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EL CÓDIGO DE MANÚ

En el presente trabajo se mencionan y ordenan las referencias que de la mujer se hacen en el


Manava Dharma Shastra o Leyes de Manu. Si bien en el texto aparecen recomendaciones que
buscan aminorar los excesos a que las mujeres se veían sometidas, es evidente la poca
consideración que se tenía por el sexo femenino. Se mencionan las formas de matrimonio, las
relaciones entre esposo y esposa, la pertenencia de los hijos y cómo asegurar la continuidad de
la familia, la herencia, los deberes y los (pocos) derechos que las mujeres poseían.Su único rol
importante será el de madre, como continuadora y sostén de la familia. Temida, respetada
(por ese mismo temor), humillada, despojada de su libertad, permanecerá toda su vida bajo el
mando de algún varón. Deberá permanecer bajo el cuidado de su marido adorándolo como si
fuese su guru. Y continuar en esta actitud incluso después de viuda.

Introducción

El hinduismo reconoce a moksha como el fin último de la vida. Moksha es literalmente La


Liberación, que implica que el alma humana sale del ciclo de reencarnaciones y alcanza un
estado de felicidad.

Para lograr esta felicidad el hombre debe, durante su vida, contar con los medios que necesita
para subsistir (artha) y obtener goces psicofísicos (kâma). Pero para que estos dos (artha y
kâma) lo conduzcan a moksha deben seguir dharma, es decir que deben estar de acuerdo a las
normas morales.

Esta idea es la base de purusharta: los cuatro fines que el hombre debe perseguir en su vida:
dharma, artha, kâma y moksha.

Dharma, que deriva de la raíz sánscrita dhr, significa mantener, sostener. Dharma es lo que
sostiene al Universo, lo que mantiene unidas sus partes entre sí, de una manera ordenada.

En lo referente al hombre dharma es la ley, lo que mantiene a la sociedad ordenada. Son las
normas que rigen la convivencia y las relaciones entre los seres humanos.

Pueden distinguirse dos tipos de dharma, el sâdhâranadharma y el svadharma.

Existen virtudes tales como el no robar, la continencia, el conocimiento de las escrituras, y


otras, que deben ser practicadas por todos los hombres. Estas se encuentran dentro del
sadharanadharma, el dharma común o universal.

Pero hay otras virtudes a ser ejercidas, dirigidas a unos u otros en función de su status social
(varna) y de la etapa de la vida en la que se encuentre (ashrama). Esta idea de dharma
individual (svadharma) matizada por la casta y el ashrama se ha denominado
varnâshramadharma.

Para saber cuál es el dharma a seguir, la tradición hindú reconoce cuatro fuentes del dharma:

Las Escrituras Reveladas, la Shruti; la conducta de los hombres virtuosos, conocedores de las
Sagradas Escrituras; la conciencia individual; las escrituras de la tradición, Smriti,
fundamentalmente los Dharma Shâstras.

Dentro de la Smrti encontramos los Kalpa Sûtras, textos orales relacionados con el ritual y el
derecho, que pueden situarse entre los siglos VIII y IV aC., y son parte del Vedanga, las ciencias
auxiliares del Veda.
Dentro de los Kalpa Sûtra se hallan los Dharma Sûtras que tratan del derecho y del correcto
comportamiento humano, son muy importantes en tanto que establecen las reglas sobre la
ejecución del Dharma en el hogar.

Los Dharma Shâstras que son textos algo más tardíos, íntimamente relacionados con los
Dharma Sûtras, se explayan mucho más que estos en cuanto a los deberes domésticos y
contienen más material de carácter jurídico.

Si bien el tema del dharma incumbe a todas las castas sociales, los escritos jurídicos se han
interesado principalmente en la casta sacerdotal.

“Los Shâstras reflejan la ideología dominante de los brahmanes y una visión del orden social en
la que los brahmanes, la clase que disfrutaba de la máxima posición, mantenían un lugar
nuclear como baluarte del ritual y la pureza moral, y se configuran como los detentadores de
las tradiciones sagradas.”

