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El fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre Lynett, aseguró que en temas de resocialización, la
política criminal del país es un fracaso. “Las penas privativas de la libertad y su ejecución en Colombia no
muestran ni cumplen el verdadero fin de resocialización. Se supone que, teóricamente, uno los bienes
privativos de la libertad es la resocialización, pero en algunos casos esta no cumple con su función”, aseguró.
En su opinión, las políticas penitenciaria y criminal han fracasado, pues el país se ha olvidado de dos
elementos fundamentales: la función resocializadora de la pena y “que seguir aumentando penas no
es la solución” (ver informe ¿Cómo atacar el populismo punitivo?).
Según Montealegre, se debe lograr una mayor eficacia en las investigaciones, de tal forma que las penas que
se impongan se cumplan efectivamente. “Yo creo que este caso trágico de la muerte los cuatro niños en el
Caquetá muestra que es mejor la vía de una justicia que actúa de manera eficiente y pronta; que logremos
rápidamente el esclarecimiento de los hechos, con una articulación de todas las autoridades judiciales”,
agregó.
Política criminal
Cabe recordar que el 31 de marzo del 2012, 14 años después de que se declarara el estado de cosas
inconstitucional en las cárceles colombianas, la Comisión Asesora de Política Criminal presentó un
diagnóstico de esta situación.
En ese documento, se afirma que el carácter reactivo de la política criminal y la tendencia al “populismo
punitivo” en las últimas décadas inciden en la crisis de sobrepoblación del sistema carcelario.
Para la comisión, muchas de las medidas se adoptan apresuradamente, “respondiendo a fenómenos de
opinión pública o a los deseos de los gobiernos de mostrar que se está haciendo algo frente a la criminalidad o
frente a hechos graves de crueldad o violencia, pero muy raramente estas decisiones se han basado en
estudios empíricos sólidos que muestren la utilidad de, por ejemplo, recurrir al aumento (o disminución) de
una pena, o a la criminalización de un cierto comportamiento”.
Así lo planteó al Gobierno Nacional la Comisión Asesora de Política Criminal, creada en 2011 y conformada
por un selecto grupo de reconocidos juristas, en su primer informe que fue socializado la semana pasada en
Bogotá.
El documento es un diagnóstico sobre el estado actual de la política criminal que evidenció en pocas palabras
que en Colombia hay una especie de 'reaccionitis' que se refleja en la presentación de proyectos de ley cuyas
motivaciones distan de tener informes técnicos de los beneficios que traerían; así como en una tendencia a
crear delitos y aumentar penas.
Ese ha sido precisamente el discurso en los últimos días desde el Ministerio de Justicia, pero también de la
propia Corte Suprema de Justicia y de la Fiscalía General de la Nación, entidades todas, con puntos
encontrados sobre aumento de penas o la encarcelación de los conductores que manejen en estado de
embriaguez.
1. La Incoherencia
Como ejemplo se expone la iniciativa que buscaba la cadena perpetua para ciertos crímenes contra los niños
y las niñas en el 2010. La Comisión analizó la exposición de motivos, la ponencia y encontró que su contenido
se basa en las disposiciones de la Corte Constitucional, en un panorama de violencia en el país y de casos
dolorosos y fotos explícitas, pero no “un argumento serie de política criminal sobre su conveniencia”, su
eficacia y las consecuencias que traería para todo el ordenamiento jurídico.
Otro ejemplo es la Ley de Seguridad Ciudadana de 2011 que creó una pena de 90 años para el tráfico de
menores, pena que excede la máxima establecida en el Código Penal en el 2004, que es de 50 años, y ley
que no hizo la debida reforma para que no se presentara esa incoherencia.
Además, la Comisión critica que cuando se crean nuevos delitos no se piensa en reforzar la capacidad de
jueces y fiscales para poder enfrentar la demanda o que se ha restringido la libertad provisional y aumentado
las penas, hechos todos que derivan en hacinamiento carcelario. A esto, se suman la falta de sistema de
información sólidos y de programas de resocialización.
“Como consecuencia de lo anterior, no es de extrañar que las medidas de política criminal hayan tenido serias
inconsistencias e incluso contradicciones, tanto formales, por carencia de técnica jurídica, como materiales,
por la coexistencia de enfoques contradictorios para enfrentar fenómenos de criminalidad”, dice la Comisión
que además reprocha la falta de enfoques para los grupos étnicos, las personas con discapacidad, la
población Lgbti y de género.
2. El populismo punitivo
Pero el tema del llamado “populismo punitivo”, tiene para la Comisión especial atención ya que, señala, desde
el año 2000 hasta el primer semestre de 2011, el Código Penal se ha modificado 36 veces. De estas, 20
modificaciones han sido impulsadas por el propio Congreso, 11 del Ejecutivo, 2 por el Gobierno en asocio con
la Fiscalía, 1 por el gobierno junto con los congresistas y 1 por la Fiscalía de manera autónoma.
Estas modificaciones crearon 47 nuevos delitos, dos de los cuales ni siquiera quedaron en el Código Penal (la
manipulación de equipos terminales móviles y la explotación de menores de edad, creados por la Ley 1453 de
2011). Igualmente, se incrementaron las sanciones para 80 delitos.
Como ejemplos se destacan la fabricación, tráfico y porte de armas de fuego o municiones que pasó de tener
una pena entre 1 y 9 años, a una de entre 4 y 12 años. O bien, el homicidio que en el Código Penal del 2000
era penalizado con penas de 13 a 25 años y, desde la entrada en vigencia de la Ley 890 de 2004, con penas
de 17,33 a 37,5 años de prisión.
