, o a los representantes, de
su entidad socia en la asamblea general de la cooperativa suprabásica. Esta participación del
socio primario debe realizarse a través del cauce formal de participación que es la asamblea
general de la cooperativa primaria: en ella se debatirán los asuntos del orden del día de la
asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado y se adoptarán los
acuerdos pertinentes sobre instrucciones de voto al representante. Para cuando este sistema
resulte de imposible aplicación, se sustituirá por la rendición de cuentas ante la asamblea
general de la cooperativa primaria en la que se explique el proceder seguido en la asamblea
general de la secundaria.

Así mismo, el sistema de voto plural en la cooperativa de grado superior será el más
adecuado para la protección de los intereses del socio primario. Si cada entidad socia es titular
de un número de votos proporcional a su actividad cooperativizada o a su número de socios, la
pluralidad de votos va a ser reflejo cuantitativo de la actividad económica que desarrollen los
socios de la entidad socia o del número de éstos689. De esta forma el socio primario contribuirá a

689 Naturalmente, el sentido de todos los votos que emita la entidad socia será siempre el mismo, no pudiendo votar
afirmativamente con unos votos y negativamente con otros, ni tampoco emitir algunos votos en blanco, o con otros
abstenerse, ni, en fin, hacer nulos unos cuantos votos y válidos otros. No se trata de que los diversos intereses de
cada grupo de socios primarios tengan como reflejo votos emitidos en diferente sentido. Un modo de proceder como
éste solo es posible cuando quien asiste a la asamblea general lo hace en representación de diferentes

266
incrementar el poder societario de la entidad a la que pertenece, y, a la vez, este poder recogerá
la suma de las instrucciones de cada uno de los socios primarios que hayan emitido en defensa
de sus propios intereses. Con el voto unitario, los intereses del socio primario no tienen
relevancia cuantitativa, pues el mismo poder societario tendría la entidad socia con poca
actividad cooperativizada o con pocos socios que la que tenga mucha o muchos,
respectivamente.

La segunda circunstancia puesta de manifiesto condicionará los recursos con que cuente
el socio primario para controlar a la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado. El que la
asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado sea el foro adecuado
para tutelar los intereses del socio primario exige, lógicamente, una regulación de la misma que
fomente la participación representativa del socio primario. Pero este objetivo depende en buena
medida del régimen jurídico aplicable a la entidad socia. Recuérdese como las personas jurídicas
socias de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado pueden ser sociedades
cooperativas, anónimas, limitadas, etc. y por lo tanto la ley aplicable a las mismas puede
proceder incluso de un poder normativo diferente del que elaboró la Ley reguladora de la
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado. De esta manera las soluciones de buen
gobierno que se arbitren en el entorno normativo de la asamblea general dependerán, en parte,
de cómo esté regulada la participación del socio primario en la ley aplicable a su sociedad.

1.5. Los efectos de la Ley en la determinación del poder societario.

I. En la determinación de la cuota de poder que corresponde a cada socio juega un papel


de extraordinaria importancia el ordenamiento jurídico, concretamente la regulación del derecho
de voto que prevea la Ley de cooperativas que resulte aplicable690. Podría decirse que el
quantum de poder societario depende en buena medida del régimen jurídico de atribución de
votos691. Veamos en qué medida.

personalidades jurídicas, cada una con su voluntad propia, pudiendo --o debiendo-- emitir cada voto [unitario o
plural] conforme a las instrucciones recibidas de su principal [el verdadero socio]. A esta última posibilidad se refiere
la recomendación 6 del CUBG (que las sociedades permitan fraccionar el voto a fin de que los intermediarios
financieros que aparezcan legitimados como accionistas, pero actúen por cuenta de clientes distintos, puedan emitir
sus votos conforme a las instrucciones de éstos).

690 El ordenamiento jurídico como factor determinante de la distribución del poder societario es destacado por J. M.
GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, pág.
62.

En el Derecho de sociedades cooperativas la pluralidad normativa española ha sido contemplada desde diversos
puntos de vista, además de aquél que centra la atención en las divergencias de poder societario. Generalmente, se
ha abordado con enfoque crítico, pero también con otros planteamientos. Uno de los más interesantes es el que
trata de buscar en las diferentes regulaciones una justificación territorial adaptada a las singularidades de las
cooperativas de una región y a su trama económica y social. Así en el distinto trato dado a los excedentes por
operaciones con terceros no socios en las, entonces vigentes, Leyes vasca y valenciana de cooperativas, de 1982 y
de 1985, respectivamente --aquélla en un porcentaje como retornos y ésta con destino íntegro al fondo de reserva
obligatorio-- ha tratado de justificarse explicando que en su tratamiento han de contemplarse no solo los intereses
individuales por satisfacer, sino las circunstancias económicas de cada región y la posición que las cooperativas
ocupen en cada particular mercado (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…,
pág. 137).

691Dada la pluralidad de Leyes de sociedades cooperativas existentes en España y en particular la existencia de


una Ley estatal que tiene la condición de Derecho supletorio del Derecho de cooperativas autonómico, la
inexistencia en una norma autonómica de voto plural no puede suplirse con la regulación estatal de este supuesto.
En materia de cooperativas los tribunales han tenido de ocasión de delimitar adecuadamente la supletoriedad de la
Ley estatal de cooperativas en los siguientes términos, así la SAP Guipúzcoa de 26 de enero de 2005 [Civil] (Ar AC

267
De entrada, existe una brecha legal muy profunda entre las cooperativas de primer grado
y las de segundo o ulterior, y entre las cooperativas con socios consumidores finales o con
socios trabajadores y las que cuentan con socios empresarios. Aun a riesgo de que algunos
supuestos especiales queden fuera de la reflexión, se podría apreciar con carácter general la
presencia de un doble fenómeno: que en las sociedades cooperativas de primer grado hay una
tendencia hacia el voto unitario y que en las de segundo o ulterior grado la tendencia es hacia el
voto plural; y que cuando los socios son empresarios el legislador es más proclive a reconocer el
voto plural692.

Dentro de los dos principios generales anteriores, las variables legales son
desmesuradas.

El régimen jurídico de las sociedades cooperativas de primer grado consiste bien en un


sistema legal imperativo de voto unitario, con prohibición del voto plural, que es el mayoritario, o
bien en un sistema legal supletorio de voto unitario, con voto plural ex estatutos, que se permite
solo para determinadas cooperativas o para determinados socios. Excepcionalmente, en la Ley
navarra se impone como obligatorio el voto plural en las sociedades cooperativas agrarias, y en
la Ley extremeña de sociedades cooperativas especiales se prevé esta misma medida para
todas las clases de cooperativas.

Las variables legales para las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado,
sustancialmente, oscilan entre dos regímenes: un régimen legal supletorio de voto unitario, en el
que se asigna a cada entidad socia un voto, pero permitiendo a los estatutos sociales la
regulación del voto plural, ponderado con arreglo a la actividad cooperativizada o al número de
socios de cada entidad socia, que es el mayoritario en el Derecho español693; y un régimen legal
imperativo de voto plural ponderado con arreglo a los mismos criterios, en el que no se
contempla el voto por cabezas694.

El voto unitario --tanto si es el sistema legal imperativo cuanto el sistema legal supletorio-
- instaura un régimen de distribución del poder societario, que podría denominarse sistema
clásico, en el que socio tiene derecho a un voto, produciéndose una igualdad del voto en la
asamblea general, dando lugar a las cooperativas de poder paritario. La modalidad descrita es el
equivalente cooperativo de la sociedad cotizada de poder disperso695, en la que la propiedad

2005\265), recogiendo la doctrina constitucional en la materia y aplicándola a las sociedades cooperativas declara
que “la cláusula de supletoriedad no permite que el derecho estatal colme sin más la falta de regulación autonómica
en una materia. El presupuesto de aplicación de la supletoriedad que la Constitución establece no es la ausencia de
regulación, sino la presencia de una laguna detectada como tal por el aplicador del derecho y…no nos encontramos
ante una laguna legislativa, sino por contra, ante un supuesto de ausencia de regulación específica sobre una
determinada materia”.

692El desarrollo del fundamento jurídico positivo de estas afirmaciones y de las que siguen en esta parte del estudio
se contiene en infra apartado 3.3.7.3 del capítulo segundo de la segunda parte.

693Este régimen se estructura en torno a dos normas: la que señala que en la asamblea general cada socio tendrá
un voto, y la que permite que en las cooperativas de segundo grado, si lo prevén los estatutos, el voto podrá ser
proporcional a la participación en la actividad cooperativizada y/o al número de socios de la entidad socio (vid. infra
apartado 3.3.7.3 del capítulo segundo de la segunda parte)

694 Vid. infra apartado 3.3.7.3 del capítulo segundo de la segunda parte.

695 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 58-62 y 68.

268
accionarial está divida en múltiples accionistas lo que conlleva, a su vez, una distribución en
múltiples titulares del poder societario696, y en la que los administradores no están sometidos al
control significativo de ningún accionista, sucediendo más bien al contrario, que aquéllos sean
los que controlen la sociedad. Empíricamente se consideran sociedades de accionariado
disperso aquellas en las que ningún accionista alcance el cinco por ciento del capital social697,
regla que no puede ser trasladada de manera automática al ámbito cooperativo, en el que habrá
cooperativas de poder [disperso o] paritario no solo cuando se dé una distribución porcentual en
la que ningún socio llegue al cinco por ciento del número total de votos (lo que sucederá en
todas las sociedades cooperativas con voto unitario y más de veinte socios), sino también
cuando tengan un mayor porcentaje de votos (lo que tendrá lugar en cooperativas de veinte o
menos socios) puesto que al ser cada socio titular de un voto en la asamblea general, ninguno
de ellos podrá alcanzar el poder de control sobre el consejo rector. En definitiva, siempre que
haya voto unitario habrá poder paritario. Nótese como el régimen jurídico del voto condiciona el
poder societario, puesto que a pesar de la diferente participación que cada socio puede tener en
la actividad cooperativizada de su cooperativa, por disposición de la Ley todos tienen un voto.
Claro que, conforme a la posibilidad abierta en algunas Leyes, los estatutos pueden regular un
sistema de voto plural, pero el hecho de que el supletorio sea de voto unitario supone un
obstáculo a que las cooperativas en funcionamiento con voto por cabezas modifiquen sus
estatutos sociales para sustituirlo por un voto plural, ya que los socios de menor actividad [o, en
la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, las entidades socias de menor número de
socios] serán renuentes a esta pérdida de poder. Y supone también una tendencia a que las
cooperativas que se constituyen opten por el régimen legal, simplemente con el cómodo
expediente de omitir una regulación ad hoc en los estatutos.

Por su parte el régimen [estatutario o legal imperativo] de voto plural puede dar lugar a
situaciones de control. En este terreno, bien por disposición estatutaria, bien por imperativo legal,
en las Leyes españolas de cooperativas junto al sistema clásico de un socio un voto, apuntado
más arriba, se aprecia un sistema economicista en el que cada socio tiene derecho a un número
de votos proporcional a su actividad cooperativizada [y/o a su número de socios, cuando se trate
de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado], originándose un fenómeno de
concentración del voto en la asamblea general. También estas cooperativas de control están
condicionadas por el régimen legal de atribución de votos. El número máximo de votos que los
socios pueden ostentar varía con tanta intensidad de unas Leyes a otras que dos cooperativas
con el mismo número de socios y la misma actividad pero sometidas a diferente Ley pueden dar
lugar a situaciones en las que un socio en ningún caso llegue a ostentar la mayoría de votos, y
en las que un solo socio, por el contrario, alcance tal mayoría698. Este injustificado diferente trato
legal se aprecia con más intensidad en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado.
Efectivamente, para ellas, la regulación legal del voto plural oscila entre impedir que cualquier
entidad socia alcance más del cincuenta por ciento de los votos, y entre permitir que una entidad
socia que sea cooperativa --y, en algunas Leyes, sociedad agraria de transformación-- ostente

696 Esta afirmación requiere que haya una correlación entre las participaciones accionariales y los votos que
corresponden a un accionista, lo que no siempre sucede como pone de manifiesto J. M. GARRIDO, La distribución y
el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales, … pág. 60.

697 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales,…pág. 68.

698El análisis de estos límites se ha realizado en infra apartado 3.3.7.4.2.3 del segundo capítulo de la segunda
parte.

269
más del cincuenta por ciento de los votos699, dando lugar una misma realidad societaria a una
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado de control minoritario o a una sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado de control mayoritario, respectivamente. Esta diferencia,
que es clave en la estructura interna de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado,
sobre todo cuando alberga un grupo de sociedades o de entidades, hasta el punto de determinar
si el grupo cooperativo puede ser vertical o solamente horizontal, no depende de circunstancias
económicas sino de un condicionante jurídico formal tan simple como la Ley de cooperativas que
resulte aplicable.

Esta aleatoriedad legislativa no se queda simplemente en atribuir más o menos votos a


los socios, sino que provoca efectos de mayor alcance en cuestiones clave de corporate
governance. En cada uno de los sistemas y tipos de cooperativas los problemas de distribución y
control del poder societario son diferentes, así en las cooperativas de poder paritario se aprecia
mayor independencia del consejo rector y de los directivos y menores posibilidades de control
por la asamblea general, mientras que en las cooperativas de poder concentrado surge la
problemática de la protección de la minoría de socios frente a los acuerdos de la mayoría que
tratarán de defender sus intereses. Estos problemas que deberían tener una causa estrictamente
económica, como así sucede en las sociedades de capital, están en buena medida originados
por razones jurídicas, derivadas de cuál sea la Ley aplicable a cada cooperativa.

II. Pero no solo es la regulación del voto unitario o plural el único dato jurídico
determinante del poder societario, también es clave el régimen de mayorías exigidas para el
acuerdo de nombramiento de miembros del consejo rector. No en vano, se ha afirmado que el
control de la sociedad es la posibilidad de elegir a los administradores de la misma 700. En las
Leyes españolas de cooperativas hay, en esencia, dos tendencias, una que exige mayoría 701, y
otra que se contenta con el mayor número de votos702. En el primer supuesto para elegir a un
consejero es necesario que el candidato obtenga en la votación más de la mitad de los votos
válidamente expresados --sin computar los votos en blanco ni las abstenciones--, mientras que
en el segundo basta con que alcance más votos que sus oponentes en el proceso electoral,
aunque no sean más de la mitad de los emitidos703. Es obvio que con la regla de la mayoría

699Las Leyes que permiten a un socio ser titular de hasta el cincuenta por ciento de los votos sociales o, bien de un
porcentaje superior, se señalan en el apartado 3.3.7.4.2. del capítulo segundo de la segunda parte.

700 En este sentido J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los
inversores institucionales…, pág. 67 afirma que “la noción de control societario elude los intentos de definición,
aunque la afirmación inicial de Berle y Means a tenor de la cual ‘control’ significa, en términos prácticos, la
posibilidad de elegir a los miembros del consejo de administración tiene un sólido fundamento”.

701Vid. arts. 37.4 en relación con el 34.1 LSCExtremadura; 38.2 en relación con el 34.1 LCAragón; 33.2 LCCataluña;
50.1.I LCIslas Baleares; 37.2.II en relación con el 35.4 LCNavarra y 38.2.I LSCAndalucía.

702Vid.
arts. 34.1 LCEstado; 41.3.I LCPaís Vasco; 44.1 LCGalicia; 41.2.II LCMadrid; 48.1 LCLa Rioja; 42.1 LCCastilla
y León; 41.1; 36.4 LCValencia; 50.1 LSCMurcia; 61.2 LCAsturias y 57.2.I LCCastilla-La Mancha.

703La determinación del “mayor número de votos” en la forma propuesta es defendida por V: VICENT CHULIÁ, en
N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 56, págs. 695 y 696. En contra M. PANIAGUA ZURERA, La
sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 219, que entiende el mayor
número de votos como mayoría relativa pero calculada respecto a los votos emitidos, no respecto a los votos
recibidos por la candidatura contraria.

270
hacen falta más votos para nombrar a un consejero que con la del mayor número de votos, y por
lo tanto obtener el control del consejo rector es más difícil con aquel sistema que con éste704.

Por inversas razones que las anteriormente expuestas, también afecta al poder
societario el régimen jurídico de dos supuestos de cese de los consejeros: la destitución y el
ejercicio de la acción de responsabilidad705. Ambos son acuerdos de la asamblea general, cuyo
régimen de mayorías condicionará el control de la sociedad cooperativa. Cuanto más reforzadas
sean, menores serán las posibilidades de control por un socio706.

Y la consideración de las abstenciones y de los votos en blanco en el régimen de


adopción de los acuerdos. Con carácter general, en los sistemas de mayoría simple, las
abstenciones y votos en blanco se excluyen del cómputo de votos para la adopción de los
acuerdos, de forma que los acuerdos se toman cuando la propuesta obtenga más de la mitad de
los votos válidamente expresados --sin computar los votos en blanco ni las abstenciones--. Esta
exclusión impide tomar en consideración en el análisis del poder societario la voluntad de los
socios que se ha abstenido o que han votado en blanco, puesto que aunque unas u otros, o
ambos, superen a los votos a favor, el acuerdo se habrá adoptado. Además, equipara la
abstención y el voto en blanco con la ausencia707. A pesar de ser una materia común con las
sociedades de capital, la concepción de la cooperativa como una sociedad de participación
motiva, de lege ferenda, a atribuir a las abstenciones y votos en blanco eficacia en el régimen de
adopción de los acuerdos: por ejemplo, cuando sean superiores a los votos válidos a favor,
habría que someter la propuesta a una segunda vuelta.

III. La búsqueda de soluciones a los problemas de gobierno societario ocasionados por


la regulación legal, debe tener en cuenta que la participación de los socios en las cooperativas
es un elemento tipológico de las mismas que determina las soluciones de política jurídica. De
esta manera, la potenciación de la asamblea general será la medida más adecuada para abordar
las cuestiones de corporate governance planteadas tanto en la cooperativa de poder paritario

704 El nombramiento de consejeros por el mayor número de votos se ha calificado por la doctrina como una técnica
que facilita la adopción del acuerdo, aunque, a la par, se ha censurado que suponga una degradación legal de la
noción de mayoría, inadecuada en sede cooperativa dado el principio democrático en el que descansan estas
sociedades N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 49, págs. 483 a 490.

La regla de la mayoría, conforme a la cual decide sobre sus asuntos la junta general de accionistas, genera la duda
acerca de si lo que se exige es la mitad más uno de los votos asistentes a la junta, o si basta con que los votos
favorables superen a los votos adversos. Sobre esta cuestión y sus implicaciones puede consultarse a F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 61 a 64, quien se decanta por la
primera solución.

705En determinadas Leyes el acuerdo de la Asamblea General de promover la acción implica la destitución
automática de los administradores afectados (vid. arts. 48.2 LCPaís Vasco; 42.5 LSCExtremadura; 51.2 LCGalicia y
46.1 LCCataluña) y también el acuerdo de transigir sobre la misma (vid. arts. 48.2 LCPaís Vasco; 51.2 LCGalicia y
46.1 LCCataluña).

706 Siguiendo el patrón de la Ley estatal de cooperativas de 1999, si para el nombramiento de consejeros basta el
mayor número de votos (art. 34.1), para la destitución será necesario el acuerdo de más de la mitad de los votos
válidamente expresados, sin computar los votos en blanco ni las abstenciones o, si el asunto no consta en el orden
del día, la mayoría del total de votos de la cooperativa, salvo norma estatutaria que, para casos justificados, prevea
una mayoría inferior (arts. 35.3 y 28.1).

Sobre el alcance que debe darse a las abstenciones y a los votos en blanco puede leerse a M. J. MORILLAS
707

JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 264 y 265.

271
cuanto en la de poder concentrado. Así, será la asamblea general el lugar en el que hay que
ubicar los contrapesos a poder del consejo rector y de los gerentes en las cooperativas de poder
paritario; y donde deban articularse mecanismos eficaces de protección de la minoría en las
cooperativas de control.

1.6. Las divergencias en la actividad cooperativizada.

Entre los socios que realizan poca actividad cooperativizada y los que realizan mucha
surgen diferencias a la hora de ejercer el poder societario. Los términos poca y mucha son lo
imprecisos que deben ser en un planteamiento tan general; en cualquier caso, será en cada
sociedad cooperativa donde alcancen la concreción adecuada en función del volumen de
actividad cooperativizada y del contenido de esa actividad. Si el volumen de actividad global de
una sociedad cooperativa es elevado un socio habrá de tener una importante facturación con la
cooperativa para ser protagonista de la actividad económica de la misma, y viceversa. Por otra
parte, si se observa el contenido de las actividades cooperativizadas, es fácil apreciar que hay
actividades más propensas a las diferencias cuantitativas en las prestaciones que deben realizar
los socios, de manera que se podría decir que la actividad cooperativizada más ligada a lo
personal (como trabajar) parece generar menores diferencias cuantitativas entre la actividad
desarrollada por un socio y la desenvuelta por otro, mientras que la más ensamblada con lo
económico (como entregar bienes o adquirir bienes y servicios) evidencia una tendencia
superior.

Los problemas derivados de las diferencias en el ejercicio del poder se concretan en la


tensión existente entre quienes realizan una actividad cooperativizada inferior, que estarán
menos dispuestos a realizar nuevas financiaciones en la sociedad cooperativa porque el
rendimiento económico esperable es pequeño, y los que la realizan superior, decididos a abordar
nuevos proyectos empresariales. Esta tensión se traslada al terreno del poder societario, donde
las voluntades de uno y otro grupo de socios aparecerán enfrentadas.

Como los enfrentados son socios y la asamblea general es su órgano natural de


participación, donde solo por ser socios asisten y votan, será ella y sus instrumentos de
funcionamiento el foro de resolución del problema descrito.

La ubicación de la solución en la asamblea general no está exenta de problemas. Es


más, con ello la cuestión se recrudece porque en el planteamiento cooperativo tradicional el voto
en la asamblea general es un voto unitario o por cabezas, donde cada socio, con independencia
del volumen de actividad cooperativizada realizada, tiene la misma cuota de poder societario. En
este sistema ostenta la misma capacidad de decisión el socio que realiza poca que el que realiza
mucha actividad cooperativizada, con lo que las decisiones de financiación de la cooperativa (p.
ej., a través de nuevas aportaciones obligatorias) difícilmente llegarán a tomarse.

Sin embargo, sería un error que, para solventar esta objeción, se mantuviera el voto por
cabezas en la asamblea general y se acudiera a otros mecanismos de solución del problema
planteado alejados de la asamblea general, como en estos momentos está sucediendo.
Modernamente, las Leyes de cooperativas, seducidas por las Leyes de sociedades de capital,
tienden a atribuir al consejo rector --órgano de administración y representación-- competencias
excluyentes, esto es, capacidad de decisión sobre determinadas materias respecto de las cuales
ningún otro órgano social, y en particular la asamblea general, puede adoptar acuerdos
vinculantes para los socios. Así las cosas, al consejo rector se le asigna la competencia para los

272
actos de administración y representación y una competencia residual708 comprensiva de todas
las facultades que no estén reservadas --por la Ley o también por los estatutos sociales, según
los casos-- a otros órganos sociales. Esta atribución unida a la prohibición de que la asamblea
general adopte acuerdos obligatorios en materias que las Leyes consideren competencia
exclusiva de otro órgano social, permite que el consejo rector adopte acuerdos de financiación
de la actividad empresarial de la cooperativa, cuando no sean competencia de la asamblea
general709. Por lo tanto, todas las materias que son competencia del consejo rector se sustraen
al debate y decisión por los socios reunidos en asamblea general.

Pero conservar el voto unitario en la asamblea general y conceder competencias


excluyentes al consejo rector no soluciona el conflicto, simplemente lo desplaza. Efectivamente,
si se tiene en cuenta que el consejo rector está compuesto por socios, se concluye que son
estos socios, y solo éstos, los que están tomando las decisiones de financiación. De esta
manera, el problema que sale por la puerta de la asamblea general entra por la ventana del
consejo rector. La solución más acorde con el carácter participativo de la cooperativa es aquella
en la que el control de la financiación corresponda a una asamblea general con voto plural --que
refleje el peso de cada socio en la actividad cooperativizada--; no siendo conforme con el tipo
cooperativo sustraer esta materia a la asamblea para que sobre la misma decida el consejo
rector, con la excusa de que el voto unitario impide adoptar acuerdos asamblearios de
financiación por los encontrados intereses de los socios. Esta solución de gobierno societario se
justifica, básicamente, porque en la decisión tomada en la asamblea general han participado
todos los socios, que hayan asistido, mientras que la que adopte el consejo rector lo ha sido solo
por los socios-consejeros.

1.7. El ejercicio indirecto del objeto social.

La sociedad cooperativa puede constituir otras sociedades --o cualquier otro ente
susceptible de participar en el mercado, como por ejemplo una fundación710 o una asociación711--

708La determinación de esa competencia residual del consejo rector se realiza, lógicamente, de forma negativa,
regulándose una lista taxativa de competencias de la asamblea general --lista solo legal o lista legal y estatutaria--,
sobre las que únicamente puede adoptar acuerdos, y disponiéndose que corresponden al consejo rector el resto de
materias. Así, por ejemplo, el artículo 21.1 LCEstado enumera una serie de asuntos sobre los que es competente la
asamblea general para tomar acuerdos [vid. letras a) a i)], ampliables si así lo dispone una norma legal o los
estatutos sociales [vid. letra j)], y el artículo 32.1.III declara que corresponde al consejo rector cuantas facultades no
estén reservadas por la Ley o por los estatutos a otros órganos sociales.

709 El legislador castellano-leonés ha sido consciente de este problema y lo ha resuelto atribuyendo a la asamblea
general una concreta competencia de estricta gestión y administración consistente en la ratificación de las
operaciones de crédito hipotecarias que hayan sido aprobadas por el consejo rector, que se une a las
tradicionalmente atribuidas a la asamblea general de aprobación de la emisión de obligaciones, títulos participativos,
participaciones especiales u otras formas de financiación mediante valores negociables [vid. art. 31.2.c) LCCastilla y
León]. La idea que subyace a esta norma es bien evidente: la financiación de las inversiones de las cooperativas se
realiza mediante contratos bancarios de préstamo en muchas más ocasiones que mediante la emisión de valores
(obligaciones, participaciones etc.), y el legislador quiere que sobre toda esta materia siga siendo competente la
asamblea general.

710 Sobre la posibilidad de que las fundaciones puedan ejercer una actividad empresarial --adquiriendo la condición
de empresario--, aunque instrumental respecto a la misión encomendada por el fundador, así como sobre la
posibilidad de que existan fundaciones titulares de participaciones mayoritarias en el capital social de sociedades
anónimas y de sociedades de responsabilidad limitada, llegando a ser la entidad cabeza de un grupo de sociedades
vid. A. ROJO, “El empresario (II). Empresario individual y empresario persona jurídica”, en Uría-Menéndez (dirs.),
Curso de Derecho mercantil..., págs. 107 a 109; J. M. EMBID IRUJO, Introducción al derecho de los grupos de
sociedades…, págs. 179 a 205 y A. BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, Apuntes de Derecho Mercantil, Derecho

273
o ingresar en alguna ya constituida para desarrollar a través de ellas una o alguna de las
actividades que integran su objeto social. La doctrina fija como límite a este fenómeno el que con
ello no se desnaturalice la función propia de la cooperativa712. Aunque no hay ningún tipo
societario en el que la sociedad cooperativa no pueda participar como socia, quizá los tipos
preferidos sean la sociedad cooperativa --como manifestación del sexto principio de la Alianza
Cooperativa Internacional titulado “cooperación entre cooperativas”713-- y la sociedad de
responsabilidad limitada --por la flexibilidad de su régimen jurídico--, incluso la sociedad limitada
unipersonal714.

El desarrollo, por parte de una sociedad cooperativa, de su objeto social a través de


otras sociedades cooperativas nunca supuso ningún impedimento en materia de retornos ya que
los excedentes obtenidos por esta participación se han venido considerando de naturaleza
cooperativa y, por lo tanto, después de las deducciones impositivas y de las dotaciones a fondos,
podían acreditarse como retornos a los socios. Pero modernamente, la realización de alguna de
las actividades del objeto social mediante sociedades no cooperativas está fomentado por la
legislación cooperativa, en la que también se califican como excedentes cooperativos los
resultados derivados de invertir o actuar en empresas no cooperativas cuando las actividades de
las mismas tengan carácter preparatorio, complementario o subordinado a las de la propia
sociedad cooperativa715.

Mercantil, Derecho de la Competencia y Propiedad Industrial, Navarra [Thomson Reuters-Aranzadi], 2012 [13ª ed.],
págs. 220 a 221.

711También está admitido que las asociaciones puedan realizar actividades empresariales y adquirir, por ello, la
condición de empresarios, siendo destinatarios de las normas jurídicas reguladoras del estatuto jurídico del
empresario (vid. A. ROJO, “El empresario (II). Empresario individual y empresario persona jurídica”, en Uría-
Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil…, pág. 107; y A. BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, Apuntes de
Derecho Mercantil, Derecho Mercantil, Derecho de la Competencia y Propiedad Industrial...., págs. 220 y 221.

712 Vid. J. M. EMBID IRUJO, Introducción al derecho de los grupos de sociedades…, pág. 143.

713 Vid. supra apartado 3.1 del capítulo primero de la primera parte.

714Un análisis del régimen jurídico de la sociedad unipersonal contenido en derogada la Ley de sociedades limitada
puede consultarse en L. MARÍN HITA, La limitación de la responsabilidad del empresario individual. La sociedad
unipersonal, Murcia [Ediciones Laborum], 2001, en págs. 194 a 240.

715 Las Leyes españolas de cooperativas consideran que son resultados cooperativos los procedentes de
participaciones o inversiones en sociedades cooperativas (porque la adquisición por una cooperativa de la condición
de socio en otra cooperativa tiene como causa la satisfacción de necesidades de la cooperativa socia) y que
también lo son los que proceden de inversiones o participaciones financieras en sociedades no cooperativas,
cuando éstas realicen actividades preparatorias, complementarias o subordinadas a las de la propia sociedad
cooperativa [vid. arts. 57.3.a) LCEstado; 61.2 LSCExtremadura; 66.3.b) LCGalicia; 57.4.I LCAragón; 59.2.d)
LCMadrid; 71.2.c) LCLa Rioja; 73.4.a) LCCastilla y León; 64.2.a) LCCataluña; 79.3.a) LCIslas Baleares; 67.1.d)
LCValencia; 78.2.e) LSCMurcia; 50.2.a) LCNavarra; 97.3.b) LCAsturias y 87.2.d) LCCastilla-La Mancha].
Naturalmente, si este enlace entre objetos sociales no se da, los resultados positivos obtenidos serán beneficios
extracooperativos y se destinarán al fondo de reserva obligatorio. Por excepción, en la LSCAndalucía para poder ser
calificados como cooperativos los ingresos de naturaleza financiera procedentes de inversiones en sociedades no
cooperativas, además de realizar actividades preparatorias, complementarias o subordinadas a las de la propia
sociedad, estas sociedades han de estar participadas mayoritariamente por cooperativas [art. 65.2.d)].

La posición más flexible está representada por aquellas Leyes que califican como cooperativo al resultado
procedente de inversiones en empresas no cooperativas simplemente cuando la participación de la cooperativa en
estas entidades sea mayoritaria [vid. arts. 59.2.d) LCMadrid; 67.1.d) LCValencia y 87.2.d) LCCastilla La Mancha].

Por otra parte, téngase en cuenta que en la LCPaís Vasco y en la LSCEspecialesExtremadura todos los resultados
son cooperativos (arts. 66 y 11.1, respectivamente) y por tanto también los aquí apuntados.

274
La conexión problemática entre el ejercicio indirecto del objeto social y el control del
poder societario se produce porque la actividad que la sociedad cooperativa descentraliza en la
otra sociedad se sustrae al control de los socios de aquélla. En la sociedad filial el socio es la
sociedad cooperativa, y el ejercicio de los derechos de socio en su junta general o en su
asamblea general es un acto de administración cuya competencia corresponde al consejo rector
--de ordinario será el presidente de la sociedad cooperativa, un miembro de su consejo rector o
un alto directivo de la misma quienes ejerzan por representación estos derechos--. Además, el
órgano de administración de la filial estará aún más alejado de los socios de la cooperativa, dado
que está integrado por los elegidos en la junta general o en la asamblea general de la sociedad
filial donde quien participa es la sociedad cooperativa y no los socios de ésta. De esta forma, la
parcela de actividad económica que una sociedad cooperativa desarrolla a través de una
sociedad filial queda dentro de la órbita de decisión de su consejo rector y fuera de la de su
asamblea general.

El problema planteado se agrava en el caso singular de las sociedades cooperativas de


segundo o ulterior grado, si se tiene en cuenta que la distancia entre los socios de las entidades
socias de la cooperativa suprábasica y los órganos de la sociedad filial de ésta es prácticamente
insalvable.

En las sociedades no cooperativas también se plantea como disfunción del poder


societario el problema apuntado716, pero con un alcance cualitativamente menor. En las
sociedades no cooperativas el socio solo aporta capital social, y su falta de control sobre la
actividad económica descentralizada en una sociedad filial solo puede afectar a su posición
como aportante de capital social. En las sociedades cooperativas el socio cooperativo además
de aportar capital social, también realiza actividad cooperativizada, sobre la que tiene una
notable influencia la actividad descentralizada: una de las fases del proceso de producción de
bienes o de prestación de servicios en que consiste el objeto social de la sociedad cooperativa,
va a ser realizada por otra entidad que recibe de manera elíptica las prestaciones de la actividad

716 En la manualística española se ha hecho eco de esta cuestión, al abordar con carácter general la problemática
jurídica de los grupos de sociedades C. PAZ-ARES, “Uniones de empresas y grupos de sociedades”, en Uría-
Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 1469 a 1495,
en pág. 1480, que afirma que “la transferencia de la explotación empresarial a sociedades filiales desapodera a la
Junta General de accionistas de la sociedad matriz de las decisiones de su incumbencia sobre esos activos. Las
competencias pasan al órgano de administración, que es quien concurre a las juntas generales de las sociedades
dependientes en representación de la matriz”.

Por su parte, los informes de los expertos sobre el gobierno corporativo también han detectado los peligros de esta
manera de proceder. Destaca, entre nosotros, por su relevancia jurídica --dado que permite a las sociedades cumplir
ordenadamente con el artículo 61.bis, 4.g) LMV, que sustituye al derogado artículo 116.4.f)-- el Informe del Grupo
Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas de 19 de mayo de 2006, en cuyo Código
Unificado sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas al motivar la Recomendación 3 señala que “la Ley de
Sociedades Anónimas reserva expresamente a la Junta General la aprobación de ciertos acuerdos --tales como
fusión, escisión, transformación, cambio de objeto social, disolución o cesión global de activo y pasivo-- que afectan
de forma sustancial a la naturaleza y estructura de la sociedad. Son las denominadas “modificaciones estructurales”.
Existen, sin embargo, otras operaciones societarias que producen efectos similares y que, sin embargo, en
ocasiones son adoptadas por el Consejo de Administración, al no existir una atribución legal específica y formal de
competencia a favor de la Junta General. Así ocurre, por ejemplo, cuando una sociedad acuerda “filializar” sus
activos y convertirse en mera sociedad holding, lo que en la práctica puede privar a su Junta General de la facultad
de decidir sobre la política de capital o la política de reparto de beneficios y transferir dichas competencias al
Consejo” (vid. pág. 10 Código Unificado sobre Buen Gobierno, en www.cmnv.es).

275
cooperativizada del socio cooperativo. Con esta estructura de grupo, una o varias [tantas como
actividades se descentralicen] de las variables para la cuantificación económica de la actividad
cooperativizada de cada socio están fuera del control de éstos. Así sucederá en el frecuente
caso en el que la sociedad cooperativa constituye una sociedad de responsabilidad limitada para
comercializar los productos elaborados con las materias primas entregadas a la cooperativa por
sus socios, donde el precio de liquidación de esas materias será el abonado a la sociedad
cooperativa por la sociedad limitada, pero no el obtenido por ésta en el mercado --que puede ser
superior pero también inferior--.

Este problema no se puede solucionar prohibiendo a las cooperativas la creación de


sociedades filiales o la participación en las ya existentes, con el argumento recurrente de que los
principios cooperativos, en particular el democrático, estigmatizan cualquier situación jurídica o
económica en la que la participación de socio cooperativo quede fuera. Los principios
cooperativos no pueden ir contra la evolución de los mercados y la necesidad de las
cooperativas de dotarse de instrumentos eficaces de competencia717. La evolución legislativa no
va por el camino de la prohibición del objeto social indirecto, sino por el camino contrario, como
lo demuestra la calificación como cooperativos de los resultados positivos obtenidos con la
participación de una cooperativa en una sociedad no cooperativa pero económicamente
complementaria, y la extensa regulación de la concentración empresarial que contienen las
actuales Leyes de cooperativas718.

La solución consiste en atribuir a la asamblea general competencia [excluyente] para


acordar la participación de la sociedad cooperativa en otras sociedades --cooperativas o no--
cuando esta participación tenga como finalidad el desarrollo íntegro de una o varias actividades
integrantes del objeto social719, no cuando se trate de ofrecer, sin afectar esencialmente al activo
total, a los socios unos servicios complementarios y subordinados a la actividad cooperativizada
principal720, o consista en una participación con estricta finalidad financiera (p. ej., colocación

717 Con independencia de la irrelevancia jurídica de los principios cooperativos, que se ha analizado más arriba,
debe destacarse que es lugar común en las exposiciones de motivos de las modernas Leyes de cooperativas la
invocación o llamamiento a argumentos de mejora de la competitividad de este tipo de sociedades, como
justificación de buena parte de las normas jurídicas contenidas en ellas.

718 Bajo la vigencia de la Ley 3/1987 la doctrina se hacía eco, al analizar las posibilidades de colaboración
empresarial por las cooperativas, de la dotación al fondo de reserva obligatorio de los resultados obtenidos por
participar en empresas no cooperativas (vid. J. M. EMBID IRUJO, Concentración de empresas y derecho de
cooperativas…, pág. 33).

719Esta solución también es patrocinada para solventar el mismo problema de gobierno corporativo que se plantea
en las sociedades cotizadas por la Recomendación 2 del Código Unificado sobre Buen Gobierno (vid. pág.10
Código Unificado sobre Buen Gobierno, en www.cnmv.es).

La atribución a la junta general de la competencia para los procesos de filialización que aparece en Código
Unificado sobre Buen Gobierno es, a juicio de J. M. EMBID IRUJO, “Los Grupos de sociedades en el Código
unificado de gobierno corporativo”, en Estudios de Derecho mercantil en memoria del Profesor Aníbal Sánchez
Andrés, 2010, Cizur Menor [Civitas], págs. 901 a 917, en pág. 913, congruente con la tendencia observada en otros
ordenamientos.

720La Resolución DGRN de 3 de abril de 2007 (Ar RJ 2007\1970) al resolver el recurso contra la calificación del
Registrador Mercantil, analizó la cuestión consistente en decidir si una sociedad cooperativa de crédito, podía
constituir una sociedad aseguradora por acuerdo adoptado por su consejo rector --tesis del recurrente-- o por el
contrario, esa constitución requeriría de acuerdo con el artículo 36 de los Estatutos Sociales de la Cooperativa (que
en este punto se limita a reproducir la Ley 27/1999, de 16 de julio ), el acuerdo previo de la asamblea general de la
cooperativa --tesis sostenida por el Registrador en su nota de calificación-- basculó hacia la competencia del
consejo rector con base en estos dos argumentos: (i)se trata de sociedad de seguros, cuya finalidad última como

276
excedentes de tesorería en el mercado de capitales para obtener rendimientos financieros, en
cuyo caso razones de oportunidad aconsejan que la competencia sea del consejo rector, incluso
delegable). Hay un grupo de Leyes que contienen esta solución de forma parcial, en cuanto que
solo es preceptivo el acuerdo de la asamblea general cuando la cooperativa vaya a constituir una
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado o a ingresar en otra ya constituida, pero no
cuando se trate de constituir o participar en otro tipo societario721. Frente a ellas, está abriéndose
una corriente expansiva que exige el pronunciamiento de los socios reunidos en asamblea
general, además de para el ingreso en una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado,
también para la creación o incorporación a grupos cooperativos y para la constitución de
cualquier tipo de sociedades --además de agrupaciones, consorcios y uniones-- cuando se haga
para el mejor cumplimiento de su objeto social722.

La atribución de esta competencia a la asamblea general debe defenderse, con el


alcance que cada Ley establece (solo para sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado,
además para otro tipo de sociedades), incluso aunque los estatutos sociales contengan la
cláusula de objeto social indirecto, o lo que es lo mismo, tal previsión estatutaria no significa que
el consejo rector pueda tomar las decisiones de participación en otras sociedades723.

Las participaciones societarias en sociedades que no sean cooperativas de segundo o


ulterior grado, que quedan fuera de la competencia de la asamblea general en el primer grupo de
Leyes, pueden retenerse por este órgano siempre el desarrollo del objeto social a través de otras
sociedades sea de tal magnitud que suponga una modificación sustancial en la estructura
funcional y organizativa de la cooperativa, materia cuya decisión es competencia legal de la
asamblea general724. Además, siempre será posible atribuir competencia estatutaria a la

expresamente indica la Resolución de la Dirección General del Tesoro y Política Financiera que la autoriza, será la
de «ofrecer a sus socios y clientes actuales y futuros, unos servicios complementarios y subordinados a los propios
de la Cooperativa de Crédito». y (ii) no queda afectada la solvencia de la sociedad, por implicación de un alto
porcentaje de sus activos.

721Vid. arts. 31.3.g) LCPaís Vasco, 30.2.h) LSCExtremadura; 27.1.h) LCAragón; 29.3.g) LCMadrid; 31.1.g)
LCCastilla y León y 31.1.h) LCValencia.

722Vid. arts. 20.2.h) LCEstado; 31.1.i) y 131 LCGalicia; 35.2.h) LCLa Rioja; 29.1.i), 126 y 127 LCCataluña; 39.2.h)
LCIslas Baleares; 37.2.i) LSCMurcia; 43.2.g) LCAsturias; 43.1.g) LCCastilla-La Mancha y 28.h) LSCAndalucía --
esta última Ley deja la decisión en la competencia de los administradores cuando la participación en el capital social
de cualquier tipo de entidad no representen más del veinte por ciento de su cifra de negocio, obtenida de la media
de los dos últimos ejercicios económicos--. En Ley navarra pudiera tener encaje esta competencia en su artículo
33.1.c) que atribuye a la asamblea competencia para “adoptar los acuerdos necesarios para la organización y
funcionamiento” de la cooperativa.

723Sobre esta cuestión pero referida a las sociedades de capital y al papel de la junta general en la formación de un
grupo de sociedades vid. P. GIRGADO PERANDONES, La empresa de grupo y el derecho de sociedades, Granada
[Comares], 2001, págs. 331 a 339.

724Vid. arts. 31.3.i) LCPaís Vasco, 30.2.g) LSCExtremadura; 31.1.n) LCGalicia; 27.1.g) LCAragón; 29.3.i) LCMadrid ;
31.1.e) LCCastilla y León; 43.1.i) LCAsturias y 43.1.c) LCCastilla-La Mancha.

Más difícil resulta aplicar esta cautela en la Ley valenciana puesto que en rigor el desarrollo del objeto social
mediante otra empresa nunca es de tal calibre que suponga la “transmisión del conjunto de la empresa o patrimonio
de la cooperativa, integrado por el activo y el pasivo; o de todo el activo; o de elementos del inmovilizado que
constituyan más del 20% del mismo”, circunstancias que serían las que hicieran que el acuerdo fuera competencia
de la asamblea general [art. 31.1.g)].

277
asamblea general para autorizar la participación de la cooperativa en otras empresas con la
finalidad de desarrollar el objeto social.

De cualquiera de las formas expuestas, serán los socios quienes decidan en qué
sociedad se participa y que actividades económicas se descentralizan, calculando con ello, al
menos de forma estimativa, la rentabilidad económica de su actividad cooperativizada.

1.8. Los intereses extrasocietarios.

Para el análisis del poder societario en la sociedad cooperativa debe tomarse en


consideración un elemento de raíz social basado en la territorialización de las sociedades
cooperativas. Es muy frecuente que las sociedades cooperativas se integren por socios
radicados en determinados espacios del territorio, delimitados bien geográficamente --por valles,
por ríos, etc.-- o bien administrativamente --por municipios, comarcas, provincias o comunidades
autónomas--. Este fenómeno ocasiona que entre los titulares del poder cooperativo existen
nexos que, más allá de su condición de consocios, determinan que tomen decisiones en
atención a intereses extrasocietarios. El órgano adecuado para la toma en consideración de
estos intereses no es el consejo rector, sino la asamblea general, a cuya sede deberá llevarse
estos condicionantes para el efectivo conocimiento y decisión por todos los socios.

2. Los instrumentos de gobierno corporativo en las cooperativas.

La o las soluciones a los problemas de gobierno corporativo de las sociedades


cooperativas que se han expuesto en el apartado anterior, deben buscarse en la batería de
instrumentos que la doctrina, los informes de buen gobierno y el Derecho positivo contienen
tanto para las sociedades de capital --en la medida en que sean transportables-- cuanto para las
propias cooperativas.

Las enumeraciones que los expertos y la doctrina científica han realizado sobre los
instrumentos que integran el sistema de gobierno corporativo en las sociedades cotizadas no
pueden transportarse de forma automática a las cooperativas725. Los automatismos ni siquiera se

725 Analicemos una opinión especialmente autorizada. C. PAZ-ARES, “La responsabilidad de los administradores
como instrumento de gobierno corporativo”, Revista de Derecho de Sociedades, 2003-1, núm. 20, págs. 67 a 109,
en págs. 67 y 68 (hay disponible también una edición electrónica del citado artículo en Working Paper, núm.162
[octubre, 2003], págs. 1 a 61, publicado en www.indret.com), resume en seis núcleos los instrumentos de
supervisión que integran las estructuras de un sistema de gobierno corporativo: “(i) la constitución de un consejo de
administración con alta capacidad de supervisión del equipo ejecutivo de la compañía; (ii) el establecimiento de un
sistema de opas y de mecanismos de lucha para la obtención de delegaciones de votos, que faciliten la
competencia por el control; (iii) el alineamiento de los intereses de los managers con los intereses de los inversores
a través de contratos de incentivos; (iv) la concentración parcial de la propiedad y la centralización del control en
manos de uno o varios accionistas de referencia con incentivos suficientes para vigilar al management; (v) el
reposicionamiento de los inversores institucionales como fuerzas proactivas en los foros de accionistas; y (vi) la
implantación de un sistema efectivo de responsabilidad de los administradores con una adecuada definición de sus
deberes fiduciarios”.

Algunos de los instrumentos mencionados son impropios de las sociedades cooperativas, concretamente todos los
que parten de la idea de que el poder societario lo atribuye el número de acciones que correspondan al socio --ii, iv,
y v--, dado que en la cooperativa el voto o es unitario o es plural, pero en este segundo caso no se atribuye con
arreglo al capital social aportado sino en función de la actividad cooperativizada realizada o del número de socios de
la entidad socio. Otros existen desde hace largo tiempo en el Derecho de sociedades cooperativas --i--. La
remuneración de los managers basada en incentivos --iii-- se ha afirmado que puede crear más problemas de los
que resuelve (J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, pág. 97), con lo que su aplicación a las cooperativas debería ser cautelosa, siempre que no resulte

278
defienden en el ámbito de las sociedades cotizadas. Así, aunque los destinatarios de los
informes sobre instrumentos de gobierno corporativo son las sociedades y entidades que emitan
valores cotizados, como cada sociedad o entidad concreta tiene un origen, una historia y una
composición accionarial diferentes, lo que puede resultar adecuado para unas puede no serlo
para otras. Por ello, alguna de las medidas de gobierno corporativo no se imponen con carácter
general mediante la ley, sino que se dejan a la autorregulación de cada entidad, para conseguir
el ajuste más perfecto posible726; y por ello, como se ha afirmado en el ámbito comunitario
europeo, toda iniciativa normativa sobre la mejora de la gobernanza empresarial deberá estar
dotada de flexibilidad de aplicación727.

Si esto es así para las sociedades cotizadas, cualquier intento de trasponer a las
sociedades cooperativas un instrumento de gobierno corporativo debe pasar por el tamiz del tipo
societario cooperativo. Con esta metodología, en las páginas que siguen, se expondrá la
aplicabilidad a las sociedades cooperativas de los instrumentos de gobierno corporativo
diseñados en los informes de las Comisiones de expertos y en los documentos de la Unión
Europea. Precisamente esta metodología de adaptación a lo cooperativo explica y justifica que la
asamblea general juegue un papel de primer orden en la construcción del gobierno corporativo
de las cooperativas. También, como se tendrá ocasión de demostrar más adelante, lo
cooperativo coloca a la propia figura de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado en
un lugar relevante con instrumento de gobierno corporativo.

2.1. La asamblea general como instrumento de gobierno corporativo.

En las páginas precedentes ha quedado de manifiesto que todos los problemas de


distribución y control del poder societario que genera la sociedad cooperativa encuentran una vía
de solución en la asamblea general. Esta circunstancia coloca al régimen jurídico de este órgano

prohibida --algunas leyes impiden que las remuneraciones de los consejeros se fijen en función de los resultados
económicos del ejercicio (art. 38.6 LSCExtremadura, por ejemplo)--. Y, en fin, la responsabilidad de los
administradores --que lo normal es que revista la forma de consejo rector-- aunque ha sido recogida por las Leyes
de cooperativas, cuenta con el importante obstáculo de que de ordinario los cargos del consejo rector no son
retribuidos. En la misma línea J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el
régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”…, pág. 2537, sostiene que la
diligencia debida, con que los miembros del consejo rector desempeñan su cargo, no es igual para todos, debiendo
estimarse con más o menos rigor en función del carácter retribuido o no del cargo. En contra de que la retribución
del cargo tenga efectos en la concreción del grado de diligencia del consejo rector se manifiestan A. SEQUEIRA
MARTÍN y F. SACRISTÁN BERGIA, “Una reflexión sobre la responsabilidad de los miembros del consejo rector de
las cooperativas”, en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 21 [2003], págs. 219 a 232, en pág. 225. Desde otro
punto de vista A. TATO PLAZA, “Algunas notas en torno al órgano de Administración de la sociedad cooperativa”…,
págs. 1448 y 1449 explica, de un lado, que el sistema de responsabilidad por negligencia grave obedece a la
limitación de la condición de administrador a los socios, que en no pocas ocasiones no reúnen la cualificación
técnica necesaria y, de otro, cómo se está apreciando un tránsito hacia la responsabilidad también por negligencia
leve.

726Vid. Informe Olivencia, II, 12.2, pág. 60, en www.cnmv.es e Informe Aldama, VI, 1, en Revista de Derecho de
Sociedades, págs. 272-273. La característica de la voluntariedad se mantiene en el Código Unificado de Buen
Gobierno, en el que se afirma que “la legislación española deja a la libre autonomía de cada sociedad la decisión de
seguir o no las recomendaciones de gobierno corporativo” (Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen
Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código Unificado de Buen Gobierno, I Principios básicos, pág. 7, en
www.cnmv.es).

727Vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre


modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 320.

279
como instrumento central para abordar las cuestiones de buen gobierno societario cooperativo.
Pero a pesar de estas explicaciones, sería legítimo plantear como duda por qué la asamblea
general es el centro del poder societario y no el consejo rector. De hecho, es frecuente leer en
los estudios sobre cooperativas llamadas de atención sobre los excesos derivados del
asamblearismo728. Estas posturas tratan de advertir del peligro que representa que a los socios
reunidos en asamblea general se les permita adoptar acuerdos de administración y gestión, no
solo extraordinaria, sino también ordinaria, porque con esta competencia actuarían en miras de
sus exclusivos intereses, y en perjuicio de los intereses de los terceros --acreedores,
trabajadores y, por extensión, el entorno social--. Con esta actitud se corre el riesgo de que la
sociedad cooperativa pierda capacidad competitiva, pierda excelencia empresarial y que los
mercados ni la provean, ni consuman sus productos, ni la concedan financiación, ni, en fin, la
proporcionen gerentes y técnicos capacitados; en definitiva, que desaparezca. En cambio,
atribuir al consejo rector la administración de la cooperativa, como competencia exclusiva y
excluyente, se dice que es garantía de una gestión eficiente y de mayor seguridad jurídica para
los terceros que se relacionan con la sociedad729. De esta manera, se concluye que el exceso de
asamblearismo puede conducir a la liquidación de la cooperativa.

La solución a la cuestión planteada no puede venir solamente de una importación de


técnicas del Derecho de sociedades de capital; y no puede ser justificación suficiente del sistema
de distribución de competencias entre la asamblea general y el consejo rector de una
cooperativa, la idea de que es reflejo de la técnica jurídica pautada por el moderno Derecho de
sociedades español y comunitario730. De hecho, se ha afirmado que el sistema de organización

728Vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 43, págs. 329 a 332 ; VICENT
CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio
y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 53, págs. 628 y 629; N. PAZ CANALEJO, La sociedad
cooperativa ante el reto de los mercados actuales. Un análisis no sólo jurídico, Madrid [Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales], 2002, págs. 118 a 137; y E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen
Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma.., pág. 215.

729Vid. J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos
sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”…, págs. 2511 a 2514.

730Esta idea, sin embargo, es defendida por J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades
mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”…, pág. 2511.

No obstante, la especificidad del sistema de distribución de competencias en las sociedades cooperativas ha sido
tenido en cuenta por la Resolución DGRN de 3 de abril de 2007 (Ar RJ 2007\1970). En esta interesante Resolución
se analiza la calificación del registrador Mercantil de Barcelona que deniega la inscripción de una escritura de
constitución de una sociedad anónima de seguros cuyo socio único es una cooperativa de crédito y en la que la
decisión de constituirla la adoptó el consejo rector. En esta Resolución, el Centro Directivo aprecia importantes
diferencias entre el sistema de distribución de competencias de los órganos sociales de las sociedades cooperativas
y el propio de las sociedades de capital. Afirma, explicando su postura la Dirección General que “así como en el
ámbito de las sociedades mercantiles capitalistas, la representación social se atribuye al órgano de administración
con carácter integro (art. 129 de la Ley de Sociedades Anónimas y 63 de la Ley de Sociedades de Responsabilidad
Limitada, sustrayendo por tanto a la Junta General competencia alguna en ese campo, la Ley 27/1999, de 16 de
julio, de Cooperativas, aunque en su artículo 21 párrafo 1º establece que la Asamblea General «únicamente podrá
tomar acuerdos obligatorios en materias que esta Ley no considere competencia exclusiva de otro órgano social» –
lo que les acerca más a los principios de distribución de competencias de los distintos órganos sociales de las
sociedades de capital–, sigue conservando en su párrafo 2º una enumeración de actos y negocios jurídicos, que el
legislador, sin duda por la especial trascendencia que los mismos puedan tener para la sociedad cooperativa, los
reserva para la competencia exclusiva de la Asamblea General. Esto significa que respecto a esas materias
reservadas en exclusiva a la Asamblea General, carecerá de facultades representativas el órgano de gestión social
(no obstante lo proclamado con carácter general por el art. 32.1), salvo en cuanto a la ejecución del previo acuerdo
que conste en acta aprobada por la Asamblea General.”

280
interna de la cooperativa se distancia del establecido del establecido en la legislación de
sociedades anónimas, caracterizado por una rígida separación de funciones entre la junta
general de accionistas y el órgano de administración731.

La solución ha de ser respetuosa con los rasgos tipológicos de la cooperativa --


participación económica y participación orgánica de los socios--, y en esta línea debe buscarse el
órgano que proporcione mayores dosis de participación. No es el consejo rector, porque este
órgano está compuesto por los consejeros elegidos por la mayoría de los socios, no por todos
los socios, de manera que se puede afirmar, sin ningún género de dudas, que no están
representados en el consejo rector los socios de la minoría disidente. La cuestión se recrudece
en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, en cuyo consejo rector además de
no estar representadas las entidades socias disidentes, tampoco lo están los socios de éstas
últimas. La limitada representatividad del consejo rector, circunscrita a la mayoría de socios que
han elegido a los miembros de aquél, es un rasgo compartido con el órgano de administración de
las sociedades de capital, limitación que en las sociedades anónimas se ha tratado de poner
remedio corrigiendo el sistema de mayoría con un sistema de representación proporcional que
permita a minorías de accionistas agrupadas designar a vocales del consejo (vid. art. 243
TRLSC --que salvo una ligera supresión, coincide en su contenido con el antiguo art. 137
TRLSA-- y, el todavía vigente, Real Decreto 821/1991, de 17 de mayo, por el que se desarrolla el
artículo 137 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas en materia de
nombramiento de miembros del consejo de administración por el sistema proporcional). Esta
coincidencia en el problema no justifica la coincidencia en las soluciones, de hecho en ninguna
Ley de cooperativas se regula el sistema proporcional de elección de miembros del consejo
rector. No puede haber coincidencia en las soluciones porque no hay coincidencia tipológica.
Precisamente el elemento de la participación orgánica, que explica como al socio cooperativo
deben reconocerse mayores derechos de participación en la gestión que al accionista, obliga a
no estigmatizar a priori el papel de la asamblea general como órgano social con competencias
gestoras. Y es que, en la asamblea general de la sociedad cooperativa sí están presentes --o
pueden estarlo-- todos sus socios y, de manera elíptica, en el caso de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado, todos los socios de sus entidades socias.

Por lo tanto, la funcionalidad de la asamblea general como órgano natural de


participación del socio cooperativo en los asuntos sociales, la convierte en el instrumento más
adecuado para articular la distribución y el control del poder societario732. Esta función justifica la

Sobre esta Resolución vid. M. S. NAVARRO LÉRIDA, “Constitución de una sociedad anónima unipersonal de
seguros por una cooperativa de crédito sin acuerdo de la asamblea de socios. Comentario a la RDGRN de 3 de abril
de 2007”, en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 29 [2007], págs. 339 a 352.

731Esta diferencia entre la distribución de competencias entre órganos sociales, según se trate de cooperativas o e
sociedades anónimas, puede consultarse en VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General
de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo
53, pág. 628.

732 Este papel central ha sido puesto de manifiesto por la doctrina con relación a la junta general de accionistas. En
particular J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”,… pág. 116, señala que
“en un sistema adecuado de gobierno societario los accionistas deberían tener medios eficaces de ejercer de forma
activa una influencia sobre la sociedad” y, continúa diciendo que “los accionistas se centran en la creación de
riqueza y son, por tanto, en opinión del Grupo, los sujetos más adecuados para actuar como <<guardianes>> no
sólo de sus propios intereses, sino también de los de los otros sujetos relacionados con la empresa (stakeholders)”
para concluir que “el medio tradicional de ejercer esta influencia es a través de la Junta de accionistas”. Ahora bien,
aunque la junta como reunión física de accionistas, en sociedades con inversores cada vez más internacionales, o
con un número extraordinario de socios --lo que dificulta la constitución y el funcionamiento de la junta como medio

281
opción metodológica de, en un ejercicio teórico de traslado a las sociedades cooperativas,
analizar emparejadamente la asamblea general junto con cada uno de los instrumentos de
gobierno corporativo733, a lo que se dedican las líneas que siguen.

2.1.1. El control del poder societario por los mercados y el papel de la asamblea
general.

Lo que verdaderamente persigue el socio cooperativo no es maximizar una inversión de


capital, sino rentabilizar una actividad económica: la actividad cooperativizada. La tutela de la
actividad cooperativizada frente al ejercicio del poder societario, propiciando la participación en él
de los socios, en tanto que agentes de la actividad cooperativizada, se revela como el
instrumento estrella del buen gobierno cooperativo. La protección de esta actividad será
determinante de la fortaleza de la sociedad cooperativa en el mercado y de su capacidad de
obtener en él los recursos necesarios para un eficaz desarrollo de su proyecto empresarial. En
paralelo con la idea anterior, debe destacarse que al ser la actividad cooperativizada una
actividad económica que se desarrolla en los mercados, éstos desempeñarán un papel clave en
la tarea de protegerla frente al ejercicio del poder societario. Precisamente, por esta puerta entra
en juego en el gobierno corporativo de las cooperativas el control externo del poder societario o
control por los mercados.

Esta afirmación merece alguna reflexión adicional porque de ella se extraerá como
consecuencia que la participación orgánica del socio cooperativo se manifieste como objetivo
básico del sistema de gobierno de las cooperativas y coloque a la asamblea general en el eje de
este sistema.

El control de la gestión de las empresas a través de los mercados ha sido estudiado en


el entorno de las sociedades de capital y con referencia precisamente al mercado de capitales734,

de concentración de los socios, por lo que n las grandes sociedades anónimas se acusa la decadencia o falta de
operatividad de este órgano (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital, Navarra
[Editorial Aranzadi, S.A.], 2007, pág. 37)-- no cumple eficazmente con su cometido, no puede decirse lo mismo de la
asamblea general de las cooperativas donde el socio está apegado físicamente a la sociedad por mor de la
actividad cooperativizada.

Así mismo, nuestros Tribunales, aunque con el valor de obiter dicta, en su línea argumental suelene hacer
referencia al papel de la asamblea general como órgano de participación del socio en la gestión. La S.T.S.J. de
Murcia, Sala de lo Social, de 7 de enero de 2003 (Ar. AS 2003\6), señala que “la participación en la dirección de la
empresa mediante la participación en la Asamblea General es igual para todos los socios”.

733 Además de las que se expondrán en el texto, existen otras medidas de gobierno corporativo, que, trasladadas a
las cooperativas, guardan conexión funcional con la asamblea general. El Grupo de Expertos que elaboró el
segundo informe Winter afirma que una de las tres cuestiones en las que el gobierno societario está claramente
imbricado en el Derecho de sociedades es la mejora de los mecanismos de participación del socio, lo que en sede
cooperativa debe traducirse como la potenciación de la asamblea general, en tanto que órgano compuesto por todos
los socios. Las otras dos cuestiones son el reforzamiento de los derechos de información y de los deberes de los
administradores, asuntos que de una u otra manera pivotan en torno a la asamblea general (J. M. GARRIDO, “El
Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 113).

734 Como muestra de la extendida preocupación por el papel de control de los mercados financieros, el Informe
Aldama, al hacer un diagnóstico general de la situación, se muestra especialmente preocupado por el
“funcionamiento parcialmente defectuoso de los mercados de control corporativo” (Informe, I, 2, en Revista de
Derecho de Sociedades., pág. 259); y, al recordar la tradición española destaca como el Código Olivencia atribuye a
los mercados el papel de recompensar las prácticas de buen gobierno (Informe, I.3, en Revista de Derecho de
Sociedades, pág. 260).

282
y su funcionamiento es bien simple: la sociedad buscará unos buenos resultados económicos
con el objetivo de obtener una buena posición en los mercados de capitales traducida,
esencialmente, en mayor valor de sus acciones y menor coste en la adquisición de capital, lo que
exige transparencia en la información económica y patrimonial de la empresa y en la información
corporativa735, y seguridad de que los administradores actuarán con lealtad y diligencia. En este
orden de cosas, un autorizado sector de la doctrina hace descansar la calidad del sistema de
gobierno societario de las sociedades de capital en la aptitud del mismo para proteger a los
inversores externos de las sociedades736. En definitiva su función básica es la de proteger a la
propiedad737.

En las sociedades cooperativas, al ser la presencia de inversores exteriores


prácticamente inexistente, o cuando menos irrelevante, su tutela no puede ser el papel que se
reserve al gobierno corporativo, ni tampoco la protección de un supuesto mercado financiero
cooperativo738; aquí la función básica del gobierno corporativo es la de proteger la actividad

Y en esta misma línea milita, naturalmente, el Código Unificado de Buen Gobierno, fiel al principio de “cumplir o
explicar”, en el que el mercado asume el papel de juzgador de las reglas de gobierno corporativo de las sociedades
cotizadas: estas sociedades tienen la obligación de consignar en su informe anual de gobierno corporativo el grado
de seguimiento de las recomendaciones de gobierno corporativo o, en su caso, la explicación de la falta de
seguimiento de dichas recomendaciones [art. 61.bis.4.g) LMV], correspondiendo a los mercados valorar las
explicaciones que las sociedades cotizadas den sobre el grado de cumplimiento de tales recomendaciones (vid.
Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas Código Unificado de
Buen Gobierno, I Principios básicos, págs. 7 y 8, en www.cnmv.es).

735 Precisamente “la finalidad de aumentar la transparencia y la seguridad en los mercados financieros” fue el
mandato básico que recibió del Consejo de Ministros la Comisión Especial que elaboró el Informe Aldama. (vid.
Informe, I, 1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág., 258).

736Con la protección de los inversores se logra rebajar el coste de capital de la compañía, y, además, el desarrollo
del mercado de capitales (C. PAZ-ARES, “El gobierno corporativo como estrategia de creación de valor”…, pág. 67).

737 En la Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre


modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 322, se indica como uno de sus “principales objetivos”
el de “reforzar los derechos de los accionistas y la protección de terceros” para garantizar un elevado nivel de
confianza en las relaciones comerciales, con el fin de que las empresas puedan reunir capitales a un menor coste.

738Naturalmente, esta descripción no entraña ningún tipo de valoración sobre el acceso de las cooperativas al
mercado de capitales. Simplemente se trata de constatar una realidad: la inexistencia de mercado de valores
cooperativos, que técnicamente podría ser viable mediante la negociación de obligaciones, que sí pueden emitidas
por las sociedades cooperativas (vid. arts. 54.1 LCEstado; 65.4 LCPaís Vasco; 58.4 LSCExtremadura; 65.4
LCGalicia; 55.4 LCAragón; 57.3 LCMadrid; 69.4 LCLa Rioja; 70.3 LCCastilla y León; 62.4 LCCataluña; 78.1 LCIslas
Baleares; 62.3 LCValencia; 74.1 LSCMurcia; 45.9 LCNavarra; 95.2 LCAsturias; 83.3 LCCastilla-La Mancha y 62.4
LSCAndalucía). Incluso, otro horizonte parece vislumbrarse con la regulación de las cooperativas mixtas y algunos
novedosos instrumentos financieros.

Las cooperativas mixtas reguladas en las Leyes estatal (art. 107), vasca (art. 136), riojana (d. a. 4ª), murciana (art.
128), asturiana (art. 186) y castellano manchega (art. 152) --a las que se ha hecho referencia más arriba (supra
apartado 2.2 del capítulo primero de la primera parte) y sobre las que se volverá más adelante para analizar los
derechos de participación de sus socios capitalistas (infra apartado 3.2.2.3 del capítulo segundo de la segunda
parte), son aquellas en las que, junto a los socios cooperadores, existen socios --que incluso pueden ser a la vez
cooperadores-- cuyo derecho de voto en la asamblea general se puede determinar en función del capital aportado,
destacando, de manera especialmente importante en este momento, la idea de que el capital aportado por cada uno
de estos socios está representado por medio de títulos o anotaciones en cuenta, que se denominan partes sociales
con voto y que están sometidos a la legislación del mercado de valores. De esta forma, el legislador sienta las bases
para articular, en su momento, un mercado financiero cooperativo. En las cooperativas mixtas de trabajo asociado
gallegas la solución jurídico-formal puede llegar a ser la misma, dado que aunque las partes sociales con voto no se
declaran sometida a la legislación del mercado de valores, sí se regulan los derechos y obligaciones que nacen de

283
cooperativizada. Como las cooperativas no se financian en el mercado de capitales
[generalmente su financiación procede de aportaciones de los socios, de préstamos bancarios y
de subvenciones públicas], no existe un mercado financiero de control cooperativo 739. Los

las mismas por lo dispuesto en la legislación de sociedades de capital para las acciones en las anónimas (d. a. 5ª
LCGalicia).

Entre los modernos instrumentos financieros regulados en la legislación cooperativa destacan dos, que presentan la
nota común de su negociabilidad en mercados secundarios de valores: son las participaciones especiales y los
títulos participativos (sobre ambos vid. C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las sociedades
cooperativas…, págs. 283 a 321 y 323 a 394, respectivamente).

Las participaciones especiales son valores --y como tales incorporan un derecho de crédito de un socio o tercero
frente a la cooperativa de carácter subordinado-- negociables --libremente transmisibles-- y susceptibles de ser
emitidos en serie --en cuyo caso se requiere acuerdo de la asamblea general y observancia de la normativa
reguladora del mercado de valores--. Están reguladas en los artículos 53 LCEstado; 64 LCPaís Vasco; 57.4.II
LCMadrid; 62.1 LCCataluña; 73 LSCMurcia; 45.10 LCNavarra; 94 LCAsturias; 84 LCCastilla-La Mancha y 63
LSCAndalucía. Hacen referencia a las participaciones especiales pero sin prever régimen jurídico para ellas --lo que
determina la aplicación supletoria al respecto del Derecho estatal (art. 149.3 CE)-- los artículos 83.1.5ª
LSCExtremadura; 35.2.e) LCLa Rioja; 31.2.c) y d), 80.2.e) LCCastilla y León y 79.2.b) LCIslas Baleares.

Por su parte, consultado el régimen jurídico de los títulos participativos, no parece que exista inconveniente en que
puedan configurarse como valores mobiliarios emitidos en serie y negociables en mercados financieros (vid. arts.
54.2 LCEstado; 65.5 LCPaís Vasco; 59.1 LSCExtremadura; 65.5 LCGalicia; 55.5 LCAragón; 57.4 LCMadrid; 69.5
LCLa Rioja; 70.1 LCCastilla y León; 62.2 LCCataluña; 78.2 LCIslas Baleares; 62.4 LCValencia; 74.2 LSCMurcia;
45.11 LCNavarra; 95.4 LCAsturias; 83.5 LCCastilla-La Mancha) y 62.5 LSCAndalucía.

Las obligaciones, las partes sociales con voto, las participaciones especiales y los títulos participativos son o pueden
ser valores negociables emitidos por sociedades cooperativas y agrupados en emisiones, lo que determina su
sometimiento a la Ley del Mercado de Valores (art. 2.I LMV). Técnicamente es posible que sean adquiridos
originariamente de la cooperativa emisora, pudiendo dar lugar a un mercado primario de valores cooperativos, y de
ser adquiridos derivativamente en un mercado secundario de valores cooperativos. Esta vía, por la que entrarían en
el sistema de gobierno societario de las sociedades cooperativas los mercados financieros, está hoy prácticamente
ignota.

739Como se ha indicado en la cita anterior, las cooperativas pueden emitir valores, concretamente obligaciones,
participaciones sociales con voto, títulos participativos y participaciones especiales, pero lo ordinario es que no se
negocien en mercados secundarios, de manera que no son destinatarias de los informes de gobierno corporativo,
pensado para sociedades que emitan valores cotizados.

Sin embargo, las propuestas y recomendaciones contenidas en alguno de los Informes elaborados por los expertos
se hacen extensibles a las sociedades que acudan al mercado primario, y por esta vía podrían afectar a las
sociedades cooperativas. Así por ejemplo, el Informe Aldama --y todas sus propuestas-- va dirigido a las sociedades
cotizadas, y por lo tanto al mercado secundario de valores, “pero sus recomendaciones pudieran extenderse a todas
aquellas sociedades que acuden al mercado primario de valores (mercado de emisiones) con el objetivo de colocar
sus valores al público, con independencia de que los valores no coticen posteriormente en un mercado secundario”
(vid.. Informe I, 5, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 260). También por lo tanto, las recomendaciones del
Informe Aldama pueden extenderse a las cooperativas que emitan valores negociables --obligaciones,
participaciones sociales con voto, títulos participativos y participaciones especiales, principalmente-- cuando los
coloquen en el mercado primario.

El Consejo de Ministros cuando encomendó a la CNMV la unificación y actualización de las recomendaciones sobre
gobierno corporativo, fijó como criterio por el que debía guiarse el Grupo de Trabajo que elaboró el Código Unificado
de Buen Gobierno, entre otros, el de extender el ámbito de aplicación de alguna de las recomendaciones a aquellas
entidades distintas de las sociedades cotizadas, que emitan valores admitidos a negociación en mercados oficiales
de valores, de acuerdo con los criterios que se estimen oportunos, siempre que el Grupo lo juzgara conveniente
para evitar asimetrías injustificadas (vid. apartado cuarto, 4 del Acuerdo del Consejo de Ministros de 29 de julio de
2005). Estas entidades podían ser las sociedades cooperativas, y los valores los emitidos por éstas, de manera que
si cotizaran oficialmente podrían ser destinatarias de las recomendaciones. Pero el Grupo no ha considerado
oportuna esta extensión, y en el desempeño de su trabajo se ha circunscrito a “recomendaciones sobre buen

284
mercados de control son los de bienes y servicios --donde la cooperativa coloca sus productos o
prestaciones-- y los de proveedores --donde la cooperativa obtiene los bienes y los servicios que
utilizará como factores productivos--. En estos mercados compiten con el resto de empresarios
por la celebración del mayor número posible de contratos, pero estos contratantes, que para sus
competidores serían simplemente terceros, para la cooperativa deben ser socios740, porque la
causa mutualista lo que persigue es que los clientes sean socios y no terceros --cooperativas de
consumo-- y que los proveedores de bienes y de servicios sean también socios y no terceros --
cooperativas de comercialización y cooperativas de producción--741. En resumen, puede
afirmarse que el mercado de socios-clientes --mercado de bienes y servicios-- y en el mercado
de socios-proveedores --mercado de proveedores de bienes y de servicios, incluido el mercado
de trabajo-- son los mercados de control de las cooperativas.

Esta diferente visión de los dos mercados mencionados, en función de que actúe una
sociedad de capital --mercado de terceros-- o una sociedad cooperativa --mercado de socios--,

gobierno de sociedades con acciones cotizadas en Bolsa, sin perjuicio de futuros trabajos adicionales para emisores
de renta fija” (vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas,
Introducción, pág. 3, en www.cnmv.es).

740 La tendencia legislativa de aumentar las operaciones con terceros no socios que pueden desarrollar las
sociedades cooperativas, facilita hacer efectiva la adhesión como socios de los usuarios no socios, como ha
defendido M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 160.

El ingreso de nuevos socios es técnicamente simple en las sociedades cooperativas por la variabilidad del capital
social frente la complejidad del proceso en las sociedades de capital que exige un acuerdo de aumento de capital
social, el otorgamiento de escritura pública y la inscripción en el Registro Mercantil, salvo, claro está, que tenga
lugar la transmisión de acciones o de participaciones sociales. Esta facilidad fue, en su momento, destacada por A.
POLO DÍEZ, “Misión y sentido de la nueva Ley de cooperación”, en ed. Revista de Derecho Privado, 1942. Incluso
esta circunstancia ha sido considerada como un factor de competitividad a favor de las sociedades cooperativas
frente a las de capital, en tanto que las permite aumentar la base personal, y con ello el correlativo aumento de los
resultados de la actividad y una mayor solidez económica (vid. A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La cooperativa
como sociedad abierta…, pág. 66 y 67).

La funcionalidad de la “puerta abierta” como técnica de Derecho de sociedades cooperativas para que los terceros,
precisamente por ser portadores de iguales necesidades e intereses que los socios, tengan expedito el camino para
ingresar en cualquier momento en la esfera societaria y hacerse titulares de la participación social, ha sido
destacada por M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 143 y 144.

Precisamente, como ha afirmado M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 42 y


43, en aras a facilitar el ingreso de los socios en la cooperativa se trata de garantizar el máximo de fungibilidad en
las personas que ostentan la condición jurídica de socios, para lo cual se ha procurado mantener estrechamente
unidos actividad cooperativizada y necesidades y exigencias de la categoría o grupo al que aquélla se dirige.

741 De hecho la realización de operaciones con terceros está limitada por la Ley a determinados porcentajes de
facturación (vid. p. ej., art. 4 LCEstado), cuya superación puede ser constitutiva de una infracción administrativa
[vid.. , p. ej., art. 139.2.1.g) LCGalicia] o una causa de descalificación [vid., p. ej., art. 128.1.b) LSCExtremadura] e
incluso de pérdida de bonificaciones tributarias (art. 13.10 de la Ley 20/1990, de 19 de diciembre, sobre Régimen
Fiscal de las Cooperativas). Por otra parte, la realización de operaciones con terceros es el dato determinante de
que la cooperativa sea o no una sociedad mercantil (vid. art. 124 C. de C.).

La doctrina echa de menos que el legislador, a la hora de regular las operaciones con terceros, trace alguna pauta
indicativa en orden a facilitar la lógica incorporación como socios de esos terceros usuarios (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 5, pág. 107).

285
tiene una trascendencia clave el sistema de gobierno corporativo: si en el mercado solo hay
terceros contratantes las posibilidades de control que estos tienen sobre la sociedad y las
concesiones que ésta debe hacer en su sistema de gobierno corporativo hacia ese mercado son
de diferente naturaleza que si se trata de un mercado de socios, por el hecho de que aquéllos no
participan en el proceso de toma decisiones sociales y éstos sí. La diferencia es bien simple:
como el socio es titular de poder societario, el control por el mercado de socios debe articularse
mediante instrumentos de participación el ejercicio del poder social, y en concreto de
participación en la asamblea general en tanto que órgano compuesto por todos los socios. De
esta forma, facilitar la participación del socio en la gestión social --precisamente a través de la
asamblea general-- hará más atractivo en ingreso en la cooperativa de socios-clientes o de
socios-proveedores.

2.1.2. El informe de gobierno corporativo y la asamblea general.

Para explicar la conexión entre estos mercados y la protección de la participación en los


órganos sociales --como objetivo del sistema de gobierno corporativo de las cooperativas-- debe
continuar el análisis. El correcto funcionamiento de los mercados exige que haya información
sobre las sociedades que en ellos participan742. Tradicionalmente, la necesidad de esa
información se ha aplicado y regulado para los mercados financieros y para las entidades
emisoras, principalmente sociedades de capital743, pero la misma necesidad experimentan el

742 La necesidad de información en los mercados es una idea ínsita a la misma noción de mercado y más
concretamente a la libertad de mercado, de tal manera que no se entienden las decisiones de contratación si no
hay conocimiento de las opciones de ofertas existentes en el mercado. Son muy reveladoras las consideraciones
que, al respecto, se contienen en el Informe Aldama (vid.. Informe II, 1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág.
261), cuando afirma que “en los mercados financieros, la información es la piedra angular sobre la que descansa
todo el sistema para que los precios se formen adecuadamente y se pueda tutelar la posición de quienes en ellos
actúan…de modo que…puedan formarse juicios fundados y razonables para sus decisiones de inversión o de
desinversión…asumiendo los riesgos inherentes al mercado”.

743De hecho, toda la reforma de la legislación del mercado de valores y de la legislación de sociedades anónimas
para conseguir la transparencia en los mercados, que se produjo en nuestro Derecho en el año 2003, y que tuvo
como antecedente el Informe Aldama, gira en torno a los mercados financieros.

Ahora bien, aunque en el título de la Ley 26/2003, aparezca la expresión “con el fin de reforzar la transparencia de la
sociedades anónimas cotizadas”, el alcance de la reforma es mayor, afectando a sociedades anónimas no cotizadas
y a entidades cotizadas no anónimas. En cuanto al primer aspecto, la Ley 26/2003 modificó el TRLSA en materias
comunes a todas las sociedades anónimas, coticen o no sus valores en mercados oficiales [v. gr., voto a distancia
(art. 105.4); nuevas formas de representación para asistir a la junta (art. 106.2); derecho de información (art. 112);
deberes de los administradores (arts. 127, 127.bis, 127.ter, 127.quáter) y responsabilidad de los administradores
(art. 133). Debe destacarse que esta regulación expansiva a sociedades cotizadas y no cotizadas se ha mantenido
en el TRLSC en los siguientes artículos: voto a distancia (art. 189.2); nuevas formas de representación para asistir a
la junta (art. 184.2); derecho de información (art. 197); deberes de los administradores (arts. 225 a 232) y
responsabilidad de los administradores (arts. 232 a 237)]. Y en relación con el segundo, una parte de la reforma se
refiere también a entidades --no sociedades anónimas-- que emitan valores que se negocien en mercados oficiales
de valores (disposición adicional tercera Ley 26/2003,) y a las cajas de ahorros, que emitan valores admitidos a
negociación en mercados oficiales de valores, para imponerles la obligación de hacer público un informe anual de
gobierno corporativo (disposición adicional segunda Ley 26/2003). El contenido y estructura de este informe fue
aprobado para las entidades por el apartado segundo de la Orden ECO/3722/2003, de 26 de diciembre (B.O.E.,
núm. 7, de 8 de enero de 2004), y el modelo, con arreglo al cual deben hacerlo público, se ha establecido en el
anexo II de la Circular 1/2004, de 17 de marzo, de la CNMV (B.O.E., núm. 76, de 21 de marzo) --vigente en relación
con este anexo II, aunque el anexo I, para las sociedades anónimas cotizadas, haya sido sustituido por el aprobado
en la Circular 4/2007, de 27 de diciembre--; y para las cajas de ahorros por el apartado primero de la Orden
ECO/354/2004, de 17 de febrero (B.O.E., núm. 42, de 18 de febrero), y por la Circular 2/2005, de 21 de abril (B..O.
E. núm. 102, de 29 de abril), respectivamente. Como se ha indicado más arriba, la Orden ECO/3722/2003, de 26 de
diciembre, y la Orden ECO/354/2004, de 17 de febrero, han sido derogadas por la Orden ECC/461/2013, de 20 de

286
resto de mercados y las sociedades cooperativas, de tal manera que quienes participan en ellos
deben poder formarse juicios fundados sobre sus decisiones de ingresar o no en una sociedad
cooperativa y de asumir los riesgos de su participación en ella.

Constatada la necesidad de información en los mercados donde las cooperativas


compiten con el resto de empresarios, aquéllas por socios y éstos por terceros contratantes, se
plantea la cuestión de qué tipo de información es la que debe suministrarse a los mercados para
el funcionamiento correcto de los mismos. Usualmente, ha sido de tipo cuantitativo,
informándose sobre datos patrimoniales, económicos y contables, así como todo lo atinente a los
hechos más relevantes de la empresa744; pero modernamente se abre camino la necesidad de
una información cualitativa, específicamente referida al gobierno societario, haciendo accesible
al público las estructuras y prácticas de gobierno de cada sociedad, o, lo que es lo mismo, los
procesos de toma de decisiones en las que se concreta y actualiza el poder societario 745. Esta

marzo, por la que se determina el contenido y la estructura del informe anual de gobierno corporativo, del informe
anual sobre remuneraciones y de otros instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas, de las
cajas de ahorros y de otras entidades que emitan valores admitidos a negociación en mercados oficiales de valores
(B.O.E., núm. 71, de 23 de marzo), que, a su vez, mantiene transitoriamente vigentes las citadas Circulares.

La reforma afectaría a aquéllas sociedades cooperativas que emitan valores que se negocien en mercados
secundarios de valores, pero no por ser cooperativas sino por ser emisoras, aspecto que carece de interés para el
presente análisis, circunscrito a las especialidades de gobierno corporativo de las cooperativas no como entidades
emisoras de valores cotizados, sino como sociedades de base mutualista.

Por otra parte, del régimen de transparencia de las cajas de ahorros no puede obtenerse ninguna conclusión válida
para las cooperativas, debido a que la naturaleza y estructura de las cajas es la propia de una fundación, en las que
no hay socios afectados por el poder societario --habría impositores y colectividad [obra social]-- y a que el informe
de gobierno corporativo de la caja tiene como destinatarios más a los inversores en los valores cotizados por ella
emitidos, que a los impositores y poderes públicos (vid. Circular 2/2005, de 21 de abril).

744Debe advertirse que el informe de gestión puede contener información no estrictamente financiera: este informe
habrá de contener una exposición fiel sobre la evolución de los negocios y la situación de la sociedad, junto con una
descripción de los principales riesgos e incertidumbres a los que se enfrenta, incluyéndose cuando sea necesario
para la comprensión de la evolución, los resultados o la situación de la sociedad, tanto indicadores clave de
resultados financieros, como, cuando proceda, no financieros --excepto las sociedades que puedan presentar
cuentas de pérdidas y ganancias abreviada--, incluida información sobre cuestiones relativas al medio ambiente y al
personal (art. 262 TRLSC).

745 La extensión de los deberes de información al gobierno de cada sociedad, a juicio del Informe Aldama, (vid.
Informe II, 1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 261) facilitará que “las fuerzas del mercado desplieguen
su fuerza disciplinar” y se justifica con base en la idea de información completa, porque para poder formase una
imagen fiel de la sociedad cotizada no basta con “la información contable de la sociedad; es preciso, igualmente,
tener acceso a datos que en los mercados actuales tienen una relevancia cada vez mayor y entre los cuales
destacan todos aquellos referidos al gobierno de las sociedades” (vid.. Informe II.1, 1.1, en Revista de Derecho de
Sociedades, pág. 261). Naturalmente, el requisito de información correcta es exigido también de la información
corporativa, dado que “se ha convertido en información relevante para los inversores” (vid.. Informe II.1, 1.2, en
Revista de Derecho de Sociedades, págs. 261-262). Su predecesor, el Informe Olivencia, también recomendó que el
consejo de administración ofreciera información inmediata y suficiente no solo sobre los hechos relevante que
influyan en la fijación de los precios en la bolsa, sino también sobre los aspectos referentes a su gobierno (vid.
Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 56).

Esta dimensión cualitativa de la información empresarial, relativa a las prácticas de gobierno corporativo, ha sido
tomada en consideración por la Comisión de las Comunidades Europeas que, por una parte, sostiene que “debería
exigirse (obligación) a las sociedades con cotización oficial que incluyeran en sus informes y cuentas anuales una
declaración coherente y descriptiva que cubriera los principales aspectos de las normas y prácticas de gobernanza
empresarial que aplican”, y, por otra, detalla los puntos que obligatoriamente debería incluir tal declaración, relativa
a la junta general, al consejo de administración y sus comisiones, a los accionistas principales, a los vínculos de
éstos entre sí y con la sociedad, al sistema de gestión de riesgos, y al código de gobernanza empresarial a que se

287
nueva vía de información a los mercados se ha colocado a un nivel análogo a la información
contable, de modo que las sociedades cotizadas deben elaborar un informe anual de gobierno
corporativo746 --como asimismo tienen que formular y publicar las cuentas anuales (balance,
cuenta de pérdidas y ganancias, estado de cambios en el patrimonio neto, estado de flujos de
efectivo y memoria) y el informe de gestión--, que tiene una estructura y un contenido mínimo
obligatorio747 --como lo tiene el balance o la cuenta de pérdidas y ganancias--. Aunque esta
información corporativa se ha estudiado y regulado con relación a los mercados de capitales,
resulta igual de necesaria en los mercados donde operan las cooperativas --que como se ha
dicho no son los financieros--, porque en todos ellos la información corporativa, relativa
esencialmente a los procesos que en cada sociedad se siguen para la adopción de acuerdos, se
justifica apelando a la insuficiencia de la información contable de la sociedad para poder

ajuste la empresa o en relación con el cual justifica sus desviaciones. Para la Comisión la presentación de una
propuesta de directiva sobre esta materia representa una prioridad a corto plazo (vid. Comunicación de la Comisión
al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y
mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de
Sociedades, págs. 324 y 330).

Entre nosotros la difusión de información cualitativa es una obligación legal para las sociedades cotizadas, que
deben hacer público un informe anual de gobierno corporativo [art. 61.bis.1 LMV], en el que entre otros datos
relativos a su gobierno interno, debe ofrecer información sobre el grado de cumplimiento de las recomendaciones de
gobierno corporativo, o, en su caso, la explicación de la falta de seguimiento de las mismas [art. 61.bis.4.g) LMV].
Especialmente este último aspecto del informe anual coloca al mercado en un lugar de primer orden en relación la
información ofrecida, dado que será el propio mercado quién valore las explicaciones que las sociedades cotizadas
den sobre el grado de cumplimiento de las recomendaciones, conforme al principio de cumplir o explicar (vid.
Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código Unificado de
Buen Gobierno, págs. 7 y 8, en www.cnmv.es).

746 Esta obligación, prevista en el Informe Aldama [vid. Informe II.2, 2.2, a), en Revista de Derecho de Sociedades,
pág. 263], se impuso a las sociedades anónimas cotizadas por la Ley 26/2003, de 17 de julio, por la que se
modifican la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores, y el texto refundido de la Ley de Sociedades
Anónimas, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, de 1989, con el fin de reforzar
la transparencia de las sociedades cotizadas; y se mantiene tras la Ley 2/2011.

747 La estructura y los contenidos del informe anual de gobierno corporativo aparecen como recomendación en el
Informe Aldama (vid.. Informe II, 2, 2.1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 262) y han sido regulados con
fuerza vinculante por el artículo 61.bis LMV, en la redacción dada por la Ley 2/2011 (que ha sustituido al derogado
artículo 116 LMV, en la redacción dada por la Ley 26/2003, precursor en esta materia).

Tales estructura y contenidos fueron desarrollados, en cumplimiento de la habilitación contenida en la propia Ley
26/2003, por la citada Orden ECO/3722/2003, de 26 de diciembre, sobre el informe anual de gobierno corporativo y
otros instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas y otras entidades (B.O.E: núm. 7, de 8 de
enero de 2004), y por la, también mencionada, Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la Comisión Nacional del
Mercado de Valores, por la que se modifica el modelo de informe anual de gobierno corporativo de las sociedades
anónimas cotizadas (B.O.E,. núm. 12, de 14 de enero de 2008).

Actualmente, y en desarrollo del artículo 61.bis, la estructura y contenido del informe se contiene en la Orden
ECC/461/2013, de 290 de marzo, por la que se determina el contenido y la estructura del informe anual de gobierno
corporativo, del informe anual sobre remuneraciones y de otros instrumentos de información de las sociedades
anónimas cotizadas, de las cajas de ahorros y de otras entidades que emitan valores admitidos a negociación en
mercados oficiales de valores (B.O.E., núm. 71, de 23 de marzo). La Circular 4/2007 sigue transitoriamente en vigor.

En cuanto al contenido del informe anual de gobierno corporativo, la LMV, la Orden ECC/461/2013 y la Circular
4/2007, se complementan con el Código Unificado de Buen Gobierno que contiene las recomendaciones de
gobierno corporativo que deben tomar como referencia las sociedades cotizadas cuando, en cumplimiento de la
obligación establecida en el citado artículo 61.bis de la Ley del Mercado de Valores, consignen en su Informe Anual
de Gobierno Corporativo si siguen o no las recomendaciones sobre gobierno corporativo.

288
formarse una imagen fiel de la misma, siendo preciso, además de antecedentes económicos,
acceder a los datos atinentes al gobierno de las sociedades. Y es que la decisión de un aspirante
a socio de solicitar el ingreso en una cooperativa concreta dependerá de las expectativas de
rentabilidad que espere obtener con su actividad cooperativizada, pero también de las
posibilidades de participación en el ejercicio del poder societario de aquélla, circunstancias que
conocerá a través de la información financiera y corporativa que haga pública la sociedad
cooperativa748.

Hasta aquí la coincidencia en la necesidad de los mercados de contar con información


corporativa o no financiera de las sociedades de capital y de las sociedades cooperativas. A
partir de aquí las diferencias, concretamente en el distinto peso que tiene la información que
afecta, de manera directa o indirecta, a la asamblea general de la cooperativa respecto a la
información correspondiente a la junta general de accionistas de la sociedad anónima. El alcance
de esta distinción se aprecia con claridad cuando se examinan los aspectos relativos a la
estructura y prácticas de gobierno que han de recogerse en el informe anual de gobierno
corporativo diseñado para las sociedades cotizadas749 y se realiza el ejercicio hipotético de
trasponerlos a una sociedad cooperativa. Aunque sea adelantar la conclusión, puede afirmarse
que todo aquello que para una sociedad cotizada es considerado instrumento esencial de su
gobierno corporativo, en el caso de la sociedad cooperativa, de una u otra manera, es una
medida que tiene que ver con la asamblea general, amplificándose la posición de este órgano
respecto de la que representa la junta general de la sociedad cotizada. Para dotar de sencillez a
la exposición se hará referencia a las sociedades cotizadas y a los accionistas, aunque las
disposiciones normativas sobre el gobierno corporativo también extienden sus previsiones a las
entidades que, no siendo sociedades anónimas, emitan valores admitidos a negociación en

748El Grupo de Expertos nombrado por el Comisario BOLKESTEIN para que le asesorara sobre el mercado de
control societario a través de las OPAS y sobre las iniciativas que la Unión Europea debe adoptar para la
modernización del Derecho de sociedades, al elaborar el informe titulado “Un marco normativo moderno para el
Derecho de sociedades en Europa” (conocido como Segundo Informe Winter) tuvo en consideración estudios que
señalaban como los inversores prestaban cada vez mayor atención a la información societaria no financiera, de tal
manera que “existen importantes grupos de inversores dispuestos a pagar una prima por la existencia, en una
sociedad, de adecuadas estructuras y prácticas de gobierno societario”, de lo que “se sigue que la transparencia
debe ser un componente clave de la regulación del buen gobierno societario” (vid. J. M. GARRIDO, “El Informe
Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 114).

749Vid. la Orden ECC/461/2013, la Circular 4/2007, de la CNMV, y el Informe Aldama II, 2, 2.1, en Revista de
Derecho de Sociedades, pág. 262.

289
mercados secundarios oficiales750 y a las cajas de ahorros --tanto si emiten como si no emiten
ese mismo tipo de títulos valores751--.

El primer bloque de contenidos que comprende el informe anual de gobierno corporativo


es el relativo a la estructura de la propiedad752, que persigue informar de los poderes que
controlan a la sociedad dando a conocer, esencialmente, los porcentajes de participación en el
capital social de los socios más significativos o de grupos de éstos y su representación en el
consejo, las participaciones accionariales de los miembros del consejo de administración, las
relaciones de los socios ente sí o con la entidad, los pactos parasociales, las situaciones de
control, el volumen de la autocartera, la información relativa a valores que no se negocien en un
mercado regulad comunitario y, por último, las normas aplicables a la modificación de los
estatutos sociales. El informe debe referirse también a las restricciones al derecho de voto y a la
transmisibilidad de valores753. Como fácilmente puede observarse, el poder societario al que
debe referirse el informe es el que se ejercita por los socios en la junta general de accionistas.
En el supuesto de trasladar el contenido del informe anual de gobierno corporativo a la sociedad
cooperativa, la información que habría de publicarse se referiría a la asamblea general. Pero así

750 En este sentido, la publicación de un informe anual de gobierno corporativo es obligatoria para las entidades que
emitan valores que se negocien en mercados oficiales de valores (disposición adicional tercera de la Ley 26/2003,
que mantiene su vigencia y redacción originaria, tras las reformas que sí afectaron a las sociedades anónimas
cotizadas y a las cajas de ahorros), cuyo contenido y estructura se contenían en el apartado segundo de la Orden
ECO/3722/2003, de 26 de diciembre, y hoy se contienen en el artículo 7 de la Orden ECC/461/22013 y en el anexo
II de la Circular 1/2004, de 17 de marzo de la CNMV --que, como ya se ha dicho, está vigente en relación con el
mencionado anexo II, aunque el anexo I, que contiene el modelo de informe para las sociedades anónimas
cotizadas, haya sido sustituido por el aprobado en la Circular 4/2007, de 27 de diciembre--. Por lo tanto sería
obligatorio para las sociedades cooperativas que emitieran valores [obligaciones, partes sociales con voto,
participaciones especiales o títulos participativos] negociables en mercados oficiales secundarios. Pero como el
destinatario de esa información no es el mercado de socios sino el mercado de inversores no es necesario, para
considerar su traslación a todas las cooperativas, ningún análisis diferenciado del que se va a realizar respecto al
contenido general del informe de gobierno corporativo.

751 Como ya se ha dicho anteriormente, la disposición adicional segunda de la Ley 26/2003 --derogada por el Real
Decreto Ley 11/2010, de 9 de julio--, estableció que las cajas de ahorros que emitan valores admitidos a
negociación en mercados oficiales de valores deberán hacer público con carácter anual un informe de gobierno
corporativo, cuyo contenido y estructura se diseñó en la mencionada disposición, que se fue desarrollada en la
citada Orden ECO/354/2004, de 17 de febrero, (B.O.E., núm. 42, de 18 de febrero). Por su parte la, así mismo
mencionada, Circular 2/2005, de 21 de abril, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores aprueba, en su anexo
I, el modelo de informe anual de gobierno corporativo que deben aprobar y hacer público las mencionadas Cajas de
Ahorros (B.O.E., núm. 102, de 29 de abril).

Actualmente, y en esta misma línea, el Real Decreto Ley 11/2010, de 9 de julio, de órganos de gobierno y otros
aspectos del régimen jurídico de las Cajas de Ahorros, ha introducido en la Ley 31/1985, de 2 de agosto, de
Regulación de las Normas Básicas sobre Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros, un nuevo artículo 31.bis sobre
el informe de gobierno corporativo que sustituye a la redacción anterior y que impone la elaboración del informe
anual de gobierno corporativo a todas las Cajas, emitan o no valores cotizados, incluidas las Cajas de Ahorros que
desarrollen su objeto como entidad de crédito a través de un entidad bancaria. Para las Cajas de Ahorros la actual
Orden ECC/461/2013 desarrolla el contenido y estructura del informe para todos los supuestos anteriores,
manteniendo transitoriamente su vigencia la Circular 2/2005.

752Vid. Informe Aldama, II, 2.1, a), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 262; artículo 61. bis.4.a) y b) LMV;
Orden ECC/461/2013, de 20 de marzo; apartado A, anexo I, de la Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la CNMV
y apartado A, anexo II de la Circular 1/2004, de 17 de marzo, de la CNMV.

753Esta materia ha sido objeto de tratamiento separado dentro de la estructura del informe anual de gobierno
corporativo por el artículo 61.bis.4.b) LMV, en la reforma de 2011, pero no por la Orden ECC/461/2013, de 20 de
marzo, que la mantiene dentro de los datos relativos a la estructura de propiedad de la sociedad [art. 5.1.h)].

290
como en la junta general de accionistas los datos que hay que hacer públicos parecen dar a
entender que el poder societario se controla desde fuera de la propia junta [por los accionistas de
control o de referencia, por grupos familiares, por sindicatos de voto, por grupos de sociedades,
por los accionistas beneficiados por el blindaje, etc.], en la asamblea general el poder nace y se
agota en el seno de la propia asamblea. Este fenómeno se explica porque en las sociedades
cooperativas la propiedad --la titularidad de capital social-- no confiere poder social: el voto o lo
atribuye la mera condición de socio (voto unitario o por cabezas) o la actividad cooperativizada
que realice el socio --o bien el número de socios de la entidad socia de una cooperativa
suprabásica-- (voto plural ponderado). De esta manera, el poder societario se desenvuelve de
puertas adentro, en el seno de la sesión asamblearia, sin poderes previos externos a la
cooperativa: o cada socio tiene un voto o, en el caso de voto plural, los socios que más votos
tienen son precisamente los que más actividad cooperativizada realizan, existiendo una evidente
conexión entre actividad cooperativizada e interés social754. En conclusión, en las cooperativas
es impropio hablar de estructura de la propiedad, a lo sumo podría utilizarse la expresión
estructura de poder, que se circunscribiría a los pactos de sindicación y, cuando haya voto plural,
a los criterios de cálculo del número de votos, pero que en todo caso es un poder que nace de la
actividad económica que los socios realizan en la cooperativa, pero no de la propiedad de capital
social. El dato de que, en sede cooperativa, la propiedad del capital social no atribuye votos es
tan determinante, que debería condicionar el contenido de la información que hace pública el
informe anual de gobierno corporativo de las sociedades cooperativas que emitan valores
cotizados. Pero ello no ha sido así, de manera que tal y como esta diseñado oficialmente el
contenido de este informe no resulta de interés para el mercado porque no proporciona datos
sobre la estructura de poder de la cooperativa. Efectivamente, la exigencia oficial es que el
informe detalle los partícipes más significativos señalando su porcentaje de participación sobre
el capital social755 y este dato en las cooperativas es irrelevante porque la participación en el
capital social no atribuye votos756, debiendo haberse retenido como dato a publicar el voto plural
asignado a los socios por consecuencia de la actividad cooperativizada o del número de socios
de la entidad socia. Debe tenerse en cuenta que las características tipológicas de la entidad
obligada a hacer pública su información corporativa condiciona el contenido del informe anual de
gobierno corporativo757, y por esta razón, para ofrecer una información eficaz, el eventual informe

754Esta conexión ha sido puesta de manifiesto por M. J. SENENT VIDAL, “El concepto de interés social en la
cooperativa”..., págs. 721 a 722.

755Esta es la exigencia que, al referirse al contenido del informe anual de gobierno corporativo de las sociedades
cooperativas que emitan valores cotizados --común con el resto de entidades emisoras de valores cotizados, que no
sean sociedades anónimas ni cajas de ahorros--, se contiene en el apartado A.1 del anexo II de la Circular 1/2004,
de 17 de marzo de la CNMV. Exigencia que se mantiene en el artículo 7.2.a) de la Orden ECC/461/2013, al señalar
como contenido del informe anual de gobierno la “estructura de propiedad de la entidad, con información sobre
cualquier restricción a la transmisibilidad de valores y cualquier restricción al derecho de voto”.

756Con excepciones que solo confirma la regla general, como sucede en las cooperativas mixtas respecto a las
partes sociales con voto, en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado catalanas si así lo prevén los
estatutos y en las cooperativas de crédito estatales cuyos estatutos pueden prever que el voto de los socios en las
asambleas generales sea proporcional a sus aportaciones al capital social, a la actividad desarrollada o al número
de socios de las cooperativas asociadas (art. 9.2 Ley estatal de cooperativas de crédito). Esta regla no se sigue en
todas las Leyes autonómicas, así, por ejemplo, en la Ley extremeña de crédito cooperativo el voto plutocrático está
excluido, admitiéndose únicamente, ex estatutos, que el voto de sus socios pueda ser proporcional a la actividad
cooperativizada o al número de socios de la cooperativa socia (art. 39.3.II).

757 Prueba de ello es que el informe anual de gobierno corporativo de las cajas de ahorros no debe contener datos
relativos a la estructura de propiedad de la caja [art. 31.bis.2.a) Ley 31/1985 en la redacción dada por el Real
Decreto Ley 11/2010, de 9 de julio --como ya antes lo hacía la disposición adicional segunda Ley 26/2003--, Orden
ECC/461/2013, de 20 de marzo, y Circular 2/2005, de 21 de abril, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores

291
anual de gobierno corporativo de las sociedades cooperativas debería referirse a la estructura de
poder en el seno de la asamblea general.

También ha de referirse el informe a la estructura de la administración de la sociedad758,


con la finalidad de que los mercados conozcan la composición, organización y funcionamiento
del consejo de administración y de sus comisiones, y ciertos datos de sus miembros --en
especial su trayectoria, su remuneración, su capital social y su vinculación con otras sociedades-
-. Debe advertirse con carácter previo que, en sede cooperativa, en cuanto a su trayectoria los
miembros del consejo rector, salvo excepciones, han de ser socios 759; respecto a sus
remuneraciones que, cuando las tienen, son asignadas por los estatutos sociales o por la
asamblea general760, pero no por ellos mismos; que da igual la parte de capital social de que
sean titulares, porque la propiedad no atribuye poder societario; y que, en fin, algunas Leyes de
cooperativas prohíben ostentar simultáneamente en más de tres sociedades cooperativas el
cargo de consejero o de gerente761. Sin duda, estas reflexiones quitan hierro a la estructura de

(B.O.E., núm. 102, de 29 de abril)], precisamente por que no puede, dado que en las cajas de ahorros no hay
titularidad de capital social. Sin perjuicio de lo afirmado, sí debe contener datos sobre las cuotas participativas --
volumen emitido, titulares y autocartera de cuotas-- (apartado I del anexo I de la Circular 2/2005, de 21 de abril) pero
no con el objetivo de hacer públicos hechos corporativos que afecten directamente al poder societario, dado que las
cuotas participativas carecen de derechos políticos (art. 7.4.IV Ley 13/1985, de 25 de mayo, de coeficientes de
inversión, recursos propios y obligaciones de información de los intermediarios financieros, en la redacción dada por
el Real Decreto Ley 11/2010, de 9 de julio), sino de dar a conocer datos de sus recursos propios y de la titularidad
sobre ellos de miembros del consejo de administración de la caja que sí ejercen poder societario.

758 Vid. Informe Aldama, II, 21, b), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 262; artículo 61.bis.4.c) LMV; Orden
ECC/461/2013, de 20 de marzo; apartado B, anexo I Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la CNMV, y apartado
B, anexo II Circular 1/2004, de 17 de marzo, de la CNMV. En el caso de las cajas de ahorros, esta materia se regula
de manera conjunta para el consejo de administración, la asamblea general y la comisión de control, aunque con
mucho mayor detalle para el primero [art. 6.1.a) Orden ECC/461/2013, de 20 de marzo; y apartado A del anexo I de
la Circular 2/2005, de 21 de abril, de la CNMV] y con menciones separadas para las remuneraciones del personal
directivo, de los miembros del consejo de administración y de la comisión de control art. 6.3 Orden ECC/461/2013,
de 20 de marzo; y apartado H del anexo I de la Circular 2/2005, de 21 de abril, de la CNMV].

759 Si se toma como ejemplo la Ley estatal de cooperativas de 1999, se observa que, como regla general, solo
pueden ser elegidos consejeros quienes ostentan la condición de socio de la cooperativa, y como regla especial,
que el consejo rector puede contar con consejeros no socios siempre que se prevea esta posibilidad en los estatutos
sociales, que la persona nombrada consejero tenga cualificación y experiencia, que su número no exceda de un
tercio del total de miembros del consejo rector, y que en ningún caso ocupen los cargos de presidente y
vicepresidente (art. 34.2) [impropiamente la Ley considera que también es un caso de consejero no socio el de la
persona física designada por la persona jurídica elegida como consejera (vid. art. 34.2), cuando ya esta última
ostenta la cualidad de socia de la cooperativa]. Ahora bien si la cooperativa en vez de consejo rector cuenta con
administrador único, este ha de ser siempre socio (art. 32.1.II).

Por otra parte, cuando la cooperativa tenga más de 50 trabajadores con contrato indefinido y está constituido el
comité de empresa, se reserva un vocal del consejo rector a un representante de los trabajadores de la cooperativa
(art. 33.III y IV) que defenderá intereses intrasocietarios.

760 Vid. infra apartado 2.1.7 del capítulo primero de la segunda parte.

761Está prohibido ejercer simultáneamente el cargo de consejero en más de tres sociedades cooperativas de primer
grado por las Leyes estatal (art. 41.3) gallega (art. 48.4), castellano leonesa (art. 48.3) y castellano manchega (art.
57.8). Prohibición que, además, comprende los cargos de consejero y de gerente en las Leyes riojana (arts. 52.2 y
56.3), balear (art. 61.3) y murciana (art. 59.3). Esta segunda prohibición también se contiene en la LSCExtremadura
pero extendida a todas las sociedades cooperativas sin distinción de grado (art. 40.3). Incluso hay Leyes que
endurecen la prohibición cuando del gerente se trata, como sucede con la castellano leonesa que dispone que el
cargo de director de una cooperativa será incompatible con los de interventor y miembro del consejo rector de la
misma o con el de director de otra cooperativa del mismo grado (art. 55.4); o con la navarra que declara

292
los consejos rectores. Sin perjuicio de lo dicho, en realidad y en esencia, lo que persigue la
publicidad de estos datos, a través del informe anual, es facilitar el control de la gestión de la
sociedad por los mercados. Ahora bien, si tenemos en cuenta que en las cooperativas los
mercados son mercados de socios, mucho mejor que controlar la gestión que realice el consejo
rector, será atribuir capacidad gestora a los socios, o, lo que es lo mismo, reconocer a la
asamblea general competencia de gestión, no solo para actos extraordinarios sino también
ordinarios. Esta competencia, de forma directa o a través de instrucciones al consejo rector, está
prevista en la generalidad de las Leyes españolas de cooperativas762.

Otra práctica de gobierno que hace pública el informe anual son las operaciones
vinculadas763, aquéllas que la sociedad realiza con sus accionistas de referencia, con sus
administradores y altos directivos, con sus filiales, y, en general, todas aquéllas en las que se
vea comprometido el deber de lealtad de los administradores. El Derecho cooperativo tiene
solucionado, desde hace mucho tiempo, el problema de los conflictos de intereses precisamente
a través de la asamblea general, al atribuir la competencia para autorizar con carácter previo los
actos y contratos en que la sociedad cooperativa hubiera de obligarse con cualquier miembro del
consejo rector, con los interventores, con el gerente, con el cónyuge de los anteriores --e incluso
con la persona unida a ellos por análoga relación de afectividad a la conyugal-- o con parientes
de los mismos en determinados grados764. La necesidad de autorización se extiende a las
operaciones de asunción de deudas, préstamos y asistencia financiera765. Este instrumento de
gobierno cooperativo está rodeado de dos medidas de seguridad muy sólidas: una, se impone el
deber de abstención en la votación a los afectados por el conflicto de intereses y, dos, la
ausencia de tal autorización se sanciona con la ineficacia originaria (en algunas Leyes
anulabilidad766 y en otras nulidad de pleno derecho) del acto, contrato u operación, con la
remoción y con la responsabilidad del administrador o directivo afectado767. Por lo tanto, frente a

incompatible con el cargo de consejero o interventor a los directores de las cooperativas, aunque esta Ley no aclara
si esta prohibición afecta solo a la cooperativa de la que se es director o a cualquier otra [art. 43.2.d)].

762 Sobre la competencia de gestión de la asamblea general vid. infra apartado 2.3 del capítulo segundo de la
segunda parte.

763Vid. Informe Aldama, II, 21, c), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 262; artículo 61.bis.4.d) LMV; Orden
ECO/3722/2003, de 26 de diciembre; apartado C, anexo I Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la CNMV;
apartado C, anexo II Circular 1/2004, de 17 de marzo de la CNMV; y apartados B. C y D del anexo I de la Circular
2/2005, de 21 de abril, de la CNMV.

764En la LSCAndalucía la autorización es expedida por el órgano de administración, pero corresponderá a la


asamblea general acordar y expedir dicha autorización cuando el conflicto de intereses se plantee respecto de algún
miembro del órgano de administración o de alguna de las personas ligadas a este anteriormente indicadas en
aquellos casos en que la administración de la sociedad cooperativa se ejerza de manera única o solidaria (art. 52.1).

765 A pesar de que la Ley estatal no se refiere expresamente a las operaciones de asunción de deudas y de
asistencia financiera, la doctrina defiende una interpretación amplia que las someta al régimen del conflicto de
intereses (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 207).

766 La sanción de anulabilidad no impide que los actos y contratos afectados puedan ser convalidados o ratificados
por la asamblea general (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros
y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado
de Derecho mercantil…, págs. 207 y 208).

El régimen jurídico expuesto se recoge, con ligeras variaciones de unas Leyes a otras, en los artículos 42
767

LCEstado; 41 LSCExtremadura; 49 LCGalicia; 44.3 LCAragón; 43.6.II LCMadrid; 53 LCLa Rioja; 49 LCCastilla y

293
los conflictos de intereses la práctica de gobierno acogida por el Derecho cooperativo ha sido la
atribución de competencias a la asamblea general en vez de la publicidad de los mismos.

Los sistemas de control de riesgos también integran la información anual de gobierno


corporativo768. Es, por razones de funcionamiento, imposible que la asamblea general de la
sociedad cooperativa controle los riesgos, pero sí que apruebe los sistemas de control de
riesgos, en lugar del consejo rector, y que incluso le sean sometidos y se pronuncie sobre
riesgos concretos. El fundamento de esta idea radica en atribuir a los eventuales perjudicados
por el daño a que el riesgo se refiere la capacidad de adoptar las medidas preventivas
adecuadas. Naturalmente, los principales posibles perjudicados serán los socios y la decisión
preventiva será el acuerdo de asamblea general. Otro tanto sucede con la descripción de las
principales características de los sistemas internos de control y gestión de riesgos en relación
con el proceso de la información financiera, que es contenido separado del informe anual de
gobierno corporativo769.

El informe anual se refiere también al funcionamiento de la junta general de


accionistas770. La información sobre este órgano adquiere en las sociedades cooperativas una
relevancia muy superior que la que debe ofrecerse en las sociedades cotizadas, debido a que la
asamblea general es más que la junta general de accionistas, básicamente porque el socio
cooperativo es, asimismo, más que el accionista: no solo se juega capital --como éste--sino que
también se juega actividad cooperativizada. Por esta razón, los datos que debe contener el
informe de gobierno corporativo de las cotizadas, también deberían hacerse públicos en los
mercados de socios cooperativos: los quórum de constitución, las mayorías para adoptar
acuerdos y los derechos de los socios que se diferencien de los mínimos previstos en la Ley, las
medidas adoptadas para fomentar la participación de los socios, la política de delegaciones de
voto, los problemas y los datos sobre el desarrollo de las sesiones (la asistencia directa o en
representación, informaciones, preguntas, quejas). Pero también alguno más: los votos plurales
distribuidos entre los socios, los límites al voto no cooperativo, los votos totales y máximos de los
asociados, los índices de participación de los socios en la formación del orden del día, la
frecuencia y contenido de las asambleas universales, o el número total de miembros de la
asamblea general. En cualquier caso, todas estas medidas de gobierno corporativo que se tratan
de hacer accesibles a los mercados han de desenvolverse dentro de la ley, que funcionará como

León; 50 LCCataluña; 65 LCIslas Baleares; 49 LCValencia; 60 LSCMurcia 78 LCAsturias; 58 LCCastilla-La Mancha


y 52 LSCAndalucía.

768Vid. Informe Aldama, II, 21, d), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 262; artículo 61.bis.4.e) LMV; Orden
ECC/461/2013, de 20 de marzo; apartado D, anexo I Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la CNMV; y apartado F
del anexo I de la Circular 2/2005, de 21 de abril, de la CNMV.

769 Separado de otras materias aparece, como contenido del informe anual, en el artículo 61.bis.4.h) LMV, tras la
reforma de 2011.

770Vid. Informe Aldama, II, 21, e), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 262; artículo 61.bis.4.f) LMV; Orden
ECC/461/2013, de 20 de marzo; apartado E, anexo I Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la CNMV y apartado E,
anexo II Circular 1/2004, de 17 de marzo de la CNMV.

Específicamente, por la propia estructura corporativa de las cajas de ahorros, debe hacerse pública la composición
e identidad de los miembros de la asamblea general, con indicación de la representación de los grupos que ostentan
--corporaciones municipales, impositores, personas o entidades fundadoras, trabajadores, y otros-- [Orden
ECC/461/2013, de 20 de marzo; y apartado A.1.2 del anexo I de la Circular 2/2005, de 21 de abril, de la CNMV].

294
estándar mínimo771, de ahí el interés que tiene el análisis del régimen jurídico de la asamblea
general y de la participación en ella de los socios como presupuesto del buen gobierno
cooperativo.

2.1.3. La información no financiera de los grupos de sociedades y la asamblea


general.

La sociedad cooperativa puede albergar un grupo de sociedades772, y en tal supuesto las


razones anteriormente analizadas abonan la idea de que los mercados de socios dispongan de
información no financiera acerca del grupo773.

La financiera es obligatoria en los términos establecidos por el artículo 42 del Código de


Comercio774. La reforma de este precepto por el artículo 106.dos de la Ley 62/2003, de 30 de
diciembre --además de nuclear el concepto de grupo de sociedades en la idea de unidad de
decisión--, provocó, entre otras consecuencias, la expansión de la obligación de formular las
cuentas anuales y el informe de gestión consolidados y de depositarlos en el Registro Mercantil a
los grupos de sociedades cooperativas775. La nueva redacción ha suprimido el calificativo de
“mercantil” que añadía la redacción derogada776 al sustantivo “sociedades” para delimitar los

771Buena prueba de ello son las indicaciones del informe de gobierno corporativo sobre los quórum de constitución,
mayorías para la adopción de acuerdos y derechos de los accionistas que se diferencien del régimen de la Ley de
sociedades anónimas o de la normativa que fuere de aplicación. En estas materias las Circulares 1/2004 y 4/2007,
de la CNMV, parten del respeto a los mínimos imperativos de las leyes.

772Sobre esta posibilidad vid. infra apartado 3.3.7.4.3.1 del capítulo segundo de la segunda parte. También R.
ALFONSO SÁNCHEZ, La integración cooperativa y sus técnicas de realización: la cooperativa de segundo grado…,
págs. 268 a 287.

773 La publicidad de la información no financiera relativa a la estructura de los grupos de sociedades y a las
relaciones en el interior de los mismos, en particular al grado de dependencia de las empresas filiales con respecto
a la empresa matriz, ha sido considerada indispensable por la Comisión Europea para que el método de
funcionamiento propio de los grupos sea compatible con los intereses de los accionistas y acreedores; incluso, esta
publicidad, inicialmente diseñada par las sociedades cotizadas, la Comisión considera que sería deseable su
extensión a la información financiera y no financiera de los grupos cuyas sociedades no coticen en los mercados,
circunstancia de extraordinario interés para los grupos cooperativos. Sobre todas esta materias la Comisión
pretende adoptar, a corto plazo, una Directiva por la que se modifique la existente --la Séptima Directiva-- (vid.
Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo sobre modernización del Derecho de sociedades
y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de
Sociedades, págs. 327 y 330).

774 La Comisión Europea considera que también debe ofrecerse información financiera de cada sociedad
componente del grupo y no solo del grupo en su conjunto a través de cuentas consolidadas (vid. Comunicación de la
Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la
gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág.
327). Así se ha recogido también en nuestro Código de Comercio desde 1989 --actualmente aparece, tras la
reforma operada por la Ley 16/2007, de 4 de julio, de reforma y adaptación de la legislación mercantil en materia
contable para su armonización internacional con base en la normativa de la Unión Europea, en al apartado 2 del
artículo 42 C. de C.)--.

775 Sobre la competencia del Registro Mercantil para el depósito de las cuentas anuales de las sociedades
cooperativas vid. M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “La experiencia registral cooperativa en la Comunidad Autónoma de
Extremadura”, Consideraciones sobre la legislación cooperativa autonómica, Asturias [Fundación para el Fomento
de la Economía Social y Consejería de Industria y empleo del Gobierno del Principado de Asturias], 2005, págs. 183
a 204, en págs. 190 a 194.

776 Procedente de la Ley 19/1989, de 25 de julio, de reforma parcial y adaptación de la legislación mercantil a las
directivas de la Comunidad Económica Europea en materia de sociedades.

295
sujetos del grupo consolidable. Si algún género de dudas podía albergarse sobre la obligación de
consolidación contable de una sociedad cooperativa cabeza de un grupo de sociedades --
cooperativas o de otro tipo-- con la legislación anterior que exigía que la cabeza fuera una
sociedad mercantil, dada su discutida, por algunos, naturaleza mercantil, la consideración de
sociedad que de la cooperativa tiene la generalidad de la doctrina777 permite sostener la
aplicación del artículo 42 a los grupos cooperativos. La situación no ha variado con la reforma del
artículo 42 por la Ley 16/2007, de 4 de julio, de reforma y adaptación de la legislación mercantil
en materia contable para su armonización internacional con base en la normativa de la Unión
Europea. Tras esta reforma, sigue sin calificarse a la sociedad obligada a la consolidación
contable y a su publicidad, por lo que también afectan tales obligaciones a la sociedad
cooperativa, aunque haya basculado, de nuevo, el concepto de grupo hacia la idea de control778.
En relación con este dato --y al igual que sucedía con la noción de unidad de decisión--, las
situaciones en las que se presume que hay control son posibles en los grupos de sociedades
cooperativas, tanto porque se admite sin problemas el grupo en el que la sociedad dominante
sea una sociedad cooperativa [y las dependientes otro tipo de sociedad], cuanto porque debe
admitirse la situación en la que la dominada sea una sociedad cooperativa779.

La información corporativa o no financiera versaría, básicamente, sobre las relaciones de


poder entre los socios de la cooperativa, para clarificar si se trata de un grupo paritario o
vertical780. El poder en la sociedad cooperativa lo otorga el voto que corresponda a cada socio,
ya sea un voto unitario, en cuyo caso el grupo será horizontal, o ya sea el número de votos
asignado en el sistema de voto plural, dando lugar a un grupo vertical u horizontal según cual
sea la distribución resultante y el grado de dispersión del voto. Pero, nótese, que sea cual sea el
sistema de voto de la sociedad cooperativa, será la asamblea general el órgano donde se
dilucide la relación de poder entre los socios y, en consecuencia, el que determina la estructura
del grupo. En definitiva, la información no financiera del grupo cooperativo estructurado en torno
a la cooperativa --de servicios o suprabásica-- es una información sobre su asamblea general,
esencialmente.

Existe una segunda materia de carácter no financiero que debe ser objeto de publicidad
por parte del grupo de sociedades --también por el grupo de sociedades cooperativas--. Se trata
de la información no financiera referente a las respectivas áreas de actividad de cada una de las
sociedades cooperativas que integran el grupo y a los mecanismos de solución de los conflictos
que surjan entre los intereses del grupo y los de alguna o algunas de las sociedades que lo
integran. Es posible que una determinada decisión empresarial sea beneficiosa para los
intereses del grupo y perjudicial para una o varias de las sociedades agrupadas, lo que
perjudica, a su vez a los intereses de los socios cooperativistas que no estén alineados con los
del grupo en su conjunto. Esta situación se ha estudiado especialmente a propósito de las

777Vid. F. J. MARTÍNEZ SEGOVIA, “Sobre el concepto jurídico de cooperativa”, en La sociedad cooperativa: un


análisis de sus características societarias y empresariales (J. Moyano Fuentes, coord.), Jaén [Universidad de Jaén],
2001, págs. 41 a 75, en págs. 58 a 64.

778Sobre la evolución de la noción de grupo desde la unidad de decisión al control como criterio conceptual vid. J.
M. EMBID IRUJO, “Los Grupos de sociedades en el Código unificado de gobierno corporativo”…, pág. 907 a 910.

779Sobre la compatibilidad del control de una sociedad cooperativa con los principios cooperativos vid. infra
apartado 3.3.7.4.1 del capítulo segundo de la segunda parte.

780Sobre la admisibilidad del grupo cooperativo vertical o por subordinación vid. infra apartado 3.3.7.4.3 del capítulo
segundo de la segunda parte.

296
sociedades cotizadas, cuando coticen la sociedad matriz y la sociedad dependiente, en cuyo
caso los accionistas externos de la de la filial, distintos de la sociedad dominante, podrían verse
afectados por decisiones que beneficien al grupo pero que perjudiquen a la filial. Para paliar sus
efectos se recomienda en los informes de buen gobierno la publicidad de las áreas de actividad
de cada sociedad y los mecanismos para solucionar los conflictos de intereses781.

En los grupos cooperativos la cuestión planteada también puede darse, en particular en


los verticales, y, por ende, también deben estudiarse instrumentos de gobierno corporativo. Sin
forzar la situación, vuelve a aparecer como instrumento la asamblea general de la sociedad
cooperativa que alberge al grupo. Las áreas de competencia de esta sociedad cooperativa y los
procedimientos de resolución de los conflictos están definidas en sus estatutos sociales 782, que
gozan de la máxima publicad al estar inscritos en el correspondiente Registro de Sociedades
Cooperativas, correspondiendo a la asamblea general la modificación de los mismos y, dentro de
ellos, de las competencias de la sociedad cooperativa que ejerce el control y del procedimiento
de su ejercicio, en particular de las instrucciones vinculantes para las entidades socias.

No resulta necesaria en estos temas ninguna recomendación de buen gobierno, al


contenerse un instrumento de buen gobierno en los propios textos legales: el papel de la
asamblea general como competente para definir la estructura y la competencia del grupo
cooperativo.

2.1.4. El contenido de la página web corporativa y la asamblea general.

Modernamente, se está propugnando el uso de las nuevas tecnologías de la información


y las comunicaciones, en especial la utilización de Internet, con los objetivos de difundir la
información de las empresas783, de permitir el cumplimiento de determinados deberes de
publicidad legal784 y de facilitar el ejercicio de los derechos de socio --que es la utilidad que
mayor interés tiene a los efectos de estas páginas--. En esta tarea fueron claves los informes de

A esta materia se refiere, por ejemplo, la recomendación 2 del Código Unificado de Buen Gobierno, en
781

www.cnmv.es, pág. 9.

782 Destaca por su claridad sobre este tema la Ley de cooperativas del País Vasco al disponer que “cuando la
cooperativa se constituya con fines de integración empresarial, los estatutos determinarán las áreas de actividad
empresarial integradas, las bases para el ejercicio de la dirección unitaria del grupo y las características de éste”
(art. 128.1.III); seguida por la Ley de Sociedades Cooperativas de Extremadura (vid. art. 157.1.III).

783Como se ha puesto de manifiesto en los estudios sobre esta materia, desde mediados de los años noventa las
sociedades están utilizado internet primeramente con fines publicitarios o comerciales y progresivamente con
objetivos corporativos J. FRANCH FLUXÁ y J. MORELL RAMOS, “Página web y sociedades de capital, ¿un nuevo
derecho mercantil 2.0?”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 286 [2012], págs. 151 a 187, en pág. 185.

784Los deberes de publicidad legal más relevantes que pueden cumplirse mediante la web corporativa son el
anuncio de la convocatoria de la junta general (art. 173.1), en las sociedades anónimas el acuerdo de cambio de
denominación, de domicilio, de sustitución o cualquier otra modificación del objeto social (art. 289), o del acuerdo de
reducción del capital social (art. 319), o el anuncio de notificación para el ejercicio por los socios del derecho de
oposición en las reducciones de capital de las sociedades limitadas (art.333).

En el ámbito cooperativo fue precursor del uso de internet como medio para el cumplimiento de sus deberes legales
por la sociedad cooperativa el Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura de 2002, en
cuya disposición adicional cuarta se prevé que “previas las modificaciones normativas oportunas, se articulará la
publicidad de los anuncios a que estén obligadas las sociedades cooperativas mediante un sitio oficial en la red”

297
buen gobierno785 , que antecedieron a la obligación de que las sociedades cotizadas dispusieran
de una página web786. Hoy, para todas las sociedades de capital se regula la web corporativa de
la sociedad, si bien solo es obligatoria para las sociedades cotizadas787.

De las funciones que cumple la web corporativa, la que más interés presenta es la que la
articula como instrumento de participación de los accionistas. Desde este punto de vista, a la
página web se le atribuye una utilidad concreta: sirve para que los socios ejerciten su derecho de
asistencia a la junta general por medios telemáticos, y en particular para remitir por estos medios
las intervenciones y las propuestas de acuerdos que deseen formular en la sesión de la junta788.
Estas propuestas de acuerdos que formulen los accionistas en relación con los puntos del orden
del día deben ser colgadas en la web corporativa para que sean conocidas por otros accionistas
con antelación a la sesión de la junta general789. Ahora bien, las nuevas tecnologías de la

785El antecedente más relevante que ha dado pie a las posteriores obligaciones legales de disponer de página web
es el Informe Aldama, II, 2.2, b), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 263.

786 El. artículo 117.2 LMV, en la redacción dada por la Ley 26/2004, obligaba a las sociedades cotizadas a disponer
de una página web para atender el ejercicio, por parte de los accionistas, del derecho de información, y para difundir
la información relevante. El contenido mínimo de la página web se detallaba en la Orden ECO/3722/2003, 26 de
diciembre.

El citado artículo 117 ha sido derogado por el Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el se aprueba el
Texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital, pero su contenido ha pasado al artículo 539.2 TRLSC. Y el
contenido de la página se detalla actualmente en la Orden ECC/461/2013, de 290 de marzo, por la que se determina
el contenido y la estructura del informe anual de gobierno corporativo, del informe anual sobre remuneraciones y de
otros instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas, de las cajas de ahorros y de otras
entidades que emitan valores admitidos a negociación en mercados oficiales de valores (B.O.E., núm. 71, de 23 de
marzo), que deroga la citada Orden ECO/3722/2003, 26 de diciembre.

787 La reforma del TRLSC por la Ley 25/2011, de 1 de agosto, reguló, en su nuevo artículo 11.bis, la creación,
modificación y supresión de la web corporativa como sede electrónica de la sociedad. Mediante el Real Decreto Ley
9/2012, de 16 de marzo, de simplificación de las obligaciones de información y documentación de fusiones y
escisiones de sociedades de capital, se reformó la rotulación de la sección 4ª, pasando de “sede electrónica” a
“página web” (sobre las diferencias entre los conceptos de “sede electrónica” y “web corporativa” vid. J. FRANCH
FLUXÁ y J. MORELL RAMOS, “Página web y sociedades de capital, ¿un nuevo derecho mercantil 2.0?”…, págs.
156 a 159), y añadió los artículo 11.ter y 11.quáter. Y a través de la Ley 1/2012, de 22 de junio, de simplificación de
las obligaciones de información y documentación de fusiones y escisiones de sociedades de capital, se derogó el
anterior Real Decreto Ley, se mantuvo el alcance de la reforma introducida por él y se añadió un apartado al artículo
11.quáter para dar seguridad a las comunicaciones entre socios y sociedad.

El nuevo artículo 11.bis reitera, en parte la norma del artículo 539.2: “Las sociedades de capital podrán tener una
página web corporativa. Esta página será obligatoria para las sociedades cotizadas”.

788La asistencia a la junta general de accionistas por medios telemáticos solo es posible si lo prevén los estatutos
sociales, debiéndose describir en la convocatoria los plazos, formas y modos de ejercicio de los derechos de los
accionistas que los administradores prevean para permitir el ordenado desarrollo de la junta. Esta modalidad de
ejercicio del derecho de asistencia a la junta general fue introducida en España por la Ley 19/2005, de 14 de
noviembre, sobre la sociedad anónima europea domiciliada en España, que dio nueva redacción al artículo 97 de la
TRLSA. Al incluirse en el artículo 97, se trató de una norma aplicable a todas las sociedades anónimas, pero no se
previó su extensión a las sociedades de responsabilidad limitada. Con este mismo alance la norma comentada se
contiene en el vigente artículo 182 TRLSC.

789Así se hace constar expresamente en el Informe Aldama, II, 2.2, b), en Revista de Derecho de Sociedades, pág.
263. Además de este concreto cometido de formulación de propuestas de resolución, otros trabajos sobre el
gobierno corporativo ven útiles las nuevas tecnologías para ejercer el derecho a hacer preguntas, a votar in
absentia, y a participar en la junta general por vía electrónica (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al
Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la
gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág.

298
información y de las comunicaciones son únicamente medios para el ejercicio de determinados
derechos de los socios --principalmente del núcleo de derechos administrativos o corporativos--
sin que se altere la titularidad de los mismos. Esta afirmación es particularmente interesante para
las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, donde los derechos de asistencia y de
deliberación en las sesiones de la asamblea general corresponden a cada entidad socia a través
su representante sin que sea legal un asistencia y una deliberación virtuales de todos los socios
de las entidades socias porque estos no son titulares de tales derechos, aunque haya avances
técnicos que así lo permitan.

La otra función de la web corporativa es estrictamente informativa, de difusión de datos -


-económicos o de otra naturaleza pero significativos-- de la sociedad para hacerlos accesibles a
los accionistas, a los inversores y a los mercados en general. Esta finalidad de difusión de
información o de medio de ejercicio del derecho de información por el accionista, que es
contemplada como obligatoria únicamente para las sociedades cotizadas790, es, a lo sumo,
presupuesto de la participación del socio en la adopción de decisiones sobre los asuntos de la
sociedad, pero no participación strictu sensu.

Indudablemente, la web corporativa contribuye a la transparencia de la información que,


a cerca de la empresa, se facilita a los mercados. Y esta misma utilidad tendría con respecto a
los mercados de socios cooperativos, una vez extendida entre las sociedades cooperativas la
costumbre corporativa de tener página web.

Y también indudablemente, la web cooperativa genera un importante valor añadido


nuevo en el terreno de la participación orgánica, acompañada de aquellos instrumentos de
participación de los socios que se regulan en el Derecho cooperativo. En las cooperativas la
formulación de propuestas de acuerdo sobre los puntos del orden de día puede realizarse en el

325). La Comisión, en la Comunicación citada (pág. 330) considera como prioridad a corto plazo la elaboración de
una Directiva sobre el marco jurídico integrado destinado a facilitar una comunicación eficaz con los accionistas y su
papel en la toma de decisiones (participaciones en las asambleas, ejercicio de los derechos de voto, voto
transfronterizo).

790 Así se establece en los art. 539.2 TRLSC.

A esta función de mero acceso a la información a través de medios electrónicos también se refiere la Comunicación
de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de
sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de
Derecho de Sociedades, pág. 325.

El Informe Aldama, II, 2.2, b), en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 263 que ha sido el punto de partida de la
imposición de esta obligación, la formulaba con mayor alcance, al fijar como funciones del página web no solo la
informativa sino también la participativa, de forma que a través de esta vía telemática los accionistas pudieran
participar en la formulación de propuestas alternativas sobre los asuntos del orden del día.

Y es que en la regulación de la página web corporativa la evolución ha sido lógicamente asimétrica pero
ilógicamente atemporal. Lógicamente asimétrica, porque la web con fines informativos solo se impone para las
sociedades cotizadas --respecto de las que más información se demanda--, mientras que el ejercicio de los
derechos de socio por medios telemáticos se extiende a todas las sociedades anónimas, cotizadas o no, aunque no
con carácter obligatorio, sino ex estatutos (arts. 182 y 528.2 TRLSC). Ilógicamente atemporal, porque la web con
función informativa procede de la reforma de 2003, orientada a reforzar la transparencia de las sociedades
cotizadas, y el ejercicio del derecho de asistencia a la junta general por medios telemáticos se regula tras la reforma
de 2005, cuyo fin esencial fue garantizar la efectividad de las normas de aplicación directa contenidas en el
Reglamento (CE) núm. 2.157/2001 del Consejo, de 8 de octubre de 2001, por el que se aprueba el Estatuto de la
sociedad anónima europea.

299
curso de la sesión asamblearia por cualquier socio en ejercicio de su derecho de deliberación,
mientras que en las sociedades cotizadas solo podrían realizarla los socios que tuvieran derecho
de asistencia a la junta general; derecho que incrementaría su efectividad si se incrementara la
asistencia a la asamblea general en eventuales sesiones electrónicas. Pero es que, además,
existe un derecho de participación orgánica que se manifestaría como un instrumento de
gobierno corporativo más eficiente si va acompañado de la posibilidad de su ejercicio electrónico.
Nos estamos refiriendo al derecho de la minoría --la minoría de socios que señalen los estatutos-
- de solicitar al consejo rector la inclusión de asuntos en el orden del día de la siguiente
asamblea general o de una ya convocada con la consiguiente publicidad, en este segundo caso,
de un nuevo orden del día ampliado791. Ha habido que esperar a la Ley 19/2005, de 14 de
noviembre, sobre la sociedad anónima europea domiciliada en España para que se reformara el
TRLSA y se reconociera el derecho de la minoría --accionistas que representen, al menos, el
cinco por ciento del capital social-- a solicitar que se publique un complemento a la convocatoria
de una junta general de accionistas incluyendo uno o más puntos en el orden del día (art. 97.3
TRLSA)792, reconocimiento que se contiene actualmente en el artículo 172 TRLSC, derecho que
no se atribuye a los socios de las sociedades de responsabilidad limitada.

Las virtudes anteriores aconsejan incluir dentro de los servicios que la sociedad
cooperativa presta a sus socios el de participación orgánica electrónica, para evitar que la no
disponibilidad por los cooperativistas de los medios electrónicos necesarios para la participación
virtual en la sociedad acentúa su alejamiento, lo que aconsejaría la prudente y paulatina
implantación de esta medida793.

En definitiva, la participación en la red es complemento de los instrumentos de


participación orgánica, concretamente de participación en la asamblea general, previstos en el
Derecho cooperativo; otro motivo más del interés que tiene desentrañar el significado jurídico de
este órgano social, con el añadido de que la web corporativa cooperativa sirva a los fines de la
participación del socio en la asamblea general al facilitarle el acceso fácil y actualizado a la
información social.

2.1.5. Los deberes de lealtad y diligencia de los administradores y la asamblea


general. Referencia al deber de lealtad del socio significativo.

Dentro de los deberes fiduciarios de los administradores se distingue, en función del bien
protegido, entre el deber de diligencia y el deber de lealtad. El deber de diligencia protege la
creación de valor y de beneficios en la empresa, e impone al administrador la obligación de
participar atenta y efectiva en la tarea de gestión social. Por su parte, el deber de lealtad, que
persigue la correcta distribución del valor producido por la empresa, trata de imponer al
administrador obligaciones de hacer --comunicar a la sociedad los conflictos que se planteen

791 Sobre el mencionado derecho de conformación del orden del día vid. infra apartado 3.3.3 del capítulo segundo de
la segunda parte.

792En relación con la situación anterior, la doctrina, a la vista de que el Segundo Informe Winter realiza algunas
consideraciones sobre el derecho de la minoría de accionistas a someter propuestas a la junta general, destacó
como en la ley española de sociedades anónimas no se regula el mencionado derecho que sí aparece en el estatuto
de la sociedad anónima europea (J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión
Europea”…, págs. 118 y 119).

793 Esta brecha digital ha sido tenida en cuenta por el Grupo de Expertos que elaboró el Segundo Informe Winter
(vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, págs. 117 y 118).

300
entre su interés personal y el interés social-- y de no hacer --no desempeñar cargos en empresas
competidoras, o no hacer uso indebido de activos de la sociedad, etc.-- para evitar que obtenga
beneficios que no provengan de su trabajo o de su participación en el capital social794.

Esta diversificación de deberes de los administradores acarrea un tratamiento


diferenciado de la responsabilidad. La moderna doctrina al abordar como instrumento de
gobierno corporativo el nuevo régimen de responsabilidad de los administradores postula que
con las infracciones del deber de diligencia es conveniente ser indulgente, mientras que con la
inobservancia del deber de lealtad es necesario ser severos, distinguiéndose, de esta manera,
entre los actos de gestión indebida --menos graves-- y los actos de apropiación indebida --más
graves--. Con los primeros, el administrador no ha realizado una gestión atenta, ordenada y
esforzada y ha provocado unos malos resultados económicos para la empresa; con los
segundos, el administrador trata de obtener un rendimiento patrimonial directo al margen de sus
retribuciones económicas pactadas o señaladas por la sociedad795.

Este nuevo régimen de responsabilidad de los administradores, cuyos fundamentos


podrían trasladarse a la responsabilidad del consejo rector de las cooperativas, incluso sin
necesidad de reformas legales, altera el papel de la asamblea general, en particular de su
actividad de gestión, como instrumento de gobierno corporativo. Las singularidades de la
sociedad cooperativa respecto a la sociedad cotizada, en especial el carácter activo del socio
cooperativo, obligan a conectar dentro de su sistema de gobierno corporativo, el instrumento de
la responsabilidad de los administradores --consejo rector-- y el instrumento de las competencias
de la asamblea general.

En lo que al deber de diligencia se refiere la explicación de la anterior conclusión es fácil.


La justificación básica del benévolo tratamiento de la responsabilidad por falta de diligencia se
centra en que así como en otras profesiones existe una lex artis con arreglo a la cual calificar la
actuación del agente, en la función de administrar no hay reglas exactas de enjuiciamiento, por lo
que es difícil someter la conducta realizada del administrador a un esquema ideal de acción. A
ello debe añadirse que si en el enjuiciamiento de la conducta se adoptan criterios excesivamente
rigurosos se desincentiva la adopción de decisiones gestoras arriesgadas ante el temor de que
de ellas resulten pérdidas que causen daño del que nazca la responsabilidad del agente. Estas
circunstancias sirven, además de para explicar los fundamentos de la responsabilidad por
negligencia, para justificar técnicamente la atribución a la asamblea general de competencias de
gestión: desde un punto de vista negativo, si gestionar es tan flexible no hay razón jurídico formal
para atribuir al consejo rector la competencia exclusiva sobre la administración, negando la
posibilidad de participación en ella de otros órganos sociales; y, desde otro positivo, un buen
número de sociedades cooperativas --las de segundo o ulterior grado, las de transportistas, las
agrarias, las extremeñas de colaboración empresarial, las de servicios empresariales en general-
- están integradas por empresarios, sociales o individuales, que se asocian para la satisfacción
en común de sus necesidades económicas, a los que se les debe presumir aptitudes para la

794 El Informe Olivencia dedicó atención casi exclusiva al deber de lealtad --contiene únicamente algunos
recordatorios de las principales obligaciones derivadas del deber de diligencia-- (vid. Informe Olivencia, II, 8, págs.
46 a 50, en www.cnmv.es). Un análisis detallado del contenido de ambos deberes, de lealtad y de diligencia, de su
fundamento y de los diversos deberes que los integran puede verse en el Informe Aldama III, 2, 2.4, en Revista de
Derecho de Sociedades, cit., págs. 263 a 266. Esta materia no ha sido objeto de ninguna recomendación específica
en el Código Unificado de Buen Gobierno.

795Vid. C. PAZ-ARES, “La responsabilidad de los administradores como instrumento de gobierno corporativo”…,
págs. 68 a 72.

301
gestión, de manera que resultaría eficiente que el órgano en el que participan los socios --la
asamblea general-- aprovechara esa experiencia ejercitando competencias de gestión.

También para evitar infracciones al deber de lealtad resulta aconsejable reconocer a la


asamblea general de las cooperativas competencias de gestión. Uno de los riesgos del gobierno
de las sociedades es que los administradores antepongan su interés personal al interés de la
sociedad al realizar un acto de gestión, de manera que si la asamblea general tuviera mayores
competencias gestoras, menores serían las del consejo rector y menor el riego de deslealtad.
Esta atribución competencial a la asamblea general no se lleva [ni debe llevarse] hasta el
extremo de suprimir al consejo rector, con el argumento de que si el consejo rector no gestiona
se elimina de manera absoluta todo el riesgo. De lo que se trata, simplemente, es de que frente
al riesgo --y con el fin evitar que el riesgo se transforme en daño-- de que los consejos rectores y
gerentes antepongan sus intereses a los de la sociedad, no solo se erija una medida de
reparación --la responsabilidad por infracción del deber de lealtad--, sino también una medida de
prevención: que los actos de gestión donde los intereses sociales se muestren más vulnerables
sean realizados por la asamblea general. Esta solución vendría dada por la atribución a la
asamblea general de competencias de gestión de aquellos asuntos más susceptibles o con
mayor riesgo de que los consejos rectores o los gerentes antepongan sus intereses a los de la
sociedad; pero como la determinación de estos asuntos solo puede ser eficiente para cada
sociedad cooperativa concreta, no pueden valer los listados legales, o, si se fijan, deberían ser
enteramente dispositivos.

La otra alternativa que modernamente se baraja, al abordar los conflictos de intereses


que afectan a los administradores, se basa en sustraer al núcleo de administradores ejecutivos la
toma de las decisiones conflictivas, aunque no para atribuírselas a la junta general, sino a
administradores no ejecutivos, en un sistema monista, o al consejo de vigilancia o de
supervisión, en un sistema dualista796. Sin embargo, a la hora de elegir qué órgano es el más
adecuado para abordar las cuestiones en las que los intereses de la sociedad cooperativa
pueden quedar supeditados a los intereses de otras personas intervinientes, no es necesario
crear un órgano vicario, nombrado por el titular del interés a proteger, y no contaminado por el
interés contrapuesto al interés social; bastará con acudir al órgano social que, en el sistema
orgánico de la cooperativa, sea titular del poder societario originario: la asamblea general. Con
esta tesis no se pretende una identificación entre interés social y acuerdos de la asamblea
general, puesto que, por un lado, la función de promover el interés social corresponde a todos
los órganos sociales y no solo a la asamblea general, y, por otro, los acuerdos asamblearios no
siempre representan el interés social, como lo demuestra que exista como categoría de acuerdos
anulables, precisamente, los que lesionen los intereses de la sociedad cooperativa797.
Simplemente se pretende un ahorro de gestión: considerando como dato cierto que las
decisiones en las que existe conflicto de intereses deben adoptarse no por el consejo rector, sino
por administradores no ejecutivos o supervisores, mayoritariamente independientes, y supuesto
que la función de este tipo de administradores es llevar al órgano de administración todas las
corrientes de poder existentes en la asamblea general (o en la junta general), será más efectivo
que sea la propia asamblea general la que tome directamente, sin necesidad de intermediarios,
estas decisiones conflictivas.
796Vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre
modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 325.

797Sobre el concepto de interés social en las cooperativas vid. M. J. SENENT VIDAL, “El concepto de interés social
en la cooperativa”…, págs. 716 a 722.

302
Naturalmente, con esta medida de gobierno corporativo --competencia gestora de la
asamblea general-- no se excluye la responsabilidad del consejo rector y gerentes por infracción
del deber de lealtad: ambas son compatibles, pero habrá menos oportunidades de que se
realicen actos de apropiación indebida. En estos casos para los supuestos en que haya daños
causados por deslealtades del consejo rector y de los directivos se deben facilitar los
procedimientos y los requisitos de exigencia de esta responsabilidad por parte de los socios798.

Pero la media preventiva expuesta --la competencia de gestión de la asamblea general--


es más eficiente que la medida reparativa --el sistema de responsabilidad de los consejos
rectores y gerentes--. Como se ha demostrado, cuando los procesos iniciados contra el
administrador desleal no terminan con la devolución de todo aquello que obtuvo ilícitamente, los
socios y la opinión pública pierden confianza en la sociedad799, sobre todo en un mundo como el
cooperativo donde los escándalos financieros adquieren una resonancia social y mediática
extraordinaria.

Debe afirmarse, además, que la idea que aquí se sostiene, de acudir a la asamblea
general cuando pueda peligrar el deber de lealtad, no es una posición aislada. En el ámbito de
las sociedades cotizadas se ha postulado --aunque solamente como recomendación sin reflejo
jurídico positivo-- la intervención de la junta general de accionistas --equivalente a la asamblea
general de las cooperativas-- cuando pueda verse afectado el deber de lealtad, concretamente
para que aquélla autorice la celebración del negocio en el que es parte la sociedad y el consejero
que tiene un interés en conflicto con el social800. Por otra parte, la atribución de competencias en
los conflictos de intereses a la junta general no es un hecho singular --ni siquiera en el ámbito
cooperativo--, sino que debe enmarcarse en la tendencia de establecer mecanismos de garantía
de la lealtad del administrador frente a la sociedad. Estos mecanismos que se están ensayando
en el terreno de las sociedades cotizadas, tienen una solución asentada desde hace mucho
tiempo en el entorno de las sociedad cooperativa, solución que tiene que ver con las
competencias de la asamblea general. Así sucede, por ejemplo, (i) con la recomendación de
atribuir al consejo de administración la competencia para aprobar las operaciones peligrosas
para el interés social a celebrar entre un consejero y la compañía801, que las Leyes de
cooperativas --no la mera recomendación de gobierno corporativo-- atribuye a la asamblea
general de la cooperativa802; (ii) con la publicidad de tales operaciones803, de la que ya gozan en

Como aconseja para las sociedades cotizadas el Informe Aldama (vid. Informe III, 2.2, en Revista de Derecho de
798

Sociedades, pág. 265).

Así lo ha puesto de manifiesto respecto a las sociedades cotizadas el Informe Aldama (vid. Informe III, 2.2, en
799

Revista de Derecho de Sociedades, pág. 265.

800La intervención de la junta se coloca al lado de la de consejo de administración en pleno “según la trascendencia
de la decisión” (vid.. Informe Aldama III, 2.2, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 265).

801 Vid. Informe Olivencia, II, 8, pág. 47, en www.cnmv.es.

802 Constituye un tendencia generalizada la atribución a la asamblea general de la competencia para autorizar las
relaciones obligatorias entre los consejeros, interventores y gerentes, de un lado, y la sociedad cooperativa, de otro,
desde hace muchos años (al comentar la Ley de 1987, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá,
Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol.
2º…, artículo 63, pág. 809, destaca que el control del conflicto de intereses se confía en las cooperativas a la
asamblea general.

803 Vid. Informe Olivencia, II, 8, pág. 47, en www.cnmv.es.

303
sede cooperativa al estar incluidas en el orden del día de la asamblea general y poder ser
conocidas por cualquier socio mediante el derecho de información sobre los asuntos que
integran el orden del día; o (iii) con el deber de pasividad, que obliga al consejero a no hacer uso
de la información reservada de la compañía para fines privados804, y con la recomendación de la
adopción de normas que impidan a los consejeros aprovechar una oportunidad de negocio que
corresponda a la sociedad805, que pierden efectividad cuando la decisión sobre el negocio es
competencia de la asamblea general, dado que todas las decisiones de la asamblea reducen el
alcance del deber de pasividad y los peligros de provecho propio: si el consejero no decide tiene
menos poder de control sobre el resultado de la decisión y no puede actuar con previsión. Otro
de los mencionados mecanismos consiste en sustraer al núcleo ejecutivo de los administradores
el conjunto de decisiones en las que existe riesgo obvio de conflicto de intereses; dentro del cual
cabe la solución de asignar a los administradores no ejecutivos o supervisores, mayoritariamente
independientes, la toma de la decisión conflictiva, como cabe la de propugnar la intervención de
la junta 806, que coincide con la intervención de la asamblea general, como en estas páginas se
viene propugnando.

2.1.6. Las recomendaciones sobre la composición del órgano de administración y


la función de la asamblea general.

Los socios de una sociedad cooperativa que con sus votos no hayan contribuido a la
elección de los miembros del consejo rector, no estarán representados en las tareas de
administración de los asuntos sociales. De otra forma, en la sociedad cooperativa los socios
minoritarios --bien porque en la distribución del voto plural les ha correspondido un reducido
número de ellos, o bien porque habiendo voto unitario se han separado del voto de la mayoría,
sindicada o no, de los socios-- no pueden con sus votos nombrar a un consejero, quedando
fuera de la gestión ejecutiva o directiva. Para evitar esta exclusión807 --que también se produce
en las sociedades cotizadas-- las soluciones que las Comisiones de expertos recomiendan son
(i) que en el consejo de administración la relación entre el número de consejeros dominicales --
los vinculados al accionistas o grupo de accionistas de control-- y el de independientes --los
consejeros de alta cualificación profesional que representan los intereses del capital flotante--
refleje la proporción existente entre el capital de la sociedad representado por los consejeros

804 Vid. Informe Olivencia, II, 8, pág. 47, en www.cnmv.es.

805 Vid. Informe Olivencia, II, 8, pág. 48, en www.cnmv.es.

806 Vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre
modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 325. En esta Comunicación (pág. 330) se fija como
prioridad a corto plazo la elaboración de una Recomendación sobre el refuerzo del papel de los administradores no
ejecutivos y de los consejos de supervisión independientes.

807 La exclusión de los socios minoritarios de las tareas de gestión, como problema de gobierno corporativo, puede
plantearse en otros términos aparentemente distintos pero que, en esencia, hacen referencia a la misma cuestión.
Ese otro planteamiento muestra como objetivo evitar que la toma de decisiones dentro del consejo se concentre en
manos de una sola persona o de un grupo reducido de ellas. En estos términos se ha formulado la cuestión en el
Informe Olivencia (vid. Informe Olivencia, II, 2.2, págs. 21 a 23, en www.cnmv.es). Pero, como se ha dicho, el
problema es el mismo: si la decisión se toma por una o pocas personas, éstas serán los que controlen a la sociedad,
excluyéndose del proceso decisorio a los socios minoritarios. Precisamente, las medidas que para evitar la
concentración de poder se recomiendan en el mencionado Informe tienen que ver con la entrada en el consejo de
administración de miembros que representen los intereses del capital flotante (los accionistas ordinarios) cuyo
número debe ser equilibrado al de consejeros dominicales o representantes de los accionistas significativos.

304
dominicales y el resto del capital808, o simplemente que el consejo de administración, a través de
los consejeros, represente el mayor porcentaje de capital posible809; (ii) que se creen comisiones
especializadas con funciones decisorias o bien de preparación de los acuerdos del consejo de
administración a fin de reforzar la garantía de objetividad [y reflexión] de tales acuerdos 810; y (iii)
que se diferencie entre distintos tipos de consejeros que aseguren la tutela de los intereses de
los socios no representados en el consejo811. Analizadas con perspectiva cooperativa estas tres
recomendaciones, resulta, como se expondrá seguidamente, que los objetivos de gobierno
corporativo que persiguen están ya cubiertos con la composición y competencias de un órgano
que desde siempre ha existido en las sociedades mutualistas: la asamblea general. Y la
conclusión es evidente: la medida de gobierno corporativo a adoptar no será el experimento de
nuevas figuras orgánicas, sino la potenciación de los órganos ya existentes.

(i) Para atender a la primera de las recomendaciones apuntadas, el consejo rector


debería tener un número de componentes adaptado --no idéntico-- al número de socios de la
cooperativa. Y aún así sería un órgano ineficaz para la tutela de todos los socios, pues por muy
elevado que fuera el número de consejeros, como no se regula en las Leyes de cooperativas un
sistema proporcional para la elección de los miembros del consejo rector, sino que éstos se
elegirán por mayoría [por el mayor número de votos o por la mayoría absoluta], no puede
garantizarse la presencia en el consejo rector de toda la masa social. En algunas Leyes de
cooperativas se contempla un sistema de reserva de puestos en el consejo rector para su
designación entre colectivos de socios determinados estatutariamente. Con alguna diferencia de
una Leyes a otras, el sistema consiste en habilitar a los estatutos sociales para que prevean que
la composición del consejo rector refleje la diversidad de los socios en atención a distintas
circunstancias --distinta implantación geográfica, diversas actividades desarrolladas por la
sociedad, o tras circunstancias objetivas.--, estableciendo las correspondientes reservas de
vocalías, sin que puedan afectar a los cargos de presidente, vicepresidente o secretario 812. Este
sistema ni siquiera forzando su aplicación resuelve el problema de la representación de la
minoría de socios. Cuando los colectivos de socios beneficiarios de la reserva se determinen por
razones de carácter objetivo, podría admitirse, apurando la aplicación de la norma, que a efectos
de obtener reserva de puesto en el consejo tales colectivos se formen en función del número de
votos que a cada socio corresponda --el número de votos sería el dato objetivo con arreglo al
cual agrupar los socios--, de tal manera que haya un colectivo de socios mayoritarios y un

808 Este es el contenido de la recomendación 12 del Código Unificado de Buen Gobierno, que tiene como
antecedente el Informe Olivencia. En este último documento a la hora de perfilar el equilibrio que debe existir entre
el grupo de consejeros externos --independientes y dominicales-- echa mano del sistema proporcional de
designación de consejeros en las sociedades anónimas, que aunque de difícil aplicación en las sociedades
cotizadas, contiene “un principio regulativo de indudable valor para orientar el gobierno de la empresa” (vid. Informe
Olivencia, II, 2.2, págs. 21 a 23, en www.cnmv.es).

809 Vid. Informe Aldama IV, 3, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 269.

810Vid. Informe Olivencia, II, 3.6, págs. 28 a 30, en www.cnmv.es; Informe Aldama IV, 5, en Revista de Derecho de
Sociedades, págs. 269 y 270; recomendaciones 42 a 58 del Código Unificado de Buen Gobierno, págs. 31 a 37 en
www.cnmv.es; y J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, págs. 124 a
126.

Vid. Informe Aldama IV, 2, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 267-268; y J. M. GARRIDO, “El Informe
811

Winter y el gobierno societario en la Unión Europea…”, págs. 124 a 126.

812 Vid. arts. 33.II LCEstado; 45.4 LCPaís Vasco; 43.3 LCGalicia; 41.1.I LCMadrid; 47.1.II LCLa Rioja; 41.3
LCCastilla y León; 41.3 LCCataluña; 49.2.I LCIslas Baleares; 42.5 LCValencia; 49.1.II LSCMurcia; 69.1 LCAsturias y
66.2.I LCCastilla-La Mancha.

305
colectivo de socios minoritarios, a los que se atribuyan puestos en el consejo rector. Desde
luego, una norma estatutaria con el contenido expuesto carece de funcionalidad en aquella
cooperativa que adopte un sistema de voto unitario o por cabezas, y sería legítimo sostener que,
aun cuando acogiese un sistema de voto plural, podría vulnerar la norma legal que obliga a elegir
a los consejeros por mayoría o por el mayor número de votos: no parece admisible que el
sistema legal de elección de los consejeros por mayoría o por mayor número de votos pueda
albergar un sistema estatutario de reserva de consejeros basado en criterios de titularidades de
votos813. Pero, insistimos, aun apurando la interpretación de la norma y conscientes de que su
ámbito propio es solo el de la asamblea general con voto plural, el sistema de reserva de
puestos no es ninguna solución al problema de representatividad del consejo rector. En primer
lugar, porque este sistema no se impone de forma obligatoria, sino que se presenta como una
opción libremente recogida por las cooperativas en sus estatutos, de manera que, a lo sumo,
sería una solución parcial, aplicable solo en las sociedades cooperativas cuyos estatutos la
recojan. Y, en segundo lugar, porque dentro de cada colectivo la elección del o de los consejeros
reservados debe hacerse por mayoría, con lo que vuelven a quedar fuera las minorías [en este
caso ya minoritarias]. Además, es del todo inoperante respecto a los cargos de presidente,
vicepresidente y secretario del consejo rector --claves en el funcionamiento de la cooperativa--
sobre los que en ningún caso se pueden establecer reservas.

En la misma línea de reflejar en el consejo rector todos los sectores de socios, se


colocan aquellas sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado que, acogiendo un
sistema omnisubjetivo, voluntariamente hacen coincidir el número de miembros del consejo
rector con el número de entidades socias, para que la asamblea general, previos los tratos
preliminares correspondientes, nombre consejero a un candidato de cada entidad socia. En los
estatutos sociales figurará el número de miembros del consejo rector, pero este singular proceso
de nombramiento en el que cada entidad socia tiene un consejero en el consejo rector, solo
puede tener la eficacia de un pacto parasocial, y como tal no oponible a la sociedad cooperativa,
no pudiendo regularse con carácter vinculante ni en los estatutos sociales ni en el reglamento de
régimen interno. Una previsión así violará el sistema de mayorías previsto por las Leyes para la
elección de consejeros. Además solo es viable en sociedades cooperativas de segundo o ulterior
grado de reducido número de socios, e ilegal cuando se supere el número máximo de miembros
del consejo rector que, en su caso, fije la correspondiente Ley de cooperativas 814. Incluso allí
donde pueda aplicarse entraña un grave riesgo de sobreatribución de poder societario, por la
desproporción que se daría entre la actividad cooperativizada realizada o el número de socios de
813El precedente legal abunda en esta idea: la derogada Ley general de cooperativas de 1987 no contemplaba el
número de votos de cada socio como criterio para conformar los colectivos de socios a los que se le reservarían
puestos en el consejo rector, sino que establecía como criterios de agrupación de los socios para obtener reserva de
puestos en el consejo rector la zona geográfica, las actividades cooperativizadas diferenciadas, y las distintas
categorías profesionales de los socios trabajadores o de trabajo (art. 55.2).

Cuando el colectivo de socios al que se reserva uno o varios puestos en el consejo rector se determine
“objetivamente” (así sucede en los arts. 33.II LCEstado; 41.1.I LCMadrid; 47.1.II LCLa Rioja; 69.1 LCAsturias y
66.2.I LCCastilla-La Mancha.) podría entenderse que uno de tales criterios objetivos es el del número de votos, de
manera que cuando no se supere por un socio un número concreto de votos, formaría parte de un grupo al que se
reserva uno o varios puestos en el consejo. Pero cuando las Leyes solo permitan que los estatutos prevean
expresamente como criterio de agrupación de los socios la zona geográfica, la actividad económica, las secciones
de la cooperativa o las categorías profesionales en las de trabajo asociado (vid. arts. 43.3 LCGalicia; 41.3 LCCastilla
y León; 41.3 LCCataluña; 49.2.I LCIslas Baleares y 42.5 LCValencia), ya no es aplicable este sistema para reservar
consejeros a la minoría.

814Quince es el número máximo de consejeros que señalan las Leyes estatal (art. 33.I), madrileña (art. 41.1),
murciana (art. 49.2) y asturiana (art. 69.1); y once la balear (art. 49.1).

306
la entidad socia y el poder de decisión atribuido, por cuanto que en el consejo rector el voto es,
con carácter general, por cabezas --un consejero un voto-- mientras que en la asamblea general
de la cooperativa suprabásica el voto, frecuentemente, es plural. De esta manera, en el consejo
rector de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado tendría el mismo poder social la
entidad socia que más actividad cooperativizada realice, que aquélla que realice menos. Esta
circunstancia altera el sistema de órganos diseñado por las Leyes y estatutos sobre la base de
un consejo rector con voto unitario y una asamblea general con voto plural.

En definitiva, en lugar de forzar la composición de los consejos rectores para expandir su


representatividad, parece mejor medida de gobierno corporativo fijarse en la asamblea general
como órgano de máxima representatividad y potenciar aquellas de sus competencias que
guarden más relación con las del consejo: las de gestión y las de control de la gestión 815.

(ii) La incorporación al sistema de órganos sociales cooperativos de comisiones --cada


una con su composición y funciones-- plantea una amalgama de cuestiones que, por orden, se
analizan seguidamente.

a) Las comisiones especializadas, siguiendo las recomendaciones que los expertos han
formulado a propósito de las sociedades cotizadas816, serían la comisión ejecutiva o delegada, la
de auditoría, la de nombramiento y retribuciones y, en algunos informes, la de estrategia e
inversiones. De ellas solo la primera ostentaría funciones de gestión y administración817,
mientras que a las tres restantes les corresponderían tareas de informe y propuesta al consejo
rector sobre sus respectivas materias.

La eficacia de este tipo de comisiones, como instrumentos de gobierno societario en las


cooperativas, es, cuando menos, cuestionable. Si se analiza detenidamente su composición se
aprecia como tratan de reproducir, a menor escala, la correlación de fuerzas de la junta general
[asamblea general, en sede cooperativa]. De esta manera, la comisión ejecutiva ha de tener una
composición similar a la del propio consejo818, el que, a su vez, debe representar el mayor
porcentaje de capital posible819 o la proporción entre el capital de control --accionistas

815Esta ha sido la opción legislativa adoptada por la Ley de sociedades cooperativas especiales de Extremadura en
cuyo artículo 9.1 considera a la asamblea general como órgano “competente para adoptar acuerdos en materias de
gestión ordinaria”.

816Vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre


modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 326; Informe Olivencia, II, 3.5 y 3.6, págs. 28 a 30, en
www.cnmv.es; Informe Aldama IV, 5, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 269 a 270; y recomendaciones
42 a 58 del Código Unificado de Buen Gobierno, págs. 31 a 37 en www.cnmv.es;

817La existencia en el seno del consejo rector de una comisión ejecutiva y de uno o varios consejeros delegados
esta prevista para algunas cooperativas por su normativa reguladora (vid. arts. 36.1 LCEstado; 46.5 LCPaís Vasco;
40 LCAragón; 42.5 LCMadrid; 53 LCIslas Baleares 48 LCValencia; 7.3 y 52.1 LSCMurcia; 55
LCréditoCooperativoExtremadura; 66.10 RRSCExtremadura; 69 LCCastilla-La Mancha y 40 LSCAndalucía). La Ley
asturiana solo prevé la figura del consejero delegado --uno o varios con actuación indistinta o mancomunada--. (art.
71).

818Vid. Informe Olivencia, II, 3.5, pág. 28, en www.cnmv.es; Informe Aldama IV, 5, en Revista de Derecho de
Sociedades, pág. 269; y recomendación 42 del Código Unificado de Buen Gobierno, pág. 31 en www.cnmv.es.

819 Vid. Informe Aldama IV, 3, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 269.

307
significativos-- y el capital flotante --accionistas ordinarios-- existente en la junta general820, por lo
que de forma elíptica la comisión ejecutiva es reflejo de la junta general. Por su parte, la
comisión de auditoría y control o comité de auditoría821 lo que persigue, con su composición, es
concentrar las fuerzas de control del ejercicio del poder societario, puesto que, de un lado, está
integrada por consejeros que, aunque ejercen la gestión, su misión clave es fiscalizarla 822 --los
externos o no ejecutivos823--, y, de otro, mantiene una proporción entre consejeros dominicales e
independientes similar a la del propio consejo824, consejeros que, a su vez, representan a los
accionistas mayoritarios y minoritarios, respectivamente825. Lo mismo cabe decir de la comisión
de nombramiento y retribuciones cuyos miembros serán designados por el consejo de entre los
consejeros externos y siguiendo las proporciones del mismo826. Y, en fin, análoga conclusión
debe obtenerse con relación a la comisión de estrategia e inversiones, que, aunque los informes
de los expertos no diseñen su composición, parece lógico que también trate de reflejar la
existente en la junta general.

Si al dato de la composición refleja de las comisiones especializadas, se añade la doble


circunstancia de que la asamblea general de la mayoría de las sociedades cooperativas,
especialmente de las de segundo o ulterior grado, puede tener un funcionamiento muy ágil --por
su adecuado número de socios y por el carácter activo de los mismos-- y de que los socios son
los más preocupados por dotar de valor a su actividad cooperativizada --luego son los más
preocupados en velar por sus intereses y por los intereses de los demás sujetos afectados por la
actividad de la cooperativa, en la medida que les beneficie--, debe ponerse en cuestión la
necesidad en la órbita de las cooperativas de comisiones con la misma correlación de fuerzas
sociales que la asamblea general. No debe ser necesario que entre el socio y el ejecutivo de la

820 Vid. recomendación 12 del Código Unificado de Buen Gobierno, que tiene como antecedente el Informe Olivencia
II, 2.2, págs. 21 a 23, en www.cnmv.es.

821Este órgano es obligatorio en las entidades emisoras de valores admitidos a negociación en mercados
secundarios oficiales de valores, denominándose comité de auditoría (disposición adicional decimonovena de la
LMV).

822 El Informe Aldama precisa que debe evitarse “la interpretación de que hay un grupo de consejeros, los llamados
independientes, cuya función pudiera parecer que es únicamente la de controlar a los restantes miembros del
consejo o la de representar a los accionistas minoritarios” (IV, 2.1, en Revista de Derecho de Sociedades, cit., pág.
268). Pero es indudable que aunque no se dediquen únicamente a la tarea de control, sino que también participen
conjuntamente con sus compañeros en las funciones ejecutivas, su principal misión es embridar a los consejeros
ejecutivos, como lo demuestra la composición --consejeros externos o no ejecutivos-- y las competencias --control
contable y controles y poderes sobre los auditores externos e internos-- de la comisión de control y auditoría (vid.
Informe Aldama IV, 5.2, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 270).

823 La disposición adicional decimonovena de la LMV señala que “los miembros del Comité de Auditoría serán, al
menos, en su mayoría, consejeros no ejecutivos del Consejo de Administración o, en el caso de órgano equivalente
al anterior, miembros del mismo que no posean funciones directivas o ejecutivas en la entidad, ni mantengan
relación contractual distinta de la condición por la que se les nombre”. Las recomendaciones aconsejan que todos
los miembros de este órgano sean consejeros externos (vid. Informe Aldama, IV, 5.2., en Revista de Derecho de
Sociedades, pág. 270; y recomendación 44 del CUBG, pág. 33 en www.cnmv.es).

824Vid. Informe Olivencia, II, 4.2, pág. 29, en www.cnmv.es; e Informe Aldama IV, 5.2, en Revista de Derecho de
Sociedades, pág. 270.

825Vid. Informe Olivencia, II, 2.2, pág. 22, en www.cnmv.es; Informe Aldama IV, 2.1, en Revista de Derecho de
Sociedades, pág. 268; y epígrafes 4 y 5 del apartado III del Código Unificado de Buen Gobierno, págs. 38 a 40, en
www.cnmv.es.

826 Vid. Informe Aldama IV, 5.3, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 270.

308
cooperativa --consejero, gerente o ejecutivo-- existan órganos intermedios que ejerzan el control
como agentes de un principal (los socios)827. Las funciones de control sobre la gestión ejecutiva
del consejo rector, gerente y directivos de la cooperativa pueden ser ejercidas en la sociedad
cooperativa por la asamblea general828. Y por eso mismo debe afirmarse como elemento de
827Este vacío entre el accionista y la gestión sí existe en las sociedades de propiedad accionarial dispersa, donde el
socio no tiene la capacidad de controlar estrechamente la administración de la sociedad por falta de información y
de recursos. El relleno de este vacío es función de los consejeros no ejecutivos en la estructura monista del órgano
de administración, y de los consejeros supervisores en las estructuras dualistas del órgano de administración (vid. J.
M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 123).

828De hecho en las Leyes españolas de cooperativas, como regla general, no existen órganos ad hoc de control de
la gestión del consejo rector. Son excepciones, por ejemplo, las Leyes vasca, valenciana, castellano-manchega y
andaluza.

En la Ley vasca, el órgano de control, denominado comisión de vigilancia, cuyos miembros son elegidos por la
asamblea general [art. 31.3.a)] solo es obligatorio en cooperativas cuyo número de socios sea igual o superior a cien
(art. 50.1). La comisión de vigilancia no puede intervenir directamente en la gestión de la cooperativa, ni representar
a ésta ante terceros (art. 52). Sus funciones básicas son a) revisar las cuentas anuales y emitir un informe
preceptivo sobre las mismas y sobre la propuesta de distribución de excedentes o de imputación de pérdidas antes
de que sean presentadas a la asamblea general, salvo que la cooperativa viniese obligada a someter sus estados
financieros a una auditoría de cuentas; b) revisar los libros de la cooperativa; c) convocar la asamblea general
cuando lo estime necesario en interés de la cooperativa y los administradores hubiesen desatendido, en los plazos
establecidos, la petición previamente dirigida a los mismos por los socios; d)supervisar y calificar la idoneidad de los
escritos de representación y, en general, resolver las dudas o incidencias sobre el derecho de acceso a las
Asambleas; e) impugnar los acuerdos sociales; f) informar a la asamblea general sobre aquellas situaciones o
cuestiones concretas que la misma le hubiese sometido; g) vigilar el proceso de elección y designación, por la
asamblea general de los miembros de los restantes órganos; y h) suspender a los administradores que incurran en
alguna de las causas de incapacidad o prohibición y adoptar, en su caso, las medidas imprescindibles hasta la
celebración de la asamblea general (art. 53.1).

En la valenciana, su artículo 45 regula un órgano denominado comisión de control de la gestión con carácter
voluntario --solo existe si los estatutos sociales lo prevén--, cuyos miembros, entre tres y siete, son elegidos por la
asamblea general, y cuyas funciones son examinar la marcha de la cooperativa, las directrices generales y las
decisiones concretas adoptadas por el consejo rector, el consejero delegado o comisión ejecutiva y el director;
advertir a éstos sobre su conformidad o no con la política fijada por la asamblea general y los criterios de una buena
gestión empresarial, e informar por escrito, en el momento que consideren oportuno a la asamblea general y, en
todo caso, a la asamblea general ordinaria. Para el desarrollo de sus tareas, dicha comisión podrá recabar y
examinar, en todo momento, la documentación y contabilidad de la cooperativa.

En la Ley castellano-manchega, su artículo 72 regula posibilidad de que los estatutos sociales prevean la
designación de una comisión de intervención o de control de la gestión, compuesta por un número entre tres y siete
socios, elegidos por la asamblea general para un período de tres a seis años, los cuales no podrán formar parte
simultáneamente del órgano de administración ni ostentar la condición de director/a de la cooperativa. Será
competencia de esta comisión examinar la marcha de la cooperativa, las directrices generales y las decisiones
concretas adoptadas por el órgano de administración, el consejero/a delegado o comisión ejecutiva y el director/a;
advertir a estos sobre su conformidad o no con la política fijada por la asamblea general y los criterios de una buena
gestión empresarial, e informar por escrito, en el momento que consideren oportuno a la asamblea general y, en
todo caso, a la asamblea general ordinaria. A tal fin, dicha comisión podrá recabar y examinar, en todo momento, la
documentación y contabilidad de la cooperativa.

Y en la Ley andaluza, el artículo 43 prevé que los estatutos podrán prever la existencia de un comité técnico,
delegado de la asamblea general, fijando su composición y su régimen de funcionamiento, integrado, al menos, por
tres miembros elegidos en votación secreta por la asamblea general de entre los socios sin perjuicio de que los
estatutos prevean la existencia de un asesor de carácter externo. Para dotarlo de independencia respecto de los
administradores, y sin perjuicio de que el periodo de mandato oscilará entre los dos y seis años, en función de lo
que estatutariamente se determine, la duración de su mandato no podrá ser coincidente con el correspondiente al
órgano de administración. Se señalan como funciones del comité técnico las de seguimiento y control, resolución de
reclamaciones, resolución de apelaciones, garantía, e información.

309
gobierno societario la retención de los poderes de control en manos del socio, del que
originariamente proceden, o, cuando menos, que los poderes de control del consejo rector y, en
su caso, de sus comisiones vicarias, sobre los ejecutivos --consejeros o no-- no excluyan los de
control por la asamblea general.

No debe sorprender que en la sociedad cooperativa, atendiendo a sus peculiaridades --


básicamente, participación económica y participación orgánica--, la asamblea general sea
competente para controlar la gestión ejecutiva o que este control sea una competencia
compartida con el consejo rector, pues la adaptación de la estructura orgánica, y por lo tanto
también de las competencias de los órganos, a las peculiaridades de la sociedad encaja
perfectamente en los actuales planteamientos de flexibilidad de las regulaciones del órgano de
administración829.

Una solución atípica aparece en las Leyes vasca (art. 125) y castellano leonesa (art. 127), en las que las
corporaciones cooperativas, aquellas agrupaciones empresariales que, constituidas mayoritariamente por
cooperativas de primer y segundo grado, tienen por objeto la definición de políticas empresariales, su control y, en
su caso, la planificación estratégica de la actividad de sus socios, así como la gestión de los recursos y actividades
comunes, deben distribuir las facultades de administración entre un consejo de control y un órgano de dirección,
unipersonal o colegiado. Las facultades del consejo de control se centran en designar y revocar a los miembros de
la dirección, fiscalizar la gestión realizada por la dirección, ostentar las facultades referidas a la admisión y baja de
socios y a la aplicación del régimen disciplinario y autorizar los actos de administración extraordinaria determinados
según los criterios básicos estatutarios; y las de la dirección son, naturalmente, las funciones gestoras y directivas
de la corporación cooperativa y la representación de ésta ante terceros.

De alcance concreto es la comisión de control en las sociedades cooperativas de crédito prevista en la Ley
[extremeña] de crédito cooperativo (art. 57), cuyos miembros son nombrados por la asamblea general [art. 36.2, a)].
La comisión de control tiene por objeto cuidar de que la gestión del consejo rector se cumpla con la máxima eficacia
y precisión, dentro de las líneas generales de actuación señaladas por la asamblea general y de las directrices
emanadas de la normativa financiera (art. 57), para lo que la Ley (art. 58) la asigna las siguientes funciones: a)
efectuar el seguimiento y análisis de la gestión económico-financiera de la entidad, elevando a la asamblea general
y a la Consejería competente en materia de crédito de información semestral sobre la misma; b) estudio de la
censura de cuentas que resuma la gestión del ejercicio y la consiguiente elevación a la asamblea general del
informe que refleje el examen realizado; c) informar a la asamblea general y a la Consejería sobre la gestión del
presupuesto del fondo de educación y promoción, así como vigilar el cumplimiento de las inversiones y gastos
previstos. d) Informar a la Consejería sobre el nombramiento y cese del director general y, en su caso, del
presidente ejecutivo; e) informar sobre cuestiones o situaciones concretas a petición de la asamblea general y de la
Consejería; f) vigilar el proceso de elección y designación de los miembros de los órganos de gobierno, informando
al respecto a la Consejería; g) elevar a la asamblea general informe relativo a su actuación; h) proponer a la
Consejería y a la autoridad económica financiera, que resolverán dentro de sus respectivas competencias y sin
perjuicio de las acciones que procedan, la suspensión de los acuerdos del consejo rector, de la comisión ejecutiva,
del presidente y del director general cuando ejerzan funciones delegadas por el consejo, en el supuesto de que
aquéllos vulneren las disposiciones vigentes o afecten injusta y gravemente a la situación patrimonial, a los
resultados o al crédito de la cooperativa de crédito o de sus impositores o clientes, o a los intereses sociales que
presiden su actuación; e i) requerir al presidente la convocatoria de la Asamblea General con carácter
extraordinario, en el supuesto previsto en el apartado h) anterior. Funciones a las que se añade la de convocar la
asamblea general (art. 40.2.I).

Distinta de las comisiones especializadas propuestas por los Informes sobre buen gobierno, es la figura del consejo
de directores o gerentes que para las cooperativas de segundo o ulterior grado prevé el artículo 39.2 de la Ley
navarra. Su singularidad radica en que está compuesto no por miembros del órgano de administración sino por
mandatarios o apoderados de la cooperativa.

829Actualmente se quiere dejar en manos de las sociedades la elección del sistema de consejo de administración --
modelo monista o dualista-- que mejor se adapte a sus necesidades. La Comisión Europea, al analizar la
recomendación del Informe Winter sobre la concesión, al menos, a las sociedades cotizadas de la posibilidad de
elegir entre una estructura unitaria y una estructura dual del órgano de administración, se mostró favorable a la idea
de dejar libertad de organización a las empresas, aunque para ser cautelosa en este terreno, se propuso hacer un
seguimiento a medio plazo de la adaptación de los Derechos nacionales al Reglamento y a la Directiva Europea

310
b) La reflexión sobre las soluciones organizativas experimentadas en otros tipos
societarios y sobre la conveniencia o no de su traslado a las cooperativas ha llegado a
adentrarse en el consejo de vigilancia830.

La estructura dualista del órgano de administración en aquellos ordenamientos jurídicos -


-p. ej., alemán y austriaco-- en los que así está diseñado, cumple, entre otras, una finalidad de
corrección del poder societario, consistente, en esencia, en que el consejo de vigilancia controla
la actividad llevada a cabo por el consejo de administración. La composición del consejo de
vigilancia --obviamente inferior a la de la junta general de socios-- y su funcionamiento --mucho
más ágil que la de esta última-- hacen de él un efectivo órgano de control. Junto al dato general
de que la existencia de un consejo de vigilancia ni garantiza que la dirección esté efectivamente
controlada ni es el único medio de asegurar el control 831, se coloca el dato cooperativo de la
existencia de técnicas de control basadas en la participación de los socios.

sobre el Estatuto de la Sociedad Europea. (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo,
de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en
la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 326).

En cualquier caso, y como prueba de la flexibilidad orgánica apuntada, lo que no resulta aconsejable es hacer
obligatorio en Europa ninguno de los dos sistemas, ni el dualista ni el monista (vid. J. M. GARRIDO, “El Informe
Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”..., pág. 123).

La libertad de opción entre un sistema de administración monista o dual, haciéndolo constar en los estatutos
sociales, se reconoce actualmente a las sociedades anónimas europeas que tengan domicilio en España (art. 327
TRLSA, en la redacción dada por la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, sobre la sociedad anónima europea
domiciliada en España). Las razones de esta libertad casan perfectamente con la recomendación del Informe Winter
y la posición oficial de la Unión Europea. La exposición de motivos de la mencionada Ley 19/2005 plantea como
“uno de los problemas de mayor complejidad” para el legislador español a la hora de adoptar las medidas
normativas necesarias para garantizar la efectividad de las normas de aplicación directa contenidas en el
Reglamento (CE) núm. 2.157/2001 del Consejo, de 8 de octubre de 2001, por el que se aprueba el Estatuto de la
Sociedad Anónima Europea, “el de si las sociedades anónimas europeas que se constituyan en España tenían que
adoptar necesariamente el <<sistema monista>> de administración --que es el sistema tradicional de las sociedades
anónimas españolas-- o si, por el contrario, podían optar por el <<sistema dual>>, caracterizado por la existencia de
un órgano de control o Consejo de control y un órgano de dirección”. Y “siguiendo la interpretación del Reglamento
comunitario que no solo parece más conforme a los postulados de los que parte este Texto Normativo, sino también
más flexible” resuelve el problema planteado considerando “que la opción entre <<sistema monista>> y <<sistema
dual>> debe concederse a todas las sociedades anónimas europeas, razón por la cual [la Ley] contiene algunas
normas para aquellas sociedades que organicen la administración mediante una <<dirección>> y un <<Consejo de
control>>.

Pero también se plantea el legislador español si la opción “debía ser específica de las sociedades anónimas
europeas o si debía generalizarse a todas las sociedades anónimas que se constituyan en España como, incluso ya
antes de la publicación del Reglamento, habían permitido otros ordenamientos jurídicos de nuestro entorno”, y
decide respetar “la solución tradicional del Derecho español” y no “generalizar esta opción estatutaria a las demás
sociedades anónimas españolas”. Pero no es una solución inamovible dado que el legislador está “a la espera de
que la práctica permita apreciar si las sociedades anónimas europeas que se constituyan en España prefieren el
<<sistema monista>> o el <<sistema dual>> y, este último caso, cuáles son los principales problemas operativos de
este nuevo modelo de organización” (exposición de motivos de la Ley 19/2005).

830Defiende la implantación en las cooperativas de un consejo de vigilancia A. Rigido, “Problemi e proposte di


cooperative governance”…, pág. 6.

831Vid. A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de
sociedades anónimas”..., 164.

311
Específicamente, en el caso de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado esta
función de control es eficazmente desempeñada por la asamblea general, por análogas razones
que las expuestas a propósito del consejo de vigilancia: su reducida composición en
comparación con el número de socios de las entidades socias --incluso puede tener menos
miembros que el consejo rector-- agiliza de tal manera su funcionamiento --principalmente a
través de la técnica de la asamblea universal de representantes-- que la hace estructuralmente
adecuada para ser el órgano funcionalmente permanente832 de control del consejo rector. Estas
notas relativas a la agilidad del funcionamiento de la asamblea general también se aprecian en
todas las sociedades cooperativas de primer grado de mediano o reducido número de socios.

Es, así mismo, desaconsejable la incorporación al sistema de órganos sociales de la


cooperativa de primer grado de la figura del consejo de vigilancia. No es necesario en sede
cooperativa inventarse como instrumento de gobierno corporativo un consejo de vigilancia para
colocarlo al lado de la asamblea general. La composición de ésta y sus competencias superan,
como instrumento de buen gobierno, al consejo de vigilancia: en el control que ejerce la
asamblea participan directamente los socios y no los delegados de los socios que formarían el
consejo de vigilancia; participan además todos los socios lo que supone un plus con respecto al
objetivo de que los miembros del consejo de vigilancia sean elegidos por sistema proporcional
para asegurar la representación de la minoría; la asamblea general tiene plenos poderes de
inspección y examen del patrimonio y de la contabilidad; es la competente para nombrar y
revocar a los miembros del consejo rector y para exigirles responsabilidad, sin que aparezcan
razones que justifiquen la atribución de esta función a un consejo de vigilancia; y, en fin, debe
autorizar los actos de gestión extraordinaria, y puede impartir instrucciones al consejo rector e,
incluso, realizar actos de gestión ordinaria.

Incluso en las sociedades cooperativas de primer grado de mayor tamaño el Derecho de


sociedades cooperativas ofrece una solución alternativa al consejo de vigilancia, basado en la
asamblea general. Se trata del doble mecanismo de juntas preparatorias, primero, y de
asamblea general de delgados, después, que, cuando exista, proporciona un relativamente ágil
sistema de control de la gestión, con el importante añadido de que mediante él, aunque a través
de delegados, se ejerce el control sobre el consejo rector y los ejecutivos con toda la batería de
competencias de la asamblea general.

Si bien las funciones de control de la gestión puede ser realizada por la asamblea
general de la misma manera que la haría el consejo de vigilancia, no son los mismos los
intereses que ejercen el control en uno y en otro órgano. En el consejo de vigilancia además de
representantes de los socios hay representantes de los trabajadores; la presencia de los
trabadores de la cooperativa lleva el interés laboral a las decisiones de este órgano. Como se ha
dicho, el modelo dualista, al recoger la participación de los trabajadores en la gestión y en su
control, está al servicio de la cogestión833. Esta doble composición del consejo de vigilancia hace
incomparable su función de control con esta misma función atribuida a la asamblea general.
Incluso de esta forma, la participación laboral en la gestión social cuenta en las cooperativas con

832 En sentido riguroso, la asamblea general como la junta general de las sociedades anónimas y limitadas, es un
órgano no permanente por cuanto los socios solo “esporádicamente se reúnen en junta” (vid. R. URÍA, Derecho
Mercantil…, pág. 313), pero si ofrece un funcionamiento ágil y sus reuniones pasan a ser frecuentes, en poco se
diferencia de la manera de actuar del consejo de vigilancia --de hecho el consejo de vigilancia vasco solo existe en
cooperativas con cien o más socios, donde la asamblea general es un órgano poco eficiente para el control--.

833A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de sociedades
anónimas”..., pág. 163.

312
el instrumento del vocal del consejo rector en representación de los trabajadores, más directa,
que la participación vigilante del consejo, aunque adolezca de debilidad834.

c) En definitiva, el sistema de órganos de las sociedades cooperativas es en estos


momentos suficiente para el ejercicio del poder societario y para su control. Incluso, a la vista de
la relación de competencias entre los órganos de las sociedades cooperativas no sería
aconsejable la desconcentración de funciones en órganos ad hoc. La asamblea general retiene
su competencia de gestión o de impartir instrucciones de gestión al consejo rector y su
competencia de control; el consejo asumiría, además de las clásicas competencias de gobierno,
administración y representación, las tareas de informe y preparación de los acuerdos de gestión
de la asamblea general --que encajan, sin duda, en las de administración--. Como colaborador
permanente de la asamblea en las funciones de control emerge la clásica figura cooperativa de
los interventores835. Y, si para una cooperativa concreta, fueren necesarios órganos de

834 Sobre esta tímida cogestión en las cooperativas vid. infra 2.4.2.4 del capítulo segundo de la segunda parte.

835 A pesar de lo indicado, no puede establecerse una correlación exacta entre la figura de los interventores y la
comisión de auditoría y control. Ni en su naturaleza, ni en su composición, ni en sus competencias son equivalentes.
Los interventores son un órgano social; cuyos miembros han de ser socios, salvo excepciones [p. ej., la LCEstado
(arts. 38.3 y 77.2) permite que sean elegidos entre expertos independientes cuyo número no podrá exceder de un
tercio del total de interventores], elegidos por la asamblea general; y con competencias de fiscalización de las
cuentas anuales atribuidas por la Ley cuyo ejercicio determina la legalidad del acuerdo de aprobación de las
cuentas. Por su pare la comisión de auditoría no es, con rigor, un órgano social; sus miembros, que son designados
por el consejo de administración, no han de ser socios; y si falta su informe no parece que comunique vicios de
irregularidad al acuerdo de la junta sobre la aprobación de las cuentas.

La existencia de los interventores no es una cuestión pacífica ni en la doctrina ni en la práctica cooperativa.


Probablemente, el mantenimiento de la figura de los interventores en las Leyes se deba más a la inercia legislativa
de respetar en las cooperativas la tradición secular de contar con un órgano interno de censura de las cuentas, que
a verdaderas necesidades prácticas sentidas por estas sociedades. De hecho la función de fiscalización de la
contabilidad difícilmente podrá ser desarrollada con eficacia por unos socios que con frecuencia carecerán de las
nociones contables necesarias para examinar las cuentas anuales, y que adolecen del carácter externo e
independiente de que gozan los auditores de cuentas. El Tribunal Supremo ha tenido ocasión de analizar estas
cuestiones, declarando [en un caso en el que una persona diplomada en ciencias empresariales solicitó al Instituto
de Contabilidad y Auditoría de Cuentas su inscripción en el Registro Oficial de Auditores de Cuentas, aportando,
para justificar el requisito de la formación práctica, unos certificados expedidos por dos sociedades cooperativas --
una de ellas de crédito-- acreditativos de que había desempeñado el cargo de interventor de cuentas en ambas
cooperativas] que no cualquier trabajo en el ámbito financiero y contable de las cuentas anuales habilita para la
formación práctica requerida a los efectos del ROAC, sino solo el consistente en la revisión y verificación de
documentos contables para la emisión de un informe, pues ésta y no otra es la que propiamente constituye la
auditoría de cuentas; y, además, no cualquier auditoría de cuentas, sino la externa e independiente, es decir, la
realizada sobre entidades distintas de la propia, dato del que carecen los interventores de cuentas que son órganos
[internos] de las cooperativas (S.T.S., Sala 3ª, de 30 de enero de 1996 [Contencioso-Administrativo] --Ar. RJ
1996\660--).

Consciente de estas limitaciones algunas Leyes han tratado de, a la vez que respetan la tradición de lo
interventores, adaptar su régimen jurídico a la realidad de las cooperativas. Así, por ejemplo, la LSCExtremadura
contiene una regulación que, con base en tres ejes, flexibiliza el perfil tradicional de los interventores. En primer
lugar, consciente de las dificultades que entraña la tarea de revisar las cuentas anuales la Ley no regula
específicamente la responsabilidad de los interventores, a los que les será de aplicación el mismo régimen de
incapacidades, de incompatibilidades y de retribuciones que a los miembros del consejo rector (art. 44.2), pero no el
de responsabilidad. En segundo lugar, para facilitar su tarea de control económico de la sociedad cooperativa, se les
reconoce el derecho de asistir a las sesiones del consejo rector, con voz pero sin voto, a cuyos efectos serán
previamente convocados, mientras se estén tratando los asuntos del orden del día de los que se deriven o puedan
derivarse obligaciones de contenido económico para la sociedad cooperativa (art. 44.4), lo que les permitirá la toma
inmediata y cotidiana de contacto con aquellos asuntos que después tendrán reflejo en la contabilidad. Y, en tercer
lugar, hay casos en que se les exime de la censura de cuentas, concretamente en los ejercicios económicos en que,
por disposición legal o estatutaria, las cuentas anuales hayan de someterse a auditoría externa, no será preciso,

313
asesoramiento especial, bastará con acudir a la vieja solución del Derecho de cooperativas: que
tales órganos se creen en los estatutos o por acuerdo de la asamblea general o del consejo
rector836.

d) Efectivamente, en las sociedades cooperativas pueden existir comisiones de carácter


consultivo o asesor, creadas en los estatutos837, creadas en los estatutos o por acuerdo de algún
órgano social838, o creadas por acuerdo de la asamblea general o del consejo rector --cuando las
Leyes no reserven esta materia a los estatutos839--. En este último caso, el consejo rector puede
crear en su seno comisiones al amparo de su competencia de gestión. Estas comisiones podrían
reproducir las recomendadas por los expertos. Sin embargo, la necesidad de comisiones del
consejo rector no está del todo clara en las sociedades cooperativas. Como en estas
cooperativas la asamblea general asume, como medida de gobierno corporativo, un relevante
papel gestor, el escenario orgánico es distinto: el consejo rector sería la comisión ejecutiva de la
asamblea general, y las restantes comisiones de informe y propuesta trabajarían principalmente
para la asamblea general. Incluso, una de las funciones que a un consejo rector le
correspondería desempeñar en un sistema de órganos en el que la asamblea general fuese
también gestora, sería la de asesoramiento e informe a la propia asamblea. Por lo tanto las
cuatro comisiones se resumen en una: el consejo rector.

para su aprobación por la asamblea general, el informe anual de los interventores de la sociedad cooperativa (art.
45.3).

La crítica de la falta de preparación de los interventores puede desmontarse en las sociedades cooperativas de
segundo o ulterior grado. En ellas los interventores habrán de elegirse entre los socios de las entidades socias y los
socios personas físicas, en el caso de que se admitan. Aunque solo sea por razones estadísticas, las posibilidades
de elección de un interventor cualificado aumentan cuanto mayor es el campo de elección. Además también puede
utilizarse la figura del socio de trabajo para incorporar a un experto contable que luego será elegido interventor.

836 En las sentencias de nuestros tribunales se resuelven casos en los que las cooperativas cuentan con órganos
diferentes a los previstos en las leyes con funciones también diferentes, y se exige para su reconocimiento en el
proceso que hayan sido creados por la asamblea general o por el consejo rector. Así en la SAP Murcia de 4 de
febrero de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\844) ante la existencia en una cooperativa de “la denominada Comisión de
Campo integrada por varios socios…[con] la función…consistente en la supervisión de la actuación de los socios-
cooperativistas”, y teniendo en cuenta que “la parte actora recurrente no ha acreditado que dicha Comisión de
Campo haya sido creada previo acuerdo del Consejo Rector ó de la Asamblea General, ni que sus funciones
fiscalizadoras se encuentren previstas legal o estatutariamente” concluye “que se trataría en su caso de una
decisión unilateral de determinados socios, llevada a cabo al margen de las disposiciones legales o estatutarias de
aplicación y por tanto irrelevantes e ineficaces…”.

La necesidad de previsión estatutaria para crear comisiones ha sido recogida por los artículos 19.II LCEstado; 60
837

LCLa Rioja; 56 LCCastilla y León; 67.1 y 2 LCIslas Baleares; 29 LCValencia; 35.2 LSCMurcia; 41 LCCastilla-La
Mancha y 45 LSCAndalucía.

Pero alguna Ley, como la aragonesa, especifica el tipo de comisión que los estatutos pueden crear y los requisitos
para ello: “en las cooperativas de más de cincuenta socios trabajadores o socios de trabajo, los Estatutos podrán
prever y regular la existencia de un Consejo Social, cuyas funciones básicas serán las de información,
asesoramiento y consulta del Consejo Rector en todas aquellas cuestiones relativas a la prestación de trabajo en el
seno de la cooperativa” (art. 46).

838La creación de estas comisiones en los estatutos sociales o mediante acuerdo social está prevista en el artículo
48 LCMadrid.

839 Como sucede en las Leyes vasca, extremeña, gallega, aragonesa, catalana y navarra.

314
Ahora bien, aunque las comisiones especializadas sugeridas por los informes de los
expertos se crean por el consejo y se provean entre los consejeros, en sede cooperativa no hay
inconveniente en que sean creadas por la asamblea general840, siempre que no le atribuyan las
competencias de gobierno, administración y representación que las Leyes de cooperativas
asignan a los consejos rectores, puesto que el sistema de órganos sociales, con sus relaciones y
competencias, diseñado en cada Ley es un límite a los acuerdos de la asamblea general sobre
autoorganización de la sociedad cooperativa841. La composición de estas comisiones puede ser
decidida libremente por la asamblea general, en particular no será necesario que sus
componentes sean miembros de la asamblea general, ni del consejo rector, incluso en ocasiones
será necesario o conveniente que sus miembros sean profesionales o expertos en la materia
sobre la que versen sus funciones.

e) Existe en la estructura orgánica de las cooperativas una comisión especial que no


tiene correlativo en los diseños de gobierno corporativo que los expertos hacen para las
sociedades cotizadas. Se trata del comité de recursos, órgano no necesario, cuya creación se
reserva a los estatutos sociales, y al que compete la tramitación y resolución de los recursos
contra las sanciones impuestas a los socios por el consejo rector y de los demás recursos que
establezca la ley --v. gr., contra los acuerdos del consejo rector de inadmisión de nuevos socios
o de baja obligatoria de un socio-- o los estatutos842. Es un órgano cuya existencia encuentra
fundamento en la intensa relación entre el socio cooperativista y la sociedad cooperativa

840Es más, tradicionalmente, era la asamblea general la única que podía crear este tipo de comisiones, como se
preveía en el artículo 61 de la derogada Ley 3/1987. Esta opción legislativa era tributaria del principio de democracia
cooperativa a juicio de F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 61 pág. 776.

Ahora bien, de la misma manera que el consejo rector no puede crear comisiones cuando esta materia esté
reservada por la Ley a los estatutos, tampoco lo podrá hacer la asamblea general en tales circunstancias.

841A la vista de este límite --derivado de la propia existencia del consejo rector como órgano de administración y
representación--, puede entenderse como error la previsión de la Ley valenciana acerca de la “comisiones
delegadas de la asamblea general”, cuyo nombramiento es competencia de la propia asamblea general [art.
31.1.a)]. No puede haber una comisión delega de la asamblea general con funciones de gestión y administración.
Tampoco que ejerza las competencias de la propia asamblea por delegación de ésta, dado que todas las
competencias de la asamblea son indelegables según la propia Ley (vid. art. 31.1).

De hecho, la Ley andaluza que regula la posibilidad de que estatutos puedan prever la existencia de un comité
técnico, delegado de la asamblea general, impide que aquél tenga competencias de gestión (vid. art. 43
LSCAndalucía).

842 Su existencia arranca de la Ley de cooperativas de 1987, que la recoge de la Ley vasca de 1983, como destaca
N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 70, pág. 121. Hoy está previsto en todas las
Leyes de cooperativas españolas, con un diseño análogo al expuesto (vid. arts. 44 LCEstado; 55 LCPaís Vasco; 46
LSCExtremadura; 56 LCGalicia; 45 LCAragón; 47 LCMadrid; 59 LCLa Rioja; 52 LCCastilla y León; 53 LCCataluña;
66 LCIslas Baleares; 62 LSCMurcia; 42 LCNavarra; 70 LCAsturias y 71 LCCastilla-La Mancha). En Andalucía sus
funciones son desempeñadas por el comité técnico, al que corresponde, entre otras, las de resolución de
reclamaciones y de apelaciones [art. 43.2.b) y c) LSCAndalucía]. La Ley valenciana adolece de una incoherencia en
la denominación de este órgano social, mientras que en su artículo 22 se refiere a él como “comité” de recursos, en
el artículo 52 lo hace como “comisión” de recursos.

Con respecto a las competencias que pueden corresponder al comité de recursos --que tienen como denominador
común el dato de ser competencias revisoras, dado que el Comité se estructura como una instancia de apelación--
vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 70, págs. 127 a 133.

315
derivada de la actividad cooperativizada, relación protegida por un régimen disciplinario en el que
encuentra encaje el comité de recursos. De este régimen carecen las sociedades en las que no
hay otra relación económica del socio con su sociedad que no sea la de aportar capital social.
Este órgano, es importante no solo por lo que es en el movimiento cooperativo, sino por lo que
representa fuera de él: es el ejemplo más evidente del peligro de transposición acrítica de las
soluciones de gobierno corporativo; es decir, si las sociedades de capital no precisan comité de
recursos, su sistema de gobierno corporativo no debe contar con él; y, a la inversa, las
necesidades del gobierno de las cooperativas tienen la suficiente singularidad como para que
merezcan un atención especial y como para que el uso de medias propias de otros tipos
societarios tenga que experimentar las adaptaciones que exija el tipo cooperativo, básicamente
derivadas de la mutualidad. Las singularidades a tener en cuenta son, como ya se ha repetido, la
realización por los socios de actividad cooperativizada y, su corolario, la participación de los
socios en la decisión de gestión de los asuntos sociales.

(iii) La figura del consejero no socio, como persona cualificada y experta que pasa a
formar parte del consejo rector, está ya recogida en una buena parte de las Leyes de
cooperativas españolas843, aunque con perfiles propios distintos del consejero independiente de
las cotizadas.

De entrada, su admisión ha tenido que romper con la tradición cooperativa de exigir a los
miembros del consejo rector la condición de socios844, como una manifestación de segundo
principio de la Alianza Cooperativa Internacional que postula la “gestión democrática por parte de

843 Así, se contempla la figura de los consejeros no socios para personas cualificadas y expertas en los artículos
34.2 --para las cooperativas de primer grado-- y 77.2 para las de segundo grado LCEstado; 41.1.II LCMadrid; 50.3
LCIslas Baleares y 38.2.III LSCAndalucía; o simplemente para personas no socias sin exigencias de cualificación
especial en los artículos 41.1 LCPaís Vasco --pero solo respecto de miembros del consejo rector, prohibiéndose que
el administrador único pueda ser un extraño a los socios--; 44.1 LCGalicia; 37.2 LCAragón; 48.1 LCLa Rioja; 61.1
LCAsturias y 57.1. LCCastilla-La Mancha.

No está clara la Ley catalana que al disponer que los estatutos sociales han de fijar la composición del consejo
rector teniendo en cuenta que la mayor parte de sus miembros han de ser socios que lleven a cabo la actividad
cooperativizada principal [art. 41.2.a)], parece dar a entender que la menor parte pueden ser no socios, aunque
también puede querer decir que esta minoría debe ser de socios que no lleven a cabo actividad cooperativizada
principal, esto es los socios colaboradores, que en la Ley catalana son aquellos que, sin realizar la actividad
cooperativizada principal, puedan colaborar en la consecución del objeto social de la cooperativa [art. 27.c),
primero].

Debe destacarse que la Ley vasca, en coherencia con lo que prevé para el consejo rector, también admite como
miembros de la comisión de vigilancia a terceros no socios que reúnan los requisitos de honorabilidad, cualificación
profesional y experiencia técnica o empresarial adecuados en relación con las funciones de aquel órgano, y siempre
que el número de dichos miembros no socios no exceda de la mitad del total de los de la comisión, calculada por
defecto (art. 50.2.I).

844Ni siquiera la doctrina se cuestiona la exigencia de que el consejero deba ser socio de la cooperativa. Así, por
ejemplo, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 56, pág. 690, simplemente
destaca este dato como diferencia entre las cooperativas y las sociedades mercantiles, tanto capitalistas cuanto
personalistas, y civiles, en las que, salvo disposición expresa de los estatutos o de la escritura de constitución,
pueden ser nombrados administradores quienes no son socios.

A. TATO PLAZA, “Algunas notas en torno al órgano de Administración de la sociedad cooperativa”…, págs.. 1438 y
1439, encuentra la explicación a la exigencia de obligar a que los administradores fuesen siempre socios de la
cooperativa en el principio democrático.

316
los socios”. En las cooperativas, la regla, inquebrantable hasta épocas recientes845, es que los
administradores debían ser socios, porque son los socios, que no solo aportan capital sino que
realizan actividad cooperativizada, los mejores conocedores de la marcha de la actividad
económica de la cooperativa y los que deben tener el protagonismo en el plano directivo y
técnico --colaborando con ellos el gerente y los técnicos--846. Esta regla se ha quebrantado en
dos direcciones: una, la que permite ser consejero al asociado o socio colaborador --el que
aporta capital social pero que no realiza actividad cooperativizada, o al menos no de manera
plena-- para fomentar la afluencia de capital propio a las sociedades cooperativas; y dos, la que
prescinde de exigir la condición de socio para ser consejero, con el objetivo de introducir a
expertos en la tareas cotidianas de gestión.

Distinta es también la naturaleza de este administrador en las sociedades cooperativas


que la prevista en las sociedades de capital. En las sociedades anónimas y en las de
responsabilidad limitada para ser administrador no se requiere la cualidad de socio, a menos que
los estatutos dispongan lo contrario (art. 212 TRLSC), de forma que la figura del consejero no
socio tiene un mayor amplio espectro subjetivo: un no socio puede ser consejero ejecutivo847 o
consejero dominical848, con lo que la posición de consejero no socio no está reservada a los
expertos--como en las cooperativas849--.

845 El propio legislador ha destacado que la admisión del consejero no socio supone la ruptura justificada de la
tradición autoorganicista de las cooperativas, como se hace constar en la justificación de la enmiendo núm. 172 del
Grupo Parlamentario Coalición Canaria, al artículo 34.2 del Proyecto de Ley de Cooperativas [vid. Boletín Oficial de
las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 17 de noviembre de
1998, núm. 125-7].

846Sostienen M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 296, que el fundamento
de la exigencia de la condición de socio para ser consejero, se encuentra en la propia función del órgano: gestión y
representación de intereses sociales.

847 La definición vinculante proporcionada por el Código Unificado de Buen Gobierno considera consejeros
ejecutivos a “aquellos consejeros que desempeñen funciones de alta dirección o sean empleados de la sociedad o
de su grupo. /No obstante, los consejeros que sean altos directivos o consejeros de entidades matrices de la
sociedad tendrán la consideración de dominicales. /Cuando un consejero desempeñe funciones de alta dirección y,
al mismo tiempo, sea o represente a un accionista significativo o representado en el Consejo, se considerará como
“ejecutivo” o “interno” a los exclusivos efectos de este Código. Ello no obstará para que, a otros efectos --por
ejemplo, normas sobre obligación de OPA por el accionista que controle el Consejo--, pueda considerarse como
consejero dominical” (vid, epígrafe 3 del apartado III del Código Unificado de Buen Gobierno, pág. 38, en
www.cnmv.es).

El Informe Aldama se refería a ellos como “los consejeros que poseen funciones ejecutivas o directivas en la
sociedad o en alguna de sus sociedades participadas, y en todo caso, los que mantengan una relación contractual
laboral, mercantil o de otra índole con la sociedad, distinta de su condición de consejeros [y los que] … tengan
alguna capacidad de decisión en relación con alguna parte del negocio de la sociedad, o del grupo, mediante
delegación o apoderamiento estables conferidos por el Consejo de Administración o por la sociedad,
respectivamente” (vid. Informe Aldama IV, 2.1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 268).

848 El Código Unificado de Buen Gobierno ofrece la siguiente noción de consejero dominical: “se considerarán
consejeros dominicales:/ a) Aquellos que posean una participación accionarial superior o igual a la que se considere
legalmente como significativa o que hubieran sido designados por su condición de accionistas, aunque su
participación accionarial no alcance dicha cuantía./ b) Quienes representen a accionistas de los señalados en la
letra precedente./ A los efectos de esta definición, se presumirá que un consejero representa a un accionista
cuando:/ a) Hubiera sido nombrado en ejercicio del derecho de representación./ b) Sea consejero, alto directivo,
empleado o prestador no ocasional de servicios a dicho accionista, o a sociedades pertenecientes a su mismo
grupo./ c) De la documentación societaria se desprenda que el accionista asume que el consejero ha sido designado
por él o le representa. /d) Sea cónyuge, persona ligada por análoga relación de afectividad, o pariente hasta de
segundo grado de un accionista significativo” (vid, epígrafe 4 del apartado III del Código Unificado de Buen
Gobierno, pág. 38, en www.cnmv.es)..

317
Además de su distinto perfil, no está claro que la función del consejero no socio en las
cooperativas sea la misma que la del consejero independiente en las sociedades cotizadas. Es
tradicional entender que la misión del consejero independiente en la sociedad cotizada es la de
tomar decisiones850 --o al menos supervisar de forma efectiva la toma de decisiones 851-- sobre
determinados asuntos en donde existe un riesgo obvio de conflicto de intereses para los
administradores, básicamente referidos a la remuneración, a la auditoría de cuentas y a la
selección de candidatos a consejeros852. Mientras que el diseño del consejero no socio que se
aprecia en la legislación cooperativa es la de personas cualificadas y expertas o de reconocido
prestigio, con las que persigue el asesoramiento constante al resto de consejeros en sus tareas
de gestión (arts. 34.2 --a cuyo amparo incluso podría ser secretario del consejo rector-- y 77.2
LCEstado, por ejemplo)853.

Los consejeros externos dominicales, en términos del Informe Aldama, “son los consejeros propuestos por
accionistas, individuales o agrupados, en razón de una participación estable en el capital social que, independiente
de que dé o no derecho a un puesto en el órgano de administración, se haya estimado suficientemente significativa
por el Consejo, teniendo en cuenta el capital flotante de la sociedad, para elevar su propuesta a la Junta General de
Accionistas” (vid. Informe Aldama IV, 2.1, en Revista de Derecho de Sociedades., pág. 268).

849 La configuración de esta figura como un mero consejero “no socio” era la que se contenía en el artículo 2 del
Proyecto de Ley de Cooperativas aprobado por el Gobierno [vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso
de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 27 de julio de 1998, núm. 125-1]. Fue durante su
tramitación parlamentario cuando se introdujeron los calificativos “cualificadas y expertas” como requisitos que debía
ostentar el consejero no socio, a resultas consecuencia de la aprobación de la enmiendo núm. 172 del Grupo
Parlamentario Coalición Canaria, en cuya justificación puede leerse que se trata de “b)evitar que una disposición
que pretende dotar a los Consejos de ciertas dosis de profesionalidad y cualificación pueda ser utilizada como vía
para el nepotismo o el amiguismo, llevando al Consejo Rector a personas sin experiencia, ni adecuada preparación”
[vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 17
de noviembre de 1998, núm. 125-7].

850Vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre


modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan
para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 325).

851 Vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 124.

852 Tanto se han extendido las posiciones que consideran al consejero independiente como un supervisor de los
restantes consejeros, que, incluso, se ha llegado a reaccionar frente a este criterio, pretendiendo “evitar la
interpretación de que hay un grupo de consejeros, los llamados independientes, cuya función pudiera parecer que
es únicamente controlar a los restantes miembros del consejo o la de representar a los accionistas minoritarios”, y
concluyendo que “no hay distintas clases de consejeros sino que todos deben cooperar de forma efectiva a que este
órgano [el Consejo] pueda cumplir, de forma unitaria, las funciones que tiene atribuidas” (vid. Informe Aldama IV,
2.1, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 268).

853 Aunque modernamente, la función del consejero independiente en las sociedades cotizadas ha basculado hacia
tareas más cercanas a las contenidas en la legislación cooperativa, dibujando el perfil del consejero externo
independiente como persona de “reconocido prestigio profesional” (vid.. Informe Aldama IV, 2.1, en Revista de
Derecho de Sociedades, pág. 268), en ningún momento se ha olvidado su posición de independencia respecto a los
demás miembros del consejo de administración y, así, para garantizarla se recomienda que los consejeros
independientes no permanezcan como tales durante un periodo continuado superior a doce años (vid. Informe del
Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código Unificado de Buen Gobierno,
II. Recomendación 29 pág. 24, en www.cnmv.es).

En todo caso, el perfil profesional del consejero no socio en las cooperativas es su nota característica, lo que da pie
a pensar en una tendencia a la profesionalización de los administradores de las cooperativas a través de la
incorporación de personas no socias, previa previsión estatuaria y y con límites cuantitativos (vid. A. TATO PLAZA,
“Algunas notas en torno al órgano de Administración de la sociedad cooperativa”…, pág. 1439).

318
Dos ideas se desprenden de la anterior. La primera, que si el control y supervisión de la
gestión ejecutiva en general, y de los conflictos de intereses en que se vean involucrados los
consejeros puede llevarse a cabo eficazmente por la asamblea general, como se ha
argumentado anteriormente, y si en ella están todos los socios, no es necesario que el poder de
control que a ellos corresponde sea ejercido por representantes suyos (o “agentes”, en expresión
más propiamente económica) diseñados ad hoc en el seno del consejo rector.

Y la segunda, que tiene que ver con lo diferente que es la participación de los socios en
la gestión de los asuntos sociales según se trate de cooperativas o de sociedades cotizadas. La
confianza en las capacidades de gestión de los socios cooperativos es una constante en la
legislación desde sus inicios, y debe ser valorada incluso cuando se abre la administración de la
cooperativa a personas no socias. Con esta tesis, la figura del consejero experto no socio no
desdibuja la competencia gestora de la asamblea general [o lo que es lo mismo de los socios
reunidos en asamblea general], sino que la confirma, porque supone una excepción a la
tradicional función de gestión de cada socio cooperativo. Lo único que pone manifiesto es la
conveniencia de que los socios cuenten con experiencias y conocimientos externos útiles para el
gobierno corporativo. Necesidad y satisfacción que ya estaban previstas en el Derecho de
cooperativas, una vez más, en el entorno de la asamblea general: a la sesión de la asamblea
general podrán asistir personas que, no siendo socios, su presencia sea de interés para el buen
funcionamiento de la sociedad cooperativa854. En definitiva, también la figura del experto
independiente apoya el relevante papel de la asamblea general como instrumento de gobierno
corporativo.

2.1.7. La remuneración de los administradores y directivos como competencia de


la asamblea general.

Uno de los instrumentos que, para la mejora del gobierno de las sociedades, se ha
barajado ha sido el de la remuneración de los administradores y directivos. Consiste en fijar un
sistema de remuneración variable en el que cuantos más dividendos perciban los accionistas o
cuanto mayor sea la cotización de las acciones, mayores serán los ingresos o beneficios que por
su actividad perciban los gestores855. Pero, paradójicamente, lo que nació como medida de buen

854 Podrán --y en algunos casos deberán-- asistir a la Asamblea General, con voz y sin voto, personas que, no
siendo socios, su presencia sea de interés para el buen funcionamiento de la cooperativa si lo prevén los Estatutos
o lo acuerda la Asamblea General y si los convoca el consejo rector (arts. 32.9 LSCExtremadura; 41.8 LCIslas
Baleares; 34.6 LCCastilla y León; 43.4 LSCMurcia y 52.4 LCAsturias) o el presidente de la asamblea (33.4.
LCMadrid; 50.7 LSCAndalucía; 41.8 LCIslas Baleares y 35.4. LCValencia), o si lo autoriza la asamblea general o el
órgano de administración (arts. 37.5 LCGalicia y 48.2.II LCCastilla La Mancha) salvo que se opongan a su presencia
la mayoría de los asistentes o se esté tratando el punto del orden del día relativo a elección y revocación de cargos
(arts. 32.9 LSCExtremadura; 33.5. LCMadrid; 41.8 LCIslas Baleares y 35.4. LCValencia), y sin perjuicio de la
asistencia del interventor designado por la administración en el supuesto de intervención temporal de la sociedad
cooperativa (art. 32.9 LSCExtremadura y 37.5 LCGalicia).

Otras Leyes diferencian el régimen jurídico según quién sea la persona no socia asistente a la asamblea general: si
se trata de directores, gerentes técnicos y demás personas que tengan interés en la buena marcha de los asuntos
sociales, serán los estatutos los que podrán autorizar u ordenar tal asistencia, y si es cualquier otra persona bastará
un acuerdo de la asamblea general que autorice la presencia (art. 34.10 LCPaís Vasco).

855Una referencia a la retribución de los administradores dentro del contexto del gobierno societario puede verse en
J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales …,
págs. 96-98.

319
gobierno se ha desvirtuado de tal manera que, en aras a evitar abusos retributivos, se han tenido
que abordar, precisamente también como medidas gobierno corporativo, controles de las
remuneraciones856. Los controles recomendados por los expertos, respecto a las sociedades
cotizadas, giran en torno a cinco sistemas: uno, la publicidad de las remuneraciones en la
memoria anual y en el informe anual de gobierno corporativo857; dos, la autorregulación en
materia de cláusulas de garantía o de blindaje a favor de los directivos para los casos de despido
o cambios de control para evitar situaciones abusivas858; tres, la recomendación de que se cree
una comisión de retribuciones que, entre otras funciones, informe859 o formule la propuesta860 al
consejo de administración sobre las retribuciones e incentivos para los miembros del consejo y el
personal de alta dirección; cuatro, la fijación de límites a las retribuciones variables861; y, cinco, la
entrada en escena de la junta general.

En el ámbito de las cooperativas, y en lo que a estas páginas se refiere, el análisis de las


retribuciones de los administradores y de su control no interesa en cuanto tal 862, sino por la
856 Así ha sucedió con las stock options, uno de los posibles instrumentos de remuneración de los administradores y
directivos, que puede orientar la gestión a que se tomen decisiones que aumenten la cotización bursátil aunque con
ello no se obtenga rentabilidad real para la sociedad o, incluso, se originen pérdidas (vid. J. M. GARRIDO, La
distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, págs. 96-98).

857Vid. Informe Olivencia, II, 7.4, págs. 44 y 45, en www.cnmv.es; Informe Aldama IV, 6, en Revista de Derecho de
Sociedades, págs. 270-271; y recomendación 41 del Código Unificado de Buen Gobierno, págs. 30 a 31, en
www.cnmv.es. Esta medida de publicidad tiene un amplio alcance: la transparencia de las retribuciones debe
referirse no solo al conjunto de todas ellas, sino también a las percibidas de forma individual por cada miembro del
Consejo; incluyendo las retribuciones en especie y las vicisitudes de las acciones y opciones entregadas.

858 Vid. Informe Aldama IV, 6, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 270-271.

859 Vid. Informe Aldama IV, 5.3, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 270.

Vid. Informe Olivencia, II, 7.1, pág. 43, en www.cnmv.es; y recomendación 57 del Código Unificado de Buen
860

Gobierno, pág. 37, en www.cnmv.es.

861 Actualmente, en el sistema español de información corporativa, estos límites a las retribuciones variables están
diseñados en las recomendaciones 36, 38 y 39 del Código Unificado de Buen Gobierno. La motivación de estas
recomendaciones revela la verdadera funcionalidad de las mismas: “El Código recomienda, en particular, que se
excluya a los consejeros externos de aquellos sistemas retributivos que incorporan una retribución variable
condicionada a la evolución de los beneficios u a otros indicadores financieros de gestión (por ejemplo, resultados
de explotación o ebitda) o a la cotización de la acción en un momento determinado. Se pretende con ello evitar los
potenciales conflictos de interés que afectarían a los consejeros externos cuando tengan que enjuiciar prácticas
contables u otro tipo de decisiones que puedan alterar los resultados inmediatos de la sociedad, si tales resultados y
valoraciones tuvieran efectos retributivos para ellos. No obstante, el Código reconoce también que una retribución
de los consejeros que, condicionada a los resultados de la empresa, esté correlacionada positivamente con la
variación en la riqueza de los accionistas puede, si se aplica debidamente, alinear los intereses de los consejeros
con los de los accionistas. Por eso, buscando un equilibrio entre los dos objetivos citados, recomienda que la
retribución variable se limite a los consejeros ejecutivos, pero no prevé que la percepción de retribuciones variables
prive a un consejero independiente de esa condición … En lo que atañe a retribuciones ligadas a la evolución de la
cotización de la acción, la retribución variable debería premiar no la variación absoluta de la cotización, sino su
mejora relativa respecto al coste del capital para los accionistas o a la de otras sociedades comparables, de suerte
que aquélla no refleje la mera evolución general del mercado y dé origen a enriquecimientos excesivos motivados
puramente por la euforia bursátil”.

862 No obstante, debe señalarse que las recomendaciones sobre las retribuciones de los consejeros son sustituibles
y mejorables por el régimen jurídico previsto en la legislación cooperativa sobre las retribuciones del consejo rector:
el control sobre la política retributiva es el máximo, pues se contiene en los estatutos sociales y/o en acuerdos de la
asamblea general, vedándose la materia al propio consejo rector; el importe de las retribuciones lo establecen los
propios socios mediante acuerdos de la asamblea general; la estructura de la retribución es contenido de los
estatutos sociales; y la transparencia es máxima: consta en los estatutos, cuya publicidad tiene la garantía del

320
relevancia que en la materia apuntada ostenta la asamblea general. La regulación de la
retribución de los miembros de los consejos rectores contenida en las Leyes de cooperativas es
variada863, pero todas muestran una línea directriz común consistente en la atribución a la
asamblea general de la competencia en materia de retribuciones de los miembros del consejo
rector y administradores864. Atribución que contrasta con la solución propugnada para las
sociedades de capital donde la retribución de los administradores es fijada por ellos mismos,
simplemente acompañada con medidas de publicidad, o con la descentralización en una
comisión especial de la emisión de informes o propuestas sobre la política retributiva 865, con la
concreta finalidad de objetivar las decisiones retributivas del consejo que, a través de esta
comisión, reflejo indirecto de las distintas sensibilidades existentes en la junta general --se
recomienda que esté integrada por los consejeros externos siguiendo las proporciones que de

Registro de Sociedades Cooperativas competente, y en los acuerdos de la asamblea general, sobre los cuales se
pueden pedir certificados por los socios.

863 No hay un régimen retributivo unitario. Así, podrán percibir retribuciones los miembros del consejo rector o
rectores que realicen tareas de gestión directa (arts. 38.6. LSCExtremadura; 39.2 LCAragón y 43.2 LCCataluña), o
solo el administrador único, los miembros de la comisión ejecutiva, los consejeros delegados (art. 46.5 LCValencia),
y también los administradores solidarios o mancomunados (art. 46.5 LCValencia), o únicamente el consejero no
socio (arts. 40 LCEstado y 62 LCIslas Baleares), o, sin estos condicionantes, cualquier miembro del órgano de
administración (arts. 43.I LCPaís Vasco; 47 LCGalicia; 43.5.I LCMadrid; 51.I LCLa Rioja; 58 LSCMurcia; 76
LCAsturias; 60 LCCastilla-La Mancha y 49 LSCAndalucía), sin que puedan fijarse en función de los resultados
sociales (arts. 38.6 LSCExtremadura; 39.2 LCAragón; 71.I LSCAndalucía y 50.I LCCastilla y León) o con criterios de
moderación (art. 43.5.I LCMadrid) y sin que puedan impedir la cobertura de los fondos obligatorios y estatutarios, ni
la posibilidad de retornos y siempre que sean proporcionadas a las prestaciones efectivas de los consejeros y al
volumen económico de la cooperativa (arts. 43.5.I LCMadrid y 47.5.I LCCastilla-La Mancha) y debiendo figurar en la
memoria anual (arts. 40 LCEstado; 51.I LCLa Rioja 62 LCIslas Baleares y 58 LSCMurcia). Hay casos en que parece
que no pueden percibir retribuciones periódicas sino especiales cuando realicen tareas encomendadas por la
asamblea general (art. 50.I LCCastilla y León).

