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Fedón.

Fedro, Platón

Tema central, narrador e interlocutores


El Fedón es un diálogo de madurez escrito por Platón en el que la acción se sitúa en el momento en qué Sócrates se
dispone a tomar la “cicuta” (el veneno que le provocará la muerte una vez sentenciado por el pueblo ateniense). Este
momento es explicado por Fedón a Equétrates, que narra las últimas horas de vida de Sócrates con todo detalle,
exponiendo también los diálogos entre los personajes que se encontraban con él en aquel momento. De esta forma,
Platón explica estos sucesos a través de Fedón, ya que él no estuvo presente en el momento en cuestión; su ausencia se
justifica con una enfermedad. Durante la explicación de Fedón, la historia gira en torno a el propio Sócrates y algunos de
sus amigos, tales como Símmias, Cebes (dos pitagóricos) y Critón (un viejo amigo del filósofo). El objetivo de este diálogo
es idealizar a su maestro Sócrates y/o criticar a las personas piensan de modo materialista (aquellos que creen que el
alma no es inmortal y que desaparece junto con el cuerpo cuando éste fallece).

¿Por qué el filósofo no puede darse muerte a sí mismo?


Según la explicación de Sócrates, son los dioses quienes debes escoger el momento de dar muerte a los hombres
mortales y no los mortales quienes decidan cuando deben perder la vida, ya que así se sigue el curso natural del mundo.
Muchas veces, mejor les sería a algunos estar muertos que vivir, pero ellos no pueden suicidarse, pues no pueden darse
este beneficio.

¿Qué relación debe tener el filósofo con los placeres y el cuerpo?


Para que el alma pueda acercarse lo más posible a la inmortalidad de las ideas, el filósofo debe llevar una vida libre de
los placeres que éste demanda, es decir, una vida ascética. El alma es prisionera del cuerpo, y por eso, su objetivo es
liberarse en el momento de la muerte. Sócrates explica a Símmias que para prepararse para este momento de libertad, el
alma debe dejar de lado los cuidados del cuerpo del cual es prisionera por naturaleza para acercarse más a la perfección
de las ideas; estos cuidados impiden al filósofo pensar con la claridad necesaria y no dejan ejercer el arte de filosofar.
Sócrates no se limita a postular una existencia del alma posterior a la muerte, también señala que esta existencia es
diferente para cada uno, y depende del modo en el que se ha vivido. Si el alma se ha ejercitado en vida en huir de lo
relacionado con el cuerpo, parte pura al reino invisible y divino. Si ha estado constantemente involucrada con él, se
vuelve pesada y queda vagando como espectro en torno a monumentos y tumbas.
Luego de esto, vuelven a ser prisioneras de cuerpos de especies acordes a su modo de vida: los glotones e intemperantes
encarnan en asnos y animales semejantes a este, los injustos y violentos lo hacen en aves rapaces y lobos. Los que han
cultivado ciertas virtudes como la templanza y la justicia pero sin la filosofía, terminan perteneciendo a las especies
semejantes a ellos, como las abejas y las hormigas, y luego vuelven a ser hombres mesurados.
Quien en su vida ha cuidado de su alma y ha filosofado, purificándose, no teniendo en nada las riquezas y honores, quien
al conocer ha despreciado los sentidos por ser engañosos, utilizando para saber solo el alma, quien de este modo obra
viviendo según la razón, se libera y es digno de pertenecer a la estirpe de los dioses.

¿Por qué el filósofo, por coherencia, no puede tener miedo a la muerte?


