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La Antropología Económica estuvo, hasta los años ´70, atravesada por la disputa
conocida como “Formalismo vs. Sustantivismo”. Bibliotecas enteras se llenaron con
esta discusión teórica, que básicamente consistía en determinar si las sociedades pre-
capitalistas podían ser analizadas con categorías proporcionadas por los modelos
formales de la Economía neoclásica, o si, por el contrario, la economía de estas
sociedades tenía instituciones movidas por otra racionalidad, una racionalidad
“sustantiva” (determinada por las relaciones sociales estructurantes de la identidad de
los actores de cada sociedad, que implica no reducir todos los objetos y relaciones a
valores de uso y de cambio).
Desde este punto de vista, la relación de las sociedades con el ambiente fue
siempre problemática. Pero es en las últimas décadas del siglo XX en que los impactos
de las actividades humanas en la biosfera alcanzan carácter planetario (pensemos en la
pérdida de biodiversidad, en el “efecto greenhouse”, en la destrucción de la capa de
ozono atmosférico), y como consecuencia de ello, es que todas las disciplinas se
encuentran atravesadas por los interrogantes que tales problemáticas generan.
1
. Medio Ambiente y no “Naturaleza”. También cabe “recursos naturales” (como se denomina en
las universidades argentinas: Economía de los Recursos Naturales), “ecosistema”, “entorno
natural”. Son denominaciones provenientes del éxito que ha tenido la ecología en la interpretación
de algunas problemáticas. Varios de sus conceptos han pasado a utilizarse en otras disciplinas, y
hoy forman parte del lenguaje científico con que se expresan las actuales preocupaciones por la
“degradación ambiental”. El término “Naturaleza” ha reducido su significado: sólo se aplica a las
porciones del planeta que parecen haber quedado inalteradas de las mutaciones que son fruto de
la industrialización y de una explotación masiva de los recursos. En la bibliografía económica que
se cita a continuación, este significado reducido es el que prima, y esto tiene importancia frente a
conceptos antropológicamente más abarcadores, como por ej. la idea de “segunda naturaleza”,
muy importante en el pensamiento marxista.
“...cuando las interacciones de varias personas privadas afectadas
son altamente complejas, el Gobierno puede estimar necesario ejercer
cierto control, a más de facilitar la subvención...Es absurdo suponer que
una ciudad resultaría bien planeada si las distintas actividades de los
especuladores aislados se encargasen de un trazado...No puede confiarse
en que una mano invisible logre un arreglo perfecto en todo,
combinando separadamente las partes. Es por tanto necesario que una
autoridad competente intervenga y acometa los problemas colectivos de
la belleza, el aire y la luz, de la misma forma que la del gas y el agua...”
Pigou, A. C., en AGUILERA KLINK, F. y ALCANTARA, V., comp.; 1994:
63)
2
. Arthur C. Pigou (1877-1959) fue catedrático de Economía Política en la Universidad de
Cambridge, desde 1908 a 1944. La formulación de su “óptimo” fue tomada en muchos países,
inclusive en el nuestro, en algunas áreas específicas como el manejo de los recursos hídricos. Uno
de los primeros decretos menemistas (674/89) establece el principio “contaminador-pagador”, que
reemplaza a un decreto similar (2125/78) de la época de la Dictadura, que permite el pago de una
cuota de resarcimiento por parte de aquellos que vuelcan efluentes industriales a las aguas
lindantes.
economistas (pero que, afortunadamente, no parece haber trascendido las fronteras
disciplinares), “El problema del costo social”, defiende ideas más liberales, basadas en
la eliminación de la acción del Estado mediante la fijación de derechos de propiedad
privada a bienes que Pigou establecía claramente como colectivos.
Dicho de otra manera y con un ejemplo sencillo, una comunidad que residiera al
lado de una fábrica contaminante, en virtud del derecho a movilizar un factor de
producción del propietario, debería compensarlo en el caso de que el costo social fuera
mayor que el privado. El problema aparece cuando hay “ausencia de derechos de
propiedad”, o sea cuando los bienes son comunales y los individuos los explotan
buscando utilidad privada. O estos derechos tienen una definición confusa, lo que
sucede frecuentemente en diferentes marcos legales.
Puntualmente, la formulación de Coase tiene muchas críticas, tanto desde los
economistas ambientales (v. PEARCE, D.W., 1976, PEARCE, D. Y KERRY
TURNER, R., 1995), como de las vertientes con visiones más “socializantes”
(BERMEJO, R. 1995, los ya citados AGUILERA KLINK, F. y ALCANTARA, V.,
comp., 1994: 173), pero serán mencionadas en el punto 4 de este trabajo.
3
. Aunque estos últimos no critican la formulación en sí, sino que la utilidad de la cita está en que
resaltan un efecto ideológico (que propicia, entre otras cosas el uso del artículo de Coase para
fundamentar procesos de pillaje sobre las rentas públicas): “...se puede afirmar que quizá el
principal problema del artículo de Coase es que sus partidarios han practicado el reduccionismo
más feroz. En consecuencia, allí donde el autor muestra su capacidad de reflexión sugiriendo
diferentes escenarios con diferentes soluciones, sus partidarios sólo ven el Teorema de Coase,
que no es más que una versión particularmente idealizada, y por lo tanto fácilmente formalizable,
de los acuerdos voluntarios de Pigou, en la que no hay costes de alcanzar el acuerdo...”
AGUILERA KLINK, F. y ALCANTARA, V., comp., 1994: 17
Según el planteo de estos autores, es posible representar los movimientos
anuales de materia y energía que desde el “entorno” se dirigen hacia la sociedad (vía
producción-consumo, o directamente, consumo), y retornan desde la sociedad al
“entorno” (residuos de la etapa del consumo o de la producción). Todo ello, en una
economía cerrada, donde la tasa de inversión es cero, es decir:
El esquema puede complicarse para incluir formaciones de stock (lo que retarda
la aparición de los residuos), o el comercio exterior, cuyo efecto dependerá del signo del
movimiento neto de materiales. El medio ambiente natural cumple, entonces y siempre
de acuerdo con las nociones de la economía neoclásica, dos funciones:
aprovisionador de insumos
receptor de residuos.
