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Peligro en el bosque

Una tarde soleada de verano, cansado y sin tener a nadie con quien jugar, Julio decidió
ir a dar un paseo por el bosque. Le dijo a sus padres que cogería el camino de siempre,
un sendero despejado y al que atravesaba un rio de agua limpia y cristalina. A Julio le
encantaba ver el agua correr y a los peces brincar y moverse por el fondo. Por eso le
dada mucha pena cuando se encontraba con un río contaminado o cuando veía a
alguien tirar al suelo una lata de refresco o un papel.

Ese día, en su paseo por el bosque, Julio Al llegar a un claro y disponerse a llenar su
cantimplora en la fuente, vio algo oculto entre los arbustos. Se acercó y pronto se dio
cuenta de lo que era: una caja de cerillas vacía. El niño la guardó en su mochila y volvió
para casa. Al llegar, sus padres estaban viendo las noticias en la televisión. Estaban
contando que un incendio había arrasado parte de un bosque vecino al que Julio
visitaba.

Julio pronto se dio cuenta de que eso era una pista muy importante. Su madre y él
empezaron a seguir el rastro de ceniza hasta que llegaron a una pista todavía mejor:
un montón de papeles viejos y arrugados. Julio se acordó de la caja de cerillas y
enseguida relacionó todas las pistas. Con todas las pistas que habían encontrado, Julio
y su madre volvieron corriendo y fueron a ver a los bomberos. La verdad es que les
agradecieron mucho su ayuda porque, gracias a ellos, pudieron encontrar al culpable
de los incendios. Por suerte, el bosque se recuperó pronto y Julio pudo volver a ver a
los animales disfrutar de su entorno.

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