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Save the Children Canada (SCC)

David Morley, presidente y CEO


Will Postma, director de Programas
Patricia Erb, directora regional para América Latina
Marlen Mondaca, mánager para América Latina, sede Toronto
Robyn Braverman, directora de País- Presencia Unificada
Tatiana Romero Rey, coordinadora del Programa Colombia SCC
Equipo de investigación Observatorio de Infancia Universidad Nacional
María Cristina Torrado, Marina Camargo, Nisme Pineda, Diana Bejarano, Melissa
Moreno

Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)


Álvaro Marchesi Ullastres, secretario general
Mariano Jabonero Blanco, director general de Concertación y Desarrollo
Ángel Martín Peccis, representante regional en Bogotá
Elsa Castañeda, directora Idie- Primera Infancia y Derechos de la Niñez
Equipo de investigación Corporación Nuevo Arco Iris
Paula Andrea Ila, Angélica Arias, Ariel Ávila, Angélica Arias, Maylor Caicedo,
Magda Paola Núñez
Esta publicación se realizó gracias al apoyo de la Agencia Canadiense de
Cooperación Internacional (Acdi): Canadian Partnership Branch – Additional
Funds para Colombia, y el Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de
España.

Coordinación editorial: Ana Cristina Mejía y Guillermo González Uribe,


Revista Número Ediciones
Diseño: Lemoine Comunicación
Corrección: Elkin Rivera
Impresión: Panamericana Formas e Impresos, S.A.
Fotografías: Jesús Abad Colorado

Fotografía de carátula: Desplazamiento de Bojayá y de Vigía del Fuerte, 2002.

ISBN: 958-98027-6-2

Impreso en Colombia
Octubre del 2009
TABLA DE CONTENIDO

REESCRIBAMOS EL FUTURO JUNTOS EN COLOMBIA 11


David Morley, presidente y CEO, Save the Children Canada .
17
PRÓLOGO
Álvaro Marchesi, secretario general, Organización de Estados .
Iberoamericanos

Introducción
¡BIENVENIDOS A SU LECTURA! 23
Tatiana Romero
Elsa Castañeda

CAPÍTULO 1
EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO Y LA PRIMERA
INFANCIA 31
Tatiana Romero
Elsa Castañeda

1.1. Contexto de la guerra 31


1.2. Importancia de la primera infancia 37
1.3. Análisis del conflicto armado 42

CAPÍTULO 2
ESTADO DEL ARTE SOBRE PRIMERA INFANCIA
EN EL CONFLICTO 53
María Cristina Torrado
Marina Camargo A.
Nisme Pineda
Diana Carolina Bejarano

2.1. Marco para analizar la incidencia del conflicto armado


en los derechos de la primera infancia en Colombia 54
Población menor de seis años y la geografía del conflicto 55
Conflicto armado, condiciones de pobreza y primera infancia 64
Desplazamiento forzado y primera infancia 71
A manera de conclusión 78

2.2. Incidencia del conflicto armado en la garantía para la


realización de los derechos favorecedores del pleno
desarrollo de la primera infancia. 79

9
Vínculos familiares seguros 83
Buen trato, protección a los niños y respeto a su dignidad 99
Servicio de agua potable, derecho a un ambiente sano a una
vivienda digna 104
Alimentación suficiente y adecuada 106
Atención en salud, oportuna y de calidad 111
Oportunidades para el juego y la recreación 115
Acceso a educación inicial de calidad 119
Generación de condiciones y oportunidades para la
participación 124

2.3. Algunas reflexiones en torno a las implicaciones del


conflicto armado en la construcción de niños como
sujetos. 127

CAPÍTULO 3
APROXIMACIÓN A LOS IMPACTOS DEL CONFLICTO
ARMADO EN LA PRIMERA INFANCIA EN TRES
REGIONES DEL PAÍS: PUTUMAYO, MAGDALENA
MEDIO Y ARAUCA 147
Paula Andrea Ila
Ariel Ávila Martínez
Angélica Arias Ortiz
Paola Núñez Gantiva
Maylor Caicedo Fraide
3.1. Putumayo: la niñez en medio de los combates
y las fumigaciones 157
Dinámica de los actores armados en la región 160
Impactos del conflicto armado en la población civil 173
¿Cómo impacta la complejidad del conflicto armado de
Putumayo en la primera infancia?
Respuesta institucional frente a la primera infancia en medio
del conflicto 191
3.2. Magdalena Medio: la niñez entre desplazamientos 196
forzados y un contexto de pacificación
Desarrollo histórico del conflicto en el Magdalena Medio 197
Dinámica de los actores armados y su impacto
en la población civil 200
¿Cómo impacta el contexto de conflicto en la primera
infancia? 215

10
Respuesta institucional en la atención integra
a la primera infancia 222

3.3. Arauca: la niñez en un territorio en disputa 229


Dinámica de los actores armados y repercusiones del conflicto
en la población civil 234
Primera infancia y situaciones de vulneración de derechos
en un territorio en disputa 247
Hijos de combatientes de grupos armados al margen de la ley
o de desmovilizados. 259
Normas expresas que funcionan en los grupos armados al
margen de la ley acerca del tratamiento de los embarazos
y de los hijos e hijas de combatientes 260
Hijos e hijas de combatientes 263
Hijos e hijas de desmivilizados 264

CAPÍTULO 4
REFLEXIONES FINALES Y RECOMENDACIONES 267
Tatiana Romero
Elsa Castañeda

Recomendaciones 272
Recomendaciones de investigación 272
Recomendaciones de intervención 274
Recomendaciones para las políticas públicas 275

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 277

11
Desplazamiento de Bojayá y de Vigía del Fuerte, 2002.
REESCRIBAMOS EL FUTURO
JUNTOS EN COLOMBIA

David Morley
Presidente y CEO
Save the Children Canada

La Alianza Internacional Save the Children acordó en


2004 lanzar una campaña mundial para proteger a los
niños y jóvenes alrededor del mundo afectados por con-
flictos armados, garantizando el acceso a una educación
de calidad para todos. Con el convencimiento de que la
educación salva vidas, pues proporciona las capacidades y
habilidades necesarias para salir de la pobreza, para llevar
una vida sana y tener esperanza en el futuro, emprendió
la tarea de escolarizar a tres millones de niños que no van
a la escuela y de garantizar que la educación que reciben
cinco millones de niños en distintas partes del mundo, ya
escolarizados, sea de excelente calidad.
Ha sido un importante y complejo reto que a lo largo
de cinco años ha permitido hacer un llamamiento a los
líderes mundiales para que piensen en las jóvenes genera-
ciones y prioricen sus inversiones en educación y protec-
ción a la niñez. Durante este período hemos visualizado
avances y encontrado nuevos desafíos.
Colombia ha sido uno de los países prioritarios en esta
campaña, por lo que hemos aunado esfuerzos para posi-
cionar el Programa Reescribamos el Futuro y lograr así los
objetivos propuestos. El reto colombiano ha sido llegar a
las zonas donde la niñez vive la complejidad de la violen-

15
cia y el desplazamiento, donde los más pobres y vulnera-
bles enfrentan diariamente la angustia de la sobrevivencia,
y donde los niños y jóvenes tienen pocas oportunidades
para construir futuro.
Hemos hecho alianzas con múltiples actores, gobiernos
locales, organizaciones no gubernamentales, comunidades
de base, organizaciones juveniles y de mujeres, universida-
des, centros de educación superior e instituciones educa-
tivas. Así mismo, la cooperación internacional ha sido cla-
ve para responder positivamente a este desafío, por lo que
entramos a trabajar desde 2006 en la puesta en marcha de
la campaña en Colombia. En razón de que el foco ha sido
la educación básica, se ha apoyado el desarrollo de meto-
dologías flexibles para que la población que está fuera del
sistema educativo se integre a éste; se han implementado
estrategias para crear una cultura orientada a conseguir la
paz y la convivencia en las escuelas y comunidades donde
trabajamos; se han hecho innovaciones pedagógicas en el
aula para que los niños más vulnerables aprendan más y
mejor; se ha estimulado la formación de docentes; se han
implementado mecanismos para promover la gratuidad
del derecho a la educación, y se ha hecho un gran esfuerzo
para mejorar las aulas y complementar los materiales es-
colares, entre otras actividades.
Al apoyar diversas iniciativas en educación básica en
zonas de conflicto o en jóvenes desplazados por la vio-
lencia y la inequidad, observamos que la primera infancia
víctima de los horrores de la guerra requería una atención
especial. Nos encontramos con un aliado fundamental, la
Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), que te-
nía las mismas preguntas que nosotros sobre los efectos
del conflicto en la población menor de seis años y de las
pocas respuestas que se estaban dando, lo que significaba
un impacto negativo en el crecimiento y desarrollo desde
los primeros años de vida de los ciudadanos colombianos.
Por ello emprendimos la tarea de hacer un análisis sobre la

16
situación de la primera infancia afectada por el conflicto
colombiano, así como traer algunos estudios de caso en
zonas complejas, tales como Putumayo, Arauca y Magda-
lena Medio.
Presentamos hoy sus resultados, conscientes de que el
reto que se deriva de ello es inmenso y que por eso de-
bemos estar pendientes de los niños pequeños, pues en
ellos está el origen de las grandes transformaciones de la
sociedad.
Bienvenidos a la lectura de este riguroso estudio, em-
prendido por un grupo de profesionales que la OEI y
Save the Children invitaron para que analizaran el tema y,
posteriormente, propusieran las opciones más adecuadas
para resolver este problema.

17
Desplazamiento de Libia Gallego, sus diez nietos y su hija —quien
estaba reclamando una ayuda humanitaria— por miembros del
Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y
Urabá (ACCU), 2000.
Prólogo
GARANTIZAR UN DESARROLLO
INFANTIL EQUILIBRADO

Álvaro Marchesi
Secretario general de la OEI

La primera infancia es la etapa evolutiva más importan-


te de los seres humanos. En ella no sólo se establecen las
bases madurativas y neurológicas del desarrollo, sino que
también se viven experiencias cruciales que afectan a la
dimensión afectiva de los individuos, a la confianza en las
personas y a la manera de encarar las oportunidades y los
retos que aparecerán a lo largo de la vida. No hay ya nin-
guna duda de que el desarrollo infantil tiene una enorme
repercusión en el aprendizaje, así como en el desarrollo
social y personal posterior.
Por esta razón es imprescindible que se garanticen las
condiciones básicas de alimentación y de salud de los ni-
ños pequeños, la provisión de estimulación variada, el
apoyo a las familias para que atiendan las necesidades, el
desarrollo y la educación de sus hijos, y la incorporación
progresiva de los niños en situaciones educativas organi-
zadas, que contribuyan a su maduración y a su aprendi-
zaje. Ojalá llegue a cumplirse en forma rigurosa la Con-
vención de los Derechos de los Niños y sus propuestas de
desarrollo, especialmente aquellas referidas a la defensa de
los derechos de los niños pequeños mediante la formula-
ción y promoción de políticas, leyes, programas, prácticas,

21
capacitación profesional e investigación globales, centra-
dos específicamente en la primera infancia.
Por desgracia, todavía queda mucho camino por reco-
rrer en Iberoamérica. La pobreza, sobre todo la pobreza
extrema de las familias, tiene un efecto devastador en la
infancia, pues conduce a la desnutrición, con sus secuelas
en la salud de los niños, en su desarrollo y en su aprendi-
zaje. Cada año mueren más de un cuarto de millón de ni-
ños pequeños por causas que podían haberse controlado,
muchos de ellos por falta de alimentos. No son problemas
e injusticias que golpean por igual al conjunto de los ciu-
dadanos, sino que afectan más a las poblaciones origina-
rias, afrodescendientes, rurales y a aquellos que viven en
zonas marginales de las grandes ciudades.
Pero si garantizar un desarrollo infantil equilibrado, en
el que se respeten los derechos de la infancia y se cuiden la
salud y la alimentación, un entorno afectivo y comunica-
tivo estimulante y la provisión de experiencias educativas
enriquecedoras, es ya difícil para millones de niños, esta
dificultad es aún mucho mayor en situaciones de conflicto
armado. No hay mayor drama para un niño o niña que vi-
vir los efectos de la guerra: muerte, destrucción, venganza,
mutilación, abandono, desarraigo, terror. Ninguna situa-
ción puede ser comparable, salvo la prolongación de esa
misma situación.
Es, indudablemente, una urgencia y un deber inexcu-
sable dedicar los máximos esfuerzos a aliviar, proteger y
compensar a todos los niños que han vivido las experien-
cias traumáticas de la guerra. Aún mejor sería protegerlos
durante los conflictos bélicos para que no padecieran las
secuelas físicas, psíquicas y morales de la guerra. Es una
tarea casi utópica, pues exigiría una conciencia moral de
respeto a la infancia en aquellos cuya conciencia moral no
les impide matar y arrasar. Por ello, el clamor y el esfuer-
zo deben dirigirse a encontrar soluciones pacíficas y me-
diadoras que terminen con los conflictos armados y los

22
erradiquen para siempre. Por el bien de la infancia y por
el bien de la humanidad.
El libro sobre primera infancia y conflicto armado, di-
señado y desarrollado por el Instituto de Primera Infancia
de la OEI con sede en Colombia y por Save the Children
Canada, tiene el enorme acierto de enfrentarnos con la
extrema crueldad del conflicto armado y de sus enormes
repercusiones en la primera infancia y, por tanto, en todos
los ciudadanos y en todo el país. Su lectura debería servir
para convencernos de los horrores de la guerra y de sus
brutales consecuencias, y para levantarnos en la exigencia
de la paz, en la protección de la infancia que vive en situa-
ciones de conflicto armado, al igual que en la defensa de
los derechos de la infancia en todos los países iberoameri-
canos y en todas las regiones del mundo.

23
FALTA ESTE TEXTO. Tat autem iure del ulputatumsan ut nonse corper
alit atet praessi blamet, quisim vercilisse tet praessi.
26
Introducción
¡BIENVENIDOS A SU LECTURA!

Tatiana Romero
Elsa Castañeda

La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), por


medio de su Instituto Iberoamericano de Innovación y
Desarrollo Educativo (Idie) en Primera Infancia y Dere-
chos de la Niñez, se asoció con Save the Children Cana-
da (SCC) para hacer frente a una preocupación mutua:
la situación de la población menor de seis años frente al
conflicto armado interno en Colombia. Cincuenta años
de guerra no han sido suficientes, y los odios e imposibi-
lidad de perdón y reparación se transmiten de generación
en generación. Ambas organizaciones se preguntaron por
el origen e impacto de esta crisis prolongada en los niños,
y encontraron una ausencia de estudios sistemáticos y de
intervenciones intencionales frente a las afectaciones di-
rectas e indirectas de la guerra en la primera infancia.
La alianza OEI - SCC tomó entonces como hipótesis de
partida que las huellas de odio y retaliación se gestan en
los primeros años de vida, cuando la guerra marca la co-
tidianidad de los pequeños ciudadanos de manera direc-
ta, mediante la pérdida de sus padres, el desplazamiento
de su lugar de origen, el secuestro, el confinamiento, la
exposición a minas antipersona, la desaparición forzada
de sus familiares, o el impacto de ser víctima de algún en-
frentamiento armado; pero también, indirectamente, ante

27
la imposibilidad de salir a la calle, jugar en un parque o
sendero por el miedo a la violencia que no cesa, o también
la escucha permanente a través de los medios de comu-
nicación del diario vivir de la guerra, que se volvió algo
habitual en nuestra sociedad.
Emprendimos, entonces, este difícil reto de promover un
estudio con dos ámbitos de reflexión: un estado del arte sobre
investigaciones inéditas, publicaciones, producción bibliográ-
fica existente sobre el tema; tres estudios de caso sobre la co-
tidianidad de la primera infancia en tres territorios afectados
por el conflicto armado —los departamentos de Arauca y Pu-
tumayo y la región del Magdalena Medio— y, finalmente, una
aproximación a la vida de los hijos de los combatientes.
La importancia de este estudio radica en que es inédito.
Si bien se identificaron trabajos claves sobre el impacto de
la guerra en la niñez, la focalización en la primera infancia
es restringida. Adicionalmente, y tomando como referente
la Política Pública de Primera Infancia colombiana, que
incluye el período de gestación hasta los seis años de vida
de los infantes, observamos que si bien la población de
cero a seis años es invisible frente a los hechos violentos,
tampoco hay reflexiones ni acciones sistemáticas que ayu-
den a las madres y familias gestantes y lactantes que viven
en medio de la guerra.
El propósito de esta publicación es iniciar la reflexión,
visibilizar el problema y abrir el debate sobre la necesidad
de tomar medidas urgentes para proteger a nuestros niños
desde el vientre y proveer la mejor protección en esa eta-
pa crucial de la vida de los seres humanos. Es un clamor
al que invitan estas dos organizaciones, cuyo propósito es
garantizar los derechos de la niñez alrededor del mundo.
Se puede decir que este estudio se armó desde dos
aproximaciones al mismo tema. Inicialmente se contactó
a expertos en primera infancia y en el tema del conflicto
armado, para entablar un diálogo interdisciplinario alre-
dedor de la problemática en cuestión. Esto suscitó sesio-

28
nes de trabajo y debate amplio, de mutuo conocimiento
sobre el tema de desarrollo infantil, asociado con reflexio-
nes sobre los pormenores de la guerra y los vericuetos de
los territorios donde operan los grupos armados. No fue
fácil esta interacción, por los lenguajes y las dinámicas
empleados, y por el tipo de trabajo que llevan a cabo los
profesionales de ambas disciplinas, que fundamentalmen-
te eran psicólogos, educadores, sociólogos, politólogos,
especialistas en derechos humanos y derechos de la niñez.
Era un ejercicio interdisciplinar que permitía sacar de la
«asepsia» la investigación disciplinar con miras a lograr
que, por ejemplo, los politólogos descubrieran el mundo
del desarrollo infantil y a su vez los expertos en primera
infancia se enfrentaran al mundo de la guerra.
El estado del arte (capítulo 2) terminó siendo tarea del
grupo de profesionales en primera infancia y en derechos
de la niñez, mientras que los estudios de caso (capítulo 3)
fueron responsabilidad principal de los expertos en con-
flicto y en derechos humanos. No obstante, tanto el Ins-
tituto de Primera Infancia y Derechos de la Niñez como
Save the Children Canada armonizaron el estudio, y re-
orientaron sus productos y desarrollos, produciendo el
texto que hoy se concreta en este libro.
Esta publicación es un llamado a la sociedad colom-
biana, a toda Iberoamérica por la misión de la OEI y en
general a los países donde interviene Save the Children,
para que se concienticen de la importancia de proteger a
sus niños, de excluirlos de las guerras, pero sobre todo es
un llamado para ayudar a terminar con las 26 guerras vi-
gentes en el mundo, para promover sociedades civilizadas
que, a través del diálogo y la concertación, logren avanzar
hacia la democracia y la equidad.
Varios son los hallazgos de este esfuerzo colectivo. Por
un lado, las relaciones entre pobreza y conflicto y el impac-
to en la niñez, pero también el asocio con la vulnerabili-
dad de las poblaciones más excluidas del territorio, como

29
los pobres históricos, los desplazados, los indígenas y los
afrocolombianos. Además de las huellas emocionales que
deja la guerra, se suman a ello los efectos de la pobreza que
impactan en la desnutrición, en la falta de programas inte-
grales de cuidado, atención, protección y educación inicial
o en la baja calidad de los existentes, en la limitada presen-
cia estatal para abogar por los derechos de la niñez en sus
primeros años, en la imposibilidad de acceder a programas
de desarrollo infantil temprano de calidad, en la ausencia
de estrategias que les garanticen a los niños el derecho a
jugar e interactuar con los lenguajes expresivos, propios de
este estadio del desarrollo y fundamento clave para el libre
crecimiento y calidad en las interacciones de la población
menor de seis años. La reparación integral o restitución de
derechos no da espera. Adicionalmente a los aspectos psico-
sociales, los aspectos legales son de vital importancia.
La Alianza Save the Children, comprometida con mi-
nimizar los efectos de las guerras en el mundo, ha venido
trabajando para garantizarle a la niñez su protección y el
acceso a una educación de calidad; con este propósito ha
implementado un programa global denominado «Rees-
cribamos el futuro», que opera en 32 países afectados por
conflictos armados y que aboga porque también en Co-
lombia se garantice el derecho a una vida digna de la niñez
desde sus primeros años.
El Instituto de Primera Infancia y Derechos de la Niñez
de la OEI, instancia iberoamericana que ha venido gene-
rando convergencias y fortaleciendo las iniciativas sobre la
garantía de los derechos de la infancia que se suceden en
sus países miembros, ha creado un programa para conti-
nuar desarrollando estrategias de intervención, así como
produciendo investigaciones para que se minimice el im-
pacto del conflicto en los niños y cesen la inequidad y la
falta de garantías para la niñez de la región.
Esta investigación, al igual que las líneas de interven-
ción que se deriven, son el punto de partida para que am-

30
bas organizaciones incidan en la política pública existente
en la materia.
El libro consta de cuatro capítulos que se organizaron
de acuerdo con la dinámica y metodología de la investi-
gación. En el primer capítulo se conceptualiza sobre el
contexto de la guerra y las tipologías de territorios y del
conflicto en dichos territorios; en el segundo, se habla del
estado del arte sobre la primera infancia y el conflicto ar-
mado; en el tercero, se desarrollan los tres estudios de caso
y se analiza la situación de los hijos de los combatientes, y
por último, en el cuarto, se invita a una reflexión final y se
dan algunas recomendaciones.
¡Bienvenidos a su lectura!

31
Refugio para desplazados por combates entre guerrilla,
paramilitares y ejército en la Operación Génesis.
Pavarandó, 1998.
34
Capítulo 1
EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO
Y LA PRIMERA INFANCIA

1.1. Contexto de la guerra


La guerra y el conflicto armado en Colombia, más que un
problema coyuntural, se constituyen en ejes permanentes
de la historia del país.
Desde las luchas de independencia, el país vivió durante
el siglo XIX ocho guerras civiles generales, catorce guerras
civiles locales, dos guerras internacionales con el Ecuador
y tres guerras de cuartel. En el siglo XX, además de los
múltiples levantamientos locales, libra una guerra con el
Perú (1932-1934) y es escenario, en 1948, del mayor le-
vantamiento popular en la historia nacional que recoge la
violencia política que se venía gestando desde la década de
los cuarenta y que da origen a la denominada Violencia,
la cual cobró la vida de 200.000 colombianos. Además del
desplazamiento a las zonas alejadas de colonización o a los
cordones de miseria de las zonas urbanas, los efectos más
fuertes de este episodio de la historia nacional fueron los
recuerdos marcados por el odio, el deseo de venganza y la
desconfianza entre las víctimas y sus descendientes.
En 1987, la Comisión de Estudios sobre la Violencia1 con-
cluyó que la violencia en Colombia es un fenómeno dura-
dero, que se proyecta como un elemento estructural de la
evolución política del país y que no obedece necesariamente
a la coyuntura política. En tal sentido, se amplió el concepto
de violencia hacia el de lesión moral, estableciéndose que la
1. Comisión de Estudios sobre la Violencia, Colombia: violencia y democracia. Informe
presentado al Ministerio de Gobierno, Bogotá, Centro Editorial - Universidad Nacio-
nal, 1987.

35
violencia hunde sus raíces en las características intrínsecas de
la sociedad colombiana, que no necesariamente la ejercen los
pobres y que los colombianos se matan más por razones de
calidad de su vida y de sus relaciones sociales que por lograr
el acceso al control del Estado. Al replantear la naturaleza del
fenómeno de la violencia fue posible diferenciar, al lado de la
violencia política, otras tres modalidades básicas: la violencia
socioeconómica, la violencia sociocultural y la violencia so-
bre los territorios. Formas todas ellas que se ven reforzadas
por una cultura de la violencia que se reproduce a través de la
familia, la escuela y los medios de comunicación, como agen-
tes centrales de los procesos de socialización.
El final del siglo XX y el principio del XXI se caracteri-
zaron por el recrudecimiento del conflicto armado, el in-
cremento de los índices de delincuencia y de violencia en
todas sus expresiones: intrafamiliar, amenazas, secuestros,
asesinatos, masacres de la población civil y ataques a pue-
blos enteros, enfrentando el país a la mayor crisis humani-
taria de su historia. La combinación de múltiples actores
en conflicto: guerrilla, paramilitarismo, narcotráfico y de-
lincuencia común, entre otros, someten al país a una esca-
lada de violencia marcada por la brutalidad y la vesania no
sólo entre los grupos en conflicto sino contra la sociedad
civil, generando lo que se reconoce como una de las peores
emergencias humanitarias del mundo, caracterizada por el
desplazamiento forzado masivo2 de tres millones de colom-
bianos, donde confluyen los pobres históricos, los nuevos
pobres y lo que podría llamarse pobres mutantes3.
Al igual que la guerra y el conflicto armado, los procesos de
amnistía, desmovilización y reincorporación de grupos arma-
dos al margen de la ley no son nuevos en el país, pues el carácter
permanente de la guerra revela que nunca ha habido victorias
2. Ya para 1999, los organismos internacionales afirmaban que el fenómeno del des-
plazamiento forzado interno había alcanzado tales proporciones en Colombia que se
había convertido en una catástrofe humanitaria.
3. Denominados de esta manera porque pasan del campo a la ciudad, siendo igual-
mente pobres en ambos lados, o porque cambian sus expectativas en su contexto de
pobreza, o porque su pobreza se modifica.

36
decisivas sino paréntesis dentro de los cuales las hostilidades se
prolongan por otros medios. En tal sentido, César Castro Per-
domo recuerda «La aprobación de 52 indultos y 15 amnistías
en el período republicano comprendido entre 1821 y 1982»4.
Así mismo, durante la década de los noventa, diferentes gru-
pos armados al margen de la ley firmaron acuerdos de paz con
los gobiernos de turno, lo que significó su desmonte y la con-
secuente desmovilización y reincorporación a la vida civil de
40.000 de sus miembros. Para el actual gobierno (2002-2010),
una de las prioridades estratégicas de la Política de Seguridad
Democrática ha sido la desmovilización y reincorporación de
combatientes a la vida civil.
Las particularidades de este último y reciente proceso de
desmovilización y reinserción han sido: 1) que ha ocurrido
en medio del conflicto; 2) que en forma paralela han tenido
lugar procesos colectivos e individuales de desmovilización
y reinserción, cuyas motivaciones y formas de implementa-
ción difieren entre sí; 3) que al ser el primer país del mundo
que asume la desmovilización y reinserción de esta manera,
no cuenta con referentes y menos con lecciones aprendidas
que orienten los programas y acciones que se desarrollan en
este sentido, con el agravante de que el proceso ha superado
todas las expectativas del gobierno y de la sociedad en gene-
ral, por cuanto a marzo del 2009 se habían desmovilizado
cerca de 50.000 adultos y menores combatientes ilegales, ci-
fra superior a los procesos de paz logrados en la década de
los noventa, donde la desmovilización fue de 4.715 comba-
tientes ilegales; 4) que debido al proceso de desmovilización
y reinserción en medio del conflicto se han reconfigurado
nuevos grupos armados ilegales, lo que lleva a un reciclaje o
redinamización de la guerra sin alternativas de paz.
En este escenario de guerras, muertes y duelos vividos y
heredados, muchas veces sin resolver, ha transcurrido la vida
de generaciones de colombianos que deambulan entre el
miedo, la desconfianza, el ocultamiento, la insensibilidad y la

4. Gonzalo Sánchez, «De amnistías, guerras y negociaciones», en Memorias de un país


en guerra, Bogotá, Planeta, 2001.

37
convivencia con la muerte, donde al decir de Yolanda Reyes
«las heridas siguen doliendo, debajo de antiguas cicatrices»5.
Colombia reconoce que «… el conflicto armado ha im-
pactado las estructuras familiar y comunitaria, y con ésta
los contextos de socialización y desarrollo de la primera
infancia»6. A pesar de las enormes dificultades que plantea
un acercamiento al problema, por la poca visibilidad que
han tenido los niños7 pequeños en los análisis del conflicto
armado, se conoce que sufren diariamente de diversas for-
mas. En el gráfico 1 se registran las distintas dinámicas del
conflicto que pueden afectar el desarrollo físico, social, afec-
tivo, cognitivo y comportamental en la primera infancia.

Gráfico 1
Incidencia del conflicto en la primera infancia

Hijos de Hijos de
combatientes desmovilizados

Desaparición Huérfanos o
forzada abandonados
Los niños en situaciones de
conflicto armado se afectan
en su desarrollo:
• Físico
Minas • Social
antipersona Secuestro
• Afectivo
• Cognitivo
• Emocional

Abuso sexual
Masacres
en guerra
Desplazamiento
forzado

Fuente: Herramientas para la caracterización de la afectación de niños en


primera infancia víctimas del conflicto armado. Idie Primera Infancia y
Derechos de la Niñez - OEI, 2008.
5. Yolanda Reyes, «¿Qué nuevos sentimientos de crianza hacia los hijos se están forman-
do hoy?», columna de El Tiempo, domingo 5 de octubre de 2008.
6. Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Política de primera infancia
«Colombia por la primera infancia», 2006, p. 9.
7. De acuerdo con el artículo 12 de la Ley 1098 de 2006, por la cual se expide el Código
de la Infancia y la Adolescencia y atendiendo lo señalado por la Corte Constitucional
en la sentencia C-804 de 2006 (M.P. doctor Humberto Antonio Sierra Porto), es preciso
desde la perspectiva y equidad de género hacer la distinción entre niño y niña. En tal
sentido, en adelante cuando se refiere a los niños se entiende que también incluye a las
niñas.

38
La incidencia del conflicto armado en la primera infan-
cia se manifiestan de diferente forma: los niños como víc-
timas de minas antipersona; el desplazamiento forzado;
el secuestro8 tanto de ellos como de sus padres; las migra-
ciones de los padres fuera del país, dejándolos al cuidado
de familiares y en ocasiones de amigos o vecinos; la entre-
ga de los niños a las familias de apoyo cuando los padres
son combatientes; la desmovilización de sus padres de los
grupos armados al margen de la ley; el maltrato y aban-
dono por parte de sus familias; la desaparición forzada de
los padres o familiares; los confinamientos; los ataques y
tomas armadas a los municipios; las fumigaciones a los
cultivos ilícitos; los asesinatos y las masacres de sus fami-
liares y vecinos. Todo ello acompañado del hecho de que
los programas y la legislación para la población menor de
seis años víctima del conflicto son muy débiles, asunto
que hace que se constituyan en ciudadanos invisibles para
el Estado, la sociedad misma y los programas de atención
en sus diferentes modalidades9.
Además de los daños y lesiones físicas y emocionales
causados a los niños más pequeños, el conflicto armado li-
mita el ejercicio de sus derechos al impedir el acceso opor-
tuno a servicios de salud y a una alimentación adecuada; al
destruir o mantener bajo control los lugares donde viven,
imposibilita que puedan disfrutar del juego o movilizarse
con tranquilidad por los espacios cercanos a sus viviendas;
al llenar de miedo, desesperanza e incertidumbre la vida
cotidiana, y al enseñarles que la violencia es el medio por
excelencia para resolver las diferencias.
8. Según la Fundación País Libre, entre 1996 y 2007 se secuestró a 731 menores de seis
años.
9. Las modalidades de atención a la primera infancia existentes en el país son: 1) En-
torno familiar: atención a niños de las zonas rurales dispersas que no pueden acceder
diariamente a un centro infantil. 2) Entorno comunitario: atención en centros infan-
tiles y hogares comunitarios de bienestar, complementando los servicios de cuidado y
nutrición con un componente educativo. 3) Entorno institucional: utilización de la ca-
pacidad instalada y la experiencia de operadores privados (hogares infantiles, jardines
infantiles, centros de preescolar) para prestar atención a niños menores de cinco años,
brindándoles educación, cuidado y nutrición.

39
El conflicto armado origina cambios profundos y trans-
formaciones radicales en la vida cotidiana de los niños por
el desarraigo, por el rompimiento de la identidad personal
y social, de los vínculos afectivos, y por generar rupturas
en las culturas familiares y sociales, lo cual exige una rein-
vención de las identidades.
Al alterar y transformar los territorios socialmente
construidos, se perturban las condiciones que hacen po-
sible cimentar ambientes seguros de crianza y desarrollo:
el ser testigos silenciosos de homicidios, violaciones, inci-
neraciones y despojo de bienes, produce traumas psico-
lógicos y físicos; al enfrentar situaciones de miedo, rabia,
rechazo, hostilidad y abuso nacen sentimientos de temor
y pérdida de confianza en sí mismo y en los otros; al pro-
ducirse detrimento de los derechos económicos, sociales
y culturales, se ocasiona la pérdida de recursos materiales
y simbólicos y, con ellos, el desarraigo; el introducir cam-
bios drásticos en la estructura familiar causa la orfandad,
la separación y, en ocasiones, el abandono y el maltrato.
Además, la pérdida del entorno cotidiano, de los referen-
tes sociales, culturales y ambientales lleva inevitablemente
a la ruptura y destrucción del tejido social, empeorando
las condiciones de vida, sobre todo de salubridad y abaste-
cimiento, agudiza la marginación y la pobreza y los expo-
ne al sufrimiento y la vulneración de todos los derechos.
Aunque en el país se ha hecho un esfuerzo muy grande
para la atención a los niños y jóvenes en situación de des-
plazamiento forzado, especialmente en la escuela básica,
así como en la atención a la población desmovilizada, es-
tamos lejos de conocer en todas sus dimensiones las con-
secuencias y secuelas en la primera infancia. El tema de
las afectaciones producidas por el conflicto en este rango
poblacional aparece marginalmente en la vida de las ins-
tituciones estatales nacionales, regionales y locales. En la
mayoría de los planes de desarrollo de los entes territoria-
les no ocupa un lugar importante y en muchos de ellos ni

40
siquiera aparece; en consecuencia, no forma parte de las
agendas de los gobiernos, ni existen presiones de la opi-
nión pública para asumir la responsabilidad de salvaguar-
dar los derechos de los niños afectados por el conflicto
armado. En tal sentido, son muchos los interrogantes que
están por responder: ¿quiénes son?, ¿cuántos son?, ¿dónde
están?, pasando por otros más complejos, como ¿cuál es
la afectación del conflicto armado en la primera infancia
en términos individuales y sociales?, ¿cuáles son las secue-
las?, hasta otros de carácter institucional, como ¿cuál es la
oferta de servicios que se les brinda a estas poblaciones?,
¿a qué tipo de servicios acceden?, ¿qué respuesta dan estos
servicios a sus necesidades y situación específicas?
Por último, sin temor a equivocación, podría decirse
que gran parte del horror de la guerra que vivimos actual-
mente se debe en gran medida a la deuda histórica que el
país tiene con la primera infancia y las familias víctimas de
las múltiples guerras que se han vivido en el país a lo largo
de su historia social y política.

1.2. Importancia de la primera infancia


La suscripción de Colombia a la Convención sobre los De-
rechos del Niño (CDN), en 1991, representó un avance im-
portante hacia el reconocimiento de los niños como sujetos
de derechos, y un cambio en la concepción tradicional sobre
las políticas y programas orientados a mejorar las condicio-
nes de vida durante la infancia. Al adecuar las leyes colom-
bianas a estas disposiciones internacionales, se ha señalado
oportunamente que los niños son titulares de derechos; que
sus derechos deben garantizarse reconociendo su carácter
universal, prevalente e interdependiente; que el Estado, la fa-
milia y la sociedad son responsables de la protección de es-
tos derechos, y que cualquier persona «… puede exigir de la
autoridad competente el cumplimiento y el restablecimiento
de los derechos de los niños y los adolescentes» (Código de la
Infancia y la Adolescencia, 2007, artículo 11).

41
En este orden de ideas, la CDN ha permitido consolidar
una concepción de la infancia que la identifica como un
grupo sociocultural específico y no simplemente como una
etapa de preparación para la vida adulta o como un bien
futuro de la sociedad. La infancia es vista así «no como una
fase preparatoria o marginal, sino como un componente
de la estructura de la sociedad —una institución social—
que es importante por sí misma como un estadio más en
el curso de la vida (ni más ni menos importante que otras
etapas)» (Dalhberg, Moss y Pence, 2005, p. 85).
No obstante, al margen de estos avances, los investigado-
res, diseñadores de política y otros actores sociales no han
considerado suficientemente las particularidades de los ni-
ños, de acuerdo con el momento de su desarrollo. Es poco
reconocida la perspectiva de ciclo vital, según la cual el trán-
sito de la vida es un continuo cambio donde el crecimiento
y el desarrollo son el producto de la sucesión de experiencias
en los aspectos biológico, psicológico, cultural y social (Ob-
servatorio sobre Infancia, 2003). En parte por este motivo, tal
como lo señala Liwski (2007, p. 8), ocurre que «… con excesi-
va frecuencia se pasan por alto los derechos de los bebés y los
niños pequeños… a pesar de que generalmente se reconoce
que la primera infancia es un período decisivo para el sano
desarrollo de los niños pequeños…».
Recuperar la perspectiva del ciclo vital permite pon-
derar la trascendencia de todas las etapas de la vida al
plantear acciones a favor de la infancia, que tienen en
cuenta tanto el proceso evolutivo como los cambios que
se presentan en cada una de las etapas del desarrollo
(Observatorio sobre Infancia, 2003). En tal sentido, des-
tacar las particularidades de los niños más pequeños, en
cuanto al ejercicio de sus derechos, resulta crucial a la
hora de determinar las acciones pertinentes para favore-
cer su pleno y armonioso desarrollo, así como al identi-
ficar los impactos diferenciales derivados de situaciones
adversas.

42
Cabe destacar que el disfrute de los derechos durante
la primera infancia depende de las garantías que brinda
el Estado, con la participación de la familia y la sociedad,
para que los niños cuenten con espacios propicios para su
desarrollo, en los que sean cuidados, atendidos, queridos,
protegidos y, ante todo, reconocidos como actores sociales
que participan en la construcción y en la determinación de
sus vidas, pero también en las de quienes los rodean y en
las sociedades en las que viven. Como lo señala Patrice En-
gle, «… significa que todos los niños, empezando desde la
más tierna infancia, tengan derecho a vivir en un ambien-
te en condiciones de nutrirlos, cuidarlos y proporcionar-
les seguridad, que les permita sobrevivir y ser físicamente
sanos, mentalmente despiertos, emocionalmente estables,
socialmente competentes y capaces de aprender…» (En-
gle, 2007, p. 13).
Por esto, es posible afirmar que «… El cuidado y el desa-
rrollo de la primera infancia no son una cuestión separada
de los derechos del niño…» (Comité de Asistencia Jurídi-
ca a los Pobres y Foro de Servicio de Guardería y Cuidado
Infantil, 2007, p. 65). Igualmente, no hay que perder de
vista que asegurar la realización de los derechos durante
los primeros años de vida depende de intervenciones in-
tegrales abarcadoras, que van más allá de acciones reme-
diales para satisfacer necesidades vitales como la salud y
la nutrición de los bebés y niños pequeños, o respuestas
fragmentarias cuyo interés principal es la protección ante
situaciones de emergencia. De esta manera, pensar en una
garantía para el ejercicio de los derechos de la niñez im-
plica generar mejores y más oportunas condiciones para
su desarrollo.
Al descuidar la perspectiva de ciclo vital, las políticas y los
programas para la primera infancia se encuentran en me-
dio de una situación paradójica: mientras hay consenso so-
bre los beneficios que representa para el Estado, la sociedad,
las familias y los niños la inversión durante esta etapa de la

43
vida, las acciones e intervenciones que los reconocen como
sujetos de derechos son de poca monta. Con frecuencia se
olvida que «realizar los derechos del niño en consonancia
con sus facultades es una meta que se puede alcanzar úni-
camente mediante un enfoque holístico de la implementa-
ción de la convención» (Landsdown, 2007, p. 174).
Ahora bien, además de considerar que los niños ejercen
sus derechos de acuerdo con el momento de desarrollo por
el que atraviesan, es necesario destacar que dicho ejercicio
depende de las condiciones que les brindan los entornos
en que se desenvuelven. Por eso las particularidades de los
contextos públicos y privados donde transcurre la vida in-
fantil pueden posibilitar, favorecer, obstaculizar o limitar
la realización de los derechos de los niños e influir positiva
o negativamente en su desarrollo. Entonces, debe velarse
por que los contextos de cuidado y atención de los niños
brinden las garantías que les permitan acceder a los recur-
sos —materiales, sociales, culturales y psicológicos— in-
dispensables para el ejercicio de sus derechos y para que
adquieran significado en la vida cotidiana, de tal manera
que puedan crecer como ciudadanos.
Desde esta perspectiva, resulta interesante saber cuál es
el impacto del conflicto armado colombiano sobre los ni-
ños menores de seis años, y el ambiente familiar y social
en el que crecen y se desarrollan, en particular de quienes
viven en zonas donde actúan los actores armados: parami-
litares, guerrillas y fuerzas militares. Esto no significa des-
conocer que todos los niños colombianos están expuestos
a los acontecimientos generados por el conflicto interno:
enfrentamientos entre los actores, operaciones del ejérci-
to, acciones violentas contra la población civil como se-
cuestro, ataques a poblaciones o asesinatos. Se trata más
bien de reconocer los impactos diferenciales, pues mientras
para algunos se trata de sucesos lejanos narrados en los
medios de comunicación, quienes viven en las «zonas en
conflicto» conocen por experiencia directa —como parte

44
del complejo entramado de relaciones entre actores y po-
bladores— el dolor y los horrores de la guerra.
La situación es dramática si se reconoce que la primera
infancia es un momento crucial en la vida de los seres hu-
manos10, y que constituye un período muy corto durante
el cual se construye una parte importante del capital so-
cial y cultural de las personas; por esta razón, las primeras
vivencias pueden representar incalculables ganancias o
grandes pérdidas individuales y sociales. Existen muchos
argumentos para respaldar esta afirmación y para dimen-
sionar la importancia de hacer visibles los impactos del
conflicto armado en la población más joven.
El conflicto armado afecta el desarrollo integral y los
entornos de socialización en los que crecen los niños. En
el desarrollo integral son múltiples sus incidencias, pues
además del riesgo o pérdida del derecho a la vida desde los
primeros años, los impactos emocionales son irreversibles;
en relación con los entornos de socialización, se pone en
juego la construcción de identidad y de ciudadanía.
Las incidencias emocionales producidas por la violencia
en contra de los niños producen «… trastornos del sueño, la
pérdida de apetito, la tristeza, el miedo, el llanto frecuente, la
rememoración constante de los hechos, el mal rendimiento
escolar, somatización, crisis de pánico, aislamiento y apatía…
10. Durante los tres primeros años de vida, «el cerebro del niño es muy receptivo,
permitiendo un aprendizaje y desarrollo más rápido que en cualquier otra edad, pero
en particular cuando al niño se le suministra amor, afecto, atención, alimento, y se le
estimula mentalmente» (Unicef, 2006a). Este proceso se inicia durante la gestación,
cuando los cuidados y las interacciones de la madre y el bebé con el medio en que se
desenvuelven adquieren especial importancia.
Así mismo, existe consenso entre los analistas sobre la relación entre la promoción de
oportunidades para la primera infancia y el cumplimiento de metas como equidad,
inclusión social y desarrollo humano (Sen, 2000); vista así, la primera infancia se en-
tiende más como una posibilidad de inversión que como un gasto. Además, la primera
infancia es el período de la vida en el que se fundan y construyen nuevas formas de
relación entre los miembros de una comunidad y en el que se cuenta con una inmensa
oportunidad para formar verdaderos ciudadanos (Colombia por la primera infancia,
2006). En este sentido, se presume que los niños construyen su identidad individual y
social por medio del proceso de socialización, y configuran unas formas de relación que
darán paso a su reconocimiento como miembros de una comunidad específica, al tiem-
po que construirán sus representaciones sociales del mundo mediante el desarrollo de
normas, valores y nociones (Aguirre y Durán, 2000).

45
No obstante, también se producen cambios menos percep-
tibles que operan en el mundo relacional del niño, tanto en
su familia como en su entorno social y comunitario, lo que
genera nuevas realidades en su contexto vital, en su lenguaje,
en su mundo emocional y en sus posibilidades de construir
futuro. Estos cambios se manifiestan en distintas emociones
y sentimientos que hacen difícil expresar y construir con-
fianza, promueven dependencia, dificultan emprender de
manera entusiasta acciones orientadas a resolver los propios
problemas; conllevan el desmembramiento de formas de re-
lación comunitaria y de redes sociales, así como temor a ser
parte de iniciativas que deban fundarse en la reciprocidad y la
solidaridad, sin que sea posible ignorar el efecto dañino que
tienen los hechos de violencia en las narraciones que cons-
truyen de sí»11.
Por tanto, analizar el impacto del conflicto armado
interno sobre la realización de los derechos de los niños
menores de seis años es un modo de alertar sobre los al-
tos costos que esta problemática puede representar para la
sociedad colombiana.

1.3. Análisis del conflicto armado


Para comprender el impacto de la guerra en la primera
infancia es necesario analizar la naturaleza y complejidad
del conflicto armado en Colombia.
Los estudios de los impactos de la confrontación entre
actores armados sobre la población civil han sido extensos
y diversos en sus perspectivas, y dan cuenta de las secuelas
económicas y de las afectaciones psicosociales. Investiga-
ciones del Departamento Nacional de Planeación (DNP),
de la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM) y de la Procuraduría General de la Nación, entre
otros, son muestra de tales indagaciones. No obstante, los
avances investigativos, las situaciones ocasionadas por la
dinámica particular del conflicto con respecto al tipo de
11. Fernando Jiovani Arias (S-F), El desplazamiento forzado de niños en Colombia: una
perspectiva psicosocial, Bogotá, Fundación Dos Mundos, www.dos-Mundos.org.

46
territorio y la actuación de los actores no se han discri-
minado. Cabe señalar que el funcionamiento y la relación
entre población y actores armados dependen del tipo de
territorio y las condiciones generales de una zona, ya sea
por el modo de funcionamiento de las estructuras arma-
das o por las especificidades sociohistóricas, poblaciona-
les, culturales, políticas y naturales (ecológicas) de cada
región.
En este orden de ideas, el vínculo que se establece entre
el grupo armado y la población local, que tiene lugar en
el marco de un territorio particular —con características
propias—, influye en el tipo de impacto que produce la
dinámica del conflicto en la población. Las característi-
cas del territorio, tales como el predominio de riqueza de
recursos naturales, que configuran la existencia de econo-
mías ilegales o economías de extracción, en relación con la
variable población rural / urbana, incidirán en el tipo de
impacto del conflicto armado. En tal sentido, se esperaría
que en las zonas urbanas con más de cien mil habitantes
el impacto sobre la población fuera indirecto, ya que son
franjas controladas por el Estado, a diferencia de las zo-
nas de economías ilegales, por lo general rurales, donde
el impacto sobre la población será directo y posiblemente
se convertirán en zonas en disputa o compartidas entre
diferentes actores armados. Así mismo, para comprender
el tipo de impacto sobre la población hay que considerar
si éste se dirige de modo diferenciado, de acuerdo con las
particularidades de los sectores que conforman una deter-
minada población (género, grupo etario, etnia, situación
socioeconómica, etc.).
Los recientes debates sobre la existencia en Colombia de
un conflicto armado, o una amenaza terrorista, señalan la im-
portancia de aclarar el significado del conflicto interno, que
tiene evidentes implicaciones para el tema de este estudio. En
términos del Derecho Internacional Humanitario (DIH), se

47
entienden los conflictos armados como aquellos… «que se
desarrollen en el territorio de una alta parte contratante12 en-
tre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas disidentes, o gru-
pos armados organizados que, con la dirección de un mando
responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un
control tal que les permita realizar operaciones militares sos-
tenidas y concertadas, y aplicar el presente protocolo»13.
Al hacer un análisis de esta definición el Comité Interna-
cional de la Cruz Roja (CICR) concluye que Los conflictos ar-
mados no internacionales son enfrentamientos armados pro-
longados que ocurren entre fuerzas armadas gubernamenta-
les y las fuerzas de uno o más grupos armados, o entre estos
grupos, que surgen en el territorio de un Estado (Convenios
de Ginebra). El enfrentamiento armado debe alcanzar un
nivel mínimo de intensidad y las partes que participan en el
conflicto deben poseer una organización mínima.
Con respecto a los niños y el conflicto armado, el texto
del artículo 38 de la Convención Internacional de los De-
rechos del Niño, en sus acápites 1 y 4, propone: «1) Los
12. En el ámbito del Derecho Internacional Humanitario, una alta parte contratante es
un Estado que suscribe un tratado o convenio (instrumentos definidos para la interac-
ción de los países en ese ámbito).
13. Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo a
la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional (Pro-
tocolo II), artículo 1, numeral 1. A diferencia de las posturas esgrimidas por el gobierno
nacional, no se consideran terroristas los actos de los grupos armados al margen de la
ley. En ese caso no tendría aplicación el Protocolo II de los Convenios de Ginebra, toda
vez que éste no se aplica a «(…) las situaciones de tensiones internas y de disturbios
interiores, tales como motines, actos esporádicos y aislados de violencia y otros actos
análogos, que no son conflictos armados» (artículo 1, numeral 2).
Para reconocer la existencia de un conflicto armado dentro de un país, «basta que un
conflicto no internacional ocurra dentro del territorio de un Estado entre grupos iden-
tificables, sin la exigencia de que el bando opositor ejerza un dominio sobre una parte
del territorio estatal y tenga capacidad de realizar operaciones militares sostenidas y
concertadas». Christophe Swinarski, Principales nociones e institutos del derecho inter-
nacional humanitario como sistema de protección de la persona humana, San José (Costa
Rica), Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 1991, p. 37.
«Un conflicto armado interno constituye toda situación de violencia regular, generalizada
e incontrolable que se produce en la esfera interna de un Estado y ello al margen del even-
tual grado de organización interna que tengan las partes enfrentadas, así como del grado
de nitidez con que pueda procederse a la identificación de las fuerzas gubernamentales
y no gubernamentales», Sonia Guel Peris, Conflictos armados internos y aplicabilidad del
derecho internacional humanitario, Madrid, Instituto de Estudios Europeos de la Univer-
sidad de San Pablo Ceu, Dykinson, 2005, p.127.

48
estados partes se comprometen a respetar y velar por que
se respeten las normas del Derecho Internacional Huma-
nitario que les sean aplicables en los conflictos armados y
que sean pertinentes para el niño… 4) De conformidad
con las obligaciones dimanadas del Derecho Internacional
Humanitario de proteger a la población civil durante los
conflictos armados, los estados partes adoptarán todas las
medidas posibles para asegurar la protección y el cuidado
de los niños afectados por un conflicto armado».
Igualmente, el Comité de los Derechos del Niño14 in-
dica que el derecho internacional pertinente al que hace
referencia el artículo 38 en sus párrafos 1 y 4 comprende
los cuatro Convenios de Ginebra, los dos Protocolos Adi-
cionales, la Declaración sobre la protección de la mujer y
el niño en estados de emergencia y de conflicto armado,
la Declaración de los Derechos del Niño (cuyo principio
8 afirma: «El niño debe, en todas circunstancias, figurar
entre los primeros que reciban protección y socorro») y
la Convención sobre los Derechos del Niño. También se
refiere a otras normas de las Naciones Unidas, como por
ejemplo el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polí-
ticos, y la Observación general 17 del Comité de Derechos
Humanos sobre el artículo 24 del Pacto, que reconoce a
todo niño el derecho a las medidas de protección que su
14. El Comité de los Derechos del Niño es el órgano que supervisa la forma en que los
estados cumplen sus obligaciones derivadas de la Convención sobre los Derechos del
Niño. Cuando un país ratifica la convención, asume la obligación jurídica de imple-
mentar los derechos reconocidos por el tratado. Pero la firma no es más que un primer
paso, pues el reconocimiento de los derechos sobre papel no basta para garantizar su
efectivo goce en la práctica. En consecuencia, el país asume la obligación complemen-
taria de presentar informes periódicos al Comité sobre la manera en que se facilita el
ejercicio de los derechos. Este sistema de vigilancia de los derechos humanos es común
a todos los tratados de las Naciones Unidas en materia de derechos humanos.
Para cumplir su obligación de presentación de informes, los estados partes deben in-
formar por primera vez dos años después de su ratificación, y posteriormente cada
cinco años. Además del informe gubernamental, el Comité recibe información sobre
la situación de los derechos humanos en los países a través de otras fuentes, entre ellas
las ONG, los organismos de las Naciones Unidas, las otras organizaciones interguber-
namentales, las instituciones académicas y la prensa. Teniendo toda la información dis-
ponible, el Comité examina el informe junto con los representantes oficiales del Estado
parte. Sobre la base de este diálogo, el Comité expresa sus preocupaciones y recomen-
daciones, conocidas como «observaciones finales», las cuales son públicas.

49
condición de menor requiere (Unicef, 2004, p. 608).
Así mismo, el estudio «Repercusiones de los conflictos
armados sobre los niños» (1996), con la aplicación de las
normas internacionales, propone:

• Los pocos gobiernos que todavía no han firmado la


Convención sobre los Derechos del Niño deberían
hacerlo de inmediato.
• Todos los gobiernos deberían adoptar medidas legis-
lativas nacionales encaminadas a garantizar la aplica-
ción efectiva de las normas pertinentes, incluidos la
Convención sobre los Derechos del Niño, los Conve-
nios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos Adicionales
y la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Re-
fugiados y su Protocolo de 1969.
• Los gobiernos deben ofrecer capacitación y educa-
ción en derecho humanitario y derecho relativo a los
derechos humanos a jueces, policía, fuerzas de segu-
ridad y fuerzas armadas, en especial a quienes parti-
cipen en operaciones de asesoramiento y experiencia
del Comité Internacional de la Cruz Roja y a otras
organizaciones humanitarias, así como una amplia
labor de divulgación.
• Las organizaciones humanitarias deberían capaci-
tar a su personal en derecho relativo a los derechos
humanos y derecho humanitario. Todos los organis-
mos internacionales que trabajan en zonas de con-
flicto deberían establecer procedimientos destinados
a la notificación rápida, confidencial y objetiva de las
violaciones que se señalen a su atención.
• Las organizaciones humanitarias deberían prestar
asistencia a los gobiernos en la educación de los
niños respecto de sus derechos mediante la prepa-
ración de planes de estudios y otros métodos perti-
nentes.
• Los organismos y organizaciones de carácter huma-

50
nitario deberían tratar de concertar acuerdos sus-
critos con entidades no estatales, en los que éstas se
comprometieran a acatar el derecho humanitario y
el derecho relativo a los derechos humanos.
• La sociedad civil debería divulgar activamente el de-
recho humanitario y el relativo a los derechos huma-
nos mediante la defensa de los derechos de los niños
y la notificación y vigilancia de los casos de violacio-
nes de esos derechos.
• Sobre la base de las directrices vigentes, Unicef debería
preparar directrices más amplias para la protección y
el cuidado de los niños en situaciones de conflicto.
• Con arreglo a los artículos 38 y 39 de la Convención so-
bre los Derechos del Niño, se debería alentar al Comité
de los Derechos del Niño a que incluyera en su informe
a la Asamblea General una información concreta sobre
las medidas adoptadas por los estados partes para pro-
teger a los niños afectados por conflictos armados.

En el caso de Colombia, la Corte Constitucional expi-


dió el auto 251 de 6 de octubre de 2008, donde se pronun-
cia sobre la situación constitucionalmente inadmisible y
apremiante de los niños y adolescentes desplazados por
el conflicto armado en el país y la violación grave y siste-
mática de sus derechos fundamentales, argumentando su
decisión con base en lo siguiente:

«Los niños y adolescentes colombianos en situación de


desplazamiento forzado son las víctimas más débiles e in-
defensas del conjunto de la población desplazada por el
conflicto armado en el país, y al mismo tiempo son dura-
mente golpeados por crímenes y condiciones estructurales
de existencia que escapan por completo tanto a su control
y su responsabilidad como a su capacidad de resistir o de
responder, marcándolos de por vida al incidir negativa-
mente sobre su proceso de desarrollo individual.

51
Dado su estado de victimización pronunciada e inerme
ante las numerosas injusticias del desplazamiento forzado,
cada uno de los casos individuales de menores de edad
desplazados por la violencia armada en Colombia confi-
gura, en sí mismo, una manifestación extrema de vulne-
raciones profundas, graves, sistemáticas y concurrentes
de derechos fundamentales prevalecientes (artículo 44,
Constitución Política).
La proliferación de estas situaciones individuales de
quebrantamiento múltiple y severo de la Constitución en
mucho más de un millón de casos concretos a lo largo del
territorio nacional es un hecho que se ha demostrado con
la suficiente contundencia como para desencadenar una
respuesta idónea, contundente y prioritaria de las auto-
ridades estatales a todo nivel, incluida la Corte Constitu-
cional.
El axioma de la presente providencia, y el fundamento
jurídico de cada una de las medidas inmediatas de pre-
vención y protección que aquí se adoptarán, es el carácter
constitucionalmente inadmisible y apremiante de la situa-
ción de los menores de edad desplazados por el conflicto
armado, como parte de la continuidad del estado de cosas
inconstitucional.
Las diversas manifestaciones de esta situación genera-
lizada de violación abierta de la Constitución Política, la
precaria respuesta estatal a las mismas y las medidas que
es imperioso adoptar en forma inmediata para proteger a
los menores de edad desplazados en tanto sujetos de pro-
tección constitucional especial, serán exploradas en deta-
lle en las secciones subsiguientes»15.
Desde esta perspectiva, los niños y adolescentes des-
plazados por el conflicto armado son sujetos de protec-
ción constitucional imperativa y prioritaria. Además, tal
como lo señala la Corte Constitucional, «para un bebé,
niño, niña o adolescente, la experiencia vital del desplaza-
miento forzado es intrínsecamente distinta de lo que pue-
15. Corte Constitucional, auto 251 de 6 de octubre de 2008, pp. 1-2.

52
de ser para un hombre o una mujer adultos»16, es decir,
se reconoce que son afectados por el conflicto armado de
«manera diferencial». La Corte Constitucional insiste en
la importancia de que «la respuesta del Estado ha de ser
igualmente diferencial, además de prioritaria17, con lo cual
las políticas públicas de primera infancia deben incluir un
enfoque diferencial18 de derechos en torno a este sector
poblacional».
Es de señalar que en los impactos del conflicto arma-
do en la primera infancia hay algunos que permanecen
más ocultos que otros, como es el caso de los delitos de
violencia sexual y maltrato infantil. Por ello, es clave que
el abordaje motive una mirada compleja de las lógicas de
los actores armados y las características del territorio, para
comprender las afectaciones que en dichos escenarios tie-
ne la población civil, particularmente la primera infancia,
que es el objeto del presente estudio.