Sin embargo, y tal cual lo han pensado siempre otras culturas, con otros marcos
de construcción de la realidad, el agua, el suelo, el aire, etc., son bienes que pertenecen a
toda la comunidad. Aquí aparecen las competencias del derecho, abordadas desde
diferentes perspectivas por Pigou y Coase, pero ambos coinciden en un punto esencial:
la contaminación de estos bienes afecta la calidad de vida de terceros y genera costos
en otra parte del proceso económico.
Vuelta a problematizar por Ayres y Kneese, en 1969, esta cuestión ya no se
considera como un caso de falla de mercado, sino :
4
. El concepto de externalidad deviene, en la teoría clásica, de la idea de falla de mercado, o sea,
aquellas situaciones en las que el mercado no funciona como eficiente asignador de recursos. En
la mayoría de los textos que discuten centralmente los núcleos clásicos del pensamiento
económico ortodoxo no refiere a relaciones de la sociedad con la naturaleza, sino a interacciones
entre agentes económicos.
aunque proponen diferentes soluciones y escenarios complejos. Con el trabajo de Coase
se funda la corriente que podríamos adjetivar “conservadora”, partidaria de profundizar
los derechos de propiedad privada sobre el medio ambiente y de suprimir la regulación
del Estado. Con Pigou, se recupera el enfoque “intervencionista”, que legitima la
participación del Estado para asegurar la calidad del medio ambiente.
5
. Un trabajo que resume la aplicación de estos métodos a variados problemas (contaminación
atmosférica, ruido, efectos sobre la salud) es el de AZQUETA OYARZUN, DIEGO. Valoración
Económica de la Calidad Ambiental, Madrid, McGraw Hill, 1994.
a) puede monetarizarse el cambio en el bienestar individual en relación con la calidad
ambiental?.
c) Cómo agregar una serie de valores puramente individuales, para que representen un
cambio en el bienestar social, en las opciones de bienestar de los conjuntos sociales?.
Los bienes ambientales, cuya gran mayoría aún no tiene precio, están
relacionados con conjuntos de bienes que sí tienen. De manera tal que, si observamos
lo que los grupos sociales hacen con los bienes que se producen y comercializan, este
es el punto de partida teórico que la Economía Ambiental propone para poder decir si
es posible monetizar los cambios en el bienestar individual.
b) La variación compensatoria:
c) La variación equivalente.
d) El excedente equivalente:
6
. Esto se relaciona con otro problema: el supuesto de la economía clásica de que el Homo
Economicus es el ciudadano prototípico, y que su conducta y aspiraciones pueden reducirse a un
cálculo racional de costo/beneficio.
ante una mejora en la cantidad ofrecida de un bien ambiental no optativo, la
DISPOSICION A PAGAR puede presentarse de la misma manera que el
EXCEDENTE COMPENSATORIO.
Ahora bien, analizando cualquier caso concreto (la licitación del agua corriente o
las privatizaciones de cualquier servicio en Argentina) vemos claramente que estas
cuestiones funcionan de manera imperfecta, por lo siguiente:
La disposición a pagar por una mejora cualquiera o por una pérdida de la calidad
ambiental está totalmente limitada por la renta de una persona. En aquellos países,
especialmente en el Tercer Mundo, con familias cuyo ingreso diario es menos de un
dólar, y que representan casi la quinta parte de la humanidad, esta cuestión no puede
plantearse en términos de precio. Es decir, estas cuestiones funcionan sólo para
determinadas regiones, ni siquiera para determinadas sociedades tomadas
globalmente.
El planteamiento tecnocrático de las soluciones sobre este tema es, por lo menos,
engañoso. El análisis costo-beneficio de la calidad ambiental es un aspecto que tiende a
resolver el conflicto dando lugar a unos intereses que predominan sobre otros. Pero el
simple cálculo económico no puede ocultar el hecho de que es necesario que se debata y
se consensúen los derechos que los grupos sociales pueden ejercer.
El tema del valor de uso funciona con lo ambiental de manera bastante clara, en
apariencia. Las personas utilizan un bien (el aire, al agua) y cualquier cambio en la
disponibilidad o en otros factores afecta esta utilización. Por lo que empiezan a
funcionar una serie de clasificaciones, según este uso sea directo o indirecto, según se
viva cerca del recurso o haya que consumir otros bienes (por ejemplo, viajar hasta un
parque, que implica obtener otras cosas en un mercado) para llegar hasta él. Cualquier
cosa que altere este proceso, puede pensarse como abordable, aunque empiezan a
aparecer complicaciones. Por ejemplo, ¿cómo calcular el valor de uso para las personas
que entran en contacto con él a través de imágenes televisivas o de libros?.
El valor de existencia tiene que ver con lo que las personas valoran simplemente
porque el bien existe, y su desaparición permite suponer para ellas una pérdida de
bienestar. También pueden aplicarse los ejemplos al tema de la disponibilidad de las
sierras de Tandilia. Para los científicos, considerados como categoría, la cuestión de la
existencia se completa con el valor de investigación: preservar un ecosistema o un
entorno permite conservar un laboratorio viviente o natural para la investigación, la
investigación y la búsqueda de nuevas soluciones. Existe un método (el de Brown y
Goldstein cit. en DALY, H. y COB, J., 1993) que está pensado especialmente sobre esta
consideración.
