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En 1934 los representantes bolivianos David Alvestegui, Alberto Ostria, Enrique Finot y
Casto Rojas lograron notables éxitos diplomáticos hasta invertir la figura. Paraguay apareció
como nación agresora y Bolivia logró la ratificación del libre tránsito de sus productos por las
naciones vecinas, salvo claro, Argentina. Se levantó el embargo de armas contra Bolivia y se
lo mantuvo contra Paraguay que se retiró de la Liga de las Naciones. En junio de 1935, bajo
la presión del canciller argentino Carlos Saavedra Lamas que estaba claramente a favor de
Paraguay, se intensificaron las negociaciones de paz. El 12 de junio de 1935 se firmó el
protocolo de paz entre los cancilleres Tomás Elío de Bolivia y Luis Riart de Paraguay. El 14
de junio a las 12 del mediodía terminó la guerra. Entre 1935 y 1938 se realizaron ardua:
negociaciones para definir los nuevos límites, devolver prisioneros y lograr una salida
soberanía de Bolivia al río Paraguay (que finalmente se le negó). El 21 de Julio de 1938 se
firmó en Buenos Aires el tratado de paz, amistad y límites definitivo entre Bolivia y
Paraguay, lo suscribieron Eduardo Diez de Medina y Enrique Finot por Bolivia y Cecilio Baez
y José Félix Estigarribia por el Paraguay.
La guerra dejó un saldo terrible. Bolivia movilizó tres ejércitos con un total de 200.000
hombres, con un saldo de 50.000 muertos y 20.000 prisioneros. El costo de la guerra fue de
228 millones de dólares, financiados por el banco Central y algunos préstamos de
empresarios mineros ya que tenía su crédito internacional suspendido. La consecuencia fue
el inicio de un proceso inflacionario. Paraguay movilizó 150.000 soldados, con un saldo de
10.000 muertos y 2.500 prisioneros. El costo de la guerra fue para ese país de 128 millones
de dólares.
EL "CORRALITO" DE VILLAMONTES.
CAIDA DE SALAMANCA
Noviembre de 1934 fue un mes complejo y aciago en Bolivia. Las relaciones entre
Salamanca y el alto mando eran entonces pésimas. A pesar de la guerra, se convocó a
elecciones para Presidente y éstas se realizaron el 11 de noviembre. El candidato oficial
Franz Tamayo (59,2 % de los votos) derrotó a Juan María Zalles. Tamayo Presidente electo,
nunca llegaría a posesionarse ante la realidad de los vergonzosos hechos de Villamontes.
En el comando boliviano la influencia de los coroneles Ángel Rodríguez y David Toro sobre
un Peñaranda más bien indeciso, diluyeron la estructura de autoridad que tuvo varias
contradicciones. Con todo, entre marzo y abril, Bolivia logró éxitos parciales en La China,
Campo Jurado y Conchitas. En Cañada Strongest, siguiendo la táctica paraguaya, el ejército
boliviano embolsó a la segunda y séptima divisiones paraguayas. Fue el mayor éxito militar
boliviano en la guerra. Los vencedores dejaron en el campo más de 500 muertos paraguayos
y tomaron prisioneros a 1.400 soldados y oficiales con su armamento.
Pero Estigarribia no se detuvo, logró derrotar a los bolivianos en Cañada, Tarija, tomando
otro alto contingente de prisioneros y se dispuso a tomar Ballivián que concentraba 18.000
hombres y la mayor cantidad de reservas y pertrechos de todo el frente de operaciones. En
julio Estigarribia no pudo tomar Ballivián. Decidió entonces abrir otro frente, esta vez sobre
el río Paraguay con la toma de Picuiba y Carandaití. En septiembre los contraataques
bolivianos en Algodonal y la Rosa, que estuvieron a punto de tomar entera una división
paraguaya, frenaron la ofensiva, pero Estigarribia volvió a presionar sobre Ballivián. A pesar
de que Bolivia logró organizar una retirada con orden y destruir Ballivián antes de
abandonarlo, los paraguayos tomaron dos divisiones con un saldo de 4.000 prisioneros y
casi 2.000 muertos (noviembre de 1934).
Kundt hizo erradamente de Nanawa una cuestión vital. Decidió atacar contra la opinión de
Salamanca. Los paraguayos prepararon durante seis meses su defensa (ya se había
producido un ataque boliviano sin éxito en enero), ubicando 9.000 hombres un las trincheras
y el puesto. Bolivia tenía también 9.000 hombres (En Boquerón Paraguay tuvo una relación
ventajosa de 11 a 1, en Nanawa la relación era de 1 a 1). El ataque se produjo entre el 4 y 8
de julio de 1933. Bolivia usó por primera vez cuatro tanques y varios lanzallamas. Fue una
ofensiva suicida de cuatro días en los que las fuerzas de Bolivia conquistaron algunas
trincheras, pero terminaron exhaustas y tuvieron que retroceder y abandonar el intento.
2.000 soldados bolivianos perecieron en ese heroico e inútil ataque, dejando un panorama
macabro, una verdadera carnicería. "Los cañones se doblaban de tanto disparar" relató un
ex-combatiente boliviano. En Nanawa terminó el impulso ofensivo de Bolivia.
La retoma paraguaya de los fortines Corrales, Toledo y Boquerón abrió una contraofensiva
que condujo a una retirada poco afortunada del ejército boliviano, que entre el 19 y 23 de
octubre de 1932 fue derrotado en Arce y Alihuatá. El fortín Arce (uno de los más
importantes del ejército boliviano) fue abandonado e incendiado y las tropas sólo pudieron
reorganizarse en Kilómetro 7, bajo el mando de Bernardino Bilbao Rioja quien planteó
exitosa defensa rompiendo las líneas de ataque paraguayas.
Los ataques en oleadas sobre el fortín agotaron la defensa. Los víveres se terminaron, el
único pozo de agua accesible era atacado por un nido de ametralladoras paraguayo,
acercarse era muerte segura, un par de cadáveres de soldados bolivianos flotaba en el pozo.
Los pertrechos que lanzaba la aviación boliviana caían casi siempre fuera de las trincheras
(la aviación boliviana tuvo un destacado papel en toda la guerra. Fue siempre superior a la
paraguaya, contaba con un equipo moderno de aviones Curtiss que dominaron el aire del
Chico). Los soldados eran casi espectros, pero no se rendían. El alto mando pedía lo
imposible, resistir quince días más hasta la llegada de refuerzos. No había fuerzas ni para
enterrar a los compañeros caídos. El 19 no había balas sino para un combate de diez
minutos. Los soldados desesperados empezaron a beber sus propios orines. Marzana decidió
pedir una tregua para una capitulación honrosa. Levantó bandera blanca, los paraguayos
que estaban a escasos metros de las trincheras creyeron que era rendición y se abalanzaron
y tomaron el fortín. En silencioso homenaje, el mando paraguayo vio salir a los héroes que
quedaban vivos en harapos, casi sin poder caminar. Centenares de muertos y moribundos
yacían allí. Estigarribia creyó siempre enfrentar a por lo menos 1.500 bolivianos; en el mejor
momento no habían llegado a 700. Sobrevivieron menos de 450. El Presidente paraguayo
dijo "los bolivianos pelearon con tal bravura y coraje...que merecen nuestro respeto".
Marzana dijo al volver de tres años de prisión en Paraguay: "No hicimos más que cumplir
con nuestro deber".
Ed. Impresa
25/09/2016
06:00
En enero de 1980, en una edición extraordinaria de El Diario, se publicó una entrevista realizada al héroe
Manuel Marzana. Cuenta el héroe que el fortín cayó por la falta de agua y la deshidratación (42 grados a la
sombra), por falta de municiones y de alimentos. Comieron todos los mulos que había y, hacia el final, roían
cueros secos.
Cuenta Marzana que cuando los efectivos disminuyeron de 619 a 200 combatientes, con dos o tres cartuchos
cada uno, se destruyeron las ametralladoras y se enterró la bandera del fortín. Esa bandera fue escondida por
Clemente Inofuentes en su bota y luego en un falso forro en su camisa, confeccionado por el soldado Castillo,
que era sastre. Esa bandera está en el Estado Mayor de La Paz. Marzana no firmó ningún documento de
rendición. No se ha mostrado ese papel hasta hoy. “Mal podría afirmarse que aquel bastión se rindió ante
nadie”, dijo.
Jorge Ferreira 1. El Cónsul que firmó la nota de comunicación de la independencia paraguaya fue Carlos Antonio
LÓPEZ y no OROPEZA.
2. Tendría la amabilidad de indicar en qué parte del Acta de la Independencia de la República del Paraguay del
25/11/1842, cuyo texto ...Ver más
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Ricardo Octavio Barrientos Sanz Perdón por el error de typeo en el nombre... ya corregí....En el acta no indica pero
indica que debe presentar a esta a sus circunvecinos y lo hace através de nota oficial y Bolivia aprueba en
Convención Nacional y en Ley del 17 de julio, y esa aprobación y acto diplomático mútuo y recíproco ya establece los
límites que lógicamente empieza Bolivia a preservar como verá en la respuesta al siguiente comentario
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Jorge Ferreira Hay una ley posterior, un mes después, a la del 17/JUNIO en la que "La Convención Nacional
decreta: Artículo 1°. La nación boliviana reconoce la independencia y soberanía de la República del Paraguay..." ?
Porque en esta breve ley de DOS artículos NO s...Ver más
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Jorge Ferreira 3. El Tratado Derqui-Varela de 1852 consagró el derecho paraguayo sobre todo el Chaco, al norte y
al sur del Pilcomayo. Contra sus estipulaciones, el encargado de negocios de Bolivia en Buenos Aires, José de la
Cruz Benavente, protestó por considerar a su patria ribereña en la costa occidental del río Paraguay entre los grados
20, 21 y 22. Pero la protesta no fue dirigida al Gobierno paraguayo, sino al de la Confederación Argentina. Era la
primera vez que Bolivia manifestaba pretensiones sobre una parte del Chaco. El periódico “El Paraguayo
Independiente”, en su penúltimo número, anunció que el Gobierno paraguayo esperaba análoga reclamación
boliviana, la cual no se produjo, pero se adelantó a reafirmar los derechos del Paraguay sobre el Chaco.
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Jorge Ferreira 4. Puede transcribir la parte del texto del Protocolo firmado en 1877 entre Paraguay y Argentina, por
la cual “RECONOCEN LAS FRONTERAS BOLIVIANAS.....TAL COMO NACIÓ…”, es decir, hasta la confluencia de
los ríos Paraguay y Pilcomayo ?
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Ricardo Octavio Barrientos Sanz Textual pag 227: "Los reversales de 1.865 volvieron a consignarse después de
ese tratado. el protocolo de 3 de febrero de 1.876, que el pacto principal y suscrito por los mismos ministros Bernardo
Irigoyen y Facundo Machain, salvó nueavamente los derechos de Bolivia en esta forma: " Las partes contratantes
convienen en salvar a los derechos que la República de Bolivia alega a alguno de los territorios que han sido materia
de la presente negociación."............."De esta suerte Paraguay y Argentina en forma expresa salvaron los derechos
de Bolivia a todo el chaco Boreal. Y también reconocieron que éste país alegaba derechos a la totalidad de ese
territorio." FIN DE LA CITA.- está claro como el agua.
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REGIMIENTO CAMPOS
Gloria en Boquerón
Baluarte en kilómetro 7
Inmortales en Iguaruru
Oficiales y Soldados del Destacamento, el destino nos ha señalado la honra de
representar a la Nación Boliviana, en esta memorable Batalla, si el Enemigo trata
de sobrepasarnos que sea sobre nuestros cadáveres…. Un día recordaran las
futuras generaciones que los DEFENSORES DE BOQUERÓN cumplimos con la
Patria.
