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La conciencia del otro. Apuntes para el trabajo de la unidad 3.

Para el ejercicio de esta unidad se debe trabajar a partir del video que fue compartido
y este documento de trabajo para plantear las preguntas.
Krzysztof Wodiczko (1943 Warsaw, Poland lives NY) -Guests, 2009 .The Europe of
Strangers 53rd Venice Biennale. En: http://www.youtube.com/watch?v=UX1aj57VkKg
Y la siguiente lectura: Toledo Castellanos, Ricardo. (2010). Aceptar que la vida del otro
tiene sentido. Bogotá: Manuscrito difundido digitalmente.

Working elaborado por Ricardo Toledo Castellanos.

Tomando en cuenta cómo en la actualidad muchos discursos políticos pretenden


fundamentarse en la persecución o exterminio de un enemigo (Saddam Hussein, Osama Bin
Laden, Pablo Escobar, los carteles de narcotráfico, los guerrilleros), se hace central
identificar ciertos problemas que vienen con una concepción de la política como la estrategia
para acabar un enemigo. Como lo propone Jacques Derrida, la fórmula de lo político como
conformación de bloques de amigos y enemigos contiene una paradoja: la enemistad que
produce la comunidad de amigos en torno al odio al enemigo termina hiperpolitizando la vida
(presencia de enemigos en todas partes) y ampliando el grupo de enemigos hasta hacer
desaparecer los amigos, y entonces produce despolitización (ausencia total de amigos). Las
opciones políticas que conciben la guerra como una de sus prácticas posibles parecen
privilegiar al pesimismo, un pesimismo que Derrida reconoce en la presuposición que funda
el argumento de la teoría de lo político de Carl Schmitt: la posibilidad real de la distinción
entre amigo y enemigo.
La distinción política del enemigo presenta a éste como un agente desnaturalizado,
muy diferente del nosotros (amigos), que hay que aniquilar. La base de las relaciones
políticas entre bloques de amigos y enemigos alberga la posibilidad extrema de la guerra, la
máxima hostilidad, el litigio final. Derrida señala dos formas de litigio, ambas naturales, la
guerra exterior (enemigo externo) y la guerra civil (enemigo interno). En el caso de la guerra
civil el enemigo debería ser identificado y aislado para su posterior aniquilación. Como una
infección, el enemigo es un cuerpo extraño que causa enfermedad en el cuerpo (político)
propio, y la cura debería venir de su exterminio. Pero en política, y definitivamente en la
guerra interna, esta identificación no se consigue jamás, pues no puede haber pureza en la
distinción entre ‘stasis’ (estado, cuerpo de amigos políticos) y ‘polemos’ (agente externo,
enemigo político), distinción posible en el lenguaje pero no en la práctica. Schmitt ve (según
Derrida) en la posibilidad de dar muerte, de luchar con el enemigo, la base de la vida humana:
que ésta es un combate, que cada hombre es un combatiente. El ser para la muerte es
indisociable de un ser para el dar muerte o para la muerte en combate. La comunidad de
amigos sería el espacio de la ruptura con la determinación del ser para la muerte en el ser
para dar la muerte. La pulsión política, de modo antinatural propone una hostilidad sin afecto
(individual o privado), desapasionada. El amigo político sería aquel que mataría a mis
enemigos o el que moriría por mí por puro cumplimiento del deber.
Plantea Derrida que no hay forma alguna de adecuar el discurso de Schmidt a la
práctica política, el concepto de lo político de Schmitt es ideal, se trata de una descripción
que hace existir, en espectro, la cosa descrita, seguirlo significaría tomar partido por él, ser
amigo de la distinción y enemigo de la neutralidad. Dada su naturaleza espectral, en los
discursos y las noticias es imposible identificar con claridad asuntos como la guerra, la
política, la amistad, la enemistad, el odio o el amor, la hostilidad o la paz, entonces sólo nos
quedaría la posibilidad de hacer la identificación práctica, en la vida diaria, de quién es el
amigo y quién es el enemigo. Esta distinción la hace el estado (amigos o enemigos del
estado), por consiguiente la distinción privilegia la forma estatal: “el amigo o enemigo como
ciudadano” (141). Llevada la distinción a la guerra (real o posible) los conceptos de amigo y
enemigo se definen recíprocamente siguiendo tres vías lógicas:
1. La comunidad de amigos es una comunidad no natural, no hay amigo sin la
posibilidad del dar muerte. En la comunidad estamos ya muertos el uno para el otro.
2. El deber o la posibilidad de dar muerte al enemigo o de ser muerto por él, se
suspende, anula, invierte en la amistad. “La amistad consistiría en suspender esa estructura
de posibilidad”, es decir que la amistad no es lo que se opone a la enemistad sino lo que
suspende la oposición entre amigos y enemigos.
3. Lo que liga u opone a la pareja amigo-enemigo en la pulsión o la decisión de muerte
es lo político.
Fuera de aquí no es posible saber si se podría establecer otra forma de política que se
le opusiera, desde otras formas de sentir como la afirmación de la vida, la solidaridad, el
respeto o el amor. Si la posibilidad de la distinción real entre amigos (nosotros) y enemigos
(ellos, los otros) funda un discurso político, el discurso sobre la política (politológico) no es
más que el sustento de esa posibilidad. Los conceptos de lo polémico (polémica: litigio de
fuerzas hostiles) no se dan más que en uso polémico, esta es la paradoja del concepto de lo
político: su concepto está fundado en una presuposición polémica, esta es lo polémico
(bloques de amigos y enemigos). Decir quién es el enemigo es una decisión política. El
enemigo es la presencia presupuesta de esa forma de entender la política, la guerra al enemigo
es la situación presupuesta, y a su vez estas dos presuposiciones fundan lo político, es decir
fundan la comunidad de amigos. Entonces tenemos una forma de amistad se funda en la
enemistad (somos amigos en nuestro odio al enemigo).
Pero la hostilidad política es teórica, si odiamos al enemigo en lo político pero no en
la vida privada, y la decisión es ante todo estratégica, entonces en el fondo la pretensión de
neutralidad, según Derrida, es contradictoria: El odio neutral es políticamente inencontrable.
La hostilidad sin afecto aspira a una neutralidad de carácter teórico, ya que no ocurre en la
realidad, la posibilidad es estratégica, oscila entre amar al enemigo en la vida privada pero
odiarlo en lo político.
Si bien la posibilidad (matar al enemigo) es real como posibilidad excepcional, como
prueba decisiva, esta se hace patente mediante la decisión, pero en la decisión que crea al
enemigo (que hay que matar) se crea también al amigo (quien matará con nosotros al
enemigo). Sin el enemigo no tendría sentido el amigo, la neutralidad sería para Schmitt el fin
de lo político. La hostilidad al enemigo es la tensión que construye la sociedad política, pero
entonces, la ausencia de esa tensión produciría la separación de la comunidad de amigos,
haría a muchos de ellos enemigos (si demuestras amistad a mi enemigo te conviertes en mi
enemigo, si no estás completamente de acuerdo conmigo eres el enemigo). Entonces la
despolitización (desaparición de los enemigos) sería en verdad una hiperpolitización
(desaparición de los amigos).
Ejemplos de “hiperpolitización”: 1. Imagen de prisioneros iraquíes de la incursión estadounidense en el golfo
pérsico; 2. Familiar de desaparecido en San José de Apartadó, 2010; 3. madre de un joven de 26 años con retraso mental,
presentado como “falso positivo” en Soacha.