La idea de pureza es un concepto clave dentro de la visión hindú, y las leyes en estos textos
establecidas están estrechamente ligadas a este concepto. Para que el brahmán se mantenga
puro debe observar determinadas normas, sobre todo en la interacción con individuos de otras
castas, en la que se marcan grandes restricciones, especialmente en lo referente al
matrimonio.

Dentro de los Dharma Shâstras, Manava Dharma Shâstra, que significa literalmente “el libro de
las leyes de Manu” es especialmente importante.

Se dice que este código de leyes fue revelado por el mismo Brahma a Manu quien se los dictó a
los hombres. De tradición oral, fue compuesto alrededor de los siglos II y III aC., volcado por
escrito en los primeros siglos antes de nuestra era y traducido por primera vez al inglés por Sir
William Jones y publicado en 1794.

Se divide en doce libros que hablan principalmente de cuestiones sociales, pero también
religiosas y mitológicas.

Ninguno de los doce libros está dedicado íntegramente a la mujer sino que este tema va
apareciendo interpolado en algunos de ellos. Más que referirse directamente a ella se marca la
actitud que el varón debe tener hacia su persona, y se tratan temas en los que se ve
involucrada, como ser el matrimonio, los hijos, derechos y obligaciones de los varones para
con ella, etc.

El Matrimonio

“Habiendo estudiado los Vedas del modo prescrito por la ley, habiendo procreado hijos del
modo legal y habiendo ofrecido cuantos sacrificios ha podido, estando canceladas sus tres
deudas, puede entonces (el hombre) pensar únicamente en la liberación final.” (VI, 36)

Las tres deudas son para con los Sabios, para con los Antepasados y para con los Dioses. La
primera se cancela estudiando el Veda, esto lo realiza el muchacho cuando vive en casa de su
maestro, en la primera etapa de su vida. En la segunda, la de Amo de casa (grhastha) debe
cancelar las otras dos: con los Dioses, realizando los sacrificios; con los Antepasados, teniendo
hijos. “Sólo es hombre cabal el que se compone de tres personas reunidas; a saber; su mujer,
él mismo y su hijo” (XI, 45).
Es así que la mujer perfecciona al varón dándole los hijos en los que él continúa viviendo. Se
dice que el marido nace en su esposa por segunda vez. (XI,8)

Los matrimonios son concertados por los padres cuando los futuros esposos son todavía niños,
generalmente la mujer debe ser casada alrededor de los ocho años (IX, 88), pero un hombre
adulto puede por su cuenta elegir esposa. Está visto que “un hombre de treinta años debe
casarse con una muchacha de doce años que le plazca; un hombre de veinticuatro años con
una de ocho; si ha terminado más pronto su noviciado debe casarse pronto, para que no se
retarde el cumplimiento de sus deberes de dueño de casa” (IX, 94).

La Ceremonia Nupcial

Cuando el matrimonio se realiza dentro de la clase sacerdotal va precedido por libaciones de


agua (III, 35), cuando los esposos son de la misma clase se realiza la ceremonia de la unión de
las manos (III, 43). “Una doncella de la clase militar que se casa con un brahmán debe coger
una flecha, la que su marido debe al mismo tiempo tocar con la mano; una muchacha de la
clase de los mercaderes, si se casa con un brahmán o un ksatrya debe coger una picana; una
joven sudra, el borde de un manto, cuando se une a un hombre de una de las tres clases
superiores” (III, 44).

La esposa debe dar siete pasos, con el último el matrimonio queda sellado. La ceremonia va
acompañada de oraciones, éstas están destinadas sólo a las mujeres vírgenes, las otras quedan
excluidas de las ceremonias legales (VIII, 226-227). Se dice que el marido cuya unión ha sido
consagrada con estas plegarias complacerá a su esposa no sólo en este mundo, sino que
también le hará obtener la felicidad en el otro (V, 153).

