You are on page 1of 207

M A N U E L A.

A A M A M A
IV-!..-- T«>tr .1. (. UJIWBIJIJ J. S««t« r>

NOTAS SOBRE DERECHO


C O N S T I T U C I O N AL

• •

E D I T O R A M O NT A L V O
i _ C U d r , * l l . . R D.

• !» * 9
C O N S T I T U C I O N AL

EDITORA MONTALVO
J.W R . „ . 44 - OMUJ TNHJU. R. O.

19 5 9
DEDICATORIA

Al Generalísimo Doctor Rafael Leonidas TrujiUo Molina,


Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva,
con gratitud y lealtad invariables.
A mi madre, Mercedes Amiamo Gómez;
a m i esposa Belén Castro de Amiamo; a mis hijos
Luis Manuel, Ana Mercedes y Rafael Octavio; y a mis
hermanas Ana Luisa. Aurora y Josefa, con mi
inquebrantable, afecto.
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

JAIS Notas que forman el presente volumen se impri-


mieron por primera vez en abril de 1954, exclusivamente
para que los estudiantes del primer curso de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Santo Domingo a quienes
se explica la materia, después de las clases y luego de es-
tudiar los temas del programa en obras didácticas consa-
gradas como las Lecciones de Derecho Constitucional de Eu-
genio Ma. de Hostos, el Curso de Derecho Constitucional de
A. de Lapradelle, el Derecho Constitucional de Amadeo
Bonde y otras más modernas, pudieran hacer un rápido
repaso al acercarse los exámenes. No tienen, pues, estas
Notas, ninguna pretensión de originalidad científica.
Las he hecho imprimir en esta segunda edición por
haberse agotado la primera, con la misma modesta finali-
dad de ésta. He aprovechado la ocasión sólo para corregir
algunas erratas que se deslizaron en la edición de 1954.
Como a fines de 1955 se introdujeron a nuestra Constitu-
ción escrita numerosas e importantes reformas, a inspira-
ción del insigne estadista Generalísimo Doctor Rafael Leó-
nidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de
la Patria Nueva, esta segunda edición se publica con un
Apéndice en d que se explican las reformas más sustanti-
vas en el mismo orden de los puntos que constituyen las
Notas. En vez de reelaborar éstas para incorporar las re-
formas, he creído más conveniente agregar el Apéndice,
para que los estudiantes penetren mejor el sentido de las
revisiones, comparándolas con la situación anterior a és-
tas.
Quiero reiterar mi gratitud a los estudiantes Pascal
Peña y José Manuel Copplind por la desinteresada ayuda
que me prestaron tonuindo al dictado el material de la pri-
mera edición.

E L AUTOR.
Ciudad Trujillo, enero de 1959.
PUNTO PRIMERO

Teoría del Estado o teoría política.—Llámase así la


disciplina que investiga, por los método« de la filosofía, los
problema.* que se relacionan con el Estado como u n hecho
n a t u r a l y social y los f u n d a m e n t o s del derecho público.
A u n q u e el método de la teoría política es el de la filo-
sofía. esto es, la reflexión apoyada en los datos de la in-
tuición intelectual, el planteo de los problemas que se de-
baten en la teoría política requiere a m e n u d o e n t r a r e n
consideraciones tanto históricas como sociológicas.
S i n embargo, históricamente, las investigaciones de
la teoría política han estado casi siempre asociadas a las
de las instituciones capaces de encarnar m e j o r las ideas de
los filósofos y pensadores que h a n contribuido a la teoría
política. " L a R e p ú b l i c a " , de P l a t ó n , y " L a P o l í t i c a " , de
Aristóteles, son ejemplos de la verdad de esta aseveración.

Ciencia política o constitucional.—La ciencia política


estudia, del modo m á s generalizante posible, las institu-
ciones del Estado, con el f i n de t r a t a r de encontrar por el
raciocinio asociado con la experiencia, la m e j o r f o r m a de
o r g a n i z a r el E s t a d o para que sus instituciones respondan,
del modo m á s a r m ó n i c o que sea posible, a los principios de
seguridad, justicia, bien común, libertad y m o r a l i d a d que
revela la teoría política, al m i s m o tiempo que a las necesi-
dades legítimas de orden práctico que resultan de la expe-
riencia histórica, como condiciones esenciales p a r a la esta-
bilidad y el bienestar social e individual.
E l método de la ciencia política es esencialmente in-
ductivo y comparativo. 1.a ciencia política, que es llamada
MANUEL A. AMIAMA

t a m b i é n a veces ciencia constitucional, se a p o y a en la so-


ciología y en la historia.
C o m o ya se ha dicho, los estudios de teoría política y
los de la ciencia política, a u n q u e lógicamente diferentes
por sus métodos y sus finalidades, se asocian frecuentemen-
te, puesto que su asunto o t e m a f u n d a m e n t a l , el E s t a d o , es
c o m ú n a a m b a s disciplinas.
E n las grandes obras que el pensamiento h u m a n o ha
consagrado a estas investigaciones, desde la a n t i g ü e d a d
h a s t a los tiempos modernos, ( L a República, de P l a t ó n : L a
Política, de Aristóteles; E l E n s a y o sobre el G o b i e r n o C i v i l ,
de Lockie; E l espíritu de las leyes, de M o n t e s q u i e u ; E l Con-
t r a t o Social, de R o u s s e a u ) , se alternan t e m a s que corres-
ponden, dentro de u n a estricta pureza lógica, a la teoría
política o a la ciencia política. S o n disciplinas interpenc-
trantes, como todas las que h a n de contar con la naturaleza
del hombre, ser de conciencia y de idealismo, pero t a m b i é n
inexorablemente rodeado de necesidades o r g á n i c a s q u e de-
be satisfacer en todo instante.

Concepto del Derecho Constitucional.—El Derecho


Constitucional es el c o n j u n t o de n o r m a s que r e g u l a n , fun-
d a m e n t a l m e n t e , la o r g a n i z a c i ó n y el f u n c i o n a m i e n t o del
Estado, en el sentido m á s a m p l i o de este t é r m i n o . E s t o es,
n o sólo sus instituciones p r i m a r i a s , como los P a r l a m e n t o s ,
Congresos. Jefes de E s t a d o y Tribunales, sino t a m b i é n las
secundarias, como los D e p a r t a m e n t o s , Provincias, Conda-
dos, Distritos y Municipalidades.

A veces, p a r a destacar la diferencia e n t r e la ciencia


política o constitucional y el Derecho Constitucional, se lla-
m a a éste Derecho Constitucional Positivo. P e r o esta últi-
m a expresión es de uso raro. A veces se h a b l a t a m b i é n de
Derecho Constitucional inglés, o de Derecho Constitucional
francés, o de Derecho Constitucional d o m i n i c a n o , p a r a d a r
a entender que se hace referencia a la o r g a n i z a c i ó n consti-
tucional efectiva de I n g l a t e r r a , F r a n c i a o la República Do-
m i n i c a n a o del país de que se trate. Pero, en este r a m o de
la ciencia, como en otros, d o m i n a siempre a los autores y
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

tratadista» el anhelo universalista y gcneralizador. Lo fre-


cuente es que designen su» obras con el a m p l i o nombre de
Derecho Constitucional, aunque consagren en ellas capí-
tulo» especiales o comentarios especiales, a las organizacio-
nes políticas reales de sus respectivas nacionalidades.
E l Derecho Constitucional pertenece a u n a r a m a jurí-
dica m á s a m p l i a que se d e n o m i n a Derecho Público interno.
A este pertenecen t a m b i é n el Derecho A d m i n i s t r a t i v o , el
Derecho Procesal ( p o r lo menos en su parte o r g á n i c a ) , y
el Derecho Penal. H a y t a m b i é n el Derecho Público exter-
no, que comprende el Derecho Internacional Público y se-
g ú n algunos, t a m b i é n el Derecho Internacional Privado.
Todo el Derecho Público, tanto interno como externo, se
contrapone al Derecho Privado, que regula las relaciones
entre los particulares, asi como t a m b i é n ciertas relaciones
de carácter p a t r i m o n i a l entre el E s t a d o y lo» particulares,
que no son de interés general absoluto o inmediato.
E s t a circunstancia sirve de apoyo p a r a d e f i n i r tam-
bién el Derecho Constitucional en esta nueva f o r m a : Es la
r a m a del Derecho Público que regula, f u n d a m e n t a l m e n t e ,
la organización y el f u n c i o n a m i e n t o del Estado. Se puede
c o m b i n a r esta definición con la d a d a ante», p a r a obtener
una m á s completa.

Fuentes del Derecho Constitucional.—Las n o r m a s cuyo


c o n j u n t o c o n f i g u r a el Derecho Constitucional proceden:
a ) principalmente, de las Constituciones o leyes constitu-
cionales, escritas o sea votadas expresamente como tales;
b ) de costumbres tradicionalmente establecidas y reitera-
damente aceptadas por la» autoridades y pueblos de que
se trate, y a las cuales la ley escrita entiende respetar o no
c o n t r a r í a ; c) de las decisiones de los tribunales que inter-
pretan las Constituciones o las leyes constitucionales o los
fueros consuetudinarios, que en esta f o r m a adquieren for-
m a explícita y m á s precisa; y d ) en f i n . de la a u t o r i d a d de
los tratadistas de teoría o ciencia política, cuando a ello no
se opone una n o r m a m á s imperativa. Se l l a m a n fuentes
del Derecho Constitucional. E n f o r m a breve, se dice pues
que las fuentes del Derecho Constitucional son la ley, la
MANUEL A. AMIAMA

costumbre, la j u r i s p r u d e n c i a y la doctrina. Estas son las


fuentes de todas las demás ramas del Derecho. Pero, con-
viene destacar desde ahora, que el imperio de la costum-
bre, ya débil en otras r a m a s del Derecho a m p l i a m e n t e des-
arrolladas por la ley, la j u r i s p r u d e n c i a y la doctrina, es
todavía m u y i m p o r t a n t e en el Derecho Constitucional a
causa de la brevedad y sintetismo de la m a y o r parte de las
Constituciones y de las leyes constitucionales. E n cambio,
en esta r a m a j u r í d i c a , la doctrina tiene menos imperio que
en el Derecho Privado.

Diferencia entre Constitución y Derecho Constitucio-


nal.—Según lo dicho anteriormente, la diferencia entre
Constitución y Derecho Constitucional es fácil de advertir.
E l Derecho Constitucional es m u c h o m á s a m p l i o de conte-
n i d o que la Constitución, puesto que contiene o incorpora
n o r m a s que exceden en n ú m e r o y alcance a las que expre-
sa textualmente la Constitución, ya que se integra t a m b i é n
de n o r m a s que nacen de la costumbre, de la j u r i s p r u d e n c i a
y de la doctrina. E l estudio de la Constitución de u n país
j a m á s da sino una idea de la organización política. L a com-
pleta a m p l i t u d de m i r a s sólo se obtiene desde el Derecho
Constitucional. A esto se agrega una diferencia metodoló-
gica. pues las Constituciones responden siempre en su es-
t r u c t u r a — y esto a u n m á s en las de m a y o r solidez— a u n a
cristalización histórica, en t a n t o que el Derecho Constitu-
cional puede ser o r g a n i z a d o p a r a su exposición y estudio
en u n orden m á s sistemático.

Contribuciones al Derecho Constitucional en la Repú-


blica Dominicana.—En la República D o m i n i c a n a , ha exis-
t i d o siempre a l g ú n interés por las cuestiones constitucio-
nales de parte de los j u r i s t a s y escritores. La independen-
cia nacional realizada en 1844, ocurrió sólo 23 años des-
pués del período de la reincorporación a E s p a ñ a por la re-
volución de J u a n Sánchez R a m í r e z . Y bien se sabe que du-
rante ese período transcurrido de 1809 a 1821, hubo e n
E s p a ñ a y por t a n t o entre nosotros dos momentos de cons-
titucionalismo liberal, el primero en 1812 al votarse la

10
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Constitución de C á d i z , y el segundo en 1820, «1 reimplan-


tarsc esa m i s m a Constitución como resultado de la revo-
lución de Riego en la metrópoli. D e esc período-queda, re-
lacionado con materias constitucionales, u n manifiesto pu-
blicado por el Doctor en Filosofía Andrés López de Mc-
drano, nacido en S a n t i a g o de los Caballeros hacia el arto
1780, d i r i g i d o al pueblo d o m i n i c a n o con motivo de las elec-
ciones p a r a d i p u t a d o » a Cortes de 1820, en defensa del
derecho de los dominicanos a elegir representantes a esas
Cortes. López de M e d r a n o era entonces catedrático de fi-
losofía de la Universidad. E l Licenciado José N ú ñ e z de
Cáceres, autor de la efímera e incompleta independencia
de 1821, fue conocedor de las ideas políticas de Montesquieu
y Rousseau, y aunque no d e j ó n i n g ú n t r a b a j o escrito sobre
esas materias, demostró sus conocimientos de las m i s m a s
en la Declaración de Independencia de ese año, que él mis-
m o redactó. N ú ñ e z de Cáceres nació en 1772 en esta ciudad
y m u r i ó e n . M é x i c o en 184G, do» a ñ o » después do la Inde-
pendencia d e f i n i t i v a , hecho que le produjo g r a n sa »«fac-
ción. Un documento de alta importancia desde el punto de
vista de las ideas constitucionalistas lo constituye la " M a -
nifestación de los pueblos de la parte Este de la Isla antes
Española o de S a n t o D o m i n g o , sobre las causas de su se-
paración de la República h a i t i a n a " , publicado el 16 de ene-
ro de 1S44, documento que representó la p r i m e r a base po-
lítica f u n d a m e n t a l del pueblo d o m i n i c a n o , hasta que se
votó la Constitución del 6 de noviembre del m i s m o año.
Este documento f u e redactado, según parece, por T o m á s
Bobadilla y Briones y Francisco del Rosario Sánchez, am-
bos j u r i s t a s o defensores público».
O t r o documento i m p o r t a n t e es la Exposición de Mo-
tivos de la Constitución de San Cristóbal. Este, como el
anterior, aparecen publicados en el t o m o del a ñ o 1844 de
la ( ^ l e c c i ó n de Leyes. De 1844 a esta fecha han escrito
entre nosotros, sobre cuestiones constitucionales o mate-
rias políticas do interés ideológico, Ulises Francisco Espai-
llat (1823-1878), que publicó u n ensayo con el titulo de
" P a r t i d o s y gobiernos desde la I n d e p e n d e n c i a " ; A l e j a n d r o

— 11 —
MANUKI. A. AMIAMA

A n g u l o G u r i d i (1818-1906), que p u b l i c ó hacia 1858 sabios


comentarios sobre el proyecto de C o n s t i t u c i ó n que se apro-
b ó en Moca en ese a ñ o . y en Chile, en 1891, su obra " T e m a s
Políticos", estudios de Derecho Constitucional A m e r i c a n o
c o m p a r a d o , que según parece estuvo de texto en a l g u n a s
Universidades c e n t r o a m e r i c a n a s ; c o m o f r u t o y c i f r a de
sus enseñanzas en el I n s t i t u t o Profesional. E u g e n i o M a r í a
de Hostos (1839-1903), publicó e n t r e nosotros en 1897 sus
"Lecciones de Derecho C o n s t i t u c i o n a l " , m u c h a s de cuyas
concepciones tienen vigencia hasta a h o r a : M a r i a n o Anto-
n i o Cestero (1838-1909), publicó en 1907 u n t r a b a j o polí-
tico con el título de "Descentralización y personalismo",
en polémica con R a f a e l A b r e u L i c a i r a c ; en 1913. Francisco
J o s é Peynado (1867-1933), p u b l i c ó u n notable t r a b a j o
acerca de r e f o r m a s políticas con el t í t u l o de " P o r el esta-
blecimiento del g o b i e r n o civil en la R e p ú b l i c a Dominica-
n a " ; en 1914. Moisés G a r c í a Mella. (1870-1955), publi-
có u n t r a b a j o del m i s m o género y casi con el m i s m o t í t u l o ,
" P o r el establecimiento del gobierno civil en la Repúbli-
c a " ; J o s é R a m ó n López (1866-1922) p u b l i c ó en 1915 " L a
P a z en la República D o m i n i c a n a " , obra de carácter socio-
lógico y político a la v e z ; J o s é L a m a r c h e (1857-1916), es-
t u v o r e p u t a d o como u n experto constitucionalista, pero a
p a r t e de cortos t r a b a j o s polémicos, sólo d e j ó un folleto In-
t i t u l a d o " A l g u n a s p a l a b r a s sobre la C o n s t i t u c i ó n america-
n a " ; igual es el caso de R a f a e l J u s t i n o Castillo (1861-
1933), cuyos escritos sobre problemas constitucionales só-
lo se insertaron en la prensa y ú n i c a m e n t e nos d e j ó u n a
tesis sobre " L a abolición de la pena de m u e r t e " que escri-
bió en 1886. Se dice que Castillo t r a b a j ó a l g u n o s a ñ o s en
u n a o b r a sobre Constituciones d e la República, que parece
d e j ó concluida, pero que no ha sido p u b l i c a d a ; L u i s Con-
r a d o del Castillo (nacido en 1888 y m u e r t o t r á g i c a y pre-
m a t u r a m e n t e en 1927), publicó en 1922 u n a obra pequeña
de carácter didáctico con el t í t u l o de " P r i n c i p i o s de M o r a l
y C í v i c a " ; en 1923, M á x i m o Coiscou H e n r í q u e z publicó
unas " R e f l e x i o n e s acerca de la pena de m u e r t e y su apli-
cación en S a n t o D o m i n g o " , que i n f l u y ó en la r e f o r m a cons-

— 12 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

titucional de 1924; poco a n t e » de 1940. H e r m á n C r u z Aya-


la publicó u n breve, pero i m p o r t a n t e t r a b a j o acerca del
recurso de constitucionalidad. cuya» ideas I n f l u y e r o n en
la r e f o r m a de 1942; en 1944, con m o t i v o del p r i m e r cen-
t e n a r i o de la Independencia y como parte de la Colección
T r u j i l l o , se publicaron dos volúmenes con el texto de la
Constitución de S a n C r i s t ó b a l de 1844 y de todas las re-
f o r m a s constitucionales hasta 1942. C a d a u n a de las refor-
m a s está precedida de u n breve estudio histórico-crítico,
o b r a de Manuel A r t u r o P e ñ a Batlle, nacido en 1902, de
inexcusable consulta en esta m a t e r i a ; Peña Batlle es autor
t a m b i é n de u n estudio de carácter m á s universal y filosó-
fico i n t i t u l a d o " T r a n s f o r m a c i o n e s del pensamiento políti-
c o " ( 1 9 4 2 ) : en f i n . cierran esta bibliografía las recientes
obras de G u s t a v o A . M e j í a R i c a r t , " E l E s t a d o indepen-
diente de H a i t í E s p a ñ o l " , la " H i s t o r i a del Derecho Domi-
n i c a n o " y de Carlos Sánchez y Sánchez, " L a Independen-
cia Boba de N ú ñ e z de Cáceres a n t e la historia y el derecho
público". E n los ú l t i m o s meses de 1953, S a l v a d o r A y b a r
Mella ha publicado u n folleto apreciablc acerca de la géne-
sis del E s t a d o d o m i n i c a n o .
Especial mención merece, en esta m a t e r i a , el opúsculo
publicado en 1944 por J a v i e r M a l a g ó n Barceló y Mala-
quias G i l A r a n t e g u i , i n t i t u l a d o " L a p r i m e r a Constitución
Política de la R e p ú b l i c a " , en cuya p a r t e f i n a l se reproduce
el I n f o r m e con que la C o m i s i ó n designada por la Constitu-
yente de S a n Cristóbal a c o m p a ñ ó el proyecto de la Comi-
sión. E n este opúsculo se destaca la influencia que t u v o la
C o n s t i t u c i ó n de C á d i z de 1812 en la estructuración de la
C o n s t i t u c i ó n de S a n Cristóbal.
PUNTO SEGUNDO

Noción del Estado.—El E s t a d o es una c o m u n i d a d so-


cial. m á s o menos numerosa, con u n a organización guber-
n a t i v a propia e independiente de toda o t r a c o m u n i d a d , y
asentada sobre u n territorio propio.
E l hecho de que la población de la c o m u n i d a d sea m á s
o menos numerosa, no es esencial a la idea de Estado. L a
antigüedad conoció Estados de m u y poca población, como
algunos de los Estados griegos, que sólo contaban con unos
pocos miles de habitantes. H o y m i s m o existen Estados con
relativa poca población.
Tampoco es esencial a la ¡dea de Estado el t a m a ñ o del
territorio. E n la a n t i g u a Grecia, h u b o Estados que sólo
contaban con u n a ciudad y sus inmediaciones, y t a m b i é n
en la actualidad hay algunos Estados cuya extensión te-
r r i t o r i a l es m u y escasa.
Por tanto, lo esencial a la idea de E s t a d o es la pose-
sión de u n a organización g u b e r n a t i v a propia y la indepen-
dencia de ésta de toda o t r a c o m u n i d a d .
Hay Estados que h a n e n t r a d o con otros en federacio-
nes y confederaciones, con u n a organización g u b e r n a t i v a
superior a todos los Estadas que f o r m a n la federación o
la confederación, sin que por esto dejen de ser Estados.
Pero, en el Derecho Constitucional, siempre que se habla
de Estado, sin mayor aclaración, se entiende que se habla
de un Estado independiente.

La cuestión de los fines del Estado.—Es esta u n a de


las cuestiones que ha investigado siempre la teoria polítí-

—14 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

ca. P o r cierto, una de las m á s debatidas. P a r a algunos, la


f i n a l i d a d esencial del E s t a d o es la organización de u n go-
bierno que g a r a n t i c e la integridad y la seguridad de la co-
m u n i d a d frente a las comunidades exteriores y la paz, el
orden y la justicia en el interior. P a r a otros, el E s t a d o ha
nacido p a r a todo eso, pero, a d e m á s p a r a g a r a n t i z a r a los
asociados el desenvolvimiento libre de todas sus facultades
y actividades licitas, sin m á s limitaciones o restricciones que
aquellas que sean estrictamente necesarias p a r a que el go-
bierno pueda mantener la seguridad y el orden y el ejerci-
cio de las m i s m a s facultades por los d e m á s asociados. E n
f i n , en los tiempos modernos, se considera que e n t r a tam-
bién en los fines del E s t a d o la promoción del progreso y el
m e j o r a m i e n t o económico, por medio de obras y empresas
propias y de medidas que t i e n d a n a m a n t e n e r entre todos
los asociados, no obstante las diferencias de aptitudes y
capacidades de los m i e m b r o s de la c o m u n i d a d , cierta pru-
dente igualdad de condiciones económicas.
Si c o m p a r a m o s la v i d a de un E s t a d o a n t i g u o t a l como
nos la muestra la historia y la vida de u n Estado moderno
de los m á s desarrollados, veremos que es evidente que los
mecanismos, medios y actividades de u n E s t a d o moderno
son m u c h o m á s numerosos y variados que los de los Esta-
dos antiguos. S i n embargo, a pesar de esa m u l t i p l i c i d a d de
actividades, si las reducimos a sus finalidades esenciales,
veremos que todas ellas tienden a estos objetivos funda-
m e n t a l e s : la g a r a n t í a de la seguridad, la consecución y el
m a n t e n i m i e n t o del bien c o m ú n y el imperio de la justicia
igual p a r a todos en igualdad de circunstancias. Las ense-
ñanzas de la historia coinciden en este p u n t o con las de la
filosofía del derecho, en cuanto ésta se refiere a los fines
del Estado.

Origen del Estado.—La historia nos enseñu que los


Estados h a n nacido de dos modos distintos, pero siempre
sobre la base de una c o m u n i d a d que. por el hecho de una
larga convivencia sobre u n m i s m o t e r r i t o r i o o por la fuerza
u n i t i v a de u n a cultura c o m ú n , h a n llegado a a d q u i r i r u n a

— 15 —
MANUKI. A. AMIAMA

conciencia c o m ú n de sus necesidades materiales y espiri-


tuales, y sobre todo, u n a voluntad de u n i ó n y cooperación
p a r a la conquista de u n m e j o r f u t u r o .
E l p r i m e r modo es el de u n a c o m u n i d a d que. por u n
lento proceso de espontánea organización j u r í d i c a , llega,
en u n m o m e n t o dado, a darse cuenta de que todo ese orden
j u r í d i c o se ha ¡do jerarquizando hasta c u l m i n a r en la cons-
t i t u c i ó n de u n centro de a u t o r i d a d que todos loa asociados,
sin necesidad de m u t u o acuerdo, aunque a veces mediante
la c o n f i r m a c i ó n de esc estado de cosas por medio de un
acuerdo m á s o menos explícito, llegan a considerar como
la base de la organización j u r í d i c a .
I-a m a y o r parte de los pueblos que desde a n t i g u o tiem-
p o constituyen Estados, han creado leyendas en las cuales
se t r a t a de f i j a r el m o m e n t o y las circunstancias precisas
en que s u r g i ó en ellos u n acuerdo p a r a establecer u n go-
bierno y por t a n t o un Estado. Pero la verdad parece ser
que. si hubo tales acuerdos, se t r a t ó m á s bien de conven-
ciones p a r a d a r carácter explicito a u n a situación social y a
existente, o para introducir cambios deliberados en la or-
ganización politica existente desde u n tiempo anterior. E n
todos esos casos, se ha t r a t a d o casi siempre de un proceso
lento, acaso de siglos, como el de f o r m a c i ó n de todos los
demás productos de la cultura y la convivencia h u m a n a s .

E n otros casos, el proceso ha o c u r r i d o de otro modo.


Comunidades que ya f o r m a b a n Estados h a n realizado co-
lonizaciones sobre territorios inhabitados o poco habitados,
o se han impuesto por la fuerza a o t r a s comunidades en pro-
ceso de desarrollo y las han absorbido, creando asi nuevas
comunidades que, por la obra de las metrópolis, han asimi-
lado en relativamente pocos años una c u l t u r a intensiva, y
h a n podido asi en u n m o m e n t o dado a d q u i r i r su indepen-
dencia y f o r m a r u n nuevo E s t a d o , sin tener que atravesar
los largos períodos de consolidación social y espiritual que
h a n necesitado otros pueblos p a r a constituirse en Estados.
Tal es el caso, como lo señala H a u r i o u , de los Estados ame-
ricanos y de algunos de Asia, A f r i c a y Oceanía. Muchos

— 16 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

defecto» y tropiezos en la vida politica de estos Estados,


se deben a esa f o r m a c i ó n abreviada.

La Nación.—Muchas veces se habla de N a c i ó n y de Es-


tado. como si f u e r a n la m i s m a cosa. N o lo son, sin embar-
go. La Nación es el conglomerado popular que se f o r m a na-
turalmente, y que por fuerza de la convivencia sobre u n
territorio determinado, llega a a d q u i r i r i m p e r a t i v a m e n t e ,
como condición p a r a sobrevivir y mantenerse, una obliga-
da solidaridad social. A esto se a ñ a d e u n a necesaria comu-
nidad de religión, de cultura, y de ligamiento j u r í d i c o . S i
a todo esto llega a poder agregarse u n a organización gu-
bernativa propia e indeix-ndiente de toda o t r a c o m u n i d a d ,
la N a c i ó n se convierte, como y a hemos dicho, en Estado.
La historia registra numerosos casos que demuestran
que ese es el proceso real de la f o r m a c i ó n de las Naciones
y de los Estados. Pero registra t a m b i é n casos en que, de-
t e r m i n a d o s pueblos, h a n llegado a constituir Naciones com-
pletamente aptas p a r a f u n c i o n a r como Estados, pero que
no h a n podido serlo por verse s u j e t a s en el curso de su
desarrollo al d o m i n i o de otras comunidades previamente
constituidas en Estados y que h a n conservado, después de
la superposición, una situación de superioridad como Es-
tados metropolitanos.

Proceso natural de formación de la Nación y del Esta-


do.—Por lo dicho a n t e r i o r m e n t e , se comprueba que las Na-
ciones lo m i s m o que los Estados son generalmente el resul-
tado de u n proceso n a t u r a l , que conduce a la solidaridad
social, unas veces f o r t i f i c a d a por impulsos nacidos de la
conciencia de la utilidad c o m ú n y la m a y o r conveniencia, y
otros casos por la necesidad de s u m a r fuerzas contra pe-
ligros vecinos. H e m o s visto t a m b i é n alguno» casos en que
el proceso n a t u r a l se precipita, por la obra de u n a cultura
debida a la acción de otro E s t a d o sobre la c o m u n i d a d . E n
f i n , se pueden citar t a m b i é n , a título de curiosidad históri-
ca, algunos casos de Estados que h a n nacido sin previa pre-
paración social p a r a tener esa investidura, y sólo por la
acción p u r a m e n t e j u r í d i c a y la conveniencia política de
M A N U K L A. A M I A M A

otros Estados. Pero evidentemente se trata de casos excep-


cionales, que no alteran la regla general que preside la for-
mación de los Estados. Naturalmente, uno de los medios
de formación del Estado es la conquista de su independen-
cia contra el Estado metropolitano.

Estado y Gobierno.—Lo« términos Estado y Gobierno


designan claramente cosas diferentes, pero inseparables.
El EstadQ_xaJa_cnmuaida¿J>gHliga.-qnr po»w> un» organi-
zación gubernativa propia e indcpcndicntf. Sin gobierno
propio e independiente, la comunidad no es Estado, aun
cuando tenga el mismo vigor, la misma voluntad de inde-
pendencia y la misma riqueza y civilización que otras co-
munidades constituidas en Estados. El Estado supone el
Gobierno y el Gobierno supone el Estado.
El término Gobierno tiene hasta cuatro acepciones que
conviene examinar, para llegar a un concepto claro de lo
que más usualmente se entiende por ello en la teoría y en
la ciencia políticas.
Unas veces — t a l es por ejemplo la acepción que le da
Hostos— designa la actividad que se pone en juego para
conducir la vida del Estado y realizar los fines de éste.
Otras veces, y esto es lo más corriente, se entiende
por U u k k n m .ul.colíjenla,de,iiii nrganism»w s u p e r i o r « que
dictan las medidas que regulan la actividad del Estado.
Esta acepción í s muy frecuente.
Una tercera acepción asigna al término Gobierno Ja
significación de Poder Ejecutivo. Esta acepción es muy
empleada por los escritores europeos, especialmente por los
franceses.
E n fin, algunas personas, cuando hablan del Gobier-
no. se refieren al conjunto de las personalidades políticas
que, en un momento dado, manejan los resortes de los Po-
deres Públicos.
E n la República Dominicana, de acuerdo con la Cons-
titución, Gobierno es la actividad de la soberanía nacional
que ejercen combinadamente el Congreso Nacional, el Pre-
sidente de la República y las Cortes y Tribunales, o sea el
ejercicio de los poderes legislativo, ejecutivo y Judicial.

— 18 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Formas de Estado.—Con la cuestión de Estado y Go-


bierno se relaciona i n t i m a m e n t e la f o r m a en que una y
o t r a organización se combinan y se han combinado a través
de la historia. Por tratarse de una relación en que, como
en toda relación, se dan dos términos por lo menos, algu-
nos usan en el enfoque de este problema la expresión de
f o r m a s de Gobierno y otros la de formas de Estado. L a úl-
t i m a se emplea preferentemente en la actualidad ( V . Lind-
say. El Estado democrático m o d e r n o ) .

N o conociéndose con exactitud la historia p r i m i t i v a


de los pueblos, la cuestión de que se t r a t a , respecto a ellos,
sólo puede sujetarse a conjeturas m á s o menos fundadas.
Se cree que la f o r m a p r i m i t i v a del Estado f u e del t i p o
patriarcal, gobierno del m á s viejo padre de la tribu, acaso
con el consejo de los sacerdotes y jefes guerreros. Proba-
blemente el patriarcado era vitalicio o se conservaba
hasta que el patriarca por la avanzada edad se ponia vale-
tudinario. Tal vez en los tiempos de g u e r r a el jefe guerre-
r o m á s a u d a z o experimentado a s u m í a el gobierno y lo con-
servaba después, produciéndose asi el caudillaje. D e una
y otra f o r m a nacerla, por la fuerza de los hechos, la cos-
t u m b r e de que los h i j o s de los patriarcas o de los caudillos
heredaran la m a g i s t r a t u r a , y asi sucesivamente, quedando
instituido el régimen monárquico.
E n los tiempos mejor conocidos por la historia, h a n
existido la m o n a r q u í a m i l i t a r absoluta, la m o n a r q u í a oli-
g á r q u i c a y la oligarquía o gobierno aristocrático, como en
Venecia.
C o m o veremos m á s adelante, en Grecia y en R o m a , o
m á s precisamente hablando, en Atenas y en R o m a , y qui-
zás t a m b i é n en C a r t a g o , h u b o períodos en que la organiza-
ción estatal se acercó bastante a lo que hoy conocemos por
democracia representativa.
E n los tiempos modernos, la totalidad de las naciones
civilizadas están organizadas por el sistema democrático-
representativo, unas veces republicano y otras monárquico.
P o r esta razón, esta cuestión constitucional sólo ofrece hoy

— 19 —
MANUKI. A. AMIAMA

un interés histórico. E l interés se ha desplazado hacia los


matices de la organización democrática.

Orígenes del Estado dominicano.—El sentimiento, de


parte del pueblo dominicano, de ser una comunidad social
diferente del pueblo que constituía la metrópoli. España,
parece que comenzó a nacer en el momento en que J u a n
Sánchez Ramírez consumó, contra Francia, la reincorpo-
ración de la parte oriental de la isla a España, después de
la ocupación resultante del Tratado de Basilea. Según pa-
rece. algunos de los caudillos que acompañaron a Sánchez
Ramírez en la revolución reincorpomdora pensaron que se
podia aprovechar la ocasión para emancipar al pueblo do-
minicano de todo d o m i n i o extraño. Esto ocurrió en 1809.
cuando ya en la América del S u r se habían producido algu-
nos levantamientos contra el d o m i n i o español.
Cuando, a comienzos de 1821, gobernaba la a n t i g u a co-
lonia. ya erigida en Provincia, Don Sebastián K i n d e l á n ,
éste, en sus comunicaciones al Gobierno metropolitano, se
refería. con preocupación, a ciertas inquietudes políticas
que. posiblemente, tenían que ver con la idea de una se-
paración de España, o de la autonomía.
A fines del mismo año. el Licenciado José N ú ñ c z
de Cáceres se pronunció, ayudado por muchos elementos
destacados, contra el dominio de E s p a ñ a y proclamó la
creación de u n Estado independiente, al que llamó Estado
Independiente de H a i t í Español, poniéndolo b a j o la pro-
tección de la G r a n Colombia. Para algunos, la creación de
este Estado debe considerarse como el acta de nacimiento
político del pueblo dominicano. Para los partidarios de esta
idea, constituye un argumento favorable a su tesis el he-
cho de que el movimiento emancipador de 1844 fuera lla-
m a d o por sus impulsores "Separación de H a i t í " , como para
indicar que se trataba de una revocación de la unión im-
puesta veintidós años antes del H a i t í Francés de Boyer
con el H a i t í Español creado por N ú ñ c z de Cáceres, aunque
ahora sin niguna vinculación con la G r a n Colombia.

Para otros, que constituyen mayoría, el Estado domi-


nicano nació real y efectivamente con el pronunciamiento

— 20 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

contra el d o m i n i o h a i t i a n o en 184-1 y la proclamación de


la República D o m i n i c a n a , que llevaron a feliz resultado en
lo Ideológico, político y m i l i t a r , J u a n Pablo D u a r t e , Fran-
cisco del Rosario Sánchez. R a m ó n M a t í a s Mella, Pedro
S a n t a n a y otros gloriosos próccres.
La verdad es que. de no haber fracasado por la inter-
vención de H a i t í la f r á g i l obra de N ú ñ e z de Cáceres, es du-
doso que a ú n sin esa intervención esa obra se hubiera man-
tenido, con el apoyo de todos los h i j o s del país, frente a
una decidida reacción de E s p a ñ a , desde C u b a o desde Puer-
to Rico, p a r a deshacer la situación creada por N ú ñ e z de
Cáceres. a favor de la sorpresa y casi con las característi-
cas de u n golpe de Estado, puesto que N ú ñ e z de Cáceres
era, en el m o m e n t o del levantamiento contra el Goberna-
dor Pascual Real, u n caudillo político rodeado de influen-
cia por el hecho m i s m o de ser, o haber sido poco antes, alto
f u n c i o n a r i o del gobierno de la Provincia.
El verdadero sentimiento de la nacionalidad dominica-
na se plasmó en nuestro pueblo como u n fenómeno de con-
traposición contra el pueblo h a i t i a n o que lo d o m i n ó de
1822 a 1844, completamente distinto por la raza, por la len-
g u a . por la religión y por la» costumbres. A s í nació tam-
bién la voluntad de la separación y de la creación de un Es-
t a d o independiente t a n t o de H a i t í como de E s p a ñ a , porque
se tenía la impresión de que si E s p a ñ a hubiera querido en-
trañablemente al pueblo dominicano, hubiera podido librar-
lo del y u g o haitiano, sobre todo habiendo pasado ya en
E u r o p a p a r a esc tiempo la inquietud de las guerras napo-
leónicas.
E l Estado d o m i n i c a n o nació, pues, según la o p i n i ó n
de la m a y o r í a de nuestros historiadores y críticos de his-
toria, con el levantamiento a n t i h a i t i a n o de 1844.
Pero a ú n después de la independencia de 1844, queda-
ban en el á n i m o popular restos m u y vigorosos de la a n t i g u a
afección a E s p a ñ a , sentimiento que en algunos dominica-
nos, especialmente de las clases aristocráticas y acaudala-
das, »c mezclaba con la preocupación de que, si H a i t í in-
sistía en una g u e r r a con los dominicanos p a r a restablecer la
M A N U K I . A. A M I A M A

unidad política de la isla, los dominicanos no podrían re-


sistir esa fuerza, y a que H a i t í contaba en 18-14 con una po-
blación mucho mayor que la de Santo Domingo —600.000
habitantes contra apenas 80.000—. a menos que fuera con
la protección de u n a g r a n potencia a m i g a , F r a n c i a o Es-
p a ñ a , pero preferentemente España.
La anexión a E s p a ñ a en 1861. realizada por Pedro
S a n t a n a . no se hubiera podido efectuar por la sola fuerza
política de éste, que ya estaba en decadencia, si no hubie-
ra contado con aquel fondo sentimental que recordaba to-
davía a la a n t i g u a Madre P a t r i a , ni sin el temor que cier-
tamente embargaba a muchos acerca de la dificultad de
resistir nuevos ataques haitianos, si éstos se decidían a
romper la tregua patrocinada entre los dos países en 1856
por Inglaterra. Francia y los Estados Unidos. N o era ex-
t r a ñ o a este temor el hecho de que los Estados Unidos es-
t a b a n desgarrándose en esos mismos días en la sangrienta
g u e r r a de Secesión.
Pero, asi como la ocupación haitiana hizo nacer en la
mayoría del pueblo dominicano la hostilidad contra el veci-
no pueblo usurpador, así la anexión a E s p a ñ a hizo compren-
der a los dominicanos que era indispensable iniciar y sos-
tener contra E s p a ñ a la guerra por la Restauración de la
Independencia.
Esas dos luchas fueron pues las f r a g u a s que templa-
ron definitivamente el sentimiento nacional dominicano y
dieron permanencia a la vocación política que representó
la creación del Estado dominicano en 1844.
E n las luchas y vicisitudes que ha tenido después el
pueblo dominicano, ese sentimiento nunca estuvo ya m á s
ausente, y se consideraron siempre como etapas de prueba
y sacrificio, en aras del perfeccionamiento y el fortaleci-
miento de nuestra vida constitucional independiente.

El territorio.—Al proclamarse, en 1844, la República


D o m i n i c a n a , f u e la aspiración legítima de todos que el te-
r r i t o r i o del nuevo Estado fuera el mismo que E s p a ñ a ha-
bía cedido a Francia e 1^1795 por el T r a t a d o de Basilea, o

— 22 —
NOTA» ^OBRE DERECHO CONSTITUCIONAL
\
sea el determinado por el Tratado de A r a n j u e z de 1777. I JM
cuidados de la g u e r r a que hubo que sostener por doce a ñ o s
p a r a proteger la independencia contra la» intermitentes
invasiones de los haitianos, hicieron que se pusiera poca
atención al aspecto j u r i d i c o de la cuestión fronteriza. L a
cuestión vino a considerarse al concertarse el T r a t a d o de
P a z de 1874. después de la Restauración. E l artículo 4 de
este T r a t a d o estipuló que comisarios de los dos países tra-
zarían la frontera, de acuerdo con " l a s posesiones actua-
les". C u a n d o la Asamblea Nacional d o m i n i c a n a discutió
el T r a t a d o p a r a su ratificación, algunos d i p u t a d o s hicie-
ron notar que esa frase no era adecuada, pues parecía in-
dicar que la República aceptaba como línea fronteriza la
del momento del Tratado, o sea la de 1874, m u y diferente
de la de A r a n j u e z . en perjuicio de la parte d o m i n i c a n a . Es-
tos temores fueron acallados y el T r a t a d o recibió la rati-
ficación. C u a n d o m á s tarde se t r a t ó de t r a z a r la frontera
o definirla explícitamente, aquellos temores resultaron jus-
tificados, pues los haitianos alegaron que la línea de que
se t r a t a b a en el instrumento de 1874 era la del k/i posidetis,
o sea hasta lo que ocupaban los haitianos en dicho año.
A s i comenzó u n debate entre los dos países que no vi-
no a t e r m i n a r sino con los Tratados de 1929 y 1936. por
los cuales se f i j a r o n los límites definitivos de las dos Na-
ciones, los cuales fueron trazados sobre el terreno con pi-
r á m i d e s o hitos de concreto que van desde el río Massacre
en el N o r t e hasta el río Pedernales en el S u r . pasando por
el S u r entre los lagos E n r i q u i l l o s y el Fondo. E l territorio
situado al Este de esa línea de unos 340 kilómetros de lar-
go. es el asiento de la República D o m i n i c a n a . Dichos Tra-
tados completan pues en este p u n t o los artículos 3 y 4 de
la Constitución relativos al territorio.
PUNTO TERCERO

Concepto de Constitución política.—Sentido tato y sen-


tido estricto.—Se puede h a b l a r de Constitución política en
un sentido lato y en u n sentido estricto. E n el p r i m e r sen-
tido, asi como decimos que todo individuo tiene una cons-
titución peculiar, flemática, o sanguínea, débil o fuerte, de-
licada o vigorosa, del mismo modo decimos que toda Na-
ción tiene una Constitución política, cuando reúne las con-
diciones de un Estado, esto es, cuando posee una organiza-
ción gubernativa propia e independiente de toda otra co-
m u n i d a d . E s en este sentido lato en el que se expresa F r i t i
Fleiner, cuando dice: "Toda la vida política se encuentra
sometida a u n orden f u n d a m e n t a l , escrito o consuetudina-
rio. que nosotros llamamos Constitución del Estado. E l l a
es la que provee de órganos al Estado y le hace capaz de
voluntad y de actividad. Por ella el Estado viene a ser una
persona jurídica, y se encuentra, mediante la gestión de
sus negocios, en situación de verificar o realizar los finca
que le son propios" (Instituciones de Derecho Administra-
tivo, comienzo del Capítulo p r i m e r o ) .

Es en esc sentido lato en el que emplean el t é r m i n o de


Constitución muchos autores antiguos o los modernos que
hablan de los pueblos antiguos. E n ese sentido lato, no se
prejuzga si la Constitución es monárquica, oligárquica o
democrática o liberal. Todavía hoy no se niega que tienen
Constitución muchas Naciones en que la organización gu-
bernativa que estatuyen es, por la forma o por el fondo, de
carácter absolutista en favor de los gobernantes o de la
clase social de la cual ellos deben salir.
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

E n un sentido m á s estricto, se sobreentiende por Cons-


titución un ordenamiento político f u n d a m e n t a l de la Na-
ción que no se l i m i t a a establecer los órganos gubernativos,
sino t a m b i é n y m u y principalmente los límites de los pode-
res o facultades de esos órganos y las esferas de actividad
de los asociados que no pueden ser lícitamente invadidas
p o r las medidas de los órganos del gobierno, sean ellas le-
yes, decretas o sentencia» o tratados internacionales. Co-
m o veremas m á s adelante, p a r a que existan estas Consti-
tuciones no es ni siquiera preciso que ellas estén escritas.
Pueden estar f o r m a d a s por u n c o n j u n t o de principio» y
n o r m a s tradicionales, siempre que todos, autoridades y
pueblo», en todos sus actos, reconozcan la vigencia y supre-
macía de eso» principios y n o r m a s y que se a j u s t e n siempre
a ellos como un marco de m a y o r j e r a r q u í a .

Constitucionalismo.—Constitucionalismo e» un t é r m i n o
derivado de Constitución en el sentido estricto. C o m o lo
destaca bien el profesor C a r i J . Friedrich, constituciona-
lismo es el m o v i m i e n t o o proceso nistórico-político por vir-
tud del cual lo» pueblos modernos se esfuerzan por lograr
y van logrando poco a poco la conquista de Constituciones
que l i m i t a n en marcos bien definidos los poderes de los go-
bernantes y consagran contra sus interferencias y medida»
aquellos derechos cuyo libre ejercicio necesita la persona
h u m a n a p a r a v i v i r con seguridad, bienestar y d i g n i d a d , y
p a r a cooperar a la propia estabilidad y prosperidad legi-
t i m a del E s t a d o de que f o r m a parte. M á s adelante veremos
que el nacimiento del constitucionalismo d a t a de una época
relativamente reciente, pero que sin embargo, tiene algu-
nas raíces en el pasado de Grecia y de R o m a , cuyo recuer-
do c influencia se h a n m a n t e n i d o siempre vivos p a r a los
pueblos occidentales, a través de la c u l t u r a .

Constituciones escritas y Constituciones consuetudi-


narias.—Llamamos Constituciones escritas aquellas que
h a n sido otorgadas o votadas por u n m a g i s t r a d o o por u n a
asamblea con capacidad p a r a hacerlo y que por supuesto
f i g u r a n estampadas en documento» con fuerza j u r í d i c a .

— 25 —
MANUEL A! ÁMIAMA

La Constitución de la República Dominicana es, huelga de-


cirlo, de este tipo. Pertenecen a él la mayoría de las Cons-
tituciones de las Naciones modernas. E n cambio, llama-
mos Constituciones consuetudinarias a aquellas que están
integradas por normas tradicionales reconocidas como su-
premas por los pueblos y los gobernantes. Inglaterra es
hoy ya la única Nación de importancia que sigue apega-
da a una Constitución consuetudinaria. S i n embargo, co-
m o lo hace notar el profesor Lapradelle, la Constitución
inglesa misma no es ya consuetudinaria completamente.
Consta m á s bien de una parte de normas escritas y de
una porción de reglas o principios consuetudinarios. De
ella, son escritas la M a g n a Carta, otorgada por J u a n sin
Tierra en 1215, el Bill de Derechos de 1629, otorgado y
traicionado por Carlos I , el Acta de 1689 que a f i r m a la
fuerza del Parlamento, el Bill de Establecimiento de 1701
que trasladó los derechos dinásticos a la casa de Bruns-
wick-Hanover y la Ley de 1911, que disminuyó los pode-
res de la C á m a r a de los Lores y a u m e n t ó los de la C á m a r a
de los Comunes en las materias financieras. E l resto es
consuetudinario. Algunos Estados todavía primitivos de
A s i a y Africa, la mayor parte de ellos semisoberanos, tie-
nen a ú n Constituciones consuetudinarias, de tipo patriar-
cal o despótico.

Conviene observar que el hecho de que se califique


una Constitución como consuetudinaria, no significa ne-
cesariamente que sus normas no figuren por escrito en al-
gunos documentos, oficiales o científicos. Lo que las carac-
teriza es que las normas no han sido dictadas como tales
por una autoridad o asamblea, sino que se han ido forman-
do por u n lento proceso de cristalización y de reiterada
confirmación por los actos de los propios gobernantes y
por el consenso de los pueblos.

Constituciones rígidas y Constituciones flexibles.—


Ejemplos típicos.—Caso de la Constitución dominicana.—
Denomínanse Constituciones rígidas aquellas que han si-
do votadas por una asamblea especialmente establecida o
apoderada p a r a ello únicamente y que no pueden ser mo-

— 26 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

dificadas sino por una asamblea de la misma naturaleza,


y no por tos órganos que ellas establecen p a r a el ejercicio
del gobierno ordinario. Son rigidas t a m b i é n aquellas que,
una vez implantadas, no pueden ser modificadas sino por
un procedimiento especial y extraordinario, aunque este
procedimiento pueda ser iniciado y conducido por órganos
permanentemente establecidos por la Constitución p a r a el
gobierno ordinario. E l p r i m e r caso es el de la Constitución
dominicana. Su rigidez consiste en que, después de haber
sido i m p l a n t a d a por una asamblea especial, la de S a n Cris-
tóbal. de 1844, nunca ha sido r e f o r m a d a ni puede ser refor-
m a d a sino por u n a asamblea igual, expresamente convoca-
da y elegida por el pueblo para ese fin. E l segundo caso es
el de la Constitución de los Estados Unidos, la que votada
en 1787 por u n a asamblea expresamente convocada y ele-
gida p a r a ello, no puede ser enmendada sino por un pro-
cedimiento especial y extraordinario, en el cual deben to-
m a r parte el Congreso federal y las Legislaturas de los Es-
tados Unidos, como se ha hecho varias veces desde 1787,
o por una asamblea especial, sistema éste que aunque consa-
grado por lu Constitución ( V e r Roger P i n t o . La Crisis del
Estado en los EsUtdos U n i d o s ) , nunca ha sido hasta ahora
utilizado. Puede citarse t a m b i é n como Constitución r í g i d a
la de F r a n c i a de 1875 a 1946. que no podía ser reformada
sino por una Asamblea Nacional resultante de la conjun-
ción del Senado y la C á m a r a do Diputados, organismos
permanentes de gobierno, pero con una mayoría superior a
la necesaria p a r a las decisiones ordinarias.
Constitución flexible es aquella que puede ser refor-
m a d a por la asamblea establecida p a r a producir la legisla-
ción o r d i n a r i a . O t r a vez el ejemplo típico de Constitución
flexible es I n g l a t e r r a , donde la Constitución puede ser re-
f o r m a d a por el P a r l a m e n t o y sin n i n g ú n procedimiento es-
pecial, lo m i s m o que las leyes ordinarias. Así so hicieron
las agregaciones y reformas constitucionales de 1701 y de
1911, ya dichas. De donde resulta que formalmente hablan-
d o en I n g l a t e r r a todas las leyes tienen la m i s m a fuerza y
rango y n i n g u n a puede ser técnicamente considerada o de-
MANUKI. A. AMIAMA

clarada como inconstitucional ni por el Poder E j e c u t i v o


n i por lo« Tribunales. P a r a poder d i s t i n g u i r pues entre las
leyes inglesas cuáles son las constitucionales y cuáles las
o r d i n a r i a s , se hace preciso penetrar en su alcance y pro-
pósito y esto no puede ser allí obra de las autoridades como
tales, sino m á s bien de los hombres de leves y del propio
pueblo. S i n embargo, cualquier reforma que signifique una
pérdida o restricción de derechos individuales que todos
los ingleses tengan por ya definitivamente adquirido», co-
r r e el riesgo de provocar u n a crisis política popular y la
caída del p a r t i d o político que haya siquiera propuesto la
r e f o r m a en el Parlamento. E n Inglaterra, pues, la única
g a r a n t í a contra la inconstitucionalidad esencial de las le-
yes. reside en la cultura y el celo cívico del pueblo y de sus
líderes.
C o m o ya hemos dicho, la Constitución d o m i n i c a n a per-
tenece al tipo de las rígidas. N i siquiera ha prosperado
entre nosotras la idea de establecer un sistema de reforma
s i m i l a r al de los Estados Unidos, porque se ha querido de-
j a r siempre como á r b i t r o de las reformas al s u f r a g i o po-
pular. C o m o veremos m u c h o m á s adelante, n i siquiera es
posible entre nosotros r e f o r m a r , por n i n g ú n medio que sea.
el sistema político f u n d a m e n t a l que consagra la Constitu-
ción, para que éste sea siempre republicano, democrático,
civil y representativo.