Aparecen acá verdaderas cuestiones de carácter político, que nos llevan a una
tercer pregunta, o al tercer orden de problemas: la pretensión de valorar los servicios
de la naturaleza como si fueran bienes que están disponibles en un mercado. ¿Cómo
agregar una serie de valores puramente individuales, para que representen un cambio
en el bienestar social, en las opciones de bienestar de los conjuntos sociales?.
Así se repiten los casos en los lugares en donde los últimos siglos la presencia
colonial ha instalado una debilidad política crónica que deja inermes las comunidades
frente a las nuevas formas de trasnacionalización de las economías. En muchos casos,
para las “economías emergentes”, el esquema de apertura sin restricciones al mercado
mundial es suicida, y no hay casi espacio para hablar de derechos colectivos. De ahí que
todos estos conceptos teóricos que la Economía Ambiental ha desarrollado sean
inaplicables a la realidad de asimetría de poder de la mayoría de los países
desarrollados.
Aún así subsisten otras problemáticas cuyo ejercicio teórico nos vincula con una
serie de incertidumbres, pero todas provienen de la observación de cuestiones de hoy.
Para ir pasando a otro nivel de análisis, se puede mencionar el caso de Finlandia, que en
el campo del medio ambiente logró una gran reducción en la emisión de dióxido
sulfúrico generado por la industria papelera (que, junto con la forestal y la fabricación
de teléfonos celulares, es el eje de la economía del país). A partir de este hecho, se
descubrió que el 50 % de la polución atmosférica de Finlandia provenía...de los países
vecinos. La pregunta que tendríamos que resolver es si es posible pensar, en ciertos
problemas, sólo en el marco de un estado local o regional, o si debemos ampliar el
análisis a problemáticas estratégicas de otros niveles.
Pero todos estos aspectos que hemos ido consignando como insuficiencias de los
órdenes de problemas en los que desemboca la pretensión de ponerle precio al ambiente,
se ponen todavía más de manifiesto cuando se aborda el tema de los recursos naturales.
El pionero en relación a este punto es Harold Hotelling, quien formuló algunas
cuestiones fundamentales en relación a la agotabilidad de los recursos naturales y al
impacto en los mercados que tiene esta característica.
Hotelling publicó su artículo en 1931, en The Journal of Politic Economic, y modelizó
una serie de mecanismos que, décadas más tarde, cobraron mucha importancia al calor
de los debates suscitados por el Informe Meadows8 y otros trabajos del MIT y del Club
de Roma.
8
. El Informe Meadows es el nombre con que se popularizó el trabajo denominado “Los límites del
crecimiento”. Fue realizado por Dennis Meadows, y básicamente consistió en un modelo
matemático que extrapolaba los datos del ritmo del crecimiento económico occidental y la exacción
de recursos naturales que esto implicaba. En términos numéricos, el año 2050 era el límite fijado
para la supervivencia de la especie humana si se continuaba con los procesos económicos de la
sociedad capitalista y la carrera armamentista entre EE.UU. y la URSS.. El colapso civilizatorio
vendría mucho antes, debido a que el ritmo de extracción de recursos sería imposible de sostener
En otra expresión típica de la concepción neoclásica, Hotelling establece que :
y la contaminación del aire y de los mares destruiría prácticamente los ecosistemas humanos. Si
bien el informe demostró, con argumentos científicos, que el desarrollo económico capitalista tiene
límites planetarios, se le objetaron aspectos metodológicos (combinación de variables,
construcción de datos, etc.) y aspectos epistemológicos (concepción lineal de la evolución
humana, imposibilidad de cambio social, etc.).
costo de extracción, la demanda y sobre todo, las existencias del recurso) aparecen
inciertos 9.
9
. En un sentido más amplio, también caben las mismas críticas que Paul Davidson efectúa a la
idea de equilibrio que predomina en la economía neoclásica. (v. Davidson, Paul. “Economía
poskeynesiana. La solución de la crisis de la teoría económica”. En: Bell, D. y Kristol, I. La crisis en
la teoría económica. Buenos Aires, Ed. El Cronista Comercial.
Algunos ejemplos empíricos, en abstracción de contextos político-sociales, parecen
dotar de cierto respaldo a esta visión. Casos como el caucho o el cobre (éste último
reemplazado por fibra óptica) otorgan sustento empírico, si se coloca entre paréntesis la
lucha norteamericana previa a la guerra por asegurarse reservas naturales de materiales
estratégicos a escala planetaria (esquema que hoy se está repitiendo con el petróleo).
Para hacer una síntesis apretada, el intento de ponerle un precio de mercado a los
problemas de contaminación y al uso de los recursos naturales tiene dos vertientes
analíticas. La que se origina en visiones “conservadoras” se centra en el mantenimiento
de los derechos de propiedad privada sobre el ambiente. Las responsabilidades en el uso
de los recursos y en el vertido de contaminantes la tiene quien usufructúa el derecho de
propiedad, y puede compensar tanto al afectado por la contaminación, como éste último
puede compensar al titular de un derecho por no contaminar. La vertiente que se basa en
la regulación monetaria de los perjuicios ambientales, reconoce la necesidad de fijar una
compensación monetaria equivalente al daño ambiental producido. Esta compensación
requiere una intervención del Estado en la fijación de sanciones e incentivos
económicos. De esta vertiente deriva el enfoque denominado “balance de materiales”
Ambas posiciones reconocen la existencia de externalidades ambientales, y
ambas requieren el desarrollo de un instrumental metodológico y técnico para monetizar
y mercantilizar aspectos que nunca hasta ahora se habían monetizado. En general, la
economía ambiental adolece de los mismos problemas epistemológicos que se le ha
criticado al enfoque neoclásico de la economía. La pretensión formal de equilibrar las
ecuaciones no se corresponde ni con la dinámica de los sistemas sociales ni mucho
menos con el “desorden” y desequilibrio ecológico que caracteriza a los sistemas
naturales.