Porque filosofar es, según Sócrates, prepararse para el momento de la muerte en qué el alma se separa del cuerpo, ya
que ésta necesita librarse lo más posible de la imperfección del cuerpo material, su prisión. Sería una incoherencia que el
filósofo, que se prepara para la muerte, le tuviera miedo, ya que éste es, en cierto modo, su objetivo final en la vida. Por
eso Sócrates no siente ni el más mínimo temor de la muerte que le espera, pues pasa sus últimos momentos de vida
hablando y razonando con total normalidad con sus compañeros y conocidos (tal y como se refleja en “El Fedón”).
Luego de la explicación destinada a Eveno, Sócrates añade inmediatamente una recomendación: "dile que me siga
cuanto antes". Ante la perplejidad que genera su comentario explica que si Eveno es filósofo, estará dispuesto a morir,
aunque no haciéndose violencia a sí mismo. Esta respuesta, al ser aparentemente contradictoria, necesita una
explicación, que solicita Cebes. Sócrates apela al argumento que se alude sobre esto en los cultos mistéricos: los
mortales están en su vida como en una suerte de "prisión" y no deben intentar escapar de ella. Los dioses son los amos y
guardianes de los hombres y conviene no quitarse la vida hasta que el dios envíe una situación de necesidad.
Cebes acepta este último argumento contra el suicidio, pero no le parece consistente con el primero sobre la actitud del
filósofo frente a la muerte: el filósofo, justamente aquel del que se espera la mayor sensatez y conoce que está al servicio
de los mejores amos, no debería alegrarse por huir de ellos. Simias indica que Cebes apunta con su argumento a
Sócrates, que parece llevar tan bien el hecho de dejar tanto a sus amigos como a los dioses.
Sócrates contesta que con la muerte él espera llegar no solo con los mejores hombres, sino también junto a otros dioses,
y de que existe algo para los muertos, y que este algo es mejor para los buenos que para los malos. Los verdaderos
filósofos se preparan constantemente para la muerte, y para ninguna otra cosa. Esto merece una aclaración sobre lo que
es la muerte: es un desprenderse el alma del cuerpo. El filósofo lleva una vida que no está dedicada ni a los placeres, ni a
las comidas y bebidas, ni al sexo. No consideran importante la elegancia de la ropa y todo lo relativo al cuerpo. Y esto es
para la gente como un estar muerto.
El cuerpo es un impedimento para alcanzar la sabiduría, puesto que el oído y la vista son engañosos. El verdadero
filósofo se aleja del testimonio de los sentidos, y razona mejor cuando los ignora. El alma del filósofo desestima al cuerpo
y busca quedarse sola en sí misma.
El acceso a lo que verdaderamente es, las Formas, es solamente racional y no podemos captar lo Bello en sí, o lo Grande
en sí con los sentidos. Quien se aparte lo más posible del cuerpo es quien captará mejor lo real. El cuerpo es una
contaminación, nos llena de distracciones y nos sumerge en la faena cotidiana de su cuidado. La plenitud de la sabiduría
nos llegará solamente al morir. Las virtudes y la filosofía son como ritos purificadores que nos preparan para la muerte.

¿Cuál es el temor popular en relación a la separación alma-cuerpo?


La muerte en sí, que es el momento concreto de la separación alma-cuerpo (el cuerpo muere y el alma queda libre). El
pueblo llano ha considerado desde los albores del tiempo la muerte como uno de los mayores males, puesto que su
tiempo en la tierra se termina, y nadie sabe que hay más allá; se separan de todo aquello que conocen, amigos, familia,
riquezas, etc. sin que haya retorno posible. Los filósofos son considerados por el pueblo personas insensatas, puesto que,
a primera vista, parece que buscaran finalizar su vida, despreciándola junto a todo lo que da (los placeres que éste
intenta evitar, desde el placer de un abrazo a el de sentir la brisa en el cabello, o la contemplación de un paisaje bonito a
la vista), que es lo que la gente del pueblo disfruta de ella: vivirla. El filósofo, a diferencia del pueblo, no busca
exactamente la muerte; la espera paciente y se prepara para, precisamente no temerle.
Mediante esta explicación y ejemplos, Sócrates demuestra que todo aquello que es no nace sino que de su contrario. Por
ejemplo: si es de día, no es de noche, y viceversa; no pueden ser a la vez porque son contrarios, de forma que si uno
existe, es porque el otro no existe.

¿En qué consiste la teoría de la anamnesia o reminiscencia?¿Qué se intenta demostrar?


