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IX Congreso Argentino de Antropología Social.

Facultad de Humanidades y Ciencias


Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008.

Antropología ambiental de
basurales periurbanos: El
basural "La Aguada" y la
Representación Cultural del
Vacío.

J.M. March, M.M. Dios, R.S. Salinas y G. Acuña.

Cita: J.M. March, M.M. Dios, R.S. Salinas y G. Acuña (2008). Antropología
ambiental de basurales periurbanos: El basural "La Aguada" y la
Representación Cultural del Vacío. IX Congreso Argentino de
Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales -
Universidad Nacional de Misiones, Posadas.

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CAAS 2008 - ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL DE BASURALES PERIURBANOS: El
basural “La Aguada” y la Representación Cultural del Vacío - J.M.March, M.M.Dios,
R.S.Salinas y G.Acuña

ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL DE BASURALES PERIURBANOS: El basural “La


Aguada” y la Representación Cultural del Vacío
J.M.March*, M.M.Dios**, R.S.Salinas** y G.Acuña*
*Cát. Ecología General - Escuela de Arqueología – Universidad Nacional de Catamarca –
juanmanuelmarch@yahoo.com.ar
**Depto. Biología - Facultad de Ciencias Exactas y Naturales – UNCA -
mariamartha011@yahoo.com.ar
PALABRAS CLAVES: basural, paisaje mental, no-espacio, alopoiesis, representación.

I - INTRODUCCIÓN
A- LOS ECOSISTEMAS URBANOS Y LA DESERTIFICACIÓN
La expansión urbana constituye uno de los más preocupantes problemas ambientales
de la globalización de la sociedad POST – INDUSTRIAL en el sentido de Daniel Bell1. Este
fenómeno constituye la expresión de un modo cultural de interacción con el ambiente cuyo
crecimiento e intensificación es incompatible con la sustentabilidad de los ecosistemas
periféricos a los centros urbanos. Desde los albores de la civilización, las ciudades han
constituido las unidades físicas de la expansión territorial antrópica y un producto de la
creciente habilidad alopoiética 2 de la cultura. Esta expansión que no se encuentra planificada
con criterios de sustentabilidad, tiene efectos destructivos en los ecosistemas periféricos a los
centros urbanos, tanto aquellos que se encuentran en una relación directa con la ciudad como
aquellos que se comunican indirectamente con las ciudades (por ejemplo, los contaminantes
se transmiten por una gran variedad de medios y agentes que son parte de sistemas ecológicos
naturales de transferencia de energía y materiales). En este trabajo, dentro de la dinámica de
los procesos ecosistémicos ligados a efectos antrópicos, se analizará un modo particular de

Daniel Bell, en EL ADVENIMIENTO DE UNA SOCIEDAD POST – INDUSTRIAL, afirmó que nos encontrábamos en el inicio de una
nueva clase de sociedad informacional orientada hacia servicios que reemplazaría al modelo basado en la industria, el cual
había sido dominante en Occidente en los siglos XIX y XX. Una SOCIEDAD POST–INDUSTRIAL posee para Bell tres
componentes principales: “un cambio de manufacturación hacia servicios”; “la centralidad de las industrias basadas en
nuevas ciencias”; y “el advenimiento de nuevas elites técnicas y la venida de un nuevo principio de estratificación”. Bell
vislumbró claramente la dirección que la cultura occidental tomaría y su trabajo prefigura mucho del pensamiento
postmoderno, el cual ha enfatizado similarmente el poder de transformación social de la tecnología de la información. La
necesidad de romper con la desactualizada narrativa del modernismo, la cual incluía dentro de sí una creencia acrítica en el
progreso industrial y explotación del mundo material, devino en una idea ampliamente reconocida, y, para un cierto grado, la
mayoría de las economías occidentales avanzadas podrían ser descriptas como post–industriales. Ciertamente, las industrias
de servicios, la producción de conocimiento, y la tecnología de la información forman una parte incrementadamente
importante de la vida occidental, particularmente al ser observadas como creación de bienestar. Si se acuerda o no con la
particular visión de Bell, el tipo de sociedad ideal enarbolada por la mayoría de los postmodernistas es inequívocamente
post–industrial. La mayoría de las economías avanzadas en Occidente ahora pueden ser descriptas como post- industriales en
algún sentido, en aquel en que se han movido significativamente hacia una posición donde los servicios, el conocimiento y la
información han devenido las ganancias más valiosas para propósitos comerciales. Las cinco dimensiones de una sociedad
post–industrial se pueden resumir en bienes producidos para una economía de servicio, dominancia de clases de profesionales
y técnicos, centralidad del conocimiento teórico, orientación hacia futuro y elaboración de decisiones científicas (“tecnología
intelectual”) En: D.BELL (1973) The coming of Post-Industrial Society: A venture in social forecasting, Basic Books,
New York
2
Alopoiesis hace referencia a la capacidad de los seres humanos para modificar sus contextos ambientales. En: ROHDE
G.M. (2001) “The Revolution of Environmental Sciences”. XXXIst INTERNATIONAL GEOLOGICAL CONGRESS. Rio de Janeiro,
Brazil. August 6-17, 2000. URL: http://www.philosophia-online.de/mafo/heft2001-04/rohde_revolution.htm
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basural “La Aguada” y la Representación Cultural del Vacío - J.M.March, M.M.Dios,
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comunicación de los habitantes urbanos con su entorno o alfoz3. Este modo cultural (estilo
comunicacional de conexión con el entorno) se expresa, en este caso particular, a través de la
expulsión y disposición de los llamados residuos sólidos urbanos. Estos residuos constituyen,
además, elementos culturales y, como tales, son parte de un sistema de comunicación. En este
caso, el sistema de comunicación se encuentra articulado con los ecosistemas vecinos al área
urbana. El basural “La Aguada” constituye un gran texto escrito sobre un área previamente
degradada por actividad antrópica – sobrepastoreo y agotamiento de suelos - que informa
acerca de la noción de ambiente compartida por los habitantes de la ciudad de San Fernando
del Valle de Catamarca. La forma en cómo y dónde está escrito este texto, así cómo con qué
tipo de unidades semánticas constitutivas, permitirá descifrar el significado subyacente al
comportamiento antrópico que lleva a la generación del basural. Entonces llegar a
comprender, en líneas generales, cómo funciona el ecosistema urbano constituye un paso
necesario para visualizar cómo influye éste en el proceso de desertificación.

