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EVALUACION Y CONTRASTE DENTRO DE UN A DE LAS CONSTANTES

DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


ÎOSÉ BEGOÑA

Tres temas esenciales, sobre todo, se reflejan como tras­ más bien, cuando alguien aparece entre nosotros es en
fondo literario dentro de la variada urdimbre ramoniana: verdad entonces cuando empieza a morir. Y en esta línea
m uerte, amor y Dios, y tal vez por este mismo orden de de pensamiento se mantendrá en toda su literatura. Pero
importancia. Apenas el lector se pone en contacto con su al cumplir ya efectivamente los sesenta años, y hacer su
obra, cuando ya se apercibe inmediatamente de que la últim a autobiografía, Ramón deja de un lado el pequeño
atracción que Ramón debió de tener por la idea de la muerte truco literario y concluye:
debió de convertirse en una verdadera constante a lo largo
¿Para qué ocultar la verdad ante los muertos que viven?
de su literatura, constituyendo algo así como una llamada
—los m uertos son muertos que han muerto al fin. Nací
obsesiva de atención, razón por la cual algunos han deno­ o me hicieron nacer—que no sé cómo hay que decirlo en
minado a estos temas, más que obsesiones, "fascinaciones estricta justicia, el día 3 de julio de 1888, a las siete y
ram onianas." Mas entremos de lleno dentro de algunos veinte m inutos de la tarde, en Madrid, en la calle de las
puntos que nos lo apoyen. Rejas, número cinco, piso segundo.
En prim er lugar sería conveniente tener en cuenta que,
Ramón moría, o en frase exacta de Julián Marías, "dejaba
dentro de su biografía, o si se quiere más concretamente, de
de escribir," el sábado día 12 de enero de 1963, en Buenos
su "vivir-m u riend o," hubo unos rasgos exteriores, cons­
Aires. El cronista Félix Centeno, siguiendo un poco el hu­
cientes o inconscientes, que denunciaron esa preocupación
m orismo del autor, calculó que el escritor había vivido 74
tanatológica. Y puestos a comenzar su estudio, ¿qué m ejor
años, 6 m eses, 3 horas y 35 minutos. Actualmente Madrid
que empezar por la propia genealogía del autor? Gaspar
retiene sus restos mortales en el Panteón de Hombres Ilus­
Gómez de la Serna en su libro Ramón (Obra y vida) nos ha
tres de la Sacramental de San Justo, y allí descansan junto a
Tejado datos interesantes sobre la ascendencia del escritor,
los de Mariano José de Larra, uno de sus "m ayores" tanto
pero esta misma explicación cambia significativamente
en la admiración como en la aproximación física.
cuando la toma en sus manos el propio Ramón, el cual la
Muchas de las descripciones que sobre el físico de Ramón,
dirige por otros derroteros, en relación directa, desde
nos han ido dejando varios de sus biógrafos, e incluso cuan­
luego, con su ideología de la muerte y de todo cuanto a ella
do el mismo escritor se autorretrata, tienen mucho que ver
se vincula. Y así nos dirá intencionadamente de sí mismo
con símbolos o relaciones de la muerte, esté ésta interpreta­
en Autom oribundia (1948): "¿De qué familia nació este
da auténtica o literariamente. Una de sus maneras exterio­
niño?: De una familia cuyo apellido compuesto figura
res, y en la que coinciden críticos y criticado, es la que trata
varias veces en la Historia de España con cierto señorío
de presentárnoslo como a un personaje del circo, nota ésta
siem pre, porque significa: Gómez: señor y Serna: tierra;
de tanto valor, que explicaría el motivo por el cual el autor
por lo tanto, el conjunto resulta: Señor de la tierra." Y en
mismo llega a autodenominarse "Cronista del circo ." Ad­
parecidos términos se expresa cuando se refiere al mismo
virtamos, claro está, que en contradicción, "pero en dulce
m om ento de su nacimiento, recalcando que fue "com o la
contradicción" que diría Ramón, no debemos olvidar que
hora en que la muerte entraba en la alcoba."