16. Ibid., p. 13.


17. Ibid.
18. El enfoque diferencial exige centrar las propuestas de trabajo en los niños, recono-
ciendo los derechos individuales y colectivos, si es el caso, el momento específico de
ciclo vital, género, cultura, etnia, condición física y mental.

53
54
Retorno a Bojayá de los desplazados. Río Atrato, 2002

55
56
Capítulo 2
ESTADO DEL ARTE SOBRE PRIMERA
INFANCIA EN EL CONFLICTO

María Cristina Torrado


Marina Camargo
Nisme Pineda
Diana Carolina Bejarano

Con este texto se pretende poner en claro que los impactos


producidos por el conflicto armado en la primera infancia
no son los mismos para todos los menores de seis años;
es decir, que no a todos los pequeños los ha afectado de
la misma manera, sino que al parecer el conflicto armado
se ha ensañado con algunos grupos de niños que en oca-
siones forman parte de los grupos sociales históricamente
excluidos. Así, se busca señalar la importancia de consi-
derar los impactos diferenciales que el conflicto armado
puede tener en la primera infancia, en relación con la ubi-
cación geográfica de sus viviendas, su pertenencia étnica
y la capacidad económica de sus familias. En tal sentido,
las graves violaciones a los derechos de los menores de seis
años no corresponden exclusivamente a la exposición a
situaciones propias del conflicto armado, sino también a
condiciones de exclusión social y desigualdad en el acceso
a oportunidades para su desarrollo.
Es necesario reconocer que: i) existen zonas del país
donde los niños pueden verse más afectados, y que ade-
más estas zonas son reconocidas muchas veces por ser las

57
más pobres y por contar con la más baja capacidad insti-
tucional; ii) el conflicto armado impacta los entornos de
socialización en los que crecen los niños más pequeños,
de modo que se dificulta el poder asegurar unas garan-
tías mínimas para el ejercicio de sus derechos. Por tanto,
se busca presentar desde la bibliografía existente algunas
reflexiones sobre cómo el conflicto podría acarrear conse-
cuencias graves para la construcción de la identidad y sub-
jetividad desde los primeros años de vida, así como para
las posibilidades de reconocerse como miembro de una
sociedad, de una familia, de un grupo étnico, y de percibir
y sentir que se es titular de derechos.

2.1. Marco para analizar la incidencia del conflicto


armado en los derechos de la primera infancia en
Colombia
Si bien en un primer momento puede resultar evidente
que el conflicto armado tiene incidencia en la realización
de los derechos de los niños colombianos menores de seis
años, un análisis más detallado revela la complejidad que
supone sustentar y desarrollar esta afirmación. Varias son
las razones que explican dicha dificultad.
En primer lugar, la ausencia de estudios específicos y
de datos pertinentes sobre la primera infancia en los sis-
temas de información y en la bibliografía existente sobre
el impacto del conflicto armado interno en la calidad de
vida de la población civil; con excepción de algunos do-
cumentos relacionados con el desplazamiento forzado,
en términos generales puede afirmarse que existe una
invisibilidad de la primera infancia en tales análisis. En
el mejor de los casos, se hacen referencias aisladas o muy
imprecisas.
A esto se agregan las enormes diferencias que hay den-
tro del grupo poblacional que denominamos primera in-
fancia en materia de derechos y oportunidades, así como

58
en la probabilidad e intensidad del contacto entre los ni-
ños, los actores armados y los hechos violentos propios del
conflicto. Son de tal magnitud las brechas entre regiones
geográficas y sectores sociales, que habría que caracterizar
una amplia gama de situaciones particulares. En síntesis,
no puede hablarse de la incidencia del conflicto armado
en la primera infancia como si se tratara de un grupo ho-
mogéneo, sino de impactos diferenciales en sectores espe-
cíficos de esta población infantil.
Por último, se deben tomar en cuenta las dificultades
que plantea caracterizar el conflicto armado colombiano,
pues deben considerarse los continuos procesos de cam-
bio en su dinámica, la multiplicidad de actores en con-
frontación, la desigual distribución en el territorio y la
compleja articulación con las realidades socioeconómicas
regionales y locales. Para evitar generalizaciones e impre-
cisiones, es necesario definir, en la medida de lo posible, el
contexto particular del cual se habla cuando se identifican
relaciones entre los actores y eventos del conflicto, y los
derechos de la primera infancia.
Como puede apreciarse, estamos frente a una tarea de
largo aliento, a cuya realización esperamos contribuir con
algunos análisis e hipótesis preliminares efectuados a lo
largo de este texto.

Población menor de seis años y la geografía del conflicto


Según el censo del 2005, los colombianos menores de seis
años representan el 12,02% de la población del país (Dane,
2005); este porcentaje muestra una tendencia decreciente
en las últimas décadas por el impacto de la llamada transi-
ción demográfica, «caracterizada por un descenso en la fe-
cundidad, con un crecimiento poblacional de 1,6% anual,
menores tasas de nacimiento, reducción de la mortali-
dad infantil, mayor esperanza de vida al nacer, que hace
que cambie la estructura de los grupos poblacionales por
edad» (Ministerio de la Protección Social, 2007, p. 44).

59
Así, como consecuencia del descenso de la tasa de fe-
cundidad1 o número promedio de hijos por mujer, que
pasó de 2,6 en el 2000 a 2,4 en el 2005 (Profamilia, Mi-
nisterio de la Protección Social, 2005), la participación
del grupo de los niños más pequeños ha disminuido en
la estructura general de la pirámide poblacional del país.
Sin embargo, las tendencias nacionales presentan im-
portantes variaciones entre regiones y grupos de la po-
blación, por lo que la proporción de niños menores de
seis años cambia según el caso2. De este modo, se hacen
evidentes las diferencias en el peso relativo de la pobla-
ción infantil menor de seis años cuando se desagrega por
variables tales como región geográfica o pertenencia ét-
nica, como se deriva del análisis de los gráficos 1 y 2.
Como se muestra en estos gráficos, existen grandes
desigualdades en la participación porcentual de los niños
menores de seis años, de acuerdo con el departamento
en el que viven y con su pertenencia étnica. Al respecto
llama la atención la clara diferencia de la pirámide po-
blacional para la población indígena y el lugar que en
ésta ocupa el grupo menor de cuatro años3, con la dis-
tribución nacional. Así mismo, al analizar la relación del
número de niños menores de cinco años por cada cien
mujeres en edad fértil (entre 15 y 49 años), se ve que es
clara la variación para los pueblos indígenas con respec-
to al promedio nacional (gráfico 3).

1. La tasa de fecundidad se ha definido en la Encuesta Nacional de Demografía y Salud


(2005) como el número de partos de mujeres entre 15 y 49 años, sobre el total de mu-
jeres entre 15 y 49 años.
2. A lo largo del capítulo se hará referencia principalmente a la proporción de niños
menores de seis años, con el fin de señalar los departamentos y regiones donde este gru-
po poblacional representa un porcentaje importante dentro de la población total. De
este modo, se presentan los cálculos que relacionan el número de menores de seis años
sobre el número total de habitantes. En este sentido, se entiende que los departamentos
que se mencionan no corresponden a los que tienen el mayor número de menores
de seis años, sino donde proporcionalmente, con respecto al total de la población, su
presencia es mayor.
3. Se toma como referencia el grupo de niños de cero a cuatro años, ya que la infor-
mación nacional consolidada que se sistematizó en el censo del año 2005 se encuentra
agrupada por rangos quinquenales.

60
Gráfico 1
Departamentos con porcentaje de niños menores de seis
años por encima del total nacional.

Nacional 10,0
N. Santander/Atlántico/San Andrés 10,2
Meta / Cauca 10,7
Sucre/Huila / Nariño 11,0
Bolívar / Arauca / Casanare 11,3
Córdoba 11,6
Guainía 12,4
Magdalena / Cesar 12,7
Putumayo / Guaviare 13,2
Caquetá 13,7
Chocó / Amazonas 14,7
La Guajira / Vaupés 16,7
Vichada 17,5
0 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20
Porcentaje

Fuente: Cálculos del Instituto de Innovación y Desarrollo Educativo (Idie),


con base en la información del Dane (2005).

Gráfico 2
Estructura de la población por sexo y edad, 2005

Población nacional
85 y
80-84
75-79
70-74 Mujeres
65-69 Hombres
60-64
55-59
50-54
45-49
40-44
35-39
30-34
25-29
20-24
15-19
10-14
05-09
00-04
10% 8% 6% 4% 2% 0% 2% 4% 6% 8% 10%

61
Población indígena
85 y
80-84
75-79
70-74 Mujeres
65-69 Hombres
60-64
55-59
50-54
45-49
40-44
35-39
30-34
25-29
20-24
15-19
10-14
05-09
00-04
Fuente:
10% Dane8%
(2007).
6% Colombia:
4% una2% nación
0% multicultural.
2% 4% Su 6%
diversidad
8% étnica.
10%

Gráfico 3
Relación de número de niños menores de cinco años por
mujeres en edad fértil, de acuerdo con pertenencia étnica.
70 62
60
50 42
40 37
30
30
20
10
0
Población Población Población Población
total nacional indígena afrocolombiana rom o gitana
Fuente: Dane (2007). Colombia: una nación multicultural. Su diversidad étnica.

A partir de esta información es posible concluir, entonces,


que la población de niños en primera infancia en relación con
la población total no es la misma en todas las regiones del país;
es más alta, por ejemplo, en zonas relativamente periféricas,
como La Guajira y Chocó, o los antiguos territorios naciona-
les (Vichada, Vaupés, Amazonas y Guaviare), donde además se
tiene la mayor presencia de población indígena del país4.
4. Como se ha señalado, esto no significa que el mayor número de los niños colombia-
nos menores de seis años vivan en estas regiones, ya que la mayor concentración nu-
mérica se encuentra en las grandes ciudades y en los departamentos más poblados. De
este modo, se explica por qué Bogotá es la ciudad con mayor número de niños menores
de seis años (685.747), y Vichada es el departamento con la mayor proporción de niños
de la misma edad (20,7%).

62
Con el propósito de explorar la incidencia del conflicto
armado en la realización de los derechos de la primera in-
fancia en el país, resulta de interés comparar las regiones
con alta proporción de niños y niñas menores de seis años
mencionada, con la geografía del conflicto, término con el
cual se reconoce cómo «la violencia no cubre homogénea-
mente ni con igual intensidad el territorio de Colombia
en su conjunto, sino que la presencia de la confrontación
armada es altamente diferenciada de acuerdo con la diná-
mica interna de las regiones, tanto en su poblamiento y
formas de cohesión social como en su organización eco-
nómica» (F. González e I. Bolívar, 2003, p.2).
Se trata de contrastar información indicativa sobre la si-
tuación actual del conflicto en lo que respecta a regiones
más afectadas por acciones violentas (homicidios, masacres,
incidentes y accidentes con minas antipersona, existencia
de municiones sin explotar y desplazamientos forzados) y
la distribución de los niños menores de seis años, para es-
tablecer posibles hipótesis sobre el impacto diferencial del
conflicto en algunos sectores de este grupo poblacional.
Para identificar las regiones del país donde el conflicto se
presenta con mayor intensidad, se han considerado en pri-
mer lugar los reportes de seguimiento al conflicto armado
elaborados por el Observatorio del Programa Presidencial de
Derechos Humanos y DIH (2008), que ponen en evidencia
algunos focos de acciones violentas (mapa 1), y otros indi-
cadores sobre la prevalencia de homicidios, desplazamientos
forzados y accidentes con minas antipersona, en algunas re-
giones del país. De este modo, se reconocen regiones de los
departamentos de Arauca, Meta, Norte de Santander, Valle
del Cauca, Nariño, Magdalena, Córdoba y Vichada como las
zonas con mayor incidencia de acciones violentas registradas
en el 2007, debido a que en ellas hay sitios estratégicos en tér-
minos económicos (recursos naturales, contrabando y culti-
vos ilícitos), corredores geográficos para la circulación de los
actores armados y de armamento, lo mismo que el acceso se-
guro a las zonas de refugio o de asentamiento histórico de los
grupos armados ilegales. En otros casos, corresponde a zonas
63
donde existen fuertes nexos entre estos grupos armados y los
representantes del Estado.

Mapa 1
Focos y continuidad geográfica de la intensidad de la
confrontación armada en Colombia, 2007.

Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH


(2008). Fuente de datos: Departamento Administrativo de Seguridad (DAS).
Procesado y georreferenciado por el Observatorio del Programa Presidencial
de Derechos Humanos y DIH, Vicepresidencia de la República.

Al comparar las dos distribuciones en el territorio (inten-


sidad del conflicto armado y porcentaje de niños menores de
seis años), se puede plantear cierta coincidencia, aun recono-
ciendo que la geografía del conflicto no permanece estática
y que, en palabras de Pécaut (2001), se ha producido un fe-

64
nómeno de desterritorialización, caracterizado por la incerti-
dumbre en el control y dominio de algún actor armado sobre
cualquiera de las regiones en conflicto5. Dicha coincidencia
proporciona elementos para asegurar que, en muchos casos,
las zonas de mayor actividad de los actores armados y de ac-
ciones violentas son las mismas en las cuales hay una mayor
presencia relativa de niños pequeños. Esta situación sería vá-
lida para los departamentos de Vichada, donde los menores
de seis años representan el 17,5% de la población del depar-
tamento y se reconoce un foco de hasta veinte confrontacio-
nes armadas en el 2007; Caquetá, donde los niños menores
de cuatro años representan el 13,7% de la población del de-
partamento y se registraron veinte confrontaciones armadas
para el año 2007; Putumayo, donde los menores de cuatro
años representan el 19,90% de la población del departamen-
to y se reconocen focos de hasta cincuenta acciones violentas,
y regiones de hasta diez acciones violentas que se distribuyen
por gran parte del territorio departamental (tabla 1).

Tabla 1
Comparación entre proporción de niños menores de cuatro
años y número de acciones violentas por departamento
Proporción niños menores Número de
Departamento
de cuatro años (%) acciones violentas
Vichada 17,5 6-20
Caquetá 13,7 6-20
Putumayo 13,2 6-50
Guaviare 13,2 6-20
Cesar 12,7 6-10
Córdoba 11,6 6-20
Bolívar 11,3 6-10
Arauca 11,3 6-50
Nariño 11,0 6-20
Meta 10,2 6 - más de 51
Fuente: Cálculos del Observatorio sobre Infancia con base en información del Dane
(2005); Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH (2008).

5. Esta idea resulta de particular interés a la hora de precisar las posibilidades para es-
tablecer análisis relacionales entre los impactos del conflicto armado sobre la primera
infancia, en cuanto a las acciones violentas que cada grupo o actor armado desarrolla.

65
En consecuencia, en algunas comunidades de dichos
departamentos es más probable que los niños menores
de seis años se conviertan en víctimas directas del con-
flicto. No obstante, como en estas zonas hay diferencias
en las estrategias de los actores armados, para atender
a propósitos diversos, como control territorial y de po-
blación, control de fuentes de riqueza y control de zo-
nas de refugio, se podría proponer como hipótesis que
en cada caso se violan de manera distinta los derechos
de los niños6.
En igual sentido, es posible proponer que el riesgo de
que un niño sea muerto o herido por una mina anti-
persona, depende de la dinámica local del conflicto. En
efecto, las zonas del país con mayor presencia de mi-
nas antipersona, según el Observatorio del Programa
Presidencial de Derechos Humanos y de DIH (2008),
corresponden a departamentos7 en los que hay control
hegemónico de alguno de los grupos armados ilegales,
que busca defender zonas de plantación de cultivos ilí-
citos o corredores estratégicos para la movilización de
los combatientes y de drogas ilegales. Los departamen-
tos que se han visto más afectados por accidentes e in-
cidentes con minas antipersona (MAP) y municiones
sin explotar (Muse) son, en su orden: Meta, Antioquia,
Bolívar, Nariño y Norte de Santander (Observatorio del
Programa Presidencial de DH y DIH, 2008); esta lista
varía cuando se analiza la presencia de casos de niños
menores de seis años lesionados por estas armas, sien-
do Antioquia el que ocupa el primer lugar, seguido de
Caquetá, Guaviare y Meta (tabla 2). Como ya se señaló,
en estos tres últimos departamentos el porcentaje de
menores de cuatro años está por encima del promedio
nacional.

6. Sería necesario realizar estudios para ampliar el análisis presentado.


7. Se toma como referencia el dato departamental, ya que de este modo se ha conso-
lidado la información nacional sobre accidentes e incidentes con minas antipersona y
municiones sin explotar.

66
Tabla 2
Número de niños menores de seis años que resultaron
heridos o murieron a causa de minas antipersona por
departamento (2005-2008).
Número de niños menores de seis años
Departamento
afectados por MAP y Muse
Antioquia 11
Guaviare* 4
Caquetá* 4
Meta* 2
Valle del Cauca 1
Tolima 1
Nariño* 1
Córdoba* 1
Chocó* 1
Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y
DIH (2008).
* Departamentos con mayor porcentaje de niños menores de cuatro años
(por encima del dato nacional).

Las minas antipersona y las municiones sin explotar re-


presentan un grave riesgo para los niños más pequeños,
pues se sabe que en algunos casos ellos las han confundido
con juguetes. Tal como reporta el Observatorio del Pro-
grama Presidencial de Derechos Humanos y DIH (2008),
en el año 2005 un niño de seis años murió en el departa-
mento del Meta al tener contacto con una mina cuando se
encontraba jugando. La plantación de minas antipersona
en lugares de esparcimiento, como los sitios aledaños a
las escuelas y a las casas de los niños, representa una clara
vulneración del derecho al juego y a la protección de los
niños más pequeños, con todas las implicaciones que esta
situación acarrea para su desarrollo armonioso, durante
esta etapa de la vida.
Así mismo, se reconoce que las minas antipersona limitan
la movilidad de las comunidades enteras y pueden generar
situaciones de confinamiento, en las que se restringe la cir-
67
culación de personas, alimentos y medicinas. En este orden
de ideas, cabe destacar que la mayoría de los menores de seis
años que resultaron heridos o muertos por efecto de las mi-
nas antipersona o de municiones sin explotar se encontraban
cerca de un campo minado (15 de los 26 casos reportados).

Conflicto armado, condiciones de pobreza y primera infancia


La coincidencia entre geografía del conflicto y distribu-
ción de niños menores de seis años sobre el total de la
población que se ha venido señalando puede resultar aún
más problemática si se tiene en cuenta que, en algunos ca-
sos, se trata de regiones caracterizadas por altos índices de
pobreza y exclusión y, por tanto, con pocas oportunidades
de acceso a condiciones de vida deseables, como vivienda
digna y capacidad económica, entre otras.
La primera infancia se ha identificado como uno de los
grupos poblacionales más afectados por la pobreza y la
inequidad del país. Así, al hacer una medición con base en
la línea de pobreza8, se ha reconocido que en Colombia el
66% de los menores de seis años son pobres, y cerca del
26% se sitúan por debajo de la línea de indigencia (Lon-
doño, 2006), datos que superan el promedio nacional, es-
timado en 46,8 y 20,2%, respectivamente (Cepal).
Los niños pertenecientes a hogares en situación de po-
breza viven en sectores urbanos marginales y en zonas
rurales en todo el país, tal como se puede observar en el
siguiente mapa, en el que se indica la distribución de la po-
blación con necesidades básicas insatisfechas9, uno de los
índices utilizados para medir la pobreza (mapa 2). El hecho
8. «La línea de indigencia se calcula a partir del valor de una canasta normativa de ali-
mentos, y en torno a este valor se traza una línea entre los hogares que por ingresos no
alcanzan esta cifra y que, por tanto, se ubican debajo de la línea de indigencia. La línea
de pobreza involucra a esta medida, sumando otros bienes y servicios en una especie de
canasta mínima de bienes y servicios, e igualmente, quienes por ingresos no alcanzan
la capacidad adquisitiva de esta canasta, estarían en el campo de la pobreza». V. Reyes,
Indicadores sociales e indicadores de gestión, op. cit., 2006, pp. 63 y ss.
9. El Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas está compuesto por cinco indicadores,
tres relativos a la vivienda, otros sobre inasistencia escolar y otro sobre alta dependencia
económica. V. Reyes, op. cit., p. 62.

68
de que algunas de las regiones más afectadas por la pobreza
sean aquellas donde hay mayor concentración de población
de niños menores de seis años de origen indígena y afro-
descendiente, como Chocó, Vaupés, La Guajira y Amazo-
nia, pone en evidencia los profundos procesos de exclusión
social a que se ha sometido a estas comunidades; se trata,
además, de regiones afectadas por confrontaciones y accio-
nes de los grupos armados.
El análisis de algunos indicadores importantes para moni-
torear la calidad de vida de niños durante la primera infancia
en estas regiones confirma la posible relación entre pobreza y
conflicto, y revela las condiciones de enorme desigualdad que
caracterizan a la sociedad colombiana en materia de derechos
y oportunidades. Tal como lo señala Garay:
Colombia se caracteriza por ser una sociedad con una
profunda exclusión social o, si se quiere, por mantener, de
manera perversa y discriminatoria, a amplias capas de su po-
blación, a quienes se les impide potenciar y aprovechar sus
habilidades y capacidades para el enriquecimiento de la vida,
la ampliación de las libertades, la solidaridad, el sentido de
pertenencia, la cooperación, la construcción participativa a
través de instituciones y prácticas democráticas, el desarrollo,
el bienestar económico y social (Garay, 2000, p.11).
En el caso del acceso al agua potable10, se reconoce una
enorme diferencia entre las zonas rurales y urbanas del
país (mapa 3), así como en el interior de las zonas de asen-
tamientos en las periferias de las ciudades. Igualmente, la
baja cobertura de agua en las cabeceras municipales de
Chocó, Guainía, Vichada, Guaviare, Nariño, Cauca, y en
los restos municipales de Amazonas, Chocó, Nariño, Meta,
Casanare, Arauca, Vichada, Guainía, Vaupés, Guaviare y
Caquetá, debe considerarse crítica, en particular para los
menores de seis años, quienes pasan la mayor parte del

10. El acceso a agua potable es un derecho de todos los seres humanos y de particular
importancia para los niños menores de seis años, ya que las enfermedades transmitidas
a través del agua contaminada son una causa de la morbilidad y mortalidad infantil. M.
Torrado e I. Anzelín (2006).

69
tiempo al cuidado de sus padres en su casa (Educación
para todos, 2003) y están expuestos constantemente a los
peligros que esta problemática representa para su salud y
bienestar. Aún más preocupante resulta saber que de los
departamentos señalados, en especial Vichada, Vaupés,
Chocó, Amazonas, Caquetá, Guaviare y Guainía, concen-
tran las mayores proporciones de niños menores de seis
años con respecto al total de la población, y específica-
mente Nariño, Meta, Cauca, Arauca. De nuevo observa-
mos una coincidencia entre alta proporción de población
menor de seis años de origen indígena, baja cobertura de
agua potable e intensidad del conflicto.

Mapa 2
Distribución geográfica de hogares con necesidades
básicas insatisfechas, discriminada por municipio

Porcentaje de Hogares
92.2
78.7-92.2
65.1-78.6
50.0-65.0
33.1-49.9
9.3-33.0
<=9.2
Sin información

Fuente: Dane, Censo general 2005, Marco geoestadístico nacional 2004.

70
Mapa 3
Distribución geográfica de viviendas que no disponen de
conexión a acueducto por cabeceras y restos municipales.
CABECERAS MUNICIPALES

Porcentaje
>81
51-80
26-50
11-25
<=10
Sin información

RESTO MUNICIPAL

Porcentaje
>81
51-80
26-50
11-25
<=10
Sin información

Fuente: Dane, Censo general 2005, Marco geoestadístico nacional 2004.

Otros indicadores sobre las condiciones de vida y po-


sibilidades de acceso a servicios básicos para el desarrollo
humano, que redundan en el ejercicio de los derechos du-
rante la primera infancia, son la tasa de mortalidad infan-

71
til, la atención prenatal, la tasa de vacunación, la atención
hospitalaria del parto y la desnutrición.
En Colombia, durante el quinquenio 2000-2005, la tasa
de mortalidad infantil, definida como la probabilidad de
morir durante el primer año de vida, era de 19 por cada
mil nacidos vivos, de los cuales 17 por cada mil se presen-
taban en la zona urbana y 24 por cada mil en la zona rural
(Profamilia, Ministerio de la Protección Social, 2005). Las
zonas que se han venido identificando en el texto como
las más impactadas por el conflicto armado, y que además
han sido históricamente excluidas, como Chocó, La Gua-
jira, Caquetá, Nariño, Córdoba y Vichada, presentan los
índices más críticos de mortalidad infantil del país11 (tabla
3), sumado al hecho de que los menores de un año repre-
sentan el mayor número de casos dentro de esta tasa.

Tabla 3
Departamentos con la tasa de mortalidad en niños menores
de un año más alta del país
Tasa de mortalidad infantil
Tasa nacional 19 x 1.000
Chocó 36 x 1.000
La Guajira 33 x 1.000
Caquetá 32 x 1.000
Nariño 28 x 1.000
Córdoba 28 x 1.000
Cesar 27 x 1.000
Magdalena 27 x 1.000
Huila 27 x 1.000
Vichada 27 x 1.000
Sucre 26 x 1.000
Fuente: Ministerio de la Protección Social, Profamilia. Encuesta Nacional de
Demografía y Salud, 2005.
Para algunos investigadores existe una relación di-
11. Cabe aclarar que las principales fuentes de información sobre la situación de salud y
nutrición de los niños en el país, en ocasiones no contaron con muestras representativas
de departamentos fuertemente impactados por el conflicto armado, como Putumayo,
lo cual podría explicar por qué no aparecen como los departamentos más afectados.

72
recta entre alta mortalidad infantil y conflicto armado.
Así, para Fabio Sánchez y Ana María Díaz (2005), «… la
mortalidad infantil (…) se considera uno de los princi-
pales indicadores de desarrollo de los países. Colombia
ha avanzado notablemente en el período evaluado (1990-
2002), pero dicho avance resultó por debajo de las ex-
pectativas a causa del conflicto armado. Los municipios
relacionados con hostigamientos tuvieron disminuciones
más lentas de este indicador con respecto a sus contra-
partes sin actividad armada».
En cuanto a la atención del parto se tiene que a nivel na-
cional, para el quinquenio 2000-2005, el 92% de los par-
tos se presentó en una institución de salud y el 8% de los
nacimientos ocurrió en la casa o en un lugar distinto (Mi-
nisterio de la Protección Social y Profamilia, 2005). En la
Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) (2005,
p.207) se reporta que el número de mujeres que dieron a
luz en casa aumenta con la edad y con el número de hijos;
así mismo, se señala que residen principalmente en las zo-
nas rurales y en los departamentos de Chocó (40%), Ca-
quetá (32%), Cauca (31%), La Guajira (22%), Cesar (20%),
Vaupés (16%), Córdoba, Nariño y Magdalena (15%). En
algunos casos, las cifras se relacionan con el predominio de
prácticas tradicionales propias de comunidades indígenas
y afrodescendientes, a pesar de que se reconoce que en los
antiguos territorios nacionales la atención médica durante
el parto pasó de 74 a 92% entre 1990 y 2005.
Según la ENDS (2005, p. 224), sólo el 58% de los niños
entre 12 y 23 meses en todo el país cuenta con un esquema
de vacunación completo, el 37% de estos niños recibió to-
das las vacunas durante su primer año de vida, y un 2% no
había recibido ninguna (Ibid.). Así, el porcentaje nacional
de vacunación en niños entre 12 y 23 meses es bastante
bajo y es aún más grave (Ibid., p.226) en las subregiones:
Litoral Pacífico (32,3%), Barranquilla A.M. (41,6%), Meta
(47,1%) y La Guajira, Cesar y Magdalena (48,7%).

73
Para el año 2005, la ENDS reportó que el 12% de los ni-
ños menores de cinco años presentó desnutrición crónica
o retardo en el crecimiento a consecuencia de la margina-
lidad y pobreza; el 2,8% de ellos se encontraba en riesgo
de desnutrición severa, siendo los más afectados los niños
menores de 12 a 24 meses. Las subregiones con mayores
índices de desnutrición crónica son Cauca, Nariño sin li-
toral (18,7%), La Guajira, Cesar, Magdalena (16,5%), Sur
de Bolívar, Sucre, Córdoba (14,4%) y Boyacá, Cundina-
marca y Meta (13,4%).
En síntesis, es fácil suponer que en algunos casos el
conflicto viene a agravar una situación estructural de des-
igualdad que afecta el disfrute de los derechos de los me-
nores de seis años, evidenciando la brecha que existe entre
comunidades indígenas y afrodescendientes, y habitantes
de algunos sectores rurales y el resto del país. Al respecto
debe reconocerse el impacto de estrategias utilizadas por
los actores armados, como el confinamiento o la fumi-
gación de cultivos ilícitos12, en el acceso de la población
a alimentos, medicinas o atención médica oportuna. Tal
como aparece en el informe mundial de la infancia (2008),
«… las situaciones de emergencia como las que generan
los conflictos armados producen inseguridad alimentaria
y un aumento de la mortalidad infantil causada por defi-
ciencias nutricionales, epidemias o brotes de ciertas enfer-
medades, escasez de medicamentos y otras dificultades en
la prestación de servicios de salud» (Unicef, 2007, p. 18).
En el mismo sentido, Graça Machel señala cómo «la in-
terrupción de los suministros alimentarios, la destrucción
de los cultivos alimentarios y las infraestructuras agríco-
las, la desintegración de las familias y las comunidades, el
desplazamiento de las poblaciones, la destrucción de los
servicios y programas de salud, y los sistemas de agua y
saneamiento imponen un alto costo a los niños. Muchos
12. Coalición contra la vinculación de niños y adolescentes al conflicto armado en Co-
lombia (2007). Informe sobre la situación de derechos humanos y derecho humanita-
rio de los niños y jóvenes del departamento de Putumayo.

74
mueren como consecuencia directa de la reducción del
consumo de alimentos, que provoca una malnutrición
aguda y grave, mientras que otros, debilitados por la mal-
nutrición, ya no tienen ninguna resistencia ante las enfer-
medades e infecciones corrientes de la infancia» (Machel,
1996, p. 45).

Desplazamiento forzado y primera infancia


Por su magnitud, y por las graves consecuencias sobre las
personas, el desplazamiento forzado es sin duda el impac-
to más significativo del conflicto armado interno sobre los
derechos de la población colombiana y una clara violación
al derecho internacional humanitario; así mismo, revela
la complejidad de las estrategias e intereses de los grupos
en confrontación, sus relaciones con el narcotráfico y las
alianzas con actores locales, que ven en el desplazamiento
el camino para satisfacer sus intereses económicos. Tales
alianzas han sido una de las principales estrategias de los
grupos de autodefensa.
La disputa por las riquezas y los territorios está estrecha-
mente ligada con el desplazamiento forzado, bien porque
se acusa a la población de colaborar con el bando opuesto
o por un claro interés de despojar a los habitantes de te-
rrenos considerados claves para los propósitos militares
y económicos de los actores armados. «Regiones produc-
toras de banano, oro, petróleo, carbón o coca comienzan
a sufrir la presión de los grupos guerrilleros, que buscan
fortalecer sus planes estratégicos mediante la apropiación
de recursos sustanciales» (Pizarro, 2006, p. 184).
El desplazamiento debe entenderse como un proce-
so que «abarca los eventos y las circunstancias previos al
éxodo, la jornada y las rutas migratorias, la llegada a un
nuevo lugar y las diversas estrategias de reconstrucción de
su vida y de supervivencia en el entorno social» (Riaño,
2006, p. 92). Antes del evento, la población se ve some-
tida a amenazas, hostigamientos y, en algunos casos, a

75
asesinatos selectivos; al abandonar su lugar de residencia
pierden bienes materiales, y en el lugar de acogida sufren
por el desarraigo y la incertidumbre; en todo el proceso
enfrentan cambios en la estructura y dinámica familiar.
«Los efectos funestos del desplazamiento forzado sobre
la estructura familiar afectan inevitablemente a los niños.
Estos no sólo tienen que ser testigos del horror de huir de
manera abrupta y violenta de su ambiente, sino además
enfrentan todo el proceso de adaptación a un nuevo me-
dio, el cual generalmente presenta nuevas características
de pobreza y deterioro de la calidad de vida y de la con-
dición emocional» (Sarmiento, 2003, citado por Arteaga,
s.f., p. 7).
Por estas razones, los niños menores de seis años vícti-
mas del delito de desplazamiento forzado constituyen un
grupo muy significativo en el análisis del impacto del con-
flicto armado sobre los derechos de la primera infancia.
Infortunadamente, no contamos con suficiente informa-
ción para analizar su situación.
Durante el período de 1997 a 2008, el grupo de niños
menores de seis años en situación de desplazamiento ha
representado a nivel nacional el 6,68% del total de la po-
blación desplazada13. Al realizar un análisis de la informa-
ción de acuerdo con el departamento de salida, se tiene
que Amazonas, Nariño, Vichada, Bogotá, D.C.14 y Huila
han sido los departamentos con mayor expulsión de niños
en primera infancia (tabla 4). Con todo, ninguno de éstos
se reconoce como uno de los diez departamentos con ma-
yor número de expulsión por desplazamiento forzado15
13. Cálculos del Observatorio sobre Infancia con base en información de la Agencia Presi-
dencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional, en http://www.accionsocial.
gov.co/Estadisticas/publicacion%20julio%2031%20de%202008.htm. Consultado el 17 de
septiembre de 2008.
14. Llama la atención que Bogotá, D.C., aparezca como una de las ciudades que ex-
pulsan el mayor número de niños menores de seis años. Se reconoce que la ciudad ha
expulsado a 3.176 personas desde 1997 y años anteriores, hasta 2008, de las cuales 386
(el 12,15%) tenían menos de seis años cuando sufrieron el desplazamiento.
15. Los departamentos con mayores índices de expulsión son Antioquia, Bolívar, Mag-
dalena, Chocó, Cesar, Caquetá, Tolima, Putumayo, Valle del Cauca y Cauca.

76
(Acción Social, 2008), en tanto que sí forman parte de los
departamentos con mayor proporción de niños menores
de cuatro años.

Tabla 4
Departamentos con mayor proporción de niños menores de
seis años en el grupo de población desplazada por el conflicto
armado entre 1997 y años anteriores, y 2008
Departamento Proporción de niños desplazados
de salida menores de seis años
Amazonas 14,16
Nariño 13,25
Vichada 12,23
Bogotá, D.C. 12,15
Huila 10,84
Arauca 10,70
Caquetá 9,99
Atlántico 9,79
Guainía 9,70
Meta 9,37
Fuente: Cálculos del Observatorio sobre Infancia con base en información de
la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional.
Consultado el 17/09/08 12:35 m. en http://www.accionsocial.gov.co/Estadisticas/
publicacion%20julio%2031%20de%202008.htm.

Como puede observarse, podría decirse a manera de hi-


pótesis que para los niños menores de seis años el riesgo de
desplazamiento aumenta si se pertenece a una comunidad
negra o indígena de los departamentos de Meta, Guainía,
Atlántico, Caquetá, Arauca, Huila, Bogotá, D.C., Vichada,
Nariño y Amazonas.
La fuente de información cuantitativa institucional más
actualizada, sobre el ejercicio de los derechos de la pobla-
ción en situación de desplazamiento inscrita en el Registro
Único de Población Desplazada (RUPD), es el Proceso Na-
cional de Verificación de los derechos de la población despla-
zada. Primer informe a la Corte Constitucional, realizado

77
a finales de 2007 y publicado en 2008 por la Comisión de
Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento
Forzado, el Centro de Investigaciones para el Desarrollo
(CID) y la Consultoría para los Derechos Humanos y el
Desplazamiento (Codhes).
De este proceso de verificación se desprenden datos im-
portantes relacionados con la situación de los niños me-
nores de seis años, que se encuentran en situación de des-
plazamiento. No obstante, los resultados del proceso están
organizados de acuerdo con los grupos etarios definidos
con anterioridad en el censo del año 2005, por lo cual se
reporta para el grupo de niños menores de cuatro años y
el grupo de niños de cinco a nueve años, dificultando el
análisis para la primera infancia.
Según el informe mencionado, el período comprendi-
do entre 2000 y 2002 representa el de mayor volumen de
desplazamiento forzado (33% del total comprendido entre
1995 y 2007); en más de la mitad de los casos se expulsó a las
personas de zonas rurales hacia cabeceras municipales. Por
modalidades de desplazamiento se encontró que el 46,2%
de los grupos familiares se desplazó de manera individual o
unifamiliar, 25,7% lo hizo en modalidad de desplazamiento
grupal (menos de diez hogares) y el 28,1% en forma masiva.
El predominio de los desplazamientos «gota a gota» debe
alertar sobre las dificultades de la población en situación de
desplazamiento para lograr su reconocimiento y acceder a
las acciones de restitución a que tienen derecho.
Apenas el 3,1% de las personas entrevistadas expresó que-
rer regresar a su sitio de origen, mientras que el 76,4% desea
permanecer en el actual lugar de asentamiento. Esta situa-
ción señala el gran impacto de desarraigo al que quedaron
expuestos los niños que forman parte de estas familias y el
reto que supone para los municipios receptores garantizar la
restitución de sus derechos.
Según la misma fuente, para la población en situación
de desplazamiento, sin considerar la fecha en que ocurrió

78
el evento, el 9,1% corresponde a niños entre cero y cuatro
años, el 31,8% se encuentra entre los 5 y 14 años y el 13,4%
está entre los 15 y 19 años (Comisión de Seguimiento a la
Política Pública sobre Desplazamiento Forzado, Centro
de Investigaciones para el Desarrollo [CID] y Consultoría
para los Derechos Humanos y el Desplazamiento [Codhes],
2008). El total de estas cifras nos dice que el 55,3% de la
población desplazada son niños y adolescentes, lo que lleva
a una situación de alta dependencia económica. La mayo-
ría de las familias entrevistadas se componen de cinco inte-
grantes, en promedio.
Los recién nacidos en los hogares desplazados no es-
tán incluidos en su totalidad, en los respectivos registros
oficiales (Registro Único de Población Desplazada). Así,
su vinculación a programas y subsidios del Estado para
la población en situación de desplazamiento se ve seria-
mente afectada, aun cuando la gran mayoría de los niños
(99,1%) cuentan con registro civil de nacimiento.
La jefatura de las familias desplazadas se distribuye en-
tre hombres (54,8%) y mujeres (45,2%); en este último
grupo, el 78,8% son madres cabeza de familia, es decir,
que cerca del 21,2% de niños de estas familias no cuentan
con la presencia de sus padres varones. Como se analiza-
rá más adelante, el entorno familiar y la permanencia y
seguridad de los vínculos afectivos con las personas más
significativas constituyen un derecho fundamental de los
niños durante la primera infancia, que puede verse vulne-
rado por el conflicto armado.
En el momento en que se realizó la encuesta, 4,3 de
cada 100 mujeres entre 12 y 50 años se encontraba en es-
tado de embarazo, cifra similar a la hallada para el total
nacional, a pesar de las diferencias en los rangos de edad
considerados, pues la ENDS 2005 no incluye a las mujeres
entre 12 y 14 años. Para la población desplazada se encon-
tró que cinco de cada diez niñas entre 12 y 17 años en el
momento de la encuesta estaba en embarazo o estuvieron

79
en esa condición durante el año anterior. El embarazo y la
maternidad adolescente pueden incidir de manera negati-
va en la realización de los derechos de los niños durante la
gestación y los primeros años de vida.
El 25% de la población encuestada se reconoce como
minoría étnica: 21% afrocolombianos y 4% indígena. En
el caso de los afrodescendientes, este porcentaje triplica
el registrado para el total de la población, según el censo
2005 (7,2%), confirmando la altísima participación de la
población negra en el total de víctimas del desplazamiento
forzado.
Uno de los efectos directos del desplazamiento for-
zado sobre las familias y sus integrantes es la dificultad
para vincularse al Sistema General de Seguridad Social
en Salud (SGSSS)16 o para acceder a servicios de salud
oportunos y de calidad. Al respecto, la encuesta repor-
ta que «aproximadamente una de cada cinco personas
desplazadas incluidas en el Registro Único de Pobla-
ción Desplazada (RUPD) está cubierta oficialmente por
el SGSSS, con el agravante de que la afiliación de esta
población al sistema se concentra en el régimen subsi-
diado (71,2%)» (Comisión de Seguimiento a la Política
Pública sobre Desplazamiento Forzado, Centro de Inves-
tigaciones para el Desarrollo [CID] y Consultoría para
los Derechos Humanos y el Desplazamiento [Codhes],
2008, p. 67).
En el análisis de la realización de los derechos a la salud
en la población infantil, el acceso a programas de vacu-
nación para evitar enfermedades prevenibles se conside-
ra un indicador relevante; al respecto se encontró que el
82,7% de los niños desplazados menores de ocho años

16. La Ley 100 de 1993 creó dos regímenes de afiliación al Sistema General de Seguridad
Social: el contributivo y el subsidiado. Al subsidiado se afilia la población más pobre y
vulnerable, sin capacidad de pago. Las personas que no logran afiliarse a ninguno de los
regímenes por ausencia de los oferentes o falta de recursos se denominan participantes
no asegurados, siendo responsabilidad de las alcaldías de cada municipio la prestación
de servicios de salud a esta población. Organización Panamericana de la Salud (2002).
Perfil del sistema de servicios de salud de Colombia.

80
cuenta con esquema de vacunación completo. En cuanto
a la salud materna, se halló que de las mujeres que están o
estuvieron en embarazo en el último año, el 83% tuvo al
menos un control prenatal.
El grupo de niños con edades entre cero y cuatro años
aparece como el menos afectado en el acceso a alimentos
si se lo compara con la población total: el 60,2% de estos
infantes recibió todas las comidas, mientras 50,3% del to-
tal dejó de consumir al menos una comida por falta de
alimentos. Sin embargo, resulta alarmante que cuatro de
cada diez menores de cuatro años no reciba alimentación
suficiente.
En lo referente al acceso de subsidios, la encuesta repor-
ta que el 64,7% de los hogares desplazados está vinculado
al programa Familias en Acción17; de este grupo, 55,6%
recibe el subsidio de nutrición que se asigna a los niños
menores de siete años.
Por otra parte, se encontró que un 26,6% de los des-
plazados menores de cinco años ha sido diagnosticado
con desnutrición, y de éstos, sólo el 75% ha recibido tra-
tamiento médico, lo que significa que el 25% de estos ni-
ños diagnosticados con desnutrición no ha sido atendido,
situación preocupante por las posibles consecuencias en
la salud y desarrollo infantil.
Las familias en situación de desplazamiento viven en con-
diciones de hacinamiento crítico, donde en promedio hay 3,3
personas por cuarto. Sólo 67,2% de los hogares cuenta con
acceso a todos los servicios domiciliarios (energía, acueduc-
to, alcantarillado y recolección de basuras), y apenas 56,4%
de los hogares dispone del servicio de agua las veinticuatro
17. «Es una iniciativa del gobierno nacional para entregar subsidios de nutrición o edu-
cación a los menores de dieciocho años que pertenezcan a las familias pertenecientes al
nivel 1 del Sisbén, familias en condición de desplazamiento o familias indígenas. El pro-
grama Familias en Acción consiste en otorgar un apoyo monetario directo a la madre
beneficiaria, condicionado al cumplimiento de compromisos por parte de la familia.
En educación, al garantizar la asistencia escolar de los menores, y en salud, con la asis-
tencia de los niños menores a las citas de control de crecimiento y desarrollo programa-
das».http://www.accionsocial.gov.co/contenido/contenido.aspx?catID=204&conID=157.
Consultado el 15 de septiembre de 2008.

81
horas, siete días a la semana. Existe una diferencia de más del
20% en relación con el promedio nacional.
En lo que respecta al derecho a la educación, resulta
preocupante la baja asistencia de los niños desplazados
al grado obligatorio de educación preescolar, dada su im-
portancia en la preparación para los aprendizajes escola-
res y en la prevención de la deserción. La tasa bruta para
este nivel es más baja que la del país, alcanza únicamente
al 56,3% de la población; habría que indagar si esto se ex-
plica por barreras de acceso al sistema educativo (pago de
matrícula o pensión, compra de uniformes, falta de trans-
porte) o por decisión de las familias que aún los conside-
ran pequeños para iniciar la escolaridad.
Así mismo, se encontró que apenas el 15% de los meno-
res de cinco años asiste a programas de educación inicial
(8,8% a hogar comunitario, guardería o jardín del ICBF,
y 5,8% a otras ofertas), mientras un alto porcentaje de los
niños de este grupo de edad permanece al cuidado de sus
padres u otras personas. Si bien ésta constituye una op-
ción de las familias, puede afectar las oportunidades de los
niños para entrar en contacto con bienes culturales como
la música y la lengua escrita, y con actividades enriquece-
doras para su desarrollo integral.

A manera de conclusión
Como se señaló al principio, se plantearon algunos análi-
sis e hipótesis preliminares sobre el impacto del conflicto
armado interno en la realización de derechos de los niños
menores de seis años, en particular en algunos sectores
de este grupo poblacional. Resultado del análisis y cruce
de información estadística disponible, se concluye que el
impacto del conflicto sobre la población infantil no es ho-
mogéneo, pues los riesgos y afectaciones son mayores para
algunos grupos de la población.
Los datos indican como algunos de los sectores críticos,
los siguientes: los niños menores de seis años de los pue-

82
blos indígenas que habitan en regiones con alta intensidad
del conflicto, como Putumayo, Vichada o Guaviare; quie-
nes viven en zonas sembradas de minas antipersonas en
zonas rurales de Antioquia, Caquetá y Guaviare; aquellos
pertenecientes a las comunidades afrodescendientes, víc-
timas del desplazamiento forzado, y por último, quienes
viven en condiciones de pobreza y exclusión en zonas ru-
rales con alta presencia de actores armados, en especial de
los departamentos de Nariño, Putumayo, Meta y Arauca.
Para terminar, tal como se ha señalado, «… existen en el
país familias y grupos de personas menos favorecidas que
otras debido en parte a la inequidad y las pocas oportu-
nidades para conseguir ingresos. Entre este grupo, coinci-
dencialmente, se encuentran por lo general aquellas que
geográficamente se ubican en zonas lejanas de los cascos
urbanos con poca presencia del Estado. Estas zonas se aso-
cian a menudo con los grupos armados al margen de la ley.
Para éstos, el establecimiento en tales regiones resulta bené-
fico y para sus habitantes estos grupos se convierten fácil-
mente en las autoridades locales. Dadas las circunstancias
de conflicto por las que atraviesa el país, las poblaciones de
estas regiones se ven afectadas por las diferentes formas de
confrontación armada en la que participan los actores del
conflicto» (M. Carvajal y C. Vargas, 2004, p. 10).

2.2. Incidencia del conflicto armado en la garantía para


la realización de los derechos favorecedores del
pleno desarrollo de la primera infancia
Con base en la revisión de la literatura existente sobre ni-
ñez y conflicto armado, es posible afirmar que la primera
infancia ocupa un espacio muy limitado, prácticamente
oculto18, en cuanto a las afectaciones que padece como
18. No obstante, la Unicef y la Fundación Bernard van Leer enfatizan en la insuficiente
atención prestada en materia de la realización de los derechos de los bebés y niños más
pequeños en casi todos los países del mundo, a pesar del reconocimiento de la primera
infancia como un período decisivo para el sano desarrollo de los niños pequeños y de
la dificultad de recuperar posteriormente —en las etapas del desarrollo que siguen en la
vida del niño— las oportunidades perdidas en estos primeros años. Entre algunas de las
razones aducidas para justificar esta importancia del desarrollo temprano se encuentra

83
consecuencia del conflicto armado, pese a considerarse
que es un momento vital del desarrollo humano, que exi-
ge el cuidado responsable de los adultos para la garantía
de sus derechos. No obstante, en este capítulo se preten-
de mostrar en qué forma aparecen los niños menores de
seis años en dicha literatura, al hacer la pregunta por la
afectación del conflicto armado a la garantía para la rea-
lización de los derechos favorecedores de su desarrollo, a
través del aseguramiento de las condiciones más adecua-
das para promoverlo y facilitarlo, dado que a lo largo de
estos primeros años de vida los seres humanos construyen
las capacidades necesarias para comprender el mundo so-
cial y desempeñarse en él, y que, por tanto, es un período
de atención prioritaria por parte del Estado, la familia y
la sociedad en general19. En la medida de lo posible, este
aporte de la revisión documental se complementa o con-
trasta con algunos hallazgos del trabajo de campo efectua-
do (capítulo 3), los cuales ya pasaron por la lectura que se
presenta en la primera parte de este texto.
Vale la pena destacar que se hace hincapié en la mane-
ra como el conflicto armado afecta las garantías para la
realización de derechos que favorecen el desarrollo de la
que los niños criados en ambientes que los estimulan tienen, a la edad de doce años,
un mejor funcionamiento del cerebro que aquellos criados en ambientes menos esti-
mulantes y que las tensiones tempranas afectan negativamente el funcionamiento del
cerebro, el aprendizaje y la memoria, de modo tal que los niños pequeños que sufren
una presión extrema se encuentran, en etapas sucesivas de su vida, en mayor peligro
de padecer trastornos comportamentales, emocionales y cognitivos (Unicef y FBVL,
2007, p. 23).
19. Del trabajo de Kamel (2007) se desprende que no sólo existe poca literatura sobre el
impacto de la guerra en la niñez temprana, sino también escasa experiencia en cuanto
a las respuestas a las necesidades generadas por esta situación. La poca información
existente se traslada a la situación de violación de los derechos de la primera infancia
en tiempos y situación de guerra. Nadie dudaría que el impacto que el conflicto armado
puede tener en lo social, político y cultural puede significar experiencias negativas para
el desarrollo y eventos posteriores de la vida de los niños, pero con la literatura exis-
tente y la escasa información de calidad no se puede establecer la medida exacta de ese
impacto. En esta forma, podría concluirse que la lectura documental deja la sensación
de que los niños más pequeños no existieran, pues no aparecen nombrados. Como
afirma la Unicef, «tal vez este olvido de la infancia, unido a un extravío del sentido de
la vida y de la dignidad humana, explica nuestra incapacidad para sentir vergüenza y
dolor frente a los niños golpeados brutalmente por los conflictos armados» (Unicef,
Dolor oculto, p. 3).

84
primera infancia antes que en la afectación directa, por
considerar que reconocer a los niños como sujetos de de-
rechos pasa por un ejercicio democrático que se garantiza
con la calidad de vida material, social, cultural, espiritual,
entre otras, que propicie el tránsito de la dependencia a la
autonomía. En este camino de formación democrática se
constituye el sujeto, se despliegan sus capacidades y se am-
plían la libertad humana, la responsabilidad y la dignidad,
libertad entendida como la posibilidad efectiva de tomar
decisiones sobre su propia vida y la de la sociedad a la que
pertenece.
En la perspectiva formulada, se cree que la realización
de los derechos de la primera infancia se expresa en la
generación de espacios y condiciones que posibiliten la
promoción de su desarrollo, como corresponde al ciclo de
vida por el que atraviesan y a las condiciones particulares
de la cultura en que están inscritos.
Si bien un desarrollo armonioso durante la primera in-
fancia, en el que la realización de derechos eleva las posibi-
lidades de los niños para alcanzar un pleno desarrollo, exige
ambientes enriquecidos y de seguridad afectiva, al igual que
condiciones para que vivan experiencias vitales que contri-
buyan a sentar las bases de la comprensión del mundo social
y cultural en el que nace el niño, resulta claro, a primera vista,
que el conflicto armado genera ambientes no favorecedores
para el desarrollo infantil temprano en el sentido expuesto20
y, por tanto, no garantiza el cumplimiento y ejercicio de sus
derechos. Como resultado de las consideraciones que expre-
san los privilegios para la niñez, el gobierno nacional puso en
marcha el Pacto por la Infancia y estableció como priorita-
rios los derechos humanos de los niños, entre los cuales brin-
dó especial atención a la situación de los menores afectados
por el conflicto armado.
Sin embargo, no es fácil discriminar en la literatura revi-
20. Por ello, para Unicef (2003) los niños vinculados al conflicto armado, víctimas de
secuestro, desaparición, desplazamiento o minas antipersonas, maltratados, abusados
y explotados sexualmente, deben tener protección especial.

85
sada, ni tampoco en la información aportada en el trabajo
de campo realizado, aquellas condiciones provenientes de
manera directa del conflicto armado de las atribuidas a la
pobreza y a las condiciones de inequidad que han caracte-
rizado históricamente al país, tal como se mostró con ante-
rioridad. Así, aunque por mandato constitucional (artículo
44 de la CPC) «los derechos de los niños prevalecen sobre
los derechos de las demás personas», tal como se señala en
el Documento Conpes (DNP, 2007, p. 6), su realización pasa
por el reconocimiento por parte del Estado, la familia y la
sociedad de la importancia de este momento de la vida de
su población, en cuanto a proporcionarle las condiciones
para contar con la calidad de vida a la que tiene derecho.
Con las anteriores advertencias, el esfuerzo que se hace a
continuación se constituye en una primera aproximación a la
manera como el conflicto armado vulnera las condiciones en
que se realizan los derechos de los niños de cero a seis años,
e impide su garantía, lo que significa mostrar los avances y
vacíos reportados, las tensiones existentes en la información
aportada y, particularmente, mostrar caminos de desarrollo
para la reflexión y profundización sobre el tema.
Se consideran condiciones básicas para la garantía y
el ejercicio de los derechos de la primera infancia, las si-
guientes: vínculos familiares seguros; trato amoroso hacia
el niño y condiciones propicias para que aprenda a partir
de su experiencia en el mundo, con los demás; acceso a
agua potable, a un ambiente sano y a una vivienda dig-
na; alimentación suficiente y adecuada para el bebé y su
madre, así como para el niño desde la gestación hasta los
seis años; atención de la salud en forma oportuna y con
calidad tanto para el niño como para la madre; promo-
ción del juego y condiciones para el ocio y el esparci-
miento; oportunidades de acceso a una educación inicial
de calidad y a los bienes culturales (música, literatura y
tradiciones populares), y oportunidades para la partici-
pación. Estas condiciones incluyen un ambiente sano y

86
saludable para la madre gestante, de modo tal que sea
posible que el embarazo y el parto se realicen en las con-
diciones requeridas para el adecuado desarrollo del bebé
por nacer21. A continuación se pretende mostrar desde el
análisis de la literatura existente, y de algunos datos prove-
nientes del trabajo de campo efectuado, cómo el conflicto
armado afecta estas condiciones.

Vínculos familiares seguros


Las familias, en sus distintos tipos de estructura y dinámi-
ca22, son las principales responsables del cuidado del niño y
de velar por la garantía de sus derechos (Sarmiento, 2007).
El preámbulo de la Convención Internacional de los De-
rechos de los Niños (1989) se refiere a la familia como el
grupo fundamental de la sociedad, y el medio natural para
el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, en
particular de los niños (Fondo Especial de las Naciones
Unidas para la Infancia [Unicef] y Fundación Bernard van
Leer, 2007). La familia, a través del amor y el afecto a los
niños, y de la calidad de los vínculos que establece, genera
en ellos aprendizajes sobre la manera de ver el mundo y a
los otros, y fija pautas que marcarán su forma de relacio-
narse en la sociedad. Estas condiciones sólo serán posibles

21. Se sabe que antes de llegar al año, el desarrollo del cerebro del niño es muy rápido
y tiene mayor alcance de lo que se creía, pues la formación de las células ya se ha com-
pletado antes del parto, aunque la maduración del cerebro continúa. Por su parte, el
cerebro es muy sensible a las influencias ambientales. Su desarrollo se ve seriamente
comprometido cuando la alimentación es inadecuada antes del parto y durante los
primeros años de vida (Unicef y FBVL, 2007, p. 23).
22. Las familias se integran en forma diversa, combinando la madre, el padre, los her-
manos, los abuelos y otros miembros de la familia ampliada, en ocasiones junto con
cuidadores a veces comunitarios y otros profesionales especializados en la atención y
educación del niño. A través del tiempo, las actitudes sociales hacia la familia, el matri-
monio y la paternidad y maternidad han ido cambiando, y ello ha hecho posible que en
la actualidad existan tipos de familia constituidos sobre principios (jurídicos, morales y
psicológicos) distintos y aun contradictorios. Los cambios en la familia han permitido
que las primeras relaciones y experiencias infantiles se diversifiquen, en razón de la
separación de los padres, la característica monoparental y la reconstitución familiar. Sin
lugar a dudas, esta diversidad se complica para los niños en situaciones de conflicto ar-
mado, en las que la fuerza e intensidad de éste obligan a tomar decisiones que cambian
la estructura y la dinámica familiar.

87
si se reconoce al niño menor de seis años como «otro sin-
gular y válido», de tal modo que sea posible un desarrollo
basado en el reconocimiento de su alteridad (Sarmiento y
otros, 2007, p. 18).
No obstante, un número cada vez mayor de niños se ve
privado de su ambiente familiar a causa de un conflicto
armado23. Pueden ser huérfanos o encontrarse, temporal
o definitivamente, separados de sus familias, haber sido
abandonados, haber sufrido la separación de sus padres a
causa del desplazamiento forzado, o vivir con los padres
y familiares en medio de zozobra e incertidumbre. A ma-
nera de ejemplo puede mostrarse cómo en un preescolar
de Puerto Asís, en Putumayo, la profesora afirma que «Los
niños que actualmente se encuentran en el curso son de
entre tres y medio y cuatro años, de los cuales seis no tie-
nen papá por diferentes razones y ocho son desplazados.
De los seis niños, uno es por desintegración familiar y cin-
co por muerte del padre» (Estudios de caso, capítulo 3).
Aunque las atribuciones al conflicto no están presentes de
modo contundente y directo, sí pueden servir de indicio
para pensar que en una región como ésta, afectada por el
conflicto armado, los niños pueden verse privados de su
ambiente familiar. A su vez, una funcionaria del ICBF de
Putumayo, al hablar de los niños que están en los hogares
de paso, señala que «Algunos de estos huérfanos son por
causa del conflicto, pues llegan a la ciudad sin su papá o
con familias desintegradas; otras de las razones de despla-
zamiento son por causa de la fumigación y quien consigue
trabajo en estos casos es la mujer» (Ibid.).
A mayor vulnerabilidad de la familia, puede decirse
que hay también mayores dificultades para conservar la
unidad de éstas y propiciar ambientes cálidos y afectuosos
para el desarrollo armónico de cada uno de sus miembros.
El conflicto armado es una situación extrema, que intro-
23. Aunque no existen datos al respecto, esto puede inferirse de los reportes sobre la
crudeza de la guerra y los ataques indiscriminados a las poblaciones, como se reporta
en la literatura revisada.