La reminiscencia o anamnesia, como bien Sócrates explica a Cebes, es el recordar el conocimiento que el alma conserva
de una vida anterior, puesto que ésta es inmortal. Este recuerdo que se produce en el alma es causado a partir de la
visión de cosas materiales semejantes, ya que se parecen a la idea única que el alma recuerda, pero no lo son, ya que las
cosas materiales del mundo material que percibimos con nuestros sentidos son un engaño y carecen de la pureza de la
idea a la que imitan y se asemejan.
Cebes mismo apoya la tesis de la inmortalidad del alma trayendo otro argumento: si el aprendizaje es como se lo ha
considerado en otras ocasiones, es en realidad un recordar. Y esto sería imposible si el alma no tuviera una existencia
anterior a la de nacer con forma corporal.
La doctrina de la reminiscencia (ἀνάμνησις, anámnēsis) se demuestra interrogando a los hombres sobre cosas que no
conocen, y si se hace bien, ellos van diciendo todo correctamente, sobre todo en asuntos relacionados con geometría.
No sería posible este proceder si ellos no poseyeran previamente, de algún modo, el concepto de lo que se les
interroga.7
Sócrates intenta otro modo de apoyar la doctrina: sabemos que recordamos cosas olvidadas a partir de cosas diferentes,
como cuando vemos a Simmias y recordamos a Cebes, y también a partir de cosas semejante, como si vemos a Simmias
dibujado y recordamos a Simmias mismo. Como sea, sabemos que las semejanzas son imperfectas porque conocemos el
original y lo recordamos. Del mismo modo, si aceptamos la existencia de lo "Igual en sí" (αὐτὸ τὸ ἴσον) y lo conocemos,
no es por verlo directamente en las semejanzas que vemos entre cosas parecidas, porque esta semejanza no se cumple
perfectamente nunca, mientras que lo "Igual en sí" es semejante en grado sumo. Si podemos captar la diferencia de
grado entre las semejanzas que se dan en las cosas semejantes y lo "Igual en sí", debe ser porque poseíamos esta Idea
antes de usar los sentidos, antes de nacer. La percepción solo es la ocasión para "recuperar" aquel conocimiento. Y así
sucede con todas las Ideas, la de lo Bueno, la de lo Bello, etc. Es necesario, que si existen estas Ideas, el alma preexista y
las haya conocido en esa existencia previa al nacimiento. Al nacer este conocimiento se pierde, pero no del todo, y lo
recuperamos al percibir las cosas.
Ante la objeción de Simmias de que este argumento demuestra solo la preexistencia de las almas y no su supervivencia
luego de la vida, Sócrates indica que hay que combinar este argumento con el anterior (69e - 72e, vid. supra): si el alma
nace a partir de el estado de "estar muerta", necesariamente debe existir tras la muerte, puesto que debe renacer. Pero
señala que seguramente no terminará aquí la discusión, puesto que sus interlocutores temen que tras la muerte el alma
se disipe, como una suerte de vapor o exhalación, sobre todo si uno muere un día de fuerte viento.

¿Cómo relaciona Sócrates la simplicidad del alma y su inmortalidad?


Sócrates considera que el alma, al ser única, uniforme, divina, perfecta e ininteligible no tiene necesidad de poseer
prácticamente nada: le basta con su mera esencia para ser perfecta. Al contrario, el cuerpo es visible, y necesita estar
apoyado por otras cosas materiales para poder existir en el mundo material en el que vive (ropa, comida, órganos, etc.).
De esta forma, demuestra que cuanto más simple (en el sentido de no necesitar nada en concreto para existir), más
perfecta, pura y cerca de la inmortalidad se encuentra algo como el alma. Esto explica, a su vez, la vida ascética que
llevan los filósofos; una vida simple sin necesidad de placeres ni de todo aquello necesario para el cuidado del cuerpo
(debemos recordar que el cuerpo, al ser imperfecto, no es necesario cuidarlo demasiado).

¿Qué se pretende demostrar con la afinidad entre el alma y las ideas?


Con esta explicación, Sócrates vuelve a defender la inmortalidad del alma. Mediante la palabra de Sócrates, Platón
argumenta que las ideas son únicas, ininteligibles, eternas, puras; son ellas las que forman la esencia del mundo físico o
material y son el “modelo” en el que se basan las cosas materiales. Por lo tanto, si al conocer recordamos aquello que ya
habíamos conocido (es decir, la esencia de aquello que creemos conocer) querrá decir que el alma ya conocía las ideas,
probando que el alma ha pertenecido alguna vez al mundo de las ideas (ha pertenecido, porque se encuentra entonces
atrapada en el cuerpo). Dado que el alma no pertenece al mundo material, buscará eternamente separarse del cuerpo
que la aprisiona y de su impureza para poder así volver junto a las bellas ideas perfectas y puras como ella. Es esta
estrecha relación entre el alma y las ideas la que permite al filósofo afirmar la inmortalidad del alma una vez más.

¿Qué futuro espera a las almas purificadas a través de la filosofía?