fue también un gran visitador de cementerios, y que preci­
A pesar de que en vida del escritor muchos autores desea­
sam ente algunos periódicos de entonces le habían reserva­
ron saber el dato concreto de su edad, Ramón no la ha reve­
do la reseña de varios camposantos, y por eso exhibía al
lado de forma escrita, sino hasta ya muy entrado en años.
m ismo tiempo su tarjeta de presentación con la significativa
Y por eso escribe Julio Cejador y Frauca que una vez, allá
leyenda de "C ronista de los muertos. Puebla 1 1 ."
por los años veinte, le preguntó por carta a Ramón sobre
la fecha exacta de su nacimiento. La contestación fue que ni Quien siga paso a paso al escritor constatará que, frente
se acordaba ni podía encontrarla, con lo cual corroboraba el al fenómeno de la m uerte, hay a lo largo de su educación
criterio que ya venía sosteniendo en su obra El libro mudo. muchos impactos psicológicos de carácter imborrable. Otro
Secretos, de 1911, y en la que al referirse a su propio na­ de los datos, altamente valorable, es llegar a conocerle en
cimiento escribía así: "N o se puede fijar la fecha exacta de sus reacciones cuando la muerte acontece a su alrededor,
su nacimiento porque no está de acuerdo con la del Registro ya se trate de amigos o de parientes, etc. El escritor aunque
Civil, no puede estar de acuerdo. ¿Hay un error de dife­ se nos muestra aquí con un profundo dolor, a veces es parco
rencia por millones de siglos entre 'una' y la 'o tra,' de más en reflexiones. Especial carácter revisten las situaciones
o menos? Es una serie de absurdos extraña." Es decir, que frente a los fallecimientos de su padre, de Carmen de
si nos fijam os bien, Ram ón—"Quevedo del actual renaci­ Burgos, de su hermano Pepe y de Ortega y Gasset. Pero
m iento español"—como le califica Paul Valéry, empieza donde se aprecian más intensamente las notas de su filo­
ya prontamente a desarrollar el concepto de que no se nace sofía es en el deceso de su propia madre, descrito por el
en realidad al venir a este mundo en tal o cual día, sino que mismo Ramón en 1948 de esta forma:
Ya tenía a m i madre en el sepulcro, ya tenía madre en al escritor no le gustaban nada los aniversarios ("Los ani­
la tierra, ya la tierra era m i madre. Era la primera versarios son siempre tristones y tienen visillos de lágri­
entrada de m í mismo en la tierra, m i antedebut en la
m as"). Es decir que la impresión-aprensión caló profun­
tum ba, el primer paso definitivo en el irse. Si nuestra
madre se ha ido, la que fue el imán que nos atrajo en damente en él, aunque por otra parte y como ocurre fre­
el parto, ahora es el imán a tom ar a antes del parto. La cuentemente en su literatura, el escape humorístico lo en­
m isma puerta de entrada que de salida. Ya era fatal contremos posteriormente en cualquier día de cualquier
"después y o ," poco o mucho tiempo después, pero al fin página de cualquier publicación: "H ay en algunos diarios
después.
que quieren adelantarse a lo que sucede," nos dice al res­
U na visión panorámica de toda la vida de Ramón nos lle­
pecto en El Universal de Buenos Aires en 1956, "un tipo
va a la conclusión de que es indispensable la consideración
encargado de ir haciendo las necrologías de los que ya van
de los diferentes despachos de trabajo en que él "vivió-mu-
entrando en el círculo de una muerte posible, archivándolas
rien d o." Son elementos éstos, nos declara el autor, "para
después para cuando llegue el verdadero día X de cada uno
observar el cráneo del tiem po." Desde el del número cinco
. . .A veces se equivocan, pero triste es saberse necrologi-
de su primera casa de las Rejas (él vivió "enrejado" en este
zado en el mazo de las cuartillas de los de la G ."
