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Las efigies de las procesiones en la Semana Santa como obra de arte, en algún momento
tuvieron su aura. (Benjamin, 1989) lo explica: “El aquí y ahora del original constituye el
concepto de su autenticidad”. No obstante la reproducción técnica de estas ha hecho que
pierdan su originalidad, tal como lo expresa (Benjamin, 1989) “en la reproducción mejor
acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar
en que se encuentra” (p.2).
Un tipo de representación artística que hace parte de la Semana Santa son las exposiciones
de artesanías, que ofrecen una serie de productos en su mayoría elaborados manualmente
como textiles, bisutería, plantas, etc. Generando en las personas el deseo por adquirirlos y
el consumismo. Dichos productos obedecen a la industria cultural además de la comercial.
Con su capacidad exhibitiva las obras pierden la originalidad al adquirir un valor comercial.
La reproducción de la obra deteriora su significado real porque la accesibilidad que hoy en
día tiene el espectador ante ella facilita la pérdida de lo auténtico.
Con los diversos métodos de su reproducción técnica han crecido en grado tan
fuerte las posibilidades de exhibición de la obra de arte, que el corrimiento
cuantitativo entre sus dos polos se torna, como en los tiempos primitivos, en una
modificación cualitativa de su naturaleza. (Benjamin, 1989. p.7)
Hay una gran reproducción cultural que ha ocasionado la pérdida del valor propio de cada
elemento artesanal, deteriorando de esta manera su significado, puesto que se ha
convertido en un mercado con fines económicos y lucrativos. Se trata simplemente de la
reproducción técnica de artículos que ya han existido; los comerciantes presentan
productos aparentemente novedosos aunque en realidad solo tienen cambios mínimos en
su estructura. De esta manera lo expresa (Horkheimer. Adorno, 1988): “la industria cultural
no sublima, si no que reprime y sofoca, al exponer siempre de nuevo el objeto del deseo”.
Se convierte en algo tradicional que invita a consumir y desear los productos expuestos
cada año reproduciendo el mismo círculo: llega Semana Santa, artesanías, deseo por
adquirir, consumo.
La iglesia católica al ser una institución poderosa tiene la capacidad ejercer cierto poder
ideológico en la conciencia de las personas cultivando desde siglos atrás en el pensamiento
de estas, la cultura del miedo; además se imparte un discurso naturalizado de lo
moralmente correcto e incorrecto dominando a través de la creencia en seres supremos,
las formas y estilos de vida de los fieles.
En este contexto la familia -AIE- cumple un rol importante, aunque (Althusser, 1988)
menciona:
Un individuo cree en Dios, o en el Deber, o en la Justicia, etc. Tal creencia depende
(…) de las ideas de dicho individuo, por lo tanto de él mismo en tanto sujeto
poseedor de una conciencia en la cual están contenidas las ideas de su creencia
(…) (el sujeto dotado de una conciencia en la que forma o reconoce libremente las
ideas en que cree), el comportamiento (material) de dicho sujeto deriva de él
naturalmente.
Durante esta época, las familias adoptan una serie de costumbres que cambian sus
comportamientos frente a la comida, a las lugares que se deben o no asistir, a la manera
de vestir, etc. Estas costumbres favorecen el mantenimiento del orden establecido, como
de la tradición de la Semana Santa.
Además del AIE familiar, otro Aparato relevante es la Escuela, pues la mayoría de planteles
educativos incluyen en su plan académico la religión como asignatura enfocada al
catolicismo.
Referencias:
Althusser, L. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos Aires: Nueva
Visión.
Constitución política de Colombia, (1991). Artículo 19 [Titulo II]. 2da Ed. Legis.