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31/5/2016 Entrevista a Ranciere: “Hay que imaginar formas de vida política” | lavaca

Entrevista a Ranciere: “Hay que imaginar


formas de vida política”
28/05/2016

El más interesante pensador de la actualidad analiza el movimiento francés que ocupa el


espacio público, compara sus posibles efectos y sus potencias. “Pasamos de una juventud
de luto a una juventud en lucha”. Por Joseph Confavreux, en Brecha.

—¿Cuál es su opinión sobre La Noche en Pie?

—Primero digamos que mi punto de vista es estrictamente limitado: es el de un observador


externo que simplemente reacciona a lo que para él representan los temas y las formas de
este movimiento. A primera vista uno puede captar en este movimiento una especie de
versión francesa en miniatura del “movimiento de las plazas” que surgió en Madrid, Nueva
York, Atenas y Estambul. Es un movimiento tolerado en el espacio que ocupa, más que
invade. Pero comparte con estas ocupaciones la preocupación por devolver a la política su
dimensión de subversión material efectiva de un orden dado de espacios y de tiempos. Ha
costado que esta práctica llegase a Francia, donde toda la “política” se reduce hoy a la lucha
de los competidores por la presidencia de la República. A LaNoche en Pie le cuesta creer en
sí misma, y a veces se asemeja a una ocupación a medias. Pero sí pertenece a aquellos
movimientos que han llevado a cabo una conversión de la forma “manifestación” a la forma
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“ocupación”. En este caso ello se ha traducido en el paso de una lucha contra determinadas
disposiciones de la reforma laboral a una oposición
¡Aportá! frontal a lo que algunos llaman
“uberización” del mundo del trabajo, una resistencia contra esta tendencia que querría
suprimir todo control colectivo sobre las formas de vida colectiva.

Más allá de las medidas específicas de la ley El Khomry, es de hecho lo que está en juego. La
reforma laboral fue concebida como la culminación de todo un proceso de privatización del
espacio público, de la política, de la vida… ¿El contrato de trabajo es algo que se negocia
para cada individuo –lo que significa volver a la situación del siglo XIX, antes del nacimiento
de las formas modernas de lucha obrera–, o bien defendemos una sociedad basada en el
control colectivo y la discusión colectiva tanto de la vida como del trabajo?

La Noche en Pie apareció en este contexto como una reducción a escala francesa de algo
singular que podría llamarse “un deseo de comunidad”. Conocimos una época en la que
nos encontrábamos en poderosas estructuras colectivas dentro de las cuales se peleaban
batallas, ya fuera en la universidad o en la empresa. La lucha entonces oponía en un mismo
lugar dos formas de hacer comunidad. Pero hemos llegado al final de una gran ofensiva, que
algunos llaman neoliberal y que yo llamaría más bien la ofensiva del capitalismo absoluto,
que tiende a la privatización absoluta de todas las relaciones sociales y a la destrucción de
los espacios públicos donde dos mundos se enfrentaban.

Contra esta privatización e individualización vimos nacer, y se sentía muy intensamente en


Occupy Wall Street, un deseo más bien abstracto de comunidad que ha encontrado para
materializarse el último lugar disponible: la calle.

La ocupación tenía antaño por lugar privilegiado la fábrica, en la que la comunidad obrera
afirma su poder sobre el lugar y el proceso en el que sufría el poder patronal, haciendo así
de ese lugar privado un espacio público. En la actualidad, la ocupación se practica en las
calles y plazas, que son los últimos espacios públicos en los que se puede estar en común;
discutir y actuar en común.

—En La Noche en Pie se invoca a menudo la revolución francesa, la Comuna o mayo del 68.
¿Qué opina de esta movilización de la historia revolucionaria, que algunos consideran más
paródica que real?

—Los Amigos de la Comuna tienen su puesto en la Plaza de la República. ¿Significa esto que
nos encontremos por ello en la continuidad de una gran tradición histórica? Debe quedar
claro que la ofensiva del capitalismo absolutizado vino acompañada de una intensa
contrarrevolución intelectual, de una ofensiva revisionista contra todas las formas de la
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tradición de izquierda, sea ésta revolucionaria, comunista, anticolonialista o resistente. Esta


contrarrevolución intelectual se ha esforzado por reducir a la nada o incluso criminalizar
todos los aspectos de esa tradición. La revolución de 1917 quedó reducida a los campos de
concentración estalinianos, la revolución francesa al terror, el anticolonialismo al inútil
“sollozo del hombre blanco” y, por último, la Resistencia a los excesos de la purga. Ha
habido una gran cancelación de todo un pasado, llevada a cabo por personas que, por otra
parte, no cesan de gemir por la “trasmisión” perdida.