mundo) hasta el del número 1974 de la calle de Hipólito Iri-
En 1910, en su ensayo Mis siete palabras, Ramón se ex­
goyen de Buenos A ires, hay una sucesión de gabinetes que
presaba así: "N o sabrán saberme pero hay que actuar de
son paralelos a unos momentos vitales plenamente identifi­
taumaturgo y de víctima propiciatoria." Antonio Espina
cados con su obra y su persona. Sobre todo en el de la calle
asegura por su parte que "e l arte de Ramón no es para to­
de Velâzquez 4 , su torreón de m arfil, encontramos un
dos" y que " e l genio del escritor es pérfido, esquivo y
mundo fantástico de objetos con significación propia o atri­
burlesco." Y realmente no es ningún tópico el repetir que
buida de m uerte. Desde muñecas de cera "que ostentan las
el autor, intrínsecamente, tiene muchos problemas difí­
cicatrices del tiem po," pasando por calaveras "en cuyas ór­
ciles. Uno de ellos—y no el m enor—es el de esa resistencia
bitas se espesan las telarañas de un m isterio," relojes-ataú­
que ofrece a dejarse clasificar en su obra. No obstante, y
des, gatos "co n ojos espantados ante la muerte que ellos
salvadas estas observaciones, Ramón viene siendo encasi­
sólo presienten," clowns, lechuzas, tórtolas y palomas vi­
llado tradicionalmente en tres períodos, correspondientes
vas, muñecos infantiles, esqueletos, violines, guitarras, un
a sus libros iniciales, a los de madurez y a los de humani­
cuadro de una dama mediomuerta medioviva y hasta la
zación trascendente. Nosotros no pretendemos establecer
m ismísima radiografía ampliada de un ratón. Y no sola­
la primacía de los unos sobre los otros, sino presentar equi­
m ente esto, sino que hasta la misma habitación como tal,
libradamente una evolución y un contraste, siéndonos
llega a aportarle una seria reflexión: "¡ Cuántas veces," nos
para ello de necesidad absoluta, en primer lugar, conocer
dice, "h e sonreído sin nariz y sin ojos en esta oscuridad de
su actitud primaria como trasfondo literario. De manera
que se llenaba la estancia al darme una ligera cuenta de la
global vemos que es de un criticismo extremista. Aun
evidencia de la muerte !"
reconociendo la parte proporcional de razón que pudiera
Tiempo y muerte son conceptos muy afines y nuestro es­
asistir a Ramón, cuando nos afirma en su Libro mudo.
critor los ha mezclado y desarrollado abundantemente a
Secretos que en el Rastro madrileño es donde aprendió
través de su obra, y es m uy revelador cómo se ha dejado
sólidamente más "nihilism o-ex-cátedra," la personalidad
impresionar en su vida por el primer factor. "Só lo escri­ del primer Ramón se debe encontrar en la influencia que
biendo lo no escrito no se rumia el tiem po," nos dice. Y sobre él ejercieron filósofos como Emerson, Gorki, Vol­
en verdad que en esta declaración encontramos la clave taire, Nietzsche y otros, y así lo ha demostrado Gonzalo
de esa ansiedad por ver pasar velozmente los minutos y Sobejano en 1967 en su libro Nietzsche en España. Otra
las horas, ya que le van enfrentando con la triste realidad influencia, acaso la más perenne, es la de Silverio Lanza.
de la propia desaparición que se le avecina. Es un hecho Pero en general podemos afirmar que el Ramón inicial es
comprobado, por otra parte, que Ramón tuvo la aprensión un Ramón a quien vemos envuelto en una postura por la
de la muerte en su vida, aunque evidentemente este fenó­ que concibe la vida del hombre en este mundo como algo
meno aumente en profundidad con la edad. No digamos trágico y absurdo, algo intrascendente. La muerte y sus
nada de si lo que presencia es el paso de un entierro. Esta consecuencias quedarán por ello lógicamente sujetas a
faceta adquiere particular relieve cuando el autor es testigo estos criterios.