Según Platón, el filósofo que ha cultivado su alma (es decir, aquel que se ha abstenido de todo placer material) llegará a
separarla sin problemas del cuerpo que la aprisiona y a unirse nuevamente a las ideas que tanto anhela. Al privarse de
estos placeres, el alma es pura, pero no podrá librarse de la contaminación que el cuerpo le da. Una vez la muerte llegue
al cuerpo humano, el alma se separará de él y alcanzará la “noesi ”(según la teoría del símil de la línea): la contemplación
de les ideas perfectas.
¿En qué consiste la objeción de Simias?¿Cuál es la respuesta que le da Sócrates?
A Símmias le preocupa que el alma, a pesar de ser perfecta, pura y eterna, muera antes que el cuerpo material, pues
considera que esto puede darse cuando la armonía que existe entre cuerpo y alma se rompe.
Sócrates niega su objeción, alegando que la armonía del alma está construida por piezas del propio cuerpo, justificando
que el alma existía antes del nacimiento del cuerpo material. Una vez el alma cae prisionera del cuerpo, se equilibra la
“suciedad” del cuerpo con la “pureza” del alma, de forma que ambos puedan convivir a la vez en armonía. Esta armonía
solo se desequilibra en el momento de la separación (la muerte), y solo el cuerpo, al ser material, puede morir, puesto
que el alma es eterna, y no tiene principio ni final.
Simias expone su posición respecto del alma, según la cual es una proporción determinada de lo frío, lo caliente, lo seco
y lo húmedo en el cuerpo, y que guarda una relación con éste similar a la de la afinación (ἁρμονία, harmonia) de una lira
respecto de las cuerdas y la madera de este instrumento: a pesar de que este ajuste equilibrado pueda ser tenido como
más divino e inmortal que la parte material del instrumento, no lo sobrevive. De hecho, la madera se pudre mucho
después de que la afinación ha sido destruida. Con el cuerpo ocurre lo mismo, en la medida en que la enfermedad altera
el equilibrio que constituye al alma, la muerte es su fin, mientras que los restos corporales la sobreviven un tiempo.

¿En qué consiste la objeción que Cebes hace a Sócrates?


Cebes duda de la eterna vida del alma, pues cree que ésta tiene un límite de cuerpos en los que puede caer prisionera,
de forma que va “gastándose” cada vez que entra en un cuerpo distinto. Cuando el alma llega al límite de los cuerpos
que puede aguantar, esta muere junto con él en el momento en que se separan; en otras palabras, a la muerte del último
de los cuerpos, el alma se destruye al mismo tiempo que lo hace el cuerpo.
Cebes acepta la idea de la existencia del alma antes del nacimiento, y, contra Simias, sostiene que el alma es mas fuerte
que el cuerpo. Pero no cree que haya sido suficientemente demostrado que el alma sobrevive la muerte. Para explicarse
apela a un símil.
Del mismo modo que un tejedor remienda un tejido gastado, el alma actúa con el cuerpo: éste fluye y se desgasta, y el
alma lo reconstituye constantemente. Tanto el tejedor, como el alma, son más duraderos que el tejido y el cuerpo,
respectivamente. Y así como el tejedor ha sobrevivido a varios de sus tejidos, el alma ha sobrevivido, de alguna manera,
a varios cuerpos -sea que se admita el fluir constante de nuestra materia corpórea, o aún mas, aceptando que el alma
reencarna varias veces-. Pero así como el tejedor puede morir tras haber hecho muchos vestidos, en algún momento el
alma puede agotarse y alguna de sus muertes puede ser la última. No es sensato entonces estar tranquilo ante la
inminencia de la muerte, cuando siempre existe la posibilidad de que sea una aniquilación completa.

¿Por qué motivos Sócrates critica a Anaxágoras su concepto de causa?¿Cómo se debe entender verdaderamente lo
que una causa es?
Según palabras de Anaxágoras, es la mente quien crea una singular armonía que permite la existencia de todo aquello
que vemos, organizándolo continuamente, a su vez. Por razones de comodidad, Sócrates prefirió creer a esta idea, ya que
veía que de esta forma no era necesario buscar la esencia de cada elemento de la naturaleza junto con la causa de su
existencia, de forma que llegó a ver en Anaxágoras, un modelo de “causa”. Posteriormente cuando avanzó en la lectura
se dio cuenta que Anaxágoras atribuía la causa de las cosas al aire (al cual considera “ðρðð”ðð
La causa se debe entender verdaderamente como la división en porciones de una cosa concreta para que se creen mas
cosas como esta a partir de su propia esencia. También puede entenderse como la unión de contrarios materiales que, al
alcanzar un cierto grado de armonía lo suficientemente equilibrado, creará nuevas copias de sí mismas, todas iguales en
semejanza. En definitiva la causa es la justificación por la que crean las cosas.

