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Por el hecho de que buena parte de la población indígena sigue ligada al trabajo de la tierra, y por
el hecho de que gran parte de esa población lucha por su derecho a la tierra, el movimiento
campesino se relaciona frecuentemente con el movimiento indígena, aun cuando aquél esté
compuesto también por un contingente importante de población ladina y mestiza. De suerte que el
estudio de ambos movimientos se ligue frecuentemente tanto en sus procesos como en sus
objetivos de lucha. Sin embargo, el movimiento campesino, cuya historia moderna empieza con la
Revolución democrática del 20 de octubre de 1944, se ha centrado fundamentalmente en la lucha
por la tierra, el pago de mejores salarios y el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo
de los colonos y obreros agrícolas de las plantaciones bananeras, cafetaleras, cañeras —después
de la firma de la paz las demandas de este movimiento se ampliaron al desarrollo rural y la
seguridad alimentaria.
Así, las expectativas creadas en la sociedad por la firma del Acuerdo sobre Aspectos
Socioeconómicos y Situación Agraria, se fueron desvaneciendo poco a poco en la medida en que
sus proyectos 1) no se realizaron (ante la falta de voluntad política de los gobiernos de turno y el
bloqueo de los terratenientes); 2) su realización sólo fue un paliativo para los problemas de una
reducida minoría de campesinos (mercado de tierras, arrendamiento de tierras, microcréditos,
compra de fertilizantes baratos); y 3) su realización favoreció especialmente a los terratenientes
(legalización de los excesos de tierra a través del catastro, seguridad jurídica, venta de tierras no
agrícolas o agotadas en el mercado de tierras).
Aunque uno podría argumentar que hubo “avances” y que éstos significaron un adelanto en la
solución de la problemática agraria, los resultados obtenidos hasta ahora demuestran que ellos
sirvieron más bien para consolidar el modelo agrario neoliberal pregonado por el Banco
Mundial.[15] Hoy, doce años después de la signatura del Acuerdo de Paz Firma y Duradera, y no
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OBRERO-CAMPESINO laura
La reivindicación más frecuente y conflictiva fue la insistencia de los trabajadores para que sus
sindicatos fuesen reconocidos por los empresarios, lo que podía permitir el primer paso hacia una
autonomía de la naciente clase obrera frente al poder central. Al producirse la huelga ferroviaria
de mayo de 1920, en la que la recién constituida Unión Ferrocarrilera exigía ser reconocida por la
International Railway of Central América -IRCA- como representante de sus empleados, el
Patronazgo y el Gobierno comprendieron el doble peligro que tal acción entrañaba para sus
intereses. Así, el carácter público del servicio ferrocarrilero fue el pretexto gubernamental para
decretar que toda huelga obrera que implicase una amenaza a los intereses del Estado sería
sistemáticamente reprimida. A su vez, esto dio la excusa a los patronos para recurrir al Ejército
ante cada amenaza de paro obrero. En el fondo, el meollo de tal situación era el derecho exigido
por los trabajadores para organizarse por sí mismos
La unidad alcanzada en la coyuntura de 1920 por los trabajadores en torno a la Liga Obrera,
durante los seis meses que precedieron a la caída del presidente Estrada Cabrera, se deterioró
rápidamente a partir del inicio del gobierno del Partido Unionista, encabezado por el presidente
Carlos Herrera. LaLiga Obrera no había sido sino la unión coyuntural de una serie de
organizaciones mutualistas frente al estradacabrerismo, en un momento en que el sector
conservador de la oligarquía guatemalteca y una parte del sector liberal de la misma estaban
dispuestos a poner fin a veintidós años de dictadura personalizada. Fue así que, a partir del
acuerdo logrado entre conservadores y liberales después de la renuncia de Estrada Cabrera, las
organizaciones obreras se vieron jaloneadas por la lucha en la correlación de fuerzas establecida al
interior de la oligarquía guatemalteca
Dentro de esa fragmentación del naciente movimiento obrero surgió Unificación Obrera, bajo la
presidencia del maestro hojalatero Alfredo Estrada Mendoza, ex miembro de la Liga Obrera y uno
de los firmantes del“Acta de los Tres Dobleces”,que había dado nacimiento al Partido Unionista en
diciembre de 1919. En sus estatutos, Unificación Obrera reclamaba, de conformidad con la ley, el
derecho a 2“inmiscuirse en la política interior del país cuando los intereses que def iende lo
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Laura
requieren”. Dicha posición era novedosa en Guatemala, pues durante los veintidós años de
estradacabrerismo las mutualidades habían estado obligadas por el poder central a una actividad
apolítica por parte del poder central.