Este deseo de volver a conectar con el pasado es, pues, importante, aunque pueda parecer
formal y simbólico. Estos recuerdos de una historia de lucha y de contradicciones también
pueden actuar como contrapeso frente al riesgo de disolución de la política en una especie
de fraternidad new age, en un movimiento como el de La Noche en Pie, que ya no se sitúa,
como el de mayo del 68, sobre un trasfondo garantizado de creencia marxista en la lucha de
clases y los conflictos obreros.

—¿Cuál es su lectura de la exigencia tan horizontalista, sin representantes ni líderes, que


defiende La Noche en Pie?

—Hay que situar esta exigencia dentro de un contexto que es el del creciente horror que
puede inspirar la política oficial: para el 15 M en Madrid, el gran lema, dirigido a aquellos
que estaban haciendo campaña electoral en aquel momento, fue: “No nos representan”.
Pero también corresponde a un descrédito de las vanguardias políticas revolucionarias que
eran todavía muy fuertes en 1968. Las asambleas actuales reaccionan contra aquellas
asambleas que conocimos, en mayo del 68 y posteriormente, manipuladas por grupúsculos.
Hay que entender este recordatorio de lo que puede significar la igualdad, incluso en sus
formas más materiales. Pero más allá de eso, lo problemático es la ideología de consenso,
que parte de la idea de que todo el mundo debe estar de acuerdo, y la fetichización de la
forma asamblea, que sería el único lugar donde todo el mundo debe poder hablar.

Esta es una preocupación compartida también por muchas personas que participan en el
movimiento: una asamblea popular no debe ser sólo una asamblea en la que cada cual
viene a expresar por turno su problema o su rebelión y a defender su causa militante
predilecta.

La Noche en Pie, al igual que todas las ocupaciones de este mismo tipo, reúne por un lado a
individuos deseosos de volver a crear lo común, pero también a esa multitud de militancias
parciales, especializadas, que se han desarrollado en el mismo contexto de privatización de
la vida pública y de rechazo de las “vanguardias”. Es importante que se afirme el derecho de
todas las voces, pero una asamblea debe poder decidir sobre algo y no limitarse a
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proclamar que “todos somos iguales”.

Una asamblea igualitaria no es, pues, una asamblea de consenso, incluso si la idea de
consenso está en el corazón de todos los movimientos que ocupan plazas. Recuerdo la
conmoción que experimenté una vez cuando me invitaron a hablar en una universidad
ocupada por los estudiantes, en Ámsterdam, ante una gran pancarta que proclamaba:
“Consensus. Noleaders”. La lucha contra las jerarquías es una cosa, la ideología del
consenso es otra. Desafiar a los líderes y la jerarquía, por supuesto, pero eso no quiere decir
que todo el mundo esté de acuerdo y que sólo se haga algo si todos están de acuerdo.

Actualmente se tiene la sensación de estar en una especie de espacio de subjetivación, pero


sin que se instaure realmente una

subjetivación colectiva. Esto supondría sin duda que existan en otro lugar fuertes
movimientos sociales y, en particular, que todos los jóvenes que viven como al margen de la
comunidad nacional constituyan a su vez colectivos para decir lo que quieren. En la década
de 1980 hubo aquella Marcha por la Igualdad en la que participaron jóvenes procedentes de
la inmigración, que luego fue recuperada, manipulada, aniquilada, al igual que todas las
energías engullidas por la mentira “socialista”. Hoy es muy difícil volver a poner en marcha
la igualdad. No tengo más imaginación que otros, pero creo que es ahí donde está el
problema. A menudo seguimos teniendo la idea de que cuanto mayor es la opresión, más
resistencia hay. Sin embargo, las formas de opresión que nos gobiernan no crean resistencia
sino desánimo, asco de uno mismo, la sensación de que uno es incapaz de hacer nada. Así
que podemos decir que La Noche en Pie funciona en el vacío y vive de ilusiones, pero salir
del desaliento sigue siendo fundamental.

