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Cuentan que, estando San Jerónimo en el desierto de Siria, y

hallándose en una gran depresión, vio a Jesús crucificado.


Jerónimo se arrodillo ante Él y se golpeó el pecho. Jesús desde la
cruz le sonrió amablemente y le dijo:
− ¿Jerónimo que tienes para darme? −
Jerónimo respondió enseguida:
−Señor, mi soledad en el desierto, la dureza de esta vida
apartada, mi existencia llena de sacrificios…,
el Señor le agradeció con Cariño y le pregunto de nuevo:
− ¿qué tienes para darme? −
Sin dudarlo Jerónimo hizo un recuento de todo lo que él hacía
buscándose recto y santo…
− mi ayuno, mi hambre, mi sed, mis largas jornadas de
oración, las noches en vela rezando, la falta de una mujer y la
pobreza absoluta−
Jesús volvió a agradecerle, pero le repitió la pregunta
− ¿Que tienes para darme? −
Jerónimo continúo enumerando todo lo que él hacía por
Amor al Señor, mientras Jesús insistía en repetir. una y otra vez la
misma pregunta. Al final a Jerónimo se le acabaron los
argumentos y dijo rendido:
−no Señor, no tengo nada más que darte…−
entonces Jesús lo miro colmado de amor desde la cruz y le
dijo:
−has olvidado lo más importante, ¡regálame tus Pecados,
para que yo te pueda perdonar ¡

Dios es Dios justamente cuando perdona, Dios realiza lo más −Dios


de Dios− justamente cuando perdona, por eso todas las veces que no
dejamos a Dios ser Perdón, le estamos impidiendo a Dios ser Dios, el
gozo de Dios es Perdonar, la vida de Dios es Perdonar, todo lo que
mueve la existencia de Dios es perdonar, porque el Dios verdadero no
está arriba en los cielos, sino que esta abajo en el suelo lavándonos
nuestros pies, transformando nuestra vida, limpiando nuestros pies.

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¿Que se necesita para vivir el Perdón?
Las bienaventuranzas dicen hambre y sed de justicia, de la
verdadera justicia de Dios, ya vamos a ver cuál es la justicia de Dios
porque incluso seguid leyendo, hay que leerse la biblia completa, la
gente lee pedazos y si la seguís leyendo, en el mismo sermón de las
bienaventuranzas te va a decir cómo hay que proceder. Les enseñaron
ojo por ojo y diente por diente, yo en cambio les digo, ama a tu enemigo,
decidme ¿eso es justicia? ¿Eso es justicia humana? Ama a tu enemigo,
al que te pida prestada la capa entrégale también la túnica, al que te
abofetee la mejilla derecha muéstrale también la izquierda, esa es la
justicia divina ¿la ven? ¿Ven que es distinta? No es la justicia humana,
la justicia humana es, al que me pega yo le pego, al que me quita yo le
quito, al que me odia yo lo odio, ustedes en cambio sean perfectos como
su Padre del cielo es perfecto. Y el Padre del cielo tiene otra justicia que
es distinta, es la de Él, ya la vamos a ver, la justicia del Padre es otra
justicia.
Ah que bonito -dice ella- si quieres ser feliz por un instante véngate,
si quieres ser feliz de por vida perdona. Yo puedo ser malo, malo, malo
-dice ella- y en el último momento de la vida Dios me perdona. Sí, en
teoría sí. Único problema: En ese último momento de la vida ¿cómo
hace usted para saber que es el último momento de su vida? Y ¿cómo
garantizar que en el último momento de la vida el arrepentimiento es
sincero? Porque Dios es bueno pero no bobo. Recuerden que para que
el perdón pueda funcionar debe haber arrepentimiento sincero porque
si no hay arrepentimiento sincero tenemos pecado contra el Espíritu
Santo, es decir, no estamos dejando a Dios actuar, nos estamos
burlando de Dios. El perdón supera la justicia. Les digo tres textos de la
biblia muy interesantes. En el primero van a ver lo que entiende el
Antiguo Testamento por justicia. El que la hace, la paga. Antiguo
Testamento. El rey David le dice a Joab, anda a hacer un censo de
población, el censo de población de la época es ver cuántos hombres
para el servicio militar hay y cuando David manda hacer el censo cae
en la cuenta de que ha cometido un gran pecado ¿por qué? porque
David está creyendo que su poder le viene del número de soldados que
tiene, cuando su poder le viene del amor de Dios. Ha desconfiado,
recuerden que el pecado es desconfianza, ha desconfiado de Dios,
entonces Dios le envía al profeta Agad y el profeta Agad le dice, escoge
castigo. Como ha pecado, se quitó el balance, tiene que sufrir un castigo
para recuperar el balance. Escoge castigo, tres días de peste en tu