88
duce cambios profundos en la vida cotidiana de la familia,
vía por la cual se afecta especialmente a los niños menores
de seis años, en cuanto se ven privados de los ambientes de
socialización que requieren para su pleno desarrollo como
garantía de la realización de sus derechos.
Entre los factores —no excluyentes, antes bien comple-
mentarios, pero separados para el análisis— que afectan el
ambiente familiar al contar con un contexto de seguridad
y un cuidado garante de los derechos de los niños en la
primera infancia, se encuentran los siguientes:

Ambiente de zozobra y afectación emocional de los adultos.


Vivir en zonas de enfrentamiento o acción directa de los
actores armados trae consigo un impacto profundo para la
primera infancia, consistente a menudo en que su cuidado
(por parte de los padres, abuelos u otro adulto significati-
vo) pierde fuerza, pues la inestabilidad propia del conflicto
hace que los cuidadores no puedan atender debidamente
las señales de los niños, su nutrición, apoyo afectivo y cui-
dado atento. La afectación emocional de los adultos que
viven con el niño repercute en las interacciones familiares
y debilita, incluso, las redes de apoyo en los casos en que
existan (Williams et al., 2005, en H. Kamel). Como señala
Díaz, «quienes padecen de manera directa la intensidad de
la guerra quedan expuestos de lleno a sus embistes y efectos,
puesto que las diversas acciones de violencia y búsqueda
de exterminio del semejante o de la colectividad originan
peligros inevitables para los habitantes del lugar donde se
desarrollan las confrontaciones, peligros ligados a la con-
dición de impotencia y de desamparo del poblador, y a la
vez, a la potencia agresiva del actor armado, acompañada
generalmente con actos de crueldad y sevicia, que connota
una guerra» (2002, p. 68).
Según una funcionaria del ICBF, en Putumayo, «La vio-
lencia se observa como parte de la vida cotidiana, hay un
miedo generalizado en la gente…» (Estudios de caso, capí-

89
tulo 3) y puede derivarse de esto que, en tales condiciones,
un padre o una madre de familia experimentan la zozobra
e incertidumbre propia del ambiente de conflicto armado
y de las consecuencias que lleva consigo al estar expuesta
la población civil.
Es posible que en la situación de conflicto armado los ni-
ños estén expuestos a: a) privación o inadecuación de cuida-
dos parentales por causa de la angustia material o psicoló-
gica, o por su salud mental menoscabada; b) situaciones de
aislamiento producto del temor, el silencio, la resistencia y la
angustia ante el dolor, la muerte y demás hechos a los que se
obliga a vivir a la familia; c) atención incoherente, resultado
de las diferencias o problemas entre los padres o cuidadores,
ocasionados por la tensión y el estrés del conflicto armado;
d) relaciones familiares interrumpidas e incluso separaciones
forzadas que introducen cambios en el ambiente de interac-
ción familiar en que viven los niños; e) atención institucional
no siempre de buena calidad a la que, finalmente, se tiene que
acudir para la protección de los niños (Fondo de las Nacio-
nes Unidas para la Infancia [Unicef] y Fundación Bernard
van Leer, 2007). Estos factores, entre otros, repercuten en las
capacidades de los padres, las madres y las familias para cum-
plir con sus responsabilidades en relación con los niños.
La información reportada en el capítulo 3 de los Estu-
dios de caso muestra cómo, según un funcionario del ICBF
de Arauca, la pérdida del padre hace que la familia se re-
constituya, en ciertas oportunidades por más de una vez,
afectando el ambiente en que están creciendo los niños.
O sucede, según el mismo funcionario, que «en algunas
ocasiones los padres acompañan a las mujeres durante el
proceso de gestación y hasta el momento del parto, pero
poco después las abandonan, momento en el cual llega
otra pareja y efectúa el mismo proceso, abandonando otra
vez a la mujer con un nuevo hijo o hija» (Estudios de caso,
capítulo 3). Con ello se da a entender que en estos contex-
tos de fuerte presencia del conflicto armado, las familias

90
afrontan dificultades relacionadas con la estabilidad del
vínculo afectivo que logran construir como unidad básica,
en la que se realizan los derechos de la primera infancia.
En el mismo sentido, las palabras de uno de los pro-
fesionales del Programa Desarrollo y Paz del Magdalena
Medio son elocuentes: «Precisamente ayer escuchamos
de un caso, de los que uno conoce, pero realmente son
muchos; a uno de los niños que estaban presentando una
puesta en escena le habían asesinado al papá, a la mamá,
y había quedado con los tres hermanitos con él y tuvieron
que ser adoptados por la tía, a la cual también le habían
asesinado el marido y la cual tiene cuatro hijos, entonces
esa es la situación…» (Ibid.). Es posible complementar lo
dicho con las palabras de una funcionaria de un hogar in-
fantil del ICBF en Barrancabermeja: «En una guardería de
Las Granjas-Versalles hay niños que han quedado huérfa-
nos, tienen la familia separada, desintegrada, alguno está
preso…» (Ibid.), debido al conflicto armado. Al mismo
tiempo, en Arauca, un funcionario del ICBF señala: «El
otro factor que se presenta constantemente es el problema
de la desintegración familiar, que de hecho es un factor
bastante en aumento, pero en las familias desplazadas la
situación es generalizada. Los casos más comunes son o
bien que el hombre o padre es asesinado por algún actor
armado y obliga al desplazamiento de la familia restante
completa, o bien al momento de llegar el matrimonio o la
pareja al casco urbano, debido al desespero por no conse-
guir fuentes de ingreso o a la descomposición social en la
que se ven envueltos, la familia se disuelve, y generalmente
queda la mamá con todos los hijos. Cuando se compo-
nen nuevas familias se presentan relaciones complicadas
entre padrastro e hijos, ya sea por agresión o por abusos
sexuales. Este tipo de comportamientos no es que se haya
incrementado, lo cual puede ser una posibilidad, sino que
se han denunciado más rápidamente. Se está formando
una cultura de la denuncia» (Ibid.).

91
Así, aun cuando se requiere profundizar en el impacto
del conflicto armado en la vida cotidiana de la familia, los
anteriores registros sirven para mostrar las posibles dificul-
tades que tienen los miembros de ésta que viven en zonas
de conflicto armado o que se encuentran expuestos a la ac-
ción directa de los actores armados para atender, cuidar y
propiciar las condiciones de realización de derechos para
la primera infancia. A partir de esos indicios se torna in-
dispensable preguntarse por la manera en que los cambios
de figuras parentales, la ausencia de ellas, su exposición a la
crudeza del conflicto, la separación de los miembros de la
familia, se constituyen en síntomas de la afectación de los
vínculos afectivos que requiere el niño como garantía para
la realización de su derecho a un desarrollo pleno. En esta
medida, el ambiente de socialización infantil en un con-
texto familiar afectado por el conflicto armado puede estar
lejos de constituirse en un espacio afectuoso, que fortalece
las capacidades de los niños y que promueve su reconoci-
miento como sujeto de derechos por las dificultades de los
padres, los miembros de la familia y las instituciones para
satisfacer sus necesidades y contribuir a la realización de sus
derechos (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
[Unicef] y Fundación Bernard van Leer, 2007), a causa de
las experiencias vividas que generan un clima de zozobra y
afectación emocional a los adultos.

Amenazas y hostigamiento a las familias o a uno de sus


miembros. Estas situaciones producen inestabilidad emo-
cional y afectiva, temores y un ambiente de inseguridad
que llegan al extremo del desplazamiento, el cual se cons-
tituye en una problemática severa por la acentuación de
las condiciones de pobreza de la familia, la incertidumbre
sobre el lugar de destino, el cambio de rutinas familiares
y las dificultades para generar las condiciones básicas de
subsistencia a sus miembros. Ello sin contar el desarraigo
cultural y afectivo que trae consigo la pérdida de raíces

92
y de los bienes materiales y simbólicos que han formado
parte de la construcción del proyecto de vida familiar.
Las denuncias a los grupos armados por amenaza a las
familias llegan a convertirse en una estrategia que semeja
el empadronamiento, como puede ejemplificarse para el
caso de algunos municipios de Arauca:
En el departamento de Arauca, municipios de Arauqui-
ta y Saravena, el batallón contraguerrilla N° 46 realizó un
empadronamiento que registró a las 166 familias (1.530
personas) que se ubican en los primeros 75 kilómetros del
oleoducto Caño Limón-Coveñas. El ejército señaló que
«ahora sabemos los nombres de todos los propietarios e
integrantes de cada una de las familias, incluyendo la edad
de niños y adultos» (Coalición contra la Vinculación de
Niños y Niñas al Conflicto Armado Colombiano, 2003).
Según información aportada por la Defensoría del Pue-
blo, entre enero y noviembre de 2007 se atendieron cinco
denuncias por amenazas y se dieron 89 asesorías en el Mag-
dalena Medio, con lo que se establece que se continúe usan-
do esta estrategia de guerra —en una región que ha avan-
zado hacia la pacificación— que afecta la tranquilidad de la
vida familiar y, por este camino, la garantía de la realización
del derecho del niño a un ambiente de desarrollo sano.
Así mismo, se reporta que la amenaza, el hostigamiento
y la extorsión a las familias son generadores de vinculación
temprana al conflicto armado, por parte de los niños. Cabe
señalar que durante la niñez temprana no ocurre este proceso
de reclutamiento, pero la exposición y el contacto durante el
proceso de socialización en forma natural a uno u otro de los
grupos armados, al igual que la presión permanente que ellos
ejercen sobre las familias, se convierten en una amenaza para
ellos. De este modo, «Experiencias vividas, como la amenaza,
la muerte de un familiar a manos de un grupo insurgente o
del ejército regular, la persecución permanente de los grupos
que dominan la zona, pueden hacer que a la larga los niños
se enrolen, ya sea en el ejército regular o en grupos de opo-

93
sición, como medio de protección ante el acoso. El deseo de
venganza es otra causa para querer ser voluntario. Así, el re-
clutamiento voluntario está influido por las experiencias de
los niños con relación a los actores armados, pues situaciones
como la tortura, la pérdida del hogar o de miembros de la
familia, el desplazamiento forzado o exilio, la desprotección
legal y deseo de justicia no son atendidas adecuadamente por
parte del Estado» (Save the Children, s.f.).
Las amenazas como arma de guerra afectan a las familias
por otra vía: al extenderse la amenaza de los grupos armados
a las autoridades gubernamentales locales, las condiciones
de la atención a las familias se ven perjudicadas por cuanto
se corre el riesgo de privar a las poblaciones de los servicios
fundamentales y de los proyectos sociales para promover el
desarrollo familiar y comunitario. Como lo expresa la Coa-
lición contra la Vinculación de Niños y Niñas al Conflicto
Armado Colombiano (2005, p. 32), en Arauca las amenazas
son un distractor de la protección a la población por parte
del Estado y justifican la precaria atención a ésta con progra-
mas y recursos que se requieren para promover condiciones
que garanticen los derechos de los niños y sus familias. En
sus palabras, «La relación entre inversión social, amenazas de
la guerrilla y política contrainsurgente en Arauca resulta de
especial preocupación para el disfrute de los derechos de la
infancia. En primer lugar, el Estado justifica la ausencia de
inversión en la falta de condiciones de seguridad en la zona
y las posibilidades de ataques por parte de la guerrilla; en se-
gundo lugar, el Estado justifica su falta de inversión social en
que ésta terminaría beneficiando a la insurgencia, y en tercer
lugar, la capacidad de gestión de fondos públicos o privados
para programas de infancia por parte de las comunidades,
se disminuye porque los líderes no pueden ir a las cabeceras
municipal o departamental, por los riesgos para su seguri-
dad» (Coalición contra la Vinculación de Niños y Niñas al
Conflicto Armado Colombiano, 2005, p. 32).

Secuestros. Los secuestros, tanto de los padres como en


ocasiones de niños, se convierten en otra de las armas de es-
94
trategias usadas por los grupos armados contra la población
y contra miembros de la familia, contribuyendo a la desesta-
bilización y temor del grupo familiar, y a posibles cambios en
sus rutinas y en las interacciones entre sus miembros. Puede
decirse que el secuestro afecta la vida familiar, el desarrollo
cotidiano de los integrantes de la familia y los vínculos esta-
blecidos, de manera tal que al existir menores de seis años,
las condiciones propicias para su desarrollo pueden verse
afectadas por el ambiente propio de la guerra, dificultando
la protección y realización de sus derechos. Los niños crecen
en contextos de miedo, desconfianza e incertidumbre, y ellos
mismos, por medio de sus relaciones, expresiones y formas
de incluirse en los espacios sociales, exteriorizan ese miedo.
En la literatura especializada se reporta que «el se-
cuestro de niños y adolescentes se ha convertido en una
práctica criminal frecuente durante los últimos años. Los
secuestros están relacionados con mecanismos de finan-
ciación, extorsión o de escudo humano por parte de los
grupos armados ilegales y la delincuencia común. El se-
cuestro es un delito atroz que viola todos los derechos
de niñas víctimas» (Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia [Unicef], 2003). A pesar de esta alerta, no se
encontraron datos precisos sobre secuestros de niños de
cero a seis años o sobre la manera como ellos se afectan a
partir del secuestro de alguno de los miembros de la fami-
lia. Pero sí hay evidencia de secuestro para el grupo menor
de dieciocho años, pues «se calcula que cada dos días es
secuestrado un menor de edad» (Vásquez, 2005, p. 3).

Desplazamiento forzado. Cualquiera que sea la situación en


que se produce el desplazamiento y el papel que éste desem-
peña en el conflicto armado —como arma para ocupar terri-
torios y apropiárselos24, o a consecuencia de los rigores de la
24. El Comité Internacional de la Cruz Roja afirma que «el desplazamiento suele ser una
estrategia deliberada, no una consecuencia del conflicto». A su vez, el Comité Interagen-
cial de las Naciones Unidas sostiene que «la adquisición ilegal de tierras por medio de
amenazas y actos de violencia constituye una causa frecuente de desplazamiento forzado,
y amplias extensiones de tierra han llegado de manera ilegal a manos de narcotraficantes

95
guerra—, la familia directamente afectada y los niños meno-
res de seis años encuentran empobrecida su formación como
ciudadanos, así como también su realización de derechos, al
llevarse a cabo en condiciones de inestabilidad, desorden, in-
certidumbre y pérdida, producto del desplazamiento.
Efectivamente, las familias desplazadas encuestadas en San
Pablo25 en noviembre de 2004 (Dávila, 2007) señalan como
principales causas del desplazamiento los enfrentamientos
armados (54,6%), amenazas (19,5%), acciones directas de
actores armados (3%) y miedo a raíz de rumores (17,3%)
(Ramírez, 2005, p. 61). Para las familias que se vieron obli-
gadas a desplazarse y que muchas veces no encuentran en el
gobierno acciones concretas para prevenirlo (Dávila, 2007),
esta solución renueva y refuerza un problema porque pue-
de llegar a convertirse en la acentuación de su situación de
pobreza o en una introducción a ella. Esta situación acentúa
las dificultades de la familia para generar los vínculos afecti-
vos necesarios para el desarrollo infantil al verse afectada su
unidad: «Por la procedencia y modalidad como se produjo el
desplazamiento de las familias encuestadas, es posible tipificar
el desplazamiento como rural-urbano, gota a gota y familiar
total, toda vez que un 64% proviene del mismo municipio
(zona rural). Se han desplazado los núcleos familiares totales
de manera individual. Es decir, que todos los miembros de la
familia se desplazaron al mismo tiempo (…) Ello evidencia
cómo el desplazamiento vulnera el derecho humano funda-
mental a la familia y la unidad familiar, contemplado en los
Principios Rectores de los Desplazamientos Internos (PR 17)
y en la Constitución Política de Colombia (arts. 42 y 44)»
(Ramírez, 2005, p. 60).

y grupos paramilitares». De lo que se puede concluir que el conflicto, antes que una
causa, es una herramienta para generar desplazamiento de las comunidades y de ese
modo quitarles por la vía de la violencia sus bienes, principalmente las tierras (Dávila,
2007, p. 19).
25. Municipio del Magdalena Medio, ejemplo de la tendencia a la desocupación del
campo. En esta región, Barrancabermeja y San Pablo son los municipios que más po-
blación han expulsado de su territorio y también los que más población reciben (Dá-
vila, 2007).

96
A su vez, mediante las entrevistas realizadas a niños y jó-
venes —entre 8 y 16 años— de un hogar juvenil en el muni-
cipio de Arauca (Estudios de caso, capítulo 3) se ubica el con-
flicto armado como causa directa del desplazamiento. Los
entrevistados refieren recuerdos de su salida casi a la misma
edad (ocho años) y cómo dentro del grupo familiar había
menores de seis años. Así mismo, al menos uno de ellos narra
haber vivido la experiencia de más de un desplazamiento y
las experiencias dramáticas que los obligaron a irse.
Según una de las hermanas que trabajan en Pastoral So-
cial en Tame, el desplazamiento y la desintegración fami-
liar van de la mano: «Con la población desplazada sucede
algo bien particular y es el exceso del grado de desintegra-
ción familiar; llegan del campo estas familias, en muchas
ocasiones con alguno de los padres muertos, siendo éste
uno de los motivos más frecuentes del desplazamiento. Por
otra parte, hay muchos de los padres de familia que están
vinculados a grupos ilegales y es la mujer, que se convierte
en cabeza de familia, la que enfrenta el desplazamiento.
Por ejemplo, en la vereda de La Unión la mayoría de los
niños desplazados son hijos de guerrilleros» (Estudios de
caso, capítulo 3).
Así, las familias desplazadas se enfrentan a condiciones so-
cioeconómicas difíciles y distintas de las de su lugar de origen,
al llegar a espacios urbanos, a ciudades y barrios en los que
no acaban por acomodarse y que vuelven su vida cotidiana
un continuo movimiento en busca de mejores oportunida-
des. Indudablemente, esto pone en riesgo las condiciones
indispensables para un sano desarrollo de los niños en for-
ma directa, pues la inestabilidad del hogar depende en gran
medida de las condiciones de inseguridad e incertidumbre
con que se enfrentan a la vida, y de la situación económica y
laboral. O sea, en la base del funcionamiento y dinámica de
la familia se encuentran las condiciones para vivir desde el
punto de vista material y simbólico de manera segura y de
acuerdo con sus expectativas.

97
Según Vásquez (2005, p. 5), «La vulnerabilidad que pro-
duce el desplazamiento no es sólo económica, sino también
social y afectiva. Y aunque todo el sistema familiar se ve afec-
tado, la población menor de edad se convierte en la más vul-
nerable, por el grado de indefensión en que se encuentra».
A su turno, un docente de preescolar de Puerto Asís
narra la situación de los niños desplazados confiados a
su cuidado: «Los que actualmente tengo a mi cargo son
recién desplazados, cinco en total; el problema central es
el trabajo para las madres, no hay plata, la cuota del de-
sayuno es de mil pesos semanales para los desplazados y
a los otros de dos mil, y existen días en que no se tiene la
plata, no la pagan». Este vínculo desplazamiento-pobreza
puede evidenciarse en las siguientes palabras de un con-
cejal de Puerto Asís: «Los desplazamientos, por tanto, son
graves. La gente viene al casco urbano a aguantar hambre;
además, aquí llega gente de todo lado, no sólo de partes
rurales, sino de otros departamentos. Hay indígenas, cam-
pesinos y mucho colono» (Estudios de caso, capítulo 3).
La situación que se retrata en Arauca agrega otra pers-
pectiva al desplazamiento, por cuanto al incluir a la pobla-
ción indígena se complican y agravan las condiciones de
pobreza a que se ven sometidos la familia y los niños. Tal
como lo plantea un funcionario del ICBF de allí, «… es una
situación muy complicada, ya que se cuenta con quince co-
munidades indígenas en Tame. Debido al desplazamiento
muchos de ellos están muriendo de hambre —la comuni-
dad de los cuhilotos está con este problema—, y aunque
afecta a todo el núcleo familiar, los niños por obvias razones
son los más afectados» (Estudios de caso, capítulo 3).
Una madre desplazada entrevistada en Arauca muestra
cómo al desplazarse, de la noche a la mañana, tuvieron que
dejar lo poco que tenían: «Fueron como cinco meses de ese
tipo de conflictos y a lo último dieron veinticuatro horas para
salir de la tierra; todo quedó allá, eso nos tocó salir de una, nos
trajimos la ropa y el carro, lo demás quedó allá. En los prime-

98
ros días hubo hambres y ya después toca trabajar y dejar a los
niños solos en la casa» (Estudios de caso, capítulo 3).
A propósito de la vulnerabilidad de los niños, se ase-
gura que no existe una construcción reflexiva sobre la
devastación psíquica y moral que la guerra produce en
ellos; se sostiene también que, en el ámbito social, el
abandono del hogar y de las actividades económicas ha-
bituales (normalmente campesinas) de la familia impli-
ca que los niños deben renunciar a sus amigos, a sus seres
queridos, a su escuela, a sus costumbres y a los valores
tradicionales de su medio, y tienen que empezar a confi-
gurarse como seres sociales en un entorno nuevo, de ca-
racterísticas sociales, culturales y económicas diferentes
de las que existían en su entorno regular (Vásquez, 2005,
pp. 21-22).
El derecho de las familias desplazadas a una atención
humanitaria de emergencia26 se encuentra cuestionado
en lo referente a la agilidad en la prestación del servicio,
al carácter episódico que asume la atención de emergen-
cia, a la desprotección de la vida por parte del Estado y
su dificultad para asegurar condiciones de calidad de vida
dignas, lo que refuerza la vulnerabilidad de la familia para
sostenerse y ser garante de condiciones para el ejercicio
pleno de los derechos de sus hijos.
«La vida es un derecho básico, estrechamente vincula-
do con el respeto de todo ser humano; por esto mismo se
torna inviolable e imprescriptible, y abarca no solamente el
derecho a la seguridad frente a la violencia, sino también
el derecho a los medios de subsistencia y a la satisfacción
de las necesidades básicas (o mejor, acceso, goce y garantía
26. «Comprendida como el conjunto de acciones encaminadas a socorrer, asistir y pro-
teger a la población desplazada en el momento inmediatamente posterior al evento de
desplazamiento, y a atender sus necesidades de alimentación, aseo personal, manejo
de abastecimientos, utensilios de cocina, atención médica y psicológica, transporte de
emergencia y alojamiento transitorio en condiciones dignas. De conformidad con la
Ley 387/97 y el Decreto 2569/00, la atención humanitaria de emergencia se brinda por
tres meses, prorrogables por tres meses más, según la valoración de las necesidades de
los hogares y acorde con las condiciones establecidas en el artículo 22 del citado decre-
to» (Dávila, 2007, p. 87).

99
de sus derechos)», que permitan una calidad de vida digna.
La vida con dignidad es una realidad lejana para las fami-
lias desplazadas en San Pablo, ya que el Estado continúa sin
garantizar y restablecer los derechos mínimos vitales de la
Población en Situación de Desplazamiento por la Violencia
(PSDV). Las condiciones de vida de la PSDV en San Pablo
son, en general, precarias (Ramírez, 2005, p. 65).
En consecuencia, puede derivarse de lo expuesto la exis-
tencia de problemas frente a la atención de emergencia a
las familias desplazadas y la puesta en duda sobre que ésta
se realice en cumplimiento de los derechos de los niños,
pues tal como lo señala la Unicef (1999), las nuevas con-
diciones de vida son adversas en lo que tiene que ver no
sólo con la extrema pobreza a la que se ven expuestos, sino
a factores derivados de éstas que incluyen mala alimenta-
ción, inadecuadas condiciones de vivienda, agua, acceso a
servicios, y pocas oportunidades a educación y trabajo.
Según un funcionario de la Secretaría de Desarrollo de
Tame, la colaboración de emergencia que prestan el Co-
mité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y Acción Social
en el momento actual no es suficiente. «No es una cola-
boración permanente, se da la colaboración por atención
humanitaria de emergencia. Luego de ello, las familias
quedan sin sustento. No existe intervención en el sustento
socioeconómico» (Estudios de caso, capítulo 3).
Por otra parte, el retorno de las familias a sus lugares de
origen no se ve favorecido sólo por el desacato del Estado
a «las órdenes de la Corte Constitucional en materia de re-
torno» para el restablecimiento económico, según la Pro-
curaduría General de la Nación (Dávila, 2007, p. 25), sino
además porque existe un débil acompañamiento institu-
cional en los mismos procesos de retorno (Dávila, 2007) y
porque muchos de los desplazados no quieren regresar.

Control que sobre la familia ejercen los grupos armados


en conflicto. Las familias también se ven afectadas por el

100
control ejercido por los grupos armados en partes del te-
rritorio nacional, control que puede llegar a conducir a
la supeditación y dependencia de la familia del poder del
grupo armado para cubrir sus necesidades esenciales.
En estas condiciones, la familia es presa nuevamente del
temor y de la angustia, lo que enrarece su ambiente para el
proceso de socialización infantil. La intimidad y la cotidia-
nidad del hogar se ven afectadas por decisiones que, aun-
que no afectan en forma directa a los niños menores de seis
años, sí reflejan la dimensión del problema y el perjuicio
que causan al núcleo familiar: a manera de ejemplo, puede
ilustrarse que en Arauca «… a las niñas que les gusta poner-
se esas camisetas (ombligueras) les rayan el abdomen. A los
hombres les prohíben que tengan aretes, les dicen que les
van a quitar un pedazo de oreja» (Coalición, 2005, p. 35).

Pérdida de uno de los padres o su abandono y recomposi-


ción familiar. Por medio de estas situaciones, el conflicto
armado puede afectar a un número significativo de niños
al privarlos de su ambiente familiar. Por una parte, la dele-
gación de la crianza a terceros o la institucionalización de
los niños cuando no hay familiares que puedan encargar-
se de ellos es una de las alteraciones más importantes en
las condiciones para el desarrollo de la primera infancia,
como lo es el derecho a una familia.
En estas situaciones, a los niños los atienden en condi-
ciones en las que no siempre se considera la continuidad
en los procesos de crianza que han llevado hasta el mo-
mento, desde el punto de vista de las costumbres de la fa-
milia y la cultura a la que pertenecen, tal como lo señala la
Coalición contra la Vinculación de Niños y Niñas al Con-
flicto Armado Colombiano: «Los niños y niñas que son
institucionalizados como mecanismo de tutela siguen vi-
viendo condiciones especialmente difíciles. La Defensoría
del Pueblo (en informes anteriores a 2005) ha encontrado
casos de niños y niñas que son trasladados a instituciones

101
en departamentos bastante alejados de sus departamen-
tos de origen (por ejemplo, del Amazonas a Santander),
con lo cual quedan aún más separados de sus familias nu-
cleares y extensas, en particular cuando se trata de niños
indígenas o pertenecientes a grupos étnicos. Igualmente,
encontró que en la región del Magdalena Medio (cuyo
principal centro urbano es el puerto petrolero de Barran-
cabermeja) solamente existe una institución para niños y
niñas, que es usada como centro de observación para in-
fractores a la ley penal, y a la vez, institución de protección
para niños y niñas abandonados o en peligro, para niños y
niñas trabajadores y aquellos con problemas de adicción a
sustancias psicoactivas. Pero en la mayoría de las ciudades
y pueblos del país no existe siquiera un servicio estatal de
esa naturaleza» (2005, pp. 44-45).
Como puede reafirmarse, están amenazadas las condi-
ciones para garantizar la realización del derecho a un de-
sarrollo infantil pleno, por cuanto los niños se encuentran
en ambientes de socialización poco adecuados y precarios,
desde la óptica de la transmisión cultural, de la ausencia
del tratamiento individualizado que ellos requieren y de
las condiciones de infraestructura de las instituciones que
los albergan (Unicef, 1999, p. 18).
Los anteriores argumentos muestran cómo las condi-
ciones familiares en que crecen los niños al principio de su
vida dificultan la protección que requieren y la promoción
del desarrollo en las condiciones que merecen. Por el he-
cho de habitar zonas de conflicto, las familias y sus niños
menores de seis años están expuestos a los padecimientos
de la guerra y a sus consecuencias, que se materializan en
experiencias de trauma físico o psicológico, y en marcas
imborrables —e imperdonables— en el proceso de cons-
trucción de su desarrollo.
Es así como puede concluirse que el conflicto armado
viola los derechos que los niños menores de seis años tienen
a la vida, a estar con su familia y con su comunidad, a vivir

102
en paz, a disfrutar de afecto, a desarrollar los vínculos afec-
tivos y el apego propios de este momento de su vida; de esta
manera, se ve afectada la garantía para la realización de los
derechos que favorecen su pleno desarrollo. Una situación
conflictiva quebranta los vínculos familiares y hace que los
niños experimenten múltiples agresiones que pueden irse
acumulando, lo que va en detrimento de su proceso de de-
sarrollo. El resquebrajamiento de la familia como red so-
cial fundamental y de las relaciones primarias que vincu-
lan al recién llegado al mundo con «los otros» dificulta su
desarrollo físico, emocional, moral, cognoscitivo y social, y
puede tener consecuencias físicas y psicológicas profundas
(Machel, 1996).

Buen trato, protección a los niños y respeto a su dignidad


La primera infancia como uno de los momentos más crí-
ticos y fundamental del ciclo de la vida humana precisa,
para un adecuado desarrollo, de entornos de reconoci-
miento y potenciación que pasan por la interacción. Así,
los niños desde su nacimiento entablan intercambios so-
ciales y afectivos con quienes se encargan de su cuidado.
Un buen trato en este intercambio comprende, enton-
ces, protección y atento cuidado a sus necesidades, apoyo
a sus procesos de desarrollo, comprensión de su momento
particular en el ciclo del desarrollo, generación de opor-
tunidades para expresarse, y protección y cuidado contra
todo aquello que pueda afectarlo y hacerle daño desde el
punto de vista físico, psicológico, social y afectivo. De la
misma manera, el derecho al buen trato se vulnera en el
mismo momento en que el entorno del niño, que inclu-
ye a quienes lo rodean, se torna agresivo, de desconfianza,
atentatorio del reconocimiento y expansión de sus capaci-
dades y libertades.
Es el Estado, junto con la familia y la sociedad, el que
garantiza el derecho de los niños al buen trato y, por consi-
guiente, a asegurar escenarios de desarrollo afectivo y emo-

103
cional estables y seguros y, en esta medida, a suministrar
ambientes de socialización temprana que proporcionen a la
niñez, desde su temprana edad, aprendizajes sobre la con-
vivencia en paz y la democracia. De ahí la importancia de
asegurar al niño la atención que requiere y de atender sus
necesidades fundamentales, su seguridad emocional, el es-
tímulo adecuado, las relaciones afectivas propicias y el trato
en la dignidad de sujeto activo de su desarrollo. Cualquier
maltrato, humillación, abuso o explotación va en contravía
de sus derechos fundamentales; por el contrario, las inte-
racciones familiares y las prácticas de crianza que privile-
gian el buen trato y suprimen el castigo corporal, el grito y
cualquier acto de violencia —material o simbólico— con-
tra los niños son prácticas que conducen a un ambiente de
desarrollo adecuado para ellos, y en esta medida favorecen
la realización de sus derechos. Por esto se asevera que en el
contexto del conflicto armado no existen condiciones para
el buen trato de los niños.
En primer lugar, la ausencia de protección de los niños se
revela en su uso para labores relacionadas con el conflicto
armado. Los grupos armados utilizan —y han utilizado— a
los niños, según lo reporta la literatura y algunos registros
del trabajo de campo, sin discriminar su edad, para hacerlos
partícipes de la vida del conflicto armado, de su ideología
y valores, de labores lejanas a su mundo vital de desarrollo,
contraviniendo sus derechos. Aunque no se encuentran re-
gistros de estas acciones sobre el involucramiento directo
de los niños menores de seis años, ellos entran a vivir estas
experiencias a través de hermanos o amigos, a sentir temor
por su futuro o a creer que ese es su destino.
«La utilización es la forma más brutal del desconoci-
miento de la dignidad personal de los niños. Los menores
de edad no cuentan, carecen de importancia, aunque co-
mandantes de las organizaciones guerrilleras digan que son
los consentidos de sus filas, aunque los comandantes de las
bases militares del ejército afirmen que en ellas no hay ni-

104
ños y permitan que los usen como guías, informantes, dela-
tores, o que unidades militares se escuden en la presencia de
los niños. Ellos no cuentan, valen poco, cuando se conside-
ra que deben detectar con su cuerpo las minas quiebrapatas
o sembrarlas, cuando se justifican las misiones porque en
el frío intenso de los montes no hay voluntarios y llegan
de cualquier edad, con hambre, perseguidos, seducidos
por las armas o por el poder de quienes las usan. Los niños
son responsabilidad del Estado colombiano, con todas sus
instituciones, y particularmente es responsable por acción,
omisión o negligencia, del ejecutivo y de los funcionarios y
entidades que lo representan» (Unicef, 1999, pp. 25-26).
No es claro el vínculo actual de los niños en labores,
funciones o roles que benefician a los grupos armados,
pero tal como lo reporta un investigador de los estudios
de caso, el conflicto armado, al tener que ver con una lu-
cha económica asociada a negocios legales e ilegales, forja
en los niños aprendizajes propios de esa ilegalidad, puesto
que trabajan desde edades tempranas en labores de pro-
ducción: «Veo al hermano de Jimena, tiene siete años y me
cuenta cómo es el proceso para crear la pasta de coca. Ji-
mena me dice que los niños desde los cinco años ya raspan
coca y a los seis o siete años ya saben del procesamiento,
aunque eso ha bajado un poco, me dice, pues ya no existen
laboratorios propios pues ya no hay ni una sola mata de
coca» (Estudios de caso, capítulo 3).
Según una de las gestoras de Pastoral Social del Magdalena
Medio, que agencia el programa Pies Pequeños, destinado a la
primera infancia, antes se presentaba la siguiente situación:

Hace cinco años veíamos unas situaciones específicas en los niños


y era la utilización del actor armado en los niños para ser los men-
sajeros; inicialmente veíamos cómo llevaban y traían armas; para
esa época estaba el auge del cartel de la gasolina y los colocaban
para que hicieran las señas de la venta del combustible, manipula-
ción por ser hijos de personas que estaban vinculadas directamen-
te al conflicto (Estudios de caso, capítulo 3).

105
Además, sospechan que continúan presentándose casos
y que han emergido otros problemas: la aparición de ban-
das emergentes, la drogadicción, la prostitución infantil y
el alto índice de abuso sexual que se está generando.

Por eso queremos tener mayor certeza de que los grupos en los que
estamos y las comunidades nos pueden brindar información para
actualizar ese diagnóstico (gestora de Pastoral Social. Información
recolectada en Estudios de caso, capítulo 3).

En segunda instancia, podría conjeturarse que el con-


flicto armado afecta las condiciones favorecedoras del
buen trato que el niño debe recibir, en razón de la reali-
zación de su derecho a un desarrollo sano y armónico, a
causa de lo dicho en los puntos anteriores. Pero al buscar
evidencias sobre la intensificación del castigo y la violen-
cia intrafamiliar por la exposición directa de la familia al
conflicto armado y sus consecuencias, no se halla infor-
mación suficiente para apoyar la tesis con solidez argu-
mentativa.
En tercer término, en la literatura se atribuye a la vio-
lencia intrafamiliar y al maltrato infantil el ser razones por
las cuales los niños mayores de nueve años son propen-
sos al reclutamiento. Desde este punto de vista, la prime-
ra infancia que experimenta en su hogar la situación de
maltrato puede encontrarse más expuesta a un futuro con
este riesgo. Es así como en forma reiterada se dice que la
deficiente comunicación en el seno de la familia, el mal-
trato y la violencia intrafamiliar27, entre otros, son factores
que contribuyen a precipitar la decisión de abandonar el
hogar e incorporarse a los grupos armados (Save the Chil-
dren, s.f.), en cuyo interior los niños tienden a buscar el
afecto, la seguridad y la protección que no encuentran en
los hogares (Vásquez, 2005, p. 16).

27. Aunque el maltrato está presente en las historias de los jóvenes vinculados al con-
flicto con bastante frecuencia, «no conforma un mal social exclusivo a las zonas de
guerra y a los menores en conflicto armado» (Save the Children, s.f.).

106
En cuarto lugar, la estigmatización que se experimenta
en las comunidades afectadas por el conflicto puede aca-
rrear afectaciones en el buen trato hacia los niños, al igual
que procesos dolorosos que pueden presagiar un futuro
adverso. Forma parte de esta estigmatización el hecho
de discriminarlos y humillarlos al ser considerados, por
extensión de los padres o familiares, parte de uno u otro
de los bandos o grupos en disputa en la comunidad. Esta
situación puede afectar la realización de su derecho a la
protección frente a cualquier forma de violencia.
En Arauca, después de un ataque de las Farc en 2003,
la policía y el ejército desplegaron un operativo en el que
se detuvo a más de cien jóvenes, entre ellos varios niños,
que salían del Tercer Congreso de la Asociación Juvenil
y Estudiantil (Asojer); estos jóvenes dijeron que los gol-
pearon y maltrataron durante su retención. Como con-
secuencia del clima de persecución que se ha generado en
su contra, los miembros de Asojer señalan que viven en
constante miedo, se sienten en medio del conflicto, vistos
como «enemigos» y «llevando todo el peso de la guerra»
(Coalición contra la Vinculación de Niños y Niñas al Con-
flicto Armado Colombiano, 2005, pp. 33-34).
En quinta instancia, la protección frente al peligro físico
y la violencia que permiten garantizar la realización del de-
recho al desarrollo de los niños menores de seis años puede
verse afectada por el uso de las minas antipersonas28 como
arma de guerra. Se afirma, a septiembre de 2002, que «Co-
lombia es el único país del continente americano donde se
siguen sembrando minas» (Vásquez, 2005, p. 23). Lo mis-
mo asevera Unicef un año después: «A octubre de 2003,
Colombia es el único país del continente americano donde

28. No es posible determinar en la literatura revisada el tipo, cantidad y circunstancia


de lesiones de niños menores de seis años por causa de minas, pero se cuenta con un
reporte del Observatorio Presidencial para los Derechos Humanos y DIH que aparece
en el capítulo 1. Tampoco se reporta en la literatura la vinculación al procesamiento y
cultivo de coca o al contrabando de gasolina en zonas de conflicto armado, ni la colabo-
ración directa con los grupos armados. Como puede verse, la información sobre estas
condiciones de desarrollo para la primera infancia es bastante precaria.

107
se siguen sembrando minas; 45% del territorio colombiano
registra algún tipo de afectación por la presencia o sospecha
de existencia de minas antipersonas. Sin embargo, el 70%
del problema se concentra en siete departamentos: Antio-
quia, Santander, Bolívar, Caquetá, Cundinamarca, Norte de
Santander y Arauca» (Unicef, 2003).
Según Unicef (2003), «En Colombia, la incidencia de li-
mitaciones especiales en niños se ve incrementada por el
conflicto armado interno, que está generando una conside-
rable cantidad de casos de discapacidades motoras a causa
de minas, municiones sin explotar y armas livianas» (Unicef,
2003). «Menores de edad han muerto o han quedado con
graves limitaciones físicas tras el estallido de minas antiper-
sonas y de otros materiales bélicos» (Unicef, 1999, p. 4).
En síntesis, la ausencia de protección y buen trato a
causa del conflicto armado abre un camino de indagación
que requiere documentarse más, pues por esta vía pueden
afectarse las condiciones para un desarrollo pleno de los
niños, como corresponde a la realización de sus derechos.

Servicio de agua potable, derecho a un ambiente sano y


a una vivienda digna
Entre las explicaciones que se aducen sobre la alta mortali-
dad infantil aparece la falta de disposición de agua potable
por parte de un porcentaje significativo de la población y
la insuficiente cobertura de inmunización que impide la
realización de los derechos de la primera infancia.
«Las elevadas tasas de mortalidad de madres, neonatos y
niños menores de cinco años, la insuficiente cobertura de
la inmunización, las dificultades de acceso a los servicios
de salud, con los consiguientes resultados de un aumento
de riesgo en los embarazos y un insuficiente control del
crecimiento durante la primera infancia, la escasa pro-
moción de la lactancia materna, la falta de alimentación
apropiada y el elevado porcentaje de la población que no
dispone de agua potable segura constituyen pruebas evi-

108
dentes de que hay deficiencias sustanciales que impiden
que los niños ejerzan sus derechos en la primera infancia»
(Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [Unicef] y
Fundación Bernard van Leer, 2007, p. 9).
Las condiciones de pobreza de la población colombiana
y la baja calidad de vida de algunas de sus regiones impi-
den la realización del derecho de los niños y sus familias a
condiciones de calidad de vida dignas, por las dificultades
de acceso a servicios básicos como el agua potable, por
ejemplo. «Se afirma que un porcentaje importante de las
muertes de niños ocurridas antes de cumplir cinco años, y
sobre todo las ocurridas durante el primer año, tiene rela-
ción con la carencia de agua potable, servicio de alcantari-
llado o manejo adecuado de basuras» (Unicef, 2003).
Por su parte, la situación de desplazamiento agrava es-
tas condiciones, puesto que el sitio de destino tiende a ser
un lugar de precariedad en relación con condiciones de
sanidad y servicios públicos satisfactorios.
Las familias desplazadas por el conflicto armado pueden
encontrar dificultades para satisfacer de manera sostenible
sus necesidades básicas de alimentación, salud, educación,
vivienda y empleo, por lo que se disponen lineamientos
trazados por el Plan Nacional de Atención y Protección de
la Población Desplazada (Unicef, 2003).
Aunque, «Sin excepción, las áreas en las que mueren
más niños precozmente presentan también las mayores
deficiencias en educación y las peores condiciones de hi-
giene y saneamiento básico» (Unicef, 2003), en las regiones
en que el conflicto armado está asociado a cultivos ilícitos
esto se agrava. Las acciones estatales de fumigación para
erradicar esos cultivos plantean consecuencias aún no cla-
ras, relacionadas con el daño que con ello se hace a los
cultivos legales y a las fuentes de agua. A manera de ejem-
plo puede decirse que una de las profesoras de preescolar
entrevistadas en Putumayo afirma que «las fumigaciones
contaminan el agua» (Estudios de caso, capítulo 3).

109
En cuanto a la vivienda, la mayor afectación se presenta
en la población desplazada; además, se considera que éste es
uno de los problemas que tienen mayor retraso respecto de
otros componentes de la estabilización socioeconómica de
dicha población. En Arauca, el gobernador de un resguardo
indígena, al referirse a los grupos desplazados, señala: «En
estos albergues están necesitando viviendas dignas, pues
los niños se encuentran enfermos, las viviendas solamente
tienen techo, paredes no hay, y en las viviendas en las que
hay protección contra las adversidades climáticas se utili-
zan materiales demasiado rudimentarios, como telas; éste
ha sido otro factor que influye en las enfermedades de los
niños de esta comunidad» (Estudios de caso, capítulo 3).
En suma, las evidencias son pocas y con las hipótesis
que quedan planteadas se pretende mostrar la necesidad de
hacer más estudios y de recopilar información más preci-
sa acerca de la manera como se puede acceder al servicio
de agua potable, que junto con un ambiente sano y tener
una vivienda digna son indispensables para garantizar a las
familias las condiciones adecuadas para la realización del
derecho al desarrollo de los niños menores de seis años.

Alimentación suficiente y adecuada


Uno de los argumentos más sólidos sobre tener bue-
nas condiciones de alimentación en los primeros años
de vida lo constituye la leche materna. Se recomienda la
práctica de la lactancia exclusiva29 hasta los seis meses del
bebé y con alimentación complementaria hasta los dos
años. La existencia de desnutrición infantil, y su consi-
deración como una de las enfermedades más frecuentes
en la infancia, conduce a mostrar la vulneración de este
29. La práctica de la lactancia materna ha mejorado en cuanto al porcentaje de niños
que la inician tempranamente, así como en la duración de la lactancia hasta los 12 y 24
meses, pero muy poco ha aumentado la prevalencia de lactancia materna exclusiva has-
ta los seis meses, lo cual se corrobora con la disminución de la tasa de lactancia materna
exclusiva. El porcentaje de madres que lactan en forma exclusiva durante los primeros
seis meses (11,6%) en 2000 revela la dificultad de cambiar prácticas culturales que se
instalaron en los años sesenta y setenta por la presión de las industrias productoras de
alimentos infantiles (Unicef, 2003).

110
derecho fundamental para los niños, situación que afec-
ta de manera diferencial a la población de acuerdo con
sus condiciones socioeconómicas. Por ello se asegura
que «bastaría aumentar el número de mujeres que ali-
mentan a sus hijos durante los primeros seis meses de
vida exclusivamente con la lactancia materna para salvar
este año la vida de al menos 1,3 millones de bebés. Como
recomendación de salud pública de validez mundial, ha-
bría que insistir en que durante los primeros seis meses
de vida se alimente a los bebés exclusivamente median-
te la lactancia materna para alcanzar niveles óptimos de
crecimiento, desarrollo y salud» (Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia [Unicef] y Fundación Bernard
van Leer, 2007, p. 16).
«En el año 2000 murieron en Colombia 14.932 niños
menores de un año, a causa de infecciones respiratorias
agudas, desnutrición y diarrea. Estas enfermedades son
evitables mediante el fortalecimiento de los servicios de
salud y una efectiva participación de la comunidad a tra-
vés de pautas adecuadas de crianza, autocuidado y diag-
nóstico temprano» (Unicef, 2003).
Una profesora de preescolar del Magdalena Medio se
une a estas voces para señalar que «El problema que exis-
te aquí en el bosque es la parte alimentaria, hay muchos
niños que pierden clase por eso… Los alumnos míos son
de seis y siete añitos y tengo alumnos que no llegan por
eso, porque les falta la comida… El municipio ahorita está
dando unos pequeños refrigerios a los niños...» (Estudios
de caso, capítulo 3).
Aun cuando se considera que ha habido mejora en los
indicadores de desnutrición durante la primera infancia,
las medidas con las cuales este hecho se reporta no con-
tribuyen a mostrar las diferencias regionales y las dispa-
ridades de acuerdo con la concentración del ingreso y la
brecha entre poblaciones ricas y pobres, así como la grave
situación de la población desplazada, la que vive en zonas

111
de conflicto o en aquellas zonas más afectadas por el con-
flicto armado, tal como se mostró anteriormente.
Si bien las encuestas de demografía y salud han registrado
un notorio mejoramiento en los indicadores de desnutrición,
crónica y aguda, durante la primera infancia, entre 1990 y
2000, los promedios nacionales tienden a ocultar las dispari-
dades extremas, que se ocultan bajo los promedios nacionales.
«La grave situación de la población que se ha visto forzada a
desplazarse de sus sitios de origen por causa del conflicto ar-
mado es evidente, pues se encuentran viviendo en condiciones
de pobreza mayores que el resto de la población. En las zonas
urbanas, el 73% de los desplazados está en situación de mise-
ria, mientras el 10% de la población en el quintil más pobre
también lo está. El 23% de los niños menores de seis años en
situación de desplazamiento está en riesgo de desnutrición y
los más afectados son los de 12 a 23 meses de edad, rango que
coincide con el destete. Las condiciones alimentarias de los ho-
gares desplazados son verdaderamente críticas y de alta gra-
vedad, ya que los alimentos que se consumen en el hogar sólo
aportan el 43% de las calorías y el 84% de las proteínas que se
requieren, y en el caso de los micronutrientes sólo aportan el
40% de la vitamina A, el 48% del calcio y el 75% del hierro.
Estas deficiencias, o “brechas alimentarias”, sumadas al preca-
rio gasto per cápita del hogar, al hacinamiento y a la pobre-
za, ponen a todos los hogares desplazados en condiciones de
vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria, dentro de la cual
41% es alta, 42% media y 17% baja, clasificación que permite
identificar a los hogares con peores condiciones entre los más
pobres y vulnerables» (Unicef, 2003, p. 34).
Es así como se asegura que la población desplazada
puede sufrir al no poder proporcionar un acercamiento
satisfactorio al estándar de alimentación a los miembros
de la familia, con las implicaciones que trae esta situación
para los niños menores de seis años.
En el mismo sentido, el Programa Mundial de Alimen-
tos considera que el «23% de los niños desplazados está en

112
riesgo de desnutrición, resultando más afectados aquellos
entre uno y dos años de edad» (Coalición contra la Vincu-
lación de Niños y Niñas al Conflicto Armado Colombia-
no, 2005, p. 62). Por su parte, Médicos sin Fronteras habla
de un 29% de los niños con malnutrición crónica y el 3%
con malnutrición aguda, al tiempo que reporta novecien-
tos niños entre 6 y 59 meses en estado de desnutrición
crónica, y señala como más frecuentes las enfermedades
del sistema respiratorio, al igual que las infecciosas y para-
sitarias (Ibid., p. 63).
En Arauca, un representante de Médicos sin Fronte-
ras hace hincapié en el incumplimiento de la entrega de
alimentos a la población desplazada, con lo cual los pro-
blemas de desnutrición se agravan: «Observamos que los
kits que Acción Social estaba encargada de entregar no se
distribuyeron entre la población desplazada en enero. Por
esto nosotros asumimos la labor de ayuda con los kits, con
alimentos y con el tema de higiene» (Estudios de caso, ca-
pítulo 3).
De igual manera, un funcionario del ICBF de Arauca
establece que la ayuda alimentaria es precaria por cuanto
«Los kits que se entregan a los niños para recuperación
nutricional no se están utilizando bien, ya que se entre-
gan a la familia para que se les preparen los alimentos a
los niños, pero éstos se usan para alimentar el resto de la
familia y no duran más de uno o dos días. Por otro lado,
los alimentos que entrega la móvil son mínimos, ya que la
OIM sólo entrega alimentos no perecederos, pero la carne,
los vegetales y las frutas no son parte de la alimentación de
estos niños… pero en cuestión de alimentación, apenas es
una ayuda de emergencia» (Ibid.).
El mismo funcionario se refiere a la gravedad de la situa-
ción de la población desplazada en los siguientes términos:
«En la actualidad existen 850 cupos de alimentos y falta
mucho. El centro del ICBF se encuentra desbordado; la de-
manda de población, como la que se encuentra en situación

113
de desplazamiento, es muy alta y no existe un seguimiento
juicioso a estos casos: las crisis psicológicas y nutricionales
son muy frecuentes, el caso de las comunidades indígenas
es tal vez el más preocupante y grave» (Ibid.).
Por otra parte, son bien conocidos el bloqueo de carre-
teras y la instalación de retenes como estrategia de guerra
de los grupos guerrilleros, lo que provoca mayor desnutri-
ción y enfermedades, afectando de manera especial a los
niños (Coalición contra la Vinculación de Niños y Niñas
al Conflicto Armado Colombiano, 2005, p. 32).
De igual manera, las fumigaciones, al hacerse indis-
criminadamente sobre los cultivos, producen escasez de
alimentos y la consecuente desnutrición de los niños, di-
ficultando la protección y la realización del derecho a un
sano desarrollo en las zonas de conflicto armado. Para
ilustrar lo dicho se incluye el siguiente registro, que si bien
no forma parte de la afectación a la primera infancia, sí
muestra la gravedad de la situación y la necesidad de ma-
yor conocimiento para determinar con más contundencia
y precisión las hipótesis que se plantean.
Varias escuelas rurales de los municipios de Orito, San
Miguel, Valle del Guamuez, Puerto Guzmán, Villa Gar-
zón y Puerto Leguízamo (Putumayo) cultivan sus propias
huertas para ofrecer a sus alumnos un apoyo alimentario,
que se constituye en un gran incentivo para niños que en
muchos casos se encuentran en estado de malnutrición y
deben caminar varias horas antes de llegar a la escuela. Las
fumigaciones efectuadas en el marco de la erradicación de
cultivos ilícitos han afectado gravemente estas huertas es-
colares, con lo cual se han acentuado el hambre en la po-
blación infantil y la deserción escolar (Ibid., p. 49).
Es así como el secretario de un resguardo indígena de
Putumayo sostiene que las fumigaciones generan des-
plazamiento. Se ha recibido alguna cooperación interna-
cional, como en el caso del Consejo Noruego, para hacer
reuniones y trabajos con campesinos e indígenas. En la

114
reunión de la mesa departamental de organizaciones se ha
puesto sobre la mesa el desplazamiento por hambre y no
sólo por actores armados. El impacto del desplazamiento
por fumigaciones es muy alto, como lo confirma el secre-
tario de la Unidad de Atención y Orientación (UAO) al
desplazado: «Lo cierto es que la gran mayoría de los des-
plazamientos son por reclutamiento y el que existe por el
hambre de las fumigaciones, pero en este último no pode-
mos hacer nada» (Estudios de caso, capítulo 3).
Aun cuando las madres que han tenido un acceso preca-
rio a la educación deberían contar con asistencia especial
durante el embarazo y después del parto, para proveerla de
herramientas que conduzcan a cualificar la alimentación de
los hijos durante la gestación y a lo largo de la primera in-
fancia, esta protección del Estado puede verse afectada por
el conflicto armado, el cual dificulta el acceso de los servi-
cios a las zonas donde hay enfrentamientos. No obstante, en
muchos sitios de alta confrontación armada los médicos y
otros trabajadores de la salud han tenido que abandonar la
región, en tanto que los actores del conflicto han utilizado
los centros de atención a la infancia como escudos protec-
tores, puesto que acampan al lado de sus instalaciones o es-
tablecen guarniciones junto a éstas (Unicef, 1999, p. 4).

Atención en salud, oportuna y de calidad


Según la Convención sobre los Derechos del Niño, todos
los niños tienen derecho a disfrutar del más alto nivel po-
sible de salud, que se debe complementar con una buena
nutrición. Se sabe que las situaciones de emergencia pro-
ducto del conflicto armado traen consigo un aumento de
la mortalidad infantil, causada por deficiencias nutricio-
nales, epidemias o brotes de ciertas enfermedades, escasez
de medicamentos y otras dificultades en la prestación de
servicios de salud.
Según la Unicef, la ausencia de afiliación al Sistema
General de Seguridad Social en Salud (SGSSS) de la po-

115
blación en condición de vulnerabilidad o en situación de
desplazamiento no es sólo un asunto de salud, sino un in-
dicador de injusticia social, pues esto ocurre dentro de los
sectores más pobres de la población (Unicef, 2003).
No todas las mujeres gestantes y niños recién nacidos
en un municipio reciben la atención adecuada en las ins-
tituciones de salud, a través de los planes de beneficios y
de los recursos destinados a la atención de la población no
afiliada y desplazada, ni control de crecimiento y desarro-
llo de niños, ni prevención y manejo de las enfermedades
más frecuentes en la infancia (diarrea, infección respira-
toria aguda, desnutrición y malaria), evitables mediante
diagnóstico oportuno y manejo adecuado (Unicef, 2003).
En particular para la salud, la situación de conflicto ar-
mado dificulta la garantía de los derechos básicos de los ni-
ños, pues las zonas tienden a estigmatizarse, así como a los
niños que viven en ellas, por tratarse de adhesiones a un
grupo o a otro (Coalición contra la Vinculación de Niños y
Niñas al Conflicto Armado Colombiano, 2005, p. 31).
En cuanto a la vacunación de niños, el suministro mis-
mo de las vacunas se torna difícil en las zonas afectadas
por el conflicto armado (Unicef, 2003).
En Colombia han disminuido las coberturas de vacu-
nación de 1997 a 2000 en los municipios más pobres, pre-
cisamente donde hay mayores necesidades básicas insatis-
fechas, sobre todo en los municipios aislados, afectados
por el conflicto armado. Entre los factores que inciden en
ello se destacan las dificultades generadas por el conflic-
to interno y el desplazamiento, la falta de claridad entre
los distintos niveles del SGSSS sobre las competencias y
responsabilidades, y la reducción del presupuesto para va-
cunaciones. En muchos municipios del país los hospitales
de niveles II y III han cerrado sus servicios de vacunación
(Unicef, 2003).
Los reportes del trabajo de campo sobre la vacunación
no permiten afirmaciones contundentes sobre el tema, ya

116
que si bien en Putumayo un miembro de la comunidad
asegura que «Aquí no llegan las brigadas de vacunación,
eso aquí no vienen porque dizque somos guerrilleros, na-
die nos atiende», en el Magdalena Medio un funcionario
de la Secretaría de Salud, por el contrario, dice lo siguien-
te: «Este año no tuvimos problemas, no ha habido compli-
caciones. Hace unos años creo que había, pero actualmen-
te les puedo decir que estamos llegando a todas las áreas
rurales de Barrancabermeja». A su vez, para el profesional
de Médicos sin Fronteras de Arauca entrevistado la vacu-
nación se hace sin dificultades.
«Entre tanto, las jornadas de vacunación sí están fun-
cionando; hemos visto que en este sentido el hospital ha
asumido una fase de prevención consciente con la pobla-
ción y las vacunas se están aplicando. Nosotros también
vacunamos a la población en algunas de las misiones mé-
dicas; para esto decidimos empezar a realizar una base de
datos de la población que nosotros hemos vacunado. Vale
decir que esto lo realizamos autónomamente, pues no va-
mos con ninguna brigada que tengan pensado los entes
estatales; en muchas ocasiones nos los encontramos en las
comunidades, pero no acordamos previamente la asisten-
cia conjunta a estas brigadas» (Ibid.).
De la misma manera que ya se señaló para otros aspec-
tos, la literatura brinda evidencias que permiten respon-
sabilizar a las fumigaciones de algunos problemas de salud
en la población, por cuanto los servicios de agua y sanea-
miento se ven afectados por la práctica indiscriminada de
éstas (Coalición contra la Vinculación de Niños y Niñas al
Conflicto Armado Colombiano, 2005, p. 48). Un concejal
de Puerto Asís (Putumayo), a propósito de esto, señala:
«Sólo hay erradicaciones y fumigaciones, y con eso conta-
minan la comida, el agua y los niños con brotes, manchas
en la piel y problemas en los pulmones» (Estudios de caso,
capítulo 3). Esto lo confirma uno de los miembros de la
comunidad al afirmar: «Eso cuando llega la “fumiga” has-

117
ta a la casa le cae, a nosotras nos toca salir corriendo con
los niños para ese cerro de allá, pues eso les cae a los niños;
mire a éste cómo tiene esa mancha en el ojo, eso es muy
malo» (Ibid.). La profesora de una de las escuelas visitadas
en Putumayo sostiene que «Los niños presentan muchos
brotes, con ampollas rojas, sobre todo después de unos
días de las fumigaciones. Los problemas respiratorios son
de los más pequeños, casi todos los niños pequeños que yo
he visto tienen problemas respiratorios» (Ibid.).
En materia de protección de la salud de la población
desplazada, la Coalición considera que el gobierno no ha
garantizado el derecho a la salud de las personas desplaza-
das, tanto en cobertura y calidad como en el suministro de
medicamentos. «Autoridades nacionales, organismos de
control, autoridades regionales y organizaciones que tra-
bajan con esta población han señalado su preocupación
por el desmonte del modelo de atención en salud para la
población desplazada, que incluye limitaciones al cubri-
miento en salud a sólo urgencias derivadas del desplaza-
miento y la desatención en materia psicosocial» (Coali-
ción contra la Vinculación de Niños y Niñas al Conflicto
Armado Colombiano, 2005, p. 62).
Las enfermedades más comunes de los niños en situa-
ción de desplazamiento son las enfermedades diarreicas
agudas, respiratorias, de la piel y desnutrición, como se
manifiesta a continuación.
Según la Defensoría del Pueblo, los problemas de salud
más frecuentes de los niños en esta situación son las enfer-
medades diarreicas agudas, respiratorias, de la piel y des-
nutrición. Sobre esta última, en el estudio de la Defensoría
se observa que de 1.027 niños desplazados que presentan
síntomas de desnutrición, contabilizados en un barrio, 393
(38%) lo estaban en alto grado. Se encontró igualmente que
el 67,5% no tenía ningún tipo de afiliación al sistema de
salud. La salud mental también presenta grandes fisuras. La
experiencia del terror, haber sido testigos de hechos violen-

118
tos especialmente atroces, la persecución a los miembros de
sus familias o las agresiones directas contra niños ocasio-
nan disfunciones psicoafectivas (Unicef, 1999, p. 21).
Estas cifras, si bien brindan indicios de las tendencias
generales en la población infantil, necesitarían precisarse
para el caso de los niños entre los cero y seis años.
En general, las secretarías de Salud de los municipios
no disponen de un sistema de información a la población
desplazada que les permita acceder al goce del derecho a
la salud y a la protección de enfermedades. Las secretarías
municipales, como organismos encargados de la vigilan-
cia de la salud y de la aplicación de las políticas públicas
en salud, no hacen monitoreo, seguimiento y control a las
entidades con las cuales se contrata la atención en salud a
la población desplazada (Dávila, 2007, p. 93).
Como se puede apreciar, de un tema que ha sido bas-
tante documentado en la literatura como éste se encuen-
tra poca información, en especial al intentar especificar la
manera en que el conflicto armado afecta a la población
perteneciente al grupo de primera infancia, particular-
mente aquella que vive en zonas de conflicto, ya que es
evidente la aproximación a situaciones específicas, como
el desplazamiento forzado y la poca documentación frente
a otras situaciones producto del conflicto armado, al igual
que su relación con las dificultades en el acceso, producto
de la exclusión y la pobreza.