Uno de los pilares del andamiaje teórico con que Marx estudió la dinámica del
sistema capitalista es la teoría acerca del valor del trabajo. Esta centralidad, y sobre todo
el argumento sostenido en el capítulo 5 de “El Capital” (donde conceptualiza las
diferencias entre el trabajo humano y la transformación de la naturaleza que realizan
algunos animales sociales, como la abeja), se apoyan en una concepción del cambio
como avance material y tecnológico.
Por esto último (y tal como fuera también desarrollado por Engels en “Dialéctica
de la Naturaleza”10) no puede pensarse en los cambios naturales como si fuera un
“trabajo”: la Naturaleza no tiene intencionalidad, porque no hay reificación de sus
representaciones mentales previas, y por lo tanto, no hay un “sentido de la historia” por
fuera de las sociedades humanas.
11
. O´Connor, James. “Las condiciones de producción. Por un marxismo ecológico, una
introducción teórica”. En. Ecología Política nro. 1, Barcelona, ICARIA/FUHEM, 1991.
Incluimos, por lo tanto, como condición de producción, el espacio
urbano (la naturaleza capitalizada como urbana) y otras formas de
espacio que estructuran y están estructuradas por la relación entre las
personas y el medio ambiente, que a su vez ayuda a producir entornos
sociales...” (O´CONNOR, JAMES, 1991: 115 -116).
Esta larga cita es el núcleo desde el cual parte el autor para construir otra mirada
sobre la crisis del sistema capitalista, que deviene de los “límites naturales” y la
consiguiente exigencia para el capital de re-estructurar constantemente las condiciones
de producción (lo que conlleva modificaciones en la esfera de la reproducción, como se
verá más adelante). La aparición de los “límites naturales” deviene de algo que Marx ya
había notado, que es que la explotación humana destruye o arruina la base natural. Pero
no argumentó que la destrucción ambiental podría ser una barrera surgida desde la
misma dinámica del sistema capitalista, por las dificultades que la escasez de recursos y
la contaminación generan a la acumulación de capital.
Con esta noción, Godelier se introduce a trabajar la temática del papel que
juegan los sistemas simbólicos en la producción de la articulación a la Naturaleza. Ya
había adelantado elementos de este acercamiento en un texto de 1976 “Antropología y
biología. Hacia una nueva cooperación” (Barcelona, Anagrama), donde ya planteaba la
centralidad de conceptos como racionalidad, dialéctica opacidad/transparencia (que
sería lo que cada sistema social muestra o informa a los sujetos de sus propias
condiciones de reproducción), desequilibrios funcionales, etc., para poder comprender
la adaptabilidad del capitalismo a explotar los recursos de todos los ecosistemas del
planeta.
Una coincidencia de todos estos autores es que ha habido una “mutación lógica”,
un cambio de concepción acerca de la Naturaleza, que es clave para explicar la “huida
hacia adelante” del capitalismo post-industrial, cuyos agentes son conscientes de la
crisis de costos y, como estrategia, consiguen convertirla en factor de reproducción del
sistema capitalista en su conjunto:
Esta cuestión, batalla por el control ideológico (la “Madre de Todas las
Batallas”) es, en definitiva, una estrategia del Capital por apropiarse de la Naturaleza y
transferir los costos ecológicos a los grupos y clases sociales desposeídos. La obsesión
semiótica por codificar el mundo como capital natural sustituiría, según Baudrillard, la
pulsión de la ganancia como motor del proceso de reproducción del capital. Afirmación
compleja y arriesgada, comprensible en el marco de la búsqueda posmoderna por
reducir el mundo material a su interpretación simbólica. (v. Baudrillard, J.,1996)12
12
. Tal afirmación de Baudillard debe leerse como inscripta en una corriente que se opone al
reduccionismo materialista en que incurrieron diversas corrientes filosóficas y sociológicas,
enmarcadas en la tradición académica europea, y que adquirieron preponderancia política a fines
de los 60´. El intento por balancear tal reduccionismo generó también un excesivo idealismo, pero
finalmente sobrevivieron síntesis teóricas que están siendo fertilizadas. Pienso que Baudrillard
acierta en resaltar los componentes semióticos que permiten codificar el mundo según una
categoría occidental, pero me parece discutible interpretar la dinámica de los procesos de
acumulación de capital según el modelo de las pulsiones en oposición de base freudiana. Esta
misma objeción puede plantearse para el abordaje de Toni Negri, en cuanto al uso de la categoría
“deseo”. No es que el nivel psicoanalítico no sea un componente válido en cuanto a la explicación
del funcionamiento del mercado y de otras instituciones sociales. Pero no puede ser el único,
como tampoco puede serlo el semiótico o el lingüístico en una teoría de la cultura.
Lo sostenido por ambos O´Connor, Martin y James, en cuanto a las condiciones
de producción, la expansión semiótica del capital y la importancia de las dimensiones
simbólicas en la articulación compleja Cultura/Naturaleza, y la hipótesis de la Segunda
Contradicción, son los núcleos distintivos de la corriente eco-marxista. Se encuentra
problematizados en la revista Capitalism, Nature, Socialism , fundada por James
O´Connor en 1988, con el objetivo de proponer una reconstrucción crítica del marxismo
problematizando desde las discusiones acerca de la problemáticas ambientales
mundiales. La revista tiene versiones simultáneas en inglés, francés, italiano y español,
y su comité editor organiza seminarios anuales. Se publican también contribuciones
teóricas de ambientalistas y académicos latinoamericanos, como Enrique Leff, Víctor
Toledo y Silvio Funtowicz.