BATALLA DE BOQUERÓN
Oficiales y Soldados
del Destacamento,
el destino nos ha señalado
la honra de representar a
la Nación Boliviana, en
esta memorable Batalla,
si el Enemigo trata de
sobrepasarnos que sea
sobre nuestros
cadáveres…. Un día
recordaran las futuras
generaciones que los
DEFENSORES DE
BOQUERÓN
cumplimos con la Patria.
La emoción afloraba por la piel cuando nos dirigíamos al sector donde murió heroicamente la
denominadas Sección de Hierro, encabezada por el subteniente Félix Méndez Arcos y sus 24 soldados
en la defensa de Villa Montes durante la Guerra del Chaco (1932-1935).
Acompañados por varios oficiales de Ejército, entre ellos el ahora general Carlos Sejas Calicho,
recorrimos los senderos de gloria, valor y muerte que dejó la guerra con el Paraguay.
Cada paso sobre las hojas secas rompían el silencio fantasmal del Chaco, las miradas buscaban las
huellas de los soldados, por fin, encontramos el monumento de Félix Méndez Arcos.
Aquí fue donde toda la Sección de Hierro pereció, indica un capitán que hace un alto para tomar un
poco de agua.
Habíamos llegado al lugar donde Méndez Arcos dio sus últimos disparos y murió de frente, mirando la
cara de su enemigo, en se momento su verdugo; sus 24 soldados también corrieron la misma suerte.
Ninguno de estos valientes soldados retrocedió, con la muerte rondando sus trincheras lucharon
hasta morir, frente a ellos el enemigo invasor y en sus espaldas el pueblo boliviano.
La imaginación nos recrea a los combatientes bolivianos y paraguayos enfrentados ferozmente. Nos
imaginamos cómo habrán sido los últimos minutos de vida de nuestro héroe y sus soldados, cuales
habrán sido sus pensamientos, seguramente de Méndez Arcos fue la imagen de sus hijos Rafael, Félix
y Urbelinda y su esposa Josefina.
Cuando Méndez Arcos partió a la guerra, dibujó una sonrisa en el rostro y sus ojos grabaron la imagen
de sus hijos, con un beso y abrazo se despidió de ellos prometiendo volver. El padre dejó su hogar
ante el llamado a la defensa de la Patria,cumplió con su deber y murió por Bolivia.
Las trincheras de la Sección de Hierro aún se encuentran en el lugar, aunque casi tapadas con tierra
y hojas. En el lugar encontramos también las vainas de los fusiles y ahora son un recuerdo del valor
de esta generación de bolivianos que con el paso del tiempo son olvidados y los niños poco conocen
de sus hazañas.
MENDEZ ARCOS
Félix Méndez Arcos, nació en un humilde hogar en la ciudad de Cochabamba, el 28 de mayo de 1905,
habiendo cursado primaria en la escuela Fiscal Nº 3 de varones en el Colegio Nacional Sucre de su
ciudad natal.
A los 19 de edad, se enroló en filas del regimiento Pérez III de Infantería en el año 1924, a partir de
esa fecha comienza su gloriosa vida militar destinado a la Compañía de Ametralladoras de su unidad;
habiéndose distinguido por su disciplina y dedicación en el manejo de las armas, cumplió su deber
militar y fue licenciado con el grado de Sargento.
Retornó a la vida civil, contrayendo matrimonio con la Señora Josefina Grosberger el año 1927.
Desempeño el cargo de Juez Comisario de la Policía Municipal de Cochabamba, supo incentivar el
deporte como presidente del Club Tunari; hasta que estalla la Guerra del Chaco, presentándose al
llamado clarín de la guerra dentro su categoría.
Paso a paso conquistó sus grados hasta ser nombrado subteniente de reserva, actuando desde
Platanillos,Toledo hasta la defensa de Villa Montes, pasando por las acciones libradas en Gondra, La
China, Cañada Cochabamba y El Carmen. Su ascenso a subteniente fue el 5 de Julio de 1934.
VILLA MONTES
Durante la gran batalla de Villa Montes, el Regimiento paraguayo Corrales, había lanzado la primera
ola de asalto sobre el sector defendido por la compañía Peñaranda, con centro de gravedad en la
sección que comandaba Méndez Arcos, la cual resistió heroicamente la primera ola de asalto, sino
también la segunda y tercer asalto enemigo, quedando el campo cubierto de cadáveres y heridos.
Los paraguayos irrumpieron nuevamente en la línea boliviana, tan sólo pasando sobre cadáveres de
los soldados que formaban la Sección de Hierro, es decir, que el teniente Méndez Arcos y sus 24
soldados valerosos habían sido sacrificados en forma gloriosa el 20 de Febrero en el sector de
Iguaruru.
En enero de 1964, se marca como fecha de creación de una bizarra unidad con el denominativo de “
Regimiento Nº. 1 Ranger”; posteriormente el 28 de mayo del mismo año, toma el nombre de unos de
los más distinguidos héroes de la Guerra del Chaco, el celebre comandante de la Sección de Hierro “
Teniente Félix Méndez Arcos”.
Queda también plasmado en el historial de la unidad, que el primer estandarte que tuvo el
Regimiento fue recibido de manos de la señora Josefina Grosberger, viuda de Félix Méndez Arcos en
un acto solemne realizado en el Gran Cuartel de Miraflores, con motivo de celebrar el día de las
FF.AA. de la Nación.
Luego de la muerte del héroe, el periodista de las Semana Gráfica, Martín del Fortín, tuvo la
acertada y ahora valiosa idea de hacerle una entrevista al hijo mayor de Félix Méndez Arcos, en
pocas líneas se relata el sentimiento que tiene un niño por su padre y su país.
En el año Calle Oruro Nº 62, en la casa de la “Sección de Hierro”, doña Josefina Grosberger, de físico
agradable y que inspira gran simpatía. Rafaelito, el hijo del héroe se encapricha en el momento de la
visita del repórter, levantando los hombros a su hermanita María Urbelinda y negándose a acceder,
para jugar juntos en la canilla, que fluye abundantemente en medio del patio y donde hay otros
niños mojándose, haciendo una gran algarabía.
Como deberán repercutir estas vocecitas eufémicas en el corazón atormentado de la madre, la única
que encierra para sí y conoce la amargura de la orfandad en que han quedado sus niños¡.
Rafaelito tiene un porte burgués y aunque no sabe decirlo, ya se considera demasiado hombrecito y
por eso refracta a los demás chiquillos.
Son tonterías meterse con ellos. Ha preferido más bien construirse un par de lentes de aviador con
las tapacoronas de las botellas , pero, no ve nada, no obstante sus esfuerzos por sostener el original
artefacto óptico.
¿Un reportaje?
Si eso es alguna cosa de comer y bien rica, que me traigan. De otro modo prefiero que no me
mortifiquen -parece decirnos nuestro ilustre entrevistado. Es que no conoce todavía que el
periodismo es una de las plagas de la humanidad que mete sus narices en todo.
Rafaelito, es bastante aficionado a la equitación no nos aceptaría el reportaje sin previamente
posicionarse bien en una de nuestras rodillas, tomando asiento a hojarcadas e improvisando un
magnífico caballo, mucho mejor que el que vemos arrojado en la mitad de su alcoba, de palo de
escoba.
El reporteado se asusta y mira hacia su cama, donde la noche anterior parece haber dejado algunas
impresiones.
Montar a caballo; por eso le pedí a mi mamá que me haga trabajar el traje de jockey con el que
usted me ve.
Este nuestro Rafaelito es un tremendo; no quiere estarse quieto ni un momento y amenaza el fracaso
del reportaje -como las conferencias de paz- si acaso la rodilla del periodista no comienza a
“galopar”, más, más veloz.
Epa Epa...
Dan ganas de considerarse abuelo, pero, de todo hay que pasarla en la vida para conseguir la noticia
diaria.
Hay tiempo para pensar. Uno siempre desea muchas cosas, y a veces no llegan a cumplirse. Estoy
contento con lo que soy, es decir, hijo de mi papá.
Que me traigan un niño “pila” de mi edad, podemos jugar con él, yo le prestaré mi espada y
zapatos.
Rafaelito nos da una respuesta media fea que preferimos traducirla en iniciales únicamente, nos
dice: K K
Aquí ser suspendió nuestra charla en forma brusca, ante la presencia de un alto jefe del Estado
Mayor Auxiliar que viene trayendo algunos documentos y a notificar las ceremonias que se realizarán
el jueves.
Rafito, desmontándose anuncia: “Mamá, había venido ese coronel que tiene los dientes postizos....
10 de abril de 2008, 7:09
Satinador dijo...
Subteniente Francisco Ortega Beiza, un chileno que murió defendiendo Bolivia.
Compañero Beiza, no tenemos cómo agradecerte tu holocausto en éste instante de nuestro ígneo
llanto rojo en la defensa de nuestras heredades ultrajadas.
A vos compañero, cualquiera que fuese nuestra expresión sería fría, no puedo nada mejor que
repetir en tu honor el canto del divino Rubén de Caupolicán:
“Es algo formidable que vio la vieja raza: robusto tronco de árbol al hombro de un campeón salvaje y
aguerrido, cuya fornida maza blandiera el brazo de Hércules o el brazo de Sansón”.
De esa forma Arturo Borda, se refería al subteniente Francisco Ortega Beiza, caído heroicamente
durante la Guerra del Chaco (1932-1935) en defensa de Bolivia.
El militar extranjero defendió la bandera nacional, defendió nuestro territorio y la heredad nacional.
El costo que pagó fue el más caro, su vida misma. Hizo suya una guerra ajena. Nunca sabremos el
motivo por el cual este joven militar partió a los campos de batalla, se hermanó con los oficiales y
soldados bolivianos, compartió el rancho (alimento) con la tropa y lo más destacable alzó el fusil y
con cada disparo defendió a Bolivia en el Regimiento Ayacucho 8 de Infantería.
No dudó un instante para lanzarse al asalto a “bayoneta calada” arriesgando la vida, hasta que un 12
de agosto de 1934, una bala certera terminó con la vida de Francisco Ortega Beiza, un chileno que
murió como un boliviano, hijo de esta bendita tierra que defendió hasta el último suspiro.
Una multitud de gente despidió al militar extranjero. Hubo hermosos discursos, el que más destacó
fue el realizado por el periodista Silva Valdez, representante de “Zigzag” de Santiago de Chile.
En la historia boliviana, poco se habla o hace referencia del Subteniente Ortega Beiza, pero
Leonardo Jeffs Castro, Magíster en Estudios Internacionales, Universidad de Chile. Universidad de
Valparaíso, hace una recapitulación excelente de la participación de ciudadanos chilenos en la
Guerra del Chaco.
En ella se precisa que no fue uno, sino muchos chilenos que defendieron Bolivia, sin importar que
año antes se había desarrollado la Guerra del Pacífico, para que luego entre chilenos y bolivianos
quedaran ciertas rencillas.
Leonardo Jeffs describe que la incorporación de los combatientes chilenos en el Ejército de Bolivia,
durante la contienda, sirvió para mejorar la percepción que se tenía de Chile y los chilenos, y esto se
hizo más evidente a partir de la muerte del subteniente Francisco Ortega Beiza, acaecida en Cañada
Loa, el 12 de agosto de 1934.
Si bien ya una cañada había sido bautizada, con anterioridad, como “Cañada Chile”, el lugar donde
murió el subteniente chileno, pasó a llamarse “Campo Ortega”. Sus funerales, llevados a cabo en La
Paz, dieron lugar a significativas expresiones de dolor. A su entierro concurrieron las principales
autoridades de Bolivia. En La Paz el Administrador Apostólico de la Diócesis organizó una celebración
eucarística en su memoria, y residentes chilenos fundaron el Club Cultural y Deportivo “Ortega
Beiza”.
También, cabe destacar que, algunos meses después, un regimiento pasó a recibir la denominación
de Chile, comandado por un oficial chileno e integrado por varios oficiales de la misma
nacionalidad.