Oportunidades para el juego y la recreación


El juego es uno de los principales y valiosos escenarios
para que los niños establezcan interacciones, hagan rela-
ciones sociales, aprendan a tratar a los demás y desarrollen
habilidades cognitivas y psicomotrices. Las oportunidades
de acceder a material lúdico en la familia y en las institu-
ciones de educación inicial, y en los espacios en que cir-
cula el niño, generan mayor probabilidad de obtener un
desarrollo sano y gratificante. Los adultos que rodean al

119
niño deben promover el juego y la recreación para garan-
tizar su pleno desarrollo.
No obstante, hay que sensibilizar a las familias en este
sentido, pues para ellas asistir a la escuela y jugar se pue-
den remplazar por mandarlos a trabajar a la calle, situa-
ción que visibiliza una desvalorización de la importancia
del juego y la educación, y conduce a que los niños no
puedan jugar y disfrutar de todas las condiciones que po-
sibilitan su normal desarrollo, o lo hagan menos (Unicef,
2003). Aunque ello no aplica necesariamente para la fran-
ja poblacional sobre la cual se trabaja en este documento,
sí muestra unas valoraciones y prácticas y se desconoce
cómo ello afecta la realización de un desarrollo armónico
de la primera infancia.
La información respecto a provisión de parques y esce-
narios deportivos en el sistema educativo y por fuera de él
no existe, a pesar de los estándares nacionales fijados en tal
sentido. Además, las actividades recreativas y deportivas cu-
rriculares se han visto limitadas en el espacio escolar, por la
doble jornada en los establecimientos educativos públicos
(Sarmiento, 2007, p. 18). Tampoco existe ninguna informa-
ción que pueda derivar los análisis sobre la garantía del de-
recho al juego y a la recreación en la primera infancia30.
Con todo, podría decirse que la existencia de minas an-
tipersonas y la fabricación de éstas, cuando dicha labor la
desarrollan niños, ponen en riesgo la concepción misma
y la práctica del juego como actividad lúdica y sana para
esta franja poblacional.
Tampoco hay información en la literatura revisada sobre
la relación existente entre presencia de minas en el territo-
30. En el trabajo de Sarmiento se estima «la provisión del servicio de recreación en
cuanto al tiempo disponible por los niños y adolescentes de 5 - 17 años, con la refe-
rencia del tiempo libre, que es el tiempo no invertido en la jornada escolar, la jornada
laboral para los niños trabajadores, el tiempo deseable de dormir según la edad del
niño o adolescente. El tiempo libre de los niños se distribuye en ver televisión, variable
que hay que estimar, lo que permite evidenciar el tiempo medio para otras actividades
recreativas y su realización como el deporte y el tiempo de ocio con que cuentan nues-
tros niños y adolescentes. Por lo anterior, el tema vinculado en forma insoluble es el del
trabajo infantil» (Sarmiento, 2007, p. 19).

120
rio y afectación de las oportunidades de recreación, aunque
sí sobre su uso en el país en contextos de conflicto armado
y sobre los problemas que acarrea en cuanto a daños per-
sonales y de destrucción de los entornos vitales por los que
circulan los niños, especialmente si se considera, como ya
se dijo, que «los grupos guerrilleros han aumentado en los
últimos dos años la utilización de minas antipersonas como
armas de guerra, lo que implica un mayor número de minas
antipersonas sin explotar en las zonas rurales, que generan
para los niños un mayor riesgo de ser víctimas» (Coalición
contra la Vinculación de Niños y Niñas al Conflicto Arma-
do Colombiano, 2005, p. 77) y una restricción frente a sus
espacios de circulación y recreación.
Ahora bien, la afectación del derecho al juego también se
hace visible al encontrarse los niños en ambientes insegu-
ros e inciertos en los que pueden ocurrir tomas guerrilleras,
ocupación de espacios de la comunidad y, en particular, de
los niños por parte de los actores armados. De igual mane-
ra, la afectación de los estados emotivos de los adultos por
causa del conflicto armado dificulta ofrecer o vivir junto
con los niños momentos de juego, o realizar actividades de
esparcimiento. Pero sobre ello es poco lo que puede docu-
mentarse en relación con la primera infancia.
Con respecto al juego, algunas personas entrevistadas
durante los estudios de caso (capítulo 3) muestran cómo
el conflicto armado afecta la construcción de identidad y
subjetividad de los niños, cómo se desarrollará posterior-
mente y cómo esto se revela en los tipos de juego que ellos
realizan. Los juegos hacen visible la guerra, y a través de
«jugar a la guerra» los niños asumen roles relacionados
con los escenarios, que ponen en evidencia la circulación
de determinados valores, creencias y concepciones en las
comunidades expuestas a estas situaciones sociales con-
flictivas.
Para ampliar esto, puede mostrarse el relato de dos do-
centes de preescolar del Magdalena Medio. Dicen: «Los jue-

121
gos de ellos (los niños) son con palos: ¡que tú eres guerrille-
ro, que yo soy del ejército, que tú eres paraco!, son los juegos
que más se ven aquí. Uno como docente trata de orientarlos
en otras formas, quitarles lo que traen ellos, porque a veces
traen pistolas de juguete de pasta… desde los cuatro años
ya está mirando a los niños jugando eso. El año pasado, en
el curso de primero, les decomisé hasta navajas… incluso
unas navajas que son pistolitas de juguete y les espicha un
botón y son unas navajas, las traían acá, pistolas de jugue-
te, hasta cuchillos, el decir de ellos era que era para sacarle
punta al lápiz, pero no, ellos mismos se tiraban puñaladas
en el recreo porque me quitó el borrador, porque me qui-
tó el lápiz, porque me rayó el cuaderno; entonces lo que
ellos miran alrededor, ellos lo imitan porque quién más que
los niños, los niños son muy imitadores» (Estudios de caso,
capítulo 3). Todo lo que puedan tomarle forma de arma y
ese es el juego preferido de ellos, y es lo que ha persistido
desde aquel tiempo que trabajé hasta ahora, a pesar de que
acá se intenta como dar otras posibilidades de juego… ya
de pronto los niños no comentan tanto, cuando estuve an-
tes sí, se escuchaba en su lenguaje el paraco, el guerrillero,
el que mató… eso ya no se les escucha hablar… como era
algo tan vivencial, los niños lo identificaban (Ibid.). Y en las
cuestiones de juegos es que hacen sus armas, sus pistolas y
comienzan “¡te maté!”» (Ibid.).
En Putumayo, un docente de preescolar coincide con
ellos: «Los juegos más comunes es que cogen un palo y
juegan a pistoleros, y los niños se identifican unos con la
guerrilla y otros con los paracos. La mayoría dice que yo
soy paraco y los restantes dicen que son guerrilleros. Los
niños que son de aquí, de lo urbano, se identifican más con
los paracos y los del campo con la guerrilla. Los niños del
campo le tienen mucho miedo al helicóptero, eso cuando
lo escuchan o ven es muy complicado. Y dicen “ya viene el
ejército a matarnos”. Se esconden debajo de los pupitres o
de mi escritorio y se ponen a llorar. Incluso cuando llueve

122
y escuchan un trueno dicen que es una bomba y que ma-
taron a alguien y no piensan que es un trueno» (Ibid.).

Acceso a educación inicial de calidad


La calidad de la educación en la familia, como puede deri-
varse de lo expuesto en párrafos anteriores, tiende a afec-
tarse en contextos de conflicto armado. No obstante, el cui-
dado de la primera infancia no siempre es responsabilidad
de los padres. Es posible que el niño pase varias horas del
día en manos de cuidadores, de parientes, de empleados, de
miembros de la comunidad o de instituciones encargadas
de este cuidado. El derecho a la educación inicial31 alude a
la exposición del niño a oportunidades de aprendizaje tem-
prano, que cada vez se extiende más hacia abajo en cuanto
sube la edad del niño. La ausencia de los padres, a causa del
conflicto armado, hace que estas condiciones puedan ini-
ciarse a edades más tempranas de las deseadas en un medio
institucional. «Las investigaciones demuestran cuán prove-
chosas son para los niños las experiencias organizadas de
aprendizaje temprano, en particular cuando se trata de los
niños más pobres…» (Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia y Fundación Bernard van Leer, 2007, p. 18).
Por tanto, aunque se consideran insustituibles el cuidado
y la atención que haga la familia, no cabe duda de la necesi-
dad de la actuación del Estado en condiciones de vulnerabi-
lidad. En virtud de que en la primera infancia se sientan las
bases para el desarrollo de capacidades, habilidades y poten-
cialidades, que permitan a los niños reconocerse y realizarse
como sujetos de derechos, el Estado es el primer garante
31. La reglamentación para la educación de la primera infancia se encuentra en la Ley
115 General de Educación (1994), arts. 17 y 18. Sarmiento dice: «Comprende mínimo
un año obligatorio» (seis años de edad). «El nivel de educación preescolar de tres gra-
dos se generalizará en instituciones educativas del Estado o en las instituciones que
establezcan programas para la prestación de este servicio...» (6-5-4 años de edad). Para
la educación básica primaria, cinco años de educación básica o ciclo de primaria obli-
gatorio (siete-once años), la misma ley (arts. 20, 21) especifica la básica secundaria
(art. 22), tres años de educación básica subsiguiente obligatorios o ciclo de secundaria
(doce-catorce años); en total, nueve años obligatorios. Los niveles 9, 10, 11 son desea-
bles, pero se encuentran por encima del estándar (Sarmiento, 2007, p. 18).

123
de que ello ocurra. En este marco se entiende la acción del
ICBF como principal entidad gubernamental encargada de
promover la educación inicial, que supone atención de ca-
lidad a la población entre cero y cinco años; en este caso,
para garantizar la realización de los derechos de los niños a
un pleno desarrollo. Resulta evidente que en la situación de
conflicto armado se requiere más atención porque en ésta
aparecen vulnerados los derechos de los niños, a través de
la afectación de las condiciones de su desarrollo, como ha
podido mostrarse en las páginas anteriores.
No obstante, pese al reconocimiento de la importancia
de la educación inicial, no se encontró información que re-
lacionara el conflicto armado con tal clase de educación.
Esto puede atribuirse a que la atención al niño de cero a seis
años es un campo que muy recientemente empieza a ser de
atención relevante en el país y a que, al tratarse del conflicto
armado, no siempre son claras las coordenadas que mues-
tren la ruta que hay que seguir en la propuesta y desarrollo
de programas y acciones, puesto que, dada la complejidad
de la problemática, no se cuenta con experiencias ni cono-
cimiento acumulado previo sobre el asunto.
Se asegura que las familias en situación de desplaza-
miento son población prioritaria para todos los programas
del ICBF. Con todo, esto no siempre se efectúa así, como
lo justifica una funcionaria del instituto en Barrancaber-
meja: «Nosotros en estos momentos tenemos atención
tanto a población vulnerable como desplazada, sabemos
por ley que hay que priorizar a la población desplazada
pero, existe una situación que ya se está presentando en
Barrancabermeja y es que no alcanzan los cupos… yo no
puedo sacar un niño de población vulnerable para darle
atención a uno de población desplazada, tenemos niveles
1 y 2, entonces tengo esa gran dificultad; en este momen-
to estamos dando la atención con restaurantes escolares,
con hogares todavía no, pues se están manejando algunas
cosas, pero a nivel de restaurantes ya tengo esas dificulta-

124
des; con hogares de bienestar, donde veo que hay madres
comunitarias hasta con diecisiete niños, entonces se au-
toriza para que una madre que esté cerca le reciba uno o
dos niños, no interesa que estén con trece niños, el hecho
es tener más o menos equilibrado mientras que consigo
cupo; he estado jugando con eso. Cuando veo que la co-
bertura es baja en algún hogar, cojo y llevo los hogares, los
traslado para donde hay la necesidad de mayor población
desplazada… me cierran un hogar de bienestar por baja
cobertura y lo traslado para donde está la necesidad de
población desplazada» (Estudios de caso, capítulo 3).
Así como cada contexto plantea a los programas sus pro-
pias demandas y necesidades a las cuales deben adecuarse
las acciones, se hacen visibles las principales dificultades
para llegar a la población como se pretende. De esta ma-
nera lo formula el funcionario entrevistado en Barranca-
bermeja: «En Santander somos el más grande centro zonal
en unidades, pero con muy poquitos servidores públicos;
es una gran dificultad que tenemos. Muchas veces en lo
funcional poco podemos hacer, porque nos volvemos un
poco más operadores; respecto a lo de cuentas, yo soy su-
pervisora de 119 contratos de aporte, aparte de los demás
contratos que se hacen, entonces uno se volvió más opera-
tivo que misional; la propuesta que se le hacía al director
regional de Santander era que se contratara el funciona-
miento de los hogares de bienestar con unas ONG, para
nosotros poder respirar un poco más y dirigirnos a lo mi-
sional… Nosotros supervisamos a las ONG, pero que las
ONG se encarguen de lo que es en sí el funcionamiento
de los programas. En sólo Barrancabermeja tenemos 348
hogares de bienestar de la modalidad tradicional, y 162
Hogares Fami, ¿y saben cuántos profesionales tengo? Cua-
tro profesionales para siete municipios, y le estoy dando
unidades de sólo Barrancabermeja, sin los demás munici-
pios. Entonces, de verdad que es una zona bastante amplia
y con muy poquitos servidores públicos» (Ibid.).

125
A su vez, dos trabajadoras del ICBF del Valle de Guamuez,
en Putumayo, destacan la falta de cobertura, infraestructura
y dotación en cada uno de los hogares, y cómo las necesida-
des de los municipios desbordan la de los cupos ofrecidos.
Una muestra de esta atención se revela en el registro siguien-
te: «En el Hogar Infantil ofrecen cupo a 140 niños, el ICBF se
encarga de sesenta de ellos y la Asociación de Padres de Fa-
milia responde por más o menos ochenta cupos. En cuanto
a los cupos de Hogares Comunitarios, en cada uno de éstos
se encuentran trece niños, desde los seis meses hasta los cin-
co años; la cobertura de los Hogares Fami es de doce niños
para madres gestantes, lactantes y menores de dos años. Los
niños se encuentran en los Hogares Infantiles en una jorna-
da de ocho horas diarias, donde les suministran refrigerio y
almuerzo, las madres comunitarias reciben una bonificación
de $300 mil; los padres deben contribuir con una cuota para
tal bonificación, y en el caso de los niños desplazados, el ICBF
se encarga de aportar una cuota por desplazado de $8.866.
Usualmente, todos los niños se encuentran registrados; si no
es así, puede que no se les otorgue el cupo, pero se les remite
a desarrollar los trámites de registro para poder aceptarlos»
(Estudios de caso, capítulo 3).
Finalmente, en Arauca, la hermana de Pastoral Social
entrevistada expresa su visión crítica sobre la concepción
de atención del ICBF y otras organizaciones que trabajan
con la población afectada por el conflicto armado. Así, «las
instituciones estatales generan mucho paternalismo, pues
la Cruz Roja, el ICBF, Acción Social, entregan mercados,
y esto genera que los desplazados no trabajen sino que se
vuelvan cómodos con lo que reciben. Por esto, Pastoral
Social busca generar fuentes de financiamiento para los
desplazados, pero que sea ellos quienes trabajen» (Ibid.).
Así mismo, el gobernador de un resguardo indígena
manifiesta: «Adicionalmente, no se cuenta con semillas e
instrumentos para el cultivo; debido a esto, los niños se
encuentran mal nutridos, con deficiencias físicas y sin un

126
apoyo por parte del ICBF en lo referente a la nutrición
de los infantes, sin diagnósticos nutricionales serios que
evidencien la situación de la niñez» (Ibid.).
En cuanto a la educación formal, los indicadores de cober-
tura y eficiencia interna del sistema afectan de manera ne-
gativa a las áreas rurales, de lo que puede desprenderse una
relación inversa entre mejor educación y mayor pobreza.
Las tasas de repitencia en el campo son más altas que en
el sector urbano, así como el número de niños que el sector
educativo nunca ha atendido. La tasa de cobertura en las
áreas rurales es de 30%, que se compara con la tasa del 65%
en las áreas urbanas. La tasa de deserción rural es de 10,9%,
mientras que en las ciudades es de 2,5%. La participación
en los programas de preescolar es de menos de 4% en las
zonas rurales (Ministerio de Educación Nacional, 2000).
En zonas de conflicto, donde se desarrolla el grado obli-
gatorio de preescolar, los espacios escolares se ven afec-
tados al ser ocupados para funciones relacionadas con el
conflicto por parte de alguno de los grupos armados.
En Arauca, en una misión llevada a cabo a mediados
de 2004, se encontraron nueve escuelas ocupadas por el
ejército nacional, en los municipios de Arauquita y Sara-
vena, en los centros poblados de Betoyes, Flor Amarillo,
Puerto Nidia, Pueblo Nuevo, Panamá, Brisas del Caranal y
Filipinas. Esto pese a que, de acuerdo con el ejército, «está
prohibido pernoctar u ocupar instalaciones de escuelas
e instituciones educativas en desarrollo de operaciones
militares y sólo pueden ser empleadas en situaciones es-
pecíficas de necesidad, cuando se requiera dar apoyo a la
población civil, previa coordinación con las autoridades
locales» (Coalición contra la Vinculación de Niños y Ni-
ñas al Conflicto Armado Colombiano, 2005, p. 56).
En sus zonas cercanas, no sólo se instalan los campa-
mentos militares o trincheras, como puede revelarse en
el siguiente registro: «Los militares instalan sus campa-
mentos, trincheras o bases de operaciones en las escuelas

127
y las autoridades subestiman el temor ante un ataque sub-
versivo, aduciendo que su presencia tiene como finalidad
impedirlo. Sin embargo, un maestro contó que la guerrilla
“ya le ha mandado unas rampas y le ha tirado granadas” a
la escuela en la cual trabaja» (Ibid., p. 56).

Generación de condiciones y oportunidades


para la participación
Formar parte de la sociedad implica contar, por un lado,
con el registro civil, que afecta la existencia al momento
de nacer, pues hace que cada niño sea visible, tenga un
nombre y una nacionalidad, y por otro, disponer del re-
gistro de la población desplazada, que afecta el acceso a los
servicios necesarios para la subsistencia y para la garantía
de las condiciones de vida de los niños. Estos dos aspectos
se considerarán en el presente apartado.
En el país, la cobertura de registro civil ha aumentado
como consecuencia de las jornadas de registro ambulato-
rio emprendidas por el Estado en comunidades alejadas
de los cascos urbanos. «La cobertura nacional de registro
civil es del 81,6%» (Unicef, 2003).
Con todo, se continúa sosteniendo que los atrasos en el
registro tienen lugar en los sitios más apartados de la geo-
grafía nacional, en las zonas de frontera, en áreas rurales
con población dispersa y en grupos indígenas y población
desplazada. Esta última es la referencia más clara que apa-
rece en el vínculo registro civil-conflicto armado.
Especialmente elevados son los atrasos del registro en
áreas rurales con población dispersa y en zonas de fronte-
ra, en grupos indígenas y población desplazada. Los más
de 150.000 niños que no se registran en Colombia cada
año están en riesgo de ser excluidos del acceso a servicios
esenciales. La vacunación, por ejemplo, cuyo esquema
empieza al nacer, es la primera medida protectora que
le podría faltar a un niño sin registro. Con toda certeza,
allí donde es baja la cobertura de registro civil al nacer,

128
queda muy afectada la planeación local de servicios para
la niñez. La ausencia de registro también ha favorecido la
vinculación de niños y adolescentes a la economía de los
cultivos ilícitos, a otras acciones delictivas y a los grupos
armados irregulares (Unicef, 2003).
Por su parte, a la población desplazada se la atiende con
base en un registro especial que avala su condición de tal y
le da acceso a los servicios especiales del Estado para prote-
ger sus derechos. No obstante, las víctimas del conflicto ar-
mado que se han desplazado no siempre quieren reportarse
como tales y temen que las identifiquen como desplazadas
y, por esta vía, que las estigmaticen; por tanto, no siempre la
familia se reporta en el sitio de llegada como desplazada.
Aun cuando la información relativa a la violencia con-
tra la niñez presenta problemas de subregistro, pues no
todas las víctimas pueden o quieren instaurar algún tipo
de denuncia, las cifras resultan altamente preocupantes
(Coalición contra la Vinculación de Niños y Niñas al Con-
flicto Armado Colombiano, 2005, p. 43).
Los niños temen que los identifiquen como desplaza-
dos, sus propios padres les enseñan a no dar datos sobre su
situación por temor a ser perseguidos en su nuevo lugar
de vivienda (Unicef, 1991, p. 20).
Además, existen distintos motivos para desplazarse y no
todos están incluidos en la legislación que enmarca la ins-
cripción de este registro, como puede verse a continuación.
Hay diversos motivos de desplazamiento no previstos
en la Ley 387 de 1997, por lo que la Acción Social no los
incluye en el Registro Único de Población Desplazada
(RUPD). Las fumigaciones generan desplazamiento, en-
tre otras cosas, por las siguientes: 1) por temor a posibles
combates, si se toma en cuenta que las fumigaciones se
desarrollan en el marco de operaciones militares; 2) por-
que la aspersión de glifosato acaba no sólo con la coca,
sino con la base de cultivos para usos lícitos de las comu-
nidades; 3) porque los campesinos productores de hoja

129
de coca no tienen otras opciones; 4) por temor a enfer-
medades, particularmente en los niños, provocadas por el
glifosato; 5) porque los raspachines constituyen un grupo
poblacional importante, cuya movilidad depende del rit-
mo del comportamiento del cultivo de coca, de modo que
las fumigaciones motivan desplazamiento de este grupo
humano (Dávila, 2007, p. 29).
Aunque el registro de nacimiento es el mecanismo legal
por medio del cual se empieza a hacer efectivo el dere-
cho a la participación de los niños, su realización plena
no se limita a él, pues en un sentido amplio su derecho
a la participación pasa por el reconocimiento de que se
consideran sus opiniones, gustos y expectativas, con base
en las formas de expresión existentes en su momento de
desarrollo. Por tal motivo, la participación es un escenario
indispensable para el desarrollo.
Baste decir en este momento que la infancia temprana
necesita que los adultos les prodiguen espacios de participa-
ción a los niños para que vayan incorporando los ideales de
la democracia, para que vayan construyendo su tránsito de
la heteronomía a la autonomía y apropien las herramientas
que cada momento de su ciclo de desarrollo requiere, para
que tomen decisiones sobre los asuntos que les conciernen,
para que aprendan a resolver sus conflictos, para que cons-
truyan relaciones significativas con quienes los rodean y
para que aprendan a comunicarse, a interpretar el mundo, a
ubicarse en él, con sentido, apropiada y constructivamente.
Según Unicef, «la participación de niños, adolescentes
y jóvenes es un proceso nuevo en el país, aún débil y des-
conocido, el cual se podría desgastar sin lograr los frutos
que podría arrojar. Esta participación se da fundamental-
mente en dos escenarios: el social (familia, escuela, aso-
ciaciones, etc.) y el institucional (instituciones del Estado,
consejos de juventud, de planeación, juntas de acción co-
munal, juntas administradoras locales, partidos políticos,
etc.)» (Unicef, 2003).

130
Es posible pensar que en razón de lo anterior pueda
explicarse la poca documentación en torno a este tema,
siendo más grave para la población entre los cero y seis
años. Por ello se necesitan programas, planes, proyectos y
acciones que involucren a la primera infancia en procesos
participativos, fundamentalmente en el escenario familiar,
escolar y comunitario.
Poco se encuentra en la literatura existente sobre el
tema acerca de la manera en que se afecta este derecho
al desarrollo de los niños menores de seis años, pero
podría decirse que la principal afectación procede en el
momento actual por la vía de su invisibilización y des-
conocimiento como un aspecto vital del desarrollo en la
primera infancia.

2.3. Algunas reflexiones en torno a las implicaciones del


conflicto armado en la construcción de niños como
sujetos
En este apartado se presentan otras reflexiones que surgen
en relación con las posibles implicaciones del conflicto
armado en la garantía de los derechos de los niños meno-
res de seis años y que se refieren directamente a su cons-
trucción como sujetos con identidades y subjetividades en
formación.
Esos procesos de construcción de identidades no se en-
cuentran al margen de lo que ya se ha descrito, sino que
por el contrario son otra dimensión que se moviliza en esa
compleja red de interacciones con el mundo, con los am-
bientes, y desde esa capacidad de participar activamente
en su desarrollo.
El proceso por el cual el niño se relaciona con otras per-
sonas y con su medio comienza incluso antes de su naci-
miento, con la influencia del contexto sobre la madre ges-
tante y las condiciones físicas y psicológicas de la propia
madre durante el embarazo. Desde allí es posible, enton-
ces, inferir que si las confrontaciones armadas y hechos
131
violentos generan un ambiente de zozobra permanente,
esto empieza a afectar las condiciones del desarrollo de los
niños por vía de los estados emocionales de la madre y del
núcleo familiar en general.
Dadas las condiciones de inmadurez biológica con que
nacen los bebés, se requiere la presencia de adultos en con-
diciones favorables para prestar todas las atenciones y cui-
dados necesarios para garantizar los derechos de los niños.
Quizás una de las primeras condiciones que se vulne-
ran en la población infantil en las condiciones de vida que
genera el conflicto armado es el derecho a establecer bases
vinculares seguras. Tal como lo afirman Isaza y otros (Isa-
za, Pineda, Camargo y otros, 2008), desde una perspectiva
psicológica, para que el niño pueda desarrollarse positiva-
mente requiere vínculos afectivos con sus cuidadores que le
garanticen, entre otras cosas, un apego estable, contención
de sus impulsos y seguridad de ser amado y aceptado.
Sobre la vinculación afectiva, Bowlby (1985, 1995)
dice que los seres humanos tienen una tendencia prima-
ria (no aprendida) o una propensión a «establecer sóli-
dos vínculos afectivos con otras personas determinadas.
(...) El comportamiento de apego es concebido como
toda forma de conducta que consiste en que un indi-
viduo consigue o mantiene proximidad a otra persona
diferenciada y preferentemente individual y que es con-
siderada, en general, como más fuerte o más sabia (…).
Especialmente evidente durante la temprana infancia, el
comportamiento de apego se considera propio de los se-
res humanos…».
Las bases vinculares son esenciales porque sobre ellas
los niños construyen sus lazos de confianza y represen-
tan la fuente principal de apoyo para enfrentar aquellas
situaciones que perciben como difíciles. En contextos de
conflicto armado la desaparición o muerte de los padres, o
de miembros de la familia, parientes o personas cercanas,
tiene un impacto directo e inmediato en la vida de los ni-

132
ños que podría ligarse con afectaciones psicológicas pos-
teriores, como por ejemplo la depresión (Boyden y Mann,
2005. En Kamel), que para estos casos se relaciona con la
pérdida de esas bases vinculares de seguridad.
Así mismo, separar al niño del cuidador primario es el
acto que puede afectar de modo más dramático el desarrollo
infantil al impactar la base emocional sobre la cual se cons-
truye el apego y, por consiguiente, la calidad de las relaciones
afectivas con los demás y con lo que lo rodea. La cercanía de
los niños a la muerte se agrava si están presentes cuando ata-
can a los adultos significativos para ellos (Machel, 1996).
Los datos obtenidos en los municipios en los que se
realizaron las indagaciones de los Estudios de caso (capítu-
lo 3) dan cuenta de que el conflicto armado ha generado
rompimientos en las bases vinculares de algunos niños, a
causa de la muerte violenta de familiares por acción de los
grupos armados: «… porque allá en Becerril yo vi cuando
mataron a mi papá, a mi tío y mi primo, ellos llegaron a la
casa y los mataron; los acostaron en el piso y les dispara-
ron. Nosotros con mi mamá nos pusimos a llorar y como
pudimos inmediatamente nos fuimos de allá» (entrevista
a un niño de doce años en Arauca).
La desintegración familiar que se produce como resul-
tado de los desplazamientos a los que obliga el conflicto
armado, conlleva además en algunos casos la pérdida por
muerte de una o más personas significativas en su vida, lo
que se agrava aún más por ser testigos presenciales de la
manera en que las ejecuciones se llevan a cabo, lo que aca-
rrea, sin duda, impactos de orden emocional y psicológico
que tienen consecuencias en las condiciones del desarrollo
infantil y, por tanto, se constituyen en una clara violación
al derecho a una familia y a un sano desarrollo.
La adversidad de la guerra hace que la vida cotidiana
del niño se vea afectada (D. Jacobs, en The Consultative
Group on Early Childhood Care and Development, 1991).
Esto implica para ellos enfrentar nuevos problemas que

133
no necesariamente pueden resolver con las herramientas
que han construido hasta el momento, un ambiente in-
seguro e impredecible en cuanto a rutinas, normas y si-
tuaciones que le producen incertidumbre, emociones di-
versas y cambiantes, autoestima afectada e interacciones
sociales y afectivas inestables.
Mientras más pequeños son los niños que tienen que re-
fugiarse o desplazarse por el conflicto armado, mayores son
las posibilidades de desorientarse, de perder gran parte de
las cosas que les son familiares en sus entornos y relaciones
cotidianos (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
[Unicef] y Fundación Bernard van Leer [BVLF], 2007).
Si tal como lo afirman Lee y Van Keulen (2007, pp.
32 y ss.), los primeros años son el mejor momento para
comenzar a fomentar y reforzar la identidad de los niños,
así como para aumentar su conciencia positiva de las di-
versidades, parece importante preguntarse lo siguiente:
¿sobre cuáles contenidos, significados e imágenes se es-
tán constituyendo las identidades de aquellos que na-
cen y deben crecer con la ausencia obligada de sus seres
queridos, o los lazos afectivos rotos con sus parientes y
personas más cercanas y significativas? ¿Cuáles serán las
incidencias sobre la construcción de sujetos en aquellos
niños a los que, por cuenta del conflicto armado, se les
niega el derecho a la seguridad afectiva, al apego, a con-
tar con las bases mínimas en la construcción de sujetos
seguros y autónomos?
Las experiencias de la niñez víctima del conflicto arma-
do que afectan sus emociones, pensamientos, comporta-
mientos y capacidad de aprendizaje están asociadas a la
forma en que los niños, como individuos, perciben, asu-
men, asimilan, comprenden y reconstruyen tales eventos.
En la literatura aparece la categoría estrés postraumático
o «trauma de guerra», para significar el impacto del con-
flicto armado en las reacciones de los niños frente a él. Sin
desconocer ni subestimar su trascendencia32, la categoría
32. El estrés de los niños como consecuencia del conflicto armado puede tener un am-

134
se queda corta e induce a una conceptualización de niñez
centrada en el diagnóstico y en el asunto médico, descono-
ciendo los recursos con los que cuentan los niños: «Cen-
trarse en patrones normativos de desarrollo algunas veces
ha significado que, en la práctica, la resiliencia se conciba
más como la ausencia de patología que como la presencia
de agencia personal en los niños… en muchos estudios de
niños afectados y desplazados por la guerra, la resiliencia
es equivalente a la ausencia de trauma o desorden psiquiá-
trico; la noción de que la recursividad propia de los niños
pueda promover su salud mental es, en muchos casos, total-
mente extraña» (Boyden et al., 2005. En Kamel).
Dicha concepción está más orientada por la idea de ni-
ños como víctimas pasivas, dependientes y limitadas, que
necesitan ayuda, cuya respuesta a eventos como la guerra
sigue patrones uniformes33, y se opone a la perspectiva de
derechos que los entiende como sujetos activos y supervi-
vientes competentes (Bracken y Petty, 1998. En Kamel), ca-
paces de relacionarse con los otros y de construir e impul-
sar su propio desarrollo, otorgándoles características pe-
culiares y distintivas a sus experiencias y vivencias. Como
diría Vygotsky, el niño desde que nace es agente activo en
su medio, comprometido con el mundo que lo rodea y
partícipe de su propio desarrollo.

plio conjunto de síntomas: depresión, sentimiento de que no vale la pena vivir, soledad,
signos de ansiedad, hiperactividad física y emocional, agresividad, dificultad para con-
centrarse, dificultades con el sueño, dolores de estómago causados por mala alimenta-
ción durante el conflicto pero también de origen psicosomático, cambios psicológicos,
pérdida de apetito, hipersensibilidad al ruido, palpitaciones, pérdida de interés en el
juego, en fin… En Amiro Diwan, Psychological, Social and Educational Effects of Iraqi
Aggression on the Children of Kuwait. State of Kuwait, Social Development Office, De-
partment of Research & Studies, 1993. En estas apreciaciones coincide Felicien Ntaki-
yimana. Impacto del conflicto armado en niños, familias y comunidades. Chad, África,
Unicef-Chad, 2004, y Alejandro Arbeláez Arango, Menores de edad y su participación en
conflictos armados según el Derecho Internacional Humanitario (DIH). Estudio de caso
Colombia. Colombia, Fundación Carita Feliz, s.f. Este último autor caracteriza los efec-
tos del conflicto como psicológicos, en el desarrollo físico y en la socialización.
33. Las representaciones sociales que se vinculan a concepciones tradicionales de in-
fancia, a una visión homogeneizadora y sin conflictos de la niñez, están fuertemente
ancladas en la sociedad y sus actores. Cf. Unicef y BVLF, op. cit.

135
En este orden de ideas, se requiere reconocer y legitimar
que los niños tienen sus propios recursos y competencias, y
éstos se constituyen en factores esenciales frente al riesgo y la
resiliencia. Precisamente el impacto de la guerra puede ami-
norarse con la presencia de al menos un adulto significativo o
de apoyo (Ressler, Boothby y Steinbock, 1998; Werner y Smi-
th, 1992. En Kamel) que los ayude a interpretar los procesos
y a superar las experiencias difíciles por las que están pasan-
do (Dawes, 1992. En Kamel). Estas adversidades repercutirán
de modo distinto en los niños, dependiendo de su resistencia
personal, su edad y sus circunstancias, al igual que de la dis-
ponibilidad de fuentes más amplias de apoyo y de atención
alternativa: «… es diferente para cada uno, pues depende de
los determinantes históricos del sujeto, de sus fortalezas yoicas
y defensas particulares, de la misma vulnerabilidad y terror
frente al acto; de las mediaciones que pueda anteponer, de la
significación de los acontecimientos, así como de la distancia
física o emocional frente a los hechos» (Díaz, 2002, p. 68).
Aunque en ocasiones los adultos se vean disminuidos
para proporcionarles los modelos de refuerzo que les ayu-
den a resolver problemas, a motivarlos y a desarrollar otras
habilidades (McCallin y Fozzard, 1991; Richman y Bowen,
1997. En Kamel), los niños no se quedan a la espera de la
acción externa, acuden a sus propios recursos. Con todo,
éstos resultan insuficientes ante el drama que entraña para
ellos el conflicto armado, tal como lo asegura Engle (2007):
«Las familias agobiadas pueden no contar con la informa-
ción, el tiempo o el lugar adecuados para brindar las opor-
tunidades de juegos estimulantes y aprendizaje necesarios
para que sus hijos aprendan y se desarrollen. Las niñas pe-
queñas pueden verse en particular desventaja respecto a las
oportunidades de aprender y no disponer del tiempo para
jugar que tienen los varones. Las situaciones de emergencia
exponen a los niños a grandes riesgos adicionales, y por lo
general quienes difícilmente pueden soportar una nueva
amenaza son precisamente los que más sufren».

136
En tal sentido, puede asegurarse que el desarrollo infantil
desde una perspectiva de derechos requiere una díada in-
separable: adultos que estén en capacidad de garantizar las
condiciones de seguridad nutricional, física, afectiva y emo-
cional, para que los niños tengan la posibilidad de desple-
gar todas sus potencialidades, vivir como tales y proyectarse
como adultos seguros y proactivos, y de niños a los que se les
reconocen sus capacidades. Pero el ambiente que propicia el
conflicto armado insiste en desconocer la trascendencia de
esta relación, no sólo en la garantía y valoración de los dere-
chos de los niños y sus familias, sino también en las implica-
ciones que esto tiene para el desarrollo social y humano.
En este orden de ideas, Barudy y Dantagnan (2005)
señalan la importancia de reconocer que todos los niños
poseen ciertos recursos psicológicos para enfrentar con-
diciones adversas o sucesos dolorosos, siempre y cuando
se encuentren en un contexto de buen trato en el que los
adultos significativos sean sensibles a las necesidades infan-
tiles y les brinden apoyo afectivo y cuidado. De ahí la gra-
vedad de la ruptura del vínculo con los padres por muerte
o separación, ya que tal como lo cita Valdez (2007), en el
sistema de interacciones que se establecen entre adultos y
niños se generan estilos de apego que se desarrollan en los
primeros años de vida y que van configurando patrones
internos en los que se integran tanto creencias acerca de
sí mismo y de los demás, como juicios que influyen en la
formación y el mantenimiento de las dinámicas relaciona-
les durante toda la vida del individuo.
En consecuencia, el impacto emocional de los eventos
vividos dependerá, por lo menos en parte, de la capaci-
dad de los adultos por restaurar el contexto vital que se
ha roto, así como también de las oportunidades brindadas
a los niños para expresar sus sentimientos y recuperar la
seguridad en sus propias capacidades.
Garantizar los derechos demanda, para la primera infan-
cia, adultos capaces de reconocer que los niños no son ajenos

137
a las vivencias y fenómenos violentos sino que dichos eventos
pueden marcar de una manera definitiva su vida en el plano
emocional, afectivo, de su desarrollo físico y cognitivo, que
vulneran y violan en forma importante todos sus derechos
fundamentales en cuanto hacen que difícilmente se cons-
truyan relaciones de confianza con el otro, generan odio y
rencores que buscarán venganzas, lo que perpetúa el ciclo de
la violencia, puesto que se requerirán muchos más esfuerzos
sociales, culturales, políticos y económicos para cambiar.
Lo anterior implica, además, que no sólo las familias, sino
también el Estado y la sociedad, reconozcan su responsabi-
lidad en el restablecimiento de los derechos vulnerados du-
rante la primera infancia por efecto del conflicto armado,
y la importancia de implementar estrategias integrales que
atiendan y consideren relevantes estos aspectos.
En numerosos casos, los efectos de los conflictos arma-
dos en la vida de los niños son invisibles. El origen de los
problemas de muchos afectados por los conflictos perma-
nece oculto. Quizá vivan apartados del público, en institu-
ciones o, como sucede en el caso de algunos de ellos, que
están solos y han quedado huérfanos, tienen una mayor
probabilidad de convertirse en habitantes de la calle o ser
víctimas del abuso o la explotación sexual.
Los niños que han perdido a sus padres suelen experi-
mentar humillaciones, rechazo y discriminación. Durante
años sufren en silencio y su autoestima se desintegra. Su
inseguridad y temor son infinitos (Machel, 1996).
Se considera que los hechos violentos del conflicto ar-
mado les dejan a los niños, desde muy pequeños34, un su-
frimiento particularmente serio y prolongado (Dubrow
y Garbarino, 1989. En H. Kamel), atribuido sobre todo

34. Según Connolly (1999), citado por Hania Kamel, op. cit., niños entre tres y seis años
ya han empezado a discriminar grupos sociales y a formar estereotipos. La investiga-
ción realizada en Irlanda del Norte muestra cómo niños de estas edades diferencian los
dos principales grupos en pugna —católicos y protestantes— y asumen una actitud
positiva o negativa frente a ellos. Aunque las conclusiones necesitan más investigación
cualitativa y con profundidad, parece razonable asumir que la niñez temprana puede
verse muy afectada en situaciones críticas de conflicto entre ellos.

138
a la pérdida o debilitamiento de los sistemas básicos de
protección que caracterizan la resiliencia (Flores, 1999. En
H. Kamel), tornándolos más vulnerables a los riesgos del
conflicto armado35.
Por otra parte, las condiciones para la construcción de
niños como sujetos sociales pueden verse afectadas de
distintos modos. González Rey afirma que la subjetividad
política es «una producción de sentidos que abre espacios
singulares, dentro de contradicciones con otros espacios»,
la cual empieza con la organización de intercambios sim-
bólicos, muchos de ellos preverbales, que «se va instalan-
do como un sistema que va creciendo en complejidad y en
forma de organización, y que acompañará todo el desa-
rrollo de la vida del hombre».
Si esto es así, entonces el conflicto armado abre un pa-
norama preocupante frente a los impactos que tiene para
una sociedad la construcción de subjetividades mediadas
por la guerra, donde el conjunto de sentidos socioculturales
está altamente afectado en relación con el valor de la vida,
el respeto a los derechos y las maneras en que se constitu-
yen y legitiman la defensa de las diferencias y los modos de
convivencia social, por mencionar tan sólo algunos. En tal
sentido, sería primordial realizar estudios que permitieran
ampliar los conocimientos en torno al tema.
En algunos momentos, para los niños y para sus fami-
lias, la violencia es una experiencia cotidiana que consti-
tuye una forma «natural» de ser de la realidad o «un deber
ser» (Bello, 2002). Un hombre o una mujer, armado, no
sólo infunde miedo, respeto y admiración, sino que se ve
como una figura de poder. El poder del arma, de la autori-
dad, del uniforme, de la guerra, en general, se convierte en
un objetivo, en un espacio de reconocimiento, cuando no
de venganza por haber sufrido la desaparición o muerte
de un miembro de la familia (Ruiz, 2002).
35. La investigación sobre resiliencia señala que uno de los hallazgos más ampliamente
compartidos acerca de sus predictores es la presencia de las figuras paternas (Masten &
Coatsworth, 1998; Rutter, 1987; Sameroff et al., 1993; y Werner, 1990, en Hania Kamel,
op. cit.

139
Como en general los actores del conflicto imponen su
ley en las zonas (como jueces, verdugos, constructores de
la ética pública, decisores de la vida de las personas y las
dinámicas de relación), este poder, otorgado por las ar-
mas, los convierte en símbolo de moralización, un valor
importante por alcanzar (Ibid.).
Así mismo, puede suceder también que los niños desde
la primera infancia, en forma natural, se vinculen al con-
flicto a través de los mismos miembros del grupo armado
que entran en contacto con ellos en cuanto circulan per-
manentemente por la zona de habitación de los menores o
porque en el interior de las organizaciones armadas cuen-
tan con familiares o amigos (Springer, s.f.).
Así las cosas, su escenario de socialización está permeado
por los valores, las prácticas, las imágenes y las representa-
ciones propias del conflicto armado, que pueden naturali-
zar en el niño una concepción de mundo influenciada por
la violencia, las armas, el odio y demás sentimientos y expe-
riencias que el conflicto trae consigo. Para Natalia Springer,
«(los actores del conflicto) no son percibidos como fuerzas
oscuras y periféricas, que amenazan el orden y la conviven-
cia de la comunidad, sino como fuerzas que forman parte
de un orden social, organizaciones familiares, habituales in-
tegrantes de la cotidianidad» (Ibid., p. 12).
De este modo lo expone también la Coalición contra
la Vinculación de Niños, Niñas y Jóvenes al Conflicto Ar-
mado en Colombia: «… para los niños, se recrea un pa-
norama confuso, que refuerza la noción de autoridad no a
partir de los valores y principios de las familias, sino desde
la promoción de las lógicas propias de la guerra: la domi-
nación, el patriarcalismo, el control autoritario y violento,
la exclusión, la imposición y la alienación. Esto se expre-
sa en límites a sus capacidades críticas y reflexivas, y a la
posibilidad discrecional de los niños de decidir sobre su
vida. Además, refuerza las creencias que privilegian el uso
de la fuerza sobre la palabra y alejan las posibilidades de

140
dirimir las diferencias a través de la negociación…» (Coa-
lición contra la Vinculación de Niños, Niñas y Jóvenes al
Conflicto Armado en Colombia, 2005, p. 36).
Un indicio de lo anterior se puede deducir de lo referi-
do en la entrevista hecha en el capítulo 3 de los Estudios
de caso a un niño en Arauca: «Esta vaina no se queda así.
Aquí en el hogar me han dicho los psicólogos que olvide
lo que ha pasado, que deje las cosas así y me ponga a es-
tudiar y luego a trabajar, pero eso no se queda así, cuando
yo tenga la posibilidad me voy a vengar; por más ética y
religión que a mí me den aquí en el colegio, yo me vengo
de todo lo que hicieron; es que dos desplazamientos, la
muerte de mi papá, de mi tío, no, eso no se queda así».
Al mismo tiempo, el ambiente de socialización en que
crecen los niños vinculados al conflicto armado es autori-
tario, les coarta la libertad de expresión y de pensamiento,
de manera tal que la obediencia y el miedo se ven como
«normales», los niños se adaptan a ellos, y se refuerzan
las expresiones de indolencia e insensibilidad ante el su-
frimiento (Bello, 2002).
Identidades de niños nutridas desde estos patrones nie-
gan la apertura al reconocimiento y valoración por la di-
ferencia en el sentido en que lo expresa Guerrero (1999, p.
92), en tanto que ésta no es sólo un ejercicio de tolerancia
ante los demás, implica transformaciones de los sujetos al
ponerse en la piel de los otros, descentrarse y enriquecerse
con las cosmovisiones de otros. En este orden de ideas, son
niños que van instaurando imaginarios de autoridad en los
que se invisibiliza al otro en su condición humana, donde la
diversidad, la pluralidad y la diferencia no tienen lugar.
En el proceso de desplazamiento forzado que acarrea el
conflicto armado, los niños perciben también el miedo de
sus familiares y amigos y lo convierten en propio. Su vida
cotidiana (juego, trabajo, sueño) es interrumpida por accio-
nes violentas y este miedo, que puede traducirse en pánico y
horror, por la crueldad y la barbarie de los actos violentos,

141
moldea formas particulares de relación y de expresión que
coarta las posibilidades de desarrollo. Según Bello, los niños
desplazados «deshacen su mundo» y generan sentimientos
de indefensión, impotencia, intensa rabia, dolor y deseos de
venganza por los agravios y pérdidas (Ibid.).
Mientras dure el conflicto armado —cuanto más prolon-
gado sea, los efectos sobre la infancia son más adversos—,
los niños están expuestos a relaciones caracterizadas por el
odio, la venganza, la incomprensión y la solución armada,
eventos que al mediar las relaciones pueden contribuir a
construir representaciones de éstas basadas en principios
alejados de la convivencia, del reconocimiento de la dife-
rencia, de la construcción de acuerdos y del respeto a la
vida humana como creencia fundamental. En esta medida,
la visión del mundo que adquieren y tienen que encarar los
niños en medio del conflicto armado, se ve afectada.
En consecuencia, los símbolos y expresiones propios
de los hechos de violencia que se presentan en medio del
conflicto armado se reflejan en el lenguaje, los juegos, la
forma de relación y de conocer el mundo de los niños. Lee
y Van Keulen (2007, p. 32) sostienen que en los primeros
años los niños están aprendiendo acerca del mundo que
los rodea y que por ello hay que brindarles experiencias
para apoyar la construcción de sus identidades, en las que
incorporen el reconocimiento de esa diversidad que en-
cuentran en su familia, en sus iguales, en sus libros y en
todos aquellos medios con los que juegan y se relacionan.
En virtud de que el juego es una acción connatural en
la primera infancia, y dada su condición vehiculizadora en
la construcción simbólica del mundo y la apropiación de
la cultura, es posible inferir que las representaciones que
los niños constituyen en escenarios de guerra y de vio-
lencia podrían fomentar las bases para la perpetuación de
éstas, en tanto que «el juego no sólo les permite a los niños
participar en comunidades existentes, sino que los invita
a participar en lo imaginario, en lo posible e incluso en lo

142
imposible. Con esta lente podemos observar el juego, po-
demos ver a los niños crear imaginativamente un mundo
basado en sus experiencias previas y combinadas, que ellos
mismos pueden dirigir y a las cuales también pertenecen»
(IPPA, Organización de la Primera Infancia, 2007).
El conflicto armado genera afectaciones en el desarrollo
social de la infancia, ya que aparte de las pérdidas humanas,
materiales, económicas, ambientales y culturales que deja la
guerra, se presentan nuevas situaciones que producen con-
secuencias particulares relacionadas con un mayor riesgo
a la vinculación en las dinámicas propias del conflicto ar-
mado (Ruiz, 2002), la fragmentación de la comunidad y la
pérdida de vínculos de identidad y pertenencia con el terri-
torio de quienes tienen que desplazarse y desarraigarse de
los valores culturales que les servían de referencia.
Finalmente, el desarrollo moral del ser humano des-
cansa sobre las experiencias en la primera infancia, y tal
vez a causa de la dificultad para crecer en medio del apo-
yo de redes sociales y más bien hacerlo en condiciones de
inestabilidad familiar y emocional, el conflicto armado
tiene un efecto notable en la interiorización de reglas y
modos sociales, así como en la percepción de sus debe-
res y obligaciones para con los demás (Springer, 2007). En
esta medida la forma como los niños se socializan en las
instituciones de la sociedad encuentra vacíos y espacios de
flexibilidad frente al bien y el mal, lo correcto e incorrecto,
lo bueno y lo malo, y este aprendizaje ambiguo de lo que
está bien afecta negativamente su desarrollo moral. Así, se
reconoce «… un traspaso de autoridad, personificada an-
teriormente en los mayores —como personas que repre-
sentaban el saber tradicional—, hacia los actores armados
que hacen uso del poder físico y militar en la zona» (Bello,
2007, p. 196).
Adicionalmente, en el caso de los niños reclutados por
los grupos armados o de aquellos utilizados para labores
asociadas al conflicto la situación se agrava, pues les su-

143
prime la posibilidad de ser niños y los enfrenta en forma
rápida a valores del mundo adulto sobre los cuales aún no
pueden discernir con la claridad necesaria.
Quizá por esto los niños reclutados por los grupos en
conflicto ven afectada su inserción posterior a la vida civil al
experimentar, como parte activa del conflicto armado, pro-
cesos de socialización en estructuras estrictamente jerárqui-
cas y al servicio de un comando militar, caracterizadas por
un orden cotidiano distinto del instituido por la sociedad y
el Estado, y con el afrontamiento de situaciones con un alto
contenido de violencia y muerte, que ponen en conflicto
sus referentes de solidaridad, convivencia y sentido de vida,
por mencionar tan sólo algunos aspectos.
Igualmente, esta pertenencia les puede acarrear sufri-
mientos a partir de los conflictos morales que lleva con-
sigo caer en cuenta de la gravedad de las acciones como
combatientes. De modo complementario, algunos niños
con posición de responsabilidad en las fuerzas de combate
tienen dificultad para adaptarse a la vida civil y regresar a
los roles tradicionales asignados a la niñez (Save the Chil-
dren Suecia, 2004).
Todo lo anterior permite respaldar las reflexiones plan-
teadas por Cussiánovich y Márquez (2002), en relación
con que «la historia de la infancia no registra con sufi-
ciente relevancia la participación protagónica de los niños
en los diversos espacios de la vida cotidiana de la socie-
dad (…) el ejercicio del protagonismo, de la participación
activa del niño, constituye una ocasión significativa en el
desarrollo de su identidad personal y social; su participa-
ción protagónica le ofrece la posibilidad de ser y de ser
reconocido como tal, vale decir, como persona humana
y sujeto social. Lo que está en juego es reconocerse y ser
reconocidos como actores sociales…».
Los niños que viven en medio del conflicto armado, o
se han visto afectados por él, adolecen de una doble nega-
ción: ser reconocidos como sujetos activos y partícipes en

144
la construcción de sociedad y no poder ejercer el derecho
a participar y tomar parte en los asuntos que afectan su
vida. Están invisibilizados, acallados, excluidos como ciu-
dadanos y ciudadanas.
En este mismo sentido, Dalhberg, Moss y Pence asegu-
ran que «los niños se deben concebir y reconocer como
miembros de una sociedad, lo que significa que son ciuda-
danos, con los derechos correspondientes y, en la medida
en que son capaces de asumirlas, con las responsabilidades
también correspondientes».
Una sociedad que convive con el conflicto armado es
una sociedad que les impide a los niños que la viven de
cerca la libre construcción de sujetos políticos dentro del
marco de los derechos humanos, en tanto que les restringe
las oportunidades para el desarrollo de habilidades, capa-
cidades y condiciones para la toma crítica y autónoma de
decisiones en los asuntos relacionados con su vida; afec-
ta el proceso de valoración de las diferencias y el tratar-
las desde un recurso distinto de la guerra y la violencia;
imposibilita el desarrollo del sentido de pertenencia que
se necesita para saberse ciudadano, que significa sentirse
parte de, responsable de, comprometido con un espacio y
un territorio en condiciones de equidad y justicia.
Los niños expuestos a configurar mundos de sentido en
los que sus intereses no valen no cuentan, ni siquiera son
escuchados. Tal como lo afirma Cussiánovich (s.f., p. 11):
«Con una identidad personal y social débil, sin conciencia
de responsabilidad ni espíritu solidario, ¿de qué protago-
nismo, de qué participación se puede hablar? ¿Qué res-
puesta a la exclusión podemos esperar desde los exclui-
dos? Asistimos entonces a una expansión de lo que cientí-
ficos sociales latinoamericanos llamaron una dualización
de la sociedad, un proceso de disociación entre el sistema
y el actor, entre el universo instrumental y el universo sim-
bólico, entre economía y cultura; estamos en un proceso
contradictorio de implicancias considerables para repen-

145
sar infancia y protagonismo, participación y ciudadanía,
democracia y participación infantil».
En suma, se está de acuerdo con lo planteado por Pólit
(2007, s.p.) cuando sostiene que «Los niños y los adoles-
centes son ciudadanos, y tienen todas las características, las
capacidades y las habilidades para ejercer esa ciudadanía
con competencia. Para que ese ejercicio sea pleno, efectivo
y placentero se necesita que, en el contexto en el que viven,
se den las condiciones sociales y las formas de relación de
reconocimiento, de respeto y de apoyo para que esas ca-
racterísticas, capacidades y habilidades se manifiesten, se
desarrollen y se fortalezcan. Es decir, se requiere un con-
texto social en el que impere el buen trato».

146
147
Desplazamiento de Bojayá y de Vigía del Fuerte, 2002.
Capítulo 3
APROXIMACIÓN A LOS IMPACTOS DEL
CONFLICTO ARMADO EN LA PRIMERA
INFANCIA EN TRES TERRITORIOS
COLOMBIANOS: PUTUMAYO,
MAGDALENA MEDIO Y ARAUCA

Paula Andrea Ila


Ariel Ávila Martínez
Angélica Arias Ortiz
Paola Núñez Gantiva
Maylor Caicedo Fraide

En el presente capítulo se analizan las dinámicas actuales del


conflicto armado en tres territorios de Colombia: Arauca,
Magdalena Medio y Putumayo, con el fin de señalar algunos
problemas relacionados con la vivencia cotidiana de esta rea-
lidad por parte de los niños, e identificar así algunas caracte-
rísticas de sus impactos en la primera infancia (desde 0 hasta
6 años de edad). El propósito del texto radica en comprender
los escenarios a través de los tipos de control territorial y el
modus operandi de los diversos actores armados en relación
con los actores sociales e institucionales. Se identificará la ló-
gica de afectación a la población civil como marco para vi-
sualizar cómo las situaciones de conflicto tienen consecuen-
cia en la vida, el desarrollo, la educación, la participación y la
protección de la primera infancia, toda vez que en los análisis
del conflicto estas poblaciones han quedado invisibilizadas1.
1. Hay que señalar que la construcción social de la primera infancia y, por ende, la pre-
ocupación social e institucional por su cuidado constituyen un tema bastante reciente;
por ello, a nivel estadístico, es precaria la información que puede recolectarse sobre este
sector de la población.

151
Desde el Enfoque de Atención y Educación a la Primera In-
fancia (Aepi), cuyo objeto es «prestar apoyo a la supervivencia,
crecimiento, desarrollo y aprendizaje del niño, lo cual com-
prende ocuparse de su salud, nutrición e higiene, así como de
su desarrollo cognitivo, social, físico y afectivo, desde su naci-
miento hasta su ingreso en la escuela primaria, en contextos
formales, no formales e informales»2, se analizará la realización
de derechos tales como la vida y la supervivencia, la educación
y el desarrollo, la participación y la protección a partir de la
caracterización de los contextos donde los niños viven.