El acontecimiento esperado, antes que la guerra, es la configuración de los bloques


amigos-enemigos. En el seno de la concepción de Schmidt (y los sistemas fundamentados en
éste), la guerra -posible, real, presente- tiene un sentido: ningún lazo político ni social tiene
sentido sin ella. Pero las guerras se desarrollan hoy de manera particularmente inhumana,
dice Derrida, desacreditan al enemigo en el plano moral para hacer de él un monstruo que
debe ser aniquilado, excediendo lo político. Odiamos al enemigo en la política y en la vida,
pero no sabemos con claridad cómo reconocerlo, por lo tanto creemos verlo en toda parte
(actitudes, rostros, discursos sospechosos) y de esta manera la praxis deniega otra vez al
discurso. El odio hiperbólico a un enemigo espectral, su hiperpolitización, significa la
despolitización de la praxis, entonces no queda política sino guerra.

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Ejemplos de expresiones que desacreditan en el plano moral y personal a quienes son considerados enemigos de
un régimen: 1. Cartel nazi en contra del jazz y otras expresiones de la “cultura negra”; 2. Cartel nazi promoviendo imágenes
grotescas de la comunidad judía; 3. Cartel de propaganda anti-Bolchevique con la imagen de León Trotsky, de la época de
la guerra civil rusa ,1919. 4. Cartel promovido por la corporación Microsoft, en contra de uso de software libre.
Por otra parte, una obra de arte como The Europe of Strangers del artista, polaco
radicado en Estados Unidos, Krzysztof Wodiczko (1943 Varsovia, Polonia), presentada para
la versión 53 de la Bienal de arte de Venecia, invitaba al público visitante del evento a
contemplar inmigrantes ilegales (provenientes en su gran mayoría de países del tercer
mundo), realizando labores aborrecidas por los ciudadanos europeos (limpiar el piso o las
ventanas, realizar espectáculos de cabaret, etc.), sin poder identificar sus rasgos precisos. La
obra suscitaba la aparición de la humanidad de aquellos considerados parias o excluidos de
los derechos plenos, de manera micropolítica, en las acciones y decisiones sencillas y
cotidianas, por eso mismo percibibles y comprensibles vitalmente. Esto sugiere una segunda
concepción de lo político, en la que se propone, desde el arte, trazar los límites del desacuerdo
político, para que no deniegue el sentido de la vida de ese otro. Así, la circulación y
exhibición públicas de productos artísticos puede contribuir a la consolidación y difusión de
las experiencias significativas más diversas de formas sociales y culturales. Comprendiendo
su vida como fuente de experiencias significantes, se construye la amistad vital, aún con
personas muy distintas a nosotros, aún con nuestros contradictores. Y en un momento dado,
la amistad cívica, la aceptación del otro como una vida válida, que toma algunas decisiones,
como nosotros, desacordes con los intereses de otros, y no como un agente del mal o una
bestia que hay que aniquilar, nos debería conducir a la comprensión de que, en política, el
enemigo, contra el que hay que luchar con todas las fuerzas disponibles, es la guerra misma.

Fuentes adicionales de consulta: Derrida, Jacques. (1998). Políticas de la amistad.


Madrid: Trotta. Cap. 5 (De la hostilidad absoluta, p.p. 131-157)

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