Elección de los esposos

“Habiendo recibido el asentimiento de su director, habiéndose purificado con un baño, según


el precepto, se establece que el dvija cuyos estudios ha terminado se despose con una mujer
de su mismo clase y provista de signos convenientes” (III, 4).

Dvija es el “dos veces nacido”, el iniciado. Las consideraciones en cuanto a la elección de la


esposa se refieren a su familia, a la casta y a características personales.

El grado de parentesco es importante; un hombre de las tres primeras clases no debe contraer
matrimonio con ninguna parienta de su padre o de su madre (III, 5) y en caso de hacerlo con
una prima es condenado a las regiones infernales (XI, 172). Del mismo modo se deben evitar
ciertas familias: “la familia en que no se frecuentan los sacramentos, la que no fructifica en
hijos varones, aquella en que no se estudia la Santa Escritura, y aquella cuyos componentes
tienen el cuerpo cubierto de largos pelos o sufren ya sea de almorranas, de tisis, de dispepsia,
de lepra blanca, de elefantiasis” (III, 7). “Un hombre sensato no debe contraer matrimonio con
una muchacha que no tenga hermano o cuyo padre no es conocido, por el temor, en el primer
caso, de que le sea concedida por el padre sólo con el intento de adoptar al hijo que ella podría
tener, o, en el segundo caso, de contraer nupcias ilícitas” (III, 11).

En cuanto a la casta; “un sudra no debe tener por esposa sino a una sudra; un vaisya puede
escoger mujer en la clase servil y en la suya; un ksatrya en las dos clases mencionadas y en la
suya propia; un brahmán en estas tres clases y en la clase sacerdotal” (III, 13). Sin embargo se
recomienda a los dvijas no tomar como esposa a una sudra, ya que en tal caso quedan
rebajados a esa condición (III, 13).

En cuanto a las características personales de la mujer, se tienen en cuenta el nombre, el


aspecto físico, su salud, su forma de ser (III, 8-10).

Asimismo, el padre que otorga a su hija en matrimonio debe procurar hacerlo “a un joven
esclarecido, de apariencia agradable y de la misma clase. Vale más para una doncella que está
en la edad de ser casada quedarse en la casa de su padre hasta su muerte, que haber sido
concedida por su padre a un hombre desprovisto de buenas cualidades” (IX, 88-89).

Si en el lapso de tres años el padre no la ha dado en matrimonio, entonces la muchacha tiene


derecho de escoger marido por su cuenta.

Formas de Matrimonio

Existen ocho modos de matrimonio:

Modo de Brahma: “Cuando un padre, después de haber dado a su hija un vestido y adornos, la
entrega a un hombre versado en la Santa Escritura y virtuoso, a quien él mismo ha invitado y a
quien recibe honrosamente” (III, 27).

Modo de los Dioses (Devas): “Es aquel por el que, habiendo comenzado la celebración de un
sacrificio, un padre, después de haber adornado a su hija, la entrega al sacerdote que oficia”
(III, 28).

Modo de los Sabios (Rsis): “Cuando según el precepto, un padre concede la mano de su hija,
después de haber recibido del pretendiente una vaca y un toro, o dos parejas semejantes, para
la celebración de una ceremonia religiosa o para darlos a su hija, pero no como gratificación”
(III, 29).

Modo de los Creadores (Prajapatis): “Cuando un padre casa a su hija con los honores
convenientes, diciendo: Practicad los dos juntos los deberes prescritos” (III, 30).

Modo de los Malos Genios (Asuras): “Si el pretendiente recibe con plena complacencia la
mano de una hija haciendo presentes según sus facultades a los padres y a la joven” (III, 31).

Modo de los Músicos Celestes (Gandharvas): “El enlace se una joven y de un joven como
resultado de un voto mutuo; nacido del deseo tiene por fin los placeres del amor” (III, 32).