Bosquejo histórico de la Constitución dominicana.—


Puede decirse que la p r i m e r a Constitución dominicana f u e
el conjunto de principios políticos y promesas formales con-
tenido en la Manifestación dirigida al pueblo por los trini-
tarios el 16 de enero de 1844. de que ya hemos hablado en
el p r i m e r punto de estas notas. Se a n u n c i a b a alli que el
propósito del grupo separatista era convertir la Nación do-
m i n i c a n a en u n Estado unitario, respetuoso de la religión
católica, republicano, democrático y representativo. A l for-
marse la J u n t a Central G u b e r n a t i v a , al d í a siguiente de
la proclamación de la Independencia el 27 de febrero, des-
pués de las medidas m á s urgentes p a r a asegurar el orden
interno, la administración de los servicios públicos m á s

— 28 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

esenciales, y la obtención de recursos h u m a n o s y económi-


cos con que proveer a la defensa del nuevo Estado contra
la reacción de H a i t í , los primeros pensamientos se orien-
taron hacia el establecimiento de u n a Constitución escrita.
Se sabe (Véase Colección Trujillo. Recopilación de Cons-
tituciones). que el próccr f u n d a d o r de L a T r i n i t a r i a ,
J u a n Pablo Duarte, preparó en esos días o tenía preparado
un proyecto de Constitución de su propia creación. Pero
no fue éste el proyecto que se presentó a la Constituyente
de S a n Cristóbal, sino u n o diferente. E n esta asamblea fi-
g u r a r o n muchos prohombres que seguramente conocían bien
la Constitución Española de C á d i z de 1812. que estuvo en
vigor en nuestro país, como Provincia de E s p a ñ a , hasta el
pronunciamiento de N ú ñ e z de Cáccres en 1821. E s eviden-
te. por la f o r m a m i s m a que se d i ó a la Constitución, que
los principales miembros de la asamblea de S a n Cristóbal
conocían t a m b i é n la Constitución de los Estados Unidos y
las Constituciones francesas iniciadas en 1791, así como
t a m b i é n las teorías políticas (Lockc. Montcsquieu, Rous-
seau) que las habían inspirado.
Sin grandes debates, la asamblea de San Cristóbal
elaboró la Constitución en menos de dos meses y la procla-
m ó el 6 de noviembre de 1844. E l l a consagró efectivamente
en sus líneas generales el p r o g r a m a político anunciado en
la Manifestación de agravios del 16 de enero del mismo año.
E n realidad, la discusión sólo d u r ó desde el 22 de octubre,
fecha en que la Comisión nombrada al efecto presentó su
informe y proyecto, hasta el 6 de noviembre. E n la Asam-
blea f i g u r a r o n diputados por todas las Comunes, incluso
las cuatro que estaban en poder de H a i t í en violación del
Tratado de A r a n j u e z , o sean San Miguel, San Rafael, Hin-
cha y Las Caobas. D e esos hombres, los m á s prominentes
y los que m á s influyeron en la estructuración f u n d a m e n t a l
de la Constitución, que representó una transacción entre
conservador?» y liberales, fueron Manuel M a r í a Valencia
y Buenaventura Bácz. 1.a Constitución estableció u n go-
bierno c i v i l ; u n sistema de Ejecutivo prcsidencialista, con
algunas concesiones al parlamentarismo. La consagración

— 29 —
M A N U E L A. AMIAMA

del gobierno civil no se logró sin fuerte pugna con el Pre-


sidente Santana, quien pretendía un régimen militar de
gobierno. Se le tranquilizó con una disposición transitoria,
el artículo 210 propuesto por Don Tomás Bobadilla, que
le daba plenos poderes mientras durara la guerra con Haití.
Sumner Welles, en su historia de la República Domi-
nicana. pretende que sólo en los modelos angloamericanos
se inspiraron los hombres de 1844 al concebir la Constitu-
ción. Manuel A. Peña Batlle, así como Javier Malagón Bar-
celó y Malaquías Gil Aranteguí, han señalado también la
influencia de la Constitución de Cádiz en el pensamiento
de nuestros constituyentes, influencia que fue muy impor-
tante. En conversación con el fenecido profesor Froilán Ta-
váres, éste, me manifestó la misma opinión.
Después de 1844. la Constitución ha tenido varias re-
formas. la primera en 185-1 y la última en 1947, pero que
no han alterado esencialmente la teoría política que desde
el principio la inspiró. Las reformas más fundamentales
han sido: la reafirmación del sistema bicamarista; la supre-
sión de la Vicepresidencia: la supresión del refrendo mi-
nisterial de los actos del Presidente; la instauración del
sufragio directo para las magistraturas políticas; la crea-
ción del recurso de casación: la extensión de los derechos
políticos a la m u j e r : la atenuación de la pena de muerte;
la consagración explícita del poder del Congreso para dic-
tar leyes reguladoras de las relaciones obreropatronales;
la consagración de la posibilidad de la expropiación para
fines de interés social; y la posibilidad de establecer juris-
dicciones contencioso-administrativas, poniéndose asi f i n
a una polémica acerca de la cual hablaremos en el punto
XVII.

30
PUNTO CUARTO

Proceso histórico del constitucionalismo.—El proceso


histórico de la organización de los Estados por medio de
Constituciones reguladoras de poderes comienza en Grecia
y en R o m a , casi al m i s m o tiempo, y se c o n t i n ú a a ú n en
nuestros tiempos, como veremos al f i n a l de este punto. E s
a este desenvolvimiento a lo que llamamos, en estas Notas,
proceso histórico del constitucionalismo. Las Constitucio-
nes a que so refiere el examen de este proceso, son unas
veces consuetudinarias, a veces escritas, y en ciertos casos
no se puede a f i r m a r n i lo uno n i lo otro, pues, como en lo
tocante a Grecia y a R o m a en la a n t i g ü e d a d , puede ser que
algunas de las Constituciones llegaran a escribirse, como
se escribieron o t r a s muchas obras de historia, de literatu-
ra y de ciencias.

Ija aportación griega.—La aportación griega a la his-


toria del constitucionalismo t o m a especial relieve con la
Constitución de Atenas, que f u e siempre el m á s democráti-
co de los Estados griegos. E n sus mejores momentos, el
E s t a d o ateniense — l a polis, como lo l l a m a b a n ellos— t u v o
u n a Constitución que organizaba, a d e m á s de u n gobierno
político central, una asamblea p a r a hacer las leyes y p a r a
j u z g a r las causas importantes, y juzgados menores p a r a
las causas m á s corrientes. Consagraba así u n esbozo de la
división de Jos poderes. A u n q u e esta Constitución no po-
n í a límites a los poderes de los gobernantes, n i precisaba
los derechos individuales de los ciudadanos atenienses, la
diversidad de órganos gubernativos que establecía tendía a

— 81 —
MANUKI. A. AMIAMA

proteger la libertad. Por otra parte, como hace notar Lin-


say ( E l Estado democrático moderno, primera p a r t e ) , los
griegos, y especialmente los atenienses, siempre tuvieron
como u n principio político fundamental, que los gobernan-
tes tenian que respetar, en sus actos, leyes superiores a
ellos. Esto ú l t i m o t o m ó cuerpo explícito en la filosofía es-
toica. que fue la creadora de la idea del Derecho Natural.
Aristóteles, en su " P o l í t i c a " , dice que reunió y exami-
n ó las Constituciones de 158 Estados griegos, lo que prue-
ba el interés que tenían los griegos de sujetar la actividad
gubernativa a u n a estructura j u r í d i c a . E n contraposición
a Platón, »u maestro, p a r t i d a r i o de un gobierno de la clase
aristocrática, Aristóteles prefería un sistema de gobierno
mixto, apoyado en una clase media bien extensa.

Is¡ aportación romana.—Ixk época imperial.—Roma


también, en el mejor momento de su periodo republicano,
esto es, desde la caída de T a r q u i n o el soberbio hasta el pri-
mer Triunvirato, tuvo, a d e m á s de u n a m a g i s t r a t u r a eje-
cutiva. los cónsules, un Senado que proponía al pueblo las le-
yes y pretores que a d m i n i s t r a b a n la justicia. E r a también un
esbozo de la división de poderes. Pero también, como los ate-
nienses. creían en la vigencia de leyes inspiradas por los
dioses, que debían ser respetadas por los gobernantes. Esta
creencia se fortificó m á s tarde, cuando penetró en R o m a la
¡dea del derecho natural nacida en Grecia con los estoicos.
Esta idea se m a n t u v o aun después que se olvidaron las
antiguas instituciones republicanas y los Emperadores de-
bilitaron el Senado y absorbieron de hecho el poder legis-
lativo. El cristianismo, al penetrar en R o m a después de la
imperatura de Augusto, reforzó la ¡dea del Derecho Natu-
ral. Este Derecho, no escrito, templó mucho el despotismo
o el absolutismo de algunos Emperadores, y si ello no se
t r a d u j o en un progreso para el constitucionalismo, i n f l u y ó
mucho en el mantenimiento de la libertad civil y en la for-
mación del derecho romano. H a y que acreditar también a
R o m a el nacimiento de la idea de las libertades municipa-
les. que m á s tarde habrían de impulsar mucho los movi-

— 32 —
n

NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

miento» democrático», primero en Inglaterra y m á s tarde


en la E u r o p a continental.

Ixi Edad Media y el Derecho Natural como regulador


de la autoridad del Estado.—En toda la E d a d Media, p r i v ó
siempre la idea de que la autoridad de los monarcas y se-
ñores feudales, que entonces nadie discutía, no era total-
mente absoluta, puesto que debia ejercitarse de acuerdo
con lo» principios de u n derecho superior, que la razón de
los hombres era capaz de encontrar por la inspiración di-
vina. San A g u s t í n en el siglo I V , S a n Isidoro do Sevilla en
el V I I , y principalmente. Santo Tomás de A q u i n o en el si-
glo X I I I , se refirieron en su» obras a esc derecho superior
al poder de los gobernantes. IJ» influencia del cristianismo
en esa ¿poca d i ó vigor a esc pensamiento medieval. Por
otra parte, el cristianismo no influía entonces sólo como
doctrina, sino directamente por la autoridad de los obispos
y sacerdotes de la Iglesia Católica, todo lo cual templaba
la falta de una organización j u r í d i c a que l i m i t a r a las fa-
cultades de los gobernantes y asegurara a los subditos el
goce de ciertas libertades públicas.

/xi Magna Carta inglesa.—El p r i m e r vagido del cons-


titucionalismo después de la caída del I m p e r i o R o m a n o de
Occidente, o c u r r i ó en I n g l a t e r r a con el otorgamiento de la
C a r t a M a g n a por J u a n sin Tierra en 1215, en el mismo siglo
en que S a n t o T o m á s en el Continente iba a r e a f i r m a r el
Derecho N a t u r a l . F u e a r r a n c a d a a J u a n »in Tierra por los
barones inglese», pero sus concesiones, otorgadas a título
irrevocable y a perpetuidad, favorecieron a todos los hom-
bres libres, aristócratas o no. E n síntesis, la C a r t a M a g n a
o M a g n a C a r t a g a r a n t i z ó la seguridad y la libertad perso-
nal y la inviolabilidad del derecho de propiedad. G a r a n t i z ó
t a m b i é n que la administración de justicia se h a r í a siempre
mediante un procedimiento que asegurara la defensa de los
procesados. E l original de la M a g n a C a r t a se conserva to-
davía en I n g l a t e r r a y d u r a n t e la ú l t i m a guerra f u e llevado
por u n tiempo a los Estados Unidos, para preservarlo de

— 33 —
MANUKI. A. AMIAMA

los incendios y destrucciones causados por los ataques ale-


manes.

El período absolutista.—El periodo absolutista se ini-


ció en la E u r o p a occidental en los tiempos de La R e f o r m a .
Desapareció en esa parte de E u r o p a en distintos momen-
tos. E n I n g l a t e r r a , con las revoluciones del siglo X V I I .
E n F r a n c i a , con la Revolución del siglo X V I I I . E n los de-
m á s países europeos, gradualmente u n poco m á s tarde, con
excepción de Rusia, donde, después del largo periodo ab-
solutista de los Zares, ha seguido el absolutismo comunista.

Las causas del absolutismo fueron, principalmente, la


cesación o la atenuación de la misión moderadora que ejer-
cía la Iglesia Católica y la tendencia centralizadora que
hubieron de adoptar los monarcas p a r a acabar con el feu-
dalismo. E n F r a n c i a , particularmente, a esos motivos se
agregó la necesidad de resistir las pretensiones de los Em-
peradores alemanes de convertir a los monarcas de los di-
ferentes Estados en vasallos.
E l absolutismo a s u m i ó distintos matices en los dife-
rentes Estados de E u r o p a . E n algunos, como en Francia
y en España, alcanzó caracteres fanáticos y derrochado-
res y tendencias belicosas, y en otros, como en los Estados
alemanes, fue m á s ilustrado y tolerable p a r a los pueblos
y para las demás naciones.
Los monarcas absorbieron en sí toda la fuerza de la
soberanía y llegaron a desdeñar el Derecho N a t u r a l , pre-
tendiendo que derivaban su poder de u n origen d i v i n o y
que no era Derecho sino lo que ellos prescribían y manda-
ban. L a ola del absolutismo se extendió hasta I n g l a t e r r a ,
aunque también fue este país el primero que reaccionó con-
t r a la omnipotencia real, como veremos en seguida.

Renacimiento del pensamiento const¡tucionalista.—El


despotismo y el fanatismo de Carlos I en Inglaterra, que
en el siglo anterior se había separado de la Iglesia de Ro-
m a , determinaron una rebelión política, esta vez apoyada
por la mayoría del pueblo y no sólo por la clase aristocráti-
ca, que c u l m i n ó en la conquista de una Ley de Derechos

— 34 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

que v i n o a agregarse a la M a g n a C a r t a , como parte de la


Constitución inglesa. Nuevos intentos de despotismo monár-
quico produjeron nuevas luchas del siglo X V I I , que condu-
jeron al nacimiento de la famosa Acta de 1689, por la cual
se fortaleció el poder del P a r l a m e n t o , institución que venía
existiendo desde los tiempos medievales, en constante lu-
cha con el rey. La Ley de Establecimiento de 1701, esta vez
votada por el propio P a r l a m e n t o , convirtió a éste en el su-
premo ó r g a n o del Estado inglés. Todas estas leyes, u n i d a s
al derecho político consuetudinario que las completaban,
integraron lo que desde entonces se conoce como la Cons-
titución inglesa.
E n el Continente no hubo movimientos constítuciona-
llstas en el siglo X V I I ni en los primeros decenios del si-
glo X V I I I . tal vez a causa de la G u e r r a do Treinta a ñ o s
que d i s t r a j o en F r a n c i a al pueblo con la victoria y a los pue-
blos alemanes los d e j ó exhaustos. Pero en cambio, renació
en esos tiempos el interés por el Derecho N a t u r a l , que t a n t o
habría de i n f l u i r después en los movimientos políticos. E n
esta época nacieron las grandes obras de H u g o Grocio, Be-
nito Spinoza y Samuel P u f e n d o r f , que, a u n q u e de tenden-
cias conservadoras en cuanto a la organización del Estado,
resucitaron con g r a n vigor la idea medieval de que por
encima de la a u t o r i d a d de los monarcas y príncipes, h a b í a
u n derecho superior, que la razón h u m a n a podía deducir
del pensamiento d i v i n o , y debía encauzarlos por la modera-
ción y la justicia. Estas obras ejercieron enorme influen-
cia sobre las clases cultas y t a m b i é n sobre las clases bur-
guesas que ya comenzaban a representar una fuerza im-
portante en la comunidad, y a u n q u e ellas n o t r a z a b a n u n
p r o g r a m a político revolucionario, fueron las precursoras
de las peticiones de reforma estatal que surgieron poco des-
pués y de las sacudidas a que estas peticiones dieron lugar,
con m a y o r fuerza en F r a n c i a y con menos éxito en las o t r a s
naciones continentales de E u r o p a .

Loekc, Montesquicu, Rousseau.—Las obras políticas


de J u a n Locke no determinaron n i n g ú n c a m b i o en Inglate-

— 35 —
MAXUKL A. AMIAMA

rra, sino que al contrario, fueron el panegírico de la "Glo-


riosa Revolución" de 1688. de la cual salieron el acta de
1689 y la Ley de Establecimiento de 1701. E n desquite, pro-
dujeron enorme efecto entre los colonos norteamericano» y
en la burguesía o clase media francesa, y aun entre mu-
chos elemento» de' clero y de la aristocracia ilustrada.
Puesto que ya Inglaterra habia conquistado la divi-
sión de los poderes y tenía afirmada la independencia del
Parlamento y de lo» Tribunales frente al poder del rey,
—el que por otra parte estaba frenado por los Ministros
agente» del Parlamento—, el acento de la obra de Lockc fue
puesto sobre la intangibilidad de los derechos individuales
frente al poder del Estado, como base de la felicidad y el
bienestar común.
Las conquista* políticas inglesas y las obras de Lockc
contribuyeron a crear en Francia un partido liberal y li-
brepensador, los llamados enciclopedistas, cuyas figuras
m i s eminentes fueron el barón de Montesquieu (Carlos
Secondat) y J u a n Jacobo Rousseau. El primero, como se
vé. pertenecía a la aristocracia y tenía una formación prin-
cipalmente histórica y jurídica. Su» obras " L a s cartas per-
sas", "Grandeza y decadencia de los romanos" y " E l espí-
ritu de las leyes" contribuyeron a a f i r m a r en el pensamien-
to del pueblo la necesidad de separar del rey la potestad
de hacer las leyes con la teoría de la división de los poderes
en legislativo, ejecutivo y judicial, y en general a crear
un clima de repulsa contra el despotismo en todas sus for-
mas. J u a n Jacobo Rousseau era de la elase media ilustra-
da y más bien sociólogo y agitador político. Aunque era
ginebrino, residía frecuentemente en Francia — a l revés
de Voltaire— y su prédica se dirigía indudablemente al
pueblo francés. En su obra " E l Contrato Social" y en otras
muchas que publicó. »« concretó a proclamar y a tratar de
demostrar con argumentos de gran elocuencia que la so-
beranía o poder supremo de gobernar no residía en los ma-
gistrados, sino en el propio pueblo, o en lo que él llamó la
"voluntad general" y que era a ésta a la que competía or-
ganizar el Estado y dar las leyes.

— 36 —

^ <
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

JM Constitución de los Estados Unidos.—HamUton, Ma-


dison y MarshaU,—Las teorías de Locke, de Montesquieu
y Rousseau no sólo encontraron eco en la Constitución de
los Estados Unidas de 1787 y en las enmiendas que la com-
pletaron dos años después para consagrar expresamente
los derechos individuales, sino que contribuyeron a d a r im-
pulso ideológico a la Revolución misma que de 1774 a 1782
logró la independencia de los Estados Unidos de la Coro-
na Británica.
Deben citarse a A l e j a n d r o H a m i l t o n y a J a m e s Madison
como los que. entre los próceres de la Revolución A m e r i c a n a ,
contribuyeron m á s a a r m o n i z a r la consagración de las teo-
rías de Montesquieu y Rousseau con las tradiciones y expe-
riencias de la vida colonial p a r a crear una sólida democra-
cia representativa. L a obra de J o h n Marshall consistió en
hacer reconocer al Poder J u d i c i a l como m á x i m o intérprete
de la Constitución. Veremos esto con m á s detalles en el vi-
gésimo segundo punto.

Las Coyistituciones francesas.—La Revolución france-


sa de 1789, tendió desde el p r i m e r m o m e n t o a d a r a Fran-
cia u n a Constitución escrita. Las p r i m e r a s fueron la de
1791, m o n á r q u i c a y la de 1793, republicana. E n lo funda-
mental. ellas se inspiraron en una combinación de las ideas
de Montesquieu y de Rousseau, estableciendo tres poderes
p a r a el gobierno del Estado, la frecuente renovación de
las asambleas legislativas por el s u f r a g i o del pueblo y la
inviolabilidad de los derechos individuales, principalmente
el de igualdad, seguridad, y libertad de pensamiento.
A pesar de que esas Constituciones fueron reemplaza-
das después por otras al producirse la reacción que signi-
ficaron la i m p l a n t a c i ó n del imperio napoleónico, la restau-
ración de los Borbones, el nacimiento del imperio de Na-
poleón I I I y finalmente la Tercera República en 1871, que
se regía por las Leyes Constitucionales de 1875, en todas
las cuales se s u p r i m i ó la Declaración de los Derechos del
H o m b r e y del C i u d a d a n o , es o p i n i ó n de muchos j u r i s t a s
franceses (véase a León D u g u i t , M a n u a l de Derecho Cons-

— 37 —
MANUKI. A. AMIAMA

t i t u c i o n a l ) , que esa Declaración no ha dejado nunca de ser


parte de la Constitución Francesa. Y efectivamente, duran-
te todos los años de la Tercera República, los propios go-
bernantes de F r a n c i a siempre a j u s t a r o n sus actos al en-
tendido de que esa Declaración constituía p a r a los france-
ses una n o r m a i m p e r a t i v a y s u p r e m a para los poderes pú-
blicos.
La Constitución actuai de F r a n c i a , aprobada por el re-
ferendum popular del 13 de octubre de 1946, consagra ex-
presamente la vigencia de la Declaración de los Derechos
del H o m b r e y del C i u d a d a n o , f i n a l h o m e n a j e a Locke y a
Rousseau y consagra otros de carácter social.

Retto de Europa.—Después de la Revolución francesa,


gradualmente todas las naciones de E u r o p a fueron adoptan-
do Constituciones escritas que consagraron la división de
los poderes, la limitación de sus facultades y los derechos
individuales.
E n el caso de Rusia, las cosas sucedieron de u n modo
inesperado y extraño. E l Z a r estableció en 1905 una asam-
blea legislativa, que se denominó La D o u m a , pero algo des-
pués volvió al sistema autocràtico. E n 1917, como resul-
tado de su derrota por A l e m a n i a , los rusos derrocaron al
zar y establecieron una República del tipo curopeoocciden-
tal. E l partido marxista no d i ó tiempo a la consolidación
de este régimen y a favor de la sorpresa y de la inexperien-
cia politica de las masas, i m p l a n t ó por la violencia una dic-
t a d u r a comunista. Sus Constituciones de 1924 y 1936 h a n
establecido u n Congreso para el ejercicio del Poder Legisla-
tivo, pero todas las instituciones deben ser, por la Constitu-
ción misma, privilegio del proletariado, por lo cual ha esta-
blecido una t i r a n í a de clase en oposición a los principios de
la democracia, que requiere, por definición, la posibilidad
legal y efectiva de todos los ideales e intereses populares
de t o m a r parte en la gestión del gobierno, y especialmente
en las decisiones del cuerpo legislativo.

LA emancipación de la América Latina y el Constitu-


cionalismo.—De 1804 en adelante todas las a n t i g u a s colo-

— 38 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

nías do E s p a ñ a , Portugal y F r a n c i a en América se emanci-


paron y crearon Estados independientes. La primera N a c i ó n
que en la A m é r i c a L a t i n a se hizo independiente f u é H a i t í .
C u b a f u é la ú l t i m a . A medida que se fueron emancipando,
se sujetaron a Constituciones escritas inspiradas en el mo-
delo de la de F r a n c i a , en la de los Estados Unidos y en la de
la propia E s p a ñ a de 1812 (Constitución de C á d i z ) .
Puerto Rico no ha conquistado la independencia, pero
si la condición de Estado asociado a la U n i ó n Norteameri-
cana y cuenta desde 1950 con u n a Constitución que a p r o b ó
el propio pueblo puertorriqueño, con la sanción del Con-
greso de los Estado» Unidos.
P o r especiales causas políticas, H a i t í , México y Brasil
tuvieron en algunos periodo» Constituciones monárquicas,
pero a poco volvieron a la f o r m a republicana.

El constitucionalismo en los pueblos de Oriente y


del mundo.—Del siglo X I X a los días presentes, la m a y o r
parte de las Naciones libres de A f r i c a , A s i a y Oceanía h a n
e n t r a d o en la v í a de las Constituciones escritas. P a r a no ci-
t a r sino las naciones principales, T u r q u í a ha adoptado u n a
Constitución republicana desde 1920; E g i p t o , en los últi-
mo» tiempos, ha hecho lo m i s m o ; C h i n a se d i ó una Constitu-
ción republicana en 1911; la I n d i a y P a k i s t á n constituyen
Estados independientes republicano» desde hace pocos a ñ o s
y se h a n dado Constituciones escritas; el J a p ó n conserva
la f o r m a de E s t a d o imperial, pero después de la ú l t i m a
g u e r r a adoptó u n a Constitución escrita, m á s democrática
que la a n t e r i o r ; la» a n t i g u a s principales colonias inglesas
de A f r i c a y Oceanía h a n conquistado »u independencia,
a u n q u e conservando su comunidad con las Naciones bri-
tánica» y tienen Constituciones escritas; en el m i s m o ca-
m i n o e n t r a r o n las I n d i a s Orientales Holandesas al eman-
ciparse de H o l a n d a (República de I n d o n e s i a ) .
Puede decirse, pues, que todo el m u n d o civilizado h a
reconocido-la conveniencia de sujetar su vida política fun-
damental a cánones escritos.

— 39 —
PUNTO QUINTO

¡A soberanía.—Evolución histórica.—Preguntar por lo


que es In soberanía, en la materia política, es preguntar dón-
de reside el poder supremo de que d i m a n a la autoridad del
gobierno del Estado. Se puede por tanto d e f i n i r la soberanía
como la autoridad ú l t i m a y suprema del Estado.
E n t r e los filósofos y escritores antiguos acerca del Es-
tado. la cuestión de saber dónde residía en ú l t i m o t é r m i n o la
autoridad del Estado no fue discutida o debatida claramen-
te. Por ejemplo, en las tiempos de Aristóteles, los historia-
dores, geógrafos, viajeros y filósofos, sabían que habla pue-
blos. como E g i p t o y los imperios orientales y algunos de
la propia Grecia, que tenian gobiernos autocràtico», teocrá-
ticos o aristocráticos, y que había t a m b i é n otros que tenían
gobiernos democráticos. Incluso habían surgido opiniones
distintas acerca de cuál de esos sistemas era el mejor. Y a
hemos dicho que Platón favorecía el gobierno aristocrático,
mientras que Aristóteles favorecía el gobierno mixto.
Pero la cuestión se mantenía dentro del terreno de la pre-
ferencia de cada cual. No se debatió la cuestión con la pre-
tensión de llegar a demostrar que, en términos generales,
y conforme a la naturaleza del hombre, la sociedad y el
Estado, la soberanía debía reconocerse siempre a los pro-
pios gobernantes, o al pueblo en que gobernaban. N o dejó
de haber algunos esbozos üe crítica sobre este punto, pero
no llegó a formarse en la antigüedad una doctrina sistemá-
tica sobre la soberanía política.

Sistema autocràtico.—Sistema democrático.—La cues-


tión de la soberanía se planteó criticamente por primera

-40 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

vez en F r a n c i a en el siglo X V I . E n esa época, la situación


de Francia era la siguiente: había, por una parte, el rey
que aspiraba a centralizar en sus solas manos el poder po-
lítico ; por o t r a parte, como residuo del feudalismo, ha-
bía en distintas regiones de F r a n c i a ricos c influyentes
aristócratas — d u q u e s , príncipes y b a r o n e s — que t r a t a b a n
de conservar en sus manos a l g u n a s de las prerrogativas del
gobierno, a ú n a costa de resistencia a r m a d a contra las fuer-
zas reales. Todo esto en el interior. P o r lo que concierne
al exterior, el rey de F r a n c i a , a u n q u e católico, y contrario
a La R e f o r m a , deseaba no estar b a j o la tutela política del
P a p a ni tampoco que se considerara a la m o n a r q u í a como
u n a esfera de influencia del a n t i g u o Sacro I m p e r i o Roma-
no regido, aunque débilmente ya, por Emperadores alema-
nes. Tal situación la m a n t e n í a el rey de F r a n c i a por la fuer-
za de las a r m a s y de la diplomacia. Pero la m o n a r q u í a ne-
cesitaba j u s t i f i c a r esa situación con una doctrina coheren-
te, que le sirviera de base. I>a elaboración de esa doctrina
f u e la obra de J u a n Bodin ( J e a n I i o d i n ) . B o d i n o sostuvo
en su obra " L o s seis libros de la R e p ú b l i c a " que, por de-
recho divino, la soberanía temporal, esto es, el poder su-
premo politico, pertenecía en F r a n c i a al rey, con exclusión
de toda otra influencia.
Esta doctrina, que daba u n a posición preeminente al
rey tanto en la vida interna, como con respecto a la vida
internacional, constituyó la base filosófica del absolutis-
m o o autocratismo. y se m a n t u v o en vigencia hasta fines
del siglo X V I I I , cuando, contra la doctrina tradicional de
B o d i n o surgieron opiniones discrepantes, la m á s apasiona-
da y radical de las cuales f u é la de J u a n Jacobo Rousseau,
quien sostuvo e n f á t i c a y decididamente que la soberanía
residía en el pueblo y que era t i e m p o ya de r e f o r m a r la or-
ganización del Estado p a r a que fuera él quien diera las
leyes y dispusiera de los resortes del gobierno. N a c i ó así
la doctrina democrática de la soberanía, en oposición a la
vieja doctrina autocrática defendida en F r a n c i a por Bodi-
no, en I g l a t c r r a por Hobbes, y en otros Estados europeos
por filósofos y escritores de m e n o r influencia. Rousseau no
MANUEL A. AMIAMA

llegó a p r o p u g n a r u n sistema concreto de organización es-


tatal. pero de sus obras se deduce que aspiraba a u n gobier-
no sin ó r g a n o legislativo permanente y que por t a n t o n o
pudiera hacer las leyes sino consultando en cada caso la
voluntad general, o sea el sistema llamado democrático
puro.

Sistema conciliante consagrado por las Constituciones


modernas.—Representación de la soberanía.—De u n modo
implícito o explícito, las Constituciones modernas consagran
el principio de la soberanía popular, haciendo así homenajo
a la doctrina de Rousseau, pero h a n conciliado este reconoci-
miento adoptando al m i s m o tiempo el sistema de la repre-
sentación de esa soberanía, en cuanto a su ejercicio efecti-
vo y salvo en ciertos aspectos, por funcionarios y organis-
mos que proceden, directa o indirectamente, de la volun-
tad popular, expresada frecuentemente por el sufragio. Esa
representación se ejerce por funcionarios y cuerpos per-
manentes como instituciones, pero cuyo personal se renue-
va de tiempo en tiempo.
Sólo una función se ha reservado en las Constituciones
modernas al pueblo m i s m o : la función electoral, de cuyo
ejercicio resulta la formación del personal de los cuerpos
representativos y las instituciones representativas; y en
cierto modo, la función legislativa suprema, puesto que to-
da reforma constitucional debe ser el resultado de u n pro-
cedimiento que esencialmente equival« a u n referéndum,
como lo veremos en el punto X X I .

División de ¡os poderes.—Las Constituciones modernas,


siguiendo el modelo de la Constitución inglesa, de la Cons-
titución de los Estados Unidos y la doctrina de Montesquieu
de que ya hemos hablado consagran además el sistema de
la división del gobierno en tres diferentes órganos, legis-
lativo, ejecutivo y judicial, con el propósito de asegurar,
hasta donde m á s sea posible, que la delegación de la sobe-
ranía en instituciones y cuerpos permanentes quede some-
tida a u n sistema de frenos y contrapesos que no permitan
la pérdida de la influencia de la voluntad popular en la
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

práctica del gobierno. A estas precauciones p a r a resguar-


d a r la soberanía p o p u l a r , se h a n agregado otras p a r a que
la soberanía p o p u l a r m i s m a no pueda con%-ertirse, por la
fuerza de las mayorías, en u n peligro p a r a otros intereses
populares legitimo«. Las veremos en seguida.

Ix>s derechos absolutos.—Entre esas precauciones fi-


g u r a la consagración, en beneficio de los asociados, de una
serie de derechos, de carácter civil, civico y político, con-
t r a los cuales no pueden a t e n t a r las instituciones represen-
tativas permanentes, ni el Congreso, ni el Presidente de
la República, n i las Cortes y Tribunales. Se l l a m a n dere-
chos absolutos, por considerarse como anteriores y supe-
riores a la Constitución. Ellos demarcan una esfera de com-
pleta libertad, que no puede ser invadida n i m e r m a d a por
la fuerza de las mayorías, en u n peligro p a r a otros intere-
ses populares legítimos. Las veremos en seguida.

Los derechos absolutos.—Entre esas precauciones fi-


g u r a la consagración, en beneficio de los asociados, de u n a
serie de derechos, de carácter civil, civico y político, con-
t r a los cuales no pueden a t e n t a r las instituciones represen-
tativas permanentes, ni el Congreso, ni el Presidente de
la República, ni las Cortes y Tribunales. Se l l a m a n dere-
chos absolutos, por considerarse como anteriores y supe-
riores a la Constitución. Ellos demarcan u n a esfera de com-
pleta libertad, que no puede ser i n v a d i d a ni m e r m a d a por
n i n g u n a medida g u b e r n a t i v a , llámese ley, acto administra-
t i v o o sentencia j u d i c i a l , sin que ello constituya u n atenta-
do a la ley política f u n d a m e n t a l . F o r m a n asi, por tanto,
u n a porción de la soberanía popular que los asociados se
h a n r e s e ñ a d o completamente y acerca de la cual no h a n
otorgado a n i n g u n a institución u n poder representativo.
S o n u n c a m p o de democracia p u r a . Estos derechos absolu-
tos serán examinados en detalle m á s adelante, en los pun-
tos séptimo y octavo.

Representación de las minorías.—El principio de la


8oberania popular se ha desvirtuado muchas veces, con la

— 43 —
M A N l ' K I . A. AMIAMA

creencia de que significa un derecho indiscutible do las ma-


yorías a imponer su criterio a las minorias, siendo lo cier-
to que la esencia de aquel principio es la discusión de to-
dos los asuntos de interés general del Estado por todas la»
fuerzas sociales que constituyen su base. De ahi que la ma-
yor parte de las Constituciones modernas se empeñen en
establecer sistemas que aseguren o faciliten una represen-
tación de las minorias en las instituciones del gobierno, por
lo menos en aquella que tiene a su cargo la misión princi-
pal. que es la creación del derecho positivo: el cuerpo le-
gislativo. E n ciertos paises, ceta precaución ha querido ser
llevada hasta el órgano ejecutivo, creándose, para tal efec-
to. un ejecutivo colegiado, como en Suiza y en la República
Oriental del Uruguay.

La facultad de celebrar tratados.—Como vimos en la


historia, cuando Bodino formuló en el siglo X V I en Fran-
cia su doctrina de la soberanía, no lo hizo sólo para con-
solidar el poder real y por tanto el Estado absolutista en
lo interior, sino también para dar carácter absoluto a la
voluntad del Estado en las relaciones internacionales. Lle-
vado esto a un extremo radical, como ocurre con todas las
doctrinas, aun con las que tienen un gran fondo de verdad
o de moralidad, quiso ser interpretado por muchos monar-
cas y estadistas como una negación de la posibilidad del
Pistado de contraer compromisos internacionales que fue-
ran de carácter obligatorio, ni siquiera en el terreno moral.
Fué esta interpretación extrema de la doctrina de la sobe-
ranía nacional una de las causas que dieron lugar en osa
misma época al nacimiento del Derecho Internacional Pú-
blico. cuya base fundamental es el principio "Pacta *vnl
servando-", esto es, que los pactos hechos por un Estado de-
ben ser cumplidos por éste, aunque ello signifique una res-
tricción de su soberanía, cuando esto se ha hecho en benefi-
cio de un orden jurídico justo y equilibrado entre las Na-
ciones. Por esto, se ha consagrado en casi todas las Consti-
tuciones modernas — p o r modernas consideramos siempre
las siguientes a la Revolución Francesa— la facultad del

—44 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

E s t a d o de celebrar tratados. L o que esto significa, realmen-


te. no es que puedan celebrarse tratados, lo que seria pue-
ril, s i n o que el E s t a d o puede celebrar tratados que lo obli-
g u e n frente a otras Naciones, y que la existencia de esta
obligación es superior a cualquier actitud unilateral, toma-
da en n o m b r e del p r i n c i p i o de la soberanía p o p u l a r , como
o c u r r í a en tiempos de los Estados absolutistas.

1A autonomía regional.—La consagración de la auto-


n o m í a regional en la m a y o r i a de las Constituciones moder-
nas. representa o t r a i m p o r t a n t e parte de concesión a ex-
pensas del p r i n c i p i o de la soberanía nacional. S i g n i f i c a que
las instituciones representativas nacionales al ejercer sus
poderes, en n o m b r e de la soberanía nacional, deben d e j a r
cierta esfera de acción g u b e r n a t i v a p r o p i a a las subdivisio-
nes territoriales, sean estas D e p a r t a m e n t o s . Provincias o
Municipios, sobre m a t e r i a s de interés local y que no cho-
quen con los intereses v e r d a d e r a m e n t e nacionales. E n el
p u n t o X I X e x a m i n a r e m o s con m á s detalle las d i s t i n t a s for-
m a s empleadas por las Constituciones para proteger los
intereses regionales y locales, contra posibles excesos de
la soberanía nacional.

Teoría consagrada por la Constitución dominicana.—


La Constitución d o m i n i c a n a en su a r t í c u l o 13 reconoce co-
mo principio fundamental que la soberanía reside en la
N a c i ó n ( " S ó l o el pueblo es s o b e r a n o " ) . Pero para apreciar
los lincamientos de la teoría política consagrada p o r nues-
t r a Constitución, es preciso e x a m i n a r sus d e m á s disposi-
ciones, que representan importantes restricciones a ese
p r i n c i p i o d e s n u d a m e n t e enunciado. L a C o n s t i t u c i ó n no sólo
dice que el gobierno es representativo, sino que en efecto
o r g a n i z a el gobierno en f o r m a representativa. E n cuanto
a esta organización, consagra la división de los poderes en
tres órganos, el legislativo, el ejecutivo y el j u d i c i a l . Con-
sagra los derechos absoluto«. Establece u n sistema de re-
presentación de las m i n o r í a s en las C á m a r a s Legislativas.
Reconoce a l gobierno la facultad de celebrar tratados obli-
gatorios p a r a la República, m e d i a n t e u n procedimiento en

— 45 —
MANUEL A. AMIAMA

el cual deben actuar el Presidente de la República y el Con-


greso. Consagra irrevocablemente la autonomía m u n i c i p a l
y hace posible la concesión de la autonomía a otras admi-
nistraciones, nacionales o regionales. Todo este sistema de
la Constitución d o m i n i c a n a será objeto de explicaciones
m á s detalladas, en los puntos que siguen.
P o r último, la Constitución dominicana aspira a que
el sistema político f u n d a m e n t a l que ella consagra y estable-
ce, esté a salvo de las variaciones político-partidistas que
puedan producirse en el futuro. E n efecto, ella prohibe to-
da r e f o r m a constitucional que se refiera a la f o r m a de go-
bierno. Se t r a t a de u n voto político solemne, de una fuerza
moral que confia que siempre d o m i n a r á la conciencia poli-
tica del pueblo dominicano y será respetado por sus esta-
distas.
PUNTO SEXTO

Estructura fundamental de las Constituciones moder-


nas.—Como homo» visto, la inmensa mayoría de las Cons-
tituciones modernas — p u d i é r a m o s decir que casi la totali-
dad de ellas— son Constituciones escritas. I<a m i s m a Cons-
titución inglesa tiene por base muchos documentos escritos.
A medida que el sistema democrático se ha ¡do afir-
m a n d o en las Constituciones de los pueblos modernos, éstas
han ido adquiriendo una estructura m á s sistemática, sobre
todo en aquellos países en que, como el nuestro, cada vez
que se hace una reforma ésta se incorpora al texto general
de la Constitución, de m a n e r a que el texto aparezca siem-
pre como un todo homogéneo.
E n todas las Constituciones escritas modernas, no obs-
tante las diferencias en los detalles de la estructuración,
encontramos siempre tres partes fundamentales, que son,
una consagrada a la declaración de los derechos absolutos
o humanos, una destinada a la organización de las institu-
ciones del Estado y en f i n una tercera en la que se estable-
ce el procedimiento para la reforma constitucional.
Si examinamos las principales Constituciones moder-
nas, encontramos tres tipos de estructuración: algunas, co-
m o la Constitución de Cuba, son Constituciones de m u c h a
extensión, que no se l i m i t a n a la declaración de los dere-
chos humanos, a la organización central del E s t a d o y al
establecimiento del procedimiento de reforma de la Cons-
titución, sino que se proponen t a m b i é n o r g a n i z a r con cier-
t o detalle muchas instituciones secundarias y complementa-
rias, como Tas Secretarías de Estado, el Gobierno Provin-

— 47 —
MANUKI. A. AMIAMA

cial y M u n i c i p a l y establecen ciertas n o r m a s que en otros


países se c o n f i a n a la acción del legislador ordinario. D e
este tipo son t a m b i é n a l g u n a s Constituciones de los Estados
de la U n i ó n A m e r i c a n a , en las que vemos disposiciones has-
ta sobre el r é g i m e n de las m i n a s y de los transportes. Este
recargo de las Constituciones con previsiones que general-
mente se consideran m i s propias del derecho administrati-
vo que del constitucional, tienen u n m o t i v o político. Obe-
decen al propósito de l i b r a r la regulación de ciertas ma-
terias de las m u d a n z a s demasiado frecuentes que resultan
de la alternación de los partidos en el gobierno. A l g u n o s
critican este sistema, al cual acusan de restar a la Consti-
tución sencillez y f u n d a m e n t a l i d a d . P a r a otros, es una ten-
dencia llamada a a f i r m a r s e , porque consideran que los in-
tereses de la democracia frente al creciente intervencionis-
m o del Estado y al predominio de los métodos administra-
tivos. requieren como f r e n o u n a regulación de la actividad
a d m i n i s t r a t i v a que esté lo m ¿ s posible fuera del alcance
modificador de la propia A d m i n i s t r a c i ó n y del legislador
ordinario.
E n el o t r o extremo se sitúa el t i p o de la Constitución
sintética, casi sólo e n c a m i n a d a a la organización de los po-
deres públicos y del procedimiento p a r a la reforma consti-
tucional. como lo era la Constitución francesa de 1875, for-
mada p o r las Leyes de ese año. L a nueva Constitución de
la U n i ó n francesa, de 19-16. no ha a u m e n t a d o mucho en
extensión en comparación con la de 1875, a u n q u e incluye
implícitamente o por vía de adopción la Declaración de los
Derechos del H o m b r e y del C i u d a d a n o de 1789. E n ella no
se detalla n i n g u n a de las atribuciones del P a r l a m e n t o ni
del Poder Ejecutivo, salvo las que se refieren a ciertos nom-
bramiento® de funcionarios de la m á s a l t a categoría polí-
tica y de los jueces del orden j u d i c i a l .
E n posición intermedia, se encuentran otras Constitu-
ciones como la de los Estados Unidos y la nuestra, que ade-
m á s de las previsiones que ya hemos calificado como de
f u n d a m e n t a l e s y características de toda Constitución, se-
ñ a l a n expresamente a l g u n a s atribuciones al Congreso, al

— 48 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Presidente de la República y al ó r g a n o m á s alto del Poder


J u d i c i a l ( S u p r e m a C o r t e de J u s t i c i a ) .

Consagración de los derechos absolutos.—En la m a y o r


parte de las Constituciones, la consagración de los derechos
absolutos de los c i u d a d a n o s y de los habitantes del Estado,
ocupa u n sitio de preferencia. E n ciertos países llega a te-
nerse el criterio de que lo esencial de u n a Constitución es-
t r i b a en la consagración de esos derechos y que todo lo de-
m á s es de m e n o r i m p o r t a n c i a . E n I n g l a t e r r a , donde t a n t o
se c o n f í a en la f u e r z a de la t r a d i c i ó n c o n s u e t u d i n a r i a , las
partes escritas de la Constitución so refieren principal-
mente al a s e g u r a m i e n t o de los derechos absolutos. E n los
Estados Unidos, en la Constitución de 1787 se dieron como
por sobrentendidos los derechos absolutos ya reconocidos
en las Colonias m á s avanzadas en su o r g a n i z a c i ó n políti-
ca que f o r m a r o n el Nuevo Estado. Pero q u e d ó en pie u n
g r a n descontento por este exceso de c o n f i a n z a . Das años m á s
U r d e , f u e preciso, p a r a acallar este descontento, hacer u n a
i m p o r t a n t e e n m i e n d a a la Constitución, agregándole una
Declaración de Derechos.

Organización de las instituciones del Estado.—La orga-


nización de las instituciones del E s t a d o se inspira, en todas
las Constituciones modernas, en el p r i n c i p i o de la tridivisión
de los poderes y por t a n t o las Constituciones suelen consa-
g r a r g r a n extensión a cada una de las instituciones que en-
c a r n a n cada u n o de esos tres poderes. C o m o veremos con
m á s detalle en otro p u n t o , las Constituciones modernas
tienden a precisar en su propia esfera todo c u a n t o se rela-
ciona con el Poder Legislativo, no d e j a n d o , respecto a esto,
n i n g ú n c a m p o de acción a la legislación o r d i n a r i a . Después
de los derechos absolutos, lo que m á s preocupa siempre a
las asambleas constitucionales es d e m a r c a r con precisión
la estructura y el f u n c i o n a m i e n t o do los cuerpos legislati-
vos, para que no puedan hacer n a d a respecto de su p r o p i a
organización y t e n g a n siempre como obligatorio m a r c o el
de la Constitución.

— 49 —
MANUEL A. AMIAMA

Por lo que respecta al Poder Ejecutivo. las Constitu-


ciones generalmente se l i m i t a n a lo f u n d a m e n t a l , permi-
tiendo que la legislación o r d i n a r i a complete el sistema de
su funcionamiento. P a r a el Poder J u d i c i a l , las Constitu-
ciones suelen ser m á s parcas a ú n : generalmente las Cons-
tituciones a b a n d o n a n al legislador o r d i n a r i o la demarca-
ción de la competencia de las Cortes y Tribunales que lo
i n t e g r a n . E n el caso de F r a n c i a , no obstante ser la p a t r i a
del ilustre escritor que sistematizó m á s elocuentemente la
teoría de la división de los |>odercs, los estadistas y a ú n
muchos de los tratadistas de derecho público se negaron
siempre a reconocer el poder j u d i c i a l como u n poder dife-
rente al poder ejecutivo. E n las Constituciones de 1875,
la justicia no aparece o r g a n i z a d a como un poder, sino im-
plícitamente como una r a m a especial de la a d m i n i s t r a c i ó n
ejecutiva. La reciente Constitución de 1ÍW6 es menos tími-
da. pues o r g a n i z a u n a nueva institución — e l Consejo Supe-
rior de la M a g i s t r a t u r a — cuya misión es a s e g u r a r el nom-
b r a m i e n t o y la promoción de los jueces en una f o r m a que
n o dependa enteramente como antes del Poder Ejecutivo.
La i n a m o v i l i d a d de los jueces dei orden j u d i c i a l se ha con-
vertido « d e m á s en un precepto constitucional. E n esencia,
pues, la nueva Constitución francesa ha reconocido al po-
der judicial como una fuerza independiente del Poder Eje-
cutivo.
A u n cuando hay a ú n m u c h a s Constituciones escritas
que silencian por Completo las instituciones a d m i n i s t r a t i v a s
secundarias, como Departamentos, Provincias y Comunes,
la mayoría de ellas adopta u n sistema contrario, a u n q u e
a b a n d o n a n d o al legislador o r d i n a r i o la tarea de d e f i n i r en
detalle sus atribuciones, salvo a l g u n a s m u y fundamenta-
les, como las de establecer tributos y sanciones.

Procedimiento ytara la reforma


constitucional.—A esta
m a t e r i a se consagra generalmente en las Constituciones
modernas una buena parte de su articulado. Y a veremos
esto con m á s detalle en el punto X X I de estas Nota».

50
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Estructura de la Constitución dominicana.—La Cons-


titución dominicana, con la e s t r u c t u r o que le ha d a d o la
m á s reciente de las reformas, o sea la del 15 de enero de
1947, está integrada por 16 Titulos, subdivididos, algunos
de ellos, en Secciones. La división no es siempre m u y siste-
m á t i c a , puesto que algunas materias, como por ejemplo, to-
do lo que en ella se refiere al Poder Legislativo, pudiera ser
objeto de un solo Titulo subdividido en Secciones, en vez de
ser objeto, como lo es, de varios Títulos, como si los distin-
tos aspectos fueran materias distintas.
E l T i t u l o I se refiere a la Nación, al Gobierno y al Te-
rritorio: el Titulo I I a los Derechos I n d i v i d u a l e s ; el Ti-
tulo I I I a los Derechos Políticos; el Título I V a la Sobera-
n í a : los Títulos V, VI y V I I al Poder J u d i c i a l ; el T í t u l o X
a la C á m a r a de C u e n t a s ; el T í t u l o X I a los A y u n t a m i e n t o s ;
el Título X I I al Régimen de las Provincias; el Título X I I I
a las Asambleas Electorales; el Título X I V a la Fuerza Ar-
m a d a : el Titulo X V , se integra de varias Disposiciones Ge-
nerales; y el Título X V I y último, a las R e f o r m a s Consti-
tucionales.
Los 16 Titulos indicados comprenden u n total de 112
artículos.
El texto de la Constitución tiene u n total de aproxima-
damente 3.000 palabras.

— 51 —
PUNTO S E P T I M O

Los derechos absolutos.—Son derechos absolutos aque-


llas prerrogativas del hombre que. en el concepto de la vida
moderna de la humanidad, se consideran indispensables
para que el hombre pueda cumplir normalmente sus fines
naturales y sociales. Aunque estos derechos se consagran
en las Constituciones para precisarlos y reafirmarlos, se
sostiene en la Teoría Política que su existencia es superior
y anterior a todo pacto constitucional. Su revelación y reco-
nocimiento ha ido ocurriendo a través de la historia y su
número se ha ido haciendo m á s nutrido a medida que la
sociedad ha ¡do progresando en moralidad y en activida-
des. Los derechos absolutos son llamados también derechos
del hombre, derechos individuales, derechos fundamentales,
derechos inherentes a la personalidad h u m a n a y también
derechos humanos. La Constitución dominicana los deno-
mina derechos individuales y también derechos inherentes
a la personalidad humana. Los primeros derechos del hom-
bre fueron reconocidas, por vía constitucional, en Inglate-
rra con la Carta Magna. E n la Constitución de los Estados
Unidos, fueron consagrados en la parte prcambular de una
manera implícita y de manera explícita en la primera en-
mienda que se hizo a la Constitución. A l ocurrir la Revolu-
ción Francesa, los principales derechos individuales que re-
conocemos hoy fueron consagrados en un documento me-
morable votado por la Asamblea Nacional que se conoce con
el nombre de Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano. E n esta Declaración, la Asamblea Nacional se

— 62 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

inspiró p r i n c i p a l m e n t e en las doctrinas de Locke y Rous-


seau.
Los derechos del h o m b r e f i g u r a n hoy expresamente
reconocidos, en una u o t r a f o r m a , y con diferencias poco
fundamentales, en todas las Constituciones democráticas
que merecen este calificativo. Sólo hay divergencias e n lo
relativo a la inviolabilidad de la vida, porque en muchos
países existe todavía la pena de muerte.
Desde el principio de su constitución la O r g a n i z a c i ó n
de las Naciones U n i d a s se esforzó por hacer aceptar a todas
las Naciones que i n t e g r a n esc m a g n o o r g a n i s m o interna-
cional, u n a convención sobre Declaración U n i v e r s a l de los
Derechos H u m a n o s . La convención fue lograda y se procla-
m ó en P a r í s el 10 de D i c i e m b r e de 1918.
E n las notas que siguen, se analiza el sentido de los
principales derechos individuales reconocidos por las nacio-
nes modernas.

La inviolabilidad de la vida.—La cuestión de la pena


de muerte.—Desde el p u n t o de vista filosófico, la inviolabi-
lidad de la v i d a constituye, sin d u d a a l g u n a el p r i m e r o y el
m á s g r a n d e de los derechos del hombre, puesto q u e es la
vida el hecho o la condición necesaria p a r a que haya socie-
dad h u m a n a . S i n embargo, este derecho no se estima como
inviolable en todas las naciones del m u n d o . N u m e r o s a s na-
ciones de a v a n z a d a civilización y de organización demo-
crática, niegan todavía carácter absoluto a esta prerroga-
tiva h u m a n a . E n t r e nosotros, ha h a b i d o a l t e r n a t i v a s e n la
Constitución. Desde 1844 hasta 1908, la Constitución do-
m i n i c a n a no consagraba la inviolabilidad de la vida y por
t a n t o p o d í a establecerse y pronunciarse la pena de m u e r t e
p a r a ciertos crímenes. M u c h o s dominicanos eminentes se
m a n i f e s t a r o n en ese período r a d i c a l m e n t e contrarios a que
la Constitución, con su silencio al respecto, p e r m i t i e r a la
existencia y aplicación de la pena de muerte.