—¿Qué piensa de esta temática de escribir una Constitución y preparar una asamblea
constituyente?

—El desinterés por las formas de la vida pública institucional en nombre de un supuesto
radicalismo revolucionario ha contribuido sin duda a la desmovilización de las energías. Es
importante, por lo tanto, reiterar hasta qué punto el estado en que nos encontramos es una
consecuencia de la desastrosa Constitución de la V República y de la anestesia de toda vida
política, y de la podredumbre de los espíritus que ha producido a largo plazo. Un
movimiento anti-V República, o anti-Presidencia es, por consiguiente, una necesidad. Y, del
mismo modo, el recuerdo de algunas verdades provocadoras acerca de la democracia,
como el sorteo y lo que éste implica: la desprofesionalización de la vida política.

Sin embargo, por un lado, el llamamiento a la asamblea constituyente se acompaña a


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menudo de ideologías “ciudadanistas” de poco calado y de ideologías “republicanas” algo


rígidas. Pero sobre todo no hay que imaginar que vamos a salir de la podredumbre
oligárquica actual limitándonos a escribir una buena Constitución. Redactar una
Constitución es importante cuando lo hacen personas a las que no se les pidió que lo
hicieran, que no tienen “calidad” para hacerlo. Pero también esto es importante cuando se
integra en un proceso de lucha donde las palabras no son recetas para la felicidad futura,
sino armas del presente. Estaría bien, por ejemplo, que estas constituciones “redactadas
por los ciudadanos” se enmarcaran en procesos de lucha efectivos contra el orden
constitucional vigente.

El fondo del problema es que hay que imaginar formas de vida política, que, a la vez, sean
totalmente heterogéneas con respecto a esta vida política oficial totalmente confiscada por
una clase de profesionales que se reproduce indefinidamente –una situación que ha
alcanzado en Francia un nivel sin precedentes en Europa occidental–, y que sean capaces,
sin embargo, de enfrentarse a ella conforme a sus propias formas y su propia agenda.

—¿Qué le parece el reproche de homogeneidad sociológica que se hace a La Noche en Pie?

—Inicialmente, mayo del 68 fue un movimiento de un pequeño grupo de estudiantes


“pequeñoburgueses” y trajo consigo la dinámica de la huelga general que transformó al
propio movimiento, con la convergencia en La Sorbona de múltiples formas de lucha que
estallaban aquí y allá. Hay que recordar el papel de modelo que desempeñó para la propia
ocupación de La Sorbona la huelga con ocupación y secuestro que estaba desarrollándose
en el taller de Sud-Aviation, en Nantes. La Noche en Pie llega después del juicio que
condena a penas de prisión sin fianza por el mismo delito a trabajadores de Goodyear. Se
presenta en un contexto de deslocalización de empresas, de cierres de fábricas, de derrotas
obreras y de criminalización de las formas de resistencia. Y no puede beneficiarse de la
dinámica social que se conoció en mayo del 68. Claro que harían falta movimientos del tipo
La Noche en Pie o con otras características en todas partes, y en especial en los barrios que
se rebelaron en 2005. Es fácil reprocharle a la gente que está en la Plaza de la República que
sean estudiantes de secundaria, jóvenes precarios o personas que no se representan más
que a sí mismas. Pero es el estado general de lo que se llama política lo que hay que tener
en cuenta aquí. En una Francia que se ha vuelto amorfa por la llamada ofensiva neoliberal,
la superchería socialista y la intensa campaña intelectual contra toda la tradición social
militante, uno no puede darse por satisfecho reduciendo La Noche en Pie al hecho de que
este movimiento no representa gran cosa sociológicamente.

Para que este movimiento fuera más lejos tendría que poder inventar consignas que lo
hicieran estallar más allá de sí mismo. Puede que exista la posibilidad de aprovechar la
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situación preelectoral para crear, no unas “primarias de la verdadera izquierda”, sino una
muy fuerte movilización contra el sistema presidencial. Cabría imaginar que ese
movimiento no sólo condujese a las declaraciones en el sentido de que nunca más vamos a
votar socialista, sino a algo así como un movimiento por la no-presidencia o por la
supresión de la presidencia de la República.