de una revolución ("la revolución es lo que más se parece En 1908 Ramón publica su libro M orbideces, que si es a
a la m u erte"), por ejemplo en 1936 en España y en 1956 la vez su primera autobiografía, también es un compendio
en Argentina, en donde llega incluso a parapetar la puerta de las propias ideas en aquel tiempo. No obstante, El libro
de su estudio con el Diccionario Espasa. Pero al mismo m udo. Secretos, de 1911 es el que constituye el núcleo del
tiempo es curioso observar cómo esta preocupación, real pensamiento ramoniano de su primera época. Y si en M or­
por una parte, la deriva a veces por la vertiente del humo­ bideces las ideas se encuentran desdobladas en dos persona­
rismo. Recuérdese el caso concreto ocurrido el 15 de sep­ jes llamados "E d itor-A u tor," en el segundo vienen expre­
tiem bre de 1927 en que el periódico madrileño El Sol pu­ sadas por los de "T ristán -R am ón ," pero en todo caso estas
blica equivocadamente la noticia de su muerte. El mismo cuatro figuras son el auténtico Ramón Gómez de la Sem a.
autor nos dice en Autom oribundia que, desde aquella Para conocerle en estos momentos convendría someterle a
fecha, todos los años festeja la falsa noticia, y eso a pesar una división temática. Nosotros lo haremos parcialmente,
de que, como lo confirma el pombiano José Sanz y Díaz, ya que en conjunto resulta excesivamente voluminosa. La
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importancia de contraste con el Ramón de Buenos Aires es Carlos, en Madrid. Con ella "quise d ar," nos dice clara­
notoria, pues no debemos olvidar que ahora el punto de a- m ente, " e l último concepto de la muerte: el norm al." Di­
rranque para el autor es totalmente naturalista, echando por gamos aquí de paso que solamente en Cartas a mi mismo
tierra creencias y fundamentos sociales tenidos tradicional­ de 1956 hemos podido recoger la impresión de la muerte
m ente por inconmovibles. Y así, ya sea bajo el nombre con tanta carga de realismo, si bien en este último libro
de ''tipos superiores," de "lascivias" o de "absurdos" nos presenta los momentos inmediatamente precedentes a la
hace ver su repulsa hacia todo lo anteriormente aceptado. defunción, y en el Epilogo que nos ocupa lo hace enfren­
Pero, ¿a qué llama Ramón "tipos superiores"? Considera tándose personalmente ante la vista real de un cadáver de
como a tales la Ciencia, la Moral, la Estética, la Religión, m ujer. Los símbolos, las metáforas y demás tropos que
etc., y comprendiéndolas a todas a la "H ipérbole": "dife­ abundan en la literatura ramoniana, tienen aquí un valor
re n te ," nos aclara bien el autor, "del error, ya que éste no extraordinario, ya vayan éstos dirigidos a moscardas suc­
es completamente negativo, como se suele creer, sino que cionantes, al "nev er m ore" del cuervo de Poe, a la hume­
nace de simples impresiones fisiológicas, y aquélla es la a- dad de los sepulcros, al sudario, etc. Ramón ante el espectá­
berración más contumaz de las que relajan la vida." Pero si­ culo de la muerta asexuada que presencia, con pechos secos
gamos con otros temas específicos. Sobre la Moral ha teori­ y chupados, de boca abierta y descorrida, termina excla­
zado ampliamente, desde M orbideces hasta su pieza teatral mando:
Los Sonám bulos, aunque la mayor agresividad está conte­ M e fasciné. M e comencé a disociar. No tuve esa malicia
nida en el primero de éstos y El libro mudo. Secretos. Dice que permite a los sentimentales despistar la franca
en el de 1908: "L a moral, según mi parecer, es una ergás- impresión "q u ím ica," arredradora, que fuerza, que
tula cuyo cancerbero es el fuerte o el astuto, su sucesor." anguliza y amorata las orejas del que observa brutal­
m ente. Por eso todos los comentarios que se han hecho
Después, apoyándose en el concepto de naturaleza intrín­
de la m uerte, la han prejuzgado, todos han sido des­
seca, que se salva a toda pedagogía religiosa o laica, aboga viados, literarios. Si se los estudia bien, se observa
por las cosas "qu e están de acuerdo o n o " con la vida (no que sólo sirvieron para huir de su concepto específico,
necesariamente ni buenas ni malas), y personificando o naturista, sin blandura y sin belleza. Así San Francisco
ironizando al prejuicio moral como a un dolor de cabeza, de Borja pensó en Dios y en el monasterio, dos bonitos
caminos de huir.