“Ese incremento de la severidad penal no ha sido en Colombia una política criminal reflexiva y consistente
para enfrentar desafíos criminales complejos sino que es una expresión de lo que algunos autores conocen
como populismo punitivo”, señaló la Comisión.
Como otro gran problema estructural de nuestra política criminal se destaca la supuesta falta de combatir los
desafíos que nos da nuestro contexto: esto es; la complejidad de las organizaciones criminales existentes, las
violencias cotidianas, la persistencia del conflicto, la gravedad de la situación de derechos humanos, la
injerencia de la pobreza y la desigualdad, entre otros.
De acuerdo con la Comisión, “las decisiones de política criminal, al no estar claramente fundadas
empíricamente, no han sido capaces tampoco de tomar en cuenta la diversidad y complejidad de los
fenómenos criminales en Colombia”.
Así, deberían tenerse en cuenta los altos niveles de corrupción, los desafíos del narcotráfico, la violencia
sexual y doméstica, la discriminación racial, a fin de crear estrategias eficaces que los combatan.
En este punto, para la Comisión es un problema que al parecer, debido a la crudeza del conflicto, el
narcotráfico y las bacrim, entre otros, la política criminal queda subordinada a la política de seguridad de los
Gobiernos de turno que en las últimas décadas han definido políticas de seguridad y paz en el que los
organismos de seguridad tienen prioridad.
Este panorama que describe la Comisión, se debe también a la falta de coordinación entre la propia
institucionalidad del Estado y a la propia legislación que por ejemplo, no obliga que todos los delitos estén en
un mismo cuerpo sino que permite que estén dispersos en las leyes sin que se afecte la seguridad jurídica.
LINEAMIENTOS Y RECOMENDACIONES
Con el escenario descrito la política criminal debería basarse en el otorgamiento de plenas garantías, los
derechos humanos, los enfoques diferenciales y la prevención, entre otros.
Se trata, además, de crear procedimientos distintos para las pequeñas causas, usar más el principio de
oportunidad, revisar las penas que actualmente existen, las que se han incrementado inusitadamente y
establecer criterios adecuados para regular las penas, que además deberían ser acordes con la expectativa
de vida en Colombia. La idea es que esto se establezca por el Consejo de Política Criminal para que envuelva
a todos los proyectos de ley relacionados con la criminalidad y que se garanticen aspectos como la
resocialización.
Ahora bien, el ítem de la corrupción reviste de especial importancia en este análisis que hizo la Comisión al
considerar que el sistema penal debe acomodarse para sancionar tanto a los grandes desfalcos, como a la
corrupción cotidiana que suele ser silenciada como los “pequeños cohechos y los actos de clientelismo”.
Se propone aquí utilizar el principio de oportunidad para que la Fiscalía pueda seleccionar los casos de mayor
relevancia y, además, la doble imputación, penal y administrativa para los mismos hechos.
Publicada porCOLPRENSA
cción Política
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El
aumento de las condenas ha repercutido en el hacinamiento carcelario.
La política criminal en Colombia se mueve al ritmo que imponen
los escándalos mediáticos. Este es, a grandes rasgos, el
resultado del análisis realizado por la Comisión Asesora para el
Diseño de la Política Criminal del Estado colombiano, que puso el
dedo en la llaga al plantear que gran parte de las reformas
penales han tenido como fin el aumento de condenas sin la
existencia de estudios sobre el impacto y la viabilidad de las
mismas.
Así ha sucedido con iniciativas como la ley contra la violencia
intrafamiliar —presentada ayer por el presidente Juan Manuel
Santos—, o el aumento de penas para conductores ebrios,
maltratadores de mujeres y niños, menores delincuentes y hasta
para delitos callejeros. El principal motivo es que estas iniciativas
generan gran acogida en la opinión pública, al punto que, señala
el informe de la comisión, desde el año 2000, cuando fue
expedido el actual Código Penal, se han realizado 36
modificaciones.
Ante este fenómeno, la comisión concluyó que “ese incremento
de la severidad penal no ha sido en Colombia una política criminal
reflexiva y consistente para enfrentar desafíos criminales
complejos, sino que es una expresión del ‘populismo punitivo’,
que pretende que la solución a los problemas de impunidad o de
incremento de ciertos crímenes debe ser siempre el aumento
drástico de las penas”.
Aunque el diagnóstico plantea que en ocasiones hay que imponer
condenas más severas para algunos tipos de comportamientos,
también afirma que “el problema es cuando esas legítimas
preocupaciones ciudadanas y de las víctimas frente al crimen no
son atendidas con políticas criminales apropiadas sino que son
usadas políticamente para aumentar precipitadamente las penas
y ganar popularidad, dando la impresión de que se está
respondiendo al desafío criminal”. Esto es, palabras más,
palabras menos, la obtención de réditos políticos con iniciativas
penales que resultan populares entre la opinión pública.
Las implicaciones en materia de hacinamiento carcelario hablan
por sí mismas. De acuerdo con el informe, “Colombia pasó de
32.000 internos en 1990 a 110.000 en el año 2012. En el mismo
período el Estado, pese a triplicar el número de cupos
penitenciarios, ha sido incapaz de resolver el hacinamiento que
alcanza más del 32% a nivel nacional”.
Frente al sistema de responsabilidad penal adolescente, el
resultado del informe no es para nada halagüeño, pues afirma
que “hace un uso excesivo de la privación de libertad, pese al
hecho de contar con mecanismos alternativos al uso de la prisión
para los y las jóvenes en conflicto con la ley”. Para los asesores
del Gobierno es necesario que en Colombia se implementen
mecanismos penales alternativos y que la detención cumpla su
función principal de resocialización.
Sentencia C-936/10
POLITICA CRIMINAL-Medidas normativas que forman parte del
concepto/POLITICA CRIMINAL-Concepto