La Ley navarra, como caso singular, nada prevé expresamente acerca de las retribuciones de los miembros del
consejo rector o del administrador único, pero como prohíbe remunerar o compensar a los consejeros de las
cooperativas de viviendas (art. 68.4), a senu contrario, las retribuciones en el resto de sociedades cooperativas
serán lícitas.

Sin embargo, sí hay unidad de criterio en la prohibición de remuneraciones a los miembros del consejo rector de las
cooperativas de viviendas (vid. arts. 89.6 LCEstado; 115.2.II LCPaís Vasco; 135.2.II LSCExtremadura; 120.2.II LCLa
Rioja; 118.7.II LCCastilla y León; 107.5 LCCataluña; 116.5 LCIslas Baleares; 112.6.II LSCMurcia; 68.4 LCNavarra y
138.6 LCCastilla-La Mancha). Prohibición que ha desaparecido en la Ley de cooperativas andaluzas de 2011.

Sobre la remuneración de los miembros del consejo rector vid. F. TUSQUETS TRIAS DE BES, “La profesionalidad
de los cargos directivos en la nueva Ley de Cooperativas”, en Revista General de Derecho, núm. 604-605 [enero-
febrero 2000], págs. 49 a 60, en págs. 50 a 59.

864Las remuneraciones de los miembros del consejo rector o administradores serán fijadas (arts. 40 LCEstado;
43.5.I LCMadrid; 51.I LCLa Rioja; 62 LCIslas Baleares; 46.5 LCValencia; 58 LSCMurcia; 76 LCAsturias y 60.1
LCCastilla-La Mancha), establecidas (art. 43.2 LCCataluña), asignadas (arts. 43 LCPaís Vasco; LSCExtremadura;
47 LCGalicia; 39.2 LCAragón y 50.I LCCastilla y León) o acordadas (art. 49 LSCAndalucía) por la asamblea general;
previa previsión estatutaria (arts. 40 LCEstado; 51.I LCLa Rioja; 62 LCIslas Baleares; 46.5 LCValencia; 58
LSCMurcia; 76 LCAsturias; 60.1 LCCastilla-La Mancha y 49 LSCAndalucía) o sin necesidad de regulación en los
estatutos (43.I LCPaís Vasco; 38.6 LSCExtremadura; 47 LCGalicia; 39.2 LCAragón; 43.5 LCMadrid; 50.I LCCastilla
y León y 43.2 LCCataluña).

865 Las expuestas son las líneas básicas del Informe Olivencia (vid. II, 7, págs. 43 a 45, en www.cnmv.es); del
Informe Aldama (vid. IV, 6, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 270-271); y del Código Unificado de Buen
Gobierno (vid. recomendación 35, págs. 26 y 27, recomendación 41, págs. 30 y 31, y recomendación 57, pág. 37, en
www.cnmv.es).

321
ellos existen en el consejo de administración--, percibiría el pulso de la masa social sobre el
sistema y montante de las retribuciones. La solución de atribuir la competencia a la asamblea
general, por un lado, hace innecesario un nuevo órgano encargado de reflejar la composición de
la base social porque la asamblea general es, por naturaleza, la masa de socios; y, por otro,
garantiza la transparencia de las retribuciones, porque cualquier socio puede pedir un certificado
del libro de actas sobre el acuerdo asambleario de retribuciones866.

Además las competencias en materia retributiva que las Leyes asignan a la asamblea
general de las cooperativas son de mayor alcance que las recomendadas para la junta general
de las sociedades cotizadas. A nivel europeo no se recomienda que la junta general, mediante
votación, adopte acuerdos sobre la política de retribuciones de los administradores, simplemente
que tenga la oportunidad de debatir sobre esta materia, con la excepción de los sistemas de
retribución basados en el precio de las acciones y en opciones sobre acciones, que deberían ser
sometidos a su aprobación867. Y a nivel español, a lo más que se ha llegado es a recomendar
que el consejo someta a votación consultiva de la junta general de accionistas un informe sobre
la política de retribuciones de los consejeros868

La atribución de esta competencia a la asamblea general de las cooperativas es un


argumento más, a añadir a la lista de los ya expuestos, que explica como este órgano acapara
866 A tratarse la asignación de remuneraciones de un acuerdo de la asamblea general, el derecho a obtener
certificado tiene en alcance general, puesto que todo socio tiene libre acceso al libro de actas de la asamblea
general, y, si lo solicita, el consejo rector deberá proporcionarle copia certificada de los acuerdos adoptados en las
asambleas generales [vid. arts. 16.3.b) LCEstado; 24.2.b) LCPaís Vasco; 24.3.I LSCExtremadura; 23.2.b) LCGalicia;
21.e).I LCAragón; 24.2.e) LCMadrid; 25.2.b) LCLa Rioja; 22.3.b).I LCCastilla y León; 24.2.b) LCCataluña; 22.2.b)
LCIslas Baleares; 26.2.e) LCValencia; 27.3.b) LSCMurcia; 30.2.b) LCAsturias y 36.2.b) LCCastilla-La Mancha]. En
cambio si el acuerdo fuera del consejo rector el alcance del derecho de información es especial: el socio solo tiene
derecho a pedir copia certificada de los acuerdos de consejo que le afecten ([vid. arts. 16.3.c) LCEstado; 24.2.c)
LCPaís Vasco; 24.3.II LSCExtremadura; 23.2.c) LCGalicia; 21.e).II LCAragón; 24.2.d) LCMadrid; 25.2.c) LCLa Rioja;
22.3.b).II LCCastilla y León; 24.2.a) LCCataluña; 22.2.c) LCIslas Baleares; 26.2.d) LCValencia; 27.3.c) LSCMurcia;
30.2.c) LCAsturias y 36.2.c) LCCastilla-La Mancha].

No queda claro en la Ley navarra que el socio pueda obtener información sobre las remuneraciones de los
administradores, dado que el consejo rector solo está obligado a facilitar a los socios las actas de las asambleas
generales y copia certificada de los acuerdos del consejo rector, en el caso de que lo solicite el socio, siempre que
estos acuerdos se refieran al mismo personal o particularmente [art. 26.2.a)].

867 Vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, págs. 127-128.

Sobre el reconocimiento a los accionistas del poder de decisión sobre las remuneraciones vinculadas con el precio
de las acciones, y la aprobación por la junta general de los sistemas que prevean la concesión de acciones o de
opciones sobre acciones en los que participen los administradores, la Comisión Europea prevé adoptar, a corto
plazo, una Recomendación (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo
de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión
Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 326).

868 Esta es la recomendación 40 del Código Unificado de Buen Gobierno siguiendo la Recomendación de la
Comisión Europea de 14 de diciembre de 2004 (vid. págs. 29 y 30 en www.cnmv.es). Evidentemente el papel de la
junta general en esta materia, aunque no deja de ser un paso adelante es meramente testimonial: no puede revisar
la política de retribuciones, ni siquiera tiene eficacia jurídica directa su pronunciamiento. A este respecto son
suficientemente clarificadoras las motivaciones de la recomendación 40 del Código Unificado de Buen Gobierno:
“Dado el carácter consultivo de esa votación, no ha parecido necesario sujetar la recomendación a la condición de
que solicite la votación cierto porcentaje mínimo de accionistas. El voto consultivo representa una innovación en
nuestra práctica societaria, y podrá dar pie a una toma de posición de la Junta General que, aunque no afecte a la
validez de los compromisos retributivos de la sociedad, puede constituir un voto de confianza o censura a la gestión
de los administradores”.

322
mayor número de competencias que la junta general de accionistas. Pero esta conclusión no es
meramente cuantitativa [más funciones], sino que sirve también para obtener conclusiones
cualitativas: la asamblea general ocupa una posición más relevante en el sistema de órganos de
las sociedades cooperativas que la que representa junta general de accionistas en la sociedad
anónima. Incluso en aquellas Leyes que delimitan con estanquidad las competencias de consejo
rector y asamblea general, impidiendo a ésta ejercer competencias [gestoras] de aquél.

2.1.8. Los instrumentos jurídicos para la aplicación de las medidas de gobierno


corporativo y la asamblea general.

Los instrumentos del gobierno societario se contienen en leyes y reglamentos, en


acuerdos y decisiones de los órganos sociales, en códigos de buen gobierno e, incluso, en otro
tipo de fuentes --p. ej., la nuda práctica de gobierno sin respaldo abstracto previo--869. Unos y
otros instrumentos tienen, en caso de incumplimiento, una eficacia y una sanción diferentes.
Precisamente con arreglo a estos dos criterios cabría distinguir entre dos grandes grupos: las
recomendaciones y las normas jurídicas.

Un grupo de medidas de gobierno corporativo diseñadas para las sociedades cotizadas


son recomendaciones dirigidas a las propias empresas en el ámbito de la autorregulación 870. La
razón básica debe buscarse en que como cada sociedad tiene su propia singularidad --
representada por su origen, historia, estructura accionarial y valores corporativos-- a la que
deben adaptarse los principios y medidas de gobierno corporativo871, la flexibilidad de la
autorregulación es la que técnicamente mejor se adecua a este modo de proceder, además de

869 Vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…, pág. 114.

870El amplio ámbito de autonomía que a las sociedades anónimas reconoce la Ley en la regulación del consejo de
administración y la facultad autorreguladora que confiere al propio consejo fueron desde un primer momento tenidas
en cuenta para perfilar la naturaleza de las normas de buen gobierno, de manera que si la sociedad asume “las
recomendaciones contenidas en el Código [Olivencia], pasarán éstas a tener vigencia, pero no como normas de
Derecho positivo, sino como reglas de origen convencional o negocial” (vid. Informe Olivencia I, 4, págs. 13, en
www.cnmv.es). En la misma línea milita el Informe Aldama que articula las medidas contenidas en el informe como
recomendaciones dirigidas a las empresas en el ámbito de la autorregulación (vid. VI, 1, en Revista de Derecho de
Sociedades, cit., págs. 272-273).

La libertad de cumplir las recomendaciones de gobierno corporativo también inspira al Código Unificado de Buen
Gobierno. Sin embrago, al nacer como conjunto de recomendaciones de gobierno corporativo que deben considerar
las sociedades cotizadas para cumplimentar la obligación de información sobre el seguimiento de las mismas que
debe contener el informe anual de gobierno corporativo, introduce la exigencia de que cuando una sociedad no siga
alguna recomendación, explique al mercado los motivos de su proceder (vid. I, pág. 7; en www.cnmv.es).

Una buena muestra del alcance autorregulador de las recomendaciones de gobierno corporativo se puede leer en la
exposición de motivos (párrafo cuarto) de la Ley 26/2003, de 17 de julio, por la que se modifican la Ley 24/1988, de
28 de julio, del Mercado de Valores y el texto refundido de la Ley de Sociedades Anónimas, aprobado por el Real
Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, de 1989, con el fin de reforzar la transparencia de las
sociedades cotizadas.

871 En el mismo sentido apuntado en el texto principal, de que el enfoque de los criterios y prácticas de gobernanza
empresarial se adapte a las tradiciones culturales y empresariales de los destinatario se manifiestan las Instituciones
Comunitarias (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003,
sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un
plan para avanzar…, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 320). Entre nosotros se hizo eco de la relatividad
de las formulaciones contenidas en los Informes de gobierno corporativo el propio Informe Olivencia que exponía la
necesidad de que fuesen adaptadas a las características de cada sociedad y que se revisaran cuando cambiasen
las circunstancias (vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 13).

323
ser la opción más respetuosa con el principio constitucional de libertad de empresa 872. El control
del cumplimiento de las medidas de gobierno corporativo queda en manos del mercado de
capitales --la sanción del mercado873--, al que las sociedades explicarán las razones que han
motivado que la concreción de las medidas de gobierno corporativo se hayan realizado de un
modo o de otro, y al que explicarán su incumplimiento874.

Junto a ellas coexiste otro conjunto de medidas, unas dirigidas a todas las sociedades
anónimas y otras solo a las cotizadas, que se recogen en normas jurídicas, porque así ha
parecido más adecuado875, cuyo cumplimiento no depende de la libre y voluntaria determinación
de las sociedades, sino que cuentan con la garantía del poder coercitivo del Derecho 876. Las
medidas propias de las sociedades anónimas cotizadas son, en síntesis, la publicidad de
determinados pactos parasociales (entre los que destaca, por su conexión con la materia aquí
analizada, los acuerdos de regulación del ejercicio del voto en la junta general), los reglamentos
de la junta general877 y del consejo de administración878, ciertos deberes de los administradores
en el ámbito de los conflictos de intereses (y entre ellos, la abstención del ejercicio del derecho
voto, correspondiente a las acciones representadas, en situación de conflictos de intereses), la
publicidad del informe anual de gobierno corporativo, la confección de una página web y,
últimamente el intento de regulación de los asesores de voto y su influencia sobre los inversores

872Sobre el principio de libertad de empresa en la Constitución vid, por todos, A. ROJO, “Actividad económica
pública y privada en la Constitución Española”..., págs. 327 a 341.

873En las grandes sociedades anónimas se ha llegado a firmar que los mercados de valores han de suplir a los
accionistas en el control de la conducta de los administradores. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del
poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, págs. 46-47.

874 Vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea…”, pág. 132.

875J. SÁNCHEZ-CALERO GUILARTE, “Crisis económica y gobierno corporativo”, en Revista de Derecho Mercantil,
núm. 287 [2013], págs. 63 a 88, en págs. 73 y 74, señala que es la negativa de muchas empresas a la hora de
diseñar soluciones propias o a la de atender determinadas soluciones recomendadas la que termina legitimando la
aparición imperativa del legislador.

876 Estas medidas se recogieron en la Ley 26/2003, de 17 de julio, por la que se modifican la Ley 24/1988, de 28 de
julio, del Mercado de Valores, y el Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas, aprobado por el Real
Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, de 1989, con el fin de reforzar la transparencia de las
sociedades cotizadas. Además, en cumplimiento de la habilitación contenida en la propia Ley, se dictó la ya
mencionada Orden ECO/3722/2003, de 26 de diciembre, sobre el informe anual de gobierno corporativo y otros
instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas y otras entidades (B.O.E. núm. 7, de 8 de enero
de 2004), la, también citada, Circular 1/2004, de 17 de marzo, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores,
sobre el informe anual de gobierno corporativo de las sociedades anónimas cotizadas y otras entidades de valores
admitidos a negociación en mercados secundarios oficiales de valores, y otros instrumentos de información de las
sociedades anónimas cotizadas (B.O.E., núm. 76, de 29 de marzo), y la Circular 4/2007, de 27 de diciembre, de la
Comisión Nacional del Mercado de Valores, por la que se modifica el informe anual de gobierno corporativo de las
sociedades anónimas cotizadas (B.O.E., núm. 12, de 14 de enero). La Orden ECO/3722/2003, 26 de diciembre ha
sido derogada por la Orden ECC/461/2013, de 290 de marzo.

877 Sobre el reglamento de la junta general de accionistas, su relación con los estatutos y la eficacia que debe
atribuirse a las previsiones del mismo vid. J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “El reglamento de la junta general”, Diario La
Ley, núm. 6182, 3 de febrero de 2005, págs. 1 a 11. Un análisis del deber de su aprobación, de su contendido, de la
publicidad del reglamento y de su inscripción en el Registro Mercantil, así como de su impugnación puede leerse en
F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 684 a 657.

878 Respecto a las mismas cuestiones anteriores referidas al reglamento del consejo de administración vid. J.
GARCÍA DE ENTERRÍA, “El reglamento del consejo”, Diario La Ley, núm. 6348, 27 de octubre de 2005, págs. 1 a
10.

324
institucionales879. Y las previstas con carácter general para todas las anónimas son la delegación
y ejercicio del voto por medios telemáticos y la definición y régimen de los deberes de diligencia,
fidelidad, lealtad y secreto que afectan a los administradores, con su correlato en materia de
responsabilidad, que se extiende también al administrador de hecho. Y actualmente, la limitación
imperativa de la retribución de los administradores y directivos de las entidades de crédito que
tuvieran al Fondeo de Reestructuración Ordenada Bancaria como accionista mayoritario o
hubieran solicitado o recibido de éste apoyo financiero880.

En estos momentos, más que la batería de medidas, interesa retener el método utilizado,
porque en él también se aprecia la conveniencia, sino la necesidad, de una tratamiento ad hoc
para las cooperativas de los instrumentos de gobierno corporativo y de su coercibilidad. De las
dos medidas normativas aplicables a todas las sociedades anónimas, la más intensa, por sus
efectos, y la más extensa, por el número de sociedades anónimas afectadas, es la que toma
como punto de referencia a los administradores --sus deberes y su responsabilidad--, mientras
que las de menor calado --especialmente porque el número de sociedades anónimas que podrán
llevarla a la práctica es muy reducido881-- contempla la asistencia y la votación telemáticas en la
junta general. Esta manera de actuar debe interpretarse como un rasgo tipológico consistente en
que en la organización de la sociedad anónima la participación del accionista, o lo que es lo
mismo las competencias y el funcionamiento de la junta general ceden ante otro tipo de medidas
de gobierno, en particular la responsabilidad de los administradores y sus deberes. De otra
manera: las soluciones normativas [vinculantes] a los problemas de ejercicio del poder societario
no se encuentran en la junta general sino en los administradores882. En las cooperativas el
planteamiento es diferente: como la asamblea general es el órgano de ejercicio y control del
poder societario, las fuentes formales que recojan las medidas de gobierno corporativo de las
cooperativas han de ir dirigidas a las competencias y al funcionamiento 883 de la asamblea
general y han de ser vinculantes.

879 Vid. J. SÁNCHEZ-CALERO GUILARTE, “Crisis económica y gobierno corporativo”…, pág. 76.

880 Vid. J. SÁNCHEZ-CALERO GUILARTE, “Crisis económica y gobierno corporativo”…, págs. 85 y 86.

881 Las exigencias técnicas precisas para la asistencia telemática a la sesión de la junta general de accionistas, para
la deliberación interactiva entre ellos a través de internet, y para la emisión del voto durante la sesión virtual han
determinado que, con carácter general los estatutos de las sociedades anónimas no hayan regulado, al amparo del
artículo 182 TRLSC --antiguo artículo 97 TRLSA--, la posibilidad de asistencia a la junta por medios telemáticos.
Esta falta de regulación estatutaria ha sido detectada por J. BOQUERA MATARREDONA, “Validez de la Junte
general extemporánea, inclusión de nuevos puntos en el orden del día y utilización de medios telemáticos”, Revista
de Derecho Mercantil, núm. 261 [2006], págs. 1035 a 1086, en págs. 1048 y 1049.

882Esto es así, como se deduce del contenido de la Ley 26/2003, a pesar de que en la parte expositiva de la Orden
ECO/3722/20003 --hoy derogada-- se justificaba que una de las finalidades de la reforma es facilitar a los
accionistas “su participación en la toma de decisiones”, eso sí “en última instancia”.

883 Se ha dejado a un lado el ejercicio telemático del derecho de voto, y la posibilidad de conferir representación por
este mismo medio, que aunque es una medida conectada con el funcionamiento de la junta general de accionistas,
no parece aconsejable trasladarla a la asamblea general de las cooperativas, en las que el socio al tener que
realizar actividad cooperativizada mantiene cercanía física con su sociedad no siendo necesario provocar una
cercanía virtual de los accionistas respecto de los centros de gestión social. Ahora bien, si el número y la dispersión
de los socios de una cooperativa aconseja arbitrar fórmulas de participación telemática, éstas resultarán del todo
conformes con el elemento de la participación orgánica.

Algo parecido sucede con los instrumentos de gobierno corporativo de las cotizadas regulados en normas jurídicas
que inciden en la información a los mercados más que en la participación de los accionistas, dada su lejanía física.

325
Además, dado el panorama de pluralidad legislativa propio del Derecho cooperativo
español, el recurso a la asamblea general como instrumento de gobierno corporativo presenta
una ventaja considerable frente a otras medidas de alcance general, como pudieran ser la
elaboración de un código de gobierno corporativo para las sociedades cooperativas españolas
con recomendaciones de observancia voluntaria. El contenido de un código con este alcance no
informaría a los partícipes del mercado de socios sobre todas las normas de gobierno aplicables
a las cooperativas, porque muchas de ellas --y desde luego todas las que tiene el carácter de
inderogables-- están la correspondiente Ley estatal o autonómica de cooperativas; además el
código en su afán de recoger todas las opciones legales tendría una flexibilidad y un contenido
tan dispar sobre el mismo asunto que llegaría a desinformar al mercado 884. A las dificultades de
una tarea tan general, debe añadirse su escasa efectividad derivada de que las medidas de
gobierno del código no dejarían de ser meras recomendaciones dependientes de la
autorregulación, rectius, de la asunción voluntaria de las mismas que realizaran las empresas885.

Par solventar estas dos dificultades se hace necesaria una medida de gobierno que sea
común a todas las cooperativas y que sea obligatoria. En este sentido, los dos rasgos tipológicos
de la cooperativa --la actividad cooperativizada y la participación de socio--, que dejan notar su
influencia en todas las Leyes, perfilan a la asamblea general como el órgano cooperativo común,
cooperativo porque es el órgano donde participa quién realiza la actividad cooperativizada, y
común porque está regulado en todas las Leyes886. Y como está en las Leyes es un instrumento
de gobierno obligatorio.

2.2. La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado como instrumento de


gobierno corporativo.

La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado es en sí misma un instrumento de


gobierno corporativo que facilita la participación orgánica del socio en las grandes cooperativas,
frente a otras alternativas societarias básicamente centradas en torno a la gran sociedad
cooperativa de primer grado.
884Aunque, obviamente las dimensiones del problema son distintas, por análogas razones cualitativas, en el seno de
la Unión Europea se ha rechazado la idea de crear un código europeo de gobernanza empresarial porque las
principales normas de gobernanza empresarial aplicables a las empresas europeas se basan en Derechos de
sociedades nacionales con importantes divergencias en algunos aspectos (vid. Comunicación de la Comisión al
Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y
mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en Revista de Derecho de
Sociedades, págs. 323-324; y J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…,
pág. 113).

885En el momento presente la doctrina ha revisado la técnica de la autorregulación, tanto el término como su
ideología. Desde un punto de vista terminológico, no puede llamarse autorregulación a los acuerdos de las
sociedades de seguir o no las recomendaciones de los códigos de buen gobierno, al limitarse pura y simplemente a
cumplirlas o a explicar porque no las cumplen. Por otra parte, la ideología de los códigos de buen gobierno, que
responde a la exclusión de las normas imperativas del ámbito del derecho de sociedades, a la vista de la situación
de crisis económica que atravesamos no tiene garantizada su continuidad. Estos ajustes y vaticinios se ha recogido
de J. M. EMBID IRUJO, “El presente incierto del Derecho de sociedades”, en Revista de Derecho Mercantil, núm.
272 [2009], págs. 453 a 482, en 464 a 468.

886Esta manera de proceder basada en la búsqueda de una medida de gobierno común para todas las sociedades
no resulta desconocida en el ámbito del Derecho de sociedades, de hecho a ella ha apelado la Comisión Europea
como complemento de la autorregulación de la gobernanza empresarial que adopte cada sociedad. (vid.
Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización
del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar…, en
Revista de Derecho de Sociedades, pág. 324).

326
Diversas explicaciones avalan la idea de considerar mejor opción de gobierno societario
a la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado que a la gran sociedad cooperativa de
primer grado que eventualmente la sustituyera.

a) La complejidad de los negocios sociales en la empresa moderna ocasiona que se


descargue en los gerentes y técnicos de la cooperativa --los conocidos como managers en el
ámbito de las sociedades de capital-- las tareas de gestión. Esta descarga supone, a juicio de la
doctrina, poner en duda el principio democrático y con él la idoneidad de la participación del
socio en la gestión de los asuntos sociales887.

El alejamiento de la gestión es un efecto connatural a las grandes cooperativas de


primer grado. En ellas, si se quiere evitar este alejamiento, la práctica ha demostrado que el
socio cooperativo además de saber realizar actividad cooperativizada, debería tener
conocimientos --al menos básicos-- de administración de empresas para ser capaz de participar
con eficiencia en la toma de decisiones de gestión, que, de otra manera, quedan abandonadas al
albur del consejo rector y directivos. Si no hay esa proactividad de los socios la gestión de la
cooperativa de primer grado de gran tamaño queda en manos de administradores y directivos
difícilmente controlables.

Sin embargo, si para la misma empresa se cambia la dimensión del empresario, o lo que
es lo mismo, si la gran sociedad cooperativa primaria es sustituida por una sociedad cooperativa
de segundo o ulterior grado se produce, de entrada, una reducción del número de socios, al
aglutinar las entidades socias a los socios de la vieja cooperativa de primer grado, y una
especialización de los representantes de las entidades socias en la cooperativa secundaria.
Efectivamente, como consecuencia de este segundo efecto, el problema apuntado puede tener
mejor solución: la entidad socio estará en mejores condiciones que el socio primario, para
designar como representante suyo en el consejo rector o en la asamblea general de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado a una persona formada en administración de empresas.
Si el representante formado es, además, socio de la entidad socio se cierra el círculo de la
participación orgánica de socios888. Pero aunque este representante fuera un gerente o técnico
de la entidad socia puede afirmarse que formal y materialmente la gestión de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado esta en manos de sus entidades socias y no de su
management.

En definitiva, la estructura piramidal de la cooperativa suprabásica facilita la búsqueda


de socios (expresión que ente caso comprende a las entidades socias y a sus respectivos
socios) a los que no le resulte ajena la gestión social.

b) La escasa relevancia económica de la actividad cooperativizada, o lo esporádico de la


misma, y también la exigua aportación al capital social que realizan algunos socios son dos
causas que explican la inhibición del socio cooperativo en participar en la gestión de los asuntos
cooperativos y en su control889. Si la rentabilidad que cada socio calcula obtener de su actividad

887 Participa también de esta idea A. RIGIDO, “Problemi e proposte di cooperative governance”..., pág.3.

888Algunas Leyes exigen que esos representantes sean socios de la entidad socia. Así, por ejemplo, en la
LSCExtremadura para ser candidato a miembro del consejo rector de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado es necesario ser socio de la entidad socia (art. 160.2).

889 Así lo ha puesto de manifiesto A. RIGIDO, “Problemi e proposte di cooperative governance”…, pág. 6.

327
cooperativizada o su aportación social es pequeña en relación con el esfuerzo que le exige la
preparación de los asuntos sociales desistirá de la gestión y la dejará en manos de los directivos.

El efecto descrito puede ser cierto en la cooperativa primaria, pero deja de serlo en la
cooperativa de segundo grado, y disminuye en progresión geométrica en la de ulterior grado. En
la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado la actividad cooperativizada de las entidades
socias es la suma de la actividad cooperativizada que realizarían sus socios de no existir la
cooperativa de grado superior, luego la motivación para la participación medida por la defensa de
sus intereses económicos es superior que si no hubiese segundo o ulterior grado.

A su vez, la importancia relativa del socio primario de la entidad socia de una


cooperativa de segundo o ulterior grado es mayor que si fuese socio de una gran cooperativa
primaria, porque, de un lado, al ser menos socios en la cooperativa de base su voto vale más y
tendrá más oportunidades de influir en las decisiones; y porque, de otro, al haber menor
facturación en esta cooperativa de base, la suya en términos comparativos será mayor. Esta
mayor importancia relativa motivará al socio primario a participar en la gestión de su sociedad
cooperativa [socia de la de grado superior]. Quiere ello decir que el efecto potenciador de la
participación en una estructura de cooperativa suprabásica se prolonga en cascada hacia las
cooperativas de base.

c) Es más participativa la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado que (i) la


cooperativa primaria con asamblea de delegados y juntas preparatorias y que (ii) la cooperativa
primaria cuya asamblea general funcione con delegaciones de voto.

(i) La asamblea general de delegados es el órgano compuesto por delegados elegidos


en juntas preparatorias que sustituye a la asamblea general de socios cuando así esté previsto
en los estatutos sociales por causas objetivas y expresas890. Una de esas causas objetivas es,
sin duda, el excesivo número de socios de la cooperativa891, cuya asistencia a la sesión

890 La asamblea general de delegados está regulada en las siguientes Leyes españolas de cooperativas: LCEstado
(art. 30), LCPaís Vasco (art. 38), LCGalicia (art. 39), LCAragón (art. 35), LCMadrid (art. 37), LCLa Rioja (art. 43),
LCCastilla y León (art. 53), LCCataluña (art. 36), LCIslas Baleares (art. 47); LCValencia (art. 39), LSCMurcia (art.
39), LCAsturias (art. 56); LCCastilla-La Mancha (art. 53) y LSCAndalucía (art. 34). No se regula ni en la Ley navarra
ni en la extremeña.

Sobre la asamblea general de delegados y las juntas preparatorias vid., en relación con la Ley estatal de
cooperativas de 1987, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 51, págs. 521 a
566; y M. DEMÁN MELERO, “De los órganos de la sociedad”, en AA.VV., Comunidades de Bienes, Cooperativas y
otras Formas de Empresa, Tomo II, Madrid [Consejo General del Notariado], 1996, págs. 717 a 750, en págs. 742 a
746 (que contiene referencias puntuales a alguna Leyes autonómicas). Y con respecto a la Ley estatal vigente de
1999, vid. F. J. GARCÍA -MÁS “De los órganos de la sociedad cooperativa”, en AA.VV., Cooperativas. Comentarios
a la Ley 27/1999, de 16 de julio, Tomo I, Madrid [Consejo General del Notariado], 2001, págs. 133 a 198, en págs.
163 a 165; y M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 286 a 291.

891Así lo reconocía la derogada Ley General de Cooperativas de 1987 al señalar como presupuesto de la asamblea
general de delgados la concurrencia en una cooperativa de “circunstancias que dificulten la presencia simultánea de
todos los socios y asociados en la asamblea general para debatir y adoptar los correspondientes acuerdos” (art.
51.1), y así puede entenderse en la regulación de la Ley estatal y de las Leyes autonómicas que exigen la
concurrencia de causas que dificulten de forma notoria, grave y permanente la presencia simultánea de todos los
socios en la asamblea general, una de las cuales puede ser el excesivo número de socios --sería además la causa
prototípica, además de la dispersión geográfica--. De hecho, para J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso
de cooperativas…, pág. 286, la asamblea general de delegados está pensada para “macrocooperativas”. No
obstante, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades
de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho

328
asamblearia la harían ingobernable e ineficiente. Debe plantearse, en sede de gobierno
societario, la alternativa entre la asamblea general de una sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado y la asamblea general de delgados de una gran cooperativa primaria. La reflexión
sobre esa alternativa está ganando actualidad por las posturas que defienden la conversión de
las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado en cooperativas de primer grado con el
doble objetivo de eliminar consejos rectores y gerentes --los de las cooperativas socias de la de
grado superior-- y de permitir la participación directa de los socios en el ejercicio del poder892. El
resultado sería una cooperativa de primer grado que en su composición contaría con un elevado
número de socios y con una extensa dispersión territorial, y que en su estructura debería acoger
el binomio asamblea general de delegados-juntas preparatorias.

Las medidas de gobierno cooperativo tienen como objetivo básico el fomento y


protección de la participación del socio en el ejercicio y en el control del poder. Con esta vara de
medir debe calibrase la eficiencia de cualquier instrumento de buen gobierno, y con este método
el análisis del régimen jurídico de la asamblea general de delegados no arroja un resultado
satisfactorio en dos aspectos claves: el carácter del mandato y el control de los delegados.
Centraremos el análisis en la Ley de cooperativas estatal dado que al aplicarse a las
cooperativas que desarrollan su actividad cooperativizada en el territorio de varias Comunidades
Autónomas, excepto cuando en una de ellas se desarrolle con carácter principal [art. 2.A)], sus
destinatarios naturales serán las sociedades cooperativas con muchos socios y, además,
dispersos en todo el territorio peninsular e insular, precisamente aquéllas en las que será más
frecuente la asamblea general de delegados. Los estatutos de la cooperativa son los que
determinan el carácter del mandato de los delegados (art. 30.1); dentro de la noción “carácter”
del mandato deben incluirse, al menos, dos contenidos: si el mandato es representativo o
imperativo --cabría un tercer género: el mandato indicativo893-- y si es o no revocable. Como la
experiencia en las sociedades cotizadas ha demostrado que el recurso a la autorregulación en
materia de gobierno corporativo no ha dado buenos resultados894, se presenta como un riesgo
cierto que los estatutos tiendan a configurar al mandato del delegado como representativo 895 e

mercantil…, págs. 201 y 202, echa en falta la evocación expresa en la Ley de 1999 de circunstancias que dificulten
o impidan la asistencia de todos los socios a la asamblea como el amplio número de socios o la dispersión territorial
de los mismos, que sí aparecían en la enmienda parlamentaria origen de la regulación.

892La defensa de la bondad de las cooperativas de primer grado frente a las de segundo grado es patrocinada por
A. MONTERO GARCÍA, Aspectos económicos de las cooperativas agrarias…, pág. 97.

893En el mandato indicativo, la junta preparatoria impone al delegado un abanico de criterios, dentro de los cuales
aquél elegirá el que crea más adecuado en el momento del voto en la asamblea de delegados (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 51, pág. 554)

894Vid. por todos el Informe Aldama, I, 4, en Revista de Derecho de Sociedades, pág. 260, y VI, en especial en el
punto 4, en Revista de Derecho de Sociedades, págs. 272-273.

Al analizar las repercusiones que la crisis económica mundial ha provocado en el terreno jurídico, en general, y en el
Derecho mercantil, en particular, J. M. EMBID IRUJO, “El presente incierto del Derecho de sociedades”..., pág. 454,
destaca que “de la autorregulación, ayer panacea de todos los males, se habla hoy bastante poco, y menos para
reclamar su concurso al indicado fin [al de contribuir a la superación de la crisis].

895La tendencia hacia el mandato representativo tuvo eco en los debates parlamentarios, en los que se adujo que el
mandato imperativo en todos los casos convierte a la asamblea general de delegados en una instancia de mero
recuento de votos, siguiendo las actas de cada junta preparatoria (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 202).

329
irrevocable896, de tal manera que el delegado una vez nombrado pueda actuar en distonía con
sus electores sin que estos cuenten con instrumentos de defensa897. Además, hay que añadir
que la información al socio sobre los asuntos de la asamblea general de delegados no está
regulada con claridad en la Ley: de un lado, se dice que las convocatorias de las juntas
preparatorias y de la asamblea de delegados tendrán que ser únicas, con un mismo orden del
día (art. 30.2), lo que parece dar a entender que cada vez que haya asamblea general de
delegados habrá, por mandato de la Ley, juntas preparatorias, en las que se debatirán los
asuntos del orden del día de la asamblea general; pero, por contra, la misma Ley determina que
solo habrá reuniones informativas previas [y posteriores] a la asamblea, de los socios adscritos
a la junta y los delegados, cuando su mandato sea plurianual (art. 30.1), lo que significa, uno,
que si hay reuniones informativas no hay juntas preparatorias, y, dos, que como en reuniones
informativas no caben acuerdos y no podrán impartirse instrucciones al delegado.

En esos dos claves aspectos --carácter del mandato y control de los delegados-- sale
mejor parada la participación del socio si la empresa cooperativa en vez de organizarse como
una gran cooperativa primaria adopta la forma de sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado. De una parte, la asistencia en nombre de la entidad socia a la asamblea general de la
cooperativa segundaria es un acto de administración ordinaria competencia de los
administradores, que si asisten personalmente expresarán --en la deliberación y voto-- la
voluntad directa898 de la entidad socia, y que si asisten mediante un representante voluntario
nombrado por ellos podrán, a través de la técnica de las instrucciones, obligarle a votar en el
sentido marcado por su entidad. Y de otra, el socio de la entidad socia tiene respecto a la
actuación de los administradores de esta última en la asamblea general de la cooperativa
secundaria toda una batería de instrumentos de control que van desde la revocación de su
nombramiento a la exigencia de responsabilidad, pasando por el ejercicio del derecho de
información.

La opción hacia el mandato imperativo no ha llegado a la norma legal, que se remite a los estatutos en esta materia,
aunque suponga un avance regulatorio, si se tiene en cuenta que en la Ley estatal de 1987 se prohibía el mandato
imperativo.

896 Sobre la admisibilidad del poder irrevocable y sus efectos vid. L. DIEZ-PICAZO, La representación en el Derecho
privado, Madrid [Civitas], 1979 [reimpresión 1992], págs. 304 a 310

897El mandato representativo supone que quienes van a decidir libremente son los delegados y que la instancia
verdaderamente relevante es la asamblea de delegados y no las juntas preparatorias (vid. N. PAZ CANALEJO, en
N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 51, pág. 552).

A pesar de este riesgo, el carácter no imperativo del mandato de los delegados es, incluso, recogido en algunas
Leyes de cooperativas sin margen al respecto para los estatutos sociales (vid. art. 39.5 LCGalicia). También se
preveía en el art. 55.8 LSCAndalucía de 1999 y en el art. 51.6 de la deroga Ley estatal de cooperativas de 1987
cuya opción legislativa sin margen a los estatutos fue, no obstante, criticada por los comentaristas de la época (vid.
N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 51, pág. 553), quienes también censuran la
elección de los miembros del consejo rector por la asamblea de delegados sin tener que respetar los criterios del
debate habido en las juntas preparatorias en las que se eligió a los delegados (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 56, págs. 694 y 695).

898La voluntad del representante orgánico es la misma voluntad de la persona jurídica (vid. L. DIEZ-PICAZO, La
representación en el Derecho privado…, págs. 70 a 74).

330
(ii) La alternativa entre la asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado y la asamblea general de la cooperativa primaria con delegaciones de voto se
plantea en sede de gobierno corporativo de manera forzada. Lo primero que hay que señalar es
que ambas figuras cumplen funciones jurídicas diferentes. La primera es un órgano social de un
tipo de sociedad cooperativa y su función se corresponde con las competencias propias del
órgano soberano formado por los socios. Por su parte, la delegación de voto es un procedimiento
que facilita al socio que no puede asistir personalmente a la sesión de la asamblea general su
participación en la misma, mediante la designación de un representante, siendo aplicable este
sistema a las cooperativas primarias y también a las secundarias. No son, por tanto,
instrumentos de gobierno corporativo intercambiables, en el sentido de que una sociedad
cooperativa pueda optar como medida de buen gobierno bien por funcionar como sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado, o bien con políticas de fomento de las delegaciones de
voto. En esta decisión concurrirán otros factores, no estrictamente de carácter orgánico, que,
básicamente, tienen que ver con la diferente forma de articular la actividad cooperativizada en la
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado y en la de primer grado.

Pero, en los singulares casos en los que esta disyuntiva pueda plantearse, hay que decir
que es también más eficiente para la participación orgánica del socio la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado, que la gran cooperativa primaria que eventualmente la sustituyera y en
la que se confía la participación del socio a la delegación del voto. Es cierto que entre los socios
primarios y la cooperativa suprabásica se interponen las entidades socias, pero también es cierto
que esa interposición está regulada imperativamente con garantías para los socios. Estas
garantías consisten en los derechos políticos de cada socio en el seno de su sociedad --entidad
socia de la cooperativa de segundo o ulterior grado--, que le aseguran el control sobre el
representante que ésta haya designado para la sesión de la asamblea general de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado. Por contra, la eficacia de la delegación del voto (rectius,
la representación voluntaria para el ejercicio de los derechos de asistencia, deliberación y voto)
es muy limitada: la representación solo puede realizarse a favor de otro socio, salvo
excepciones899, que solo podrá ostentar dos representaciones900, o de su cónyuge o de algún

899Las Leyes asturiana y castellano-manchega prevén que los estatutos puedan autorizar que el representante sea
una persona no socia (arts. 52.3 LCAsturias y 50.1.II LCCastilla-La Mancha). Y sin necesidad de previsión
estatutaria, sino por ministerio de la Ley, que sea un persona que ostente poder suficiente conferido en documento
público (art. 50.1.I LCCastilla-La Mancha).

El artículo 32.1 LSCAndalucía prevé que salvo disposición estatutaria en contra, cada socio o socia podrá hacerse
representar en la asamblea general por otra persona, sin que se exija que tenga la condición de socio.

Por su parte, las Leyes de Cataluña (art. 35.1) y de Navarra (art. 35.1) no exigen que el representante tenga que ser
socio. Luego sin que así se autorice en los estatutos sociales --como en el caso de Asturias y de Castilla-La
Mancha-- un no socio puede asistir como representante a la sesión de la asamblea general.

900La regla de que la representación voluntaria del socio en la asamblea general puede conferirse a otro socio, que
no podrá representar a más de dos es recogida en la práctica generalidad de las Leyes españolas (vid. arts. 27.1
LCEstado; 34.4 LCPaís Vasco; 33.5 LSCExtremadura; 36.8 LCGalicia; 33.1 LCAragón; 35.2 LCMadrid; 41.7 LCLa
Rioja; 36.1 LCCastilla y León; 43.1 LCIslas Baleares; 37.3 LCValencia y 43.2 LSCMurcia).

A su vez, la Ley catalana limita a una el número de representaciones que puede ostentarse (art. 35.1).

Se ha de entender que el representante no socio previsto en los artículos 52.3 LCAsturias y 50.1.II LCCastilla-La
Mancha) también queda sujeto a esta limitación: el no socio no podrá representar a más de dos socios en Asturias,
o de tres en Castilla-La Mancha. Esta limitación es impuesta expresamente en el artículo 32.1 LSCAndalucía.

331
familiar901, limitaciones que provocarán el efecto de la inasistencia del socio que no pueda
delegar. Ahora bien, la delegación de voto solo puede estigmatizarse por su alcance
subjetivamente limitado, pero no porque haga desaparecer la democracia interna: el que la
representación tenga que ser especial --esto es, que deba conferirse para cada sesión
concreta902-- impide que el socio se olvide de su participación y hace que tenga que delegarla a
cada poco, incluida la impartición de instrucciones a su representante903.

d) La intensidad de los problemas de gobierno societario en la sociedad cooperativa de


segundo o ulterior grado es relativa, depende del grado de integración que se observe entre las
entidades socias. En este sentido, la versatilidad de la sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado la perfila como un instrumento de gobierno societario adaptable a múltiples
finalidades empresariales904, de tal manera que cuando se ha constituido con finalidad de mera
colaboración económica las entidades se van a ver muy poco afectadas por las decisiones de los
órganos sociales de la cooperativa secundaria [solo en aquella parcela de su actividad
económica que se haya cooperativizado], mientras que si la finalidad es de integración
empresarial, de manera que la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado se constituya
como la vestidura de un grupo de sociedades, las entidades socias pierden su independencia
económica y pasan a estar sometidas a una dirección unitaria, y aquí el impacto del ejercicio del
poder societario sobre ellas es mayor, y tanto más lo será cuanto más facultades hayan
transferido las entidades socias a la cooperativa superior.

Todas estas consideraciones motivan al jurista al análisis del régimen jurídico de la


sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado desde el prisma de los órganos sociales, y

901Esta segunda posibilidad está contemplada solo cuando lo prevean los estatutos sin ninguna limitación (vid. arts.
27.1 LCEstado; 36.9 LCGalicia; 35.3 LCMadrid; 41.7 LCLa Rioja; 36.1 LCCastilla y León; 43.2 LCIslas Baleares y
37.3 LCValencia), o bien cuando lo prevean los estatutos para determinados sectores económicos o clases de
cooperativas (vid. 34.5 LCPaís Vasco; 126.6 LSCExtremadura y 33.2 LCAragón).

Por excepción, la Ley murciana admite, sin necesidad de previsión estatutaria, la representación familiar y, además,
con carácter general salvo “en el caso del socio de trabajo, o socio trabajador, o aquel al que se lo impida una
norma específica” (art. 43.2).

También las Leyes de Asturias y de Castilla-La Mancha admiten, sin necesidad de previsión estatutaria, la
representación del socio por su cónyuge o persona unida a él por análoga relación de afectividad, sus ascendientes
o descendientes directos, excepto --en el caso castellano-manchego-- en las cooperativas de trabajo asociado (arts.
52.3 y 50.1.I).

902Así lo exigen los arts. 27.3 LCEstado; 34.4 LCPaís Vasco; 33.5 LSCExtremadura; 33.2 LCAragón; 35.2
LCMadrid; 36.2 LCCastilla y León; 35.1 LCCataluña; 43.4 LCIslas Baleares; 37.3 LCValencia; 43.3 LSCMurcia. 52.3
LCAsturias y 50.1.I LCCastilla-La Mancha.

El carácter especial no viene expresamente exigido en las Leyes navarra, gallega, riojana y andaluza. También
experimenta una excepción en la Ley castellano-manchega en la que la regla general de que la representación deba
conferirse con carácter especial para cada asamblea y por escrito, se aplica sin perjuicio de la existencia de poder
general conferido en documento público mencionado (art. 50.2).

903Sin embargo el riesgo de atenuación o disminución de la democracia interna a causa del recurso a la delegación
del voto ha sido denunciado por A. RIGIDO, “Problemi e proposte di cooperative governance”…, pág. 4.

904Este dato de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado ha sido recogido por M. J. MORILLAS JARILLO
y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 621, al destacar la importancia de los estatutos sociales a la hora
de determinar el objeto social y las facultades conferidas a los órganos de gobierno, ya que esta cooperativa es fruto
de la autorregulación por las entidades y los empresarios que la componen.

332
todo parece confirmar la idea aquí mantenida de que la asamblea general, también en la
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, ha de ser el objetivo principal de análisis.

333
Capítulo segundo
La asamblea general

1. La asamblea general y la participación del socio en la gestión.

La sociedad cooperativa es, como se ha venido diciendo más arriba, esencialmente


mutualidad y participación en la gestión. La mutualidad consiste, básicamente, en el desarrollo
del objeto social para satisfacer necesidades de los socios; y la participación se cifra en la toma
de decisiones por parte del socio acerca de la llevanza del objeto social y de la actividad
cooperativizada como procedimientos para la satisfacción de estas necesidades. Ambos
elementos tipológicos bastan para construir el concepto de sociedad cooperativa.

El más estudiado de los dos ha sido, sin duda, el de la mutualidad 905. Debe, ahora,
abordarse el análisis de la participación del socio en la gestión para fijar científicamente algunas
claves genuinamente cooperativas906 válidas para la elaboración de las normas reguladoras de
los órganos sociales de las cooperativas y para la interpretación y aplicación de las mismas por
los tribunales, los registros, los notarios y los abogados.

Está claro que como la participación del socio tiene como fin influir en la orientación de la
gestión, la primera tarea a abordar será la del estudio de la gestión del objeto social y de la
actividad cooperativizada.

Sin embargo, a su lado aparece una materia de estudio novedosa: los derechos a través
de los cuales el socio participa en la gestión. O, si se quiere, una vieja materia pero con una
metodología novedosa de abordaje: el análisis sistemático o conjunto de los derechos que hacen
posible la participación de los socios en la gestión social. En este sentido puede afirmarse que la
participación es, además de uno de los elementos tipológicos de la sociedad cooperativa, un
conjunto de derechos.

Y como la participación de todos socios en la gestión cooperativa tiene su máxima y


directa expresión en la participación en la asamblea general --no en vano, es frecuente
comenzar las definiciones de este órgano diciendo que la asamblea general es la reunión de los
socios (art. 21.1.I LCEstado, por ejemplo)-- será en este órgano donde se focalice toda la teoría
de la participación orgánica a cuyo través el socio gestiona los asuntos sociales907. Además, los
análisis de gobierno corporativo realizados en las páginas anteriores apuntan como instrumento

905 Entre nosotros deben destacarse dos obras generales sobre la mutualidad en las sociedades cooperativas,
derivadas de sendas tesis doctorales: M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas, (cit) y
M. PANIAGUA ZURERA, Mutualidad y lucro en la sociedad cooperativa, Madrid [Mac-Graw-Hill], 1997. A su lado, es
de obligada lectura la obra de C. VARGAS VASSEROT, La Actividad Cooperativizada y las Relaciones de la
Cooperativa con sus Socios y Terceros (cit).

906No es infrecuente que el abordaje de análisis de los órganos sociales de las sociedades cooperativas se haga, no
desde una perspectiva cooperativa, sino desde la influencia de las sociedades de capital (vid., por ejemplo, J. M.
SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la
Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”..., págs. 2509 a 2542).

907Esta metodología no es generalizada en la doctrina científica que parte de la idea de que la asamblea general
carece de aptitud para administrar directamente los asuntos sociales (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 194).

334
de solución a los problemas derivados del mismo la propia existencia y el funcionamiento de la
asamblea general908.

Las líneas que siguen están destinadas a analizar ambas cuestiones: la asamblea
general como órgano de gestión y de control de los administradores, y los derechos de
participación de los socios.

2. La gestión.

2.1. La gestión por la asamblea general.

I. La gestión es la actividad jurídica y material realizada para el cumplimiento del objeto


social --como en todas las sociedades909-- y para el desarrollo de la actividad cooperativizada --
dato singular de las sociedades cooperativas--910, de la misma manera que la representación
orgánica --que corresponde al consejo rector-- debe extenderse a todos los actos relacionados
con el objeto social y con la actividad cooperativizada911.

908 Generalmente, se persigue el fortalecimiento de la asamblea general como medida de gobierno frente a los
abusos cometidos por los administradores en el ejercicio de la actividad empresarial. Esta causa del reforzamiento
de la asamblea de socios es sobre todo predicable de las sociedades anónimas. En ellas desde los albores de la
legislación que las regula ha sido una constante la preocupación de los legisladores por conseguir la participación
de los socios en el desarrollo de la empresa social para limitar el poder de los administradores. Así sucedió, por
ejemplo, con la reforma del Derecho de sociedades anónimas que se produjo en Alemania con la Ley de 18 de julio
de 1884 (Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y
reforma del Derecho español.., págs. 87 y 88). Con carácter general este fortalecimiento se traduce en las
competencias de la asamblea general --en los asuntos de gestión de la sociedad, en la facultad de impartir
instrucciones al órgano de administración y de someter a autorización previa actos de éste, en el nombramiento y
revocación de los miembros de los demás órganos sociales, en el examen de la contabilidad y distribución de
resultados y en las materias que afectan a los fundamentos de la sociedad-- y en la posición jurídica de socio --
atribución del voto en proporción al capital social-- (Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 89).

909En el ámbito de las sociedades de capital la administración social se entiende como comprensiva de un conjunto
de actos, de diversa naturaleza, tendentes a la consecución del objeto social (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, Los
administradores en las sociedades de capital, Navarra [Editorial Aranzadi, S.A.], 2007, pág. 46.

910Acerca de las diferencias entre objeto social y la actividad cooperativizada vid. supra apartado 1.3 del capítulo
segundo de la primera parte.

911La delimitación de la materia a la que se extienden las facultades representativas del consejo rector no siempre
se ha realizado correctamente. En un grupo de Leyes el ámbito de la representación orgánica se extiende a todos
los actos comprendidos en el objeto social delimitado por los estatutos (vid. arts. 32.1.IV LCEstado; 40.2 LCPaís
Vasco; 39.2 LCMadrid; 40 LCCataluña; 48.2 LCIslas Baleares; 40.1.III LCValencia; 60.2 LCAsturias y 56.4.I
LCCastilla-La Mancha) que siguen el patrón marcado por la legislación de sociedades de capital (vid. art. 234.1
TRLSC). En cambio, en otro grupo de Leyes la mencionada representación orgánica comprende todos los asuntos
concernientes a la entidad representada (vid. arts. 36.3.I LSCExtremadura; 42.1.I LCGalicia; 46.1 LCLa Rioja y 37.3
LSCAndalucía). En el ámbito de la legislación estatal el cambio que ha supuesto pasar del sistema de la Ley
General de Cooperativas de 1987, que atribuía al consejo rector la facultad representativa en todos los asuntos
concernientes a la cooperativa, al de la Ley de 1999 que extiende estas facultades al objeto social, ha sido
considerado como un acercamiento a la solución prevista para las sociedades de capital (vid. M. PANIAGUA
ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en
M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 214 y 215).

Debe advertirse que el mimetismo con las sociedades de capital incurre en un error técnico que solo puede
resolverse por vía interpretativa. Se trata de una incorrecta delimitación del ámbito de representación del consejo
rector al tomar solo como referencia el objeto social --una de las actividades económicas que desarrolla la sociedad
cooperativa-- dejando fuera la actividad cooperativizada --el otro bloque de actividades económicas de la

335
La gestión de la sociedad cooperativa es una actividad interna (a diferencia de la
representación, o actividad externa de establecimiento de relaciones jurídicas con terceros), que
tiene dos manifestaciones: por un lado, la gestión organizativa, o actuación en la organización
económica y de personas que se da en toda sociedad cooperativa, y por otro, la gestión
empresarial, o llevanza diaria de la empresa y determinación de los objetivos a cumplir912. El
carácter interno de la gestión es común tanto a la desarrollada por el consejo rector, cuanto a la
gestión que realice la asamblea general, cuando sea competente; y si el acto gestor debe tener
eficacia externa habrá de ejecutarse, correspondiendo la ejecución normalmente al propio

cooperativa--. Naturalmente, a pesar de la dicción literal de las Leyes, el ámbito de la representación del consejo
rector también se extiende a este segundo bloque de actividades económicas, de lo contrario la cooperativa no
funcionaría. En el mismo sentido se pronuncian E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen
Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 268, señalando
que las facultades representativas del consejo rector se extienden a las actividades recogidas en el objeto social de
forma directa y a aquellas otras que constituyen medios auxiliares para el desarrollo del mismo, así como a la
actividad cooperativizada.

En ese segundo bloque de Leyes donde se toma como referencia los asuntos concernientes a la sociedad
cooperativa para configurar el ámbito de la representación del consejo rector, tienen la virtud de comprender en ella
tanto el objeto social cuanto la actividad cooperativizada.

Así lo ha previsto, con gran acierto técnico, el artículo 48.3 LSCMurcia que literalmente señala que “la
representación se extenderá a todos los actos comprendidos en el objeto social delimitado en los Estatutos sociales,
así como a aquellos actos relativos al desarrollo de la actividad cooperativizada”.

VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 53, págs. 639 y 641, considera que este tipo
de normas establecen un ámbito de representación del consejo rector ilimitado e ilimitable dentro de la actividad
empresarial, que comprende cualquier giro o tráfico y no solo el concreto de la cooperativa a la que pertenezca el
consejo rector, con excepción de los actos que exigen acuerdo de la asamblea general.

No deja de resultar curiosa en este punto la tramitación parlamentaria de la Ley estatal de cooperativas de 1999. El
artículo 32.1.IV del Proyecto de Ley de Cooperativas [vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los
Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 27 de julio de 1998, núm. 125-1] disponía que “…las facultades
representativas del Consejo Rector se extienden a todos los actos relacionados con las actividades que integren el
objeto de la cooperativa…”. La expresión “objeto” podría dar cabida al objeto social y al objeto del contrato de
sociedad --que contiene a la actividad cooperativizada-- y expandir las competencias representativas del consejo a
estos dos tipos de actividades económicas. Ahora bien, el texto resultante del Informe de la Ponencia [vid. Boletín
Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos de Ley, 24 de marzo
de 1999, núm. 125-10] incluye en el artículo 32.1.IV la palabra “social” añadida a “objeto”, impidiendo una
interpretación como la aquí propuesta. Pero sorprendentemente, examinadas todas las enmiendas presentadas
[publicadas en el Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A:
proyectos de Ley, 17 de noviembre de 1998, núm. 125-7] ninguna de ellas lo es al artículo 32.1.IV, por lo que no hay
un motivo que explique la adición comentada.

912Así lo consideran F. VICENT CHULIÁ, “El derecho de los órganos sociales desde la perspectiva de la legislación
cooperativa”..., págs. 533-535; M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, págs. 213 y 214; y E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT,
Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 264 a
266.

En el artículo 56.1.II LCCastilla-La Mancha se contiene una interesante definición de la actividad de gestión:
consiste en “la aplicación de la ley, de los estatutos sociales y del reglamento de régimen interno en la promoción
del interés social, ..[en] tomar las iniciativas que correspondan… [y en] establece las directrices generales de la
gestión de la cooperativa, de conformidad con la política fijada por la asamblea general”.

336
consejo rector tanto de sus actos gestores como de los adoptados por la asamblea general,
aunque debe admitirse que la propia asamblea acuerde y designe qué personas pueden ejecutar
sus actos frente a terceros913.

En el Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital aparece la expresión


administración y en menor medida la de gestión para referirse a este conjunto de actividades
internas914; --como ya sucedía con el Texto Refundido de la Ley de sociedades anónimas y con
la Ley de sociedades limitadas--915, en él gestión y administración son dos significantes con el
mismo significado916. En cambio, en las Leyes de cooperativas se ha generalizado la fórmula de
atribuir al órgano de administración el gobierno y la gestión --incluso la alta gestión917-- de la

913Ciertamente, en el ámbito de las sociedades de capital la doctrina califica a la junta general como un órgano que
opera exclusivamente con efectos internos, en el sentido de que carece de facultades de representación (vid. vid. F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 46; y R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M.
MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al
régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V, Madrid [Civitas], 1991, artículo 93, pág. 29).

Pero esa misma doctrina admite que la junta general pueda designar a la persona que ejecute sus actos, ya con
carácter general (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 47 y 48) ya de
forma excepcional, cuando no existan administradores, o cuando el asunto presente tal incompatibilidad o conflicto e
intereses con el consejo que no permita la actuación de éste (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS,
La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 93, págs. 42 y 43). Esta doctrina encaja perfectamente en el sistema de
órganos sociales cooperativos, en el que la asamblea general tiene intensas competencias gestoras e, incluso,
puede nombrar apoderados en algunos casos.

914 La expresión administración es la que más peso jurídico tiene de las dos tanto por el número de veces con que
aparece en el Texto, cuanto por la relevancia técnica de los lugares en los que puede leerse. Es la que se usa para
regular el contenido de la escritura de constitución (art. 22) y el de los estatutos sociales [art. 23.e)] y la que designa
al órgano competente en esta materia: el administrador, los administradores o el consejo de administración. La
palabra gestión, de un uso cuantitativamente menor, aparece con relevancia técnica en tres lugares: al prever la
competencia de la junta general para la aprobación de la gestión social [art. 160.a)], al regular la intervención de la
junta general en asuntos de gestión (art. 161) y al disponer que “es competencia de los administradores la gestión y
la representación de la sociedad” (art. 209). En este último caso, que podría ser el más importante de todos aquellos
en los que se utiliza la expresión, se deduce que su uso obedece más bien a evitar una cacofonía en el lenguaje con
el objeto de no decir “es competencia de los administradores la administración”.

915La palabra “administración” en el TRLSA aparecía entre otros, en los artículos 8.f) --al señalar que la escritura de
constitución debe exprese la identidad de “las personas que se encarguen inicialmente de la administración” social
9.h) --al exigir como contenido obligatorio de los estatutos “la estructura del órgano al que se confía la
administración de la sociedad”--, 127 --al imponer a los administradores el “deber de diligente administración”--, o
136 y concordantes que denomina al órgano colegiado de gestión “consejo de administración”.

La LSRL era más directa: “la administración de la sociedad se podrá confiar a un administrador único, a varios
administradores que actúen solidaria o conjuntamente, o a un Consejo de Administración” (art. 57.1.I)

916 Bajo la vigencia del TRLSA y de la LSRL la doctrina más autorizada usaba para la referirse a la misma realidad
las expresiones “administración” y “gestión” (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, Los administradores en las sociedades de
capital…, págs. 46 a 51).

917Para la doctrina la “alta” gestión como competencia del consejo rector está pensada para las grandes sociedades
cooperativas en las que junto al Consejo actúan los directivos o los apoderados generales, correspondiendo al
Consejo las tareas de control de los equipos directivos o ejecutivos, pero cuando no existan éstos el Consejo
desarrolla “toda” la gestión (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, pág. 212). Esta fue precisamente la justificación de la enmienda núm. 167, del
Grupo Parlamentario Coalición Canaria, al artículo 32, apartado 1, párrafo primero, de la que trae causa el texto

337
sociedad cooperativa918. No creo que haya que atribuir diferencia cualitativa o de contenido a
una y otra competencia; deben ser, rectius, son materialmente coincidentes: en ambos casos se
trata de realizar el objeto social y de desarrollar la actividad cooperativizada919. Esta es, además,
la conclusión que puede extraerse de las resoluciones judiciales que se han ocupado de la
cuestión920. Por ello, no puede trasladarse a este terreno la distinción, propia del Derecho
administrativo, entre gobierno y administración, en la que aquél se corresponde con la dirección
de la política del Estado [o de la Comunidad Autónoma], y ésta con el servicio a los intereses
generales (vid. arts. 97, 103.1, 148.1.1º y 152.1.I CE); ni siquiera debe ser trasladada para evitar
la tentación de que se rescate la doctrina administrativista hoy abandonada de los actos políticos
o de gobierno que, en su momento estaban fuera de la jurisdicción contencioso-administrativa, y
de esta manera queden fuera del control jurisdiccional --es decir, de la impugnación de acuerdos
sociales-- los actos de gobierno del órgano de administración 921. Tampoco pueden extraerse de

aprobado (vid. Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VI legislatura, serie A: proyectos
de Ley, 17 de noviembre de 1998, núm. 125-7).

918Las expresiones legales más frecuentemente utilizadas para atribuir al consejo rector la competencia gestora son
las siguientes: “gobierno y gestión” (arts. 36.1 LSCExtremadura; 41.1.I LCGalicia; 37 LCAragón; 45.1 LCLa Rioja;
40.1 LCCastilla y León; 48.1.I LCIslas Baleares; 41.1.I LCValencia; 37.1.I LCNavarra y 37.1 LSCAndalucía) o
simplemente “gestión” (art. 40.1 LCPaís Vasco), la “alta gestión” (arts. 32.1 LCEstado y 48.1.I LSCMurcia).

Además del “gobierno” y la “gestión” o la “alta gestión”, cuatro Leyes, la estatal, la madrileña, la catalana y la
murciana atribuyen al consejo rector competencias de “supervisión” y “control” de la gestión realizada por los
directivos o por la dirección (arts. 32.1.I LCEstado; 39.1.I LCMadrid; 39 LCCataluña y 48.1.I LSCMurcia).

En las Leyes más se introduce con fuerza la expresión “administración” para referirse al órgano titular de este
conjunto de actividades. La primera que abre esta tendencia es la Ley de sociedades cooperativas especiales de
Extremadura de 2006 (art. 9.1), y le han seguido la Ley asturiana (arts. 59 y 60) y castellano-manchega (art. 55),
aunque esta última, dejando sentir el peso de la tradición retiene la palabra “gestión” para referirse a las
competencias del órgano de administración (art. 56.1). No obstante, el nombre de administradores ya aparecía en la
Ley vasca de 1993 (art. 40 a 44) y continúa en la Ley 6/2008, de 25 de junio, de la Sociedad Cooperativa Pequeña
de Esukadi (art. 5).

919Con un planteamiento diferente, VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, págs. 632 a
635, distingue entre gobierno, de un lado, y gestión y representación, de otro. Es gobierno la facultad legal de hacer
cumplir las disposiciones legales y estatutarias que tienen como destinatario a la cooperativa (revisar la valoración
de aportaciones no dinerarias, el deber de convocar la asamblea general, formulación de las cuentas anuales…); y
es gestión y representación el conjunto de facultades de administración del patrimonio de la cooperativa organizado
como empresa. Sigue literalmente estos conceptos de gobierno y de gestión, como competencia de los
administradores de la cooperativa, A. TATO PLAZA, “Algunas notas en torno al órgano de Administración de la
sociedad cooperativa”…, pág. 1459 y 1460.

La dualidad de funciones que corresponden al consejo rector probablemente no sirva para dar un contenido
diferente a las expresiones gobierno y gestión, dado que la regulación del órgano de administración de las
sociedades de capital no incluye esta diferencia y resulta indiscutible que el mismo gobierne un persona jurídica y
gestiones una empresa.

920 El análisis de los pronunciamientos judiciales permite apreciar casos concretos en los que los tribunales se han
referido al “gobierno” de la cooperativa para ubicar en este concepto indeterminado competencias de “gestión” que
corresponden a la asamblea general. El AAP Madrid de 1 de octubre de 2004 [Civil] (Ar. Jur 2004\298572) califica a
la materia relativa a la designación interventor de la liquidación, cuya solicitud al juez corresponde a la asamblea,
como competencia de gobierno.

921Hace muchos años que esta doctrina ya no existe en nuestro Derecho administrativo. Los actos políticos que, por
aplicación del artículo 2.b) de la Ley de la jurisdicción contencioso-administrativa de 1956, quedaban fuera del
recurso, deben considerarse enjuiciables desde la Constitución de 1978, por aplicación de su artículo 106.1 (vid. E.
GARCÍA DE ENTERRÍA Y T. R. FERNÁNDEZ, Curso de Derecho administrativo I, Madrid [Civitas], 5ª ed., 1989,

338
esta cláusula legal consecuencias cuantitativas, en el sentido de que el gobierno de la sociedad
sea una tarea gestora de más alto nivel que la mera gestión, una tarea programática, más
alejada de la tarea cotidiana de administrar, porque, con criterios hermenéuticos literales, hay
Leyes que distinguen entre gobierno y alta gestión922, luego no podría ser el gobierno la gestión
de alto nivel; y porque, con criterios sistemáticos, el Texto Refundido de la Ley de Sociedades
de Capital no utiliza la expresión gobierno y no por ello el órgano de administración que regula
tiene competencias de menor nivel para el desarrollo del objeto social, que las que tiene el
consejo rector.

II. La asamblea general de las sociedades cooperativas tiene competencia para la


gestión de los asuntos sociales923.

págs. 558 a 562), consecuentemente, han desaparecido de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa (en su exposición de motivos --II-- puede leerse que “la Ley no recoge ya,
entre estas exclusiones, la relativa a los llamados actos políticos del Gobierno, a que se refería la Ley de 1956”).

922 El Consejo Rector es el órgano colegiado de gobierno al que corresponde, al menos, la alta gestión, señalan los
artículos 32.1 LCEstado y 48.1.I LSCMurcia.

La competencia de gestión de la asamblea general no es un fenómeno exclusivo de las sociedades cooperativas.


923

También se aprecia, a los largo de la evolución de su régimen, en la sociedad anónima.

Como puede leerse en R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R.
Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…,
Introducción, págs. 15 a 17, superada la inicial concepción oligárquica de la sociedad anónima, en la que éstas se
gobernaban por unos directores nombrados por los reyes y, luego, por los grandes accionistas, y en la que no existe
la junta de socios como instrumento de formación y manifestación de la voluntad social, surge la influencia de los
socios en la gestión de la compañía, de forma que reunidos en asamblea general asumen la facultad de nombrar a
los administradores, aprobar las cuentas, repartir la utilidades y acordar lo que estimen conveniente a los intereses
sociales, con lo que los administradores pasan a ser un órgano dependiente de la asamblea; e incluso, ante aquella
nueva situación derivada del abandono de postulados democráticos a posiciones de oligarquía, en las que el poder
de los grandes accionistas y la delegación por parte de los pequeños en los Bancos depositarios de las acciones,
mina en la práctica la función de la asamblea, las leyes de sociedades anónimas de los distintos países dictadas en
la primera mitad del siglo XX --lo que se ha dado en llamar “el primer movimiento de reforma de la sociedad
anónima”--, no llegaron a restringir los poderes de la junta general, con lo que el accionista sigue teniendo en este
órgano social el instrumento que le permite continuar participando en la marcha de la empresa. Y más adelante,
afirman que la junta general puede “acordar que se celebren o no determinados contratos, y que se lleven las
operaciones sociales en una y otra forma” (pág. 42), que ostenta un “poder indirecto de gestión”, que la Ley “cuando
quiere atribuir a la junta facultades concretas de gestión o administración lo hace expresamente” --como sucede con
la aprobación de la adquisiciones de bienes a título oneroso realizadas por la sociedad dentro de los dos primeros
años de su constitución siempre que el importe de ellas exceda de la décima parte del capital, o en materia de
negocios sobe las propias acciones, o para la emisión de obligaciones--, y que “es frecuente que los estatutos
reserven a la junta la gestión de terminados asuntos importantes (compra o venta de inmuebles, constitución de
hipotecas, concesión de préstamos, etc.)”, e incluso que los administradores puedan remitir a la junta la adopción
del acuerdo sobre un determinado asunto (págs. 43 y 44).

Por la influencia de su ordenamiento jurídico y de su doctrina entre nosotros, puede traerse a colación el caso
alemán. En las sociedades anónimas existentes en Alemania a comienzos del siglo XIX, aunque la función de
administración se encomendaba a un consejo de administración y la gestión efectiva de los asuntos de la sociedad
era realizada por la dirección, la asamblea general retenía ciertas competencias que afectaban al desarrollo del
negocio social destacando la facultad de resolver diferencias entre los dos órganos citados, la de vigilarlos y la de
dar instrucciones sobre los negocios a realizar por la dirección así como someter a su autorización previa
determinadas decisiones (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho
europeo y reforma del Derecho español.., págs. 65 a 69). La posibilidad de intervención de la junta general en
asuntos de gestión se mantiene en la legislación posterior --ADHGB de 1861, Ley de 1870 y HGB de 1897-- (vid. G.
ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho
español.., págs. 89 a 100).

339
Ciertamente, todas las Leyes contienen una cláusula general de atribución de la
competencia de gestión al órgano de administración. La atribución por las Leyes de la
competencia de gestión al órgano de administración se ha interpretado como una atribución no
solo general sino también excluyente; general, porque los administradores pueden tomar
decisiones sobre todos los asuntos que no estén reservados por la Ley a la asamblea o a otros
órganos; y excluyente, porque tales funciones no podrán ser desempeñadas por la asamblea
genera que no podrá asumir funciones de gestión924. Sin embargo, esta previsión normativa, si
bien explica la competencia general de gestión del consejo rector, aisladamente considerada no
basta para obtener una conclusión excluyente de tanto alcance. Es necesario tener en cuenta el
resto de competencias atribuidas por la Ley y por los estatutos sociales a todos los órganos, las
relaciones e interconexiones entre ellas para hacerse una cabal idea del sistema de distribución
de competencias existentes en cada sociedad925. Y es que la valoración de la competencia de un

En el Derecho español, atendiendo a la función que cumplen los diferentes tipos sociales, se admite la injerencia de
la junta general en los asuntos de gestión como una función compartida en las sociedades de capital cerradas (vid.
las reflexiones y citas al respecto que realiza F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de
capital…, pág. 468.

924Esta doble nota --competencia general y competencia excluyente-- definitoria de la competencia de gestión de los
administradores es defendida en el entorno de las sociedades anónimas, admitiéndose una quiebra a la misma en
las sociedades de responsabilidad limitada, respecto de las cuales la ley admite la especialidad de que la junta
general pueda impartir instrucciones al órgano de administración y someter a autorización determinados asuntos de
gestión (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 57 y 58, para las
anónimas, y 454 y 455, para las limitadas).

Como se puede observarse, el tipo societario y sus elementos construyen un sistema competencial propio, diferente
para las sociedades anónimas y para las limitadas; y, si esto es así en el ámbito de las sociedades de capital, la
especialidad será más intensa en las sociedades cooperativas, en las que la mutualidad justifica la atribución no
excluyente de competencias de gestión al consejo rector y la asignación a la asamblea general de competencias
gestoras. En contra, pero con apoyo jurídico positivo, J. M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho de
sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”…,
pág. 2527, quien, en el análisis de la Ley de Cooperativas de Euskadi de 1993, afirma la que “la LCE, en su artículo
40.1, establece de modo categórico la existencia de un ámbito de un ámbito de funciones y responsabilidades que
competen de manera exclusiva y excluyente a los administradores …la gestión y representación de la cooperativa”,
y añade que “la asamblea no puede asumir competencias atribuidas por la ley otros órganos, señaladamente a los
administradores”. Conclusión que no puede ser traslada, como se verá más adelante, al resto de Leyes cooperativas
españolas.

925 La contemplación en su conjunto de las facultades y obligaciones de los órganos sociales como método para
obtener resultados satisfactorios sobre la función de cada órgano y sus relaciones con los demás, es una idea
reiteradamente defendida por G. ESTEBAN VELASCO (vid., p. ej., El poder de decisión en las sociedades
anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 181-182, 389 y 399). Por ejemplo, este autor al
estudiar la reforma del Derecho alemán de sociedades anónimas por la Ley de 1937 destaca la nueva orientación
respecto a la competencia de gestión: la supresión de la competencia gestora de la junta general, y su atribución en
exclusiva al Vorstand. Para llegar a esta conclusión parte, del hecho aislado, de que la nueva Ley (art. 70.1) atribuye
al Vorstand la competencia para dirigir la sociedad bajo su propia responsabilidad, “cambio de actitud del legislador
[que] no tiene un alcance meramente formal, de aclarar un aspecto que se podría dar por sobreentendido ya que la
doctrina no ponía en duda que el órgano ordinario de gestión era el Vorstand, sino un significado material…lo más
notable a este respecto es que la Ley atribuye el ejercicio de la gestión con exclusividad e independencia al
Vorstand”. Esta conclusión es completada por el mismo autor a renglón seguido --fiel a su sistema de interrelaciones
competenciales-- con otras dos referidas a la junta general: la junta general no puede intervenir, con carácter
general, en la gestión, salvo a petición del Vorstand, y la ley solo reconoce a la junta facultades concretas en
materia de gestión; circunstancias que en su conjunto explican como en este nuevo sistema de distribución
competencia tiene encaje la atribución excluyente de la gestión al Vorstand (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder
de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 159 y 160).
Mantiene la misma tesis de construir el sistema de distribución de competencias entre órganos a partir de todos los
datos normativos para cada tipo social y no solo atendiendo a atribuciones competenciales específicas en, por

340
órgano no puede realizarse contemplando aisladamente al órgano, sino a partir de las
competencias que la Ley o los estatutos atribuyen al resto de órganos. Las competencias, sus
relaciones y la solución a los conflictos de competencias conforman un sistema que responde a
unos principios y permite obtener conclusiones de conjunto.

En tal sistema se aprecia que la actividad de gestión no se agota en la actividad


atribuida como competencia específica al órgano de administración, sino que comprende otras
varias funciones que, junto a las que desarrolla el órgano de administración, van encaminadas a
la realización del objeto social y de la actividad cooperativizada. Estas otras funciones dan lugar
a sendas competencias de gestión de la asamblea general, cuyos acuerdos pueden llegar a ser
inmediatamente ejecutivos926. Hay actos de gestión que, por ministerio de la Ley, corresponden a
la asamblea general; competencia legal de la asamblea que no solo se extiende a los
denominados actos de gestión extraordinaria927 sino también, como se verá, a los de
administración ordinaria928. A su lado, en todas las Leyes se contempla la posibilidad de
ampliación estatutaria de las competencias gestoras de la asamblea general. Todos ellos, los de
la asamblea general y los del órgano de administración, contemplados conjuntamente permiten
construir el sistema de distribución de competencias entre los órganos sociales de las
sociedades cooperativas929. La determinación de todos los elementos de este sistema

ejemplo, en G. ESTEBAN VELASCO, “Competencia del órgano de administración (art. 209)”, en Rojo-Beltrán (dirs.),
Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1481 a 1486, en
págs. 1481 y 1482.

Igualmente F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 53 a 60, a la hora de
determinar la competencia de la junta general de accionistas se fija no solo en los asuntos cuya competencia asigna
la Ley a la junta general, sino también tiene en cuenta la competencia que la misma Ley otorga a otros órganos
(administradores, auditores o liquidadores) así como los derechos y poderes que la Ley atribuye a los accionistas
que limitan el poder de decisión de la junta.

926 La doctrina admite la posibilidad de que los acuerdos de la asamblea general puedan ser inmediatamente
ejecutivos, es decir, que no precisen de un desarrollo o aplicación concretos por el consejo rector (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 52, pág. 586).

927 Aquellos que consisten en la enajenación, en todo o parte, del establecimiento o de bienes o derechos que
supongan una modificación sustancial de la cooperativa, o la constitución de derechos reales de garantía sobre los
mismos. La aludida gestión extraordinaria es, en sociedades cooperativas, competencia de la asamblea general
(vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 43, pág. 333); aunque en
sociedades de capital esta gestión extraordinaria se atribuye también a los administradores (vid. G. ESTEBAN
VELASCO, “Competencia del órgano de administración (art. 209)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital…, pág. 1484, indicando como casos de gestión extraordinaria operaciones inmobiliarias,
constitución de hipotecas, operaciones de gran valor económico o fundación de filiales).

928Por ejemplo: la aprobación de las cuentas anuales y de la memoria, la aplicación de excedentes y la imputación
de pérdidas, la constitución de o el ingreso en sociedades cooperativas de segundo grado o grupos cooperativos, la
emisión de obligaciones o de otras modalidades de financiación, el establecimiento de cuotas de ingreso o
periódicas, en su momento, la ratificación por parte de la asamblea general del acuerdo del consejo rector
autorizando la solicitud de suspensión de pagos (por aplicación analógica del artículo 2.5º de la Ley de Suspensión
de Pagos de 22 de julio 1922), etc.

929Aunque escasas, hay sentencias en las que la cuestión litigiosa se centra en el sistema de distribución de
competencias entre el consejo rector y la asamblea general. Una de ellas es la SAP Santa Cruz de Tenerife de 28
de noviembre de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\8661): la competencia de la fijación de los intereses por las aportaciones
desembolsadas al capital social corresponde a la asamblea general, mientras que la fijación de los intereses por las
deudas del socios con la cooperativa por la prestación de otros servicios es competencia del consejo rector. En el

341
distributivo se vuelve más necesaria si se tiene en cuenta que en la sociedad cooperativa
europea “la asamblea general decidirá asimismo en aquellos asuntos respecto de los cuales se
confiera competencia a la asamblea general de una cooperativa a la que se aplique el Derecho
del Estado miembro en que se encuentre el domicilio social de la SCE, ya sea en virtud de la
legislación de dicho Estado miembro, ya sea con arreglo a estatutos conformes a ésta” (art. 52.II
ESCE)930.

La atribución de competencias gestoras a la asamblea general puede ser la explicación


a uno de los elementos más singulares del sistema de distribución de competencias entre los
órganos sociales de las cooperativas. Se trata de la competencia de representación orgánica
que, con carácter general se atribuye al presidente de la sociedad cooperativa. El presidente,
además de ser miembro del consejo rector --y por lo tanto, de formar parte del colegio de
administración y representación de la sociedad cooperativa--, ostenta una competencia propia: la
competencia individual de representación orgánica de la sociedad, en virtud de la cual puede
celebrar en nombre de la cooperativa toda clase de actos y negocios jurídicos 931. De esta forma,
la asamblea general para ejecutar frente a terceros sus acuerdos podrá valerse del presidente y
sus facultades representativas. Las facultades gestoras de la asamblea --singularidad orgánica
cooperativa-- puede ser ejecutadas frente a terceros por el presidente --en ejercicio de su
competencia legal de representación orgánica, de la que carece el presidente del consejo de
administración de las sociedades de capital--. Parece como si esta facultad exorbitante del
presidente esté puesta al servicio de la asamblea.

III. En todo caso la gestión social es una competencia de los órganos sociales, nunca del
socio. La participación del socio en la gestión no se realiza a título individual, sino de forma
colegiada, a través de la asamblea general. Todos los derechos de participación del socio son
instrumentales para conformar la decisión gestora por la asamblea de socios --a excepción del
derecho de impugnación de acuerdos sociales, de ejercicio individual, que, desde la perspectiva
que aquí se defiende, se trata de una gestión negativa, por cuanto trata de expulsar del bloque
de actos de gestión aquellos que incurren en infracción del ordenamiento jurídico--.

IV. Tradicionalmente, la forma colegiada del órgano de administración ha sido la tónica


general en el Derecho de sociedades cooperativas. La razón de esta opción legislativa se
encuentra en el principio de participación del socio en la gestión, que queda más garantizado con
un órgano colegiado de administración, susceptible de albergar la presencia de todos los grupos
y corrientes de socios, que con un administrador único932. Esta fundamentación explica porqué,

caso resuelto se trataba de una cooperativa de crédito y del interés fijado para las citadas cuentas por la Junta
Rectora.

930Sobre esta competencia de la asamblea general de la sociedad cooperativa europea vid. M. J. BOTANA AGRA,
“Apuntes sobre los órganos de la sociedad cooperativa europea”, en Estudios de Derecho de sociedades y Derecho
concursal. Libro homenaje al Profesor Rafael García Villaverde, Tomo I, 2007, Madrid [Marcial Pons], págs. 221 a
254, en pág. 223.

931La configuración del presidente como órgano individual de representación ha sido muy criticada, al comentar la
Ley de 1987 por F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 54, págs. 652 a
658, al no estar condicionada por el ejercicio de su facultad de ejecución de los acuerdos sociales.

932Considera F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 53, págs. 626 y
267, que la opción por el consejo rector no se debe a la homogeneidad de la tipología social de las cooperativas --
que es muy varada en dimensiones y estructuras (de trabajo asociado, de consumidores, de empresarios…)-- sino a

342
cuando en las modernas Leyes de cooperativas se admiten otras modalidades de
administradores junto al consejo rector --administrador único, administradores solidarios y
administradores mancomunados--, resulta dogmáticamente coherente atribuir competencias
gestoras a la asamblea general, en tanto que órgano de los socios y como mecanismo aplicativo
del principio de participación orgánica.

Los sistemas legales que atribuyen a la asamblea general competencia de gestión son
los más acordes con la naturaleza de la sociedad cooperativa933, como consecuencia del
impacto de la mutualidad en la participación orgánica.

Por ello, en las Leyes de sociedades cooperativas debe existir una influencia de la
mutualidad en la regulación de los órganos sociales. Esa influencia es necesaria, en el sentido
de que una ley de cooperativas debe contener normas jurídicas que regulen con sistemática la
materia cooperativa y no otro tipo social. Y es que cuando un grupo de personas pretenden
satisfacer sus necesidades comunes organizándose en forma de empresa pueden acudir al tipo
especial de sociedad mutualista previsto en el ordenamiento jurídico (sociedad cooperativa) o
pueden escoger un tipo universal (sociedad colectiva, comanditaria, anónima o limitada) en cuyo
caso se habla de sociedad cooperativa de hecho934, dado que el fin mutualista puede
satisfacerse de ambas formas935. Por ello, cuando una Ley regula ad hoc la sociedad cooperativa
debe estar penetrada de soluciones mutualistas, de otra manera estaría regulando un tipo
societario universal para el que no resultaría competente936.

que, como reflejo del principio democrático, resulta necesario evitar una excesiva concentración de poder societario
en una sola persona.

933Así lo han entendido A. TATO PLAZA, “La nueva legislación cooperativa en Galicia”, en Revista de Economía
Social, Pública y Cooperativa, núm. 29 [1998], págs. 127 a 147, en págs. 139 y 140 y J. M. MONTOLÍO
HERNÁNDEZ, “Estructura y organización de las entidades cooperativas”, en Documentación Social, núm. 68,
[1987], págs. 123 a 134, en pág. 128.

934Vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “La participación en democracia en la economía: la regla de


comportamiento en la sociedad de la información”, en Actas del 1º Congreso sobre Cooperativismo Español,
Córdoba [Fundación Fernando Garrido Tortosa], 2000, págs. 269 y 270; y del mismo autor “Las sociedades
cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la Alianza
Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial referencia a los sociedades de responsabilidad limitada
reguladas en España”..., págs. 53 a 87.

935Así lo considera C. PAZ-ARES, “La sociedad mercantil: mercantilidad e irregularidad de las sociedades”, en Uría-
Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 531 a 565, en
págs.. 547 a 549.

Esta misma tesis la sostiene la interesante S.T.S., Sala 3ª de 17 de marzo de 1999 [Contencioso-Administrativo] (Ar.
RJ 1999\2454) en cuyo fundamento de derecho sexto, apartado c) puede leerse que “no existe inconveniente
doctrinal alguno en admitir que los fines cooperativos pueden desarrollarse en el marco de una sociedad mercantil
de carácter limitado, ni esa posibilidad se opone al mantenimiento de los principios específicos característicos de
una entidad de esa clase, al revés de lo que podría sostenerse en caso contrario”.

936 Esta reflexión tiene extraordinaria importancia a la hora de determinar el contenido de la competencia exclusiva
sobre las sociedades cooperativas que corresponde a las Comunidades Autónomas, de suerte que éstas solo son
competentes para regular sociedades cooperativas y no otro tipo societario escondido bajo el disfraz mutualista.
Sobre esta interesante cuestión, que aquí simplemente se deja planteada, y otros problemas que de ella se derivan,
vid. J. J. PÉREZ MILLA, La territorialidad en el ordenamiento jurídico español, Valencia [CIRIEC-España], 1999.

343
Esta conexión de la mutualidad con la regulación de los órganos sociales tiene como
principal manifestación la “expansión” de la competencia de la asamblea general a la gestión de
la sociedad cooperativa, cuyos fundamentos se indagan a continuación.

2.2. Fundamentos de la competencia de gestión de la asamblea general.

I. Los fundamentos de la competencia de gestión de la asamblea general hay que


buscarlos en la teoría de las sociedades cooperativas937. En particular no deben trasladarse a
este terreno, sin las adaptaciones que exija la mutualidad, las explicaciones dadas acerca de la
competencia de gestión de la junta general de las sociedades limitadas.

Ciertamente el TRLSC regula las competencias de la junta general de las sociedades de


capital --de todas, tanto limitadas, cuanto anónimas y comanditarias por acciones, a diferencia de
la legislación anterior que solo lo hacía respecto a la sociedad de responsabilidad limitada-- con
una fórmula análoga a la contenida, en general, en las Leyes de cooperativas: una lista de
asuntos cuya deliberación y acuerdo es competencia de la junta general, y una cláusula abierta,
conforme a la cual la competencia de la junta general se extiende a cualesquiera otros asuntos
que, además de en la Ley, se determinen en los estatutos [art. 160 TRLSC]. Junto a lo anterior, -
-con carácter singular para las limitadas-- prevé que “salvo disposición contraria de los estatutos,
la junta general de la sociedad de responsabilidad limitada podrá impartir instrucciones al órgano
de administración o someter a autorización la adopción por dicho órgano de decisiones o
acuerdos sobre determinados asuntos de gestión, sin perjuicio de lo establecido en el artículo
234” --ámbito de representación de los administradores-- (art. 161 TRLSC).

Estas analogías entre la sociedad cooperativa y la sociedad de responsabilidad limitada


invitan a pensar que la “expansión” de las competencias de la asamblea general no es una
singularidad de la sociedad cooperativa, por lo que cualquier intento de explicar este fenómeno
con argumentos extraídos del Derecho de sociedades cooperativas resultaría baldío.

Pero esa conclusión no es acertada. Alguna razón de raíz mutualista debe haber cuando
el sistema de atribución de competencias estatutarias a la asamblea general de la sociedad
cooperativa es muy anterior a 1995 --año en el que la LSRL, hoy derogada, atribuía a la junta
general competencias de instrucción y autorización--938, con lo que antes de su previsión para la
sociedad de responsabilidad limitada ya se contemplaba para la sociedad cooperativa.
937 Como dice G. ESTEBAN VELASCO, “Competencia de la junta (art. 160)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de
la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1200 a 1208, en pág. 1201, el
sistema de distribución de competencias entre órganos sociales “está relacionado con la peculiar “perspectiva
societaria” --más o menos institucionalizada o institucional-- de cada tipo legal…hay que descender al concreto
reparto y entrecruzamiento de facultades según el modelo legal para cada tipo de sociedad de capital”. Si esto es
así en el ámbito propio de las sociedades de capital, mucho menos serán admisibles traslados acríticos de
soluciones competenciales de las sociedades de capital a las sociedades cooperativas.

938 Existen manifestaciones concretas en 1942 (art. 25.I de la Ley de Cooperativas de 2 de enero de 1942), en 1974
[artículo 32,2º,c) de la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas], en 1987 (artículo 43.3 de la Ley
3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas) y en 1992 [artículo 28.j) del Texto Refundido de la Ley de
Cooperativas de Cataluña, aprobada por Decreto Legislativo 1/1992, de 10 de febrero --derogada por la vigente Ley
de 2002--, amén de otras leyes autonómicas de cooperativas que también han sido derogadas por otras
posteriores].

En la Ley de Cooperativas de 2 de enero de 1942 la solución era aún más extrema: la gestión y la representación de
la cooperativa eran titularidad de la junta general --la actual asamblea general--, siendo la junta rectora --el actual
consejo rector-- quien la ejercía por delegación de aquélla (vid. art. 25.I).

344
Además, el fenómeno de las competencias de gestión de la junta general tiene, en el
terreno de las sociedades de capital, unas explicaciones diferentes a la idea de la mutualidad.
Responde a una opción de política legislativa propia que atiende a necesidades específicas de
las sociedades de capital. Téngase en cuenta al respecto, por un lado, que el TRLSC --como
hacía la Ley de Sociedades Anónimas-- no prevé el poder de instrucción y autorización de la
junta general en las sociedades anónimas y en las comanditarias por acciones. Y por otro, que el
devenir reciente de la competencia estatutaria de gestión --el TRLSC la prevé no solo para las
sociedades limitadas, como en el anterior Derecho, sino también para las sociedades anónimas
y las comanditarias por acciones-- hace que deban buscarse explicaciones específicas al
fenómeno de su expansión a la junta general con elementos extraídos del sistema de relaciones
entre los tipos societarios de capital. La doctrina al explicar las funciones de la junta general de
las sociedades de capital destaca que en la sociedad anónima la junta general si bien tiene la
facultad de nombrar y separar a los administradores, adolece de una escisión entre la
competencia que tienen éstos en relación con la gestión y representación de la sociedad y la de
la propia junta, mientras que en las sociedades limitadas la junta puede dar orientaciones o
instrucciones al órgano de administración939. El motivo es de ordenación tipológica: la sociedad
limitada esta diseñada por la Ley para poder llegar a ser una sociedad personalista.
Específicamente, a propósito de la competencia estatutaria de gestión que corresponde a la
junta general de las sociedades de responsabilidad limitada --hoy atribuida también a la junta
general del resto de sociedades de capital-- se decía que la función de los estatutos sociales
como instrumento atributivo de competencia encuentra su justificación práctica en la “frecuente
existencia de sociedades familiares o con un reducido número de socios, en las que se desea
reservar a la decisión o autorización de la Junta determinados asuntos que de otro modo
quedarían bajo la competencia de decisión de los administradores”, medida que “acentúa la nota
personalista de la sociedad”940. Esta explicación, que ya ni siquiera es válida para aclarar el
distinto trato dado a la materia en las regulaciones de la sociedad anónima y de la limitada, era y
es insuficiente en sede cooperativa, no solo porque las sociedades cooperativas familiares
tienden a ser excluidas por las Leyes941, sino porque no valdría para las sociedades cooperativas

939 Vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 38.

940 R. URÍA, A. MENÉNDEZ Y J.L IGLESIAS PRADA, en Uría-Menéndez, Curso de Derecho Mercantil, Madrid
[Civitas], 1999, tomo I, pág. 1113.

941 Esta exclusión se produce a causa de la incompatibilidad por razón de parentesco entre los miembros del
consejo rector y los interventores, de manera que una sociedad cooperativa no podría tener solo socios que fueran
parientes puesto que sería ilegal la elección por la asamblea general de los miembros del consejo rector e
interventores. No obstante, en esta materia no hay uniformidad en la legislación cooperativa española, y no solo en
el grado de parentesco que se toma en consideración en unas y otras leyes: la LSCExtremadura (artículo 44.2), la
LSCAsturias (artículo 77.4) y la LCCastilla-La Mancha [artículo 57.5.e)] regulan la incompatibilidad por parentesco,
tanto por consaguinidad como por afinidad --la afinidad se refiere tanto a la matrimonial cuanto a la extramatrimonial,
como expresamente lo prevé la Ley extremeña, con lo que se da igual trato al matrimonio que a la unión de hecho
con análoga afectividad a la conyugal--; la LCCataluña (artículo 48.4) y la LCGalicia (artículo 48.2) a pesar de
regular esta incompatibilidad permiten que la asamblea general autoricen que los parientes puedan ser consejero,
unos, e interventor, otros; la LCEstado (artículo 41.2, párrafo segundo), la LCRioja [artículo 52.1.c)] y la LSCMurcia
(art. 59.2) también la regulan, pero cuando en la sociedad cooperativa solo haya socios parientes la incompatibilidad
por razón de parentesco no se aplica --en la Ley riojana tampoco se aplica en las cooperativas de segundo grado--;
y en la LSCAndalucía que sí regula incompatibilidad por razón del parentesco, no se aplica en cooperativas de
veinticinco o menos socios [art. 48.1.c)]. En el resto de Leyes no existe tal incompatibilidad, bien porque no se
regula [LCEuskadi --artículos 42.1.d) y 50.2--, LCAragón --artículo 43 y 44.3-- y LCCMadrid --donde no se regula
causas de incompatibilidad pero, sorprendentemente, sí se exige que los primeros consejeros o interventores
declaren en la escritura pública no hallarse incurso en causas de prohibición o incompatibilidad [art. 12.2.g)] o donde
se impone la destitución obligatoria y automática del consejero incurso en causa de incompatibilidad legal o

345
de muchos socios --en las grandes sociedades de responsabilidad limitada no encuentra
justificación, según la doctrina científica, tal técnica estatutaria--, pero tampoco para las de un
reducido número de socios, en las que casi todos ellos son miembros del consejo rector --el
resto son interventores--, con lo que en ellas no es necesario ampliar estatutariamente las
competencias de la asamblea general a los asuntos de gestión y administración social, dado que
la generalidad de los socios a través de consejo ya participan en la gestión.

En el Derecho de sociedades cooperativas la existencia de la competencia estatutaria de


gestión de la asamblea general y el poder de instrucción y autorización de ésta sobre el consejo
rector son manifestaciones concretas del fenómeno más general de “expansión” de la
competencia de la asamblea general, del que forma parte la competencia universal de la
asamblea, en virtud de la cual este órgano puede deliberar y adoptar acuerdos sobre cualquier
asunto aunque sea competencia de otro órgano942.

En suma, es evidente que la regulación de la competencia de la asamblea general de la


sociedad cooperativa difiere de la que corresponde a la junta general de las sociedades de
capital, con singularidades que solo encontrarán explicación dentro de la teoría de la
cooperación.

II. Sin embargo no todos los argumentos son idóneos para explicar este sistema
atributivo de competencias. En particular, no lo es el principio democrático.

Apresuradamente podría explicarse la fundamentación cooperativa de la expansión


competencial de la asamblea general acudiendo al principio democrático. Efectivamente, el
segundo principio cooperativo denominado “gestión democrática por parte de los socios” apunta,
en la última formulación de la Alianza Cooperativa Internacional, entre otras cosas, que “las
cooperativas son organizaciones gestionadas democráticamente por los socios, los cuales
participan activamente en la fijación de sus políticas y en la toma de decisiones”. Pero esta
explicación es insuficiente, porque hay que acudir a otros datos adicionales, extraídos de la
mutualidad, para que encaje técnicamente la atribución a la asamblea general de competencias
de gestión. E, incluso, inoportuna, porque el principio democrático no exige que la asamblea
general tenga competencias de gestión; la democracia solo es participación del socio en la
fijación de la política de la cooperativa y en la toma de decisiones943, y esta participación puede

estatutaria (art. 43.6.II)-- o LCNavarra (art. 43)] o bien porque los interventores no son un órgano social necesario
(LCValencia).

942Esta competencia general de gestión, se preveía en el derogado artículo 43.1 de la Ley 3/1987, de 2 de abril,
General de Cooperativas y se prevé en los artículos 30.1, párrafo segundo de la Ley 2/1998, de 26 de marzo de
Sociedades Cooperativas de Extremadura; 36.1 de la Ley 5/2001, de 10 de mayo, de Crédito Cooperativo de
Extremadura; 8.1 de la Ley 8/2006, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Especiales de Extremadura;
31.1 de la Ley 4/2002, de 11 de abril, de Cooperativas de Castilla y León; y 39.1 de la Ley 1/2003, de 20 de marzo,
de Cooperativas de las Islas Baleares

943 Define muy acertadamente la S.T.S., Sala 1ª de 21 de enero de 2000 [Civil] (Ar. 2000\332) el carácter
participativo de la sociedad cooperativa. Esta sentencia resuelve un caso contrario al aquí planteado: no es la
asamblea general la que ejerciendo competencias de gestión restrinja las que corresponden a la junta rectora, sino
que, mediante una modificación de estatutos sociales, se le pretende atribuir a la junta rectora competencias de la
asamblea. Tales competencias consisten en la interpretación con toda amplitud de los estatutos, supliendo lagunas,
faltas y omisiones, dando cuenta de ello a la asamblea. Esta atribución de tan amplias facultades, dice la sentencia,
puede suponer un vaciamiento de los cometidos de la asamblea general con quiebra de los principios de
participación de los socios. Esta línea jurisprudencial es muy interesante porque analiza las relaciones entre los
órganos sociales de las cooperativas a la luz de la participación del socio.

346
ser directa en la asamblea general --con o sin competencias de gestión-- o representativa
mediante la elección de los socios encargados de la gestión944. La propia ACI considera que la
existencia de ”hombres y mujeres elegidos para representar y gestionar las cooperativas” es
parte del contenido del principio democrático, es decir que se deriva del propio principio945.

III. La insuficiencia del principio democrático para explicar los fundamentos de la


competencia gestora de la asamblea general es una manifestación más de la imposibilidad de
considerar a los principios cooperativos como elementos tipológicos de la sociedad cooperativa.
Los fundamentos de esta competencia hay que buscarlos principalmente en la mutualidad y en
sus consecuencias. Y con esta metodología puede afirmarse que la atribución de competencia
de gestión a la asamblea general tiene seis fundamentos: la posición jurídica del socio en la
cooperativa, el riesgo empresarial, la responsabilidad, el interés social, la irrepartibilidad
patrimonial y la eficiencia.

2.2.1. La posición jurídica del socio en la sociedad cooperativa.

I. La posición económica del socio es la determinante de su posición jurídica en la


sociedad. El socio de la sociedad cooperativa, además de aportar capital social, realiza actividad
cooperativizada; dato singular que explica la atribución al socio del derecho a participar en la
gestión de los asuntos sociales946. A diferencia de lo que sucede con el socio de las sociedades
de capital a quien solo se le exige que aporte capital, de manera que la gestión de la sociedad
afectará únicamente a la aportación realizada, el socio cooperativo debe realizar actividad
económica con la sociedad cooperativa, dependiendo el contenido jurídico de esa actividad --los
derechos y deberes que en relación con ella asume el socio-- de la gestión que se realice de los
asuntos sociales947. Por ello, desde el punto de vista del gobierno corporativo, al haber un interés

Con independencia de lo anterior, la sentencia citada es buena muestra de la motorización legislativa en la que se
encuentra inmerso el Derecho de sociedades cooperativas español: el objeto del proceso versa sobre una
modificación de estatutos sociales acordada bajo la Ley de 1974, siendo la sentencia del año 2000, una vez
derogada las Leyes de 1974 y la posterior de 1987, por la nueva Ley estatal de cooperativas del año 1999.

944 El principio democrático como fundamento de la estructura colegiada del órgano de administración de la
cooperativa ha sido recogido por F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 53,
págs. 626 y 627, en la medida en que un consejo rector puede representar a todos los grupos de socios que hay en
la asamblea general, circunstancia imposible con el administrador único.

945 Vid. la formulación completa del principio en supra 3.1 del capítulo primero de la primera parte.

946La idea expuesta coincide con las elaboraciones doctrinales que extraen del concepto de mutualidad el principio
de la doble condición de socio y usuario, pero se separa de ellas en las consecuencias jurídicas anudadas a la
misma: la doctrina consultada concluye que al tener los socios, además, la condición de usuarios de los servicios
cooperativos, a ellos revierten las ventajas patrimoniales obtenidas y también las consecuencias desfavorables
derivadas del ejercicio en común de la actividad empresarial --consecuencias patrimoniales-- (vid. M. L.
LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs.. 34 y 35), pero no se apoya en esta doble
condición y doble riesgo para atribuir al socio un poder más intenso en la gestión de los asuntos sociales dado que
se verá doblemente afectado por las consecuencias de tal gestión --consecuencias de gobierno corporativo--, como
se expone con más detalle en el apartado siguiente.

947 El distinto estatuto del socio cooperativista respecto al del accionista, cifrado en la complejidad y la notable
sujeción que afecta a los cooperadores, a diferencia de los accionistas --obligados siempre a desembolsar el
nominal de las acciones suscritas pero solo eventualmente a realizar prestaciones accesorias--, ha sido el punto de
partida recogido por la doctrina para explicar el complejo conjunto de obligaciones que afectan a aquél (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, arículo 34, págs. 118 y 119).

347
tan intensamente afectado por la gestión948, el titular de ese interés debe tener poder para
adoptar decisiones de gestión. No basta el argumento, probablemente falaz, de la apatía del
cooperativista para negar esta competencia a la asamblea general. La solución frente al
absentismo asambleario, en caso de darse, no puede ser reducir las competencias de la
asamblea general --lo que iría en contra del derecho de participación del socio, sea o no
ejercido949--, sino articular medidas de fomento de esta participación --como el voto plural y la
sindicación, que se analizan en otro lugar de estas páginas--.

El carácter de los socios que componen las sociedades cooperativas condiciona la


organización de las mismas. Cuando las compañías coloniales --antecedentes de las actuales
sociedades anónimas-- reunían a un grupo de comerciantes que antes de constituirlas llevaban
por sí mismos sus negocios, teniendo experiencia de gestión de la actividad comercial, la
dirección material de la compañía es directamente acometida por aquéllos con la colaboración
de algunos empleados, no teniendo sentido hablar de junta general como órgano distinto del
gremio de los participantes gestores. Pero cuando el número de miembros es grande y, sobre
todo, cuando cualitativamente son distintos unos de otros --porque pertenecen a estratos
sociales distintos, viven en lugares diferentes, tienen necesidades dispares, los recursos para su
sostenimiento y el de su familia los obtienen de actividades también diferentes--, resulta
necesaria la junta general, como órgano donde se reúnen esporádicamente todos los
accionistas, para recibir información de la marcha de la sociedad y para decidir sobre los asuntos
más importantes de la compañía, dejando los demás asuntos de la administración social en
manos de otras personas --administradores con la colaboración de empleados y representantes--
950. La primera de las opciones organizativas expuestas se parece en sus fundamentos a la que

debería darse en las cooperativas, en tanto que sociedades en las que los socios son, a su vez,
empresarios o, cuando menos, agentes de una actividad económica complementaria de la
actividad o actividades que integran el objeto social. En ellas, la gestión de los asuntos sociales
es un presupuesto --cooperativas de consumo-- o una consecuencia --cooperativas de
comercialización o cooperativas de producción-- de la gestión de los asuntos del socio --el
consumo en aquéllas y la entrega de productos o el trabajo en éstas--. Por esta razón, la
dirección de la cooperativa debe poder ser realizada directamente por los socios, a través del
instrumento técnico de la asamblea general, del que no resultaría conveniente prescindir por la
seguridad y las garantías de participación de todos los socios, pero que, a diferencia de la junta
general indicada antes, no solo debe recibir información de la gestión y tomar las decisiones más
importantes, sino que debe retener funciones de mera gestión.

II. La evolución histórica de las sociedades avala la certeza de esta afirmación. En el


origen de la sociedad anónima encontramos un tipo de sociedad, la Compañía holandesa de

948Destaca F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 82, pág. 317, que en la
cooperativa los socios no solo comprometen las aportaciones al capital social, sino también las entregas y
aprovisionamientos de bienes y servicios, las prestaciones de trabajo realizadas para el disfrute de la actividad
cooperativizada, de modo que toda su vida individual y familiar puede estar ligada a la vida de la cooperativa.

949En el ámbito de las sociedades anónimas no han faltado voces (recogidas por G. ESTEBAN VELASCO, El poder
de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 380) que postulan
que frente a la incapacidad de los accionistas para ejercer el control de la gestión desarrollada por los
administradores, debe encargarse esta función a un órgano distinto de la junta general.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
950

Derecho español.., pág. 50.

348
Indias Orientales, caracterizada porque el número sus miembros es grande, están alejados del
domicilio o instalaciones de la compañía y su interés es la obtención de ganancias con una
inversión de capital; consecuentemente, en ellas los socios se desentienden de la administración
que se encomienda a un reducido número de personas. Se trata de una sociedad abierta, en la
que pueden participar todos los ciudadanos y, a la vez, de una sociedad de base aristocrática, en
la que la condición de accionista no da derecho a participar en la administración de la sociedad,
sino que ésta queda en manos de unos directores nombrados por el poder público --más tarde
por una junta llamada general pero formada por los accionistas más poderosos--, de manera que
el socio meramente inversor no dispone de los asuntos sociales, participando en la gestión solo
los grandes socios. Paralelamente se desarrolló otro modelo de sociedad, identificado con la
Compañía inglesa de Indias Orientales, de carácter cerrado, con un considerable menor número
de socios, y con un junta general en la que los socios sí tomaban decisiones de administración
de los intereses sociales; en ella ningún socio es un pequeño ahorrador que busca colocar sus
ahorros y obtener una ganancia, sino que los socios, que realizaban importantes aportaciones de
capital, son comerciantes que hasta entonces llevaban sus negocios y que cuentan con grandes
experiencias de gestión, de manera que la actividad comercial que antes habían ejercido por sí
mismos, pasan a desarrollarla de forma conjunta951. Por lo tanto, cuando la sociedad es un
instrumento complementario de la actividad económica que los socios desarrollan, éstos tienen
un especial poder de decisión, lo que no sucede cuando se reduce a una técnica de
concentración de dinero o de ahorradores para que otros desarrollen nuevos y más grandes
proyectos.

III. Incluso, la posición económica activa del socio elimina o puede eliminar dos de los
mayores problemas que tiene el funcionamiento de la asamblea o junta general de socios en las
grandes sociedades que condicionan su capacidad gestora: la dispersión física y el alejamiento
material de los socios respecto de la empresa social952, de un lado, y el tamaño de la asamblea
general, de otro. El hecho de que el cooperativista realice actividad económica con la sociedad
cooperativa concentra a los socios dispersos que los hace deudores y/o acreedores de la
sociedad por consecuencia de las relaciones jurídicas nacidas de la actividad cooperativizada, y
los acerca al objeto social a través de esta misma actividad: obsérvese cómo la actividad
cooperativizada y el objeto social está unidos en una relación de dependencia, de manera que
aquélla o es presupuesto --sociedades cooperativas de producción y sociedades cooperativas de
comercialización-- o es consecuencia --sociedades cooperativas de consumo--. En lo referente al
tamaño, la historia de las sociedades mercantiles atestigua que cuando la asamblea general es
numerosa cualquier intento de potenciar el poder de éste órgano para limitar los abusos de los
administradores resulta fallido. Así sucedió en las compañías coloniales de los siglos XVII y
XVIII, donde el proceso de democratización de su funcionamiento, atribuyendo poder de decisión
a todos los socios y no solo a los grandes partícipes, pretendiendo reactivar la asamblea general,
fracasó por generar una asamblea numerosa y heterogénea953. Con esta experiencia, la
capacidad gestora de la asamblea general de la sociedad cooperativa será tanto más intensa
cuanto menor sea el número de socios --esto se dará en cooperativas de primer grado con pocos

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
951

Derecho español.., págs. 43 a 54.

952Estas causas ya eran denunciadas como determinante de la ineficacia de la junta general en las grandes
sociedades anónimas de comienzos del siglo XIX (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 69).

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
953

Derecho español.., pág. 51.

349
socios y, con carácter general en sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, que
normalmente cuentan con un reducido número de entidades socios--. Sin embargo, este
problema, además de reducirse a las grades sociedades cooperativas de primer grado, se palía
por la homogeneidad de los socios cooperativistas, que cuentan con la nota común de realizar
actividad cooperativizada.

IV. Existe un dato que, sin forzar los argumentos, ejemplifica como el legislador y los
tribunales construyen las soluciones jurídicas en sede cooperativa atribuyendo a los socios
funciones que no atribuyen a los socios de las sociedades de capital. Uno de los más
interesantes se da en las sociedades cooperativas de trabajo asociado y consiste en la eficacia
que atribuye a la vía cooperativa previa. El artículo 87.3 LCEstado exige, para el planteamiento
de cualquier demanda por parte de un socio en las cuestiones contenciosas que se susciten
entre la cooperativa y sus socios trabajadores, por su condición de tales, y que son competencia
del orden jurisdiccional social, que se agote la vía cooperativa previa954 --durante la cual quedará
en suspenso el cómputo de plazos de prescripción o caducidad para el ejercicio de acciones o
de afirmación de derechos955--, precepto de similar contenido al del art. 126.1.c) de la derogada
Ley 3/1987, de 2 de abril. La jurisprudencia al interpretar tal exigencia ha venido declarando que
una vez agotada la vía interna en la cooperativa mediante la reclamación ante la asamblea
general, es innecesario el acto conciliatorio ante el correspondiente órgano de mediación,
arbitraje y conciliación956 y, paralelamente, que los intentos de solución extrajudicial ante órganos
ajenos a la propia cooperativa, es decir, ante el órgano administrativo de mediación, arbitraje y
conciliación, son ineficaces957.

954De forma que si no se recurren en la vía cooperativa, dentro de plazo, los acuerdos sociales devienen firmes
[S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 12 de mayo de 2000 (Ar. AS 2000\1255)].

955Y si no se incoa la vía cooperativa previa por el socio, no se produce la suspensión de plazos [S.T.S.J. de
Galicia, Sala de lo Social, de 8 de febrero de 2001 (Ar. AS 2001\129566)].

Por otra parte, los tribunales consideran la omisión de la reclamación en vía administrativa contra el acuerdo del
consejo rector de la cooperativa como un defecto subsanable, acordando retrotraer las actuaciones y concediendo
un plazo de cuatro días para que se subsanase el defecto legal, pues constituye una omisión subsanable ex art 81.1
LPL --entonces vigente-- [S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 27 de diciembre de 2005 (Ar. jur 2006\69053)].

Así lo declaran la S.T.S., Sala 4ª, de 26 de julio de 1988 [Social] (Ar. RJ 1988\6236) y la S.T.S.J. de Castilla-La
956

Mancha, Sala de lo Social, de 24 de febrero de 2005 (Ar. AS 2005\690).

957La S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 27 de diciembre de 2005 (Ar. jur 2006\69053), con cita de sentencias
del Tribunal Supremo explica que “los intentos de solución extrajudicial ante órganos ajenos a la propia cooperativa
[se refiere a la papeleta de conciliación presentada en la unidad administrativo-laboral competente] son totalmente
inoperantes por lo que, tal y como señala el Tribunal Supremo en su sentencia de 18 de julio de 1986 (cuya doctrina
es igualmente aplicable tras la Ley 27/99 ), la reclamación previa ante el Consejo Rector de la Cooperativa, en las
cuestiones contenciosas que se susciten entre la Cooperativa y los Socios Trabajadores, es requisito indispensable,
sin cuyo cumplimiento, al ser de orden público procesal no es posible entrar a conocer del fondo de la pretensión”.

Esta doctrina del Tribunal Supremo tiene reflejo también en otras sentencias de los Tribunales Superiores de
Justicia. Así, el Tribunal Superior de Justicia de Galicia que considera que “acudir a la vía conciliatoria ordinaria en
lugar de seguir la normativa de recursos aplicables en el ámbito de las cooperativas, supuso [supone] la elección de
un procedimiento previo inadecuado” [S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 16 de mayo de 2002 (Ar. AS
2002\146029)]. Y la S.T.S.J. de Valencia, Sala de lo Social, de 19 de noviembre de 2002 (Ar. AS 2003\3072) señala
que “ siendo así que el actor no ha acudido a la vía cooperativa previa, como le venía exigido por su condición de
socio trabajador deben considerarse totalmente inoperantes los intentos de solución extrajudicial ante órganos de la
administración ajenos a la propia cooperativa, tal y como vienen resolviendo otras Salas de lo Social de TSJ, como
la de Madrid en sentencia 664/2001, de 4 de octubre, y la de Cataluña en sentencia 8673/1999, de 30 de noviembre,
con apoyo en lo declarado por el Tribunal Supremo en sentencia de 18 de julio de 1986”.

350
Estas soluciones tienen su fundamento en que, ante un conflicto basado en la actividad
cooperativizada de trabajo, basta la gestión intracooperativa del mismo, en la que los socios
reunidos en asamblea general decidan lo que corresponda. Los Tribunales han destacado esta
función de la vía cooperativa previa, explicando que en ella son los socios reunidos en asamblea
general los que deciden acerca del recurso, a diferencia de la conciliación administrativa en la
que es el empleador, y en su nombre el consejo rector o persona en quien haya delegado, el que
decide lo procedente en el acto de conciliación958.

2.2.2. El riesgo.

I. El derecho a participar en la gestión se reconoce a los socios que asumen riesgo


empresarial959. Y si el socio cooperativista asume un doble riesgo --el de su aportación social y el
de su actividad cooperativizada-- debe ser titular de un derecho intenso de gestionar.

II. Existen datos históricos que demuestran la certeza de esta idea. En las compañías
coloniales de los siglos XVII y XVIII inspiradas en el modelo de la Compañía holandesa de Indias
Orientales, se fue asentando el institutito de la junta general --con competencia para aceptar las
cuentas anuales y decidir sobre los dividendos, nombrar a los directores, modificar los
estatutos…-- integrada por los grandes accionistas que habían colocado en la compañía una
cantidad importante de capital y que, habiendo sido --o continuando siendo-- comerciantes
individuales pasaron a ejercer la actividad mercantil a través de estas sociedades. A su lado se
encontraban los pequeños accionistas, que buscaban simplemente una inversión de capital con
posibilidades de rentabilidad y con fácil transmisibilidad mediante la entrega del título
representativo de su participación, desinteresándose de la administración de los negocios de la
compañía colonial. De esta forma, los acuerdos de la junta eran en realidad decisiones de los
grandes accionistas, sin que los pequeños tuvieran derecho a participar en su adopción. Esta
situación presupone que no todas las acciones atribuyen el derecho de participar en la
gestión960, solo las de los interesados en la empresa social por el volumen de inversión que han
realizado.

Junto al dato anterior, la doctrina del riesgo también explica, en clave histórica, la
reestructuración del poder societario que tuvo lugar en el seno de la sociedad anónima propia del
liberalismo decimonónico. El tránsito desde la sociedad creada por decisión del poder político,

Ahora bien el Tribunal Supremo también reconoce la regla inversa: la conciliación administrativa previa hace
innecesaria la vía cooperativa [S.T.S., Sala 4ª, de 29 de mayo de 2008 [Social] (Ar. RJ 2008\4225)], doctrina que no
debilita la anterior sino que la complementa, dando eficacia a las actuaciones realizadas ante la autoridad laboral.

958La S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 27 de diciembre de 2005 (Ar. jur 2006\69053) destaca con palabras
precisas que “el recurso ante la asamblea general, integrada por todos los socios, permite que éstos se pronuncien
sobre la baja de la demandante, sin que sea dable que la actora opte por presentar la papeleta de conciliación,
eludiendo el trámite legalmente previsto que tiene un alcance y significado distintos”.

959La asunción del riesgo por socios justifica que los socios decidan quienes han de ser las personas que ocupan el
cargo de administrador (vid. J. ORIOL LLEBOT, “Deberes y responsabilidad de los administradores”, en A. Rojo y E.
Beltrán, La responsabilidad de los administradores de las sociedades mercantiles, Valencia [Tirant lo Blanch], 2009,
págs. 23 a 54, en pág. 24), pero, por su carácter de presupuesto de esta facultad de nombrar administradores,
justifica también, a nuestro juicio, la administración directa por los propios socios.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
960

Derecho español.., pág. 48.

351
propia del Absolutismo, hacia la sociedad fundada libremente y administrada por los socios,
característica del Liberalismo presuponía, en el terreno patrimonial, la defensa de la propiedad
privada --la nota más destacada del accionista en esta época es la de ser un propietario que
junto con otros propietarios participa con sus bienes en el proceso productivo--, y sobre esta
base se explica la idea de que como el socio asume el riesgo de la explotación es él el que,
además de tener derecho a los beneficios derivados de la misma, debe decidir sobre la gestión
de los asuntos sociales. El impacto que el riesgo empresarial produce sobre la organización de la
sociedad anónima en esta época se traduce en el fortalecimiento de la junta general a la que se
le atribuirá la dirección de los asuntos de la sociedad961

III. El riesgo empresarial también explica el sistema de imputación de pérdidas al socio


que aún se mantiene, a pesar de algunas excepciones, en la legislación cooperativa. En materia
de imputación de pérdidas las Leyes de sociedades cooperativas españolas se agrupan en dos
grandes bloques: por un lado, las que distinguen entre pérdidas que proceden de actividades
cooperativizadas con socios, de actividades cooperativizadas con terceros y de actividades
extracooperativas, imputando separadamente cada una de ellas962; y por otro, las que no
establecen ninguna distinción entre las pérdidas atendiendo al origen de las mismas, realizando,
además, una imputación conjunta de ellas963.

En el primer grupo, a los socios se les imputan las pérdidas derivadas de la actividad
cooperativizada con socios --las procedentes de actividades con terceros no socios y las
extraordinarias se imputan a reservas--. Por la realización de actividad cooperativizada el socio o

961Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
Derecho español.., págs. .71 a 77. Dice el autor citado que “las funciones de gestión y representación permanente
se encomiendan a un reducido número de personas, que resolverán el problema práctico de la incapacidad de
actuación de la asamblea, de quien, sin embargo, como <<delegados>> o <<intermediarios>> son dependientes”.

962 Militan en este primer grupo las siguientes Leyes: LSCExtremadura (art. 63), LCMadrid (artículo 61) y LCValencia
(art. 69). También compartía este criterio la Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas.

Obviamente este mismo sistema sigue la doctrina científica que comenta estas Leyes. Con la denominación de
pérdidas ordinarias cooperativas, pérdidas ordinarias extracooperativas y pérdidas extrordinarias se refiere a esta
materia I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la cooperativa: responsabilidad de los socios..., págs.
179-184. Por su parte P. BORJABAD GONZALO, Manual de Derecho Cooperativo General y Catalán…, págs. 175-
176 y 401-402, las denomina pérdidas de actividad cooperativizda con socios, de actividad cooperativizada con
terceros y actividad extracooperativa.

963 A este segundo grupo pertenecen las siguientes Leyes: LCEstado (art. 59.1; LCPaís Vasco (art. 69); LCGalicia
(art. 69); LCAragón (art. 58.5); LCLa Rioja (art. 73); LCCastilla y León (art. 75); LCCataluña (art. 67); LCIslas
Baleares (art. 81); LSCMurcia (art. 81); LSCAsturias (art. 99) y LCCastilla-La Mancha (art. 89). En este bloque debe
ubicarse la Ley andaluza que aunque diferencia entre resultados cooperativos y extracooperativos (art. 65.1), hace
una imputación de pérdidas conjunta (art. 69), y puede ubicarse la Ley navarra que se remite a los estatutos para
que regulen la materia sin establecer una imputación separada (vid. art. 53).

La interpretación de la Ley de cooperativas de Euskadi en el sentido de que falta en ella la distinción de las pérdidas
y se prevé la imputación global de las mismas, parece que también es defendida por J. LARRAÑAGA, “Régimen
económico”, en N. Paz Canalejo (dir.), Glosa a la Ley de cooperativas de Euskadi..., págs. 264 y 265.

A. L. MONGE GIL, “Algunas reflexiones a propósito y sobre la Ley de Cooperativas de Aragón”, Revista de Derecho
Mercantil, núm. 232 [1999], págs. 723 a 754, en pág. 752, no repara sobre este importante matiz de la Ley
aragonesa, puesto que considera que la imputación de pérdidas --también la distribución de excedentes-- se realiza
siguiendo los parámetros del artículo 84 de la Ley General de Cooperativas --entonces la vigente era la de 1987--
con pequeños matices en cuanto a los porcentajes destinados a los fondos obligatorios de la cooperativa, por lo que
no profundiza más sobre el particular.

352
recibe anticipos a cuenta --cooperativa de producción y comercialización-- o experimenta ahorros
--cooperativa de consumo--; además, los excesos de anticipos recibidos por los socios como
contraprestación a su aportación cooperativa y los defectos en el precio pagado por los socios
por sus consumos cooperativos ocasionarán pérdidas de naturaleza cooperativa que son
imputables al socio964. Adoptado el acuerdo de imputación de pérdidas a los socios por la
asamblea general nacerá para cada uno de ellos una obligación de pago de las que a él le
correspondan965.

964 Paralelalemente, los excedentes del ejercicio que resultan atribuibles a los socios por vía de retorno se han
producido por consecuencia de las actividades que cada uno de ellos ha realizado con su cooperativa: si hay
excedentes por operaciones cooperativizadas es porque el socio ha percibido menos retribución por su trabajo, o
menos precio por los bienes entregados a la cooperativa o porque el ahorro experimentado en sus consumos ha
sido menor de aquél que le correspondía; de manera que mediante el retorno vuelven al patrimonio de socio
derechos (dinero) que desde su nacimiento debieron estar en él. El resto de excedentes son indisponibles y nutren
unas reservas obligatorias.

El fundamento de esta norma radica, según I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la cooperativa:
responsabilidad de los socios..., pág. 241, en que “la obligación del socio de reintegrar las pérdidas ordinarias
cooperativas se debe a que la cooperativa realiza la gestión económica de sus socios por cuenta de éstos. Esta
forma de actuación es la que justifica, la existencia de excedentes que no son verdaderos beneficios, de pérdidas
que no son pérdidas sociales, y que los resultados se distribuyan en proporción a la actividad desarrollada por cada
socio con la cooperativa”.

Por ello es correcta la S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 14 de febrero de 2000 (Ar. AS 2000\37) que en una
sociedad cooperativa de trabajo asociado imputa pérdidas en proporción al trabajo realizado, aunque en el supuesto
que resuelve todos los socios realizasen el mismo trabajo. Es, por el contrario incorrecta la sentencia del mismo
Tribunal dictada un año antes [S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 28 de abril de 1999 (Ar. AS 1999\978)] que
imputa pérdidas con arreglo al capital social que cada socio aporta, que también era igual para todos ellos.

La existencia de anticipos y su importe ha sido, en algún caso, la medida para la imputación de pérdidas. La S.T.S.J.
de Galicia, Sala de lo Social, de 21 de febrero de 2006 (Ar. AS 2007\1842) ha declarado que “dicho anticipo por otro
lado a la hora de la formulación de las cuentas anuales de la Entidad sirve de referencia para la imputación de las
pérdidas habidas, las cuales, tras su aplicación a los fondos de reserva existentes, se imputan a los socios en
proporción a su actividad cooperativizada conforme está establecido en la legislación de cooperativas autonómica y
en los estatutos”.

Incluso cuando un socio ha dejado de serlo puede sufrir imputaciones de pérdidas cuyo origen sean obligaciones
contraídas por la sociedad cooperativa con anterioridad a la pérdida de su condición de socio. Así lo reconocen
todas las Leyes de cooperativas y lo aplica la jurisprudencia (vid. S.T.S., Sala 4ª, de 7 de junio de 1990 [Social] (Ar.
RJ 1990\5038).

La conexión entre retorno y mutualidad expuesta más arriba ha sido defendida por M.L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas..., pág. 45 y págs. 387 a 438.

Como ya se ha explicado en los apartados 2.4 y 2.5 del capítulo primero de la primera parte, la ortodoxia de este
planteamiento se viene enturbiando con las nuevas Leyes de cooperativas estatal y autonómicas que reducen el
porcentaje de excedentes indisponibles, incrementando con ello el repartible de forma que pueden distribuirse entre
los socios fondos a cuya generación no han contribuido con su actividad cooperativizada (vid. J. ITURRIOZ DEL
CAMPO, “La distribución de excedentes en las sociedades cooperativas ante el nuevo ordenamiento jurídico”, en
Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, núm. 28 [1998], págs. 93 a 113, en págs. 103 y 104 y 109 y
110.

965Se trata de una obligación del socio para con la cooperativa pero que puede tener trascendencia respecto a los
acreedores sociales: si la obligación es incumplida y la cooperativa es insolvente el acreedor puede ejercer la acción
de la sociedad frente al socio (la acción subrogatoria del art. 1111 CC).

353
En el segundo bloque de Leyes de cooperativas, la cuantía de las pérdidas no
compensada con los fondos obligatorios y voluntarios se imputará a los socios en proporción a
las operaciones, servicios o actividades realizadas por cada uno de ellos con la cooperativa.

Se trata de obligaciones del socio frente a la cooperativa966. Del pago de la obligación


nacida de la imputación de pérdidas responde el socio frente a la sociedad con todos sus bienes
presentes y futuros967 --con la excepción de anticipos mínimos que no se devuelven por el
socio968--, siendo indiferente que la responsabilidad del socio esté limitada a sus aportaciones al
capital social969.
966La S.T.S., Sala 1ª, de 2 de marzo de 2011 [Civil] (Ar Jur 2011\93872) señala al respecto que “la calificación como
deuda del socio con la sociedad, y no propiamente deuda de ésta, se fundamenta en que los socios percibieron una
cantidad superior -"sobreprecio"- a la que finalmente, efectuadas las liquidaciones, les correspondía percibir”.

967 Se trata de la responsabilidad por el cumplimiento de las obligaciones establecida en el artículo 1911 del Código
civil (vid. I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la cooperativa: responsabilidad de los socios..., pág.
242; y F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º, Madrid [EDERSA], 1994, artículo 71, págs.
201 y 202, y artículo 87, pág. 370). El Tribunal Supremo ha declarado que “se trata de deudas de los socios de la
cooperativa y no deudas de la Cooperativa, y por tanto no puede quedar limitada por sus aportaciones al capital
social, pues las previsiones recogidas en el artículo 94 y 5 de la L.S.C.A . van dirigidas a la responsabilidad del socio
respecto a las deudas de la cooperativa con terceros, no respecto a las relaciones internas de la sociedad y el socio”
[S.T.S., Sala 1ª, de 2 de marzo de 2011 [Civil] (Ar Jur 2011\93872)].

968 En algunos casos, la universalidad de la imputación de pérdidas presenta excepciones. Una la prevista en el
artículo 69.3 LCValencia, conforme a la cual si los estatutos sociales lo establecen, las pérdidas derivadas de la
actividad cooperativizada con los socios que se imputen a éstos, alcanzarán como máximo el importe total de los
anticipos asignados a los socios en el ejercicio económico, más sus aportaciones a capital social y su participación
en las reservas.

Otra es la prevista, con criterio de favor laboris, para proteger a los socios cuya actividad cooperativizada es
trabajar. En esta línea tuitiva, el artículo 113.6 LSCExtremadura, que reconoce a los socios trabajadores de las
sociedades cooperativas de trabajo asociado el derecho a percibir periódicamente, en plazo no superior a un mes,
anticipos laborales [en cuantía similar a las retribuciones normales en la zona y sector de actividad para los distintos
puestos de trabajo o categorías profesionales] garantizándose, al menos, el salario mínimo interprofesional en
cómputo anual, lo que excluye el importe de este salario de la imputación de pérdidas por la actividad
cooperativizada. Y con un efecto idéntico su artículo 20.3.II señala que “en todo caso las pérdidas determinadas en
función de la actividad cooperativizada, de prestación de trabajo, desarrollada por los socios de trabajo, se
imputarán al Fondo de Reserva y, en su defecto, a los socios usuarios, en la cuantía necesaria para garantizar a los
socios de trabajo una compensación mínima igual al setenta por ciento de las retribuciones satisfechas en la zona
por igual trabajo y, en todo caso, no inferior al importe del salario mínimo interprofesional en cómputo anual”. El art.
143 LCAsturias, en la misma línea dispone que “en el caso de que una cooperativa de trabajo asociado mantenga
más del 80 por ciento de su facturación anual con un único cliente o con un único grupo de empresas, el anticipo
societario garantizado al socio en cómputo anual deberá ser equivalente al salario medio de la zona, sector y
categoría profesional correspondientes”; y su artículo 23 contiene una previsión análoga a la extremeña. Parecidas
disposiciones pueden leerse también en los artículos 124.4.II y 24.4.II LCCastilla-La Mancha. El artículo 99.6 LCPaís
Vasco también garantiza un anticipo laboral en cuantía no inferior al salario mínimo interprofesional en cómputo
anual, circunstancia que, según la S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 23 de enero de 2001 (Ar. Jur
2001\100430), determina que la materia de anticipos laborales no queda sujeta a la libre disposición de las partes,
de forma que los conflictos sobre esta cuantía mínima deben ser sometidos a los tribunales, siendo posible el
arbitraje de equidad por el resto de la cuantía. De la misma forma que en el Derecho vigente, bajo la Ley estatal de
cooperativas de 1987, los niveles de renta mínima societaria para el trabajo cooperativizado provocan como efecto
que el socio quede exonerado parcialmente de la cobertura de las pérdidas, imputándolas a la reserva obligatoria y
a los socios usuarios (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 30, pág. 29).

Quizá la excepción más importante, por su alcance general, sea la que representa la LSCAndalucía: señala su
artículo 69.2.c) que “las pérdidas se imputarán al socio o socia hasta el límite de sus aportaciones al capital social”.

354
El fundamento último de este sistema de imputación de pérdidas hay que buscarlo en la
teoría del riesgo empresarial: el socio debe ser considerado como un empresario que desarrolla
una actividad económica; pero a diferencia de lo que sucede con carácter general, el socio no
adquiere directamente la titularidad de los derechos y obligaciones derivados de esa actividad,
sino que al ejercerla a través de la cooperativa, quien adquiere respecto de los terceros estos
derechos y obligaciones es la sociedad cooperativa; ahora bien, los resultados prósperos o
adversos derivados del ejercicio de esa actividad económica incrementan o disminuyen el
patrimonio del socio, durante el ejercicio, a través del anticipo a cuenta que va recibiendo de la
cooperativa y, producido el cierre, mediante el retorno o la imputación de pérdidas según el
resultado970.

La asunción del riesgo empresarial por parte del socio es una constante en el desarrollo
de la actividad cooperativizada, que no solo se aprecia en la imputación de pérdidas. Se podría
defender la regla de que las consecuencias patrimoniales de actividad cooperativizada con
carácter general se comunican al socio971. Un ejemplo reciente lo constituye el caso resuelto por
la Existen otras facetas de la actividad cooperativizada

Si las consecuencias positivas o negativas de la gestión en lo relativo a la actividad


cooperativizada con socios la sufren los mismos socios, está justificado que puedan mediante la
asamblea general tomar decisiones de gestión. Existe, por ende, una conexión entre el poder de
decisión y la responsabilidad por pérdidas --o en general, las consecuencias de la actividad
cooperativizada--, como existe también una conexión entre el poder de dirección de los
elementos materiales y personales que integran el establecimiento y la asunción del riesgo

Estas excepciones han de estar previstas expresamente, de lo contrario no serían aplicables. La S.T.S.J. de
Canarias, Sala de lo Social, de 27 de febrero de 2008 (Ar. AS 2008\1425) y la S.T.S.J. de Cantabria, Sala de lo
Social, de 31 de marzo de 2009 (Ar. AS 2009\1091), al aplicar la Ley de cooperativas estatal de 1999 declaran que
esta Ley no establece garantía a un salario mínimo legal, de no existir beneficios, remitiendo su artículo 80.4 a la
existencia de excedentes, denominados "anticipos societarios", y consideran que el hecho de que viniesen
emitiéndose nóminas mensualmente, respecto de lo que se declara era abonado, de conformidad, con la normativa
citada y Estatutos cooperativos, como anticipo societario o aportación social, retornable, no altera su naturaleza, no
salarial, y sin garantía, caso de no existir beneficios, concluyendo que, en estos casos, no estamos ante un salario
garantizado por norma alguna, si no hay beneficios.

969Vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de


Derecho mercantil..., págs. 1440 y 1441; F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º..., artículo 87,
págs. 369 y 370; e I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la cooperativa: responsabilidad de los
socios..., pág. 243-245.

En cambio, en la LSCAndalucía la responsabilidad del socio por deudas sociales está limitada al importe de las
aportaciones suscritas (art. 53.2), pero además, como ya se ha dicho, la responsabilidad del socio frente a la
cooperativa por las pérdidas imputadas está limitada a sus aportaciones al capital social [art. 69.2.c)].

Vid. I. G. FAJARDO GARCÍA, La gestión económica de la cooperativa: responsabilidad de los socios..., pág. 244-
970

245.

971 De esta comunicación general es buen ejemplo la S.T.S., Sala 1ª de 20 de julio de 2012 [Civil] (Ar. RJ
2012\8367) en la que se admite que una cooperativa ganadera exija a los socios la tasa por exceso en la producción
de leche --de la que son sujetos pasivos los socios-- que ella tuvo que pagar --como sustituto del contribuyente-- al
FEGA.

355
empresarial972. Precisamente, la responsabilidad de los administradores por daños causados
como consecuencia de su gestión es el fundamento más sólido que, para la sociedad anónima,
la doctrina esgrime en defensa de la atribución al órgano de administración de competencias
exclusivas, en cuyo ejercicio no puede inmiscuirse la junta general973. Aunque no son nociones
equiparables la responsabilidad de los administradores por el daño causado con la
responsabilidad de los socios por las deudas imputadas, sí se aprecia entre ambos supuestos
una identidad de razón que permite extraer una consecuencia común: quién responde de las
consecuencias patrimoniales de una decisión tiene derecho a participar en la toma de tal
decisión, luego los socios cooperativistas reunidos en asamblea general están facultados para
tomar acuerdos de gestión en asuntos relativos a la actividad cooperativizada.

En las cuatro formas que por regla general pueden adoptar las sociedades mercantiles,
conforme al artículo 122 C de C, en la redacción dada por la Ley 19/1989, de 25 de julio, de
reforma parcial y adaptación de la legislación mercantil a las Directivas de la CEE en materia de
sociedades, se observa la anterior reflexión. En la sociedad colectiva “...todos los socios tendrán
la facultad de concurrir a la dirección y manejo de los negocios comunes, y los socios presentes
se pondrán de acuerdo para todo contrato u obligación que interese a la sociedad” (art. 129 C de
C). Otro tanto sucede en la sociedad comanditaria respecto a los socios colectivos (art. 148,
párrafo segundo C de C). En la sociedad comanditaria por acciones “la administración...ha de
estar necesariamente a cargo de los socios colectivos” (art 252.1 TRLSC). Y en las sociedades
anónimas y de responsabilidad limitada la gestión de los asuntos comunes y la representación
de la sociedad se atribuye a un órgano ad hoc, los administradores, distinto del que está
integrado por los socios, la junta general, y para cuya composición no se requiere la cualidad de
socio, a menos que los estatutos dispongan lo contrario (art. 212.2 TRLSC)974. En definitiva,

972 El riesgo de empresa, o riesgo de que los costes de la actividad sean superiores a los ingresos que se derivan de
la misma, que asume el empresario es el que justifica su poder de organización sobre el establecimiento mercantil y
la apropiación de las ganancias obtenidas en el ejercicio de la actividad empresarial (vid. A. ROJO, “El empresario
(I). Concepto, clases y responsabilidad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 70).
Naturalmente los socios no son los empresarios, el empresario es la sociedad cooperativa y es ella la que
directamente asume el riesgo de empresa, pero lo cierto es que los resultados económicos de las operaciones con
los socios los sufren éstos también directamente, en su patrimonio: si hay excedentes éstos tiene que retornar al
patrimonio del socio que es al que pertenecen, y si hay pérdidas han de imputarse al socio porque no son pérdidas
de la cooperativa. Y si el socio participa del riesgo empresarial en lo referente a las operaciones cooperativizadas
está justificado jurídicamente que tenga poder de gestión directa. Conscientes de esta idea no faltan autores que
llegan a afirmar que en la cooperativa los socios se convierten en empresarios de ellos mismos (vid. P.
VERRUCOLI, La società cooperativa, Milán [Guiffrè], 1958, pag. 101; y A. D. SERRANO Y SOLDEVILLA, La
cooperativa como sociedad abierta..., pág. 73).

973 En este sentido afirma I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de competencias entre los órganos de la
sociedad anónima y modificación de balance”, en Revista de Derecho Mercantil, núms. 140-141 [1976], págs. 281 a
345, en pág. 317, que, en el caso de la sociedad anónima, la “indisponibilidad del sistema de competencias, se
encuentra delimitada por el ámbito de responsabilidad de los administradores. La competencia atribuida
inderogablemente a éstos sería aquella que está sometida a ‘sanciones de responsabilidad civil y penal a cargo de
los administradores’. Así pues, la intervención de la Junta en materias de competencia de éstos, se ve imposibilitada
por la existencia de tal sistema de responsabilidad”. Esta misma tesis es defendida en sede cooperativa por F.
VICENT CHULIÁ, “El derecho de los órganos sociales desde la perspectiva de la legislación cooperativa”..., pág.
505.

974El artículo 122 C. de C., en su redacción originaria, anterior a la reforma del citado precepto por la Ley 19/1989,
de 25 de julio, de reforma parcial y adaptación de la legislación mercantil a las Directivas de la CEE en materia de
sociedades, distinguía tres tipos de compañías mercantiles, la regular colectiva, la comanditaria y la anónima,
tomando como elemento de diferenciación, entre otros datos, los órganos sociales, de forma que el citado precepto
singularizaba a la sociedad anónima respecto a las otras dos formas societarias por el hecho de que el manejo de
los asuntos sociales corresponde a “mandatarios o administradores amovibles que representan a la compañía”,

356
cuando el socio responde ilimitadamente de las deudas sociales es gestor (como sucede con el
socio colectivo en las sociedades colectiva, comanditaria simple y comanditaria por acciones), y
cuando no tiene esta responsabilidad carece de competencia gestora (como ocurre en las
sociedades anónimas y limitadas). Aunque entre las consecuencias jurídicas descritas y el caso
cooperativo no hay equivalencia --en los anteriores se trata de responsabilidad del socios por
consecuencia de deudas sociales y en éste de responsabilidad del socio por deudas propias (la
pérdidas imputadas)--, si la hay en los presupuestos: en todos los casos de responsabilidad del
socio éste tiene poder de gestión. A este dato debe añadirse que, al igual que sucede con el
socio colectivo, el cooperativista puede responder personalmente de las deudas de la
cooperativa975, lo que, en estos casos, acerca aún más las figuras y la concepción de ambos
como gestores natos.

IV. El riesgo nacido de la gestión de la actividad cooperativizada y soportado por los


socios, no solo tiene su expresión en el sistema de imputación de pérdidas --que poco a poco se
va desdibujando, como ya se ha explicado antes--, sino que fundamenta otras soluciones
técnicas recogidas legal y jurisprudencialmente.

Las Leyes de cooperativas españolas contienen una norma que prevé la extensión al
socio que se da de baja de la responsabilidad por las deudas sociales: el socio que cause baja
en la cooperativa responderá personalmente por las deudas sociales, previa exclusión del haber
social, durante cinco años desde la pérdida de su condición de socio, por las obligaciones
contraídas por la cooperativa con anterioridad a su baja, hasta el importe reembolsado de sus
aportaciones al capital social (vid., por ejemplo, art. 15.4 LCEstado)976. Norma que ha sido objeto
de aplicación judicial977. Y la jurisprudencia también extiende al socio de las cooperativas de
viviendas la obligación de pagar las cantidades que ésta debe a la constructora978, dado que los
socios son copromotores de sus viviendas --la máxima expresión de la gestión por el socio de la
actividad coopeartivizada--.

V. La atribución de la competencia de gestión a la asamblea general con base en la


doctrina del riesgo, es una medida que encaja a la perfección en el sistema de gobierno

circunstancia de la que se ha hecho eco J. RUBIO, Curso de Derecho de Sociedades Anónimas, 3ª ed., Madrid
[Editorial de Derecho Financiero], 1974, págs. 214 y 215.

975Un detallado y pedagógico análisis de la responsabilidad de los socios por las deudas de la sociedad cooperativa
puede verse en M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 193 a 202.

976 La responsabilidad del socios en caso de baja, que se ha calificado como un régimen imperativo de
responsabilidad, aplicable no solo a la baja, sino también a la expulsión, es subsidiario --o previa excusión de los
bienes de la cooperativa--, temporalmente limitada, reducida a las deudas anteriores ala separación, limitada, y
susceptible de ser exonerada, si la cooperativa constituye una reserva indisponible afecta, y excluida, cuando la baja
se deba a casos de fuerza mayor (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…,199
a 201).

977 La SAP Navarra de 17 de febrero de 2001 [Civil] (Ar Jur 2001\137196) declara al exsocio responsable frente a la
sociedad cooperativa de las obligaciones asumidas por ésta con anterioridad a su fecha de baja, e incluso le da un
trato igual, respecto al cumplimiento de esas obligaciones que el que tiene la sociedad, señalando que “deberá
atender a su responsabilidad en plazos similares a los asumidos por la cooperativa en el pago de sus obligaciones”.

978 La S.T.S., Sala 1ª, de 12 de diciembre de 2011 [Civil] (Ar RJ 2012\1831) declara que los socios adeudan a la
empresa constructora las cantidades no pagadas por los trabajos y materiales que se invirtieron en las viviendas de
las que ellos son copromotores, señalando que “los cooperativistas deben las cantidades que la cooperativa está
obligada a pagar a la constructora por las obras”.

357
corporativo de la sociedad cooperativa. Desde el punto de vista del gobierno corporativo
participación orgánica del socio en la gestión y la actividad cooperativizada van indisolublemente
unidos, unión que viene explicada por el principio de que el que responde decide. La gestión de
la masa cooperativa se revela como la actividad más importante de la sociedad: los rendimientos
económicos obtenidos por la gestión de las prestaciones derivadas de la actividad
cooperativizada de los socios serán mayores o menores en función de la gestión que la sociedad
cooperativa haya realizado. De manera que salvo factores extrínsecos e incontrolables por la
gestión, se puede afirmar que a una buena gestión se corresponderán unos buenos rendimientos
y que a una mala gestión seguirán pérdidas. Por este motivo, el binomio responsabilidad-poder
de decisión fundamenta la atribución a la asamblea general de competencias de gestión: si de la
gestión de las prestaciones de actividad cooperativizada depende el rendimiento, y si las
consecuencias económicas de éste se imputan al socio, es fácil concluir que el socio tiene
derecho a decidir la gestión de los asuntos sociales979. Con este planteamiento, la principal
medida de buen gobierno en la sociedad cooperativa es la regulación de instrumentos de
participación del socio en la gestión. Esto hace que la asamblea general aparezca como el
órgano social clave de la gobernanza cooperativa. Preferentemente esa participación debe ser
directa, lo que determina que la asamblea general de la cooperativa tenga competencias de
gestión, además de las competencias clásicas que en el resto de sociedades mercantiles tiene
este tipo de órgano social, y solo cuando razones de índole técnica --p. ej., actos de
representación980-- o de oportunidad --p. ej., asuntos de gestión cotidiana o que requieran una
actuación rápida-- hagan imposible o desaconsejable la participación directa, se acudirá a la
participación representativa a través del consejo rector.

La asamblea general también será la que deba conceder la autorización o licencia para
un miembro del consejo recto pueda incurrir en autocontratación como señala la Resolución
DGRN de 2 de enero de 2013 (B.O.E., núm. 33, de 7 de febrero).

2.2.3. La responsabilidad por actos de gestión.

I. Es una idea muy extendida la de que la gestión corresponde a los administradores con
carácter exclusivo, sin que la asamblea pueda intervenir en la misma, ni siquiera a través de una
previsión al respecto en los estatutos, sobre la base de que de los daños y perjuicios causados
por la gestión social quienes responden son aquéllos981, de manera que para mantener el

979En opinión del Grupo de expertos que elaboró el Segundo Informe Winter, “en un sistema adecuado de gobierno
societario los accionistas deberían tener medios eficaces de ejercer de forma activa una influencia sobre la
sociedad…y… [como] se centran en la creación de riqueza, son, por tanto, los sujetos más adecuados para actuar
como <guardianes> de no solo de sus intereses, sino también de los de los otros sujetos relacionados con la
empresa (stakeholders) (vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”…,
op. cit., pág. 116), tesis que es trasladable a las sociedades cooperativas.

980Vid. J. L. IGLESIAS PRADA y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “Los órganos sociales de las sociedades de capital”,
en A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil, Navarra [Thomson Reuters-Civitas], 10ª ed.,
2012, Volumen I, págs. 457 a 481, en pág. 475, explican como las reglas propias de funcionamiento de un órgano
colegiado como el consejo de administración --cuyo carácter colegiado coincide con la asamblea general-- se aviene
mal con las exigencias de la actividad representativa.

Vid. I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de competencias entre los órganos de la sociedad anónima y
981

modificación de balance”..., págs. 316 a 321

Se habla de la inderogabilidad de la competencia exclusiva de gestión por razón de la responsabilidad (vid. G.


ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho
español.., pág. 504).

358
sistema de responsabilidad de los administradores --que tutela los intereses de los terceros--
debe garantizarse su autonomía en la gestión. En definitiva, la responsabilidad de los
administradores va acompañada de su competencia excluyente sobre la gestión social y de su
autonomía en esta materia.

Ahora bien, negar la competencia gestora de la asamblea general para poder mantener
la responsabilidad de los administradores, es una tesis que puede ser completada con otra: el
hecho de que la asamblea general intervenga en la gestión no es circunstancia que excluya la
responsabilidad del consejo rector. Esta idea requiere de explicaciones adicionales.

La cuestión se presenta con cierta simplicidad en los supuestos en que la asamblea


general emite instrucciones al consejo rector o le autoriza una decisión. Aquí, como la
intervención en la gestión por parte de la asamblea se produce respecto de un asunto que
decide el consejo rector --la competencia de gestión es ejercida por el consejo a través de un
acuerdo en cuyo procedimiento de elaboración se inserta una instrucción o una autorización de
la asamblea general--, los presupuestos de la responsabilidad del órgano de administración no
se remueven, debido a que su autonomía en la decisión gestora se mantiene inalterada al ser el
consejo rector el que toma la iniciativa del acuerdo y el que lo adopta. Recuérdese cómo las
instrucciones no son vinculantes --en el sentido técnico de que el consejo no pueda separarse de
ellas--: la denegación de la autorización no impide la adopción del acuerdo gestor, de forma que
el consejo rector actuaría válidamente y obligaría con su acuerdo a la sociedad cooperativa, sin
perjuicio de que pueda incurrir en responsabilidad. Aquí, como se dirá más abajo, no hay co-
decisión entre la asamblea general y el consejo rector982, luego el consejo rector decide y,
consecuentemente, responde983.

Además del supuesto anterior, resulta que la responsabilidad del consejo rector puede
nacer no solo por la adopción de un acuerdo, sino también por su actuación --acción u omisión--
en la fase preparatoria o en la fase ejecutiva del acuerdo gestor adoptado por la asamblea
general. En ambos momentos se mantienen los deberes de los administradores de actuar con
diligencia y lealtad, sin que la adopción del acuerdo por la asamblea general excluya la
existencia de tales deberes.

El consejo rector responde cuando en la preparación del acuerdo gestor de la asamblea


general proporcionó una información inadecuada a los socios. Es competencia del consejo rector
proporcionar información, y por el ejercicio de esta competencia debe responder.

En la fase de ejecución responde por la infracción de sus deberes con ocasión de la


realización de los actos necesarios para ejecutar el acuerdo de la asamblea general 984. Cuando
la asamblea general adopta en el ejercicio de sus competencias legales o estatutarias una

982Sobre la naturaleza de las instrucciones y autorizaciones vid. infra 2.4.1.4 del capítulo segundo de la segunda
parte.

983A. CUENCA GARCÍA y M. L. FERRANDO VILLALBA, “Las competencias de los órganos sociales en la sociedad
de responsabilidad limitada”, en J. M. Embid Irujo (coord.), Las competencias de los órganos sociales en las
sociedades de capital..., sostienen que los administradores responden aun cuando la junta general “autorice la
actuación de aquéllos (por previsión legal o a instancias de los mismos) o ratifique lo actuado”.

984 Como afirman E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad
Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 215, aunque el acuerdo de gestión
ordinaria lo tome la asamblea general, es el administrador o los administradores quienes lo tienen que ejecutar.

359
decisión gestora, excluye al consejo rector, teniendo prioridad los acuerdos de aquélla frente a
los de éste. Se puede afirmar que el asunto de gestión es decidido por la asamblea general y,
consecuentemente, también se puede afirmar que hay un deber del consejo de ejecutar los
acuerdos de gestión adoptados por la asamblea --de otra forma, la competencia asamblearia
quedaría vacía de contenido--985. Sin embargo, esta doble circunstancia no exime de
responsabilidad al consejo rector. En el acuerdo de gestión la asamblea general desplaza de la
decisión a los administradores, que ven reducida su esfera de competencias a la ejecución del
acuerdo asambleario, y es en este momento del proceso donde el consejo rector decide si
ejecuta o no el acuerdo --o la forma de ejecutarlo--, o incluso si lo impugna986. Por esta decisión
ejecutiva --positiva o negativa-- sí responde el consejo rector frente a la cooperativa, los socios y
los terceros. Esto es así porque, en los asuntos acordados por la asamblea, sigue existiendo una
esfera de competencia inderogable del consejo rector --la decisión de ejecutar o no, y de cómo
ejecutar, o la de impugnar--, y en esta esfera pueden decidir sobre la conformidad de una
decisión de la asamblea general con las reglas que regulan su responsabilidad987.

El consejo rector, cuando hay acuerdo gestor de la asamblea general, es responsable


frente a la sociedad, frente a los socios y frente a los terceros --en este caso-- por los daños
causados por sus actos preparatorios o ejecutivos. El círculo de perjudicados no sufre variación,
ni siquiera en lo que a la sociedad se refiere. Aunque se trate de un acuerdo sobre un negocio
adoptado por la asamblea general --órgano supremo de expresión de la voluntad social--, la
sociedad puede resultar dañada o perjudicada en su patrimonio y el consejo rector ser el
causante del daño o perjuicio por incumplir sus deberes en la preparación o en la ejecución de la
acuerdo por la asamblea.

985 Al estudiar los poderes de autorización e instrucción gestora de la junta general las sociedades limitadas G.
ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art. 161)”, en Rojo-Beltrán (dirs.),
Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1209 a 1217, en
pág. 1215, nos explica que en el plano interno el acuerdo de la junta general es vinculante y existe deber de
ejecución por parte de los administradores, sin perjuicio de que aunque no se siga lo previsto en los acuerdos de la
junta general sobre gestión, los actos de los administradores frente a terceros son válidos.

986Como dice G. ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art. 161)”, en Rojo-
Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1215, el deber de ejecución de los acuerdos
de la asamblea general que pesa sobre los administradores “no es absoluto, sino que se modera a la luz de la
normativa sobre el deber de impugnación de los acuerdos inválidos y de la eventual responsabilidad por su
ejecución”.

987 Esta misma idea ha sido defendida por Abbadessa y recogida por G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión
en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 502 y 503 y 505 a 507, al
afirmar que los administradores no están obligados a seguir incondicionalmente los acuerdos tomados por la junta
general, y que en aquellos casos en que dichos acuerdos infrinjan obligaciones legales impuestas a los
administradores, éstos deberán abstenerse de ejecutarlas o de lo contrario incurrirán en responsabilidad.

En el mismo sentido, entre nuestra doctrina, A. CUENCA GARCÍA y M. L. FERRANDO VILLALBA, “Las
competencias de los órganos sociales en la sociedad de responsabilidad limitada”, en J. M. Embid Irujo (coord.), Las
competencias de los órganos sociales en las sociedades de capital, Valencia [Tirant lo Blanch], 2005, págs. 167 a
279, al tratar la responsabilidad de los administradores de la sociedad de responsabilidad limitada en casos como el
expuesto, afirman que “la interpretación que proponemos de la norma, no permite, en consecuencia, la aplicación
automática y sin ulteriores reflexiones del art. 133.3º LSA, norma que excluye la responsabilidad de los
administradores cuando la Junta sea quien adopte el acuerdo...” (en pág. 250) y les han impuesto el deber de
impugnar los acuerdos nulos --estos, además, inaplicarlos-- y anulables en materia de gestión adoptados por la
junta general.

360
La idea expuesta, con independencia de sus implicaciones en el terreno de la
responsabilidad de los administradores, elimina uno de los principales argumentos esgrimidos
para excluir la competencia de gestión de la asamblea general. Como se ha dicho más arriba, es
tradicional entender que la competencia general de gestión de los administradores y su posición
autónoma en el sistema de órganos sociales se fundamenta en la responsabilidad de éstos
frente a los acreedores. Por el mismo precio, si se mantiene la responsabilidad del consejo rector
por incumplimiento de sus deberes en la preparación y en la ejecución de los asuntos decididos
por la asamblea general, desaparece el argumento que niega la competencia gestora
asamblearia.

No obstante, si ha habido preparación diligente y ejecución también diligente por parte


del consejo rector y el acuerdo gestor adoptado por la asamblea general en el ejercicio de sus
competencias genera daños, los consejeros no son responsables988. Se trata de un supuesto de
exoneración de responsabilidad del órgano de administración por actos de gestión ajenos. El
órgano de administración no responde y queda exonerado de los daños causados por el acuerdo
asambleario que no se deriven de su preparación o de su ejecución, porque no le son
imputables. La competencia gestora de la asamblea general no altera el principio de culpa en la
responsabilidad civil. Cuando los administradores se limitan a dar cumplimiento al acuerdo de la
asamblea general en materia de gestión --adoptado en el ejercicio de sus competencias--, no
responden frente a la sociedad989, tampoco frente a los socios ni frente a los terceros990 --salvo

988Esta es la solución que patrocina la doctrina alemana, que, a diferencia de lo que sucede con las sociedades
anónimas, en el ámbito de las cooperativas sostiene la exoneración de responsabilidad de los miembros del
Vorstand cuando exista un acuerdo formal y válidamente adoptado por la asamblea general siempre que sea
anterior al acto objeto de autorización. Esta doctrina puede consultarse en VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y
F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 64, pág. 829.

Debe advertirse que un autorizado sector de la doctrina considera que el sometimiento de la cuestión, a iniciativa
propia o por mandato legal o estatutario, a la opinión, aprobación, o instrucciones de la asamblea general solo
puede tener como consecuencia añadir criterios para determinar el grado de culpa, pero no puede servir de causa
de exoneración de responsabilidad. Así lo ha explicado VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,
artículo 64, págs. 830 y 831. Páginas antes de estas reflexiones, el autor mencionado, al comentar el artículo 53,
pág. 629, afirma que cuando la asamblea general adopta un acuerdo en materias del artículo 43.2 el consejo rector
se convierte en simple ejecutor del acuerdo, y que la existencia de un acuerdo de la asamblea general sobre
materias distintas a las del artículo 43.2 de la Ley de 1987, vincula al consejo rector pero no exonera a sus
miembros de su propia responsabilidad, lo que, a sensu contrario, podría llevarnos a la conclusión que, para este
tratadista, si el acuerdo está dentro de las competencias del artículo 43.2, sí produciría como efecto la exoneración
de responsabilidad. En esa tesis quedan fuera los acuerdos del artículo 43.1 de la Ley de 1987 --el que atribuye
competencia universal a la asamblea general--, de forma que los acuerdos adoptados por la asamblea en ejercicio
de esta competencia no exoneran de responsabilidad al consejo. Quizá, siendo la Ley la que atribuye los dos tipos
de competencias a la asamblea general sin distingos en sus efectos en materia de responsabilidad, no sea posible
que el intérprete realice distinciones en este terreno.

989Esta consecuencia jurídica ha tenido reflejo jurídico positivo expreso. Puede citarse, como ejemplo, el artículo
84.4 de la Ley alemana de 1937 (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 178 y 179).

Entre nosotros y para nuestro ordenamiento jurídico, se ha negado legitimación activa a la sociedad para exigir
responsabilidad a los administradores por los daños que cause el acuerdo de gestión adoptado por la junta general
de socios, por constituir la exigencia de dicha responsabilidad un abuso del derecho [vid. A. CUENCA GARCÍA y M.
L. FERRANDO VILLALBA, “Las competencias de los órganos sociales en la sociedad de responsabilidad limitada”,
en J. M. Embid Irujo (coord.), Las competencias de los órganos sociales en las sociedades de capital..., págs. 257 y
258].

361
que infrinjan alguno de sus deberes--. La responsabilidad en estos casos debe imputarse a los
socios de la mayoría que adoptaron en acuerdo de gestión991, quienes deberían ser los
demandados992. Ahora bien, la exoneración de responsabilidad solo es posible en los sistemas
de distribución de competencias que reconozcan a la asamblea general el derecho a decidir
sobre asuntos de gestión993 --conforme a la regla de que la competencia genera responsabilidad-

990La doctrina ha reconocido legitimación activa a la minoría de socios que se opuso al acuerdo de gestión, que
estuvo ausente o que fue ilegítimamente privada del derecho de voto. Pero en estos casos no se tratará de una
acción de responsabilidad contra los administradores sino contra la sociedad, aunque esa acción se dirija contra los
administradores en su condición de representantes de la sociedad y no como responsables del daño [vid. A.
CUENCA GARCÍA y M. L. FERRANDO VILLALBA, “Las competencias de los órganos sociales en la sociedad de
responsabilidad limitada”, en J. M. Embid Irujo (coord.), Las competencias de los órganos sociales en las
sociedades de capital..., pág. 258].

La exoneración de responsabilidad a la que se alude en el texto no es un acuerdo de la asamblea contrario a la


exigencia de responsabilidad, ni un renuncia a la acción ni una transacción, como bien apunta G. ESTEBAN
VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art. 161)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de
la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1216 y 1217, porque, como sigue explicando el Profesor, este tipo de
acuerdos deja incólumes los derechos de la minoría y de los acreedores para exigir la responsabilidad y consisten
no en la adopción preventiva o sucesiva de actos de gestión sino en la facultad de disponer de eventuales o ya
ejercitas pretensiones de responsabilidad.

991Aunque la tesis de F. VICENT CHULIÁ, como se ha expuesto, es con carácter general contraria a la exoneración
de responsabilidad del consejo, expone dos supuestos en los que ante una decisión de la asamblea, responden los
socios, y, según parece, solo los socios.

El primero es el siguiente: cuando la asamblea general, en ejercicio de su competencia de fijación de la política


general de la cooperativa, aprueba la realización de operaciones cooperativizadas en un volumen
desproporcionado, los socios deben responder por infracapitalización --nominal y material-- y cubrir la insolvencia de
la cooperativa para atender las deudas (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General
de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo
71, pág. 192). Aunque esa responsabilidad de los socios no tiene como fundamento la culpa o negligencia en que
hayan podido incurrir los mismos, sino la existencia de infracapitalización, ante la cual falla el privilegio de la
responsabilidad limitada por las deudas sociales --como el propio VICENT señala--, no deja de ser un supuesto que
genera responsabilidad en los socios por una decisión de gestión de la asamblea general, y que exonera de
responsabilidad a los consejeros que la ejecutaron, siempre que en la ejecución de la decisión gestora de la
asamblea hayan obrado con diligencia.

El segundo es un claro caso de responsabilidad extracontractual o por daños: al explicar la responsabilidad de los
socios por las deudas de la sociedad --supuesto de responsabilidad sin deuda, es decir, por deudas de la sociedad--
, señala que, cuando se configure como personal, la misma debe ser calificada como mancomunada, salvo pacto
estatutario que prevea la solidaridad, porque el supuesto que contempla la ley no es de responsabilidad
extracontractual o por daños, “salvo que se produjese efectivamente un supuesto de culpa de los socios que les
haga contraer una deuda de responsabilidad propia (y en tal caso, sin duda, solidaria)” (vid. F. VICENT CHULIÁ, en
N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 71, pág. 197). Es relevante esta exposición, porque en ella va
recogida expresamente la posibilidad de responsabilidad conjunta --es este caso solidaria-- de los socios por actos
de gestión; y es evidente que la responsabilidad del conjunto de socios puede nacer de un acto colegiado de los
mismos adoptado en sesión de la asamblea general.

992Si la demandada fuese la sociedad podría alegar su falta de legitimación activa, y si fuese condenada podría
repetir contra los socios que adoptaron el acuerdo.

993Este es el punto de partida de la SAP Sevilla de 9 de febrero de 2001 [Civil] (Ar Jur 2001\147220), que exonera
de responsabilidad al consejo rector que ejecuta un acuerdo de la asamblea general que ostenta competencias de
gestión --la sentencia parte de que la asamblea general tiene competencias gestoras sobre la base del artículo 42 e
la Ley General de Cooperativas de 1987--. Llega a la conclusión de que “la actuación del Consejo Rector estaba
previamente determinada por las decisiones de la Asamblea General, órgano soberano de la Cooperativa de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 42 de la Ley General de Cooperativas por lo que necesariamente ha de

362
-, y no en los que la gestión sea competencia exclusiva de los administradores. Únicamente en
los primeros se podrá admitir que el acuerdo dañoso ha sido adoptado por un órgano
competente --la asamblea general-- y solo así se podrán imputar al mismo las consecuencias de
su ejecución. Lógicamente, en estos sistemas la gestión es una materia sobre la que hay
competencias compartidas, debiendo bastar para aplicar la exoneración que el acuerdo haya
sido adoptado por la asamblea general, aunque igualmente pudiera haberlo sido por el órgano
de administración. No se trata de indagar quién es competente sino quién ha ejercido la
competencia994. Sin embargo, si los administradores fuesen un órgano de gestión independiente,
en cuya esfera no puede inmiscuirse la asamblea general, no resulta coherente con el sistema
que se les exonere de responsabilidad cuando sometan un asunto de gestión que es solo de su
competencia al acuerdo de la asamblea general para liberarse de responsabilidad995.

Este debe ser el criterio interpretativo en sede cooperativa. La norma jurídica contenida
en el artículo 236.2 TRLSC, conforme a la cual “en ningún caso exonerará de responsabilidad la
circunstancia de que el acto o acuerdo lesivo haya sido adoptado, autorizado o ratificado por la
junta general”, no se aplica a todas las sociedades cooperativas. Solo algunas Leyes, como la
estatal, contienen una remisión a la misma, por lo que en todas aquéllas, como por ejemplo la
Ley extremeña, en la que se regule la responsabilidad del consejo rector sin excluir el juego de la
exoneración por previo acuerdo asambleario, no habrá obstáculo legal a la aplicación de la
exoneración. Y en las cooperativas en las resulte de aplicación el artículo 236.2, debe moderarse
el mismo con aquella otra norma que atribuye competencia gestora a la asamblea y que,
consecuentemente, hace que la gestión no sea competencia exclusiva y excluyente de los
administradores. La lógica del sistema así lo impone. En caso contrario, cuando la asamblea no
tenga competencia de gestión sobre el asunto sometido, su acuerdo no exonerará de
responsabilidad, siendo de plena aplicación el citado artículo996.

llegarse a la misma conclusión que la sentencia apelada de que «no puede hablarse de negligente actuación de un
Consejo Rector sometido en todo caso al órgano soberano del ente, cuyo control ejercido democráticamente, es el
control de la mayoría de los socios”.

994Debe destacarse, en relación con la exoneración defendida en el texto principal la regulación del artículo 72.4 la
Ley andaluza: “no exonerará de responsabilidad el hecho de que la Asamblea General haya ordenado, aceptado,
autorizado o ratificado el acto o acuerdo, cuando el mismo sea propio de la competencia del órgano que lo adoptó
en cada caso”, a sensu contrario sí exonerará cuando el acuerdo sea competencia de la asamblea. Salvo que se
corra el riesgo de que la exoneración no se aplique nunca en materia de gestión --que siempre será de la
competencia de los administradores--, deberá exonerase los administradores cuando la asamblea general acuerde
autónomamente --ejerciendo competencia propia, y no a solicitud del órgano de administración-- sobre un asunto de
gestión.

995G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
Derecho español.., pág. 179) analiza esta circunstancia a propósito de la legislación alemana y con referencias a la
doctrina alemana. Es de la misma opinión M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades
mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de
Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 227, para quien la simple alegación del acuerdo asambleario
para quedar exonerado de responsabilidad va en contra de la diligencia inherente al cargo de consejero y de su
sujeción a la ley.

996La solución expuesta, propia de las sociedades cooperativas, no es la que nuestra doctrina mantiene a propósito
de las sociedades de capital. G. ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art.
161)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1216, concluye que con la
disposición contenida en el artículo 236.2 TRLSC “se amplía el poder/deber de resistencia a la ejecución de los
acuerdos de la junta general que expongan al peligro de responsabilidad a los administradores” y añade que “el
régimen de responsabilidad a que se ven sometidos, actuaría como causa legítima de desviación frente a los
acuerdos de la junta general”.

363
II. Si esto es así, debe cuestionarse dogmáticamente, el binomio responsabilidad de los
administradores-autonomía de gestión y debe buscarse otro fundamento a aquella
responsabilidad, así como otro fundamento a la competencia de los administradores. En estas
tareas, en particular en la segunda, se puede demostrar que la responsabilidad de los
administradores no es elemento del sistema de distribución de competencias entre los órganos
sociales, sino que es uno de los elementos del sistema de garantías patrimoniales a favor de los
terceros que las leyes establecen en las sociedades en las que los socios responden
limitadamente de las deudas sociales --sociedades anónimas, sociedades de responsabilidad
limitada, y también la mayoría de las sociedades cooperativas--, junto con la conservación del
capital social y la realidad de las aportaciones997. Con este planteamiento cambia el fundamento
de la responsabilidad de los administradores: el consejo rector tiene el deber de actuar de forma
que se conserve el patrimonio social --garantía de los acreedores--, y responderá en caso
contrario998; pero únicamente respecto de las decisiones que él haya adoptado o que

Hay otro sector que modera la aplicación del artículo 236.2, precisamente sobre la base de la competencia de los
administradores y de la junta general. J. QUIJANO, “Presupuestos de la responsabilidad (art. 236)”, en Rojo-Beltrán
(dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1691 a
1700, en págs. 1699 y 1700, explica que “la intervención de la junta [en la sociedad de responsabilidad limitada]
debe tener algún efecto sobre la responsabilidad de los administradores, sea moderador, si la competencia es
compartida o si al daño contribuyen ambos órganos…sea incluso exoneratorio, si el acuerdo [de la junta] se adoptó
de tal forma que los administradores debían ejecutarlo sin tal margen [margen propio de decisión]…el alcance
preciso de la regla legal parece pensado para los casos en que los administradores “usen indebidamente de la junta
general” con pretensión de eludir su responsabilidad en asuntos propis de su competencia orgánica, sin que exista
legítimamente base para ello: por ejemplo cuando, ante una decisión previsiblemente arriesgada o potencialmente
perjudicial, piden que sea la junta quien adopte el acuerdo en su lugar”.

Pero una y otra solución --la propia de las sociedades de capital y la que corresponde a las sociedades
cooperativas-- no han de ser parejas. En estas páginas se viene sosteniendo que el impacto de la mutualidad y de la
participación orgánica hacen inviable cualquier trasposición automática de las soluciones propias de las sociedades
de capital a las sociedades cooperativas, y éste es uno de esos hechos diferenciales.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
997

Derecho español.., págs. 505 a 507.

La característica de la responsabilidad de los administradores como responsabilidad civil en tanto que persigue la
indemnización de un daño en sentido estricto y su función al servicio de la reparación del patrimonio social
perjudicado --acción social de responsabilidad-- o del patrimonio o los intereses de los terceros --acción individual de
responsabilidad-- es destacada, así mismo, por J. QUIJANO, “Presupuestos de la responsabilidad (art. 236)”, en
Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1692 y 1693; específicamente, al
analizar la legitimación de los acreedores sociales para ejercer la acción social de responsabilidad destaca que
éstos están “interesados en la conservación y reparación de ese patrimonio que es la garantía de sus créditos” (pág.
1694), aunque, al explicar la no exoneración de responsabilidad de los administradores por la intervención de la
junta general en la gestión, acude a la idea de la existencia de un ámbito propio de competencia de los mismos
(págs. 1698 y 1699)

998La lectura de las sentencias de nuestros tribunales permite concluir, con carácter general, que la responsabilidad
del consejo rector está fundamentada en la protección de los terceros más que fundamentar su competencia
exclusiva de gestión.

Por ejemplo, la SAP Alicante de 1 de octubre de 2002 [Civil] (Ar jur 2002\283002) ante la situación de una
cooperativa que no ha sido formalmente disuelta, ni consta que se haya procedido a su ordenada liquidación, a
pesar de que había desaparecido de su sede social, aplica el régimen de responsabilidad del conejo rector --cita
erróneamente el artículo 42, cuándo el que aplica es el 43 de la LCEstado-- “al comportamiento de miembros
directivos que, ni han solventado las deudas sociales, ni han iniciado los trámites de liquidación y disolución de la
cooperativa en debida forma con arreglo a los artículos 70 y ss (antes 103 y 104 de la Ley de Cooperativas de
1987), abandonando de hecho el cumplimiento de cuantos deberes habían contraído en razón al cargo gestor que

364
en aquella entidad ostentaban, lo que es suficiente para sostener la solución que el Juez "a quo" dio en este caso”
[responsabilidad por deudas por no disolución].

Resulta de extraordinario interés la SAP Badajoz de 5 de octubre de 2005 [Civil] (Ar jur 2005\2007) --dictada en un
caso en el que el consejo rector había vendido el único bien que integraba el activo de la sociedad, repartiéndose
entre los miembros del conejo rector en su condición de socios de la cooperativa el precio obtenido, y ante una
reclamación de responsabilidad por daños--, en la que expresamente se configura el régimen de responsabilidad
como un sistema de protección de acreedores ante la insuficiencia o inexistencia de patrimonio social. La reflexión
es la siguiente: la “responsabilidad por daños…exige, para su apreciación tres requisitos: acción negligente,
existencia de un daño y nexo causal entre ambos. Y así lo viene a configurar el art. 42.2º de la Ley citada 2/1998
(responsabilidad de los miembros del Consejo Rector de la Cooperativa, por daño debido a dolo, abuso de
facultades o negligencia grave; pudiendo ejercitar la acción social de responsabilidad los acreedores de la
cooperativa cuando no se hubiese ejercitado por la Sociedad o sus socios y siempre que el patrimonio social
resultare insuficiente para la satisfacción de sus créditos)”. Y del mismo Tribunal la SAP Badajoz de 11 de julio de
2006 [Civil] (Ar jur 2006\1124), en la que, de forma negativa, también se articula el sistema de responsabilidad del
consejo rector como garantía de los terceros cuando éstos no cuentan con el patrimonio de la cooperativa, dado que
declara la inexistencia de responsabilidad de los miembros del consejo por unas deudas en las que figura como
obligada la cooperativa y frente a la que el acreedor tiene que dirigirse en primer lugar para hacerlas efectivas contra
su patrimonio --en el caso se aprecia litispendencia por un proceso anterior contra la cooperativa en reclamación de
las mismas deudas--.

Por la singularidad del sujeto que sufre el daño --la Comisión de las Comunidades Europeas-- resulta de interés la
SJPInstancia nº 7 de Córdoba de 11 de junio de 2003 (Ar AC 2003\1608) que, como las anteriores vincula el sistema
de responsabilidad del consejo rector y de los liquidadores a la protección de los perjudicados. El caso resuelto
declara la responsabilidad de los consejeros y liquidadores por distribuir el haber social sin haber pagado
previamente la deuda que mantenía la cooperativa con la Comisión de las Comunidades Europeas, y en la línea
aquí defendida son clarificadoras las siguientes palabras de la sentencia: “resulta patente la existencia del daño
[para la Comisión de las Comunidades Europeas], pues desaparecida la sociedad cooperativa ya no podrá
recuperar dicha cantidad”.

La misma doctrina que desconecta el sistema de responsabilidad del consejo rector de la atribución en exclusiva de
competencias de gestión se aprecia en las sentencias que declaran la inexistencia de responsabilidad por deudas
de la cooperativa por no promover su disolución. Estas sentencias no arguyen que siendo competencia exclusiva del
consejo rector la gestión, las omisiones gestoras generarán responsabilidad, sino que parten de que en los casos en
los que no se impone por la Ley la responsabilidad objetiva o responsabilidad-sanción no es posible por analogía
exigirla, que sí lo sería si su fundamento fuera la competencia exclusiva sobre la gestión. Esta línea de pensamiento
se puede deducir de la SAP Barcelona de 8 de octubre de 2002 [Civil] (Ar Jur 2004\16357); en ella al analizar aquel
sistema de responsabilidad considera que en él se “responderá por «deuda ajena» y con carácter cuasi-objetivo en
función del incumplimiento de un deber legal que aparece claramente definido, cual es el de promover la disolución
de la sociedad cuando concurre alguna de las causas de disolución imperativa, permitiendo de este modo con su
comportamiento omisivo la continuidad operativa de una sociedad que debe disolverse, lo que redunda de forma
inmediata en la seguridad del mercado y constituye, en determinados supuestos de pérdidas patrimoniales, una
garantía en protección de terceros acreedores de la sociedad. porque no puede hacerse aplicación analógica de una
norma sancionadora como es la establecida en el art. 262.5 LSA, tal y como resulta de lo establecido en el art. 4.2
del Código Civil, que impone una aplicación restrictiva a los supuestos expresamente comprendidos en ellas”. Del
mismo Tribunal y para un caso análogo --una acción de responsabilidad contra los miembros del consejo rector de
una cooperativa por entender que su actuar negligente ha sido causa de la falta de patrimonio de la referida
cooperativa para hacer frente a un pronunciamiento de la sentencia dictada por la 1ª Sala de lo Mercantil del
Tribunal de Primera Instancia de Hannover el 1 de julio de 2003, que se procedió a ejecutar en España por parte del
Juzgado de Primera Instancia número Tres de Mataró, sin que en dicho procedimiento se hallaran bienes de la
cooperativa demandada-- la SAP Barcelona de 12 de febrero de 2007 [Civil] (Ar AC 2007\1400) exige que se
demuestre que “la cooperativa tenía patrimonio suficiente para hacer frente a la deuda o siquiera para generar
expectativas de cobro de la misma en los acreedores si se liquidaba adecuadamente”, de manera que el sistema de
responsabilidad del consejo rector se vuelva a conectar con la conservación del patrimonio social para la protección
de los terceros. La SAP Guipúzcoa de 24 de septiembre de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\308750), que aplica a un caso
de responsabilidad de los administradores de cooperativas la doctrina y la jurisprudencia existentes sobre el sistema
de responsabilidad de los administradores de las sociedades de capital, tampoco la conecta con la competencia
exclusiva de gestión.

365
debiéndolas adoptar o promover no lo haya hecho. Por lo tanto, no hace falta negar competencia
gestora a la asamblea general para mantener el sistema de responsabilidad frente a los terceros
de los administradores por actos propios: este sistema se mantiene y a él se añade el de la
responsabilidad de los socios.

Y tampoco es elemento del sistema de distribución de competencias la responsabilidad


de los administradores por daños a los socios o a la sociedad. Simplemente obedece al principio
neminem laedere, en este caso respecto de los socios o de la cooperativa, recogido en el
artículo 1902 del Código civil. Cuando el consejo rector causa daño a la cooperativa o a los
socios y responde, no lo hace porque tenga competencia exclusiva sobre la gestión social, sino
porque debe reparar el daño causado999. Y paralelamente, cuando no hay daño indemnizable,
tampoco habrá responsabilidad, como sucede cuando no hay dolo o culpa1000.

III. La competencia gestora de la asamblea general genera responsabilidad de los socios


por actos de gestión.

Si los miembros del consejo rector responden por su actuación en la preparación y en la


ejecución de la decisión gestora de la asamblea general --esferas en las que sigue siendo
competente a pesar de intervención de la asamblea general en la gestión--, los socios deben
responder por su participación en la adopción de los acuerdos de gestión por la asamblea
general. Como contrapartida a la competencia de gestión ordinaria, los socios a los que se les
impute el acuerdo lesivo deben ser responsables de los daños que ocasionen al ejercer esta
competencia, ya sea a la propia sociedad cooperativa, a los demás socios o a los terceros1001.

La responsabilidad nace cuando se causa daño y para repararlo, es decir, como afirma la SAP Cáceres de 19 de
octubre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\1895), que la “responsabilidad del Consejo Rector de la Cooperativa -y la de los
miembros que la integran- no es, ni automática, ni objetiva”, y “resulta inexcusable acreditar que el daño se ocasionó
por dolo, abuso de facultades o negligencia grave”.

Reparar el daño consistente en el impago de obligaciones por la cooperativa y la generación de responsabilidad del
consejo rector es el objeto de la SAP Murcia de 14 de octubre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\1790) en la que se
detecta la “actuación negligente de los miembros del Consejero Rector, quienes efectuaron compras a sabiendas de
la falta de disponibilidad de fondos de la cooperativa y de la imposibilidad de que ésta hiciera frente al pago de las
mercancías, como lo evidencia el elevado número de acreedores y el montante de la deuda contraída, en
concordancia con el hecho de que la inexistencia de la documentación contable relativa a la cooperativa evidencia
una mala gestión por parte de sus administradores, quienes tampoco procedieron a la liquidación del patrimonio que
pudiera tener la cooperativa”.

999Así, por ejemplo, el caso resuelto por la SAP La Coruña de 11 de abril de 2006 [Civil] (Ar jur 2006\162475), en el
que el consejo rector de un cooperativa de viviendas incumplió la obligación de contratar un de seguro para
garantizar la devolución de las sumas anticipadas para la financiación de la construcción con sus intereses,
causando daño a los socios, siendo, como dice la sentencia, la relación de causalidad obvia --pues la construcción
no ha finalizado, los pisos no han sido entregados--, no puede técnicamente ser el fundamento de la competencia
gestora del consejo rector.

1000 La SAP Teruel de 2 de julio de 1993 [Civil] (Ar AC 1993\1379), declara que “la responsabilidad de los miembros
del Consejo Rector de las Cooperativas establecida en el ap. 2.º del art. 64 de la Ley General de Cooperativas solo
surge cuando la actuación de éstos haya sido dolosa, con abuso de facultades o al menos gravemente negligente;
responsabilidad que es evidentemente subjetiva y que no puede confundirse con una situación de crisis económica
de la cooperativa ni con el fracaso empresarial de la misma” añadiendo que del “cierre empresarial derivado de la
crisis económica de la cooperativa…no puede responsabilizarse a los miembros del Consejo Rector cuando no se
les ha imputado actividad maliciosa o negligente alguna que haya conducido a la Cooperativa al fracaso
empresarial”.

En las sociedades anónimas, una de las razones por las que se reorienta el sistema de distribución de
1001

competencias entre órganos para suprimir la posibilidad de que la junta general intervenga por sí misma en los actos

366
Esta solución es coherente con el fundamento del sistema de responsabilidad en las sociedades:
hay responsabilidad cuando en el ejercicio de la competencia no se conserva el patrimonio
social.

Para determinar el régimen jurídico de la responsabilidad de los socios por los acuerdos
de la asamblea general no se debe extender el sistema de responsabilidad del consejo rector, y
de esta forma buscar títulos extraordinarios de imputación. Los socios reunidos en asamblea
general cuando ésta adopta un acuerdo de gestión, ejercen una competencia propia --en estos
casos la asamblea general es órgano de gestión-- por lo que no son administradores ocultos,
dado que no ocultan su condición de gestores1002. Por esta razón la regulación de su
responsabilidad no es la prevista especialmente para el consejo rector, que resultaría aplicable a
través de la figura del administrador oculto. Debe acudirse al régimen general del artículo 1902
del Código Civil. Cuestión distinta es la actuación gestora de la asamblea general en aquellos
supuestos en los que carece de competencias de gestión en relación con la materia sobre la que
ha adoptado acuerdos, en cuyo caso si se dan los presupuestos necesarios podría generar
responsabilidad conforme al régimen del consejo rector y por expediente del administrador de
hecho. Quizá el supuesto más probable consista en imputar responsabilidad al socio de control o
grupo de socios que ejercen el control de la asamblea general, por ejemplo a través de la

de gestión y solo lo haga a solicitud del órgano de administración, es, precisamente, la falta de responsabilidad de
los socios: la mayoría de socios que ha adoptado en acuerdo en la asamblea general no responde personalmente
(G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
Derecho español…, pág. 156). En sede de sociedades cooperativas, si a los socios se les reconoce el derecho a
participar en la gestión, no hay una razón dogmática que excluya su responsabilidad por daños a la sociedad, a
otros socios o a terceros.

Debe tenerse en cuenta que la tesis tradicional de la irresponsabilidad de los socios en las sociedades de capital
está siendo sometida a revisión. Señala A. ROJO, “Acuerdos impugnables (art. 204)”, en Rojo-Beltrán (dirs.),
Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1436 y 1437, que “los socios que, conscientes de la ilicitud,
hubieran emitido el voto a favor de una propuesta --de los administradores o de otros socios-- contraria a la ley o a
los estatutos o lesiva para el interés social pueden incurrir en responsabilidad frente a la sociedad y, en
determinados casos, frente a los demás socios. El deber de lealtad frente a la sociedad no solo existe respecto de
los administradores (art. 226), sino también, al menos, respecto de aquellos socios que, bien por sí mismos, bien
mediante pactos o conciertos con otros socios, ostentan el control de la mayoría del capital social (art. 7 CC)…De
otro lado, los administradores que ejecuten sea un acuerdo lesivo, sea un acuerdo contrario a la ley o un acuerdo
contrario a los estatutos que causen daño a la sociedad, incurrirán igualmente en responsabilidad frente a ésta (art.
236)”.

Es difícil encontrar casos en los que los tribunales hayan declarado la responsabilidad de los socios por daños a la
cooperativa con ocasión de actos de gestión, pero en algunas resoluciones se apunta hacia esta posibilidad. Así en
la SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082), dictada a propósito de una cooperativa de
viviendas, al analizar un aspecto concreto relativo a la gestión de su actividad cooperativizada, concretamente el
aval bancario suficiente o contrato de seguro que garantiza la devolución del importe de las cantidades recibidas
para destinar a la construcción; obligación que corresponde a la cooperativa, llega a señalar que “los socios que
ejecutaron sus avales para ser reintegrados de las sumas invertidas deberán responder a la sociedad cooperativa
de los daños que causen con dicho proceder si fuera sin causa justificada”.

1002 La construcción de las nociones de administrador de hecho --el que careciendo de nombramiento regular, ejerce
una actividad de gestión análoga a la del administrador formal-- y de administrador oculto --el que de manera
deliberada oculta su condición de gestor, pero influye decisivamente sobre los administradores formales-- , tiene por
finalidad imputar a estos sujetos el régimen de responsabilidad de los administradores (vid. F. MARTÍNEZ SANZ,
“Ámbito subjetivo de la responsabilidad”, en A. Rojo y E. Beltrán (dirs.), La responsabilidad de los administradores
de las sociedades mercantiles, Valencia [Tirant lo Blanch], 2009, págs. 55 a 84, en pág. 58). Cuando la asamblea
general gestiona no lo hace sin nombramiento ni agazapada, en la sombra, sino en el ejercicio de su propia
competencia, por lo que su actuación debe tener las consecuencias que deriven de la realización de actos propios,
también el terreno de la responsabilidad.

367
sindicación de sus votos1003, de ahí la relevancia de admitir las situaciones de control en las
cooperativas --posibilidad que se analizará más adelante--, que si se negaran obstaculizarían la
aplicación de la técnica del administrador oculto--.

La estructura básica de la responsabilidad por daños es la acción dolosa o culposa que


causa un daño Los sujetos responsables son los socios autores por acción o por omisión del
acuerdo (arg. ex. art. 1902 CC), es decir los que votaron a favor del acuerdo, los que se
abstuvieron, los que votaron en blanco, los que emitieron voto nulo, los que votaron en contra y
no hicieron constar expresamente su oposición y los que no asistieron siempre que conozcan el
acuerdo y no se manifiesten en contra. La dificultad para probar las situaciones anteriores --que
no es necesario que consten en el acta, donde solo debe reflejarse el resultado de las votaciones
(vid., p.ej., art. 29.1 LCEstado)--, cuando no la imposibilidad de prueba --en las votaciones
secretas no se puede conocer el sentido del voto de los socios1004--, aconsejan una inversión de
su carga a favor de los perjudicados y en contra de los socios, de manera que sean éstos los
que deba acreditar que no son autores del acuerdo --por no haber realizado ninguna de las
acciones u omisiones señaladas--, o, mejor, que obraron con la diligencia debida. En el terreno
de las sociedades cooperativas, además de la jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre la
presunción de culpa de los autores del daño y la carga de probar que obraron con la diligencia
debida1005, para explicar la responsabilidad de los socios autores del acuerdo de la asamblea
general, debe tenerse en cuenta uno de los elementos más característicos del estatuto jurídico
del socio: el deber de asistir a las sesiones de la asamblea general1006. Del deber de asistencia --
además de las consecuencias disciplinarias que la cooperativa pueda exigir por su
incumplimiento--, debe colegirse un subdeber del socio de obrar con diligencia respecto a los
acuerdos que haya adoptado la asamblea general en la sesión a la que no asistió1007, y una
1003 Los indicios para probar la existencia de un administrador oculto pueden consultarse, con explicación de la
jurisprudencia mas relevante, en F. MARTÍNEZ SANZ, “Ámbito subjetivo de la responsabilidad”, en A. Rojo y E.
Beltrán (dirs.), La responsabilidad de los administradores de las sociedades mercantiles…, págs. 62 a 68.

1004En la Ley de cooperativas estatal las votaciones serán secretas en los supuestos previstos en la misma Ley o en
los Estatutos, y además en aquéllos en que así lo aprueben, previa su votación a solicitud de cualquier socio, el diez
por ciento de los votos sociales presentes y representados en la Asamblea General (art. 25.3.I).

1005 Sobre la evolución experimentada por el Tribunal Supremo en la interpretación del artículo 1902 del Código Civil
vid. R. DE ÁNGEL YAGÜEZ, La responsabilidad civil, Bilbao [Universidad de Deusto], 1988, págs. 60 a 67.

1006 El deber del socio de asistir a las sesiones de la asamblea general se impone con carácter general en la
legislación cooperativa española --dejando a salvo las excepciones de la Leyes estatal, murciana y andaluza-- en los
artículos 22.a) LCPaís Vasco; 22.2.a) LSCExtremadura; 24.a) LCGalicia; 20.b) LCAragón; 23.1.a) LCMadrid; 26.b)
LCLa Rioja; 23.2.a) LCCastilla y León; 26.1.c) LCCataluña; 22.1.a) LCIslas Baleares; 27.b) LCValencia; 27.b)
LCNavarra; 28.a) LCAsturias y 33.a) LCCastilla-La Mancha.

El estatuto jurídico del socio está integrado por diversos deberes cuyo incumplimiento puede generarle
responsabilidad. Aunque no tenga conexión directa con la participación del socio en la gestión social, ente éstos se
encuentra el deber de lealtad del socio para con la sociedad cooperativa, que explica por qué de la baja injustificada
nacen deducciones en las aportaciones al capital social e indemnizaciones por daños y perjuicios (vid. M. L.
LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas..., pág. 256).

1007En el estatuto jurídico del socio debe incluirse un deber de diligencia para con la actividad cooperativizada y, por
conexión, para con la sociedad cooperativa: téngase en cuenta que la obligación del socio de realizar actividad
cooperativizada --que se traduce en la realización de prestaciones-- ha de cumplirse con diligencia (art. 1101 CC),
de forma que este deber de actuar diligentemente puede ser exigido por la cooperativa al socio, y reclamar daños en
caso de infracción. Además, aquel estatuto jurídico también comprende un deber de lealtad del socio que en
algunas Leyes está recogido expresamente con esta categoría genérica y que en otras se deduce su existencia de
una serie de subdeberes específicos que permiten construir el género: el deber de no aprovecharse de la
información a la que tiene acceso en calidad de socio en beneficio propio y/o en perjuicio de la sociedad; el de no

368
responsabilidad por la inobservancia del mismo. Solo así el deber legal de asistir puede ser un
instrumento de protección de terceros y no un mero mecanismo de autotutela cooperativa; de
esta forma el cumplimiento del deber de asistir puede ser exigido por la sociedad cooperativa --
régimen disciplinario-- y por los perjudicados --responsabilidad civil--.

Los perjudicados puede serlo la sociedad, los demás socios y los terceros.

El fundamento de la responsabilidad de la asamblea general, rectius, de los socios


reunidos en asamblea general se encuentra en la titularidad y en el ejercicio de competencias
gestoras --la asamblea general actúa en este terreno como administradora--, no siendo
necesario realizar construcciones jurídicas artificiales. No obstante, con visión pragmática --no
necesariamente técnica-- siempre quedará expedita la doctrina de la responsabilidad del
administrador de hecho1008.

La existencia de responsabilidad de los socios en el ámbito de la asamblea general por


actos de gestión ha sido reconocida por la doctrina científica para un supuesto concreto: la
responsabilidad administrativa nacida de la comisión de infracciones administrativas por parte de
asamblea general al adoptar acuerdos, que resulta imputable a la cooperativa, esto es --afirma la
doctrina-- a todos los socios1009.

2.2.4. El interés social.

competir con la cooperativa, y el de guardar secreto (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, págs. 189 a 191). Estos deberes del socio acercan su estatuto al de administrador, y acompañan al
argumento de responsabilidad del socio por, cuando menos, daños a la sociedad.

1008El artículo 236.1 TRLSC señala que “los administradores de derecho o de hecho como tales, responderán frente
a la sociedad, frente a los socios y frente a los acreedores sociales, del daño que causen por actos u omisiones
contrarios a la ley o a los estatutos o por los realizados incumpliendo los deberes inherentes al desempeño del
cargo. Su antecedente es el artículo 133.2 TRLSA, en la redacción dada por la Ley 26/2003, de 17 de julio, que
disponía que “el que actúe como administrador de hecho de la sociedad responderá personalmente frente a la
sociedad, frente a los accionistas y frente a los acreedores del daño que cause por actos contrarios a la Ley o a los
estatutos o por los realizados incumpliendo los deberes que esta Ley impone a quienes formalmente ostenten con
arreglo a ésta la condición de administrador”.

La norma del TRLSC es aplicable a las sociedades cooperativas estatales por la remisión que hace la Ley estatal de
cooperativas del sistema de responsabilidad del consejo rector al sistema de responsabilidad de los administradores
de la sociedad anónima (art.43 LSCEstado). En las Comunidades Autónomas la aplicación de la responsabilidad del
administrador de hecho se fundamenta, cuando no esté previsto expresamente, en la supletoriedad del Derecho
estatal (vid. A. SEQUEIRA MARTÍN y F. SACRISTÁN BERGIA, “Una reflexión sobre la responsabilidad de los
miembros del consejo rector de las cooperativas”..., págs. 226 y 227).

1009 N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 42, pág. 316, a la vez que se
hace eco de las posturas científicas que destacan el carácter no responsable de la asamblea general basándose en
la idea de que de la gestión social y frente a terceros responden solo los administradores, añade que en
determinados casos, ciertos acuerdos asamblearios ilícitos pueden generar responsabilidad administrativa y
sanciones que no sean imputables al consejo rector --por haberse opuesto a la mayoría triunfante en la asamblea--
sino a la cooperativa, esto es a todos los socios; y cita hasta cinco tipos infractores que pueden ser cometidos por la
asamblea.

De la doctrina que niega la responsabilidad de los socios que votan en la asamblea general, trasladada al ámbito
cooperativo son ejemplo entre nosotros E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico
de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 215 y 217.

369
I. El interés social contribuye a explicar la atribución a la asamblea general de
competencias de gestión.

La negación de la competencia de gestión de la asamblea general no se justifica en la


idea de que los socios en las decisiones que adopte tal órgano solo tendrían presente sus
intereses y no los intereses de los grupos con los que se relaciona la sociedad cooperativa. Esta
fundamentación, seguida en el ámbito de las sociedades de capital1010, ha servido para explicar
porqué la gestión debe ser competencia exclusiva de los administradores, a quienes se atribuye
una distancia suficiente respecto a los intereses de los socios que les permite tomar decisiones
que atiendan a los intereses de los terceros.

Este criterio está empezando a debilitarse desde el momento en que la guía de


actuación de los administradores se está centrando en la defensa y promoción del interés social,
consistente, con arreglo a una interpretación contractualista del mismo, en el interés común de
los accionistas --o el interés del accionista común--, que se traduce, como nuevo criterio de
actuación de los administradores, en la maximización del valor económico de la empresa1011.

Actualmente la guía de los actos de gestión es el interés social, de forma que el órgano
de administración debe en su actuación procurarlo, entendiéndose por interés social el interés
común de los socios. Este mismo interés debe presidir los actos de gestión de la asamblea
general, que se encuentra en plano de igualdad con el órgano de administración para definir lo
que deba ser el interés común de los socios, sin que su condición de órgano integrado por los
socios le atribuya el papel definitivo y último en la definición del interés social. En definitiva,
idéntico interés --el social-- es el que debe perseguir tanto el órgano de administración cuanto la
asamblea general y ambos están con igual legitimación para su determinación.

Sin perjuicio del común deber del consejo rector y de la asamblea de procurar en sus
acuerdos el interés social, la Ley bascula hacia esta última en determinadas materias en las que
existe un conflicto de intereses entre el de la cooperativa y el de los socios. Así sucede con la
competencia para admitir préstamos de los socios a la sociedad cooperativa, que corresponde a
la asamblea general, sustrayéndola al consejo rector que sería el órgano normalmente
competente en esta materia de gestión empresarial. El motivo que ha encontrado la doctrina en
esta atribución competencia ha sido la presencia en esta forma de financiación ajena
proporcionada por socios, de un conflicto de interés cuya armonización se atribuye a la
asamblea, al igual que cuando hay conflicto de intereses con los miembros del consejo rector1012.

II. Por otra parte, allí donde se han ensayado soluciones de administración
independiente respecto de los socios para poder atender además de al interés social, al de los
trabajadores y al del bien común, el resultado no ha sido satisfactorio, porque como los

Vid. I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de competencias entre los órganos de la sociedad anónima y
1010

modificación de balance”..., págs. 292 a 296 y 324.

1011La recomendación 7 del Código Unificado de Buen Gobierno, con una motivación análoga a la expuesta, señala
“que el Consejo … se guíe por el interés de la compañía, entendido como hacer máximo, de forma sostenida, el
valor económico de la empresa” (en www.cnmv.es, pág. 12).

El artículo 226 TRLSC, en la misma línea establece que “los administradores desempeñarán su cargo como un
representante leal en defensa del interés social, entendido como interés de la sociedad”.

Vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
1012

Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 81, págs.. 312 y 313.

370
miembros del órgano de administración encargados de procurar esos tres intereses son elegidos
y pueden ser revocados por los socios --reunidos en junta general--, y porque como tales
miembros responden ante la junta general de socios, resulta que la verificación del cumplimiento
de los tres intereses queda en manos de los propios socios, que, a pesar de las declaraciones
legales, impondrán su interés frente al resto1013.

Con este nuevo planteamiento desaparece la base de la tesis censora --y no gestora--
de la asamblea general gestora. Los informes sobre el gobierno de las sociedades no persiguen
atribuir la gestión al órgano de administración porque éste tenga en cuenta como pautas de
actuación el interés de los socios y los intereses de los terceros relacionados con la sociedad
(stakeholders), sino que reconducen el objetivo de la sociedad a crear valor para el accionista, y,
con ello, reorientan la actuación de los administradores a este fin, coincidente con el que
perseguía la junta general [asamblea general, en las cooperativas] y que la inhabilitaba para
gestionar los asuntos sociales. Ahora, el órgano de participación directa de los socios como es
competente para actualizar el interés social, puede, en términos dogmáticos, adoptar acuerdos
de mera gestión.

Naturalmente, los informes sobre buen gobierno no se olvidan de los intereses de los
grupos con quienes la sociedad se relaciona ni del entorno social en que se ubica,
recomendando que la sociedad en sus relaciones con éstos cumpla las normas jurídicas, los
contratos y las prácticas de responsabilidad social corporativa1014. Esta manera de actuar
recomendada para las sociedades cotizadas es transportable a las sociedades cooperativas: en
relación con los intereses extrasocietarios basta con cumplir las leyes y reglamentos, los
contratos celebrados y las prácticas voluntariamente asumidas.

2.2.5. La irrepartibilidad patrimonial con fines mutualistas.

I. Lo que justifica la atribución a los administradores de competencias exclusivas es la


defensa de una suerte de intereses que concurren en la sociedad pero que son extraños a los
socios. El interés de los acreedores, de los trabajadores, de las administraciones públicas en la
buena marcha de la sociedad, en suma el denominado “interés de la empresa” que no tiene
porqué coincidir con el interés egoísta de los socios, es, para la doctrina 1015, lo que explica la
atribución a un órgano independiente de la asamblea de las competencias de gestión y,
paralelamente, de responsabilidad por la gestión realizada.

1013La reforma del Derecho alemán de sociedades anónimas de 1937 determinó que la actuación de gestión del
Vorstand debe ser realizada “según lo exige el bien de la empresa, de su personal, y el bien común del pueblo y del
Reich” (art. 70.1). A pesar de la plasmación expresa en la Ley de estos criterios de actuación, lo cierto es que, en la
práctica, debido a que el control del órgano de administración es realizado por los socios, la exigencia de considerar
otros intereses se vacía de sentido (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 161 a 165).

1014La recomendación 7 del Código Unificado de Buen Gobierno se completa asignando al consejo de
administración la tarea de velar “asimismo para que en sus relaciones con los grupos de interés (stakeholders) la
empresa respete las leyes y reglamentos; cumpla de buena fe sus obligaciones y contratos; respete los usos y
buenas prácticas de los sectores y territorios donde ejerza su actividad; y observe aquellos principios adicionales de
responsabilidad social que hubiera aceptado voluntariamente” (en www.cnmv.es, pág. 12).

1015 Se ha afirmado que “la Ley quiere atribuir a un órgano independiente de la Junta General una serie de
funciones que afectan a intereses que no son únicamente los de los socios” (vid. I. M. LOJENDIO OSBORNE,
“Delimitación de competencias entre los órganos de la sociedad anónima y modificación de balance”..., pág. 297).

371
Resulta discutible que los intereses extraños a los socios sean mejor defendidos por el
órgano de administración que por la asamblea o junta general, máxime si se tiene en cuenta que
los titulares del órgano de administración son nombrados y pueden ser removidos en cualquier
momento, sin justa causa, por la mayoría de socios que controle la asamblea general, con lo que
los administradores son sujetos en poder de un grupo de socios y la atribución de competencia
exclusiva a aquéllos lo que hace, en realidad, es que no sea la asamblea general sino un grupo
de socios quien elípticamente administre la sociedad1016.

II. A pesar de esto último, los intereses públicos están garantizados en las sociedades
cooperativas aunque la asamblea general realizara actos de gestión y administración, mediante
los fines ajenos a los intereses del socio y los fines extrasocietarios del patrimonio irrepartible,
cuya composición y fines vienen determinadas por la Ley.

Como se ha explicado más arriba1017, la irrepartibilidad del patrimonio es accesoria a


idea de mutualidad, porque mediante aquélla se protege o a un sociedad cooperativa concreta,
conservando la empresa que constituye su objeto --concretamente la sociedad cooperativa que
está funcionando cuyas reservas irrepartibles retienen elementos patrimoniales del activo, o la
que recibe la parte de patrimonio irrepartible de la cooperativa en liquidación o que se fusiona o
que se escinde-- o a la mutualidad en abstracto, fomentando la cooperación en la economía --lo
que sucede cuando se destina una parte de patrimonio no repartido al fomento del
cooperativismo, o lo que es lo mismo, a la organización de la economía mediante sociedades
cooperativas--.

De esta forma, durante el funcionamiento de la sociedad cooperativa la dotación del


fondo de reserva obligatorio cumple la función de consolidación, desarrollo y garantía de la
propia sociedad cooperativa, siendo, con carácter general irrepartible entre los socios incluso en
caso de disolución de la sociedad1018. Con esta función protectora de la sociedad cooperativa y
de la empresa que gestiona, que cumple la reserva obligatoria, se produce como efecto una
defensa de los intereses de los acreedores, de los trabajadores y de las administraciones
públicas que han concedido un tratamiento fiscal favorable y una serie de ayudas públicas y que,
como contrapartida, quieren que se mantenga la empresa que gestiona la sociedad cooperativa.
Por su parte, el fondo de educación y promoción se destina a formación y educación de los
socios y trabajadores de la sociedad en los principios cooperativos o en materias específicas de
su actividad, a la difusión del cooperativismo, a la promoción de las relaciones intercooperativas

1016De este peligro se han hecho eco antes R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de
accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades
mercantiles, tomo V…, Introducción, págs. 19 y 20; e I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de competencias
entre los órganos de la sociedad anónima y modificación de balance”..., págs. 340 y 341.

1017 Vid. supra apartado 2.4 del capítulo primero de la primera parte.

1018 Vid. arts. 55.1 LCEstado; 68.1 LCPaís Vasco --esta Ley establece excepciones a la irrepartibilidad del fondo--;
64 LSCExtremadura; 68.1 LCGalicia; 59.2 LCAragón; 62.1 LCMadrid; 75.1 LCLa Rioja; 71.I LCCastilla y León; 65
LCCataluña; 82.I LCIslas Baleares; 62.1 LCValencia; 75.1.I LSCMurcia --así mismo con excepciones a la
irrepartibilidad--; 51.2 LCNavarra; 100.1 y 127.2.c) LCAsturias --igualmente con excepciones a la irrepartibilidad--;
90.1 LCCastilla-La Mancha -- también con excepciones a la irrepartibilidad-- y 70 LSCAndalucía --esta Ley también
establece excepciones a la irrepartibilidad del fondo--;.

372
y a la promoción cultural, social y medioambiental del entorno donde esté ubicada la
cooperativa1019, de forma que también atiende a fines extrasocietarios.

Igualmente, en el momento de la liquidación de la sociedad cooperativa, el régimen


jurídico de la distribución del activo resultante --después del pago a los acreedores sociales y del
reembolso de las aportaciones-- y del remanente del fondo de educación y promoción satisface
el interés público en mantener la solución cooperativa como fórmula empresarial, utilizándose
ese montante de patrimonio irrepartible para promover el cooperativismo o para constituir otra
sociedad cooperativa o ingresar en una ya existente 1020 o, en el caso de las sociedades
cooperativas de segundo o ulterior grado, destinándolo, generalmente, al fondo de reserva
obligatorio de las sociedades cooperativas de base1021.

Incluso en los casos de transformación de la sociedad cooperativa en cualquier clase de


sociedad mercantil, o agrupación de interés económico, o sociedad civil, o, incluso asociación --
las posibilidades son variadas en las Leyes-- las dotaciones del fondo de reserva obligatorio, del
fondo de educación y promoción y de cualesquiera otros fondos o reservas que no sean
repartibles entre los socios recibirán el destino establecido para el caso de disolución de las
sociedades cooperativas1022 o específicamente un destino mutualista1023. En la fusión1024 y en la

Vid. arts. 56.1 LCEstado; 68.bis LCPaís Vasco; 65 LSCExtremadura; 68.2 LCGalicia; 59.4 LCAragón; 64.1
1019

LCMadrid; 76.1 LCLa Rioja; 72 LCCastilla y León; 66 LCCataluña; 83 LCIslas Baleares; 62.3 LCValencia; 76
LSCMurcia; 51.3 LCNavarra; 101 LCAsturias; 91 LCCastilla-La Mancha y 71 LSCAndalucía.

1020 Vid. arts. 75.2.d) LCEstado; 94.1d) LCPaís Vasco; 105.3.3º LSCExtremadura; 93.1.d) LCGalicia; 69.e)
LCAragón; 101.II y III LCMadrid; 99, apartados 2.d) y 3 LCLa Rioja; 94.2.d) LCCastilla y León; 76.3 LCCataluña;
99.e) LCIslas Baleares; 71.6 LCValencia; 102.2.d) LSCMurcia; 63.2.e) LCNavarra; 127, apartados .2.d) y 3
LCAsturias; 118.2.d) LCCastilla-La Mancha y 82.1.d) LSCAndalucía.

Vid. arts. 77.4 LCEstado;; 105.5 y 161 LSCExtremadura; 130.7 LCGalicia; 130.4 LCLa Rioja; 125.5 LCCastilla y
1021

León; 89.1.e) LCCataluña; 141.7 LCIslas Baleares; 101.6 LCValencia; 133.4 LSCMurcia y 108.5 LSCAndalucía.

No prevén este destino, sino el del reparto entre los socios, los arts. 132 LCPaís Vasco; 90.f) LCAragón; 127
LCMadrid; 132 LCAsturias y 156.5 LCCastilla-La Mancha.

La Ley de cooperativas de Navarra no contiene ninguna previsión especial sobre el destino del activo sobrante de
las sociedades cooperativas de segundo grado que se liquidan por lo que se serán de aplicación sus normas
generales al respecto, donde también queda garantizado su destino a fines de interés público o, al menos, de
interés cooperativo.

1022Vid. arts. 93.3.b) LSRL; 69.6 LCEstado; 85.4 LCPaís Vasco; 78 LSCExtremadura; 84 LCGalicia; 66.4 LCAragón;
87 LCMadrid; 91.3 LCLa Rioja; 89.3 LCCastilla y León; 84.11 LCCataluña; 68.3 LCValencia; 94.1.d) LSCMurcia;
59.3 LCNavarra y 100.4 LCCastilla-La Mancha.

La Ley de las Islas Baleares no regula la transformación de las sociedades cooperativas.

1023 El artículo 115.4 LCAsturias, para la transformación de la sociedad cooperativa en otro tipo social, dispone que
“el fondo de educación y promoción, así como cualquier otro fondo o reserva no repartible entre los socios, se
pondrán a disposición de la Administración del Principado de Asturias, que los destinará, exclusivamente, a los fines
de educación y promoción de las cooperativas, a través del Consejo Asturiano de la Economía Social”, fin que
difiere parcialmente del previsto en la liquidación.

Igualmente, con diferencias respecto a la liquidación la LSCAndalucía prevé que en la transformación de la sociedad
cooperativa “el cincuenta por ciento del Fondo de Reserva Obligatorio o de cualquier otro fondo de carácter
irrepartible, así como la integridad del Fondo de Formación y Sostenibilidad, se pondrán a disposición de la
Administración de la Junta de Andalucía, que lo destinará, exclusivamente, a la promoción de las sociedades
cooperativas andaluzas, a menos que se haya establecido estatutariamente la irrepartibilidad del Fondo de Reserva

373
escisión1025 también se garantiza que el patrimonio cooperativo no repartible sigua destinado a
fines de carácter extasocietarios y mutualistas.

La tutela de intereses distintos a los de los socios --concretamente la tutela de los


intereses de la cooperativa concreta y de la mutualidad en abstracto-- que se aprecia en las
normas jurídicas reguladoras del patrimonio irrepartible de la sociedad cooperativa, tanto durante
su vida activa cuanto en la fase de liquidación e incluso en las modificaciones estructurales de la
misma, hace innecesario que se atribuyan al consejo rector competencias de gestión con
carácter exclusivo, con el argumento de que los socios solo atenderían a sus intereses
personales. La posición de la asamblea general como órgano supremo y el ejercicio por ella de
funciones de gestión --al amparo de competencias estatutarias o de la competencia universal--
tiene como límite la naturaleza imperativa del Derecho positivo regulador del régimen
económico1026.

Ahora bien, la idea debe quedar reducida a sus justos términos: una cosa es que el
patrimonio irrepartible satisfaga unos fines extrasociales y que, por esta vía, pueda representar
un límite al poder societario, y otra bien distinta es que el patrimonio irrepartible se convierta por
esta causa en un elemento esencial de tipo cooperativo. Como se ha demostrado más arriba 1027,
la irrepartibilidad no forma parte de tipo societario cooperativo --es decir, hay tipo cooperativo
con reparto patrimonial--, a pesar de que las Leyes, con algunas excepciones cada vez más
frecuentes, la retengan a la hora de regular el régimen económico de la sociedad cooperativa.
Con la evocación del patrimonio irrepartible, simplemente se trata de obtener conclusiones en el
terreno del poder societario extraídas de la realidad legislativa cooperativa Por ello, en los casos
--todavía extendidos-- en los que el patrimonio cooperativo sea irrepartible para atender a fines

Obligatorio, en cuyo caso, el mismo se pondrá a disposición de la Administración andaluza en su integridad” (art.
78.2).

1024 Por ello, en las Leyes o bien solo se admiten procesos de fusión en los que únicamente participan sociedades
cooperativas --en cuyo caso el patrimonio irrepetible la cooperativa que se extingue pasa con tal naturaleza a la
nueva o absorbente--, o bien si se regulan fusiones heterogéneas --en las que la sociedad que se extingue sea
cooperativa y la nueva o absorbente no-- los fondos irrepartibles tienen el destino previsto para el caso de
liquidación (vid, arts. 63.3 y 67 LCEstado; 76.3 LCPaís Vasco; 82.1.I y 89.3 LSCExtremadura; 75.2 LCGalicia; 64.5
LCAragón; 70.3 LCMadrid; 83.2 y 89.2.I LCLa Rioja; 79.3 LCCastilla y León; 71.4 LCCataluña; 90.2 LCIslas
Baleares; 75.2.f) y 76.3 LCValencia; 85.2 y 92.2.II LSCMurcia; 56.3 LCNavarra y 108.3 LCCastilla-La Mancha), de
transformación (art. 75.6.II LSCAndalucía) o un fin específicamente mutualistas (art. 113 LCAsturias).

Un breve análisis del destino de los fondos irrepartibles en la fusión --también en la escisión--, con especial
referencia a la fusión en la que la sociedad nueva o la absorbente no es una sociedad cooperativa y en cuyo
proceso han participado sociedades cooperativas puede verse en M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Notas sobre la Ley
2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura”, en Revista de Economía Pública, Social y
Cooperativa, núm. 29 [1998], págs. 103 a 126, en págs. 117 y 118.

Vid. arts. 68.5 LCEstado; 84.4 LCPaís Vasco; 94.2 LSCExtremadura; 83.3 LCGalicia; 65 LCAragón; 79.1
1025

LCMadrid; 90.3 LCLa Rioja; 88.a) LCCastilla y León; 83 LCCataluña; 94.2 LCIslas Baleares; 77.2 LCValencia; 93.5
LSCMurcia; 58 LCNavarra; 114.2 LCAsturias; 109.6 LCCastilla-La Mancha y 76.5 LSCAndalucía.

1026Este sistema de limitación de poderes tiene antecedentes históricos aunque ajenos al Derecho de sociedades
cooperativas. Hay que remontarse a la Ley francesa de sociedades anónimas de 1867 que sustituyó el régimen de
“autorización gubernativa” previa para constituir una sociedad anónima, por un sistema de “disposiciones
normativas” en el que la constitución de la sociedad quedaba independizada del Estado pero sometido a una más
detallada regulación legal (vid. I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de competencias entre los órganos de la
sociedad anónima y modificación de balance”..., pág. 285).

1027 Vid. supra apartado 2.4 del capítulo primero de la primera parte.

374
extrasocietarios --fines mutualistas de una cooperativa concreta o del cooperativismo en general-
-, podrá hacerse valer esta norma frente a aquellas tesis que pretenden sustraer poder de
decisión al socio, por presumir que atenderá a su particular interés, para asignárselo al consejo
rector que, con una supuesta mayor visión extrasocial, procurará satisfacer no solo el interés de
los cooperativistas sino también el de entorno.

2.2.6. La eficiencia.

I. Los socios cooperativistas reunidos en asamblea general pueden tomar acuerdos de


gestión de manera eficiente para los intereses de la sociedad cooperativa.

Las razones por las que se suprimió la competencia de gestión ordinaria de la junta
general en la sociedad anónima, cuando la tenía reconocida, no son trasladables a la sociedad
cooperativa. Los criterios de eficiencia que se valoraron para apartar a la junta general de la
gestión no valen para la asamblea general.

Las razones fueron dos: de un lado, se alega que los socios reunidos en la asamblea
general no responden personalmente de los actos de gestión que acuerden; y, de otro, que los
socios carecen de conocimientos acerca de la marcha de la sociedad y del desarrollo de su
actividad económica1028.

Ninguna de estas dos razones concurren en la asamblea general de la sociedad


cooperativa.

(i) Los socios que con su voto han contribuido a la adopción del acuerdo dañoso deben
responder civilmente, según se ha explicado más arriba.

(ii) Naturalmente en la sociedad cooperativa, al igual que sucede con en el resto de


sociedades --e incluso de organizaciones de tipo no mercantil-- cuando la dimensión o
complejidad de la empresa que constituye su objeto son altas, resulta necesario que la gestión
social sea desarrollada por personas que cuenten con los conocimientos técnicos adecuados. El
argumento más importante, basado en la eficiencia, que se ha expuesto para negar competencia
de gestión a la junta general, ha sido el de que las exigencias de funcionamiento eficiente de la
empresa aconsejan retener la función de gestión en manos de los administradores.

Esta exigencia técnica ha sido determinante para regular la distribución de competencias


entre órganos, y ha llevado, en el terreno de las sociedades anónimas, a una conclusión de gran
calado en la configuración de su sistema orgánico: la atribución de una esfera de poder propia y
autónoma a quienes realicen la función empresarial; ahora bien, como la empresa es una
realidad que cuenta, además de con esa dimensión técnica empresarial, con los intereses de los
socios y de terceros, el poder autónomo de gestión que corresponde a los administradores se
encuentra limitado por esos otros intereses. Por ello, la regulación que las leyes hacen de la

1028Estos motivos --junto con el argumento de que los socios en sus decisiones anteponen sus propios intereses en
menoscabo de otros posibles intereses afectados-- son los expuestos por G. ESTEBAN VELASCO, El poder de
decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español…, pág. 156 y pág. 183, para
explicar el cambio en el sistema de distribución de competencias que tuvo lugar en Alemania con la reforma de su
Derecho de sociedades anónimas mediante la Ley de 1937. Con esta Ley se pasó de una junta general con
competencias de gestión a una junta general que solo iba a intervenir en acto de gestión cuando así se lo solicitar el
órgano de administración, incluso se desposeyó a la junta general de su competencia sobre la aprobación de las
cuentas anuales.

375
gestión de la empresa [que alberga la sociedad anónima] debe atender también a este otro
aspecto, para que el poder autónomo de los administradores esté controlado y resulte
legitimado, lo que se logra no incidiendo en la esfera de competencias --el poder de dirección--
de los administradores, por lo que se mantiene su competencia general de gestión, sino
retocando la competencia de los demás órganos sociales --en particular de la junta general--1029.
De esta forma, al lado de la exigencia de una gestión profesional se coloca aquella otra que
impone garantizar a los socios el ejercicio del poder de control de la empresa y de influir en sus
decisiones --o de adoptarlas directamente--.

En sede cooperativa la conclusión tiene un importante complemento. La necesidad de


garantizar la capacidad operativa de la empresa cooperativa debe cohonestarse no solo con la
concurrencia en la empresa de otros intereses --de socios, de trabajadores, de acreedores de la
colectividad…--, sino también con la singularidad que provoca la peculiar posición jurídica del
socio cooperativista derivada de la actividad cooperativizada y, como correlato suyo, con el
derecho del socio a gestionar el objeto de tal actividad. Este derecho del socio explica la
atribución a la asamblea general de poderes de gestión mucho más amplios que los asignados a
la junta general de accionistas, y explica, asimismo, que el órgano de administración de la
cooperativa no pueda tener una competencia autónoma de gestión, lo que significa que en las
materias de gestión social junto a la competencia del órgano de administración de la cooperativa,
se sitúa la competencia de la asamblea general, de manera que sobre la gestión habrá
competencias concurrentes. Con ello, el impacto que la necesidad de una gestión empresarial y
técnica de la empresa cooperativa provoca en su sistema de órganos se limita a la existencia de
un órgano de administración encargado de la gestión ordinaria de manera permanente, pero sin
autonomía respecto a la asamblea general que también podrá participar en la gestión --además
de controlar la realizada por el órgano de administración, como también hace la junta general en
la sociedad anónima--.

II. La competencia gestora de la asamblea general es compatible con que el desarrollo


permanente de la gestión se acometa por un grupo reducido de personas, que cuenten con la
preparación y formación suficientes. Se trata de los administradores, que desarrollarán su
competencia de gestión de forma compartida con la asamblea general. Además sobre la gestión
de los administradores, la asamblea general tendrá una competencia de vigilancia. En definitiva,
la eficiencia en la gestión de los asuntos sociales no exige la supresión de la asamblea general
como órgano gestor; y, a la vez, la competencia de la asamblea general no elimina la
competencia del órgano de administración.

III. El número de socios de la sociedad cooperativa es un condicionante coyuntural del


ejercicio eficiente de la competencia de gestión.

El tamaño de la asamblea general determina la eficacia de su funcionamiento. Así,


puede afirmarse que, con carácter general, cuanto mayor sea el número de miembros de la
asamblea, menor es la agilidad de su funcionamiento y menor la eficacia rapidez en el ejercicio
de sus competencias; y, a la inversa, cuanto menos socios sean, más ágil es la asamblea
general.

Este dato no depende de las leyes, sino del número socios de la cooperativa, puesto que
la asamblea general está compuesta por todos los socios y en ella todos tienen derecho a decidir

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1029

Derecho español.., págs. 395 a 397.

376
sobre la gestión social. Pero las leyes pueden articular técnicas que contribuyan a paliar esta
“deficiencia democrática”.

Entre estas técnicas debe descartarse, de plano, la que limite el número de miembros de
la asamblea general. Para explicar esta idea puede acudirse a las recomendaciones contenidas
en los informes de buen gobierno de las sociedades cotizadas al referirse al órgano de
administración social, dado que tratan de solucionar un problema societario referido al número
de miembros de un órgano social con tareas de gestión, como sucede con la asamblea general
de la cooperativa. Al respecto, tales informes recomiendan que, para que el consejo de
administración tenga la dimensión que requiere un funcionamiento eficaz y participativo, su
tamaño no sea inferior a cinco ni superior a quince miembros 1030, límites que no tienen encaje
tipológico en la sociedad cooperativa, dada su naturaleza participativa constitucionalmente
reconocida.

Comenzando por el límite máximo, el más problemático de los dos, debe advertirse que
cuando el número de socios de la cooperativa supere la cifra de quince, cualquier limitación a
este número de los miembros de la asamblea general cambiaría su naturaleza jurídica, dejando
de ser el órgano social de participación de todos los socios para pasar a ser otro órgano social
diferente, con una composición propia --para que debería arbitrarse un procedimiento de
nombramiento--, y, naturalmente con unas competencias diferentes --entre las que podría estar
la de gestión ordinaria, pero no las que naturalmente deben corresponder al órgano de todos los
socios, como, por ejemplo, las modificaciones estructurales--. El diseño de este nuevo órgano
evoca al viejo consejo rector, por lo que, existiendo éste, debe rechazarse aquél. El conflicto
entre eficacia funcional de la asamblea y derechos del socio debe, a la luz del artículo 129.2 de
la Constitución, resolverse a favor de los segundos y, en consecuencia, es obligado evitar que el
exceso de socios, sobre el límite máximo que se fije, vea cercenado sus derechos de
participación en la asamblea general. Además, una limitación de esta naturaleza acarrearía
consecuencias en el resto de normas jurídicas que regulan el funcionamiento de la asamblea,
por ejemplo en la que determina el quórum de constitución.

Por su parte, el número mínimo de miembros de la asamblea general podría coincidir en


su dato con el número mínimo de socios que las Leyes exigen para la constitución y el
funcionamiento de la sociedad cooperativa. Pero estas circunstancias no son comparables,
porque la ratio de ambas previsiones no es la misma: en la primera, el funcionamiento de la
asamblea general, y, en la segunda, garantizar un mínimo de actividad cooperativizada y, en
última instancia, la reciprocidad necesaria para que pueda haber mutualidad.