Modo de los Gigantes (Raksasas): “Cuando se rapta por la violencia de la casa paterna a una
joven que pide auxilio y que llora, después de haber asesinado o herido a cuantos quieren
oponerse a esta brutalidad y haber abierto brecha en los muros” (III, 33).

Modo de los Vampiros (Piksasas): “Cuando un amante se introduce secretamente junto a una
mujer dormida o embriagada por una bebida espirituosa, o cuya razón está extraviada. Este
execrable matrimonio es el más vil” (III, 34).

Los primeros cuatro matrimonios son considerados buenos, de ellos nacen hijos bondadosos,
opulentos, ilustres, fieles en el cumplimiento de sus deberes (III, 39-40), “pero los otros cuatro
malos matrimonios restantes, producen hijos crueles, embusteros, que tienen en horror a la
Santa Escritura, y a los deberes que ella prescribe” (III, 41).

Según la clase social a la que se pertenezca corresponderá uno u otro tipo de matrimonio, pero
los legisladores difieren en cual adjudicar a cada una de ellas (III, 23-24).

Venta

Bajo ningún aspecto se debe aceptar recompensa por la hija dada en matrimonio, Manu es
determinante; cualquier obsequio que el padre acepte lo transforma en una venta (III, 51-53).
“Y nunca hemos oído decir que, no aún en las creaciones precedentes, haya habido venta
implícita de una moza por medio de un pago llamado gratificación, cuyo autor fuera un
hombre de bien” (IX, 100).

Sin embargo sí se aceptan regalos destinados a la esposa, siempre y cuando no sean


apropiados por los padres de ésta, entonces se consideran como una prueba de afecto hacia la
joven (III, 54).

Dependencia de la Mujer

“Durante su infancia, una mujer tiene que depender de su padre; durante su juventud, de su
marido; si ha muerto su marido, de sus hijos; si no tiene hijos, de los parientes próximos de su
marido y, en su defecto, de los de su padre; si no tiene parientes paternos, del soberano; una
mujer no debe nunca de gobernarse a su antojo” (V, 148).

Ni aunque el esposo la abandone o la venda podrá librarse de su autoridad (IX, 46) y jamás
deberá intentar separarse de su protector, pues haciéndolo expondría a toda su familia al
desprecio (V, 149).

Los Esposos

“Manu ha dado a las mujeres al amor de su lecho, de su asiento y de su adorno; la


concupiscencia, la cólera, las malas inclinaciones, el deseo de causar el mal y la perversidad”
(IX, 17). El marido debe poner el mayor cuidado en vigilar a su esposa, “preserva su casta, sus
costumbres, su familia, se preserva a sí mismo y su deber, preservándola” (IX, 7). Para
mantener en su lugar a las mujeres se recomienda no utilizar medios violentos (IX, 109) sino
indicarles cuales son sus obligaciones (IX, 11). Igualmente se recuerda que “sólo están en
perfecta seguridad las que se guardan a sí mismas por su propia voluntad” (IX, 12).

De todos modos el esposo puede castigar a una mujer que cometió una falta, por ejemplo con
una cuerda o con un tallo de bambú (VIII, 299), “pero siempre en la parte posterior del cuerpo
y nunca en las partes nobles; el que azota de otro modo debe sufrir la misma pena que el
ladrón” (VIII, 300).

La autoridad que el marido ejerce sobre su mujer es similar a la que posee sobre sus hijos.
Tiene la obligación de cuidarla y el derecho a castigarla si no lo obedece o si no cumple con sus
deberes, pero se recomienda evitar los excesos y el diálogo antes que la violencia. Asimismo,
ciertas penas son iguales para ambos, por ejemplo tratándose de adulterio (XI, 176).
La tarea del marido, sin embargo, no se reduce a dar órdenes y verificar que se cumplan, debe
atender a su esposa de modo que se sienta feliz en su hogar. Manu recomienda no pelearse
(IV, 180), darles adornos, vestidos y manjares escogidos (III, 159), honrarlas, para que de este
modo estén complacidas las divinidades (III, 56) y para que aumente y prospere su familia (III,
57). Es bien sabido que “las casas malditas por las mujeres de una familia a las cuales no se les
han rendido los homenajes debidos, se destruyen enteramente como si fueran aniquiladas por
un designio mágico” (III, 58).