A fines del siglo pasado, el notable j u r i s t a R a f a e l Jus-


t i n o Castillo ( e n 1886) publicó u n a tesis contra la pena de
muerte. E l insigne E u g e n i o M a r í a de Hostos se p r o n u n c i ó

— 63 —
MANUKI. A. AMIAMA

i g u a l m e n t e contra esta pena en sus cátedras de Derecho


Constitucional en el I n s t i t u t o Profesional, que se publica,
ron en 1897. Este m o v i m i e n t o de ideas d i ó l u g a r a que se
lograra u n a p r i m e r a conquista en 1908. La r e f o r m a cons-
t i t u c i o n a l de ese a ñ o p r o h i b i ó la pena de m u e r t e por deli-
tos políticos. E n f i n . la reforma de 1924 la s u p r i m i ó p a r a
todos los casos y en esc m i s m o a ñ o el Congreso dictó una
ley p o r v i r t u d de la cual en todos los casos en que el C ó d i g o
Penal estableciera la pena de m u e r t e , sólo se a p l i c a r l a la
de t r a b a j o s públicos p o r t r e i n t a años, y la de veinte a ñ o s
c u a n d o se reconocieran circunstancias atenuantes.
E n 1942 hubo u n a r e f o r m a constitucional. Seguramen-
te debido a la circunstancia do que en ese a ñ o la R e p ú b l i c a
se encontraba en estado de g u e r r a con las potencias totali-
tarias, se i n t r o d u j o de nuevo la pena de m u e r t e en la Cons-
t i t u c i ó n , pero con la i m p o r t a n t e reserva de que sólo p o d r í a
aplicarse en los casos de t r a i c i ó n , e s p i o n a j e y otros críme-
nes de lesa p a t r i a y siempre, a d e m á s , que en el m o m e n t o
del p r o n u n c i a m i e n t o y ejecución de la pena, la R e p ú b l i c a se
encuentre en estado de g u e r r a con nación e x t r a n j e r a . C o m o
puede advertirse, son t a n t o s los requisitos, que práctica-
mente puede decirse que en la R e p ú b l i c a D o m i n i c a n a n o
existe la pena de muerte. E l texto es el inciso 1? del a r t i c u l o
6 de la Constitución.

La libertad de conciencia y de cultos.—Importancia


histórica del problema.—La libertad de conciencia consis-
te en el derecho que se reconoce a todo h o m b r e de tener, en
m a t e r i a de religión, las creencias í n t i m a s que estén m á s
de acuerdo con su r a z ó n , su tradición y educación. La li-
bertad de cultos consiste en el derecho que a todo h o m b r e
pertenece de m a n i f e s t a r , por actos externos, la i n t i m i d a d
de sus creencias religiosas. L a libertad de conciencia y de
cultos h a representado p a r a el h o m b r e u n a de las conquis-
tas m á s difíciles. Este proceso de conquista, esta lucha no
ha cesado todavía completamente, n i siquiera en muchas
de las naciones m á s civilizadas. La p r i m e r a Nación que re-
conoció constitucionalmente la libertad de conciencia y de

— 64 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

cultos fuo la U n i ó n Norteamericana, al conquistar su Inde-


pendencia. E n ese momento, ni a ú n I n g l a t e r r a , m a d r e de
otras muchas libertades, la habia reconocido. La m i s m a De-
claración de los Derechos del H o m b r e y del C i u d a d a n o , me-
morable f r u t o de la Revolución Francesa, f u e reticente en
este punto.
E n la República D o m i n i c a n a , la Constitución en el in-
ciso del articulo 6, consagra la libertad de conciencia y
de culto, sin o t r a limitación que el respeto debido al orden
público y a las buenas costumbres. Sin embargo, el A r t .
93 de la Constitución estatuye que las relaciones de la -Igle-
sia Católica Apostólica R o m a n a y el E s t a d o s e g u i r á n sien-
do las m i s m a s que son actualmente, en t a n t o que la reli-
g i ó n Católica Apostólica R o m a n a sea la que profese la ma-
yoría de los dominicanos. Existe pues e n t r e nosotros, desde
la f u n d a c i ó n de la República, u n modus vivendi de carácter
constitucional en m a t e r i a religiosa, en v i r t u d del cual la
religión Católica Apostólica R o m a n a es en cierto modo la
religión del E s t a d o o aquella a la cual el Estado puede li-
citamente concederle ciertos privilegios legales y adminis-
trativos. siempre que con ello no se lesione el principio de
la libertad de conciencia y de cultos, reconocida a todos los
asociados. E n la práctica, esta libertad existe efectivamen-
te y de ella d i s f r u t a n todos. Conviene a d v e r t i r que en el
concepto de religión no pueden ser incluidas ciertas prác-
ticas de carácter orgiástico y salvaje y q u e por t a n t o estas
prácticas no pueden beneficiarse de la libertad constitucio-
nal que comentamos.

Tampoco se incluyen e n t r e las confesiones religiosas


permitidas por la a m p l i t u d del principio constitucional,
aquellas cuyos credos, b a j o el d i s i m u l o de religiosidad, obli-
g a n a los asociados o feligreses a resistir el c u m p l i m i e n t o
de las leyes aplicables a la generalidad de los asociados.

Libertad de expresión dei pensamiento.—Para el hom-


bre que vive en sociedad, es condición f u n d a m e n t a l la li-
bertad de expresión del pensamiento, que no es o t r a cosa
que la expresión de la libertad de conciencia, en un radio
MANUKI. A. AMIAMA

m á s a m p l i o que el de la creencia religiosa. Esta libertad es


esencial al h o m b r e especialmente en m a t e r i a política. Se de-
n o m i n a t a m b i é n libertad o derecho de libre opinión. Es un
derecho m ú l t i p l e o complejo, que abarca t a n t o la libertad
de hablar como la de escribir y la de t r a s m i t i r el pensa-
m i e n t o por cualquier medio que sea, conocido o por cono-
cerse. S u manifestación m á s i m p o r t a n t e es la libertad de
i m p r e n t a y de prensa, esto es la de publicar libros y perió-
dicos con toda clase de opinión sobre materias religiosas,
políticas, científicas o de cualquier o t r a naturaleza. S u con-
quista por las sociedades democráticas no ha sido cosa fácil.
L a lucha por esta libertad continúa todavia. A u n en la ac-
t u a l i d a d , hay grandes porciones de la h u m a n i d a d donde
esta libertad no existe o donde su ejercicio conlleva t r a b a s
y dificultades y a u n peligros extremos p a r a la seguridad
y la vida.
E n la República D o m i n i c a n a , la Constitución consagra
el derecho de expresar el pensamiento sin sujeción a cen-
sura previa, en el inciso 5 del articulo 6. Dicho texto se li-
m i t a a establecer la posibilidad de sanciones contra los que,
abusando de este derecho, atenten contra la honra de las
personas, el orden social o la paz pública. Se consagra asi
en esta materia u n régimen represivo a posteriori, pero no
una previa restricción al ejercicio del derecho, que es lo
esencial en este punto.

Derecho a la seguridad individual—Este derecho con-


siste en la libertad física de acción y de m o v i m i e n t o y de
no encerramiento o encarcelamiento sin causa j u s t i f i c a d a
en la ley. F u e objeto de las p r i m e r a s declaraciones en la
C a r t a M a g n a que ya hemos e x a m i n a d o antes. Es una liber-
tad de extrema i m p o r t a n c i a , puesto que el h o m b r e a m a y
necesita la libertad física casi t a n t o como la vida. E s t á con-
sagrada en todas las Constituciones del m u n d o , salvo en
aquellas que sólo tienen de Constitución el nombre.

Proyecciones principales.—La seguridad individual,


que s i g n i f i c a la seguridad física, constituye una libertad
m u y compleja, y se descompone en múltiples garantías, to-

— 56 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

das coadyuvantes al m i s m o fin. Comprende la prerrogati-


va del individuo de no ser sometido a a p r e m i o corporal,
esto es, a encarcelamiento, por deudas o r d i n a r i a s y nor-
malmente contraidas, es decir, sin Intervención del f r a u d e
o sin infracción a las leyes penales. E l a p r e m i o corporal o
encarcelamiento por deudas estaba a la orden del dia en el
a n t i g u o régimen, esto es, hasta la Revolución Francesa y
la revolución emancipadora de los Estados Unidos. E n la
propia I n g l a t e r r a , esta I n h u m a n a práctica estuvo en vigen-
cia hasta los tiempos que Charles Dickcns describe en sus
famosas novelas, o sea hasta los primeros años del siglo
X I X . Comprende t a m b i é n la seguridad individual la garan-
tía contra prisiones y detenciones por orden de los funcio-
narios administrativos y la de sólo depender, en esta ma-
teria. de las autoridades judiciales, y aun esto con requisi-
tos formales. Comprende t a m b i é n el derecho de no ser juz-
gada una persona dos veces por la m i s m a causa, lo que cons-
tituye la regla d e n o m i n a d a non bi# in idem.
Comprende la g a r a n t í a de no tener nadie que declarar
en contra de si mismo, en n i n g u n a circunstancia, ni a u n a
petición o requerimiento de las autoridades judiciales. E n
la época actual en ciertos países incluso de los m á s demo-
cráticos. esta g a r a n t í a está padeciendo i n f o r t u n a d a s vulne-
raciones. Comprende t a m b i é n la seguridad individual la
g a r a n t í a de no s u f r i r n i n g u n a condena, por leve que sea
la pena, sin juicio en audiencia pública o sin una citación re-
g u l a r . Todo este c o n j u n t o de g a r a n t í a s p a r a las causas
judiciales se denomina en el derecho anglo-sajón debido
procedimiento legal y f i g u r a en la C a r t a M a g n a , de donde,
con ampliaciones y precisiones, ha pasado a todo el derecho
constitucional democrático. Se exceptúan de la audiencia pú-
blica los casos disciplinarlos, habiéndose establecido que
esta omisión tampoco es posible cuando las penas excedan
de la naturaleza p u r a m e n t e disciplinaria. L a seguridad in-
dividual comprende también el derecho de ser sometido
todo presunto Infractor a u n juez o t r i b u n a l competente,
dentro de las cuarenta y ocho horas de la detención, sin
k> cual debe ordenarse la libertad, asi como el derecho a

— 57 —
MANUEL A. AM1AMA

u n a providencia f o r m a l dentro de las cuarenta y ocho ho-


ra» del sometimiento al juez o t r i b u n a l competente. E n f i n ,
comprende t a m b i é n como suprema g a r a n t í a el derecho a
recobrar la libertad en los casos de prisión a r b i t r a r i a o
ilegal, por un procedimiento expeditivo, que es lo que se
l l a m a el procedimiento de Habeos corpus, que nació en In-
glaterra en la Edad Media y se ha generalizado en todos
los países democráticos.
E n la República D o m i n i c a n a , todo lo relativo al dere-
cho a la seguridad individual f i g u r a en el inciso 12 del ar-
tículo 6 de la Constitución, el cual constituye uno de los fun-
damentos m á s sólidos de la organización política y del De-
recho Constitucional dominicano. S u texto está complemen-
tado por la Ley de 1915, de normal aplicación en nuestros
Tribunales y Cortes de Apelación.

Inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia.—


E l hombre, a ú n desde su estado p r i m i t i v o , se ha preocupa-
do por tener una vivienda. E n esta vivienda se acoge con
sus familiares. Quiere y ha querido siempre que esta vi-
vienda esté protegida en su i n t i m i d a d contra toda curiosi-
dad extraña. N o es sólo su vivienda material, sino su ho-
g a r , su refugio espiritual. Este poderoso instinto f a m i l i a r
hacia la protección de la vivienda p r i v a d a ha debido tener
expresión en la organización j u r í d i c a de los pueblos y ha
dado nacimiento, por el interés de todos los asociados en
una comunidad, al derecho a la inviolabilidad del domici-
lio. E n esta expresión, el t é r m i n o domicilio recupera su
sentido etimológico y se refiere, no al lugar de la ubica-
ción j u r í d i c a del individuo como en el derecho civil, sino
al s a n t u a r i o donde el hombre, con su f a m i l i a , habita regu-
larmente y donde concentra lo m á s í n t i m o y p r i v a d o de su
actividad. El derecho a la inviolabilidad del domicilio f u e
consagrado por primera vez en Inglaterra por la C a r t a Mag-
na y se ha convertido, en las Constituciones de todos los
pueblos civilizados, en uno de los derechos fundamentales
del hombre.
E n la República D o m i n i c a n a , la inviolabilidad del do-
micilio está consagrada por el inciso 9 del A r t . 6, do la

— 58 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Constitución. N o es t a n absoluto este derecho que, abroque-


lado con él. el asociado pueda cometer i m p u n e m e n t e y a
salvo del brazo de la justicia atentados contra la propia
sociedad en que vive.
E l texto constitucional provee que las autoridades pue-
d a n penetrar en el domicilio de las personas, cuando se
t r a t e de casos previstos por la Ley y con las formalidades
que ella prescribe.
Tan sagrado como la privacidad del hogar, es p a r a el
h o m b r e el secreto de la correspondencia que sostiene con
sus familiares, a m i g o s y relacionados. N o solamente le in-
teresa este secreto por razones sentimentales, sino t a m b i é n
en ciertas circunstancias, por motivos de interés económi-
co. Piénsese, por ejemplo, en los hombres de ciencia que in-
t e r c a m b i a n sus ¡deas y noticias sobre u n a investigación que
están realizando, de cuyos resultados pueden depender be-
neficios justificados. Piénsese, en el caso de los comercian-
tes que, lícitamente, necesitan, p a r a proteger sus negocios,
evitar la comi>etencia de sus colegas. P o r esto, el derecho a
la inviolabilidad de la correspondencia ha debido ser con-
sagrado como u n a prerrogativa, f u n d a m e n t a l p a r a la vida
en sociedad, en las Constituciones modernas.
L a Constitución d o m i n i c a n a consagra este derecho en
el inciso 8 del A r t . 6. A la correspondencia o r d i n a r i a nues-
t r o texto constitucional asimila los demás documentos pri-
vados e incluye en la categoría de correspondencia las co-
municaciones telegráficas, telefónicas y cablegráficas. Se
interpreta a d e m á s que estas indicaciones no son limitativas.
L a protección debe extenderse a cualquier otro medio de
comunicación que pueda ingeniarse por la mente h u m a n a
en el f u t u r o . C o m o en el caso anterior, este derecho no pue-
de ser absoluto. E n ciertos casos, la correspondencia puede
registrarse y ocuparse, pero sólo mediante procedimientos
legales y siempre que se t r a t e de la sustanciación de asun-
tos que se ventilen en la justicia y h a y a , por supuesto, in-
terés público en t a l sustanciación.

IM libertad de enseñanza.—La libertad de enseñanza


representa la necesaria reacción contra el régimen que im-

— 59 —
MANUEL A. A MI AMA

peró en la m a y o r parte de los pueblo» hasta hace algunos


siglos, según el cual sólo el clero o funcionarios del Estado
tenían el privilegio de educar e instruir. Se descompone
esta libertad en dos prerrogativas distintas, pero comple-
mentarias la una de la otra. La p r i m e r a , la libertad de en-
señar a otro que se reconoce a todo el mundo, sin lo cual
la c u l t u r a carecería de la fuerza expansiva que conviene
a la perfección del hombre y de la sociedad. La segunda,
la de enseñar cada cual la verdad según cada cual la crea,
sea en el orden religioso, científico, artístico o de cualquier
otra naturaleza, sin lo cual la cultura se estancaría por el
dugm3tismo. E n ciertos países, se ha pretendido d a r una in-
terpretación tan extrema a la libertad de enseñanza, que
se ha caído en el extremo vicioso de sostener que el Estado
no debe mantener agentes para la enseñanza, a fin de que,
por la fuerza que de hecho tiene el Estado y la influencia
que lo rodea, la libertad de enseñanza de los particulares
no sufra menoscabo. Hoy se reconoce que la libertad de en-
señar deba corresponder no sólo a los hombres, considera-
dos individualmente, sino también a las instituciones, in-
cluso a las públicas. E n los tiempos contemporáneos, se ha
llegado a 3lgo m á s a ú n : a la noción de que el Estado, no
sólo tiene el derecho de participar en la enseñanza, sino
que tiene el deber de haccrlo. aunque sin caer en los dogma-
tismos que en el pasado provocaron los privilegios de las
instituciones clericales.

E n t r e nosotros, el inciso 4 del A r t . 6 de la Constitu-


ción conisagra la libertad de enseñanza. S u texto dispone
que la instrucción p r i m a r i a estará sujeta a la vigilancia
del Estado. Prescribe la obligatoriedad de esta enseñanza
p a r a los menores de edad escolar, en la f o r m a que establece
la ley. Provee la gratitud de esta instrucción. la prima-
ria. en los establecimientos oficiales y, para los fines de
esta g r a t i t u d , asimila a ella la instrucción que se da en
las escuelas agrícolas, de artes manuales y economía do-
méstica. E s t a importante g a r a n t í a para la cultura popular
se estableció con la r e f o r m a constitucional de 1942.

— 60 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Libertad de asociación y reunión.—El hombre es un


sér eminentemente social. según lo c o n f i r m a la historia.
Tanto por razones instintivas como sentimentales, y tam-
bién por motivos de conveniencia p a r a el m e j o r éxito de sus
actividades particulares, gusta de asociarse con otros en
una f o r m a m á s estrecha y circunscrita que aquella en que
está vinculado con los otros hombres en la m á s a m p l i a pe-
ro m á s difusa c o m u n i d a d que constituye la Nación. P a r a
que el hecho de la asociación, duradero o eventual, pueda
d a r frutos apreciables, necesita t a m b i é n celebrar reunio-
nes con sus asociados y compañeros de grupo. P a r a el ejer-
cicio eficaz de su actividad política, la libertad de asocia-
ción y de reunión es particularmente indispensable. P o r
esta circunstancia las Constituciones democráticas moder-
nas no olvidan nunca consagrar esta libertad, o esta doble
libertad, en una f o r m a expresa e inequívoca.

L a Constitución dominicana consagra ambos derechos,


que son de una misma naturaleza, en el inciso 6 del articulo
6. Naturalmente, este derecho sólo puede ejercerse para
fines pacíficos y asi lo puntualiza el texto constitucional,
aunque no era indispensable hacerlo, puesto que todo de-
recho, p a r a ser absoluto, necesita por definición tener por
m i r a una finalidad licita, de modo que no tienda a lesionar
el interés de los demás asociados. E n cierto modo, los de-
rechos absolutos que hemos e x a m i n a d o en este punto, se
refieren a la seguridad y a la tranquilidad espiritual. E n
el p r ó x i m o punto, examinaremos otro g r u p o de derechos
absolutos, que interesan al hombre desde u n punto de vista
económico.

— 61 —
L'UNTO OCTAVO

El derecho de propiedad.—Protección contra la expro-


piación y la confiscación general de bienes.—Cuando en el
Derecho Constitucional se habla del derecho de propiedad
se hace referencia a la propiedad de toda naturaleza, pero
muy particularmente a la propiedad territorial o inmue-
ble. En las comunidades primitivas, poco pobladas y debi-
do al desconocimiento o a lo rudimentario de la agricultu-
ra. la tierra, especialmente fuera de las poblaciones cons-
tituía, al parecer, una propiedad común. En un período de
mayor población y de aprecio de la tierra como base de
cultivo y producción, la tierra que formaba el soporte de
las comunidades políticas, fue tomada en propiedad por el
rey o caudillo y por los personajes principales del gobier-
no, que fueron constituyendo en todas las comunidades pri-
mitivas una clase dominante o aristocrática. Esto explica
por qué, desde el inicio de los tiempos históricos más an-
tiguos de que se tiene noticia, las clases aristocráticas se
esforzaron por hacer reconocer, aun de los monarcas, el
respeto del derecho de propiedad. Los jefes guerreros re-
cibían con frecuencia donaciones en tierras después de las
guerras victoriosas, dentro de las propias comunidades o en
las nuevas comarcas conquistadas. Por esta circunstancia,
de todos los derechos individuales que hoy conocemos, el
de propiedad es el de más antigua formación, porque en su
reconocimiento y consagración como una prerrogativa in-
tangible, intervinieron las clases aristocráticas. En una u
otra forma, este derecho ha existido en todos los regímenes
constitucionales.
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Con el nacimiento en los pueblos occidentales de Eu-


ropa, después de la E d a d Media, de regímenes absolutos
y dado el mayor valor que había ido adquiriendo la tierra,
se produjeron frecuentes arbitrariedades de parte de los
monarcas, especialmente en los períodos de confusión y
guerra civil, que i n d u j e r o n a las clases aristocráticas, prin-
cipales dueñas de la riqueza territorial, a hacer reconocer
por los reyes de un modo solemne e irrevocable la ilegali-
dad de la expropiación sin compensación.
E n los tiempos modernos, este derecho está explícita-
mente consagrado en todas las Constituciones democráticas,
como una prerrogativa de todos los habitantes, sin distin-
ción de clase.
E n nuestro país, el derecho de propiedad está consa-
grado en el inciso 7 del art. 6 de la Constitución. Según su
texto, la propiedad privada cual que sea su naturaleza, no
puede ser tomada por el Estado ni por otras personas au-
torizadas por el Estado, sino por causa debidamente jus-
tificada de utilidad pública o interés social y previa j u s t a
indemnización. Según esto, la posibilidad de t o m a r la pro-
piedad p r i v a d a en tales casos no corresponde al a n t i g u o
concepto de la expropiación, sino m á s bien a la f i g u r a ju-
rídica de la enajenación o venta forzosa. La introducción
del interés social como justificante de esta enajenación for-
zosa en nuestro texto constitucional d a t a de la reforma de
1942. S i g n i f i c a que el Estado puede ordenar la expropia-
ción remunerada no sólo p a r a obras destinadas a ingresar
y permanecer en el p a t r i m o n i o del Estado, sino t a m b i é n
para resolver problemas en provecho de ciertos grupos o
núcleos de la comunidad necesitados de u n asiento territo-
rial para fines de habitación o de t r a b a j o . Es esta la pri-
mera f o r m a de aplicación que se ha dado a la reforma de
1942.
E l texto constitucional permite que en los casos de ca-
lamidad pública, la indemnización pueda no ser previa. E n
los casos ordinarios, la indemnización debe preceder a la
enajenación y debe ser j u s t a , lo que se ha interpretado siem-
pre en el sentido de que corresponda cuando menos al va-
MANUEL A. A MI AMA

lor al m o m e n t o de la expropiación y que sea f i j a d a por


tribunales en f o r m a contradictoria.
E l m i s m o texto, en su tercera parte, prohibe la con-
fiscación general de bienes, la que constituía u n a de las
prácticas m á s odiosas del a n t i g u o régimen. Según dicho
texto, la confiscación general de bienes sólo es permisible
en tiempo de guerra con nación extranjera, contra los cul-
pables de traición o espionaje.
Adviértase bien que la confiscación prohibida por la
Constitución es la de carácter general; pero no la de cier-
tos bienes, lo que sí puede disponerse en las casos de crí-
menes y delitos comunes p a r a cuanto haya servido para la
comisión de esas infracciones. E s la confiscación especial
que f i g u r a en varios casos previstos por el Código Penal y
otras leves represivas.

/x» libertad del trabajo.—Su verdadera significación


desde el punto de vista histórico.—Hasta la época del feu-
dalismo. salvo p a r a los siervos y esclavos cuyo género de
t r a b a j o dependía de los señores y amos, el t r a b a j o , era. co-
m o regla general, libre p a r a los hombres libres. E s t o os,
todo hombre libre, podía elegir y practicar como medio de
vida o con fines desinteresados, el género de t r a b a j o qu*í
mejor cuadrara a sus aptitudes, conocimientos o gustos.
Con el advenimiento del feudalismo, o sea después del im-
perio de C a r l o m a g n o . los hombres libres perdieron esa li-
bertad tradicional. Los señores feudales p r i m e r o y los mo-
narcas absolutos después, i m p l a n t a r o n prácticamente en
toda E u r o p a el sistema de que n i n g ú n hombre podía dedi-
carse a otro género de t r a b a j o que el señalado por los go-
bernantes. que era generalmente la misma clase de traba-
j o . para cada hombre, que el de su progenitor. E n muchos
casos, este sistema no p r o d u j o dificultades y en casos limi-
tados f u e propicio al perfeccionamiento de lo« artistas, ar-
tesanos, operarlos y obreros. Pero, en general, causó u n
g r a n estancamiento en el desarrollo de las actividades eco-
nómicas y muchas injusticias, sobre todo cuando, b a j o
el a m p a r o real. los trabajos se convirtieron en monopolio
de gremios y corporaciones dominados por individuos o
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

grupo» privilegiado«, que explotaban el sistema en su pro-


pio beneficio y sin consideración al interés general.
A l producirse la Revolución Francesa, esta situación
se habia atenuado en F r a n c i a , y b a j o el ejemplo de Fran-
cia, en otras naciones europeas. Pero la Revolución Fran-
cesa quiso d e f i n i r permanentemente la situación y procla-
m ó como u n derecho i n d i v i d u a l absoluto e irrevocable la
libertad del t r a b a j o y la abolición de los gremios y corpo-
raciones y asi se hizo. Desde entonces, la libertad del tra-
b a j o constituye un derecho absoluto reconocido en todas
las Constituciones democráticas.
E n la República D o m i n i c a n a , la libertad del t r a b a j o
está consagrada en el inciso 2 del A r t . 6 de la Constitución.
Se entiende que la expresión genérica " l i b e r t a d de t r a b a j o "
significa libertad de comercio, de obra, de i n d u s t r i a y en
general de toda actividad de la cual el h o m b r e pueda obte-
ner sustento, riqueza, o satisfacción desinteresada. Du-
rante a l g ú n tiempo, m u c h a s personas creyeron entre nos-
otros que la libertad del t r a b a j o lo que significaba era que
el E s t a d o no podia reglamentar, ni a u n por medio de leyes,
las relaciones entre los patronos y los trabajadores. Este
criterio completamente erróneo y contrarío al sentido his-
tórico de esta libertad, llevó a d a r lugar a que en el a ñ o
1926, se declarara inconstitucional una Ley sobre la Jor-
nada Comercial que el Congreso había votado. Frente a
este error, la Asamblea Revisora de 1934 agregó al texto
constitucional a l g u n a s frases p a r a indicar que lo que sig-
nificaba la libertad de t r a b a j o era la prohibición de mono-
polio» en beneficio de particulares. A u n así, el criterio co-
rrecto no quedó suficientemente aclarado. F u e preciso agre-
g a r en 1942 nuevas precisiones al inciso 2 del a r t i c u l o 6
de la Constitución. Las aclaraciones consistieron en decla-
r a r , explícitamente, que la ley puede, según lo requiera el
interés general, establecer la j o r n a d a m á x i m a de t r a b a j o ,
los días de descanso y vacaciones, los sueldos y salarios mí-
nimos y sus f o r m a s de pago, los seguro» sociales, la parti-
cipación preponderante de los nacionales en todo t r a b a j o ,
y en general, todas las medidas de protección y asistencia
MANUEL. A. AMIAMA

del Estado que se consideren necesarias en fnvor de los


trabajadores.
Conviene advertir que los monopolios de t r a b a j o pro-
hibidos por la Constitución, son los de los particulares. Por
tanto, la ley puede reservar con exclusividad ciertos tra-
bajos al propio Estado o a otras entidades públicas, por
razones de conveniencia económica, técnica, m i l i t a r o de
cualquier otra naturaleza. Así. desde hace muchos años, el
Estado se ha reservado el monopolio del transporte de la
correspondencia de p r i m e r a clase. Ultimamente, se ha re-
servado el monopio de la extracción de la sal. del m á r m o l
y otros minerales. Se reserva t a m b i é n como monopolio la
prestación de ciertos servicios de interés general. Los de-
talles de este punto corresponden al Derecho Administra-
tivo.

La libertad de tránsito.—Incorporando asi un progreso


democrático alcanzado en todas las naciones civilizadas, y
que en algunas ni siquiera necesita ya una declaración ex-
presa y escrita, la Constitución dominicana en el Inciso 10
del A r t . C consagra la libertad de tránsito, la cual signifi-
ca, por ser una libertad múltiple, la libertad de locomoción,
la libertad de residencia, t a n t o en cualquier parte del paíe
como en cualquier zona de la ciudad. Las a n t i g u a s reser-
vaciones o reducciones en las zonas urbanas, han queda-
do prohibidas en nuestro país desde el principio de la Re-
pública, como han sido abolidas en todas las naciones, a u n
en las menos civilizadas. L a residencia obligatoria en de-
terminadas regiones o ciudades ( c o n f i n a m i e n t o ) y la pro-
hibición de h a b i t a r en determinadas partes del país, por
cierto tiempo (destierro), sólo pueden resultar de conde-
naciones judiciales, en v i r t u d de la aplicación de leyes de
alcance general para todo el mundo. Fuera de este caso,
sólo por motivas imperativos de salud pública pueden las
autoridades, siempre sobre la base de disposiciones lega-
les, previas y de carácter general, disponer el traslado obli-
gatorio de las personas enfermas de males contagiosos, a
sitios o edificios determinados.

— 66 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Del mismo modo, las leyes de i n m i g r a c i ó n pueden con-


dicionar la permanencia definitiva o temporal de los ex-
t r a n j e r o s a d m i t i d o s en el pais, a que establezcan su resi-
dencia en zonas o regiones determinadas, de las cuales no
puedan salir, a no ser de nuevo p a r a dirigirse al exterior.
Tales son las excepciones a la libertad de tr&nsito pro-
vistas en la ú l t i m a parte del inciso 10 del articulo 6 de la
Constitución dominicana.

El derecho a la propiedad intelectual.—Este derecho


consiste en el privilegio, por parte de quien realiza con ori-
g i n a l i d a d u n a producción científica o literaria, o de quien
consigue a l g ú n invento o realiza u n descubrimiento median-
te su genio o su esfuerzo, de aprovecharse de los beneficios
económicos y morales que de ellos pueda derivarse. S u con-
sagración. que se o r i g i n ó en Inglaterra en el siglo X V I I ,
tiende a i m p e d i r los plagios y r a p i ñ a s que o c u r r í a n anti-
guamente, por culpa de los cuales muchos creadores e in-
ventores geniales o esforzados en el campo de la ciencia, la
técnica, el arte o la literatura, vivían y m o r í a n en la m á s
extrema pobreza, m i e n t r a s otros, con audacia y descaro,
utilizaban el producto de sus desvelos e inspiraciones acu-
m u l a n d o grandes riquezas.
Este derecho está consagrado en el inciso 11 del artícu-
lo 6 de la Constitución d o m i n i c a n a , desde el a ñ o 1865. Tie-
ne la particularidad de que. a u n q u e es un derecho absoluto,
no es en cambio, u n derecho perpetuo y ni siquiera vitali-
cio. L a Constitución a t r i b u y e al Congreso la potestad de
f i j a r el tiempo de su aprovechamiento exclusivo, o los re-
quisitos que hay que c u m p l i r para su conservación y man-
tenimiento por los titulares originarios.

Otros derechos absolutos.—En este p u n t o y en el an-


terior, hemos e x a m i n a d o los derechos absolutos que consa-
g r a nuestra Constitución en su artículo 6. E l articulo 7 de-
clara. sin embargo, que la enumeración contenida en el ar-
tículo 6 no es l i m i t a t i v a y que por t a n t o no excluye la exis-
tencia de otros derechos de igual naturaleza. Por su impor-
tancia, y aunque esos derechos no expresamente consagrados
I
MANUEL A. AM1AMA

son muchos, vamos a citar los siguientes: E n p r i m e r lugar


el derecho de igualdad ante la ley. Este derecho es t a n evi-
dente y t a n esencial a la democracia y característico de ella
que no necesita n i n g u n a declaración explicita. Véase, sin
embargo, el articulo 107, de que hacemos especial mención
en el punto subsiguiente. El penetra y d o m i n a todo el sis-
tema constitucional dominicano. Podemos citar t a m b i é n el
derecho de petición y de obtener contestación que tienen to-
dos los habitantes del país ante las autoridades. E n ante-
riores versiones de la Constitución dominicana, este dere-
cho estaba expresamente consagrado, pero por su carácter
indenegable se ha dejado de incluir entre los derechos ex-
plícitos. E l trascendental derecho de no tener nadie que
p a g a r impuestos sino cuando sean establecidos por la re-
presentación popular, y que se reconoce como fundamen-
t a l desde la C a r t a Magna, resulta del articulo 33, inciso 1
de la Constitución, que confiere sólo al Congreso el privi-
legio de establecer los impuestos o contribuciones y del A r t .
77, p á r r a f o único, que faculta a los Ayuntamientos a esta-
blecer arbitrios, o sea moderados tributo« locales, median-
te ciertos requisitos. E l derucho de protección contra la
ilegalidad está consagrado por el artículo 88 de la Consti-
tución. E n f i n , el articulo 89 consagra el derecho de pro-
tección contra los actos de cualquier persona que usurpe la
a u t o r i d a d , lo que incluye a las propias autoridades que
usurpen las funciones de otras.
Como comentario f i n a l a este punto y al anterior, re-
cordemos que los derechos individuales, desconocidos en la
antigüedad y en la E d a d Media, — s a l v o el de propiedad
para las clases eupátridas, patricias o aristocráticas—, h a n
tomado carta de naturaleza en las Constituciones gracias
principalmente a las revoluciones de Inglaterra, Estados
Unidos y Francia y a los esfuerzos de pensadores como
Locke y Rousseau.
PUNTO NOVENO

Dcrcchos político» de loa asociados.—Los derecho» ab-


solutos que hemos estudiado en los do» punto» anteriores
aprovechan o se refieren, m á s o menos en todos los países
civilizados y organizados democráticamente, a todos los que
habitan el territorio, »can nacionales o extranjeros, resi-
dentes o transeúntes. E n cierto modo, corresponden mo-
dernamente aunque desde luego con m á s desarrollo a los
derechos que en la antigua R o m a integraban lo que se de-
nominaba el jus gentium, que era una especie de derecho
común aplicable a los romanos y a los extranjeros o pere-
grinos. E l objeto de su declaración y reconocimiento con
carácter absoluto es el de proporcionar a todos, con la po-
sibilidad de su ejercicio, una esfera de actividad dentro
de la cual puedan desenvolver sus facultades y realizar
tos fines de la vida con seguridad, provecho y bienestar.

Pero, al lado de esos derecho» que aprovechan a todos


los habitantes, hay algunos que tienen como f i n asegurar
la participación activa de alguno» de los habitantes en la
estructuración y la orientación de la vida política, esto es
en la actividad que se relaciona con la organización de las
instituciones del Estado y la conducción del Gobierno. Es-
tos derechos se denominan derechos políticos y son la na-
cionalidad y la ciudadanía. E n los pueblos modernos, en
los que, como ya hemos visto, se reconoce casi universalmcn-
te que la soberanía reside en los pueblos, estos derechos
son los que, al ponerse en ejercicio, manifiestan el poder de
la soberanía y realizan el fenómeno o mecanismo de la re-
presentación. en virtud de la cual la soberanía popular se

— 69 —
MANUEL. A. AMIAMA

expresa por Instituciones y funcionarios que actúen en


nombre de la voluntad popular. U n a vez que se adquieren,
estos derechos políticos son t a n absolutos como loa ya es-
tudiados. y sólo se diferencian de ellos en el objeto de su
institución.

Bosquejo histórico,—Desde los tiempos primitivos, se


hizo la distinción en cada comunidad entre nacionales y
extranjeros. Los últimos raras veces eran hombres libres.
Generalmente habitaban la c o m u n i d a d a título de esclavos
o de siervos. Sólo los nacionales ocupaban las magistratu-
ras por derecho consuetudinario, aunque no como una pre-
rrogativa que. fuera de la m a g i s t r a t u r a , les confiriera un
papel activo, puesto que el sistema de gobierno en los pue-
blos primitivos, fuera patriarcal o caudillcsco, era de tipo
absolutista. Con el nacimiento en Grecia y en R o m a de una
organización que se a p r o x i m a b a a la democracia, nacieron
los derechos políticos, como u n a t r i b u t o asociado a la na-
cionalidad, con mayor extensión numérica en Atenas y con
menor extensión en E s p a r t a . E n R o m a , los derechos polí-
ticos de los ciudadanos eran t a m b i é n extensos en número,
puesto que abarcaban t a n t o a los patricios como a ios ple-
beyos, por lo menos p a r a el ejercicio de la función elec-
toral, a u n q u e no en los primeros tiempos p a r a el acceso
a las grandes magistraturas. Históricamente, aunque pa-
rezca ello extraño, los derechos políticos fueron reconocidos
primero que los derechos civiles. E n Grecia por ejemplo,
se t u v o primero noción de los derechos políticos que de los
derechos civiles, como prerrogativa reconocida y garanti-
zada de los ciudadanos.

La nacionalidad.—La nacionalidad es u n atributo, pero


también un derecho que el asociado adquiere por el hecho de
nacer en el territorio, o bien de nacer en cualquier parte que
sea, pero de padres que hayan tenido antes la nacionalidad
propagada al hijo. La nacionalidad que se adquiere por el
hecho de nacer en el territorio o suelo patrio, se denomina
nacionalidad territorial y m á s corrientemente nacionalidad
por jus soli (derecho del suelo). La que se adquiere por el

— 70 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

vinculo de la sangre se denomina nacionalidad por la san-


gre (jus sanguitiis y t a m b i é n nacionalidad de o r i g e n ) .
Históricamente, la nacionalidad jus sanguinis precede a
la nacionalidad por jus soli, porque las razones de raza y
de estirpe eran siempre las m á s poderosas, desde el punto
de vista político. E l sistema de la nacionalidad jus soli, pa-
ra equipararse al jus sanguinis, ha requerido u n largo
proceso de olvido y desdeñamiento de los a n t i g u o s orgullos
de raza y de estirpe que en otros tiempos avasallaron tan-
t o las sentimientos de los hombres, p r i n c i p a l m e n t e en el
seno de las clases privilegiadas.
E n nuestro país, a causa de las circunstancias que pro-
cedieron a la proclamación de la República, la p r i m e r a
Constitución dió u n a importancia p r i m o r d i a l a la raza y al
origen, pitra la atribución de la nacionalidad. E n la Cons-
titución actual la m a t e r i a está regida por el articulo 8. Se-
g ú n dicho texto, son dominicanos, en p r i m e r l u g a r , las per-
aonas que al presente gocen de esta calidad en v i r t u d de
Leyes y Constituciones anteriores. E n segundo t é r m i n o ,
todas las que nazcan en el territorio, con lo cual se consa-
g r a el jus soli: pero esta regla s u f r e dos excepciones: no
se i m p o n e la nacionalidad d o m i n i c a n a a los h i j o s legítimos
de lo« representantes diplomáticos e x t r a n j e r o s ; tampoco
so impone a los h i j o s de los extranjeros que estén de trán-
sito en el territorio nacional. L a determinación del estado
de tránsito, en cuanto a su carácter y duración, no ha sido
todavía regulada por n i n g u n a ley.
E n tercer l u g a r , consagrando asi el j u s sanguinis, el
texto constitucional declara dominicanos a las personas
nacidas en el e x t r a n j e r o que sean h i j a s d e p a d r e o m a d r e
dominicanos, siempre que, de acuerdo con las leyes del país
de nacimiento, no h a y a n a d q u i r i d o o t r a nacionalidad. E n
este ú l t i m o caso, sin embargo, las personas así nacidas en
países extraños pueden a d q u i r i r la nacionalidad dominica-
n a remitiendo al Poder Ejecutivo un acto levantado ante
u n oficial público por el cual manifiesten su propósito de
tener nacionalidad dominicana. Este derecho se d e n o m i n a
derecho de opción y p a r a que produzca efecto eficaz, la ma-
MANUEL A. AMIAMA

nifestación debo producir«« de los dieciocho a los veinti-


dós años, o sea dentro del a ñ o de cumplirse la mayor edad
civil conforme a la ley dominicana, lo que ocurre actual-
mente a los veintiún años.
Sin embargo, esc plazo no es absolutamente rigido. E l
Gobierno Dominicano, d u r a n t e la ú l t i m a guerra m u n d i a l ,
ha establecido el precedente de que el plazo no expira a los
veintidós años de edad del interesado, si después de los die-
ciocho años de edad el interesado se ha visto en una impo-
sibilidad absoluta para m a n i f e s t a r su voluntad, por hechos
extraños y poderosos.
E n fin, el texto constitucional considera t a m b i é n como
dominicanos a los que se n a t u r a l i z a n según la ley. Pero,
como veremos m á s adelante, en puntos subsiguientes, la
nacionalidad adquirida por nacionalización no tiene la mis-
m a eficacia política que la nacionalidad n a t u r a l a que nos
hemos referido en los jwirrafos anteriores. Además, como
la Constitución confia a la legislación ordinaria la regula-
ción de la naturalización, la ley puede dar a ésta efectos
revocables, lo que no ocurre con la nacionalidad n a t u r a l se-
g ú n veremos en seguida.

Su carácter irrevocable.—Puede decirse quo en la uni-


versalidad de los países civilizados, en los tiempos moder-
nos, la nacionalidad es un a t r i b u t o irrevocable, lo que quie-
re decir que una vez que se adquiere no puede arrancarse
a quien la posee. Ni a ú n en el caso de la comisión de crí-
menes de lesa p a t r i a se puede retirar la nacionalidad na-
t u r a l a quien la tiene a d q u i r i d a . Este peculiar atributo de
ia nacionalidad se ha reconocido siempre entre los pueblos
civilizados, a ú n de la a n t i g ü e d a d . E n los tiempos moder-
nos, sólo el régimen totalitario a l e m á n que sucumbió con
la ú l t i m a guerra, llegó al exceso de p r i v a r de la nacionali-
dad a grandes núcleos de la población alemana, por rencor
político disimulado con prejuicios raciales. E n una g r a n
democracia moderna, en los últimos meses del a ñ o 1953,
algunos extremistas han intentado con otras finalidades la
imitación de ese ejemplo, pero hasta ahora sin resultado.

— 72 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

E n nuestro pala, la nacionalidad n a t u r a l se ha reco-


nocido siempre como irrevocable. M á s a ú n , el texto consti-
tucional ( P á r r a f o del articulo 8) impone la nacionalidad
a los que han nacido como dominicanos, sin distinguir si
por razón del suelo o por razón de origen. Permite al le-
gislador o r d i n a r i o establecer sanciones p a r a los que, sien-
do dominicanos, aleguen la posesión de una nacionalidad
extranjera.
P o r tanto, las personas que conforme a nuestra Cons-
titución sean naturalmente dominicanas y adquieran, por
su voluntad o contra ella o a pesar de ellas, u n a naciona-
lidad extranjera, poseen una doble nacionalidad y ante
nuestras leyes y autoridades conservan los deberes y dere-
chos inherentes a los dominicanos, salvo lo que diremos
m á s adelante en el p á r r a f o Ciudadanía,
E l texto constitucional sólo hace una excepción en esta
materia. E n efecto, la m u j e r dominicana que se casa con
un extranjero, puede a d q u i r i r la nacionalidad de su mari-
do, lo que significa que puede no ser considerada como do-
m i n i c a n a si adquiere la nacionalidad del esposo. E s t a ex-
cepción tiene como f u n d a m e n t o el propósito de no poner
obstáculo a la unidad de nacionalidad en la asociación ma-
t r i m o n i a l . Con ello, además, la Constitución d o m i n i c a n a ha
querido p e r m i t i r la eficacia de Convenios Internacionales
que han tenido por objeto mantener la unidad de naciona-
lidad en el seno de los matrimonios, no obstante que tengan
los dos cónyuges nacionalidades distintas.

IAI asimilación de los extranjeros.—La naturalización.


— C o m o ya hemos visto, la Constitución permite la adqui-
sición de la nacionalidad dominicana por el procedimiento
de la naturalización, cuya regulación se confia a la legisla-
ción o r d i n a r i a . L a materia se rige por un estatuto que se
denomina la Ley de Naturalización. E l estudio de esta Ley
es materia que concierne al Derecho A d m i n i s t r a t i v o y por
tanto no lo emprenderemos en estas Notas. E n general, esa
Ley requiere como p r e l i m i n a r p a r a la concesión de la na-
cionalidad dominicana, — l a que depende soberanamente
del Presidente de la República—> o una residencia prolon-
MANUEL A. A MI AMA

gada en el país, o la creación en el país de cultivos o indus-


t r i a s , o el m a t r i m o n i o con una persona de nacionalidad do-
minicana, o la fijación formal de domicilio en el país, o la
prestación de servidos técnicos en las fuerzas a r m a d a s o
la disposición de ingresar en colonias agrícolas del Estado.
La ley faculta al Presidente de la República a conferir la
nacionalidad dominicana sin n i n g u n a condición a los ex-
tranjeros que hayan prestado servicios meritorios a la Re-
pública. (Nacionalidad p r i v i l e g i a d a ) . E n todos los casos,
la concesión es facultativa.

La ciudadanía.—La ciudadanía es la condición jurídica


que inviste a la persona del derecho de t o m a r parte activa
en la vida política del país a que pertenece. E n los tiem-
pos modernos, salvo por razones de edad, todos los ciuda-
danos tienen las mismas facultades políticas. E n la anti-
güedad. por ejemplo en Esparta, los ciudadanos (esparcia-
tas. periecos e ilotas, equivalentes respectivamente a miem-
bros de la clase elevada, la clase media y la clase b a j a ) ,
no tenían todos los mismos derechos políticos. Con el pro-
greso democrático, característico de la E d a d Moderna, ta-
les diferencias f u n d a d a s en diferencias genealógicas, h a n
desaparecido.
Las únicas diferencias que subsisten se f u n d a n en la
edad, y son por tanto, para cada ciudadano, meramente
temporales.

Derechos que implica la ciudadanía.—Generalmente,


la posesión de la ciudadanía confiere dos derechos subsidia-
r i o s : E l de elegir los magistrados de los órganos supremos
del Estado y otros que sean electivos, y el de desempeñar
las magistraturas electivas. E n ciertos casos, confiere tam-
bién una calidad indispensable p a r a el desempeño de car-
gos administrativos.

Sistema de la Constitución Dominicana.—La Constitu-


ción dominicana toca la materia de la ciudadanía en los ar-
tículos 9, 10 y 11. Declara ciudadanos a todos los domini-
canos de uno u otro sexo mayores de dieciocho años y a los
que sean o hubieren sido casados aunque no hayan cumplí-
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

d o esa edad. Por tanto, extiende el derecho de la ciudadanía


a las mujeres dominicanas, importante conquista ésta que
so consagró en la reforma constitucional de 19-12. patro-
cinada por el ilustre estadista Generalísimo y Doctor Rafael
L. T r u j i l l o Molina. Se advierte que, según el texto consti-
tucional, las personas cuyo m a t r i m o n i o se disuelve por
muerte o por divorcio, conservan la c i u d a d a n í a en la per-
sona de los divorciados o del cónyuge superviviente.
E n principio, el derecho electoral de los dominicanos
que h a n alcanzado la ciudadanía, es absoluto. Pero, al con-
t r a r i o de lo que ocurro con la nacionalidad n a t u r a l que es
irrevocable según ya hemos visto, la c i u d a d a n í a puede per-
derse en ciertos casos. Estos casos son los siguientes: por
t o m a r las a r m a s contra la República o prestar a y u d a en
cualquier atentado contra ella; por condenación a pena cri-
m i n a l y m i e n t r a s ésta d u r e ; por interdicción j u d i c i a l ; por
la admisión de empleos de a l g ú n gobierno extranjero en
el territorio dominicano sin previa autorización del Poder
E j e c u t i v o ; y por adquisición de otra nacionalidad. E n este
último caso, nótese que ni a ú n la adquisición de otra na-
cionalidad hace perder a los dominicanos su nacionalidad
n a t u r a l , según ya hemos dicho: lo que se pierde en ese caso
es simplemente la c i u d a d a n í a , que es cosa diferente de la
nacionalidad.
La Constitución no reserva a los ciudadanos dominica-
nos otras prerrogativas que las ya dichas, o sean la de ele-
g i r y la de ser elegidos p a r a las magistraturas que depen-
d e n del s u f r a g i o popular. La legislación o r d i n a r i a puede
reservarles otras prerrogativas que no alcancen a los ex-
tranjeros. Ciertas leyes establecen algunas prerrogativas
p a r a los ciudadanos dominicanos, que no tienen los extran-
jeros. Pero esto es ya del d o m i n i o del Derecho Administra-
tivo o del Derecho Civil, y no del Derecho Constitucional.

— 75 —
PUNTO DECIMO

El sufragio como ejercicio de ¡a soberanía popular.—


Hemos visto que, después de una larga evolución de ideas,
se ha consolidado en los tiempo« modernos, en todos los
países civilizados, tanto entre los pensadores políticos co-
mo en las organizaciones políticas, la teoría de que la so-
beranía reside esencialmente en el pueblo.
Como consecuencia de esto, el organismo político pri-
mario y fundamental en todo Estado democrático es el pro-
pio pueblo, la colectividad, la comunidad. Mas estrictamen-
te hablando, el organismo político primario y fundamen-
tal es la colectividad de los habitantes investidos de los de-
rechos políticos cuyo examen hemos hecho en el punto an-
terior, es decir, los ciudadanos. Empero, el ejercicio de las
funciones gubernativas de cada día no está atribuido en
las democracias modernas a la misma colectividad de los
ciudadanos, sino a instituciones permanentes que ejercen
los poderes de la ciudadanía, en representación de ésta. I J I
trasmisión o delegación de estos poderes lo realiza la co-
lectividad ciudadana por un acto que se denomina el s u f r a '
gio o elección. La función que ejerce en este caso la co-
lectividad ciudadana se denomina función electoral. La fun-
ción electoral es ejercida en determinados periodos, que
varían según los países. A veces, se ejerce cada año. En
ciertos casos, cada siete años. Hay distintos sistemas de
ejercer la función electoral, los principales de los cuales
veremos más adelante. Además, las distintas instituciones
del Gobierno se eligen de modos distintos, como también
veremos luego.

— 76 —
M R

NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

E n s u m a , p a r a los países organizados democrática-


mente. el s u f r a g i o es la institución esencial y característi-
ca. D e a h í su importancia en la ciencia política y el em-
peño que han t o m a d o todas las sociedades democráticas por
o r g a n i z a r su práctica en una f o r m a que represente, del
modo m á s fiel posible, la voluntad de los ciudadanos.

Constituye una función equiparable a la legislativa, la


ejecutiva y la judicial?—Por su m i s m a naturaleza, la fun-
ción electoral es una función política. ¿Debemos por eso
asimilarla a la función legislativa, la ejecutiva y la j u d i c i a l ?
Tal f u é la opinión de Bolívar, que f u é el primero en sumar-
la a las tres funciones ya mencionadas. E n realidad, es u n a
función política m u y i m p o r t a n t e e indisolublemente ligada
al sistema democrático. Pero lógicamente no debe ser asi-
milada a las otras funciones, sino m á s bien antepuesta a
ellas. E s como u n a función previa, sin cuyo ejercicio y sin
cuya obra falta el soporte p a r a las demás. S i r v e p a r a echar
ta base desde la cual a c t ú a n las otras funciones. Unas ve-
ces, como cuando se ejerce p a r a los fines de la r e f o r m a
constitucional, equivale o se a p r o x i m a a la función legisla-
t i v a , puesto que al ejercer en u n sentido o en otro, ma-
nifiesta la voluntad del pueblo acerca de las reformas que
se intentan. E n los casos ordinarios, su finalidad es de-
t e r m i n a r las agrupaciones políticas y por tanto los pro-
g r a m a s politices que deben d o m i n a r por un período de
tiempo en el seno de las instituciones gubernativas. D e to-
das las funciones políticas, es la ú n i c a cuyo ejercicio se
reserva directamente el pueblo, salvo ciertos casos en que,
por previsión de las Constituciones, o por decisión extraor-
d i n a r i a de los Congresos, se deben celebrar referendums
o plebiscitos en los que t a m b i é n actúa directamente el pue-
blo ppr medio del sufragio.
E n resumen, podríamos decir que. respecto de las fun-
ciones legislativa, ejecutiva y judicial, la f u n c i ó n electoral
es una función m a t r i z , superior a aquellas en contenido po-
lítico y que en el mecanismo político debe antecederlas. E s
pues una función política, tal como B o l í v a r lo creía y como
lo cree t a m b i é n Hostos, pero no de su mismo rango, sino

— 77 —
MANUEL A. A MI AMA

do u n r a n g o político superior y que además no se manifies-


t a , como las otras, permanentemente, sino a m á s o menos
largos períodos de tiempo, o en ciertas ocasiones extraor-
dinarias.

Diversos sistemas.—Las diversas Constituciones de-


mocráticas, aunque establecen desde luego el sufragio, no
lo hacen todas en la m i s m a extensión n i con los mis-
mos lincamientos. E n ciertos países, el voto está reservado a
los hombres; en otros, se hace extensivo a las m u j e r e s ; en
algunos, se hace depender de la condición económica y en
otros es independiente de esta circunstancia, siendo éste
hoy el sistema m á s generalizado. E n ciertos países, el su-
f r a g i o es directo para todos los cargos electivos, m i e n t r a s
que en otros es indirecto o de segundo g r a d o ; en la mayoría
de los países cada s u f r a g a n t e o ciudadano vota por todos
los candidatos y el resultado se basa en la proporción de
los votos obtenidos por cada uno, m i e n t r a s que en otras na-
ciones, ya m u y pocas, se aplica el sistema del voto limita-
do o del voto acumulativo, para que las minorías puedan
obtener algunos elegidos contra u n a mayoría que no sea
m u y a p l a s t a n t e ; en otros, se resuelve este problema me-
diante la elección por pequeños distritos, en los que se de-
cide localmente la elección de cada senador, d i p u t a d o o fun-
cionario municipal, y en otros por listas nacionales, depar-
tamentales o provinciales, para que la mayoría y la mino-
ría obtengan representaciones proporcionales a sus respec-
tivas fuerzas.

