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La crisis Nacional 2009 y 2017 fue planificada

JULIO ESCOTO
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Lo que hoy acontece no es accidental; fue diseñado por la voluminosa ambición


política del gobernante de la nación y su camarilla cómplice, a quienes no
importa, en momento tan sensible y grave, avivar de nuevo los enconos, odios
y dolores con que dividió a la república el golpe de Estado en 2009. Y esta
observación no es partidaria sino ética, pues lo mismo opinaría si se tratara de
un gobierno de derecha o izquierda, ya que el principio aglutinador del respeto
a la justicia, la equidad y la democracia carece de límites.

La historia confirma que el mayor daño ocasionado a Centroamérica proviene


siempre de las mentalidades de derecha, peor, de las fundamentalistas, que es
decir fascistas y cachurecas (recalcando la diferencia de que no es cachureco
todo nacionalista sino el reaccionario ultraconservador). O ¿me equivoco…?
¿Puede alguien proveer el nombre de un tirano honrado, sano, incruento,
constructor que no fuera de calles de piedra y avenidas de exhibición, y que no
sea represor, uno solo…? El gran líder que fue Ubico en Guatemala, ¿cuántos
no mató? Quien reconstruyó tras la primera guerra a Alemania, Hitler, ¿no la
condujo luego al despeñadero? Petain, en su intento de conciliar nazismo y
orgullo galo, ¿no fue más bien colaborador de crímenes y miseria…? El hambre
de poder embrutece al hombre, lo separa de la realidad y distancia del
humanismo.

Así, la dirigencia nacionalista preparó meticulosamente la actual crisis social


post electorera partiendo de tres cuestiones sencillas y centrales, como en cada
plan dictatorial de quien es rechazado por el pueblo: (a) ¿cómo articulamos un
oculto fraude?, (b) si no queda oculto, ¿cómo detenemos la protesta popular?,
y, (c) ¿cómo aceitamos desde ahora, cuatro años antes, los ejes y engranajes
óptimos para hacer triunfar nuestro programa del mal? Y las respuestas debieron
ser sencillas y verticales, como en la Carta Rolston: sobornaremos y
compraremos a quien sea necesario, así como construiremos todo un poder
jurídico y represor que permita aplastar para siempre la disidencia. Las
lecciones de Tiburcio Carías, Doctor (desgracias humanas que forma la
universidad) y General (vertederos de sangre que fabrica la milicia) no debían
olvidarse.

La autora de la crisis es la clase conservadora pues resistió siempre al diálogo


intersectorial político y a aceptar reformas electorales imprescindibles, como el
voto electrónico, la segunda vuelta, cambios a la ley del sufragio y
particularmente del TSE, incluyendo la depuración del padrón electoral. Sólo
en tierras de Idi Amín, o de Mugabe, el máximo órgano de conducción de
comicios está integrado, exclusivamente, por aliados del régimen. Volvieron,
pues, a ganarse el burlón mote de “elecciones estilo Honduras” y de “república
bananera”.

Pero ello es historia, el daño ya ocurrió y vamos ahora a las consecuencias:


terrible recesión y alto al crecimiento pues por lo menos tres años delante no
vendrá un solo inversionista inteligente; deterioro en picada de la economía,
cuyos signos ya se ven: cierre de negocios, desempleo, bajo consumo,
devaluación, incremento de pobreza y miseria, y en lo político desconfianza,
inseguridad, represión militar, subversión, rebelión, el agar perfecto para que
alguien geste una guerrilla urbana.

Las mil voces que aconsejan calma son más de cobardes que de prudencia. El
hondureño está alienado, imagina que dios bajará a resolverle los problemas y
es ya incapaz de reclamar sus derechos. La vida sin lucha es inútil, la paz sin
justicia es vana y quien acepta que lo humillen es que extravió para siempre la
dignidad

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