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El viaje para comprender la motivación y la emoción comienza

con la eterna pregunta: ¿cuál es la causa de la


conducta? Esta pregunta general invita a plantear dudas
más específicas que constituyen los problemas esenciales
que deben resolverse en el estudio de la motivación: ¿Qué
da inicio a la conducta? ¿Cómo se sostiene la conducta a lo
largo del tiempo? ¿Por qué el comportamiento se dirige a
ciertos fines, pero se aleja de otros? ¿Por qué el comportamiento
cambia de dirección? ¿Por qué se detiene? ¿Cuáles
son las fuerzas que determinan la intensidad de la conducta?
¿Por qué una persona se comporta de un modo en
una situación particular y en un momento específico, pero
se comporta de manera diferente en otra ocasión? ¿Cuáles
son las diferencias motivacionales entre individuos y cómo
surgen esas diferencias?
El objeto de estudio de la motivación se ocupa de
aquellos procesos que dan energía y dirección al comportamiento.
Los cuatro procesos capaces de dar su
fuerza y propósito —energía y dirección— a la conducta
son las necesidades, cogniciones, emociones y acontecimientos
externos. Las necesidades son condiciones dentro
del individuo que son esenciales y necesarias para
conservar la vida y para el crecimiento y bienestar. Las
cogniciones son sucesos mentales, como creencias, expectativas
y autoconcepto, que representan los modos
de pensar. Las emociones son fenómenos subjetivos,
fisiológicos, funcionales y expresivos de corta duración
que organizan los sentimientos, fisiología, propósito y
expresión de una respuesta consistente ante una condición
ambiental, como una amenaza. Los acontecimientos
externos son incentivos ambientales que energizan y
dirigen la conducta hacia acontecimientos que señalan a
consecuencias positivas y que la alejan de aquellos que
indican consecuencias aversivas.
Tanto en su presencia como en su intensidad, la motivación
se puede expresar de cuatro maneras: comportamiento, involucramiento, activaciones y
fisiología del
cerebro y autoinforme. Los ocho aspectos de la conducta
motivada incluyen atención, esfuerzo, latencia, persistencia,
elección, probabilidad de respuesta, expresiones faciales
y ademanes corporales. El involucramiento incluye
no sólo la conducta, sino también los aspectos emocional,
cognitivo y de voz, de participar en una actividad. Los estados
cerebral y psicofisiológico expresan la actividad de
los sistemas nervioso central y hormonal, y proporcionan
datos adicionales para inferir las bases biológicas de la
motivación y emoción. Las medidas de autoinforme evalúan
los estados motivacionales a través de entrevistas o
cuestionarios. Estas cuatro expresiones pueden ser útiles
para inferir la motivación, pero los investigadores dependen
en mayor grado de las medidas conductuales, de involucramiento
y fisiológicas, y sólo hasta cierto grado en las
medidas de autoinforme.
En el estudio de la motivación se pueden encontrar
ocho temas. Éstos son: 1) la motivación beneficia a la
adaptación, 2) los motivos dirigen la atención y preparan
la acción, 3) los motivos varían a través del tiempo e influyen
en el flujo continuo del comportamiento, 4) existen
tipos de motivaciones, 5) la motivación incluye tanto las
tendencias de aproximación como las de evitación, 6) el
estudio de la motivación revela lo que la gente quiere, 7)
para prosperar, la motivación necesita condiciones de apoyo,
8) no existe nada más práctico que una buena teoría.
Estos
principi����������������������������������
��������os son importantes porque dan una perspectiva
general de las diversas suposiciones, hipótesis, perspectivas,
teorías, hallazgos y aplicaciones que unifican el
estudio de la motivación dentro de un campo de estudio
consistente, interesante y práctico. En la figura 1.5 se presenta
una estructura general para comprender el fenómeno
de la motivación en los siguientes capítulos.