Las condiciones de vida, los vínculos tempranos, el ambiente en que


el niño se desarrolla son productores de su subjetividad e impactan
también en su crecimiento. Si estos elementos quedan afuera de una
propuesta educativa de atención temprana no estamos atendiendo al
niño desde una concepción integral. Entendemos entonces que una
propuesta de calidad debe incluir a la familia y su comunidad. El cuer-
po, los afectos, lo cognitivo, la familia, la cultura, la integración a la
comunidad, la alimentación, la salud, son algunas de las dimensiones
ineludibles para pensar la educación en la primera infancia3.

La comprensión de la complejidad del conflicto armado


colombiano a partir de tres casos específicos y sus impactos
en la primera infancia, la cual constituye una etapa de vida
fundamental donde los cuidados recibidos desde la concep-
ción son trascendentales, podrá contribuir a visibilizar qué
necesidades son urgentes en los territorios para facilitar la de-
finición y el impulso de políticas públicas que atiendan estos
problemas en forma eficiente, según la particularidad de los
contextos locales.
Esto implica hacer una lectura cuidadosa de tales contextos,
para diferenciar los efectos provenientes del impacto directo
del conflicto armado, de aquellos que se deben a situaciones
de pobreza y relegamiento histórico propias de algunas regio-
nes del país, donde la presencia estatal no ha podido generar
las condiciones para el acceso a derechos sociales, económicos
2. «Atención a la primera infancia: ¿cómo estamos?», en Nuevo enfoque de la atención y
educación infantil, 2008, p.12.
3. Curbelo y Da Silva (2007). Citado en «Atención a la primera infancia: ¿cómo esta-
mos?», en Nuevo enfoque de la atención y educación infantil, 2008, p.17.

152
y culturales en el marco de la construcción de un Estado social
de derecho. Si bien esta diferenciación no es fácil de realizar
en los hechos conocidos, en virtud de que el conflicto armado
interno agrava sobremanera las condiciones de vida preca-
rias e incrementa el empobrecimiento, es importante partir
de esta pregunta al analizar los datos y considerar próximos
estudios que ofrezcan más elementos de juicio.
Los casos seleccionados para el estudio: Arauca, Magda-
lena Medio y Putumayo, están ubicados geográficamente en
puntos diferentes de Colombia (mapa 1). Sin embargo, com-
parten similitudes en sí mismos y con otras regiones del país,
a la vez que tienen diferencias en la historia y en el compor-
tamiento de los actores armados4 que influyen en cada uno
de estos territorios.

Mapa 1
Ubicación geográfica de los tres departamentos del estudio

4. Según el Derecho Internacional Humanitario (DIH), se consideran actores armados


a las partes en conflicto, lo cual incluye tanto a las fuerzas armadas regulares (legales)
como a las irregulares, es decir, los grupos armados al margen de la ley.

153
Aunque la población menor de seis años en estas zonas
de Colombia no es la más alta del país, sí lo es su porcen-
taje (cuadro 1), lo cual implica que los impactos del con-
flicto armado afecten a más número de niños.

Cuadro 1
Población de 0-6 años de los territorios en los que
se desarrolló el trabajo de campo en relación con la
población total
Población de
Población total
0-6 años %
Nacional 41.468.384 5.843.528 14
Departamental  
Arauca 153.028 24.713 16
Bolívar 1.836.640 290.985 16
Putumayo 237.197 43.410 18
Santander 1.913.444 246.065 13
Municipal  
Arauca  
Arauca 68.222 11.592 17
Saravena 35.279 5.415 15
Tame 23.557 2.644 11
Bolívar  
Santa Rosa 18.365 3.334 18
San Pablo 27.108 5.406 20
Simití 18.139 3.665 20
Putumayo  
Mocoa 36.185 5.883 16
Puerto Asís 45.745 8.356 18
Puerto Caicedo 10.581 1.829 17
Valle del Guamuez 32.958 6.221 19
Santander  
Barrancabermeja 187.311 24.950 13
Fuente: Censo 2005 - Dane.

154
En la actualidad se podría entender a Arauca y Putu-
mayo como territorios en disputa, que además compar-
ten similitudes como constituir zonas de captación de
recursos (cultivos ilícitos y petróleo), aptas para opera-
ciones armadas debido a su carácter periférico5 y con ac-
tores armados de comportamientos disímiles y con anti-
gua presencia. A pesar de su carácter de territorios en con-
tinua disputa, hay que reconocer que presentan situaciones
generalizables a otros contextos de conflicto en Colombia,
aun cuando con particularidades. En ambos departamentos
se consolidan cuatro situaciones importantes: 1) el despla-
zamiento en todas sus formas (de expulsión, de recepción,
interveredal y intermunicipal); 2) interés en los recursos eco-
nómicos por parte de los grupos armados ilegales; 3) cons-
tantes acciones bélicas y violaciones a los derechos humanos
e infracciones al Derecho Internacional Humanitario, y 4)
fumigaciones y erradicación manual de cultivos ilícitos que
conllevan situaciones de crisis alimentaria.
Sin embargo, los actores armados que tienen presen-
cia en cada departamento actúan de modo diferente. En
Arauca, el territorio se configura en medio de la dispu-
ta de cuatro actores armados: las Farc, el ELN, «bandas
emergentes»6 (en cascos urbanos) y la fuerza pública;
mientras que en Putumayo sobresalen la fuerza pública,
las Farc y algunas «bandas emergentes». En las zonas del
Magdalena Medio se debe considerar el proceso histórico
de pacificación de la región7: si bien en la década de los
noventa coexistían Farc y ELN, con el ingreso de los pa-
5. Las zonas en cuestión involucran grandes extensiones rurales alejadas de los cascos
urbanos que resultan propicias para el desarrollo de acciones bélicas.
6. En las diversas regiones focalizadas las «bandas emergentes» representan reductos
paramilitares no desmovilizados, rearmados o nuevos grupos aliados del narcotráfico.
Dicha clasificación, debido a la formación o reagrupación reciente de estos grupos,
debe analizarse de acuerdo con las especificidades de los territorios, por lo cual no debe
entenderse como una categoría que alude a características homogéneas aplicables a
distintos grupos así denominados en los tres territorios focalizados.
7. Se entiende el término «pacificación» como la fase posterior a un conflicto entre
varios actores armados, uno de los cuales logra imponerse sobre los demás luego de la
desmovilización o triunfo armado; en el inicio de esta etapa se observan los más altos
índices de violencia, desplazamiento, masacres y hostilidad frente a la población civil.

155
ramilitares entre 1998 y 2002 se estableció un solo actor
hegemónico: las AUC. Luego de la desmovilización de los
grupos paramilitares entre 2002 y 2005, la fuerza pública
consolidó su accionar y se convirtió en el actor armado
con presencia más significativa en la zona. De este modo,
el Magdalena Medio santandereano se considera una re-
gión pacificada, pues ha habido una reducción sustancial
en los índices del conflicto armado, así como en el nivel de
presencia de actores armados. No obstante, las actividades
ilícitas por parte de algunos grupos armados al margen de
la ley no han cesado, y por eso aún sacan provecho de las
actividades económicas como el préstamo «gota a gota»8,
el manejo de casas de empeño y actividades abiertamente
ilícitas, como el cartel de la gasolina9 y el narcotráfico, las
cuales contribuyen al fortalecimiento de sus estructuras.
Esta compleja dinámica del conflicto armado, de acuer-
do con la diversidad de los territorios y de los actores arma-
dos, ocasiona graves impactos en la población civil, vulne-
rando el principio de inmunidad, que a nivel internacional
comprende a las personas protegidas por el DIH, para que
en los conflictos armados internos no sean involucrados en
los combates ni se vulneren sus derechos. Para entender las
afectaciones que particularmente produce dicho conflicto
en la primera infancia, se hace necesario enmarcarlas en
una valoración y reconocimiento de los daños individuales
y colectivos ocasionados por los diferentes actores armados
sobre la población civil, en general en materia de violaciones
a los derechos humanos e infracciones al DIH, tales como
homicidios, asesinatos selectivos, masacres, desplazamiento
8. El préstamo «gota a gota», conocido en algunos municipios de Colombia como «el
pagadiario», es una modalidad crediticia informal a través de la cual personas de bajos
recursos, que difícilmente pueden acceder al sistema bancario, obtienen préstamos a
cambio del pago diario de cuotas de dinero muy bajas. Esta modalidad mantiene un
carácter medio confidencial por los riesgos que implica para prestamistas y prestata-
rios, pero constituye la única opción de algunas personas que encuentran en este tipo
de préstamos la forma más fácil de fiar y más cómoda de pagar.
9. El cartel de la gasolina se refiere a la actividad ilícita de la venta ilegal de gasolina
proveniente del robo de dicho combustible, realizado preferentemente a través de la
rotura de poliductos.

156
forzado, desaparición forzada, actos de violencia sexual, di-
versos constreñimientos de la población, entre otros.
A nivel general, los impactos del conflicto en la población
civil implican un conjunto de vulneraciones que muchas veces
tienen el efecto de un castillo de naipes sobre la vida familiar,
material, social, y la estabilidad emocional de las personas que
los sufren. Al respecto, sólo para ejemplificar la complejidad
de este tipo de impacto, es útil citar las afectaciones provocadas
por el desplazamiento forzado interno, puesto que es un delito
que afecta a un número enorme de ciudadanos y ciudadanas,
dada la magnitud del fenómeno colombiano en comparación
con lo que ocurre en otros países en guerra.
Afectaciones directas provocadas a las personas y sus
familias por el desplazamiento forzado interno (DFI)10:

• Pérdida de vivienda habitable: ubicación en zonas


de alto riesgo, hacinamiento, habitación en ambientes
insalubres (mayor frecuencia de contagio de enferme-
dades).
• Reducción del acceso a atención en salud: mayor fre-
cuencia de contagio de enfermedades.
• Reducción del acceso al sistema educativo: disconti-
nuidad en la educación, reducción del acceso a la edu-
cación superior.
• Pérdida del control o posesión sobre propiedades
y capitales (patrimonio, ahorros, créditos vigentes):
pérdida de ingreso mínimo o empleo (que se relaciona
con alimentación inadecuada y situaciones de desnutri-
ción crónica), pérdida de acceso al crédito formal.
• Exclusión del escenario vital (desarraigo): pérdida
de capacidades efectivas para la inserción social y labo-
ral, dispersión del núcleo familiar, restricción de la libre
circulación y residencia, pérdida de recursos diferentes
de capital monetario.
10. Tomado de Miguel Serrano López (ed.), Evaluando el impacto de intervenciones so-
bre el desplazamiento forzado interno. Hacia la construcción de un Índice de Realización
de Derechos, Bogotá, PCS, 2007, p. 31.

157
• Frecuente pérdida de documentos de identidad (per-
sonalidad jurídica): disminución de opciones de parti-
cipación democrática, reducción del acceso al sistema
judicial, detención arbitraria, merma de opciones de
inserción laboral formal.
• Daños psicológicos y emocionales: incertidumbre,
desespero, postración, daños psicológicos permanen-
tes, factores que se relacionan con el aumento en la vio-
lencia intrafamiliar.

Se entienden estos conjuntos de afectaciones relacionados


unos con otros, potenciando los efectos negativos sobre las
condiciones de vida de las personas y las familias sometidas a
eventos de desplazamiento forzado interno, frente a los cua-
les difícilmente se logra el restablecimiento de los derechos, a
causa de la repetición de dichos eventos. Si toda la diversidad
de afectaciones es gravísima para las personas y las familias,
hay que tener en cuenta además que este crimen de guerra
ha ocurrido en una alta proporción acompañado de otros
delitos atroces, tales como el haber presenciado el homicidio
de los familiares, la desaparición forzada de los familiares, e
incluso actos de violencia sexual contra las víctimas.
Los hechos de violencia ocurridos en el marco del con-
flicto armado producen desarticulación de las estructuras
familiares en las que viven los niños y las niñas. Así mis-
mo, las relaciones comunitarias y el propio entorno sufren
cambios drásticos. En este contexto han vivido generacio-
nes enteras de niños y niñas colombianos.
Respecto del desplazamiento forzado, que en el país afec-
ta a cerca de tres millones de personas11, los niños y niñas
sufren pérdidas materiales que agravan las falencias e inesta-
bilidad en la satisfacción de sus necesidades básicas. A nivel
emocional, deben afrontar duelos por la pérdida de algún
11. Según el Registro Único de Población Desplazada (RUPD), Acción Social reconoce
que existen 2.615.100 de personas desplazadas al 31 de julio de 2008. La Consultoría
para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), en su consolidado 1995-
2007, indica que a diciembre de 2007 había 4.247.000 colombianos desplazados. Acnur
reconoció en abril de 2008 la existencia de tres millones de desplazados en Colombia.

158
integrante de su familia, la separación de los amigos con
los que había convivido e incluso el cambio de ambiente y
contexto de vida, que los despoja de los referentes vitales y
de los hábitos de crianza y cuidado social y culturalmente
construidos. Por otra parte, los niños están expuestos a la
siembra de cultivos de usos ilícitos y otras actividades de
captación de recursos12, lo cual los lleva a vincularse desde
una temprana edad al conocimiento y práctica de activida-
des ligadas al negocio del narcotráfico13.
Sobre la vulnerabilidad de los niños y niñas desplazados en
Colombia y la violación grave y sistemática de sus derechos
fundamentales, la Corte Constitucional expidió el auto 251 de
6 de octubre de 2008, en el que se pronuncia sobre la situación
constitucionalmente inadmisible y apremiante de los niños y
adolescentes desplazados por el conflicto armado en el país.
Las acciones bélicas obligan a estos menores de edad a
crecer en un ambiente de terror, inseguridad y desconfian-
za: muchas veces niños y niñas viven y estudian en esce-
narios de combates, campos minados, cerca de polígonos
y otros lugares de entrenamiento militar. Es preocupante
que la niñez crezca con los actores de la guerra, tal como
acontece en las zonas visitadas de Putumayo y Arauca,
donde los polígonos de entrenamiento y las bases milita-
res están ubicados al lado de los escasos lugares de recrea-
ción e incluso próximos a instituciones educativas.
Además, los programas de fumigación de cultivos ilícitos
terminan sometiendo a los niños, las niñas y sus familias a
escenarios de hambre y enfermedad porque al eliminar los
cultivos de coca, también acaban con sus cultivos de panco-
ger14, situación que puede conllevar niveles de desnutrición
en estas zonas rurales.

12. En el caso del Magdalena Medio, la venta ilegal de gasolina.


13. Es el caso de niños de algunas zonas de municipios del Putumayo visitados, quienes
ayudan desde pequeños a sus familias en el cultivo y procesamiento de la coca.
14. Cultivo de pancoger: cultivo con un período vegetativo inferior a un año; generalmente
se establece como fuente de alimentación de las familias campesinas (yuca, plátano, arroz,
ñame, maíz, hortalizas, cacao, etc.). Tomado de http://www.corpocaldas.gov.co.

159
En este marco, las formas como esta situación afecta a
la primera infancia (niños y niñas menores de seis años)
se conocen de manera difusa y sin registros estadísticos
exhaustivos que den cuenta de la dimensión de la proble-
mática.
En el trabajo de campo se procedió a partir de las si-
guientes consideraciones metodológicas. En primer lugar,
se diseñaron los instrumentos de recolección de informa-
ción con base en el enfoque de derechos, abordando va-
riables específicas relacionadas con el conflicto armado.
Se elaboraron entrevistas estructuradas, dirigidas a ser-
vidores públicos y población local, que en la aplicación
debieron adecuarse a las circunstancias y particularidades
del contexto local.
Para la selección de los territorios, focalizados en los
departamentos de Arauca, Putumayo, Bolívar y Santander
(región del Magdalena Medio), se tuvo como criterio que
fueran representativos de zonas de alto impacto del con-
flicto armado en los últimos cinco años, es decir, con alto
número de acciones violentas y que evidencien la con-
fluencia de los distintos actores armados (guerrillas, gru-
pos emergentes y fuerza pública). Existen otros territorios
que comparten las características mencionadas, pero a
efectos de delimitar el objeto de investigación se seleccio-
naron estos tres casos, los cuales permitieron identificar
aspectos para el análisis de la problemática de la primera
infancia en contextos de conflicto armado15.
El trabajo de campo se basó en una caracterización
previa de los territorios para comprender los escenarios y
entablar los contactos pertinentes antes de las visitas. Pos-
teriormente, se efectuaron las visitas en los municipios de
Tame y Saravena en Arauca; Simití, San Pablo, Santa Rosa y
Barrancabermeja en la región del Magdalena Medio, y por
último, Puerto Asís, Puerto Caicedo y Valle del Guamuez
15. En el anexo I se encuentran cifras poblacionales relativas a los municipios en los que
se centró el trabajo de campo, que permiten correlacionar el total de la población con
la población entre cero y seis años.

160
en Putumayo. En cada uno de ellos se llevaron a cabo en-
trevistas a servidores públicos de diversas instituciones: al-
caldías municipales, personerías, Acción Social, Unidad de
Atención y Orientación (UAO), Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (ICBF), instituciones educativas, comi-
sarías de familia, policía nacional. Así mismo, se entrevistó
a miembros de organizaciones sociales, comunitarias, cam-
pesinas y de la Pastoral de Primera Infancia.
Vale la pena aclarar que las condiciones de persisten-
cia de la dinámica del conflicto armado en los territorios
focalizados impusieron ciertas limitaciones, que llevaron
al equipo de investigadores en terreno a realizar modifica-
ciones en los instrumentos de recolección de información,
de acuerdo con el perfil de los entrevistados.
Precisamente por razones de la vigencia del conflicto
armado en las tres regiones mencionadas, al citar los tes-
timonios en el presente texto se omitirá la identificación
real de las personas entrevistadas, para no poner en riesgo
su seguridad en la zona.

3.1. Putumayo: la niñez en medio de los combates y


las fumigaciones
Para dar cuenta de las características y las afectaciones del
conflicto armado que repercuten en la primera infancia
en el departamento de Putumayo, se analizarán en primer
lugar algunos aspectos históricos que explican la dinámica
del conflicto en la región, y en segundo término, las espe-
cificidades de su ubicación geográfica. En este análisis se
abordan preguntas tales como ¿cuál es la importancia de
este territorio? ¿Qué interés ha tenido este punto del país
para los actores armados? ¿Cómo ha sido la presencia del
Estado allí y cómo el contexto de conflicto en zonas de
este departamento impacta en los derechos de los niños
y las niñas?
Así mismo, se expondrán algunas circunstancias que
se presentan en la actualidad y que se evidenciaron

161
durante la investigación de campo, que demuestran la
complejidad que aún atraviesa Putumayo en razón de
la persistencia del conflicto armado y los perjuicios que
causa a la población civil, en especial a la primera in-
fancia.
El departamento del Putumayo se encuentra al sur del
país, y una de sus condiciones más importantes es ser zona
fronteriza con los países de Ecuador y Perú. Igualmente,
en sus alrededores se localizan tres departamentos, con-
siderados territorios estratégicos y funcionales para el
desarrollo del narcotráfico y de los actores armados en
el conflicto colombiano: Nariño, Cauca (la bota caucana,
específicamente) y Caquetá. Cuenta con tres ríos sobresa-
lientes y de vital importancia para el desarrollo de diferen-
tes dinámicas: en frontera con Ecuador, el río San Miguel;
en frontera con Ecuador y Perú, el río Putumayo, y en
el interior del departamento, el río Guamuez. Posee una
inmensa extensión de tierra y selva, factor indispensable
para desarrollar los cultivos de coca y para proporcionar
a los diferentes actores un territorio alejado de los epicen-
tros y de la acción estatal.
El Putumayo se ha dividido en tres subregiones: el alto
Putumayo, compuesto por los municipios de Sibundoy,
Colón, Santiago y San Francisco, subregión que ha podi-
do sortear un poco mejor las dificultades del conflicto;
el medio Putumayo, en el que se inscriben los munici-
pios de Puerto Guzmán, Villagarzón y la capital, Mocoa;
y el bajo Putumayo, una de las subregiones más extensas
y claves en materia de conflicto armado a nivel depar-
tamental, que alberga los municipios de Puerto Caice-
do, Orito, Valle del Guamuez, San Miguel, Puerto Asís
y Puerto Leguízamo. El bajo Putumayo cobra especial
importancia por configurarse como corredor estratégi-
co militar y alimentador del narcotráfico, que conecta a
su vez los departamentos del Meta, Caquetá, Amazonas,
Putumayo y al Ecuador.

162
Mapa 2
Subregiones de Putumayo: bajo, alto y medio Putumayo
Subregiones de Putumayo,Observatorio del ConflictoArmado. CNAI.

Nariño Cauca

Caquetá

PUTUMAYO
Ecuador
Alto Putumayo
Medio Putumayo
Perú Bajo Putumayo

Fuente: Observatorio del Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

En este departamento la población presenta características


diferenciales: por un lado, por la división entre habitantes ru-
rales y urbanos; por otro lado, por la presencia de población
indígena perteneciente a diferentes etnias. Por último, existe
un gran grupo de población en situación de desplazamiento
intermunicipal e interveredal, debido a eventos de expulsión y
recepción en forma simultánea.
Según el censo del Dane del año 2005, el departamento
posee 310.132 habitantes: 135.616 son población urbana y
174.516 habitantes corresponden a población rural. Así mis-
mo, el 20,9% de la población residente en Putumayo es indíge-
na, perteneciente a las etnias Embera, Embera Katío, Inga, Ka-
mênsa, Kofan, Nasa, Uitoto y Siona. Según los cálculos de NBI
[Necesidades Básicas Insatisfechas] del Dane, el 25,92% de la
población urbana posee necesidades básicas insatisfechas, así
como el 59,4% de la población rural, para un promedio de-
partamental de necesidades básicas insatisfechas de 43,8%16.
Para comprender la situación de vulnerabilidad de la po-
blación civil en el departamento, se debe tener en cuenta que
la acción del Estado no se caracterizó por la implementación
efectiva de políticas sociales que manifiesten su presencia, a lo
16. Diagnóstico departamental Putumayo, en http://www.derechoshumanos.gov.co. Ob-
servatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia, 2007, p. 2.

163
que se suman dos factores: primero, las dificultades que posee
el terreno (vías en mal estado, centros urbanos y comerciales
inaccesibles para la mayoría de la población rural), y segundo,
la persistencia del conflicto armado. Respecto al primer factor,
éste ha imposibilitado la instalación en muchos municipios y
veredas de puestos de salud, plantas de energía, acueductos,
establecimientos educativos y centros de atención a la primera
infancia, que provean las necesidades básicas de la sociedad
civil; el segundo aspecto agrava las dificultades viales y de ac-
cesibilidad a los municipios, porque a los elevados precios en
el transporte se suma el miedo de la población civil (oriunda y
foránea) a transitar por el departamento.

Dinámica de los actores armados en la región


Para acercarse a lo que es hoy el Putumayo e identificar los da-
ños producidos por el conflicto en la primera infancia hay que
establecer, en primer término, los cambios en la dinámica de
los actores armados. En tal sentido, se trata de observar cómo
se ha producido la apropiación del territorio y cómo se han
perpetuado el conflicto y sus violencias.
De los actores armados ilegales que actúan en Colombia, las
Farc y los recientemente desmovilizados paramilitares (inclu-
yendo a las nuevas bandas emergentes) han tenido presencia
prolongada en zonas del Putumayo y de sus alrededores. To-
mando en cuenta las características geográficas del departa-
mento, se comprende que los objetivos de control de los gru-
pos armados que en el pasado se disputaron la zona17 y de los
que aún se encuentran en ella son riquezas ofrecidas por ésta,
como las extensiones de tierra y selva, el petróleo, los cultivos
ilícitos y algunas fuentes hídricas.
Las Farc y las AUC han sido responsables de diferentes vio-
laciones a los derechos humanos e infracciones al DIH en el
Putumayo, y han encontrado mayores intereses en la región
para el sostenimiento de sus estructuras.
Si se considera que entre los años ochenta y principios de
los noventa las Farc lograron apropiarse de manera hegemó-
17. Anteriormente se libraba una fuerte disputa entre las Farc y las Autodefensas Uni-
das de Colombia, que ha disminuido tras la desmovilización del mencionado grupo
paramilitar.

164
nica del bajo Putumayo, se puede comprender la aparición de
las autodefensas en el departamento, que ante la expansión de
la guerrilla y el provecho que podrían extraer del territorio de-
cidieron iniciar su incursión y posterior disputa de éste desde
1996. Esta nueva incursión tuvo mayor efectividad que el pri-
mer intento, hecho en el período 1987-1991.
A partir de 1987 irrumpió el paramilitarismo, debido en
gran medida a la actuación de Gonzalo Rodríguez Gacha,
quien se encargó de los entrenamientos militares de estas
fuerzas irregulares y del procesamiento de coca en el depar-
tamento. Las acciones por parte de las AUC se desarrollaron
de la misma manera que en el resto del país: perpetraron una
serie de amenazas, asesinatos, masacres y desapariciones for-
zadas, con un alto grado de involucramiento de la población
civil en estas acciones. Uno de los casos más impactantes fue la
masacre cometida por las AUC en el corregimiento El Tigre en
1999, que implicó el desplazamiento de varias familias hacia la
periferia del casco urbano del Valle del Guamuez, algunas de
las cuales aún viven en las casas de madera o ladrillo que cons-
truyeron en el momento en que abandonaron la zona rural del
municipio18.
El negocio de la coca se constituyó en el atractivo funda-
mental del departamento para los actores armados ilegales.
Con la expansión de los cultivos ilícitos, cada uno de los gru-
pos armados logró fortalecerse administrativamente y sacar
provecho para consolidar sus estructuras militares en el de-
partamento; ambos grupos se aseguraron como cobradores
del producto de la coca y comercializadores de ésta.
En el cuadro 2 se encuentra una relación entre los homici-
dios, la presencia de actores armados y el desplazamiento for-
zado con los cultivos de coca, que permite evidenciar la pro-
blemática en el bajo Putumayo durante la segunda mitad de la
década de los noventa.

18. El Tiempo, «Paramilitares aterrorizaron a El Tigre», 12 de enero de 1999. «(…) El


Tigre, una población de La Hormiga, en el Putumayo, empezó a quedar vacía ayer. Por
puro miedo la gente decidió abandonar el caserío, en donde la madrugada del domingo
fueron asesinadas 26 personas (...)».

165
Cuadro 219
Bajo Putumayo: correlación entre participación superficie cultivada en coca sobre total departamental,
tasas de homicidio, presencia de organizaciones armadas al margen de la ley y proporción de
desplazamientos de población sobre total departamental.
% Superficie % Frentes Presión Autodefensas
Tasas
coca departamento Tasas por cada 100 mil habitantes Desplaza- Farc (Oficina Alto
Defensoría del
(policía según policía nacional miento (fuerzas Comisionado para la
Pueblo
antinarcóticos) Codhes militares) Paz)
MUNICIPIOS 1996 1997 1998 1999 1998 1999

166
Puerto Caicedo 2 0,00 0,00 0,00 0,00 185,40 48,10 32 y 48 BAJA
Orito 21 46,55 53,72 87,95 90,85 63,20 106,90 4 32 y 48 MEDIA
Valle del Guamuez 23 133,46 196,12 166,04 245,13 245,10 394,60 34 32 y 48 ALTA
San Miguel 33 25,55 39,72 0,00 98,54 57,90 32,90 7 48 ALTA
Puerto Asís 12 82,13 164,92 279,27 278,22 332,70 335,20 27 32 ALTA
Puerto Leguízamo 6 21,85 63,69 13,76 33,44 41,20 16,70 2 48 BAJA
Región 96 67,70 116,40 142,61 172,20 73

19. «La violencia, los actores armados y la economía ilegal», en http://www.derechoshumanos.gov.co. Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia.
Separatas Geográficas: Panorama del Putumayo, septiembre de 2006.
La situación de violencia y el número de homicidios
desde el 2003 hasta la actualidad son similares a los de la
década de los noventa, con participaciones tanto de las
Farc como de los paramilitares. De igual manera, el ne-
gocio de la droga continuó siendo motivo de disputa en
la región:
(…) así, la confrontación armada se mezcla en una
confrontación de mercado, pues la estrategia paramili-
tar ha consistido en pagar mejor que la guerrilla por la
coca, al punto que en los primeros meses del año 2000
las Farc ordenaron a los campesinos del bajo Putumayo
dejar de cosechar coca, como medida para cerrarles el
paso a los paramilitares que pretenden extenderse en
toda la región. Las Farc se vieron en desventaja porque
las autodefensas empezaron a pagar al cultivador de
coca $2.600.000 por kilo de coca, en tanto que las Farc
pagaban $2.000.00020.
Es necesario aclarar que las AUC estuvieron en la re-
gión por medio del Frente Sur del Bloque Central Bolívar
(BCB), militando al igual que las Farc en el bajo Putuma-
yo, pero con mayor presencia en los cascos urbanos como
Puerto Asís, Valle del Guamuez y Orito. El 1° de marzo
de 2006 se desmovilizaron 504 miembros del Frente Sur
del Putumayo: «Entregaron, en un conteo preliminar, 293
armas entre largas, cortas y de apoyo, clasificadas así: 213
fusiles, 4 ametralladoras, 15 pistolas, 3 escopetas, 2 carabi-
nas, 34 revólveres, 9 morteros de 60 mm y 13 lanzagrana-
das de 40 mm»21.
Para el período comprendido entre el 2003 y 2006, los
homicidios en Putumayo se incrementaron, superando
nuevamente la tasa de homicidios nacional. Esto eviden-
ció que, pese a la incursión de la fuerza pública, la situa-
20. Guillermo Rivera Flórez, Cultivos de coca, conflicto y deslegitimación del Estado en el
Putumayo, serie Pretextos, N° 28, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2005,
p. 58.
21. «Se desmovilizó Frente Sur de Putumayo de las AUC», en http://www.altocomisiona-
doparalapaz.gov.co. Diálogos y negociaciones/grupos de autodefensa/desmovilizacio-
nes, 1° de marzo de 2006.

167
ción de violencia en el departamento no mejoró, e incluso
en el año 2005 alcanzó un punto álgido.

Gráfico 1
Tasas de homicidio departamental (Putumayo) y nacional22

Comparación entre tasas de homicidio


departamental y nacional, 2003-2006
120
99,7
100
75,8 106,7
80 67,4

60
44,7 39,43 37,3
40
52,9
20
120
2003 2004 2005 2006
Tasa departamental Tasa denacional
Fuente: Policía nacional.
Procesado: Observatorio del Programa Presidencial de DDHH y DIH,
Vicepresidencia de la República.

Cuadro 3
Tasas de homicidio por subregión en Putumayo
Región 2003 2004 2005 2006
Alto 42,9 19,3 0,0 20,2
Medio 68,8 75,5 74,6 106,5
Bajo 70,3 63,8 113,1 92,2
Fuente: Policía Nacional.
Procesado: Observatorio del Programa Presidencial de DDHH y DIH,
Vicepresidencia de la República.

Finalmente, es necesario hablar de las acciones rea-


lizadas por la fuerza pública como actor armado legal.
22. Diagnóstico departamental Putumayo, op. cit., pp. 2 y 3.

168
Dada la condición del Putumayo como una zona peri-
férica, el Estado, no sólo en lo referente a seguridad so-
cial sino también a seguridad ciudadana, había tenido
una presencia limitada en el departamento —en cuanto
al número de hombres y de acciones, pues la concen-
tración militar estaba orientada a otros departamentos
más céntricos—, mientras se registraba la constante
presencia de grupos armados ilegales. Por ejemplo, an-
tes del 2000 no se evidenció una fuerte presencia por
parte del ejército, hasta que por medio de la Fuerza de
Despliegue Rápido (Fudra) y otros mecanismos se dio
comienzo al fortalecimiento de su acción en el depar-
tamento:

(…) el desarrollo de la Fuerza de Despliegue Rápido (Fudra) y


las mejoras en el acopio de la información, a través de la moder-
nización de equipos y entrenamiento para realizar inteligencia
de señales (Sigint), permitieron que, a mediados de 2000, las
fuerzas militares pudieran contener exitosamente varios ata-
ques masivos y simultáneos lanzados por las Farc desde la zona
desmilitarizada del Caguán hacia Meta, Guaviare, Huila, Ca-
quetá y Putumayo (…) Durante 2001 y 2002 se intensificaron
las ofensivas del ejército sobre otros corredores de movilidad
que salían de dicha zona 23.

En la actualidad, las fuerzas militares son uno de los


actores armados más importantes de la región. Es preciso
aclarar que pese a la fuerte reacción del ejército en con-
tra de la insurgencia y el repliegue que ha logrado ejercer
sobre las Farc, las acciones de la guerrilla no han cesado
del todo y sus niveles de presencia han disminuido espe-
cialmente por causa de las fumigaciones y la erradicación
manual, situaciones que tienen graves repercusiones en la
población civil.
23. Bernardo Pérez, «El paramilitarismo en Cundinamarca y Bogotá, 1997-2006», en
VV. AA., Parapolítica. La ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos, Bogotá,
Asdi, 2007, pp. 65-66.

169
Las acciones del ejército han logrado replegar a la gue-
rrilla, debido al establecimiento militar y al aumento de
tropa destinada para Putumayo. Esto se sumó a los pro-
gramas de fumigación y erradicación manual, producién-
dose una dinámica de entrada y salida de ambos actores:
cuando el ejército hace presencia simultáneamente acon-
tecen las fumigaciones y la erradicación, y la guerrilla sale
de la zona; cuando esto cesa, el ejército se retira mientras
que la guerrilla retorna.
A partir de la década de 2000, la situación del conflicto
armado en el Putumayo ha presentado cambios signifi-
cativos que no implican que exista una finalización de la
disputa por el territorio, sino tan sólo la transformación
de las lógicas de la guerra; por consiguiente, se ha desa-
rrollado un cambio en las acciones de los actores armados
legales e ilegales de la región.
Las autodefensas, tras el proceso de desmoviliza-
ción (2006), han limitado sus acciones militares; tal
vez hoy no sean tan cruentas o notorias como antes,
pero su presencia en el departamento no ha finaliza-
do sino que ha tomado una nueva forma, cuyo alcan-
ce es aún difícil de definir como proyecto político.
La población civil de los cascos urbanos registra la
existencia de «bandas emergentes» conformadas por
desmovilizados, cuyas labores están estrechamente
ligadas al narcotráfico, ya que actúan como interme-
diarios de este negocio y mantienen prácticas habi-
tuales de los paramilitares —sin el mismo alcance,
pero vigentes aún— como asesinatos, desaparicio-
nes, intimidaciones y amenazas.
En los municipios de Mocoa, Puerto Asís, Orito, Valle
del Guamuez y Villagarzón se ha conocido la presencia
de «bandas emergentes», como Los Rastrojos o Machete-
ros, Águilas Negras y la Organización Nueva Generación
(ONG). Por ejemplo, para el 2007 se registró por parte de
la MAPP-OEA y la policía nacional, un número de 250

170
militantes en la banda de Los Rastrojos24 de gran acción en
Puerto Asís y Orito25.

Mapa 3
Putumayo. Presencia de Farc y bandas emergentes

Departamento de Putumayo.Presencia de FARC y Bandas


Emergentes, 2008. Observatorio delConflicto Armado. CNAI.

Nariño Cauca

Santiago Mocoa Caquetá


Villagarzón
Orito Pto. Caicedo
Frente 48
Puerto Asís
Frente 2
San Miguel PUTUMAYO Frente 32
Puerto
Ecuador Leguízamo
Águilas Negras, Los Rastrojos
Perú y Organización Nueva
Generación (ONG)

Fuente: Observatorio del Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

Dar cuenta de las acciones criminales cometidas por


las “bandas emergentes” es una tarea difícil, debido a
las cercanías al tipo de violencia ejecutada por la delin-
cuencia común. Como se señala en los cuadros I y II, el
número de homicidios simples y múltiples en los últi-
mos tres años (2006-2008) muestra índices en este sen-
tido que no necesariamente pueden atribuirse a «bandas
emergentes» por la imprecisión sobre los autores (auto-
res desconocidos).

24. En 2007 se acusó a Los Rastrojos del homicidio de dos mujeres. Observatorio de
Derechos Humanos, Bitácoras semanales. “En el municipio Valle del Guamuez (Putu-
mayo), presuntos miembros de la organización Los Rastrojos asesinaron a Diana (…),
de 18 años de edad y Quimberley (…) de 19 años de edad», 7 de noviembre de 2007.
25. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Área de desmovilización,
desarme y reintegración, Informe N° 1. Disidentes, rearmados y emergentes: ¿bandas
criminales o tercera generación paramilitar?, Bogotá, CNRR, agosto de 2007. Tabla 3.
Número aproximado de hombres por grupo ilegal, p. 49.

171
Cuadros 4 y 5
Número de homicidios generales y agravados en tres
municipios de Putumayo26

Cuadro 4. Investigaciones por delitos de homicidio en general, por año y


por municipio. No se tiene información sobre el tipo de arma utilizado.
  Año  
Departamento Municipio
Delito 2006 2007 2008 Total
hechos hechos
Homicidio
MOCOA 164 104 16 284
Art. 103 C.P.
PUERTO Homicidio
PUTUMAYO 163 28 6 197
ASÍS Art. 103 C.P.
VALLE DEL Homicidio
20 2   22
GUAMUEZ Art. 103 C.P.

Cuadro 5. Investigaciones por delitos de homicidio agravado por año y por


municipio. Se reporta este delito por cuanto masacre no está tipificada como
conducta delictiva.
  Año  
Departamento Municipio
Delito 2006 2007 2008 Total
hechos hechos
Homicidio agravado, nums.
Mocoa 4 1 4 9
8, 9 y 10, art. 104 C.P.

Puerto Homicidio agravado, nums.


PUTUMAYO 7 1   8
Asís 8, 9 y 10, art. 104 C.P.

Valle Del Homicidio agravado, nums.


14 2   16
Guamuez 8, 9 y 10, art. 104 C.P

Total departamento 25 4 4 33

Por otro lado, las Farc han gozado de las facilidades del
territorio apto para operaciones armadas gracias a su le-
janía geográfica. Se pueden identificar tres facetas por las

26. Datos suministrados por la Fiscalía General de la Nación, mediante derecho de


petición de información radicado DNF/13017 del 5 de junio de 2008.

172
que atravesó esta guerrilla: 1) como actor armado hege-
mónico (década de los ochenta); 2) como actor en dispu-
ta, enfrentado a las autodefensas (década de los noventa),
y 3) en la actualidad (2000-2008) replegado en respuesta
a los enfrentamientos contra la fuerza pública; simultá-
neamente figura como actor de tránsito, dado que si bien
se ha visto forzado a salir del departamento continúa in-
cursionando, siempre y cuando pueda protegerse del ejér-
cito nacional.
Por consiguiente, hoy en día las Farc en el Putumayo
se han visto sometidas a la arremetida del ejército en la
región, acorde con la Política de Seguridad Democrática,
sobre todo en las zonas de frontera. El establecimiento de
polígonos de entrenamiento, brigadas móviles y retenes
militares ha dado como resultado un retiro de la guerrilla
hacia los otros departamentos y la frontera con el Ecua-
dor. Aun así, sigue incursionando en el territorio cada vez
que pueda enfrentarse y sobrevivir al enfrentamiento con
la fuerza pública.
En este sentido, las acciones bélicas cometidas por
parte de las Farc no han cesado en lo que se refiere a
enfrentamientos con la fuerza pública; por el contrario,
podría decirse que conforme a la desmovilización del
Frente Sur de las autodefensas (Bloque Central Bolívar)
se posibilitó la recuperación de zonas del territorio por
parte de las Farc, específicamente de las zonas rurales; ya
no han vuelto a enfrentarse las autodefensas y las Farc
ni militarmente ni en materia de mercado de la coca, al
menos no en forma masiva como antes. Lo anterior se
evidencia en el número de combates, hostigamientos y
enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército nacional,
que en su mayoría continúan produciéndose en el bajo
Putumayo (gráficos 2 y 3).

173
Gráficos 2 y 3
Porcentaje del número de acciones bélicas cometidas y
acciones por grupos ilegales

Distribución de acciones militares,


Putumayo, 2005-2007.

4% 2%
4%
8%
Combates
Emboscadas
Hostigamientos
Campo minado
Ataque a bienes
civiles
82%

Distribución de acciones militares por


grupos ilegales, Putumayo, 2005-2007.

2%
16%
41%

Frente 32
Frente 48
Otros (Los Rastrojos, bandas
criminales y desconocidos)
Comando Conjunto
41% de occidente

Fuente: Base de Datos Observatorio del Conflicto Armado. Corporación


Nuevo Arco Iris.

Como se ha visto, la frecuencia de los combates no ha


concluido, ni tampoco la relación entre la guerrilla y la

174
economía del petróleo, que se manifiesta en «la mayoría
de las acciones bélicas de las Farc, dirigida contra la in-
fraestructura petrolera del departamento, en particular
el oleoducto trasandino y varios pozos petroleros»27. La
voladura del oleoducto en vías como la de Puerto Asís -
Valle del Guamuez continúa y es uno de los factores de
desplazamiento interveredal en el departamento. A lo lar-
go de esa difícil y despavimentada vía se pueden observar
grandes extensiones de petróleo vertidas en los campos y
a su lado varias casas deshabitadas28.
Además, las acciones ilícitas por parte de Farc y «ban-
das emergentes» (reductos del paramilitarismo o des-
movilizados rearmados) continúan en materia de nar-
cotráfico. La extensión de cultivos de coca, si bien se ha
intentado disminuir a través de la implementación de los
programas de erradicación y por las fumigaciones, aún
persiste en la extensión del departamento29. En relación
con las cifras referentes a la cantidad de hectáreas de cul-
tivos de coca, conforme al informe de Undoc de 2006 en
el departamento de Putumayo aún existen 12.253 hectá-
reas sembradas de coca, convirtiéndose en el segundo en
una lista de 23 departamentos que albergan cultivos en
Colombia30.
Por otra parte, entre 2006 y 2008 las investigaciones en
materia de estupefacientes fueron significativas, lo que da
cuenta del aún fructífero negocio del narcotráfico en el
departamento (cuadro 6).

27. Ver en http://www.derechoshumanos.gov.co. Observatorio de Derechos Humanos de


la Vicepresidencia. Diagnóstico departamental Putumayo, 2007, p. 11.
28. Observaciones del trabajo de campo, mayo de 2008.
29. «(…) y más áreas sembradas (6.761 hectáreas) es Cumaribo, Vichada. Nariño, Gua-
viare, Meta y Putumayo concentran cultivos y laboratorios (...)», en El Tiempo, «Mitad
de la coca, en diez municipios», 19 de junio de 2008.
30. Naciones Unidas, Cultivos de coca. Estadísticas municipales. Censo 2006, Proyecto
Simci II, ONU, Oficina contra la Droga y el Delito, pp. 73-75.

175
Cuadro 6
Delitos por tráfico de estupefacientes, 2006 - primera mitad de 2008
Cuadro 6. Investigaciones por delitos de tráfico de Investigaciones por delitos de tráfico de
estupefacientes por año y por municipio estupefacientes por año y por municipio.
  Año       Año
Departamento Municipio Municipio
Delito 2006 2007 2008 Total Delito 2007 2008 Total
hechos hechos hechos
Tráfico de sustancias
Tráfico, fabricación
para procesamiento de
o porte de
MOCOA 220 44 23 287 narcotráfico. Art. 382 C.P. 1 1
estupefacientes. Art.
Cuando la cantidad supere
376 C...

176
cien kilos o cien litros.

Tráfico, fabricación Tráfico, fabricación o


PUTUMAYO PUERTO o porte de MOCOA porte de estupefacientes
85 8 93 1 1 2
ASÍS estupefacientes. Art. Art. 376 C. Agravado N. 1
376 C... Art. 384 C.P.

Tráfico, fabricación
VALLE Tráfico, fabricación o
o porte de
DEL 15 7 22 porte de estupefacientes. 8 8
estupefacientes. Art.
GUAMUEZ Art. 376 C..
376 C...

Total departamento 320 59 23 402 Total departamento 1 10 11

Fuente: Fiscalía General de la Nación, Derecho de petición de junio de 2008 acerca de investigaciones tramitadas bajo la Ley 600 de 2000.
Impactos del conflicto armado en la población civil
La dinámica del conflicto armado en Colombia en los úl-
timos quince años se caracterizó por el creciente involu-
cramiento de la población civil, que ha ocasionado graves
afectaciones a través de la utilización de poblaciones como
escudos de combate, constreñimiento de personas y comu-
nidades para que realicen actividades requeridas por los ac-
tores armados, el desplazamiento forzado, con el consecuen-
te despojo de tierras y bienes, entre otras. Son múltiples los
impactos que sufre la población civil en medio del conflicto
a consecuencia de las violaciones a los derechos humanos e
infracciones al DIH perpetradas por los diversos actores ar-
mados. Esto se ha señalado constantemente en los Informes
de la Oficina para Colombia del Alto Comisionado para los
Derechos Humanos, así como pronunciamientos de ONG a
nivel nacional e internacional.
Con la fuerte incursión de las fuerzas militares en Putu-
mayo mediante la implementación de la Política de Segu-
ridad Democrática, se dio paso a un nuevo período (2000-
2008) de conflicto armado en el departamento. Se reconoce
que por la acción del ejército nacional se limitó la presencia
de la guerrilla en el Putumayo, y que con el proceso de des-
movilización se redujo la acción de las autodefensas, encar-
gándose actualmente la policía y el ejército de enfrentar a
las «bandas emergentes».
La presencia de las fuerzas armadas ha generado tres si-
tuaciones: el desplazamiento forzado31, la estigmatización
de la población civil y la ubicación de las bases militares
o presencia del ejército en zonas cercanas a la residencia y
lugares de educación y recreación de niños y niñas.

31. En Colombia, la población desplazada constituye uno de los sectores poblacionales


en estado de vulnerabilidad extrema, debido a la falta de protección oportuna y efectiva
por parte de las autoridades. La violación reiterada de sus derechos se ha caracterizado
por ser masiva, prolongada e imputable tanto al conflicto armado como a la estructura
de la política de atención a desplazados, cuyos recursos son insuficientes al igual que su
capacidad institucional, contrariando la normatividad vigente en la materia.
Ver http://www.acnur.org/biblioteca. Reseña: sentencia T-025 de 2004. Corte Constitu-
cional de Colombia, febrero de 2004.

177
Respecto al desplazamiento forzado, conforme a las esta-
dísticas de Acción Social32, desde el año 2000 los autores del
mayor desplazamiento del departamento siguen siendo los
grupos armados ilegales. Sin embargo, la fuerza pública se ha
convertido en un actor expulsor de la población del Putumayo
(gráfico 4), quizás por la estigmatización de la población civil.

Gráfico 4
Desplazamiento individual en Putumayo, por causa de
la fuerza pública
2000-primer semestre de 2008

Distribución de acciones militares por


grupos ilegales, Putumayo, 2005-2007
120
101
95
100
Número de individuos

2000
80 2001
62
59 2002
60 50 2003
43
29 2004
40
21 2005
20 5 2006
2007
0 2008
Fuerza pública
Actor del conflicto

Fuente: Estadísticas de desplazamiento, en http://www.accionsocial.gov.co.


Desplazamiento individual por autores. Datos procesados por CNAI.

Según las cifras del gráfico precedente, los picos más al-
tos de desplazamiento ocasionados por la fuerza pública
se registraron en los años 2004 y 2005 —90 a 100 per-
sonas—, con un descenso en los últimos tres años. Ésta
32. Fuente: http://www.accionsocial.gov.co. Estadísticas de desplazamiento individual
por autores, fuerza pública. Datos procesados por Observatorio del Conflicto Armado,
2000 primer semestre de 2008.

178
es una situación grave en materia de derechos humanos,
toda vez que la fuerza pública es garante de la seguridad
de la población, lo cual acarrea una consecuencia preocu-
pante para los niños y las familias que consiste en la pérdi-
da de confianza en quienes representan al Estado, como se
comprueba en el siguiente testimonio:
Cuando los soldados vienen a la escuela y pasan cerca de los niños
de preescolar, a los niños no les gusta, les da miedo estar cerca de
ellos, porque se acuerdan de su anterior vivienda, muchos de ellos
son desplazados de diferentes corregimientos33.

Respecto a la estigmatización de la población, se explica


por cuanto en el departamento ha existido una tendencia
histórica a comparar al campesino cultivador de pancoger
o de coca, con un guerrillero o colaborador de las Farc.
Por este motivo, la población en zonas del bajo Putuma-
yo, de alta confrontación militar, teme la presencia de la
fuerza pública, tal como aparece en el testimonio de un
campesino del municipio de Puerto Caicedo:
(…) es mejor no salir a altas horas de la noche para no ser con-
fundidos con un guerrillero; tampoco nos podemos trasladar con
grandes cargamentos de comida, aunque sea para el sustento de las
familias (como mercado o comercio), ya que el ejército asume que
son alimentos para abastecer a la guerrilla34.

Por su parte, los grupos indígenas de la región manifesta-


ron temor de buscar apoyo del gobierno, pues sienten que si
reclaman sus derechos van a ser tildados de malos, y van a in-
vadir sus territorios, destruyendo además sus tradiciones35.
Aparte de la situación de estigmatización de los cam-
pesinos, en los municipios visitados se conocieron testi-
monios en los que se denunciaron acciones realizadas por
33. Entrevista con una profesora en el municipio de Puerto Asís, Putumayo, 28 de mayo
de 2008.
34. Entrevista con jornaleros en el municipio de Puerto Caicedo, Putumayo, 27 de
mayo de 2008.
35. Entrevista con miembros de comunidad indígena en el municipio de Puerto Cai-
cedo, 28 de mayo de 2008.

179
las fuerzas militares como la desaparición de familiares. Se
trata de casos de campesinos que afirman que sus familia-
res desaparecidos o sindicados de guerrilleros nunca han
tenido relación o vinculación con la guerrilla36.
Algunas familias entrevistadas contaron que el ejército
había reunido hacía algunos meses a varios campesinos
que formaban parte de una junta comunal; los trasladaron
a la estación de policía del corregimiento y luego los sindi-
caron de ser guerrilleros. Los campesinos pasaron más de
28 meses en la cárcel sin conocer el porqué de su captura.
Este hecho ha dejado a varias familias desintegradas, pues
entre los capturados se encuentran padres y madres de fa-
milia que tuvieron que dejar a sus hijos a cargo de solo
uno de los padres o de sus abuelas:

Mi esposo fue capturado por el ejército hace 28 meses, sin ninguna


explicación, como si él y los otros fueran guerrilleros; tenemos dos
menores de cuatro años, ellos extrañan a su padre y cada vez que ven
un helicóptero le piden que les devuelva a su papá (…) tuvimos que
desplazarnos por esta situación y ahora dependemos de mi hermano.
Sin mi esposo no tengo cómo mantener a mis hijos y lejos del campo,
peor; además, para poder visitar a mi esposo debemos pagar más de
40 mil pesos por puesto para ir hasta Mocoa, donde está recluido; mu-
chas veces no puedo llevar a mis hijos, pues no tengo el dinero37.

Así mismo, tanto los profesores como las personas de


las brigadas de salud deben estar identificados para evitar
problemas con la fuerza pública38. La estigmatización no
sólo afecta a los campesinos, sino que también recae so-
bre los docentes de la región. En el período 2003-2006 se
produjeron varios asesinatos de maestros que, si bien no
pudieron atribuirse a un actor específico, dan cuenta de
los riesgos que éstos corren en Putumayo.
36. Entrevistas a campesinos pobladores de zonas rurales, municipio de Puerto Asís,
Putumayo, 26 de mayo de 2008.
37. Entrevista a líder comunitario de un corregimiento de Puerto Asís, 31 de mayo de
2008.
38. Entrevista a líderes de junta de acción local, municipio de Puerto Asís, 26 de mayo
de 2008.

180
Cuadro 7
Asesinatos de docentes en Putumayo (municipios del bajo
Putumayo)39
Municipio 2003 2004 2006 Total
La Hormiga 1 1
Orito 1 1
Puerto Asís 1 1 2
Puerto Leguízamo 1 1
Total 1 3 1 5
Fuente: Policía nacional.
Procesado: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y
DIH, Vicepresidencia de la República.

En algunas ocasiones, el ejército estigmatiza a los docentes


en zona rural al considerarlos posibles difusores de ideologías
subversivas o colaboradores de la guerrilla, toda vez que ante-
riormente la guerrilla buscaba refugio durante los combates
en las instituciones educativas. A los profesores los cuidan las
comunidades y las poblaciones, pues en ellos descansa la edu-
cación de sus hijos; por tal razón, tratan de identificarlos con
vestimentas que los diferencien de los guerrilleros para así pro-
tegerlos de la estigmatización de los militares. En una entrevis-
ta obtenida en el trabajo de campo, un profesor expresó:
Yo fui capturado con nueve personas más, llegaron por mí a la escuela
en la que yo daba clase a niños de preescolar y primaria, yo les dije a los
niños que no se preocuparan y le pedí al ejército que por favor esperara
a que fueran las diez de la mañana para que los niños pudiesen volver
a sus casas. Desde ese entonces me encuentro en la cárcel. Dos meses
después de mi captura envié una carta en la que renunciaba a mi traba-
jo para que contrataran a otro profesor, pues los niños estuvieron todo
ese tiempo sin clase. No es la primera vez que el ejército me captura, ya
lo habían hecho cuando yo enseñaba en el corregimiento de (…), unos
meses después salí libre, aquí no sé qué va a pasar conmigo40.

En relación con la población indígena, las Farc tan sólo


en el año 2003 dieron muerte a doce indígenas (inclu-
39. Diagnóstico departamental Putumayo, op. cit., p. 4.
40. Entrevista con docente de Puerto Leguízamo, 31 de mayo de 2008.

181
yendo algunas muertes selectivas de líderes indígenas),
produciendo desplazamientos en las comunidades41. Ac-
tualmente, las distintas comunidades para protegerse de
las acciones violentas deben cambiar la ubicación de los
cabildos, además de variar el desarrollo habitual de sus
tradiciones y cultura42.

Gráfico 543
Homicidio de indígenas
Homicidio en Putumayo
de indígenas, Putumayo,(2003-2006)
2003-2005

12
12

10

6
5
4

2
1 1
0

2003 2004 2005 2006

Fuente: Observatorio del Programa Presidencial de DDHH y DIH, Vicepre-


sidencia de la República.
Procesado: Observatorio del Programa Presidencial de DDHH y DIH, Vice-
presidencia de la República.

Igualmente, la práctica del secuestro ha afectado a la


población civil tanto en el departamento como en el res-
to del país; durante el período 2003 - 2006 se raptó a 41
personas44. Para 2007 se registraron seis secuestros45, entre
41. Diagnóstico departamental Putumayo, op. cit., p. 5. Para 2005, se habían efectuado
619 desplazamientos individuales de menores indígenas entre los 5 y los 18 años.
42. En algunas etnias se tiene por tradición enseñarles a sus hijos a cazar a muy tem-
prana edad; sin embargo, esta actividad ha tenido que restringirse por las dificultades
para transitar, ya sea por los campos minados o por los combates. Entrevista con líder
indígena, 27 de mayo de 2008.
43. Diagnóstico departamental Putumayo, op. cit., p. 5.
44. Ibid., p.6.
45. Ver Fondelibertad: www.antisecuestro.gov.co. Cifras y estadísticas secuestro 2007.

182
ellos el de un menor de cuatro años en el municipio de
Puerto Guzmán, quien fue rescatado por la fuerza pública
antes de que delincuentes lo vendieran al Frente 32 de las
Farc46; sobre esta práctica no se tiene total conocimiento
de cómo operan los delincuentes en colaboración con las
Farc y si es una práctica habitual.
¿Cómo influye la complejidad del conflicto armado de
Putumayo en la primera infancia?
El departamento del Putumayo registra un alto número de
acciones violentas (6-50) y se ubica entre los que mayor por-
centaje de niños menores de cuatro años tienen, los cuales
representan el 18% de la población total del departamento47.
En Puerto Asís, un niño que hoy tiene trece años re-
cordó los hechos de la masacre de El Tigre (1999), que
ocurrieron cuando él tenía cinco años, a raíz de los cuales
debió desplazarse con su familia:
Me acuerdo muy bien del combate de Los Tigres, en ese entonces
tenía cinco años.
(…) Llegaron [los paramilitares] haciendo una pelea muy fuerte,
con gritos muy fuertes y disparos. Pasó que me dio mucho susto,
que no quería alejarme de mi mamá, al principio no quería estar
solo, ni dormir solo. Ni dormir.
Ya pasó el miedo y no creo que pueda suceder de nuevo. Pero cuan-
do pasan los soldados o hay muchos helicópteros me vuelve a dar
dolor de estómago como ese día.
(…) Nunca antes nadie me había preguntado de eso, ni en la es-
cuela, ni en la casa, ni en ningún lugar. Sólo hablo de eso con mis
amigos, que también estaban allá, y para ellos es más difícil y son
más miedosos porque se acuerdan de la gente que les masacraron;
a ellos sí les mataron mucha gente que querían.
(…) Yo no sé dibujar, después de eso se me quitaron las ganas y ya
no sé cómo se hace, no lo hago ni en la escuela ni en los cuadernos.
Yo no sé dibujar48.
46. Bitácoras Observatorio de Derechos Humanos, 17 de diciembre de 2007.
47. Representatividad porcentual de niños menores de cuatro años en la población
total, departamental y nacional. Fuente: Dane, 2005; Observatorio del Programa Presi-
dencial de Derechos Humanos y DIH, 2008. Ver anexo I, cuadro I.
48. Entrevista con un niño en Puerto Asís, 27 de mayo de 2008.

183
Otro niño testigo de la masacre de El Tigre, de doce
años de edad en la actualidad, recuerda:

El día que entraron al Tigre estaba en la escuela con mis amigos,


era el segundo día que iba y estaba contento; de pronto la maes-
tra dijo que teníamos que irnos y dejar todo, que teníamos que
salir rápido porque se habían entrado [los paramilitares]. Tuvi-
mos que dejar todo ahí, estaba todo nuevo, hasta la merienda.
Nos escondimos en una montañita con la maestra un rato, luego
no me acuerdo cuánto tiempo después llegamos a las casas y nos
escondimos detrás de los colchones de las camas: yo y mi mamá
y mi hermano; mi papá iba y venía.
Ya no me acuerdo si lloraba, sólo me acuerdo que no se podía
llorar, y desde ahí se me quitaron las ganas de hablar y de jugar y
de comer. Así hasta que encontramos la nueva casa, como un mes
después. Todavía no me gusta hablar, sólo cuando me toca.
(…) Después de eso prefiero jugar con las niñas porque ellas no
hablan ni preguntan de eso y además no juegan tampoco a pelear,
ya nunca quiero pelear ni que nadie pelee.
(…) Lo más triste de todo eso es que me quedé sin mis amigos,
que eran nuevos del colegio, y los otros amigos viejos del Tigre
no sé qué pasó con ellos porque todos se tuvieron que ir a lugares
distintos y lejos y como ellos ya no hay más amigos49.

