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FACULTAD DE HUMANIDADES
Pedagogía en Educación General Básica
DÉFICIT ATENCIONAL
Escrito de tesis presentado como parte de los requisitos para optar al título de:
Pedagogía en Educación General Básica
Profesor Guía:
Oscar Sánchez Pereira.
Profesor de Estado en Educación General Básica
No quisiera olvidar a cada uno de los docentes que nos enseñaron y acompañaron en
este largo camino ya que cada uno entrego algo muy valioso de su parte para
contribuir a nuestro desarrollo que son sus conocimientos y experiencias vividas
durante su labor como maestros.
ÍNDICE DE MATERIAS.
Páginas
Introducción.
Prologo………………………………………………………………………....II
Objetivo………………………………………………………………………..II
Justificación…………………………………………………………………....III
Hipótesis……………………………………………………………………......V
Metodologías…………………………………………………………………...V
1.2.3 CONCEPTOS……………………………………………………………VI
CAPITULO 3: …………………………………………………………XLVI-XLVII
3.2. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………XLVIII-XLIX
3.3. LINKOGRAFÍA…………………………………………………….XLIX
ÍNDICE DE CUADROS
El Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (por sus siglas TDAH), dada
sus vinculaciones con el sistema neurológico, presenta problemas y manifestaciones
concretas en la escuela. La mayoría de las veces, los padres no logran explicarles a
los maestros lo que le pasa al niño, ya que no cuentan, salvo escasísimas excepciones,
con información adecuada sobre la condición.
Prologo.
Objetivo.
La presente investigación nace del interés personal por profundizar en los aspectos
teóricos y prácticos (aplicados) de la hiperactividad infantil. En el nivel teórico se
persigue un doble objetivo:
Justificación.
Este proceso de investigación se realiza con el único fin de conocer más acerca del
tema y para estar preparados cuando se presente un niño con esta situación en el aula
mediante nuestra labor como futuros docentes y entregar información necesaria a
otros colegas u padres que necesiten ayuda con sus niños.
La falta de atención por parte de los padres en los niños sobre todo durante la
educación primaria crea en ellos una desatención hacia los estudio, ellos no se sienten
motivados en la escuela, y por consiguiente su rendimiento es menor que en los niños
que tienen el apoyo y atención de sus padres.
Es necesario reconocer a los niños que sufren de este tipo de desatención por parte de
sus padres, pues servirá de eje para el profesor y su labor docente, ayudándolo a
identificar al niño que tiene un bajo rendimiento escolar a causa de la falta de
atención, al igual, para encontrar alternativas que le permitan al profesor ayudar al
niño a que resurja el interés por la escuela.
Hipótesis.
Los niños que presentan déficit atencional en la mayoría de los casos son debido a la
falta de atención de los padres.
Metodologías.
Procesamiento Sensorial.
Sir George Frederic Still (1902) y Alfred F. Tredgold (1908) fueron los primeros
autores que acuñaron el término de hiperactividad. George F. Still (1868-1941) fue
profesor en el King’s College Hospital en Londres. Este pediatra inglés fue conocido
principalmente por sus descripciones acerca de niños con artritis crónica reumatoide.
Still analizó con detalle 20 historias clínicas de niños que presentaban problemas de
conducta y, posteriormente, realizó una descripción precisa de las características que
presentaban: los definió como niños con temperamento violento, revoltosos,
inquietos, molestos, destructivos, incapaces de fijar la atención y de reaccionar ante
los castigos, que presentaban fracaso escolar en ausencia de déficit intelectual,
mostrando movimientos coreiformes y anomalías congénitas menores como epicantus
y paladar ojival. Según el citado autor, estas alteraciones eran resultado de un daño
pre o postnatal que afectaba a una cualidad intrínsecamente humana que denominó
control moral (Still 1902, citado por Sandberg, 1996). Tredgold (1908, citado por
Taylor, 1986) en su libro Mental
Deficiency describió a una serie de niños con problemas de conducta, clasificándolos
dentro del grupo de deficientes mentales −no idiotas− incapaces de recibir beneficios
de las enseñanzas ordinarias que se les daban en el colegio, pero capaces de progresar
con atención individual y clases especializadas. Estos niños mostraban rasgos físicos
peculiares tales como tamaño y forma anormal de la cabeza, anormalidades en el
paladar y signos neurológicos leves.