La ciudad provoca un doble impacto ambiental: Uno de carácter interno, que produce
la degradación del medio, tanto físico como sociocultural. Y otro de carácter externo,
incidiendo, en primera instancia, sobre el medio natural circundante, y sobre otros
ecosistemas alejados, cada vez más interdependientes con los grandes núcleos urbanos4.
Desde una perspectiva sistémica, el ambiente urbano podría conceptuarse como un
polisistema formado por un conjunto dinámico de sistemas abiertos que intercambian materia,
energía (reciben productos, emiten residuos) e información con el medio exterior. El medio
ambiente urbano se caracteriza por devorarlo todo y, en consecuencia, también por eliminar,
tras su digestión, ingentes cantidades de residuos. Se entiende así a la ciudad como un sistema
heterotrófico5 porque importa todo del exterior y exporta entropía, energía y materia en forma
degradada, que acelera la degradación de las zonas exteriores de las que la ciudad se alimenta.
Por lo tanto, la ciudad mantiene un ciclo abierto que genera y expulsa entropía. Necesita de
enormes cantidades de materia y energía para su sostenimiento lo que agrava la
sobreexplotación del medio rural y la puesta en práctica de prácticas agrícolas y ganaderas no
sostenibles. También absorbe gran cantidad de población que abandona los núcleos rurales. A
cambio, la ciudad exporta ingentes cantidades de materia degradada en múltiples formas:
residuos sólidos, aguas contaminadas, aire contaminado, etc. A esto hay que sumar lo que el
Informe Plan Azul6 ha denominado periferización, es decir, la extensión de la ciudad sobre su
alfoz o hinterland con modelos urbanísticos expansivos que consumen gran cantidad de
espacio7. Las tierras circundantes que antes alimentaban a la ciudad se han convertido en

3
Alfoz es un término gallego-medieval que señala las tierras adyacentes a una villa o entidad jurisdiccional. En:
http://www.pangalaica.com/britonia/pueblos/alfoz.htm
4
JIMÉNEZ HERRERO, L. (1989) Medio ambiente y desarrollo alternativo. Madrid: IEPALA. Pág.73
5
Heterótrofos: organismos que dependen de fuentes externas de moléculas para obtener energía y pequeñas moléculas
esenciales (Hetero deriva del griego “otros” y trofos, “que se alimenta”). En: CURTIS H. (1992) BIOLOGÍA. México: Edit.
Médica Panamericana (4ta. Edición). Pág. 108.
6
PLAN AZUL (1989) El futuro de la cuenca mediterránea. (Ministerio de Obras Públicas, Madrid). Citado por Aledo Tur
A.
7
El Plan Azul señala que los efectos más importantes del crecimiento urbano sobre el medio ambiente mediterráneo son:
1. el consumo de espacio,
2. el agua (abastecimiento y vertidos),
3. los residuos sólidos,
4. la ordenación del espacio urbano y
5. el aire y el ruido.
Los cuatro primeros participan directamente en la expansión de la desertificación.
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zonas de especulación inmobiliaria en donde se desarrolla un nuevo concepto de ciudad,
siguiendo el modelo americano que representa un enorme derroche de espacio8.

Por tanto, la urbanización produce un doble efecto que podríamos denominar


centrífugo y centrípeto en su participación en el proceso de desertificación. Lo entendemos
como centrípeto al convertirse las ciudades en polos de atracción para los campesinos que
abandonan las tierras y para los flujos de materia y energía que el sistema urbano consume,
permitiendo el avance de la desertificación. El efecto centrífugo sirve para denominar tanto el
proceso de expansión física de la ciudad sobre las áreas rurales como el proceso de difusión
cultural del estilo de vida urbano y de formas urbanas de pensar y entender la relación
sociedad - naturaleza que están en la base de los procesos de insostenibilidad ecológica a los
que pertenece la desertización9.

La desertización constituye un efecto de la relación establecida entre el campo y la


ciudad, la cual constituye, a su vez, una expresión de la interacción cultura/naturaleza. La
ciudad compite con las áreas rurales por el suelo, por recursos hídricos y por mano de obra.
La competición se traduce en un cambio en los usos de suelo y de sus composiciones físicas y
químicas que favorecen el proceso de desertificación.

Para comprender en toda su magnitud el impacto que provoca la expansión del espacio
construido sobre los ecosistemas naturales y humanizados hay que tener presente que,
mientras en el mundo natural los flujos son mayoritariamente de carácter vertical, la
urbanización y los flujos de materia y energía a ella asociados, así como el propio desarrollo
del entorno construido, son de carácter horizontal. Así se corta, impide o dificulta los flujos
verticales de funcionamiento que van desde la atmósfera al subsuelo. Por ello resultan tan
terribles los efectos de la expansión de las infraestructuras urbanas. Ejemplo claro es la
impermeabilización de los suelos urbanos que impide la necesaria absorción de humedad por
parte del suelo y por tanto favorece la rápida pérdida de la capa vegetal.10

Las ciudades son observadas como centros de producción de entropía que toma la forma
de contaminación. La creciente producción de residuos sólidos urbanos y la manera no
ecológica de tratarlos está convirtiendo al extrarradio de nuestras ciudades en inmensos
basureros que contaminan el suelo y el subsuelo e influyen directamente en la calidad de las
tierras. También las emisiones gaseosas de los automóviles, calderas e industrias urbanas
tienen su impacto en la extensión de la desertificación. Los gases ácidos expelidos por la
combustión participan también de la producción de lluvia ácida que tiene efectos sobre la
capa vegetal. En síntesis, los principales factores del proceso de urbanización que acrecientan
la extensión de la desertificación son11:
La expansión del espacio construido para:
1. el crecimiento de los núcleos urbanos,
2. las segundas residencias o residencias vacacionales,
3. infraestructuras y servicios,
4. industrias urbanas,
5. industria de ocio,

8
ALEDO TUR, A. (1999) “Desertificación y urbanización: el fracaso de la utopía”. En: BOLETÍN CF+S N° 9, Edita:
Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
http://habitat.aq.upm.es/boletin/n9/aaale.html
9
Ibidem
10
Ibidem
11
Ibidem
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6. vertederos, etc.
2. La competición por los recursos hídricos.
3. La emisión de agentes contaminantes (residuos sólidos, aguas contaminadas, etc.)
desde los núcleos urbanos y que contaminan el suelo agrícola.
4. La emigración campo - ciudad.
En la actualidad, el alfoz de nuestras ciudades es entendido como:
1. un espacio vacío a rellenar por el proceso urbanizador,
2. un lugar donde depositar la materia y energía degradada producida en el interior de las
ciudades.
Esta expansión antrópica posee un fundamento cultural, entendiendo que este
comportamiento expansivo se origina en un conjunto de representaciones que comparten los
habitantes de los centros urbanos respecto de su ambiente y su entorno. Solamente aceptando
que el paisaje y el entorno constituyen, además de sectores bio – geo – físico – químicos de un
ecosistema, parte de un ecosistema mental o sistema de representaciones, se podrá
comprender el significado de la utilización de las áreas espacio – temporales periféricas a las
ciudades.