De los testimonios de los dos niños que tenían menos


de seis años cuando debieron presenciar hechos atroces,
cabe señalar que además de no recibir explicación algu-
na por lo sucedido, tampoco nunca nadie les había pre-
guntado cómo se sintieron. Es evidente que además de
enfrentar las vulneraciones de sus derechos, a causa del
desplazamiento forzado, se pueden intuir impactos di-
rectos e indirectos de los cuales lamentablemente nadie
se percata.
Al respecto, es significativo el testimonio de la psicóloga
de un colegio en Puerto Asís:

49. Entrevista con un niño en Puerto Asís, 27 de mayo de 2008.

184
El promedio de hijos en las familias está entre 5-7. De 180 es-
tudiantes, más o menos, el 90% tiene a la madre como cabeza
de hogar y la mayoría de los padres (hombres) ha muerto por
causas violentas. (…) Uno de los problemas más frecuentes y
más difíciles de abordar en el interior del colegio es el manejo
del duelo, pues la mayoría de los estudiantes tiene que resolver
alguno50.

Si bien muchas situaciones que afectan los derechos


de la niñez en zonas del Putumayo como las visitadas
(Puerto Asís, Puerto Caicedo y Valle del Guamuez), se
relacionan con estados de pobreza estructural en esos
territorios, es innegable que el conflicto agrava sobre-
manera algunas de ellas, tales como la crisis alimenta-
ria en zonas rurales del departamento (desnutrición
infantil crónica), y las afecciones en la piel y proble-
mas respiratorios a causa de las fumigaciones en los
municipios de la frontera, aunque no se cuente con
estudios sistemáticos que evidencien la magnitud del
problema:

Cuando fumigan, aunque no tengamos coca cultivada, el veneno


alcanza a caer sobre nuestros cultivos de plátano o yuca, lo que
tengamos; entonces eso se nos daña, queda envenenado, se pierde
y nos deja sin qué comer. Desde que eso pasa, algunos tenemos
manchas en la piel y los niños siempre están enfermos, desde que
nacen tienen tos51.

Es innegable que el flagelo de los cultivos ilícitos conti-


núa en Putumayo (cuadro 8). Además del interés de dife-
rentes actores armados en la región, la población civil se
ha visto obligada a refugiarse en los recursos económicos
que obtienen por medio de la coca.

50. Entrevista con una psicóloga en Puerto Asís, 28 de mayo de 2008.


51. Entrevista con campesino del municipio de Puerto Caicedo, 28 de mayo de 2008.

185
Cuadro 8
Rendimientos y producción de coca
Rendimiento
Rendimiento Producción
Región No. promedio de anual Hectáreas Producción
promedio de hoja de
departamentos cosechas (2006) promedio(kg/ cultivadas cocaína-TM
cosechas (kg/ha) coca-TM
ha/año)
Meta-Guaviare 6,0 1.522 9.900 20.540 203.300 154,1
Orinoquia 5,6 1.441 8.552 6.829 58.400 51,2
Catatumbo 5,3 1.070 5.510 488 2.700 3,7
Putumayo-Caquetá

186
3,5 1.529 5.559 17.221 95.700 129,2
Sur de Bolívar 3,3 1.899 6.288 11.643 73.200 87,3
Sierra Nevada de
Santa Marta
3,3 1.613 4.840 437 2.100 3,3
Pacífico 2,5 1.027 2.705 18.807 50.900 141,1
Amazonia     5.559 1.905 10.600 14,3
Todas las regiones 4,3 1.446 6.343 78.000 496.900 584,2
Fuente: Undoc, 200752.
52. Tomado de VV. AA., La aspersión de uso ilícito en Colombia. Una estrategia fallida, Bogotá, Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola),
abril de 2008, p. 42 .
Cabe señalar que el cultivo de coca forma parte de la
cultura, por cuanto algunas comunidades indígenas con-
sideran que la planta porta un valor sagrado ancestral y de
este modo es parte de actividades cotidianas de las fami-
lias. Dado que en el ámbito campesino la participación de
niños de corta edad en las actividades productivas fami-
liares (siembra, recolección de hojas de coca) constituye
un rasgo cotidiano, los menores de edad terminan acom-
pañando desde muy temprana edad a sus padres en las la-
bores de cultivo de la planta en los pequeños laboratorios
que los ayudan a sobrevivir en el departamento. Un niño
de siete años manifestó cuán habitual le resultaba el trata-
miento de la hoja de coca, pues constituye una actividad
primordial para la subsistencia familiar:

Desde siempre yo me meto en la tina y piso la coca, de ahí sale algo


blanco, después la echamos en la olla y prendemos candela. Eso mi
papá la hace rendir53.

Tras las fumigaciones desarrolladas en el departamento,


la población civil argumenta que sin importar si son cul-
tivadores de coca o no, las fumigaciones los han afectado.
Los pobladores de los municipios visitados en Putumayo
afirman que tras las aspersiones, el veneno se extendió hasta
los cultivos de pancoger (yuca, plátano, piña), perdiendo
con ello la posibilidad de alimentar a sus hijos o de comer-
cializar los productos para poder comprar medicamentos
o útiles escolares. Un campesino de Puerto Asís explicó su
parecer acerca de este fenómeno, considerado un verdadero
problema social que el gobierno no quiere reconocer:

La fumigación inició en el 2000, fue siempre indiscriminada y aca-


baron con todo, con la comida sobre todo. La erradicación manual
llegó después de la fumigación. A quien le arrancan las matas ya no
le fían, así que se queda sin cosecha y sin poder comprar la remesa.
Dentro de un tiempo va a haber más violencia por el hambre. Los
53. Entrevista con un niño de siete años, corregimiento de Villa Victoria, 28 de mayo
de 2008.

187
que pagan por esto son los niños, pues muchas veces tienen que
terminar comiendo del plato de la mamá o de lo poco que haya y
eso no los nutre54.

Al mismo tiempo, la fumigación ha logrado afectar a la


población civil en materia de salud, puesto que tanto in-
dígenas como campesinos de las zonas rurales presentan
enfermedades respiratorias y en la piel (manchas y des-
pigmentación), y ocasiona igualmente un impacto directo
en sus hijos, pero se necesitan estudios exhaustivos para
medir la magnitud de tal impacto. Por otra parte, en las
visitas de campo los pobladores evidenciaron el aumento
de las malformaciones de los recién nacidos, enfermeda-
des que no se registraban antes de las fumigaciones, se-
gún los testimonios de los habitantes en los municipios
y corregimientos de Puerto Asís y Puerto Caicedo55. Lo
anterior debe tenerse en cuenta para desarrollar investi-
gaciones sobre los efectos de las fumigaciones en la salud
de la población. En el informe La aspersión de cultivos de
uso ilícito en Colombia. Una estrategia fallida, de la Oficina
de Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola), se
señala una dificultad que han tenido algunos de los estu-
dios sobre el tema, relativa a la realización de análisis de
carácter retrospectivo que impiden medir los cambios en
la salud después de la aspersión.

La Oficina de Asuntos Antinarcóticos de Estados Unidos (NAS)


contrató a la Clínica Uribe Cualla para evaluar los impactos en la sa-
lud de los habitantes de algunos municipios de Nariño y Putumayo.
El estudio, efectuado varios meses después de las fumigaciones, con-
cluye que «(…) no hay reportes con certeza científica que indiquen
perjuicios sobre la salud». En consecuencia, sugiere adelantar inves-
tigaciones que incluyan la evaluación sobre la salud pre y posasper-
sión, ya que los estudios realizados fueron de tipo retrospectivo; se
hace necesario para medir impactos sobre la salud, la evaluación del

54. Entrevista con un campesino de Puerto Asís, 27 de mayo de 2008.


55. Entrevista con campesinos y personas en situación de desplazamiento de Puerto
Asís (26 de mayo de 2008) y de Puerto Caicedo (28 de mayo de 2008).

188
estado de salud antes de una aspersión y la evaluación posterior tan-
to médica como analítica (Clínica Uribe Cualla, 2001)56.

El desarrollo de fumigaciones en el departamento cons-


tituye un factor de desplazamiento de la población civil.
Las familias que se ven obligadas a salir de sus veredas o
municipios a raíz de este fenómeno tienen mayores difi-
cultades que aquellas víctimas de desplazamiento forzado,
pues la actual legislación sólo brinda ayudas gubernamen-
tales a los desplazados por razón del conflicto y no por cri-
sis alimenticia, por afecciones a la salud por fumigaciones,
por hambre o por derrame de crudo.
Por otra parte, la crisis alimentaria es un hecho, ya que
las familias no cuentan con dinero para comprar mer-
cado; si logran rescatar algo de las cosechas, las difíciles
condiciones viales hacen que el pago del transporte no
les permita recuperar ni siquiera el valor de lo invertido,
motivo por el cual algunos intentan mantener plantas de
coca, pues por ellas obtienen un poco más de ingresos:
Uno logra sacar unos racimos de plátano, pero primero es un pro-
blema porque el ejército le pone a uno mucho pereque; por otro
lado, acá gastamos tanto en los pasajes que cuando logramos ven-
der el plátano no cubrimos ni la primera chalupa57.

Al respecto, un campesino expresó:


Nosotros sabemos que la coca es mala, pero es el único sustento
que tenemos para alimentar a nuestras familias.

En un colegio de Puerto Asís, en el marco de un acerca-


miento a un grupo de catorce niños de tres y cuatro años,
éstos dijeron que todos desayunaban muy bien, que sus
mamás no los dejaban salir de la casa sin haber comido
por lo menos pan con huevo y café, pero que almorzar
era a veces más difícil, porque no siempre había comida
56. Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola), informe La asper-
sión de cultivos de uso ilícito en Colombia. Una estrategia fallida, p. 63.
57. Entrevista con un campesino del municipio de Puerto Caicedo, 28 de mayo de
2008.

189
en las casas y no siempre había quien cocinara o sirviera
la comida58.
En Puerto Asís se conoció que la nutrición de las comu-
nidades indígenas ha cambiado, pero especialmente la de
los niños más pequeños, pues ya no hay la misma variedad
de alimentos de hace algunos años, que garantizaba una
dieta balanceada. Además, los alimentos que consiguen
no son orgánicos, como lo son en su cultura tradicional,
porque tienen que bajar al pueblo a comprarlos debido a
que la fumigación ya no permite que ellos mismos los cul-
tiven. Esto ha incrementado las «pestes», especialmente
desde el 2000; el 80% de los niños en las comunidades de
la zona menores de siete años sufren enfermedades respi-
ratorias agudas, fiebres e intoxicaciones a causa del petró-
leo quemado que respiran constantemente y que además
contamina las fuentes de agua. En entrevistas a indígenas
del municipio, éstos manifestaron su percepción sobre el
aumento del número de niños que nace con malforma-
ciones o con dificultades en el desarrollo, al igual que la
participación de la vida en comunidad59.
Habría que desarrollar otros estudios para establecer el
nivel de relación entre las fumigaciones, la crisis alimen-
taria y los casos de desnutrición crónica que se presentan
en el departamento60. Aun con la ayuda de algunas institu-
ciones y organizaciones como el ICBF y la Pastoral Social
de Primera Infancia, no se sortearon las dificultades para
entrar a los territorios y abastecer de comida a los habi-
tantes, situación que afecta notoriamente a la población
infantil (cuadro 9).

58. Observación en un colegio con preescolar de Puerto Asís, que tiene niños menores
de cinco años, 27 de mayo de 2008.
59. Entrevista con concejal indígena del municipio de Puerto Asís, 27 de mayo de
2008.
60. Aunque como se señaló en la introducción, la interrelación entre este tipo de afec-
ciones se ha evidenciado en el análisis de la problemática del desplazamiento forzado
interno. Al respecto ver Miguel Serrano López (ed.), Evaluando el impacto de inter-
venciones sobre el desplazamiento forzado interno. Hacia la construcción de un Índice de
Realización de Derechos, Bogotá, PCS, 2007.

190
Cuadro 961
Estado nutricional según género, beneficiarios de pro-
gramas nutricionales del ICBF
Puerto Asís, 2007
Estado
Niños % Niñas % Total %
nutricional
Adecuado 228 43,2 203 38,4 431 81,6
Zona crítica 34 6,4 26 4,9 60 11,4
Desnutrición 5 0,9 6 1,1 11 2,1
Sobrepeso 6 1,1 20 3,8 26 4,9
Total 528 100,0

La promoción de programas productivos no ha mejo-


rado la situación de vulnerabilidad y hambre de la pobla-
ción. Los campesinos no ven ninguna viabilidad en cul-
tivos de larga producción, como la palma o el caucho, o
incluso el de vainilla (al que no le encuentran una verda-
dera salida comercial), pues mientras éstos se desarrollan
no tienen ningún sustento alimenticio:
Errores en la concepción del programa de erradicación manual
forzada, puesto que no se dirige a generar alternativas viables y
sostenibles para la población vinculada a la siembra de cultivos de
uso ilícito, lo que se evidencia en la ausencia de procesos de socia-
lización y convencimiento que comprometan la participación de la
población civil, y en la inexistencia de una oferta estatal suficiente
para garantizarles a las familias, a corto plazo, la seguridad alimen-
taria y, a mediano y largo plazos, su reubicación —cuando se tra-
ta de parques nacionales— y estabilización económica (vivienda,
empleo y proyectos productivos, entre otros)62.

Los campesinos e indígenas de la región se enfrentan


a diferentes violaciones de sus derechos por parte de la
guerrilla63, razón por la cual los altos índices de despla-
61. Por respeto a Puerto Asís… No más de lo mismo. Documento Infancia y Adolescencia.
Departamento del Putumayo. Municipio de Puerto Asís. Alcaldía Municipal, 2008, p. 23.
62. VV. AA., La aspersión de uso ilícito en Colombia. Una estrategia fallida. Oficina en
Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola). Bogotá, abril de 2008, p. 43.
63. Ver anexo 1, gráfica 4, p. 33.

191
zamiento continúan en el departamento (gráfico 4). El
desplazamiento en los municipios visitados tiene varias
causas, pero se pueden identificar dos que afectan espe-
cíficamente a las familias: 1) acciones de la guerrilla que
involucran a un miembro de la familia, por ejemplo, ame-
nazas u homicidio en contra de los padres; 2) amenazas
de reclutamiento a niños (doce años en promedio). Estas
situaciones obligan a las familias a salir de sus viviendas
en busca de protección y a llegar desintegradas a los mu-
nicipios por la pérdida de algún miembro en medio del
conflicto.
En el caso del reclutamiento ilícito de niños, niñas y
adolescentes, las familias con quienes se tuvo contacto en
el trabajo de campo expresaron que sus hijos mayores es-
tuvieron en riesgo de ser víctimas del reclutamiento ilíci-
to, quienes les colaboraban en la crianza y cuidado de los
niños más pequeños cuando ellos se encontraban traba-
jando, hecho que motivó su desplazamiento.
La población civil de las zonas rurales en las que aún
existe presencia de las Farc debe someterse a las exigencias
de la guerrilla, como ya se ha mencionado. Las Farc ma-
nifiestan su control territorial en las veredas organizan-
do reuniones con la comunidad (convocadas por medio
de panfletos), a las cuales la población se ve constreñida
a asistir64, tal como pobladores de Puerto Asís han ma-
nifestado. En este contexto, los niños crecen en medio de
la guerra y tienen como referente constante a los actores
armados, que aprenden a reconocer por sus insignias y ca-
muflados.

64. Entrevista con comunidad de un corregimiento en zona rural de Puerto Asís, Putu-
mayo, 28 de mayo de 2008.

192
Gráfico 6
Desplazamientos individuales causados por grupos
guerrilleros. Putumayo, 2003-2006

6000 5886
2003
5091 5192
2004
Número de individuos

5000
2005
4000
2006

3000 2767 2007


2694
2008
2000

918
1000

0
GRUPOS GUERRILLEROS
Actor del conflicto

Fuente: http://www.accionsocial.gov.co.
Desplazamiento individual por autores. Datos procesados por CNAI.

Por otra parte, la presencia de campos minados cons-


tituye un factor de riesgo permanente para niños, con
mayores repercusiones en el bajo Putumayo. Debido
a esto, la población civil se ve obligada a desplazarse
interveredalmente, mientras se desactivan los campos
minados65.

65. En el trabajo de campo se conocieron informaciones que evidencian la presencia de


campos minados en municipios de Puerto Asís, mayo de 2008.

193
Gráfico 7
Frecuencia departamental de víctimas por evento de
minas antipersona (MAP) y municiones sin explotar
(Muse), 1990 - 2008
1452

1500 No. víctimas accidente


por mina antipersona
1200
No. víctimas accidente por
municiones sin explotar
900
685
511
508
486

600
374
342

Cauca 41 305
Nariño 13 285
Santander 21 274
Caldas 7 162
300

Putumayo 5 151

130
Cundinamarca 4 139

123
132
23

Arauca 16
15

14

Valle del Cauca 10


Cesar 12
8
6

0
Antioquia
Meta
Caquetá
Bolívar
N. Santander

Tolima

Fuente: http://www.derechoshumanos.gov.co.
Programa Presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal.

Un factor de presencia de la fuerza pública en el terri-


torio es el establecimiento de bases militares, polígonos y
retenes cercanos a las escuelas, puestos de salud y lugares
de esparcimiento de la comunidad. Los pobladores son
conscientes del peligro que esto significa para los niños,
como lo manifestó una líder comunitaria:
Hemos pedido en varias ocasiones que se traslade el polígono o la
escuela, pues nuestros hijos están varias horas allí expuestos a los
peligros del entrenamiento militar66.

Los niños se habitúan a la presencia de los soldados y a


convivir con ellos. Así mismo, se han acostumbrado a es-
cuchar petardos provenientes de entrenamientos militares
y sobre todo a que les invadan los espacios de juego, los
únicos lugares de esparcimiento de las comunidades o sus
66. Entrevista a una líder comunitaria, municipio de Puerto Asís, 26 de mayo de 2008.

194
propias casas. Así lo refiere una madre campesina de un
corregimiento fronterizo en Puerto Asís:
Cuando hay combates, tratamos de reunir a los niños pronto; ellos ya
saben y vienen corriendo a las casas. Para algunos ya es muy normal67.

Así mismo, un campesino habla sobre la presencia del


ejército, que forma parte de la cotidianidad:
(…) el ejército entra a nuestras casas y se roban todo, nos roban
hasta el jabón; tal vez ellos tampoco tienen cómo sobrevivir, igual
que nosotros. Ellos siempre se reúnen acá en el patio de la escuela,
que es el único lugar de esparcimiento de la comunidad68.

La invasión de los espacios de juegos de los niños más


pequeños por parte del ejército genera en algunos de ellos
temor frente a los militares.
Las redes sociales existentes en los corregimientos y veredas
del bajo Putumayo son, entonces, las que ayudan a los cam-
pesinos a sobrellevar tanto las dificultades económicas y de
pobreza como los abusos de la fuerza pública. Estas redes son,
fundamentalmente, las juntas de acción local propuestas por
los campesinos. En el caso de dos corregimientos de Puerto
Asís, se reúnen en un lugar común para discutir sobre sus pro-
blemas en materia de salud o de alimentación, así como sobre
las arbitrariedades de la fuerza pública (robos e incursiones
en sus hogares) para buscar una solución conjunta y tratar de
denunciar estas irregularidades. Tras la captura indiscrimina-
da de campesinos, han tratado de estar al tanto de la situación
judicial de sus vecinos, y en momentos de combate se unen
para cuidar a los niños y las niñas de la zona.
Respuesta institucional frente a la primera infancia en
medio del conflicto
La ocurrencia del conflicto armado en un territorio puede
afectar el funcionamiento institucional local, en cuestio-
nes tan concretas como el acceso de personal de la salud a
67. Entrevista con campesina de Puerto Asís, 26 de mayo de 2008.
68. Entrevista con campesinos de Puerto Caicedo, 28 de mayo de 2008.

195
regiones que presentan enfrentamientos (zonas rojas), por
ejemplo para la dotación de vacunas o para la incursión
de brigadas de salud a zonas rurales en las que no existe
ningún tipo de puesto de salud (área rural de Puerto Asís);
así mismo, puede influir en la llegada de funcionarios de
Acción Social y el programa de Familias en Acción a cier-
tos corregimientos (Teteyé-Puerto Asís).
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) no
es una institución muy conocida en zonas rurales, pues los
campesinos saben de su existencia pero no tienen un claro co-
nocimiento de sus competencias: no saben a qué programas
tienen derecho a vincularse y tampoco sobre los servicios que
ayudarían al crecimiento de sus hijos; es decir, muchos cam-
pesinos tienen conocimiento de que funcionarios del ICBF
visitan las veredas, pero no saben bien cuándo ni a qué progra-
mas se podrían vincular. Cuando ellos tienen acceso a centros
del ICBF, los ayudan por medio de comedores comunitarios o
con leche para los bebés. Existe un claro funcionamiento de la
institución en el desarrollo de Hogares Comunitarios y Fami,
que asisten a niños y niñas de la primera infancia en materia
de recuperación nutricional, al igual que a madres gestantes
y lactantes, fuera de que se dictan capacitaciones para madres
y líderes comunitarias69; sin embargo, éstos tienen una ejecu-
ción mucho más notoria y efectiva en los cascos urbanos.
Además de la lejanía y otras dificultades propias del terreno
en zonas rurales, existe una gran dificultad a causa del desa-
rrollo de acciones bélicas o la presencia de actores armados
ilegales que obstaculizan el contacto de servidores públicos
del ICBF y las comunidades, impidiendo el acceso a determi-
nados lugares, o debido al temor que tienen algunos funcio-

69. Hogares Comunitarios de Bienestar es la modalidad tradicional de los hogares del


ICBF (0 - 7 años). Tienen la finalidad de brindar atención integral a los niños menores
de siete años, de familia con vulnerabilidad económica, social, cultural, nutricional o
psicoafectiva, a través de acciones de formación integral y de fortalecimiento de las
familias de la organización y participación comunitaria. El programa Hogares Fami
tiene como objetivo apoyar a las familias que tienen mujeres gestantes, madres lactan-
tes y niños menores de dos años, en la calificación de las relaciones intrafamiliares y el
fortalecimiento de vínculos afectivos.

196
narios frente a zonas de enfrentamientos militares que supo-
nen la existencia de campos minados70.
El ICBF se constituye en el único organismo que atiende
formalmente a familias desplazadas por la fumigación, pues
en otras instituciones, tales como Acción Social, las UAO71 o
bien la Personería, no las atienden en razón de que sólo am-
paran el desplazamiento por conflicto72.
La información suministrada por servidores públicos del
ICBF señala una falta importante de cobertura, infraestructu-
ra y dotación de los hogares comunitarios (materiales didác-
ticos, mobiliario, etc.), así como insuficiencia de cupos para
satisfacer las necesidades de los municipios73.
En lo relativo al buen trato brindado a los niños y el respeto
a su dignidad, representantes del ICBF expusieron que simultá-
neamente con el conflicto armado en el Putumayo se agudizan
situaciones de maltrato infantil y abuso sexual en el interior de
la familia. Por ejemplo, se presentan casos de madres jefas de
hogar que se desplazan tras la pérdida de su esposo, recons-
tituyen la familia con una nueva pareja, que en algunos casos
se convierte en el autor del maltrato o del abuso a los niños
desplazados; en otros casos, los problemas económicos tras el
desplazamiento aumentan, generando maltrato intrafamiliar:

Después de desplazarnos, mi esposo ha cambiado mucho; se


pone de mal genio porque no le sale trabajo y cuando no te-
nemos para la comida me pega, entonces las niñas se asustan y
salen corriendo a esconderse donde los vecinos74.

Una niña de cuatro años, del municipio de Puerto Asís, ex-


presó en la visita de campo:

70. Zonas de conflicto, como ocurre en veredas del municipio de San Miguel.
71. UAO: Unidad de Atención y Orientación.
72. La Ley 715 de 1997 contempla solamente el desplazamiento causado con ocasión
del conflicto y no las afectaciones paralelas a éste.
73. Entrevista con madres comunitarias del municipio de Puerto Asís, 27 de mayo de
2008. Entrevistas con madres comunitarias en el municipio de Valle del Guamuez, 29
de mayo de 2008.
74. Entrevista en el casco urbano del municipio de Valle del Guamuez, con madre des-
plazada por la masacre ocurrida en el corregimiento de El Tigre, 29 de mayo de 2008.

197
No tengo muchos amigos por ahí como yo (…) no tengo una casa
verdadera sino casas de llegar y dejar, ya cambiamos de casa tres veces.
Esto pone muy furioso a mi papá, que entonces grita y nos pega. Cuan-
do veo que él está así de bravo, me escondo en la casa de otros niños
porque me da mucho miedo. Me voy con mi hermana, que es grande
y es la que dice en dónde hay que esconderse75 (la hermana tiene seis
años y está empezando a ir a la escuela).

En los casos de violencia intrafamiliar, especialmente de


abuso sexual infantil, según entrevistas realizadas en Puerto
Asís se conoció que suele no interponerse la denuncia al ICBF
sin pedir autorización a los padres para hacerlo, así el infrac-
tor sea uno de ellos, por temor a que la familia o el colegio
sean víctimas de represalias por parte de los grupos armados.
En estos casos, el ICBF trata de brindar mayor asistencia a
las familias, pero a pesar de los esfuerzos existen dificultades
en la cobertura, dada la escasez de especialistas para tratar los
casos de abuso o maltrato. Por ejemplo, el Centro Zonal del
ICBF del municipio del Valle del Guamuez cobija a dos mu-
nicipios más del departamento de Putumayo: Orito y San Mi-
guel, cercanos al Valle. En estos tres municipios apenas hay un
Hogar Infantil, ubicado en Orito, y tan sólo una psicóloga del
ICBF para todos los programas que deben brindar asistencia
a los menores de dieciocho años de tales municipios.
La ayuda prestada por parte de Acción Social en el depar-
tamento se consolida mediante el programa Familias en Ac-
ción76, el cual otorga subsidios económicos para las familias,
mientras que a los niños los auxilian en materia de educación;
75. Visita a familia desplazada en Puerto Asís, 28 de mayo de 2008. Testimonio de una
niña, hija de mujer desplazada.
76. Iniciativa del gobierno nacional para entregar subsidios de nutrición o educación
a los niños menores que pertenezcan a las familias pertenecientes al nivel 1 del Sisbén,
familias en condición de desplazamiento o familias indígenas. El programa Familias en
Acción consiste en otorgar un apoyo monetario directo a la madre beneficiaria, con-
dicionado al cumplimiento de compromisos por parte de la familia. En educación, al
garantizar la asistencia escolar de los menores, y en salud, con la asistencia de los meno-
res a las citas de control de crecimiento y desarrollo programadas. Adicionalmente, las
familias tienen la oportunidad de mejorar condiciones básicas, como la identificación,
adoptando un sistema de pagos a través de entidades financieras para el pago de los
subsidios a las familias beneficiarias. El valor total del subsidio en este Programa de
Transferencias Condicionadas depende del grado de cumplimiento de los compromi-
sos de corresponsabilidad. Tomado de http://www.accionsocial.gov.co/contenido.

198
sin embargo, la población asegura que estos beneficios sólo
llegan cada tres meses y que en algunas ocasiones tienen difi-
cultades para inscribirse en el programa.
En el tema de la educación inicial, en el municipio de Puer-
to Asís no hay dificultades en materia de cobertura en el área
urbana para los preescolares (cinco años), ya que las institu-
ciones tratan de ofrecer la mayor cantidad de cupos, aunque
esto puede significar que los niños se encuentren hacinados en
pequeños espacios. Los padres tienen dificultades económicas
para mantener a sus hijos en las instituciones educativas, por lo
cual existe deserción escolar debido a la población flotante, la
descomposición del núcleo familiar y los problemas socioeco-
nómicos; con todo, no se cuenta con datos estadísticos que
permitan evaluar tal situación. En cuanto a los padres de zonas
rurales, su situación económica es mucho más precaria que los
de las áreas urbanas, pues varias veces ni siquiera contemplan
la idea de que sus hijos ingresen a alguna institución educativa,
en virtud de que deben escoger entre la alimentación y la edu-
cación. Para el preescolar es mucho más difícil, puesto que las
zonas rurales no cuentan con suficientes instituciones ni con
espacios adecuados para el cuidado de los niños.
En ese salón enseño a niños desde primero hasta quinto de primaria.
En este corregimiento la escuela es lo que usted ve aquí: ese salón y este
patio. Con los niños más pequeños es mucho más difícil, pues no hay
suficientes condiciones para tenerlos bien77.

Parte de esta necesidad insatisfecha relacionada con la aten-


ción de los menores de cinco años la ha solventado la Pasto-
ral Social de Primera Infancia, que lleva a cabo programas de
atención a estos niños vulnerables y desplazados en materia
de alimentación y salud en el casco urbano de Puerto Asís, a
la vez que atiende a las familias desplazadas78.
77. Entrevista con profesor, municipio de Puerto Caicedo, 28 de mayo de 2008.
78. La Conferencia Episcopal de Colombia, desde el Departamento de Infancia y Juventud,
promueve la Pastoral de la Primera Infancia (0 a 6 años) como una propuesta para todas las
diócesis del país. Con sus acciones desarrolladas en los barrios y zonas más pobres, busca con
las familias y comunidades que todos los niños, desde la gestación, estén rodeados de amor,
nazcan y crezcan con salud, y desarrollen todas sus capacidades como personas. La Pastoral
de la Primera Infancia desarrolla acciones básicas de salud, nutrición, educación esencial y
ciudadanía (derechos humanos). Ver http://www.unicef.org.co/pastoral/pastoral.htm.

199
En Puerto Asís existe un convenio entre el municipio y la
gobernación, en cumplimiento del cual la administración de-
partamental cubre el transporte de los alumnos por siete me-
ses, y la Secretaría de Educación por los tres meses restantes.
Si bien hay gratuidad para los estratos 1 y 2 en lo referente a
transporte, restaurante y materiales didácticos, esto no inclu-
ye a la primera infancia.
La Secretaría de Educación da prioridad a los niños despla-
zados en cuanto a los documentos solicitados, al igual que fa-
cilidades para los hijos de desmovilizados y reinsertados en la
obtención de cupos en las instituciones educativas. Esto apli-
ca incluso para los niños menores de seis años que ingresan a
los establecimientos educativos que cuentan con preescolar.

3. 2. Magdalena Medio: la niñez entre desplazamientos


forzados y un contexto de pacificación
La región del Magdalena Medio es un territorio compuesto
por diversas subregiones, agobiadas por una constante dis-
puta entre los actores armados. En dicha región confluyen
municipios de varios departamentos, pero según la fuente
utilizada hay divergencias al pretender delimitarla. Por ejem-
plo, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio
considera que dicha región cubre 27 municipios de los de-
partamentos de Bolívar, Santander, Norte de Santander, Ce-
sar y Antioquia, mientras que para la Vicepresidencia de la
República la cifra se acerca a los 60 municipios, incluyendo
parte de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá79.
Por ende, en el análisis de las dinámicas del conflicto en esta
región se deben tomar en cuenta las variaciones de acuerdo
con las particularidades de los territorios. En las subregiones
de Boyacá, Santander y Cundinamarca, por ejemplo, la pre-
sencia de actores al margen de la ley es muy precaria, mien-
tras que en zonas como el sur de Bolívar y el sur de Cesar los
efectos que el conflicto armado genera sobre la población
civil son continuos, en el marco de la presencia de actores
79. Laura Bonilla, Dinámicas recientes del conflicto armado en la región del Magdalena
Medio colombiano, Bogotá, Corporación Nuevo Arco Iris, 2006.

200
armados al margen de la ley, como bandas emergentes al
servicio del narcotráfico y guerrillas.
Para efectos del presente análisis se tienen como referentes
los municipios en los cuales se llevó a cabo el trabajo de cam-
po. En ese sentido, los municipios visitados fueron San Pablo,
Simití y Santa Rosa, en la región del sur de Bolívar, y Barran-
cabermeja, en el departamento de Santander.

Desarrollo histórico del conflicto en el Magdalena Medio


Para contextualizar la situación de conflicto actual en los mu-
nicipios delimitados, es importante conocer cómo los gru-
pos armados al margen de la ley incursionaron en la región y
cómo se modificó su presencia.
A principios de la década de los ochenta, en la lógica de
control militar del territorio nacional, las Farc realizaron un
despliegue de su fuerza hacia la zona del Magdalena Medio,
específicamente hacia el municipio de Puerto Boyacá.
Con el objeto de conseguir recursos, las Farc apelaron al
secuestro de ganaderos, comerciantes y personas adineradas
de la región, hasta llegar al límite, en 1983, de plagiar hasta
veinte personas por mes80. La práctica del secuestro despertó
la inconformidad con el grupo armado ilegal, por lo cual se
configuraron estructuras de la sociedad civil para combatir-
los. Éstas fueron organizaciones armadas del Magdalena Me-
dio que buscaron proteger del asedio guerrillero a los terrate-
nientes, comerciantes y ganaderos.
En los años ochenta, con el descubrimiento de yacimien-
tos petroleros en la región y la construcción de la refinería de
Barrancabermeja, el ELN tomó la iniciativa de extorsionar a
las multinacionales extractoras de crudo. El dominio militar
y administrativo del territorio, acompañado del apoyo social,
facilitó la consolidación de la organización guerrillera en esta
subregión del Magdalena Medio81.

80. Steven Dudley, Armas y urnas. Historia de un genocidio, Bogotá, Editorial Planeta,
2008, pp. 111-112.
81. El dominio administrativo lo configuró la organización de acuerdo con una estra-
tegia de negociación con las multinacionales.

201
En la década de los noventa, el ELN se mantuvo como el
actor armado con mayor presencia en el Norte de Santan-
der y el sur de Bolívar82. Sus acciones estaban principalmente
orientadas a la destrucción de la infraestructura energética
(gasoductos, poliductos y oleoductos), ataques a la fuerza
pública y objetivos económicos, básicamente a través de ex-
torsiones. Las operaciones de destrucción de infraestructura
energética se centraron en el municipio de Barrancabermeja,
La Gloria y Pelaya, así como en Aguachica, este último en el
departamento del Cesar.
La desarticulación de los frentes de las Farc que operaban en
los municipios de Puerto Boyacá, Puerto Nare, Puerto Triunfo
y Cimitarra, asociada a la dinámica de pacificación implanta-
da por el paramilitarismo en la zona, explica que en estos mu-
nicipios no se presentaran enfrentamientos a gran escala y que
el accionar por parte de la guerrilla de las Farc se redujera sig-
nificativamente. Esta subregión del Magdalena Medio se con-
virtió en un territorio dominado por los grupos paramilitares,
hasta el punto de que constituyó su epicentro de preparación.
En este marco, la población llegó a aceptar la presencia del pa-
ramilitarismo, constituyéndose así en un actor condescendiente
con el paramilitarismo, aceptando su dominio hegemónico en
gran medida por el temor que éste infundía83.
En el sur de Bolívar, los cultivos de coca y las explotaciones
de oro en la serranía de San Lucas fueron sin duda factores
que incidieron en la dinámica de la violencia de los primeros
años de la década de 2000, y en particular en el avance de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Una de las nove-
dades en el modus operandi de este grupo fue la confrontación
militar abierta con los frentes del ELN y las Farc, que habían
tenido cierto control en la zona; este mecanismo se sumó a las
masacres y asesinatos selectivos que ocasionan importantes
desplazamientos forzados de población, y a su vez permitió a
las autodefensas tomar el control de espacios estratégicos.
82. Ver anexo II, gráfico I.
83. Sobre el término «actor condescendiente», ver el marco conceptual sobre conflicto
armado que aparece al comienzo de la presente obra. Consultar Carlos Miguel Ortiz,
«Actores armados, territorios y poblaciones», en revista Análisis Político, N° 42.

202
Con el proceso de desmovilización de las Autodefensas Uni-
das de Colombia (2002-2005), enmarcado en la Política de Se-
guridad Democrática del gobierno de Uribe Vélez, emergieron
nuevos grupos que pretenden controlar la economía ilícita en
la región. El negocio del narcotráfico es el principal medio de
subsistencia de estas «bandas emergentes», estableciéndose una
serie de alianzas tácticas con las guerrillas para el cultivo, trans-
porte y distribución de las drogas ilícitas, con el fin de que se
mantengan activos los dos bandos delincuenciales.
Aunque la fuerza pública considera al Magdalena Medio
un territorio consolidado, en la actualidad existe presencia
militar de las Farc, el ELN y las bandas emergentes al servicio
del narcotráfico84.
Por otra parte, el Magdalena Medio santandereano es una
región con cuantiosos recursos minerales, como el carbón con
137.000 hectáreas en la cuenca del río Opón y la serranía de los
Yariguíes, el uranio en Betulia y Simacota con 6.700 hectáreas,
y el petróleo en el corregimiento El Centro en Barrancaber-
meja85. Estas características constituyen una causal de agrava-
miento del conflicto, pues los actores armados al margen de la
ley buscan apropiarse de estas zonas económicas estratégicas.

Actualmente el Magdalena Medio, a pesar de ser considerada una


zona conflictiva y violenta, se ha convertido en un territorio de gran
interés para las transnacionales por la riqueza de su subsuelo. Es el
caso de la compañía sudafricana de capital inglés Anglo Gold As-
hanti (AGA), cuya filial es la sociedad Kedahda S.A., dedicada a la
exploración de oro en la serranía de San Lucas desde 2004 e intere-
sada en la explotación de un área de 150.000 hectáreas; así mismo, se
destaca la firma inglesa Río Tinto Mining and Exploration Limited,
que se encuentra realizando actividades de exploración de carbón en

84. Los mandos medios son los anteriores paramilitares pertenecientes a las AUC que no
tenían a su cargo un frente ni eran comandantes de bloque. Estos individuos lideraban
compañías, o estructuras muy pequeñas en el interior del Bloque Magdalena Medio y
el Bloque Central Bolívar. Ejemplo de ello son Botalón, César y Leo, que entraron en el
proceso de desmovilización de los bloques de las AUC como mandos medios, aunque
han vuelto a delinquir y ahora tienen a su cargo distintas «bandas emergentes».
85. Paula Andrea Castilla Gómez, Minería, petróleo, energía y multinacionales. Observa-
torio de Paz Integral, Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.

203
la zona del Carare Opón y ha manifestado gran interés de explota-
ción en el municipio de Landázuri, y la estadounidense Occidental
Andina (OXY), que se ha dedicado a la exploración y explotación de
petróleo en el corregimiento El Centro de Barrancabermeja, siendo
la operadora del proyecto La Cira-Infantas de Ecopetrol S.A. Igual-
mente, en la región hacen presencia otras compañías de la industria
del petróleo, como Schlumberger, Mansorovar Energy Colombia
Ltda. y Vetral Energía, consolidándose así en la región el modelo de
economía extractiva y de enclave históricamente vigente86.

Con el ingreso masivo de compañías extranjeras para la


explotación de recursos naturales en la década de los noventa
y principios de la actual, las organizaciones guerrilleras im-
plementaron un nuevo modus operandi: la extorsión. Es así
como en muchas ocasiones el ELN extorsionó en Santander a
compañías extranjeras extractoras de petróleo crudo, exigién-
doles dinero a cambio de no realizar voladuras al oleoducto o
de secuestrar a sus ingenieros.
En estas zonas la fuerza pública ha tenido que operar para
replegar a los grupos armados ilegales, situación que ha pro-
ducido un desplazamiento masivo de la población a las zonas
urbanas de Landázuri y Cimitarra.
Dinámica de los actores armados y su impacto en la po-
blación civil
Con la implementación de la Política de Seguridad De-
mocrática, los actores armados al margen de la ley han
perdido capacidad de operación, la iniciativa militar y la
influencia en la población civil, otrora condescendiente
con los grupos armados ilegales. Respecto a los impac-
tos en la población civil, para el año 2007 la mayor pro-
blemática de la región estuvo ligada a las ejecuciones
extrajudiciales y las detenciones arbitrarias. A la fuerza
pública, que ha consolidado la estrategia de iniciativa
militar y el control del territorio en esta región del país
(tabla 1), se le atribuyen en su mayoría la comisión de
esas conductas.
86. Ibid., en http://www.opi.org.co/docs/ANALISIS%20MEGAPROYECTOS.pdf.

204
Tabla 1
Acciones contra la población civil en el marco del conflicto armado en el Magdalena Medio, enero-diciembre de 2007
Categoría Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Total
Amenaza individual 2 7 3 5 1     2   3 2   25
Amenaza colectiva 5 8 1   2 3 2 4 1     3 29
Ataque a bienes civiles*   3 2   1   2   2       10
Ataque a bienes indispensables para la supervivencia   1       1             2
Atentado   1   1   1             3
Civil herido en acción bélica               7     3   11
Civil muerto en acción bélica   1                      
Desaparición forzada 1         3 3     1 1   9

205
Desplazamiento forzado masivo* 2 1       1 1   1 1   1 8
Detención arbitraria   11 16 1             11   39
Herida 2 1 3 1 3 5 1 10 1 2 3   32
Ejecución extrajudicial 14 10 7 10 3 20 6 5 8 2 11 16 112
Asesinato   4 2           1 1 2 2 12
Homicidio intencional             2   3 3   1 9
Pillaje*   1                 1   2
Secuestro             2           2
Tortura   2 2     1     1 2 2   10
Uso de minas antipersona                       1 1
Escudo 1 1 1     1 1       2   7
Violencia sexual                          
Reclutamiento                     4   4
Fuente: Base de datos violencia política, OPI.
*Con estas características se registra el número de eventos y no de víctimas.
Como se observa en la tabla anterior, las ejecuciones
extrajudiciales y las detenciones arbitrarias constituyen
las dos conductas más comunes en contra de la población
civil, violaciones a los derechos humanos que cometen to-
dos los actores armados.
Si bien las Farc y el ELN no tienen una presencia militar
activa, su nueva forma de operar se manifiesta a través de los
asesinatos selectivos en la región, como lo hacen las «bandas
emergentes» después de la desmovilización de las AUC.
El uso de minas antipersona característico en regiones del
país donde hay una fuerte presencia de actores armados ile-
gales, no es un factor relevante en el Magdalena Medio, con
excepción del sur de Bolívar, específicamente en la serranía
de San Lucas donde tienen presencia las Farc. Allí, a princi-
pios del mes de diciembre de 2007 murió una profesora por
la activación de uno de estos artefactos, tal como aparece en
el Boletín del Observatorio de Paz Integral del Programa de
Desarrollo y Paz del Magdalena Medio:
La primera semana de diciembre, la profesora Sandra Dominga
Navarro Manjarrés pierde la vida al pisar una mina antipersona en
zona rural de Santa Rosa del Sur (Bolívar). Los hechos ocurrieron
cuando la víctima se desplazó a la vereda Pueblo Gorra, del co-
rregimiento de San Juan de Río Grande, a visitar a su esposo, que
tiene una tienda de abarrotes. A su regreso a la cabecera municipal,
es retenida por las Farc-EP, que se la llevan con el fin de investigar
quién era y qué hacía en la zona. Cuando comprueban quién es, le
dicen que se vaya y la señora, al salir del sitio donde la tenían, pisa
una mina y muere en el hecho. La mina la sembraron guerrilleros
de las Farc-EP. El cuerpo de la víctima se rescató días después al ser
hallado por habitantes de la región. Las labores para la recupera-
ción del cuerpo las realizó un organismo internacional 87.

El número de militares muertos por minas antipersona


no deja de ser significativo, dado que son doce los campos
minados en los cuales han caído88.
87. Boletín N° 34, Observatorio de Paz Integral del Programa de Desarrollo y Paz del
Magdalena Medio, diciembre de 2004.
88. Un ejemplo de dichos minados es el siguiente: «Un militar muerto y dos suboficia-
les más heridos dejó una explosión de una mina al paso de una patrulla que se movili-
zaba por una zona rural del municipio de San Pablo, en el sur de Bolívar». Aunque son

206
Finalmente, otra forma de operar por parte de los ac-
tores al margen de la ley es la modalidad de las amena-
zas, tanto individuales como colectivas, que aumentaron
de modo significativo en el 2007. Estas amenazas estaban
dirigidas en particular a organizaciones sociales que desa-
rrollaban trabajo comunitario, entre ellas Pastoral Social,
y organizaciones comunitarias relacionadas con el Pro-
grama de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio89.
Para Pastoral Social, que aglutina comunidades religio-
sas y tiene una dependencia para el trabajo con niños en-
tre los 0 y 6 años, la Pastoral Social de Primera Infancia, el
hecho de que hayan amenazado a sacerdotes del munici-
pio de Santa Rosa ha reducido el trabajo social que ellos
tienen y las dinámicas que desarrollan con los niños allí90.

Amenazas sí se han dado. Precisamente en Santa Rosa se ha inicia-


do un proceso, pero no hemos podido ir y no se puede ir, porque
el actor armado no quiere que se llegue a trabajar con la niñez de
ese sitio; entonces estamos pensando en cómo podemos ingresar a
ese municipio; algunos líderes han sufrido situaciones de amenaza
por la presencia y el trabajo social que realizamos con niños; los
párrocos también han sufrido amenazas”91.

Subregión Sur de Bolívar


En la actualidad aún persiste la presencia de las Farc y el
ELN, mientras que bandas emergentes al servicio del nar-
cotráfico cumplen las labores otrora realizadas por los pa-
doce el número de minas activadas donde han caído militares, se desconoce el número
de efectivos muertos. Informes preliminares del Observatorio de Paz Integral, Boletín
N° 34, diciembre de 2007, p. 8. Cierre: 31/01/2008.
89. El Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio es la entidad encargada de
la gestión y administración técnica y financiera del Laboratorio de Paz del Magdalena
Medio (PDPMM), sobre el cual se volverá más adelante.
90. Hay que destacar que la Pastoral Social de Primera Infancia se ocupa de cuatro
funciones principales frente a los niños de cero a seis años: salud, nutrición, educación
esencial y ciudadanía. Su misión fundamental es brindar un servicio a las comunidades
más pobres y vulnerables, consiguiendo reducir la mortalidad infantil y la desnutrición
en los niños.
91. Este testimonio muestra la problemática de las amenazas en el sur de Bolívar: lo
realiza una profesional de Pastoral Social para la Primera Infancia de la diócesis de
Barrancabermeja.

207
ramilitares, consumando delitos, agresiones y asesinatos
similares a los cometidos por las AUC.
Respecto a la dinámica del conflicto, se ha producido un
cambio sustancial en la confrontación entre los actores ar-
mados. En municipios como San Pablo, Santa Rosa y Simi-
tí, a mediados de la década de los noventa, la presencia de
los grupos guerrilleros en las zonas urbanas era desmedida,
hasta el punto de que existían apoyos entre la población.
Con la implementación de la Política de Seguridad Demo-
crática del actual gobierno, emprendida en el año 2002, las
distintas guerrillas tuvieron un repliegue significativo, sa-
liendo de los cascos urbanos y desplazándose a las zonas
altas de la serranía de San Lucas. Esto hizo que el accionar
político y la relación de los insurgentes con la población se
obstaculizaran, quedando en un segundo plano.
En los municipios de El Carmen de Bolívar, Santa Rosa,
Simití y San Pablo es donde más acciones bélicas se han
realizado desde 2007 hasta julio de 2008 (gráfico 8); esto
indica que la presencia de los grupos al margen de la ley
se concentra en las cercanías de la serranía de San Lucas,
zona montañosa que colinda con estos municipios.

Gráfico 8
Distribución de acciones bélicas en el departamento
de Bolívar, 2007-junio de 2008
Morales Simití
7% 12% San Pablo
Montecristo 12%
10%

San Juan
Nepomuceno
10%
El Carmen
de Bolívar San Rosa
22% Cantagallo 14%
13%
Fuente: Base de datos Corporación Nuevo Arco Iris, 2008.

208
En el gráfico anterior se muestra el número de accio-
nes bélicas realizadas por todos los actores del conflicto
armado en el departamento de Bolívar. A partir de ello, se
establecen los municipios donde hay mayor intensidad del
conflicto armado: El Carmen de Bolívar es el municipio
con mayor intensidad y Morales el de menor intensidad
de conflicto, mientras que Santa Rosa, San Pablo y Simití
registran niveles intermedios respecto a los mencionados.

Mapa 4
Subregión Sur de Bolívar: presencia de las Farc, 2008

Sucre

BOLÍVAR
Córdoba Morales
Nte.
Santander
Montecristo

Santa Rosa Simití


del Sur

San Pablo

Antioquia Santander
Frente 4
Frente 20 Cantagallo

Frente 24

Fuente: Observatorio del Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

La relación de la guerrilla de las Farc con la población


ha sido diversa, según la coyuntura histórica, pues en la
actualidad las comunidades de los municipios de Simití y
Santa Rosa se han visto asediadas por asesinatos y amena-
209
zas por parte de dicho grupo armado. Esto se evidenció en
las elecciones del 28 de mayo de 2007, cuando se amenazó
a cuarenta personas y posteriormente se asesinó a quince
de ellas por vínculos con el paramilitarismo92. Así mismo,
en otras ocasiones se han vivido momentos de tranquili-
dad y el asedio de la guerrilla no ha sido tan notorio.
Aunque los combates han sido el accionar más significa-
tivo de estas dos guerrillas (51 en total entre 2007 y 2008), se
ha observado que los hostigamientos, las emboscadas, ata-
ques a bienes particulares, los francotiradores y los campos
minados (17 en total para el mismo período)93, han adqui-
rido gran importancia en los ataques a la fuerza pública y a
los bienes particulares perpetrados por los insurgentes.

Mapa 5
Subregión Sur de Bolívar: presencia del ELN y bandas
emergentes, 2008

Sucre

BOLÍVAR
Córdoba Morales
Nte.
Santander
Montecristo

Simití

Santa Rosa
del Sur

San Pablo

Antioquia Santander
Cantagallo
Águilas Negras
ELN, José Solano Sepúlveda

Fuente: Observatorio del Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.


92. Ver en http://www.prensarural.org/spip/spip.php?article948, página consultada el 15
de junio de 2008.
93. Base de datos Corporación Nuevo Arco Iris.

210
Gráfico 9
Acciones bélicas por actor en el
departamento de Bolívar: 2007 - julio de 2008
60
50 53
40
30
20
10 16
3
0

ELN Farc Bandas


emergentes

Fuente: Base de datos Corporación Nuevo Arco Iris.

En el gráfico 9 se muestran los actores armados al


margen de la ley que hacen presencia en el departamen-
to de Bolívar, la cual está caracterizada por su potencial
operativo manifestado en las acciones bélicas. Las Farc
son el actor armado ilegal que mayor número de accio-
nes realiza en el departamento, seguido del ELN y, en
menor medida, de las bandas emergentes al servicio del
narcotráfico.
Por su parte, los paramilitares han amenazado a sacer-
dotes, colaboradores de Pastoral Social y personas vin-
culadas al Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena
Medio, con el argumento de que tienen vínculos con la
guerrilla. Al respecto, un representante de uno de los pro-
yectos del Programa Desarrollo y Paz del Magdalena Me-
dio, manifestó lo siguiente:

Los participantes del proyecto sí han recibido amenazas; enton-


ces ellos nos cuentan la situación por la que pasan. Hay personas
que son un poco eufóricas, pero al mismo tiempo valientes, que

211
dan a conocer su situación para que la haga pública; en eso no-
sotros acompañamos mucho a las comunidades, porque de to-
das formas nosotros no podemos tener esto en secreto; entonces
nosotros lo que hacemos es poner esa información y situación a
conocimiento de las entidades públicas de control, de las institu-
ciones y funcionarios (…). Por ejemplo, el Fondo de Población
de las Naciones Unidas, por el fuero que tiene, puede hacer un
poco este papel94.

Las denuncias de la población sobre la violación de


derechos humanos son una constante en la región. En
las quejas que llegan a la Defensoría del Pueblo de los
municipios de San Pablo y Cantagallo, en el sur de Bo-
lívar, el total de registros recopilados en el transcurso
del 2007 suman 408, de los cuales 257 las hicieron mu-
jeres y 151 hombres. De las 408 denuncias, asesorías,
seguimientos y vulneración de derechos que registra
la Defensoría del Pueblo, 144 giran en torno a la po-
blación desplazada. Es decir, que para el año 2007 el
35,2% de la actividad realizada por la Defensoría se re-
lacionó con la problemática del desplazamiento (grá-
fico 8), mientras que para el mismo período, el 19,6%
de las acciones desarrolladas por la misma institución
tuvieron que ver con infracciones al DIH perpetradas
por los actores armados. En concreto, frente a los de-
rechos vulnerados registrados por la Defensoría para
el 2007 con respecto a los municipios visitados, sigue
teniendo relevancia la violación de los derechos a la
población en situación de desplazamiento y las infrac-
ciones al DIH. Sin embargo, temas tan relevantes como
la salud, la educación y las violaciones frente a la legis-
lación sobre infancia y adolescencia cobran cada vez
mayor visibilidad y constituyen problemas sentidos
por la población (gráfico 10).

94. Entrevista realizada con un profesional del Programa de Desarrollo y Paz del Mag-
dalena Medio.

212
Gráfico 10
Derechos vulnerados en los municipios de San Pablo y
Cantagallo, 2007

2,30% 2,30%
4,70% De los desplazados
2,30% 22,63% DIH

3,50% Salud
Acceso administración
de justicia
12,20% Igualdad
Familia
Violencia intrafamiliar
Educación adecuada
y prestación de servicio
14,23%

Fuente: Defensoría del Pueblo, 2008.

De lo anterior se puede concluir que el sur del departa-


mento de Bolívar tiene las características de un territorio
compartido, donde hay presencia de actores armados ile-
gales, que no se enfrentan entre ellos y que, por el contra-
rio, establecen alianzas que redundan en la posibilidad de
operar en la región. El ejemplo más contundente son las
alianzas que se han entablado entre las Farc y las Autode-
fensas Unidas Bolivarenses, banda emergente al servicio
del narcotráfico.
Las repercusiones del narcotráfico en el tejido social y
en la convivencia en la región se expresan en el alto índice
de desplazamiento forzado, amenazas selectivas, masacres
e incluso presencia de minas antipersona. Bolívar es uno
de los departamentos con mayor índice de expulsión de
población civil en Colombia, llegando así a 221.685 per-
sonas desplazadas entre 1997 y 2008, un equivalente de
48.185 hogares para el mismo lapso. Simultaneamente, es
uno de los departamentos con mayores índices de recep-
ción de familias, con cerca de 150.000 y más de 30.000
hogares, tal como se evidencia en los siguientes datos:
213
Gráfico 11
Comparativo de la población desplazada por departa-
mento de expulsión
(1997- marzo de 2008)

25.000 Hogares
Personas
20.000

15.000

10.000

5.000

0
Arauca Bolívar Caquetá Huila Santander
Hogares 1096 4818 2888 936 1489
Personas 4375 22168 12399 3923 6368

Fuente: Base de Datos Agencia Presidencial para la Acción Social, 2008.

En el gráfico precedente, al comparar la distribución de


personas y hogares desplazados en cinco departamentos
de Colombia (Arauca, Bolívar, Caquetá, Huila y Santan-
der) se evidencia que la expulsión es mayoritaria en el
departamento de Bolívar, tanto en hogares como en per-
sonas. En el gráfico siguiente se evidencia la misma ten-
dencia en cuanto a la recepción de personas y hogares en
situación de desplazamiento.

214
Gráfico 12
Comparativo de la población desplazada por departa-
mento de recepción
(1997- marzo de 2008)
Departamento Receptor
160.000
Hogares
140.000
Personas
120.000
100.000
80.000
60.000
40.000
20.000
0
Arauca Bolivar Caqueta Huila Santander

Fuente: Base de Datos Agencia Presidencial para la Acción Social, 2008.

Subregión Santander
En el Magdalena Medio santandereano, los municipios
de Barrancabermeja, Puerto Parra y Sabana de Torres son
los que mayor actividad bélica tienen, con un registro del
32% de estas acciones en todo el departamento, distribui-
das en la siguiente forma: Barrancabermeja, 6%; Sabana
de Torres, 21%, y Puerto Parra, 5% (gráfico 13).

Gráfico 13
Distribución de acciones bélicas por municipios en San-
tander, 2005-2007

5% 6% Barrancabermeja
16% 11% Bolívar
Bucaramanga
5% La Belleza
5% Landázuri
Lebrija
5% Piedecuesta
Puerto Parra
21% Sabana de Torres
16% Sucre
5% 5% Vélez
Fuente: Base de datos Corporación Nuevo Arco Iris, 2008.

215
Existe en esta zona una presencia militar pasiva de los
grupos armados ilegales. Las Farc son el grupo más activo
en el departamento de Santander, aunque en el 2008 se
han visto disminuidas por la acción del ejército y el resur-
gir de las bandas emergentes en la zona. En la actualidad,
con base en entrevistas a pobladores de la región, se tiene
la percepción de que la influencia de las Farc se redujo en
gran medida, posiblemente a un número cercano a cin-
cuenta hombres en armas, que se ubican en la serranía de
los Yariguíes.

Gráfico 14
Distribución de acciones bélicas por grupos ilegales en
Santander, 2005-2007

12% 11% Farc. Columna Móvil


6% Rafael Rangel
12%
Farc. Columnas Móviles
6% Rafael Rangel y Raul Mahecha
Farc. Frente 23
Farc. Frente 20
ELN. Frente Guillermo
Antonio Vásquez
ELN. Frente Manuel
Gustavo Chacón
6% 12% Águilas Negras
35% Bandas al servicio
del narcotrafico

Fuente: Base de datos Corporación Nuevo Arco Iris, 2008.