Tredgold consideraba que la causa de tales problemas era el resultado de una anoxia
durante el nacimiento que no era detectada a tiempo y producía daño en una área del
cerebro, área en la que residía, según el autor, el sentido de la moral.
Las consecuencias de tal daño, de acuerdo con Tredgold, podían transmitirse de una
generación a otra, y adoptar formas diversas como hiperactividad, migraña, epilepsia,
histeria y neurastenia.
La concepción que Still y Tredgold tenían sobre la explicación del trastorno debe
considerarse dentro del contexto social y científico de la época. La Inglaterra del siglo
XIX estuvo marcada por el poder económico y la revolución industrial; la sociedad
inglesa se caracterizaba por una estructura jerárquica en la que las clases bajas sufrían
frecuentemente las consecuencias adversas de la transformación económica, tales
como la mortalidad infantil, las dificultades de aprendizaje, la delincuencia, etc. Las
deficiencias morales e intelectuales de las clases bajas tendían a ser identificadas
como la causa, más que la consecuencia, de tales circunstancias. Es en este contexto
en el que Still realizó su explicación sobre los defectos del control moral de los niños
con problemas de conducta. Still consideraba que la conciencia moral y el control
moral eran habilidades frágiles y de especial labilidad para la pérdida o el fracaso en
su desarrollo.
Estos problemas afectaban principalmente a las clases bajas; su hipótesis viene muy
marcada por los principios del darwinismo social muy en boga en la época.
Igual ocurre con la hipótesis de Tredgold, en la que el daño cerebral sufrido en los
primeros estadios de desarrollo del individuo era el responsable directo de muchos de
los problemas aparecidos en la infancia (Sandberg, 1996).
En la bibliografía psiquiátrica, en el siglo XIX, se encuentran estudios de casos
individuales que también se interesaron por tal fenómeno. L.B. Hoffman (1844,
citado por Benjumea y Mojarro, 1995), psiquiatra alemán, describió la conducta de un
supuesto niño hiperactivo “Zappel Philipp” en unos cuentos infantiles. Años más
tarde, Ireland (1877, citado por García y Polaino-Lorente, 1997) hizo lo propio en su
libro Medical and Education Treatment of various forms of idiocy. Clouston
(1892, citado por Sandberg, 1996) señalaron la sobreactividad y la inquietud como
sus rasgos característicos. Bourneville (1897, citado por Benjumea y Mojarro,
1995) describió a estos niños como inquietos y sobreactivados, llamándolos niños
inestables, término que posteriormente fue recogido por Heuyer (1914, citado por
Sandberg, 1996) en su tratado sobre niños anormales y delincuentes juveniles.
En España, durante este mismo período, Rodríguez Lafora (1917, citado por
Benjumea y Mojarro, 1995) al hablar de las perturbaciones de la motilidad, hace
referencia a la constitución psicopática de los niños inestables.
En general, durante esta primera etapa histórica, se atribuye al trastorno un origen
orgánico con poca o nula influencia ambiental (Sandberg, 1996).
La epidemia de encefalitis de 1917-1918 en América jugó un papel destacado en la
explicación de la hiperactividad. Tras la epidemia, numerosos clínicos encontraron
que los niños que habían padecido tal enfermedad mostraban secuelas conductuales y
cognitivas similares a las halladas en niños con hiperactividad (Hohman 1922,
Ebaugh 1923, Sante de Sanctis 1923, Streker y
Ebaugh 1924, Kahn y Cohen 1934). Por ejemplo, Hohman, 1922 y Ebaugh, 1923
( citados por Benjumea y Mojarro, 1995) describieron a un total de 28 niños que
habían padecido encefalitis y que, al parecer, ésta les habría provocado una ligera
disfunción cerebral. Un año más tarde, Streker y Ebaugh (1924, citados por
Sandberg, 1996) describían secuelas neurológicas y conductuales en los niños que
habían padecido encefalitis, tales como hiperactividad, inestabilidad emocional,
irritabilidad, problemas de atención y de memoria.
Kahn y Cohen (1934, citados por Sandberg, 1996) describieron la presencia de déficit
orgánicos en tres casos en los que el principal problema era la hiperactividad. Según
los citados autores, una alteración en la organización del tronco cerebral causada por
encefalopatía prenatal, daño prenatal o perinatal o por un defecto congénito, afectaba
a la modulación del nivel de actividad cerebral.