Cuestión distinta es que, en la práctica, el número de socios de la cooperativa coincida


con las cotas mínima y, sobre todo, máxima que, por razones de eficiencia, se recomiendan para
el consejo de administración. Y analizada la composición de las sociedades cooperativas
españolas, en particular las de segundo y ulterior grado, resulta que la gran mayoría se
encuentran por debajo de quince socios, reuniendo así uno de los elementos más importantes
que habilita a la asamblea general como órgano gestor. Efectivamente, la realidad de las
cooperativas españolas avala la eficiencia del funcionamiento de la asamblea general desde el
punto de vista de su reducido tamaño, en particular en las sociedades cooperativas

1030Esta composición, que ya aparecía en el Informe Olivencia (vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, págs. 23 y
24), se mantiene en el Código Unificado de Buen Gobierno (vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen
Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código Unificado de Buen Gobierno, II. Recomendación 9 pág. 15, en
www.cnmv.es).

377
suprabásicas. El escaso número de socios de la mayoría de las sociedades cooperativas de
segundo o ulterior grado perfila a la asamblea general de estas cooperativas como un adecuado
instrumento de gobierno corporativo. Más de las tres cuartas partes de las cooperativas
suprabásicas que se han constituido en España desde la Ley General de Cooperativas de 1987
tienen entre dos y diez socios1031, lo que significa que la asamblea general cuenta con otros
tantos miembros, composición que si se compara con las recomendaciones de los Informes de
expertos sobre el tamaño del consejo de administración de las sociedades cotizadas arroja
interesantes conclusiones acerca no solo del funcionamiento, sino también de la competencia de
la asamblea general. Aquel órgano de administración para un eficaz desempeño de sus tareas
no debe contar con un excesivo número de miembros --se han recomendado quince como
máximo1032-- para ser más efectivo en su funcionamiento y estar más cohesionado en sus
decisiones, evitando el riesgo de actitudes pasivas que todo órgano de composición numerosa
puede albergar. La adecuada dimensión de este órgano, dato que tiene que ver con su
funcionamiento, preocupa por la índole de las competencias que tiene atribuidas --la supervisión
de la gestión, y, en ocasiones la gestión--. Es decir que para una competencia de ejercicio
cotidiano se diseña un órgano de funcionamiento resolutivo. Por su parte, la junta general de
accionistas, dado su tamaño y lo discontinuo de sus sesiones, no resulta adecuada para ejercer
funciones diariamente; como contrapartida, al ser el órgano integrado por los socios, le
corresponderán las funciones estructurales y generales. Ahora bien si el órgano de socios tiene
un funcionamiento equivalente al de administración nada impide que la gestión sea atribuida a
aquél. De esta forma, una asamblea general con diez miembros es funcionalmente adecuada
para tener competencias gestoras.

En algunos casos la dimensión reducida de la asamblea general está garantizada por la


Ley de forma indirecta al regular un número máximo de socios con que puede contar la sociedad
cooperativa. Así sucede con la sociedad cooperativa especial extremeña y con la sociedad
cooperativa microempresa riojana que, tanto una como otra, han de estar integradas por un
mínimo de dos y un máximo de veinte socios (arts. 5 LSCEspecialesExtremadura1033 y 5.1 LCLa
Rioja), o con la sociedad cooperativa pequeña vasca que estará integrada por un mínimo de dos
y un máximo de diez personas socias trabajadoras o socias de trabajo de duración indefinida
(art.1.3 LSCPequeñaEuskadi).

En ocasiones, las Leyes societarias ensayan fórmulas que limitan la asistencia de los
socios a las reuniones de sus juntas generales, cuyo traspaso a la sociedad cooperativa no
puede realizarse sin analizarlas a luz de la mutualidad y de la participación orgánica. La más
conocida de todas ellas es la prevista para las sociedades anónimas, cuyos estatutos pueden
exigir, respecto de todas las acciones, la posesión de un número mínimo --en ningún caso
superior al uno por mil del capital social-- para asistir a la junta general (art. 179.2 TRLSC). El
fundamento de esta previsión hay que buscarlo en la eficacia de la junta en sociedades de
accionariado disperso, cuyo funcionamiento se vería alterado o imposibilitado si asistieran a ella
los miles de accionistas que integran la sociedad. Se trata de una previsión pensada para
sociedades con un elevado número de socios, más que una previsión que hunda raíces en la

1031Vid.
el número de socios iniciales con que se han constituido las sociedades cooperativas de segundo o ulterior
grado aparece detallado supra en la cita 620.

1032 Vid., por ejemplo, Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 23.

Precisamente, en virtud, entre otras circunstancias de su reducido número de socios, esta Ley configura a la
1033

cooperativa especial como una sociedad gestionada directamente por sus socios reconociendo a la asamblea
general competencias gestoras (vid. art. 8.1).

378
estructura capitalista de la sociedad anónima, como lo prueba el dato de que esta norma no
existe para la otra sociedad de capital que regula nuestro ordenamiento jurídico, la sociedad de
responsabilidad limitada, respecto de la cual el TRLSC prohíbe que los estatutos puedan exigir
para la asistencia a las reuniones de la junta general la titularidad de un número mínimo de
participaciones, reconociendo que todos los socios tienen derecho a asistir a la reuniones de la
junta (art. 179.1), que, aunque normativamente hoy carezca de límites máximos en cuanto al
número de socios que puede albergar1034, tipológicamente está pensada para sociedades
pequeñas1035. A pesar de ello, en la sociedad cooperativa una norma como la existente para la
sociedad anónima sería también inaplicable a las grandes --en atención a su número de socios--
cooperativas, por exigencias de los derechos de participación orgánica que corresponden a los
socios y que se fundamentan en la mutualidad. Seguramente sería contraria al artículo 129.2 de
la Constitución la norma que exigiera un número mínimo de aportaciones al capital social para
poder asistir a la asamblea general, y probablemente también lo sería la que exigiera un
determinado volumen de actividad cooperativizada. De hecho las Leyes de cooperativas no
regulan la asistencia del socio a la asamblea general con sometimiento a estos requisitos,
reconociendo sin límites --salvo los derivados del régimen disciplinario cooperativo-- el derecho
individual de asistencia [p. ej., art. 16.2.a) LCEstado], e, incluso, imponiendo al socio la
obligación de esa asistencia [p. ej., art. 22.a) LCPaís Vasco]. En definitiva, frente al gran tamaño
de una asamblea general las Leyes no limitan el número de asistentes, ni siquiera a través del
instituto de la representación voluntaria de los socios para asistir a la asamblea, regulada
restrictivamente al exigirse, como regla general, que el representante sea socio o un familiar [con
plena capacidad de obrar y dentro del grado de parentesco que establezcan los estatutos
sociales excepto el socio que cooperativiza su trabajo o aquél al que se lo impida alguna
normativa específica], y que la delegación de voto se realice con carácter especial para cada
asamblea (vid. art. 27 LCEstado), lo que da buena cuenta de la naturaleza esencialmente
participativa de la sociedad cooperativa.

Con este presupuesto participativo, el legislador cooperativo también ha mostrado


preocupación por solucionar los problemas que al funcionamiento de la asamblea general le
ocasionaría el elevado número de socios de la cooperativa. La técnica más extendida es la de la
asamblea general de delegados que en vez de estar integrada por todos los socios de la
cooperativa lo es por los delegados elegidos en juntas preparatorias. Esta asamblea general,
que ejerce todas sus competencias, solo existe en aquellas cooperativa cuyos estatutos las
hayan previsto por causas objetivas y expresas que tienen que ver con el número de socios --
más de quinientos exige la LCPaís Vasco-- o con la concurrencia de circunstancias que dificulten
de forma grave y permanente la presencia de todos los socios en la asamblea general1036.
Aunque de forma elíptica la previsión de asambleas generales de delegados respeta el derecho

1034Ni siquiera hay límites máximos en la sociedad nueva empresa, en la que, si bien al tiempo de su constitución
los socios no podrán superar el número de cinco (art. 437.2 TRLSC), es lícita su superación durante el
funcionamiento de la sociedad, dado que como consecuencia de la transmisión de participaciones sociales, podrá
superarse el número de cinco socios (art. 444.1 TRLSC).

En cambio con la Ley de 1953 los socios de la limitada no podían exceder de cincuenta (art. 1.II).

1035La exposición de motivos de la, hoy derogada, Ley 2/1995, de 23 de marzo, de Sociedades de Responsabilidad
Limitada, señalaba que “tanto el régimen especial de transmisión de las participaciones, como algunas otras
previsiones legales que alejan esta forma social de los mercados secundarios de valores, pueden constituir en el
nuevo régimen legal una barrera natural al posible exceso en el número de socios”

1036 Vid., p. ej., arts.22.2 y 30 LCEstado y 38 LCPaís Vasco.

379
del socio a asistir a la asamblea general, sin embargo adolece de deficiencias participativas a las
que ya se ha hecho referencia más arriba1037.

A pesar de no estar pensada para adecuar el número de miembros de la asamblea


general a una cifra que le permita un funcionamiento eficaz, la sociedad cooperativa de segundo
o ulterior grado es un expediente técnico que solucionaría este importante problema de gobierno
corporativo, convirtiendo la gran sociedad cooperativa de primer grado con asamblea general de
delegados en una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado en la que los socios que
integran las juntas preparatorias pasaran a constituir sociedades cooperativas de base. A esta
circunstancia ya se ha referencia también en otro lugar de este texto1038.

La flexibilidad en el contenido de los estatutos sociales en lo referente a la distribución


de competencias entre el consejo rector y la asamblea general, permite adaptar el sistema
competencia en cada cooperativa al tamaño de la misma. En las cooperativas con un alto
número de socios, puede regularse un sistema de distribución de competencias en el que la
asamblea general ejerza funciones de gestión de los asuntos más importantes, a través del
derecho de autorización y de instrucción, y funciones de control1039. En las demás, junto a las
competencias apuntadas, la asamblea general puede adoptar las medidas de gestión que estime
oportunas al amparo de su competencia universal, si la tuviere, o mediante la correspondiente
atribución estatutaria.

2.3. La competencia de gestión de la asamblea general: modalidades.

Una vez fundamentada la competencia de la asamblea general para adoptar acuerdos


de gestión, se abre como campo de análisis el de las modalidades en que se concreta tal
función. Las modalidades de la competencia de gestión son el conjunto de las competencias de
la asamblea general a través de las que desarrolla el objeto social y la actividad cooperativizada.
Son las siguientes: competencia universal, competencia estatutaria de gestión ordinaria,
competencia legal de gestión extraordinaria, competencia legal de gestión ordinaria, y
competencia de gestión a petición del consejo rector.

2.3.1. Competencia universal.

I. La competencia universal1040 es la facultad legal de la asamblea de decidir sobre


cualquier asunto de interés para la cooperativa, aunque sea de la competencia de otro órgano.
Esos otros órganos en la sociedad cooperativa son el consejo rector, los liquidadores --una vez
disuelta la sociedad--, los interventores y el comité de recursos. La esfera de competencias de
cada uno de ellos es, a la vez, competencia de la asamblea general, sin que las Leyes que

1037 Vid. supra apartado 2.2 del capítulo primero de la segunda parte.

1038 Vid. supra apartado 2.2 del capítulo primero de la segunda parte.

1039En todos los tipos de sociedades, cuando la empresa ha alcanzado una cierta dimensión, el poder de gestión
corresponde a los administradores. En relación con las sociedades anónimas, sostiene esta misma idea G.
ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho
español.., pág. 379.

1040Se ha optado por esta denominación frente a otras que también denotan expansión competencial --en particular
la de “general”--, por ser la más expresiva del amplio ámbito material y funcional al que se extiende esta
competencia, que, lógicamente va más allá de las competencias específicas de la asamblea general.

380
contienen esta previsión establezcan limitación alguna1041. Por ello, la competencia universal no
es solo una competencia de gestión, aunque el volumen más importante de asuntos sobre los
que la asamblea general puede decidir al amparo de esta competencia general serán los
relativos a la gestión ordinaria que corresponde al consejo rector, sino que alcanza las
competencias de los demás órganos sociales, según se deduce de la interpretación literal de la
Ley1042.

El mayor problema que esta competencia plantea es el de la limitación de la


competencia del consejo rector, cuya función es precisamente la de administración [y
representación] de la sociedad cooperativa. Sin embargo, la competencia de los administradores
sobre la gestión no debe ser contemplada de forma aislada, sino en el conjunto de normas
atributivas de competencia que cada Ley contiene1043. Con este planteamiento, el hecho de que
la Ley atribuya a la asamblea general competencia de gestión, y de que la califique de órgano
supremo, determina que la existencia legal de los administradores no sea un límite a las
facultades gestoras de la asamblea y, a la par, que la previsión de competencias gestoras de la

1041 Por eso no son correctas las posiciones doctrinales que señalan límites a esta competencia de la asamblea
general, al haberse regulado legalmente la misma exenta de limitaciones. Si otra cosa hubiera querido el legislador,
hubiese introducido las debidas salvaguardas. Ente otras, se han identificado como límites la imposibilidad de que la
asamblea suplante sistemáticamente al consejo rector y a los interventores, acuerde directamente la expulsión de
los socios, suprima y asuma las facultades del presidente de la asamblea y elabore el informe de los interventores,
como opina N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º,… artículo 43, pág. 331, y por eso este
autor se refiere a esta competencia como posibilidad avocatoria excepcional respecto a competencias no
típicamente asamblearias.

La ausencia de límites se comprende mejor si se compara ésta con la competencia estatutaria de gestión ordinaria,
que a no venir atribuida por la Ley, sí está sometida a los límites derivados de la previsión legal de otros órganos
con competencia propia.

1042Con este alcance tan general, se da contenido a la analizada competencia de la asamblea general por parte de
los comentaristas de la Ley 3/1987. Así, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 43,
pág. 330, que, con base en esta competencia, sostiene que la asamblea general podrá adoptar acuerdos --hasta de
índole gestora--, permitiéndola todo tipo de iniciativas, por mayoría ordinaria.

La competencia general de gestión de la asamblea de socios no es exclusiva de las cooperativas, también ha


existido en las sociedades de capital. Por ejemplo, en las sociedades anónimas alemanas regidas por el ADHGB
de1861 la junta general es competente para “ejerce[r] los derechos que corresponden a los accionistas en los
asuntos de la sociedad, en especial respecto de la gestión de los negocios…” (art. 224.1) y también en las
reguladas por el HGB de 1897 en las que los derechos que corresponden a los accionistas en los asuntos de la
sociedad, en especial respecto de la gestión de los negocios, se ejercerán por medio de acuerdos en la junta
general” (art. 250.1) --vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho
europeo y reforma del Derecho español.., pág. 90 y pág. 96--. Aunque con la reforma del derecho alemán producida
por la Ley 1937 se pasa de un sistema de competencia general de la junta general a un sistema de competencia
especial, caracterizado porque solo decide en los casos expresamente determinados en la Ley y en los estatutos
sociales, lo que en materia de gestión significa que la junta general no puede adoptar acuerdos sobre asuntos de
gestión, ni los estatutos pueden atribuir a la misma esta facultad, ni puede dar instrucciones vinculantes a los
administradores, solo puede decidir en materia de gestión a petición del Vorstand. Esta situación se mantiene con la
Ley de 1965 (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y
reforma del Derecho español.., págs. 177 a 179, pág. 231 y pág. 251).

Como se ha dicho “sólo la consideración conjunta de las facultades y obligaciones de los órganos de la sociedad
1043

permite obtener resultados satisfactorios sobre la función de cada órgano y sus relaciones con los demás” (vid. G.
ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho
español.., pág. 389).

381
asamblea no impida a los administradores ejercer las suyas. En los sistemas de competencia
universal, habrá sobre la gestión ordinaria competencias concurrentes de la asamblea general y
del órgano de administración --la gestión extraordinaria es competencia exclusiva de la asamblea
general--, teniendo prioridad las decisiones de la asamblea general, dado que es el órgano
supremo de la voluntad social1044. Cuando se trate de ejercer competencias concurrentes cada
órgano deberá respetar el procedimiento de adopción de acuerdos sociales adecuado1045.

II. Esta competencia solo puede ser objeto de atribución legal expresa. Los estatutos no
son competentes para asignar esta competencia a la asamblea general, porque si así lo hicieran
estarían vulnerando las normas legales que atribuyen competencia al consejo rector, al comité
de recursos o a los liquidadores1046. Además, en ningún caso puede entenderse atribuida de
forma implícita. Por lo tanto, la Ley debe regular expresamente la competencia universal de la
asamblea general, como sucede en las Leyes extremeña, castellano-leonesa y balear --
siguiendo el precedente de la Ley General de Cooperativas de 1987--1047. No caben atribuciones
1044Idea ya sostenida en L. MARÍN HITA y M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Las sociedades cooperativas especiales
de Extremadura”..., pág. 65.

1045Aunque no para un supuesto de competencias concurrentes basadas en la competencia universal de la


asamblea, sino para el cambio de domicilio social dentro del mismo término municipal --modificación de los estatutos
sociales que puede acordarse por la asamblea general y por el consejo rector--, la SAP Álava de 14 de octubre de
2009 [Civil] (Ar jur 2010\396700) declara que el hecho de que pueda ser decido el nuevo domicilio por los
administradores, no hace que el acuerdo nulo adoptado al efecto por la asamblea --por falta de convocatoria-- quede
sanado.

1046El sistema de distribución de competencias entre los órganos sociales es de ius cogens. La S.T.S., Sala 1ª, de
30 de abril de 1982 [Civil] (Ar. RJ 1982\1968) declara que “las atribuciones en el funcionamiento de las Cooperativas
que la ley concede a la Asamblea General y a la Junta Rectora se hallan específicamente delimitadas en el art. 11,
ap. 2.º, en lo que respecta a la expulsión de un socio, delimitación que se hace, dado el texto literal de la norma, con
precepto de «ius cogens» por tanto sin posibilidad de que se altere este régimen a través de acuerdo de la
corporación o de sus estatutos o reglamentos”. Obviamente, cuando las Leyes lo permitan, los estatutos podrán
regular la atribución de competencias.

1047Esta competencia universal cuenta con el importante antecedente: el artículo 43.1 de la derogada Ley 3/1987,
de 2 de abril, General de Cooperativas. Algunas de las valoraciones doctrinales realizadas sobre el artículo 43 de la
Ley 3/1987 pueden consultarse en N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 43,
pág. 330, en las que se aprecian valoraciones fuertemente críticas, junto con posiciones que consideran que
estamos ante un paso adelante en la potenciación de la asamblea como órgano societario y de participación.

El artículo 43.1 de la derogada Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas señalaba que “todos los asuntos
propios de la cooperativa, aunque sean de la competencia de los otros órganos sociales, podrán ser objeto de
debate y acuerdo de la asamblea general”. En parecidos términos se pronuncia el artículo 30.1.II LSCExtremadura --
“la Asamblea General tiene la doble misión de deliberar y decidir mediante votación, como órgano supremo de la
voluntad social, todos los asuntos propios de la sociedad cooperativa, aunque sean competencia de otros órganos”--
, el artículo 31.1 LCCastilla y León --“todos los asuntos propios de la cooperativa, podrán ser objeto de debate y
acuerdo de la Asamblea General”, y el artículo 39.1 LCIslas Baleares --“son competencia de la asamblea general
todos los asuntos propios de la cooperativa, aunque la tengan otorgada otros órganos sociales”. No son correctas,
por lo tanto, las apreciaciones doctrinales que limitan la competencia universal de la asamblea general al caso
extremeño (vid. E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad
Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 215).

La opción legislativa de atribuir competencia universal a la asamblea general se continúa, en la Comunidad


Autónoma de Extremadura, con la Ley de crédito cooperativo de 10 de mayo de 2001, cuyo artículo 36.1 establece
que “todos los asuntos propios de la Cooperativa de Crédito, aunque sean competencia de los otros órganos
sociales, podrán ser objeto de debate y acuerdo de la Asamblea General”; y con la Ley de sociedades cooperativas
especiales de Extremadura, donde, extremando la regulación se señala que “la asamblea general, como órgano
supremo de la voluntad social, es competente para deliberar y decidir mediante votación todos los asuntos propios

382
implícitas deducidas de la posición en la que se coloca a la asamblea general dentro de la
estructura orgánica de la cooperativa. En particular, el hecho de que la Ley de cooperativas que
resulte aplicable califique a la asamblea general como el órgano supremo de la voluntad social
es insuficiente para considerarla investida de competencia universal --sin perjuicio de que este
dato tenga eficacia para la resolución de conflictos de competencia--, porque, junto a la
declaración anterior, que parece configurar las competencias de la asamblea general de forma
ilimitada, las Leyes, limitando ese pretendido alcance, incluyen la matización de que solo puede
decidir sobre los asuntos propios de su competencia o, bien, que no sean de la competencia de
otros órganos1048. Los pronunciamientos judiciales que califican a la asamblea general como
“máximo órgano de gobierno” lo hacen para proteger las competencias de la asamblea frente a
violaciones de otros órganos, sin que deduzcan de aquella calificación una competencia
universal1049. Además, el reconocimiento formal de la posición preeminente de la asamblea

de la sociedad cooperativa, aunque sean competencia de otros órganos. En particular será competente para adoptar
acuerdos en materias de gestión ordinaria, además de las funciones específicas previstas en el artículo 30 de la Ley
2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura”.

De la supresión de la competencia universal de la asamblea general en la nueva Ley estatal de cooperativas de


1999 nada se dice en su exposición de motivos, a pesar de ser uno de los más importantes cambios introducidos en
la regulación de este órgano social, del que sí se han percatado R. URÍA, A. MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ,
“Sociedades cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., págs. 1432 y 1433; y M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 232.

El cambio ha sido considerado como un importante perfeccionamiento técnico y organizativo frente a la omnímoda y
extraña facultad de la asamblea de decidir sobre los asuntos de la cooperativa que sean competencia de otros
órganos (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 195). En relación con esta reflexión, debe tenerse en cuenta que los criterios
organización propios de las sociedades de capital, en las que la ausencia de mutualidad explica la limitación de la
participación gestora del socio, no pueden ser traslados de forma automática a la sociedad cooperativa, debiendo
buscarse explicaciones basadas en la actividad cooperativizada para las soluciones genuinamente cooperativas.

1048Este doble dato --órgano “supremo” o “soberano” o “más importante” pero, a la vez, con competencias limitadas-
- aparece en los artículos 30 LCGalicia; 26 y 27.1 LCAragón; 29 LCMadrid; 34 y 35.1.I LCLa Rioja; 36.1 LSCMurcia;
5.1 LSCPequeñaEuskadi; 42.1 LCCastilla-La Mancha y 27.1 LSCAndalucía.

Con competencias limitadas --las previstas en las Leyes y en los estatutos-- y sin la cualidad de órgano supremo es
configurada la asamblea general en los artículos 20 LCEstado; 31.1 LCPaís Vasco; 28 y 29.1 LCCataluña; 30
LCValencia y 33.1 LCNavarra.

El calificativo de “órgano soberano” también lo ha predicado la doctrina de la junta general de las sociedades de
capital, pero sin extraer de él la atribución de competencias sin límites para decidir sobre cualquier asunto social. A
juicio de J. A. GARCÍA-CRUCES, “Junta general (art. 159)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1187 a 1199, en págs. 1191 y 1192, la
soberanía no tiene más que un alcance metafórico, sin que pueda a su amparo atribuirse a la junta un carácter
superior respecto al órgano de administración, debido a la delimitación de competencias entre ambos órganos que
realiza la ley.

1049 El AAP Madrid de 1 de octubre de 2004 [Civil] (Ar. Jur 2004\298572) --dictado en un procedimiento de
jurisdicción voluntaria en el que los liquidadores de una sociedad cooperativa de viviendas solicitaron el
nombramiento de un interventor de la liquidación-- la Audiencia Provincial parte de la competencia de la asamblea
para formular esta solicitud de designación judicial de interventor de la liquidación [a mi juicio erróneamente, dado
que la solicitud debe ser realizada por el 20 por 100 de los votos sociales (art. 72 LCEstado) sin necesidad de
acuerdo asambleario] y declara que si la asamblea no la ejerce, no pueden presentar la solicitud los liquidadores,
sino que deben convocar una asamblea para que adopte el acuerdo que estime procedente.

383
general no permite concluir que los administradores estén sometidos a ella, y sean destinatarios
de instrucciones vinculantes por parte de aquélla sobre asuntos de gestión1050.

El carácter supremo o preeminente de la asamblea general --común a todas las Leyes


de cooperativas-- (i)justifica que sí pueda deliberar sobre materias que las Leyes atribuyan a otro
órgano social, emitiendo libremente su juicio sobre las mismas, y que así mismo sea competente
para adoptar acuerdos no obligatorios sobre asuntos competencia de otros órganos sociales1051;
(ii) explica que su poder no se halle sujeto al que asiste a otros órganos sociales (iii) sobre todo,
que en razón de esa “posición superior” a la asamblea se le encomiendan aquellas
competencias que podrían calificarse como de mayor trascendencia para la vida social1052; (iv)
determina que los conflictos de competencia entre la asamblea general y otro órgano social
hayan de resolverse en caso de duda a favor de la asamblea, por consecuencia del principio de
la participación del socio en la gestión, y (v) en el caso de caso de competencias concurrentes
con las de otros órganos sociales --como puede suceder en materia de gestión-- debe primar el
acuerdo de la asamblea general.

III. El régimen de funcionamiento de la asamblea general en el ejercicio de esta


competencia no sufre alteración, salvo en el caso balear en el que es necesario que el acuerdo
sea adoptado por más de dos tercios de los socios o asociados que estén presentes o
representados en la asamblea, siempre y cuando esta representación sea superior, al mismo
tiempo, al cincuenta por ciento de los socios que forman parte de la cooperativa (artículo 39.1
LCIslas Baleares).

En el terreno del funcionamiento de la asamblea general, el ejercicio de la competencia


universal está condicionado por la iniciativa del procedimiento de adopción de los acuerdos,
aunque no de forma plena. La iniciativa para la adopción de un acuerdo de gestión al amparo de
esta competencia puede corresponder a la propia asamblea general, al consejo rector, a los
interventores o a una minoría de socios. En cuanto a la primera, porque tiene la posibilidad de
acordar ella misma la convocatoria de una nueva asamblea general en la que se incluya la
materia de gestión que se estime oportuna1053. Respecto de éstos tres últimos, el reconocimiento

1050 Precisamente separándose de la línea general seguida por la doctrina, ABBADESSA, con fundamento en la
posición preeminente de la asamblea general de la sociedad anónima, propuso una nueva interpretación del,
entonces vigente, número 4 del párrafo 1º del artículo 2364 del Código civil, para concluir que, en base a los
principios del mandato, a falta de una norma explícita, la junta general podría dar instrucciones vinculantes a los
administradores (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo
y reforma del Derecho español.., págs. 502 y 503).

Estas mismas ideas se recogen por M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas.., pág.
1051

232.

1052 Análogas conclusiones derivadas de la supremacía de la asamblea son deducidas también de la soberanía de la
junta general de las sociedades de capital por J. A. GARCÍA-CRUCES, “Junta general (art. 159)”, en Rojo-Beltrán
(dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1191 y 1192.

1053La autoconvocatoria de la asamblea general es regulada por algunas Leyes de cooperativas con la finalidad
garantizar la validez del acuerdo de convocarse aunque no conste en el orden del día. De esta forma, si con
carácter general son nulos los acuerdos sobre asuntos que no consten en el orden del día, se exceptúa de esta
norma el de convocar una nueva asamblea general (vid. arts. 28.4 LCEstado; 35.6 LCGalicia; 40.2 LCLa Rioja;
37.4.a) LCCastilla y León; 33.4 LCCataluña; 44.3 LCIslas Baleares 36.1.a) LCValencia; 45.4 LSCMurcia; 50.4.a)
LCAsturias y 43.3 y 51.4 LCCastilla-La Mancha).

La finalidad aparente de la norma es excluir el acuerdo de autoconvocatoria de la nulidad de pleno derecho, sin
embargo la verdadera función es atributiva de competencia: en las Leyes en que no se prevea la dispensa de

384
de la iniciativa tiene como fundamento su derecho de participación en materia de convocatoria y
en materia de orden del día; de esta forma el consejo rector al acordar la convocatoria de la
asamblea y al fijar el orden del día podrá decidir incluir en él la solicitud de una decisión gestora
a la asamblea, o bien, los interventores o la minoría de socios al solicitar al consejo la
convocatoria podrán indicar como asunto que deben integrar el orden del día el correspondiente
acuerdo gestor, o, con ocasión de una asamblea ya convocada, también podrán pedir la
inclusión, como nuevo asunto, de una decisión gestora por la asamblea 1054. Sin embargo, la
intervención de la asamblea general en la gestión por esta vía no está condicionada plenamente
por una iniciativa previa, al no estar limitada su capacidad gestora ni por la convocatoria ni por el
orden del día, de forma que si la propia asamblea así lo estima podrá autónomamente adoptar
un acuerdo sobre un determinado negocio, a través de la técnica de la asamblea universal.

IV. Con carácter general, la jurisprudencia ha recogido adecuadamente la competencia


universal de la asamblea general en la sentencias que se han dictado aplicando la Ley 3/1987,
de 2 de abril, General de Cooperativas, que, como se ha dicho, prevé una competencia universal
a favor de la asamblea general1055.

Aunque no siempre ha atinado en sus pronunciamientos, de hecho hay sentencias que


parten de la competencia universal de la asamblea, incluso sin amparo expreso en el artículo
43.1, que es el precepto de la Ley de 1987 que la contemplaba; y otras que ponen límites a esa
competencia universal derivados de [supuestas] garantías de los socios1056.

En el análisis de la jurisprudencia, no deja de ser significativo, que, en la aplicación de


Leyes que no recogen la competencia universal de la asamblea, los tribunales españoles
admitan la validez y eficacia de acuerdos de la asamblea general sobre asuntos de gestión para
los que no es competente1057. Estas decisiones dan cuenta de la fuerza atractiva de la

nulidad, la asamblea general no tendrá competencia para autoconvocarse, porque este acuerdo solo cabe, con
sentido común, en el curso de una sesión de la asamblea --convocada o universal-- en la que en su orden del día no
figure el acuerdo de autoconvocatoria.

1054Sobre estos derechos de participación vid. infra apartados 3.3.2 y 3.3.3 del capítulo segundo de la segunda
parte.

Por ejemplo, la S.T.S., Sala 1ª de 14 de mayo de 1994 [Civil] (Ar. 1994\3582) que admite el otorgamiento de
1055

poderes por la asamblea general, es decir, que admite que la asamblea pueda adoptar acuerdos sobre materias
competencia del consejo rector.

1056Así sucede en las SS.T.S., Sala 1ª, de 28 de mayo de 1979 [Civil] (Ar. RJ 1981\1945), de 14 de octubre de 1981
[Civil] (Ar. RJ 1981\3739), de 14 de octubre de 1993 [Civil] (Ar. RJ 1993\7517) y de 14 de mayo de 1994 [Civil] (Ar.
1994\3582) que reservan la competencia para la expulsión de socios al consejo rector, no pudiendo acordarla la
asamblea general a quién corresponde conocer el recurso contra la expulsión, como si un pronunciamiento de la
asamblea emitido en segunda instancia, a la vista de un recurso, fuera diferente de un pronunciamiento de la propia
asamblea en primera instancia, pero a la vista de unas alegaciones.

Esta potestad revisora de la asamblea, en lugar de potestad disciplinaria directa, ha sido defendida por N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 37, pág. 213 y artículo 38, pág. 228, al
comentar una Ley, la de 1987, que preveía la competencia universal de la asamblea general, quien trae a colación
otra sentencia del Tribunal Supremo, la de 30 de abril de 1982, distinta de las tres anteriores.

1057En la SAP Pontevedra de 15 de diciembre de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\55487), ante el escrito por el que un socio
preavisó a la cooperativa de su baja voluntaria, el hecho de que la asamblea general "por unanimidad acordouse
aceptar a baixa como socios da cooperativa e devolverle no seu momento as cantidades aportadas por eles" --
pronunciamiento cuya competencia corresponde al consejo rector-- provoca para la cooperativa el efecto de aceptar

385
competencia gestora de la asamblea, probablemente fundadas en el impacto que para el socio
tiene la actividad cooperativizada.

V. La asamblea general con competencia universal puede conferir apoderamientos.

A primera vista puede parecer contradictorio que un órgano que carece de competencias
de representación pueda otorgar apoderamientos1058, no obstante, el camino se despeja si se
repara en que el otorgamiento no es de una representación orgánica, que no ostenta la
asamblea, sino de una representación voluntaria. Obsérvese cómo las Leyes de cooperativas
atribuyen expresamente al consejo rector la facultad de conferir apoderamientos1059, lo que da a
entender que la atribución de poderes no es una materia ínsita o implícita en la competencia de
representación orgánica, puesto que si así fuera carecerían de sentido las previsiones legales
que asignan al consejo rector, junto a la representación orgánica, la función de conferir
representaciones voluntarias. Debe admitirse por lo tanto, sin merma de los principios
configuradores de la estructura orgánica de la cooperativa, que la asamblea general es
competente para conferir apoderamientos --y para revocarlos, incluso los conferidos por el
consejo rector-- en los supuestos en los que tenga competencia universal --esto es, competencia
sobre cualquier asunto de interés para la cooperativa, aunque sea de la competencia de otro
órgano--1060. De hecho, la asamblea general en algunas Leyes comparte competencia con el

la baja y sus efectos y la aplicación de la doctrina de los actos propios, o de la inadmisibilidad del "venire contra
factum proprium"”.

1058 En las sociedades anónimas la juna general de accionistas no puede designar a un representante voluntario de
la sociedad, ni aún en el caso de que tuviera la condición de administrador, y así lo ha declarado la DGRN, dada la
atribución al órgano de administración de esa representación de la sociedad, en juicio y fuera de él (vid. F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 58; y . A. GARCÍA-CRUCES, “Junta
general (art. 159)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1192). En la
misma línea de pensamiento, R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en
R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V,
…artículo 93, págs. 42 y 43, sostienen que la atribución legal de la representación legal de la sociedad a los
administradores deja reducida la actividad de la junta a la esfera puramente interna de la sociedad, sin que pueda
conferir directamente apoderamientos generales. Sin embargo, estos autores, al comentar el artículo 97, pág. 91,
con cita de la RDGRN de 19 de octubre de 1955, admiten que la junta general de accionistas designe a un gerente -
-apoderado general-- entre otros argumentos, porque queda subordinada esa elección a la posible revocación en
cualquier momento en futuras juntas generales, es decir, nombramiento y revocación de un apoderado; y, además,
admite esta Resolución que se haga fuera del orden del día, por las especiales circunstancias que concurrían.

La junta general de las sociedades de capital puede, como se ha explicado más arriba, designar a la persona que
ejecute sus actos, ya con carácter general (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de
capital…, págs. 47 y 48) ya de forma excepcional, cuando no existan administradores, o cuando el asunto presente
tal incompatibilidad o conflicto e intereses con el consejo que no permita la actuación de éste (vid. R URÍA, A.
MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia
(dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V, …artículo 93, págs. 42 y 43).

En la doctrina cooperativa A. B. MUÑOZ VIDAL, “Aproximación al estudio de los órganos de la Sociedad dentro del
marco de relaciones societarias cooperativas bajo la nueva Ley 3/1987, de 2 de abril”, en Revista de Estudios
Cooperativos, núms. 54-55 [ 1986-1987], págs. 77 a 167, pág. 129, admite la posibilidad de que la asamblea general
nombre “un Apoderado para la ejecución de un acto administrativo en concreto”.

1059 Así se prevé, por ejemplo, en el artículo 32.3 de la Ley estatal de cooperativas.

1060La doctrina, al analizar la competencia universal de la asamblea general que se preveía en la Ley 3/1987, incluía
en ella la facultad de conferir apoderamientos y de revocarlos. Decía N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F.
Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial,
Tomo XX, vol. 2º…, artículo 43, pág. 330, que en determinados supuestos críticos (p. ej., inactividad prolongada e
incluso fuga de los consejeros) el artículo 43.1 de la Ley permitía a la asamblea general adoptar acuerdos incluso

386
conejo rector en materia de apoderamientos: la asamblea general es la que delimita la amplitud
de las facultades del gerente de la sociedad cooperativa, limitándose el consejo rector a
contratarlo y cesarlo sin capacidad de influencia en el círculo de facultades conferidas 1061.

En la Ley de Cooperativas de 2 de enero de 1942 se aprecia un antecedente de


conexión entre asamblea general --junta general se denominaba entonces-- y representación.
Señala esta Ley que “las facultades de gestión y representación corresponden a la junta rectora -
-el actual consejo rector-- por delegación de la junta general” (art. 25.I). La solución era
extraordinariamente extrema: la titularidad de la competencia de representación correspondía a
la asamblea general siendo la junta rectora quien la ejercía por delegación de aquélla. No
obstante, de esta Ley no pueden extraerse conclusiones trasladables al momento presente
debido al cambio en la concepción de la naturaleza de los administradores de las sociedades, de
mandatarios a órganos, operada en el Derecho de sociedades en general; y debido, además, al
escaso rigor técnico que se aprecia en su regulación1062.

La jurisprudencia ha admitido la legalidad de los apoderamientos conferidos por la


asamblea general1063, y de su revocación1064. Las resoluciones de los Registros de Sociedades
Cooperativas también califican favorablemente los títulos que contienen acuerdos de la
asamblea general confiriendo poderes, lo que presupone el previo juicio de suficiencia que
realiza el notario autorizante de la escritura que contenga el poder. No obstante, la doctrina
científica cooperativa niega facultades representativas a la asamblea general1065.

La primera cuestión que plantea esta competencia es la de su relación con la de


representación orgánica atribuida al órgano de administración. La representación orgánica es

con eficacia ad extra, como la revocación de poderes y nombramientos de apoderados especiales, aún sin haber
destituido a los rectores. A pesar de que el autor citado parte de que esta competencia albergaría la facultad de
representación en supuestos críticos, debe admitirse su ejercicio en supuestos ordinarios, dado que la Ley no
condiciona esta competencia de la asamblea a la concurrencia de circunstancias de naturaleza extraordinaria, cuya
apreciación, por otra parte, quedaría al arbitrio de la propia asamblea. A su vez, la referencia a la destitución de los
consejeros, a pesar de que no se fija por PAZ CANALEJO como condicionante de la competencia universal de la
asamblea, hay que considerarla inapropiada: los acuerdos de la asamblea de destitución del consejo rector sin
nombramiento de nuevos consejeros, pero con designación de apoderados, serían nulos de pleno derecho por
suponer, de facto, la desaparición del consejo rector, uno de los órganos sociales previstos como necesarios por las
leyes.

1061Por ejemplo, los apartados 1 y 2 del artículo 39 LSCExtremadura señalan que “si los estatutos lo prevén, la
Asamblea General podrá acordar la existencia en la sociedad cooperativa de un Gerente, con las facultades que le
hubieran sido conferidas en la escritura de poder” y que “corresponde al Consejo Rector la designación, contratación
y destitución del Gerente, que podrá ser cesado en cualquier momento por acuerdo adoptado por más de la mitad
de los votos del Consejo”.

1062Un breve repaso de las deficiencias de esta Ley puede consultarse en M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad
cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C.
Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 43.

1063Expresamente la citada S.T.S., Sala 1ª de 14 de mayo de 1994 [Civil] (Ar. 1994\3582) parte en su fallo de la
existencia de poderes otorgados por la asamblea general.

La SAP Álava de 14 de octubre de 2009 [Civil] (Ar jur 2010\396700), señala literalmente que la Asamblea
1064

General se encuentra perfectamente habilitada para revocar los poderes.

Vid., por ejemplo, E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad
1065

Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 215.

387
ilimitable1066, lo que significa que las facultades representativas del órgano de administración se
extienden a todos los actos relacionados con las actividades que integren el objeto social de la
cooperativa, sin que surtan efectos frente a terceros las limitaciones que en cuanto a ellos
pudieran contener los Estatutos (vid. p. ej., art. 32.1.IV LCEstado). El hecho de que existan
apoderados --representantes voluntarios-- no supone infracción del principio de ilimitación de la
representación de los administradores. No lo ha supuesto el apoderamiento conferido por el
órgano de administración, y tampoco debe suponerlo el que se otorgue por la asamblea general.
Ahora bien, la asamblea general no podrá crear y designar a un consejero delegado [tampoco a
una comisión ejecutiva], dada la naturaleza de representante orgánico de la sociedad que tiene
la figura, y la quiebra que se produciría en el sistema de distribución de competencias entre el
consejo rector y la asamblea general que diseñan las Leyes.

La actuación del apoderado nombrado por la asamblea general planteará, en su caso,


los mismos conflictos con los actos de representación que ejecuten los administradores que los
que surjan con la actuación de los representantes voluntarios nombrados por estos últimos. No
deben, por lo tanto, extraerse argumentos basados en la eventual limitación del poder de
representación de los administradores que puede suponer un poder conferido por la asamblea
general, dado que esta circunstancia también se produce con el poder conferido por los propios
administradores.

Por otra parte, la dualidad de representantes no es un obstáculo al reconocimiento de la


competencia de la asamblea general para conferir apoderamientos. No lo es porque tampoco lo
es la dualidad --e incluso la multiplicidad-- de representantes orgánicos [solidarios o
mancomunados] que actúan en nombre de la sociedad frente a terceros; ni tampoco la dualidad
representación orgánica-representación voluntaria. Estas cuestiones son pacíficas desde hace
muchos años; así, en la distribución de competencias entre los órganos de la sociedad anónima
alemana del comienzos del siglo XIX la de representar a la sociedad era desempeñada por el
consejo de administración para los negocios importantes y por la dirección1067.

2.3.2. Competencia estatutaria de gestión ordinaria.

I. Es la competencia atribuida por los estatutos sociales a la asamblea general para


realizar un acto de gestión1068. La atribución ex estatutos asigna a la asamblea general
competencia exclusiva sobre la materia y, además, puede configurarse como indelegable 1069. La
1066 El poder de representación orgánica de las personas jurídicas, siguiendo la tradición alemana, es ilimitado e
ilimitable, prevaleciendo la protección del tráfico jurídico sobre la de los representados, y teniendo únicamente
efectos frente a terceros las limitaciones legales, pero no las estatutarias, o las derivadas de acuerdos sociales que
solo tiene internos, en el ámbito de relaciones entre representante y sociedad (vid. G. ESTEBAN VELASCO --vid.,
por ejemplo, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español..,
págs. 232 y 233).

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1067

Derecho español.., págs. 67 y 68.

1068 A propósito de esta misma competencia de la junta general de socios de la sociedad de responsabilidad
limitada, se ha afirmado que significa una cercanía manifiesta dela junta general al poder de gestión de los
administradores (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 451).

1069Así lo explican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 234 y 235, que,
añaden que la atribución de competencias de origen estatutario a la asamblea general supone una cortapisa a la
cláusula residual --como la contenida en el artículo 32 LCEstado-- en cuya virtud corresponde al consejo rector
cuantas facultades no estén reservadas por [la Ley o] por los estatutos a otros órganos sociales.

388
mayoría de las Leyes de cooperativas españolas1070 después de enumerar las competencias de
la asamblea general, prevén una cláusula abierta que permite que los estatutos sociales amplíen
la competencia legal de gestión de este órgano a materias o asuntos, distintos de los
enumerados en la Ley, respecto de los cuales le correspondería en exclusiva la deliberación y la
adopción de acuerdos1071. En estos casos la asamblea general, junto a la competencia legal

N. PAZ CANALEJO, La sociedad cooperativa ante el reto de los mercados actuales. Un análisis no sólo jurídico…,
págs. 118 a 137, crítica que la competencia estatutaria atribuida a la asamblea general sea indelegable, careciendo
de sentido, a su juicio, que la Ley permita a los estatutos atribuir una competencia a la asamblea general y, a la vez,
impida que los mismos estatutos la configuren como delegable.

1070 La situación de las sociedades de capital, a la vista del TRLSC, es idéntica a la expuesta para las sociedades
cooperativas. Ya lo era para las sociedades de responsabilidad limitada, cuya Ley de 1995, regulaba las
competencias de la junta general con una formula análoga a la contenida en las Leyes de cooperativas referidas --
una lista de asuntos cuya deliberación y acuerdo es competencia de la junta general y una cláusula abierta
conforme a la cual la competencia de la junta general se extiende a cualesquiera otros asuntos que, además de en
la ley, se determinen en los estatutos [art. 44.1, h) LSRL)]--. La doctrina ha calificado a estas previsiones
estatutarias como cláusulas facultativas que complementan lo establecido en la Ley (vid. J. L. FERNÁNDEZ RUIZ,
“Cuestiones estatutarias de la sociedad de responsabilidad limitada”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 228
[1990], págs. 593 a 624, en pág. 623). Y es idéntica en relación con las sociedades anónimas y comanditarias por
acciones, dado que la fórmula expuesta para las limitadas se ha trasladado a una norma general, la contenida en el
artículo 160.g), aplicable a todas las sociedades de capital.

1071 Tales Leyes son la LCEstado [artículo 21.2.j)]; LSCExtremadura (artículo 30.3); LCGalicia [artículos 30 y
31.1,n)]; LCAragón [artículo 27.k)]; LCMadrid [artículo 29.3,l)]; LCLa Rioja (artículo 34); LCCastilla y León [artículo
31.2.j)]; LCCataluña [artículo 28.j)]; LCIslas Baleares [artículo 39.2.k)]; LCValencia [artículo 31.1.l)]; LSCMurcia
[37.2.k)]; LCNavarra [artículo 33.1.e)]; LCAsturias [artículo 43.2.l)]; LCCastilla-La Mancha [artículo 34.3.k)] y
LSCAndalucía [(artículo 28.n)]. Todas menos la vasca.

Este sistema atributivo de competencias legales, por una parte, y estatutarias, por otra, ya aparecía en las leyes de
cooperativas de 1987 y 1974. En relación con la Ley de 1974 se muestra muy crítico F. VICENT CHULIÁ, “El
derecho de los órganos sociales desde la perspectiva de la legislación cooperativa”..., págs. 504-506, para quien, de
esta manera, se intensifica “el carácter asambleario de la cooperativa” ignorándose en nuestra legislación
cooperativa el ‘dogma’ de la separación de funciones o competencias entre la Junta o Asamblea General y el órgano
de administración del moderno Derecho de Sociedades Anónimas, cuyo corolario es que aquélla no puede
inmiscuirse en la competencia de éste”. También considera que no es oportuna esta regulación que deja abierta la
posibilidad de que, por la vía de los estatutos, se acentúe el carácter asambleario de la cooperativa J.M. SUSO
VIDAL, “Notas al régimen de los órganos sociales contenido en el borrador de la nueva ley de sociedades
cooperativas andaluzas”, en Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, núm. 28 [1998], págs. 75 a 91, en
págs. 80 y 81.

El peligro del asamblearismo, denunciado por los dos autores citados, tiene como reverso el riesgo de la gestión
aristocrática, frente al que ha debido reaccionarse en numerosas ocasiones. De la existencia de este riesgo y de su
reacción ha habido manifestaciones en la historia de las cooperativas. Baste citar el fenómeno de pérdida de
independencia de las cajas rurales, que se sufrió en la operación de saneamiento del crédito cooperativo durante la
crisis de comienzos de los ochenta, originada por el desajuste financiero de la Unión Territorial de Cooperativas del
Campo de Jaén. Además del Fondo de Garantía de Depósitos para las Cajas Rurales, el segundo instrumento que
se arbitró para solucionar la crisis fue la creación de la Asociación Banco de Crédito Agrícola-Cajas Rurales
mediante un Acuerdo-Marco que obligaba a las cajas rurales asociadas a notificar al Banco de Crédito Agrícola la
propuesta de nombramiento de su director general para que el consejo de administración del Banco aceptara el
candidato o se lo devolviera a la caja correspondiente para que reconsiderara la propuesta Así mismo, el Acuerdo-
Marco facultaba al Banco de Crédito Agrícola a proponer, en determinados supuestos, el cese del director general.
El supuesto apuntado en sus términos literales consiste en un límite a la competencia del consejo rector de la caja
para nombrar al director general y de la asamblea general para confirmar tal nombramiento, pero en esencia es la
sustracción del control de la gestión de la caja al controlar el Banco al director general. Esta es una manifestación
extrema de los peligros de la gestión por los directivos y de la solución control externo de esta gestión, por la
imposibilidad de control asambleario. Sobre esta interesante tema vid. A. ROJO, “La crisis de las cajas rurales
españolas”..., págs. 230 a 235 y 242 a 244.

389
ostentaría una competencia estatutaria. De esta regla se escapa la Ley vasca de cooperativas,
que delimita con estanqueidad las competencias de la asamblea y las del consejo rector,
atribuyendo a éste un círculo de competencias exclusivas sobre las cuales no puede adoptar
ningún acuerdo la asamblea general1072.

Esta competencia también existe o ha existido en las sociedades de capital. Lo que


significa que las manifestaciones de esta modalidad de competencia tienen el dato de la
permanencia a lo largo del tiempo: existen ahora pero han existido desde siempre. Ya las
primeras regulaciones de la sociedad anónima del siglo XIX dada su naturaleza dispositiva
dejaban en manos de la propia junta general la configuración definitiva para cada sociedad de su
sistema de distribución de competencias entre órganos; pudiéndose atribuir, ex estatutos, todas
las materias que se estimen oportunas, a salvo de las facultades concretas atribuidas
imperativamente a un órgano --como por ejemplo la representación de la sociedad, la
convocatoria de la junta general o la rendición de cuentas--1073.

II. La competencia estatutaria de gestión tiene como límite la ley. El límite legal está
constituido por las competencias que la Ley, mediante una norma imperativa1074, atribuya a los
demás órganos1075, como la de formular las cuentas y rendir la gestión que corresponden al
órgano de administración.
1072Así se establece en los artículos 31.1 y 40 LCPaís Vasco. Tras la reforma de Derecho español de sociedades
de capital se ha colocado la Ley vasca en una posición aislada en el tratamiento de la competencia de la junta
general.

Este sistema de distribución de competencias entre la junta general y el órgano de administración era el
característico de la sociedad anónima. Bajo la vigencia de la Ley de 17 de julio de 1951 de Régimen Jurídico de las
Sociedades Anónimas, así lo entendía I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de competencia entre los órganos
de la sociedad anónima y modificación del balance”..., págs. 310 y 312. En contra de esta tesis se alinea J. GIRÓN
TENA, “La responsabilidad de los administradores de la sociedad anónima en el Derecho español”, en Anuario de
Derecho Civil, 1959, págs. 419 a 450.

También la doctrina elaborada después de la Ley de Sociedades Anónimas, Texto Refundido aprobado por el Real
Decreto Legislativo 1546/1989, de 22 de diciembre, estima que las relaciones entre la junta general y el órgano de
administración se basan en un sistema de división de poderes (vid., por todos, R URÍA, A. MENÉNDEZ Y J. M.
MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al
régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V ..., artículo 93, págs. 43 a 45).

Como se ha dicho, el sistema en las sociedades de capital ha cambiado con la posibilidad de atribución estatutaria
de competencias, también, a la junta general de las sociedades anónimas y comanditarias por acciones.

1073Esto es lo que sucedía, por citar una de las más relevantes, con la regulación dispositiva de la sociedad
anónima alemana contenida en el HBG de 1897; sin embargo, en este ordenamiento, la situación evolucionó
posteriormente hasta llegar a la prohibición de que los estatutos ampliasen el ámbito de la competencia de gestión
de la junta general (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho
europeo y reforma del Derecho español.., pág. 98 y pág. 251).

1074 Explica J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-B. Campuzano (coord.), La sociedad de responsabilidad
limitada, Valencia [Tirant lo Blanch], 2009, págs. 297 a 380, pág. 307, que los estatutos sociales no pueden atribuir a
la junta general de la sociedad limitada ninguna competencia concreta atribuida por la Ley al órgano de
administración mediante una norma imperativa.

1075La competencia de los demás órganos como límite de la competencia estatutaria de gestión de la asamblea
general es destacada por M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas,… pág. 233, y por
M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, págs. 195 y 196.

390
La materia de la representación orgánica de la sociedad cooperativa, en juicio y fuera de
él, que por atribución de la Ley corresponde al consejo rector, no está vedada a la asamblea
general ex atribución estatutaria: en sede cooperativa debe admitirse que los estatutos sociales
atribuyan a la asamblea general la aprobación de los acuerdos del consejo rector relativos a la
delegación de facultades y a la designación de las personas que han de ocupar los cargos
delegados adoptados por el consejo rector1076.

También tiene como límite los principios configuradores de la sociedad cooperativa1077.

III. Los Tribunales españoles han basculado a la hora de tratar en sus resoluciones el
sistema estatutario de distribución de competencias entre el consejo rector y la asamblea general
de las sociedades cooperativas, a favor de éste último órgano1078. Incluso, el Tribunal Supremo

Sin embargo los límites no pueden ser expandidos más allá de lo que lo que exija el sistema legal de distribución de
competencias entre órgano sociales (odiosa sunt restringenda). Así, no resultan admisibles límites tan imprecisos
como el que esta atribución estatutaria no puede provocar un paralizante y destructivo asamblearismo (que sí ha
sido señalado como freno a los pactos estatutarios por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá,
Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol.
2º…, artículo 43, pág. 339), y sí deben admitirse la prohibición de que los pactos estatutarios establezcan nuevas
competencias asamblearias en contra de la Ley o que atribuyan a la asamblea la competencia residual --para todas
las materias atribuidas a otros órganos-- que las leyes asignan a la asamblea (que el mismo auto señala en las
págs. 341 y 342).

1076Como admite la DGRN en relación con la junta general de las sociedades de responsabilidad limitada (vid. F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs.. 453 y 454; y J. MADRAZO, “La junta
general”, en A.-B. Campuzano (coord.), La sociedad de responsabilidad limitada…, págs. 307 a 308). En contra, M.
J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 329, que consideran que ni siquiera las
facultades delegadas podrían ser impuestas estatutariamente, pues se trata de facultades originarias del consejo
rector, de manera que si se prevén en los estatutos no tendría lugar la delegación en sentido estricto. Esta postura
no parece cohonestarse con el elemento de la participación orgánica, consecuencia de la mutualidad.

1077 Como lo tienen los estatutos sociales de la sociedad limitada respecto de los principios configuradores de este
tipo social (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 450 y 451).

1078 En la S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de noviembre de 2007 (Ar. RJ 2008\803), a propósito
de una sociedad cooperativa de distribución farmacéutica, se analiza un caso concreto de competencia de gestión
de la asamblea general prevista por los estatutos sociales, y sobre esta materia atribuida a la asamblea a pesar de
ser de mera gestión, se niega la competencia del consejo rector. Los estatutos de la cooperativa que se estudian en
la sentencia incluyen, en su artículo 10.c), entre las obligaciones de los socios, la de "participar en los servicios
cooperativizados consistentes en adquirir una cantidad anual no inferior al 40% de sus posibilidades de compra",
estableciendo al efecto un "cargo cooperativo" -denominado "mínimo"- de 180,30 euros mensuales o de 90,15 euros
quincenales, de forma que aquellos socios que con sus pedidos a la cooperativa no alcanzaran esa cantidad, habían
de afrontar en el resumen mensual o quincenal un cargo por la diferencia hasta los 180,30 euros mensuales o 90,15
euros quincenales. La misma disposición estatutaria advierte que por acuerdo válidamente adoptado por la
asamblea general se podría ampliar este módulo, pero nunca disminuirlo. El consejo rector --tras un acurdo de
suspensión del cargo y otro de corrección de errores-- acordó la aplicación del cargo cooperativo mínimo, excepto a
aquellas farmacias que cuenten con una ratio inferior a 700 habitantes por farmacia, siguiendo los datos del Censo
del Instituto Navarro de Estadística.

La sentencia declara que el consejo rector carece de competencia para acordar una exención de tal naturaleza,
porque si --a tenor de los estatutos sociales-- la asamblea general tiene potestad para ampliar este módulo, pero no
para disminuirlo, mal puede reconocerse al Consejo Rector, subordinado a ella, la facultad de relevar a
determinadas farmacias de su cumplimiento. Pero la sentencia comentada contiene una conclusión de
extraordinario interés: la facultad de relevar del cargo mínimo, tampoco viene avalada por la competencia del
consejo rector atribuida por el artículo 43 al órgano rector para fijar la cuota de servicios o cargo cooperativo
necesario y, en general, para gobernar los intereses de la cooperativa en todo lo no reservado a la competencia de

391
admite que la asamblea general ejerza competencias de gestión sin que haya habido una
atribución estatutaria al respecto1079.

2.3.3. Competencia legal de gestión extraordinaria.

I. Es la competencia atribuida por la Ley a la asamblea general para adoptar acuerdos


que modifiquen la estructura jurídica o económica de la sociedad. Dentro de este grupo de
acuerdos se encuentran los siguientes: modificación de los estatutos sociales --incluido el
aumento y la reducción del capital escriturado--; la aprobación o modificación del o de los
reglamentos de régimen interior; la imposición de aportaciones obligatorias y la oferta de
aportaciones voluntarias; la valoración de las aportaciones no dinerarias; la emisión de
obligaciones y, en general, de valores; la constitución de sociedades cooperativas de segundo o
ulterior grado o el ingreso en alguna ya constituida o en grupos cooperativos, o la baja; la
transformación, la fusión, la escisión, la disolución, la reactivación y la extinción; la cesión global
del activo y del pasivo; y, en general, toda decisión que suponga una modificación sustancial de
la estructura económica, social, organizativa o funcional de la cooperativa [vid., p. ej., art. 21.2.g)
LCEstado]. No es una competencia de gestión extraordinaria la solicitud de concurso de la
sociedad cooperativa, por lo que no corresponde a la asamblea general sino al consejo rector
(art. 3.1.II LC) a pesar de que no es un puro acto de gestión sino algo más trascendente, dado
que puede desembocar en la liquidación de la cooperativa o en un convenio que contenga la
conversión de créditos en participaciones o en créditos participativos y la enajenación de
patrimonio cooperativo1080

otros órganos. Se aprecia por lo tanto un tendencia jurisprudencia a reconocer competencia de gestión a la
asamblea incluso en detrimento de la competencia gestora del consejo.

1079 Así la S.T.S., Sala 1ª de 28 de diciembre de 1996 [Civil] (Ar. 1996\8563), que aplica la Ley 52/1974, de 19 de
diciembre, General de Cooperativas, que, ya derogada, también recogía la posibilidad de una competencia
estatutaria de gestión, admite, sin cuestionárselo, que la asamblea general apruebe la realización de una inversión
para la compra de una planta de extracción de aceite. Este acuerdo de invertir es un acto de gestión que
corresponde a la junta rectora --denominación del órgano de administración en la Ley de 1974--, salvo que los
estatutos lo atribuyan a la asamblea general (artículos 23.2.c) y 28 LGC 1974) y no puede calificarse gestión
extraordinaria, que si correspondería ex lege a la asamblea (artículo 23.2.b) LGC 1974), porque es una inversión,
aunque sea importante, y no una enajenación. Cuestión distinta es que la financiación de la inversión se abordara
mediante aportaciones al capital social en cuyo caso, y solo para esta segunda medida, sí intervendría la asamblea.

La S.T.S., Sala 1ª de 17 de abril de 1996 [Civil] (Ar. 1996\2962) declara válidos los contratos realizados por el
presidente de una sociedad cooperativa, quién había sido apoderado por la junta rectora, porque la asamblea
general ha ratificado lo realizado por el presidente y ha aprobado la gestión de la junta rectora. Esta misma
sentencia utiliza como argumento en sus razonamientos una transacción acordada por la asamblea general.
Comoquiera que en la sentencia no se hace referencia a ninguna previsión estatutaria atributiva de competencias de
gestión a la asamblea general, se ha de considerar que los dos acuerdos de la asamblea general descritos versan
sobre materias competencia de la junta rectora.

1080 Esta reflexión se ha tomado de M.J. MORILLAS JARILLO, “Las sociedades cooperativas, estatales y
autonómicas, frente a la Ley Concursal”, en Estudios de Derecho de sociedades y Derecho concursal. Libro
homenaje al Profesor Rafael García Villaverde, Tomo III, 2007, Madrid [Marcial Pons], págs. 2155 a 2184, en pág.
2170, que añade que a pesar de no ser un acto de gestión ordinaria en la LC el legislador ensaya un reparto de
poderes en la sociedad insolvente diverso del que gobierna la ordenación de esos mismos poderes en situación de
solvencia o normalidad: el órgano de administración o liquidación puede, sin necesidad de ser autorizado por la
asamblea general, solicitar la declaración de concurso, máxime cuando para los administradores o liquidadores es
un deber.

392
La gestión extraordinaria se ha reconocido desde siempre al órgano de los socios y tanto
en sociedades de capital cuanto en sociedades cooperativas. Las primeras regulaciones de las
sociedades anónimas ya recogían los acuerdos de modificación estructural entre los listados de
competencias de la asamblea general1081. Así mismo, la competencia de la asamblea general
sobre la gestión extraordinaria ha servido a nuestros tribunales para solucionar los conflictos
competenciales entre aquel órgano y el consejo rector, y para anular acuerdos de este último
que invadían la competencia de gestión extraordinaria, incluso en materias pertenecientes a la
actividad cooperativizada, apreciándose en estas resoluciones una concepción amplia de la
gestión extraordinaria, de forma que por esta vía se amplían de manera importante las
competencias de gestión de la asamblea1082.

Estas competencias son legales y singulares, es decir, se atribuyen a la asamblea


general por la Ley una a una, y solo a posteriori son agrupadas bajo la consideración de su
impacto sobre las bases de la sociedad. Fuera de estos dos datos comunes --atribución legal y
carácter estructural-- su régimen jurídico es dispar, con soluciones normativas no coincidentes
que reflejan los diferentes intereses presentes en cada supuesto --publicaciones en garantía de
intereses de terceros, estados contables que informen a los socios de la situación financiera,
informes de expertos…--. Por ello, además del acuerdo de la asamblea general, deberá
respetarse el procedimiento que en cada caso marque la Ley.

II. Los actos cuya calificación como actos de gestión extraordinaria --y por ende, la
atribución de la competencia de los mismos a la asamblea general-- mayor complejidad revisten
son los indeterminados, aquéllos en los que la Ley no concreta en qué consisten, limitándose a

1081En Alemania, con respecto al ADHGB de 1861 y al HGB de 1897 y al reconocimiento de este tipo de
competencias a favor de la asamblea general vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 90 y 96, respectivamente.

1082 La SAP Madrid de 14 de septiembre de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\264472) dictada a propósito de una sociedad
cooperativa de viviendas anula un acuerdo del consejo rector relativo a la actividad cooperativizada de entrega de
viviendas y atribuye la competencia a la asamblea general porque la Sala entiende que es una materia
extraordinaria. Se trata sin duda de un asunto de gestión, que en sociedades de capital probablemente se calificara
de ordinaria y lo decidieran lícitamente los administradores, pero que en sociedades cooperativas se ha considerado
extraordinaria y bascula la materia hacia la asamblea general. Se trata de unas cantidades reclamadas por la
sociedad cooperativa a los socios por el importe derivado de la liquidación y el pago de los gastos financieros,
gestión y liquidación, y compensación de IVA, que se realiza después de haberles adjudicado las viviendas,
calculadas en proporción a la superficie construida y sus características, sin que haya sido aprobada tal
circunstancia por la asamblea, considerando la sentencia que es de ”exclusiva decisión de la asamblea general de
la cooperativa el establecimiento de nuevas aportaciones obligatorias, aprobación de cuentas anuales, así como la
imputación de pérdidas, de manera que no pueden ser fijadas por ningún otro órgano de la sociedad”. Comoquiera
que la distribución de los gastos aludidos entre los socios atiende a la determinación del valor de la actividad
coperativizada --entrega y pago de la vivienda--, y con rigor, no se trata de aprobar unas cuentas ni de imputar unas
pérdidas --sin perjuicio de que esta decisión de gestión al tener contenido económico se refleje en las cuentas y
arroje pérdidas--, el asunto sería de la competencia de consejo rector; ahora bien, la Sala de forma intuitiva se lo
atribuye a la asamblea, y busca como argumento técnico el simple expediente de calificar a tales acuerdos como de
imposición de aportaciones obligatorias --que no lo son, entre otros motivos, porque estas forman parte del capital
social (art. 45.1 LCEstado) y son reembolsables (art. 51 LCEstado), mientras que los pagos para la obtención de los
servicios cooperativizados, en este caso la vivienda, no integran el capital social (art. 52 LCEstado) y no se
devuelven al ser el contravalor de la vivienda--. Concluye la sentencia que “la cantidad cuyo pago se reclama
constituye una porción alícuota de un conjunto de gastos que forman parte del coste de la promoción, cuya
aprobación y repercusión a los socios no fue sometida a decisión de la Asamblea General, la cual tenía la exclusiva
prerrogativa de aprobarlas y decidir la forma en que se iban a satisfacer al tratarse de factores económicos que
debían incluirse entre las cuentas anuales y causaban una aportación dineraria extra de los socios, sin que al
Consejo rector le bastara con informar de la existencia del gasto para actuar al margen del control de los
cooperativistas por medio del órgano asambleario”.

393
decir que serán competencia de la asamblea general cuando hayan de producir una modificación
sustancial de la estructura de la sociedad1083 --cuando la modificación no sea sustancial, a sensu
contrario, el acuerdo será competencia del órgano de administración, a pesar de nada diga la
Ley al respecto--. Las modificaciones sustanciales no solo tienen una eficacia interna --que
explica que en la distribución de competencias orgánicas, éstas correspondan a la asamblea
general-- sino también externa, que se comunica la momento en que se ejerce la competencia
de representación para contratar con tercero la enajenación de la parte sustancial, frente a quién
deberá acreditarse la existencia el aquel acuerdo de la asamblea1084.

Como se infiere de lo anteriormente expuesto, dentro de la categoría de las


modificaciones estructurales, existe un grupo de ellas que sí aparecen determinadas en la Ley --
y asignadas a la asamblea general--. La importancia de este grupo de casos es doble; de un
lado, porque arroja criterios para dar contenido a las modificaciones estructurales innominadas --
aquéllas respecto de las cuales la Ley únicamente las identifica por su estructuralidad sin
concretar en qué han de consistir--, permitiendo por comparación incluir en el perímetro de lo
estructural unos asuntos concretos y rechazar otros; y, de otro, porque en las materias a las que
se refieren aparece, una vez más, la asamblea general de la cooperativa con una competencia
más intensa que la que corresponde sobre estas mismas materias a la junta general de las
sociedades de capital. Ambas notas pueden apreciarse de forma destacada en tres
competencias sobre la estructura orgánica de la sociedad cooperativa --(a) la regulación del
funcionamiento del consejo rector, (b) el diseño de la figura del secretario y (c) la existencia del
comité de recursos-- y en una sobre la estructura funcional de la empresa --(d) la creación de
grupos de sociedades--.

(a) Con carácter general, en las sociedades cooperativas los estatutos o, en su defecto,
la asamblea general, regularán el funcionamiento del consejo rector, de las comisiones, comités
o comisiones ejecutivos que puedan crearse, así como las competencias de los consejeros
delegados1085. Esto significa que, con carácter general, el diseño orgánico último en la sociedad
cooperativa es competencia legal, inderogable por los estatutos e indelegable, de la asamblea
general, de manera que el propio consejo rector no tiene facultad de autorregulación ni como
competencia propia ni como competencia delegada1086.

1083 La Resolución DGRN de 3 de abril de 2007 (Ar RJ 2007\1970) dictada en materia cooperativa, define a la
“gestión extraordinaria” como aquella que por “afectar a la estructura misma de la sociedad, o sus principales activos
o a la explotación misma en que se concreta el objeto social, puedan hacer inviable la consecución de éste, lo que
justificaría su exclusión del ámbito de las facultades representativas del órgano de gestión, y su incardinación en la
esfera competencial exclusiva del órgano soberano de la sociedad”.

Esta es la interpretación que realiza VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
1084

Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 53,
págs. 637 y 638.

1085La redacción indicada en el texto principal es la que contiene en los artículos 36.1 LCEstado y 52.1 LSCMurcia,
pero su ratio aparece en todas las Leyes de cooperativas españolas.

1086 La generalidad de las Leyes españolas de cooperativas atribuyen a la asamblea general la competencia para
regular el funcionamiento general del consejo rector o los aspectos más importantes del mismo, en la medida en que
la norma competente para ello son los estatutos sociales (vid. arts. 46.1 LCPaís Vasco; 38.1 LSCExtremadura; 46.1
LCGalicia; 39 LCAragón; 42.1 LCMadrid; 50.1 LCLa Rioja; 44.1 LCCastilla y León; 43 LCCataluña; 52.1 LCIslas
Baleares; 46 LCValencia; 37.5.I LCNavarra; 70.3.II LCAsturias; 67.1 LCCastilla-La Mancha y 39 LSCAndalucía). Si
bien en algunos casos en aquello previsto por los estatutos, el consejo rector podrá regular su propio funcionamiento
(arts. 46.1 LCPaís Vasco y 42.1 LCMadrid, por ejemplo), lo que no empece la conclusión anterior, dado que será la
asamblea general la que decida qué materias pueden ser reguladas por el consejo rector y cuáles no, o incluso
restringir las inicialmente atribuidas a aquél. Dentro de esta opción legislativa, algunas Leyes retienen restos de la

394
Por el contrario, en las sociedades anónimas el consejo de administración podrá regular
su propio funcionamiento, salvo que los estatutos dispongan otra cosa, y designar en su seno
una comisión ejecutiva o uno más consejeros delegados así como los administradores que
hayan de ocupar tales cargos (art. 245.2 TRLSC). Al alejarse la estructura y el funcionamiento
interno del consejo de administración de la junta general de accionistas, se aleja también del
ámbito de la participación del socio en su diseño. La solución contenida en el TRLSC no debe
causar sorpresas en el intérprete, es coherente con el juego que a la participación del accionista
corresponde en este tipo de sociedad. De la misma manera que la solución de la legislación
cooperativa es conforme con el elemento tipológico de la participación orgánica de socio.

En una situación intermedia se encuentra la sociedad de responsabilidad limitada,. Aquí


los estatutos sociales deben establecer el régimen de organización y funcionamiento del consejo
de administración1087, de manera que al corresponder a la junta general de socios la modificación
de los estatutos sociales, ésta será también la que diseñe el detalle del funcionamiento del
consejo de administración de la sociedad limitada. Coincidencia con la solución legal prevista
para las cooperativas, pero coincidencia solo parcial. Por una parte, el poder de la junta general
de socios --y por ende los derechos de participación del socio-- se somete a límites formales,
puesto que las materias de la organización y funcionamiento del consejo de administración son
contenido de los estatutos sociales [cuya modificación requiere el acuerdo de la junta general
adoptado por el procedimiento de modificación estatutaria, el otorgamiento de escritura pública y
la inscripción en el Registro Mercantil] resultando insuficiente el nudo acuerdo de la junta
general, que sí valdría para regular las mencionadas materias en relación con el consejo rector
de las cooperativas. Y por otra, el poder del consejo de administración experimenta una
ampliación material al corresponderle las decisiones sobre el funcionamiento de las comisiones
ejecutivas y sobre las competencias de los consejeros delegados1088, materias éstas que en las
cooperativas se atribuyen a la asamblea general y no al consejo rector.

Obsérvese como en las sociedades más participativas las Leyes potencian la capacidad
de decisión del socio sobre la estructura orgánica y sobre el funcionamiento de sus órganos, que
es tanto como sobre el diseño de aquéllos a los que compete la gestión de los asuntos sociales.

competencia de la asamblea sobre la estructura orgánica de la cooperativa: en lo no previsto en los estatutos, el


funcionamiento del consejo rector podrá ser completado por el propio órgano, sometiendo esta regulación a la
primera asamblea general que se celebre (vid. arts. 46.1 LCGalicia; 50.1 LCLa Rioja y 67.1 LCCastilla-La Mancha).

Quizá sea la delegación de facultades en una comisión ejecutiva o en un consejero delegado la materia en la que el
consejo rector presente mayor autonomía pero solo en algunas Leyes. En un número reducido de ellas el consejo
puede delegar competencias sin necesidad de previsión estatutaria (vid. arts. 40LCAragón; 44 LCCataluña 48
LCValencia y 71 LCAsturias), pero en las demás o se necesita previsión estatutaria (vid. arts. 42.5 LCMadrid; 53.1
LCIslas Baleares; 69.1 LCCastilla-La Mancha y 40.1 LSCAndalucía), o no se dispone nada al efecto, jugando, en tal
caso, la competencia de la asamblea general para regular el funcionamiento del consejo rector.

Este régimen de organización y funcionamiento deberá comprender, en todo caso, las reglas de convocatoria y
1087

constitución del órgano así como el modo de deliberar y adoptar acuerdos por mayoría (art. 245.1 TRLSC).

El artículo 249 TRLSC dispone que “cuando los estatutos de la sociedad no dispusieran otra cosa, el consejo de
1088

administración podrá designar de su seno una comisión ejecutiva o uno o más consejeros delegados”.

La LSRL a la hora de regular el régimen de organización del consejo de administración dispone que la delegación
de facultades se regirá por lo establecido para las sociedades anónimas (art. 57.1.II LSRL), en las cuales, cuando
los estatutos no dispusieran otra cosa, la delegación y la designación de la comisión ejecutiva o de los consejeros
delegados era competencia de la junta general de accionistas (art. 141 TRLSA).

395
(b) Las funciones del secretario del consejo rector son esencialmente burocráticas
(redactar las actas, expedir certificaciones, custodiar la documentación social, admisión de
poderes de representación para asistir a la asamblea general…). No está expresamente previsto
en las Leyes que al secretario del consejo rector le correspondan funciones de asesoramiento a
los demás consejeros --como tampoco se prevé en las Leyes de sociedades anónimas y
limitadas al regular el consejo de administración--, sin perjuicio de que en los estatutos sociales o
mediante acuerdos de la asamblea general a la hora de desarrollar las normas legales sobre el
funcionamiento del consejo rector se contemple la correspondiente atribución al secretario de
funciones de asesoramiento y asistencia del órgano colegiado1089. La oportunidad de atribuir al
secretario del consejo rector de las cooperativas funciones de asistencia del propio consejo y del
resto de consejeros es discutible, incluso es desaconsejable recomendarla con carácter general,
de manera que solo resultará una medida de buen gobierno válida en cooperativas con socios
cualificados profesionalmente, o con un elevado número de socios de tal manera que se pueda
hacer una búsqueda entre ellos del candidato idóneo, o cuya ley aplicable permita elegir como
secretario del consejo rector a una persona no socia buscando para el cargo a un profesional
formado. Además esta tarea específica es atribuida por las Leyes de cooperativas a la figura del
letrado asesor que pueden y, en algunos casos deben designar las sociedades cooperativas. En
cualquier caso, lo que sí resulta del diseño legal del cargo de secretario es que tiene un ámbito
competencial propio --en el que destaca la función certificadora-- que, al acumularse a las
facultades que le corresponde como mero consejero, le singulariza y distingue de los demás
consejeros. La importancia relativa de este cargo en el seno del consejo rector ha determinado
que también sea objeto de análisis en los informes y de gobierno corporativo 1090, de cuyas
recomendaciones solo interesa en este momento las que tienen que ver con el papel de la
asamblea general.

Los informes de los expertos españoles sobre el buen gobierno de las sociedades
recomiendan dar mayor relieve a la figura del secretario en el seno del consejo y dotarla de
garantías que salvaguarden su estabilidad así como su independencia, imparcialidad y
profesionalidad1091. Con este objetivo, recomiendan que el secretario dependa jerárquicamente

1089 Precisamente el asesoramiento y asistencia al consejo y a los consejeros es una función asignada al secretario
del consejo de administración por los informes de gobierno corporativo. El Informe Olivencia, por ejemplo, parte de
que el secretario, además de las funciones burocráticas clásicas, debe prestar a los consejeros el asesoramiento y
la información necesarios para el buen desarrollo de las sesiones del consejo (vid. Informe Olivencia, en
www.cnmv.es, págs. 26 y 27). El Código Unificado de Buen Gobierno, profundizando en la línea expuesta,
recomienda que el secretario vele de forma especial para que las actuaciones del consejo se ajusten a la letra y al
espíritu de las leyes y reglamentos, sean conformes con los estatutos sociales y demás reglamentos y normas
internas que tenga la sociedad, y, en fin, tengan presentes las recomendaciones de buen gobierno que la sociedad
hubiere asumido voluntariamente (vid. recomendación 18 Código Unificado de Buen Gobierno, en www.cnmv.es,
págs. 20 y 21).

Estas funciones que si bien no se asignan legalmente al secretario, podrán atribuirse convencionalmente. En las
sociedades cooperativas mediante los estatutos o los acuerdos de la asamblea general, en la media que a través de
estos instrumentos societarios puede regularse el funcionamiento del consejo rector (art. 36.1 LCEstado, entre
otras).

1090Vid., por ejemplo, Informe Olivencia, en www.cnmv.es, págs. 26 y 27; Informe Aldama, IV, 8, en Revista de
Derecho de Sociedades, pág. 271 y recomendación 18 Código Unificado de Buen Gobierno, en www.cnmv.es,
págs. 20 y 21.

Vid., por ejemplo, Informe Olivencia, en www.cnmv.es, págs. 26 y 27 y recomendación 18 Código Unificado de
1091

Buen Gobierno, en www.cnmv.es, págs. 20 y 21.

396
de las comisiones delegadas de control1092 o que su nombramiento y cese sean informados por
la comisión de nombramientos y aprobados por el pleno del consejo1093. Incluso en una línea --
hoy abandonada-- se ha llegado a recomendar que el cargo de secretario del consejo debe
proveerse entre quienes sean consejeros y no entre personas externas al consejo1094.

En este tipo de medidas de refuerzo de la figura y de las competencias del secretario,


también se pone de manifiesto el diferente papel que en las relaciones interogánicas representa
la junta general de accionistas de la sociedad anónima respecto al atribuido a la asamblea
general de la cooperativa. En las anónimas la autoridad emana del consejo de administración
mientras que en las cooperativas reside en la asamblea general. El dato de basar la fortaleza del
secretario en el consejo de administración o en una de sus comisiones es una muestra evidente
del principio de autoridad del órgano de administración de la sociedad anónima. En cambio, en
las sociedades cooperativas, además de recaer el cargo de secretario del consejo rector en una
persona que debe ser también consejero1095, resulta que es la asamblea general quien tiene la
última decisión sobre cómo se nombra al secretario del consejo rector, bien porque sea ella
quien directamente lo designe o bien porque permita que en los estatutos se prevea que esta
designación la haga el propio consejo rector de entre sus miembros. Las variaciones que, al
regular esta materia, se contienen en las Leyes españolas de cooperativas no alteran la
conclusión apuntada, a saber: que el cargo de secretario sea elegido por la asamblea
general1096, que lo sea por el consejo rector o por la asamblea general según previsión
estatutaria1097, que el consejo rector sea el competente para la elección salvo que tal facultad
venga atribuida a la asamblea general por los estatutos1098, o bien que la sea la asamblea
general quien elija al secretario salvo que los estatutos atribuyan esta facultad al consejo

1092 Vid. Informe Olivencia en www.cnmv.es, pág. 27.

1093 Vid. recomendación 18 Código Unificado de Buen Gobierno, en www.cnmv.es, pág. 21.

1094El Informe Olivencia aconsejaba otorgar al secretario la condición de consejero a fin de reforzar su autoridad
dentro del consejo y hacer más exigente su régimen de responsabilidad (vid. Informe Olivencia en www.cnmv.es,
pág. 27); mientras que actualmente el Código Unificado de Buen Gobierno no entra --y así lo dice expresamente--
en si el secretario debe o no ser consejero, ni si debe o no ser un profesional externo (vid. motivación de la
recomendación 18 Código Unificado de Buen Gobierno, en www.cnmv.es, pág. 20).

1095Cuestión diferente es que el cargo de secretario pueda recaer en un consejero que no ostente la condición de
socio, dado que, cuando los estatutos sociales lo prevean, es posible nombrar consejeros a personas cualificadas y
expertas que no ostenten la condición de socios, cuya única limitación es que no podrán ser ni presidente ni
vicepresidente del consejo rector, pero sí secretario (vid. por ejemplo, art. 34.2 LCEstado).

Incluso alguna Ley contemplaba expresamente esta posibilidad. Se trata de la LSCAndalucía cuyo artículo 60.2
dispone que “los estatutos podrán prever que el Secretario del Consejo Rector no tenga la cualidad de socio, en
cuyo caso tendrá voz pero no voto, en las deliberaciones de éste, y estará obligado a guardar secreto sobre los
asuntos concernientes a la cooperativa. Su nombramiento deberá ser realizado por el Consejo Rector y ratificado en
la primera Asamblea General que se celebre con posterioridad al mismo, constando tal extremo en el orden del día”.
Probablemente lo que la Ley haya querido permitir es que el secretario del consejo no tenga la condición de
consejero.

1096 Vid. arts. 37.2.II LCNavarra y 37.4 LSCExtremadura.

1097 Vid. arts. 34.1.II LCEstado; 41.2.e) LCCataluña; 42.3 LCValencia y 50.3.II LSCMurcia.

Vid. arts. 45.2 LCPaís Vasco; 41.2.II LCMadrid; 69.2 LCAsturias; 66.4 LCCastilla-La Mancha y 39.1
1098

LSCAndalucía.

397
rector1099. En cualquiera de estas opciones normativas aparece la asamblea general como
demiurgo de la estructura orgánica cooperativa.

(c) El comité de recursos es --centrando el análisis en la Ley estatal-- un órgano social


cuya competencia principal consiste en la resolución de los recursos formulados contra las
sanciones impuestas a los socios por el consejo rector [arts. 18.3.c) y 44 LCEstado] o, en
particular, contra la sanción de expulsión (art. 18.5.II LCEstado), contra la denegación de la
admisión como socio (art. 13.2.I LCEstado), contra la admisión de un socio (art. 13.2.II
LCEstado), y contra el acuerdo de baja obligatoria (art. 17.5.III LCEstado); también puede
acudirse a él en amparo del derecho de información (art. 16.4 LCEstado); y, en fin, es
competente para impugnar los acuerdos nulos (art. 31.4 LCEstado) y está obligado a impugnar
los acuerdos contrarios a la Ley y a los estatutos (art. 31.5 LCEstado).

Sobre la existencia y diseño de este órgano la asamblea general tiene un papel


preponderante: es la propia asamblea, a través de los estatutos, la que decide si existe o no
comité de recursos en la sociedad cooperativa y la que regula el régimen de su funcionamiento
(art. 44.1 LCEstado); la que nombra a sus miembros [arts. 21.2.b) y 44.2 LCEstado], y, además,
la que modificado los estatutos sociales puede ampliar la competencia funcional del Comité --
esto es, la competencia para resolver recursos-- a otras materias diferentes de las previstas en la
Ley1100.

(d) La creación de grupos de sociedades es también una competencia de gestión


extraordinaria, en ciertos casos. Una mención destacada merece la constitución o el ingreso en
sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado o en grupos cooperativos --o, en general,
en grupos de sociedades--. El fundamento de la atribución de esta competencia a la asamblea
general se encuentra en la intensidad de las obligaciones que, normalmente, asume la sociedad
cooperativa y sus socios por su participación en estas estructuras. La posibilidad de que la
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado o la entidad cabeza de grupo puedan emitir

1099 Vid. arts. 44.2 LCGalicia; 38.3 LCAragón y 48.2.I LCLa Rioja.

Un caso singular lo representa la Ley castellano-leonesa. En esta norma el cargo de secretario [también en el de
presidente y vicepresidente] de la sociedad cooperativa es elegido directamente por la asamblea general. No
obstante, en las cooperativas de segundo grado, y en las de primer grado si lo prevén sus estatutos, la asamblea
general elegirá, de entre sus miembros, un número de personas igual que el de componentes de su consejo rector,
y los socios así elegidos designarán de entre ellos a quienes asuman los cargos de [presidente, vicepresidente,]
secretario [y restantes miembros previstos en sus estatutos]. Parece que la alternativa a la asamblea general es
atribuir la elección de secretario a los socios elegidos para miembros del consejo rector pero no mediante una
acuerdo colegiado --en una sesión de consejo rector-- sino mediante un acuerdo unánime en una reunión de todos
ellos. Esta norma, como fácilmente puede observarse presenta una complejidad práctica tremenda.

En la Ley balear la situación es difícil comprensión. De un lado en el artículo 51.3, al regular la cobertura de las
vacantes, además de prever que tales vacantes “serán cubiertas en la primera inmediata asamblea general que se
celebre”, se añade la frase siguiente “en el supuesto de que la distribución de los cargos sea competencia de la
asamblea general, las vacantes correspondientes al presidente o secretario serán asumidas, respectivamente, por el
vicepresidente y por el vocal de más edad hasta que se celebre la asamblea en que sean cubiertas”, sin que exista
en la Ley --al menos con claridad-- previsión alguna acerca de esta competencia de el asamblea, y sin que, a
primera vista, tal competencia pueda recogerse en los estatutos sociales; así se deduce del artículo 52.1 cuando
señala que “los estatutos o la asamblea general regularán la organización y el funcionamiento del consejo rector, sin
perjuicio de lo establecido en esta Ley para los cargos de elección directa por parte de la asamblea general..”.

Esta posibilidad ya fue advertida por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
1100

Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 70,
págs. 130 a 132, al interpretar la Ley de 1987.

398
instrucciones vinculantes a la cooperativa socia o que participe en el grupo --y la eventualidad
probable de que tales instrucciones se traduzcan en obligaciones de financiación o de actividad
cooperativizada para los socios-- explica la atribución de esta competencia a los socios. Si este
es el fundamento atributivo de la competencia, la Ley ofrece una pista interpretativa muy útil para
poder incluir dentro de la gestión extraordinaria aquellos contratos que celebre la sociedad
cooperativa y que produzcan o puedan producir un efecto similar. Se trataría de la constitución
de sociedades y de contratos de empresa. Las sociedades pueden ser de cualquier tipo
[cooperativas --no de segundo o ulterior grado--, limitadas, anónimas, comanditarias,
colectivas…] siempre que la cooperativa asuma obligaciones análogas a las que nacen de la
cooperativa de grado superior --p.ej., a través de prestaciones accesorias o de obligaciones de
hacer o no hacer, según el tipo social de que se trate--, o estén sujetas a las instrucciones de la
sociedad constituida. Los contratos de empresa1101, que sean compatibles con el derecho de
gestión de los socios --principio estructural de la sociedad cooperativa--, tales como el contrato
de transferencia de beneficios, la comunidad de beneficios, el arrendamiento de empresa o la
cesión de empresa, también deben ser autorizados por los socios reunidos en asamblea general.

Ahora bien, cuando se constituya un grupo de sociedades como instrumento de


desarrollo del objeto social y/o de prestación de la actividad cooperativizada, sin las anteriores
obligaciones para los socios, la materia no será gestión extraordinaria, correspondiendo su
competencia al consejo rector1102.

III. Conscientes de la dificultad de determinar el elemento estructural, algunas Leyes


remiten la concreción a los estatutos sociales, señalando que corresponde a la asamblea general
toda decisión que suponga una modificación sustancial, según los Estatutos, de la estructura de
la cooperativa [p. ej., art. 21.2.g) LCEstado]1103. Con la remisión a los estatutos el problema no
queda solucionado, simplemente se desplaza. Tanto en este caso --en el que los estatutos
determinen la estructuralidad del acuerdo-- cuanto en el otro --en el que la Ley simplemente
atribuye la competencia a la asamblea--, surge la importante cuestión de los límites de lo
estructural. Si se define en los estatutos en que consisten las modificaciones sustanciales de la
estructura económica, social, organizativa o funcional de la cooperativa, es en ese momento --al
elaborar o modificar los estatutos-- donde el carácter sustancial despliega sus efectos como

1101La autorización para celebrar este tipo de contratos es reconocida como competencia de la junta general de
accionistas en el Derecho alemán, y calificada doctrinalmente como medida que afecta a la organización y
estructura económica y jurídica de la sociedad (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 251 a 253 y 513 a 515).

1102 La Resolución DGRN de 3 de abril de 2007 (Ar RJ 2007\1970), a la que ya se ha hecho referencia, dictada al
revisar el juicio de calificación del Registro Mercantil de Barcelona, por el que se denegó la inscripción de la
escritura de constitución de una sociedad anónima de seguros, cuyo socio único era una cooperativa de crédito
porque no hubo acuerdo al respecto de la asamblea general, consideró, en contra del criterio del Registrador, que
la constitución de esta sociedad filial era competencia del consejo rector. No la calificó de gestión extraordinaria
porque esa decisión que según el artículo 40 de los Estatutos Sociales de la Cooperativa se entendería que tiene
carácter sustancial cuando afecte al veinticinco por ciento de los activos totales de la Entidad, y no pareció al Centro
Directo que pudiera predicarse de un acuerdo que consiste en” constituir una sociedad de seguros, cuya finalidad
última como expresamente indica la Resolución de la Dirección General del Tesoro y Política Financiera que la
autoriza, será la de «ofrecer a sus socios y clientes actuales y futuros, unos servicios complementarios y
subordinados a los propios de la Cooperativa de Crédito»”.

1103Se aprecia en esta norma la influencia de la doctrina que, bajo la vigencia de la Ley 3/987, ya postuló, que los
estatutos concretasen el alcance la modificación sustancial atributiva de competencia a la asamblea (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 43, pág. 333).

399
límite a la autonomía estatutaria; en los demás casos el límite afectará al acuerdo --debe
valorarse caso por caso la alteración de las bases de la cooperativa por el acuerdo de que se
trate para que se produzca una atribución a la asamblea general o, de lo contrario, al órgano de
administración--.

La solución al problema de los límites no puede ser absoluta, depende de cada materia y
de cada sociedad cooperativa.

A pesar de ello, en relación con la materia afectada pueden darse algunas orientaciones
al respecto.

A estos efectos, y siguiendo el patrón legal, la materia afectada puede ser económica,
social, organizativa o funcional. La amplitud es tanta que no hay materia cooperativa que no
afecte a lo económico, a lo social, a lo organizativo o a lo funcional, o, incluso a dos o más de las
cuestiones señaladas. El mero hecho de que las Leyes separen esos cuatro elementos significa
que el impacto en la estructura cooperativa para que nazca la competencia de la asamblea es de
menor calado de lo que a priori puede parecer: basta con que resulte alterada de forma
sustancial una parte de la cooperativa, no siendo necesario que la afección se refiera al todo,
como pudiera erróneamente concluirse arrastrados por la fuerza lingüística del adjetivo
sustancial.

Además, el dato de la separación de materias afectadas permite graduar


diferenciadamente el impacto sobre su sustancia. Los criterios para determinar cuándo hay una
modificación de la estructura económica pueden [o deben] ser diferentes a los que se fijen para
apreciar la modificación de la estructura social. Lo mismo sucede con la organización y el
funcionamiento de la cooperativa.

En tercer lugar, al regular en los estatutos esta materia o, sobre todo, cuando se aplique
con ocasión de cada acuerdo estructural debe seguirse como principio general el de in dubio pro
asamblea, es decir, que la duda sobre si asunto es o no de gestión extraordinaria debe
resolverse asignándoselo a la asamblea general, dado el derecho especialmente intenso del
socio de participar en la gestión de los asuntos sociales.

Por otra parte, la estructura de cada cooperativa va a determinar cuándo un asunto la


afecta de forma sustancial y cuándo no. Será el tamaño de la sociedad cooperativa el
condicionante más importante para averiguar la afección. Es lógico pensar que una misma
decisión en términos cuantitativos puede afectar a la estructura de una pequeña cooperativa y
puede no suceder lo mismo con la estructura de una gran cooperativa1104.

Es importante tener en cuenta que quien primeramente está llamado a aplicar esta
norma de competencia es el órgano de administración cuando ante la tesitura de adoptar un
determinado acuerdo de gestión --p.ej., venta de una sociedad del grupo o hipoteca de un
inmueble relevante para la sociedad cooperativa-- lo califique como de gestión ordinaria o no: en
el primer caso lo adoptaría y en el segundo convocaría a la asamblea general. El órgano de

1104Así, por ejemplo, la venta de una nave de la sociedad cooperativa, si ésta tiene un número importante de ellas,
puede ser competencia del consejo rector, pero si se trata de la venta de la nave de la cooperativa, su único
inmueble, para con lo obtenido invertir en nuevas fórmulas productivas, es una modificación estructural competencia
de la asamblea. Los descritos fueron los hechos sobre los que se pronunció la SAP Madrid de 31 de mayo de 2004
[Civil] (Ar Jur 2004\245656).

400
administración tiene el deber de convocar la asamblea general si califica el asunto de
extraordinario, en caso contrario, es decir, si a su juicio es ordinario desaparece la competencia
de la asamblea general y con ello el deber de convocar.

Adoptado el acuerdo por el órgano de administración si resulta que la asamblea general


lo califica como de gestión extraordinaria el conflicto debe resolverse a favor de la asamblea
general. Pero si el acuerdo ya ha sido ejecutado frente a terceros contratantes por el órgano de
administración, la sociedad cooperativa debe responder sin perjuicio de la responsabilidad del
consejo y su eventual revocación.

2.3.4. Competencia legal de gestión ordinaria.

Es la competencia atribuida por la Ley a la asamblea general para adoptar acuerdos de


gestión ordinaria. Se diferencia de la competencia universal en que se trata de un atribución de
gestión, y por lo tanto no incluye dentro de ella la competencia del comité de recursos o la de los
interventores. La atribución puede venir en la Ley de cooperativas que resulte aplicable, como en
cualquier otra Ley, debiendo excluirse los reglamentos --sería contra legem el reglamento que
atribuyera una concreta competencia de gestión a la asamblea dada la atribución legal residual
de esta materia al consejo rector--1105.

Además puede ser genérica --como en la Ley extremeña de sociedades cooperativas


especiales de 2006, que atribuye a la asamblea general competencia de gestión ordinaria (art.
8.1)--, o específica --como, por ejemplo, sucede con la atribución a la asamblea general de
competencia para delimitar el contenido del poder de representación que ha de corresponder al
gerente de la cooperativa, correspondiendo, en este materia, al consejo rector solo la
contratación y el despido de la persona, sin capacidad de decisión sobre sus poderes ( vid., p.
ej., art. 39 de la Ley extremeña de sociedades cooperativas de 1998)--.

Junto a las atribuciones legales expresas de competencia de gestión ordinaria a la


asamblea general --ya genéricas, ya específicas-- que se han expuesto antes, puede haber
atribuciones implícitas. Son todos aquellos casos en los que la asamblea general adopta
acuerdos de gestión sin una previsión legal específica, cuyo único fundamento puede hallarse en
un principio general que informa el sistema de distribución de competencias entre los órganos
sociales de las cooperativas: la natural competencia gestora de la asamblea de socios, que no
dudo que se trate de un principio configurador. Hay aplicaciones de estas reflexiones teóricas en
las decisiones de nuestros tribunales1106.

2.3.5. Competencia de gestión a petición del consejo rector.

1105G. ESTEBAN VELASCO, “Competencia de la junta (art. 160)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital…, págs. 1.202 y 1.203, admite la atribución por la Ley de Sociedades de Capital, y por
“cualquier otra disposición con ese rango”.

1106 La SAP Madrid de 25 de mayo de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\289131), aunque con el carácter de obiter dicta,
relata con naturalidad como la asamblea general toma decisiones de gestión: tanto se trata de decisiones que ha
adoptado el consejo rector y que la asamblea ratifica. Dice la sentencia que el “acuerdo impugnado se limita a
establecer el orden de los socios en función de la fecha en que se procedió a la firma del contrato de adhesión a la
cooperativa, acuerdo que como se acreditó en el acto de la audiencia previa fue asumido como acuerdo de la
asamblea general de socios celebrada en día 25 de junio de 2004 al ratificar el acuerdo del Consejo Rector que
ahora se impugna”.

401
No hay en las Leyes de cooperativas españolas una regulación específica que permita a
la asamblea general adoptar una decisión sobre un asunto de gestión, ejerciendo competencia
sobre él, a petición del consejo rector. Esto no significa que no pueda adoptarlo e imputarse a la
sociedad cooperativa su contenido: la asamblea general puede deliberar y decidir sobre un
asunto de gestión si así se lo solicita el consejo rector. Esta competencia está igualmente
admitida en el terreno de las sociedades de capital1107.

Lo que no resulta posible, con carácter general, es que mediante el uso de esta fórmula,
el consejo rector se exima de responsabilidad por los daños que cause el acuerdo adoptado a su
iniciativa. El principio de participación orgánica no es por sí solo suficiente para generar esta
competencia a favor de la asamblea con este singular efecto. Tan solo cuando exista un título
atributivo diferente que haga a la asamblea competente sobre la gestión podrán los socios ser
responsables y podrán no serlo los consejeros --salvo que infrinjan sus deberes para con la
preparación y la ejecución del acuerdo adoptado por otros--.

Hay casos resueltos por los tribunales en los que se admite la validez de los acuerdos
de gestión adoptados por la asamblea de socios a instancias del órgano de administración,
incluso en sociedades de capital. En uno de ellos, ya antiguo, una junta general de accionistas --
autorizada por el artículo 24 de los estatutos para decidir lo procedente sobre asuntos de
importancia sometidos a su deliberación por el consejo-- adoptó el acuerdo de aprobar un
contrato de arrendamiento celebrado por el consejo de administración; el Tribunal Supremo al
declarar que tal arrendamiento no causó perjuicio a la sociedad partió de la validez del
mismo1108.

2.4. El control de la gestión del órgano de administración.

Gestión y control de la gestión son competencias que se desenvuelven sobre una misma
materia: el desarrollo del objeto social y de la actividad cooperativizada. Junto a las
competencias de gestión propias, la asamblea general también tiene competencia para controlar
la gestión que desarrolla el órgano de administración. El control por la asamblea, desde un punto
de vista temporal, se desenvuelve en dos momentos: antes y después de la actuación gestora.

2.4.1. Control previo de la gestión social del órgano de administración.

1107Tanto para las sociedades limitadas como para las anónimas --respecto de éstas porque no hay ninguna norma
ni principio general que lo prohíba--, se admite que los administradores puedan someter a la autorización de la junta
general asuntos de gestión. Así lo sostiene G. ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de
gestión (art. 161)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1210. Años antes,
este autor ya nos explicaba que la posibilidad de que la asamblea general decida sobre asuntos de gestión a
petición del órgano de gestión es la única admitida en Alemania; también se contempla en Italia, en Francia y no
debe excluirse en el Derecho español (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 507).

1108Se trata de la S.T.S., Sala 1ª, de 4 de octubre de 1955 [Civil] (Ar. RJ 1955\3396). En ella, se analiza el acuerdo -
-adoptado el 10 de enero de 1952-- por el que se aprueba el contrato de arrendamiento del Hotel Bahía de
Santander, celebrado entre el consejo de administración de la sociedad, como arrendadora, y tres vocales del
mismo, como arrendatarios, el 20 de septiembre de 1951 y modificado en el mismo año, estando autorizada la junta
general por el artículo 24 de los estatutos para decidir lo procedente sobre asuntos de importancia sometidos a su
deliberación por el consejo de administración.

402
El control previo es el conjunto de facultades de la asamblea general en cuya virtud
interviene en la gestión exigiendo información y emitiendo su parecer y criterio antes de que se
tome una decisión gestora por el órgano de administración.

Este control previo por la asamblea general no tiene un reconocimiento legal específico,
sino que, al estar integrado por un conjunto de facultades, su apoyo jurídico será, además de la
atribución específica de la competencia concreta que suponga una medida de control previo, el
principio general que se deduzca del sistema de distribución de competencias entre órganos
derivado del conjunto normativo. Y lo que se deduce del sistema es que la asamblea general no
es simplemente un órgano de control a posteriori, sino que goza de una serie de competencias
específicas que anticipan su intervención. La funcionalidad de este planteamiento juega sobre
todo en la tarea de interpretación de las normas jurídicas, más que como mecanismo atributivo
de competencias. Es decir, al amparo de esta función general de control previo no estaría
justificada la adopción por la asamblea general de cualquier medida de control gestor para la que
no tenga una atribución competencial --legal o estatutaria-- específica, pero sí resolvería las
dudas que pudieran surgir, en la interpretación y aplicación de las normas jurídicas reguladoras
de las particulares competencia de control, a favor de lo que resulte más propicio para el control
por la asamblea.

Las competencias concretas que integran la función de control previo son cuatro: el
derecho a la información, el debate general, la política general y las autorizaciones previas e
instrucciones.

2.4.1.1. El derecho a la información.

I. Los aspectos del régimen jurídico del derecho de información que en este momento
interesan destacar son los que hacen de este derecho un instrumento de control de la gestión
social que queda en manos de los socios y de la asamblea general.

El presupuesto de partida es la autonomía del derecho de información. El derecho de


información tiene naturaleza autónoma, y no accesoria respecto de otro derecho para cuyo
ejercicio sea presupuesto contar con información adecuada y oportuna1109. Su autonomía se
fundamenta en que cumple por sí solo una función jurídica: el control de la gestión de la

1109 Entre las características básicas del derecho de información, la doctrina destaca que cumple una función no solo
instrumental, sino ante todo básica (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 36,
pág. 173), aunque sigue destacándose su vertiente de derecho instrumental (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I.
FELIÚ REY, Curso de cooperativas,… pág. 175).

No obstante, debe tenerse en cuenta que la generalidad de la doctrina que analiza este derecho en el ámbito de las
sociedades de capital, sostienen que este derecho cumple una función vicaria o instrumental del derecho de voto,
de forma que no se puede desvincular el derecho de información del socio del ejercicio adecuado y responsable del
derecho de voto y que el socio no podrá ejercer este derecho respecto de aquellas informaciones a las que ya haya
tenido acceso y, en consecuencia, le permita adoptar el sentido de su voto y respecto a asuntos que no integran el
orden del día de la junta (vid. J. A. GARCÍA-CRUCES, “Derecho de información en la sociedad de responsabilidad
limitada (art. 196)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson
Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1372 a 1385, en págs. 1372, 1373, 1374 y 1377. Incluso en el caso de las
sociedades anónimas, solo será titular del derecho de información el accionista que tenga derecho de asistencia a la
junta general y, por lo tanto, pudiera votar en ella, salvo el accionista sin voto y los que no alcanzaran la fracción
mínima de capital que es requerida en virtud de pacto estatutario para asistir a la junta general (vid. J. A. GARCÍA-
CRUCES, “Derecho de información en la sociedad anónima (art. 197)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley
de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1385 a 1389, en pág. 1388).

403
sociedad1110, es decir la mera exigencia y obtención de información por parte de la asamblea
general [o de los socios] es un acto de control de la actuación del consejo rector, al que,
eventualmente y como consecuencia de la información obtenida, se acumulará otro u otros actos
de control --instrucciones, revocación del nombramiento, exigencia de responsabilidad…--1111.
Esta calificación permite el ejercicio independiente del derecho de información sin tener que
condicionarlo a la titularidad de otro u otros derechos1112, y permite, así mismo, su protección
independiente1113. Pero sobre todo, permite un análisis abstracto del mismo desvinculado de
otros derechos, centrado en su contenido propio, es decir, en la función que el ordenamiento le
atribuye como instrumento de control1114.

La función de control del derecho de información del accionista en la sociedad anónima ha sido destacada por
1110

R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “La sociedad anónima: la acción en general”, en Uría-
Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 863 a 887, en
págs. 880 y 881.

1111 Las resoluciones judiciales que se están dictando en materia de sociedades cooperativas trasladan la
concepción que del derecho de información en el ámbito de las sociedades de capital tiene el Tribunal Supremo, con
una perspectiva de extraordinario interés para las sociedades cooperativas: a su función de medio para ejercer otros
derechos, en particular el de deliberación y voto, los Tribunales añaden aquella otra función de técnica de control de
la gestión social. La SAP Barcelona de 22 de febrero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\244844), en la línea apuntada, y
en el ámbito de las sociedades cooperativas, declara que “para el mismo Tribunal Supremo, el derecho de
información se revela también como un auténtico instrumento de control de la gestión social y un eficaz
complemento del derecho a deliberar, que ha de ejercerse e interpretarse conforme a la buena fe (SSTS 3 de
noviembre de 1962 y 26 de diciembre de 1969)”. Por su parte la SAP Pontevedra de 25 de octubre de 2007 [Civil]
(Ar AC 2008\561) señala que “el derecho esencial de información los socios y cooperativistas presenta un neto
carácter instrumental, y en tal sentido puede calificarse de prestacional, en la medida en que se articula en función
de otro derecho si cabe aún más esencial, cual es el de voto, cuyo adecuado ejercicio ha de garantizarse facilitando
al socio o cooperativista toda la información necesaria [y aquí introduce la Audiencia la función gestora] que le
permita formar su criterio y tomar parte activa en la vida social”.

1112 En artículo 23.1.c) la Ley extremeña de sociedades cooperativas de 1998 se recoge una modalidad autónoma
del derecho de información cuando, al enumerar los derechos de los socios, les reconoce junto al de “recibir toda la
información necesaria para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus Obligaciones”, el derecho a que se
les proporcione “toda la información que solicite sobre el funcionamiento y estado general de la cooperativa”, sin
subordinar este derecho a otros u otros.

La independencia de los derechos societarios no solo resulta convincente respecto del derecho de información, sino
que se ha defendido con relación a otros derechos del socio, así ha sucedido con el derecho a obtener
certificaciones, (vid. A. ROJO, “El derecho a obtener certificación de los acuerdos sociales”, en La Ley, núm. 945
[25.05.1984], págs. 1 a 7).

1113 No siempre resulta fácil impetrar protección independiente al derecho de información. Hay una peligrosa
tendencia a proteger elípticamente este derecho: con ocasión de la defensa frente a los acuerdos sociales en los
que se haya vulnerado, de forma que cuando no hay acuerdo social y sí violación del derecho de información, esta
queda impune. La SAP Madrid de 14 de marzo de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\487) declara que en un asamblea
informativa, al no haberse adoptado acuerdo alguno deviene irrelevante la violación del derecho de información.

1114 En sede de sociedades cooperativas, se encuentran algunos pronunciamientos judiciales que apuntan hacia la
autonomía del derecho del información y su existencia en supuestos en los que el socio no es titular del derecho de
voto. La S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269), dictada en
un asunto en el que se resuelven determinadas cuestiones relativas al socio exmutualista --el que mantiene su
aportación al capital social pero no realiza actividad cooperativizada-- declara que “ciertamente el derecho de
información se configura en las sociedades en general, y de forma más amplia en las cooperativas, como
instrumental en el sentido que afirma la sentencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo de 28 de marzo de 2007,
recurso 1803/2000: "el derecho esencial de información los socios y cooperativistas presenta un neto carácter
instrumental, y en tal sentido puede calificarse de prestacional, en la medida en que se articula en función de otro
derecho si cabe aún más esencial, cual es el de voto, cuyo adecuado ejercicio ha de garantizarse facilitando al socio
o cooperativista toda la información necesaria que le permita formar su criterio y tomar parte activa en la vida social
mediante la emisión de su voto con el debido fundamento"”, añadiendo la sentencia que “de ello no cabe deducir

404
El hecho de que el derecho de información sirva de apoyo a otros derechos del socio no
cuestiona su autonomía. Las afirmaciones de que solo teniendo conocimiento de las
circunstancias concurrentes en un determinado asunto podrá el socio preparar la decisión
adecuada a adoptar son ciertas1115, pero no mutan al derecho de información en un derecho
auxiliar de otro principal --el de voto--, como tampoco muta su carácter independiente el derecho
de asistencia o el derecho de deliberación por el hecho de sean presupuesto del de voto.

II. El abordaje que el Derecho positivo hace del derecho de información gira inicialmente
en torno al socio, solo después entrará en escena la asamblea general para proteger preventiva
y reparativamente el derecho del socio y para ejercer un derecho propio a la información.
Conforme al patrón que marca este iter jurídico positivo, la exposición de esta materia debe partir
del contenido del derecho de información del socio con especial referencia a su comparabilidad
con el derecho de información del miembro del consejo rector, seguir con las medidas tuitivas del
derecho que la asamblea general puede adoptar, y concluir con la titularidad por la asamblea
general como órgano de un derecho de información frente a los administradores y directivos de
la cooperativa.

III. El derecho de información del socio es el conjunto de facultades atribuidas por la Ley,
los estatutos sociales y los acuerdos de la asamblea general al socio cooperativista que le
permiten obtener datos sobre la organización y funcionamiento corporativo de la sociedad
cooperativa, sobre la marcha de la actividad cooperativizada así como de la empresa que
constituye su objeto social, y sobre su particular situación jurídica y financiera con la sociedad
cooperativa. El derecho a la información del socio cooperativista tiene, por efecto del elemento
de la participación orgánica, mayor contenido de facultades que el correspondiente al socio de la
sociedades de capital1116.

Las facultades de información previstas en las Leyes tienen carácter mínimo,


inderogables por los estatutos o por los acuerdos de los órganos sociales1117, pero ampliables
mediante cualquiera de los dos instrumentos formales apuntados1118.

que, por carecer de derecho al voto en el presente supuesto, el socio excedente vea absolutamente vacío de
contenido su derecho de información pues, como hemos visto, el artículo 7.2 de los Estatutos aunque no les
concede voto sí les otorga voz en las Asambleas a las que sean citados”, lo conecta la información con el control de
la gestión.

1115 G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
Derecho español.., pág. 260, ha señalado que “el accionista sólo puede hacer un uso adecuado de sus derechos de
miembro si conoce las circunstancias que son esenciales para su ejercicio. Para facilitar este conocimiento la Ley
procura a los accionistas información para la preparación de las decisiones que se van a tomar”. En el mismo
sentido, C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con
arreglo a los valores y a los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995:
especial referencia a los sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, pág. 62, ha afirmado que
la información es el suministro esencial de la toma de decisiones.

1116La doctrina explica que si bien el derecho de información del socio como instrumento de control de la gestión,
existe en todas las formas sociales, varía en su intensidad y amplitud en línea con la estructura personalista o
corporativa de la sociedad (vid. A. B. CAMPUZANO, “Los derechos del socio (art. 93)”, en Rojo-Beltrán (dirs.),
Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 789 a 799, en
pág. 796.

1117La SAP Barcelona de 22 de febrero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\244844), declara que “el derecho de información
del socio [de una sociedad cooperativa] es considerado por la jurisprudencia como un derecho permanente y
consustancial del mismo, irrevocable e inderogable”.

405
El derecho de información mínimo es, más bien, un conjunto de derechos que abarcan
tres bloques informativos genéricos, cada uno con su propio régimen jurídico1119. En primer
lugar, el referente a la organización y funcionamiento de la cooperativa, que comprendería el
derecho a recibir copia de los Estatutos sociales y, si existiese, del Reglamento de régimen
interno y de sus modificaciones, con mención expresa del momento de entrada en vigor de
éstas; el libre acceso a los libros de registro de socios de la cooperativa, así como al libro de
actas de la asamblea general y a obtener del consejo rector copia certificada de los acuerdos
adoptados en las asambleas generales1120; el derecho a examinar en el plazo comprendido entre
la convocatoria de la asamblea y su celebración, los documentos que vayan a ser sometidos a la
misma y en particular las cuentas anuales, el informe de gestión, la propuesta de distribución de
resultados y el informe de los interventores o el informe de la auditoría, según los casos 1121, y el
derecho a solicitar por escrito, con anterioridad a la celebración de la asamblea, o verbalmente
en el transcurso de la misma, la ampliación de cuanta información considere necesaria en

1118Al prever los instrumentos formales de regulación convencional del derecho de información del socio las Leyes
se refieren expresamente solo a los estatutos sociales (vid. arts. 21 LCAragón; 24.1 LCMadrid; 24.1 LCCataluña y
26.1 LCValencia) o a los estatutos sociales y, a la vez, a los acuerdos de la asamblea general como (vid. arts. 16.3.I
LCEstado; 24.1 LCPaís Vasco; 24.1 LSCExtremadura; 23.1 LCGalicia; 25.1 LCLa Rioja; 22.3 LCCastilla y León;
22.1 LCIslas Baleares; 27.3 LSCMurcia; 30.1 LCAsturias y 36.1 LCCastilla-La Mancha). En este segundo caso,
será, probablemente el reglamento de régimen interno el que recoja la materia referida. Éste cumple con la
condición de ser un acuerdo de la asamblea general --éste es el órgano social competente para su aprobación y
modificación [vid., p. ej., art. 21.c) LCEstado]--, y presenta la doble ventaja de la flexibilidad en su modificación --no
es necesario el otorgamiento de escritura pública y la inscripción en el Registro de Sociedades Cooperativas, como
se requiere para la modificación estatutaria-- y de sistemática en el tratamiento de la materia regulada --frente a la
dispersión de los singulares acuerdos de la asamblea general sobre aspectos aislados del derecho de información--.

La regulación de derecho de información queda fuera de la competencia del consejo rector (vid. N. PAZ CANALEJO,
en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y
Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 36, pág. 174).

1119 La diferenciación entre los diferentes derechos que integran el derecho de información tiene, además del
pedagógico, un importante alcance práctico. La SAP Granada de 6 de abril de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\4740),
distingue el derecho de acceso a los libros de actas de la asamblea general y a obtener del consejo rector copia
certificada de los acuerdos adoptados en las asambleas generales, del derecho del socio a solicitar por escrito y
recibir información sobre la marcha de la cooperativa. En el caso resuelto, el socio, como medio para preparar un
juicio, solicitó el acta de una concreta sesión de la asamblea general, y el consejo rector privó al socio requirente de
dicho derecho de información, por estimarlo perjudicial para los propios intereses de la cooperativa, sentenciando la
Sala que “en primer lugar, si se examina el art. 22 de la Ley de Cooperativas Andaluzas, dicha denegación por
poner en peligro los intereses de la Sociedad, solamente deberá producirse cuando se trate de información sobre
aspectos económicos o sociales (apartado 2), y no a las simples copias de los acuerdos de la asamblea (apartado
4), siendo además necesario que ello venga fundamentado en resolución motivada. [y], no ha quedado acreditado
cuál es el interés legítimo que se intenta proteger con la no entrega del acta”.

1120Aunque con carácter de obiter dicta, esta modalidad del derecho de información es analizada por la SAP Madrid
de 10 de mayo de 2005 [Civil] (Ar Jur 2005\156819).

1121La infracción de esta modalidad de derecho de información es causa de nulidad de los acuerdos adoptados por
la asamblea general. Como declara la SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\158721), “el art.
24.2.b de la Ley de Cooperativas contiene una de las manifestaciones del derecho de información del socio
cooperativista en que se concreta el contenido mínimo del derecho de información enunciado con carácter general
en el art. 24.1. Reconoce el citado precepto que el socio cooperativista tiene derecho a obtener los documentos que
han de ser sometidos a la asamblea general y tal derecho ha de ser expresamente mencionado en la convocatoria
de la asamblea general. Los acuerdos adoptados en una asamblea general en cuya convocatoria no se haya
mencionado tal derecho serán nulos por infracción de las normas legales sobre convocatoria”.

406
relación a los puntos contenidos en el orden del día. El segundo bloque informativo se cierne
sobre la actividad empresarial de la cooperativa y sobre la actividad cooperativizada de los
socios, y consiste en el derecho del socio a solicitar por escrito y recibir información sobre la
marcha de la cooperativa en los términos previstos en los estatutos; en este supuesto, el consejo
rector tiene la obligación de facilitar la información solicitada al socio, o, si se considera que es
interés general, a la asamblea más próxima a celebrar, incluyéndola en el orden del día. Esta
obligación solo tiene una causa de excusa: el consejo rector podrá negar la información
solicitada, cuando el proporcionarla ponga en grave peligro los legítimos intereses de la
cooperativa o cuando la petición constituya obstrucción reiterada o abuso manifiesto por parte de
los socios solicitantes1122. Dentro de esta información de contenido empresarial, se coloca
aquella otra específica que debe proporcionarse por la sociedad cooperativa a sus socios
cuando forme parte de otra sociedad y en lo que se refiere a su participación en ésta última, y
que ha sido objeto de atención singularizada por alguna Ley de sociedades cooperativas para
regular el tiempo en que debe prestarse --al menos anualmente--, y la forma --en la asamblea
general y como punto específico del orden del día--1123. Por último, el derecho de información
también puede ejercerse para conocer la real situación social y económica de socio, solicitando
del consejo rector, copia certificada de los acuerdos del consejo que afecten al socio, individual o
particularmente, y en todo caso a que se le muestre y aclare el estado de su situación económica
en relación con la cooperativa, así como el derecho del socio a solicitar por escrito y recibir
información sobre la marcha de la cooperativa que afecte de modo particular a sus derechos
económicos o sociales1124.

La información del socio no alcanza, en los términos en que se encuentra redactado el


contenido o conjunto de facultades que integran el derecho, a la visita de las instalaciones de la
sociedad cooperativa ni a contactar con los directivos y personal empleado. Sin embargo, estos
hechos son connaturales a la realización de actividad cooperativizada; es decir, que el desarrollo
material o físico de la actividad del socio requiere su asistencia a las instalaciones de la
cooperativa y su contacto directo con el personal del centro, de manera que la participación
orgánica del socio --de la que el derecho de información es una parte-- se complementa con la
participación económica --que se concreta esencialmente en la actividad cooperativizada,
además de en la aportación al capital--. Incluso el socio tiene vedado el derecho de investigar en
la contabilidad y en los libros sociales, facultades atribuidas a los auditores de cuentas, dado que
el objeto del derecho de información es que el socio tenga un conocimiento adecuado de la

1122Siguiendo la regulación contenida en la Ley estatal de cooperativas, estas excepciones no procederán cuando la
información haya de proporcionarse en el acto de la asamblea y ésta apoyase la solicitud de información por más de
la mitad de los votos presentes y representados y, en los demás supuestos, cuando así lo acuerde el comité de
recursos, o, en su defecto, la asamblea general como consecuencia del recurso interpuesto por los socios
solicitantes de la información. En todo caso, la negativa del consejo rector a proporcionar la información solicitada
podrá ser impugnada por los solicitantes de la misma por el procedimiento a que se refiere el artículo 31 de esta
Ley; además, respecto a los supuestos de las letras a), b) y c) del apartado 3 de este artículo, podrán acudir al
procedimiento previsto en el artículo 2166 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.

1123Así se prevé en el artículo 22.3.h) la Ley castellano-leonesa, conforme al cual “aquellas Cooperativas que
formen parte de otra, de segundo grado, vendrán obligadas a facilitar información a sus socios, al menos con
carácter anual, acerca de su participación en éstas, proporcionándose en Asamblea General y debiendo constar
como punto específico del orden del día.”

El régimen jurídico de las manifestaciones del derecho de información que se han expuesto, clasificadas de otra
1124

manera, ha sido analizado por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 36,
págs. 175 y sigts.

407
situación patrimonial de la sociedad y de los resultados del ejercicio1125. Tampoco puede el
derecho de información, al amparo de un pretendido control sobre la gestión social, abarcar una
petición de datos que en cantidad o en calidad pretenda obstaculizar la actividad social y ser
medio de presión contra los administradores1126.

IV. Aunque parezca sorprendente, el socio de una cooperativa al ejercitar su derecho de


información puede obtener más datos para la gestión de los negocios sociales, que el consejero
al ejercer el derecho de información que como tal le corresponde.

La diferencia en el terreno de la práctica se atenúa, dado que en la mayoría de los casos


aquél que sea consejero es, a la vez, socio, de manera que si así lo requiere para el desempeño
de sus funciones como consejero podría ejercer el derecho de información que le corresponde
como socio. Pero incluso así, el hecho de que la posición jurídica de socio cooperativista
contenga un derecho de información más intenso que la estricta posición de consejero sirve,
desde el punto de vista dogmático, para resaltar como en las cooperativas los instrumentos
técnicos que conforman la posición jurídica de socio fortalecen su derecho de gestión. Pero su
alcance no se queda en el plano teórico: desde el punto de vista práctico la dualidad de derechos
de información socio-consejero renace con toda su eficacia cuando exista la figura del consejero
no socio1127; cuando, en las cooperativas de primer grado, el consejero sea una persona jurídica,
que o bien deberá designar a una persona física para el ejercicio de las funciones propias del
cargo1128 o bien el consejero será el representante legal de la misma1129; y también en las
sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, donde los miembros del consejo rector
pueden ser elegidos de entre los miembros de las entidades socias de las mismas. En tales
casos, ni el consejero, ni la persona designada, ni el representante orgánico ni el miembro de la
entidad socia son socios y, sin embargo, ocupan el cargo de consejero.

1125 Así lo ha declarado la SAP Islas Baleares de 6 de octubre de 2005 [Civil] (Ar jur 2005\278610). En el mismo
sentido la SAP Pontevedra de 1 de febrero de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\55) afirma que al amparo del derecho de
información del socio “no es permitido investigar en la contabilidad y los libros sociales, y menos aún en toda la
documentación social” y en aplicación de tal criterio declara que “enviar escrito...en el que se exige la completa e
inmediata puesta a disposición de todo material contable…con buen criterio, se considera desorbitado o abusivo por
la Cooperativa y el órgano judicial”.

1126En la SAP Islas Baleares de 6 de octubre de 2005 [Civil] (Ar jur 2005\278610) se trata de “evitar que mediante
una utilización abusiva de este derecho de información los socios minoritarios puedan bloquear la actividad social” y
se deniega la petición de que “se aporte la práctica totalidad de la documentación social llegando hasta el extremo,
en relación con una explotación hotelera, de examen de todas las cuentas sociales y aportación de tickets de
consumiciones”.

1127Téngase en cuenta, al respecto, que, como regla general, tan solo podrán ser elegidos consejeros quienes
ostenten la condición de socios de la cooperativa. Únicamente hay consejeros no socios si los prevén los estatutos,
que podrán admitir el nombramiento como consejeros de personas cualificadas y expertas que no ostenten la
condición de socios. Además de la necesaria previsión estatutaria para la figura del consejero no socio, las Leyes
suelen establecer límites cuantitativos --que su número no exceda de un tercio del total de consejeros, por ejemplo--
y cualitativos --no podrán ser nombrados presidente ni vicepresidente, por ejemplo-- [los ejemplos se han tomado de
la Ley de cooperativas estatal (art. 34.2)]. Aunque poco a poco se va abriendo camino el denominado
heteroorganicismo, admitiendo las Leyes que para ser administrador no se requiera la condición de socio, salvo
disposición contraria de los estatutos (vid. art. 9.4 LSCEspeciales Extremadura)

1128 Así lo establece, por ejemplo, el artículo 34.1.III LCEstado.

1129 Esta es la opción que, por ejemplo, sigue el artículo 37.2 LSCExtremadura.

408
Ambas circunstancias justifican una breve atención a estos dos derechos de información
--el del socio y el del consejero-- para valorar el papel del socio en la gestión.

El obligado a dar satisfacción a la demanda de información del socio es el consejo


rector1130.Por esta razón, se presupone que el consejo rector cuenta con más información que el
socio que la pide. La reflexión es cierta si se anuda al consejo rector como órgano, pero deja de
serlo si se predica del consejero como miembro del órgano. La situación de desinformación
sobre la gestión es, teóricamente, incompatible con el órgano encargado de la gestión, lo que,
entre otras cosas significa que el consejo rector no podría alegar, frente a una petición de
información, que desconoce los datos solicitados, aunque por razones de eficacia organizativa la
gestión sea encomendada, con mayor o menor amplitud, a los directivos de la sociedad y sean
éstos los depositarios últimos de los datos que hayan de ofrecerse. En tales casos se pondrán
en marcha los mecanismos internos oportunos para que la información fluya desde el informado
al consejo rector y desde éste al socio demandante. Y si ni siquiera razones de desconcentración
de la gestión eximen al consejo rector de su obligación de informar al socio, mucho menos la
negligencia, de manera que pudiera el consejo escudarse en que como no atiende
diligentemente a la marcha de los asuntos de la sociedad cooperativa desconoce los extremos
sobre los que el socio pide información.

El derecho de información del consejero individualmente considerado tiene una


existencia jurídica difusa. Un sector doctrinal ha considerado que el consejero, fuera del consejo
de administración, no tiene facultades para exigir informaciones o para consultar directamente
los documentos sociales; aunque, esta doctrina se ha corregido por aquella otra que, sobre la
base de procurar a los consejeros datos con los que poder decidir y votar responsablemente y de
su obligación de firmar las cuentas anuales --que presupone comprobar su veracidad-- reconoce
al consejero facultades de verificación y control, no orgánicas, sino individuales 1131. Por ello, la
situación del consejero desinformado, posible no solo por negligencia de éste --lo que carece de
interés para el caso que aquí ocupa, siendo trascendente sobre todo en el terreno de la
responsabilidad por daños-- sino por ostracismo ocasionado por los demás consejeros, debe ser
considerada desde el punto de vista de la tutela jurídica.

De esta manera, puede afirmarse que el consejero es titular del derecho a la


información, como también lo es el socio. Pero respecto de ambos derechos de información, ni el
(i) régimen jurídico ni (ii) los obligados (iii) ni su tutela son coincidentes.

(i) El derecho de información del socio es esencialmente de configuración legal, su


contenido esencial está recogido en las Leyes de sociedades cooperativas, mientras que el

1130 Aunque no aborda directamente la cuestión dado que el asunto litigioso en de otra naturaleza, en la SAP Jaén
de 7 de junio de 2007 [Civil] (Ar Ac 2007\1968), se da por supuesto “el cumplimiento del deber de información del
Consejo Rector al socio”. Y en la SJMER Valencia nº 1 de 3 de mayo de 2005 (Ar Jur 2005\135809) también se
indica que son los miembros del consejo rector los obligados a informar, sin perjuicio de que haya otros obligados a
ello.

En el ámbito de las sociedades limitadas al derecho de información del socio se anuda el correlativo deber de
informar que recae sobre los administradores (vid. J. A. GARCÍA-CRUCES, “Derecho de información en la sociedad
de responsabilidad limitada (art. 196)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…,
págs. 1373.

Las ideas expuestas se han tomado de F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General
1131

de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, págs.
625 y 626.

409
derecho de información del consejero es básicamente de configuración convencional, se regula
en las reglas de funcionamiento del consejo rector fijadas en los estatutos sociales o en los
acuerdos de la asamblea general que traten, en su caso de este derecho 1132, y en su defecto
será el presidente del consejo rector asistido por el secretario el responsable de ofrecer a los
consejeros la información necesaria para el desempeño de sus funciones. La consecuencia
directa más importante que se deriva de esta diversidad de regímenes es que los acuerdos del
consejo rector que vulneren el derecho de información del socio son nulos, por contrarios a la
Ley, mientras que los que desconozcan el derecho de información del consejero son anulables,
por contrarios a los estatutos1133 --siempre que reconozcan el derecho de información del
consejero al regular el funcionamiento de los órganos sociales-- o --a falta de reconocimiento
estatutario-- suponen un acto ilícito del presidente y/o del secretario del consejo rector que
desatiende la demanda de información del consejero1134.

(ii) Como ya se ha adelantado, el obligado a facilitar información al consejero es el


presidente del consejo rector, asistido por el secretario 1135, mientras que la satisfacción del
derecho de información del socio es obligación del consejo rector1136.

(iii) El derecho de información del socio goza de una triple tutela: la cooperativa interna,
la jurisdiccional y la administrativa.

1132La naturaleza convencional del derecho de información del consejero se recoge en el Informe Olivencia cuando
recomienda que la normativa interna de cada sociedad reconozca formalmente el derecho de todo consejero a
examinar los libros, registros y documentos de cualquier clase, a contactar con los responsables de los distintos
departamentos y divisiones y a visitar las instalaciones y dependencias de la compañía (vid. Informe Olivencia en
www.cnmv.es, pág. 41).

1133 Así se regula, por ejemplo, en el artículo 37.2 en concordancia con el artículo 31.2 de la LCEstado.

1134 No hay conexión, en cuanto a su contenido entre el derecho de información del consejero y aquel otro derecho,
que también le corresponde, de asistir, deliberar y votar en las sesiones del consejo rector --son materialmente
diferentes--, aunque entre ellos pueda haber una relación instrumental --en la medida en que una completa y
oportuna información son presupuesto de una acertada deliberación y de un voto eficaz--. Interesa destacar esta
diferencia para evitar que vulneraciones del derecho de información del consejero sean calificadas como violaciones
del derecho de deliberación o del derecho de voto, con las consecuencias que ello puede tener en materia de
impugnación de acuerdos del consejo rector, dado que estos últimos derechos están reconocidos en las leyes [vid.,
p. ej., art. 162.a) LCEstado].

1135 Esta es la solución que se ha seguido en los informes sobre buen gobierno. Así, por ejemplo, el Informe
Olivencia señala que “la política de información del Consejo constituye una responsabilidad primaria del Presidente,
asistido por el Secretario. Uno y otro deben extremar el celo para lograr los objetivos indicados [de calidad y
cantidad de la información] y para conseguir que la información llegue a sus destinatarios con una anticipación
razonable” --la cursiva es mía-- (vid. Informe Olivencia en www.cnmv.es, pág. 32), y que “lo normal será que los
consejeros cursen sus solicitudes de información a través del presidente y del secretario y que éstos la atiendan,
facilitándose directamente la información, ofreciéndoles los interlocutores apropiados o arbitrando las medidas para
que puedan practicar in situ las diligencias de examen” (pág. 41).

1136 Vid., a título de ejemplo, los apartados 3 y 4 del artículo 16 LCEstado.

La doctrina también ha destacado que la instancia responsable de emitir la información al socio es el consejo rector,
salvo los supuestos potestativos de comisiones de información, y que este deber se cumplirá si un empleado de la
cooperativa funcionalmente identificado en los estatutos o expresamente habilitado por el consejo ofrece la
información solicitada (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 36,
pág. 173 y pág. 180).

410
La tutela cooperativa es un procedimiento para la protección del derecho de información
del socio que se desarrolla en el seno de la sociedad cooperativa ante sus órganos sociales. Es
una manifestación más de un fenómeno general de articulación de mecanismos internos de
solución de conflictos de socios con la cooperativa, del que forma parte el recurso interno que
puede plantearse ante el comité de recursos o la asamblea general contra las sanciones
acordadas por el consejo rector o contra el acuerdo del consejo rector relativo a la baja
obligatoria de un socio1137. Cuando el socio solicita al consejo rector información en los términos
legales o estatutarios, el consejo rector podrá negar la información solicitada en los casos en los
que proporcionarla ponga en grave peligro los legítimos intereses de la cooperativa o cuando la
petición constituya obstrucción reiterada o abuso manifiesto por parte de los socios solicitantes.
Sin embargo, el socio o socios solicitantes podrá frente a la negativa del consejo rector recurrir
ante el comité de recursos o, en su defecto, ante la asamblea general, y si así lo acordaren estos
órganos el consejo rector deberá proporcionar la información solicitada1138. También puede
considerarse como manifestación de la tutela cooperativa la prohibición de que la sanción
disciplinaria que puede imponer el consejo rector al socio consista en la suspensión del derecho
de información, que contienen algunas Leyes1139, y la posible creación en cada sociedad
cooperativa de órganos potestativos de información, o de garantías para el ejercicio del derecho
de información o la sumisión a arbitraje de los conflictos en materia de información1140

Por su parte, la tutela jurisdiccional puede impetrarse por el procedimiento de jurisdicción


voluntaria de exhibición de libros y documentos al socio que se regula en el artículo 2166 LEC de
1881 en relación con el apartado 1. 1º de la disposición derogatoria única LEC de 2000, y por el
que el socio que quiera ejercer el derecho de información podrá acudir por escrito al Juez, y éste
ordenará que se le pongan de manifiesto los libros y documentos de la cooperativa que quiera
examinar 1141; y por el procedimiento de impugnación de acuerdos sociales, no solo del acuerdo

Sobre las razones que avalan la introducción del referido órgano en las cooperativas de cierta dimensión vid. N.
1137

PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º..., artículo 70, págs. 122 a 124.

1138Esta tutela se contempla entre otros, en los artículos 16.4.I LCEstado; 28.4.I LSCExtremadura; 23.3.I LCGalicia;
22.3.g).I LCCastilla y León; 22.3.I LCIslas Baleares; 26.2.c).II LCValencia --en esta Ley solo mediante acuerdo de la
asamblea general--, 27.4.II LSCMurcia; 30.3.I LCAsturias y 36.3.I LCCastilla-La Mancha.

1139Vid. arts. 18.4 LCEstado; 25.4.II LCGalicia; 28.6.II LCLa Rioja; 24.4 LCCastilla y León 31.2 LCIslas Baleares;
32.4 LSCMurcia y 21.2.d) LSCAndalucía.

La prohibición de suspender el derecho de información obedece al propósito de cortar de raíz posibles abusos de
los consejos rectores, pero puede llevar al absurdo de tener que seguir informando a un socio sancionado por haber
infringido, precisamente, la obligación de guardar secreto, como ha destacado N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 36, pág. 174.

1140Como así ha propuesto M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y
las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado
de Derecho mercantil…, pág. 180.

1141Este procedimiento solo puede tener por objeto determinadas modalidades del derecho de información, que
siguiendo el patrón de la LCEstado son el de recibir copia de los estatutos sociales y, si existiese, del Reglamento
de régimen interno y de sus modificaciones, el libre acceso a los Libros de Registro de socios de la cooperativa, así
como al Libro de Actas de la Asamblea General y obtener copia certificada de los acuerdos adoptados en las
Asambleas Generales, y a recibir del Consejo Rector, copia certificada de los acuerdos del Consejo que afecten al
socio y a que se le muestre y aclare, en un plazo no superior a un mes, el estado de su situación económica en
relación con la cooperativa (art. 16.4.II). Su alcance limitado, a propósito de la Ley estatal de 1987 fu puesto de

411
del consejo rector por el que se niegue a proporcionar la información solicitada por el socio --
respecto del que podría pretenderse judicialmente la condena a su entrega--, sino principalmente
del acuerdo de la asamblea general adoptado infringiendo el derecho de información 1142, en este
procedimiento se demandaría la declaración de nulidad de pleno derecho y la condena a
informar por los trámites del juicio ordinario1143, y además podría demandarse la nulidad de los
acuerdos que traigan causa de la vulneración del derecho de información.

Además, el derecho de información del socio representa un interés protegido por el


Derecho sancionador administrativo. Las Leyes españolas de cooperativas tipifican como
infracción la transgresión de los derechos del socio en materia de información1144.

Esta batería de mecanismos protectores contrasta con la ausencia de acción para


proteger el derecho de información del consejero. En las Leyes de cooperativas no se regula
ningún procedimiento para que el miembro del consejo rector haga efectiva su demanda de
información. La tutela será de naturaleza convencional, prevista en los estatutos sociales o en
acuerdos de la asamblea general1145.

manifiesto por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 36, pág. 183.

1142La citada SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\158721), al proteger el derecho a obtener los
documentos que han de ser sometidos a la asamblea general, derecho que ha de ser expresamente mencionado en
la convocatoria de la asamblea general, declara que “los acuerdos adoptados en una asamblea general en cuya
convocatoria no se haya mencionado tal derecho serán nulos por infracción de las normas legales sobre
convocatoria”.

Este juicio es el adecuado según se desprende de los artículos 16.4. II y 31.5 LCEstado, 207 y 251.2 TRLSC y
1143

249.3º LEC.

1144La tónica general de las Leyes españolas de cooperativas es describir el correspondiente tipo como transgresión
de los derechos del socio en materia de información, y tipificarlo como infracción grave [arts. 38.2.f) TRLISOS; 173.f)
LSCExtremadura; 139.2.2.a) LCGalicia; 135.2.e) LCCataluña; 147.3.b) LCIslas Baleares; 117.5.d) LCValencia y
160.3.c) LCCastilla-La Mancha] o, incluso, muy grave [art. 123.4.a) LSCAndalucía]. De esta técnica normativa se
separan las Leyes que protegen el derecho de información junto con los demás derechos de los socios tipificando
como infracción grave la transgresión generalizada de los derechos de los derechos de los socios [arts. 94.5.i)
LCAragón y 205.2.f) LCAsturias], la trasgresión no ocasional de los derechos legales de los socios [art.
133.4.f)LCMadrid], la transgresión injustificada y reiterada de los derechos de los socios [139.3.f) LSCMurcia], o
simplemente la transgresión de los derechos de los socios [art. 137.2.f) LCCastilla y León].

La regla general de tipificación de la infracción como grave quiebra en las Leyes riojana [art. 140.1.3.d)] y vasca (art.
131.5), que la tipifican respectivamente como muy grave y leve, aquélla como transgresión generalizada de los
derechos de los derechos de los socios y en particular el derecho de información, y ésta dentro de un tipo en blanco
que considera infracción leve cualquier transgresión de la ley de cooperativas que no esté incluida dentro de las
infracciones muy graves o graves. La Ley navarra no regula en derecho sancionador cooperativo, de manera que el
derecho de información del socio cooperativo navarro carece de este mecanismo de tutela. En el caso navarro no
puede aplicarse supletoriamente la Ley estatal de infracciones y sanciones en el orden social (arg. ex. art. 149.3
CE), porque no se trata de una falta de norma de aplicación directa, sino de la opción legislativa de no regular un
régimen sancionador cooperativo, como lo demuestra que en el tránsito de Leyes navarras de cooperativa no se
haya abordado esta materia.

1145En el ámbito de las sociedades cotizadas se ha recomendado que, aunque lo normal es que el presidente, con
la asistencia del secretario, del consejo de administración atienda las solicitudes de información de los consejeros,
se arbitren medidas para dirimir los conflictos que puedan suscitarse cuando las peticiones de información sean
denegadas, retrasadas o defectuosamente atendidas (vid. Informe Olivencia en www.cnmv.es, pág. 41).

412
La fortaleza del derecho de información del socio en las sociedades cooperativas, en
comparación con el derecho que corresponde al consejero, responde a las notas tipológicas de
la participación económica y de participación orgánica.

V. Las medidas preventivas que la asamblea general puede acometer respecto del
derecho de información del socio afectan a la forma y el tiempo de la información, y pueden
traducirse en comisiones de información.

La forma en la que la información sea proporcionada determina su procesado por el


socio. La información al socio no debe ser excesivamente amplia, lo que dispersaría la atención
de los datos relevantes, ni reducida, lo que sustraería al socio datos o explicaciones de los
mismos1146.

En cuanto al tiempo, la información suele contemplarse de manera puntual, como objeto


de un derecho ejercido por el socio, pero también debe analizarse en una vertiente periódica,
como contenido de una obligación del consejo rector que no resulta del ejercicio de un derecho
subjetivo. Dejando a un lado la información financiera que deben hacer pública las sociedades
cooperativas mediante el depósito de sus cuentas anuales en el Registro de Sociedades
Cooperativas competente y en el Registro Mercantil1147, son escasas las Leyes que obligan a los
órganos de la cooperativa a periodificar su información. Debe destacarse la previsión de la Ley
cooperativas del País Vasco que impone a los administradores el deber de informar a los socios
o a los órganos que los representen, trimestralmente al menos y por el cauce que estimen
conveniente, de las principales variables socio-económicas de la cooperativa (art. 24.6), y de la
Ley navarra que ordena al consejo rector que dos veces al año presente a los socios un informe
sobre la marcha de la cooperativa [art. 26.2.c)].

El tiempo en que la información ha de ser ofrecida al socio, importante con carácter


general, presenta un valor añadido en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, dado
que sus socios son personas jurídicas que cuentan a su vez con más socios y con equipos
técnicos, dentro de los cuales habrá personas formadas, incluso expertas en las diversas áreas
funcionales de la empresa cooperativa, capaces de valorar la información y de preparar al
representante de la entidad socia en la asamblea general de la cooperativa de segundo o ulterior
grado para el adecuado sentido de su voto. Por ello, la información de la sociedad cooperativa

1146 De la trascendencia de este aspecto de la información ya se hizo eco el Informe Olivencia al afirmar, cuando
trata de la información que debe proporcionarse a los consejeros, que “ha de atenderse a la cantidad de la
información y a su calidad”, “respecto a la cantidad debe evitarse tanto la escasez de información como el exceso de
documentación.”, orientándose “hacia los aspectos más relevantes, hacia el núcleo del asunto”; y “respecto a la
calidad de la información, es importante que los consejeros reciban no solo -como frecuentemente sucede--
información histórica o financiera, sino también información tanto de carácter cualitativo como previsional”.

Mucho antes de ese informe el Derecho cooperativo ya se había ocupado de esta cuestión exigiendo que los datos
proporcionados con la información han de estar orientados “a proporcionar a los cooperadores una noticia cabal,
veraz y clara de la situación económica, financiera y patrimonial de la entidad” [art. 23.2.c) del Reglamento de 1978].

1147Sobre la obligación de las sociedades cooperativas de depositar sus cuentas anuales en el Registro Mercantil --
como todos los empresarios (art. 365.1 RRM)-- y, a la vez, en el Registro de Sociedades cooperativas que resulte
competente --cuando la Ley reguladora de la cooperativa a sí lo prevea-- vid. M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “La
experiencia registral cooperativa en la Comunidad Autónoma de Extremadura”, Consideraciones sobre la legislación
cooperativa autonómica..., págs. 190 a 194. Este doble depósito no se exige a las sociedades cooperativas
extremeñas, dado que sus cuentas anuales no han de depositarse en el Registro autonómico de sociedades
cooperativas (art. 17 LSCExtremadura).

413
de segundo o ulterior grado a sus entidades socias deberá contar con la circunstancia de que, a
su vez, esta información tiene como destinatarios a los socios de estas últimas.

La competencia de facilitar información al socio, y por lo tanto la determinación de cuál


es su calidad y su cantidad --forma--, así como su periodicidad --tiempo--, corresponde al
consejo rector, como contenido de su competencia de gestión. Así mismo, es materia que integra
la competencia de gestión, y por lo tanto con carácter general atribuida al consejo rector, la
función consistente en decidir qué información ha de darse y cómo ha de ser expuesta --
contenido--. Ahora bien, en la medida en que la forma, el tiempo y el contenido de la información
condicionan el conocimiento por el socio de los elementos circundantes al ejercicio de sus
derechos de participación, deben ser objeto de control y supervisión por la propia asamblea
general. Concretamente, en las sociedades cooperativas en las que el socio, a través de la
actividad cooperativizada, participa en el flujo real de la empresa, la información no estrictamente
financiera, la que tiene que ver con las tendencias del mercado, con los canales de distribución,
con los estándares de calidad, con la presentación de los productos o la prestación de los
servicios, con la satisfacción de la clientela, con la posición de los competidores, con la evolución
de las políticas públicas referentes a la actividad de la empresa, en definitiva con todos aquellos
datos que permitan al socio aprobar la política general de la cooperativa y acomodar a los
mismos el contenido de su actividad cooperativizada, revisten una especial significación.

En esta línea, es posible otorgar al socio un mayor protagonismo en este terreno, a


través de los estatutos sociales o de la asamblea general. En las Leyes españolas de
cooperativas se regula la posibilidad específica de que los estatutos sociales o la asamblea
general creen y regulen la existencia de comisiones con la función de actuar como cauce e
instrumento que facilite la mayor información posible a los socios sobre la marcha de la sociedad
cooperativa1148, o se permite, de manera genérica, la creación de comisiones, comités o
consejos de carácter consultivo o asesor1149, o de órganos sociales facultativos distintos de los
necesarios1150 o delegadas de la asamblea general1151 --que pudieran ser de naturaleza
informativa-- o con funciones concretas y determinadas --que también pudieran ser funciones
informativas--. Estas figuras, vicarias de los socios, trabajarían la información que ha de
proporcionarse al socio y garantizarían su correcta calidad y cantidad.

VI. En el plano de la titularidad, además del derecho del socio a la información existe un
derecho del órgano de los socios a la información.

En principio, para que la asamblea general pueda ejercer este derecho orgánico el
proceso de información ha de iniciarlo el socio ejerciendo su derecho individual o de la minoría a
la información. Si se circunscribe el análisis a la legislación estatal, cuyo régimen se contiene en
el artículo 16.3 LCEstado, tomándola como referente común, resulta que el socio dispone de dos
modalidades del derecho de información que pueden desencadenar la exigencia de la misma por

1148 Vid. arts. 24.9 LSCExtremadura; 22.3.g) III LCCastilla y León y 50.1 LCIslas Baleares. La función de información
es una de las que corresponden al comité técnico que los estatutos de las cooperativas andaluzas puede regular
[art. 43.2.e) LSCAndalucía].

Vid. arts. 48 LCMadrid; 60 LCLa Rioja --que limita la duración inicial de estas comisiones a dos años como
1149

máximo-- y 42.2 LCAsturias.

1150 Vid. art. 41 LCCastilla-La Mancha.

1151 Vid. arts. 29.II LCValencia y 41.1 LCCastilla-La Mancha.

414
la asamblea general: información sobre los puntos del orden del día de una asamblea general, e
información general sobre la cooperativa. La primera modalidad es exclusivamente individual, y
consiste en el derecho a solicitar por escrito, con anterioridad a la celebración de la Asamblea, o
verbalmente en el transcurso de la misma, la ampliación de cuanta información considere
necesaria en relación a los puntos contenidos en el orden del día, debiendo el consejo rector
responder en la sesión asamblearia o fuera de la asamblea, por la complejidad de la petición
formulada. La segunda modalidad puede ser objeto de un derecho individual o de un derecho de
la minoría; individualmente, el socio puede solicitar por escrito y recibir información sobre la
marcha de la cooperativa1152 en los términos previstos en los estatutos, en cuyo caso el consejo
rector deberá facilitar al socio la información solicitada o, si se considera que es interés general,
en la asamblea más próxima a celebrar, incluyéndola en el orden del día; y colectivamente, el 10
por ciento de los socios de la cooperativa, o cien socios, si ésta tiene más de mil, pueden
solicitar por escrito al consejo rector la información que consideren necesaria, y éste deberá
proporcionarla también por escrito, en un plazo no superior a un mes. Obsérvese cómo la
titularidad del derecho condiciona los presupuestos para su ejercicio, de manera que cuando el
derecho es individual serán los estatutos los que regulen la forma de solicitar y obtener la
información sin que la Ley señale límites expresos, mientras que cuando se trata de un derecho
de la minoría la Ley obliga al consejo rector a proporcionar la información solicitada.

Una vez que el o los socios han solicitado información al consejo rector y éste no la haya
proporcionado es cuando entra en juego en el proceso informativo la asamblea general. El
artículo 16.3 de la Ley estatal señala que ejercitado el derecho de información, en los supuestos
anteriormente expuestos, el consejo rector podrá negar la información solicitada, cuando el
proporcionarla ponga en grave peligro los legítimos intereses de la cooperativa o cuando la
petición constituya obstrucción reiterada o abuso manifiesto por parte de los socios solicitantes;
pero añade también que estas excepciones no procederán cuando la información haya de
proporcionarse en el acto de la asamblea y ésta apoyase la solicitud de información por más de
la mitad de los votos presentes y representados y, en los demás supuestos, cuando así lo
acuerde [el comité de recursos, o, en su defecto,] la asamblea general como consecuencia del
recurso interpuesto por los socios solicitantes de la información. Junto a esta garantía
asamblearia del derecho de información, la Ley regula una garantía judicial, al prever que en
todo caso, la negativa del consejo rector a proporcionar la información solicitada podrá ser
impugnada por los solicitantes de la misma por el procedimiento de impugnación de acuerdos
sociales.

Con rigor formal, el poder que se atribuye a la asamblea general en el proceso de


información regulado en el artículo 16.3 de la Ley estatal --y concordantes de las Leyes
autonómicas-- no supone el ejercicio de un derecho de información del que sea titular como
órgano social. Aquí la asamblea general desempeña una función de garantía de un derecho
ajeno --del socio o de la minoría--. Sin embargo, como el resultado de esta garantía será la
exigencia de la información al consejo rector, siempre que la asamblea general así lo acuerde, el
ejercicio de estos derechos de información, contemplado en su globalidad, se inicia por el socio y
se continúa por la asamblea. La complementariedad en el ejercicio tiene su explicación en el
objeto del proceso informativo en las modalidades del derecho aquí analizadas --información
sobre los puntos del orden del día e información general sobre la cooperativa--, que trasciende al
interés individual del socio [cuando la información solicitada afecta individualmente al socio la

1152 Este derecho individual a la información puede referirse además de a la marcha de la cooperativa --asunto de
interés colectivo-- a sus derechos económicos o sociales --asunto de interés particular del socio-- [vid. p. ej. art.
16.3.f) LCEstado].

415
Ley regula otros derechos para su exigencia y otras garantías1153] para afectar a los intereses
colectivos de todos los socios --porque atañe a datos y hechos de interés social cuyos efectos se
comunican al resto de los socios1154--. La complementariedad en el plano del ejercicio presupone
la complementariedad en terreno de la titularidad.

La utilidad de destacar la complementariedad de la titularidad socio-asamblea general de


los derechos de información sobre los puntos del orden del día y sobre la cooperativa en general,
tiene su justificación en desentrañar cómo en la legislación cooperativa existe una tendencia a
atribuir competencias a la asamblea en materia informativa. Este principio, que se deduce del
sistema de órganos sociales de la cooperativa, permite afirmar que la asamblea general puede
exigir al consejo rector, mediante el correspondiente acuerdo, la información que estime
pertinente sobre cualquier asunto que afecte, directa o indirectamente, al interés social, ya se
refiera a la marcha de la cooperativa o ya ataña a uno o varios socios, aunque esta competencia
no vena atribuida expresamente por las Leyes --ni se prevea en los estatutos sociales--. Y es
que una de las claves para que la competencia gestora de la asamblea general sea ejercida
eficazmente es que ella y los socios estén informados. Este presupuesto ha sido considerado
esencial en los informes sobre buen gobierno de las sociedades cotizadas respecto de los
miembros del consejo de administración, órgano de gestión de la sociedad1155.

1153El socio tendrá derecho como mínimo a --según dispone el artículo 16.3 LCEstado--:
“a) Recibir copia de los Estatutos sociales y, si existiese, del Reglamento de régimen interno y de sus
modificaciones, con mención expresa del momento de entrada en vigor de éstas.
b) Libre acceso a los Libros de Registro de socios de la cooperativa, así como al Libro de Actas de la Asamblea
General y, si lo solicita, el Consejo Rector deberá proporcionarle copia certificada de los acuerdos adoptados en las
Asambleas Generales.
c) Recibir, si lo solicita, del Consejo Rector, copia certificada de los acuerdos del Consejo que afecten al socio,
individual o particularmente y en todo caso a que se le muestre y aclare, en un plazo no superior a un mes, el estado
de su situación económica en relación con la cooperativa”.

Estos derechos estrictamente individuales cuentan con la protección que les proporciona el procedimiento previsto
en el artículo 2.166 de la LEC 1881, que queda en vigor --por estar ubicado en su Libro III-- hasta la vigencia de la
Ley sobre Jurisdicción Voluntaria (apartado 1.1º de la disposición derogatoria única de la LEC 2002).

1154 Existe una modalidad del derecho de información intermedia entre las anteriores, por el doble dato de que en su
ejercicio solo interviene el socio sin que exista la garantía de la asamblea general, y de que se refiere a cuestiones
de interés general. Es el derecho del socio de examinar en el domicilio social y en aquellos centros de trabajo que
determinen los Estatutos, en el plazo comprendido entre la convocatoria de la Asamblea y su celebración, los
documentos que vayan a ser sometidos a la misma y en particular las cuentas anuales, el informe de gestión, la
propuesta de distribución de resultados y el informe de los Interventores o el informe de la auditoría, según los casos
[art. 16.3.d) LCEstado].

1155 La información de los consejeros ha sido un instrumento de gobierno corporativo desde el Informe Olivencia,
cuando postulaba “la adopción de las medidas necesarias para asegurar que los consejeros tengan acceso antes de
las reuniones a la información relevante y que dicha información les llegue con la antelación precisa” (vid. Informe
Olivencia en www.cnmv.es, pág. 32), que se mantiene en el Código Unificado de Buen Gobierno, al recomendar
“que todos los consejeros puedan hacer efectivo el derecho a recabar la información adicional que juzguen precisa
sobre asuntos de la competencia del Consejo”, motivando esta recomendación en que “disponer de una información
completa y veraz sobre la situación de la empresa y su entorno es esencial para que el consejero pueda cumplir con
eficacia su función de supervisión y desempeñar las demás responsabilidades que le encomiendan las Leyes. Por
ello, las sociedades deberán articular los cauces o mecanismos necesarios para el ejercicio efectivo de ese
derecho” (vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código
Unificado de Buen Gobierno, II. Recomendación 23 pág. 22, en www.cnmv.es).

416
En conclusión, la exigencia de información por la asamblea general puede ser objeto de
un derecho conexo con el derecho de información del socio y de un derecho de la propia
asamblea.

VII. No regula la Ley estatal --ni la generalidad de las Leyes autonómicas-- la obligación
del consejo rector de suministrar información a la asamblea general, sin necesidad de la previa
exigencia por parte de ésta1156. Tampoco existe esta obligación en relación con los socios1157.

La información obligatoria que se echa en falta no es la que se contiene en la memoria o


en el informe de gestión, que se define en la Ley y que tiene una periodicidad anual y una
publicidad general a través de su depósito en el Registro de Sociedades Cooperativas y en el
Registro Mercantil. Tampoco es la que se ofrece en los procedimientos de transformación, fusión
o escisión. Su contenido, y por consecuencia de éste, su periodicidad y su difusión deben ser
objeto de regulación por parte de los estatutos o de una instrucción de la asamblea general.

La información obligatoria no regulada es la que debería referirse a todos los aspectos


de la actividad empresarial de la sociedad cooperativa --no solo el contable-- durante su
funcionamiento ordinario --no la que se ofrece en la transformación, fusión y escisión--, y
comprensiva de datos sobre las siguientes materias:

a)Sobre la política empresarial proyectada y otras cuestiones fundamentales de la


gestión futura.

Esta obligación es la que tradicionalmente tienen los administradores respecto de la


junta general, y la que, en los sistemas dualistas, tiene la dirección respecto del consejo de
vigilancia1158. Su contenido en sociedades cooperativas se reduce considerablemente dado que
la política proyectada es aprobada por la asamblea general, y no por el órgano de administración
(vid., p. ej, art. 21.1 LCEstado) con lo que su función no sería informar a la asamblea general
sobre la política empresarial decidida sino la de ilustrar a los socios para que acierten en la
aprobación de la política general de la cooperativa. El aspecto más relevante de esta información
será la referente a la gestión futura, que comprenderá aspectos como la transformación de los
métodos de trabajo, del programa de producción y la vinculación con otras empresas1159.

1156 Esta obligación de informar del consejo rector no se regula, con carácter general en la legislación autonómica,
salvo algunas excepciones. Destacan a este respecto, como ya se ha indicado antes, las Leyes vasca y navarra que
impone la mencionada obligación de informar pero con respecto a los socios, no a la asamblea. La primera señala
que “en todo caso, los administradores deberán informar a los socios o a los órganos que los representen,
trimestralmente al menos y por el cauce que estimen conveniente, de las principales variables socio-económicas de
la cooperativa (art. 24.6); y la segunda indica que “dos veces al año el Consejo Rector presentará a los socios un
informe sobre la marcha de la cooperativa” [art. 26.2.c)].

1157 En el ámbito de las sociedades cooperativas, la SAP Barcelona de 22 de febrero de 2007 [Civil] (Ar Jur
2007\244844), ha declarado al respecto que “si el socio no toma la iniciativa, su derecho de información no se
ejercita, ya que es a petición de los mismos y desde el momento de la convocatoria cuando los administradores
habrán de hacerles accesible la información documental relativa a los propuestos acuerdos de aprobación”.

Como sucede en la Ley alemana de 1965 (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
1158

anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 240).

1159Estas cuestiones concretas de han incluido dentro de la noción de “gestión futura” por G. ESTEBAN VELASCO,
El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 240.

417
b)Sobre la rentabilidad de la cooperativa. La información no debe referirse al rendimiento
del capital social y las reservas de la sociedad, como sucede en las sociedades de capital, sino a
la rentabilidad de la actividad cooperativizada que es el verdadero interés que el socio tiene en la
cooperativa.

c)Sobre la marcha de los negocios, que, para diferenciarla de la situación anterior se


referirá a las actividades que integran el objeto social.

d)Sobre los negocios que puedan ser de considerable importancia para la rentabilidad y
liquidez de la sociedad, tales como la adquisición o venta de un establecimiento o la fundación
de una sucursal --que si supone una alteración de la estructura económica de la cooperativa será
competencia de la asamblea general--, o la aceptación de un gran pedido1160.

e)Sobre cualquier otro acontecimiento importante. La determinación de la importancia


del asunto dependerá no solo del asunto mismo, sino de la dimensión de la empresa, y podría
referirse a aspectos tales como pérdidas sustanciales, necesidad de operaciones con terceros, o
incremento peligroso de la morosidad1161.

Como se ha dicho antes, considerando como fuente a la Ley, esta obligación de informar
no existe. Pero nada impide que sea impuesta por los estatutos sociales (arg. ex. art. 10.1 in fine
LCEstado, por ejemplo) o que sea el objeto de un instrucción de la asamblea general (art. 21.1,
párrafo segundo LCEstado). Esta información obligatoria es también un instrumento de control
de la gestión social, y también de naturaleza autónoma, independiente de otro u otros derechos
de la asamblea general [o del socio].

El objeto de esta información obligatoria puede delimitarse con precisión en el acto


societario que se adopte --aludiendo, por ejemplo, a la evolución de los precios de la actividad
cooperativizada--, o puede indicarse mediante conceptos jurídicos indeterminados --tales como
marcha de la sociedad, acontecimientos importantes, repercusiones sensibles…--. Esta segunda
técnica es la más extendida en todos aquellos casos en que las leyes imponen al órgano de
administración la obligación de informar al margen de las cuentas anuales 1162. Con
independencia de la forma en que se determine, el objeto de la información obligatoria no tiene
más límites que la actividad cooperativizada y el objeto social.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1160

Derecho español.., pág. 241.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1161

Derecho español.., pág. 242.

1162 El artículo 41 del Estatuto de la Sociedad Anónima Europea. Señala que “el órgano de dirección informará al
órgano de control, como mínimo cada tres meses, acerca de la marcha de los asuntos de la SE y de su evolución
previsible” (ap. 1) y que “además de la información periódica a que se refiere el apartado 1, el órgano de dirección
comunicará a su debido tiempo al órgano de control cualquier información sobre hechos que puedan tener
repercusiones sensibles en la situación de la SE” (ap. 2).

Otro tanto sucede respecto de la Sociedad Cooperativa Europea, cuyo Estatuto, en el artículo 40, intitulado derecho
de información, seña que “el órgano de dirección informará al órgano de control, como mínimo cada tres meses,
acerca de la marcha de los asuntos de la SCE y de su evolución previsible, teniendo en cuenta cualquier
información sobre las empresas controladas por la SCE que pueda influir de forma significativa en la marcha de los
asuntos de esta última” (ap. 2), y que “además de la información periódica a que se refiere el apartado 1, el órgano
de dirección comunicará a su debido tiempo al órgano de control cualquier información sobre hechos que puedan
tener repercusiones sensibles en la situación de la SCE” (ap.2).

418
La información obligatoria podrá ser periódica o inmediata, esta última cuando la materia
a informar deba ser trasladada a sus destinatarios con rapidez. La periódica, como consecuencia
de su diferencia con la información contenida en la memoria anual y en el informe de gestión,
esta otra información obligatoria deberá tener una regularidad inferior a la anual, por ejemplo
trimestral.

El carácter no permanente de la asamblea general dificulta la información sin demora o


inmediata. Ahora bien, esta dificultad no significa imposibilidad --de hecho el órgano de control
de la sociedad cooperativa europea también es un órgano no permanente, y esta circunstancia
no le impide se destinatario de información obligatoria por parte del órgano de administración--,
de manera que los estatutos o la instrucción al regular esta información obligatoria podrán
disponer, si concurren determinadas circunstancias, que el consejo rector convoque una
asamblea general1163, o podrán crear y regular la existencia de comisiones con la función de
actuar como cauce e instrumento que facilite la mayor información posible a los socios sobre la
marcha de la sociedad cooperativa (vid., p. ej., art. 24.9 LSCExtremadura). Adicionalmente,
podrán articularse mecanismos de comunicación alternativos a la reunión presencial de los
socios: cartas, correos electrónicos, accesos restringidos en las páginas web de la cooperativa.
Además, la presencia del socio en la cooperativa con ocasión de la actividad cooperativizada
facilita la información que deba ofrecer el consejo rector.

2.4.1.2. El debate general.

La asamblea general podrá debatir sobre cualquier asunto de interés para la


cooperativa, siempre que conste en el orden del día (vid., p, ej., art. 21.1 LCEstado).

Con esta competencia la asamblea puede emitir su opinión sobre asuntos de gestión.
Para ello, debe interpretarse la norma no en su sentido literal, lo que limitaría la función al mero y
estricto debate sin plasmación en una resolución asamblearia, sino en sentido teleológico,
acudiendo a la finalidad de control que se anuda a esta competencia, de forma que tras el
debate la asamblea pueda fijar su posición sobre el asunto debatido adoptando el
correspondiente acuerdo.

A pesar de su amplitud --debatir sobre cualquier asunto--, las materias sobre las que la
asamblea puede debatir y emitir opinión son todas aquellas sobre las que la asamblea general
no tenga competencia para adoptar acuerdos vinculantes. Respecto de éstas últimas debe
seguirse el procedimiento que para la adopción del correspondiente acuerdo señalen las Leyes y
los estatutos sociales --p. ej., nombramiento de cargos, acciones de responsabilidad,
transformación, fusión o escisión, disolución…--. A esta conclusión parece abocar la regulación
legal del debate general. La Ley a la par que reconoce a la asamblea general el derecho a

1163No debe haber obstáculos a que en los estatutos sociales o en la instrucción de la asamblea se obligue al
consejo rector a convocar una sesión de esta última. Si tomamos como referente para el análisis a la Ley estatal, el
hecho de la esta norma prevea que la asamblea general extraordinaria será convocada a iniciativa del consejo
rector, a petición efectuada, fehacientemente, por un número de socios que representen el veinte por ciento del total
de los votos o, si lo prevén los estatutos, a solicitud de los Interventores (art. 23.3 LCEstado), no significa que
únicamente entren en juego en esta decisión de convocar el consejo rector, la minoría de socios y los interventores,
como lo demuestra el hecho de que la misma Ley, en otro precepto, atribuye a la propia asamblea la competencia
para adoptar el acuerdo de convocar una nueva asamblea (art. 28.4 LCEstado). Esta última norma encierra un
poder de disposición de la asamblea sobre su propio régimen de funcionamiento que albergaría no solo el acuerdo
de autoconvocarse sino la orden al consejo rector de que formula una convocatoria en determinadas circunstancias.

419
debatir sobre cualquier asunto de interés para la cooperativa, limita su alcance con la siguiente
frase que se inicia con una conjunción adversativa: “pero únicamente podrá tomar acuerdos
obligatorios en materias que esta Ley no considere competencia exclusiva de otro órgano social”
(art. 21.1 LCEstado). Sin embargo, debe admitirse que a través del procedimiento de debate
general pueda la asamblea general ser consultada y emitir su opinión sobre asuntos subsumibles
en otros títulos competenciales, pero respecto de los cuales aún no se va a pronunciar con
efectos obligatorios y por el procedimiento adecuado. En definitiva el criterio para construir el
contenido de esta competencia no es material --las materias sobre las que la asamblea no tenga
otra competencia--, sino funcional --los poderes que se derivan de su ejercicio--, de manera que
será susceptible de debate general cualquier materia de interés para la cooperativa siempre que
respecto de ella no se adopten acuerdos obligatorios.

La intervención de la asamblea general en la gestión al abrigo de esta competencia debe


ser previa, anterior a la actuación gestora que vaya a realizar el consejo rector. El control de la
gestión a posteriori es el objeto de otra competencia de la asamblea, concretamente la de
examen de la gestión, que se analiza más abajo. El carácter previo dota a esta medida de control
de un eficacia práctica muy interesante, porque permite al consejo rector conocer la opinión de la
asamblea general antes de su actuación, lo que supone la posibilidad de reorientar su decisión o
incluso de abandonarla1164.

La iniciativa para el debate corresponde a quienes tengan poder para configurar el orden
del día --el consejo rector, un determinado o determinable número de socios, o los interventores
(art. 24.2 LCEstado)--, debido a que la posibilidad de debatir por parte de la asamblea se
condiciona en la Ley a que conste en el orden del día. La dicción legal permite interpretar este
presupuesto con cierta flexibilidad. Señala la Ley que la asamblea “podrá debatir sobre cualquier
[otro] asunto de interés para la misma [la cooperativa], siempre que conste en el orden del día”,
exigencia que quedaría satisfecha cuando en un punto se recogiera expresamente el debate
sobre un determinado asunto --del que se derivaría un acuerdo no obligatorio-- y también cuando
respecto de un asunto incluido en el orden del día sobre el que la asamblea puede adoptar
acuerdos obligatorios, se limite a debatir y opinar sin fuerza vinculante. Es decir, el requisito de la
previa inclusión en el orden del día se cumple tanto con un punto de debate ad hoc, cuanto con
un debate sobre cualquier otro punto.

Con carácter general, esta competencia de la asamblea general no produce impacto


excluyente sobre la responsabilidad de los miembros del consejo rector. El hecho de que el
consejo rector actúe en su gestión siguiendo la opinión manifestada por la asamblea general no
es causa de exoneración de la responsabilidad. Ahora bien, sí debe tenerse en cuenta en un
caso: la atenuación de la responsabilidad por daños frente a la propia cooperativa --no frente a
socios que emitieron una opinión contraria y frente a terceros-- en la medida en que esta forma
de actuar presupone el cumplimiento de su deber de diligencia. Téngase en cuenta que la ley
únicamente excluye la posibilidad de descargo en los casos de aprobación de las cuentas
anuales1165, pero no cuando el consejo rector sigue en la gestión la opinión de la asamblea
general.

Este aspecto ha sido destacado por G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
1164

Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 464.

1165Así, el artículo 42.3 LSCExtremadura señala que “la aprobación, por la Asamblea General, del Balance, Cuenta
de Pérdidas y Ganancias, la propuesta sobre distribución de los resultados del ejercicio económico y la Memoria
explicativa, no significa el descargo de los miembros del Consejo Rector de la responsabilidad en que pudieran
haber incurrido”

420
2.4.1.3. La política general.

I. La Asamblea General fijará la política general de la cooperativa (art. 21 LCEstado, por


ejemplo), es decir, definirá los objetivos estratégicos de la sociedad.

En concreto la fijación de la política general de la cooperativa comprende un ramillete de


políticas especiales o líneas estratégicas concretas que consisten en la aprobación de a) el plan
estratégico o de negocio --del que forman parte las, denominadas en sede cooperativa, normas
de campaña--, así como los objetivos de gestión y presupuesto anuales; b) la política de
inversiones y financiación; c) la definición de la estructura del grupo de sociedades --sin perjuicio
de que algunas decisiones concretas relativas a la estructura del grupo requieran una aprobación
ad hoc de la asamblea general, como la constitución de cooperativas de segundo grado y de
grupos cooperativos o incorporación a éstos si ya están constituidos, así como sobre la
participación en otras formas de colaboración económica (constitución de sociedades,
consorcios, uniones, fusiones, acuerdos intercooperativos…)-- y de la política de colaboración
asociativa e institucional --como la adhesión a entidades de carácter representativo así como la
separación de las mismas--; d) la política de gobierno corporativo; e) la política de
responsabilidad social corporativa; e) la política de retribuciones y evaluación del desempeño de
los administradores y de los altos directivos; f) la política de control y gestión de riesgos, así
como el seguimiento periódico de los sistemas internos de información y control; g) la política de
reparto de excedentes y, en su caso, beneficios; h) las inversiones u operaciones estratégicas y
la creación o adquisición de participaciones en entidades de propósito especial así como
cualesquiera otras transacciones u operaciones de naturaleza análoga que, por su complejidad,
pudieran menoscabar la transparencia de la cooperativa o del grupo.

La competencia de fijación de la política general, traducida en una responsabilidad


estratégica, aparece unida en los informes de buen gobierno de las sociedades cotizadas1166, a
la responsabilidad de vigilancia, centrada en el control de los órganos y puestos de gestión
ordinaria. Ambas responsabilidades son el contenido de la denominada, en los mencionados
informes, función general de supervisión. Aquí se ha optado por separar su análisis por una
cuestión estrictamente temporal: la estrategia empresarial es un prius, mientras que la vigilancia
es un posterius, requiriendo un enjuiciamiento del objeto vigilado en relación con la propuesta
estratégica; por ello la primera se estudia junto a las medias de control previo y la segunda como
modalidad de control a posteriori.

II. A la hora de reflexionar sobre el órgano titular de la responsabilidad estratégica, si se


toman como punto de referencia los informes de buen gobierno de las sociedades cotizadas, y
se compara con la atribución de competencias supervisoras --política general y vigilancia-- que
las Leyes de cooperativas contienen, se obtiene un radical disparidad: la función general de
supervisión de la cotizada se asigna al consejo de administración, y la de la cooperativa
corresponde a la asamblea general y no al consejo rector. La diferente opción legal responde al
diferente perfil tipológico de ambas sociedades: en las cooperativas el socio ostenta un especial
derecho de participación en la gestión de los asuntos sociales, inexistente en las grandes

1166 Vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código
Unificado de Buen Gobierno, II. Recomendación 8 págs. 13 a 15, en www.cnmv.es.

421
sociedades anónimas, que hace de la asamblea general el órgano nuclear para el cumplimiento
del objeto social1167.

A pesar de la diferente atribución orgánica, hay coincidencia entre las recomendaciones


de buen gobierno de las sociedades cotizadas y las normas jurídicas de la asamblea general de
la cooperativa acerca de la indelegabilidad de la función general de supervisión. En aquéllas, se
recomienda que las competencias sobre la función general de supervisión que se atribuyen al
consejo de administración no se deleguen en la comisión delegada1168; y en la legislación
cooperativa se dispone que la competencia de la asamblea general sobre los actos en que su
acuerdo es preceptivo en virtud de norma legal --como los anteriormente expuestos sobre la
función de supervisión-- [o estatutaria] tiene carácter indelegable, salvo aquellas competencias
que puedan ser delegadas en el grupo cooperativo (art. 21.3 LCEstado, por ejemplo).

2.4.1.4. Instrucciones y autorizaciones.

I. La asamblea general, salvo disposición contraria de los estatutos, podrá impartir


instrucciones al consejo rector o someter a autorización la adopción por dicho órgano de
decisiones o acuerdos sobre determinados asuntos. El derecho de autorización y de instrucción
tiene como complemento necesario el derecho de información. Una información puntual y
adecuada por el órgano de administración a la asamblea general la permite ejercer eficazmente
esta competencia1169.

Esta competencia también ha sido y es reconocida a la junta general de las sociedades


de capital. La situación se inicia en las sociedades anónimas y se mantiene en las sociedades
limitadas. Desde el siglo XIX, con las primeras regulaciones de la sociedad anónima, se viene
atribuyendo a la junta general la facultad de dar instrucciones al órgano de administración y de
someter los actos de éste a autorización previa1170. Actualmente, la facultad de instrucción y de

1167 F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 53, pág. 627, justificó la
competencia de la asamblea para la fijación de la política general en el principio democrático. Y en el vol. 3º…,
artículo 71, pág. 179, indicó que la atribución a la asamblea general de esta competencia se explica en que los
socios van a ser sujetos pasivos de dicha política general, en virtud de la relación mutualista, a diferencia de la
sociedad anónima, en la que corresponde esta competencia a los administradores. Siguiendo estas enseñanzas M.
PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión
social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág.
194, explica esta atribución competencia en el carácter mutualista y personalista del tipo social cooperativo, en sus
principios configuradores, y en la posición jerarquía que ocupa la asamblea frente al órgano de administración y
representación.

1168El Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código Unificado
de Buen Gobierno, II. Recomendación 8 pág. 15, en www.cnmv.es, señala que con carácter general las
competencias que, sobre la supervisión, se atribuyen al consejo lo sean con carácter indelegable, salvo algunas
excepciones que podrán ser adoptadas por razones de urgencia por la comisión delegada, con posterior ratificación
por el consejo en pleno.

1169Esta reflexión se ha hecho a propósito de las sociedades anónimas alemanas respecto de la información que el
Vorstand debe ofrecer al Aufsichtsrat y la oportunidad que estas informaciones ofrecen para ejercer el derecho de
autorización de determinados negocios (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 240).

1170En Alemania, por ejemplo, la legislación de sociedades anónimas (artículos 231.1 ADHGB de 1861 y 253.1 HGB
de 1897) reconoce desde sus comienzos esta competencia de la junta general en materia de gestión que se articula
mediante instrucciones y autorizaciones previas respecto a actos del Vorstand (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El
poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 90 y 99).

422
autorización se reconoce legalmente a la junta general de socios de la sociedad de
responsabilidad limitada, en el artículo 161 TRLSC, que cuenta con una rúbrica de un indudable
valor heurístico: “intervención de la junta general en asuntos de gestión”1171. No prevé el TRLSC
la intervención gestora de la junta general en las sociedades anónimas, aunque la doctrina
considera aplicable por analogía el mencionado artículo 161 cuando se trate de sociedades
anónimas cerradas1172. Si se compara la regulación que sobre esta materia contiene el Estatuto
de la Sociedad Anónima Europea y la prevista en el Estatuto de la Sociedad Cooperativa
Europea, resulta que la intervención de los socios en los asuntos de gestión a través de la
facultad de autorización solo puede existir en la sociedad cooperativa europea, cerrándose
cualquier posibilidad al respecto en el caso de la sociedad anónima europea 1173. Este diferente

No obstante, desde la Ley de 1937 el derecho de autorización previa de determinados negocios deja de ser de la
junta general y pasa a corresponder al consejo de vigilancia.

1171La situación en el Derecho anterior era idéntica para las sociedades limitadas (art. 44.2 LSRL), y, aunque el
TRLSA carecía de previsión legal expresa sobre esta competencia de la junta general de accionistas, la doctrina
considera que no existía obstáculo para reconocer en los estatutos las mismas facultades de intervención de la junta
en el caso de la sociedad anónima. Son de esta opinión R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “La
sociedad anónima: órganos sociales. La junta general de accionistas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho
mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 919 a 955, en págs. 922 y 923.

La misma conclusión debe mantenerse también bajo la vigencia del TRLSC y admitir que los estatutos de las
sociedades anónimas y comanditarias por acciones puedan prever esta competencia de la junta general, máxime
cuando ya para estos dos tipos sociales los estatutos son fuente de competencia de la junta [art. 160.i) TRLSC]. En
particular, J. L. IGLESIAS PRADA y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “Los órganos sociales de las sociedades de capital”,
en A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil…, págs. 459 y 460, admiten esta atribuciones
competencia tanto tras la entrada en vigor del TRLSC --las páginas anteriores se corresponden con la edición del
año 2012 de las Lecciones--, cuanto bajo la vigencia del TRLSA --como puede leerse en las ediciones anteriores al
año 2010 de la mencionada obra--.

1172 G. ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art. 161)”, en Rojo-Beltrán
(dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1217, aprecia identidad de razón entre estos dos
supuestos de hecho: la sociedad limitada --vestidura preferente de pequeñas y medianas empresas-- y sociedad
anónima cerrada, lo que justifica el recurso a la analogía.

1173En la sociedad anónima europea la facultad de autorización solo se regula en el sistema dualista, atribuyéndose
al órgano de control. Ni el sistema monista ni en el dualista la junta general interviene en la gestión a través de esta
vía. El artículo 48.1 del Estatuto de la Sociedad Anónima Europea, señala que “los estatutos de la SE enumerarán
las categorías de operaciones que requieran que el órgano de dirección reciba una autorización del órgano de
control, en el sistema dual, o una decisión expresa del órgano de administración en el sistema monista. No obstante,
los Estados miembros podrán disponer que, en el sistema dual, el propio órgano de control pueda someter a
autorización determinadas categorías de operaciones”. Además, la autorización de la junta tampoco existía en los
proyectos de Estatuto de la Sociedad Anónima Europea (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 391).

En cambio, en la sociedad cooperativa europea tanto en el sistema dualista cuanto en el monista la asamblea
general puede, si así se dispone en los estatutos, ostentar facultades de autorización al órgano de administración de
determinadas operaciones. La diferencia entre ambos Estatutos es bien clara, señalando el Derecho comunitario a
propósito de la sociedad cooperativa europea, que “los estatutos de la SCE enumerarán las categorías de
operaciones que requieran: —en el sistema dual, una autorización del órgano de control o de la asamblea general al
órgano de dirección, —en el sistema monista, una decisión expresa adoptada por el órgano de administración o una
autorización de la asamblea general” (art. 48.1 ESCE). Esta diferencia entre el Estatuto de la Sociedad Cooperativa
Europea y el Estatuto de la Sociedad Anónima Europea permite que M. J. BOTANA AGRA, “Apuntes sobre los
órganos de la sociedad cooperativa europea”…, pág. 225, afirme que la asamblea general de la sociedad
cooperativa europea está investida de poderes de gestión debido a la atribución de la competencia de impartir
instrucciones al consejo, sin que pueda suponer un vaciado de las funciones típicas de los administradores.

423
trato confirma, una vez más, que en la sociedad cooperativa --también en la europea-- el
elemento tipológico que junto a la mutualidad configuran el tipo social, es el derecho de los
socios a participar en la gestión del negocio social, en cambio, el poder real de la sociedad
anónima no reside en la junta general sino en los dirigentes de la sociedad1174. Esta
circunstancia impide el traslado automático de las soluciones jurisprudenciales y doctrinales
elaboradas a propósito de esta misma competencia de la junta general de socios de la sociedad
de responsabilidad limitada1175.

II. La facultad de instruir y autorizar corresponde a la asamblea general, lógicamente,


cuando la Ley así lo prevea específicamente, como sucede en las Leyes de cooperativas estatal,
madrileña, riojana, murciana, asturiana y castellano-manchega1176, y también, cuando la
asamblea general ostenta competencia universal, circunstancia prevista en las Leyes extremeña,
castellano-leonesa y balear1177, pues esta competencia abarca la de intervenir en la gestión, una
de cuyas formas es la de instruir o autorizar al consejo rector.

Queda abierto el problema de aquellas Leyes de cooperativas que no atribuyen


expresamente a la asamblea general la competencia para instruir y autorizar ni competencia
universal --o de gestión ordinaria--. Estas Leyes o bien limitan las competencias de la asamblea
general, además de a las señaladas en la Ley, a las previstas en los estatutos [así aparece en
las Leyes gallega, aragonesa, catalana, valenciana, navarra y andaluza1178], o bien solo a las
competencias indicadas en la Ley [como señala la Ley vasca1179].

Sobre las disposiciones comunes del sistema monista y del sistema dualista y sus regímenes específicos vid. M. J.
BOTANA AGRA, “La administración de la sociedad cooperativa europea”, en Estudios de Derecho mercantil en
homenaje al Profesor José María Muñoz Planas, 2011, Cizur Menor [Civitas], págs. 113 a 129, en págs. 112 y 115 a
123.

1174 Son palabras recogidas por G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 393, para destacar como ya en los proyectos de reglamento
de la sociedad anónima europea --tanto en el de 1970 cuanto en el de 1975-- el órgano potenciado siempre fue la
dirección.

1175A título de mero ejemplo, alguna de las explicaciones que ofrece F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las
sociedades de capital.., págs. 452 a 459, en relación con la sociedad limitada, propias de este tipo societario, no
pueden aplicarse a la sociedad cooperativa. Así sucede con el significado excepcional que se atribuye a esta
competencia, con la interpretación restrictiva de esta facultad de la junta, con la restricción del terreno normal de
esta competencia a asuntos que no afectan a la gestión diaria de la sociedad, sino a los principios de la misma, y a
las materias de relativa importancia…

Vid. arts. 21.1.II LCEstado; 29.4.I LCMadrid; 35.1.II LCLa Rioja; 37.1.II LSCMurcia; 44.3.III LCAsturias y 43.2
1176

LCCastilla-La Mancha .

1177 Vid. arts. 30.1.II LSCExtremadura; 31.1 LCCastilla y León y 39.1 LCIslas Baleares. En el caso extremeño, la
competencia universal de la asamblea general también se establece para las sociedades cooperativas de crédito
(art. 36.1 LCréditoCooperativoExtremadura) y la competencia legal de gestión ordinaria para las sociedades
cooperativas especiales (art. 9.1 LSCEspecialesExtremadura).

Durante la vigencia de la Ley 3/1987, en la que también se regulaba la competencia universal de la asamblea
general, la doctrina entendía comprendida dentro de ella la facultad de dictar instrucciones vinculantes a los demás
órganos sociales, para supuestos concretos (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,
artículo 43, pág. 330).

1178 Vid. arts. 31 LCGalicia; 27 LCAragón; 29 LCCataluña, 31 LCValencia; 33.1.e) LCNavarra y 28.n) LSCAndalucía.

1179 Vid. art. 31 LCPaís Vasco.

424
La doctrina mercantil, a propósito de las sociedades anónimas, había admitido que la
junta general ostentaba esta competencia aunque no se la atribuyera expresamente la Ley,
siempre que no existiera alguna norma legal excluyente --como sucedería con la disposición que
limitara la competencia de la asamblea general a los actos enumerados en los estatutos
sociales--1180. Este mecanismo atributivo también puede ser aplicado a las seis Leyes de
cooperativas en las que los estatutos tienen capacidad para configurar las competencias de la
asamblea general --las Leyes gallega, aragonesa, andaluza, catalana, valenciana y navarra--
desde luego cuando sean los propios estatutos los que regulen las instrucciones y las
autorizaciones, pero también cuando nada digan al respecto, debiendo entenderse implícita esta
competencia en aquella otra que la faculta para mediante los estatutos regular el sistema de
distribución de competencias entre los administradores y la propia asamblea. Ésta es la solución
más acorde con elemento tipológico de la participación orgánica. Tan solo en la Ley vasca --en la
que la asamblea general únicamente ostenta las competencias atribuidas por la Ley-- queda sin
solución satisfactoria la cuestión de la competencia de instrucción y autorización de la asamblea;
pero incluso aquí, el intérprete debería optar por reconocer esta competencia al órgano de los
socios, aunque solo sea como derivada de la competencia general del socio cooperativo de
gestionar la actividad cooperativizada y el objeto social, corolario de la participación orgánica.

Por lo tanto, esta competencia corresponde a la asamblea general en todas las Leyes de
cooperativas españolas, aunque a lo lago de la exposición algunas de las reflexiones que se
hagan tengan como referente de análisis aquellas Leyes que contienen un régimen jurídico
expreso de la misma, sin perjuicio de que las conclusiones sean íntegramente extrapolables a
todas las demás.

III. El régimen jurídico de las autorizaciones e instrucciones contenido en la Leyes


estatal, madrileña, riojana, murciana, asturiana y castellano-manchega es dispositivo. El hecho
de la propia Ley reconozca que la competencia de autorización y la de instrucción corresponda a
la asamblea salvo disposición contraria de los estatutos, permite que los estatutos puedan
suprimir esta medida de intervención de la asamblea general en la gestión. Además, su
naturaleza dispositiva habilita, así mismo, a que el régimen jurídico se configure con libertad por
la propia sociedad cooperativa, lo que significa que los estatutos pueden contener un listado de
operaciones sujetas a autorización, o pueden no contenerlo, e incluso que el listado sea

Vid. para LSA de 1951, por todos, J. GARRIGUES y R. URÍA, Comentario a la Ley de Sociedades Anónimas, I,
1180

Madrid, 1976 [3ª ed.], págs. 571 y sigs.

Bajo la vigencia del TRLSA admiten que la junta imparta instrucciones a los administradores sobre materias
determinadas y que exijan la autorización de la junta para determinadas decisiones de gestión de especial
relevancia R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “La sociedad anónima: órganos sociales. La junta
general de accionistas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 922).

En contra, y también bajo la vigencia del TRLSA, F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de
capital…, para quien esta competencia de la junta general de socios de la sociedad de responsabilidad limitada,
supone una especialidad frente al régimen de la sociedad anónima.

Debe advertirse, como se ha dicha entes, que en el artículo 161 TRLSC vigente sigue reconociendo esta facultad a
la junta general en la sociedad limitada pero en la sociedad anónima, norma que se ha considerado aplicable por
analogía a la junta general de la sociedad anónima cerrada.

425
únicamente el contenido en los estatutos solamente o que además se permita que la asamblea
general lo amplíe1181.

Y también lo es en las Leyes extremeña, castellano-leonesa y balear, que ampara las


instrucciones y autorizaciones de la asamblea general en la competencia universal de ésta.

El carácter dispositivo también debe admitirse en el resto de Leyes, bien porque los
estatutos pueden regular el completo sistema de distribución competencia administradores-
asamblea, y dentro de él las autorizaciones y las instrucciones --Leyes gallega, aragonesa,
catalana, valenciana, navarra y andaluza-- o bien por derivación del principio de participación
orgánica --Ley vasca--.

En todos los supuestos el carácter dispositivo de la competencia cumple una misma


ratio: adaptar el sistema distributivo a la dimensión de la empresa cooperativa, de forma que en
grandes cooperativas será más difícil, por operatividad, una asidua actividad gestora de la
asamblea para instruir al consejo rector, más fácil en pequeñas y medianas cooperativas 1182.

IV. La competencia analizada reviste dos modalidades: la instrucción y la autorización.


La primera consiste en determinar los criterios de actuación del órgano de administración en
determinados negocios, sin que sea necesario para la celebración de alguno de ellos ningún
nuevo pronunciamiento de la asamblea general. La segunda se concede caso por caso1183. Debe

1181En el mismo sentido, F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 455, califica
a esta norma --prevista también en las sociedades limitadas-- como de carácter dispositivo, de forma que los
estatutos pueden suprimir por completo las facultades de la junta general, sino también pueden determinar el
alcance de las mismas e incluso anular alguna de ellas.

1182 En cambio la función que la nota dispositiva de esta competencia cumple en la sociedad limitada es diferente. A
juicio de G. ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art. 161)”, en Rojo-
Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1212, en determinadas sociedades, por la
composición y características de sus socios y de su propio proyecto empresarial, puede resultar oportuna mantener
alejados a los socios de esta forma de interferencia en la gestión.

Una vez más, las explicaciones que resultan plenamente válidas para las sociedades de capital no lo son para las
sociedades cooperativas. En estas últimas precisamente por la índole de los socios, que van a desarrollar la
actividad cooperativizada, el proyecto empresarial bascula hacia ellos y hacia su intervención material en el
desarrollo del mismo, lo que hace inoportuno su alejamiento de la gestión.

También la eficiencia en el funcionamiento de la junta es retenida por la Dirección General de los Registros y del
Notariado y por nuestra doctrina más autorizada para explicar por qué la intervención de la junta, como órgano
colegiado de composición heterogénea y numerosa, no pueda ser de tal naturaleza y frecuencia que comprometa
gravemente la oportunidad de las decisiones y la eficiencia de la empresa, pero con matizaciones para la sociedad
limitada, dada su reducida composición y la especial vinculación al negocio social de sus socios (vid. G. ESTEBAN
VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de gestión (art. 161)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de
la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1214).

1183 M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 232 y 233, entienden, por el
contrario, que tanto la instrucción cuanto la autorización han de versar obre determinados asuntos. En esta línea de
pensamiento no encajarían las instrucciones generales, referidas a determinadas categorías de negocios, solo las
instrucciones particulares, con respecto a un negocio concreto y previas a su conclusión.

A propósito de las sociedades de responsabilidad limitada, J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-B. Campuzano
(coord.), La sociedad de responsabilidad limitada…, pág. 308, explica que las instrucciones equivalen a comunicar
determinadas reglas o advertencias, bien de orden general, bien de carácter concreto respecto de un asunto
particular, al órgano de administración, y las autorizaciones consistirían en aprobación, refrendo decisión o acuerdo
sobre determinados asuntos de gestión, antes o después de su ejecución por el órgano ejecutivo.

426
insistirse en que se trata de dos competencias diferentes; de hecho hay casos en los que se
reconoce una facultad y no la otra, como sucede con el Derecho alemán de sociedades
anónimas contenido en las Leyes de 1937 y de 1965, en las que el Aufsichtsrat --allí es el
Aufsichtsrat y no la junta general-- sí tiene derecho de autorización de determinados negocios de
gestión pero no puede dirigir instrucciones al Vorstand1184, y como sucede también en el
Derecho comunitario europeo respecto de la sociedad cooperativa europea, que solo regula las
operaciones sujetas a autorización pero no las instrucciones (art. 48 ESCE).

Las instrucciones tienen alcance objetivo general, no van referidas a un asunto


específico de gestión, sino a una pluralidad de ellos que pueden definirse con arreglo a
diferentes criterios --cuantitativo, territorial, financiero, laboral, comercial, patrimonial,
contractual…--1185. Las instrucciones van dirigidas a los administradores --las Leyes literalmente
señalan que “la Asamblea General podrá impartir instrucciones al Consejo Rector” (arts. 21.1.
LCEstado, 35.1.II LCLa Rioja y 37.1.II LSCMurcia) o “al órgano de administración” (arts. 29.4
LCMadrid; 43.3.III LCAsturias y 43.2.I LCCastilla-La Mancha)--, pero también es posible que la
asamblea general instruya a los directivos de la cooperativa. La previsión legal es coherente con
el sistema de distribución de competencias que las propias Leyes diseñan: si las instrucciones lo
son respecto de la gestión y esta materia es competencia de los administradores pero también
de los directivos, ambos pueden ser los destinatarios de las mismas. Incluso, de manera elíptica
la instrucción dirigida únicamente a los administradores vinculará a la actuación de los directivos
que deberán respetar los criterios en ella señalados respecto de los asuntos que sean de su
competencia mercantil o laboral, y cuyo incumplimiento podrá dar lugar a responsabilidad
disciplinaria exigible a los trabajadores por cuenta ajena.

La autorización tiene un alcance objetivo concreto. La autorización --como indican los


artículos 20.1.II LCEstado, 29.4 LCMadrid, 35.1.II LCLa Rioja, 37.1.II LSCMurcia, 43.3.III
LCAsturias y 43.2.I LCCastilla-La Mancha-- consiste en someter al acuerdo de la asamblea
general la adopción por el consejo rector “de decisiones o acuerdos sobre determinados
asuntos”. Son las decisiones del consejo rector --o, en general, del órgano de administración--
las autorizables, quedando incluidas en este régimen las decisiones de los directivos. Antes de
adoptarse por los directivos una decisión de su competencia referente a un asunto sometido a
autorización por la asamblea general, el consejo rector debe instar previamente la decisión de
ésta, de lo contrario estaría incumpliendo con su deber de diligencia.

V. Una de las cuestiones más importantes que plantean las instrucciones y las
autorizaciones es la determinación de las operaciones sujetas a las mismas, porque encierra
toda una declaración de los intereses protegidos por la norma jurídica. En las Leyes de
cooperativas --la estatal y las cinco autonómicas que prevén expresamente esta competencia--
no hay ninguna enumeración de los asuntos sometidos al régimen de instrucción y autorización
de la asamblea, y tampoco han de ser contenido necesario de los estatutos, sino que es la
propia asamblea general la competente para determinar, con carácter previo a su adopción, los
asuntos cuya decisión o acuerdo por el consejo rector deben ser sometidos a autorización o las
materias sobre las que instruye a los administradores. El sistema pivota en torno a la asamblea
general; los estatutos cumplen una función potestativa, pudiendo --además de excluir

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1184

Derecho español.., pág. 231.

1185 En contra J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-B. Campuzano (coord.), La sociedad de responsabilidad
limitada…, pág. 308, para quien, como se ha vista más arriba, las instrucciones pueden tener alcance concreto.

427
íntegramente el régimen legal-- prever de forma cerrada y no ampliable qué asuntos son los
instruidos o los sujetos a autorización, o bien contener un listado ejemplificativo y permitir que la
asamblea general pueda ampliarlo1186. El sistema del Estatuto de la Sociedad Cooperativa
Europea es, en su regulación diferente, pero en su fundamentación coincidente. En la sociedad
cooperativa europea son los estatutos los que enumeran las categorías de operaciones sujetas a
autorización, “pero los Estados miembros podrán determinar las categorías de operaciones
supeditadas a autorización y el órgano a quien corresponde otorgarla que deban figurar, como
mínimo, en los estatutos de las SCE registradas en su territorio, y establecer, en el sistema dual,
que el propio órgano de control pueda determinar las categorías de operaciones que requieran
autorización” (art. 48). En la sociedad cooperativa europea el sistema gira en torno a los
estatutos que en todo caso pueden prever los acuerdos sujetos a autorización, cuyo contenido
se integrará además con los que, con el carácter de mínimos, señale la legislación del Estado
miembro; y a ambos --contenido voluntario y contenido necesario de los estatutos-- se pueden
añadir los que decida el órgano de control --en el sistema dual y si así lo permite la legislación
del Estado miembro--. En el terreno de los fundamentos ambos sistemas responden a la
protección del mismo interés: el de los socios. Ni en la Leyes españolas ni en el Reglamento
comunitario se determinan las operaciones que quedan sometidas a instrucción o autorización
previa; esta previsión no es necesaria: como la competencia para instruir y autorizar es de los
socios reunidos en la asamblea general, sin que intervengan en la decisión titulares de otros
intereses --por ejemplo, los trabajadores--, no hay ningún problema en que sea la propia
asamblea general, a través de los estatutos o de sus acuerdos, la que perfile el régimen. La
cuestión adquiere otro cariz cuando en el órgano que instruye o autoriza además de los socios
están presentes otros interesados --trabajadores--, en cuyo caso, si fuese la asamblea de socios
la que organizara el régimen de las instrucciones o autorizaciones se podría ver desprovisto de
competencias el órgano de control, por ello, en estos casos, se ha abogado porque sea la ley la
que contenga un mínimo de asuntos afectados por la instrucción o sobre los que debe recaer la
autorización del órgano de control1187.

En las Leyes madrileña y castellano-manchega se precisa que los asuntos sujetos a


autorización han de ser “de especial trascendencia”; exigencia que restringe el ámbito material
de la competencia de instrucción y autorización de la asamblea, porque excluye de ella los
asuntos que no tengan esa trascendencia especial. En las restantes Leyes no aparece esta
previsión, pero debe considerarse implícita: no puede por esta vía avocar la asamblea general
los asuntos de gestión ordinaria, por que quebraría el sistema de órganos sociales cooperativos
en que se prevé la existencia de administradores1188--. Sin embargo, la necesidad de la “especial

1186Acera de la admisibilidad de cláusulas estatutarias que delimiten las materias sujetas a instrucción y autorización
y de las diferentes posturas doctrinales al respecto vid. J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-B. Campuzano
(coord.), La sociedad de responsabilidad limitada…, pág. 309 y 310.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1187

Derecho español.., págs. 473 a 477.

1188En contra E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa
del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 216, quienes al comentar la Ley estatal señalan que,
como la Ley no específica sobre qué asuntos puede decidir la asamblea general, los mismos pueden ser de gestión
particularmente relevante, cuanto pertenecer a la gestión ordinaria.

A favor, para las sociedades limitadas, G. ESTEBAN VELASCO, “Intervención de la junta general en asuntos de
gestión (art. 161)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid…, págs. 1214,
quien afirma que “se puede pensar en reservas estatutarias o en ocasionales instrucciones sobre asuntos
ordinarios, pero nunca injerencias que por su frecuencia o intensidad anulen la posición de los administradores con
un mínimo de competencia gestora autónoma”.

428
trascendencia” no sustituye el interés protegido --el de los socios-- por otro interés, dado que se
trata de un concepto jurídico indeterminado cuya determinación corresponde a los propios socios
reunidos en asamblea general, que a la hora de determinar las categorías de acuerdos sujetos a
autorización tendrá que motivar su trascendencia. El exceso que eventualmente cometa la
asamblea general solo es controlable por los tribunales --o por árbitros--. Ahora bien, el concepto
de especial trascendencia tiene un límite que impide reducir por esta vía la competencia de la
asamblea: se trata de la gestión extraordinaria, de manera que no cabe acercar la trascendencia
a lo extraordinario, porque esto es ya competencia de la asamblea.

En todo caso, no debe limitarse la operatividad de esta competencia a las


microcooperativas1189. En las medianas y en la grandes cooperativas, la adecuada determinación
e las materias sujetas a instrucción o autorización puede ser un elemento de gobierno
corporativo de extraordinaria relevancia.

VI. En cuanto a su naturaleza, podría plantearse, a priori, la alternativa de calificar la


competencia de autorización e instrucción bien como competencia de control de la gestión o bien
como medida de gestión. La cuestión debe resolverse a favor de la primera tesis: la actuación de
la asamblea general en este punto no es, con rigor, gestora, porque la decisión de gestión la
adopta el consejo rector, aunque deba contar para ello con la autorización o sujetarse a las
instrucciones de la asamblea general, que ni siquiera tiene en este punto la iniciativa de
gestión1190. Ahora bien, es evidente que el acuerdo de la asamblea general se inserta en el
procedimiento de adopción de una decisión seguido por el consejo rector, por lo que la actuación
asamblearia está ligada a la materia gestora --de inmixtión en la gestión ha sido calificada esta
competencia de la asamblea1191--. Esta realidad ofrece dos consecuencias complementarias en
el terreno del contenido y en el de los criterios de ejercicio. Como no es estrictamente gestión
sino control de la gestión, por esta vía no se puede eliminar la competencia de gestión del
órgano de administración1192, debiendo rechazarse las fórmulas que al amparo de ésta

1189E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo
XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 217, encuentran la justificación práctica de esta competencia
en la frecuente existencia de microcooperativas en las que se quiere primar el poder de decisión de la asamblea
general frente al de los administradores.

1190De competencia de control es calificada por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades
mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de
Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 195. Esta misma calificación para la sociedad de
responsabilidad limitada es sostenida por J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-B. Campuzano (coord.), La
sociedad de responsabilidad limitada…, pág. 308.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1191

Derecho español.., pág. 481.

Estas dos funciones [instrucción y autorización] cuando concurren en un órgano social --con independencia del tipo
de órgano que sea-- determina su calificación como órgano que interviene en la gestión. Así cuando el consejo de
vigilancia alemán era titular de del derecho de someter determinados actos a su autorización previa o del poder de
dar instrucciones, ha sido tenido por un órgano capaz de “asumir un papel decisivo, directo, en la gestión,
convirtiendo al <<Vorstand>> en un órgano meramente ejecutivo” (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de
decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 469 y 470).

1192La competencia de la asamblea general por este título tiene como límite la función que, conforme a la Ley,
corresponde al órgano de administración para gestionar y representar a la sociedad, como opina a propósito de la
sociedad limitada F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 445.

429
competencia sometan a la asamblea general todos los negocios1193, incluida la gestión ordinaria.
Pero como el control se cierne sobre la gestión, la tarea de la asamblea consistirá en autorizar o
instruir sobre determinados negocios antes de ser realizados por el órgano de administración, de
manera tal que en el otorgamiento de esta autorización o en la fijación de instrucciones no ha de
limitarse la asamblea general a legalidad del negocio sino que, principalmente, examinará su
oportunidad. En definitiva, los criterios para el ejercicio de esta competencia son de gestión, de
desarrollo del objeto social.

En particular, la competencia de autorización previa debe diferenciarse de la


competencia estatutaria de gestión. Ni su génesis ni su contenido coinciden. La autorización
previa corresponde a la asamblea salvo que los estatutos la deroguen, mientras que la
competencia estatutaria de gestión solo existe, naturalmente, si los estatutos la prevén. En la
primera la decisión gestora es tomada por el consejo rector, no por la asamblea general aunque
ésta la autorice, de forma que la autorización es un trámite dentro del procedimiento de adopción
del acuerdo por el consejo rector; en cambio, en la segunda la decisión de gestión es adoptada
por la propia asamblea.

VII. Lo cierto es que sea cual sea su naturaleza jurídica en nada afecta a su contenido, a
su procedimiento de ejercicio y a sus efectos sobre el asunto, por lo que la discusión sobre este
tema se reduce a la posición de la asamblea general en la gestión de la cooperativa: si el
derecho de autorización es un acto de gestión, estaremos ante una asamblea gestora, pero si es
un acto de control, la asamblea será en este terreno un órgano de vigilancia.

El contenido de esta competencia se delimita por la propia competencia de gestión del


órgano de administración, de manera que, como se ha dicho antes, la asamblea general no
puede al amparo de esta función vaciar la gestión del consejo rector1194, ni establecer su
subordinación genérica a la asamblea general1195. La competencia debe limitarse a los negocios
de especial trascendencia para la sociedad --por su volumen, por su naturaleza, por su riesgo,
por los trabajadores afectados, por su relación con la actividad cooperativizada, por su impacto a
las secciones…1196--. Sin embargo, la inversa sí es posible, de manera que los estatutos para

1193 Esta visión es la defendida para el derecho de autorización del Aufsichtsrat sobre determinados negocios a
realizar por el Vorstand alemán (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 246)

1194La representación social y las competencias indelegables del consejo rector son un límite a las instrucciones o
autorizaciones de la asamblea general a juicio de M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 195.

1195 Como explican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 232 y 233.

1196 Siguiendo al Derecho comunitario proyectado G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 471 y 476 a 477, enuncia las siguientes medidas,
trasladables a las sociedades cooperativas: a) cierre o traslado de establecimientos o de partes importantes de
establecimientos; b) restricciones, extensiones o modificaciones importantes de la actividad de la empresa; c)
modificaciones importantes en la organización de la empresa, tales como un nuevo reparto de competencias y de
poderes dentro de la empresa, o un nuevo reparto de tareas en el marco del proceso de producción entre
establecimientos aislados y las secciones de un establecimiento; y d) establecimiento de una cooperación duradera
con otras empresas o el cese de tal cooperación. La autorización también es exigida cuando estos actos conciernan
a una empresa del grupo.

430
fortalecer al órgano de administración pueden eliminar esta competencia de la asamblea general
impidiéndola emitir instrucciones o conferir autorizaciones1197.

Respecto al procedimiento, la asamblea general puede fijar las instrucciones o


determinar los negocios sometidos a autorización en los estatutos sociales, en el reglamento de
régimen interno o en acuerdos sociales. El hecho de que los estatutos regulen esta materia --
previendo las instrucciones o los negocios que han de someterse a la autorización previa-- no
impide que la asamblea general dicte otras instrucciones diferentes o sujete a su autorización
negocios diferentes, el acuerdo así adoptado no sería anulable --por violación de los estatutos--,
puesto que la competencia de la asamblea general en esta materia es de origen legal, y no tiene
como fuente a los estatutos. Podría facilitar el procedimiento de ejercicio de esta competencia
que la asamblea general nombrara en su seno una comisión de calificación de los asuntos que
haga el filtro oportuno antes de la convocatoria de la asamblea general.

Respecto a la eficacia de esta competencia, debe afirmarse que la infracción de las


instrucciones y que la denegación de la autorización no impide la adopción del acuerdo gestor
por el órgano de administración. En los asuntos de gestión en los que hay instrucciones o
autorizaciones no hay co-decisión entre la asamblea general y el consejo rector. Por esta razón,
el incumplimiento de las instrucciones por el órgano de administración o la falta de autorización
solo tiene trascendencia interna, en las relaciones entre aquél y la asamblea general, pero no
afecta a la validez de los negocios realizados con terceros 1198. Las garantías del régimen de
autorizaciones e instrucciones se circunscriben al terreno de la revocación de cargos y al de la
responsabilidad. El consejo rector que lo vulnere se ve expuesto al riesgo de ser cesado y a la
eventualidad de que se le exija responsabilidad1199.

VIII. La relación entre el poder de instrucción y el poder de autorización de la asamblea


general con la representación orgánica atribuida al órgano de administración, es otra de las

1197A propósito del Aufsichtsrat alemán, esta consideración es realizada por G. ESTEBAN VELASCO, El poder de
decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 171 a 173. Los
argumentos del Derecho alemán no se pueden trasladar de forma automática para tomar postura en el Derecho
español porque el Aufsichtsrat, titular del derecho de autorización --entre nosotros es la junta general-- puede estar
integrado también por representantes de los trabajadores --cogestión-- a quienes se les privaría del control de la
gestión si los estatutos suprimieran este derecho de autorización (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión
en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 246 a 248). El interés de los
trabajadores no sirve en España para sostener la incompetencia de los estatutos en la exclusión del derecho de
autorización e instrucción de la asamblea general, el argumento hay que buscarlo en el interés de la minoría.

1198También a propósito del Aufsichtsrat alemán, esta consideración es realizada por G. ESTEBAN VELASCO, El
poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 174. El
mismo autor (pág. 481) sostiene idéntica tesis al comentar los efectos de la falta de autorización por la asamblea de
socios del negocio celebrado por la dirección con el tercero. A la anterior conclusión llega, al analizar esta
competencia de la junta general de la sociedad de responsabilidad limitada, J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-
B. Campuzano (coord.), La sociedad de responsabilidad limitada…, pág. 308.

En sede cooperativa son de la misma opinión E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen
Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 219 y 220.

1199 Las instrucciones o autorizaciones no exoneran per se de responsabilidad a los miembros del consejo rector
(vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 195.

431
cuestiones que plantean algunos asuntos de interés. Siguiendo el patrón del TRLSC1200 --que
recoge el planteamiento de la derogada LSRL de 1995--, las Leyes de cooperativas madrileña,
asturiana y castellano manchega también señalan como límite de esta competencia de la
asamblea, la competencia de representación orgánica atribuida al órgano de administración. La
primera, en su artículo 29.4.I, de manera directa al disponer que “salvo disposición contraria de
los Estatutos, la Asamblea General podrá impartir instrucciones al órgano de administración, o
someter a autorización la adopción por dicho órgano de decisiones o acuerdos sobre
determinados asuntos de especial trascendencia, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 39.2”
-- que señala que “la representación del Consejo se extenderá, en juicio o fuera de él, a todos los
actos comprendidos en el objeto social. Cualquier limitación de las facultades representativas del
citado órgano será ineficaz frente a terceros”--. Esta misma técnica es la seguida por la Ley
asturiana. Y la tercera, la Ley castellano-manchega, en su artículo 34.4.I, de forma general, al
indicar que “salvo disposición contraria de los Estatutos, la Asamblea General podrá impartir
instrucciones al órgano de administración, o someter a autorización la adopción por dicho órgano
de decisiones o acuerdos sobre determinados asuntos de especial trascendencia, sin perjuicio
de las competencias que esta Ley considera exclusivas de ése u otros órganos sociales”, --entre
las que se encuentra la de representación atribuida al consejo rector (art. 44 LCCastilla La
Mancha). En cambio ni la Ley de cooperativas estatal, ni la riojana, ni la murciana contienen un
límite semejante. A pesar de ello, la interpretación más ajustada, en los seis casos expuestos, es
la misma --que además resulta extrapolable al resto de Leyes--: en el sistema de distribución de
competencias entre los órganos de las sociedades cooperativas, la de representación orgánica --
y la protección respecto a los terceros que de ella deriva-- corresponde al consejo rector --en
general, al órgano de administración--, y no a la asamblea general, de manera que las
instrucciones y las autorizaciones quedan en el ámbito interno, sin que su infracción produzca
efectos frente a los terceros con quienes se contrató, sin perjuicio de la responsabilidad del
órgano de administración por su incumplimiento cuando causen daño1201. Ahora bien, este límite
debe ser mantenido en justos términos, sin extraer de él conclusiones que limiten, a su vez, la
competencia de la asamblea general; en particular, la de conferir representaciones
voluntarias1202.

2.4.2. Control posterior de la gestión social del órgano de administración.

La gestión que ha desarrollado el órgano de administración está sometida al control de


la asamblea general. Se trata de un control a posteriori. Este control se concreta, esencialmente,
en cuatro competencias básicas: el examen de la gestión social, la aprobación de las cuentas
anuales, la exigencia de responsabilidad y la revocación.

1200En el que se prevé que “salvo disposición contraria de los estatutos, la junta general de la sociedad de
responsabilidad limitada podrá impartir instrucciones al órgano de administración o someter a autorización la
adopción por dicho órgano de decisiones o acuerdos sobre determinados asuntos de gestión, sin perjuicio de lo
establecido en el artículo 234” --ámbito de representación de los administradores-- (art. 161 TRLSC). Se trata de
una cláusula estatutaria facultativa que sustituye lo regulado en la Ley (vid. J. L. FERNÁNDEZ RUIZ, “Cuestiones
estatutarias de la sociedad de responsabilidad limitada”…, pág. 623).

1201En el mismo sentido, para la sociedad de responsabilidad limitada, F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en
las sociedades de capital…, pág. 459.; y, específicamente, para las sociedades cooperativas E. GADEA, F.
SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad
actual y propuestas de reforma…, pág. 219.

1202Vid. supra apartados 2.3.1 (punto V) y 2.3.2 (punto II), del capítulo segundo de la segunda parte, donde se
explica la posibilidad de conferir apoderamientos por parte de la asamblea general con competencia universal y con
competencia estatutaria de gestión.

432
2.4.2.1. El examen de la gestión social.

I. La gestión social que desarrolla el consejo rector está sujeta a examen por la
asamblea general [vid., p. ej., art.21.2.a) LCEstado]. Las Leyes no ofrecen más datos para
perfilar el contenido de esta competencia de la asamblea, pero a pesar de ello es posible
construir su régimen jurídico y con él el encaje que esta función tiene en el sistema de
distribución de competencias entre los órganos de la sociedad cooperativa.

Desde un punto de vista negativo, puede afirmarse que el examen de la gestión no es


gestión, es decir, al amparo de esta competencia la asamblea general no puede realizar actos
que pongan en desarrollo o ejecuten el objeto social o la actividad cooperativizada; se trata de un
conjunto de facultades de control de la gestión que realiza el consejo rector. También desde este
mismo planteamiento metodológico negativo, debe entenderse que el objeto del examen o
control no son las cuentas anuales, ni el informe de gestión1203, porque la aprobación de estos
documentos se asigna a la asamblea general de forma independiente a la del examen de la
gestión [vid., p. ej., art. 21.2.a) LCEstado].

En sentido comparativo, no parece que haya diferencias entre esta competencia de la


asamblea general, y la de aprobación de la gestión que el TRLSC asigna a la junta general [arts.
160.a) y 164]. El Texto Refundido ha abandonado la antigua expresión de censura de la gestión
social utilizada por las Leyes de sociedades limitadas y de sociedades anónimas [arts. 44.1.a)
LSRL y 95.1 TRLSA)]1204, pero, más allá de la literalidad de las expresiones, se puede decir que
el cambio ha hecho que bascule la competencia del método al resultado: antes, con la censura
se trataba de juzgar el valor de una cosa, sus méritos y su faltas, y ahora con la aprobación la
junta debe, en su caso, expresar su conformidad con la gestión social y decir que está bien 1205.
Pero en cualquiera de los planteamientos, anterior y posterior, de las sociedades de capital hay
coincidencia con los propios de la sociedades cooperativas: en todos los casos se requiere que
ya se haya realizado la actuación gestora, de forma que la aprobación de la gestión social es una
competencia que se desenvuelve ex post, una vez que la gestión se ha realizado; de la misma
manera que el examen --o consideración de una cosa atentamente para enterarse de cómo es o
de cómo está-- también es una operación a posteriori de la actuación de gestión1206. Por esta

1203 La “censura” de la gestión social realizada por los administradores, que corresponde a la junta general de
accionistas de la sociedad anónima, se entiende en el sentido de realizar un examen y juicio sobre toda la gestión,
sin que haya de circunscribirse a los hechos descritos en el informe de gestión, sino en un sentido más amplio a la
generalidad de la actuación de los administradores durante el último ejercicio (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta
general en las sociedades de capital…, pág. 75).

1204 Sin embargo, el abandono terminológico no ha sido total: el artículo 341 TRLSC, al regula la análoga
competencia de la asamblea general de obligacionistas, la atribuye la competencia de la asamblea general de
obligacionistas, que deberá aprobar o censurar la gestión, del comisario.

1205Aunque no faltaban autores que, centrando el verdadero contenido de la competencia comentada, apuntaban
que la censura de la gestión social, aun cuando en la práctica lo frecuente es limitarse a aprobar de forma genérica
esta gestión (o en determinados supuestos a desaprobarla) la junta general podrá adoptar un acuerdo más explícito
sobre la misma haciendo las observaciones que estimen oportunas y, en el caso de las sociedades limitadas,
pudiendo impartir instrucciones sobre la gestión social (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las
sociedades de capital…, pág. 464).

1206Es evidente, como señala F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 444 y
464, que se trata de la censura --expresión vigente al tiempo de la obra referenciada-- de la gestión social referida al
ejercicio anterior, y que con esta competencia se trata de realizar un examen y juicio sobre esa gestión, con el fin de
controlar la actuación de los administradores durante el último ejercicio.

433
razón temporal, queda fuera de la competencia de la asamblea que ahora se analiza toda
medida de fiscalización previa de la gestión, antes de que el acto gestor se realice, que habrá de
subsumirse en otro título competencial, principalmente en la competencia de autorización e
instrucción, en la competencia general de debate y en la competencia de fijación de la política
general de la cooperativa. Una interpretación sistemática de las normas afianza la tesis anterior:
las Leyes de cooperativas asignan el ejercicio de la competencia de examen de la gestión social
a la asamblea general ordinaria (art. 22.1 LCEstado), la que debe convocarse dentro de los seis
meses siguientes a la fecha de cierre del ejercicio económico, por lo que tiene por objeto una
gestión ya realizada, precisamente, en el ejercicio anterior. A pesar de ello, esta previsión a favor
de la asamblea general ordinaria no puede impedir que la asamblea general extraordinaria
también examine la gestión social1207, ya que no se trata de una reserva de competencia a un
tipo determinado de asamblea, que excluya a las demás, sino de una obligación, en virtud de
cual en la ordinaria debe ventilarse este asunto sin perjuicio de que en la o las extraordinarias
también pueda examinarse la actuación del consejo rector, diferenciándose ambos supuestos en
que en el primero lo que se examina obligatoriamente es la gestión del ejercicio económico
anterior y facultativamente cualquier otro aspecto gestor, mientras que en las segundas hay
plena libertad de examen. Hecha la matización anterior, lo que queda inalterado es que la
competencia de examen de la gestión es una modalidad de control posterior de la misma.

II. El examen puede ser de legalidad pero también de oportunidad. Resulta conveniente
separar dogmáticamente ambas modalidades de examen para aclarar que, al amparo de esta
competencia, la asamblea no solo está facultada para enjuiciar la actuación del consejo rector
con arreglo a su ajuste a las normas jurídicas o estatutarias, de forma que únicamente pueda
adoptar acuerdos correctores cuando el resultado del examen sea la infracción de la ley o de los
estatutos; sino que además podrá valorar la actuación del consejo rector con criterios de
rentabilidad, de manera que en todos aquellos casos en que el consejo rector ha podido optar
entre varias decisiones, todas ellas lícitas, también la asamblea general pueda valorar el éxito o
el fracaso de la opción elegida. En este examen de oportunidad no se llegaría a exigir
responsabilidad al consejo rector --que sería una de las posibles conclusiones del examen de
legalidad--, sino, bien, a reorientar la estrategia gestora o, bien, a revocar a los miembros del
consejo. Quizá el control de oportunidad sea el que más frecuentemente se ejerza por la
asamblea general al amparo de su competencia de examen. El examen de oportunidad puede
realizarse comparando la totalidad de la gestión realizada con el programa de gestión contenido
en la política general de la cooperativa que haya aprobado la asamblea (art. 21.1 LCEstado);
pero también es posible que se circunscriba a un acto o a varios actos de gestión concretos,
incluso al examen de la oportunidad de la renuncia del consejero a su cargo1208.

III. El adecuado desempeño de la función de examen de la gestión requiere, como


presupuestos generales, que el órgano que supervisa sea independiente del supervisado y que

1207Esta misma tesis la han sostenido respecto de la junta general de la sociedad anónima R URÍA, A. MENÉNDEZ
y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.),
Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 95, pág. 68.

Crítico con la distinción entre juntas generales ordinarias y extraordinarias en las sociedades anónimas, se muestra
F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 67 a 72.

1208En la SAP Zamora de 25 de marzo de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\6861) se sostiene que si bien el desempeño del
cargo de miembro de consejo rector es obligatorio, la Ley permite renunciar al cargo, ahora bien esta renuncia debe
tener una justa causa, que ha ser explicada al consejo o a la asamblea general, y éstos a la vista de la causa
aceptar o denegar la renuncia de forma discrecional considerando el interés social.

434
cuente con información adecuada y suficiente sobre el desarrollo de la actividad gestora.
Precisamente, a la hora de perfilar la estructura funcional óptima que debe reunir el consejo de
administración de la sociedad cotizada para ejercer adecuadamente la función supervisora, se
recomienda, de un lado, que este órgano cuente con consejeros internos --que forman parte del
equipo de gestión de la sociedad, también llamados consejeros ejecutivos--, para que el consejo
esté informado de la marcha de la gestión de la sociedad y los ejecutivos conozcan las
deliberaciones del consejo y actúen en coordinación con el mismo; pero para que no se vea
comprometida o condicionada su labor de supervisión independiente de la gestión ejecutiva, la
amplia mayoría de sus miembros habrían de ser consejeros externos --bien dominicales o bien
independientes, ajenos en ambos supuestos a la gestión ejecutiva de la sociedad--1209. Como el
examen de la gestión --que forma parte del contenido de la función general de supervisión-- en
las sociedades cooperativas corresponde a la asamblea general, la independencia del órgano
supervisor y el desarrollo de los flujos de información y de coordinación estarán muy
determinados por la composición, la competencia y el funcionamiento del mencionado órgano. Al
estar estas tres materias --composición, competencia y funcionamiento-- reguladas en las Leyes
de cooperativas, los presupuestos de (i) independencia y de (ii) información, que son objeto de
recomendación en las sociedades cotizadas, habrán de ser buscados en las normas jurídicas en
el caso de las cooperativas1210.

(i) La independencia de la asamblea general para el desarrollo de su competencia de


examen de la gestión se sustenta en dos datos: en su composición y en su competencia para
nombrar y destituir a los miembros de los demás órganos sociales --en particular del consejo
rector--. Podría decirse que la asamblea general es el órgano independiente en el seno de la
sociedad cooperativa.

La independencia que proporciona su composición radica, de un lado en que la integran


todos los socios (art. 20 LCEstado, por ejemplo); y, de otro, en que la asistencia a sus sesiones
de los miembros del consejo rector --el equivalente, mutatis mutandis, a la presencia en el
consejo de administración de consejeros que tengan carácter ejecutivo, dado que aquí la
asamblea general es el órgano de supervisión y el consejo rector acomete la gestión ejecutiva--
no condiciona las decisiones de la asamblea general, y por lo tanto no supone un prejuicio la
independencia en su actuación supervisora. La asistencia de los consejeros, en tanto que socios,
a la asamblea general no tiente dogmáticamente mayor significado en lo referente al poder
societario que la asistencia de cualquier otro socio: cada consejero socio votará con el o con los
votos que le correspondan. Cuestión distinta es que el grupo de consejeros-socios con sus votos
obtengan la mayoría en la asamblea, circunstancia que simplemente es una consecuencia del
principio mayoritario en la adopción de acuerdos, y a la que hay que dar el mismo valor que a la
mayoría que eventualmente se logre con otro grupo de socios-no consejeros.

La competencia de la asamblea general para nombrar y revocar a los miembros de los


demás órganos sociales, la coloca en la cúspide de la estructura organizativa de la sociedad
cooperativa --de órgano supremo o superior de la voluntad social la califican algunas Leyes de

1209 Vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código
Unificado de Buen Gobierno, II. Recomendación 10 págs. 15 y 16, en www.cnmv.es.

1210 El sistema de gobierno corporativo de la sociedad cooperativa al estar basado, con carácter general, en normas
jurídicas contenidas en las Leyes, escapa a la revisión crítica a que ahora se somete el sistema voluntario de
recomendaciones de buen gobierno propio de las sociedades de capital, de las que se ha hecho eco J. M. EMBID
IRUJO, “El presente incierto del Derecho de sociedades”..., págs. 454 a 456 y 464 a 468.

435
cooperativas1211--, y la proporciona libertad para supervisar la actuación de esos otros órganos,
sobre la base de que ostenta un poder de disposición sobre los miembros de los mismos 1212.

(ii)La información es obtenida por la asamblea general como si de un añadido a su


competencia de gestión se tratara. Además, cuenta con la posibilidad de articular técnicas en su
funcionamiento para pedir información al consejo rector y para que asistan a sus sesiones los
componentes del equipo de gestión ejecutiva de la cooperativa, con lo que puede completarse la
información acerca de aquellos otros asuntos no gestionados por la asamblea general. Y, en fin,
el socio es titular de un potente derecho de información.