Para realizar un estudio y análisis de esta naturaleza es necesario aplicar la teoría –


metodología de la antropología ambiental: realizar un análisis de la noción cultural de
ambiente compartida por el conjunto de habitantes urbanos de la ciudad de San Fernando del
Valle de Catamarca. Los residuos constituyen la expresión material de esa noción cultural de
ambiente y, asimismo, la desertificación constituye una resultante mayor de esta noción. Estos
mensajes son partes del sistema de comunicación que establecen los habitantes urbanos con el
ecosistema, un ecosistema que posee componentes materiales emergentes de sistemas
mentales.

La basura se analiza en este trabajo como un componente de la ecología mental


establecida entre los habitantes urbanos y su ambiente. La extensión de la ecología a nivel de
la mente responde a la propuesta de Gregory Bateson12 acerca de la naturaleza comunicativa
tanto de la mente como de los ecosistemas naturales. De esta forma, la mente constituye un
componente del ecosistema que modula sus ciclos y estructuras pero, al mismo tiempo, no
constituye un dominio ontológico escindido de este. Los paisajes mentales, entonces, se
expresan en el ambiente a través de la transformación de los paisajes materiales. Los paisajes
materiales, en último término, constituyen una resultante de la interacción de los paisajes
mentales con el ambiente (la representación del paisaje se constituye a partir de una
intersección de las concepciones culturales con los factores constitutivos del ecosistema no
antrópico). Estos “paisajes mentales” constituyen grandes representaciones pictóricas del
ambiente y de cómo los seres humanos visualizan y conceptualizan a su entorno.

12
Bateson considera que todos los sistemas biológicos y en evolución – sean organismos individuales, la sociedad humana y
los ecosistemas están integrados por redes cibernéticas complejas y cada uno de estos comparten características formales
como la de contener subsistemas potencialmente regenerativos. Si se consideran tres sistemas cibernéticos u homeostáticos:
el organismo individual humano, la sociedad humana y el ecosistema más amplio, la conciencia de sí característica del ser
humano funcionará como un importante componente en el acoplamiento de estos sistemas. De acuerdo Bateson, la cultura
constituiría un sistema natural más complejo pero, sin embargo, vinculado en sus características formales al resto de los
ecosistemas no antrópicos. G.BATESON (1985) Pasos Hacia una Ecología de la Mente. Buenos Aires: Edit. Carlos Lohlé.
Pág. 471.
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B- CULTURA Y CONDUCTA: LAS REPRESENTACIONES DE
“ESPACIO”, “PAISAJE”, “VACÍO” Y SUS CONSECUENCIAS
AMBIENTALES.

Las actividades antrópicas se basan en una visión cultural del ambiente, una visión que
se evidencia en las modificaciones sufridas por el espacio perimetral de la ciudad y su paisaje.
Para llegar a comprender el proceso cultural que conduce al deterioro de este sector espacial
de la ciudad es necesario entender esta visión y, luego, por ejemplo, analizar la noción de
“espacio” que se encuentra anidada en el núcleo cultural de las conductas urbanas.
Inicialmente, el “espacio” no constituye simplemente un “plano geométrico” desprovisto de
connotaciones y significaciones sociales sino, más bien, es re-presentado a partir de éstas. La
“imagen” del espacio que comparten los habitantes urbanos es construida en forma colectiva
por estos, partiendo de sus fundamentos socio-cognitivos e imágenes del entorno. De acuerdo
a Tilley, el espacio no constituye una mera dimensión abstracta o un contenedor de eventos y
actividades humanas13. El espacio constituye un medio donde la vida humana se desarrolla e
interactúa y se focaliza en las iniciativas humanas. Además, no es posible hablar del espacio
en un sentido singular sino plural debido a que diferentes sociedades, grupos e individuos
crean sus espacios. Esta propiedad hace que el espacio se encuentre ligado a la actividad
social. El espacio se encuentra sujeto a una interpretación contextual basada en valoraciones
sociales y constituye distintas densidades de experimentación humana (el espacio posee un
carácter intrínsecamente contextual o relacional). Posee un significado relacional debido a que
está construido a través de la interacción entre los sujetos y los lugares. El espacio constituye
una noción definida de acuerdo a quien la experiencia y como lo hace. La especificidad de los
lugares y sus identidades emergen de tipos particulares de espacios. Por ejemplo, dependiendo
de la experiencia sensorial, el espacio puede ser somático, perceptivo, cognitivo o
arquitectural y nuestras relaciones con estos están íntimamente relacionadas con nuestra
capacidad perceptiva a través de los sentidos – fundamentalmente la capacidad motora -.14

Si el espacio constituye una construcción socio–perceptiva, con el mismo fundamento


es posible analizar la noción de “paisaje”. El paisaje es la reproducción de lo observado y, en
algunos casos, también constituye la reproducción del espacio vivido y experenciado. Al
mismo tiempo constituye una visión simbólica a ser representada en el futuro y un concepto
cambiable ya que constituye un producto de un proceso cultural a partir de nuestras
interpretaciones del tiempo y espacio15.

Eric Hirsh16 realiza dos distinciones importantes con el fin de clarificar la definición
de paisaje: La primera distinción es acerca de que los paisajes poseen un carácter pictórico.
De esta forma, el paisaje muestra la posición distanciada del pintor y muestra una tensión
evidente entre la posición de lugar del sujeto y la posición objetual del sujeto, en una manera
que el paisaje ha de ser tomado como un concepto analítico. Luego, la segunda distinción
indica la existencia de dos dimensiones, basándose en la idea de Ebenezer Howard de
emparentar la villa con el campo: Una es la experiencia cívica en la ciudad, especialmente en
lo referente a sus oportunidades económicas y relaciones culturales, que Hirsh denomina el
“horizonte de la vida social” (“foreground of social life”). La otra dimensión es la voluntad

13
CH.TILLEY (1994) A Phenomenology of Landscape: Places, Paths, and Monuments. Oxford:Berg. Pág. 9. Citado por
J.Velasquez.
14
Ibidem
15
J.VELASQUEZ (2001) “Ethnoplaces and the discontents of local planning”. SIXTH INTERNATIONAL METROPOLIS
CONFERENCE. 26-30 November 2001. Rotterdam, the Netherlands Pág. 14
16
E.HIRSH (1995) “INTRODUCTION”. En: Eric Hirsch and Michael O'Hanlon (Editors), The Anthropology of Landscape:
Perspectives on Place and Space. Oxford: Clarendon Press. Citado por J.Velasquez.
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de retornar al campo y a una existencia arcana e idílica que llama la “base de la vida social”
(“background of social life”). Y, finalmente, concluye que el paisaje es una relación entre el
horizonte y la base de la vida social.17 O, en otras palabras, entre lugar y espacio, en donde
lugar es entendido como estar dentro de la vida social, parte de una imagen vívida y espacio
constituye el potencial de la vida y existencia social, una exterioridad a ser representada,
idealizada y fijada. Velasquez concluye, a partir de Hirsh, que el paisaje regional que engloba
a una ciudad planificada constituye un proceso cultural que emana de la relación entre espacio
y lugar, y como entidad cultural y relacional depende de valoraciones sociales cambiantes.