Estos autores acuñaron el término de Síndrome de Impulsividad Orgánica, que se
caracterizaba por la presencia de hiperactividad, impulsividad, conducta antisocial y
labilidad emocional, todo ello como consecuencia de una alteración cerebral.
Así, durante este periodo, década 20-30, se empezó a reconocer la interacción entre
los factores orgánicos y los factores ambientales en la explicación de la
hiperactividad, al comprobarse que los niños víctimas de una encefalitis presentaban
secuelas conductuales que permitían, al menos, fundar la sospecha de que la conducta
desinhibida y el exceso de actividad eran consecuencia de una disfunción cerebral.
• Destructivos
• Inquietos
• Molestos
• Incapacidad para
mantener la atención
• Fracaso escolar
• Ausencia de respuesta a
los castigos
• Ausencia de déficit
intelectual
• Movimientos casi
coreiformes
• Anomalías congénitas
menores como epicantus y
paladar ojival
• Anormalidades en el
paladar
• Varios signos
neurológicos menores
• Problemas de
coordinación.
• Disminución o excesivo
nivel de actividad.
• Falta de atención
• Desobediencia
• Conducta antisocial o
criminal
• Ausencia de deficiencia
intelectual severa
• Incapaces de recibir
beneficios
de la enseñanza ordinaria
• Nerviosos
• Indisciplinados
• Falta de atención
• Molestos
• Inquietos
• Exhibicionismo
• Precocidad sexual
• Hipersomnia
• Reacciones histéricas
• Tendencia a mentir y a
robar
• Empeoramiento en la
atención y la memoria
• Desaliñados
• Desordenados
• Tics
• Depresión
Hiperactividad
• Labilidad emocional
1. Niños con TDAH subtipo predominio déficit de atención. Estos niños manifiestan
conductas significativas de falta de atención pero sin muchos síntomas de
hiperactividad/impulsividad. Dentro de este grupo de niños que sólo manifiestan falta
de atención, existe un subgrupo que cuyo comportamiento podría describirse como
lento e incluso hipoactivo.
2. Niños con TDAH predominio hiperactividad/impulsividad sin déficit de atención.
3. Niños con TDAH de tipo combinado, es decir, con la presencia significativa de
ambos grupos de síntomas.
Los niños con TDAH presentan los problemas de comportamiento lógicos derivados
de su impulsividad, hiperactividad y falta de autocontrol. Por ejemplo, un niño o niña
con TDAH a menudo pierde cosas, empuja sin pensar y puede provocar accidentes, se
levanta con frecuencia, interrumpe a los demás, no escucha sus opiniones, cambia de
tema en las conversaciones, se le caen cosas o sufren accidentes con más frecuencia,
olvida dar recados, trata de justificar sus constantes errores,
etc. A pesar de ello, debemos de establecer una diferencia entre el TDAH y otros dos
trastornos del comportamiento que el DSM-IV denomina:
• El Trastorno Negativista Desafiante que incluye a los niños con conducta
abiertamente oposicionista.
• El Trastorno Disocial, que lo manifiestan niños con conductas consideradas
“predelincuentes” como agresiones a personas y animales, destrucción de
propiedades, fugas de casa y otros abusos conscientes y planificados.
En algunos niños con TDAH se dan también conductas claramente oposicionistas. En
esos casos hay que hacer un estudio a fondo para determinar si la conducta es
meramente oposicionista o si existen además síntomas depresivos. Los niños
deprimidos, al contrario que los adultos, pueden mostrar entre otros síntomas (más
claramente asociados a depresión), dos síntomas que no aparecen en los mayores
afectados del mismo problema: irritabilidad y problemas de conducta.
En el caso de que exista sintomatología depresiva se debería determinar si ésta es
consecuencia del
TDAH o si existe de forma comórbida. Es posible que un niño pueda recibir más de
un diagnosticoconjuntamente, por ejemplo “TDAH y Trastorno Negativista
Desafiante” o “TDAH y depresión”.
Sin tratamiento y con una mala influencia ambiental, aumenta considerablemente la
probabilidad de que un niño con TDAH acabe derivando hacia un trastorno
comportamental más grave como es el
Trastorno Disocial, cuadros de adicción al alcohol y otras drogas, problemas con la
justicia, accidentes de tráfico, embarazos no deseados, etc. Sin embargo, debemos
insistir que no todos los niños con TDAH acaban teniendo problemas graves de
conducta.