"d e demasiada cabeza," añade él, propugna un estado per­
fecto de instintos en donde sólo haya sabor a tierra y a vida. A través de los veinte años que dura aproximadamente la
Parecidos juicios emite respecto a la Ciencia, a la Estética y segunda época de Ramón, encontramos un cambio de direc­
a la Religión. Por otra parte en El concepto de la nueva li­ ción en el estilo de su literatura. Claro que "la descomposi­
teratura de 1909 vemos reflejada la idea de lo que es la vida ción o díversificación radical que supone el descubrimiento
concretamente para Ramón: "Som os el día tantos, de tal de la greguería," como apunta Gaspar Gómez de la Serna,
m es, de tal año, hasta el día tantos de tal mes, de tal otro no presupone ni mucho menos un alejamiento de la pri­
año. Nada más, en absoluto nada m ás." La muerte, como mera en cuanto a la idea de la muerte y de su trascendencia
tal, tiene un sentido simplemente finalista: venimos de una se refieren. En algunos casos notamos incluso un reforza-
m uerte y vamos a parar en ella de la misma manera. Ni m íento de posiciones. En otros, sobre todo a partir de 1930,
procedemos de Dios ni de cosas parecidas, y no vamos a El. se observa una paulatina transición hacia situaciones me­
Sencillam ente esto es todo para el hombre. Claro está que, nos radicales. En realidad nos encontramos ante la época
de todo esto se puede colegir que las ideas de un más allá más brillante en volúmenes publicados. Pero puestos a rea­
o de inmortalidad son visiblemente negativas. Y por este lizar un examen radioscópico sobre el tema, pocos escritos
m ism o camino se desarrollan varias de sus obras, hasta que se verían libres de tal matización. Con todo, y a pesar de
concluye : "N unca he podido tener una idea aproximada de los exabruptos que a veces encontramos (véase, por ejem­
lo trascendente." plo, Greguerías 1917: "¡O h , si en vez de Jesús hubiese sido
Cuando Ramón habla de su teatro de la primera época Jesusa! ¡Q ué senos de crucificada habría habido, qué senos
suele generalizar casi siempre a base de los términos signi­ más suprem os!" O las parodias que hace en Pombo, II,
ficativos de "T eatro en soledad" o de "Teatro para ente­ 1924, tituladas "Cabaret del infierno" y "Taberna de la
r r a r." Como se sabe, el escritor infravaloró esta producción m u erte"), con todo, repetimos, ya vamos advirtiendo un
en sus principales Memorias, en contra, por cierto, de lo giro en cuanto al aspecto religioso, por más que su actitud
que han hecho posteriormente autores como Pérez Perrero, frente a la vida siga siendo de un humorismo irónico: "La
Torrente Ballester, Alfredo Marquerie, Valéry Larbaud y v id a," nos dice en Autom oríbundía, "m erece una sonrisa
otro s. Realmente Ramón repite muchos temas de la muerte como corolario supremo, una sonrisa que ahora no pode­
que ya fueron expuestos anteriormente en otros géneros. mos lograr ni abriendo las comisuras de nuestra boca con
Su teatro es de teoría y teoría. Pero nos parece conveniente los dedos como silvadores camperos, pues esa sonrisa de