MOTIVACIONES
Para poder introducirnos en las motivaciones que llevaron a un conjunto significativo de chilenos a
incorporarse a la contienda del Chaco al Ejército de Bolivia, y, en menor cantidad, en las Fuerzas
Armadas de Paraguay, hay que tener en cuenta que, en cada caso hay una multiplicidad de factores,
que están estrechamente relacionados con los contextos nacionales de Bolivia, Chile y Paraguay. En
primer lugar, corresponde dejar en claro que la mayoría de los que se van a incorporar con grados de
oficiales, en las FFAA de los países directamente involucrados en la contienda chaqueña habían
pertenecido a las FFAA y a los Carabineros de Chile. Solo unos pocos no tenían más experiencia
castrense que la obtenida en el servicio militar.
Sin lugar a dudas, un factor importante fue la necesidad de hacer frente a la supervivencia no solo
personal, sino también de un grupo familiar, pues ya en 1934 había varios casados y con hijos. En
efecto, la gran mayoría de los futuros combatientes se encontraba cesantes, producto de haber
perdido su puesto en las Fuerzas Armadas y de Orden en Chile, en la mayor parte de los casos, por
razones políticas.
A lo anterior, hay que agregar que el contrato que se les ofrecía representaba un atractivo poderoso,
en circunstancias que se vivía en un período marcado por la gran depresión de 1929, que había
afectado a todos los países del continente.
Otro factor, que influyó poderosamente, fue la necesidad de sentirse útiles, en circunstancias que
los combatientes de mayor edad no superaban, en 1934, los 42 años. Además, está presente, como
un factor adicional, el afán de aventura, tan propio de la juventud, del cual dieron testimonio
algunos que después del conflicto participaron en las Brigadas Internacionales, en las filas
republicanas, durante la guerra civil española.
También, hay que agregar, el afán por contribuir a una causa que se consideraba justa, que incluso
llega a primar sobre razones económicas, como es el caso de Gonzalo Montt Rivas y de Aquiles
Vergara Vicuña quienes se incorporaron a los ejércitos de Paraguay y Bolivia, teniendo una
importante carrera diplomática, y una excelente situación económica, respectivamente.
Por último, habría que añadir, que para algunos primaron las razones afectivas, ya sea para
recuperarse de una decepción amorosa, o para iniciar una nueva vida de pareja lejos de la crítica de
familiares, amigos y conocidos.
Satinador dijo...
El aviador Carlos Lazo de La Vega fue un domador de tormentas y triunfador de la muerte.
Heridas de la Guerra del Chaco
• El aviador es considerado como una golondrina que hacía contornos deslumbrantes y trayectorias
diabólicas
• De padres peruanos murió heroicamente a los 26 años, dejó una viuda y tres hijos, cuando defendía
a Bolivia
Por Marco A. Flores Nogales (*)
La Guerra del Chaco dejó muchos héroes, algunos conocidos y otros anónimos en su propia grandeza.
Escarbar los libros de la historia, es abrir un túnel del tiempo, para cerrar los ojos e imaginar las
epopeyas de nuestros combatientes.
Nuestros aviadores surcaron los cielos, se hicieron dueños del arco iris y sellaron sus rostros en el
infinito.
Este es el caso de Carlos Lazo de La Vega, otro más de los tantos bolivianos que una mañana se
colocó el uniforme militar, amarró con fuerza sus “chocolateras” (botas), se miró al espejo, miró
sobre sus hombros el rostro de su compañera, alzó por los aires a sus hijos, para despedirse con una
sonrisa, de esa forma partió en busca de su destino, para con sus acciones dejar su nombre para el
mármol de la inmortalidad.
Ahora, los bolivianos te agradecemos caballero de los aires lo que hiciste, por defender Bolivia y
morir de cara al sol.
Cual poesía que trasciende nuestra bolivianidad y el orgullo de haber nacido en esta tierra bendita,
Luis Llanos, en 1934, escribió versos llenos de valor y dolor sobre este insigne aviador, que hasta
ahora era muy poco conocido:
La Ley de la guerra: hoy unos, mañana otros y así continuar la legión por el derrotero de la muerte,
de la catástrofe, entre escombros, lluvias de granadas, entre gritos desesperados, angustias en el
escenario terrorífico y crepitante del Chaco.
Carlos Lazo de La Vega junto a su esposa y tres hijos, antes de partir a la guerra
Pero aquella sangre mártir, sangre purificada en la excelsitud del sacrificio, sangre pródiga
derramada para fecundar como una oblación la grandeza de Bolivia, es la perduración de la vida en
el pedestal rutilante de la gloria en la cimera de la inmortalidad.
¡Ha muerto el teniente Carlos Lazo de La Vega¡ otro Caballero del Aire que se nos despide para
siempre y ha trasmontado el cielo diamantino de la gloria de los predestinados a la eternidad.
Lazo, aquel muchacho siempre animoso, de sonrisa pueril y gesto apretado, sereno, risueño, parecía
“la mascota de la aviación”. Su hélice potente y masculada, audaz, trepidaba horas de horas en un
vuelo de exploración o buscando un duelo con el enemigo.
Lo contemplábamos desde las trincheras, una golondrina de contornos relumbrantes que hacía
trayectorias diabólicas en el espacio del cielo chaqueño.
Las nubes eran sus eternas contempladoras y salía triunfante de sus parábolas circenses una veces,
triunfante como el reflejo ígneo del rayo entre el bramido de la metralla, como ocurrió ahora poco
en Ballivián.
Una alegría ruidosa estalló de los labios de todos los combatientes al ver la actuación de Lazo
acompañado del observador L. Lavadenz, las máquinas enemigas furiosas acometían sin poder
abatirlo embestidas por todos lados y nuestros cóndores el piloto Alarcón el observador Pol, el
capitán Rivera Coello, Moreno enfilaban victoriosos poniendo en fuga a la escuadrilla adversaria.
BIOGRAFIA
El teniente Lazo de La Vega, nació el 22 de diciembre de 1908 en la ciudad de La Paz, hijo de padres
peruanos. Sus padres fueron Nicolás Lazo de La Vega y la señora María Portillo, naturales de Lima,
Perú.
Carlos fue llevado muy pequeño a la tierra natal de sus padres, donde cursó sus estudios en el
Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe, uno de los más prestigiosos de aquella capital y del
continente.
Regresó a La Paz el año 1925, ingresando a la Facultad de Medicina para continuar sus estudios,
cursó hasta el segundo año de donde pasó a la Escuela de Aviación en 1928, juntamente con los
tenientes aviadores Coello y Paravicini en tiempos que era profesor el aviador francés Lemaitre.
Hallándose a esas actividades estalla la guerra y el teniente Lazo, patriota y buen boliviano, no
omitió sacrificio alguno y regresó a filas de nuestra gloriosa Escuela de Aviación.
La muerte lo sorprendió en plena juventud en un combate aéreo, cuando contaba con 26 años,
dejando una viuda y tres huérfanos, sus hijos.
10 de abril de 2008, 7:20
Satinador dijo...
El Ejército paraguayo utilizó gases lacrimógenos en la batalla de Nanawa
Datos históricos indican que esta batalla se realizó en 2 fases. La primera ocurrió el 20 de enero de
1933, y la segunda, el 4, 5 y 6 de julio.
Particularmente en la Batalla de Nanawa el Ejército boliviano formado por la Séptima División cuyo
efectivo no baja de 6.000 hombres se lanzó para tomar el fortín que era custodiado por al Quinta
División paraguaya que tenía más de 2.500 soldados y comandada por el teniente coronel Luis
Irrizabal.
Los combatientes bolivianos utilizaron tres tanques “Vickers” que tenían un peso de seis toneladas,
además de contar con dos tanquetas “Carden Loyd” y efectivos que portaban lanzallamas. También
se contaba con armas modernísimas, tales como grupo de artillería con 17 piezas de 75 y 105
milímetros y un grupo con más de 12 aviones dotados con poderosas bombas de 50 y 100 libras.
El 19 de enero de 1933, el general Kundt, que comandaba el ejército boliviano, había predicho entre
otras cosas “Mañana 20 de enero de 1933, Nanawa caerá en nuestro poder, antes de las 12 horas”.
Se consideró que la batalla de Nanawa fue un error estratégico del General Kundt, porque cientos de
soldados bolivianos cayeron prisioneros y el gran asalto fue infructuoso. En 1934, un artículo
publicado por la Semana Gráfica revela que donde los soldados bolivianos se aproximaron más a los
atrincheramientos paraguayos fue en Nanawa, cuando en los intervalos de la cruenta lucha medraba
la diatriba. Los contendientes ensartaban insultos como puños, injurias cortantes como puñaladas….
Nuestras tropas se situaron a corta distancia de los parapetos enemigos. La vez que pretendieron
cargar a la bayoneta para finiquitar la contienda, los paraguayos en el paroxismo en su
desesperación les arrojaban gases lagrimosos (lacrimógenos) de gran potencia que naturalmente,
ocasionaban algún efecto, pues los nuestros luchaban en el campo raso, en el pajonal , desprovisto
por consiguiente de la protección de la maraña.
Todas las convenciones del mundo, las instituciones que se precian en pacifistas y abogan por la
confraternidad humana, de una manera acertada condenan el uso de las materia toxicas. Pero he
aquí que el Ejército del Paraguay, aprovechó en Nanawa para consumar una nueva trasgresión de las
leyes.
REPRESALIAS
En la presente guerra Bolivia ha ratificado ser una nación digna de sus precedentes internacionales.
Teniendo como tiene fuerzas aéreas superiores a las del Paraguay tan sólo concretose al bombardeo
de algunos puestos con que cuenta el país sobre el rió de su nombre, los cuales son centros de
reclutamiento militar, base de aprovisionamiento; el Paraguay en cambio no pudo mandar
escuadrillas de aeroplanos a las poblaciones bolivianas de retaguardia, porque los pilotos que
dispone se les pone los pelos en punta, la carne se les pone de gallina en cuanto se les ordena vayan
más allá de las líneas de vanguardia.
GUERRA QUIMICA
Como un fantasma que pasma y que anonada, como un aspecto terrible que asombra y paraliza la
actividad, se presenta a los ojos cada vez más absortos del mundo contemporáneo, la guerra
química. Es el minotauro que amenaza arrasarlo todo, el basilisco que tiene fascinados a los
guerristas de vocación. A los napoleones en crisálida.
A decir verdad la guerra química sería la peor de las pestes soportadas con paciencia por la
humanidad. Ya no sería ejércitos al cual más numerosos combatiendo en las trincheras o realizando
marchas gigantescas, denodadas, forzosas, serían los gases asfixiantes, los señores del espacio, de la
vida de los pueblos, en pugna sobre una ciudad por más defendida que se halle caería las cámaras
repletas de microbios portadoras de las fiebres más repulsivas y fatales, así como de las epidemias
más pavorosas y mortíferas.
CHACO BOREAL
Durante la guerra europea se hizo uso y abuso de los más tremendos vapores venenosos a cuyo
contacto morían millares de combatientes arrojando los pulmones así como órganos interiores del
cuerpo, pedazo a pedazo. Bajo la influencia de los dolores más indecibles de la desesperación más
cruel.
Pero en la guerra del Chaco han sido materialmente imposible el uso de los gases, extinguidores de
vida; esto se debe a una peculiaridad muy sugerente del Chaco Boreal.
El territorio que lo comprende como es sabido se halla recubierto, si se puede decir, de bosques y de
pajonal. Es tan espesa, a veces tan hirsuta de espesura del monte que este bien puede calificarse de
impenetrable. El pajonal que tiene como asiento y lugar de meta terrenos de no tan reducida
magnitud, es alto y apropiado para la absorción de las sustancias que componen el aire; verbigracia:
ácido carbónico, hidrogeno, oxigeno, etc. La maraña chaqueña hállase constituida por caragüatas o
garanchos, arbustos de toda índole, así como diversas plantas, es como daríamos con presión a
propósito para recibir hasta apoderarse de ciertas partículas atmosféricas, sobre todo aquellas por
vagar a ras del suelo están a su alcance.