A raíz de los estudios neurológicos sobre este trastorno, el Dr. Barkley (1997 a)
desarrolló un modelo de base neuropsicológica con el que se trata de explicar el
funcionamiento cognitivo de las personas con TDAH. Aunque este modelo parece no
tener en cuenta la importancia de la influencia ambiental en su evolución y pronóstico
y se centra en los factores neuropsicológicos que pueden verse afectados, aporta
información de gran utilidad para comprender mejor el TDAH.
Barkley enfoca el TDAH como un trastorno en el desarrollo de los procesos de
inhibición del comportamiento (el autocontrol). Este autor entiende por autocontrol o
autorregulación, la capacidad del individuo para, una vez iniciada una respuesta ante
un determinado estímulo (o situación), frenar
dicha respuesta, proteger su cerebro de distracciones mientras elabora una respuesta
más adecuaday sustituirla por la primera. Para poder realizar esto de forma eficaz,
Barkley afirma que la persona, durante esos momentos en los que se demora la
respuesta, debe poner en marcha una serie de funciones denominadas “funciones
ejecutivas”. Dichas funciones ejecutivas están alteradas en las personas con TDAH:
1) la memoria de trabajo verbal; 2) la memoria de trabajo no verbal; 3) el control de
la motivación, las emociones y el estado de alerta; 4) la función de reconstitución,
que permite a partir de conductas aprendidas diseñar acciones nuevas más eficaces.
Este trastorno alerta a los profesionales de la educación y a las familias no tanto por
la sintomatología básica inicial sino por el efecto de bola de nieve que se describe
durante el desarrollo.
Los síntomas básicos del TDAH afectan al niño tanto en aspectos cognitivos, sociales
como emocionales. Estos niños tienen dificultades para mantenerse quietos, para
autocontrolar sus emociones, para terminar tareas prolongadas y para no extraviar
libros o materiales. Son niños quemolestan frecuentemente a sus compañeros, que
interrumpen la clase con observaciones fuera de lugar, que llaman la atención de
forma infantil o se mantienen perdidos en sus pensamientos y faltos de estímulo. Su
rendimiento escolar es insatisfactorio (rinden menos de lo que deberían dado su
cociente intelectual) o insuficiente (suspenden) lo que produce un inevitable impacto
sobre su valía social. Son niños frecuentemente castigados y, en muchos casos,
aunque no en todos, rechazados o ignorados por el grupo de compañeros. La
asociación Déficit de Atención con Hiperactividad, fracaso escolar y/o problemas de
conducta es muy frecuente (Barkley, 1997 b;1999 a).
La forma en que los niños reaccionan al mayor número de frustraciones que supone
tener estos síntomas es diferente. Unos niños dedican un gran esfuerzo a mantener el
nivel escolar (preferentemente las niñas), estudian pero cometen errores simples en
los exámenes y, ante la percepción de falta de control sobre su rendimiento, pueden
acabar desarrollando síntomas de ansiedad o depresión. Otro grupo, mantiene
actitudes de evitación ante el esfuerzo por temor al fracaso por lo que frecuentemente
se les atribuye el papel de “vagos”. Los niños de este grupo pueden presumir, incluso,
de ser “inteligentes pero vagos” dado que, para ellos es mucho más importante poder
justificar su fracaso por la falta de estudio que intentar aprobar y no conseguirlo.
Eso les haría sentir “intelectualmente torpes”. Con frecuencia este grupo de niños,
con una autoestima muy baja, muchas veces encubierta en una máscara de apatía y
dejadez, suelen desarrollar una conducta oposicionista y problemática al llegar la
adolescencia.
El TDAH es un trastorno crónico que puede potenciarse o moderarse en función de la
educación recibida. Por lo general, los síntomas de hiperactividad se hacen menos
evidentes en la adolescencia manteniéndose los síntomas de falta de atención, la
impulsividad y la falta de organización hasta la edad adulta. El problema principal de
este trastorno no es únicamente la sintomatología básica sino el riesgo de derivar en
fracaso escolar, problemas de conducta y trastorno emocionales.