Existen también ciertas prohibiciones para el marido: “Que no coma con su mujer en el mismo
plato y no la mire mientras ella mastica, estornuda, bosteza o está sentada perezosamente,
que tampoco la mire mientras ella pone colirio sobre sus ojos o se perfuma con esencia, ni
cuando ella tiene descubierta la garganta, ni cuando ella de a luz un hijo, si estima en algo su
virilidad” (IV, 43-44). Tampoco puede contemplarla desnuda (IV, 53) ni acercársele cundo está
menstruando (IV, 40-42).

En cuanto a la vida sexual, existen días permitidos y días prohibidos (III, 46-47). Tanto el sexo
de los hijos, como el que nazcan gemelos, eunucos, etc., dependerá del porcentaje de simiente
masculina, como del estado de ánimo del hombre en el momento de la copulación (III, 49) y de
los días en que ésta se realice (III, 48). El marido debe acercarse a su mujer en la estación
favorable al ahijamiento, y puede hacerlo también en cualquiera de los días permitidos (III, 45),
no debe salirse de estas reglas, quien “durante las noches prohibidas se abstiene del trato
conyugal, es tan casto como un novicio” (III, 50).

Es el marido quien señala los deberes a su esposa, estos consisten principalmente en al crianza
de los niños y las tares domésticas, así como el recaudo de las rentas (IX, 11; 27).

Una mujer no debe nunca “beber licores espirituosos, frecuentar malas compañías, separarse
de su esposo, correr de un lado a otro, entregarse al sueño a horas indebidas y residir en casa
ajena” (IX, 13), por el contrario, “debe estar siempre alegre, manejar diestramente los asuntos
de la casa, conservar con el mayor esmero los utensilios domésticos y no excederse en los
gastos” (V, 150), servir al marido, respetarlo y cuidarlo, si éste viaja, debe esperarlo por un
tiempo establecido, y en caso de que no regresara, debe ir a juntarse con él (IX, 76).

“Aunque sea censurable la conducta de su marido, aunque se dé a otros amores y esté falto de
buenas cualidades, la mujer virtuosa debe de reverenciarlo siempre como a un Dios” (V, 154).

“Las mujeres han sido creadas para dar a luz hijos, y los hombres para engendrarlos; por lo
tanto, están ordenados por el Veda deberes comunes que debe cumplir el hombre de
concierto con la mujer” (IX, 96).

Los esposos deben estar siempre complacidos, eso es garantía de felicidad y de un matrimonio
fructífero (III, 60-61), “por lo que un hombre y una mujer unidos en matrimonio deben tratar
de no estar jamás desunidos ni de faltar a la fe que mutuamente se deben” (IX, 102).

El Adulterio

La fidelidad mutua es el principal deber de una pareja (IX, 101). Una mujer fiel es honrada en la
tierra, y cuando le llega la muerte va a la misma morada que su esposo (IX, 29). En cambio
“una mujer infiel a su marido está expuesta a la ignominia en la tierra; después de su muerte
renace en el vientre de un chacal o sufre de elefantiasis y de consunción pulmonar” (V, 164).
Los hijos nacidos del adulterio no son legítimos (V, 162), el hijo de una mujer adúltera no
tendrá derecho a la herencia (IX, 143) y lo que es peor, será evitado por la sociedad (III, 156), el
hijo de un hombre adúltero no podrá ser reconocido por éste como propio (IX, 41-43; V, 162).