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territorio, tres meses perseguido por tu enemigo, tres años de hambre
en tu país y el rey David dice, prefiero caer en las manos de Dios que
es misericordioso, elijo tres días de peste y durante tres días empezó el
ángel del Señor a matar gente. Ese es el Antiguo Testamento. El Dios
del Antiguo Testamento es justo, es justo y el que la hace la paga.
Muchísimos cristianos su Dios se quedó en el Antiguo Testamento y sin
embargo les adelanto una cosa, hacia el final de ese texto hay una cosa,
un dato muy interesante. David sube a la azotea del palacio y ve al ángel
que va a meter la espada en Jerusalén y le dice, fui yo quien pequé, no
estas ovejas y Dios le dice al ángel, detente, es decir, el castigo terminó
como cinco horas antes de lo que debía haber terminado. Tenía que
haber durado tres días enteros pero al final unas horitas que Dios dijo,
detente. Hay un segundo texto más impresionante, Dios envía a un
profeta mediocre llamado Jonás a que vaya a la ciudad de Nínive y
anuncie que la va a destruir dentro de cuarenta días. Dentro de cuarenta
días Nínive será destruida y entonces el rey se baja del trono, se sienta
en el piso, se quita los trajes reales, se pone traje de humildad, se echa
ceniza en la cabeza y proclama un ayuno para que todos incluidos los
animales se arrepientan a ver si Dios se arrepiente del castigo. Y
adivinen que hizo Dios, se arrepintió del castigo. Y ¿qué hizo Jonás? Se
puso furioso ¿por qué? porque lo hizo quedar mal, ustedes imaginan yo
el profeta anuncio que van a acabar la… y luego el otro no cumple. Y
Jonás muerto de la ira se va para un montecito a esperar a ver cómo
acababa la cosa y como está haciendo mucho sol, Dios le regala un
arbolito y se lo pone al lado para que le cubra la cabeza y Jonás se pone
feliz con el arbolito. Entonces Dios mandó un gusano para que coma el
árbol, y apenas le empieza a dar el sol en la cabeza, Jonás le llena la
rabia, incluso se desespera y se desea la muerte. Es preferible morir
que vivir. Y Dios le dice ¿por qué estás tan molesto? ¿Por un arbolito
que se secó y que tú no plantaste? ¿Y tú te puedes molestar por un
árbol que tú no plantaste y a mí no me puede doler Nínive la gran ciudad
llena de hombres y mujeres que no distinguen la derecha de la
izquierda? El libro de Jonás es una maravilla, es una anticipación en el
Antiguo Testamento de lo que va a venir en el Nuevo Testamento, que
Dios no cumple el castigo.
En el Nuevo Testamento es peor todavía, Dios no solo no cumple
el castigo, es que no castiga, peor, Dios se carga Él el castigo. Al que
no tenía nada que ver con el pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros,
capítulo 5º de la segunda carta a los Corintios. No te preguntas por todo
lo que tú has vivido y lo que has hecho mal ¿dónde está el castigo? En
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esa Cruz y Él lo cargó para que tú no lo tuvieras que cargar porque
apréndase esto, Dios no es justo, Dios es misericordioso y la
misericordia excede por mucho a la justicia. Si Dios fuera justo no
tendríamos esperanza. Pobre de nosotros si Dios fuera justo. Lo que
convierte no es el miedo sino el amor. Esto lo vamos a ver esta tarde.
Lo que conmueve no es el miedo. Durante años quisimos que la gente
fuera recta anunciándoles las desgracias del purgatorio y del infierno y
por miedo al infierno nadie deja de ser malo pero lo que sí cambia un
corazón es ver la bondad y el amor de Dios, eso conmueve y puede
llegar a conmover hasta las lágrimas. Ver a Dios tan humilde y tan
amoroso. Nos ha faltado demasiado anunciar al Dios del amor. Hemos
anunciado demasiado un Dios justo y un Dios que castiga y un Dios que
condena y muy poco un Dios enamorado de nosotros que a punta de
amor nos conmueve para que nosotros cambiemos de vida.
Y quinta. El perdón es el gran regalo. El perdón es el regalo
invaluable. El regalo que no tiene precio. La gente hace grandes
inversiones para dar grandes regalos. La gente regala un carro de no
sé cuantos millones de pesos. La gente regala un apartamento de una
friolera de millones. La gente regala una joya, una esmeralda, una perla.
Y se supone que a la mujer que amo le llevo una joya valiosísima y esa
joya valiosísima dice te quiero, pero hay un regalo más costoso y ese
regalo más costoso es el perdón.
El único que nos da el regalo que no tiene precio es Dios que nos
da el perdón. El pagó todo el precio y lo pagó con su sangre derramada
en la cruz. Es el regalo invaluable, el regalo que no tiene precio. Lo que
hace Dios. El perdón es el regalo que tú no te mereces. Porque si te lo
merecieras ¡ah! Te lo mereces, pero el perdón no te lo mereces. Tu niño
se puede meter a la guerrilla toda la vida y en el último momento de su
vida a lo mejor en ese último momento por un instante mira hacia atrás
y ve que desperdició toda su existencia y sentirá un horror tan grande
que cuando despierte al otro lado de Dios y le esté limpiando las
lágrimas si pudiera volver a vivir no entraría jamás a la guerrilla ¿por
qué? porque lo perdonaron. Pero destruí toda mi vida. Me han dado un
regalo que no merezco. Por lo tanto lo único que hará tu niño es toda la
vida es estar pegado de la patica de Dios diciéndole, gracias, gracias,
gracias, gracias, gracias, gracias.
¿Qué se necesita para vivir el perdón? Cuatro cosas que se
necesitan para vivir el perdón. ¿Quieres vivir el perdón? El perdón no