La asamblea general de la cooperativa tiene competencia de gestión --no solo de


supervisión de la gestión que realicen otros--, por lo que parte de la información necesaria para
supervisar procede de [está en] ella misma, concretamente en los socios que, reunidos en
asamblea, gestionan la cooperativa1213. Téngase en cuenta que para el examen de la gestión
resulta necesario que quienes lo vayan a realizar, es decir, los socios, posean criterios de
gestión de la empresa cooperativa1214, y quizá sean las cooperativas las sociedades en las que
los socios dispongan de un mejor y mayor conocimiento de la empresa que explota la sociedad,
derivado de la realización por ellos mismos de una parte importante de la actividad económica
que desarrolla la cooperativa. Efectivamente, el hecho de realizar actividad cooperativizada les
proporciona una información originaria acerca de los asuntos sociales de la que carecen, a priori,
los socios que solo aportan capital para rentabilizarlo.

Aun así será necesario que el socio complete la información anterior con datos que no
puede obtener por la realización de actividad cooperativizada. La información de la que carezca
el socio y la asamblea, presupuesto necesario de la actividad de examen de la gestión, puede
obtenerse a través del derecho de información, en su doble vertiente de derecho de la asamblea
general a la información --articulado a través de determinadas técnicas de funcionamiento1215-- y
derecho del socio a la información.

1211Vid. arts. 30.1.II LSCExtremadura; 35 LCréditoCooperativoExtremadura; 8.1 LSCEspecialesExtremadura; 30


LCGalicia; 26 LCAragón; 29 LCMadrid; 34 LCLa Rioja; 30 LCCastilla y León; 37 LCIslas Baleares; 36.1 LSCMurcia;
32 LCNavarra; 42 LCCastilla-La Mancha y 27.1 LSCAndalucía.

1212La conexión entre la competencia de examen de la gestión social y cese y nombramiento de administradores, ha
sido destacada a propósito de la sociedad anónima por F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades
de capital…, págs. 75 y 76 y 444, quien destaca la práctica societaria consistente en que, con ocasión del examen
de la gestión social por la junta ordinaria, sea en estas juntas en las que se decida, en el caso de que venza e plazo
de nombramiento de los administradores, si se les renueva o no en el cargo, o bien, aun cuando no se hayan
cumplido los años por los que fueron nombrados, se acuerde su separación y la designación de nuevos
administradores. Práctica que ha servido, como destaca el Profesor, para que el artículo 145.1 del RRM, posponga
a la junta general que debe aprobar las cuentas del ejercicio la duración del mandato de los administradores cuyo
nombramiento ha vencido --norma que fue elevado a rango de Ley por el artículo 60.2 LSRL y que ha pasado, para
todas las sociedades de capital, al artículo 222 TRLSC--.

1213Sobre la competencia de gestión de la asamblea general en la sociedad cooperativa vid. supra apartado 2.3 del
capítulo segundo de la segunda parte.

Esta necesidad también se aprecia en los órganos de control de la gestión de las sociedades anónimas por G.
1214

ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho
español.., pág. 460.

1215Estas técnicas se han expuesto al analizar el derecho de información como mecanismo de control previo de la
gestión realizada por los administradores en supra apartado 2.4.1.1. del capítulo segundo de la segunda parte.

436
Los sujetos de la relación información y coordinación son la asamblea general, de un
lado, y el consejo rector, el gerente, los directivos y los técnicos así como los interventores, de
otro, existiendo en la legislación cooperativa previsiones normativas sobre el funcionamiento de
la asamblea general para que este último grupo asista a las sesiones del mencionado órgano. En
un caso, porque los miembros del consejo rector y los interventores tienen el deber de asistir a
las sesiones de la asamblea general, deber que se fundamenta en su deber de diligencia1216--.
En otro caso, respecto a los gerentes, directivos y técnicos de la cooperativa porque si lo prevén
los estatutos o lo acuerda la asamblea general, podrán asistir a las sesiones de ésta última
personas que, no siendo socios, hayan sido convocados por considerarlo conveniente para la
cooperativa1217, conveniencia que concurrirá en la convocatoria del equipo de gestión de la
cooperativa.

Complementa a la información que el socio posee derivada del conocimiento de los


asuntos directamente gestionados por la asamblea general, la que puede obtener mediante el
ejercicio del amplio derecho de información reconocido al socio por la legislación cooperativa 1218.
Dejando a un lado aquellos contenidos del derecho de información no concernientes
directamente con la gestión, el socio, en ejercicio del mencionado derecho, frente a la sociedad
cooperativa y, en particular, frente al consejo rector, tiene libre acceso al libro de actas de la
asamblea general y a obtener copia certificada de los acuerdos adoptados en las asambleas
generales; a examinar, en el plazo comprendido entre la convocatoria de la asamblea y su
celebración, los documentos que vayan a ser sometidos a la misma y en particular las cuentas

1216 El deber de asistencia del consejero o del interventor a las sesiones de la asamblea general se fundamenta en
su deber de diligencia. Aunque la generalidad de las Leyes españolas de cooperativas (vid. arts. 22.a) LCPaís
Vasco; 22.2.a) LSCExtremadura; 24.a) LCGalicia; 20.b) LCAragón; 23.1.a) LCMadrid; 26.a) LCLa Rioja;
23.2.a)LCCastilla y León; 26.1.c) LCCataluña; 21.2.a) LCIslas Baleares; 27.b) LCValencia; 27.b) LCNavarra; 28.a)
LCAsturias y 33.a) LCCastilla-La Mancha), con la excepción de las Leyes estatal, murciana y andaluza, regulan el
deber del socio de asistir a las sesiones de la asamblea y comoquiera que, también con carácter general, para ser
consejero, interventor o liquidador es requisito ostentar la condición de socio, por esta vía sobre el consejero, el
interventor o el liquidador pesaría este deber. Sin embargo, el deber del socio y el del consejero, interventor o
liquidador tienen ratios diferentes: el primero trae causa de la mutualidad y el segundo es un subdeber del deber de
diligencia.

El diferente fundamento dota de autonomía al deber de asistencia del consejero, del interventor y del liquidador y
esta naturaleza propia permite afirmar la existencia del deber en los casos en los que la Ley no se lo impone al socio
--como sucede en las Leyes estatal, murciana y andaluza-- y en los supuestos en los que el consejero no ostenta la
condición de socio --como se contempla para algunas cooperativas de primer grado y para la generalidad de las de
segundo grado--.

El problema es más delicado en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado en las que, con carácter
general, los consejeros y los interventores no son socios (son representantes de los genuinos socios, pero actúan
como si hubiesen sido elegidos en nombre propio), careciendo por esta vía del deber de asistencia a la asamblea
general (formada por las entidades socias sobre las que recae la obligación de asistir). Quizá por esta razón,
algunas Leyes [la LCEstado (art. 77.3), la LSCMurcia (art. 133.3) y la LCCastilla-La Mancha (art. 155.4.II)] imponen
a los miembros del consejo rector, a los interventores y, en su caso, a los liquidadores la obligación de asistir a las
reuniones de la asamblea general con voz y sin voto. Pero la solución al problema no exige imponer con carácter
especial este deber de asistencia, sino considerar que el consejero, interventor o liquidador tiene, como deber de
diligencia, el de asistir a la sesión de la asamblea, también en las cooperativas de segundo o ulterior grado.

Vid. arts. 32.9 LSCExtremadura; 50.7 LSCAndalucía; 34.6 LCCastilla y León; 41.8 LCIslas Baleares; 52.4
1217

LCAsturias y 48.2.II LCCastilla-La Mancha.

1218Este derecho ha sido analizado desde la vertiente de la participación orgánica en supra apartado 2.4.1.1, del
capítulo segundo de la segunda parte.

437
anuales, el informe de gestión, la propuesta de distribución de resultados y el informe de los
Interventores o el informe de la auditoría, según los casos; a solicitar por escrito, con anterioridad
a la celebración de la asamblea, o verbalmente en el transcurso de la misma, la ampliación de
cuanta información considere necesaria en relación a los puntos contenidos en el orden del día;
a solicitar por escrito y recibir información sobre la marcha de la cooperativa --en este supuesto,
el consejo rector deberá facilitar la información solicitada en el plazo de treinta días o, si se
considera que es interés general, en la asamblea más próxima a celebrar, incluyéndola en el
orden del día--. También puede ejercerse colectivamente el derecho de información sin límites
en cuanto al objeto informativo solicitado, así cuando un número de socios --el diez por ciento de
los socios de la cooperativa, o cien socios, si ésta tiene más de mil-- soliciten por escrito al
consejo rector la información que consideren necesaria, éste deberá proporcionarla también por
escrito, en un plazo no superior a un mes, lo que incluiría las actas del consejo rector. El amplio
derecho de información que corresponde al socio de la cooperativa carece de límites cuando la
información haya de proporcionarse en el acto de la asamblea y ésta apoyase la solicitud de
información por más de la mitad de los votos presentes y representados, en cuyo caso el consejo
rector deberá proporcionarla sea cual fuere la información pedida sin poder alegar peligro para
los intereses de la cooperativa1219.

La regulación de los mecanismos que faciliten la supervisión de la asamblea general


puede ser ampliada por los estatutos sociales, siempre que esta ampliación no se oponga a las
leyes ni contradiga los principios configuradores de la sociedad cooperativa (art. 10.1. in fine
LCEstado, p. ej.). Al amparo de esta posibilidad pueden entrar en juego dos instrumentos de
aumento de la información del socio y de la coordinación con el consejo rector: la imposición ex
estatutos a los consejeros e interventores de un deber específico de asistencia a la asamblea
general --en los casos en los que las Leyes no lo regulen--, y la creación por la asamblea general
de comisiones ad hoc. La existencia en la sociedad cooperativa de comisiones específicas con
funciones de gestión o de control ya ha sido objeto de análisis más arriba 1220, ahora se trata de
otra función, la referente al ámbito de la información, al respecto de la cual las Leyes prevén que
los estatutos --o la asamblea general-- puedan crear y regular comisiones para facilitar la
información a los socios sobre la marcha de la sociedad cooperativa1221.

IV. El contenido de la función de examen de la gestión que corresponde a la asamblea


general está integrado por la gestión que deba supervisarse. De esta manera, el ámbito o
alcance de lo supervisado determina la tarea supervisora. Tres son los factores que perfilan o
condicionan esta competencia de la asamblea general desde el punto de vista material: (i) la
existencia de materias que gestiona directamente la asamblea general, (ii) la distribución de
competencias gestoras en el seno del consejo rector y (iii) la posible existencia de un presidente
ejecutivo al lado del consejo rector que también es supervisado.

(i)Sobre las materias que haya gestionado directamente la asamblea general a ésta le
corresponderá únicamente supervisar la ejecución de sus acuerdos. Esta ejecución requerirá
actuaciones únicamente internas o únicamente externas, o ambas. Normalmente, la ejecución en
cualquiera de los planos expuestos será realizada por el consejo rector, en ejercicio de sus

1219A los efectos expositivos que aquí interesan basta con haber desgranado el régimen jurídico que, sobre el
derecho de información, contiene el artículo 16.3 LCEstado.

1220 Vid supra apartado 2.1.6. del capítulo primero de la segunda parte.

1221Este tipo de comisiones con funciones de información es recogido en las Leyes extremeña (art. 24.9) y
castellano leonesa [art. 22.3.g).III], y es una de las funciones del comité técnico andaluz [art. 43.2.e)].

438
competencias de gestión y representación, pero cabe la posibilidad de que la asamblea general
confiera apoderamientos a una persona para la ejecución de sus acuerdos, que actuará como
representante voluntario de la sociedad cooperativa.

(ii)Cuando la gestión ejecutiva no sea desarrollada por el consejo rector en pleno sino
por uno varios delegados --que pueden acumular, a su vez, representación orgánica-- o
mandatarios --a los que se les puede conferir representación voluntaria-- se plantea, no solo la
cuestión de las competencias que quedan en poder del resto de consejeros o, mejor, del pleno
del consejo y su supervisión, sino también la supervisión de las funciones delegadas o
encargadas. En este terreno debe admitirse la concurrencia de supervisiones: al delegado y al
mandatario lo supervisará quién los haya designado --el consejo rector1222-- de conformidad con
el régimen jurídico propio de la delegación de facultades o en su caso del mandato o comisión, o
cualquier otro contrato de colaboración; pero también podrá supervisarlo la asamblea general, al
amparo de su competencia general de supervisión.

(iii)Un caso singular lo constituye el presidente del consejo rector a cuya función de
representación y de organización --consistente en ejercer como representante orgánico de la
sociedad cooperativa1223, y en ejercer las competencias organizativas internas (presidir las
sesiones de los órganos colegiados, visar las actas y certificaciones…)-- puede acumular la tarea
de ejecutivo --gestor-- de la compañía. La configuración legal de las funciones del presidente de
la sociedad cooperativa le perfilan como un órgano carente de competencias de gestión del
objeto social y de la actividad cooperativizada --la gestión corresponde al consejo rector--1224,

1222Así, por ejemplo, en la Leyes aragonesa, catalana, castellano-manchega y andaluza de cooperativas se permite
que el consejo rector pueda delegar las facultades que se refieren al tráfico empresarial ordinario de la cooperativa
en uno o más de sus miembros, en cuyo caso, el consejo rector conserva, entre otras, las facultades de controlar
permanente y directamente la gestión empresarial que ha sido delegada [arts. 40.2.b), 44.2.b), 69.2.b) y 37.2.c),
respectivamente].

1223 Esta atribución del presidente fue duramente criticada por F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º,… artículo 54, págs. 652 a 658, por cuanto le convierte en representante legal de la cooperativa,
pudiendo estipular en tal condición toda clase de negocios jurídicos y sin venir condicionada por el ejercicio de su
facultad de ejecución de los acuerdos sociales, creándose un órgano individual de representación, de forma que
para ejercer esta representación únicamente ha de acreditar su condición de tal, pero no los antecedentes o
acuerdos sociales en cuya virtud actúa. En la misa línea crítica, ya bajo la Ley estatal de 1999, se manifiestan M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, 321 a 324, que ven en el régimen legal un
sistema inadmisible de regulación bicéfala: la Ley atribuye simultáneamente al consejo rector y al presidente --como
órgano unipersonal-- la “representación legal” de la cooperativa, de manera que sobre ella tanto el presidente cuanto
el consejo rector tienen competencias propias.

1224 La legislación cooperativa española en lo que al poder societario del presidente se refiere ha evolucionado
desde posiciones presidencialistas a concepciones colegiadas de la gestión social. Una buena muestra de esta
evolución es la descrita en la SAP Vizcaya de 18 de enero de 2000 [Civil] (Ar AC 2000\364) en la que al analizar
“quién tiene la facultad de convocar la Junta General o Asamblea” se explica “que pese a que el art. 35.1 de los
Estatutos la otorgue al Presidente del Consejo de Administración [en realidad, del consejo rector], estos Estatutos
que se remontan al menos al 13 de mayo de 1975 una vez modificados los anteriores de mayo de 1957, no están
adaptados a la Ley del Parlamento Vasco 4/1993 de Cooperativa de Euskadi, cuyo art. 33 confiere a los
administradores esta competencia. El art. 40.1 del mismo texto dice que «los administradores son el órgano al que
corresponde en exclusiva la gestión y representación de la cooperativa», y el 41.1 que «los administradores se
configuran como un órgano colegiado con el nombre de Consejo Rector», cuyo número de miembros no puede ser
inferior a tres (art. 45.1) y que elegirá entre sus miembros el cargo de Presidente. Por lo tanto la Ley de
Cooperativas mencionada se inspira en una filosofía tendente a diluir la figura del Presidente y dotar de mayor
consenso y confrontación de pareceres a las decisiones que se tomen preferentemente de forma colegiada”.

439
pero sí titular de la competencia de representación orgánica de la cooperativa1225. Incluso, es
frecuente que las sociedades cooperativas le confieran apoderamientos, en ocasiones con
amplias facultades, o, en las Leyes que contemplan la figura, o le nombren consejero delegado.
Al igual que en los casos anteriores, a la supervisión del consejo rector sobre la figura del
presidente ejecutivo se añade la supervisión de la asamblea general.

Frente al riesgo de la excesiva concentración de poder en la persona del presidente, que


lleva añadido el peligro de anulación del consejo rector, los informes de buen gobierno
elaborados para las sociedades cotizadas recomiendan que se faculte a uno de los consejeros
independientes para solicitar la convocatoria del consejo o la inclusión de nuevos puntos en el
orden del día; para coordinar y hacerse eco de las preocupaciones de los consejeros externos; y
para dirigir la evaluación por el consejo de su presidente1226. Quizás, en el ámbito de la sociedad
cooperativa para el problema de gobierno corporativo que supone la figura del presidente
ejecutivo deba apurarse la búsqueda de soluciones basadas en la participación de los socios. Y
en esta tarea, se observa como las Leyes de cooperativas contienen normas jurídicas que
constituyen verdaderas reglas de buen gobierno en la materia.

La primera de ellas consiste en la elección directa del presidente del consejo rector por
la asamblea general, lo que propicia la participación del socio en la designación de la apersona
que vaya a presidir la cooperativa, frente a aquella otra que atribuye al consejo rector la
competencia de elegir, entre los consejeros, a su presidente. El panorama normativo es muy
variado, pero salvo en un caso residual --en el que el cargo de presidente debe ser
necesariamente elegido por el consejo rector1227--, en todas la Leyes la asamblea general es o
puede ser competente para nombrar directamente al presidente1228.
1225La falta de competencia de gestión del presidente de la cooperativa ha sido analizada y defendida por M.
PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión
social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil..., pág.
216, y, del mismo autor, “La representación de las sociedades cooperativas en la Ley andaluza”, en Revista Jurídica
de Economía Social y Cooperativa, núm. 16 [2005], págs. 55 a 68, en págs. 66 a 68.

1226 Vid. Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, Código
Unificado de Buen Gobierno, II. Recomendación 17 pág. 20, en www.cnmv.es).

1227Se trata de las cooperativas de segundo grado castellano leonesas, en las que el presidente del consejo rector
solo puede ser elegido por el propio consejo rector (art. 42.1.III).

1228 Hasta seis reglas coexisten en la legislación española de cooperativas a la hora de determinar quién ha de
nombrar al presidente de la sociedad cooperativa: 1) elección, de entre sus miembros, por el consejo rector o por la
asamblea general, según determinen los estatutos [arts. 34.1.II LCEstado; 41.2.e) LCCataluña; 42.3 LCValencia y
50.3.II LSCMurcia]; 2) elección por la asamblea general, salvo que los estatutos atribuyan esta facultad al consejo
rector (arts. 44.2.I LCGalicia 38.3. LCAragón; 48.2.I LCLa Rioja y 42.1.III LCCastilla y León, aunque en esta última
Ley solo para las cooperativas de primer grado); 3) elección por el consejo rector, salvo que tal facultad venga
atribuida a la asamblea general por los estatutos (arts. 45.2. LCPaís Vasco; 51.1 LCréditoCooperativoExtremadura y
39.1 LSCAndalucía); 4) elección por el consejo rector, salvo disposición contraria de los estatutos, sin prever que
esta disposición contraria tenga que ser la atribución a la asamblea general (arts. 41.2.II LCMadrid y 45.3
LCCastilla-La Mancha); 5) elección directa por la asamblea general, sin posibilidad de atribución estatutaria de esta
competencia al consejo rector (art. 37.2.II LCNavarra y 37.4 LSCExtremadura); y 6) elección por el consejo rector,
sin posibilidad de atribución de la competencia a la asamblea general (art. 42.1.III LCCastilla y León únicamente
para las cooperativa de primer grado).

A juicio de M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 310, la competencia de la
asamblea general en esta materia resulta más acorde con el corte presidencialista --relativo a la concentración de
poder en el presidente de la cooperativa--, pues si el presidente representa a la sociedad, debe ser la asamblea la
que lo elija.

440
La segunda regla se extrae del régimen jurídico de la convocatoria del consejo rector, en
la que toma protagonismo legal no solo el presidente sino cualquier consejero. En el
funcionamiento del consejo rector, como de cualquier otro órgano colegiado, la convocatoria es
el desencadenante del ejercicio de sus competencias, de manera que puede afirmarse que si el
consejo rector no se convoca, el órgano no funciona --a salvo, lógicamente, de la celebración de
reuniones universales--; y como la facultad de convocar corresponde al presidente del consejo
rector, se corre el riesgo de que, si acumula las funciones de primer ejecutivo, se desentienda
del consejo y acometa la tarea de gestión autónomamente. En la legislación cooperativa se
regula de forma participativa la convocatoria del consejo rector, posibilitando a cualquier
consejero iniciar y, en ocasiones terminar, el procedimiento de convocatoria del consejo rector, al
margen de su presidente. De esta manera, aunque la reunión del consejo rector deberá ser
convocada por el presidente [o el que haga sus veces], la iniciativa de la convocatoria puede ser
del propio presidente --a iniciativa propia, dicen las Leyes-- o de un consejero --a petición de
cualquier consejero, disponen las Leyes--; e incluso, caben casos en los que la convocatoria la
realice no el presidente, sino un consejero, puesto que si la solicitud no fuese atendida en el
plazo de diez días, el consejo rector podrá ser convocado por quien hubiese hecho la petición,
siempre que logre para su convocatoria la adhesión, al menos, de un tercio del consejo1229.
Adicionalmente, en el régimen jurídico del funcionamiento del consejo rector se encuentran
técnicas de gobierno que obligan al presidente ejecutivo a someter su gestión al control del
consejo rector, basadas en la celebración obligatoria periódica de sesiones del mencionado
órgano --sesiones ordinarias--1230.

Y la tercera de las reglas para limitar el poder del presidente ejecutivo, se basa en la
competencia de la asamblea general para conferir apoderamientos, que ha sido analizada más
arriba1231. De esta forma, la asamblea general puede limitar el ámbito de facultades que
corresponden al presidente ejecutivo cuando éste haya sido construido con base en
apoderamientos conferidos por la propia asamblea. Como también se ha explicado
anteriormente, la asamblea general no puede crear y designar a un consejero delegado

1229Esta es la norma que se contiene en los artículos 38.2 LSCExtremadura; 46.2.I LCGalicia; 60.3 LSCAndalucía;
50.2.I LCLa Rioja; 52.2 LCIslas Baleares; 46.2 LCValencia; 70.1.I LCAsturias y 67.2.a) LCCastilla-La Mancha.

Algunas Leyes, aunque siguen el esquema general expuesto, presentan determinadas especialidades que no
alteran el principio inspirador; así, en la Ley navarra se exige la adhesión de la mitad más uno de los consejeros (art.
37.5.II), o en la Ley aragonesa donde no se exigen al proponente adhesiones de consejeros para poder convocar el
consejo rector si el presidente no atiende en plazo a la petición (art. 39.1), o, en fin, en la Ley castellano leonesa el
plazo para que el presiente atienda la solicitud de convocatoria es de quince días (art. 44.2.I). Otras en cambio se
separan de la regla de la alternatividad de la convocatoria del consejo rector para reconocer esta facultad
únicamente al presidente, con la Ley vasca (art. 46.2).

Recientemente el Derecho de sociedades de capital ha recogido la fórmula cooperativa que reconoce el derecho a
convocar a los propios consejeros. La Ley 25/2011, de 1 de agosto, ha reformado el artículo 246 TRLSC, en el que
tras reconocer que “el consejo de administración será convocado por su presidente o el que haga sus veces”, añade
que “los administradores que constituyan al menos un tercio de los miembros del consejo podrán convocarlo,
indicando el orden del día, para su celebración en la localidad donde radique el domicilio social, si, previa petición al
presidente, éste sin causa justificada no hubiera hecho la convocatoria en el plazo de un mes”.

1230Tal es el caso de la Ley valenciana en la que el consejo rector deberá reunirse, de forma ordinaria, con la
periodicidad que establezcan los estatutos sociales, que en ningún caso será superior a tres meses (art. 46.2).

1231 Vid. supra apartados 2.3.1 (punto V) y 2.3.2 (punto II), del capítulo segundo de la segunda parte.

441
[tampoco a una comisión ejecutiva] 1232, por ello, carece de competencias directas para limitar la
concentración de funciones en el presidente-consejero delegado, pero como sí puede impartir
instrucciones al consejo rector o someter a autorización la adopción por dicho órgano de
decisiones o acuerdos sobre determinados asuntos, será capaz, con amparo en estos
instrumentos, de limitar indirectamente el ámbito de competencias de aquél.

V. La asamblea general que examina la gestión social es tanto la ordinaria cuanto la


extraordinaria. El hecho de que al regular las materias sobre las que debe deliberar y adoptar
acuerdos la asamblea ordinaria se incluya la de examinar la gestión social, no significa que una
extraordinaria no pueda proceder a tal examen. Téngase en cuenta al respecto, que las Leyes al
enumerar con carácter general las competencias de este órgano --sin distinguir entre un tipo y
otro de asamblea-- incluyen la de examen de la gestión [art. 21.1.2.a) LCEstado, por ejemplo],
que se debe hacer en la ordinaria [porque así lo ordena el artículo 22.1.II LCEstado, siguiendo
con el ejemplo apuntado], y que puede hacerse en la extraordinaria1233.

VI. El resultado del examen de la gestión puede concretarse en la adopción de acuerdos


por la asamblea general. Ahora bien, solo podrá adoptar acuerdos con ocasión del ejercicio de la
competencia de examen de la gestión siempre que sea, a su vez, competente para aquéllos.
Con arreglo a esta indicación, como consecuencia del examen, la asamblea general podrá
adoptar acuerdos de gestión --extraordinaria y, si la Ley o los estatutos así lo reconocen,
ordinaria--, de instrucciones al consejo rector, de autorización previa, de revocación de
administradores, de ejercicio de la acción responsabilidad, de realización de auditorías o de
verificaciones patrimoniales por expertos, de modificación de las retribuciones de los conejeros,
de reorientación de la política general de la cooperativa y en general cualquier otro acuerdo que,
dentro de sus competencias, esté conectado con el examen de la gestión. El problema que
plantean todos estos acuerdos conexos es el de su ajuste al régimen jurídico de la convocatoria,
concretamente a la regla de la previa inclusión en el orden del día, dado que, como norma
general, son nulos los acuerdos sobre asuntos que no consten en el orden del día (art. 28.4
LCEstado, por ejemplo). Aunque esta norma presenta excepciones entre las que se encuentran
alguno de los acuerdos mencionados --concretamente la asamblea general podrá acordar,
aunque no se encuentre en el orden del día, que se realice censura de las cuentas por miembros
de la cooperativa o por persona externa, así como el ejercicio de la acción de responsabilidad
contra los administradores, los interventores, los auditores o los liquidadores, y la revocación de
los cargos sociales antes mencionados (art. 28.4 LCEstado)--, queda abierto el problema de la
nulidad del resto de los citados acuerdos. Probablemente deba seguirse una interpretación
flexible de la obligación de la previa inclusión de asuntos en el orden del día, que permita
entenderla respetada en todos aquellos casos en los que habiéndose señalado como uno de sus
puntos el examen de la gestión social, del curso del debate asambleario resulte la necesidad --o

1232 Lo que sí puede es aprobar el acuerdo del consejo rector de nombramiento de consejero delegado si los
estatutos le atribuyen esta facultad [vid. supra apartado 2.3.1 (punto V) y 2.3.2 (punto II), del capítulo segundo de la
segunda parte], lo que carece de interés para limitar los poderes del presidente a instancia de los socios.

1233Así lo sostenía también para la sociedad anónima R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta
general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V, …artículo 95, pág. 68, bajo la vigencia del Texto Refundido de 1989, que no
enumeraba ordenadamente competencias de la junta general y que señalaba la de la censura de la gestión social
como propia de la junta general ordinaria. Ahora, el TRLSC sí contiene una enumeración genérica que incluye la de
aprobar la gestión social [art. 160.a)] y que se asigna a la junta general ordinaria (art. 164.1), circunstancia que
podría determinar que la aprobación de la gestión relativa al ejercicio anterior es objeto de la junta ordinaria y el
examen de cualquier otro aspecto de gestión puede ser abordado por una junta extraordinaria.

442
simplemente la oportunidad-- de adoptar algún acuerdo conexo1234. Tal conexión entre el
acuerdo de la asamblea con la competencia de examen debe valorarse caso a caso, y con
arreglo a la motivación que haya justificado su adopción, para lo que será un instrumento de
extraordinaria importancia el reflejo en el acta del desarrollo de la sesión de la asamblea en el
punto concreto del examen de la gestión. En aquellos casos en los que pudiera haber dudas
sobre la legalidad del acuerdo a la luz de las normas sobre la convocatoria, siempre queda el
recurso de que la asamblea general adopte el acuerdo de convocar una nueva sesión --que
puede adoptarse sin estar incluido en el orden del día (art. 28.4 LCEstado)-- señalando como
punto el asunto derivado del examen de la gestión. Naturalmente, el problema planteado no
surge en las asambleas universales, que podrán revisar el orden del día inicialmente aprobado
por ellas para incluir nuevos puntos, siempre que en ese momento estén presentes o
representados todos los socios de la cooperativa y acepten, por unanimidad, tal revisión,
aprobando, todos ellos, la inclusión de un nuevo punto en el orden del día (arg. ex. art. 23.5
LCEstado).

VII. Como contenido específico de la función de examen, la asamblea general ostenta un


derecho de verificación. La titularidad del derecho de verificación a favor de un órgano social, y
no del socio individualmente considerado, y, concretamente a favor del órgano social competente
para el control y examen de la gestión es una constante en el Derecho de sociedades 1235. Este
derecho consiste en el examen de los libros sociales, de las actas, de la correspondencia, en
definitiva, de toda la documentación y los archivos informáticos --verificación documental--, así
como de las dependencias, existencias y caja de la sociedad cooperativa --verificación física--. El
derecho de verificación de la asamblea carece de reconocimiento legal expreso; el fundamento
jurídico de su existencia se encuentra en la competencia general de examen que sí es atribuida
por la Ley a la asamblea [vid. art. 21.2.a) LCEstado]. La naturaleza de este derecho está
emparentada con el derecho de información, apreciándose un paralelismo entre el objeto del
derecho de verificación documental que, en el marco del derecho de información 1236, se atribuye
al socio individualmente considerado y el objeto del derecho de verificación documental que
corresponde a la asamblea. Este paralelismo objetivo permite explicar con mayor facilidad que la
competencia de examen que corresponde a la asamblea alberge en su seno el derecho de

1234A propósito de las sociedades anónimas, nuestra mejor doctrina seña que, en principio, la junta general de
accionistas no puede tomar acuerdos válidos sobre materias que no figuren en el orden del día, “salo si se trata de
cuestiones incidentales o conexas” (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de
accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades
mercantiles, tomo V…, artículo 97, pág. 89).

1235 En el Derecho de sociedades comunitario al regular el sistema dualista se atribuye al órgano de control el
derecho a realizar o hacer que se realicen las comprobaciones necesarias para desempeñar su cometido (arts. 41.4
ESAE y 40 ESCE). Ahora bien, si la competencia de examen y control corresponde a la asamblea general, en éste
órgano debe residenciarse el derecho de verificación. A pesar de que no haya una atribución expresa en el ESCE a
la asamblea general del derecho de comprobación, debe entenderse que en el sistema monista, ante la inexistencia
de órgano de control, esta función corresponderá a la asamblea. En todo caso, las sociedades cooperativas
europeas cuyo domicilio social se encuentre en España contarán entre las competencias de la asamblea general
con la función de comprobación (arg. ex. art. 52.II ESCE).

1236 La Ley al regular el derecho de información del socio señala como modalidad del mismo el libre acceso a los
libros de registros de socios y al libro de actas de la asamblea general, y al examen, en el domicilio social y en los
centros de trabajo de la cooperativa, de las cuentas anuales, del informe de gestión, de la propuesta de distribución
de resultados y del informe de los interventores o de la auditoría [art. 16.3, letras b), y d) LCEstado].

Incluso el ESCE regula el derecho de comprobación como modalidad del derecho de información del órgano de
control (vid. art. 40.2).

443
verificación, dado que si se reconoce al socio individualmente considerado, el derecho debe
reconocerse también al órgano de los socios, es decir, a la asamblea general. Su conexión
objetiva con el derecho de información no desdibuja la genuina naturaleza de orden temporal de
la verificación: como el examen es posterior al objeto examinado, el derecho de verificación --al
ser examen-- se cierne sobre datos existentes o hechos ya acontecidos, es decir, también es un
posterius respecto de su objeto, aunque, los resultados del mismo desencadenen la adopción
por la asamblea del acuerdo que resulte oportuno. Naturalmente, si el secreto de la contabilidad
de la cooperativa (art. 31.2 C de C) cede ante el derecho de información del socio [art. 16.3.d)
LCEstado], también cede ante el derecho de verificación de la asamblea general. Este derecho
de verificación puede ejercerse por la asamblea general directamente --nombrado a uno o varios
socios comisionados--, o a través de expertos designados por la propia asamblea. La
justificación de esta segunda posibilidad es fácil: si en el terreno de la verificación de las cuentas
anuales la asamblea general puede designar auditores (art. 62 LCEstado), no hay razón para
que no pueda hacerlo en el resto de documentos o realidades a verificar. Incluso alguna
legislación autonómica abre la puerta a esta posibilidad cuando permite que los estatutos o la
asamblea general puedan crear y regular la existencia de comisiones con la función de actuar
como cauce e instrumento que facilite la mayor información posible a los socios sobre la marcha
de la sociedad cooperativa (art. 24.2 LSCExtremadura, por ejemplo).

2.4.2.2. La aprobación de las cuentas y la aplicación de los resultados.

I. La asamblea general es competente para la aprobación de las cuentas anuales y del


informe de gestión así como para resolver sobre la aplicación de los excedentes disponibles o la
imputación de las pérdidas. En el trámite de aprobación, la asamblea puede modificar las
cuentas anuales formuladas por el consejo rector --su intensa competencia gestora justifica esta
solución1237--; también podrá rechazarlas y proponer al consejo rector su modificación1238, quién
deberá realizar los cambios oportunos señalados por la asamblea1239.

1237 En el ámbito de las sociedades anónimas, un autorizado sector doctrinal encabezado por R URÍA, A.
MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia
(dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 95, págs. 71 y 72 no duda de
que la junta general, en su condición de órgano supremo, “no esta ligada por la propuesta o proyecto formulados por
los administradores”, de forma que “los accionistas, a través de la junta, pueden modificar el balance como tengan
por conveniente, decidiendo la forma definitiva del mismo dentro de las normas que la Ley establece para su
formación”, aunque, en la práctica la modificación del balance por las juntas generales es infrecuente.

Si esta competencia se reconoce a la junta general de la sociedad anónima, también debe atribuirse, por evidentes
razones tipológicas, a la asamblea general de la sociedad cooperativa.

1238Así lo estudió en su momento, para las sociedades anónimas F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las
sociedades de capital…, págs. 76 y 77; y, para las sociedades cooperativas, M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 328 y 329. Por su parte I. M. LOJENDIO OSBORNE, “Delimitación de
competencias entre los órganos de la sociedad anónima y modificación de balance”…, págs. 337 a 341, entiende
que la junta puede, lógicamente no aprobar el balance, pero carece de atribuciones para modificarlo por sí misma y
por encomienda a un tercero, y podrá cesar a los administradores que no sigan su voluntad.

1239Incluso frente a la posibilidad de que el consejo rector no ejecute las instrucciones de la asamblea general en
orden a la modificación de las cuentas anuales se ha postulado el nacimiento de responsabilidad para el consejo por
no desempeñar su cargo con arreglo a sus deberes de diligencia y lealtad (vid. M. L. LLOBREGAT HURTADO,
Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 340 y 341).

444
La aprobación de las cuentas anuales y la aplicación del resultado --complementarios
entre sí1240-- son unas decisiones conectadas con la esfera de la gestión. No en vano la Ley
atribuye esta competencia a la asamblea general junto con la correspondiente al examen de la
gestión social [art. 21.2.a) LCEstado]. Además, la distribución de los excedentes a través del
retorno y la imputación de pérdidas a los socios que acuerda la asamblea general, tiene como
antecedente financiero un acto de gestión adoptado por el consejo rector: los anticipos a cuenta
que cada socio haya recibido por su actividad cooperativizada y que son decisión de los
administradores pueden provocar que no haya retorno o, incluso, que haya pérdidas imputables
al socio; si los anticipos son materia gestora, el retorno y las pérdidas también han de tener esta
naturaleza. En algunos ordenamientos jurídicos la aprobación de las cuentas anuales es
realizada por los órganos de gestión1241, y su naturaleza jurídica no cambia por el hecho de que
el titular de la competencia sea otro órgano.

II. La discusión acerca de la aprobación de las cuentas anuales y de la aplicación del


resultado encierra un conflicto entre dos intereses: el de los socios a recibir beneficios y el de la
sociedad a mantener recursos para consolidar la estructura productiva. Interés este último que
se alinea con un interés público en el mantenimiento de la empresa eficiente, fundamento mismo
del sistema económico de mercado. Esta discusión se concreta en la cuestión de quién debe
decidir sobre la aprobación de las cuentas y la aplicación de los beneficios o pérdidas. En las
sociedades de capital españolas la competencia es atribuida sin ambages a los socios --junta
general--, basculando el conflicto hacia el interés que representan los propietarios de la
sociedad, pero con elementos de valoración de las partidas reglados y controlados --auditorías--
que hacen de la contabilidad no un instrumento de generación formal de beneficios repartibles
sino un medio de conocer la imagen fiel de la situación patrimonial y financiera de la sociedad,
en reflejo de la tutela de otros intereses difusos --incluso de socios minoritarios-- de conservación
de la empresa1242. En las sociedades cooperativas también corresponde a la asamblea general

1240R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y
M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 95, págs. 69 y
73, explican que la conexión entre la formulación y la aprobación del balance y la propuesta de distribución de
beneficios es tan evidente que la junta no podrá resolver válidamente sobre la distribución de beneficios si
previamente no ha acordado la aprobación del balance, de forma que el acuerdo de distribución de beneficios es
complementario de la aprobación del balance; ahora bien, la junta puede aprobar el balance y rechazar la propuesta
de distribución de beneficios hecha por los administradores, por lo que, aunque complementarios, son cosa distinta
la aprobación del balance de la resolución acordando reservas o distribuyendo beneficios.

1241Por ejemplo, en el Derecho alemán contenido en la Ley de 1937, en el que Vorstand y Aufsichtsrat cooperan en
la aprobación de las cuentas --cuando éste muestra su conformidad a las cuentas elaboradas por aquél, las cuentas
anuales quedan definitivamente aprobadas--, resultando excluida, con carácter general de esta tarea la junta
general, salvo para la distribución de beneficios, o cuando no hay conformidad entre los órganos mencionados o
ambos deciden remitir la aprobación a la junta general-- (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs 174 a 177). Precisamente, la
explicación que la doctrina alemana ofrece a esta solución la extrae del planteamiento general de la Ley de 1937 de
excluir a la junta general de la gestión, siendo su separación del proceso de aprobación de las cuentas anuales una
medida más derivada de la regla general de alejamiento de la junta general respecto del ámbito de la gestión. Una
regulación cercana a la alemana se da en el Derecho holandés, en el que el consejo de vigilancia es competente
para aprobar las cuentas anuales, pero se requiere la autorización de la junta general para que las cuentas
aprobadas sean válidas a todos los efectos (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 486).

1242En otros ordenamientos, como el alemán contenido en la Ley de 1965, la aprobación de las cuentas es decisión
conjunta del Vorstand y del Aufsichtsrat, interviniendo solamente la junta general en la aprobación cuando le sean
remitidas las cuentas de común acuerdo por ambos órganos o cuando el Aufsichtsrat no da su aprobación a las
cuentas presentadas por el Vorstand, y, en todo caso, en la aplicación de los beneficios de las cuentas ya
aprobadas por aquéllos (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho

445
la aprobación de las cuentas anuales y la aplicación de los excedentes o imputación de pérdidas.
Sin embargo, además de la aplicación, como en las sociedades de capital, de las normas del
Derecho contable, y de la traslación a las cooperativas de los intereses que ellas representan, la
determinación de los resultados del ejercicio económico limita de forma extraordinaria la
competencia de la asamblea general en la aplicación e los resultados. Como, con carácter
general, los beneficios por operaciones extraordinarias y por operaciones cooperativizadas con
terceros, así como un porcentaje de los excedentes por operaciones cooperativizadas con socios
se destina a reservas irrepartibles, la decisión de la asamblea general se limita al porcentaje
retornable de los excedentes1243.

La actual tendencia a la mayor repartibilidad de beneficios que se está apreciando en las


nuevas Leyes de cooperativas --de la que constituye su máxima expresión la Ley 8/2006, de 23
de diciembre, de Sociedades Cooperativas Especiales de Extremadura-- produce un interesante
impacto en sede de competencias de la asamblea general. En la medida en que mayor sea el
volumen de beneficios repartibles, más intensa será la competencia de la asamblea general en lo
referente a la aprobación de las cuentas y a la aplicación del resultado.

Si los resultados son negativos, y dejando a un lado las pérdidas derivadas de la


actividad cooperativizada con terceros no socios y de la actividad extraordinaria cuya imputación
al fondo de reserva obligatorio viene determinada legalmente, sobre las pérdidas derivadas de la
actividad cooperativa con socios, que acaban imputándose a éstos, la asamblea general decide
acerca del cómo han de imputarse, competencia de la que, por evidentes razones mutualistas,
carece la junta general de las sociedades de capital.

2.4.2.3. La responsabilidad.

La exigencia de responsabilidad al consejo rector es en las sociedades cooperativas,


como en el resto de sociedades, un instrumento de control a posteriori de la gestión realizada por
el mencionado órgano.

Dejando a un lado otras cuestiones referentes a la responsabilidad del consejo


rector1244,
la conexión de la exigencia de responsabilidad con la teoría de la participación del
socio en la gestión produce dos consecuencias ya apuntadas que debilitan a aquélla: la

europeo y reforma del Derecho español.., págs. 257 y 258). Una solución parecida fue acogida en los proyectos
comunitarios de reglamento y de directiva de la sociedad anónima europea, con la salvedad de que los estatutos
podían facultar al órgano de dirección para disponer de hasta el 50 por 100 del beneficio (vid. G. ESTEBAN
VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español..,
págs 486 y 487).

1243Es de la misma opinión M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, pág. 332, para
quien la distribución del excedente neto en la cooperativa queda limitada a la distribución de los resultados
obtenidos a través de la actividad económica típicamente cooperativa o mutualística, de tal forma que los otros
rendimientos quedan asignados a priori, por imperativo de la Ley, a los Fondos de reserva de carácter irrepartible,
no procediendo por tanto su distribución.

1244Que pueden consultarse en A. SEQUEIRA MARTÍN y F. SACRISTÁN BERGIA, “Una reflexión sobre la
responsabilidad de los miembros del consejo rector de las cooperativas”..., págs. 219 a 232; y en E. GADEA, F.
SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad
actual y propuestas de reforma…, págs. 321 a 335.

446
responsabilidad de los socios por actos de gestión y la exoneración de responsabilidad del
órgano de administración por actos de gestión ajenos1245.

2.4.2.4. Nombramiento y revocación de los miembros del órgano de


administración.

I. La asamblea general de las sociedades cooperativas tiene la competencia para el


nombramiento y la revocación de los miembros del órgano de administración [vid,. p. ej., art.
21.2.a) LCEstado], lo que atribuye a la asamblea un poder indirecto de intervención en las
funciones de gestión que correspondan al órgano de administración. En esta línea de
pensamiento, se ha llegado a firmar que la selección de determinadas personas para la
administración “se puede considerar como un acto, uno de los más importantes de realización de
una determinada política de gestión”1246. El nombramiento y la revocación de los miembros del
órgano de administración por la asamblea general es un síntoma de dependencia de aquél
órgano frente a éste1247 --que se potencia por la competencia de la asamblea general de fijar las
retribuciones de los administradores--.

El control por la asamblea general de la sociedad cooperativa de la gestión social


realizada por el consejo rector a través de la dependencia de sus miembros respecto de aquélla,
basada en que fueron nombrados y pueden ser cesados por la misma --técnica común con las
sociedades anónimas--, se potencia en sede cooperativa con otras técnicas conexas con la del
nombramiento que no aparece, o al menos no con la suficiente nitidez, en las sociedades
anónimas. Se trata de la obligación de fijar un plazo máximo de duración del mandato de los
consejeros, que les obliga a someterse a reelección para poder continuar en el cargo1248 y de la
tendencia al nombramiento de suplentes por la asamblea para cubrir las vacantes que se
produzcan en lugar de la cooptación por el consejo rector1249.

1245 Estas consecuencias se han explicado en el apartado 2.2.3. del capítulo segundo de la segunda parte.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1246

Derecho español.., pág. 46, y reiterando la misma idea en págs. 511 a 513.

1247Incluso en aquellas reformas legales en las que la junta general ha salido destronada, la doctrina encuentra en
su competencia para nombrar a los miembros de los órganos de administración y control, el fundamento de su
condición de órgano supremo: así sucedió con la reforma alemana de 1937, que a pesar de excluir a la junta general
de la sociedad anónima de los asuntos de gestión e, incluso, de la aprobación de las cuentas anuales --su
competencia en este terreno se limitó al reparto de beneficios--, continuó colocándola en el lugar supremo de la
estructura orgánica, por su competencia de nombramiento y revocación de los miembros del Aufsichtsrat --ni
siquiera del Vorstand, que corresponde al Aufsichtsrat -- vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 180-183).

En el análisis de nuestra legislación el fundamento de esta competencia es el mismo: es una manifestación de l


primacía que corresponde a la junta general respecto al resto de órganos de la sociedad, en palabras de F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs.. 444 y 445.

1248Lo que sicológicamente no es lo mismo que la facultad que asiste a la asamblea de separarlos o revocarlos, que
es una situación más violenta y aislada, como ha afirmado F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 57, pág. 771.

1249 En los artículo 33 y 34 LCEstado se contiene la opción legislativa por los suplentes nombrados por la asamblea,
sin regularse la figura de la cooptación por el consejo.

447
El procedimiento de revocación de los miembros del consejo rector no es respetuoso
con el poder de decisión que corresponde en las sociedades cooperativas a los socios.
Centrando el análisis en la LCEstado resulta que su artículo 35.3 señala que podrán ser
destituidos los consejeros por acuerdo de la asamblea general, aunque no conste como punto
del orden del día, si bien, en este caso, será necesaria la mayoría del total de votos de la
cooperativa salvo norma estatutaria que, para casos justificados, prevea una mayoría inferior.
Esta norma no exige la concurrencia de justa causa para la destitución, que incluso puede
adoptarse sin que conste en el orden del día --hasta aquí coherente con el poder de los socios--,
exigiendo en este caso la mayoría del total de votos de la cooperativa --aquí incoherente--, salvo
norma estatutaria que, para casos justificados, prevea una mayoría inferior. Parece que la justa
causa en la revocación se suple por una mayoría cualificada, y que la destitución justificada
puede adoptarse por una mayoría inferior prevista en los estatutos1250. Sin embargo, la exigencia
de mayorías incrementadas cuando la destitución del consejero no está en el orden del día, pone
de manifiesto la mayor dificultad de remover de su cargo a los miembros del consejo rector que a
los administradores de las sociedades mercantiles1251.

No desaparece la relación de dependencia por el hecho de que el órgano de


administración sea titular de algunas competencias derivadas directamente de la Ley, sobre las
que la asamblea general carecería de la facultad de atribuírselas a través de los estatutos.
Ciertamente sobre esas materias concretas la asamblea general no posee competencias
estatutarias de gestión, pero sí puede orientarla en un sentido --nombrando a determinados
administradores-- o reorientarla --revocando a unos administradores y nombrando a otros--1252.

II. En los sistemas dualistas la elección de los miembros del órgano de administración no
siempre corresponde a la asamblea general. Existen casos en los que el nombramiento de la
dirección es competencia del consejo de vigilancia y no de la junta general1253.

La apoyatura de esta opción de política legislativa se centra en la incapacidad del


órgano de los socios para tomar decisiones en la selección de las personas que han de dirigir y
gestionar la empresa social, y para valorar sus aptitudes profesionales y técnicas1254. Este

1250Esta manera de proceder, en la que la justa causa se excluye con mayorías era la explicación que F. VICENT
CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio
y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 57, págs. 720 y 722, daba al sistema de la Ley de
1987.

1251Así lo considera V. CUÑAT EDO, “La remoción del Consejo Rector en las cooperativas. Reflexiones sobre unas
diferencias”, en Libro Homenaje a Fernando Sánchez Calero, Madrid [Mc Graw Hill], 2002, págs. 4605 a 4640, en
págs. 4638 y 4639, que además se pregunta si existe alguna razón para que los socios puedan “menos” en las
cooperativas que en las sociedades de capital, y concluye, no solo que no hay ninguna, sino que el carácter
personalista de la cooperativa aboga por la dirección contraria.

Vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
1252

Derecho español.., pág. 99.

1253Esta posibilidad está prevista en el artículo 37.2 ESCE. En él puede leerse, a propósito del sistema monista, que
“el miembro o los miembros del órgano de dirección serán nombrados y revocados por el órgano de control” pero “
el Estado miembro podrá establecer o permitir que los estatutos dispongan que el miembro o los miembros del
órgano de dirección sean nombrados o revocados por la asamblea general”.

1254En Alemania en la reforma de 1884 del ADHBG se deja al arbitrio de los estatutos sociales que el nombramiento
de Vorstand sea competencia de la junta general o del órgano de vigilancia --Aufsichtsrat-- y solo en el caso de que
no se disponga nada al respecto en los estatutos incumbirá la designación a la junta general (art. 209.2). La
exposición de motivos de la Ley alemana de 1884, de reforma de la legislación sobre sociedades anónimas, afirma,

448
argumento, que no parece muy consistente porque descarga todo su peso en el consejo de
vigilancia de quien se presume, sin demostrarlo, que sí tiene conocimientos para seleccionar a la
dirección, es, además incierto: al ser la junta general competente para el nombramiento y la
revocación del consejo de vigilancia que a su vez elige a la dirección aquélla retiene una
influencia indirecta en la composición personal de ésta1255.

Más tarde, se justifica la atribución al consejo de vigilancia de la facultad de nombrar a la


dirección en el hecho de que si así no fuera se perjudicarían los derechos de los trabajadores
que solo participan en el consejo de vigilancia1256, decayendo, de esta forma, el argumento de la
mejor aptitud del consejo de vigilancia para valorar la preparación y formación y, tras ello, elegir
a los miembros de la dirección.

No obstante, las consideraciones anteriores en la sociedad cooperativa europea el


miembro o los miembros del órgano de dirección serán nombrados y revocados por el órgano de
control (art. 37.2.I ESCE) y no por la asamblea general, sin que, entre nosotros, la LSCEuropea
haya hecho uso de la facultad reconocida en el párrafo II del artículo 37.2 ESCE, que habilita a
que el Estado miembro establezca o permita que los estatutos dispongan que el miembro o los
miembros del órgano de dirección sean nombrados o revocados por la asamblea general en las
mismas condiciones que se aplican a las cooperativas domiciliadas en su territorio.

III. En las sociedades cooperativas ha penetrado tímidamente la idea de la cogestión, al


reconocerse el derecho de los trabajadores de la cooperativa a participar en el consejo rector1257.
Cuando la cooperativa tenga más de cincuenta trabajadores con contrato por tiempo indefinido y

según indica G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y
reforma del Derecho español.., pág. 93, que el deseo de asegurar a la junta general una influencia decisiva en la
elección de los miembros del Vorstand tiene que ceder ante la consideración de que en las cuestiones de personal,
en las que entra en juego preferentemente la competencia técnica y profesional, no es conveniente confiar la
decisión a una asamblea por lo general numerosa y cambiante. Esta previsión se mantiene en el HGB de 1897 (vid.
G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del
Derecho español.., pág. 96). Y se intensifica con la Ley de 1937 que atribuye al Aufsichtsrat la competencia para el
nombramiento y la revocación de los miembros del Vorstand, excluyendo a la junta general que ni siquiera mediante
los estatutos podría intervenir en este proceso.

1255Como explica G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas. Derecho europeo y
reforma del Derecho español.., págs. 169 a 171.

1256De hecho la función clave del consejo de vigilancia es la de dar participación a los trabajadores, sirviendo a la
idea de la cogestión (vid. A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en
materia de sociedades anónimas”..., pág. 163).

Este argumento fue, junto con la alusión a que en la práctica se venía haciendo así y a que la asamblea general no
es el órgano adecuado para seleccionar a las personas de la dirección, el que justificaba la atribución de esta
facultad al Aufsichtsrat según la Ley alemana de 1965 (vid. G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las
sociedades anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 238).

1257Como afirma F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 55, págs. 672 y
673, la incorporación del principio de la cogestión, que consiste en que los órganos sociales --en este caso el
consejo rector-- no integran o representan solo a los socios sino también a los trabajadores de la cooperativa,
supone cumplir con el artículo 129.2 de la Constitución que, además de ordenar a los poderes públicos el fomento
de las sociedades cooperativas, les obliga a promover eficazmente las diversas formas de participación en la
empresa. Cumplir con el artículo 129.2 significa, a juicio del autor citado, institucionalizar la cogestión, es decir,
imponer legalmente la participación de los trabajadores, no siendo suficiente con facultar a los estatutos para ello;
pero no implica la codecisión, o cogestión paritaria entre socios y trabajadores.

449
esté constituido el comité de empresa, uno de ellos formará parte del consejo rector como
miembro vocal (art. 33.III LCEstado). Es suficiente con la concurrencia de estos requisitos --más
de cincuenta trabajadores indefinidos y comité de empresa-- para que se dé la cogestión, pero
también es necesario, de manera que en las cooperativas estatales sin este doble dato no hay
vocal en representación de los trabajadores. En cambio en otras Leyes, como la extremeña (art.
37.3), se permite que los estatutos puedan prever la existencia [facultativa] del vocal trabajador,
junto con la existencia obligatoria del mismo cuando la cooperativa tenga más de cincuenta
trabajadores indefinidos.

Este derecho de los trabajadores tiene un reconocimiento muy debilitado, carente de


garantías, quedando en manos de los socios tanto su existencia cuanto su influencia. En cuanto
al primer aspecto, el derecho de cogestión solo existe cuando haya consejo rector y no en las
restantes modalidades de órgano de administración, de manera que en las cooperativas en las
que haya administrador único o administradores mancomunados o solidarios1258, no se da la
representación de los trabajadores en la gestión. Y en cuanto al segundo aspecto, la capacidad
del vocal trabajador de influir en la gestión también está en manos de los socios, quienes, a
través de la asamblea general, decidirán el número de miembros del consejo rector --respetando
los límites legales que existan-- pudiendo diluir el derecho de voto del vocal trabajador1259 en el
seno del consejo rector con la simple creación de un vocal ordinario más. Por otra parte, el
miembro del consejo rector en representación de los trabajadores solo puede ser “miembro
vocal”, dice la Ley estatal, lo que significa que no llegará a ser ni presidente ni secretario del
órgano colegiado.

La única garantía que expresamente prevé la Ley es la de reservar la revocación del


vocal trabajador a los trabajadores que lo nombraron [será elegido y revocado por el comité de
empresa], con lo que se despeja cualquier duda de que la revocación pudiera corresponde,
como la de cualquier otro vocal, a la asamblea general, es decir a los socios. A salvo, del
ejercicio de la acción social de responsabilidad que conlleva, en determinadas leyes, la
destitución como consejero1260.

En el fondo, la configuración jurídica del vocal del consejo rector en representación de


los trabajadores no altera el sistema de distribución de competencias entre los órganos sociales
de la cooperativa y los intereses que protege ese sistema. Son los intereses de quienes realizan

1258 Estas figuras del órgano de administración se van abriendo paso poco a poco en la legislación cooperativa. Así,
el administrador único es admitido, entre otras, en la Ley estatal (art.32.1.II), la misma modalidad de administración,
junto a los administradores mancomunados y solidarios se regulan en la Ley 8/2006, de 23 de diciembre, de
Sociedades Cooperativas Especiales de Extremadura (art. 9.1). Debe tenerse en cuenta que el modo de organizar
la administración de la sociedad cooperativa, en la última Ley mencionada, es competencia de la asamblea general,
por lo que la decisión de que exista consejo rector --y vocal en representación de los trabajadores-- depende, en
última instancia no de los trabajadores sino de los socios.

1259A pesar de que la Ley disponga, al regular esta la participación de los trabajadores, que “uno de ellos formará
parte del consejo rector como miembro vocal”, la expresión “uno de ellos” interpretaba F. VICENT CHULIÁ, en N.
Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 55, págs. 681 y 682, no fija un número imperativo, sino un mínimo
legal, que los estatutos pueden aumentar.

1260Como se prevé, por ejemplo, en el artículo 48.2 LCPaís Vasco. Ante tal eventualidad, la doctrina recomendaba
que los trabajadores eligieran un vocal titular y uno suplente, que, automáticamente sustituyera al destituido por
efecto del ejercicio de la acción (vid. F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 55,
págs. 683 y 684).

450
actividad cooperativizada los que explican la atribución de competencia gestora a la asamblea
general.

3. Los derechos de participación.

3.1. Concepto.

Son el (i) conjunto de (ii) derechos administrativos que integran la posición jurídica del
socio y que se desenvuelven en la (iii) asamblea general, (iv) regulados en la Ley, en los
estatutos sociales y en los acuerdos de la asamblea general, en virtud de los cuales (v) adoptan
o controlan las decisiones sobre la gestión de la actividad cooperativizada y del objeto social.

(i) El tipo social cooperativo se integra por dos elementos: la mutualidad y la


participación de los socios en la gestión. La participación da unidad a un conjunto de derechos
del socio y explica su existencia y su contenido. Podría hablarse, desde esta óptica
uniformadora, de los derechos de la participación, como conjunto de derechos que la hacen
posible.

Pero la uniformidad solo dota de unidad al todo, sin provocar el nacimiento de un


derecho nuevo, complejo o de segundo grado, a modo de derecho a participar. Desde este punto
de vista, la participación no es, en sí misma, un derecho: ni tiene siempre los mismos sujetos
activos --en unas ocasiones es un socio, en otras un número entero de ellos y en otras un
porcentaje; lo que significa que en algunas ocasiones se ejerce individualmente y en otras de
forma colectiva--, ni los mismos sujetos pasivos --los obligados a satisfacer el derecho ejercido
son unas veces es el consejo rector, otras el presidente de asamblea, otras el secretario…--, ni,
en fin, alberga en todas sus manifestaciones el mismo contenido --puede traducirse en la
asistencia a las sesiones, en el voto, en la impugnación--. La participación si bien no es un
derecho, porque no tiene un contenido jurídico concreto, sí es el fin al que tienden todos los
derechos de la participación, porque se erige en el más importante criterio sistemático de
interpretación de las normas jurídicas sobre derechos administrativos de los socios 1261. En este
sentido es el resultado jurídico de la suma de un conjunto de derechos con contenido propio1262.

El criterio delimitador de los derechos de la partición es su aptitud de medio al servicio


del socio para la toma de decisiones y para el control de los asuntos sociales. Por ello no puede
1261No creo que sea útil aquí la diferencia --muy bien explicada por A. DÍAZ MORENO, “Atribución de la condición
de socio (art. 91)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson
Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 770 a 777, en pág. 774; y por A. B. CAMPUZANO, “Los derechos del socio (art. 93)”,
en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 791 y 792-- entre dos categorías de
derechos del socio: la de los llamados “derechos abstractos de socio” --que le corresponderían en todo caso y con
independencia de las circunstancias concurrentes-- y la de los “derechos concretos” --los que realmente existen y se
pueden ejercitar una vez que se verifican los presupuestos exigidos en la Ley--, de ahí que deba diferenciarse entre
la mera enunciación o reconocimiento en términos generales de ciertos derechos y su efectiva atribución al socio. Y
no resulta útil para ubicar al derecho de participación entre los primeros, porque a la proclamación como abstracto
debe seguirse, concurriendo los presupuestos para su existencia concreta, su ejercicio como tal, resultando que no
es posible ejercer un derecho a participar sin definir en qué o para qué: en la asamblea general para asistir, para
pedir su convocatoria, para deliberar, para votar, etc.

1262 Un ejemplo jurídico-positivo de lo que se acaba de exponer puede leerse en el artículo 19.1.c) LSCAndalucía
que al regular los derechos de los socios, incluye el derecho a “participar con voz y voto en la adopción de acuerdos
de la Asamblea General y demás órganos sociales de los que formen parte”. De esta manera, la suma del derecho a
deliberar --voz-- y del derecho a votar dan como resultado la participación del socio en la adopción de los acuerdos
sociales.

451
considerarse como derecho de esta naturaleza, la mera asistencia a la asamblea general, con
voz y sin voto, de personas que, no siendo socios, hayan sido convocados por el consejo rector
por considerarlo conveniente para la cooperativa, que se prevé en algunas Leyes de
cooperativas1263.

(ii) La posición jurídica del socio se integra por un conjunto de derechos administrativos y
por un conjunto de derechos económicos. Estos últimos --derecho a realizar actividad
cooperativizada, al retorno cooperativo, a la actualización, cuando proceda, y al reembolso, si la
cooperativa no lo ha rehusado, de las aportaciones al capital social, a percibir intereses por las
mismas, en su caso, etc.-- quedan excluidos del concepto enunciado porque no atribuyen al
socio derecho a decidir sobre la gestión. Ni siquiera de manera indirecta, ya que, con carácter
general el derecho de voto, cuando es plural, no se mide con criterio plutocráticos --por la
cuantía de las aportaciones al capital social--1264, sino con criterios mutualistas --por la actividad
cooperativizada--.

Los derechos administrativos del socio son derechos subjetivos, en el sentido de


posibilidad del socio de ejercitar poderes para la satisfacción de intereses propios, según el
arbitrio de la voluntad de aquél, imponiendo a otros --la sociedad cooperativa, sus órganos
sociales, otro u otros socios, etc.-- un determinado comportamiento1265. La estructura de los
derechos de administrativos como derechos subjetivos viene impuesta por la idea de la
participación como criterio sistemático de interpretación de las normas jurídicas sobre derechos
administrativos de los socios, siendo descartable su interpretación y aplicación como meras
situaciones jurídicas activas carentes de obligado o de tutela1266.

(iii) Los derechos de participación orgánica se ejercitan con ocasión de la asamblea


general1267. Esta afirmación tiene que ver con el sujeto titular de los derechos: el socio. El
derecho a tomar decisiones sobre la gestión y a controlar las decisiones de gestión de otros que
corresponde al socio solo puede desenvolverse en la asamblea general. No, por ejemplo, en el
consejo rector: en el seno de este órgano quien ejercita el derecho de gestión es el consejero, no
el socio. Cuestión distinta es que para ser consejero --o, en general, miembro del órgano de
administración-- se deba reunir la condición de socio --manifestación de un autoorganicismo que
poco a poco va desapareciendo en las cooperativas, en las que está admitiéndose, casi siempre

1263 Como establecen, por ejemplo, los artículos 32.9 LSCExtremadura; 35.7 LCGalicia y 34.6 LCCastilla y León.

1264De la regla general expuesta se excluyen, por ejemplo, las cooperativas mixtas, las cooperativas de crédito y las
cooperativas de segundo grado catalanas en las que voto se determina o puede determinarse con criterios de
capital.

1265Los elementos del concepto se han extraído de A. M. LÓPEZ Y LÓPEZ, voz “Derecho subjetivo”, Enciclopedia
Jurídica Básica, Madrid [Civitas], 1995, vol. II, págs. 2369 a 2374, en pág. 2369.

1266 Una referencia a la diferencia entre derechos subjetivos del socio y posiciones o situaciones activas puede
leerse en A. B. CAMPUZANO, “Los derechos del socio (art. 93)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 789 a 799, en pág. 790; y A. DÍAZ
MORENO, “Atribución de la condición de socio (art. 91)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital…, pág. 772.

1267Nuestra doctrina, confesando la influencia alemana en este terreno, afirma que la junta general es un órgano en
cuyo seno los accionistas ejercitan sus derechos (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de
capital…, págs. 46 y 47).

452
de forma limitada, la figura del consejero o administrador no socio 1268--, en cuyo caso el
administrador será socio, pero algo más: es el socio que el resto de socios ha nombrado
administrador.

Ahora bien el dato de que los derechos de participación del miembro del órgano de
administración no sean derechos de participación del socio, no significa que el derecho a ser
elegido miembro del órgano de administración no integre el conjunto de los derecho de
participación del socio. Este último no es un derecho del consejero es un derecho del socio, y
además es un derecho a participar en la gestión que se agota presentándose como candidato; si
el socio candidato es elegido pasa además a ser consejero, a ocupar una segunda posición
jurídica en la cooperativa diferente de la simple socio.

La circunstancia de que los derechos de participación se ejerciten en conexión con la


asamblea general, provoca que los efectos de las infracciones de aquéllos se comuniquen a los
acuerdos de ésta ocasionando su ineficacia originaria --nulidad o anulabilidad-- de todos los
acuerdos o del afectado por aquella infracción del derecho de participación1269. Con carácter
general, no se pueden impugnar los actos concretos que infrinjan los derechos de participación,
sino los acuerdos adoptados, únicos impugnables según las Leyes1270; pero la impugnación del
acuerdo tendrá como fundamento la infracción de los derechos de participación, de manera que
tal acuerdo no tendrá un defecto intrínseco --que se da cuando el acuerdo es por su contenido
contrario a la Ley o a los estatutos sociales-- sino extrínseco --por motivos ajenos al contenido
del acuerdo--1271. La infracción de los derechos de participación que causa la ineficacia del

1268Se ha tratado de fijar el fundamento de la autoorganicismo en el principio de autogestión. Este principio explica
la participación del socio en la actividad económica de la cooperativa como medio para satisfacer sus necesidades y
las del resto de socios, y sirve para conferir a los socios plenas facultades para la resolución de sus asuntos, no
siendo conveniente sustituir el principio de autoorganicismo por el de organicismo de terceros, lo que acarrearía el
peligro de que estos últimos desplazasen del núcleo mismo de la actividad cooperativizada la promoción de las
economías individuales de los socios orientando sus pasos hacia la cooperativa como persona jurídica (vid. M. L.
LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs.. 27 a 29).

1269 La pedagógica SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\158721) explica que “la infracción
legal…de las normas que regulan la convocatoria, constitución o celebración de las asambleas…puede que se
trate…de un motivo de nulidad que afecte exclusivamente a determinados acuerdos (por ejemplo, la denegación al
socio de la información solicitada respecto de un determinado punto del orden del día). Los demás acuerdos
aprobados…que no estén relacionados con esa infracción del derecho de información no están afectados por el
motivo de nulidad. En otras ocasiones, la infracción legal de las normas reguladoras de la convocatoria, constitución
o celebración de la junta general…afecta de forma general a la totalidad de los acuerdos adoptados, por cuanto que
vicia de raíz la propia celebración de la asamblea… Así ocurre, por ejemplo, cuando la convocatoria no se ha
publicado en la forma, con los requisitos y con los plazos de antelación exigidos en la ley”.

1270 La citada SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\158721), explica que “en puridad, lo que es
nulo o anulable, lo que la Ley prevé que puede impugnarse no es "la asamblea", "la junta" o "el consejo", ni tampoco
la "convocatoria", sino los acuerdos adoptados en tal asamblea, junta o consejo a los que se refiere la convocatoria
realizada sin observar las exigencias legales o estatutarias…La simple convocatoria o celebración de la asamblea o
junta, o del consejo rector o de administración, si no se adoptara acuerdo alguno, carecería, en lo que aquí interesa,
de trascendencia jurídica, y no podría ser objeto de impugnación. Es únicamente cuando se adoptan acuerdos
cuando puede ejercitarse la acción de impugnación. En tales casos, si se impugna la validez del consejo o de la
asamblea o junta, o de su convocatoria, en realidad lo que se está haciendo es impugnar la validez de todos y cada
uno de los acuerdos adoptados en dicho consejo o junta por la concurrencia de defectos extrínsecos relativos a la
convocatoria, constitución o celebración de tal consejo o junta, y que afecta a todos los acuerdos adoptados”.

1271La citada SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\158721) aclara que “se trata en todo caso de
defectos extrínsecos, que afectan a la validez del acuerdo no por el contenido del mismo, sino por las circunstancias
en que tal acuerdo ha sido adoptado”.

453
acuerdo debe ser material y no meramente formal, por lo que si en el procedimiento de adopción
del acuerdo se subsana la infracción inicial, el acuerdo será válido1272. Cuando el ejercicio de los
derechos de participación no se traduzca en la adopción de un acuerdo social, la vulneración de
aquéllos no se podrá corregir mediante la impugnación de éstos que no existirán 1273, debiendo
buscarse garantías especiales que los tutelen, como la derivada del Derecho administrativo
sancionador que tipifique como infracción las vulneraciones de los mismos.

Hay supuestos especiales y minoritarios en los que los derechos de participación en


asuntos de gestión del socio se ejercitan fuera de la asamblea general. Son los derechos de la
minoría de socios que tiene como resultado una participación gestora extraasamblearia. Uno de
ellos es el derecho de la minoría de socios que represente el veinte por ciento de los votos
sociales, de solicitar al juez la designación de interventor, que fiscalice las operaciones de
liquidación, previsto, por ejemplo, en el artículo 72 LCEstado. Este derecho se ejercita en el seno
de un procedimiento judicial --a través de un expediente de jurisdicción voluntaria--, y no con
ocasión de una sesión de asamblea general, ni como preparación de una sesión de la misma --
como sucede con el derecho de la minoría a solicitar la convocatoria de la asamblea o a
proponer asuntos para el orden del día--. No obstante la vis atractiva de la asamblea general es
tan grande que los tribunales han llegado a declarar que incluso este tipo de derecho de
participación gestora extraasamblearia se ejerce en el seno de la propia asamblea general. De
esta manera, la Audiencia Provincial de Madrid ha declarado que “la designación de interventor,
que fiscalice las operaciones de liquidación, puede ser solicitada, por el 20 por 100 de los votos
sociales, al Juez de Primera Instancia del domicilio social de la cooperativa, sin que dicha
voluntad y manifestación expresa de la Asamblea de la Cooperativa pueda suplirse por los
Interventores [creo que debe decir ”liquidadores”], que no tienen atribuida esa especifica
competencia para solicitar interventor judicial”, de lo que se deduce que, a juicio de la Audiencia,
la designación judicial de interventor exige un acuerdo de la asamblea general adoptado por el
veinte por ciento de los votos sociales cuyo contenido sea precisamente solicitar al juez el
nombramiento del interventor de la liquidación; y, ratificando la conclusión anterior, añade el
tribunal que “cuando, a mayor abundamiento, el propio apartado 5 del artículo 71 [de la Ley de
cooperativas estala de 1999] establece que «durante el período de liquidación, se mantendrán
las convocatorias y reuniones de Asambleas Generales, que se convocarán por los liquidadores,
quienes las presidirán y darán cuenta de la marcha de la liquidación»”, de manera que si se
desea pedir un interventor debe convocarse la asamblea general para que por el 20 por 100 de
los votos sociales se adopte el correspondiente acuerdo --AAP Madrid de 1 de octubre de 2004
[Civil] (Ar. Jur 2004\298572)--.

1272Resultan muy clarificadoras las siguientes palabras de la SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur
2007\158721): “para que proceda la anulación de los acuerdos de una asamblea general por vulneración de tal
derecho, no basta una mera vulneración "formal" si materialmente el derecho ha sido satisfecho. Es decir, no
podrían anularse los acuerdos adoptados en una asamblea general en cuya convocatoria no se hubiera hecho la
mención exigida por el art. 24.2.b citado [se refiere a la LCMadrid que exige que en la convocatoria de la Asamblea
General deberá manifestarse expresamente el derecho de cualquier socio a recibir gratuitamente los documentos
contables que han de someterse a aprobación] si se hubieran entregado al socio los documentos relativos a los
asuntos a tratar en la asamblea, por cuanto que en tal caso el derecho de información del socio no habría sido
materialmente afectado”.

1273 Así cuando en las asambleas generales no se adopte ningún acuerdo, como sucede en las denominadas
asambleas informativas, “deviene irrelevante que [el acuerdo] no constara en el Orden del Día de la convocatoria
(artículo 28 número 4 de la Ley 27/1999, de 16 de julio de Cooperativas); que no constara en el acta que se
adoptara el acuerdo con la mayoría requerida en el artículo 28 de la Ley 27/1999, de 16 de julio de Cooperativas; y
la violación del derecho de información” como señala literalmente la SAP Madrid de 14 de marzo de 2006 [Civil] (Ar
AC 2006\487).

454
(iv) Los derechos de participación son de creación legal y estatutaria1274 y de desarrollo
por los órganos sociales1275.

Solo son derechos de participación los reconocidos por las Leyes de cooperativas y por
los estatutos sociales. Los acuerdos sociales, adoptados por la asamblea general o por el
consejo rector, podrán desarrollar o completar la regulación legal, pero no podrán crear derechos
de participación ex novo, ni suprimirlos o limitarlos1276. En particular, no podrán reconocer
derecho de voto a quien la Ley no se lo reconozca.

(v) La participación como elemento tipológico distingue a la sociedad cooperativa de


otros tipos sociales, y la perfila como un tipo social en el que no hay separación entre propiedad
y gestión, y en el que toda la regulación de la cooperativa está [o debe estar] organizada en
torno a la participación del socio.

Esta circunstancia hace de la participación un principio rector que debe ser atendido por
el legislador y un principio configurador que debe ser respetado por la sociedad cooperativa.

Desde el primer punto de vista, las regulaciones legales de la participación deben


recoger técnicas que permitan al socio participar en la gestión. En este sentido, la participación
se revela como la función que cumplen un buen número de normas jurídicas reguladoras de los
órganos sociales de las cooperativas1277, que es como decir que la participación es la función
que cumplen la mayor parte de los derechos administrativos de los socios.

1274Esta doble fuente de los derechos de los socios tiene reconocimiento legal: el artículo 16.1 LCEstado, por
ejemplo, establece que “los socios pueden ejercitar...todos los derechos reconocidos legal o
estatutariamente”.

E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI.
Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 155, señalan que todas las Leyes de cooperativas contienen uno o
varios artículos que reconocen los derechos y las obligaciones de los socios, que se completan con los adicionales
contenidos en los estatutos sociales.

1275Los autores citados anteriormente, al lado de la creación legal y estatutaria de los derechos del socio, añaden
que podrán ser desarrollados por el reglamento de régimen interior (pág. 155). Estimado que el desarrollo delos
derechos del socio no solo puede realizarse por el este reglamento --competencia de la asamblea general-- sino
también por cualquier otro tipo de acuerdo social, incluso del consejo rector.

1276En el mismo sentido, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35, págs. 153 a
158, dónde además expone una serie de argumentos a favor de que el consejo rector desarrolle los derechos de los
socios y analiza las cautelas a adoptarse para el adecuado desarrollo de los mismos por el consejo. M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 173, también consideran que los acuerdos
de la asamblea general, incluido el reglamento de régimen interior, y del consejo rector no pueden ni ampliar ni
reducir el catálogo de derechos, debiendo limitarse a concretar los cauces oportunos para su ejercicio.

1277Las normas jurídicas que regulan las sociedades cooperativas, en general, y sus órganos sociales, en particular,
están integradas en el denominado derecho económico. Las normas jurídico-económicas, afirma A. ROJO, “El
derecho económico como categoría sistemática”, en Estudios de derecho mercantil en homenaje al profesor Antonio
Polo, Madrid [Revista de Derecho Privado], 1981, págs. 977 y sigs.; y en Revista del Derecho Comercial y de las
Obligaciones, núm. 86 [abril, 1982], págs. 197 a 229, en pág. 210 “deben ser interpretadas y aplicadas con arreglo a
su carácter de origen; civil, mercantil, administrativo, fiscal, penal, etc., y no con criterios económicos. La conjunción
en el seno del derecho económico no altera la naturaleza de la norma. Pero esta interpretación resulta insuficiente.
A ella se debe añadir la que deriva de la integración de la norma en la categoría sistemática del derecho económico
como medio para facilitar la comprensión de la función que cumple”.

455
Y desde el segundo, la participación da contenido a un concreto principio configurador
de la sociedad cooperativa que se erige en límite a la autonomía de la voluntad, de manera que
en los estatutos sociales no se podrán incluir pactos y condiciones que contradigan a la
participación (art. 10.1, in fine LCEstado, por ejemplo). Tampoco los acuerdos de la asamblea
general (art. 6.3 CC).

3.2. Los titulares.

Los titulares con plenos derechos de participación son los socios. Junto a ellos existen
otros titulares con limitados derechos de participación, en los que concurren circunstancias
especiales: socios colaboradores, asociados, socios capitalistas de las sociedades cooperativas
mixtas, socios exmutualistas, y titulares de títulos participativos. Y fuera del terreno de la
participación se sitúa un grupo de sujetos con inexistentes de derechos de participar en la
gestión social: son los terceros no socios, los beneficiarios de las prestaciones cooperativas, los
socios de las personas jurídicas que a su vez sean socias de la sociedad cooperativa, los
titulares de participaciones especiales y los titulares de aportaciones con reembolso rehusable.

Seguidamente se analiza cada una de estas figuras desde la teoría de la participación.


Pero ya se puede adelantar una idea básica: el contenido de los derechos de participación está
ligado a la actividad cooperativizada, de forma que cuando ésta no existe, el sujeto en cuestión
o carece de derechos de participación o los tiene limitados, y que cuando se realiza la
mencionada actividad, el agente ostenta tales derechos, que incluso, como sucede con el de
voto, son mayores cuanto mayor sea la actividad realizada.

3.2.1. Los socios.

3.2.1.1. Concepto y elementos.

I. Son socios quienes aportan capital social1278 y realizan actividad cooperativizada1279.


Dentro de este concepto se incluyen los socios trabajadores [los socios de las sociedades

En la tarea de la búsqueda de la función económica que cumplen las normas reguladoras de los órganos sociales
de las cooperativas, desempeña un papel clave la convicción de que tal bloque normativo está orientado a posibilitar
la participación del socio en la toma de decisiones de gestión del objeto social y de la actividad cooperativizada.

1278 En cambio, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 12, pág. 289,
considera que en las cooperativas de responsabilidad limitada, la condición de socio nace con la suscripción de
cuotas de participación, que no serían indispensables en las cooperativas de responsabilidad ilimitada de los socios,
en las que, al igual que en la sociedad colectiva, no es preceptiva la formación y la cifra de capital social. Reitera el
autor citado esta idea en Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 73, pág. 243, explicando que, al igual de lo
que sucede en la asociación y el sociedad personalista (civil o mercantil), lo esencial en la cooperativa es la
adquisición de la condición de socio, mientas que la realización de aportaciones al capital social es una
consecuencia de ella: es una obligación más que contrae el socio, al revés que en las sociedades de capital, en las
cuales la aportación es requisito previo para la adquisición de la condición de socio.

Sin embargo, la realización de aportaciones al capital social como requisito para adquirir la condición de socio, es
tesis defendida por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 20. Este
autor, al comentar, en el mismo volumen, el artículo 31, págs. 51 y 52, señala que el requisito legal dirigido a obligar,
desde el primer momento, a los nuevos socios a financiar de algún modo a la cooperativa a la que se incorporan
parece constituir no ya un criterio de filosofía normativa, sino, casi, una obsesión de la nueva Ley. Y al analizar,

456
cooperativas de trabajo asociado y de aquellas otras a las que se aplica su régimen jurídico,
cuya actividad cooperativizada consiste en la prestación de su trabajo personal en la cooperativa
(vid., p. ej., en Ley de cooperativas estatal, los artículos 80 --cooperativas de trabajo asociado--,
94 -cooperativas de explotación comunitaria de la tierra, 102 --cooperativas sanitarias--, 103 --
cooperativas de enseñanza-- y, siempre que revistan alguna de las clases anteriores, 105 --
cooperativas integrales-- y 106 --cooperativas de iniciativa social--)]; los socios de trabajo [que
únicamente existen en las sociedades cooperativas de primer grado, que no sean de trabajo
asociado o de explotación comunitaria de la tierra, y en las de segundo grado, si los estatutos lo
prevén, y cuya actividad cooperativizada consiste en la prestación de su trabajo personal en la
cooperativa (vid., a modo de ejemplo, también en la Ley estatal el artículo 13.4)1280]; y los socios
usuarios [expresión utilizada en el artículo 13.4.IV de la Ley estatal, y que, en un concepción
negativa, serían aquellos que realizan un actividad cooperativizada distinta de la del trabajo, y,
que, consecuentemente, formarían parte de sociedades cooperativas distintas de las de trabajo
asociado y análogas1281].

Desde un punto de vista formal --y una vez cumplido el doble requisito material de
aportar capital social y de realizar actividad cooperativizada-- socio es, en el momento de la
constitución de la sociedad cooperativa, cada uno de los promotores que asistió a la asamblea
constituyente y votó a favor de los acuerdos adoptados, o, si no ha habido asamblea
constituyente1282, cada uno de los que compareció, interviniendo como socio, al otorgamiento de

también en el mismo volumen, el artículo 34, pág. 127, señala que el socio tiene en este terreno dos obligaciones: la
se suscribir aportaciones al capital social y la de desembolsarlas. También por M. J. MORILLAS JARILLO y M. I.
FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 378, a cuyo juicio cada socio, para ser considerado como tal, ha de
aportar a la sociedad una cantidad determinada que está determinada en los estatutos --la aportación obligatoria
mínima inicial para ser socio--.

1279 La actividad cooperativizada la puede realizar el socio directamente o a través de personas jurídicas
interpuestas que no son socios sin que éstas deban ser calificadas como terceros y su actividad como actividad
cooperativizada con terceros.

La SAP Santa Cruz de Tenerife de 7 de febrero de 2007 [Civil] (Ar AC 2007\989) resuelve un caso idéntico al
planteado: “los servicios prestados por la Cooperativa (el suministro de los productos agrícolas a los que se hace
referencia en el hecho primero de la demanda, para cuyo pago se emitieron los pagarés emitidos) se hacían en
función de la consideración o condición de socio cooperativista del demandado a través de la sociedad de la que
era, a su vez, socio único y administrador único, de manera que la prestación de servicios (como actividad propia de
la Cooperativa) se efectuaba al socio cooperativista (al demandado persona física) con la que quedaba constituida
esa relación; es decir, las "relaciones comerciales" de Cooperativa con la sociedad no lo eran como tercero no socio
(y no consta que esta fuera como tal sociedad, socio de la Cooperativa), en el sentido señalado en el art. 4 citado y
desconectadas de la condición de cooperativista del demandado”.

1280Sobre la figura de los socios de trabajo vid. J. TOMILLO URBINA, “De la economía social a la economía
societaria: aproximación al estatuto del socio cooperativo”, en Aspectos jurídico y económico de las empresas de la
economía social, Asturias [Consejería de Trabajo y Promoción de Empleo y Universidad de Oviedo], 2002, págs.
159-175, en págs.167-168.

1281Una referencia unitaria a estos tres tipos socios se contiene en el artículo 8.2 LSCEspecialesExtremadura, para
reconocer a los tres el derecho de voto plural.

1282La asamblea constituyente es la reunión de todos los promotores para que consientan celebrar el contrato de
sociedad cooperativa y aprueben los estatutos; adicionalmente la asamblea constituyente tomará otras decisiones
de doble orden: unas orientadas al proceso constituyente --obligatoriamente, el nombramiento del presidente y del
secretario de la asamblea constituyente, la designación de los promotores que hayan de otorgar la escritura de
constitución, el nombramiento del gestor o gestores; facultativamente, el nombramiento de representantes
voluntarios de la sociedad cooperativa en constitución, la prohibición a los gestores para que subsanen los defectos
que el Registro apreciare en los estatutos sociales sometidos a calificación previa-- y otras dirigidas a la sociedad

457
la escritura pública de constitución. Una vez constituida la sociedad cooperativa, socio es, junto a
los anteriores, quien haya sido admitido como tal por el consejo rector --expresa o
presuntamente1283-- y haya adquirido y desembolsado, total o parcialmente, las aportaciones
exigidas para adquirir tal condición1284. No es constitutiva la inscripción en el libro registro de
socios para adquirir tal condición.

II. Con carácter general, tienen aptitud específica para ser socio --es decir, parte en un
contrato de sociedad cooperativa-- las personas naturales, y las personas jurídicas --en algunas
Leyes también las comunidades de bienes1285--, que tengan aptitud para realizar actividad
cooperativizada. Es decir la aptitud específica para ser socio de una cooperativa, además de la
posibilidad de ser titular de derechos y obligaciones --capacidad jurídica--, exige la concurrencia
de un elemento adicional al que denominamos “mutuabilidad”.

cooperativa ya constituida --designar, de entre los promotores, a quienes una vez inscrita la sociedad, han de
ocupar los cargos en el primer consejo rector, los de interventores y, en su caso, los del comité de recursos--. No es
obligatoria la celebración de asamblea constituyente en el proceso de constitución de la sociedad cooperativa, ahora
bien si no se hubiese celebrado, la escritura de constitución será otorgada por todos los promotores, sin que pueda
obtenerse la calificación previa de los estatutos sociales por parte de los Registros de Sociedades Cooperativas (vid.
por ejemplo, art. 9.4 LSCExtremadura). Sobre todas las cuestiones anteriores vid. M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “El
proceso de constitución de las sociedades cooperativas en la Ley 2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades
Cooperativas de Extremadura”, en Actas del 1º Congreso sobre Cooperativismo Español, Córdoba [Fundación
Fernando Garrido Tortosa], 2000, págs. 199 a 222, en págs. 202 a 206. Debe tenerse en cuenta que, en algunas
Leyes --como en la estatal--, no se contempla la posibilidad de asamblea constituyente, en cuyo caso el
procedimiento de constitución de la sociedad cooperativa se reduce al otorgamiento de la escritura y a su inscripción
registral.

1283 Algunas Leyes como la estatal (art. 13.1) la vasca (art. 20.3), la asturiana (art. 22.1.III), la castellano-manchega
(art. 26.1.III) o la andaluza (art. 18.2 y 3) regulan la adquisición de la condición de socio por silencio: fijan un plazo --
tres meses, sesenta días, tres meses, dos meses, y tres meses señalan, respectivamente, las Leyes citadas-- para
que el consejo rector se pronuncie sobre la solicitud de admisión, contado desde la recepción de la solicitud,
transcurrido el cual sin haberse resuelto expresamente, se entiende estimada.

Además de la injustificada disparidad de plazos, carente de explicación técnica, no se puede sacar un principio
estructural en esta materia en nuestro Ordenamiento jurídico. Parece que pudiera haber una recepción de un
principio pro puerta abierta, que atribuya efectos positivos al silencio cooperativo en materia de admisión de socios.
Sin embargo, hay Leyes, como la aragonesa que, en su artículo 17.2, señala efectos negativos al mismo silencio, lo
que da a entender que se recoge un principio pro capacidad productiva.

1284 No se puede adquirir la condición de socio de nuevo ingreso sin que, tras la admisión, se adquieran y
desembolsen las aportaciones al capital social, y por lo tanto, no es posible adquirir los derechos inherentes a tal
condición. Por eso no son correctas aquellas sentencias que, como la SAP Cáceres de 14 de enero de 2002 [Civil]
(Ar Jur 2002\71612), declaran al socio de nuevo ingreso “suspendido en los derechos políticos y económicos porque
no había cumplido con el desembolso de las aportaciones fijadas por la Asamblea”, ya que, con rigor, el admitido
como socio que no desembolsa sus aportaciones a capital social no ha adquirido la condición de socio y no puede
ser suspendido en sus derechos de socio, porque nunca los adquirió.

1285 La adquisición de la condición de socio por parte de una comunidad de bienes no solo tiene lugar de forma
originaria, es decir, cuando es admitida como socio por el consejo rector de la cooperativa y suscribe aportaciones
sociales y las desembolsa, sino también de forma derivativa, cuando es admitida por el consejo recto y adquiere
inter vivos o mortis causa las aportaciones sociales; en concreto los coherederos o la herencia yacente respecto de
las aportaciones sociales del socio causante podrán solicitar su admisión como socio en tanto que comunidad de
bienes, como sostiene M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 261.

458
3.2.1.2. Capacidad para ser socio. Especial referencia a las comunidades de bienes
y a las personas jurídicas.

I. La capacidad jurídica, o aptitud para ser titular de derechos y obligaciones es un


atributo de todas las personas naturales (art. 29 CC) y jurídicas (art. 38.I CC). La capacidad
jurídica es, pues, el primer elemento de la aptitud para ser socio de una cooperativa1286.

En particular, en el caso de las personas naturales, y en este primer elemento, basta con
la capacidad jurídica1287, de manera que podrán ser socios las que tengan capacidad de obrar y
las que carezcan de ésta1288, esto es, tanto las personas mayores de dieciocho años no
incapacitadas y los menores emancipados o habilitados de mayor edad, cuanto los menores de
edad1289 y los incapacitados1290.

1286Al comentar esta materia --la aptitud para ser socio de las cooperativas-- con respecto a la Ley estatal de 1987,
N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 11, también utiliza la expresión
“capacidad jurídica para ser socio”.

1287La capacidad jurídica es la única necesaria para ostentar la condición de socio, aunque para concurrir al acto de
constitución, es decir para celebrar el contrato de sociedad cooperativa, es necesaria la capacidad general de obrar
para contratar (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 105).

1288Todas las Leyes de cooperativas españolas, salvo la catalana, reconocen la capacidad para ser socios a las
personas naturales sin consideración a su capacidad de obrar (vid. arts. 12.1 LCEstado; 19.1 LCPaís Vasco; 19.1
LSCExtremadura; 18.1 LCGalicia; 16.1 LCAragón; 17.1 LCMadrid; 20.1 LCLa Rioja; 18.1 LCCastilla y León; 19.1
LCIslas Baleares, 19.1 LCValencia; 22.1 LSCMurcia; 20.2 LCNavarra; 21.1 LCAsturias; 22.1 LCCastilla-La Mancha
y 13.1 LSCAndalucía.

Escapa de la regla general la Ley catalana al exigir que, para poder ser socia de una cooperativa, la persona física
ha de tener plena capacidad de obrar. El artículo 17 LCCataluña se separa de tónica común al señalar que “puede
ser socia de una cooperativa de primer o segundo grado toda persona física con plena capacidad de obrar, salvo en
los casos autorizados expresamente por la presente Ley, especialmente en lo que concierne a las cooperativas de
iniciativa social”, que se regulan en el artículo 128, en cuyo apartado 2 se prevé que personas con discapacidad
física, síquica o sensorial puedan ser socios. Esta regulación es poco afortunada dado que ninguna de estas tres
discapacidades equivale automáticamente a la incapacitación de la persona que las sufre, para lo que resulta
imprescindible una sentencia que la declare (vid. art. 199 CC).

Pero esta opción legal no se mantiene con coherencia a lo largo de la Ley, y así a la hora de regular el derecho de
voto se parte de la posible existencia con carácter general y no solo para las cooperativas de iniciativa social de
socios menores e incapacitados. El apartado 2 del artículo 35 dispone, desconociendo la opción general apuntada,
que “la representación legal [de las personas jurídicas y] de las personas menores o incapacitadas ha de ajustarse a
las normas de derecho común”, e insiste en su apartado 3 que “la representación de las personas con
discapacitación que conlleve la declaración de incapacidad ha de ajustarse a la normativa específica.

1289La posibilidad de que los menores de edad puedan ser parte en el contrato de sociedad cooperativa es recogida
expresamente en la legislación cooperativa a la hora de regular diversas materias comunes a todas las clases de
cooperativas: la representación de los socios menores para asistir y votar en la asamblea general (vid. arts. 27.2
LCEstado; 41.7.II LCLa Rioja; 36.3 LCCastilla y León; 43.1 LCIslas Baleares; 43.3.II LSCMurcia y 32.1
LSCAndalucía); la incapacidad de socio menor para ser miembro del consejo rector, o administrador, o gerente o
interventor [vid. arts. 42.1.a) LCPaís Vasco; 40.1.b) LSCExtremadura; 48.1.b) LCGalicia; 43.1.a) LCAragón; 61.1.c)
LCIslas Baleares; 43.1.a) LCNavarra y 77.1 LCAsturias]. Y también permitiendo que en determinadas clases de
sociedades cooperativas, por la índole de su objeto, puedan ser socios los menores de edad, como sucede en las
cooperativas educacionales (vid. art. 149.3 LSCExtremadura) o escolares (vid. arts. 89.3 LCAragón y 113.5
LCMadrid) o de enseñanza de consumidores (vid. art. 126.2.IV LSCMurcia) o de integración social (vid. arts. 153.1
LSCExtremadura; 121.2 LCMadrid; 139.1 LCIslas Baleares y 77.I LCNavarra); incluso, conteniendo previsiones para
cuando el socio es menor de edad, como sucede en las cooperativas de trabajo asociado vid. arts. 80.6 LCEstado;
105.4 LCMadrid y 139.1 LCAsturias.

459
Así mismo, todas las Leyes reconocen a las personas jurídicas capacidad para ser
socias de cooperativas1291, incluidas las personas jurídicas públicas1292.

II. La titularidad de los derechos de participación corresponderá al socio persona natural


y al socio persona jurídica. Cuando la socia es una comunidad de bienes, dada su falta de
personalidad, la titularidad de los derechos de participación corresponderá a cada uno de los
comuneros, produciéndose en este caso un fenómeno de titularidad colectiva disgregada por
cuotas.

III. Al ejercicio de los derechos de participación por parte de los socios se aplican las
normas jurídicas que regulan su capacidad de obrar, sin que con carácter general la cualidad de
socio cooperativista sea un estado que las modifique1293.

1290También es reconocida por las Leyes la aptitud para ser socio a las personas incapacitadas. De hecho, hay
regulaciones específicas para el caso de socios incapacitados, que reconocen como hecho previo a su regulación
que una persona incapacitada pueda ser socia de una cooperativa.

Algunas previsiones legales son coincidentes con las de los socios menores de edad: la que regula la
representación de los socios incapacitados para asistir y votar en la asamblea general (vid. arts. 27.2 LCEstado;
41.7.II LCLa Rioja; 36.3 LCCastilla y León; 43.1 LCIslas Baleares; 43.3.II LSCMurcia y 32.1 LSCAndalucía); la que
establece la incapacidad de socio incapacitado para ser miembro del consejo rector, o administrador, o gerente o
interventor [vid. arts. 42.1.a) LCPaís Vasco; 40.1. c) LSCExtremadura; 48.1.b) LCGalicia; 43.1. b) LCAragón; 61.1.
d) LCIslas Baleares 43.1.a) LCNavarra y 77.1 LCAsturias], o la que permite que en las cooperativas de integración
social sean socios personas incapacitadas (vid. arts. 153.1 LSCExtremadura; 121.2 LCMadrid; 139.1 LCIslas
Baleares y 77.I LCNavarra).

Otras de estas regulaciones se refieren a la materia de la capacidad de obrar para regular la manera en que debe
completarse su limitación o suplirse su falta, circunstancia que presupone que el incapacitado es socio y, por ende,
que tiene capacidad jurídica para serlo. Y además lo hacen con alcance general, es decir, con aplicación a todas las
sociedades cooperativas, como los artículos 48.1.c).II LCCastilla y León; 57.5.II LCCastilla-La Mancha; 61.1d).II
LCIslas Baleares y 59.1.c).II LSCMurcia, cuando disponen que en las cooperativas constituidas mayoritaria o
exclusivamente por discapacitados psíquicos, su falta de capacidad de obrar será suplida por sus tutores, con
arreglo a lo establecido en las disposiciones legales vigentes, a los que será de aplicación el régimen de
incompatibilidades, incapacidades y prohibiciones, así como el de responsabilidad, establecidos en la Ley.

Y, en fin, también hay regulaciones especiales, propia de determinadas clases de cooperativas, como la recogida en
el artículo 149.1 LCCastilla-La Mancha que, intitulado cooperativas de integración social, señala que --y que de
forma parecida se recoge en otras Leyes autonómicas que regulas cooperativa de iniciativa o de bienestar social--
:”Son cooperativas de integración social aquéllas que, sin ánimo de lucro, están constituidas mayoritariamente por
personas con discapacidad física, intelectual, sensorial o cualquier otro colectivo con dificultades de integración
social, así como por sus tutores o personal de atención, y tendrán como finalidad promover la integración social de
sus socios.”

Vid. arts. 12.1 LCEstado; 19.1 LCPaís Vasco; 19.1 LSCExtremadura; 18.1 LCGalicia; 16.1 LCAragón; 17.1
1291

LCMadrid; 20.1 LCLa Rioja; 18.1 LCCastilla y León; 17 LCCataluña; 19.1 LCIslas Baleares, 19.1 LCValencia; 22.1
LSCMurcia; 20.2 LCNavarra; 21.1 LCAsturias; 22.1 LCCastilla-La Mancha y 13.1 LSCAndalucía.

1292 En el ámbito del Derecho público local existe reconocimiento expreso de la posibilidad de que las entidades
locales constituyan sociedades cooperativas, cuyo capital solo pertenezca parcialmente a la entidad, para la gestión
indirecta de los servicios (art. 104.1 del Texto Refundido de las Disposiciones Legales vigentes en materia de
Régimen Local, aprobado por el Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de abril).

La tipología de entidades públicas que pueden ser socios de una cooperativa es, a juicio de M. J. MORILLAS
JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 137, amplia, y citan, a título de ejemplo, los organismos
autónomos, las sociedades estatales y las entidades públicas empresariales.

460
Esta genérica afirmación presenta algunas excepciones en sede cooperativa. Una de las
más destacable, desde el punto de vista técnico, es la que se refiere a las sociedades
cooperativas educacionales: los menores de edad, si no consta expresamente la oposición de
sus padres o representantes legales, tendrán capacidad para solicitar y adquirir la condición de
socio de las sociedades cooperativas educacionales y estarán facultados para realizar y asumir
cuantos actos y obligaciones sean propios de la condición de socio1294. Y otra derivada de la
aplicación de la legislación laboral a la que se remite la regulación cooperativa del trabajo
asociado, cuando dispone que podrán ser socios trabajadores quienes legalmente tengan
capacidad para contratar la prestación de su trabajo1295; de esta manera, si el representante
legal de una persona de capacidad limitada la autoriza expresa o tácitamente para realizar un
trabajo --o para ser socio trabajador--, queda ésta también autorizada para ejercitar los derechos
y cumplir los deberes que se derivan de su contrato y para su cesación (art. 7 ET) y, aplicando
esta ratio en sede cooperativa, debe entenderse que queda autorizada para ejercer los derechos
y cumplir los deberes derivados de la condición de socio trabajador o de trabajo. La misma
solución anterior se contiene en la Ley andaluza en la que no hay una remisión a la legislación
laboral para determinar la capacidad para ser socio trabajador, sino que es la propia Ley de
cooperativas la que regula la materia. En ella pueden ser socios trabajadores los menores de 18
años y mayores de 16 [autorizados por su representante legal para ingresar como socios
trabajadores, así como los que vivan de forma independiente con consentimiento de sus padres
o tutores o con autorización de la persona o institución que les tenga a su cargo] disponiéndose
que estarán facultados para ejercitar los derechos y cumplir las obligaciones propias de la
condición de socio trabajador, con las limitaciones establecidas en el artículo 70 --que les impide
ser miembros del consejo rector, directores e interventores--.

IV. El dato de la capacidad jurídica no excluye de la condición de socio a las


comunidades de bienes, simplemente la titularidad de los derechos de socio es colectiva, como
se ha afirmado anteriormente. Junto al socio persona física y al socio persona jurídica, en
algunas Leyes se permite que las comunidades de bienes puedan ser socios --siempre que
cumplan con el requisito de la “mutuabilidad” al que se aludirá seguidamente--, bien de todas
cooperativas1296, bien únicamente de las primer grado1297, o bien, dentro de éstas, solo de

1293 En el mismo sentido N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 15; y M.
J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 133 a 135 que invocan la aplicación de
las reglas generales sobre la capacidad de obrar tanto para el socio persona física, cuanto para el socio persona
jurídica.

1294 Así se recoge en la Ley extremeña (art. 159.3) y en la murciana [art. 126.2.IV)]. En esta última Ley, el socio
menor de edad con poder para ejercer los derechos y cumplir las obligaciones sociales existe en las sociedades
cooperativas de enseñanza de consumidores y usuarios --las que asocian a padres, alumnos o sus representantes
legales-- porque en ella no se regulan las cooperativas educacionales; además, la Ley murciana contiene una
limitación a un derecho de participación: los menores no podrán ocupar cargos en los órganos sociales, salvo
autorización expresa en los estatutos sociales que prevea la existencia de vocalías específicas para distintos grupos
de edad.

1295 Así se establece, por ejemplo, en el artículo 80.2 LCEstado.

1296Con carácter general se admite que las comunidades de bienes puedan ser socios de todas las sociedades
cooperativas, con independencia de su grado, en los artículos 12 LCEstado; 22.1 LSCMurcia, 22.1 LCCastilla-La
Mancha y 13.1 LSCAndalucía.

1297Las comunidades de bienes se admiten como socias pero solo en las sociedades cooperativas de primer grado
en los artículos 18.1.I LCGalicia; 20.1.I LCLa Rioja; 18.1 LCCastilla y León y 21.1 LCAsturias.

461
determinadas clases1298. La circunstancia de que las Leyes junto a las personas naturales y
jurídicas admitan como socios a las comunidades de bienes obliga al intérprete a considerar que
existe un tercer género de socios con independencia de los dos anteriores, en particular con
independencia de las personas jurídicas, y anula cualquier interpretación que vea en las
comunidades referidas por la legislación cooperativa a una especie singular de personificación
jurídica. No se está refiriendo la Ley a las comunidades de bienes que actúan unificadamente
frente a terceros, en cuyo caso deberían calificarse como sociedades colectivas irregulares1299 o

1298 Un tercer bloque de Leyes permite que las comunidades de bienes puedan ser socios solo de determinadas
clases de cooperativas. Esta circunstancia significa, añadidamente, que en las sociedades cooperativas de segundo
o ulterior grado no podrá haber comunidades de bienes, dado que en la cooperación superior no hay clases.

En primer lugar, permiten que en las sociedades cooperativas agrarias pueda haber comunidades de bienes los
artículos 93.1.II LCEstado; 113.1.II LCLa Rioja; 113.1.II LCCastilla y León; 120.1 LCIslas Baleares; 116.1.II
LSCMurcia; 161.1.II LCAsturias y 130.1.II LCCastilla-La Mancha. En las Leyes asturiana y castellano-manchega
también se permite que sean socias de las cooperativas agrarias las herencias yacentes (arts. 161.1.II y 130.1.II,
respectivamente). En puridad de criterio, en ninguna de estas Leyes --salvo en la balear-- sería necesario que se
reconociera la posibilidad de que en las sociedades cooperativas agrarias haya comunidades de bienes socias,
porque en todas ellas se permite que tales comunidades sean socias, ya con carácter general, ya en cualquier
cooperativa de primer grado, lo que incluye también a las agrarias. Ahora bien en cuatro de ellas (Estado, La Rioja,
Castilla y León y Murcia), como se explicará más abajo, la previsión de comunidades bienes en sede de agrarias
tiene como finalidad permitir una limitación del derecho de voto de las mismas en la asamblea general, por lo que no
hay, técnicamente, una reiteración de normas jurídicas. Pero en las dos restantes (Asturias y Castilla-La Mancha), al
no contemplar la posibilidad de limitación de votos de las comunidades de bienes, no haría falta una previsión
específica para las cooperativas agrarias que no añade nada nuevo porque ya hay una general para todas las de
primer grado. Por su parte, la Ley balear, como se ha apuntado, contempla la posibilidad de que las comunidades
de bienes sean socias de las cooperativas agrarias --no admite esta posibilidad con carácter general--, sin permitir la
limitación estatutaria de sus derechos de participación.

También la derogada Ley andaluza de 1999 regulaba la posibilidad de que en una cooperativa agraria huiera socios
que fuesen comunidades de bienes, aunque de una forma un tanto imprecisa. En el artículo 152.3 LSCAndalucía se
contenía una intempestiva previsión acerca de las comunidades de bienes en las cooperativas agrarias: el régimen
del ejercicio de los derechos de socio. Intempestiva, porque en ningún sitio de la Ley aparecen las comunidades de
bienes como socias de cooperativas, ni siquiera de las agrarias, abordándose su regulación no para admitirlas como
socias, sino para disciplinar cómo han de ser ejercidos los derechos de socio ante la cooperativa.

En las cooperativas de servicios empresariales también se contemplan como posibles socios a las comunidades de
bienes y derechos en los artículos 124.2 LCPaís Vasco y 120.2 LSCExtremadura. Además de las comunidades de
bienes, ambas Leyes admiten como socias de las cooperativas de servicios empresariales a otras organizaciones
sin personalidad jurídica.

Las sociedades cooperativas de explotación comunitaria de la tierra constituyen otra clase de cooperativa en la que
se admiten las comunidades de bienes como socios cedentes. Esta previsión se contiene en los 131.1.c).c’)
LSCExtremadura; 109.1.c).b’) LCCastilla y León; 125.1.a) LCIslas Baleares; 118.1.I LSCMurcia; 165.1.c).3º
LCAsturias y 132.1.a).II LCCastilla-La Mancha. En las Leyes castellano-leonesa, asturiana y castellano-manchega
no haría falta prever expresamente que en las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra existan
comunidades de bienes porque ya se prevé para las cooperativas de primer grado, en las dos primeras Leyes, y
para todas las cooperativas, en la tercera; sin embargo sí adicionan alguna previsión que justifica la referencia en
esta sede: el derecho de voto será único para todos los comuneros --en Castilla y León, Asturias y Castilla-La
Mancha--, y la conservación por la cooperativa de sus derechos de uso y aprovechamiento de la explotación cedida,
en los términos convenidos, aunque se produzca la división de la cotitularidad --especifica de la norma castellano-
leonesa--. La Ley murciana reitera en las de explotación comunitaria de la tierra, si añadir nada nuevo, la previsión
general para todas las cooperativas de admitir comunidades de bienes.

1299L. DÍEZ-PICAZO, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, vol. III, Madrid [Thomson-Civitas], 5ª ed., 2008,
pág. 763, aunque no llega a calificar como sociedad colectiva irregular a las comunidades de bienes mediante las
que se explota conjuntamente una empresa, sí las considera sociedades, frente a aquella otra situación que,
consistente en el conjunto aprovechamiento estático de un bien, debe entenderse como comunidad.

462
como sociedades civiles, en función del objeto al que se dediquen, y deberían adquirir la
condición de socio de la cooperativa en su verdadera cualidad de personas jurídicas --resultando
para este caso innecesaria la previsión de las comunidades de bienes como un tertium genus de
socio--; sino a genuinas comunidades que contienen estrictamente situaciones de titularidad
colectiva de bienes o de derechos1300 o incluso sociedades internas sin personificación1301,
constituidas entre los socios para regular internamente su relación pero sin actuación unificada
frente a los terceros. Cuando el socio sea una comunidad de bienes, habrá una titularidad
colectiva de los derechos de participación, de manera que a la comunidad de bienes socia se
superpone una comunidad de derechos1302 --concretamente una comunidad sobre los derechos
de participación-- que surge entre los comuneros como consecuencia de la posición de socia de
aquélla. Así, en cada derecho de participación hay una pluralidad de sujetos activos --tantos
como comuneros-- pero un solo socio, la comunidad de bienes. Cada derecho de participación
se ostenta por los comuneros de forma indivisa y pro cuota y con esta medida se ejerce en el
seno de la comunidad de derechos (art. 393.I CC) para decidir sobre su administración --sentido
del ejercicio del derecho ante la sociedad cooperativa--, que requiere el acuerdo de la mayoría
de los partícipes (art. 398.I CC), o sobre su disposición --baja voluntaria--, que requerirá la
unanimidad (art. 397 CC)1303. Para su ejercicio ante la sociedad, la comunidad de bienes deberá
designar a un representante que actuará conforme a los actos de administración de los derechos
que hayan acordado los comuneros. Aunque la exigencia de designación de un representante no
se regula con carácter general en ninguna Ley de cooperativas, sí aparece, con carácter
especial, a la hora de admitir a las comunidades de bienes en determinadas clases de
sociedades cooperativas1304, incluso se impone que el representante sea elegido de entre los

Además del problema de la calificación societaria del fenómeno de la comunidad de bienes empresaria, debe
advertirse que ésta es una fórmula desaconsejable para la ejercicio de la actividad económica constitutiva de
empresa (sobre las múltiples razones que desaconsejan su uso vid. A. SÁENZ DE SANTA MARÍA VIERNA, “C.B.:
Una nueva sigla en el tráfico jurídico”, Revista de Derecho Mercantil, núms. 196-197 [1990], págs. 425 a 436, en
págs. 430 a 435.

1300 Buena muestra de esta situación la representan las comunidades de bienes que son socias cedentes del uso o
aprovechamiento de tierras u otros inmuebles en las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra. La
titularidad colectiva del derecho de uso que se cede es el único dato que identifica a tales comunidades de bienes,
incluso se regula el mantenimiento en la sociedad del derecho cedido aunque se divida la situación de cotitularidad
[vid. art. 109.1.c).b’) LCCastilla y León].

1301M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 106 a 109 y 137 y 138, sostienen
que cuando el legislador se refiere expresamente a la comunidad de bienes, está pensando en las “comunidades
societarias” y más exactamente en las sociedades internas sin personificación, y que la admisión de la comunidad
de bienes como socia de una cooperativa descansa en una doble ficción legal: la personalidad jurídica y la
consideración como tal de la comunidad de bienes, aunque como la comunidad de bienes carece como tal de
personalidad jurídica, es preciso recurrir a fórmulas para que los comuneros resulten comprometidos en las
obligaciones que contraiga la comunidad de bienes con la cooperativa.

1302 El artículo 392.I del Código civil admite tanto la comunidad de cosas cuanto la comunidad de derechos.

1303 La pérdida de la condición de socio por parte de la comunidad de bienes --y por lo tanto la desaparición de la
comunidad de derechos sociales--, mediante el ejercicio de su derecho a la baja voluntaria, equivale a enajenación
de la cosa común y debe aplicarse su mismo régimen jurídico. Este régimen se extrae del artículo 397 del Código
civil, en cuya aplicación la jurisprudencia equipara la alteración de la cosa común con actos materiales y la
alteración mediante actos con repercusión jurídica, como la enajenación, que requiere la unanimidad de los
comuneros --S.T.S., Sala 1ª, de 14 de diciembre de 1973 [Civil] (Ar. RJ 1973\5568) y S.T.S., Sala 1ª, de 19 de
diciembre de 1985 [Civil] (Ar. RJ 1985\6602)--.

1304Esta exigencia se contiene en los artículos 131.1.c), c’) LSCExtremadura y 109.1.c).b’) LCCastilla y León,
respecto de las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra. Otro tanto sucede en las Leyes vasca y

463
comuneros1305. No parece que haya inconveniente, por lo tanto, en extender la obligación de
nombrar representante para el ejercicio de los derechos de participación a todos los casos en los
que una comunidad de bienes sea socia de una cooperativa --es además la solución que para
los supuestos de cotitularidad de acciones o de participaciones sociales se contiene en el
artículo 126 TRLSC--. Téngase en cuenta que el representante no tiene que ser uno de los
comuneros, salvo que lo imponga la Ley expresamente, porque esta exigencia limitaría los
derechos de participación de la comunidad.

Una referencia especial debe realizarse a las comunidades de regantes y a las


comunidades de aguas. A la hora de regular las cooperativas agrarias, en cuatro Leyes de
cooperativas [estatal --art. 93.1.II--, riojana --art. 113.1.II--, castellano-leonesa --113.1.II-- y
murciana --116.1.II--] se expande el círculo de posibles socios para incluir, al lado de las
sociedades [agrarias de transformación, civiles --en puridad las agrarias de transformación son
sociedades civiles, por lo que no resulta necesaria una previsión ad hoc--, o mercantiles] y de las
comunidades de bienes, a las comunidades de regantes y a las comunidades de aguas1306. Las
comunidades de regantes y las comunidades de aguas a que se refieren las Leyes de
cooperativas son, en el ámbito del Derecho administrativo de aguas, comunidades de usuarios,
calificación que, a los efectos de su condición de socio cooperativo, las separa de las
comunidades de bienes y las ubica dentro de las personas jurídicas1307. Tales comunidades de

extremeña con relación a las sociedades cooperativas de servicios empresariales, cuyos artículos 124.2 y 120.2,
respectivamente, señalan, de forma coincidente que “las comunidades de bienes o de derechos [y otras
organizaciones sin personalidad jurídica] para poder ser socias de las mencionadas cooperativas es necesario
“que…hayan designado un representante de sus respectivos miembros en la sociedad cooperativa”.

1305Así sucede en el artículo 102.3 LSCAndalucía que, ubicado en la parte general de las sociedades cooperativas
de servicios --género que comprende, entre otras, a las cooperativas, agrarias, marítimas, fluviales y lacustres--,
señala que “cuando la titularidad del derecho a que hace referencia el artículo 101.1 recaiga sobre una comunidad
de bienes y derechos, las personas cotitulares elegirán a una persona de entre ellas para que las represente y
ejercite sus derechos, incluido el derecho de voto”. Y en los artículos 165.1.c).3º LCAsturias y 132.1.a) LCCastilla-La
Mancha respecto a las sociedades cooperativas de explotación comunitaria de la tierra, que contienen una previsión
idéntica a la anterior pero con un añadido: el derecho de voto será único para todos los comuneros.

1306Sobre la integración de los destinatarios del agua en el ciclo de su gestión y la cogestión del agua vid. R.
MARTÍN MATEOS, “Administración de los recursos hídricos. Aspectos institucionales y modalidades gestoras”, en
Revista de Administración Pública, núm. 124, enero-abril 1991, págs. 7 a 34, en págs. 22 a 25.

1307El Tribunal Supremo ha analizado la naturaleza jurídica de las comunidades de regantes y las ha considerado
sin ambages como personas jurídicas. En dos sentencias el Tribunal Supremo --S.T.S., Sala 3ª, de 3 de mayo de
1999 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1999\3599) y S.T.S., Sala 3ª, de 3 de mayo de 1996 [Contencioso-
Administrativo] (Ar. RJ 1999\3600)-- señala que "las Comunidades de Regantes no constituyen, pese a su
denominación, comunidades de bienes y derechos carentes de personalidad jurídica, ni tampoco sociedades civiles,
al modo que las definen los arts. 392 y 1665 del Código Civil (...). Antes al contrario [ostentan] personalidad jurídica”

De lo expuesto queda claro que las comunidades de usuarios son personas jurídicas no comunidades de bienes y
bajo aquella calidad han ser admitidas como socios en las cooperativas. Ajena a esta conclusión es el debate a
cerca de la naturaleza jurídica pública o privada de tales comunidades, afirmando las sentencias anteriormente
citadas que su personalidad jurídica “es única, [y que] no puede escindirse en una personalidad de derecho público
cuando actúan potestades administrativas y otra de derecho privado cuando lo hace en el ámbito de relaciones
jurídicas que merezcan esta calificación". Por su parte la S.T.S., Sala 3ª, de 26 de octubre de 2000 [Contencioso-
Administrativo] (Ar. RJ 1996\8552) señala que "la jurisprudencia en sentencias, de esta Sala de 10 de diciembre de
1990 y 20 de junio de 2000 y de la Sala de lo Contencioso-Administrativo Sección Segunda de 3 de mayo de 1999,
reconociendo el carácter de Corporaciones de Derecho Público de la Comunidad de Regantes, la define como
entidades jurídico-públicas de base asociativa, tuteladas por la Administración y con personalidad jurídica
independiente, entendiendo que en relación a este carácter ni se puede escindir su personalidad única, en una de
Derecho público cuando actúa potestades administrativas, y otra de Derecho privado cuando lo hace en el ámbito
que merezca esta calificación, pero sin embargo este ámbito de actuación en diferentes campos del derecho de la

464
usuarios son las constituidas por los usuarios del agua y otros bienes del dominio público
hidráulico de una misma toma o concesión; además, cuando el destino dado a las aguas fuese
principalmente el riego, se denominarán comunidades de regantes, y en el resto de casos, las
comunidades recibirán el calificativo que caracterice el destino del aprovechamiento colectivo
(art. 81.1 del Texto Refundido de la Ley de Aguas, aprobado por Real Decreto Legislativo
1/2001, de 20 de junio). Todas las comunidades de usuarios tienen personalidad jurídica, al
respecto señala la Ley que “las comunidades de usuarios tienen el carácter de corporaciones de
derecho público, adscritas al Organismo de cuenca, que velará por el cumplimiento de sus
estatutos u ordenanzas y por el buen orden del aprovechamiento. Actuarán conforme a los
procedimientos establecidos en la presente Ley, en sus reglamentos y en sus estatutos y
ordenanzas, de acuerdo con lo previsto en la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común" (art. 82.1
del citado Texto Refundido de la Ley de Aguas). A pesar de que en la Ley de aguas solo se
individualice un tipo de comunidad de usuarios: la comunidad de regantes --la que existe cuando
el destino dado a las aguas fuese principalmente el riego (art. 81.1)--, la doctrina anterior es
trasladable a todas las comunidades de usuarios, y, en particular también a las denominadas en
las Leyes de cooperativas comunidades de aguas. Las comunidades de aguas cuando han
tenido alguna referencia nominal jurídico-positiva en nuestro Derecho, ha sido para reconocerlas
personalidad jurídica, como sucedió con las comunidades de aguas y heredamientos de
Canarias regulados por la Ley de 27 de diciembre de 1956, sobre heredamientos de aguas del
archipiélago canario, cuyo artículo 1º reconoce este carácter, y mantenidas por el artículo 23.1
de la Ley 10/1987, de 5 de mayo, de aguas de Canarias y por el artículo 24.1 de la Ley 12/1990,
de 26 de julio, de Aguas [de Canarias] --que deroga a la anterior--.

V. En la legislación cooperativa se aprecia una tensión, más o menos intensa, de


rechazo hacia la admisión como socios de las personas jurídicas1308. Esta tendencia legislativa
que hunde sus raíces en el origen del movimiento cooperativo, surgido como instrumento para
satisfacer necesidades de consumo de personas naturales, se ha mantenido y extendido a
supuestos para los que no hay una explicación técnica suficiente. Hay ocasiones en las que la
limitación que afecta a las personas jurídicas para ser socio de una cooperativa obedece a
motivos biológicos --como sucede con las sociedades cooperativas de trabajo asociado 1309, de
explotación comunitaria de la tierra, o de viviendas para alojamiento1310--; pero hay otras en la

Comunidad de Regantes, es determinante para residenciar el ámbito jurisdiccional, de forma que (...) la jurisdicción
competente en su caso se determina por la naturaleza de los actos que se someten a juicio, así pues, a la
jurisdicción Contencioso-Administrativa le corresponde conocer de los actos de estas Corporaciones de Derecho
público adoptados en el ejercicio de funciones públicas, correspondiendo a esta jurisdicción civil el conocimiento de
las relaciones jurídicas nacidas en el ámbito del derecho privado”.

1308 Esta reserva legislativa no ha pasado desapercibida para la doctrina científica. Así, M. J. MORILLAS JARILLO y
M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 135 a 137, explican que, si bien la Ley de Cooperativa estatal
admite sin ningún tipo de limitación la posibilidad de que sean socios de las cooperativas personas jurídicas, no
sucede lo mismo con las Leyes autonómicas que localizan hasta cuatro grupos de restricciones: las que hacen
referencia a la incompatibilidad de los objetos sociales, las que prohíben la presencia exclusiva de personas
jurídicas, las que establecen como requisito la ausencia de ánimo de lucro en las personas jurídicas socios y las que
limitan la presencia de presencia de cierto tipo de sujetos en las cooperativas.

1309Aunque a juicio de N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 15, en el
Derecho cooperativo que traía causa de la legislación anterior a la Ley de 1987 se admitía la presencia de las
personas jurídicas en las cooperativas de trabajo asociado.

1310La necesidad a satisfacer --y por lo tanto la actividad cooperativizada-- también limita la capacidad jurídica de las
personas morales para ser socias de las cooperativas de viviendas. Así si el socio precisa alojamiento y/o locales

465
que únicamente concurren motivos formales, es decir, razones de oportunidad legislativa por las
que, a pesar de que las personas jurídicas puedan técnicamente satisfacer necesidades a través
de una cooperativa --por ejemplo la necesidad de consumo--, han sido excluidas de ella. El caso
más relevante de todos ellos es, probablemente, el de las sociedades cooperativas de
consumidores y usuarios que han experimentado un inexplicable vaivén legislativo. La actual Ley
estatal de 1999 contempla la posibilidad de que las personas jurídicas sean socias de las
cooperativas de consumidores. Sin embargo, bajo la vigencia de la Ley cooperativas de 1987
solo las personas físicas podían ser socios de las cooperativas de consumidores y usuarios,
salvo, y como excepción, el caso de las cooperativas de suministros especiales [como agua, gas
o electricidad] de las que podían ser también socios las personas jurídicas 1311. Pero es que el
Derecho anterior a la Ley de 1987 admitía como socios consumidores a las personas jurídicas --
como sucede ahora, con la Ley de 1999--: en el Reglamento de sociedades cooperativas de
1978 las personas jurídicas podían con carácter general ser socios de las sociedades
cooperativas de consumo1312, estando excluidos los empresarios sociales pero no por ser
personas jurídicas sino por ser empresarios, dado que también estaban excluidos los
empresarios individuales1313. Esta oscilación deja su impronta en el subconsciente del legislador
que se obliga a realizar aclaraciones normativas no del todo ortodoxas. Para ilustrar la afirmación
anterior resulta muy interesante analizar la Ley estatal vigente. Esta Ley define a las
cooperativas de consumidores y usuarios como aquéllas que tienen por objeto el suministro de
bienes y servicios adquiridos a terceros o producidos por sí mismas, para uso o consumo de los
socios y de quienes con ellos conviven, así como la educación, formación y defensa de los
derechos de sus socios en particular y de los consumidores y usuarios en general; y añade que
pueden ser socios de la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios las personas físicas y
las personas jurídicas --entidades y organizaciones, dice exactamente la Ley-- (art. 88.1
LCEstado). Ahora bien, en la redacción de esta norma se adivina el peso de la tradición

para sí y las personas que con él convivan, aquél solo puede ser una persona física; además de éstas, también
podrán ser socios los entes públicos y las entidades sin ánimo de lucro --por lo tanto no cualquier persona jurídica--,
que precisen alojamiento para aquellas personas que dependientes de ellos tengan que residir, por razón de su
trabajo o función, en el entorno de una promoción cooperativa o que precisen locales para desarrollar sus
actividades; y, ahora ya sin límite alguno, cuando la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa de
viviendas tenga como fin procurar edificaciones e instalaciones complementarias para el uso de viviendas y locales
de los socios, la conservación y administración de las viviendas y locales, elementos, zonas o edificaciones
comunes y la creación y suministros de servicios complementarios, así como la rehabilitación de viviendas, locales y
edificaciones e instalaciones complementarias, podrán ser socios cualquier tipo de personas (vid art. 89.1 LCEstado,
por ejemplo).

Esta limitación fue denunciada por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
1311

Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º,… artículo
127, pág. 663.

1312En este sentido, su artículo 115, al regular el objeto de las cooperativas de consumo, fijaba como destinatarios
del mismo a “los socios y, en su caso, … sus familiares”, admitiéndose de esta manera socios que no tengan
familiares, entre los que se encuentras las personas jurídicas.

Ahora bien, esta apertura no tiene reflejo en la legislación fiscal, puesto que solo se considerarán especialmente
protegidas las cooperativas de consumidores y usuarios que, entre otros requisitos asocien a personas físicas [con
el objeto de procurarles, en las mejores condiciones de calidad, información y precio, bienes cuya entrega no esté
gravada en el Impuesto sobre el Valor Añadido al tipo incrementado] (art. 12.1 de la Ley 20/1990, de 19 de
diciembre, sobre Régimen Fiscal de las Cooperativas).

1313En el artículo 17.2 del Reglamento de 1978 se preveía como circunstancia excluyente de la condición de socio
en las cooperativas de consumo “la naturaleza mercantil del empresario, individual o social” que aspirase a ingresar
como socio.

466
cooperativa contraria a la admisión de personas jurídicas: a pesar de que en la primera parte de
la norma el legislador está pensando solo en personas naturales dado que, según puede leerse
en el artículo 88.1, el suministro de bienes y servicios realizado por la cooperativa tiene como fin
el uso o consumo de los socios y de quienes con ellos conviven, y por obvias razones biológicas
solo pueden tener convivientes las personas físicas, en su segunda parte incluye también como
posibles socios a las personas jurídicas [entidades y organizaciones], junto a las físicas. En la
sistemática interna de la norma comentada no guarda coherencia el dato objetivo de poner esta
clase de cooperativa al servicio del consumo de personas que han de ser naturales --porque solo
estas pueden tener convivientes-- con el dato subjetivo de considerar como posibles socios tanto
las personas físicas cuanto las jurídicas. No es desde luego una buena técnica normativa incluir
en un mismo artículo dos normas jurídicas que dicen cosas diferentes. La única eficacia que
puede atribuirse a esta dualidad normativa es una forma de expandir el círculo de beneficiarios
de la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios: los socios y quienes con ellos convivan,
que no son socios.

Con independencia de lo expuesto, es cierto que la admisión de las personas jurídicas


ha ampliado considerablemente el perímetro subjetivo de los posibles socios de las cooperativas
de consumidores y usuarios. Este proceso de ampliación ha producido un efecto de
extraordinaria importancia sobre la actividad cooperativizada, que obliga a redefinir los contornos
de las actividades que se incluyen dentro de la mutualidad. La admisión de la figura de la
persona jurídica como socio de la cooperativa modula [o debe modular] el contenido de la
actividad cooperativizada. Esta circunstancia --que abre una nueva vía de interpretación de las
normas jurídicas de la materia cooperativa-- se aprecia muy especialmente en las sociedades
cooperativas de consumidores y usuarios. En ellas los socios han de tener el carácter de
destinatarios finales (art. 88.1 LCEstado)1314, de manera que no pueden ser socios de las
sociedades cooperativas de consumidores y usuarios aquellas personas, físicas o jurídicas, que
adquieran los bienes o reciban los servicios con la finalidad de integrarlos en un nuevo proceso
productivo de bienes o de prestación de servicios1315. El concepto “destinatario final” debe

1314 La exigencia de que el socio de la cooperativa de consumidores y usuarios sea destinatario final conecta
específicamente esta clase de cooperativa con la legislación de consumidores y usuarios [en el derecho de
consumo los protegidos por la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios de 1984 han de
ostentar la condición de destinatarios finales --vid. A. ACEDO PENCO, Nociones de Derecho de consumo.
Aproximación jurídica a la protección de los consumidores en Extremadura…, págs. 64 y 65)]. La conexión genérica
tiene otro enganche normativo, distinto al que representa el artículo 88.1 LCEstado, que afecta a todas las clases de
cooperativas, y no solo a las de consumidores y usuarios: dice el apartado 7 de la disposición adicional quinta
LCEstado que “las sociedades cooperativas estarán sujetas a lo establecido en la Ley 26/1984, de 19 de julio, Ley
(sic) General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios --hoy Texto Refundido de la Ley General para la
Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras Leyes complementarias, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1/2007, de 16 de noviembre--, y demás disposiciones sobre defensa de los consumidores y usuarios, así como a las
disposiciones sanitarias y asistenciales cuando resulten de aplicación”.

El Texto Refundido cambia los conceptos, y en vez de referirse a los consumidores como destinatarios finales, los
define como las personas físicas o jurídicas que actúan en un ámbito ajeno a una actividad empresarial o
profesional (art. 3).

1315Así, por ejemplo, no podría ser socio un empresario o un profesional que adquiera bienes en la cooperativa de
consumidores con la intención de revenderlos, pero sí podría serlo si los bienes adquiridos se destinan a su propio
consumo o, en su caso, al de quienes con él convivan. Lo relevante no es la cualidad empresarial o profesional del
socio sino el destino al que va a dedicar el objeto de la prestación cooperativa.

El consejo rector de la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios tiene la obligación de rechazar el ingreso
como socio de aquél en quien no concurra el requisito de destinatario final (vid. arts. 12.2 y 13.1 LCEstado). Y si
llegan a admitirse en una sociedad cooperativa de consumidores y usuarios socios no destinatarios finales, una vez

467
interpretarse en sentido finalista, para dar adecuada aplicación a la norma que permite ser socio
de las cooperativas de consumidores y usuarios a las personas jurídicas. Naturalmente, las
personas jurídicas no pueden “consumir” en el sentido biológico del concepto, planteándose la
cuestión de quiénes deberán ser los que realicen el acto material de consumo para entender que
ha sido realizado por la propia persona jurídica socia de una cooperativa de esta clase. La
cuestión ofrece pocas dudas cuando son los miembros de esa persona jurídica los destinatarios
de sus actos de consumo en la cooperativa: en este caso el consumo es realizado directamente
por la entidad constituida para que sus miembros puedan beneficiarse de sus prestaciones, sin
que pueda entenderse que lo adquirido se integra en un proceso distributivo posterior excluyente
de la idea de consumidor final. Esta solución, además de venir impuesta por la lógica de las
normas, ya que de otra manera las personas jurídicas difícilmente podrían ser destinatarias
finales de la prestación cooperativa, encuentra apoyo directo en la Ley de cooperativas: la
disposición adicional quinta, en su apartado 3, señala que “las cooperativas de consumidores y
usuarios, [las cooperativas agrarias y las cooperativas de transportistas,] además de la condición
de mayoristas, por lo que les serán de aplicación los precios o tarifas correspondientes, tendrán
también, a todos los efectos, la condición de consumidores directos para abastecerse o
suministrarse de terceros de productos o servicios que les sean necesarios para sus actividades”
(la cursiva es nuestra). Por lo tanto, la Ley admite que una persona jurídica pueda ser
consumidora final. Más problemas plantea esta cuestión --concepto de destinatario final-- cuando
los últimos destinatarios no son miembros de la entidad socia de la cooperativa de
consumidores. Tal sería el caso de una fundación que se hace socia de la cooperativa para
obtener prestaciones con las que cumplir con sus fines fundacionales y atender a sus
beneficiarios (vid. apartados 1y 2 del artículo 3 de la Ley 50/2002, de 26 de diciembre, de
Fundaciones). La interpretación finalista propuesta debe arrojar una conclusión positiva: hay
destinatario final cuando el objetivo que persiga la persona jurídica socia de una cooperativa de
consumidores y usuarios sea el de cumplir con sus fines o actividades estatutarias, siempre que
éstos no sean la intermediación el mercado de bienes y servicios, puesto que de lo contrario
habrá proceso productivo posterior que excluye la noción de destinatario final. La misma solución
que la sostenida para las fundaciones debe aplicarse a las asociaciones.

Es también muy revelador en este proceso aperturista lo sucedido con las sociedades
cooperativas de segundo o ulterior grado. Si inicialmente, sus únicos socios solo podían ser a su
vez sociedades cooperativas --se decía que éstas eran “cooperativas de cooperativas”--, se
comenzó por admitir a las sociedades agrarias de transformación y se terminó por expandir el
círculo para recocer como socios a cualquier persona jurídica e incluso a los empresarios
individuales1316.

A pesar de la paulatina admisión de las personas jurídicas como socios al lado de las
personas naturales, y de la formulación general, y aparentemente igualitaria, de esta admisión
que se contienen en algunas Leyes de cooperativas, y singularmente en la estatal, lo cierto es
que no reciben el mismo trato en lo referente a la titularidad de derechos de participación.
Tampoco lo reciben las comunidades de bienes, en las Leyes que las admiten como socias. En
algunas Leyes de cooperativas la delimitación de la capacidad para ser socio, que se regula con

constatado el fraude de ley, deberían aplicarse a la sociedades cooperativas las normas que hubiere tratado de
eludir (vid. art. 6.4 CC).

1316 Este proceso de ruptura de la endogamia cooperativa --del que también se han hecho eco M. J. MORILLAS
JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 139 y 140-- se analiza más adelante desde el punto de
vista de su impacto en las limitaciones al derecho de voto de los socios de la cooperativa de segundo o ulterior
grado que no sean sociedades cooperativas.

468
carácter general y en principio igualitario para todas las sociedades cooperativas, se matiza con
respecto a las personas jurídicas a la hora de abordar la regulación especial de alguna clase de
cooperativa. Quizá el caso más interesante de todos ellos, sea el de la sociedad cooperativa
agraria, en la que la declaración general de que pueden ser socios las personas naturales y las
jurídicas --aparentemente en plano de igualdad--, se complementa con otras precisiones, que
enumeran como posibles socios a algunos sujetos --sociedades mercantiles, sociedades civiles,
sociedades agrarias de transformación, comunidades de regantes, comunidades de aguas,
comunidades de bienes, herencias yacentes--, para limitar uno de los más importantes derechos
de participación: el de voto. Todos los elementos de esta enumeración, menos las comunidades
de bienes y las herencias yacentes, están dentro del concepto de persona jurídica, por lo que no
sería necesaria su referencia expresa. Tampoco lo sería para las comunidades de bienes
cuando la Ley las admita con carácter general como socios de las cooperativas. La razón de su
reiteración no es aclarar dudas en el perímetro subjetivo de los socios de las cooperativas, que
no existen, sino la de restringir su derecho de voto: los estatutos podrán regular un límite de
votos que ostenten los socios mencionados en relación al conjunto de votos sociales de la
cooperativa. Estos límites discriminatorios para las personas jurídicas --y para las comunidades
de bienes-- carecen de justificación mutualista, en la medida en que aquéllas realizan actividad
cooperativizada en las mismas condiciones que los socios personas físicas, y en igualdad de
condiciones deben ser titulares de los derechos sociales1317.

La explicación de estos límites no puede ser, por lo tanto, de orden conceptual o


dogmático, sino que, como se ha dicho, hay que buscarla en datos históricos, en aquél que nos
enseña cómo las sociedades cooperativas nacieron para dar a satisfacción a las necesidades de
personas naturales --necesidades de consumo de obreros ingleses en la ciudad de Rochdale-- y
que posteriormente admitieron como socios a personas jurídicas, inicialmente solo cooperativas -
-en desarrollo del principio de colaboración entre cooperativas-- y solo después a otro tipo de
personas jurídicas. El peso de estas circunstancias históricas es la explicación más razonable de
la pervivencia de este tipo de normas jurídicas restrictivas de los derechos societarios de las
personas jurídicas. Sin embargo, desde el punto de vista mutualista la diferencia de trato carece
de toda justificación: sí puede haber trato diferencial respecto al asociado o al socio colaborador
porque no realizan actividad cooperativizada, pero no puede haberlo entre quienes realizan tal
actividad con la cooperativa. Y desde luego, la carece --incluso con la perspectiva histórica
apuntada-- con relación a las comunidades de bienes que, además de que por su falta de

1317 El límite verdaderamente justificado desde el punto de vista mutualista, y además absoluto, porque excluye
todos los derechos de participación, es el que se contiene en aquellas normas jurídicas de las Leyes de
cooperativas que señalan que “nadie podrá pertenecer a una sociedad cooperativa a título de empresario,
contratista, capitalista u otro análogo, respecto de la misma o de los socios como tales” (vid. arts. 19.2
LSCExtremadura; 18.3 LCGalicia; 16.2 LCAragón; 20.3 LCLa Rioja; 19.2 LCIslas Baleares y 23.1 LCAsturias): como
no hay mutualidad no hay posibilidad técnica de adquirir la condición de socio cooperativista. Este límite afecta tanto
a las personas naturales cuanto jurídicas.

En esta prohibición se ha querido ver un límite a las situaciones de control o dominio de las sociedades
cooperativas. Si bien pudiera tener esta explicación en el Derecho histórico del que trae causa la regulación actual
[se trata del artículo 3.1 de la Ley de cooperativas de 1931 (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY,
Curso de cooperativas…, pág. 162)], la desaparición de la norma en el Derecho estatal --la Ley de 1987 la contenía,
habiéndose suprimido de la Ley de 1999-- y en algún Derecho autonómico --la Ley navarra de 1996 regulaba esta
prohibición, que también ha desaparecido de la Ley de 2006-- hace que el significado de la misma tenga que
modificarse: la prohibición debe entenderse como corolario de la mutualidad, de forma que si el socio de una
cooperativa no es un mutualista --que satisfaga sus necesidades mediante la actividad cooperativizada-- no podrá
pertenecer a la cooperativa; y por lo tanto esta conclusión es aplicable a todas las cooperativas se regulen o no por
las leyes mencionadas. Por su parte, la dominación o control de la sociedad cooperativa y su régimen no dependen
de la norma que ahora comentamos, sino de oras factores que se analizan más adelante.

469
personalidad jurídica no están alejadas de la satisfacción de necesidades de personas físicas,
podría eludir la discriminación haciendo socio a uno cualquiera de los comuneros personas
naturales.

3.2.1.3. La “mutuabilidad”.

I. La “mutuabilidad”, o aptitud para realizar actividad cooperativizada1318, cuya


concurrencia en la persona natural o jurídica se determina para cada clase de cooperativa o para
clase de socio1319, se construye con un solo elemento: la necesidad del socio que satisface la
sociedad cooperativa, de manera que solo puede ser socio de una cooperativa la persona que
tenga una necesidad susceptible de ser satisfecha por esa cooperativa.

II. El elemento de la mutuabilidad no forma parte de la capacidad jurídica para ser socio,
sino que ésta es presupuesto de aquélla. La capacidad jurídica consiste en la cualidad de la
persona de ser titular (centro unificador e independiente) de las distintas relaciones jurídicas que
la afectan --aptitud para ser titular de derechos, de obligaciones y deberes jurídicos y, en
general, también de facultades que no son derechos subjetivos, es decir, aunando las tres
facetas, la aptitud de ser sujeto en las relaciones jurídicas--, y la ostentan todas las personas1320,
incluso las que no pueden ser socios de las cooperativas; la capacidad jurídica es la posibilidad
general de ser titular de relaciones jurídicas1321, y por lo tanto es el presupuesto de la titularidad
del haz de relaciones jurídicas que dimanan de la posición jurídica de socio de una cooperativa.
La exigencia de la “mutuabilidad” no tiene cabida en la doctrina de la personalidad, sino que
pertenece al terreno de los requisitos del acto. La aptitud para ser socio se compone de dos
elementos: desde el punto de vista de la persona, la capacidad jurídica, y desde el punto de vista
del acto, la “mutuabilidad”. Este segundo elemento pertenece a la categoría de las capacidades
especiales, aquellas aptitudes especiales exigidas por el ordenamiento jurídico para realizar un
determinado negocio jurídico en razón a su peculiar naturaleza1322. Este subelemento de la
aptitud para ser socio no es más que una consecuencia de la mutualidad, uno de los dos

1318 La referencia a la actividad cooperativizada como contenido de la capacidad para ser socio se realiza
expresamente en los artículos 12.1 LCEstado; 22.1 LSCMurcia y 22 LCCastilla-La Mancha. En otras Leyes esta
condición aparece implícita o por remisión a las regulación de cada clase de sociedad cooperativa: las personas
jurídicas pueden ser socios de las cooperativas con las salvedades (arts. 19.1 LCPaís Vasco; 17.1 LCMadrid; y 20.1
LCLa Rioja) o con las excepciones específicas (art. 19.1.LCIslas Baleares) establecidas en Ley --sin más precisión--
o establecidas en la Ley para cada clase de cooperativa (arts. 18.1 LCGalicia y 18.1. LCCastilla y León).

1319 Esta específica determinación es recogida por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 150, cuando afirma que cada tipo y clase de
cooperativa exige que los socios reúnan las condiciones necesarias para participar en la actividad económica
desarrollada por la cooperativa.

1320Vid., por todos, F. DE CASTRO Y BRAVO, Derecho Civil de España, tomo II, Derecho de la persona, parte
primera, La persona y su estado civil, Madrid [Instituto de Estudios Políticos,], 1952, pág. 45 (la consulta de la obra
se ha realizado de la reedición facsimilar realizada por la Editorial Civitas, Madrid, 1984, de los dos volúmenes del
Derecho Civil de España” del Profesor Federico de Castro).

1321Vid. F. DE CASTRO Y BRAVO, Derecho Civil de España, tomo II, Derecho de la persona, parte primera, La
persona y su estado civil…, pág. 47.

1322Vid. F. DE CASTRO Y BRAVO, Derecho Civil de España, tomo II, Derecho de la persona, parte primera, La
persona y su estado civil…, pág. 55.

470
elementos tipológicos de la cooperativa, y un condicionante del otro elemento del tipo: solo
pueden ser titulares de los derechos de participación los que puedan ser mutualistas.

Toda la teoría de la aptitud para ser socio de las cooperativas debe construirse en torno
a la capacidad especial. En la Leyes, se exige la condición de persona física con exclusión de las
jurídicas para ser socio, o la de persona jurídica con exclusión de la natural, o incluso solo de
determinadas personas jurídicas --por ejemplo cooperativas-- excluyendo al resto de personas
jurídicas; y a su lado también se exige la aptitud para realizar actividad cooperativizada. Esta
heterogénea mezcla, aparentemente da a entender que la aptitud para ser socio de las
cooperativas se compone de elementos propios de la capacidad de la persona, de manera que
habría personas con capacidad jurídica para ser socio cooperativo y personas que carecería en
potencia de esta relación jurídica. Esta conclusión viola los artículos 29 y 38.1 CC, que
reconocen a todas las personas naturales y jurídicas la aptitud potencial se ser titulares de todas
las relaciones jurídicas posibles --incluida, lógicamente, la relación jurídica cooperativa--. Esta
materia del Derecho de sociedades cooperativas debe analizarse bajo otra perspectiva: la aptitud
para ser socio tiene la naturaleza de las capacidades especiales y, de su anverso, de las
incapacidades especiales. De esta forma, habrá personas naturales y jurídicas que, teniendo
capacidad jurídica, incurran en incapacidad especial porque no tengan aptitud para realizar
actividad cooperativizada: porque no sean titulares de explotaciones agrarias, ganaderas o
forestales, porque no sean consumidores directos, porque no sean titulares de bienes
susceptibles de cesión para la explotación en común, o porque no puedan contratar su
trabajo1323.

El estudio de esta cuestión guarda una conexión evidente con los derechos de la
participación y, consecuentemente, con la eficacia jurídica de los actos en que se concreta el
ejercicio de tales derechos. Solo puede ser titular de los derechos de participación quien, antes,
pueda adquirir y mantener la cualidad de socio. La falta originaria de la capacidad especial
supone la falta de un requisito sine qua non para la validez y determina la nulidad del acto1324.
Esta doctrina, aplicada a la aptitud para ser socio, significa que la falta originaria de
“mutuabilidad” produce el efecto de la nulidad del acto de adquisición de la condición de socio, y
de los que sean consecuencia de aquél, dentro de los que se encentran los actos de ejercicio de
los derechos de participación, nulidad que puede comunicarse a los acuerdos sociales si para la
adopción de éstos aquélla participación fue esencial. La ausencia sobrevenida determina la baja
obligatoria del socio1325, y, si ésta no es acordada por el consejo rector, la declaración de
fraudulentos de los actos realizados en esta situación si persiguen eludir una norma jurídica, con
la consiguiente aplicación de esta última --por ejemplo, el mantenimiento en la cooperativa de
una masa de socios en situación de baja obligatoria no declarada para controlar el poder
societario, no impide que los tribunales dejen de computar la asistencia de estos socios para
determinar el quórum de constitución y el voto que hayan emitido para determinar las mayorías--.
1323M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 106, señalan que además de la
capacidad general necesaria para constituir la sociedad cooperativa, si la que se procede a constituir es alguna de
las cooperativas de primer grado, puede ocurrir que se exija un determinado “perfil a los socios” --que nosotros
denominamos mutualibilidad-- esto es, unos determinados requisitos o cualidades inherentes a las personas de los
socios u objeto social si es persona jurídica, --capacidad para contratar la prestación del trabajo, en las cooperativas
de trabajo asociado, carácter de destinatario final, en las cooperativas de consumidores, y titular de explotación
agrícola, ganadera o forestal, en el caso las cooperativas agrarias--.

1324Vid. F. DE CASTRO Y BRAVO, Derecho Civil de España, tomo II, Derecho de la persona, parte primera, La
persona y su estado civil…, pág. 55.

1325 Vid. p. ej., arts. 17.5 LCEstado; 27 LCPaís Vasco y 26 LSCExtremadura.

471
III. La capacidad especial para ser socio de las sociedades cooperativas se regula en las
Leyes de forma separada para cada clase --salvo en un caso que se disciplina respecto a un tipo
de socio: el socio de trabajo, que viene a coincidir con la del socio trabajador de la sociedad
cooperativa de trabajo asociado--. El repaso de la legislación española no ofrece un panorama
diversificado, sino que presenta interesantes dosis de unicidad.

En las cooperativas de trabajo asociado, en las que la necesidad es trabajar, solo


podrán ser socios trabajadores las personas físicas1326 --no las jurídicas1327 ni las comunidades
de bienes1328-- que tengan la capacidad legal para contratar la prestación de su trabajo 1329. Esa

La naturaleza de personas físicas de los socios trabajadores ya fue recogida por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
1326

Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 118, pág. 581; y, respecto a la ley estatal vigente, por M. PANIAGUA
ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en
M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 150.

1327 Nuestra doctrina con base en que la prestación de trabajo debe realizarse por cada socio de forma personal e
individualizada considera que las personas jurídicas no pueden formar parte de una cooperativa de trabajo asociado
(vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas,… pág. 158, donde se contienen más
referencias doctrinales acerca de este mismo asunto).

Ahora bien, la Ley aragonesa admite la posibilidad de que las personas jurídicas sean socios de las cooperativas de
trabajo asociado. No hay una admisión expresa, sino que dando por supuesto su existencia, su artículo 72.3 dispone
que “en cuanto a los socios que sean personas jurídicas (sic), la salvedad prevista en el artículo 48.4 de esta Ley
[relativo a la titularidad máxima de capital social por un solo socio] se extenderá a fundaciones, asociaciones sin
ánimo de lucro y sociedades participadas mayoritariamente por cooperativas”. La regulación de la Ley aragonesa es
de imposible aplicación: ella misma, en su artículo 72.1.III señala que “se entiende por actividad cooperativizada en
las Cooperativas de Trabajo Asociado el trabajo que prestan en ellas los socios y trabajadores…”, y es evidente que
las personas jurídicas no pueden trabajar. No es este el único exceso en la materia que contiene la Ley aragonesa.
La calificación de actividad cooperativizada del trabajo de trabajadores cuyo número no exceda el límite legal, es
decir de no socios, es irregular, por mutar la naturaleza de las cosas, y a lo más que podría llegar es a considerar
sus resultados como cooperativos, como, por cierto, hace en el artículo 57.4.III.

Así mismo, el artículo 91.1 la LCPV, al regular el objeto y las normas generales de las cooperativas de trabajo
asociado, señala que éstas “asocian principalmente a personas físicas”, luego admite, a priori, que asocie
secundariamente a personas jurídicas; pero no determina en que condición podrán asociarse. Debe descartarse que
las personas jurídicas sean socios trabajadores que presten su trabajo a través de sus miembros. Un interpretación
coherente con los principios de esa Ley es entender que está pensando en cooperativas mixtas de trabajo asociado
en las que las personas jurídicas serían socios titulares de partes sociales con voto --socio de capital--.

1328Cuando el artículo 12.1 LCEstado admite que en las cooperativas puedan ser socios, en función de la actividad
cooperativizada --además de las personas físicas y jurídicas, públicas o privadas-- las comunidades de bienes, debe
analizarse la concreta actividad cooperativizada prevista en las normas especiales de las distintas clases de
cooperativas para la correcta aplicación del precepto, lo que determina que en las cooperativas de trabajo asociado
solo puedan serlo las personas físicas y no las comunidades de bienes como puede leerse en M. PANIAGUA
ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en
M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, págs. 170 y 171.

Vid. arts. 80.2 LCEstado; 99.2 LCPaís Vasco; 113.2 LSCExtremadura; 104.1 LCGalicia; 72 LCAragón; 105.4
1329

LCMadrid, por su remisión a la Ley estatal; 103.3 LCLa Rioja; 92.2 LCCastilla y León; 102.2 LCIslas Baleares; 89.1
LCValencia; 104.2 LSCMurcia; 67.1.II LCNavarra; 139.1.I LCAsturias; 122.2.I LCCastilla-La Mancha y 84.1
LSCAndalucía.

Innecesariamente, reiteran para el caso de las cooperativas de transportistas de trabajo asociado la exigencia de
que los socios sean personas naturales con capacidad legal y física para prestar a la cooperativa su trabajo
personal, realizando la actividad del transporte y/o complementarias, las leyes gallega (art. 116.2.I), madrileña (art.
110.2.I) y castellano-manchega (art. 129.2.I).

472
capacidad se reconoce a quienes tengan plena capacidad de obrar conforme a lo dispuesto en el
Código Civil; también a los menores de dieciocho y mayores de dieciséis años, que vivan de
forma independiente, con consentimiento de sus padres o tutores, o con autorización de la
persona o institución que les tenga a su cargo; y, por último, a los extranjeros, de acuerdo con lo
dispuesto en la legislación específica sobre la materia (art. 7 ET). El hecho de que en la sociedad
cooperativa de trabajo asociado la “mutuabilidad” esté ligada a las personas naturales significa
que el socio directamente es quien presta su trabajo persona en la cooperativa, circunstancia
que impide que las empresas de trabajo temporal puedan ser socios de una sociedad
cooperativa de trabajo asociado --o análoga-- para cederla mano de obra. No es posible que la
actividad cooperativizada --de un hipotético socio que sea empresa de trabajo temporal-- pueda
consistir en la puesta a disposición de trabajadores para la sociedad cooperativa de trabajo
asociado1330. Por los mismos impedimentos derivados de la “mutuabilidad”, tampoco podrá una

Como la Ley catalana exige, de forma general, la capacidad de obrar para poder ser socio de una cooperativa, al
regular la cooperativa de trabajo asociado, ya parte de que el socio trabajador ostenta capacidad para contratar su
trabajo --con más exigencias que el Estatuto de los Trabajadores, que permite el trabajo de los menores de edad
mayores de dieciséis años-- sin necesidad de pronunciamiento expreso a la hora de abordar el régimen jurídico de
esta clase de cooperativas.

1330 Cuestión diferente es que la sociedad cooperativa pueda ser ella misma una empresa de trabajo temporal. De
hecho, la disposición adicional tercera de la Ley 14/1994, de 1 de junio, de empresas de trabajo temporal permite
que las cooperativas, debidamente constituidas e inscritas de acuerdo con su legislación específica, puedan obtener
la correspondiente autorización administrativa para operar como empresas de trabajo temporal; e incluso, con clara
intromisión en el ámbito material de la legislación cooperativa, añade que a tal efecto, las cooperativas de trabajo
asociado podrán contratar a cuantos trabajadores precisen para ponerlos a disposición de las empresas usuarias
aunque el número de asalariados con contrato por tiempo indefinido supere el 10 por 100 del total de sus socios --
este era el límite máximo de trabajo por cuenta ajena con el que podían contar las sociedades cooperativas de
trabajo asociado en la Ley General de Cooperativas de 1987 (vid. art. 118.7), que era la vigente a la fecha de
entrada en vigor de la Ley de empresas de trabajo temporal--. Actualmente, se sigue manteniendo la dispensa de
límites al trabajo no mutualista en las cooperativas de trabajo asociado que operen como empresas de trabajo
temporal, si bien directamente desde la legislación cooperativa --por lo que debe entenderse materialmente
derogada la dispensa contenida la Ley de empresas de trabajo temporal-- en la que se señala que no se computan
para calcular el límite máximo de trabajadores con contrato de trabajo por cuenta ajena con el que pueden contar las
cooperativa de trabajo asociado a los trabajadores contratados para ser puestos a disposición de empresas usuarias
cuando la sociedad cooperativa actúa como empresa de trabajo temporal [vid. arts. 80.7.e) LCEstado; 72.4.d)
LCAragón; 100.5.e) LCCastilla y León; 89.4.c) LCValencia; 104.6.d) LSCMurcia y 151.1.g) LCAsturias].

La previsión anterior parece hacer pensar que la única clase de cooperativa que puede funcionar cono empresa de
trabajo temporal es la de trabajo asociado, pero tal conclusión sería precipitada. Hay que admitir que otras clases de
cooperativas puedan contratar la puesta a disposición de sus trabajadores, en particular las sociedades
cooperativas de servicios empresariales. La Ley de empresas de trabajo temporal y la legislación cooperativa
ofrecen alguna pista al respecto. La primera, en el apartado 2 de su disposición adicional tercera señala que “las
relaciones entre la cooperativa que actúe como empresa de trabajo temporal y sus socios trabajadores o socios de
trabajo cuya actividad consista en prestar servicios en empresas usuarias, así como las correspondientes
obligaciones de Seguridad Social, se regirán por lo previsto en la legislación aplicable a dicho tipo de sociedades”.
De esta norma lo que interesa destacar es la referencia los socios de trabajo, inexistentes en las cooperativas de
trabajo asociado, que abre las demás clases de cooperativas en las que no se mutualiza el trabajo a la posibilidad
de ser empresas de trabajo temporal; y que, añadidamente, parece admitir que los socios de trabajo puedan
ponerse por las cooperativas a disposición de las empresas usuarias. Por su parte, en la legislación cooperativa,
destaca la Ley madrileña que, al señalar que “las Cooperativas de Servicios Empresariales constituidas como
Empresas de Trabajo Temporal se atendrán, además de a la presente Ley, a la normativa sobre esa clase de
entidades” (art. 111.4), está admitiendo expresamente la opción aquí defendida. La exclusividad del objeto --los
empresarios que se dediquen a la puesta a disposición de otra empresa usuaria de trabajadores por ella contratados
deben dedicarse exclusivamente a la actividad de empresa de trabajo temporal, según dispone el artículo 2.1 b) de
la Ley de empresas de trabajo temporal-- impide que las sociedades cooperativas de servicios empresariales
simultaneen esta actividad con otras de prestación de servicios a sus socios. En particular, una de las especies más
importantes de cooperativa de servicios empresariales, las agrarias no podrán poner socios de trabajo o

473
empresa de trabajo temporal ser socia de trabajo de una cooperativa. El elemento de
“mutuabilidad” en las cooperativas de trabajo asociado también concurre cuando el socio
trabajador es un profesional que, junto con otros, se asocia para el ejercicio conjunto de su
profesión; en este caso la cooperativa no es de servicios profesionales --en ésta el socio obtiene
servicios para el ejercicio uti singuli de su profesión--, sino de trabajo asociado --en la que se
ejerce comúnmente la profesión--1331.

En las sociedades cooperativas de consumidores y usuarios, la capacidad especial para


ser socio requiere que el socio sea destinatario final --dado que la necesidad a satisfacer es la
del consumo último-- de la actividad cooperativizada, esto es, de los bienes entregados y de los
servicios prestados por la cooperativa. Los socios de las sociedades cooperativas de
consumidores y usuarios pueden ser personas físicas o jurídicas1332, pero han de ser
destinatarios finales de los bienes y servicios que consuman en la sociedad cooperativa. Así lo
exigen literalmente algunas Leyes1333 e implícitamente otras que, en vez de aludir a la condición
de “destinatario final” --sujeto--, se refieren al dato del “consumo o uso”1334 o del “consumo
directo”1335 --acción-- que en nuestro Derecho equivale al acto final del proceso productivo sin
que lo obtenido de la cooperativa se integre en otro proceso ulterior --para lo que existen otras
clases de cooperativas, como las de servicios--.

trabajadores, a disposición de sus socios usuarios, funcionando a la vez como empresas de servicios agrarios y
como empresas de trabajo temporal. La exigencia de objeto exclusivo puede cumplirse mediante la constitución por
la cooperativa agraria de una sociedad unipersonal que opere como empresa de trabajo temporal para los socios
usuarios de aquélla.

1331 Acerca de la posibilidad de que la sociedad cooperativa de producción --de trabajo asociado-- sirva de soporte
jurídico al ejercicio colectivo de una profesión puede consultarse A. LECIÑENA IBARRA, “Vicisitudes registrales de
una cooperativa de trabajo asociado constituida como sociedad cooperativa profesional”, en Revista de Derecho
Mercantil, núm. 140-281 [2011], págs. 145 a 162, en págs. 148 a 153, donde también analiza los problemas de la
inscripción de la sociedad cooperativa profesional en el Registro Mercantil (págs. 153 a 159).

1332 Bajo la vigencia de la Ley estatal de 1987, las personas jurídicas solo podían ser socias de una sociedad
cooperativa de consumidores y usuarios respecto de las denominadas cooperativas de suministros especiales, esto
es, de agua, gas o electricidad, lo que fue denunciado como un retroceso respecto de la regulación contenida en el
Reglamento de 1978 y en la Ley general de consumidores y usuarios de 1984, vigente en aquel momento, que
reputaba consumidores a las personas jurídicas si eran destinatarias finales de los bienes o servicios adquiridos
(vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 127, pág. 665). La crítica tuvo un
efecto directo en la actual Ley, que admite a las personas jurídicas como socias consumidoras siempre que sean
destinatarias finales.

Refiriéndose al género cooperativas de consumo --comprensivo de las especies consumidores y usuarios, vivienda,
seguros y crédito--, M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, págs. 150 y 151, recoge que estas cooperativas asocian a personas físicas y, en ocasiones, a
personas jurídicas.

Vid. arts. 88.1 LCEstado; 105.1 LCPaís Vasco; 114.1 LCGalicia; 82.1 LCAragón; 118.1 LCLa Rioja; 123.1
1333

LCCastilla y León; 90.1 LCValencia; 111.1 LSCMurcia.

1334 Vid. arts. 110.1 LCIslas Baleares; 113 LCMadrid; 69 LCNavarra y 96.1 LSCAndalucía.

Las Leyes asturiana y castellano-manchega se refieren tanto al “uso o consumo” cuanto al “carácter de destinatarios
finales” de los socios (arts. 152 y 144.1, respectivamente).

1335 Vid. arts. 139.1 LSCExtremadura y 98 LCCataluña.

474
La necesidad de viviendas, locales, aparcamientos, servicios o edificaciones
complementarias es la que satisfacen las cooperativas de viviendas --una modalidad de las de
consumidores y usuarios--1336. La conexión entre esta necesidad y el sujeto que puede sentirla,
hace que en todas las Leyes de cooperativas se reconozca mutualbilidad a las personas físicas,
y que se vaya abriendo paso una tendencia hacia la admisión como socios de personas
jurídicas, en algunos casos solo si son administraciones públicas o si carecen de ánimo de lucro
y en otros sin ningún tipo de límite1337. De esta forma, en algunas Leyes se afina la capacidad
especial para ser socios [éstos han de ser personas físicas que precisen alojamientos y/o locales
para sí y para las personas que con ellos convivan1338; o bien, entes públicos y entidades sin
ánimo de lucro, que precisen alojamiento para aquellas personas que dependientes de ellos
tengan que residir, por razón de su trabajo o función, en el entorno de una promoción
cooperativa o que precisen locales para desarrollar sus actividades1339; y, en fin, cualquier tipo
de persona que necesite edificaciones, instalaciones y servicios complementarios para el uso de
viviendas y locales, la conservación y administración de las viviendas y locales, elementos,
zonas o edificaciones comunes y la creación y suministros de servicios complementarios, así
como la rehabilitación de viviendas, locales y edificaciones e instalaciones complementarias1340],
y en otras Leyes se excluye de la cooperativa de viviendas a determinadas personas jurídicas
[generalmente las que persiguen lucro, sin considerar que, materialmente, sí podrían a su través
satisfacer su necesidad de locales o servicios complementarios1341, que en todo caso podrán
hacerlo mediante una sociedad cooperativa de servicios o de segundo grado, en este segundo
caso junto con otras sociedades cooperativas socias de aquélla].

1336Vid. arts. 89 LCEstado; 114.1 LCPaís Vasco; 134 LSCExtremadura; 120.2 LCGalicia; 84 LCAragón; 114.1
LCMadrid; 119 LCLa Rioja; 117.1 LCCastilla y León; 106.1 LCCataluña; 115.1 LCIslas Baleares, 91 LCValencia;
112.1 LSCMurcia; 68.1 LCNavarra; 153.1 LCAsturias ; 135.1 LCCastilla-La Mancha y 93.1 LSCAndalucía.

1337 La apertura de esta clase de cooperativas a las personas jurídicas --a las que tradicionalmente les estaba
vedado esta posibilidad-- se produjo con la Ley de 1987 --aunque limitadas a los entes públicos, a las cooperativas y
a las entidades sin ánimo de lucro--, que supera así el planteamiento del Derecho anterior como destacó en su
momento N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 129, págs. 681 y 682, que incluso
llegó a admitir la existencia de cooperativas de viviendas formadas de forma mayoritaria por personas jurídicas sin
ánimo de lucro.

1338Vid. arts. 89 LCEstado; 134.1 LSCExtremadura; 114.1 LCMadrid; 119.1 LCLa Rioja; 172.2 LCCastilla y León;
112.1 LSCMurcia; 153.2 LCAsturias y 135.2 LCCastilla-La Mancha.

1339Vid. arts. 89 LCEstado; 134.1 LSCExtremadura --solo locales--; 114.1 LCMadrid; 119.1 LCLa Rioja; 172.2
LCCastilla y León --también entes públicos e instituciones entre cuyos fines figure el de promoción de viviendas
sociales--; 112.1 LSCMurcia; 153.2 LCAsturias y 135.2 LCCastilla-La Mancha.

1340 Vid. arts. 89 LCEstado y 112.1 LSCMurcia.

Las Leyes asturiana y castellano-manchega regulan una singular figura de socio de cooperativa de viviendas. Sus
artículos 153.2 y 135.2 disponen, con idéntico contenido, que “cuando así lo prevean los estatutos, podrán
igualmente ser socios las personas que cofinancien la vivienda o local, segundos aportantes, pero poseyendo entre
ellas un voto por vivienda que ejercerá la persona que hayan decidido de común acuerdo y comunicado al consejo
rector”. Salvo esta especialidad en materia de voto, el resto de su régimen jurídico debe buscarse fuera,
generalmente en la regulación del régimen económico matrimonial que resulte aplicable, si entre ellas hay
matrimonio.

1341Vid. arts. 114.1 LCPaís Vasco; 134.1 LSCExtremadura; 120.1 LCGalicia; 84.2 LCAragón; 119.1 LCLa Rioja;
116.1 LCIslas Baleares; 68.1 LCNavarra; 153.2 LCAsturias y 135.2 LCCastilla-La Mancha.

475
En las sociedades cooperativas de enseñanza la índole de la necesidad a satisfacer
determina a priori que la capacidad especial para ser socio se reconozca a las personas físicas:
dice la LCEstado que “son cooperativas de enseñanza las que desarrollan actividades docentes,
en sus distintos niveles y modalidades” pudiendo “realizar también, como complementarias,
actividades extraescolares y conexas, así como prestar servicios que faciliten las actividades
docentes”, y continúa señalando, mediante una remisión normativa que varía según cual sea la
actividad cooperativizada o necesidad a satisfacer, que “a las cooperativas de enseñanza les
serán de aplicación las normas establecidas en la presente Ley para las cooperativas de
consumidores y usuarios, cuando asocien a los padres de los alumnos, a sus representantes
legales o a los propios alumnos” --los padres y los alumnos son personas naturales, mientras
que los representantes legales pueden ser personas naturales o jurídicas-- y que “cuando la
cooperativa de enseñanza asocie a profesores y a personal no docente y de servicios --también
personas naturales, que adicionalmente, deben tener capacidad para contratar la prestación de
su trabajo--, le serán de aplicación las normas de la presente Ley reguladoras de las
cooperativas de trabajo asociado”1342. En alguna legislación autonómica se amplía el círculo de

1342 La regulación que en la LCEstado se contiene para la sociedad cooperativa de enseñanza es básicamente
remisoria, de modo que, a salvo de la determinación de la actividad que corresponde a esta clase de cooperativa, se
limita a una remisión a las normas sobre cooperativas de consumidores y usuarios y de trabajo asociado (vid. art.
103). El régimen de remisión depende de cómo esté organizada la actividad cooperativizada en cada caso: si la
necesidad que se satisface es de consumo será el de la cooperativa de consumidores y usuarios y si es de empleo
el de la cooperativa de trabajo asociado.

La técnica normativa de la remisión a la regulación legal del trabajo asociado o del consumo, respecto a las
sociedades cooperativas de enseñanza es, al igual que en el Estado, una constante en la legislación autonómica
(vid. arts. 106 LCPaís Vasco; 146 LSCExtremadura; 124 LCGalicia; 119 LCMadrid; 127 LCLa Rioja; 105
LCCataluña; 133 LCIslas Baleares; 96 LCValencia; 126 LSCMurcia; 72 LCNavarra; 180 LCAsturias y 147
LCCastilla-La Mancha). El caso aragonés presenta la singularidad formal de separar la regulación de las
cooperativas de enseñanza, de manera que en la Ley aragonesa no hay una regulación unitaria de las mismas: en
el artículo 82, dedicado a las cooperativas de consumidores y usuarios, su aparatado 3, prevé como “…modalidad
específica de esta clase de Cooperativas la de Enseñanza de Consumidores y Usuarios, que agrupa a los padres de
los alumnos, tutores o a los propios alumnos, al objeto de desarrollar y procurar a los mismos actividades docentes
en sus distintos niveles”, y por lo tanto sujeta de forma directa, sin necesidad de remisión a la regulación de las
cooperativas de consumo; y en su artículo 76, ubicado dentro de la sección 1ª --del capítulo I del título II-- destinada
a las cooperativas de trabajo asociado, bajo la rúbrica “cooperativa de enseñanza de trabajo asociado” una
regulación que carece, en puridad, de contenido normativo, cumpliendo una función meramente nominativa,
disponiendo que: “son aquellas que asocian a profesores y personal no docente y de servicios al objeto de
desarrollar actividades docentes en sus distintos niveles, etapas y modalidades, pudiendo realizar también
actividades extraescolares, conexas y complementarias a las mismas”. En este caso tampoco hace falta ninguna
remisión normativa. La Ley castellano-leonesa solo prevé la existencia de cooperativas de enseñanza de trabajo --
como una clase de cooperativa dentro del grupo “cooperativas de trabajadores”-- y para remitirse al régimen de las
cooperativas de “trabajo” (arts. 98 y 112), sin hacer alusión especial a la cooperativa de enseñanza de
consumidores, que siempre podrá constituirse con arreglo a la clase general de consumidores y usuarios que se
regula en sus artículo 123.

La Ley andaluza de 1999, hoy derogada, quizá fuera la más ordenada de todas en su regulación: preveía la
enseñanza como un servicio más --junto con restaurantes, transportes, hospitalización y otros similares-- susceptible
de ser prestado por una cooperativa de consumidores y usuarios [art. 131.2.b)] y no regulaba la cooperativa de
enseñanza de trabajo asociado, porque, con rigor, ni hacía ni hace falta hacerlo. La vigente de 2011 ni siquiera
regula el cooperativismo de enseñanza.

La técnica remisoria se mantiene incluso cuando, a la hora de regular el cooperativismo de enseñanza, las Leyes
introducen alguna variante respecto a las dos figuras tradicionales --de trabajo asociado y de consumo--. Así sucede
cuando prevén cooperativas de enseñanza formadas por padres o alumnos y por profesores y personal de
administración y servicios que se regirán por lo previsto para las cooperativas de carácter integral o intersectorial
(arts. 106.4 LCPaís Vasco y 119.4 LCMadrid), mixtas (art. 105.2 LCCataluña) o integrales (arts. 147.4 LCCastilla-La

476
posibles socios, reconociendo a determinadas personas jurídicas capacidad para serlo:
entidades e instituciones públicas y las privadas de utilidad pública, incluidas las benéficas, que
pueden ser socios en cooperativas docentes de consumidores para que reciban formación los
escolares menores o incapaces o los adultos a su cargo1343; además, como se ha dicho antes,
una persona jurídica a la que se haya atribuido la representación legal de un menor o de un
incapaz podrá ser socio de estas cooperativas.

En las sociedades cooperativas de seguros, que tengan por objeto el consumo de la


actividad aseguradora --que es lo que en esta clase da contenido a la “mutuabilidad”--, pueden
ser socios las personas naturales y las jurídicas, dado que el único presupuesto es que la
condición de socio vaya unida inseparablemente a la de tomador o asegurado 1344, de manera

Mancha y 126.4 LSCMurcia). Tan solo los artículos 96.2.c) LCValencia y 180.c) LCAsturias contienen un régimen
propio para las cooperativas de enseñanza mixtas.

En puridad, la especificidad legal de estas cooperativas es meramente nominativa, es decir, la función que
desempeña la Ley al elevar a la categoría de clase específica aquello que simplemente es una más de las
actividades económicas que pueden desarrollarse a través de la cooperativa de consumidores y usuarios o la
cooperativa de trabajo asociado --las únicas clases de cooperativas que en el terreno docente y pedagógico tienen
sustantividad propia-- se circunscribe a dar nombre a un empresario social. La razón hay que buscarla en que este
empresario se dedica a una actividad económica que ha sido tradicionalmente campo de acción del cooperativismo:
la enseñanza. Así pues, no son razones jurídicas sino económicas y sociológicas extraídas de la específica
actividad que constituye su objeto las que explican que existan estas cooperativas como clases especiales.

Una buena muestra de la relevancia social de las cooperativas de enseñanza en la medida en que sostienen buena
parte del tejido educativo lo constituyen las reglas especiales de liquidación contenidas en la disposición adicional
segunda de la LCPaís Vasco para el caso de que una sociedad cooperativa de enseñanza se integre en cualquiera
de las Administraciones públicas, transfiriendo a la misma la totalidad de sus activos y pasivos, la citada integración
se considerará causa de disolución de la cooperativa, procediéndose a la cancelación de oficio de los asientos
registrales inscritos en el Registro de Cooperativas, sin que deba efectuarse el procedimiento de liquidación previsto
con carácter general en la Ley de cooperativas vasca.

1343El ejemplo más interesante es el recogido en el artículo 108 LCPaís Vasco, en el que, bajo el título “socios de
naturaleza o de utilidad pública”, ubicado en la sección 4ª del título II relativa a las cooperativas de enseñanza, se
señala lo siguiente:

“1. Las entidades e instituciones públicas y las privadas de utilidad pública, incluidas las benéficas, sin perjuicio de
su eventual admisión como socios colaboradores, podrán asumir, incluso simultáneamente, la condición de socios
usuarios cuando ejerzan la guarda y protección legal de escolares menores o incapaces, o cuando representen a
alumnos adultos que, estando acogidos a centros, residencias o establecimientos regidos por aquéllas, les hayan
otorgado expresamente su representación. Las consecuencias de la eventual acumulación de la cualidad de socio
colaborador y de socio usuario serán objeto de expresa regulación estatutaria, dentro del marco de la presente ley y
de las disposiciones vigentes sobre el sistema educativo.
2. Tales entidades e instituciones podrán realizar, por cualquier título jurídico, aportaciones patrimoniales de toda
clase, incluida la cesión de terrenos, edificios y otros bienes inmuebles, equipados o no, que sean necesarios para
el establecimiento o el adecuado desarrollo de la cooperativa.
3. Si los Estatutos lo prevén, dichos socios institucionales tendrán reservados puestos en el Consejo Rector y en su
condición de usuarios podrán asistir a las Asambleas Generales con un número de votos proporcional al de alumnos
que representen, sin las limitaciones señaladas en el número 2 del artículo 35”.

Esta estela ha sido seguida por los artículos 147 LSCExtremadura y 181 LCAsturias que contienen una regulación
análoga a la anterior.

1344El dato de la doble condición de socio y usuario --tomador o asegurado--, implícito en la legislación cooperativa
a la hora de regular el cooperativismo de seguros --implícito, porque toda cooperativa se funda en la mutualidad--,
se exige expresamente en los artículos 9.4.a) y 10.2, en relación con el 9.2.b) del Texto Refundido de la Ley de
ordenación y supervisión de los seguros privados, aprobado por el Real Decreto Legislativo 6/2004, de 29 de
octubre.

477
que, por ejemplo, el tomador puede ser una persona jurídica y los asegurados o beneficiarios
personas físicas, o bien al revés o a la par. Así las cosas, la “mutuabilidad” en estas cooperativas
es universal. En las que presten servicios a los mediadores del seguro, al tratarse de una
cooperativa de servicios, aquéllos podrán ser profesionales bien personas físicas o bien
sociedades profesionales1345.

En las sociedades cooperativas de crédito, aquéllas, cuyo objeto social es servir a las
necesidades financieras de sus socios [y de terceros] mediante el ejercicio de las actividades
propias de las entidades de crédito1346, también pueden ser socios las personas naturales y las
jurídicas1347.

Las posiciones jurídicas de tomador --quien contrata el seguro, firmando la póliza-- y de asegurado --el titular del
interés protegido por el seguro-- pueden ser ocupadas, y en la práctica de las sociedades anónimas y mutuas lo
son, por personas naturales y jurídicas. No hay razón para no trasladar estas posiciones a un eventual seguro
cooperativo --hoy inexistente en España--. Y es que las Leyes de cooperativas simplemente se limitan a prever [la
somera regulación en esta materia es debido, como dice el apartado IX del “preámbulo” de la Ley madrileña a la
“importante incidencia de la legislación estatal básica al respecto”, lo mismo que sucede con las cooperativas
sanitarias y de transporte] que las sociedades cooperativas de seguros son las que ejercen la actividad aseguradora
(vid. arts. 101 LCEstado; 120.1 LCPaís Vasco; 141.1 LSCExtremadura; 128 LCGalicia; 87 LCAragón; 112.2.I
LCMadrid; 125 LCLa Rioja; 97 LCCataluña; 131 LCIslas Baleares, 93.1 LCValencia; 124 LSCMurcia; 73 LCNavarra;
176.1 LCAsturias; 145 LCCastilla-La Mancha y 100 LSCAndalucía --la LCCastilla y León no contiene ninguna
previsión al respecto--), remitiéndose en lo demás, salvo algunas precisiones menores, a la regulación contenida en
la legislación del seguro (vid. arts. 101 LCEstado; 120.2 LCPaís Vasco; 142 LSCExtremadura; 128 LCGalicia; 87
LCAragón; 122.2.I LCMadrid; 125 LCLa Rioja; 122 LCCastilla y León; 97 LCCataluña; 131 LCIslas Baleares, 91.3
LCValencia; 124 LSCMurcia; 73 LCNavarra; 176.1 LCAsturias; 145 LCCastilla-La Mancha y 100 LSCAndalucía),
declarando de aplicación supletoria la propia Ley de cooperativas (vid. arts. 101 LCEstado; 120.2 LCPaís Vasco;
142 LSCExtremadura; 87 LCAragón; 122.2.II LCMadrid; 125 LCLa Rioja; 122 LCCastilla y León; 131 LCIslas
Baleares, 93.1 LCValencia; 124 LSCMurcia; 176.1 LCAsturias; 145 LCCastilla-La Mancha y 100 LSCAndalucía --no
declaran expresamente como supletoria la propia Ley de cooperativas, aunque sí resultará aplicable de esta
manera, los arts. 128 LCGalicia; 97 LCCataluña y 73 LCNavarra--).

La cuestión está clara con los argumentos anteriores, pero además la Ley de cooperativas de Extremadura prevé
expresamente --la única que lo hace-- que los socios de las cooperativas de seguros puedan ser personas físicas o
jurídicas (vid. art. 141.1).

A pesar de la legislación estatal y autonómica sobre las cooperativas de seguro y de la legislación estatal sobre la
ordenación y supervisión del seguro cooperativo no se ha constituido en España ninguna cooperativa de seguros.
Así lo constató en su día F. MERINO MERCHÁN, “Consideraciones generales sobre el cooperativismo de seguros
en España”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 151 [1979], págs. 103 a 117, en pág. 106, y lo vuelve a afirmar
C. VARGAS VASSEROT, La Actividad Cooperativizada y las Relaciones de la Cooperativa con sus Socios y
Terceros…, págs. 222 y 223.

1345Vid infra las consideraciones generales realizadas a propósito de las cooperativas de servicios, y la doble
posibilidad de que cuenten con socios personas naturales y jurídicas.

Además, específicamente, está permitido que la actividad de mediación en el seguro se ejerza a través de
sociedades, entre otros, en los artículos 1, 2.2.a, 7.2.II, 21.3.a) de la Ley 26/2006, de 17 de julio, de mediación de
seguros y reaseguros privados.

Por su parte, los artículos 93.1 LCValencia y 145 LCCastilla-La Mancha prevén que las sociedades cooperativas de
seguros, al lado de la actividad aseguradora, se dediquen a la de producción del seguro.

1346El artículo 1 LCCrédito así las define. La legislación cooperativa, salvo algunos aspectos puntuales que sí
regula, contiene un remisión a la legislación específica de las cooperativas de crédito cuyas bases se regulan en la
Ley estatal de 26 de mayo de 1989 (vid. arts. 119 LCPaís Vasco; disposición adicional tercera LSCExtremadura; 3
LCCrédito de Extremadura; 127 LCGalicia; 86 LCAragón; 112.1 LCMadrid; 128 LCLa Rioja; 122 LCCastilla y León;
134 LCIslas Baleares, 92 LCValencia; 127 LSCMurcia; 70 LCNavarra; 176.2 LCAsturias; 151.2 LCCastilla-La

478
Las sociedades cooperativas sanitarias, que son las que desarrollan su actividad en el
área de la salud, pueden estar constituidas por los prestadores de la asistencia sanitaria, por los
destinatarios de la misma o por unos y otros1348, lo que parece dar a entender que los socios han
de ser en todos los casos personas naturales, dado que solo éstas están capacitadas para
prestar la asistencia sanitaria o para ser pacientes. Sin embargo, es posible que, en algunos
supuestos, tanto en el lado de la prestación como en el de la recepción del servicio sanitario
puedan colocarse a personas jurídicas. En la búsqueda de tales supuestos, y en su hallazgo, se
aprecia que la regulación del cooperativismo sanitario está construida, en la Ley estatal y en las
autonómicas, con remisiones normativas al régimen de otras clases generales de
cooperativas1349, lo que condiciona la capacidad especial para ser socio de las mismas: son

Mancha y 99 LSCAndalucía). Tan solo la LCCataluña (arts. 102 a 104) no prevé la aplicación de la legislación
específica de las cooperativas de crédito a las homónimas catalanas, pero no hace falta, siendo suficiente que así lo
disponga la Ley estatal de cooperativas de crédito de 1989 (vid. art. 2). Sobre las relaciones entre el Derecho estatal
de cooperativas de crédito y el Derecho autonómico debe tenerse presente la STC 291/2005 (Pleno), de 10 de
noviembre (B.O.E., suplemento al núm. 297, de 13 de diciembre).

1347 La LCCrédito a la hora de regular algunos aspectos de estas cooperativas, contempla la posibilidad de socios
personas físicas y personas jurídicas. Así, señala que la solicitud de constitución --rectius, de solicitud de
autorización para la constitución al Ministerio de Economía y Hacienda-- deberá estar suscrita por un grupo de
promotores, del que deberán formar parte, al menos, cinco personas jurídicas que desarrollen la actividad propia de
su objeto social en forma ininterrumpida desde, al menos, dos años antes de la fecha de constitución, o por ciento
cincuenta personas físicas (art. 5.1.I); incluso contiene referencias especiales a determinas personas jurídicas y
físicas: para constituir una Cooperativa de Crédito con la denominación Caja Rural, el grupo promotor deberá incluir,
al menos, una Cooperativa Agraria o cincuenta socios personas físicas titulares de explotaciones agrarias (art.
5.1.II). Y también, al regular los límites a la participación en el capital social, señala que el importe total de las
aportaciones de cada socio no podrá exceder del 20 por 100 del capital social cuando se trate de una persona
jurídica y del 2,5 por 100 cuando se trate de una persona física.

1348 Así lo dispone, por ejemplo, el artículo 102.1 LCEstado.

1349Al igual que sucede con las sociedades cooperativas de enseñanza, en las sanitarias su regulación basada en
técnicas remisorias, da buena cuenta de que se persigue únicamente dar nombre legal a una actividad
tradicionalmente cooperativizada, sin configurar un régimen jurídico propio del cooperativismo sanitario. Tan solo en
aquellas Comunidades Autónomas donde se ha desarrollado en la práctica esta modalidad de cooperación es
donde su legislación trata de regular aspectos propios de la sanidad cooperativa. El caso más importante es el
catalán que se refleja en el artículo 112 de la Ley autonómica.

No obstante lo anterior, hay Comunidades Autónomas que, conscientes de que no es necesario, por razones
mutualistas, regular ad hoc las cooperativas sanitarias, simplemente las mencionan sin remisión normativa, como el
artículo 120.2 LCMadrid; o incluso omiten en sus Leyes toda referencia a ellas, lo que no quiere decir que el servicio
sanitario no pueda articularse a través de otras clases de cooperativas con sustantividad propia, como las de trabajo
asociado, consumo, etc. Este último es el caso de la Comunidades castellano-leonesa y andaluza.

Otro tipo de motivación, ajena a la mutualista, puede ofrecer una visión diferente acerca de la eficacia de la remisión
normativa. La remisión normativa a las sociedades cooperativas de consumidores y usuarios que en relación con las
de enseñanza y las sanitarias contienen la mayoría de las Leyes, tiene un alcance mayor del que a primera vista
puede parecer. Naturalmente, comprende la aplicación de las normas que la Ley de cooperativas prevé
especialmente para las de consumidores y usuarios, pero también aquellas otras contenidas en Leyes diferentes en
cuya descripción aparezca la sociedad cooperativa de consumidores y usuarios. Esta afirmación es efectiva en el
terreno de la legislación de consumo, para atribuirles la condición de asociaciones de consumidores ex artículo
23.1.II del Texto Refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes
complementarias de 2007. Pero también debe desplegar toda su eficacia en el terreno fiscal, dado que las
cooperativas de consumidores y usuarios se consideran especialmente protegidas y pueden disfrutar de los
beneficios tributarios establecidos en los artículos 33 y 34 de la Ley 20/1990, siempre que cumplan los requisitos
señalados en la misma.

479
cooperativas sanitarias de trabajo asociado las formadas por profesionales de la salud y personal
no sanitario --socios personas físicas--, siéndoles de aplicación las normas establecidas para las
cooperativas de trabajo asociado1350; cuando los socios sean los destinatarios de la asistencia
sanitaria se aplicarán a la sociedad las normas sobre cooperativas de consumidores y

La tesis expuesta no es compartida por la Dirección General de Tributos. La Resolución núm. 1791/2005, de 16 de
septiembre [Ar jur 2005\227214], a la hora analizar el artículo 105.3 de la Ley 18/2002, de 5 de julio, de
Cooperativas de Cataluña, que dispone que “en el caso de las cooperativas de enseñanza que sólo asocien a
padres y madres o a alumnado, les son de aplicación las normas establecidas para las cooperativas de consumo,
excepto en lo referente al número mínimo de socios”, sostiene que tal norma debe entenderse de manera que a
tales cooperativas de enseñanza le resultan aplicables las normas de la Ley catalana de cooperativas previstas para
las de consumidores y usuarios, pero no puede interpretarse el mencionado precepto en el sentido de que tales
cooperativas de enseñanza tengan la consideración de cooperativas de consumidores y usuarios a efectos de
calificarse como especialmente protegidas de acuerdo con la Ley fiscal 20/1999.

A diferencia de lo que sucede con las otras dos sociedades cooperativas de consumo estudiadas --la sociedad
cooperativa de enseñanza y la sociedad cooperativa sanitaria-- que, por efecto de la remisión a la normativa de las
cooperativas de consumidores y usuarios deben tener la consideración de sociedades cooperativas de
consumidores y usuarios con los efectos fiscales y de consumo expuestos más arriba, en la de viviendas puede
plantear alguna duda la aplicación a la misma de los beneficios tributarios de las cooperativas especialmente
protegidas y la atribución a ella de la cualidad de asociación de consumidores.

La primera cuestión ya ha sido resuelta por los Tribunales. Aunque su fundamento es más formal que material. El
caso, esencialmente, era el siguiente: una Ley autonómica de cooperativas --la andaluza-- considera que la
cooperativa de viviendas integra una cooperativa de consumidores y usuarios [vid. art. 131.2.f) LSCAndalucía],
mientras que la Ley estatal --tanto la Ley de 1987 cuanto la de 1999-- no lo dispone expresamente, habiéndose
resuelto la cuestión a favor de la aplicación de la exención fiscal a la cooperativa de viviendas autonómica, habida
cuenta de la competencia de la Comunidad Autónoma al regular el estatuto de las cooperativas, de manera que la
calificación como de consumidores y usuarios operará en el ámbito territorial y objetivo en que se aplique. El
supuesto analizado se ha resuelto en las SS.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 31 de
enero de 2003 (Ar. jur 2003\238041), de 9 de mayo de 2003 (Ar. jur. 2003\1464) y de 21 de enero de 2004 (Ar. jur.
2006\52396). En estas sentencias se cita la S.T.S. de 12 de noviembre de 1998 que, aunque referida a la tributación
de las cooperativas, se pronuncia sobre un caso distinto al aquí suscitado y al resuelto por las tres sentencias
anteriores. Se trata de la exención del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados de que gozan las cooperativas fiscalmente protegidas en relación con los actos y contratos mediante
los cuales adquieran bienes o derechos, para sí o para sus asociados, siempre que tiendan directamente al
cumplimiento de sus fines sociales y estatutarios y recaiga sobre las cooperativas la obligación de satisfacer el
Impuesto. Este supuesto parte de que la cooperativa en cuestión es ya fiscalmente protegida y por esta razón se
beneficia de las exenciones tributarias en todos los actos y contratos mediante los cuales atienda al cumplimiento de
sus fines sociales. En cambio, aquellas sentencias se colocan en un terreno previo, en el que se debe dilucidar si la
cooperativa de viviendas es o no fiscalmente protegida. De esta forma, resultan aplicables a las cooperativas
autonómicas de viviendas calificadas como de consumidores y usuarios, los beneficios fiscales de la Ley 20/1990,
mientras que aquéllas cuya Ley reguladora no les atribuya tal condición parece que, a sensu contrario, no
disfrutarán de tales beneficios. El argumento es formal porque atiende a la calificación contendida en la Ley y no a la
sustancia de las cosas, esto es, a la actividad cooperativizada que, sea cual sea la dicción legal, es, en todas las
cooperativas de viviendas, la misma: la adquisición de viviendas y/ locales.

La segunda cuestión tiene una solución análoga a la primera. Si a la cooperativa de viviendas --al menos a la
calificada legalmente como de consumidores u usuarios-- se le aplica el régimen fiscal de las de consumidores y
usuarios, no hay razón para excluir esta misma forma de proceder en punto a la aplicación de la legislación de
consumo. Esta tesis puede encontrar acomodo en el Derecho positivo: las cooperativas de viviendas tendrán la
consideración de asociaciones de consumidores y usuarios ex artículo 23.1.II del Texto Refundido de la Ley General
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias de 2007.

1350Vid. arts. 102.2 LCEstado; 143 LSCExtremadura; 129 LCGalicia; 126 LCLa Rioja; 132.2 LCIslas Baleares; 94
LCValencia; 125 LSCMurcia; 178.1 LCAsturias y 146 LCCastilla-La Mancha. En Cataluña se prevén cooperativas
sanitarias mixtas de trabajo asociado y de consumidores (art. 112.3 LCCataluña), y en Asturias se las denomina
integrales (art. 178.1).

480
usuarios1351, y aunque a primera vista los socios parece que solo pueden ser personas naturales
es posible que sean personas jurídicas a fin de prestar asistencia sanitaria a sus socios,
familiares y, en su caso, trabajadores, a través de establecimientos sanitarios 1352; cuando los
socios sean profesionales de la medicina, a la cooperativa sanitaria le será de aplicación las
normas establecidas en la Leyes para las de servicios1353, en cuyo caso, los profesionales serán
personas físicas, pudiendo ser también personas jurídicas, concretamente sociedades
profesionales1354; y cuando su actividad consista en cubrir riesgos relativos a la salud de sus
socios o de los asegurados y de los beneficiarios de los mismos, se aplicará el régimen jurídico
propio de las cooperativas de seguros1355, en la que, como se ha visto antes, pueden ser socios
personas físicas y jurídicas.

En las sociedades cooperativas de servicios --empresariales y profesionales-- las


necesidades a satisfacer son las propias de una explotación industrial o de servicios o del
ejercicio de una actividad profesional o artística con el objetivo, dice la Ley, del mejoramiento
económico y técnico de tales explotaciones y actividades. Consecuentemente, los socios han de
ser o titulares de las mencionadas explotaciones o profesionales o artistas: la Ley admite que el
titular de la explotación pueda ser una persona física o una jurídica, mientras que en el segundo
caso se refiere al profesional o al artista que solo puede serlo una persona natural1356. No
obstante, debe considerarse que tiene capacidad especial para ser socio profesional una

1351Así se establece en los artículos 143 LSCExtremadura; 132.2 LCIslas Baleares; 94 LCValencia; 125 LSCMurcia;
178.1 LCAsturias y 146 LCCastilla-La Mancha. Como se ha dicho antes, en Cataluña se prevén cooperativas
sanitarias mixtas de trabajo asociado y de consumidores (art. 112.3 LCCataluña) y en Asturias integrales (art.
178.1).

En Andalucía, en la Ley de 1999, sin clase propia, se regulaban las cooperativas sanitarias como una cooperativa
de consumidores y usuarios de servicios diversos, concretamente de hospitalización [art. 131.2.b) LSCAndalucía de
1999], y actualmente, a pesar de que no hay a ellas referencias expresas --ni como clase no como actividad--, es
posible su existencia al amparo de la previsión general del artículo 96.1.I LSCAndalucía de 2011: “son sociedades
cooperativas de consumo aquellas que tienen por objeto procurar, en las mejores condiciones de calidad,
información y precio, bienes y servicios para el consumo, uso o disfrute de sus socios y socias y de quienes con
ellos convivan habitualmente”.

Esta alternativa a favor de las personas jurídicas está prevista en los artículos 122 LCPaís Vasco; 129.3
1352

LCGalicia y 126.4 LCLa Rioja.

1353Las cooperativas sanitarias de servicios profesionales se contemplan en los artículos 102 LCEstado; 132.2
LCIslas Baleares; 125 LSCMurcia y 178.1 LCAsturias.

1354 Esta posibilidad tiene encaje en la Ley de sociedades profesionales. Su artículo 4.1.b) califica de “profesionales”
a las propias sociedades profesionales, a lo efectos de participar como socios en otras sociedades profesionales; y
si la cooperativa de servicios de profesionales sanitarios puede ser una sociedad profesional (vid. art. 1.2 LSP), en
ésta puede ser socia otra sociedad profesional.

1355Vid. arts. 121 LCPaís Vasco; 143 LSCExtremadura; 129.2 LCGalicia; 88 LCAragón; 126 LCLa Rioja; 112,
apartados 1 y 2 LCCataluña; 132.2 LCIslas Baleares; 94 LCValencia; 75 LCNavarra; 178.1 LCAsturias y 146
LCCastilla-La Mancha.

1356 Todas estas afirmaciones pueden consultarse en el artículo 98.1 LCEstado, que se ha tomado como ejemplo.

Así mismo, son recogidas por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, pág. 151.

481
sociedad profesional1357. Existe una subclase de sociedades cooperativas de servicios, las de
servicios institucionales en las que la “mutuabilidad” consiste en la resolución, en pie de
igualdad, de cualesquiera problemas o necesidades organizativas o funcionales, sin afectar a la
respectiva autonomía y peculiaridad institucional de cada uno de los socios, que han de ser
sociedades cooperativas, corporaciones, organismos públicos, fundaciones, sindicatos y
asociaciones1358.

Dentro del género cooperativa de servicios hay que ubicar una serie de clases
especiales de cooperativas1359. Son las cooperativas del mar, de transportistas, de profesionales
sanitarios y las importantes cooperativas agrarias. Las dos primeras, básicamente, responden al
mismo esquema anterior, es decir al de su género: los socios son titulares de explotaciones o
son profesionales. En cambio, las de profesionales sanitarios y las agrarias se separan de él: en
aquéllas no hay titulares de explotaciones sanitarias y en éstas no hay socios profesionales. En
las del mar los socios han de ser personas físicas o jurídicas titulares de explotaciones
dedicadas a actividades pesqueras o de industrias marítimo-pesqueras y derivadas, o
profesionales --esto es, personas físicas o sociedades profesionales-- por cuenta propia de
dichas actividades; y en las de transportistas, igualmente personas físicas o jurídicas, titulares de
empresas del transporte o profesionales que puedan ejercer la actividad de transportistas de
personas o cosas o mixto. Por su parte, en las cooperativas sanitarias de servicios --a las que ya
se ha aludido más arriba--, los socios han de ser profesionales de la medicina1360. Y, en fin, en
las agrarias los socios han de ser titulares de explotaciones agrícolas, ganaderas o forestales; no
existen sociedades cooperativas agrarias en las que pueda haber socios profesionales 1361. En
las sociedades cooperativas agrarias, los titulares de las explotaciones con carácter general
pueden ser personas naturales o personas jurídicas1362, y, salvo las excepciones que luego se
1357Como se ha explicado anteriormente, esta posibilidad está fundamentada en los artículos 1.2 y 4.1.b) de la Ley
de sociedades profesionales.

1358Esta subclase de sociedad cooperativa se regula en los artículo 125 LCPaís Vasco y 122 LSCExtremadura, de
manera análoga, con la única diferencia de que la Ley vasca incluye a las corporaciones y la extremeña a las
sociedades cooperativas.

1359La opción entre el género y la especie se resuelve obligatoriamente a favor de la especie. Al respecto el artículo
98.2 LCEstado señala que “no podrá ser clasificada como cooperativa de servicios aquélla en cuyos socios y objeto
concurran circunstancias o peculiaridades que permitan su clasificación, conforme a lo establecido en otra de las
secciones de este capítulo”, es decir, con arreglo a una clase especial de cooperativa de servicios.

1360 Vid. arts. 99.1 --cooperativas del mar--; 100.1.I --cooperativas de transportistas-- y 102.2 --cooperativas
sanitarias de profesionales--, todos de la Ley de cooperativas estatal, que, a estos efectos, se toma como
ilustración.

Vid. arts. 93.1 LCEstado; 109.1 LCPaís Vasco; 125.1 LSCExtremadura; 111.1 LCGalicia; 80.1 LCAragón; 109.1
1361

LCMadrid; 113.1 LCLa Rioja; 113.1 LCCastilla y León; 93.1 LCCataluña; 120.1 LCIslas Baleares; 87.1 LCValencia;
116.1 LSCMurcia; 65.1 LCNavarra; 130.1 LCCastilla-La Mancha y 103.1 LSCAndalucía.

En la Ley asturiana parece abrirse a la posibilidad de que formen parte de las cooperativas agrarias socios
profesionales, cuando en el apartado 1 del artículo 161 afirma que son cooperativas agrarias las que asocian a
personas físicas o jurídicas que desarrollen una actividad agrícola, ganadera, forestal, de acuicultura, mixta o
conexa a las mismas, ya sea de forma exclusiva o compartida”, pudiendo ser esa actividad de naturaleza profesional
--de ingenieros agrónomos, veterinarios, ingenieros de montes…--; posibilidad que cierra el apartado 4 del mismo
artículo al señalar que “las explotaciones de los socios deberán estar ubicadas dentro del ámbito territorial de la
cooperativa…”, lo que, por la exigencia de una explotación, excluye a los profesionales.

Esta amplitud, hoy no admitida en todas las Leyes españolas de cooperativas, ya se recogía en la Ley estatal de
1362

1987. Destacó N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 133, pág. 713,

482
dirán, unas y otras ostentan los mismos derechos de participación1363. Existen cuatro Leyes en
las que la admisión de socios que no sean personas físicas no es libre: solo pueden admitirse las
sociedades agrarias de transformación, las comunidades de regantes, las comunidades de
aguas, las comunidades de bienes y las sociedades civiles o mercantiles que tengan el mismo
objeto social [que la cooperativa agraria] o actividad complementaria; además, en estos casos,
los estatutos podrán regular un límite a los votos que ostenten los socios mencionados en
relación al conjunto de votos sociales de la cooperativa 1364. Por lo tanto, en estas Leyes, si el
socio no es persona física puede sufrir una merma en sus derechos de participación. Por otra
parte, en algunos --escasos-- supuestos la capacidad especial para ser socio de la cooperativa
agraria se ha ampliado: además de la titularidad de explotaciones agrarias, ganaderas o
forestales se permite que el socio pueda ser una persona jurídica que, agrupando a titulares de
explotaciones agrarias, realice actividades empresariales afines a las de la propia
cooperativa1365; o se extiende a la titularidad de explotaciones acuícolas1366; o, en fin, recoge con
más afán autonomista que necesidad jurídica, figura típicas de la región como la compañía
familiar gallega o la sociedad rural menorquina1367.

Pueden ser socios cedentes de las sociedades cooperativas de explotación comunitaria


de la tierra1368 las personas físicas1369 y las jurídicas --estas últimas sin restricciones1370 o

que podían ser miembros de las cooperativas agrarias cualesquiera personas físicas o jurídicas (abstracción hecha
de su forma y de su naturaleza jurídica, pública o privada) con tal de que sean titulares de explotaciones agrícolas,
forestales o ganaderas.

1363 Reconocen expresamente que los socios de las cooperativas agrarias pueden ser personas físicas o jurídicas
los artículos 125.1 LSCExtremadura; 109.1 LCMadrid; 120.1 LCIslas Baleares; 65.1 LCNavarra, 161.1 LCAsturias
103.1, por remisión al art. 13.1, y 104.1 LSCAndalucía. Y sin distinción expresa de tipos pero refiriéndose
implícitamente a ambas personas, se encuentran los artículos 109.1I LCPaís Vasco; 111.1 LCGalicia; 80.1
LCAragón; 93.1 LCCataluña; 87.1 LCValencia y 130.1 LCCastilla-La Mancha. En ambos grupos de Leyes no se
limitan los derechos de participación de las personas jurídicas.

1364 Vid. arts. 93.1.II LCEstado; 113.1.II LCLa Rioja; 113.1.II LCCastilla y León y 116.1.II LSCMurcia.

1365 Así sucede en las Leyes aragonesa (art. 80.1), asturiana (art. 161.1.II) y castellano-manchega (art. 130.1.II).

1366 La ausencia de mar en el territorio de Castilla, explica que en la Ley castellano-leonesa se permita que los
titulares de explotaciones acuícolas --necesariamente fluvial o lacustre-- puedan se socios de las cooperativas
agrarias (vid. art. 113.1), titulares que en Comunidades Autónomas con costa marítima formarían parte de las
cooperativas del mar (así sucede en el art. 117.1 LCGalicia, o, en general en el artículo 99.1 LCEstado).

1367 Vid. arts. 111.1 LCGalicia y 120.1 LCIslas Baleares.

1368 En la Comunidad Valenciana junto a la sociedad cooperativa de explotación comunitaria de la tierra se prevé la
figura de la cooperativa de explotación en común, que tiene por objeto gestionar, mediante una única empresa, los
inmuebles e instalaciones pertenecientes a diversos titulares, susceptibles de un aprovechamiento empresarial
común turístico, industrial o de servicios (art. 88.2).

1369 Todas las Leyes de cooperativas, salvo la andaluza, reconocen a la persona física capacidad para ser socio
cedente en la sociedad cooperativa de explotación comunitaria de la tierra [vid. arts. 95.1.a) LCEstado; 111.1
LCPaís Vasco; 113.1.a) LSCExtremadura; 112.1 LCGalicia; 81.1 LCAragón; 110.1 LCMadrid; 114.1 LCLa Rioja;
109.1a) LCCastilla y León; 93.3 LCCataluña; 125.1.a) LCIslas Baleares; 88.3 LCValencia; 118.1 LSCMurcia; 65.1
LCNavarra]; 165.1.a) LCAsturias y 132.1.a) LCCastilla-La Mancha. La LSCAndalucía de 1999 sí contenía este
reconocimiento, que ha desaparecido de la vigente de 2011, en que no hay más referencia a la cooperativa de
explotación comunitaria de la tierra que para obligar al reglamento de desarrollo de la Ley a regularlas (art. 107) y
para declarar que “se consideran actividades cooperativas internas, y tendrán carácter de operaciones de
transformación primaria, las que realicen las sociedades cooperativas agrarias y las de explotación comunitaria de la
tierra, así como las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado que las agrupen, con productos o materias
que estén destinados, exclusivamente, a las explotaciones de sus socias y socios.” (art. 118.5).

483
únicamente las que sean entes públicos o sociedades participadas mayoritariamente por
aquéllos1371--, siempre que sean titulares de derechos de uso y aprovechamiento de tierras u
otros bienes inmuebles susceptibles de explotación agraria que puedan ser cedidos a la
sociedad cooperativa --elemento de “mutuabilidad”--. Junto al socio cedente en esta clase de
sociedades cooperativas puede haber socios trabajadores, aquéllas personas físicas que presten
su trabajo en la misma --a los que se aplica las normas establecidas para los socios trabajadores
de las cooperativas de trabajo asociado y su “mutalibilidad” específica--, pudiendo la condición
de socio cedente persona física simultanearse con la de socio trabajador1372. Y en algunas Leyes
se permite que los socios cedentes puedan ser comunidades de bienes1373, regulándose además
el modo de ejercerse en estos casos los derechos de participación1374.

3.2.1.4. La acumulabilidad.

I. La posición jurídica de socio es acumulable respecto de una misma sociedad


cooperativa: una persona puede ser a la vez socio usuario y socio de trabajo 1375. La cuestión

1370Solo en algunas Leyes de cooperativas se prevé que todas las personas jurídicas, en las que concurra el
elemento de la mutuabilidad, tienen capacidad para ser socias de esta clase de cooperativa [vid. arts. 95.1.a)
LCEstado; 111.1 LCPaís Vasco; 112.1 LCGalicia; 81.1 LCAragón; 110.1 LCMadrid; 109.1.a) LCCastilla y León; 93.3
LCCataluña; 125.1.a) LCIslas Baleares 88.3 LCValencia; 118.1 LSCMurcia; 65.1 LCNavarra] y 165.1.a) LCAsturias.

1371En otro bloque de Leyes de cooperativas solo las personas jurídicas que sean entes público o sociedades en
cuyo capital los entes públicos participen mayoritariamente tienen capacidad para ser socio de las cooperativas de
de explotación comunitaria de la tierra [vid. arts. 131.1.c) LSCExtremadura; 115.1.c) y d) LCLa Rioja y 132.1.c)
LCCastilla-La Mancha].

Esta restricción, que también se contenía en la Ley estatal de 1987, fue critica por la doctrina de la época, por
incongruente con el principio de intercooperación (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá,
Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol.
3º…, artículo 136, pág. 750).

1372La previsión de socios trabajadores personas físicas --socios de trabajo se denominan en la Comunidad de
Valencia-- y la posibilidad de que simultaneen su posición jurídica con la de socios cedentes es común a todas las
Leyes de cooperativas [vid. arts. 95.1 LCEstado; 111.1 LCPaís Vasco; 113.1.a) y b) LSCExtremadura; 112.1
LCGalicia; 81.2 LCAragón; 110.1 LCMadrid; 115.1 a) y b) LCLa Rioja; 109.1 a) y b) LCCastilla y León; 125.1.a) y b)
LCIslas Baleares; 88.3 LCValencia; 118.1 LSCMurcia; 65.2.b) LCNavarra; 165.1.a) y b) LCAsturias y 132.1.a) y b)
LCCastilla-La Mancha]. De la regla general se escapa la LCCataluña que no prevé expresamente esta
simultaneidad --tampoco regula especialmente las cooperativas de explotación comunitaria, simplemente menciona
esta posibilidad de explotación conjunta al abordar las cooperativas agrarias--, pero en la que podría encontrarse
apoyo en el régimen jurídico de los socios de trabajo [art. 27.a). primero].

1373Vid. arts. 131.1.c) LSCExtremadura; 109.1.c) LCCastilla y León; 125.1.a) LCIslas Baleares y 118.1 LSCMurcia;
165.1.c).3º LCAsturias y 132.1.a).II LCCastilla-La Mancha. Las Leyes extremeñas y castellano-leonesa añaden unos
supuestos específicos: los titulares de aprovechamientos agrícolas y forestales, las agrupaciones vecinales a las
que pertenezcan los montes en mano común y demás Instituciones de naturaleza análoga.

1374En los artículos 131.1.c) LSCExtremadura; 109.1.c) LCCastilla y León; 165.1.c).3º LCAsturias y 132.1.a).II
LCCastilla-La Mancha se regula la existencia de un representante de la comunidad frente a la cooperativa de
explotación comunitaria.

1375 M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 142, partiendo de que la
posibilidad de simultanear la condición de socio de trabajo y la de socio usuario no aparece regulada en las Leyes --
como sí se admitía, aunque de pasada, en el artículo 30.4 de la Ley de 1987--, pero tampoco prohibida, concluyen
que la falta de prohibición puede entenderse como admisión de esta posibilidad, salvo disposición en contrario de
los estatutos.

484
más interesante que plantea la posición acumulada es la relativa a la, a su vez, acumulación de
derechos de participación. Este fenómeno se dará en derechos plurales o que admitan
adiciones, como el de voto, en el que es posible técnicamente ser titular de dos o más votos,
pero no lo será en derechos estrictamente singulares, como el de voz, que no se amplifica por
ser a la vez socio usuario y de trabajo. Téngase en cuenta que los derechos de voto acumulados
no solo producen efecto a la hora de votar, sino también al computar el quórum de constitución
(vid. art. 25.1 LCEstado, por ejemplo, que cuenta votos presentes y representados, en vez de
socios), y al ejercer determinados derechos de minoría como el derecho de información
cualificado del artículo 16.4 LCEstado, que requiere el apoyo de más de la mitad de los votos
presentes y representados en la asamblea general. De ahí la relevancia de los efectos de la
acumulación de posiciones en un solo sujeto.

II. La admisibilidad de la acumulación de derechos encuentra explicación satisfactoria en


la naturaleza jurídica de esta situación y es la más acorde con la mutualidad y con la teoría de la
participación orgánica1376. Desde este punto de vista, puede afirmarse que el socio usuario y, a
la vez, de trabajo es dos veces socio y, por lo tanto, tiene los derechos de dos socios. No es
trasladable al terreno cooperativo la explicación que para el voto plural del socio se contiene en
las sociedades de capital; en éstas se dice que el socio titular de varias acciones o
participaciones no es tantas veces socio cuantas partes alícuotas del capital posea, sino que se
trata de un solo socio que acumula en su poder varias acciones o participaciones sociales --las
únicas acumulables--, de forma que lo que se acumula no son posiciones subjetivas --dos o más
socios en uno solo-- sino objetos --dos o más partes sociales en un solo titular-- y los derechos
que nacen de estos objetos --varios votos en poder de un solo socio--. Esta tesis es coherente
con la función de medida de los derechos del socio que el capital social desempeña en las
sociedades anónimas y limitadas. En cambio, en las sociedades cooperativas, al bascular todo
su régimen jurídico sobre la persona y sobre su actividad con la sociedad, siempre que esa
actividad --la actividad cooperativizada-- sea diferente --de manera que una sea actividad
usuaria, y otra, actividad de trabajo--, diferente [en el sentido de no confundible en una sola] ha
de ser la posición jurídica que ocupe el socio cuando usa los servicios cooperativos que cuando
trabaja para la cooperativa. De hecho, el socio podrá causar baja como socio usuario y
mantenerse en la cooperativa como socio trabajador, o viceversa. Al ocupar dos posiciones
jurídicas, este socio tendrá, por un lado, los votos derivados de su posición de socio usuario y,
por otro, los nacidos de su condición de socio trabajador. En cada caso esos votos tutelarán
intereses jurídicos distintos: en un caso los derivados de la actividad consistente en trabajar en la
cooperativa y en el otro los de utilizar los servicios cooperativizados. Por otra parte, el número de
votos que corresponda al socio por su condición de socio de trabajo y el que le corresponda por
ser socio usuario será, como se deduce de lo anteriormente explicado, el que, para cada caso,
se derive de sistema de voto acogido por la Ley de cooperativas que resulte aplicable. En el caso
de voto unitario para ambas clases de socio, el socio tendrá dos votos; si se admite el voto plural
para una, le corresponderá un voto por una posición y el número de votos que resulte del cálculo
correspondiente para la otra; y si hay voto plural para ambas, acumulará el número de votos
correspondiente a una y otra.

1376En distinto sentido al expuesto, y al comentar la derogada Ley estatal de cooperativas de 1987, N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 30, pág. 33, señala que la eventual
acumulación de ambas posiciones societarias --la de socio de trabajo y la de socio usuario--, no determina un
correlativo incremento del derecho de sufragio activo.

485
Esta explicación técnica --que por sí sola justifica la admisión generalizada de la
acumulación de posiciones jurídicas de socio cooperativo y de la consecuente acumulación de
derechos de voto-- encuentra reconocimiento expreso en algunas Leyes de cooperativas
españolas para casos singulares. Concretamente, se aprecia en la regulación de las sociedades
cooperativas de explotación comunitaria de la tierra y, en cierta medida, en la de las sociedades
cooperativas de enseñanza.

En las primeras, a la hora de regular el régimen de los socios, las Leyes estatal,
extremeña, riojana, castellano-leonesa, balear, murciana, asturiana y castellano-manchega
disponen que pueden ser socios de las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra las
personas físicas y jurídicas titulares de derechos de uso y aprovechamiento de tierra u otros
bienes inmuebles susceptibles de explotación agraria que cedan dichos derechos a la
cooperativa, prestando o no su trabajo en la misma y que, en consecuencia, tendrán
simultáneamente la condición de socios cedentes del goce de bienes a la cooperativa y de
socios trabajadores, o únicamente la primera”; y además añaden que también podrán ser socios,
las personas físicas que, sin ceder a la cooperativa derechos de disfrute sobre bienes, presten
su trabajo en la misma y que tendrán únicamente la condición de socios trabajadores1377. La
cursiva que se ha destacado es suficientemente explícita sobre la posible acumulación en una
persona de dos posiciones de socio. El efecto acumulativo en el derecho de voto es recogido
expresamente en las Leyes estatal, riojana y castellano-manchega1378 cuando señalan, las tres
con el mismo tenor, que “en las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra a cada socio
trabajador le corresponderá un voto y a los socios cedentes del goce de bienes a la cooperativa
se les podrá atribuir un voto plural o fraccionado”, luego a la persona que simultanee la condición
de socio trabajador y de socio cedente del goce de bienes a la cooperativa tendrá un voto por
aquella primera condición y otro voto o bien voto plural o fraccionado por la segunda cualidad. En
las Leyes castellano-leonesa, balear y asturiana1379, se aplica, a falta de previsión especial, la
regla general sobre el derecho de voto: un socio un voto --o, en el caso castellano-leonés, un
posible voto plural--, de forma que por la condición de socio trabajador se le asigna un voto y por
la de usuario otro voto --o, en el caso castellano-leonés, plural--. Tan solo debe excluirse la
aplicación de la regla de la acumulación de votos en los casos en que es prohibida
expresamente por las Leyes, como sucede en la extremeña y murciana, que señalan que, en las
cooperativas de explotación comunitaria de la tierra, a cada socio le corresponderá un solo voto,
con independencia de que simultanee o no la condición de socio trabajador con la de cedente del
goce de bienes a la sociedad cooperativa1380.

1377La simultaneidad socio-cedente-socio trabajador y la unicidad de socio trabajador es recogida en los arts. 95.1,
a) y b) LCEstado; 131.1.a) y b) LSCExtremadura; 115.1.a) y b) LCLa Rioja; 109.1.a) y b) LCCastilla y León; 125.1.a)
y b) LCIslas Baleares; 118.1 LSCMurcia y 165.1.a) y b) LCAsturias y 132.1.a) y b) LCCastilla-La Mancha.

1378 Vid. arts. 26.5 LCEstado; 41.3 LCLa Rioja y 49.2.b) LCCastilla-La Mancha.

1379 Vid. arts. 35.3 LCCastilla y León; 42 LCIslas Baleares; y 52.1 LCAsturias.

1380 Vid. arts. 131.2 LSCExtremadura y 118.2 LSCMurcia.

Esta opción de política legislativa procede de la Ley estatal de 1987. Respecto de ella se señaló por la doctrina que
la atribución de un solo voto es una solución de pura ortodoxia cooperativa, y que, a lo sumo, el legislador debería
haber admitido que los estatutos pudiesen atribuir a estos socios dos votos, por ser doblemente cooperadores (vid.
N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 136, pág. 751).

486
En las sociedades cooperativas de enseñanza el artículo 108.1 de la Ley vasca permite
que las entidades e instituciones públicas y las privadas de utilidad pública, incluidas las
benéficas, simultaneen la condición de socios colaboradores y la de socios usuarios --cuando
ejerzan la guarda y protección legal de escolares menores o incapaces, o cuando representen a
alumnos adultos que, estando acogidos a centros, residencias o establecimientos regidos por
aquéllas, les hayan otorgado expresamente su representación--, remitiéndose a los estatutos
para que, dentro del marco de la propia Ley de cooperativas y de las disposiciones vigentes
sobre el sistema educativo, regulen las consecuencias de esta acumulación. No es, en sentido
estricto una acumulación de dos posiciones de socio pleno, ya que una de ellas es la de socio
colaborador, que, en el contexto de la Ley vasca, es aquel socio que sin poder realizar
plenamente el objeto social cooperativo, puede colaborar en la consecución del mismo (art.
19.2); pero incluso así, presupone el reconocimiento en un solo sujeto de dos pociones
societarias en el seno de la cooperativa. El régimen de derechos del doble socio --usuario y
colaborador-- es el regulado en los estatutos sociales que han de respetar el marco que dibuja la
Ley de cooperativas, en el cual se encuentra el reconocimiento a cada socio del correspondiente
derecho de voto unitario o plural (vid. art. 35), luego al que acumula dos posiciones de socio se
le ha de reconocer el voto que corresponda a cada posición. También para las cooperativas de
enseñanza el artículo 147.1 de la Ley extremeña admite la misma acumulación anterior pero
entre socio usuario y asociado [la Ley extremeña de cooperativas no regula la figura del socio
colaborador], y con el mismo régimen jurídico, por lo que a ella son trasladables las
consideraciones anteriores.

3.2.1.5. Las situaciones del socio a prueba, de socio temporal y del socio en
proceso de baja voluntaria.

I. Es socio a prueba aquél cuyo vínculo jurídico con la sociedad cooperativa está
sometido a una condición resolutoria1381 consistente en la no superación de un periodo de
prueba1382. La figura del socio a prueba es admitida en todas las Leyes de cooperativas
españolas si bien con diferente alcance: la mayoría solo la admiten para las socios trabajadores
de las cooperativas de trabajo asociado1383 --extensible a los socios de trabajo del resto de

1381 J. CASTÁN TOBEÑAS. Derecho Civil Español Común y Foral, tomo III (Derecho de obligaciones. La obligación
y el contrato en general), Madrid [Reus], 1986, pág. 190, define a las condiciones suspensivas como aquéllas de las
que depende el nacimiento de la obligación, y resolutorias como aquéllas de las que depende su extinción.

1382 N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º,…, artículo 119, pág. 595 al analizar el
periodo de prueba de los socios trabajadores de las cooperativas de trabajo asociado, considera que es una prueba
cooperativa, destinada a valorar las aptitudes del probado como cooperador, y no una prueba de orientación
meramente productivista o verificadora de las habilidades profesionales del candidato. Sin embargo, a mi juicio,
deben admitirse ambos criterios de valoración del periodo de prueba, para permitir al consejo rector calibrar las
aptitudes organizativas y cooperativistas de socio y también su pericia y calidad en la realización de la actividad
cooperativizada --trabajar--. De lo contrario no podría resolverse la situación si el consejo rector alegara
exclusivamente incumplimientos de trabajo.

1383Así se prevé en los artículos 81 LCEstado; 100 LCPaís Vasco; 114 LSCExtremadura; 72.5 LCAragón; 107 LCLa
Rioja; 101 LCCastilla y León; 117 LCCataluña;; 103 LCIslas Baleares; 89.2 LCValencia; 67.3 LCNavarra; 140
LCAsturias; 124.5 LCCastilla-La Mancha y 85 LSCAndalucía.

Al interpretar la Ley estatal de cooperativas de 1987, la doctrina, a pesar de que el legislador solo preveía el periodo
de prueba para los socios trabajadores y de trabajo, guardando silencio para los socios usuarios, entendía que los
estatutos sociales de cualquier cooperativa podía regular un periodo de prueba para el socio usuario (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de

487
cooperativas--; en menor número regulan este tipo de socio para todas las cooperativas, con
exclusión de las de viviendas, crédito y seguros1384; y solo una Ley le admite sin límites para
todas las cooperativas1385.

Pendente conditione la situación de socio no es, en principio, plena, de forma que las
Leyes no les reconocen los mismos derechos y obligaciones que al socio definitivo. Existente
conditone por no superación de la prueba se resuelve su situación perdiendo la condición de
socio. E inexistente conditione por superación de la prueba pasa a ser socio definitivo1386.

Naturalmente, lo que interesa analizar es la posición jurídica del socio a prueba respecto
de la asamblea general cuando la condición está pendiente, puesto que en las otras dos
situaciones o no es ya socio o lo es de forma plena. Y en este terreno puede afirmarse que la
pendencia de la condición, esto es, la situación de prueba afecta a los derechos del socio a
prueba --incluso alguna Ley se refiere a él como aspirante a socio y no como socio1387--. Por ello,
a pesar de que las Leyes señalan con carácter general que los socios a prueba tienen los
mismos derechos [y obligaciones] que el resto de los socios1388, un buen número de ellas
señalan limitaciones a sus derechos de participación en la asamblea general: solo tienen

Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 31, págs. 53 a 57, dónde pueden
examinarse los argumentos para la admisibilidad de la figura y los límites a la regulación estatutaria de esta figura).

1384 A este planteamiento responden los artículos 27 LCGalicia y 26 LSCMurcia.

1385 Se trata de la Ley madrileña (vid. art. 19.1).

1386Esta figura de socio cuyo perfil aparece definido con claridad en las Leyes, no siempre ha sido bien precisada en
la práctica. La S.T.S.J. de La Rioja, Sala de lo Social, de 13 de noviembre de 1997 (AS 1997\3957) se pronuncia
sobre un supuesto de socio de trabajo temporal sin acertar en esta calificación jurídica. La sentencia confirma la
dictada por el Juzgado de lo Social de La Rioja que declaraba improcedente el despido de un trabajador de una
sociedad cooperativa. Se trata de un trabajador temporal de una cooperativa, y por lo tanto con un contrato de
trabajo temporal, que, a la finalización del mismo, firmó con ella un “contrato de sociedad de aspirante a socio
cooperativista por un periodo de prueba de doce meses”, transcurridos los cuales la cooperativa le comunica que no
ha superado el periodo de prueba preciso para adquirir la condición de socio. El Tribunal, como se ha dicho,
considera que esto es un despido y además improcedente. Para la Sala la situación jurídica de esta persona
después de la firma del contrato de sociedad sigue siendo laboral, es decir sigue siendo trabajador de la
cooperativa, de manera que no ha “ostentado en ningún momento la condición de socio” (f. j. 3º). “Sobre esa
relación laboral, que ha de entenderse tácitamente prorrogada --sigue diciendo la Sala--...se solapó…una relación
societaria sometida a condición suspensiva, consistente en la superación de un periodo de prueba de doce meses”.
A pesar de lo afirmado en la sentencia, es indudable que el demandante desde la firma del contrato de sociedad con
la cooperativa mantiene con ella una relación jurídica que no es laboral sino societaria y, a falta de invocación
expresa en el contrato de la figura del socio a prueba, debió, por aplicación de la doctrina de la causa, ser
considerado como socio de trabajo en situación de prueba. Así las cosas, la prueba pasaría de ser una condición
suspensiva, a la que estaría sometida la adquisición del carácter de socio, a condición resolutoria de una situación
de socio ya adquirida, de lo que se concluye que no hay despido sino que, al no haber superado la prueba, el socio
ve resuelta su relación jurídica con la cooperativa.

1387 Con la denominación de aspirante a socio se refiere a esta figura la Ley andaluza en su artículo 85.

Vid. 81.3 LCEstado; 100.2 LCPaís Vasco; 114.4 LSCExtremadura; 27.2 LCGalicia; 72.5.VI LCAragón; 107.3
1388

LCLa Rioja; 101.3 LCCastilla y León; 23.2 LCCastilla-La Mancha; 103.3 LCIslas Baleares; 26.2 LSCMurcia; 140.2
LCAsturias y 124.5.II LCCastilla-La Mancha.