—¿La Noche en Pie puede ayudar a salir del clima plomizo posterior a losatentados de
noviembre?¿Puede hacerlo levantando el símbolo de una Plaza de la República preocupada
por la palabra y la lucha, cuando se había convertido en un mausoleo?

—No hay que pedirle demasiado a este movimiento. Sin embargo, es cierto que una de sus
características importantes es la transformación de una juventud de luto en una juventud
en lucha, aunque esa transformación no es fácil. Cuando uno va a la Plaza de la República
ve cómo muy lentamente alrededor de la estatua los símbolos de la lucha colectiva se
superponen a las expresiones de dolor. Es difícil darle forma a esto debido a la
contrarrevolución intelectual que logró separar a los jóvenes de toda una tradición de lucha
social con un horizonte político. La característica de todos los movimientos de las plazas ha
sido la dificultad de identificarse como portadores de una potencia de futuro y de
determinar subjetivaciones colectivas, identidades que hay que trabajar y transformar
contra las identidades impuestas, como ha podido ser el caso de los colectivos de
trabajadores o de de mujeres.

Esto es aun más cierto en Francia, debido al clima ideológico plomizo creado por la
contrarrevolución intelectual. En Grecia hay poderosos movimientos autónomos, que han
creado espacios de vida, de saber o de cuidados. En España, en torno a la lucha contra los
desahucios, ha convergido un grupo que ahora ocupa el Ayuntamiento de Barcelona. No
existen en Francia movimientos ni formas de organización a esta escala, y el movimiento La
Noche en Pie está huérfano de las bases de lucha que han podido movilizarse en otros
lados.

—¿Incluso si persiste la impresión de que con La Noche en Pie pasa algo que pone de
manifiesto una potencia de invención que renueva ciertas formas de pensar de la izquierda
radical?

—No sabemos exactamente lo que tienen en la cabeza las personas que se mezclan entre sí
en la Plaza de la República. Nos encontramos con un montón de cosas dispares. Pero es
cierto que hay una exigencia democrática que se opone a la vieja cantinela de la
“democracia formal” como mera apariencia que cubre la dominación económica burguesa.
La exigencia de “democracia real ya” tiene el mérito de romper con la lógica de la denuncia
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que dice ser radical pero en realidad produce una especie de quietismo, en última instancia
reaccionario, del tipo: de todas formas, el capital es el causante de todo, y aquellas
personas que se agitan en nombre de la democracia sólo enmascaran su dominación y
fortalecen su ideología. Pero, obviamente, lo ganado se echa a perder si reducimos la
democracia a la forma asamblea. La democracia es una cuestión de imaginación.

—¿Es importante la circulación de la palabra, la escritura, las historias, en La Noche en Pie?

—En realidad hay una gran cantidad de palabras que circulan, aunque no siempre son de
una riqueza inolvidable. Hay gente que viene a leer sus poemas, pero no suele ser una
poesía que impacte por su novedad. Al mismo tiempo vemos personas que nunca han
hablado y que se atreven a hablar en este lugar, y por eso esto es importante, incluso si, por
lo que podemos comprender, esa circulación de la palabra es menos rica de la que
percibimos en mayo del 68. Por un lado, la forma asamblearia permite que venga más gente
a contar su historia. Por otro, parece que estamos por debajo del florecimiento de consignas
y de imágenes múltiples que, en muchas manifestaciones recientes, había sustituido a las
pancartas unitarias de antaño. Más profundamente, se trata de que el deseo de una
comunidad igualitaria no ponga freno a la potencia de invención igualitaria.

—Los promotores de La Noche en Pie quieren unirse a los sindicatos. ¿Cómo ve esa
propuesta?

—La “convergencia de las luchas” parece una versión del sueño de mayo del 68, la unión
entre estudiantes y trabajadores. En aquel momento esto se materializó en marchas
estudiantiles en dirección a Billancourt (la gigantesca fábrica de Renault). Billancourt hoy
está arrasado y La Sorbona es un lugar a donde sólo se entra con una tarjeta. En cualquier
caso, la cuestión de la convergencia de las luchas depende de la cuestión de la naturaleza
de estas luchas.

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