En base a lo argumentado por Tilley, Hirsh y Velásquez se puede considerar al espacio


y al paisaje como dos entidades socialmente construidas18. El paisaje, como factor ambiental,
constituye el resultado de la interacción recíproca de un modo cultural de representación con
componentes naturales como la topografía, la luminosidad, la biota y la geomorfología – por
nombrar, en una primera instancia, algunas variables relevantes -. El paisaje constituye el
resultado de la continua intervención y representación en el mundo que realizan los seres
humanos en su actividad cognitiva19. Esto no implica que el “paisaje” o el “espacio” no
existan en sí mismos, sino, por el contrario, su existencia se encuentra ligada al devenir
cultural humano. La intervención antrópica en el ambiente ha modificado directa o

17
E.HIRSH Op.Cit. pág. 3
18
En uno de sus últimos trabajos titulado “¿La Construcción Social de Qué?” Ian Hacking realiza un cuestionamiento de la
“construcción social”, brindando un plan reflexivo transversal a las CIENCIAS NATURALES y las CIENCIAS SOCIALES. Este plan
consiste en un análisis metateórico de la utilización de este concepto y, fundamentalmente, qué utilidad ha brindado a las
distintas disciplinas que lo han empleado. Tal como expresa en una parte de su libro, la utilización excesiva de una metáfora
conduce a la pérdida de su significado original y a su desgaste por exceso de uso. La “naturaleza” figura en una lista de
conceptos compilada por Hacking como socialmente construido, al lado del “nacionalismo zulú”, el “niño televidente” y el
“género”. Aquí se utiliza la expresión “construcción social” para destacar que el paisaje y el espacio constituyen el resultado
de la interacción cognitiva de los seres humanos con su entorno. I.HACKING (2001) ¿La Construcción Social de Qué?
Barcelona, Buenos Aires, México: Edit. Paidós. Págs. 17-18
19
Esta idea fue propuesta por el epistemólogo Ian Hacking en 1980 – ya citado en la nota al pie anterior -, quien propone un
movimiento desde el representar hacia la intervención. ¿En qué consiste exactamente representar e intervenir?: Se considera
que la ciencia posee dos propósitos que son la teoría y el experimento. Las teorías intentan decir cómo es el mundo y el
experimento y la tecnología subsecuente modifican el mundo. Los observadores representan e intervienen pero desde una
perspectiva dialéctica de estas dos acciones (no existe un a priori a la intervención o a la representación, son una cupla
articulada dialécticamente): se representa para intervenir y se interviene a luz de estas representaciones. Esta dupla dialéctica
permite generar conocimientos acerca del mundo y, en consecuencia, transformarlo. Tal como afirma finalmente, con su
característica ironía y agudeza, el árbitro final de la filosofía no es cómo se piensa sino lo que se hace. Cuando habla de
‘representación’ se refiere a objetos físicos: figuras, estatuas, cuadros; todo aquel objeto que pueda ser examinado. Las
representaciones son externas y públicas, sean del tipo que sean (desde un juego de sombras en la pared hasta una teoría
acerca de fuerzas gravitacionales). Asimismo, las representaciones constituyen semejanzas, cualquier representación se
encuentra modelada por un estilo. Los diferentes estilos de representar el mundo llevan a sistemas alternativos de
representación (no existe un pretendido monismo representacional de la realidad). En verdad, existen varias maneras de
representar los mismos hechos lo que descalifica cualquier subsecuente criterio de demarcación entre un estilo
representacional válido de uno no válido. Esta evidencia la toma a partir del libro de Heinrich Hertz, Principles of Mechanics
(1894), en el que este físico presenta ‘tres imágenes de la mecánica’; es decir, tres modos diferentes de representar el
conocimiento existente en aquella época relativo al movimiento de los cuerpos. El problema de Hertz fue que los tres modos
de representación funcionan bien y, entonces, no era posible establecer la representación correcta de la incorrecta. Tanto en
física como en otros campos se realizan representaciones – imágenes en palabras – y, en particular en la física, elaborando
sistemas que modelizan, estructuran, teorizan, calculan y aproximan. Estas constituyen un conjunto de representaciones que
articuladas proponen una serie de instrucciones. La verdad y la representación correcta del mundo constituyen enunciaciones
proposicionales que caracterizaron a la ciencia moderna. Lo cierto es que las representaciones son seleccionadas por presión
social (un consenso tácito o explícito establecido entre un grupo de personas para determinar cuáles representaciones son
adecuadas para intervenir en el mundo, y cuáles son ‘incorrectas’ o descartadas).
¿Cuál es la concepción de Hacking acerca de la intervención en el mundo? Considera como real aquello que se
puede utilizar para intervenir en el mundo y afectarlo, o aquello que el mundo puede usar para afectarnos a nosotros. Las
personas constituyen entidades que representan, son seres dotados de facultades representacionales (producen
representaciones acerca del mundo). De acuerdo a esto, los individuos transformados por su cultura operan y accionan en el
mundo a través de sus representaciones. En: I.HACKING (1983) Representing and Intervening: introductory topics in the
philosophy of natural science. Cambridge: Cambridge University Press, New York. Págs. 2-21; 27-28; 31; 58-64.
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indirectamente todas las regiones del planeta, los paisajes constituyen un resultado de este
fenómeno.

En el caso específico del basural, las valoraciones sociales cambiantes se reflejan en el


comportamiento antrópico que conduce a su generación. Estas valoraciones se relacionan con
una representación cultural del espacio limítrofe y periférico del área urbana. El basural
constituye, entonces, el resultado material de la interacción del “paisaje mental” (conjunto de
representaciones ideacionales acerca de los límites ciudad/naturaleza) de los habitantes
urbanos con el paisaje característico de la región (paisaje físico) dando como resultado un
“metapaisaje” (Fig.1) – este constituye el resultado material de la modificación antrópica del
paisaje original con un diseño determinado por las representaciones culturales acerca del
ambiente -.