hacer un alto en el camino, pues ahora el profesor (que treinta centímetros que va de muela del juicio a muela del
nunca quiso ser nuestro autor) va a demostrar ante sus a- juicio sólo la tendremos cuando seamos calaveras y nuestro
lumnos (que serían todos sus lectores) que la práctica debe cráneo sea tan sabio que ría solo y a perpetuidad." Ante
acompañar a la explicación. Y efectivamente, hela plasma­ la imposibilidad material de detenernos en todos los libros,
da en el Epílogo de su pieza teatral El dram a del palacio des­ digamos no obstante, que hay una especial insistencia de la
habitado y que se refiere a la visita que el mismo autor hi­ m uerte en obras como Pom bo, El rastro, El Alba, y natu­
zo a la Sala de Disección de la Facultad de Medicina de San ralm ente en Los muertos, las muertas y otras fantasm a-
gorjas, libro éste " e l más co rto," dice él, "dedicado a la no­ vestuario, colores, museos, etc. Además es interesantí­
ción más larg a." Cuando Ramón lo escribe en 1935 cuenta simo observar el cambio que sufren algunas, desde el año
ya con 4 7 años de edad, y nos anuncia sorprendentemente: en que se producen, hasta el año en que quedan como defi­
"S e g ú n pasan los años intimamos más con la muerte, que nitivamente consagradas, cambio que a veces se opera a
es la ventana que da a D io s." Por otra parte, adelantán­ través de una condensación filosófica, a veces por medio de
donos de que "la muerte es hoy un valor en crisis" nos sitúa una transformación y otras veces simplemente por un
frente al concepto que de ella se ha venido teniendo en ge­ corte. Veamos para muestra un ejemplo de esto último:
neral a través de épocas histórico-literarias anteriores, ne­ "E s difícil imaginar que una calavera monda y lironda sea
gativo con respecto a la valoración de la vida. Pero "h o y ," de una m u je r. . .¿A que nunca habéis pensado que fuese
continúa Ramón, "e se término deprimidor es lo que ha femenina ninguna de las que visteis? Se hace difícil, sin
perdido sen tid o." Es decir, para el escritor, la muerte no es corregir todas las pasiones de la vida, llegar a una deforma­
un hecho aislado de la vida, es la vida misma que termina ción parecida, tan extrema y tan insexuada" (ed. 1919,
como se puede term inar una cuerda, siendo cuerda, lógica­ p. 288). La misma greguería aparecerá en las ediciones
m ente, el principio y el final de ella. En consecuencia, a la de 1929 y de 1935. Pero llegados a la de 1947 nos dirá en
vida en su totalidad es a la que hay que dar el sentido com­ la página 160: "E s difícil imaginar que una monda calavera
pleto. Y no solamente en este libro sino en todos los demás sea una calavera de m u jer." En fin, concluyamos que
vemos conceptos parecidos, aunque a veces nos los presente también la m uerte está presente en esta invención ramo-
en form a de antinomia. En ocasiones se atreve a dar ciertas niana y hasta con una insistencia que pudiéramos calificar
definiciones de la m uerte, como cuando dice: "¿Q u é es la de machacona.