No así la Ley madrileña que no les impone límites expreso a sus derechos (vid. art. 19.2). La Ley navarra se remite
a los estatutos sociales en punto a los derechos de los socios a prueba (art. 67.3) y la andaluza al reglamento de
desarrollo (art. 85).

488
derecho de voz y de información1389; no pueden votar en las elecciones a cargos sociales1390 ni
en las decisiones sobre capital1391; no podrán votar en la asamblea general aquellos puntos que
les afecten directa y personalmente1392 --aunque el deber de abstención también afecta en
determinados casos a los socios plenos--; o el número total de votos de los socios [de trabajo,
colaboradores inactivos y] a prueba no podrá alcanzar, en ningún caso, la mitad de los votos de
los socios ordinarios, presentes y representados, en cada asamblea1393.

II. Es socio temporal aquél cuyo vínculo jurídico con la sociedad cooperativa es de
duración determinada1394. Las Leyes de cooperativas1395 se refieren a él con la denominación de
socio temporal1396 o socio con vínculo social de duración de terminada1397, pero en ambos casos
regulan la misma figura. En términos civilistas, se puede afirmar que, en este tipo de socios, el
vínculo social está sometido a plazo resolutorio1398 de manera que cuando el suceso1399 del que

1389 Vid. arts. 117.3 LCCataluña y 89.2 LCValencia.

1390Vid. arts. 27.2.d) LCGalicia; 107.3.b) LCLa Rioja; 101.3.c) LCCastilla y León; 23.2.d) LCCastilla-La Mancha;
26.2.d) y 57.2 LSCMurcia --en esta Ley, salvo los socios trabajadores a prueba, que si podrán votar--.

1391 Vid. art. 101.3.c) LCCastilla y León.

1392Vid. arts. 81.3.c) LCEstado; 72.5.VI.c) LCAragón; 107.3.b) LCLa Rioja; 101.3.c) LCCastilla y León; 103.4.c)
LCIslas Baleares y 105.3.c) LSCMurcia.

La Ley murciana incurre en una ambivalencia normativa de difícil justificación: con carácter general a los socios a
prueba les priva del derecho a votar en las elecciones a cargos sociales [art.26.2.d)], que sí reconoce a los socios a
prueba en las cooperativas de trabajo asociado [art. 105.3.b) a sensu contrario]

1393 Así lo establece el artículo 39.3 LCCastilla-la Mancha.

1394Así lo considera J. TOMILLO URBINA, “De la economía social a la economía societaria: aproximación al
estatuto del socio cooperativo”..., pág.168.

La temporalidad de su vínculo es la nota más destacada de su estatuto jurídico. Al igual que los socios indefinidos
realizan actividad cooperativizada, por lo que la figura difícilmente será adecuada para socios inversores con
intención de recuperar su inversión en un periodo de tiempo determinado, desinteresados en la realización de
aquella actividad, a pesar de que esta función es destacada en el párrafo sexto del Preámbulo de la LCAragón,
como han señalado M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas,… pág. 154.

1395 Es recogido por todas las Leyes de cooperativas españolas, a excepción de la gallega, catalana y balear.

Esta es la expresión que aparece en los artículos 21.6 LSCExtremadura; 24 y 141 LCAsturias; 23 LCCastilla-La
1396

Mancha y 94 LSCAndalucía.

1397Denominación más extendida que la anterior y recogida por los artículos 13.6 LCEstado; 26.2.II LCPaís Vasco;
18.4 LCAragón; 20.2 LCMadrid; 21.1.II LCLa Rioja; 28 LCCastilla y León; 19.3 LCValencia; 23.5 LSCMurcia y 22.3.II
LCNavarra. Aunque casos, como por ejemplo, el castellano-leonés que recogen ambas expresiones (art. 28
LCCastilla y León).

Para M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 170, la expresión “vínculos sociales de duración determinada” no deja de ser unas expresiones
con la que se evitan los términos de socios temporales.

1398 Sobre el concepto de plazo resolutorio vid. J. CASTÁN TOBEÑAS. Derecho Civil Español Común y Foral, tomo
III (Derecho de obligaciones. La obligación y el contrato en general…, pág. 200.

1399 Este suceso puede ser una fecha fija, o la terminación de una actividad o de una obra determinada, o la
reincorporación del socio indefinido que fue sustituido por el socio temporal, etc. Pero en todo caso será un

489
está pendiente el vínculo acaezca se extingue la condición de socio. Como regla general esta
figura es admitida por las Leyes para todas las clases de cooperativas1400, salvo algunas
excepciones en las que solo se regula su existencia en las cooperativas de trabajo asociado1401.

La vertiente más interesante del socio temporal es la relativa a su estatuto jurídico y, en


particular, a los derechos de participación orgánica de este tipo de socios. Desde un punto de
vista dogmático, el hecho de que el socio temporal realice, al igual que el socio indefinido,
actividad cooperativizada justifica suficientemente el reconocimiento a los mismos de un haz de
derechos sociales análogo al correspondiente a los socios indefinidos, pero que debe quedar
matizado por la naturaleza temporal de su relación con la cooperativa. De ambas reflexiones se
han hecho eco las Leyes de cooperativas al declarar, la mayoría de ellas, que los derechos [y
obligaciones] de los socios temporales son equivalentes a los de los socios de duración
indefinida1402, y al precisar que el estatuto jurídico de estos socios se determina tomando en
consideración el carácter temporal de su relación con la entidad1403.

Precisamente por su naturaleza temporal, la declaración general de igualdad de


derechos aparece matizada en las Leyes en dos sentidos: a la par que las Leyes reconocen esta
equivalencia de estatus jurídico, algunas regulan limitaciones a sus derechos, tales como que
sus votos no puedan superar la quinta parte de los votos de los socios indefinidos1404 o
representar más de un tercio de tales votos1405, o el treinta y tres por ciento de la suma de los
votos correspondientes a los socios ordinarios1406 o, en fin, que el número total de votos de los
socios [colaboradores, los inactivos o no usuarios y los] de vínculo de duración determinada no
podrá alcanzar, en ningún caso, la mitad de los votos totales de la cooperativa1407. En segundo

acontecimiento que necesariamente tiene que producirse. Al igual que sucede en todas las relaciones jurídicas
sometidas a plazo, se pueden clasificar estos sucesos en determinados, cuando se conozca la época en que
sobrevendrá el hecho que necesariamente ha de realizarse --certus an et certus quando-- e indeterminado pero
determinable, cuando no se conozca --certus an et incertus quando-- [vid. J. CASTÁN TOBEÑAS. Derecho Civil
Español Común y Foral, tomo III (Derecho de obligaciones. La obligación y el contrato en general)…, pág. 200].

1400Vid. arts. 13.6 LCEstado; 26.2.II LCPaís Vasco; 21.6 LSCExtremadura; 18.4 LCAragón; 20.2 LCMadrid; 21.1.II
LCLa Rioja; 28 LCCastilla y León; 26.6 LCCastilla-La Mancha; 19.3 LCValencia; 23.5 LSCMurcia; 22.3.II LCNavarra;
24 y 141 LCAsturias y 23 LCCastilla-La Mancha.

Incluso la Ley asturiana además de admitir la figura para todas las clases de sociedades cooperativas (art. 24),
vuelve a insistir en los socios temporales al regular las cooperativas de trabajo asociado (art. 141) si bien con un
régimen jurídico más detallado que el general.

1401 Vid. art. 94 LSCAndalucía.

1402Vid. arts. 26.2.II LCPaís Vasco; 18.4 LCAragón; 20.2 LCMadrid; 19.3.I LCValencia; 22.3.II LCNavarra; 24.2 y
141.3 LCAsturias y 23.2 LCCastilla-La Mancha.

No recogen expresamente esta equivalencia de estatuto las Leyes estatal, extremeña, riojana, castellano-leonesa y
murciana, pero debe considerarse implícita. La Ley andaluza se remite al reglamento de desarrollo (art. 91.2.II).

1403 Vid. art. 91.2.II LSCAndalucía.

1404 Vid. arts. 26.2.II LCPaís Vasco; 20.2 LCMadrid; 19.3.I LCValencia y 22.3.III LCNavarra.

1405 Vid. art. 91.2.II LSCAndalucía.

1406 Vid. art. 141.3.g) LCAsturias previsto para los socios temporales de las cooperativas de trabajo asociado.

1407 Vid. arts. 35.4 LCPaís Vasco y 49.5.I LCCastilla-La Mancha.

490
lugar, la equivalencia de derechos entre ambas clases de socios es un principio recogido por las
Leyes que debe ser desarrollado por la autorregulación cooperativa, dado que las Leyes se
remiten a los estatutos sociales o bien a los estatutos o al reglamento de régimen interno o solo
a este último para que sean estos instrumentos los que regulen el cuerpo de derechos y
obligaciones del socio temporal1408 --por lo que será en tales documentos donde se regule la
posición del socio temporal respecto a la asamblea general--. Sin embargo, la libertad de
configuración de la figura del socio temporal tiene un límite general: no se puede regular en el
reglamento o en los estatutos una figura en la que no se reconozcan los rasgos esenciales de
todo socio, por la imposición de equivalencia de estatus que se contiene en las Leyes, que trae
causa de la presencia de mutualidad en ambos tipos de socios, indefinido y temporal.

III. En el proceso de baja voluntaria, durante el periodo de preaviso, no se ve afectada la


posición jurídica del socio respecto a la asamblea general. El preaviso es el lapso de tiempo que
media entre el momento en el que el socio comunica a la sociedad cooperativa su voluntad de
darse de baja en una determinada fecha y esta fecha de baja1409. Durante este periodo es socio

Esta remisión se contiene por ejemplo en los artículos 26.2.II LCPaís Vasco; 21.6 LSCExtremadura; 18.4
1408

LCAragón; 20.2 LCMadrid; 26.6 LCCastilla-La Mancha y 22.3.III LCNavarra.

Y aunque la remisión a los estatutos no aparece en la LCEstado, la doctrina, con base en una exégesis lógica y
sistemática del artículo 11.1.j), remite a la autonomía estatutaria las líneas generales del régimen del socio temporal,
tildando de olvido de la Ley la indicación del lugar dónde se regulan los derechos y obligaciones de los socios
temporales (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 171).

1409 La preocupación por la estabilidad y el fortalecimiento de la sociedad cooperativa es una constante en la


legislación cooperativa española, que tiene una de sus manifestaciones concretas en el régimen de la baja
voluntaria. Con la baja voluntaria de un socio se corre el doble peligro de (i) descapitalización de la sociedad
cooperativa, al tener que reintegrar al socio sus aportaciones al capital social (sobre las consecuencias jurídicas de
la baja vid. I. J. TRUJILLO DÍEZ, “Baja del socio cooperativo y reembolso de sus aportaciones sociales”, en
Actualidad Civil, núm. 4 [25 al 31 de enero de 1999], págs. 113 a 124, en págs. 119 a 123; y J. M. DEL REAL
SÁNCHEZ-FLOR, “Reflexiones sobre la baja voluntaria de socios en las cooperativas agrarias en el nuevo marco
jurídico de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas”, en J. A. Prieto Juárez (dir.), Sociedades cooperativas:
régimen jurídico y gestión económica, Madrid [Ibidem Ediciones], 1999, págs. 121 a 156, en págs. 140 a 143), y (ii)
de pérdidas de cuotas de mercado, al disminuir el volumen de sus operaciones cooperativizadas menguado por las
que venía realizando el socio separado. Por ello las Leyes adoptan cautelas que tienden a minorar los perjuicios que
para la sociedad ocasiona la baja de uno o varios socios. Estas cautelas consisten esencialmente en la existencia
de un plazo de preaviso, de un compromiso de permanencia ex estatutos, de deducciones del importe de las
aportaciones a reembolsar y de aplazamientos del reembolso, de indemnizaciones de daños y perjuicios
compatibles con las deducciones y, recientemente, de la posibilidad de rehusar el reembolso de las aportaciones en
caso de baja o expulsión.

En algunas Leyes, la cooperativa de segundo o ulterior grado, a la que también se aplican las medidas anteriores,
goza de un plus de protección frente a la baja de sus socios personas jurídicas. Por ejemplo, en la Ley extremeña
(art. 158.3), en materia de preaviso, el plazo es de al menos un año, frente tres meses máximos previstos para las
cooperativas de primer grado (art. 25.1). En otras, la administración de esta protección es dejada en manos de la
propia sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, como en la Ley vasca, en la reforma operada por el
artículo decimosexto de la Ley 1/2000, de 29 de junio, de modificación de la Ley de cooperativas de Euskadi, al
atribuir competencia al consejo rector para exonerar del plazo del año a la baja voluntaria que así lo considere
oportuno.

El papel estabilizador y, a la par, limitador del alcance del principio de puerta abierta que esta regulación de la baja
cumple en las sociedades cooperativas suprábasicas, se aprecia tanto cuando sirven de vestidura a un grupo de
sociedades (como ha sido puesto de manifiesto por J. M. EMBID IRUJO, “La integración cooperativa y su
tratamiento en la Ley 4/1993, de 24 de junio, de cooperativas de Euskadi”, en Estudios de Derecho Mercantil.

491
titular de todos sus derechos con respecto a la asamblea general (asistencia, deliberación, voto,
información, propuesta de asuntos para el orden del día...), y la actividad cooperativizada que
realice o el número de sus socios, cuando estos datos sean relevantes, deben ser tenidos en
cuenta para el funcionamiento del citado órgano social (para determinar el quórum de
constitución, para atribuirle el voto plural...)1410. Trascurrido el plazo de preaviso, pierde la
condición de socio y los derechos anudados a ella1411 y también las obligaciones, tanto de
realizar actividad cooperativizada cuanto de aportar capital1412. Debe advertirse que un socio
puede darse de baja voluntaria en cualquier momento, incluso sin respetar el plazo de preaviso o
sin preavisar, en cuyo caso, además de incurrir en responsabilidad, deja de ser socio y, por
ende, pierde la titularidad de los derechos que tenía frente a la asamblea general1413; pero
también que incluso comunicada por el socio a la cooperativa la baja voluntaria, si la sociedad le
sigue tratando como socio, éste recupera su condición de tal como si la baja no se hubiera
producido1414, de manera que también recupera sus derechos para con la asamblea general.

Homenaje al profesor Justino F. Duque, tomo I, Valladolid [Universidad de Valladolid], 1998, págs. 223 a 231, en
págs. 229 y 230), como cuando solo persigue una finalidad de mera colaboración económica.

1410La SAP Zaragoza de 13 de enero de 1997 [Civil] (Ar AC 1997\36) al enjuiciar determinadas cuestiones sobre la
baja voluntaria de un grupo de socios de una sociedad cooperativa, parte de la base de que durante el periodo de
preaviso los socios que hayan infringido el principio de exclusividad por no haber adquirido en la cooperativa los
productos para su explotación agraria están incurriendo en falta susceptible de ser sancionada con la expulsión. Es
decir que durante el periodo de preaviso se mantiene la obligación de realizar la actividad cooperativizada y,
también, se puede aplicar la sanción de expulsión, luego durante ese periodo se sigue siendo socio, y titular de
derechos administrativos.

1411La SAP Jaén de 7 de noviembre de 1995 [Civil] (Ar AC 1995\2175) se pronuncia sobre el caso enunciado: desde
el momento en que, transcurrido el plazo de preaviso, un socio cesa por baja voluntaria no puede invocar el derecho
a participar con voz y voto en la adopción de los acuerdos por la asamblea y demás órganos de los que formen
parte, o a obtener cumplida información sobre cualquier aspecto de la marcha de la sociedad cooperativa, ni tan
siquiera --sigue diciendo-- está legitimado para impugnar los acuerdos.

1412En la SAP Zaragoza de 24 de febrero de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\141295) se declara que al haber causado baja
voluntaria como socio trabajador de una sociedad cooperativa no le vinculan los acuerdos adoptados por las
asambleas generales de la misma celebradas con posterioridad a tal fecha, por los que se aprobaron aportaciones
voluntarias de capital por los socios para saldar las deudas existentes.

1413En la jurisprudencia se encuentra adecuadamente resuelto el supuesto planteado: el del socio que se da de baja
comunicando al consejo rector su decisión sin cumplir el plazo de preaviso. Las SS.T.S., Sala 1ª, de 16 de marzo de
1998 [Civil] (Ar RJ 1998\1568), y de 13 de diciembre de 1999 [Civil] (Ar RJ 1999\8900) consideran que la baja
voluntaria de un socio de una cooperativa se produce automáticamente en el momento y desde la fecha misma en
que el socio comunica a la cooperativa su voluntad en tal sentido, ahora bien el incumplimiento del plazo de
preaviso dará lugar a la correspondiente indemnización de daños y perjuicios. En tales situaciones el socio dejó de
serlo. Así lo ha resuelto la SAP Asturias de 28 de septiembre de 2001 [Civil] (Ar Jur 2001\276121) al estimar que
después de una baja voluntaria, aunque el socio haya incumplido el plazo de preaviso, no se le puede imponer
ninguna sanción porque no es socio; y la SAP Córdoba de 19 de septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916) al
declarar que “una vez manifiesta por el socio la voluntad de darse de baja, la Cooperativa no puede obligarle a
permanecer como miembro de la misma, ni la eventual demora del Consejo Rector en adoptar la resolución que
estime conveniente sobre dicha baja a su calificación, en relación con el supuesto del art. 32-2 Ley 3/1987 (art. 42-2
Ley 2/1999 y art. 17-3 Ley 27/1999) pueden impedir que la baja empiece a surtir efecto en aquel momento que, por
regla general, depende de la exclusiva voluntad del socio saliente”.

El derecho del socio a darse de baja voluntaria en cualquier momento, incluso sin respetar el plazo de preaviso o sin
preavisar, incurriendo en este caso en responsabilidad, se ha analizado más adelante como reacción de los socios
frente a las instrucciones asamblearias perjudiciales, con referencias jurisprudenciales y doctrinales (vid. Infra
apartado 3.3.7.4.3.2).

1414En la SJMER Málaga nº 1 de 11 de abril de 2008 (Ar Jur 2008\171230), se resuelve una demanda interpuesta
por la secretaria del consejo rector de una cooperativa, frente a la que la sociedad opuso, entre otras excepciones,

492
Junto al periodo de preaviso, algunas Leyes regulan otros dos periodos en los que se
mantiene vínculos jurídicos entre el socio y la cooperativa: el periodo anterior a la separación y el
periodo de separación. Estos periodos de vinculación adicionales se contienen en el régimen de
las cooperativas de segundo o ulterior grado y respecto de la baja voluntaria del socio que sea
persona jurídica1415. Desde la perspectiva del análisis de los órganos sociales, la cuestión de
mayor interés que plantean estas situaciones es su impacto sobre los derechos de participación
de quienes se encuentren en ellas.

El periodo anterior a la separación tiene como día inicial la fecha de la baja del socio y
como final el día de su efectiva separación, que será una fecha indeterminada, puesto que,
señalan las Leyes que “el socio persona jurídica que...pretenda darse de baja, antes de su
efectiva separación, estará obligado a cumplir las obligaciones contraídas con la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado o a resarcirla económicamente si así lo decide el
consejo rector de ésta”. Lo que significa que mientras la persona jurídica socio no cumpla in
natura sus obligaciones con la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, o la indemnice
en metálico1416 --indemnización que puede determinarse en los estatutos sociales1417-- no estará
“de baja efectiva”, siguiendo ligado con la sociedad cooperativa a pesar de que haya cumplido
con el plazo de preaviso1418. El socio que se encuentre en esta situación es titular de todos sus

la de falta de legitimación activa de la demandante por carecer de la condición de socio, dado que se había dado de
baja voluntaria. Esta sentencia desestimar la excepción porque la cooperativa había seguido aceptando las
funciones de la socia como secretaria del consejo, y sobre la base de la doctrina de los actos propios, explicado que
“se hace difícil comprender, por tanto, que se recoja en el acta de fecha 30 de noviembre de 2006 referencias a la
Secretaria en funciones, hoy impugnante, como miembro del citado Consejo Rector, lo que conlleva, por los propios
actos de la demandada, que la baja como socia de la misma no se hizo efectiva y que esta siguió desempeñando la
condición de socia y de Secretaria de dicho Consejo Rector por lo que no es posible acoger esa falta de legitimación
activa que se señala de contrario”.

La sentencia tiene, además, el efecto de que al mantenimiento de la condición de socio --a pesar de la baja
voluntaria-- se añade el mantenimiento en el socio de la titularidad de derechos de participación, en este caso el
derecho a ser miembro del consejo rector.

Los dos periodos mencionados se prevén en los artículos 129.3 LCPaís Vasco, 158.3 LSCExtremadura; 124.3
1415

LCMadrid y 130.2 LCAsturias, y solo el primero de ellos en el artículo 155.3 LCCastilla-La Mancha.

1416 A pesar de que no lo contemple expresamente la Ley extremeña --por ser legislación civil y, por lo tanto,
competencia exclusiva del Estado--, debe admitirse que también valdría otra forma de resarcimiento: novando la
obligación (arts. 1156 y 1203 a 1213 CC).

1417 La realización de actividad cooperativizada por un socio en proceso de baja es una obligación de hacer de muy
difícil compulsión, como ya se adivinaba por la doctrina que analizaba esta circunstancia al comentar la Ley de
1987, por lo que la indemnización de daños y perjuicios parece que será el resultado más frecuente, siendo posible
que esta indemnización la prefigure el estatuto (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,
artículo 32, pág. 83).

1418 Un interpretación literal de los artículos 129.3 LCPaís Vasco, 158.3 LSCExtremadura, 124.3 LCMadrid; 130.2
LCAsturias y 155.3 LCCastilla-La Mancha lleva necesariamente a esta conclusión, a primera vista rigurosa. La
misma postura respecto del artículo 129.3 de la LCPaís Vasco puede verse en J. M. EMBID IRUJO, “La integración
cooperativa y su tratamiento en la Ley 4/1993, de 24 de junio, de cooperativas de Euskadi”…, pág. 229, cuando
afirma que “se exige, en tal sentido, que se curse la solicitud correspondiente con un preaviso de al menos un año,
siempre que el socio sea persona jurídica. Pero, además, el transcurso del tiempo no abre por sí solo el camino a la
salida del socio, ya que a elección del consejo rector de la cooperativa y antes de la efectiva separación del socio,
quedará este obligado a cumplir la obligaciones contraídas…”.

493
derechos para con la asamblea general pero solo respecto de los acuerdos que le vayan a
obligar1419, y el número de sus socios o su actividad cooperativizada debe ser considerada para
organizar el funcionamiento de la asamblea general solo con relación a los mencionados
acuerdos1420.

Durante el periodo de separación, todavía no se ha roto el vínculo que une al ex-socio


con la cooperativa, pues, “salvo previsión estatutaria en contra, la entidad separada deberá
continuar desarrollando, durante un plazo no inferior a dos años, aquellos compromisos que
hubiera asumido con anterioridad a la fecha de la baja”. La persona jurídica que se encuentre en
esta situación no tiene ningún derecho relativo a la asamblea general de la cooperativa
suprabásica porque ya no es socia de ella y los mencionados derechos son propios de los
socios. La causa que explica jurídicamente esta conclusión es bien simple: al no ser socio los
acuerdos asamblearios no le obligan1421.

3.2.2. Los otros titulares de derechos de participación.

La situación es diferente en las sociedades cooperativas de primer grado, donde, en un proceso de baja voluntaria,
o se es socio vinculado a la cooperativa mientras transcurre el plazo de preaviso o se está de baja definitivamente,
sin situaciones intermedias (vid., p. ej., art. 25 LSCExtremadura).

1419V.gr., los acuerdos de aprobación de las cuentas anuales, de aplicación de los excedentes disponibles a retorno
cooperativo, de imputación de pérdidas; o los de modificación de estatutos sociales que puedan afectar a sus
intereses, como la ampliación de las actividades cooperativizadas pues aún en esta situación interina sigue estando
obligado a realizarlas.

Así mismo, esta situación interina también tiene efectos en otros derechos que integran el estatus de socio. Por
ejemplo, no tiene derecho a ser miembro del consejo rector, interventor o miembro del comité de recursos pues la
permanencia en los cargos es incompatible con la temporalidad de este especial socio.

1420Esta solución hace muy complicado organizar correctamente el funcionamiento de la asamblea pues para unos
acuerdos valdrá la actividad cooperativizada del socio interino y para otros no. Quizá lo más ordenado fuera que en
las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado donde hubiera este tipo de socio se convocaran dos
asambleas continuas: una con los asuntos que les afecten y otra con los que no les afecten.

1421 Si se analiza el contenido de la citada obligación de desarrollar los compromisos previos a la separación de la
cooperativa se corrobora el argumento expuesto. Durante el periodo anterior a la separación la entidad socio debió
cumplir con las obligaciones contraídas con la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, por lo tanto una
vez separada parece que no deben quedar compromisos adquiridos por cumplir; sin embargo, la Ley se está
refiriendo a las obligaciones que han nacido antes de la separación o baja efectiva pero que no son exigibles antes
de tal baja, sino en un momento posterior y que no se extinguen por la baja --normalmente porque se trata de
obligaciones de tracto sucesivo--. Entre ellas debe destacarse una: la obligación de seguir realizando la actividad
cooperativizada comprometida para no mermar la facturación de la sociedad cooperativa y no poner en peligro su
cuota de mercado. También, y en la medida en que sea necesaria para cumplir con la actividad cooperativizada, la
obligación de no realizar actividades competitivas con la sociedad cooperativa.

En el mismo sentido, pero referido solo a la actividad cooperativizada se pronuncia I. G. FAJARDO GARCÍA, La
gestión económica de la cooperativa: responsabilidad de los socios..., págs. 236 y 237, sosteniendo que el
legislador permite que las obligaciones derivadas o surgidas como consecuencia de la actividad económica del
socio con la cooperativa “puedan extenderse más allá de la relación societaria; es decir, a pesar de la separación o
expulsión del socio, este vendrá obligado al cumplimiento de la actividad económica comprometida” denominado a
este hecho “extensión de la relación mutualista”.

Queda abierta la cuestión de la naturaleza contable de estas operaciones: probablemente solo quepa calificarlas
como operaciones cooperativizadas con terceros no socios, en coherencia con la tesis aquí mantenida de
considerar que, a efectos corporativos y participativos, estas personas fueron socios pero han dejado de serlo.

494
3.2.2.1. El socio colaborador.

I. Al lado del socio que aporta capital social y desarrolla actividad cooperativizada existe
otra figura también llamada socio, pero que no puede identificarse plenamente con aquél. Es el
socio colaborador, al que ya se han hecho referencias a lo largo de las páginas anteriores. La
figura del socio colaborador está prevista en las Leyes estatal (art. 14.II), vasca (art. 19.2),
gallega (art. 29.1), aragonesa (art. 18.3), madrileña (art. 28, donde no se le denomina socio sino
simplemente “colaborador”), riojana (art. 31), castellano-leonesa (art. 26.1), catalana [art. 27.c)],
murciana (art. 25, donde se le denomina socio cooperador), navarra (art. 30), asturiana (art. 25),
castellano-manchega (art. 25), y andaluza (art. 17), y aunque su perfil jurídico no es en todos los
casos coincidente1422, sí hay dos notas comunes: realizan aportaciones al capital social y no
participan, o al menos no plenamente, en la actividad cooperativizada de la sociedad.

Tomando como criterio esta segunda nota, las Leyes de cooperativas que prevén este
tipo de socio pueden clasificarse en tres grupos: aquéllas en las que el socio colaborador solo
aporta capital, aquéllas en las no realiza ninguna actividad cooperativizada pero puede colaborar
en su consecución, y aquéllas en las que realiza actividades accesorias a la actividad
cooperativizada. En el primer grupo, el socio colaborador es simplemente un aportante de capital
social sin que pueda participar en la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa --figura
que coincide plenamente con la del asociado que se analiza más abajo--; a este esquema
responden las Leyes castellano-leonesa (art. 26.1) --además, en esta Ley solo se admite el socio
colaborador cuando la cooperativa ya esté constituida-- y asturiana (art. 25.1). En el segundo
grupo, el socio colaborador no puede desarrollar o participar en la actividad cooperativizada,
pero sí contribuir a su consecución, es la fórmula de la Ley estatal (art. 14.I). La técnica más
evidente a través de la cual el socio colaborador de la Ley estatal puede contribuir a la
realización de la actividad cooperativizada es la aportación de capital que, como recurso propio,
podrá ser invertido en aras a la mencionada actividad, de hecho es a la que se refiere de forma
expresa la el artículo 14 de la citada Ley1423; pero también hay contribución desde la perspectiva
del poder societario, es decir participando en la toma de decisiones que, si son acertadas,
rentabilizarán la gestión social, y esta contribución del socio colaborador puede hacerse a través
de su participación en la asamblea general o en el consejo rector 1424. Y en el último grupo, al que
pertenecen las Leyes vasca, gallega, aragonesa, riojana, catalana, murciana, navarra,

1422M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, destacan que el socio colaborador es
una figura que no tiene el mismo contenido en las Leyes que lo regulan, de forma que si bien hay una unidad
terminológica, existe una pluralidad funcional.

1423 La LCEstado señala al respecto que los socios colaboradores deberán desembolsar la aportación económica
que determine la asamblea general (art. 14.II). La doctrina se esfuerza en abrir el perímetro subjetivo del socio
colaborador para incluir en él la figura de aquella persona, física o jurídica, que sin poder realizar plenamente la
actividad cooperativizada pueden contribuir a su consecución, sin que en este supuesto sea esencial la realización
de aportaciones sociales (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, pág. 169). Esta modalidad de socio colaborador no es la prevista en la Ley, ni
explica el régimen de responsabilidad por deudas limitada a las aportaciones sociales, ni puede albergar situaciones
de meras prestaciones de trabajo o de servicios sin aportaciones de capital porque se infringiría el Estatuto de los
Trabajadores.

1424A la consecución de la actividad cooperativizada mediante la participación del socio colaborador en el consejo
rector se refiere M. L. LLOBREGAT HURTADO, “Posición jurídica del socio (I): clases de socios, adquisición de la
condición de socio, derechos y obligaciones y responsabilidad”, en VV. AA. (F. J. Alonso Espinosa, coord.), La
sociedad cooperativa en la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas, Granada [Comares], 2001, págs. 129 a
144, en págs. 135 y 136.

495
castellano-manchega y andaluza, los socios colaboradores no pueden realizar plenamente el
objeto social cooperativo pero pueden colaborar en la consecución del mismo (arts. 19.2.LCPaís
Vasco; 29.1.I LCGalicia; 18.4 LCAragón; 28.1 LCMadrid; 30.2 LCNavarra y 25.1.I LCCastilla-La
Mancha) o no pueden realizar la actividad principal pero pueden colaborar en la consecución del
objeto social de la cooperativa [arts. 31.1.I LCLa Rioja; 27.c), primero LCCataluña y 17.1.I
LSCAndalucía] o pueden participar en alguna o algunas de las actividades accesorias (arts. 25.1
LSCMurcia y 17.1.I LSCAndalucía). En la Ley vasca se encuentran algunos casos de
participación no plena en la actividad cooperativizada: cuando una cooperativa de enseñanza
asocie a los padres de los alumnos, a representantes legales de éstos o a los propios alumnos,
los profesores y el restante personal del centro podrán incorporarse, bien como socios de
trabajo, bien como socios colaboradores; esta última posición también podrán asumirla, entre
otros interesados, los ex-alumnos (art. 106.2) y cuando la cooperativa de enseñanza asocie a
profesores y a personal no docente y de servicios, podrán asumir la posición de socios
colaboradores, entre otros interesados, los alumnos, sus padres o sus representantes legales,
así como los ex-alumnos (art. 106.3).

Según el panorama legal expuesto, la relación del socio colaborador con la actividad
cooperativizada desdibuja la nítida diferencia con el socio pleno en las Leyes en las que aquél
participa en la consecución de la misma o en actividades cooperativizadas secundarias. Sin
embargo, hay un límite palmario entre ambas figuras: si un socio colaborador realiza la misma
actividad que cualquier socio pleno, aquél no puede ser mero colaborador; de otra forma, el
socio colaborador para ser tal participará en la actividad cooperativizada para que, a través de
ella, se satisfagan necesidades de los socios plenos y no sus propias necesidades. Ello es así,
porque el socio colaborador no es mutualista1425. Esta dato condiciona su régimen jurídico.

II. Los derechos de participación en los órganos sociales que corresponden a los socios
colaboradores tienen un alto componente dispositivo, y además en todas las Leyes los derechos
de participación orgánica de los socios colaboradores son limitados, de manera que este tipo de
socios tienen un contenido de derechos políticos inferior al de los socios plenos. Esta doble
opción legislativa es coherente con los rasgos tipológicos de la sociedad cooperativa, en la que
mutualidad --elemento del tipo social cooperativo-- atribuye al socio un plus de participación
orgánica y en la que la ausencia de mutualidad --el colaborador no realiza actividad
cooperativizada para la satisfacción de sus necesidades, pues de lo contrario sería socio pleno--
limita la mencionada participación, o al menos no la potencia.

El carácter dispositivo de tales derechos se traduce en que la regulación de los mismos


se deja a los estatutos sociales únicamente (arts. 18.3 LCAragón; 25 LCAsturias; 25.2
LCCastilla-La Mancha y 17.2 LSCAndalucía), a los estatutos complementados con acuerdos de
la asamblea general (art. 29.1.II LCGalicia) o con lo que pacten las partes --en lo no previsto en
los estatutos-- [art. 19.2 LCPaís Vasco, 28.2 LCMadrid; 27.c), segundo LCCataluña y 30.2
LCNavarra] , o simplemente a los acuerdos de la asamblea general (arts. 14 LCEstado1426;
31.2.II LCLa Rioja; 26.2 LCCastilla y León, 24.1.II LCCastilla-La Mancha y 25.2.I LSCMurcia).
Ahora bien, la autonomía de la voluntad no puede eliminar los derechos de participación de los

Por excepción, en el cooperativismo de crédito catalán el socio colaborador sí puede participar en la actividad
1425

cooperativizada de las secciones de crédito [art. 27.c), cuarto y disposición transitoria quinta].

1426M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 170, considera que nada impide que sean los estatutos los que diseñen las líneas generales del
colaborador, con base en el artículo 11.1.j) LCEstado, dejando los detalles a la asamblea.

496
socios colaboradores, de manera que los estatutos o los acuerdos de la asamblea general que
no reconozcan o que excluyan tales derechos serían contrarios a la Ley, puesto que, con
carácter general, las Leyes parten de la base de que los socios colaboradores son titulares de
derechos políticos como lo demuestra que la remisión a los estatutos y acuerdos que se contiene
en las mimas se haga utilizando fórmulas imperativas [“fijará” señalan los artículos 14.II
LCEstado; 31.2.II LCLa Rioja; 26.2 LCCastilla y León y 25.2.I LSCMurcia; “determinarán” indican
los artículos 29.1.II LCGalicia; 24.1.II LCCastilla-La Mancha y 17.2 LSCAndalucía; “regularán”
prevén los artículos 19.2 LCPaís Vasco y 30.2 LCNavarra; “tendrán los derechos y obligaciones”
establece el artículo 28.2 LCMadrid y “quedan regulados” dispone el artículo 27.c), segundo
LCCataluña]. Además, ya particularmente, en las Leyes de cooperativas estudiadas se reconoce
la existencia de concretos derechos de participación orgánica, y se fijan límites legales a los
mismos, como sucede con el derecho de voto [vid. arts. 14.III LCEstado; 19.2 LCPaís Vasco;
18.3.II LCAragón; 28.3 LCMadrid; 31.2.II LCLa Rioja; 26.3.c) LCCastilla y León; 27.c), sexto
LCCataluña, 25.3 LSCMurcia; 30.3.b) LCNavarra; 25.2.c) LCAsturias; 25.3.c) LCCastilla-La
Mancha y 17.2 LSCAndalucía], y con el derecho a ser miembro de los órganos sociales (arts.
29.1.II LCGalicia; 31.2.II LCLa Rioja y 17.2 LSCAndalucía)1427.

Las limitaciones tienen como finalidad excluir la posibilidad de que el poder societario
quede en manos de los socios colaboradores privando de él a los socios plenos --los que
realizan la actividad cooperativizada, o como dice el artículo 41.2.a) LCCataluña, los “socios que
llevan a cabo la actividad cooperativizada principal”--. Por eso las Leyes se centran en limitar los
dos derechos políticos de ejercicio directo del poder societario: el derecho de voto y el derecho a
ser miembros de los órganos sociales. Dentro de este planteamiento, los límites que se señalan
en cada Ley son variables, así en cuanto al voto se establece que los socios colaboradores no
podrán superar en todos los órganos sociales el veinte por ciento (art. 17.2 LSCAndalucía], el
treinta por ciento [arts. 14.III LCEstado1428; 18.3 LCAragón y 26.3.b) LCCastilla y León]), el treinta
y cinco (art. 28.3 LCMadrid), un quinto o la mitad de los votos, si se trata de cooperativas de
trabajo asociado [arts. 30.3.b) y 67.12 LCNavarra], o un tercio salvo que sean cooperativas (art.
19.2.LCPaís Vasco); o bien en la asamblea general --de forma que no hay límites al voto del
socio colaborador en cualesquiera otros órganos sociales-- el veinticinco por ciento [art. 25.2.c)
LCAsturias], el treinta por ciento [art. 26.3.c) LCCastilla-La Mancha] o el treinta y tres por ciento
de los votos presentes y representados (art. 31.2.II LCLa Rioja), y el cuarenta por ciento de la
totalidad de los votos sociales [arts. 27.c), sexto y 34.2 LCCataluña]. Y en cuanto al derecho de
los socios colaboradores a ser miembros del consejo rector, se somete a la autonomía
estatutaria [arts. 25.2.e) LCAsturias y 25.3.e) LCCastilla-La Mancha], o se señala que el conjunto
de estos socios, salvo que sean cooperativas, no pueden superar un tercio de los miembros del
órgano de administración (arts. 29.1.II LCGalicia; 18.3.III LCAragón; 25.2.e) LCAsturias y 25.3.e)
LCCastilla-La Mancha), o han de estar en minoría en el consejo rector [art. 41.2.a) LCCataluña],
o solo podrán tener un representante (art. 31.2.II LCLa Rioja), o un representante cuya
designación puede estar condicionada, estatutariamente, al número de socios colaboradores en
relación con el resto de las personas socias o a la cuantía de sus aportaciones al capital social

1427Aunque también hay Leyes que remiten a los estatutos sociales la posibilidad de que los socios colaboradores
sean administradores, concediendo al respecto plena libertad a la autonomía estatutaria, siendo, por lo tanto lícito,
que los estatutos no reconozcan a esta clase de socio el derecho de sufragio pasivo [vid. arts. 18.3.III LCAragón;
25.2.e) LCAsturias y 25.3.e) LCCastilla-La Mancha].

1428Como la LCEstado al regular los límites al número de votos de los socios colaboradores no distingue, M.
PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión
social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág.
170, sostiene que el límite juega en todos los órganos sociales.

497
(art. 17.2 LSCAndalucía), o no podrán superar el treinta y cinco de los votos en el consejo (art.
28.3 LCMadrid), o un quinto de los votos del consejo rector [o la mitad de los votos si se trata de
cooperativas de trabajo asociado --arts. 30.3.b) y 67.12 LCNavarra], o, en fin, que en caso
alguno --por lo que también se ven afectados los socios colaboradores que sean a su vez
cooperativas-- podrán desempeñar los cargos de presidente y vicepresidente del mismo (arts.
29.1.II LCGalicia; 31.2.II LCLa Rioja; 25.2.e) LCAsturias y 25.3.e) LCCastilla-La Mancha).

En cuanto al derecho de voto interesa destacar que cabe tanto el voto unitario cuanto el
voto plural. Las Leyes --salvo los artículos 31.2.I LCLa Rioja y 25.2.d) LCAsturias, que señalan
que los estatutos pueden reconocer a los socios colaboradores derecho de voto proporcional al
capital suscrito, dice la primera, o voto plural, afirma la segunda-- no se pronuncian
expresamente sobre su reconocimiento. Sin embargo se pueden extraer de las mismas algunos
criterios al respecto. En primer lugar, un criterio negativo: a pesar de que el socio colaborador es
socio, no es posible trasladar de forma automática la regulación del derecho de voto que para el
socio mutualista se contiene en las Leyes. Esta regulación, con carácter general, atribuye a cada
socio un voto unitario o, si lo prevén los estatutos, un voto plural, calculado en función de la
actividad cooperativizada. La ratio a la que responde el voto unitario como sistema legal
supletorio --básicamente la igualdad personal en la mutualidad, es decir, la igualdad entre
personas que se unen para satisfacer sus necesidades mediante una empresa común-- no se da
entre los socios colaboradores. Por ello, no podrían ser calificados e inscritos por los Registros
de Sociedades Cooperativas unos estatutos que no regularan expresamente el voto de los
socios colaboradores, en el entendido de que, ante su silencio, se aplicará el sistema supletorio
de voto unitario. Tampoco es posible que los estatutos puedan asignar voto plural a los socios
colaboradores en función de la actividad cooperativizada que realicen, porque no realizan
ninguna. También hay criterio positivos, que son los más útiles para solucionar la cuestión
planteada: teniendo en cuenta que las Leyes cuando se embarcan en la tarea de limitar el voto
de los asociados solo regulan límites colectivos --referidos al conjunto de los socios
colaboradores--, sin contemplar límites individuales, debe entenderse que en su sistema encaja
el voto plural del colaborador. Además de en las Leyes riojana y asturiana, en la castellano-
leonesa se aprecia otro argumento a favor de la tesis apuntada: la Ley señala un límite colectivo
--el 30% de los votos sociales-- [art. 26.3.c)] y también se remite a los estatutos para que fijen
“los límites al número de votos” (art. 26.4) que solo podrán ser límites individuales y referidos
lógicamente al voto plural. Y el artículo 26.3 de la Ley estatal, al prever que en el caso de
cooperativas con distintas modalidades de socios, se pueda atribuir un voto plural [o
fraccionado], da pie a que una de estas modalidades sea la del socio colaborador. El voto plural
solo puede medirse con arreglo a las aportaciones al capital social. De nuevo en este punto es
solo la Ley riojana la que se pronuncia al respecto --el derecho de voto podrá ser individual o en
proporción al capital suscrito (art. 31.2.II)--, pero no cabe otra medida, como el volumen de
actividad cooperativizada, en socios cuya participación en la cooperativa no obedece a la causa
mutualista sino financiera.

Los demás derechos o experimentan las limitaciones que sean consecuencia de las
anteriores (así, el derecho de información se merma cuando se modula por los votos, es decir
cuando se convierte en un derecho de la minoría que debe reunir un determinado número de
votos, como sucede en el caso regulado en el artículo 16.4 LCEstado) o resultan modulados por
lo dispuesto en los estatutos, en los acuerdos de la asamblea general y en los pactos entre las
partes que son las fuentes a las que se remiten las Leyes como se ha visto más arriba.

III. De la noción de socio colaborador que se ha explicado debe separarse aquella otra
que, teniendo el mismo significante, no guarda el mismo significado. Es la figura del socio

498
colaborador “especial” --este último calificativo es nuestro-- regulada por las Leyes gallega (art.
29.2), riojana (art. 31.1.II), navarra (art. 30.1) y castellano manchega (art. 157) que siguen el
precedente sentado en esta materia por la derogada Ley navarra de 1996. En las cuatro Leyes el
socio colaborador especial se caracteriza por dos notas: una subjetiva, han de ser a su vez
sociedades cooperativas --en la Ley navarra podrán ser también las sociedades controladas por
cooperativas y las entidades públicas1429--, y otra formal, han de suscribir con la sociedad
cooperativa un acuerdo de colaboración intercooperativa 1430. Sobre el contenido de este tipo de
acuerdos las cuatro Leyes analizadas dan una pista: tienen como finalidad el cumplimiento de
sus objetos sociales --se entiende que de las cooperativas parte del mismo--, y en virtud de ellos,
la cooperativa y sus socios podrán realizar operaciones de suministro, entrega de productos o
servicios en la otra cooperativa firmante del acuerdo, teniendo tales hechos la misma
consideración que las operaciones cooperativizadas con los propios socios (arts. 111.5
LCGalicia; 131.1c).II LCLa Rioja; 81.6 LCNavarra y 157 LCCastilla-La Mancha)1431. El caso
navarro presenta una destacad singularidad. En las otras tres Leyes estudiadas, el socio
colaborador es esencialmente un cooperador y no un aportante de capital. El acuerdo
intercooperativo se limita a dar cobertura a una relación mutualista --sin constitución de sociedad
externa-- y no a una relación capitalista. En virtud del mencionado acuerdo que se puede
celebrar entre cooperativas, una cooperativa y los socios de la misma podrán realizar
operaciones de suministro, entregas de productos o servicios en la otra cooperativa firmante del
acuerdo, teniendo tales hechos la misma consideración que las operaciones cooperativizadas
con los socios propios. Pero no se prevé en ninguna de las Leyes que en el acuerdo se pacten
aportaciones unilaterales o recíprocas de capital social, es más, si las hubiera el acuerdo debería
ser calificado como contrato de sociedad cooperativa, por concurrir en él los dos elementos del
tipo cooperativo. Todo ello, con independencia de que sí se puedan pactar otro tipo de
trasferencias financieras distintas a las de capital. Sin embargo, la Ley navarra permite que
pueda “requerirse a los socios de la cooperativa con la que han establecido el acuerdo,
aportaciones o fondos requeridos para acometer las inversiones necesarias”, señalando así
mismo que “estas aportaciones podrán ser realizadas por la cooperativa o bien directamente por
los socios de la misma” (art. 81.6.III), tales aportaciones parece que han de serlo al capital social.
Esta previsión nos sitúa ante el singular caso de sociedad cooperativa interna o no personificada,

1429La misma Ley navarra, en su artículo 30.1, amplía el círculo de los socios colaboradores especiales a los socios
de las cooperativas con las que se suscriba el correspondiente acuerdo intercooperativo. Sin embargo, el genuino
socio colaborador es la cooperativa a la que el socio pertenezca, que es la que suscribe el acuerdo, este último será
beneficiario de las estipulaciones del mencionado acuerdo. De hecho, de conformidad con el artículo 81.6 de la
mencionada Ley el socio podrá realizar operaciones de suministro, entregas de productos o servicios en la otra
cooperativa firmante del acuerdo

1430En el caso navarro referido en la nota anterior, quienes suscriben los acuerdos intercooperativos son las
cooperativas y no los socios de éstas, a pesar de se les considere socio colaboradores.

1431 Aunque hay que realizar cuatro matizaciones que singularizan el régimen de los citados acuerdos en cada una
de las Leyes. En la Ley gallega, el contenido apuntado se prevé expresamente para las sociedades cooperativas
agrarias; sin embargo, nada impide que pueda extenderse a cooperativas de otra clase, por virtud de la autonomía
de la voluntad plasmada en la escritura de constitución [art. 16.2.i) LCGalicia] y en las de modificación de los
estatutos sociales, sin que, eso sí, las operaciones realizadas pueden ser consideradas como operaciones con
socios --con sus correspondientes efectos fiscales--. En la Ley riojana los resultados de estas operaciones se
imputarán en su totalidad al fondo de reserva obligatorio de la cooperativa (art. 131.1.II), luego son irrepartibles;
mientras que en la castellano-manchega tales resultados tendrán el carácter y destino de resultados cooperativos
(art. 157.2.II), y por tanto repartibles parece que entre los socios de la cooperativa en que se generan. En la Ley
Navarra tienen tales operaciones “la misma consideración que las operaciones cooperativizadas con los socios
propios y, en consecuencia, el derecho a los mismos beneficios cooperativos y retornos” (art. 81.6.II), parece que a
favor de los socios de la otra cooperativa firmante del acuerdo.

499
dado que hay mutualidad y aportación al capital social, pero no creación de una persona jurídica.
La consecuencia más importante de la situación de cooperativa interna es que los pactos
sociales carecen de trascendencia frente a terceros, es decir, que el acuerdo intercooperativo no
modifica la posición de los socios frente a terceros: las partes del acuerdo no participan
conjuntamente como grupo unificado en el tráfico1432.

En los cuatro casos a su vez, el estatuto jurídico del socio colaborador especial es el
mismo que el del socio colaborador ordinario, dado que las Leyes estudiadas se remiten a las
“condiciones establecidas” para este tipo de socios (Leyes gallega, riojana y castellano-
manchega) o regulan unitariamente el estatuto del socio colaborador, ordinario y especial (Ley
navarra de 2006 --ahora porque en su derogada Ley de 1996 la única figura contemplada era la
del socio colaborador ex acuerdo intercooperativo--). La cuestión que mayor interés despierta el
estatuto jurídico del socio colaborador especial es la de los derechos de participación. La
remisión al régimen común del socio colaborador o su regulación unitaria, acarrea la misma
conclusión anterior: la cooperativa que sea socia colaboradora de otra en virtud de un acuerdo
intercooperativo tiene limitados legalmente sus derechos de participación en los órganos sociales
de ésta.

Dada esta identidad de régimen para todos los socios colaboradores --ordinarios y
especiales-- resulta cuestionable la regulación especial de una figura de socios que pocas
novedades aporta, circunscritas, esencialmente, a permitir que los socios de una cooperativa que
sea, a su vez, socia colaboradora de otra puedan realizar actividad cooperativizada sin que estas
operaciones se califiquen como operaciones con terceros; para ello no hace falta crear una
nueva figura de socio, bastando con la correspondiente previsión legal a la hora de regular el
régimen jurídico de los acuerdos de colaboración entre cooperativas. Quizá la explicación a esta
anómala situación venga de la mano de los precedentes legislativos: en particular las tres
primeras Leyes han seguido el precedente navarro [de la derogada Ley foral de 2 de julio de
1996], pero solo de forma nominativa, puesto que el régimen navarro de 1996 es muy diferente
al de las tres citadas, y aquí radican las distorsiones.

3.2.2.2. El asociado.

I. El asociado es la persona que aporta capital social pero que no realiza actividad
cooperativizada1433. Este miembro de la sociedad cooperativa y con este perfil --simple aportante
de capital social-- se regula en las Leyes extremeña (art. 29), madrileña (art. 27), valenciana (art.
28), balear (arts. 33 a 35) murciana (art. 34) y andaluza que lo denomina persona inversora (art.

1432 El contrato de sociedad cooperativa --como, con carácter general, el contrato de sociedad-- despliega efectos
obligatorios y organizativos, por lo que separando ambas vertientes, deben admitirse las figuras de la cooperativa
externa o personificada --en la que el contrato produce sus efectos obligatorios y organizativos-- y de la cooperativa
interna o no personificada --en la que solo hay efectos obligatorios--. Esta construcción, analizada detenidamente
por C. PAZ-ARES, “La sociedad en general: caracterización del contrato de sociedad”, en Uría-Menéndez (dirs.),
Curso de Derecho mercantil..., págs. 490 a 492 y 496 a 499, no solo es aplicable al acuerdo intercooperativo
navarro, sino a cualquier supuesto de sociedad cooperativa en las que los socios voluntariamente excluyan la
personalidad jurídica, la relevancia ad extra de la sociedad no participando conjuntamente en el tráfico, y admitiendo
únicamente vínculos obligatorios entre ellos.

La naturaleza jurídica del asociado se aborda desde dos posiciones doctrinales: el asociado es miembro de la
1433

cooperativa, pero no es socio, sino mero financiador, o bien es un socio especial, como socio de capital (vid. M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 151).

500
25)1434. Con un contorno más difuso aparece en la Ley navarra, donde el asociado aporta capital
pero puede utilizar los servicios de la cooperativa sin que tenga derecho a percibir retornos,
emergiendo como una figura intermedia entre el socio --aporta capital pero no es socio-- y el
tercero no socio --realiza actividad cooperativizada sin ser socio pero no es tercero--] (art. 29).

No se puede ostentar la doble condición de socio y asociado1435. Dato común a todas las
Leyes es que solo existe en aquellas cooperativas si lo prevén sus estatutos sociales1436.

A la vista de las regulaciones existentes sobre esta figura, el asociado puede adquirir
esta condición de forma originaria, sobrevenida y derivativa. Así, la procedencia del asociado
puede reconducirse a tres grandes categorías: el que desde su origen es mero aportante de
capital --como se perfila en las Leyes extremeña, madrileña, valenciana, balear, murciana y
andaluza--; el que fue inicialmente socio pero dejó de realizar actividad cooperativizada --
recogida en las Leyes valenciana, navarra, murciana y andaluza, Ley esta última que admite
tanto la categoría anterior cuanto la presente--; y el causahabiente del socio difunto que no
realiza actividad cooperativizada y aquél a quien los que los estatutos otorguen tal posibilidad por
haberse constituido en cualquier otra situación de naturaleza análoga --supuestos regulados
solamente en la Ley navarra--.

II. El régimen jurídico de la participación orgánica de los asociados está mediatizado por
el impacto de la mutualidad en la configuración de los derechos de participación cooperativos.
Las Leyes abren la regulación de esta materia, formulando un principio general de igualdad de
derechos entre los socios y los asociados, al que se añaden una serie de excepciones, algunas
de tal magnitud --singularmente, el montante máximo de votos que pueden emitir-- que colocan a
los asociados en un estrato inferior de poder dentro del esquema de gobierno corporativo de las
cooperativas1437. La única explicación dogmáticamente admisible tiene que ver con la
mutualidad: el asociado tiene menor poder societario que el socio debido a que no realiza
actividad cooperativizada, simplemente aporta capital social, lo que en una sociedad regida con
criterios mutualistas y no plutocráticos provoca la postergación de aquéllos que no aportan
actividad económica a la sociedad.

En el sentido desigualitario apuntado, la mayoría de las Leyes de cooperativas declaran


aplicables a los asociados el mismo régimen jurídico que ellas prevén para los socios, pero con

1434Esta regla general presenta una excepción tan residual que no hace sino confirmar aquélla: los asociados de
una sociedad cooperativa con sección de crédito, pueden realizar actividad cooperativizada crediticia. En el Derecho
extremeño (art. 81.1 Ley de Crédito Cooperativo de Extremadura), madrileño (art.112.3 LCMadrid) y balear (art. 7.5
LCIslas Baleares) las secciones de crédito pueden actuar como intermediarios financieros, limitando sus
operaciones activas y pasivas al interior de la propia cooperativa y a sus socios y asociados.

En el mismo sentido, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
1435

Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 39, pág. 259.

1436El carácter estatutario de los asociados es tradicional en nuestro ordenamiento. También bajo la vigencia de la
Ley de 1987 solo si los estatutos de la cooperativa prevén dicha figura, era posible admitir esta clase de miembros
en la entidad (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 39, pág. 258).

1437 Es una constante histórica el doble dato de que los asociados constituyen un instrumento técnico al servicio de
la financiación de las sociedades cooperativas y, a la vez, su admisión no afecta al “poder de mando” de los socios,
llegándose a hablar de una comanditarización de las sociedades cooperativas. Estas ideas a propósito de la Ley
General de Cooperativas de 1974 se han destacado por A. ROJO, “La crisis de las cajas rurales españolas”..., págs.
188 y 189.

501
algunas salvedades (vid. arts. 29.2 LSCExtremadura; 35.1 LCIslas Baleares y 34.2 LSCMurcia ),
o señalan que los asociados ostentan los mismos derechos que los socios pero también con
ciertas especialidades (vid. arts. 27.1 LCMadrid y 28.1 LCValencia ). Esta igualdad formal de
posición jurídica entre socios y asociados también aparece a la hora de regular la
transformación, la fusión y la escisión. Tan solo dos Leyes no responden exactamente al
esquema señalado: las Leyes navarra (art. 29.3) y andaluza (art. 25.II.2) y se remiten a los
estatutos sociales para la regulación del estatuto jurídico de los asociados, aunque en ambas
con previsiones de ius cogens limitativas de la autonomía estatutaria.

A pesar de esta formulación que pretende ser de carácter general, en el sentido de que
bastaría tomar como punto de partida el estatuto jurídico del socio, restarle las salvedades o
excepciones, y obtener el estatuto del asociado, lo cierto es que a lo largo del texto de las Leyes
de cooperativas se regulan o reconocen de forma especial los derechos de participación de los
asociados. En buena lógica esta repetición no resulta necesaria, en la medida en que no
reformula para el asociado el correspondiente derecho del socio. Pero, una vez denunciado este
exceso normativo, la repetición sirve aquí de excusa expositiva, como guía para exponer los
derechos de participación más importantes de los asociados.

III. Comoquiera que el dato diferenciador es básicamente el derecho de voto, resulta


aconsejable iniciar con él la exposición de los derechos de participación orgánica del asociado.

En las sociedades cooperativas además de los socios, gozan de voto plural los
asociados. Por aportar capital, al asociado se le reconoce derecho de voto, que podrá ser
unitario o plural, proporcional a su aportación1438. Ahora bien, el voto plural del asociado está
sujeto a límites que tienden a garantizar que el poder esté en manos de los socios cooperativos.

De este planteamiento puede concluirse que en sede cooperativa el capital proporciona


poder societario; circunstancia que no debe resultar contradictoria con el tipo, porque este poder
es limitado, precisamente porque este poder no es mutualista, es decir, derivado de la actividad
cooperativizada.

1438 Vid., por ejemplo, artículos 29.2.d).II LSCExtremadura y 27.1.c) LCMadrid.

La Ley valenciana debe ser objeto de una interpretación sistemática para llegar a la conclusión de que al asociado
se le puede reconocer en estatutos el voto plural en función de sus aportaciones sociales. El artículo 28.2.c) de la
mencionada Ley prevé que los estatutos sociales puedan reconocer al asociado el derecho de voto, en las mismas
condiciones que para los socios, que podrá ser plural en el caso de que se reconozca esta posibilidad para los
socios. Ahora bien, como a los socios se les reconoce voto plural con arreglo a la actividad cooperativizada (p. ej.,
en las cooperativas de servicios empresariales y profesionales --art. 95.4--) o a la actividad cooperativizada y al
número de socios (p. ej., en las cooperativas de segundo grado --art. 101.3--) y el asociado no puede realizar
actividad cooperativizada [art. 28.2.b)], este dato no sirve para el cálculo de su voto plural. Si se tiene en cuenta que
el asociado se caracteriza por ser aportante de capital social, el criterio de determinación del número de votos --
cuando eventualmente se le reconozca voto plural-- solo puede ser el de sus aportaciones al capital.

En la Ley andaluza la tarea interpretativa es previa a la temática del voto plutocrático de la persona inversora --que
así denomina la Ley de 2011 al asociado--: se trata de determinar, primeramente, si la persona inversora tiene voto
plural. Parece que sí aunque no resulta de todo claro su reconocimiento: el artículo 25.2.II de la Ley dispone que los
estatutos determinarán el reparto de sus votos en la asamblea general, que, en su conjunto, no podrá superar el
veinticinco por ciento de los votos presentes y representados en cada asamblea. De esta norma parece deducirse la
posibilidad de voto plural ex estatutos para las personas inversoras. Admitido el mismo no hay otro criterio de
cálculo del número de votos que las aportaciones al capital social, dado que las personas inversoras no pueden
realizar actividad cooperativizada (art. 25.1).

502
La limitación del derecho de voto de los asociados es conjunta, es decir, se aplica al
número total de votos que pueden ostentar el conjunto de los asociados en la sociedad
cooperativa. No es, por lo tanto, individual, pues no se señala un límite máximo al número de
votos que pueda corresponder a un asociado --téngase en cuenta, como se dirá más adelante,
que el asociado, en ciertas Leyes, puede ser titular de voto plural--. Ahora bien, si en una
cooperativa solo existe un asociado, y éste puede ser titular de voto plural, el límite conjunto se
le aplicará solo a él.

Fuera de esta técnica jurídica de limitación conjunta, las diferentes Leyes abordan de
manera distinta los pormenores de la limitación, tanto en lo referente al porcentaje máximo de
votos admisible, cuanto a la base sobre la que aplica ese porcentaje, e incluso al órgano en el
que tiene efectos tal limitación. Las opciones a la hora de reconocer el derecho de voto de los
asociados son las siguientes: a) tienen derecho a participar en la asamblea general con un
conjunto de votos que, sumados entre sí, no representen más del cuarenta por ciento de la
totalidad de los votos de los socios existentes en la sociedad cooperativa en la fecha de
convocatoria de la asamblea general [art. 29.2.d) LSCExtremadura], o del treinta por ciento sobre
la misma base [art. 35.2.b) LCIslas Baleares --el artículo 42.4 de la misma norma reitera el
porcentaje pero sin señalar la base--]; b) el treinta y cinco por ciento de los votos presentes y
representados en cada votación, con lo que la base la integran los votos de los socios y también
de los asociados --lo que implica que el límite sea mayor-- y que los órganos en que se aplique el
límite sean la asamblea general y también el consejo rector [art. 27.1.d) LCMadrid]; c) el
veinticinco por ciento de los votos presentes y representados --incluido los votos de los
asociados-- en la asamblea general --lo que excluye al consejo rector-- [art. 28.2.d) LCValencia];
la misma regla pero con un porcentaje del cuarenta y cinco por ciento --aplicado al conjunto de
los votos de los asociados y colaboradores-- se contiene en la Ley murciana [art. 34.2.c).II]; y d)
el veinticinco por ciento de los votos sociales [art. 25.2.II LSCAndalucía], debiendo entenderse,
aunque no lo diga expresamente, que el límite se cuenta sobre los votos de los socios, personas
inversoras --o asociados--, inactivos y colaboradores, y que solo se aplica a la asamblea general,
sin que, además, el conjunto de votos de los inactivos, colaboradores y personas inversoras
pueda superar el cuarenta y nueve por ciento del total de los votos sociales (art. 31.3
LSCAndalucía).

En las Leyes extremeña (art. 32.1.I), balear (art. 41.3.II) y murciana (art. 42.1.II), junto al
anterior límite, se acumula otro adicional, también conjunto; es el siguiente: en ningún caso
quedará válidamente constituida la asamblea general cuando el total de los votos presentes o
representados de los asociados sea superior al de los socios. La ratio de este límite adicional es
la misma que la del límite anterior: la primacía de la mutualidad sobre la plutocracia.

Se puede afirmar, por lo tanto que en la regulación del poder societario de los asociados,
el elemento tipológico de la mutualidad deja su impronta en todas las Leyes. Y el caso más
radical de todos lo representa la Ley navarra que niega a los asociado el derecho de voto [vid.
art. 29.3.c)], aunque les reconoce otros derechos de participación orgánica. También responde a
la defensa de la mutualidad la regulación de la competencia universal de la Ley balear. El
artículo 39.1 de la mencionada Ley señala que “son competencia de la asamblea general todos
los asuntos propios de la cooperativa, aunque la tengan otorgada otros órganos sociales”, y
añade que “en este último supuesto, es necesario que el acuerdo sea adoptado por más de dos
tercios de los socios o asociados que estén presentes o representados en la asamblea, siempre
y cuando esta representación sea superior, al mismo tiempo, al cincuenta por ciento de los
socios que forman parte de la cooperativa” (la cursiva es nuestra); quedando de esta forma la
competencia universal, y dentro de ella la de gestión ordinaria, solo en poder de los socios, dada

503
la exigencia de que el acuerdo sea adoptado por más de la mitad de los que existen en la
cooperativa.

IV. El resto de derechos de participación reconocidos específicamente a los asociados


giran, esencialmente en torno a la asamblea general. La base formal de esta construcción
arranca del reconocimiento legal a los asociados de su condición de miembros de la asamblea
general, junto con los socios (arts. 31.8 LSCExtremadura; 41.1 LCIslas Baleares y 32 LCNavarra
--esta misma consecuencia se extrae del reconocimiento a las personas inversoras del derecho
de voz y de voto en la asamblea que contiene el art. 25.2.I LSCAndalucía--). Consecuencia
directa de este reconocimiento es la necesaria presencia de los asociados para que pueda
constituirse la asamblea general universal (arts. 30.1.II LSCExtremadura y 37.1 LCIslas
Baleares). Su condición de miembros de la asamblea general presupone la titularidad de los
siguientes derechos de participación:

a) Derecho de asistencia a la asamblea (arts. 32.1.II LSCExtremadura; 41.2.II LCIslas


Baleares y 43.1 LSCMurcia) --por lo que deberán ser convocados1439--, e incluso el derecho a
ser delegados en la asamblea general delegados (art. 39.3 LSCMurcia).

b) Derecho a solicitar al consejo rector la convocatoria de la asamblea general ordinaria


(arts. 31.2.II LSCExtremadura y 40.2.II LSCMurcia), o de la asamblea general extraordinaria (art.
40.2.I LCIslas Baleares); así como derecho a solicitar la convocatoria judicial de la asamblea
general ordinaria (arts. 31.2.II; 40.1.II LCIslas Baleares y 40.2.II LSCMurcia.

Cuando se trate de deliberar y decidir sobre la concurrencia de una causa de disolución,


se reconoce al asociado el derecho a solicitar del consejo rector la convocatoria de la asamblea
general con ese punto del orden del día (arts. 97.2.I LSCExtremadura; 96.2.II LCIslas Baleares).

c) Derecho --de la minoría de asociados-- a solicitar del consejo rector la inclusión de


asuntos en el orden del día (art. 31.7 LSCExtremadura). Y derecho a proponer la modificación de
los estatutos sociales [art. 70.1.a) LSCExtremadura], que propiamente no conlleva el derecho a
incluir esta materia dentro del orden del día.

d) Derecho de información sobre los asuntos a tratar en la asamblea general, y, con


expreso reconocimiento legal, el derecho a examinar el texto íntegro de la modificación de los
estatutos que se haya propuesto [art. 70.1.c) LSCExtremadura]

e) Derecho de voz, reconocido sin límites [arts. 29.2.d) LSCExtremadura; 35.2.b) LCIslas
Baleares; 29.3.c) LCNavarra y 25.2.I LSCAndalucía].

f) Derecho al voto --expresamente reconocido por el art. 25.2.I LSCAndalucía--, al que


ya se ha hecho referencia, que podrá ser unitario --o por cabeza, como dice la Ley de Madrid-- o
bien proporcional a la cuantía de sus aportaciones al capital social, según dispongan los
estatutos sociales [arts. 29.2.d) LSCExtremadura; 27.1.c) LCMadrid y 34.2.c) LSCMurcia]. La Ley
valenciana regula para los asociados el voto unitario que podrá ser plural en el caso de que se
reconozca esta posibilidad a los socios [art. 28.2.c)]. Como garantía para el ejercicio del voto, se
reconoce el derecho de la minoría de asociados --el diez por ciento de los presentes y

1439 Ya advirtió N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 41, pág. 289, que
el derecho de asistencia de los asociados contiene el derecho a ser convocados.

504
representados, que pueden unirse a los socios para alcanzar el porcentaje-- a solicitar votación
secreta (arts. 32.8 LSCExtremadura y 41.6.II LCIslas Baleares). Y para evitar el conflicto de
intereses se impone la abstención del voto al asociado en conflicto por razón del acuerdo objeto
del acuerdo (arts. 33.4 LSCExtremadura y 44.8 LSCMurcia).

g) Derecho de la minoría de asociados --si, solos o con socios, alcanzan cien votos
sociales-- a solicitar la presencia de un notario para que levante acta de la asamblea general (art.
35.8 LCGalicia).

h) Derecho de impugnación de los acuerdos de la asamblea general [arts. 29.2.d).III y


35.4 LSCExtremadura; 27.2 LCMadrid; 46 LCIslas Baleares y 47 LSCMurcia] y de los acuerdos
del consejo rector y de los actos y decisiones del gerente (arts. 43 LSCExtremadura; 27.2
LCMadrid y 53.2 LSCMurcia).

i) Derecho de participar a través de representante voluntario, de forma que el asociado


puede ejercer los derechos de participación de que sea titular mediante apoderado1440.

Además de en la asamblea general a los asociados también se les reconocen derechos


de participación en el consejo rector, aunque de forma muy limitada 1441. La mayor intensidad
participativa se da en las Leyes extremeña, valenciana y madrileña, que reconocen a los
asociados el derecho a ser miembros de consejo rector si lo prevén los estatutos sin superar la
tercera parte de éste [arts. 29.2.e) LSCExtremadura y 28.2.e) LCValencia] o el treinta y cinco por
ciento de los votos presentes y representados en cada votación [art. 27.1.d) LCMadrid], de forma
que en su condición de consejeros ostentan todos los derechos de éstos, incluido el de votar en
las sesiones del consejo rector. No obstante, en la segunda Ley citada no pueden ser
administradores, sistema de administración y representación alternativo al consejo rector en
cooperativas de menos de diez socios (art. 41.2 LCValencia); y en la primera no pueden ser
miembros del consejo rector en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado (art.
160.2 LSCExtremadura). La Ley balear además de condicionar este derecho de los asociados a
lo que dispongan los estatutos, éstos deberán indicar expresamente si tienen el carácter de
consejero pleno o de mero representante con voz pero sin voto [arts. 35.2.d) y 49.2.II]. En el
siguiente tramo, de esta pendiente de descenso, se coloca la murciana, que reconoce a los
asociados el derecho a formar parte del consejo rector con voz pero sin voto [art. 34.2.e)]. La Ley
andaluza se remite al reglamento de desarrollo para regular la presencia de las personas
inversoras en el órgano de administración (art. 38.2.II) quedando sin garantía legal el quantum
de su poder societario. Y, en fin, la Ley navarra que prohíbe que los asociados puedan ser
miembros del consejo rector [art. 29.3.c)].

Por otra parte, no pueden ser liquidadores, interventores ni miembros del comité de
recursos en las Leyes navarra [art. 29.3.c)] y murciana [art. 34.2.f)].

1440Con perspectiva restrictiva, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 41,
págs. 290 y 291, admite el derecho de representación de los asociados en las sesiones de la asamblea general,
pero entre el propio colectivo de asociados.

1441Este reconocimiento limitado es tradicional en nuestro Derecho cooperativo. La Ley de 1987 prohibía que los
asociados fuesen miembros del consejo rector, salvo que los estatutos establecieran el derecho de asistencia de un
representante de los asociados a las sesiones del consejo rector, con voz y sin voto (art. 41.2).

505
V. El reconocimiento de los derechos de participación de los asociados también se
constata con un método negativo: además de la evidencia que supone la enumeración de la lista
de los mismos, la existencia de los derechos de los asociados es un dato previo si se regula su
suspensión. La Ley balear declara de aplicación a los asociados las normas de disciplina social
que regula para los socios, con las particularidades propias de su régimen jurídico (art. 34.4). En
otras Leyes la existencia de un régimen disciplinario para los asociados, y por lo tanto de
previsión de un cuadro de derechos suspendibles, se deduce de normas indirectas: la atribución
al consejo rector de la competencia para conocer de los recursos contra las sanciones impuestas
a los asociados (arts. 46.1 LSCExtremadura y 42 LCNavarra), o la necesidad de que el letrado
asesor de la cooperativa informe con carácter previo todos los actos relativos al régimen
disciplinario de los asociados [art. 47.2.b) LSCExtremadura y 63.2.II LSCMurcia].

3.2.2.3. El socio capitalista de las sociedades cooperativas mixtas.

I. Las sociedades cooperativas mixtas, reguladas en las Leyes estatal (art. 107), vasca
(art. 136), riojana (d. a. 4ª), murciana (art. 128), navarra (art. 79), asturiana (art. 186), castellano
manchega (art. 152) y gallega (d. a. 5ª --que, introducida con la reforma de 2011, limita la
cooperativa mixta al trabajo asociado--), presentan como singularidad más destacada la
necesaria existencia en ellas de socios cuyo derecho de voto en la asamblea general se podrá
determinar, de modo exclusivo o preferente, en función del capital aportado. Aunque con esta
nueva figura se está introduciendo un elemento de capital en una estructura societaria de
personas, no por ello la nueva sociedad deja de ser cooperativa; en ella la mutualidad sigue
siendo elemento esencial del tipo, de forma que sin actividad cooperativizada no existiría
cooperativa mixta1442. De hecho, conscientes de este planteamiento, en todas las Leyes se
contienen previsiones que reservan a la mutualidad el control sobre el poder societario
cooperativo.

II. Las normas jurídicas que salvaguardan el poder de los socios cooperativistas son las
siguientes:

1442 La evolución del Derecho cooperativo en la configuración financiera de la sociedad cooperativa es


extraordinariamente interesante y en el derecho de voto anudado a la misma. En ella se aprecia como poco a poco
va admitiéndose la figura del aportante de capital con derecho de voto. Inicialmente y para romper con la prohibición
de que en las cooperativas hubiese partícipes a título de capitalistas, se planteó, como avance, la entrada de “partes
sociales sin derecho de voto” pero con derecho a las ganancias sociales (vid. ROJO, “La crisis de las cajas rurales
españolas”..., pág. 253). Posteriormente, y admitida la figura del socio capitalista se le ha reconocido derecho de
voto.

El sector doctrinal que contempla la causa de la sociedad cooperativa desde la óptica de los principios cooperativos
y no desde la mutualidad, concluye que no se puede defender en abstracto, sin conocer el desarrollo estatutario y
las decisiones de los órganos sociales, la compatibilidad del régimen de la cooperativa mixta con los principios
cooperativos (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 157).

La cooperativa mixta, como explica F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo
149, pág. 885, se incorporó a la Ley de Cooperativas del País Vasco auspiciada por el grupo Mondragón
Corporación Cooperativa como alternativa a la sociedad anónima laboral.

506
a) El cincuenta y uno por ciento de los votos se atribuye a los socios cooperativistas 1443.
Dentro de este porcentaje no se incluye el voto de los socios colaboradores, en las Leyes en las
que existan, dado que los votos de éstos junto con los correspondientes a los titulares de partes
sociales con voto no pueden superar el cuarenta y nueve por ciento del total de los votos
sociales de la cooperativa, como se verá seguidamente. La duda, en torno a la cuestión
planteada, puede surgir en aquellas Leyes en las que el porcentaje del cincuenta y uno por
ciento citado se asigna a un grupo de socios determinado por remisión: en las Leyes estatal --
también en la riojana por la remisión que contiene a la Ley estatal--, vasca, manchega y
murciana, los socios titulares del cincuenta y uno por ciento son aquéllos cuyo derecho de voto
viene determinado en los artículos que regulan el derecho de voto de los socios (artículos 26 de
la Ley estatal, 44 de la vasca, 44 de la murciana, 52 de la asturiana y 39 de la manchega), esto
es de los socios cooperativistas y de los socios colaboradores --la Ley murciana, por ejemplo,
hace referencia expresa a los colaboradores al regular con carácter general el voto de los socios-
-. Sin embargo, los socios colaboradores son computados por las Leyes citadas para el límite del
cuarenta y nueve por ciento, de manera que no podrán estar a la vez dentro de los dos límites
comentados. Estas dudas están completamente despejadas en la Ley navarra, cuyo artículo
79.2.a) señala que “al menos el 51 por 100 de los votos se atribuirá, en la proporción que definan
los estatutos, a los socios cooperadores" --la cursiva es nuestra--, y en la Ley gallega, que
señala en la disposición adicional quinta que los socios de las cooperativas mixtas que sean
socios trabajadores o cooperativas, sociedades controladas por estas o entidades públicas no
tendrán en ningún caso menos del 51 por 100 de los votos sociales de la cooperativa, siendo las
personas socias trabajadoras la mayoría.

b) La cuota máxima de votos que se puede asignar a las partes sociales con voto --y,
consecuentemente, a sus titulares, que puede ser un solo titular o varios-- es del cuarenta y
nueve por ciento de los votos totales existentes en la cooperativa --de un tercio en la Ley
gallega1444--; incluso, los estatutos pueden señalar límites inferiores1445. Este dato no es
simplemente complementario del anterior; es algo más: los titulares de estas partes sociales en
ningún caso pueden ostentar la mayoría de los votos, ni siquiera sindicándolos con otros titulares
de votos que no sean socios cooperativistas, dado que, en ningún caso la suma total de los
votos asignados a las partes sociales con voto, a los asociados y los socios colaboradores podrá
superar el cuarenta y nueve por ciento del total de los votos sociales de la cooperativa 1446.

En definitiva, la ausencia de mutualidad en los titulares de partes sociales sin voto


disminuye el poder societario que les corresponde en la cooperativa. En el caso de los socios
cooperativistas el poder debe ser mayor porque además de arriesgar capital social --como los
titulares de partes sociales sin voto-- asumen los riesgos de la actividad económica que realizan
con la cooperativa --inexistentes en los mencionados titulares--.

Vid. arts. 107.2.a) LCEstado; 136.2.a) LCPaís Vasco; d. a. 4ª LCLa Rioja; 128.2.a) LSCMurcia; 79.2.a)
1443

LCNavarra; 186.2.a) LCAsturias, 152.2.a) LCCastilla-La Mancha y d. a. 5ª.2.d) LCGalicia.

1444 Vid. d. a. 5ª.2.a) LCGalicia.

Vid. arts. 107.2.b) LCEstado; 136.2.b) LCPaís Vasco; d. a. 4ª LCLa Rioja; 128.2.b) LSCMurcia; 79.2.b)
1445

LCNavarra; 186.2.b) LCAsturias y 152.2.b) LCCastilla-La Mancha.

1446 Así se señala en los arts. 107.2.c) LCEstado; d. a. 4ª LCLa Rioja; 128.2.c) LSCMurcia; 186.2.c) LCAsturias y
152.2.c) LCCastilla-La Mancha. A una conclusión análoga puede llegarse en la Ley gallega cuando prevé que los
socios de las cooperativas mixtas que sean socios trabajadores o cooperativas, sociedades controladas por estas o
entidades públicas no tendrán en ningún caso menos del 51 por 100 de los votos sociales de la cooperativa, siendo
las personas socias trabajadoras la mayoría [d. a. 5ª.2.c)].

507
Además, en la regulación de las sociedades cooperativas mixtas se promueve la
vertiente mutualista de las mismas --como ordena el artículo 129.2 CE-- con dos previsiones, una
expresa y otra implícita. La expresa consiste en que, a la par que se determina que las partes
sociales con voto son negociables, se señala que los estatutos pueden reconocer un derecho de
adquisición preferente a favor de los socios cooperativistas1447. El derecho de preferencia tiene
como fundamento la protección de la mutualidad, dado que solo se puede reconocer a favor de
los cooperativistas y no de los titulares de partes sociales sin voto, de los socios colaboradores o
de los asociados. La implícita, derivada del hecho de que las posiciones jurídicas de socio
cooperativista y socio titular de partes sociales con voto son acumulables. De esta forma, una
misma persona puede ser ambas cosas respecto de una misa sociedad cooperativa; además,
podría ser titular del máximo número de votos correspondientes a las partes sociales con voto --
el cuarenta y nueve por ciento de los votos--, al ser lícito que exista un solo titular de esta clase,
que sumados al voto unitario o votos plurales que le correspondan como cooperativista, le
colocarían en la posición de socio de control.

III. La conclusión que se puede obtener, en sede de cooperativas mixtas, es que la


participación orgánica del titular de partes sociales con voto, que se regula en las Leyes,
concretada en el derecho de voto, tiene un menor alcance que la del socio cooperativista.

La cuestión, sin embargo, no viene resuelta expresamente respecto de los demás


derechos de participación orgánica del titular de estas partes sociales. Las Leyes solo contienen
la declaración general de que “en el caso de las partes sociales con voto, tanto los derechos y
obligaciones de sus titulares, como el régimen de las aportaciones, se regularán por los
Estatutos y, supletoriamente, por lo dispuesto en la legislación de sociedades anónimas para las
acciones”1448. Esta doble remisión --a los estatutos y al régimen jurídico de las sociedades
anónimas-- debe tener un elemento rector: no sería lícita aquella consecuencia jurídica que
colocara al titular de partes sociales con voto con más derechos de participación que el socio
cooperativista.

De esta forma, si los estatutos de la sociedad cooperativa mixta entraran a regular los
derechos del titular de partes sociales con voto no podrían asignarles más derechos de
participación que aquéllos que, en los propios estatutos o en la Ley de cooperativas que resulte
aplicable, se reconocen a los socios cooperativistas.

Más dificultades en este terreno presenta la segunda remisión. Las Leyes de


cooperativas se remiten, pura y simplemente, como régimen legal supletorio regulador de los
derechos de participación, a lo dispuesto en la Ley de sociedades anónimas para las acciones --
actualmente a lo dispuesto en el TRLSC--, sin someter expresamente la remisión a ningún límite.
Como se verá seguidamente, el intérprete debe considerar en su tarea el impacto, en este caso
negativo, que provoca la falta de actividad cooperativizada --de mutualidad, en última instancia--
en el titular de partes sociales con voto, de forma que no podría, al aplicar el TRLSC, concluir
que, respecto de una determinada materia, este titular tendría más derechos orgánicos que el
socio cooperativista. Pueden exponerse, a título de ejemplo, algunos casos en los que la

1447Vid. arts. 107.2.b) LCEstado; d. a. 4ª LCLa Rioja; 128.2.b) LSCMurcia; 79.2.b) LCNavarra; 152.2.b) LCCastilla-
La Mancha y d. a. 5ª.3 LCGalicia.

Vid. arts. 107.3 LCEstado; 136.3 LCPaís Vasco; d. a. 4ª LCLa Rioja; 128.3 LSCMurcia; 79.3 LCNavarra; 186.3
1448

LCAsturias; 152.3 LCCastilla-La Mancha y d. a. 5ª.3 LCGalicia.

508
aplicación literal del TRLSC sería contraria a la causa mutualista, a saber: el derecho a solicitar
la convocatoria de la asamblea general extraordinaria, el derecho a ampliar el orden del día y la
representación del socio en la asamblea general. En sede de anónimas, los administradores
deberán convocar la junta general extraordinaria cuando los soliciten socios que sean titulares
de, al menos, un cinco por ciento del capital social (art. 168.1 TRLSC); mientras que la Ley
estatal de cooperativas, por ejemplo, señala que la asamblea general extraordinaria será
convocada por el consejo rector cuando lo pidan un número de socios que representen el veinte
por ciento del total de votos (art. 23.3 LCEstado). Los accionistas que representen, al menos, el
cinco por ciento del capital social, podrán solicitar que se publique un complemento a la
convocatoria de una junta general de accionistas (art. 172.1 TRLSC); en cambio será necesario
un número de socios que represente el diez por ciento de total existente en una cooperativa o
alcance la cifra de doscientos para incluir nuevos asuntos en el orden del día de una asamblea
general ya convocada (art. 24.2 LCEstado). Así mismo, todo accionista que tenga derecho de
asistencia podrá hacerse representar en la junta general por medio de otra persona, aunque esta
no sea accionista (art. 184.1 TRLSC); sin embargo, el socio solo podrá hacerse representar en
las sesiones de la asamblea general de la cooperativa por medio de otro socio o por un familiar
suyo (art. 27.1 LCEstado). En estos tres casos y en cualesquiera otros en los que el resultado de
la aplicación automática de la Ley de sociedades anónimas bascule hacia un mayor contenido o
un más flexible régimen de participación para el titular de partes sociales con voto que para el
socio cooperativista, debe corregirse reduciéndola al estrato en el que se encuentre éste último.

La metodología interpretativa anterior no puede llevar a la postergación injustificada los


titulares de partes sociales sin voto. Los intereses derivados de su participación económica en la
sociedad cooperativa mixta exigen su tutela a través de la tutela de sus derechos de
participación. En particular, a pesar de que para la existencia de asamblea general universal las
Leyes solo exijan que estén presentes o representados todos los socios de la cooperativa [y
acepten, por unanimidad, constituirse en Asamblea General universal aprobando, todos ellos, el
orden del día]1449, sin mencionar a los titulares de partes sociales con voto, no podrá admitirse la
regularidad de una asamblea universal sin la presencia y voluntad de estos últimos.

3.2.2.4. El socio “exmutualista”.

I. Es el que siendo socio de una sociedad cooperativa deja de realizar actividad


cooperativizada, mantiene su aportación al capital social1450 y conserva unos derechos de
participación limitados.

Las denominaciones que las Leyes de cooperativas dan a esta figura de socio son muy
variadas, pero la mayoría de ellas nos ponen ante la pista de que el socio ha dejado de
satisfacer sus necesidades económicas a través de la cooperativa De ahí que, a efectos
meramente formales, se haya preferido en estas líneas el uso de la expresión “socio
exmutualista” que informa unitariamente del tipo de socio al que se refieren las Leyes con
variopintos nombres, a saber: socio inactivo (arts. 27 LCCastilla y León y 26 LCAsturias),

1449 En todas las Leyes que regulan la sociedad cooperativa mixta para la constitución de la asamblea general
universal no se exige expresamente la presencia y consentimiento de los titulares de partes sociales con voto (vid.
arts. 23.5 LCEstado; 34.3 LCGalicia; 37.4 LCLa Rioja; 38.2) LSCMurcia; 35.1.III LCNavarra; 44.2 LCAsturias y 4.3
LCCastilla-La Mancha.

M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 149 agrupan las distintas figuras
1450

de este tipo de socios previstas en las Leyes con el doble dato de dejar de realizar actividad cooperativizada y
mantener la cualidad de socio.

509
persona socia inactiva (art. 16 LSCAndalucía), socio inactivo o no usuario (arts. 30 LCPaís
Vasco y 26 LCMadrid), socio honorífico (art. 26.4 LSCExtremadura) y socio excedente [arts. 28.3
LCGalicia; 27.b), primero LCCataluña; 18.2 LCAragón y 32 LCLa Rioja]. Menos expresivas son
aquellas Leyes que colocan a este tipo de socio bajo denominaciones compartidas con otras
figuras sociales con las que no guardan plena conexión, tales como la de socio colaborador (arts.
14.IV LCEstado y 25.1.II LCCastilla-La Mancha1451) o asociado (arts. 28.1 LCValencia; 34.1.III
LSCMurcia y 29 LCNavarra --aunque el artículo 29 LCNavarra usa esta expresión con perfiles
propios que no se identifican con el asociado como mero aportante de capital social--).

Las características de este tipo de socio son las siguientes: su existencia es voluntaria
para la cooperativa, es decir, solo existen en aquellas cooperativas cuyos estatutos sociales así
lo prevean1452, y para los socios, de forma que esta situación o la solicita el socio1453 o si es
declarada de oficio justificaría la baja; se trata de socios actuales, de manera que la adquisición
de la condición de socio exmutualista es derivada y no originaria, pudiendo obtenerla solo quien
ya es socio de la cooperativa1454; la adquisición de tal cualidad requiere el previo acuerdo del
consejo rector1455, que declara, expresa o presuntamente1456 transformada la posición de socio

1451 Inexplicables resultan las opciones legislativas que generan una inflación de clases de socios, regulando un
mismo o análogo supuesto de hecho bajo dos figuras. Es el caso de la Ley asturiana cuyo artículo 25.1,considera
socio colaborador al que cause baja justificada u obligatoria --es decir, deje de realizar actividad cooperativizada--
transformando su aportación obligatoria al capital social en voluntaria; mientras que el artículo 26 califica de socio
inactivo a aquel que por cualquier causa justificada deje de utilizar los servicios prestados o de realizar la actividad
cooperativizada, y sean autorizados para mantener una vinculación con la cooperativa, conservando su aportación
al capital.

1452Vid. arts. 14.I LCEstado; 30.1 LCPaís Vasco; 26.4.I LSCExtremadura; 18.2 LCAragón; 26.1 LCMadrid; 32.1
LCLa Rioja; 27 LCCastilla y León; 27.b), primero LCCataluña; 28.1 LCValencia; 34.1.I LSCMurcia; 29.1 LCNavarra;
26.1 LCAsturias; 25.1.II LCCastilla-La Mancha y 16.1 LSCAndalucía. Es una excepción la Ley gallega, cuyo artículo
28.1 prevé la existencia legal de socios excedentes, sin necesidad de asunción estatutaria de la figura.

1453 Como afirman M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 151.

1454 Las Leyes de cooperativas colocan en la posición de socio exmutualista a quién siendo socio, deja de realizar
actividad cooperativizada (vid. arts. 14.IV LCEstado; 30.1 LCPaís Vasco; 26.4.I LSCExtremadura; 28.1 LCGalicia;
18.2 LCAragón; 26.1 LCMadrid; 32.1 LCLa Rioja; 27 LCCastilla y León; 27.b), primero LCCataluña; 28.1
LCValencia; 34.1.I LSCMurcia; 29.1 LCNavarra; 26.1 LCAsturias; 25.1.II LCCastilla-La Mancha y 16.1
LSCAndalucía). Como especialidad, además de al socio actual, en las Leyes extremeña y navarra se permite que
sean declarados en la situación de socio exmutualista --socio honorífico en la Ley extremeña y asociado en la Ley
Navarra-- al derechohabiente, y por lo tanto no socio, del socio que cesó por causa justificada.

1455Solo algunas de las Leyes que regulan la figura del socio exmutualista atribuyen expresamente al consejo rector
la competencia para declarar esta situación (vid. arts. 28.1 LCGalicia; 27 LCCastilla y León 25.1.II LCCastilla-La
Mancha --las Leyes gallega, castellano-manchega y andaluza se refieren al órgano de administración en coherencia
con la estructura que diseña para el mismo: la gallega, consejo rector, como regla general, y administrador único en
las cooperativas en las que el número de socio sea inferior a diez; la castellano-manchega, un administrador único,
dos o más administradores solidarios, dos o más mancomunados y consejo rector; y la andaluza consejo rector,
administración única y administración solidaria--). El resto nada dicen acerca de órgano competente para acordar
esta declaración, que, a tratarse de un acto de gestión ordinaria cae dentro de la competencia del consejo rector --o
administrador único si lo hubiere-- para la administración social.

1456 El artículo 28.1 LCGalicia fija el plazo de dos meses para que el órgano de administración se pronuncie sobre la
solicitud que formula el socio para que se le declare como socio excedente, previendo que transcurridos estos dos
meses sin resolución expresa se entenderá admitida la solicitud. La misma regulación se contiene en el artículo 29.2
de la Ley navarra.

510
cooperativo en socio exmutualista o que dispone la baja como aquél y el alta como éste1457; es,
con carácter general, de duración indefinida1458; solo puede recaer en el socio in bonis, puesto
que las Leyes exigen que concurra causa justificada en la cesación de actividad
cooperativizada1459, o en el socio que acredite una determinada antigüedad en la cooperativa1460;
y, en fin, se prevé con carácter general para todas las clases sociedades cooperativas 1461.

La posición jurídica de socio exmutualista es revisable, de forma que si este socio vuelve
a realizar actividad cooperativizada, debería recuperar su condición de socio pleno. La revisión,
al tratarse de un acto de gestión es competencia del consejo rector. El régimen jurídico aplicable
a la reactivación del socio exmutualista es, como mínimo, el aplicable a la admisión de un nuevo
socio, de forma que si para ésta el acuerdo denegatorio debe ser motivado también lo será para
la denegación de la reactivación solicitada por el socio1462,

II. Sin embrago, el conjunto de las notas anteriores pasan a un segundo plano --a los
efectos de lo que aquí interesa-- con respecto a las dos siguientes: el socio exmutualista
mantiene sus aportaciones al capital social --por eso es socio-- pero no realiza actividad
cooperativizada --por eso tiene unos derechos de participación de menor contenido que el socio
cooperativo--.

El socio exmutualista es titular de aportaciones al capital social, es más es titular de las


aportaciones de las que ya venía siéndolo, a lo sumo transformándose de obligatorias en
voluntarias. No todas las Leyes de cooperativas contienen un reconocimiento expreso de este
aspecto económico del socio exmutualista1463, pero sí parten del hecho de que sus aportaciones

1457A pesar de que el efecto jurídico final es el mismo --la adquisición de la posición jurídica de socio exmutualista--,
el procedimiento es diferente. En un grupo de Leyes el socio cooperativo deja de serlo, por baja justificada, y
seguidamente adquiere la cualidad de socio exmutualista; hay baja pero no hay liquidación. Es el caso de las Leyes
extremeña, navarra, murciana, gallega y valenciana. En otro grupo, el socio cooperativo mantiene su condición de
socio, pero pasa, sin previa baja, a estar vinculado a la cooperativa sin tener que realizar actividad cooperativizada.
Así se prevé en las Leyes estatal, madrileña, vasca, castellano-leonesa, aragonesa, riojana, catalana, asturiana,
castellano-manchega y andaluza.

1458Tan solo la Ley catalana los configura como socios de duración temporal, al reservar la figura del socio
excedente para el que ha dejado de realizar temporalmente actividad cooperativizada [art. 27.b), primero].

1459Vid. arts. 14.I LCEstado; 30.1 LCPaís Vasco; 26.4.I LSCExtremadura; 28.1 LCGalicia; 26.1 LCMadrid; 27
LCCastilla y León; 27.b), primero LCCataluña; 28.1 LCValencia; 34.1.I LSCMurcia; 29.1 LCNavarra; 26.1 LCAsturias
y 25.1.II LCCastilla-La Mancha.

1460 Vid. arts. 18.2 LCAragón; 32.1 LCLa Rioja; 26.1 LCAsturias y 16.2 LSCAndalucía.

1461 Como excepción, las Leyes gallega (art. 28.1) y riojana (art. 23.1) excluyen esta figura en las cooperativas de
viviendas.

1462 Así lo ha exigido la S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ
2010\5269) que analiza diversas cuestiones relativas al socio excedente --denominación con la que LCAragón se
refiere al socio exmutualista--. Declara la sentencia que como para los nuevos socios, el rechazo de su solicitud
debe ser motivado, no pudiendo ser discriminatorio ni basado en otras causas que las señaladas en la ley o en los
estatutos, con mayor motivo, no cabía el rechazo del consejo rector a la reactivación del socio excedente sin
expresión de causa, de forma que este órgano de la cooperativa debe motivar la denegación de la solicitud, para la
comprobación de que no es discriminatoria ni contraria a la ley o los estatutos.

1463 Sí lo hace, por ejemplo, el artículo 27 LCCastilla y León. Así mismo, el artículo 28.1 LCValencia prevé que la
conversión de socio cooperativo en asociado --que así se llama el socio exmutualista en esta Ley-- conlleve la
trasformación de su aportación obligatoria en voluntaria. También el artículo 26.3 LCAsturias regula el interés que
devengan las aportaciones al capital social de los socios inactivos por causa de jubilación.

511
sociales existen, bien, con carácter general, al ubicar al socio inactivo dentro de la clase de socio
colaborador para el que sí se prevé la existencia de aportaciones al capital social, o bien porque
regulan el derecho a percibir intereses por las mismas1464, o el derecho a su reembolso1465 y a su
actualización1466, porque limitan la responsabilidad de aquél al importe de las aportaciones
sociales1467, o, en fin, porque se les exime de la obligación de realizar nuevas aportaciones1468.
En cualquier caso, la titularidad de capital social explica técnicamente que este tipo de socio
pueda ostentar derechos de participación orgánica que le permitan influir en la gestión social en
defensa de sus propios intereses para proteger su aportación y su expectativa de recuperar la
condición de socio pleno1469; sin embargo, la falta de actividad cooperativizada en él disminuye
sensiblemente el contenido de los mencionados derechos. Con carácter general, puede
afirmarse que los derechos de participación del socio exmutualista son de menor alcance que los
del socio cooperativo; y las regulaciones contenidas al respecto en las Leyes de cooperativas,
que seguidamente se analizarán, avalan esta afirmación. La ratio de estas normas se encuentra
precisamente en los elementos tipológicos de la sociedad cooperativa y la íntima conexión que
existe entre ellos: como se viene afirmando en este trabajo los derechos de participación del
socio cooperativo son de mayor intensidad que los del accionista de la sociedad anónima o que
los correspondientes al socio de la limitada, porque aquél además de aportar capital social lleva
a cabo actividad económica con la cooperativa, de manera que su interés a proteger es, por así
decirlo, doble y, consecuentemente, los mecanismos técnicos de tutela deben responder a esa
mayor intensidad de intereses. Ahora bien, cuando en el seno de la sociedad cooperativa
desaparece la actividad cooperativizada mengua en la misma medida el interés, y, a la par, los
derechos de tutela privada de ese interés. Esto último es lo que sucede con el conjunto de socios
exmutualistas.

El panorama legal español recoge sin fisuras la tesis anterior. En primer lugar, el
régimen jurídico de los derechos y obligaciones de los socios exmutualistas es el contenido en
los estatutos sociales1470, por lo tanto solo cuentan con la garantía estatutaria. A su vez, la
mayoría de las Leyes señalan máximos estatutarios, es decir, el techo al que pueden llegar los
estatutos a la hora de reconocer derechos a los socios exmutualistas; y ninguna Ley hace

Vid. arts. 30.1 LCPaís Vasco; 26.4.II.b) LSCExtremadura; 28.2.a) LCGalicia; 26.3 LCMadrid; 25.3 LCCastilla-La
1464

Mancha; 29.3.a) LCNavarra y 16.3 LSCAndalucía.

1465 Vid. arts.26.4.II.b) LSCExtremadura; 32.1, f) LCLa Rioja y 29.3.a) LCNavarra.

1466 Vid. art. 29.3.a) LCNavarra.

1467 Vid. art. 29.3.d) LCNavarra.

1468 Vid. arts. 32.1.f) LCLa Rioja y 34.2.a) LSCMurcia.

1469La S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269) reconoce al
socio exmutualista el derecho a ser citados a las sesiones de los órganos sociales y a ser informados cuando los
acuerdos sociales afecten a sus intereses, que son o su aportación social o su expectativa de reactiva su condición
de socios plenos.

1470Serán los estatutos sociales los que establezcan el estatuto jurídico de tales socios. Así se establece en los arts.
30.2 LCPaís Vasco; 26.4.II LSCExtremadura; 28.2 LCGalicia; 18.2 LCAragón; 26.2 LCMadrid; 32.1 LCLa Rioja; 27
LCCastilla y León; 27.b), primero LCCataluña; 29.3 LCNavarra; 26.1 LCAsturias; 25, apartados 1.II y 2 LCCastilla-La
Mancha y 16.2 LSCAndalucía. La figura en las Leyes valenciana (art. 28.1) y murciana (art. 34.1.I) comparte con los
asociados generales el régimen jurídico que ha sido analizado más arriba al exponer los derechos de participación
de los asociados. Otro tanto sucede con el socio exmutualista estatal que es regulado como socio colaborador en la
Ley del Estado (art. 14).

512
remisión a los estatutos sociales sin restricciones. Los máximos estatutarios contenidos en
nuestras Leyes colocan el estatuto jurídico del socio exmutualista muy por debajo del socio
cooperativo, así: se limita el número máximo de votos que pueden emitir1471; no pueden ser
miembros del consejo rector, órgano de intervención, comité de recursos o liquidadores 1472, o
pueden serlo pero limitando el número de votos que pueden emitir en el consejo rector1473. A
medio camino se encuentran las Leyes que además de remitirse a los estatutos sociales,
contienen un régimen dispositivo de los derechos de participación de este tipo de socios,
caracterizado por reconocer menos derechos de participación a los socios exmutualistas1474. Son
excepción las Leyes que, junto a la remisión estatutaria, contienen un régimen de mínimos que
los estatutos deben respetar al regular los derechos de participación de los socios exmutualistas;
ahora bien, tales garantías legales de mínimos son, ciertamente, exiguas: derecho a participar en
la asamblea general con voz pero sin voto1475, derecho a ostentar cargos honoríficos en la
entidad –así y todo cuando lo prevean las normas estatutarias--1476 y derecho a ser informado de
la marcha de la sociedad1477; y van acompañadas de la prohibición de ser miembros del consejo
rector, interventor o liquidador1478; a lo más que se llega, en este régimen legal mínimo, es a
reconocer el derecho a participar en la asamblea general con un número limitado de votos1479.

1471 En ningún caso el número de sus votos puede ser superior al quince por ciento de los presentes y
representados en aquéllos órganos sociales de los que formen parte (art. 18.2 LCAragón), o al veinte por ciento de
los votos sociales [art. 32.1.e) LCLa Rioja y 16.2 LSCAndalucía], o la quinta parte del total de votos sociales (art.
30.2 LCPaís Vasco y 26.2 LCMadrid), o a la décima parte del total de votos presentes y representados en la
asamblea general para cada votación [art. 26.2.a) LCAsturias].

La Ley castellano-leonesa fija un límite conjunto para los socios colaboradores, inactivos y temporales: no podrán
superar el cuarenta y cinco por ciento de los votos totales presentes y representados en la asamblea general (art.
35.6). Por su parte la Ley aragonesa señala que “el número total de votos de los socios de trabajo, excedentes y
colaboradores no podrá alcanzar, en ningún caso, la mitad de los votos totales de la Asamblea (art. 32.3) y la vasca
fija este mismo límite con respecto al “número total de votos de los socios colaboradores, los inactivos o no usuarios
y los de vínculo de duración determinada” (art. 35.4).

1472 Así lo señalan los arts.28.2.c) LCGalicia; 32.1.e) LCLa Rioja y 26.2.b) LCAsturias.

1473 La Ley aragonesa señala que los socios excedentes “podrán ejercer el derecho a voto y el resto de los derechos
sociales que se fijen, sin que en ningún caso el número de sus votos sea superior al quince por ciento de los
presentes y representados en aquellos órganos sociales de los que formen parte” (art. 18.2), lo que significa, de un
lado que pueden ser miembros de la asamblea general con este límite pero también del consejo rector con el mismo
limite, y, de otro, que no podrán se miembros de órganos unipersonales, porque en ellos no es posible respetar esta
proporcionalidad.

1474El artículo 28.4.II de la Ley extremeña señala que salvo disposición contraria de los estatutos --régimen legal
dispositivo--, los socios honoríficos “podrán participar en las Asambleas Generales con voz pero sin voto, pudiendo
ostentar cargos honoríficos en la entidad cuando lo prevean sus normas estatutarias” [letra c)] y que “tendrán
derecho a ser informados de la marcha de la sociedad cooperativa en los términos previstos en
esta Ley” [letra d)].

1475 Vid. arts. 27.b), tercero LCCataluña y 29.3.c) LCNavarra.

1476 Vid. arts. 29.3.c) LCNavarra.

1477 Vid. arts. 29.3.e) LCNavarra.

1478Esta es la opción legislativa de las Leyes catalana y navarra, contenida en los artículos 27.b), segundo y 29.3 c),
respectivamente.

1479La Ley gallega reconoce a los socios excedentes el derecho a formar parte de la asamblea general con voz y
voto [art. 28.2.c)], señalando además y como límite que “el conjunto total de votos de los socios colaboradores,
excedentes y a prueba no podrá superar más de un tercio de los votos sociales de la cooperativa” (art. 36.4). Por su

513
A pesar de que las leyes no lo reconozcan expresamente el socio exmutualista tiene
derecho de impugnación de los acuerdos sociales1480.

Nuestros tribunales también reconocen la diferencia del régimen de derechos de


participación entre los socios exmutualistas y los socios plenos, señalando que el Derecho
cooperativo no los equipara a los socios activos y no los otorga el derecho a participar en la toma
de decisiones por los órganos de la cooperativa1481.

3.2.2.5. El propietario de títulos participativos.

I. Mediante los títulos participativos, cuya emisión es competencia de la asamblea


general1482 y que podrán tener la consideración de valores mobiliarios, el suscriptor realiza una
aportación económica, que no integra el capital social1483, por un plazo determinado y recibe a
cambio, además del derecho a recuperar el principal, una remuneración vinculada a la evolución
de la actividad de la cooperativa, pudiendo también incorporar un interés fijo1484. Los títulos

parte la Ley riojana regula el derecho se los socios excedentes a participar en la asamblea general, aunque el
conjunto de sus votos no puede exceder del veinte por ciento de los votos sociales [art. 32.1.e)].

Este derecho es reconocido en la S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar.
1480

RJ 2010\5269).

1481 La mencionada doctrina circunscrita a la LCAragón es recogida en la S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y
Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269), que añade además que por lo que sus derechos quedan
limitados, salvo lo referido al derecho de ser notificados de los acuerdos adoptados por los órganos sociales que
pudieran afectar a sus intereses.

1482La mayoría de las Leyes al regular la lista de competencias de la asamblea general incluyen la relativa al
acuerdo de emisión de título participativos [vid. arts. 21.2.e) LCEstado; 31.3.e) LCPaís Vasco; 32.1.f) LCGalicia;
29.3.e) LCMadrid; 35.2.e) LCLa Rioja; 31.2.c) LCCastilla y León; 29.1.e) LCCataluña; 39.2.d) LCIslas Baleares,
31.1.d) LCValencia; 37.2.f) LSCMurcia; 43.2.e) LCAsturias; 43.1.d) LCCastilla-La Mancha y 28.j) LSCAndalucía],
además de volver a insistir en la competencia de la asamblea general para la emisión de estos títulos a la hora de
regularlos específicamente. En el resto de Leyes la competencia también es de la asamblea general, señalándose
así no en la lista referida sino al abordar el régimen jurídico específico de los títulos participativos (vid. arts. 59.1
LSCExtremadura; 55.5 LCAragón y 45.11 LCNavarra].

En algunas Leyes el acuerdo debe adoptarse por mayoría cualificada (vid., por ejemplo, arts. 33.2 LCCataluña y
33.2.b) LSCAndalucía).

1483 Este dato, que se deduce de la propia configuración legal de los títulos participativos en la que no se les
reconoce las notas típicas del capital social cooperativo, aparece expresamente recogido en el texto de los artículos
--como sucede en los artículos 55.5 LCAragón y 45.11 LCNavarra--, o en la rúbrica de los mismos --por ejemplo, en
la rúbrica de los artículos 65 LCGalicia; 69 LCLa Rioja; 83 LCCastilla-La Mancha y 62 LSCAndalucía : financiación o
aportaciones que no integran el capital social--.

Sobre la naturaleza jurídica del título participativo vid. C. PASTOR SEMPERE, Los recursos propios en las
sociedades cooperativas…, págs. 291 a 305.

1484 El carácter esencialmente variable y accidentalmente fijo de la remuneración de los títulos participativos es
recogido por la mayoría de las Leyes de cooperativas, aunque hay algunas que permiten que la remuneración sea
fija, variable o mixta (vid., p. ej., art. 62.5.II LSCAndalucía) o que la imponen como mixta --parte variable e interés--
(vid., p. ej., art. 55.5 LCAragón).

514
participativos están previstos en todas las Leyes de sociedades cooperativas españolas, con una
regulación análoga entre ellas que responde a las notas generales expuestas anteriormente 1485.

II. La participación de los suscriptores o adquirentes de los títulos participativos en los


órganos sociales para la representación y defensa de sus intereses es extraordinariamente
limitada y en algunos casos inexistente. En relación con este último extremo, algunas Leyes
autonómicas regulan el instrumento financiero de los títulos participativos sin reconocer a sus
titulares derechos de participación1486. La tónica general en las Leyes es remisoria y, a la vez
limitativa: remisoria, porque será el acuerdo de emisión el que determine su régimen de
participación orgánica, y limitativa, porque el acuerdo lo único que podrá hacer es reconocerles
el derecho de asistencia a las sesiones de la asamblea general con voz y sin voto 1487; de esta
forma, el derecho de asistencia a las sesiones de la asamblea general de los propietarios de
títulos participativos, es, en la mayoría de las Leyes, dispositivo: será la asamblea general al
adoptar el acuerdo de emisión la que reconozca o no la asistencia y la voz --nunca el voto-- a
estos titulares. En cinco Leyes, se les garantiza un disminuido derecho de participación: la
asistencia con voz pero sin voto a la asamblea general; de ellas, tan solo dos Leyes les
reconocen el derecho a la asistencia a las sesiones de la asamblea general, con voz pero sin
voto1488; y las otras tres se limitan a garantizar la representación y defensa de los intereses de
los suscriptores en la asamblea general y en el órgano de administración 1489. Esta última
modalidad de derecho de participación --garantía de la representación y defensa de sus
intereses-- no puede interpretarse como el reconocimiento a cada titular de un derecho individual
de asistencia a la asamblea general, sino que el acuerdo de emisión --que es el que determina
en que han de consistir las garantías de sus intereses, ya que no hay garantía legal-- podrá
prever una garantía colectiva traducida en un único representante en la asamblea general de los
propietarios de títulos participativos.

En algunas Leyes se regula un derecho de participación de los adquirentes de títulos


participativos en relación con el consejo rector. Y como sucedía en el caso anterior las opciones
son dos: el derecho de asistencia a sus sesiones1490 o la representación y defensa de los

Vid. arts. 54.2 LCEstado; 65.5 LCPaís Vasco; 59.1 LSCExtremadura; 65.5 LCGalicia; 55.5 LCAragón; 57.4
1485

LCMadrid; 69.5 LCLa Rioja; 70.1 LCCastilla y León; 62, apartados 2 y 3 LCCataluña; 78.2 LCIslas Baleares, 62.4
LCValencia; 74.2 LSCMurcia; 45.11 LCNavarra; 95.4 LCAsturias; 83.5 LCCastilla-La Mancha y 62.5 LSCAndalucía.

1486 Así sucede en las Leyes aragonesa (art. 55.5.) y balear (art. 78.2).

Así se dispone en las Leyes estatal, vasca, gallega, riojana, catalana, murciana, navarra, asturiana y castellano-
1487

manchega.

Con esta misma visión limitativa, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 413
conclyen que, al margen de los derechos económicos, los títulos participativos atribuyen ciertos derechos políticos,
pero en ningún caso el derecho de voto.

1488 Se trata de las Leyes extremeña y castellano-leonesa.

En la Ley extremeña el ejercicio del derecho de asistencia y de voz en la asamblea general está condicionado a que
el titular manifieste ante el secretario de la sociedad cooperativa su identidad y el domicilio donde será convocado,
lo que parece admitir títulos participativos al portador.

1489 Como hacen las Leyes madrileña, valenciana y andaluza.

1490 Así lo hace la Ley catalana.

515
intereses de los adquirentes de títulos participativos1491, y en ambos supuestos si lo reconoce el
acuerdo de emisión. Sin duda el derecho de asistencia a las sesiones del consejo rector por
parte de los adquirentes de títulos participativos es un exceso técnico --dado que se trataría de
una asistencia al órgano de administración sin nombramiento previo por parte de la asamblea
general--, que debe corregido de manera que el acuerdo de emisión podrá, a lo sumo, reconocer
la asistencia de un representante o mandatario del colectivo de adquirentes de títulos
participativos o de cada una de sus emisiones.

Fuera de los dos supuestos anteriores, los adquirentes de títulos participativos carecen
de derechos de participación1492.

Este limitado régimen de participación orgánica del adquirente de títulos participativos es


coherente con el perfil tipológico de la sociedad cooperativa: como su titular no realiza, por esta
causa, actividad cooperativizada carecería de fundamentación dogmática reconocerles un amplio
abanico de derechos de participación en los órganos sociales.

3.2.3. Otros sujetos sin derechos de participación.

3.2.3.1. El tercero no socio.

I. No son titulares de los derechos de participación los terceros no socios. Tercero no


socio es quien realiza actividad cooperativizada pero no aporta capital1493. La jurisprudencia ha
tenido ocasión de perfilar los contornos de la figura, restringiéndola: así si la actividad
cooperativizada se realiza con una sociedad unipersonal no socio perteneciente a un socio es
como si se desarrollara con el socio mismo, de forma que aquella sociedad unipersonal a pesar
de no ser socia de la cooperativa no es tercero1494.

En las Leyes de cooperativas la expresión tercero adolece de cierta anfibología: con ella
se alude a la persona que sin aportar capital social lleva a cabo actividad cooperativizada, pero
también a la persona que se encuentra en una variada gama de posiciones jurídicas con
respecto a la cooperativa a las que se anudan, en cada caso, ciertas consecuencias o efectos
jurídicos. Las situaciones en las que a la posición de tercero --realice o no actividad
cooperativizada-- se anudan efectos jurídicos son muy variadas. A título de enumeración
meramente enunciativa, y tomando como referencia la Ley estatal, los casos son los siguientes:
1491 Esta es la opción de las Leyes madrileña, valenciana y andaluza.

1492 Salvo el singular caso de Castilla y León cuya Ley de cooperativas les reconoce el derecho a obtener la misma
información que cualquier socio de la cooperativa [art. 70.1.c)].

1493Con otras expresiones, pero con el mismo significado, M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas
cooperativas…, págs. 143 y 144, explica que tienen la condición de terceros quienes no asumen la posición jurídica
de socios, al no haber intervenido como partes contratantes en el proceso fundacional de la sociedad [o en un
momento posterior mediante su ingreso como socios --hemos de añadir nosotros--].

1494La SAP Santa Cruz de Tenerife de 7 de febrero de 2007 [Civil] (Ar AC 2007\989) resuelve el caso en el que “los
servicios prestados por la Cooperativa (el suministro de los productos agrícolas…para cuyo pago se emitieron los
pagarés emitidos) se hacían en función de la consideración o condición de socio cooperativista del demandado a
través de la sociedad de la que era, a su vez, socio único y administrador único” y concluye que “las ‘relaciones
comerciales’ de Cooperativa con la sociedad no lo eran como tercero no socio (y no consta que esta fuera como tal
sociedad, socio de la Cooperativa)…y desconectadas de la condición de cooperativista del demandado, sino que
tales relaciones eran las mantenidas con la sociedad en función de esa condición de cooperativistas del
demandado”.

516
en materia de impugnación de acuerdos sociales se consideran impugnables los que lesionen,
en beneficio de uno o varios terceros, los intereses de la cooperativa (art. 31.1), considerándolos
anulables (art. 31.2); atribución a los terceros de legitimación activa para impugnar los acuerdos
nulos (art. 31.4); ineficacia de la sentencia estimatoria de la acción de impugnación respecto de
los derechos adquiridos por terceros de buena fe a través del acuerdo impugnado (art. 31.6) 1495;
ineficacia respecto a los terceros de las limitaciones a las facultades representativas del consejo
rector que pudieran contener los estatutos (art. 32.1.IV); eficacia de los derechos adquiridos de
buena fe por terceros en la anulabilidad de los actos y contratos realizados por un consejero,
interventor o pariente de éstos en situación de conflicto de intereses (art. 42.2); aptitud de los
terceros para ser titulares de participaciones especiales (art. 53.1); admisión de cualquier
modalidad de financiación voluntaria de terceros (art. 54.1); facultad de los liquidadores para
realizar créditos pendientes con los terceros (art. 73.3); exclusión de la comunicación de
responsabilidad derivada de las operaciones que realicen las cooperativas integrantes de un
grupo con terceros al propio grupo o las demás sociedades que lo integran (art. 78.6); o, en fin,
prohibición temporal de transmitir a terceros los derechos que el socio ha cedido a la cooperativa
de explotación comunitaria de la tierra (art. 96.7).

Distinta también de la consideración de tercero no socio --agente de actividad


cooperativizada-- es la de aquellos terceros que son meros clientes de la cooperativa --
generalmente de una cooperativa de producción o de una cooperativa de trabajo asociado-- o
simples proveedores de la misma --normalmente de una cooperativa de consumo--; diferencia
que aparece en los artículos 80.1 y 88.1 y en la disposición adicional quinta, apartados 2, 3 y
4)1496.

Es importante tener presente que en la tarea de rellenar el concepto de tercero al que se


refieren estas páginas hay que acudir a la noción estricta de tercero no socio: la que exige que
este tercero, para ser tenido por tal, desarrolle actividad cooperativizada1497; aquellos otros son
terceros sin tener que realizar actividad cooperativizada1498.

1495Tercero es, en el contexto de esta norma, toda persona ajena a la cooperativa que, teniendo como base el
acuerdo impugnado, haya mantenido relaciones jurídicas con aquélla (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo
y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 52, pág. 590)

1496En la STC 72/1983 (Pleno), de 29 de julio (B.O.E., suplemento al núm. 197, de 18 de agosto) se puede leer que
la cooperativa como persona jurídica puede establecer relaciones jurídicas externas con terceros, que no se
encuadran dentro de las funciones típicas de las mismas y que tienen un valor instrumental y necesario para la
consecución del fin social. Son los supuestos en los que una cooperativa de consumo compra productos para poder
suministrarlos a sus socios y en determinados supuestos a terceros, y en los que una cooperativa de producción
vende lo producido en el mercado.

1497A este tercero no socio la doctrina le exige que tenga la aptitud socioeconómica o idoneidad funcional que tiene
el socio --lo que en el apartado 3.2.1.3. del capítulo segundo de la segunda parte se ha denominado “mutuabilidad”--
, pues de lo contrario no podría realizar la actividad cooperativizada (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y
F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 5, págs. 113 y 114).

1498Específicamente la figura del tercero a la que se refieren las Leyes al regular la legitimación para impugnar los
acuerdos sociales, es interpretada por M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág.
278, en sentido amplio, como contraposición a la cualidad de socio: tercero es quien no ostenta la condición de
socio.

517
II. La figura del tercero no socio, que supone una quiebra de la mutualidad plena --y que
era el dato retenido por el artículo 124 del Código de Comercio para calificar de mercantiles a las
sociedades cooperativas--, está admitida por todas las Leyes de cooperativas españolas, alguna
con extraordinaria amplitud1499. Es, precisamente, en relación con la admisión sin límites del
tercero no socio con lo que puede quebrarse la naturaleza de la sociedad cooperativa 1500, más
que con la postergación de los principios cooperativos ocasionada por la admisión del voto plural
o del reparto patrimonial: si la cooperativa pasa de satisfacer necesidades de los socios a
intermediar en el mercado de la comercialización o del trabajo desaparece su causa y con ella la
competencia de las Comunidades Autónomas para regularla. Por ahora, el grupo más numeroso
de Leyes solo permite que la cooperativa realice operaciones con socios dentro de ciertos
límites, bien cuando lo prevean los estatutos en las condiciones y con las limitaciones que
establece la Ley de cooperativas respectiva o la legislación sectorial aplicable1501, bien cuando lo
prevea la Ley con las limitaciones y condiciones que ella establezca --que suele dar margen de
maniobra a los estatutos sociales--1502, o bien cuando no esté prohibido o limitado por la Ley y los
estatutos no lo impidan o limiten1503. Estas tres fórmulas de regulación de las operaciones con
terceros suelen ir acompañadas de la posibilidad de solicitar autorizaciones administrativas para

1499Los economistas estudiosos del cooperativismo ha puesto de relieve los obstáculos que, no solo para un
adecuado desarrollo empresarial, sino para la pura supervivencia de la empresa cooperativa, implica la aplicación
de un criterio mutualista estricto, habiendo sido la Ley de cooperativas de 1987 la que con la más amplia admisión
de las operaciones con terceros, representó un cambio de óptica legislativa en esta cuestión (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 5, págs. 104 a 108).

1500 La ruptura limitada de la mutualidad es un fenómeno admitido legalmente y justificado doctrinalmente. M. L.


LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs. 214 a 223, considera que no es de esencia
a la cooperativa la existencia de una mutualidad rigurosa, lo que no significa desligar el dato de la mutualidad como
rasgo básico de caracterización, sino que únicamente que la cooperativa pueda establecer con carácter excepcional
vínculos con terceros no socios como medio de beneficiar los intereses de los mismos y de la propia sociedad, como
hicieron los pioneros de Rochdale que abrieron sus almacenes a terceros no socios. Admitida esta ruptura, la autora
mencionada propone dos medidas: la limitación de las operaciones con terceros y la contabilidad separada de las
mismas, que permitirá distribuir a los socios el retorno y destinar a reservas irrepartibles los excedentes por
operaciones con terceros. Debe advertirse que la evolución del Derecho positivo posterior a esta monografía, va en
una dirección opuesta, admitiendo cada vez mayor número de operaciones con terceros, permitiendo la contabilidad
conjunta de todas las operaciones y el reparto de excedentes entre los socios. De hecho, posteriormente, M.
PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión
social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág.
160, explica que la Ley estatal asume con normalidad los avances doctrinales que han deslindado el significado del
carácter mutualista y su no confusión con un pretendido principio de exclusividad en virtud del cual los servicios
cooperativos solo pueden ser prestados a los socios, pero más adelante, pág. 161, concluye que el aumento del
trabajo por cuenta ajena en las cooperativas de trabajo asociado --esto es, de los terceros no socios-- es contraria a
los artículos 40 y 129.2 de la Constitución que orientan la legislación hacia el acceso de los asalariados a la
condición de socios de trabajo o de socios trabajadores.

1501Vid. arts. 4.1 LCEstado; 5 LCAragón; 58.1 LCMadrid; 6.1 LCLa Rioja; 3.1 LCCastilla y León; 4 LCCataluña; 6.1
LCIslas Baleares; 65.1 LCValencia y 5 LCAsturias.

1502 Vid. arts. 6.1 LSCExtremadura; 8.1 LCGalicia y 7 LSCAndalucía.

1503Vid. arts. 5.1 LCPaís Vasco y 8 LCCastilla-La Mancha.

518
realizar o ampliar tales operaciones en circunstancias especiales1504. Son excepción las Leyes
que admiten sin límites las operaciones con terceros1505.

III. El tercero no socio no tiene ninguna cuota de poder societario 1506. Este es el
panorama de la legislación cooperativa española.

Con independencia del debate, apuntado en el apartado anterior, acerca del número
máximo de operaciones con terceros admisibles en una sociedad cooperativa para no
desnaturalizar su causa mutualista --debate que se suscita en el terreno tipológico--, se plantea
en el terreno del gobierno corporativo la interesante cuestión del poder de decisión que,
eventualmente, hubiera de reconocerse a los terceros.

Milita en contra de la tesis afirmativa el dato de que el tercero no realiza aportaciones al


capital social, luego no es socio y no se le pueden aplicar el conjunto de derechos y de
obligaciones que integran su estatuto jurídico, y entre ellos el derecho de voto. Ahora bien, el
socio cooperativo se caracteriza por dos notas, no solo la de aportar capital social, sino también
la de realizar actividad cooperativizada, resultando que al asociado o socio colaborador que
comparte una de ellas --aportar capital-- se reconoce derecho de voto, mientras que al tercero
que comparte la otra --realizar actividad cooperativizada--, se le niega tal derecho. Con rigor
dogmático debería haber menos inconvenientes para asignar votos al tercero que al asociado o
colaborador1507. Aquél, como el socio cooperativista, también satisface sus necesidades
realizando actividad económica con la sociedad cooperativa practicando una subespecie de
mutualidad, que no va unida a aportación al capital. Éste --el asociado-- simplemente aporta
capital, que es precisamente el elemento más postergado por la doctrina cooperativa. Con este
planteamiento, en el que se pretende conectar el debate tipológico con el debate de gobierno
corporativo en torno al tercero no socio, no hay inconvenientes mutualistas para permitir a la
cooperativa aumentar sus operaciones con terceros --quienes cubrirían sus necesidades con
estas operaciones-- siempre que se reconozca a los terceros un derecho limitado --como al
asociado o colaborador-- a participar en el proceso de toma de decisiones.

3.2.3.2. El beneficiario de las prestaciones cooperativas.

I. No son terceros --y por lo tanto no se computan a los efectos de los límites que
señalan las Leyes de cooperativas y la legislación tributaria-- algunos sujetos que se benefician
1504Vid. arts. 4.2 LCEstado; 5.2 LCPaís Vasco; 6.2 LSCExtremadura; 8.2 LCGalicia; 58.2 LCMadrid; 6.2 LCLa Rioja;
3.2 LCCastilla y León y 6.2 LCIslas Baleares.

1505Vid. 6 LSCMurcia y 10.1 LCNavarra, con carácter general. Para el cooperativismo de consumo contempla, por
ejemplo, el artículo 96.2 LSCAndalucía la posibilidad de que esta clase de cooperativa los bienes y servicios que
presten a sus socios pueden procurarlos a terceros, si lo establecen sus estatutos.

1506Junto a esta consecuencia jurídica de naturaleza orgánica --que es la que trata de destacarse en este trabajo--,
se coloca aquella otra de naturaleza patrimonial que niega al tercero no socio cualquier derecho, expectativa o
pretensión directa o indirectamente vinculados a la ventaja mutualística --que es la tradicionalmente tratada por la
doctrina (vid., p.ej., M. L. LLOBREGAT HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas…, págs.. 143 y 144).

1507En el terreno económico se reconocen, aunque con timidez, determinados derechos conectados a la actividad
cooperativizada del tercero. Uno de los ejemplos más importantes es el siguiente, contenido en el artículo 65.4 de la
Ley valenciana de cooperativas: “los estatutos podrán prever que el tercero que solicite su ingreso como socio tenga
derecho a una deducción en la suma que deba aportar en concepto de capital y cuota de ingreso, equivalente a los
beneficios netos que con su actividad haya generado a la cooperativa en los dos últimos ejercicios. La cuantía de
dicha deducción se cubrirá con cargo a reservas disponibles”.

519
de la actividad cooperativizada, e incluso la realizan, sin ser tampoco socios. Se trata de los
beneficiarios de las prestaciones cooperativas.

El caso más llamativo se da en las sociedades cooperativas de consumidores y


usuarios. Estas cooperativas tienen por objeto el suministro de bienes y servicios para uso o
consumo de los socios y de quienes con ellos conviven (art. 88.1 LCEstado). Los convivientes a
los que se refiere la Ley no son socios, aunque sean beneficiarios de las prestaciones
cooperativas. A pesar de ello, el consumo que el socio realiza para sus convivientes no es
consumo con terceros no socios, es consumo con socios: esta afirmación a primera vista puede
parecer que carece de relevancia en las cooperativas de consumidores y usuarios a los efectos
del cómputo de las operaciones con terceros, dado que estas operaciones pueden realizarse sin
límite alguno (vid. art. 88.2 LC), sin embargo al no tener la condición de operaciones
extramutuales los excedentes positivos que se obtengan con ellas son retornables íntegramente
a los socios (vid. art. 58.3 LC) --de otra manera al menos un cincuenta por ciento iría al fondo de
reserva obligatorio (art. 58.2 LC) que es irrepartible (art. 55.1.I LC)--; además, las prestaciones
cooperativas a los beneficiarios al no ser con terceros tampoco provocan impacto fiscal a la hora
de la pérdida de los beneficios tributarios derivados de la condición de cooperativa
especialmente protegida1508. Por otra parte, en aquellas Leyes que prevén el voto plural para las
cooperativas de consumo (vid. arts. 2.II y 8.III LSCEspeciales de Extremadura) la actividad
cooperativizada realizada por los convivientes suma votos para el socio.

El ligamen entre el conviviente y el socio solo debe ser material o de hecho --la
convivencia-- pero no de derecho. Esta precisión supone resaltar la novedad de la nueva
legislación cooperativa con respecto a la derogada que limitaba el círculo de los beneficiarios a
los familiares de los socios que habitaren con los ellos (art. 127.1 Ley 3/1987) 1509, de manera
que ya no hace falta el vínculo de parentesco, bastando con la mera convivencia, lo que incluiría
a la pareja de hecho, a las personas bajo acogimiento familiar, a compañeros permanente e
incluso ocasionales de piso, etc. Desde otro punto vista, la interpretación del concepto
conviviente debe ser amplia: por ejemplo, convive con el socio el hijo que vive en su misma casa
y el que está fuera de la localidad por razones de estudio y acude al domicilio común en periodo
de vacaciones.

Esta figura intermedia entre el socio y el tercero, caracterizada por su vinculación con el
socio, también existe en algunas cooperativas agrarias autonómicas, concretamente en las
cooperativas agrarias gallegas. Señala al respecto el artículo 111.2.II LCGalicia que los estatutos
podrán establecer, con carácter general, la forma en que los miembros de la comunidad familiar
vinculados a la explotación agraria del socio o quienes convivan con él puedan beneficiarse de
las actividades y servicios que la cooperativa desarrolle o preste. Esta regulación ha sido
continuada por las Leyes asturiana y castellano-manchega que, con una redacción idéntica,
1508El artículo 12.3 de la Ley 20/1990, de 19 de diciembre, de Régimen Fiscal de las Cooperativas señala que “se
considerarán especialmente protegidas las Cooperativas de Consumidores y Usuarios” que cumplan, entre otros, el
requisito de “que las ventas efectuadas a personas no asociadas, dentro del ámbito de las mismas, no excedan del
10 por 100 del total de las realizadas por la cooperativa en cada ejercicio económico o del 50 por 100, si así lo
prevén sus estatutos”.

1509La Ley de 1987 restringió el concepto de conviviente del socio que podía beneficiarse la cooperativa de
consumo que preveía el Reglamento de cooperativas de 1978. Entonces, las cooperativas de consumo podía
procurar bienes y servicios a sus socios y a sus familiares, pero el concepto de “familiar” era amplísimo: “a estos
efectos tendrán la condición de familiares todas las personas que por razones de parentesco, dependencia u otro
vínculo válido y suficiente para ello, formen parte del mismo hogar, convivan bajo el mismo techo o constituyan un
único ámbito de convivencia comunitaria” decía el derogado artículo 115.1.II del Reglamento de 1978.

520
disponen que “los estatutos sociales regularán la forma de participación, en su caso, de los
miembros de la comunidad familiar vinculados a la explotación agraria del socio o comunidad de
derechos de la que el mismo forme parte”.

Las figuras analizadas no pueden ser objeto de interpretación extensiva, de forma que el
contrato de sociedad cooperativa extienda sus efectos a quien la ley no lo prevea o a quien no lo
haya aceptado. Por ello, la mera relación jurídica de una persona con el socio no convierte a
aquélla en socio de la cooperativa1510.

II. Estas personas, naturalmente, no son titulares de derechos de participación. Al no


ostentar la condición de socio no son titulares de derechos sociales: ni derechos administrativos -
-asistencia, deliberación y voto en la asamblea general, información, elector y elegible para los
cargos sociales…-- ni, tampoco, económicos --retorno, reembolso de aportaciones…--; en
particular no tienen derecho a la prestación cooperativa --a exigir a la cooperativa la entrega de
bienes o la prestación de servicio-- ni, consecuentemente, tienen la obligación de consumir en la
cooperativa en la cuantía mínima comprometida.

3.2.3.3. El socio de la entidad socia.

I. Los acuerdos de la asamblea general, además de a los socios, también pueden


afectar a los socios de las personas jurídicas que a su vez sean socias de la sociedad
cooperativa.

Esta afección se produce al menos en tres materias: en la actividad cooperativizada, que


debe ser realizada por la entidad socia y, también, por los socios de ésta; en el deber de guardar
secreto respecto de los asuntos que puedan perjudicar a la cooperativa, que pesa sobre sus
socios y, si son personas jurídicas, sobre los miembros de ésta; y en la prohibición de competir
con la sociedad cooperativa que debe afectar a sus socios y a los miembros de sus entidades
socias1511.
1510Así, por ejemplo, el aparcero del socio no es socio y no tiene la obligación de entregar la cosecha que le
pertenece en virtud del contrato de aparcería a la cooperativa, como ha declarado la S.T.S., Sala 1ª de 9 de mayo
de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\3892).

1511 La Ley extremeña, como han destacado M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas..,
pág. 186, ha regulado expresamente estas tres obligaciones en el entorno de las sociedades cooperativas de
segundo o ulterior grado --no de las de primer grado--. Su artículo 22.3 señala que “en el caso de sociedades
cooperativas de segundo o ulterior grado, las obligaciones previstas en las letras c) [participar en las actividades que
constituyen el objeto de la sociedad cooperativa, en la forma establecida en los estatutos], d) [guardar secreto sobre
aquellos asuntos y datos de la sociedad cooperativa cuya divulgación pueda perjudicar a los intereses sociales
lícitos]y e) [no realizar actividades competitivas con la actividad empresarial de la sociedad cooperativa, ni colaborar
con quien las realice, a menos que sean autorizados expresamente por el Consejo Rector], del apartado anterior,
deberán ser cumplidas por las personas físicas que sean socios de las sociedades cooperativas integradas en
aquéllas”.

A pesar de su literalidad, y aunque el artículo 22.3 se refiere a las personas físicas que sean socias de las
sociedades cooperativas de base integradas en otra de superior grado, debe entenderse que también se incluyen
las personas jurídicas socias de las cooperativas de base y los socios de estas últimas. Es decir, por cascada el
ámbito subjetivo de esas tres obligaciones es el de los socios últimos.

El artículo 22.3 impone las obligaciones en él previstas solo a los socios de las cooperativas de base integradas en
la de segundo o ulterior grado, pero no a los miembros del resto de personas jurídicas socias. Queda por determinar
si tales acuerdos obligan a los socios de las entidades socias que no sean cooperativas. La respuesta debe ser
positiva cuando los socios de una entidad socio no cooperativa colaboren en la actividad cooperativizada que realiza
su entidad; de esta forma, respecto de la cooperativa suprabásica tienen obligación de hacer --realizar actividad

521
Para que las obligaciones nacidas de los acuerdos de la asamblea general sobre estas
materias sean perfectas es menester que su incumplimiento lleve acarreado una o varias
consecuencias jurídicas. Las Leyes no las prevén de manera expresa y directa pero esto no
quiere decir que no deban producirse. La función que cumplen las tres obligaciones que pesan
sobre los socios de las personas jurídicas socias es la misma que tienen las obligaciones
idénticas que corresponden a los socios personas jurídicas: son instrumento de defensa de la
cooperativa. Luego debe atribuirse al incumplimiento de unas y otras las mismas consecuencias.

Las normas jurídicas de las que nacen estas tres obligaciones de los socios de las
entidades socias están integradas en el denominado derecho económico, por lo que a los
criterios clásicos de interpretación --y en especial al literal-- debe añadirse el que deriva de su
condición de norma integrada en la categoría sistemática del derecho económico. Reflexiones
que trasladadas al problema de la ausencia expresa de consecuencias jurídicas derivadas del
incumplimiento de las tres obligaciones, hacen que no sea suficiente con aplicar la norma en su
sentido literal --sin sanción--, sino que imponen al intérprete la tarea de la búsqueda de la función
económica que cumplen --protección de la cooperativa suprabásica-- y modular la interpretación
literal --permitir la reacción de la cooperativa frente a los incumplimientos del socio de la
cooperativa de base--.

Estas consecuencias, de ordinario, serán dos: una, común a todos los sujetos de
derecho, consistente en el derecho de acción a favor de la cooperativa de grado superior para
acudir a los tribunales demandando el cumplimiento por el socio de la entidad socia de los
acuerdos de la asamblea general de aquélla y que no presenta aquí ninguna singularidad
relevante; y, otra, específicamente cooperativa: la sanción disciplinaria, que sí tiene alguna
singularidad en el terreno de la participación orgánica. El socio de la entidad socia que incumpla
alguna de las tres obligaciones --o algún acuerdo de la asamblea general relativo a las mismas--
hará incurrir a la entidad socia a la que pertenezca en responsabilidad disciplinaria frente a la
cooperativa. Cuando la sanción tenga contenido económico --v. gr., una multa--, no hay
singularidad alguna en la imposición de la misma aunque nazca del incumplimiento por el socio
de la entidad responsable de estas tres obligaciones. Pero en los casos en que consista en una
suspensión de derechos políticos la sanción debería modularse, en los casos en que sea
posible, con arreglo a la infracción cometida por el socio de la entidad sancionada. Funcionaría
con eficacia elíptica: los derechos políticos de la persona jurídica socia, a la que pertenece el
socio causante, en los que de alguna manera intervenga este último, serán los afectados por la
sanción impuesta. De esta forma, el derecho de voto plural se vería afectado parcialmente, de tal
manera que, al venir el número de votos determinado por la actividad cooperativizada de la
entidad socia y/o por su número de socios, no se computaría en aquella la actividad
cooperativizada realizada por el socio causante, y, a su vez del número de socios de la entidad
socia habrá que descontar al mencionado socio. De esta forma, se cohonesta la participación de
la entidad socia con el valor de su posición mutualista.

objeto de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado-- y de no hacer --prohibición de realizar competencia
a la cooperativa de segundo o ulterior grado--. Así mismo, el deber de secreto también obliga a los socios de las
entidades socias que no tienen naturaleza cooperativa, precisamente porque no tiene un fundamento cooperativo --
así, no se limita ese deber a quién desarrolle actividad cooperativizada-- sino competencial: la legislación de
represión de los actos de competencia desleal prohíbe a todos los empresarios --y, por ende, también a las
cooperativas-- y a cualesquiera otras personas físicas o jurídicas que participen en el mercado la violación de
secretos empresariales (arts. 3.1 y 13 de la Ley 3/1991, de 10 de enero, de competencia desleal).

522
II. Respecto a todas estas materias los acuerdos de la asamblea general de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado tienen una eficacia per saltum sobre los miembros de las
entidades socias de la cooperativa, quienes, a su vez, no han tenido participación directa en la
formación de los mismos, a pesar de que sean fuente de obligaciones para ellos. En definitiva,
aún viéndose afectados por tales acuerdos --sobre todo si se trata de cooperativas de segundo o
ulterior grado-- tales sujetos carecen de derechos de participación en el mencionado órgano.

Tan solo podrán influir en ellos participando en el proceso de formación de la voluntad


de la entidad de la que son socios, que será la que lleve a la asamblea general de la cooperativa
superior la defensa de los intereses de sus propios socios.

3.2.3.4. El titular de participaciones especiales.

I. Las participaciones especiales son recursos financieros aportados por socios o


terceros, con el carácter de subordinados y con un plazo mínimo de vencimiento de cinco años,
reembolsables y libremente transmisibles, representados mediante títulos valores o anotaciones
en cuenta, cuya emisión debe ser acordada por la asamblea general siempre que en los
estatutos sociales esté prevista esta fuente financiera1512. En las cooperativas de crédito y en las

1512 Estas notas definitorias de las participaciones especiales aparecen en las Leyes de cooperativas estatal (art.
53), madrileña [arts. 29.3.e) y 57.4 --que contiene una remisión en bloque a la Ley estatal--], murciana [arts. 37.2.f) y
73]; navarra (art. 45.10: asturiana (art. 94) y castellano-manchega (art. 84). La Ley catalana no exige ni la previa
previsión estatutaria ni el plazo mínimo de cinco años (art. 62.1).

La Ley vasca las regula imponiendo a la autonomía societaria mayor número de limitaciones: aparte de atribuir a la
asamblea general la competencia para su emisión [art. 31.3.e)], limita los suscriptores a entidades no cooperativas,
reconoce un derecho de preferente adquisición, sobre al menos el 50 por 100 de la emisión, a socios y trabajadores
asalariados de la cooperativa antes de ofrecerse a terceros, obliga a que la remuneración se establezca en función
de los resultados de la cooperativa y señala que el reembolso no puede tener lugar hasta que transcurran al menos
cinco años desde la emisión (art.64).

La Ley murciana contiene la especialidad de hacer obligatoria para los socios la suscripción de estas
participaciones, si así lo disponen los estatutos sociales, en cuyo caso el acuerdo requerirá mayoría de dos tercios
de los votos presentes y representados en la asamblea (art. 73.3).

La Ley andaluza también regula las participaciones especiales como financiación subordinada de socios o terceros,
sin señalar plazo mínimo de vencimiento, limitándose a indicar que dispondrá de un amplio plazo, y remitiéndose en
cuanto a su acreditación, procedimiento de reembolso y régimen de prelación, al reglamento de desarrollo de la Ley.
La asamblea general puede acordar su emisión sin necesidad de que se prevean en los estatutos sociales (art. 63).

Las Leyes extremeña, riojana, castellano-leonesa y balear realizan referencias a las participaciones especiales a la
hora de regular algunos aspectos concretos del régimen de las sociedades cooperativas, pero sin contener un
régimen jurídico completo de esta figura financiera. Así atribuyen competencia a la asamblea general para acordar
la emisión de las participaciones [arts. 35.2.c) LCLa Rioja y 31.2, letras c) y --repitiendo la competencia-- d)
LCCastilla y León]; califican como gasto, a los efectos de determinar los resultados del ejercicio económico, la
remuneración de las participaciones especiales [art. 79.2.b) LCIslas Baleares]; o exigen que en el convenio previo
de fusión --que contiene el proyecto-- se incluyan los derechos que correspondan a los titulares de participaciones
especiales en la nueva cooperativa o en la absorbente [arts. 83.1.5ª LSCExtremadura; 80.2.e) LCCastilla y León].
En estas cuatro Leyes, admitida la figura, las lagunas normativas han de rellenarse con la Ley estatal, como
Derecho supletorio del de las Comunidades Autónomas (art. 149.3 de la Constitución --norma que para la materia
cooperativa es recogida expresamente por la disposición final segunda de la Ley extremeña de cooperativas de
1998--).

El silencio de las Leyes que no contemplan en absoluto las participaciones especiales, debe interpretarse como
exclusión de esta fuente de financiación.

523
de seguros solo podrán existir participaciones especiales cuando su normativa reguladora no lo
impida o así lo establezca expresamente1513.

II. Los titulares de participaciones especiales no ostentan ningún derecho de


participación orgánica1514. Este dato encuentra apoyo en la regulación legal de las mismas.

El régimen jurídico del titular de participaciones especiales se integra, además de por las
notas anteriores, por otras dos adicionales, que han sido destacadas del resto por su aparente
conexión con los derechos de participación orgánica, y que adecuadamente analizadas ofrecen
de forma definitiva la conclusión de la inexistencia de tales derechos de participación.

La primera de ellas consiste en la consideración, en determinadas circunstancias, de las


participaciones especiales como capital social. Las participaciones especiales cuyo vencimiento
no tenga lugar hasta la aprobación de la liquidación de la cooperativa, serán consideradas como
capital social1515. Esta calificación tiene un alcance estrictamente contable --permitiendo que los
recursos así obtenidos figuren en el pasivo del balance como fondos propios, junto a las
aportaciones de los socios1516-- y crediticio --dado que no gozan de preferencia en la posible
concurrencia con otros créditos, situándose, a efectos de prelación de créditos, por detrás de los
correspondientes al resto de acreedores comunes, y que, en caso de liquidación, se reembolsan

La doctrina científica ve en las participaciones especiales, a la luz de la regulación legal, una deuda subordinada,
pero destaca su naturaleza compleja porque por una parte presentan notas comunes con el préstamo, aunque, por
otra, están comprometidas en cierta medida con el riesgo empresarial (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ
REY, Curso de cooperativas…, pág. 417).

Ni la Ley catalana, ni la murciana, ni la navarra contienen esta limitación Sí la prevén las Leyes estatal, vasca,
1513

madrileña, asturiana, castellano-manchega y andaluza.

1514En el mismo sentido M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 419, quienes
destacan cómo la Ley prohíbe que las participaciones especiales atribuyan el derecho de voto en la asamblea
general y el de participación en el órgano de administración; y E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS
VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de
reforma…, pág. 412, quienes señalan que las participaciones especiales no atribuirán derechos de voto en la
asamblea general ni de participación en el órgano de administración.

1515 La calificación como capital social de este recurso financiero, en las condiciones expuestas, se contiene en
todas las Leyes de cooperativas que admiten las participaciones especiales, en unos casos expresamente, como en
las Leyes de cooperativas estatal (art. 53), madrileña (art. 57.4), murciana (art. 73), navarra (art. 45.10), asturiana
(art. 94.1.I) y castellano-manchega (art. 84.1.I); y en otros por aplicación supletoria de la Ley estatal, como sucede
en las Leyes extremeña, riojana, castellano-leonesa y balear. En la Ley vasca también debe obtenerse la misma
conclusión: su artículo 57.5.II señala, con alcance general, que, “independientemente de su denominación o
formalización jurídica, tendrá la consideración de capital social cualquier aportación financiera subordinada
contratada por la cooperativa con socios o terceros cuyo vencimiento no tenga lugar hasta la aprobación de la
liquidación de la misma”, y por lo tanto también la aportación financiera en que consisten las participaciones
especiales.

Es excepción la Ley andaluza que expresamente les niega la naturaleza de capital social (art. 63.2).

1516 La norma quinta, Fondos subordinados con vencimiento en la liquidación de la cooperativa, de la Orden
EHA/3660/2010, de 21 de diciembre, por la que se aprueban las normas sobre los aspectos contables de las
sociedades cooperativas; considera a estas participaciones “como fondos propios de la cooperativa siempre que
cumplan las siguientes características: 1. Que únicamente exista obligación de reembolso en caso de liquidación de
la cooperativa. 2. Que no lleven aparejado el pago de una remuneración obligatoria por parte de la cooperativa.
Cuando las participaciones no cumplan con las condiciones descritas se calificarán como pasivo financiero”.

524
a sus titulares después de haber pagado a los restantes acreedores sociales 1517--, careciendo de
efectos en el terreno de los derechos de participación: los titulares de participaciones especiales
consideradas capital social no tienen por este hecho derechos de participación orgánica. Estos
derechos o no son reconocidos por las Leyes de cooperativas --en cuyo caso no existen--, o son
prohibidos expresamente1518.

La segunda nota, de menor alcance dogmático que la anterior y vinculada a ella, se


refiere al reconocimiento a los titulares de participaciones especiales de derechos en los
procesos de fusión y escisión de las sociedades cooperativas. El proyecto de fusión, que deberá
ser fijado en un convenio previo por los consejos rectores de las sociedades que se fusionen,
contendrá, entre otras menciones mínimas, la determinación de los derechos que correspondan
a los titulares de participaciones especiales de las sociedades cooperativas que se extingan en
la sociedad cooperativa nueva o absorbente1519. Esta misma determinación debe realizarse en el
proyecto de escisión1520. Estos derechos solo pueden ser de contenido económico, en concreto
derechos de crédito pecuniario ligados a la entrega de la financiación que subyace a toda
participación especial: la recuperación y la remuneración de la financiación realizada1521; pero no
pueden ser de participación orgánica, porque en sede de modificaciones estructurales se cambia
la estructura jurídica y económica de la sociedad cooperativa, pero no muta la naturaleza de las
instituciones, de manera que, con ocasión de una fusión, las participaciones especiales que
durante la vida de la sociedad cooperativa que se extingue no atribuyen derecho de voto, no
pueden generarlo en la sociedad cooperativa nueva --fusión por constitución-- o absorbente --
fusión por absorción--; otro tanto sucede en los procesos de escisión de la sociedad cooperativa.
Ahora bien, en los casos en los que la sociedad nueva o la absorbente --ya en la fusión, ya en la
escisión-- sea una sociedad no cooperativa, a los titulares de participaciones especiales, en la
medida en que en la sociedad resultante no exista esta modalidad financiera, deberá ofrecerse
una solución técnica que podría conllevar además de derechos económicos, derechos de
participación. Pero aquí dejamos de estar en terreno cooperativo y las soluciones dadas no
sirven para explicar el contenido de derechos propio de las participaciones especiales
cooperativas.

3.2.3.5. El titular de aportaciones con reembolso rehusable.

1517Este efecto, propio de toda deuda subordinada, es recogido expresamente por la Ley de cooperativas navarra
en su artículo 45.10, párrafos III y IV.

1518El artículo 64.2 de la Ley vasca de cooperativas prohíbe que a las participaciones especiales se atribuyan
derechos de voto en la asamblea general o derechos de participación en el órgano de administración; y el 63.2
LSCAndalucía veda que estas participaciones confieran a sus titulares derechos propios de la condición de persona
socia.

Vid. arts. 66.4.e) LCEstado; 77.2.e) LCPaís Vasco; 83.1.5ª LSCExtremadura; 71.2.e) LCMadrid; 80.2.e)
1519

LCCastilla y León; 86.1.e) LSCMurcia; 108.1.e) LCAsturias y 102.1.e) LCCastilla-La Mancha.

Por remisión al régimen jurídico del procedimiento de fusión (vid. arts. 63.5 LCEstado; 84.4 LCPaís Vasco; 93
1520

LSCExtremadura; 79.1 LCMadrid; 88 LCCastilla y León; 93.5 LSCMurcia; 114.2 LCAsturias y 109.6 LCCastilla-La
Mancha).

1521 Sobre estos aspectos generales de la contratación financiera vid. L. J. CORTÉS, “Contratos y mercados
financieros” en A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil, Navarra [Thomson Reuters-Civitas],
10ª ed., 2012, Volumen II, págs. 165 a 190.

525
I. La existencia de aportaciones sociales cuyo reembolso en caso de baja puede ser
rehusado incondicionalmente por el consejo rector1522, conlleva la aparición de un nuevo sujeto
que mantiene relaciones jurídicas con la sociedad cooperativa pero que carece de derechos de
participación orgánica: el titular de aportaciones con reembolso rehusable1523. A este sujeto, al
no realizar actividad cooperativizada, las Leyes no le atribuyen derechos de participación que,
mediante la protección de aquella actividad, tutelen la mutualidad.

Al socio que se haya dado de baja, que sea titular de aportaciones con reembolso
rehusable y siempre que la sociedad cooperativa haya rehusado su reembolso, solo le
corresponden determinados derechos económicos frente a la sociedad cooperativa1524.

1522 Esta clase de aportaciones al capital social fueron introducidas en España por primera vez en la legislación
cooperativa vasca, con la Ley 8/2006, de 1 de diciembre, que reformó la Ley 4/1993, de cooperativas del País
Vasco. Tras esta reforma, se ha modificado la Ley estatal de cooperativas a través de la Ley 16/2007, de 4 de julio,
de reforma y adaptación de la legislación mercantil en materia contable para su armonización internacional con base
en la normativa de la Unión Europea, para regular las aportaciones con reembolso rehusable. Siguiendo la estela
estatal y vasca, estas aportaciones han sido recogidas por la todas las Comunidades Autónomas, bien mediante la
reforma de la Ley existente [Extremadura (Decreto-Ley 1/2011, de 11 de noviembre), Galicia (Ley 14/2011, de 16 de
diciembre), Aragón (Ley 4/2010, de 22 de junio), Madrid (Ley 10/2009, de 23 de diciembre), La Rioja (Ley 6/2009, de
15 de diciembre), Castilla y León (Ley 6/2011, de 4 de noviembre), Cataluña (Decreto-Ley 1/2011, de 15 de febrero),
Islas Baleares (Ley 5/2001, de 31 de marzo), Valencia (Ley 16/2010, de 27 de diciembre) y Murcia (Ley 4/2011, de
21 de octubre)], o bien con ocasión de la promulgación de una nueva Ley de sociedades cooperativas [Navarra (Ley
14/2006, de 11 de diciembre), Castilla-La Mancha (Ley 11/2010, de 4 de noviembre), Asturias (Ley 4/2010, de 29 de
junio). E incluso como ha sucedido en Andalucía, primero mediante la reforma de la Ley en vigor (Ley 12/2010, de
27 de diciembre), y después promulgando un nueva Ley de cooperativas, la Ley 14/2011, de 23 de diciembre; o en
Valencia que a la reforma de la Ley 16/2010 se ha añadido la de la Ley 9/2011, de 26 de diciembre.

La reforma de la Ley balear, por un defecto de técnica normativa, ha generado confusión acerca del verdadero
alcance de la misma. La Ley 5/2011, de 31 de marzo, de modificación de la 1/2003, de 20 de marzo de cooperativas
de las Illes Baleares, --publicada en el Boletín Oficial de las Islas Baleares núm. 53, de 9 de abril y en el Boletín
Oficial del Estado núm. 103, de 30 de abril- en su artículo primero tiene intención, y así lo declara en su primera
parte, de modificar el artículo 69.”1” de la Ley 1/2003, pero a la hora de acometer su redacción no incluye el número
“1” del apartado sino que ofrece un contenido íntegro del artículo, sin apartados y omitiendo el contenido de los
apartados 2 --capital social mínimo legal--, 3 --capital social mínimo estatutario--, 4 --contenido de las aportaciones--,
5 --límites a la cuantía de las aportaciones en las cooperativas de primer grado-- y 6 --forma de acreditación de las
aportaciones--. Esto ha ocasionado que algunas versiones consolidadas de las editoriales jurídicas ofrezcan un
contenido del artículo 69 carente de las materias previstas en los apartados 2 a 6 mencionados (vid. Westlaw).

El proceso de reforma contable y su incidencia ha sido estudiado por M. VÉRGEZ, “Modificaciones del régimen de la
sociedad cooperativa relativas a la constitución del capital social”…, págs. 1020 a 1022 y 1024, que ha calificado al
mismo como un cambio fundamental en la calificación patrimonial de las aportaciones al capital social, y que
considera que las peculiaridades sociales cooperativas no han sido suficientemente defendidas.

1523Si no se corrigen los primeros pronunciamientos judiciales en los que se comienza a aplicar la reforma contable,
se corre el riego de que la figura de las aportaciones con reembolso rehusable y, consecuentemente sus titulares, se
expanda más allá de las previsiones legales. Con la Ley 16/2007 se permite la transformación obligatoria de las
aportaciones con derecho de reembolso en caso de baja, en aportaciones cuyo reembolso puede ser rehusada por
el consejo rector (por las razones que sean), mediante acuerdo de la asamblea adoptado por la mayoría exigida
para la modificación de los estatutos. Sin embargo, la SAP Santa Cruz de Tenerife de 26 de octubre de 2009 [Civil]
(Ar AC 2010\245) admite que prestaciones del socio propias de la actividad cooperativizada se conviertan, entre
otras alternativas, en capital social no reembolsable: “lo que se acordó en la Asamblea mencionada [dice la
sentencia] fue que las cantidades retenidas hasta entonces en los diferentes conceptos (por kilos de plátanos o
tomates) o bien pasaran a ser ingresos directos de la explotación propia del año, o bien que formaran parte del
capital "con el carácter de no devolución", o bien pasarán a ser fondos de reserva (que tampoco es reintegrable)
para la amortización de las instalaciones llevadas a cabo con financiación externo (préstamos hipotecarios)”.

Incluso la introducción de esta figura ha debilitado un tradicional derecho económico del socio cooperativista.
1524

Tomando como referencia de análisis al Derecho del Estado, resulta que con la reforma de la Ley estatal de

526
La solución, desde el punto de vista de los derechos del socio, no es coherente con la
protección de la mutualidad. En todos los supuestos en los que el socio haya realizado
aportaciones en especie que cooperen a la realización de la actividad cooperativizada y cuyo
reembolso haya sido rehusado, al exsocio se debería atribuir derechos de participación, si quiera
limitados. Así sucedería en las sociedades cooperativas en las que las aportaciones al capital
social consistan en bienes o derechos y el reembolso en caso de baja consista en la devolución
in natura de los mismos1525. En estos casos si el consejo rector rehúsa el reembolso de los
bienes o derechos, las Leyes deberían reconocer al exsocio derechos de participación para la
protección de su interés en la conservación de tales bienes o derechos. Teniendo en cuenta que

cooperativas, por la Ley 16/2007, de 4 de julio, ha dejado de denominarse “derecho” al reembolso de las
aportaciones. El nuevo artículo 51.1 dispone que “los estatutos regularán el reembolso de las aportaciones al capital
social en caso de baja en la cooperativa” cuando antes de su reforma indicaba que “los Estatutos regularán el
derecho de los socios al reembolso de sus aportaciones al capital social en caso de baja en la cooperativa” --aunque
la reforma no ha modificado la relación de derechos de los socios del artículo 16.2 donde continúa previsto el
derecho a la liquidación de las aportaciones--.

Nominativamente, ya no hay derecho del socio al reembolso, sino participaciones con o sin este derecho: el actual
artículo 45 divide al capital social en aportaciones con derecho de reembolso en caso de baja y aportaciones cuyo
reembolso en caso de baja pueda ser rehusado incondicionalmente por el consejo rector.

Con carácter general, en el Derecho autonómico se ha suprimido de la lista de derechos del socio el incondicional al
reembolso de las aportaciones sociales. Por ejemplo, la reforma de la Ley murciana reconoce al socio el derecho “a
la actualización y la liquidación de las aportaciones a capital social, cuando procedan” [art. 27.2.e)] y la nueva Ley
andaluza de 2011, el derecho a “percibir el importe de la liquidación correspondiente a su aportación en los
supuestos y términos legalmente establecidos”. No se habla de “derecho al reembolso”.

No obstante, en otras Leyes autonómicas se ha mantenido el reconocimiento jurídico positivo, sin ambages, del
derecho del socio al reembolso de las aportaciones. Un claro ejemplo de esta última línea lo constituye la reforma
catalana, en la que de señalar como uno de los contenidos mínimos de los estatutos “el derecho de reembolso de
las aportaciones de los socios…” [art. 11.1.l)], se ha pasado simplemente a indicar que “en los estatutos que han de
regir el funcionamiento de la cooperativa deben constar, como mínimo, los siguientes elementos:…l)la regulación del
derecho de reembolso de las aportaciones de los socios al capital social…”, manteniendo el nomen iuris. Otro tanto
sucede con la redacción del nuevo artículo 20.1: “al producirse la baja de un socio o socia, éste tiene derecho al
reembolso de sus aportaciones, voluntarias y obligatorias, al capital social…”. Milita también en esta segunda línea
la Ley riojana que continúa calificando al reembolso de las aportaciones como un derecho del socio que causa baja
(art. 67.1). A pesar de ello, la consecuencia jurídica que no debe extraerse de esta regulación es el mantenimiento
de la calificación a priori del capital social cooperativo como un fondo no propio, debiendo analizarse si cada
aportación lleva aparejado el derecho a su reembolso, o por el contrario este puede ser rehusado.

1525 El supuesto expuesto tiene reconocimiento expreso en las Leyes. Así, por ejemplo, el artículo 75 LCAragón, en
la redacción dada por la Ley 4/2010, de 22 de junio, al regular las cooperativas de trabajo asociado de transporte --
aquellas cuyo objeto social consista en organizar y prestar servicios de transporte-- permite que los estatutos
sociales establezcan que todas o parte de las aportaciones, tanto obligatorias como voluntarias, estén formadas por
uno o más vehículos, de las características que fije la cooperativa --cuyo tratamiento será el establecido por Ley
para las aportaciones no dinerarias--. En caso de baja del socio, el reembolso de las aportaciones en vehículos se
hará mediante la devolución del vehículo y del fondo de amortización a él aplicado, y los estatutos podrán establecer
que los ingresos, así como los gastos, se imputen internamente a cada vehículo que los haya producido,
constituyendo cada uno de éstos una unidad de gestión. Una regulación análoga se contiene en el artículo 95
LSCAndalucía. Si se rehúsa la devolución del vehículo, el socio carece de derecho para proteger su interés en ese
bien.

El caso no es posible solo en los supuestos de reconocimiento legal de reembolsos no dinerarias, dado que desde
mi punto de vista, la posibilidad de que el reembolso de las aportaciones in natura al capital social sea realizado en
la misma especie, puede preverse en los estatutos sociales al amparo de la autonomía de la voluntad prevista, en el
caso el Estado, en el artículo 10.1, in fine de la Ley. De esta forma, el problema planteado tendrá alcance general.

527
estos derechos son de configuración legal, sería ilícito que los estatutos se los reconociera a los
exsocios.

II. El titular de estas aportaciones puede serlo el socio cooperativista, el socio


colaborador --excepto los supuestos especiales en los que el socio colaborador no realiza
aportaciones al capital social--, el asociado y el socio “exmutualista”. Es decir, y con carácter
general, el que habiendo aportado capital social es titular del derecho de baja.

El socio capitalista de las sociedades cooperativas mixtas no llegará a encontrarse


nunca en esta posición jurídica, porque no se dan en él los presupuestos técnicos para ello. En
las partes sociales con voto los derechos y obligaciones de sus titulares y el régimen de las
aportaciones, se regularán por los Estatutos y, supletoriamente, por lo dispuesto en la legislación
de sociedades de capital para las acciones1526, de manera que carece del derecho de baja y por
ende del derecho de reembolso en caso de baja, que, al no existir, no podrá ser rehusado.

La baja que da lugar al reembolso rehusable lo es la voluntaria y la obligatoria, y tanto la


justificada, cuanto la injustificada. Junto a la baja, también hay que considerar incluida en el
supuesto de hecho de la norma a la expulsión --aunque no esté prevista con carácter general en
las Leyes que han regulado la figura1527--, de forma que si el socio expulsado era titular de
aportaciones con reembolso rehusable, el hecho de su separación por expulsión en lugar de por
baja no las muta, obviamente, a no rehusables, a pesar de que las Leyes regulen la negativa al
reembolso solo en caso de baja. No puede recibir mejor trato la expulsión que la baja.

El reembolso puede ser rehusado por el órgano de administración --no solo por el
consejo rector como indican la generalidad de las Leyes1528, excepto, con acierto, la gallega, la
asturiana y la castellano-manchega, la andaluza1529--. Así, y allí donde existan, podrá adoptar el
acuerdo el administrador único, los administradores mancomunados o cualquiera de los
administradores solidarios, dado que este acuerdo o decisión es propiamente un acto de gestión
y dado que la generalidad de las Leyes contienen la cláusula de extender al resto de
administradores las referencias realizadas al consejo rector. En el caso de las Leyes vasca,
madrileña y murciana, y si lo prevén los estatutos el acuerdo de rehusar el reembolso es
competencia de la asamblea general1530. Y en aquellas Leyes de sociedades cooperativas donde
la asamblea general tenga reconocidas competencias de gestión ordinaria, también este órgano
por acordar rehusar el reembolso de las aportaciones, si necesidad de atribución expresa.

Vid. arts. 107.3 LCEstado; 136.3 LCPaís Vasco; d. a 5º LCGalicia; d. a. 4ª LCLa Rioja; 128.3 LSCMurcia; 79.3
1526

LCNavarra; 186 LCAsturias y 152.3 LCCastilla-La Mancha.

1527Constituye una excepción la Ley extremeña. Esta Ley señala que “mientras no se reembolsen las aportaciones
previstas en el artículo 49.1.b) [aportaciones con reembolso rehusable] los titulares que hayan causado baja o hayan
sido expulsados y solicitado el reembolso participarán en la adjudicación del haber social una vez satisfecho el
importe del Fondo de Educación y Promoción y antes del reintegro de las restantes aportaciones a los socios (art.
105.6), luego el expulsado poder ver su reembolso rehusado

1528Vid. arts. 45.1 LCEstado; 49.1.b) LSCExtremadura; 9.f).bis y 48.1 LCAragón; 61.1 LCLa Rioja; 59.1.b) LCCastilla
y León; 55.1.b) LCCataluña; 69 LCIslas Baleares; 55.1 LCValencia; 45.1 LCNavarra.

1529 Estas Leyes al regular las aportaciones cuyo reembolso en caso de baja pueda ser rehusado
incondicionalmente, atribuyen la competencia para rehusar al “órgano de administración” (vid. arts. 58.1.b)
LCGalicia; 80.1 LCAsturias y 74.8.b) LCCastilla-La Mancha y 60.1 LSCAndalucía).

1530 Vid. arts. 57.1 LCPaís Vasco; 49.1.a) LCMadrid y 64.1.b) LSCMurcia.

528
III. El estatuto jurídico de este sujeto, exsocio, está integrado por derechos de contenido
económico1531, careciendo actualmente de derechos de participación orgánica. Sin embargo,
previamente a esta situación, cuando aún era socio --antes de su baja o expulsión--, se
potencian determinados derechos de participación para la tutela de su posición jurídica: el
derecho de voto, el derecho de asistencia a la asamblea general y el derecho a la baja
justificada. Propiamente estos derechos no son del exsocio dado de baja o expulsado titular de
aportaciones con reembolso rehusado, sino del actual socio titular de aportaciones con
reembolso aún no rehusable.

El derecho de voto se intensifica para tutelar el interés del socio cooperativista al


reembolso de sus aportaciones, bien porque se exijan para regular el reembolso las mayorías
necesarias para la modificación de los estatutos, o bien porque se añada la protección derivada
del derecho de baja justificada.

En relación con el primer aspecto de la tutela ofrecido por el derecho de voto, las leyes
disponen que la transformación obligatoria de las aportaciones con derecho de reembolso en
caso de baja en aportaciones cuyo reembolso pueda ser rehusado incondicionalmente por la
sociedad cooperativa, o la transformación inversa, requerirá el acuerdo de la asamblea general,
1531 Son los siguientes: derechos de preferente remuneración de las aportaciones no reembolsadas, derecho al
reembolso cuando la sociedad cooperativa lo acuerde --además derecho al reembolso por orden de antigüedad de
las solicitudes de reembolso o, cuando no haya tal solicitud, por orden de antigüedad de la fecha de la baja--,
derecho de preferente transmisión de sus aportaciones a los socios de nuevo ingreso; derecho a participar en la
adjudicación del haber social una vez satisfecho el importe de fondo de educación y promoción y antes del reintegro
de las restantes aportaciones sociales; y derecho a que, en el supuesto de que los socios trabajadores que causen
baja obligatoria --por causa económicas, técnicas, organizativas o de producción-- sean titulares de las aportaciones
con reembolso rehusable y la cooperativa no acuerde su reembolso inmediato, los socios que permanezcan en la
sociedad adquieran estas aportaciones.

El derecho de preferente remuneración adolece de una regulación de difícil aplicación. La Ley estatal, a la que se
toma como referente de análisis, dispone que “si la Asamblea General acuerda devengar intereses para las
aportaciones al capital social o repartir retornos, las aportaciones previstas en el artículo 45.1.b) de los socios que
hayan causado baja en la cooperativa y cuyo reembolso haya sido rehusado por el Consejo Rector, tendrán
preferencia para percibir la remuneración que se establezca en los estatutos, sin que el importe total de las
remuneraciones al capital social pueda ser superior a los resultados positivos del ejercicio” (art. 48.4).

La previsión relativa a los retornos no parece tener un encaje técnico adecuado. Si el socio ya está de baja, no
realiza actividad cooperativizada y no contribuye a la existencia de excedentes por operaciones cooperativizadas, de
los que nacen los retornos, luego estas aportaciones cuyo reembolso ha sido rehusado por el consejo rector no
generan retorno y no se les puede reconocer --como parece querer decir el precepto comentado-- un derecho
preferente a percibir el retorno. Lo único que se les puede reconocer es un derecho preferente a la remuneración.
¿A qué remuneración? Puede haber dos soluciones: una remuneración específica que debe preverse en los
estatutos para este tipo de aportaciones cuyo reembolso ha sido rehusado --como parece deducirse de este mismo
apartado--; o el interés legal del dinero --como indica el art. 51.4--. Me inclino por la primera opción, y, por lo tanto,
por considerar contenido necesario de los estatutos que regulen este tipo de aportaciones la previsión de una
remuneración para mismas en la situación de pendiente su reembolso. Para esta remuneración la Ley ofrece un
límite colectivo --que afecta a tales aportaciones y al resto de ellas--: el importe total de las remuneraciones al
capital social no puede ser superior a los resultados positivos del ejercicio.

Parecidos problemas, dada la similitud de regulación plantean, por ejemplo, las Leyes aragonesa (art. 51.2), y balear
(73.4).

El estudio de los derechos económicos derivados de las aportaciones con reembolso rehusado y la valoración sobre
su régimen jurídico ha sido realizado por M. VÉRGEZ, “Modificaciones del régimen de la sociedad cooperativa
relativas a la constitución del capital social”…, págs. 1026 a 1038.

529
adoptado por la mayoría exigida para la modificación de los estatutos1532. Así mismo, son los
estatutos el único instrumento competente para prever que, cuando en un ejercicio económico el
importe de la devolución de las aportaciones supere el porcentaje de capital social que en ellos
se establezca, los nuevos reembolsos estén condicionados al acuerdo favorable del consejo
rector1533 o de la asamblea general1534. En ambos casos debe concitarse una voluntad social
cualificada para modificar la naturaleza del capital de la sociedad cooperativa.

Y en cuanto al segundo, se prevé que podrá darse de baja, calificándose ésta como
justificada, el socio disconforme con los mencionados acuerdos de la asamblea general de
transformación de aportaciones1535 y el socio que hubiese salvado expresamente su voto o
estuviese disconforme con la modificación estatutaria consistente en prever que cuando en un
ejercicio económico el importe de la devolución de las aportaciones supere el porcentaje de
capital social que en ellos se establezca, los nuevos reembolsos estén condicionados al acuerdo
favorable del consejo rector1536.

El derecho de asistencia está protegido por el derecho de baja voluntaria justificada,


reconociéndose éste último al socio que estuviese ausente justificadamente en la sesión de la
asamblea general en la que se acuerde la transformación de las aportaciones 1537, y al socio

Vid. arts. 45.1 LCEstado; 49.2 LSCExtremadura, 58.2 LCGalicia; 59.1.II LCCastilla y León; 48.1 LCAragón; 49.1
1532

LCMadrid; 61.1 LCLa Rioja; 55.bis.2 LCCataluña; 69 LCIslas Baleares; 55.1 LCValencia; 45.1 LCNavarra; 64.1.II
LSCMurcia; 80.1 LCAsturias y 74.8.II LCCastilla-La Mancha.

De esta regla se separan las Leyes vasca y andaluza que no exigen mayoría cualificada. (vid. arts. 57.1 LCPaís
Vasco y 60.2 LSCAndalucía).

1533Vid. arts. 45.1 LCEstado; 57.1.bis LCPaís Vasco; 58.3 LCGalicia; 48.1 LCAragón; 61.1 LCLa Rioja; 59.1.III
LCCastilla y León; 64.1.IV LSCMurcia; 53.bis.3 LCCataluña; 69 LCIslas Baleares; 55.1 LCValencia; 45.1 LCNavarra;
80.1 LCAsturias y 78.4 LCCastilla-La Mancha y 60.2.II LSCAndalucía.

La Ley vasca incurre en una atribución incoherente de competencia: de un lado el acuerdo de rehusar
incondicionalmente las aportaciones puede adoptarlo el consejo rector, rectius, órgano de administración, o la
asamblea general, según se prevea en los estatutos (art. 57.1); pero de otro, el acuerdo de reembolso (que lleva
implícito el acuerdo de rehusar el rembolso) cuando se supere el límite anual estatutario solo es competencia del
consejo rector --órgano de administración--. (art. 57.1.bis).

No se contiene esta previsión en la Ley extremeña.

1534 Vid. art. 49.1 LCMadrid.

1535Vid. arts. 45.1 LCEstado; 57.1 LCPaís Vasco; 49.2 LSCExtremadura; 58.2 LCGalicia; 49.1 LCMadrid; 61.1 LCLa
Rioja; 49.1 LCCastilla y León; 55.bis.2 LCCataluña; 69 LCIslas Baleares; 55.1 LCValencia; 45.1 LCNavarra; 80.1
LCAsturias; 74.8 LCCastilla-La Mancha y 60.2.III LSCAndalucía.

Este derecho de baja no se prevé en la Ley aragonesa, a pesar de que en ella sí se regula la transformación de las
aportaciones.

1536Vid. arts. 45.1 LCEstado; 57.1.bis LCPaís Vasco; 48.1.II LCAragón; 58.3 LCGalicia; 49.1 LCMadrid; 61.1 LCLa
Rioja; 49.1 LCCastilla y León; 55.bis.3 LCCataluña; 69 LCIslas Baleares; 55.1 LCValencia; 45.1 LCNavarra; 80.1
LCAsturias; 78.4 LCCastilla-La Mancha y 60.2.III LSCAndalucía.

No se contiene esta previsión en la Ley extremeña.

Vid. arts. 49.2.II LSCExtremadura; 58.2 LCGalicia; 48.1.II LCAragón; 55.bis.2 LCCataluña y 60.2.III y 23.3.c)
1537

LSCAndalucía.

530
ausente en la sesión de la asamblea general que acuerde la modificación estatutaria de fijación
del porcentaje anual antes señalada1538.

3.3. Modalidades de los derechos de participación.

3.3.1. Derecho a ser convocado.

I. Es el derecho del socio a conocer la convocatoria de la asamblea general con el


contenido y por el procedimiento legal o estatutariamente fijado1539.

No forma parte del derecho a ser convocado el derecho a que la asamblea general sea
convocada. Este segundo derecho fundamenta, desde el punto de vista de la participación, el
derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general, al que se hará referencia más abajo.

El derecho a ser convocado es accesorio al derecho de asistencia, porque si éste no se


tiene aquél tampoco; en tales casos los administradores no tienen obligación de convocar al
socio privado de asistencia. Pero uno y otro derecho tienen contenido diferente: derecho a
conocer el contenido de la convocatoria de una asamblea general y derecho a asistir a la sesión,
de manera que uno no se integra en el otro; de hecho, pueden ser objeto de violaciones
separadas: el derecho a ser convocado puede ser violado específicamente, cuando a un socio
se impide acceder al tablón de anuncios que contiene la convocatoria o cuando, siendo
preceptiva la comunicación al socio, los administradores no la hayan cursado. Además, la
violación del derecho a ser convocado --en los casos anteriores, por ejemplo-- no impide
técnicamente ejercer el derecho de asistencia: el socio perjudicado puede acudir a la asamblea
general de cuya convocatoria ha tenido conocimiento por otros medios. Por otra parte, derecho a
ser convocado y derecho de asistencia o, en general, derecho de participación en la asamblea --
compresivo, junto al anterior, de los derechos de voz y de voto-- pueden tener titulares
diferentes: en las sociedades cooperativas de segundo u ulterior grado los socios de trabajo no
tienen individualmente el derecho a participar en la asamblea sino que lo hacen a través de
representantes --de uno o de varios1540--, a pesar de que sea a los socios de trabajo, y no a
estos representantes, a los que en rigor deba convocarse.

Es un derecho disponible. El socio puede renunciar al derecho a ser convocado, sin que
esto afecte a la validez de la asamblea general. Esta nota guarda una íntima conexión con la

1538Vid. arts. 45.1.III LCEstado; 58.3 LCGalicia; 48.1.III LCAragón; 61.1.III LCLa Rioja; 59.1.III LCCastilla y León;
55.bis.3 LCCataluña; 69.III LCIslas Baleares; 55.1.V LCValencia; 45.1.IV LCNavarra; 80.1.III LCAsturias; 74.8.II
LCCastilla-La Mancha y 33 LSCAndalucía.

La Ley catalana exige que la ausencia sea justificada (art. 55.bis.2). Esta solución es la más coherente con la
obligación del socio de asistir a las reuniones de la asamblea general, teniendo difícil justificación técnica aquellas
previsiones legales que ente la ausencia libérrima del socio le conceden el derecho de baja voluntaria justificada.

1539 La función de conocimiento por los socios referida a la reunión que va a celebrarse y a los asuntos que van a
tratarse que cumple la convocatoria es destacada por M. M. CURTO, “Forma de la convocatoria (art. 173)”, en Rojo-
Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs.
1260 y 1266, en pág. 1262.

1540Así sucede en las Leyes extremeña, navarra, madrileña y aragonesa, donde los socios de trabajo participan en
la asamblea general a través de un representante (arts.160.1 LSCExtremadura y 81.2.I LCNavarra) o de los
representantes (arts. 131.1 LCPaís Vasco; 126.1 LCMadrid y 131.1 LCAsturias) o por su representación [art. 90.b)
LCAragón.

531
teoría de la participación, y está al servicio de ella, hasta tal punto que si para la mejor
participación del socio en la gestión de los asuntos sociales resulta oportuna obviar las
exigencias formales de convocatoria, el socio debe poder valorar esta circunstancia y renunciar a
su derecho a ser convocado para la mejor gestión posible. La máxima expresión de la
disponibilidad del derecho es la asamblea universal, en la que ningún socio ha sido formalmente
convocado y, sin embargo, deciden renunciar a ese derecho, constituirse en asamblea y aprobar
el orden del día. Su naturaleza disponible explica que la vulneración del derecho a ser
convocado cometida por la cooperativa quede convalidada por la asistencia del socio a la sesión
de la asamblea: sería un abuso del Derecho solicitar la nulidad de una asamblea general a la
que el socio ha asistido, con el argumento de que no ha sido convocado. La renuncia al derecho
a ser convocado puede ser expresa [las Leyes exigen que los socios firmen un acta que recoja el
acuerdo de celebrar asamblea universal y el orden del día (vid. art. 23.5 LCEstado)] o, incluso,
tácita (a la jurisprudencia le basta con que el socio asista y no se oponga a la celebración de la
sesión universal1541).

II. La concepción de la convocatoria como contenido de un derecho de participación


específico, ofrece una nueva perspectiva en la tarea de la interpretación y aplicación de las
normas que contienen el régimen jurídico de la convocatoria, de manera que más allá de la
interpretación literal de las mismas, que aisladamente trata de desentrañar el sentido de
regulación de la forma de la convocatoria o de su contenido, se abre una línea de interpretación
sistemática que permite leer las normas para buscar en ellas las soluciones más acordes con la
participación del socio en la gestión de los asuntos sociales, y rechazar aquellas otras que
excluyan a los socios de la gestión social1542.

III. El primer elemento de este derecho es el la cognoscibilidad de la convocatoria. Basta


con que el socio tenga la posibilidad de conocer el contenido de la convocatoria, para entender
que se ha producido el conocimiento. De esta forma, la sociedad cooperativa cumple con
posibilitar el conocimiento del socio, sin necesidad de asegurarse que el socio la ha conocido
realmente1543; este último extremo queda dentro de la órbita de la diligencia exigible al socio. La

1541La SAP Barcelona de 22 de febrero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\244844) declara válida la asamblea general
celebrada “concurriendo todos los socios sin que ninguno de ellos, tampoco el actor, se opusiera a su celebración,
por lo que no cabe entender que los acuerdos adoptados en la misma sean nulos por esa circunstancia: se celebró
una Junta Universal con el consenso del actor”.

1542 Es sobre todo en las cooperativas de menor tamaño donde la cercanía del socio a la gestión hace que deben
extremarse las cautelas apuntadas. La S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Civil y Penal, de 21 de mayo de 2007 (Ar.
RJ 2007\4862) a la hora de analizar el funcionamiento de los órganos sociales de cooperativas con tres socios, no
relaja las garantías previstas en la Ley catalana para asegurar la participación del socio en la asamblea general. El
artículo 41. 4 LCCataluña dispone que "en las cooperativas constituidas por tres socios, éstos se constituyen al
mismo tiempo en consejo rector y en asamblea general. Las actas que se extienden tienen que indicar si se han
reunido en calidad de consejo rector o de asamblea general". De esta norma el Tribunal obtiene como primera
conclusión “si la cooperativa cuenta únicamente con tres socios, estos tres socios -todos- pueden constituirse a la
vez en consejo rector o en asamblea pues existe plena coincidencia personal”. Añade que “si la Ley hubiese querido
establecer una forma especial de constitución de la asamblea en las cooperativas de trabajo asociado de tres socios
así lo habría hecho en el art. 31 que trata de otras formas de convocatoria de la asamblea o bien en el capítulo
destinado a esta clase de cooperativas”. Y concluye que “en definitiva, y ello constituye la doctrina de esta Sala, el
art. 41, 4 de la Ley de cooperativas catalana no deroga la normativa general de convocatoria de la asamblea de la
cooperativa con tres socios” de forma que no es válida la convocatoria de la asamblea realizada por el presidente
del consejo rector, siendo necesario un acuerdo de convocatoria del propio consejo.

1543Al explicar la convocatoria mediante comunicación individual y escrita --la que mejor contribuye a su
conocimiento por el socio--, la doctrina no ve su ratio en la conciencia del socio, sino que, fijándose en el
procedimiento de convocatoria, pone el acento en la recepción y no en el conocimiento, de manera que, en este

532
cognoscibilidad por el socio se presume si la cooperativa ha formulado la convocatoria por el
procedimiento legal o estatutariamente establecido1544. Las Leyes y los estatutos sociales
arbitran un procedimiento que, tramitado por la cooperativa, tiene la virtud de considerar
posibilitado el conocimiento de la convocatoria, de forma que cumplidos los trámites del mismo el
derecho del socio queda satisfecho1545. Las Leyes de cooperativas recogen uno de estos tres
procedimientos generales: el anuncio público de la convocatoria, en el domicilio social y en cada
uno de los centros de trabajo o de actividad1546, la comunicación individual y escrita a cada
socio1547 y la comunicación a los socios junto con el anuncio público1548. Estos tres
procedimientos cuentan con medios adicionales --acumulados al anuncio o a la comunicación-- o
sustitutivos1549 --que sustituyen a los anteriores-- de publicidad de la convocatoria: anuncio
público en diarios1550, anuncios sustitutivos de la notificación individual al socio1551, notificación al

punto, la legislación cooperativa sigue el criterio del Código de Comercio y restante legislación mercantil (vid. M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 243).

1544La SAP Álava de 14 de octubre de 2009 [Civil] (Ar jur 2010\396700) exige, en un caso en el que “conforme a los
Estatutos (artículo 39), la Asamblea se convocará mediante carta individualizada a cada cooperativista”, para
apreciar la validez de una asamblea general que se acredite que se ha convocado “en la forma establecida en los
Estatutos, es decir, mediante carta individualizada” pero no que los socios hayan conocido la convocatoria. Como ni
siquiera pudo probarse que se remitieran las cartas, los acuerdos fueron declarados nulos.

1545Los efectos jurídicos derivados de la publicidad o comunicación de la convocatoria de la asamblea general


expuestos --por la mera publicación o comunicación de la misma el Derecho considera que el socio la conoce, sin
necesidad de probar que el socio la ha conocido-- son comunes, mutatis mutandis, con otras formas de publicidad
legal del empresario, en particular con la derivada del Registro Mercantil --los datos inscritos o anotados en el
Registro Mercantil son oponibles a los terceros con independencia de que efectivamente los conozcan-- (vid. A.
ROJO, “El Registro Mercantil (I). Organización y funcionamiento”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho
mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 199 a 222, en págs. 199 y 200).

La traslación de la doctrina de la publicidad legal por sus efectos --no solo por su origen-- a la publicidad y
comunicación de la convocatoria de la asamblea general, dota de una extraordinaria seguridad jurídica a la
actuación de la cooperativa: es suficiente con que cumpla con el procedimiento legal o estatutariamente establecido
para convocar.

Por ejemplo, este es el procedimiento que se regula en los arts. 24.1.I LCEstado; 33.5.I LCPaís Vasco; 31.4.I
1546

LSCExtremadura; 30.1 LCAragón; 38.1.I LCLa Rioja; 41.1 LSCMurcia; 46.1.I LCAsturias y 46.2 LCCastilla-La
Mancha.

1547La convocatoria de la asamblea general se notificará a cada socio y a cada asociado en la forma que
establezcan los estatutos debiendo constar justificación documental expedida por el secretario del consejo rector del
envío de las comunicaciones, señala la Ley balear (art. 40.3.I).

Vid. arts. 34.1 LCGalicia; 32.1 LCMadrid; 32.2 LCCastilla y León; 30.1 LCCataluña; 31.4.I LCValencia; y 29.3.I
1548

LSCAndalucía.

1549Cuando los estatutos regulan medidas sustitutivas del anuncio público de la convocatoria y éstas han sido
incumplidas, los tribunales acuerdan no la anulabilidad de los acuerdos sociales --por infracción de normas
estatutarias-- sino la nulidad absoluta de los mismos --por infracción del derecho legal a ser convocado--. Así lo ha
declarado la SAP Vizcaya de 1 de julio de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\6176).

1550Con carácter general para todas las cooperativas, las leyes asturiana y castellano-manchega señalan que la
convocatoria se hará siempre mediante anuncio publicado en alguno de los diarios de mayor circulación de los
lugares donde se encuentre el domicilio social y los centros de trabajo, además de su constancia en el domicilio
social de la cooperativa y en cada uno de los centros de trabajo (art. 46.1.I y 46.2, respectivamente).

Si la cooperativa tiene más de 500 socios o si así lo exigen los estatutos sociales, la convocatoria dirigida a cada
socio se hará también mediante anuncio publicado en periódicos de gran difusión en el territorio del domicilio social
(arts. 24.1.II LCEstado; 33.5.II LCPaís Vasco y 41.2 LSCMurcia). En la Ley extremeña el número de socios --único

533
socio sustitutiva o complementaria del anuncio público 1552, y otras formas de convocatoria --
rectius, de comunicación de la convocatoria-- establecidas en los estatutos1553. Incluso en un
mismo sistema se admiten fórmulas alternativas de comunicación: el medio escrito o, si lo prevén
los estatutos, el medio telemático1554.

Contribuye a la cognoscibilidad de la convocatoria la habitualidad del conducto por el


que se comunica la misma, de forma que el consejo rector no podrá variar, sin justa causa, el
procedimiento de comunicación o publicación de la convocatoria --cuando se prevea este ius
variandi-- de forma que despiste a los socios acerca del conocimiento de la misma1555.

La convocatoria tiene que realizarse dentro de un determinado plazo. Entre la


convocatoria y la celebración de la asamblea debe mediar un periodo de tiempo determinado por
dos intervalos, uno mínimo y otro máximo, que varían, aunque poco, de unas Leyes a otras. El
plazo mínimo, el que al menos debe mediar entre la convocatoria de la asamblea y su
celebración --y en cuyo cómputo se excluye tanto el día de la exposición, envío o publicación del
anuncio, como el de la celebración de la asamblea1556--, será de diez1557, quince1558 o veinte

elemento retenido para imponer la publicidad por anuncios-- se reduce a 300 (art. 34.1.I LSCExtremadura) y en la
andaluza se exige que la cooperativa tenga más de 1.000 socios (art. 29.3.II).

En el tercer procedimiento descrito, integrado por la comunicación al socio y el anuncio en el domicilio social, y
acumulado a éstos, se permite que los estatutos sociales puedan prever que la convocatoria se difunda además por
otros medios de comunicación o con otras formas de publicidad (arts. 34.1.I LCGalicia; 32.1 LCMadrid; y 34.1.I
LCValencia); y en el caso de que la cooperativa cuente con más de quinientos socios, la convocatoria también
deberá publicarse en uno de los periódicos de mayor circulación en la provincia del domicilio social (art. 32.2
LCCastilla y León).

1551Así, por ejemplo, cuando la convocatoria de asamblea general afecte a cooperativas de más de quinientos
socios, se podrá efectuar mediante anuncio público en el domicilio social y en cada uno de los centros en que se
desarrolle a actividad de la cooperativa, en uno de los diarios de mayor circulación de la provincia del domicilio
social, y además, en la forma que prevean los estatutos, sustituyendo dichos medios a la notificación personal (arts.
49.3 LSCAndalucía y 34.1.II LCValencia).

Esta fórmula está prevista en los artículos 46.1.III LCAsturias --para cooperativas de hasta 100 socios-- y 46.3
1552

LCCastilla-La Mancha.

1553 En el primer procedimiento señalado --anuncio--, algunas Leyes permiten que los estatutos cuenten con una
amplia libertad para establecer medidas adiciones de publicidad de la convocatoria (vid. arts. 33.5.I,in fine LCPaís
Vasco; 31.4.II LSCExtremadura y 30.1 LCAragón). En este mismo procedimiento, hay Leyes que también habilitan a
los estatutos, aunque con menos margen de maniobra, para regular un forma específica de publicidad, adicional al
anuncio: “cualquier otro procedimiento de comunicación, individual y escrita, que asegure la recepción del anuncio
por todos los socios en el domicilio designado al efecto o en el que conste en el Libro Registro de socios; no
obstante, para los socios que residan en el extranjero los Estatutos podrán prever que sólo serán convocados
individualmente si hubieran designado para las notificaciones un lugar del territorio nacional” (arts. 24.1.I LCEstado y
41.1 LSCMurcia). La Ley asturiana también permite que los estatutos establezcan otros medios de comunicación
personal de la convocatoria al socio que garanticen su recepción, sea a través de carta certificada o por medios
informáticos o telemáticos (art. 46.1.II).

1554Así lo disponen la Ley aragonesa (art. 30.1) la Ley catalana (art. 30.1), la Ley extremeña de sociedades
cooperativas especiales (art. 8.2.I), la Ley asturiana (art. 46.1.II) y la Ley andaluza (art. 29.3.II).

1555 Así parece defenderlo también N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 45,
pág. 372, que incluso niega que los estatutos sociales puedan atribuir al consejo rector semejante facultad.

Esta regla para el cómputo es la señalada en los artículos 24.1.II LCEstado; 32.2.II LCCastilla y León y 46.1.II
1556

LCCastilla-La Mancha. Obsérvese, como en el caso de envío de la convocatoria se excluye el día de tal envío pero

534
días, o, incluso, de quince días en el supuesto de asamblea ordinaria y diez en el de
extraordinaria1559. Y el máximo1560 --el que como mucho puede distar desde la convocatoria
hasta la celebración de la asamblea-- será de treinta días1561, sesenta días1562 o dos meses1563.
Con la fijación de este doble límite temporal se trata de contribuir a la cognoscibilidad de la
convocatoria por los socios: con el mínimo, se permite que al conjunto de los socios les dé
tiempo a conocer lo asuntos del orden del día y a consultar y analizar la documentación que les
sirve de base --también el día y hora y el lugar, para que pueda organizar su tiempo--1564; y con
el máximo, se evita que un excesivo tiempo entre la convocatoria y la celebración haga caer en
el olvido del socio la sesión asamblearia1565. Los estatutos podrán regular un plazo fijo, dentro de
estos límites mínimo y máximo, que debe ser respetado al convocar1566.

La convocatoria debe estar revestida de la garantía de la intangibilidad formal, es decir,


una vez publicada solo pueden ser modificadas sus circunstancias --es decir, el orden del día,
los datos de lugar y tiempo de la sesión, tanto de la primera como de la segunda convocatoria--
por el procedimiento previsto para su confección --acuerdo del consejo rector-- y con la

se incluye el lapso entre éste y la recepción por el socio, lo que reduce considerablemente el periodo. Esta regla es
coherente con la exigencia de cognoscibilidad y no de efectivo conocimiento, que conllevaría la exigencia de que el
plazo se compute desde la recepción.

1557 Vid. arts. 33.6 LCPaís Vasco; 31.5 LSCExtremadura; 30.1 LCAragón; y 46.1.I LCCastilla-La Mancha.

1558Vid. arts. 24.1.I LCEstado; 32.1 LCMadrid; 38.2 LCLa Rioja; 32.2.I LCCastilla y León; 30.1 LCCataluña; 40.3.I
LCIslas Baleares; 34.1.I LCValencia; 41.1 LSCMurcia; 46.2 LCAsturias y 29.3 LSCAndalucía.

1559 Vid. art. 34.1.II LCGalicia.

1560La exigencia de un término máximo ente la convocatoria y la sesión de la asamblea ha sido positivamente
valorada por la doctrina porque permite a los socios una adecuada preparación de la misma, evitando convocatorias
con varios meses de antelación (vid. F. VICENT CHULIÁ, “La Asamblea General de la Cooperativa”, en Revista
Jurídica de Cataluña, 1978, núm. 2 [1978] págs. 417 a 498, y N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 45, pág. 370.

1561 Vid. arts. 30.1 LCAragón y 30.1 LCCataluña.

1562Vid. arts. 33.6 LCPaís Vasco; 31.5 LSCExtremadura; 32.1 LCMadrid; 32.2.I LCCastilla y León; 34.1.I LCValencia
46.1.I LCCastilla-La Mancha.

Vid. arts. 24.1 LCEstado; 34.1.II LCGalicia; 40.3.I LCIslas Baleares; 41.1 LSCMurcia; 46.2 LCAsturias y 29.3
1563

LSCAndalucía.

1564 En parecidos términos pero para las sociedades de capital vid. M. M. CURTO, “Plazo previo de la convocatoria
(art. 176)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-
Civitas], 2011, I, págs. 1277 y 1281, en pág. 1277.

Esta función no puede cumplirse en el caso de la Ley riojana que no fija término máximo: su artículo 38.2 solo
1565

señala el mínimo.

1566 Dice el Tribunal Supremo que como las leyes --en este caso la Ley de 1974-- “ordenan que la convocatoria
deberá hacerse con una antelación mínima de diez días y máxima de veinte, no es menos cierto que dentro de
dicho lapso de tiempo los Estatutos pueden fijar el que estimen conveniente atendiendo a las circunstancias
específicas de la Cooperativa, y cuando en dichas normas estatutarias se establece que entre la convocatoria y su
celebración medien quince días, se introduce una norma imperativa a la que deben atenerse los rectores de la
entidad bajo sanción de nulidad si no se respeta el mínimo ordenado” [S.T.S., Sala 1ª, de 17 de septiembre de 1987
[Civil] (Ar RJ 1987\6050)].

535
publicidad correspondiente, debiendo calificarse como una nueva convocatoria --que deberá
respetar el término de realización de la asamblea--. Ello sin perjuicio de que el orden del día
pueda ser objeto de modificación --con publicidad posterior y sin efectos sobre el término-- a
propuesta de la minoría de socios que señalan las Leyes, como se expondrá más adelante; pero
solo el orden del día y no el resto de circunstancias de la convocatoria.

IV. El contenido de la convocatoria también cuenta con la garantía de este derecho de


participación: el derecho a ser convocado contiene el derecho a que la convocatoria tenga un
contenido mínimo. Además de éste deberá contener las previsiones exigidas por la Ley en
función del asunto de que se trate1567.

A pesar de que la difusión del contenido de la convocatoria cumple una función


informativa, relativa a los elementos más relevantes de una próxima sesión asamblearia, el
derecho a un contenido mínimo de la convocatoria no integra el específico derecho de
información del socio: las facultades que los integran son diferentes --el derecho a ser
convocado va acompañado, en ocasiones, del derecho de información sobre todos o algunos de
los asuntos que integran el orden del día, lo que deja entrever el diferente contenido jurídico de
ambos derechos--; sus titulares no son los mismos socios --por ejemplo, los socios que han
adquirido esta condición entre la convocatoria y la sesión no tienen derecho a ser convocados, y
sin embargo sí tienen derecho de información--; ni sus garantías legales tampoco --la
vulneración del derecho a ser convocado se defiende mediante la acción de impugnación de
acuerdo social adoptado con vulneración de aquel derecho (tutela contenciosa indirecta),
mientras que la vulneración del derecho de información se protege, además de mediante la
acción de impugnación del acuerdo social conectado con la información no proporcionada (tutela
contenciosa indirecta), a través de la impugnación del acuerdo del consejo rector que haya
denegado la información (tutela contenciosa directa) o a través del procedimiento de jurisdicción
voluntaria previsto en el artículo 2166 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881--.

La razón de esta falta de equiparación se explica por la genuina función jurídica que
cumple el derecho a ser convocado: es, en sentido estricto, un medio para la asistencia del socio
a la asamblea general; mientras que el derecho de información cumple una función medial más
polivalente, al servir al ejercicio de un amplio abanico de derechos, o, incluso, con base en la
autonomía del derecho de información, al servir a meros fines informativos.

El repaso de la regulación que del contenido de la convocatoria se contiene en la


legislación cooperativa española confirma la concepción de esta materia como medio del
derecho de asistencia --a pesar de que puedan tener contenido y titulares diferentes--, y es con
este planteamiento con el que debe abordarse la interpretación de tales normas jurídicas. Todas
las Leyes señalan que la convocatoria debe indicar las circunstancias de tiempo --día y hora-- y
lugar de la celebración de la asamblea, y, en ambos casos, si se refieren a la primera o a la
segunda convocatoria, así como todos los asuntos que componen el orden del día1568. Entre la

1567Por ejemplo, para la adopción de un acuerdo de modificación de los estatutos sociales, la convocatoria debe
expresar con claridad los extremos que hayan de modificarse [art. 70.1.b) LSCExtremadura].

1568Vid. arts. 24.2 LCEstado; 33.7 LCPaís Vasco; 31.6 LSCExtremadura; 34.2 LCGalicia; 30.2 LCAragón; 32.2.I
LCMadrid; 49.4 LSCAndalucía; 38.2 LCLa Rioja; 32.3 LCCastilla y León; 30.2 LCCataluña; 40.4.I LCIslas Baleares;
34.2.I LCValencia; 41.1 LSCMurcia; 47.1 LCAsturias y 46.4.I LCCastilla-La Mancha.

Tan solo las Leyes navarra y la andaluza han deslegalizado esta materia, con el consiguiente riesgo de lesión del
derecho a ser convocado, que solo puede evitarse apelando a que la regulación remitida --estatutos sociales o
reglamento de desarrollo de la Ley-- debe contar como límite con el contenido de aquel derecho. Ley navarra se

536
primera y la segunda convocatoria debe trascurrir un determinado lapso de tiempo, que en
algunos casos se fija en la Ley un mínimo1569, en otros se remite a los estatutos sociales1570 y en
otros se guarda silencio, de manera que o se fija el lapso en los estatutos o en el acuerdo de
convocatoria que adopte el consejo rector. La necesaria existencia de un tiempo intermedio entre
la primera y la segunda convocatoria evita el fraude en la aplicación de las normas sobre la
constitución de la asamblea, que exigen un quórum inferior en segunda 1571 o incluso que no
exigen quórum1572, quedando constituida cualquiera que sea el número de socios asistentes; de
forma que si entre ellas mediara un tiempo mínimo (p. ej., un minuto) se trasladaría la flexibilidad
de la segunda a la rigidez de la constitución en primera convocatoria.

A los cuatro datos obligatorios anteriores, comunes a todas las Leyes, en algunos casos
se imponen contenidos adicionales: la denominación y domicilio de la cooperativa1573; o la

remite en la regulación de esta materia a los que dispongan los estatutos sociales (vid. art. 59), que tendrán como
principio configurador la participación del socio en la gestión, de forma que la regulación estatutaria deberá estar
orientada a esta finalidad jurídica. Y la Ley andaluza se remite a lo que reglamentariamente se disponga (art.
29.3.III), con el mismo límite anterior, no sobre la base de un principio configurador, que no es límite de la potestad
reglamentaria, sino de un principio estructural del ordenamiento que sí lo es.

La exigencia de constancia del orden del día --que cumple la función de ofrecer a los socios información sobre el
objeto de la sesión asamblearia para que puedan decidir sobre si asistirán o no y, en su caso, se preparen y
documenten sobre tal objeto--, presenta excepciones: casos de urgente y grave necesidad, cuestiones incidentales
o conexas con las señaladas en el orden del día, junto con las excepciones previstas en la Ley (vid. al respecto N.
PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 46, págs. 410 a 416).

La idea de orden del día completo es lógicamente también un exigencia en las sociedades de capital (vid. M. M.
CURTO, “Contenido de la convocatoria (art. 174)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1267 y 1272, pág. 1270.

1569Entre la primera y la segunda convocatoria deberá mediar como mínimo media hora (arts. 33.7 LCPaís Vasco;
31.6 LSCExtremadura; 34.2 LCGalicia; 30.2 LCAragón; 32.2.I LCMadrid; 34.2.I LCValencia; 47.3 LCAsturias y 46.4.I
LCCastilla-La Mancha.

1570Entre la primera y segunda convocatoria debe mediar el plazo que establezcan los estatutos (arts. 50.4.I LCIslas
Baleares y 29.3.III LSCAndalucía).

1571 Así se prevé, por ejemplo, en la Ley de cooperativas valenciana, donde se dispone que “la asamblea general,
convocada como ordena el artículo anterior, quedará válidamente constituida en primera convocatoria cuando
asistan, presentes o representados, más de la mitad de los socios, y en segunda convocatoria, siempre que asistan
un mínimo del 10% de los socios o cincuenta socios”, y, manteniendo la diferencia de quórums, añade que “los
estatutos sociales podrán reforzar el quórum de asistencia, que no podrá superar en segunda convocatoria el 20%”
(art. 35.1).

1572Esta forma de proceder se aprecia, por ejemplo, en la Ley andaluza al disponer que “la Asamblea General
quedará válidamente constituida cuando asistan, presentes o representados, en primera convocatoria, al menos la
mitad más uno de las personas socias de la cooperativa”. Y a renglón seguido añade que “en segunda convocatoria,
quedará constituida cualquiera que sea el número de asistentes” (art. 30.1).

Una posición intermedia entre los ejemplos valenciano y andaluz es la ocupada por la Ley estatal, en la que,
después de disponer que en segunda convocatoria será necesaria la asistencia de, al menos, un diez por ciento de
los votos o cien votos sociales, y que los estatutos sociales podrán fijar un quórum superior, añade que “no
obstante, y cuando expresamente lo establezcan los Estatutos, la Asamblea General quedará válidamente
constituida en segunda convocatoria cualquiera que sea el número de socios presentes o representados” (art.
25.1.I).

1573 Como exigen los artículos 32.3 LCCastilla y León y 30.2 LCCataluña.

537
relación completa de información o documentación que está a disposición del socio y su régimen
de consulta1574, bien el establecido en los estatutos sociales1575 o bien el que imperativamente
regula la Ley1576. En todos los casos, estos nuevos datos cooperan a la función de la
convocatoria en aras a un adecuado ejercicio del derecho de asistencia. Así mismo, la
convocatoria puede contener otros datos voluntarios adicionales --medios de trasporte de los
socios, previsión sobre manutención y alojamiento, información sobe la asistencia de no socios,
etc.-- que, igualmente, sirvan al fin apuntado; y si no se aprecia esta conexión desaparece la
justificación de que aparezcan en ella, pudiendo, si la impiden cumplir con su función propia,
ocasionar su nulidad.

La redacción de la convocatoria, y en particular del orden del día, debe realizarse con
claridad y precisión1577; la falta de una o de otra hace nula la convocatoria y hace nulo el acuerdo
adoptado y todos los que se él traigan causa, sean de la asamblea o de otro órgano social1578.
Estos conceptos deben ser determinados por su contribución a la finalidad de la convocatoria,
que consiste, como se viene diciendo, en la asistencia del socio a la asamblea sabiendo los
asuntos sobre los que se va a tratar y debidamente informado1579. Son exigencias de mínimos,

1574La indicación de este derecho se impone en los artículos 34.2 LCGalicia; 32.2.I LCMadrid; 49.4 LSCAndalucía;
40.4.II LCIslas Baleares;; 34.2.II LCValencia; 47.1 LCAsturias y 46.4.II LCCastilla-La Mancha.

1575 Al régimen de consulta que se establezca en los estatutos sociales se remiten la Ley balear (art. 40.4.II).

1576En las Leyes madrileña (art. 32.2.II), valenciana (art. 34.2.III), asturiana (art. 47.2) y castellano manchega (art.
46.4.II) se regula el régimen de consulta por los socios de la documentación relativa a los asuntos que integran el
orden del día; siendo, quizá, la más completa la valenciana, que dispone “además [de los datos generales], la
convocatoria deberá hacer constar la relación completa de información o documentación que se acompaña, de
acuerdo con el régimen del artículo 26 de esta Ley [derecho de información]”, añadiendo que “en el supuesto en que
la documentación se encuentre depositada en el domicilio social se indicará el régimen de consultas de la misma,
que comprenderá el período desde la publicación de la convocatoria hasta la celebración de la asamblea, con un
mínimo de dos horas diarias de consulta, excepto días inhábiles”.

1577Lo exigen expresamente los artículos 33.7 LCPaís Vasco; 31.6 LSCExtremadura; 32.4 LCGalicia; 47.1
LCAsturias y 46.4.I LCCastilla-La Mancha. La claridad es el único límite impuesto por los artículos 32.2.I LCMadrid;
38.2 LCLa Rioja; 32.3. LCCastilla y León; 30.2 LCCataluña; 30.2 LCAragón; 34.2.I LCValencia; y 29.4
LSCAndalucía. En el resto de Leyes la exigencia está implícita en la concepción del derecho a ser convocado como
derecho de participación.

1578La SAP Cáceres de 11 de abril de 2003 [Civil] (Ar AC 2003\1350), a propósito de lo apuntado en el texto, declara
que “la convocatoria expresará con claridad y precisión los asuntos que componen el orden del día, no existiendo
duda que el incumplimiento de dichos requisitos produce la nulidad absoluta e insubsanable del correspondiente
acuerdo o acuerdos”. Además en el asunto resuelto en la sentencia existían acuerdos del consejo rector --sanciones
a aquellos socios que no cumplieron con el acuerdo de la asamblea-- que, indica la sentencia “al ser los mismos
consecuencia directa de los anteriores, declarados nulos de pleno derecho, el efecto jurídico no puede ser otros que
arrastrar la nulidad de los mismos, sin que ello suponga invadir competencias de ningún órgano de la Cooperativa.”

1579 Esta función de los requisitos de claridad y precisión de la convocatoria ha sido destacada por la SAP Cáceres
de 11 de abril de 2003 [Civil] (Ar AC 2003\1350), al señalar que “la convocatoria expresará con claridad y precisión
los asuntos que componen el orden del día…siendo su finalidad proteger el derecho de los socios y garantizar que
puedan conocer con la antelación suficiente el contenido de la Asamblea, a fin de que pueda emitir su voto con la
suficiente información”.

La doctrina más autorizada aprecia, a propósito de la sociedad anónima, al analizar el requisito de la claridad la
misma ratio de conocimiento del socio, explicado que para que la convocatoria sea clara no se pueden establecer
de antemano criterio rígidos de carácter general, sino atender a su función: permitir al accionista, ya sea por la forma
de mencionar los asuntos, ya sea complementariamente, por las circunstancias que han rodeado a la convocatoria ,
saber de qué asuntos se va a tratar (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de

538
en el sentido de que se cumple con la Ley cuando las expresiones de la convocatoria son
suficientemente claras y precisas para que el socio pueda asistir adecuadamente a la asamblea;
por ello, la licitud de una convocatoria no se puede cuestionar por el hecho de que otro redactor
pueda mejorar su claridad o su precisión. Tampoco se trata de una exigencia de corrección
lingüística, por lo que será lícita una convocatoria con errores gramaticales, sino de una
exigencia de correcta transmisión de información1580. En ocasiones la falta de claridad y
precisión solo puede apreciarse a posteriori, en el curso de la celebración de la asamblea
general, cuando se observe que el alcance de las expresiones de la convocatoria no guardan
relación con los hechos posteriores1581. La exigencia de claridad y precisión adquiere un plus de
rigor en el caso de las asambleas de las cooperativas de segundo o ulterior grado o, en general,
en aquellas cooperativas que estén integradas por personas jurídicas. Al ser la asamblea general
una asamblea de representantes la redacción de los asuntos que conforman el orden del día
adquiere un papel de primer orden: será mediante la lectura del documento que contenga el
orden del día como la entidad socia representada conozca la materia sobre la que va a decidir la
asamblea general, y será con arreglo a ella como podrá impartir instrucciones a su
representante. En cambio, cuando el socio asiste personalmente, como sucede en las
cooperativas de primer grado, la errónea comprensión de los asuntos a tratar en la asamblea,
por una eventual falta de claridad en la redacción del orden del día, se suple con la asistencia
personal.

accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades
mercantiles, tomo V…, artículo 97, pág. 88).

1580 Las exigencias de claridad y precisión en la redacción de los asuntos que integran el orden del día, que están al
servicio de la información al socio sobre tales asuntos y, por conexión, del correcto ejercicio del voto, han sido
valoradas de manera flexible por el Tribunal Supremo que considera cumplidos tales requisitos cuando un asunto no
está indicado en el orden del día pero está implícito en otro de esa junta o de una anterior, o cuando simplemente se
indican los artículos de los estatutos a modificar pero no su materia. Esta jurisprudencia ha sido analizada por M. M.
SÁNCHEZ ÁLVAREZ, “Junta universal, remoción del administrador y representación del socio [comentario a la STS
(1ª), de 23 de diciembre de 1997]”, en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 13 [1999], págs. 285 a 303, en pág.
291.

Así mismo el Tribunal Supremo toma en consideración para apreciar la concurrencia de claridad en la convocatoria
la actitud del socio frente al orden del día. La S.T.S., Sala 1ª de 26 de febrero de 2009 [Civil] (Ar. RJ 2009\1519),
ante la alegación del recurso de casación consistente en la infracción de la “doctrina del Tribunal Supremo sobre
exigencia de claridad en la convocatoria” resuelve declarando “que no es coherente, y constituye una actuación
contra la buena fe (artículo 7.1) que es exigible en el ejercicio de toda clase de derechos, que se reciba la
convocatoria con el Plan, se solicite una ampliación del orden del día, sin objetar falta de claridad, se acuda a la
votación conforme al orden del día establecido con la intervención de los ahora disidentes, y después se pretenda
obtener la nulidad de los acuerdos por falta de claridad. Se trata de una conducta desleal, que no puede ser
amparada por el Derecho”.

1581 Acerca del momento temporal en el que puede apreciarse la falta de claridad de la convocatoria, la SAP
Cáceres de 11 de abril de 2003 [Civil] (Ar AC 2003\1350) señala que ”tampoco, se puede exigir a los socios que,
con carácter previo a la Asamblea, pongan de manifiesto el carácter oscuro, impreciso e incompleto de la
convocatoria, porque hasta que no se celebra la misma no están en condiciones de conocer el contenido del
acuerdo y contrastar la claridad o no de la primera”. En el caso resuelto el punto tercero de la convocatoria tenía la
siguiente redacción: «Financiación a largo plazo de la inversión en mejora tecnológica, silos y garantías suficientes
para hacer frente a la misma. Explicación pormenorizada y posterior sometimiento a votación», en curso de la
sesión, antes de procederse a la votación el Sr. Presidente, manifestó por primera vez que el crédito ascendía a 120
millones de pesetas, explicó las condiciones exigidas por la entidad financiera para la concesión del préstamo,
consistentes en aval solidario de todos los socios; letras de cambio aceptadas por los socios con el fin de garantizar
el total de las aportaciones en diez años y vinculación total de la Cooperativa con la entidad bancaria, y el acuerdo
adoptado consistió en la aceptación de todas las condiciones exigidas por la entidad financiera. El acuerdo se anuló
por falta de claridad de la convocatoria.

539
3.3.2. Derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general.

I. Es el derecho del socio a solicitar al consejo rector --o a los liquidadores-- o al juez, la
celebración de una asamblea general1582.

Salvo dos casos residuales, a los que se hará referencia más abajo, en nuestras Leyes
de cooperativas no se regula la facultad del socio de convocar la asamblea general 1583 ni
tampoco la competencia de los interventores para convocarla. La convocatoria o la hace el
consejo rector1584 --o los liquidadores--, o en su defecto, el juez.

II. El contenido del derecho del socio es doble, comprendiendo tanto la convocatoria de
una asamblea general ordinaria cuanto extraordinaria. Y en ambos casos se trata de un derecho
de participación, porque con la solicitud de las dos convocatorias, una vez atendida, se posibilita
al socio el ejercicio de sus derechos de asistencia, deliberación y voto en la asamblea general,
que constituyen el núcleo esencial de los instrumentos técnicos de participación del socio en la
gestión social, y que se traducen en la adopción de acuerdos sociales. Ciertamente, el diferente
objeto de las dos clases de asamblea condiciona el régimen jurídico del derecho --distinto según
se trate de pedir la convocatoria de una asamblea ordinaria o de una extraordinaria--, pero no
altera su naturaleza de derecho de participación; aunque la diferente intensidad de la
participación, por la relevancia de los asuntos que se ventilan en la asamblea ordinaria, afecta al
elemento subjetivo del derecho.

En las sociedades cooperativas, las asambleas generales pueden ser ordinarias y


extraordinarias. La ordinaria --que es la que tiene por objeto examinar la gestión social, aprobar
la política general de la cooperativa, las cuentas anuales y resolver sobre la distribución de los
excedentes o la imputación de las pérdidas, pudiendo incluir en el orden del día de su
convocatoria cualquier otro asunto de su competencia-- debe celebrarse o convocarse, según las
diferentes Leyes, por el consejo rector dentro de los seis meses siguientes a la fecha de cierre
del ejercicio económico1585; transcurrido este plazo --ya de celebración, ya de convocatoria1586--

1582Ha sido calificado como un derecho subjetivo inherente a la condición de socio (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y
M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 237).

1583Señalan R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A.


Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo
100, pág. 112, que “sería muy peligroso poner en manos de un grupo de accionistas aunque sea mayoritario la
facultad de convocar, y por eso la ley a lo más que llega es a autorizar la celebración de las llamadas juntas
universales”.

También obviamente, a reconocer un derecho a la minoría para solicitar la convocatoria de una junta.

1584 No es competente para convocar el presidente del consejo rector. La SAP Vizcaya de 18 de enero de 2000
[Civil] (Ar AC 2000\364) señala que “en cuanto a quién tiene la facultad de convocar la Junta General o Asamblea,
compartimos la opinión de que pese a que el art. 35.1 de los Estatutos la otorgue al Presidente del Consejo de
Administración [rectius, consejo rector], estos Estatutos que se remontan al menos al 13 de mayo de 1975 una vez
modificados los anteriores de mayo de 1957, no están adaptados a la Ley del Parlamento Vasco 4/1993 de
Cooperativa de Euskadi, cuyo art. 33 confiere a los administradores esta competencia” y es que, añade la sentencia
“la Ley de Cooperativas mencionada se inspira en una filosofía tendente a diluir la figura del Presidente y dotar de
mayor consenso y confrontación de pareceres a las decisiones que se tomen preferentemente de forma colegiada”.

1585En las sociedades de capital la junta general que debe aprobar, en su caso, la gestión social, las cuentas del
ejercicio anterior y resolver sobre la aplicación del resultado --denominada ordinaria tanto para las anónimas cuanto
para las comanditarias por acciones y las limitadas [respecto de las que en la regulación anterior se omitía este

540
sin que tenga lugar la convocatoria, cualquier socio puede requerir al consejo rector para que la
convoque1587 y, si no es atendido su requerimiento, puede solicitar al Juez competente la

calificativo (art. 45.2.II LSRL)]-- debe reunirse dentro de los seis primeros meses siguientes al cierre del ejercicio
económico (art. 164.1 TRLSC) (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs..
83 a 85). El criterio mixto, consistente en la naturaleza de los acuerdos que son objeto mínimo y necesario de la
junta general ordinaria y el carácter periódico de la reunión, es el defendido por A. ÁVILA DE LA TORRE, “Clases de
juntas (art. 163)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson
Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1222 y 1223, en pág. 1222, para diferenciar entre la junta general ordinaria y la
extraordinaria.

En sede de sociedades cooperativas existen dos criterios para determinar el elemento temporal de la asamblea
general ordinaria. Conforme al primero, la asamblea ordinaria debe tiene que reunirse dentro de los seis meses
siguientes al cierre del ejercicio anterior (vid. arts. 28.2, en relación con el 29.1 LCAragón; 30.1 LCMadrid; 32.1.II
LCCastilla y León; 29.3 LCCataluña; 32.2 LCValencia; 44.1 LCAsturias; 44.2 LCCastilla-La Mancha y 27.2
LSCAndalucía). Y conforme al segundo, la asamblea general ordinaria debe convocarse dentro de los seis meses
siguientes al cierre del ejercicio económico (23.1 LCEstado; 33.2 LCPaís Vasco; 31.2.I LSCExtremadura; 33.2.I
LCGalicia; 37.1 LCLa Rioja; 40.1.I LCIslas Baleares y 40.1 LSCMurcia), lo que significa que puede legalmente
celebrarse fuera de ese periodo de tiempo. De este parecer era N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 44, pág. 350, al comentar la derogada Ley 3/1987, que preveía que el conejo rector convocase
la asamblea general dentro de los seis meses siguientes a la fecha del cierre del ejercicio económico.

Hay casos como el de la Ley andaluza, que contienen una regulación contradictoria: en el artículo 27.2 se indica que
la asamblea general ordinaria es la que tiene que reunirse anualmente, dentro de los seis meses siguientes al cierre
del ejercicio económico anterior, pero en el artículo 29.1 se señala que la asamblea general ordinaria deberá
convocarse por el órgano de administración dentro de los seis meses siguientes al cierre de cada ejercicio
económico. O el de la Ley castellano-manchega que tras señalar que la asamblea general ordinaria es la que debe
celebrarse una vez al año, dentro de los seis meses siguientes al cierre del ejercicio anterior (art. 44.2), añade, sin
sentido aparente, que la asamblea ordinaria será convocada dentro del plazo indicado en el apartado segundo del
artículo anterior --el trascrito-- o cualquier otro diferente que se dispusiere en los estatutos (art. 45.1.II). El Registro
de Cooperativas de Castilla-La Mancha --o el Registro Mercantil, si se trata de una sociedad cooperativa
profesional-- no debería calificar favorablemente unos estatutos que fijaran un plazo de convocatoria que pospusiera
la reunión de la asamblea general más allá de los seis meses mencionados.

La Ley castellano-leonesa contiene una inquietante previsión. Se trata de la posibilidad de un plazo estatutario para
celebrar la asamblea ordinaria. El artículo 33.1 dispone que “si se excediese el plazo legal o estatutariamente fijado
para la celebración de la Asamblea ordinaria [o hubiera transcurrido un mes sin que se hubiera atendido el
requerimiento o petición de Asamblea extraordinaria formulada por los interventores o el número de socios
legalmente establecido,] los peticionarios podrán solicitar del Juez competente, la tramitación de expediente para la
convocatoria de Asamblea”. Ahora bien, comoquiera que la propia Ley señala que “la Asamblea ordinaria se reunirá
necesariamente una vez al año, dentro de los seis meses siguientes al cierre del ejercicio económico…” (art.
32.1.II), sin dar oportunidad a los estatutos de señalar un plazo diferente, debe resolverse la contradicción entre
ambos preceptos en favor del segundo, porque es la regla general en el Derecho de cooperativas; porque no debe
mediar un excesivo periodo de tiempo entre la formulación de las cuentas por el consejo rector --a lo que está
obligado en un plazo máximo de tres meses computados a partir de la fecha del cierre del ejercicio social (art. 77.2)-
- y la aprobación por la asamblea; y porque las cuentas deben depositarse en el Registro para su publicidad dentro
del siguiente ejercicio.

1586Probablemente en las Leyes en las que la asamblea general ordinaria debe reunirse dentro de los seis primeros
meses del ejercicio económico, sería suficiente con que trascurriera menos de ese periodo de tiempo, exactamente
seis meses menos el tiempo mínimo que debe mediar entre la publicación o comunicación de la convocatoria y su
celebración, dado que ese lapso debe respetarse por el consejo rector para ejecutar la convocatoria. Sin embargo,
como es posible que aún dentro de esos días intermedios se celebre una asamblea ordinaria con el carácter de
universal, incluso convocada --informal o extemporáneamente-- por el consejo rector, debe esperarse al transcurso
de los seis meses para entender cumplido el requisito.

1587No todas la Leyes de cooperativas regulan el derecho del socio a requerir al consejo rector la convocatoria de la
asamblea ordinaria, sino que directamente, y sin prever esta posibilidad de solución extrajudicial e interna del
conflicto cooperativo, le reconocen acción para solicitar del juez la convocatoria judicial. Así se dispone en los

541
convocatoria1588. La asamblea general extraordinaria --reúnen esta condición todas las
asambleas que no sean ordinarias-- es convocada por el consejo rector a iniciativa propia,
cuando lo estime conveniente para los intereses de la sociedad cooperativa, pero también debe
convocarla a solicitud de un determinado número de socios, y si el requerimiento no fuere
atendido por el consejo rector dentro del plazo que señalan las Leyes, los solicitantes podrán
instar del juez competente que la convoque. La diferencia esencial que ambas clases de
asambleas ocasionan en el régimen jurídico del derecho a solicitar la convocatoria radica en su
elemento subjetivo: en la ordinaria, la titularidad del derecho corresponde a cualquier socio, se
trata, por tanto, de un derecho individual del socio; mientras que en la extraordinaria el derecho
solo puede ejercerlo un determinado número de socios, dando lugar a un derecho de la
minoría1589. La ratio de la norma hay que buscarla en la necesidad de la asamblea ordinaria y la
contingencia de la extraordinaria1590. Esta misma necesidad explica que el derecho a solicitar la

artículos 23.2.II LCEstado; 31.2 LCMadrid; 33.1 LCCastilla y León; 31.1 LCCataluña; 40.1.II LCIslas Baleares y 33.2
LCValencia. Esta manera de abordar el incumplimiento por el consejo rector de su deber de convocar la asamblea
ordinaria, no significa que el socio no pueda, antes de acudir a la vía judicial, solicitar al consejo rector, en vía
cooperativa interna, la convocatoria de la asamblea ordinaria, dado que este derecho no necesita reconocimiento
legal expreso, sino que está ínsito en el derecho de asistencia. Incluso se ha defendido que el socio antes de
demandar judicialmente la convocatoria de la asamblea ordinaria --por haberse cumplido el plazo sin haberse
realizado la convocatoria-- debe solicitar la convocatoria al consejo rector (vid. para la derogada Ley de 1987, N.
PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º,… artículo 44, págs. 353 y 354; y para la vigente Ley
de 1999, S. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, “La asamblea general en la Ley 27/1999, de 16 de julio, de cooperativas:
algunas reflexiones”, en Revista de Derecho de Sociedades, núm. 17 [2001], págs. 247 a 266, en pág. 251; y M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 238 y 239).

Existen en las Leyes de cooperativas soluciones para la falta de convocatoria por el consejo rector adicionales al
requerimiento que a aquél dirija el socio para que la convoque; entre otras: el reconocimiento a los interventores de
la facultad de convocar la asamblea (art. 40.1 LCIslas Baleares), o de la facultad de solicitar la convocatoria al
consejo rector (art. 31.2.II LSCExtremadura) o, en fin, la imposición a los interventores del deber de instar del
consejo la convocatoria de la asamblea (arts. 23.2.I LCEstado; 33.2.I LCGalicia; 37.1 LCLa Rioja; 40.1 LCIslas
Baleares y 45.2.II LCAsturias). La Ley andaluza no reconoce al socio el derecho a solicitar al órgano de
administración la convocatoria de la asamblea general ordinaria, sino que transcurrido el plazo de seis meses desde
el cierre del ejercicio económico, sin que se efectúe, la llevará a cabo el comité técnico, y de no contar con dicho
órgano o de no ejercer este la citada competencia dentro de los quince días siguientes a la finalización del plazo
legal de convocatoria, corresponderá a la secretaría del consejo rector proceder a la convocatoria de la asamblea
general en el plazo de quince días, una vez superados estos plazos sin que medie convocatoria, cualquier socio o
socia podrá solicitarla del órgano judicial competente (art. 29.1.II).