Los municipios de Santander que componen la zona


del Magdalena Medio se pueden considerar regiones con-
solidadas por la fuerza pública, aunque algunos de éstos,
como Barrancabermeja, donde se encuentra el mayor
centro petrolero de Colombia y territorio donde tradi-
cionalmente el ELN ha realizado trabajo político con la
población, se han visto asediados en los últimos años por
grupos paramilitares. La consolidación de estos munici-
pios se expresa en la baja presencia insurgente, aunque
216
exista una fuerte influencia de los nuevos grupos emer-
gentes, ligados a sectores estratégicos de la economía. En
tal sentido, el Magdalena Medio santandereano es una
región «pacificada», esto es, que no se considera zona en
disputa o en riesgo.
Uno de los graves impactos del conflicto en la po-
blación civil ha sido el desplazamiento de personas y
grupos. La tendencia del desplazamiento en el Magda-
lena Medio santandereano empezó a evidenciarse de
manera constante hacia 1997. Sin embargo, se regis-
tró un incremento sustancial en el año 2000, ligado a
la incursión en firme de los paramilitares en la región,
especialmente en los centros urbanos como Barranca-
bermeja (gráfico 13).

Gráfico 15
Tendencia del desplazamiento de personas en el Magda-
lena Medio santandereano, 1997 - 200695

2.500

2.000
1.500

1.000

500

0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Recepción Expulsión

Fuente: Acción Social. Gráfico OPI.

En Barrancabermeja hubo un leve incremento de despla-


zados en el año 2006, en comparación con el 2005, convir-
tiéndose en el municipio con mayor número de personas des-
plazadas, pero al mismo tiempo el que más personas recibe
(cuadro 10). Si bien en Barrancabermeja hay una fuerte pre-
95. Tomado de Nilson Dávila Benavides, «Desplazamiento forzado en el Magdalena
Medio, 2005-2006», en Revista de Paz No 3, Observatorio de Paz Integral Magdalena
Medio, Agencia de la ONU para los Refugiados. Barrancabermeja, marzo de 2007.

217
sencia de fuerza pública, puesto que es el centro de Ecopetrol
y de las refinerías de la región, la visibilidad de miembros de
los grupos emergentes hace que muchas familias tengan que
irse de las veredas cercanas al casco urbano, ubicándose en los
cinturones periféricos de la cabecera municipal. En muchas
ocasiones, cuando ya se asientan en los barrios marginales de
Barrancabermeja, se genera un nuevo desplazamiento inter-
municipal dentro de la ciudad, debido al riesgo que sienten
las familias por el control de actividades económicas ilícitas
por parte de miembros de estos grupos emergentes.

Cuadro 10
Recepción y expulsión de hogares del Magdalena Medio
santandereano
2005 - 2006
Recepción Expulsión
Municipio
2005 2006 2005 2006
Barrancabermeja 592 889 384 347
Betulia   1 11 6
Bolívar 2 2 30 29
Cimitarra 4 7 48 58
El Carmen de Chucurí 3 5 21 25
El Peñón     8 18
Landázuri 28 61 49 75
Puerto Parra 14 64 31 33
Puerto Wilches 38 79 73 86
Rionegro 11 18 48 78
Sabana de Torres 15 22 68 56
San Vicente de
17 26 83 52
Chucurí
Simacota 2 12 26 50
Totales 726 1.186 880 913
Fuente: UTM y Sipod. Acción Social

Las altas tasas de desempleo, unidas a los bajos ingresos


percibidos, obligan a la población a dedicarse al comercio

218
informal, específicamente a las ventas ambulantes, a través
de la consecución de préstamos ilegales llamados «gota a
gota»96. El no pago en el préstamo es una de las causales
más frecuentes para que habitantes de estos sectores sean
desplazados por el accionar de los grupos ilegales.
Uno de los entrevistados en el trabajo de campo sos-
tiene:

Cuando existían las AUC, el negocio lo manejaban en forma similar,


aunque no era tan conocido y no había tantos acreedores. La persona
que no pagaba su cuota diaria «gota a gota» era asesinada en público
para que los demás acreedores tomaran en serio dichos préstamos.
Actualmente, con la llegada de las Águilas Negras se ha popularizado
el negocio, pues cada vez son más los habitantes de los barrios pau-
pérrimos de Barrancabermeja que acuden a solicitar préstamos; sin
embargo, ya no asesinan al deudor moroso sino que lo castigan mal-
tratándolo físicamente y mostrando públicamente dicha tortura97.

Este fenómeno es uno de los que han generado un in-


cremento sustancial del desplazamiento de muchas fami-
lias, a las que no les alcanzan las ganancias que tienen en
las ventas ambulantes para cubrir el préstamo solicitado.

¿Cómo impacta el contexto de conflicto en la primera infancia?


La comprensión de la problemática del desplazamiento en
las zonas mencionadas del Magdalena Medio constituye
un marco fundamental para identificar los impactos en
la primera infancia, por cuanto este delito afecta en gran
medida a la población civil de esta región.
En el departamento de Santander se ha desplazado a un
total de 6.310 niños menores de seis años (cuadro 11). Si
bien esta situación es común en el departamento, el caso
96. Se denomina de esta manera porque el grupo ilegal que hace el préstamo cobra
intereses del 20% y diariamente recorre los barrios en motos recogiendo el monto que
los acreedores pagan «gota a gota», cubriendo el interés y abonando al capital. En las
entrevistas y testimonios recogidos en el estudio de campo se afirmó en reiteradas oca-
siones que los préstamos se obtienen con las Águilas Negras, conocidas en los barrios
pobres del municipio como las AUC.
97. Entrevista realizada a un poblador de un barrio de Barrancabermeja, 30 de mayo
de 2008.

219
de Barrancabermeja es más preocupante debido a que la
primera infancia desplazada en el municipio, desde 1997
hasta agosto de 2008, representa el 25% del total del de-
partamento (cuadro 12).

Cuadro 11
Desplazamiento de niños de cero a seis años del depar-
tamento de Santander
Edad a Desplazamiento Desplazamiento
Total
la fecha individual masivo
0 250 250
1 572 2 574
2 782 1 783 6.310
3 931 931 (100%)
4 1.029 4 1.033
5 1.220 1 1.221
6 1.514 4 1.518
Fuente: Agencia Presidencial para la Acción Social y Cooperación Internacional.

Cuadro 12
Desplazamiento de niños de cero a seis años de Barran-
cabermeja
Edad a Desplazamiento Desplazamiento
Total
la fecha individual masivo
0 77 77
1 138 1 139
2 184 1 185 1.554
3 219 219 (25%)
4 247 1 248
5 298 298
6 388 388
Fuente: Agencia Presidencial para la Acción Social y Cooperación Internacional.

Otra de las dificultades que viven los niños y las ni-


ñas desplazados en Barrancabermeja, según entrevistas
realizadas con psicólogas del ICBF, consiste en la poca
comprensión de lo que significa ser niño y en las escasas
manifestaciones de afecto por parte de los padres. Si bien

220
en el trabajo de campo no se pudieron identificar causas
definidas de estas conductas, se asocian a extensas jorna-
das de trabajo para procurar la manutención y la sobre-
vivencia diaria, el desempleo, las condiciones precarias
de vida, así como las situaciones de estrés y agotamiento
emocional frente a los hechos de violencia sufridos. Estas
posibles explicaciones señalan la necesidad de próximas
investigaciones en tal sentido.
Una situación constante en el municipio, relacionada
con los niños que forman parte de las familias despla-
zadas ubicadas en el casco urbano, es la imposibilidad
de la mayoría de los padres de matricular a sus hijos
en centros de educación formal o en los programas de
educación inicial, lo cual hace que encuentren en la ca-
lle una forma de pasar el tiempo:

Los niños que llegan a la institución ingresan con problemas


de desnutrición crónica; además, se observa una delegación del
cuidado de los niños más pequeños a sus hermanos mayores o
en otras ocasiones a los vecinos, situación que ha incrementado
la indigencia infantil en Barranca98.

Además del desplazamiento forzado, en Barrancaber-


meja se observó la utilización de algunos niños entre los
cuatro y seis años en tareas de vigilancia y publicidad en
el robo y la venta de gasolina ya procesada de los oleo-
ductos de Ecopetrol, negocio ilegal que controlan los
llamados grupos emergentes. En el trabajo de campo se
observó que los miembros de estas bandas ilegales les
dicen a los niños que simulen jugar y les avisen si llega
la policía, mientras proceden al robo del combustible.
También utilizan a los menores de edad para promo-
ver la venta de la gasolina robada, pues les dan carteles
grandes con la leyenda «Venta de gasolina barata» con
el fin de que los exhiban en las principales vías del mu-
nicipio de Barrancabermeja. El testimonio de una líder
98. Entrevista realizada a una psicóloga del ICBF, 30 de mayo de 2008.

221
comunitaria perteneciente a Pastoral Social detalla la
situación que se vive en Barrancabermeja:

Los ladrones que se roban el combustible les dicen a los


niños que jueguen cerca de los tubos, y cuando llegan los
policías, los niños les avisan a las autodefensas para que
puedan escapar (...) también los niños se la pasan con car-
teles grandes ofreciendo la gasolina en la avenida y los
carros llegan y les compran a ellos99.

En el municipio de San Pablo, asediado históricamente


por los enfrentamientos entre los distintos actores arma-
dos, hay en la actualidad una presencia constante de las
fuerzas armadas del Estado en espacios públicos como
bibliotecas, ludotecas, escuelas y jardines, además de que
en muchos casos tienen sus cuarteles cerca de institucio-
nes educativas y espacios para la primera infancia.
En el caso de la escuela del municipio de San Pablo,
existe una base militar situada a escasos diez metros de
la institución. El paso de militares por el interior de las
instalaciones educativas es constante, en parte porque
no existen paredes que la separen del exterior y en parte
también porque para llegar a una carretera principal
necesariamente hay que transitar por ella. Debido a que
en la zona existe presencia de las Farc, la preocupación
de los profesores reside en que en un eventual ataque a
la base militar, los niños de la escuela salgan perjudica-
dos o queden en medio del fuego100.
Así mismo, resulta preocupante que los militares usen
la escuela para llevar a cabo procedimientos de recluta-
miento durante los fines de semana, cuando los menores
no asisten a clases. La institución educativa sirve como
lugar de retención de las personas que no han prestado el
servicio militar obligatorio, pero como no les permiten

99. Entrevista con una líder comunitaria de un barrio de Barrancabermeja, 30 de mayo


de 2008.
100. Entrevistas con profesores de Santa Rosa, mayo de 2008.

222
salir, se ven obligadas a utilizar como inodoro las aulas;
el día lunes, los profesores y los alumnos tienen que lim-
piar los excrementos antes de iniciar las clases.

Ellos violentaban las puertas de los salones sin pedir permiso, a


la rectora o los docentes, y metían hasta cien reclutados, de tres
de la tarde a ocho de la mañana del día siguiente, no les daban
permiso para ir al baño a hacer sus necesidades fisiológicas, por
lo que les tocaba hacerlas dentro del salón; eso nos impedía dar
clase al otro día porque los salones estaban sucios; incluso una
vez un coronel o un teniente nos dijo que cómo así que no le
hacíamos aseo al salón y nos dieron jabón Fab y creolina para
que nosotros laváramos todo, cuando eso no nos competía a
nosotros sino a ellos (…) nos dañaron las mesas y las sillas de la
escuela y no nos las han pagado101.

Los diversos testimonios de pobladores de las zonas vi-


sitadas del Magdalena Medio sobre la presencia directa de
los militares y de sus acciones en espacios lúdicos y edu-
cativos de la primera infancia coinciden en que constituye
una forma de poner en riesgo a los niños más pequeños,
uno de los sectores poblacionales más vulnerables en me-
dio del conflicto. Además, esta exposición cotidiana a los
símbolos de la guerra propicia que valoren las armas como
medio de relación y ejercicio de la autoridad y el poder, y
que se tornen asustadizos y desconfiados.

Esa base está muy cerca de la escuela, a unos diez metros, lo cual es
muy peligroso (…) porque los centinelas están cerquita, los fusiles
a veces apuntan hacia acá. No podemos desconocer eso, que siem-
pre hay peligro (…) De pronto las fuerzas militares no quieren
matar a un niño pero de pronto se les sale un tiro, como ocurrió
el año pasado (2007). En abril del año pasado iban pasando los
niños, cuando el puesto militar era como a doscientos metros de
aquí, y a un soldado se le salió un tiro y mató a un niño, estudiante
del centro educativo (…) y lo mató, y muerto quedó102.

101. Entrevista realizada a docente de escuela de San Pablo (Bolívar), 28 de mayo de 2008.
102. Entrevista a docente de preescolar, San Pablo, mayo de 2008.

223
La presencia cotidiana de oficiales de la policía en la
ludoteca del municipio de San Pablo genera interacción
con los niños. Varios pobladores del lugar manifestaron
que esta cercanía con la fuerza pública causa admira-
ción en muchos niños, mientras que otros la rechazan.

(…) la cercanía de la ludoteca a la estación de policía hace que


los niños en sus juegos se metan en el papel de los policías o los
delincuentes; como la ludoteca, en la parte del patio, no tiene
paredes, los niños se la pasan mirando hacia la estación de po-
licía que queda al frente y ven cómo los policías tratan a los de-
lincuentes y asumen esos roles en los juegos que ellos tienen103.

Según las percepciones de las personas entrevistadas, la


identificación de los niños con los roles de policías y de-
lincuentes, además de constituirse en un rasgo de los jue-
gos infantiles, propicia sentimientos de admiración por la
guerra. Con los relatos obtenidos en el trabajo de campo
se puede señalar cómo se naturalizan los referentes del
guerrero, cuando los procesos de socialización ocurren en
contextos donde los actores armados tienen gran presen-
cia. Un docente de preescolar plantea la misma situación
manifiesta en los juegos infantiles, que comparte desde su
experiencia en San Pablo con menores desplazados:

Usted sabe que como son niños desplazados, les da temor hablar
y escuchar al otro porque viven la zozobra de la violencia. Sin em-
bargo, ellos están mirando a los soldados y a veces tratan de imi-
tarlos: «¡Que tú eres guerrillero, que yo soy del ejército, que tú eres
paraco!», son los juegos que más se ven aquí. Uno como docente
trata de orientarlos en otras formas, quitarles lo que traen, porque
103. Entrevista realizada a trabajadora en ludoteca, Bolívar, 28 de mayo de 2008. La
ludoteca es un espacio que no se encuentra construido en su totalidad, por lo que los
niños miran hacia la calle y más específicamente hacia la estación de policía, que se en-
cuentra demasiado cerca. De este modo, los niños son testigos del ingreso de personas
apresadas por delincuencia. Algunos quedan muy impresionados al presenciar el pro-
cedimiento pues en muchas ocasiones los presuntos delincuentes se resisten al arresto
y es ahí donde la policía utiliza su potestad de ley para coaccionarlos físicamente. Los
niños imitan en sus juegos estos actos que perciben cotidianamente, asumiendo los
roles de bueno-malo, repitiendo lo que ven con los policías.

224
a veces traen pistolas de juguete de pasta (…) desde los cuatro años
ya están los niños jugando con eso. El año pasado, en el curso de
primero, les decomisé unas pistolitas de juguete a las que les espi-
chan un botón y se convierten en navajas. Les decomisé pistolas
de juguete, cuchillos. El decir de ellos es que las traían para sacarle
punta al lápiz, pero no, ellos mismos se tiraban puñaladas en el
recreo: «Porque me quitó el borrador», «Porque me quitó el lápiz»,
«Porque me rayó el cuaderno». Entonces, ellos imitan lo que ven a
su alrededor, porque los niños son muy imitadores104.

Hay otros casos de violación de derechos que no ne-


cesariamente se explican por el conflicto armado. Des-
de el proyecto «Promoción de la salud y los derechos
humanos sexuales y reproductivos», del Programa de
Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, se evidencia
una serie de vulneraciones a los derechos de la niñez,
relacionadas, entre otras, con el trabajo infantil y la ex-
posición a situaciones que propician el abuso sexual y
el maltrato. Esta cadena de vulneración de los derechos
de los niños se configura en una victimización conti-
nua, donde las tragedias se repiten constantemente.

En el municipio de Aguachica (Cesar), aunque también aquí


en Barrancabermeja, el corrillo de niños es impresionante, pi-
diendo plata o vendiendo dulces o vendiendo aretes o haciendo
muecas o cuidando motos. Estos niños, aunque más las niñas,
caen en situaciones de abuso sexual105.

Los eventos traumáticos vividos por efecto del conflicto


armado, unidos a la precaria situación económica, agra-
van la violencia intrafamiliar y el maltrato. En tal sentido,
es necesario efectuar estudios rigurosos para demostrar
en forma contundente la relación entre estos factores.

El maltrato infantil se ve bastante, de pronto es porque las per-


sonas estaban acostumbradas a ganar buen sueldo, nunca aho-
104. Entrevista a docente de preescolar en San Pablo (Bolívar), mayo de 2008.
105. Entrevista con integrante del proyecto «Promoción de la salud y los derechos hu-
manos sexuales y reproductivos», del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena
Medio, Barrancabermeja, mayo de 2008.

225
rraron (…) Aquí en el colegio llegan niños con golpes fuertes
y cuando uno les pregunta quién les pegó, ellos responden que
el papá, porque cuando llega borracho les pega, pero además,
como no tienen trabajo, se la pasan en la casa y del desespero,
porque no me explico otra manera, les pegan a los niños106.

La tasa de violencia intrafamiliar en Barrancaberme-


ja fue de 252 casos por 100.000 habitantes en 2006 y
de 280 casos por 100.000 habitantes en 2007. Llama la
atención que en los municipios de San Pablo y Simití,
para esos años, no existen casos registrados de maltrato
infantil. En Santa Rosa hay sólo un caso reportado107.
Esta situación, vista a la luz de los testimonios recogi-
dos en el trabajo de campo, plantea varios interrogan-
tes sobre el subregistro del maltrato y abuso infantil en
zonas rurales del sur de Bolívar.

Respuesta institucional en la atención integral a la pri-


mera infancia
Cabe señalar, en relación con las otras dos regiones del
estudio —Arauca y Putumayo—, que en el Magdale-
na Medio se evidencia un mayor nivel de intervención
institucional. En Barrancabermeja se destaca la coor-
dinación interinstitucional en torno a diversas proble-
máticas sociales, como se puede observar al comparar
la oferta institucional brindada por el Instituto Colom-
biano de Bienestar Familiar (cuadro 13).

106. Entrevista con docente de preescolar, San Pablo, mayo de 2008.


107. Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INML-CF), Revista Fo-
resis 2007, en http://www.medicinalegal.gov.co/drip/for2007.html.

226
Cuadro 13
Atención del ICBF, 2007
% de atención a niños
Hogares
Hogares Materno Hogares Hogares de primera infancia
Regionales ICBF comunitarios Total
sustitutos infantil Fami infantiles respecto del total
de bienestar
departamental
Nacional 16985 332937 399696 798814 123753 1.672.185
Departamental            

227
Arauca 218 1.766 2.433 2.231 580 7.228 29
Bolívar 342 6.889 27.000 54.873 5.037 94.141 32
Putumayo 211 1.720 3.336 3.991 567 9.825 23
Santander 1.081 13.023 22.468 29.556 4.336 70.464 29
Fuente: ICBF, 2007.
El porcentaje de atención de niños de primera infancia
por parte de los programas del ICBF, con respecto al to-
tal de la población entre cero y seis años, es menor en el
Putumayo en relación con los otros tres departamentos
sometidos al estudio.
La mayor intervención institucional se presenta en el
Magdalena Medio. Esto se debe en gran medida a las ac-
ciones desplegadas por la Corporación Desarrollo y Paz del
Magdalena Medio (CDPMM)108, entidad encargada de la
gestión y administración técnica y financiera del Laborato-
rio de Paz del Magdalena Medio (PDPMM). La CDPMM
ejecuta su objeto social a través de un conjunto de accio-
nes multisectoriales concertadas entre los pobladores y las
autoridades municipales, dirigidas a superar la pobreza de
manera sostenible y alcanzar la convivencia pacífica109.
En cuanto a la atención del ICBF, una de las grandes di-
ficultades con que se encuentran los servidores públicos de
esta región es la falta de registro civil de muchos niños, lo
cual pone en apuros el cumplimiento del Plan Milenio110.
La percepción desde el ICBF es que ellos han hecho aportes
significativos en la solución de dicho inconveniente. En tal
sentido, una funcionaria de la seccional señala:

Hemos logrado que a través de nuestros hogares de bienestar, casi


todos los niños tengan su registro civil, pongámosle un 90% de
los niños (…) a través de hogares de bienestar, de cero a seis años
y de Fami, y de todos los programas de bienestar porque incluso a

108. La Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (CDPMM) se constituyó


el 7 de mayo de 2001. Tiene como finalidad propugnar la paz y el desarrollo social, eco-
nómico y cultural del Magdalena Medio, mediante programas o proyectos científicos,
tecnológicos, académicos, de gestión y de paz, utilizando pedagogías y metodologías
que permitan una permanente participación ciudadana.
109. Tomado de http://www.pdpmm.org.co/.
110. El Plan Milenio es la estrategia concebida en 2000 por la ONU que busca, en un
período de quince años, combatir ocho aspectos afectados por la pobreza: nutrición,
educación, salud sexual y reproductiva, registro civil, agua potable, saneamiento básico,
restitución de derechos vulnerados, participación y recreación. Los ocho Objetivos de
Desarrollo del Milenio los ha adoptado la comunidad internacional como un marco
para las actividades de desarrollo de más de 190 países en diez regiones; éstos se han
desglosado en veinte metas y más de sesenta indicadores.

228
través de los desayunos escolares pedimos registro civil, y con eso
no queremos decir que al que no tenga registro civil no se le da el
alimento; sí se le da el alimento, pero es una constante estar dicién-
dole a la mamá ¡ojo que no ha traído el registro civil!111.

Por otro lado, la función de protección realizada por


el ICBF del Magdalena Medio santandereano está a cargo
de la seccional La Floresta112. Los problemas más comunes
con los que llegan los niños menores de seis años a esta
seccional, según una profesional, son:

Desnutrición crónica, diarrea y anemia. Llegan al zonal mu-


riendo de hambre, con pañalitis hasta el cuello. En los casos
atendidos también se identifica el desplazamiento como una
problemática importante de las familias que tienen niños
menores de seis años. La mayoría de las familias que acuden
a esta seccional viven en zonas de invasión, procedentes de
Antioquia o del sur de Bolívar, se sostienen mediante traba-
jos informales como la venta ambulante, el cuidado de carros
y motos, trabajo doméstico en casas de familia y en corte de
árboles. Mejor dicho, estas familias viven al diario 113.

En materia educativa, Barrancabermeja registra una


amplia disponibilidad de centros de educación formal.
La cobertura para los niños menores de seis años es de
26.474114, que representan el 17% de la población del
municipio.
111. Entrevista a servidora pública del ICBF seccional Yariguíes, mayo de 2008. Frente a
las vulneraciones de los derechos de la población infantil, en el momento de verificarse
estos hechos, la ruta para el restablecimiento de los derechos es la siguiente: «Desde el
ICBF se ejecuta el proceso administrativo de restitución de derechos. Se constata la si-
tuación, se investiga la familia. En casos de desnutrición, el hospital entrega a los niños
estabilizados; ingresan a hogares sustitutos, se efectúa valoración en todas las áreas. Se
identifica la red familiar. Se realiza trabajo psicológico con los niños, se escolarizan de
acuerdo con la edad, se cubre toda el área de salud. Se ejecutan visitas de supervisión
mensuales a las madres sustitutas». Entrevista a psicóloga del ICBF La Floresta, mayo
de 2008. La intervención de esta seccional del ICBF se articula con la Policía de Infancia
y Adolescencia, pues esta última acompaña a la familia y al niño durante el proceso
legal, realiza los informes y ofrece la información necesaria relativa a los procesos en
curso.
112. La seccional Yariguíes del ICBF es la encargada de los temas de prevención.
113. Entrevista a funcionaria del ICBF seccional La Floresta, mayo de 2008.
114. Datos extraídos del Sisbén Barrancabermeja, a mayo de 2008.

229
Población Menor de 6 años
Total 26.474
Porcentaje 16,96

Los niños matriculados en preescolar y primero ascien-


den a 5.885, mientras que los niños matriculados en insti-
tuciones no oficiales son 2.980115. De este modo, del total
de niños de Barrancabermeja, el 33,5% tiene una respuesta
institucional en el cuidado y en programas de educación
inicial. Se observa una concentración de los centros de
atención y educación inicial, en el casco urbano, situación
que explica por qué los niños de las zonas rurales, e inclu-
so de las zonas periféricas del centro urbano de Barranca-
bermeja, no asisten a los programas de primera infancia.
Ante las dificultades económicas de los padres para enviar
a sus hijos a los jardines de bienestar, las familias apelan a
redes comunitarias donde las madres que no tienen em-
pleo cumplen la función de cuidadoras.

Cuadro 14
Niños matriculados en instituciones no oficiales en el 2008
Barrancabermeja

Párvulos-Prejardín (2-3 Años) 587


Jardín (3-4 años) 769
Transición (entre los 4-5 años) 738
Primero (entre los 5-6 años) 886
Total 2.980
Fuente: Secretaría de Educación, Barrancabermeja, datos a 2008.

En cuanto al registro de niños en situación de desplaza-


miento, según la Secretaría de Educación de Barrancaber-
meja a 2008, se tienen los siguientes datos:

115. Datos extraídos de la Secretaría de Educación de Barrancabermeja, a 2008.

230
Cuadro 15
Niños en situación de desplazamiento, Barrancabermeja

Niños Niñas TOTAL


Educación inicial
27 36 63
(entre los 4-5 años)
Primero
50 31 81
(entre los 5-6 años)
Total 77 67 144
Fuente: Secretaría de Educación, Barrancabermeja, a 2008.

Para los municipios del departamento de Bolívar visi-


tados en el marco del trabajo de campo, se consideran las
cifras de Acción Social, dado que no se obtuvieron datos
concretos sobre este tema en otras dependencias. Según
esa entidad, el número de los niños en situación de des-
plazamiento en el municipio de San Pablo triplica los va-
lores para Santa Rosa:

Cuadro 16
Población total de niños en situación de desplazamiento,
Santa Rosa y San Pablo (Bolívar)

Santa Rosa San Pablo


Total de municipios
Total niños Total niños
visitados
Entre cuatro
207 789 996
y cinco años
Entre seis y
278 1.012 1.290
siete años
Total 485 1.801 2.286
Fuente: Acción Social, datos a 2009.

Por otra parte, el acceso a condiciones adecuadas de agua


y saneamiento básico, en algunas zonas de los municipios
estudiados en Bolívar, dan cuenta de aspectos que, aun

231
cuando no se pueden atribuir directamente a la dinámica
del conflicto, impactan en la protección y atención de la
primera infancia:

Nosotros, en la comunidad, apenas tenemos luz porque no tene-


mos agua, por ahora se está consiguiendo de un pozo. No hay ser-
vicios públicos domiciliarios, los niños no se bañan todos los días,
aquí hay veces que se bañan cada ocho días116.

Finalmente, podría concluirse que los tipos de impacto


del conflicto armado sobre la primera infancia en escena-
rios de desplazamiento forzado y en contextos de pacifi-
cación, como es el caso del Magdalena Medio, se pueden
relacionar con los siguientes factores:
• Exposición cotidiana de los niños a las dinámicas
de la guerra: minas antipersonales; homicidio y de-
tención arbitraria de miembros de las familias, des-
plazamiento forzado.
• Ubicación de los cuarteles militares cerca de los es-
pacios de socialización de la primera infancia: par-
ques, ludotecas, escuelas y, en general, de sus lugares
de cuidado y atención, lo cual genera inseguridad y
naturalización por parte de ellos, de los símbolos de
la guerra.
• Fragmentación familiar y agravamiento de las con-
diciones precarias de acceso a servicios básicos: sa-
lud, educación, entre otros.
• Utilización o participación de niños pequeños en
actividades relacionadas con negocios ilícitos, lle-
vadas a cabo por miembros de grupos emergentes,
tales como venta ilegal de gasolina.
• Vulneración en cadena a los derechos de la niñez
relacionados, entre otros, con el trabajo infantil,
la exposición a situaciones que propician el abuso
sexual y el maltrato.
116. Entrevista a docente de preescolar de San Pablo (Bolívar), mayo de 2008.

232
3. 3. Arauca: la niñez en un territorio en disputa
La historia reciente del departamento de Arauca se carac-
teriza por la confrontación armada de diferentes grupos al
margen de la ley, una colonización masiva, una débil pre-
sencia del Estado en la implementación de un diseño de
política pública, por la precaria conexión con el nivel cen-
tral y la inexistencia de vías de comunicación efectivas117.
La extensión total de Arauca está calculada en 23.818 km2
y en la actualidad está dividido en siete municipios: Arauca,
Arauquita, Saravena, Fortul, Tame, Puerto Rondón y Cravo
Norte. Limita con Venezuela, constituyéndose en frontera bi-
nacional. El departamento de Arauca se divide en dos: la zona
del piedemonte, ubicada en la parte occidental del departa-
mento, y la parte de la sabana, que tuvo una inserción eco-
nómica más temprana respecto del resto del departamento,
debido al comercio de la ganadería procedente de Venezuela
y el constante tránsito de personas por la frontera118.
Ambas regiones tuvieron fuertes oleadas migratorias y
desarrollos económicos y sociales dispares, dichas diferen-
cias marcaron el asentamiento de los grupos armados en
ambas zonas.
La región de la sabana, que a mediados del siglo XX re-
cibió a algunos guerrilleros liberales de la Violencia de los
años cincuenta119 (después de 1948), tuvo tres olas de mi-
graciones. La primera fue de tribus indígenas que provenían
de Venezuela, después de la colonización española. Luego se
produjo la llegada de algunos colonos sin tierra, que busca-
ban algún tipo de propiedad en la zona. Por último, hubo
colonizaciones parciales debido al comercio del ganado.
117. En 1953 se creó la intendencia nacional de Arauca, que dejó de existir en 1991, año
en el que se convirtió en departamento. Arauca fue parte de los «territorios nacionales»,
división administrativa que se adjudicó a las regiones apartadas del centro del país, las
cuales carecían de autonomía respecto de éste. Allí la inversión estatal era mínima y al
departamento se le consideró una intendencia del Meta; incluso cuando se convirtió en
departamento los niveles de inversión siguieron siendo bajos.
118. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, Situación actual de con-
flicto y exploración de escenarios posibles de paz y desarrollo en Arauca, Primer Informe,
Corporación Nuevo Arco Iris, febrero de 2008, p. 5.
119. Ibid., p. 7.

233
Inicialmente, en Arauca y Tame los indígenas tuvieron
presencia importante, pero con el desarrollo de la ganade-
ría surgió un tipo de mestizaje llanero120. Estas poblacio-
nes se construyeron a través de una ruta comercial, tanto
de producción como de comercialización de la ganadería.
Se configuró un tipo de cultura llanera, basada en las gran-
des propiedades familiares, con escasa población, organizada
en torno a la ganadería121. El tipo de propiedad no se basó
en la explotación a campesinos o el gran latifundio fundado
sobre la apropiación ilegal, sino que fue producto de caracte-
rísticas regionales ligadas a un tipo de economía familiar.
Básicamente, este tipo de estructura social se mantuvo
hasta el inicio de la explotación petrolera (1985); su pobla-
ción estaba constituida por los propietarios, los peones y los
conuqueros o vagueros122, sin que se diera una división estra-
tificada de la sociedad. Los vagueros eran libres de trabajar
con cualquier persona, por lo que deambulaban de finca
en finca y eran trabajadores no estables, que se dedicaban
a actividades temporales. El peón generalmente era un fa-
miliar del dueño o dueños de la tierra, de tal manera que
las divisiones sociales no eran fuertes y la tierra no fue un
tema de disputa durante varios decenios. No se produjeron
conflictos sociales entre terratenientes y campesinos de mi-
nifundio, por lo cual los grupos armados no lograron una
gran aceptación, debido a que los discursos con los cuales
arribaron no representaban problemas visibles en la zona,
toda vez que la tierra no era causa central de disputa en la
sabana y la división de la sociedad no estaba atada a un tipo
de explotación moderna.
En la región del piedemonte llanero la situación fue
muy diferente, pues el desarrollo económico se potenció
en la década de los sesenta, después del proceso denomi-
nado la colonización del Sarare en sus etapas 1 (1961) y

120. Ibid.
121. Ramón del Carmen Garcés, El cachicamo trabaja pa’ la lapa, Bucaramanga, Talleres
de Color y Tiempo, septiembre de 2007, p. 101.
122. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 8.

234
2 (1971)123, llevada a cabo por el Estado a través del Ins-
tituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) en el
piedemonte araucano.

Para 1959, se inicia un desplazamiento masivo para la zona; los


colonos eran guerrilleros liberales que llegaban huyéndole a la
violencia, personas llegadas del Norte de Santander, la provincia
de García Rovira y personas del norte de Boyacá que escapaban
de las manos de los chulavitas124. En 1961 se creó el Incora (Ins-
tituto Nacional Colombiano de la Reforma Agraria), el cual es el
encargado de realizar la colonización, enmarcado dentro de un
plan de distribución de tierras que había inaugurado la Alianza
para el Progreso. (…) para el año de 1965 se contabilizan 140 fa-
milias procedentes de Norte de Santander, 60 de Santander, 9 del
Valle del Cauca, 8 del Tolima, 13 de Cundinamarca, 2 del Cauca,
3 del Meta, 1 de Caldas, 8 de Antioquia, y 20 del área plana de la
intendencia de Arauca125.

Saravena, Arauquita y Arauca (capital) fueron los prin-


cipales focos de esta colonización. Algunas de estas fami-
lias serían más adelante la base social del ELN, que con-
centró las inconformidades de esa población.
La presencia guerrillera en el proceso de colonización y la
limitada presencia del Estado en la región generaron relacio-
nes asociativas con cierto grado de autonomía con respecto
al Estado y bastante diferente de la población de la sabana.
En el piedemonte llanero el tema de la tierra fue primordial,
además de ser el eje central de las manifestaciones sociales de
la época (décadas de los sesenta y setenta). Dado que el pro-
123. La colonización del Sarare tuvo su primera etapa hacia 1961 y la segunda se inició
en 1971. Fue un tipo de colonización planeada desde el Estado en un primer momento,
y luego se creó un movimiento campesino que llevó más lejos la colonización.
124. Los chulavitas y los pájaros fueron grupos organizados durante el período deno-
minado de la Violencia (década posterior a hechos de 1948: violencia política desatada
a partir del asesinato de Gaitán) por directorios políticos, por hacendados y por co-
merciantes para defender sus intereses y una identidad política determinada. La lealtad
partidista (liberal o conservadora) y la actividad criminal de estos grupos tenían como
contraprestación la tierra que se les quitaba a las víctimas; así se alimentó toda esa vio-
lencia. Alfredo Molano, «Monólogo de una impunidad anunciada», en UN Periódico,
2004. En http://unperiodico.unal.edu.co/ediciones/56/05.htm.
125. Ramón del Carmen Garcés, op. cit., p. 249.

235
ceso de colonización en sus primeros momentos lo impulsó
el Estado, los reclamos de los colonos por tierras y créditos se
dirigieron inicialmente al gobierno nacional de turno y des-
pués a los gobiernos regionales, formándose de este modo los
primeros focos de disputa en todo el piedemonte llanero. Los
reclamos de los colonos se referían entonces a peticiones de
tierras, vías de comunicación y crédito agrario.
Los campesinos que llegaron de otras regiones del país du-
rante los años de la violencia política entre liberales y conser-
vadores (1950-1960) traían una fuerte tradición organizativa,
factor que influyó en la posterior organización de guerrillas
en la zona. Años más tarde se produjeron paros cívicos en la
región, siendo el más importante el de 1972. Luego de estos
paros se incrementó la presencia guerrillera.

La información oficial dice que el Incora, entre 1965 y 1975, en-


tregó créditos a 1.726 familias en la región del Sarare. Aunque el
descontento de los colonos en la década de los setenta fue visible.
Entre los meses de febrero y marzo de 1972, se dio un gran paro
cívico en esta región, ya que los servicios públicos eran inexistentes
y, un año atrás, la falta de puentes que comunicaran a la región con
el interior del país hizo que se perdiera la producción de plátano
de unas 5.000 hectáreas126.

Los grupos armados al margen de la ley aparecen en esta


región a finales de la década de 1970. Tanto las Farc como el
ELN tuvieron una incursión hacia 1978. Las Farc realizaron
procesos de colonización procedentes de la zona del Meta y
el Casanare127. No nacieron en Arauca pero su crecimiento
fue rápido y lograron asentarse en el departamento.
126. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 11.
127. «Las Farc llegaron en 1978 y formaron el Frente 10. Entraron por la región del
Casanare y se asentaron en el piedemonte llanero y en la sabana. Desde la llegada de las
Farc, los problemas con el ELN comenzaron. El ELN, al ser un cuasiestado en la región,
había tomado la justicia por su cuenta y cometió algunos abusos con personas que
tenían alguna simpatía con las Farc, sobre todo los colonos que llegaron del Cauca y del
Tolima. De tal modo que al llegar las Farc, la situación de administración de justicia de-
bió compartirse y el ELN no lo aceptó, lo cual se convirtió en el primer enfrentamiento
entre ambas organizaciones, enfrentamientos que duraron hasta 1985». Ariel F. Ávila
Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 13.

236
Por su parte, el ELN nació del grupo de guerrilleros li-
berales de la zona y de algunos sobrevivientes de la Ope-
ración Anorí, realizada en 1973 en ese municipio antio-
queño en la cual el ejército les propinó un duro golpe. Por
tanto, es una estructura autóctona de la región, de ahí que
su presencia en la sociedad sea fuerte128.
La situación en Arauca cambió drásticamente en 1983
con la explotación del petróleo. Los grupos armados ilega-
les vieron en este recurso económico una fuente de finan-
ciación, a la vez que el Estado colombiano hizo grandes in-
versiones y varios intentos por controlar el territorio. Años
más tarde se produjo el ingreso de grupos paramilitares.

La presencia de la guerrilla en el proceso de colonización y, más


tarde, su relativo control territorial y político en el departamento,
sin duda influenciaron la tendencia a la autonomía regional. En
alguna medida, el aislamiento geográfico, la riqueza petrolera, la
estable producción y abastecimiento de alimentos de origen cam-
pesino o ganadero, así como la cercanía a Venezuela, jugaron un
papel clave en la construcción de estas nociones de autonomía y de
identidad territorial. Incluso los cambios institucionales derivados
de la descentralización y el nuevo escenario originado en la Cons-
titución de 1991 reforzaron algunas de estas facetas129.

La riqueza petrolera, a través de la extorsión y la capta-


ción de recursos, proporcionó a los grupos armados al mar-
gen de la ley un crecimiento constante y fuerte en la región.
Así mismo, terminó con la débil presencia del Estado, que
se remonta a 1819. También hubo cambios culturales sig-
nificativos: «(…) vieron así, cambiar esa forma de vida que
ponía en peligro su propia subsistencia, pues sabía o se ima-
ginaba que el territorio sería rápidamente poblado y esca-
128. «Estos hombres que llegan a la región y los antiguos guerrilleros liberales darían
nacimiento al Domingo Laín, que se creó formalmente en 1985, como lo expresa Gabi-
no en una entrevista que le realiza Carlos Medina. Este frente nace como algo autócto-
no, de las entrañas de los habitantes, y no fue como el caso de las Farc, que llegó a partir
de una colonización. Esta situación ocurre hacia 1978, después de varias intentonas de
paros cívicos», Ibid., p. 27.
129. Ibid., p. 30.

237
searía la cacería, se aumentaría el abigeato, él sería más po-
bre, y pronto desplazado por esa peligrosa migración»130.
El enfrentamiento de los actores armados por los te-
rritorios de captación económica no se hizo esperar. Los
grupos armados al margen de la ley se convirtieron rápi-
damente en paraestados que administraban justicia, es de-
cir, controlaban todo aquello que se refería a la legalidad
e ilegalidad en sus territorios, resolvían las disputas entre
pobladores de la zona; en últimas, eran la fuente de la ley.
Arauca se constituyó, desde principios de la década de
los ochenta, en un territorio en disputa, aunque con perío-
dos prolongados de tranquilidad en los que se realizaban
algunos acuerdos de paz entre ambos bandos y se repartía
el territorio. De tal modo, pasó de ser un territorio en dis-
puta a ser un territorio compartido. Hubo períodos com-
plicados de violencia hacia finales de los años noventa y
principios del siglo XXI.

Dinámica de los actores armados y repercusiones del


conflicto en la población civil
Los grupos paramilitares ingresaron al departamento en
un período tardío respecto del resto del país, procedentes
del Casanare, sobre todo de los municipios de Hato Coro-
zal, Paz de Ariporo y Puerto Gaitán, en la zona limítrofe
entre Meta y Vichada. Las primeras incursiones tuvieron
lugar a finales de 1999 y principios del año 2000, acen-
tuándose en el 2001. Los municipios del sur del depar-
tamento fueron los más afectados, Tame y Cravo Norte,
además del municipio de Puerto Rondón.
El modus operandi de las autodefensas era muy diferente
del de los grupos guerrilleros; no se trataba de enfrentamien-
tos con la fuerza pública o confrontaciones armadas, sino que
su accionar se concentró en asesinatos selectivos, masacres y
amenazas contra todo tipo de población. En el departamento
operaron inicialmente las Autodefensas Campesinas del Ca-
sanare, al mando de Martín Llanos, que más tarde formaron
130. Ramón del Carmen Garcés, op. cit., p. 107.

238
parte de las AUC, aunque al final serían casi exterminadas
por esta agrupación una vez disuelta tal federación131.

Las primeras acciones de estos grupos consistieron en el asesinato


de líderes agrarios, sindicales, políticos132 y periodistas133, accio-
nes que no eran «operativos contrainsurgentes». En el año 2003
se sintieron con mayor fuerza las acciones de los paramilitares
contra la población civil y los grupos guerrilleros de Arauca134.

Así mismo, existen evidencias para afirmar que eran ci-


viles las principales víctimas de los paramilitares en Arau-
ca. A partir del análisis de prensa, entre 2002 y 2005 estos
grupos fueron responsables de 57 acciones en la zona de
influencia en Arauca, en contraste con once, en el período
1997-2001. En el año 2002, Arauca pasó a ser una de las
primeras «zonas de rehabilitación y consolidación» deli-
mitadas por la Política de Seguridad Democrática.
Entre 1998 y 2008, Arauca se transformó en un territo-
rio en disputa, en el que hubo tres tipos de confrontaciones
cruentas entre grupos armados. El primer tipo se presentó
entre las guerrillas y los grupos paramilitares; el segundo,
entre las guerrillas y la fuerza pública, y el tercero, entre las
131. Según el politólogo Mauricio Romero Vidal, se entiende por autodefensas aquellas
fuerzas armadas irregulares que defendían un territorio (de agresiones) sin vocación ex-
pansionista ni de incidencia en otras regiones, constituyendo fenómenos preferentemen-
te locales. Por el contrario, los paramilitares son fuerzas armadas irregulares que obede-
cían a proyectos nacionales de expansión, con una estructura relativamente centralizada,
federativa y con un claro propósito contrainsurgente. «Mauricio Romero enfatizó en la
dimensión política del surgimiento de los grupos paramilitares como resultado de la con-
fluencia de una serie de mecanismos que se desatan con la implementación de las políti-
cas de paz, descentralización y apertura política en los ochenta: la potencial participación
política electoral de sectores de la guerrilla en los ámbitos locales ocasionó oposición de
las elites regionales, rechazo de las fuerzas armadas frente a las políticas de paz y creación
de grupos de justicia privada por parte de narcotraficantes, para dar origen a los grupos
paramilitares. Éstos se consolidan por la confluencia de oposición a los intentos de refor-
mas democratizadoras del poder y la riqueza en el ámbito rural». Edwin Cruz Rodríguez,
«Los estudios sobre el paramilitarismo en Colombia», en revista Análisis Político, N° 60,
Bogotá, mayo - agosto del 2007. Tomado de La memoria desde las víctimas, varios autores,
tomo I, Corporación Nuevo Arco Iris, 2008.
132. En 2001 asesinaron a los representantes a la Cámara Octavio Sarmiento y Alfredo
Colmenares, el primero en Tame y el segundo en Bogotá.
133. En 2002 asesinaron al periodista Efraín Varela; en 2003 mataron a Luis Eduardo
Alfonso, quien remplazó al primero en el programa Meridiano 70. En los mismos años
amenazaron a 26 periodistas más.
134. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 34.

239
Farc y el ELN. En cada uno de estos enfrentamientos los
niveles de violencia contra la población civil fueron muy
grandes, con graves impactos en la población infantil.
El primer tipo de confrontación entre los grupos pa-
ramilitares y las guerrillas produjo fenómenos de despla-
zamiento tanto masivos como individuales, asesinatos
contra personas protegidas, masacres y otros crímenes de
lesa humanidad. Los grupos paramilitares partían de una
lógica antisubversiva de territorios arrasados. Parecen ha-
ber sido los años más violentos en el departamento en re-
lación con el promedio nacional. Esa lógica se mezcló con
negocios de narcotráfico, con arreglo al principio de que
todo aquel que viviera en territorios de influencia guerri-
llera debía desplazarse por pertenecer a las Farc o al ELN.
Posteriormente, los métodos utilizados contra la pobla-
ción civil por estos grupos fueron el sicariato contratado
y el asesinato selectivo, que se perpetraron contra líderes
comunales y para generar el desplazamiento de campe-
sinos. Se trató de una lógica de expulsión de la población.
En el 2003 se registró el pico más alto de violencia para-
militar en el departamento. En el gráfico 16 se muestra la
tasa de homicidios entre 2000 y 2006.

Gráfico 16
Tasa comparativa de homicidios en Arauca con respecto
a la tasa nacional
Arauca Nacional
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Fuente: Observatorio de la Vicepresidencia de la República.

240
Ciertamente, en el pasado reciente, la información ofi-
cial permite señalar a 2003 como el período en que se
registra la mayor tasa de homicidios. En ese año, Arauca
triplica (168 hpch) el registro nacional (52,8 hpch)135.
Sin duda, éste es un indicador sensible a la situación de
violencia política y conflicto armado, como lo reconoce
la misma Vicepresidencia de la República (2007, p. 4).
En efecto, para referirse al período 2003-2006, el diag-
nóstico de la vicepresidencia señala que el 57% de los
homicidios tuvo lugar en combates, actos de terrorismo
y atentados individuales o colectivos (masacres). Esta
problemática disminuye en los años siguientes, por lo
menos hasta 2006, período en el cual el Bloque Vencedo-
res se desmoviliza136.
Esta afirmación se ratifica con los datos de la tabla II:

Cuadro 17
Tasas de homicidio en Arauca, 2000 – 2006
Municipio 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Arauca 84,1 88,8 168,3 70 52 35 18
Arauquita 57,4 70,6 63,4 99 103 65 91
Cravo Norte 75,8 0.0 184,4 69 107 0.0 0.0
Fortul 46,5 99,9 62,8 155 77 93 107
Puerto Rondón 74,6 14,4 41,9 122 289 38 50
Saravena 86,5 151,1 137,3 229 125 115 76
Tame 85,3 142 256,4 334 346 230 97
Total 510,2 566,8 914,5 1078 1099 576 439
Fuente: Vicepresidencia de la República. Observatorio de Derechos Humanos
y DIH.

La población de los municipios visitados, especialmen-


te en Tame, manifestó que los paramilitares utilizaban una
135. En este caso, la tasa de homicidios registra el número de homicidios por cada cien
mil habitantes.
136. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 39.

241
táctica que se puede asimilar a la de campos arrasados, lo
cual provocó una grave crisis humanitaria, derivada del
desplazamiento masivo. Al respecto, una desplazada, ma-
dre cabeza de hogar, expresó:

Los paramilitares llegaban arrasando todo, generalmente mataban


al esposo de la señora y le tocaba al resto de familia salir de la zona,
nos tocaba dejar todo137.

Gráfico 17
Desplazamiento en Arauca según tipo de movilidad,
1997-2008
0% Interdepartamental
26% 46%
Intermunicipal dentro del
mismo departamento
Intramunicipal rural rural
3%
Intramunicipal rural urbano
Intramunicipal urbano rural
Intramunicipal urbano urbano
25% (intraurbano)

Fuente: Acción Social.

En el gráfico 17 se muestran los tipos de desplazamiento


que se produjeron entre 1997 y 2008 en el departamento,
donde el 71% de la población tuvo que salir del municipio
de residencia más por amenazas o la muerte de uno de los
cónyuges que por combates, a pesar de su alto número.
Cerca de 20.466 personas se vieron obligadas a abandonar
sus hogares y pertenencias, otras 78 fueron retenidas o se-
cuestradas, 60 civiles resultaron heridos y otros 10 murie-
ron por minas antipersona138.

Para mencionar apenas algunos datos sobre la delicada situación


de derechos humanos y derecho internacional humanitario en
137. Entrevista realizada a mujer cabeza de hogar de una familia desplazada en Tame,
con dos hijos. Dicha familia perdió al padre, 29 de abril de 2008. En varias entrevistas
se reflejó la misma situación.
138. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 35.

242
Arauca se puede decir que, en el período 2003-2006, se cometie-
ron 1.302 homicidios, de los cuales cerca de 744 (57%) han sido
relacionados con motivaciones políticas o asociadas al conflicto
armado. Se «contabilizaron» 8 masacres con 46 víctimas civiles y
el asesinato selectivo de 12 maestros y 13 sindicalistas. Fueron ase-
sinadas 13 personas, integrantes de las comunidades indígenas; 2
periodistas y 4 concejales municipales139.

La avanzada militar de los paramilitares y el intento


de la guerrilla de contrarrestarla y recuperar territorios,
además de la guerra entre las dos estructuras guerrilleras,
causaron efectos de alto impacto en la población. En pri-
mer lugar, una grave crisis humanitaria derivada del des-
plazamiento forzado. Sólo en el año 2008 hubo seiscientas
familias desplazadas, cada una con promedio de cinco in-
tegrantes. Un alto número de familias llegó a los centros
urbanos sin uno de los cónyuges o sin el hijo mayor, hecho
que aumentó su pobreza en los diferentes municipios. En
el caso de Tame, este fenómeno ha adquirido carácter de
crisis humanitaria.
Otro efecto de estos enfrentamientos fue el control social
sobre la población civil, que en estos territorios era predo-
minantemente condescendiente, caracterizado por cuatro
aspectos140. Ese control se manifestó sobre todo en las ca-
beceras urbanas municipales, principalmente en Tame o en
algunos corregimientos de los municipios del departamen-
to y se implementó a través de continuos toques de queda,
retenciones y asesinatos de líderes sociales, sindicales y pe-
riodistas, es decir, un tipo de control social que pretendió
imponer un orden social y militar en la zona. Por otro lado,
los paramilitares intentaron utilizar un tipo de práctica de
control político de la sociedad, que a la postre no les dio los
resultados esperados, como sí ocurrió en otras regiones del
139. Datos del Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la Repú-
blica. Es posible que el número sea inferior al real debido a que se presenta cierto su-
bregistro en zonas apartadas. También puede suceder que el porcentaje de «homicidios
políticos» sobre el total de 1.302 sea superior al reconocido oficialmente.
140. Tal afirmación se deduce de las entrevistas realizadas en Tame y Saravena a las
diferentes familias entre abril y mayo de 2008.

243
país. En tercer lugar, Arauca se convirtió para los grupos
armados ilegales en una fuente de ingresos económicos casi
infinita, ligada al petróleo y al narcotráfico:

El paisaje económico de Arauca está dominado por la explotación


petrolera; en 2005 se consideraba que esta actividad aportaba alrede-
dor de 100.000 barriles diarios a la economía del país en cerca de 250
pozos activos y hacían presencia una empresa del Estado (Ecopetrol)
y por lo menos tres transnacionales (OXY, Repsol y Hocol). Ade-
más, eran claras las actividades de evaluación técnica, exploración y
explotación en distintos puntos del territorio, incluso allí donde el
control del Estado resultaba, a juicio de analistas, todavía precario.
De tal magnitud eran los intereses que se conjugaban en Arauca que
el gobierno de Estados Unidos destinó, en la época, un presupuesto
cercano a los cien millones de dólares para la seguridad petrolera141.

Por otro lado, el tipo de extorsión que les imponían


los grupos armados al margen de la ley a los consorcios y
compañías petroleras trajo tres consecuencias para la po-
blación de la zona. Ante todo, desde el punto de vista de
los actores armados ilegales, la extorsión era un mecanis-
mo necesario para que los recursos naturales del país se
quedaran en el territorio nacional y así evitar que «se los
llevaran otros»142. Esta lógica provocó y aún provoca que
la voladura del oleoducto Caño Limón-Coveñas se utili-
ce como mecanismo de intimidación ante los consorcios.
Por eso las crisis ambientales han sido algo frecuente.
Dado que la hegemonía paramilitar nunca fue estable,
y hacia el año 2002 tuvo lugar una alianza entre las Farc y
el ELN que diezmó fuertemente al Bloque Vencedores de
Arauca, se evidenció el reclutamiento ilícito de menores
de edad en todo el departamento. Frente al reclutamiento
ilícito perpetrado por los grupos paramilitares la pobla-
ción debía callar, tal como manifestó una niña en Tame:
141. Ariel F. Ávila Martínez, José J. González y Ómar Gutiérrez, op. cit., p. 35.
142. El ELN en la década de los noventa lanzó la campaña «Despierta, Colombia, te
están robando el petróleo», con la cual inició una serie de voladuras a oleoductos y una
campaña de propaganda sobre el tema.

244
Llegaban y pedían al mayor de todos los hermanos y no regresaba;
cuando se preguntaba por él al principio nos decían que estaba
bien, después nos prohibieron volver a preguntarlo143.

El reclutamiento y la desaparición forzada son críme-


nes atroces cometidos contra la población civil, porque
las familias siguen manteniendo la esperanza de ver de
nuevo al niño o joven desaparecido. Como se sabe, en
estos casos de desaparición forzada del familiar, los pro-
cesos de duelo son muy prolongados y complejos. Las fa-
milias no salen de la zona debido a que guardan la espe-
ranza de que regrese el hijo y porque los grupos armados
ilegales no permiten que salgan para evitar las denuncias
ante las autoridades.
Durante el año 2006 y principios del 2007 se presentó
una disminución sustancial en la tasa de homicidios y en
los reclutamientos urbanos (gráfico 14). Ahora bien, a fi-
nales del año 2007 y a comienzos del 2008 las denuncias
sobre un posible rearme de los antiguos integrantes de
los grupos paramilitares se han incrementado. En quince
entrevistas realizadas en Tame, personas desplazadas ma-
nifestaron algo que se repite en diversos territorios con
posterioridad a la desmovilización:

Ellos (refiriéndose a los paramilitares) siguen por ahí, eso uno no


puede denunciar porque ellos ahora andan de civil y con chalecos,
pero ahí están144.

En el marco de la confrontación entre las guerrillas y la fuer-


za pública, los militares iniciaron desde el año 2000 una fuerte
modernización de sus estructuras y Arauca, al ser una de las
primeras zonas de rehabilitación, vio incrementada su estruc-
tura militar en un 300%145. Actualmente cuenta con cerca de
143. Entrevista realizada a niña en Tame, 30 de abril de 2008.
144. Entrevistas con diferentes personas desplazadas en el municipio de Tame y la ca-
pital de Arauca, febrero de 2008.
145. Ministerio de Defensa Nacional, Logros de la Política de Seguridad Democrática,
Bogotá, noviembre de 2007.

245
12.000 hombres en todo el departamento, en particular custo-
diando el tramo del oleoducto Caño Limón-Coveñas. En este
marco, los enfrentamientos con la guerrilla se incrementaron
entre el 2000 y el 2002, y se mantienen hasta la fecha.
La región más afectada por este enfrentamiento ha sido
la del piedemonte llanero. Los primeros enfrentamientos se
dieron en la frontera con el departamento de Boyacá, en
los municipios de Güicán, El Cocuy y Cubará. Luego, en
los municipios de Tame, Fortul, Saravena y Arauquita, en el
departamento de Arauca.

Mapa 6
Arauca: presencia de actores armados ilegales
Presencia Farc Presencia ELN
Frente 10 Capitán Pomare Presencia bandas
Frente 45 Omaira Montoya emergentes
Frente 28 Águilas Negras y
Compañero Tomás
Compañía Móvil Vencedores de Arauca
Berkeley
Reinel Méndez

Fuente: Observatorio del Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

En la actualidad, las estructuras de las Farc y del ELN


mantienen altos niveles de confrontación armada en el
departamento de Arauca146.
146. Las estructuras que ejercen influencia en la actualidad en el departamento son el
Frente 10 o Guadalupe Salcedo; el Frente 45 o Atanasio Girardot; la Columna Alfon-
so Castellanos, la cual surgió hacia mediados de la década de los noventa de un des-
doblamiento del Frente 10; la Compañía Reinel Méndez, igualmente producto de un
desdoblamiento del Frente 10. Marginalmente, hacen presencia los frentes 28 y 38, que
se encuentran fuertemente diezmados en la actualidad, y las columnas móviles Julio
Mario Tavera y Urías Cuéllar.

246
Gráfico 18
Distribución de acciones bélicas por grupo ilegal en el
departamento de Arauca, 2005-2007

13% 58%
4% Farc Frente 10
Farc "Columna Móvil
Arturo Ruiz"
17%
Farc Frente 45
Farc "Columna
Alfonso Castellanos"
ELN "Columna Che Guevara"
4% ELN Frente Domingo Laín
4%

Fuente: Base de datos de Observatorio del Conflicto Armado, Corporación


Nuevo Arco Iris.

Por su parte, el ELN se mantiene en Saravena, además


de los otros municipios del piedemonte, en territorios de
Tame y Fortul.