m uerte?: El espacio en que se confunden los muchos sue­ En Buenos A ires, lo que llamamos "la otra vida" cons­
ños, las ideas de infinito y las usadas y manidas esperan­ tituye para Ramón toda una realidad, realidad que ha ido
z a s." O : "Después de todo, la muerte es m orirse." Diga­ cobrando forma bajo un conjunto armónico de actitudes
mos que lo que realmente ha sido difícil para Ramón es el dentro de la dimensión de la existencia humana, jugando
dar el concepto exacto de la vida, pues el misterio de ella para ello un gran papel la lenta pero profunda reflexión
reside más para él en la vida misma que en la muerte. No teológica. La fe, apagada o perdida anteriormente, vuelve
obstante, en Diario postum o hay aproximaciones como la ahora a urgirle, y en este sentido llega incluso a sobrena­
siguiente: "Encerrona y trampa. Eso es la vida, aunque turalizar su quehacer literario, es decir, que muerte y Divi­
ande una m uy cau to ." Por el contrario, la interdependencia nidad son dos conceptos totalmente ligados. Por esto
vida-m uerte ha sido mucho más abundantemente elabo­ m ism o, los contrastes generales de esta época aparecen
rada. Ejemplos: " M e han engañado diciendo que nací, como verdaderamente formidables, si la comparamos con
pero yo arreglaré esa mentira m uriendo," O : "Tenemos las anteriores. Al nihilismo de protesta de la primera se
no vida sino vida-m uerte. " O : " —¿ Vives ?—S í.—¿ Mueres ? opone ahora la interpretación de la vida bajo una filosofía
—Si. —¿Entonces?—Vivo y muero al mismo tiempo. Eso
cristiana. El "d estin o" tantas veces apuntado en sus libros
es vivir. " En fin, que si apuráramos cuanto venimos dicien­ anteriores como causante de las acciones humanas, se con­
do, veríamos que, en esta fase de madurez, el tema tiene
vierte ahora en el Dios omnipotente que todo lo dirige. La
la característica general de cobrar un fondo de verdadera
moral ya no es para él una cárcel destinada a esclavos, sino
hondura psíquica, traduciéndose en la reafirmación de que
la norma de conducta cuyo ejemplo y fuerza tienen a Dios
la vida es un sistema que lleva consigo el germen mismo
como centro: "Hagámoslo tod o," dice en Automoribun-
de su autodestrucción. Y esto sería especialmente válido
dia, "para irnos más dignamente cuando el corazón diga
incluso cuando el autor trata del tema del amor.
'basta' y llegue el sanseacabó." El concepto de costumbre
Dada ia importancia que tiene la greguería, el presente de antes tiene su réplica con la declaración (Pittsburgo) de:
estudio quedaría truncado si no aludiéramos a ella. Es "E sto y en plena libertad de pensamiento y sin embargo
curioso y extraño, pero deseamos apuntar que la greguería, solo voy hacia D io s." A la falta de idea de lo "trascen­
como tal y simple palabra, la hemos encontrado impresa d ente" contestará ahora con: "la muerte sin ascensión
por primera vez en los escritos de Ramón precisamente del alma al cielo es la corrupción mayor que se presenta
inmersa en una atmósfera de m uerte, es decir, cuando el en la v id a." Y a la definición de la muerte misma como
autor nos describe en 1909 el banquete que dio en honor de " e l estado en que no se pueden fumar puros" o "se acaba­
"F íg a ro ," banquete éste asimismo de gran simbologia por ron los placeres de alcoba" sucede la otra de ser "la muerte
ser el primero entre los muchos que habría de ofrecer. Por una ventana que da a otra p arte." Incluso el placer del
otra parte, un examen conjunto de todas las greguerías hombre no es considerado como instinto o empuje mera­
nos llevaría a la conclusión de que el tema de la muerte está m ente biológico, sino como "un secreto que nos dio Dios
latente en cada edición de ellas, y si clasificáramos por sec­ y por el que pierden la cabeza los seres hum anos." En fin,
ciones las que de algún modo se relacionan, veríamos en­ las m ujeres no son "fie s ta " sino que son como "un atisbo
tonces que desde las de la primera edición de 1917 hasta de lo divino."
las de 1968, los conceptos vertidos pertenecen a terrenos Pero aunque ciertamente estos contrastes generales sean
francamente diversos y numerosos. Las hay de todo géne­ ya de por sí suficientes para demostrar el giro copernicano
ro y condición: crim en, suicidio, habitación, cama, guerra, efectuado por Ramón, nos parece interesante hacer un
arm as, relojes, edad, cementerios, cruces, espejos, toros, remache con el comentario, siquiera sea breve, del hasta
hoy inédito Ensayo sobre Dios, depositado con otros docu­ de fatalidad dispuesta por el cielo, pensamos que la
m entos ramonianos en el Departamento de Colecciones Es­ m uerte de Jesús no fue un asesinato, sino un suicidio,
por lo que debió escribir en un papelito: "n o se culpe a
peciales de la Universidad de Pittsburgo (EE.UU.). Hemos
nadie de mi m u erte."