Para comprender la noción de “metapaisaje” es necesario analizar la naturaleza


perceptiva y conceptual de lo que se considera como “paisaje” desde el punto de vista de las
ciencias ambientales – ya se lo analizó desde el punto de vista sociológico y antropológico -.
El paisaje presenta una doble naturaleza epistemológica: por una parte, constituye una
construcción cultural de la percepción cognitiva y, por otro, constituye la expresión sensorial
del ambiente natural o antrópico. Por lo tanto, es necesario indagar qué se entiende por la
entidad "paisaje". En una primera instancia, el paisaje constituye una parte del ambiente que
es perceptible pero que es, al mismo tiempo, intangible y, por tanto, inconmensurable (en el
sentido kuhniano20 de no poseer medida en común y en el sentido de incuantificable). Esta
propiedad lo transforma en un objeto de estudio más complejo para metodologías y teorías
utilizadas por las ciencias naturales y las ciencias aplicadas que, por ejemplo, para las ciencias
humanas. Al constituir una representación polisensorial culturalmente construida excede los
objetivos epistemológicos planteados dentro de las ciencias naturales y aplicadas. Existen una
serie de factores que contribuyen a la configuración final del paisaje: Físicos: geología,
topografía, clima y microclima, drenaje, suelo, ecología. Humanos: arqueología, historia del
paisaje, utilización de la tierra, edificios y establecimientos. Estéticos: Visuales, por ejemplo,
proporción, escala, contenido, textura, color, vistas. Otros sentidos, por ejemplo, sonidos,
olores, sabores, sensaciones táctiles. Asociaciones: Históricas: por ejemplo, historia de los
asentamientos, eventos especiales. Culturales: por ejemplo, personalidades bien conocidas,
literatura, pintura, música21.

Entonces el paisaje como objeto de estudio posee características multiperceptuales y


esto, a su vez, deriva en una difícil adecuación a modelizaciones teóricas de las ciencias
naturales. El mero hecho de definir "el paisaje" desata una tormenta sinestésica y emocional
en el plano mental de las representaciones que obliga al observador a tomar en cuenta los
aspectos mencionados arriba. Luego, si al paisaje se lo representa como una construcción
cultural, es posible arribar a una metodología de observación viable que cumpla con metas de
fiabilidad adecuadas a la valoración del impacto antrópico en el entorno. Como afirma
B.Goodey:

"Landscape impacts are possibly the most subjective impacts adressed in EIA" 22

20
T.KUHN (1998) ¿Qué son las Revoluciones Científicas? Buenos Aires: Edit. Altaya. págs. 98-101
21
B.GOODEY (1995) “LANDSCAPE”. En: METHODS OF ENVIRONMENTAL IMPACT ASSESSMENT. Edited by Peter
Morris & Riki Therivel. UBC Press/Vancouver: Oxford Brooks University. Págs. 78 - 97
22
Por EIA se entiende “Environmental Impact Assessment” (Evaluación de Impacto Ambiental) B.GOODEY Op. Cit. pág. 82
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De acuerdo a este autor, la gran mayoría de la vastedad del paisaje es cultural antes que
una herencia natural y, arribar a su identificación nacional, regional y local depende
principalmente de las asociaciones y valores de los residentes y visitantes. Es más apropiado
considerarlo como una "herencia cultural" tanto sea una denominación formal y en términos
del reconocimiento popular, como un elemento integral en la evaluación y valoración del
paisaje. Pero, finalmente, también hay que considerar que está vinculado a la ecología a través
de fuertes asociaciones entre la calidad paisajística y la ecológica (es lógico deducir que el
deterioro ecosistémico alteraría los niveles de base de cualidad estética del paisaje). Esta
dualidad ha generado una pluralidad terminológica motivada por la multiplicidad de sentidos
y valores colectivos incorporados al proceso de la EIA (Evaluación de Impacto Ambiental).
Para resolver esta cuestión el INSTITUTO DE EVALUACIÓN AMBIENTAL de Gran Bretaña
estableció una distinción que diferencia entre impactos paisajísticos (cambios en la estructura,
carácter y cualidad del paisaje) e impactos visuales, los cuales se relacionan con cambios en la
apariencia del paisaje y los efectos de estos cambios sobre la gente. Por lo tanto, los impactos
visuales constituyen un subconjunto de los impactos en el paisaje, los cuales comprenden a
impactos sobre las vistas, perceptores visuales y la amenidad visual.23 Asimismo, es una tarea
complicada elaborar descripciones satisfactorias del paisaje - por satisfactorio aquí se entiende
el cumplir con los objetivos de predictibilidad y adecuación científica presentes en el
paradigma de la EIA -. Por ejemplo, Fabos24 (1979) distingue entre el paisaje como escena y
el paisaje como entorno, ninguno de los cuales debe ser limitado a conceptos como los que se
refieren únicamente a lo "natural". Esta conceptualización desprende al "paisaje" de sus
referentes físicos acostumbrados para situarlo en otro plano de representación, el cual es
culturalmente tan válido como cualquiera de los abordados dentro del proceso de la EIA. Sin
embargo, “la intrusión, o la cualidad de un elemento o factor que aparece para mantenerse
firme en detrimento de un diseño; un serio problema o conflicto visual"25 constituye uno de
los problemas más comúnmente emergentes en los EsIAs (Estudios de Impacto Ambiental).
Ciertamente, la mejor forma de detectar los límites posibles del paisaje es mediante la ruptura
de su ritmo visual, tal como lo produce una interrupción en su estructura y diseño.
Finalmente, el concepto del paisaje como parte del ambiente posee una amplitud
epistemológica que se extiende desde la presencia de indicadores de calidad ecológica hasta
rasgos estéticos. Los que se encuentran más vinculados con análisis realizados desde el atelier
de un artista que desde las teorías instrumentales de la ciencia. Esta dualidad, en muchas
ocasiones, lleva a una contradicción paralizante en los estudios ambientales. No obstante, esta
situación es superable si se amplían los límites del estudio ambiental más allá de los límites
conceptuales de las ciencias exactas y naturales y, entonces, se extienden los referentes
epistemológicos hacia terrenos del conocimiento abiertos a nuevos sistemas de creencias
basados en racionalidades alternativas. En suma, si se ancla la investigación ambiental en el
criterio de, por ejemplo, mantener la calidad estética del paisaje, este criterio se desvanece en
la heurística equivocada de considerarlo como un objeto ambiental más o, simplemente, de no
arribar al reconocimiento epistemológico del carácter cultural del mismo (insistir en
observarlo únicamente como un componente natural independiente del dominio simbólico de
la cultura). Las ciencias ambientales al enfrentar únicamente las consecuencias de las acciones
antrópicas pierden, frecuentemente, la perspectiva cultural que les permite determinar el
origen de estas acciones y, de esta forma, resolver el problema ambiental desde su origen.