Todo lo expuesto explica que las hojas de los árboles -que son como las vías respiratorias de las
plantas- así como los pastos sean altas o bajas tienen la propiedad de absolverlo todo. Como
consecuencia lanzados los gases asfixiantes son absorbidos, esto es anulado en su hacino por la
infinidad de árboles y plantas que crecen en profusión tal que la mayor parte de sus especies no
están consignadas, como pudiera creerse en los estudios de historia natural. Tal es su variedad tan
diferente sus características, tan particular su Profusión.
CARETAS
A parte de que los vapores deletéreos no pueden proporcionar por los causales indicadas el resultado
deseado de nada sirve las caretas contra gases en el Chaco, por cuanto la canícula imperante es tan
impecable que no permitiría al combatiente mantenerse con la máscara varias horas. Le ocasionaría
un fastidio sin límites, una molestia intolerable por el calor.
Si los soldados combatiesen a brevísima distancia y sin el impedimento de la floresta tendrían los
gases sus efectos en el Chaco. De lo contrario, como queda dicho su tarea inútil. De elementos tan
costosos cómo pueden en todo caso poder ser mejor utilizados dentro de los círculos de la química o
de la medicina.
10 de abril de 2008, 7:21
Satinador dijo...
El sargento Manuel Flores vio cómo fusilaron a los prisioneros bolivianos.
Como muchos otros hombres que defendieron el territorio nacional durante la Guerra del Chaco
(1932-1935), el sargento Manuel Flores Herrera, en ese entonces un joven chuquisaqueño valiente vio
con atrocidad cómo los soldados paraguayos mataban a sangre fría a los bolivianos que caían
prisioneros.
Nada más cruel que ver como un hombre con la sonrisa dibujada en su rostro apuntaba su arma a la
cabeza de un compañero y luego de segundos de terror escuchar un disparo y mirar como el cuerpo
de otro boliviano cae ensangrentado en medio del Chaco.
La impotencia de no poder hacer nada para salvar la vida de un boliviano, un joven orureño, paceño,
potosino, beniano o cruceño, era tan grande que se anidó en el corazón de los testigos en un
sentimiento de dolor.
La vida de los prisioneros no valían nada, las ejecuciones de los prisioneros eran constantes. Esos
recuerdos quedaron para siempre el la memoria de sargento Manuel Flores.
La vivencia de este soldado se encuentra plasmada en la Semana Gráfica de 1934, en una entrevista
realizada por un periodista que usa el nombre de “Martín del Fortín”.
SARGENTO
Ha llegado evadido del enemigo, el Sargento Manuel Flores Herrera. Es un campesino de las
provincias de Sucre, humilde, pero de una perspicacia asombrosa y de un coraje parejo con su
sencillez.
Este muchacho vivió segundo a segundo, en el corazón de la selva chaqueña, el peligro de los
reptiles venenosos, y burlando la persecución de las patrullas paraguayas. Infeliz de él si hubiese
delatado por si mismo resuello.
La muerte estuvo tan cerca de él que en momentos creyó desmayar, se sintió vencido, e iba a
arrojarse a la tierra, renunciando a su única ambición, el único sueño que le alentaba; volver a su
patria, ver a sus padres y vengar a compañeros de cautiverio haciendo conocer las monstruosidades
que comete el enemigo con nuestros hermanos.
El hombre cobarde que no tiene respeto por la vida del cautivo, ni respeta heridos; salta de contento
y se convierte en desafiante, burlón y corajudo cuando sabe que su víctima no podrá erguirse para
darle una bofetada.
Estamos hablando del odio que ha traído el sargento Flores al presenciar los fusilamientos. Es quizá
uno de los ex – prisioneros que más ha sufrido con su propio dolor y con el de sus compañeros, en
instantes en que ninguno de ellos; lamentos que resonaban en la noche de la selva e impotentes,
crispando los puños y sintiendo el torrente afiebrado de sangre como por las sienes y la punzada
amarga en el corazón escuchaban como chasqueaba el látigo por el aire para dar su restallazo sobre
la espalda dolida, huesuda, llagaba de cargas troncos, de uno de nuestros prisioneros.
Otras veces con lágrimas incontenibles escuchaban el trágico ruido de armas del pelotón de infantes,
cuando entre risas se daba la señal de “apunten” consumando el asesinato de quienes doblegados
por el cansancio no podían trabajar más con el agua hasta la cintura en las canteras de Emboscada.
- Estamos en los momentos críticos del 11 de diciembre de 1933, en el cerco de Campo Vía -
comienza su relato el estafeta del comandante de la División Coronel Banzer-.
Los oficiales y jefes son llamados al comando y en la tropa se advierte un gran desconcierto.
Habíamos estado completamente sitiados por el enemigo. Pasaron muchas horas sin que
recibiésemos orden alguna. Era visible que sucedía alguna anormalidad. De sorpresa se nos vinieron
los “pilas” por todas partes y escuchamos voces de mando que decían: “Dejen sus armas en
pabellones, serán socorridos inmediatamente”.
Sin acertar lo que nos correspondía hacer en este momento, completamente desmoralizados tuvimos
que entregarnos contra nuestra misma voluntad, al enemigo. No había jefe ni órdenes como digo
para ver lo conveniente y la actitud que debíamos asumir. Entonces por propia iniciativa
individualmente comenzamos a destruir nuestras armas inutilizar mecanismos y todo lo que podía
hacerse desaparecer.
LA PENOSA JORNADA
Nuestro vía crucis comenzó desde ese momento. Salíamos de la trinchera, uno por uno siendo
conducidos con escolta, requisaban a cada prisionero quitándoles sus prendas. Nosotros, con los
brazos en alto nos dejábamos desnudar completamente.
Era de ver la voracidad de los “pilas” por arrebatarnos nuestras cosas, mucho mas si alguno tenía
anillos, relojes, etc. He presenciado como un oficial paraguayo, un verdadero sinvergüenza y ladrón
quitó golpeando con su pistola, los dientes de oro que tenía uno de nuestros compañeros y mató a
otro que se resistió hacerle caso para la misma operación.
En este momento y recorriendo un poco más la picada vimos a nuestros jefes. Poco mas allá estaban
los camiones donde depositaba el enemigo cuanto nos venia despojando. Había camas, catres de
campaña, cajas de conserva y una cantidad de objetos en su mayoría de nuestros jefes.
Comienza la caminata hacía el fortín Gondra en formación por escuadras y con orden de masacrar
con ametralladora a todos nosotros si uno solo intentaba desprenderse de las filas.
La jornada fue larga y penosa. No teníamos a quien pedir pan para resistir en la marcha, ni agua, ni
auxilio alguno. Anduvimos kilómetros de kilómetros bajo un sol candente como recuas. Había que
verlos guapear a los paraguayos, golpeando a culatazos a los que desmayaban de sed o de cansancio.
La orden era: “Déle el tiro de gracia” y tras ello venía el balazo en plena frente. ¡Infames! No tenían
después ni la piedad que merece una victima inocente. En ese primer día se hicieron unos 50
fusilamientos más o menos según los cadáveres que vimos de los que antecedían la caravana.
EN BOQUERON
…llegamos a Boquerón con las bocas secas, los pies destrozados por los abrojos del camino,
sangrantes. No teníamos ni pañuelos para atarnos a manera de protección.
Los calzados nos habían quitado los enemigos, no para utilizarlos como seguramente se pensará, sino
para recuerdo, según decían. Al acordarse de este fortín suspendieron la orden de que debiéndose de
una pequeña aguada y nos hicieron descansar de pie, mientras ellos tendidos sus con la mayor
comodidad vaciaban sus caramañolas haciendo alarde de que tenían agua. Desde aquí los bolivianos
demostraron mayor unión. Los pocos que había conseguido el preciado líquido en sus sombreros o
latas viejas de conservas que hallaron en el trayecto participaban aunque fuera un sorbo a sus
compañeros de sufrimiento.
Más o menos eran las siete de la noche. Unas dos horas más tarde continuó otra vez la fatigosa
caminata con dirección a la Isla Poi. Una gran columna humana, silenciosa, hambrienta, desesperada
de conocer el fin que le esperaba, la vida o la muerte, en manos de verdugos tan despreciables como
cobardes. Otra vez se hizo la marcha a culatazos. Tuvieron mayor rigor los fusilamientos amenazando
fusilar por compañías si desapareciese uno de los soldados. ¡Qué noche horrible!.
Otra vez con el estómago vacío y la garganta áspera cubierta de polvo, los labios barrosos que ya no
dejaban respirar. Algunos comenzaron a masticar hojas secas y cuanta hierba había al paso. Al
enemigo poco le importaba matarnos de hambre. No se tomaron las previsiones que suceden aquí,
por ejemplo o en los fortines del Chaco donde sus prisioneros son esperados con rancho, cama y
albergue suave y cómodo. Nosotros pasábamos puestos militares esperando y diciéndonos; Será aquí
donde nos den de comer; no nos decían nada. Será más allá; lo mismo. Ni quien nos socorra, ni quien
remedie el hambre.
10 de abril de 2008, 7:22
Satinador dijo...
El cadete Núñez del Prado murió tapando su herida con una mano y disparando con la otra.
Con el espíritu joven y el corazón lleno de patriotismo los jóvenes bolivianos se vistieron con el
uniforme militar.
La guerra con el Paraguay convulsionó el país. Los más desesperados en partir a la guerra eran los
cadetes, y así fue, cientos de muchachos fueron enviados a la línea de fuego, como ocurrió con José
Núñez del Prado, valiente soldado que por su coraje desenfrenado supo ganarse el respeto de sus
compañeros.
Dicen que en la guerra la muerte es una compañera inseparable de los soldados, ronda sus temores,
vive con ellos en las trincheras y se lleva a los corazones más valientes.
Para un joven como Núñez del Prado, su máxima aspiración fue defender su país, antes que pensar
en sí mismo. Saber que el día que partió de la estación del ferrocarril y despedirse de sus seres
queridos, tal vez sería la última mañana que abrazaría a su madre, que secaría las lágrimas de la
mujer que le dio la vida con sus manos de niño que pronto se convertirían en la de un hombre al
empuñar su fusil.
Alfredo Casales
Así partió el cadete a la guerra, nunca volvió, murió como muchos otros jóvenes, pero con el deber
cumplido. Hoy sólo nos queda de él una vieja fotografía y el relato de su compañero de armas que
relató a la Semana Gráfica los últimos minutos de vida de Núñez del Prado.
Esos segundos demuestran el inmenso amor por Bolivia y que el sacrificio de la vida misma no
significa nada ante el orgullo de morir abrazado por la bandera nacional.
RELATO
Está de vuelta del frente de operaciones y ha visitado nuestra mesa de redacción el conocido
deportista, Alfredo Casales, natural de Sorata que fue herido dos veces.
Empero estoy convencido que el triunfo será nuestro, especialmente hoy, pues existe una excelente
organización en todas las secciones de etapas tanto en retaguardia como en vanguardia. La opinión
pública debe conocer con todos sus detalles, el sacrificio de los auténticos héroes que rinden sus
vidas en aras de los ideales más grandes del hombre.
Particularmente quiero referirme a la muerte del joven cadete José Núñez del Prado, quién
combatía con todo valor a la cabeza de su sección, en el contra ataque del enemigo, en el sector
izquierdo.
Gravemente herido consiguió incorporarse y tratando de contener con una mano la sangre que
brotaba de sus heridas, disparó con la otra su pistola hasta quemar el último cartucho.
¡Pilas cobardes, no corran! gritaba continuando el asalto a las pocisiones enemigas y alentando a sus
soldados. Recorrió así una larga distancia y cayó cuando sus labios balbucían un último ¡ VIVA
BOLIVIA!.