En cuanto a los obreros, éstos habían descubierto la huelga como mecanismo reivindicativo de sus
derechos económicos y políticos. Como ya se ha dicho, a la cabeza de su acción se encontraban los
ferrocarrileros que trabajaban para la IRCA, subsidiaria de la United Fruit Company -UFCO-. De
esta forma, a la huelga por mejoras salariales de mayo de 1920 siguió otra a principios de 1921, la
que finalizó el 22 de abril de ese año con la firma de un acuerdo entre el gerente general de la
IRCA, Alfred Clark y los representantes de la Unión Ferrocarrilera. En el acuerdo, la empresa
norteamericana hacía constar que el suscribirlo no implicaba el reconocimiento del sindicato
ferrocarrilero como persona jurídica, pero en la práctica fue el primer triunfo obrero en materia de
contratos colectivos.
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Dora
3representantes de la Liga Obrera se entrevistaron con el presidente Herrera para que garantizara
la libertad de trabajo, acción, prensa y asociación, así como la libertad de recorrer el país sin
cortapisas. Un año más tarde, el Ministerio de Gobernación estableció un “Reglamento de
Manifestaciones”, en el que se estipulaba que toda manifestación debía ser comunicada por
escrito con veinticuatro horas de antelación y que los firmantes de la misma eran responsables de
los desórdenes que pudieran ocurrir, siendo castigados de acuerdo a la ley los infractores
Como contrapartida al fraccionamiento del movimiento obrero, se dio la aparición de una gran
cantidad de mutualidades y, sobre todo, de los primeros sindicatos en el país. A pesar de que la
lista sobre las organizaciones obreras guatemaltecas es incompleta, entre 1892 y 1920 existieron
al menos 31 mutualidades situadas en 8 de los 22 departamentos con que cuenta la República de
Guatemala. Como resultado de la apertura política a raíz de la caída de Estrada Cabrera, luego,
entre 1920 1931, aparecieron otras 35 organizaciones obreras (mutualidades y sindicatos),
repartidas esta vez en 16 de los 22 departamentos. De esas organizaciones obreras recién creadas,
dos habrían de jugar un papel decisivo en el posterior surgimiento del Partido Comunista de
Guatemala, la Sociedad Central del Gremio de Panaderos y la Unificación Obrera Socialista. La
primera fue fundada en 1920 y, de hecho, durante el transcurso del año 1924 ésta pasó a ser el
primer sindicato dirigido por los comunistas, quienes hicieron del mismo el motor de las
reivindicaciones obreras guatemaltecas de dichos años
Los procesos judiciales que se siguen por delitos de asociación ilícita, tráfico de influencias y
lavado de dinero tendrán que seguir su cauce, y obviamente son una oportunidad para que la
sociedad guatemalteca reconozca a juzgadores honestos y a los que se involucran en litigios
maliciosos. Habrá presiones seguramente, mucho trabajo en la administración de justicia, pero
ello no debe postergar procedimientos de extinción de dominio a fin de recuperar bienes robados,
en tanto la corrupción ha provocado la sustracción de recursos que bien podrían haberse
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Dora
destinado para atender demandas sociales como promover las pequeñas economías y dotar de
servicios públicos a las personas más pobres.
Cabe resaltar que la persecución penal hasta ahora incluye a diputados, jueces y altos funcionarios
del Ejecutivo, líderes de partidos y unos cuantos empresarios, pero aún faltan investigaciones que
develen cómo las acciones de empresas extractivistas están violando el derecho a la vida cobijados
con la institucionalidad del Estado corrupta e injusta.
En varios departamentos, como San Marcos, Alta Verapaz, Izabal y Petén, la expansión de los
monocultivos de palma aceitera, banano y otros productos de exportación está violentando la
existencia de comunidades indígenas y campesinas, sin que entidades gubernamentales
intervengan para evitar los estragos que provocan grandes empresas exportadoras de materias
primas. Urge tomar medidas para que en esas localidades se garantice el derecho a la
alimentación y a la vivienda, se cancelen las fumigaciones tóxicas que dañan la salud, se protejan
las fuentes de agua y bosques.