1588Se trata de asambleas generales de celebración imperativa, calificativo que para las juntas generales ordinarias
de las sociedades de capital por utilizan J. L. IGLESIAS PRADA y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “Los órganos sociales
de las sociedades de capital”, en A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil…, pág. 460.

1589 No todas las Leyes de cooperativas responden a la pureza de este sistema. Así, la aragonesa trata igual el
derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general ordinaria que la de extraordinaria, exigiendo en ambos
casos la concurrencia de un veinte por ciento de los socios de la cooperativa (art. 29, apartados 1 y 3). Esta solución
restringe injustificadamente el derecho de participación del socio en la gestión mediante la solicitud de convocatoria
de la asamblea ordinaria.

También se restringe cuando se aumenta el número socios exigido para ejercer el derecho: en la Ley estatal de
1987 la asamblea general extraordinaria debía convocarse a petición de un número de socios que representase el
10 por 100 del total de los votos (art. 44.2.I), mientras que en la actual de 1999 se exige el 20 por 100 (art. 23.3).
Esta limitación de derechos ha sido resaltada por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las
sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R.
Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 193.

1590Destaca F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 81 a 83 y 461, que la
periodicidad de la junta ordinaria, en el caso de las sociedad anónima, o de la junta anual, en el caso de la sociedad

542
convocatoria de la asamblea general para adopte el acuerdo de disolución obligatoria se
reconozca a cualquier socio1591.

Las Leyes de cooperativas españolas no siguen un criterio uniforme para fijar el número
de socios que puede solicitar al consejo rector la convocatoria de una asamblea general
extraordinaria, no solo en el porcentaje, que varía de unas a otras --incluso, en lugar de
porcentajes, a veces se utilizan números enteros--, sino también en la base sobre la que se
aplica el porcentaje, que en unos casos son los socios totales de la cooperativa y en otros los
votos totales1592. Es de entender que la variedad de porcentajes o de números enteros que se
toman como referente para construir la titularidad del derecho de la minoría, ha sido adoptada
por cada legislador en atención a las singularidades que presentan las cooperativas de su
territorio, de forma que considerada la estructura de la cooperativa, la determinación del número
mínimo de socios sea el punto equidistante entre la adecuada participación de los socios en la
gestión, de un lado, y la atribución exorbitante a una minoría de competencias de promoción de
la gestión social, de otro. En este caso, así parece que ha sucedido a juzgar por la fijación de
números enteros que corrigen los porcentajes y por la utilización de porcentajes diferentes según
el número de socios de la cooperativa. Por otra parte, el hecho de que la base esté formada por
los socios totales o por los votos totales, no es cuestión baladí. La fórmula es neutral en las
cooperativas en las que el voto sea unitario, de forma que si un socio o socia tiene derecho a un

limitada --en cuyo régimen no se distinguía al tiempo de la obra referenciada entre junta ordinaria y extraordinaria,
pero que sí imponía una junta anual con unos asuntos necesarios-- lleva consigo el establecimiento de una
obligación a cargo de los administradores de convocarla. Consecuentemente, esta obligación genera, como reflejo
técnico, el derecho subjetivo de cualquier socio a exigir su cumplimiento. La necesidad de la junta ordinaria explica a
juicio de I. MORALEJO, “Solicitud de convocatoria por la minoría (art. 168)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de
la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1234 y 1240, en pág. 1235,
explica que cualquier socio pueda solicitarla transcurrido el plazo correspondiente.

En la doctrina cooperativa la fundamentación es la misma: señalan E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS


VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de
reforma…, pág. 227, que “atendiendo al carácter necesario de la asamblea general ordinaria … cualquier socio está
legitimado para solicitar la convocatoria judicial”.

1591Así lo prevé, por ejemplo, el artículo 70.3 LCEstado --en esta norma se dispone que concurriendo una causa de
disolución, de las que allí se citan, que el consejo recto deberá convocar la asamblea general y que cualquier socio
podrá requerir al consejo rector para que efectúa aquella convocatoria--; y lo admite la doctrina (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35, pág. 155.

La misma ratio se aprecia en la correspondiente norma jurídica de las sociedades de capital: sostiene F. SÁNCHEZ
CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 485, que la facultad del socio cumple unas
funciones de alerta respecto a los administradores, que están obligados a convocar la junta general si efectivamente
se produce la causa de disolución o la insolvencia de la sociedad.

1592En el grupo de Leyes que parte del dato del número total de socios para determinar la minoría de socios que
puede ejercer el derecho, los datos son los siguientes: el 20% de los socios (arts. 29.3 LCAragón y 40.2.I LCIslas
Baleares); el 10% de los socios [art. 31.3.b) LSCExtremadura]; el 10% de los socios o 50 socios (arts. 31.1
LCMadrid; 33.1 LCValencia; 45.3 LCAsturias y 45.1.III LCCastilla-La Mancha); y el 10% de las personas socias en
cooperativas de más de mil, el 15 % en las de más de quinientos y el 20% en las restantes (29.2.I LSCAndalucía).

Por su parte, las Leyes que toman como referencia el número total de votos --complementado con socios enteros--
para la operación anterior, ofrecen el siguiente cuadro: el 10% de los votos sociales o 100 socios, en el caso de
cooperativas de más de mil (art. 31.3 LCCataluña); el 20% del total de votos (arts. 22.3 LCEstado, 33.3 LCPaís
Vasco; 37.3 LCLa Rioja y 40.3 LSCMurcia); el 20% de los votos sociales o 2 socios, en cooperativas con menos de
10 socios [art. 32.4.b) LCCastilla y León] y el 20% de los votos sociales o 100 personas socias (art. 33.3 LCGalicia).

543
voto, lo mismo da aplicar los porcentajes sobre votos que sobre socios; pero deja de serlo
cuando el voto es plural, de forma que cada socio arrima el número de votos de que sea titular
para alcanzar el porcentaje, y pudiera darse el caso de que un solo socio fuese titular del número
de votos necesario para forzar la convocatoria de la asamblea extraordinaria. Esta segunda
fórmula no presenta ninguna tacha dogmática desde el punto de vista de la mutualidad, dado
que el voto es plural con criterios mutualistas --la actividad cooperativizada o el número de
socios-- y no capitalistas --el capital aportado--; y tiene la virtud de fomentar el compromiso del
socio con la sociedad cooperativa, al favorecer el derecho de solicitar la convocatoria al socio
que más actividad económica desarrolla con la sociedad.

Los porcentajes no podrán ser aumentados por los estatutos --salvo que otra cosa
permitan las Leyes--, porque limitarían este derecho de participación del socio, pero sí reducidos,
porque fomentarían la participación en la gestión social1593. Tampoco pueden ser aumentados en
los estatutos los números enteros, en los casos en los que las Leyes fijen de esta forma la
legitimación para solicitar la convocatoria de la asamblea general extraordinaria, que sí podrán
reducirlos.

Con carácter general las Leyes de cooperativas españolas regulan la solicitud de


convocatoria de la asamblea extraordinaria como un derecho de la minoría, pero hay cuatro
Leyes que se separan de la regla general. Las Leyes gallega, aragonesa, andaluza y riojana
configuran la solicitud de convocatoria como un derecho de doble legitimación activa, de la
minoría de socios e individual del socio, según la fase en la que se ejercite. En ellas se señala
que la asamblea general extraordinaria debe ser convocada por el órgano de administración a
petición de un determinado porcentaje o número de socios (Galicia y Aragón) o de votos
(Andalucía y La Rioja) --derecho de la minoría--, y se añade que si la asamblea general no fuese
convocada en el plazo previsto al efecto (treinta días, en el caso gallego y riojano, y quince días
en el andaluz) a contar desde la recepción de la solicitud, o sin señalar plazo (Aragón) cualquier
socio podrá solicitar convocatoria judicial --derecho individual del socio--; de esta forma, la
solicitud de convocatoria es un derecho de la minoría en la vía cooperativa interna y un derecho
individual en la vía judicial; y esta doble naturaleza es una exigencia conjunta, debiendo concurrir
a la vez, de forma que no es lícito que un número de socios inferior a la minoría exigida pida a
los administradores la convocatoria y si esta no es atendida, un solo socio acuda al juez1594.

1593La prohibición del aumento del los porcentajes y la permisión de su reducción por los estatutos sociales en las
sociedades de capital está admitido por la doctrina científica y por las Resoluciones de la DGRN (vid. F. SÁNCHEZ
CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 482). En la doctrina cooperativa, abogan por la
adaptación al tamaño de la cooperativa de los porcentajes necesarios para instar la convocatoria de la asamblea
general extraordinaria E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad
Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 229.

1594 La Ley gallega, en su artículo 33.3, después de señalar que la asamblea general extraordinaria se reunirá a
petición de socios que representen al menos el veinte por ciento del total de votos sociales o cien personas socias --
derecho de la minoría--, dispone que si la asamblea general no fuese convocada en el plazo de treinta días, a contar
desde la recepción de la solicitud, cualquier persona socia podrá solicitar convocatoria judicial --derecho individual
del socio--.

La misma fórmula se aprecia en el artículo 29.2 de la Ley andaluza, que de un lado, establece, en lo que aquí
interesa, que la asamblea general extraordinaria se convocará por el órgano de administración por propia
iniciativa cuando lo solicite un número de socios o socias que represente, al menos, al diez por ciento de
las personas socias en las sociedades cooperativas de más de mil, el quince por ciento en las de más de
quinientos y el veinte por ciento en las restantes --derecho de la minoría--; y, añade, que cuando el órgano de
administración no efectuara la convocatoria solicitada dentro del plazo previsto al efecto (diez días siguientes a la
fecha del requerimiento) y siempre que no la hagan el comité técnico o el secretario del consejo rector los

544
III. El derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general cuenta, en la mayoría
de las Leyes de cooperativas, con garantía judicial, de manera que si el consejo rector no la
convoca el socio puede solicitar que sea convocada por el juez --en las Leyes andaluza y balear,
como se analizará más abajo, antes de la solicitud al juez, se prevé la posibilidad de
convocatoria por el comité técnico, la secretaría del consejo rector, los interventores o los socios-
-. La convocatoria judicial está prevista tanto para la asamblea general ordinaria cuanto para la
extraordinaria.

El derecho del socio a la convocatoria judicial de la asamblea general ordinaria, como


derecho individual, es reconocido en todas las Leyes de cooperativas1595 menos en la aragonesa
y en la navarra. En la Ley de cooperativas de Aragón, la legitimación activa para ejercer la acción
judicial tiene una compleja formación, en la que existen dos fases: una primera, en la que el al
menos un veinte por ciento de los socios de la cooperativa deberán instar del consejo rector [en
forma fehaciente1596 y expresando en la solicitud los asuntos a tratar], y, una segunda, en la que,
si el requerimiento no fuese atendido en el plazo de treinta días, la acción judicial podrá ser
ejercida por cualquiera de los socios de la cooperativa --obsérvese que entre este caso y el de
las cuatro Leyes anteriores, la aragonesa incluida, hay una diferencia importante: aquí se trata
de la asamblea general ordinaria y allí de la extraordinaria--. Esta regulación dota al derecho a la
convocatoria de la asamblea ordinaria de una naturaleza mixta, que recoge elementos de un
derecho de la minoría de socios --el quince por ciento que debe instar la convocatoria del
consejo rector-- y de un derecho individual --el socio que puede ejercer la acción individual. En la
Ley navarra, como el régimen de la convocatoria está remitido a los estatutos sociales (art.
35.1.III), serán estos los que, en su caso, regulen este derecho del socio o de la minoría.

La convocatoria judicial de la asamblea general extraordinaria está prevista en todas las


Leyes de cooperativas españolas1597, menos en la balear, que es sustituida por la convocatoria
directa por los socios, como se analiza más abajo.

interventores (competentes para ello en la Ley andaluza), la asamblea general podrá ser convocada, a petición de
cualquiera de aquellos solicitantes, por el Juez que corresponda --derecho de individual--.

El artículo 37.3 de la Ley riojana prevé que la asamblea general extraordinaria se reunirá a petición de socios que
representen al menos el veinte por ciento del total de votos sociales, y que si la asamblea no fuese convocada en el
plazo de treinta días, a contar desde la recepción de la solicitud, cualquier socio podrá instar la convocatoria judicial.

Por su parte el artículo 29.3 de la Ley aragonesa señala que la asamblea extraordinaria podrá ser convocada por el
consejo rector cuando lo estime conveniente para los intereses de la cooperativa, a petición del veinte por ciento de
los socios o a solicitud de los Interventores, y que en caso de no ser atendida la petición, se seguirá el
procedimiento expuesto para la asamblea ordinaria., en el que cualquiera de los socios de la cooperativa que haya
instado al consejo rector podrá solicitar la convocatoria ante el juez competente del domicilio social.

1595Vid. arts. 23, apartados 2.II y 4 LCEstado; 33.2 LCPaís Vasco; 31.2.II LSCExtremadura; 33.2.I LCGalicia; 31.2
LCMadrid; 37.1 LCLa Rioja; 33.1 LCCastilla y León; 31.1 LCCataluña; 36.2.I LCCastilla-La Mancha; 40.1 LCIslas
Baleares; 33.2 LCValencia; 40.2.II LSCMurcia; 45.2.II LCAsturias; 45.2.I LCCastilla-La Mancha y 29.1
LSCAndalucía.

1596Si no hay un requerimiento fehaciente al consejo rector el juez no puede convocar la asamblea, como señala la
SAP Vizcaya de 18 de enero de 2000 [Civil] (Ar AC 2000\364), en la que no valen las “conversaciones y exigencias
de convocatoria supuestamente habidas entre algunos socios y la apelada…que…no reúnen las condiciones de
fehaciencia que nos permitan asegurar que ha habido otro requerimiento”.

La convocatoria judicial de la asamblea general extraordinaria se regula en los artículos 23, apartados 3 y 4
1597

LCEstado; 33.3 LCPaís Vasco; 31.3.II LSCExtremadura; 33.3 LCGalicia; 29.3 LCAragón; 31.3 LCMadrid; 37.3 LCLa

545
El elemento tipológico de la participación orgánica deja su impronta en la garantía
judicial del derecho del socio cooperativista a solicitar la convocatoria de la asamblea general.
Así como este derecho en las sociedades de capital no implica que el juez deba convocar la
junta general --“podrá” dice el artículo 169 TRLSC y con este mismo carácter potestativo lo
interpreta la doctrina1598--, en sede cooperativa el juez sí debe convocarla --“convocará” afirma el
artículo 23.2 LCEstado a propósito de la asamblea ordinaria, y “que la convoque” a instancia de
los solicitantes, señala el apartado 3 del citado artículo respecto a la asamblea general
extraordinaria--1599.

La solicitud de convocatoria judicial puede articularse a través de un expediente de


jurisdicción voluntaria, o puede acudirse también al juicio ordinario (art. 249.2 Ley 1/2000, de 7
de enero, de Enjuiciamiento Civil) ejerciendo una acción de condena, mediante la que se pida la
declaración del derecho del actor a la convocatoria de la asamblea general y la condena al
consejo rector a convocarla. La alternativa procedimental se debe a que en la legislación
cooperativa no se regula ningún acto de jurisdicción voluntaria especial, como se prevé en la Ley
de sociedades de capital y ya antes en la Ley de sociedades de responsabilidad limitada de
1995; regulación para la que las Leyes autonómicas no son competentes, por tratarse de materia
procesal. Sin embargo al ser más eficaz y rápido el expediente de jurisdicción voluntaria es
aconsejable acudir a él, cuya tramitación se ajustará a lo previsto en la Ley de Enjuiciamiento
Civil aprobada por Real Decreto de 3 de febrero de 1881 (disposición derogatoria única de la Ley
1/2000) 1600.

Rioja; 33.1 LCCastilla y León; 31.3 LCCataluña; 36.4 LCCastilla-La Mancha; 33.2 LCValencia; 40.3 LSCMurcia; 45.3
LCAsturias; 45.2.I LCCastilla-La Mancha y 29.2.II LSCAndalucía.

1598Bajo la vigencia de la Ley de sociedades anónimas de 1989, a juicio de R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ
PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen
legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 101, págs. 125, 126 y 129, la convocatoria judicial de la junta
general ordinaria no es preceptiva u obligatoria, sino discrecional, mientras que la de la junta general extraordinaria
es obligatoria para el Juez. Y al amparo de la vigente Ley de sociedades de capital sostiene la misma interpretación
I. MORALEJO, “Convocatoria judicial (art. 169)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1240 y 1245, en pág. 1242.

1599 En contra, E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad


Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 231, para quienes en el caso de solicitud
judicial de convocatoria de la asamblea general ordinaria, el juez debería proceder a la convocatoria, sin necesidad
de entrar a conocer del fondo del asunto; en cambio, en el supuesto de que la convocatoria se refiera a una
asamblea general extraordinaria, el juez sí podrá entrar a valorar el fondo del asunto y negar la convocatoria, en
casos de ejercicio abusivo del derecho o solicitud manifiestamente improcedente.

Cuestión distinta es que el juez, antes de acordar la convocatoria verifique el cumplimiento de los requisitos formales
exigidos por la ley, y en caso de no concurrir, deniegue la misma. Pero lo que no puede hacer es denegar por
razones de oportunidad. A este respecto el AAP Madrid de 3 de diciembre de 2012 [Civil] (Ar. Jur 2013\16955)
mantiene la denegación de la convocatoria que hace el juez de lo mercantil porque no fue instada judicialmente por
el número mínimo de socios que exige la ley, pero añade un doctrina inquietante, que no excluye el análisis de la
oportunidad de la convocatoria. Dice así “dicha convocatoria no es automática en el caso de que se suscite
controversia judicial, de manera que pueden ponerse de manifiesto cuestiones que obliguen a decidir sobre la
procedencia o no de la misma o de la inclusión de determinados extremos del orden del día. De no admitir este
mínimo control podrían provocarse situaciones absurdas, que llegasen a amparar la convocatoria de juntas ante
solicitudes fraudulentas, abusivas o carentes de objeto, entre otros motivos que podrían ser debidamente
apreciados”.

1600 Ya durante la vigencia de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881 se postulaba la utilización del expediente de
jurisdicción voluntaria en detrimento de la vía de la jurisdicción contenciosa (vid. J. C. RIERA BLANCO, “La junta

546
Junto a la garantía judicial, el derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general
cuenta con garantía administrativa. La Leyes de cooperativas suelen tipificar como infracción la
conducta consistente en no convocar la asamblea general en tiempo y forma1601. Ambas
garantías pude acumularse, de forma que, como han declarado nuestros tribunales, no es
necesario para que la Administración incoe el procedimiento sancionador que los socios hayan
solicitado y obtenido del Juez la convocatoria pretendida, pues una cosa es que la norma
reconozca a los socios este derecho de solicitar del Juez la convocatoria indebidamente omitida
por el consejo rector y otra bien distinta es que los este órgano pueda, de forma paralela, haber
incurrido en alguna de las infracciones que se tipifican en la ley para proteger los derechos
legales de los socios, entre los que se encuentra el de la convocatoria de las asambleas; por lo
tanto, “el derecho reconocido a los socios de acudir al Juez para efectuar la convocatoria no
elimina su previo derecho legal a la convocatoria del que la posibilidad de acudir al juez no es

general de accionistas convocada judicialmente”, en Revista de Derecho Privado, abril, 1988, págs. 315 a 346, en
pág. 316).

F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 140 y 141, y 491 y 492, considera
que la utilización de los procedimientos ordinarios es, en principio, incompatible con la celeridad que aconsejan las
circunstancias para que el Juez acuerde la convocatoria de la junta, por lo que es doctrina consolidada que ha de
efectuarse por medio de una actuación de jurisdicción voluntaria, en el que además, no resulta aplicable el artículo
1.817 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, que declara que si a la solicitud promovida se hiciera oposición
parte de alguno que tenga interés en el asunto, se hará contencioso el expediente, porque si los socios han acudido
al juez para que ordene la convocatoria es precisamente porque existe oposición de los administradores, que son
quienes normalmente tendrían que hacerlo. En iguales términos I. MORALEJO, “Régimen de la convocatoria judicial
(art. 170)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-
Civitas], 2011, I, págs. 1245 y 1249, en pág. 1245 y 1246. También consideran inadmisible la oposición de los
administradores a la solicitud de convocatoria judicial promovida por los socios a los efectos de que se haga
contencioso el expediente R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R.
Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…,
artículo 101, págs. 128. Esto autores, si bien reconocen el derecho de los socios solicitantes a recurrir la resolución
judicial que deniegue la convocatoria, se lo niegan a los administradores si la convocatoria es acordada por el juez
(pág. 127).

Por su parte, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 240 y 241, solo admiten
que la solicitud se tramite por las normas del procedimiento de jurisdicción voluntaria, al no existir contencioso
alguno.

El AAP Madrid de 3 de diciembre de 2012 [Civil] (Ar. Jur 2013\16955), que resuelve un recurso de apelación
interpuesto contra un Auto dictado por el Juzgado de lo Mercantil núm. 5 de Madrid en un expediente de jurisdicción
voluntaria en el que se ventilaba una convocatoria judicial de una asamblea general ordinaria recoge, en buena
medida, la doctrina anterior: “se consideran incluidos dentro de los actos de jurisdicción voluntaria, si bien con la
particularidad de que en ningún caso es aplicable el artículo 1817 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, no solo
por la necesidad de evitar que la resolución se prolongue indefinidamente, sino especialmente porque su artículo
2111, en su apartado cuarto, excluye la conversión del expediente en contencioso, sin perjuicio de que las partes
acudan al procedimiento que corresponda para dirimir sus controversias. El citado expediente concluye con la
decisión judicial acordando la convocatoria o denegándola, sin que resulte precisa ninguna otra resolución. Incluso
se ha destacado que ni siquiera la publicidad de la convocatoria forma parte del expediente. La resolución
denegatoria podrá ser susceptible de recurso de apelación. En consecuencia de lo expuesto, la solicitud se
sustancia facilitando trámite a los representantes de la sociedad para que formulen alegaciones, sin que a su vez
ello comporte, dada la naturaleza del procedimiento, réplica alguna o período de prueba como pretende la apelante.
Y consecuencia de lo anterior es la imposibilidad de paralizar las actuaciones para sustanciar incidente alguno, o de
tramitar alegaciones paralelas de naturaleza incidental”.

1601Vid. arts. 173.a) LSCExtremadura; 139.2.2.b) LCGalicia; 94.5.e) LCAragón; 133.4.a) LCMadrid; 140.1.2.a) LCLa
Rioja; 137.2.a) LCCastilla y León; 117.5.b) LCValencia; 139.3.a) LSCMurcia; 205.2.a) LCAsturias; 160.4 --dice 3
pero debe ser 4--.a) LCCastilla-La Mancha y 123.2.a) LSCAndalucía.

547
sino un refuerzo, pero nada obliga a la Administración a esperar a que por los socios se acuda al
Juez, pues tal posibilidad es un derecho y no una obligación de los socios y, además, se trata de
dos derechos legales diferentes, uno establecido en refuerzo del otro, y dada la descripción legal
del tipo infractor, basta con que el primero de dichos derechos legales (el derecho a la
convocatoria de la asamblea o junta de que se trate sin necesidad de acudir al juez) no sea
reconocido por quien está obligado legalmente a ello para que se cometa la infracción, que es lo
que ha ocurrido en el presente caso”1602.

IV. La solicitud de convocatoria debe indicar los asuntos del orden del día, cuando se
trate de asamblea general extraordinaria.

Esta exigencia aparece expresa en un buen número de Leyes de cooperativas 1603. En


las que guardan silencio, debe entenderse implícita, pues de lo contrario, se estaría requiriendo
al consejo rector para que convoque una asamblea vacía de contenido.

La propuesta de orden del día es un requisito de la solicitud de la convocatoria, faltando


el cual el consejo rector puede legítimamente denegar la petición. La necesidad de orden del día
en la iniciativa de convocatoria está conectada con la función que cumple este derecho de los
socios: facilitar la participación del socio en la gestión. La petición de convocatoria de la
asamblea extraordinaria, al incluir los asuntos que han de integrar el orden del día, se presta a la
valoración gestora por parte de los socios peticionarios. La asamblea general extraordinaria se
podrá celebrar cuando resulte conveniente o necesario someter un asunto a la decisión de los
socios, y esta valoración la puede hacer el consejo rector --este órgano tiene la doble
competencia de convocar y de adoptar la iniciativa de la convocatoria-- pero también puede ser
realizada por la minoría de socios legitimada --competente, así mismo, para la iniciativa de la
convocatoria--. Ejercido el derecho por la minoría de socios, la valoración de la oportunidad o
necesidad que ellos hayan realizado no puede revisarse por el consejo rector para denegar, por
falta de oportunidad o de necesidad, la convocatoria solicitada, sino que está obligado a
convocar1604. Las Leyes desplazan el agente decisor que valora el asunto de gestión del consejo
rector a la minoría de socios; y este desplazamiento tiene, como se ha visto, garantía judicial.

1602 Esta doctrina se contiene en la S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 22 de noviembre


de 2005 (Ar. jur. 2006\97340) dictada ante la omisión por el consejo rector de la convocatoria de una juna especial
de socios --la que, en sociedades cooperativas de viviendas, debe constituirse para cada fase o promoción de
viviendas--. Aunque la doctrina es correcta y puede generalizarse al supuesto apuntado en el texto principal, lo
cierto es que en el caso resuelto la Sala no aplica la infracción consistente en no convocar una asamblea general ,
dado que la falta de convocatoria lo era una junta especial, sino el tipo cuyo contenido es “la transgresión no
ocasional de los derechos legales de los socios”.

Vid. arts. 33.3 LCPaís Vasco; 33.3 LCGalicia; 29.3 LCAragón; 37.3 LCLa Rioja; 31.3 LCCataluña; 36.4
1603

LCCastilla-La Mancha; 40.2.II LCIslas Baleares; 45.3 LCAsturias; 45.1.II LCCastilla-La Mancha y 29.2.I
LSCAndalucía.

Esta constancia tiene especial trascendencia en cuanto que los administradores han de confeccionar el orden del
día incluyendo los asuntos que hubiesen sido objeto de solicitud (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en
las sociedades de capital…, pág. 134).

1604Ejercida la iniciativa de la minoría de socios para la convocatoria de la junta general, se “instituye una verdadera
obligación sobre el órgano de administración” de convocarla, como a propósito de las sociedades de capital afirma I.
MORALEJO, “Solicitud de convocatoria por la minoría (art. 168)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital…, pág. 1234.

548
No limita el derecho de participación de los socios que aquí se comenta, el hecho de que
el consejo rector pueda añadir uno o varios asuntos adicionales a aquéllos propuestos por los
socios1605. Esta posibilidad encuentra su fundamento en la genérica competencia del consejo
rector de convocar la asamblea general y acordar los asuntos que integran su orden del día. El
único límite que, respecto a este derecho de los socios, tiene el consejo rector es que con la
fijación de los asuntos adicionales no se produzca el efecto de anular el alcance gestor de los
propuestos por los socios, en cuyo caso se lesionaría su derecho de participación.

La cuestión más interesante que plantea la materia estudiada es si la misma exigencia


puede trasladarse a la asamblea general ordinaria. Ésta ya tiene una objeto mínimo determinado
por las Leyes --examinar la gestión social, aprobar, si procede, las cuentas anuales, resolver
sobre la distribución de los excedentes o la imputación de las pérdidas y decidir sobre la política
general de la cooperativa--; de esta forma, los asuntos que legalmente han de ventilarse en la
misma se comunican automáticamente a la convocatoria pedida por los socios, sin que en tal
petición deban enumerarse los mismos. Prueba de ello es que las Leyes de cooperativas, así
como exigen que la petición de convocatoria de asamblea extraordinaria contenga los asuntos a
tratar, no hacen lo mismo con la petición relativa a la asamblea ordinaria. Esta falta de exigencia
de los asuntos del orden día en la petición de convocatoria de asamblea ordinaria es la versión
positiva de una norma jurídica negativa que solo está implícita; se trata de la prohibición de que
la solicitud de convocatoria de asamblea general ordinaria contenga puntos del orden de día
diferentes a los que constituyen el objeto propio de esta clase de asambleas. Si esta prohibición
no existiera, por la vía de la solicitud por un solo socio de la convocatoria de asamblea ordinaria -
-legitimación mínima exigida por las Leyes--, se abriría la puerta a que en ella se introdujeran
asuntos distintos a los del objeto típico de las ordinarias, colocándonos en el objeto de las
extraordinarias, para lo que las Leyes exigen la solicitud de un grupo de socios o de votos; es
decir, estaríamos admitiendo la conversión de un derecho de la minoría de socio en un derecho
individual del socio, lo que constituye un fraude de Ley. La prueba más evidente de la tesis
anterior viene constituida por la única Ley que sí exige que en la solicitud de convocatoria de
asamblea general ordinaria se incluyan los asuntos a tratar; se trata de la Ley aragonesa de
cooperativas, que, junto a esta exigencia, contiene otra que hace de la mencionada solicitud un
derecho de la minoría --al menos en la vía cooperativa--: si la asamblea general ordinaria no es
convocada por el consejo rector en el plazo establecido legalmente, al menos un veinte por
ciento de los socios de la cooperativa deberán instarla del consejo rector, en forma fehaciente,
“expresando en la solicitud los asuntos a tratar” (art. 29.1). Ahora bien, si el requerimiento no
fuese atendido, reaparece el derecho del socio, ya que --en la vía judicial-- la acción para
solicitar la convocatoria ante el juez podrá ser ejercida por cualquiera de los socios de la
cooperativa1606.

1605 Esta facultad de los administradores de adicionar asuntos a los propuestos en la convocatoria pedida por los
socios es admitida por la doctrina para las sociedades anónimas y para las sociedades de responsabilidad (vid. R
URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M.
Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 100, pág. 120; así
como J. L. IGLESIAS PRADA y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “Los órganos sociales de las sociedades de capital”, en
A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil…, pág. 460; F. SÁNCHEZ CALERO, La junta
general en las sociedades de capital…, pág. 135, para la sociedad anónima, y pág. 484, para la sociedad de
responsabilidad limitada; y I. MORALEJO, “Solicitud de convocatoria por la minoría (art. 168)”, en Rojo-Beltrán
(dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1237 y 1238). Así mismo, para la sociedad limitada,
vid. J. MADRAZO, “La junta general”, en A.-B. Campuzano (coord.), La sociedad de responsabilidad limitada…, pág.
316.

Existen dudas en la interpretación de la Ley valenciana. En ella, tras la lectura de su artículo 33 no queda claro
1606

que la solicitud de convocatoria judicial de asamblea general ordinaria, que puede ser instada por un solo socio,
deba contener el orden del día; su apartado 1 dice así: “la asamblea general podrá ser convocada por el consejo

549
La prohibición expuesta debe hacerse compatible con la previsión de las Leyes de que la
asamblea general ordinaria puede, además de su objeto típico, incluir en el orden del día
cualquier otro asunto de su competencia. También debe poder hacerlo la asamblea general
ordinaria convocada a instancia de los socios; pero la solicitud de estos otros asuntos se debe
formular por la minoría que puede pedir una asamblea extraordinaria1607.

V. La alternativa a la falta de convocatoria de la asamblea general, tanto ordinaria cuanto


extraordinaria, por el consejo rector es la convocatoria judicial. Pero esta regla presenta tres
excepciones la convocatoria por el comité técnico o la secretaría del consejo rector, la
convocatoria por los interventores y la convocatoria por los socios.

En la ley andaluza, la asamblea general ordinaria deberá convocarse por el órgano de


administración dentro de los seis meses siguientes al cierre de cada ejercicio económico, pero
transcurrido dicho plazo sin que se efectúe, la llevará a cabo el comité técnico, y de no contar
con dicho órgano o de no ejercer este la citada competencia dentro de los quince días siguientes
a la finalización del plazo legal de convocatoria, corresponderá a la secretaría del consejo rector
proceder a la convocatoria de la asamblea general en el plazo de quince días (art. 29.1).

La convocatoria de la asamblea general realizada por los interventores está regulada en


la Ley balear, en la que junto a la convocatoria judicial que es el último recurso, se prevé, ante la
inactividad del consejo rector, la convocatoria la asamblea extraordinaria --no de la ordinaria--
por los interventores (art. 40.1.I).

En ambos casos, para solicitar la convocatoria judicial deberá haberse agotado este
recurso técnico interno, y acreditarse este extremo ante el juzgado1608.

rector a iniciativa propia o a petición de al menos un 10% de los socios o cincuenta socios, con el orden del día
propuesto por ellos”; esta norma parece referirse a la asamblea general extraordinaria, porque el apartado segundo
del mismo artículo seña que “cuando el consejo no convoque en el plazo legal la asamblea general ordinaria o no
atienda la petición de la minoría antes citada en el plazo máximo de un mes, cualquier socio en el primer caso o la
minoría citada en el segundo caso, podrán solicitar del juez de primera instancia del domicilio social que, con
audiencia del consejo rector, convoque la asamblea, designando las personas que con el carácter de presidente y
secretario tendrán que constituir la mesa y con el orden del día solicitado”. Debería entenderse que la convocatoria
judicial de asamblea ordinaria, que puede ser instada por un solo socio, debe circunscribirse a los asuntos típicos de
este tipo de asambleas.

La misma cuestión se plantea con el artículo 31.2 LCMadrid, que contiene una redacción análoga al valenciano.

1607 Por este motivo no acierta el AJMER Cádiz nº 1 de 7 de abril de 2005 (Ar Jur 2005\101828) que al resolver una
cuestión relativa a la convocatoria de una asamblea general extraordinaria, se plantea --entre otros argumentos--
flexibilizar la minoría de socios que puede solicitarla del consejo rector para admitir una solicitud judicial sin que se
alcance esa minoría, porque “a mayor abundamiento dichos asuntos [propios de una asamblea extraordinaria]
también podrían ser tratados en Asamblea General Ordinaria, ya que la misma podrá decidir no sólo sobre los
asuntos expresamente mencionados en el art. 47.2 LSCA [los propios de una asamblea ordinaria], sino también
sobre cualquier otro asunto incluido en su orden del día”. Con este argumento se trata igual a la legitimación para
solicitar una asamblea extraordinaria que una ordinaria, cuando la Ley las diferencia. No obstante, el Auto sí
contiene otros acertados fundamentos y pronunciamientos que ayudan a configurar a la cooperativa como una
sociedad de participación.

1608 El Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Málaga, de 15 de marzo de 2006 (Ar AC 2006\355) desestima la
solicitud de convocatoria de una asamblea general extraordinaria, entre otros motivos, porque no se ha acreditado
que se hubiere requerido la convocatoria previamente a los interventores --órgano que en la, hoy derogada, Ley
andaluza de 1999 y aplicada en el Auto citado, tenía atribuida la competencia que en la Ley vigente de 2011 ostenta
el comité técnico y el secretario del consejo rector--.

550
La convocatoria judicial de la asamblea general extraordinaria, en los casos en que no
sea realizada por el consejo rector, es sustituida en la Ley balear, como mecanismo de tutela de
este derecho de participación, por la atribución a los socios de la facultad de convocar la
asamblea extraordinaria; en cambio, la asamblea ordinaria debe ser convocada por el juez en el
caso de que la solicitud no fuese atendida por el consejo. El artículo 40.2.III de la Ley balear
dispone, en relación con la asamblea general extraordinaria, que “si no se lleva a efecto [por el
consejo rector] la convocatoria [solicitada por un número de socios o asociados que represente
al menos el veinte por ciento de los que forman parte de la cooperativa] los solicitantes podrán
efectuarla entregando el orden del día al consejo rector para informar a los socios mediante
publicación”.

Estas previsiones, están inspiradas en la mutualidad, en particular la tercera de ellas. El


efecto que la mutualidad provoca en la participación de los socios en la gestión de los asuntos
sociales cifrado en atribuirles unos derecho de decisión especialmente intensos, explica que los
propios socios estén facultado para, si el consejo rector no atiende su solicitud, convocar
directamente la asamblea extraordinaria. La atribución a los interventores o al comité técnico o a
la secretaría de la competencia para convocar, es un ejemplo más del fenómeno de flexibilidad
de la distribución de competencias entre los órganos sociales de las cooperativas, del que
constituye el máximo ejemplo la competencia universal de la asamblea general. Ahora se trata
de atribuir una genuina competencia de gestión de la organización --la convocatoria de la
asamblea general tiene esta naturaleza-- a un órgano de control de la gestión económica. La
justificación de esta atribución, que es la justificación misma de la flexibilidad apuntada, hay que
buscarla en el relevante papel que el socio cooperativo juega en el sistema de distribución
competencial entre órganos, a causa de su doble relación jurídica con la sociedad, de aportación
de capital y de realización de actividad cooperativizada.

Debe existir una identidad entre el orden del día propuesto al consejo rector y el que,
ante la falta de convocatoria de la asamblea por este órgano o sin incluir todos o algunos de los
puntos propuestos, se solicite del juez1609.

VI. El derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general cuando este órgano


social esté estructurado binariamente en asamblea de delegados y juntas preparatorias,
comprende inescindiblemente tanto el derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea general
de delegados, cuanto el derecho a solicitar la convocatoria de las juntas preparatorias, incluida la
garantía judicial. El fundamento de esta conclusión hay que buscarlo en la norma de que las
convocatorias de la asamblea de delegados y la de las juntas preparatorias tienen que ser únicas
y con un mismo orden del día (vid., p. ej., art. 30.2.I LCEstado).

Si esto es así, la solicitud de la asamblea general, en todo caso, lleva implícita la de las
juntas preparatorias y, necesariamente, quien esté legitimado para pedir la convocatoria de la
asamblea general lo está para solicitar la de las Juntas preparatorias, es más, aunque no se
hubieran solicitado expresamente, el consejo rector debía convocarlas para que pudiera
celebrarse la asamblea general1610.

1609 El Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Málaga, de 15 de marzo de 2006 (Ar AC 2006\355) desestima la
solicitud de convocatoria de una asamblea general extraordinaria de una cooperativa, entre otros motivos, porque el
orden del día contenido en la solitud judicial no coincide con el orden del día propuesto al consejo rector.

1610 Así lo ha declarado el AAP Madrid de 8 de octubre de 2010 [Civil] (Ar. Jur 2011\23647).

551
Al lado del derecho del socio a solicitar al consejo rector, o al juez, la celebración de una
asamblea general, aquél es también titular del derecho a solicitar al consejo rector, o al juez, la
convocatoria de una junta especial de socios. Se trata de la junta especial de socios que se debe
constituir por cada fase o promoción en las sociedades cooperativas de viviendas, y que
respecto de la cual las Leyes prevén que su convocatoria se haga en la misma forma que las de
las asambleas (vid. p. ej., arts. 90.IV LCEstado y 115.2 LCMadrid). Este específico derecho de
participación del socio comparte con el de solicitar la convocatoria de la asamblea general su
naturaleza jurídica y, por lo tanto, su régimen jurídico, con las adaptaciones necesarias derivadas
del diferente órgano social en el que se desenvuelve; así, por ejemplo, a la hora de determinar la
legitimación activa para solicitar la junta especial habrá de considerarse como base del cálculo
no el número de socios de la cooperativa --como sucedería si se tratase de un asamblea
general--, sino el número de socios adscrito a esa junta especial 1611.

3.3.3. Derecho a proponer asuntos para el orden del día.

I. Es el derecho de los socios a proponer asuntos para el orden de día de una asamblea
general futura o de una asamblea general ya convocada1612.

El orden del día de la asamblea general es fijado por el consejo rector --órgano que con
carácter general es, además, el competente para convocar--. En ese orden del día, junto a los
asuntos que el mencionado órgano, en ejercicio de su competencia de gestión, estime necesario
o conveniente que formen parte del mismo, deberá incluir los asuntos que propongan un
determinado número de socios o de votos.

1611 En la S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 22 de noviembre de 2005 (Ar. jur.


2006\97340), se aplica esta forma de determinación de la legitimación activa para solicitar la convocatoria de la junta
especial. Dice lo siguiente: “no cabe duda alguna de que lo que se solicitó por estos doce socios de la segunda fase
fue la convocatoria de junta especial de socios de dicha segunda fase y no una asamblea general de la cooperativa.
Por ello, dado que esta segunda fase estaba compuesta por treinta y tres socios, se cumplía el requisito del 10%
que la norma exige para solicitar la convocatoria de este tipo de juntas, esto es, el 10% de los socios de la fase o
promoción de que se trate, cuando sea, como así fue, junta especial de socios lo solicitado, y no el 10% de socios
de la cooperativa en general porque, como hemos visto, no fue la asamblea general de la cooperativa lo solicitado
(supuesto en el que el 10% debería referirse a la totalidad de los socios de la cooperativa), sino la convocatoria de
junta especial de socios de la segunda fase”.

1612El derecho de los socios a proponer asuntos para el orden de día de una asamblea general ya convocada es
una medida valorada muy positivamente por la doctrina española al analizar al respecto las experiencias
comparadas (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A.
Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 97,
pág. 90). Y la valoración tuvo que ser del Derecho comparado dado que no se reconocía a los accionistas en la Ley
de sociedades anónimas --omisión criticada por. F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los
órganos de la sociedad anónima”, en Jornadas sobre el nuevo régimen jurídico de la sociedad anónima, Madrid
[Ministerio de Justicia], 1991, págs. 95 a 140, en pág. 103-- hasta que pasó a ser regulado en el artículo 97 TRLSA
en la redacción dada por el apartado 3 de la disposición final primera de la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, y de
ahí al artículo 172 TRLSC.

Tanto en la reforma de 2005, cuanto –lógicamente-- en el Texto Refundido de 2010 sigue sin reconocerse a los
socios de la sociedad limitada. El motivo, a juicio de M. M. CURTO, “Complemento de la convocatoria (art. 172)”, en
Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I,
págs. 1254 y 1260, en pág. 1255, hay que buscarlo en la concepción de este derecho de la minoría como un
instrumento para que los accionistas puedan influir en el desarrollo de las juntas generales y para la revitalización de
este órgano social, fuertemente depauperado en las sociedades anónimas debido al absentismo de los accionistas.

552
El derecho a proponer asuntos1613 presenta dos modalidades, según que la asamblea
general aún no haya sido convocada1614 o bien que ya haya sido publicada o notificada la
convocatoria1615. Aunque el régimen jurídico difiere, dado que el hecho de que exista o no la
convocatoria hace que la integración del orden del día de una sesión de la asamblea fijado por el
consejo con los asuntos propuestos por los socios siga un proceso u otro, las dos modalidades
del derecho tienen la misma naturaleza jurídica.

En la apreciación de la concurrencia de los requisitos para el ejercicio de este derecho


se deben tomar en consideración dos criterios: de un lado, el principio pro participación,
conforme al cual, las dudas en aplicación de las normas deben resolverse en favor de la mayor
participación de los socios en la gestión de los asuntos sociales; pero, de otro, debe garantizarse
el derecho del resto de socios a que el orden de día se forme con regularidad, excluyéndose de
él los asuntos que por motivos de forma o de fondo infrinjan las leyes o los estatutos sociales. De
esta manera, no todos los asuntos que surjan una vez convocada una asamblea podrán ser
objeto de inclusión en su orden del día, sino solo aquéllos en que concurran los requisitos que
para el ejercicio de este derecho prevén las leyes, ni siquiera respecto de aquellos asuntos que,
por disponerlo así las leyes, deban ser resueltos por la asamblea en un plazo determinado1616.

II. La naturaleza jurídica de este derecho consiste en una manifestación concreta del
genérico derecho del socio a intervenir en los asuntos de gestión, en virtud de la cual puede
valorar la conveniencia o la necesidad de que una asamblea general, convocada o futura,
delibere y eventualmente adopte un acuerdo sobre un asunto de su competencia, con
independencia del juicio del consejo rector sobre este proceder1617.

1613 No regulan este derecho las Leyes de cooperativas balear, navarra y asturiana; sí en las demás.

La Ley asturiana parece haber cometido un olvido regulatorio a juzgar por lo que dispone en su artículo 47.4 en el
que puede leerse que “el orden del día será fijado por el órgano de administración sin perjuicio de lo dispuesto en el
artículo anterior”, que parece dejar entrever que en tal artículo anterior se regula un proceso de conformación del
orden del día en el que participa junto al consejo rector un determinado número de socios, pero ni tal artículo ni en
ningún otro de la Ley se reconoce el derecho de los socios a proponer asuntos para el orden del día.

1614Esta modalidad del derecho está recogida en los artículos 31.7 LSCExtremadura; 33.1.I LCGalicia; 32.3
LCMadrid; 30.4 LCCataluña; 34.3 LCValencia y 29.4 LSCAndalucía. Las Leyes madrileña, andaluza y valenciana
reconocen, además el derecho a proponer asuntos para una asamblea general ya convocada.

1615Vid. arts. 24.2 LCEstado; 33.4 LCPaís Vasco; 30.3 LCAragón; 32.3 LCMadrid; 38.3 LCLa Rioja; 32.3 LCCastilla
y León; 34.3 LCValencia; 41.3 LSCMurcia y 46.5 LCCastilla-La Mancha. Las Leyes madrileña y valenciana
reconocen, además el derecho a proponer asuntos para una asamblea general futura.

1616 En la SAP Murcia de 4 de febrero de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\844) se analiza el caso de los recursos que,
interpuestos por los socios ante la asamblea general, ésta debe resolver “en la primera reunión que se celebre, o en
todo caso, en el plazo de seis meses desde la recepción por parte de la sociedad cooperativa de la impugnación
interpuesta”, con el efecto añadido de que “transcurridos dichos plazos sin haberse resuelto el recurso se entenderá
que ésta ha sido estimado", según establece el artículo 32.3.c) LSCMurcia. Señala la sentencia que “consta
acreditado que cuando los recursos se presentaron ante la Asamblea, (día 15 de Febrero de 2008), aquella reunión
del mes de marzo ya se encontraba convocada, y se había publicado además su orden del día”. Y sobre la base de
“que conforme a lo dispuesto en el artº. 45.4 de la Ley de Cooperativas de la Región de Murcia, la adopción de
acuerdos no incluidos en el orden del día determinaría la nulidad de los mismos”, la Sala confirma la legalidad de la
actuación de la asamblea ya convocada en la que no se resolvieron tales recursos.

1617Ha sido considerado este derecho como un medio muy eficaz para interesar a los socios en la vida de la
sociedad (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 45, pág. 375 y la
doctrina allí citada).

553
Tal naturaleza jurídica es compartida parcialmente con el derecho a solicitar la
convocatoria de la asamblea general; en particular, con la facultad incluida en tal derecho de
proponer los asuntos del orden del día que debe contener la convocatoria solicitada 1618.
Parcialmente, porque no hay coincidencia con la propuesta de los asuntos que forman el objeto
típico de una asamblea general ordinaria cuya convocatoria se solicita, dado que la valoración
gestora bascula en este caso hacia la oportunidad de la convocatoria, más que sobre los asuntos
que conforman su orden del día, tipificados por la Ley. La coincidencia, en cambio, se da con la
propuesta de asuntos que debe incluir la solicitud de convocatoria de una asamblea general
extraordinaria y con la propuesta de asuntos adicionales a los que son objeto legal de una
asamblea general ordinaria cuya convocatoria se solicita; en estos dos casos, al igual que
sucede con el que aquí se estudia, los socios gestionan los asuntos sociales a través de su
sometimiento a la asamblea general. Desde otro punto de vista, también es parcial la
coincidencia entre ambos derechos, porque el derecho a solicitar la convocatoria comprende no
solo la formación del orden del día, sino también la provocación de una sesión asamblearia; en
cambio, con este otro derecho los socios solo pueden formar el orden del día de una asamblea
general cuya convocatoria no provocan.

III. Es siempre un derecho de minoría para cuyo ejercicio es necesaria la concurrencia


de la voluntad del número de socios o de votos que señale la Ley, a diferencia del derecho a
solicitar la convocatoria de la asamblea general, que es un derecho individual si se trata de la
asamblea ordinaria, y de un derecho de la minoría cuando la asamblea sea extraordinaria o
cuando se adicionan asuntos a los que constituyen el objeto típico de una ordinaria.

La minoría concurrente no coincide en las Leyes de cooperativas españolas, lo que


presupone que cada Ley representa una opción legislativa coherente con la estructura subjetiva
de las sociedades cooperativas en el Estado o en cada Comunidad Autónoma1619. Respecto al
derecho a proponer asuntos para una asamblea general ya convocada, unas Leyes exigen la
concurrencia de un número de socios determinable --el diez por ciento1620, el cinco por ciento1621,
o el diez por ciento de los socios en las cooperativas de más de mil, el quince por ciento, en las
de más de quinientos, y el veinte por ciento en las restantes1622, o el veinte por ciento en
todas1623-- o determinado --cincuenta1624, cien1625 o doscientos socios1626--, y otras de un

1618 La relación entre la posibilidad de completar, a petición de una minoría de accionistas, los asuntos a tratar que
figuran en el orden del día redactado por los administradores, de un lado, y el derecho reconocido a la minoría de
solicitar la celebración de junta extraordinaria y sobre determinados asuntos, de otro, ha sido detectada por F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 180 y 181.

1619 Aunque no siempre aparece justificada la determinación del número de socios o de votos que se exige para
ejercer el derecho por la minoría: en la Ley estatal de 1987 el derecho a incluir asuntos en el orden del día se
reconocía a un número de socios que representara el 5 por 100 (art. 45.4), mientras que en la actual de 1999 se
exige el 10 por 100 (art. 24.2). En la misma media en que se incrementen los porcentajes, se produce una limitación
de derechos circunstancia resaltada por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas
de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga
(dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 193.

Vid. arts. 24.2 LCEstado; 30.2 LCAragón; 32.3 LCMadrid; 32.3 LCCastilla y León; 34.3 LCValencia; 41.3
1620

LSCMurcia y 46.5.I LCCastilla-La Mancha.

1621 Vid. art. 33.1.II LCGalicia.

1622 Vid. art. 49.5.I LSCAndalucía.

1623 Vid. art. 30.3 LCAragón.

554
porcentaje de votos --el veinte por ciento1627 o más del diez por ciento1628 de los votos sociales--.
Y con relación al derecho a proponer asuntos para el orden del día de una asamblea futura, hay
Leyes que exigen un número de socios determinado --cincuenta socios1629 o cien personas
socias1630-- o determinable –el cinco por ciento de los socios1631 o el diez por ciento de los
socios1632 o el diez por ciento de los socios en las cooperativas de más de mil, el quince por
ciento, en las de más de quinientos, y el veinte por ciento en las restantes 1633-- o de votos --el
diez por ciento de los votos sociales1634--, e incluso que se remiten a los estatutos sociales1635.o
a un reglamento de desarrollo de la Ley1636 para que sean aquéllos o éste los que concreten el
número de socios que pueden proponer asuntos

IV. De la naturaleza jurídica parcialmente coincidente con el derecho a solicitar la


convocatoria se obtiene una interesante conclusión de régimen jurídico: al tener mayor contenido
el derecho a solicitar la convocatoria de una asamblea general extraordinaria u ordinaria con
adición de asuntos que el derecho a proponer asuntos para el orden del día de una asamblea
general futura o ya convocada, los elementos y las exigencias para construir este último deben
ser de menor rigor que los que configuren el primer derecho. Esta reflexión dogmática se traduce
en que la minoría de socios exigible para proponer asuntos debe ser menor que la necesaria
para solicitar la convocatoria y proponer asuntos. El examen de la regulación contenida en las
Leyes de cooperativas españolas no supera, en todos los casos este test de la teoría de la
participación1637. Hay Leyes que exigen la concurrencia de la misma minoría para solicitar la

1624 Vid. arts. 32.3 LCMadrid; 34.3 LCValencia y 46.5.I LCCastilla-La Mancha.

1625 Vid. art. 33.1.II LCGalicia.

1626 Vid. arts. 24.2 LCEstado; 32.3 LCCastilla y León y 41.3 LSCMurcia.

1627 Vid. art. 38.3 LCLa Rioja.

1628 Vid. art. 33.4 LCPaís Vasco.

1629 Vid. art. 32.3 LCMadrid y 34.3 LCValencia.

1630 Vid. art. 33.1.I LCGalicia.

1631 Vid. art. 33.1.I LCGalicia.

1632 Vid. art. 32.3 LCMadrid y 34.3 LCValencia.

1633 Vid. art. 49.5.I LSCAndalucía.

1634 Vid. art. 30.4 LCCataluña.

1635 Vid. art. 31.7 LSCExtremadura.

1636 Vid. art. 29.4.I LSCAndalucía.

1637 Tampoco lo supera el TRLSC al regular esta materia para las sociedades anónimas --únicas para las que admite
el complemento de convocatoria--. Con la reforma del artículo 97 del, hoy derogado TRLSA, --al que ha dado nueva
redacción el apartado tercero de la disposición adicional primera de la Ley 19/2005, de 14 de noviembre-- se
introdujo el derecho de la minoría de accionistas, consistente en al menos el cinco por ciento del capital social, a
solicitar que se publicase un complemento de convocatoria respecto de una junta general ya convocada, que es el
mismo porcentaje de socios que pueden solicitar la convocatoria de una junta general extraordinaria (vid. art. 100.2
TRLSA). La situación, obviamente, se mantiene en los artículos 168.I y 172.1 TRLSC.

555
convocatoria de una asamblea extraordinaria y proponer asuntos que simplemente para
proponer asuntos en el orden del día cuya convocatoria no provocan1638. Otras, en cambio,
conscientes de la diferente intensidad participativa de los derechos exigen legitimaciones
también diferentes, menor para el derecho a proponer asuntos que para el derecho a solicitar la
convocatoria de la asamblea general extraordinaria con indicación de los asuntos que han de
tratarse --y por lo tanto también para solicitar la convocatoria de una ordinaria con propuesta de
asuntos adicionales a los ordinarios--1639. Un tercer grupo de Leyes que, aunque con carácter
general responden al segundo sistema, al retener criterios diferentes para determinar la minoría
en uno y otro derecho, socios para el derecho a proponer asuntos --el diez por ciento de los
socios o 200 socios-- y votos para el derecho a solicitar la convocatoria y proponer --el veinte por
ciento de los votos--, puede resultar que en los casos de voto plural un número de socios
suficiente para solicitar una asamblea extraordinaria y proponer asuntos --y por ende para
solicitar una ordinaria y proponer en ella asuntos no ordinarios-- podría no serlo simplemente
para proponer asuntos1640. Y, en fin, otro sistema en el que la Ley no fija la minoría de socios que
puede proponer asuntos, remitiendo esta materia a los estatutos sociales --en este supuesto, el
principio extraído de la teoría de la participación en cuya virtud la minoría de socios exigible para
proponer asuntos debe ser menor que la necesaria para solicitar la convocatoria y proponer
asuntos, impedirá que los estatutos sociales puedan exigir una minoría mayor o igual para el
derecho de propuesta que para el de solicitar la convocatoria y proponer1641-- o a un reglamento
de desarrollo de la Ley –contando, en este caso la potestad reglamentaria de la administración
como límite con el expuesto principio participativo1642.

V. El régimen jurídico del derecho a proponer asuntos para una asamblea general aún
no convocada es el siguiente: (i) la solicitud debe formularse por escrito1643 en el que tiene que
1638Es el caso de las Leyes madrileña y valenciana --que, como se ha dicho anteriormente, regulan el derecho a
proponer asuntos tanto para una asamblea general futura cuanto para una asamblea general ya convocada--, y
aragonesa, riojana y castellano-manchega --que solo regulan el supuesto de asamblea ya convocada--.

El caso catalán también puede ser ubicado en este bloque. Solo regula, como se ha expuesto, el derecho de
propuesta de asuntos para un futura asamblea general, reconociéndoselo al diez por ciento de los votos sociales
(art. 32.3); que parcialmente coincide con la minoría que puede solicitar la asamblea general extraordinaria con
propuesta de orden del día: el diez por ciento de los socios --igual que allí-- o 100 socios --minoría más pequeña en
cooperativas con más de 1.000 socios--.

1639 Así lo hacen las Leyes vasca y gallega, aunque en esta última coincide parcialmente la minoría que puede
solicitar la asamblea general extraordinaria con propuesta de orden del día con la que puede proponer asuntos: se
separan lo módulos relativos --el 20% y el 5% respectivamente de los socios-- pero coincide el módulo absolutos --
en ambos casos 100 socios-- (vid. art. 33).

1640 Esta regulación es la que se contiene en las Leyes estatal, castellano-leonesa y murciana.

1641 Es el caso de la Ley extremeña cuyo artículo 31.7 dispone que “el orden del día será fijado por el Consejo
Rector, pero deberá incluir los asuntos propuestos, en escrito dirigido al Consejo Rector,…por un número de socios
o asociados que determinarán los estatutos”, que deberá ser menor al diez por ciento de los socios, minoría
legitimada para solicitar una convocatoria de asamblea general extraordinaria y proponer asuntos en ella [vid. art.
31.3.b)].

1642La Ley andaluza prevé un desarrollo reglamentario, entre otras, en esta materia, al señalar que “el orden del día
de la Asamblea será fijado por el órgano de administración…debiendo incluir los asuntos propuestos por el Comité
Técnico o por las personas socias en los términos que se establezcan reglamentariamente” (art. 29.4.I).

1643Así lo exigen expresamente los artículos 31.7 LSCExtremadura; 33.1.I LCGalicia; 32.3 LCMadrid; 30.4
LCCataluña y 34.3 LCValencia. La forma escrita debe entenderse una exigencia implícita también en la Ley
andaluza a pesar de que no la contemple expresamente.

556
constar la voluntad de la minoría de socios que exija la Ley aplicable mediante su firma; la
solicitud verbal, aún formulada por la minoría legitimada es ineficaz; (ii) el escrito habrá de
presentarse antes de la convocatoria de la asamblea general para cuyo orden del día se realizan
propuestas, lo que delimita el elemento temporal del derecho entre la anterior sesión
asamblearia y la reunión del consejo rector en la que se acuerda convocar una asamblea y fijar
su orden del día1644, de esta forma, las solicitudes que se presenten después de la convocatoria
o se acogen a la modalidad de propuesta para asamblea ya convocada, en las Leyes que
prevean este derecho o caducan para la asamblea siguiente; (iii) en el escrito se deben indicar
los asuntos que se proponen para el orden del día, pero no es necesario motivar la oportunidad o
necesidad gestoras que justifican la petición; (iv) la propuesta de asuntos ha de ir dirigida al
consejo rector1645, ahora bien aunque vaya dirigida a otro órgano --por ejemplo al presidente de
la cooperativa-- o incluso sin indicación de órgano destinatario, la solicitud no podrá ser
denegada siempre que de ella se deduzca su verdadero carácter, por exigencias del principio de
participación orgánica; (v) el consejo rector deberá incluir estos asuntos en el orden del día de la
próxima asamblea general1646, sin que sea lícito posponerlos para una sesión siguiente; y (vi)
como el consejo rector no es competente para valorar la oportunidad o la necesidad de los
asuntos cuya inclusión se propone, correspondiendo la valoración gestora a los socios
proponentes, el consejo no podrá denegar la inclusión de uno o varios asuntos por razones de
gestión social.

VI. La regulación del derecho a proponer asuntos para el orden del día de una asamblea
general ya convocada --además de exigir la forma escrita de la propuesta, que acredite la
voluntad de la minoría de socios exigida, y la indicación de los asuntos propuestos, sin
necesidad de motivación-- parte, por el propio contenido del derecho, de que la propuesta se
presente después de la convocatoria pero antes de la celebración de la asamblea general y de
que el consejo rector haga público el nuevo orden del día también antes de la sesión
asamblearia. En relación con el primer elemento temporal, las Leyes regulan plazos dispares
aunque no en exceso: tres1647 días siguientes a la publicación de la convocatoria, cuatro1648,

1644La presentación de la solicitud previamente a la convocatoria se prevé expresamente en las Leyes gallega,
madrileña y valenciana, e implícitamente --porque el consejo rector debe conocer la solicitud antes de aprobar
convocatoria-- en las Leyes extremeña y catalana.

La derogada Ley andaluza de 1999 anticipaba el elemento temporal del derecho al exigir que la petición de inclusión
de algún asunto se efectuara con una antelación de, al menos, quince días antes de la convocatoria (art. 49.5.I),
pero no solucionaba la situación de las solicitudes formuladas durante esos quince días. Estas solicitudes o
voluntariamente el consejo rector las debía incluir en el orden del día o debían recibir el mismo trato que si fuesen
presentadas después de la convocatoria --dado que la Ley andaluza admitía también esta posibilidad--, es decir,
debería el consejo rector incluir estos asuntos en el orden del día, haciendo pública su inclusión cinco días antes,
como mínimo, de la fecha señalada para la reunión, mediante su publicación en el tablón de anuncios del domicilio
social de la cooperativa (art. 49.5.I). Comoquiera que la actual Ley de 2011 se ha remitido al reglamento de
desarrollo para regular esta materia, debe mantenerse cautelarmente la reflexión anterior para que la norma legal
derogada no se incluya acríticamente en el futuro reglamento.

En las Leyes extremeña, madrileña y valenciana se indica que el escrito debe dirigirse al consejo rector; y en la
1645

andaluza que los asuntos han de ser propuestos al consejo rector.

1646La Ley catalana señala que es obligación del consejo rector incluir los asuntos propuestos “en el orden del día
de la próxima asamblea” (art. 30.4); pero esta exigencia está implícita en las demás Leyes, dado que si se
permitiera la maniobra dilatoria al consejo, el derecho del socio podría quedar postergado indefinidamente o los
asuntos propuestos desactivados con otros asuntos ya acordados por la propia asamblea.

1647 Vid. arts. 30.2 LCAragón y 38.3 LCLa Rioja.

1648 Vid. arts. 32.3 LCMadrid; 32.3 LCCastilla y León; 34.3 LCValencia y 46.5.I LCCastilla-La Mancha.

557
cinco1649 y ocho1650, o cinco días a partir de la fecha de notificación de la convocatoria1651. Y con
respecto al segundo elemento, también difieren sensiblemente los tiempos en las Leyes: el
consejo rector deberá hacer público el nuevo orden del día cuatro1652, cinco1653 o siete1654 días
antes, como mínimo, del señalado para la celebración de la asamblea o tres días siguientes a los
tres que tienen los socios para pedir la inclusión de asuntos1655. La publicidad del nuevo orden
del día esta sujeta a un requisito de forma: las Leyes señalan que el consejo rector debe hacer
público el nuevo orden del día en la forma establecida para la convocatoria 1656, como garantía
del derecho de todos los socios a ser convocado con conocimiento previo de los asuntos a tratar.

La intangibilidad de la convocatoria se comunica a la publicidad del complemento de


convocatoria: el consejo rector no puede al publicar el nuevo orden del día propuesto por la
minoría de socios para una asamblea general ya convocada, modificar las circunstancias de la
convocatoria1657, esto es, posponerla para otro día y hora o cambiar el lugar de celebración.

1649 Vid. arts. 33.4 LCPaís Vasco.

1650 Vid. arts.24.2 LCEstado y 41.3 LSCMurcia.

1651 Vid. art. 49.5.I LSCAndalucía.

Vid. arts. 24.2 LCEstado; 33.4 LCPaís Vasco; 33.2.II LCGalicia;; 32.3 LCCastilla y León; 41.3 LSCMurcia y 46.5.I
1652

LCCastilla-La Mancha.

1653 Vid. art. 49.5.I LSCAndalucía.

1654 Vid. arts. 32.3 LCMadrid y 34.3 LCValencia.

1655 Vid arts. 30.3 y 38.3 LCLa Rioja.

1656 Esta igualdad de publicidad --para la convocatoria y para su complemento-- es la regulación contenida en los
artículos 24.2 LCEstado; 33.4 LCPaís Vasco; 33.2.II LCGalicia; 32.3 LCMadrid; 32.3 LCCastilla y León; 34.3
LCValencia; 41.3 LSCMurcia y 46.5.I LCCastilla-La Mancha.

Las Leyes aragonesa y riojana no prevén la forma en la que ha de hacerse público el complemento de la
convocatoria (arts. 30.3 y 38.3 respectivamente), por lo que debe aplicarse por analogía --identidad de razón-- el
régimen de publicidad de la convocatoria contenido en cada Ley.

Se separaba de la tónica general la derogada Ley andaluza de 1999, que contenía una regulación deficitaria desde
el prisma de la participación orgánica: la publicación del complemento de convocatoria se realizaba en el tablón de
anuncios del domicilio social (art. 49.5.I), mientras que la convocatoria se notificaba a cada socio [y asociado, en su
caso], y se anunciaba en la forma que establecieran los estatutos o, en el caso de cooperativas de más de
quinientos socios, se podía efectuar mediante anuncio público en el domicilio social y en cada uno de los centros en
que se desarrolle la actividad de la cooperativa, en uno de los diarios de mayor circulación de la provincia del
domicilio social, y además, en la forma que prevean los estatutos, sustituyendo dichos medios a la notificación
personal (art. 49.3). Como la vigente Ley ha suprimido el complemento de convocatoria y ha optado por el derecho a
proponer asuntos para una asamblea futura y aún no convocada, a costa de limitar derechos de participación, ha
acabado con el riesgo anteriormente apuntado.

1657Esta prohibición al consejo rector que se deriva del principio de intangibilidad de la convocatoria, y por lo tanto
de aplicación general, es, no obstante, recogida expresamente por los artículos 32.3 LCMadrid y 34.3 LCValencia.

Así mismo, la Ley vasca establece, recogiendo esta prohibición, que los administradores publicarán el nuevo orden
del día de la asamblea general que “no podrá posponerse en ningún caso” (art. 33.4).

558
El contenido del derecho de participación que se analiza, solo faculta a la minoría de
socios para proponer nuevos asuntos, pero no para alterar el resto de circunstancias de la
convocatoria, es decir para señalar otro día, otra hora u otro lugar para la celebración de la
asamblea. Tampoco para proponer la supresión de un --o más-- asunto de los incluidos por el
consejo rector al convocar. Tanto en uno como caso limitarían ilícitamente la competencia de
gestión del consejo rector.

También cabe proponer asuntos respecto de una asamblea convocada por el juez,
siempre que la minoría que pretende ejercer el derecho corresponda a socios diferentes de los
que solicitaron la convocatoria judicial. Posponer el derecho para que se ejerza en la modalidad
de convocatoria de una asamblea general extraordinaria, podría hacer perder actualidad gestora
a los asuntos ahora propuestos. Esta solución que difiere de la patrocinada para las sociedades
anónimas1658, es la que mejor se acomoda a las exigencias de la participación orgánica.

VII. La falta de inclusión de un asunto solicitado regularmente en el orden del día de la


próxima asamblea o en el complemento de convocatoria de la ya convocada hace nula la
asamblea y los acuerdos en ella adoptados, por ser contrarios a la Ley, al violar un derecho de la
minoría de socios reconocido legalmente1659.

3.3.4. Derecho de asistencia.

I. Es el derecho del socio de asistir a las sesiones de la asamblea general.

Es un derecho principal, cuya existencia no depende de ningún derecho anterior.


Respecto de él son derechos dependientes todos los derechos de participación que no llegan a
nacer cuando aquél se pierde: derecho a solicitar la convocatoria de la asamblea, a incluir
asuntos en el orden del día, de deliberación, de propuesta, de voto…--1660.

II. Para referirse al derecho de asistencia la mayoría de las Leyes de cooperativas


españolas utilizan la expresión “derecho a participar en la asamblea general”1661, en detrimento

1658Vid. M. M. CURTO, “Complemento de la convocatoria (art. 172)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley
de Sociedades de Capital…, pág. 1257.

1659 Esta consecuencia jurídica aparece en el artículo 172.2.II TRLSC. Al comentarlo M. M. CURTO, “Complemento
de la convocatoria (art. 172)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1260,
admite que en cumplimiento del deber de diligencia que pesa sobre los administradores, es posible que no hayan
incluido determinados puntos por considerar que no son competencia de la junta general. En nuestra opinión, en
sede cooperativa esta posibilidad está vedada al consejo rector en protección de los derechos de participación del
socio y dada la amplitud competencia de la asamblea general.

1660Destacando la misma relación entre el derecho de asistencia y el resto de derechos de participación, A. B.


CAMPUZANO, “Los derechos del socio (art. 93)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital…, pág. 795, señala que el derecho de asistencia a la junta general es instrumental del derecho de voto, pero
no se subordina legalmente a éste, y permite al socio acudir a las juntas interviniendo en ellas a través del derecho
de voz inherente al mismo.

1661Esta forma de regular el derecho del socio es la recogida en los artículos 23.1.b) LCPaís Vasco; 23.1.b)
LSCExtremadura; 22.1.b) LCGalicia; 19.b) LCAragón; 23.2.b) LCMadrid; 24.b) LCLa Rioja; 22.2.b) LCCastilla y
León; 23.c) LCCataluña y 25.b)LCNavarra.

Se separan de ella, aludiendo al derecho de asistencia los artículos 16.2.a) LCEstado; 20.2.a) LCIslas Baleares,
25.f) LCValencia; 27.2.a) LSCMurcia; 27.3.a) LCAsturias; 33.a) LCCastilla-La Mancha y 19.1.c) LSCAndalucía.

559
de la expresión que aparece en las Leyes de sociedades de capital: derecho de asistir a las
juntas generales1662. Debe destacarse cómo el término “participar” tiene la misma raíz que la
palabra usada para identificar a uno de los dos elementos tipológicos de la sociedad cooperativa,
concretamente el de la participación orgánica --que es precisamente el que explica la peculiar
intensidad de los derechos del socio cooperativo para decidir sobre la gestión de los asuntos
sociales--. La fórmula no es meramente retórica, sino que alberga una toma de postura sobre la
naturaleza de la cooperativa como sociedad mutualista y participativa. Asistir, en su acepción
más directa, consiste en acudir a cierto sitio y estar en él, lo que presupone una postura pasiva o
estática; mientras que participar significa ser parte de los que hacen, disfrutan o padecen una
cosa, presuponiendo la idea de un socio dispuesto a la gestión del asunto social. En estas
páginas se mantiene, por razones meramente expositivas, la expresión derecho de asistencia en
lugar de derecho de participación en la asamblea general, para evitar su confusión con los
derechos de propuesta, de deliberación y de voto que podrían entenderse como subespecies del
derecho a participar activamente en la sesión asamblearia.

La perspectiva participativa y activa del derecho de asistencia a la asamblea general


ofrece un excepcional criterio de interpretación sistemática de las normas jurídicas reguladoras
de la asistencia a la asamblea, que debe llevar al intérprete a la solución más favorable al poder
societario del socio.

III. Con carácter general, todos los socios de la sociedad cooperativa tienen derecho de
asistencia a las sesiones de la asamblea general1663. Este derecho (i) no puede limitarse, (ii) ni
condicionarse, pero (iii) sí imponerse estatutariamente su delegación (iv) suspenderse y (v)
arraigarse.

(i) Ninguna Ley de cooperativas permite que los estatutos puedan exigir al socio la
realización de una determinada [o determinable] cantidad mínima de actividad cooperativizada
para poder asistir a la asamblea general, ni mucho menos la titularidad de un importe mínimo de
aportaciones al capital social1664. El elemento tipológico de la participación orgánica, que es el
que explica este régimen jurídico, impediría, además, la eventual regulación estatutaria de límites
al derecho de asistencia basada en una ausencia de prohibición legal expresa.

1662 Es el verbo que aparece en los artículos 93.c) y 179 TRLSC, dos de los más relevantes en esta materia.

1663M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, págs. 203 y 203 considera que es un olvido del legislador la falta de enumeración de los socios con
derecho de asistencia, que deduce de una interpretación sistemática: los socios usuarios, los socios de trabajo, los
temporales, los colaboradores y los socios en situación de prueba en las cooperativas de trabajo asociado.

Como sí se permite en el artículo 179.2 TRLSC para las sociedades anónima. Critico con el fundamento de esta
1664

norma --evitar excesivas aglomeraciones de socios en la junta general de las grandes sociedades anónimas-- se
muestra F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 271 y 272.

El diferente perfil tipológico de la sociedad de responsabilidad limitada se refleja en la norma que reconoce a todos
los socios el derecho a asistir a la junta general sin que los estatutos puedan exigir para tal asistencia la titularidad
de un número mínimo de participaciones (art. 179.1 TRLSC), circunstancia de la que se ha hecho eco F. SÁNCHEZ
CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 528.

560
(ii) Además se trata de un derecho esencialmente puro, cuyo ejercicio no puede ser
sometido por los estatutos sociales a la condición de la legitimación anticipada del socio ante la
cooperativa1665, ni siquiera a la previa inscripción en el libo registro de socios.

Al respecto debe tenerse en cuenta que la adquisición de la condición de socio exige,


tanto en la admisión de nuevos socios, cuanto en la transmisión de aportaciones sociales, del
acuerdo del consejo rector1666, por lo que una vez cerrado el proceso --que requiere el doble
requisito del acuerdo expreso o presunto1667 de admisión y la titularidad de aportaciones
sociales, realizadas originariamente1668 o adquiridas derivativamente1669-- la sociedad
cooperativa tiene conocimiento de la adquisición de la cualidad de socio. A efectos de prueba
pero no de legitimación, el socio podrá acreditar su condición con un certificado del contenido del
libro registro de socios expedido por la propia cooperativa, con la notificación del acuerdo del
consejo rector o con la copia de la solicitud en los casos de silencio positivo junto con los
documentos del desembolso o adquisición de las participaciones sociales, documentos que solo
tienen eficacia probatoria, pero no legitimadora, y sin perjuicio de que pueda utilizar otros medios
de prueba.

La carga de inscribir al socio en el correspondiente libro registro la tiene el consejo


rector, de manera que la falta de inscripción no puede ser alegada para impedir al socio su
asistencia a la asamblea general.

En definitiva, sobre el socio no pesa ninguna carga que deba levantar para legitimarse
ante la sociedad cooperativa a los efectos de asistir a las sesiones de la asamblea general, salvo
la prueba de su condición, que sí corre a cargo del socio. Una interpretación diferente que
permitiese a los estatutos condicionar el derecho de asistencia del socio a su previa legitimación
no se ajustaría a las exigencias del principio de participación en la gestión.

(iii) En las sociedades cooperativas la asamblea general puede funcionar con arreglo a
una estructura orgánica doble: las juntas preparatorias y la asamblea de delegados. En este
1665 Como sí se permite en las sociedades anónimas, cuyos estatutos podrán condicionar el derecho de asistencia a
la junta general a la legitimación anticipada del accionista (art. 179.3 TRLSC).

1666 Vid. arts. 13.1 y 50 LCEstado, por ejemplo.

Se trata de un régimen jurídico especial de adquisición de derechos --los derivados de la posición de socio
cooperativo-- cercano a la adquisición de la condición de socio de la sociedad colectiva y comanditaria simple, y que
excluye la aplicación del régimen de transmisión de derechos nominativos, que bastaría con poner la transferencia
en conocimiento de la cooperativa (art. 347.I C de C), del régimen de transmisión de derechos a la orden, que
legitima como socio al que justifique su derecho por una serie sucesiva de endosos (arg. ex art. 19.I LCCh), y del
régimen de transmisión de los derecho al portador, que legitima al mero poseedor del documento (art. 545 C de C).
Amén de que las participaciones no tienen la consideración de títulos valores (art. 45.3 LCEstado, p. ej.), aunque
este argumento no es definitivo, porque tampoco la tienen las participaciones de la sociedad de responsabilidad
limitada (art. 92.2 TRLSC) y sin embargo el adquirente de las participaciones solo podrá ejercer los derechos del
socio frente a la sociedad desde que ésta tenga conocimiento de la transmisión [o constitución del gravamen] (art.
106.2 TRLSC).

1667 Cuando las Leyes atribuyan al silencio del consejo rector eficacia estimatoria, es decir, cuando una vez
transcurrido el plazo sin haberse adoptado la decisión, la solicitud para la adquisición de la condición de socio se
entiende estimada. Así lo establece, por ejemplo, el artículo 13.1 LCEstado.

1668 Vid. art. 13.5 LCEstado.

1669 Vid. art. 50 LCEstado.

561
supuesto, los estatutos, en atención a las circunstancias que dificulten la presencia de todos los
socios en la asamblea general u otras causas objetivas y expresas, podrán prever que las
asambleas generales sean de delegados elegidos en juntas preparatorias1670. El socio solo tiene
derecho de asistencia a las juntas pero no a la asamblea1671 --ante la que solo puede formular
propuestas no vinculantes1672 y respecto a la cual no puede reservarse el derecho de asistir
personalmente1673--, a la que asisten los delegados elegidos en las juntas preparatorias, quienes
ejercerán en ellas además del de asistencia, el resto de derechos de participación que
corresponden a los socios --salvo el de elección de cargos sociales que podrá tener lugar en las
juntas preparatorias celebradas el mismo día quedando el recuento final y la proclamación de
candidatos para la asamblea general de delegados1674--.

El carácter esencialmente participativo de la sociedad cooperativa se aviene mal con


cualquier técnica que excluya al socio de la gestión de los asuntos sociales, de hecho la figura
de la asamblea general de delegados no existe en dos Comunidades Autónomas, la extremeña y
la navarra, con larga tradición cooperativa --especialmente en el terreno agrario, donde por el
amplio número de socios estaría llamada a jugar un papel relevante la estructura asamblearia
doble--. Debido a la exclusión del socio de la gestión directa, el sistema binario de asamblea solo
puede tener encaje técnico en los casos en que facilite el funcionamiento de este órgano y, por
consecuencia, facilite así mismo, aunque de forma elíptica, la participación de todos los socios
en la gestión social. Y por esta razón, en el juicio de calificación registral de los estatutos
sociales deberán examinarse con arreglo al criterio interpretativo apuntado las causas objetivas y
expresas que, previstas en los estatutos, impidan un funcionamiento adecuado de una asamblea
general directa y que aconsejen la creación de una de delegados, y si la conclusión no es
positiva, en la calificación deberá señalarse el correspondiente defecto. Apurando el argumento,
1670Las asambleas generales de delegados, previa previsión estatutaria y con bases en la concurrencia de los
motivos expuestos, están reguladas en los arts. 22.2 y 30.1 LCEstado; 38.1 LCPaís Vasco; 39.1 LCGalicia; 35.1
LCAragón; 37.1 LCMadrid; 36.4 y 43 LCLa Rioja; 53.1 LCCastilla y León; 36.1 LCCataluña; 47.1.I LCIslas Baleares,
39.1 LCValencia, 39.1 LSCMurcia; 56 LCAsturias; 53 LCCastilla-La Mancha y 34 LSCAndalucía.

El dato de que la cooperativa cuente con más de quinientos socios es señalado en algunas Leyes como suficiente
para que los estatutos puedan regular la asamblea general de delegados [así en los artículos 38.1 LCPaís Vasco;
35.1 LCAragón; 37.1 LCMadrid; 36.1.a) LCCataluña; 39.1 LCValencia; 56.1 LCAsturias y 53.1 LCCastilla-La
Mancha]. Quinientas personas con derecho de voto es el dato que retiene la Ley andaluza (art. 34.I). Junto al
supuesto de más de quinientos socios, se prevén como circunstancias que justifican la regulación estatutaria de las
asambleas de delgados la residencia de los socios en poblaciones alejadas de la sede o domicilio social, la
diversificación de las actividades de la cooperativa (arts. 35.1 LCCataluña y 39.1 LCValencia), la organización por
secciones de la cooperativa (art. 35.1 LCCataluña), la dispersión de los socios (art. 53.1 LCCastilla-La Mancha) o de
sus domicilios (art. 53.1 LCCastilla y León) y, en general, cualquier circunstancia que dificulte la presencia de los
socios (arts. 56.1 LCAsturias; 53.1 LCCastilla-La Mancha y 34.I LSCAndalucía).

1671Aunque la privación al socio del derecho de asistir a la sesión de la asamblea general de delegados es una
consecuencia jurídica necesaria del sistema binario (en el mismo sentido, vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 56, págs. 400 y 401) algunas Leyes como la castellano-leonesa, en
su artículo 53.2.f), insisten expresamente que “la Asamblea General de delegados estará integrada por los
delegados elegidos en las juntas preparatorias más el Consejo Rector y los interventores, sin que puedan asistir a
su celebración los socios que no ostenten la condición de delegados”.

1672 Como señalan los artículo 30.1 LCEstado y 39.2 LSCMurcia.

1673 Norma que, en lógica consecuencia con la composición de la asamblea general de delegados, se contiene en el
artículo 39.3.II LCGalicia.

1674 Vid. arts. 30.2.III LCEstado; 37.2.III LCMadrid; 47.4 LCIslas Baleares y 39.4.III LSCMurcia.

562
la ausencia de causas objetivas y expresas podría ser motivo para impugnar el acuerdo de
modificación de estatutos sociales por el que acoja en una sociedad cooperativa la asamblea de
delegados.

(iv) El derecho de asistencia a la asamblea general, como en general el resto de


derechos de participación, puede ser suspendido --entre otros por sanción disciplinaria,
suspensión cautelar, por mora en el desembolso de las aportaciones sociales,…-- en cuyo caso
el socio se ve privado temporalmente de él. Aunque el régimen jurídico básico de la suspensión
del derecho de asistencia y su conexión con el elemento tipológico de la participación orgánica
se analiza más abajo junto con la suspensión del resto de derechos, debe destacarse en este
lugar que la suspensión del derecho de asistencia, por su carácter principal, se comunica a todos
los derechos de participación dependientes de él.

(v) El arraigo del derecho de asistencia consiste en la exigencia al socio de una


vinculación temporal previa con la cooperativa para la adquisición de tal derecho1675.

En determinadas Leyes solo adquiere el derecho de asistencia el socio que ostenta esta
condición antes de la fecha de la convocatoria de la asamblea general1676, de manera que los
socios que hayan ingresado en la cooperativa después de la convocatoria pero antes de la
celebración de la asamblea general no pueden asistir a la sesión, ni ejercer ningún otro derecho
derivado del de asistencia. Incluso se permite que los estatutos puedan exigir una vinculación
anterior sin exceder de seis meses de antelación respecto del día previsto para celebrar la
sesión1677.

La finalidad más clara de esta norma es evitar maniobras de ingreso masivas previas a
una asamblea para orientar las mayorías en uno o en otro sentido 1678 --especialmente en
asambleas donde se ventile un proceso electoral--, como se deduce de que el dies a quo del
periodo de arraigo sea el de la fecha de convocatoria, lo que supone vincular la privación del
derecho de asistencia a un orden del día determinado. Si esta fuese su única función, la
exigencia de arraigo dejaría de ser coherente con la estructura tipológica de la sociedad
cooperativa, fundada en la participación del socio en la gestión aunque con ello se alcancen
mayorías en la asamblea contrarías a los intereses de los socios añejos. Probablemente a esta
consideración respondan las Leyes que no regulan el arraigo --en cuyo caso los estatutos

1675 Este temario forma parte del más general consistente en la determinación de cuándo comienzan las facultades
jurídicas anudadas a la condición de cooperador, sobre el que puede consultarse N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35, págs. 159 a 161.

1676 Vid. arts. 34.3 LCPaís Vasco; 34.1.II LCCastilla y León; 41.2.II LCIslas Baleares; y 35.2 LCValencia.

1677 Vid. art. 33.2 LCMadrid.

1678 En las sociedades anónimas, la exigencia de un tiempo mínimo de posesión de los títulos como requisito
indispensable para asistir a las juntas se dirige como afirman R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La
junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 104, págs. 157 y 158, de una parte, a permitir a los administradores
disponer de un tiempo suficiente para examinar la verdadera condición de los accionistas, y por otra, evitar en la
medida de lo posible las trasmisiones de acciones realizadas a última hora con el propósito de dar acceso a la junta
a personas desprovistas de verdadero interés en la marcha de la empresa para así crear en la junta una oposición
interesada.

563
tampoco podrán exigirlo por contrariar el principio configurador de la participación orgánica-- y
las que lo prohíben expresamente1679.

Sin embargo, aunque cumpla la función anteriormente apuntada, puede verse en ella un
reflejo de la estructura tipológica de la cooperativa, de manera que la participación del socio en la
gestión social --que se produce emitiendo su voto en la asamblea-- vaya precedida de un periodo
de conocimiento de la realidad empresarial de la cooperativa que facilite la toma de decisiones.
El arraigo no protegería a los antiguos socios sino que tutelará la buena gobernanza de la
sociedad cooperativa1680.

El riesgo de lesión de los derechos de participación que la exigencia de arraigo conlleva


puede colisionar con la naturaleza esencialmente participativa de la cooperativa, e incluso con la
mutualista. Desde el primer punto de vista, la ausencia del socio a la sesión de la asamblea
general, al tener fundamento legal, le priva de legitimación activa para impugnar los acuerdos
anulables. Y desde el segundo, es posible que en la asamblea general a la que, aun siendo
socios, no pueden asistir tome decisiones que afecten para el futuro al régimen de la actividad
cooperativizada y a la gestión de los asuntos sociales.

IV. La asistencia del socio a la asamblea general también es un derecho de la sociedad


cooperativa, en la media en que las Leyes --no todas, pero sí la mayoría1681-- señalan que los
socios tienen [derecho y] obligación de asistir a la asamblea general.

El verdadero alcance que debe darse a esta singular previsión --inexistente en las
sociedades de capital1682-- tiene que ver con la mutualidad y la participación. Así como la

Las Leyes extremeña (art. 32.1.II) y gallega (art. 35.3) reconocen expresamente el derecho a asistir a la
1679

asamblea general a aquellos socios que lo fuesen en la fecha de celebración de la sesión.

1680 Este parece ser el argumento en que se basa N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,
artículo 35, pág. 142, para admitir la posibilidad de que el estatuto establezca algún requisito o condición para
ejercitar el derecho de sufragio pasivo.

1681Esta obligación del socio es recogida en los arts. 22.a) LCPaís Vasco; 22.2.a) LSCExtremadura; 24.a)
LCGalicia; 20.b) LCAragón; 23.1.a) LCMadrid; 26.a) LCLa Rioja; 23.2.a) LCCastilla y León; 26.1.c) LCCataluña;
27.a) LCCastilla-La Mancha; 21.2.a) LCIslas Baleares; 27.b) LCNavarra; 28.a) LCAsturias y 33.a) LCCastilla-La
Mancha.

En la Ley valenciana la asistencia del socio a las sesiones de la asamblea general es calificada como deber y no
como obligación [vid. art. 27.b)]. Esta circunstancia aunque pudiera parecer que aleja la materia estudiada de las
relaciones jurídicas entre el socio y la cooperativa, no tiene más trascendencia que la meramente nominativa, como
lo demuestra que éste y el resto de deberes que regula el artículo 27 sean referidos en otros artículos de la propia
Ley como obligaciones de los socios [arts. 4.b); 19.3.II; 21.1.I; 22.6; 23.1.d); 24; 64.2, etc.] y, además, en la cláusula
de cierre del listado de deberes prevista en la letra h) se utiliza el femenino [“h) Las demás que resulten de la ley, de
los estatutos y los reglamentos de régimen interno de aplicación”] que explica como el legislador está, en realidad
pensando en obligaciones y no en deberes unilaterales.

No aparece esta obligación entre las listas de obligaciones de los socios de las Leyes estatal (art. 15.2) murciana
(art. 28.2) y andaluza (art. 20).

1682 Resulta manifiesto, afirma F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital… , pág. 528,
que el derecho de asistencia es una facultad del socio, no una obligación. La Resolución DGRN de 30 de marzo de
1999 (Ar RJ 1999\2189), citada también por F. SÁNCHEZ CALERO, señala que el socio no está obligado a asistir a
la junta general, y que las consecuencias de su inasistencia son el sometimiento a los acuerdos válidamente
adoptados por la mayoría, y si la inasistencia es generalizada, que la sociedad incurra en causa de disolución en
cuanto se produjere la paralización de la propia junta general. En iguales términos I. MORALEJO, “Derecho de

564
relación jurídica mutualista contiene obligaciones recíprocas para el socio --realizar la actividad
cooperativizada-- y para la cooperativa --admitir el resultado del tal actividad y retribuirla, o hacer
entregas para la actividad cooperativizada de consumo--1683, así también la participación
orgánica es recíproca, de forma que la cooperativa puede exigirla del socio1684. Por su contenido,
esta obligación de hacer es personalísima, de forma que no admite sustitutivos del cumplimiento,
por lo que frente a su incumplimiento solo caben reacciones patrimoniales o sancionadoras. En
el primer caso la sociedad cooperativa podrá reclamar al socio los daños y perjuicios causados
por su inasistencia a la sesión de la asamblea general; y en el segundo podrá sancionarle si en
los estatutos está tipificada esta circunstancia como infracción.

No se trata de una medida de gobierno corporativo, de naturaleza antiabsentista, dado


que no está comprobado que con la imposición de la obligación de asistencia a las sesiones de
la asamblea general se incremente el número de socios asistentes; de hecho, en los informes
sobre gobierno corporativo españoles no se recoge de forma generalizada esta medida como
estrategia de potenciación de la junta de socios.

Tampoco debe considerarse a los terceros como titulares del derecho reflejo de esta
obligación del socio: los terceros --clientes, proveedores, acreedores, trabajadores, terceros no
socios,…-- no son parte en las relaciones jurídicas --la mutualista y la participativa-- de cuyo
objeto es contenido la obligación de asistencia del socio, por lo que no pueden ser titulares de
los derechos que integran las mismas. Por este motivo, el tercero, no solo no puede exigir al
socio el cumplimiento de esta obligación, sino que no puede ser considerado perjudicado, a los
efectos de la correspondiente indemnización, por causa de la inasistencia del socio.

3.3.5. Derecho de voz.

I. Es el derecho a intervenir en las (i) deliberaciones --por ello es frecuente denominarlo


derecho de deliberación-- suscitadas entre los (ii) asistentes a la asamblea general sobre los (iii)
asuntos que integran el orden del día.

asistencia (art. 179)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson
Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1296 y 1302, en pág. 1297.

La correlación entre el derecho y la obligación de realizar la actividad cooperativizada es destacada por E.


1683

GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI.
Realidad actual y propuestas de reforma…, págs. 176 y 177.

1684La ratio participativa de la obligación del socio de asistir a las sesiones de la asamblea general es, con carácter
general, admitida por la doctrina (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 34,
pág. 121). Sin embargo, no se apuran todas las consecuencias jurídicas de esta explicación, que permiten
configurar a la participación como una relación recíproca, de la que nacen obligaciones para la cooperativa y para el
socio.

La vinculación ente la obligación de ejercer los derechos de participación, de un lado, y la actividad personal del
socio en la sociedad ha sido el punto de partida que ha fijado la doctrina para negar la existencia de una obligación
del accionista de votar --de emitir el voto, lógicamente en el sentido que fuere-- en las juntas generales. Así R URÍA,
A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia
(dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V, …artículo 104, págs. 162 y 163,
consideran que no puede considerarse la emisión del voto como una obligación del accionista cuyo incumplimiento
genere sanción, por la circunstancia de que dada la índole capitalista de la sociedad anónima no es fácil exigir al
socio una colaboración personal en la empresa.

565
(i) La existencia de deliberaciones1685 en la asamblea general de las sociedades
cooperativas es necesaria1686; de hecho, uno de los contenidos obligatorios del acta de la sesión
es el resumen de las deliberaciones1687. La prohibición de deliberaciones acordada por el
presidente al dirigir la sesión o por la mayoría de socios en el curso de la misma, haría nulo el
acuerdo social adoptado sin discusión previa entre los socios 1688, y la norma estatutaria que
eliminara la deliberación sería nula y no inscribible, adoleciendo de un defecto insubsanable 1689.

1685Deliberar, como dicen R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R.
Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V,
…artículo 93, pág. 25, implica discutir, debatir o cambiar pareceres acerca de los asuntos que han de ser decididos.
Añaden estos Profesores, con magnífica prosa, que “el derecho de asistencia implica derecho a intervenir en los
debates. No cabe una asistencia de mera presencia” (artículo 104, pág. 151).

1686Se ha afirmado que la previa deliberación debe reputarse requisito sustancial para que pueda formarse a través
de la mayoría la voluntad social (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de
accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades
mercantiles, tomo V, …artículo 93, pág. 25 y artículo 104, pág. 160).

1687 Con una u otra fórmula las Leyes de cooperativas regulan entre el contenido necesario del acta de la asamblea
general la constancia de las deliberaciones acaecidas en el desarrollo de las sesiones. Así el acta deberá recoger
un resumen de las deliberaciones e intervenciones de las que se haya solicitado constancia (arts. 29 LCEstado,
38.1LCGalicia y 42.1 LCLa Rioja); o un resumen de las deliberaciones sobre las propuestas sometidas a votación, y
las e) intervenciones que los interesados hayan solicitado que consten en acta [art. 53.1 d) y e) LCAsturias y 52.1.d)
y e) LCCastilla-La Mancha; o un resumen de los asuntos tratados o debatidos y las intervenciones que se haya
solicitado que consten en el acta [arts. 37.1.e) LCPaís Vasco; 35.2.d) y e) LSCExtremadura; 38.1 LCCastilla y León;
37.1 LCCataluña; 45.1.g) y h) LCIslas Baleares; 38.1 LCValencia y 46.2 LSCMurcia], o simplemente señalando que
el acta contendrá los asuntos debatidos (art. 31.4 LCAragón). Con un redacción limitativa la Ley madrileña exige la
constancia en el acta de un resumen de las deliberaciones sobre las propuestas sometidas a votación y de las
intervenciones que los interesados hayan solicitado que consten en el acta (art. 36.1), lo que excluye de la
obligación de escribir en el acta las deliberaciones que no avoquen a votación, como las referidas a los asuntos en
los que no haya acuerdo, sino solamente deliberación sobre el tema.

Es excepción la Ley andaluza que al regular el contenido del acta indica que el ella “constarán los extremos que se
establezcan reglamentariamente” (art. 30.6).

No obstante lo anterior, debe tenerse en cuenta que el Tribunal Supremo atribuye al acta de la asamblea general
una eficacia limitada a la ejecutividad de los acuerdos adoptados, y flexibiliza las exigencias sobre su contenido. La
S.T.S., Sala 1ª de 26 de febrero de 2009 [Civil] (Ar. RJ 2009\1519) declara que la falta del acta de la asamblea “no
genera la nulidad de los acuerdos, sino que a lo sumo produce la falta de ejecutividad de los acuerdos”. La
mencionada sentencia y las SS.T.S., Sala 1ª de 31 de octubre de 1984 [Civil] (Ar. RJ 1984\5152) y de 19 de
diciembre de 1984 [Civil] (Ar. RJ 1984\6139) añaden que la doctrina jurisprudencial tiene declarado que aunque la
lista de asistentes no conste en el acta, basta que se demuestre que ha existido y también que puede incluirse en
documento diferente al acta.

Aclara la doctrina que, como los acuerdos de la asamblea general producen efectos desde que son adoptados (art.
28.5 LCEstado, por ejemplo), el acta solo hace fe de los acuerdos y demás extremos que en ella se contengan,
salvo prueba en contrario, sin que tal eficacia quede en suspenso en tanto que el acta no sea aprobada, sin perjuicio
de que, en la práctica, la ausencia de plasmación en el acta de un acuerdo puede suponer su ineficacia,
especialmente si se trata de un acuerdo que debe ser inscrito (vid. M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY,
Curso de cooperativas…, págs. 265 y 266).

1688Para las sociedades anónimas son de la misma opinión R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La
junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V, …artículo 104, págs. 160 y 161.

El pacto estatutario que excluya la deliberación sometidos a la consideración de los socios reunidos en junta
1689

general resulta contrario a la ley (a propósito de las sociedades de capital vid. J. A. GARCÍA-CRUCES, “Junta
general (art. 159)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, pág. 1190).

566
Ahora bien, se trata de un derecho disponible: el socio, en cada caso, puede renunciar
expresamente a deliberar sobre ese asunto concreto y puede también hacerlo tácitamente,
guardando silencio.

El derecho de voz puede ser ordenado en su ejercicio, es decir, limitado. El límite natural
del derecho de voz viene dado por la competencia del presidente de la asamblea para la
dirección de las deliberaciones1690, que le faculta para organizar los turnos de intervenciones de
los socios, incluso para a la vista de los turnos solicitados limitar el número y la duración de las
intervenciones, pudiendo llamar a la cuestión al orador e incluso privarle del uso de la palabra.
Ahora bien, esta competencia del presidente de la asamblea general debe ejercerse de la forma
que mejor se promueva la participación del socio --de todos los socios-- en las deliberaciones de
los asuntos sociales, siendo éste el criterio que debe resolver las dudas en el ejercicio de esta
competencia presidencial. Así mismo puede ser limitado por los estatutos sociales cuando
regulen el desenvolvimiento de los debates en la asamblea general1691. No obstante, el carácter
esencialmente participativo de la sociedad cooperativa determina que el derecho de deliberación
tenga una intensidad mayor que en las sociedades de capital, y provoca como efecto que las
limitaciones al mismo deben aplicarse e interpretarse restrictivamente, conforme a la regla
odiosa sunt restringenda.

La eficacia jurídica de las deliberaciones, concretamente de las manifestaciones del


socio en el curso de las mismas, ha sido relativizada por la jurisprudencia. Los tribunales han
valorado en su conjunto el contexto en el que las deliberaciones se producen y han llegado a
soluciones que blindan el derecho de voz, fomentando de esta manera la participación en la
gestión. Estas decisiones dan seguridad al socio en sus intervenciones asamblearias, porque
permiten no imputarle el contenido de tales declaraciones. En esta línea la SAP León de 12 de
febrero de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\3268) considera que la declaración de baja voluntaria de un
socio manifestada en el curso de una asamblea general no debe ser tenida como una voluntad
seria y firme de cesar en su calidad de cooperativista dado el acaloramiento de la discusión.
Naturalmente, esta inimputabilidad nada tiene que ver con el ejercicio por el presidente de sus
facultades de mantener el orden de la sesión y con la responsabilidad disciplinaria del socio por
faltar al respeto a rectores o a otros socios o, en general, por la comisión de cualquier otra falta
disciplinaria con sus manifestaciones en la asamblea.

1690 La generalidad de las Leyes de cooperativas españolas reconoce expresamente al presidente de la asamblea la
competencia de dirigir las deliberaciones [vid. arts. 34.6 LCPaís Vasco; 32.3 LSCExtremadura; 35.4.I LCGalicia;
33.4 LCMadrid; 39.2 LCLa Rioja; 34.3 LCCastilla y León; 32.2 LCCataluña; 45.1.b) LCIslas Baleares y 51.c)
LCAsturias]. La regulación más completa de todas es la contenida en las Leyes valenciana y castellano-manchega
donde el presidente “dirigirá las deliberaciones, haciendo respetar el orden del día y el de las intervenciones
solicitadas, de acuerdo con los criterios fijados en los estatutos, si los hubiere” [arts. 35.4 y 48.4.c),
respectivamente].

Diferente de esta competencia es la mantenimiento del orden de la sesión que también corresponde al presidente
pero referida a la disciplina en el curso de la asamblea.

También aquí es excepción la Ley andaluza al prever que las funciones del cargo de presidente se determinarán
reglamentariamente (art. 30.2).

1691Así lo prevé, por ejemplo, la Ley de cooperativas de Castilla y León al disponer que los socios tienen derecho a
participar libremente con voz y voto y con sujeción a las prescripciones estatutarias en los debates y acuerdos de la
asamblea general [art. 22.2.b)].

567
Cuando la participación en la asamblea general se realice mediante representante, las
deliberaciones cumplen un extraordinario papel: serán tales deliberaciones las que,
principalmente, puedan determinar que el representante asistente cambie justificadamente el
sentido del voto que le encomendó su principal o que, por el contrario, a la luz de las
deliberaciones habidas, pueda el principal entender que el cambio de voto ha sido injustificado. Y
es que la inobservancia por el representante de las instrucciones recibidas sobre el sentido de su
voto puede generarle responsabilidad por daños y perjuicios frente a su principal. Para esta
materia constituirá un importante medio de prueba el acta, tanto respecto a las deliberaciones
anotadas por el secretario cuanto a las intervenciones cuya constancia en acta se haya
solicitado.

(ii) El derecho de voz corresponde no solo a los socios cooperativos sino, en general, a
todos los asistentes a la asamblea general que cuenten con derecho de voto, como sucede con
el socio colaborador, el asociado, el socio capitalista de las cooperativas mixtas y, en algunas
Leyes, el socio “exmutualista”1692. Vincular voz y voto implica que el interviniente a través de sus
manifestaciones podrá explicar, en su caso, el sentido de su voto o mediante sus argumentos
atraer el voto de otros asistentes a su tesis. A pesar de lo que a primera vista pudiera parecer, el
derecho de voz tiene en el caso de los socios cooperativos y en el resto de titulares distinto
alcance, motivado por la presencia o por la ausencia de actividad cooperativizada; de esta forma,
y aunque el contenido del derecho es el mismo para ambos titulares --participar en las
deliberaciones suscitadas--, en caso de colisión entre el derecho de deliberación de un
mutualista y de un no mutualista, el conflicto debe resolverse a favor de aquél.

Existen otros asistentes a la asamblea general que tienen derecho de voz aunque
carezcan de derecho de voto: el propietario de títulos participativos --siempre que el acuerdo de
emisión les reconozca asistencia y voz en la asamblea general--, el socio “exmutualista” --en
aquellas Leyes que únicamente le reconocen este derecho, dado que hay otras que le reconocen
voto--, el presidente del sindicato de obligacionistas, los gerentes, técnicos, o cualquier otra
persona autorizada por los estatutos o la asamblea general para asistir, los administradores que
no sean socios, los miembros del consejo rector en las cooperativas de segundo o ulterior grado,
el letrado asesor, etc…1693. De este grupo, lo que resulta de interés para estas líneas, no es
tanto la enumeración de los asistentes a la asamblea general que cuentan con voz pero sin voto,
sino el diferente contenido y alcance de su derecho de voz. Es de distinto contenido porque los
asistentes con voz y voto no cuentan con límite material en la exposición de sus
manifestaciones, de manera que pueden debatir en cualquier punto del orden del día y sobre
cualquier aspecto de ese punto, mientras los que solo tienen voz intervienen para defender los
intereses singulares a cuya tutela responde el reconocimiento de su derecho de voz --los
intereses de los obligacionistas por parte del presidente de su sindicato, por ejemplo--; e incluso,
en un grado menor de contenido solo intervienen cuando se le concede el uso de la palabra por
el presidente y respecto de los asuntos que él le plantee --el caso más claro es el de los gerentes
y técnicos--. También tiene un menor alcance, cediendo, en caso de conflicto, ante el derecho de
voz de los que tienen voto.

Sobre el estatuto jurídico de estos titulares de derechos de participación vid. supra apartado 3.2.2. del capítulo
1692

segundo de la segunda parte.

1693En el mismo sentido, para las sociedades anónimas vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La
junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V, …artículo 93, pág. 25.

568
(iii) La voz del socio puede cernirse sobre todos los asuntos que integran el orden del día
y no solo sobre aquellos que se traduzcan en acuerdos sociales. Así, sobre los informes
presentados por el consejo rector también podrán intervenir los socios, aunque no lleven
aparejado ningún acuerdo de la asamblea. Y también sobre aquellos otros asuntos que sin estar
incluidos en el orden día puedan lícitamente ser debatidos y decididos en la asamblea, como el
de convocar nueva asamblea general, el de que se realice censura de las cuentas por miembros
de la sociedad cooperativa o por persona externa, el de prorrogar la sesión de la asamblea
general, el ejercicio de la acción de responsabilidad contra el órgano de administración, los
interventores, los auditores o los liquidadores; la revocación de los cargos sociales antes
mencionados, así como aquellos otros casos previstos en la Ley1694.

II. El socio tiene, además del derecho a deliberar, el derecho a que se haga constar en el
acta el sentido de sus deliberaciones y la oposición a los acuerdos adoptados --no solo su voto
en contra--1695.

3.3.6. Derecho a formular propuestas de acuerdos.

Es el derecho a formular (i) la propuesta que será sometida a votación en la asamblea


general (ii) en relación con un asunto, incluido en el orden del día o no, (iii) que corresponde a
los socios.

(i) Ejercido el derecho, el presidente de la asamblea debe someter a votación la


propuesta formulada. Por eso, no tiene la naturaleza jurídica de derecho subjetivo la formulación
de propuestas por el socio a otros órganos de los que no sea miembro --el consejo rector, por
ejemplo--, porque estos órganos al recibir la propuesta no tienen la obligación de debatirla y
aprobarla o rechazarla1696. El derecho a formular propuestas debe distinguirse del derecho a
proponer asuntos para el orden del día, con el que ha llegado a confundirse 1697: ni la legitimación
para su ejercicio --a la que se hará referencia más adelante-- es la misma, ni su contenido
coinciden. En relación con este último aspecto, debe advertirse que a través del derecho a incluir
asuntos en el orden del día se permite al socio configurar las materias sobre las que se debatirá
o decidirá en la asamblea, mientras que mediante el derecho a formular propuestas, el socio
podrá presentar textos para el acuerdo que se adopte sobre los asuntos que integran tal orden;

1694 Como, por ejemplo, se dispone en el artículo 45.4 LSCMurcia.

1695 Al analizar el contenido del acta de la junta, M. J. CASTELLANO, “Acta de la junta (art. 202)”, en Rojo-Beltrán
(dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1403 a
1417, en pág. 1408, reconoce la existencia de “un derecho del socio asistente a la junta (personalmente o a través
de representante)” consistente en “la facultad de solicitar la inclusión de su intervención en el acta, aún cuando la
Ley de Sociedades de Capital no haga mención expresa de este derecho en su articulado”.

1696 En contra, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35, págs. 144 y
145, para quien todo socio, por el hecho de serlo tiene derecho a presentar propuestas ante cualesquiera órganos
sociales. A nuestro juicio, el reconocimiento tan generalizado de este derecho supone una quiebra del régimen
jurídico de la formación del orden del día de los órganos sociales: el presidente del consejo rector no está obligado a
incluir en el orden del día del consejo rector un asunto para tratar la propuesta formulada por un socio, salvo que los
estatutos regulen este derecho del socio.

1697N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35, pág. 145, admite que el
derecho a presentar propuestas tiene, como una de sus modalidades, la del artículo 45.4 de la Ley de 1987 [que
regula el derecho de los socios a incluir asuntos en el orden del día].

569
incluso los proyectos de textos podrán referirse a asuntos que no hayan sido propuestos por los
socios. Hay una tercera diferencia: el derecho a formular propuestas puede ejercerse incluso
respecto de asuntos no incluidos en el orden del día, sobre los que la asamblea general pueda
lícitamente decidir.

Sí constituye una modalidad especial de este derecho el de propuesta de modificación


de los estatutos sociales que se reconoce a los socios, como se deduce del deber que la Ley les
impone de redactar un informe escrito con la justificación detallada de la misma1698. Pero carece
este derecho de interés respecto de la configuración especial del régimen jurídico de la
participación del socio cooperativo, dado que también se reconoce este derecho a los socios de
las sociedades de capital1699.

El derecho tiene una trascendencia práctica tremenda, porque a través de él queda


redactado el texto del acuerdo social, en el caso de que la propuesta sea aprobada por la
asamblea. Con carácter general, las Leyes de cooperativas españolas reconocen a los socios el
derecho a formular propuestas de acuerdos1700, lo que denota, una vez más, la orientación
participativa de la regulación cooperativa de los órganos sociales; de esta forma, aquí también
deja su impronta el elemento tipológico de la participación. Este dato resulta más relevante si se
compara con la falta de reconocimiento general y expreso de la formulación de propuestas como
derecho del socio en las sociedades de capital. La regulación del derecho a formular propuestas
que realiza el Derecho de cooperativas pone de manifiesto la influencia en esta materia de la
participación orgánica del socio como principio configurador de este tipo de sociedades que, en
este caso, deja entrever cómo la regulación de los órganos sociales propende a facilitar la
participación del socio en la gestión. Para valorar este impacto téngase en cuenta que solo
desde épocas recientísimas se está postulando en el ámbito de las sociedades cotizadas el
derecho a formular propuestas de resolución respecto de los asuntos del orden del día elaborado
por los administradores, como medio, entre otros, de facilitar la participación de los accionistas
en la junta general1701.

1698 Vid., por ejemplo, el artículo 70.1.a) LSCExtremaduta.

1699En el artículo 296 TRLSC puede leerse que los socios autores de la propuesta [de modificación de estatutos
sociales] deberán redactar el texto íntegro de la modificación que proponen y, en las sociedades anónimas, deberán
redactar igualmente un informe escrito con justificación de la misma.

1700No se aprecia el reconocimiento de este derecho en las Leyes andaluza, aragonesa, catalana, castellano-
leonesa y navarra.

1701 En el Segundo informe Winter se recomienda la introducción en el Derecho Comunitario Europeo --como norma
mínima para los Estados miembros-- del derecho de la minoría de socios a formular propuestas a la junta general
(vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en la Unión Europea”,..., pág. 118. Testigo que se
ha recogido por la Comisión (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo
de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión
Europea-Un plan para avanzar…, pág. 325. La Comisión considera que la aprobación de una propuesta sobre este
tema es una prioridad a corto plazo.

Este derecho no está reconocido con claridad y contundencia en la legislación española, ni en la societaria ni en la
del mercado de valores. Desde luego no aparece reconocido expresamente como derecho individual del socio: el
artículo 93 TRLSC prevé como derecho mínimo del socio el de asistir y votar en las juntas generales y el de
impugnar los acuerdos sociales, pero no el de formular propuestas de acuerdo. Tras el análisis de nuestra
legislación pueden ofrecerse dos conclusiones: (i) puede entenderse que existe en las sociedades anónimas como
derecho de la minoría, concretamente de la misma minoría que puede formular una solicitud de convocatoria de
junta general: del cinco por ciento del capital social (art.168.I TRLSC), y (ii) no existe en las sociedades limitadas ni
como derecho del socio ni como derecho de la minoría.

570
No todos los acuerdos de la asamblea general pueden ser propuestos por los socios:
quedan fuera de este derecho aquellas propuestas cuya formulación se atribuye por la Ley al
consejo rector, como sucede con la propuesta de aplicación de excedentes disponibles o
imputación de pérdidas1702, la aportación económica que debe desembolsar el asociado para
adquirir su condición de tal1703, el calendario socio-laboral en las cooperativas de trabajo
asociado1704, el proyecto de fusión, o de escisión1705, las imputaciones al fondo de reserva
voluntario1706, etc. Además el derecho de los socios debe convivir con la competencia para
proponer los acuerdos que, con carácter general, corresponde a la mesa de la asamblea1707.

Como regla general el derecho de propuesta no cuenta con garantías especiales,


diferentes de las que tutelan el resto de derechos de participación. Sin embargo, la Ley
valenciana de cooperativas tipifica como infracción administrativa grave “el incumplimiento de la
obligación de...someter a debate y votación las propuestas hechas por dicha minoría [de socios]
[art. 117.5.c)]; previsión necesaria por cuanto la falta grave prevista para proteger de forma
general los derechos de los socios no recoge el derecho de propuesta1708.

(ii) La propuesta de los socios puede referirse a asuntos que integren el orden del día o
a asuntos sobre los que la asamblea pueda adoptar acuerdos sin que consten en el orden del

En sede de sociedades anónimas, no hay un reconocimiento general expreso de este derecho de la minoría, pero sí
un reconocimiento especial: desde la reforma del, derogado, TRLSA por la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, sobre
la sociedad anónima europea domiciliada en España, se ha recogido un residual supuesto de aplicación a un caso
muy concreto circunscrito además a la sociedad anónima no previsto para la sociedad limitada: si los estatutos
prevén la posibilidad de asistencia a la junta por medios telemáticos, podrá determinarse por los administradores
que las propuestas de acuerdos que tengan intención de formular quienes vayan a asistir por medios telemáticos, se
remitan a la sociedad con anterioridad al momento de la constitución de la junta (art. 97.5). Esta previsión se
mantiene en el artículo 182 TRLSC. Ciertamente, el derecho de propuesta debe extenderse a todos los supuestos y
no solo a la asistencia telemática, como lo demuestra que la regulación de la sociedad cotizada lo reconoce en todo
caso y precisamente a la minoría de socios que se ha expuesto más arriba: “los accionistas que representen al
menos el cinco por ciento del capital social podrán, en el mismo plazo señalado en el apartado anterior, presentar
propuestas fundamentadas de acuerdo sobre asuntos ya incluidos o que deban incluirse en el orden del día de la
junta convocada” (art. 519.2 TRLSC)

La inexistencia de este derecho en las sociedades limitadas carece de fundamento dogmático, sobre todo si, como
se ha indicado, este mismo derecho existe en las anónimas. Apelando al principio de cercanía del socio a la gestión
de la sociedad limitada, debe admitirse el derecho del socio de la sociedad limitada formular propuestas de acuerdo,
en la junta general al menos, por la minoría del cinco por ciento del capital social.

1702 Vid., p. ej., art. 21.2.a) LCEstado.

1703 Vid., p. ej., art. 34.1.II LCIslas Baleares.

1704 Vid., p. ej., art. 104.2 LCIslas Baleares.

1705 Vid., p. ej., arts. 63.4 y 68.3 LCEstado.

1706 Vid., p. ej., art.51.2.f).III LCNavarra.

1707 Esta competencia de la mesa es reconocida expresamente por los artículos 34.2.I LCMadrid y 36.2 LCValencia.

1708 El artículo 117.5.d) tipifica como infracción grave “no respetar los derechos del socio establecidos en el artículo
25 de la Ley o el de información que establece el artículo 26”, resultando que en el artículo 25 no se recoge como
derecho de los socios el de formular propuestas de acuerdos. Otro tanto sucede con el derecho a solicitar la
inclusión de nuevos asuntos en el orden del día de una asamblea general ya convocada.

571
día1709. En relación con este tipo de acuerdos basta con que el socio o socios legitimados
proponga a la asamblea general la adopción de cualquiera de ellos para que este órgano tenga
que pronunciarse sobre los mismos mediante la correspondiente votación.

(iii) Tres son los modos de reconocimiento del derecho: como derecho del socio, como
derecho de la minoría y como derecho del socio en los términos reconocidos en los estatutos
sociales. En el primer caso, cada socio tiene derecho a formular1710 o plantear1711 propuestas,
pero el presidente podrá ordenar el ejercicio del derecho para mantener el orden en el desarrollo
de la sesión. En el segundo modo, el derecho se reconoce a una minoría de socios: el diez por
ciento de los socios presentes o representados o cincuenta socios1712. Y en el tercero serán los
estatutos los que deben --contenido obligatorio-- perfilar el régimen jurídico de este derecho1713
pudiendo regularlo como derecho del socio o como derecho de la minoría; en este segundo
caso, aunque nada señalen las Leyes al respecto, los estatutos no pueden exigir un porcentaje o
un número de socios que por elevado haga imposible o muy difícil el ejercicio del derecho. Un
criterio podría ser el de la minoría exigida por las Leyes para solicitar al consejo rector la
inclusión de asuntos en el orden del día1714, de esta forma los estatutos que para el derecho a
formular propuestas exijan un número mayor de socios, serían en este punto ilegales.

Este derecho del socio también puede ejercerse a través de representante, cuando se
participe en la asamblea general de esta forma. Si el representante voluntario del socio no ha
recibido instrucciones al respecto, es lícito que tal representante pueda proponer a la asamblea
cualesquiera de los acuerdos sometidos a este régimen de ejercicio que pueda votar en el
sentido que le indique la diligencia con la que deber desempeñar su representación. Por el

1709Expresamente reconoce el derecho de propuesta respecto de asunto no incluidos en el orden del día en los arts.
34.3 LCMadrid y 36.3 LCValencia.

1710 Así se expresan los artículos 23.1.b) LCPaís Vasco y 23.1.b) LSCExtremadura.

1711 Esta es la regulación de los artículos 22.1.b) LCGalicia y 24.b) LCLa Rioja.

1712La únicas Leyes que regulan la formulación de propuestas de acuerdos como derecho de la minoría son la
madrileña y la valenciana cuyos artículos 34.3 y 36.3, respectivamente, señalan que “el 10% de los socios presentes
y representados, o cincuenta de ellos, tendrán derecho a formular propuestas de votación”.

1713Así lo prevén los arts. 16.2.a) LCEstado; 20.2.a) LCIslas Baleares; 27.2.a) LSCMurcia; 27.3.a) LCAsturias y
35.3.a) LCCastilla-La Mancha.

Destaca la novedad que supone el reconocimiento del derecho a formular propuestas de acuerdos en la LCEstado
M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 177.

La Ley madrileña incurre en una deficiencia normativa cuya resolución ofrece pocas dudas. De un lado reconoce a
los socios el derecho a formular propuestas según la regulación estatutaria [art. 23.2.b)] --lo que invita a pensar que
los estatutos puede reconocer el derecho al socio o a la minoría-- y de otro exige la concurrencia de 50 socios o del
diez por ciento de los presentes y representados para la formulación de propuestas (art. 34.3) --lo que impide que
los estatutos regulen la propuesta como derecho del socio--. La solución del conflicto está en la aplicación del
artículo 34.3 con preferencia sobre el 23.2.b), dado que la regulación estatutaria debe ajustarse a las disposiciones
de la Ley.

1714Criterio que es el seguido para fijar la minoría de socios legitimada por las Leyes madrileña y valenciana, únicas
que regulan la formulación de propuestas como un derecho de la minoría. Ambas reconocen el derecho a solicitar la
inclusión de asuntos en el orden del día y el derecho a formular propuestas de acuerdos al 10% de los socios
presentes y representados, o cincuenta de ellos (arts. 32.3 y 34.3 LCMadrid y 34.3 y 36.3 LCValencia).

572
contrario, si el socio representado ha instruido al representante sobre estas materias (p. ej.: que
proponga alguno de estos acuerdos, que vote a favor si algún asistente formula una propuesta,
que se vote en contra, etc.) la trasgresión de las instrucciones recibidas no tiene efectos frente a
la sociedad cooperativa en el sentido de anular el acuerdo que la asamblea adopte, sin perjuicio
de la responsabilidad del representante por los daños causados al representado.

3.3.7. Derecho de voto.

Es aquel derecho en cuya virtud el socio puede configurar la voluntad social emitiendo el
voto o el número de votos que le correspondan en la asamblea general. Se trata del derecho de
participación más intenso de todos porque con su ejercicio el socio decide sobre el desarrollo del
objeto social y de la actividad cooperativizada en toda la extensión que permita las competencias
de la asamblea.

El socio cooperativista no es único titular del derecho de voto en la asamblea general;


junto a él --en toda su extensión: socio usuario y socio trabajador o de trabajo-- están los socios
colaboradores, los asociados, los socios capitalistas en las cooperativas mixtas, y los socios
“exmutualistas”1715. Sin embargo, las cuestiones de mayor interés que plantea el derecho de voto
en las cooperativas son las referidas a los socios cooperativistas, sobre todo aquellas que
conectan la mutualidad --cuyos únicos agentes pueden ser estos socios-- con el voto, y más
exactamente con el voto plural. Por ello, debe analizarse con detenimiento el impacto que el voto
plural ocasiona en la teoría de la cooperación, dado que el voto unitario o voto por cabezas, en el
que cada socio tiene derecho a un voto, es una tradición cooperativa anclada en los orígenes del
movimiento cooperativo1716 y que se mantiene hasta nuestros días1717 casi como un dogma
inquebrantable salvo contadas excepciones de voto plural, en las que además se cuestiona la
verdadera naturaleza cooperativa de las mismas.

Con una metodología de análisis basada en la participación del socio en la gestión social
por efecto de la mutualidad --como la que aquí se sigue--, es lógico que se ponga en tela de
juicio esta tradición y que se exploren los fundamentos de aquellas normas jurídicas que regulan
el voto plural en las sociedades cooperativas, sin que resulte suficiente su rechazo por el simple
dato de su heterodoxia.

El detenido análisis del voto plural llevará, un vez encontrado en él su fundamento


cooperativo, a que a la vista de su régimen jurídico, se admita la licitud de las situaciones de
control y de dominio en las sociedades cooperativas, aspectos que por su novedad deberán ser
adecuadamente expuestos.

Sobre el derecho de voto de estos titulares de derechos de participación vid. supra apartado 3.2.2. del capítulo
1715

segundo de la segunda parte.

Los estatutos de la Rochdale Society of Equitable Pionners, registrados el 24 de octubre de 1844 declaran que
1716

cada miembro tiene igual derecho de voto y de influencia que los demás, cualquiera que sea el importe de sus
aportaciones; además en su artículo 2º, tras la modificación por las enmiendas realizadas al año de vida, en 1845,
pasa a decir que “los miembros presentes en las asambleas trimestrales y anuales tendrán cada uno un voto, y no
más, para decidir cualquier gestión” (vid. M. LEZAMIZ, “Relato breve del cooperativismo”, disponible en
www.mondragon-corporation.com, págs. 1 a 48, en pág. 14.

1717Quizá el mejor ejemplo del mantenimiento del principio de voto unitario --aunque admitiendo excepciones de
voto plural--, por el ámbito territorial al que está llamado a aplicarse y por el poder del que emana, sea el
Reglamento de la Sociedad Cooperativa Europea, cuyo artículo 59.1 dispone que “cada socio de la SCE dispondrá
de un voto, independientemente del número de participaciones que posea”.

573
3.3.7.1. El fundamento cooperativo del voto plural.

3.3.7.1.1. El voto plural y los principios cooperativos.

I. La democracia cooperativa es el contenido del segundo principio cooperativo de la


formulación de la Alianza Cooperativa Internacional, titulado “gestión democrática por parte de
los socios”. Este principio, en lo que aquí interesa, declara que “las cooperativas son
organizaciones gestionadas democráticamente por los socios, los cuales participan activamente
en la fijación de sus políticas y en la toma de decisiones”. De esta formulación la doctrina ha
concluido que la regla un socio, un voto es una exigencia democrática, que impide la atribución a
un solo socio de varios votos1718. Ahora bien, la democracia, de un lado, y el voto plural, de otro,
no son nociones incompatibles, pues en puridad democracia significa participación, pero no
igualdad en el derecho de voto1719. Por lo tanto, es lícito, en sede cooperativa, abrir la discusión
1718 C. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a
los valores y a los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995: especial
referencia a los sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, págs. 61 y 62, se muestra contario
al voto plural por ir en contra del principio de gestión democrática. Pero matiza que el principio democrático “se
articula para establecer objetivos, para el control de su cumplimiento pero no para la gestión”. De esta forma para el
Profesor mencionado parece que a la vez que, en aras a la democracia, se defiende la inderogabilidad de la regla
un socio-un voto, se excluye al socio y a su voto unitario de la gestión social, lo que va en detrimento de la
participación en la gestión. Efectivamente, el autor citado, más abajo (página 64) y en la línea apuntada, realiza la
siguiente afirmación: que el “socio participe democráticamente en el establecimiento de los objetivos y deje la
dirección y la gestión a profesionales que lleven la empresa a la consecución de aquellos”.

1719 La afirmación de que la democracia cooperativa es la igualdad en el derecho de voto de los socios es
cuestionable. Si el término democracia es, en sede de Derecho constitucional, una expresión con la que puede
aludirse a diversos significados, también es una palabra homónima cuando se aplica a las cooperativas. La relación
entre democracia y cooperativa corre paralela a la relación entre democracia y Estado, y, de esta manera, alguna de
las conclusiones sobre el contenido de la democracia que los constitucionalistas (vid. A. GARRORENA MORALES,
voz “Democracia”, E.J.B., vol. II, Madrid [Civitas], 1995, págs. 2097 a 2102, a quién seguimos en esta materia) han
obtenido, son trasladables a nuestro terreno. En primer lugar, la democracia es un elemento de la forma de Estado,
antes de ser ella misma un sistema o forma de Estado, en el sentido de que si bien democracia es gobierno ejercido
por los ciudadanos junto a ellos, en la toma de las decisiones políticas, concurre un factor aristocrático y algunos
fenómenos de liderazgo o poder personal; de la misma manera la democracia cooperativa es un elemento de la
cooperativa, sin que el mismo agote la noción de este tipo de sociedad, sino que contribuye a su formación junto con
otros elementos que influyen en la titularidad del poder de decisión; y dado que la cooperativa es un empresario
social estos factores han de ser de orden económico, referidos al valor de la actividad cooperativizada que cada
socio realiza con su cooperativa, que deja o puede dejar su impronta en el poder de cada socio, que no tiene que
ser igual para todos. En segundo lugar, así como la democracia es, en un sistema político calificado de democrático,
el factor determinante de la identidad de todo el conjunto, de manera que, en este sentido, puede hablarse de la
democracia como la forma del Estado, la democracia en la sociedad cooperativa es, junto a la mutualidad, el otro
elemento esencial del tipo societario; y de la misma manera que los Estados democráticos no son sistemas políticos
coincidentes, tampoco es unívoca la cooperativa democrática. Para los griegos la democracia era el gobierno
ejercido de forma directa por el pueblo, y su valor fundamental era la igualdad, básicamente entendida como
isocratía --nadie en la ciudad puede tener más poder que otro--, pero el valor fundamental de la democracia
moderna no es la igualdad, sino la libertad, y con esta nueva concepción el núcleo de la democracia se reduce al
control del poder político. Estas reflexiones trasladadas a las sociedades cooperativas relativizan la noción de
democracia cooperativa, quiebran la equivalencia democracia=igualdad --puesto que la democracia es hoy,
esencialmente, libertad--, y proporcionan un dato de efectos contradictorios para las teorías de la correlación
democracia cooperativa-igualdad de voto: la igualdad democrática, en su dimensión de isocratía significa que nadie
debe tener más poder que otro pero también que los asuntos públicos deben ser gestionados directamente por los
ciudadanos --la democracia griega era un democracia directa, en la que las decisiones se adoptaban por todos los
ciudadanos, en la Asamblea o Ekklesía--, de manera que no puede defenderse, con rigor, la igualdad de voto y, a la
vez, la prohibición de que la asamblea general de la cooperativa, donde se desenvuelve el voto, pueda tomar
decisiones de administración ordinaria de los asuntos de la cooperativa, con el argumento --antidemocrático-- de
que esa materia es competencia del consejo rector.

574
de si los principios cooperativos --en particular el principio democrático-- solo admiten el voto
unitario o por cabeza, que se expresa en la regla un socio un voto, o si encajaría en ellos el voto
plural, conforme al cual un socio puede ser titular de más de un voto; y en este último caso, si la
medida de la pluralidad del voto debe ser mutualista --la participación en la actividad
cooperativizada o el número de socios-- o puede ser capitalista --la participación en el capital
social de la cooperativa--.

Aunque tradicionalmente se ha identificado el principio democrático con la igualdad en el


derecho de voto o, más exactamente, con el voto unitario (un socio, un voto) 1720, esta
equivalencia no es correcta: el principio democrático --o democracia económica-- consiste en la
participación del socio en la fijación de las políticas y en la toma de decisiones en el seno de la
sociedad cooperativa --como, además, señala expresamente la Alianza Cooperativa
Internacional en la formulación del segundo principio, según se ha visto más arriba al transcribir
la formulación de sus principios--. Y esta participación puede organizarse con arreglo al sistema
de voto por cabeza, en el cada socio tiene derecho a un voto, o conforme al sistema de voto
plural, en el que a cada socio corresponderá un número de votos calculado en función de su
participación en la actividad cooperativizada o de su número de socios. Son extraños otros
criterios de cálculo del voto plural como la participación del socio en el capital social –prevista en
el cooperativismo de crédito1721, en las cooperativas mixtas respecto de los titulares de partes
sociales con voto1722, en las sociedades cooperativas europeas que realicen actividades
financieras o de seguros1723 o en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado
catalanas1724-- o como derechos de fundador --en las cooperativas de primer grado de trabajo
asociado castellano-manchegas se podrá reconocer estatutariamente al colectivo de socios
fundadores, siempre que fueren al menos tres, un volumen de votos de hasta el cuarenta por
ciento de todos los posibles votos sociales de la cooperativa1725--.

La democracia así entendida se traduce en medidas normativas y estatutarias de


participación de los socios en los órganos sociales, pero no en el voto por cabezas o unitario. La

1720En esta línea puede leerse en F. VICENT CHULIÁ, “El derecho de los órganos sociales desde la perspectiva de
la legislación cooperativa...”, que “...teórica y legalmente la cooperativa aparece organizada sobre bases
esencialmente democráticas o igualitarias, en tanto que la sociedad anónima descansa sobre bases plutocráticas,
es decir, la intensidad del voto depende de la participación en el capital social” (pág. 484) y que “...afortunadamente,
el artículo 28 del Anteproyecto de Ley del M. de T. (y del Proyecto) vuelve a la buena doctrina en el ejercicio del
derecho de voto...proclamando el principio de un hombre un voto” (pág. 519).

1721Vid. por ejemplo, el art. 9.2 de la Ley 13/1989, de 26 de mayo, de cooperativas de crédito, que permite que los
estatutos sociales atribuyan a cada socio un voto proporcional a sus aportaciones al capital social [también puede
ser proporcional a la actividad cooperativizada o al número de socio de las cooperativas asociadas]. Sin embargo,
tampoco hay unanimidad en esta materia en el cooperativismo de crédito, así el art. 39.3.II de la Ley de Crédito
Cooperativo de Extremadura excluye el criterio capitalista de cálculo del voto plural, pues solo permite que los
estatutos sociales atribuyan el voto plural con arreglo a la actividad o al número de socios.

1722Vid. arts. 107 LCEstado; 136 LCPaís Vasco, 129.1 LCCastilla La Mancha y 128 LSCMurcia, así como la
disposición adicional cuarta LCLa Rioja.

1723Vid. art. 59.2.II ESCE. Recoge también este criterio de determinación del voto plural en la sociedad cooperativa
europea M. J. BOTANA AGRA, “Apuntes sobre los órganos de la sociedad cooperativa europea”…, pág. 235.

1724 Vid. art. 34.4 LCCataluña.

1725 Vid. art. 49.2.c) LCCastilla-La Mancha.

575
democracia cooperativa entronca, de esta manera, con el elemento tipológico de la participación
orgánica1726.

II. La propia Alianza Cooperativa Internacional tampoco es ajena ni a la identidad entre


democracia cooperativa y participación orgánica, ni al voto plural1727. En cuanto a la primera
cuestión, el segundo principio cooperativo, “Gestión Democrática por parte de los Socios” [en la
formulación contenida en la Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional sobre la
Identidad Cooperativa, adoptada en el Congreso y Asamblea General de 1995 celebrados en
Manchester1728], al afirmar que “las cooperativas son organizaciones gestionadas
democráticamente por los socios, los cuales participan activamente en la fijación de sus políticas
y en la toma de decisiones...” fundamenta con claridad el principio democrático en la tesis de la
participación del socio en la adopción de los acuerdos. Por su parte, la admisión del voto plural
se explica en la siguiente idea recogida en el citado segundo principio: “... en las cooperativas de
primer grado, los socios tienen iguales derechos de voto (un socio, un voto) y las cooperativas de
otros grados están también organizadas democráticamente”, de lo que se infiere que la Alianza
está admitiendo que, aun cuando no haya igualdad en el derecho de voto, sí hay organización
democrática1729.

Esta noción de la democracia cooperativa deja el camino expedito para afirmar que el
voto plural no es contrario al segundo principio de la Alianza Cooperativa Internacional --ello con
independencia de la falta de fuerza vinculante de éste y del resto de los principios--.

3.3.7.1.2. El voto plural y la mutualidad.

I. El voto plural tiene fundamento en la mutualidad, es decir, en última instancia en la


actividad cooperativizada que realiza el socio para satisfacer sus necesidades. Si se analiza la
cuestión con detenimiento, podrá apreciarse como el voto plural tiene un sustrato cooperativo
innegable. El motivo por el que la participación orgánica del socio cooperativo es de mayor
intensidad que la del socio de una sociedad de capital radica en que aquél además de aportar

1726Dentro de este contexto --de identificar democracia con participación en las decisiones de desarrollo del objeto
social-- el concepto de democracia en las sociedades adquiere unos perfiles extraordinariamente amplios. Se ha
afirmado que partiendo de presupuestos aristocráticos pueden darse en la realidad sociedades con una
organización democrática, reconociendo la existencia de democracia en sociedades mercantiles en las que el voto
solo se reconoce a un grupo de accionistas, a los grandes accionistas, negándose a los pequeños accionistas, como
sucedía con la Compañía holandesa de Indias Orientales y posteriormente con otras compañías coloniales inglesas.
Al exponer estos datos históricos G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español…, pág. 49, indica que la afirmación de la democracia en
sociedades aristocráticas solo es admisible si se prescinde, allí donde existen, de los participantes comunes sin
derecho de voto.

El ajuste del voto plural y de los criterios utilizados tradicionalmente por nuestro legislador para su determinación
1727

con la formulación de la Alianza Cooperativa Internacional ha sido reconocido, entre otros, por N. PAZ CANALEJO,
en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y
Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,artículo 47, pág. 441.

1728 El contenido de tal formulación se ha trascrito en supra apartado 3.1 del capítulo primero de la primera parte.

1729La formulación del principio cooperativo de gestión democrática permite, como se ha expuesto, la existencia de
voto plural; no obstante, se ha considerado que la recepción de este principio por la Ley cooperativas estatal de
1999 y por las leyes autonómicas ha supuesto una ampliación de la admisión del voto plural (vid. M. PANIAGUA
ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en
M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 205).

576
capital desarrolla actividades económicas con la cooperativa, de tal manera que su patrimonio
puede verse afectado por dos vías --el valor de su aportación al capital social y los resultados
positivos o negativos de la actividad cooperativizada-- frente a la única vía de afectación del
patrimonio del socio de la sociedad de capital --los derechos económicos vinculados a su cuota
de capital social--. Se podría decir, sin quebranto de la ortodoxia cooperativa, que en las
situaciones de mayor actividad cooperativizada debe reconocerse mayor nivel de participación
en los órganos sociales, y que esta regla es una exigencia del tipo societario cooperativo que
define a la cooperativa como una sociedad de participación. Así las cosas, el socio que más
actividad cooperativizada realice, más poder de decisión debe tener en la sociedad cooperativa,
lo que se traduce en un sistema de voto plural proporcional a la actividad cooperativizada.

II. En el Derecho de sociedades existe un principio general: el principio de igualdad de


derechos de los socios1730. Conforme a este principio a un interés igual debe corresponder un
derecho igual. La naturaleza de ese interés del socio es la que cuantifica y mide el derecho
atribuido. En las sociedades de capital el interés es la participación del socio en el capital, y el
derecho que se atribuye al socio para proteger ese interés es el derecho de voto, debiendo
existir, de conformidad con el principio de igualdad, una correspondencia entre grado de
participación en el capital y número de votos1731. El principio de igualdad de derechos en su
aplicación a los órganos sociales se manifiesta en el subprincipio de correspondencia entre
riesgo y poder de disposición, de manera que a mayor participación en el capital, mayor riesgo
se asume y más votos deben ostentarse. Los principios de igualdad de derechos y de
correspondencia entre riesgo y poder societario también se dan en las cooperativas. En estas
sociedades al cooperativista que mayor interés tenga debe ser al que más votos se atribuya,
para que el Derecho proteja igualitariamente su interés. Ahora bien, a diferencia del caso
anterior, como el socio cooperativista es principalmente agente de la actividad cooperativizada,
el interés del mismo será precisamente esta actividad, y su cuantificación sería, así mismo, la
que determine el número de votos que deben ser asignados.

La estructura del interés también incide en la legitimación del voto plural en las
sociedades cooperativas. En las sociedades anónimas --principalmente en las grandes--, existe
una masa de accionistas --los grandes accionistas-- participativos en las juntas generales e
interesados en la marcha de los asuntos sociales porque de ella depende la rentabilidad de su

1730Hoy tiene reconocimiento legal expreso tanto en sede de sociedades de capital (art. 97 TRLSC), cuanto de
sociedades cooperativas (vid., p. ej., arts. 27.2 LCAsturias y 35.2 LCCastilla-La Mancha).

1731 Este argumento es ofrecido por G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades anónimas.
Derecho europeo y reforma del Derecho español.., págs. 95 y 96, para explicar cómo el Derecho alemán de
sociedades anónimas del siglo XIX --donde la sociedad anónima es la única forma conocida de sociedad de capital--
evoluciona desde un sistema de libertad estatutaria para la determinación del derecho de voto (ADHGB DE 1861) a
una fórmula de cálculo en función del importe de la acciones (Ley de 1884), propio de una sociedad de naturaleza
capitalista; afirmado además que “reconocido, en general, a los accionistas-propietarios el derecho a intervenir en
los asuntos de la sociedad, tal derecho se transforma en la sociedad anónima por imperativo de su naturaleza, en el
derecho a participar y decidir, en la medida de su participación, mediante el voto, en la Junta General, instancia
suprema de la sociedad”.

La ortodoxia cooperativa, al aplicar el principio de igualdad al derecho de voto, obtiene como única conclusión el
voto unitario. Afirma en esta línea N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 35,
pág. 141, que existe una igualdad inderogable, absoluta y completa (tanto de módulo o punto de partida, como de
aplicación o de resultado) en los derecho políticos, y entre ellos en el voto; pero, por el contrario, en el ámbito de los
derechos económicos se admite la igualdad relativa, porque el volumen de actividad cooperativizada o el capital
aportado no tienen por qué ser idénticos entre todos los cooperadores.

577
inversión de capital; y, a su lado, un numeroso grupo de pequeños accionistas más interesados
en el valor de la acción como objeto de inversión o de especulación, que apenas participan en la
junta general --a lo sumo serían las entidades que asumen la representación institucional del
accionista por el mecanismo de la representación las que ejercerían sus derechos1732--. Esta
diferente posición es representativa de intereses también diferentes que dejan su impacto en el
derecho de voto: los primeros pueden con el voto influir en la sociedad y orientar la gestión,
mientras que los segundos no tienen esa posibilidad. Ante esta dual realidad, se han propuesto,
las más variadas e incluso opuestas soluciones: reforzar el derecho de las minorías, suprimir el
derecho de voto de los pequeños accionistas1733; o regular acciones sin voto. La situación es
diferente en el caso de las sociedades cooperativas. Aquí el interés de todos los socios es, en
líneas generales, coincidente, con independencia del volumen de actividad cooperativizada.
Tanto grandes como pequeños cooperativistas tiene un interés positivo y carecen de un interés
negativo. El interés en sentido positivo consiste en la colaboración para la eficaz gestión de la
masa patrimonial cooperativa porque de ello dependerá el valor de su actividad cooperativizada;
aquí grandes y pequeños buscan rentabilizar su actividad económica con la cooperativa, y con
este fin participan en la asamblea general --y en los demás órganos sociales para los que fueren
elegidos--. Además no hay --no puede haber-- en los socios de una cooperativa un interés
meramente especulativo con su participación en la misma, porque el valor de su posición de
socio lo determina el volumen de actividad cooperativizada que desarrolle, careciendo su
aportación a capital de las notas de negociabilidad y valor por referencia al patrimonio social.
Ahora bien, así como en las sociedades anónimas la dualidad de accionistas y su diferente
titularidad de capital social se refleja en el derecho de voto, correspondiendo a cada accionista
un número de votos proporcional a su participación en el capital social, de manera que no podrán
emitirse acciones que de forma directa o indirecta alteren la proporcionalidad entre el valor
nominal de la acción y el derecho de voto (art. 96.2 TRLSC), en cambio en las sociedades
cooperativas es tradicional romper la correlación entre interés del socio y derecho de voto, de
manera que, con carácter general, cada socio tiene derecho a un voto, sin que el volumen de
actividad cooperativizada de cada socio sirva para atribuirles más o menos votos. Esta anómala
situación, que obedece al peso de la tradición de los principios cooperativos, se está, poco a
poco, corrigiendo con la admisión del voto plural limitado o sin límites. Frente al principio
cooperativo de un socio o socia un voto, se va alzando el principio estructural de
correspondencia entre riesgo y poder de decisión.

Admitir la idea de que el voto plural tiene fundamento cooperativo, sería una tarea más
fácil si la reflexión se desprovee del [falso] prejuicio de que la titularidad de varios votos en poder
de un solo socio únicamente se explica sobre bases dogmáticas propias de las sociedades de
capital: con el voto plural simplemente se trata de dar más poder societario al socio más
cooperador, de manera que el voto así entendido no se rige por criterios plutocráticos --gobierno
del capital-- sino por criterios cooperativos --gobierno de la actividad cooperativizada--.

III. La idea de que el socio participa en la toma de las decisiones en la cooperativa no es


nueva. El gobierno de la actividad cooperativizada determinante de la participación del socio

1732 El análisis del régimen jurídico aplicable a los supuestos de representación institucional del accionista puede
consultarse en F. RODRÍGUEZ ARTIGAS, La representación de los accionistas en la junta general de la sociedad
anónima, Madrid [Civitas], 1990, págs. 70 a 104 y en A. RONCERO SÁNCHEZ, La representación del accionista en
la Junta General de la Sociedad Anónima, Madrid [McGraw-Hill], 1996, págs. 363 a 462.

Vid. la referencia que realiza al respecto G. ESTEBAN VELASCO, El poder de decisión en las sociedades
1733

anónimas. Derecho europeo y reforma del Derecho español.., pág. 267.

578
[agente de esa actividad] en gestión social es una constante histórica 1734 hasta tal punto que no
sería cooperativa la sociedad que impidiera o dificultara la participación del socio en la dirección
de su cooperativa. Sin embargo lo que no es uniforme es su contenido a lo largo de la historia,
pudiendo hablarse de diferente intensidad de la participación. Esta diferente intensidad depende
de factores (i) políticos, (ii) económicos y (iii) sociales.

(i) En los orígenes de las cooperativas el factor político es el determinante del contenido
de la participación del socio en la administración del negocio social. Al nacer como alternativa de
suministro --cooperativas de consumo--, de trabajo --cooperativas de producción-- y de ahorro y
préstamo --cooperativas de crédito-- a las organizaciones económicas capitalistas --
singularmente a las sociedades anónimas-- con base en el respeto a la dignidad humana, el
planteamiento democrático, que equivale técnicamente a participación en la toma de decisiones,
tomó cuerpo en su versión más radical, traduciéndose en la regla de un socio un voto. Con las
cooperativas se trasladaba a la vida económica la regla básica de la vida política democrática: la
participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. En definitiva las cooperativas fueron el
instrumento técnico de organización y puesta en práctica de la democracia económica. En esos
momentos la regla un socio un voto era inquebrantable.

(ii) Ahora bien, en las cooperativas, como en todas las sociedades, el poder de decisión
evoluciona a lo largo de la historia, no siendo siempre válidas las explicaciones, los fundamentos
y las soluciones que para este poder se daban al comienzo de la existencia de la forma social de
que se trate. Todas las sociedades --también las cooperativas-- con el correr de los tiempos
suelen adicionar nuevas funciones a las que ya venía realizando, con lo que su causa se
modifica por adición, y, en ocasiones llegan a desempeñar una nueva función, distinta en mayor
o en menor medida a la inicialmente prevista. La evolución de las funciones del tipo societario
deja su impronta en el ejercicio y en el contenido del poder societario. El caso más conocido de
todos lo representa la sociedad anónima: las modernas sociedades anónimas tienen su origen
en las grandes compañías coloniales de los siglos XVI y XVII, y hoy cumplen una función
económica y social, rectius, varias funciones, muy diferentes de las asignadas a aquellas
compañías. Pero también, con visión histórica de conjunto, se aprecia una importante evolución
de la función desempeñada por las sociedades cooperativas --válida plenamente en la Unión
Europea1735--: las cooperativas han dejado de ser una alternativa al sistema económico
capitalista, para pasar a ser una modalidad más de las organizaciones jurídicas de la actividad
económica, incardinada plenamente en el sistema de economía de mercado y titular del derecho
a la libertad de empresa1736. Hoy las cooperativas son sociedades que explotan empresas
mercantiles. En esta visión económica del cooperativismo se sublima la idea de la participación
del socio en la actividad cooperativizada y en el objeto social, y esta participación económica da
un nuevo contenido a la regla democrática: cada socio tiene al menos un voto, pero si su
actividad económica con la cooperativa es cuantiosa puede tener un número adicional de votos.

La idea de autogestión está presente desde los orígenes del movimiento cooperativo (vid. M. L. LLOBREGAT
1734

HURTADO, Mutualidad y empresas cooperativas..., págs. 1 a11 y 27 a 29.

1735La mejor prueba de ello es la atención prestada por las instituciones europeas al cooperativismo. El Estatuto de
la Sociedad Cooperativa Europea supone la incorporación del tipo cooperativo al conjunto de instrumentos
societarios --sociedad anónima europea y agrupación europea de interés económico-- con que cuenta el Derecho
comunitario para la realización del mercado interior (vid. considerando 2 del ESCE), de manera que, de nacer al
margen de los esquemas del funcionamiento del mercado, han paso a formar parte de los engranajes de su
organización.

1736 Sobre la noción de sistema de economía social de mercado vid. A. ROJO, “Actividad económica pública y
privada en la Constitución Española”..., págs. 316 a 318.

579
Sin embargo, el peso de la historia1737 determina que la evolución del tratamiento de la
participación del socio, en lo que al voto se refiere, sea diferente de lo que las circunstancias
económicas parecen anunciar. La participación del cooperativista en el poder societario arranca
de la regla del voto por cabeza, regla que deja su impronta a lo largo de la evolución del
cooperativismo con tal fortaleza que cualquier planteamiento teórico o legislativo que pretenda
suprimirla es secularmente estigmatizado por heterodoxo. De esta manera la concepción
democrática radical de la participación nunca ha desaparecido de las cooperativas, y es la que
explica porqué en la regulación de las sociedades cooperativas hay técnicas que no pueden
contemplarse: el socio cooperativista sin derecho a voto, o sin derecho de asistencia, o con un
derecho de asistencia limitado a quienes sean titulares de una determinada parte en el capital
social. Pero esta concepción radicalmente democrática ha sido diluida con un componente
económico: la actividad cooperativizada que justifica que al socio que mayor actividad económica
realice con la cooperativa, mayor poder societario le corresponda.

Es precisamente, como ha destacado nuestra doctrina, la adaptación a las exigencias


del mercado la que ha supuesto que, incluso las cooperativas de primer grado, se hayan visto
sometidas a una evolución jurídica que altera los presupuestos clásicos de la cooperación, lo que
se pode de manifiesto en la admisión del voto plural1738.

(iii) El factor económico que trata de explicar cómo se concibe actualmente la


participación, está mediatizado por un factor social que parte en dos el sistema de distribución y
ejercicio del poder societario en las cooperativas. Este factor social se identifica con el contenido
de la actividad cooperativizada. Si la actividad cooperativizada consiste en trabajar la regla
igualitaria es normalmente invulnerable: un socio trabajador, un voto. Y si la actividad
cooperativizada consiste en recibir servicios o bienes de la cooperativa la regla igualitaria es
sustituida por la regla económica. Hay una razón ontológica que lo explica: la concepción del
trabajo personal en la sociedad actual como bien jurídico de necesaria tutela, para el que se ha
desarrollado todo un sector del ordenamiento jurídico --el Derecho laboral-- caracterizado entre
otras notas, por sus planteamientos tuitivos de la persona del trabajador. Este mismo
planteamiento protector explica el mantenimiento ortodoxo de la regla un socio un voto en las
sociedades cooperativas de trabajo asociado1739. Ahora bien, donde el trabajo personal no es la

1737 J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 43 y 44, ha destacado la influencia que la inercia del pasado y de la tradición tiene en el
contenido de las normas jurídicas del Derecho de sociedades.

1738Esta evolución condicionada por las exigencias del mercado y su impacto en el voto plural ha sido recogida por
J. M. EMBID IRUJO, Concentración de empresas y derecho de cooperativas…, pág. 19.

1739Pero que también va encontrando fracturas, siendo la más significativa de todas ellas la previsión del voto plural
para todas las sociedades cooperativas --excepto las de crédito y seguros-- incluidas las de trabajo asociado
contenida en el artículo 8.3 de la Ley de Sociedades Cooperativas Especiales de Extremadura. Junto a ella, aunque
de menor alcance, debe destacarse la atribución de voto plural en las cooperativas de trabajo asociado aunque no a
los socios trabajadores sino a los socios que sean cooperativas en proporción a su volumen de actividad
cooperativizada, que se contiene en el artículo 67.13 LCNavarra. También hay voto plural ponderado en las
cooperativas mixtas de trabajo asociado gallegas (disposición adicional quinta, añadida por la Ley 14/2011, de 16 de
diciembre).

Y el extraño caso de las cooperativas de primer grado de trabajo asociado castellano-manchegas, respecto de las
que se podrá reconocer estatutariamente al colectivo de socios fundadores, siempre que fueren al menos tres, y en
cuanto integrantes de una categoría especial de socios ordinarios, un volumen de votos de hasta el cuarenta por
ciento de todos los posibles votos sociales de la cooperativa, con el único límite de que el número de votos
correspondiente a cada uno de los socios fundadores sea idéntico y no podrán ceder a terceros estos especiales

580
actividad cooperativizada, renacen las explicaciones económicas a la distribución del poder
societario: quién más actividad económica realice mayor poder de decisión económica debe
tener, y se admite la existencia del voto plural1740.

3.3.7.2. Su reconocimiento legal.

La admisión del voto plural es, por otra parte, un hecho confirmado en numerosas
ocasiones por el Derecho positivo, tanto histórico como vigente. El voto plural, ponderado con
arreglo a diferentes criterios, en virtud del cual un socio podía emitir más de un voto, ha sido una
constante --junto al reconocimiento, lógicamente, del voto unitario-- en el Derecho de sociedades
cooperativas.

En España el voto plural se ha regulado en el artículo 1.II.2º de la, derogada, Ley


republicana de Cooperativas (Decreto de 4 de julio de 1931)1741; en el artículo 8º, c) de la,
derogada, Ley de 2 de enero de 1942, de Cooperación en relación con los artículos 35.4 y 53.3
de su, segundo y derogado, Reglamento, aprobado por el Decreto 2396/1971, de 13 de agosto
(B.O.E. del 9 de octubre)1742; en el artículo 25 de la, hoy derogada, Ley 52/1974, de 19 de

derechos políticos ni inter vivos ni mortis causa [art. 49.2.C]. El caso es extraño no solo porque no existen las
cooperativas de segundo grado de trabajo asociado --error disculpable-- sino porque atribuye poder societario al
margen por completo de la mutualidad, lo que coloca a estas cooperativas en un dudoso terreno de
constitucionalidad.

En el grupo de sociedades de base mutualista existe otro supuesto en el que los socios trabajadores pueden tener
desigualdad en el voto: se trata de las sociedades [anónimas o limitadas] laborales en las que el número de votos se
atribuye con arreglo al capital social.

1740 En el apartado XII de la exposición de motivos de la Ley de sociedades cooperativas andaluzas de 2011 se
recoge con nitidez la fundamentación anterior. Dice literalmente: “…parece incuestionable, sin embargo, que la
igualdad a ultranza en este terreno [en la distribución de votos entre los socios] resulta más coherente con la
estructura de las sociedades cooperativas de trabajo que con las de servicio, pues, en las primeras, la aportación
social de sus integrantes –el trabajo– suele ser similar o, al menos, no muy dispar, mientras que en las segundas,
singularmente en las agrarias, la actividad cooperativizada –la aportación de producto para su transformación o
distribución– puede diferir ostensiblemente”.

1741 El párrafo II del artículo 1. de esta Ley relacionaba “las condiciones legales necesarias” de todas las
cooperativas, y entre ellas exigía “la igualdad del derecho de voto para todos los socios”, pero admitía que
“únicamente en las Cooperativas clasificadas como profesionales podrá establecerse por los Estatutos que algunos
socios tengan hasta un máximo de tres votos, según la cuantía de su participación en las operaciones sociales, pero
siempre con independencia del capital aportado y sin que la pluralidad de votos sea aplicable a los asuntos de
índole personal”.

1742El artículo 8 de la Ley de cooperación de 1942 señala las “condiciones generales que deben presidir la
constitución de las sociedades cooperativas” y entre ellas , en su letra c), la de que “todos los socios de las
cooperativas tendrán igualdad de derechos”. Ahora bien, esta igualdad debe albergar el trato desigual a situaciones
desiguales, es decir, el voto plural con arreglo a la diferente participación del socio en las operaciones de la
cooperativa, dado que la igualdad de derechos de los socios también rige en las sociedades de capital y cubre el
voto plural en función de las aportaciones al capital.

Solo con la interpretación propuesta tienen encaje en esta Ley los artículos 35.4 y 53.3 de su Reglamento de 1971
en los que se admite expresamente el voto plural. En el primero se dispone que “salvo disposición expresa de los
Estatutos, amparada en precepto legal o reglamentario, cada socio tiene un voto”, luego es posible que cada socio
tenga más de un voto. Por su parte, el artículo 53.3 que, referido a las cooperativas de segundo y ulterior grado,
establece que el voto de las Cooperativas y Entidades asociadas podrá ser proporcional a su participación en las
actividades de la Cooperativa de segundo y ulterior grado o al número de sus socios o a similares criterios que
establezcan los estatutos, pero nunca a su participación en el capital social, no pudiendo ninguna Entidad asociada
representar más de un tercio del total de votos”.

581
diciembre, General de Cooperativas y en el artículo 51 de su, también derogado, Reglamento,
aprobado por el Real Decreto 2710/1978, de 16 de noviembre (B.O.E. del 17 de noviembre y
siguientes)1743; en el artículo 47.2 de la, también hoy derogada, Ley 3/1987, de 2 de abril, General
de Cooperativas para las cooperativas de segundo o ulterior grado1744; en el artículo 9.2 de la Ley
13/1989, de 26 de mayo, de Cooperativas de Crédito1745; en el artículo 26, apartados 2, 3, 4, 5, 6
y 7 de la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas --del Estado--; en el artículo 35, apartados
2 y 3 y en el artículo 131.1 de la Ley 4/1993, de 24 de junio, de Cooperativas de Euskadi --este

1743En el artículo 25.1.a) de esta Ley podía leerse que “en las cooperativas de primer grado cada socio tendrá un
voto; no obstante, se podrá establecer que el sufragio sea proporcional a la participación del socio en las
operaciones con la sociedad o a su antigüedad en la misma” y continúa con la sorprendente norma de que “en las
cooperativas de trabajo asociado también se podrá graduar [el voto] según la importancia de la función comunitaria
desarrollada por el socio”. A continuación siguen una serie de límites al voto plural que no hacen sino confirmar su
existencia, prohibida, no obstante en las cooperativas de consumo y en las de viviendas. La letra b) regula el voto
plural en las cooperativas de segundo y ulterior grado.

El Reglamento de 1978 desarrolla la Ley en esta materia, prácticamente, en su mismos términos. Los apartados 1 a
6 de su artículo 51 disponen lo siguiente:

Uno. Cada socio tendrá un voto siempre de valor igual a la unidad, no obstante, el ejercicio del derecho al voto se
podrá establecer en función de la participación del socio en las operaciones de la sociedad o de su antigüedad en la
misma.

Dos. En las cooperativas de primer grado, con excepción de las cooperativas de viviendas y de consumo, los
estatutos podrán establecer un voto plural, conforme a las siguientes reglas:
a) que el sufragio sea proporcional a la antigüedad del socio en la cooperativa, cualquiera que sea la clase de esta,
a la participación del socio en las operaciones con su sociedad, o a la importancia de su función comunitaria,
cuando se trate de una cooperativa de trabajo asociado.
b) el número de votos por socio no podrá ser superior a tres, computando para ello el voto simple que básicamente
le pertenece al socio.
c) el número de votos plurales no podrá exceder de la mitad de los votos simples.
d) en los asuntos para los que se exija una mayoría cualificada de al menos dos tercios de los votos, y en todo caso,
para la modificación de estatutos y para la disolución de la cooperativa cada socio, incluyendo a quienes se les haya
reconocido un derecho de voto plural, solamente tendrá el voto simple.

Tres. en las cooperativas de segundo y ulterior grado, el voto de cada entidad socio podrá ser proporcional a su
participación en las actividades de la cooperativa de segundo o ulterior grado, a la antigüedad de su vínculo social o
al número de sus socios, pero ninguna de ellas podrá tener por si sola más de un tercio de los votos totales.

Cuatro. en ningún caso el voto plural tendrá carácter vitalicio ni podrá atribuirse por el mero hecho de ser promotor o
fundador de la cooperativa o de haber desempeñado un puesto en los órganos sociales o de la empresa
cooperativa.

Cinco. tampoco se podrá reconocer a los socios votos fraccionados, ni asignarles votos en proporción a su
participación en el capital social.”

1744 Después de que el apartado 1 del artículo 47 dispone para las cooperativas de primer grado que “cada socio
tendrá un voto”, el apartado 2 señala que “no obstante, en las cooperativas de segundo o ulterior grado, si lo prevén
los estatutos, el voto de los socios podrá ser proporcional a su participación en la actividad cooperativizada de la
sociedad y/o al número de socios que integran la cooperativa asociada, en cuyo supuesto los estatutos deberán fijar
con claridad los criterios de la proporcionalidad del voto. En todo caso, el número de votos por socio no podrá ser
superior al tercio de los votos totales, salvo que la sociedad esté integrada solo por tres socios, en cuyo caso el
limite se elevara al 40 por 100, y si la integrasen únicamente dos socios, los acuerdos deberán adoptarse por
unanimidad de voto de los socios

1745Como esta Ley y el resto de leyes mencionadas se encuentran vigentes el lector no tendrá dificultades en
acceder a los artículos citados.

582
último artículo en la redacción dada por la Ley 1/2000, de 29 de junio--; en los artículos 126.1 y
160.1 de la Ley 2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura; en el
artículo 39.3 de la Ley 5/2001, de 10 de mayo, de Crédito Cooperativo de Extremadura; en el
artículo 8.3 de la Ley 8/2006, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Especiales de
Extremadura; en los apartados 2, 3 y 5 del artículo 36 y en el artículo 130.6 de la Ley 5/1998, de
18 de diciembre, de Cooperativas de Galicia; en el artículo 32, apartados 1 y 2, en el artículo
78.3 y en el artículo 80.4 de la Ley 9/1998, de 22 de diciembre, de Cooperativas de Aragón; en
los artículos 35.1, 109.3.d), 111.5 y 126.1 de la Ley 4/1999, de 30 de marzo, de Cooperativas de
la Comunidad de Madrid; en los apartados 2, 3, 4 y 5 del artículo 41 de la Ley 4/2001, de 2 de
julio de Cooperativas de la Rioja; en el artículo 35, apartados 2, 3, 4 de la Ley 4/2002, de 11 de
abril, de Cooperativas de Castilla y León; en el artículo 34, apartados 1, 3 y 4 de la Ley 18/2002,
de 5 de julio, de Cooperativas de Cataluña; en los artículos 39, apartados 1 y 2, 109.3, 111.7, y
130 de la Ley 20/2002, de 14 de noviembre, de Cooperativas de Castilla-La Mancha; en el
artículo 42.2 de la Ley 1/2003, de 20 de marzo, de Cooperativas de las Islas Baleares; en los
artículos 37.2, 87.1.II, 92.4, 95.4, 101.3 de la Ley 8/2003, de 24 de marzo de Cooperativas de la
Comunidad Valenciana; en el artículo 44, apartados 2, 3, 4, 5 y 6 de la Ley 8/2006, de 16 de
noviembre de Sociedades Cooperativas de la Región de Murcia; en los artículos 35.2, 65.5,
67.13, 71.III y 81.2 de la Ley Foral 14/2006, de 11 de diciembre, de Cooperativas de Navarra;
25.1 d), 52.2; 131.1 y 162.3 de la Ley 4/2010, de 29 de junio, de Cooperativas del Principado de
Asturias; en el artículo 49, apartado 2, 3, 4, 5 y 6 de la Ley 11/2010, de 4 de noviembre, de
Cooperativas de Castilla-La Mancha1746; y en los artículos 31.2 y 102.1 de la Ley 14/2011, de 23
de diciembre, de Sociedades Cooperativas Andaluzas.

El Derecho comunitario admite la existencia de sociedades cooperativas europeas en las


que un socio sea titular de varios votos, si lo permite la legislación del Estado miembro en el que
la sociedad cooperativa europea tenga su domicilio social, y los estatutos así lo estipulen (art.
59.2 ESCE). Las situaciones posibles son tres: una general, válida para cualquier sociedad
cooperativa, y otras dos, especiales, solo para determinadas clases o modalidades de
cooperativas. En el primer supuesto, el número de votos de cada socio ha de estar determinado
por su participación en la actividad cooperativizada, por medios distintos de la aportación al
capital social, y los votos así atribuidos no podrán exceder de cinco por socio ni representar más
del treinta por ciento del total de derechos de voto. La segunda previsión comunitaria se refiere a
las sociedades cooperativas europeas que realicen actividades financieras o de seguros en las
que el número de votos de un socio estará determinado por su participación en la actividad
cooperativa, incluida su participación en el capital de la sociedad cooperativa europea, sin que
los votos así atribuidos puedan exceder de cinco ni representar más del veinte por ciento del
total de derechos de voto. Y la tercera posibilidad se refiere a las sociedades cooperativas
europeas cuyos socios sean mayoritariamente cooperativas, en las que el número de votos de
un socio estará determinado por su participación en la actividad cooperativa, incluida su
participación en el capital de la sociedad cooperativa europea, o por el número de socios de
cada entidad participante, o bien por ambos factores, sin que se señalen límites al número total
de votos que pueden corresponder a un solo socio.

En el Derecho comparado también existen previsiones normativas acerca del voto plural;
así sucede en el parágrafo 16, apartado 2 y en el parágrafo 43 apartado 3 de la Ley alemana de

1746Esta Ley incluso regula el voto plural para las asociaciones, uniones, federaciones y confederaciones de
cooperativas --para obligar a los estatutos a introducir limitaciones al voto plural, de existir éste-- [art. 165.3.d)], que
como es sabido, no son empresarios.

583
Cooperativas de 1 de mayo de 18891747; en el artículo 2538, párrafos tercero y cuarto del Código
Civil italiano1748, tras la reforma producida por el Decreto Legislativo de 17 de enero de 2003,
núm. 6, de reforma orgánica de la disciplina de las sociedades de capitales y de las sociedades
cooperativas, y en artículo 9 de la Ley 47/1775, de 10 de septiembre de 1947, por la que se
regula el Estatuto General de la Cooperación de Francia1749.

3.3.7.3. Régimen jurídico del voto plural.

Las cuestiones de mayor interés, desde el punto de vista del par mutualidad-
participación, que suscita el régimen jurídico del voto plural son las relativas (i) a los criterios
para calcularlo tanto cuando corresponde a los socios, que tienen su base en la mutualidad,
como cuando corresponde a los asociados, que al no realizar actividad cooperativizada su
fundamento debe ser otro; (ii) a la prohibición del voto fraccionado divergente, con base en la
indivisibilidad de la posición del mutualista; y (iii) al funcionamiento de la asamblea general.

(i) Los criterios para calcular el número de votos que corresponden a un socio son dos:
su participación en la actividad cooperativizada y, en el caso de que el socio sea persona
jurídica, su número de socios1750, sin tomar en consideración el capital social1751. El dato de la

1747 El apartado 2 del parágrafo 16 se refiere al voto plural a la hora de regular la modificación de los estatutos
sociales, exigiendo, para la modificación consistente en establecer o ampliar los derechos de voto plural, la mayoría
de al menos las tres cuartas partes de los votos emitidos; y el apartado 3 del parágrafo 43 permite que los estatutos
sociales, puedan reconocer derechos de voto plural --lo que rompe la regla general de que cada socio dispone de un
voto, señalada en el propio parágrafo--, a los socios que contribuyan de forma especial a la actividad empresarial de
la cooperativa, con el límite máximo de tres votos.

1748 Frente a la regla general de que cada socio cooperativo tiene derecho a un voto --prevista en el párrafo primero-
-, los socios cooperativos personas jurídicas pueden titulares de más votos, con el límite máximo de cinco --señala
el párrafo segundo-- y en las cooperativas que realizan el objeto mutualístico a través de la integración de las
respectivas empresas o de alguna de sus fases, el acto constitutivo puede prever el derecho de voto plural con el
límite de la décima parte de los votos en cada asamblea --concluye el párrafo cuarto--.

1749 Dispone este artículo que “cada socio dispondrá de un voto en la asamblea general, a menos que las leyes
cooperativas singulares dispongan otra cosa” --como hace el artículo 524-4 del Código Rural francés aprobado por
el Decreto nº 81-276, de 18 de marzo de 1981-- y que “ los estatutos de las uniones de cooperativas podrán atribuir
a cada una de las cooperativas adheridas un número de votos determinado en función, bien sea del número de sus
miembros, bien del volumen de operaciones concluidas con la unión y que resulte lo más proporcional posible”;
incluso prevé, tanto para los supuestos de voto unitario cuanto de voto plural, la sindicación de votos , al señalar que
“no obstante, los socios tendrán la facultad de agruparse a fin de apoderar a un mandatario para que los
represente”.

1750La unidad del sistema la rompe la Ley castellano-manchega que, como se ha dicho más arriba, permite para las
cooperativas de trabajo asociado un voto superior a la unidad con el criterio del bono político de fundador: los
estatutos sociales puede reconocer al colectivo de socios fundadores, siempre que fueren al menos tres, un
volumen de votos de hasta el cuarenta por ciento de todos los posibles votos sociales de la cooperativa, que
deberán repartirse entre ellos de forma que el número de votos que corresponda a cada uno sea idéntico [vid. art.
49.2.c)].

1751Excepto en las cooperativas de crédito (art. 9.2.I de la Ley 13/1989, de 26 de mayo, de cooperativas de crédito
del Estado --que es legislación básica--) y en las cooperativas de segundo o ulterior grado catalanas (art. 34.4
LCCataluña). Respecto al criterio plutocrático referido a las cooperativas de crédito, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 47, págs. 449 y 450, ha denunciado el giro copernicano que esta
posibilidad supone no solo con nuestra tradición jurídica cooperativa, sino con respecto a los cánones de la
ortodoxia cooperativa que asignan al capital un papel subordinado y en modo alguno legitimador del poder político
en el seno de las asambleas.

584
actividad cooperativizada, como factor para el cálculo del número de votos que puede
corresponder a un socio, es el criterio recogido en la mayoría de las Leyes de cooperativas
cuando se trata de cooperativas de primer grado1752. Pero, para las sociedades cooperativas de
segundo o ulterior grado, junto a la actividad cooperativizada juega otro factor: el del número de
socios de las entidades socias de la cooperativa de grado superior1753. De esta manera, el voto

1752 Dejando a un lado las cooperativas de crédito, la actividad cooperativizada como único criterio de determinación
del número de votos que corresponde al socio titular de voto plural se recoge en las Leyes estatal (apartados 2, 4 y
5 --este apartado en vez de referirse a la actividad cooperativizada expresamente, fija como dato relevante la
valoración de los bienes cedidos que no es sino la actividad cooperativizada de los socios cedentes del goce de
bienes, precisamente aquéllos a quienes se reconoce el voto plural en la cooperativa de explotación comunitaria de
la tierra-- del art. 26); vasca (art. 35.2); extremeña [art. 126.1.a)]; gallega (art. 36.2); aragonesa (arts. 32.1, 78.3 y
80.4); madrileña [art. 109.3.d) y 111.5]; riojana (art. 41.2); catalana (art. 34.1); valenciana (art. 87.1.II); murciana
(apartados 2,4 y 5 --en este apartado vale la precisión hecha a propósito de la Ley estatal para la cooperativa de
explotación comunitaria de la tierra-- del art. 44); navarra (arts. 65.5, 67.13 y 71.III); asturiana (arts. 52.2 y 162.3);
castellano-manchega [art. 49. Letras a) y b)] y andaluza (art. 102.1).

La Ley castellano-leonesa retiene como único criterio la actividad cooperativizada cuando se trata del voto plural
aplicable a las cooperativas agrarias, de transportistas, de industriales o de profesionales y de explotación
comunitaria de la tierra y el ganado (art. 35.3), pero cuando en las cooperativas de primer grado los Estatutos
prevean que el derecho de voto de los socios que sean cooperativas, sociedades controladas por éstas o entidades
públicas, sea plural ponderado la atribución de voto a este tipo de socios se hará en función de la actividad
cooperativizada que realicen y/o del número de socios de que dispongan (art. 35.2), por lo que ambas ratios podrán
utilizarse acumulativa o alternativamente en los estatutos.

Por su parte, la Ley balear junto a la actividad cooperativizada prevé como criterio acumulativo de cálculo el número
de socios de la entidad asociada, para todos los supuestos de voto plural (art. 42.2).

Junto a la actividad cooperativizada, aparecen en algunas Leyes criterios correctores que toman en consideración
otros intereses en presencia dignos de tutela. Concretamente, en el cooperativismo agrario cuando el socio haga de
la agricultura su profesión y su fuente de ingresos se produce una discriminación positiva que palía su eventual
desprotección frente a los acuerdos sociales adoptados por los socios que, aun sin ser profesionales de la
agricultura, más actividad cooperativizada realicen. De esta manera al agricultor a título principal (ATP) se le
reconoce por este solo hecho el máximo número de votos que un socio puede emitir --cinco votos [art. 126.1.b)
LSCExtremadura]--, o bien se faculta a que en los estatutos se prevea la asignación de votos específicos a los
socios que acrediten su condición de agricultores a título principal o explotación agraria prioritaria [art. 162.3.a)
LCAsturias].

E incluso, algunas Leyes introducen nociones novedosas que no son estrictamente actividad cooperativizada, pero
que parecen guardar relación con la actividad que el socio realiza con la cooperativa: así junto a la actividad
cooperativizada debe tenerse en cuenta para calcular el voto plural las prestaciones complementarias a esta
actividad (vid. arts. 35.2 LCPaís Vasco y 32.1 LCAragón).

Desde luego, lo que no puede computarse para el cálculo del voto plural son las prestaciones accesorias,
consistentes en la obligación de aportar trabajo, servicios o asistencia técnica y que no podrán integrar el capital
social, reguladas como materia diferenciada de la actividad cooperativizada, por las Leyes madrileña, para las
cooperativas integrales [art. 122.2.a)], y valenciana, para las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra y
otras cooperativas de explotación en común (art. 88.6) y para las cooperativas de enseñanza mixtas --de trabajo
asociado y de consumo-- [art. 96.2.c), primero].

1753 De tres formas se regula el número de socios de las entidades socias como determinante del voto plural: de
manera alternativa a la actividad cooperativizada --el derecho de voto de las entidades será proporcional a la
participación en la actividad cooperativa o al número de socios-- (vid. arts. 131.2.I LCPaís Vasco; 32.2 LCAragón;
35.1.II y 126.1 LCMadrid; 34.4 LCCataluña; 37.2 LCValencia; 52.2 y 131.1 LCAsturias; 49.2.d) LCCastilla-La
Mancha --la alternatividad en esta Ley solo es posible en el caso de entidades socio que sean cooperativas, para las
no cooperativas el único criterio es el de la actividad cooperativizada—y 31.2 LSCAndalucía), de forma acumulativa
a tal actividad --el voto plural se calcula en función del grado de participación de cada entidad socio en la actividad
de la de segundo o ulterior grado y, en su caso, del número de socios de cada entidad asociada-- (vid. art. 42.2
LCIslas Baleares), o con carácter mixto alternativo o acumulativo --el derecho de voto será proporcional a la

585
plural que corresponde a una entidad socio de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado se determina en función de su actividad cooperativizada o de su número de socios, según
dispongan los estatutos sociales.

La actividad cooperativizada está configurada por los estatutos sociales y por datos
extraestatutarios, y a ambos debe acudirse para el cálculo del voto plural. Los estatutos sociales
--completados, en determinadas Leyes, por el reglamento de régimen interno y los acuerdos de
la asamblea y del consejo rector-- deben determinar la participación de los socios en las
actividades de la sociedad cooperativa1754. Sin embargo, los estatutos no suelen ser suficientes
para realizar la operación de cálculo del número de votos que corresponde a cada socio, debido
a que, si bien la actividad cooperativizada está determinada en los estatutos sociales en cuanto a
su especie --entrega de la cosecha, adquisición de gasóleo, cobertura de un riesgo, trabajar
durante los días y horas que señale el consejo rector, etc.--, no es frecuente que lo esté en
cuanto a su cantidad, siendo, no obstante, determinable con arreglo a unos criterios o módulos
fijados en los estatutos --respetándose de esta manera lo dispuesto por el artículo 1273 CC--.
Por ello, rara vez los estatutos dirán cuál es el volumen de actividad cooperativizada de un socio;
esta será un dato extraestatutario extraído de la documentación económica de la sociedad1755.

participación en la actividad cooperativizada y/o al número de socios-- (vid. arts. 26.6 LCEstado; 160.1
LSCExtremadura; 130.6 LCGalicia; 41.5 LCLa Rioja; 35.4 LCCastilla y León y 44.6 LSCMurcia).

Son excepción las Leyes catalana y navarra. La primera por expansión: en ella que junto a la actividad
coopertivizada y al número de socios se colocan las aportaciones al capital social como posible criterio determinante
del voto plural (art. 34.4). La segunda por contracción: solo contempla la actividad cooperativizada como criterio
para calcular el voto plural de las personas jurídicas socias de una cooperativa de segundo o ulterior grado (art.
81.2.III).

1754Todas las Leyes españolas de cooperativas se remiten a los estatutos sociales para que regulen la obligación
del socio de participar en la actividad cooperativizada [arts. 15.2.b) LCEstado; 22.c) LCPaís Vasco; 22.2.c)
LSCExtremadura; 24.c) LCGalicia; 20.d) LCAragón; 23.1.b) LCMadrid; 37.c) LSCAndalucía; 26.c) LCLa Rioja;
23.1.b) LCCastilla y León; 26.1.a) LCCataluña; 21.2.c) LCIslas Baleares; 27.d) LCValencia; 28.2.b) LSCMurcia;
27.a) LCNavarra; 28.c) y 29.2 LCAsturias; 33.c) y 34.2 LCCastilla-La Mancha y 20.) LSCAndalucía], en algunos
casos completados por el reglamento de régimen interno y los acuerdos de la asamblea general [art. 27.d)
LCValencia], por los demás acuerdos sociales [art. 26.1.a) LCCataluña] o de los órganos de gobierno [art. 27.a)
LCNavarra].

Tan solo en dos Leyes, los estatutos pueden ser sustituidos en esta materia por el reglamento de régimen interno
[art. 23.1.b) LCMadrid] o por los acuerdos de la asamblea general [art. 28.2.b) LSCMurcia].

1755La doctrina admite que los estatutos sociales cuantifiquen la participación obligatoria del socio en la actividad
económica cooperativa de forma directa --junto con un sistema de determinación por referencia a datos
extraestatutarios-- (vid. M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 139); o que los estatutos determinen la actividad cooperativizada de forma absoluta (40
horas de trabajo al mes, entrega de 1.000 kg. de fruta…) o de forma relativa (el 75% por ciento de la jornada de
trabajo según el convenio del sector, la mitad de la cosecha…), bastando que sea determinable (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 34, pág. 123; y E. GADEA, F. SACRISTÁN y
C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas
de reforma…, págs. 180 y 181).

Lo ordinario y lo recomendable es que los estatutos hagan de la actividad cooperativizada un dato determinable,
dado que si lo fijan de forma absoluta, comunican a esta circunstancia la rigidez del texto estatutario.

586
La asignación de votos a un socio es directamente proporcional a su actividad
cooperativizada, de manera que los estatutos han de regular un procedimiento en el que a mayor
participación en la actividad cooperativizada, mayor número de votos. Debe considerarse
conforme con la Ley tanto una proporcionalidad de progresión aritmética cuanto una de
progresión geométrica. Obviamente la progresión, sea cual fuere, ha de ser igualitaria para todos
los socios, pero no igual, siendo lícito que para diferentes clases de socios se establezcan
módulos también diferentes, siempre que esté justificada en razones mutualistas la
discriminación (por ejemplo, para socios usuarios y socios de trabajo que realizan actividades
cooperativizadas diferentes).

La participación en la actividad cooperativizada puede ser de dos clases, a los efectos


que aquí interesan: la participación comprometida, la que está obligado el socio a realizar según
los estatutos sociales, y la participación efectiva, la que realmente ha realizado que puede ser
mayor o menor que aquélla. Para determinar el voto los estatutos sociales podrán optar por la
participación efectiva o por combinar ambas1756. La opción exclusiva por la actividad
cooperativizada comprometida es técnicamente discutible porque desvincula el voto de la
actividad real --pudiendo darse el caso de que tenga más votos un socio que realice menos
actividad que aquél que realice más, siempre que el primero tenga comprometida una cantidad
superior--; esta interpretación es la que guarda más sistemática con el principio de participación
orgánica fundado en la mutualidad. Ciertamente las Leyes al retener como criterio del voto plural
a la actividad cooperativizada no diferencian entre actividad efectiva y comprometida, y no
imponen como módulo la actividad efectiva --conociendo, ya que lo usan, el par actividad
efectiva-actividad comprometida, como sucede por ejemplo, en el régimen de imputación de
pérdidas al socio que regula el artículo 60.2.c) LCEstado--. Pero la generalidad con la que está
redactada la norma no justifica la opción estatutaria de determinación exclusiva del voto plural
con arreglo a la actividad comprometida dada su contradicción con las exigencias derivadas de
la mutualidad. A falta de previsión estatutaria es la actividad efectivamente realizada la que debe
estimarse para calcular el voto plural, de tal manera que en los casos en que la actividad
cooperativizada realizada sea superior a la comprometida estatutariamente, la que deberá ser
tenida en cuenta para el cálculo del voto plural será la primera1757, y lo mismo sucederá si la
actividad realizada es inferior a la comprometida. Esto es así porque lo que pretenden las Leyes
de sociedades cooperativas con el sistema de voto plural es fomentar la actividad
cooperativizada, premiando al socio que más utiliza los servicios cooperativos dándole más
votos, y castigando al que menos los usa atribuyéndole menos votos.

Como la participación en la actividad cooperativizada es un dato variable a lo largo del


ejercicio económico, queda abierto el problema de cuál debe ser el periodo a considerar para el
cálculo de la actividad cooperativizada que ha realizado un socio y para, en consecuencia,
atribuirle el voto plural correspondiente. Este dato no lo contemplan, con carácter general las

Es frecuente que el número de votos se calcule a partes iguales (50%) con arreglo a la actividad cooperativizada
1756

comprometida y a la media de la actividad efectivamente realizada durante un determinado número de años


inmediatamente anteriores al ejercicio económico de referencia.

1757 En contra N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 47, pág. 441, a
quien sigue literalmente S. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, “La asamblea general en la Ley 27/1999, de 16 de julio, de
cooperativas: algunas reflexiones”…, en pág. 256, para quienes la actividad cooperativizada a tener en cuenta en la
efectiva realizada por el socio siempre que no supere la comprometida.

587
Leyes1758, pero debe entenderse como contenido obligatorio de los estatutos sociales, dado que
de admitirse la remisión al reglamento de régimen interno o a los acuerdos de la asamblea o del
consejo, una cuestión capital como ésta no gozaría de las necesarias garantías estatutarias. Los
estatutos podrán señalar este periodo con arreglo a muy variados criterios (tener en cuenta el
tiempo transcurrido del ejercicio económico actual, o el ejercicio pasado, o varios ejercicios
anteriores conjuntamente; tomar en consideración la fecha de convocatoria de cada asamblea
general; etc.), que han de ser igualitarios para todos los socios.

La competencia para calcular el número de votos que, con arreglo a la participación en


la actividad cooperativizada, corresponde a cada socio corresponde al consejo rector, como
órgano de gestión de la sociedad cooperativa1759.

El número de socios de la entidad socio es el otro criterio señalado por las Leyes para
atribuir el voto plural --para la generalidad de las cooperativas de segundo o ulterior grado, con
excepción de las navarras (art. 81.2.III LCNavarra), y en determinadas casos de cooperativas de
primer grado castellano-leonesas y baleares (arts. 35.2 LCCastilla y León y 42.2 LCIslas
Baleares)--. Este criterio, aparentemente, responde al mismo fundamento que el anterior: cuanto
mayor sea el número de socios de la persona jurídica socio, mayores serán sus necesidades y
mayor su participación en la actividad cooperativizada. De esta manera, el dato del número de
socios pasaría a ser una forma indirecta o elíptica de medir la participación de la entidad socio en
la actividad cooperativizada. Sin embargo esta explicación solo es válida cuando la persona

1758 Ninguna Ley regula el tiempo de actividad cooperativizada que debe ser considerado para el cálculo del voto
plural en las cooperativas de segundo o ulterior grado, salvo la asturiana y la castellano-manchega en las que, con
una regulación común con las cooperativas de primer grado, se impone que el órgano de administración elabore un
listado que recoja el número de votos sociales que correspondan a cada socio, tomando como base los datos de la
actividad cooperativizada de cada uno de ellos referidos a los dos últimos ejercicios económicos (art. 52.2.IV y 49.3,
respectivamente).

La situación cambia, aunque poco, respecto al primer grado. Son escasas las Leyes que, al regular el voto plural en
determinadas clases de cooperativas de primer grado, fijan el periodo a considerar para realizar el cálculo del
número de votos que corresponde a cada socio.

Un interesante ejemplo de ello los constituye el artículo 65.5.c) Ley Foral de Cooperativas de Navarra de 2006, que
siguiendo el precedente de la Ley Foral de 1996, al regular el voto plural en las cooperativas agrarias, señala que el
consejo rector establecerá el número de votos sociales que correspondan a cada socio, tomando para ello como
base los datos de la actividad o servicio cooperativizado de cada uno de ellos referidos a los tres últimos ejercicios
económicos. Norma que se ha extendido al voto plural en las cooperativas de servicios (art. 71.III LCNavarra).

La estela de la Ley navarra de 1996 fue seguida por la Ley extremeña de 1998. En las sociedades cooperativas
agrarias --la única clase de cooperativa susceptible, ex estatutos, de voto ponderado, a reserva de las cooperativas
especiales-- debe imperativamente tomarse como referencia los datos de la actividad o servicio cooperativizado de
cada uno de los socios referidos a los tres últimos ejercicios económicos [art. 126.1.c)].

Así mismo la Ley asturiana, para las cooperativas agrarias, de servicios, de transportistas y del mar, fija como
referente del número de votos sociales que correspondan a cada socio, los datos de la actividad cooperativizada de
cada uno de ellos referidos a los dos últimos ejercicios económicos (art. 52.2.IV). En esta Ley se aprecia una
regulación contradictoria en lo referente a las cooperativas agrarias: para ellas el artículo 52.2.IV fija en dos el
número de ejercicios de actividad cooperativizada a considerar para el cálculo del voto plural, mientras que el
artículo 162.3.b), se remite al número de ejercicios cerrados anteriores que fijen los estatutos.

1759 La competencia del consejo rector, en tanto que órgano de gestión, para calcular el número de votos viene
avalada por la propia Ley que, al regular el voto plural en las sociedades cooperativas agrarias, dispone que será el
consejo rector el que elaborará una relación conteniendo el número de votos que corresponde a cada socio [vid.,
p.ej., art. 126.1.c) LSCExtremadura].

588
jurídica socio es una sociedad de base mutualista, a través de la cual los socios pretenden
satisfacer sus necesidades, o una de cuño capitalista configurada estatutariamente con arreglo a
la mutualidad1760.

Es, por otra parte, un criterio que puede albergar ciertos peligros de abuso.
Principalmente, que la entidad socio aumente artificiosamente el número de sus socios con la
finalidad de ostentar más votos en la asamblea general de la cooperativa. Si la entidad socio es
una cooperativa basta con admitir un buen número de nuevos socios, y si es una sociedad de
capital, sería suficiente con que un socio titular de varias partes sociales enajenara todas menos
una --para seguir siendo socio-- a otros tantos nuevos socios. Los estatutos pueden adoptar
cautelas para corregir estas desviaciones, como la exigencia de que los socios que se pueden
tomar en consideración para la atribución de votos son solo los activos --los que realizan
actividad con la sociedad--1761. Pero esta medida solo protege contra el peligro de abusos de
forma parcial, porque únicamente será válida para las entidades socios de la cooperativa
suprabásica que, a su vez, sean sociedades mutualistas y no para las capitalistas, en las que no
hay actividad de los socios --fuera de la de aportar capital y de la de participar en los órganos
sociales--. Por ello parece más acertada la solución mixta, seguida por las Leyes estatal,
extremeña, gallega, riojana, castellano-leonesa y murciana1762 que permite combinar la
participación en la actividad cooperativizada y el número de socios de la persona jurídica socio
como criterios de la proporcionalidad del voto plural. En cualquier caso serán los estatutos los
que, atendiendo a si admiten personas jurídicas no cooperativas como socios o si por el contrario
prohíben su admisión, deban en cada caso combinar y determinar la medida de la combinación
de los criterios de la actividad cooperativizada y del número de socios1763.

1760 Sobre la posibilidad de que bajo una sociedad de capital se organice una empresa para satisfacer necesidades
de sus socios, en cuyo caso se habla de sociedad cooperativa de hecho, vid. C. GARCÍA-GUTIÉRREZ
FERNÁNDEZ, “La participación en democracia en la economía: la regla de comportamiento en la sociedad de la
información”…, págs. 269 a 270; y “Las sociedades cooperativas de derecho y las de hecho con arreglo a los
valores y a los principios del Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional de Manchester en 1995. Especial
referencia a las sociedades de responsabilidad limitada reguladas en España”…, en págs. 53 a 87.

En definitiva, el fin mutualista puede satisfacerse de ambas formas. Así lo considera C. PAZ-ARES, “La sociedad
mercantil: mercantilidad e irregularidad de las sociedades”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil...,
págs. 547 a 549.

1761 En esta línea parece militar la Ley estatal de cooperativas que, al regular el voto plural en la sociedad
cooperativa de segundo grado, dispone que podrá ser proporcional al número de socios activos que la integran (vid.
art. 26.6 LCEstado). Sin embargo, no está del todo claro que la expresión “socio activo” utilizada por la Ley estatal
se refiera al “socio cooperador” que está en actividad con la cooperativa, en el sentido de que realiza su actividad
cooperativizada, dado que puede entenderse tal expresión como antónima de “socio colaborador” --el que aporta
capital y no realiza actividad cooperativizada--, puesto que ambos son “socios” en el sistema de la Ley estatal.

La Ley asturiana recoge el problema planteado pero no lo soluciona satisfactoriamente: al regular el criterio del
número de socios señala que, para calcular con arreglo a él el número de votos en la cooperativa de segundo grado,
ha de tenerse en consideración el “número de activos que integran la cooperativa asociada” (art. 52.2.II), pero no el
número de socios “activos” de las entidades no cooperativas que sean socias, que es donde radica la disfunción. La
misma regulación se contiene en el artículo 49.2.d) LCCastilla-La Mancha. Salvo que la expresión “activos” que
utilizan ambas Leyes se refiera a patrimonio y no a socios, en cuyo caso no resultaría inaplicable por incompleta.

1762Vid. arts. 26.6 LCEstado; 160.1 LSCExtremadura; 130.6 LCGalicia; 41.5 LCLa Rioja; 35.4 LCCastilla y León y
44.6 LSCMurcia.

1763Atención especial merece por su singularidad el régimen jurídico del voto de los socios de trabajo en las
sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado extremeñas. También son dos los criterios para calcular el
número de votos que corresponden al representante de los socios de trabajo: la participación de los socios de

589
(ii) En las sociedades cooperativas con voto plural está prohibido el voto fraccionado
divergente. Esta circunstancia no es más que una consecuencia de la prohibición de fraccionar
los derechos de participación en unidades independientes con ejercicio divergente.

El socio titular de un voto plural no pueden votar fraccionadamente en diferentes


sentidos1764. Si decide votar sí o votar no, lo hace con todos sus votos, y lo mismo sucede si se
abstiene --no puede abstenerse con unos votos y votar con otros--, o si vota nulo --haciendo en
tal caso nulos todos sus votos--.

A pesar de que la prohibición del voto fraccionado divergente carece de reconocimiento


legal expreso, tiene un fundamento dogmático innegable. El voto plural del socio --y el del
representante de los socios de trabajo-- depende del volumen de actividad cooperativizada que
realicen o, en su caso, del número de socios, no existiendo base legal para que tal actividad o tal
número puedan fraccionarse en unidades jurídicamente independientes, de manera tal que cada
unidad atribuya a la persona jurídica socio o al representante de los socios de trabajo una
independiente posición de socio.

trabajo en la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado o el número de socios
de trabajo de la misma.

Lo primero que deja notar la Ley es que estos dos criterios no pueden ser mezclados o acumulados a la hora de
regular el voto plural del representante de los socios de trabajo en los estatutos. O se calcula el número total de
votos del representante de los socios de trabajo por la actividad cooperativizada de éstos o por su número --a
diferencia de lo que sucede con los socios personas jurídicas cuyo voto plural puede calcularse con el criterio mixto
actividad cooperativizada-número de socios--. La solución dada a los socios de trabajo es coherente con la
naturaleza de los criterios que la Ley prevé como medida para el cómputo del voto plural del representante. En este
sentido, debe tenerse en cuenta que si la actividad de los socios de trabajo es la prestación de su trabajo personal
en la sociedad cooperativa (art. 20.1), su número determina que haya más o menos actividad cooperativizada. En
definitiva, el número de socios de trabajo no es más que una opción, entre otras posibles, de calcular la actividad
cooperativizada que estos realizan. Recuérdese como con los socios personas jurídicas esta equivalencia solo se
daba cuando eran sociedades de base mutualista.

La actividad cooperativizada que realizan los socios de trabajo --trabajar-- tiene distinto contenido a la que realizan
los socios usuarios --utilizar los servicios cooperativizados o suministrar bienes a la cooperativa--, por ello los
estatutos sociales deberán regular un sistema de determinación del voto plural específico para los socios de trabajo,
con criterios diferentes de los previstos para las entidades socios usuarias. A la hora de fijar los criterios de medición
del voto, los estatutos sociales tienen libertad para optar por el que consideren el más demostrativo de la actividad
de los socios de trabajo. Así, podrá atender al número de jornadas laborales totales, a la facturación de la
cooperativa que pueda ser imputada al trabajo de estos socios, a los anticipos laborales abonados y retornos
acreditados a los mimos, etc. Pero en esta materia los estatutos tienen un límite: no pueden calcular el número de
votos tomando en consideración medidas que, en aras a aumentar la participación de los socios de trabajo en la
actividad cooperativizada, y precisamente para fomentar este aumento, supongan una renuncia por parte de ellos a
los derechos que la legislación laboral reconoce como indisponibles a los trabajadores por cuenta ajena (arg. ex
arts. 20.2 y 115.1). De otra forma, no pueden fijar como módulos del voto plural la realización de jornadas que
superen la máxima legal, la supresión del descanso semanal, la liberación de la movilidad geográfica y funcional,
etc…

El consejo rector es el competente --por serlo para la gestión de los asuntos de la cooperativa-- para calcular el
número de votos que corresponden al representante de los socios de trabajo.

1764La doctrina más autorizada ante supuestos de derechos plurales se inclina por rechazar el ejercicio divergente
de los mismos. En este sentido A. ROJO, “El derecho a obtener certificación de los acuerdos sociales”..., pág. 4, cita
25, afirma que “el accionista…tiene un único derecho de asistencia, aunque su paquete de acciones duplique o
multiplique el mínimo estatutariamente requerido, por lo que en relación con este derecho no es admisible un
ejercicio divergente”.

590
La actividad cooperativizada o el número de socios no pueden fraccionarse dando lugar
a derechos fraccionados, no solo porque la ley no lo prevea, sino también porque existen dos
importantes argumentos en contra.

En primer lugar, la suspensión de los derechos administrativos --y dentro de ellos del
derecho de voto--, o la expulsión afectan al socio y no a sus votos. Es decir, no puede haber
suspensión de una parte de los votos o expulsión limitada a unos pocos votos pero no a todos.
Se suspende o se expulsa al socio no a sus votos, y se le suspende o expulsa con todos sus
votos no con una parte. Esto es lo que se desprende de aquellas previsiones legales que afirman
que el socio en mora en el desembolso de las aportaciones podrá ser suspendido en sus
derechos políticos y económicos y, en determinados casos, expulsado1765. En la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado la anterior explicación es, incluso, más evidente: en
determinadas Leyes las aportaciones obligatorias al capital social se realizan en función de la
actividad comprometida con la cooperativa por cada socio1766, produciéndose la circunstancia de
que el socio que más actividad realiza tiene más capital social y más votos. Pero si incurre en
mora en el desembolso de una parte del capital suscrito, la suspensión de votos no se produce
por la parte de actividad cooperativizada correspondiente al capital demorado sino que es una
suspensión correspondiente al socio.

En segundo lugar, la baja voluntaria ha de ser total, respecto de toda la actividad


cooperativizada y no respecto de una parte de ella. Las Leyes de cooperativas responden a la
idea de que la baja afecta al socio de manera íntegra, cuando disponen que “el socio” puede
darse de baja voluntariamente en la sociedad cooperativa1767.

Es decir, en sede cooperativa no puede afirmarse que se es tantas veces socio cuantas
unidades de actividad cooperativizada o de número de socios generen el derecho a un voto1768.
Constatado que hay una sola posición de socio, es necesario concluir que hay una sola voluntad,
y en tal supuesto votar de manera divergente es contradecir el principio general del Derecho de

Sobre la suspensión de los derechos de participación por mora vid. infra apartado 3.4 del capítulo segundo de la
1765

segunda parte.

1766 Así se establece, por ejemplo, en los artículos 130.1 LCPaís Vasco y 159.1LSCExtremadura.

1767En este punto hay coincidencia plena en las Leyes de cooperativas españolas (vid. arts. 17.1 LCEstado; 26.1
LCPaís Vasco; 25.1 LSCExtremadura; 20.1 LCGalicia; 22.a) LCAragón; 20.1 LCMadrid; 22.1 LCLa Rioja; 20.1
LCCastilla y León; 19.1 LCCataluña; 24.1 LCIslas Baleares; 22.1 LCValencia; 30.1 LSCMurcia; 23.1 LCNavarra;
31.1 LCAsturias; 28.1 LCCastilla-La Mancha y 23.1 LSCAndalucía.

1768 Respecto a las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada, la doctrina científica que admite el ejercicio
divergente del derecho de voto por parte del socio titular de varias acciones o participaciones sociales, se apoya en
la idea de que el derecho de voto pertenece a la acción o participación y no al accionista o socio, de manera que el
titular de varias acciones o participaciones sociales es titular de varios puestos de socio, exigiendo, además, que en
tal forma de votar exista un fundamento de justicia o no se persigan propósitos ilícitos (vid. E. BADÍA, “Ejercicio
divergente o contrario del derecho de voto en las sociedades anónimas y en las limitadas”, en La Ley, núm. 4716
[20.01.1999], págs. 1 a 4, en pág.2).

Una abundante cita de las posiciones a favor y en contra del voto divergente pueden verse en R. ALFONSO
SÁNCHEZ, La integración cooperativa y sus técnicas de realización: la cooperativa de segundo grado…, págs. 501
a la 504. La citada autora, una vez expuesta la doctrina científica, concluye que sería conveniente que los estatutos
de la cooperativa de segundo grado se pronunciaran expresamente sobre la admisibilidad o no del voto divergente.

591
que nadie puede ir en contra de sus propios actos1769, regla aplicable tanto el socio persona
física cuanto al que sea persona jurídica1770.

Además de la aplicación de este principio, existen razones de orden sistemático que


militan a favor de la prohibición del voto plural divergente. Efectivamente, todos aquellos
supuestos en los que el sentido del voto emitido es presupuesto del ejercicio de derechos,
exigen que el voto sea unidireccional. Así, el derecho a la baja voluntaria del socio disconforme
con el acuerdo de exigir nuevas aportaciones obligatorias al capital social1771 parte de la lógica
premisa de que solo hay disconformidad si el socio vota íntegramente en contra, y no la hay
cuando con unos votos esté a favor y con otros en contra de las nuevas aportaciones
obligatorias. Otro tanto sucede con el derecho de separación --considerado como baja
justificada-- que corresponde a los socios que no hayan votado a favor de la modificación de
estatutos consistente en el cambio de clase de la sociedad cooperativa1772 o en la modificación
sustancial del objeto social1773 o que afecte a las obligaciones del socio o a las condiciones para
adquirir tal condición1774, o a favor de la transformación de la sociedad1775 o del acuerdo de
fusión o escisión --solo para los socios de las cooperativas que se extingan--1776. O con el
derecho a impugnar los acuerdos anulables que tienen los socios que hayan hecho constar en el
acta su oposición al acuerdo, dato de imposible constancia si con unos votos se aprueba y con
otros se rechaza el acuerdo impugnable1777.

1769Una situación extrema da cuenta de la lógica de este principio: en el supuesto excepcional e interino en el que
una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado cuente con un solo socio --situación que puede mantenerse
un año, sin que se incurra en causa de disolución-- (vid. infra apartado 3.3.7.4.2.2 del capítulo segundo de la
segunda parte), no es posible que el socio único que tenga voto plural con unos votos diga sí, con otros no y con
otros se abstenga respecto de un mismo asunto.

1770 Con este fundamento, no sería admisibles las posiciones doctrinales que prohíben el voto plural divergente
cuando su titular sea una persona física, y lo permiten cuando el socio titular sea una persona jurídica. En este caso,
para este sector de la doctrina, el único representante del socio persona jurídica podrá votar en proporción a las
opiniones mayoritarias y minoritaria, formuladas en una previa sesión asamblearia de la cooperativa de base --o, por
extensión del órgano de socios o miembros de la persona jurídica--, o si asiste a la asamblea general a través de
varios representantes, cada uno de éstos votaría de acuerdo con aquellas dos posiciones (vid. N. PAZ CANALEJO,
en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y
Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 47, págs. 439 a 440 y 444 y 445; y repite su postura en
el vol. 3º, artículo 148, pág. 862). Tesis, ésta, que además de comunicar en el caso de la persona jurídica a la
unicidad de la voluntad frente a terceros las divergentes voluntades de sus socios o miembros que con le técnica de
la personificación se han unificado, parte del error de considerar competencia de la asamblea o junta general de la
persona jurídica socia el ejercicio del voto en la asamblea de la cooperativa a la que pertenezcan: se trata de un
acto de gestión competencia de los administradores.

1771 Vid. arts. 46.2 LCEstado y 50.3.II LSCExttremadura, por ejemplo.

1772 Vid. arts. 74.4 LCPaís Vasco, por ejemplo.

1773 Vid. arts. 74.4 LCPaís Vasco y 71 LSCExtremadura, por ejemplo.

1774 Vid. art. 74.3 LCGalicia, por ejemplo.

1775 Vid. arts. 89.2 LCCastilla y León; 115.3 LCAsturias y 100.3 LCCastilla-La Mancha, por ejemplo.

1776 Vid. arts. 86 y 92)LSCExtremadura y 64.4 y 65 LCAragón, por ejemplo.

1777Supuestos análogos a los aquí expuestos y otros más aplicables a las sociedades anónimas y limitadas en los
que no cabe el voto plural divergente pueden consultarse en E. BADÍA, “Ejercicio divergente o contrario del derecho
de voto en las sociedades anónimas y en las limitadas”…, págs. 2 y 3.

592
(iii) El funcionamiento de la asamblea general, y dentro de él la participación del socio
así como las garantías que la rodean, está condicionado por el voto plural.

En determinadas Leyes de cooperativas para la válida constitución de la asamblea


general, sea cual fuere el grado de la cooperativa, se exige la concurrencia de un determinado
número o porcentaje de votos sociales1778. Nótese que han de contarse votos y no cabezas,
circunstancia especialmente importante en las cooperativas que sigan un sistema de voto plural,
y a cuyas asambleas asistirán personas titulares de voto plural1779. Con esta fórmula, se podrá
constituir válidamente la asamblea con la asistencia de un solo socio, si cuenta con los votos
exigidos por la Ley o por los estatutos sociales1780.

Debe tenerse en cuenta que en determinadas Leyes no hay correspondencia entre la


norma que prevé el quórum de constitución y la regula el cómputo de los asistentes. Hay quórum
cuando concurre un número de votos sociales, pero para determinar si la asamblea está o no
válidamente constituida, el presidente de la sociedad cooperativa [o el que haga sus funciones,
asistido por el secretario del consejo rector] debe contar socios [y asociados] presentes o
representados en la asamblea general y, si procede, declararla constituida1781. A pesar de ello,
en las cooperativas que cuenten con voto plural, lo que debe contar el presidente no son socios
sino votos --y, así mismo, si para los asociados los estatutos prevén el voto plural lo que debe
computarse no son asociados sino votos--.

Es necesaria una tarea previa de gestión administrativa del voto plural. Con anterioridad
a la celebración de la asamblea general, es necesario haber calculado el número de votos que
corresponde a cada socio --y, en su caso, al resto de titulares de votos: asociado, masa de
socios de trabajo, titulares de partes sociales con voto...-- y, por suma, el número de votos

Así se prevé en los artículos 25.1 LCEstado; 34.2 LCPaís Vasco; 32.1.I LSCExtremadura; 35.2 LCGalicia; 39.1
1778

LCLa Rioja; 34.1.I LCCastilla y León; 32.1 LCCataluña; 42.1.I LSCMurcia; 35.1.II LCNavarra y 48.1 LCCastilla-La
Mancha.

Contradictoriamente, en alguna Ley para la primera convocatoria se computa la asistencia de socios y para la
segunda de votos (vid art. 41.3.I LCIslas Baleares). O bien para la primera votos sociales, y para segunda
convocatoria socios [o también votos sociales] (art. 48.1 LCCastilla-La Mancha).

1779Han de contarse votos y no socios, lo que tiene importancia en los supuestos de voto plural y de socios que
representen a otros socios --que emitirán varios votos--, como explican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ
REY, Curso de cooperativas.., pág. 251, aunque en este último caso, el socio representado asiste a través del
representante, de forma que si se computaran socios presentes y representados el resultado sería el mismo.

1780Así sucederá, por ejemplo en la Ley extremeña, si en primera convocatoria el socio asistente tiene más de la
mitad de los votos sociales --que solo puede suceder si el asistente es una sociedad cooperativa o el representante
de los socios de trabajo-- y en segunda si tiene al menos el diez por ciento de los votos o el cinco, para el supuesto
de que la cooperativa suprabásica tenga más de trescientos socios --cuantías de votos que pueden corresponder a
cualquier socio de la de segundo o ulterior grado-- (vid. art. 32.1).

No obstante, no podrá constituirse válidamente con la presencia de un solo asociado, porque, con carácter general -
-para todas las cooperativas sea cual fuere su grado--, en ningún caso quedará válidamente constituida la asamblea
general cuando el total de votos presentes o representados de los asociados sea superior al de los socios (vid. art.
32.1.I LSCExtremadura).

1781Esta incoherente regulación es la que se contiene en el artículo 32.1.III LSCExtremadura y en los apartados 1 y
3 del artículo 34 LCCastilla y León.

593
totales de la sociedad cooperativa1782. Esta función es competencia del consejo rector, como
órgano de gestión, y es presupuesto para que el presidente pueda realizar el cómputo de los
votos que exige el quórum. El acuerdo aprobatorio de la distribución de votos plurales debe ser
notificado a cada socio para facilitarle el ejercicio de sus derechos de participación con voz y
voto en la adopción de acuerdos por la asamblea general, o publicado en el tablón de anuncios
de la cooperativa. Esta notificación al socio --o esta publicación-- no es contenido del derecho de
información del socio, sino del derecho a participar en los órganos sociales. La diferencia no es
de mera naturaleza, sino de régimen jurídico: mientras que a través del derecho de información
los datos de la distribución de votos deberían ser pedidos por los socios al consejo rector,
mediante el derecho de participación los datos deben ser proporcionados de oficio por el consejo
rector a los socios.

En las Leyes de cooperativas se regulan determinados supuestos de votación


secreta1783. En los supuestos de voto unitario o por cabezas votar en secreto es bien simple,
pero no está exenta de dificultades la aplicación conjunta del voto plural y del voto secreto. Así,
si un socio titular de voto plural es llamado a votar y deposita en una urna la papeleta que
indique el número de sus votos, si resulta que solo a ese socio el consejo rector le concedió ese
número concreto de votos, a la hora del recuento se conocerá cuál fue el sentido de su voto 1784.
El conflicto entre voto secreto y voto plural no justifica, naturalmente, la supresión del voto plural
--tampoco del voto secreto1785--. Pero sí daría derecho --por exigencias del principio de la

1782Entre las Leyes que para la constitución de la asamblea cuentan votos, en el caso extremeño, en el gallego y en
el castellano-manchego, es posible que haya de realizarse un segundo cálculo. En las Leyes extremeña y gallega el
socio que lo fuese en la fecha de celebración de la asamblea tiene derecho de asistencia (arts. 32.1.II
LSCExtremadura y 35.3 LCGalicia), aunque haya adquirido tal condición después de la convocatoria; y en la
castellano-manchega “todos” los socios tiene derecho de asistencia (art. 48.2). Con estas normas, cuando entre el
primer cálculo --que es posterior a la convocatoria-- y celebración de la asamblea, haya ingresado algún socio
nuevo, habrá que recalcular el voto plural. Para ello simplemente se atribuirá al socio el número de votos que le
correspondan con arreglo al criterio de proporcionalidad establecido en los estatutos, aumentando, en la misma
medida, el número de votos totales a tener en cuenta para la constitución de la asamblea general.

1783 Tomando como referente la Ley estatal, en ella se dispone que “las votaciones serán secretas en los supuestos
previstos en la presente Ley o en los Estatutos, además de en aquéllos en que así lo aprueben, previa su votación a
solicitud de cualquier socio, el diez por ciento de los votos sociales presentes y representados en la Asamblea
General” (art. 25.3.I). Concretamente, la Ley prevé como secreta la votación sobre la ratificación del acuerdo de
expulsión (art. 18.5.II), así como la elección de los consejeros (art. 34.1.I), interventores (art. 38.4), miembros del
comité de recursos (art. 44.2) y de los liquidadores (art. 71.1).

1784 En el ámbito de las sociedades anónimas, donde lo ordinario es que el accionista sea titular de varios votos, la
votación secreta suscita problemas análogos a los aquí apuntados, habiendo destacado la doctrina como
principales, las dificultades de controlar el número de votos de cada votante y de probar la legitimación de los
disidentes a efectos de impugnación de acuerdos (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta
general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V, …artículo 104, pág. 163).

1785 De la misma forma que el voto plural permite una participación en la gestión medida con arreglo al interés del
socio en la cooperativa, el voto secreto contribuye a la participación del socio en la gestión. Este último, como afirma
N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 46, pág. 409, supone una garantía de
libertad e independencia de criterio de los socios en situaciones particularmente conflictivas o delicadas. Ambas
modalidades de voto protegen el mismo interés, por lo que entre ellos no puede haber jerarquía.

Otro interesante supuesto de compatibilidad se da entre el voto secreto y la legitimación para la impugnación de
acuerdos: cuando el acuerdo se ha adoptado mediante voto secreto, podrá ser impugnado formulado la oposición al
acuerdo mediante acta o documento fehaciente entregado en el plazo de cuarenta y ocho horas (art. 31.4
LCEstado), como indican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 262.

594
participación orgánica-- a que el socio interesado o afectado solicite un procedimiento de
votación que garantice el secreto --introducir tantas papeletas cuanto votos--, o que la votación
se desarrolle ante un tercero que garantice el secreto, que bien puede ser un notario o, si lo
prevén los estatutos, el reglamento de régimen interno o así lo acuerda la asamblea general, un
mediador.

El voto plural también produce efectos en el acta de la asamblea, en particular en


aquellas Leyes en las que la asamblea general queda constituida con la asistencia de un
determinado número de votos. Aunque las Leyes obliguen a recoger en el acta “el número de
socios” asistentes o concurrentes1786, en tal documento no debe señalarse un número de
personas sino un número de votos, porque la válida constitución de la asamblea general se
produce no por la asistencia de un número de personas sino de un número de votos, dato de
singular relevancia para las cooperativas que cuenten con voto plural.

3.3.7.4 .El voto plural y las situaciones de control en la sociedad cooperativa.

3.3.7.4.1 .La compatibilidad del control con los principios cooperativos.

En una sociedad cooperativa, de primero o de grado superior, puede haber situaciones


de control1787. Y el control de una sociedad cooperativa es compatible con los principios
cooperativos.

Estas afirmaciones no son pacíficamente aceptadas, de hecho las posturas doctrinales


generalizadas defienden la inmunidad de la sociedad cooperativa al control o dominación por
uno o varios de los socios con base en los principios cooperativos de la democracia cooperativa
y de la autonomía de gestión1788. Sin embargo, a nuestro juicio, ninguno de estos dos principios

1786Los socios “asistentes” son los que debe recogerse en el acta según los artículos 32.5.b) LSCExtremadura;
38.1 LCGalicia; 42 LCLa Rioja y 38.1 LCCastilla y León. Y los socios “concurrentes” en el artículo 37.1.d) LCPaís
Vasco.

Las demás Leyes que prevén la constitución de la asamblea general con arreglo a la asistencia de votos o bien
exigen que conste en el acta loa “relación de asistentes” (art. 29.1 LCEstado), la “lista de asistentes” (arts. 37.1
LCCataluña y 46.2 LSCMurcia), o “la lista de los socios asistentes, presentes o representados” (art. 52.2 LCCastilla-
La Mancha), que tampoco sirve de prueba de los votos que han asistido. La Ley navarra nada dispone al efecto.

1787M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, págs. 117 y 118, parte de que en la Ley estatal de cooperativas (arts. 88.1 in fine, 89.1, 93.1.II, 94.1,
98.1, 99.1 o 100.1) no hay límites al control de las cooperativas de primer grado por sociedades y por
organizaciones no cooperativas o no pertenecientes al sector de la Economía social, porque no se ponen límites a
su admisión como socio de la cooperativa. Ciertamente estas ideas las expone el autor citado para censurar la
opción legislativa y parecen referirse más que al control por el voto, al control de una cooperativa por socios de ella
que no tengan base mutualista.

1788 Deben destacarse las importantes aportaciones del Profesor EMBID IRUJO, quien ha defendido en varias
ocasiones la inviabilidad de la estructura de grupo jerarquizado (por subordinación) al servicio de la integración
cooperativa, siempre que se pretenda colocar en posición dominada a una entidad cooperativa (vid. “La integración
cooperativa y su tratamiento en la Ley 4/1993, de 24 de junio, de cooperativas de Euskadi”..., pág. 224; y también
Introducción al derecho de los grupos de sociedades…, págs. 148 a 151, con cita de la doctrina alemana que
sostiene esta tesis; y “Problemas actuales de la integración cooperativa”, en Revista de Derecho Mercantil, núm.
227 [1998], págs. 7 a 36, en págs. 12 y 13). Un opinión análoga puede consultarse en M. J. MORILLAS JARILLO y
M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 623, 624 y 627.

595
impiden, en el terreno de los fundamentos teóricos --que es en el que ellos se desenvuelven--, el
control de una cooperativa por uno o varios socios. No solo porque en sede de cooperativas,
aquellas tesis --en este caso la inexistencia de control en la cooperativa-- que se basan en
argumentos extraídos de los principios cooperativos quedan, a la postre, debilitadas por la
carencia de valor normativo de tales principios, sino también porque en el tipo societario
cooperativo son admisibles técnicas jurídicas de control, que traen causa del elemento esencial
de la participación de los socios en los órganos sociales y que se fundamentan en la actividad
cooperativizada.

La democracia cooperativa parece cerrar el paso a cualquier situación de control de la


asamblea general de la cooperativa, puesto que ningún socio, en un sistema de voto unitario,
tendrá el número suficiente de votos que le atribuyan la mayoría o, al menos, una influencia
dominante en ella1789. Ni siquiera, a la luz del mencionado principio, serían lícitos los pactos de
sindicación, por los que varios socios acordaran emitir su voto en la asamblea general en el
mismo sentido. Sin embargo, ya se ha demostrado como la democracia cooperativa es
compatible con el voto plural y, más adelante, se analizará la licitud de los pactos de sindicación
de voto como técnica de control cooperativo. Sentada la idea de que el voto plural no es
contrario al principio de gestión democrática, se abona el terreno para admitir la validez a
situaciones de control en el seno de la cooperativa.

La autonomía de gestión tampoco es contraria a las nociones de control cooperativo y


de sociedad cooperativa dominada. El cuarto principio formulado por la Alianza Cooperativa
Internacional, denominado autonomía e independencia, postula que “las cooperativas son
organizaciones autónomas de autoayuda, gestionadas por sus socios. Si firman acuerdos con
otras organizaciones, incluidos los gobiernos, o si consiguen capital de fuentes externas, lo
hacen en términos que aseguren el control democrático por parte de sus socios y mantengan su
autonomía cooperativa”1790. Lo que aquí interesa destacar es que el principio cooperativo de
autonomía e independencia está al servicio de un elemento tipológico de la sociedad cooperativa
--el de la participación orgánica--, en el sentido de que las relaciones jurídicas externas que
mantenga una cooperativa por las que se impida a los socios el control democrático
[participación] de la misma, serían contrarias a los derechos esenciales a participar en la gestión
de los asuntos sociales. Con arreglo a esta formulación, no caben límites externos 1791, salvo que

La resistencia a la admisión de los grupos cooperativos incluso se ha expuesto como la ratio de normas en materia
de incompatibilidades para ser consejeros: con carácter general, la legislación cooperativa prohíbe acumular el
cargo de consejero en varias sociedades cooperativas (en más de tres lo hace el artículo 41.3 LCEstado), con el
objetivo de impedir la formación de grupos de empresas mediante la acumulación de cargos (vid., para la Ley de
1987, F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al
Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 62, págs. 793 y 794; y, para la
Ley estatal actualmente vigente, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 303).

1789Lo que sí está generalmente aceptado son las situaciones de control en las que la sociedad cooperativa es la
entidad dominante de un grupo (vid. J. M. EMBID IRUJO, Introducción al derecho de los grupos de sociedades…,
pág. 143), siempre que esta sociedad cooperativa realice actividad cooperativizada con sus socios (vid. F. VICENT
CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio
y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º..., artículo 149, pág. 883).

1790 El contenido de tal formulación se ha trascrito en supra, apartado 3.1 del capítulo primero de la primera parte.

1791Este es el sentido que debe darse a la autonomía cooperativa que aparece reconocida en algunas leyes
españolas de cooperativas, cuando afirman que la sociedad cooperativa actuará con autonomía, correspondiendo la
gestión y el gobierno de las sociedades cooperativas exclusivamente a éstas y a sus socios (arts.1.4
LSCExtremadura y 1.2 LCGalicia) y así lo expuso a propósito de la Ley estatal de 1987 N. PAZ CANALEJO, en N.

596
traigan causa de la ley1792, o de los contratos: una sociedad cooperativa podría firmar un contrato
que limitase o condicionase su capacidad de gestión1793, siempre que lo apruebe la asamblea
general y que sea conforme con los principios configuradores de la sociedad cooperativa --para
ello, por ejemplo, el contrato no puede vaciar de competencias a los órganos sociales de la
sociedad cooperativa ni eliminar su capacidad de gestionar la actividad cooperativizada y el
objeto social--. En esta misma línea, el cuarto principio no impide que un solo socio tenga, al
amparo de un sistema de voto plural, la mayoría de votos en la asamblea general, y con ello
controle la sociedad cooperativa. En la situación descrita se respetan los dos límites que se
señala la Alianza Cooperativa Internacional: de un lado, hay “control democrático por parte de los
socios”, en este caso por parte de un socio; y, de otro, hay “autonomía cooperativa”, porque la
autonomía no significa que la cooperativa no esté sujeta a ningún control, sino que debe ser
entendida como gestión de la cooperativa por sus socios, no por poderes exteriores.

3.3.7.4.2. El control interno. Control minoritario y control mayoritario.

3.3.7.4.2.1. El control interno.

Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, artículo 2, págs. 56 a 63.

1792La autonomía cooperativa se puede ver limitada lícitamente por poderes externos. El ejemplo más recurrente es
el de la limitación de la autonomía de las cooperativas de crédito que ha tenido que armonizarse con las exigencias
de la política general del crédito, como ha destacado A. ROJO, “La crisis de las cajas rurales españolas”..., pág.
202.

El mencionado autor plantea (“La crisis de las cajas rurales españolas”..., págs. 235 a 242) “el contraste entre los
principios y la realidad” y concluye que si bien los principios en los que se fundamentó el sistema de saneamiento de
la crisis de las cajas rurales en la década de los setenta --basado en un acuerdo entre cada caja y el Banco de
Crédito Agrícola-- fueron el de la voluntariedad y el de independencia de las cajas, “la realidad es [fue] bien
distinta”: en la práctica, de un lado, la caja que no se adhería al sistema no contaba con la ayuda y los fondos
puestos a disposición para el saneamiento y, de otro, el Banco ostentaba un efectivo “poder de mando” sobre cada
caja rural --p. ej., el control sobre el nombramiento y el cese del director general de la caja, que somete a los
directores al banco de Crédito Agrícola--, generándose un fenómeno de “sucursalización” de las cajas rurales
asociadas.

Así mismo, pude verse limitada por las competencias de intervención de la autoridad laboral (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…, pág. 57).

1793Los contratos de organización celebrados por las sociedades cooperativas con otras sociedades cooperativas o
no, en los que se establezca una dirección única para las operaciones concertadas tiene reconocimiento legal en
España. El precedente más interesante es el contenido en el artículo 50.2ª de la Ley General de cooperativas de
1974, cuando dispone que “las cooperativas podrán celebrar entre sí, o con otras personas y entidades, conciertos
para [el]... establecimiento de una dirección única en las operaciones concertadas...”. Esta norma apunta hacia un
contrato de grupo en el que se regula una dirección unitaria. Y ha sido recogida por el artículo 79.1 de la Ley de
cooperativas Navarra de 1996, hoy derogada, y por el vigente artículo 86.1 de la Ley Foral de 2006.

El contrato de grupo con dirección unitaria también puede tener como acogida en normas como la contenida en el
artículo 127 LCCataluña, en el que puede leerse que “en el cumplimiento de su actividad, las cooperativas pueden
vincularse a terceras personas mediante los acuerdos, los convenios, los pactos o los contratos que consideren
convenientes”. La norma trascrita o es innecesaria, dado que a las sociedades cooperativas se le aplica el artículo
1255 del Código Civil que ampara la libertad contractual de la misma, o si algún valor ha de darse a su existencia
sería legítimo que el intérprete encontrara sentido a la misma admitiendo a su amparo la licitud de los contratos de
grupo. En todo caso, la dirección unitaria tiene un origen voluntario.

597
La conclusión que puede obtenerse de todos los planteamientos anteriores es que, si
bien, las situaciones de control externo de una cooperativa no son admisibles --tal sería el caso
un contrato de dominación, como instrumento de organización de un grupo vertical, en el que la
sociedad cooperativa fuera el sujeto sometido al control--1794, sí lo son las situaciones de control
interno --en las que uno o un grupo de socios tenga la mayoría de los votos [control mayoritario]
o un número suficiente que le permita ejercer una influencia dominante [control minoritario]--1795.,
incluso hay supuestos, ciertamente residuales, con expreso reconocimiento legal1796. Tan es así,
que se podría decir que existen tres tipos de sociedades cooperativas, en función de cómo esté
distribuido el poder societario entre los socios1797: cooperativas de poder paritario, en las que el
poder está atomizado entre los socios de tal manera que ninguno alcanza un cuota que le
permita controlar a la asamblea general; cooperativas de control minoritario, que cuentan con un

1794Ha sido tradicional la norma --contenida hoy, por ejemplo, en el artículo 19.2 LSCExtremadura-- que establece
que nadie podrá pertenecer a una sociedad cooperativa a título de empresario, contratista, capitalista u otro
análogo, respecto de la misma o de los socios como tales, y que ha sido interpretada como prohibición de que de
todos aquellas figuras en las que sin una incorporación formal a la cooperativa se producen situaciones de efectivo
dominio interno sobre las decisiones de ésta o de sus socios, buscadas de propósito cuando se constituyó --sin
auténtica libertada ni autonomía-- la sociedad, habiéndose postulado en estos casos la declaración judicial de
nulidad de la cooperativa, su disolución o la descalificación (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 19).