Así murió este héroe entre héroes, la tarde del 16 de septiembre del año en curso (1934).
Entre tanto se realizaba la conversación las balas enemigas habían destrozado el valeroso corazón
del cadete Núñez del Prado. Pude arrastrarme poniéndome fuera del radio de acción del enemigo,
pero el cadáver de José Núñez del Prado quedó en manos del enemigo ¡qué escarnios habría pasado!.
Por disposición del Comando Superior en Campaña, ha sido denominado el puesto del Comando del
Destacamento con el nombre de este valiente soldado defensor del Derecho y la Justicia de nuestra
causa.
Así mueren los bravos soldados de Bolivia.
10 de abril de 2008, 7:22
Satinador dijo...
La defensa de Boquerón, una de las glorias del soldado boliviano.
Un puesto sanitario
1932, época de la guerra de Bolivia con el Paraguay. Recuerdos de un niño (quizá de 5 años de
edad): el quejumbroso cantar de algún borrachito que en medio de la noche oscura y en las calles
entonces solitarias de Quillacollo, sollozaba: “Boquerón abandonado/ sin refuerzo ni comando/ tu
eres la gloria del soldado boliviano/...”
Seguramente que por haberlo oído de muy niño, esta canción me ha calado hondo, peor aún cuando
recuerdo a un borrachito en particular, que era mi mismísimo padre, que siempre mascullaba esta
tonada cuando se encontraba con unas copas demás.
A propósito de Boquerón, quien esto escribe tuvo una interesante anécdota acaecida en Río de
Janeiro-Brasil. Me encontraba asistiendo a un curso de especialidad para directores de Educación
Industrial.
Y veamos por qué. En mi educación primaria tuve profesores ex combatientes que llenos de
amargura maldecían la pésima conducción de la contienda del Chaco. No se equivocaban de calificar
de insensata e insensible la dirección de la contienda. Por tanto según ellos era mejor olvidar o
ignorar el fatídico acontecimiento.
El encuentro con Periz, despertó mi curiosidad sobre las acciones de defensa del Fortín Boquerón. Es
así que regresando al país, tuve ocasión de leer el libro titulado “Boquerón”, de un autor Taboada,
uno de los actores de la resistencia, quien ha comprobado el acontecimiento con las grandes
acciones bélicas de relieve mundial como la batalla de las Termópilas en Grecia o la tozuda
resistencia francesa en Pan Mun Jon.
Como descripción sintética diremos que: Boquerón era un fortín paraguayo que fue ocupado por el
ejército boliviano, en represalia por otras anteriores acciones paraguayas. El afronte de Boquerón,
acaecido durante 20 días de desesperada resistencia se desarrolló del 9 al el 29 de septiembre de
1932 y comprometió inicialmente a 5 jefes, 22 oficiales, 5 suboficiales y 638 soldados del Regimiento
Campos y unos pocos del Regimiento Lanza. Reforzó un pequeño grupo de soldados de la 4ta.
Compañía del batallón Lairana, que fueron diezmados al pretender llegar al Boquerón en calidad de
refuerzo. Logró sobrevivir una pequeña fracción de soldados que efectivamente llegó hasta el fortín.
El 9 de septiembre, el Tcnl. Estigarribia, comandante y jefe del ejército paraguayo lanzó 5.000
hombres para conquistar Boquerón en forma “rápida y decisiva”.
Grande fue la sorpresa del comandante paraguayo cuando la guarnición de Boquerón rechazó una y
otra vez los asaltos paraguayos con grandes pérdidas humanas para el atacante.
Frente a tal circunstancia, el 13 de septiembre el mando paraguayo decidió cercar el fortín, para
rendir a los combatientes bolivianos por hambre y sed. El día 28 de septiembre (víspera de la caída
del fortín), la guarnición de combatientes recibió una proclama lanzada desde el aire, por los
generales Filiberto Osorio e Ismael Montes que sobrevolaron la zona, de donde pedían por tercera
vez, algunos días más de resistencia.
En reunión acaecida entre jefes y oficiales dentro del fortín, llegaron a la conclusión de que el
pedido de los generales en tal ocasión no podía ser atendido, la munición se había agotado. Los
defensores habían cumplido con creces la consigna de su comandante de “defender el reducto hasta
el último cartucho”. Ya no existían alimentos, agua, menos medicamentos para atender a los
heridos.
El día 29 los asediados pretendieron parlamentar con el comando paraguayo para solicitar una tregua
que les permitiera una retirada honrosa cargando a sus heridos que era el motivo más preocupante
para el comandante del reducto. Los paraguayos confundieron a la comisión de los dos hombres que
salieron del fortín portando una bandera blanca. Ellos supusieron que era una señal de rendición e
invadieron el fortín por todos los costados.
En esta confusión, Boquerón nunca rindió sus armas al enemigo. O sea, que nunca existió rendición.
El Tcnl. Antonio E. Gonzáles que intervino en la acción narró que al ingresar a Boquerón, el 29 de
septiembre, las líneas paraguayas encontraron: “20 oficiales, 446 soldados y 100 moribundos en el
último estado de miseria humana, que se encontraban hacinados en un galpón oscuro cubiertos de
harapos, mugre, sangre estiércol y gusanos, sin medicamentos, sin vendas, etc.”
Los combatientes paraguayos, según Carlos José Fernández, eran 9.000 hombres, mientras que el
jefe paraguayo Caballero Irala, afirma que eran 11.000 y finalmente el Tcnl. Antonio A. Gonzáles,
historiador de la misma nacionalidad, afirma que eran 11.500 o sea que existía una relación de 20
efectivos paraguayos por cada combatiente boliviano.
El entonces presidente del Paraguay, Eusebio Ayala, refiriéndose a la acción expresó públicamente:
“los oficiales y soldados bolivianos que se batieron en Boquerón y que son nuestros prisioneros, se
portaron, con tal bravura y coraje que merecen todo nuestro respeto”.
Los acontecimientos de la guerra, eran difundidos por lacónicos comunicados transmitidos por Radio
Illimani.
Al caer Boquerón advino una desmoralización generalizada en todo el país y sin duda en el frente de
batalla boliviano. Es en este medioambiente y contingencia, que surgió aquella melancólica canción
que a veces me produce un disimulado lagrimeo, cuando tonadilleros ocasionales cantan: “Boquerón
abandonado/ sin refuerzo ni comando/ tu eres la gloria del soldado boliviano/...”
Vaya este comentario como respuesta a la impactante actitud del colega paraguayo Periz y como
homenaje de gratitud a los bravos soldados de Boquerón y a quien simboliza a los jefes de la
resistencia, Tcnl. Manuel Marzana.
Que este 29 de septiembre sea un día de recogimiento, como justo homenaje a los titanes de
Boquerón.
10 de abril de 2008, 7:23
Satinador dijo...
Los soldados bolivianos se lanzaron al asalto y tomaron Campo Jordán gritando ¡Viva Bolivia¡.
Nido de ametralladoras
Una de las batallas victoriosas para el Ejército de Bolivia durante la Guerra del Chaco (1932-1935),
fue aquella en la que se tomó Campo Jordán. Ese día los soldados bolivianos demostraron su gran
valor y coraje al lanzarse al asalto con sus bayonetas sobre las trincheras que ocupaban los
enemigos, muchos cayeron heridos y otros murieron, pero se logró el objetivo final.
Las escenas de ese episodio quedaron en los recuerdos del oficial Israel Vargas Deheza, hombre
valiente que narró sus historias y hasta hoy permanecieron ocultas en viejos libros de historia. Es
necesario recuperar estas narraciones para que Bolivia sepa lo que sus hijos hicieron por ella.
No sabemos dónde y cuando murió Israel Vargas Deheza, tampoco contamos con una fotografía suya,
pero nos dejó su vivencia en la guerra. Un mensaje de este combatiente que luchó y sobrevivió a la
muerte en el infierno verde.
TESTIMONIO
Mi hermano que había pasado en el “50 de infantería”, había combatido ya en Murguía y, victorioso y
herido, me encontró en Muñoz. No puedo expresar la alegría que me causó el verlo ya evacuado. Me
incorporé a la línea.
El entonces mayor Zabala me llevó al comando de la Cuarta División y estuve allí seis días.
A los pocos días, me incorporé llamado por el finado Teniente Coronel Germán Jordán al regimiento
“Campero”, que entonces se encontraba ocupando el ala izquierda.
Ya descansando y con el espíritu alegre y optimista seguí el curso de los sucesos, incorporado en la
Segunda Compañía del Regimiento Campero, que estaba comandada por el Subteniente Valenzuela;
militar abnegado y patriota que dio y esta dando ejemplos de valor y patriotismo
Comenzó el ataque enemigo a nuestras posiciones de Campo Jordán, éste se desarrolló en forma
violenta sobre el ala derecha e izquierda del sector.
En los esfuerzos desesperados que hacía el enemigo para quebrantar la resistencia, hubieron
instantes de milagrosa salvación, pues en el ala izquierda que cubría el Regimiento “Campero”, de
reciente formación, hubo un momento, cuando una compañía de reserva del ala comandada por el
teniente Desiderio Rocha, contuvo a los “pilas” y los certeros tiros de nuestra artillería los acabaron
de desordenar y de rechazar. Es conocida esta acción de armas por lo cual no insistiré mayormente
sobre ella.
El ataque por el centro de la línea, era violento, especialmente sobre las posiciones de mi
regimiento, el que resistió tenazmente el asedio, hasta quebrantar la ofensiva paraguaya. El día que
se había iniciado el ataque salí a reconocer el campo, pues se notó algo raro en el puesto de nuestra
escuadra adelantada; ésta no había salido todavía y para convencerme de la efectividad del avance
enemigo, fui a disparar a un montecillo de tuscales, que se encontraba frente a mi sección y
compañía y no recibí contestación de disparos.
Habiéndome aproximado cerca del monte no noté absolutamente nada, por lo cual la escuadra, que
debía cubrir nuestro puesto, avanzó hasta el campo, fue de infantería el momento en el que iba a
pagar el monte; murió un soldado, que quedó en el campo y desde ese momento el ataque por
nuestro sector se intensificó violentamente.
Tiros acertados de nuestra artillería, que hicimos reglar sobre las líneas enemigas, dieron como
resultado, con ayuda de nuestro fuego, la detención del enemigo, que se parapetó en la orilla del
monte, descargando sus tiros de artillería y de infantería sobre nuestra línea que se encontraba a los
200 metros, más o menos, de la orilla del monte, llegando en algunas partes a una distancia de 30
metros. El combate duró 25 días, desde los últimos días de noviembre, en los que hicieron
patrullajes y los primeros de diciembre en que inclinaron su ofensiva entre Campo Jordán.
Debido a la tregua de Navidad se interrumpieron los combates, replegándose los “pilas”, sobre Isla
Grande de Campo Jordán y sobre el monte de Alihuatá; después fuimos sorprendidos con la noticia
falsa que el enemigo se había replegado e iniciaba su retirada sobre Alihuatá.
El 26 de diciembre, en la mañana, estaba colocando, después de haber comprobado que los “pilas”
se habían replegado abandonando sus posiciones, el puesto de clase adelantado, cuando a las doce
del día recibí por medio de un estafeta la orden de retirar el puesto y que alistara mi sección; pues
la Cuarta División había ordenado el ataque, en vista de la retirada del enemigo.
Nos desplegamos por secciones y marchaban sobre el campo, pasando después al atardecer
numerosas posiciones enemigas abandonadas.
Ya las patrullas adelantadas estaban combatiendo y recibíamos los proyectiles que de vez en cuando
llegaban hasta nosotros. Dormimos en la pampa, nos llovió esa noche y al día siguiente, seguimos
marchando detrás de las líneas adelantadas.
Poco más o menos a las once de la mañana recibimos la misión de ir a reforzar un sector, pues ya se
había combatido desde las primeras horas de la mañana y doblando hacia la isla cortada, nos
encaminamos al cumplimiento de nuestra misión.
