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El condicionamiento clásico
Condicionamiento operante
Es su tarea recaudar toda la información de los individuos que ha de atender ya sea gracias a laos
historiales médicos y sociales de estos, ya sea por entrevistas con la familia o personas del entorno
del paciente.
Se coordina con otros profesionales que tratan con personas cuya conducta
es adictiva, con el objeto de diseñar actuaciones conjuntas que pongan
énfasis en la parte correspondiente a la rehabilitación psico-social y la
desintoxicación de hábitos conductuales.
Se coordina con otras administraciones y organizaciones sociales ajenas a
su organización que puedan ofrecer apoyo y recursos para los procesos de
rehabilitación psico-social.
Reconoce el trastorno adictivo e identifica las situaciones y condicionantes
que provocan el consumo de las sustancias adictivas.
Realiza un historial de las personas, con el fin de reconocer todas las
variables que confluyen en las conductas adictivas (entorno, familia,
experiencias vitales, etc.).
Se entrevista, si es necesario, con otras personas del entorno del enfermo,
para recoger información sobre las personas que deberá atender.
Realiza sesiones de apoyo con miembros de la familia o del entorno de la
persona adictiva.
Determina, junto con la persona, las medidas para prevenir conductas
reincidentes.
Informa al enfermo sobre los resultados y progresos conseguidos durante
su intervención.
Efectúa sesiones de seguimiento según los protocolos de actuación
establecidos a tal efecto.
Proporciona atención a las familias con algún miembro que padezca
trastornos adictivos y tiene en cuenta los cambios que la adicción provoca
en las relaciones familiares (fenómeno de codependencia).
Programa e imparte campañas de prevención dentro de los ámbitos laboral,
familiar o educativo e incide en aquellos ámbitos donde existe un alto riesgo
de conductas adictivas.
Participa en talleres educativos para que la persona adicta pueda aprender
pautas socio-laborales que favorezcan su reinserción social.
Analiza la dinámica social referente a la incidencia de trastornos adictivos
en la población y prepara, de forma individual o conjunta, informes
epidemiológicos.
Evalúa las políticas y programas de intervención existentes.
Colabora en las publicaciones sobre adicciones, diseño de webs
informativas, campañas publicitarias y otras fuentes de información.
¿El terapeuta…?
Les enseña a los padres destrezas y estrategias para usar el refuerzo positivo, la estructura y la
disciplina constante para controlar el comportamiento de su hijo.
Les enseña formas positivas de interactuar y comunicarse con su hijo.
Les asigna actividades a los padres para practicar con su hijo.
Se reúne regularmente con la familia para monitorear el progreso y proporcionarle orientación y
apoyo.
Vuelve a evaluar las estrategias y tiene suficiente flexibilidad para ajustarlas según sea necesario.
¿Qué pueden esperar los padres?
Típicamente, los padres asisten a 8 o más sesiones con el terapeuta. Las sesiones pueden ser con
grupos o con familias individuales. El terapeuta se reúne regularmente con la familia para revisar su
progreso, ofrecer apoyo y ajustar las estrategias según sea necesario para garantizar la mejoría. Los
padres practican con su hijo entre las sesiones.
Fortalecer la relación con su hijo a través de la comunicación positiva, por ejemplo, escuchando
activamente y describiendo sus emociones.
Reforzar el buen comportamiento, por ejemplo, dando atención positiva y elogiando eficazmente
el buen comportamiento.
Crear una estructura y proporcionar disciplina constante, por ejemplo, dando instrucciones
eficaces, no prestando atención al comportamiento no deseado y haciendo uso eficaz del tiempo
fuera.
Los niños con TDAH con frecuencia tienen muchos comportamientos difíciles. El terapeuta ayudará a
los padres a aprender estas destrezas y cómo usarlas eficazmente con su hijo.
Nunca resulta fácil enterarse de que nuestro hij@ tiene Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad
(TDAH). Cuando se confirma el diagnostico, el entorno familiar sufre un fuerte golpe, y los padres experimentan
diferentes fases psicológicas y emocionales que pueden variar según cada caso siendo las más comunes:
Desconcierto
Se da en aquellos padres con niños muy pequeños cuyos síntomas son controlables en el ámbito familiar. Por
esta razón, no pueden comprender que el niño tenga problemas en el colegio.