1795Hasta la doctrina que defiende la juridicidad de los principios cooperativos, admite que no es posible que un
socio o grupo de socios asuman el status prepotente de dominadores o controladores de los demás socios o de la
Cooperativa, basándose en razones económicas, operativas, de arraigo territorial o temporal, o de cualquier otra
índole, pero sí permite que haya control o dominación de la cooperativa y de sus socios sobre la base de una acción
conjunta democrática, de base igualitaria (en las entidades de primer grado) o de base desigual pero limitada e
inspirada en criterios de compromiso y participación no capitalista (en los organismos de segundo grado) (vid. N.
PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 20). El mismo autor también habla
de que en las cooperativas se da una relación de control de abajo hacia arriba (pág. 12).

Y en el mismo sentido F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 149, pág. 879,
señala que en el caso de una cooperativa de segundo grado al poder los estatutos reconocer un voto plural, una
cooperativa socio “puede ejercer un poder de control en la Asamblea de la Cooperativa de segundo grado”.

1796 Se trata del artículo 104 del Texto Refundido de las Disposiciones Legales vigentes en materia de Régimen
Local, aprobado por el Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de abril. Esta norma permite, para la gestión
indirecta de los servicios, que las Entidades locales utilicen las formas de Sociedad [mercantil o] cooperativa cuyo
capital social solo parcialmente pertenezca a la Entidad, y prevé que en el acuerdo constitutivo se puedan
establecer las especialidades internas tanto estructurales como funcionales que, sin perjuicio de terceros, exceptúen
la legislación societaria aplicable, en la medida necesaria para promover y desarrollar la empresa mixta de carácter
mercantil o cooperativo, debiendo, en todo caso, determinarse, entre otras materias, la participación que se reserve
la Entidad local en la dirección de la Sociedad.

Al amparo de este precepto, la doctrina ha admitido que en los estatutos sociales de una sociedad cooperativa
constituida para la prestación de servicios públicos locales pueda reconocer a la Entidad local socia una posición
preeminente tanto en la asamblea general cuanto en el consejo rector (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo
y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 29, pág. 14).

1797Esta clasificación ha sido ensayada para las sociedades cotizadas (vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el
control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores institucionales…, págs. 67 a 69), pero no parece que
haya obstáculos en su uso, al menos con fines explicativos, para las sociedades cooperativas. En el caso de las
sociedades cotizadas se habla de sociedades de poder disperso, pero aquí se ha preferido hablar, por su mayor
expresividad en el terreno cooperativo, de cooperativas de poder paritario.

598
socio o agrupación de socios con un número de votos que no representa la mayoría, pero que sí
es suficiente para ejercer una influencia dominante en la asamblea general; y cooperativas de
control mayoritario, donde un solo socio --o una agrupación de ellos-- tiene la mayoría de los
votos.

Al analizar el régimen jurídico de las sociedades cooperativas para buscar en él


situaciones de control se aprecia, de forma destacada, la prevención con que las Leyes de
cooperativas abordan la materia: todas las Leyes regulan la posibilidad de que exista voto plural -
-en unas en más supuestos que en otras--, y en todas tienen encaje situaciones de control
minoritario, pero no, salvo algunas excepciones, de control mayoritario. Como las técnicas del
control cooperativo son el voto plural y los pactos de sindicación de votos, para la aprehensión
correcta de la regulación española en materia de control, el análisis debe orientarse a tres
cuestiones esenciales: (i) el alcance de la admisión del voto plural, (ii) los límites al mismo y (iii)l
a licitud de los pactos de sindicación de voto.

(i) Como se ha afirmado antes, la regulación del voto plural en el Derecho español de
cooperativas es un fenómeno consolidado. Sin embargo, tiene diferente alcance e intensidad
según se trate de una sociedad cooperativa de primer grado o de una sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado.

En la sociedad cooperativa de primer grado el sistema legal basado en la regla un socio


un voto, puede excluirse por un sistema estatutario1798 de voto plural1799, en virtud del cual un solo
socio será titular de varios votos. Por esta vía, la del voto plural, entra en este tipo de sociedades
la idea del control y del sometimiento de la cooperativa primaria al poder de uno o más socios --
aunque, admitida la licitud de los pactos de sindicación, sería legítima la situación de control de
una cooperativa de primer grado con voto unitario por parte del grupo de socios sindicados--. No
obstante, la admisión del voto plural en las cooperativas de primer grado 1800 no tiene alcance
general: a) o se regula para todas las cooperativas pero solo para determinadas modalidades de
socios1801 --los socios que sean cooperativas1802, sociedades controladas por éstas1803 o entidades
1798 Son excepciones la Ley navarra que impone con carácter obligatorio el voto plural en las sociedades
cooperativas agrarias (vid. art. 65.5 LCNavarra), no así para las de servicios, respecto de las cuales es potestativo
(art. 71.3), y la Ley extremeña de sociedades cooperativas especiales que extiende ex lege el voto plural a este
subtipo de cooperativa (art. 8.3LSCEspecialesExtremadura).

1799 La titularidad de varios votos por un solo socio de una sociedad cooperativa de primer grado recibe en la
legislación cooperativa española diversas denominaciones: voto plural (vid. arts. 26, apartados 2, 3, 4, 5 y 7
LCEstado; 111.5 LCMadrid; 41, apartados 2 y 3 LCLa Rioja; 35.3 LCCastilla y León; 42.2 LCIslas Baleares, 95.4
LCValencia; 67.13 LCNavarra y 31.2 y 102.1 LSCAndalucía); voto ponderado [vid. 65.5 y 70.3 LCNavarra; 126.1
LSCExtremadura; 78.3 y 80.4 LCAragón; 109.3.d) LCMadrid; 34.1 LCCataluña; 109.3, 111.7 y 130 LCCastilla-La
Mancha; y 87.1.II LCValencia]; voto plural ponderado (arts. 36.2 LCGalicia; 52.2 LCAsturias y 49.2 LCCastilla-La
Mancha); voto proporcional (vid. arts. 35.2 LCPaís Vasco y 32.1 LCAragón) ; e incluso voto proporcional ponderado
(vid. art. 35.2 LCCastilla y León). La Ley murciana es ejemplo de imprecisión conceptual: para referirse a la misma
realidad utiliza las expresiones de voto proporcional, voto plural, voto plural ponderado (vid. apartados 2, 3, 4 y 5 del
artículo 44).

1800Actualmente todas las Leyes regulan el voto plural en las cooperativas de primer grado. Era una excepción la
posición de la Ley andaluza de 1999 que no admite el voto plural en las cooperativas de primer grado (vid. art. 52.1),
que se ha reorientado en la vigente Ley de 2011 (vid. art. 102.1).

1801 Vid. arts. 26.2 LCEstado; 35.2 LCPaís Vasco; 32.1 LCAragón; 35.2 LCCastilla y León y 44.2 LSCMurcia.

1802Lo que equivale a decir que solo podrá reconocerse, ex estatutos, voto plural a las sociedades cooperativas
inscritas en un Registro y no descalificadas, lo que excluye a las cooperativas en constitución y a las cooperativas
de hecho.

599
públicas--; b) o se prevé para todos los socios pero solo de determinadas clases de cooperativas
--agrarias1804, de servicios1805, de transportistas1806, del mar1807, integrales1808, de explotación
comunitaria de la tierra y el ganado1809, de consumo1810 o, con mayor amplitud, para todos los
socios de cualquier clase cooperativa excepto las de trabajo asociado y las de consumidores y
usuarios1811--; c) o se admite para determinados socios de determinadas clases de cooperativas -
-los socios cedentes del goce de bienes en la cooperativa de explotación comunitaria de la

1803La determinación de cuando una sociedad está controlada por una cooperativa plantea dos tipos de problemas a
los efectos de la aplicación del sistema del voto plural. En primer lugar, la propia definición del concepto de control,
para lo que debe acudirse al artículo 42 del Código de Comercio --y no al artículo 4 de la Ley del Mercado de
Valores--, que, aunque previsto para la determinación del perímetro de consolidación contable, recoge la noción
general de control en el Derecho de sociedades español (vid. A. ROJO, “Los grupos de sociedades en el Derecho
español”, en Revista de Derecho Mercantil, núm. 220 [1996], págs. 457 a 484), y que, tras la reforma operada por la
Ley 62/2003, de 30 de diciembre, que suprimió el calificativo “mercantiles” añadido al sustantivo “sociedades” para
referirse a las entidades que conformaban el grupo, resulta aplicable a los grupos de sociedades cooperativas,
disipando todas las dudas que la anterior redacción podría plantar al respecto. La situación no ha cambiado en lo
que se refiere al asunto anterior tras la Ley 16/2007, de 4 de julio, de reforma y adaptación de la legislación
mercantil en materia contable para su armonización internacional con base en la normativa de la Unión Europea;
con esta nueva norma en el artículo 42 del Código de Comercio sigue hablando de “sociedad [dominante]”, pero no
de sociedad mercantil.

Y, en segundo lugar, el carácter contingente o variable de las situaciones de control, de manera que en un
determinado momento la sociedad socia de la cooperativa de primer grado puede estar controlada por otra
cooperativa y así tener derecho al voto plural, pudiendo variar las circunstancias desapareciendo la situación de
control y con ella el voto plural. Estas coyunturas aconsejan desplazar la carga de la prueba de la situación de
control a la sociedad que alegue su dependencia respecto de una cooperativa, para que el órgano competente de la
cooperativa primaria de la que aquella entidad es socia la reconozca voto plural. En cualquier caso la situación de
control debe ser actual, esto es, existente en el momento de la celebración de la asamblea general de la cooperativa
primaria donde se vaya a votar.

1804Vid. arts. 26.4 LCEstado; 126.1 LSCExtremadura; 36.2 LCGalicia; 80.4 LCAragón; 109.3.d) LCMadrid; 41.2
LCLa Rioja; 35.3 LCCastilla y León; 42.2 LCIslas Baleares; 87.1.II LCValencia; 44.4 LSCMurcia; 65.5 LCNavarra;
52.2 LCAsturias y 49.2.a) LCCastilla-La Mancha.

1805Vid. arts. 26.4 LCEstado; 36.2 LCGalicia; 78.3 LCAragón; 111.5 LCMadrid; 41.2 LCLa Rioja; 35.3 LCCastilla y
León --esta Ley denomina a la de servicios, cooperativa de industriales y profesionales--; 42.2 LCIslas Baleares;
95.4 LCValencia; 44.4 LSCMurcia; 71.3 LCNavarra; 52.2.I LCAsturias; 49.2.a) LCCastilla-La Mancha y 102.1
LSCAndalucía.

1806Vid. arts. 26.4 LCEstado; 78.3 y 79 LCAragón; 41.2 LCLa Rioja --esta Ley las denomina cooperativas de
transportes--; 35.3 LCCastilla y León; 42.2 LCIslas Baleares; 44.4 LSCMurcia; 52.2.I LCAsturias y 49.2.a)
LCCastilla-La Mancha --esta Ley también las denomina cooperativas de transportes--.

1807 Vid. arts. 26.4 LCEstado; 36.2 LCGalicia; 42.2 LCIslas Baleares; 44.4 LSCMurcia y 52.2.I LCAsturias.

1808Vid art. 153.4 LCCastilla-La Mancha, que considera como cooperativas integrales a las que cumplen finalidades
propias de varias clases de cooperativas.

1809 Vid. art. 35.3 LCCastilla y León.

1810 Vid. art. 49.2.a) LCCastilla-La Mancha.

1811 Vid. art. 34.1 LCCataluña.

600
tierra1812 o los socios fundadores en las sociedades cooperativas de trabajo asociado castellano-
manchegas1813--.

La situación en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado es más proclive al


voto plural: todas las Leyes contemplan el voto plural1814 para todas las sociedades cooperativas
de segundo o ulterior grado, si lo prevén sus estatutos sociales1815 y, en algunos casos, con
carácter imperativo1816.

Tan solo en las sociedades cooperativas especiales extremeñas --de cuño netamente
económico y empresarial--, el voto plural es el sistema legal tanto en las sociedades
cooperativas de primer grado --de cualquier clase, excepto las de crédito y seguro-- como de
segundo y ulterior1817.

Obsérvese cómo la admisión del voto plural está más extendida es aquellas sociedades
cooperativas cuyos socios son empresarios o desarrollan una actividad económica, como sucede
en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado o en aquellas de primer grado
respecto de sus socios empresarios sociales (sociedades cooperativas y sociedades controladas
por éstas) o que prestan servicios empresariales a sus socios (agrarias, transportistas, mar…). Y
menos extendida e incluso es inexistente en aquellas otras en las que los socios son
trabajadores o consumidores de la misma.

1812 Vid. arts. 26.5 LCEstado; 41.3 LCLa Rioja; 44.5 LSCMurcia y 49.2.b) LCCastilla-La Mancha.

1813 Vid. art. 49.2.c) LCCastilla-La Mancha.

1814Aquí también, la titularidad de varios votos por un solo socio de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado recibe en la legislación cooperativa española diversas denominaciones: voto plural (vid. arts. 36.5 LCGalicia;
52.2 LSCAndalucía, 42.2 LCIslas Baleares y 31.2 LSCAndalucía), voto ponderado (vid. arts. 34.4 LCCataluña y
49.2.d) LCCastilla-La Mancha), voto múltiple (vid. art. 32.2 LCAragón), o, la más extendida, voto proporcional (vid.
arts. 26.6 LCEstado; 131.1 LCPaís Vasco; 160.1 LSCExtremadura; 136.6.I LCGalicia --que duplica la denominación-
-; 35.1.II LCMadrid; 41.5 LCLa Rioja; 35.4 LCCastilla y León; 37.2 LCValencia; 44.6 LSCMurcia; 81.2 LCNavarra y
52.2.II y 131 LCAsturias).

1815El voto plural debe admitirse y regularse en los estatutos sociales para que sea aplicable a la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado en la mayoría de las Leyes españolas de sociedades cooperativas (vid. arts.
26.6 LCEstado; 130.6.I LCGalicia; 32.2 LCAragón; 35.1.II LCMadrid; 52.2 LSCAndalucía; 41.5 LCLa Rioja; 35.4
LCCastilla y León; 34.4 LCCataluña; 42.2 LCIslas Baleares y 37.2 y 101.3 LCValencia; 44.6 LSCMurcia; 49.2.d)
LCCastilla-La Mancha y 31.2 LSCAndalucía), en su defecto el voto será unitario.

1816 Hay voto plural en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado por ministerio de la ley, sin
posibilidad de derogación estatuaria en las Leyes vasca (art. 131.1), extremeña (art. 160.1) y navarra (art. 81.2). En
la Ley madrileña un artículo (el 35.1.II) prevé el voto plural ex estatutos y otro (el artículo 126.1) ex lege, sin que
quede claro cuál de los dos sistemas es el aplicable. Lo mismo sucede en la Ley asturiana, en la que el artículo
52.2.II señala que los estatutos puede establecer el voto ponderado, y el artículo 131.1 indica, en tono imperativo,
que “el derecho de voto de las entidades [socias] será proporcional”.

Por ello no es correcta la opinión de J. I. RUIZ PERIS, “Grupos por subordinación integrados por entidades de
economía social”, en Grupos empresariales de la economía social, Valencia [CIRIEC-ESPAÑA], 1ª reimp., 2000,
págs. 133 a 195, en págs. 185, que, al analizar la legislación cooperativa española, parece conectar la
desvinculación del derecho de voto del criterio viril, o voto por cabezas, esto es la atribución del voto plural, a que
los estatutos así lo contemplen, sin tener en cuenta las Leyes vasca y extremeña que, ya en el año 2000, hacen
obligatorio el voto plural sin dejar margen de maniobra a los estatutos sociales.

1817 Vid. art. 8.3 LSCEspeciales Extremadura.

601
(ii) En las sociedades cooperativas de primer grado el voto plural está sometido a límites
cuantitativos, que fijan números máximos de votos que pueden emitirse, y, en menor medida, a
límites cualitativos, que determinan en qué materias es aplicable el voto plural y en cuáles no.

Los límites cuantitativos son de dos clases: individuales, referentes al número máximo
de votos de votos que puede corresponder a un solo socio, y colectivos, que limitan el conjunto
de votos plurales posibles en la cooperativa. La técnica utilizada en las Leyes de cooperativas
para la regulación de los límites individuales es doble: límites absolutos, señalados con un
número exacto, y relativos, fijados por referencia a otro dato; de manera que, conforme a ambos
límites, un solo socio no podrá ostentar, según las diferentes Leyes, más de tres votos
sociales1818, más de cinco votos sociales1819, más de siete1820 o más de diez1821 --como limites
absolutos--; ni más del treinta por ciento de total de votos1822, o del cuarenta cuando la
cooperativa esté integrada por tres socios1823, o más de un tercio de los votos totales de la
cooperativa1824, o más de una cuarta parte de los votos sociales1825 o no puede quintuplicar la
fracción de voto que corresponde a otro socio de la misma modalidad1826, o bien la diferencia de
votos entre los socios no puede ser superior de uno a tres 1827, o no puede ser inferior de uno a
tres votos, ni superior de uno a diez1828 --como límites relativos--. Debe advertirse que algunos
de los límites expuestos se aplican conjuntamente1829. Por su parte, los límites colectivos
impiden que el número total del conjunto de votos plurales supere el veinticinco por ciento de los
votos sociales1830, o alcance la mitad del número de socios1831 o de votos1832, o para su

1818 Vid. arts. 87.1.II y 95.4 LCValencia.

Vid. arts. 26.4 LCEstado; 126.1.a) LSCExtremadura; 36.2 LCGalicia; 109.3.d) LCMadrid; 41.2 LCLa Rioja; 35.3
1819

LCCastilla y León; 34.1 LCCataluña; 44.4.I LSCMurcia y 162.3.a).I LCAsturias.

1820 Vid. art. 102.1.b) LSCAndalucía.

1821 Vid. arts. 65.5. a) y 71.III LCNavarra y 52.2.I LCAsturias.

1822 Vid. art. 35.2 LCCastilla y León.

1823 Vid. art. 42.2 LCIslas Baleares.

1824Vid. arts. 26, apartados 2 y 4 LCEstado; 109.3.d) y 111.5 en relación con el 35.1 LCMadrid; 41.2 LCLa Rioja;
35.3 LCCastilla y León; 42.2 LCIslas Baleares; 44, apartados 2 y 4 LSCMurcia; 52.2.III LCAsturias --límite que en
esta Ley no se aplica cuando la cooperativa solo tenga tres socios-- y 49.4 LCCastilla-La Mancha --con la misma
precisión que para la Ley anterior--.

1825 Vid. art. 49.2.a) LCCastilla-La Mancha.

1826 Vid. arts. 26.5 LCEstado, 41.3 LCLa Rioja; 44.5 LSCMurcia y 49.2.b) LCCastilla-La Mancha.

1827 Vid. arts. 32.1 y 78.3 LCAragón.

1828 Vid. art. 80.4 LCAragón.

1829Así por ejemplo, en el artículo 26.4 LCEstado, se dispone que el voto plural ponderado, no podrá ser superior en
ningún caso a cinco votos sociales, sin que puedan atribuir a un solo socio más de un tercio de votos totales de la
cooperativa.

1830 Vid. art. 36.3 LCGalicia.

1831 Vid. art. 26.7 LCEstado.

1832 Vid. arts. 67.13 LCNavarra y 52.2.I y 162.3.a).II LCAsturias.

602
determinación se remiten las Leyes a los límites del voto plural en las sociedades cooperativas
de segundo grado1833 o en las sociedades cooperativas de crédito1834.

Los límites cualitativos del voto plural consisten en señalar en qué materias será
imperativo el voto igualitario, debiendo ser los estatutos sociales los que dispongan en concreto
tales materias1835.

En la regulación de las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado el límite


máximo de votos que las Leyes permiten ostentar a un solo socio también es muy variado y
casuístico: el veinte por ciento1836, el treinta y tres por ciento --o con mayor precisión, un tercio de
los votos totales--1837, el cuarenta por ciento1838, el cuarenta y nueve por ciento1839, el cincuenta
por ciento1840 y el setenta por ciento1841.

1833 Vid. arts. 109.3.d) y 111.5 LCMadrid.

1834 Vid. arts. 109.3.d) y 111.5 LCMadrid.

1835 Vid. arts. 26.7 LCEstado; 44.6.III LSCMurcia y 49.6 LCCastilla-La Mancha.

1836 La LCCataluña regula dos límites máximos al voto ponderado en las sociedades cooperativas de segundo
grado: uno, relativo, el veinte por ciento del total de votos sociales, y otro, absoluto, cinco votos sociales. Ambos
límites son alternativos para los estatutos sociales (vid. art. 34.4).

1837En las Leyes estatal (art. 26.6), gallega (art. 130.6.II), madrileña (art. 35.1.II), riojana (art. 45.1), balear (art.
42.2), murciana (art. 44.6.I), asturiana (art. 52.2.III) y castellano-manchega (art. 49.4.II) ningún socio podrá ostentar
más de un tercio de los votos totales.

1838 Cuando la cooperativa esté integrado solo por tres socios el límite del tercio se eleva al cuarenta por ciento de
los votos totales en las Leyes estatal (art. 26.6), gallega (art. 130.6.II) balear (art. 42.2) y murciana (art. 44.6.I).

Esta regla se complementa con otra: si la cooperativa la integrasen únicamente dos socios, los acuerdos deberán
adoptarse por unanimidad de voto de los socios (art. 26.2 LCEstado, 35.2.III LCNavarra, 130.6.II LCGalicia y 44.6.I
LSCMurcia). Esta norma obedece a una ratio contradictoria con la anterior: parece que, conforme al criterio anterior,
cuanto menor es el número de socios mayor es el número de votos que pueden ostentar --del 33% se pasa al 40%,
en los casos en que la cooperativa tenga tres socios--, de manera que cuando llegue a tener dos el porcentaje del
cuarenta debería elevarse; sin embargo, el criterio mayoritario progresivo se muda por el criterio no mayoritario de la
unanimidad. El efecto que se consigue no encaja en absoluto ni con el principio mayoritario con arreglo al cual la
asamblea general adopta acuerdos, ni con la democracia cooperativa puesto que reconocer derecho de veto a cada
uno de los dos socios deja el control de la cooperativa en manos del socio minoritario.

El caso balear presenta una singularidad de difícil solución: cuando la sociedad esté integrada solo por tres socios el
límite se elevará al cuarenta por ciento (art. 42.2), pero nada dice respecto al supuesto en que la cooperativa esté
formada por dos socios. La laguna tiene una explicación: el voto plural se regula en la Ley balear de forma conjunta
para todas las sociedades cooperativas, sin reparar que en las sociedades cooperativas de primer grado el número
mínimo de socios es tres (art. 8.I) --en cuyo caso, el límite es coherente--, mientras que las sociedades cooperativas
de segundo o ulterior grado pueden estar formadas por dos sociedades cooperativas (arts. 8.II y 141.1) --en cuyo
caso, no lo es--. Por razones matemáticas obvias, el límite del 40% no puede aplicarse puesto que, si así fuera, al
menos un 20% [100%-80%] de los votos quedaría sin ejercerse. Probablemente, deba admitirse, dado que la Ley no
impone la unanimidad --como hacen para casos análogos las leyes estatal, navarra y gallega-- y que la asamblea
general adopta acuerdos conforme a la regla de la mayoría (art. 44.1), la inexistencia de límites máximos al voto
plural cuando la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado tenga solo dos socios.

1839El límite del tercio de votos se ampliará hasta el cuarenta y nueve por ciento de los votos totales en las
cooperativas de segundo grado con menos de cuatro socios (arts. 35.1.II LCMadrid y 49.4.II LCCastilla La Mancha).

En ningún caso, un socio puede disponer de más del cincuenta por ciento de los votos sociales señalan las
1840

Leyes valenciana (art. 101.3) y andaluza (art. 31.2). Si un socio llegara a ostentar el cincuenta por ciento de los

603
(iii) En sede cooperativa el pacto de sindicación de voto1842 es aquél por el cual dos o
más socios de una sociedad cooperativa se obligan a votar en el mismo sentido en una sesión
determinada de la asamblea general. La sindicación puede tener una doble finalidad: controlar la
cooperativa --solamente-- y --además-- dominar a través de ella a los restantes socios, de
manera que éstos actúen en el sentido ordenado por órganos sociales de la cooperativa
cumpliendo las instrucciones emitidas por ellos --al menos en las actividades económicas que
integran la actividad cooperativizada--. La asamblea general aparece, una vez más, como el
órgano de materialización de la subordinación societaria.

Los pactos de sindicación son válidos tanto en los casos en los que las Leyes admitan el
voto plural1843, cuanto en los casos donde solo sea lícito voto unitario1844. Su licitud encuentra un
argumento clave en el artículo 42 del Código de Comercio, aplicable en su actual redacción a
todas las sociedades y también, por lo tanto, a las sociedades cooperativas. Permite esta norma
que la mayoría de los derechos de voto, que daría el control de una sociedad, pueda obtenerse

votos la situación no sería simplemente de control minoritario: un solo socio podría vetar cualquier acuerdo de la
asamblea general.

1841 Este límite porcentual, previsto en el artículo 31.2 LSCAndalucía juega cuando la cooperativa de segundo o
ulterior grado esté formada únicamente por dos sociedades cooperativas.

Sobre el pacto de sindicación de voto, en general, vid. F. VICENT CHULIÁ, voz “Sindicato de voto (Derecho
1842

mercantil)”, en Enciclopedia Jurídica Básica, Madrid [Civitas], 1995, vol. IV, págs. 6234 a 6239.

En el mismo sentido de vincular la licitud del pacto de sindicación a que el sistema admita el control de una
1843

cooperativa por otra, pero respecto a la Ley vasca de cooperativas, vid. J. M. EMBID IRUJO, “La integración
cooperativa y su tratamiento….”, págs. 230 y 231.

1844Sin vincular la sindicación al voto plural, J. F. DUQUE DOMÍNGUEZ, “Los grupos en el ordenamiento jurídico.
Parte I. Grupos de sociedades cooperativas”, en Grupos empresariales de la economía social, Valencia [CIRIEC-
ESPAÑA], 1ª reimp., 2000, págs. 99 a 132, en pág. 117, admite la posibilidad de que en el grupo cooperativo
regulado en el art. 78 LCEstado “por vía convencional entre socios de diversas categorías se llegue a una posición
de dominio interno” (el subrayado es nuestro). También con carácter general se admiten los pactos reservados entre
los socios --de cuya naturaleza participan los acuerdos sobre el voto-- a los que se aplican las normas generales
sobre los negocios jurídicos y los contratos por M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades
mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de
Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 141.

Igualmente con carácter general, es decir, con independencia de sistema de voto unitario o plural, se admiten los
pactos sobre el voto en las cooperativas por el derecho francés. El artículo 9 de la Ley 47/1775, de 10 de septiembre
de 1947, por la que se regula el Estatuto General de la Cooperación, al regular el derecho de voto en la asamblea
general, dispone, tanto en los casos de voto unitario, cuanto de voto plural, que “...los socios tendrán la facultad de
agruparse a fin de apoderar a un mandatario para que los represente”.

El argumento clave acerca de la licitud de los pactos parasociales sobre el ejercicio del derecho de voto en las
sociedades de capital --determinar si el compromiso de los socios de votar en un determinado sentido, se asume en
consideración a los intereses de la sociedad y si implica o no la infracción de una norma legal y estatutaria o de las
buenas costumbres-- (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R.
Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…,
artículo 104, págs. 171 y 172; y F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 301
y 302) también es trasladable a las sociedades cooperativas; por lo que, partiendo de la libertad el socio en el
ejercicio del derecho de voto, no hay razón para prohibir la sindicación en éstas sociedades, por el solo motivo de
ser cooperativas.

604
mediante acuerdos celebrados con otros socios, que a juicio de la doctrina incluyen los
sindicatos de voto1845.

Por ello, la cuestión más importante que este tipo de pactos plantea en sede cooperativa
no es el de su licitud, que debe ser admitida, sino el de sus límites. Al respecto puede ofrecerse
una regla general: así como el elemento tipológico de la participación orgánica explica que el
socio pueda sindicar sus votos --por que con ello no hace otra cosa que participar en la toma de
decisiones--, así también el elemento de la participación impide que el acuerdo de sindicación
suprima a ésta: la sindicación no puede fagocitar a su fundamento, a la participación, porque
dejaría de tenerlo. De esta forma, un acuerdo que excluya o limita los derechos de participación
de del socio que lo celebra es nulo, por contrario a este principio configurador 1846. Con mayor
motivo, si lo que excluye o limita son los derechos de participación de los socios del socio, el
caso de acuerdos de sindicación celebrados entre sociedades cooperativas.

Las singularidades más importantes que el contrato de sindicación presenta en sede


cooperativa tienen que ver con las partes del mismo, con su garantía, con su cumplimiento, y con
el voto secreto.

Pueden participar todos los socios [y los asociados]. Cuando la participación en la


asamblea general de los socios de trabajo tenga lugar a través de representante --lo que se
permite en determinadas sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado--, tales
representantes no son parte del contrato de sindicación, porque ellos no pueden obligarse a
votar en un determinado sentido en la asamblea general, sencillamente porque el ejercicio del
voto no lo realizan individualmente, luego no tienen la libre disposición de su voto, y, por ende,
no están legitimados para contratar sobre él1847; el que emite el consentimiento será el o los
representantes de los socios de trabajo, que, sin embargo, solo puede comprometerse a votar en
el sentido acordado, previamente y a la vista del orden del día, por la masa de socios de trabajo.

Generalmente, en las sociedades anónimas y limitadas el cumplimiento de la obligación


de hacer --votar en un determinado sentido-- se garantiza constituyendo cada socio un derecho
real de prenda sobre sus acciones o participaciones en aseguramiento de la obligación asumida
y de la cláusula penal estipulada para el caso de incumplimiento. Pero como las aportaciones de
los socios al capital social de las cooperativas son inembargables1848, no pueden pignorarse,

Vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez
1845

y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 104, pág. 172.

1846 En idénticos términos para las sociedades de capital se pronuncia A. VAQUERIZO, “Pactos reservados (art.
29)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas],
2011, I, págs. 396 a 405, en pág. 404, a cuyo juicio son inderogables por los pactos parasociales aquellas normas
de la Ley de sociedades de capital “que persiguen la salvaguardia de los elementos tipológicos esenciales e
inalterables de cada una de las formas societarias --los denominados principios configuradores--“.

1847 Precisamente F. VICENT CHULIÁ, voz “Sindicato de voto (Derecho mercantil)”..., pág. 6236 señala como la
doctrina alemana se fundamenta en el principio de libertad de emisión del voto, como derecho subjetivo, reconocido
en interés propio del accionista, para reconocer la validez de las vinculaciones voluntarias en el ejercicio del voto.

1848 La norma que declara inembargables las aportaciones de los socios al capital social, se contiene en las Leyes
estatal (disposición adicional tercera), extremeña (art. 55), gallega (art. 70), castellano-leonesa (art. 68) y andaluza
(art. 61.3).

A juicio de M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 390 y 391, de acuerdo
con el principio de autonomía patrimonial que deriva de la personalidad jurídica propia de la sociedad cooperativa,
distinta de la de las personas de los socios, los acreedores personales de éstos no tienen derecho alguno sobre las

605
desaparece esta posibilidad de garantizar el cumplimiento del contrato de sindicato de voto. Sin
embargo, existe otra garantía más eficaz: la prenda del derecho a la liquidación anticipada y a
cuenta por la actividad cooperativizada realizada y del derecho al retorno, derechos cuya cuantía
económica puede superar al importe de la aportación del socio al capital social.

Los acuerdos sobre el voto pueden cumplirse por cada sindicado o nombrando a un
representante común de los mismos1849. En relación con esta segunda opción deben tenerse
presente las reglas especiales cooperativas sobre participación en la asamblea a través de
representante.

Cuando el voto sea secreto --que, con carácter general, lo será cuando tenga por objeto
la elección o revocación de los miembros de los órganos sociales, el ejercicio, la transacción o la
renuncia a la acción de responsabilidad contra los mismos, la ratificación de la sanción de
expulsión, o cuando los dispongan los estatutos sociales o lo solicite la minoría de socios
prevista por las Leyes-- el incumplimiento por un sindicado del contrato de voto es casi de
imposible prueba. Pero este riesgo de que no se emita el voto conforme a lo convenido no es
justificación para la supresión del voto secreto porque el contrato de sindicación no es oponible
frente a la sociedad (arg. ex. art. 29 TRLSC), de manera que, no estando la sociedad
cooperativa obligada por él, debe cumplir con las normas sobre voto secreto. Quizá en los casos
de voto secreto rogado, es decir cuando la votación secreta sea solicitada por la minoría de
socios prevista por las Leyes1850, y el solicitante o solicitantes estén sindicados para el voto,
pueda el juez anular el acuerdo así adoptado e imponer una nueva votación al descubierto 1851.

Así mismo, admitida la licitud del sindicato de voto en sentido estricto, también debe
calificarse lícito el denominado convenio de voto, en los cuales los titulares del derecho de voto -
-socios, socios colaboradores, asociados, titulares de partes sociales con voto, socio
“exmutualista”-- pueden obligarse con un tercero o con la propia sociedad.

Aledaño a la sindicación de voto, existe otro fenómeno de posición de control interno en


el grupo de sociedades organizado a través de una cooperativa suprabásica: el voto instruido. Se
trata de una sociedad cooperativa de ulterior grado, cuyos socios son una de segundo grado y
otras sociedades cooperativas, algunas de las cuales, a su vez, son socias de la de segundo
grado. La sociedad cooperativa de segundo grado puede obligar a sus cooperativas socias,
mediante la oportuna instrucción vinculante, a votar en un determinado sentido en la asamblea
de la de ulterior grado1852. Con esta estrategia podrían obtener la mayoría de control en la sesión

aportaciones al capital social, que son inembargables; lo que no obsta para que los acreedores puedan ejercitar los
derechos que corresponden a los socios sobre los reembolsos y retornos satisfechos por la sociedad.

1849Este representante común generalmente se denomina director del sindicato (vid.. F. VICENT CHULIÁ, voz
“Sindicato de voto (Derecho mercantil)”..., pág. 6234).

1850Por ejemplo, las Leyes estatal y extremeña reconocen el derecho al diez por ciento de los votos presentes y
representados (art. 25.3.I y 38.2, respectivamente).

1851F. VICENT CHULIÁ, voz “Sindicato de voto(Derecho mercantil)”..., pág. 6238, con amparo en el Tribunal
Supremo alemán sostiene que “el socio sindicado incumplidor no puede abusar de la personalidad jurídica de la
sociedad votando en contra de aquello que se comprometió a hacer”.

1852Una vez más el derecho positivo con el que trabaje el intérprete prejuzga la conclusión a obtener, así, al analizar
el grupo cooperativo de la Ley de cooperativas del Estado, J. F. DUQUE DOMÍNGUEZ, , “Los grupos en el
ordenamiento jurídico. Parte I. Grupos de sociedades cooperativas”..., págs. 117 y 118, considera que es necesario
que las sociedades que integran el grupo sean independientes.

606
asamblearia. El voto instruido tiene los mismos límites que la sindicación: no puede suprimir el
elemento tipológico de la participación orgánica de quien recibe la instrucción, ni de los socios de
la entidad instruida.

3.3.7.4.2.2. Control minoritario.

I. En las sociedades cotizadas, respecto de las cuales más se ha estudiado la cuestión,


se ha afirmado1853 que puede haber control minoritario en un abanico de situaciones que van
desde las sociedades en las que un accionista ostenta un porcentaje ligeramente superior al
cinco por ciento del capital social1854, hasta las sociedades en las que existe un socio titular del
cuarenta y nueve por ciento del capital social, determinándose las situaciones concretas de
control en función de las circunstancias que concurran en cada sociedad.

Si estos porcentajes fuesen trasladables a las sociedades cooperativas, el resultado es


bien claro: en todas las Leyes españolas de cooperativas pueden darse situaciones de control
minoritario, al permitirse, en determinadas circunstancias, que un solo socio sea titular de un
número de votos muy superior al cinco por ciento del total de votos existentes en la sociedad,
circunstancia que unida a otros factores (principalmente la dispersión del resto de los votos en
muchos socios) puede atribuir a aquél el control de la sociedad. Esta conclusión tiene
importancia en el terreno teórico, porque contribuye a justificar dogmáticamente el control
minoritario cooperativo, pero debe relativizarse en la práctica, porque, dado el reducido número
de socios de las sociedades cooperativas surpabásicas españolas, con una titularidad del cinco
por ciento de los votos no hay control.

II. Incluso sería posible que el control minoritario de una sociedad cooperativa estuviera
en manos de un asociado. Efectivamente, los votos correspondientes a los asociados en la
asamblea general de la sociedad cooperativa, tanto de primer grado como de segundo o ulterior
grado, pueden alcanzar unos porcentajes lo suficientemente elevados como para que un solo
asociado pueda ejercer una influencia dominante en la sesión asamblearia y controlar a la
cooperativa.

Los riesgos de dominio de la asamblea general por los asociados tratan de cubrirse
mediante limitaciones previstas por las Leyes. Así, con diferencia de trato según la Ley que se
consulte, los asociados participan en la asamblea general con un conjunto de votos que,
sumados entre sí, no pueden representar más del veinticinco1855, del treinta1856, del treinta y

1853 Vid. J. M. GARRIDO, La distribución y el control del poder en las sociedades cotizadas y los inversores
institucionales…, págs. 68 y 69.

1854 Obsérvese como en las sociedades cotizadas --también en el resto de sociedades anónimas y en las
comanditarias por acciones; no así, necesariamente en las limiadas-- se habla de titularidad del capital social y no
de titularidad de votos, y en realidad se está diciendo la misma cosa, porque existe una proporcionalidad entre el
valor nominal de la acción y el número de votos (vid. art. 96.2 TRLSC). Sin embargo, en cooperativas la titularidad
de capital social --salvo en las posibilidades abiertas en las cooperativas de crédito, en las mixtas, en las europeas
domiciliadas en España dedicadas a las actividades financieras o de seguros, en las de segundo o ulterior grado
catalanas y para los asociados-- no se traduce en votos; el voto o es unitario o es proporcional a la actividad
cooperativizada o al número de socios.

1855Vid. arts. 28.2.d) LCValencia y 25.2.II LSCAndalucía –esta Ley denomina persona inversora a una figura con un
perfil análogo al del asociado.

1856 Vid. art. 35.2.b) LCIslas Baleares.

607
cinco1857 o del cuarenta por ciento1858 de la totalidad de los votos de los socios. La misma finalidad
es perseguida por aquella otra limitación según la cual la asamblea general no que quedará
válidamente constituida cuando el total de los votos presentes de los asociados sea superior al
de los socios1859. Pero ni una ni otra conjura completamente el control --al menos minoritario-- por
los asociados; incluso por uno solo, al ser lícita la situación en que una sociedad cooperativa
contara con un solo asociado que fuera titular del máximo de votos posibles.

Aunque las dos limitaciones –límites en la votación y límites en la constitución--, en


aquellas Leyes en las que coexistan, parecen contradictorias, no lo son porque se aplican por
órganos sociales distintos y en momentos temporales diferentes. La primera norma la aplica el
consejo rector en el mismo momento de convocar la asamblea general, o una vez convocada
pero en todo caso antes de su celebración, tomando como base la totalidad de los votos de los
socios existentes en la fecha de la convocatoria. Si el conjunto de votos de los asociados es
superior al porcentaje legalmente admitido, deberá procederse a su reducción. Al tener la
naturaleza de límite colectivo, la reducción deben sufrirla todos los asociados igualitariamente: si
el voto es unitario, su voto valdrá menos que uno pero para todos igual, y si es plural se reducirá
aplicando a todos los socios el mismo coeficiente reductor. La segunda norma se aplica por el
presidente de la asamblea general, en el momento de constitución de tal órgano cuando, por la
ausencia de algunos socios a la sesión, el total de los votos presentes o representados de los
asociados resulta que es superior al de los socios. En tales casos no quedará válidamente
constituida la asamblea general.

Parecidas prevenciones adoptan las Leyes en relación con los socios colaboradores1860.
Aunque existe un supuesto en el que puede haber control minoritario en manos de un socio
colaborador. La Ley navarra, al regular las cooperativas de trabajo asociado, permite que un
socio colaborador que sea cooperativa pueda tener voto plural con el límite de la mitad de los
votos totales1861.

III. Dentro del ámbito propio de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado son
dables situaciones en las que el control minoritario podría corresponder a un socio que no fuera
sociedad cooperativa. Respecto a esta posibilidad, hay que comenzar afirmando que en las
Leyes de sociedades cooperativas se regulan límites al número máximo de votos que pueden

1857 Vid. art. 27.1.d) LCMadrid.

1858 Vid. art. 29.2.d) LSCExtremadura.

1859 Así se prevé, por ejemplo, en el artículo 32.1.I, in fine LSCExtremadura.

1860Por ejemplo, el artículo 25.2 LCAsturias señala en su letra c) que la suma total de los derechos de voto de los
socios colaboradores en la asamblea general no podrá superar el veinticinco por ciento de los votos presentes y
representados en cada votación, y en la d) que los estatutos sociales podrán reconocer al socio colaborador el
derecho de voto, en las mismas condiciones que para los socios usuarios, incluido el voto plural si a éstos se les
reconociere, aunque siempre con el referido límite global de la cuarta parte. Si la suma de votos individuales
sobrepasara este límite global, se ponderará el voto de los socios colaboradores del modo previsto en los estatutos.
O el artículo 25.3.c) LCCastilla-La Mancha que dispone que la suma total de sus derechos de voto en la asamblea
general no podrá exceder, en ningún caso, del treinta por ciento de los votos presentes y representados en cada
votación asamblearia.

1861Su artículo 67.12 señala que “la suma de votos de los socios colaboradores que sean cooperativas podrá ser
superior a un quinto del total de los votos sociales en el órgano respectivo, sin que en ningún caso puedan llegar a
ostentar la mitad de los votos totales”.

608
ostentar el conjunto de entidades socias de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado que no sean sociedades cooperativas1862, con lo que, a primera vista, la opción legislativa
adoptada es la de evitar una excesiva concentración de poder societario en las entidades socias
no cooperativas, aunque, como se verá, no quede postergado plenamente el control de la
cooperativa. Los límites son de dos clases: uno, colectivo, y, otro, individual. El límite colectivo es
de aplicación al conjunto de las entidades socias no cooperativas, de manera que la suma de los
votos de todas ellas no podrá superar los máximo permitidos por las Leyes --lo que también
implica, naturalmente, que si solo hay una socia no cooperativa en la de segundo grado, sus
solos votos podrán llegar hasta los porcentajes máximos permitidos--. El límite colectivo es tan
elevado, que dentro de él se pueden albergar sin inconvenientes situaciones de control de la
cooperativa suprabásica por estos socios de naturaleza no cooperativa; a saber: el veinte por
ciento1863, el veinticinco por ciento1864, el treinta por ciento1865, el cuarenta por ciento1866, el
cuarenta y nueve por ciento1867, menos del cincuenta por ciento1868 o el cincuenta por ciento1869;

1862Lógicamente, no se regulan límites al voto de las entidades socias no cooperativas en aquellas Leyes en las que
las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado solo pueden tener como socios de base a sociedades
cooperativas (vid. arts. 42.2 y 141.1 LCIslas Baleares).

Debe ponerse de manifiesto también que al no regular límites, resultan beneficiadas las sociedades agrarias de
transformación que junto a las sociedades cooperativas son los otros socios de base con que excepcionalmente
pueden contar en ciertos casos las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado (art. 141.3 LCIslas
Baleares).

1863 Vid. art. 35.4 LCCastilla y León.

1864 Vid. art. 130.6.III LCGalicia.

1865Para la Ley madrileña en ningún caso el conjunto de los socios de carácter no cooperativo podrá ostentar más
del treinta por ciento del total de los votos existentes en la cooperativa de segundo o ulterior grado, pudiendo los
estatutos establecer un límite inferior (art. 124.1.I).

1866Los artículos 26.6 LCEstado; 101.1.II LCValencia y 44.6.II LSCMurcia señalan que en todo caso, el número de
votos de las entidades que no sean sociedades cooperativas no podrá alcanzar el cuarenta por ciento de los votos
sociales. La Ley estatal permite que los estatutos establezcan un límite inferior.

El mismo guarismo aunque con diferente fórmula es recogido por el artículo 81.1.III LCNavarra: “los votos de los
socios que no sean sociedades cooperativas no podrán superar [luego sí alcanzar] el 40 por 100 del total de los
votos existentes en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, pudiendo los estatutos establecer un límite
inferior”.

1867 La Ley castellano-manchega señala que en ningún caso el conjunto de estos socios de carácter no cooperativo
podrá ostentar más del cuarenta y nueve por ciento del total de los votos existentes en la cooperativa de segundo o
ulterior grado; los estatutos podrán establecer un límite inferior (art. 155.1).

1868Por claridad expositiva se expresa este límite en porcentaje, pero las Leyes lo regulan de forma directa: la
mayoría de los votos ha de corresponder a las sociedades cooperativas socias de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado. Y como mayoría es más del 50% [no necesariamente el 51% sino cualquier porcentaje
superior al 50], minoría será menos del 50%, que es lo que puede corresponder al conjunto de entidades socias no
cooperativas.

En las Leyes catalana (arts. 34.4 y 122) y aragonesa [art. 90.a)] las cooperativas deberán ostentar la mayoría de los
votos sociales.

Algunas Leyes no aplican el límite de votos de las entidades socias no cooperativas a las sociedades agrarias de
transformación, declarando que las cooperativas o sociedades agrarias de transformación deberán ostentar la
mayoría de los votos sociales (arts. 32.2 LCAragón),

609
incluso hay Leyes que no regulan ningún límite1870. En determinadas Leyes, junto al
correspondiente límite colectivo se regula un límite individual, conforme al cual el número de
votos de una entidad que no sea sociedad cooperativa no podrá ser superior a un tercio de los
votos sociales1871, lo que permite albergar situaciones de control minoritario, al igual que sucede
con el límite colectivo.

Debe tenerse en cuenta que el límite de carácter colectivo prohíbe que los socios
personas jurídicas no cooperativas superen o alcancen un determinado porcentaje de votos. En
la mayoría de las Leyes este porcentaje se aplica sobre el total de votos sociales o votos

En la Ley andaluza también la mayoría de los votos ha de corresponder a las sociedades cooperativas socias de la
cooperativa de segundo o ulterior grado (art. 108.2.II). El límite colectivo al voto no cooperativo en la cooperación de
segundo grado andaluza no ha variado sustancialmente en la Ley de 2011 respecto de la, hoy derogada, de 1999.

Bajo la Ley de 1999, en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado andaluzas los socios de base solo
pueden ser sociedades cooperativas [excepto en un caso muy singular que confirma la regla: en las cooperativas de
segundo o ulterior grado, formadas por cooperativas agrarias, podrán también ser socios, sin superar el veinticinco
por ciento del total de socios, las sociedades agrarias de transformación integradas únicamente por titulares de
algún derecho que lleve aparejado el uso o disfrute de explotaciones agrarias y/o por trabajadores agrícolas] (art.
158.1). Podía pensarse, y de hecho así fue, que no era necesario fijar ningún límite al voto de entidades socias no
cooperativas porque no existían. Por eso la Ley de 1999 no lo regulaba al abordar el régimen jurídico de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado.

Ahora bien, la función de colaboración económica e integración empresarial exógena --entre sociedades
cooperativas y otro tipo de sociedades-- era cumplida en Andalucía por la sociedad cooperativa de integración. de la
que pueden ser socios tanto cooperativas cuanto otras entidades o personas jurídicas, públicas o privadas (art.
159.1 Ley 1999), y aquí sí se establecía un límite por la Ley: la mayoría de socios y de votos en su conjunto ha de
corresponder a las sociedades cooperativas siempre que el número de integrantes de la sociedad cooperativa de
integración lo permita, conforme a lo previsto en el artículo 9 y en el apartado 2 del artículo 52 de la Ley.

Con la Ley de 2011 la aludida función de colaboración económica e integración empresarial exógena se articula a
través de las cooperativas de segundo o ulterior grado calificadas por la Ley como “heterogéneas” --las integradas,
además de por sociedades cooperativas, por personas susceptibles de ser socias-- [art. 108.2.I.b)], y en ellas, la
mayoría de los votos sociales deben corresponder a las sociedades cooperativas (art. 108.2.II).

1869Para las Leyes vasca (art. 129.1.I) extremeña (art. 158.1.I) y asturiana (art. 130.1) el conjunto de las entidades
de naturaleza no cooperativa no podrá ostentar más de la mitad del total de los votos existentes en la cooperativa de
segundo o ulterior grado, pudiendo los estatutos establecer un límite inferior.

1870 No se ha encontrado ningún límite al número máximo de votos que pueden corresponder a entidades de
naturaleza no cooperativa en la asamblea general de una cooperativa de segundo o ulterior grado en la Ley riojana
(vid. arts. 41.5 y 130).

1871Las Leyes vasca, extremeña, madrileña y asturiana prevén que el número de votos de una entidad que no sea
sociedad cooperativa no podrá ser superior a un tercio de los votos sociales, salvo que hubiese menos de cuatro
socios (vid. arts. 131.1 LCPaís Vasco, 160.1 LSCExtremadura; 126.1 LCMadrid y 131.1 LCAsturias). La Ley navarra
regula el mismo límite pero sin establecer salvedad alguna (vid. art. 81.2.V).

La Ley asturiana, además de la norma apuntada --la contenido en el artículo 131.1-- tiene otra que trata de cumplir
la misma función --limitar individualmente el voto proporcional en la cooperativa de grado superior-- y que,
aparentemente, se acumula a aquélla: en ningún caso un solo socio podrá ostentar más de un tercio de los votos
totales, salvo que la cooperativa solo tenga tres socios, o dos socios en las cooperativas de segundo grado (art.
52.2.II). La acumulación es solo aparente: comoquiera que cuando una cooperativa de segundo grado asturiana
tenga dos socios, estos han de ser cooperativas (art. 9) no existiendo socios que no sean cooperativas, el límite del
artículo 131.1 no podrá ser aplicado.

610
existentes en la sociedad cooperativa1872 y no sobre los votos concurrentes a la sesión de la
asamblea general1873, lo que aumenta la dosis de poder societario de las entidades no
cooperativas de manera proporcional a las inasistencias a la sesión de la asamblea.

Por otra parte, el hecho de que la prohibición se refiera a votos no significa que si con el
ingreso como nuevo socio de una persona jurídica no cooperativa el grupo de estas superara el
porcentaje de votos permitido, se vede el ingreso de la nueva socia, sino que una vez adquirida
la condición de socio se impediría que los votos de todas ellas pudieran superar el límite
colectivo.

La aplicación de ambos límites, el colectivo y el individual, es competencia del consejo


rector de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, al tratarse de una materia de pura
gestión. El momento en el que deben aplicarse los límites es el del cálculo por el consejo rector
del número de votos que corresponde a cada socio1874: si resulta que, sumados los votos
atribuidos a los socios no cooperativas, se supera cualquiera de los límites, el consejo rector
debe reducir, en la medida necesaria y con los mismos criterios establecidos para su cálculo, el
voto de cada una de las entidades socios no cooperativas.

Puede darse el caso de que deban aplicarse ambos límites 1875, porque el conjunto de las
entidades no cooperativas superen el límite colectivo de los votos sociales y porque una o varias
de éstas sean titulares de un número de votos superior a un tercio. La determinación del orden
en que debe aplicar el consejo rector ambos límites no es una cuestión baladí, pues, con
carácter general, puede afirmarse que si se aplica primero el límite colectivo se beneficia a las
entidades afectadas por el individual, dado que con aquél deben reducirse los votos de todas las
entidades socias no cooperativas; sucediendo lo contrario si se aplica el límite individual en
primer lugar, pues aquí la reducción de votos solo afecta a las entidades que superan el tercio de
votos totales, quienes además sufrirán después la reducción derivada del límite general si aún
fuera necesario aplicarla. La solución a este dilema se obtiene por interpretación lógica de las
normas reguladoras de la materia: debe aplicarse primero el límite individual porque si se
procediese al revés, aplicando en primer lugar el límite colectivo, podría suceder que ajustada la
reducción de los votos, aún alguno de los socios no cooperativas superara el tercio --límite
individual--, debiendo reducir sus votos y por consecuencia los del grupo social no cooperativo
ya incluso más allá de las exigencias legales (o estatutarias).

Si en la sociedad cooperativa suprabásica hubiere menos de cuatro socios, el límite


individual --número de votos no superior a un tercio de los votos sociales-- no es aplicable1876. En
esta situación, la sociedad cooperativa suprabásica tiene como socios dos sociedades

1872Así puede leerse, por ejemplo, en los artículos 26.6 LCEstado; 129.1.I LCPaís Vasco; 158.1.I LSCExtremadura;
90.a) LCAragón; 124.1.I LCMadrid; 35.4 LCCastilla y León; 34.4 y 122 LCCataluña; 101.1.II LCValencia; 44.6.II
LSCMurcia; 8 1.1.V LCNavarra; 130.1 LCAsturias; 155.1 LCCastilla-La Mancha y 108.2.II LSCAndalucía.

1873Son excepción las Leyes que, como la gallega en su artículo 130.6.III, señalan como base de cálculo los votos
presentes y representados en la asamblea general.

1874Salvo en la Ley gallega, donde el límite se aplica en la sesión de la asamblea general, dado que este es el
veinticinco por ciento de los votos presentes y representados (art. 130.6.III).

Lo que solo sucederá en las cooperativas suprabásicas reguladas por las Leyes vasca, extremeña, madrileña,
1875

navarra y asturiana, únicas en las que conviven ambos límites.

1876 Vid. arts. 131.1 LCPaís Vasco, 160.1 LSCExtremadura; 126.1 LCMadrid y 131.1 LCAsturias.

611
cooperativas y una entidad no cooperativa. En tales casos, la entidad no cooperativa podrá
ostentar la totalidad de los votos del límite colectivo, ya que a pesar de no ser aplicable el límite
individual sí será aplicable aquél. Por el contrario, esta norma no se refiere al caso de que solo
hubiera dos cooperativas socias, porque a ellas no se les aplica el límite colectivo previsto para
el voto de las entidades no cooperativas; ni al supuesto de que hubiera dos cooperativas socias
y socios de trabajo por la misma razón anterior.

El límite colectivo de votos máximos totales de las entidades no cooperativas no debe


aplicarse cuando en la sociedad cooperativa suprabásica solo quede una cooperativa socia, a
pesar de que la Ley no lo disponga así expresamente. Esta situación es posible interinamente
porque aunque el número mínimo de socios de una cooperativa de segundo o ulterior grado que
exige la Ley es, comúnmente, de dos cooperativas1877, solo es causa de disolución la reducción
por debajo de este número mantenida durante un año ininterrumpido 1878, de manera que durante
este año la sociedad cooperativa sigue en funcionamiento y también sus órganos sociales1879.
Pues bien, en los casos en los que la cooperativa suprabásica tenga solo una cooperativa socio
y el resto de los socios no sean cooperativas, limitar los votos sociales que corresponden a estos
últimos supone atribuir un poder de veto a la cooperativa socio, puesto que ella sola tendría más
de la mitad de los votos sociales --en todas las Leyes con independencia del porcentaje que
cada una regule-- sea cual sea su actividad cooperativizada o su número de socios; de esta
forma, únicamente se aprobarían los acuerdos que ella votara a favor, bastando con su voto en
contra para que no prosperara ninguno. Y si la sociedad cooperativa suprabásica no cuenta con
ningún socio que sea cooperativa --situación también transitoria por las mismas razones
anteriores--, el límite colectivo pierde su razón de ser --que era restringir el poder de las
entidades no cooperativas en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado--, puesto que
todos los votos corresponden a este tipo de entidades1880. Y, en fin, en la anómala situación en la
que el número de socios de la sociedad cooperativa suprabásica se haya reducido de tal forma
que solo exista un socio persona jurídica no cooperativa --situación que, como se ha expuesto,
puede durar un año-- no cabe hablar de límites al voto del socio persona jurídica no cooperativa,
porque este socio tendrá todos los votos1881.
1877Así, por ejemplo, regulan este número mínimo, entre otras las Leyes estatal (art. 77,1,I), vasca (art. 19.1.III),
extremeña (art. 8), aragonesa (art. 16.3), castellano-leonesa (art. 125), murciana (art. 10.2) y navarra (arts. 20.1.II y
81.1), Leyes que precisamente prevén también límites al voto de las entidades no cooperativas socias de una
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado.

1878 Esta causa de disolución es regulada, entre otras, en las Leyes estatal [art. 70,1,d)], vasca (art. 87.5), extremeña
[art. 96.d)], aragonesa [art. 67.1.d)], castellano-leonesa [art. 90.1.d)] y navarra [art. 60.1.d)], que como en el caso
anterior también dispone límites al voto no cooperativo en las cooperativas de grado superior.

1879 Esta anómala situación en la que una cooperativa cuenta con un solo socio es necesariamente interina. En este
sentido la Resolución DGRN de 21 de junio de 1990 (Ar RJ 1990\5366) --que admitió, revisando la doctrina
mantenida hasta ese momento por la propia Dirección General, la unipersonalidad de la sociedad anónima-- parte
de que no caben las cooperativas unipersonales porque la reducción de la pluralidad de socios por debajo del
mínimo legal es causa de disolución, según el art. 103.6º LGC de 1987, entonces vigente. Esta idea, para las
cooperativas de segundo grado, fue anticipada por F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 1º…,
artículo 7, pág. 180. Un análisis de la mencionada resolución puede consultarse en L. MARÍN HITA, La limitación de
la responsabilidad del empresario individual. La sociedad unipersonal…, págs. 129 a 146.

1880 Salvo que existieran socios de trabajo.

1881Como se ha afirmado más arriba, la RDGRN de 21 de junio de 1990 (Ar RJ 1990\5366) al tratar la
unipersonalidad de la sociedades anónimas considera que las cooperativas, en función de la estructura del tipo, no
puede ser sociedades unipersonales.

612
3.3.7.4.2.3. Control mayoritario.

I. La cuestión en lo que al control mayoritario se refiere es diferente: en la legislación


cooperativa española se advierte como línea común directriz la exclusión de las situaciones de
control mayoritario, salvo interesantes excepciones, que no hacen otra cosa que confirmar la
idea inicialmente expuesta de prevención normativa en esta materia.

El control mayoritario se produce en las cooperativas, como en el resto de sociedades,


cuando un socio tenga la mayoría de los votos de la sociedad. Y esta situación de control
mayoritario se regula en muy pocas Leyes españolas

II. Excepcionalmente, en las sociedades cooperativas de primer grado, se han


observado tres casos en los que la Ley admite el control mayoritario.

El primero se encuentra en la Ley de cooperativas del País Vasco. Su artículo 35.2 al


regular el voto plural en las cooperativas de primer grado únicamente limita el número de votos
del socio que no sea cooperativa --que no podrá ser superior al tercio de los votos totales de la
cooperativa--, pero no señala límites de ninguna naturaleza al número máximo de votos que
pueden emitir un socio que sea cooperativa, de manera que sería lícito el control mayoritario de
una cooperativa primaria por otra cooperativa socia. El segundo, regulado en la Ley de
sociedades cooperativas especiales de Extremadura, tiene alcance general, es decir, referido a
cualquier socio de cualquier clase de cooperativas --excepto las de crédito y seguro--. Según se
deduce de su artículo 8.3, en la asamblea general el voto del socio, que es plural por ministerio
de la Ley, carece de límites máximos1882. Y el tercero está previsto en la Ley de cooperativas de
Galicia para las personas socias trabajadoras de las cooperativas mixtas de trabajo asociado
reguladas por la disposición adicional quinta, añadida por la Ley 14/2011, de 16 de diciembre,
respecto de las que regula una garantía colectiva de mínimos --tienen asegurado un tercio de los
votos sociales-- pero no límites máximos, ni colectivos ni individuales, a los votos que pueden
ostentar --límites que aparecen expresamente excluidos por el apartado 2 de la mencionada
disposición adicional--, de esta forma sería posible el control mayoritario de una cooperativa
mixta de trabajo asociado por un socio trabajador.

Junto a los anteriores se puede dar un supuesto especial en el que un solo socio llegue
a ostentar la mayoría de los derechos de votos. Se trata de las sociedades cooperativas mixtas,
aquéllas en las que, con independencia de su clase, existen socios cuyo derecho de voto en la
asamblea general se podrá determinar, de modo exclusivo o preferente, en función del capital
aportado, y junto a ellos existen socios cooperativistas. Como se ha explicado anteriormente1883,
las posiciones jurídicas de socio cooperativista y socio titular de partes sociales con voto son
acumulables, lo que puede determinar que una única persona pueda ser socio cooperativista --
con sus correspondientes votos-- y titular del máximo número de votos correspondientes a las
partes sociales con voto --el cuarenta y nueve por ciento de los votos--, de forma que sumados
éstos al voto unitario o votos plurales que le correspondan como cooperativista, le colocarían en
la posición de socio de control.

1882Acerca del fundamento cooperativo de esta norma vid. L. MARÍN HITA y M. A. SANTOS DOMÍNGUEZ, “Las
sociedades cooperativas especiales de Extremadura”..., págs. 68 y 69.

1883 Vid. supra apartado 3.2.2.3. del capítulo segundo de la segunda parte.

613
III. También es infrecuente, aunque más extendida, la admisión del control mayoritario
en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado. Existe en diez Leyes: la vasca, la
extremeña, la aragonesa, la castellano-leonesa, la madrileña, la navarra, la asturiana, la
castellano-manchega, la andaluza1884 y, junto a ellas, la Ley de sociedades cooperativas
especiales de Extremadura.

1884Por su interés se reproduce el contenido de las normas que, con uno u otro alcance, permiten sostener la licitud
de la situación en la que un solo socio de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado puede ostentar la
mayoría de votos en la asamblea general:

“La Asamblea General estará formada por un número de representantes de los socios personas jurídicas
proporcional al derecho de voto de cada entidad socia, pudiendo fijarse en los Estatutos Sociales límites máximos y
mínimos, y, en su caso, por los representantes de los socios de trabajo. A su vez, el derecho de voto de las
entidades será proporcional a la participación en la actividad cooperativa o al número de socios. El número de votos
de una entidad que no sea sociedad cooperativa no podrá ser superior a un tercio de los votos sociales, salvo que
hubiese menos de cuatro socios” (art. 131.1 LCPaís Vasco).

“La Asamblea General estará formada por un representante de cada uno de los socios personas jurídicas y, en su
caso, por un representante de los socios de trabajo. El derecho de voto del representante de las personas jurídicas
será proporcional a la participación de las mismas en la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado y/o a su número de socios. El derecho de voto del representante de los socios de trabajo
será proporcional a la participación de los mismos en la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado o al número de socios de trabajo de la misma. El número de votos de una persona jurídica
que no sea sociedad cooperativa no podrá ser superior a un tercio de los votos sociales, salvo que hubiese menos
de cuatro socios” (art. 160.1 LSCExtremadura).

“En las de segundo o ulterior grado, los Estatutos podrán establecer el sistema de voto múltiple, proporcional al
número de socios de cada cooperativa o en función de la participación de la cooperativa de primer grado en las
actividades de la de grado superior, estableciendo las reglas para medir esta participación” (art. 32.2 LCAragón).
Aunque parece que el voto múltiple está reservado solo a las cooperativas socias de una de segundo o ulterior
grado, debe tenerse en cuenta que en la Ley aragonesa las cooperativas de segundo o ulterior grado si bien han de
estar compuestas por dos o más cooperativas de base, también podrán ser admitidas como socios las sociedades
agrarias de transformación y cualesquiera otras entidades de naturaleza pública o privada, si así lo prevén sus
Estatutos [vid. art. 90.a)]. El propio artículo 90.b) dispone que el derecho de voto se regirá por lo previsto en el
artículo 32.2 --voto múltiple-- y que los Estatutos regularán la forma de representación de cada entidad asociada, ya
sea con un solo representante o con tantos como votos ostente (la cursiva es nuestra), de manera que todas la
entidades socias de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado --y no solo las que sean cooperativas--
tienen, si los estatutos lo regulan, voto múltiple. Y en este contexto sí tiene sentido la siguiente norma contenida
también en la Ley aragonesa: “Las Cooperativas o Sociedades Agrarias de Transformación deberán ostentar la
mayoría de los votos sociales, pudiendo los Estatutos establecer un mínimo superior” [art. 90.a) LCAragón].

“En las cooperativas de segundo grado, si lo prevén los Estatutos, el voto de los socios podrá ser proporcional a su
participación en la actividad cooperativizada de la sociedad, y/o al número de socios que integran la cooperativa
asociada, en cuyo supuesto los Estatutos deberán fijar con claridad los criterios de la proporcionalidad del voto. En
todo caso, el número de votos de las entidades, que no sean sociedades cooperativas, no podrá ser superior al 20
por 100 de los votos sociales” (art. 35.4 LCCastilla y León), norma que en lo tocante al límite del número de votos
máximos que puede corresponder a las entidades socias no cooperativas es reiterada en la que señala que “los
socios que no tengan el carácter de cooperativa… en su número de votos sociales no superará (sic) el 20 por 100
del total de votos” (art. 125.1. in fine LCCastilla y León).

“En las de segundo o ulterior grado, cada una de las entidades socias podrá, si así lo prevén los Estatutos, ejercer
un número de votos proporcional al de socios activos que agrupa o a la actividad realizada en la Sociedad de grado
superior. No obstante, ningún socio podrá ostentar más de un tercio de los votos totales, ni el conjunto de los votos
ponderados ser superior al total de votos igualitarios, salvo que los Estatutos modifiquen este último límite. El límite
del tercio de votos se ampliará hasta el cuarenta y nueve por ciento de los votos totales en las cooperativas de
segundo grado con menos de cuatro socios, este límite no será de aplicación en las de dos socios” (art. 35.1.II
LCMadrid).

614
Esta última admite sin límites el control mayoritario también en las cooperativas
especiales suprabásicas, según se desprende de su artículo 8.3. En las nueve restantes, su
régimen jurídico no es unitario ni en las situaciones de control, ni en la técnica jurídica utilizada.
Sin embargo sí lo es en la naturaleza de los socios de control.

En la Ley vasca, en la extremeña, en la aragonesa, en la castellano-leonesa y en la


navarra la situación de control es o puede ser general, admisible en cualquier sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado, y estructural, mantenida permanentemente en la
sociedad cooperativa mientras un socio tenga la mayoría de los votos sociales; por el contrario,
en Las leyes madrileña, asturiana, castellano-manchega y andaluza es especial, solo se da en
las cooperativas de segundo o ulterior grado1885 con dos socios y coyuntural, desapareciendo

“La Asamblea General estará constituida por un representante de cada uno de los socios personas jurídicas y, en su
caso, por un representante de los socios de trabajo....El derecho de voto del representante de las personas jurídicas
será proporcional a la participación de las mismas en la actividad cooperativizada de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado. Con el límite previsto en el artículo 21.3 de esta Ley Foral el derecho de voto del
representante de los socios de trabajo será proporcional a la participación de los mismos en la actividad
cooperativizada de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado. El número de votos de una entidad que no
sea sociedad cooperativa no podrá ser superior a un tercio de los votos sociales (art. 81.2 LCNavarra).

“En las cooperativas de segundo grado, los estatutos pueden establecer el voto de los socios proporcional a su
participación en la actividad cooperativizada de la sociedad, o al número de activos que integran la cooperativa
asociada, tal como establece el artículo 131.1 sobre cooperativas de segundo grado. No obstante lo previsto en los
párrafos anteriores, en ningún caso un sólo socio podrá ostentar más de un tercio de los votos totales, salvo que la
cooperativa sólo tenga tres socios, o dos socios en las cooperativas de segundo grado” (art. 50.2.II y III LCAsturias).
Y añade que “…el número de votos de una entidad que no sea sociedad cooperativa no podrá ser superior a un
tercio de los votos sociales, salvo que hubiese menos de cuatro socios” (art. 131.1) LCAsturias).

“En las cooperativas de segundo o ulterior grado, los estatutos pueden establecer que el voto de los socios se
pondere en atención a su participación en la actividad cooperativizada de la sociedad, o, en caso de que el socio
sea una cooperativa, en atención al número de socios que integre, o al número de activos que integran la
cooperativa asociada…”[art. 49.2.d) LCCastilla-La Mancha]; y añade que “en el caso de las cooperativas de
segundo o ulterior grado, el límite máximo del tercio de votos por socio se ampliará hasta el cuarenta y nueve por
ciento de los votos totales en aquellas cooperativas con menos de cuatro socios y no será de aplicación en las
cooperativas de sólo dos socios” (art. 49.4.II LCCastilla-La Mancha); y concluye señalando que “en ningún caso el
conjunto de estos socios de carácter no cooperativo podrá ostentar más del cuarenta y nueve por ciento del total de
los votos existentes en la cooperativa de segundo o ulterior grado; los estatutos podrán establecer un límite inferior”
(art. 155.1 LCCastilla-La Mancha).

“En las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, los estatutos podrán establecer el sistema de voto
plural en función del grado de participación de cada socio o socia en la actividad cooperativizada, o del número de
socios y socias de cada persona jurídica integrada en la estructura asociativa, sin que, en ningún caso, una persona
socia pueda disponer de más del cincuenta por ciento de los votos sociales o del setenta y cinco por ciento en el
caso de que estén formadas únicamente por dos sociedades cooperativas” (art. 31.2 LSCAndalucía), y añade que
“…la mayoría de los votos sociales deben corresponder a las sociedades cooperativas” (art.108.2.II LSCAndalucía).

1885En las Leyes madrileña y asturiana se aprecia una omisión que no debe tener la consecuencia jurídica que se
derivaría de una interpretación literal de la norma. A la hora de regular los límites al voto múltiple solo se alude a las
cooperativas de segundo grado y se omite toda referencia a las de ulterior grado [en la madrileña su artículo 35.1.II
dice que “el límite del tercio de votos se ampliará hasta el cuarenta y nueve por ciento de los votos totales en las
cooperativas de segundo grado con menos de cuatro socios, y no será de aplicación en las de dos socios”, y en la
asturiana toda la regulación del voto plural del artículo 50.2 va referido a la cooperativa de segundo grado sin
mencionar a la de ulterior grado]. Dado que la naturaleza jurídica de la cooperativa de segundo grado y la de ulterior
grado es la misma y que el régimen jurídico de ambas es idéntico --la única diferencia radica en que la de ulterior
tiene cono entidad socia a una cooperativa que ya es de segundo grado-- el tratamiento normativo de los límites al
voto múltiple debe ser el mismo.

615
cuando la cooperativa pase de dos a tres o más socios aunque uno pudiera obtener la mayoría
de votos1886. La técnica seguida en las cinco primeras Leyes es implícita, no afirman la
posibilidad de que un socio pueda obtener la mayoría de los votos, simplemente guardan silencio
sobre los límites al voto plural que, por tanto, carece de ellos; y en las cuatro últimas, es expresa,
indican que el límite al voto plural no será de aplicación en las [cooperativas] de dos socios.

Los socios de control en todas las Leyes analizadas solo pueden ser entidades socias
de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado que sean, a su vez, sociedades
cooperativas. En las Leyes vasca, extremeña y navarra, el número de votos atribuible a una
entidad socia cooperativa no tiene límites; sí los tiene, en cambio el número de votos de una
persona jurídica que no sea sociedad cooperativa. Estos límites son individuales --el número de
votos de una persona jurídica que no sea cooperativa no podrá ser superior a un tercio de los
votos totales-- y colectivos --el conjunto de las entidades socias no cooperativas no podrá
ostentar más de la mitad, en las Leyes vasca (art. 129.1.I) y extremeña (art. 158.1.I) 1887, o más
de 40 por 100, en la navarra (art. 81.1.III), del total de los votos existentes en la cooperativa de
segundo o ulterior grado, pudiendo los estatutos fijar límites inferiores--. Por excepción, en las
dos primeras Leyes no hay límites individuales al voto de las entidades no cooperativas cuando
en la cooperativa suprabásica haya tres socios [la norma vasca y la extremeña señalan que el
número de votos de una persona jurídica que no sea cooperativa no podrá ser superior a un
tercio de los votos totales, salvo que hubiese menos de cuatro socios (arts. 131.1 LCPaís Vasco
y 160.1 LSCExtremadura)]. En la castellano-leonesa tampoco tienen límites los votos que
pueden corresponder a una entidad socia que sea cooperativa, pero sí cuando no lo sea,
señalando un límite colectivo del veinte por ciento del total de votos. En la aragonesa, las
cooperativas o las sociedades agrarias de transformación deberán ostentar la mayoría de los

1886La situación de control mayoritario en la Ley madrileña se ha caracterizado como especial y coyuntural porque
así se deduce del artículo 35.1.II que se ha trascrito literalmente. Sin embargo, la claridad de esta interpretación es
enturbiada por el artículo 126.1 al señalar que “el derecho de voto de las entidades será proporcional a la
participación en la actividad cooperativizada o al número de socios activos de las mismas” (la cursiva es nuestra),
dando la apariencia de que el voto plural está impuesto por la Ley sin margen para la regulación del voto por
cabezas o unitario en los estatutos sociales. Si ésta fuera la interpretación prevalente el control mayoritario de la
cooperativa por un solo socio tendría carácter general y estructural también en la Ley madrileña.

Otro tanto sucede con la técnica legislativa utilizada en la Ley asturiana. Señala su artículo 50.2.II que “en las
cooperativas de segundo grado, los estatutos pueden establecer el voto de los socios proporcional a su participación
en la actividad cooperativizada de la sociedad, o al número de activos que integran la cooperativa asociada, tal
como establece el artículo 131.1 sobre cooperativas de segundo grado”, y, contradictoriamente puede leerse, en
tono imperativo, en su artículo 131 que “el derecho de voto de las entidades será proporcional a la participación en
la actividad cooperativa o al número de socios”.

1887 Por esta razón es errónea la interpretación que, de la Ley extremeña de sociedades cooperativas de 1998,
realiza J. I. RUIZ PERIS, “Grupos por subordinación integrados por entidades de economía social”..., pág. 187, al
afirmar que el artículo 160.1 de la Ley tiene una “desafortunada claridad” pues “nada impide que el número de votos
que pueda ejercer [una ] entidad no cooperativa exceda del 50 por 100 y que se establezca una relación de control
exclusivo”. Esto no es así porque, como se ha visto, existe un impedimento clave: el artículo 158.1 prohíbe que el
conjunto de entidades no cooperativas puedan ostentar más de la mitad del total de votos existentes en la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado, pudiendo los estatutos establecer un límite inferior.

Solo la ausencia de las cooperativas de base a una sesión concreta de la asamblea podría ocasionar que esa
sesión la controlara una entidad no cooperativa, pero esta circunstancia es coyuntural y no estructural, es decir no
está diseñada por la Ley como técnica integrante de la estructura y funcionamiento de la asamblea general de la
sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado. Además, no puede decirse que en ese caso --ausencia de una
cooperativa a la sesión asamblearia-- se haya establecido un grupo de cooperativas por subordinación porque tal
situación no es estable.

616
votos sociales, pudiendo los Estatutos establecer un mínimo superior. Y en las Leyes madrileña,
asturiana, castellano-manchega y andaluza como la situación de control mayoritario solo se da
cuando la cooperativa suprabásica tenga dos socios, y estos dos socios solo pueden ser
cooperativas [dado que las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado han de estar
integradas al menos por dos cooperativas (arts. 8.II LCMadrid; 9 LCAsturias; 11.2 LCCastilla La
Mancha y 10 LSCAndalucía )], necesariamente el socio de control será una cooperativa [con
muy buena técnica esta situación está expresamente contemplada en el artículo 31.2
LSCAndalucía).

La reserva con que es tratado el poder societario de las entidades socias no


cooperativas tiene su origen en la apertura de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado a socios de naturaleza no cooperativa y su justificación en la relación mutualista. El origen
de esta cautela se encuentra en la expansión de la base social de las sociedades cooperativas
de segundo o ulterior grado. Inicialmente estaban integradas solo por sociedades cooperativas, y
se decía que las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado eran cooperativas de
cooperativas1888, a lo sumo se admitían como socios a las sociedades agrarias de

1888 Esta endogamia cooperativa arranca de la Ley de sindicatos agrícolas de 28 de enero de 1906 que junto al
sindicato agrícola consistente en la asociación, sociedad, comunidad o cámara agrícola constituida para la
realización de fines comunes a sus socios (art. 1) --que podría denominarse, utilizando una terminología actual,
sindicato de primer grado--, “considera también sindicato a la unión formada por asociaciones agrícolas para fines
comunes” (art. 1 in fine) --lo que sería una suerte de sindicato de segundo grado, cuyos únicos miembros solo
pueden ser asociaciones agrícolas--.

El círculo cooperativo cerrado se mantiene en la legislación cooperativa republicana y franquista, concretado en una
figura propia del movimiento cooperativo: la unión de cooperativas. La unión viene a ser una agrupación de
sociedades cooperativas creada para la defensa y promoción de los intereses de aquéllas. Si bien actualmente tiene
la naturaleza de asociación empresarial, singularizada por la naturaleza cooperativa de sus miembros [lo que
determina que su régimen jurídico no sea el contenido en la Ley 19/1977, de 1 de abril, vigente en lo que se refiere a
las asociaciones empresariales --y profesionales-- a tenor de la disposición derogatoria de la Ley Orgánica 11/1985,
de 2 de agosto, de libertad sindical, sino el regulado en la legislación cooperativa], en sus inicios ofrecía el perfil
difuso de una organización que a la vez representaba a las cooperativas --asociación-- y desarrolla actividades
económicas para satisfacer necesidades de las propias cooperativas --cooperativa de cooperativas--.

Así, el artículo 37 del Decreto de 4 de julio de 1931, determinado lo que ha de entenderse por cooperativas y fijando
sus condiciones legales, declarado Ley de la República por el artículo único de la Ley de 9 de septiembre de 1931,
señala que las cooperativas podrán constituir uniones o federaciones para defender sus intereses comunes y para la
mejor realización de sus propios fines, cerrando el paso al ingreso en las uniones de entidades no cooperativas,
excepto a los sindicatos agrícolas y las cajas rurales, ya constituidos, [“que podrán, aun sin esta modificación --se
refiere a las modificaciones que las entidades no cooperativa preexistentes deben introducir en sus estatutos para
acogerse a la forma cooperativa y a los beneficios del Decreto--, formar parte de las uniones (y conciertos) de
cooperativas profesionales agrícolas, y las de crédito y seguro, si los Estatutos de Unión (o el concierto) lo
consienten”] (párrafo segundo de las disposiciones generales y transitorias).

En la Ley de 2 de enero de 1942, de cooperación, las uniones también tienen un carácter mixto de asociación
empresarial --que representa y defiende los intereses del sector cooperativo-- y de cooperativa --que realiza
actividades económicas para la satisfacción de las necesidades de sus miembros--. Las uniones de cooperativas
formadas a través de la Obra Sindical de Cooperación con arreglo a criterios de actividad (art. 46º), la uniones
territoriales, en exacta correspondencia con las anteriores (arts. 47º y 49ª) y las uniones nacionales (art. 48º) tenían
como funciones las de promover, dirigir [que, en nuestro ordenamiento jurídico, son propias de asociaciones
empresariales] y, en su caso, desempeñar las actividades cooperativas en las ramas respectivas [objeto social de
una cooperativa]. Esta naturaleza mixta unida al control político al que estaban sometidas las cooperativas a través
de la organización sindical, se corrobora en el artículo quincuagésimo octavo, a cuyo tenor “la gestión comercial
corresponde exclusivamente a las cooperativas y a las uniones de cooperativas y en ningún caso su dependencia
de, con respecto a la organización sindical, supondrá injerencia de ésta en la gestión técnica y económica de
aquélla.”

617
transformación1889. Dada la idéntica condición de los socios no había situaciones desiguales que
tratar de forma desigual en sede de derecho de voto. Con la Ley 4/1993, de 24 de junio, de
Cooperativas del País Vasco se inició un proceso de apertura hacia otro tipo de personas
jurídicas --que ha sido continuado por la generalidad de las Leyes estatal y autonómicas--,
admitiéndose como socios de una sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, además de
a las sociedades cooperativas de grado inferior --y a los socios de trabajo-- a cualesquiera otras
personas jurídicas, de naturaleza pública o privada1890 y en algunas Leyes a empresarios

La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado como cooperativa de cooperativas, y por tanto solo como
empresario social, aparece nítidamente dibujada en el artículo 50.1º de la Ley 52/1974, de 19 de diciembre, general
de cooperativas, separada de la unión de cooperativas, regulada en el artículo 54 como estructura básica de
organización del movimiento cooperativo. Esta regulación bifronte es la que se contiene en la Ley 3/1987, de 2 abril,
general de cooperativas que regula separadamente las cooperativas de segundo y ulterior grado (art. 148) y el
asociacionismo cooperativo (art. 158 a 161) y es la que se mantiene tanto en la vigente Ley de cooperativas estatal
de 1999, cuanto en las Leyes autonómicas.

Pero con independencia de esta separación, lo cierto es que en el Derecho cooperativo histórico tanto las uniones
como las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado únicamente pueden estar integradas por
cooperativas, con algunas excepciones que confirman la regla general.

1889Si en la Ley de 1974 los socios de las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado únicamente podían
ser cooperativas (vid. art. 49.1º), en la de 1987 se precia un timidísima apertura con relación a las cooperativas de
segundo o ulterior grado formadas por cooperativas agrarias, en las que podrán también ser socios, sin superar el
25 por 100 del total, las sociedades agrarias de transformación integradas únicamente por titulares de explotaciones
agrarias y/o por trabajadores agrícolas; fuera de esta excepción las sociedades cooperativas de segundo o ulterior
grado debían estar constituidas por dos o más cooperativas, de la misma o de distinta clase (vid. art. 148.1 LGC de
1987).

La timidez de la apertura se acentúa si se tiene en cuenta que las sociedades agrarias de transformación se crearon
en 1981 [mediante el Real Decreto 1776/1981, de 3 de agosto, por el que se aprueba el Estatuto que regula las
sociedades agrarias de transformación], resultando imposible su previsión como socias de la cooperativa de
segundo o ulterior grado por la Ley de cooperativas de 1974. Apertura, además, que no es exclusiva de las
sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado sino compartida con las uniones de cooperativas: “en las
uniones de cooperativas formadas por cooperativas agrarias, podrán también integrarse sociedad (sic) agrarias de
transformación, así como las entidades que asocien a agrupaciones de productores agrarios, tengan éstas o no la
condición de sociedad cooperativa” (art. 159.3 LGC de 1987).

La crítica doctrinal a la regulación de la 1987 que, con la mínima apertura hacia las sociedades agrarias de
transformación, recluye los fenómenos de cooperación superestructural al solo ámbito de las cooperativas fue
recogida por N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 148, págs. 860 y 861.

1890Vid. arts. 77.1.I LCEstado; 129.1 LCPaís Vasco; 158.1 LSCExtremadura; 130.1 LCGalicia; 90.a) LCAragón;
124.1.I LCMadrid; 130.1.I LCLa Rioja; 125.1 LCCastilla y León; 122 LCCataluña; 101.1.I LCValencia; 81.1
LCNavarra; 130 LCAsturias; 155.1 LCCastilla-La Mancha y 108.2 LSCAndalucía.

Se separa de esta tendencia generalizada de apertura de la base social de las sociedades cooperativas de segundo
o ulterior grado la Ley balear, que siguen reservando la cooperación de grado superior a las sociedades
cooperativas y, para las cooperativas de segundo o ulterior grado formadas por cooperativas agrarias, a las
sociedades agrarias de transformación, integradas únicamente por titulares de explotaciones agrarias y/o por
trabajadores agrícolas (art. 141 LCIslas Baleares).

La Ley andaluza también debe colocarse en el grupo de normas aperturistas: existen sociedades cooperativas de
segundo o ulterior grado homogéneas, formadas por sociedades cooperativas, si bien también podrán integrarlas los
socios y socias de trabajo, sociedades agrarias de transformación y personas empresarias individuales; y
heterogéneas, integradas, además de por sociedades cooperativas, por personas susceptibles de ser socias
conforme al artículo 13.1, esto es toda persona física o jurídica, pública o privada, así como las sociedades civiles y
las comunidades de bienes y derechos. La regulación de la actual Ley andaluza, es tributaria, en algunos aspectos
de la anterior de 1999, y esta singular clasificación de las cooperativas de segundo grado especialmente: las

618
individuales1891 y, en general a personas físicas1892. Pero la quiebra de la endogamia cooperativa
no se hizo sin concesiones, en el proceso se dispusieron los mecanismos para que las
cooperativas socias no se vieran desplazadas en el control de la sociedad de grado superior por
sus consocias no cooperativas1893.

No ha habido por lo tanto una apertura plena, quizás por razones de orden
mutualista1894. Si se observan con perspectiva cooperativa, las entidades socias no cooperativas
aparecen como figuras espurias que “falsean”, por comparación con las entidades socias
cooperativas o mutualistas, la naturaleza genuina de un socio de una sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado. Esta idea se explica mejor si la cooperativa suprabásica se
representara como una pirámide, en cuya base se encuentran quienes realizan la actividad
cooperativizada originaria (el agricultor que lleva su cosecha a la cooperativa de base o que
adquiere en ella los productos fitosanitarios, el transportista que realiza la prestación de
transporte contratada por la cooperativa o adquiere el gasóleo para su camión, etc.), en el medio
las cooperativas de base y las entidades no cooperativas, y en el vértice la sociedad cooperativa
de segundo o ulterior grado. En esta estructura la actividad cooperativizada primaria (entrega de
cosecha, prestación de transporte, consumo) la realizan los socios de las cooperativas socias, y
sin embargo entre ellos y la cooperativa de segundo grado se interpone su propia sociedad
cooperativa que es la que participa directamente en la estructura de grado superior y la que tiene
el poder societario. Pero las entidades socias no cooperativas están colocadas en el medio de la
pirámide, de forma que participan directamente en la asamblea general de la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado, siendo titulares de poder societario; sin embargo,
realizan la misma actividad económica que los socios de las cooperativas socias, por lo que
deberían estar situadas en la base y no tener poder societario directo. Esta circunstancia
económica explica los impedimentos legales al eventual control de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado por un socio no cooperativo. Por lo tanto, se aprecia una tendencia
legislativa a privilegiar a las entidades socias de una cooperativa suprabásica cuando aquéllas
se basen en relaciones mutualistas.

No obstante lo anteriormente explicado, no resultaría extraño que el siguiente paso en la


evolución normativa en esta materia fuera la eliminación de los límites al poder societario de las
entidades no cooperativas, si se atiende a las justificaciones de dotar de instrumentos para hacer

homogéneas recogen las antiguas cooperativas de segundo grado y de grado ulterior, de las que solo podían ser
socios las cooperativas (art. 31.1 Ley de 1999) y las sociedades agrarias de transformación --en las formadas por
cooperativas agrarias-- (art. 31.2 Ley de 1999); y las heterogéneas tienen su origen en la cooperativa de integración
--la verdadera modalidad de cooperativa prevista para los fenómenos de colaboración económica y de integración
empresarial entre cooperativas y otras personas jurídicas en Andalucía bajo la Ley de 1999-- de la que pueden ser
socios, además de las cooperativas, cualquier entidad o persona jurídica, pública o privada (art. 31.3).

1891 Vid. arts. 77.1.I LCEstado; 124.1.I LCMadrid; 125.1 LCCastilla y León y 108.2 LSCAndalucía.

1892 Vid. arts. 155.1 LCCastilla-La Mancha y 108.2.b) LSCAndalucía.

1893En el mismo sentido vid. J. M. EMBID IRUJO “La integración cooperativa y su tratamiento en la Ley 4/1993, de
24 de junio, de cooperativas de Euskadi”…, pág. 225.

1894Son razones cooperativas las que tiene en consideración la doctrina a la hora de interpretar las instituciones
aptas para la colaboración y concentración empresarial cooperativa. Así J. M. EMBID IRUJO, Concentración de
empresas y derecho de cooperativas…, pág. 32, sostiene que las hipótesis de unión al amparo del artículo 149 de la
derogada Ley de general de cooperativas de 1987 que no establecía qué sujetos podían mantener relación de
colaboración económica con la cooperativa, deben examinarse bajo los principios que inspiran la legislación
cooperativa so pena de desvirtuarlos.

619
más competitivas a las sociedades cooperativas que, miméticamente, se contienen en las
exposiciones de motivos como objetivo clave de cada una de las Leyes de cooperativas. De
hecho ya se ha dado el primero: en la Ley extremeña de sociedades cooperativas especiales de
Extremadura no hay límites al número de votos de sus socios, sean o no a su vez sociedades
cooperativas, y ello tanto en cooperativas especiales de primer grado cuanto de segundo o
ulterior.

En cualquier caso, como el control, minoritario o mayoritario, de la sociedad cooperativa


se lleva a efecto a través del número de votos que correspondan a los socios en la asamblea
general, todas las cuestiones de gobierno societario que por este motivo se susciten guardan
íntima conexión con el régimen jurídico de este órgano social1895.

3.3.7.4.3. El grupo cooperativo por subordinación.

3.3.7.4.3.1. Los grupos de sociedades cooperativas.

I. Que la sociedad cooperativa pueda albergar un grupo de sociedades es una idea fácil
de demostrar --y de admitir--1896. Además puede haber grupo tanto dentro de una cooperativa de
segundo o ulterior grado --su terreno natural-- cuanto dentro de una de primer grado. También en
la específica figura del grupo cooperativo. Todas estas cuestiones se abordan seguidamente.

a) La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado como vestidura formal de un


grupo de sociedades cooperativas.

En las Leyes la regulación de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado se


caracteriza por la nota de la versatilidad. Es una regulación versátil porque puede acoger en su
seno diversos grados de colaboración entre empresarios que oscilan entre la cooperación y la
concentración empresarial. En este último caso surge un grupo de sociedades.

La sociedad cooperativa de segundo grado puede tener una finalidad estrictamente


cooperativa1897 de manera que a través de la misma los socios --sociedades cooperativas, otras

1895 La opción de la asamblea general como instrumento de gobierno corporativo para el adecuado tratamiento del
poder societario en las cooperativas dominadas es preferible a las soluciones que, patrocinadas para las sociedades
cotizadas, pivotan en torno al consejo de administración. En este último sentido, es preferible, dado el carácter
activo del socio cooperativo, dotar a la asamblea general de un funcionamiento y unas competencias que, a su
través, permita a todos los socios, controlar la gestión del consejo rector, que crear consejeros no ejecutivos o
consejeros supervisores que ejerzan una actividades de fiscalización a favor de los accionistas minoritarios, como
se ha propuesto para las sociedades cotizadas (vid. J. M. GARRIDO, “El Informe Winter y el gobierno societario en
la Unión Europea”…, pág. 124).

1896 No siempre ha sido así. La doctrina ha tenido que esforzarse en construir la figura de grupo de sociedades
cooperativa a partir de una legislación que las concebía como “sociedad-isla”, con escasas normas y una muy poco
clara orientación (vid. J. M. EMBID IRUJO, Concentración de empresas y derecho de cooperativas…, pág. 11).

1897Vid. R. ALFONSO SÁNCHEZ, La integración cooperativa y sus técnicas de realización: la cooperativa de


segundo grado..., pág. 393.

En el mismo sentido J. M. AIZEGA ZUBILLAGA y E. VALIÑANI GONZÁLEZ, “Las cooperativas de segundo grado,
grupo cooperativo y otras formas de colaboración económica”, en Revista de Estudios Cooperativos, núm. 79
[2003], págs. 7 a 33, en pág. 9, sostienen que en principio las cooperativas de segundo grado se conciben por el
legislador para que las cooperativas integrantes y, en su caso, otros socios, puedan desarrollar en común una
actividad económica de modo cooperativizado”.

620
personas jurídicas y, en las Leyes que los admitan, empresarios individuales-- se unen
voluntariamente para satisfacer sus necesidades económicas en común, organizando para ello
una empresa gestionada por todos ellos. A este esquema responde la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado constituida, por ejemplo, para proporcionar locales a sus socios, o para
prestarles servicios de crédito, o para asegurar sus riesgos. Pero también aquellos supuestos en
los que varios socios constituyen una sociedad cooperativa de grado superior para organizar y
desarrollar determinadas fases de sus respectivos objetos sociales, cumpliendo una función
consorcial1898. Esta función cooperativa de la sociedad cooperativa de segundo grado se refleja
en las Leyes cuando se le asigna como objeto promover, coordinar y desarrollar fines
económicos comunes de sus socios así como reforzar la actividad económica de los mismos1899.

1898 El consorcio, carente de tipificación en el Derecho español (vid. J. M. EMBID IRUJO, Concentración de
empresas y derecho de cooperativas…, pág. 32), es definido por el artículo 2602 del Código civil italiano como el
contrato por el cual varios empresarios instituyen una organización común para la disciplina y el desarrollo de
determinadas fases de sus respectivas empresas. Pero el hecho de que el consorcio no sea un contrato típico en
España, no significa que su causa, o finalidad económico social, no pueda desarrollarse a través de otro contrato
típico neutral (v. gr., contrato de sociedad cooperativa) o atípico. La función consorcial de la sociedad cooperativa de
segundo grado es separada de la función cooperativa por R. ALFONSO. SÁNCHEZ, La integración cooperativa y
sus técnicas de realización: la cooperativa de segundo grado..., pág. 397. Esta diferenciación no parece necesaria,
puesto que el fin consorcial --es decir, la colaboración empresarial para satisfacer las necesidades económicas de
sus miembros--, en la Leyes de cooperativas puede ser perfectamente un fin cooperativo entre empresarios. Con
otras palabras: la función consorcial que cumple una sociedad cooperativa, es una función genuinamente
cooperativa. Así, si se toma como referencia a la sociedad cooperativa de servicios, de la que no cabe duda que
cumple una finalidad cooperativa, se puede apreciar en ella una manifestación del consorcio ajustada al régimen
mutualista. Otro tanto sucede con la sociedad cooperativa de segundo grado en la que siempre hay una
colaboración mutua estrictamente económica entre sus socios. Cuestión distinta es que el consorcio pueda ser
organizado por sus miembros con arreglo a la mutualidad --dando lugar a una sociedad cooperativa agraria, de
transportistas, de servicios o de segundo grado-- o con ajuste a los principios de capital.

1899Las fórmulas legales son variadas pero vienen a coincidir en que la cooperativa de segundo o ulterior grado
puede tener como función o causa el desarrollo de actividades económicas para la satisfacción de necesidades de
sus socios.

Los artículos 77.1.II LCEstado y 133.1.II LSCMurcia disponen que las cooperativas de segundo grado “tienen por
objeto promover, coordinar y desarrollar fines económicos comunes de sus socios, y reforzar ... la actividad
económica de los mismos”. Y en casi idéntico términos los artículo 130.1.I LCGalicia y 130.1.I LCLa Rioja,
establecen que “tienen por objeto promover, coordinar y desarrollar fines económicos comunes de sus entidades
miembros, así como reforzar o integrar la actividad económica de los mismos”. En esta misma línea se encuentran
las Leyes vasca (art. 128.1.I), extremeña (art. 157.1.I), madrileña (art. 123.1.I), catalana (art. 121), asturiana (art.
129.1) y castellano-manchega (art. 154.1.I ) que fijan como uno de los objetos de la cooperativa de segundo o
ulterior grado el de completar, promover, coordinar, [o] reforzar ... la actividad económica de las entidades” socias.

Por su parte, el artículo 108.1.I LSCAndalucía señala que las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado
tienen por objeto “el cumplimiento y desarrollo de fines comunes de orden económico”, y, de forma prácticamente
igual, el 141.1 LCIslas Baleares que “para el cumplimiento y desarrollo de finalidades comunes de orden económico,
dos o más cooperativas de la misma o diferente clase podrán constituir cooperativas de segundo o ulterior grado”.
Con una regulación análoga los artículos 125.2 LCCastilla y León y 90.1 LCAragón prevén que “el objeto de las
cooperativas de segundo grado es el cumplimiento y desarrollo de fines económicos comunes de sus socios” o
“cumplir fines y desarrollar actividades de carácter económico”, respectivamente.

Quizá la Ley que más claramente, por la literalidad empleada, recoge la función cooperativa de la sociedad
cooperativa de segundo grado sea la valenciana cuyo artículo 101.1.I establece como objeto de las mismas el de
“desarrollar una actividad económica de modo cooperativizado en favor de todos los integrantes”.

621
La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado también puede cumplir una función
de concentración empresarial1900 cuando esta figura societaria sea utilizada para la constitución
de un grupo de sociedades. A esta función de concentración empresarial se refieren las Leyes
de dos maneras: cuando atribuyen a la sociedad cooperativa de grado superior el objeto de
integrar la actividad económica de las entidades miembros1901 --la expresión integración en sede
cooperativa es sinónima de concentración empresarial y no solo de mera colaboración
económica--, y más explícitamente cuando regulan a la sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado como vestidura de un grupo de sociedades, al disponer, de un lado, que la
finalidad de esta cooperativa es la de integrar la actividad económica de los socios y del grupo
resultante en el sentido y con la extensión o alcance que establezcan los estatutos y, de otro,
que cuando la sociedad cooperativa suprabásica se constituya con fines de integración
empresarial, los estatutos reflejarán las áreas de actividad empresarial integradas, las bases
para el ejercicio de la dirección integrada del grupo1902 y las características de éste.

b) La sociedad cooperativa de primer grado como vestidura formal de un grupo de


sociedades cooperativas

La sociedad cooperativa de primer grado, además de cumplir, lógicamente, una finalidad


cooperativa, puede ser también la veste formal de un grupo de sociedades. El caso más
interesante lo representan la cooperativa de servicios y la cooperativa de colaboración
empresarial extremeña.

En concreto, puede albergar un grupo de sociedades la sociedad cooperativa de


servicios empresariales, que asocie a personas jurídicas --no la que admita a personas físicas,
que no pueden formar parte de un grupo de sociedades--, titulares de explotaciones industriales
o de servicios, y que tengan por objeto la realización de operaciones encaminadas al
mejoramiento económico y técnico de las explotaciones de sus socios, es decir las que persigan
fines de integración empresarial --de manera que se excluyen las que tengan por objeto la
prestación de suministros y servicios, o la producción de bienes, por obedecer a una estricta
finalidad cooperativa--1903.

1900La expresión y su concepto se han tomado de J. M. EMBID IRUJO, Concentración de empresas y derecho de
cooperativas…, págs. 23 a 26, quién, además distingue entre la cooperación económica --que no altera la
independencia jurídica de las sociedades que cooperan-- y la concentración empresarial --que conlleva un proceso
de modificación sustancial del poder decisión económica de la sociedades concentradas--.

1901 En los artículos 77.1.II LCEstado; 128.1.I LCPaís Vasco; 157.1.I LSCExtremadura; 130.1.I LCGalicia; 123.1
LCMadrid; 130.1.I LCLa Rioja; 125.2 LCCastilla y León; 121 LCCataluña; 133.1.II LSCMurcia; 129.1 LCAsturias y
154.1.I LCCastilla-La Mancha, se establece que, entre otras finalidades, la sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado tiene por objeto “integrar la actividad económica” de sus socios.

La regulación expresa de un grupo de sociedades en el seno de una cooperativa de segundo grado, en la forma
1902

expuesta en el texto principal, se contiene en los artículos 128.1 LCPaís Vasco; 157.1 LSCExtremadura; 130.2
LCGalicia; 123.1 LCMadrid; 141.2 LCIslas Baleares; 1229.1.y 2 LCAsturias y 154.1 LCCastilla-La Mancha.

Así lo entienden también J. M. AIZEGA ZUBILLAGA y E. VALIÑANI GONZÁLEZ, “Las cooperativas de segundo
grado, grupo cooperativo y otras formas de colaboración económica”…, pág. 9.

Sobre las posibilidades de que una cooperativa de servicios sirva a los fines de integración cooperativa vid. R.
1903

ALFONSO SÁNCHEZ, La integración cooperativa y sus técnicas de realización: la cooperativa de segundo grado...,
págs. 274 a 277.

622
La Ley de sociedades cooperativas especiales de Extremadura, regula en su artículo 16
el subtipo de cooperativa de [cooperación y] colaboración empresarial que [además de fines
estrictamente cooperativos] puede tener por objeto el establecimiento de relaciones asociativas
entre las sociedades agrupadas, según indica la letra e) del mencionado artículo.

c) El grupo cooperativo.

También cumple una función de concentración empresarial la figura del grupo


cooperativo, recogido en un buen número de Leyes1904. Siguiendo el patrón de la Ley estatal, el
grupo cooperativo es el conjunto formado por varias sociedades cooperativas, cualquiera que
sea su clase, y la entidad cabeza de grupo que ejercita facultades o emite instrucciones de
obligado cumplimiento para las cooperativas agrupadas, de forma que se produce una unidad de
decisión en el ámbito de dichas facultades. Este grupo puede tener por cabeza una sociedad
cooperativa, en cuyo caso los compromisos generales asumidos ante el grupo deberán
formalizarse en los Estatutos de la entidad cabeza de grupo, o si la cabecera es otro tipo de
sociedad1905, se formalizarán mediante otro documento contractual --que deberá elevarse a
escritura pública, e incluir la duración del mismo, caso de ser limitada, el procedimiento para su
modificación, el procedimiento para la separación de una sociedad cooperativa y las facultades
cuyo ejercicio se acuerda atribuir a la entidad cabeza de grupo--. El supuesto que mayor interés
presenta en el terreno del poder societario cooperativo, es el grupo cuya cabeza es una sociedad
cooperativa porque en ella es donde se desplegarían las técnicas propiamente cooperativas de
control societario --el voto plural en la asamblea y la sindicación--, inaplicables con criterios
mutualistas, lógicamente, cuando la cabeza sea una sociedad de capital.

II. A pesar de que las Leyes se refieran con la expresión “grupo” a la sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado constituida con fines de concentración empresarial, no
puede entenderse que esta figura rellene el concepto de grupo que recogen otras normas
jurídicas mercantiles dentro de sus supuestos de hecho. Por ejemplo, el artículo 188.3 TRLSC
faculta a los estatutos, en la sociedad anónima, para fijar con carácter general el número máximo
de votos que pueden emitir sociedades perteneciente al mismo grupo, no siendo sinónimos
“grupo” y “sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado” --cuando las entidades socias de
ella o ella misma sean accionistas de una sociedad anónima--. En tal supuesto el concepto de
grupo, por mandato del artículo 18 TRLSC, es el que se contiene en el artículo 42.1 C de C, en la
redacción dada por la Ley 16/2007, de 4 de julio, de reforma y adaptación de la legislación
mercantil en materia contable para su armonización internacional con base en la normativa de la
Unión Europea, que cumple la función de concepto general de grupo en la legislación mercantil
española1906. Si alguna duda hubiera al respecto ha quedado despejada por el artículo 18

1904El grupo cooperativo --como conjunto formado por varias sociedades cooperativas y una entidad cabeza de
grupo que ejercita facultades o emite instrucciones de obligado cumplimiento para las cooperativas agrupadas, de
forma que se produce una unidad de decisión en el ámbito de dichas facultades-- es regulado en los artículos 78.1
LCEstado; 91.I LCAragón; 129.1.a) LCMadrid; 131.1.a) LCLa Rioja; 125.1 LCCataluña; 142 LCIslas Baleares; 103
LCValencia; 134 LSCMurcia; 82 LCNavarra; 134.1 LCAsturias y 109.1 LSCAndalucía.

La Ley castellano-manchega contiene, a lo largo de su articulado referencias a los grupos cooperativos como
realidad jurídica diferente a la sociedad cooperativa de segundo o ulterior con fines de grupo [vid., p. ej. art. 43.1.g)],
pero no prevé ningún régimen jurídico de los mismos.

La Ley catalana, en su artículo 125.1, exige que la entidad cabeza de grupo sea una sociedad cooperativa, no
1905

admitiendo otra posibilidad.

1906Vid., bajo la redacción del artículo 42 dada por la Ley 19/1989, de 25 de julio, A. ROJO, “Los Grupos de
sociedades en el Derecho español”..., págs. 467 a 471.

623
TRLSC, a cuyo tenor “a los efectos de esta Ley, se considerará que existe grupo de sociedades
cuando concurra alguno de los casos establecidos en el artículo 42 del Código de Comercio, y
será sociedad dominante la que ostente o pueda ostentar, directa o indirectamente, el control de
otra u otras”.

En definitiva habrá que indagar en el seno de cada sociedad cooperativa de segundo o


ulterior grado si algún socio posee la mayoría de los derecho de voto --situación que es posible
como se ha expuesto más arriba--, si tiene la facultad de nombrar o destituir la mayoría de los
miembros del consejo rector, si puede disponer, en virtud de acuerdos con otros socios, de la
mayoría de los derechos de voto --acuerdos que, como se ha dicho, han de reputarse lícitos en
el Derecho cooperativo--, o si ha nombrado exclusivamente con sus votos la mayoría de los
miembros del consejo rector con mandato durante los dos ejercicios anteriores. Si ello es así el
Código presume que hay grupo de sociedades y podría aplicarse el artículo 188.3 TRLSC. Con
otras palabras: para aplicar tal norma no es suficiente con la existencia de una sociedad
cooperativa de segundo o ulterior grado, ni siquiera de una sociedad cooperativa de segundo o
ulterior grado con fines de integración empresarial. Otro tanto sucede con el grupo cooperativo y
con la sociedad cooperativa de primer grado que albergue un grupo.

Lo mismo sucederá con las referencias al grupo de sociedades contenidas en el TRLSC


a propósito de la sociedad de responsabilidad limitada respecto a la libre concesión de asistencia
financiera por parte de una sociedad de responsabilidad limitada a otra sociedad del mismo
grupo (art. 162.2) [salvo que la dominada sea la sociedad limitada, en cuyo caso el grupo no lo
forman cooperativas sino la sociedad dominante (cooperativa) y la limitada dominada]; a la libre
transmisibilidad de las participaciones sociales entre sociedades pertenecientes al mismo grupo
(art. 107.1); o a la prohibición de que la sociedad limitada acepte en prenda acciones o
participaciones emitidas por cualquier sociedad del grupo al que dicha sociedad pertenezca (art.
143.1) --naturalmente la prohibición solo juega respecto a las entidades compañeras de grupo,
socias de la cooperativa suprabásica, que sean sociedades anónimas o de responsabilidad
limitada, porque si son cooperativas las aportaciones al capital social no son pignorables (arg. ex
disp. ad. tercera LCEstado, que declara inembargables las aportaciones de los socios al capital
social)--. Y en general en todos los supuestos en los que en el TRLSC una norma jurídica
retenga el concepto de grupo dentro de su proposición normativa.

La aplicación del artículo 42 del C de C a la sociedad cooperativa que albergue un grupo


aporta una solución más al problema, ya tópico, del carácter mercantil o no de las cooperativas.
En la redacción procedente de 1989, el precitado artículo al definir el perímetro de consolidación
contable, definía el grupo de sociedades tomando como base a la sociedad mercantil, puesto
que comenzaba diciendo que “toda sociedad mercantil estará obligada a formular las cuentas
anuales y del informe de gestión consolidados” cuando haya grupo. Y era una realidad que el
artículo 42 podía aplicarse a la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado que albergara

En el mismo sentido M. FUENTES, “Grupos de sociedades (art. 18)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley
de Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 298 a 309, pág. 299, señala que tras la
promulgación de la Ley, el artículo 42 del Código de Comercio sigue representando en la actualidad un norma
fundamental en materia de grupos de sociedades, y desde luego, la esencial a los efectos de la definición del
fenómeno en el ámbito del derecho de sociedades de capital”.

Probablemente, ese papel nuclear también lo represente respecto de otro tipo de sociedades como las cooperativas,
que con independencia del concepto de grupo del artículo 78 LCEstado --y concordantes de la legislación
autonómica--, pueden dar lugar a un grupo del artículo 42 C de C.

624
un grupo de sociedades cooperativas. Hoy ni siquiera se llega a plantear la cuestión, al haber
suprimido la reforma de 2003 el calificativo mercantil de la sociedad obligada a consolidar y al
haberse mantenido esta supresión en la reforma de 2007.

III. Los documentos e informes más relevantes sobre gobierno corporativo no se refieren
a los grupos de sociedades cooperativas. Incluso las referencias a los grupos de sociedades de
capital, principalmente cotizadas, no aparecieron en los primeros textos de los expertos; ha sido
en el Informe Conthe donde se aprecia una atención importante, invirtiendo la tendencia del
Informe Olivencia que se empezó a corregir en el Informe Aldama1907.

3.3.7.4.3.2. Los grupos verticales de sociedades cooperativas.

I. En el grupo, como es sabido, dos o más empresarios se unen, conservando su


personalidad jurídica, pero sometiéndose al control de uno de ellos, de manera que donde antes
había varias empresas económicamente independientes pasa a haber una sola empresa
colectiva. Este efecto también se produce, específicamente, en el grupo alojado en una sociedad
cooperativa, en el que el control es ejercido por la sociedad cooperativa o por un socio en el
seno de la sociedad cooperativa.

Ordinariamente la cooperativa albergará un grupo por coordinación u horizontal al


concurrir en aquélla las dos notas que definen a éste: por un lado, la participación en la misma
de los socios es libremente decidida por ellos --bien al constituir la cooperativa o bien al
adherirse a ella una vez constituida--; y, por otro, los acuerdos en los que se concreta la unión
económica son adoptados por decisión conjunta de todos los socios1908.

Pero si en una sociedad cooperativa no concurre alguno de los elementos citados no


habrá grupo horizontal. La cuestión que con carácter previo debe plantearse es la posibilidad
técnica de que entre cooperativas pueda faltar alguno de tales elementos. Y la que, en caso
afirmativo surge después, consiste en la legitimidad del grupo cooperativo por subordinación.
Ambas cuestiones se hunden de lleno en la teoría de la participación del socio cooperativista
como principio configurador de la sociedad cooperativa.

Una sociedad --cooperativa o no-- no puede ser obligada a participar en una


cooperativa, al menos con las técnicas de control societario que se conocen en el ámbito de las
sociedades de capital. Ahora bien, una vez producido el ingreso voluntario en una sociedad
cooperativa, uno o varios socios pueden controlar la asamblea general mediante el voto plural o

1907Como explica J. M. EMBID IRUJO, “Los Grupos de sociedades en el Código unificado de gobierno
corporativo”…, págs. 903 a 905, 916 y 917.

1908La doctrina es prácticamente unánime en admitir la legitimidad del grupo cooperativo horizontal (vid., por todos,
J. M. EMBID IRUJO, “Problemas actuales de la integración cooperativa”…, págs. 14 a 16), integrado por los dos
elementos analizados (vid. J. M. EMBID IRUJO, Introducción al derecho de los grupos de sociedades..., págs. 151
a 154).

M. FUENTES, “Grupos de sociedades (art. 18)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital…, pág. 300 entiende que con la redacción actual del art. 42 C de C --en la que se ha sustituido el elemento
de la dirección unitaria por el de control-- únicamente es posible incardinar en la noción de grupo el vertical,
quedando fuere de la consideración como grupos de sociedades los grupos horizontales. En los documentos sobre
gobierno corporativo la referencia en exclusiva a los grupos jerárquicos, como señala, a propósito del Código
Unificado de Buen Gobierno, J. M. EMBID IRUJO, “Los Grupos de sociedades en el Código unificado de gobierno
corporativo”…, págs. 906 y 907.

625
los pactos de sindicación de votos, como se ha demostrado más arriba. Esta circunstancia,
permite afirmar que la sociedad cooperativa puede albergar un grupo de sociedades por
subordinación o vertical, cuando un socio o un grupo de socios ostente más de la mitad de los
votos en la asamblea general, de manera que mediante el control de la sociedad cooperativa y a
través de la técnica de impartición de instrucciones vinculantes1909, convierta al resto de socios
de la misma en sociedades dominadas.

II. La sociedad cooperativa puede ser una de las técnicas jurídicas, del conjunto de
todas las que existen, para dar forma al control sobre las sociedades agrupadas. Como se ha
dicho, los grupos de sociedades --junto a la nota positiva consistente en que cada sociedad
mantiene su personalidad jurídica (autonomía jurídica)-- se caracterizan por la nota negativa de
la pérdida por las sociedades agrupadas de su autonomía económica, de manera que las
empresas agrupadas llegan a constituir una unidad económica, mediante el uso de diversas y
variadas técnicas jurídicas1910. Y una de tales técnicas puede ser la cooperativa.

El caso más evidente de subordinación se produce en el seno de la asamblea general,


en los supuestos, vistos anteriormente, en los que el voto plural atribuible a una sociedad
cooperativa que sea socia de una de grado superior no tiene límites máximos.

Como se ha demostrado la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado puede ser,


con carácter general, un terreno abonado para situaciones de control, a través del voto plural y
de los pactos de sindicación. También pueden serlo, con base en las mismas técnicas, las de
primer grado, especialmente en la legislación vasca, en la extremeña de cooperativas
especiales, en la gallega para las personas socias trabajadoras de las cooperativas mixtas de
trabajo asociado, y en todas las Leyes que regulan la sociedad cooperativa mixta, respecto del
socio que acumule las posiciones jurídicas de cooperativista y de titular de partes sociales con
voto. Estos datos abren la puerta a la posibilidad de que la cooperativa albergue en su seno un
grupo por subordinación en el que una sociedad socia --generalmente también cooperativa--
aparezca como dominante de otra u otras --que puede ser cooperativas o no-- que ocupan la
posición de dominadas. Y así mismo, el grupo cooperativo que tenga como entidad de cabecera
una cooperativa de segundo o ulterior grado o una de primer grado de las señaladas
anteriormente.

La organización, en el Derecho de sociedades cooperativas, de un grupo por


subordinación no solo puede abordarse mediante la técnica apuntada anteriormente --
cooperativa dominada por un socio que por este hecho domine, además, a los consocios--. La
práctica nos enseña otros supuestos de dominación. Quizá uno de los más llamativos sea el
protagonizado por el Grupo Eroski: en el año 2009 la asamblea general de Eroski, S. Coop., ha
aprobado el proyecto EMES, con el que se pretende la transformación de todas las sociedades
anónimas integradas en el Grupo Eroski en sociedades cooperativas, con la finalidad de que los
trabajadores por cuenta ajena de su plantilla --más 52.000-- puedan adquirir el estatus de socios
cooperativistas. En este proceso --según puede leerse en los textos elaborados por el propio
grupo-- “la cooperativa Eroski promueve, como sociedad matriz, la constitución de las

1909 En la sociedad cooperativa existe un medio específico para reforzar la eficacia de las instrucciones derivadas de
la dirección integrada o unitaria: la potestad disciplinaria. En este sentido, es posible que en los estatutos sociales se
tipifique como falta [que si así se prevé puede llevar aparejada la expulsión] el incumplimiento por los socios de las
decisiones de los órganos y apoderados de la cooperativa en el ejercicio de la dirección integrada.

1910vid. A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho español al Derecho comunitario en materia de
sociedades anónimas”..., págs.. 171 y 172.

626
cooperativas mixtas de las que Eroski será miembro con el resto de los trabajadores que
voluntariamente se hagan socios. En esta realidad de diseño cooperativo Eroski seguirá siendo
la sociedad de referencia” --la cursiva es nuestra--1911.

Existen otras posibilidades de dominar a una cooperativa, ajenas al funcionamiento de la


asamblea general, que es el objeto del presente trabajo. La más importante consiste en el
mecanismo de control interno a través de los consejeros o de gerentes cruzados, de manera que
una misma persona sea miembro de varios consejos rectores1912. Este procedimiento cuenta con
un límite legal, consistente en la prohibición de que el cargo, indistintamente, de miembro del
consejo rector o de gerente se desempeñe simultáneamente en más de tres sociedades
cooperativas (art. 40.3 LSCExtremadura, p. ej.) o en más de tres sociedades cooperativas de
primer grado (art. 41.3 LCEstado, p. ej.). Y ha tenido ocasión de ser constatado por el Tribunal
Supremo: en la S.T.S., Sala 1ª, de 16 de julio de 1987 [Civil] (Ar RJ 1987\5795) se detecta un
caso en el que el Tribunal sin ambages considera probado que dos sociedades cooperativas
“actúan en régimen de subordinación” (f.j. 3º) porque “ambas cooperativas están regidas por las
mismas personas” (f.j.2º) [el apoderado de las dos cooperativas es el mismo], y por ello levanta
el velo de la personalidad jurídica para evitar que esta forma de actuar pueda “perjudicar
intereses de los acreedores de la subordinada” declarando la responsabilidad solidaria de ambas
sociedades.

Al lado de las técnicas cooperativas, puede haber técnicas de capital. Un grupo de


sociedades cooperativas puede tener como cabeza a una sociedad cooperativa que será la que
ejerce el control o un socio o sindicato de socios en el seno de ella --como se afirmado antes y
como se defiende en el texto principal--, pero también puede tener como cabeza de grupo a otro
tipo de ente1913. Este último supuesto acaece, por ejemplo, cuando las cooperativas constituyan
el grupo a través de una sociedad limitada o anónima, de manera que todas ellas sean socias de
la sociedad cabeza de grupo. En tales casos, cada cooperativa tomará la decisión libre y
voluntaria de agruparse mediante la adquisición, originaria o derivativa, de participaciones
sociales o de acciones [primer elemento del grupo por coordinación], pero una vez socio debe
someterse a los acuerdos mayoritarios de la junta general en la que un solo socio puede ostentar
la mayoría de votos, incluso aunque ella haya votado en contra de tales acuerdos, o a las
decisiones de los administradores en las que no participa directamente, apareciendo un vínculo
de dependencia entre ellas [eliminándose el segundo elemento del grupo por coordinación, que,
precisamente, radica en la ausencia de vínculos de dependencia entre las cooperativas
agrupadas, y apareciendo en escena uno de los elementos del grupo vertical].

III. La doctrina científica no es unánime en la admisión de grupos de sociedades en los


que una cooperativa resulte dominada. Un importante y relevante sector se postula en contra del
grupo jerarquizado (por subordinación) al servicio de la integración cooperativa1914; pero poco a

1911 Este proceso puede consultarse en www.eroski.es/conoce-eroski/sala-prensa/notas-de-prensa.

1912 Vid. J. I. RUIZ PERIS, “Grupos por subordinación integrados por entidades de economía social”..., pág. 137.

1913 Vid. J. M. EMBID IRUJO, Introducción al derecho de los grupos de sociedades..., pág. 152.

1914 En contra de este fenómeno vid. J. M. EMBID IRUJO, “La integración cooperativa y su tratamiento en la Ley
4/1993, de 24 de junio, de cooperativas de Euskadi” …, pág. 224, para quien no es posible postular la validez de la
estructura de grupo jerarquizado (por subordinación) al servicio de la integración cooperativa. La misma tesis de
inviabilidad del grupo cooperativo por subordinación en J. M. EMBID IRUJO, “Problemas actuales de la integración
cooperativa”…, págs. 12 y 13.

627
poco se abre camino hacia posturas más flexibles que admiten la figura de la cooperativa
dominada1915.

Comúnmente, el argumento capital esgrimido en contra del grupo cooperativo por


subordinación se ubica en el terreno de los principios cooperativos, y se centra en la concepción
de la cooperativa como una entidad democrática, lo que es un inconveniente a su conversión en
una cooperativa dominada o dependiente en el seno de un grupo jerarquizado 1916 pero, como se

En el mismo sentido que el autor anterior vid. J. TOMILLO URBINA, “De la economía social a la economía
societaria: aproximación al estatuto del socio cooperativo”..., pág.164, y F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y
F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil
Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 149, pág. 879.

P. GIRGADO PERANDONES, La empresa de grupo y el derecho de sociedades..., págs. 157 y 158, incluye entre
los grupos horizontales o por coordinación la figura del grupo cooperativo del artículo 78 LCEstado. De igual opinión
es M. J. MORILLAS JARILLO, “La nueva regulación estatal de las sociedades cooperativas”…, pág. 7.

También considera que la cooperativa de segundo grado sigue siendo el vehículo o vestidura de un grupo paritario
J. F. DUQUE DOMÍNGUEZ, “Los grupos en el ordenamiento jurídico. Parte I. Grupos de sociedades
cooperativas”..., en págs. 113 y 114. Si bien esta postura la mantiene el citado autor al interpretar la Ley de
cooperativas del Estado en la que no es posible que un socio tenga la mayoría de votos en la asamblea general (vid.
art. 26.6 LCEstado).

1915 Aún dentro de la tesis de la inadmisibilidad del grupo cooperativo jerarquizado, el Profesor Embid Irujo en “La
integración cooperativa y su tratamiento en la Ley 4/1993, de 24 de junio, de cooperativas de Euskadi” …, pág. 230,
afirma “la posibilidad de que una cooperativa-socio ostente la mayoría de votos en la asamblea general de la entidad
de segundo grado”, de manera que “se hace posible el control --en términos absolutos y con carácter estable-- de la
cooperativa de segundo grado por otra entidad (necesariamente cooperativa)”, lo que “diluye el carácter inicialmente
paritario atribuido al grupo de cooperativas”.

Así mismo, M. J. MORILLAS JARILLO, “La nueva regulación estatal de las sociedades cooperativas”…, pág. 7,
explica claramente que “la imposibilidad de existencia de un grupo por dominación, conectada con el carácter
democrático de la sociedad cooperativa, se debilita con la admisión del voto plural ponderado, si bien subsiste en la
medida en que se limita en la ley, el porcentaje o el número de votos que puede concentrarse en un solo socio”

La posibilidad de una cooperativa dominada por quien ostente la mayoría de los votos en su asamblea general, ha
sido defendida en la doctrina española por J. I. RUIZ PERIS, “Grupos por subordinación integrados por entidades de
economía social”..., págs. 137 y 187 --esta página con referencia específica a la Ley extremeña--.

También es aceptada la figura de la cooperativa dominada por la doctrina alemana (vid. J. I. RUIZ PERIS, “Grupos
por subordinación integrados por entidades de economía social”..., pág. 167).

J. M. AIZEGA ZUBILLAGA y E. VALIÑANI GONZÁLEZ, “Las cooperativas de segundo grado, grupo cooperativo y
otras formas de colaboración económica”…, pág. 20 y 21, admiten la figura del grupo cooperativo por subordinación.
Parten de que la aplicación de las técnicas habituales de construcción de un grupo vertical, basadas principalmente
en la participación mayoritaria de la sociedad dominante en el capital social de la dominada, no tienen fácil encaje,
por la estructura del derecho de voto, pero admiten la posibilidad de utilizar técnicas contractuales para lograr el
dominio por parte de una sociedad respecto de otra en el ámbito de las sociedades cooperativas, siendo posible que
una sociedad cooperativa acepte voluntariamente que determinadas facultades y competencias propias sean
cedidas a una segunda sociedad cooperativa para que las ejerza.

1916Vid., por ejemplo, R. ALFONSO SÁNCHEZ, La integración cooperativa y sus técnicas de realización: la
cooperativa de segundo grado..., págs. 118 a 140).

El problema de la admisión o el rechazo al grupo cooperativo por subordinación no se soluciona acudiendo a los
principios cooperativos, sino analizando en cada Ley el quantum de poder jurídico --número de votos-- que un socio
cooperativista puede tener en la asamblea general. Es este sentido puede leerse en . F. DUQUE DOMÍNGUEZ, “Los
grupos en el ordenamiento jurídico. Parte I. Grupos de sociedades cooperativas”..., págs. 116 y 117, que “la primera
cuestión que plantea la amplia redacción de la norma --art. 78 LCEstado-- es si el grupo cooperativo contemplado

628
ha explicado más arriba, el principio de gestión democrática por los socios es compatible con el
voto plural, incluso con el voto plural sin límites, y por lo tanto con el control de la asamblea
general. Además, el planteamiento del problema no puede tener un ámbito territorial tan amplio --
téngase en cuenta que los principios cooperativos son formulados por la Alianza Cooperativa
Internacional con vocación de universalidad-- ya que habrá regiones en las que exista un
planteamiento de política legislativa tendente al fortalecimiento del grupo cooperativo en
detrimento de las entidades socias, y por ello al acogimiento de grupo vertical. En esta necesidad
de concreción territorial coinciden, prácticamente todas las Leyes de cooperativas del Estado
español, que invocan los principios cooperativos pero los declaran aplicables en el marco de
cada Ley1917. De esta manera el principio democrático debe aplicarse de conformidad con las
reglas de la respectiva Ley [estatal o autonómica]. Pero además los principios cooperativos
internacionales necesitan una concreción constitucional para hacerlos compatibles con los
principios de la denominada constitución económica. En este sentido, el principio de libertad de
empresa (art. 38 de la Constitución) comprende, entre otras, la libertad de que varias empresas
se agrupen y de que organicen la agrupación según sus propios criterios, con lo que en la
aplicación de las normas jurídicas sobre la sociedad cooperativa deben, por mandato
constitucional, apurarse todas las posibilidades interpretativas, incluidas, si así lo quieren las
entidades socias, las de organizar un grupo jerarquizado1918.

Contribuye a clarificar definitivamente la cuestión la regulación del grupo cooperativo


contenida en la Ley andaluza, que admite el grupo horizontal, denominado en la Ley grupo
cooperativo impropio, y el grupo vertical, o grupo cooperativo propio. Su régimen es el siguiente:
“se entiende por grupo cooperativo propio aquel en el que existe una sociedad cabeza de grupo
que ejercita facultades o emite instrucciones de obligado cumplimiento para el grupo. Dicha
sociedad cabeza de grupo podrá tener naturaleza cooperativa o no, si bien, en este último caso,
los miembros del grupo habrán de ser sociedades cooperativas en su mayoría. Se entiende por
grupo cooperativo impropio aquel en el que sus miembros, que habrán de ser sociedades
cooperativas en su mayoría, se articulan en un plano de igualdad, funcionando sobre la base de
un principio de coordinación (art. 109.1).

3.3.7.4.3.3. Instrucciones perjudiciales.

por la misma abarca …los grupos por subordinación. La pregunta tiene una especial importancia por … la dificultad
[obsérvese que dice dificultad y no imposibilidad] de construir un grupo por subordinación apoyado en la
participación de unas entidades de base en la entidad cabeza de grupo…dado el sistema de igualdad de voto que
existe en el interior de las cooperativas, con la posible desviación, mediante la introducción estatutaria de un voto
proporcional, pero siempre circunscrito a unos límites que tratan de impedir que una sola persona, física o jurídica,
pueda determinar mayoritariamente la voluntad de la sociedad cooperativa (vid. art. 26LCEstado)…No obstante la
generalidad del texto legal, el artículo 78 no establece en ninguna caso la subordinación de una o varias sociedades
cooperativas al poder de decisión de otra dominante”. Esta conclusión, decimos nosotros, debe circunscribirse al
artículo 78 LCEstado; ahora bien, allí donde haya voto proporcional sin límites --como se ha visto que sucede en
determinas Leyes de cooperativas tanto para el segundo cuando para el primer grado-- desaparecerá la dificultad de
orden técnico de construir el grupo por subordinación.

1917En el mismo sentido vid. J. F. DUQUE DOMÍNGUEZ, “Los grupos en el ordenamiento jurídico. Parte I. Grupos
de sociedades cooperativas”..., págs. 127 y 128, que afirma que los principios formulados por la Alianza Cooperativa
Internacional han de ser considerados en los términos resultantes de la Ley de cooperativas, en particular afirma
que “en el marco de libertad que se ha concedido el legislador español tales principios aparecerán en la LC con
importantes modificaciones --cfr. p.e….la concesión del voto ponderado en determinadas hipótesis (art. 26)--”.

1918Sobre el principio de libertad de empresa vid. A. ROJO, “Actividad económica pública y privada en la
Constitución Española”..., págs. 325 a 341; y, del mismo autor, “Los Grupos de sociedades en el Derecho
español”..., pág. 477.

629
La asamblea general de una sociedad cooperativa que albergue un grupo cooperativo
puede adoptar acuerdos que, beneficiando al grupo en su conjunto, perjudiquen a alguna entidad
socia. Además de la asamblea general, el resto de órganos sociales también puede, dentro de
sus competencias adoptar acuerdos o tomar decisiones perjudiciales para alguna entidad socia
que beneficien al conjunto del grupo1919.

Aunque las instrucciones perjudiciales son posibles tanto en los grupos verticales cuanto
en los horizontales, es indudable que resultan más peligrosas en los primeros. El análisis de las
mismas surge como una cuestión de primer orden en el Derecho de sociedades cooperativas,
una vez que se admite la existencia de grupos cooperativos verticales1920.

La legitimidad de estas instrucciones está fuera de toda duda, dado que cuentan con
expreso reconocimiento legal, en concreto, en el régimen jurídico de las sociedades cooperativas
de segundo o ulterior grado. Efectivamente, las Leyes de cooperativas disponen que el ejercicio
de las facultades que correspondan a la cooperativa suprabásica para el desarrollo de su objeto
social no podrá ser revisado por los órganos de las sociedades integradas, sin perjuicio de la
tutela judicial que proceda --efecto de intangibilidad--, teniendo prioridad las instrucciones de
aquélla frente a las decisiones de cada una de las entidades agrupadas --efecto de prioridad--
1921. Por su parte, la falta de uso del término “instrucción” en el régimen jurídico de las

sociedades cooperativas de primer grado no es óbice para que la figura también exista en ellas;
aquí, como siempre ocurre en el mundo del Derecho, debe estarse a la causa del acto jurídico
más que a su denominación, y en esta línea, aunque no son lo únicos, los acuerdos sociales --de
la asamblea o del consejo-- relativos a la actividad cooperativizada contienen genuinas
1919De hecho, una de las obligaciones del socio es cumplir los acuerdos válidamente adoptados por los órganos
sociales [art. 15.2.a) LCEstado, por ejemplo], de todos los órganos sociales, lo que incluye desde luego a la
asamblea general y al consejo rector.

Esta solución técnica no siempre se ha recogido con suficiente nitidez. El artículo 10.1.a) de la Ley General de
Cooperativas de 1974 circunscribía la obligación del socio “a asistir a las Asambleas generales y acatar los
acuerdos válidamente adoptados”, lo que daba a entender que los únicos acuerdos que obligaban eran los
adoptados válidamente por la asamblea. La situación fue corregida por el Reglamento de desarrollo de la Ley,
aprobado por el Real Decreto 2710/1978, de 16 de noviembre, al regular como una de las obligaciones de los socios
la de “asistir a las Asambleas general y acatar los acuerdos válidamente adoptados por los órganos de gobierno”
[art. 21.a)]. La extensión de la eficacia de los acuerdos a todos los socios también fue defendida por la doctrina de la
época (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios
al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 34, pág. 121).

El alcance que la doctrina da a los acuerdos del consejo rector es muy limitado: no pueden crear nuevas
obligaciones para los socios, debiendo limitarse simplemente a una “concreción o especificación sobre el contenido
total y/o sobre las circunstancias aplicativas (espaciales, temporales o modales) de obligaciones societarias, cuyo
diseño básico está previsto en la Ley, en el Estatuto o a partir de estas referencias ineludibles, en acuerdos
válidamente adoptados por la Asamblea General” (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá,
Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol.
2º…, artículo 34, págs. 121 y 122).

1920Los conflictos entre el interés del grupo y el interés social y los perjuicios de éste último, son materia conocida y
estudiada en el Derecho de sociedades de capital. Tan relevante es esta cuestión que fue una de las
preocupaciones de la doctrina en los trabajos de incorporación al ordenamiento jurídico español de las directivas
comunitarias en materia de sociedades anónimas (vid. A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho
español al Derecho comunitario en materia de sociedades anónimas”..., págs. 173 y 174).

Así se prevé expresamente en los artículos 128 LCPaís Vasco; 157 LSCExtremadura; 123.1 LCMadrid; 129.2
1921

LCAsturias; 154.2 LCCastilla-La Mancha y 109.1.II LSCAndalucía.

630
instrucciones unilaterales dirigidas a los socios. Por ello, habrá instrucciones de la cooperativa de
primer grado hacia sus socios en todas aquellas áreas empresariales que hayan decidido
gestionar en común, y habrá, en consecuencia grupo cuando la gestión común sea tan intensa
que acarree una unión económica.

Las Leyes de cooperativas no exigen, para que se produzcan estos efectos de


intangibilidad y prioridad, que las instrucciones no ocasionen perjuicios para ninguna entidad
socia, es decir, que sean indemnes para las sociedades cooperativas agrupadas. Pero el silencio
de la Ley no puede interpretarse como la admisión del perjuicio. Hay dos sólidos argumentos
legales en contra de esta conclusión: si el consejo rector o la asamblea general de una
cooperativa agrupada tiene que cumplir con una instrucción perjudicial para tal cooperativa que
beneficie a otras cooperativas agrupadas, el acuerdo de la asamblea general o del consejo rector
que cause daño es anulable (art. 31.apartados 1 y 2 LCEstado) y el acuerdo del consejo rector
que cause daño a la cooperativa agrupada le hace incurrir en responsabilidad (art. 43 LCEstado
en relación el art. 236 TRLSC).

Para que las instrucciones sean lícitas --y por lo tanto válidas-- deben darse las
siguientes circunstancias:

a) Que se dicten en interés del grupo.

Un grupo cooperativo vertical solo es legítimo si pone por encima del interés de cada
una de las sociedades cooperativas agrupadas el interés del grupo. Esta forma de actuar es la
única que puede explicar como una instrucción que provenga de la cabeza de grupo y que
perjudique al interés de una sociedad agrupada tenga, en concurrencia de otros requisitos, que
ser acatada por ésta.

Hay casos en los por la configuración del grupo, la cabeza no atiende al interés del
grupo. Si quien controla el grupo es una de las cooperativas agrupadas (p.ej., a través de sus
votos en los órganos sociales de la cabeza), esta cooperativa ostenta, por lo tanto el doble papel
de miembro del grupo y de cabeza del mismo. La doble posición jurídica que ocupa hace difícil
que sus decisiones recojan el interés del grupo: no dictará una instrucción que le perjudique a
ella y que beneficie al grupo.

b) Que contenga medidas de compensación.

Cuando las instrucciones que emita la cooperativa perjudiquen a uno de los socios en
beneficio del grupo o de otro socio, se plantea la cuestión de qué medidas de compensación
deben aplicarse. A nadie se le escapa el riesgo que estas instrucciones entrañan para las
entidades afectadas, sus socios, trabajadores y acreedores. Por ello, a la par que se reconoce a
los dirigentes de las sociedades que pertenecen a un grupo la facultad para adoptar y aplicar una
política de grupo coordinada, surge la preocupación, por equilibrar de forma justa las cargas y las
ventajas de los socios1922. Por ejemplo, concediendo a la sociedad cooperativa una
contraprestación por el perjuicio.
1922La aplicación de una política de grupo por los órganos de los grupos de sociedades, compatible con la tutela de
los acreedores y socios constituye una preocupación de la Comisión Europea sobre la que tiene previsto presentar a
medio plazo una propuesta de directiva marco (vid. Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento
Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza
empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar, COM (2003) 284 final- (cuyo texto puede consultarse en
Revista de Derecho de Sociedades núm. 20 [2003], págs. 319-333, en pág. 328). Para ser congruente con sus
planteamientos, la Comisión, dentro del ámbito de aplicación de la directiva proyectada, además de incluir a los

631
c) Que existan medidas de protección.

Igualmente frente a una instrucción perjudicial debe haber medias de protección. Los
intereses del socio perjudicado --y si se trata de una entidad socia, los intereses de los socios de
esta última-- están tutelados por dos derechos regulados en la Leyes de cooperativas que,
aunque generales, cobran en este lugar una singular importancia. Además gozan de la tutela
genérica de la interdicción del abuso del derecho.

El primero de los derechos referidos es el de baja voluntaria, en virtud del cual el socio
puede separarse de la cooperativa en cualquier momento, mediante preaviso escrito dirigido al
consejo rector, con derecho al reembolso de sus aportaciones al capital social --previas las
deducciones y liquidaciones oportunas--; de esta manera, la baja voluntaria se presenta como un
procedimiento por el cual el socio disconforme con la instrucción se desliga de la cooperativa y,
por ende, del cumplimiento de la instrucción1923. Si además la instrucción es perjudicial, la baja
debe considerarse justificada, aplicando la norma de que cuando el acuerdo de la asamblea
general implique la asunción de obligaciones o cargas gravemente onerosas no previstas en los
Estatutos, el socio podrá darse de baja, que tendrá la consideración de justificada (vid. p. ej., art.
17.4 LCEstado)1924. Hay perjuicio incluso cuando la instrucción que cause daño a la cooperativa

grupos cotizados, debería contemplar los no cotizadas y, dentro de ellos, a las sociedades cooperativas de segundo
o ulterior grado, porque la propia Comisión extiende las medidas de transparencia informativa en materia de grupos
a aquellos cuya sociedad matriz cotice en un mercado oficial y a los grupos que no tiene cotización oficial
[Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, de 21 de mayo de 2003, sobre modernización
del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la Unión Europea-Un plan para avanzar,
COM (2003) 284 final- (cuyo texto puede consultarse en Revista de Derecho de Sociedades núm. 20 [2003], págs
319-333, en pág. 328].

1923 Vid. en la misma línea F. VICENT CHULIÁ, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º, Madrid [EDERSA], 1994...,
artículo 149, págs. 879-880).

En supra apartado 1.4 del capítulo segundo de la primera parte, se ha analizado el derecho de baja como técnica
societaria incardinada en el régimen jurídico de la actividad cooperativizada, y se ha expuesto jurisprudencia
ilustrativa sobre la materia.

El derecho a la baja voluntaria determina incluso que las instituciones jurídicas que lo limiten sean de interpretación
restrictiva. En la SAP Murcia de 4 de febrero de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\844) recoge la jurisprudencia del Tribunal
Supremo contenida en las Sentencias de 18 de Marzo de 1998 ( RJ 1998, 1704) y 25 de Enero de 2008 ( RJ 2008,
221) cuando afirman que la regla estatutaria que fija un concreto período de permanencia obligatorio del socio, es
limitativa de los derechos del socio y exige una interpretación restrictiva en cuanto condiciona la posibilidad de darse
de baja voluntariamente que es el principio general de la Ley de Cooperativas.

Con carácter general el Tribunal Supremo considera justificada la baja cuando haya acuerdos que impliquen la
1924

asunción de nuevas obligaciones para los socios [S.T.S., Sala 1ª, de 22 de julio de 1991 [Civil] (Ar. RJ 1994\6579)].

La SAP Jaén de 15 de marzo de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\214925) ante un acuerdo de la asamblea general por el
que se regulaba un aspecto económico de la actividad cooperativizada --el precio de liquidación de las entregas de
aceitunas-- consideró que era una carga gravemente onerosa para el socio y califico su baja como justificada.

Y la SAP Madrid de 30 de marzo de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\1735), frente a acuerdos sociales que pueden
perjudicar al socio, sostiene que la pertenencia a una cooperativa “no supone que el socio deba aceptar todo”,
añadiendo la Sala que “tampoco debe olvidarse que en la relación del socio con la cooperativa rige el…principio de
puerta abierta…lo que...neutraliza hipotéticos perjuicios que de otro modo pudieran producirse”, considerando esta
sentencia que existe un “principio general que toda baja es justificada”.

632
agrupada, beneficie al grupo, siempre que aquel daño no sea compensado. En rigor, el socio
frente a la instrucción tiene dos derechos: el de baja voluntaria --de ejercicio libérrimo-- cuando
se manifiesta disconforme con la instrucción, y el de baja por justa causa, también llamado
derecho de separación del socio --de ejercicio causal-- cuando la instrucción es perjudicial1925.
No son lícitas las restricciones al derecho de baja consistentes en imponer cláusulas penales de
cuantía elevada con el objeto de evitar los abandonos del grupo.

Aunque el tránsito desde la condición de socio a la de ex-socio en las sociedades


cooperativas por consecuencia de la baja voluntaria es lento, debiendo mediar un preaviso y, en
su caso, el transcurso de un periodo de vinculación comprometido1926, si la instrucción es

A pesar de lo que anterior sentencia pudiera dar a entender, los tribunales son cuidadosos en calificar como
justificada la baja voluntaria y para ello analizan con detenimiento los hechos para determinar si hay carga
gravemente onerosa o no para los socios. Un buen ejemplo de esta cautela lo constituye la SAP Orense de 21 de
abril de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\188730) que estudia hasta cinco modificaciones de estatutos sociales (el ámbito
territorial de la cooperativa, la admisión como socio de la compañía familiar gallega, la declaración por el socio de
sus explotaciones vitivinícolas, las restricciones a la transmisión por el socio de las explotaciones vitivinícolas cuya
producción está comprometida con la cooperativa, y la irrecurribilidad del acuerdo respecto de socios a prueba) y un
acuerdo social (la emisión de aportaciones voluntarias) y concluye que “la modificación estatutaria litigiosa, a través
de los acuerdos impugnados, no entraña (en contrario sentido al auspiciado por el artº 20.3 de la Ley de
Cooperativas de Galicia ) establecimiento de obligaciones o cargas "gravemente onerosas" para el socio
recurrente”.

Este tipo de baja justificada es referido por la doctrina con la denominación de baja voluntaria con justificación legal
explícita o con la más sesgada de baja inducida --o forzosa-- y justificada (sobre esta modalidad de baja y sus
características esenciales vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, págs. 84 a
88 y 94).

Un análisis de la materia relativa a los supuestos de baja justificada y, en particular, a los acuerdos de la asamblea
general que impliquen obligaciones o cargas gravemente onerosas para el socio puede consultarse en J. PULGAR,
“La pérdida de la condición de socio en el marco cooperativo: su baja y expulsión”…, págs. 1056 a 1058.

Esta diferencia, adaptada a las instrucciones de grupo, se ha extraído de M. J. MORILLAS JARILLO y M. I.


1925

FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 204 a 209.

1926 Con carácter general, y tomando como ejemplo la Ley estatal, el socio que pretenda darse de baja debe
formular un preaviso escrito al consejo rector con la antelación que señalen los estatutos, y puede, además se le
puede imponer un compromiso de no darse de baja voluntariamente, sin justa causa que califique la misma de
justificada, hasta el final del ejercicio económico en que quiera causar baja o hasta que haya transcurrido, desde su
admisión, el tiempo que fijen los Estatutos, que no será superior a cinco años (apartados 1 y 3 del art. 17). Como el
establecimiento del compromiso del socio de no darse de baja hasta el final del ejercicio económico en que se
solicita la baja o de permanecer durante un determinado periodo de tiempo, es fijado por los estatutos y no por la
Ley, en acuerdo social que infrinja esta materia será anulable como señala la SAP Salamanca de 14 de febrero de
2005 [Civil] (Ar Jur 2005\85328).

Pero hay casos, propios de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, en los que la vinculación del socio
es mucho mayor que la expuesta, debiendo pasar la baja voluntaria por varias fases o momentos. Así sucede, entre
otras, con la Ley vasca de cooperativas que limita intensamente el derecho de baja voluntaria del socio que sea
persona jurídica: “El socio persona jurídica que pretenda darse de baja habrá de cursar, salvo exoneración del
Consejo Rector, un preaviso de al menos un año, y antes de su efectiva separación estará obligado a cumplir las
obligaciones contraídas con la cooperativa de segundo o ulterior grado o a resarcirla económicamente, si así lo
decide el Consejo Rector de ésta. Asimismo, salvo previsión estatutaria en contra, la entidad separada deberá
continuar desarrollando, durante un plazo no inferior a dos años, los compromisos que hubiera asumido con
anterioridad a la fecha de la baja” (art. 129.3).

Sobre la situación del socio en proceso de baja voluntaria vid. supra apartado 3.2.1.5 del capítulo segundo de la
segunda parte.

633
altamente dañosa, el socio perjudicado podría darse de baja voluntaria de forma inmediata --sin
respetar el plazo de preaviso ni el periodo mínimo de permanencia obligada--1927 asumiendo el
riesgo de tener que indemnizar a la cooperativa1928 --riesgo que incluso puede no realizarse si el
juez o árbitro considera que la baja voluntaria del socio aunque cause daño a la cooperativa
persigue evitar un daño propio--.

Y el segundo es el derecho de impugnación que permite al socio instar la declaración de


anulabilidad del acuerdo de la asamblea general que contiene la instrucción perjudicial si
lesionara los intereses la sociedad cooperativa en beneficio del socio dominante 1929, con la
posibilidad de pedir y obtener la suspensión cautelar del acuerdo y, en definitiva, de la
instrucción.

1927Es reiterada la jurisprudencia del Tribunal Supremo que considera que la baja voluntaria de un socio de una
cooperativa se produce automáticamente en el momento y desde la fecha mismos en que el socio comunica a la
cooperativa su voluntad en tal sentido, sin necesidad de que trascurra el plazo de preaviso --ni el periodo mínimo de
permanencia--, aunque el incumplimiento del mismo dará lugar a la correspondiente indemnización de daños y
perjuicios [SS.T.S., Sala 1ª, de 16 de marzo de 1998 [Civil] (Ar RJ 1998\1570), y de 13 de diciembre de 1999 [Civil]
(Ar RJ 1999\8900)].

También en la jurisprudencia menor se recoge la línea del Supremo, con pronunciamientos tan pedagógicos como el
contenido en la SAP Valencia de 17 de diciembre de 2002 [Civil] (Ar Jur 2003\34364). Comienza planteando la
cuestión litigiosa en los siguientes términos: “el núcleo de la controversia se ciñe a si la petición de baja en la
cooperativa efectuada el día 20-4-2000 por la demandante, peticionada con efectos al momento de su solicitud, ha
de operar a tal data, posición defendida por la actora o por el contrario, si los efectos de tal baja, han de computarse
a partir de que concluye el plazo de preaviso de un año establecido en los estatutos de la Cooperativa y por ende,
en ese período anual el socio tiene la obligación de continuar prestando sus obligaciones como cooperativista al
igual que el resto de los socios, tesis defendida por la parte interpelada que es la acogida por el Juez de Instancia”.
Y la resuelve concluyendo que “el derecho a la baja voluntaria se produce desde el momento en que se manifiesta
esa voluntad de cesar en la pertenencia a la Cooperativa, pues el texto legal no impone los efectos de tal baja al
momento de conclusión del preaviso, sino que la consecuencia de no utilizar tal preaviso es exclusivamente la
correspondiente indemnización de daños y perjuicios”.

Esta línea jurisprudencia presenta algunas sorpresas: el Tribunal Supremo admite la revocación por el socio de la
declaración de baja voluntaria, deviniendo ineficaz el acuerdo del consejo rector sobre la calificación y efectos de la
baja [S.T.S., Sala 1ª de 17 de marzo de 2003 [Civil] (Ar. RJ 2003\2592)], lo que parece cuestionar que la fecha de la
baja sea la fecha de la comunicación a la cooperativa, para demorarla a la fecha [indeterminada] en que sea ilícita
su revocación.

En nuestra doctrina la tendencia es también admitir que la fecha de la baja la decide el socio, de forma que ni el
contenido del acuerdo del consejo rector calificando el carácter de la baja, ni la demora de dicho órgano en la
adopción del acuerdo que estime conveniente, pueden desvirtuar o alterar, en forma alguna, un dato que depende
de la voluntad del socio saliente; cosa distinta será la obligación de indemnizar los daños y perjuicios que la
cooperativa demuestre (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 32,
pág. 82).

1928 Debiendo la sociedad cooperativa probar la existencia de los daños o de los perjuicios [SS.T.S.J. de La Rioja,
Sala de lo Social, de 17 de febrero de 2004 (Ar. AS 2004\708) y de 19 de febrero de 2004 (Ar. AS 2044\96082),
dictadas ambas en supuestos en los que la Ley aragonesa --en la redacción entonces vigente-- exigía que la
indemnización viniese fijada en los estatutos y éstos anteriores a tal Ley no la preveían].

1929Para que se pueda impugnar el acuerdo que contiene la instrucción perjudicial debe haber un nexo causal entre
el acuerdo de la asamblea, la lesión de los intereses de la cooperativa y el beneficio del socio de control (vid., con
carácter general, para los acuerdos anulables por lesión a M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, págs. 277 y 278)

634
Junto a las dos reacciones societarias señaladas, existe una reacción general. El
ejercicio del poder de dirección económica unificada por una sociedad cooperativa imponiendo
una instrucción perjudicial a uno de sus socios sin compensación a cambio puede considerase
como un abuso de tal poder directivo, frente al cual el socio afectado --o, incluso, si es una
entidad, los socios de ella-- podrán reaccionar pidiendo daños y perjuicios o la adopción de
medidas judiciales que impidan la persistencia en el abuso (art. 7.2 Código Civil)1930.

Pero todavía quedan pendientes dos intereses dignos de tutela: el de los trabajadores y
el los acreedores, ambos, del socio perjudicado por la instrucción. Respecto a los primeros la
jurisprudencia social, aplicando la doctrina del levantamiento del velo de la personalidad jurídica,
extiende las responsabilidades derivadas del contrato de trabajo al grupo o a la sociedad
dominante1931.

Los segundos no cuentan con esta jurisprudencia tan favorable --lo que no quiere decir
que en la jurisdicción civil no se aplique también tal doctrina1932-- ni tampoco con disposiciones
normativas que prevean la comunicación de deuda o de responsabilidades a la sociedad
cooperativa o al socio dominante. Concretamente, no se contiene en la Ley 22/2003, de 9 de
junio, concursal, una norma jurídica que permita la extensión del concurso de un socio a la
cooperativa --que sea la veste formal de un grupo-- de la que forme parte o al socio dominante
de la misma. Por el contrario, en el Anteproyecto de Ley concursal de 19831933 “el concurso de un
empresario individual o social determinará el de la persona que, tras la apariencia de actuación
de aquél, haya ejercido la actividad empresarial”, a lo que se añadía que “en caso de concurso

1930En la misma línea vid. J. F. DUQUE DOMÍNGUEZ, “Los grupos en el ordenamiento jurídico. Parte I. Grupos de
sociedades cooperativas”..., pág. 130. Ahora bien, como afirma A. ROJO, “Los Grupos de sociedades en el Derecho
español”..., pág. 464, la aplicación de instituciones de protección genéricas, no especialmente diseñadas para los
grupos de sociedades --como el abuso del derecho, el fraude de ley o el interés social--, es un recurso necesario
ante la ausencia de una regulación de los grupos en todos sus aspectos, pero escasamente satisfactorio, a la vista
de la poca jurisprudencia sobre la materia.

1931 A. ROJO, “Los Grupos de sociedades en el Derecho español”..., en pág. 461, destaca el papel jugado por la
jurisprudencia laboral en considerar como un hecho jurídicamente relevante al grupo de sociedades, papel que es
compartido con las resoluciones administrativas laborales y, como pionera, con la legislación fiscal.

1932 Los argumentos más importantes que han sido utilizados por los órganos judiciales del orden civil para
desconocer la personalidad jurídica de la sociedad dominada e imputar responsabilidad a la dominante, han sido
recogidos por A. ROJO, “Los Grupos de sociedades en el Derecho español”..., págs. 464 y 465, quien, además,
denuncia que actualmente “los Jueces y Magistrados españoles …recurren (quizá con demasiada frecuencia y con
razonamientos que en ocasiones son manifiestamente insuficientes) a la ‘fórmula mágica’ del ‘levantamiento del
velo’, intentando por esta vía satisfacer precisas o imprecisas necesidades de justicia material”.

Por su parte J. M. EMBID IRUJO, “El ‘levantamiento del velo’ de la Sociedad Anónima. (Doctrina jurisprudencial
sobre la responsabilidad de los socios por las deudas de la sociedad)”, en Tribuna Social, núm. 17 [1992], págs. 7 a
10, en pág. 8, explica que uno de los supuestos en los que se puede considerar procedente el levantamiento del
velo de la personalidad jurídica tiene lugar en los casos de dirección externa, cuando “la voluntad de la sociedad se
ve influida por alguien --normalmente, otra sociedad-- que participa mayoritariamente en su capital”, originándose un
grupo de sociedades, y denuncia que el Tribunal Supremo está aplicando tan frecuentemente esta doctrina que ha
de dejado de ser un expediente excepcional, para, por su generalización, poner en peligro la seguridad jurídica de
los operadores económicos.

1933Su texto puede consultarse en Anteproyecto de Ley concursal, redactado por la Ponencia Espacial integrada por
los Excmos. Sres. D. Manuel Olivencia Ruiz, D. Luis Vacas Medina, D. Jorge Carreras Llansana, D. Guillermo
Jiménez Sánchez y D. Ángel Rojo Fernández-Río, revisado y aprobado por la Sección de Derecho Mercantil, con la
colaboración de las Secciones de Derecho Civil y de Derecho Procesal de la Comisión General de Codificación,
Madrid [Ministerio de Justicia], 1983.

635
de una sociedad dependiente se presume que la sociedad dominante ha ejercido a través de ella
la actividad empresarial” (art. 150). Con esta redacción el concurso de un socio generaría el
concurso de la sociedad cooperativa que albergara el grupo y, probablemente, también el
concurso del socio que domine a la cooperativa. Esta presunción que, salvo prueba en contrario,
extendía el concurso de la sociedad dependiente a la dominante, desapareció del Anteproyecto
de Ley concursal de 1983, en la revisión del mismo del 1º de marzo de 1986 1934, situación que se
mantuvo en la Propuesta de Anteproyecto de Ley concursal de 1995, que persistió en el
Proyecto de Ley 121/000101 concursal (Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los
Diputados, serie A, 23 de julio de 2002, núm 101-1), y que se ha mantenido en la vigente Ley.

Sin embargo la Ley concursal sí regula una medida de postergación legal de los créditos
de las sociedades que formen parte del mismo grupo que la sociedad declarada en concurso: se
las considera personas especialmente relacionadas con la sociedad concursada (art. 93.2.3º), en
consecuencia sus créditos se clasifican como “créditos subordinados”, ordenados en el quinto
lugar de los mismos (art. 92.5º) lo que significa que se pagarán después de que hayan quedado
satisfechos los créditos ordinarios y las cuatro primeras clases de créditos subordinados (art.
158). En relación con esta materia, al no distinguir la Ley, deben entenderse comprendidos en la
medida de postergación los grupos cooperativos verticales y también los horizontales.

También regula la Ley concursal la declaración conjunta de concurso de varias


sociedades que formen parte de un grupo, ya sea a solicitud de las sociedades deudoras o ya
del acreedor (art. 25), así como la acumulación de los concursos ya declarados de quienes
formen parte de un grupo de sociedades (art. 25.bis.1.1º). En ambos casos la competencia del
juez se determina, entre otros criterios, en función de la sociedad dominante, y a tales efectos
debe entenderse que es sociedad dominante tanto la cooperativa cuanto la entidad socia de ésta
que ostente la mayoría de los votos en la asamblea general--.

No puede considerarse como medida de protección de los acreedores, en el caso de


concurso de una sociedad perteneciente a un grupo, la que se contiene el artículo 48.bis.2. Este
precepto regula la acción contra el socio de la sociedad concursada que sea personalmente
responsable de las deudas de ésta atribuyendo legitimación exclusiva a la administración
concursal. Se complementa con la contenida en el artículo 48.ter.2, que permite el embargo de
los bienes y derechos de los referidos socios. Y no es una medida protectora porque la situación
de grupo no atribuye por sí misma la responsabilidad personal de la sociedad dominante
respecto de las deudas de la sociedad dominada concursada. Esta norma está pensando, por
ejemplo, en los socios colectivos de las sociedades colectivas, comanditarias simples y
comanditarias por acciones. Anteriormente respecto a ellos, la quiebra de su sociedad llevaba
consigo la suya propia (art. 923 C de C, hoy derogado), pero con la reforma desaparece esta
extensión automática (vid. exposición de motivos, III, párrafo 7º, de la Ley concursal).

Por su parte, la doctrina sostiene que no hay una responsabilidad objetiva o estructural
de la entidad cabeza de grupo --en este caso de la sociedad cooperativa o del socio dominante
que utiliza la forma cooperativa como instrumento de dominación-- por las deudas de las
sociedades agrupadas1935, pero que es posible encontrar mecanismos de imputación basados en
un comportamiento o conducta efectivos de la entidad cabeza de grupo debido a que la

1934Vid. A. ROJO, “Los Grupos de sociedades en el Derecho español”..., pág. 480.


1935Así lo sostiene, siguiendo a la doctrina alemana, P. GIRGADO PERANDONES, La empresa de grupo y el
derecho de sociedades..., pág. 283.

636
existencia de una dirección económica unitaria implica una unidad de decisión y un sujeto que
tomó tal decisión1936.

Al margen de todo lo anterior, al acreedor le queda la protección derivada de la acción


social de responsabilidad contra los administradores de la cooperativa que la hayan causado
daño al ejecutar instrucciones de grupo, para que ostentan legitimación, y la acción individual de
responsabilidad.

3.3.8. Derecho a participar en la asamblea general mediante representante.

3.3.8.1. Naturaleza.

I. Debe advertirse que aunque la generalidad de las Leyes de cooperativas regulan la


representación para el ejercicio del derecho de voto en la asamblea general1937, el verdadero
alcance de la misma comprende además los derechos de asistencia y de deliberación1938. No es
técnicamente posible disociar estos tres derechos a los efectos de la representación, de manera
que pudiera el socio asistir a la sesión de la asamblea y deliberar en ella y, a la vez, designar un
apoderado para ejercer el derecho de voto --lo que implicaría la asistencia a la sesión del socio y
del representante, circunstancia incompatible con la técnica de la representación--. Por ello, la
representación no está vinculada únicamente al derecho de voto en la asamblea, sino que es un
instrumento general de la participación orgánica, es decir, permite al socio participar en la sesión
nombrando a otra persona que asista, delibere y vote en su nombre. Además, su régimen
jurídico está también diseñado al servicio, en abstracto, de esa participación; por ello, la
representación para participar en las sesiones de la asamblea general está sometida en sede
cooperativa a determinados límites que tratan de impedir que, a través del recurso a los
apoderados, el socio se desentienda de la gestión de los asuntos sociales.

Con la perspectiva expuesta, nace un nuevo derecho de participación. Los derechos de


asistencia, deliberación y voto van ligados a otro derecho de participación: el derecho de asistir,
deliberar y votar mediante representante en la asamblea general1939. Esta perspectiva de análisis

1936 A juicio de P. GIRGADO PERANDONES, “La responsabilidad de la matriz de una empresa de grupo por las
deudas de sus filiales en Derecho español. Situación legislativa y actuación de los tribunales”, en Revista de
Derecho Mercantil, núm. 247 [2003], págs. 75 a 139, en pág. 101, se excluye el criterio de atribución estructural de
responsabilidad al grupo [a sus sociedad matriz] y se adopta otro fundado en el comportamiento o conducta del
mismo o de las sociedades que lo integran.

1937Seis Leyes de cooperativas --la del País Vasco, la de Galicia, la de Asturias, la de Castilla-La Mancha, la de
Andalucía y la de la Comunidad de Madrid-- se desmarcan de la tónica mayoritaria apuntada, regulando las cinco
primeras la representación para la asistencia a la asamblea general (vid. arts. 34.4.I LCPaís Vasco; 36.8 y 9
LCGalicia; 52.3 LCAsturias; 50 LCCastilla-La Mancha y 32 LSCAndalucía) y la sexta, con rigor, la representación
para los derechos de asistencia, voz y voto (apartados 2 y 3 del art. 35).

1938En el mismo sentido N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 48, pág. 458; y M.
J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 256 y 258.

1939 Con esta naturaleza --la representación como un derecho-- y con este contenido --representación in toto en la
asamblea-- es mencionada la representación por M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, pág. 173, cuando refieren como derecho del socio que no viene recogido en las listas que contiene
las Leyes al derecho de hacerse representar en las asambleas.

La perspectiva de la representación como un derecho del socio a participar en las juntas generales, ha sido
planteada en sede de sociedades de capital por F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de

637
no trata de separarse del régimen de la representación del Derecho privado; únicamente busca
ofrecer un criterio sistemático nuevo de interpretación de las normas jurídicas: la consideración
del régimen de la representación en la asamblea general como un elemento más del sistema de
técnicas de participación del socio en la gestión social. Esta deriva participativa de la
representación complementa el régimen general de la misma cuando este instituto se aplica a la
asamblea general de las sociedades cooperativas y a la explicación de las especialidades
cooperativas de la representación van a dedicarse las páginas que siguen.

También es un derecho de participación orgánica el de la delegación de la asistencia,


deliberación y voto. En la delegación el representante se sustituye a sí mismo y designa a otra
persona para que realice la gestión representativa que a él le ha sido encomendada1940, admitida
por los artículos 1721 y 1722 el Código Civil si el poderdante no se la ha prohibido, y por el
artículo 296 del Código de Comercio, si el principal la ha consentido. Dada la mercantilidad de la
sociedad cooperativa, la delegación de la representación en el ámbito de la asamblea general
debe someterse al régimen del Código de Comercio, de forma que el socio representado ha de
consentir la sustitución del representante. La delegación debe considerarse como un derecho del
socio --de manera que la cooperativa tiene la obligación de admitir a la sesión de la asamblea al
sustituto--, porque participa a través del sustituto en la asamblea general asistiendo, deliberando
y votando. La delegación no está regulada en nuestras Leyes de cooperativas; en particular, la
previsión del artículo 27.3 LCEstado, a cuyo tenor “la delegación de voto, que solo podrá hacerse
con carácter especial para cada Asamblea, deberá efectuarse por el procedimiento que prevean
los Estatutos”, no se refiere al supuesto técnico de la delegación sino al régimen de la
representación1941. Esta ausencia de regulación determina que la designación del sustituto deba
hacerse conforme a las reglas generales, sin que se le exijan los requisitos previstos en la
legislación cooperativa o en los estatutos sociales para el nombramiento de representante,
requisitos que sí deberá probar aquél, dado que su designación tiene como causa este
nombramiento.

II. El derecho de participación en la asamblea general a través de representante está


circunscrito, en puridad, a la representación voluntaria, y es a ella a la que se refieren la mayor
parte de las normas de las Leyes de cooperativas sobre representación y asamblea. La
representación orgánica es una necesidad para las personas jurídicas, lo mismo que lo es la
legal para los menores y los incapacitados. Aun así, la doctrina de la participación deja su
impronta en estas dos últimas y no solo cuando el representante orgánico o el legal nombra a un
apoderado --lo que resulta lógico--, sino también en el régimen jurídico propio de ellas.

III. La asistencia del socio a la asamblea general es, además de un derecho, una
obligación. El representante orgánico o el legal sería el único medio para que las personas
jurídicas o los menores o incapaces, respectivamente, puedan cumplir con su obligación de
asistir. Se cumple con la obligación asistiendo mediante representante voluntario.

capital…, págs.. 216 y 217, afirmando que aparece así una facultad de apoderamiento por parte de todo socio que
teniendo derecho de asistencia no pueda o no quiera concurrir personalmente a la juna general, de manera que por
medio de esta facultad la Ley potencia el derecho del socio a participar en las juntas generales y, por consiguiente,
en la vida de la sociedad.

1940 Vid. L. DIEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado..., págs. 144 y 192 a 198.

1941 Así lo creen M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, págs. 258 y 259.

638
Además, la obligación no merma el derecho a asistir a través de representante
voluntario; el derecho es de tal intensidad que a pesar de que sea obligatoria la asistencia, no es
necesario que deba justificarse porqué no se asiste personalmente1942.

3.3.8.2. Participación mediante representante voluntario.

I. El socio es titular de un derecho de participación que consiste en la facultad de


nombrar a un apoderado para que asista, delibere y vote en su nombre en la asamblea general.
Este derecho tiene existencia autónoma1943. Con carácter general, carecen de este derecho
quienes no sean socios, o mejor, quienes carezcan de derechos de participación1944.

II. El derecho a participar mediante representante voluntario tiene, con carácter general,
reconocimiento legal1945, siendo excepción las Leyes que dejan libertad a los estatutos para que
lo establezcan1946 o para que lo excluyan1947.

1942No obstante, un sector doctrinal piensa que asistir a las asambleas por medio de representante solo es posible
cuando no pueda hacerse en persona por causa justificada (vid. N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 35, pág. 154).

1943La autonomía del derecho de participación mediante representante voluntario se constata con el dato de que
puede ser objeto de suspensión. La doctrina ha admitido expresamente la posibilidad de que los socios pueden ser
sancionados con la suspensión del derecho de asistir a la asamblea mediante representante (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 48, pág. 460).

1944 Para las sociedades anónimas se ha afirmado que, aunque la Ley imponga o confiera el derecho de asistir a las
juntas generales a personas que no tengan la condición de accionistas, el derecho de representación es exclusivo
de los accionistas; de forma que los administradores que están obligados a asistir, los directores y técnicos a
quienes los estatutos pueden ordenar autorizar la asistencia o el comisario del sindicato de obligacionistas que tiene
derecho de asistencia a la junta, carecen del derecho de hacerse representar en esas asambleas (vid. R URÍA, A.
MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia
(dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 106, 107 y 108, pág. 198).

Sin embargo, como en las sociedades cooperativas se reconocen, con distinto alcance, derechos de participación a
personas que no son socios cooperativos (como al socio colaborador, al asociado, al socio capitalista en las
sociedades cooperativas mixtas, al socio exmutualista y al titular de participaciones especiales), debe formar parte
de su contenido el de hacerse representar para el ejercicio de los mencionados derechos.

1945 La mayoría de las Leyes de cooperativas permiten a los socios que el derecho de voto --que como se ha dicho
comprende también el derecho de asistencia y de voz-- se ejerza en la asamblea general mediante representante
(vid. arts. 27 LCEstado; 33.5 LSCExtremadura; 33.1 LCAragón; 35.2 LCMadrid; 41.7.I LCLa Rioja; 36.1 LCCastilla y
León; 43.1 LCIslas Baleares; 37.3 LCValencia; 43.2 LSCMurcia; 52.3 LCAsturias y 50 LCCastilla-La Mancha.

En estos casos, el derecho tiene carácter inderogable por los estatutos sociales, como se ha afirmado a propósito
de las sociedades de responsabilidad limitada (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de
capital…, pág. 533).

1946Las Leyes gallega y catalana no reconocen al socio el derecho de participar en la asamblea mediante
representante, sino que se remiten a los estatutos para que sean éstos los que, en su caso, establezcan el voto por
representante (arts. 36.8.I LCGalicia y 35.1 LCCataluña).

Un caso materialmente parecido al de las dos anteriores es el de la Ley navarra que también se remite a los
estatutos pero no solo para la materia de la representación, sino con carácter general para que determinen “las
normas para la celebración de las asambleas, plazos y publicidad de la convocatoria y cualquier otro extremo
necesario para su normal funcionamiento (art. 35.1.III).

639
III. Este derecho adolece en sede cooperativa de una cierta esquizofrenia jurídica: si
bien es un derecho del socio para participar --no directa, sino representativamente-- en la gestión
de los asuntos sociales y desde este punto de vista está al servicio de la participación, las Leyes
le ajustan el talle para evitar que a través de la actuación por apoderados los socios se alejen de
la gestión social --regulando límites al régimen general de la representación-- y, a la vez, que la
gestión social se aleje de los socios --impidiendo que los terceros puedan ser representantes--.

Los límites consisten en la exigencia de que (i) la representación deba otorgarse por
escrito, (ii) para una sesión concreta, (iii) a favor de un socio, (iv) que solo podrá ostentar
escasísimas representaciones, y (v) sometida a un trámite de admisión previa por parte de la
sociedad cooperativa.

(i) El apoderamiento conferido al representante voluntario debe constar por escrito1948.


No son lícitos los apoderamientos verbales, salvo previsión estatutaria 1949. Esta exigencia no es
un requisito de forma del apoderamiento, es presupuesto del derecho de participación en la
asamblea ejercido a través de apoderado. Debe distinguirse, al analizar esta materia, entre el
apoderamiento y el ejercicio del derecho de participación. El primero es ajeno a la sociedad
cooperativa y está sometido a sus propias reglas de formación, en la cual interviene el socio y su
representante, de manera que el poder conferido por un socio a otra persona para que participe
en su nombre a la asamblea general de la cooperativa es válido cualquiera que sea su forma,

1947En una posición intermedia se encuentran las Leyes vasca y andaluza que reconocen el voto por representante,
salvo disposición contraria de los estatutos (arts. 34.4.I LCPaís Vasco y 32 LSCAndalucía).

1948Con carácter general, las Leyes de cooperativas españolas exigen que el poder tenga forma escrita (vid. arts.
34.4.I LCPaís Vasco; 33.5 LSCExtremadura; 36.8.I LCGalicia; 33.2 LCAragón; 35.2 LCMadrid; 36.2 LCCastilla y
León; 35.1 LCCataluña; 40.1 LCCastilla-La Mancha; 43.4 LCIslas Baleares; 37.3 LCValencia; 52.3 LCAsturias y 50.2
LCCastilla-La Mancha). No la exige el artículo 41.7.I LCLa Rioja.

De esta regla se separa la Ley estatal y la murciana al prever que “la delegación de voto ... deberá efectuarse por el
procedimiento que prevean los estatutos” (arts. 27.3 y 43.3 respectivamente), que podrá exigir la forma escrita o
contentarse con la verbal. También la navarra que remite el funcionamiento de la asamblea a los estatutos (art.
35.1.II), y, con ello, también el poder para asistir a la sesión y su forma. La andaluza no exige la forma escrita y se
remite al reglamento de desarrollo de la Ley para regular “cualquier otro aspecto relativo a la representación” (art.
32.3)

La Ley vasca de cooperativas contiene una singular norma para las asambleas universales: “en el caso de
Asamblea universal, el escrito en que se acredite la representación deberá contener el orden del día previsto” (art.
34.4.I). Esta norma demuestra como las asambleas universales cuentan con una convocatoria informal con una
previsión de orden del día, que es el que, entre otros datos, debe recogerse en el escrito de poder.

1949 Respecto de la sociedad anónima no son lícitos los apoderamientos verbales, ni siquiera mediante previsión
estatutaria, como sostienen R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en
R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…,
artículos 106, 107 y 108, págs. 202 a 203. La misma exigencia para la sociedad de responsabilidad limitada se
defiende por M. ZUBIRI DE SALINAS, “Representación voluntaria en la junta general de la sociedad de
responsabilidad limitada (art. 183)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital, Madrid
[Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 1311 y 1316, en pág. 1315.

En contra, F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, págs. 225 y 226 y 537, para
quien la exigencia de forma escrita tiene un alcance probatorio, que no afecta a la validez del negocio
representativo, de forma que la falta de poder escrito no invalida la representación siempre que en juntas generales
anteriores se hubiese aceptado esa representación.

640
incluso verbal, porque esta es la regla general en el derecho privado (art. 1278 CC)1950, y porque
las Leyes autonómicas carecen de competencia para regular la forma de los negocios jurídicos.
Por el contrario, el derecho de participación excede del binomio compuesto por el socio y su
apoderado ya que tiene como destinataria a la sociedad cooperativa, y al regular su ejercicio --
para lo que las Leyes autonómicas de sociedades cooperativas sí tienen competencia 1951--,
deben tutelarse intereses, diferentes a la voluntad del socio en conceder el poder, que giran
fundamentalmente en torno a la seguridad jurídica de la sesión de la asamblea y de sus
acuerdos, con la finalidad de evitar que la inexistencia o la insuficiencia del poder de quien asista
en representación del socio a la asamblea general haga impugnables los acuerdos adoptados. El
carácter escrito del apoderamiento es presupuesto de la asistencia a la asamblea, como lo es
que el socio no esté en mora en el desembolso de las aportaciones sociales obligatorias o no
esté suspendido de sus derechos políticos. Es, pues, un dato estrictamente cooperativo. Por esta
razón, un poder que no conste por escrito impide la asistencia a la asamblea general del
representante de la entidad socio, ni siquiera a reserva de que con posterioridad a la sesión
asamblearia, la sociedad cooperativa y el socio poderdante puedan recíprocamente compelerse
a llenar la forma escrita (art. 1279 CC)1952. Y, también por esta razón, cuando las Leyes no lo
impidan, será lícito que los estatutos admitan el poder verbal, porque el requisito de la escritura
es de raíz cooperativa, no de naturaleza civil, de manera que cuando el fomento de la
participación orgánica aconseje facilitar la asistencia a la asamblea por medio de representante,
la forma verbal tendrá la justificación derivada de este principio configurador.

Aunque el acuerdo de la asamblea general deba elevarse a escritura pública --supuesto


frecuente-- o haya de perjudicar a tercero, no será necesario que el apoderamiento del
representante del socio conste en documento público, puesto que no se dan los presupuestos
que en esta materia exige el artículo 1280.5º CC: de un lado, el poder no tiene por objeto un acto
redactado o que deba redactarse en escritura pública, pues la elevación a público del acuerdo de
la asamblea lo realizará la propia sociedad cooperativa y no el apoderado del socio, y, de otro, el
perjuicio a tercero --si se produjera-- lo causa el acuerdo de la asamblea general y no la

1950 Vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado…, págs. 144 a 145.

1951 Tomando a modo de ejemplo el caso extremeño, el artículo 7.23 del Estatuto de Autonomía, desde la redacción
dada por la Ley Orgánica 1/2011, de 28 de enero, atribuye a la Comunidad Autónoma competencia exclusiva sobre
la organización funcionamiento y régimen de las cooperativas, que recoge la competencia que al Estatuto de 1983 le
incluyó la Ley Orgánica 8/1994, de 24 de marzo. En el ejercicio de tal competencia se elaboró la Ley 2/1998, de 26
de marzo, de sociedades cooperativas de Extremadura en cuya exposición de motivos (I) puede leerse que “… la
titularidad de la competencia exclusiva sobre una determinada materia, en este caso la de las sociedades
cooperativas, atribuye a la Comunidad Autónoma diversos poderes jurídicos de índole normativo y de ejecución.
...Con la finalidad de ejercer de forma plena la nueva competencia se ha elaborado la presente Ley. …Una Ley de
sociedades cooperativas tiene como contenido natural regular como se crean y como funcionan las sociedades de
esta clase… En esta línea la Ley responde a dos principios generales: uno…; y, dos, facilitar el desarrollo de la
empresa en que consista el objeto social de cada sociedad cooperativa mediante una configuración adecuada de la
estructura y funcionamiento de tales entes…”.

Resulta evidente que la regulación de los requisitos para asistir a la asamblea general es una materia relativa a la
estructura y funcionamiento de las cooperativas, como lo prueba que esa regulación se contenía y se contiene en
las leyes estatales sobre cooperativas, y por lo tanto entra dentro de la competencia autonómica sobre cooperativas.

1952 El hecho de que el carácter escrito del poder no sea un requisito de forma del mismo impide aplicar el
procedimiento por el que las partes pueden recíprocamente compelerse a llenarla (vid. artículo 1279 CC), que sí es
aplicable a los poderes de representación formalmente defectuosos (vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el
Derecho privado…, págs. 149 a 151).

641
asistencia a la asamblea y el voto en ella del representante, que es para lo que se otorgó el
poder.

(ii) La conexión concreta más intensa entre el régimen cooperativo de la representación


y la participación orgánica se da en la especialidad del poder: las Leyes exigen que la
representación se confiera para una sesión concreta1953, con la finalidad de que el principal --el
socio-- a la vista de los asuntos que integran el orden del día pueda instruir al apoderado sobre
la posición que debe defender en las deliberaciones y en las votaciones de la sesión de la
asamblea. El fundamento preparatorio que tiene el carácter especial del poder se da tanto en
sociedades cooperativas cuanto en sociedades de capital 1954. Sin embargo, esta identidad de
fundamento, no equivale a una identidad de intensidad: el principio configurador de la
participación orgánica hace que la especialidad de la representación deba aplicarse con rigor en
las sociedades cooperativas que en las capitalistas, lo que obligará a no admitir
representaciones en las que exista la duda de su especialidad.

No caben representaciones generales que atribuyan al apoderado la facultad de asistir a


todas o a un número indeterminado e incluso determinado de sesiones de la asamblea general.
No es posible por lo tanto que a través de la representación voluntaria el socio se aleje de la
gestión social que desarrolle la asamblea porque, incluso aunque delegue sistemáticamente la
participación en la asamblea general, deberá hacerlo a la vista del orden del día de la convocada
y formulando al apoderado las instrucciones oportunas. Por lo tanto no cumplen con este
requisito los apoderados generales de los socios de la cooperativa1955, a no ser que el poder

1953Esta exigencia se contiene en los artículos 27.3 LCEstado; 34.4.I LCPaís Vasco; 33.5 LSCExtremadura; 36.8.I
LCGalicia; 33.2 LCAragón; 35.2 LCMadrid; 36.2 LCCastilla y León; 35.1 LCCataluña; 43.4 LCIslas Baleares; 37.3
LCValencia; 43.2.I LSCMurcia 52.3 LCAsturias y 50.2 LCCastilla-La Mancha. No exigen que la representación se
confiera para una asamblea concreta la Ley riojana (vid. art. 41.7) y la Ley andaluza (vid. art. 32).

Para las sociedades anónimas también se exige la especialidad del apoderamiento (art. 184.2 TRLSC), lo que
significa, a juicio de R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría,
A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos
106, 107 y 108, pág. 203, cerrar “el paso al uso de apoderamientos que faculten con carácter general para el
ejercicio de los derechos de socio, o para asistir y votar en las juntas que haya de celebrar la sociedad en un
determinado periodo de tiempo o mientras dure el poder”. Ahora bien esta restricción no será de aplicación cuando
el representante ostente poder general conferido en documento público con facultades para administrar todo el
patrimonio que el representado tuviere en territorio nacional (art. 187 TRLSC). Para las limitadas se admite la
representación general, o para todas las juntas, siempre que conste en documento público (art. 183.2 TRLSC).

1954.En este sentido, R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría,
A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo
99, pág. 104, apuntan que “el Tribunal Supremo (S. 8/5/1962) ha declarado que la exigencia legal de que la
representación en las juntas se confiera por escrito y con carácter especial ‘tiene como fundamento lógico la
necesidad de que el accionista tenga conocimiento previo dela celebración de aquella y de los asuntos a tratar, para
dar las instrucciones que estime pertinentes a la persona que confiere su representación en relación con el voto a
emitir’”.

Esta cautela se ha recogido, así mismo para la representación de los consejeros en las sesiones del consejo de
administración de las sociedades cotizadas en los informes sobre buen gobierno, habiéndose recomendado que la
representación se confiera con instrucciones (vid. Informe Olivencia en www.cnmv.es, pág. 33).

1955No se contiene en las Leyes de cooperativas –salvo en el artículo 50.2 LCCastilla-La Mancha-- la excepción a la
exigencia de la especialidad del poder en favor de quienes ostenten “poder general conferido en documento público
con facultades para administrar todo el patrimonio que el representado tuviere en territorio nacional”, que sí se
regula en el artículo 187 TRLSC. Esta norma , que obviamente, se contenía en la Ley de sociedades anónimas,
tiene como finalidad facilitar “la representación de los accionistas ausentes por largos periodos de tiempo como es el
caso de los inversionistas extranjeros o residentes en el extranjero” (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ

642
general se aproveche para atribuir además la representación para asistir a una asamblea ya
convocada, en cuyo caso el apoderado general estará también facultado especialmente para la
concreta sesión de la asamblea1956, y salvo el excepcional supuesto de la Ley castellano-
manchega que admite el poder general conferido en documento público como válido para que el
representante asista en nombre del socio (art. 50.1).

El requisito de la especialidad del poder impone que éste deba otorgarse después de la
convocatoria1957. Como la convocatoria puede ser objeto de varios anuncios públicos (en el
domicilio social de la cooperativa y en cada uno de sus centros de trabajo, en periódicos, y en
cualquier otra forma prevista en los estatutos sociales1958), y éstos tener diferente fecha, será
suficiente con que el poder se haya otorgado después del primer anuncio, aunque haya otros
posteriores. El poder debe modificarse si el orden del día se alterara ex post como consecuencia
de nuevos asuntos propuestos por los interventores o por el número de socios o asociados
determinado en los estatutos sociales1959. La actuación del apoderado en la asamblea general no
está constreñida por el orden del día. El orden del día conocido por el principal le permite dar
instrucciones al representante de forma que al tratar cada uno de los puntos que integran aquél,
debe, en las deliberaciones, manifestar las opiniones del socio representado y debe votar según
lo indicado; pero debe y puede hacer más cosas: si detecta en el curso de la junta defectos en la
convocatoria o en la constitución de la junta deberá, si así lo exige su diligencia, manifestar la
voluntad de su representado de impugnarla judicialmente pues de lo contrario éste perdería la
legitimación para impugnar1960, y puede votar en sentido diverso cuando la defensa de los

PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen
legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 106, 107 y 108, pág. 204). Como fácilmente se
comprenderá socios de esta naturaleza no existen en las sociedades cooperativas, puesto que, con carácter
general, la realización de la actividad cooperativizada --dato que, junto con la aportación al capital social, define al
socio de la cooperativa-- obliga a una presencia física del socio cooperativista cercana a su cooperativa.

Sin embargo, la solución del TRLSC sí podría aplicarse a los asociados en quienes concurran las circunstancias allí
previstas ante la laguna existente en las Leyes de cooperativas y por una evidente identidad de razón: el asociado
es solo aportante de capital social –inversor- sin que pueda realizar actividad cooperativizada, y por ello puede estar
ausente.

1956 Así lo admiten también R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R.
Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…,
artículos 106, 107 y 108, págs. 204 y 205.

1957Parece admitir la misma solución N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…,artículo 48,
pág. 464, a cuyo juicio son dudosas las representaciones concedidas antes de que sea público el orden del día de la
sesión asamblearia.

1958 Sobre esta materia vid supra apartado 3.3.1. del capítulo segundo de la segunda parte.

1959En relación con el derecho proponer asuntos para el orden del día, proponer asuntos para el orden del día vid.
supra apartado 3.3.3.

1960Vid. M. M. SÁNCHEZ ÁLVAREZ, “Junta universal, remoción del administrador y representación del socio
[comentario a la STS (1ª), de 23 de diciembre de 1997]”..., pág. 302.

No hay forma ritual para que el socio haga constar en el acta su oposición al acuerdo anulable, para la posterior
impugnación. El Tribunal Supremo no exige una fórmula concreta o especial para patentizar la voluntad discordante
respecto del acuerdo social, bastando que conste por cualquier modo suficientemente claro y expresivo aquella
disconformidad [S.T.S., Sala 1ª, de 14 de octubre de 1981 [Civil] (Ar. RJ 1981\3739)]. Esta doctrina, lógicamente,
también se aplica a la actuación en la asamblea del representante del socio.

643
intereses de su representado lo aconseje. Esta manera de actuar del apoderado no quiebra la
relación del que decide con la actividad cooperativizada, sino que trata de tutelar eficientemente
los intereses de aquél.

La especialidad del poder hace ilícitos los poderes que faculten al representante para
asistir a las asambleas no convocadas1961.

Existe una excepción en nuestras Leyes a la especialidad del poder que confirma el
fundamento mutualista y participativo del requisito de especialidad del poder: se trata de la
representación familiar en la Ley vasca, que puede conferirse para un número indeterminado de
asambleas1962, pero que, a pesar de ello, dada la limitación material a la que está sometida este
tipo de representación --solo posible en aquellas clases de cooperativas en las que los familiares
del socio son beneficiarios de la actividad cooperativizada: de consumo, de viviendas, agrarias, y
en cualesquiera otras dirigidas a la satisfacción de necesidades familiares-- resulta que el
familiar representante guarda una evidente conexión económica con la mutualidad, pudiendo
afirmarse, incluso en estos casos, que existe un ligamen entre participación en la gestión social y
afectados por la actividad cooperativizada1963.

(iii) Al lado del fenómeno anterior, aparece otra especialidad cooperativa de la


representación que también es tributaria, en abstracto, de la participación orgánica. Se trata de la
limitación subjetiva del apoderado: el socio solo puede conferir la representación a otro socio1964.

1961La SAP La Coruña de 24 de marzo de 2000 [Civil] (Ar jur 2001\143121) aduce como motivo de nulidad de un
acuerdo de asamblea general de una cooperativa celebrada el 10 de febrero de 1996, el que los poderes, vistas sus
fechas de otorgamiento --23 de septiembre de 1993 y 4 de enero de 1995-- no pueden entenderse otorgados para la
sesión concreta del 10 de febrero de 1996. Aunque la sentencia debería haber afinado y comparar la fecha del
otorgamiento del poder no con la de celebración de la asamblea, sino con la de convocatoria.

1962 El artículo 34.5 LCPaís Vasco establece que “si los Estatutos lo prevén, en las cooperativas de consumo, de
viviendas, agrarias, y en cualesquiera otras dirigidas a la satisfacción de necesidades familiares, los socios podrán
hacerse representar en la Asamblea General por su cónyuge u otro familiar con plena capacidad de obrar y hasta el
grado de parentesco que admitan los Estatutos, que también determinarán si se exigirá poder especial para cada
sesión asamblearia o si el escrito de representación tendrá validez durante el período que aquéllos señalen” (la
cursiva es nuestra).

1963 Existía otra excepción a la representación para una sesión concreta. Era la contenida en el artículo 53.4 de la
Ley andaluza de 1999, que permitía representaciones generales para las asambleas que tengan “el carácter de
legal”; esta opción legislativa no responde a la idea expuesta de conectar al socio con la gestión. Con la expresión
asambleas con “el carácter de legal” parece que la Ley quería referirse a las ordinarias, que por Ley tienen un
contenido fijo, lo que a primera vista parece que permite al socio anticipar el orden del día y conferir con cierta
seguridad la representación. Sin embargo, esta reflexión no puede admitirse, en primer lugar, porque los asuntos
típicos del orden del día de las asambleas ordinarias tienen el carácter de mínimos, pudiendo incluirse otros asuntos
adicionales, y, en segundo lugar, porque el contenido de esos asuntos mínimos varía de unos ejercicios a otros.

La norma de que el representante ha de ser otro socio se recoge en los artículos 27.1 LCEstado; 34.4.I LCPaís
1964

Vasco; 33.5 LSCExtremadura; 36.8.I LCGalicia; 33.1 LCAragón; 35.2 LCMadrid; 41.7.I LCLa Rioja; 36.1 LCCastilla y
León; 43.1 LCIslas Baleares; 37.3 LCValencia y 43.2 LSCMurcia.

En esta materia, también la Ley navarra se remite a los estatutos sociales (vid. art. 35.1.III).

La Ley catalana no exige que el representante sea otro socio (art. 35.1). Con esta libertad de designación de
apoderado carece de sentido en la Ley catalana la apertura hacia los familiares que prevén otras Leyes de
cooperativas. Aún así la Ley de Cataluña regula tal apertura, pero no para hacerla posible, dado que el familiar ya se
encuentra dentro de la regla general de que el representante no tenga que ser socio, sino para establecer un
régimen especial de verificación de la suficiencia del poder; dice al respecto su artículo 35.1 que “no es necesario
que la presidencia de la asamblea general admita la representación en el caso de que el representante o la

644
Con esta medida, la gestión social que realice la asamblea mediante sus acuerdos queda
circunscrita al perímetro de decisión de los socios, vedándose la injerencia de terceros, de forma
que se sustrae al poder del socio la posibilidad de abrir la asamblea general a terceros, puesto
que no puede decidir libremente qué persona le representará en la sesión. Obsérvese la sutileza
de las Leyes que, al limitar la representación al círculo de los socios, está conectando, una vez
más, la participación en la gestión con la mutualidad, en la medida que conecta el poder [tanto
directo como representativo] de decisión sobre los asuntos sociales con quienes realizan la
actividad cooperativizada1965. También se ha querido ver en esta norma restrictiva1966 una
contribución al carácter personalista y cerrado de la sociedad cooperativa, propio de sociedades
pequeñas, evitando que terceras personas tengan conocimiento de los asuntos y problemas
sociales que solo deben interesar a los socios y que los socios están en mejores condiciones de
solventar1967. El cierre al círculo de socios que esta limitación subjetiva significa, y su
contribución a la conexión entre gestión social y socios, se acentúa si se la compara con el
régimen de la representación del socio para asistir a la junta general en la sociedad limitada, más
permisivo que aquél. Aquí la norma permite que el socio pueda hacerse representar en la junta
general por su cónyuge, ascendiente o descendiente, por otro socio o por persona que ostente
poder general conferido en documento público con facultades para administrar todo el patrimonio
que el representado tuviere en territorio nacional, y además se prevé la posibilidad de que los

representante sea cónyuge o pareja de hecho, ascendente (sic --son muy frecuentes los problemas de traducción al
castellano que presenta la Ley catalana--) o descendiente de la persona representada, y, además de aportar la
representación escrita y expresa para una sesión concreta, acredite dicha condición familiar...”.

Las Leyes asturiana y castellano-manchega establecen que el socio podrá hacerse representar en la asamblea
general por otro socio, pero también que los estatutos podrán autorizar el ejercicio del derecho de representación
por medio de no socios (arts. 52.3 y 50.1.I, respectivamente).

Por su parte, la Ley andaluza permite que, salvo disposición estatutaria en contra, cada socio o socia pueda hacerse
representar en la asamblea general por otra persona (art. 32.1).

1965 Esta conexión también ha sido apreciada por la doctrina en la misma limitación del poder que rige en la sociedad
limitada. M. ZUBIRI DE SALINAS, “Representación voluntaria en la junta general de la sociedad de responsabilidad
limitada (art. 183)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs. 1313 y 1314,
explica que esta limitación subjetiva de la representación responde al hecho de que en las sociedades limitadas “la
participación suele formar parte de la forma de vida del socio, de su actividad profesional, mientras que el socio
inversor arriesga habitualmente una parte de su patrimonio pero no lo que constituye su actividad económica
primordial”.

De régimen excesivamente rígido lo califica M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades
1966

mutuas de seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de
Parga (dirs.), Tratado de Derecho mercantil…, pág. 204.

1967El dato de que un socio solo pueda ser representado por otro socio en la asamblea general de las cooperativas
es valorada como propia de una sociedad cerrada o familiar por J.M. SUSO VIDAL, “Confluencia del derecho de
sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”... pág.
2518, y por M. ZUBIRI DE SALINAS, “Representación voluntaria en la junta general de la sociedad de
responsabilidad limitada (art. 183)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, págs.
1313 y 1314.

Esta solución del Derecho de sociedades cooperativas guarda semejanza con aquella otra del Derecho de
sociedades cotizadas en la que se recomienda que el consejeros solo pueda hacerse representar por otro consejero
y además del mismo grupo --ejecutivos, dominicales o independiente-- (vid. Informe Olivencia en www.cnmv.es,
pág. 33): ambas responden a la idea del carácter personalista y cerrado del grupo en el que se desempeña la
función encomendada.

645
estatutos puedan autorizar la representación por medio de otras personas (art. 183.1
TRLSC)1968.

Esta limitación subjetiva tiene como excepción, más aparente que real, la representación
familiar, en cuya virtud el socio además de por otro socio, también podrá ser representado en la
asamblea general por su cónyuge o persona unida a él por análoga relación de afectividad, o por
un pariente, dentro de un determinado grado. En puridad, la representación familiar solo se abre
a personas que si bien no son socios, sí son beneficiarios de la actividad cooperativizada, de
forma que aunque no pueden ser considerados mutualistas en sentido jurídico, porque no
adquieren ningún derecho ni asumen ninguna responsabilidad por la actividad cooperativizada,
sí se benefician o se perjudican de las consecuencias de la misma. Examinadas las Leyes de
cooperativas españolas se aprecia en ellas dos tendencias: las que reconocen el derecho de
participación mediante representante familiar1969 y las que se remiten a los estatutos para que,
en su caso, sean éstos los que lo regulen, en cuyo defecto el socio carecerá de este derecho1970,
resultando más acordes con las exigencias de la participación, como elemento del tipo, el primer
grupo. Más interés presenta la tendencia legislativa generalizada de reconocer, legal o
estatutariamente, la representación familiar no para todas las sociedades cooperativas sino para
un determinado grupo de ellas. A pesar de que por la diversidad de supuestos es difícil obtener
conclusiones generales, la regulación de las Leyes sobre esta materia sigue ofreciendo pistas
sobre la conexión entre beneficiario de la actividad cooperativizada y poder de decisión sobre la
gestión social. Podría afirmarse que cuando las prestaciones en que se concreta la actividad
cooperativizada son recibidas por el socio y por los miembros de su familia --cooperativas de
consumidores y usuarios y cooperativas de viviendas1971-- o bien se originan por un esfuerzo
colectivo familiar --cooperativas agrarias1972-- se admite la representación familiar --
extraordinariamente ilustrativa al respecto es la Ley vasca que admite la representación familiar
en cualesquiera cooperativas dirigidas a la satisfacción de necesidades familiares 1973-- y que
cuando tales prestaciones tienen su causa en el trabajo individual del socio --cooperativas de
trabajo asociado1974-- se rechaza. A pesar de lo expuesto, hay Leyes que se escapan a esta

1968En el proyecto de Ley de lo que luego fue la Ley de sociedades de responsabilidad limitada de 1995, se preveía
que el socio solo pudiera hacerse representar por otro socio. Durante la tramitación parlamentaria, la Comisión
extendió a los familiares del socio la posibilidad de ser representante, y del Pleno del Congreso resultó la versión
más ampliada desde el punto de vista de la representación, que ha pasado al TRLCS (vid. F. SÁNCHEZ CALERO,
La junta general en las sociedades de capital…, pág. 533).

1969Directamente reconocen este derecho los artículos 27.1 LCEstado; 41.7.I LCLa Rioja; 36.1 LCCastilla y León;
37.3 LCValencia; 43.2 LSCMurcia; 52.3 LCAsturias y 50.1.I LCCastilla-La Mancha.

Se remiten a los estatutos sociales para que en su caso reconozcan este derecho los artículos 34.5 LCPaís
1970

Vasco; 126.2 LSCExtremadura; 36.9 LCGalicia; 33.2 LCAragón; 35.3 LCMadrid; 53.2 LSCAndalucía; 35.1
LCCataluña y 43.2 LCIslas Baleares.

1971 Vid. arts.34.5 LCPaís Vasco y 33.2 LCAragón.

1972 Vid. arts.34.5 LCPaís Vasco; 126.2 LSCExtremadura y 33.2 LCAragón.

1973Su artículo 34.5 dispone que “si los Estatutos lo prevén, en las cooperativas de consumo, de viviendas, agrarias,
y en cualesquiera otras dirigidas a la satisfacción de necesidades familiares, los socios podrán hacerse representar
en la Asamblea General por su cónyuge u otro familiar...”.

1974No se admite la representación familiar en las cooperativas de trabajo asociado o, como señalan la mayoría de
las Leyes que siguen esta opción legislativa, en aquellas cooperativas en las que el socio cooperativiza su trabajo o,
añaden, cuando al socio se lo impida alguna normativa específica (vid. arts. 27.1 LCEstado; 41.7.I LCLa Rioja; 36.1
LCCastilla y León; 36.2 LCIslas Baleares; 43.2 LSCMurcia y 50.1.I LCCastilla-La Mancha).

646
regla general, pero que por su posición aislada no desdibujan la conclusión apuntada [conexión
beneficiarios de la actividad cooperativizada-representación para ejercer el poder de decisión];
siendo los casos más evidentes el gallego, el valenciano y el asturiano que admiten la
representación familiar para todas las clases de cooperativas1975.

Es, así mismo, una excepción a la regla de la limitación subjetiva del apoderamiento a
favor de los socios, la contenida en la Ley castellano-manchega que permite que pueda ser
representante del socio la persona que ostente poder suficiente conferido en documento público
(art. 50.1.I).

(iv) Junto a la anterior limitación subjetiva, que bien pudiera denominarse cualitativa, por
afectar a la condición del representante --éste solo puede ser socio o familiar--, existe otra
limitación subjetiva cuantitativa: el socio apoderado solo podrá representar a tres socios como
máximo1976, a dos1977 o, incluso, solo a uno1978. La ratio de estas normas se encuentra en la
concepción de la cooperativa como sociedad de participación en la gestión 1979, de forma que si
se permitiera que uno o pocos socios ostentaran la representación de todos o de la mayoría de
ellos, se estaría admitiendo que la generalidad de los socios se desentendiera de la toma de
decisiones sobre la marcha de los asuntos sociales; de ahí que se limiten el número de

1975 Así se deduce de los artículos 36.9 LCGalicia; 37.3 LCValencia y 52.3 LCAsturias.

Como la Ley andaluza permite que, salvo disposición estatutaria en contra, cada socio o socia pueda hacerse
representar en la asamblea general por otra persona (art. 32.1), la remisión al reglamento de desarrollo para regular
cualquier otro aspecto relativo a la representación (art. 32.3), no debe comprender la posibilidad de que,
reglamentariamente se limite esta libertad de designación de representante a la representación familiar. No
obstante, y ante el riego de que el reglamento se haga eco de la norma andaluza derogada, debe tenerse en cuenta
que la anterior regulación andaluza para ajustarla a la teoría de la participación orgánica debía, a mi juicio, ser
sometida a una interpretación correctora. Señalaba la Ley andaluza de 1999 que “los estatutos, atendiendo al
específico sector económico en el que la sociedad cooperativa desarrolle su actividad”, podrán prever que el socio
sea representado por un familiar (art.53.2); en la interpretación de esta norma debía atenderse al sector económico
definido por la actividad cooperativizada y no al que se derive del objeto social, y concluir que cuando en el sector
económico al que pertenezca tal actividad el entorno familiar asuma protagonismo en las prestaciones de la
actividad cooperativizada, será posible la representación familiar y que no lo será en caso contrario.

1976Vid. art. 50.1.I LCCastilla-La Mancha. Como puede observarse, esta Ley mantiene la posición aislada de limitar
tres las representaciones que puede ostentar un socio, frente al límite de dos que se preveía en la derogada Ley de
cooperativas castellano-manchega de 2002, sin que en su Exposición de motivos se explique el cambio de criterio.

1977Vid. arts. 27.1 LCEstado; 34.4.II LCPaís Vasco; 35.3 LSCExtremadura; 36.8.II LCGalicia; 33.1 LCAragón; 35.2
LCMadrid; 53.1 LSCAndalucía; 41.7.I LCLa Rioja; 36.1 LCCastilla y León; 43.1 LCIslas Baleares; 37.3 LCValencia;
43.2 LSCMurcia; 52.3 LCAsturias y 32.1 LSCAndalucía.

Las Leyes vasca y gallega incurren en una curiosa imprecisión técnica: disponen que ningún socio podrá tener más
de dos representaciones, además de la suya (arts. 34.4.II y 36.8.II, respectivamente), cuando el socio que actúa en
su propio nombre es imposible que lo haga como representante suyo. Para la Ley vasca ya se ha hecho eco de esta
circunstancia J. M. SUSO VIDAL, “Confluencia del derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos
sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”... pág. 2519.

1978 El artículo 35.1 LCCataluña dispone que cada representante solo podrá tener un voto delegado.

1979El motivo de la limitación cuantitativa no está en el principio democrático, entendido en el sentido de un sociso
un voto --en contra de lo que afirma N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º..., artículo 48,
pág. 460--. No es un tributo a la regla un socio un voto, porque esta regla también se respetaría, no solo cuando el
socio delegue su único voto en otro socio que no lleve ninguna otra representación, sino también cuando lo delegue
en otro socio que ya lleve varias o muchas representaciones.

647
representaciones que puedan conferirse a un solo socio. No deja resuelto la Ley castellano-
manchega el problema de la limitación cuantitativa de las representaciones que puede ostentar
la persona no socio que ostente poder suficiente conferido en documento público.

Cuando el que asiste a la asamblea general puede ostentar la representación de varios


socios, esta posible representación plural lleva aparejada, como contenido del régimen jurídico
de la representación voluntaria, el derecho del representado de que se emita su voto por el
representante conforme a las instrucciones que haya formulado. Para ello es necesario que el
representante fraccione el voto que corresponda a cada representado y lo emita en el sentido
que éstos le hayan indicado1980. Ahora bien, así como está permitido el fraccionamiento del voto
por el representante, no lo está el fraccionamiento del voto por el socio titular del voto plural,
como se ha tenido ocasión de explicar más arriba1981.

Esta limitación unida a la anterior configuran una excepcional medida de gobierno


cooperativo que evita el control de la asamblea general por el consejo rector. El Informe
Olivencia dentro de las escasas recomendaciones que preveía para reactivar la junta general
estimulando la participación de los accionistas, incluía la referida a hacer más transparente el
mecanismo de la delegación de votos controlado por las entidades depositarias de las acciones y
por el equipo de gestión de la sociedad, ante el temor de que el órgano que controla el
mecanismo pueda controlar la junta general. En esta tarea, rechazó aquellas medidas que
atribuían la gestión del sistema de delegación de votos de la sociedad cotizada a una instancia
oficial o a un comité de accionistas, por excesivamente burocráticas y ser fuente de conflictos, y
se centró en recomendar que se justificasen de manera mucho más detallada las propuestas de
votación que se ofrecen en la solicitud y delegación de voto y en revelar la existencia de conflicto
de intereses1982. En las sociedades cooperativas, como se ha expuesto, las Leyes someten a la
delegación de voto a dos límites que restringen su uso generalizado: que el representante sea
socio y que solo pueda representar a uno o a dos o a tres socios --según los casos-- como
máximo. A primera vista, estos límites responden únicamente a la idea de fomento de la
participación directa del socio en la asamblea general, evitando su participación representativa.
Pero también, dejan ver otra opción de política legislativa: los límites legales impiden que el
mecanismo de la delegación del voto permita al consejo rector controlar la asamblea general.
Son restricciones al voto por representante, que estructuralmente independizan a la asamblea
general del consejo rector y que obedecen a un sistema de órganos sociales propio de una
sociedad mutualista.

(v) La última especialidad del régimen jurídico de la representación cooperativa es de


carácter formal: la representación del socio ha de ser admitida por la sociedad cooperativa. La
admisión del poder será realizada por el presidente1983, o por el secretario1984, o por los

1980 Este planteamiento ha sido recogido en la recomendación 6 del Código Unificado de Buen Gobierno al indicar
“que las sociedades permitan fraccionar el voto a fin de que los intermediarios financieros que aparezcan
legitimados como accionistas, pero actúen por cuenta de clientes distintos, puedan emitir sus votos conforme alas
instrucciones de éstos” (vid, www.cnmv.es, pág. 12).

1981Sobre la prohibición de fraccionar el voto plural para emitirlo en sentido divergente vid.supra apartado 3.3.7.3 del
capítulo segundo de la segunda parte.

1982 Vid. Informe Olivencia, en www.cnmv.es, pág. 52.

1983 Vid. arts. 36.2 LCCastilla y León; 35.1 LCCataluña; 51.a) LCAsturias y 48.4.a) LCCastilla-La Mancha.

Como señala el artículo 33.5 LSCExtremadura. Esta previsión de la Ley extremeña guarda relación con la
1984

competencia del secretario para redactar las actas y para expedir certificaciones (vid, al respecto M. A. SANTOS

648
interventores1985 o por quienes determinen los estatutos1986; o con mayor amplitud, los estatutos
establecerán las reglas dirigidas a verificar la autenticidad y suficiencia de la representación
conferida1987. El impacto de la teoría de la participación en esta regla es neutral, porque se limita
a recoger el derecho de verificación de la suficiencia del poder que asiste a todo aquél que es
parte en un relación jurídica con un representante.

La calificación de la suficiencia de los poderes debe realizarse antes del cómputo de los
socios [y asociados] [presentes y] representados tarea que, a los efectos de declarar
válidamente constituida la asamblea general, realiza el presidente --o quien haga sus funciones--
asistido por el secretario1988. En la calificación de la suficiencia se debe comprobar que el poder
es escrito, que se ha otorgado después de la convocatoria, que el representante es socio o es
familiar del representado, y que no ostenta más poderes de los permitidos --también, aunque no
sea una exigencia de la legislación cooperativa, que el poder sea bastante para asistir, deliberar
y votar en la asamblea1989--. En caso contrario el representante no podrá asistir a la sesión de la
asamblea general. Contra el acuerdo denegatorio no prevén, con carácter general, las Leyes
ningún recurso cooperativo previo, por lo que solo podrá hacerse valer como causa de
impugnación del acuerdo o de los acuerdos adoptados en esa sesión de la asamblea 1990.

DOMÍNGUEZ, “Notas sobre la Ley 2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura”..., pág.
112.

1985Vid. arts. 36.8.I LCGalicia y 41.7.I LCLa Rioja. La Ley gallega añade que en defecto del órgano de intervención,
la verificación de la intervención la realizará el presidente o presidenta y el secretario o secretaria de la asamblea.

Al igual que en estas Leyes, en el derecho aplicable a las sociedades cooperativas con anterioridad a la vigente Ley
estatal, la calificación del poder se atribuía a los interventores --lo que no cuadraba bien con las funciones de
fiscalización contable que les caracterizan-- o bien a un comité especial siempre que estuviera previsto en los
estatutos (vid. art. 48.2.II de la Ley 3/1987, de 2 de abril, general de cooperativas).

1986 Vid. arts. 33.1 LCAragón y 40.1 LCCastilla-la Mancha.

1987 Vid. arts. 53.4 LSCAndalucía y 44.3 LCIslas Baleares.

1988Esta “asistencia” del secretario tiene un contenido distinto a la función de admisión de los poderes --en las Leyes
en que le competa--, y consiste en elaborar la lista de los socios y asociados presentes y representados y de votos
que traen cada uno de ellos. Tal lista podrá formar parte del acta de la sesión o podrá ser un documento especial
anejo al acta. En cualquiera de ambos casos deberá ser autorizada con la firma del secretario con el visto bueno del
presidente.

1989Esta verificación --bastanteo-- es un derecho [y una carga] de todo tercero que se relaciona con el apoderado; el
bastanteo, o determinación de si el acto especialmente contemplado se encuentra o no incluso dentro de los límites
del poder, es un derecho y una carga para el tercero con quien el apoderado se relaciona (vid. L. DIEZ-PICAZO, La
representación en el Derecho privado..., págs. 137 y 184), en este caso para la cooperativa a cuya asamblea quiere
el socio asistir mediante representante. Este juicio ordinariamente arrojará un resultado favorable en el caso de la
representación para asistir a el asamblea reúna el resto de requisitos exigidos por la legislación cooperativa.

1990 Por ello, no es correcta la interpretación que N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley
General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º...,
artículo 48, pág. 465, realizaba de la derogada Ley de 1987, al sostener que frente al silencio legal sobre la vía de
defensa de los que han visto rechazados su poder siempre cabe apelar ante la asamblea general o ante el comité
de recursos.

El o los acuerdos serían nulos de pleno derecho por violar la Ley, concretamente uno de los derechos
administrativos que la Ley concede a los socios: el de asistencia a la asamblea general a través de representante.
Sin embargo, es sorprendente que las Leyes atribuyan legitimación activa para impugnar acuerdos anulables al
socio que es privado ilegítimamente de su derecho de voto.

649
En los casos en los que quienes tengan atribuida la competencia para calificar los
poderes no asistieran a la asamblea, esta podrá nombrar a uno de los asistentes --sea o no
socio-- para que realice tal función, pues de otra manera los socios representados se verían
privados de su derecho de participación. Ahora bien, elegida esta persona, podrá revisar los
poderes y, en su caso, rechazar los que no cumplan con las exigencias legales, aunque estos
hayan participado en su elección1991. Si la competencia es del presidente o el secretario del
consejo rector que, por esta razón lo son de la asamblea general, y, por su inasistencia, actuara
como presidente o como secretario aquel socio que determine la propia asamblea, este acuerdo
presenta la singularidad de que se adopta antes de que se califiquen los poderes, de que se
forme la lista de asistentes y se declare constituida la sesión de la asamblea general 1992, porque
para estas funciones es necesaria la intervención del presidente y del secretario.

IV. Como se ha afirmado anteriormente, sin previo consentimiento del socio


representado, el representante no podrá nombrar, para que asista en su lugar a la asamblea
general, a un sustituto o a un subapoderado1993 por aplicación del artículo 261 C de C que,
aunque previsto para la comisión mercantil y dada la naturaleza mercantil de la sociedad
cooperativa, resulta aplicable a ésta última, de manera que se excluye la solución contraria
contenida en el Código Civil para el mandato, donde son lícitas, salvo que expresamente lo
hubiere prohibido el mandatario, la cesión del mandato y la subdelegación (art. 1721 CC).
Cuando sean consentidos, la cesión o el subapoderamiento habrán de ser escritos y especiales
para una sesión; y como con carácter general el representante tiene que ser socio, también lo
debe ser el sustituto o el subapoderado; de otra forma se consentiría un fraude de Ley.

V. No es dato específico de la representación cooperativa el carácter revocable de la


misma. Esta es una nota común con las sociedades de estructura corporativa. A pesar de que no
se establezca concretamente en todas las Leyes de cooperativas españolas, debe entenderse
que la representación conferida por el socio es revocable tanto expresa cuanto presuntamente,
en particular debe entenderse revocada cuando el socio que la confirió asiste a la sesión, por
aplicación analógica del régimen jurídico de la revocación en el contrato de comisión (art. 279 C

1991En parecidos términos, respecto al presidente de la junta general de accionistas que ha sido elegido por los
asistentes a la sesión, se pronuncian R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de
accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades
mercantiles, tomo V…, artículo 110, pág. 227.

1992 También se plantea la cuestión de cuál ha de ser la mayoría necesaria para la adopción del acuerdo, dado que
el mismo debe tomarse antes de que esté constituida la sesión. Para solucionar la cuestión deberán aplicarse las
reglas generales de formación de la voluntad en la asamblea general. También lo entienden así al interpretar el
artículo 110 de la Ley de sociedades anónimas (cuyo contenido coincide con el del artículo 191 TRLSC) respecto a
la elección del presidente de la junta general de accionistas R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La
junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las
sociedades mercantiles, tomo V…, art. 110, pág. 226.

1993La sustitución de poder consiste en un traspaso de facultades no revocable que el apoderado efectúa en favor
de una tercera persona, quedando él en virtud de tal acto automáticamente fuera de la relación jurídica que
mantenía con el principal. Por su parte el subapoderamiento es una delegación revocable que deja intacta la
posición del apoderado y que le permite, además de conservar su primitivo poder, comportarse frente al
subapoderado como un verdadero poderdante. Sobre estas figuras vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el
Derecho privado…, págs. 192 a 198.

650
de C) 1994. Cuando el socio de una cooperativa sea una persona jurídica, la regla anterior debe
adaptarse a la estructura de esta última: si a la asamblea general asisten el representante
voluntario apoderado para ello y el representante orgánico, se ha de entender revocado el
apoderamiento.

VI. La participación en la asamblea general mediante representante debe tener


constancia en el acta1995. Solo así podrá controlarse el cumplimiento de los requisitos exigidos en
materia de representación1996.

En el acta debe figurar el nombre y apellidos de las personas naturales y la


denominación o razón social de las personas jurídicas que asistan la sesión 1997. Especialmente
el acta de la asamblea general ha de recoger, entre otros contenidos, la relación de socios que
han asistido mediante representante. En ella ha de hacerse constar qué socios han asistido
personalmente --debiendo entenderse que asisten personalmente las personas jurídicas que lo
han hecho a través de su órgano de representación, y los menores e incapaces que lo hagan
mediante sus representantes legales--, y cuáles lo han hecho mediante representante
voluntario1998.

1994 Entre nuestras Leyes de cooperativas, la vasca y la valenciana disponen que la representación es revocable
(arts. 34.4.II y 37.3, respectivamente) y la vasca, de nuevo, la gallega y la andaluza que se entenderá revocada si el
socio representado asiste a la sesión (arts. 34.4.II; 36.10 y 32.2, respectivamente).

La misma doctrina se recoge en el TRLSC al disciplinar la representación para asistir a la junta general de las
sociedades de capital (art. 185).

Bajo la vigencia de la Ley 3/1987, N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 48,
págs. 469 y 470, consideraba eficaz la revocación expresa e ineficaz la revocación presunta o por asistencia
personal a la asamblea del representado.

La falta de constancia en el acta de los socios que asisten por representación puede ocasionar la nulidad de los
1995

acuerdos sociales adoptados, como parce deducirse de la SAP Vizcaya de 1 de julio de 1999 [Civil] (Ar AC
1999\6176).

1996 Además, la inexistencia en el acta de una persona será un medio de excepcional importancia de acreditación de
la legitimación activa para ejercer la acción de anulabilidad por los ausentes a la sesión donde se adoptó el acuerdo
a impugnar.

La mayoría de las Leyes de cooperativas regulan adecuadamente este dato, exigiendo que en el acta o en un
1997

anexo a la misma aparezca la relación o lista de asistentes (vid. arts. 29.1 LCEstado; 37.2 LCPaís Vasco; 36.1
LCMadrid; 37.1 LCCataluña; 45.2 LCIslas Baleares; 38.1 LCValencia; 46.2 LSCMurcia; 53.2 LCAsturias y 52.2
LCCastilla-La Mancha]

En cambio otras simplemente exigen que conste el número [vid. arts. 32.5.b) LSCExtremadura; 38.1 LCGalicia y
42.1 LCLa Rioja] o admiten el número o relación de socios (art. 38.1 LCCastilla y León). La Ley andaluza se remite
al reglamento de desarrollo (art. 30.6).

La exigencia de estas últimas debe extenderse también a la identificación de los asistentes. En este sentido, el
Tribunal Supremo --vid. S.T.S., Sala 1ª, de 27de noviembre de 2000 [Civil] (Ar. RJ 2000\9318)-- considera
defectuosa el acta en la que falta la lista de asistentes y representados, no bastando, para este Tribunal, la mera
constancia de un número de asistentes y representados, a pesar de que la Ley de 1987 solo exigía el número y la
relación de socios.

1998No todas las Leyes de cooperativas recogen acertadamente este contenido necesario del acta, tan solo lo hacen
las Leyes vasca (art. 37.2), madrileña (art. 36.1), balear (art. 45.2), valenciana (art. 38.1), asturiana (art. 53.2) y
castellano-manchega (art. 52.2), incluso con expresión de los documentos que acrediten la representación, como
hacen las Leyes madrileña y valenciana. Un importante grupo de ellas [vid. arts. 29.1 LCEstado; 32.5.b)

651
VII. La participación en la asamblea general mediante representante voluntario no impide
la celebración de asambleas universales, las que se reúnen sin convocatoria previa estando
presentes todos los socios [y asociados], quienes aceptan por unanimidad celebrar asamblea
general y los asuntos a tratar en ella1999. Incluso en algunas modalidades de cooperativas esta
técnica será de frecuente uso: en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado, dado el
reducido número de socios con que puede constituirse y funcionar --basta con carácter general,
con dos sociedades cooperativas--, será muy frecuente la celebración de asamblea universal --
en el caso de los socios de trabajo, como ellos no son miembros de la asamblea general, quien
debe estar presente es el representante o representantes de los mismos--.

A primera vista, puede suponer un obstáculo para el funcionamiento de las asambleas


universales el hecho de que los socios asistan a través de representante, puesto que al mismo
han de impartirse las instrucciones oportunas previo conocimiento del orden del día y respecto
de cada uno de los asuntos que lo integran. Pero esta dificultad es solo aparente, ya que en
realidad las asambleas universales van, frecuentemente, precedidas de un orden del día informal
distribuido entre los socios que asisten a una reunión conociendo los asuntos que se han de
tratar2000, y respecto de los cuales han podido instruir a sus representantes. En definitiva,

LSCExtremadura; 38.1 LCGalicia; 42.1 LCLa Rioja; 38.1 LCCastilla y León; 37.1 LCCataluña y 46.2 LSCMurcia] se
limita a señalar que el acta debe recoger la relación o lista o número de asistentes, sin exigir mención de los
representados, que, naturalmente, debe realizarse; otro grupo menor guarda silencio no solo respecto a la
constancia en acta de los asistentes por representación sino también a los que lo hacen personalmente (vid. arts.
31.4 LCAragón y 35.3 LCNavarra).

La Ley andaluza de 1999 recogía la constancia de los socios representados (art. 51.1), materia que la Ley de 2011
ha remitido al reglamento (art. 30.6).

Para la adecuada aplicación de las Leyes que no exigen la constancia en acta de la participación mediante
representante debe tenerse en cuenta la S.T.S., Sala 1ª, de 27de noviembre de 2000 [Civil] (Ar. RJ 2000\9318) que,
al aplicar el art. 50 de la Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas --que simplemente exigía que se recoja
en el acta el “número de los socios y asociados asistentes”-- considera como defecto del acta de la asamblea
general de una cooperativa el que no aparezca en ella la lista de asistentes y representados. Esta sentencia
confirma la dictada en grado de apelación por la Audiencia Provincial en la que se declaraban nulos los acuerdos
tomados en la asamblea general y el acta que se extendió. Sin embargo, al lado de esta correcta línea
jurisprudencial convive otra que aligera las exigencias sobre el contenido del acta: como ya se ha dicha
anteriormente, la S.T.S., Sala 1ª de 26 de febrero de 2009 [Civil] (Ar. RJ 2009\1519) declara que la falta del acta de
la asamblea “no genera la nulidad de los acuerdos, sino que a lo sumo produce la falta de ejecutividad de los
acuerdos”; y la mencionada sentencia y las SS.T.S., Sala 1ª de 31 de octubre de 1984 [Civil] (Ar. RJ 1984\5152) y
de 19 de diciembre de 1984 [Civil] (Ar. RJ 1984\6139) añaden que aunque la lista de asistentes no conste en el acta,
basta que se demuestre que ha existido y también que puede incluirse en documento diferente al acta.

1999A pesar de la expresión utilizada, entre otras Leyes, por la Ley extremeña en su artículo 38.1 (“...estando
presentes...”) también habrá asamblea universal estando representados los socios y asociados. Sobre la admisión
de la asistencia por representación a las asambleas universales de las sociedades cooperativas vid. R. URÍA, A.
MENÉNDEZ y M. VÉRGEZ, “Sociedades cooperativas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil...,
págs. 1433 y 1434; y S. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, “La asamblea general en la Ley 27/1999, de 16 de julio, de
cooperativas: algunas reflexiones”..., pág. 250.

2000 El Tribunal Supremo consciente de que las juntas universales no son sino aquellas en las que hay una
convocatoria que no se realiza con observancia de las exigencias legales y estatutarias, pero a las que asiste
presente o representado todo el capital desembolsado con la intención de celebrar junta general, ha modificado su
inicial posición hasta llegar a declarar la legalidad de las mismas, línea que así mismo ha seguido la Dirección
General de los Registros y del Notariado (vid. A. ROJO, “Los problemas de adaptación del Derecho español al
Derecho comunitario en materia de sociedades anónimas”..., pág. 142). Por este motivo, es frecuente en la práctica
que exista un aviso informal que no cumple todos los requisitos de la convocatoria (vid. J.M. SUSO VIDAL, “La
confluencia del Derecho de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas

652
siempre que el representado pueda conocer qué es lo que se va a tratar en la asamblea general
y, en consecuencia, pueda instruir a su representante deben admitirse la asambleas universales
de representantes en las que será el propio representante el que deba prestar su consentimiento
a la celebración de la asamblea universal2001.

Cuando para asistir a la asamblea universal se designe a un representante voluntario


debe ponerse mucho cuidado en la tarea de controlar el cumplimiento de la regla de la
especialidad de la sesión, porque ello garantiza que el representado ha conocido la convocatoria
informal de la sesión2002.

Comoquiera que el derecho del socio a participar en la asamblea general mediante


representante trae causa del elemento tipológico de la participación orgánica --participación del
socio en la gestión de los asuntos sociales--, las dudas que surjan con ocasión de la
interpretación y aplicación de las normas jurídicas sobre la asamblea universal deben resolverse
en favor de lo que resulte más favorable para el ejercicio de aquel derecho; y ello tanto cuando la
protección del mencionado derecho imponga restricciones al funcionamiento de este tipo de
asambleas, como cuando flexibilice su régimen jurídico.

Así, la protección del derecho de socio exige, para no desligarlo de la gestión social que
en concreto vaya a abordar una sesión de asamblea universal, que en el documento de poder
conste el orden del día informal, como prueba de su conocimiento por el socio y que cuando
haya asuntos nuevos no incluidos en aquél el apoderado acredite que esta autorizado para el
resto de puntos del orden del día nuevos aprobados por los socios2003. También exige tal
protección que solo pueda haber asambleas universales de representantes en reuniones
previamente convocadas --aunque de manera no formal-- y no en las espontáneas2004, y que la

de Euskadi de 1993”…, pág. 2517; y S. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, “La asamblea general en la Ley 27/1999, de 16 de
julio, de cooperativas: algunas reflexiones”…, pág. 250).