Desplegué mi sección y, después de dar mis indicaciones a los clases, me lancé junto con mis
soldados con un entusiasmo que después admiré; los soldados gritaban en medio de la carrera
frenética y temeraria, a pesar de que nos silbaban proyectiles incesantemente “¡Viva el Regimiento
Campero¡ ¡Viva Bolivia¡ ¡Adelante¡” y en medio de la carrera cayeron los primeros heridos a derecha
e izquierda.
A pesar de ello logré pasar con mi sección 200 metros más aún que la primera línea de los
regimientos “Pérez” y “Sucre”. Llegado ahí, un tiro cruzado hirió a mi estafeta y quedándome solo
logre ordenar la línea, que era débil y pequeña, faltando la ayuda y colaboración de los citados
regimientos. Las otras dos secciones de mi compañía lograron llegar a su objetivo, pero demasiado
tarde.
Uno de mis clases. El Cabo Víctor Ayllón, vino al lugar donde me encontraba y m indicó que los
soldados del “Pérez” no querían avanzar. Acompañado del clase fui hasta donde se encontraban y los
vi tendidos en el pajonal que no ofrecía ninguna protección, ni siquiera de la vista del enemigo y los
intimé a que avanzaran debiendo ponerse a la altura de mis sección, no quisieron algunos y disparé
mi pistola al aire e increpándolos violentamente los hice avanzar, se me presentaron varios clases
entre ellos un oficial y un suboficial a los que los increpe duramente, colocándose momentos después
con sus secciones a mi altura.
A poco cuando la línea se hizo continua y cuando ya tenía una buena potencia de fuego llegó la
sección del teniente Francisco Barrero del “50” de infantería como refuerzo.
Colocada esta sección más y haciéndose cargo del sector el citado oficial, preparamos bayonetas,
pues había venido ya la orden de asalto y esperamos tan solo la voz de mando para lanzarnos sobre
el enemigo.
Desgraciadamente los tiros de éste habían sido muy certeros y habían casi diezmada mi sección, que
junta ya no alcanzaba el número que tuvo al entrar al combate. En esto un estafeta de mi
comandante de compañía vino a preguntarme sobre la situación y le indiqué que necesitaba solo
refuerzos y munición y que había cumplido el objetivo indicado, situándonos en medio de los
regimientos “Pérez” y “Sucre”.
A poco vino otro estafeta y me indicó que en vista de la retirada del Regimiento “Pérez” y del
“Sucre”, me retirara cubriendo convenientemente mi sección. En efecto, cuando esperaba lanzarme
al asfalto, el Regimiento “Sucre” había emprendido la retirada, seguramente por orden Superior y
también el “Pérez”, quedando solo y con pocos hombres en medio del inmenso pajonal.
Cubrí la retirada de mi sección con mis dos piezas livianas y ordenando el recojo de heridos y
recogiéndolos personalmente, me retiré con mi comandante de compañía, quien en un rasgo de
entusiasmo me felicitó por la decisión y firmeza del ataque.
Es de señalar que en esta sección se distinguieron los clases Víctor Ayllón, Alejandro Avendaño,
Ernesto Tejada y Víctor Emilio Villegas, quienes, con una decisión magnifica y dando ejemplo de
valor, atacaron con denuedo formidable. El primero de estos murió a mi lado cuando tratábamos de
socorrer a un herido de sus escuadras y su muerte me causó pena y dolor, pues perdí una ayuda de
mis hombres de combate.
Llegado a la isla entregué los heridos a los camilleros y llevando aún dos heridos más me encamine
con rumbo a la Isla Cortada donde dejamos los heridos a cargo de los camilleros y del comando de su
regimiento.
Seguí camino y llegué a un kilómetro, más o menos de la boca de la picada donde se encontraba el
resto de mi compañía y de mi regimiento, que había ido a reforzar diversos sectores, corriendo igual
suerte.
Al día siguiente nos encaminamos a nuestras antiguas posiciones y nos colocaron ya a la izquierda del
“regimiento 50”, que había perdido muchos hombres.
Todo el ataque, en toda la línea había sido magnifico, fue un ejemplo admirable de valor, los
soldados y oficiales, desafiando a la muerte con altivez y hombría, siguieron paso a paso, hasta
alcanzar posiciones próximas al enemigo y éste , bien parapetado lo único que hizo fue descargar su
artillería y su fusilería a distancias regladas.
Nuestra artillería colaboró mucho al ataque, junto con la aviación que hizo gala de coraje.
Pasado este ataque vino para nosotros una época si se puede decir de descanso, trabajan de todas
las posiciones de nuestra ala llegaron hasta Puerto Montaño; pues nos hacían regimientos que iban a
otros lugares.
Pasó enero, febrero, en continuo patrullaje, sobre la isla Grande y las diversas posiciones del
enemigo.
Pasados estos meses en los cuales nos ocupamos continuamente de patrullar, vino para nosotros la
orden de atacar a los pilas sobre sus posiciones de Campo Jordán.
Una vez salidos a la orillas, me tocó ocupar una de las puntas más salientes y de la cual se dominaba
todo Campo Jordán
Desplegadas las otras secciones, comandadas por los oficiales René Mercado y Eduardo del Carpio,
me dirigí por el pajonal a ocupar la punta; cuando las tres cuartas partes de mi sección ganaron la
punta los pilas que tenían seguramente distancia medida nos hicieron llover proyectiles, uno de los
cuales hirió a mi mejor clase el sargento Alejandro Avendaño. Una vez colocada la sección hicimos
vomitar fuego a nuestras ametralladoras y fusiles y acallamos el fuego enemigo que disminuyo de
intensidad.
El teniente Valenzuela estuvo admirable y poco después llegaba la otra compañía de nuestro
regimiento la que se colocó a nuestra ala derecha para tomar contacto con el regimiento 50.
El 26 de infantería, que vino de Pozo Algarrobo, lo hizo muy bien, desalojando a los pilas por el
flanco.
Esa noche dormimos en esas posiciones y nos llovió torrencialmente al extremo de que nadamos en
el agua de nuestras posiciones, que humedecidas nos ofrecían un aspecto triste.
Al día siguiente hizo bastante sol y nos ordenaron seguir con el ataque. En efecto el regimiento 26
siguió su ataque de flanco y nosotros por campo. Logramos alcanzar las posiciones enemigas y una
vez en ellas al atardecer dormimos allí.
Al día siguiente logramos hacer conversión en el monte y abrimos fuego de sorpresa sobre el enemigo
que reaccionó sin resultado.
Seguimos así dos días mas, días en los que nos llovió torrencialmente y el quinto día de ataque
flanqueamos al enemigo. Mi sección fue nombrada como sección de dirección y llegue a chocar con
el enemigo que había escalonado su ala a los 60 metros de distancia, formé la línea según el
convenio que habíamos tenido y según la orden de mi comandante y sobre el eje de ella se escalonó
la compañía y el regimiento 26 que parchaba en el ala izquierda con nosotros.
Llegué a quedar con la cabeza de mi sección apoyada en el campo y el ala izquierda en dirección
norte, sobre ella se escalonaba el resto de la compañía y el 26. Los atacamos con furia y tuve que
lamentar felizmente pocas bajas.
Al atardecer y cuando estábamos en pleno ataque se escucharon gritos de viva la paz, etc., gritos
que provenían de las líneas enemigas y el regimiento 26, asustado por ser novicio y no conocer las
artimañas de los pilas retrocedió, dejándonos solos. Felizmente la energía del teniente Valenzuela y
la colaboración que le prestamos impidieron un desbande que podía costarnos muy caro y se contuvo
la confusión del 26 y se formó la línea con rumbo sur – norte y continuamos con esas posiciones hasta
que el día 18 en la mañana, después de un violento tiroteo que hubo al día anterior debido a las
incursiones del escuadrón Busch o sea del Regimiento Lanza que logró tomar al enemigo por sorpresa
y por detrás, se produjo la retirada del enemigo.
Llegamos a sus posiciones y encontramos cadáveres y sangre fresca, los fragmentos de nuestras
granadas de artillería y papeles en los cuales nos insultaban.
Este triunfo vino a fortalecer nuestra moral y alegres y entusiastas nos abrazamos de alegría; Campo
Jordán ya no sería más teatro de escenas sangrientas, Campo Jordán descansaría y en las noches
claras y de luna los espíritus de los muertos vagarían en él, buscando afanosos a sus amigos, a sus
hermanos, a sus jefes y no los encontrarían.
Campo Jordán testigo de horas épicas y hazañas de dolor y de tragedia, testigo mudo e impasible de
actos de valor y de sacrificio serás por siempre pedestal glorioso de los héroes que regaron con su
sangre tus pastos verdes, que boca al suelo esperaron una mano piadosa que les echara un poco de
tierra, que les diera sepultura y los enterrara.
Campo Jordán de eterna memoria, mi espíritu vagara sobre ti cuando los rayos pálidos de la luna
bañen la plata tus pastos verdes, tus árboles de copa altiva, tus islas misteriosas, tu monte milenario
y en recordación lenta de sus hechos luchará con espectros, con sombras también que esperan su
puesto en el nimbo de su gloria.
10 de abril de 2008, 7:23
Satinador dijo...
Suboficial Adolfo Weisser cayó prisionero, casi fue fusilado, escapó y volvió al combate.
Cada combatiente escribió con sangre su propia historia, muchas de ellas desconocidas, pero otras
deben ser rescatadas, para que el pueblo boliviano comprenda y entienda la enorme epopeya que
hombres de esta tierra escribieron y de su monumental sacrificio por Bolivia.
Un joven periodista español, llamado M. Vila-Nova Santos, en misión profesional visitó el Paraguay
durante la guerra y escribió una serie de artículos relatando la vida de los prisioneros bolivianos en
los campos de concentración.
El relato de un combatiente boliviano, del cual sólo sabemos que se llamaba Adolfo Weisser, y que
presuntamente era orureño, nos lleva por un viaje imaginario en el “infierno verde”.
RELATO
Quiero relatar la verdad. No pienso exagerar. Voy a decir escuetamente lo que me sucedió a través
del Chaco y del Paraguay en unas penurias y alternativas que son exactas y verídicas. Si me
preguntas, ¿por qué sufrí tanto con el fin de evadirme de Villa Hayes?, yo a la vez les digo: ¿por qué
no nos entierran vivos?... Allí en Arce, Isla Poi, Puerto Casado y Villa Hayes, yo me enterraba vivo
viendo tanto suplicio, tanta crueldad salvaje.
LA ODISEA
Me llamo Adolfo Weisser, cuando empezó el conflicto me alisté en Oruro y fui al Chaco con el
Regimiento Avaroa. Al poco tiempo yo era ya un suboficial Adolfo Weisser que empezaba a actuar en
el Kilómetro 7.
Pues, la tomamos y a bayoneta calada y nos hicimos dueños de dos ametralladoras y otros materiales
del enemigo.
La cuestión era que debíamos proseguir el avance hacia las “Tres Islas”, las que considerábamos ya
en poder de los nuestros. Avanzamos, por tanto, pero al poco rato y a 40 metros de ellas, recibimos
una cerrada descarga de ametralladoras y fusilería. Yo me creí que era una equivocación de los
nuestros y no respondí al fuego.
Pronto me di cuenta de mi error y ¡con qué preocupación¡ ordené la retirada de los soldados y me
quedé yo solo protegiéndola, ayudado de una de las ametralladoras tomadas de los pilas.
Y allí estaba Adolfo Weisser, haciendo creer al enemigo que se las entendía con un regimiento. Los
míos debían ayudarme desde la retaguardia, pero se olvidaron de mí. Estaba abandonado. Me quedé
sin munición.
Estaba perdido…
Distribuyendo alimentos
Me tomaron prisionero, pero excuso narrar el odio que les produjo ver que la ametralladora era de
las suyas y que yo solo los había tenido a raya un largo tiempo. Me pegaron con las culatas.