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juana
1996 marca el fin de la guerra de 36 años que desgarró al país, y también el inicio formal de un
período de la historia guatemalteca que se caracteriza entre otras cosas por la diversificación de
los movimientos sociales y las identidades. Desde entonces, y aunque en Guatemala tal
diversificación comienza con la guerra misma, se constata el surgimiento de nuevas organizaciones
sociales, de nuevos movimientos sociales, que reivindican los derechos de la mujer, del niño, de
los jóvenes, de los gay, en fin, de casi todo lo que pueda significar derechos específicos e
identidades colectivas.
En ese nuevo contexto, ¿cuáles son las principales expresiones de los movimientos sociales
guatemaltecos
Mineros
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Juana
Basados en los preceptos del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, según el
cual los pueblos indígenas deben ser informados sobre los proyectos de explotación de los
recursos naturales de los territorios que ocupan, y cuya aprobación pueden aceptar o no, los
pobladores han organizado desde 2005 más de cuarenta consultas. Con resultados contundentes
en favor del no, las comunidades rechazaron los proyectos de explotación minera contaminantes
que, a cambio de enormes beneficios para las empresas, sólo dejan el 1% de regalías para el país.
Si es verdad que las consultas fueron declaradas “no vinculantes” por la Corte de
Constitucionalidad, también es cierto que los procesos generados por la “minería a cielo abierto”
crearon conciencia entre las poblaciones sobre la necesidad de organizarse, usar los mecanismos
legales existentes y ejercer su poder de cara a un Estado y a unas autoridades que no las
representan. Ahora bien, el movimiento contra la minería puso en evidencia un grave problema
del movimiento social. Atrapados por sus luchas internas, los movimientos sociales de alcance
nacional perdieron —o han perdido— la oportunidad de asumir la lucha de las comunidades como
suya. En realidad, y a no ser por el apoyo más o menos discreto de ciertas organizaciones que se
identifican abiertamente con las causas populares, el movimiento social en su conjunto no pudo
ocultar la escasa relación que mantiene con ellas
Después de la firma de los Acuerdos de Paz (el 29 de diciembre de 1996), una liberalización
política más amplia pareció ofrecer un mayor espacio para el reconocimiento de la naturaleza
pluricultural de la sociedad guatemalteca. Durante la pasada década, sin embargo, los esfuerzos
para traducir las promesas contenidas en la Constitución de 1985 y en los Acuerdos de Paz
(especialmente en el Acuerdo sobre la Identidad y los Derechos de los Pueblos Indígenas) en una
legislación indígena específica, han fracasado en gran parte. Las élites conservadoras y el poderoso
sector económico continúan obstruyendo incluso los intentos más sencillos para reconocer los
derechos (colectivos) indígenas, insistiendo en una concepción unitaria del Derecho para defender
sus privilegios históricos. El movimiento indígena guatemalteco es débil, comparado con el de
otros países latinoamericanos: carece de aliados políticos de peso y está divido internamente en
diversas tendencias políticas, en donde los extremos son los izquierdistas, de un lado, y los
culturalistas, del otro. Esto ha producido problemas de representatividad y legitimidad (Sieder
2002; Bastos & Camus 2003a). Entretanto, la población indígena de las comunidades rurales y
urbanas sigue demandando más derechos – no necesariamente colectivos – y se moviliza
alrededor de temas específicos, como la continua violación de los derechos humanos y la
liberalización económica. Más recientemente, sus acciones se encaminan a luchar contra los
efectos destructivos de la minería y de otros megaproyectos – para defender sus medios de
subsistencia y asegurar su sobrevivencia.