2001 M. M. SÁNCHEZ ÁLVAREZ, “Junta universal, remoción del administrador y representación del socio [comentario
a la STS (1ª), de 23 de diciembre de 1997]”..., págs. 295 y 296.

2002Así, para el supuesto de asistencia por representante voluntario, la doctrina exige que el escrito que documente
el poder contenga el orden el día previsto con la finalidad de que el representado conozca de qué se va a tratar en la
asamblea y confiera la representación estando bien informado (vid. J.M. SUSO VIDAL, “La confluencia del Derecho
de sociedades mercantiles en el régimen de los órganos sociales de la Ley de cooperativas de Euskadi de 1993”…,
págs. 2518 y 2519).

R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M.


Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 99, pág. 104,
sostienen, con apoyo en la vieja sentencia del Tribunal Supremo de 8 de mayo de 1962 --que citan-- que “para
admitir la validez de la representación en las juntas universales, ‘habrá siempre de resultar acreditado que quien
otorga la representación tuvo conocimiento previo de la pretensión de constitución de aquélla y asuntos a dilucidar, y
que con ese antecedente, al menos presupuesto, confirió la representación precisamente para dicho acto con la
conformidad escrita’”.

2003Al respecto la S.T.S., Sala 1ª, de 23 de diciembre de 1997 [Civil] (Ar RJ 1997\9189) exige que cuando haya
asuntos nuevos (no contenidos en el orden del día informal) debe el representante acreditar que esta autorizado
para aquella conformidad ex novo pues de lo contrario no puede en nombre de representado consentir esa junta
universal.

2004Así lo entiende M. M. SÁNCHEZ ÁLVAREZ, “Junta universal, remoción del administrador y representación del
socio [comentario a la STS (1ª), de 23 de diciembre de 1997]”..., págs. 299 y 300.

653
firma del acta de la asamblea general de representantes solo puedan realizarla los
representantes asistentes.

Por el contrario, para favorecer el derecho del socio a asistir a asambleas universales
mediante representantes debe permitirse que la comprobación de la legitimación de los
asistentes sea realizada por los propios socios y no por el órgano que para las asambleas no
universales en cada caso prevean las Leyes --presidente, secretario, interventor, comisión ad
hoc--, puesto que la ausencia de cualquiera de ellos impediría la constitución de la asamblea2005;
o que si un socio está suspendido de su derecho de asistencia puedan todos los restantes
celebrar asamblea universal, e incluso si solo está suspendido del derecho de voto, de forma que
a pesar de gozar de asistencia no se exija su conformidad para la celebración de una asamblea
en que no podría votar.

VIII. Queda pendiente la cuestión de la competencia de las Comunidades Autónomas


para regular especialidades de la representación del socio para su participación en la asamblea
general. Sin duda, esta representación es materia de Derecho privado, que comparte su régimen
con la legislación civil y con la mercantil, competencias exclusivas del Estado (ordinales 7º y 9ª
del artículo 149.1 de la Constitución). Ahora bien la interpretación no puede ser tan simplista, y
debe valorar la atribución como competencia exclusiva, que los Estatutos de Autonomía realizan
a las Comunidades sobre las cooperativas. En el ejercicio de esta competencia --que comprende
la potestad legislativa, la reglamentaria y la de dictar actos administrativos-- las Comunidades
Autónomas deben desarrollar la materia cooperativa conforme a los principios estructurales de
este tipo societario, y en particular haciendo penetrar en el régimen jurídico de la sociedad
cooperativa el principio de la participación del socio en la gestión. De esta forma, si las
modulaciones del régimen de la representación obedecen a razones participativas la Ley
autonómica será respetuosa con el sistema constitucional de distribución de competencias entre
el Estado y las Comunidades Autónomas. Y como se ha ido exponiendo, la generalidad de las
especialidades de la representación cooperativa persiguen la participación de socio en la toma
de decisiones sobre la gestión social.

3.3.8.3. Participación mediante representante legal.

La representación de los menores e incapacitados se ajustará a las normas generales


que les sean de aplicación, según señalan las Leyes de cooperativas españolas 2006. Por lo tanto,
ninguna de las especialidades de la representación voluntaria expuestas anteriormente son

2005En la junta universal los socios deben comprobar que los asistentes ostentan la condición de socio, para evitar el
riesgo de nulidad de la junta por defecto en su constitución (vid. M. M. SÁNCHEZ ÁLVAREZ, “Junta universal,
remoción del administrador y representación del socio [comentario a la STS (1ª), de 23 de diciembre de 1997]”...,
pág. 301, con cita de la sentencia del tribunal Supremo de 21 de octubre de 1994). Por el mismo motivo debe
permitirse que los socios comprueben las representaciones.

2006Vid. arts. 27.2 LCEstado; 41.7.II LCLa Rioja; 36.3 LCCastilla y León; 35.2 LCCataluña; 43.1 LCIslas Baleares;
43.3.II LSCMurcia y 32.1 LSCAndalucía.

Cuando la Ley de cooperativas guarde silencio sobre esta materia, se aplicarán las normas generales sobre la
representación legal, lo equivale a la misma regla anterior.

La aplicación al menor no emancipado y a los incapacitados, para suplir su falta de capacidad de obrar, de las
normas generales sobre representación legal contenidas en el Código Civil, es también, la solución defendida por M.
J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 105.

654
extendidas por las Leyes de cooperativas a la legal2007, debido a que las funciones de aquélla --
ampliación de las posibilidades de actuación del principal-- y de ésta --protección de la persona y
del patrimonio de los menores e incapacitados-- son diferentes2008.

En la representación legal la persona del representado es sustituida por el


representante, cuyas decisiones afectan obligatoriamente a la persona y al patrimonio del
representado; éste no actúa, actuando por él, sustituyéndole plenamente, su representante
legal2009. A la vista de esta naturaleza jurídica, puede afirmarse que el representante legal habrá
de ser considerado, a los efectos de la participación en la gestión social --y precisamente por
efectos de la teoría de la participación--, como si fuera socio, y por este motivo podrá designar un
representante voluntario para que participe en su nombre en la asamblea general2010,
sometiéndose al régimen jurídico especial de la representación voluntaria cooperativa. Por el
mismo motivo, el representante legal de un socio podrá ser representante voluntario de otro
socio: aquél debe ser considerado como socio.

Si el socio ha sido declarado en concurso, y suspendido de las facultades de


administración y disposición sobre su patrimonio, asistirá la administración concursal porque
sustituye al socio deudor (art. 40.2 de la Ley Concursal).

3.3.8.4. Participación del socio persona jurídica mediante representante orgánico y


voluntario.

I. Como en toda su actividad de relación externa las personas jurídicas que sean socias
de una cooperativa necesitan valerse de personas naturales que manifiesten su voluntad; aquí
las personas jurídicas actuarán a través de sus representantes orgánicos2011, y podrán valerse
también de representantes voluntarios2012.

2007 Así parece admitirlo N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas.
Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 48, pág. 468, al
afirmar que no deben reputarse automáticamente aplicables todas las limitaciones de la representación voluntaria a
la legal. Con lo que aparentemente admite la aplicación no automática, sino justificada, de alguna limitación. En el
ámbito de las sociedades anónimas se sostiene, sin ninguna duda, que las prescripciones relativas a la
representación voluntaria del accionista no rigen frente a los representantes legales de accionistas menores,
incapacitados, etc., y en particular no deben reputarse eficaces las limitaciones estatutarias al ejercicio de la
representación por persona en la que no concurra la condición de accionista (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M.
MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al
régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 106, 107 y 108, pág. 211).

2008Ésta y otras diferencias entre la representación voluntaria y la legal pueden consultarse en L. DÍEZ-PICAZO, La
representación en el Derecho privado..., págs. 48 a 51.

2009Sobre la naturaleza jurídica de la representación legal vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho


privado..., págs. 288 y 289.

2010Este derecho [de participar mediante representante voluntario en la asamblea] del representante legal parece
negarse en las Leyes de cooperativas madrileña y valenciana. En ambas Leyes se dispone que las personas físicas
sometidas a representación legal “asistirán” a las asambleas generales a través de sus representantes legales (arts.
35.4 y 37.4, respectivamente), literalidad que parece excluir a los representantes voluntarios nombrados por los
legales. Ahora bien, sería contrario a la competencia exclusiva del Estado sobre la legislación civil, que una Ley
autonómica excluyera un derecho del representante legal, por lo que las disposiciones autonómicas citadas deben
entenderse como meras remisiones al régimen civil de la representación legal.

2011Con unas fórmulas o con otras --aunque con la imprecisión técnica de referirse a representación legal y no a la
orgánica--, las Leyes de cooperativas regulan la actuación de las personas jurídicas en la asamblea general a través
de sus representantes orgánicos: las personas jurídicas serán representadas por quienes ostenten legalmente su

655
II. La participación del socio persona jurídica en la asamblea general puede tener lugar
mediante su representante orgánico. La representación orgánica de la entidad socio corresponde
a las personas [naturales o jurídicas --quienes designan a un persona natural--] titulares del
órgano social competente para la representación o a sus socios --como sucede con los socios
colectivos--, conforme a las normas jurídicas reguladoras de cada una de ellas y, en su caso, a
los estatutos sociales2013. No resulta aplicable el régimen jurídico de la representación voluntaria
del socio, y en particular las restricciones a la misma 2014. La representación en la asamblea de la
cooperativa corresponderá al administrador único o a cualquiera de los administradores
solidarios. Cuando sean varios administradores mancomunados2015, uno de ellos deberá ser
autorizado para asistir a la sesión. En los supuestos en que la representación orgánica de una
entidad socio corresponda a un órgano colegiado, situación que se dará esencialmente en los
casos de consejo rector --en las sociedades cooperativas-- y de consejo de administración --
posible, por ejemplo, en las sociedades anónimas, limitadas o comanditarias por acciones, por
así permitirlo los artículos 210 y 252 TRLSC, y en las colectivas y comanditarias simples, por
estar esta materia bajo la voluntad de los socios-- la participación en la asamblea será realizada,
en el primer caso, por el presidente del consejo rector, ajustando su actuación a lo acordado por

representación, ajustándose la representación a las normas generales que le sean aplicables (arts. 53.3
LSCAndalucía; 43.3 LCIslas Baleares; y 43.3.I LSCMurcia); o la representación legal de las personas jurídicas se
ajustará a las normas de derecho común o especial que sean aplicables (arts. 27.2 LCEstado; 41.7.II LCLa Rioja;
36.3 LCCastilla y León y 35.2 LCCataluña).

2012 Sobre la distinción entre representación orgánica y voluntaria vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el
Derecho privado..., págs. 70 a 74; y A. ROJO, “La representación en el Derecho mercantil”, en Uría-Menéndez
(dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I, págs. 253 a 269, en págs. 253 y
254.

Esta distinción aplicada a la participación del socio en la junta universal mediante representante es recogida por F.
SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 163, al explicar la presencia de los
socios que representen la totalidad del capital social ya personalmente, ya por medio de representante, aclarando
que no nos hallamos en el supuesto de participación del socio por medio de representante si el socio es una
persona jurídica que concurre a la junta universal, no con un representante voluntario sino como un administrador
que goza de representación orgánica, ya que en tal supuesto nos hallamos ante la presencia del accionista.

2013Vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado..., pág. 72; A. ROJO, “La representación en el
Derecho mercantil”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 254; y J. M. GARRIDO,
“Capacidad de la sociedad y representación por los administradores”, en A. Rojo (dir.), La adaptación del derecho
español a las Directivas Comunitarias en materia de sociedades de capital, Noticias de la Unión Europea, núm 151
[1997], págs. 77 a 91, en pág. 78.

2014Al igual que sucede con la representación legal de menores e incapaces (vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M.
MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al
régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 106, 107 y 108, pág. 211).

2015Esto puede suceder en las sociedades colectivas (C. PAZ-ARES, “La sociedad colectiva: representación y
responsabilidad”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006,
Tomo I, págs. 659 a 684, en págs. 661 y 662) y en las comanditarias simples (C. PAZ-ARES, “La sociedad en
comandita”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006, Tomo I,
págs. 743 a 774, en pág. 758) cuando los estatutos al regular la representación social opten por un sistema de
representación conjunta, en cuyo caso el actuar representativo requiere el concurso de todos los representantes, o
cuando se nombre un coadministrador que intervenga las operaciones del administrador estatutario (artículo 132 C.
de C.); y también con los administradores mancomunados de la sociedad anónima [art. 124.2.c) RRM], de la
sociedad de responsabilidad limitada [art. 185.3.c) RRM] y de la sociedad comanditaria por acciones [arts. 215 y
124.2.c) RRM].

656
el consejo rector o a lo previsto en los estatutos2016 o por un miembro del consejo rector2017, en el
segundo podrá articularse a través de un miembro del consejo de administración a quien los
estatutos le atribuyan la representación, y en ambos casos mediante el consejero delegado,
siempre que exista y los estatutos al regular su régimen de actuación no prevean otra cosa2018;
así mismo, la doctrina admite que en defecto de disposición estatutaria, el propio consejo pueda
proceder a autorizar a un miembro del órgano o a una persona extraña para ejecutar los
acuerdos2019.

La representación no debe conferirse con carácter especial para cada asamblea general
--requisito exigido para la representación voluntaria-- dado el contenido legalmente tipificado de
la representación orgánica2020. El ámbito de la representación orgánica se extiende,
comúnmente, a todos los actos comprendidos en el objeto social delimitado por los estatutos2021

2016 Con relación al presidente la Ley estatal dispone que “el Presidente del Consejo Rector y, en su caso, el
Vicepresidente, que lo será también de la cooperativa, ostentarán la representación legal de la misma, dentro del
ámbito de facultades que les atribuyan los Estatutos y las concretas que para su ejecución resulten de los acuerdos
de la Asamblea General o del Consejo Rector” (art. 32.2). En parecidos términos se pronuncia la legislación
autonómica al prever que la representación legal de la cooperativa corresponde al consejo rector pero su ejercicio al
presidente, que incurrirá en responsabilidad si su actuación no se ajusta a los acuerdos de la asamblea general o
del consejo rector (vid, p. ej, arts. 36.4 LSCExtremadura; 56.2.d).II LCCastilla-La Mancha y 37.4 LSCAndalucía).

2017Recogiendo esta posibilidad el artículo 42.4 LCCataluña dispone que “los estatutos sociales pueden atribuir la
representación de la cooperativa ante terceras personas a un miembro o más del consejo rector, a título individual o
conjunto, con la especificación de las facultades que les corresponden, sin perjuicio de lo dispuesto en el Artículo
40”, que también atribuye la representación de la cooperativa al presidente.

En la misma línea el art. 56.2.d).III LCCastilla-La Mancha señala que “los estatutos podrán atribuir el poder de
representación, siempre en nombre del Consejo rector, a uno o varios miembros del Consejo a título individual o
conjunto”.

2018Así se infiere de los artículos. 124.2.d), 185.3.d) y 215 RRM, para las sociedades anónimas, limitadas y
comanditarias por acciones. En el caso de las sociedades cooperativas la figura del consejero delegado está
regulada, por ejemplo, en los artículos 71 LCAsturias y 56.2.d).III LCCastilla-La Mancha, sin necesidad de previsión
estatutaria, y, si los estatutos lo prevén, en el artículo 40.1 LSCAndalucía.

Vid. F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos de la sociedad anónima”..., págs. 127 y
2019

128; y, referido a las sociedades, E. GADEA, F. SACRISTÁN y C. VARGAS VASSEROT, Régimen Jurídico de la
Sociedad Cooperativa del siglo XXI. Realidad actual y propuestas de reforma…, pág. 268.

2020 Sobre esta materia vid. L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado…, págs. 180 a 184; A.
ROJO, “La representación en el Derecho mercantil”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág.
261; J .M. GARRIDO GARCÍA, “Capacidad de la sociedad y representación por los administradores”…, págs. 84 a
87; R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “La sociedad anónima: órganos sociales. Los
administradores”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil, Madrid [Tomson-Civitas], 2ª ed., 2006,
Tomo I, págs. 957 a 995, en págs. 969 y 970; y F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos
de la sociedad anónima”..., págs. 129 y 130.

En relación con las sociedades cooperativas, vid. F. VICENT CHULIÁ, “El derecho de los órganos sociales desde la
perspectiva de la legislación cooperativa”..., págs. 541-542; y del mismo autor “La Ley 27/1999, de 16 de julio, de
Cooperativas Estatal”, en Revista General de Derecho, núm. 663 [1999], págs. 14561 a 14583, en pág. 14576.

De esta manera alude al contenido típico de las facultades del administrador representante el artículo 234.1
2021

TRLSC.

Y de esta misma manera lo regulan los artículos 32.1.IV LCEstado; 40.2 LCPaís Vasco; 39.2 LCMadrid; 40
LCCataluña; 48.2 LCIslas Baleares y 40.1.III LCValencia.

657
o a todos los asuntos concernientes a la entidad representada2022, a lo que debe añadirse que
los administradores pueden realizar cualquier acto idóneo para alcanzar el fin social --entre ellos
el de asistir a la sesión de la asamblea general de una cooperativa-- con independencia de que
se especifiquen o no sus facultades concretas en los estatutos2023. De manera que la
participación de una persona jurídica en una sociedad cooperativa y, en concreto, la asistencia a
sus asambleas generales, debe considerarse como asunto concerniente a la persona jurídica
socia o como acto comprendido en su objeto social2024 y por lo tanto competencia natural2025 del
órgano a quién corresponda la representación. Además, las limitaciones a las facultades
representativas, que eventualmente pudieran existir, incluso la más extrema como limitar o
prohibir al administrador representante la asistencia en nombre de la sociedad representada a la
sesión de la asamblea de cooperativa de la que la sociedad sea socia, no se pueden hacer valer
frente a terceros --en este caso frente a la sociedad cooperativa--. Por ello, no será necesario
que tal representación sea especial para cada asamblea general.

El representante orgánico sí debe dar a conocer su condición de tal, la identidad de la


entidad socio a quien representa y el carácter representativo de su actuación 2026, así como

2022Expresión utilizada para referirse al contenido típico de la representación del consejo rector por los artículos
36.3.I LSCExtremadura; 42.1.I LCGalicia; 46.1 LCLa Rioja y 37.3 LSCAndalucía.

Esta manera de configurar el ámbito de la representación del consejo rector tiene la virtud de comprender en ella
tanto el objeto social cuanto la actividad cooperativizada. En este sentido, el artículo 48.3 LSCMurcia literalmente
señala que “la representación se extenderá a todos los actos comprendidos en el objeto social delimitado en los
Estatutos sociales, así como a aquellos actos relativos al desarrollo de la actividad cooperativizada”.

2023Vid. F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos de la sociedad anónima”..., pág. 131,
quiénes citan en apoyo de tal afirmación la RDGRN de 16 de marzo de 1990 (Ar RJ 1990\2302).

En esta resolución se analiza la inscribibilidad de unos estatutos en los que se atribuyen específicamente ciertas
facultades al órgano de administración de una sociedad anónima (prestar avales, garantías y fianzas a terceros
cualesquiera que sean las obligaciones que se garanticen y constituir, fundar o disolver toda clase de Sociedades,
suscribir y desembolsar acciones o participaciones ...), de difícil conexión con el objeto social previamente
determinado (compraventa de vehículos de motor y maquinaria, recambios y accesorios, lubricantes y carburantes,
la explotación de talleres de reparación y montaje y el más amplio sentido de la mecánica, cualquier otra actividad
industrial o comercial que resulte precisa, complementaria y aneja de las anteriores).

La resolución declara que en la hipótesis examinada no se plantea, propiamente hablando, un problema de


ampliación indirecta del objeto: la previsión, entre las facultades de los administradores, de las relativas a la
prestación de garantías a terceros y la adquisición y tenencia de acciones, debe interpretarse como establecimiento
de meras facultades auxiliares para el desarrollo del objeto y no como determinación de nuevas facultades que
deban integrarse en el objeto. Por ello, y en el buen entendido de que dichas facultades, por imperativo del,
entonces vigente, artículo 76.2.º, de la Ley de Sociedades Anónimas de 17 de julio de 1951, deben entenderse
circunscritas y subordinadas al objeto social, la resolución concluye afirmando la inexistencia de obstáculos que
impidan la inscribibilidad de las cláusulas.

2024 Ya ha desaparecido del RRM de 1996 la exigencia, contenida en el art. 117.4 del RRM de 1989 de que en los
estatutos sociales se indicara expresamente que las actividades del objeto social se podían desarrollar, de modo
indirecto, mediante la participación en otras sociedades.

2025 Debe considerarse contenido natural y no esencial porque el ámbito típico de facultades del órgano de
representación puede ser restringido, aunque con efectos meramente internos, porque tal restricción será ineficaz
frente a terceros (artículo 234.1.II TRLSC y, en el ámbito cooperativo, por ejemplo, artículos 36.3.II LSCExtremadura
y 48.3 LSCMurcia).

Vid. R. URÍA, A. MENÉNDEZ y J. GARCÍA DE ENTERRÍA, “La sociedad anónima: órganos sociales. La junta
2026

general de accionistas”, en Uría-Menéndez (dirs.), Curso de Derecho mercantil..., pág. 941.

658
acreditar documentalmente su carácter de representante2027 para poder asistir a la sesión de la
asamblea general.

Pero si el nombramiento del representante orgánico está inscrito en un registro jurídico,


de eficacia erga omnes, en el que lo inscrito [y publicado] se presume conocido por [o es
oponible a] todos, no pudiéndose alegar ignorancia de ello2028, no se le puede obligar a acreditar
por escrito su representación para asistir a la asamblea2029, de forma que si por falta de prueba
se le impide la asistencia el o los acuerdos adoptados en esa asamblea general serían nulos2030,
si influyen en el resultado de la votación. Ahora bien, el representante inscrito sí debe dar a
conocer su condición de representante, la identidad de la entidad socio a quien representa y el
carácter representativo de su actuación2031. La inscripción registral de los representantes
orgánicos de las entidades socios de una cooperativa les exime, como se ha expuesto, de
acreditar su condición de tal para asistir a las sesiones de la asamblea general, y, paralelamente,
impone a la cooperativa la carga de conocer los cargos inscritos de sus entidades socias, dato al
que tiene acceso mediante el mecanismo de la publicidad formal de los registros 2032. Tarea

Vid. R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez
2027

y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 106, 107 y
108, pág. 211.

2028Este efecto jurídico se deriva del principio registral de oponibilidad --en el Registro Mercantil (arts. 21 C de C. y 9
RRM)-- o del principio registral de publicidad material --en el Registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura,
por ejemplo (art. 16 de la Ley y art. 6 del Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura)--.

2029En particular para el Registro Mercantil son muy ilustrativas las palabras de A. ROJO, “El Registro Mercantil (I).
Organización y funcionamiento”, en Uría-Menéndez (dirs), Curso de Derecho mercantil…, págs. 199 y 200, al
afirmar que “…los datos que se ofrecen al dominio público se consideran conocidos por los terceros, con
independencia de que ese conocimiento jurídico se corresponda o no con el conocimiento real …La
cogsnoscibilidad, es decir, la mera posibilidad de conocer equivale al conocimiento: por el hecho de la publicación o
de la inscripción en un registro público, el Derecho considera que los terceros conocen los datos publicados e
inscritos”. En nuestro caso se ha de entender que el nombramiento de la persona que asiste a la asamblea en
representación de un socio si está inscrito se presume conocido por la sociedad cooperativa de segundo o ulterior
grado.

2030 Un acuerdo de estas características es nulo de pleno derecho por ser contrario a la Ley, es decir, por haber sido
adoptado violando un derecho que la Ley concede a los socios: el de “participar” en las sesiones de la asamblea
general. Respecto de esta misma materia pero para la junta general de accionistas de la sociedad anónima R URÍA,
A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia
(dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 115 a 122, pág. 331,
consideran, en la línea apuntada, que son nulos los acuerdos cuyo contenido viole un mandato legal, y, dentro de
ellos, los que violen los derechos que la Ley concede a los accionistas.

2031Sobre este deber del representante escribe L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado…, págs.
153-154 que “algunas dificultades suscita puntualizar como juega, en materia de poderes, esta “presunción de
conocimiento”. El Registro se presume conocido “por todos”. Que la presunción de conocimiento afecte al dominus
no me parece difícil de admitir. En cambio, necesita matizarse la presunción de conocimiento de los terceros.
Presumir conocido el Registro, significa presumir conocido el hecho mismo de que el representante ostenta un
poder y el alcance de este poder. De ello derivaría que el tercero sabe siempre presuntivamente que contrata con un
representante y que hay, por consiguiente, una situación representativa. Ello no parece admisible. El Registro no
suple, merced a la presunción de conocimiento, la contemplatio domini y la revelación del carácter representativo de
la actuación. Una y otra son extrarregistrales”.

2032La publicidad formal se hace efectiva a través de certificaciones y copias o notas simples informativas (arts. 23 y
77 a 80 RRM y, p. ej., art. 7 RRSCExtremadura). Sobre la publicidad de los asientos del Registro Mercantil puede
consultarse A. ROJO, “El Registro Mercantil (I). Organización y funcionamiento”, en Uría-Menéndez (dirs), Curso de
Derecho mercantil…, págs. 217 y 218.

659
extraordinariamente fácil para las sociedades cooperativas porque en ellas la condición de socio
es siempre nominativa y consta en el libro registro de socios, con lo que únicamente tiene que
acudir al registro en el que estén inscritos para obtener la información.

A la inversa: si figura inscrito --en el Registro Mercantil o en el Registro de Sociedades


Cooperativas que resulte competente-- un representante orgánico distinto del que pretende
asistir a la asamblea general en representación de la entidad socio, la sociedad cooperativa
puede impedirle la asistencia, porque su nombramiento no inscrito no es oponible, en el caso del
Registro Mercantil (art. 21 C de C), o porque su nombramiento en tanto que acto sujeto a
inscripción y no inscrito no produce efectos frente a terceros de buena fe --principio de publicidad
material negativa que rige, por ejemplo, en el Registro de Sociedades Cooperativas de
Extremadura (art. 6.2 RRSCExtremadura)--. La sociedad cooperativa deja de ser tercero de
buena fe si, por ejemplo, el representante orgánico no inscrito le acredita documentalmente su
nombramiento y aceptación, en cuyo caso la cooperativa debe atender a la situación jurídica real
y no a la situación registral (vid. art. 6.2.II RRSCExtremadura) y admitir su asistencia a la sesión
de la asamblea general.

III. El derecho de las personas jurídicas a nombrar representante voluntario para


participar en la asamblea general forma parte, como en el caso de las personas naturales, del
derecho de participación del socio, por lo que no precisa de reconocimiento legal expreso,
aunque algunas Leyes de cooperativas así lo hagan2033, y debe formar parte del haz de derechos
de participación, aunque la regulación concreta del mismo, en algunas Leyes, haga pensar que
las personas jurídicas solo pueden participar en la asamblea general mediante su representante
orgánico, estando vedada la posibilidad de nombrar apoderado, conclusión inadmisible que debe
ser objeto de una interpretación correctora favorable a la participación incluso mediante
representante voluntario2034. No puede haber dudas en aquellas Leyes que señalan que las
entidades socios asistirán a la asamblea general mediante un único representante, pudiendo ser
éste orgánico o voluntario2035.

2033 Las Leyes balear y murciana establecen que las personas jurídicas serán representadas, además de por
quienes ostenten legalmente su representación --rectius, representación orgánica--, por las personas que designen
(arts. 43.3 y 43.3.I, respectivamente).

2034 En las Leyes madrileña y valenciana, al igual que sucedía con la representación legal de menores e
incapacitados, aparentemente las personas jurídicas solo pueden participar en la asamblea general mediante su
representante orgánico. Esta conclusión es la que puede deducirse del uso en la redacción de las normas del
imperativo “asistirán” [las personas jurídicas asistirán a las asambleas generales a través de sus representantes
legales (arts. 35.4 y 37.4, respectivamente)], pero, por las mismas razones que las expuestas anteriormente para el
representante legal, debe entenderse que las personas jurídicas en estas dos Leyes también pueden valerse de
representantes voluntarios para participar en la asamblea general.

2035Se trata de las Leyes extremeña y navarra para las cooperativas de segundo o ulterior grado, que disponen que
la asamblea general estará constituida por un representante de cada uno de los socios personas jurídicas (arts.
159.1 LSCExtremadura y 81.2.I LCNavarra), de manera que, afirmado el derecho de las personas jurídicas a
participar mediante representante voluntario, este único representante podrá ser orgánico o voluntario.

En particular, en el caso de la Ley extremeña, cuando quiere limitar la actuación de una persona jurídica a través de
representante al orgánico lo hace expresamente. Así sucede al restringir la legitimación pasiva para ser elegido
miembro del consejo rector de una sociedad cooperativa de primer grado, al representante orgánico del socio
persona jurídica (art. 37.2), limitación que no se aplica al candidato a consejero de una cooperativa de segundo o
ulterior grado presentado por una entidad socia de la misma, exigiendo la Ley que el candidato sea socio de la
entidad socio que lo propone (art. 160.2).

660
En relación con la representación voluntaria y las personas jurídicas, la Ley balear
contienen una limitación exorbitante: no será lícita la representación conferida a una persona
jurídica ni la otorgada a quien la represente (art. 43.3)2036. Al estar ubicada sistemáticamente la
norma en la regulación de la representación de las personas jurídicas, este límite al derecho de
participación a través de representante solo juega entre personas jurídicas, es decir cuando el
representado es una persona jurídica y el representante también lo es --o se trata del
representante de esta última--, y no es aplicable a la representación conferida por el socio
persona natural, de forma que éste podrá apoderar para participar en la asamblea a un socio
persona jurídica. Aún así, llevada a sus justos términos --al terreno de los socios personas
jurídicas-- no hay explicación basada en la doctrina de la participación --no provoca una mayor
intensidad de la participación del socio en la gestión social-- que justifique técnicamente esta
restricción, provocando una extralimitación competencial, por regulación de una materia civil en
la Ley autonómica mencionada.

IV. La participación mediante representante en las sociedades cooperativas de segundo


o ulterior grado, presenta notables especialidades.

Pensando, principalmente, en las personas jurídicas socias de una sociedad cooperativa


de segundo o ulterior grado, las Leyes contienen algunas normas especiales que, añadidas a las
especialidades de la representación cooperativa, constituyen, a su vez, especialidades
acumuladas a aquellas o especialidades de segundo grado. Debe advertirse que tales
especialidades son, en su mayor parte, propias de los socios que sean personas jurídicas --y de
los socios de trabajo--, de manera que los socios usuarios de este tipo de cooperativas que sean
personas naturales --en los supuestos en que se admitan y salvo la excepción apuntada de los
socios de trabajo-- están sometidos al régimen de representación cooperativa común.

La regla general de que las personas jurídicas socias de una cooperativa participan en la
asamblea general a través de su órganos sociales de representación, pudiendo hacerlo también
mediante el nombramiento de un representante voluntario, cuando se trata de una cooperativa
de segundo o ulterior grado, experimenta varias modificaciones que (i) provocan la ampliación de
las modalidades de la representación orgánica y (ii) la libertad de designación del representante
voluntario, o que, en sentido contrario, (iii) dan lugar a prohibiciones de representación
inexistentes en el primer grado. Además, estas tensiones de diverso signo en la representación
para participar en la asamblea ocasiona importantes (iv) alteraciones en su composición.

(i) El primer grupo de normas especiales amplía las modalidades de la representación


orgánica, de manera que junto al representante orgánico ordinario existe otro posible
representante orgánico especial. El régimen de actuación de estos dos representantes orgánicos
es alternativo --o participa uno o participa otro en la asamblea general, pero las Leyes no
permiten que lo hagan ambos a la vez-- y facultativo --es la entidad socia la que decide si
participar en la asamblea de la cooperativa suprabásica a través de su órgano de representación
o mediante este representante orgánico especial--.

Ciertamente, las Leyes de cooperativas no califican la naturaleza de este segundo


representante, abriéndose al intérprete la doble posibilidad de que sea calificado como voluntario
o como orgánico. Acoger la segunda opción se topa con el importante obstáculo que supone
aceptar que además del órgano social competente para representar frente a terceros a la

2036Esta misma limitación se contenía en el artículo 53.3 LSCAndalucía de 1999, pero ha desaparecido de la
vigente.

661
persona jurídica socia, existe otro sujeto que podrá asistir a la asamblea como si fuera la propia
persona jurídica, es decir, otro representante orgánico, aunque este sea especial y de
funcionamiento alternativo y facultativo. A pesar de ello, es la única interpretación respetuosa
con el régimen jurídico de la representación voluntaria. Si el otro representante que prevén las
Leyes fuese un representante voluntario, al imponerse el mismo a la entidad socia se está
vulnerando su derecho a participar en la asamblea a través de apoderado2037, del apoderado que
ella elija --dentro del régimen legal--. Debe tenerse en cuenta además, que por exigencias de la
doctrina de la participación, no puede haber distinto trato a la representación voluntaria según
estemos ante el primero o el segundo o ulterior grado cooperativo, y aquí lo habría si a las
entidades socias se les limita el sujeto al que pueden apoderar para participar en la asamblea
general. Recuérdese que la representación voluntaria es un derecho, mientras que la orgánica
es una necesidad.

Las variantes son las siguientes:

-En la asamblea general de las cooperativas de segundo o ulterior grado, cada una de
las cooperativas socias será representada por su presidente o por el socio de la misma que
designare su consejo rector (art. 141.4 LCIslas Baleares). En otro orden de cosas en esta Ley las
cooperativas suprabásicas solo están formadas por cooperativas de base y, en minoría, por
sociedades agrarias de transformación, de ahí que la sola referencia a “cooperativas socias” sea
incorrecta por defecto.

-En la asamblea general, cada persona jurídica será representada por la persona que
tenga su representación legal pero puede también ser representada por otro socio de la misma,
si fuese designado a tal efecto para cada asamblea, por acuerdo de su órgano de administración
(art. 130.3 LCGalicia).

-En la asamblea general, cada socio persona jurídica será representado por quien
ostente la representación legal de la misma o por un número de representantes proporcional al
derecho de voto que le corresponda (art. 155.4.I LCCastilla-La Mancha). La representación
plural, que alcanzará un número de miembros proporcional al número de votos que corresponda
a la entidad socia, parece que debe ser colegiada, por exigencias de la unicidad del voto, de
manera que el grupo de representantes emitirá todos los votos correspondientes a la entidad que
representan y lo hará en un mismo sentido. No parece posible que pueda en estos casos
emitirse voto divergente, en el que cada representante vote en un sentido.

-En las asambleas generales de las cooperativas de segundo grado, a cada cooperativa
socia le representará su respectivo consejo rector, con independencia de que el derecho de voto
sea ejercitado por el presidente de la misma, o en su caso por el socio designado al efecto para
cada asamblea por acuerdo de su correspondiente consejo rector (art. 125.3 LCCastilla y León).
En esta Ley no hay ampliación de la representación orgánica, tan solo de su ejercicio, que
corresponderá al presidente o al socio designado por el consejo. La asistencia a la asamblea
general del consejo rector como representante orgánico de la entidad socia debe entenderse
como la asistencia de un número de consejeros suficiente para formar el quórum de constitución
del mismo, de lo contrario un solo consejero, con su inasistencia, podría vetar la participación de

2037Del mismo modo, en las sociedades de capital el socio tiene derecho a nombrar representante voluntario, y
cuando el TRLSC regula el otorgamiento de la representación del socio para la asistencia a la junta general, se sitúa
en terreno de la representación voluntaria (F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…,
págs. 217 y 218).

662
la cooperativa socia en la asamblea general de la cooperativa de segundo o ulterior grado. Por
otra parte, como la Ley comentada admite que puedan formar parte de las cooperativas de
segundo grado, además de cooperativas de base, otras personas jurídicas, públicas y privadas
[y empresarios individuales] (art.125.1), la regla especial sobre la representación orgánica
apuntada anteriormente al centrarse en el consejo rector no puede aplicarse a las personas
jurídicas no cooperativas; respecto de éstas rigen las reglas generales relativas a su
representación orgánica.

-Los Estatutos regularán la forma de representación de cada entidad asociada, ya sea


con un solo representante o con tantos como votos ostente [art. 90.b) LCAragón]. Al igual que en
el caso anterior la representación plural no puede conllevar voto divergente.

La Ley valenciana no regula ninguna ampliación de las posibilidades de la


representación orgánica, limitándose a señalar que los socios comunicarán a la cooperativa la
persona o personas que de conformidad con su propio régimen legal, les representen en los
órganos [también en la asamblea] de la cooperativa de segundo grado (art. 101.2 LCValencia).
Si se tiene en cuenta que en el primer grado las personas jurídicas asistirán a la asamblea a
través de sus representantes legales (art. 37.4 LCValencia), la regulación indicada, propia del
segundo grado, no supone modificación alguna. Ni siquiera esta norma fija al representante
porque la entidad socia puede cambiar de representante cuando lo estime oportuno, bastando
con comunicarlo, por lo tanto tampoco es una novedad para el segundo grado.

No establecen ninguna especialidad para la representación orgánica en el segundo


grado las Leyes estatal, riojana, catalana, murciana, asturiana y andaluza, remitiéndose en lo no
previsto especialmente para las cooperativas suprabásicas a la regulación general (arts. 77.6
LCEstado; 130.5 LCLa Rioja; 124 LCCataluña; 133.6 LSCMurcia y 133 LCAsturias), y por lo
tanto también en esta materia, salvo la Ley andaluza que prevé que serán objeto de desarrollo
reglamentario, entre otras materias, el régimen de constitución, organización y funcionamiento de
los órganos sociales y las normas supletorias aplicables a este tipo de sociedades cooperativas
(art. 108.4.II).

(ii) La libertad de designación del representante voluntario es también una singularidad


de las cooperativas de segundo o ulterior grado. Efectivamente, la limitación contenida en la
norma general en virtud de la cual un socio solo puede hacerse representar mediante otro socio
es propia de una cooperativa de primer grado pero no de la cooperativa suprabásica.

La nota personalista que explica la limitación del círculo de representantes voluntarios a


los socios está desdibujada en la sociedad cooperativa suprabásica, en la que las condiciones
personales y las cualidades de los socios no pueden valorarse, no solo porque sus socios son,
básicamente, personas jurídicas, sino también porque, a su vez, los socios de éstas ingresan y
salen sin posibilidad de control por la cooperativa de segundo grado. Además, limitar la
representación voluntaria de una entidad socio a otra entidad socio no garantiza la endogamia en
la toma de decisiones en la asamblea, puesto que por la entidad socio apoderada tendrá que
asistir una persona natural que la entidad poderdante no conoce o no puede conocer. En
definitiva, existe libertad para la designación del representante voluntario.

(iii) El régimen jurídico de la participación en la asamblea general contiene una serie de


prohibiciones de representación. Son las siguientes:

663
-Los miembros del consejo rector o del comité de recursos, los interventores y los
liquidadores de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado que en tales órganos
representen a las entidades socios no pueden representarlas en la asamblea general, excepto
cuando en su composición --debe entenderse que de la asamblea-- las entidades socias estén
representadas por varios miembros (arts. 77.3 LCEstado; 155.4.II LCCastilla-La Mancha y 133.3
LSCMurcia).

-Los miembros del consejo rector o del comité de recursos, los interventores y los
liquidadores de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado no pueden representar en la
asamblea general a las personas jurídicas de las que sean socios (arts. 130.5 LCGalicia; 158.5
LSCAndalucía y 130.3 LCLa Rioja).

Estas prohibiciones albergan una medida de gobierno corporativo: evitar una excesiva
concentración de poder en manos de una sola persona, que ostentaría la condición de miembro
del consejo rector --o del resto de órganos sociales-- y de miembro de la asamblea. Por este
motivo y porque la Ley no diferencia, las prohibiciones afectan tanto a la representación orgánica
cuanto a la voluntaria, de forma que una persona natural incursa en prohibición no podrá asistir a
la asamblea general de la sociedad cooperativa suprabásica como representante orgánico --en
el caso que ostentara esta condición en la entidad socia-- ni tampoco podría ser designada como
representante voluntario.

Las prohibiciones tienen un alcance endogámico, circunscribiéndose a la entidad socio y


a sus representantes en la cooperativa de segundo grado o a sus socios. Una persona jurídica
socia de una cooperativa de segundo o ulterior grado no puede nombrar como representante
suyo en la asamblea de ésta a quien, en su nombre, sea miembro del consejo rector o del comité
de recursos, o interventor o liquidador, pero sí a los que lo sean en nombre de otra persona
jurídica consocia. Tampoco una entidad socia puede nombrar a un miembro del consejo rector [o
del comité de recursos, o un interventor o liquidador] de la sociedad cooperativa de segundo o
ulterior que sea socio suyo para asistir a la asamblea general, pero sí a un socio consejero de
una entidad consocia. Esta conclusión, que se obtiene de la literalidad de la norma, reconduce la
medida de buen gobierno del plano de la cooperativa suprabásica al terreno de la entidad socia:
se trata de evitar la concentración del poder de la entidad socia en una persona vinculada a ella,
de forma que tal persona pudiera ostentar un poder societario derivado de su doble condición en
la cooperativa superior pero injustificado conforme a su régimen --la participación en capital
social, si la entidad socia es una sociedad de capital, o la mutualidad si la entidad socia es una
cooperativa--. No es lícito que la participación en los órganos de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado altere el sistema de poder societario de las entidades socias.

En las Leyes de cooperativas que no regulen estas prohibiciones, los estatutos sociales
tampoco podrán preverlas, porque forma parte del derecho de participación de las entidades
socias en la asamblea general, la facultad de asistir, deliberar y votar en la sesión asamblearia
mediante el representante que deseen incluso si éste es consejero de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado2038.

2038Esta posibilidad también existe respecto de los administradores de las sociedades anónimas que pueden asistir
a la sesión de la junta general de accionistas en representación de uno o varios accionistas (vid. F. RODRÍGUEZ
ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos de la sociedad anónima”..., pág. 108), si bien con un régimen
especial de representación cuando haya solicitud pública (vid. art. 186 TRLSC).

664
Existen otra prohibición de diferente alcance que la anterior: la representación de las
cooperativas de (sic) socios no podrá delegarse en otro socio de la cooperativa de segundo o
ulterior grado (art. 124.1.II LCMadrid)2039. En esta Ley lo que se prohíbe es la delegación de la
representación. El concepto de delegación es sinónimo aquí de representación voluntaria, no de
subapoderamiento: no tiene sentido que simplemente se prohíba ése. Es evidente, por otra
parte, que queda excluida de la prohibición la representación orgánica. Esta prohibición no tiene
fundamento, desde luego no lo tiene desde la teoría de la participación, porque lo que la Ley
permite para las cooperativas de primer grado --que la representación para participar en la
asamblea se pueda conferir a otro socio (art. 35.2 LCMadrid)-- lo prohíbe para las de segundo o
ulterior grado2040. Además, la Ley madrileña al afectar la prohibición a las entidades socias que
sean cooperativas, pero no al resto de personas jurídicas socias ni a los empresarios
individuales2041, introduce una discriminación injustificada respecto de aquéllas, y resultan
favorecidos los socios que no sean cooperativas.

(iv) El régimen jurídico de la participación de los socios de las cooperativas de segundo


grado en la asamblea general a través de representante condiciona la composición de este
órgano social. No todos los socios de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado tienen
derecho de participación en la asamblea general y, a la par, hay algunos cuya participación es
múltiple o plural asistiendo a la asamblea a través de varias personas. Y es que el concepto de
asamblea general como órgano social formado por los socios, propio de la sociedad cooperativa
de primer grado, no puede aplicarse miméticamente a la sociedad cooperativa suprabásica, al no
darse en ella una relación de igualdad entre socios y participantes en la asamblea general. Dos
son las diferencias que se aprecian en algunas Leyes: la participación de una entidad socia en la
asamblea mediante varios representantes y la participación de los socios de trabajo mediante
representantes --uno solo o varios--, quedando excluida su participación directa.

La primera diferencia consiste en que las personas jurídicas socios de una cooperativa
suprabásica pueden participar en su asamblea general mediante varios representantes dando
lugar al fenómeno de la representación activa plural o múltiple 2042. Los supuestos son dos
siguientes:

2039Con un planteamiento muy parecido, el artículo 158.2 LSCAndalucía de 1999 impedía que la representación de
la cooperativa socio pudiera delegarse en favor de otra de las cooperativas asociadas, o sociedad agraria de
transformación, si la hubiera, y si el Derecho andaluz de cooperativas recogiere en el reglamento de desarrollo de la
Ley de 2011 esta norma, resultaría aplicables las reflexiones realizadas en el texto principal a propósito de la Ley
madrileña.

2040La limitación expuesta procede de la Ley estatal de 1987. Respecto de esta norma se dijo que la prohibición
obedecía al hecho de que lo más lógico es que, si resulta necesario, se produzca un “delegación endógena o
centrípeta”, de la representación hacia otros socios de la misma cooperativa de primer grado (vid. N. PAZ
CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de
Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º…, artículo 148, pág. 863). Esta tesis confunde la
representación orgánica --que corresponde en la Ley de 1987 al presidente de la cooperativa o a otro socio
designado por el consejo rector; y en la madrileña a un número de representantes de los socios, personas jurídicas,
proporcional al derecho de voto de cada entidad social-- con la representación voluntaria a la que las cooperativas
socias deben tener derecho, y que queda prohibida por la norma.

2041En la Ley de cooperativas de Madrid, podrán ser miembros de pleno derecho de las sociedades cooperativas de
segundo grado o ulterior grado, además de las cooperativas de grado inferior y los socios de trabajo, cualesquiera
personas jurídicas, de naturaleza pública o privada, y los empresarios individuales, siempre que exista la necesaria
convergencia de intereses o necesidades y que los Estatutos no lo prohíban (art. 124.1.I):

2042Vid. al respecto M. J. VÁZQUEZ PENA, Las cooperativas de segundo grado: peculiaridades societarias,
Valencia [Tirant lo Blanch], 2002, págs. 79 a 81.

665
-La Asamblea General estará formada por un número de representantes de los socios
personas jurídicas proporcional al derecho de voto de cada entidad socia (arts. 131.1 LCPaís
Vasco; 126.1 LCMadrid y 131.1 LCAsturias), pudiendo fijarse en los Estatutos Sociales límites
máximos y mínimos (art. 131.1 LCPaís Vasco). O bien podrá estar formada por quien ostente la
representación legal de cada socio persona jurídica o por un número de representantes
proporcional al derecho de voto que le corresponda (art. 155.4.I LCCastilla-La Mancha).

-En la composición de la asamblea general las entidades socias pueden estar


representadas por varios miembros (arts. 77.3 LCEstado y 133.3 LSCMurcia).

Entre ambas soluciones normativas, la diferencia más destacable radica en que, en la


segunda, no hay un criterio legal para determinar el número de representantes de cada entidad
socio; quizá pueda deberse a que en estas dos últimas Leyes la previsión de la pluralidad de
asistentes tiene como ratio dejar sin efecto la prohibición de que los consejeros [también los
miembros del comité de recursos, los interventores y los liquidadores] de la cooperativa de
segundo o ulterior grado representen a las entidades socias en la asamblea general; prohibición
que tiene una excepción: cuando en la composición de la asamblea las entidades socios estén
representadas por varios miembros. De esta forma, el legislador preocupado más por desactivar
la prohibición, se ha despreocupado de regular una fórmula para hacer determinable este
número de miembros, que deberá estar regulada en los estatutos sociales.

Con independencia de ello, la cuestión más interesante que plantea esta asistencia
plural es si los derechos de participación en la asamblea general (principalmente, voz y voto) se
escinden con sustantividad jurídica propia en tantas partes como representantes, o por el
contrario deben ser objeto de ejercicio unitario por parte del grupo de representantes. El
problema del ejercicio divergente del derecho de voto, cuando éste es plural, debe resolverse en
su contra: no cabe que los varios representantes de una misma entidad socia voten en la
asamblea en sentido diverso. Los argumentos contrarios al voto plural divergente en este caso
son los mismos que los expuestos más arriba con ocasión del análisis global de las cuestiones
participativas más relevantes que afectan al de voto 2043. Debe tenerse en cuenta que las
conclusiones obtenidas en el análisis del voto divergente son trasladables al derecho de voz. Así
pues, no es lícito que una misma entidad socia socio, aunque este representado por varias
personas en la asamblea, pueda deliberar y votar de forma divergente.

La segunda diferencia señalada, atinente a los socios de trabajo --aquellos socios


personas físicas que aportan capital social, como los demás socios, y cuya actividad
cooperativizada consiste en la prestación de su trabajo en la sociedad cooperativa--, radica en
que la asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado estará formada
por un representante (arts.160.1 LSCExtremadura y 81.2.I LCNavarra) o por los representantes

El artículo 148.2.I de la derogada Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas, para un sector de la doctrina
(N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código
de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 3º..., artículo 148, pág. 862; y M.J. VÁZQUEZ PENA,
Las cooperativas de segundo grado: peculiaridades societarias…, págs. 83 a 85) admitía que la sociedad
cooperativa de base estuviera representada en la asamblea general de la de segundo o ulterior grado por dos
personas: el presidente y el socio designado por el consejo rector. En contra de esta interpretación se sitúa P.J.
BORJABAD GONZALO, Manual de Derecho Cooperativo General y Catalán...¸ pág. 293.

2043 Vid. supra apartado 3.3.7.3 del capítulo segundo de la segunda parte.

666
(arts. 131.1 LCPaís Vasco; 126.1 LCMadrid y 131.1 LCAsturias) o por la representación [art.
90.b) LCAragón2044] de los socios de trabajo, en el caso de que éstos existan. En definitiva, los
socios que sean personas jurídicas o empresarios individuales son miembros de la asamblea
general, mientras que los socios de trabajo no son miembros de la asamblea general, el miembro
es el representante o los representantes de la masa de socios de trabajo. Esta norma supone
una importante singularidad para los socios de trabajo, cuyos derechos de asistencia,
deliberación y voto deben ser ejercidos de forma colectiva a través de un único o varios
representantes de la masa. Singularidad que en cierto modo conecta con la regulación propia del
Derecho relativa a la representación de los trabajadores a través de los delegados de personal y
de los comités de empresa, por lo que no es del todo extraña la solución recogida en la Leyes
mencionadas para la masa de socios de trabajo.

La masa de socios de trabajo no tiene personalidad jurídica, ya que la titularidad de los


derechos corresponde de manera individual a cada socio de trabajo. La masa como tal ni tiene
derechos ni tiene obligaciones. La aclaración es pertinente porque el jurista se ve con demasiada
frecuencia seducido por la tendencia a personificar colectividades de personas, viendo un sujeto
de derechos allí donde no hay sino una pluralidad de ellos2045. Esta singular regulación obliga a
indagar la posición jurídica del socio de trabajo respecto a la asamblea general. El contenido de
esa posición está integrado esencialmente por el derecho a ser convocado, el de asistencia, el
de deliberación, y el de votación en las sesiones de la asamblea general y como en tantos otros
supuestos previstos en las normas jurídicas, la explicación de la regulación contenida en las
Leyes mencionadas viene dada por la distinción entre titularidad del derecho y ejercicio o disfrute
del mismo2046, de suerte que la titularidad de los derechos corresponde individualmente a cada
socio, pero están sometidos a un procedimiento de ejercicio colectivo a través de la
representación de todos ellos. Este procedimiento tiene por objeto determinar la voluntad única
de la masa de socios de trabajo, y en él cada uno de ellos tiene derecho a que se le convoque, a
asistir a las reuniones del colectivo, a manifestar en ella sus opiniones, y a votar cual debe ser la
postura de su representante en las sesiones de la asamblea general de la sociedad cooperativa
de segundo o ulterior grado. Alternativamente, los estatutos podrán señalar que el o los
representes se nombren para una sesión concreta de la asamblea o para un determinado
periodo de tiempo. Esta doble posibilidad, determina que, a su vez, el derecho a ser convocado
para la sesión de la asamblea general pueda ejercerse de dos formas: una, en la que la
convocatoria acordada por el consejo rector va materialmente dirigida a cada socio de trabajo
para garantizar la participación del socio de trabajo en el proceso de elección del representante a
la sesión concreta, de manera que producida la convocatoria, se desencadena en la masa de
socios de trabajo el proceso de designación de su representante y de impartición de
instrucciones al mismo; y otra, en la que la convocatoria se dirige al o a los representantes
nombrados para un periodo de tiempo por la masa.

2044La Ley aragonesa señala en su artículo 90.b) que “los socios de trabajo, en su caso, tendrán derecho también a
ser representados en la asamblea”.

2045Resultan muy ilustrativas en relación con esta idea, pero respecto a la evolución de la doctrina francesa sobre la
personalidad jurídica de la masa pasiva de la quiebra, la exposición de E. BELTRÁN, Las deudas de la masa,
Zaragoza [Publicaciones del Real Colegio de España. Bolonia 1986], 1986, en págs. 64 a 74.

2046 Uno de esos supuestos es recogido por A. ROJO, “El derecho a obtener certificación de los acuerdos sociales”..,
pág.1, que, al analizar el art. 66.I de la Ley de sociedades anónimas de 17 de junio de 1951, afirma que “en este
articulo se contiene, a nuestro juicio, una implícita distinción entre titularidad del derecho [a obtener certificación de
los acuerdos sociales] y legitimación para su ejercicio. El único titular del derecho es precisamente el accionista;
pero la legitimación para ejercitarlo se reconoce, por razones prácticas, no sólo al socio, sino también a la persona
que hubiera asistido a la Junta en representación del accionista no asistente”.

667
Es importante destacar que la separación entre titularidad y ejercicio que se ha explicado
solo afecta a los cuatro derechos mencionados, únicos que, por disposición legal, colectivizan su
ejercicio a través de representante, pero el resto de derechos de los socios de trabajo respecto a
la asamblea general son de ejercicio individual, como por ejemplo el derecho a solicitar al
consejo rector la convocatoria de la asamblea, o el derecho a proponer asuntos para el orden del
día. Así, el ejercicio individual del derecho a solicitar al consejo rector la convocatoria de la
asamblea general, significa que la legitimación para su ejercicio no parece que deba restringirse
al o a los representantes de los socios de trabajo, de manera que este derecho es ostentado por
cada uno de los mencionados socios, bien individualmente --para solicitar la asamblea ordinaria--
o bien para conformar el derecho de la minoría --en el caso de solicitar la asamblea
extraordinaria--. Dos razones sustentan esta solución: por un lado, si la titularidad de los
derechos a ser convocado, asistencia, deliberación y voto corresponde al socio de trabajo
individualmente considerado, el derecho que tutela tales derechos --derecho a solicitar del
consejo rector la convocatoria de la asamblea-- debe corresponder también al socio de trabajo;
y, por otro, mientras que el ejercicio de aquellos cuatro derechos está colectivizado a través de
representante de la masa de socios de trabajo, el ejercicio de éste, al no decir nada la Ley, debe
ser personal, de esta forma el socio de trabajo podrá solicitar al consejo que convoque la
asamblea ordinaria, o podrá contribuir con su apoyo a la formación de la minoría de socios que
pueden solicitar del consejo rector la convocatoria de la asamblea general extraordinaria. Del
mismo modo, en la convocatoria judicial, cada socio de trabajo está legitimado para instar
judicialmente la convocatoria de la asamblea general ordinaria y puede unirse a otros socios de
trabajo (e incluso a entidades socios) para lograr la suma de la minoría necesaria para la
extraordinaria, sin que la legitimación tenga que atribuirse al representante de los socios de
trabajo. Nótese como esta solución es la misma que la expuesta anteriormente al analizar la
legitimación para la solicitud de convocatoria al consejo rector y, obviamente, tiene sustento en
los mismos argumentos2047. Y con respecto al derecho de la minoría de socios para proponer
asuntos que han de integrar el orden del día, también para el cómputo de esa minoría deben
tenerse en cuenta individualmente a cada uno de los socios de trabajo.

Otro tanto sucede con el derecho de impugnación: la legitimación para impugnar los
acuerdos de la asamblea general de la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado no
corresponde a los representantes de la masa de socios de trabajo; la titularidad y el ejercicio del
derecho de impugnación pertenece a cada uno de los socios de trabajo. Así como sus derechos
de asistencia, deliberación y voto están sometidos a un procedimiento de ejercicio colectivo a
través de uno o varios representantes de todos los socios de trabajo, el de impugnación le
corresponde individualmente a cada uno de ellos. Obsérvese, sin embargo, que en los supuestos
de acuerdos anulables --los que se opongan a los estatutos o lesionen, en beneficio de uno o
varios socios o de terceros, los intereses de la sociedad cooperativa-- el presupuesto de ejercicio
de tal derecho de impugnación --asistencia a la sesión asamblearia, voto en contra y constancia

2047 Uno de los argumentos expuestos más arriba a la hora de justificar la legitimación del socio de trabajo para
solicitar al consejo rector la convocatoria de la asamblea general, se centraba el que al ser tal socio titular de los
derechos a ser convocado, asistencia, deliberación y voto también debe ser titular del derecho que los tutela. De
forma análoga, en el caso de convocatoria judicial de la junta general de accionistas la doctrina científica ha
reconocido el papel de la titularidad del derecho del socio a deliberar y decidir sobre los asuntos competencia de la
junta como justificación de la legitimación del socio para acudir al Juez incoando el expediente de jurisdicción
voluntaria. En este sentido J. C. RIERA BLANCO, “La junta general de accionistas convocada judicialmente”…”,
pág. 316.

668
en el acta de la oposición2048-- no está en manos del socio de trabajo, sino del representante de
la masa, que deberá obrar con la diligencia debida (cfrs. arts. 1719 CC y 255 C de C).

El procedimiento de elección del representante de los socios de trabajo debe


establecerse en los estatutos sociales2049. Su régimen habrá de estar presidido por dos principios
fundamentales: por una parte, garantizar la participación de todos los socios de trabajo en la
formación de la voluntad del representante, pues cada uno de ellos es titular individualmente de
los derechos de asistencia, deliberación y voto2050; y, por otra, establecer un sistema de
adopción de acuerdos que no consista en la unanimidad, porque en caso contrario se dejará en
manos de un solo socio de trabajo la obstaculización de la estrategia de la masa, vetando
cualquier acuerdo, y estos controles unilaterales no están permitidos por el ordenamiento
jurídico2051.

Como se ha dicho más arriba, cada vez que haya una convocatoria de la asamblea
general, o bien debe iniciarse el procedimiento para fijar la postura que la masa de socios de
trabajo adoptará en la sesión, a la vista del orden del día, y para nombrar a la representación, o
también, se dispondrá para la asistencia el o los representantes nombrados para un determinado
periodo de tiempo, lo que, además, permitirá la celebración de asambleas universales.

3.3.8.5. La responsabilidad del representante.

I. La falta de participación o la participación negligente en la asamblea general por parte


del representante puede generarle responsabilidad por daños.

Los presupuestos de esta responsabilidad son los ordinarios de la responsabilidad civil:


la acción u omisión ilícita, en la que intervenga culpa, el daño y la relación de causalidad entre el
comportamiento del agente [representante] y el daño. Ahora bien, al desencadenarse la
responsabilidad en el proceso de funcionamiento de la asamblea general de una cooperativa
algunos de tales elementos presentan singularidades.
2048Para valorar adecuadamente la diligencia con la que actúa el representante debe tenerse en cuenta que el
Tribunal Supremo no exige una fórmula concreta o especial para patentizar la voluntad discordante respecto del
acuerdo social, bastando que conste por cualquier modo suficientemente claro y expresivo aquella disconformidad
[S.T.S., Sala 1ª, de 14 de octubre de 1981 [Civil] (Ar. RJ 1981\3739)].

2049Las únicas dos Leyes que se remite a los estatutos sociales para regular esta materia --configurándola como
contenido mínimo de los mismos-- son la navarra, en su artículo 81.2.V, y la asturiana, en el artículo 131.1. En las
otras tres nada se dice acerca del procedimiento de elección del o de los representantes de los socios de trabajo,
pero debe considerarse materia reservada a los estatutos, por la garantía que proporciona la calificación e
inscripción registral. No son competentes ni el reglamento de régimen interior, ni lo acuerdos ad hoc de la asamblea
general, ni menos aún, será posible que el procedimiento sea regulado por los propios socios de trabajo mediante
un pacto parasocial, dado que no sería vinculante para la cooperativa.

2050Sin perjuicio de un análisis detallado de las consecuencias jurídicas derivadas de la vulneración del derecho de
participación del socio de trabajo, parece que puede hacer ineficaz la participación y el voto del representante del
colectivo en la asamblea general. Si así se declarara por el juez --o por un árbitro-- habría que concluir que en la
asamblea general no se logró el quórum de constitución o la mayoría para adoptar el acuerdo, siempre y cuando la
participación del representante de los socios de trabajo fuese relevante a estos efectos. En tales casos concurriría
una causa de nulidad de pleno derecho por violar los requisitos que la Ley exige para la válida constitución y
funcionamiento de la asamblea general (vid., para la junta general de accionistas R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M.
MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al
régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 115 a 122, pág. 329).

2051 Vid. arts. 1115 y 1256 CC.

669
II. La omisión, consistente en la inasistencia del representante a la sesión, es ilícita por
incumplimiento de la Ley. La asistencia a la asamblea general es una obligación del socio
impuesta por la Ley2052, cuyo incumplimiento ocasionado por el representante, puede dar lugar a
la imposición por la cooperativa de una sanción al socio. En este caso el daño consiste en la
sanción impuesta al socio por el consejo rector de la cooperativa en el procedimiento disciplinario
incoado por la falta consistente en la no asistencia del representante de aquélla a la asamblea
general. La relación de causalidad es, como puede apreciarse, prácticamente automática.

Además la ilicitud de la conducta del representante puede producirse por infracción del
deber de desempeñar su función representativa con diligencia, tanto por acción (votar en un
sentido distinto al instruido) cuanto por omisión (inasistir a la asamblea, no hacer constar en el
acta su oposición a un acuerdo para posibilitar el ejercicio de la acción de impugnación, etc.). En
estos casos, el daño consiste en los efectos perjudiciales para el socio que produce el acuerdo
adoptado por la asamblea general. En relación con ello deben tenerse en cuenta dos datos: por
un lado, que los acuerdos de la asamblea general obligan a todos los socios, incluidos los
ausentes; y, por otro, que tales acuerdos pueden contener instrucciones, perjudiciales para un
socio pero beneficiosas para la cooperativa, que dicho socio debe obligatoriamente cumplir 2053. A
diferencia del supuesto anterior, en éste, en el que se califica la ilicitud por la infracción del deber
de diligencia, la relación de casusalidad con el daño no siempre se produce: deberá probarse por
el socio representado que si hubiera asistido el representante, su voto --o sus manifestaciones
que, en el curso de las deliberaciones, hubiesen influido en el voto del resto de asistentes--
hubiera determinado un acuerdo distinto no perjudicial para el socio.

Ambas responsabilidades son acumulables, puesto que al daño causado a la entidad


socia por la sanción disciplinaria impuesta por la ausencia de su representante a las sesiones de
la asamblea general, se le puede unir el ocasionado por el acuerdo perjudicial.

También puede ser ilícita la asistencia prohibida por el representado. Este supuesto se
producirá cuando, a los efectos de preconstituir la legitimación activa para impugnar un acuerdo
anulable, que previsiblemente adoptará una futura asamblea general, el socio decide no
asistir2054. En tal caso, si el representante asiste está incumpliendo con su deber de diligencia
produciéndose las mismas consecuencias que en los supuestos descritos de inasistencia a la
sesión asamblearia.

El grado de diligencia exigible varía según se trate de representante voluntario o de


representante orgánico, y este último caso también es diferente en función de quien sea la
entidad socia representada: sociedad anónima, sociedad limitada, sociedad cooperativa --aquí,
incluso dependiendo de la Ley de cooperativas que resulte aplicable-- asociación, fundación,
persona jurídico-pública, etc. Es decir, el régimen jurídico de la responsabilidad del representante
del socio en la asamblea general de una cooperativa es el previsto en la normativa aplicable a

2052 En todas las Leyes de cooperativas españolas, excepto en la estatal, en la murciana y en la andaluza, la
asistencia a la asamblea general se incluye dentro del listado de obligaciones de los socios.

En concreto, en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado se dispone que tienen prioridad los
2053

acuerdos e instrucciones de la misma frente a las decisiones de cada una de las entidades agrupadas (arts. 128.2
LCPaís Vasco y 157.2 LSCExtremadura).

2054Esta estrategia ha sido comentada para el accionista de la sociedad anónima por A. ROJO, “El derecho a
obtener certificación de los acuerdos sociales”..., pág. 4.

670
aquella representación. Cuando la sociedad representada sea una cooperativa habrá que poner
especial cuidado en determinar la Ley aplicable a la misma. En esta tarea, debe tenerse en
cuenta que una sociedad cooperativa sometida a una determinada Ley --estatal o autonómica--
puede tener como socias a cooperativas sometidas a una Ley diferente. La Ley que regula la
responsabilidad del representante orgánico no es la que se aplica a la cooperativa principal sino
la que disciplina a la cooperativa socia2055.

III. Cuando el daño se cause al patrimonio de los miembros de la entidad socia


representada, el representante infractor será responsable también frente a ellos. Esta
responsabilidad es compatible con la anterior, debido a que los perjudicados son distintos. En la
Ley extremeña se contiene una norma que puede resultar de interés en esta materia. Los socios
de las cooperativas de base que, a su vez, sean socias de una cooperativa de grado superior
tienen tres obligaciones directas con respecto a la cooperativa suprabásica: la de participar en
las actividades que constituyen el objeto de la sociedad cooperativa, la de guardar secreto sobre
los asuntos de la cooperativa cuya divulgación pueda perjudicarla y la de no realizar actividades
competitivas con la actividad empresarial de la actividad cooperativa (art. 22.3). De las tres solo
interesan la primera y la tercera. Los acuerdos de la asamblea general de la cooperativa de
grado superior que perjudiquen a la actividad cooperativizada del socio de la cooperativa de
base2056 o a la prohibición de competencia2057 en los que no haya podido influir el representante
de la cooperativa de base por causa de su inasistencia en tal asamblea podrán generarle
responsabilidad por daños.

IV. En el ámbito de la representación orgánica, la imputación de responsabilidad


presenta una estructura muy interesante.

El actuar representativo se desarrolla en dos momentos: uno, cuando el órgano de


representación adopta el acuerdo de actuar en un determinado sentido, y, dos, al ejecutarse ese
acuerdo poniendo en relación a la persona jurídica con el tercero2058. En el caso de asistencia
mediante representante a la asamblea general de una cooperativa estas dos fases se traducirían
en, a la vista del orden del día de la sesión, decidir cual será la posición de la entidad en la
asamblea general, y asistir a la sesión para, conforme a esa decisión, deliberar y votar. De esta
manera, la omisión consistente en la inasistencia a la asamblea puede deberse tanto a la falta de
acuerdo, cuanto a la falta de ejecución. A su vez estos dos momentos del actuar representativo
pueden corresponder a la misma o a distinta persona. Si corresponden a la misma persona, ya
2055Así, por ejemplo, la Ley extremeña al representante de una cooperativa autonómica que no asista a la sesión de
la asamblea de la cooperativa de la que aquélla sea socia le imputa responsabilidad solo cuando incurre en
negligencia grave (art. 42.2 LSCExtremadura), mientras que la Ley estatal, al remitirse en materia de
responsabilidad de consejeros a lo dispuesto para los administradores de las sociedades anónimas (art. 43
LCEstado) al representante de la cooperativa estatal que no asiste a la asamblea general de la cooperativa de la
que aquélla sea socia le imputa responsabilidad cuando incurre en negligencia grave y también en negligencia leve,
o, de otra forma, siempre que el administrador [representante] no haya obrado con la diligencia de un ordenado
empresario (art. 225.1 y 236.1 TRLSC). Sobre esta materia en la derogada Ley de sociedades anónimas, vid. F.
RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos de la sociedad anónima”..., págs. 135 y 136.

2056V. gr., el acuerdo que le imponga la obligación de entregar la fruta en unas condiciones (de embalaje, de plazos,
de formas de pago, de trazabilidad, de limpieza,…) que hasta ese momento no existían.

2057V. gr., un acuerdo de ampliación del objeto social de la cooperativa suprabásica a una actividad a la que se
venía dedicando el socio, de manera que a partir de tal modificación estatutaria ya incurre en competencia.

Vid. por ejemplo F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos de la sociedad anónima”...,
2058

pág. 127.

671
se produzca la omisión en el momento de la decisión ya en su ejecución, habrá que imputar
responsabilidad al único representante2059. En el segundo caso la responsabilidad se imputará al
que no tomó el acuerdo o al que no lo cumplió, según donde se haya producido la omisión.

Con todo, los problemas apuntados son comunes a la actuación mediante representante
en cualquier ámbito, y no solo en la asamblea general de la cooperativa, salvo uno que, por su
frecuencia, tiene relevancia especial en sede de cooperativas, sobre todo de segundo o ulterior
grado. Se trata de los casos en los que la representación de la entidad socia está atribuida a un
órgano colegiado. Esto sucederá cuando la entidad socia sea una cooperativa con consejo
rector2060 --los supuestos más frecuentes-- o una sociedad con consejo de administración2061. En
la fase deliberante, o de adopción del acuerdo --relativo a la posición de la entidad socia ante
cada punto del orden del día-- la actuación es, por la propia estructura del órgano,
necesariamente colegiada, y las Leyes en los casos de acuerdos colegiados atribuyen a los
miembros del órgano que los adoptó responsabilidad solidaria2062, de la que estará exento el
consejero que hubiere salvado expresamente su voto en los acuerdos dañosos 2063 o el que
pruebe que no habiendo intervenido en la adopción y ejecución del acuerdo, desconocía su
existencia o, conociéndola, hizo todo lo conveniente para evitar el daño o, bien, se opuso
expresamente a aquél2064. En la fase ejecutiva la actuación es ordinariamente individual porque,
con carácter general, el socio persona jurídica asiste a la asamblea a través de un representante,
en cuyo caso la responsabilidad por inasistencia a la sesión solo a él será imputable. Aunque
hay algunas excepciones en las que las Leyes regulan la asistencia de la entidad socio a la
asamblea general mediante varios representantes --como sucede en las sociedades
cooperativas de segundo o ulterior grado, dando lugar al fenómeno de la representación activa
plural o múltiple2065--, en cuyo caso deben responder de forma solidaria, con la aplicación,
mutatis mutandis, de las exenciones señaladas.

3.3.8.6. Infracción de las normas que regulan la representación.

2059En el caso de representante único que actúa y ejecuta la diferenciación de esos dos momentos del actuar
representativo es artificial, pues si este único representante no asiste, el será el responsable de la omisión dañosa,
se deba tal omisión a la falta de decisión sobre el orden del día de sesión o bien a la toma de posición sobre el
orden del día pero a la falta de asistencia para llevarla a efecto.

2060Con lo que se excluyen los supuestos en que las Leyes de cooperativas permiten el administrador único, como
sucede, por ejemplo, en el caso regulado en el art. 32.1.II LCEstado, que faculta a los estatutos de las cooperativas
con menos de diez socios para regular la figura del administrador único.

2061 Lo que puede darse en las sociedades colectiva y comanditaria simple --por estar esta materia sometida a la
voluntad de los socios (vid., por todos, R. URÍA, Derecho mercantil..., pág. 196); y en las sociedades anónimas,
limitadas (art. 210.1 TRLSC) y comanditarias por acciones (art. 210.1 en relación con el 3 TRLSC), si bien en éstas
los administradores o son socios colectivos o asumen la condición de socio colectivo desde el momento en que
acepte el nombramiento (art. 252.1 TRLSC).

2062 Así se regula en los artículos 237 TRLSC, 43 LCEstado, 42.2 LSCExtremadura., etc…

2063Sistema seguido, por ejemplo, en la Ley extremeña (art. 42.2), que coincide con el que se regulaba en la Ley de
sociedades anónimas de 1951.

2064Sistema previsto en el TRLSC (art. 237), aplicable no solo a la sociedad anónima, a la sociedad limitada y a la
sociedad comanditaria por acciones, sino también, y entre otras, a la sociedad cooperativa estatal (art. 43
LSCEstado).

2065 Que se han analizado en el apartado 3.3.8.4 anterior.

672
I. En los casos de infracción de las normas que regulan la representación voluntaria,
puede suceder que el representante no tenga poder o que lo tenga pero no para esa sesión
concreta. En tales casos si asiste y vota estamos ante un supuesto de inexistencia de poder o de
extralimitación de las facultades concedidas. Un correcto planteamiento de la cuestión exige
diferenciar los efectos del voto emitido sin poder o con extralimitación respecto a la sociedad
cooperativa en la que se han producido estos hechos y los que produce frente al socio
representado.

La sociedad cooperativa debe pasar por la validez del voto así emitido --también
lógicamente por el cómputo que se hizo de los votos que llevaba ese representante a la
asamblea a los efectos de declararla válidamente constituida-- porque al inicio de la sesión el
órgano de la cooperativa con competencia para verificar la existencia y la suficiencia del poder --
presidente, interventor, secretario, o quien determine los estatutos--, acordó admitirlo, no
pudiendo después la sociedad cooperativa ir contra su propio acto, de manera que los miembros
del consejo rector y los interventores no podrán impugnar tal acuerdo porque carecen de
legitimación (ad causam) para ello2066. Otro tanto sucederá en los casos de funcionamiento
reiteradamente irregular de aquella cooperativa que desde siempre ha venido admitiendo
asistentes sin exigirles acreditar su representación, de manera que ahora ni podrá negar el
acceso del representante no acreditado a la sesión ni impugnar los acuerdos en ella
adoptados2067; para ello tendría que haber anunciado con antelación suficiente el cambio en su
modo de proceder. Sin embargo, los socios, asociados así como los terceros con interés legítimo
sí pueden ejercer la acción de nulidad contra el acuerdo, porque el examen del poder no es un
factum proprium, sino de la cooperativa2068.

2066L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado…, pág.184, sostiene que “al aceptar el poder como
bastante el tercero --en nuestro caso la cooperativa-- queda impedido para alegar después cualquier tipo de
insuficiencia, en virtud de la regla que impide el venire contra factum proprium”. Esta doctrina tiene un fundamento
evidente: el examen del poder es un derecho pero también una carga del tercero --sociedad cooperativa, en este
caso-- con quien se relaciona el apoderado --representante del socio--, de manera que si la carga no se levanta o no
se hace diligentemente se sufrirán las consecuencias de ello.

2067Ni siquiera valdría alegar por la cooperativa que ha cambiado el titular del órgano competente para el examen de
los poderes --nuevo presidente, secretario, interventor...-- y que en su mandato pretende realizar un bastanteo
riguroso. En este sentido L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho privado…, pág. 95, afirma que una
anterior conducta del representante --léase anterior presidente, secretario, interventor...-- vincula al representado --
léase cooperativa-- coartando o limitando el posterior ejercicio que éste pueda hacer de su derecho y cita al
respecto las SS.T.S. de 13.03.1913 y de 3.04.1915.

Concretamente, con relación a las sociedades cooperativas la S.T.S., Sala 1ª de 18 de junio de 2002 [Civil] (Ar.
5224\2002) considera que no es infracción legal que entrañe la nulidad de los acuerdos la práctica habitual de que
en las asambleas generales de una cooperativa de viviendas el socio sea representado por su cónyuge sin
delegación escrita del voto.

La constatación de que una sociedad viene actuando de forma reiterada y constante de espaldas a la legalidad
societaria con el consentimiento de sus socios ha sido utilizada como ratio decidendi por los tribunales españoles
para no declarar la nulidad de los acuerdos sociales así adoptados y para no exigir responsabilidad a los
administradores (vid. S.T.S., Sala 1ª, de 16 de febrero de 2000 [Civil] (Ar RJ 2000\679)).

2068 No obstante, en los casos en que una cooperativa ha venido funcionando permitiendo la asistencia a las
sesiones de la asamblea general de representantes que no cumplían los requisitos legales, la jurisprudencia ha
reaccionado sosteniendo que los socios, conscientes de esa manera de proceder y consintiéndola, no pueden
solicitar la declaración de nulidad de los acuerdos así adoptados. La SAP La Coruña de 24 de marzo de 2000 [Civil]
(Ar Jur 2001\143121) aplica esta doctrina, aunque para considerar que no están probados suficientemente los
hechos, al afirmar que “si bien es cierto que sería contrario a los principios de verdad material y de tutela efectiva
ajustada a la realidad, el declarar nulos los acuerdos de una sociedad por motivos formales cuando en la vida de la
misma no se han tenido en cuenta, también es evidente que la entidad interpelada alega, en la vista, pero no prueba

673
Por su parte, el socio representado tendrá la facultad de ratificar, expresa o tácitamente
(art. 1727 CC), el voto emitido por el representante sin poder o con poder insuficiente, o de
impugnarlo. Pero la nulidad del voto así emitido solo arrastrará la nulidad del acuerdo cuando
aquél sea relevante, es decir si, según cual haya sido el número de votos a favor y las mayorías
exigidas por la Ley, ese voto es determinante para que el acuerdo se adopte o se rechace2069.

En relación con esta materia, surge la delicada cuestión de los efectos que produce el
incumplimiento por el representante del sentido del voto impuesto por el principal sobre la validez
de los acuerdos de la asamblea general. Si el representante vota contrariamente a lo ordenado
por el principal queda abierta la cuestión de la validez de su voto para contribuir junto con los
demás a la formación de la mayoría. Y los efectos son distintos según se considere al sentido del
voto como contenido del poder o como instrucciones dadas por el principal al apoderado. En el
primer caso, se produciría una extralimitación de las facultades conferidas, con los efectos
analizados anteriormente. Y en el segundo, el apoderado actuaría dentro de los límites del poder
pero incumpliendo las directrices o pautas de actuación impuestas por el principal con efectos
meramente internos, generando responsabilidad por daños y perjuicios en el representante, pero
no produciendo efectos en el ámbito externo, con relación a la sociedad cooperativa a cuya
asamblea general asistió el representante incumplido ni con relación a los socios de esta
últimar2070, de manera que el voto emitido al margen de las instrucciones recibidas sería un voto
válido. Existe un argumento clave para considerar que el sentido del voto es una instrucción del
principal al representado y no un límite o contenido del poder: si fuera un límite debería ser
examinado por la cooperativa al inicio de la sesión con lo que se violaría la norma que regula la
votación secreta. Además, en las sociedades anónimas el representante puede cambiar el
sentido del voto indicado por su principal en determinados casos, sin que por ello el voto sea

cumplidamente, que era frecuente que los socios estuviesen representados en la asambleas por personas no
socios…” (f. j. 2º).

2069 Esta doctrina es recogida en la SAP Jaén de 7 de noviembre de 1995 [Civil] (Ar AC 1995\2175), donde se
sostiene que, aunque un socio no ha sido convocado a la asamblea general de una cooperativa, por la forma de
adoptar el acuerdo --la unanimidad de los presentes-- la asistencia del socio no hubiera influido en la adopción
válida del acuerdo; y en la SAP La Coruña de 24 de marzo de 2000 [Civil] (Ar Jur 2001\143121) que anula un
acuerdo de la asamblea general de una cooperativa por el que se elige presidente debido, entre otros motivos, a
que de la “lectura del acta resulta que el Sr. C. fue elegido presidente con 29 votos y que el Sr. M. tuvo 24 votos, lo
que implica que la diferencia de éstos coincide con el número de socios representados por personas que no lo eran
en la fecha de la elección”.

También es seguida en la S.T.S., Sala 1ª, de 18 de junio de 2002 [Civil] (Ar. 5224\2002) en la que, en un supuesto
de asistencia a la asamblea general de una cooperativa de viviendas de representantes de socios sin poder escrito,
afirma que como los acuerdos se adoptaron por mayoría abrumadora, de forma que si se restan los votos
controvertidos no se modifica el resultado de la votación, la infracción cometida carece de virtualidad suficiente para
generar la nulidad de pleno derecho de los acuerdos.

En relación con esta materia F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN VELASCO, “Los órganos de la sociedad
anónima”..., pág. 111, afirman que si el voto resulta afectado por la infracción de las normas sobre la representación,
se deberá instar su anulación y si ésta se declara y con ello se pierde la mayoría, se podrá proceder a la
impugnación del acuerdo adoptado. En el mismo sentido se pronuncian R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ
PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen
legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículos 115 a 122, pág. 331.

2070 Con carácter general sobre estas materias puede verse L. DÍEZ-PICAZO, La representación en el Derecho
privado…, págs. 188-189.

674
nulo (vid. art 186.2 TRLSC), y las mismas razones dogmáticas obligan a admitir que ese cambio
de voto en el seno de las cooperativas no afecta a la validez del voto emitido2071.

II. La infracción de las normas reguladoras de la representación orgánica nunca, salvo


mala fe, ocasionará la nulidad del voto emitido por el representante ni, en consecuencia y
aunque ese voto sea relevante, del acuerdo de la asamblea general. En primer lugar, porque
aunque haya extralimitación del representante esta no será oponible a la sociedad cooperativa,
es decir que aunque el administrador representante tenga prohibida la asistencia en nombre de
la sociedad representada a la sesión de la asamblea de cooperativa de la que la sociedad sea
socia, y, no obstante asista y vote, ese límite no se puede hacer valer frente a la sociedad
cooperativa, porque las limitaciones a las facultades representativas del órgano de
administración no se pueden hacer valer frente a terceros. Y, en segundo lugar, porque la
inobservancia por el representante orgánico de las instrucciones sobre el voto recibidas de su
principal solo tiene efectos internos, tal y como sucede en la representación voluntaria.

3.4. Privación temporal de los derechos de participación.

I. La privación definitiva de los derechos de participación no presenta ningún interés


desde el punto de vista de la teoría de la participación orgánica: el socio que ya ha dejado de
serlo --expulsado o dado de baja obligatoria, mediante acuerdo firme-- ya no es titular de ningún
derecho para con la asamblea. Sí hay que prestar, en cambio, mayor atención a la privación
temporal de los derechos de participación sin pérdida de la condición de socio, porque en estos
casos emerge la anómala figura del socio sin derechos, quebrándose el segundo de los
elementos tipológicos de la cooperativa, que configura a esta sociedad como una persona
jurídica en la que los socios gozan de unos derechos de especial intensidad para participar en la
gestión de los asuntos sociales.

II. El socio puede ser privado temporalmente de [alguno de] los derechos de
participación en cuatro supuestos: (i) suspensión de derechos por sanción disciplinaria, (ii)
suspensión cautelar, (iii) suspensión por mora, y (iv) privación por el presidente de la asamblea
general en el ejercicio de su potestad de mantener el orden de la sesión.

Además, (v) en el proceso de ingreso como nuevo socio, el socio admitido puede ver
suspendidos sus derechos; y, específicamente, (vi) en las sociedades cooperativas de trabajo
asociado, el socio trabajador puede ser suspendido de sus derechos de participación en
determinados casos en los que tampoco presta su actividad laboral.

(i) La sanción disciplinaria de suspensión de derechos debe estar prevista en los


estatutos sociales2072. Las Leyes no imponen la suspensión como sanción anudada a una

La explicación a estas cuestiones se encuentra en la idea de que el representante dispone de la facultad de


2071

separarse de las instrucciones recibidas (vid. A. RONCERO SÁNCHEZ, La representación del accionista en la Junta
General de la Sociedad Anónima..., págs. 274 y 277 a 280.

M. M. SÁNCHEZ ÁLVAREZ, “Junta universal, remoción del administrador y representación del socio [comentario a
la STS (1ª), de 23 de diciembre de 1997]”…”, págs. 293 y 294, sostiene que esta conclusión debe ser
reconsiderada, de manera que en los acuerdos que se han adoptado con infracción por el representante de las
instrucciones recibidas distingue entre los que beneficia a la sociedad o al menos no la perjudican --inatacables bajo
ningún concepto-- y los que son contrarios al interés social --impugnables por el socio representado--. Sin embargo
esta tesis no añade nada nuevo a la cuestión: los acuerdos asamblearios en cuya adopción ha participado un voto
emitido con infracción de instrucciones no son nulos por esta causa, aunque puedan se anulables por lesionar el
interés social como cualquier otro acuerdo.

675
determinada conducta del socio2073, aunque sí regulen limitaciones a la regulación estatutaria de
esta materia. No desdice esta afirmación el dato de que las Leyes de cooperativas contemplen
dos posibles consecuencias jurídicas para un hecho determinado, que pueden coincidir con otras
dos posibles sanciones y con una eventual infracción: la suspensión de derechos o la expulsión
para el socio que incurra en mora en el desembolso de las aportaciones pendientes. A esta
cuestión se hará referencia más abajo, por el momento basta con decir que la regulación legal
sobre la mora del socio no es de naturaleza disciplinaria sino civil.

En la mitad de las Leyes de cooperativas españolas no hay ninguna limitación para


regular estatutariamente la suspensión de derechos2074, por lo que podrán ser suspendidos todos
los derechos de participación del socio --y también los derechos económicos--: el derecho de
asistencia, de deliberación, de formulación de propuestas, de voto, o de información 2075,.... La
amplia libertad concedida a los estatutos sociales, debe ajustarse a los límites de la autonomía
de la voluntad colectiva, y, entre ellos, a los principios configuradores de la sociedad cooperativa,
entre los que se encuentra el derivado del elemento tipológico de la participación orgánica2076.

2072E incluso, el alcance de la suspensión de los derechos del socio vendrá determinado necesariamente por los
estatutos sociales, como se encargan de decir, por ejemplo los artículos 29.4 LCPaís Vasco; 24.4 LCGalicia; 25.4
LCMadrid; 39.1 LCAsturias y 39.1 LCCastilla-La Mancha.

Sobre la previa tipificación de la falta disciplinaria y la previa determinación de la sanción --aunque para un caso de
expulsión-- se han pronunciado la S.T.S., Sala 1º de 2 de febrero de 1995 [Civil] (Ar. RJ 1995\1221) y la S.T.S.J. de
Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 15 de junio de 2004 (Ar. RJ 2004\4139). Esta última, de forma clarificadora,
recuerda que “el tema controvertido se inscribe en el Derecho sancionador, sometido al principio de tipicidad, que se
traduce en la exigencia de predeterminación normativa de las conductas punibles y de sus correspondientes
sanciones (lex certa) y en la proscripción de la interpretación extensiva y de la analogía in malam partem, que vedan
la exégesis y aplicación de las normas fuera de los supuestos y de los límites que en ellas mismas se determinan
(SS. 34/1996, de 11 marzo, 127/2001, de 4 junio, 170/2002, de 30 septiembre y 38/2003, de 27 febrero, del Tribunal
Constitucional). Y la conducta fraudulenta e insolidaria que la cooperativa demandada parece reprochar a la actora
no tienen encaje en el tipo infractor a que se ha recurrido para su sanción”. Por ello, mantiene la declaración de
nulidad del acuerdo sancionador, que se contenía en la sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra.

2073No obstante, algunas Leyes contienen un reconocimiento expreso de la posibilidad de suspender el derecho de
asistencia de los socios y asociados a las sesiones de la asamblea general (vid. arts. 32.1.II LSCExtremadura y
21.2.II LCIslas Baleares), lo que no equivale, lógicamente, a su previsión, operación que queda remitida a los
estatutos sociales. O prevén qué faltas pueden considerarse por los estatutos como muy graves (art. 23.2
LCValencia).

E incluso hay Leyes que sí tipifican infracciones y prevén sanciones para las mismas, concretamente la sanción de
expulsión. Son manifestación de esta tendencia, los artículos 40.2. LCAsturias y 32.2 LCCastilla-La Mancha.

Vid. arts. 29.4 LCPaís Vasco; 28 LSCExtremadura; 24 LCAragón; 25.4 LCMadrid; 21 LCCataluña; 23
2074

LCValencia y 28 LCNavarra.

2075A pesar de que la Ley catalana no establece limitaciones generales para regular estatutariamente la suspensión
de derechos, con carácter especial, impide la suspensión del derecho de información (art. 23.3). También la del
derecho económico al reembolso de las aportaciones en los casos de baja, liquidación o transformación [art. 23.1.j)].

2076Además deben respetarse los límites generales de la potestad sancionadora. La S.T.S., Sala 1º de 2 de febrero
de 1995 [Civil] (Ar. RJ 1995\1221) declara que aunque ni la Ley General de Cooperativas de 1974 ni la Ley
Andaluza de Cooperativas de 1985 establecen un mecanismo formal que regule el procedimiento sancionador, éste
“necesariamente tiene que existir”, y llega a aplicar al caso resuelto la Ley de procedimiento administrativo de 1956 -
-vigente al tiempo de tramitarse por la sociedad cooperativa el procedimiento disciplinario--. Su curioso argumento
es el siguiente: “la aplicación al caso concreto de lo dispuesto en el artículo 66 de la Ley de Procedimiento
Administrativo, no es, sino un reflejo de intentar hacer una interpretación sistemática y constitucional de la norma de
la Ley General de Cooperativas y de la Ley Andaluza de Cooperativas, en cuanto que ambos preceptos no
establecen un mecanismo formal que regule el procedimiento sancionador que necesariamente tiene que existir,

676
Este elemento, junto con el principio de proporcionalidad, impide que los estatutos sociales
puedan prever la sanción de suspensión del derecho de asistencia por infracciones que no
revistan especial gravedad2077.

En la otra mitad, la sanción de suspensión está sometida a un doble límite: de un lado, la


prohibición de suspender algunos derechos y, de otro, la delimitación de las causas de
suspensión. La suspensión puede afectar, con carácter general, a todos los derechos del
socio2078, pero quedan excluidos de esta medida el derecho de información --en todas las Leyes
de este segundo bloque2079-- y el derecho de asistencia y voz en la asamblea general --en
algunas de ellas2080-- (y ciertos derechos de contenido económico2081). Además, se limitan las
causas de suspensión, de forma que esta sanción solo procede para el supuesto en que el socio

como tampoco se indica cuando un recurso tiene su entrada ante el Órgano que ha de resolverlo; por ello, lo que
hizo el Juez de Primera Instancia, al acudir al artículo 66 de la Ley de Procedimiento Administrativo, es respetar lo
dispuesto en la Constitución, en relación con el artículo 3 CC, pues es evidente, que debiendo equiparar las
Cooperativas en este caso con el «Órgano de la Administración competente» ello determina que cualquier escrito
«entra en la Cooperativa cuando se presente ante la Oficina de Correos»”. Y la S.T.S., Sala 1ª de 12 de abril de
1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\2792) impide la imposición de sanciones de plano sin procedimiento, de forma que frente a
un caso en el que la cooperativa no instruyó expediente sancionador alguno ni se adoptó por los órganos
competentes para ello acuerdo alguno de expulsión de los socios, concluye que “no puede suplirse esa falta
mediante la calificación que ahora se pretende de «expulsión tácita», vulneradora de los derechos de defensa de los
socios”.

El procedimiento disciplinario cooperativo se rige por el principio antiformalista, llegándose a admitir como válido el
recurso verbal contra el acuerdo sancionador del consejo rector presentado por el socio ante la asamblea general
[S.T.S., Sala 1ª de 6 de octubre de 1994 [Civil] (Ar. RJ1994\7462)].

También, lógicamente, resulta de aplicación el principio de presunción de inocencia, de forma que los hechos en
que consista la infracción deben ser probados correspondiendo la carga de la prueba a la sociedad cooperativa
[S.T.S., Sala 1ª de 9 de mayo de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\3892) y S.T.S., Sala 1ª de 6 de octubre de 1994 [Civil] (Ar.
RJ 1994\7462)]. Y el de defensa, de forma que para evitar la indefensión, el Tribunal Supremo exige que en el
expediente de expulsión se dé audiencia al expedientado, que se le permita formular alegaciones y pruebas a la
vista de los cargos que se le imputen, y que la admisión y práctica de tales pruebas no quede al arbitrio del
instructor [S.T.S., Sala 1ª, de 17 de septiembre de 1987 [Civil] (Ar RJ 1987\6050)].

2077J. PULGAR, “La pérdida de la condición de socio en el marco cooperativo: su baja y expulsión”…, pág. 1061,
precisa que junto al principio de tipicidad, el de proporcionalidad debe tenerse en consideración en la determinación
del hecho sancionable y la sanción anudada al mismo.

2078Vid. arts. 18.4 LCEstado; 25.4.I LCGalicia; 28.6.I LCLa Rioja; 24.4 LCCastilla y León; 31.1 LCIslas Baleares;
32.4 LSCMurcia; 39.1. LCAsturias; 39.1 LCCastilla-La Mancha y 21.2.d) LSCAndalucía.

2079Vid. arts. 18.4 LCEstado; 25.4.II LCGalicia; 28.6.II LCLa Rioja; 24.4 LCCastilla y León; 31.2 LCIslas Baleares;
32.4 LSCMurcia; 39.2.a) LCAsturias; 39.2.a) LCCastilla-La Mancha y 21.2.d) LSCAndalucía.

2080 Vid. 25.4.II LCGalicia; 28.6.II LCLa Rioja y 21.2.d) LSCAndalucía.

2081 La sanción se suspensión no puede afectar al derecho de percibir retorno, al devengo de intereses por sus
aportaciones al capital social, ni a la de actualización de las mismas [arts. 18.4 LCEstado; 25.4.II LCGalicia; 28.6.II
LCLa Rioja; 31.2 LCIslas Baleares; 32.4 LSCMurcia; 39.2 LCAsturias; 39.2. LCCastilla-La Mancha y 21.2.d)
LSCAndalucía]. Las Leyes gallega y riojana regulan los derechos económicos excluidos de manera confusa:
“devengo del retorno de los intereses por sus aportaciones al capital social ni a la actualización de las mismas”, que
mezcla el retorno --que procede por la actividad cooperativizada-- con los intereses --que nacen de las aportaciones
al capital social--.

En el caso castellano-leonés solo quedan excluidos los derechos a percibir retorno y al devengo de intereses por las
aportaciones al capital social (art. 24.4).

677
esté al descubierto en sus obligaciones económicas o no participe en la actividad
cooperativizada2082. El régimen jurídico de la suspensión en este bloque de Leyes tiene un
fundamento dogmático acorde con los elementos del tipo cooperativo, y una regulación técnica
coherente con el Derecho de sociedades. Es una regulación que trata de mantener la conexión
socio-gestión al reducir a los casos más graves las infracciones determinantes de la suspensión
y, aún así, al no alejar de manera absoluta al socio de la gestión no pudiendo suspenderse ni el
derecho de información ni, en ciertas Leyes, el de asistencia a las sesiones de la asamblea
general y el de deliberación en las mismas. Y es, también, una regulación de reacción societaria
que, frente al incumplimiento de un socio de sus obligaciones económicas y de actividad
cooperativizada para con la cooperativa, excluye la excepción de incumplimiento de contrato --
que permitiría al resto de socios negarse al cumplimiento de lo pactado en tanto no cumpla el
socio remiso, excepción propia de los contratos ordinarios de cambio-- y la aplicación de la
condición resolutoria tácita del artículo 1124 del Código Civil --que permitiría resolver el contrato
cuando un socio no cumpla con sus obligaciones2083--, y acoge el procedimiento de suspensión
que presupone que el resto de socios siguen obligados a cumplir sus obligaciones, sin que el
incumplimiento por uno de ellos les faculte a realizar la actividad económica en que consiste la
actividad cooperativizada fuera de la cooperativa o a no realizar los desembolsos de las
aportaciones sociales y sin que tal incumplimiento tenga eficacia resolutoria del contrato de
sociedad cooperativa, que solo quedará suspendido parcialmente respecto al socio incumplidor.
De manera consecuente con esta solución técnica, la sanción de suspensión termina en el
momento en que los socios regularicen su situación2084, es decir, cumplan con sus obligaciones
económicas y de actividad cooperativizada, para lo que no será necesario, aunque nada digan
las Leyes, una declaración formal del consejo rector que deje sin efecto la sanción de
suspensión impuesta, porque la situación jurídica de suspenso acaba por el transcurso del
tiempo de sanción, sin que una eventual declaración formal del consejo rector tenga eficacia
constitutiva al respecto2085.

2082Vid. arts. 18.4 LCEstado; 25.4.I LCGalicia; 28.6.I LCLa Rioja; 24.4 LCCastilla y León; 31.1 LCIslas Baleares;
32.4 LSCMurcia; 39.1 LCAsturias; 39.1 LCCastilla-La Mancha y 21.2.d) LSCAndalucía.

La norma --contenida en los artículo citados-- dice que la sanción de suspensión de derechos solo procede para el
supuesto en que el socio esté al descubierto en sus obligaciones económicas o no participe en la actividad
cooperativizada, pero nada impide que estas dos conductas sean tipificadas como infracciones y que se anude a
ellas otro tipo de sanción como pudiera ser la expulsión del socio, como explica N. PAZ CANALEJO, en N. Paz
Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación
Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 37, págs. 216 y 217.

Estas dos consecuencias derivadas del carácter de contrato plurilateral de organización, tratadas por R. URÍA,
2083

Derecho mercantil…, pág. 171, para la sociedad en general, son trasladables al Derecho de sociedades
cooperativas.

2084 Vid. arts. 25.4.II LCGalicia; 28.6.II LCLa Rioja y 29.2.d) LSCAndalucía.

M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las mutualidades de
previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de Derecho
mercantil…, pág. 187 echa en falta que la LCEstado de 1999 no recoja el inciso de la Ley de 1987, consistente en
que la suspensión de derechos al socio termine en el momento en que normalice su situación, lo que significa, a su
juicio, que la Ley vigente se inclina porque sea el acuerdo sancionador el que resuelva sobre este extremo, y que,
ante su silencio, los elementos interpretativos, incluidos los principios cooperativos, deba aplicarse la solución
establecida en la legislación precedente.

Defiende esta misma interpretación N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent Chuliá, Ley General de
2085

Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo XX, vol. 2º…, artículo 37,
pág.217.

678
El alcance de la sanción de suspensión debe ser interpretado de forma restrictiva,
porque esta es la opción hermenéutica más acorde con el elemento de la participación orgánica.
De esta manera, solo debe verse afectado por la suspensión el derecho suspendido y no el resto
de derechos del socio. Así, el socio que tenga suspendido el derecho de voto, mantiene el
derecho de asistencia y de voz, por lo que debe ser convocado y su asistencia computada a los
efectos de quórum, y sus propuestas de acuerdo consideradas. Ahora bien, hay casos en los
que la suspensión afecta al derecho suspendido y a los que de él traigan causa: el socio que
tenga suspendido el derecho de asistencia no podrá asistir a la sesión de la asamblea ni
tampoco, obviamente, votar2086, porque si bien el derecho de asistencia es independiente del
derecho de voto, éste es dependiente en su ejercicio de aquél. Igualmente la suspensión del
derecho de asistencia se comunica a la suspensión de los derechos de deliberación y de
formulación de propuestas: no es posible deliberar y formular propuestas en una sesión a las que
no puede asistir. Si los estatutos han previsto la posibilidad de formular propuestas de acuerdos
antes de la sesión y en el ínterin el socio es suspendido del derecho de asistencia, o del de
deliberación, desaparece la obligación del presidente de tomarlas en consideración --salvo que
otro socio las haga suyas--.

La suspensión de derechos no puede extenderse más allá de la duración impuesta en el


acuerdo de sanción. No es posible mantener la suspensión hasta que el socio compense a la
cooperativa por el perjuicio que su conducta le haya causado. La reacción de la cooperativa
frente a la infracción cometida tiene causa sancionadora, no indemnizatoria. Los perjuicios
podrán ser objeto de reclamación independiente. Esta interpretación restrictiva es la que se
deduce del principio de participación orgánica2087.

Responsables de las infracciones disciplinarias, y por lo tanto sujetos pasivos de la


suspensión de derechos, son los socios, tanto los cooperativos --usuarios, trabajadores y de
trabajo-- cuanto las demás clases de socios --colaboradores, a prueba, inactivos,
exmutualistas,…--2088, y, también los asociados2089. No lo son los otros sujetos de derechos de
2086Ahora bien el socio suspendido solo de su derecho de voto tiene derecho de asistencia --pero sus votos no
cuentan para el quórum de constitución--. Para las sociedades anónimas F. RODRÍGUEZ ARTIGAS y G. ESTEBAN
VELASCO, “Los órganos de la sociedad anónima”..., pág. 105, han afirmado que el derecho de asistencia de los
socios a las juntas generales se configura como un derecho de todos los accionistas con independencia de su
derecho de voto de manera que ni el accionista sin voto ni el accionista moroso están privados del derecho de
asistencia.

2087Por eso no es correcta la tesis que admite que los estatutos sociales puedan considerar que la situación no
quedará normalizada manteniéndose la suspensión, hasta que el socio infractor no compense a la cooperativa por el
perjuicio que su inactividad le ha acarreado, que ha defendido N. PAZ CANALEJO, en N. Paz Canalejo y F. Vicent
Chuliá, Ley General de Cooperativas. Comentarios al Código de Comercio y Legislación Mercantil Especial, Tomo
XX, vol. 2º…, artículo 37, pág. 217.

2088A la hora de regular la figura de los responsables de las infracciones disciplinarias las Leyes no excluyen a los
socios no cooperativos. Esta afirmación puede constatarse con el dato de la consideración como responsables
disciplinarios de los socios sin distingos (vid., p. ej., arts. 18.4 en relación con los arts. 12 y 14 LCEstado; 24.5 en
relación con los arts. 18 y 27 a 29 LCGalicia; 28.4 en relación con los arts. 20 y 30 a 32 LCLa Rioja; 18 en relación
con los arts. 25 y 28 LCCastilla y León; 21 en relación con los arts. 17 y 27 LCCataluña; 32 en relación con los arts.
21 y 25 LCCastilla-La Mancha; 32.4 en relación con los arts. 22 y 25 LSCMurcia; 37 en relación con los arts. 25 y 26
LCAsturias y 21 en relación con los arts. 16 y 17 LSCAndalucía), lo que equivale a incluir dentro del perímetro de
responsabilidad no solo a los socios cooperativos --usuarios, trabajadores y de trabajo--, sino también a los socios
colaboradores y, en general, a los socios no mutualistas.

En el mismo sentido amplio, compresivo de las distintas clases o modalidades de socios, se pronuncian M. J.
MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 215.

679
participación distintos de los socios y asociados porque las Leyes no ofrecen argumentos para
ello: los propietarios de títulos participativos o de partes sociales con voto en las cooperativas
mixtas. Y no pueden serlo aquellos sujetos vinculados con la cooperativa que carezcan de
derechos de participación: son los terceros no socios, los beneficiarios de las prestaciones
cooperativas, los socios de las personas jurídicas que a su vez sean socias de la sociedad
cooperativa y los titulares de participaciones especiales.

En el caso de entidades socias suspendidas del derecho de asistencia, se puede


producir un fraude a la suspensión del derecho, incluso a la sanción de expulsión: si una entidad
socio de una sociedad cooperativa [cuya existencia será más frecuente en las de segundo o
ulterior grado] es expulsada o ha sido suspendida de su derecho de asistencia puede
ingresar2090 en otra entidad socio y asistir en nombre de ésta --como representante voluntaria-- a
la sesión de la asamblea general, o, sin necesidad de asistencia, impartiendo, juntamente con el
resto de consocios, instrucciones al representante. Si esta maquinación se detecta, el presidente
de la asamblea podrá impedir la asistencia del representante expulsado o suspendido o instruido
impidiendo que se cometa un fraude de ley (vid. art. 6 CC). Otro tanto sucede con el derecho de
voto: si una entidad socio de una cooperativa que ha sido suspendida de su derecho de
asistencia o de voto o ha sido expulsada, ingresa como socia en otra entidad socio de aquélla, el
cálculo del número de votos que corresponde a esta entidad socio al realizarse en proporción a
su actividad cooperativizada y/o a su número de socios, se verá incrementado con la actividad
que sea imputable a la socia expulsada o suspendida e incluso con ella misma como un socio
más. Frente a tal maquinación, si hay ejercicio antisocial de los derechos de la participación,
puede reaccionarse con la doctrina del fraude de ley.

(ii) Los derechos de participación también pueden ser suspendidos cautelarmente. Con
carácter previo, debe destacarse que la suspensión cautelar de derechos no es una medida
universalmente admitida en las Leyes de cooperativas españolas. Un grupo de Leyes la
regulan2091 y otro prescinde de esta privación no definitiva de derechos del socio 2092. Este

2089Tampoco quedan fuera del régimen disciplinario los asociados. El apoyo jurídico de esta afirmación puede ser
implícito o explícito. Implícito, en las Leyes que, al regular los asociados, se remiten al bloque normativo de los
socios, con algunas salvedades entre las que no se encuentra la exclusión del régimen disciplinario (vid., p. ej., arts.
28.1.II y 29 LSCExtremadura; 31.1 y 33 LCIslas Baleares y 32.4 y 34 LSCMurcia). Explícito el que se prevé en la
Ley madrileña (art. 49.8.II), o el que se regulaba en la Ley andaluza de 1999 que expresamente preveía que los
asociados pudieran ser sancionados con la suspensión de sus derechos (vid., p. ej., art. 41.4 LSCAndalucía).

E incluso las nuevas figuras que aparecen en las sucesivas reformas de la Leyes españolas de cooperativas, como
la de la persona inversora de la actual Ley andaluza de 2011 --la que realiza las aportaciones al capital que
determinen los estatutos, o en su defecto la asamblea general, y que no desarrollen la actividad cooperativizada-- a
la que se lea aplica, salvo previsión en contra, el mismo régimen jurídico que el establecido para la persona socia
común, con las particularidades en lo relativo a su estatuto económico que se determinen reglamentariamente
(art.25.5). A los efectos argumentativos que aquí interesan, las similitudes de fondo entre el “asociado” y la “persona
inversora” son evidentes, es incluso, confesadas por la propia exposición de motivos de la Ley de 2011:
“…coherente con la promoción de esta figura, la ley le reserva un capítulo propio y prescinde del eufemismo
«asociado» que el texto legal precedente utilizaba.”

2090Incluso puede que antes de la sanción de suspensión o de la expulsión pertenezca como socia a otra entidad
socio de la cooperativa de grado superior: si esta posición jurídica es utilizada para eludir las consecuencias de la
sanción, debe aplicarse --como se explica en el texto principal-- la doctrina del fraude de ley.

2091 Se trata de las Leyes de cooperativas del Estado, del País Vasco, de Madrid, de Castilla y León, de Cataluña, de
las Islas Baleares, de Valencia, de Murcia de Asturias y de Castilla-La Mancha.

2092 Son las Leyes de cooperativas de Extremadura, de Galicia, de Aragón, de Andalucía, de La Rioja y de Navarra.

680
segundo bloque, que únicamente admite la privación definitiva de derechos, resulta más ajustado
a elemento tipológico de la participación orgánica.

En las Leyes que la regulan, esta posibilidad se admite en los procedimientos de baja
obligatoria, en los procedimientos disciplinarios, en general, y en los que hayan terminado con la
sanción de expulsión, en particular. La regulación contenida en las Leyes acerca de la
suspensión cautelar es técnicamente defectuosa e incompleta. Ayuda a su clarificación analizarla
desde la perspectiva de las garantías de la participación orgánica, tarea que se acomete
seguidamente.

El contenido de las normas es el siguiente:

a)Los socios pueden ejercitar, sin más restricciones que las derivadas de un
procedimiento sancionador, o de medidas cautelares estatutarias, todos los derechos
reconocidos legal o estatutariamente2093.

b)El acuerdo del consejo rector [de baja obligatoria] será ejecutivo desde que sea
notificada la ratificación del comité de recursos o, en su defecto, de la asamblea general, o haya
transcurrido el plazo para recurrir ante los mismos sin haberlo hecho. No obstante, podrá
establecer con carácter inmediato la suspensión cautelar de derechos y obligaciones del socio
hasta que el acuerdo sea ejecutivo si así lo prevén los estatutos, que deberán determinar el
alcance de dicha suspensión. El socio conservará su derecho de voto en la asamblea general
mientras el acuerdo no sea ejecutivo2094.

c)Este mismo régimen de suspensión cautelar podrá aplicarse a los acuerdos de


expulsión2095.

En rigor, el primer supuesto de suspensión cautelar se trata de una medida cautelar y, el


segundo y el tercero, de una ejecución provisional.

La medida cautelar de suspensión de derechos, a pesar de que no lo digan


expresamente las Leyes, se inserta en un procedimiento disciplinario: no es posible suspender
cautelarmente los derechos de participación orgánica en otros procedimientos societarios --de
modificación estatutaria, de transformación, de fusión, de escisión, de disolución…) 2096, porque

2093 Vid. arts. 16.1 LCEstado; 22. apartados 1 y 4 LCCastilla y León; 27.1 LSCMurcia; 27.1 LCAsturias y 35.1
LCCastilla-La Mancha. Con deficiente técnica normativa los apartados 1 y 4 del artículo 22 LCCastilla y León
reiteran el mismo contenido.

2094Vid. arts. 17.5.III LCEstado; 27.3 LCPaís Vasco; 21.3 LCMadrid; 21.4 LCCastilla y León; 25.1.III LCIslas
Baleares, 22.6 LCValencia; 31.3 LSCMurcia; 34.3 LCAsturias y 27.3.II LCCastilla-La Mancha.

Vid. arts. 15.5.II LCEstado; 22.3 LCMadrid; 32.2 LCIslas Baleares, 22.6 LCValencia; 33.3 LSCMurcia; 41.2.II
2095

LCAsturias y 32.4.I LCCastilla-La Mancha.

2096Esta conexión funcional aparece en la LCCataluña al regular que “los estatutos de cada cooperativa, o también,
por lo que se refiere exclusivamente a la tipificación de las faltas leves, el reglamento de régimen interno han de
establecer los procedimientos sancionadores, especialmente la tipificación de faltas, sanciones, plazos, recursos
procedentes y posibles medidas cautelares…” (art. 21.1) y, aún más claramente, cuando dispone que “los derechos
de los socios sólo pueden suspenderse temporalmente, en las condiciones que regulen expresamente los estatutos
sociales, como una modalidad de sanción o de medida cautelar en un expediente sancionador” (art. 24.3).

681
en ellos no hay necesidad de garantizar la efectividad de una medida futura de privación de
derechos, al no ser tal privación la finalidad de los mencionados procedimientos. Además, ha de
tratarse de un procedimiento disciplinario incoado y no resuelto. Incoado el procedimiento, el
instructor puede adoptar las medidas cautelares que aseguren la efectividad de la eventual
sanción futura, y entre ellas la de suspender de derechos al socio expedientado; antes de la
incoación --es decir, del acuerdo del consejo rector por el que se inicie el procedimiento
disciplinario-- no caben medidas cautelares, ni siquiera provisionalísimas o condicionadas a la
incoación del procedimiento en indeterminado plazo. A falta de previsión expresa de medidas
provisionalísimas en las Leyes, su prohibición es la postura más acorde con el principio de la
participación orgánica. Resuelto el procedimiento disciplinario, no caben medidas cautelares,
sino ejecución --en su caso provisional-- de la resolución. Y, en fin, ha de acordarse
expresamente, de forma que si se suspende de empleo a un socio trabajador, no puede
entenderse que también quedan suspendidos los derechos de participación2097.

La ejecución provisional se regula respecto de resoluciones del consejo rector no firmes


--no se ha dictado ni notificado la ratificación del comité de recursos o, en su defecto, de la
asamblea general, ni ha transcurrido el plazo para recurrir ante los mismos-- de baja obligatoria y
de expulsión. Las garantías adoptadas por la Leyes son máximas --dada la privación de los
derechos del socio que se produce con la ejecución--: a)necesidad de previsión estatutaria2098,
que ha de ser previa, no siendo lícita una modificación ad hoc de los estatutos posterior a los
hechos determinantes de la baja obligatoria y de la expulsión; b)con delimitación de todos los
elementos de la suspensión provisional, solo así se entiende que los estatutos deban determinar
el alcance de dicha suspensión y que la misma tenga carácter inmediato, es decir que no precisa
más que de un pronunciamiento meramente declarativo del consejo rector en su resolución de
baja o de expulsión2099; y c)quedando fuera de ella el derecho de voto y, en un caso, el de
información2100.

En una excepción la extraña norma contenida en la LCMadrid que parece desvincular la suspensión cautelar de un
procedimiento disciplinario, e incluso de cualquier otro procedimiento principal, y que la extiende no solo a los
socios, sino también a los miembros del consejo rector y otros órganos: “no tendrá carácter sancionador la
suspensión cautelar, que el Consejo Rector podrá acordar respecto a miembros del mismo, de otros órganos o de
socios de base, en los casos y según las reglas estatutarias” (art. 25.4).

2097 Así lo explican M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 222, con
referencias jurisprudenciales la respecto.

2098 La previsión estatutaria es necesaria: si tomamos como referente la LCEstado puede fácilmente apreciarse
cómo su artículo 18.5.II, al regular la medida de suspensión provisional o cautelar de derechos cuando la sanción de
expulsión del socio no es ejecutiva, prevé que pueda aplicarse el régimen de suspensión cautelar previsto en el
artículo anterior, esto es en el 17.5.III, donde se señala que podrá establecerse con carácter inmediato la
suspensión cautelar de derechos y obligaciones del socio hasta que el acuerdo sea ejecutivo si así lo prevén los
Estatutos. No obstante, en contra M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de
seguros y las mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.),
Tratado de Derecho mercantil…, pág. 189, a cuyo juicio no queda claro que esta medida deba estar prevista en los
estatutos para ser de aplicación, siendo la interpretación más plausible no demandar una mención estatutaria,
porque estamos ante una facultad legal.

2099 En contra M. PANIAGUA ZURERA, La sociedad cooperativa. Las sociedades mutuas de seguros y las
mutualidades de previsión social, en M. Olivencia, C. Fernández Novoa y R. Jiménez de Parga (dirs.), Tratado de
Derecho mercantil…, pág. 183, para quien nada impide que la medida se prevea directamente en los estatutos, que
se remita la decisión al consejo o que se combinen ambos procedimientos.

2100La LCValencia dispone que el socio dado de baja obligatoria o expulsado conservará el derecho de voto --como
en la generalidad de las Leyes-- y el de información (vid. art. 22.6).

682
(iii) La suspensión de los derechos de participación también puede producirse por mora
del socio en el desembolso de las aportaciones al capital social 2101. Pueden verse afectos por la
suspensión todos los derechos societarios (como literalmente los identifica el artículo 46.6
LCEstado)2102.

La técnica de la suspensión de derechos pasa, de esta manera, a formar parte del


conjunto de garantías, en sentido amplio, con que cuenta la cooperativa para asegurar el crédito
a su favor correspondiente a las obligaciones de los socios relativas a las aportaciones al capital
social2103.

El incumplimiento determinante de la suspensión es mayor del que a primera vista


pudiera parecer: no solo se trata del incumplimiento de la obligación de desembolsar las
aportaciones suscritas que estén pendientes de desembolso2104 --que es la situación más
parecida a la falta de pago de los desembolsos pendientes la sociedad anónima [nótese que una
medida como esta no cabe en la sociedad limitada, donde no existen los desembolsos
pendientes]--, sino también de la falta desembolso en el plazo que, mediante requerimiento, fije
el consejo rector de la aportación necesaria para alcanzar el importe en el que la aportación
obligatoria mínima haya quedado disminuida como consecuencia de la imputación de pérdidas
de la sociedad cooperativa o por sanción económica prevista estatutariamente 2105. Este segundo

2101La suspensión de derechos por mora en el desembolso de las aportaciones está prevista, con uno u otro
alcance, en todas las Leyes españolas de cooperativas, excepto en la valenciana --que nada regula al respecto-- y
en la navarra --cuyo artículo 45.5 se remite a los estatutos para que determinen los efectos de la morosidad en el
desembolso de las aportaciones--.

2102En cambio, en las sociedades anónimas, el accionista que se hallare en mora en el pago de los desembolsos
pendientes no podrá ejercitar el derecho de voto (art. 83.1 TRLSC). Lo que significa que, aun en mora, conserva el
derecho de asistencia y deliberación (vid. F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…,
págs. 270 y 271; y E. BELTRÁN, “Efectos de la mora (art. 83)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de
Sociedades de Capital, Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 719 a 722, en pág. 720.

2103Solo en un sentido muy amplio el mecanismo de la suspensión de derechos puede calificarse como garantía de
créditos, en la medida en que se trata de un instrumento --de origen legal-- que la sociedad cooperativa tiene a su
disposición para conseguir el cobro del crédito derivado de la obligación del socio de desembolsar las aportaciones
al capital; en sentido estricto la garantía es un nuevo derecho, distinto del principal o garantizado, constituido
convencionalmente para asegurar la satisfacción del interés del acreedor (vid. L. J. CORTÉS, “Las garantías de la
contratación mercantil” en A. Menéndez y A. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho mercantil, Navarra [Thomson
Reuters-Civitas], 10ª ed., 2012, Volumen II, págs. 299 a 322, en pág. 299).

E. BELTRÁN, “Efectos de la mora (art. 83)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de
Capital…, pág. 722, también conecta los efectos de la mora con la idea de protección del cumplimiento de la
obligación de desembolso pendiente, encontrándose entre tales efectos el de la suspensión de derechos del socio.

2104Este supuesto de mora causante de la suspensión de derechos --falta de desembolso de las aportaciones
suscritas pendientes-- es común a todas las Leyes de cooperativas que la regulan (arts. 46.5 LCEstado; 58.5
LCPaís Vasco; 50.4.II LSCExtremadura; 59.5 LCGalicia; 49.4 LCAragón; 49.8.III LCMadrid; 62.5.I LCLa Rioja; 60.4
LCCastilla y León; 56.4 LCCataluña; 70.3 LCIslas Baleares; 82.4 LCAsturias y 77.4 LCCastilla-La Mancha).

2105Junto al supuesto anterior, también es considerada como causa de suspensión la mora en la cobertura de la
aportación obligatoria mínima disminuida por imputación de pérdidas o por sanción económica, en los arts. 58.3
LCPaís Vasco; 50.4.I LSCExtremadura; 59.4 LCGalicia; 62.4 LCLa Rioja; 60.3 LCCastilla y León; 65.3 LSCMurcia y
77.3 LCCastilla-La Mancha. Los artículos 46.4 LCEstado y 82.3 LCAsturias solo prevén el supuesto de la imputación
de pérdidas

683
es un supuesto típicamente cooperativo, conectado al sistema cooperativo de imputación de
pérdidas y al régimen disciplinario cooperativo.

Las aportaciones suscritas cuya mora en el desembolso genera la suspensión de


derechos son, en todas las Leyes, las aportaciones obligatorias2106; y en un sola Ley, además de
las anteriores, las aportaciones voluntarias2107. La segunda solución es la más ajustada a la
dogmática cooperativa: las aportaciones al capital social, sean obligatorias o voluntarias, no son
medida de los derechos de participación, de manera que si se pretende asignar efectos
suspensivos a la mora en su desembolso no tiene sentido un trato desigual, según se trate de
aportaciones obligatorias o voluntarias.

Desde otro punto de vista, las aportaciones suscritas --cuya mora produce efectos
suspensivos-- pueden haberlo sido en la constitución de la cooperativa o con ocasión de un
aumento de capital.

La mora se produce por el mero trascurso del plazo previsto para el desembolso 2108, sin
que sea necesaria la intimación del acreedor2109, y aunque en el retraso el socio no haya
incurrido en dolo o culpa2110.

2106 Varios son los argumentos que ofrecen las Leyes para sostener que el régimen jurídico de la morosidad se
circunscribe a las aportaciones obligatorias: porque se regula en el artículo que las Leyes dedican a las aportaciones
obligatorias (arts. 46 LCEstado; 58.5 LCPaís Vasco; 49 LSCExtremadura; 59 LCGalicia; 49.4. LCAragón; 62.5 LCLa
Rioja; 60 LCCastilla y León; 56 LCCataluña; 70.3 LCIslas Baleares; 66.1 LSCMurcia; 82.4 LCAsturias y 77.4
LCCastilla-La Mancha); y porque las aportaciones voluntarias deberán desembolsarse totalmente en el momento de
la suscripción (vid. arts. 47.2 LCEstado; 52.I LSCExtremadura; 61.2 LCGalicia; 63.2 LCLa Rioja; 57.1.II LCCastilla-
La Mancha y 71.2 LCIslas Baleares); o en las condiciones que establezca el acuerdo de emisión (vid. arts. 59.1
LCPaís Vasco; 58 LCCataluña y 85.1 LCAsturias).

A pesar de que en las Leyes aragonesa y castellano-manchega las aportaciones voluntarias pueden no estar
íntegramente desembolsadas, no se contempla la aplicación a las mismas de los efectos de la mora previstos para
garantizar el desembolso de las obligatorias (vid. arts. 49.4 y 50.1 LCAragón y 78.1 LCCastilla-La Mancha).

2107En la Ley madrileña, los efectos de la mora son comunes a ambas clases de aportaciones porque tales se
regulan en un artículo diferente al previsto para las aportaciones obligatorias y para las voluntarias y aplicable a
ambas (arts. 49.8 --mora y efectos--, 50 --aportaciones obligatorias-- y 51 --aportaciones voluntarias--. y porque las
aportaciones voluntarias no deben desembolsarse íntegramente, pudiendo quedar importe pendiente garantizado
con este favorable régimen jurídico (vid. arts. 49.8.II LCMadrid).

Esta misma regulación se contenía en la derogada Ley andaluza de 1999 (arts. 77.6 --mora y efectos--, 78 -
aportaciones obligatorias- y 78 --aportaciones voluntarias—y 79.4).

2108El carácter automático de la mora es señalado por todas las Leyes de cooperativas que la regulan, a excepción
de la vasca (art. 59.5), la aragonesa (art.49.4) y la balear (art. 70.3).

Es confusa en esta materia la Ley asturiana. Su artículo 82.4 tras señalar que “los socios que no efectúen sus
aportaciones en el plazo establecido incurrirán automáticamente en mora” y que “el órgano de administración
deberá exigir a los socios que se encuentren en esa situación, incluso por la vía judicial, el cumplimiento de la
obligación de desembolso con abono del interés legal y de los daños y perjuicios causados por la morosidad”, añade
que “a partir del día siguiente al requerimiento extrajudicial que deberá realizar el órgano de administración al socio
moroso, quedarán automáticamente suspendidos sus derechos societarios”. Parece que el devengo del interés legal
y la indemnización de los daños y perjuicios se producen automáticamente, pero que la suspensión de derechos
societarios requiere intimación.

La mora del accionista en la obligación de desembolso pendiente también se produce de forma automática (vid. E.
BELTRÁN, “Mora del accionista (art. 82)”, en Rojo-Beltrán (dirs.), Comentario de la Ley de Sociedades de Capital,
Madrid [Thomson Reuters-Civitas], 2011, I, págs. 718 a 719, en pág. 718.

684
La mora del socio cooperativo produce consecuencias jurídico-patrimoniales y
consecuencias jurídico-disciplinarias. Ambas son acumulables. En el terreno patrimonial, la mora
obliga al socio a abonar a la cooperativa el interés legal por la cantidad adeudada y a resarcirla
por los daños y perjuicios causados por la morosidad2111, faculta a la cooperativa para proceder
judicialmente contra el socio moroso2112 reclamándole el cumplimiento de la obligación de

2109 A diferencia de la mora civil, en la que es presupuesto necesario que el acreedor exija judicial o
extrajudicialmente al acreedor el cumplimiento de su obligación (art. 1110 CC), y a semejanza de los efectos de la
morosidad en el cumplimiento de las obligaciones mercantiles que comenzarán, cuando hubiere día señalado para
el cumplimiento de la obligación, por voluntad de las partes o de la Ley, al día siguiente de su vencimiento (art. 63 C.
de C.). Este paralelismo acerca aún más la sociedad cooperativa hacia su mercantilidad. También aplican el
régimen de la mora contenido en el Código de Comercio, M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de
cooperativas…, págs. 386 y 387, habida cuenta de la naturaleza empresarial de la cooperativa y de la consideración
como mercantil de su legislación reguladora (arts. 2 y 50 C de C).

No se exige que el retraso sea jurídicamente imputable al socio a título de dolo o culpa, en opinión de M. J.
2110

MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 386.

Vid. arts. 46.5 LCEstado; 58.5 LCPaís Vasco; 59.5.I LCGalicia; 49.8.III LCMadrid; 62.5.I LCLa Rioja; 60.4
2111

LCCastilla y León; 56.5 LCCataluña; 66.3 LSCMurcia; 82.4 LCAsturias y 77.4 LCCastilla-La Mancha.

La acumulación de los intereses legales y de la indemnización de daños y perjuicios adolece de una incorrección
técnica y probablemente, en el caso de las Leyes autonómicas de cooperativas, incurre en un exceso competencial.
En cuanto al primer aspecto, debe tenerse en cuenta que los que incurrieren en morosidad quedan sujetos a la
indemnización de los daños y perjuicios causados (art. 1101 CC) y que “si la obligación consistiere en el pago de
una cantidad de dinero --como aquí--, y el deudor incurriere en mora, la indemnización de daños y perjuicios, no
habiendo pacto en contrario, consistirá en el pago de los intereses convenidos, y a falta de convenio, en el interés
legal” (art. 1108 CC), por lo tanto no caben como efectos de la mora --salvo pacto en contrario-- a la vez el pago de
intereses legales y el pago de una indemnización de daños y perjuicios: la cooperativa queda indemne con el pago
de los intereses indemnizatorios. La acumulación de efectos jurídicos de la morosidad en el ámbito indemnizatorio
contradice la solución unitaria del Código Civil y coloca a las Leyes de cooperativas que así lo prevén en situación
de inconstitucionalidad por invasión de la competencia exclusiva del Estado sobre la legislación civil --comprensiva,
entre otras materias, de la regulación de los contratos en general (vid. L. DÍEZ-PICAZO, “Las competencias del
Estado y las Comunidades Autónomas en materia de Derecho civil”, en B. Moreno Quesada (coord.), Competencia
en materia civil de las Comunidades autónomas, Madrid [Tecnos y Parlamento de Andalucía], 1989, págs. 13 a 21,
en pág. 18)-- al que en todo caso corresponden las bases de las obligaciones contractuales (art. 149.1.8ª CE) --
bases que se contienen entre otras partes del Código Civil, en el Título I, de las obligaciones, del Libro IV, de las
obligaciones y contratos, (vid. R. BERCOVITZ RODRÍGUEZ CANO, “Las bases de las obligaciones contractuales en
el artículo 149.1.8º de la Constitución”, en B. Moreno Quesada (coord.), Competencia en materia civil de las
Comunidades autónomas, Madrid [Tecnos y Parlamento de Andalucía], 1989, págs. 97 a 119, en pág. 108), en el
que precisamente se ubica el artículo 1101.

Con este planteamiento, la solución contenida en la Ley aragonesa que solo prevé como consecuencia patrimonial
de la mora el resarcimiento de daños y perjuicios (art. 49.4) es la más respetuosa con el sistema constitucional de
distribución de competencias. Otro tanto sucede con la Ley extremeña cuya solución encaja en el contenido del
artículo 1108 CC, dado que anuda a la mora el abono del interés legal, pero permite que los estatutos --que
equivalen al pacto en contrario del mencionado artículo 1108 CC-- prevean el resarcimiento de daños y perjuicios
(art. 50.4.II).

Debe destacarse que, atendiendo a la protección de otros intereses, esa consecuencia patrimonial de la mora queda
excluida en las cooperativas educacionales extremeñas: “no será de aplicación al socio menor de edad lo previsto
en el número 4 del artículo 50, sobre la obligación del socio de resarcir a la sociedad cooperativa de los daños y
perjuicios causados por la morosidad (art. 149.3 LSCExtremadura).

Así lo establecen los artículos 46.6 LCEstado; 59.5.III LCGalicia; 62.5.II LCLa Rioja; 60.5 LCCastilla y León; 70.3
2112

LCIslas Baleares y 77.4 LCCastilla-La Mancha.

685
desembolso2113, suspende al socio el derecho al retorno2114, y, en fin, permite a la cooperativa
aplicar las aportaciones voluntarias desembolsadas al desembolso de las aportaciones
obligatorias2115 y amortizar sus participaciones (sic) con la consiguiente reducción del capital,
quedando en beneficio de la cooperativa el importe ya desembolsado de dichas aportaciones2116.
En el terreno disciplinario, la mora del socio produce como efecto la suspensión de sus
derechos. En un intento de sistematizar el variopinto panorama de la legislación cooperativa
española, es posible clasificar la eficacia suspensiva de la mora en dos tipos: legal y estatutaria
y, además, aquella puede subdividirse en directa o diferida, adscribiéndose las Leyes de
cooperativas a un sistema o a otro. En la eficacia suspensiva legal, la suspensión de derechos
está prevista como efecto jurídico de la mora en la propia Ley2117, mientras que en la estatutaria,

En las sociedades cooperativas educacionales extremeñas no será de aplicación al socio menor de edad lo previsto
en el número 4 del artículo 50, sobre la facultad de la sociedad cooperativa de poder proceder judicialmente contra
el socio moroso en el desembolso de sus aportaciones al capital social (art. 149.3 LSCExtremadura).

2113Proceder judicialmente contra el socio moroso --que es la consecuencia procesal prevista en los artículos 46.6
LCEstado; 59.5.III LCGalicia; 62.5.III LCLa Rioja; 60.5 LCCastilla y León; 70.3 LCIslas Baleares y 77.4 LCCastilla-La
Mancha, anteriormente citadas--, significa, en realidad, reclamarle mediante una demanda el cumplimiento de la
obligación desembolso --que es la pretensión material que se debe deducirse en la demanda--, como
específicamente señalan los artículos 50.4.II LSCExtremadura; 49.8.III LCMadrid; 56.5 LCCataluña; 66.3 LSCMurcia
y 82.4 LCAsturias.

2114 Efecto recogido en el artículo 57.4 LCCataluña.

2115 Consecuencia jurídica prevista en el artículo 57 LCCataluña.

2116 Como señala el artículo 49.8.III LCMadrid.

2117 El artículo 46.6 LCEstado establece que “el socio que incurra en mora podrá ser suspendido de sus derechos
societarios hasta que normalice su situación [y si no realiza el desembolso en el plazo fijado para ello, podría ser
causa de expulsión de la sociedad]”, sin necesidad de que los estatutos tipifiquen la morosidad como infracción
disciplinaria, ni prevean la suspensión de derechos como sanción. En idénticos términos regula la suspensión el
artículo 60.5 LCCastilla y León al señalar que “el socio que incurra en mora podrá ser suspendido de sus derechos
societarios hasta que normalice su situación [y si no realiza el desembolso en el plazo fijado para ello podrá ser
causa de baja obligatoria conforme previene el artículo 21 de esta Ley]”, si bien se separa aún más del derecho
disciplinario cuando anuda a la falta de desembolso en el plazo fijado para ello, la baja obligatoria en vez de la
expulsión.

La eficacia suspensiva de la mora también es de naturaleza legal en la Ley madrileña en la que junto a la
suspensión prevista expresamente en la propia Ley puede haber las sanciones disciplinarias que prevean los
estatutos [“el socio o asociado que incumpla la obligación de desembolso incurrirá en mora por el solo vencimiento
del plazo, y a partir de ese momento será suspendido de todos sus derechos hasta que normalice su situación. En
estos casos, la Cooperativa, sin perjuicio de las sanciones disciplinarias que pueda acordar conforme al artículo 25
podrá reclamar el cumplimiento de la obligación de desembolso” (art. 49.8.II)]; y en la Ley castellano-manchega, con
la misma posibilidad anterior [“el socio que incurra en mora podrá ser suspendido de sus derechos societarios hasta
que normalice su situación, sin perjuicio de la sanción o sanciones disciplinarias que se les pueda imponer” (art.
77.4.)].

La misma naturaleza legal tiene la suspensión en la Ley extremeña: el socio moroso “podrá ser suspendido en sus
derechos políticos y económicos”. Esta interpretación encuentra un argumento adicional en la regulación de la
expulsión por mora, en la que es imprescindible la intervención estatutaria: “los estatutos sociales pueden prever la
expulsión [del socio] si transcurren treinta días, desde que fuese requerido sin que realizara el desembolso” (art.
50.4.II). Idéntica solución contiene el artículo 70.3 LCIslas Baleares.

Así mismo, la Ley asturiana prevé la suspensión como consecuencia de la mora: “a partir del día siguiente al
requerimiento extrajudicial que deberá realizar el órgano de administración al socio moroso, quedarán
automáticamente suspendidos sus derechos societarios hasta que no regularice su situación con la cooperativa”
(art. 82.4).

686
deben ser los estatutos los que la prevean como sanción disciplinaria y los que tipifiquen como
infracción la mora en el desembolso de aportaciones sociales2118. En la eficacia legal directa la
suspensión se produce ipso iure2119, sin necesidad de acuerdo social, y en la diferida solo hay
suspensión de derechos si lo acuerda el órgano social competente2120.

Debe advertirse que la suspensión disciplinaria de derechos afecta, o puede afectar,


tanto a los de participación orgánica cuanto a los económicos. En ambos casos la regulación es
común, pero es la suspensión de los derechos de participación orgánica la que más interés
presenta desde el punto de vista del análisis mutualista: si en las cooperativas la realización de
actividad cooperativizada por el socio para la satisfacción de sus necesidades --mutualidad-- es
el hecho que explica el mayor poder societario del socio --más que si solo aportara capital--, no
está suficientemente justificada la circunstancia de que la mora en aportar capital extienda sus
efectos a los derechos cuya especial intensidad nace no de la aportación al capital, o no
solamente, sino de la actividad cooperativizada. La ruptura de la relación mutualidad-
participación orgánica que provoca este enfoque de la suspensión disciplinaria por la morosidad
en las aportaciones sociales puede corregirse en las Leyes que acogen el sistema de eficacia
estatutaria, con el simple mecanismo de limitar en los estatutos la suspensión a los derechos
vinculados con la mera aportación al capital social, pero es imposible en el sistema de eficacia

2118 La Ley aragonesa al regular la morosidad del socio en el desembolso de las aportaciones prevé que “el socio
que incurra en mora en el desembolso de su aportación…podrá ser sancionado de acuerdo con los Estatutos” (art.
49.4). Con esta regulación, la posibilidad de acumular efectos patrimoniales y efectos sancionadores por la mora del
socio, pasa porque los estatutos sociales tipifiquen como infracción la morosidad y prevean como sanción anudada
la suspensión de derechos.

La regulación estatutaria de la sanción de suspensión de derechos por mora es necesaria en las Leyes gallega (art.
59.5.II), riojana (art. 62.5.II), y murciana (art. 66.2). En las tres se utiliza la técnica de remisión al régimen
disciplinario para la suspensión por mora: el socio que incurra en mora podrá ser suspendido de sus derechos,
hasta que normalice su situación, en los términos establecidos en el correspondiente artículo de la Ley que regula la
sanción disciplinaria de suspensión de derechos del socio. Estos artículos son el 25.4 LCGalicia; 28.7 LCLa Rioja y
32.4. LSCMurcia, y en los tres se dispone que “la sanción de suspender al socio en sus derechos sólo podrá ser
prevista por los estatutos para el supuesto en que el socio esté al descubierto de sus obligaciones económicas o no
participe en las actividades cooperativizadas en los términos establecidos en los estatutos”, de manera que la
eficacia suspensiva de la mora es claramente de naturaleza estatutaria. Debe advertirse, que a pesar de que el
artículo 62.5.II LCLa Rioja se remite al 28.7, tal artículo 28 acaba en el apartado 6, que es el que regula la sanción
de suspensión y que es al que debe entenderse hecha la remisión legal.

El caso catalán también milita en este bloque de Leyes: como la Ley catalana solo contempla consecuencias
jurídico-patrimoniales para la morosidad del socio (vid. apartados 4 y 5 del artículo 56), para que se dé la sanción de
suspensión de derechos es necesario usar los instrumentos disciplinarios en sede estatutaria.

A la misma solución anterior debe llegarse en la interpretación de la Ley vasca. En ella se regulan cuatro
consecuencias de la mora del socio [abono del interés legal, indemnización de los daños y perjuicios, baja
obligatoria y expulsión (art. 58.5)], y ninguna se refiere a la suspensión de derechos, de manera que ésta solo será
posible por mora si se prevé en el régimen disciplinario de los estatutos.

2119Es la solución contenida en la Ley madrileña en la que el socio o asociado que incumpla la obligación de
desembolso incurrirá en mora por el solo vencimiento del plazo, y a partir de ese momento será suspendido de
todos sus derechos hasta que normalice su situación (art. 49.8.II), lo que significa que la suspensión se produce por
ministerio de la Ley.

2120En las Leyes estatal, extremeña, castellano-leonesa, balear y castellano-manchega el socio que incurra en mora
podrá ser suspendido, lo que requiere un pronunciamiento constitutivo de un órgano social, concretamente un
acuerdo del consejo rector al tratarse de una materia de administración. En la asturiana es necesario para que se
produzca la suspensión de derechos societario, el requerimiento extrajudicial del órgano de administración.

687
legal. Esta ruptura justifica, en todo caso, que la suspensión de derechos por mora deba ser
aplicada restrictivamente2121

(iv) Los derechos de participación orgánica pueden ser privados por el presidente de la
asamblea general en el ejercicio de su potestad de mantener el orden de la sesión.

El mantenimiento del orden en el desarrollo de la sesión es la descripción de la


mencionada potestad del presidente contenida en la generalidad de las Leyes de
cooperativas2122. El presidente en el ejercicio de su potestad de mantener el orden de la sesión
puede expulsar al socio que lo altere2123, lo que supone privarle del derecho de asistencia,
deliberación y voto en esa sesión. La alteración del orden es un concepto jurídico indeterminado
que no puede ser objeto de interpretación extensiva, dado que la consecuencia jurídica de su
aplicación puede ser la privación de derechos del socio; es más, su interpretación en el caso de
las cooperativas debe ser, por exigencias tipológicas, restrictiva, al tratarse de un tipo societario
en el que la participación del socio en los asuntos de gestión es un elemento esencial. De esta
estructura tipológica se concluye que solo cuando los derechos de participación del resto de
socios asistentes a la asamblea general se vean lesionados por la actuación del socio alterador,
es cuando el presidente para mantener el orden podrá expulsarlo2124. Por ello, si para mantener
el orden hay que expulsar a un socio de la sesión, deben concurrir motivos suficientes que hagan
proporcional la decisión del presidente2125. En la legislación española se recogen tres casos
especiales de alteración del orden: hacer obstrucción, faltar al respeto de la asamblea y faltar al
respeto a alguno de los asistentes2126; que denotan una lesión de los derechos de participación
de los demás socios --en particular, la falta de respeto al socio, por lo que de lesión tiene de la

2121 En esta línea restrictiva, ya para las sociedades anónimas se ha admitido que, como la suspensión del derecho
de voto al socio moroso en el pago de los desembolsos pendientes constituye una sanción, no puede ser
interpretada extensivamente, y, en concreto, al socio con el derecho de voto suspendido debe reconocérsele el
derecho a solicitar la convocatoria de una junta general de accionistas --junto con el resto de socios que representen
el cinco por ciento del capital social--, el derecho a deliberar, el derecho a la información … (vid. R URÍA, A.
MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R. Uría, A. Menéndez y M. Olivencia
(dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…, artículo 100, págs. 114 y 115).

2122Vid. arts. 36.4 LCPaís Vasco; 32.3 LSCExtremadura; 35.4 LCGalicia; 39.3 LCLa Rioja; 34.3 LCCastilla y León;
32.2 LCCataluña; 41.5.c) LCIslas Baleares y 48.4. f) LCCastilla-La Mancha.

Las Leyes valenciana y madrileña no regulan en abstracto esta potestad del presidente de la asamblea, aunque sí
sus efectos: la posibilidad de expulsar al asistente a la sesión que haga obstrucción o falte al respeto a la asamblea
o a alguno de los asistentes (arts. 33.4. LCMadrid y 35.4 LCValencia).

2123 La expulsión por alteración del orden está prevista expresamente en las Leyes madrileña (art. 33.4); andaluza
[art. 50.3.c)]; balear [art. 41.5.c)]; valenciana (art. 35.4) y castellano-manchega [art. 48.4.e)].

Singularmente, la Ley madrileña somete al control de la mesa de la asamblea el ejercicio por el presidente de la
potestad de expulsión: para expulsar al socio alterador el presidente debe oír antes a la mesa (art. 33.4.), órgano de
la asamblea que está integrado, como mínimo por el presidente y el secretario (art. 33.3).

2124Hay quien propone que el presidente someta la expulsión del socio por razones de orden al criterio de la
asamblea para evitar el riesgo de una conducta autoritaria y de una probable desautorización por la asamblea (vid.
M. J. MORILLAS JARILLO y M. I. FELIÚ REY, Curso de cooperativas…, pág. 248).

En la Ley balear [art. 41.5.c)] se exige que la expulsión sea siempre motivada y que tanto la expulsión cuanto su
2125

motivación consten el acta de la sesión.

2126 Vid. arts. 33.4 LCMadrid; 41.5.c) LCIslas Baleares; 35.4 LCValencia y 48.4.e) LCCastilla-La Mancha.

688
dignidad de la persona, conlleva una violencia en el ejercicio de los derechos del socio no
respetado--.

En todo caso, las decisiones del presidente en el ejercicio de su potestad de mantener el


orden que conlleven una medida de expulsión deben hacerse constar en el acta, bien porque así
lo exija la Ley de forma expresa2127, bien porque es el medio de acreditar la legitimación activa
del socio ilegítimamente privado de su derecho al voto para impugnar los acuerdos nulos.

Como en toda potestad, la función del presidente es de poder y de deber, referidos


ambos al mantenimiento del orden. Por ello, puede ser demandada por el socio que vea
cercenado sus derechos de participación en la sesión de la asamblea. También podrá ser
impugnada por el socio indebidamente expulsado, en los casos en que la decisión de expulsión
vulnere el derecho del socio a asistir, deliberar y votar en la asamblea general. Se trata además
de una potestad originaria, que emana de la Ley, y no de una delegación de la propia asamblea,
de manera que las decisiones disciplinarias del presidente no son revisables ante la asamblea
general, al no estar subordinadas a la voluntad de la mayoría2128.

(v) En el proceso de ingreso como nuevo socio, el socio admitido ve suspendidos sus
derechos de forma temporal.

Teniendo en cuenta que el acuerdo del consejo rector de admisión de un nuevo socio
puede ser impugnado, las Leyes declaran que la adquisición de la condición de socio queda en
suspenso hasta que haya transcurrido el plazo para recurrir la admisión o, si ésta fuese
recurrida, hasta que resuelva el comité de recursos o, en su caso, la asamblea general 2129. En
este intervalo de tiempo no puede hablarse, con propiedad, de suspensión de los derechos de
socio, sino de suspensión de la entera condición de socio, que conlleva entre otros efectos la
suspensión de sus derechos. Desde el punto de vista de la teoría de la participación orgánica
esta situación no entraña ningún riesgo, en la medida en que mientras dure la suspensión, es
decir, mientras el acuerdo de admisión no sea firme, no hay obligación de aportar capital ni de
realizar actividad cooperativizada, que son las dos fuentes materiales de las que nacen los
derechos de los socios.

(vi) En las sociedades cooperativas de trabajo asociado, el socio puede ser suspendido
de sus derechos de participación en los casos de excedencia forzosa, de designación o elección
2127 Como hacen la Ley balear [art. 41.5.c)].

2128 En el mismo sentido R URÍA, A. MENÉNDEZ y J. M. MUÑOZ PLANAS, La junta general de accionistas, en R.
Uría, A. Menéndez y M. Olivencia (dirs.), Comentarios al régimen legal de las sociedades mercantiles, tomo V…,
artículo 110, pág. 228, y F. SÁNCHEZ CALERO, La junta general en las sociedades de capital…, pág. 242.

2129Vid. arts. 13.2.II LCEstado; 20.5.II LCPaís Vasco; 19.3 LCGalicia; 17.5.II LCAragón; 19.5.II LCMadrid; 21.4 LCLa
Rioja; 23.3.III LCIslas Baleares; 23.3 LSCMurcia; 22.3.II LCAsturias y 26.3.II LCCastilla-La Mancha.

En el caso de la Ley castellano-leonesa solo hay suspensión cuando se recurre el acuerdo social de admisión (vid.
art. 19.7), de manera que si además del acuerdo social, el admitido ha cumplido con sus aportaciones al capital
social y, en su caso, ha pagado las cuotas de ingreso, durante un periodo de tiempo --que como máximo coincide
con el plazo para recurrir-- se ha adquirido la condición de socio, que luego --por efecto del recurso-- se suspende --
suspensión que se extiende durante toda la tramitación del recurso--. Esta manera de regular la suspensión sí limita
los derechos de participación orgánica del socio --que lo es, aunque su admisión esté suspendida--, sin que las
circunstancias que determinan este hecho le sean imputables --el recurso que produce los efectos suspensivos no lo
ha interpuesto el socio recién admitido-- por lo que la suspensión de la condición de socio, debe, en esta Ley, llevar
aparejada la devolución de las aportaciones sociales y cuotas que se hubieren satisfecho.

689
para un cargo público o en el movimiento cooperativo, que imposibilite la asistencia al trabajo del
socio trabajador, y de excedencia voluntaria2130. Las Leyes que se han ocupado de la materia
señalan que la suspensión afecta al derecho de voto --lo que, aunque nada digan las Leyes al
respecto, acarrea la de los derechos de asistencia, de deliberación y de propuesta-- y al derecho
a ser elegido para ocupar cargos en los órganos sociales2131.

La suspensión de la actividad cooperativizada que presuponen las tres circunstancias


anteriores, justifica suficientemente desde la perspectiva de la participación orgánica, la
suspensión de los dos mencionados derechos: al no haber mutualidad, no tiene que haber
derecho de sufragio activo y pasivo. El peligro de distorsión se corre en las Leyes que remiten la
cuestión a los estatutos sociales o a los acuerdos de la asamblea general: para su validez la
autorregulación cooperativa deberá suspender los derechos de participación de manera
proporcional a la ausencia de mutualidad, de tal forma que sería ilícita la suspensión del derecho
de información, que no va ligado directamente a la actividad cooperativizada.

Del caso anterior debe diferenciarse otro, también de suspensión, relativo a estas
mismas sociedades cooperativas de trabajo asociado, en el que no se ven afectados los
derechos de participación orgánica del socio. Se trata de la suspensión temporal de la obligación
y del derecho del socio trabajador a prestar su trabajo con pérdida de los derechos y
obligaciones económicas derivadas de dicha prestación, cuando concurran causas económicas,
técnicas, organizativas, de producción o derivadas de fuerza mayor2132. En esta situación, los

2130La excedencia forzosa, y la designación o elección para un cargo público o en el movimiento cooperativo, que
imposibilite la asistencia al trabajo del socio trabajador, como causas de suspensión temporal de la obligación y del
derecho del socio trabajador a prestar su trabajo, con pérdida de los derechos y obligaciones económicas y no
económicas de dicha prestación son reguladas en la Ley estatal (art. 84.4.II), castellano-leonesa (art. 104.4.II) y
asturiana [art. 146.3.II]. El ejercicio de cargo público representativo o en el movimiento cooperativo está previsto en
la Ley castellano-manchega [art. 125.1.c)] como determinante de que los estatutos pueden prever la suspensión de
los derechos de participación (art. 125.4.II). Y la excedencia voluntaria es regulada expresamente en los artículo
84.6.b) LCEstado; 104.6 LCCastilla y León y 87.3 LSCAndalucía.

La Ley aragonesa se remite en la materia a lo que disponga la Ley general de cooperativas --que no puede ser otra
que la Ley estatal-- (art. 73). La Ley extremeña se remite a las normas legales y reglamentarias del Estado
reguladoras de la relación laboral nacida del contrato de trabajo, que pueden ser mejoradas por la autorregulación
cooperativa (art. 115).

Y contienen remisión a los estatutos o acuerdos de la asamblea, los artículos 101 LCPaís Vasco; 107.1 LCGalicia;
106.3.f) LCMadrid; 106.7 LCLa Rioja; 104.1 LCIslas Baleares; 89.3.f) LCValencia; 106 LSCMurcia y 67.7 LCNavarra.

El artículo 116.2 LCCataluña permite que los estatutos o un reglamento de régimen interno --que ha de aprobarse
por la mayoría de dos tercios de los votos asistentes a la asamblea general-- regulen las excedencias o cualquier
otra causa de suspensión o extinción de la relación de trabajo cooperativo. Pero el apartado 4 del mismo artículo
dispone que no son derogables ni pueden limitarse por autorregulación, ya que se trata de materias de orden
público, salvo que exista autorización legal expresa, entre otras materias, las causas legales de suspensión [y
excedencias].

Y la Ley andaluza señala que reglamentariamente se regularán el régimen de suspensión temporal de la obligación
y el derecho de la persona socia trabajadora a prestar su trabajo, así como otros derechos y obligaciones que
perderán o que, por el contrario, mantendrán durante la situación de suspensión (art. 87.2).

2131Así se prevé expresamente en las Leyes estatal (art. 84.4.II), castellano-leonesa (art. 104.4II) y asturiana (art.
146.3.II).

2132Vid.
arts. 84.1.f) LCEstado; 103.1 LCPaís Vasco; 117.1.I LSCExtremadura; 107.3.I LCGalicia; 74.1 LCAragón;
106.2 LCMadrid --por remisión a la legislación laboral estatal--; 106.1.f) LCLa Rioja; 104.1.f) LCCastilla y León;

690
socios trabajadores afectados conservarán el resto de sus derechos y obligaciones 2133, por lo
tanto ninguna de las circunstancias mencionadas son causa de suspensión de los derechos de
participación. Esta conclusión es en principio válida para todos aquellos derechos de
participación cuyo ejercicio o contenido no dependa de la actividad cooperativizada, pero no
puede serlo para los vinculados con tal actividad. Así, por ejemplo, el derecho de voto en las
sociedades cooperativas especiales de trabajo asociado, al ser proporcional a la actividad
cooperativizada del socio trabajador2134, no podrá calcularse con valores actuales y directos con
respecto al socio suspendido de la prestación de trabajo, sino que tendrá que serlo con arreglo a
la actividad laboral que hubiese correspondido al socio de no haber sido suspendido, por
imperativos del principio mutualista y en salvaguarda del derecho de voto del socio.

118.1 LCCataluña; 107.1.f) LCIslas Baleares; 89.3.II LCValencia --por remisión a la legislación estatal de
cooperativas--; 146.1.e) LCAsturias y 125.1. f) y g) LCCastilla-La Mancha.

La Ley navarra se separa de la regla general al dar libertad a la sociedad cooperativa para la regulación de esta
modalidad de suspensión, disponiendo que “…las excedencias o cualquier otra causa de suspensión o extinción de
la relación de trabajo en régimen cooperativo y, en general, cualquier otra materia vinculada a los derechos y
obligaciones del socio trabajador, deberá ser regulada en los estatutos o, en su defecto, por acuerdo de la Asamblea
General…” (art. 67.7).

2133Vid.
arts. 84.1.I LCEstado; 103.1.I LCPaís Vasco; 117.1.I LSCExtremadura; 107.3.I LCGalicia; 74.3 LCAragón;;
124.4 LSCAndalucía; 106.7 LCLa Rioja; 104.4.I LCCastilla y León; 118.1 LCCataluña; 106.4.I LCCastilla-La Mancha;
107.3 LCIslas Baleares; 89.3.II LCValencia --por remisión a la legislación estatal de cooperativas--; 146.3.I
LCAsturias y 125.4.I LCAsturias.

2134Vid. art. 8.3 LSCEspeciales de Extremadura.

691
Conclusiones

I. Los elementos tipológicos de la sociedad cooperativa: la insuficiencia de los elementos


tradicionales y la relevancia de los elementos participativos.

Primera. En el estudio de las sociedades cooperativas, que ha girado básicamente, ya


de forma aislada, ya de forma conjunta, en torno a tres aspectos de las mismas --la mutualidad,
los principios cooperativos, y el régimen económico-- debe abordarse una línea de análisis
centrada en los órganos sociales y basada en la participación de los socios en la gestión de los
asuntos sociales. La realización por los socios de actividad económica con la cooperativa --
además de la estricta aportación de capital social-- produce como efecto en sede de órganos
sociales el reconocimiento de un especial e intenso derecho de participación en la gestión social.

Junto a la mutualidad, el otro elemento clave de la identidad tipológica cooperativa hay


que buscarlo el poder de decisión del socio que se traduce en la participación del socio en la
gestión de la sociedad cooperativa. El régimen jurídico de la sociedad cooperativa podría
flexibilizar o, incluso, prescindir de sus peculiaridades de régimen económico, y, asimismo,
podría regular una materia contrariamente a lo postulado por un principio cooperativo, pero no
puede cercenar la participación del socio en la gestión social --como corolario de la participación
del socio en la actividad cooperativizada-- sin poner en tela de juicio su carácter cooperativo.

Segunda. El reconocimiento al socio de la titularidad del poder de decisión en la


cooperativa tiene fundamento constitucional. El artículo 129.2 de la Constitución, además de
ordenar a los poderes públicos fomentar las sociedades cooperativas mediante una legislación
adecuada, contiene una serie de mandatos dirigidos a tales poderes para que promuevan y
fomenten la participación de los agentes económicos en la gestión empresarial y en la propiedad
de las empresas. Por ello, es legítimo pensar que el constituyente concibe a las sociedades
cooperativas como un instrumento de participación en la empresa, esto es de participación de los
socios en el desarrollo de las actividades que integran el objeto social --participación económica-
- y participación de los socios en la gestión de los asuntos que les afecten --participación
orgánica--.

Tercera. La concepción participativa de la cooperativa no se agota en los mandatos que


la Constitución dirige al legislador ordinario, se extienden a todo aquel operador jurídico que se
vea en la tarea de interpretar y aplicar las normas jurídicas reguladoras de la materia
cooperativa. Con técnica propia del Derecho de sociedades se puede decir que la participación
es un principio configurador de la sociedad cooperativa, de los previstos por las Leyes como
límite a la autonomía de la voluntad plasmada en la escritura pública de constitución. Esto
significa que ni el contrato de sociedad cooperativa ni los estatutos sociales [o las modificaciones
de ambos] pueden contener disposiciones que limiten o excluyan el poder decisión de los socios
para la gestión de los asuntos sociales. Pero también que las dudas en la interpretación y en la
aplicación de las normas jurídicas y estatutos sociales deben resolverse a favor de lo que resulte
más favorable para la participación de los socios.

II. La irrelevancia tipológica del régimen económico de la sociedad cooperativa.

Cuarta. Las sociedades cooperativas cuentan con un especial régimen económico


específico. Ahora bien, si solo existieran en una sociedad las especialidades económicas propias
de una cooperativa, sin ir acompañadas de la realización de actividad cooperativizada por los
socios y de la participación de los mismos en los órganos sociales, tal sociedad no podría

692
calificarse como sociedad cooperativa. Lo que se quiere decir es, en definitiva, que las
especialidades del régimen económico de la sociedad cooperativa no son suficientes por sí solas
para atribuir a una sociedad el carácter cooperativo. Y en algunos casos ni siquiera son
necesarias. Conclusión a la que se llega tras el estudio de cinco de las especialidades, quizás
las más importantes y las más genuinamente cooperativas, del régimen económico de la
sociedad cooperativa, a saber: la aportación social, la variabilidad del capital social, la
diferenciación de tres tipos de resultados, la irrepartibilidad de una parte del patrimonio social y,
finalmente, la imputación de las pérdidas y el retorno cooperativo.

III. La irrelevancia de los principios cooperativos.

Quinta. El tipo societario cooperativo no se define por los principios cooperativos sino
por la mutualidad y por el derecho de los socios a participar en la gestión de los asuntos
sociales. La sociedad en la que concurran estos dos elementos será cooperativa, se ajuste o no
se ajuste a los principios cooperativos. El concepto de sociedad cooperativa deja de ser una
cuestión de postulados para pasar a ser una cuestión tipológica, en la que la clave no es la
fidelidad del empresario social a los principios de la cooperación, sino que su estructura y
funcionamiento se correspondan con el tipo societario especialmente dispuesto para regular la
actividad cooperativizada, es decir, para disciplinar la organización en la que los socios realizan
actividad económica con la sociedad. Dicho de otra manera, la cooperativa no es una sociedad
de postulados cooperativos sino una sociedad de base mutualista

Sexta. Los principios cooperativos no son fuente del Derecho: ni son ley, ni costumbre,
ni principios generales del Derecho. Ni siquiera pueden identificarse con los principios
configuradores de la sociedad cooperativa que algunas Leyes establecen como límite al
contenido de los estatutos sociales y de la escritura de constitución. La falta de valor normativo
de los principios cooperativos se constata al estudiar la evolución de la legislación española de
cooperativas, que revela un progresivo abandono de la ortodoxia de los principios. También en el
análisis del Derecho vigente, de tal forma que la regulación que, de los principios cooperativos,
hacen las Leyes españolas de cooperativas impide considerarlos como elementos sólidos para
construir el concepto de sociedad cooperativa, pudiendo afirmarse, con carácter general, que en
ellas se niega valor jurídico a los mencionados principios. En el Derecho internacional, tampoco
hay apoyos a favor de la eficacia normativa de los principios cooperativos, puesto que ni la
Alianza Cooperativa Internacional es una organización internacional cuyas decisiones vinculen a
los Estados, ni sus estatutos son un tratado internacional. Tampoco en el Derecho comunitario
europeo: el Reglamento (CE) 1435/2003 del Consejo, de 22 de julio, relativo al Estatuto de la
Sociedad Cooperativa Europea no hace ninguna mención ni a la Alianza Cooperativa
Internacional ni a sus principios. El Estatuto, que por su dimensión internacional hubiese sido el
lugar adecuado para el reconocimiento de principios de valor supranacional que rigieran la
actividad de los cooperadores y de las cooperativas, se ha convertido en una prueba sobre como
los legisladores no están vinculados por las concepciones de la cooperativa que hayan
elaborado instancias, como la Alianza Cooperativa Internacional, ajenas al poder público. En la
jurisprudencia no se encuentran ejemplos relevantes de la aplicación de los principios
cooperativos como ratio decidendi de la cuestión litigiosa. Las sentencias que son citadas por la
doctrina como manifestaciones jurisprudenciales de aplicación de los principios cooperativos, en
realidad, no aplican para resolver el litigio ninguno de los principios formulados por la Alianza
Cooperativa Internacional, sino que se fundamentan en el principio de igualdad en la aplicación
de las normas legales y estatutarias a todos los socios de la cooperativa.

693
Séptima. Es un hecho que los principios cooperativos existen y que dejan su influencia
en la organización, en el funcionamiento y en las actividades de la sociedad cooperativa. En la
tarea de desentrañar en qué plano de la realidad normativa que rige el comportamiento de las
sociedades cooperativas se desenvuelven los principios cooperativos debemos colocarnos en la
moral. El sistema de gobierno ético de la sociedad cooperativa que perfilan los principios
cooperativos podría incluirse dentro de la esfera de la moral que representa la ética superior.
Tales principios consisten en unas normas de comportamiento que han sido elaboradas por una
instancia asociativa diferente y separable de las propias sociedades cooperativas a las que van
dirigidas sus indicaciones, concretamente por la Alianza Cooperativa Internacional, con la
pretensión de que ser vinculantes no solo para el creador del sistema, sino para el
comportamiento empresarial de todas las sociedades cooperativas. Hay por lo tanto un carácter
heterónomo en las normas morales de comportamiento que se deducen de los principios
cooperativos.

Con la naturaleza de normas morales, los principios cooperativos cumplen las siguientes
funciones: auxiliar al Derecho de sociedades -principalmente cuando la norma jurídica
cooperativa incorpora en su mandato el postulado de un principio cooperativo-- y servir como
criterio interpretativo sistemático de las normas jurídicas en materia de sociedades cooperativas
y de los estatutos sociales. No es función de los principios cooperativos integrar el Ordenamiento
jurídico.

IV. La relevancia tipológica de la mutualidad.

Octava. Hay mutualidad cuando quienes la integran ejercen conjuntamente una


actividad económica para satisfacer sus necesidades. Está universalmente aceptado que la
cooperativa es una sociedad de base mutualista, que ejerce una actividad empresarial para
satisfacer necesidades comunes de los socios.

Novena. La mutualidad, como elemento tipológico de la sociedad cooperativa, ha


evolucionado hacia el desempeño por este tipo societario de una función neutral consistente
exclusivamente en la organización de una empresa para la satisfacción de las necesidades
económicas de los socios, con independencia del cuál sea la actividad de esa empresa y de
cuáles sean las finalidades perseguidas por los socios con la misma. Examinado el sistema de
tipos sociales de nuestro Ordenamiento jurídico aparecen las siguientes sociedades especiales
de base mutualista: mutuas de seguros, mutualidades de previsión social, sociedades de
garantía recíproca, agrupaciones de interés económico, sociedades agrarias de transformación,
sociedades laborales y algunas manifestaciones de sociedades profesionales. Resultando que
las actividades de todas estas sociedades o de sus socios pueden articularse, además de a
través de su tipo mutualista especial, mediante el tipo mutualista general: la sociedad
cooperativa.

Décima. El objeto del contrato de sociedad, en general, en las aportaciones prometidas


por los socios para la promoción en común del fin social; en el caso de la sociedad cooperativa,
el objeto de la obligación de aportar es necesariamente doble: aportación al capital social y
aportaciones que no integran el capital social. Las aportaciones de los socios que no integran el
capital social consisten, bien, en cuotas de ingreso o periódicas o, bien, se refieren a los bienes
entregados por los socios para la gestión cooperativa así como a los pagos para la obtención de
los servicios cooperativizados, siendo en este segundo bloque de aportaciones no capitalistas
donde se ubica la actividad cooperativizada --entrega de bienes o prestación de servicios por el
socio a la cooperativa, o uso o consumo por los socios de los bienes y servicios suministrados

694
por la cooperativa--, de manera que la misma tiene la naturaleza jurídica propia del objeto del
contrato de sociedad cooperativa.

Décima primera. La causa del contrato de sociedad cooperativa es la satisfacción de las


necesidades de sus socios. Esta causa --como sucede con la causa lucrativa de las sociedades
de capital-- reviste mayor complejidad que la causa sinalagmática propia de los contratos de
cambio, en el sentido de que existe un fin común último o abstracto, que en la sociedad
cooperativa --a diferencia de las sociedades de capital en las que el fin último es el ánimo de
lucro-- consistiría en la mutualidad, o satisfacción de las necesidades de los socios; y, a su lado,
un fin común próximo o concreto, que es el objeto social, o actividades económicas que la
sociedad va a desarrollar para la consecución del fin último (comercialización de productos
agrarios, transporte de personas o cosas, construcción de viviendas, explotación de un taller
mecánico, etc.). La actividad instrumental --o conjunto de actos que desarrolla la sociedad
cooperativa para obtener los bienes o proveerse de los servicios que ha de entregar o prestar a
sus socios en el seno de la actividad cooperativizada-- pertenece a la causa del contrato de
sociedad cooperativa, como fin próximo del mismo, al constituir el objeto social de la cooperativa.

Décima segunda. La relación nacida de la actividad cooperativizada es societaria pero


su régimen jurídico debe ser completado con el propio del contrato con cuyas prestaciones
guarde más analogía. El régimen jurídico del que hay que partir es el propio del Derecho de
sociedades: como no hay actividad cooperativizada sin sociedad cooperativa, aquélla solo puede
entenderse en un entorno de Derecho de sociedades. Ahora bien, el régimen societario es
fragmentario, solo regula determinados aspectos de la relación cooperativa. El resto, lo no
previsto en el Derecho de sociedades, habrá que buscarlo (i) en la regulación del acto o contrato
con el que las prestaciones guarden más analogía, (ii) en la legislación a la que la Ley de
cooperativas se remita expresamente o (iii) en aquélla con la que aprecie identidad de ámbitos
de aplicación.

Décima tercera. La presencia de la actividad cooperativizada obliga a que el Derecho


de la organización societaria cooperativa haya que construirlo teniendo presente el impacto que
tal actividad provoca en todas sus instituciones. El sistema de tipos sociales, en el que se
contempla a la sociedad cooperativa como tipo de base mutualista, junto a otras formas sociales
universales y también particulares, para que sea diferenciador, exige que la legislación
cooperativa se elabore con el objetivo de dar solución normativa ad hoc al fenómeno de la
sociedad cooperativa.

Décima cuarta. La solución de la conversión de la sociedad de responsabilidad limitada


--tipo universal-- a través de sus estatutos en una sociedad cooperativa de hecho no es
satisfactoria porque el impacto de la actividad cooperativizada en el régimen jurídico de la
sociedad limitada es inexistente, y la penetración de la misma a través de los estatutos sociales
no resuelve todos los problemas, incluso a veces plantea algunos nuevos. El TRLSC no impone
al socio la obligación de realizar actividad económica con la sociedad. Para adaptar el tipo legal
a la estructura propia de una sociedad mutualista se debe introducir la mencionada obligación a
través de la técnica de las prestaciones accesorias. Además sería necesario para adaptar el
esquema legal de la sociedad limitada a la organización y funcionamiento de una cooperativa de
hecho, que los estatutos de la limitada se separaran de muchas de las soluciones legales del
TRLSC, lo que solo cabrá cuando sean dispositivas. Esta necesidad de adaptación se aprecia,
entre otras materias, en la regulación del derecho de voto, en la distribución de beneficios con
arreglo a la facturación del socio por las prestaciones accesorias --aún así no puede haber
imputación de pérdidas--, y en la liquidación.

695
V. La relevancia tipológica de la participación orgánica.

Décima quinta. El poder societario cooperativo reside originariamente en el socio. El


fundamento de esta idea está en la noción de mutualidad: si el socio, además de aportar capital,
realiza actividad cooperativizada para satisfacer sus necesidades, tiene un especial e intenso
derecho a decidir sobre la gestión social. El poder de decisión en las sociedades cooperativas no
está en los mercados, sino que se desenvuelve en el seno de los órganos sociales.
Consecuentemente, debe existir un sistema de distribución y de control del poder societario
propio de la sociedad cooperativa y diferente del resto de sociedades mercantiles, y en particular
de la sociedad anónima en cuyo espejo se mira con inusitada frecuencia el legislador
cooperativo. Es decir un sistema de órganos propio de una empresa mutualista.

Décima sexta. En las sociedades cooperativas las cuestiones relativas al poder


societario han de estudiarse en las relaciones entre quienes realizan actividad cooperativizada --
socios-- y quienes administran la sociedad --socios, administradores y directivos--, no entre éstos
y quienes aportan capital; por ello, los planteamientos teóricos sobre el gobierno societario han
de basarse en postulados diferentes a los propios de las sociedades de capital. La gestión
mutualista genera la idea de que el poder societario emana del socio, y ese poder del socio se
mide en consideración a su persona --voto unitario-- o en consideración a la actividad económica
que desarrolla con la cooperativa --voto plural ponderado a la actividad cooperativizada o la
número de socios--, y no en atención a la parte del capital social de la que sea titular --voto
plutocrático--, con carácter general. El análisis de la distribución del poder societario en sede
cooperativa no tiene que partir de la concentración o de la disgregación del capital social en
pocos o en muchos titulares, sino que al proceder el poder societario de la actividad
cooperativizada o del socio individualmente considerado, las cuestiones relativas a la
organización interna y a la estructura de ese poder deben girar en torno al socio y a su actividad,
y más exactamente a los órganos y técnicas de participación del socio en la gestión y dirección
de la sociedad cooperativa.

Décima séptima. Las soluciones a adoptar frente a los problemas de gobierno societario
que se detecten en las sociedades cooperativas no pueden ser la mera transposición de las
dispuestas para las sociedades de capital, sino que en su proceso de adaptación deben
experimentar una mutación genética: la realización por el socio de actividad económica con la
cooperativa --que va más allá de la mera aportación al capital social-- dota a la participación
orgánica del socio cooperativo de más contenido jurídico, o lo que es lo mismo, de más
contenido de derechos de participación en la gestión de la empresa social. La actividad
cooperativizada que desarrollan los socios y las consecuencias que para su patrimonio se
derivan de ella, justifica que las cuestiones de corporate governance que se susciten en las
sociedades cooperativas, en general, giren en torno a fomentar y tutelar la participación del socio
en los órganos sociales, como expresión de la idea básica de que la participación orgánica del
socio cooperativo --aportante de capital social y prestador de actividad cooperativizada-- debe
ser de mayor intensidad que la que corresponde al socio de la sociedad de capital --meramente
aportante de capital social--.

VI. El poder de decisión del socio: su participación en la asamblea general.

Décima octava. El socio ejerce el poder societario que le corresponde a través de su


participación en la asamblea general, por ello los problemas de gobierno corporativo que se
susciten en las sociedades cooperativas van a tener una solución distinta de la que la doctrina

696
postula para las sociedades cotizadas, solución que tiene que ver, de una manera o de otra, con
las competencias y con el funcionamiento de la asamblea general. Además, los diferentes
instrumentos de gobierno societario en que la doctrina ha fijado su atención para detectar quién
ostenta el poder en la sociedad, se reconducen el ámbito de las cooperativas también a la
asamblea general.

VII. Los problemas de gobierno corporativo en la sociedad cooperativa.

Décima novena. Los problemas planteados por el ejercicio del poder societario en las
sociedades cooperativas son de contenido y alcance distinto a los planteados en el ámbito de las
sociedades cotizadas. En las sociedades cooperativas el impacto de la mutualidad sobre el
poder societario singulariza enormemente los análisis de gobierno corporativo en las mismas. En
cualquier caso, el método de corporate governance es también útil, debidamente adaptado, para
detectar el problema que ocasione el ejercicio del poder societario en las sociedades
cooperativas. El método plantea que cuando el ejercicio del poder societario por un órgano social
afecte al patrimonio de una persona, y se trate de un ejercicio contrario a los intereses del
afectado y favorable a los intereses de quien actúa, hay que establecer medidas de control.

Vigésima. En la adaptación del método de corporate governance aparece como primera


singularidad que los tres problemas derivados del ejercicio del poder societario que la doctrina ha
identificado a propósito de las sociedades cotizadas --el perjuicio de los intereses de los socios
por las actuaciones de los administradores, el perjuicio de los intereses de los socios minoritarios
por la actuación del socio mayoritario, y el perjuicio de los acreedores de la sociedad-- se
plantean con alcance diferente en la sociedad cooperativa y tienen también una solución distinta.
Además, a su lado coexisten otros problemas genuinamente cooperativos que, por su conexión
con la actividad cooperativizada, difícilmente se plantearán de la misma manera fuera del ámbito
propio de la sociedad cooperativa, algunos incluso son específicos de la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado. Estos problemas cooperativos de gobierno societario, a unir a los tres
problemas generales, son: la cuestión de la sociedad cooperativa dominada, la participación
representativa de los socios de las entidades socias, el impacto de la pluralidad de leyes en el
quantum de poder societario, la divergencia en la actividad cooperativizada que realizan unos y
otros socios, el desarrollo del objeto social a través de otras sociedades y los intereses
extrasocietarios.

VIII. Los instrumentos de gobierno corporativo en las cooperativas: la asamblea general.

Vigésima primera. La asamblea general de la sociedad cooperativa es el foro de


resolución de los problemas de gobierno societario anteriores, precisamente por ser el órgano en
el que el titular del poder de decisión --el socio-- ejerce el mismo. La funcionalidad de la
asamblea general como órgano natural de participación del socio cooperativo en los asuntos
sociales, la convierte en el instrumento más adecuado para articular la distribución y el control
del poder societario, de manera que o se superpone o matiza aquellos otros instrumentos
consistentes en el control por los mercados, el informe de gobierno corporativo, la información no
financiera de los grupos de sociedades, la página web corporativa, los deberes de lealtad y
diligencia de los administradores, la composición del consejo de administración, y los
instrumentos jurídicos para la aplicación de las medidas de gobierno corporativo.

Vigésima segunda. La alternativa como instrumento de gobierno y como centro del


poder societario entre la asamblea general y el consejo rector, debe resolverse a favor de la
primera. La solución a la cuestión planteada no puede venir solamente de una importación de

697
técnicas del Derecho de sociedades de capital. La solución ha de ser respetuosa con los rasgos
tipológicos de la cooperativa --participación económica y participación orgánica de los socios--, y
en esta línea debe buscarse el órgano que proporcione mayores dosis de participación. No es el
consejo rector, porque este órgano está compuesto por los consejeros elegidos por la mayoría
de los socios, no por todos los socios, de manera que se puede afirmar, sin ningún género de
dudas, que no están representados en el consejo rector los socios de la minoría disidente. La
cuestión se recrudece en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado, en cuyo
consejo rector además de no estar representadas las entidades socias disidentes, tampoco lo
están los socios de éstas últimas.

Vigésima tercera. La sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado es en sí misma


un instrumento de gobierno corporativo que facilita la participación orgánica del socio en las
grandes cooperativas, frente a otras alternativas societarias básicamente centradas en torno a la
gran sociedad cooperativa de primer grado. Es más participativa la sociedad cooperativa de
segundo o ulterior grado que la cooperativa primaria con asamblea de delegados y juntas
preparatorias y que la cooperativa primaria cuya asamblea general funcione con delegaciones de
voto. Además, también en la sociedad cooperativa de segundo o ulterior grado la asamblea
general ha de ser el objetivo principal de análisis.

IX. La gestión por la asamblea general.

Vigésima cuarta. La asamblea general de las sociedades cooperativas tiene


competencia para la gestión de los asuntos sociales --es decir, para el desarrollo del objeto
social y de la actividad cooperativizada--. La actividad de gestión no se agota en la actividad
atribuida como competencia específica al órgano de administración, sino que comprende otras
varias funciones que, junto a las que desarrolla el órgano de administración, van encaminadas a
la realización del objeto social y de la actividad cooperativizada. Estas otras funciones dan lugar
a sendas competencias de gestión de la asamblea general, cuyos acuerdos pueden llegar a ser
inmediatamente ejecutivos.

Vigésima quinta. Los fundamentos de la competencia de gestión de la asamblea


general hay que buscarlos en la teoría de las sociedades cooperativas. En particular no deben
trasladarse a este terreno, sin las adaptaciones que exija la mutualidad, las explicaciones dadas
acerca de la competencia de gestión de la junta general de las sociedades limitadas. En el
Derecho de sociedades cooperativas la existencia de la competencia estatutaria de gestión de la
asamblea general y el poder de instrucción y autorización de ésta sobre el consejo rector son
manifestaciones concretas del fenómeno más general de “expansión” de la competencia de la
asamblea general, del que forma parte la competencia universal de la asamblea, en virtud de la
cual este órgano puede deliberar y adoptar acuerdos sobre cualquier asunto aunque sea
competencia de otro órgano.

Vigésima sexta. No todos los argumentos son idóneos para explicar este sistema
atributivo de competencias. En particular, no lo es el principio democrático. Este principio no
exige que la asamblea general tenga competencias de gestión; la democracia solo es
participación del socio en la fijación de la política de la cooperativa y en la toma de decisiones, y
esta participación puede ser directa en la asamblea general --con o sin competencias de gestión-
- o representativa mediante la elección de los socios encargados de la gestión.

698
Vigésima séptima. La atribución de competencia de gestión a la asamblea general tiene
seis fundamentos: la posición jurídica del socio en la cooperativa, el riesgo empresarial, la
responsabilidad, el interés social, la irrepartibilidad patrimonial y la eficiencia.

Las modalidades de la competencia de gestión de la asamblea general son las


siguientes: competencia universal, competencia estatutaria de gestión ordinaria, competencia
legal de gestión extraordinaria, competencia legal de gestión ordinaria, y competencia de gestión
a petición del consejo rector.

Vigésima octava. La asamblea general tiene competencia para controlar la gestión que
desarrolla el órgano de administración. El control por la asamblea, desde un punto de vista
temporal, se desenvuelve en dos momentos: antes --control previo-- y después --control
posterior-- de la actuación gestora.

El control previo es el conjunto de facultades de la asamblea general en cuya virtud


interviene en la gestión exigiendo información y emitiendo su parecer y criterio antes de que se
tome una decisión gestora por el órgano de administración.

El principio configurador de la participación orgánica explica el alcance de la


competencia de la asamblea general sobre el control previo. Este control previo por la asamblea
general no tiene un reconocimiento legal específico, sino que, al estar integrado por un conjunto
de facultades, su apoyo jurídico será, además de la atribución específica de la competencia
concreta que suponga una medida de control previo, el principio general que se deduzca del
sistema de distribución de competencias entre órganos derivado del conjunto normativo. Y lo que
se deduce del sistema es que la asamblea general no es simplemente un órgano de control a
posteriori, sino que goza de una serie de competencias específicas que anticipan su
intervención. La funcionalidad de este planteamiento juega sobre todo en la tarea de
interpretación de las normas jurídicas, más que como mecanismo atributivo de competencias. Es
decir, al amparo de esta función general de control previo no estaría justificada la adopción por la
asamblea general de cualquier medida de control gestor para la que no tenga una atribución
competencial --legal o estatutaria-- específica, pero sí resolvería las dudas que pudieran surgir,
en la interpretación y aplicación de las normas jurídicas reguladoras de las particulares
competencia de control, a favor de lo que resulte más propicio para el control por la asamblea.

Las competencias concretas que integran la función de control previo son cuatro: el
derecho a la información, el debate general, la política general y las autorizaciones previas e
instrucciones.

El control posterior se despliega sobre la gestión que ya ha desarrollado el órgano de


administración. Este control se concreta, esencialmente, en cuatro competencias básicas: el
examen de la gestión social, la aprobación de las cuentas anuales, la exigencia de
responsabilidad y la revocación.

X. Los derechos de participación del socio en la asamblea general.

Vigésima novena. Los derechos de participación son el conjunto de derechos


administrativos que integran la posición jurídica del socio y que se desenvuelven en la asamblea
general, regulados en la Ley, en los estatutos sociales y en los acuerdos de la asamblea general,
en virtud de los cuales adoptan o controlan las decisiones sobre la gestión de la actividad
cooperativizada y del objeto social. El tipo social cooperativo se integra por dos elementos: la

699
mutualidad y la participación de los socios en la gestión. La participación da unidad a un conjunto
de derechos del socio y explica su existencia y su contenido. Podría hablarse, desde esta óptica
uniformadora, de los derechos de la participación, como conjunto de derechos que la hacen
posible. Pero la uniformidad solo dota de unidad al todo, sin provocar el nacimiento de un
derecho nuevo, complejo o de segundo grado, a modo de derecho a participar. La participación
si bien no es un derecho, porque no tiene un contenido jurídico concreto, sí es el fin al que
tienden todos los derechos de la participación --su ratio--, porque se erige en el más importante
criterio sistemático de interpretación de las normas jurídicas sobre derechos administrativos de
los socios.

Trigésima. Los titulares con plenos derechos de participación son los socios. Junto a
ellos existen otros titulares con limitados derechos de participación, en los que concurren
circunstancias especiales: socios colaboradores, asociados, socios capitalistas de las
sociedades cooperativas mixtas, socios exmutualistas, y titulares de títulos participativos. Y fuera
del terreno de la participación se sitúa un grupo de sujetos con inexistentes de derechos de
participar en la gestión social: son los terceros no socios, los beneficiarios de las prestaciones
cooperativas, los socios de las personas jurídicas que a su vez sean socias de la sociedad
cooperativa, los titulares de participaciones especiales y los titulares de aportaciones con
reembolso rehusable.

Analizadas cada una de estas figuras desde la teoría de la participación, se concluye,


como idea básica que el contenido de los derechos de participación está ligado a la actividad
cooperativizada, de forma que cuando ésta no existe, el sujeto en cuestión o carece de derechos
de participación o los tiene limitados, y que cuando se realiza la mencionada actividad, el agente
ostenta tales derechos, que incluso, como sucede con el de voto, son mayores cuanto mayor sea
la actividad realizada.

Trigésima primera. Son socios quienes aportan capital social y realizan actividad
cooperativizada. La aptitud específica para ser socio de una cooperativa, además de la
posibilidad de ser titular de derechos y obligaciones --capacidad jurídica--, exige la concurrencia
de un elemento adicional al que denominamos “mutuabilidad”. La “mutuabilidad”, o aptitud para
realizar actividad cooperativizada, cuya concurrencia en la persona natural o jurídica se
determina para cada clase de cooperativa o para clase de socio, se construye con un solo
elemento: la necesidad del socio que satisface la sociedad cooperativa, de manera que solo
puede ser socio de una cooperativa la persona que tenga una necesidad susceptible de ser
satisfecha por esa cooperativa. Este subelemento de la aptitud para ser socio no es más que una
consecuencia de la mutualidad, uno de los dos elementos tipológicos de la cooperativa, y un
condicionante del otro elemento del tipo: solo pueden ser titulares plenos de los derechos de
participación aquellos en los que concurra “mutuabilidad”.

Trigésima segunda. El socio a prueba y el socio temporal, cuya mutualidad está


limitada, presentan imitaciones a sus derechos de participación en la asamblea general.

Los derechos de participación en los órganos sociales que corresponden a otros titulares
distintos de los socios están limitados teniendo un contenido de derechos políticos inferior al de
los socios plenos, en coherencia con los rasgos tipológicos de la sociedad cooperativa, en la que
mutualidad atribuye al socio un plus de participación orgánica y en la que la ausencia de
mutualidad limita la mencionada participación, o al menos no la potencia. Precisamente porque
no hay mutualidad sino otro tipo de relación jurídica con la cooperativa --básicamente de
aportación de financiación-- los socios colaboradores, los asociados, el socio capitalista titular de

700
partes sociales con voto, el socio exmutualista, y el propietario de títulos participativos tienen
derechos de participación orgánica limitados y en algunos casos inexistentes.

Trigésima tercera. El tercero no socio --quien realiza actividad cooperativizada pero no


aporta capital-- carece de derechos de participación. Esta situación de ausencia de derecho no
es coherente técnicamente: el socio cooperativo se caracteriza por dos notas, la de aportar
capital social y la de realizar actividad cooperativizada, resultando que al asociado o socio
colaborador que comparte una de ellas --aportar capital-- se reconoce derecho limitado de voto,
mientras que al tercero que comparte la otra --realizar actividad cooperativizada--, se le niega tal
derecho. Con rigor dogmático debería haber menos inconvenientes para asignar votos al tercero
que al asociado o colaborador. Aquél, como el socio cooperativista, también satisface sus
necesidades realizando actividad económica con la sociedad cooperativa practicando una
subespecie de mutualidad, que no va unida a aportación al capital.

Siempre que se reconociera a los terceros un derecho limitado --como al asociado o


colaborador-- a participar en el proceso de toma de decisiones, no habría inconvenientes
mutualistas para permitir a la cooperativa aumentar sus operaciones con terceros --dado que
cubren sus necesidades con estas operaciones--.

Trigésima cuarta. Por no realizar actividad cooperativizada, carecen de poder de


decisión el beneficiario de las prestaciones cooperativas, el socio de la entidad socio de una
cooperativa de segundo o ulterior grado, el titular de participaciones especiales, y el socio que se
haya dado de baja.

El socio que sea titular de aportaciones con reembolso rehusable y siempre que la
sociedad cooperativa haya rehusado su reembolso, al no realizar actividad cooperativizada, las
Leyes no le atribuyen derechos de participación que, mediante la protección de aquella actividad,
tutelen la mutualidad. La solución, desde el punto de vista de los derechos del socio, no es
coherente con la protección de la mutualidad. En todos los supuestos en los que el socio haya
realizado aportaciones en especie que cooperen a la realización de la actividad cooperativizada
y cuyo reembolso haya sido rehusado, al exsocio se debería atribuir derechos de participación, si
quiera limitados.

Trigésima quinta. Las modalidades de los derechos de participación del socio son el
derecho a ser convocado, a solicitar la convocatoria de la asamblea general, a proponer asuntos
para el orden del día, a asistir a la sesión de la asamblea general, a deliberar, a formular
propuestas de acuerdos, a votar y a participar en la asamblea mediante representante. Todos
estos derechos son manifestaciones concretas del derecho del socio a participar en los asuntos
de gestión, y la aplicación e interpretación de las normas jurídicas que los regulan debe hacerse
con arreglo al principio in dubio pro participación.

Trigésima sexta. El socio puede ser privado temporalmente de alguno de los derechos
de participación en cuatro supuestos: suspensión de derechos por sanción disciplinaria,
suspensión cautelar, suspensión por mora, y privación por el presidente de la asamblea general
en el ejercicio de su potestad de mantener el orden de la sesión. Además, en el proceso de
ingreso como nuevo socio, el socio admitido puede ver suspendidos sus derechos; y,
específicamente, en las sociedades cooperativas de trabajo asociado, el socio trabajador puede
ser suspendido de sus derechos de participación en determinados casos en los que tampoco
presta su actividad laboral.

701
En los casos de privación temporal de los derechos de participación sin pérdida de la
condición de socio, emerge la anómala figura del socio sin derechos, quebrándose el segundo
de los elementos tipológicos de la cooperativa, que configura a esta sociedad como una persona
jurídica en la que los socios gozan de unos derechos de especial intensidad para participar en la
gestión de los asuntos sociales. Esta circunstancia determina que las normas legales y
estatutarias reguladoras de la suspensión provisional de derecho tengan que interpretarse y
aplicarse restrictivamente. Por ejemplo, la amplia libertad concedida a los estatutos sociales para
regular la suspensión de derechos debe ajustarse a los límites de la autonomía de la voluntad
colectiva, y, entre ellos, a los principios configuradores de la sociedad cooperativa, entre los que
se encuentra el derivado del elemento tipológico de la participación orgánica. Este elemento,
junto con el principio de proporcionalidad, impide que los estatutos sociales puedan prever la
sanción de suspensión del derecho de asistencia por infracciones que no revistan especial
gravedad.

XI. La participación y el control de la sociedad cooperativa.

Trigésima séptima. El derecho de voto plantea como cuestión de mayor interés en


relación con el poder de decisión en las sociedades cooperativas la temática del voto plural. El
voto unitario o voto por cabezas, en el que cada socio tiene derecho a un voto, es una tradición
cooperativa anclada en los orígenes del movimiento cooperativo y que se mantiene hasta
nuestros días casi como un dogma inquebrantable salvo contadas excepciones de voto plural. El
detenido análisis del voto plural lleva, un vez encontrado en él su fundamento cooperativo, a que
a la vista de su régimen jurídico se admita la licitud de las situaciones de control y de dominio en
las sociedades cooperativas.

Trigésima octava. El voto plural tiene fundamento en la mutualidad y en él se observa


un sustrato cooperativo innegable. Se podría decir, que en las situaciones de mayor actividad
cooperativizada debe reconocerse mayor nivel de participación en los órganos sociales, y que
esta regla es una exigencia del tipo societario cooperativo que define a la cooperativa como una
sociedad de participación. De esta forma, el socio que más actividad cooperativizada realice,
más poder de decisión debe tener en la sociedad cooperativa, lo que se traduce en un sistema
de voto plural proporcional a la actividad cooperativizada.

Trigésima novena. El voto plural ha sido regulado en numerosos supuestos en el


Derecho de sociedades cooperativas español --estatal y autonómico, histórico y vigente--,
comunitario y comparado.

Cuadragésima. Los criterios para calcular el número de votos que corresponden a un


socio son netamente mutualistas: su participación en la actividad cooperativizada y, en el caso
de que el socio sea persona jurídica, su número de socios. Salvo excepciones --cooperativas de
crédito, cooperativas de segundo o ulterior grado catalanas y cooperativas europeas, ambas en
ciertos casos--, no se toma en consideración el capital social.

Cuadragésima primera. El voto plural y la sindicación de votos puede dar lugar a


situaciones de control interno de la sociedad cooperativa, tanto en sociedades cooperativas de
primer grado, cuanto en la de segundo o ulterior. Las situaciones de control externo de una
cooperativa no son admisibles --tal sería el caso un contrato de dominación, como instrumento
de organización de un grupo vertical, en el que la sociedad cooperativa fuera el sujeto sometido
al control--, sí lo son las situaciones de control interno --en las que uno o un grupo de socios

702
tenga la mayoría de los votos [control mayoritario] o un número suficiente que le permita ejercer
una influencia dominante [control minoritario]--.

Cuadragésima segunda. El Derecho español de cooperativas presenta como


característica general la exclusión de las situaciones de control mayoritario --que se produce
cuando un socio tenga la mayoría de los votos de la sociedad--, salvo interesantes excepciones:
en las sociedades cooperativas de primer grado, se han descrito tres casos en los que la Ley
admite el control mayoritario, y diez en las sociedades cooperativas de segundo o ulterior grado.

Cuadragésima tercera. La asamblea general vuelve a manifestarse como el terreno


donde de desenvuelve el poder de decisión en las sociedades cooperativas, dado que el control,
minoritario o mayoritario, de la sociedad cooperativa se lleva a efecto a través del número de
votos que correspondan a los socios en la asamblea general.

Cuadragésima cuarta. La sociedad cooperativa puede albergar un grupo de


sociedades, tanto dentro de una cooperativa de segundo o ulterior grado --su terreno natural--
cuanto dentro de una de primer grado. También en la específica figura del grupo cooperativo.

Cuadragésima quinta. Ordinariamente la cooperativa albergará un grupo por


coordinación u horizontal al concurrir en aquélla las dos notas que definen a éste: por un lado, la
participación en la misma de los socios es libremente decidida por ellos --bien al constituir la
cooperativa o bien al adherirse a ella una vez constituida--; y, por otro, los acuerdos en los que
se concreta la unión económica son adoptados por decisión conjunta de todos los socios.

Una vez producido el ingreso voluntario en una sociedad cooperativa, uno o varios
socios pueden controlar la asamblea general mediante el voto plural o los pactos de sindicación
de votos, circunstancia que permite afirmar que la sociedad cooperativa puede albergar un grupo
de sociedades por subordinación o vertical, cuando un socio o un grupo de socios ostente más
de la mitad de los votos en la asamblea general, de manera que mediante el control de la
sociedad cooperativa y a través de la técnica de impartición de instrucciones vinculantes,
convierta al resto de socios de la misma en sociedades dominadas.

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723
DOCUMENTOS

Estatutos de la Rochdale Society of Equitable Pionners --puede consultarse, entre otras


publicaciones, en el Anuario de Estudios Cooperativos [Universidad de Deusto], 1995

Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional sobre la Identidad Cooperativa” --puede


consultarse, entre otras publicaciones, en el Anuario de Estudios Cooperativos, Universidad de
Deusto, 1995, págs. 77 a 97 y en J. J. MARÍN LÓPEZ e I. J. TRUJILLO DÍEZ, Código de
Cooperativas, Pamplona [Aranzadi], 2000--.

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sobre modernización del Derecho de sociedades y mejora de la gobernanza empresarial en la
Unión Europea-Un plan para avanzar, COM (2003) 284 final- (cuyo texto puede consultarse en
Revista de Derecho de Sociedades, núm. 20 [2003], págs. 319 a 333.

Estatutos de la Alianza Cooperativa Internacional, http://www.ica.coop/ica/ica/rules/ica-rules-


sept-2003.pdf,

Web oficial de la Alianza Cooperativa Internacional: http://www.ica.coop/ica/es/index.html

“El gobierno de las sociedades cotizadas” [Informe Olivencia], disponible en la dirección


www.cnmv.es

Informe elaborado por la Comisión Especial para el fomento de la transparencia y la seguridad


en los mercados y en las sociedades cotizadas [Informe Aldama] en Revista de Derecho de
Sociedades, núm. 20 [2003], págs. 257-273, y está disponible así mismo, en la dirección
www.cnmv.es

Informe sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas [Informe Conthe], disponible en la
dirección www.cnmv.es

724
LEGISLACIÓN

Ley de Enjuiciamiento Civil, aprobada por Real Decreto de 3 de febrero de 1881 (Gaceta de
Madrid, de 5 a 22 de febrero de 1881, corrección de errores en la de 5 de marzo).

Código de Comercio.

Código Civil.

Ley de 28 de enero de 1906, sobre Sindicatos Agrícolas (Gaceta de Madrid, núm. 30, de 30 de
enero).

Ley de cooperativas republicana de 1931 [Decreto del Gobierno provisional de la República, de 4


de julio de 1931, por el que se determina lo que ha de entenderse por sociedad cooperativa y se
fijan sus condiciones legales (Gaceta de Madrid, núm. 188, de 7 de julio), declarado Ley de la
República por el artículo único de la Ley de 9 de septiembre de 1931 (Gaceta de Madrid, núm.
253, de 10 de septiembre)].

Ley de 2 de enero de 1942, de cooperación (Boletín Oficial del Estado, núm. 12, de 12 de enero).

Ley de 17 de julio de 1951 de régimen jurídico de las sociedades anónimas.

Ley de 17 de julio de 1953 sobre régimen jurídico de las sociedades de responsabilidad limitada.

Ley de 27 de diciembre de 1956 sobre heredamientos de aguas del archipiélago canario.

Texto Refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos, aprobado por el Decreto 4.104/1964, de


24 de diciembre.

Decreto 888/1969, de 9 de mayo, por el que se promulga el nuevo Estatuto fiscal de las
Cooperativas.

Reglamento de la Ley de 2 de enero de 1942, de cooperación, aprobado por el Decreto


2.396/1971, de 13 de agosto.

Ley 52/1974, de 19 de diciembre, General de Cooperativas.

Reglamento de aplicación a las sociedades cooperativas reguladas por la Ley 52/1974, de 19 de


diciembre, aprobado por Real Decreto 2.170/1978, de 16 de noviembre.

Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.

Ley 13/1985, de 25 de mayo, de coeficientes de inversión, recursos propios y obligaciones de


información de los intermediarios financieros.

Ley 6/1985, de 1 de julio, Orgánica del Poder Judicial.

Ley 31/1985, de 2 de agosto, de Regulación de las Normas Básicas sobre Órganos Rectores de
las Cajas de Ahorros.

725
Texto Refundido de las Disposiciones Legales vigentes en materia de Régimen Local, aprobado
por el Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de abril.

Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas.

Ley 10/1987, de 5 de mayo, de aguas de Canarias.

Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores.

Ley 13/1989, de 26 de mayo [estatal] de Cooperativas de Crédito.

Texto Refundido de la Ley de Sociedades anónimas, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1.564/1989, de 22 de diciembre.

Ley 12/1990, de 26 de julio, de Aguas [de Canarias].

Ley 20/1990, de 19 de diciembre, sobre Régimen Fiscal de las Cooperativas.

Ley 12/1991, de 29 de abril, de Agrupaciones de Interés Económico.

Real Decreto 821/1991, de 17 de mayo, por el que se desarrolla el artículo 137 del Texto
Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas en materia de nombramiento de miembros del
consejo de administración por el sistema proporcional.

Real Decreto 291/1992, de 27 de marzo, sobre emisiones y ofertas públicas de venta de valores.

Real Decreto 84/1993, de 22 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de desarrollo de la


Ley 13/1989, de 26 de mayo de Cooperativas de Crédito.

Ley 4/1993, de 24 de junio, de Cooperativas de Euskadi.

Ley 1/1994, de 11 de marzo, sobre el régimen jurídico de las sociedades de garantía recíproca.

Ley 14/1994, de 1 de junio, de empresas de trabajo temporal.

Ley 29/1994, de 24 de noviembre, de Arrendamientos Urbanos.

Ley 2/1995, de 23 de marzo, de Sociedades de Responsabilidad Limitada.

Texto de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1/1995, de 24 de marzo.

Reglamento del Registro Mercantil, aprobado por el Real Decreto 1.784/1996, de 19 de julio.

Ley 2/1998, de 26 de marzo, de Sociedades Cooperativas de Extremadura.

Ley 5/1998, de 18 de diciembre, de Cooperativas de Galicia.

Ley 9/1998, de 22 de diciembre, de Cooperativas de Aragón.

726
Ley 4/1999, de 30 de marzo, de Cooperativas de la Comunidad de Madrid.

Ley 27/1999, de 16 de julio, [estatal] de Cooperativas.

Ley 1/2000, de 7 de enero de Enjuiciamiento Civil.

Texto Refundido de la Ley de infracciones y sanciones en el orden social, aprobado por el Real
Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto.

Ley 5/2001, de 10 de mayo, de Crédito Cooperativo de Extremadura.

Texto Refundido de la Ley de Aguas, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de
junio.

Ley 4/2001, de 2 de julio de Cooperativas de la Rioja.

Reglamento (CE) núm. 2.157/2001 del Consejo, de 8 de octubre de 2001, por el que se aprueba
el Estatuto de la Sociedad Anónima Europea.

Ley 4/2002, de 11 de abril, de Cooperativas de Castilla y León.

Ley 18/2002, de 5 de julio, de Cooperativas de Cataluña.

Reglamento (CE) nº 1.606/2002, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de julio de 2002,
relativo a la aplicación de Normas internacionales de contabilidad (NIC).

Ley 20/2002, de 14 de noviembre, de Cooperativas de Castilla-La Mancha.

Reglamento del Registro de Sociedades Cooperativas de Extremadura, aprobado por el Decreto


172/2002, de 17 de diciembre.

Ley 1/2003, de 20 de marzo, de Cooperativas de las Islas Baleares.

Ley 8/2003, de 24 de marzo de Cooperativas de la Comunidad Valenciana.

Reglamento (CE) nº 1.725/2003, de la Comisión, de 29 de septiembre de 2003, por el que se


adoptan determinadas Normas internacionales de contabilidad de conformidad con el
Reglamento (CE) nº 1.606/2002 del Parlamento Europeo y del Consejo, en lo que respecta a las
Normas internacionales de información financiera (NIIF) 1 y 2 y a las Normas internacionales de
contabilidad (NIC) nº 12, 16, 19, 32, 33, 38 y 39.

Reglamento (CE) 1.435/2003, del Consejo, de 22 de julio de 2003, relativo al Estatuto de la


Sociedad Cooperativa Europea (SCE).

Directiva 2003/72/CE, del Consejo, de 22 de julio de 2003, por la que se completa el Estatuto de
la sociedad cooperativa europea en lo que respecta a la implicación de los trabajadores.

Ley 35/2003, de 4 de noviembre, de Instituciones de Inversión Colectiva.

727
Orden ECO/3.614/2003, de 16 de diciembre, por la que se aprueban las normas sobre los
aspectos contables de las Sociedades Cooperativas.

Circular 1/2004, de 17 de marzo, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, sobre el


informe anual de gobierno corporativo de las sociedades anónimas cotizadas y otras entidades
emisoras de valores admitidos a negociación en mercados secundarios oficiales de valores, y
otros instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas.

Texto Refundido de la Ley de Ordenación y supervisión de los seguros privados, aprobado por el
Real Decreto Legislativo 6/2004, de 29 octubre.

Real Decreto 1310/2005, de 4 noviembre, por el que se desarrolla el artículo 27.4 de la Ley
24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores.

Ley 26/2006, de 17 de julio, de mediación de seguros y reaseguros privados.

Ley 8/2006, de 16 de noviembre de Sociedades Cooperativas de la Región de Murcia.

Ley Foral 14/2006, de 11 de diciembre, de Cooperativas de Navarra

Ley 8/2006, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Especiales de Extremadura.

Ley 2/2007, de 15 de marzo, de sociedades profesionales.

Ley 16/2007, de 4 de julio, de reforma y adaptación de la legislación mercantil en materia


contable para su armonización internacional con base en la normativa de la Unión Europea.

Texto Refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras
leyes complementarias, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre.

Circular 4/2007, de 27 de diciembre, por la que modifica el modelo de informe anual de gobierno
corporativo de las sociedades anónimas cotizadas.

Ley 3/2009, de 3 de abril, sobre Modificaciones Estructurales de las Sociedades Mercantiles.

Ley 17/2009, de 23 de noviembre, sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su


ejercicio.

Ley 4/2010, de 29 de junio, de Cooperativas del Principado de Asturias.

Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el que aprueba el Texto Refundido de la Ley
de Sociedades de Capital.

Ley 11/2010, de 4 de noviembre, de Cooperativas de Castilla-La Mancha.

Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible.

Ley 3/2011, de 4 de marzo, por la que se regula la Sociedad Cooperativa Europea con domicilio
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728
Ley 5/2011, de 29 de marzo, de Economía Social.

Ley 14/2011, de 23 de diciembre, de Sociedades Cooperativas Andaluzas.

Orden ECC/461/2013, de 20 de marzo, por la que se determina el contenido y la estructura del


informe anual de gobierno corporativo, del informe anual sobre remuneraciones y de otros
instrumentos de información de las sociedades anónimas cotizadas, de las cajas de ahorros y de
otras entidades que emitan valores admitidos a negociación en mercados oficiales de valores
(B.O.E., núm. 71, de 23 de marzo).

729
JURISPRUDENCIA

STC 72/1983 (Pleno), de 29 de julio (B.O.E., suplemento al núm. 197, de 18 de agosto).

STC 77/1985 (Pleno), de 27 de junio (B.O.E., suplemento al núm. 170, de 17 de julio).

STC 291/2005 (Pleno), de 10 de noviembre (B.O.E., suplemento al núm. 297, de 13 de


diciembre).

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S.T.S., Sala 1ª, de 14 de diciembre de 1973 [Civil] (Ar. RJ 1973\5568).

S.T.S., Sala 1ª, de 28 de mayo de 1979 [Civil] (Ar. RJ 1981\1945)

S.T.S., Sala 1ª, de 14 de octubre de 1981 [Civil] (Ar. RJ 1981\3739).

S.T.S., Sala 1ª, de 30 de abril de 1982 [Civil] (Ar. RJ 1982\1968).

S.T.S., Sala 1ª, de 21 de octubre de 1982 [Civil] (Ar. RJ 1982\5568).

S.T.S., Sala 1ª, de 26 de enero de 1983 [Civil] (Ar. RJ 1983\389).

S.T.S., Sala 1ª de 31 de octubre de 1984 [Civil] (Ar. RJ 1984\5152).

S.T.S., Sala 1ª de 19 de diciembre de 1984 [Civil] (Ar. RJ 1984\6139).

S.T.S., Sala 1ª, de 19 de diciembre de 1985 [Civil] (Ar. RJ 1985\6602).

S.T.S., Sala 1ª, de 20 de marzo de 1986 [Civil] (Ar. RJ 1986\1273).

S.T.S., Sala 1ª, de 21 de abril de 1986 [Civil] (Ar. RJ 1986\1863).

S.T.S., Sala 1ª de 13 de marzo de 1987 [Civil] (Ar. RJ 1987\1477)].

S.T.S., Sala 1ª, de 16 de julio de 1987 [Civil] (Ar RJ 1987\5795).

S.T.S., Sala 1ª, de 17 de septiembre de 1987 [Civil] (Ar RJ 1987\6050).

S.T.S., Sala 1ª, de 28 de enero de 1991 [Civil] (Ar. RJ 1991\9808).

S.T.S., Sala 1ª, de 22 de julio de 1991 [Civil] (Ar. RJ 1994\6579).

S.T.S., Sala 1ª de 24 de febrero de 1992 [Civil] (Ar. RJ 1992\1513).

S.T.S., Sala 1ª de 4 de junio de 1992 [Civil] (Ar. RJ 1992\4994).

S.T.S., Sala 1ª de 14 de octubre de 1993 [Civil] (Ar. RJ 1993\7517).

730
S.T.S., Sala 1ª de 12 de abril de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\2792).

S.T.S., Sala 1ª de 9 de mayo de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\3892).

S.T.S., Sala 1ª de 14 de mayo de 1994 [Civil] (Ar. 1994\3582).

S.T.S., Sala 1ª de 6 de octubre de 1994 [Civil] (Ar. RJ 1994\7462).

S.T.S., Sala 1º de 2 de febrero de 1995 [Civil] (Ar. RJ 1995\1221).

S.T.S., Sala 1º de 17 de abril de 1996 [Civil] (Ar. 1996\2962).

S.T.S., Sala 1º de 28 de diciembre de 1996 [Civil] (Ar. 1996\8563).

S.T.S., Sala 1ª, de 23 de diciembre de 1997 [Civil] (Ar RJ 1997\9189).

S.T.S., Sala 1ª, de 16 de marzo de 1998 [Civil] (Ar RJ 1998\1570).

S.T.S., Sala 1ª, de 13 de diciembre de 1999 [Civil] (Ar RJ 1999\8900).

S.T.S., Sala 1ª de 21 de enero de 2000 [Civil] (Ar. 2000\332).

S.T.S., Sala 1ª, de 16 de febrero de 2000 [Civil] (Ar RJ 2000\679).

S.T.S., Sala 1ª, de 27 de noviembre de 2000 [Civil] (Ar. RJ 2000\9318).

S.T.S., Sala 1ª de 28 de mayo de 2002 [Civil] (Ar. RJ 2002\7348).

S.T.S., Sala 1ª de 18 de junio de 2002 [Civil] (Ar. 2002\5224).

S.T.S., Sala 1ª de 17 de marzo de 2003 [Civil] (Ar. RJ 2003\2592).

S.T.S., Sala 1ª de 26 de febrero de 2009 [Civil] (Ar. RJ 2009\1519).

S.T.S., Sala 1ª, de 2 de marzo de 2011 [Civil] (Ar Jur 2011\93872).

S.T.S., Sala 1ª, de 12 de diciembre de 2011 [Civil] (Ar RJ 2012\1831).

S.T.S., Sala 1ª de 18 de enero de 2012 [Civil] (Ar. RJ 2012\1790).

S.T.S., Sala 1ª de 20 de julio de 2012 [Civil] (Ar. RJ 2012\8367).

S.T.S., Sala 1ª, de 9 de mayo de 2013 [Civil] (Ar RJ 2013\3088).

A.T.S., Sala 1ª, de 20 de abril de 1999 [Civil] (Ar. RJ 1999\2707

A.T.S., Sala 1ª, de 13 de junio de 2006 [Civil] (Ar. RJ 2006\6048),

731
A.T.S., Sala 1ª, de 14 de noviembre de 2006 [Civil] (Ar. RJ 2006\276361)

A.T.S., Sala 1ª, de 4 de diciembre de 2007 [Civil] (Ar. RJ 2008\250),

S.T.S., Sala 3ª, de 4 de noviembre de 1985 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1985\5661).

S.T.S., Sala 3ª, de 30 de enero de 1996 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1996\660).

S.T.S., Sala 3ª, de 17 de marzo de 1999 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1999\2454).

S.T.S., Sala 3ª, de 3 de mayo de 1999 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1999\3599).

S.T.S., Sala 3ª, de 3 de mayo de 1999 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 1999\3600).

S.T.S., Sala 3ª, de 26 de octubre de 2000 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 2000\8552).

S.T.S., Sala 3ª, de 6 de febrero de 2012 [Contencioso-Administrativo] (Ar. RJ 2012\3801).

S.T.S., Sala 4ª, de 18 de abril de 1988 [Social] (Ar. RJ 1988\2977).

S.T.S., Sala 4ª, de 17 de octubre de 1988 [Social] (Ar. RJ 1988\7835).

S.T.S., Sala 4ª, de 26 de julio de 1988 [Social] (Ar. RJ 1988\6236).

S.T.S., Sala 4ª, de 26 de febrero de 1990 [Social] (Ar. RJ 1990\1236).

S.T.S., Sala 4ª, de 29 de mayo de 1990 [Social] (Ar. RJ 1990\4516).

S.T.S., Sala 4ª, de 7 de junio de 1990 [Social] (Ar. RJ 1990\5038).

S.T.S., Sala 4ª, de 15 de junio de 1992 [Social] (Ar. RJ 1992\4579).

S.T.S., Sala 4ª, de 11 de octubre de 2004 [Social] (Ar. RJ 2005\136).

S.T.S., Sala 4ª, de 15 de noviembre de 2005 [Social] (Ar. RJ 2005\1240).

S.T.S., Sala 4ª, de 12 de abril de 2006 [Social] (Ar. RJ 2006\4799).

S.T.S., Sala 4ª, de 20 de noviembre de 2006 [Social] (Ar. RJ 2006\6695).

S.T.S., Sala 4ª, de 29 de mayo de 2008 [Social] (Ar. RJ 2008\4225).

A.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Civil y Penal, de 17 de octubre de 2006 (Ar. jur 2007\275236).

732
S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 26 de junio de 2003 (Ar. RJ 2003\5403).

S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 15 de junio de 2004 (Ar. RJ 2004\4139).

S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 9 de junio de 2005 (Ar. RJ 2005\4963).

S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Civil y Penal, de 21 de mayo de 2007 (Ar. RJ 2007\4862).

S.T.S.J. de Navarra, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de noviembre de 2007 (Ar. RJ 2008\803).

S.T.S.J. de Aragón, Sala de lo Civil y Penal, de 13 de septiembre de 2010 (Ar. RJ 2010\5269).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 31 de enero de 2003 (Ar. jur


2003\238041).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 9 de mayo de 2003 (Ar. jur.


2003\1464).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 21 de enero de 2004 (Ar. jur.


2006\52396).

S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 22 de noviembre de 2005 (Ar. jur.


2006\97340).

S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 28 de septiembre de 2007


(Ar. JT. 2008\51).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Social, de 27 de octubre de 1992 (Ar. AS 1992\5019).

S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 16 de marzo de 1993 (Ar. AS 1993\1378).

S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 5 de mayo de 1995 (Ar. AS 1995\2193).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 7 de junio de 1995 (Ar. AS 1995\2304).

S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 12 de junio de 1997 (AS 1997\2477).

S.T.S.J. de La Rioja, Sala de lo Social, de 13 de noviembre de 1997 (AS 1997\3957).

S.T.S.J. de Cantabria, Sala de lo Social, de 27 de noviembre de 1997 (Ar. AS 1997\4330).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 28 de abril de 1999 (Ar.AS 1999\978).

733
S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 10 de enero de 2000 (Ar. AS 2000\5318).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 14 de febrero de 2000 (Ar. AS 2000\37).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 12 de mayo de 2000 (Ar. AS 2000\1255).

S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 23 de enero de 2001 (Ar. Jur 2001\100430).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 8 de febrero de 2001 (Ar. AS 2001\129566).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 20 de marzo de 2001 (Ar. AS 2001\452).

S.T.S.J. de Murcia, Sala de lo Social, de 4 de junio de 2001 (Ar. AS 2001\1443).

S.T.S.J. de Murcia, Sala de lo Social, de 26 de noviembre de 2001 (Ar. AS 2001\4642).

S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 13 de diciembre de 2001 (Ar. AS 2002\692).

S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 21 de diciembre de 2001 (Ar. AS 2002\762).

S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 22 de enero de 2002 (Ar. AS 2002\1046).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 16 de mayo de 2002 (Ar. AS 2002\146029).

S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 23 de octubre de 2002 (Ar. AS 2003\4).

S.T.S.J. de Valencia, Sala de lo Social, de 19 de noviembre de 2002 (Ar. AS 2003\3072).

S.T.S.J. de Murcia, Sala de lo Social, de 7 de enero de 2003 (Ar. AS 2003\6).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Social, de 22 de abril de 2003 (Ar. Jur 2003\159911).

S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 20 de mayo de 2003 (Ar. AS 2003\2634).

S.T.S.J. de Valencia, Sala de lo Social, de 3 de junio de 2003 (Ar. jur 2003\115706).

S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 17 de junio de 2003 (Ar. jur 2003\247820).

S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 28 de enero de 2004 (Ar. AS 2004\852).

S.T.S.J. de La Rioja, Sala de lo Social, de 17 de febrero de 2004 (Ar. AS 2004\708).

S.T.S.J. de La Rioja, Sala de lo Social, de 19 de febrero de 2004 (Ar. AS 2044\96082).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Social, de 31 de marzo de 2004 (Ar. AS 2005\272).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Social, de 21 de abril de 2004 (Ar. AS 2005\980).

S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 6 de julio de 2004 (Ar. jur 2004\234968).

734
S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 30 de julio de 2004 (Ar. AS 2004\2261).

S.T.S.J. de Castilla y León, Sala de lo Social, de 14 de septiembre de 2004 (Ar. AS 2004\2738).

S.T.S.J. de Castilla-La Mancha, Sala de lo Social, de 24 de febrero de 2005 (Ar. AS 2005\690).

S.T.S.J. del País Vasco, Sala de lo Social, de 28 de junio de 2005 (Ar. AS 2005\2631).

S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 8 de noviembre de 2005 (Ar. AS 2005\3446).

S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 21 de diciembre de 2005 (Ar. AS 2006\396).

S.T.S.J. de Madrid, Sala de lo Social, de 27 de diciembre de 2005 (Ar. jur 2006\69053).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 21 de febrero de 2006 (Ar. AS 2007\1842).

S.T.S.J. de Extremadura, Sala de lo Social, de 6 de abril de 2006 (Ar. AS 2006\1507).

S.T.S.J. de Andalucía, Sala de lo Social, de 17 de enero de 2007 (Ar. AS 2007\1384).

S.T.S.J. de Valencia, Sala de lo Social, de 10 de julio de 2007 (Ar. AS 2008\465).

S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 27 de febrero de 2008 (Ar. AS 2008\1425).

S.T.S.J. de Cataluña, Sala de lo Social, de 14 de octubre de 2008 (Ar. AS 2008\3075).

S.T.S.J. de Galicia, Sala de lo Social, de 17 de octubre de 2008 (Ar. AS 2009\120).

S.T.S.J. de Cantabria, Sala de lo Social, de 31 de marzo de 2009 (Ar. AS 2009\1091).

S.T.S.J. de Canarias, Sala de lo Social, de 9 de junio de 2009 (Ar. AS 2009\2232).

AAP Zaragoza de 21 de diciembre de 2001 [Civil] (Ar. AC 2002\561)

AAP Badajoz de 29 de junio de 2004 [Civil] (Ar AC 2004\923).

AAP Madrid de 1 de octubre de 2004 [Civil] (Ar. Jur 2004\298572).

AAP Guipúzcoa de 31 de enero de 2005 [Civil] (Ar. AC 2005\266).

AAP Vizcaya de 23 de septiembre de 2005 [Civil] (Ar. Jur 2006\7275)

AAP Madrid de 8 de octubre de 2010 [Civil] (Ar. Jur 2011\23647).

AAP Madrid de 22 de noviembre de 2010 [Civil] (Ar. Jur 2011\36598).

AAP Madrid de 3 de diciembre de 2012 [Civil] (Ar. Jur 2013\16955).

735
SAP Teruel de 7 de febrero de 1992 [Civil] (Ar AC 1992\220).

SAP Teruel de 2 de julio de 1993 [Civil] (Ar AC 1993\1379).

SAP Jaén de 7 de noviembre de 1995 [Civil] (Ar AC 1995\2175).

SAP Zaragoza de 13 de enero de 1997 [Civil] (Ar AC 1997\36).

SAP León de 12 de febrero de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\3268).

SAP Granada de 6 de abril de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\4740).

SAP Barcelona de 15 de abril de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\4526).

SAP Santa Cruz de Tenerife de 28 de noviembre de 1998 [Civil] (Ar AC 1998\8661).

SAP Zamora de 25 de marzo de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\6861).

SAP Vizcaya de 1 de julio de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\6176).

SAP Vizcaya de 27 de julio de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\5698).

SAP Barcelona de 27 de diciembre de 1999 [Civil] (Ar AC 1999\8620).

SAP Vizcaya de 18 de enero de 2000 [Civil] (Ar AC 2000\364).

SAP La Coruña de 24 de marzo de 2000 [Civil] (Ar jur 2001\143121).

SAP Navarra de 12 de junio de 2000 [Civil] (Ar AC 2000\1672).

SAP Cuenca de 7 de febrero de 2001 [Civil] (Jur 2001\123930).

SAP Sevilla de 9 de febrero de 2001 [Civil] (Ar Jur 2001\147220).

SAP Navarra de 17 de febrero de 2001 [Civil] (Ar Jur 2001\137196).

SAP Vizcaya de 9 de abril de 2001 [Civil] (AC 2001\909).

SAP Asturias de 28 de septiembre de 2001 [Civil] (Ar Jur 2001\276121).

SAP Burgos de 30 de noviembre de 2001 [Civil] (Ar Jur 2002\28797).

SAP Cáceres de 14 de enero de 2002 [Civil] (Ar Jur 2002\71612).

SAP Guipúzcoa de 30 de enero de 2002 [Civil] (Ar jur 2002\218528).

SAP Zaragoza de 15 de marzo de 2002 [Civil] (Ar Jur 2002\119082).

736
SAP Murcia de 8 de mayo de 2002 [Civil] (Ar Jur 2002\207457).

SAP Córdoba de 19 de septiembre de 2002 [Civil] (Ar AC 2002\1916).

SAP Alicante de 1 de octubre de 2002 [Civil] (Ar jur 2002\283002).

SAP Barcelona de 8 de octubre de 2002 [Civil] (Ar Jur 2004\16357).

SAP Valencia de 17 de diciembre de 2002 [Civil] (Ar Jur 2003\34364).

SAP Badajoz de 28 de enero de 2003 [Civil] (Ar jur 2003\128400).

SAP Murcia de 28 de enero de 20003 [Civil] (Ar AC 2003\466).

SAP León de 13 de febrero de 2003 [Civil] (Ar jur 2003\180478).

SAP Toledo de 26 de marzo de 2003 [Civil] (Ar Jur 2003\176565).

SAP Cáceres de 11 de abril de 2003 [Civil] (Ar AC 2003\1350).

SAP Valencia de 20 de septiembre de 2003 [Civil] (Ar jur 2003\269766).

SAP Cádiz en Ceuta de 31 de diciembre de 2003 [Civil] (Ar Jur 2004\60580).

SAP Murcia de 1 de abril de 2004 [Civil] (Ar jur 2004\137545).

SAP Madrid de 31 de mayo de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\245656).

SAP Salamanca de 10 de junio de 2004 [Civil] (Ar AC 2004\1259).

SAP Murcia de 6 de julio de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\191827).

SAP Madrid de 14 de septiembre de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\264472).

SAP Guipúzcoa de 24 de septiembre de 2004 [Civil] (Ar Jur 2004\308750).

SAP Guipúzcoa de 26 de enero de 2005 [Civil] (Ar AC 2005\265).

SAP Salamanca de 14 de febrero de 2005 [Civil] (Ar Jur 2005\85328).

SAP Madrid de 10 de mayo de 2005 [Civil] (Ar Jur 2005\156819).

SAP Badajoz de 5 de octubre de 2005 [Civil] (Ar jur 2005\2007).

SAP Islas Baleares de 6 de octubre de 2005 [Civil] (Ar jur 2005\278610).

SAP Jaén de 23 de enero de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\290379).

SAP Pontevedra de 1 de febrero de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\55).

737
SAP Zaragoza de 24 de febrero de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\141295).

SAP Madrid de 14 de marzo de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\487).

SAP Guadalajara de 23 de marzo de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\140710).

SAP Madrid de 30 de marzo de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\1735).

SAP La Coruña de 11 de abril de 2006 [Civil] (Ar jur 2006\162475).

SAP Orense de 21 de abril de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\188730).

SAP Madrid de 25 de mayo de 2006 [Civil] (Ar Jur 2006\289131).

SAP Burgos de 22 de junio de 2006 [Civil] (Ar AC 2006\1000).

SAP Badajoz de 11 de julio de 2006 [Civil] (Ar jur 2006\1124).

SAP Madrid de 18 de enero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\158721).

SAP Barcelona de 12 de febrero de 2007 [Civil] (Ar AC 2007\1400).

SAP Santa Cruz de Tenerife de 7 de febrero de 2007 [Civil] (Ar AC 2007\989).

SAP Barcelona de 22 de febrero de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\244844).

SAP Pontevedra de 25 de octubre de 2007 [Civil] (Ar AC 2008\561).

SAP Huesca de 9 de marzo de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\249052).

SAP Jaén de 15 de marzo de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\214925).

SAP Málaga de 2 de abril de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\271872).

SAP Burgos de 10 de abril de 2007 [Civil] (Ar Jur 2007\262869).

SAP Jaén de 7 de junio de 2007 [Civil] (Ar Ac 2007\1968).

SAP Tarragona de 7 de febrero de 2008 [Civil] (Ar Jur 2008\183846).

SAP Álava de 14 de octubre de 2009 [Civil] (Ar jur 2010\396700).

SAP Santa Cruz de Tenerife de 26 de octubre de 2009 [Civil] (Ar AC 2010\245).

SAP Burgos de 6 de noviembre de 2009 [Civil] (Ar AC 2010\609).

SAP Madrid de 30 de diciembre de 2009 [Civil] (Ar Jur 2010\137597).

SAP Murcia de 4 de febrero de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\844).

738
SAP Vizcaya de 31 de mayo de 2010 [Civil] (Ar Jur 2010\409089).

SAP Las Palmas de 19 de julio de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\7082).

SAP Murcia de 14 de octubre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\1790).

SAP Cáceres de 19 de octubre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\1895).

SAP Burgos de 9 de noviembre de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\35483).

SAP Burgos de 25 de noviembre de 2010 [Civil] (Ar AC 2010\2226).

SAP Pontevedra de 15 de diciembre de 2010 [Civil] (Ar Jur 2011\55487).

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