Una perspectiva histórica del estudio de la motivación


permite que el lector considere cómo es que llegó a ser
preponderante el concepto de la motivación, la forma en
que cambió y se desarrolla, la manera en que sus ideas se
vieron desafiadas y reemplazadas y, por último, la manera
en que el campo resurgió y unió a diversas disciplinas
dentro de la psicología (Bolles, 1975). Los conceptos motivacionales
tienen orígenes filosóficos. Desde los antiguos
griegos hasta el Renacimiento europeo, la motivación se
comprendió dentro de los dos temas de aquello que es racional,
inmaterial y activo (es decir, la voluntad) y aquello
que es impulsivo, biológico y reactivo (es decir, los deseos
corporales). El estudio filosófico de la voluntad resultó ser
un callejón sin salida que explicaba muy poco acerca de la
motivación, ya que, en realidad, originaba más preguntas
de las que respondía.
A fin de explicar la motivación, el nuevo campo de la
psicología se dedicó a un análisis más fisiológico de la
misma, centrándose en el concepto mecanicista de herencia
genética del instinto. La atracción de la doctrina
del instinto era su capacidad de explicar conductas innatas
que tenían energía y propósito (es decir, impulsos
biológicos dirigidos a metas). El estudio fisiológico del
instinto también resultó ser otro punto muerto, al menos en términos de su capacidad para fungir como gran teoría
de la motivación. La tercera gran teoría de la motivación
fue la pulsión. En la teoría de la pulsión, la conducta se
veía motivada hasta que se satisficieran las necesidades
del organismo y restaurara una homeostasis biológica. Al
igual que la voluntad y el instinto, la pulsión parecía muy
prometedora, en especial porque podía hacer algo que
ninguna teoría motivacional había podido hacer antes;
a saber, predecir la motivación antes de que ocurriera a
partir de las condiciones antecedentes (p. ej., horas de
privación). En consecuencia, la teoría disfrutó de amplia
aceptación, en especial en la forma en que se manifestó
en las teorías de Freud y Hull. Al final de cuentas, también
la pulsión resultó ser demasiado limitada en su alcance
y, con su rechazo, sobrevino la desilusión del campo con
las grandes teorías en general, aun cuando surgieron, con
cierto éxito, varios otros principios motivacionales significativos,
incluyendo el incentivo y la activación.
A la larga, se volvió patente que si había de hacerse algún
progreso en la comprensión de la motivación, el campo
tenía que salir de los límites de sus grandes teorías
para adoptar las menos ambiciosas, pero más prometedoras,
las miniteorías. Hay tres tendencias históricas que
explican esta transición. Primero, el estudio de la motivación
rechazó su compromiso con una naturaleza humana
pasiva y asumió una perspectiva más activa acerca de los
seres humanos. Segundo, la motivación se volvió decididamente
cognitiva y un tanto cuanto humanista. Tercero,
el campo se centró en problemas aplicados socialmente
relevantes. El cambio de enfoque del campo hacia las
miniteorías fue parcialmente un desastre y parcialmente
buena fortuna. En cuanto al desastre, la motivación perdió
su cómodo estatus como disciplina emblemática de
la psicología y rápidamente descendió a un estatus de
segunda. En reacción a esto, los investigadores de la motivación
se dispersaron virtualmente hacia todas las demás
áreas de la psicología (p. ej., social, del desarrollo, clínica)
y formaron alianzas con otros campos a fin de compartir
ideas, constructos, metodologías y perspectivas. Esto
resultó ser de enorme buena fortuna para la motivación
porque la dispersión del campo hacia un amplio rango
de otras áreas de estudio resultó ser terreno fértil para
el desarrollo de un sinnúmero de teorías breves y esclarecedoras.
El tema a lo largo del presente capítulo es que el
estudio de la motivación ha pasado por un proceso constante
de desarrollo. En retrospectiva, el estudio de la
motivación progresó de conceptuaciones relativamente
simplistas de la motivación a un cúmulo creciente de
discernimientos sofisticados y empíricamente sustentables
acerca de las fuerzas que energizan y dirigen el
comportamiento. Con la llegada del nuevo milenio, las
grandes teorías han llegado a su fin y ha surgido un nuevo
paradigma. El estudio de la motivación en el siglo xxi
está poblado de múltiples perspectivas y voces (véase
la figura 2.2), todas las cuales contribuyen con piezas
distintas al rompecabezas que es el estudio de la motivación
y la emoción. Este cambio ha abierto las compuertas
intelectuales para la llegada de las miniteorías de la
motivación y un nuevo paradigma en el que la conducta
se energiza y dirige por una multitud de influencias interrelacionadas
más que por una única gran causa.

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