23
B.GOODEY Op. Cit. pág. 83
24
J.G.FABOS (1979) “Planning and Lanscape Evaluation”. Landscape Research 4 (2), 4-9. Citado por B.GOODEY Op. Cit.
pág. 82
25
O.W.R.LUCAS (1991) The Design of Forest Landscapes. Oxford: Oxford University Press. Citado por B. GOODEY
Op.Cit. pág.83.
CAAS 2008 - ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL DE BASURALES PERIURBANOS: El
basural “La Aguada” y la Representación Cultural del Vacío - J.M.March, M.M.Dios,
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Finalmente, es necesario analizar la representación del “vacío”, la cual juega un rol
importante en las conductas antrópicas. El “horror” al vacío conduce a “llenar” los sectores
espaciales que se asocian con el “vacío”. Aunque la ciencia moderna ya lo ha redefinido:
“Esta (la realidad) ya no se compone de dos ámbitos, vacío y materia,
perfectamente independientes. La visión premoderna negó uno de esos
componentes, el vacío; el siguiente paso fue admitirlo como componente
posible, pero como simple contrapunto inerte de lo existente. El último paso
ha sido poner en relación los dos ámbitos aparentemente contradictorios.”26
No obstante, la noción de “vacío” que comparte la sociedad no se corresponde con los
nuevos descubrimientos de la física cuántica, por ejemplo, y, en consecuencia, se sigue
observando al vacío como un “defecto” del espacio antes que como un componente de este27.
Al ser conceptualizado de esta forma, se instala la demanda subconsciente de ser resuelto.

Culturalmente no son tolerables los “espacios vacíos” en el campo de acción de la vida


cotidiana - la educación cultural promueve encontrar una “resolución“a este “defecto” en el
entorno -. Este estilo cultural de representación del “vacío” juega, también, un rol clave en la
conducta de disposición de los RSUs: los residuos, vistos como meros “objetos culturales”,
constituirían el material para llenar estas áreas observadas como “vacías” de alguna
connotación funcional. Dentro del campo cognitivo e ideacional de nuestra cultura el espacio
debe poseer alguna función – instalada o por adscribir -, no puede existir un espacio porque sí:
en una vivienda existen patios, dormitorios, y otras habitaciones con roles definidos; en una
ciudad existen centros, periferias, barrios, sendas, sistemas de comunicación con otras
ciudades. Pero, en el caso de las áreas periféricas urbanas que lindan con áreas cuasi rurales,
no presentan adscripciones funcionales definidas.

La transformación del ambiente constituye una propiedad alopoiética28 – el hombre


como individuo alopoiético modifica sus contextos espacio-temporales de acción - de la
cultura – corroborada en el hecho concreto de la conjugación de una degradación de tierras
semiáridas con el impacto ambiental de un basural - tiene como fundamento a una
representación específica asociada a las áreas limítrofes urbanas: la idea de no-espacio o no-
lugar. Tanto el basural como el área que sufrió degradación por sobrepastoreo constituyen
culturalmente sitios considerados “vacíos” (tal como se explicó en el párrafo anterior) de
utilidad antrópica (un sector degradado constituye un espacio deteriorado no aprovechable
antrópicamente), un área que como la atmósfera o los ríos no poseen propietario. Esta
concepción se corrobora empíricamente en su utilización como vertedero de residuos sólidos
urbanos (objetos que no poseen un “valor” definido), aquel sector del espacio–tiempo urbano
(su utilización está ligada a los períodos cotidianos de la vida de las personas) que se
encuentra en las áreas posteriores de las áreas edilicias. Estos sitios carecen de una función
cultural explícitamente indicada y, en consecuencia, no son socialmente representados como

26
A. RIVAS: "En los límites de la realidad: el vacío" Mundo Científico - La Recherche, núm. 202 (junio 1999), p.41-45
27
“La definición hoy aceptada del vacío recoge esta ambigüedad: entiende que el vacío es una fluctuación de campo de pares
de partículas-antipartículas, fluctuación de media nula. Eso explicaría que una alteración de esa fluctuación diera como
resultado la “paradoja” de la emisión de partículas por parte del vacío. Son fenómenos que han sido detectados en el
laboratorio y que se confirman en la paradoja de la emisión de partículas por parte de un agujero negro, emisión en principio
inesperada por cuanto un agujero negro es una concentración gravitatoria de tal intensidad que no deja escapar de sí ni a la
propia luz… Esta paradoja del vacío como emisor de partículas señala un paso más en la comprensión de los límites de la
realidad. Esta ya no se compone de dos ámbitos, vacío y materia, perfectamente independientes. La visión premoderna negó
uno de esos componentes, el vacío; el siguiente paso fue admitirlo como componente posible, pero como simple contrapunto
inerte de lo existente. El último paso ha sido poner en relación los dos ámbitos aparentemente contradictorios.” Ibidem
28
Rohde G.M. Op.Cit. URL: http://www.philosophia-online.de/mafo/heft2001-04/rohde_revolution.htm
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sectores ha ser preservados o protegidos de acciones antrópicas perjudiciales. Luego la
expresión conductualmente objetual (la ejecución material del comportamiento a través de
acciones) de esta representación cultural urbana aparece en forma de desertificación y
acumulación de residuos sólidos urbanos.

Esta alopoiesis urbana conduce a la formación de un metaecosistema (Fig.1): sistema


comunicacional resultado de la interacción de un ecosistema no – antrópico con un ecosistema
mental (patrón sistémico de intercambio de información de un grupo humano con su entorno).
El ecosistema mental constituye el resultado de la consolidación de patrones culturales de una
población particular, en este caso, de la población urbana de la ciudad de San Fernando del
Valle de Catamarca. El conjunto de representaciones culturales acerca del ambiente
conforman un paisaje mental, el cual al imbricarse con el “paisaje natural” da como resultado
un metapaisaje (Fig.2): este paisaje constituye el resultado de la intercomunicación de los dos
planos. El paisaje alopoiéticamente transformado constituye el metapaisaje del basural, cuya
integridad sensorial se encuentra contaminada por objetos culturales. Tanto el “paisaje
mental” como el “ecosistema mental” constituyen planos epistemológicos no ubicables ni
situables en el espacio–tiempo corriente: la propiedad de ser entidades mentales los hace
trascender las coordenadas usuales de referencia cognitiva del observador.

MODELOS - Representación de la noción cultural de


ambiente
Figura1: Metaecosistema [Interacción entre sistema natural y antrópico]
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Figura 2: METAPAISAJE [Interacción entre paisaje mental y paisaje natural]

!
!
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II - METODOLOGÍA

La metodología aplicada para analizar la organización eco-textual29 de los residuos


comprende los siguientes enfoques:

► ARQUEOLOGÍA DE RSUS (residuos sólidos urbanos): trazado de transectas a intervalos


regulares, registro de residuos encontrados, relevamiento de asociaciones contextuales
presentes y excavación a pala. Esta metodología apunta al estudio de lo que en arqueología se
llama “cultura material” y se basa en un estudio denominado “basurología”.No obstante, la
metodología arqueológica aplicada en el basural de “La Aguada” no es la misma que se utiliza
en estudios realizados, por ejemplo, en Estados Unidos, donde la basura se encuentra
estructurada en capas y estratos, ya que existen vertederos adecuados para esto. En cambio, en
esta área de estudio se aplica una metodología arqueológica de reconocimiento pedestre sin
necesidad de excavar profundamente – a más de 70 cm de profundidad no se encuentran
residuos -. No obstante, se parte de los mismos fundamentos teóricos generales que respaldan
los estudios arqueológicos de los vertederos de las grandes ciudades.