13
. El término utilizado en varios artículos es “imbededness”, que podría entenderse
alternativamente como articulación, y que proviene de los trabajos de antropólogos culturalistas
norteamericanos que supieron observar cómo determinadas instituciones (en el sentido teórico del
funcionalismo malinowskiano) podían “incrustar” a otras, constituyendo redes de relaciones
empíricamente observables y permitiendo la transmisión de ciertas “herencias sociales”.
14
. Curiosamente, este texto es muy poco citado (y no sé si conocido) entre los antropólogos
latinoamericanos. En Argentina, no aparece en las bibliografías de las carreras de grado, en la
materia de Antropología Económica, en ninguna de las tres universidades más importantes donde
mercado capitalista aniquila la naturaleza, destruyendo sus propias condiciones sociales
y medioambientales. Pero también se nutre con aportes de autores como Murray
Bookchin, que desarrolló una teoría de la “ecología social” en EE.UU. sosteniendo
categorías libertarias de base anarquista, reivindicando la descentralización del poder, la
toma de decisiones comunitarias en cuanto al uso de los recursos, a la utilización de
tecnologías “adecuadas”, etc..
se enseña. James O´Connor reconoce haber utilizado planteos de Polanyi para re-caracterizar la
noción marxista del concepto de “condiciones de producción” (O´Connor, 1991:114)
impulso dado al desarrollo de la producción en las experiencias del socialismo real (que
terminaron generando desastres equivalentes a los del capitalismo, pero en la mayoría
de los territorios de la ex-URSS), los intentos innumerables de ganar “la lucha final
contra la Naturaleza” que se preconizaran especialmente desde Stalin en adelante, y el
énfasis en puesto en buscar una medida única del valor. El concepto de tiempo de
trabajo socialmente necesario, patrón de medida del valor, excluye a las condiciones de
producción que configuran la “oferta” o “soporte” natural irreductibles a unidades
temporales y espaciales homogéneas, dadas la diversidad de los ecosistemas y la
complejidad de los procesos socioambientales.
En cuanto al análisis marxista del valor y sus críticas desde una perspectiva
ecológica, éste se reduce a lo que Marx pudo abordar en sus análisis, o sea, a los efectos
de la inversión de capital en un medio natural, heterogéneo y monopolizable. Esto dio
origen a la denominada Teoría de la renta capitalista del suelo, explicada en la sección
sexta del tomo III de El Capital, y su núcleo analítico procede de los trabajos de David
Ricardo que Marx acierta a discutir. Pero se reconoce que, en este marco, todas las
referencias a la Naturaleza fueron secundarias, porque la preocupación de Marx era
15
. El artículo original no pude obtenerlo completo. Una versión resumida puede leerse en
FOSTER, J.B.. “Marx and the environment”. Montly Review, New York, July/August 1995,
entender la dinámica de la tasa de ganancias (y no tanto el papel que la Naturaleza
jugaba en ésta). Aún así, algunas cuestiones son susceptibles de ser actualizadas.
Porque, aunque en el siglo XXI las multinacionales de la biotecnología puedan
prescindir del suelo e impulsar los cultivos hidropónicos y/o tecnologías similares, el
suelo (ahora codificado como capital natural) sigue siendo un aspecto clave para
incorporar la Naturaleza en el valor. Si relacionamos este aspecto con lo que propone la
economía ambiental, en el sentido de regular los procesos de deterioro ambiental
mediante el manipuleo de precios (o introduciendo otros argumentos en la creación de
valor), vemos que la regulación se vuelve inviable en situaciones en que inversiones
suplementaria de capital permiten lograr ganancias extraordinarias (en el caso de la
tierra sería el equivalente a la renta diferencial II). Es lo que sucede con el agro
argentino en el actual proceso de reconversión hacia una “agricultura de precisión”,
basada en la combinación de los ya conocidos plaguicidas, fertilizantes y otros
productos originados en la “Revolución Verde” con los Organismos Genéticamente
Modificados16.
16
. Por ejemplo, en los últimos siete años de la década, la soja transgénica sembrada en nuestro
país superó las 5.500.000 has.. Muchos productos ingresados en el mercado están hechos con
cosechas de soja transgénica, cuyos efectos en la salud están muy lejos de ser evaluados aún en
los sistemas sanitarios más evolucionados.
co-determinantes de la producción, llevando a una reformulación
paradigmática , no sólo de la teoría de la producción capitalista, sino de
todo proceso sustentable de desarrollo.” (LEFF, E.; 1994:338).
17
. En Argentina, curiosamente, el planteo ambientalista lo realizó Perón en 1973, al regreso de su
exilio. Un par de interpretaciones del tema ambiental en sus “Discursos” habilitaron a la creación
del primer organismo específico a nivel nacional, la Secretaría de Planificación y Ordenamiento
la problemática ambiental en las denuncias de diversos científicos y académicos durante
los años ´60, que llamaron la atención de políticos y empresarios acerca de la gravedad
del impacto de la sociedad industrial en los ecosistemas. El primer hito que se cuenta en
esta historia ubica a la Conferencia de Estocolmo, reunión de la Naciones Unidas
realizada en 1972 para tratar el tema del Ambiente Humano, como el primer paso dado
en la búsqueda de una política ambiental internacional. De esta conferencia resulta el
establecimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la
creación de agencias nacionales de protección ambiental en los países desarrollados.
Ambiental, que comenzó un trabajo de corte tecnocrático dirigido a relevar los recursos naturales y
a intentar regular los impactos del desarrollo económico de base industrial. Esta experiencia se
desnaturalizó por la dictadura, y algunos de los sobrevivientes de la misma hoy tienen un
interesante protagonismo académico, y están articulando al país a una red internacional de
instituciones universitarias que producen información y trabajos en materia de gestión ambiental
urbana.
simbólico - cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas
que están en juego dentro del campo - y de paso, por sus relaciones
objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación,
homología)...” BORDIEU, P. y WACQUANT, L., 1995: 64.