Los estudios de seguimiento de niños diagnosticados con este trastorno no parecen
muy alentadores
(Murphy y Barkley, 1996). Algunos jóvenes con TDAH evidencian mayor índice de
abuso de alcohol y otras drogas, riesgo en la conducción, accidentes de tráfico más
frecuentes y mayor número de suspensiones de licencia, muertes traumáticas,
embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, problemas de conducta
(entre el 25 y 45% desarrollan conducta antisocial y el
25% alcanza criterios de Transtornos de la personalidad antisocial), fracaso en
graduarse al finalizar los estudios, cambio de empleo y mayor número de
separaciones, divorcios o insatisfacción marital.
Los niños con este trastorno también tienen más posibilidades de desarrollar baja
autoestima, sentimiento de indefensión aprendida, sentimientos depresivos, ansiedad,
mayor intolerancia al estrés, dificultad para mantener relaciones, sensación de no
haber dado de sí todo su potencial, etc.
La comorbilidad entre TDHA y depresión en la edad adulta es muy elevada.
Ciertamente, el TDAH es más frecuente en los varones que en las niñas aunque la
proporción que se baraja en los distintos estudios es variable. Se ha llegado a hablar
de 9 varones con TDAH por cada niña con el mismo trastorno cuando se analizan
grupos de niños que acuden a clínicas o gabinetes psicopedagógicos. Sin embargo,
cuando los estudios parten de la población escolar general y no de una población en
tratamiento, la proporción se reduce a 4 chicos con TDAH por cada niña con el
mismo problema.
Es posible que en el origen de estas cifras esté, por una parte, en una mayor
predisposición biológica de los varones, pero también se deben tener en cuenta otras
posibilidades:
1) que exista una forma distinta de expresión clínica de ambos sexos, por ejemplo con
un predominio de síntomas de falta de atención en las chicas frente a los chicos.
2) mayor demanda de atención especializada para los varones debido a que su
sintomatología seamás llamativa y cause más problemas a los adultos tanto en casa
como en el colegio (Polaino Lorente, 1997; Orjales, 1988) Generalmente los niños y
niñas con TDA perciben que su trabajo es incompleto o de calidad inferior al de sus
compañeros y compañeras; por lo tanto, lo entienden como fracaso. Cuando esta
sensación se empieza a repetir, se refuerzan sus sentimientos de incompetencia y falta
de control para conseguir éxito, disminuyendo así sus expectativas de logro y por
tanto el esfuerzo y motivación dedicados a la tarea.
A pesar de que el TDAH afecta de forma crónica más que pasajera, muchos de los
afectados pueden alcanzar una adaptación plenamente normalizada si el trastorno no
se complica.
Nuestro objetivo al tratar a un niño con TDAH debe dirigirse a:
a) Optimizar su educación con el fin de amortiguar la expresión sintomatológica del
TDAH sea cual sea su grado de afectación
b) Evitar la aparición de efectos secundarios a los problemas que da la sintomatología
básica del TDAH como son: baja autoestima, baja tolerancia a la frustración,
sentimiento de indefensión, actitudes depresivas, ansiedad, etc.
c) Proporcionar a la persona con TDAH estrategias para conocerse mejor, aceptarse a
sí mismo, afrontar las dificultades y desarrollar estrategias de compensación.
d) Potenciar otras facultades.
e) Impedir que acumule falta de base académica.
1) Conozca bien las características específicas de su alumno (no sólo la existencia del
diagnóstico de TDAH).
2) Realice las adaptaciones físicas necesarias para facilitar su tarea (uso de agenda,
control de la pérdida de material, situación cerca de su mesa, duplicación de libros si
es necesario, utilización de pauta, mamparas que eviten la distracción, etc.)
3) Esté preparado para, dentro de sus posibilidades, realizar las adaptaciones
metodológicas necesarias que permitan al niño cumplir con las exigencias de
conducta del aula: situarlo más cerca para felicitarle cuando está trabajando bien (no
tanto para castigarle cuando no lo haga), supervisando su tarea más frecuentemente,
permitiendo que salga a hacer recados para que pueda tener algún respiro cuando la
exigencia de autocontrol es muy prolongada, realizar exámenes orales mientras se le
entrena en sesiones individuales a responder a preguntas de desarrollo, etc.
4) Aprenda a evitar situaciones en las que el niño es recurrentemente castigado. Por
ejemplo: reducir el tiempo de patio por actividades lúdicas bajo cierto control de un
adulto, darle permiso para que se levante antes de que lo haga por su cuenta, comer
con los profesores o de forma cercana a un cuidador o acordar que coma en casa,
permitirle que baje las escaleras al lado de un profesor, etc.