E n nuestro país, el voto es directo p a r a los cargos de


Presidente de la República. Senadores. Diputados. Regido-
res. Síndicos y Suplentes de éstos y en cierto modo indirec-
to o de segundo grado para los Jueces y miembros de la
C á m a r a do Cuentas, como veremos con m á s detalles en otro
p u n t o : i» circunscripción electoral es la C o m ú n p a r a los
funcionarios municipales, la Provincia p a r a los Senadores
y D i p u t a d o s y la Nación entera p a r a Presidente de la Re-
pública. considerándose al D i s t r i t o de Santo D o m i n g o pa-
ra este f i n como una Provincia (artículos 17. 20, 76 y 83
de la C o n s t i t u c i ó n ) .
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

E l derecho de voto existe tanto p a r a los hombres co-


m o p a r a las mujeres, desde la r e f o r m a de 19-12 (C., art. 9 ) .
E l derecho de voto no está supeditado en nuestro
país a n i n g u n a condición económica.
La Constitución prevé la representación de las mino-
rías cuando haya de elegirse m á s de u n candidato, que-
d a n d o a cargo de la legislación o r d i n a r i a regular el siste-
m a de cálculo del resultado de los votos (art. 8 4 ) .
La Constitución requiere la inscripción previa de los
electores antes de efectuarse el sufragio, sistema que t r a j o
algunos abusos y dificultades en las elecciones de 1924; po-
ro en los últimos años, la Ley Electoral ha prescrito que
p a r a el c u m p l i m i e n t o del precepto constitucional, basta la
inscripción en el m o m e n t o m i s m o que antecede al voto en
las mesas electorales.
E n t r e nosotros, el resultado de la votación se determi-
na por el sistema de la representación proporcional, desde
el a ñ o 1924, consagrándose asi el sistema que habia favo-
recido Has tos en sus lecciones de Derecho Constitucional
(v. Ley Electoral desarrollando el artículo 84 de la Cons-
titución).
Las únicas restricciones que establece la Constitución
d o m i n i c a n a al ejercicio del derecho del voto son las siguien-
tes: los que h a y a n perdido la c i u d a d a n í a en la f o r m a que
ya hemos explicado en el p u n t o anterior, pierden el dere-
cho de s u f r a g i o ( C . , art. 8 1 ) ; los miembros de las fuer-
zas a r m a d a s y de los cuerpos policiales, no pueden votar
según el m i s m o texto. E n algunos países, esta ú l t i m a res-
tricción se considera exagerada y poco compatible con el
sistema democrático estricto.

El sufragio universal.—Es el voto concedido a todos


los ciudadanos sin distinción de condiciones económicas.
E n los días actuales, la expresión se refiere al sistema en
que hombres y mujeres d i s f r u t a n del derecho electoral. Co-
m o hemos visto, el s u f r a g i o universal existe en nuestro país.
Todos los tratadistas consideran el s u f r a g i o universal como
el requisito sine qua non de u n a organización política ver-
MANUEL A. AMIAMA

«laderamente democrática. C o m o ya hemos visto, la univer-


salidad del s u f r a g i o se estableció por la r e f o r m a constitu-
cional de 1942.

Garantía de las operaciones electorales.—En todos los


países, los tratadistas y estadistas democráticos se h a n es-
forzado porque las Constituciones, o c u a n d o menos la le-
gislación o r d i n a r i a , establezcan sistemas y reglas que ga-
ranticen la libertad del s u f r a g i o y la exactitud y honesti-
d a d de la computación de sus resultados.

La Junta Central Electoral.—Entre nosotros. la prime-


ra g a r a n t í a del s u f r a g i o está en la propia Constitución.
E l l a establece en su articulo 85 u n i m p o r t a n t í s i m o orga-
nismo denominado la J u n t a Central Electoral, y le confiere
en el m i s m o texto sus atribuciones fundamentales, que s o n :
d i r i g i r los procesos electorales y a s u m i r la dirección y man-
do de la fuerza pública en los lugares donde se verifiquen
las votaciones ( a t r i b u c i ó n a d m i n i s t r a t i v a ) ; reglamentar de
acuerdo con la Ley, entendiéndose que se t r a t a de la Ley
Electoral, lo que quiere decir, según la o p i n i ó n del autor
de estas Notas, q u e en m a t e r i a electoral el poder regla-
m e n t a r i o es u n privilegio exclusivo de la J u n t a C e n t r a l
Electoral ( f u n c i ó n reglamentaria o n o r m a t i v a ) ; y en f i n .
j u z g a r las controversias electorales, con lo cual la J u n t a
C e n t r a l Electoral a s u m e el carácter de u n t r i b u n a l admi-
n i s t r a t i v o especial ( f u n c i ó n j u r i s d i c c i o n a l ) .
E l texto constitucional provee que la J u n t a Central
Electoral estará a u x i l i a d a por J u n t a s subalternas. E s t o es
m a t e r i a de la Ley Electoral.

Los períodos constitucionales.—Se d e n o m i n a n asi los


periodos de duración de las funciones de los m a g i s t r a d o s
electivos. Su extensión v a r í a en los diversos países y según
los funcionarios de que se trate, desde u n a ñ o hasta siete
años, como es por ejemplo en F r a n c i a para el Presidente
de la República, personalmente considerado.
E n nuestro país, actualmente, el período constitucio-
nal es de una duración de cinco años (C., arts. 17, 20, 44,
47 según veremos, 74, 78 y 102). Este período es colecti-

80
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

vo, esto es. que t e r m i n a el m i s m o d í a p a r a todos los fun-


cionarios electivos, cual que haya sido el m o m e n t o de su
elección o su designación ( C . art. 102). Esta regla comen-
zó a aplicarse p a r a los funcionarios elegidos el 16 de m a y o
de 1942. de m o d o que hubo un período constitucional de
1912 a 1947, otro de 1947 a 1952 y en la actualidad ( a ñ o
1954) está en curso el período constitucional 1952-1957.
E l d í a en que t e r m i n a el período constitucional es el 16 de
agosto ( C . a r t . 102).
D e acuerdo con el articulo 82 de la Constitución, esta
fecha tiene importancia capital, cada cinco años ( a p a r t i r
de 1942), puesto que de ella se deriva la fecha de las dic-
ciones ordinarias. C o m o según dicho texto éstas deben ocu-
r r i r tres meses antes del 16 de agosto, el d í a de las eleccio-
nes o r d i n a r i a s es siempre el 16 de mayo.
Desde el p u n t o de vista electoral, el c o n j u n t o de los
ciudadanos con derecho al voto es denominado por nuestra
Constitución con el nombre general de Asambleas Electo-
rales. Ellas corresponden a lo que en Atenas se denomina
el ágora y en R o m a comitia curiata p r i m e r o y m á s tarde
comitta centuriata.
E n lo que concierne a las elecciones extraordinarias,
requeridas por ejemplo cuando se erigen nuevas Provincias
o Comunes en el decurso de los períodos constitucionales, el
artículo 82 en su parte final provee que las Asambleas Elec-
torales se reúnan a m á s t a r d a r sesenta días después de la
fecha de la ley de convocatoria. Asi, si por ejemplo, u n a ley-
de fecha 16 de a b r i l convoca a una elección extraordinaria,
la elección debe realizarse a m á s t a r d a r el 16 de j u n i o . Mu-
chos j u r i s t a s critican esta disposición constitucional y sos-
tienen que sería m á s i m p o r t a n t e establecer en estos casos
un plazo m í n i m o dentro del cual no puedan celebrarse las
elecciones a f i n de evitar sorpresas a los partidos no gu-
bernamentales, a u n q u e se m a n t e n g a el plazo m á x i m o ya in-
dicado, para d i f i c u l t a r que las elecciones extraordinarias
se compliquen con las ordinarias.
E n f i n , a propósito del artículo 83 de la Constitución,
hay que decir que en el m i s m o se prevé la posibilidad de
MANUEL. A. AMIAMA

que algunos funcionarios público« además de los específi-


camente ya indicados como electivos por la Constitución,
sean sujetadas por la ley al procedimiento de la elección
popular, al igual que en otras países, como Inglaterra y
los Estados Unidos. H a s t a ahora, es éste u n punto de nues-
t r a Constitución que no ha sido objeto de n i n g ú n estudio
especial, p a r a d e t e r m i n a r el alcance del artículo 83. E n
opinión del autor de estas notas, el legislador o r d i n a r i o no
podría aplicar este sistema sino a aquellos funcionarios
cuyo nombramiento no está determinado específicamente
por la Constitución como atribución de u n o de los Poderes
Públicos. Según esto, no podría aplicarse ni a los Secreta-
rios de Estado, ni a los miembros de los Consejas de Gue-
r r a . ni a los miembros del Consejo A d m i n i s t r a t i v o de San-
to D o m i n g o , n i a los Gobernadores Civiles de las Provin-
cias, cuyo nombramiento está expresamente reservado al
Presidente de la República, ni a los Jueces y miembros de
la C á m a r a de Cuentas, cuya designación está reservada ex-
presamente al Senado. E n cambio, podría establecerse pa-
ra los miembros del Ministerio Público, acerca de los cua-
les la Constitución g u a r d a silencio, en lo que respecta a
su nombramiento.

Los Partidos Políticos.—Bosquejo histórico-juridico.—


Hasta hace algunos años, las Constituciones g u a r d a r o n si-
lencio acerca de la organización y atribuciones de lo« Par-
tidos Políticos, y sólo las leyes o r d i n a r i a s se referían a ello»,
p a r a los fines de su participación en las actividades elec-
torales. Nuestra Constitución es una de las que h a n roto
contra esta tradición incluyendo en su texto varias dispo-
siciones que se refieren a los Partidos Políticos.
L a m á s f u n d a m e n t a l de ellas es la contenida en el
artículo 103, según la cual es libre la organización de par-
tidos y asociaciones políticas de acuerdo con la ley. siem-
pre que sus tendencias se conformen a los principios esta-
blecidos en el artículo segundo. Según este artículo, el Go-
bierno de la República D o m i n i c a n a es esencialmente civil,
republicano, democrático y representativo, lo que quiere
decir lo s i g u i e n t e :

— 82 —

'íp
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Civil, calo ca, que los miembros del Gobierno no pue-


den tener funciones militares activas, salvo el Presidente
de la República, porque disposiciones expresas que cons-
tituyen una excepción a la regla general se las confieren
(art. 49, comienzo y ordinal 1 3 ) .
Republicano, esto es, que la calidad del p r i m e r ma-
gistrado ejecutivo no puede depender de n i n g ú n requisi-
to de herencia f a m i l i a r y que dicho m a g i s t r a d o debe ser
elegido por períodos de tiempo determinados.
Democrático, que debe e m a n a r de la soberanía nacio-
nal. por medio de libres elecciones y que todos los parti-
dos deben tener legalmente la posibilidad de ser represen-
tados en la esfera de los Poderes Públicos y desempeñar las
funciones de acuerdo con la voluntad nacional.
Representativo, esto es, que la soberanía nacional,
aunque resida esencialmente en el pueblo, debe manifes-
tarse por la obra do organismos y funcionarios que la re-
presenten, a f i n de que todo acto de Gobierno sea objeto
de la prudencia y la deliberación y se prevenga la dema-
gogia o la a n a r q u í a que resultarían del sistema contrario.
P a r a m a y o r a f i r m a c i ó n de estos principias, la Cons-
titución prohibe toda reforma constitucional en relación
con la f o r m a de Gobierno, esto es, con la f o r m a civil, re-
publicana, democrática y representativa ( a r t . 111).
E s sobre el f u n d a m e n t o de estos principios que en
nuestro país ha podido prohibirse por la ley la formación
de partidos comunistas, porque como se sabe las platafor-
mas de estos partidos proveen el monopolio del poder por
el proletariado, con exclusión radical de las otras clases
sociales. Sobre la misma base, podrían prohibirse todos
los demás partidos totalitarios o que tienden por sus pla-
t a f o r m a s al monopolio del poder, y a que el propósito de
la Constitución es que todos los que cuenten con suficien-
te electorado colaboren en la o b r a del Gobierno, especial-
mente en los cuerpos colegiados.

O t r a referencia a los Partidos Políticos f i g u r a en el


artículo 16 de la Constitución, en el cual se dispone que
cuando haya vacancias de Senadores o Diputados, se lle-

— 83 —
MANUEL. A. AMIAMA

n a r á n de terna» que presente el Partido Político a que


pertenecía el legislador cuya falte p r o d u j o la vacancia.
Sólo a los treinta días de la vacancia, sin que el P a r t i d o
Político interesado haya presentado dicha terna, tiene la
C á m a r a correspondiente la facultad de llenar la vacancia.

Historia.—Hasta el a ñ o 1924, los partido» Político«


no tuvieron entre nosotros P r o g r a m a s o P l a t a f o r m a s Po-
líticas f o r m a l m e n t e escritas y depositadas ante la autori-
dad dirigente de las elecciones. E r a n Partidos esencialmen-
te personalistas, sin mayor punto de cohesión que la per-
sona del caudillo que los habia f u n d a d o o que habla im-
puesto en ellas su liderazgo o j e f a t u r a .
Desde el a ñ o de la Independencia hasta la Anexión, la
actividad política del país f u e monopolio del partido en-
cabezado por Pedro S a n t a n a , de tipo reaccionario y del
que encabezaba Buenaventura Báez, algo progresista. E l
p r i m e r o era llamado en los ú l t i m o s tiempos partido azul
y el segundo rojo. Fallecido S a n t a n a d u r a n t e la A n e x i ó n ,
al producirse la Restauración quedó subsistiendo el par-
tido r o j o de Báez. Los antiguos azules se pusieron b a j o la
férula de caudillos de menor influencia, entre lo« cuales fi-
g u r a r o n José M a r í a C a b r a l y Gregorio Luperón, después.
A l subir al poder Ulises Heureaux en 1882, lo hizo al prin-
cipio apoyado por el partido azul y como personalidad des-
tacada de éste, pero g r a d u a l m e n t e fue t r a t a n d o de borrar
las antiguas tensiones entre azules y rojos, y de asociar al
Gobierno a los ciudadanos m á s notables del país sin dis-
tinción de abolengo político.
A l caer en 1899 Ulises Heureaux de la Presidencia
de la República, el movimiento popular que determinó su
caída estaba dirigido por diverso» caudillos que procedían
de los dos partidos del periodo anterior, o por hijos de
aquellos caudillos, entre los cuales sobresalían J u a n Isidro
Jimenes, Horacio Vásquez. Carlos Morales Languasco, Ra-
m ó n Cáceres y otros.
A l poco tiempo de la calda de Heureaux, las masas
dominicanas se habían distribuido en dos partidos antagó-
nicos, el u n o encabezado por J u a n Isidro Jimenes y el otro

— 84 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

por Horacio Vásquez. E l primero tenía como insignia u n


gallo bolo y en su m a y o r í a procedía del a n t i g u o partido
azul. E l segundo se l l a m ó a lo ú l t i m o P a r t i d o Nacional,
se simbolizaba por un gallo rabudo y procedía del partido
rojo. N a t u r a l m e n t e , con muchos elementos cuya tradición
era indeterminada. M á s tarde surgieron partidos m á s pe-
queños, como el Progresista y el Legalista.
La intervención m i l i t a r de 1916 a 1924 puso en sus-
penso la actividad de los partidos, que a m e n u d o d i r i m í a n
sus ambiciones en guerras y luchas intestinas o en pug-
nas parlamentarias de la peor especie, como la que de 1900
a 1902 f r u s t r ó el arreglo de la deuda externa y la que en
1916 facilitó la ocurrencia de la intervención m i l i t a r .
De 1924 a 1930, la escena política vió reaparecer al
Partido Horacista y al a n t i g u o J i m e n i s t a (que a s u m i ó el
n o m b r e de Coalicionista, b a j o la dirección de Francisco J .
P e y n a d o ) , el Progresista dirigido por Federico Velázquez, y
surgieron entonces otros partidos menores, como el Na-
cionalista encabezado por Teófilo H e r n á n d e z , el Republi-
cano, f u n d a d o por R a f a e l Estrella U r e ñ a . el Obrero, fun-
dado por Wenceslao M e d r a no y otros grupos menores di-
fíciles de d e f i n i r .
E n la actualidad, sólo dos partidos están debidamen-
te inscritos ante la J u n t a Central Electoral: el P a r t i d o
Dominicano, partido de principios que f u n d ó en 1931 el
Generalísimo D r . Rafael L. T r u j i l l o M o l i n a con el emble-
m a de la palma real, símbolo de la libertad, y el P a r t i d o
Laborista Nacional que se f u n d ó en 1946. E l primero f u é
por p r i m e r a vez a elecciones en 1934. alcanzando la victo-
ria. Es el p a r t i d o en el poder desde entonces. Sus Esta-
tutos fueron reformados hace pocos años, p a r a darles u n
sentido m á s democrático que los de 1931.

— 85 —
PUNTO UNDECIMO

Representación de la soberanía popular.—Ya hemos


visto que aunque, conforme a la teoría política aceptada
en el presente la soberanía reside en el pueblo, entendido
éste como conjunto de los ciudadanos, se reconoce también
que el pueblo mismo no podría ejercitar directamente el
poder soberano sin producirse una total anarquía. Un sis-
tema así, que constituiría la llamada democracia pura, ja-
más ha existido en la realidad de la historia. Lo aconsejado
por la prudencia y la conveniencia es que el poder sobera-
no sea ejercido en nombre del pueblo por organismos y
funcionarios que lo representen. Es el sistema denomina-
do representativo, transacción entre la anarquía que resul-
taría de la democracia pura y el despotismo, al estilo an-
tiguo, que produciría su ejercicio por una persona, que
pronto, por la inercia de las cosas y los defectos de la na-
turaleza humana, degeneraría en la tiranía.
La enseñanza de la historia, al par que la reflexión
racional, muestran que, para los fines de un gobierno bien
ordenado, la soberanía popular sólo tiene que desprender-
se, para que la ejerzan órganos y funcionarios represen-
tativos, de tres funciones, que son la función legislativa,
o sea la de formular las normas; la función ejecutiva, o
sea la de cumplir y hacer cumplir esas normas; y la fun-
ción judicial, o sea la de aplicar esas normas en los casos
de conflicto entre la sociedad y los individuos o entre los
individuos mismos. Una importante y fundamental fun-
ción, puede y debe reservarse el pueblo mismo, que es la
función electoral, por medio de cuyo ejercicio se llega a

86
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

votación de las leyes constitucionales y a la selección


de las personas que, por ciertos periodos de tiempo, de-
ben ejercer las funciones representativas a que ya hemos
hecho referencia.
Estas funciones, llamadas t a m b i é n poderes, f o r m a n
en c o n j u n t o la actividad que se denomina Gobierno. Y a he-
mos visto que Gobierno se denomina t a m b i é n el conjunto
de los órganos representativos que ejercen tales funcio-
nes.
La Constitución d o m i n i c a n a en su artículo 2 consagra
esa trilogía de funciones o poderes, separando cada u n o
de los demás y proclamando su carácter responsable. Pro-
hibe que u n o cualquiera de ellos delegue sus funciones en
otro.
Como principio el m á s esencial de todos en la Consti-
tución y el único que la nuestra pone a salvo de toda re-
f o r m a en el A r t . 111, nuestro Pacto F u n d a m e n t a l , como
se denomina a veces la Constitución, proclama que el Go-
bierno es esencialmente civil, republicano, democrático y
representativo. L o que esto significa y a lo hemos visto
antes.

La función legislativa.—Parlamentos ¡f Congresos.—


Sistema unicamarista.—Sistema bicamarista.—Los órganos
en los cuales se delega la función legislativa se denominan
en las diversas Constituciones Parlamentos, Congresos,
Asambleas, Dietas o Legislaturas. L a denominación m á s
frecuente es la de P a r l a m e n t o y la de Congreso. E n la
Constitución d o m i n i c a n a , el ó r g a n o legislativo se denomi-
na Congreso Nacional.
U n a s veces, el ó r g a n o legislativo consta de u n solo
cuerpo en cuyo seno comienza y t e r m i n a la elaboración
de las leyes. E s el sistema unicamarista o unicameral.
O t r a s veces, lo m á s frecuente en la actualidad, el ór-
g a n o legislativo está integrado por dos cuerpos que ac-
t ú a n separados, pero coordinadamente. E s el sistema bi-
camarista o bicameral. E n nuestro país, la Constitución
ha oscilado entre loa dos sistemas. Veremos esto con m á s

— 87 —
MANUEL. A. AMIAMA

detalle en el p u n t o vigésimo primero. Actualmente, y des-


de 1908, consagra el sistema bicamarista. con algunas li-
geras concesiones a l sistema unicamarista, en lo que res-
pecta a la Asamblea Nacional. (Véase la Constitución, des-
de el art. 13 hasta el art. 4 3 ) .

El Poder Ejecutivo.—Sistema Parlamentario.—Siste-


ma Presidcncialista.—Sistema Colegiado.—El Poder Eje-
cutivo, o función ejecutiva se confia a funcionarios que
asumen diversas denominaciones, tales como emperador,
rey, o presidente de la República. A veces se adoptan, en
la lengua política, las denominaciones fonéticas que tie-
nen esos magistrados en las propias lenguas de sus países,
tales como Mikado, S h a . Negus, etc.
E n ciertas Naciones, la atribución del poder ejecuti-
vo al magistrado o d i g n a t a r i o que aparece como la cabeza
visible del Estado no es sino n o m i n a l y el poder efectivo
está confiado a u n m i n i s t r o o a un cuerpo de ministros,
que son designados de acuerdo con la mayoría que pre-
d o m i n e en el P a r l a m e n t o y que sólo a éste deben rendir
cuentas y obedecer en la conducción de la politica y de la
actividad a d m i n i s t r a t i v a . Esta f o r m a de organización y
funcionamiento del Poder Ejecutivo se denomina sistema
jMrlamintario. Se o r i g i n ó en Inglaterra, desde el siglo
X V I I . por obra de la g r a n Revolución de 1688 y la Ley
de Establecimiento del 1701, de que ya hemos hecho men-
ción en estas notas. Inglaterra sigue siendo hoy el país
donde se practica, con mayor autenticidad, el sistema par-
lamentario. Este sistema ha sido adoptado t a m b i é n en
F r a n c i a , desde hace muchos años. Muchos otros paises lo
practican, aunque no con tanta eficacia y verdad como en
Inglaterra.

E n otras naciones, el Poder Ejeeutivo, es ejercido efec-


tivamente por el Presidente de la República, sin una su-
jeción cuotidiana y servil al Congreso, aunque en térmi-
nos generales traten de orientar sus actos a la tendencia
del Congreso, por ser éste una representación m á s n u t r i d a
y matizada de la voluntad nacional, ya que, en efecto, el
Presidente de la República sale de u n solo partido o de una

— 88 —

•M
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

alianza de partidos que se h a n u n i f i c a d o p a r a fines elec-


torales, mientras que el Congreso, considerado en conjun-
to, e m a n a de la universalidad de todos los partidos. E l sis-
tema es entonces llamado presidencialista.
E n nuestro pais, en este p u n t o la Constitución estable-
ce el sistema presidencialista. Como veremos en el punto
decimoquinto, las Constituciones anteriores a la actual ha-
cían algunas concesiones al sistema p a r l a m e n t a r i o , que
luego han sido s u p r i m i d a s para que el sistema presiden-
cialista funcione en toda su pureza.
E n f i n , la práctica casi universal es la de que el Poder
E j e c u t i v o sea ejercido por u n solo m a g i s t r a d o o funciona-
rio, llámese rey, presidente o p r i m e r ministro. Pero h a y al
presente dos naciones que hacen excepción a esa regla y
cuyas Constituciones proveen u n poder ejecutivo colegiado
o colectivo, encabezado por uno de los miembros de la co-
legiación que se t u r n a n cada año. Este sistema existe en
Suiza y en el U r u g u a y .

La función jurisdiccional.—Tribunales judiciales.—


Tribunales Administrativos.—La función jurisdiccional es
aquella por cuyo ejercicio se resuelven los conflictos e n t r e
la colectividad y los individuos o entre los propios indivi-
duos. S u m i s m o nombre indica etimológicamente su misión
o f i n a l i d a d : decir el derecho, resolver lo que en cada caso
conflictivo es la voluntad de la ley. Los órganos en que la
soberanía nacional manifiesta esta función se d e n o m i n a n
generalmente Cortes o Tribunales. Unas veces los conflic-
tos ocurren, como ya hemos dicho, entre la colectividad y
los individuos, como en los casos de infracciones que deben
castigarse con penas represivas, sobre la persona o el pa-
t r i m o n i o del infractor. Son la causas penales. O t r a s veces
los conflictos ocurren entre los mismos individuos, por cues-
tiones relacionadas con el estado f a m i l i a r o el p a t r i m o n i o
privado. Son las causas llamadas civiles o comerciales. Los
tribunales que tienen la misión de aplicar la ley en todos
estos casos, se d e n o m i n a n tribunales judiciales. L a Consti-
tución dominicana consagra a estos tribunales los artículos
del 67 al 71.
MANUEL A. A MI AMA

O t r a s veces, los conflictos ocurren entre la A d m i n i s t r a -


ción P ú b l i c a y los particulares por disconformidad de éstos
con los actos de aquélla que lesionen su interés. L o s tribuna-
les que a c t ú a n p a r a conocer y decidir estos casos conílictivos
se d e n o m i n a n Tribunales A d m i n i s t r a t i v o s y constituyen ge-
neralmente u n a j u r i s d i c c i ó n especial separada de la juris-
dicción judicial a que antes y a nos referimos.
L a Constitución d o m i n i c a n a no establece ella m i s m a
n i n g ú n t r i b u n a l a d m i n i s t r a t i v o de carácter general, a no
ser la J u n t a Central Electoral cuya misión y a hemos expli-
cado, pero el inciso 12 de la Constitución, a r t . 33, confiere
al Congreso la atribución de crear o s u p r i m i r esta clase de
tribunales y disponer todo lo relativo a su organización y
competencia. E s en v i r t u d de esta facultad cómo el Con-
greso ha establecido desde hace a ñ o s en nuestro país u n
T r i b u n a l Superior A d m i n i s t r a t i v o p a r a asegurar la lega-
lidad de todos los actos de la a d m i n i s t r a c i ó n pública de in-
terés para los particulares. E l estudio de esta j u r i s d i c c i ó n
corresponde al d o m i n i o del Derecho A d m i n i s t r a t i v o .

Organos secundarios.—No obstante la teoría t r i p a r t i t a


de los poderes, las Constituciones suelen no l i m i t a r los ór-
ganos constitucionales a los ya especificados. H a y en todo
país actividades n o r m a t i v a s , a d m i n i s t r a t i v a s y jurisdiccio-
nales de carácter peculiar, que las Constituciones, adelan-
tándose al legislador o r d i n a r i o y como u n a g a r a n t í a con-
t r a los posibles excesos o tendencias absorbentes de los ór-
ganos fundamentales, prefieren encomendar a órganos dis-
tintos, instituidos por las propias Constituciones, p a r a
conseguir su estabilidad absoluta. S o n órganos estatales de
carácter secundario en comparación con los otros, pero no
por eso de escasa i m p o r t a n c i a ni falta de a r r a i g o en la his-
toria de los pueblos, en cuya evolución a m e n u d o h a n in-
fluido poderosamente.
La Constitución d o m i n i c a n a establece varios órganos
de esta naturaleza, tales como la C á m a r a de Cuentas (art.
82 al 7 5 ) . los A y u n t a m i e n t o s ( a r t . 76 al 7 8 ) , el Consejo
A d m i n i s t r a t i v o del Distrito de S a n t o D o m i n g o ( a r t . 49, in-
ciso 2 7 ) . las Gobernaciones Civiles (arts. 79 al 80>. la Jun-
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

t a Central Electoral a la que ya no» hemos referido en el


p u n t o décimo ( a r t . 85) y la J u n t a Monetaria (art. 9-1 y
95).

Modos de conferir tas atribuciones a los distintos órga-


nos del Estado.—Estatuto especial para los Parlamentos y
Congresos.—Las Constituciones, como regla general, se li-
m i t a n . en lo que se refiere al Poder Ejecutivo y al Poder
J u d i c i a l , a d e f i n i r expresa o tácitamente las funciones esen-
ciales y características que son de su n a t u r a l e z a ; a confe-
rirles determinadas atribuciones que se desea proteger de
los azares de la legislación o r d i n a r i a : y a señalarles cier-
ta» atribuciones que, por su especial carácter, no entrarían
en la función ejecutiva n i en la función judicial, de no dis-
ponerlo explícitamente las Constituciones. Todo el resto de
la esfera de acción del Poder E j e c u t i v o y del Poder Judi-
cial, se confia a las disposiciones de la legislación o r d i n a r i a .
Esta esfera es, si no m á s i m p o r t a n t e desde el p u n t o de vista
político que la señala directamente por las Constitucio-
nes, si m u c h o m a s extensa. E n realidad es extensísima.
E n cambio, con los Parlamentos y Congresos, las Cons-
tituciones suelen ser exhaustivas. Esto es, tienden a dispo-
ner, respecto de la organización y funcionamiento de los
Congresos y Parlamentos, todo cuanto haya de disponerse,
no d e j a n d o nada a la legislación o r d i n a r i a . A lo sumo, se
deja a cada C á m a r a el poder de f o r m u l a r su reglamenta-
ción interna. Esto se explica históricamente. Las magistra-
t u r a s ejecutivas y a ú n las magistraturas judiciales existen
desde los tiempos m á s antiguos, sin necesidad de Constitu-
ciones escritas. L a razón de ser de esta» estriba, por lo que
toca a lo institucional, en la consagración de la representa-
ción legislativa. Conseguir la separación del poder legislati-
vo respecto del poder ejecutivo ha sido la verdadera lucha
política de las sociedades civilizadas contra las tendencias
del poder unipersonal y absolutista, en todo lo anterior al
presente siglo.
La Constitución d o m i n i c a n a es u n a prueba de estos
cuidados. E l l a consagra a la organización y funcionamien-
to del poder legislativo nada menos que tres títulos comple-

— 91 —
MANUEL A. A MI AMA

tos, que abarcan u n total de treinta artículos, o sea, como


habíamos visto, desde el 13 hasta el 43. E n ellos, nada se
abandona al legislador ordinario. Sólo el art. 24 confía a
cada C á m a r a la reglamentación de su servicio interior y
el despacho de los asuntos que le son peculiares, incluyendo
el establecimiento de u n régimen disciplinario para sus
miembros.
E n los dos puntos que siguen, nos ocuparemos con m á s
detalle de la función legislativa en la República Domini-
cana.
PUNTO DUODECIMO

La función legislativa.—Organización en la República


Dominicana.—La Constitución de la República Dominicana
consagra tres Titulo« completos al Poder Legislativo, que
abarcan desde el art. 13 hasta el articulo 43, según ya he-
mos visto. E l ó r g a n o al cual se confia el ejercicio del Poder
Legislativo es el Congreso Nacional, compuesto por un Se-
nado y una C á m a r a de Diputados. Adopta pues el sistema
bicamarista. Esto no ha sido siempre asi. E n varios perio-
dos históricos, el Congreso Nacional ha estado constituido
^ por una sola C á m a r a . E l sistema actual es una vuelta al
_ que estableció la Constitución de San Cristóbal en 1844,
r aunque con cambios de nombres, pues entonces la ¿Jlrmaca
^ baja se denominaba T r i b u n a d o y la C á m a r a Alta se deno-
^ m i n a b a Consejo Conservador.

>" L a elección do los Senadores y Diputados se hace por


^ voto directo, tomándose como base territorial o demarca-
rá ción electoral la Provincia. P a r a estos fines se considera una
& Provincia el Distrito de S a n t o Domingo.
Los cargos de Senadores y Diputados son incompati-
bles con todo otro cargo público permanente, con excepción
de los honoríficos y los del profesorado.
C u a n d o ocurren vacantes, no se hace u n a elección es-
pecial directa. Se cubren de las ternas que somete el Par-
tido Político al cual pertenezca el legislador que falte, por
muerte, renuncia o destitución. Sólo cuando el P a r t i d o Po-
litico interesado descuida presentar la t e r n a por t r e i n t a
días, el Senado o la C á m a r a de Diputados, según el caso,
llena la vacante de que se trate.

— 93 —
MANUEL A. AMIAMA

L a s C á m a r a s , t r a b a j a n d o separadamente, constituyen
el Congreso Nacional, que es el cuerpo que tiene la función
legislativa. Pero en ciertas ocasiones, las dos C á m a r a s se
j u n t a n p a r a t r a b a j a r unidas, a f i n de realizar ciertas ac-
tuaciones que la Constitución especifica y entonces este
cuerpo mixto recibe el nombre de Asamblea Nacional.
C a d a C á m a r a tiene facultad para reglamentar lo con-
cerniente a su servicio interior y al despacho de sus asun-
tos y puede establecer penas disciplinarias para las faltas
que cometan sus miembros.
E l bufete directivo de cada C á m a r a se compone de u n
Presidente, un Vicepresidente y dos Secretarios, que se
eligen el 16 de agosto de cada año.
Cada C á m a r a designa sus empleados auxiliares y pue-
de revocarlos a su conveniencia.

El Congreso Nacional—Es el ó r g a n o que ejerce la


función legislativa, por la acción combinada de los dos cuer-
pos que lo f o r m a n . C o m o veremos m á s adelante, el Congre-
so Nacional tiene, a d e m á s de las legislativas, otras atri-
buciones de distinta naturaleza.

Elección y formación.—1.a elección de los Senadores


y Diputados se realiza por voto directo cada cinco años,
a contar del año 1942. sobre la base territorial de la Pro-
vincia. que para este f i n constituye la demarcación electoral.
Se elige un Senador por cada Provincia, reputándose
como una Provincia el Distrito de Santo Domingo.
La C á m a r a de Diputados se compone de miembros
elegidos por cada Provincia y el Distrito de S a n t o D o m i n g o ,
a razón de uno por cada sesenta m i l habitantes o fracción
de treinta mil. Pero es de regla que n i n g u n a Provincia
t e n d r á menos de dos Diputados, aunque su población sea
inferior a treinta m i l habitantes.
P a r a ser Senador o D i p u t a d o se requiere ser dominica-
no. estar en el pleno ejercicio de los derechos civiles y po-
líticos y tener treinta años de edad por lo menos.
Los extranjeros naturalizados pueden ser Senadores
diez años después de la naturalización y D i p u t a d o s ocho

— 94 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

años después, pero en ambos casos requieren una residen-


cia continua en el país de dos a ñ o s antes de la elección.

Legislatura» ordinarias y extraordinarias.—El Con-


greso Nacional celebra dos legislaturas o r d i n a r i a s por año.
La primera se inicia el 27 de febrero y d u r a noventa días.
I j t s propias C á m a r a s pueden prorrogar dichas legislatu-
ras ordinarias por sesenta días, lo que acostumbran dispo-
ner por medio de u n a simple Resolución que, por supuesto,
es soberana y no está sujeta a n i n g u n a otra aprobación.
Los periodos de descanso se denominan recesos. E n
realidad, estos recesos no h a n sido instituidos por nuestra
Constitución n i por las demás Constituciones para fines de
descanso, sino p a r a que lo legisladores, si lo desean, pue-
dan ponerse en contacto con los núcleos políticos de donde
proceden. T a m b i é n se procura con ello en todos los países
aliviar la situación de expectativa que tiene el Poder Eje-
cutivo cuando el Congreso está reunido.
E l Congreso puede reunirse t a m b i é n en legislatura ex-
t r a o r d i n a r i a . con lo cual los recesos se acortan, pero p a r a
ello es indispensable, por los motivos ya expuestas una
convocatoria del Poder Ejecutivo.
Normalmente, las legislaturas se efectúan en la Capi-
tal de la República, por ser el asiento del Gobierno (Ar-
ticulo 5 ) . L a C a p i t a l de la República es la a n t i g u a C i u d a d
de Santo D o m i n g o , hoy Ciudad T r u j i l l o , pero, en caso de
necesidad el propio Congreso puede declarar que se efec-
túen en otro sitio. E n Presidente de la República puede dis-
poner lo m i s m o en los casos de legislaturas extraordina-
rias por él convocadas.

Temperamento al sistema bieamarista.—La Asamblea


Nacional.—Ya hemos dicho que las C á m a r a s Legislativas
se reúnen a veces conjuntamente, en f o r m a de Asamblea
Nacional. Esto constituye un. temperamento al sistema bi-
eamarista. C u a n d o las C á m a r a s se reúnen en Asamblea
Nacional, el quorum debe ser de m á s de la m i t a d de los
miembros de cada C á m a r a . Las decisiones de la Asamblea
Nacional se t o m a n por mayoría absoluta de votos, esto es.
MANUEL A. A MI AMA

por m á s do la m i t a d de los miembros presentes. Conviene


advertir que la computación de los votos se hace sobre el
plenario de la Asamblea, sin t o m a r en cuenta la calidad de
cada miembro, sea Senador o Diputado.
C u a n d o las C á m a r a s están reunidas en Asamblea Na-
cional. preside el Presidente del S e n a d o ; ocupa la viccpre-
sidencia el Presidente de la C á m a r a de Diputados y des-
empeñan la Secretaría los Secretarios de las dos C á m a r a s .
Las atribuciones de la Asamblea Nacional son exami-
n a r el acta de elección del Presidente de la República, pro-
clamarlo si la elección es correcta, recibirle el j u r a m e n t o
ai no lo ha hecho previamente ante a l g ú n funcionario u
oficial público como puede hacerlo, y a d m i t i r l e la renuncia.
Pero, como veremos m á s adelante, en ciertas ocasiones,
la Asamblea Nacional tiene una i m p o r t a n t í s i m a atribución,
que es la de elegir el Presidente de la República. Esto lo
veremos m á s adelanto con detalle.

El Senado.—Aparte de su colaboración inexcusable en


la elaboración de las leyes, el Senado tiene la atribución de
n o m b r a r los jueces de todas las Cortes y Tribunales del or-
den judicial, excepto los Consejos de Guerra, y los miembros
de la C á m a r a de Cuentas. Estos nombramientos constituyen,
según la tradición, u n a elección de segundo grado, estimán-
dose que los magistrados así nombrados d u r a n por u n pe-
ríodo constitucional. Es de regla, de la cual es eco el ar-
tículo 47 cuando se refiere al Presidente de la Suprema
Corte de Justicia, que estos magistrados deben ser nom-
brados por el personal del Senado que t o m a posesión el 16
de agosto y no por el personal saliente.

Es de la competencia del Senado aprobar o no los nom-


bramientos de carácter diplomático que hace el Presidente
de la República.
Corresponde t a m b i é n al Senado j u z g a r a los funciona-
rios públicos electivos por mala conducta o por falta en
el ejercicio de sus funciones, cuando son acusados por la
C á m a r a de Diputados. Este procedimiento se denomina jui-
cio politico (en inglés impcachmcnt) y de él nos ocupare-
mos ampliamente en el punto decimocuarto.

— 96 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

La Cámara de Diputados.—También la C á m a r a de Di-


putados. a d e m á s de su participación indispensable en la
formación de las leyes, tiene a l g u n a s atribuciones admi-
nistrativas. a s a b e r : acusa a n t e el Senado a los funciona-
rlos electivos, por m a l a conducta o falta en el ejercicio de
sus funciones y a u t o r i z a o n ó a los A y u n t a m i e n t o s a ena-
j e n a r inmuebles. Le corresponde t a m b i é n a p r o b a r o des-
a p r o b a r los contratos municipales que constituyan en ga-
r a n t í a inmuebles o rentas comunales.

Privilegios y garantías de los legisladores.—Las Cons-


tituciones suelen establecer ciertos privilegios y g a r a n t í a s
p a r a los legisladores, a f i n de que no puedan ser alejados
del centro de su actividad ni privados f á c i l m e n t e de su li-
bertad física. E n este orden de ideas, nuestra Constitu-
ción dispone que los Senadores y D i p u t a d o s no pueden ser
juzgados ( p e n a l m e n t e ) sino por la S u p r e m a Corte de Jus-
ticia ( A r t i c u l o 1G). T a m b i é n dispone, en su A r t i c u l o 28.
que n i n g ú n Senador o D i p u t a d o puede ser p r i v a d o de su
libertad d u r a n t e la legislatura, salvo con la autorización
de la C á m a r a a que pertenezca, o que sea aprehendido en
el m o m e n t o de la comisión de u n crimen. E s t a g a r a n t í a se
denomina i n m u n i d a d p a r l a m e n t a r i a . L a solicitud de auto-
rización se d e n o m i n a suplicatorio. A ú n en estos casos, la
C á m a r a interesada o cualquier m i e m b r o de ella puede exi-
g i r la libertad del legislador detenido, por el t i e m p o que
dure la legislatura o u n a parte de ella. E l requerimiento
debe hacerse al P r o c u r a d o r General de la República, pero
en caso de necesidad la C á m a r a interesada o el m i e m b r o
de ella que quiera t o m a r a su cargo el caso, pueden d a r
directamente la orden de libertad, la cual debe ser apoyada
por todo depositario de la fuerza pública.
Los legisladores gozan t a m b i é n de una absoluta liber-
tad de p a l a b r a en el curso de sus t r a b a j o s en las C á m a r a s
y no pueden ser perseguidos por sus declaraciones o infor-
maciones.
C o m o veremos m á s adelante, todo legislador tiene de-
recho a la iniciativa de las leyes. E s precisamente la razón
de ser de su presencia en los cuerpos legislativos.

— 97 —

lH
i l ri ''-
MANUEL. A. AMIAMA

l'aeaates de legisladores.—Según ya hemos visto, las


vacantes de legisladores son cubiertas en principio por los
P a r t i d o s Políticos interesados. E n caso de inacción de és-
tos por t r e i n t a días, son cubiertas por la C á m a r a a que
pertenezca el legislador que falte.
E n los dos puntos que siguen, examinaremos en deta-
lle el procedimiento legislativo y las atribuciones del Con-
greso y de sus dos C á m a r a s . Tendremos entonces que repe-
t i r algo de lo que llevamos ya dicho sobre el Poder Legisla-
tivo, aunque con otras finalidades.

— 98 —
PUNTO DECIMOTERCERO

El procedimiento legislativo en detalle.—Como ya he-


mos dicho, la» Constituciones acostumbran o r g a n i z a r ínte-
gramente todo lo relativo al funcionamiento de lo» cuerpos
que ejercen el Poder Legislativo, contrariamente a lo que
ocurre con el Poder Ejecutivo y el J u d i c i a l , respecto de
cuyo funcionamiento dejan g r a n parte a la legislación or-
dinaria.
La Constitución d o m i n i c a n a sigue t a m b i é n esa costum-
bre y consagra g r a n extensión al procedimiento que debe
seguirse p a r a la elaboración de las leyes.

El derecho de iniciativa.—Llámase así la prerrogativa


que se reserva a algunos funcionarios y organismos de pre-
sentar a lo» Parlamentos o Congresos proyectos o proposi-
ciones de ley con el privilegio de que sean obligatoriamen-
te tomados en cuenta y discutidos y votados formalmente,
para su aprobación, modificación, o rechazamiento. E l de-
recho de iniciativa se diferencia del derecho de petición
ordinaria que tiene todo ciudadano, porque en este último
caso las peticiones no tienen que ser obligatoriamente so-
metidas a votación ni discutidas. Por ejemplo, »1 un ciu-
dadano envía al Congreso un proyecto de ley, lo único a
que tiene derecho ca a que se le acuse recibo, mientras que
si un legislador presenta el m i s m o proyecto, éste debe to-
marse en cuenta y ser formalmente discutido.
Conforme a la Constitución D o m i n i c a n a , tienen dere-
cho de iniciativa en la formación d e las leyes los Senado-
res y los Diputado» y el Presidente de la República.

—102—
MANUEL. A. AMIAMA

L a S u p r e m a Corte de J u s t i c i a tiene t a m b i é n el dere-


cho de iniciativa, pero sólo en asuntos judiciales. Se inter-
p r e t a que asuntos judiciales son los que conciernen a la or-
ganización de los Tribunales, a su competencia y al proce-
d i m i e n t o que debe seguirse a n t e ellos.
C o m o veremos m á s adelante, el Presidente de la Re-
pública es entre nosotros el f u n c i o n a r i o que tiene el dere-
cho de iniciativa en medida m á s a m p l i a , pues hay ciertas
leyes, como la de Gastos Públicos y las que crean Secre-
t a r i a s y Subsecretarías del E s t a d o , que sólo pueden ser
propuestas por dicho magistrado.

Discusión de los Proyectos de ley.—I/ts Resoluciones.—


A f i n de que las leyes sean el resultado de u n a cuidadosa
meditación y se sustraigan lo m á s posible de los errores,
de las improvisaciones o de las sorpresas, las Constitucio-
nes establecen siempre que los proyectos sean dicutidos
m á s de u n a vez, promediando u n periodo de tiempo m á s o
menos largo entre las discusiones. A l g u n a s Constituciones
exigen hasta tres discusiones p a r a cada proyecto.
E n t r e nosotros, en la a c t u a l i d a d sólo se requieren dos
discusiones en cada C á m a r a p a r a la aprobación de los pro-
yectos de ley.
A n t i g u a m e n t e se requerían tres discusiones. La Cons-
t i t u c i ó n exige el intervalo m í n i m o de u n día e n t r e las dos
discusiones, lo que se ha interpretado en los ú l t i m o s a ñ o s
en el sentido de que si por ejemplo u n proyecto se discute
u n martes, no puede ser sujetado a la segunda discusión
sino el miércoles, o m á s tarde. A l g u n o s h a n sostenido que
el intervalo de un d í a debe ser franco, esto es, que si u n
proyecto se discute u n martes, hay que d e j a r el miércoles
de intervalo, no pudiéndose efectuar la segunda discusión
hasta el jueves o m á s t a r d e ; pero esta o p i n i ó n no h a sido
la seguida por nuestro cuerpo legislativo, por lo cual se
entiende que implícitamente ha sido rechazada.
Las Resoluciones, d e carácter a d m i n i s t r a t i v o , sólo re-
quieren una sola discusión en cada C á m a r a , o en la Cáma-
ra a que compete su votación.

— 100 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Efecto4 de la declaración de urgencia.—Hay casos en


que el interés público o circunstancias especiales d e m a n d a n
que u n proyecto de ley sea considerado con la m a y o r pron-
titud posible. P a r a estos casos, nuestra Constitución per-
mite que las dos discusiones se efectúen en sesiones conse-
cutivas. aunque éstas se celebren en el m i s m o dia. Pero, pa-
ra que este procedimiento sea regular, la Constitución exi-
ge que en la p r i m e r a sesión el proyecto de que se t r a t e sea
declarado f o r m a l m e n t e de urgencia y que en la segunda se-
sión, el proyecto sea aprobado por las dos terceras partes
de loa votos de los legisladores presentes en la sesión (ar-
ticulo 26 combinado con el 3 5 ) .
Las precauciones señaladas tienen por objeto evitar
que pequeñas mayorias en favor de u n proyecto, en u n a
sesión determinada, aprovechen la ocasión para hacerlo
aprobar sorpresivamente, en ausencia de otros legisladores,
cuya presencia pudiera d e t e r m i n a r una votación en otro
sentido.
L a cuestión de la declaratoria de urgencia concierne
a cada C á m a r a , y no al Congreso en total. P o r tanto, u n
proyecto declarado urgente por la p r i m e r a C á m a r a , puede
no serlo por la otra y reciprocamente. C o m o veremos m á s
adelante, sin embargo, el hecho de que un proyecto sea
declarado de urgencia por la segunda C á m a r a que lo haya
aprobado, tiene u n efecto distinto al caso de que la urgen-
cia haya ocurrido en la p r i m e r a C á m a r a .

Regla* de q u o r u m y de mayoría.—Como regla general,


la Constitución d o m i n i c a n a sólo requiere la mayoría abso-
luta. o sea la presencia de m á s de la m i t a d de los miembros,
para la f o r m a c i ó n del quorum, cato es, para que se repute
le presencia de u n n ú m e r o suficiente de legisladores p a r a
deliberar y votar válidamente los asuntos en discusión. Es-
ta regla es común t a n t o p a r a la Asamblea Nacional, como
para el Senado y la C á m a r a de Diputados (artículos 23 y
2 6 ) . Sin embargo, como veremos m á s tarde, hay ciertos ca-
sos en que reglas especiales de m a y o r í a influyen sobre el
quorum, que tiene que ser m á s n u t r i d o en tales casos. Esos

— 101 —
MANUEI. A. AMIAMA

caso son por cierto de m u c h a importancia. Los veremos


en seguida.

A s u n t o s sujetos a mayorías especiales.—Como regla


general, los asuntos en el Congreso pueden ser aprobados
p o r mayoría absoluta computada sobre el quorum regular
y ordinario, calculado como lo hemos visto en el p á r r a f o an-
terior. E s t a regla impera t a n t o p a r a la Asamblea Nacio-
n a l como para el Senado y la C á m a r a de Diputados (ar-
tículos 23 y 2 6 ) .
Sin embargo, hay varias cuestiones p a r a cuya aproba-
ción o apoyo eficaz la Constitución requiere mayorías es-
peciales, que a veces, como ya hemos dicho, i n f l u y e n sobre
el q u o r u m mismo, para hacerlo m á s amplio. Estos casos
son los siguientes:
El Senado necesita el voto de las tres cuartas partes
de la totalidad de sus miembros p a r a pronunciar senten-
cia condenatoria contra los funcionarios electivos acusa-
dos por la C á m a r a de D i p u t a d o s (articulo 19) ; la C á m a r a
de Diputados requiere el voto de las tres cuartas partes de
la totalidad de los m i e m b r o s p a r a acusar a los funciona-
rlos electivos (artículo 2 2 ) ; cada C á m a r a requiere el voto
de las dos terceras partes del q u o r u m , para a p r o b a r los
asuntos declarados previamente de urgencia (articulo 26,
segunda p a r t e ) : se requiere el voto de las dos terceras par-
tes del n ú m e r o total de miembros de una C á m a r a , p a r a
a p r o b a r de nuevo un proyecto de ley observado por el Po-
der Ejecutivo, como condición p a r a que el proyecto se man-
tenga y la observación quede desechada (artículo 37. al
f i n a l ) : se requiere el voto de las dos terceras partes de los
miembros de cada C á m a r a p a r a a p r o b a r leyes relativas a
la moneda o la banca, cuando no son iniciadas por el Poder
E j e c u t i v o a propuesta de la J u n t a Monetaria o con el voto
favorable que ésta ( a r t í c u l o 9 5 ) ; se requiere el voto de
las dos terceras partes de los miembros de cada C á m a r a
p a r a votar leyes erogatorias de fondos o modificaciones de
la ley de Gastos Públicos, c u a n d o no h a y a n sido iniciadas
por el Poder Ejecutivo ( a r t í c u l o 10-1); y en f i n , se requie-
re el voto de las dos terceras partes de los miembros de

— 102 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

una y otra C á m a r a p a r a votar leyes que propongan la re-


f o r m a constitucional.
C o m o puede advertirse, según nuestra Constitución la
mayoría m á s b a j a es la absoluta computada sobre el quo-
rum y la m á s elevada y exigonte la m a y o r í a de las tres cuar-
tas partes computada sobre la totalidad de los miembros.
Sin necesidad de m a y o r explicación se vó que en estos
casos de m a y o r í a especial, la regla del quorum ordinario
queda implícitamente sin efecto, puesto que es lógico que
el quorum sea siempre igual o m a y o r que la mayoría exi-
gida. Así. por ejemplo, en una sesión en que sólo esté pre-
sente la m i t a d m á s uno de los miembros de una C á m a r a ,
n o se puede votar un a s u n t o que requiera el apoyo de las
tres cuartas partes de la totalidad de los miembros de esa
Cámara.

Reglamento interno.—Cada C á m a r a reglamenta los


detalles de su procedimiento interno por medio de su Re-
glamento. E n ciertos aspectos, estos Reglamentos tienen
mucha i m p o r t a n c i a .

