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Ser docente en estos tiempos se ha convertido en una profesión de riesgo. Sin duda, el factor
vocacional es determinante a la hora de elegir una profesión exigente y que supone una
enorme responsabilidad.
Lamentablemente, en las facultades no se nos prepara para una labor que a mi modo de ver
marca buena parte del destino de una sociedad. Muchos de nosotros hemos ido aprendiendo
a ser profesores más por nuestros errores que por nuestros aciertos.
Pues bien, en este artículo os quiero dar a conocer algunos errores que son muy comunes en
nuestra profesión y que creo que con poco esfuerzo podemos corregir y mejorar así nuestras
labor docente. Siempre me gusta decir que errar nos hace humanos, y que rectificar no
convierte en buenos profesionales.
2. Oír sin escuchar. Un aspecto al que le doy mucha importancia en mis sesiones lectivas es
intentar no sólo oír a mis alumnos, sino también escucharlos. La diferencia entre oír a una
persona y escucharla es enorme, ya que cuando la escuchamos lo estamos haciendo de forma
activa y les transmitimos a nuestros alumnos que aquello que nos está diciendo es importante
tanto para ellos como para nosotros.
Los alumnos de una clase demandan atención en todo momento. De ahí que en la medida que
nos sea posible, debemos esforzarnos para escuchar con atención aquello que nos quieran
decir. Con ello aumentaremos la empatía y mejoraremos nuestra relación con ellos.
Aquellos docentes que sólo oyen a sus alumnos pero no interactúan, corren el riesgo de tener
una relación distante y ello repercute negativamente en la relación del docente con el grupo.
Para saber más sobre este apartado os recomiendo la lectura del artículo 5 consejos para
aumentar la empatía con tus alumnos.
Bien es cierto que los docentes enseñamos a través de la palabra oral y escrita, pero también
comunicamos a través de nuestro cuerpo y, por supuesto, con la mirada. Referente a la mirada
hay un aspecto que es importante corregir y es el hecho de hablar a nuestros alumnos sin
mirarlos directamente a los ojos.
De ahí la importancia de ser muy escrupulosos con aquello que les prometemos, porque si ya
de antemano sabemos que no vamos a cumplirlo, esta promesa no cumplida se volverá en
nuestra contra. Esto sirve tanto para las promesas como para con las amenazas en caso de no
cumplir con las normas del centro.
Un docente que no mantiene su palabra o que no cumple con sus palabra es un docente que
poco a poco va debilitándose frente al grupo y puede afectarle muy negativamente en el caso
de que quiera ganarse su respeto.
5. Prolongar el tiempo de corrección. Profesor, ¿tienes los exámenes corregidos? Seguro que
se trata de una pregunta que si no a todos, a casi todos os habrán hecho en algún momento.
Todos somos conscientes del esfuerzo que implica la corrección de ejercicios, trabajos
exámenes… Pero creo que es importante hacer un esfuerzo por entregar dicha corrección en la
mayor brevedad posible. La rapidez en la corrección es algo que los alumnos valoran muy
positivamente y hace que te ganes el respeto de tus alumnos, porque consciente o
inconscientemente te conciben como un profesional implicado y eficaz.
El hecho de entregar con rapidez aquello que hemos corregido también le da valor a la
corrección en sí en el caso de que queramos hacer algún inciso o comentario en clase. Hay
docentes que tardan semanas en la corrección y ello repercute negativamente en su beneficio.
Sobre cómo ganarse el respeto de tus alumnos recomiendo la lectura del artículo 5 consejos
para ganarse el respeto de tus alumnos.
6. No utilizar el mismo código. Para que exista una correcta comunicación entre dos personas,
estas deben conocer y compartir el mismo código. En muchas ocasiones se producen
problemas de relación entre alumno y docente porque la fractura que existe del código de
cada parte es insalvable.