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Juana
Según los últimos datos oficiales puestos a disposición por el Ministerio de Energía y Minas (abril
de 2008), había en Guatemala 113 permisos de minería vigentes: 1 permiso de reconocimiento,
105 permisos de exploración y 7 permisos de explotación (Rosal 2008)5 – aunque el gobierno ha
concedido muchos más permisos mineros para actividades de minería no metálica (exploración y
explotación).6 Más de la mitad de estas concesiones, junto con muchas otras solicitudes de
permisos pendientes, están concentradas en las áreas montañosas de cuatro departamentos: en el
occidente de San Marcos (17 de ellas) y Huehuetenango (15), así como en el oriente de Alta
Verapaz (16) e Izabal (19). Aunque la población es predominantemente Maya en todos estos
departamentos, las comunidades locales no fueron consultadas antes de que estos permisos
fueran concedidos, lo cual constituye una violación del Convenio 169 de la OIT sobre los Pueblos
Indígenas, ratificado
por Guatemala en 1996. Cuatro grandes transnacionales mineras que operan en Guatemala bajo
distintos nombres registrados, dominan la actividad minera en estas zonas. Tres de estas empresas
son canadienses: Goldcorp (con domicilio en Vancouver), que opera 17 concesiones de
exploración y 1 concesión de explotación en San Marcos y Huehuetenango, a través de sus
subsidiarias de propiedad total Montana Exploradora de Guatemala y Entre Mares de Guatemala;
Nichromet Extractions (con domicilio en Montreal), representada por su subsidiaria Nichromet
Guatemala, tiene 8 concesiones de exploración en Izabal y Alta Verapaz; y HudBay Minerals (con
domicilio en Toronto), que a través de su subsidiaria CGN (Compañía Guatemalteca de Níquel)
opera 2 concesiones de exploración y 1 concesión de explotación en Izabal. La cuarta compañía es
australiana: BHP/Billiton (con domicilio en Melbourne), que opera 18 concesiones de exploración
en Izabal y Alta Verapaz, a través de sus subsidiarias Maya Níquel y Jaguar Níquel (Rosal 2008;7
con base en varias fuentes en Internet).
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Lidia
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Lidia
especialmente en áreas indígenas y rurales, y sus tasas de malnutrición crónica están entre las
mayores de la región”, dice el Banco Mundial.
“Guatemala enfrenta retos de cara a […] un crecimiento económico significativo de la región
latinoamericana que no se ha traducido necesariamente en mejor salud, educación y empleo para
todos”, dijo PNUD.
3. Inseguridad
Guatemala padeció 36 años de un largo conflicto armado interno, uno de los más crudos y
violentos de la región, que finalizó con el Acuerdo de Paz Firme y Duradera en 1996.
“Doce acuerdos en total fueron firmados entre 1991 y 1996 para resolver los principales
problemas del país, incluyendo acuerdos operativos relativos al cese al fuego, la desmovilización”,
dijo PNUD.
La firma de esos acuerdos retiró un obstáculo para la inversión extranjera.
Sin embargo, la inseguridad sigue siendo un tema pendiente. Estimaciones del BM apuntan a que
este problema le cuesta al país cerca de 7,7% del PIB.
El hoy expresidente Pérez Molina había llegado al cargo en 2012 con el ofrecimiento de mano dura
contra el crimen y la corrupción.
4. ¿Alianza para la Prosperidad?
Guatemala, Honduras y el Salvador habían buscado convencer a Washington de respaldar un plan
de 20.000 millones de dólares para revitalizar sus economías y frenar la migración hacia Estados
Unidos, en particular de menores no acompañados.
Barack Obama recibió en abril el plan para revitalizar la región, en cinco años, durante una cumbre
continental en Panamá.
Sin embargo, la esperanza inicial de que Estados Unidos aportara 5.000 millones de dólares en
cinco años se redujo a 3.000 millones de dólares. Ahora se espera, en el mejor de los casos, otros
1.000 millones de dólares para 2016, aunque tras la renuncia de Pérez Molina, el destino del plan
es incierto, según la agencia AFP.
Los objetivos originales del plan incluyen la creación de 600.000 nuevos empleos, una reducción
de homicidios del 10% y un impulso económico adicional de hasta el 3,5% para reactivar a los
países, según Reuters.
Los gobiernos quieren destinar unos 12.000 millones de dólares a los sectores productivo, agrícola
e infraestructuras.
Para abatir la pobreza, que acosa al 43% de la población en Centroamérica, el plan prevé
inversiones por 7.000 millones de dólares en desarrollo social, creación de empleos, salud,
educación, vivienda y transferencias directas a la población.
En el frente de justicia y orden, proponen destinar 1.000 millones de dólares a mejorar los
sistemas preventivos y formar unos 70.000 policías para lidiar con las crisis de inseguridad en los
tres países.
El proyecto también contempla disminuir la burocracia, dotar de más transparencia al sector
público y frenar la malversación, justo cuando varios un escándalo de corrupción tiró al Gobierno
guatemalteco.
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Caratula lidia
Dora introducción
Laura bibliografía
Juana conclusión
Dora índice
Comentario lidia