Veto y observación de las leyes.—Como regla general,


una vez que las leyes son aprobadas por el Congreso Na-
cional y remitidas al Poder Ejecutivo, se d e n o m i n a n ver-
¡cetas. Deben entonces ser p r o m u l g a d a s por el Presidente
de la República p a r a que se conviertan en ejecutorias. La
promulgación consiste en la f i r m a del Presidente de la Re-
pública, lo que generalmente hace después de ponerle un
texto por el cual m a n d a que se publique la ley, p a r a su co-
nocimiento y cumplimiento. Este texto se denomina co-
rrientemente fórmula promulgatoria entre nosotros y en
otras partes decreto de promulgación. E l Presidente de la
República debe p r o m u l g a r la ley dentro de los ocho días
de recibida del Congreso y publicarla dentro de los quin-
ce d í a s de la promulgación. Si la ley fue declarada de ur-
gencia (se entiende por la ú l t i m a C á m a r a que la apro-
bó) debe p r o m u l g a r l a dentro de los tres días del recibo de
ella de parte del Congreso.
Sin embargo, puede o c u r r i r que el Presidente de la
República, al recibir u n a ley del Congreso, estime que la

— 103 —
MANUEL A. AMIAMA

ley es Inconveniente por el sentido de sus disposiciones o


por la f o r m a de su redacción o por inoportuna en el mo-
mento en que ha de e n t r a r en vigor.
P a r a d a r eficacia a ese criterio posible, las Constitu-
ciones confieren al Poder E j e c u t i v o u n a atribución que se
denomina la atribución del veto. E n las Constituciones que
obedecen todavía a supervivencias absolutistas, el veto es
definitivo, esto es, que a n i q u i l a por completo la acción par-
lamentaria. U n a ley vetada cae total y definitivamente. E n
este sistema, el Poder Legislativo sólo tiene el nombre de
tal. pero en la práctica pertenece al Poder Ejecutivo, con-
vertido así en el á r b i t r o f i n a l de la legislación.
E n la m a y o r parte de las Constituciones modernas el
veto es simplemente suspensivo y tal es el caso de la Cons-
titución dominicana, en la cual, p a r a m e j o r delinear la ins-
titución. ni siquiera se usa la palabra veto, sino la expre-
sión observación de las leyes. E l sistema es objeto del ar-
tículo 37 de la Constitución. C u a n d o el Presidente de la
República estima que una ley es inconveniente o inoportu-
na. puede devolverla con observaciones al Congreso Na-
cional. por la vía de la C á m a r a que la a p r o b ó en segundo
t é r m i n o en el curso de la elaboración. E s t a C á m a r a debe
someterla a una nueva discusión en la sesión m á s p r ó x i m a .
Si la ley es a p r o b a d a de nuevo por las das terceras partes
del total de dicha C á m a r a , se pasa a la otra para el m i s m o
procedimiento y si ésta la aprueba por las dos terceras par-
tes la ley se considera d e f i n i t i v a m e n t e a p r o b a d a y se remite
de nuevo al Presidente de la República p a r a su promulga-
ción y publicación.
E n cambio, si la p r i m e r a C á m a r a no reúne en f a v o r
de la ley las dos terceras partes de ios votos, o si a u n reu-
niéndolos, la segunda C á m a r a no r e ú n e las dos t-.-rccras
partes, la ley debe considerarse desechada por efecto de
las observaciones del Presidente de la República.
Nuestra Constitución no indica cual sería la situación
en el caso de que el Presidente de la República no promul-
g a r a n i publicara la ley en ios plazos indicados a que ya
antes nos hemos referido. Se entiende que cometería u n a

—101 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

falta en el ejercicio de sus funciones, exponiéndose al pro-


cedimiento sancionatorio establecido por la Constitución.

Requisitos para la obligatoriedad de las leyes.—Ya he-


mos visto que las leyes aprobadas por el Congreso se re-
p u t a n perfectas; y que una ver p r o m u l g a d a s por el Presi-
dente de la República, se califican de ejecutorias. Este úl-
t i m o acto del Presidente de la República es t a n importan-
te y decisivo en la suerte de las leyes, que consuetudinaria-
mente se tiene por fecha de u n a ley, la fecha de su pro-
m u l g a c i ó n . E s t a fecha tiene la v e n t a j a de f i g u r a r en el
m i s m o texto de la f ó r m u l a p r o m u l g a t r i a y de ser u n a fe-
cha única, en t a n t o que, salvo los casos de extrema urgen-
cia, las dos C á m a r a s suelen a p r o b a r las leyes en fechas
distintas, por lo cual no se p o d r í a n t o m a r como fechas de
la ley sin dificultades. A d e m á s , esto sólo seria posible en
los regímenes en que el Poder Ejecutivo carece no solamen-
te de la facultad del veto definitivo, sino a ú n del veto sus-
pensivo.
Pero, p a r a que u n a ley sea obligatoria p a r a los funcio-
narios y p a r a la c o m u n i d a d en general, no sería lógicamen-
te bastante que haya sido p r o m u l g a d a o publicada. E s pru-
dente que entre la publicación y la obligatoriedad haya u n
plazo de conocimiento de la ley, por breve que sea este pla-
zo. N u e s t r a Constitución dispone en su artículo 39 que las
leyes después de publicadas, son obligatorias p a r a todos
los h a b i t a n t e s de la República, si ha t r a n s c u r r i d o el tiem-
po legal p a r a que se reputen conocidas.
Ese t i e m p o legal no está determinado por la propia
Constitución. L o está a c t u a l m e n t e en el artículo p r i m e r o
del C ó d i g o C i v i l , en el cual se dispone que las leyes son
obligatorias al d í a siguiente de la publicación en el Distri-
to de S a n t o D o m i n g o y en el resto del p a í s al otro día. Na-
turalmente, la propia ley de que se t r a t e en u n caso par-
ticular puede ella m i s m a f i j a r otros plazos p a r a la obliga-
toriedad, sea acortando el plazo o r d i n a r i o , lo cual ocurre
m u y raras veces felizmente, o p a r a a l a r g a r l o , lo que su-
cede m á s frecuentemente, c u a n d o se t r a t a de leyes que mo-
difican u n régimen legal previamente establecido y hay

— 105 —
MANUEL A. A MI AMA

que acomodar la transición del régimen anterior al régi-


m e n nuevo. E n este ú l t i m o caso, la ley es vigente desde la
publicación, y sólo su efectividad es d i f e r i d a hasta u n a fe-
cha posterior. Tal ocurrió en el caso del Código T r u j i l l o de
T r a b a j o , el cual e n t r ó en efectividad el 24 de Octubre de
1951, no obstante que se publicó tres meses antes. Lo mis-
m o o c u r r i ó con la Ley de Cheques.
La publicación se hace sistemáticamente en la Gaceta
Oficial, pero puede hacerse adicionalmente en la prensa,
antes que en la Gaceta O f i c i a l , c u a n d o se quiere a b r e v i a r
el plazo p a r a su obligatoriedad. E n estos casos, la propia
ley o la f ó r m u l a p r o m u l g a t o r i a , deben a u t o r i z a r la vigen-
cia desde la publicación en la prensa. D e acuerdo con nues-
t r a Constitución, una f o r m a sacramental debe preceder co-
m o encabezamiento el texto de las leyes. Este texto es a s i :
" E l Congreso Nacional, E n N o m b r e de la R e p ú b l i c a " , eco
del p r i n c i p i o de la separación de poderes.

Nulidad de la* leyes inconstitucionales.—Especifica-


ciones.—El articulo 40 de nuestra Constitución, proclama
la nulidad de pleno derecho de toda ley c o n t r a r i a a la Cons-
t i t u c i ó n . Conviene a g r e g a r que el p r i n c i p i o no solamente
se refiere a las leyes, sino t a m b i é n a los decretos y regla-
mentos y a toda clase de actos de los organismos o funcio-
n a r i o s del E s t a d o o de las instituciones públicas. La nuli-
dad puede resultar de la elaboración del acto de que se tra-
te, lo que puede afectar p r i n c i p a l m e n t e a las leyes, o de la
circunstancia de que los actos lesionen el ejercicio de los de-
rechos absolutos, individuales o políticos, q u e y a hemos
analizado en puntos anteriores. La expresión " d e pleno
derecho" tiene en este caso u n sentido j u r í d i c o estricto, lo
que quiere decir que p a r a que la n u l i d a d sea efectiva nece-
sita ser pronunciada. M á s adelante, en el p u n t o vigésimo-
segundo veremos el mecanismo de esta declaratoria y el al-
cance de sus efectos. P o r tanto, la ley. a u n q u e sea c o n t r a r i a
a la Constitución, se m a n t i e n e como ley m i e n t r a s no ocu-
r r a la declaratoria de su n u l i d a d y a ú n en estos casos, co-
m o veremos, la nulificación tiene efectos restringidos.
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL
fíf *
El principio de la irretroactividad de las Leyes.—Ex-
cepción.—Es un principio de buen gobierno y de razón, re-
conocido desde tiempo m u y antiguo, que las leyes no deben
ser retroactivas, esto es, que no deben ser aplicadas a los
hechos que ya hayan pasado, ni a los hechos actuales si la
ley es nacida en el futuro. Según los países, este principio
está consagrado en la Constitución o en la ley. E n F r a n c i a ,
por ejemplo, el principio está consagrado en la legislación
o r d i n a r i a , aunque en materia penal lo fué por la Declara-
ción de los Derechos del hombre y del C i u d a d a n o votada en
1789 y readoptada explícitamente por la reciente Constitu-
ción. E n los Estados Unidos, lo está por la Constitución,
que prohibe al Congreso votar leyes ex post fado. Este
último sistema es el seguido entre nosotros, donde el prin-
cipio de la irretroactividad está formulado por el articulo
42 de la Constitución. Por este hecho, entre nosotros el
principio debe ser respetado no sólo por los jueces que
aplican las leyes, sino también por el Congreso que las
hace y en general por todos los cuerpos oficiales y autori-
dades. Lo m i s m o que en los Estados Unidos, cuyo modelo
hemos seguido en este punto.
N o es fácil a veces determinar si una ley, o la aplica-
ción de ella, es de efecto retroactivo. La cosa es m á s fá-
cil cuando los hechos a que trate de aplicarse una ley tienen
su comienzo y su f i n en el pasado, o se c o n f i g u r a n defi-
nitivamente en e' pasado. E l problema se hace m á s a r d u o
cuando se trate de situaciones de hecho de tal peculiari-
dad que, aunque comenzadas en el pasado, en cuanto a su
formación, se prolongan y persisten después de la ley. E n
estos casos, aplicándose la ley desde que se vota hacia ade-
lante, se encuentra con la situación de hecho y puede re-
girla en ciertos casos, sin que la aplicación pueda ser ca-
lificada de retroactiva. L a instantaneidad o inmediatez
de la aplicación se parece entonces a primera vista a la re-
troactividad, pero en realidad es distinta de ella.
Se ha propuesto como el mejor criterio p a r a determi-
n a r si la aplicación de una ley es retroactiva o no retroac-
tiva, ver si la aplicación lesiona o no lesiona derechos ad-
MANUEL A. AMIAMA

quiridos, esto es, prerrogativas explícitamente adquiri-


das en f o r m a positiva e inequívoca por obra de u n a ley.
S i no hay lesión, la aplicación no seria retroactiva. S i h a y
lesión h a b r í a retroactividad de la prohibida por la Cons-
titución. E n la teoría general del Derecho C i v i l , se exami-
na exhaustivamente esta i m p o r t a n t í s i m a cuestión de la irre-
troactividad de las leyes, y a ella nos remitimos a u n q u e
con la advertencia de que en nuestro país el principio no
es sólo de la legislación o r d i n a r i a , sino de orden consti-
tucional. P o r tal razón, los comentarios de la jurispruden-
cia de los Estados Unidos, que tienen el m i s m o régimen
nuestro en este punto, en esta materia son de g r a n utilidad
p a r a el estudio de esta materia en la República D o m i n i c a n a .
El mismo artículo 42 de la Constitución f o r m u l a una
excepción al principio de la Irretroactividad. La excep-
ción está f o r m u l a d a a s í : " L a s leyes no tienen efectro retro-
activo, sino en el caso de que sean favorables al que está
subjúdice o cumpliendo c o n d e n a " . Quiere decir que la ex-
cepción sólo se refiere a las leyes penales. P o r a q u í la cosa
está clara. Cabe, sin embargo, una interesante p r e g u n t a so-
bre este p u n t o en el caso contemplado por la excepción cons-
titucional. p a r a que la aplicación retroactiva se p r o d u z c a :
¿es necesario que la m i s m a ley de que se t r a t e lo prescriba,
o la excepción se aplica de pleno derecho, en el silencio de
la ley, por la sola fuerza de la Constitución? L a o p i n i ó n m á s
generalizada está por la a f i r m a t i v a , p r i m e r o , por el tono
categórico de la Constitución al establecer la excepción,
y en segundo término, porque es u n p r i n c i p i o de huma-
nidad que, en todo caso de d u d a , la ley se interpreta en be-
neficio del reo y en general en provecho de los que s u f r e n
el castigo de las leyes.

Como cuestión o r i g i n a l agregaremos, p a r a t e r m i n a r


este punto, que h a y ciertos casos en que el legislador, no
pudiendo d a r efecto retroactivo a algunas leyes, por no
referirse a casos como los previstos en la p a r t e f i n a l del
urtículo 42 de la Constitución, se vale de artificios p a r a
conseguir el m i s m o resultado en provecho de aquellos a quie-
nes deben aplicarse las leyes. P o r ejemplo, cuando se redu-

108
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

ce el tipo de un impuesto, es frecuente acordar en la mis-


ma ley rebajas o bonificaciones p a r a los deudores del im-
puesto al tipo anterior.
E n general, puede decirse que el objeto del principio
de la irretroactividad de las leyes es no causar perjuicios,
pero no el de no poder conceder beneficios a las situaciones
creadas, c u a n d o esto pueda obtenerse sin el sacrificio de
derechos adquiridos que tengan verdaderamente, y no sólo
en apariencia, este ú l t i m o carácter.
PUNTO DECIMOCUARTO

Plenitud de atribuciones del Congreso en materia legis-


lativa.—Por 1« m i s m a naturaleza de su función, el Congre-
so de nuestro país, lo m i s m o que los órganos legislativos de
las demás naciones, tiene plenitud de atribuciones en mate-
ria legislativa, lo que quiere decir que puede legislar sobre
cualquier asunto, por nuevo y extraño que sea en la vida del
país, con tal de no lesionar los derechos absolutos reconoci-
dos a los habitantes. Esta plenitud de función, en lo legisla-
tivo, so puede expresar en otra f o r m a : todo asunto de inte-
rés general que deba ser resuelto en f o r m a permanente y
con fuerza de norma, es de la competencia del Congreso. Pre-
cisamente es esa la naturaleza de la función legislativa,
manifestar la voluntad genecal en f o r m a normativa, o m á s
brevemente hablando, en f o r m a de ley.

Motivo del señalamiento de algunas materias legisla-


bles en la Constitución.—A pesar de lo dicho, nuestra Cons-
titución, lo m i s m o que otras, como la de los Estados Uni-
dos, señala a la acción legislativa ciertas materias o cues-
tiones, para que se resuelvan en f o r m a de ley. Ello no era
necesario para que entraran, las tales materias, en la com-
petencia del Congreso. Este puede legislar acerca de ellas
sin necesidad de ese señalamiento específico. ¿ P o r q u é pues
tal señalamiento? Los motivos son varios. H a y en p r i m e r
lugar u n motivo histórico: cuando se hizo originalmente
la Constitución, el Estado no estaba organizado. E r a nece-
sario organizarlo, especialmente desde el punto de vista ad-
ministrativo. La Constitución señaló las materias princi-
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

pales «obre las cuales debía versar esa organización admi-


nistrativa. Debía establecer y estableció por esa razón lo
que pudiéramos l l a m a r un p r o g r a m a de organización ad-
m i n i s t r a t i v a . p a r a que el Congreso lo f u e r a desarrollando
por medio de la legislación. I-a Constitución de S a n Cris-
tóbal hizo m á s a ú n en este sentido: prescribió al Congre-
so la obligación de legislar sobre determinadas materias
en su p r i m e r a legislatura, o lo m á s pronto posible. H u b o
t a m b i é n u n motivo de precaución política: se quiso, con el
señalamiento de ciertas materias a la competencia del Con-
greso. e v i t a r que la oficiosidad del Poder Ejecutivo se ade-
lantara y pretendiera resolverlas por medio de decretos o
de ordenanzas ejecutivas, con lo cual se hubieran creado
hechos consumados, inconvenientes y un precedente perni-
cioso p a r a el f u t u r o .
I<a plenitud de atribuciones del Congreso en materias
legislativas no es sólo entre nosotros u n p r i n c i p i o teórico.
Resulta a d e m á s explícitamente del texto constitucional. Es-
tá previsto en el inciso 24 del artículo 23, el cual, por cier-
to, no está felizmente redactado, y a que n i n g ú n otro poder
del E s t a d o tiene competencia p a r a legislar sobre m a t e r i a
alguna. Todo cuanto deba a s u m i r la f o r m a de ley pertenece,
exclusivamente, a la competencia del Congreso, salvo lo que
diremos m á s adelante acerca de! poder reglamentario.

Atribuciones administrativas del Congreso.—Si bien


nuestra Constitución sigue las ideas de Montcsquicu acer-
ca de que deben ser tres los poderes del E s t a d o y que cada
poder debe ser l i m i t a d o a las funciones correspondientes
a su naturaleza, razones históricas y prácticas, que h a n pe-
sado t a m b i é n en la mente de los constitucionalistas de otros
países, comenzando por la propia F r a n c i a , d e t e r m i n a r o n
a los autores de nuestra Constitución a conferir a cada uno
de los tres poderes ciertas atribuciones que, dentro de la
rigidez de la teoría de la separación de los poderes, ha-
brían debido ser conferidos a otros poderes.
E n el caso del Congreso en nuestro país, y en v i r t u d
de esas razones, la Constitución confiere a dicho organis-
mo numerosas atribuciones que son netamente de carácter
MAN UK I. A. AMIAMA

a d m i n i s t r a t i v o , puesto que su ejercicio no se manifiesta


en actos normativos o reguladores, de carácter general y
permanente, sino en actos individuales y aislados. Y a vere-
mos que le confiere t a m b i é n atribuciones de carácter juris-
diccional. aunque en n ú m e r o m u c h o m á s escaso.
E n el articulo 33. que se refiere a las atribuciones del
Congreso, son de carácter a d m i n i s t r a t i v o las siguientes
atribuciones: la aprobación o desaprobación del estado de
cuentas que debe presentarle el Poder E j e c u t i v o : la decla-
ración del estado de s i t i o : la declaración del estado de
emergencia n a c i o n a l ; la votación del presupuesto; el levan-
tamiento de empréstitos; la aprobación o desaprobación de
los tratados y convenciones internacionales que celebre el
Poder E j e c u t i v o : la concesión de autorización al Presi-
dente de la República p a r a salir al e x t r a n j e r o por m á s de
30 d í a s : la interpelación de los Secretarios de Estado: la
aprobación anual de los actos del Poder E j e c u t i v o ; el tras-
lado de las C á m a r a s f u e r a de la C a p i t a l de la R e p ú b l i c a ;
y la aprobación o n ó de los contratos importantes que le
someta el Presidente de la República.
Conviene a d v e r t i r que en ciertos casos el Congreso al
ejercitar las atribuciones citadas io hace en f o r m a de ley,
pero ello no obsta p a r a que sean tales actos, por su esencia,
y por su materialidad, actos administrativos, o, si se quie-
re. actos político-administrativos, p a r a designarlos con u n
nombre que indique a la vez su trascendencia general y su
naturaleza j u r í d i c a .

Atribución jurisdiccional.—La Amnistía.—Crítica.—


Tradicionalmente se ha reconocido a los Congresos y Par-
lamentos la atribución de p r o n u n c i a r la a m n i s t í a , esto es,
como se explica en la clase de Derecho Penal, el olvido to-
t a l de ciertos hechos políticos sancionados por la ley pe-
nal, con la consecuencia de quedar sus autores y cómplices
automáticamente libres de cualquier condena j u d i c i a l ya
p r o n u n c i a d a o por pronunciar, asi como libres t a m b i é n de
toda incapacidad o inhabilitación j u r í d i c a resultante de esos
hechos.

— 112 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

A l g u n a s Constituciones consagran expresamente esta


facultad de los Congresos o Parlamentos. Otras g u a r d a n
silencio, al respeto. Pero a ú n en este caso, la facultad se
reconoce a los cuerpos legislativos desde que se instituye
ron, salvo c u a n d o la atribución es conferida expresamente
a otros órganos del Estado, lo que no sucede en n i n g u n a
de las Constituciones actuales que conocemos.
L a facultad del Congreso de conceder a m n i s t i a por
causas políticas f i g u r ó en otro tiempo en nuestra Constitu-
ción. L a Constitución actual g u a r d a silencio al respecto.
E m p e r o , hace algunos años el Congreso dominicano, a pro-
puesta del Presidente de la República, dictó una ley de am-
nistia, lo que quiere decir, que, no obstante el silencio cons-
titucional, se sigue reconociendo al Congreso la capacidad
de conceder a m n i s t í a c u a n d o el estado de paz y concordia
del país y el Interés general así lo aconsejan.
Según la mayoría de los autores, la facultad de conce-
der a m n i s t i a se a p r o x i m a a la función jurisdiccional. Pues-
to que la concesión de la amnistia supone la supresión de
una sentencia judicial, en la m a y o r í a de los casos, parece
lógico aceptar que el acto de la a m n i s t í a es de la m i s m a
naturaleza, a u n q u e de una fuerza superior. E n este sentido
es de la m i s m a naturaleza que el indulto, institución que
examinaremos m á s adelante.

Atribuciones administrativa« y jurisdiccionales del Se-


nado.— L a Constitución no sólo confiere atribuciones admi-
nistrativas y jurisdiccionales al Congreso en pleno, sino
también al Senado.
Son de carácter a d m i n i s t r a t i v o las siguientes atribu-
ciones del Senado d o m i n i c a n o : el n o m b r a m i e n t o de los
Jueces de las Cortes, Tribunales y J u z g a d o s del orden ju-
dicial: el n o m b r a m i e n t o de los miembros de la C á m a r a de
Cuentas: y la aprobación o no aprobación de los nombra-
mientos diplomáticos del Poder Ejecutivo.
E s jurisdiccional la atribución que tiene el Senado de
j u z g a r a los funcionarios electivos acusados por la C á m a r a
de Diputados de m a l a conducta o falta en el ejercicio do
sus funciones. L a acusación y el j u i c i o en este caso consti-
MANUEL A. A MI AMA

tuyen la institución d e n o m i n a d a juicio politico, que exa-


m i n a r e m o s especialmente al f i n a l de este punto.

Atribuciones Administrativas de la Cámara de Dipu-


tados.—L« C á m a r a de Diputados no tiene entre nosotros
atribuciones jurisdiccionales, pero si a d m i n i s t r a t i v a s . S i n
perjuicio, en este caso como en el del Senado, de la colabo-
ración en la función legislativa.
Las atribuciones administrativas de la C á m a r a de Di-
putados son la acusación de los funcionarios electivos ante
el Senado por m a l a conducta o falta en el ejercicio de las
funciones y la autorización o no a los Ayuntamientos p a r a
e n a j e n a r inmuebles, así como la aprobación o no aproba-
ción de los contratos municipales que constituyan en garan-
tía inmuebles o rentas comunales. Estrictamente hablando,
la primera atribución es de naturaleza administrativo-ju-
dicial. semejante a la del Ministerio Público.

El Juicio Politico.—Historia.—Consiste en el proce-


d i m i e n t o consagrado en la Constitución, en v i r t u d del cual
ios funcionarios electivos pueden aer acusados por la Cá-
m a r a de Diputados ante el Senado por m a l a conducta o
falta en el ejercicio de las funciones, pudiendo el Senado
p r o n u n c i a r la destitución, la suspensión y la inhabilitación
p a r a los cargos de honor y confianza.
Nuestra Constitución exige, p a r a que la acusación
pueda producirse, el voto apoyatorio de c u a n d o menos las
tres cuartas partes del personal de la C á m a r a de Diputa-
dos. A su vez el Senado, p a r a pronunciar sentencia conde-
natoria (esta es la expresión textual empleada por la Cons-
titución) necesita al voto a f i r m a t i v o de por lo menos las
tres cuartas partes de los votos de los padres conscriptos
(Senadores).
Por su naturaleza, la decisión del Senado, favorable o
desfavorable, tiene el carácter de una decisión jurisdiccio-
nal. C o m o hemos visto, la propia Constitución la denomina
sentencia, lo cual es significativo.
C o m o la Constitución, en el inciso 12 del art. 6, re-
quiere que toda persona j u z g a d a sea oída en audiencia pú-
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

bllca o c i t a d a r e g u l a r m e n t e , salvo e n las casos disciplina-


rios, se entiende g e n e r a l m e n t e que en los casos de juicios
políticos el f u n c i o n a r i o elegido bajo acusación debe ser oído,
o por lo menos citado, antes de s u f r i r u n a condenación.
Las Constituciones anteriores señalaban específica-
mente por las nombres de sus cargos los altos f u n c i o n a r i o s
cuya destitución, suspensión o i n h a b i l i t a c i ó n no podía re-
s u l t a r sino de u n j u i c i o político con sentencia condenatoria.
Pero posteriormente se r e f o r m ó la C o n s t i t u c i ó n en este
p u n t o p a r a e l i m i n a r las especificaciones y p a r a i n c l u i r en
el j u i c i o político a todos los f u n c i o n a r i o s elegidos por tiem-
po determinado. A s í las cosas, puede sostenerse que h a n
quedado b a j o la protección de esta clase de j u i c i o s los Regi-
dores. Síndicos y Suplentes de los A y u n t a m i e n t o » . Deci-
mos protección, porque, como puede advertirse, es muy
difícil que se produzca u n j u i c i o de esta clase, debido a la
extraordinaria m a y o r i a de votos que la C o n s t i t u c i ó n re-
quiere t a n t o p a r a la acusación como p a r a la condenación.
E n el caso de lo» Jucce». ocurre u n a situación sui gc-
ncris. Ello» están sujetos al j u i c i o político, pero t a m b i é n
pueden sor destituido» por la S u p r e m a Corte, s e g ú n vere-
mos m á s adelante, c u a n d o cometan f a l t a s que la ley san-
cione con la destitución. E s t o se deduce del ú l t i m o acápi-
te del a r t . I d .
E n f i n , agregaremos que el j u i c i o político no a g o t a el
c a m p o de las sancione» que p u e d a n aplicarse a los funcio-
nario» electivos, si a d e m á s de los actos de m a l a conducta
o las f a l t a s en el ejercicio de las funciones, dichos funcio-
n a r i o s h a n cometido infracciones a las leyes penales. E n
este caso, son de l u g a r los procedimientos persecutorios
y sancionatorios de carácter o r d i n a r i o ( a r t . 19, inciso •!
¿n fine).
E l j u i c i o político tiene su remoto origen en la organi-
zación política de A t e n a s y o t r a s ciudades griegas de Cons-
tituciones democráticas. T a m b i é n se conoció en R o m a , en
la época republicana, d o n d e el Senado, s i e m p r e t a n podero-
so en la a n t i g u a R o m a , se reservó s i e m p r e la f a c u l t a d de
destituir a toda clase de m a g i s t r a d a s , c u a n d o cometían he-
MANUEL A. A MI AMA

chos que, aunque no f u e r a n crímenes o delitos comunes, po-


n í a n en peligro el salua populi (la seguridad p ú b l i c a ) .
Con la decadencia de las instituciones democráticas en
la E d a d Media, el j u i c i o político f u é totalmente olvidado
L a potestad de castigar 'as faltas políticas se la r e s o n a r o n
los señores feudales y sobre todo los monarcas, ejerciéndo-
la en f o r m a discrecional y sin la g a r a n t í a do procedimien-
to a l g u n o .
L a institución reapareció en I n g l a t e r r a en f o r m a es-
pectacular cuando, en el siglo X V I I , nada menos que u n
monarca fue destituido del trono, condenado a la pena ca-
pital y decapitado. La f o r m a moderna del j u i c i o político,
tiene su origen en la Constitución Federal de los Estados
U n i d o s de A m é r i c a . S u organización es la que ha inspirado
la que tenemos en la Constitución dominicana.
Los casos en que, en el curso de la historia nacional, se
ha intentado o comenzado u n j u i c i o político, h a n sido raros
y n i n g u n o se ha realizado regularmente hasta su etapa fi-
nal. Generalmente c u a n d o hay ocasión p a r a este procedi-
miento t a n extraordinario, es porque graves acontecimien-
tos políticos conmueven la colectividad nacional. E n t r e nos-
otros, lo que ha ocurrido es que tales acontecimientos se h a n
precipitado y el j u i c i o político regular no h a sido necesario
p a r a producir cambios substanciales en la situación política
que h a n hecho olvidar, por su m a g n i t u d , los f o r m u l i s m o s
constitucionales.
PUNTO DECIMOQUINTO

El ejercicio de la función ejecutiva.—En los Estados


primitivos jr a ú n en Grecia y Roma en los primeros tiem-
pos, los monarcas ejercían ellos solos todos los poderes del
gobierno. El poder de juzgar, lo que llamamos hoy el po-
der judicial, fue el primero que los monarcas cedieron, pa-
ra que fuera ejercido por otros magistrados, aunque reser-
vándose la prerrogativa de resolver ellos, los mismos mo-
narcas, los casos importantes de carácter penal o de carác-
ter civil, los cuales por supuesto no se distinguían enton-
ces unos de otros. Mucho m á s tarde cedieron, aunque por
fuerza de la presión popular, el poder de dictar las leyes, o
sea lo que llamamos hoy el poder legislativo.
Por esas circunstancias, el poder judicial es un poder
bien definido, lo mismo que es bien definido el poder legis-
lativo. Cuesta poco esfuerzo, en efecto tener un concepto
de lo que es legislar y de lo que es juzgar. Todo el mundo,
aunque sea profano en la ciencia constitucional, sabe con
bastante precisión lo que es legislar y lo que es juzgar.
Al ceder los dos mencionados poderes, los monarcas
se quedaron con un poder que no cedieron o delegaron en
otros, poder múltiple y complejo, integrado de varias pre-
rrogativas. que es lo que desde los tiempos de Montesquieu,
se conoce con el nombre de poder ejecutivo. Hoy lo llama-
mos también función ejecutiva. Por su m i s m a complejidad
y multiplicidad, no es fácil de definir con pocas palabras.
Se dice corrientemente que poder ejecutivo significa el
poder de ejecutar las leyes. Si nos atenemos a la expresión
literal, esa definición estará bien. Pero «i nos remontamos

— 117 —
MANUEL A. A MI AMA

a la historia do la» instituciones, en la f o r m a que lo hemos


hecho al comienzo de este punto, nos convencemos de que
la definión y a dicha es insuficiente o incompleta.
E l poder ejecutivo, históricamente considerado, y este
concepto histórico ha encontrado eco y expresión en todas
las Constituciones—, es ts> sólo el ]x>der de ejecutar las le-
yes, sino t a m b i é n el de realizar todos los múltiples negocios
del E s t a d o que no pueden expresarse en f o r m a de leyes o
sentencias; el de realizar todos lo» actos de gestión del pa-
t r i m o n i o del E s t a d o ; el de personificar al E s t a d o en las
relaciones con los demás E s t a d o s ; y t a m b i é n el de realizar
todos los actos previos o ulteriores que preceden y siguen
a la votación de las leyes y a la expedición de las senten-
cias de los tribunales. E n t r e los actos de ejecución de las
leyes, se incluyen muchos que son ejecución, c u m p l i m i e n t o
o puesta en obra de la m i s m a Constitución, que es la pri-
m e r a ley del Estado.
Ese c o n j u n t o de atribuciones, se sintentiza en una so-
la p a l a b r a : A d m i n i s t r a c i ó n . E l Poder Ejecutivo es siempre
el j e f e de la A d m i n i s t r a c i ó n Pública. Los actos que realiza
el Poder Ejecutivo, pues, son actos tipicamente ejecutivos
de la Constitución o de las leyes, o bien actos administrati-
vos. Genéricamente, son todos actos administrativos, por lo
cual muchos tratadistas h a b l a n i n d i s t i n t a m e n t e de actos
ejecutivos o de actos administrativos, entendiendo referir-
se a la m i s m a cosa.

El Presidente de la República.—Entre nosotros, el Es-


t a d o nació con los tres Poderes, Legislativo, Ejecutivo y
J u d i c i a l . E l ejercicio del Poder E j e c u t i v o se confió a u n
magistrado al cual se ha dado hasta ahora la d e n o m i n a c i ó n
de Presidente de la República, con excepción de un corto
período, en 18G6, d u r a n t e el cual se d i ó al m a g i s t r a d o eje-
cutivo el nombre de Protector, recordándose la denomina-
ción que h a b í a sido d a d a al j e f e ejecutivo en I n g l a t e r r a ,
en la época de la p r i m e r a Revolución. Aquel Protector f u é
el f a m o s o Oliverio Cromwell. E n todos los regímenes re-
publicanos a p a r t i r de la f u n d a c i ó n de los Estados Unidos, se
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

ha adoptado la d e n o m i n a c i ó n de Presidente de la República


p a r a el J e f e E j e c u t i v o .

Requisitos de edad, nacionalidad y residencia para el


desempeño de esta magistratura.—En todos los países, las
Constituciones requieren requisitos severos y exigentes pa-
ra el desempeño de la j e f a t u r a ejecutiva. E n t r e nosotros,
se requiere a c t u a l m e n t e la edad de t r e i n t a años. E l Presi-
dente de la República debe ser d o m i n i c a n o por nacimien-
to y origen, cuto es. por jus soli y por jus sanguini. Los na-
turalizados no pueden pues ser nunca Presidente de la
República. Necesita t a m b i é n el Presidente de la República,
para ser elegido, haber residido en el país en los cinco a ñ o s
precedentes a la elección.
E n t r e nosotros, el Presidente de la República es ele-
gido por voto p o p u l a r directo de todo el electorado nacio-
nal, a u n q u e las computaciones de los votos se hacen prime-
ro por Comunes y luego por Provincias, tocando a la J u n t a
Central Electoral hacer el c ó m p u t o nacional total, el cual
comunica al Presidente del Senado, p a r a que la A s a m b l e a
Nacional, que preside dicho m a g i s t r a d o , e x a m i n e el a c t a
de elección, proclame al Presidente electo y le reciba j u r a -
mento. si es de lugar.
A n t i g u a m e n t e entre nosotros la elección del Presiden-
te de la República, lo m i s m o que la de los legisladores, no
era directa o de p r i m e r grado, como lo es hoy. E r a indi-
recta o de segundo grado, porque lo p r i m e r o que elejia el
pueblo eran Colegios Electorales, los cuales posteriormen-
te elegían al Presidente de la República y a los legislado-
res. Este sistema menos democrático, f u é a b a n d o n a d o en
la reforma constitucional de 1924, desde c u a n d o se adop-
tó el sistema actual. C o m o veremos m á s adelante, h a y cier-
tos casos en que la elección del Presidente de la República
se hace por la Asamblea Nacional. Veremos t a m b i é n m á s
adelante, que hay ciertas situaciones en q u e u n a persona
puede llegar a ser Presidente de la R e p ú b l i c a en v i r t u d del
desempeño de otras funciones, sin necesidad de elección,
ni popular n i do la Asamblea Nacional.
MANUEL. A. AMIAMA

Juramento.—Antes de t o m a r posesión, el Presidente


de la República debe presentar u n j u r a m e n t o solemne. Es-
te j u r a m e n t o es de carácter sacramental, lo que quiere de-
cir que debe prestarse exactamente en los mismos térmi-
nos que la Constitución indica. Dichos términos son los si-
guientes: " J u r o por Dios, por la P a t r i a y por m i Honor,
c u m p l i r y hacer c u m p l i r la Constitución y las Leyes de la
República, sostener y defender su Independencia, respetar
sus derechos y llenar fielmente los deberes de m i c a r g o " .
Se h a establecido u n a f ó r m u l a sacramental p a r a el ju-
ramento del Presidente, porque e n c a r n a n d o desde que t o m a
posesión un Poder del E s t a d o y siendo u n a sola persona, se
considera que desde que es elegido, representa no el interés
de u n solo P a r t i d o Político, sino ios intereses de todo el
pueblo.
E n t r e nosotros, el j u r a m e n t o es de carácter religioso,
puesto que su p r i m e r a invocación se dirige a Dios. E n otros
países, es de carácter alternativo, según la ideología del
Presidente. E n los Estados Unidos por ejemplo, el Presiden-
te puede j u r a r o simplemente prometer el c u m p l i m i e n t o
de los deberes de su cargo.
E n principio, el j u r a m e n t o presidencial debe prestar-
se ante la Asamblea Nacional, t a n pronto como este cuerpo
notiiiea al Presidente elegido la regularidad de su elección
y su proclamación. Pero t a m b i é n el Presidente de la Re-
pública puede prestar su j u r a m e n t o , si así le conviene o
las circunstancias lo hacen m á s prudente, ante cualquier
funcionario u oficial público, como por ejemplo ante un
juez cualquiera o ante u n notario público, como en los Es-
tados Unidos. C u a n d o m u r i ó el Presidente Roosovelt. H a r r y
S. T r u m a n prestó su j u r a m e n t o en esa forma.

Regla general sobre juramento.—El articulo 100 de


nuestra Constitución exige el j u r a m e n t o previo p a r a todo
funcionario público. L a expresión "funcionarlo público"
debe tomarse en este caso en sentido estricto. N o se re-
fiere pues a los simples empleados auxiliares.

— 120 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

Atribuciones del Presidente de la República.—En lo


Administrativo: Plenitud de atribuciones en principio.—
Todo lo que no sea legislar o j u z g a r , constituye en princi-
pio atribución del Presidente de la República. E s t o se sin-
tetiza diciéndose que el Presidente de la República tiene
plenitud de atribuciones en lo a d m i n i s t r a t i v o . Las únicas
atribuciones a d m i n i s t r a t i v a s que no puede reivindicar el
Presidente de la República, son aquellas que m u y limitada-
mente la Constitución confiere a otros órganos del E s t a d o ,
como ya hemos visto en puntos anteriores y veremos en
otros puntos m á s adelante. C o m o nuestra Constitución, al
f i n a l del a r t i c u l o 2, dice que las atribuciones de los tres Po-
deres del E s t a d o son las determinadas por la propia Cons-
titución y las leyes, en ciertos casos, las leyes confieren a
otros órganos distintos del Presidente de la R e p ú b l i c a atri-
buciones que son a d m i n i s t r a t i v a s . E s t a es o t r a limitación
a la plenitud de atribuciones a d m i n i s t r a t i v a s del Presiden-
te de la República de que hemos hablado. Tal cosa ocurre
m u y raras veces y generalmente se hace por la propia ini-
ciativa legislativa del Presidente de la República, p a r a ase-
g u r a r o a i i a i u a r el carácter democrático del Gobierno.
C o m o ejemplo de estos casos, podemos c i t a r la autoriza-
ción p a r a levantar estatuas y monumentos que glorifiquen
a personajes determinados y el n o m b r a m i e n t o de los miem-
bros de la J u n t a Central Electora). L a ley comiere ai pro-
pio Congreso la p r i m e r a atribución. La segunda está con-
ferida por la ley al Senado, p a r a a f i a n z a r ta libertad de
las elecciones y resguardarlas de toda sospecha de influen-
cia del Presidente de la República y de sus intereses políti-
cos. i i a y otros casos, pero m u y pocos.
N o obstante la certeza del principio de la plenitud de
atribuciones a d m i n i s t r a t i v a s de que hemos hablado, la Cons-
titución, principalmente en su a r t i c u l o 49, señala expresa-
mente al Presidente de la República numerosas atribucio-
nes específicas, que hacen u n total de veintisiete. D e otros
artículos, resultan otras atribuciones, a l g u n a s m u y Impor-
tantes.

— 121 —
MANUEL A. A MI AMA

Este señalamiento especifico tiene mucha importan-


cia. Significa que ninguna ley o disposición del Congreso
puede privar de ellas al Presidente de la República, o su-
jetar su ejercicio a condiciones que la propia Constitución
no prescriba.
Las principales atribuciones del Presidente de la Re-
pública específicamente señaladas en la Constitución son
la de nombrar y revocar a los Secretarios de Estado y a los
Gobernadores Civiles de las Provincias; nombrar a los re-
presentantes diplomáticos con la aprobación del Senado;
nombrar a todos los demás empleados públicos cuando no
se atribuye el nombramiento a otro Poder u organismo au-
tónomo: disponer todo lo relativo a las Fuerzas A r m a d a s ;
preservar la Nación de todo ataque exterior sin necesidad
de autorización del Congreso y declarar la guerra previo
decreto del Congreso y ajustar la paz cuando sea necesa-
rio, a reserva de obtener la aprobación congresional; pro-
mulgar y hacer publicar las leyes y resoluciones y cuidar
de su fiel ejecución; dirigir las negociaciones diplomáticas
y celebrar tratados con la aprobación del Congreso; decre-
tar el estado de sitio y suspender ciertos derechos indivi-
duales cuando no esté reunido el Congreso y en el mismo
caso declarar el estado de emergencia; celebrar contratos
sometiendo a la aprobación del Congreso los que afecten
rentas nacionales, enajenen inmuebles, levanten emprés-
titos o estipulen exenciones de impuestos; someter al Con-
greso en la segunda legislatura del a ñ o el proyecto de Pre-
supuesto para el a ñ o subsiguiente; anular los arbitrios mu-
nicipales contrarios a la economía general de la Nación;
nombrar los miembros de los Consejos de Guerra y al Pre-
sidente y los demás miembros del Consejo Administrativo
del Distrito de Santo Domingo.

Empero, el mayor volumen de atribuciones del Presi-


dente de la República no resulta de la Constitución, sino
de la legislación ordinaria. Las atribuciones constitucio-
nales son de mayor importancia política, pero las que con-
fiere al P r u d e n t e de la República la legislación ordinaria.

— 122 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

non m á s numerosa» aunque generalmente meno» importan-


te» desde el punto de vista político.
E n el orden legislativo y en el orden jurisdiccional, el
Presidente de la República tiene además importantes atri-
buciones. que examinaremos especialmente m á s adelante.

En lo normativo: El Poder Reglamentario.—Como ya


hemos visto el Presidente de la República tiene Iniciativa,
y por cierto en la m a y o r a m p l i t u d , en la elaboración de las
leyes. Tiene t a m b i é n la facultad de devolver al Congreso las
leyes con observaciones, salvo u n solo caso, p a r a que sean
nuevamente discutidas. Y a esto lo hemos examinado antes
con a l g ú n detalle. E l carácter de las atribuciones que ejer-
ce en estos casos el Poder Ejecutivo no está bien clarifica-
do por los tratadistas. F o r m a l y materialmente, son atribu-
ciones administrativas, pero como tienen que ver con la ela-
boración de las leyes, asumen u n carácter fui géneris o pe-
culiar. Merkl ( A d o l f o Merkl, tratadista austríaco, colega
de Kelsen) los considera actos prelegislativos, creando asi
una categoría especial.
Courtois califica estos actos como gubernamentales. y
extiende esta calificación a todos los actos concretos que
realiza el J e f e del Estado por atribución expresa de la Cons-
titución. I g u a l naturaleza correspondería a los actos del
Congreso que no sean leyes.
E m p e r o , los jefes ejecutivos suelen ejercitar u n a atri-
bución que tiene m á s definidamente u n carácter normati-
vo, o legislativo. E » la atribución de dictar reglamentos. E n
ciertos países, como en los Estados Unidos y en otros, se-
g ú n señala el Profesor F r a n c i a L. Goodnow, (Derecho Ad-
ministrativo C o m p a r a d o ) tiene un origen consuetudinario
y se considera que resulta una necesidad de la función
ejecutiva, puesto que no se pueden ejecutar las leyes, par-
ticularmente las administrativas, sin tenerse al mismo
tiempo la facultad de reglar los detalles de su ejecución
por medio de reglamentos, los cuales, por eso mismo, en
tales países, sólo tienen una esfera l i m i t a d a a la ejecución
de las leyes. Son los llamado» reglamentos de ejecución.
MANUEL A. A MI AMA

Entre nosotros, el poder reglamentario del Presidente


de la República es originario y explícito. Es decir, está
inscrito en la propia Constitución (Artículo 49, inciso 3 ) .
Por la forma en que está consagrada esa facultad en nues-
tra Constitución, se entiende, por la mayoría de los cons-
titucionalistas. que ese poder es muy amplio. N o se limita
a la ejecución de las leyes. El Presidente de la República
puede dictar también reglamentos para regular cuestiones
nuevas, no tocadas aún por las leyes. E n este caso, los re-
glamentos se denominan autónomos, para indicar que no
tienen relación con ninguna ley. En ciertos casos también,
la ley confía al Presidente do la República la misión de
completar la ley por medio de reglamentos. A menudo, la
ley dispone que la violación de estos reglamentos se casti-
gue con penas superiores a las que el Presidente de la Re-
pública puede señalar, ordinariamente, para la violación
de sus reglamentos corrientes. E n este caso, los reglamen-
tos se denominan reglamentos delegados. Algunos autores
consideran que esta práctica viola el principio según el cual
ningún poder del Estado puede delegar en otros poderes
sus atribuciones. Pero se reconoce generalmente que no
existe tal violación, porque el principio ya mencionado lo
que prohibe es una delegación total de la función, pero no
la delegación para una materia aislada y determinada.

La mayor parte de los reglamentos autónomos tiene


por objeto establecer prohibiciones y sanciones de determi-
nados hechos, en obsequio del orden público y las buenas
costumbres. E n este caso, se denominan reglamentos de po-
licía. Su violación entre nosotros sólo puede acarrear la
aplicación de sanciones de simple policía, de conformidad
con el articulo 486 del Código Penal.
Naturalmente, los reglamentos del Presidente de la
República, aunque materialmente tienen la naturaleza de
las leyes, no tienen la misma categoría o rango jurídico de
las leyes. Las leyes pueden siempre abrogarlos, recuperan-
do así el legislador la misión normativa que le asigna la
Constitución.

— 124 —

:
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

En fin. c! poder reglamentario de que hablamos en es-


te párrafo sólo pertenece al Presidente de la República y
como veremos más adelante a las instituciones municipales.
Los reglamentos que dictan otros organismos o funciona-
rios, como los Secretarios de Estado salvo en un solo caso
que veremos, carecen de fuerza obligatoria directa para el
público. Su efecto regulador sólo alcanza la interioridad
de las departamentos confiados a la dirección de tales or-
ganismos o funcionarios.

En lo jurisdiccional.—El indulto.—En la mayor parte


de los países, el Jefe del Poder Ejecutivo tiene una impor-
tante atribución que participa de la naturaleza de la fun-
ción jurisdiccional: la de conmutar por penas de prisión
la pena de muerte si ésta ha sido pronunciada por la jus-
ticia. Como entre nosotros no existe prácticamente la pena
de muerte, se ha conferido al Presidente la atribución de
conceder indultos en ciertos días del año, o sea el 27 de fe-
brero, el 16 de agosto, el 2-1 de septiembre y el 23 de diciem-
bre. El indulto debe favorecer a personas ya condenadas.
Puede perdonar toda la pena pendiente de cumplirse, o sólo
una parte de ella. Generalmente se hace por decreto. Puedo
ser incondicional o condicional. Los efectos del indulto son
diferentes a los de la amnistia. Dichos efectos se rigen por
el Código de Procedimiento Criminal. Debe referirse siem-
pre a personas determinadas.
En realidad, el Código de Procedimiento Criminal no
dice gran cosa acerca de los efectos del indulto. De su ar-
ticulo 435, se deduce que no suprime las incapacidades in-
herentes a algunas penas, puesto que prevé la necesidad
de la rehabllitaclón, aún en los casos de indulto.

Poder de celebrar Tratados.—Ya hemos dicho que el


Presidente de la República tiene capacidad para celebrar
tratados con las Naciones extranjeras. Es una atribución
exclusiva, que no puede ser ejercida por ningún otro Poder
del Estado. En la práctica, el Presidente de la República
dirige las negociaciones que conducen a los tratados, pero
muy raras veces los suscribe por si mismo. Generalmente

— 125 —
MANUEL A. AMIAMA

confiere mandato para hacerlo a funcionario» diplomáticos.


Este mandato se conoce con el nombre de plenipotencia. El
funcionario mandatario se denomina por eso plenipotencia-
rio. Pero la concertación de un tratado por el Presidente
de la República o por un plenipotenciario en su nombre
no tiene validez ni obliga a la República si el Congreso Na-
cional no lo aprueba.
Una vez suscrito un tratado, aprobado por el Congre-
so y promulgada la resolución aprobatoria por el Presiden-
te de la República, se convierte en un acto jurídico que
obliga a la República con la Nación con la cual se haya con-
certado. Una cuestión de gran importancia es la de saber
qué rango jurídico tiene entre nosotros un tratado así per-
feccionado. Según nuestra opinión, tiene el mismo rango o
categoría que una ley. Por tanto, un tratado, si colidc con
alguna ley anterior, suspende la aplicación de ésta en el
punto o puntos en que colidan. Si la ley es posterior al tra-
tado. y hay colisión, el tratado es inaplicable en el punto
o puntos en que haya colisión. Nuestra Constitución no
ofrece apoyo para ningún criterio decisivo sobre este asun-
to. por lo cual para resolverlo o mejor dicho para clarifi-
carlo. hay que recurrir a los precedentes nacionales y al
sistema aceptado en países de mayor actividad internacio-
nal que tengan en relación con los tratados el mismo régi-
men constitucional nuestro, o similar, como los Estados Uni-
dos, donde el Presidente concierta los tratado» y el Senado
debe aprobarlos para que sean válidos.

En los Estados Unidos, se considera que los tratados


tienen el mismo rango jurídico que las leyes federales.
Entre nosotros, hay el precedente de que en 1031, una
Ley que se llamó la Ley de Emergencia, puso en suspenso
la aplicación de algunas estipulaciones de la Convención
Dominico-Americana de 102-1. La Ley estuvo en vigencia
hasta el año 1933.
Naturalmente, como las estipulaciones de los tratados
se reputan siempre de carácter especial, para que una ley
posterior las afecte, la ley debe referirse expresamente al
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

tratado que esté en cuestión o a la materia misma objeto del


tratado, como en la citada Ley de 1931.
Se entiende generalmente que los tratados pueden
crear obligaciones tanto para el Estado como para los ciu-
dadanos. Pero en cambio se entiende también que no pue-
den establecer penalidades ni disponer erogaciones, para
lo cual la Constitución requiere leyes formales. Por esto,
cuando para cumplir un tratado cabalmente se necesitan
sanciones y erogaciones, se hace preciso implementarlos
con leyes formales al respecto. Esta es también la tesis pre-
dominante en los Estados Unidos.
Otra cuestión de mucha importancia en conexión con
este punto es la de saber si el Presidente de la República
puede, sin violar la Constitución, concertar con gobiernos
extranjeros ciertos acuerdos de los llamados acuerdos o
convenios ejecutivos, sin someterlos a la aprobación del
Congreso. La práctica es antigua y se sigue en varios paises,
por ejemplo en los Estados Unidos. La capacidad del Pre-
sidente en este aspecto es siempre objeto de mucha discu-
sión, tanto entre los juristas como entre los legisladores.
Se han propuesto alli hasta reformas constitucionales para
prohibir expresamente dicha práctica, la última por el Se-
nador Bricker. Se considera que en último caso, el Presi-
dente de la República no puede celebrar ningún acuerdo
ejecutivo, a menos que sus estipulaciones sean de tal natu-
raleza que puedan cumplirse por el Poder Ejecutivo me-
diante el uso de atribuciones que le pertenezcan, por vir-
tud de la Constitución o de leyes vigente», y que no se con-
cierten por un tiempo rigido, de modo que puedan ser can-
celados en cualquier momento. E n esta forma, las obliga-
ciones resultan propiamente para el Poder Ejecutivo, pero
no para la República, con lo cual se considera respetado
el texto constitucional.

Atribuciones del Presidente en los recesos del Congre-


so.—Para que los asuntos del Estado no se detengan duran-
te los recesos del Congreso, ni éste tenga que ser convoca-
do en legislatura extraordinaria por cuestiones de poca
importancia, nuestra Constitución confiere al Presidente
MANUEL A. A MI AMA

de la República ciertas atribuciones que sólo puede ejerci-


t a r cuando el Congreso está en receso. T a m b i é n obedece
este régimen a la conveniencia de que en ciertos casos de
peligro imprevisto, el Presidente pueda actuar rápidamen-
te aunque el Congreso no esté reunido.
D u r a n t e dichos recesos, el Presidente de la Repúbli-
ca puede decretar el estado de sitio y suspender los de-
rechos de expresión del pensamiento, de asociación y reu-
nión. la libertad de tránsito, la libertad personal, la actua-
ción judicial respecto de los detenidos y el procedimiento
de habeos corpas. Puede t a m b i é n declarar el estado de emer-
gencia nacional y dictar medidas que suspendan el ejerci-
cio de todos los derechos individuales, excepto el derecho
a la inviolabilidad de la v i d a : pero por el m i s m o acto debe
convocar al Congreso p a r a que se reúna dentro de los pró-
ximos diez días, a f i n de que decida acerca del manteni-
miento o revocación de dicha medida. De lo contrario, o
si el Congreso no se reuniere, la medida cesará automáti-
camente.
D u r a n t e los mismos receso», el Presidente de la Re-
pública puede Henar interinamente las vacantes que ocu-
r r a n entre los Jueces de las Cortes y Tribunales y entre los
miembros de la C á m a r a de Cuenta», i n f o r m a n d o al Senado
en la p r ó x i m a legislatura p a r a que é«tc provea los defi-
nitivos.
E n f i n . d u r a n t e los mismos receso», el Presidente de
la República puede disponer por medio de dccrcto-lcy trans-
ferencias en la Ley de Gastos Públicos, con obligación de
someter al -Congreso en la p r ó x i m a legislatura, p a r a su
aprobación, las referidas disposiciones.