Los míos me creyeron desaparecido. Mi nombre figuraba ya en las listas de los muertos.
MENTIRA
Yo nunca creí que los paraguayos fueran tan inhumanos. Me desnudaron, me sacaron un anillo, una
pulsera y 180.-Bs., en dinero, de lo que un oficial me dio recibo.
Así hecho una calamidad, me tuvieron al pie de un árbol en espera de Estigarribia (comandante del
Ejército paraguayo) y durante el terrible interrogatorio a que me sometió, pero mi venganza se hizo
sentir: le dije que Bolivia tenía 25.000 hombres divididos en las cuatro líneas de frente. Y él se lo
creyó y acaso por eso, no realizó la contraofensiva.
Estigarribia me indicó que debía encabezar una sección para mostrarle prácticamente el más exacto
detalle de la línea de trincheras bolivianas en todo el Kilómetro 7.
A todos nos condujeron al monte. Ibamos a ser fusilados por orden del mandón guaraní. Todo estaba
preparado. Faltaban segundos para que un pedazo de plomo nos dejara inertes en la tierra caliente.
Cada uno de los 14 corazones había encomendado a Dios o al diablo su futuro…
¿Y saben lo que pasó? Que no nos fusilaron, llegó un teniente con instrucciones. Unos segundos antes
de la consumación, con las instrucciones de llevarnos a Isla Poi para dedicarnos a trabajos forzados.
Estábamos salvados de la muerte. Nuestras gargantas secas, nuestros cerebros helados, nuestras
certidumbres en la muerte irreparable, desaparecieron entonces.
Los paraguayos nos habían perdonado la vida, pero iban a cobrar bien caro el indulto a costa de
nuestros maltrechos organismos.
ISLA POI
En la Isla Poi tenía que trabajar como un esclavo en las fortificaciones. Nos daban un rancho
miserable, lo que ellos llaman “sapporo” y tres galletas duras, a veces con musgo dentro.
Cuando todo el frente paraguayo fue amenazado por el avance boliviano sobre el sector Corrales, nos
llevaron a Puerto Casado, donde está la central del fundo-estado del estanciero de vacunos. Allí nos
tuvieron descargando rieles de un vapor argentino como si fuéramos jornaleros del “quebrachero”.
¡Perra vida aquella! Eran tan negra, que yo deseaba la muerte repentina para descansar de tanta
calamidad y de tanto abuso.
Pero a bordo del barco que me llevaba de Puerto Casado a Villa Hayes, yo iba tramando la fuga, una
fuga de vida o muerte que me retornara a mi Patria o que me dejara liquidado en cualquier sitio
porque la vida así no tenía realidad de tal.
Y llegué a la Villa Hayes. De inmediato analice el terreno buscado los lugares y la mejor manera de
emprender la huida. Sincere mi proyecto a tres compañeros que debían de acompañarme.
LA FUGA
Aquel día llovió torrencialmente. Para desaguar la masa liquida en la Escuela Militar de Villa Hayes
tuvieron que abrir una compuerta de hierro que daba al rió Paraguay. Tendría como longitud algo
menos que 200 metros y de ancho cerca de un metro. Más tres compañeros temían que, al
introducirnos por ese tubo, su diámetro fuera disminuyendo hasta impedirnos continuar.
Pero nos decidimos y llegamos al final. Estábamos ya casi salvados. Atrás quedaba el dolor.
El río Pilcomayo
Caminamos toda la noche. Al amanecer llegamos a las orillas del rió Confuso. Mis compañeros se
aterrorizaron al ver en el agua cocodrilos y otros bichos peligrosos. Pero era mejor seguir adelante
para encontrar la libertad que buscábamos.
Tomando una enérgica resolución atravesamos a nado el rió Confuso. Al compañero Rivero lo mordió
una palometa en una pierna. El agotamiento del esfuerzo no lo sentíamos por la alegría de vernos
libres y salvos. Adelante estaba Oruro de donde yo partiera, y la madre que nos esperaba a pesar de
creernos muertos.
PELIGROS
Era un día 24 de marzo del año pasado nuestra fuga se había realizado el 16. Los paraguayos habían
descubierto nuestra evasión porque los reflectores de las cañoneras “Paraguay” y “Humaita”
alumbrada los lugares donde nosotros nos encontrábamos y además, algunas fracciones armadas
vigilaban el monte.
Para evitar que nos vieran teníamos que encaramarnos a los árboles o hacer hoyos en la tierra con
nuestras ojotas y enterrarnos en ellos.
El día 25 contemplábamos la ciudad de Asunción desde la opuesta orilla del río Paraguay. La veíamos
brillando al sol con sus casitas blancas y sus palmeras mientras el río parecía abrazarla en un recodo.
Sin embargo, allí no estaba nuestra vida ni la salvación de nuestra tragedia. Allí estaba la muerte y
las chozas de los paraguayos que nos buscarían para castigarnos a penas feudales.
Nuestras piernas estaban ágiles: nuestros pies volaban sobre la tierra calcinada y ardiente.
Buscábamos la vida de nuestras almas que estaba en la Bolivia de una juventud entre pan, madre y
amigos que nos rodeaban en el pedazo del áspero suelo que ahora añorábamos férvidamente.
Ahora habíamos repuesto nuestro extenuado organismo. Ya estábamos salvados, con la seguridad de
ello, proseguimos la ruta.
¡Qué terrible dolor trae un tropiezo! A veinte pasos de nosotros estaban fuerzas paraguayas armadas.
¿Qué hacer? Huir enseguida hacia cualquier rumbo. Así lo hicieron mis compañeros. Yo los perdí de
vista cuando emprendí el trote. Me alejaba desde aquel momento de los tres amigos que habían
compartido las duras penas de la osada huida.
Huí hacía donde no precisé, entonces me pararon tres pilas y me capturaron. Lo que llevaba en mis
bolsos desapareció en los de ellos. Eran cuatreros de Plácido Jara, que asesinaba salvajemente a los
hombres como si fueran corderos.
Los tres soldados paraguayos que me habían detenido me hicieron retroceder hasta las orillas del río
Pilcomayo a bordo de una lancha.
¿Saben lo que me hicieron luego?, pues me amarraron a un palo y ahí permanecieron viendo como las
hormigas me picaban constantemente. Se reían de mi dolor, se burlaban de mis protestas. Todo
inútil. Creyeron que ahí me moriría lentamente, y se fueron, se fueron satisfechos de haber
realizado una gran acción digna de un gran ascenso en las huestes bandoleras de Plácido Jara.
LIBRE
Logré desatar las amarras del palo que era mi suplicio horrible. Me libré salvo y emprendí de nuevo
la marcha.
Pase al nado el río Pilcomayo. Estaba rendido, agotado y así permanecí medio escondido en unos
matorrales de la orilla.
¡Que difícil es realizar una empresa cuando en ella ponemos lo más preciado de nuestra propia vida!.
Tuve mala suerte, amigos, y tuve mala suerte porque unos pobladores Paraguayos me descubrieron
en mi lecho de matorrales. Quisieron retornarme a Asunción para regresar al sitio donde estaban los
prisioneros. Y se hubiera realizado esto sino llegarán dos soldados armados argentinos que me
salvaron y me condujeron a puesto de marinería donde me dieron toda clase de atenciones.
¿Qué dirán ustedes, de todas estas incidencias de un soldado de Bolivia que tuvo la osadía de huir de
aquel matadero humano que es Villa Hayes?
Todavía no termina aquí la odisea del puesto marinero Argentino, me aconsejaron una fuga a
Clorinda donde estuve curándome hasta el 8 de abril, de allí embarque rumbo a Formosa en el vapor
“Hamstat”.
Por todos los puertos Paraguayos por donde el barco pasaba se me regalaban manifestaciones
hostiles y pruebas de verse tranquilos si pudieran bajarme y cortarme la cabeza entre ellos.
Sí me cortarían la cabeza, por que a los paraguayos les gustaba mucho cortar la cabeza.
Plácido Jara había logrado embarcarse en el “Hamstat”. Tenía interés de hablar conmigo. A las seis
de la tarde, Jara y yo estábamos juntos conversando a solicitud de él, me preguntó por un prisionero
boliviano llamado Antonio Zacovich, de quien decía ser pariente. Mi posición fue hermética, hostil y
más todavía cuando su grupo empezó a referirse en malos términos al ejercito boliviano.
El famoso machetero pretendió agredirme, pero los soldados argentinos que me custodiaban se lo
impidieron. Yo iba seguro ya. Estaba a salvo.
RETORNO A BOLIVIA
Una vez en Formosa tuve que permanecer cuatro días en calidad de alojado en la policía. Logré
entrevistar al Cónsul de Bolivia. Conseguí medios de movilización y así pude continuar viaje hasta
Yacuiba de donde retorné a Villa Montes. Renuncié a los cuarenta días de Licencia y partí enseguida
a Nanawa a incorporarme a mi regimiento.
He relatado pedazos de mi vida. He dicho la verdad porque todo fue vivido, yo mismo me extraño de
verme vivo al final de tanta vecindad con la muerte.
Tengo recuerdos tristes para los compañeros que se quedaron en la Villa Hayes y para los tres amigos
que cayeron en poder de los paraguayos cuando ya nos creíamos libres de ellos.
Supe y contemplé escenas horribles cometidas por los paraguayos contra nosotros. A un soldado
Apaza, del Regimiento 15 de Infantería, lo degolló un soldado paraguayo con la misma naturalidad y
sangre fría que encendería un cigarrillo.
A otro soldado Vaca, del Regimiento Loa, lo degolló un sargento Benítez, el 30 de noviembre del año
32. Otro soldado Dionisio Huanca, del 15 de Infantería, fue asesinado cerca de Pozo Azul por el cabo
Ayala de los macheteros y todo por la razón de que se había cansado y no podía caminar.
Marcelino Burgos, del Regimiento Campos, fue ahogado en el río por las intenciones de soldado
mandón que le obligó a bañarse en un remolino muy peligroso y así muchos, muchísimos más.
Satinador dijo...
El coronel David Toro relató las heroicas acciones de Kilómetro 7.
Rescatamos una de las pocas entrevistas, quizás la única, realizada a este personaje por la Semana
Gráfica, en la que narra las heroicas acciones del Ejército boliviano en Kilómetro Siete que se
suscitaron en 1932.
Insistimos y sólo podemos obtener una brevísima reseña sobre la sobriedad de nuestras tropas en la
guerra actual, su atinada y eficiente dirección, la unidad de ideas y obras, “no tanto, nos recalca
como la que está dando ya nuestra retaguardia”. “Solo con un bloque tan férreo como el que
tenemos entre el pueblo y las tropas combatientes, es posibles llevar al país –nos dice- a cumplir los
grandes destinos que le están reservados”. Entramos luego en tema, y el coronel comienza por
referirse a la resistencia boliviana en Kilómetro Siete”.
KILOMETRO SIETE
Después de Boquerón (septiembre de 1932), amparadas en su enorme superioridad numérica y de
equipamiento, las tropas paraguayas continuaron su avance hacia el Sur, capturando los fortines
Lara, Ramírez, Yujra y Arce. A tiempo de capturar este último fortín fueron engañados por una
artimaña del músico Jesús Arce Quinteros, quien logró desviar el esfuerzo paraguayo hacia
Fernández, Toledo, Bolívar, Platanillos, Jayucubás; que estaban casi vacíos.
Entretanto en Alihuatá, aprovechando ese inesperado respiro, 1008 combatientes, al mando del
teniente coronel Bernardino Bilbao Rioja, decidían hacerle frente al enemigo sin importar el
sacrificio de sus vidas. Estos héroes buscarían lograr su propósito en Kilómetro Siete viendo que el
enemigo se acercaba a Saavedra, en pocos días, los voluntarios pudieron construir ligeras trincheras
para resistir mejor los ataques. Estos atacaron del 5 al 8 de noviembre pero fueron rechazados, por
lo que los soldados paraguayos se vieron obligados a buscar refugio en el borde norte de los
pajonales de Campo Candia.