Los docentes tenemos la facultad de dominar todos los registros de una lengua, desde el culto
hasta el vulgar, pasando por el coloquial. El error que cometemos es pensar que también
nuestros alumnos dominan todos estos registros. En la medida que seamos capaces de
compartir al máximo el mismo código, más fluida será la relación entre alumno y docente y
mayor será el grado de comprensión.
Con ello no digo que debamos situarnos a su nivel de competencia lingüística, sino que se trata
de encontrar un equilibro entre aquellos que les podré enseñar como nuevo y el registro que
utilizaré para que ese conocimiento llegue a todos los alumnos.
7. No dejarnos influir por nuestro estado de ánimo. Siempre he admirado a los presentadores
de noticias de la televisión porque siempre tienen el mismo semblante, pese a que
seguramente tendrán como todos nosotros sus días buenos y sus días malos. A esto se le llama
profesionalidad.
Pues bien, creo que esta profesionalidad también debería ser aplicable a los docentes. En
muchas ocasiones nos dejamos llevar por nuestros problemas personales y los trasladamos a
nuestras sesiones lectivas.
Tenemos poca paciencia, nos sentimos irritados, gritamos por cualquier nimiedad, expulsamos
a alumnos de forma arbitraria. A mí me gusta pensar que cuando entro en una clase es como si
entrara en un plató de televisión. Al ponerme delante de mis espectadores, los alumnos, debo
dar lo mejor de mí mismo, independientemente del estado de ánimo en el que me encuentre.
Ser profesional bajo cualquier circunstancia es la mejor forma de dignificar muestro trabajo.
9. Enseñar sin educar. Los docentes solemos cometer el error de pensar que nuestra profesión
consiste en la transmisión pasiva de conocimientos, en la transmisión unidireccional de
contenidos a través de lo que podríamos llamar una clase magistral.
Creo que este enfoque es erróneo. Y es erróneo porque un docente es mucho más que un
mero transmisor de conocimientos. Un docente es aquel que además de enseñar es capaz de
invertir, repito, invertir, todo el tiempo que haga falta en educar a sus alumnos, en
transmitirles valores como el de la solidaridad y la cooperación.
10. Mezclar lo profesional con lo privado. Redes sociales. En la sociedad actual la privacidad se
está convirtiendo en un lujo. El ámbito privado de los docentes es algo que debemos tener
muy en cuenta, porque un mal uso de nuestra privacidad puede afectarnos muy
negativamente.
Me parece importante que en nuestras sesiones lectivas nos centremos en lo educativo y no
en lo personal. Se trata de mantener una distancia con nuestros alumnos, en especial, por lo
que a las redes sociales se refiere. De ahí que sea necesario mantener unas pautas de
actuación muy estrictas.
Lo digo porque los alumnos tienen la costumbre de bombardearnos con preguntas sobre
nuestra vida privada, nos envían solicitudes a nuestros perfiles sociales, preguntan a otros
compañeros de profesión sobre aspectos relacionados con nuestra familia, edad, estado civil…
Es por ello que creo conveniente guardar con mucho celo nuestra vida privada, porque a corto
o a medio plazo, la información personal que podamos dar a nuestros alumnos podría
afectarnos negativamente. En mi caso, por ejemplo, no acepto jamás ninguna solicitud de un
alumno de ninguna de las redes sociales de las que formo parte.
Revisando todos estos errores me doy cuenta de que la profesión de docente exige por
nuestra parte una dedicación y una vocación extraordinarias. Siempre he pensado que los
mejores docentes son aquellos que, habiéndose equivocado una y otra vez, tienen la
capacidad de levantarse todas las mañanas para enfrentarse al reto apasionante que supone la
docencia.
Para aquellos que amamos esta profesión tiene tanto de reto como de pasión. Aquellos que
nos dedicamos a la docencia debemos dar a en cada sesión lectiva lo mejor de nosotros
mismos, vaciarnos en clase, entregarnos para que nuestros alumnos adquieran valores y
conocimientos, enseñarles a través de la palabra y educarles desde el corazón. Si tú eres uno
de ellos, desde aquí mi más sincera felicitación porque,