Los Secretarios de Estado.—Su carácter desde el pun-


to de vista constitucional.—La Constitución instituye es-
tos funcionarios con el f i n de que ayuden al Presidente de
la República en su gestión a d m i n i s t r a t i v a . Su carácter es
exclusivamente a d m i n i s t r a t i v o como se deduce del a r t i c u l o
54 de nuestra Constitución, donde se dice que las Secreta-
r í a s de Estado se establecen " P a r a el despacho de los asun-
tos de la A d m i n i s t r a c i ó n P ú b l i c a " .

— 128 —
NOTAS S O B R E D E R E C H O CONSTITUCION AI.

L a Constitución de 1844 establecía ella misma cuatro


Secretarias de Estado, que eran la de Guerra y M a r i n a , la
de Interior y Policía, la de Justicia e Instrucción Pública
y la de Hacienda y Comercio. Disponía que los asuntos ex-
teriores estarían a cargo de una de esas Secretarías de
Estado, según dispusiera el Presidente de la República. E n
los primeros años se acostumbró dar este encargo al Secre-
tario de Estado de Justicia e Instrucción Pública, que era
siempre una persona letrada y frecuentemente conocedora
del Derecho.
Por muchos años m á s , la Constitución continuó fijan-
do por si misma las Secretarías de Estado, pero después
confió esta misión al Congreso.
E n la actualidad, la Constitución sigue a este respecto
un sistema m i x t o : requiere la existencia de las Secretarías
de Estado do Guerra y M a r i n a , de lo Interior y Policía y
de la Presidencia, pero confía al Congreso el establecimien-
to de las demás Secretarías de Estado, a propuesta del
Presidente de la República, como hemos dicho en otro punto.
Para el desempeño de las tres Secretarías de Estado
citadas, se requieren las mismas condiciones que para el
desempeño de la Presidencia de la República; para las de-
más. la nacionalidad dominicana, el ejercicio pleno de los
derechos civiles y políticos y la edad de 25 años. Excepto
para las tres citadas, los naturalizados pueden ser Secre-
tarios de Estado diez años después de haber adquirido la
nacionalidad.
Como hemos dicho, el nombramiento de los Secreta-
rios de Estado es atribución del Presidente de la Repúbli-
ca, quien puede revocarlos, sin que n i n g u n a ley ordinaria
pueda crear condiciones p a r a ello.
La Constitución no determina las atribuciones de los
Secretarlos de Estado. Confía esta misión a la legislación
ordinaria.
Como los Secretarios de Estado son funcionarios ad-
ministrativos que dependen del Presidente de la República,
se considera que sólo ante dicho magistrado son responsa-
bles de su gestión oficial. Sin embargo, el Congreso puede

— 129 —
MANUEL A. A MI AMA

interpolarlos sobro asuntos do su competencia. Se entiendo


que esta facultad pertenece a cada Cámara. Esta institu-
ción es una reminiscencia del sistema parlamentario y se
considera inconcordante con nuestro sistema constitucio-
nal. en el cual la responsabilidad de la dirección política
y administrativa en la esfera ejecutiva reposa en el Pre-
sidente de la República.
E n nuestras antiguas Constituciones, la posición de
los Secretarlos de Estado dentro del sistema gubernativo
era mucho más importante que ahora. Ellos podían ser in-
terpelados por las Cámaras no solo sobre los asuntos de
su competencia administrativa, sino sobre cualquier asun-
to de interís público, lo que los comunicaba cierta Inves-
tidura política. Además, era obligatorio que todo acto del
Presidente de la República fuera refrendado (aprobado)
por el Secretario de Estado relacionado con la materia do
que se tratara. Todo esto desapareció con la reforma cons-
titucional de 1908.
Conforme a la Constitución. los Secretarios de Esta-
do deben presentar cada año una Memoria relativa a los
asuntos de su incumbencia al Presidente de la República,
y este magistrado debe enviarlas al Congreso j u n t o con su
Mensaje anual.
La Constitución menciona también a los Subsecreta-
rios de Estado, pero incidontalmcnte.
Los Secretarios y Subsecretarios de Estado gozan de
un fuero especial en materia penal. No pueden ser juzgados
sino por la Suprema Corte do Justicia. Se ha interpreta-
do que este privilegio de jurisdicción sólo favorece a los
Secretarios cuando las causas son conocidas mientras el
Secretario de Estado se encuentra en su cargo, pero no
después de salir del mismo.

— 130 —
PUNTO DECIMOSEXTO

El proble ma de la sucesión ejecutiva.—Por qué se plan-


tea en todos los países.—Como hemos visto, el Poder Le-
gislativo es ejercido en todas las democracias por un cuer-
po colegiado, esto es, integrado por muchos funcionarios.
Por su parte, el Poder Judicial es ejercido por varios órga-
nos de distintas categorías, formados, los de rango supe-
rior. por varios magistrados.
La falta pues de un funcionario en el Poder Legisla-
tivo o en el Poder Judicial no determina la interrupción
de sus funciones ni trastorno serio alguno.
En cambio, el Poder Ejecutivo es ejercido, salvo en
Suiza y en el Uruguay donde hay Ejecutivos colegiados,
por un único magistrado. La falta de este magistrado, por
muerte, renuncia o inhabilitación, constituye, por esta cir-
cunstancia, en todos los países, monárquicos o republica-
nos, un trastorno muy grave, cuyos efectos deben ser con-
jurados por procedimientos que puedan llevarse a cabo sin
grandes dificultades.
El problema se resuelve en la mayoría de los Estados
monárquicos por la aplicación de leyes o costumbres di-
násticas establecidas desde mucho tiempo antes y así ha
ocurrid" siempre en tales Estados, desde los tiempos pri-
mitivos. Precisamente, la existencia de este sistema de he-
rencia del trono por efecto del parentesco familiar consti-
tuye la característica del régimen monárquico. General-
mente. el derecho de sucesión se reconoce al hijo mayor
o la hija mayor. A falta de éstos, a los hermanos mayores.
A falta de éstos a los sobrinos. No obstante la aparente
claridad de estos derechos, no dejan de ocurrir problemas
y pugnas succsorales al trono cada vez que falta un mo-
narca. E n el pasado, llegaron a producirse hasta guerras
intestinas e internacionales por litigios succsorales relati-
vos al trono.
E n la mayor parte de los paiscs monárquicos, el de-
recho de sucesión al trono aprovecha tanto a los varones
como a las hembras. Pero en el pasado dió mucho que ha-
cer la llamada Ley Sálica, en virtud de la cual las mujeres
estaban excluidas del trono. Dicha ley se originó entre los
francos merovingios, llamados también sálicos, en el año
486 y es curioso advertir que no se refería primitivamen-
te a la sucesión al trono, sino a la sucesión civil, esto es, a
los derechos de herencia de los bienes dejados por las per-
sonas que fallecían. Sólo más U r d e sirvió de base a la re-
gla consuetudinaria que excluía a las mujeres del trono. Se
aplicó principalmente en Francia y en los Estados Alema-
nes y por esto vemos que en esas naciones nunca hubo mu-
jeres que ocuparan el trono, a no ser como regentes. E n
Inglaterra y en Rusia, no se aplicó nunca la Ley Sálica.
En los tiempos modernos, en el Japón continúa aplicándose
el mismo sistema de la Ley Sálica y lo mismo ocurría en
China. E n realidad, la exclusión de las mujeres del trono
es mucho más antigua que la Ley Sálica y desde la anti-
güedad existia en Oriente.
Dada la decadencia del régimen monárquico en el cua-
dro de las naciones modernas, estos problemas de suce-
sión son hoy menos graves y resonantes que en r j pasado.

La sucesión presidencial.—Distintos sistemas de solu-


ción.—En las democracias republicanas, se han ensayado
o existen distintos sistemas para la solución del problema
de la sucesión presidencial. A veces, se elige j u n t o con el
Presidente de la República un Vice-Presidente con voca-
ción de sucederle en caso de falta. A falta del Vice-Presi-
dente, el derecho pertenece a otros funcionarios. En los
Estados Unidos, este funcionario era antes el Secretario de
Estado, pero en tiempos del Presidente Truman se reformó
el sistema, para que la Presidencia, a falta del Vice-Presi-

—182 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

dente (esto es ex-oíicio Presidente del Senado) recaiga en


el Presidente de la C á m a r a de Representantes. E n Francia,
cuando falta el Presidente de la República, el sucesor es
elegido por el Parlamento, o sea por la Asamblea Nacio-
nal reunida con el Consejo de la República (Artículos 5
y 29 de la Constitución Francesa del 13 de Octubre de
1946).
En realidad, el Parlamento es siempre quien elige al
Presidente de la República. E n Francia hay la particula-
ridad de que. cuando falta el Presidente de la República,
el nuevo Presidente elegido dura en sus funciones por sie-
te artos, a contar del momento de su elección y no a contar
de la elección del Presidente anterior. Es un periodo per-
sonal, y no colectivo como ocurre entre nosotros para to-
dos los funcionarios electivos que terminan su período ct
16 de Agosto de cada cinco artos, a contar los periodos del
año 1942.

Sistema actual de la Constitución dominicana.—Nues-


tra Constitución ha consagrado varios sistemas para la su-
cesión presidencial.
Hasta 1998, Instituía un Vice-Presidente para suce-
der al Presidente y, a falta del Vice-Presidente. el Con-
greso elegia un sucesor. La Constitución de 1908 suprimió
la Vice-Presidencia y dispuso que en caso de falta del Pre-
sidente de la República ejercería temporalmente el Poder
Ejecutivo el Consejo de los Secretarios de Estado, hasta
que la Asamblea Nacional eligiera un Presidente definiti-
vo. Este sistema se aplicó en 1911, a la muerte del Presi-
dente Ramón Cáceres, con el resultado de que fue elegido
Presidente, después de un breve ejercicio del Consejo de
Secretarios de Estado, el Senador Eladio Victoria, herma-
no del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Gene-
ral Alfredo Victoria. El sistema, después de esta experien-
cia, fue considerado, como inconveniente. E n 1924, la Cons-
titución volvió al sistema tradicional anterior a 1908 y es-
tableció la Vice-Presidencia de la República, pero previó,
lo que no ocurría antes, que en el caso de faltar el Presi-
dente y el Vice-Presidente de la República, recaería la Pre-
MANUEL A. A MI AMA

sidencia en el Secretario de E s t a d o de lo Interior y Poli-


cía. Mediante este sistema, cuando, a principios de 1930,
el Presidente Horacio Vásquez y el Vice-Presidente D r . Jo-
sé Dolores Alfonseca se vieron obligados a renunciar como
efecto de la presión popular, por haber permanecido en
sus cargos sin la celebración de comicios por m á s tiempo
que el prescrito por la Constitución de 1924, asi como por
la crisis financiera y prcsupuestal que ocurrió en los últi-
mos meses de su ejercicio, la Presidencia recayó en el Se-
cretario de lo I n t e r i o r y Policia que n o m b r ó p a r a eso f i n el
propio Presidente Vásquez. E j e r c i ó asi la Presidencia el
Lic. R a f a e l Estrella U r c ñ a . E s t a experiencia demostró que
una parte del sistema de la Constitución de 1924 era conve-
niente y s i r v i ó de base a la r e f o r m a de 1942, que s u p r i m i ó
de nuevo, como en 1908, la Vice-Preaidencia de la Repúbli-
ca. E n los p á r r a f o s que siguen, vamos a e x a m i n a r el siste-
m a actual. Tendremos que ver dos casos distintos, según que
la falta del Presidente de la República ocurra entre la fe-
cha de la elección y la fecha de la t o m a do posesión, o quo
ocurra después de encontrarse en ejercicio.

Falta del Presidente entre la elección y la toma de po-


sesión.—Este caso está regido por el a r t i c u l o 47. E n él se
dispone que, cuando, por encontrarse fuera del país, o por
enfermedad o por cualquier otro caso de fuerza m a y o r , el
Presidente de la República electo no pueda t o m a r pose-
sión el 16 de agosto, t o m a r á posesión interinamente el Pre-
sidente de la S u p r e m a Corte de J u s t i c i a . Este m a g i s t r a d o
no debe ser el del periodo expirado el 16 de agosto, sino
el designado p a r a el período que se va a iniciar.
L a importancia de esta especificación que hace ex-
presamente el a r t i c u l o 47 de la Constitución la veremos
al estudiar ia función jurisdiccional en el p u n t o subsi-
guiente.
E n caso de que la falta de Presidente electo, antes del
16 de agosto, sea definitiva ( l o que puede o c u r r i r por
muerte o por r e n u n c i a ) , la Asamblea Nacional, integrada
por los Senadores y D i p u t a d o s electos con el Presidente,
se r e u n i r á el 16 de agosto, p a r a designar un nuevo Prcsi-

— 134 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

dentó de la República. La sesión no podrá clausurarse ni


declararse en receso hasta haber verificado la elección. Es
una especie de cónclave. Esta precaución tiene por objeto
evitar que ocurran las dificultades que acaecieron en el
año 1916 al abandonar la Presidencia J u a n Isidro Jimé-
nes, cuando hubo tantos titubeos y dilatorias en la Asam-
blea Nacional, que al fin la elección resultó inadecuada
para conjurar la crisis política que se habia desatado se-
manas antes, todo lo cual se agravó con la intromisión ex-
tranjera en los asuntos internos y dió lugar a la instaura-
ción del Gobierno Militar que todos conocen.
Si la falta definitiva ocurre después del 16 de agosto,
sin que el Presidente electo haya tomado posesión, la Asam-
blea Nacional debe hacer la elección del sucesor dentro de
los treinta días de ocurrir la falta definitiva, con los mis-
mos requisitos anteriores mencionados.
Hasta el momento presente (abril de 1954) este sis-
tema no ha sido puesto a prueba.

Falta después de encontrarse el Presidente electo en


ejercicio.—Este caso está regido por los artículos 51 y 53
de la Constitución. E n caso de falta temporal, ejerce el Po-
der Ejecutivo mientras dure el caso el Secretario de Esta-
do de Guerra y M a r i n a ; a falta de éste, el Secretario de
Estado de lo Interior y Policía; y a falta de éstos dos, el
Secretario de Estado de la Presidencia. E n caso de que la
falta sea definitiva (lo que puede ocurrir por muerte, re-
nuncia o inhabilitación) rige el mismo orden de sucesión
que acabamos de explicar.
A fin de que el cuadro de los sucesores permanezca
siempre completo, la parte final del artículo 51 exige que
las indicadas Secretarías de Estado figuren siempre en
la ley que las instituye y que para su desempeño se requie-
ran las mismas condiciones que paru ser Presidente de la
República. Como ya sabemos, estas condiciones son la na-
cionalidad dominicana por nacimiento y origen, la edad
mínima de treinta años, la posesión del pleno ejercicio do
los derechos civiles y políticos y la residencia de cinco años
en el país durante los cinco años anteriores al acceso a la
MANUEL A. A MI AMA

Presidencia. Dado el propósito de este sistema, todo el


mundo entiende que no sólo deben existir siempre las tres
Secretarias de Estado ya mencionadas, sino que cada una
de ellas debe estar servida por una personalidad diferente.
Se entiende también que el Presidente de la República no
puede asumir nunca ninguna de esas tres Secretarías de
Estado.
Esta última previsión está explícitamente formulada
en la Ley de Secretarías de Estado para mayor claridad,
aunque ello no era indispensable para la evidencia de la
regla.
E n caso de que falten todos los sustitutos del Presiden-
te ya indicados asumirá el Poder Ejecutivo interinamente
el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien, den-
tro de los treinta días que siguen a la fecha de haber asu-
mido esas funciones, convocará a la Asamblea Nacional
para que nombre el sustituto definitivo, con los mismos re-
quisitos indicados para los casos de falta del Presidente
antes de tomar posesión, que ya hemos explicado.
Si el Presidente de la Suprema Corte no hace la convo-
catoria. la Asamblea Nacional debe reunirse de pleno dere-
cho para hacer la elección.

Faltas y suplencias temporales.—En ciertas ocasiones


el Presidente de la República puede tener que realizar de-
terminadas gestiones para las cuales le convenga apartar-
se momentáneamente de las labores directas del Poder Eje-
cutivo. Por ejemplo un viaje al exterior. E n ciertos casos,
le conviene ser acompañado por todos o algunos de los Se-
cretarios de Estado que tienen vocación para sucederle.
E n estos casos el Presidente de la República puede dispo-
ner que cualquiera de los Secretarios de Estado designa-
dos por él y que reúnan las condiciones requeridas por la
Constitución para ser Presidente de la República, ejerza el
Poder Ejecutivo temporalmente. El encargo se hace por
un decreto y por otro decreto se dispone igualmente la
cesación del encargo. E n el año de 1951, este sistema fue
aplicado, cuando el Secretario de Estado de Guerra y Ma-
rina, que era entonces el General Héctor Bienvenido Tru-

— 136 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

jillo Molina, fué encargado del ejercicio del Poder Ejecu-


tivo por un decreto del Presidente de la República, Gene-
ralísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, por al-
gunos meses.

Función de la Asamblea Nacional en estos casos.—En


todos los casos expresados, la Asamblea Nacional actúa co-
mo cuerpo electoral, y no como cuerpo que hace un nom-
bramiento. E l texto constitucional usa siempre la palabra
elección. Cuando se trata de la elección antes de la toma de
posesión, la Asamblea Nacional debe ser integrada por los
Senadores y Diputados electos con el Presidente, a fin de
que represente la más reciente manifestación de la opi-
nión política nacional. N o habiéndose previsto una regla
de mayoría especial, ni una especial regla de quorum, de-
ben regir las reglas a que ya nos referimos en el punto dé-
cimotercero. El Presidente así elegido, lo mismo que el pe-
ríodo de cualquier sustituto, es institucional y no personal
y dura hasta el 16 de agosto en que debía terminar el Pre-
sidente originalmente electo.

— 137 —
PUNTO DECIMOSEPTIMO

El ejercicio de la función jurisdiccional.—La función


jurisdiccional es la función de j u z g a r . E l calificativo de
jurisdiccional p a r a esta función se ha aclimatado en el de-
recho público en los ú l t i m o s años gracias principalmente
al profesor León D u g u i t . E s preferible a la denominación
de función j u d i c i a l porque es m i s genérica, m á s a m p l i a y
abarca la actividad de los tribunales ordinarios, llamados
t a m b i é n judiciales, y la actividad de los tribunales admi-
nistrativos.
Los tribunales ordinarios o judiciales son los que co-
nocen de las causas civiles y comerciales y de las penales,
causas éstas que son las m á s corrientes u ordinarias. Los
tribunales a d m i n i s t r a t i v o s son aquellos que conocen de las
controversias de los particulares contra la A d m i n i s t r a c i ó n
Pública por actos originados en la actividad de los servi-
cios públicos.
C o m o ya hemos dicho, desde tiempos m u y a n t i g u o s los
monarcas cedieron el ejercicio de la función de j u z g a r a
otros cuerpos o magistrados, p a r a que éstos i m p a r t i e r a n
la justicia en su nombre, aunque se reservaran la decisión
de las causas civiles o penales que tuvieran mucha impor-
tancia y las que tuvieran repercusión política. A s í se fué
emancipando de los monarcas el poder judicial, hasta que
la C a r t a M a g n a previó en el siglo X I I I en I n g l a t e r r a el
establecimiento de jueces definitivamente independientes,
cuya justicia se a d m i n i s t r a b a en nombre del rey nominal-
mente, pero en realidad en representación de la sociedad.
Entonces nació formalmente la función j u d i c i a l y esta fun-

— 138 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

ción (le entonce» en adelante, encontró carta de naturaleza


en la» Constituciones que fueron subsiguiendo.
En la teoría política moderna, se considera que la
función jurisdiccional es de la misma categoría que la fun-
ción legislativa y la ejecutiva y que es un atributo de la
soberanía popular, aunque, como aquellas, sea confiada en
cuanto a su ejercicio a órganos representativos de esc as-
pecto de la soberanía.
En la Constitución dominicana se consagró desde 1844
la existencia del Poder Judicial, con independencia de los
demás Poderes. En los párrafos que siguen vamos a exa-
minar con algún detalle la organización del Poder Judicial
según la Constitución actual. Desde ahora hay que adver
tir que la Constitución sólo indica lo fundamental de esa
organización. Lo demás, la Constitución lo confía a la le-
gislación ordinaria.

IM Suprema Corte de Justicia.—Los órganos del Po-


del Judicial dominicano son la Suprema Corte de Justicia,
las Cortes de Apelación, los Tribunales de Tierras, los Tri-
bunales de Primera Instancia, los Juzgados de Paz y los
Consejos de Guerra. El Congreso tiene facultad para crear
otros órganos judiciales, pero hasta ahora sólo existen los
citados. El Código Trujillo de Trabajo provee, por ejem-
plo, la creación de Cortes y Tribunales de Trabajo, pero
éstos todavía no han sido establecidos.
La Suprema Corte de Justicia es, como se desprende
de su mismo nombre, el órgano superior del Poder Judicial.
Debe constar de siete jueces por lo menos. Actualmente
cuenta once. Su nombramiento corresponde al Senado. Al
hacer los nombramientos, el propio Senado señala cual
juez ocupa la Presidencia y designa un primero y un se-
gundo sustituto para reemplazar al Presidente en caso de
falta o de impedimento.
Para ser Juez de la Suprema Corte, se necesita ser
dominicano por nacimiento u origen, por lo cual los natu-
ralizados j a m á s pueden ser Jueces de este alto tribunal. Se
requiere además estar en el pleno ejercicio de los derechos
civiles y políticos, haber cumplido la edad de treinta años
MANUEL A. A MI AMA

y ser Licenciado o Doctor en Derecho con ocho artos cuan-


do menos en el ejercicio de la profesión, o haber sido Juez
de alguna Corte o Tribunal o Procurador General durante
cuatro años.
El cargo de Juez de la Suprema Corte de Justicia es
incompatible con todo otro destino o empleo público, per-
manente o accidental, con excepción de los honoríficos y
los del profesorado.

Sus atribuciones judiciales fundamentales.—LM atri-


buciones que la Constitución confiere exclusivamente a la
Suprema Corte de Justicia, en materia judicial, son las si-
guientes: 1).—Conocer en primera y última instancia las
causas seguidas al Presidente de la República. Senadores.
Diputados. Secretarios y Subsecretarios de Estado, miem-
bros de la propia Suprema Corte de Justicia. Jueces y Pro-
curadores de las Cortes de Apelación y a los miembros del
Cuerpo Diplomático Nacional. Las causas a que se refiere
la Constitución en este caso son evidentemente las causas
penales. Se ha establecido el precedente de que el privile-
gio de jurisdicción que en este caso establece la Constitu-
ción para los funcionarios especificados sólo se aplica
cuando, en el momento de conocerse las causas, los funcio-
narios están en el ejercicio de sus funciones. Si están fue-
ra de las funciones, por renuncia o inhabilitación, las cau-
sas son conocidas por los tribunales ordinario«. 2).—Cono-
cer de los recursos de casación de conformidad con la ley.
E l recurso de casación fué establecido por la reforma cons-
titucional de 1908. 3).—Conocer en último recurso de las
causas cuyo conocimiento en primera instancia competa
a las Cortes de Apelación. 4) Conocer en única o última ins-
tancia de las causas disciplinarias seguidas a los miembros
del Poder Judicial.
Las demás atribuciones judiciales de la Suprema Cor-
te, le son conferidas por la legislación ordinaria.

Atribuciones administrativas.—La Constitución con-


fiere a la Suprema Corte la de trasladar provisional
o definitivamente de una jurisdicción a otra, cuando lo

— 140 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

juzgue útil, lo» Jueces de Primera Instancia, los Jueces


Residentes del Tribunal de Tierras, los Jueces de Instruc-
ción y los Jueces de Paz.
Conviene advertir que la atribución disciplinaria, cuan-
do se ejerce por Cortes o Tribunales, asume siempre la for-
ma de una actuación jurisdiccional.
Las leyes ordinarias confieren también a la Suprema
Corte otras atribuciones de carácter administrativo, cuyo
examen no c-s de lugar en el Derecho Constitucional.
La Constitución no prevé la posibilidad de dividir en
Cámaras la Suprema Corte.

El Procurador General de la República.—La Consti-


tución provee la existencia, ante la Suprema Corte de Jus-
ticia, de un magistrado administrativo con el nombre de
Procurador General de la República, cuya función es ejer-
cer la jefatura de la Policía Judicial y del Ministerio Pú-
blico y representar a éste ante el alto tribunal. Tiene ade-
más las atribuciones, deberes y prerrogativas que le con-
fieran las leyes ordinarias y la misma categoría que el
Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Para ser Procurador General de la República se nece-
sitan las mismas condiciones que para ser Juez de la Su-
prema Corte de Justicia.
La ley puede disponer la creación de funcionarios que
actúen como sustitutos del Procurador General de la Re-
pública ante la Suprema Corte de Justicia.
El Procurador General de la República y los sustitutos
indicados son nombrados hasta ahora por el Presidente
de la República, pero la Constitución no se refiere a esta
designación, por lo cual la ley puede disponer otro sistema
al respecto, como dijimos en el punto décimo.

Las Cortes de Apelación y sus atribuciones constitu-


cionales.—Las Cortes de Apelación y el Tribunal Superior
de Tierras ocupan la segunda categoría en el cuadro do
los órganos que constituyen el Poder Judicial Dominicano.
La Constitución exige que haya siempre en la Repú-
blica por lo menos tres Cortes de Apelación. Su número
MANUEL A. AMIAMA

por encima de ese m í n i m o , su composición, así como los


distritos judiciales que a cada Corte deben corresponder,
se determina por la legislación o r d i n a r i a .
Los Jueces de las Cortes de Apelación son nombrados
por el Senado, como los de la S u p r e m a Corte y los de to-
dos los órganos del Poder J u d i c i a l , con excepción de los
Consejos de G u e r r a .
Sólo pueden ser Jueces de las Cortes de Apelación los
dominicanos mayores de veinticinco años, que estén en el
pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos y que sean
Licenciados o Doctores en Derecho con cuatro años por lo
menos en el ejercicio de la abogacía, o que hayan sido Jue-
ces de P r i m e r a Instancia d u r a n t e dos años.
La Constitución no prevé que puedan dividirse en cá-
maras las Cortes de Apelación.
Contrariamente a lo ya dicho respecto de la S u p r e m a
Corte, los naturalizados pueden ser Jueces de las Cortes
de Apelación, ocho años después de a d q u i r i r la nacionali-
dad dominicana.
Las atribuciones que la Constitución m i s m a confiere
a las Cortes de Apelación s o n : 1).—Conocer de las apela-
ciones de sentencias dictadas por los Tribunales y Juzga-
dos de P r i m e r a Instancia. La redacción de este texto, al
decir "apelaciones de sentencias" y no "apelaciones de las
sentencias", quiere significar que el recurso de apelación
no es de orden constitucional, sino que debe ser dosificado
por la legislación o r d i n a r i a .
Las Cortes de Apelación conocen de los demás asun-
tos que determinen las leyes.
E l Ministerio Público está representado en cada Cor-
te de Apelación por u n Procurador General, o por los sus-
titutos que la ley pueda crearle, todos los cuales deben re-
u n i r las mismas condiciones que los Jueces de esas Cortes.
E l Procurador General y sus sustitutos en cada Cor-
te son nombrados por el Presidente de la República, según
la legislación o r d i n a r i a actual.

Tribunales de Tierras.—Desde el a ñ o 1924, los Tribu-


nales de Tierras f i g u r a n en la Constitución, pero ésta no
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

especifica aua atribución«» y deja ese cuidado a la legisla-


ción ordinaria. Hasta ahora, esas atribuciones consisten
principalmente en realizar el saneamiento jurídico de la
propiedad inmobiliaria y en decidir los litigios relativos
a las propiedades ya saneadas por el propio Tribunal.
Para ser Presidente o Juez del Tribunal Superior de
Tierras se requieren las mismas condiciones que para ser
Juez de una Corte de Apelación, y para desempeñar los
otros cargos de Juez del Tribunal de Tierras, las mismas
condiciones que para ser Juez de Primera Instancia.

Tribunales de Primera Instancia.—La Constitución


requiere que en cada Distrito Judicial haya Tribunales
o Juzgados de Primera Instancia, con las atribuciones que
les confiere la ley. La ley determina el número de los Dis-
tritos Judiciales (actualmente un Distrito Judicial corres-
ponde a una Provincia), el número de Jueces de que deben
componerse los Tribunales o Juzgados y el número de las
Cámaras en que puedan dividirse. Desde hace años, en los
Distritos Judiciales importantes, el Tribunal de Primera
Instancia está dividido en una C á m a r a Civil y Comercial
y una o más Cámaras Penales.
Para ser Juez de un Tribunal o Juzgado de Primera
Instancia se requiere ser dominicano en pleno ejercicio de
los derechos civiles y políticos, tener veinticinco años de
edad y ser abogado. Por la forma del texto se infiere que
los naturalizados pueden ocupar estos cargos.
J u n t o a cada Tribunal o Juzgado de Primera Instan-
cia, debe haber un Juez de Instrucción, para la sustancia-
ción preparatoria de las causas criminales, y un Procura-
dor Fiscal para que represente el Ministerio Público. Para
el desempeño de ambos cargos se requieren las mismas
condiciones que para Juez de un Tribunal o Juzgado de
Primera Instancia.
Los Jueces de Primera Instancia y los de Instrucción
son nombrados por el Senado. Los Procuradores Fiscales
son nombrados hasta ahora por el Presidente de la Repú-
blica.
MANUEL A. AMIAMA

Juzgado» de Paz.—Hasta la reforma de 10-t7, se de-


nominaban Jueces Alcaldes y eran nombrados por el Pre-
sidente de la República. A h o r a son nombrados por el Se-
nado. La Constitución requiere que haya uno o m á s Jue-
ces de Paz en cada C o m ú n y en el Distrito de Santo Do-
m i n g o , con dos Suplentes cada uno. Para ser J u e z de Paz
o Suplente se requiere ser dominicano, tener por lo menos
veinticinco años y estar en el pleno ejercicio de los dere-
chos civiles y políticos. ta ley puede sujetar el nombra-
miento a requisito de capacidad. Desde hace años, la ley
requiere que sean abogados los Jueces de Paz de las Co-
munes Cabeceras de Provincias y del Distrito de Santo
Domingo. Los naturalizados pueden ser elegidos para este
cargo.

Lo mismo que en el caso de los Jueces de P r i m e r a


Instancia, la Constitución omite d e f i n i r las atribuciones
de los Jueces de Paz. Confia esta misión a la legislación or-
dinaria.

Naturaleza poli tico-jurídica del nombramiento de loa


Jueces por el Senado.—El evidente que el nombramiento
de los Jucces por el Senado ( y esto se extiende también a
los miembros de la C á m a r a de Cuentas) tiene la naturale-
za político-juridica de una elección de segundo grado. Esto
so deduce de algunos textos de la Constitución. Asi por
ejemplo, el ú l t i m o acápite del inciso -t del articulo 19, que
se refiere al juicio de las acusaciones formuladas por la
C á m a r a de Diputados ante el Senado contra los funciona-
rios públicos elegidos para un periodo determinado, se ex-
presa de este m o d o : " L a s disposiciones contenidas en este
articulo no excluyen, respecto de los miembros del Poder
Judicial, la autoridad disciplinaria de la Suprema Corte
de J u s t i c i a " , del cual se deduce que para la Constitución
los Jueces son funcionarios públicos elegidos para un pe-
riodo determinado. E l articulo 47. al referirse al Presi-
dente de la Suprema Corte de Justicia que puede suplir a
u n Presidente electo antes de t o m a r posesión, dice que di-
cho magistrado es el "designado para el periodo que se va
a i n i c i a r " . Todo esto indica que los Jueces se eligen para

—144 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

un periodo que no puede ser otro que el periodo constitu-


cional a que se refiere el articulo 102 de la Constitución.
Por la misma razón, el personal del Senado que elige los
jueces, debe ser el personal entrante después de las elec-
ciones y no el personal saliente. Así ha sido la práctica se-
guida invariablemente en el país, lo que constituye un pre-
cedente que ha creado un derecho consuetudinario, apoya-
do en los propósitos democráticos de la Constitución.
En los Estados Unidos, donde los Jueces son nombra-
dos por el Presidente de la República con la aprobación del
Senado, vitaliciamente, se considera que el nombramiento
equivale a una elección de segundo grado.

Consejos de Guerra.—El Título de la Constitución re-


lativo al Poder Judicial ( X I ) no menciona expresamente
los Consejos de Guerra entre los órganos del órden judi-
cial. Pero no hay la menor duda de que pertenecen a esta
categoría, aunque con la nota de la especialidad. Y a he-
mos dicho que según la propia Constitución, los órganos
judiciales que ella señala específicamente no son los úni-
cos y que la legislación ordinaria puede crear otros. I » s
Consejos de Guerra son una aplicación de esta prerroga-
tiva del Congreso. A diferencia de los Tribunales ya men-
cionados, los miembros de los Consejos de Guerra, en vez
de ser nombrados por el Senado, son nombrados por el
Presidente de la República, según el artículo 19, inciso 17.
El Presidente puede también revocarlos, de acuerdo con
la ley.

Los Tribunales Administrativo».—Una antigua polé-


mica.—Como los Tribunales Administrativos no son del
orden judicial, sino del orden administrativo como su pro-
pia denominación lo indica, no son nombrados por el Se-
nado. Se nombran en la forma que indique la ley. Y a hemos
dicho en resumen cuál es la misión de estos Tribunales es-
peciales. La facultad del Congreso para crearlos o supri-
mirlos y para disponer todo lo relativo a su organización
y competencia, se incluyó de un modo expreso en la Cons-
titución (articulo 33. inciso 12) en la reforma de 1942.

— 145 —
MANUEL A. A MI AMA

Con ello so puso punto final a u n a a n t i g u a polémica entro


algunos j u r i s t a s dominicanos que habia comenzado hacia
el a ñ o 1908, c u a n d o algunos sostuvieron que los Tribuna-
les A d m i n i s t r a t i v o s denominados J u r a d o s de A d u a n a s eran
inconstitucionales, porque según la ley que los instituía,
eran nombrados por el Presidente de la República y no
por el Senado, m i e n t r a s otros j u r i s t a s sostenían la cons-
titucionalidad de dichos Consejos. Los portavoces de esta
polémica fueron el Lic. Francisco J . Peynado, que atacaba
la constitucionalidad de esos órganos jurisdiccionales, y
el D r . José Lamarche, que defendía su regularidad consti-
tucional.

Por haber, en nuestro país, como en otros, esta clase


de Tribunales, a d e m á s de los del orden judicial, es por lo
que se ha hecho necesario a c u ñ a r la expresión de " f u n c i ó n
jurisdiccional", p a r a que abarque la función do resolver
toda clase de conflicto jurídico, tanto los civiles, comercia-
les y penales, como los que surgen entre los particulares y
los servicios públicos. Los primeros son los característica-
mente judiciales. Los segundos, son denominados conten-
cioso-administrativos.
P a r a t e r m i n a r este punto, recordaremos que la pro-
pia Constitución establece una J u n t a Central Electoral y
J u n t a s dependientes do ella que tienen por misión, entro
otras cosas, d i r i m i r las contenciones electorales, por lo cual
participan de la función de los tribunales administrativos.
M á s adelante, veremos que la Constitución instituye tam-
bién una C á m a r a de Cuentas, que tiene t a m b i é n caracterís-
ticas de t r i b u n a l a d m i n i s t r a t i v o en ciertos casos previstos
por la legislación ordinaria.
E l estudio en detalle do los tribunales judiciales co-
rresponde al Derecho Procesal.
Los Tribunales administrativos se explican en «1 De-
recho A d m i n i s t r a t i v o .

— 146 —
PUNTO DECIMOCTAVO

Las Constituciones y la estabilidad económico-finan-


ciero.—Las Constituciones anteriores al siglo veinte ( X X )
se preocuparon casi exclusivamente de las instituciones
políticas, los derechos individuales y los métodos de refor-
ma constitucional.
E n la época presente, h a y tendencia a llevar a las Cons-
tituciones, instituciones y previsiones e n c a m i n a d a s a la es-
tabilidad económica y financiera. A u n q u e declaradamente
pocos Estados aceptan la interpretación materialista de la
historia, lo cierto es que en los tiempos modernos so reco-
noce generalmente, en unos pueblos m á s y en otros menos,
que la resolución de los problemas económicos constituye
una de las bases f u n d a m e n t a l e s de u n a buena organización
social, de la concordia civil y hasta de la paz internacio-
nal. E n los p á r r a f o s quo siguen, e x a m i n a r e m o s algunos de
los ensayos que se h a n hecho e n ciertas Constituciones,
para reconocer esa verdad.

Consejos económicos.—En algunos países, al lado de


las instituciones estatales netamente políticas, se h a n ins-
tituido Consejos Económicos de carácter consultivo, con el
fin de que ofrezcan su influencia en las desiciones estata-
les que deben apoyarse en consideraciones económicas o
que deben ejercer a l g ú n efecto considerable en la estructu-
ra económica do la colectividad.

Cámaras Corporativas.—Otro ensayo, m á s fundamen-


tal quo el anterior, lo representa la creación de C á m a r a s
Corporativas, como la que se estableció e n I t a l i a d u r a n t e
MANUEL A. A MI AMA

el régimen fascista (1922-1915). p a r a reemplazar la Cá-


m a r a de Diputados. E s a C á m a r a Corporativa, a lo menos
teóricamente, debía estar constituida por representaciones
de los diversos grupos sociales caracterizados y encarna-
dos en corporaciones o cuerpos, especialmente los núcleos
representativos de las diferentes actividades económicas.
Este ensayo italiano f u é m á s avanzado, en el sentido de la
tendencia que comentamos, que el de los Consejos Econó-
micos. porque no se t r a t a b a y a , con la C á m a r a Corporati-
va. de u n simple o r g a n i s m o técnico consultivo, sino de un
cuerpo dotado de poder decisivo en la orientación de la po-
lítica del Estado. N a t u r a l m e n t e , este ensayo no pudo d a r
de sí todo lo que hubiera podido d a r , porque d u r a n t e el ré-
g i m e n fescista el P a r l a m e n t o I t a l i a n o entero y no sólo la
C á m a r a Corporativa, estaba de hecho subordinado a la vo-
luntad del G r a n Consejo del P a r t i d o Fascista, el cual a su
vez estaba d o m i n a d o por Benito Mussolini.

Previsiones de la Constitución dominicana.—En la


Constitución d o m i n i c a n a f i g u r a u n buen n ú m e r o de pre-
visiones cuyo objetivo es coadyuvar a la conservación de
la estabilidad económíca-financiera. Y'a antes nos hemos
referido al procedimiento p a r a establecer los impuestos
y contribuciones, en el cual la acción decisiva está confia-
da al Congreso. Hemos mencionado t a m b i é n la consagra-
ción del derecho a la propiedad privada. Se ha citado tam-
bién la capacidud del Congreso para reglamentar las rela-
ciones obrero-patronales. Todo esto representa una preo-
cupación por el buen ordenamiento económico y por la
protección del t r a b a j o , que es u n o de los elementos funda-
mentales e inexcusables de la producción do riqueza. E n
los p á r r a f o s que siguen, examinaremos otras institucio-
nes y previsiones que tienen como propósito la estabilidad
económica-financiera, de una manera m á s directa y osten-
sible.

Normas relativas al Presupuesto Nacional.—El Pre-


supuesto Nacional tiene u n doble carácter, desde el punto
de vista económico. P o r una parte, es u n barómetro de

— 148 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

la situación económica prevaleciente cada año. Por otra


parte, es u n proyector de vitalidad económica, tanto por
el n u m e r a r i o que hace circular entre los constructores y
abastecedores de las obras públicas y los servicios públi-
cos, como el que hace circular e n t r e los funcionarios, em-
pleados y t r a b a j a d o r e s del E s t a d o , de los servicios civiles
y los servicios a r m a d o s , sin contar con que frecuentemente
del Presupuesto N a c i o n a l reciben a y u d a o c a p i t a l varias
instituciones que a su vez están concebidas expresamente
p a r a f o m e n t a r el buen ordenamiento y el progreso econó-
mico, tales como las instituciones bancarias del Estado.
Hechas estas consideraciones, pasemos ahoru revista
a las n o r m a s juridico-constitucionales que se refieren al
Presupuesto Nacional.
E l proyecto de Presupuesto es p r e p a r a d o por el Pre-
sidente de la República. Debe someterlo a la consideración
del Congreso en la segunda legislatura del a ñ o , con el f i n
do que pueda ser a p r o b a d o a tiempo p a r a regir en el a ñ o
siguiente. E n los ú l t i m o s años, el sometimiento se ha he-
cho por la vía de la C á m a r a de Diputados, como se hace
en los Estados Unidos, en I n g l a t e r r a y en F r a n c i a , aunque
entre nosotros esto no resulta de u n canon constitucional.
Tiende a ser una regla consuetudinaria. E l Congreso efec-
t ú a la aprobación del Presupuesto en f o r m a d e ley, por
m á s que la aprobación del Prespuesto sea esencialmente
u n acto de carácter a d m i n i s t r a t i v o . L a f o r m a de ley es re-
querida, sin e m b a r g o , p a r a que el proyecto tenga que ser
sometido a u n a doble discusión en cada C á m a r a y p a r a que
se p o n g a m á s cuidado en su discusión y aprobación. P o r
otra parte, la f o r m a de ley permite que al f i n a l del pro-
yecto f i g u r e n , con fuerza de ley, a l g u n a s disposiciones o
textos cuya aplicación facilite la ejecución del Presupues-
to y la coordinación f i n a n c i e r a . S e g ú n nuestra Constitu-
ción, el Presupuesto N a c i o n a l se compone en realidad de
dos secciones distintas a u n q u e complementarias.

La p r i m e r a es d e n o m i n a d a Presupuesto de Ingresos y
la segunda, Ley de Gastos Públicos. E s t a subdivisión es-
tructural se estableció en la r e f o r m a constitucional de 1024
MANUEL A. A MI AMA

y ha sido criticada por muchos, ya que la denominación


de Presupuesto Nacional, empleada entre nosotros anti-
guamente como en todos los demás países, comprende evi-
dentemente tanto el Presupuesto de Ingresos como el Presu-
puesto de Egresos, y muy especialmente el último.
La Ley de Gastos Públicos debe dividirse en Capítu-
los que correspondan a los diferentes ramos de la Admi-
nistración. Se entiende que, para estos fines presupuésta-
les, el Poder Legislativo y el Poder Judicial constituyen
ramos de la administración. Tal es el precedente estableci-
do. Cada Capítulo se subdivide en partidas dedicadas a
cada uno de los servicios públicos bien caracterizados.
La Constitución requiere en principio que toda trans-
ferencia de un Capítulo prcsupucstal a otro o de una par-
tida presupuestal a otra, se efectúe por medio de una ley
formal. Sin embargo, como ya hemos visto antes, cuando
el Congreso está en receso, el Poder Ejecutivo tiene facul-
tad para disponer estar transferencias por medio de decre-
tos-ley, cuando lo exijan las necesidades urgentes del ser-
vicio administrativo, con la obligación de someterlas a la
aprobación del Congreso en la próxima legislatura.
Hasta el a ñ o de 1929, el Presupuesto debía contener
apropiaciones detalladas para el pago de todos y cada uno
de los funcionarios y empleados públicos y para cada aten-
ción oficial individual, lo que daba lugar a mucho labo-
rantismo en el seno del Congreso, para favorecer a deter-
minadas personas o a determinadas obras o servicios re-
gions tes. E n ese año, como consecuencia de las recomen-
daciones de una comisión de expertos que vino invitada al
país presidida por el General Charles G. Dawes, antiguo
Director del Presupuesto en los Estados Unidos y ex-Vice
Presidente de la Unión Americana, se reformó el articulo
104 de la Constitución, a f i n de que no fueran necesarios
tantos detalles y que el Congreso sólo tuviera que votar
los Capítulos Presupuéstales y sus partidas fundamentales,
quedando al Presidente de la República la misión de distri-
buir dichas partidas globales en sus detalles.

— 150 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

C u a n d o por cualquier circunstancia el Congreso cierre


la segunda legislatura del a ñ o sin haber votado el Presu-
puesto, la Constitución dispone que c o n t i n ú e rigiendo el
Presupuesto del a ñ o anterior, de modo que por n i n g u n a
circunstancia el E s t a d o quede sin t a n i m p o r t a n t e instru-
mento financiero y de f o m e n t o económico.
L a r e f o r m a constitucional de 1929 sobre el Presu-
puesto f u e complementada por la votación de a l g u n a s le-
yes o r d i n a r i a s relacionadas con la m i s m a materia, tales
como la Ley sobre la Dirección del Presupuesto, la Ley
de Hacienda, la Ley de C o n t a b i l i d a d , la Ley sobre Mejo-
ras Públicas proyectadas, la Ley sobre Servicio Civil y
la Ley sobre Presupuestos Municipales, cuyo estudio per-
tenece al Derecho A d m i n i s t r a t i v o .

Régimen de las erogaciones.—La r e f o r m a de 1929 es-


tableció t a m b i é n u n régimen sobre las erogaciones m á s
previsor que el que existía anteriormente. C o m o regla fun-
damental, se estableció la prohibición de votar cualquier
erogación, en la Ley de Gastos Públicos o a p a r t e de ella,
a menos que la ley correspondiente cree fondos especiales
para su ejecución o se disponga que el pago de la eroga-
ción se haga con e n t r a d a s y a calculadas y disponibles.
E s t a r e f o r m a se hizo no sólo p a r a que los ingresos
fueran nivelados n u m é r i c a m e n t e con los egresos, sino tam-
bién p a r a que los ingresos no pudieran ser caprichosamen-
te inflados p a r a j u s t i f i c a r egresos t a m b i é n infladas, como
ocurría a l g u n a s veces antes de 1920. A f i n de a r m o n i z a r la
votación del Presupuesto y la de toda o t r a legislación cro-
gatoria de fondos con el sistema constitucional nuestro
que hace descansar sobre el Presidente de la R e p ú b l i c a
la responsabilidad de m a n t e n e r estabilizado el Presupues-
to, la r e f o r m a de 1929 le a t r i b u y e a dicho M a g i s t r a d o
una posición privilegiada en lo relativo a la estructura-
ción del Presupuesto. E n efecto, n i n g u n a de las dos Cáma-
ras puede m o d i f i c a r el proyecto de Presupuesto, ni votar
erogación a l g u n a q u e no sea propuesta por el Presidente de
la República, sino con el voto de las dos terceras partes de
la totalidad de los m i e m b r o s de la C á m a r a .
MANUEL A. AMIAMA

Régimen de los empréstitos.—Quid.—Conforme n la


C o n s t i t u c i ó n d o m i n i c a n a , el r é g i m e n de los empréstitos se
caracteriza p o r el p r e d o m i n i o del Congreso. Contraria-
m e n t e a lo que ocurre con el Presupuesto, en el caso do los
empréstitos la experiencia demuestra que la defensa del
interés público debe ser c o n f i a d a m á s al Congreso que al
Poder Ejecutivo. Todo empréstito debe ser a u t o r i z a d o por
el Congreso en f o r m a de ley, o si se proyecta por el Poder
E j e c u t i v o por medio de u n contrato, este i n s t r u m e n t o debe
ser aprobado por el Congreso.
L a r e f o r m a de 1929 en lo que se refiere a los requisi-
tos p a r a la creación de obligaciones pecuniarias p a r a la
República plantea una cuestión de mucha importancia des-
de el punto de vista constitucional. Por u n a parte, el ar-
ticulo 33, inciso 14 de la Constitución, confiere al Congre-
so la atribución de " L e v a n t a r empréstitos sobre el crédi-
to de la República por medio del Poder E j e c u t i v o " . P o r
otra parte, el p á r r a f o p r i m e r o del articulo 104, resultante
de la r e f o r m a de 1929, dispone que " N o t e n d r á efecto n i
validez n i n g u n a ley q u e . . . engendre u n a obligación pe-
c u n i a r i a a cargo del Estado, sino c u a n d o esa m i s m a ley
cree fondos especiales p a r a su ejecución o disponga que el
pago se haga de las entradas calculadas del a ñ o y de éstas
quede en el momento de la publicación de la ley, una pro-
porción suficiente p a r a hacerlo".

E l quid (quiere decirse cuestión controvertible) con-


sistiría e n a c l a r a r si los empréstitos pueden ser hechos
sin indicación concreta de las fuentes de donde se h a r á n
los pagos, que es lo que parece indicar históricamente la
expresión " c r é d i t o de la R e p ú b l i c a " , o si en v i r t u d del ar-
tículo 104, Be hace preciso especificar las s u m a s que ser-
v i r á n p a r a el pago y su procedencia. L a opinión del a u t o r
se inclina por la p r i m e r a solución, que es la que predomi-
n a en todos los países, en v i r t u d de la m á x i m a de que el
E s t a d o debe reputarse siempre persona honesta y solvente.

Régimen de las exoneraciones de impuestos.—Los im-


puestos se establecen por medio de leyes y las leyes son do

— 152 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

aplicación general igual, para las mismas categorías de


personas. Por tanto, es de principio la Igualdad de todos
ante la obligación t r i b u t a r i a , en igualdad de circunstancias.
Se entiende generalmente que este es el régimen de nues-
t r a Constitución en esta materia. Pero, en la r e f o r m a cons-
titucional de 1942, el artículo 90 de nuestra C a r t a Funda-
mental experimentó una i m p o r t a n t í s i m a reforma, en vir-
tud de la cual el Congreso quedó capacitado p a r a dictar
leyes que favorecieran a determinadas empresas con exen-
ciones, exoneraciones, reducciones o limitaciones de im-
puestos fiscales o municipales, asi como para a p r o b a r con-
tratos que estipularan esas m i s m a s franquicias o preferen-
cias en favor de particulares, cuando se refieran a obras
o empresas de utilidad pública hacia las cuales convenga
atraer, p a r a el fomento de la economía nacional, o para
cualquiera otro objeto de interés social, la inversión de
nuevos capitales.
Este régimen tiene ahora (1954) doce años de haberse
establecido. Aplicado con prudencia, y en nombre de u n
interés nacional bien entendido, ha producido resultados
satisfactorios, y en ciertos casos altamente beneficiosos
para la economía dominicana. Gracias a este sistema de
subsidio indirecto, de parte del Estado, se h a n establecido
en el país numerosas industrias nuevas y empresas que
p a r a su formación sin ese incentivo, h a b r í a n tardado largos
años en crearse, a no ser por obra de un capitalismo one-
roso y embarazoso p a r a la soberanía nacional.
E n ciertos casos, ese régimen ha permitido que nue-
vas e importantes industrias creadas en los tiempos pre-
sentes d i s f r u t e n ante el fisco de la m i s m a condición pro-
tegida que industrias de la m i s m a índole individual que se
establecieron en el pasado d i s f r u t a r o n en la época de su
iniciación.

Control de la contabilidad.—La Cámara de Cuentas.—


La Constitución instituye u n o r g a n i s m o denominado la Cá-
m a r a de Cuentas, que en pasadas Constituciones se l l a m ó
Consejo A d m i n i s t r a t i v o , para fiscalizar la contabilidad del
MANUEI

Estado y de todas las demás instituciones públicas, inclu-


yendo las corporaciones municipales. ta C á m a r a de Cuen-
tas debe componerse de c u a n d o menos cinco miembros,
n o m b r a d o s por el Senado de ternas procedentes de la Cá-
m a r a de Diputados. Su personal debe d u r a r en su ejerci-
cio cinco años o sea por el periodo constitucional. Para ser
m i e m b r o de la C á m a r a de Cuentas, se requiere la naciona-
lidad dominicana, el ejercicio de los derechos civiles y po-
líticos y la edad m í n i m a de treinta años. L a Constitución
no requiere requisitos de capacidad, lo que constituye una
omisión lamentable. D e hecho, sólo son nombrados pa-
ra esta C á m a r a individuos con experiencia anterior en los
cargos de la A d m i n i s t r a c i ó n Pública relacionados con la
contabilidad o las finanzas.
L a C á m a r a de Cuentas debe presentar al Congreso en
la primera legislatura o r d i n a r i a un i n f o r m e respecto de
las cuentas del a ñ o anterior, a f i n de edificar al Congreso
en su j u i c i o sobre la gestión financiera del Presidente de
la República, quien, como ya hemos visto, t a m b i é n debe
i n f o r m a r cada a ñ o al Congreso sobre la recaudación e in-
versión de las rentas públicas.
Por tal razón, la C á m a r a de Cuentas debe calificarse
como un órgano a u x i l i a r del Congreso, en sentido técnico,
p a r a que pueda ser aquilatada con pericia por dicho ó r g a n o
legislativo la gestión financiera del Presidente de la Re-
pública.
E n fin, el Congreso debe expedir cada a ñ o un vere-
dicto sobre la gestión financiera del Poder Ejecutivo, lo
que se hace siempre por una Resolución, y a que se t r a t a de
u n acto a d m i n i s t r a t i v o y no de u n acto legislativo. S i el
veredicto es favorable, se entiende que representa este ac-
t o un descargo de responsabilidad financiera en f a v o r del
Presidente de la República, por lo tocante al a ñ o a que se
refiera. L o protege para el f u t u r o contra tods acusación y
juicio político, en esta materia.
La Constitución, en su artículo 92, prescribe que en el
mes de a b r i l de cada año, se publique la cuenta general do
los ingresos y egresos de la República h w h o s en el a ñ o an-

— 1M —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

t e n o r . E s t a previsión tiene por objeto s u m a r al control


del Congreso, la fiscalización del público sobre la actividad
f i n a n c i e r a del Gobierno.