¿En qué consiste la exclusión mutua de contrarios que Sócrates propone como respuesta a Cebes?¿Qué se intenta
demostrar?
Sócrates aclara las objeciones y dudas de Cebes explicando que el una realidad jamás podrá ser contraria de sí misma. Es
del todo imposible que dos cosas totalmente iguales sean contrarias. El alma es quien da vida a la cosa que ocupa o que
la imita, pues es la idea que da un conocimiento a un cuerpo imperfecto.
Con este argumento Sócrates intenta demostrar como a lo largo del libro la inmortalidad del alma, mediante la
afirmación “el alma da vida a lo que ocupa” porque el alma nunca muere, sino que perdura y en cada cuerpo que cae
prisionera recupera mediante la reminiscencia los conocimientos obtenidos en un cuerpo antiguo.
Sarcófago romano del siglo II d.C. que representa las puertas del mundo subterráneo, destino de las almas para los
griegos. Museo Arqueológico de Antalya, Turquía.
Cebes hace notar a Sócrates que, en general, se cree que el alma luego de desembarazarse del cuerpo no subsiste.
Sócrates opone a tal creencia la de que los que mueren van hacia el Hades, y los que nacen provienen de allá. El solo
hecho de que se produzcan nacimientos debería probar que las cosas son así, sostiene Sócrates, puesto no habría como
explicar los nacimientos.
Sin embargo, para apoyar la creencia presenta un argumento de alcance general, que se aplica a todo lo que se genera -y
no solo al hombre- y a todo lo que tiene contrario: según el cual, todo nace de su contrario. Así, vemos que lo bello
proviene de lo feo, lo que llega a ser justo era antes injusto, lo que se vuelve grande antes era pequeño, y lo débil y lo
lento solo pueden llegar a ser a partir de lo fuerte y lo rápido.
El paso de uno a otros de estos pares contrarios es siempre un proceso genético: el que va de una cosa mayor a una
menor, es el disminuir, y de lo menor a lo mayor, aumentar. Y así como hay un dormir, que es el proceso genético que va
del estar despierto al estar dormido, y un despertar, que es el pasar de estar dormido al estar despierto, también estas
mismas relaciones deben darse en el par de opuestos "vivir" y "estar muerto". Si al proceso que va del primero al
segundo es evidente que existe, y lo llamamos "morir", debe haber también otro que sea el proceso que va del "estar
muerto" al "vivir": el "revivir".
La necesidad de que este proceso sea real descansa en el hecho de que si no existiera un "despertar" para los que están
dormidos, todos acabaríamos compartiendo el destino de sueño eterno de Endimión. Si no existiera un revivir, todo
terminaría por estar muerto.

¿Con qué finalidad Sócrates concluye su defensa sobre la inmortalidad del alma con el mito escatológico de Hades?
El filósofo se vale de este mito (posiblemente la base de la religión católica) para explicar lo que pasaría a un alma de no
purificarse y separarse del cuerpo en ese estado. Según la historia, si un alma sigue una vida ascética y dedicada a la
filosofía durante su estada en el cuerpo mortal, al morir éste, el alma llega a las puertas del Hades (cuyo camino, según
Sócrates, es largo y tortuoso) y deberá buscar de un guía para poder llegar a su destino en los Campos Elísios (el
“Paraíso”, en la religión católica). Puesto que no se ha ensuciado con los placeres del cuerpo, encontrará el apoyo de uno
o más guías que le lleven a través de ese camino. Pero si el alma ha cometido crímenes durante su vida, ha robado y ha
gozado sobremanera de los placeres terrenales, el alma de dicha persona estará contaminada, y difícilmente podrá
considerársela pura, de forma que nadie buscará ayudarle. Este tipo de almas son las que, según la mitología tradicional
de Grecia, acaban en el Tártaro (también conocido como el Averno), donde deberán pagar por las cosas ilícitas que han
cometido en vida eternamente. El alma, al ser inmortal, siempre paga las consecuencias de su vida dentro del cuerpo (ya
sean buenas o malas) una vez separadas de él. De otro modo, si el alma no fuera inmortal, las personas de carácter
malvado no sentirían temor de cometer crímenes, puesto que al morir sus cuerpos, sus almas también morirían, y no
tendrían necesidad de expiar sus delitos en el mundo de ultratumba.