tenido el placer de examinar esta última creación de Ramón
Ensayo sobre Dios: Sólo un elemento de Dios, el hijo
procurando separar por temas diferentes toda una larga lis­ magnánimo, podía inventar ese maravilloso sacrificio
ta de conceptos religiosos. Y tras este ordenamiento hemos divino para salvar al pobre hombre.
concluido que, precisamente las ideas concretas que el autor
Sobre el infierno:
había combatido con mayor énfasis en épocas anteriores,
El Ruso, 1913: El infierno es la aberración más grande
encuentran aquí una autorréplica contundente. Pongamos
que han podido pensar los hombres.
algunos ejemplos:
Ensayo sobre Dios: Dada la grandeza de Dios, la com­
Sobre la existencia de Dios: pensación de su bien absoluto ofendido tiene que ser el
Tapices, 1913: No pudiendo concebir la idea del vacío infierno. ¿Que nos resulta incomprensible? Cuando
puro, combatiendo esa idea toda la naturaleza, no se contempléis m ejor la grandeza de Dios os resultará fácil
puede concebir a Dios sin tener una náusea y sin sufrir daros cuenta.
el torm ento indecible del vacío puro. Y de la misma forma podríamos contrastar otras muchí­
Ensayo sobre Dios: Dios: Lo más insabido pero lo único simas ideas sobre el cielo, eternidad, pecado, diablo, cien­
grande y consciente y creacionista del Universo . . . El cia, juicios particular y universal, alma, misterio, oración,
ateo ni tiene por qué vivir ni importa que muera.
Biblia, Virgen M aría, evangelio, etc.
Sobre la Fe: Aun sin excusarse vanamente, Ramón había atribuido
M orbideces, 1908 : Sólo los sugestionadores o los apósto­ su posición negativa anterior a lo "carpetovetónico" de
les del error, necesitan de la fe, sordidez de que debemos España, al fondo general de contradicción y desigualdad
recelar, pues ella ha preparado las prevaricaciones más que encierra el carácter español, a la bastardía de moro y
absurdas de la humanidad. cristiano que mezcla fantásticamente lo angélico con lo
Ensayo sobre Dios: Todo lo que hice fue para acabar satánico, al "so y ateo, gracias a D ios" y "creo en Dios,
teniendo más fe en Dios.
gracias al diablo." Pero este Ramón III de Madrid, como
Sobre la vida y el universo: le llama Sainz de Robles, no sólo abjura de la blasfemia
M orbideces, 1908: Haces bien en odiar la vida, aborré­ sino que se rectifica calificándola de "realidad deicída sin
cela, blasfema en su nombre. Es demasiado indiferente disculpa." En fin el Ramón Gómez de la Serna, cuya lite­
todo a nuestro alrededor, es demasiado absurdo. Crée­
ratura "por sí so la," nos dice Luis Cernuda en 1957, "equi­
m e. Si yo encontrara el punto de apoyo que pedía Pascal
para mover el universo, ahora mismo apalancándole con vale a la de toda una generación literaria," y para la cual
mi bastón, le lanzaría en el abismo con sus sarcasmos y Pablo Neruda pidió públicamente en 1962 el Premio Nobel,
sus embrollos. este mismo Ramón, entre cuyos libros preferidos de ca­
Ensayo sobre Dios: No es nada el misterio de la vida con becera de cama figuraban la Biblia y el Kempis, al igual que
el misterio largo, larguísimo del más allá. Es una victoria lo hiciera un noble caballero con su espada, haciendo unas
del gran m isterio contra el pequeño misterio. significativas líneas medio quebradas sobre un papel, acaba
Sobre Jesucristo: por rendirse humilde y definitivamente ante la Divinidad
G reguerías, 1 917: Pensando en Jesús, y después de vis­ exclamando: "C on la pluma en la mano me someto al
tos todos antecedentes de predicción, de determinación, mandato de D ios" (Pittsburgo).

Laurentian University

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