Los yacimientos mineros.—El articulo 96 de la Cons-


titución. introducido en la r e f o r m a de 1942, declara que
los yacimientos m i n e r o s pertenecen al E s t a d o y sólo po-
d r á n ser explotados por particulares en v i r t u d de las con-
cesiones o los contratos que se otorguen en las condiciones
que d e t e r m i n a la ley. E s pues una propiedad permanente,
que el E s t a d o no puede t r a n s f e r i r a nadie.
A l consagrar esta propiedad del Estado, la reforma
de 1942 r e p r o d u j o u n a disposición que y a habfa sido dic-
t a d a por la Ley de M i n a s de 1920 y m á s t a r d e por la Ley
de M i n a s de 1936. Esencialmente, restableció el sistema
j u r í d i c o que h a b í a regido d u r a n t e la era colonial, c u a n d o
las m i n a s constituían legalmente u n a regalia. esto es, u n a
propiedad del rey, considerado no como persona particu-
lar, sino como personificación j u r í d i c a del E s t a d o español.
Dicho régimen constitucional y legal, c a m b i ó radical-
m e n t e el régimen que había regido desde los p r i m e r o s tiem-
pos de la República hasta el 1920. r é g i m e n en el cual las
riquezas m i n e r a s constituían res nullius, y su propiedad
se a d q u i r í a por su descubrimiento y el reconocimiento de
la p r i o r i d a d del hallazgo por u n acto del E s t a d o , Este sis-
t e m a se i n t r o d u j o e n t r e nosotros con la d o m i n a c i ó n hai-
t i a n a , la cual a su vez lo t o m ó de la legislación francesa.
E n el m o m e n t o en que se declaró la propiedad del Es-
t a d o sobre los yacimientos mineros, éstos no se encontra-
ban b a j o concesión, por lo cual la declaración legal de 1920,
reforzada por la declaración constitucional de 1942, no re-
presentó u n a expropiación contra persona a l g u n a .
Los nacimientos m i n e r o s no constituyen necesariamen-
te el subsuelo. E s t e c o n t i n ú a b a j o el r é g i m e n de la propie-
d a d p r i v a d a , y cada extensión del sub-suelo pertenece a la
persona que sea p r o p i e t a r i a de la extensión del suelo super-
ficial correspondiente, sin perjuicio de los yacimientos mi-
neros que, eventualmente, el subsuelo pueda atesorar.
MANUEL A. AMIAMA

El régimen baneario y monetario.—Reforma de 1947.—


E n el a ñ o 1947 se reformaron los artículos 94 y 95 de la
Constitución con el propósito de echar en ellos las bases
de u n sistema monetario autónomo y de un sistema banca-
rio que propendiera al fomento del crédito público y pri-
vado. Se estableció como unidad monetaria nacional el pe-
so oro. Se dispuso la prohibición de la emisión o circula-
ción de papel moneda (billetes sin respaldo y g a r a n t í a efec-
t i v a ) asi como de cualquier otro signo monetario no auto-
rizado por la Constitución, ya que fuera emitido o puesto
en circulación por el propio Estado o por cualquier otra
persona o entidad pública o privada. Se a m p l i ó asi la pro-
hibición que ya existía por las Constituciones anteriores,
con el f i n de evitar crisis monetarias como las que ocu-
rrieron durante el siglo pasado, especialmente en el a ñ o
1857 y en los tres últimos años del gobierno de Ulises Hou-
reau. de 1896 a 1899. También se t r a t ó de evitar la circu-
lación de fichas y vales del tipo de los que lanzaban algu-
nas empresas azucareras para el pago de salarios y jorna-
les, con el f i n de forzar a los trabajadores a su servicio a
c o m p r a r sus efectos y alimentos exclusivamente en las tien-
das o bodegas de las propias empresas con el pretexto de
que ofrecían mejores precios.
E n cambio, se autorizó expresamente la circulación
legal y con fuerza liberatoria de los billetes que fueran
emitidos por una entidad emisora única y a u t ó n o m a , cuyo
capital sea de la propiedad del Estado, siempre que dichos
billetes estén totalmente respaldados por reservas en oro y
por otros valores reales y efectivos, en las proporciones y
condiciones que señale la ley y bajo la g a r a n t í a ilimitada
del Estado. Para d a r satisfacción a ciertos criterios con-
servadores, se previo expresamente que la ley podría man-
tener en vigencia las disposiciones que en el momento de
la reforma constitucional (10 de enero de 1947) regula-
ban la circulación de billetes extranjeros así como restrin-
g i r , suspender o restablecer los términos de las mismas.
E n cuanto a las monedas metálicas, a f i n de prevenir
excesos inconvenientes, la reforma dispuso que serían emi-
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

tidas a n o m b r e del E s t a d o por mediación de la m i s m a en-


tidad emisora y que se p o n d r í a n en circulación sólo en re-
emplazo de un valor equivalente de billetes, con lo cual
d i s f r u t a r í a n i n d i r e c t a m e n t e de las g a r a n t í a s especificadas
p a r a la emisión de billetes. Se c o n f i ó a la legislación ordi-
n a r i a la misión de d e t e r m i n a r la fuerza liberatoria de las
monedas metálicas, t a n t o las en curso en 1947 como de las
que se e m i t i e r a n en lo adelante.
La regulación del sistema monetario se puso a c a r g o
de u n a e n t i d a d e m i s o r a cuyo ó r g a n o s u p e r i o r sería u n a
J u n t a M o n e t a r i a , compuesta de m i e m b r o s que serian de-
signados y sólo p o d r í a n ser removidos de acuerdo con la
ley y que serían responsables del fiel c u m p l i m i e n t o de sus
funciones de c o n f o r m i d a d con las n o r m a s establecidas en
la legislación o r d i n a r i a .
Respecto del sistema bancario, su regulación se puso
t a m b i é n a c a r g o de In m i s m a e n t i d a d emisora ya descrita.
Y en f i n . se prescribió que toda m o d i f i c a c i ó n en el
r é g i m e n legal de la moneda o de la banca requiere el apo-
yo de loa dos tercios de la t o t a l i d a d de los m i e m b r o s de
u n a y o t r a C á m a r a , a menos que h a y a sido iniciado por
el Poder E j e c u t i v o a propuesta de la J u n t a M o n e t a r i a o
con el voto favorable de ésta.

La Junta Monetaria.—Su carácter.—El carácter de la


J u n t a M o n e t a r i a prevista por la C o n s t i t u c i ó n es el do u n
o r g a n i s m o a u t ó n o m o de n a t u r a l e z a a d m i n i s t r a t i v a . L a fa-
cultad reguladora que la C o n s t i t u c i ó n le a s i g n a , en mate-
r i a m o n e t a r i a y b a n c a r i a , n o debe ser considerada como
una facultad de dictar n o r m a s obligatorias p a r a el E s t a d o
o p a r a el público, sino s i m p l e m e n t e c o m o u n a f a c u l t a d pa-
ra c u m p l i r y hacer c u m p l i r las n o r m a s constitucionales
sobre la moneda y la banca, así como las leyes del Congre-
so y los reglamentos de esas leyes sobre la m i s m a ma-
teria. Desde el p u n t o de vista legislativo, n o tiene o t r a
facultad —como ya hemos señalado— que la de pro-
poner al Poder E j e c u t i v o las m e d i d a s legislativas o regla-
mentos que estime convenientes para el r é g i m e n legal de
MANUEL A. A MI AMA

la moneda o de la banca. Tiene asi u n derecho de iniciati-


va constitucionalmentc instituido, pero restringido en la
f o r m a que ya hemos dicho.
A u n q u e ello es del d o m i n i o del Derecho A d m i n i s t r a -
tivo, por la i m p o r t a n c i a del hecho agregaremos que pocos
d í a s después de votarse la r e f o r m a constitucional que co-
mentamos, el Congreso Nacional votó u n a Ley Monetaria,
u n a Ley O r g á n i c a del Banco C e n t r a l de la República —de-
n o m i n a c i ó n que se dió a la entidad emisora prevista por
la C o n s t i t u c i ó n — y u n a Ley General de Bancos. A l poco
tiempo, los primeros billetes de banco a m p a r a d o s por el
nuevo sistema constitucional comenzaron a ser emitidos y
puestos en circulación. A la presente fecha 1954) el sis-
tema tiene ya siete años de h a b e r sido establecido y duran-
te ese tiempo ha funcionado sin tropiezo alguno. E n la ac-
t u a l i d a d , los billetes en circulación alcanzan cerca de 60
millones de pesos. E n el orden del crédito público y pri-
vado y de la estabilidad del c a m b i o monetario internacio-
nal, el sistema ha tenido igualmente u n resultado satisfac-
torio.

— 158 —
PUNTO DECIMONOVENO

Administración de lo» intereses regionales y locales.—


Y a hemos dicho, en el p u n t o quinto, que u n o de los medios
tradicionalmente utilizados p a r a templar los posibles ex-
cesos de la soberanía nacional ejercida por instituciones
emanadas de la colectividad general, consiste en crear, al
lado de los órganos legislativos y del ó r g a n o ejecutivo, ins-
tituciones regionales o locales que aunque de menor rango
político, ejerzan con el apoyo irrevocable de la Constitu-
ción ciertas atribuciones de carácter n o r m a t i v o y admi-
nistrativo, por cuyo ejercicio intereses regionales y loca-
les distintos de los intereses netamente nacionales, puedan
desenvolverse con u n a protección eficaz. E s un hecho his-
tóríco reconocido quo las Naciones y los Estados se h a n
f o r m a d o por una c o n j u n c i ó n o entendimiento de pequeñas
comunidades geográficas y demográficas que, al consti-
tuirse la Nación y el Estado, y por t a n t o u n o r g a n i s m o gu-
bernativo central y superior, no h a n querido abdicar, con
ello, del propio m a n e j o de ciertas cuestiones p u r a m e n t e
locales. Estos intereses locales son pues históricamente
anteriores a la estructuración nacional y estatal, y al re-
conocerlo así y a t r i b u i r l e permanencia, las Constituciones
no han hecho o t r a cosa que d a r constancia de u n a reali-
dad n a t u r a l cuyo desconocimiento h a b r í a impedido la es-
tructuración nacional o estatal, o la h a b r í a trastornado
con un desconocimiento ulterior.

Federalismo, autonomía, autarquía y desconccntración.


— C o m o todos los Estados no se h a n f o r m a d o por igual
M A N U E L A. A M I A M A

proceso histórico, las distintas Constituciones no aplican


los mismos sistemas para la protección de los intereses de
las regiones y localidades que integran la Nación de la
cual el Estado es la personificación política y jurídica.
Hay Estados en que las regiones tenían, en el momento
de la formación estatal, una prominencia política tan acu-
sada y una tradición tan firme de gobierno propio, que
la unión estatal sólo fue consentida por esas regiones a
condición de conservar, dentro de la unión general, un po-
der irrevocable de propia organización, de propia legisla-
ción y de propia administración de sus intereses regiona-
les. dejando sólo al gobierno general o central atribucio-
nes limitadas. Un sistema asi se denomina federalismo. El
ejemplo típico es Suiza en el viejo Continente y los Esta-
dos Unidos en el Nuevo Mundo.
Hay otros Estados en que el proceso de formación
estuvo dominado desde el comienzo por la atracción de
las regiones por un centro político común. Estos Estados,
por tanto, se organizaron por la forma unitaria. Pero co-
m o no obstante eso, los Intereses regionales persistieron
al lado de la centralización, fue preciso adoptar, al defi-
nirse la Constitución política, un sistema que concillara
las dos realidades contrapuestas. Se reconoció desde el
principio, o se estableció después para acallar desconten-
tos graves y conjurar trastornos debilitantes, la autonomía
de las regiones, o cuando menos la autonomía de las loca-
lidades principales de esas regiones. El régimen de la au-
tonomía se diferencia del régimen federal en que, mien-
tras las entidades federales gozan de un poder de propia
organización, las entidades autónomas no gozan de este
poder que es ejercido por el gobierno central, especialmen-
te el órgano legislativo, limitándose el poder de la entidad
autónoma al ejercicio de atribuciones administrativas y
a lo sumo de atribuciones normativas en pequeña escala.
Para precisar esta diferencia, algunos tratadistas, como
por ejemplo el argentino Rodolfo Bullrich, han propuesto
denominar a las entidades hasta ahora llamadas autóno-
mas, con el título de entidades autárquicas. La propuesta

— 160 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

obedece a escrúpulo» de etimología, porque ciertamente la


palabra a u t o n o m í a viene de dos voces griegas que asocia-
das s i g n i f i c a n poder de darse uno mismo su propia ley. e n
t a n t o que la p a l a b r a a u t a r q u í a , de c u ñ o aristotélico, vie-
ne de dos voces griegas q u e s i g n i f i c a n "propia jefatura".
L a a u t a r q u í a se d e n o m i n a t a m b i é n descentralización.
E l significado de la descentralización o a u t a r q u í a no debe
ser c o n f u n d i d o con el sistema d e n o m i n a d o dcsconcentra-
ción p o r los t r a t a d i s t a s franceses, que no se refiere sino a
una simple o r g a n i z a c i ó n j e r á r q u i c a p a r a la ejecución de las
leyes por medio de f u n c i o n a r i o s escalonadas. E l estudio en
detalle de estas cuestiones corresponde al Derecho A d m i -
nistrativo.

Sistema de la Constitución dominicana.—El Estado


d o m i n i c a n o se f o r m ó b a j o la influencia y atracción de u n
centro político único y p r e d o m i n a n t e , en la c a p i t a l de la
a n t i g u a parte española de la isla. Se f o r m ó así sobre u n a
Nación n a t u r a l m e n t e u n i t a r i a , sin o t r a s localizaciones de
autoridad efectiva que las de las formaciones municipales
provistas, desde los tiempos coloniales, de cabildos fuerte-
mente i m b u i d o s de la idea de q u e a ellos correspondía la
a d m i n i s t r a c i ó n de los intereses regionales. L a división por
Provincias estaba apenas esbozada en lo a d m i n i s t r a t i v o ,
a u n q u e algo m á s destacada en lo j u d i c i a l . F u e n a t u r a l pues
que al f o r m u l a r s e en 18-14 la C o n s t i t u c i ó n d o m i n i c a n a , ni
siquiera por los m á s e x t r a v a g a n t e s se hablara de federa-
lismo. Se d i v i d i ó el t e r r i t o r i o nacional en Provincias, pero
sólo p a r a facilitar la a d m i n i s t r a c i ó n desconcentrada de
ciertos asuntos nacionales. E n c a m b i o , se reconocieron las
entidades municipales, p r i v a n d o en el á n i m o do todos la
¡dea de conferirles u n a condición a u t á r q u i c a . E n los pá-
rrafos que siguen, p u n t u a l i z a m o s m á s estas cuestiones,
apoyándonos en los textos de la Constitución t a l como ella
es en la actualidad.

El Congreso y las Provincias.—La Constitución dispo-


ne que el t e r r i t o r i o nacional se divide en Provincias y és-
tas en C o m u n e s . E n la parte t e r r i t o r i a l que rodea la Capi-
MANUEL A. A MI AMA

tal de la República, que es C i u d a d T r u j i l l o , a n t i g u o S a n t o


D o m i n g o de G u z m á n , establece el Distrito de S a n t o Do-
m i n g o . Provee la posible creación de otros tipos de enti-
dades territoriales, con otras denominaciones.
P o r lo que respecta a las Provincias y al Distrito de
S a n t o D o m i n g o , confia al Congreso la misión de disponer
su organización y sus limites. N o provee p a r a éstas divi-
siones políticas del territorio la a u t o n o m í a . Tampoco la
prohibe. E n el artículo 49, inciso 5. menciona de paso los
organismos autónomos, lo que significa que el Congreso
puede conceder autonomía a las Provincias. Pero hasta
ahora no lo ha hecho ni es fácil que lo haga. U n ensayo
realizado en este sentido de 1924 a 1926, no tuvo buen
éxito.
La única situación estable que tienen por la Consti-
tución las Provincias es en materia electoral, pues como
ya lo expresamos en el punto décimo, la Provincia es la
demarcación demográfica — t e r r i t o r i a l que debe servir de
base para la elección de los magistrados legislativos.
E n lo que respecta a la autoridad superior de la Pro-
vincia, la Constitución da a entender que lo es u n Gober-
nador Civil, designado y revocable por el Poder Ejecutivo.
P a r a el desempeño de este cargo se requiere la nacionali-
dad dominicana, la edad m í n i m a de 25 años y la plena po-
sesión de los derechos civiles y políticos. Los artículos 79
y 80 de la Constitución que se refieren a estos funciona-
rios no les confieren directamente n i n g u n a atribución. De-
j a n este cuidado a la legislación o r d i n a r i a .
El inciso 2 del articulo 65, les concede u n privilegio
de jurisdicción en las causas penales, pues son juzgados
en p r i m e r a instancia por las Cortes de Apelación.

Ija autonomía municipal.—Restricciones.—Atribucio-


nes de la Cámara de Diputados y del Presidente de la Re-
pública.—ta organización de las instituciones municipales
depende, como la de las Provincias, de la legislación ordi-
n a r i a . E s atribución del Congreso. Pero m i e n t r a s depende
del Congreso la concesión de a u t o n o m í a a las Provincias, en

— 162 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

el caso de las entidades municipales, que nuestra Consti-


tución denomina Comunes, el reconocimiento de la autono-
mía es hecho por la Constitución m i s m a , lo que indica el
propósito de que sea irrevocable.
La denominación de Comunes se i n t r o d u j o en nues-
t r a terminología con la dominación haitiana y la Constitu-
ción de 18-14. por descuido, la adoptó. M á s castiza es la
denominación de municipios y es ésta la que emplea la úl-
t i m a ley sobre la organización de estas divisiones político-
territoriales. C o m o ya hemos dicho, la verdadera condi-
ción de los municipios dominicanos no es la de la autono-
m í a , sino la de a u t a r q u í a . E n efecto, de acuerdo con el
Título X I de la Constitución, los A y u n t a m i e n t o s no tienen
un poder de propia organización. Este poder corresponde
al Congreso. La a u t a r q u í a de los municipios estriba en que
cuando la ley les confiere atribuciones, pueden y deben
ejercerlas con independencia de otras autoridades.
L a independencia de los municipios opera pues en re-
lación con las autoridades ejecutivas y a d m i n i s t r a t i v a s su-
periores, pero no en relación con el Congreso, el cual pue-
de extender o reducir esas atribuciones en la medida con-
veniente. i
* *i
S i n embargo, como la Constitución asigna a los Ayun-
tamientos "el gobierno de la C o m ú n " , esto se ha entendi-
do siempre como el reconocimiento de u n poder originario,
en f a v o r de aquellos, de dictar ordenanzas y reglamentos
obligatorios y de f i j a r sanciones p a r a su violación.
O t r o privilegio que tienen los municipios a salvo de
la acción del Congreso, es el de establecer a r b i t r i o s y a ú n
ello está sujeto a la f o r m a de aprobación superior que de-
t e r m i n a la ley. La autoridad superior es actualmente el
Secretario de E s t a d o de lo I n t e r i o r y Policía.
E n m a t e r i a económica sin embargo, los municipios al
ejercitar las atribuciones que les confiere la ley, pueden
quedar sujetos a ciertas restricciones y limitaciones a car-
go de funcionarios nacionales. L a Ley de Organización Mu-
nicipal contiene muchas restricciones y limitaciones de esta
MANUEL A. A MI AMA

especie que están a m p a r a d a s , por supuesto, en las previ-


«iones constitucionales.
La propia Constitución establece algunas fiscalizacio-
nes sobre la actividad económica municipal. Y a hemos di-
cho que corresponde a la C á m a r a de D i p u t a d o s autorizar
o no a los A y u n t a m i e n t o s a e n a j e n a r inmuebles y a p r o b a r
o no los contratos que h a g a n c u a n d o constituyan en garan-
tía inmuebles o rentas comunales. Corresponde al Presi-
dente de la República a n u l a r por decreto motivado los ar-
bitrios establecidos por el Consejo A d m i n i s t r a t i v o del Dis-
t r i t o de S a n t o D o m i n g o o los Ayuntamientos, c u a n d o sean
contrarios a la economía general de la Nación.

Los Ayuntamientos.—De acuerdo con la Constitución,


el Gobierno de las comunes está a cargo de los Ayuntamien-
tos, cuyos m i e m b r o s en n ú m e r o determinado por la ley pro-
porcionalmente al de habitantes, serán elegidos por voto
directo.
Los Regidores y Síndicos de los A y u n t a m i e n t o s (los
primeros f o r m a n la sección deliberante; los segundos cons-
tituyen la m a g i s t r a t u r a ejecutiva) d u r a n cinco a ñ o s en el
ejercicio de sus cargos. C u a n d o ocurren vacancias, los sus-
titutos d u r a n en sus funciones hasta completar el periodo
p a r a el cual fueron elegidos sus antecesores.
Los extranjeros varones mayores de edad y con u n a
residencia de m á s de cinco años en la C o m ú n que los e l i j a
pueden ser Regidores en las condiciones que establezcan las
leyes.
Como ya hemos dicho, c u a n d o ocurren vacancias en
los A y u n t a m i e n t o s y se h a n agotado los Suplentes, el Pre-
sidente de la República tiene facultad p a r a cubrirlas.
L a s condiciones p a r a el desempeño de los cargos mu-
nicipales electivos no están determinadas por la Constitu-
ción. L a cuestión depende pues de la legislación o r d i n a r i a .
Del p á r r a f o del artículo 78 do la Constitución se infiere,
sin embargo, que se requiere la mayor edad y la naciona-
lidad d o m i n i c a n a , salvo en las circunstancias que dicho
p á r r a f o prevé.

— 164 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

Como se d i j o en la parte final del punto decimocuarto


de estas Notas, los magistrados municipales están someti-
dos. en caso de m a l a conducta o falta en el ejercicio de las
funciones, a la acusación de la C á m a r a de Diputados ante
el Senado y a la condena, por éste, a la destitución, a la
suspensión o a la inhabilitación para los cargos de honor
y confianza.
E n cambio, los magistrados municipales no gozan de
n i n g ú n privilegio de jurisdicción en las causas penales quo
se sigan contra ellos.

El Consejo Administrativo del Distrito de Santo Do-


mingo.—La organización del Consejo A d m i n i s t r a t i v o del
Distrito do Santo D o m i n g o está confiada a la legislación
ordinaria. Se entiende que es u n cuerpo equivalente a un
A y u n t a m i e n t o . Sus componentes son nombrados por el Pre-
sidente de la República.

— 165 —
PUNTO VIGESIMO

Régimen de las fuerzas armadas.—Su misión.—Su


subordinación.—El servido de defensa nacional constitu-
ye, según todos los tratadistas de derecho público, uno de
los esenciales del Estado, porque en él se cifra la protec-
ción de la independencia y de la integridad de la Nación
y la seguridad de la población contra las agresiones exter-
nas y también contra las sediciones internas de gran ex-
tensión o resistencia. Nuestra Constitución se refiere para
este f i n a una Fuerza Armada, a la cual consagra el Titulo
X I V y otras disposiciones que ¡remos examinando en este
párrafo y en los que subsiguen.
La Constitución declara que la Fuerza Armada es esen-
cialmente obediente y no tiene en ningún caso facultad pa-
ra deliberar y que el objeto de su creación es defender la
independencia e integridad de la República, mantener el
orden público, la Constitución y las leyes.
Esta declaración concuerda con la declaración funda-
mental de la Constitución en su articulo 2, según la cual
el Gobierno es esencialmente civil.
E n concordancia con el mismo principio, el articulo
81, inciso 2 de la Constitución, niega el derecho al sufra-
gio a toda persona, mientras pertenezca a las Fuerzas A >
madas y Cuerpos de Policía, lo que parece excesivo.

El Presidente de la República y la Fuerza Armada.—


La Constitución declara que el Presidente de la República
es el Jefe Supremo de todas las Fuerais Armadas de la
República (artículo 4 9 ) .

— 166 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

Lo capacita p a r a disponer, en tiempo de paz o de gue-


rra, cuanto concierna a las Fuerzas A r m a d a s de la Repú-
blica, p a r a m a n d a r el E j é r c i t o y la A r m a d a Nacionales
por si mismo, o por medio de la persona o personas que de-
signe p a r a hacerlo; para f i j a r el número de las fuerzas del
E j é r c i t o y la A r m a d a y p a r a disponer de las mismas en
tiempo de paz o de guerra para fines del servicio público.
Le confiere atribución para disponer todo lo relativo
a zonas militares.
E n f i n . corresponde al Presidente do la República y
no al Senado, el n o m b r a m i e n t o de los miembros de los Con-
sejos de G u e r r a , de acuerdo con la ley, asi como su revoca-
ción, no obstante ser los Consejos de Guerra tribunales del
orden judicial, si bien de un carácter especial.
Y a hemos dicho que en ciertas circunstancias, el Con-
greso o el Presidente de la República pueden declarar el
estado de sitio.
Nuestra Constitución no entra en n i n g ú n detalle so-
bre lo que esto significa desdo el punto de vista jurídico.
Es esta una de las cuestiones públicas en que, por la insu-
ficiencia del texto escrito de la Constitución, se hace ne-
cesario d e f i n i r las consecuencias del estado de sitio, con-
f o r m e a los precedentes, con lo cual el derecho consuetu-
d i n a r i o llena la laguna del derecho escrito, en opinión de
todos. H e aqui pues una confirmación de cuanto d i j i m o s
en el p u n t o primero, acerca de las fuentes del Derecho Cons-
titucional.
Los precedentes son que d u r a n t e el estado de sitio, en
las regiones, comarcas o localidades donde dicho catado sea
declarado, las autoridades militares ocupan temporalmen-
te el mando, quedando en suspenso hasta donde sea nece-
sario la a u t o r i d a d de los funcionarios civiles. E s lo que se
llama el imperio de la ley marcial.

Prohibición de Cuerpos privilegiados.—El párrafo


único del artículo 86 de la Constitución estatuye que en
n i n g ú n caso podrán crearse cuerpos privilegiados (en el
seno de las Fuerzas A r m a d a s , se entiende). L a situación
de este texto, asi como la interpretación tradicional que
MANUEL A. AMIAMA

se le da, permiten a f i r m a r lo siguiente: E n p r i m e r lugar,


que n i n g ú n cuerpo o sección de la F u e r z a A r m a d a puede
ser legalmente exonerado, por u n a disposición permanen-
te, de prestar los servicios que requieran la defensa de la
independencia y la integridad de la República, el mante-
n i m i e n t o del orden público y de la Constitución y las le-
yes; en segundo lugar, que n i n g ú n cuerpo de la F u e r z a Ar-
m a d a puede ser desligado de la obligación en que está toda
la F u e r z a A r m a d a de obedecer las órdenes y requerimien-
tos legales de las autoridades civiles, puesto que el Gobier-
no es esencialmente civil y este es u n canon f u n d a m e n t a l
de la Constitución protegido contra toda r e f o r m a ; y en ter-
cer l u g a r , que n i n g ú n cuerpo de la Fuerza A r m a d a , en ma-
teria de responsabilidad penal, civil o disciplinaria, puede
estar regulado por disposiciones diferentes a las que r i j a n
p a r a la totalidad de la Fuerza A r m a d a .

El servicio militar como jus honorum.—La Constitu-


ción. implícitamente, reputa como u n honor la pertenencia
a la Fuerza A r m a d a .
Por esta razón, siguiendo u n a regla tradicional desde
los tiempos antiguos, el articulo 87 estatuye que p a r a per-
tenecer a cualquier cuerpo a r m a d o de la República es ne-
cesario ser d o m i n i c a n o en el pleno ejercicio de los derechos
civiles y políticos. H u e l g a decir q u e los naturalizados, por
reciente que sea la naturalización, pueden pertenecer a los
cuerpos armados.

Bandera y escudo.—En conexión con la m a t e r i a de es-


te punto, agregaremos que la Constitución en sus artícu-
los 98 y 99 instituye y describe la bandera nacional y el
escudo de a r m a s de la República. La bandera nacional se
compone de los colores azul u l t r a m a r y r o j o bermellón, en
cuarteles alternados, colocados de tal modo que el azul que-
de hacia la parte superior del asta, separados por u n a c r u z
blanca del ancho de la m i t a d de la a l t u r a de u n cuartel y
que Heve en el centro el escudo de a r m a s de la República.
La bandera mercante es la m i s m a que la nacional, pe-
ro sin escudo.

— 1G8 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

E l Escudo de a r m a s de la República lleva los colores


de la bandera nacional, en el centro el L i b r o de los Evan-
gelios, abierto, con una c r u z encima, surgiendo ambos de
entre un trofeo de lanzas y banderas nacionales sin escu-
do, con r a m a s de laurel y de p a l m a exteriormente y corona-
do con una c i n t a en la cual se lee este l e m a : Dios, Patria
y Libertad; y en la base otra c i n t a con estas p a l a b r a s : Re-
pública Dominicana. Deberá tener f o r m a de cuadrilongo,
con dos pequeños á n g u l o s inferiores, t e r m i n a n d o en pun-
t a por la base y dispuesto de modo que si se traza u n a li-
nea horizontal que una las dos verticales del cuadrilongo,
desde d o n d e comienzan los á n g u l o s inferiores, resulte en
u n c u a d r o perfecto. L u ley o r d i n a r i a reglamenta el uso y
dimensiones de la bandera y del escudo nacionales.
U n a ley de 1913. reglamenta con detalles esta cuestión
y p a r a m e j o r precisar la f o r m a de la bandera y del escu-
do, contiene g r á f i c o s de dichas insignias.

Historia de la bandera y del escudo.—Según Tomás


Carlyle ( H i s t o r i a de la Revolución F r a n c e s a ) , dos d i a s an-
tes de la t o m a de 1.a Bastilla por el pueblo parisiense ener-
vado contra esa fortaleza que se m i r a b a como u n simbolo
de la opresión y las prisiones a r b i t r a r i a s , el pueblo pari-
siense escogió y enarboló como enseña una bandera verde.
C o m o el régimen m o n á r q u i c o estaba todavia legalmente en
pie, las autoridades lograron que dicha enseña f u e r a dese-
chada, por pertenecer a u n a f a m i l i a de la nobleza. Enton-
ces el pueblo a d o p t ó como enseña, y a su a m p a r o se realizó
la t o m a de La Bastilla, la propia bandera de la ciudad de
Faris, que era la m i s m a que luego se adoptó como enseña
de la República Francesa. Con el tiempo, m u c h a s banderas
de otras naciones se i n s p i r a r o n en los colores de la enseña
republicana francesa.
A l proclamarse la Independencia de la República Do-
m i n i c a n a , se a d o p t ó como enseña nacional u n a bandera cu-
yos colores se i n s p i r a r o n en la m i s m a tradición ya expre-
sada, con una distribución distinta de los colores y la con-
versión de la f r a n j a blanca en una cruz del m i s m o color,
p a r a simbolizar la adhesión del pueblo d o m i n i c a n o a la re-

— 169 —
MANUEL A. A MI AMA

ligión cristiana. Esa bandera es la m i s m a de hoy, pero con


u n c a m b i o en la tonalidad del azul y del rojo, que al fin
h a sido consagrado por la Constitución. E n efecto, en las
primeros tiempos, el azul era cobalto y el r o j o menos su-
bido que ahora. Los colores actuales son m á s austeros.
E n cuanto al escudo, es una estructura blasónica ins-
p i r a d a , como puede advertirse fácilmente, en los colores
de la propia bandera. E n los primeros tiempos, t u v o la for-
m a del escudo que, en el arte del blasón, se denomina polaco.
Sus contornos eran curvos o abombados. Desde hace algu-
n o s años, sigue la f o r m a del escudo de t i p o inglés, como
puede verse por la descripción y a transcrita (véase articu-
lo Escudo y Gráficas, en la Enciclopedia Sopeña, tomo pri-
mero, p á g i n a 1023).
S e g ú n la tradición aceptada, la idea de d a r al nuevo
Estado el nombre de República D o m i n i c a n a y la de darle
como insignias la bandera y el escudo que se h a n descrito
en el presente punto, surgieron en L a T r i n i t a r i a , la socie-
dad patriótica constituida por J u a n Pablo Duarte, Fran-
cisco del Rosario Sánchez, R a m ó n Matías Mella y numero-
sos patriotas m á s de todo el país p a r a consumar la indepen-
dencia, desde el a ñ o 1838.

— 170 —
PUNTO VIGKSIMOPRIMKRO

Las reformas constitucionales.—Diversos sistemas.—


1.a historia, madre suprema de la ciencia, puesto que reco-
ge la obra de la experiencia y la razón, nos enseña que nin-
gún pueblo ha podido permanecer regido inalterablemente
por una misma Constitución Política. Con el paso del tiem-
po. cambia el número de la población, cambia la composi-
ción de ésta, cambian los intereses sociales y hasta las mis-
mas condiciones naturales del territorio, cambian también
influyendo en las bases de la economía. E n ciertas ocasio-
nes. aunque todas las condiciones internas de una Nación
se mantengan casi inalteradas, los cambios en naciones ve-
cinas se hacen sentir en ella, aún en tiempos de paz. Las
guerras agudizan los cambios, a ú n para las naciones que
no toman parte en la contienda bélica.
Como las Constituciones politicas son el reflejo del
pensamiento de los pueblos que las forman, es natural que
las Constituciones cambien también al paso de los tiempos.
Conscientes de esa ley histórica, los hombres que ha-
cen las Constituciones, aunque las hagan con la mayor fi-
delidad a las condiciones de sus pueblos en un momento
dado, se cuidan de prever sistemas que, de un modo u otro,
permitan reformar de tiempo en tiempo su texto, con el
m í n i m o de conmoción posible. E n el punto tercero, diji-
mos, siguiendo una clasificación tradicional, que hay Cons-
tituciones rígidas y Constituciones flexibles. Agregamos
ahora que eso es cierto, pero sólo relativamente. Esencial-
mente hablando, no hay ni puede haber ninguna Constitu-
ción rígida en un sentido absoluto. Las que so han votado

— 171 —
MANUEL A. AMIAMA

en el posado con esas pretensiones, h a n tenido que ser re-


f o r m a d a s luego como las demás, y a l g u n a s h a n corrido u n a
suerte peor, porque h a n sido desechadas violentamente, y
en n o m b r e de la soberanía popular, han sido sustituidas
por otras que no han g u a r d a d o con aquellas una relación
de continuidad.
Las Constituciones establecen diversos sistemas p a r a
su e n m i e n d a o reforma. Sobre este punto, nos remitimos
al p u n t o tercero, al cual no tenemos nada que a g r e g a r ,
salvo lo que hemos acabado de decir, al considerar la cues-
t i ó n desde u n punto de vista histórico m á s a m p l i o . E n los
p á r r a f o s que siguen, nos limitaremos a exponer, con bre-
ves comentarios, el régimen de la Constitución d o m i n i c a n a
sobre esta materia.

Acción del Congreso.—La Constitución no puede ser


r e f o r m a d a sino por acuerdo de u n a y o t r a C á m a r a , lo que
se expresa tradicional mente entre nosotros por medio de
una ley. Por supuesto, esta ley puede iniciarse en el seno
de cualquiera de las dos C á m a r a s , pero puede ser propues-
ta t a m b i é n por el Presidente de la República, ya que nin-
g ú n texto de la Constitución se opone a ello ni l i m i t a en
este sentido el derecho de iniciativa en la elaboración de
las leyes del Magistrado Ejecutivo.

Mayoría necesaria p a r a proponer reformas.—Toda de-


claración de la necesidad de r e f o r m a r la Constitución, re-
quiere el voto de los dos tercios de u n a y o t r a C á m a r a . Se
entiende que al disponerlo asi, la Constitución lo que exige
en cada C á m a r a no es las dos terceras partes del quorum, si-
no las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de
cada C á m a r a , t i p o de mayoría requerida p a r a otros asun-
tos, a ú n de menos trascendencia que u n a r e f o r m a consti-
tucional.

Carácter de la Ley sobre reformas.—La ley que pro-


ponga u n a r e f o r m a constitucional tiene un carácter sui
géneris, en varios sentidos. N o constituye una decisión de-
f i n i t i v a sobre la r e f o r m a , sino u n a propuesta. E s t a pro-
puesta se dirige, naturalmente, a la c i u d a d a n í a nacional
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

y p a r t i c u l a r m e n t e a los P a r t i d o s Políticos, en los cuales


t o m a expresión o r g a n i z a d a la v o l u n t a d de la m a y o r p a r t e
de los ciudadanos en los t i e m p o s de n o r m a l i d a d democrá-
tica y de energía política p o p u l a r .
E n segundo l u g a r , la ley no puede ser observada por
el Poder E j e c u t i v o , lo que le c o m u n i c a u n a t r i b u t o excep-
cional. ya que el Poder E j e c u t i v o puede observar todas
las otras leyes. E s por esta circunstancia por la q u e se en-
tiende q u e la r e f o r m a constitucional es una acción del Con-
greso. porque sólo este cuerpo tiene facultad p a r a pro-
ponerla oficialmente al pueblo.
La ley, sin e m b a r g o , tiene un aspecto decisivo en cuan-
t o a que dispone la reunión de u n a Asamblea Revisora
p a r a resolver sobre la r e f o r m a constitucional. E n la ley de
convocatoria deben insertarse los artículos cuya reforma
se propone.
C o m o la Asamblea Revisora debe ser el resultado de
una elección p o p u l a r y como esta elección se hace sobre
la base ideológica de la r e f o r m a que se propone, el proce-
so tiene esencialmente el carácter de u n referendum, aun
c u a n d o p a r a que lo f u e r a estrictamente serla indispensa-
ble que la elección p o p u l a r m i s m a decidiera la r e f o r m a
o la rechazara, lo que no ocurre. Pero como se reputa que
la m a y o r í a de los elegidas p a r a la A s a m b l e a Revisora
proviene de la o p i n i ó n p r e d o m i n a n t e en el pensamiento
p o p u l a r acerca de la r e f o r m a , la elección, desde q u e se ha-
ce, indica la suerte de la propuesta hecha por el Congre-
so, y es e n este sentido en el que hemos a s i m i l a d o el pro-
ceso al referendum, a lo menos en u n concepto sustancial.
A ú n c u a n d o la C o n s t i t u c i ó n dice que en la ley de con-
vocatoria se i n s e r t a r á n los artículos cuya r e f o r m a se pro-
pone. esto no quiere decir que al reunirse, la Asamblea
Revisora no pueda revisar otros artículos de la Constitu-
ción. H a y quienes, apegados a la letra de los textos, man-
tienen entre nosotros la o p i n i ó n de que los d e m á s artícu-
los, fue n i de los insertados en la ley de convocatoria, es-
c a p a n a la competencia r e f o r m a d o r a de la A s a m b l e a . Nos-
otros tenemos u n a o p i n i ó n no t a n extrema. Creemos que
MANUEL A. A MI AMA

otros artículos pueden reformarse, pero con esta condi-


ción e s t r i c t a : q u e su r e f o r m a resulte aftsoÍMÍam^nfe indis-
pensable por la enmienda de los artículos propuestos para
reforma por la ley de convocatoria. E s t o es. p a r a que n o
resulten discrepancias o contradicciones n i j u r í d i c a s n i
terminológicas en el cuerpo total de la Constitución. Su-
p o n g a m o s por e j e m p l o que u n a r e f o r m a constitucional
propone la e n m i e n d a de los artículos 54, 55 y 56 de la
C o n s t i t u c i ó n a c t u a l , p a r a que los Secretarios de E s t a d o
se designen p u r a y s i m p l e m e n t e Secretarios, como ocurre
en los Estados Unidos, con excepción del J e f e del depar-
t a m e n t o q u e conduce las relaciones exteriores. E n u n ca-
so así. es evidente, nos parece, que la A s a m b l e a Revisore
adquiere capacidad p a r a r e f o r m a r todos los d e m á s artícu-
los de la C o n s t i t u c i ó n que se refieren a los Secretarios de
E s t a d o , que son varios, a f i n de u n i f i c a r la d e n o m i n a c i ó n ,
de acuerdo con el pensamiento esencial del Congreso y el
sentido del voto p o p u l a r .

La Asamblea Revisora.—Elección y composición.—


L a elección de los m i e m b r o s de la asamblea revisora se
hace por voto directo del pueblo de las Provincias, e n la
m i s m a proporción que p a r a la elección de D i p u t a d o s . Nin-
g u n a P r o v i n c i a t e n d r á menos de dos representantes. Para
poder ser elegido m i e m b r o de la A s a m b l e a Revisora, se re-
quieren las m i s m a s condiciones que para ser Diputado.
L o s m i e m b r o s de la A s a m b l e a gozan de las m i s m a s inmu-
nidades que los m i e m b r o s de a m b a s C á m a r a s .

Procedimiento.—El T í t u l o X V I de la C o n s t i t u c i ó n que
t r a t a de las r e f o r m a s constitucionales, no describe el pro-
cedimiento que debe seguir la A s a m b l e a Revisora en sus
t r a b a j o s . E s t o se r i g e por los precedentes seguidos desde
1844 en esta m a t e r i a , a través de las v e i n t i c u a t r o r e f o r m a s
constitucionales que se h a n efectuado desde entonces, prece-
dentes que tienen el valor de n o r m a s c o n s u e t u d i n a r i a s acep-
tadas como casi i m p e r a t i v a s en nuestro Derecho Constitu-
cional.

— 174 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

Esto« precedentes son p r i n c i p a l m e n t e los que se indi-


can a c o n t i n u a c i ó n : generalmente, la A s a m b l e a revisora
a d o p t a p a r a su» t r a b a j o s , mutatia mutandi, el Reglamento
interior de la C á m a r a de Diputados. N o m b r a siempre, pa-
ra e s t u d i a r p r e l i m i n a r m e n t e las reformas propuestas y
p r o d u c i r u n I n f o r m e , u n a C o m i s i ó n de su seno, i n t e g r a d a
por los m i e m b r o s notoriamente m á s letrados o los que ten-
g a n titulación j u r í d i c a , tal como se hizo en la p r i m e r a
Asamblea Constituyente de S a n Cristóbal. Las reglas de
quorum y m a y o r í a p a r a las deliberaciones y votaciones,
son las o r d i n a r i a s a que y a nos hemos referido, p a r a las
C á m a r a s Legislativas y la Asamblea Nacional, en el pun-
to decimotercero. L a s r e f o r m a s son sometidas a doble dis-
cusión. C u a n d o la Asamblea Revisora t e r m i n a sus traba-
jos, ella m i s m a p r o c l a m a la r e f o r m a que h a y a votado, si
tal f u e r e el caso, y la hace publicar. E n v i a sus disposicio-
nes al Poder Ejecutivo, p a r a los fines de publicación úni-
camente. porque el Poder E j e c u t i v o no p r o m u l g a la refor-
m a . puesto que no puede detenerla por observaciones. Fi-
n a l m e n t e e n v i a todos sus documentos al A r c h i v o General de
la N a c i ó n p a r a que allí sean conservados y queden p a r a c'
examen de todos.

Prohibición de reformar el sistema político fundamen-


tal.—El artículo 111 prescribe que n i n g u n a r e f o r m a de la
Constitución puede versar sobre la f o r m a de Gobierno, que
deberá ser s i e m p r e civil, republicano, democrático y re-
presentativo. Las r e f o r m a s de la Constitución — a g r e g a el
artículo 112—sólo puede hacerse en la f o r m a que indica
ella m i s m a y q u e es lu que ya hemos descrito, y no puede ja-
m á s ser suspendida ni a n u l a d a por n i n g ú n Poder ni auto-
ridad, n i tampoco por aclamaciones populares. E s t o tiene,
en todos los países, el valor de un simple voto, pues, como
y a hemos dicho, en muchos países se h a n i m p l a n t a d o Cons-
tituciones que no obstante disponer ellas m i s m a s el méto-
d o p a r a su r e f o r m a , o la imposibilidad de su r e f o r m a o
desconocimiento, h a n caído | » r la fuerza de circunstancias
históricas superiores a todas las previsiones h u m a n a s .
MANUF.I

L a s Constituciones no tienen sino u n solo m e d i o de


a s e g u r a r su p e r d u r a b i l i d a d o la suavidad del proceso de su
r e f o r m a , y este m e d i o es que consagren u n sistema de go-
bierno moderado y j u s t o que represente un c o m p r o m i s o
leal entre todos los intereses materiales y espirituales de
la colectividad y p e r m i t a n u n a f o r m a de g o b e r n a r que ase-
g u r e hasta d o n d e h u m a n a m e n t e sea posible el imperio de
la justicia y el bienestar de los asociados, t a n t o en su v i d a
política c o m o en sus actividades privadas.
La Constitución D o m i n i c a n a c u m p l e esos requisitos,
sobre todo después de la r e f o r m a de 1942. que generalizó
el s u f r a g i o , estableció u n sabio sistema p a r a la sucesión
presidencial y u n r é g i m e n que permite a l c a n z a r el máxi-
m o de j u s t i c i a social. E s t a r e f o r m a se debió a la s a b i d u r í a
del G e n e r a l í s i m o Doctor R a f a e l L . T r u j i l l o M o l i n a , quien
como ciudadano, m i l i t a r , g o b e r n a n t e y el m á s alto esta-
dista que ha tenido la República, ha p r o c l a m a d o y demos-
t r a d o siempre con actuación fehaciente, su devoción inque-
b r a n t a b l e a nuestra C a r t a Política F u n d a m e n t a l .

Coordinación de las reformas constitucionales.—A di-


ferencia de lo que se hace en otros países, como los Esta-
dos Unidos, en nuestro país — y esto es t a m b i é n derecho
consuetudinario cuya legitimidad nadie discute—, la Asam-
blea Revisora ha seguido la regla de c o o r d i n a r las r e f o r m a s
constitucionales. E s t o es. cada vez que d e t e r m i n a d o s ar-
tículos h a n sido reformados, se incorporan en su sitio en
el a r t i c u l a d o general y al hacerse públicas las reformas, se
hacen aparecer c o m o f o r m a n d o p a r t e de u n solo cuerpo,
q u e es siempre la i n t e g r a l Constitución de la República.
P o r esto, muchos creen y dicen, erróneamente, que la Re-
pública h a tenido varias Constituciones, c u a n d o en reali-
d a d desde 1844 la Constitución es sólo u n a . P a r a desterrar
esta i n f u n d a d a creencia, la p r o p i a C o n s t i t u c i ó n desde ha-
ce a ñ o s h a c a m b i a d o la d e n o m i n a c i ó n de la A s a m b l e a que
realiza las reformas. En vez d e d e n o m i n a r l a Asamblea
Constituyente como a n t i g u a m e n t e , la d e n o m i n a Asamblea
Revisora.
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

Historia de las reformas.—Ampliando lo que hemos


dicho al f i n a l del p u n t o tercero, sobre la Constitución do-
m i n i c a n a y su historia, agregaremos ahora los siguientes
detalles. L a Constitución se votó y proclamó en S a n Cris-
tóbal el 6 de N o v i e m b r e de 1844. Las sucesivas reformas
se realizaron en 1854, 1858, 18G5. 1866. 1868. 1872. 1874.
1875. 1877. 1878. 1879. 1880. 1881, 1887. 1896, 1907. 1908.
1924, 1927, 1929 (dos veces en el m i s m o a ñ o ) . 1934. 1942,
y 1947. E n el a ñ o 1916. h u b o u n proyecto de r e f o r m a , que
se publicó en f o r m a de folleto, pero que no llegó a ser apro-
bado.
L a Constitución de S a n Cristóbal estableció el sistema
bicamarista. E n 1866, se a d o p t ó el sistema u n i c a m a r i s t a .
E n 1878, se restableció el sistema bicamarista. E n 1880,
volvió a establecerse el sistema u n i c a m a r i s t a . E n 1908, se
restauró el sistema p a r l a m e n t a r i o sobre la base de dos Cá-
m a r a s , que se ha m a n t e n i d o hasta la actualidad.
E n total, la Constitución h a experimentado veinti-
cuatro r e f o r m a s desde el a ñ o 18-14.
E n cuanto a extensión, nuestra C a r t a Política Fun-
d a m e n t a l tiende a la f o r m a sintética. E n efecto, en 1844
contenía 210 artículos y en la a c t u a l i d a d sólo tiene 112.
Las Asambleas se h a n efectuado siempre en la Capi-
tal de la República, con excepción de la de 1844, inicial que
se r e u n i ó en S a n Cristóbal, la de 1858 que laboró en Moca
y la de 1908 que efectuó sus trabajos en S a n t i a g o de los
Caballeros.

— 177 —
PUNTO VIGESIMOSEGUNDO

Garantías de la supremacía de la Constitución y de los


derechera absolutos.—Cada vez que un pueblo ha sostenido
una lucha para conquistar la instauración de un régimen
constitucional que limite el poder de las autoridades y ga-
rantice el ejercicio de los derechos individuales funda-
mentales, lo ha hecho en el entendido de que, una vez con-
quistado y establecido ese régimen, bien sea por actos no
escritos o |>or una convención escrita, las asambleas y los
funcionarios gobernantes quedarían incapacitados para
dictar nuevas medidas que excedan de sus atribuciones li-
mitadas o que vulneren los derechos adquiridos como fun-
damentales por los asociados. De 110 ser asi, las luchas de
los pueblos por un régimen constitucional serian vanas e
infructuosas y estéril el derramamiento copioso de sangre
que en no pocas ocasiones esas luchas han significado.
I)e ;th¡ que el esfuerzo constitucionalista haya sido
siempre completado con el establecimiento de algún siste-
ma. de cualquier clase que sea. mediante el que, cuando la
imprudencia o la ignorancia de los gobernantes los lleven
a imponer disposiciones que resulten contrarias a la Cons-
titución. haya remedios o recursos con los cuales se pue-
dan corregir tales excesos y nulificar concretamente y de
modo eficaz la medidas dictadas.
Las medidas que pueden dictar los gobernantes en tal
sendero de exceso, se pueden clasificar en dos grupos bien
caracterizados. El uno. comprende las medidas, general-
mente de carácter político, que sólo indirectamente afectan
a los asociados en sus intereses familiares o patrimonia-

— 178 —

fi
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

Je», a u n q u e directamente lesionen sus p r e r r o g a t i v a s como


ciudadanos. E l otro g r u p o presenta caracteres inversos, y
se t r a t a de aquellas que, a u n q u e poco relacionadas con las
p r e r r o g a t i v a s civicas, en c a m b i o constituyan desde que se
v o t a n u n a a m e n a z a c o n t r a los derechos individuales fun-
damentales. contra los derechos civiles, f a m i l i a r e s y patri-
moniales, y se t r a s m u t a n , c u a n d o llegan a aplicarse, en u n
p e r j u i c i o concreto, de m a y o r o menor gravedad.

Nulidad de las leyes, decretos, reglamentos y actos


contrarios a la Constitución.—De un modo explícito o im-
plícito, todas las Constituciones democráticas declaran nu-
las las leyes, decretos, reglamentos y actos que sean con-
trarios a sus disposiciones.
E n lo que respecta a la Constitución D o m i n i c a n a , ya
hemos d i c h o en el p u n t o decimotercero que ella establece
este p r i n c i p i o f u n d a m e n t a l en su a r t í c u l o 40. E s u n a nu-
lidad de pleno derecho, a pesar de lo cual no se hace
efectiva sino c u a n d o es p r o n u n c i a d a . E n los p á r r a f o s que
siguen t r a t a r e m o s de explicar el sistema que, deducido de
su historia, reconocen nuestro derecho público y nuestra
j u r i s p r u d e n c i a positiva p a r a hacer efectiva esa nulidad,
así c o m o veremos t a m b i é n por qué tenemos que e m p l e a r los
t é r m i n o s que acabamos de utilizar, p a r a f u n d a m e n t a r esc
sistema.