La afinidad del alma con las Formas (78b - 80d)


Sócrates desarrolla este argumento a partir de una contraposición entre aquello a lo que le es posible ese disiparse que
se teme que sufra el alma: lo compuesto; y frente a ello, lo simple. Habrá que decidir a cual de estas dos categorías
pertenece el alma.
Lo simple se comporta siempre del mismo modo, mientras que lo compuesto siempre cambia. Lo que es, la realidad
(οὐσία, ousía), el objeto de la dialéctica, es decir, lo Bueno en sí y lo Bello en sí, se comporta siempre igual. La multitud
de cosas que son buenas y bellas, en cambio, son cambiantes. Mientras que las primeras son invisibles, las segundas son
visibles. En el hombre, el cuerpo es visible, mientras que el alma es invisible; además, cuando conocemos con el cuerpo,
con los sentidos, captamos las cosas cambiantes, mientras que con el alma captamos aquellas realidades estables, que
existen siempre y son inmortales. Por otra parte, en la asociación del cuerpo y el alma, lo que cumple una función
rectora es el alma, por lo tanto se asemeja más a lo divino que el cuerpo, que es lo que tiene que obedecer y es mortal.
De esta manera el cuerpo es en el hombre lo que se corrompe y disuelve, mientras que el alma, tras la muerte, se
conserva y se dirige al reino de lo invisible, junto a lo divino.

La trascendencia del alma respecto del cuerpo (91c - 95a)


Tras una breve recapitulación de las objeciones, Sócrates marcha primero contra el argumento que dice que el Alma es
una armonía, sostenido por Simias anteriormente.8
Indica en primer lugar que la doctrina del "alma armonía" no armoniza con la teoría de la reminiscencia: si el alma es un
cierto equilibrio entre los opuestos en el cuerpo, no preexiste a él. Hay que elegir una de las dos teorías. Simias asiente
con Sócrates y declara esta convencido de la teoría de la reminiscencia, dado que la ha aceptado por provenir de una
reflexión metódica, y que el argumento del alma como armonía solo lo adoptó sin demostración, solo como argumento
probable.
De cualquier modo Sócrates lanza una refutación más decisiva: una armonía no puede comportarse yendo en contra de
los elementos de los cuales es el equilibrio, por lo que mal podría tomar el rol de conductor de estos elementos (92e -
93a). Pero constantemente vemos que el alma se opone a los impulsos del cuerpo gobernándolo (94a - 95a).
La armonía admite grados, mientras que no se puede decir que un alma sea más alma que otra.
La inteligencia y la virtud es una armonía, mientras que el vicio es lo contrario. Si el alma fuera una armonía, deberíamos
pensar que la virtud es una armonía superpuesta a otra armonía, y que el alma mala sería una armonía que carece de
cierta armonía. Esto es un absurdo.
Si el alma no admite grados, y admitimos que es una armonía que no admite grados tampoco, todas las almas
participarían por igual de la virtud. Y esto va en contra de lo que vemos siempre.

Sobre la generación y la corrupción (95a - 102a)


