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MATERIA: ANTROPOLOGIA

PROFESOR: JOSE GUERRERO


NOMBRE: ALBA IRIS NUÑEZ ORTIZ
MATRICULA: 100294549
INFORME: 10

ANTROPOLOGIA DE LAS MUÑECAS SEXUALES JAPONESA


Podríamos pensar que se trata de una cultura puritana y reprimida o de una sociedad
de disciplina “protestante”, volcada en el trabajo, que ha dado la espalda a los
placeres del erotismo. Pero es mucho más complicado e inquietante. Porque resulta
que este Japón monacal, de pocos hijos y menos abrazos, cuenta con la más
floreciente industria del sexo del mundo, con unos ingresos de 20.000 millones de
euros al año que representan el 1% del PIB del país. Aún más: no se trata sólo de la
industria más potente sino también de la más refinada, la más variada, la más
imaginativa y la menos púdica: las calles de Tokio ofrecen sin tapujos toda clase de
reclamos publicitarios y toda clase de servicios; y sus ciudadanos los reciben y los
usan con la misma naturalidad con la que comen sushi o compran el último modelo
de iPhone.
No es que en Japón estén desapareciendo las “relaciones sexuales”; lo que están
desapareciendo son las “relaciones” en general mientras que el sexo sin relaciones,
completamente autorreferencial, va ocupando un lugar cada vez más importante en
la vida de individuos desconectados del mundo que no sienten la menor vergüenza
en exhibir y proclamar esta desconexión
Esta riquísima, civilizadísima, libérrima industria sexual —con todo su aparato
escénico e instrumental— está orientada a ahorrar el trabajo de las dependencias
exteriores: el cortejo, la conversación, los preliminares, el otro mismo.
Uno de los japoneses entrevistados en el documental declaraba con alegre franqueza
que prefería masturbarse en una cabina con una vagina de plástico mientras veía
imágenes pornográficas que acostarse con su novia: “me da mucha pereza”, decía,
“porque cuando estoy con ella tengo que ocuparme de su placer y prefiero ocuparme
sólo del mío”.
Lo extravagante de este egoísmo es que quiebra la regla antropológica básica de los
últimos 15.000 años según la cual el propio placer sexual estaba asociado
precisamente a la existencia de otros cuerpos y al reconocimiento, aunque fuese
negativo, de nuestra dependencia de ellos. El sexo en Japón se ha emancipado de los
cuerpos, esas criaturas tan inmanejables, tan incómodas, tan exigentes, tan
imprevisibles.
El infierno son los otros”, decía el filósofo Jean-Paul Sartre. Los otros, sobre todo,
dan pereza. Hasta ahora nos cansaba trabajar y nos cansaba también estudiar
mientras que estábamos siempre dispuestos a reunirnos con unos amigos, ir a una
fiesta, participar en el bullicio de una conversación, desnudar de nuevo con emoción
el pecho del armado. Ahora lo que cansan son las relaciones. Sexo sí, la industria
sexual en Japón refleja y alimenta una sociedad de perezosos masturbadores que
pagan para no tener que ocuparse de sus mujeres o de sus novias; que pagan, en
definitiva, para emancipar su propio placer de cualquier contacto exterior Relaciones
no. El colmo de la civilización, ¿será la masturbación industrial? Tres cosas llaman la
atención de esta extraña pereza cultural.
La primera, como insólita ruptura antropológica, tiene que ver con el hecho de que
las imágenes y los instrumentos han absorbido por completo la intensidad de los
objetos a los que aludían o sustituían. La pornografía, las muñecas, los juguetes
sexuales, fuente hasta ahora de estímulo y de insatisfacción, sucedáneos irritantes
del cuerpo deseado, se han convertido en el objeto mismo donde se satisface el
deseo.
Esas imágenes, esas muñecas, esos juguetes, constituyen la superación completa de
todas las imperfecciones y todas las molestias, al servicio ahora de un placer
encerrado, como un molusco, en el propio cuerpo. En su cabina, frente a la pantalla,
manipulando el artefacto de plástico, el perezoso no echa de menos el cuerpo
verdadero; todo lo contrario: se siente aliviado, liberado, sexualmente colmado en
su confortable negación del mundo.
La segunda cosa que llama la atención de esta ruptura antropológica es, en cambio,
de orden muy tradicional: esta nueva sociedad de perezosos masturbadores sigue
siendo, como la anterior, machista y masculina, y en ella la mujer ocupa no sólo un
papel subalterno sino también instrumental.
Ciencia-ficción y patriarcado se citan en los locales de masturbación industrial de
Tokio. La vieja utopía homofóbica y misógina de un mundo sin mujeres se hace
realidad en estos recintos de sexo puro donde una sucesión de Unos Machos se
derrite en un espacio sin Nadie.
La última sorpresa es inquietante y se refiere a la naturalidad con que los japoneses
reivindican su derecho a la pereza antropológica. Hay algo muy desagradablemente
machista en la bravuconería del latin-lover que se jacta en público de sus hazañas
sexuales; pero uno casi siente nostalgia del macho de las cavernas, y hasta del
salvaje torturador, ante la obscenidad del masturbador industrial al que sobran
todos los cuerpos del mundo y que exhibe su auto-erotismo como la máxima
satisfacción y la máxima evolución a la que puede aspirar un individuo humano.
Origen antropológico del término de alma

La palabra griega en el nuevo testamento. Estas dos palabras se usan cerca de 800
veces en el antiguo y nuevo testamento

La concepción del hombre en Platón está también inspirada en la teoría de las Ideas.
El hombre es el resultado de una unión "accidental" entre el alma, inmortal, y el
cuerpo, material y corruptible, dos realidades distintas que se encuentran unidas en
un solo ser de modo provisional, de tal modo que lo más propiamente humano que
hay en el hombre es su alma, a la que le corresponde la función de gobernar, dirigir,
la vida humana. Tanto la concepción del alma como la de sus funciones en relación
con el cuerpo sufrirán diversas modificaciones a lo largo de la obra de Platón, aunque
se mantendrá siempre la afirmación de su unión accidental. El alma en la tradición
griega.
La idea de que existe un alma (psyche), no obstante, no es en absoluto original de
Platón. Tanto la tradición cultural griega como la de otras muchas culturas de la
época dan por supuesto la existencia del "alma", y el término que utilizan para
referirse a ella significa primordialmente "principio vital", entendiendo por ello una
suerte de potencia o capacidad que da la vida a los seres. Parece obvio, pues, que
todo ser vivo ha de poseer ese principio vital, o "alma", por definición. En la tradición
griega el tema de la existencia del alma no representa, pues, ningún problema, desde
esa perspectiva.

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