Mapa 7
Arauca: presencia del ELN

Berkeley Capitán Pomare


Omaira Montoya Compañero Tomás

Fuente: Observatorio del Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

247
La presión militar por parte de la fuerza pública se concen-
tró en tres acciones. En primer lugar, se produjeron detencio-
nes masivas, so pretexto de la influencia del ELN en el poder
local. En segundo lugar, se promovió la centralización de las
regalías petroleras para controlar la corrupción. Por último,
una fuerte presencia en los alrededores de la infraestructura
petrolera para evitar atentados de los grupos guerrilleros.
La situación para la población civil fue muy complicada,
sobre todo en lo que concierne a las capturas masivas. Según
los informes del Ministerio de Defensa, desde el año 2002
hasta noviembre de 2007 se registraron 28.202 detenciones
de miembros de los grupos insurgentes, de los cuales cerca
del 93% fueron de las Farc y el ELN, sobre todo de las Farc.
Se estigmatizó a los capturados desde todos los sectores de la
sociedad, tanto desde la población en general como desde las
fuerzas militares. Una mujer, familiar de un capturado en Sa-
ravena, manifestó: «No podíamos comprar nada, nadie nos
vendía, ni siquiera comida, pues les decían que si lo hacían le
vendían a la guerrilla; así fue como crecieron mis hijos»147.
Las Farc y el ELN en la región de Arauca tenían estructu-
ras muy poderosas, sobre todo el ELN, tanto en lo militar
como en lo político. El control de ambas organizaciones
guerrilleras era y es aún muy fuerte sobre las estructuras
sociales148. En la guerra entre ambas organizaciones, la po-
blación civil constituye el principal foco de sus acciones.
Cuando se inició la confrontación entre los dos grupos
armados ilegales, la población quedó en medio de dos fue-
gos149, y quien le prestaba colaboración o algún tipo de
147. Entrevista realizada a familia desplazada en el municipio de Saravena, 1° de mayo
de 2008.
148. El sentido utilizado de «estructuras sociales» se refiere a grupos de personas or-
ganizadas de una comunidad, como una junta de acción comunal u organizaciones
sociales, pero también a las estructuras familiares y de vecindad que se producen y
reproducen en tales territorios.
149. David Stoll, Entre dos fuegos, Quito, Ediciones Abya Yala, 2002. Dicho libro trata
este concepto, al referirse a la situación de la población en la guerra civil que vivió Gua-
temala con el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y las Patrullas de Autodefensa
Civil (PAC). Aunque el concepto ha sido criticado por la forma como la utilizó Stoll
en su libro, es un concepto que se puede utilizar para casos donde la población sufra
ataques de dos bandos armados contrarios.

248
ayuda al ELN o a las Farc era visto por el grupo contrario
como miembro de aquel grupo armado.
Si bien la confrontación entre ambas organizaciones no fue
un hecho novedoso, el enfrentamiento del 2005 fue impor-
tante en relación con las consecuencias que éste tuvo para la
población civil150. Así, en la región de Arauca, las primeras con-
secuencias se comenzaron a ver hacia principios del 2006 y se
agravaron fuertemente durante el 2007. Los desplazamientos
se incrementaron en forma sustancial. Incluso para los prime-
ros cuatro meses del año 2008 se había presentado, según datos
oficiales, el desplazamiento de 590 familias151, cada una con un
promedio de cinco integrantes, con hijos entre los cero y diez
años que por lo general son menores de cinco años.

Gráfico 19
Número de desplazamientos por año en el departamen-
to de Arauca
12.000

10.000

8.000

6.000

4.000

2.000

0
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008
Años

Fuente: Acción Social.

Por otra parte, los homicidios también se incrementa-


ron, así como la desaparición de personas. En las visitas
de campo se evidenció el gran número de personas des-

150. La confrontación se inició con el asesinato de alias «El Che», comandante del Fren-
te 8 de las Farc, al ser emboscado luego de una reunión con el ELN en el Cauca. Esta
lucha se extendió por las regiones donde ambos grupos hacen presencia en el país.
151. Entrevista a funcionario del municipio de Tame, 29 de abril de 2008.

249
plazadas que llegaron a las cabeceras municipales, gene-
ralmente madres cabeza de familia con tres o cuatro hijos,
ya que a sus compañeros los asesinaron o están desapare-
cidos con ocasión del conflicto armado. A continuación se
muestra el incremento en los homicidios, cuyas víctimas
son mayormente hombres (gráfico 20).

Gráfico 20
Tasa de homicidios en el departamento de Arauca

500
445
450
393 395
Número de Homicidios

400
350
300 277
264 259
250 212 214 185 222
185
200
150
100
50
0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Años

Fuente: Observatorio de la Vicepresidencia de la República.

Los homicidios se incrementaron en los años 2007 y


2008, pero el pico más grande se dio en el 2003. Aunque el
desplazamiento sigue siendo igualmente alto, los asesina-
tos han tendido a disminuir. Este hecho también es pro-
ducto del modus operandi de los grupos guerrilleros, don-
de evitan el asesinato selectivo como primera instancia de
actuación, más bien prefieren dar un aviso o amenaza de
desplazamiento antes de actuar mediante el asesinato. Por
el contrario, si la persona no toma en cuenta la adverten-
cia, las Farc y el ELN la asesinan152. Con ese proceder evi-
tan estigmatizaciones e impopularidad.

152. Entrevista realizada al encargado de un hogar de niños, en área rural del municipio
de Tame, 30 de abril de 2008.

250
Primera infancia y situaciones de vulneración de dere-
chos en un territorio en disputa
En los territorios estudiados durante el trabajo de campo, es
evidente que la presencia tanto de las Farc como del ELN ha
tendido a disminuir en los últimos años debido a la fuerte
presión de la fuerza pública. Los niveles de reclutamiento
por parte de los actores armados fueron elevados durante la
década de los noventa y los primeros años del 2000, porque
los recursos económicos lo permitían. Ésta fue la época de la
bonanza cocalera en la región, gracias a la cual las Farc tenían
carros, lanchas rápidas o deslizadoras, convirtiéndose para
los jóvenes en modelos a imitar. Las capturas masivas oca-
sionadas por las diferentes confrontaciones entre los grupos
armados ilegales incrementaron en forma sustancial los des-
plazamientos forzados y la tasa de homicidios.
Las familias que llegaron a la cabecera municipal de Arauca,
en un alto porcentaje, habían perdido a uno de sus integran-
tes antes del desplazamiento, por lo general al padre de fami-
lia o al hijo mayor. La madre se convirtió en cabeza de hogar,
teniendo a su cargo entre cuatro y cinco hijos, por lo general
menores de diez años. En este contexto, las condiciones de
empleo para las familias desplazadas son muy precarias. En
relación con la vivienda, se generaron problemas de hacina-
miento, aumentándose las probabilidades de que los niños y
niñas pequeños fueran víctimas de violencia y abuso sexual.
Al respecto, según servidores públicos del ICBF con
sede en Tame, tal tipo de situación no es extraordinaria;
por el contrario, es bastante frecuente, aunque no es de-
nunciada por las familias o los padres de las víctimas153.
Las denuncias no ocurren porque en muchos de los casos
el perpetrador es un familiar o el padrastro de los niños.
Igualmente, el abusador puede ser el dueño de la casa
donde reside la familia desplazada o el padrastro, que re-
presenta para la madre un respaldo económico; en otros
casos, no denuncian por miedo (cuadro 17).
153. Entrevista con una servidora pública de seccional del ICBF, municipio de Tame,
19 de abril de 2008.

251
Cuadro 18
Casos de denuncia en Tame, 2007-2008
Rango edad 0-6 Rango edad Rango edad
Denuncias Total 2007 Total 2008
años 7-12 13-18
Año 2007 2008 2007 2008 2007 2008
Maltrato psicológico 2 1 2 4 1
Maltrato por negligencia 6 9 4 2 10 11
Abandono 5 2 5 2

252
Maltrato físico 9 4 5 2 6 20 6
Relación física o moral 1 6 6 5 13 5
Abuso sexual 3 6 3 2 1 11 4
Adicción a la droga 1 1
Problemas de conducta 4 2 6
Problemas con la ley 1 1
Desvinculado 1 1
Fuente: Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, sede Tame.
Pese a que las causas de maltrato infantil son complejas y
dependen de múltiples variables, se sospecha que la precaria
situación económica en la que se encuentra la familia des-
plazada, así como la falta de salidas a esta situación, agravada
por el choque cultural que tienen que experimentar, conlleva
angustias y ansiedades por parte de los padres y las madres
de familia, lo cual de alguna manera se convierte en el caldo
de cultivo para el maltrato y el abuso infantil. Tanto profesio-
nales como agentes educativos que trabajan cotidianamente
con niños (en particular con la primera infancia) en los te-
rritorios visitados de Arauca manifestaron preocupación por
el incremento de situaciones de maltrato infantil en las fami-
lias en situación de desplazamiento. Al respecto, una persona
vinculada a la Pastoral de la Primera Infancia manifestó:

Según los datos que nosotros manejamos, podemos hacer un


cálculo del 50% de maltrato infantil en las familias desplaza-
das y la población en situación de vulnerabilidad; esta cifra se
genera a causa de la situación de pobreza que tiene la familia
y del grado de analfabetismo en los núcleos familiares. Los ni-
ños aguantan hambre, los traumas de haber visto morir a uno
o los dos padres en combate hace que se generen problemas
psicosociales; además, los muchachos se lucen contando cómo
fue que asesinaron a sus familiares con el fin de mostrar la si-
tuación y llamar la atención (…) por otra parte, no conozco
muy a fondo la relación de la comunidad con las redes de apo-
yo, pero podría decir que sí existe una colaboración; la gran
complicación es que estas redes no tienen una asistencia por
parte del gobierno municipal y esto hace que no funcionen de
la mejor manera, de una forma ideal como uno pensaría154.

Todo esto tiene relación directa con la violencia intra-


familiar, donde el departamento de Arauca evidencia una
de las tasas más altas del país para el año 2007 (el cuarto
lugar), con 321 casos por 100.000 habitantes155.
154. Entrevista con una persona vinculada a la Pastoral por la Primera Infancia, muni-
cipio de Tame, 30 de abril de 2008.
155. Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INML-CF), Revista Fo-
resis, 2007, en http://www.medicinalegal.gov.co/drip/for2007.html.

253
Por otra parte, maestros, agentes educativos y psicólogos de
los municipios estudiados señalaron que los niños y las niñas
desde temprana edad se ven sometidos a maltratos psicológi-
cos, porque los padres consideran que a través de gritos, ame-
nazas y humillaciones, lograrán que los niños se comporten
mejor. Esta pauta de educación parece ocasionar efectos con-
trarios a los buscados por los padres, produciendo sentimien-
tos de rebeldía, rabia y tristeza en los pequeños156. Este tipo de
violencia emocional no se percibe a simple vista, pero pue-
de constituirse en factor expulsor del hogar a muy temprana
edad, dejando a estos menores expuestos a riesgos como la
utilización y abuso por parte de otros adultos inescrupulosos
en los casos de explotación sexual infantil. La Pastoral Social
de la Primera Infancia concientiza a las familias de esta situa-
ción, alertando sobre el riesgo y la fragilidad de los niños y las
niñas pequeños y las consecuencias que éstos pueden sufrir al
ser sometidos a situaciones de maltrato y abuso.
Respecto a los casos de maltrato infantil en el munici-
pio de Tame, se cuenta con los siguientes datos:

Cuadro 19
Tipos de maltrato
Año
2000 2001 2002 2003 2004
Tipo de Maltrato
Físico E.C. 171 152 73 96 46
Abuso sexual 43 43 29 52 25
Psicológico 5 0 0 0 3
Abandono 11 4 12 11 5
Tránsito por. embriaguez 21 26 25 43 20
Rec. med. leg. 7 25 50 18 7
Otros =19 = 31 = 33 =3
Total niñez 258 269 220 253 109
Total año 1.652 1.779 1.427 1.201 1.464
Fuente: Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2000 al 2004.
156. Entrevista a la directora seccional de la Pastoral por la Primera Infancia en el mu-
nicipio de Tame, 30 de abril de 2008.

254
Otra consecuencia del desplazamiento forzado tiene que
ver con la desintegración de la familia como núcleo primario
de protección y cuidado de los niños; que tienen la respon-
sabilidad de proveer las necesidades de alimento, afecto, salud
y educación en los primeros años de vida. En el 80% de las
familias desplazadas entrevistadas, que llegaron al municipio
receptor con su pareja, se encontró que en promedio entre los
tres y cinco meses se desintegró la unión familiar157. General-
mente, el padre abandona la familia, lo cual implica que la mu-
jer se convierte en cabeza de familia, teniendo que velar por el
sustento económico de los hijos e hijas. Luego del abandono,
es frecuente que la mujer forme otra pareja y tenga más hijos,
con lo cual comienza una cadena de convivencias inestable158.
En algunos casos, las nuevas uniones ocasionan perjuicios a los
hijos, especialmente cuando el padrastro es causante de vio-
lencia intrafamiliar contra la madre y los hijos159.
En los testimonios de psicólogos y maestros entrevis-
tados en el trabajo de campo, se comprobó lo que parece
una tendencia: los padres de la segunda o tercera unión se
mantienen con la madre gestante en el primer año de vida
del niño, donde suelen mostrarse muy atentos a la crianza
de sus hijos, pero una vez que los niños pasan de los dos o
tres años abandonan la familia.
Así, en la población desplazada de estas zonas es bastante
común encontrar familias con madres cabeza de hogar sin un
trabajo estable, razón por la cual les resulta muy difícil generar
las condiciones económicas para garantizar la supervivencia
básica de sus hijos, por lo que las condiciones de desnutrición,
salud y educación de los pequeños son muy precarias.
Como ya se mencionó, el narcotráfico y el contrabando
son caldo de cultivo para la proliferación de economías ilí-
citas, en las que la población civil termina involucrada, in-
157. Entrevistas realizadas a madres cabeza de hogar y familias desplazadas en los mu-
nicipios de Tame y Saravena, entre el 29 de abril y el 2 de mayo de 2008.
158. En Saravena se observó que las madres cabeza de hogar luego del segundo compa-
ñero no tendían a buscar convivencia con una tercera pareja.
159. Entrevistas realizadas en los municipios de Tame y Saravena, entre el 29 de abril y
el 2 de mayo de 2008.

255
defectiblemente. En este contexto la utilización de menores
de ocho años, llamados «campanitas», es muy común. Los
grupos armados al margen de la ley los usan en el contra-
bando o para avisar cuando el enemigo se aproxima a sus
campamentos160. Últimamente esta modalidad la han apli-
cado los llamados carteles de la gasolina y los contrabandis-
tas, tal como se ha visto en el caso de Barrancabermeja.

Los niños «campanitas» llegaron a ser muy conocidos en Tame, don-


de los grupos paramilitares ejercían un control territorial urbano. En
ese ámbito primaba la lógica del contrabando de todo tipo de mer-
cancías, desde electrodomésticos hasta la gasolina. Los niños de los
barrios deprimidos de este municipio, desde muy temprana edad,
tenían cercanía con estos personajes de la delincuencia, así como con
los hechos de violencia cometidos por éstos. Los padres se debatían
entre permitir o no tales acciones, condicionados por los problemas
económicos o por el miedo a los grupos paramilitares161.

Otra grave consecuencia de la dinámica del conflicto


armado respecto de la infancia tiene que ver, en el caso de
Tame, con círculos de explotación sexual de niños y niñas
desde los once años, en su mayoría provenientes de fami-
lias desplazadas, mediante la modalidad de «prepago»162.

En Tame existe una red de prostitución manejada desde los taxistas


que afecta especialmente a las niñas. Éstos contactan a las personas
y ofrecen el servicio. Por lo general, el taxista se queda con un 20%
del valor que cobra la niña163.
160. Ibid., p. 36.
161. Ibid.
162. Se entiende por prepago la modalidad de prostitución que se hace con un pago
anticipado y con cita previa de alguno de los supuestos clientes. La forma de contactar
a las mujeres u hombres es por vía celular.
163. Entrevista con persona vinculada a la Pastoral de Primera Infancia y con servidor
público de la policía de Tame, 30 de abril de 2008.
A partir de la información obtenida en Tame y en Saravena, los círculos de prostitución
estarían enfocados en tres grupos poblacionales. El primero son los miembros de la
fuerza pública. De hecho, las familias entrevistadas coincidían en señalar que las niñas
llegaban a los estaderos cercanos a la base militar a buscar a los militares, quienes les
pagaban los «servicios sexuales». Algunos taxistas afirmaban que en esos sectores se
concentraba por lo menos el 70% de los hechos de explotación sexual infantil. Esta
situación trae consecuencias para la salud de las niñas, tales como enfermedades de

256
En estas circunstancias, los cultivos de hoja de coca y
el contrabando binacional constituyen una realidad recu-
rrente en la región. Esta situación es otra de las realidades
que impactan en la vida de la infancia y la adolescencia.
Los habitantes de la zona en las entrevistas manifestaron:

Inicialmente los cultivos de coca fueron algo aleatorio, los colonos


decidían si cultivaban o no. El ELN no dejaba cultivar a los fin-
queros, ya que éstos tenían títulos de propiedad y mejor situación
económica. De cada cien familias en Arauca, 70% son finqueros y
el otro 30% son colonos. Por su parte, las Farc cobraban un grama-
je a la producción de la coca. Así, los cultivos ilícitos proliferaron
después de 1998 y las Farc comenzaron a impulsar la siembra de
la hoja de coca164.

La cadena de desplazamientos y colonizaciones gene-


radas por una guerra de más de cincuenta años lleva a la
población civil, inevitablemente, a ser proclive a la ilegali-
dad. En el caso de Arauca, muchos de los campesinos que
llegaron al piedemonte llanero, a finales de los ochenta,
provenían de los Santanderes, Casanare y Meta, al igual
que los pobladores actuales, que cuatro décadas atrás ha-
bían huido de la violencia de la década de los cincuenta, y
a las expresiones del paramilitarismo o las guerrillas de la
paz. Las duras condiciones socioeconómicas de las zonas
rurales donde se asientan los colonos, migrantes y despla-
zados, asociadas al desarraigo y la desesperanza, los lleva-
ron a terminar vinculados a los cultivos ilícitos.
Un joven narró los hechos que le sucedieron cuando
tenía seis años, vivía en el departamento del Cesar y tuvo
que salir desplazado con su familia:
transmisión sexual, que no son comunes en Tame o Saravena, pero que han tenido
incrementos constantes durante los últimos años. Los restantes focos de la explotación
sexual infantil tienen que ver con los forasteros o turistas, es decir, personas ajenas al
municipio, que de por sí son pocos, y por último, algunas personas del municipio. En
ciertos casos, los taxistas, en lugar de cobrar una tarifa por conseguir el contacto, piden
«favores sexuales» a cambio (entrevista realizada con una servidora pública del ICBF,
municipio de Tame, 29 de abril de 2008).
164. Entrevista con político local, 30 de abril de 2008.

257
Era una situación complicada, pues habíamos salido sin nada y eso
[los cultivos ilícitos] era lo más rentable. El primer desplazamien-
to fue de Becerril (Cesar), del corregimiento de Estados Unidos
(…) los paramilitares mataron a un tío y un primo en la primera
incursión, luego a mi papá, por eso nos tocó salir de allá. Yo llegué
solo y mi mamá a los dos o tres meses. Luego los paramilitares nos
volvieron a desplazar de la zona rural de Tame y de ahí salimos a
Pueblo Nuevo, después vinieron las erradicaciones y fumigaciones
y me tocó venirme para el internado. Mi mamá sufre de artritis
degenerativa y mis hermanos son muy pequeños 165.

Frente a esta situación, los cultivos de coca se constitu-


yen en una salida para la supervivencia de los campesinos
y familias desplazados, a la vez que los involucra en los
círculos de violencia y la guerra.
Al respecto, un joven entrevistado afirma:

Los cultivos de coca garantizaban los ingresos de mi familia, pero a la vez


fueron el motivo de que tuviéramos que desplazarnos. A los siete años
yo era raspachín166 y sabía procesar medianamente la hoja de coca.

Otro de los problemas que enfrenta la sociedad civil a


consecuencia del conflicto armado es el confinamiento167.
Al respecto se sabe que es una estrategia de los grupos ar-
mados ilegales para controlar la población y evitar el des-
plazamiento de las comunidades. Se trata de un mecanismo
defensivo, ya sea para custodiar cultivos ilícitos, proteger los
campamentos o como estrategia militar. Lo cierto es que
deja a la comunidad en una situación muy difícil, sin po-
165. Entrevista realizada a la encargada de un hogar de niños en el municipio de Tame.
La zona del Cesar aludida fue arrasada por el paramilitar extraditado alias Jorge 40
(Jorge Tovar Pupo), con la disculpa de que sus habitantes eran guerrilleros. Las ma-
sacres y desplazamientos masivos dejaron a corregimientos y veredas con aspecto fan-
tasmal; por ejemplo, en Becerril sólo quedaron ocho habitantes.
166. Raspachín: quien se ocupa de «raspar» las hojas de coca de la planta para luego
procesarla.
167. El confinamiento es una práctica relativamente reciente, por medio de la cual los
actores armados siembran minas antipersonales en un territorio extenso, donde viven
conglomerados humanos. Dichas comunidades quedan encerradas, sin poder salir de
sus territorios. El grupo armado deja sólo algunos corredores de movilidad que única-
mente ellos conocen y por donde permiten entrar o salir a la población.

258
sibilidad de acceder al comercio ni obtener bienes básicos
para la supervivencia. En el contexto de confinamiento se
viola todo tipo de derechos, desde el derecho a la vida y
supervivencia, hasta el derecho de acceso a bienes básicos,
como la salud y la alimentación. La educación se hace im-
posible. Es una de las situaciones donde se atropellan los
derechos colectivos de una comunidad. La situación es aún
más complicada en aquellos confinamientos donde existen
cultivos ilícitos, porque las fumigaciones prácticamente se
realizan sobre la misma población.
En los contextos de confinamiento la crisis alimentaria se
hace inmanejable, afectando especialmente a los más peque-
ños, quienes presentan altas tasas de desnutrición. Aunque no
se encontraron datos concretos sobre esta problemática, casi
todas las personas entrevistadas se referían a esta situación.
Igualmente las minas antipersonales impiden la libre
movilización y afectan en particular a la población civil. En
el municipio de Tame se sabe de la presencia de minas en las
veredas de Nápoles, Florida Baja, Filipinas, Puerto Nidia, La
Liberia, y en casi todo el corregimiento de Pueblo Nuevo.
Esta situación conlleva un alto riesgo para niños y jóvenes.
Según una autoridad policial:

Durante el año 2007 y parte del 2008, doce niños entre los cuatro
y catorce años resultaron afectados por tal tipo de artefactos, así
como quince adultos, lo cual ocurrió cuando se encontraban reco-
giendo comida en las zonas altas. El caso más grave se vivió el 26 de
septiembre de 2007, cuando tres hermanos cayeron en un campo
minado: Adriana Paola Sánchez, de dieciséis años; Óscar Sánchez,
de trece años, y Émerson Sánchez, de seis años.

Además de los problemas mencionados, Arauca experi-


menta síntomas históricos de corrupción administrativa y
malversación de regalías del petróleo, lo cual ha llevado a
la combinación de tendencias y actores legales e ilegales en
una intrincada dinámica de retroalimentación168, caracte-
168. Así, por ejemplo, se habla de antiguos acuerdos entre guerrillas y gobiernos locales,
y se dice que el contrabando de gasolina y el paso de cocaína se hacen hoy con la com-

259
rizada por contradictorios procesos de marginamiento e
integración con referencia al centro del país y a los centros
de poder mundial169.
En relación con la población indígena, se puede asegu-
rar que estas comunidades son las que tienen las peores
condiciones de vida de toda la región. En promedio, cada
madre indígena tiene siete u ocho hijos, lo que hace que
ellos son los más afectados por el conflicto. El porcentaje
de natalidad de los pueblos indígenas del territorio estu-
diado de Arauca (gráfico 21) es alta. De los menores de
seis años de las comunidades indígenas estudiadas, ningu-
no se encuentra en los programas que provee el ICBF para
la realización y protección de sus derechos, y los servicios
prestados por otras instituciones, como salud, educación
y recreación, son mínimos.

Gráfico 21
Rangos de edad de comunidades indígenas visitadas

6% 1% 13%
31% Menor de 2 años
17%
3 a 6 años
7 a 13 años
14 a 17 años
18 a 45 años
46 a 64 años
65 años
en adelante

9% 23%

Fuente: Secretariado Nacional de Pastoral Social, Sección de Movilidad


Humana. Convenio Acnur - Cáritas Arauca. Sistema de Información sobre
Población Desplazada por la Violencia en Colombia (RUT).

plicidad y soborno de algunas autoridades de control.


169. Si el nivel de presencia del Estado es limitado y en algunas áreas se tiene tradición
de colonización. Por otra parte, Arauca es zona de frontera internacional y su economía
se halla inserta en dinámicas mundiales impulsadas por transnacionales.

260
Además de las condiciones precarias de las comunidades
indígenas, éstas son víctimas de los grupos armados al mar-
gen de la ley, a través del desplazamiento forzado, el confi-
namiento en sus resguardos y el reclutamiento ilícito.
Con respecto al desplazamiento forzado la situación es
muy difícil, no sólo porque el cambio de territorio afecta
sus costumbres y prácticas culturales, sino porque son ob-
jeto de discriminación y pauperización. Cuando son des-
plazados de sus resguardos se trasladan a la periferia de las
cabeceras urbanas, y como no tienen familiares, amigos
o conocidos que los puedan recibir, se agrupan en fincas
cercanas al municipio. Allí son objeto de discriminación,
además de que los acusan de invasores y ladrones de gana-
do y tierras. En diferentes testimonios los indígenas ma-
nifestaron que en ocasiones los campesinos les prendían
fuego a las tierras donde ellos llegaban, o bien contacta-
ban a grupos armados ilegales para que los amenazaran
y asesinaran, situación que originó fuertes disputas entre
campesinos e indígenas. Así mismo, los indígenas despla-
zados se ven obligados a recurrir a la mendicidad para
conseguir el sustento diario.
La dinámica del desplazamiento forzado que viven las
comunidades indígenas de la región de Arauca170 ha desen-
cadenado la crisis alimentaria que enfrentan actualmente
y que ha venido diezmando a su población171. Las tierras a
las que llegan no tienen acceso suficiente a alimentos, bien
por los problemas con los campesinos o por sus propias
costumbres de vivir del pancoger o de la caza. Sus prác-
ticas ligadas a la agricultura son diferentes de las de los
lugares a donde llegan. Esto implica una utilización del

170. Las comunidades indígenas de Tame son: (i) Indígenas Guahíbo Macaguan: Pa-
rreros, Cuiloto I, Cuiloto II, La Esperanza, Macarieros, Puyeros. (ii) Pueblo Uwa: An-
gostura, Laguna Tranquila. (iii) Indígenas Guahíbo Hitnü-Cuiba: Los Iguanitos. (iv)
Indígenas Guahíbo Sikuani: Los Velazqueros, Genareros, Roqueros, Caño Claro, Cu-
ripao, Julieros.
171. De la población indígena de Tame, cinco cabildos indígenas han sido desplazados
por el accionar de los grupos armados. En una de las comunidades, de 136 personas
quedan cerca de diez hombres, ya que el resto murió a manos de grupos armados.

261
suelo (no rotación de cultivos ni cultivos a escala) que no
facilita un aprovechamiento que garantice su subsistencia.
Además, la preferencia cultural de los grupos indígenas es
continuar con la caza de animales o regresar por un día al
territorio del cual los expulsaron a recoger alimentos, ac-
tividades en las que los pequeños (cero a seis años) acom-
pañan a sus padres, exponiéndose a accidentes con minas
antipersonales.
Los gobernadores indígenas manifestaron preocupa-
ción por la pérdida de sus costumbres y el rechazo que la
población local tiene hacia ellos. Al respecto, servidores
públicos del ICBF regional Tame afirman:

… hijos de indígenas son los más afectados, porque ellos [los padres]
van dejando por ahí a sus hijos no se preocupan y sufren de tubercu-
losis, diarrea continua y un sinnúmero de enfermedades. Los niños
menores de ocho años crecen sin guías capaces de orientarlos frente
a los cambios drásticos que viven por el desplazamiento.

En relación con el confinamiento, esto se debe a que


los resguardos están minados o a que los indígenas están
expuestos a quedar en medio del fuego cruzado de los ac-
tores en conflicto.

La peor parte de esta guerra la llevan los indígenas porque no tie-


nen qué comer. Cuando son confinados en los resguardos, es im-
posible que se ocupen de sus labores cotidianas, como la siembra y
la cacería. Los que han sido desplazados no aguantan estar fuera de
sus tierras y regresan a sus resguardos, sufriendo todos los rigores
del confinamiento. Otros optan por regresar a recoger la siembra y
a cazar, exponiéndose a las minas y a quedar en medio de los com-
bates. Lo peor de todo es que esto lo hacen en familia y no sólo se
exponen los adultos sino también los niños172.

La etnia de los Cuhiloto constituye el caso de confina-


miento más dramático que se conoce en la región. Allí
únicamente se les permite salir a determinadas personas,
172. Entrevista realizada a un encargado de institución de protección.

262
por lo general al líder del cabildo, para que lleven comida
y vendan algunos de sus productos. Así mismo, la fuerza
pública les prohíbe subir más de diez kilos de comida, con
el argumento de que es comida para la guerrilla. En estos
casos, la crisis alimentaria se agudiza, a la vez que los ries-
gos por transitar por campos minados.
En conclusión, podría decirse que los impactos del con-
flicto armado sobre la primera infancia en territorios en
disputa están relacionados con el desplazamiento forzado,
el confinamiento de algunas poblaciones, la exposición
a los campos minados, el riesgo de quedar en medio del
fuego cruzado entre los grupos armados y, sobre todo, la
exacerbación de la crisis alimentaria.

Hijos e hijas de combatientes de grupos armados al mar-


gen de la ley y de desmovilizados
Para completar el mapa de los impactos ocasionados
por efecto del conflicto armado en la primera infancia,
se presentarán unas líneas de análisis que deberán ex-
plorarse profundamente en próximas investigaciones,
relacionadas con las afectaciones sufridas por los hijos e
hijas menores de seis años de los combatientes de grupos
armados al margen de la ley, ya sean guerrilleros o para-
militares173.
Para el abordaje de esta temática se realizaron entrevis-
tas en los tres territorios estudiados y en Bogotá con gru-
pos de desmovilizados. Si bien no se presentan datos con-
cluyentes, se consideró fundamental generar la reflexión
sobre la situación de los hijos e hijas de combatientes,
dado que al abandono y al maltrato se suman los vejáme-
nes de guerra y la pobreza. Así mismo, esta reflexión exi-
ge una lectura desde la perspectiva de género porque hay
diferencias abismales en la experiencia de la paternidad/
maternidad en medio del conflicto y de los combates.
173. En las observaciones de campo expresadas en este apartado se aludirá a estos dos
grupos, toda vez que los desmovilizados que asistieron a talleres y entrevistas en Bogotá
pertenecieron a ellos (Farc, grupos paramilitares).

263
El análisis parte del hecho de que los hijos e hijas de
combatientes y desmovilizados vivencian en su cotidia-
nidad las actividades bélicas de sus padres y madres, así
como las normas o reglamentos establecidos por cada uno
de los grupos armados ilegales para la manutención de los
recién nacidos, incluso desde el momento de la gestación.

Normas expresas que funcionan en los grupos armados


al margen de la ley acerca del tratamiento de los embara-
zos y de los hijos e hijas de combatientes
En medio de la guerra, cada uno de los grupos armados
ilegales crea normas con diversas finalidades. Por una par-
te, corresponden a una lógica de control de los altos man-
dos sobre sus militantes y, por otra, son la estrategia para
lograr la estabilidad, lealtad y compromiso de los comba-
tientes con los grupos a los que pertenecen para asegurar
la supervivencia del grupo como tal. En los reglamentos
se especifican normas de convivencia y comportamiento
dentro de cada grupo armado y su relación con el exterior,
incluso con la población civil.
Cada uno de los actores armados ilegales define reglas
alrededor de las relaciones de pareja de sus militantes, de
los posibles embarazos de las mujeres y la crianza de los
futuros hijos.
En las Farc y el ELN, existen normas diferentes para
mujeres y para hombres. A las mujeres les está prohibido
involucrarse con hombres ajenos al grupo armado, esto es,
sus parejas deben ser guerrilleros, mientras que la pareja
de los hombres puede ser del grupo armado o no.
Los embarazos se previenen por medio del uso de mé-
todos anticonceptivos. Si pese a esto la mujer queda em-
barazada, debe abortar o se le permite tener al bebé, según
el lugar en el que esté combatiendo.
El aborto no se debe entender como una decisión ge-
neralizable, pues en algunos casos puede corresponder a
un aborto espontáneo ocurrido por las actividades de la

264
madre en medio del conflicto; en otros casos, el aborto es
inducido por orden de algún mando alto174.
Sobre los abortos ordenados por los comandantes gue-
rrilleros, la Unicef denunció:

(…) el oficial de Protección a la Infancia de la Unicef, Eduardo


Gallardo, denunció que varios grupos armados, entre ellos grupos
guerrilleros, estarían reclutando adolescentes. Gallardo aseguró
que, una vez que las niñas ingresan a las organizaciones ilegales,
son utilizadas sexualmente, y es alto el número de abortos que or-
denan los comandantes de esos grupos al margen de la ley175.

Con respecto a la crianza de los hijos e hijas de combatien-


tes guerrilleros, en el ELN la mujer embarazada permane-
ce junto al grupo armado hasta los siete meses de gestación
o a veces espera hasta el nacimiento, momento en el cual la
mujer tiene tres meses de permiso para su retorno a la vida
armada. Los recién nacidos quedan generalmente al cuidado
de los abuelos o familiares, quienes toman como propios a
sus nietos, recibiendo tan sólo algunas visitas esporádicas de
los padres y ninguna ayuda económica para la crianza de los
niños. En ciertas ocasiones, a los guerrilleros que tienen algún
rango significativo en la guerrilla (comandante, por ejemplo)
se les permite la visita de sus hijos en los campamentos una
vez al año, dependiendo también de la zona de conflicto en la
que se encuentren y la coyuntura bélica que se esté atravesan-
do (número de combates o acciones militares).
En las Farc, las relaciones en tal sentido son similares a las
del ELN; sin embargo, como los militantes de las Farc deben
trasladarse constantemente de una zona de combate a otra
(el ELN es más cercano a zonas urbanas), les resulta más di-
fícil tener contacto con sus hijos. En algunas situaciones, se
deja a los niños con familias de apoyo (campesinos cocaleros
ubicados en áreas rurales relativamente cercanas a los asen-
174. Algunos comandantes se oponen a los embarazos porque los consideran un peli-
gro para la continuidad de sus militantes. Se argumenta que cuando las mujeres salen
del grupo a cuidar a sus hijos, persuaden a los guerrilleros para que deserten.
175. Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia, en http://www.dere-
choshumanos.gov.co, Bitácora, 5 de agosto de 2007.

265
tamientos guerrilleros). También ocurre que las madres de
estos niños son campesinas, en tanto que los padres militan
en la guerrilla.
Los testimonios son contundentes:

(…) alias «Jennifer», de dieciséis años. Contó que en las filas de las
Farc encontró el amor, que se enamoró de un guerrillero y quedó em-
barazada. Relató que con fajas escondió su embarazo, según ella, para
evitar que la hicieran abortar. «Fue una época difícil, lloraba mucho
porque no podía contarle a nadie de mi estado», dijo. Cuando llegó
el momento del parto, fue asistida por otra guerrillera que hacía las
veces de enfermera. Contó que durante dos meses estuvo al lado de
su bebé, pero que después se lo quitaron porque no era posible que
ella siguiera en las filas en esas condiciones. El bebé fue entregado a un
colaborador de la guerrilla para que lo cuidara mientras ubicaban a la
abuela de alias «Jennifer»176.

En el caso de los grupos paramilitares, las relaciones de


pareja se denominaban «asociaciones»; se debía prevenir
el embarazo por medio del uso de métodos anticoncepti-
vos; si había embarazo, se les permitía parir, pero tenían
una especie de «castigo»177. Usualmente podían volver a
las filas después del parto y los primeros meses de crianza,
pero perdían la antigüedad en las autodefensas (si lleva-
ban dos años en el grupo antes del embarazo, a su regreso
empezaban de cero). Podían optar por permanecer en el
grupo armado, en un período no menor de cuatro años, y
después retirarse; no obstante, en la práctica esta opción
no siempre era una realidad y dependía de otros factores,
según cada militante. En el reglamento paramilitar se es-
pecificaba que quienes entraran voluntariamente al grupo
armado podrían tener descansos o vacaciones para visitar
a sus familias o parejas, dado que estas organizaciones se
consolidaron en las áreas urbanas.

176. El Tiempo, «Se desmovilizaron nueve integrantes de las Farc y el ELN, entre ellos
una menor de 16 años», 22 de marzo de 2008.
177. Entrevista con desmovilizados de grupos paramilitares, Bogotá, 14 de mayo de
2008.

266
Hijos e hijas de combatientes
La situación de los hijos e hijas de combatientes es bastante
difícil. Cuando la mujer es la combatiente, no hay opciones de
controles prenatales y menos de atención al parto en una ins-
titución de salud; en sus primeros años de vida están expues-
tos a los peligros de la guerra, a la imposibilidad de cualquier
acceso a servicios de salud, protección o cuidado, y al abando-
no o ausencia del padre en el caso de que éste sea guerrillero y
la madre una campesina. Una madre desmovilizada narra:

(…) permanecí en la guerrilla hasta los ocho meses de embarazo, par-


ticipando en las acciones de combate y ejercicios militares; en el cuar-
to mes sufrí un golpe muy fuerte en el abdomen. Según un médico
consultado después del nacimiento, eso fue lo que hizo que mi hijo
naciera con una lesión en el ojo, no sé si se pueda mejorar la visión de
mi hijo, él ahora tiene cuatro años.

De igual manera, existen limitaciones en el momento del


registro civil. Si la madre es la combatiente, por lo general
no se registra al niño y cuando lo entregan a una «familia de
apoyo», adopta los apellidos de ésta. Si el padre es combatien-
te y la madre no, el niño toma sólo el apellido de su madre,
siendo desconocido legalmente por su papá.
De acuerdo con los imperativos de la guerra, no podría de-
cirse que existe un ambiente familiar óptimo para estos niños
porque viven separados de sus padres prácticamente desde el
nacimiento. En tal sentido, el cuidado, desarrollo y protec-
ción de los hijos e hijas de combatientes se ven afectados por
razones de pobreza porque ésta es la condición generalizada
en la que viven sus cuidadores, abuelos y familias de apoyo.
Su crecimiento tendrá lugar en las zonas cercanas a los esce-
narios de la guerra, en medio de zonas de conflicto y com-
bate, o en territorios alejados a la guerrilla, sin la facilidad de
conocer y convivir con sus padres.
Por otro lado, además del abandono, estos infantes tienen
como referentes los símbolos de la guerra, que en casi todos
los casos tienen aprobación. En entrevista con una madre
desmovilizada, relató:

267
(…) cuando yo no me había desmovilizado, mi hija fue a visitarme en
el campamento; aún era muy pequeña, tenía cinco años. Estábamos en
una de nuestras caminatas con uniforme y los fusiles como cualquier
otro día; mi hija se cayó, pues se enredó entre unas matas y le quedó
una cicatriz en el brazo. Cada vez que ella ve su cicatriz recuerda esa
caminata y todo lo que vio en ese momento, tal vez si no tuviese esa
marca en su cuerpo ella habría olvidado cosas de la guerrilla178.

Otro de los efectos directos del conflicto armado en los


hijos e hijas de combatientes es la pérdida de uno de los pa-
dres por causa de la guerra, realidad que comparten con mi-
les de otros menores de edad víctimas del conflicto. De este
modo, crecen sin la presencia de sus padres. Un niño de cinco
años, hijo de un desmovilizado, dio a conocer la pérdida de
su mamá en un dibujo que representaba a una guerrillera:

Este dibujo me gusta porque me recuerda a mi mamá y mi mamá


siempre estuvo orgullosa de lo que hacía, ella se murió y yo vivo con
mi papá; él se salió de eso hace rato179.

Hijos e hijas de desmovilizados


Los hijos e hijas de desmovilizados constituyen un motivo
importante para que éstos decidieran desmovilizarse, con el
fin de brindarles a sus hijos una mejor vida en cuanto a esta-
bilidad emocional, crecimiento saludable, oportunidades de
educación y convivencia con ambos padres.

(…) una menor de diecisiete años de edad (…) integrante de la guerri-


lla, se entregó ante miembros del ejército para evitar que la obligaran
a abortar. De trece guerrilleros que se entregaron ante tropas de la IV
División del ejército, dos de ellas estaban embarazadas y cuatro afirma-
ron que el motivo de desmovilización era recuperar a sus hijos180.

Cuando los combatientes tienen un hijo, deben decidir so-


bre su futuro como militantes. Al respecto, un desmovilizado
manifestó:
178. Entrevista con desmovilizada del ELN, mayo de 2008.
179. Entrevista con niño de cinco años, hijo de desmovilizado, Bogotá, mayo de 2008.
180. Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia, en http://www.dere-
choshumanos.gov.co. Bitácora, Cumaribo, Vichada, 8 de enero de 2008.

268
Pues antes de que ella quedara embarazada, y yo estaba militando, nos
encontrábamos en las noches y no nos volvíamos a ver durante un
tiempo. Pero ya cuando se dio el embarazo, pues empezamos a pensar
en qué hacer para sacar adelante a la familia181.

Los programas de desmovilización permiten evidenciar


la desintegración familiar por la que tuvieron que pasar los
combatientes antes de su reincorporación a la sociedad y la
posibilidad que el programa brinda de construir una vida
mejor.

Con el programa tenemos la opción de que nuestros hijos puedan ac-


ceder a un futuro mejor. Hace posible que los niños vivan con ambos
padres. Nos permite reconsiderar las actividades que antes hacíamos y
los riesgos que corríamos en la guerra. Ahora procuramos aprovechar
mejor el tiempo con nuestros hijos. Ocasionalmente, en las redes de
apoyo y solidaridad que formamos entre los desmovilizados, se discu-
ten las dificultades que hemos tenido en la llegada a la capital y el por-
venir de nuestros hijos. También tenemos la posibilidad de obtener un
trabajo e incluso de estudiar182.

Aunque si bien el abordaje de esta temática fue provi-


sional y por tanto no concluyente, por cuanto se requiere
mayor documentación y profundización, llama la aten-
ción la necesidad de generar mecanismos administrativos
y legales para detectar a los niños y niñas que, aparte de
sufrir el abandono de sus padres, también son víctimas
de los vejámenes de la guerra. Esto con el fin de formular
programas que respondan a la doble vulneración de sus
derechos.
Por esta vía, la sociedad colombiana encontrará la manera
de saldar la deuda histórica con los niños y las niñas, y en esta
forma, abrir el camino hacia una sociedad de posconflicto
basada en la verdad, la justicia, la reparación y las garantías
de no repetición.

181. Entrevista con desmovilizados, Bogotá, 14 de mayo de 2008.


182. Entrevista con grupo de desmovilizados, Bogotá, 2008.

269
Velación de una de las víctimas de la masacre del Aracatazo.
Chigorodó, julio de 1995.
272
Capítulo 4
REFLEXIONES FINALES
Y RECOMENDACIONES

Tatiana Romero
Elsa Castañeda

Como se ha evidenciado en la caracterización de los tres


territorios, de la dinámica del conflicto y de la incidencia
que éste tiene en la población civil, la atención integral a la
primera infancia que permita las condiciones básicas para
su desarrollo biológico, psicoafectivo, intelectual y social
como base para el desarrollo económico y social del país,
se ve muy limitada y coaccionada en medio del conflicto.
En los territorios en disputa entre actores armados,
como es el caso de Arauca (entre Farc, ELN y fuerzas mili-
tares) y Putumayo (entre Farc y fuerzas militares), las con-
diciones para la vida y supervivencia de la infancia se ven
gravemente limitadas por las lógicas de los actores, por lo
que el desplazamiento forzado se convierte en una proble-
mática de gran magnitud que genera múltiples impactos
en la vida de niños menores de seis años: problemas en el
acceso (y continuidad) a educación inicial, fragmentación
de las familias, exposición a condiciones de hacinamiento
y viviendas muy precarias, bajo registro civil, dificultad en
el acceso a la oferta pública, centros del ICBF y otros pro-
gramas de salud y recreación.
En territorios en disputa, la estigmatización contra la
población civil es alta por parte de los actores armados al
margen de la ley, pero es preocupante que la fuerza pública

273
asuma conductas similares frente a la población indígena
y campesina local. La estigmatización de la población civil
afecta directamente a los niños menores de seis años, toda
vez que frente a las capturas masivas éstos quedan solos o
al cuidado de los abuelos, sin comprender qué pasó dado
que ni sus familiares lo entienden, o bien porque deben
desplazarse dos o tres veces en el mismo municipio o a
otro cercano.
Vale la pena destacar que la situación de la población in-
dígena en estos territorios, que también se ve afectado por el
desplazamiento, es muy grave, pues a las pérdidas materiales
se suma la pérdida de las tradiciones al interactuar en entor-
nos y códigos culturales diferentes sin las mínimas condicio-
nes para su supervivencia biológica y simbólica, como por
ejemplo la imposibilidad de acceder a la tierra. La práctica
relativamente reciente del confinamiento en Arauca, como se
pudo conocer en el trabajo de campo, deja a las comunida-
des indígenas aisladas, sin posibilidad de establecer contactos
para intercambios comerciales y provisión de alimentos. El
conocimiento de la muerte de ocho niños menores de cinco
años por el hambre debido al confinamiento impuesto por
las Farc (siembra de minas antipersona) no puede dejar de
constituir un llamado de atención, que en un Estado social
de derecho debería generar una prioridad urgente.
Esa situación, al igual que la cercanía de los estableci-
mientos militares a las instituciones educativas y centros
infantiles, alerta sobre el hecho de que frente a los graves
problemas que el conflicto armado ocasiona en el país se
observa un dañino acostumbramiento. En las regiones se
naturaliza ésta como una de las principales infracciones al
Derecho Internacional Humanitario (DIH), en la medida
en que la continuidad prolongada de la guerra transformó
a actores y conductas que deberían ser excepcionales en
rasgos cotidianos.
En territorios hegemónicos como Barrancabermeja,
donde existe control visible de la fuerza pública, la inter-

274
vención social desde hace siete años, a partir de las inicia-
tivas del Laboratorio de Paz del Magdalena Medio, forta-
lecen las dinámicas institucionales y comunitarias, lo que
se evidencia en la presencia y funcionamiento de institu-
ciones y programas focalizados en la población infantil y
juvenil; sin embargo, prestan poca atención al desarrollo
integral a la primera infancia. La cobertura en zonas ru-
rales alejadas de cabeceras municipales no es eficiente, lo
cual introduce el reto de diseños institucionales para la
primera infancia en zonas rurales desde necesidades es-
pecíficas.
Si bien la vulneración de derechos a la primera in-
fancia por razones de la pobreza se cruza con la prove-
niente del conflicto en los territorios analizados, la ma-
yoría de las víctimas del conflicto armado en Colombia
son personas pobres o empobrecidas, generalmente
mujeres cabezas de hogar con varios hijos pequeños a
cargo, sin una calificación educativa que le permita ac-
ceder a empleos más estables y bien remunerados, se
debe reconocer que el conflicto armado no sólo agu-
diza los impactos sino que en muchos territorios sigue
ocasionando una degradación humanitaria que no es
justificable. En esta situación de degradación humani-
taria, la primera infancia es una de las poblaciones más
vulneradas, aún más si se trata de la primera infancia
indígena y afrodescendiente.
Sobre la relación entre el conflicto armado y el maltrato
infantil, según testimonios de personas encargadas de la
atención a la primera infancia en Arauca y Putumayo su
percepción es que las condiciones de vulnerabilidad con
ocasión del desplazamiento u otros delitos sufridos en
el marco del conflicto, aumentan el nivel de estrés de los
padres (agotamiento psicosocial) y se registran episodios
de maltrato infantil y violencia intrafamiliar. No obstante,
este tema merece estudios rigurosos para avanzar en con-
clusiones de este tipo.

275
El desarrollo de actividades ilegales, como la venta de
gasolina y los cultivos ilícitos, termina involucrando a los
niños más pequeños, quienes conocen tempranamen-
te detalles de dichos negocios porque participan con los
adultos en el procesamiento de la coca o en la publicidad
de la venta de la gasolina. Así están incorporando desde
muy pequeños las dinámicas de la ilegalidad.
Una cuestión preocupante que se conoció en Putumayo
es que los niños víctimas de delitos atroces (asesinato o des-
aparición de padres, pérdida de entorno cultural y social,
despojo de sus bienes, etc.) no cuentan en los espacios insti-
tucionales con mecanismos para tramitar el duelo, posible-
mente porque la propia institución está en medio del con-
flicto, pero también porque faltan procesos de formación
para que los cuidadores y educadores tengan elementos que
les permitan apoyar y hacer un acompañamiento psicoso-
cial de estos niños y sus familias, adaptados a las particula-
ridades de los contextos del conflicto armado.
Un tema poco abordado en primera infancia expuesta
al conflicto armado es el relacionado con padres comba-
tientes y desmovilizados. Ser padre y madre combatiente
supone una serie de decisiones dentro de los grupos ar-
mados al margen de la ley pero también decisiones perso-
nales, que afectan el desarrollo de los niños. Al ser desmo-
vilizados, deben readecuar sus relaciones interpersonales
y sus competencias a la civilidad, así como reconfigurar
sus roles y construir relaciones de autoridad y de afecto
diferentes de las que tenían cuando pertenecían al grupo
armado.
En las entrevistas a padres desmovilizados, una inquie-
tud que manifiestan es cómo construir la «autoridad»
frente a sus hijos cuando, por lo general, fueron padres
ausentes. Además, la desmovilización los deja desprovis-
tos de la rudeza que debían tener como combatientes, lo
que implica dificultad para la expresión de afectos en las
relaciones con sus hijos. En tal sentido, solicitan espacios

276
formativos sobre estos temas, que por ser de la vida coti-
diana no dejan de ser tan vitales, como la educación for-
mal o la inserción a la vida civil.
La socialización de los niños menores de seis años en
medio de la guerra genera preguntas acerca de las condi-
ciones para el derecho a la participación de éstos. La invi-
sibilidad de la primera infancia es la primera vulneración
al derecho de participación en estos territorios, ya que no
se los reconoce como sujetos de derecho. En algunas insti-
tuciones locales no se ha asumido aún el paradigma de la
protección integral que la Convención Internacional so-
bre los Derechos del Niño (1989) ha consolidado y que se
materializa en Colombia a través del Código de Infancia y
Adolescencia (Ley 1098 de 2006).
Por otra parte, la socialización en contextos de guerra
llama la atención sobre los modelos con los que crecen los
niños (guerrilleros, paramilitares, militares) ligados a lo
militar, al uso de la fuerza, pero sobre todo a la valoración
social de estos actores a nivel local. Así mismo, el miedo a
los miembros de la fuerza pública, ocasionado por ejem-
plo por la captura de los padres o el ingreso agresivo a
lugares protegidos, cuestiona sobre la imagen de lo público
(idea del Estado, de la autoridad, de la democracia) que
construyen los niños. Pensar estos temas plantea desafíos
para el trabajo en el ámbito educativo, en particular en
relación con la construcción de ciudadanía.
Por último, analizar la vulneración de derechos de los
niños menores de seis años en los territorios focalizados
con ocasión del conflicto armado, que en Colombia se
ha prolongado en el tiempo cambiando sus lógicas, deja
muchas inquietudes frente a la realización de los derechos
económicos, sociales y culturales de la primera infancia
como medio idóneo que establezca las condiciones para
una ciudadanía plena.
Este análisis de los impactos del conflicto en la primera
infancia pretende motivar acciones positivas para la su-

277
peración del conflicto desde la construcción de políticas
que garanticen que el Estado social de derecho sea una
realidad en todo el país, especialmente en las regiones in-
visibles de las que se habló en el presente texto.

Recomendaciones
En este ejercicio exploratorio en torno a la relación entre
el conflicto armado interno y la primera infancia, surgen
algunas recomendaciones para seguir avanzando en la
comprensión de la manera como el conflicto armado vul-
nera o pone en riesgo las condiciones familiares y sociales
necesarias para que muchos niños menores de seis años
puedan ejercer sus derechos.
Teniendo en cuenta la relativa poca bibliografía y docu-
mentación con que cuenta el país al respecto, las recomen-
daciones que se listan a continuación son también modes-
tas, pues se considera pertinente focalizarse en unos puntos
centrales más que en derivar un sinnúmero de acciones que
puedan resultar poco efectivas o contundentes para prote-
ger a los niños de las acciones violentas y para mejorar las
condiciones requeridas para asegurar su pleno desarrollo
en las zonas de conflicto. En otras palabras, para cumplir
con las obligaciones en materia de derechos derivadas de
la Convención Internacional de Derechos del Niño y de las
normas del Derecho Internacional Humanitario.
En este orden de ideas, las recomendaciones se hacen
alrededor de tres categorías o campos temáticos: reco-
mendaciones para la investigación, la intervención y las
políticas públicas.

Recomendaciones de investigación
• Generar espacios y estrategias para la concertación de in-
dicadores que permitan hacer seguimiento a la situación
de derechos de los niños menores de seis años, que rela-
cionen las garantías y la situación del ejercicio de sus dere-
chos con las condiciones y dinámicas propias del conflicto

278
armado colombiano. Enfatizar en las zonas de conflicto y
en las áreas aledañas, o en zonas de recepción de pobla-
ción víctima del desplazamiento forzado.
• Promover investigaciones de carácter descriptivo para
conocer con mayor profundidad, y en todas sus dimensio-
nes, la situación de la primera infancia en zonas de conflic-
to o regiones afectadas por causa de éstas. En este sentido,
resultaría muy útil generar líneas de investigación que se
vinculen a la producción académica de centros de investi-
gación, universidades y grupos de investigación nacional
e internacional, y que promuevan un trabajo investigativo
interdisciplinario y transdisciplinar en la producción de
nuevas comprensiones y conocimientos en este tema.
• Priorizar investigaciones que den cuenta del impacto di-
ferencial del conflicto armado, especialmente en comuni-
dades indígenas, afrodescendientes, y de zonas rurales que
presenten mayor riesgo de exposición al conflicto armado.
• Reconocer que por los hallazgos y análisis presentados
en este documento, parecen emerger como ejes temáticos
claves:
—La manera como se ven afectadas las condiciones
propias de la cultura por los efectos que produce el con-
flicto armado, los cambios e implicaciones en la construc-
ción de identidades y subjetividades, tanto de los niños
menores de seis años como de las personas, significativas
en sus procesos de socialización.
—Los cambios producidos en los procesos de crianza,
y los contextos de cuidado y educación inicial por efectos
del conflicto en los adultos responsables de ésta —padres,
madres, educadores, cuidadores—, así como de cambios
en la estructura y modos de vida familiar.
—Los efectos sobre la salud física y emocional de niños
a consecuencia de factores asociados a déficit alimentario,
uso de químicos en el ambiente, estrés prolongado, falta
de condiciones adecuadas para la expresión de afecto, re-
chazo, exclusión, por mencionar algunas.
279
—Los cambios e implicaciones sobre las condiciones y
oportunidades para el ejercicio del derecho al juego, el es-
parcimiento y la recreación.
—Las maneras en que se afectan las condiciones de par-
ticipación y formación para ésta en niños y sus familias.
—La situación de los hijos de combatientes y excom-
batientes de los distintos grupos armados, así como de los
adolescentes desvinculados del conflicto.
—El impacto del conflicto armado en la dinámica de
las instituciones responsables de los programas y servicios
de salud, alimentación, educación y protección de los ni-
ños menores de seis años.
• Promover estrategias de comunicación, difusión y so-
cialización de los debates, resultados de investigaciones,
evaluaciones de impacto sobre las implicaciones del con-
flicto armado tanto para la garantía de los derechos de la
primera infancia como para el desarrollo social y humano
de las comunidades.

Recomendaciones de intervención
• Fortalecer la capacidad técnica de los programas y pro-
yectos que se ofrecen en el país para familias y niños me-
nores de seis años, en especial de aquellos que se ofrecen a
través de las instituciones del Estado para:
—Afianzar o formular propuestas de prevención que
trabajen el tema del afecto entre los miembros de la fami-
lia y la importancia del vínculo en los primeros años de
vida. Estas propuestas podrían insertarse en los progra-
mas existentes orientados, tales como Hogares Comunita-
rios de Bienestar o Crecimiento y Desarrollo.
—Diseñar o fortalecer las acciones para garantizar el res-
tablecimiento de los vínculos afectivos y el ambiente seguro y
protector de los niños menores de seis años, en casos de sepa-
ración forzosa o pérdida de algún miembro de la familia.
—Establecer y validar criterios de oferta de servicios y
atención específicos y pertinentes con las características,

280
necesidades y potencialidades de población indígena, afro-
descendiente y de zonas rurales en regiones de conflicto.
—Fortalecer las redes sociales, familiares y comunita-
rias de apoyo para las poblaciones desplazadas o en alto
riesgo de ello, de tal manera que se cuente con mejores
condiciones físicas, emocionales y económicas para en-
frentar los efectos que se producen dentro de este evento
social.
—Diseñar y validar propuestas de reparación integral
que reúnan atención psicosocial y mecanismos legales y
administrativos para la restitución de derechos.
—Desarrollar iniciativas de formación de talento hu-
mano para sensibilizar sobre el tema, para brindar aten-
ción directa y para monitorear y evaluar el cumplimiento
de los derechos de la primera infancia víctima del conflic-
to armado.

Recomendaciones para las políticas públicas
• Incidir en los grupos y redes que realizan informes per-
manentes sobre el conflicto armado colombiano y las vio-
laciones al Derecho Internacional Humanitario, para que
incluyan el tema de la primera infancia como una proble-
mática prioritaria. En el mismo sentido, visibilizar a los ni-
ños menores de seis años en las estrategias nacionales e in-
ternacionales de seguimiento y monitoreo a la situación de
la infancia afectada por el conflicto armado colombiano.
• Promover mecanismos de denuncia y alertas tempranas
sobre la vulneración de los derechos de la primera infan-
cia en casos de masacres, hostigamiento a las poblaciones,
asesinatos selectivos y desplazamiento forzado.
• Incidir en los sistemas de registro de información relacio-
nada con impactos del conflicto armado en la población
civil para visibilizar a los niños menores de seis años.
• Fortalecer la capacidad de las autoridades locales y de
los programas de atención a la primera infancia en zonas
especialmente afectadas por el conflicto armado de los

281
departamentos de Putumayo, Vichada, Guaviare, Nariño,
Meta, Chocó y Arauca, de tal modo que entre las ofertas
existentes se creen acciones específicas para atender y pre-
ver los efectos en la vida de los niños y sus familias.
• Movilizar recursos para fortalecer el diseño y puesta en
marcha de programas económicos y sociales de promo-
ción de los derechos de la primera infancia, a través de los
planes de desarrollo departamentales y municipales.
• Mejorar los sistemas de seguimiento, monitoreo y con-
trol de las políticas departamentales y locales en los asun-
tos que competen a la atención de problemas asociados
con el conflicto armado.
• Fomentar la unificación o creación de un sistema de in-
formación que permita el reporte de información nacio-
nal, regional y local para el seguimiento y monitoreo de
la situación de los derechos de niños y adolescentes en el
país, en el cual se incluyan indicadores para el rango espe-
cífico de primera infancia.

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