Los interlocutores admiten que el argumento de Simias ha sido superado, y, luego de una recapitulación del argumento
de Cebes, Sócrates dice que para rebatirlo, deberá examinar a fondo la causa (αἰτία, aitía) de la generación y la
corrupción (γένεσις καὶ φθορά, génesis kaì phthorá), y lo hará contando el itinerario que recorrió él mismo a lo largo de
su vida filosófica en busca de este concepto.
Desde joven, relata, se interesó por el «por qué» (διὰ τί, diá ti) del nacer, el morir y el ser de las cosas. Su primera
indagación lo llevó a recorrer el camino de la investigación de la naturaleza (φύσεος ἱστορία, physeos historía) al modo
de los antiguos fisiólogos. Pero las respuestas que halló, tales como que el origen de la vida es una cierta putrefacción de
lo frío y lo caliente, o la causa del pensamiento es la sangre, o el aire, o el fuego; o la causa del conocimiento es el
cerebro que reúne las sensaciones en la memoria, o la causa del crecimiento es el comer y el beber, no les satisficieron.9
Al reflexionar sobre la índole de estas respuestas expresa Sóctares una gran duda en responder así sobre cuestiones tales
como las de por qué un hombre es más alto que otro por una cabeza. ¿Es acaso por una cabeza? La "causa" es la cabeza?
El diez, es más que el ocho por dos, la "causa" es el dos?
A la insuficiencia de estos planteamientos se opuso, en su itinerario intelectual, el entusiasmo que le provocó la tesis de
Anaximandro de que todo estaba ordenado por una Inteligencia. Así, creyó, iba a encontrar las respuestas sobre por qué
es la Tierra redonda y está en el centro, por ejemplo. Tenía la expectativa de hallar por qué es mejor que sea así y no de
otro modo: por qué conviene que sea así. Y esto, respecto de muchas cosas. Sin embargo grande fue su desilusión,
puesto que Anaxágoras no explicaba nada según el designio de la Inteligencia, y retomaba explicaciones puramente
mecanicistas. Esto fue como explicar por qué Sócrates estaba sentado diciendo que era por cierta disposición de sus
huesos, músculos y tendones, y no por el hecho de que le pareció bien a él acatar la orden judicial pronunciada por los
atenienses. De hecho, sostiene, si a él le hubiera parecido mejor huir, ya estaría en otra ciudad gracias a los mismos
músculos y tendones. Estos son la condición de que suceda uno o lo otro, pero la causa pasa por lo que él consideró
mejor.
Sólo entonces entendió que era un error mirar directamente a los fenómenos sin previamente considerar los conceptos
más seguros. Así es como llegó a un método por el cual se postula una hipótesis, la que se considere más segura, y
afirmar desde allí el resto de las respuestas buscadas.10 Él postula la hipótesis de la existencia de «lo bello en sí», «lo
bueno en sí», «lo grande en sí», y cosas semejantes. Y que no otras que estas pueden ser las causas de las cosas bellas, o
las buenas, o las grandes.

La exclusión de los contrarios - el alma excluye la muerte (102a - 107b)


Dada por buena la Teoría de las Formas, Sócrates toma las formas de Grandeza y Pequeñez, para mostrar que, en sentido
estricto, «lo que verdaderamente es» no admite en sí su contrario. Si en Sócrates se da la Forma de Pequeñez -si se lo
compara con Simmias- y la de Grandeza -comparado con Fedón-, la Grandeza en sí no admite la Pequeñez en sí. Un
interlocutor plantea la objeción de que se había aceptado que todo surge de su contrario.11 Söcrates diferencia lo dicho:
entonces se hablaba de un objeto particular que, siendo contrario a otro, surge de este otro. Ahora se habla del contrario
en sí mismo (103c).
Incluso hay ciertos objetos particulares que no pueden admitir lo contrario de lo que los constituye: la nieve no admite al
Calor sin dejar de ser lo que es, y el fuego tampoco puede acoger al Frío. El tres no puede ser Par, y el dos no puede ser
Impar. Siguiendo este tipo de razonamiento, si preguntamos «¿qué hace que el cuerpo esté caliente?» responderemos
no ya «el calor», sino «el fuego». Y si contestamos qué es lo que hace que un cuerpo esté vivo, responderemos no
simplemente «la vida», sino el alma. Y el alma no puede admitir a la muerte, pues la vida es lo que la constituye. El alma
es, de esta suerte, inmortal (105e).
Todo a lo que se le aproxima un contrario tiene dos destinos: o retirarse o perecer. Si lo no-caliente fuera indestructible,
al acercarse lo caliente a la nieve, esta no cesaría, sino que se retiraría. Pero «lo que no admite la muerte» es
efectivamente indestructible, por lo que al acercarse la muerte al hombre, sólo lo mortal en él se corrompe, mientras
que lo inmortal se retira intacto (107 a).
Cebes queda convencido, mientras que Simmias, aun sin encontrar falla alguna en el argumento, sigue dudando, debido
a la magnitud del asunto y de lo débil de las posibilidades de indagación de los hombres. Sócrates, alabándolo por tal
actitud, lo insta a repasar nuevamente y con mayor rigor las premisas de todo el razonamiento, y expresa la esperanza de
que así habrá una certeza que no necesite revisiones posteriores.