El Levirato

En caso de que un hombre sea incapaz de tener hijos puede autorizar a su esposa a
engendrarlos con un pariente del mismo (IX, 59), pero si la mujer no está autorizada incurre en
adulterio y el niño nacido no será considerado hijo de su esposo y por lo tanto no heredará (IX,
147).

Manu dice que se debe engendrar sólo un hijo (IX, 60), aunque algunos legisladores aceptan la
posibilidad de un segundo (IX, 61).

El hermano del esposo debe ser considerado como un suegro, la unión se realizará con el fin
específico de darle un hijo al marido estéril, y las relaciones entre ‘suegro’ y ‘nuera’ volverán a
ser las mismas luego de logrado el objetivo (IX, 57; 62).

Esta práctica, sin embargo, no es muy bien vista, se dice que los dvijas que la realizan
quebrantan la ley (IX, 64) y entre los brahmanes está absolutamente prohibida (IX, 66). Del
mismo modo se desaprueba a aquél que induce a ella (IX, 69). En caso de fallecimiento del
marido es preferible que el hermano de éste tome por esposa a la viuda que realizar dicha
práctica (IX, 69).

Los Hijos

Son considerados hijos del esposo los nacidos del matrimonio, los que la esposa ha
engendrado con un pariente de su marido con consentimiento de éste, los dados, los
adoptados, los comprados (IX, 159) y los hijos que la madre ha tenido anteriormente al
casamiento, pero en estos dos últimos casos el hijo no tiene derecho a la herencia (IX, 160).

Manu no se refiere demasiado sobre el aborto, pero se indica que la mujer que realiza esta
práctica estará purificada de ella en tantas noches como meses hayan transcurrido desde la
gestación (V, 66).

Sobre si el hijo pertenece al padre o a la madre existen criterios encontrados (IX, 32). Manu
hace una analogía con la semilla y el campo: el nacimiento se da por la colaboración de ambos,
sin embargo la planta se desarrollará según las características propias de la semilla y no de las
del campo (IX, 33-40). “El poder del macho es superior pues la progenitura de todos los seres
animados se distingue por las señales del poder masculino” (IX, 35).

La Madre

La madre, el padre y el institutor son las tres personas a quienes se debe el máximo respeto.
“Un institutor es más venerable que diez subpreceptores, un padre más que cien institutores;
una madre, más venerable que un millar de padres” (II, 145). La segunda parte del libro II está
dedicada a ellos. En estos pasajes se manifiesta el gran valor asignado al papel de la madre en
la sociedad india.
Se recomienda sobre todo el respeto, la sumisión, la complacencia (II, 228-229; 234-235). La
madre no debe ser jamás tratada con desprecio (II, 226), “varios centenares de años no
podrían formar la compensación de las penas que soportan una madre y un padre para dar
nacimiento a sus hijos y educarlos (II, 227).

Disolución del Vínculo Matrimonial

El esposo puede abandonar a su mujer:

Si es defectuosa y le ha sido entregada sin advertencia (IX, 72-73); Si su esposa lo odia. En este
caso debe esperar un año, o si continúa odiándole, debe devolverle sus bienes y dejar de
convivir con ella (IX, 77); Si es negligente en caso de que él fuera apasionado por el juego. En
este caso debe abandonarla por tres meses (IX, 78); Si es estéril; Si han muerto todos sus hijos;
Si ha dado a luz sólo hijas. En estos últimos tres casos debe esperar un tiempo establecido (IX,
81); Si se entrega a las bebidas embriagadoras; Si tiene malas costumbres; Si está siempre en
contradicción con él; Si se halla atacada de una enfermedad incurable; Si tiene muy mal
carácter; Si disipa su haber. En estos casos debe ser reemplazada por otra mujer (IX, 80).

“Pero la que aunque esté enferma es buena y de buenas costumbres, no puede ser substituida
por otra mientras ella no lo consienta, y no debe ser nunca tratada con desprecio” (IX, 82).