Ahora bien, la “cuestión ambiental” alcanzó repercusión durante los años ´60
como uno de los temas más radicalizados, y generó formas de acción política
novedosas. Estas prácticas pudieron mantenerse, y algunos grupos ambientalistas fueron
pioneros en entender la dinámica de la globalización mediática y utilizarla como
herramienta de construcción de identidad (v. CASTELLS, M. 1998: 153). Sin embargo,
en los ´70, como hemos visto, la problemática fue asumida por los poderes políticos y
cooptada de diversas maneras (LIPIETZ, A. 1987). La más común es asumirla como
meta política de los poderes establecidos sin conectarla prácticamente a otro tipo de
procesos de reproducción, ni mucho menos a otras necesidades de cambio social. Por
ejemplo, que el Informe Brundtland reconozca a la pobreza del Tercer Mundo y a los
procesos de concentración de la riqueza como generadores de desestructuración
ecológica a escala planetaria no ha podido cambiar la dirección de estos procesos.
Uno de los mecanismos por medio de los cuales se opera este salto, esta
conversión de una argumentación profundamente radicalizada a meta convencional del
establishment, es la reducción de la idea de sustentabilidad a una ecuación puramente
económica. La idea de “capacidad de sustentación” es un concepto netamente ecológico
(DESCOLA, P. 1988, FERNANDEZ, R. 1994, 1996). Fue producido por los ecólogos
para entender las relaciones de intercambio de energía alimentaria entre una población y
su medio. De manera simplificada, establece una articulación entre la energía
alimentaria que una población puede tomar del ambiente que la “sustenta”. Si el ritmo
de obtención de energía es más rápido que lo que la base material (o el “medio
ambiente”) puede generar, la estabilidad de esa población se verá conmovida. Ahora,
traducido por un economista como David Pearce (que no es el más ortodoxo defensor
del mercado), la cuestión queda así:
18
. Existe una vasta bibliografía, aunque dispersa. Los sig. autores han producido trabajos que
tienen aspectos que los relacionan con esta corriente: Banton, M. , 1980; Barnes,A. 1987,
Boissevain,J., 1987; Geertz, C., 1973; Gellner, 1986, 1995, Silverman, S. 1986, Wikan, U. 1995;
sociales en el acceso a los recursos naturales, el papel de los factores políticos en el uso
y gestión de tales recursos, las dinámicas de desarrollo y sus efectos sobre el medio
ambiente, y especialmente, la articulación de los contextos locales y globales.
Teniendo en cuenta que estas son sus perspectivas centrales, las decisiones en el
uso de los recursos, racionalidades e irracionalidades de los grupos que poseen
posiciones dominantes en la sociedad son claves para entender las crecientes
complejidades de los sistemas productivos. Y por lo tanto, para establecer caminos co-
evolutivos. Por ej., análisis del movimiento ambientalista mundial, del surgimiento de
propuestas aplicadas al desarrollo basadas en conceptos ecológico-políticos (STONICH
y DE WALT, 1996) y de la noción de “desarrollo sustentable” como aggiornamiento
ideológico del desarrollo clásico (LINS RIBEIRO, G. ,1992), o la discusión sobre el
surgimiento de una conciencia ecológica mundial (ABRAM, 1996; EDER, 1996;
WYNNE, 1996), aportan perspectivas interesantes acerca de los caminos del
capitalismo en su compleja relación con la Naturaleza.
¿Qué aportan estas visiones al abordaje del capitalismo o, más bien, a una
construcción de este abordaje según lo plantean diversas discusiones de fin de siglo?.
Empiezan a hacerse visibles algunos casos donde aspectos teóricos pueden ser
contrastados con cuestiones empíricas. La centralidad de la ley del valor para el análisis
del capitalismo es importante cuando se piensa en el valor que pueden alcanzar los
recursos y servicios ambientales, y no sólo porque sean escasos. En términos teóricos,
dado que la Naturaleza no efectúa “trabajo” en el sentido marxista, no podría funcionar
la ley del valor para lo que se denomina “productividad” natural. Pero esto, en
condiciones de asignación y de creación de valor mercantilizable.
Ahora, cuando se analiza en términos históricos las formas en que se han ido
incorporando espacios antropizables a la dinámica de la sociedad industrializada, y los
recursos naturales se van incorporando a la economía “crematística”19, se ve que las
Trinchero, H. 1995, Davis, S., 1996, Renner, M., 1993. Un trabajo más orientado hacia la historia
es el de Brailovsky y Foguelman, 1992.y un antecedente latinoamericano, bien en el campo de la
Antropología y pionero en el tratamiento de algunos temas de desestructuración ambiental es de
Darcy Ribeiro (1969).
19
Este término viene de la concepción alemana denominada “Raubwirschaft”, que literalmente
significa “rapiña”. Es una corriente de análisis económico que trata las maneras en que la sociedad
comunidades que dependen de ellos se ven crecientemente empobrecidas y sujetas a la
dominación política. Su posición en el mercado y en el proceso de creación de valor es
siempre dependiente, subordinada. Y esta se refleja en el axioma “los pobres siempre
venden barato”. Por consiguiente, venden barato también las mercancías ambientales.
industrial hace un uso totalmente destructivo de los recursos naturales, a un ritmo directamente
depredador.