Negación
`Esto no le puede estar pasando a mi hijo, a mi familia`. La negación surge del miedo a que su hij@ sea
rechazado por amigos, familiares y profesores. En estos casos, negar los síntomas de TDAH NO PROTEGE al
niño del rechazo social, sólo le impide recibir ayuda adecuada.
Enfado
Tiene que ver con la frustración ante la sospecha errónea de que el niño podría superar su problema si se
esforzara lo suficiente. Por otra parte, los padres sienten rabia hacia sí mismos, por sentir que le han fallado a
su hijo.
Culpa
De entre todas las preguntas que podrían llegar a surgir ante un diagnóstico de TDAH, la más angustiante es:
`¿Es culpa mía que mi hijo sufra este trastorno?`. De ahí, surgen dudas sobre cualquier hecho que haya podido
generar un TDAH en su hijo (descuidos durante el embarazo, la educación que le han proporcionado al niño,
etc.).
Miedo
Esta sensación se produce ante el desconocimiento del TDAH y suele paralizar a algunos padres. Surge el
miedo al rechazo social, temor ante la posibilidad de que ellos mismos padezcan TDAH, preocupaciones acerca
de si el niño tendrá amigos, si llegará a tener pareja, si podrá ir a la universidad o sabrá ganarse la vida.
Rechazo
Puede estar dirigido hacia el niño, hacia el personal médico o hacia otros miembros de la familia. La sacudida
de sus expectativas hace que a muchos padres les cueste aceptar al niño como una persona con capacidad
plena de desarrollo.
Desilusión
Ante la posibilidad de que su hijo no sea perfecto. Los padres deberán tener mucho cuidado a la hora de
enfrentarse a este sentimiento. Su frustración puede llevarles a no aceptar al niño tal como es y a exigirle cosas
que él no puede hacer, lo que le generará sentimientos de hostilidad y resentimiento.
Alivio
Algunos padres sienten un verdadero alivio al enterarse del diagnóstico. Al ser el TDAH un trastorno de carácter
genético, se sienten menos culpables e incompetentes en cuanto a la educación de su hijo. Además, la
identificación del trastorno los hace conscientes de la posibilidad de recibir ayuda.
Es importante que los padres que se enfrenten a un diagnóstico de TDAH conozcan la cadena de reacciones
que este trastorno puede generar sobre ellos; éstas pueden dar lugar a conductas paternas ansiosas o agresivas
que resultan muy perjudiciales para el niño.
Además, de esta forma se sentirán menos solos y podrán reflexionar sobre las causas y consecuencias de su
comportamiento. A su vez, les será más fácil aliviar su ansiedad y encauzar sus esfuerzos hacia la búsqueda
de la mejor forma de educar y comportarse con su hijo.
Una vez superadas las primeras reacciones ante el diagnóstico, se está dispuesto a conocer en profundidad el
problema de su hijo y se tendrá una actitud más confiada y positiva.
El maltrato familiar de los hijos hacia los padres y hermanos es algo más común de lo que socialmente se cree.
Aparece en todas las clases sociales aunque es en la clase media donde incide más. Por otro lado, las madres
de familias monoparentales son unas de las grandes víctimas de este tipo de maltrato. No obstante, en las
familias tradicionales también la madre es la más agredida.
Los expertos dicen que este tipo de violencia intrafamiliar tiene relación con un estilo de educación negligente,
excesivamente permisivo y con ausencia de la figura paterna. A este último respecto no tiene por qué ser
ausencia real sino tan solo basta con que el padre se abstenga de intervenir en la educación.
Este síndrome puede definirse como un trastorno de agresividad de los hijos hacia sus padres. Estos hijos no
sufren de enfermedades mentales, no fueron víctimas previas de malos tratos, no han sido desatendidos por
sus progenitores ni estos tienen conductas desestructuradas, ni tienen por qué ser adictos a las drogas.
Lo que los menores que presentan síndrome del emperador tienen es una falta absoluta de sensibilidad
emocional y de apego. Para ellos, los padres no tienen autoridad para imponérsele ni tienen derecho a
establecer normas, no sienten respeto alguno por ellos.
Cuando se llegan a situaciones de auténtica agresividad en la época final de la adolescencia los padres ya han
pasado por estadios previos e intermedios: desconsideraciones, desobediencia, mentiras, amenazas,
empujones, violencias contra las cosas, patadas, golpes y en casos extraordinarios, atentados contra la vida de
los progenitores o contra sus hermanos.
En la edad adulta, el `emperador` trasladará todos estos comportamientos de `hacia los padres` a `hacia los
hijos y la pareja`.