De acuerdo a W. Rathje y C. Murphy30, en los estudios arqueológicos se parte de la


suposición de que en los artefactos se encuentra reflejada la conducta de los hacedores de los
mismos. En este sentido, los analistas de la cultura material no piensan acerca de los
artefactos materiales solamente como una ayuda para definirnos en un momento dado sino,
también, como una contribución al cambio de la definición cultural de este artefacto a lo largo
del tiempo. Por ejemplo, una autopista no refleja meramente un patrón estático de tráfico sino
que transforma los vectores de edificación y desarrollo.

Los estudios modernos de la cultura material no solamente se han vuelto patrimonio


de los arqueólogos sino también de psicólogos ambientales, arquitectos, y planificadores
urbanos han estudiado el impacto del entorno material en el comportamiento y actitudes (y
viceversa). Hasta los sociólogos han demostrado interés en la cultura material debido a que
algunas veces ofrece una vía de corroboración y corrección de la información obtenida en
entrevistas; es decir, una vía para resolver el problema del “sesgo del informante”31. El
análisis de los restos materiales (RSUs) presentes en el basural de “La Aguada” reveló el
código cultural que los habitantes de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca
utilizan para relacionarse con su entorno.

► ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL: análisis de las evidencias arqueológicas de acuerdo a los


patrones culturales de representación del ambiente.

La antropología como metodología es particularmente efectiva para relacionarse con y


ganar conocimiento de la diversidad cultural en asentamientos comunitarios, y de conflictos
orales interculturales/intersectoriales. La antropología aplicada utiliza estos conocimientos
para trabajar con las comunidades y personas involucradas en llevar adelante la investigación,

29
Eco-textual: esta expresión se refiere a que la lectura e interpretación de los RSUs se realizó como la lectura de un texto.
La organización y disposición de los residuos encierran un “mensaje”: están expresando un origen socio-cultural, un tipo de
actividad tecnológica, una forma de transporte, una visión del área periférica de la ciudad - la organización de un conjunto de
objetos culturales en relación a su entorno -. NOTA DEL AUTOR
30
W.RATHJE & C.MURPHY (2001) RUBBISH! The Archaeology of Garbage. Tucson (USA): The University of Arizona
Press. Pág. 55.
31
Ibidem
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identificación y resolución conjunta de problemas relacionados con la salud, la educación, la
ayuda social, el desarrollo y la protección ambiental.32

La Antropología Ambiental asiste a los elaboradores de políticas y planificaciones


mediante una combinación de una percepción fiable de la ecología humana con métodos y
herramientas necesarios para entender la dinámica social y cultural de las comunidades
potencialmente afectadas por las decisiones políticas. El corpus extensivo de conocimiento
científico que es relevante y que se encuentra incluido en la antropología ambiental incluye: al
entendimiento y construcción de la organización social de comunidades en grandes sistemas
sociales para, luego, ser utilizados en la identificación y resolución de problemas ambientales.
También incluye al reconocimiento y direccionamiento de las diferencias en las percepciones,
en las categorías, en los términos lingüísticos, en los valores y en las conductas relacionadas
con el ambiente que son culturalmente diversas con el fin de confrontar diferencias y mejorar
la comunicación entre grupos culturales/étnicos específicos33.

La Antropología Ambiental constituye un sistema de conocimiento capaz de dar


cuenta del nivel de conexión entre la sociedad y el ambiente o, visto en forma clásica, la
cultura y naturaleza. La Antropología, tal como se enuncia en el párrafo anterior, aportará el
nivel cualitativo de registro de datos. Esto permite introducirse en el nivel ideacional de los
problemas ambientales.

III - RESULTADOS

1- La composición de los residuos (RSUs) encontrados es predominante (a) inorgánica


(hojalata, vidrios, escombros); (b) papel, plásticos (polietileno y poliestireno), en menor
medida, (c) orgánica (restos óseos).

2- La tipología de los residuos hallados no indica una proveniencia domiciliaria sino


industrial y comercial: carrocerías y autopartes de automóviles, lana de vidrio,
electrodomésticos inutilizados, restos óseos de reses, envases de vidrio y plástico, cartones
y papel en gran cantidad, bolsas de polietileno, y todo residuo que no sufre
descomposición por acción de los microorganismos del suelo.

3- El territorio ocupado por el basural es linear, siguiendo el camino que conduce al Puesto
“La Aguada”, al Norte de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. Está
formado por grandes manchas de basura a ambos lados del camino.

4- El ambiente en el cual se instaló el basural ya fue disturbado por la acción antrópica:


existe presencia de flora característica producto del sobrepastoreo del suelo. La
degradación preexistente del suelo se ve intensificada por el impacto de los residuos
acumulados en este sector.

5- El paisaje se observa visiblemente afectado por los residuos: un paisaje montañoso de


semidesierto contaminado por manchas de basura.

6- A pesar del impacto antrópico, se observan la presencia de especies autóctonas vegetales y


animales (depredadores) lo cual indica la existencia de cadenas tróficas completas
(ecosistema que no se encuentra integralmente afectado).
32
SOCIETY FOR APPLIED ANTHROPOLOGY - SFAA (01-08-2003) Environmental Anthropology Project Page. En:
http://www.sfaa.net/eap/abouteap.html.
33
Ibidem.
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7- Se observa la presencia de individuos realizando selección y recolección de residuos a
diversas horas del día.

IV- DISCUSIÓN

Los resultados revelan la existencia de un sector espacio-temporal del área urbana que
se encuentra modificado por dos tipos de acciones antrópicas: la primera contribuyó a un tipo
de degradación del suelo, la tala indiscriminada y sobrepastoreo; la segunda, se corresponde a
una conducta urbana referente a la disposición de los RSUs. Ambos efectos ambientales han
afectado visualmente al paisaje pero no han desestructurado por completo al ecosistema
autóctono.

Además, el basural funciona con un doble rol: (1) Existe una parte de la población
urbana que lo utiliza para la disposición de sus “residuos”, de todo aquello que no tiene un
sistema adecuado para ser procesado (reciclado o reutilizado). (2) Existe otra parte de la
población urbana que utiliza estos “residuos” para tareas de recolección y clasificación que
constituyen parte de su sobrevivencia, lo que vulgarmente se conoce como “cirujeo”. Estas
dos imágenes del basural se corresponden con situaciones socioeconómicas contrastantes de
la sociedad urbana.