“La que siente aversión por un marido insensato o culpable de grandes crímenes, o eunuco, o
impotente, o enfermo, ya sea de elefantiasis, ya de consunción pulmonar, no debe ser
abandonada ni privada de sus bienes” (IX, 79).

Dentro de este contexto bastante poco favorable para la mujer, al menos se rescata un
trasfondo ético, regulador de los posibles excesos por parte del marido.

La Viuda

La mujer no debe desagradar a su esposo ni en vida ni aún después de su muerte (V, 156), de
este modo alcanzará el Cielo, incluso si no ha tenido hijos (V, 160). Por el contrario, aquella
que por el deseo de hijos le sea infiel a su esposo ya fallecido, será despreciada en la tierra y
no admitida en el Cielo (V, 161).

La viuda deberá demostrar la fidelidad a su esposo muerto alimentándose magramente, y


jamás deberá pronunciar el nombre de otro hombre (V, 157). “Que hasta la muerte se
conserve paciente y resignada, dedicada a prácticas piadosas, casta y sobria como un novicio,
consagrándose a cumplir las excelentes reglas de conducta de las mujeres que no tienen sino
un solo esposo” (V, 158).

El hecho de regular la vida de la mujer luego de la muerte del esposo evidencia que la
costumbre de la sati no era aprobada por el legislador; en ningún pasaje del código se
menciona esta práctica.

Segundas Nupcias

Mientras que el varón puede casarse varias veces, el texto no le confiere a la mujer el mismo
derecho (V, 162; IX, 65).
“Una sola vez se da a una mujer en matrimonio” (IX, 47), el padre que entrega a su hija en
segundas nupcias es condenado (IX, 71). Asimismo, la mujer que abandone a su marido por
otro será depreciada (V, 163) al igual que sus hijos (IX, 175) y su nuevo esposo (III, 12).

Herencias de los Bienes Paternos

La legitimación del hijo para acceder a la herencia depende del nacimiento y de la casta, es
decir, depende de las situaciones en que fue engendrado por su madre, y de la casta a la que la
misma pertenece; “el hijo de una muchacha no casada, el de la que se ha casado estando
encinta y el hijo de una mujer casada dos veces son parientes pero no herederos” (IX, 160).

Como se ve, la madre cumple un papel fundamental, no porque ella tenga autoridad ni
derecho para disponer de los bienes, sino porque de uno u otro modo su accionar determinará
el acceso o no a los mismos. Con respecto a la casta, se pone por ejemplo el caso de un
brahmán que posea cuatro mujeres, una de cada clase (IX, 149). Los bienes se repartirán en
partes desiguales, correspondiéndole la mayor al brahmán y el resto siguiendo el orden
descendente (IX, 150-153). “Pero tenga o no tenga un brahmán hijos nacidos de mujeres que
pertenezcan a las tres primeras castas, la ley ha prohibido entregar al hijo de una sudra más de
la décima parte del bien” (IX, 154), además éste heredará sólo en caso de ser virtuoso y de que
su madre haya estado legítimamente casada (IX, 155). Si la esposa pertenece a la misma casta
que su marido, entonces los hijos heredarán por igual, exceptuando al primogénito que
recibirá una porción mayor.

Un hombre que sólo ha engendrado hijas mujeres puede encargarle a una de ellas que tenga
un hijo para él, y el éste heredará todos los bienes de su abuelo. En caso de que a este hombre
le naciera un hijo varón, el reparto deberá ser hecho por igual entre ambos hijos pues la mujer
carece del derecho de la primogenitura (IX, 134).

Herencia de los Bienes Maternos

Como la mujer está en todo momento bajo la custodia de un hombre se sostiene entonces que
nada realmente le pertenece a ella sino que todo lo que posee le corresponde en realidad a la
persona de quien depende (VIII, 416).