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es automático, hay que colaborarle a Dios para el perdón. Para poder
vivir el perdón.
Primero. Tienes que tomar conciencia de que eres pecador. Dios
no te puede perdonar mientras tú no tomes conciencia de tu pecado,
porque entonces sería muy fácil.
Segundo. Tomar conciencia del tamaño de mi pecado porque uno
normalmente achiquita el pecado, lo pone en diminutivo.
Primero, reconocer el pecado y segundo, reconocer que ese
pecado es grande, fuerte y poderoso, no lo minimices. Pero es que fue
solo un grito, pero un grito puede hacer mucho daño. No se pueden
comparar los pecados. El pecado del asesino es asesinar y el pecado
del que insulta es insultar y tan grave como es asesinar es insultar. Yo
insulticos, no más. Insulticos. Es que es imposible vivir con vos porque
insultas a uno desde la mañana hasta la tarde. Hasta cuando servís el
plato de comida lo haces insultando. Tome que no se lo merece. Pero
eso sí, después a rezar el trisagio, la novena, la coronilla. Menos santos
y más santidad.
Tercero. Vivir un arrepentimiento confiado y tranquilo, no
desesperado, el desespero no es cristiano. Reconozco mi pecado,
reconozco el tamaño de mi pecado y me arrepiento confiado y tranquilo.
Y cuarto. Vivo todas las dimensiones del perdón. Primera
dimensión del perdón: la reconciliación conmigo mismo. Me perdono.
Segunda dimensión del perdón: la reconciliación con los demás. Les
pido el perdón. Tercer nivel: la reconciliación con el mundo. Le pido
perdón al mundo, a la naturaleza, por el daño que le he hecho y prometo
relacionarme con el mundo de una manera diferente. Algún día le vamos
a tener que pedir perdón a este hermoso planeta por el daño que le
hemos hecho. Y cuarto: la reconciliación con Dios. Me acerco al
Sacramento y le pido perdón a Dios. No a un Cristo de palo, al
Sacramento. Razón: porque el Cristo de palo no te contesta. En cambio
el Cristo de carne que te escucha en el Sacramento te puede abrazar,
te puede bendecir y te puede decir las palabras más maravillosas que
puede haber. Te puede decir, de parte de Dios, yo te perdono. ¿Ustedes
no se quedan paralizados de una cosa? Yo sí. Y yo sí porque como soy
sacerdote. Hay una serie de cosas en la vida de sacerdote en la que
uno no dice el Señor dijo. Por ejemplo, cuando se celebra la Eucaristía
uno no dice, Jesús dijo tomen y coman porque este es su cuerpo que
será entregado por ustedes, sino que el sacerdote toma la hostia y por
un instante no es Juan Jaime, por un instante es Cristo. Tomen y coman
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todos de él porque esto es MI cuerpo que será entregado por vosotros.
Lo mismo sucede en la confesión. Dios Padre misericordioso que
reconcilió consigo al mundo por la muerte… ahí estoy hablando de Dios.
Y cuando termina esa parte primera de la fórmula de la absolución que
es muy bonita, el sacerdote dice: Y Yo te absuelvo de todos tus pecados
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No digo, Dios te
absuelve. Digo, Yo te absuelvo. Por eso vos de la confesión salís
livianito porque es algo real que sucedió, acaba de suceder. Un ser
humano que te escuchó, te dice, Yo te acepto, Yo te acojo, Yo te digo
que te amo, en nombre de Dios. ¿Se acuerdan que decíamos que el
fruto del pecado era sentirse perdido, todo eso que decíamos, a ver si
se lo recuerdo. Decíamos el pecado lleva a un sentimiento de estar
perdido, tristeza profunda, vergüenza, debilidad.
¿Y el perdón? El perdón da sentimiento de estar en camino. En
cuanto a uno lo perdonan uno siente que volvió al camino, ya no estoy
perdido. Segundo: Alegría profunda, pero alegría de adentro. Tercero:
Humildad. Porque de ahora en adelante soy consciente de que mi
alegría no procede de lo genial que soy yo sino de lo grande que es el
perdón de Dios. Y quinta: Fortaleza. Después de meses o años de
debilidad me siento ahora con fuerzas de vivir la vida.

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