• “No es posible hablar de Kilómetro Siete como si fuera una acción aislada. Es una gloria conjunta
de todas las unidades del comando del Primer Cuerpo de Ejército”.
La consigna previa de: ¡No pasarán!, había sido cumplida por los bravos voluntarios bolivianos en la
batalla de Kilómetro Siete. Posterior a esta acción Estigarribia había fijado como su objetivo: el
fortín Saavedra desarrollándose la batalla que lleva el mismo nombre. El ataque del primer día -7 de
diciembre- no consiguió ganar ni un metro de terreno. Las acciones secundarias realizadas contra
Agua Rica, Murguía y Cuatro Vientos, tampoco le habían dado un buen resultado. La derrota
paraguaya le causó a su ejército otras 2.000 bajas.
Sobre esta gran batalla el coronel Toro indicó: Cobra memoria y con justeza y precisión comienza a
expresarse así textualmente: “No es posible hablar de Kilómetro Siete como si fuera una acción
aislada. Es una gloria conjunta de todas las unidades del comando del Primer Cuerpo de Ejército que
se hallaba integrado en ese entonces, por las reducidas fuerzas bolivianas de la Cuarta y Séptima
División.
Si la Séptima División no hubiera sostenido Agua Rica y todo el sector Sud, no existiría la histórica
acción de Kilómetro Siete o Campo Mayor Jordán, cuando se escriba la Historia de la Campaña , el
país conocerá quienes son los verdaderos autores y actores que contribuyeron más eficientemente a
realizar esa gran jornada que sirvió para contener y quebrantar en forma completa la ofensiva
enemiga.
Resulta siempre ingrato apuntar nombres cuando se trata de acciones en las que cada uno de los
elementos que han actuado en ellas, ha puesto de su parte toda su decisión, patriotismo para
contribuir al éxito. No obstante, se puede adelantar que el terreno, la posición misma, etc., fueron
elegidos por el Comando del Primer Cuerpo y que, además este organismo fue quién ejercitó la
dirección de conjunto y las mismas operaciones.
Entre los elementos que se destacaron en esta acción, figuran los nombres del coronel Enrique
Peñaranda, que, debido a su grave estado de salud tuvo que ser evacuado a Villa Montes después de
haber actuado en Corrales, Toledo, Boquerón, Yujra, Arce y además, después de haber dejado
posesionadas a sus tropas en Kilómetro Siete.
Asimismo, la del teniente coronel Bilbao (Bernardino), quien quedó a cargo del Comando del
Destacamento; la del teniente coronel Jordán, en ese entonces mayor y comandante de los
regimientos Loa y Campero, que fue quien trabajó las posiciones de kilómetro Siete, y tuvo la
máxima actuación, hasta el desgraciado acontecimiento de su muerte.
La del actual teniente José Rivera, que debido a su pericia, dinamismo y valentía, consiguió que
nuestra artillería se impusiera por primera vez como arma de gran eficacia, cumpliendo su verdadero
rol en el combate; la del mayor Florián Montán, hoy teniente coronel comandante del nuevo
Regimiento Campos.
La de los capitanes Castrillo, Pol y Rocha, ejes del movimiento y del esfuerzo bajo la égida de
Castrillo, que, encima es sabido, su actuación en el curso de la campaña llegó a ocupar un puesto de
honor al lado de los héroes máximos de la guerra o sean de Germán Jordán, Carrasco y Busch. El
orden en el que deben quedar ante la historia los grandes héroes, es el siguiente; Jordán, Busch,
Castrillo y Carrasco.
Vuelvo a remarcar, que no se puede hablar de kilómetro Siete como acción aislada. El comando de la
Séptima División a cargo del coronel Gerardo Rodríguez, los comandantes de los Regimientos
“Ayacucho” y “Azurduy”, tenientes coroneles Rivas y Barros, que defendían ya que pusieron de su
parte todo el esfuerzo necesario para contribuir al éxito del conjunto.
Al referirse a la aviación tuvo frases de verdadera admiración por dicha arma a la cual calificó
enfáticamente como “la gloria del Chaco” bajo la destacada dilección de Jorge Jordán actual
director de las fuerzas aéreas en campaña. Nos nombró a media docena de nuestros más hábiles
pilotos seguidamente tuvo para sus camaradas del Cardozo, Paz Soldán, Ramallo y otros, frases de
agradecimiento.
A esta altura de su conversación insistió en que había tantas acciones y tantos hechos heroicos que
hallaba difícil, sino imposible, indicar siquiera sea someramente los nombres de todos aquellos que
se habían distinguido.
Nos dice que el viernes próximo partirá a los baños de Urmiri y que cumplida su licencia, regresará al
lugar de sus funciones.
Satinador dijo...
El sacrificio de una compañía y la muerte heroica del subteniente Román Alderete.
El 6 de noviembre de 1932, un puñado de soldados bolivianos dieron al enemigo una lección de valor
y cuando se encontraban casi derrotados, en el cielo brilló un cóndor de metal que vomitó todo su
fuego sobre los enemigos dejando el campo lleno de muertos, se trataba de un heroico aviador
boliviano que defendía a sus compañeros desde las alturas.
HISTORIA
La historia rescatada de la Semana Gráfica indica que esta fue sin duda, una de las más grandes
acciones de valor, pues un reducido número de hombres reveló en extensión y profundidad el
espíritu bélico más admirable, la constancia, y la serenidad a toda prueba.
Antes de entrar en un relato circunstanciado, sobre el desarrollo del combate del 6 de noviembre,
valga decir, el bautizo de fuego de la tercera Compañía del Regimiento 25 de Infantería, con el
propósito de dar una idea sobre las condiciones en que combaten los defensores de kilómetro 9 de
Saavedra, consignaremos algunos datos referentes a la situación del terreno y al efectivo de tropa.
Dos kilómetros delante de las posiciones de Campo Jordán y por donde pasa la picada que conduce a
Alihuatá, se encuentran las tres islas de bosque, que fueron teatro de la iniciación de los combates
de este sector, donde se puso coto a la avalancha guaraní, que embelesada con los triunfos,
intentaba apoderarse de todo el Chaco. En la isla más avanzada se encontraba la Primera Sección,
bajo el comando del subteniente de reserva Román Alderete, con un efectivo de 48 hombres. La
segunda ocupaba la sección Gálvez compuesta por 41 hombres y en la tercera estaba la sección
Cordero con 36. A la izquierda de la picada y en un claro de monte de la segunda isla se encontraba
el Comando de Compañía.
ULTIMAS DISPOSICIONES
En las primeras rondas no hubo novedad alguna. Ya aclaraba el día, cuando un parte del Comando de
Regimiento daba a conocer que por la picada que conduce a Alihuatá, avanzaba una columna de
tropa enemiga. Inmediatamente, el comandante de compañía, teniente Valverde, llamó a los
estafetas y con ellos hizo un último recorrido de posiciones a la par que daba las instrucciones
necesarias a fin de evitar un ataque de sorpresa. En todos los retenes los centinelas acusaban
evidentes indicios de la presencia del enemigo.
EL COMBATE
Tan pronto como había llegado la patrulla enemiga a la orilla del próximo bosque, se hizo presente
un gran contingente de infantería, que dividiéndose en tres alas se desplegó en dos fracciones por los
extremos del monte y una tercera por el pajonal, dando comienzo al combate, el cual tomó
caracteres inverosímiles. Las automáticas “pilas” batían a su sabor los costados y el centro de
nuestras posiciones, haciendo un verdadero derroche de munición, sin que sus efectos respondieran
al esfuerzo que hacían.
Las horas parecían dilatarse, el cielo estaba limpio y el sol en todo su vigor calcinaba su atmósfera.
Era un día hermoso; pero con todo, el bautizo era duro y no había más recurso que seguir adelante;
todos participaban de esa sensación única que produce el silbo de las primeras balas y la ansiedad
indefinible de ver un primer “pila”.
ESTAMOS RODEADOS
Pronto, los Bermman se dejaron sentir más cerca, y casi en todas las direcciones, y el fragor del
combate no menguaba ni siquiera en parte ya que el enemigo aumentaba en proporción numérica en
forma asombrosa, sin que ello causase el más remoto desconcierto entre los 128 defensores de las
tres islas.
Toda petición de refuerzo fue inútil, el teléfono había sido cortado y paulatinamente iban cerrando
el círculo de fuego las fuerzas contrarias.
Fue sin duda éste el sector donde las armas guaraníes concentraron mayormente su fuego y donde
había una resistencia tenaz, habiendo sido rechazados hasta horas 14 por tres veces con positivas
pérdidas.
Transcurrían siete horas de desigual combate, no había esperanza de recibir refuerzos, ni llegaba la
orden de repliegue a primera línea y las municiones estaban a punto de agotarse.
Hasta que un cuarto ataque con mayor efectivo de combatientes y protegidos por ametralladores
pesadas y Bermman, batió con violencia todos los frentes, tomando proporciones excepcionales, en
el cual cayó víctima de un proyectil que perforándole el costado izquierdo del maxilar inferior le
fracturó la base del cráneo, en circunstancias de estar dirigiendo su tiro a un apuntador de pieza
liviana.
Murió Alderete y con él varios de los soldados sin que ello restase la moral de los defensores de la
isla.
CUMPLIDA SU MISION
Cuando ya se había producido la muerte de Alderete llegó un parte del Comando de Regimiento en el
que indicaba el repliegue de la compañía de sacrificio a las posiciones del Destacamento Montan. (A
la izquierda de kilómetro 7) ya que había cumplido su misión al constatar el efectivo de atacantes a
Saavedra.
La primera sección se replegó sobre las posiciones de la segunda, coadyuvando en forma positiva su
defensa, pero el fuego enemigo tomaba proporciones mayores concentrándose sobre estos dos
frentes. Las circunstancias eran apremiantes todo esfuerzo para evitar la caída de la primera isla fue
inútil, y después de un cuarto de hora poco más o menos de reñido combate penetraba la primera
línea “pila”, encontrando en la isla por todo botín de guerra los pocos cadáveres de los defensores
que allí perecieron.
Con la caída de este sector el rodeo completo era inminente, además una de las piezas livianas había
sido completamente destrozada y contaba con pocos cartuchos para la otra.
Cesó por unos instantes el tiroteo y el avión se alejó hacia el bosque buscando seguramente al
comando paraguayo, maniobra que favoreció para que el enemigo después de un inusitado combate
ocupara la isla lanzando prolongados alaridos.
Volvió el avión en el preciso momento que una fracción paraguaya salía a la picada y se apoderaba
de un fondo de agua. Picó la nave en esas direcciones y un chappner nuestro caía matemáticamente
al fondo, levantando una formidable columna de polvo y pedazos multiformes, gritos de dolor y
espantoso se levantaron en todas las direcciones, mas… las bombas se sucedían unas tras otras sobre
las dos islas, sin que por ello dejase de recrudecer el fuego de la tercera sección, hasta que a horas
15:00, poco más o menos, esa pequeña fracción daba acceso a las fuerzas paraguayas después de un
verdadero agotamiento de energías y municiones. Entre tanto, sus compañeros se replegaban a
primera línea.
EN OTRAS POSICIONES
A horas 18, el Comando Superior de Muñoz mediante un parte felicitaba a la Tercera Compañía del
Regimiento 25 por haber constatado el avión numerosas bajas en campo enemigo y haber resistido
por espacio de 8 horas un formidable ataque.
El cielo se cubrió de nubes, llovió a torrentes durante toda la noche y de cuando en cuando la
artillería “pila” ponía la nota discordante de sus 105, en la apacible quietud chaqueña.
Con el alba los sobrevivientes de la anterior jornada ocupaban otras posiciones junto a las demás
compañías.