Mito escatológico (107c - 115a)


Finalizado el debate y tomada por buena la conclusión que sostiene la inmortalidad del alma, Sócrates nota a sus oyentes
que el alma es algo que debe ser cuidado no solo teniendo en cuenta el tiempo en el que transcurre la vida, sino
también la suerte de la misma más allá de la muerte. Para mostrar esto comienza a contar un mito escatológico, esto es,
un relato sobre el tránsito del alma al Hades y su posterior juicio.
A pesar de que Sócrates entiende que es necesario pensar que, tras la muerte, las almas de los buenos y los malos deben
tener un destino diferente y acorde a sus modos de vida -en definitiva ello es lo que lo impulsa a narrar el mito-, no deja
de advertir que es demasiado difícil determinar la veracidad de dicha narración, que declara haber escuchado de otros.
Sócrates realiza una descripción geográfica en la que distingue tres lugares:
El mundo habitado que conocemos, que concibe como una cavidad en la tierra: los hombres se emplazan alrededor del
mar, fondo de esta cavidad, como las ranas lo hacen alrededor de un estanque. Esta cavidad no es única: considera que
entre las Columnas de Hércules y el río Fasis -los límites del mundo según los antiguos- hay una de ellas, pero a lo largo
de la inmensidad de la tierra hay muchas otras cavidades semejantes. Sólo por un error de perspectiva creemos que
vivimos en la superficie de la tierra, un error semejante al que sufriría alguien que vive en el fondo del mar y estuviera
acostumbrado a ver los astros a través del agua, y llamara al agua "cielo". Por ello, el aire que nosotros mismos llamamos
cielo, y que es más puro que el agua, es asimismo mucho menos puro que el verdadero cielo de éter.
La tierra pura, ubicada en el éter, de cuya decantación provienen los elementos menos puros: aire, niebla y agua. Así
como en el mar todo está corroído por el salitre, mientras que en tierra seca las cosas presentan un estado mas puro y
bello; en nuestro mundo todo está corrompido y presenta un aspecto menos bello y puro respecto de las cosas que se
pueden encontrar en la tierra verdadera que está bajo el verdadero cielo. Piedras y vegetación son mucho mejores allí y
más hermosos. Es una zona habitada por seres de superior inteligencia y capacidades, y en sus templos habitan
realmente los dioses, los pueden ver y pueden comunicarse con ellos, además de poder contemplar como
verdaderamente son el sol y los astros, lo que les proporciona una gran dicha.
La región subterránea, donde el agua de los ríos accede a través de ciertas aberturas, entre las cuales se encuentra la
más profunda y que los poetas llamaron Tártaro, donde desembocan todos los ríos y de donde provienen en un flujo y
reflujo constante. Allí rodeado por ríos de lava y de lodo se encuentra un lago, el Aquerusiano desembocadura del
Aqueronte. A este lago son conducidas las almas por el demonio particular que le tocó al nacer, y allí se reúnen y esperan
a ser juzgadas.
Subidas a embarcaciones al Aqueronte, las almas que vivieron moderadamente pasan un tiempo en el lago expiando sus
faltas, y recibiendo honores por sus buenas acciones, según les corresponda. Los que en vida cometieron asesinato
injustos y sacrilegios, y son considerados irrecuperables, son arrojados al Tártaro, de donde nunca salen. Aquellos que
han cometido faltas muy graves, pero aun así se consideran recuperables, tras un año de permanecer en el Tártaro la
corriente los devuelve al lago Aquerusiano, donde deben suplicar a quienes han cometido sus injusticias que los
absuelvan. Si son absueltos, sus males cesan, si no, son arrojados nuevamente al Tártaro, y permanecen en este estado
hasta que logren el perdón.
Los hombres que han vivido santamente, son liberados de la región subterránea y van a vivir a la verdadera superficie de
la tierra, bajo el Éter. Y los que se han purificado en vida mediante la Filosofía logran un destino aún más dichoso,
viviendo en el porvenir librados del cuerpo en una morada aún más bella e imposible de describir.
Por ello, concluye Sócrates, no debe temer la muerte quien ha vivido desechando los placeres del cuerpo y procurando
los bienes propios del alma: la prudencia, la justicia, el valor, la libertad y la verdad, puesto que grandes son las
esperanzas para ellos.

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