El predominio de residuos no domiciliarios indica que son necesarios medios de


transporte adecuados para disponer de estos residuos en este sitio. Esto señala que existen
actividades culturales específicas que destinan sus residuos a esta área: frigoríficos,
comercios, fábricas, talleres mecánicos.

El “metapaisaje” del basural expone las representaciones que la población urbana


comparte acerca de éste sector espacial (tal como se analizó en la Sección 2): un área sin
función específica, un área “vacía” de valor cultural. Al estar representado de esta manera,
constituye un “metaecosistema” receptor de deshechos (al ser un no-espacio o no-lugar no
implica un cuidado definido). La ausencia de pertenencia a un contexto instrumental
determinado dentro del sistema urbano lo vuelve – implícitamente - un sector para almacenar
desperdicios. Además, a esta ausencia de pertenencia instrumental – no posee una
instrumentación para algo, no “sirve” para alguna función concreta – se le suma ser un “bien
común”, un área sin propietario socialmente visible (el Estado no es visto como un propietario
“real”).
5-CONCLUSIÓN
A la luz del análisis y discusión de los resultados recopilados, es evidente que es
necesario un cambio en la representación cultural del área espacio-temporal periurbana y de
su paisaje. Esta representación cultural está asociada a la idea del “vacío” y ocupa un rol
operativo en el “ecosistema mental” de los habitantes urbanos. De acuerdo a lo expuesto en la
discusión, solamente mediante una modificación de las representaciones culturales acerca del
ambiente es posible modificar los efectos materiales de las acciones antrópicas.

Los datos extraídos del análisis antropológico indican que la visión de un sitio como
un “no sitio” conduce a actitudes ambientalmente perjudiciales. También, sectores
considerados como no-espacio-tiempos – siempre hablando desde una perspectiva de la
interpretación de los habitantes urbanos - lo constituyen, por ejemplo, las áreas urbanas de
tránsito como las de un aeropuerto o el hall de un edificio público pero con la diferencia de
que poseen un control institucional definido. Este control está establecido por el examen
cognitivo continuado del conjunto de los sujetos que lo transitan. Sin embargo, en sectores
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barriales como esquinas e intersecciones de calles se forman también acumulaciones de RSUs
y, una vez más, se vuelve a la misma asociación de un sector espacio–temporal que no
pertenece a nadie y constituye un sector de transitabilidad. En estos sectores el monitoreo de
los sujetos u observación de las acciones no posee la misma regularidad y significación que en
los otros lugares de gran transitabilidad.

La configuración de un sistema de comunicación identificado como metaecosistema y


la configuración de un sistema de representación identificado como metapaisaje, constituye
una herramienta para acceder a la recomposición cultural de la interacción de los habitantes
urbanos con su entorno. ¿Cuál es la utilidad de modelizar estas dos nuevas categorías
conceptuales? Primero, el reconocimiento de la acción humana sobre el entorno y su
inevitable acción configuradora – no se cae en el espejismo cognitivo de analizar un
ecosistema o paisaje como si se tratara de un sector no antropizado -. Segundo, comenzar la
elaboración de un nuevo lenguaje para comprender el problema ambiental que parta desde el
plano socio-cultural y psicológico colectivo. A partir de esto, es posible comprender los
problemas ambientales y, específicamente, la desertificación desde sus causas y no detenerse
únicamente en sus consecuencias – si elegimos observar el fenómeno desde una lógica lineal
de causa-efecto -. ¿Qué componentes presenta un metaecosistema? Fundamentalmente ideas
acerca del ambiente que se generan en la intervención en el ambiente y que, luego, son
modificadas a la luz de esas intervenciones (un ambiente formado por componentes no
materiales – mentales – y materiales). Estas ideas o representaciones constituyen un sistema
operativo que organiza las acciones antrópicas. Lo mismo se puede afirmar acerca del
metapaisaje, un sistema de representaciones que se materializa a través de las acciones
antrópicas sobre el entorno. La representación del “vacío” opera dentro de estos sistemas de
comunicación y de representación como formadora de la estructura final – siempre dinámica y
evolutiva - del ambiente. Estas nociones son más simples de comprender si se realiza un
ejercicio de imaginación y se piensa en una situación alternativa. ¿Cómo sería un
metaecosistema alternativo? Uno en el cual operara, por ejemplo, la representación de
“recreación” y “espacio de relajación”. En este caso, se configuraría un metasistema de
comunicación – metaecosistema - que daría como resultado áreas perimetrales urbanas
parquizadas, con arquitecturas adecuadas a usos recreativos y de esparcimiento. Esto
redundaría en un cuidado diferente de estas zonas: forestación, espacios verdes, y toda
transformación derivada de una nueva idea acerca del entorno urbano. Estas nuevas
estructuras constituirían los resultados de un estilo cultural diferente de comunicación entre la
sociedad urbana y el ambiente. De la misma forma, al intervenir estas nuevas representaciones
en el paisaje se formaría un nuevo diseño de metapaisaje, el metapaisaje alternativo surgido
de un nuevo estilo de representar e intervenir en el mundo.

La vía para desarrollar una nueva visión del ambiente que resulte en nuevos estilos
culturales de representar el ambiente, es factible de ser obtenida mediante la Antropología
Ambiental. Mediante la investigación de campo antropológica se determina la noción de
ambiente que comparte una comunidad, sus aspectos básicos y su articulación con las
acciones humanas. Una vez que se poseen estos datos se avanza hacia qué modificación
consciente y consensuada la comunidad desea realizar. De la misma forma, a partir de estos
datos, es posible diseñar qué tipo de ambiente es culturalmente compatible con la vida y
costumbres de los habitantes urbanos, evitando el riesgo de diseñar estructuras que resulten en
un hecho perjudicial mucho peor que el que reemplazaron – como sucedió con barrios
implantados o transferidos a lugares no aceptados por los pobladores -.
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La desertificación, la degradación de tierras y la acumulación de basura constituyen
efectos ambientales de acciones antrópicas que es necesario transformar debido a sus
comprobados efectos perjudiciales para el ambiente. La vía inicial para modificar una
conducta o un conjunto de conductas antrópicas es el cambio representacional del ambiente y
sus componentes – tal como se explicó en los párrafos anteriores -. Un espacio resignificado
cambia su rol estructurador en el entramado simbólico de los habitantes urbanos y, entonces,
se modifican las acciones que se realizan sobre este. Los efectos ambientalmente adversos de
las actividades humanas constituyen una expresión material de una alopoiesis desajustada a
los límites de tolerancia del ecosistema. El ajuste de la alopoiesis para ser efectivo debe
realizarse a nivel de la estructura simbólica que constituye el sistema cultural de la población
urbana. Finalmente, la elaboración cultural de una nueva noción de los no–espacio–tiempos
constituye un paso ineludible para avanzar en la solución de estos problemas ambientales.
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