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Molina
Traducido por
Elizabeth de Márquez
ISBN: 978-0-311-42079-6
EMH Núm. 42079
2 M 8 10
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
DEDICATORIA
CAPÍTULO
1. ¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! .............................................. 9
Bendiciones,
Clara E. Molina
Hebreos 11:1
8
C
“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer,
y los dos se funden en un solo ser”
Génesis 2:24.
Busca a Dios antes que cualquier otra cosa: Dios te dará gozo y
usará a tu esposo para hacerte feliz. Aparta tiempo para estar a solas con
Dios para que él enriquezca tu vida con agua fresca y viva todos los días.
Tú no puedes ministrar a tu esposo cuando tu fuente está vacía o no
recibe agua fresca, porque aunque no lo creas, el tiempo que pasas con
Dios enriquece tu vida y la de tu esposo. ¿Cómo? Tu andar con Dios es
un testimonio para tu esposo. Tú le puedes compartir las cosas que el
Señor te revela. Si permites que el Señor se comunique contigo diaria-
mente a través de su Palabra para indicarte cuáles son los deseos de su
corazón para ti, serás capaz de aconsejar mejor a tu esposo y en una
dimensión espiritual cuando él lo necesite.
Es vital que entiendas que Dios debe ser el gozo de tu vida y que él
te proporciona felicidad usando a otras personas y situaciones de la vida.
El gozo del Señor es nuestra fuerza y nuestro refugio, en especial cuando
las cosas van mal (lee Neh. 8 y medita en el versículo 10). Dios es el
único que nunca cambia ni cambiará debido a las circunstancias. Él es el
único a quien podemos acudir precisamente cuando todo lo demás nos
falla. Tu esposo te ama con un amor distinto al de Dios. El amor del
Señor es perfecto y totalmente incondicional, mientras que el amor y
pasión de tu esposo pueden aumentar o disminuir en relación directa con
su propio andar con Dios. El gozo que viene de Dios no se puede com-
parar con la pasión y amor que existen entre un hombre y una mujer. El
amor es una decisión, el compromiso es un contrato y el gozo solo puede
venir de Dios. He aprendido una de las cosas más importantes de la vida:
Mi gozo y felicidad se basan en lo que Dios ha establecido para mi vida,
no en lo que otras personas digan. Debido a que he entendido esto, me
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 11
El síndrome del pedestal. Una de las razones por las que les falta-
mos al respeto es que a veces ellos no llenan nuestras expectativas y
estándares, porque los hemos puesto en un pedestal. Esa expectativa está
basada en lo que quisiéramos que fueran ellos, no en lo que son. Tu
esposo y el mío deben vivir conforme a las ex- Tu esposo y el mío
pectativas y estándares de Dios, no los nuestros. deben vivir conforme
Vivir bajo nuestras expectativas es algo imposi- a las expectativas y
ble y peligroso. Después de todo, nuestra falta estándares de Dios,
de respeto se origina en parte por lo que perci- no los nuestros.
bimos como una falla de él. Nuestra frustración con su aparente fracaso
por no vivir como queremos o como dicta el mundo puede provocar falta
de respeto. ¿Adivina qué? Él es humano. Y solo Dios es digno de ser
puesto en un pedestal. Cuando pones a tu esposo en uno de ellos, segu-
ramente caerá y tú junto con él. Cuando pones a Dios en el pedestal, tanto
tú como tu esposo pueden caer, pero si es así, Dios los levantará.
Creo que esta parte de la disciplina de Dios para Eva afecta nuestra
relación de amor y romance con nuestros esposos. Dios decidió que Eva
debía obedecerlo a él y también a Adán. Recuerda que desear a tu es-
poso no es una maldición, sino una bendición. Ese deseo va más allá de
la relación sexual, es parte de nuestra amistad y compañerismo mutuos.
En segundo lugar, Dios no creó los dolores del parto; lo que hizo
fue multiplicarlos en gran manera. Los dolores ya eran parte de dar a
luz. Esos dolores deben recordarnos que debemos alejarnos del pecado
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 19
Señor. Creo que la casada ama, confía y obedece más a Dios que la
soltera, porque tiene una mayor responsabilidad en su vida diaria.
Cuando las cosas van mal ora, clama a Dios, ayuna, busca al Espíritu de
Dios y recuerda que necesitamos ser imitadoras de Jesús. Él nunca cam-
bia. Su amor por nosotras es eterno y le costó la muerte en la cruz.
“¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos!” (Heb. 13:8).
hizo (hay una gran diferencia entre los dos motivos). Él tenía que salir
corriendo a la iglesia y me pidió que le planchara una camisa (él sabe
planchar muy bien) y lo hice. Mientras lo hacía, mi hermana menor me
llamó y me preguntó: “¿Qué estás haciendo?”. Le respondí: “planchando
una camisa para Jesús”. Empezó a reírse y me pidió que le explicara lo
que quería decir. Le dije que en realidad no quería plancharla y tuve que
hacerlo como para Jesús para hacerlo con buena actitud. Cuando tu
corazón no quiere servir, de todos modos sirve; y cuando lo hagas, Dios
te bendecirá pues él cambiará tu corazón. En ocasiones el servicio no
significa que tengamos que hacer algo física-
mente. Puedes servir si escuchas, eres pa-
Siempre recuerda que
ciente con él, le ofreces dirección y ánimo. necesita que lo sirvas,
debes servirlo como él