5) Sepa mantener el ánimo y comprender la necesidad de reconocimiento y la
dependencia emocional de su alumno.
6) Conceda un tiempo para apoyar al niño en sus intentos de organización personal:
informando a los padres para un mejor control de los deberes que tiene o de las fechas
de exámenes, permitiendo que el niño tenga un tiempo a la semana para que organice
su mesa y sus libros, reconociendo su esfuerzo, etc.
7) Favorezca la coordinación con el profesor de apoyo en el colegio o con los
profesionales que, de forma extraescolar, desarrollan programas cognitivo-
comportamentales específicos.
8) Proporcione a los padres la información necesaria sobre el efecto que la
medicación puede estar teniendo en el niño con el fin de que ésta llegue a
conocimiento del médico que lleva el control farmacológico.
El TDAH es un trastorno con un elevado riesgo de desarrollar problemas de
conducta, fracaso escolar, dificultades de adaptación personal y trastornos
emocionales. No obstante, con unadetección temprana, un diagnóstico correcto y la
implicación de los padres, los profesionales de lapsicología, la medicina y la
educación se puede conseguir amortiguar el efecto desestabilizador de la
sintomatología básica, desarrollando mecanismos de compensación y optimizando las
buenas capacidades hasta conseguir que el niño con TDAH alcance la edad adulta de
forma adaptada, competitiva y de forma emocionalmente sana
como verbal
2.1.14. Estudio realizado en escuela Gral. José Miguel Carrera de Los Andes sobre el
trastorno en alumnos de diferentes niveles.
1° básico 22 3 3
2° básico 25 5 4
3° básico 20 3 2
4° básico 17 2 2
5° básico 19 3 1
6° básico 25 0 0
7° básico 27 1 1
8° básico 32 0 0
TOTA L 187 17 13
Figura 2. Grafico de muestra con cantidad de alumno total de la escuela y aquellos
que presentan el síndrome.
35
30
25
Cantidad de alumnos por
20 curso
0
1 2 3 4 5 6 7 8
5
4,5
4
3,5
Cantidad de alumnos que
3 presentan deficít
2,5 atencional
2 Alumnos medicados
1,5
1
0,5
0
1 2 3 4 5 6 7 8
18
16
14
12
10
8
6
4
2 CONTESTA SI
0
CONTESTA NO
20
15
10
5
CONTESTA SI
0 CONTESTA NO
18
16
14
12
10
8
6
4
2 CONTESTA SI
0
CONTESTA NO
Figura 10. Encuesta de de ámbito de descontrol verbal.
18
16
14
12
10
8
6
4
2 CONTESTA SI
0
CONTESTA NO
18
16
14
12
10
8
6
4
2 CONTESTA SI
0
CONTESTA NO
18
16
14
12
10
8
6
4
2
0 CONTESTA SI
CONTESTA NO
14
12
10
8
6
4
2
0 CONTESTA SI
CONTESTA NO
2.1.15. Conclusión del estudio.
3.1. CONCLUCIÓN
BARKLEY, R. (1990b). "A critique of current diagnostic criteria for attention deficit
disorder : Clinical and research implications". Journal of Developmental and
Behavioral Pediatrics, 11, 343-352.
BARKLEY, R. (1999a). Defiant Teens a clinical manual for assessment and family
intervention. New York: GuilfordPress.
BARKLEY, R. (1999b), Niños hiperactivos. Cómo comprender y atender sus
necesidades especiales. Buenos Aires: Paidós.
BIEDERMAN, J.; FARAONE, S.; KEENAN, K.; BENJAMIN, J.; KRIFCHER, B.;
MOORE, C.; SPRINCH, S.; UGAGLIA, K.; JELLINEK, M.; STEINGARD, R.;
SPENCER.T.; NORMAN, D.; KOLODNY, R.; KRAUS, I.; PERRIN, J.; KELLER,
M. y TSUANG, M. (1992). "Further evidence for family-genetic risk factors in
attention deficit hyperactivity disorder (ADHD): Patterns of comorbidity in probands
and relatives in psychiatrically and pediatrically referred samples". Archives of
General Psychiatry, 49, 728 -738
3.3. LINKOGRAFIAS