Termina pareciendo normal que Costa Rica venda barato. No porque exista un
argumento lógico que funcione bajo la forma de una ley (como las contradicciones en la
lógica general de los procesos de acumulación que finalmente reducen las tendencias
crecientes de los beneficios), sino por la construcción histórica y política de las
relaciones entre los países desarrollados y las sociedades pobres. La distribución de
activos de todo tipo en el mundo es muy desigual. Aún cuando favorezca
territorialmente a algunas naciones (como los países de la OPEP para el caso del
petróleo, o a las naciones tropicales en el caso de la biodiversidad), las condiciones de
negociación internacionales son leoninas en virtud del dominio político. La
segmentación de los mercados mundiales de trabajo es realmente impresionante, debido
a la retroalimentación entre la discriminación racial, la desigualdad sexual, el acceso
restrictivo al conocimiento y a la educación, y por las prohibiciones prácticas al
desplazamiento dado por la militarización de las fronteras. Se impone políticamente el
“mercado libre” a los trabajadores, pero se les prohibe el desplazamiento “libre” a las
masas de pobres, como lo testimonian la experiencia de cientos de millones de
refugiados económicos y políticos cada año. En tales circunstancias, los países pobres
tienen que vender sus mercancías a un precio barato, vender barato sus recursos
ambientales y aceptar la contaminación a bajo precio.
20
Para investigar estas complejas articulaciones, Andrew Vayda (1983) propone el “método de
contextualización progresiva”: abordar 1) las formas de producción regionales y su orientación
hacia formas de reproducción simple o expandida, 2) estructura de clases sociales y conflictos por
el acceso a los recursos, 3) formas de inserción en los circuitos mercantiles, 4) rol del Estado y
estructura de la sociedad civil, políticas que favorecen intereses de clases, 5) grado de
interdependencia global, a partir de los intereses de inversores y empresas y agencias
arenas políticas implican desigualdad en la construcción del poder. Así es entendible
porque las tendencias al incremento de los beneficios se sostienen desde el Estado
(funcionarios del Estado que gerencian la acumulación privada, salvatajes artificiales de
capitales obsoletos e ineficientes, etc., tal cual se menciona en Katz, C. 1998:73). Se
puede coincidir con el análisis del prof. Katz, teniendo en cuenta lo siguiente:
a) analizar los actuales procesos de globalización en términos de una lógica que evita
los problemas de la simple polarización o de las explicaciones mecánicas. Es norma que
los acercamientos a lo global pierdan de vista las peculiaridades del caso, y terminan
explicando las realidades locales como simples epifenómenos de procesos globales, y
internacionales, 6) ideologías que orientan el uso de los recursos y legitiman las actuaciones
políticas que impulsan determinados planes de desarrollo.
21
. La WWF es una organización no gubernamental regida por una ideología manifiestamente
conservacionista. Aunque es de carácter internacional, tiene su sede en Washington
y cuenta con delegaciones en 25 países. Algunas de estas delegaciones tienen bastante
autonomía política, en especial las de Suiza, Alemania, Inglaterra y Holanda. Se financia con
aportes de socios, que tienen que pagar un mínimo de 25 dólares anuales, por la WWF maneja un
presupuesto de 35 millones de dólares por año, de los cuáles bastante más de la mitad se utiliza
para apoyar proyectos conservacionistas.
idea original del sistema fue formulada por Thomas Lovejoy (director de la WWF) y
difundida a través de una publicación propia en 1986. Surgió de la preocupación
instalada en los países desarrollados acerca de que, como muchos ecosistemas
amenazados se encuentran en los países pobres, no se puede pedir a las poblaciones más
desfavorecidas del mundo que cuiden sus recursos. Los países más pobres de la Tierra
son también los más endeudados, y en la búsqueda por obtener más recursos para pagar
la deuda externa, incentivan la explotación de recursos naturales más allá de los límites
de su regeneración. Por lo que entonces surgen las organizaciones conservacionistas
que, a cambio de un porcentaje de quita de deuda, administran las áreas naturales que se
acuerdan con el gobierno deudor.
Por supuesto que, además del retroceso que esto significa para los Estados
nacionales, hay otros puntos oscuros, como la posibilidad de controlar los usos de las
áreas protegidas, la situación de las comunidades locales que viven de los recursos que
extraen de las áreas naturales, la protección a la diversidad cultural (todos temas de los
cuáles tampoco se ocupan algunos estados nacionales).
22
. Se trata del decreto presidencial 2148/90, sancionado el 10 de octubre de 1990, acompañado
de disparatados anuncios en el mejor estilo menemista: “ser el primer país ecológico del mundo”,
en un reportaje periodístico del 18/10/90.
Los proyectos de “canje de deuda por Naturaleza” que, hasta ahora, se intenta
implementar en Aca. Latina son un ejemplo de cómo determinadas propuestas
globalizadas dependen, para su implementación, de las características de las estructuras
de poder locales y de las articulaciones que éstas pueden sostener frente a la emergencia
de otros poderes. Un país como Argentina, con una clase política dispuesta a entregar el
país de rodillas23, ni siquiera intentó formular tales propuestas, para cuya
implementación se requiere de la siempre compleja mediación de díscolos ecologistas.
Directamente se privatizaron los recursos del subsuelo, y primero se aumentó la
extensión de las áreas protegidas para luego concesionar su explotación a capitales
privados y sociedades de explotación del turismo internacional.
23
. Luego de conocerse las medidas de política ambiental de María Julia en relación a este tema,
circuló un chiste atribuido a Menem: el Presidente anuncia a sus ministros que hay dos noticias,
una mala y una buena. Todos piden la buena: “Se resolvió el tema de la Deuda Externa. No
tenemos que pagar un solo dólar más”. El inefable Corach pregunta: “Pero, Sr. Presidente:
entonces, ¿cuál es la mala?”. Menem contesta: “Corach querido, que hay que desalojar el país en
24 horas”.
estrategias de actores concretos que persiguen proyectos diferentes y responden a
intereses contradictorios.
Estas luchas ocurren entre “los capitalistas” y las clases subalternas que resisten
pasiva o activamente; pero también ocurren entre los capitalistas mismos, quienes
persiguen fines comunes en torno a la acumulación en situaciones de competición y de
acuerdo a diferentes racionalidades. Es muy acertada la crítica a la “exageración
trasnacionalista” y a la existencia de una “burguesía trasnacionalizada” actuando fuera
del circuito de los estados existentes (KATZ, C., op.cit: 76).