Diversos sistemas para hacer efectiva esa nulidad.—


Los sistemas que existen p a r a a s e g u r a r la constitucionali-
d a d de las medidas de los Poderes Públicos, son m u y varia-
dos en sus detalles, pero se pueden reducir fundamental-
mente a das, q u e podemos l l a m a r el sistema congresional
o parlamentario y el sistema judicial.
E n el sistema congresional o p a r l a m e n t a r i o , que tam-
bién podemos l l a m a r sistema europeo, por ser el que pre-
valece en E u r o p a , se niega a u t o r i d a d a los t r i b u n a l e s p a r a
declarar la inconstitucionalidad de los actos legislativos y
a d m i n i s t r a t i v o s . Tal a u t o r i d a d se reconoce o se reserva a
los Congresos o P a r l a m e n t o s , y tiene explicación sobre to-
do en las naciones de Constituciones flexibles, como Ingla-

— 179 —
MANUEL A. A MI AMA

t é r r a , donde, como y a hemos dicho, las leyes constituciona-


les y las leyes o r d i n a r i a s no se diferencian por el procedi-
m i e n t o de su elaboración, sino por su contenido y alcance.
Este sistema tiene u n a v e n t a j a en c u a n t o se refiere a las
leyes, a los actos q u e sólo lesionan el interés político o cí-
vico de los asociados, porque e m a n a n d o el remedio de la
esfera congresional o p a r l a m e n t a r i a , remedio que consiste
en la abrogación o modificación de la ley o acto de que se
t r a t e — queda a salvo el p r i n c i p i o de la separación de los
poderes. Pero tiene la e n o r m e desventaja de que d e j a sin
a m p a r o efectivo el interés de los asociados en lo concer-
niente a los derechos civiles, f a m i l i a r e s y patrimoniales, ya
que se hncc m u y d i f í c i l que los Congresos o P a r l a m e n t o s
presten atención a los casos concretos en que las lesiones
a esos derechos se producen, a menos que lleguen a a s u m i r
un carácter escandaloso, capaz de crear u n a perturbación
de carácter social.
E n el sistema j u d i c i a l , propio del Derecho Público
A m e r i c a n o , la a u t o r i d a d p a r a i m p e d i r la aplicación de los
actos legislativos o a d m i n i s t r a t i v o s contrarios a la Cons-
titución, se confiere explícitamente o se reconoce histórica
e implícitamente, a los órganos del poder j u d i c i a l . Esto sis-
t e m a tiene, inversamente, las v e n t a j a s y desventajas del
sistema congresional o europeo que y a hemos esbozado.
— d e s v e n t a j a en lo político, v e n t a j a en lo p a t r i m o n i a l — ,
pero la ventaja es sin comparación superior a la desventa-
j a , por lo cual a ú n en m u c h a s naciones europeas tiende a
adoptarse, habiéndose hecho y a algunos ensayos importan-
tes, especialmente en E s p a ñ a de 1931 a 1936, en la Cons-
titución que r i g i ó allí d u r a n t e esos años. E l comienzo de
este sistema en nuestro Continente se inició con la Consti-
tución de los Estados U n i d o s de 1787, cuyo artículo terce-
ro, en su Sección S e g u n d a , declara que el Poder J u d i c i a l
se extiende a todos los casos, de derecho y de equidad, que
s u r j a n con motivo de dicha Constitución. E l sistema se
a f i a n z ó en los Estados U n i d o s cuando, en 1803, el Presi-
dente de la Corte S u p r e m a J o h n Marshall d i j o en resumen
en u n a sentencia de alcance histórico, lo s i g u i e n t e :

— 180 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

" P u e s t o que IR Constitución tiene carácter de ley, de-


be ser interpretada y aplicada por los jueces en los casos
que s u r j a n con motivo de ella; puesto que es ley suprema,
los jueces deben darle preferencia sobre cualquiera o t r a
ley". (Véase E d w a r d S. C o r w i n , Universidad de Prince-
t o w n . "I-a Constitución de E E . U U . y su actual significa-
d o " . 1938).
C o m o veremos, es evidente que los autores de nuestra
Constitución en S a n C r i s t ó b a l en 184-1. conocieron en todo
su alcance el sistema constitucional de los Estados U n i d o s
y la o b r a del e m i n e n t e Marshall.

Nuestro sistema constitucional actual.—Antes de ex-


poner este sistema, es preciso hacer un poco de historia.
C o m o ya hemos dicho, los constituyentes de S a n C r i s t ó b a l
a d o p t a r o n el sistema norteamericano, basado en la Sección
S e g u n d a del A r t i c u l o Tres y en la decisión de Marshall,
en n o m b r e de la Corte S u p r e m a , de 1803, que estableció u n
p r i n c i p i o que j a m á s f u e desconocido en lo adelante. E l
pensamiento de los constituyentes de S a n Cristóbal t o m ó
expresión en el a r t i c u l o 125 de la Constitución de 18-14.
M á s tarde se r e p r o d u j o en el articulo 63 de la r e f o r m a de
1858. S u s textos prescribían que los tribunales no aplica-
rían n i n g u n a ley contraría a ¡a Constitución ni n i n g ú n re-
g l a m e n t o o decreto c o n t r a r i o a la ley. E r a un texto conce-
bido y redactado de m a n e r a sencilla e irreprochable, que
hace honor a quien lo presentó en la C o m i s i ó n Preparato-
r i a , que probablemente f u e B u e n a v e n t u r a Báez, el m á s co-
nocedor, e n t r e aquellos constituyentes, de la o r g a n i z a c i ó n
política de los Estados Unidos, a la cual profesaba s i n g u l a r
a d m i r a c i ó n . Desgraciadamente, hay pocos documentos re-
lacionados con los t r a b a j o s de esa histórica Asamblea.

E n las r e f o r m a s sucesivas, hasta 1908, no f i g u r ó nin-


g ú n texto expreso sobre la inaplicación de las leyes incons-
titucionales. pero d u r a n t e todo ese intervalo de cincuenta
años, n i n g ú n j u r i s t a d u d ó j a m á s de la capacidad de los tri-
bunales p a r a d e j a r sin aplicación, en las controversias
concretas que se sometieran a su conocimiento y decisión
en f o r m a r e g u l a r , las leyes que fueran contrarias a la Car-
MANUEL A. A MI AMA

t a F u n d a m e n t a l . E l canon de la Constitución de S a n Cris-


t ó b a l al respecto se consideró siempre como virtualmente
vigente.
E l p r i n c i p i o volvió a ser consagrado, expresamente,
a u n q u e en o t r a fraseología, en la r e f o r m a de lí>08, pero de
los t r a b a j a s preparatorios de esa r e f o r m a se desprende que,
al proponerse la consagración del p r i n c i p i o de u n m o d o ex-
preso no se entendía con ello hacer una i n n o v a c i ó n funda-
m e n t a l , sino declarar explícitamente lo q u e todo el mun-
d o consideraba como u n canon c o n s u e t u d i n a r i o de fuerza
. indiscutible.
y
E n dicha r e f o r m a , se a d o p t ó u n a f ó r m u l a m á s l a r g a
^ que la del a r t í c u l o 125 de la C o n s t i t u c i ó n de S a n Cristó-
^ ^ bal, pero en cierto modo menos feliz, ya que hacía aparecer
\ a la S u p r e m a Corte de J u s t i c i a , en cuya sección se i n c l u y ó
^ el texto, como u n tercer g r a d o de j u r i s d i c c i ó n . L a misma
> r e f o r m a de 1008, salvo p a r a a l g u n a s cuestiones, h a b í a da-
d o a la S u p r e m a Corte la posición de u n t r i b u n a l extraor-
d i n a r i o , p a r a conocer p r i n c i p a l m e n t e los rccuros de casá-
is ción.
. ^ La r e f o r m a constitucional do 1024 e n esta m a t e r i a f u e
doblemente i n f o r t u n a d a . P o r u n a parte, d i ó al alegato de
^ inconstitucionalidad el carácter de u n incidente paraliza-
dor de la solución de los casos en la esfera de los jueces de
fondo, m i e n t r a s la S u p r e m a Corte de J u s t i c i a , por recurso
ry especial, decidiera acerca de lu constítucionalidad o incona-
titucionalidad de la ley de cuya aplicación se tratase. P o r
o t r a parte, el nuevo texto, que f i g u r a b a en el a r t i c u l o 61,
^ inciso 5. d i ó capacidad a la S u p r e m a Corte de J u s t i c i a pa-
ra declarar la inconstitucionalidad de cualquier ley, cuan-
do f u e r a apoderada por instancia directa p a r a t a l f i n por
cualquier persona, a u n c u a n d o ésta no estuviera envuelta
en n i n g u n a controversia j u d i c i a l . Se e r i g i ó asi a la Supre-
m a Corte en á r b i t r o expeditivo de la legislación, como si
f u e r a u n t r i b u n a l de g a r a n t í a s constitucionales. L a inten-
ción f u e i n d u d a b l e m e n t e honesta y revelaba a l t u r a cívica.
Probablemente f u e la o b r a de los jurisconsultos q u e inte-
g r a r o n , con otros no j u r i s t a s , la C o m i s i ó n p r e p a r a t o r i a en

— 182 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

el seno de la Asamblea Kevisoni, ya que el proyecto de re-


f o r m a e m a n a d o del Congreso no llegaba t a n lejos. Tal vez
desde u n p u n t o de vista teòrico-politico, esa r e f o r m a sea
defendible. Pero, desde el p u n t o de vista de nuestra histo-
r i a y de nuestra psicologia social y política, resultaba ex-
cesivamente p r e m a t u r a .
E l revuelo que causó una decisión j u d i c i a l en 1926,
al d e c l i n a r inconstitucional, mediante simple instancia,
u n a ley sobre el t r a b a j o que ciertamente no violaba la
Constitución, despertó el interés de los j u r i s t a s sobre esta
cuestión constitucional.
Las reformas de 1927. 1929 y 193-1, volvieron al siste-
m a de 1908, no perfecto quizás, pero cuya aplicación no
había producido de 1908 a 1924 n i n g u n a d i f i c u l t a d grave.
E n el a ñ o 1934, el Licenciado H e r m a n C r u z A y a l a , en
un i m p o r t a n t e folleto i n t i t u l a d o " E s t u d i o acerca de la com-
petencia de los tribunales dominicanos en m a t e r i a de cons-
t i t u c i o n a l i d a d " , al cual nos hemos referido en el p u n t o pri-
mero. s u g i r i ó la conveniencia d e s u p r i m i r de la Constitu-
ción toda referencia al recurso de inconstitucionalidad, por
ser ello innecesario. E l f u n d a m e n t o de tal sugestión era,
en síntesis, que la competencia de los tribunales p a r a ina-
plicar las leyes inconstitucionales era u n a t r i b u t o insepa-
rable de la naturaleza m i s m a de la función j u d i c i a l . "Pa-
ra a p l i c a r la ley — d e c í a entonces el Lic. C r u z A y a l a — es
necesario, c u a n d o ocurran dudas, que se determine si está
o no viciada de n u l i d a d por incompatibilidad con el pacto
f u n d a m e n t a l . Y siendo esta decisión m a t e r i a propia del
j u i c i o e n t r a en el núcleo propio de las funciones j u d i c i a l e s " .
E l Lic. C r u z A y a l a se apoyaba no t a n sólo en razonamien-
tos propios, sino en la doctrina y la j u r i s p r u d e n c i a de los
Estados Unidos, c u n a del sistema.
E n a b r i l y m a y o do 1941, estuvo en nuestro país el
Doctor G o r d o n Irelnnd, profesor do derecho en Boston,
quien dictó en nuestra U n i v e r s i d a d u n cursillo de Derecho
Constitucional A m e r i c a n o C o m p a r a d o , que poco después
f u e publicado en u n opúsculo de 117 p á g i n a s , llenas de
substancia y sabiduría. Contiene muchas consideraciones

— 183 —
MANUEL A. AMIAMA

interesantes sobre el régimen constitucional dominicano.


E l Doctor Ireland c o m p a r t i ó la idea f u n d a m e n t a l del Lic.
C r u z A y a l a , aunque discrepó de él en cuanto a que la deci-
s i ó n de la inconstitucionalldad de las leyes era necesaria-
m e n t e cuestión propia de las funciones judiciales. A f i r m ó
quo este reconocimiento, en los Estados Unidos, se f i j ó por
que todos los norteamericanos apoyaron la decisión de Mar-
shall, pero que esta decisión h a b r í a podido ser contraria
quedando con la i m p o r t a n t e prerrogativa el Congreso o el
Poder Ejecutivo, o confiriéndose a otros organismos o fun-
cionarios.
Nuestra opinión se inclina en favor de la tesis del Lic.
C r u z A y a l a en su totalidad, porque, como hace notar Cor-
w i n en su o b r a y a citada, siendo t a n sintética y meticulo-
sa en sus términos la Constitución de los Estados U n i d o s
sus disposiciones en la famosa Sección S e g u n d a del Articu-
lo Tercero, según la cual, como hemos dicho, el Poder Ju-
dicial se extiende a todos los casos, de derecho y de equi-
d a d . que s u r j a n con motivo de la Constitución, deben ser
interpretadas en todo su vasto alcance. H a b r í a estado vi-
ciado de arbitrariedad y desconocimiento de la Constitu-
ción. cualquier sistema que se hubiera i m a g i n a d o p a r a atri-
b u i r la prerrogativa a otro cuerpo o a u t o r i d a d que no fue-
ra la jurisdicción j u d i c i a l .
E n la r e f o r m a constitucional de 1942, se e l i m i n ó toda
referencia expresa al recurso de inconstitucionalidad, con
lo cual la sugestión de 1934 del Lic. H e r m á n C r u z A y a l a
resultó acogida, ta Asamblea Rcvisora de ese a ñ o f u e pre-
sidida por el Lic. J u l i o Ortega F r i e r , u n o de nuestros m á s
prominentes jurisconsultos y un patriota de mentalidad
constructiva, quien era p r o f u n d a m e n t e versado en el de-
recho público de los Estados U n i d o s (1891-1953).
E n conclusión, nuestro sistema constitucional actual
sobre la inaplicación de las leyes inconstitucionales, ha ve-
nido a ser igual que el reconocido y vigente en los Estados
Unidos, lo que se justifica por la circunstancia de que am-
bos sistemas constitucionales se i n s p i r a n en una m i s m a con-
cepción de la teoría política.

—181 —

1
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

La inconstitueiomlidad como medio de defensa judi-


cial.—Declaración de la Asamblea Revisora del 8 de enero
de 19Í2.—Sistema que consagró.—Lo dicho s i g n i f i c a q u e
la alegación de la inconstitucionalidad representa eptre
nosotros hoy, c o m o desde 1844 hasta 1924, u n simple me-
d i o de defensa j u d i c i a l , atendible por cualquier t r i b u n a l
y no y a sólo por la S u p r e m a C o r t e de J u s t i c i a , c u a n d o quien
lo presente, en casos concretos y delimitados a su p r o p i a
ó r b i t a , tenga calidad l e g i t i m a e interés cierto. P a r a termi-
n a r este p u n t o , reproduciremos t e x t u a l m e n t e a continua-
ción, la exposición de motivos de la C o m i s i ó n General de
la A s a m b l e a Revisora de 1942, acerca de la supresión del
inciso 6 del a r t i c u l o 61 que, en la C o n s t i t u c i ó n de 1934, se
referia al recurso de inconstitucionalidad. E s c histórico
d o c u m e n t o no sólo apoya lo d i c h o en este p u n t o de las pre-
sentes Notas, sino que, por su carácter oficial, constituye
u n a fuente inequívoca p a r a la inteligencia del sistema que
rige hoy e n t r e nosotros. D i c h a exposición dice asi (las itá-
licas son del a u t o r ) :
" L a C o m i s i ó n general se inclinaba a recomendar el
texto del inciso 5 del a r t i c u l o 61 de la C o n s t i t u c i ó n vigen-
te que h a pasado a ser el inciso 4 del m i s m o a r t i c u l o del
proyecto de r e f o r m a s , sin la cláusula que este a g r e g a , en ra-
z ó n de que nuestra S u p r e m a C o r t e de J u s t i c i a , a pesar de
las deficiencias del a l u d i d o texto, ha venido construyendo
lentamente la interpretación q u e tiende a v i n c u l a r , de u n a
m a n e r a indivisible, el j u i c i o de la constitucionalidad al jui-
cio sobre el fondo. E n el caso M a n u e l F e r n á n d e z González,
f a l l a d o el 8 de noviembre de 1940 (Bol. S . C . J . 1940, 644)
la S u p r e m a Corte de J u s t i c i a n o t u v o inconveniente algu-
no en u n i r a l recurso d e casación sobre el f o n d o u n a ins-
tancia de constitucionalidad que el recurrente e s t i m ó opor-
t u n o f o r m u l a r s e p a r a d a m e n t e a n t e la m i s m a C o r t e de Jus-
ticia y f a l l ó a m b a s instancias c o n j u n t a m e n t e ; lo que de-
muestra que estas dos materias son de una misma natura-
leza y que están destinadas a ser decididas por u n mismo
fallo.
MANUEL A. AMIAJáA

N o h a y p r o p i a m e n t e recurso de constitucionalidad. El
vicio de inconstitucionalidad de una ley. decreto, reglamen-
to o acto cualquiera es u n simple alegato de las partes, en
f u n c i ó n de las pretcnsiones f o r m u l a d a s y para decidir si
ellas son justas o no justas.
Si nuestra S u p r e m a Corte de J u s t i c i a tuviese la atri-
bución politica de e n j u i c i a r la ley, el decreto, la resolución
o el reglamento, de u n a m a n e r a general, p a r a a n i q u i l a r l o
por u n solo acto de a u t o r i d a d , la existencia de u n recurso
de constitucionalidad q u e d a r l a j u s t i f i c a d o . La S u p r e m a
Corte de Justicia sería entonces, en esa función particular,
u n T r i b u n a l de G a r a n t í a s Constitucionales, u n o r g a n i s m o
en cierto sentido superior a los demás poderes del Estado,
ya que en él q u e d a r í a depositada la e x t r a o r d i n a r i a facul-
tad de dictar a todos los demás Poderes la significación
real de los preceptos constitucionales. Pero el Poder J u d i -
cial, en nuestra organización politica, tiene u n a f u n c i ó n
m á s limitada, m á s concreta: se contrae esencialmente a di-
rimir tos litigios que se susciten entre partea. E l juez ja-
m á s j u z g a la l e y : la aplica t a l cual es. Pero c u a n d o hay
diversas reglas j u r í d i c a s en conflicto está obligado a so-
lucionar ese conflicto de a l g u n a m a n e r a , porque le es im-
posible imponer ordenaciones c o n t r a d i c t o r i a s ; c u a n d o esas
reglas e m a n a n de autoridades distintas, obedecerá a la de
mayor jerarquía. Por eso se explica que atienda antes al
canon constitucional que a una ley del Congreso. Pero esta
decisión no es general n i absoluta. A ú n después de pronun-
ciado el fallo, el debate j u r í d i c o c o n t i n ú a abierto. E n teo-
ría, la controversia puede reproducirse ante los t r i b u n a l e s
indefinidamente, pero en la práctica cesa por completo
c u a n d o la deliberación m a n i f e s t a d a en todas las f o r m a s de-
mocráticas. revela la evidencia de la verdad j u r í d i c a . L a
ley inconstitucional no cae por u n acto de a u t o r i d a d de la
S u p r e m a Corte de J u s t i c i a , sino por el desprestigio que
resulta de la comprobación inequívoca del vicio que la afec-
ta. Este procedimiento carece de la c e r t i d u m b r e y rapidez
que desearían quienes piensan en la necesidad de la insti-
tución de u n T r i b u n a l de G a r a n t í a s Constitucionales, pero

— 186 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

la cxpcricncia j u r í d i c a se pronuncia en favor de nuestro


sistema como el m á s prudente y el m á s adecuado a la na-
turaleza h u m a n a .
E l examen de la constitucionalidad de las leyes, decre-
tos, resoluciones y reglamentos en todos los casos que sean
materia de controversia entre partes, no es u n a cuestión
que compete exclusivamente a la S u p r e m a Corte de Justi-
cia y no hace falta que una disposición expresa de nuestra
Ley S u b s t a n t i v a , como la del articulo 61 de la Constitución,
declare que la ú l t i m a decisión sobre este punto correspon-
de a la S u p r e m a Corte de J u s t i c i a , puesto que, siendo inse-
parable del j u i c i o de la contestación promovida entre las
partes, la u l t i m i d a d de ese fallo resulta del hecho do en-
contrarse dicha Corte en el puesto m á s elevado de la jerar-
q u í a j u d i c i a l , sea que j u z g u e por sí m i s m a el fondo o que
se limite a ejercer funciones de casación.
L a Comisión General en consecuencia, recomienda la
supresión completa del inciso 5 del a r t i c u l o 61 do la Cons-
titución y el inciso 4 del m i s m o artículo del proyecto de re-
formas. que le corresponde, pero a fin de que esa supresión
no pueda dar lugar a dudas acerca de la competencia in-
cuestionable de nuestros tribunales para examinar el pedi-
mento de ineonstitucionalidad, propone a d e m á s que. al vo-
t a r esa supresión, la Asamblea Revisor» haga la siguien-
te declaración de p r i n c i p i o s : 1ro. N o existe n i n g ú n recur-
so e n c a m i n a d o a declarar, de u n a m a n e r a general, que una
ley. u n decreto, una resolución, u n reglamento o una dispo-
sición cualquiera do la a u t o r i d a d es contraria a la Consti-
tución: 2do. E l examen de la constitucionalidad de las le-
yes, decretos, resoluciones, reglamentos y actos de cual-
quier naturaleza, puede promoverse como simple alegato
en toda controversia e n t r e partes, en cualquier estado de
causa, o hacerse de oficio por el juez apoderado del liti-
gio. en razón de que ese examen es necesario p a r a que el
juez pueda decidir la contestación conforme a derecho y
en ejecución de la disposición expresa del articulo 40 de la
Constitución del Estado".

— 187 —

BJfll
MANUEL A. AMIAMA

A la i m p o r t a n t e declaración t r a n s c r i t a , sólo tenemos


que a g r e g a r lo s i g u i e n t e : q u e ella f u e a p r o b a d a por la
A s a m b l e a Rcvisora de 1942, en vista de que dicha Asam-
blea acogió la recomendación de la C o m i s i ó n General p a r a
la supresión del texto de 1934; q u e la declaración j u s t i f i c ó
la o m i s i ó n del recurso de inconstitucionalidad por f a l t a de
necesidad en las r e f o r m a s posteriores a 1858 y anteriores
a 1908, periodo en el cual, según hemos p u n t u a l i z a d o ,
i m p e r ó v i r t u a l m c n t e el p r i n c i p i o del a r t i c u l o 125 de la
C o n s t i t u c i ó n de S a n C r i s t ó b a l ; y en f i n . c o m o cuestión
m á s i m p o r t a n t e , que a u n q u e la declaración t r a n s c r i t a sólo
creyó indispensable referirse a los casos de l i t i g i o e n t r e
partes, todo el m u n d o conviene en que la i n a p l i c a c i ó n de
las leyes y o t r a s m e d i d a s inconstitucionales debe o c u r r i r
en todos los casos que se ventilen en los t r i b u n a l e s judi-
ciales. sean ellos civiles, comerciales, penales, a d m i n i s t r a -
tivos o de cualquier o t r a naturaleza.

P o r lo que hemos dicho en este p á r r a f o , puede adver-


tirse que. si bien el sistema consagrado por la A s a m b l e a
Rcvisora de 1942 p a r a proteger las leyes y otros actos con-
t r a la inconstitucionalidad se apoya en cierto m o d o en el
p r i n c i p i o a m p l i o f o r m u l a d o en el a r t i c u l o 40. en realidad
esc sistema se desvia u n t a n t o de dicho texto, puesto que los
t r i b u n a l e s j a m á s pueden declarar n u l a u n a ley: sólo pue-
den d e j a r de a p l i c a r l a en casos concretos y sólo por lo que
interese a esos casos. D e a h i que hiciéramos t a n t o elogio
al a r t i c u l o 125 de la C o n s t i t u c i ó n de S a n C r i s t ó b a l , cuya
redacción n u n c a debió haberse a b a n d o n a d o . Tal vez en el
f u t u r o se a r m o n i c e n m e j o r el sistema que tenemos con el
a r t i c u l o 40 de la C o n s t i t u c i ó n , m e d i a n t e a l g u n a prudente
r e f o r m a de éste.
P a r a t e r m i n a r , a ñ a d i r e m o s que la r e f o r m a constitu
cional de 1947 no alteró en n a d a la o b r a de 1942 acerca d
la cuestión de la inconstitucionalidad.
A P E N D I C E

La Asamblea Revísora reunida en San Cristóbal apro-


bó el 1 de Diciembre de 1055 varias reformas de la Consti-
tución, por iniciativa del Presidente de la República. Gene-
ralísimo Héctor Bienvenido Trujillo Molina y a inspira-
ción del Generalísimo Dr. Rafael Leónidas Trujillo Moli-
na. Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva. A
continuación se explicarán las principales de esas reformas
en el mismo orden de los puntos de las Notas:

Punto primero—Se refiere al Derecho Constitucional


E n relación con las reformas de 1955, el documento más
importante es la Exposición de Motivos con que el Pre-
sidente las propuso al Congreso, que se publicó en la pren-
sa a fines de 1955.

Punto Segundo.—Se refiere a los elementos del Estado.


La reforma de 1955, en el articulo 5, hizo constar explíci-
tamente. que los límites terrestres de la República son las
fijados por el Tratado Fronterizo de 1929 y su Protocolo
de Revisión de 1936. Agregó también, expresamente, como
parte del territorio la plataforma submarina, en la exten-
sión que la ley determine.
E n el artículo 7, la reforma de 1955 declara de inte-
rés nacional el desarrollo económico y social del territorio
de la República a lo largo de la linea fronteriza, asi como
la difusión de la cultura y la tradición religiosa del pue-
blo dominicano. Declara oficialmente que el régimen de los
ríos fronterizos será el previsto por el Tratado de Paz,
Amistad y A r b i t r a j e de 1929 y el artículo 6 del Protocolo
de Revisión do 1936.

— 189 —
MANUEL A. A MI AMA

Punto Tercero.—Se refiere a las Constituciones. Na-


da que a g r e g a r .

Punto Cuarto.—Se refiere al constitucionalismo. L a


Constitución francesa de 1946 ha sido s u s t i t u i d a el 2 8 de
s e p t i e m b r e de 1958 por u n a nueva C o n s t i t u c i ó n propues-
ta p o r el G e n e r a l Charles de Gaulle, cuyas características
principales son la elección de las d i p u t a d a s a razón de u n o
por cada d i s t r i t o en vez de por listas departamentales, y
el c o n f e r i m i e n t o a l Presidente de la República de las atri-
buciones que antes se señalaban al P r i m e r M i n i s t r o , lo que
s i g n i f i c a u n a evolución del sistema p a r l a m e n t a r i o al siste-
m a presidencialista.

Punto Quinto.—Se refiere a la soberanía. L a Consti-


t u c i ó n de 1955 en su a r t i c u l o 16 ha a d o p t a d o u n a nueva
f ó r m u l a respecto de la s o b e r a n í a : " L a soberanía reside in-
m a n e n t e m e n t e en el pueblo y se ejerce por i n t e r m e d i o de
los poderes reconocidos por la presente C o n s t i t u c i ó n " . E n
su artículo 3 declara que la soberanía de la nación domini-
cana es inviolable; que el p r i n c i p i o de no intervención cons-
tituye u n a n o r m a de la política internacional d o m i n i c a n a ;
y que el c o m u n i s m o , por su tendencia a t e n t a t o r i a contra la
soberanía de los Estados y los a t r i b u t o s inherentes a la per-
sonalidad h u m a n a , es i n c o m p a t i b l e con los principios fun-
damentales reconocidos por la C o n s t i t u c i ó n d o m i n i c a n a .

Punto Sexto.—Se refiere a la estructura de las Cons-


tituciones modernas. Con la r e f o r m a de 1955 la Constitu-
ción se ha hecho u n poco m á s extensa. E n vez de 16 títu-
los, tiene ahora 17 y en vez de 112 artículos, tiene ahora
118.
Puntos Séptimo y Octavo.—Se refiere a los derechos
absolutos. L a r e f o r m a de 1955 ha a d o p t a d o la denomina-
ción de derechos humanos p a r a los derechos absolutos. P o r
p r i m e r a vez se ha hecho preceder la e n u m e r a c i ó n d e estos
derechos de u n a Declaración ( a r t í c u l o 8 ) : " S e reconoce
como f i n a l i d a d p r i n c i p a l del E s t a d o la protección efectiva
de los derechos de la persona h u m a n a y la creación y man-
t e n i m i e n t o de los medios que le p e r m i t a n perfeccionarse

— 190 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

progresivamente dentro de u n orden de libertad i n d i v i d u a l


y de justicia social, compatible con el orden público, el
bienestar general y los derechos de todos". E l inciso rela-
tivo a la seguridad i n d i v i d u a l ha sido redactado en m e j o r
orden. Se ha destinado u n inciso especial ( c u a r t o ) p a r a
consagrar la libertad de empresa declarándose que sólo
p o d r á n establecerse monopolios en provecho del Estado o
de instituciones estatal««, por decreto-ley del Presidente
de la República. E n el m i s m o articulo 8, se declara la obli-
gación, a cargo del Estado, de proteger la f a m i l i a , la ma-
ternidad, salud y desarrollo de los niños, el bien de fa-
m i l i a . el a h o r r o f a m i l i a r , las cooperativas útiles de todo
género, la salud y bienestar de los ancianos, de los pobres
y de los trabajadores, y, en s u m a , de desarrollar progresi-
vamente la seguridad social, " d e m a n e r a que toda persona
llegue a g o z a r de adecuada protección contra la desocupa-
ción, la e n f e r m e d a d . la incapacidad y la vejez" (incisos 14
al 1 8 ) . E n f i n , los incisos 19 al 20 del articulo 8 h a n inclui-
do entre los derechos h u m a n o s el de pactar libremente las
convenciones matrimoniales, el de que la ley m a n t e n g a siem-
pre e n t r e los regímenes matrimoniales el de la separación
de bienes, y el de excluir de la sucesión de los bienes a los
descendientes indignos.
P o r lo que respecta a la libertad de conciencia y de
cultos, la r e f o r m a de 1955 como es n a t u r a l la ha manteni-
d o en el inciso 5 del artículo 8. A este respecto la r e f o r m a
en el T í t u l o Tercero, R é g i m e n Concordatario, artículo 11.
declara que las relaciones de la Iglesia y el Estado " e s t á n
reguladas por el Concordato e n t r e la S a n t a Sede y la Re-
pública D o m i n i c a n a , en c o n f o r m i d a d con la Ley de D i o s
y la tradición católica de la República D o m i n i c a n a " . Ese
Concordato f u é suscrito en 1954.

Punto Noveno.—Se refiere a los derechos políticos. La


r e f o r m a de 1955 no modificó nada en relación con la na-
cionalidad. Respecto de la c i u d a d a n í a el articulo 15 agregó
como causa de pérdida de la c i u d a d a n í a la participación en
actos o empresas destinadas a derrocar el gobierno consti-
tuido y el atentado " c o n t r a la persona del J e f e del E s t a d o
MANUEL A. A MI AMA

o de loa d i g n a t a r i o s que. de acuerdo con la ley, gocen de las


m i s m a s p r e r r o g a t i v a s " . P r e v i ó la f o r m a en que la ciuda-
d a n í a . en ciertos casos, puede readquirirse.

Punto Décimo.—Se refiere al s u f r a g i o . E l artículo 88


incluye al Vicepresidente de la República e n t r e los funcio-
narios electivas y excluye de entre los mismos los regido-
res, síndicos y suplentes de los A y u n t a m i e n t o s . E n la re-
f o r m a de 1955. artículo 106. se reconoce " q u e el P a r t i d o
D o m i n i c a n o , constituido o r i g i n a l m e n t e con elementos pro-
cedentes de las a n t i g u a s asociaciones y partidos políticos,
los cuales se disgregaron por falta de u n a orientación pa-
triótica constructiva, ha sido y es u n agente de civilización
p a r a el pueblo d o m i n i c a n o , que ha evolucionado en el cam-
po social hacia la f o r m a c i ó n de una conciencia laboral de-
f i n i d a . hacia la incorporación de los derechos de la m u j e r
en la vida política y civil de la República y hacia o t r a s
grandes conquistas cívicas.
E l artículo 112 declara que la E r a de T r u j i l l o que co-
mienza el 16 de m a y o de 1930. constituye el período en que
se consolida la nacionalidad y realiza el pueblo d o m i n i c a n o
sus m&s legítimas aspiraciones de paz y bienestar econó-
mico y social, como resultado de la o b r a de gobierno del
Generalísimo D r . R a f a e l Leónidas T r u j i l l o Molina, a quien
se le consagra solemnemente en dicha Constitución el título
de honor de Padre de la P a t r i a N u e v a que le ha sido otor-
gado |*>r el voto del Congreso de la República.
E l 113 declara como m o n u m e n t o de la tradición Inter-
nacional de la República el T r a t a d o Dominico-Americano
de 1940. obra del Generalísimo T r u j i l l o y del Secretario
Cordoll H u l l , por el cual el pueblo d o m i n i c a n o recuperó su
total soberanía en el orden financiero.

Punto Undécimo.—Se refiere a la representación de


la soberanía popular. N o h a y nada que alterar en este pun-
to de las Notas, excepto cambios en la n u m e r a c i ó n de loa ar-
tículos de la Constitución que se citan en ellas.

Puntos Duodécimo. Décimotcrcero y Décimocuarto. Se


refieren a la f u n c i ó n legislativa. E n la r e f o r m a de 1955, se

— 192 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

reduce a 25 año» la edad m í n i m a requerida para lo» cargos


legislativos. Se aclara que el acto del Senado al designar
los jueces del orden j u d i c i a l es una elección. Reduce a 5 años
el tiempo necesario |>ara que los naturalizados puedan ser
elegidos p a r a los cargos legislativos. S u p r i m e a la C á m a r a
de Diputados las atribuciones de tutela que tenia respecto
de las instituciones municipales, pasadas al Presidente de
la República. Consagra la práctica de las C á m a r a s de reu-
nirse en sesión conjunta, para recibir el Mensaje A n u a l del
Presidente de la República, para actos conmemorativos y
para otros, pero en lo» cuales no se ejerzan funciones le-
gislativas. Incluye al Vicepresidente de la República entre
los funcionarios cuya acta de elección debe e x a m i n a r la
Asamblea Nacional. Sujeta la interpelación de los Sec. de
Estado a la autorización del Presidente.

Puntos Dicimoquinto y Decimosexto.—Se refieren al


Poder Ejecutivo. La reforma de 1955 hace m á s riguroso el
carácter de la nacionalidad requerida para el desempeño
de la Presidencia de la República, puesto que exige no sólo
la nacionalidad por nacimiento en el territorio, sino ade-
m á s la condición de ser h i j o de padre o madre nacido do-
minicano. Reduce a 25 años la edad m i n i m a requerida pa-
ra ejercer la Presidencia de la República. Instituye la Vice-
presidencia de la República p a r a suceder al Presidente,
hasta que la Asamblea Nacional designe un Presidente de-
f i n i t i v o si la falta ocurre antes del juramento, y hasta el
t é r m i n o del período constitucional, si la falta ocurre des-
pués del juramento. A falta definitiva del Presidente y del
Vicepresidente después del juramento ejercerá la Presiden-
cia hasta el t é r m i n o del periodo constitucional el Secretario
de E s t a d o de las Fuerzas A r m a d a s ; a falta de éste, el de
lo I n t e r i o r ; y a falta de éste, el de la Presidencia. E n caso
do falta temporal, el Presidente puede encargar por decre-
to al Vicepresidente del ejercicio del Poder Ejecutivo. D e
todas las reformas de 1955, la que se refiere a la institu-
ción de la Vicepresidencia se considera como la m á s impor-
tante. C o m o se vé, esta reforma no abandona totalmente el
sistema que la antecedía, sino que prudentemente lo combi-

— 193 —
MANUEL A. A MI AMA

na con la institución de la Vicepresidencla. siempre con el


s u p r e m o propósito de que, en n i n g ú n m o m e n t o , se produz-
ca la acoíalía en la f u n c i ó n ejecutiva.
E n la R e f o r m a de 1955, se h a n a u m e n t a d o las atribu-
ciones del Presidente de la República. L e corresponde aho-
r a : la creación de las Secretarias y Subsecretarías de Es-
tado. a u n q u e sin tocar las de las Fuerzas A r m a d a s , Inte-
r i o r y la Presidencia, que según el A r t . 51 deben existir
s i e m p r e ; d e t e r m i n a r las atribuciones de las Secretarias de
E s t a d o ; celebrar contratos enajenativos de inmuebles sin
necesidad de ulterior aprobación del Congreso, si su valor
no excede de 10 m i l pesos; n o m b r a r a los Regidores, Sín-
dicos y Suplentes de los A y u n t a m i e n t o s ; r e g l a m e n t a r cuan-
t o convenga al servicio de las A d u a n a s ; t o m a r las medi-
das necesarias p a r a proveer la l e g í t i m a defensa de la Na-
ción en caso de ataque a r m a d o actual o i n m i n e n t e de parte
de N a c i ó n e x t r a n j e r a , debiendo i n f o r m a r al Congreso so-
bre las disposiciones asi a d o p t a d a s ; a u t o r i z a r o no a los
A y u n t a m i e n t o s a e n a j e n a r inmuebles, y a p r o b a r o no los
contratos que h a g a n c u a n d o constituyan en g a r a n t í a in-
muebles o rentas m u n i c i p a l e s ; conceder indultos e n cual-
quier fecha.

E l A r t . 107 de la R e f o r m a de 1955 ha establecido que


el Presidente o el Vicepresidente electos o en funciones, no
pueden ser privados de su libertad antes o d u r a n t e el perio-
do de su ejercicio.
E l m i s m o a r t i c u l o en su segundo p á r r a f o , protege con-
t r a toda acción el p a t r i m o n i o de las personas que h a y a n
ejercido o ejerzan la Presidencia o la Vicepresidencla de
la República, así como el de sus v i u d a s y herederos.

Punto fíécimoséptimo.—Se refiere a la f u n c i ó n juris-


diccional.
Se reitera que la designación de los Jueces del O r d e n
J u d i c i a l por el Senado es u n a elección. Se s u p r i m e la con-
dición de edad p a r a la J u d i c a t u r a y el Ministerio Público,
por innecesaria, toda vez que las condiciones de carácter
universitario que la C o n s t i t u c i ó n exige p a r a el desempeño
de esos cargos, así como el ejercicio j u d i c i a l o profesional

— 194 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCION AI.

previo que t a m b i é n exige, son suficientes para asegurar


que los cargos judiciales estarán servidos siempre por ciu-
dadanos de la debida edad y experiencia. La reforma de
1955 a t r i b u y e expresamente a la S u p r e m a Corte de Justi-
cia la jurisdicción disciplinaria respecto de los profesiona-
les que la ley indique.

Punto Décimooctavo.—Se refiere a la estabilidad eco-


nómico-financiera. La R e f o r m a de 1955 ( A r t . 77) atribu-
ye al Presidente de la República la presentación, al Senado,
de las ternas necesarias p a r a la elección de los miembros
de la C á m a r a de Cuentas. Hace transferible la propiedad
do los yacimientos mineros (art. 99, i n fine) pertenecientes
al Estado.
E l A r t . 108, p á r r a f o V I de la R e f o r m a de 1955, decla-
ra la g a r a n t í a del Estado, sin límite alguno, respecto de to-
dos los compromisos pecuniarios que legalmente contrai-
g a n tonto la A d m i n i s t r a c i ó n Pública como sus organismos
autónomos. L a g a r a n t í a se extiende a todas las acciones,
bonos, cédulas y otras obligaciones.

Punto Decimonoveno.—Se refiere a la A d m i n i s t r a c i ó n


de los intereses regionales y locales. La R e f o r m a de 1955 de-
n o m i n a Municipios las subdivisiones territoriales que, desde
1844, se l l a m a b a n Comunes. C o m o ya hemos dicho antes,
a t r i b u y e a l Presidente de la República el n o m b r a m i e n t o y la
revocación de los Regidores, Síndicos y Suplentes de los
A y u n t a m i e n t o s . Confiere a la Ley, ( a r t . 82) el poder de es-
tablecer restricciones y limitaciones, a u n q u e no se refieran
como antes, a lo estrictamente económico. A b r e a los extran-
jeros. hombres y mujeres, el acceso a las magistraturas mu-
nicipales, c u a n d o t e n g a n m á s de un a ñ o de residencia en
la jurisdicción correspondiente y otras condiciones que la
ley determine. E l nombre de D i s t r i t o de S a n t o D o m i n g o se
c a m b i a por el de D i s t r i t o Nacional.

Punto Vigésimo.—Se refiere al régimen de las Fuerzas


Armadas.
L a reforma de 1955, s u p r i m e , por innecesaria ya en es-
ta época, la tradicional prohibición de los cuerpos privilc-

— 195 —
MANUEL A. A MI AMA

v, f i a d o s . Confía a la ley el establecimiento de las condiciones


necesarias p a r a que el ciudadano pueda ser m i e m b r o de las
Fuerzas A r m a d a s . Define con m e j o r precisión el escudo na-
cional.

Punto Vigésimo primero.—Se refiere a las reformas


constitucionales.
La reforma de 1955 no introduce en esta materia nin-
g ú n cambio sustantivo. Precisa con m á s detalles el funcio-
n a m i e n t o interno de la Asamblea Revisora.

Punto Vigcsimotegundo.—Se refiere al modo de impe-


d i r la aplicación de las leyes inconstitucionales. La r e f o r m a
de 1955 no ha hecho n i n g u n a alteración en el sistema que
nos rige y que se explica en las Notas.

Otras pequeñas reformas.—Además de las ya brevemen-


te explicadas, en la revisión de 1955 se aprovechó la ocasión
para d a r a otros artículos de la Constitución u n a redacción
m á s clara y que expresara m á s netamente su sentido. Pa-
ra apreciar estos cambios menores, cada estudiante debe
tener siempre a m a n o , a d e m á s de las obras de consulta y
las Notas, el texto de la C a r t a F u n d a m e n t a l , fuente mayor
de nuestro Derecho Público.

El Autor.

— 196 —
I N D I C E

P4F.
PREFACIO 6

PUNTO PRIMERO<—TEORIA DEL ESTADO O TEORIA POLITICA-


CIENCLA POLITICA O CONSTITUCIONAL—CONCCPTO DEL DMCHO CONS-
TITOCIONAL.— PUENTEA DEL DERCCHO CON»TITUCLONAL— DIFCRCNCIA
ENTRE CONATITUCMN >• DERCCHO CONSTITUCIODAL.—CONTRIBUCIOIIE»
AL DERCCHO CORMTITUCLONAL CN LA REPOBLICA DOMINICALI 1

PUNTO SEGUNDO—NOCWT» DEL E»TADO—LA CUOSTIÓN DE LO»


FINE» DEL ESTADO.—ORIGEN DEL ESTADO—LA NACIÓN—PROCESO
NATURAI DE FORMACÌÓN DE LA NAEIÓN >• DEL ESTADO—ESTADO Y
GOBIERNO.—FORMA* DE ESTADO—ORISENE» DEL ESTADO DOMINICA-
NO.—E1 TERRITORIO 14

PUNTO TERCERO.—CONCCPTO DO CONSTITUCIÓN POLITICA—SEN-


lido tato t scntido ESTRIOLO.—CON»TITUCIONALI»MO.--CONSTLTUCIO-
ne» «aerila* Y CONSTITUCIONES CONSUETUDINARIO»—CON»TITUCIO-
ne» ricada» Y Coiutitucioacs NCXIBLE».—EJEMPLOS TIPICO»—
Caio de la Constitución dominkana.—L!O»QUEJO HISTÓRLCO DE la
ConstitucMn dominleana 24

PUNTO CUARTO.—Proccio HISTIRLCO del CON*TITUCIONALI»MO—


La oportaci6n grieira.—La aportación ROMANA.—I-n ÈPOCA IM-
periai.—La Edad Media y ci Derccho Naturai CORNO rcgulador
do ¡a autorldad del Eatado—La Magna CarU Ingioia.—El PE-
riodo absolutbta.—Rcnacimiento del pensamicnto constitucio-
nalista—Locke, Montesquieu, Rousseau.—La Cotutilueión de
lo* Estados Unldo»—Hamilton. Madison y Marshall—La»
Conitilucioncs franccsa«.—Resto de Europa—Ln emancipa-
ción de la América Latina y ci constitocionuHsmo.—El consti-
tucionallsmo cn tos pueblo» de Oriente y resto del mundo 31

PUNTO Q U I N T O — L a Mberanla—Sistema autocratico.—Siste-


ma democràtico—Sistema conciliante co osa grado por la»

— 197 —
MANUEL A. A MI AMA

Constituciones modernas.—División de los podere».—U>* de-


rechos absoluto».--Representación de ln» minorías—La facul-
tad de celebrar tratado».—LA autonomía regional.—'Teoría
consagrada por la Constitución dominicana 40

PUNTO SEXTO.—Estructura fundamental de la» Constitucio-


nes moderna».—Consagración de lo* derecho» «b»«lutos.—Or-
ganirac¡6n de las Institución« del Estado.—Procedimiento pa-
ra la reforma constitucional.—Estructura de la Constitución
dominicana 47

PUNTO SEPTIMO.—Lo» derechos absolutos. La inviolabilidad


la vida.—La libertad de conciencia y de cultos.—Impor-
tancia histórica del problema.—Libertad de expresión del
pensamiento.—Derecho a La seguridad individual/— Proyec-
ciones principales.—La regla non bis in Idem.—Debido pro-
ccdimiento legal— Habeas Corpus.—Inviolabilidad del domi-
cilio y de la correspondenda—La libertad de enseban» . . . 52

PUNTO OCTAVO.—El derecho de propiedad.—Protección con-


tra la expropiación y la confiscación general de bienes.—La
libertad del trabajo.—Su verdadera slgXtpcación desde el pun-
to de vista histórico.—La libertad do tránsito.—El derecho a
la propiedad intelectual.—Otros derechos absoluto* C2

PUNTO NOVENO—Derechos políticos do los asociados.—Boa.


quejo histórico.—La nacionalidad.—Su cjuírter irrevocable.—
La asimilación de lo» extranjero*.—Ui r.aturaliiaclón.—La ciu-
dadanía.—Derechos que implica.—Sistema de la Constitución
dominicana 69

PUNTO DECIMO.—El sufragio como ejercido de la soberanía


popular.—Constituye una fundón equiparable a la legislati-
va. la ejecutiva y la judicial?—Diverso« sistemAs—El sufra-
gio universal.—Garantía de las operaciones eloctorales.—Lo*
períodos constitucionales.—lx>s Partido» Político».—Bo»que-
jo histór ico-jurídico 76

PUNTO UNDECIMO.—Representación de la soberanía popu-


lar—La fundón legislativa—Parlamentos y Congreso*—Sis-
tema unicamarista.—Sistema blcamarista.—El Poder Ejecuti-
vo.—Sietema parlamentario.—Sistema presidendalista—Sis-
tema colegiado—La fundón jtirísdicdonal.—Tríbcinit— Judi-
ciales—Tribunales administrativos—Organo» secundarlo*.—
Modos de conferir las atribuciones a los distintos órgano*
del Estado—Estatuto especial pura los Parlamentos y Con.
grosos .-i 80

— 198 —
NOTAS SOBRE DERECHO CONSTITUCIONAL

PUNTO D U O D E C I M O — U función legi.lativa—Organlxaclón


•a U República Dominicana.—El CoBjrwo Nscionsl.—Elec-
ción y formación.—Legislaturas ordinaria» y extraordina-
ria*.—Temperamento al sistema blcamsruta.—La Asamblea
Nacional.—El Senado—La Cámara Je Diputado».—Privile-
gio» y Karantin» <ie lo» legislador«*—Vacantes d« legisla-
dorea M
PUNTO DECIMOTERCERO—El procedimiento legislativo en
detalle—El derecho de iniciativa.—Discusión de loa proyec-
tos de ley.—Efectos de la declaración de urgencia.—Reglas de
quorum y de mayoría.—Asuntos sujeto* a mayorías especía-
le»—Voto y obiervacMn de las leyes—Requisito« para la obli-
gatoriedad de las leyes.—Nuülad de las ley«« inconstitucio-
nales—Especificaciones—El principio de la irretroactividad
de las leyes—Excepción Vi

PUNTO DECIMOCUARTO—Plenitud de atribución« del Con-


greso en materia legislativa—Motivo del señalamiento de al-
gunas materias legislativas en la Constitución—Atribución««
administrativas del Congreso—Atribución jurisdiccional: la
amnistía.—Critica—Atribuciones administrativas y jurisdic-
cionales del Senado—Atribuciones administrativas de la Cá-
mara de Diputados—El juicio político—Historia 110

PUNTO DECIMOQUINTO—El ejercido de U función «jecuU-


v a — E l Presidente do la RcpúMuro—Requisitos de edad, na-
cionalidad y residencia para el desempeño de esta magistratu-
ra—Juramento—Regla general sobre juramento—Atribucio-
nes del Presidente de la Repübllea—En lo administrativo: ple-
nitud de atribución* «n principio—En lo normativo: el po-
der reglamentario— En lo jurisdiccional: el indulto—Poder
de celebrar tratados— Atribuciones del 1 "re«ideóte en los re-
ceso« del Congreso—Lo« Secretarios de Estado.—Su carác-
ter desde «I punto de vista ©orvtituelonal 117

PUNTO DECIMOSEXTO—El problema de la »uceaion ejecuti-


va Por qué »e plante* en todos lo« países—La sucesión pre-
sidencial—Distintos sistemas <1® solución.—Sistema actual d«
la Constitución dominicana—Falta del Presidente entro la
«lección y la toma de posesión—Palta despuó* do encontrar»«
en «J«rcicio—Fallas y suplencia* temporales—Función de la
Asamblea Nacional en ««tos casos 121

PUNTO DECIMOSEPTIMO—El ejercicio do la hqjjón^urisdic-


cional—La Suprema Corte do Justicia—Sus atribuciones ju-
dicialM fu&JamonuUís— Atribuciones administrativas— El

—193 —
MANUEL A. AMIAMA

Procurador Genera) de la República.—La* Corte» de Apela-


ción y *u* atribuciones constitucional«.—Tribunales de Tie-
rra*.—Tribunales de Primera Instancia—Juzgados de Paz.—
Naturaleza político-jurídica del nombramiento de los Jtiece*
por el Senado.—Consejo* de Guerra.—Los Tribunales Admi-
nistrativo*.—Una antigua polémica 133

PUNTO DECIMOCTAVO—La» Constituciones y U estabilidad


económico-financiera.—Consejos económico».—Cámara* corpo-
rativo».—Previsiones de IH Constitución dominicana.—Noratas
relativos al Presupuesto Nacional.—Régimen «le las erogacio-
nes.—Régimen de lo* empréstito».—Quid.—Régimen de las
exoneraciones de impuestos—Control do la contabilidad.—La
Cámara de Cuentas.—Los yacimientos minen».—El régimen
baneario y monetario—Reforma de 194?.—La Junta Moneta-
ria—Su carácter 147

PUNTO DECIMONOVENO—Administración de los intereses


rcglooalcn y locales.—Federalismo, autonomía, autarquía y
desconccnt ración.—Sistema de lu Constitución dominicana—
El Congrego y las Provincia».— I-as Gobernaciones.—La auto-
nomía municipal—Restricciones.—Atribuciones de la Cámara
<Ie Diputados y del Prosidcnte de la República— Lo* Ayunta-
miento» 1C>

PUNTO VIGESIMO—Régimen .le la» Fuerzas Armada*.—Su


misión—Su subordinación.- -El l'rciidont* do la República y
las Fuerzas Armados—El estado de sitio-Prohibición de
cuerpos privilegiado*—El servicio militar como Jus hono-
ium.—Bandera y E»cudo—lliutoria de la bandera y del escudo ICd

PUNTO VIGESIMOPRIMERO— I * * reforma» constituciona-


le*.—Diverso» sisteman.—Acción del Congreso.—Mayoría ne-
cesaría para proponer reforman—Carácter de la ley sobre re-
forma».—La Asamblea Rcvinora—Elección y composición-
Procedimiento.—Prohibición de reformar el sistema político
fundamental.—Coordinación de las reformas constituciona-
les—Historia de las reforma» 171

PUNTO VIG ESI MOSBG UN DO.—Garantía* de la supremacía


de la Constitución y de lo» derechos abtoluto*—Nulidad de
las leye», decretos, reglamentos y acto» contrario* a la Cons-
titución.—Diverso» »¡»temas para hacer efectiva esa nulidad.—
Nuestro sistema constitucional actual.—La Inconstitucional!-
dad como medio de defensa judicial.—Declaración de la Asam-
blea Rcvisora dol 8 de enero de 1942—Sistema que consagró 178

APENDICE 189
KtU litro /W I m ft, to m la
EJlif AUmUho. ra CimäaJ
Trujttl», Ktpúbtua D»mtnua*a.
j u Urmimó ti Uta IS
dt /tétti» dt! 1959.
ó Ï^

\y
y

^ \-/£> e / , > v

You might also like