Sin embargo existen pasajes en donde se enumeran los bienes que son de su exclusiva
propiedad; “el haber propio de la mujer es de seis clases, a saber: el que le ha sido dado ante
el fuego nupcial; el que se le entregó en el momento de su partida para la casa de su marido; el
que le ha sido dado en señal de amor; el que ha recibido de su hermano, de su padre o de su
madre” (IX, 194). Se condena a los familiares que intentan apropiarse de sus cosas (III, 52; VIII,
29), se recomienda hacer regalos a la esposa (III, 55) y se habla por último, de la herencia de
los bienes maternos.

Estos corresponden en primer lugar a los hijos e hijas no casados (IX, 131; 192), aunque
también reciben algo en forma de obsequio sus nietas (IX, 193). Aquellos presentes que ella
recibiera, tanto de sus familiares o de su esposo, corresponden a sus hijos, aún en vida de
aquél (IX, 195).

En el caso de no tener hijos, el reparto dependerá de la casta o del tipo de matrimonio


conforme al que se ha casado. Si lo hizo según alguno de los cinco primeros modos, los bienes
son para su marido (IX, 196), si por el contrario fue realizado según alguno de los tres últimos,
heredarán sus padres (IX, 197). Si no pertenece a la primera casta, y su marido es un brahmán,
los bienes corresponderán a una brahminí o a sus hijos (IX, 198).

La Vida Religiosa

Las principales ocupaciones de la mujer son atender a su esposo y criar a sus hijos, su real
actividad se circunscribe al hogar. Esto es considerado una labor sacra. Amando y respetando a
su marido recibirá el Cielo. Para ella no se especifican sacrificios ni ayunos (V, 155) y se le
prohíbe recitar mantras (IX, 18; II, 66), ésas son tareas que corresponden a su esposo.

“Está reconocido por los legisladores que la ceremonia del matrimonio reemplaza, en las
mujeres, al sacramento de la iniciación que el Veda prescribe; el celo de ellas para servir a sus
esposos les equivale a la permanencia junto a un director espiritual; y el cuidado de sus
moradas, al mantenimiento del fuego sagrado” (II, 67).

Conclusión

La situación de las mujeres, según estas leyes, no es nada envidiable; casi no gozan de libertad,
fuera del hogar tienen muy pocos privilegios y derechos. Se les prohíbe el estudio de los Veda,
no son capaces de acceder al sacramento de la iniciación, no pueden disponer de sus bienes,
toda su vida están sometidas a los varones. En cuanto a sus derechos, Manu menciona muy
pocos: eximirlas del pago de pasaje si están embarazadas, cederles el paso, cuidarlas (que
implica también vigilarlas). Quedan relegadas a las actividades del hogar y no participan de las
ceremonias religiosas.

Además de esta realidad, aparece una concepción negativa con respecto a la esencia misma de
las mujeres. Se las considera impuras, infieles, con malas inclinaciones por naturaleza,
incapaces de autocontrolarse, sexualmente insaciables, tentadoras, deshonestas y perversas.
Se cree que la mujer virtuosa es aquella que no ha tenido oportunidad o que teme ser
descubierta. De ahí que Manu decrete que siempre deben estar bajo la vigilancia de un
hombre.

Esta dependencia debe ser, sin embargo, una dependencia respetuosa, se recomienda que
sean bien tratadas, que se las honre y respete. Se alaba a la mujer casta, fiel a su esposo. Y por
sobre todo se reconoce el papel fundamental de la madre.

En la familia la mujer, como madre y esposa, es considerada la reina o la diosa de la casa. La


madre, trayendo hijos al mundo asegura la continuidad de la familia y permite el desarrollo
pleno de su esposo, ya que sólo un hombre casado puede celebrar el ritual doméstico y lo hace
acompañado de su esposa.

Ser madre es el más alto ideal de la mujer hindú. La madre es merecedora de todo el respeto
del mundo. Si da a luz a un niño es más venerada todavía, ya que ello asegura la continuidad
de la familia y de los sacrificios a los difuntos. La maternidad es su principal función, la que le
da sentido a su vida.

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