Si uno combina estas dos perspectivas, una enfatizando el conflicto entre fuerzas
capitalistas, y la otra enfatizando los cambios como consecuencia del conflicto de
clases, entonces la relación “centro-periferia” en el sistema mundial no emerge como
una relación de dominación total, fija en sus resultados y mecánica en sus
manifestaciones. Esta relación aparece más bien como un fluido de procesos no
controlados, en los cuales el poder se mueven en diferentes direcciones, creando
conflictos pero también validando comunidades de interés.
Un punto delicado sigue siendo cómo avanzar en la búsqueda de una epistemología que
pueda permitirnos entrar en el tema de discusión acerca de la práctica y agenciamiento
en escenarios intrasistémicos. Pienso que es indiscutible la validez de la interconexión
entre estructura y acción o procesos materiales e ideológicos. Aunque se podría discutir
más profundamente su sistema de categorías, la noción de práctica de Bourdieu es usada
habitualmente con eficacia en el análisis de arenas limitadas y microcosmos culturales.
Pero el intento de utilizar prácticamente este acercamiento requiere también que se
plantee un tema frecuentemente evitado por los antropólogos: que la noción de análisis
del micro-nivel, tradicionalmente asignada al dominio epistemológico de la
antropología, puede ser aplicada a temas y sucesos en gran escala. Este punto es
importante porque la validez del análisis a nivel micro no depende necesariamente de
focalizar realidades a pequeña escala, sino más bien que el método designa el traer al
centro del escenario a actores y a agentes (TROUILLOT, 1986; GERSTEIN, 1987,
REYNOSO, C., 1987).
Puede haber, enfatizando estas perspectivas, una historia que describa y explique
cómo se llegó al estado actual, en que la sociedad occidental utiliza el 75 % de los
recursos del planetaria para sostener a menos de un tercio de la población del mismo. Al
24
Según Godelier (1989), el socialismo no llegó a construir una base material propia, sino que se
asienta en la misma base material que posee el sistema capitalista (o sea, el maquinismo). Por ello
no ha conseguido implantarse como un sistema histórico, la abortada transición al socialismo
terminó siendo ilusoria.
mismo tiempo, cómo es que hemos llegado a utilizar, para satisfacer economía de alto
consumo energético, el 50 % de la productividad natural de todos los ecosistemas
terrestres, eliminando especies sin precedentes, agotando las pesquerías, saturando la
atmósfera y los mares de contaminantes, y condenando a la pobreza definitiva a
sociedades que utilizaron los mismos recursos (a un ritmo menos intenso) durante miles
de años en algunos casos. Muchos de estos grupos, además, no desaparecen como
sociedades. Incluso aumentan en número y hasta conservan parte de sus rasgos
culturales. Pero ya no dominan los mecanismos de su reproducción (la cual pasa a
depender de los “mecanismos del mercado”) y por consiguiente pierden totalmente la
autonomía cultural.
Aparecen otros aspectos que orientarían una discusión en otra dirección. Como
resultado de la constitución de la Sociedad de la Información (CASTELLS, M. 1997,),
algunos25 han postulado tendencias hacia una “desmaterialización de la economía”, una
disminución de los patrones de uso de recursos naturales, minerales, y la posibilidad de
sustitución de tecnologías que impliquen menor volumen de transformación de materia
por unidad del PBI. Se puede discutir internamente esta tesis, tal cual lo hace Bunker
(1996), o abordarla cuestionando el optimismo de la idea acerca lo que significaría en
términos del estado evolutivo actual de nuestro modo de vida.
25
. Se trata de los autores englobados en la corriente denominada “Ecología Industrial” (Frosch y
Gallopoulos, 1989, 1990, Ayres y Axtell, 1992, Tibbs, 1992, 1993)
los problemas de contaminación no pueden ser contenidos por las fronteras políticas de
los estados nacionales. Afirma que este tránsito dista muchísimo de ser un proceso
armonioso: en términos ideológicos, el argumento de la contaminación ambiental sirve
de excusa para establecer nuevos ghettos y sostener políticas de “apartheid” globales en
función de las economías más poderosas del mundo. Muchos procesos de fijación de
stándares de emisiones condenan al atraso económico a sociedades “emergentes”, al
funcionar como barreras arancelarias, en un marco de certero deterioro de los
ecosistemas planetarios. Es decir, es real la crisis ambiental a escala planetaria, y sobre
esta realidad, los principales centros de poder mundial van diseñando un “régimen
ambiental” que favorezca todavía más la reproducción de capital. Un instrumento
internacional de protección del medio ambiente (pongamos por caso los protocolos para
protección de la capa de ozono) implica cambios tecnológicos profundos, que dan
nuevas ventajas comparativas a los países productores de tales nuevas tecnologías. Por
eso, de manera casi inocente, algunos autores (ESTRADA OYUELA, S. ,1993) se
complacen en señalar los cambios que introduce un nuevo desarrollo del Derecho
Ambiental Internacional: los “Sistemas Legales Sectoriales Dinámicos”, regímenes
legales a escala internacional comparativamente autónomos y dinámicos en relación al
Derecho Internacional tradicional (un derecho pensado para solucionar controversias
entre estados nacionales y fuertemente influido por el compromiso fordista), aún cuando
perciban la transformación copernicana que esto significa para los modos tradicionales
de articular las regulaciones estatales “fronteras adentro” de cada país. En este sentido,
también aparece una línea para complejizar el proceso de desaparición del estado que
describe J. Hirsch (y en general los autores que enfatizan los aspectos económicos de
este proceso) en sus análisis sobre las formas contemporáneas que toma la dominación
estructural.
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