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a) La preclusión

La declaración de rebeldía determina la preclusión de la etapa de contestación de la demanda, así


como de los actos procesales por los cuales se citó a las partes para que expresen su punto de vista
o para que designen apoderado o abogado. Ello no implica que el rebelde no pueda incorporarse al
proceso. Lo podrá hacer en cualquier momento, pero sujetándose al estado en que se encuentra,
sin que sea posible retrotraerlo a etapas anteriores (art. 462 del CPC). Los efectos producidos con
anterioridad a la comparecencia del rebelde son irreversibles; debe aceptar el proceso in statu et
terminis(19).

b) Limitación de las notificaciones

La declaración de rebeldía ocasiona una severa limitación de las notificaciones de los actos
procesales. El art. 459 del CPC limita las notificaciones al rebelde, indicando que solo se notificará
por cédula la resolución de declaración de rebeldía, la que declara saneado el proceso, las que citen
a audiencia, la citación para sentencia, la sentencia misma y la que requiera su cumplimiento. Las
demás notificaciones se tendrán por efectuadas el mismo día en que se notifica a la otra parte.

La notificación es por cédula, es decir, personal. Si no fuere posible, se efectuará la notificación por
edicto. Evidentemente, es una situación excepcional provocada por la rebeldía por la cual se fija un
régimen de notificaciones distinto a una situación normal.

c) Medidas cautelares

Para la procedencia de una medida cautelar, deberá acreditarse la verosimilitud de la pretensión,


esto es, el fumus bonis juris. Es decir, que la pretensión tenga visos de verdad, que tenga
probabilidad de verdad. Es evidente que ello se logra sobre la base de los medios probatorios que
se anexan a la demanda. Dicha verosimilitud puede vislumbrarse al declararse rebelde a la parte, y
adquirir presunción relativa de verdad los hechos expuestos o los documentos presentados con la
demanda o con la reconvención. Sin embargo, la sola declaración de rebeldía no obliga al juzgador
a conceder una medida cautelar, ya que la verosimilitud que –en este caso– se configura por la
presunción de verdad, no es el único requisito para la procedencia de la medida cautelar. El juez
tendrá que examinar el peligro en la demora –periculum in mora– y la contracautela para conceder
la medida cautelar.

De otro lado, si bien la declaración de rebeldía puede ocasionar el juzgamiento anticipado del
proceso, con base en la presunción relativa de verdad, en cuyo caso, la verosimilitud es un requisito
que se cumple para la concesión de una medida cautelar, puede ocurrir –también– que la demanda
no produzca convicción de verdad, es decir, que el requisito de verosimilitud no se cumpla, en cuyo
caso no debe concederse medida cautelar alguna. Significa ello que la declaración de rebeldía no
trae, necesariamente, como consecuencia que se tenga que conceder alguna medida cautelar que
solicite la otra parte.

Por ello el legislador utiliza la expresión “pueden concederse medidas cautelares”, constituyendo una
facultad del juzgador discernir respecto de la procedencia de la medida que asegure el resultado del
proceso, tanto si lo solicita el demandante, como el demandado que ha interpuesto reconvención.
Pero, es indudable que la verosimilitud no será un obstáculo para la procedencia, porque esta se
acredita con la declaración de rebeldía y la presunción relativa de verdad que le produce al
Juzgador.

¿En qué momento la parte no rebelde puede solicitar la medida cautelar? El art. 463 del CPC señala:
“Declarada la rebeldía pueden concederse medidas cautelares (…)”. Ello implica que la rebeldía
debe ser declarada por el juez a través de una resolución, sin que sea necesario que esta quede
consentida para poder aceptar alguna medida cautelar solicitada(20).

Alsina considera que las medidas cautelares proceden por la sola declaración de rebeldía,
atendiendo al efecto que produce la presunción de legitimidad del derecho que se reclama. Agrega,
además, lo que podría ser una interpretación de nuestro artículo 463 del CPC, que no tendría sentido
dicha norma específica para los casos de rebeldía, si es que se van a exigir los requisitos generales
para la concesión de medidas cautelares. Siguiendo el razonamiento de Alsina, también podríamos
preguntarnos para qué el artículo 463 del CPC, si no se va a establecer ninguna diferencia con los
requisitos generales que son necesarios para la procedencia de las medidas cautelares(21).

Reimundin tiene similar posición respecto de la concesión de medidas cautelares como efecto de la
declaración de rebeldía, indicando lo siguiente: “La circunstancia que nuestra ley autorice el embargo
de los bienes del rebelde, por el solo hecho de la declaración de rebeldía, no debe entenderse que
se establece una medida coercitiva contra el contumaz, para inducirlo a comparecer en juicio, sino
que ha de verse en ella una providencia meramente cautelar, ya que las distintas formas de coacción
para comparecer han sido abandonadas en los sistemas modernos. El embargo preventivo en bienes
del contumaz, tiene hoy otra significación”(22).

El razonamiento, debemos reconocer, es contundente; sin embargo, partimos de la noción que la


presunción de legitimidad del derecho que se reclama, es iuris tantum y que, por otro lado, no exime
del onus probandi al demandante. Por ello, la presunción relativa de verdad, es decir, si produce
convicción de verdad la pretensión que reclama el demandante (verosimilitud), el juez podrá juzgar
anticipadamente el proceso, declarando fundada la demanda, con mayor razón podrá conceder las
medidas cautelares que solicite la parte no rebelde para asegurar el resultado del proceso.

Sin embargo, no es esta la única posibilidad. Puede ocurrir que la demanda no provoque convicción
de verdad en el juez, en cuyo caso, no juzgará anticipadamente el proceso, debiendo continuar con
las siguientes etapas que corresponde a todo proceso normal. En este supuesto, consideramos que
no procedería la concesión de medida cautelar alguna, pese a que se ha declarado rebelde a una
de las partes (generalmente el demandado). Palacio, considera que por la sola declaración de
rebeldía el juez no está obligado a conceder medidas cautelares, pudiendo negarlas cuando las
circunstancias del caso que surjan del proceso demuestren su manifiesta improcedencia(23).

Admitir la posibilidad de que se concedan medidas cautelares por la sola declaración de rebeldía,
aun cuando no provoque convicción de verdad la demanda en el juzgador es –de alguna manera–
sancionar, castigar, al rebelde. Vergue pese a considerar que se trata de medidas cautelares, sin
embargo, dice que “son bastantes los elementos que hacen pensar en una pena, castigo o estímulo
al demandado rebelde(...)”(24). Hemos señalado que contestar la demanda es una carga procesal,
no una obligación, por lo que no cabe pensar en una sanción, en un castigo, tampoco en “estímulo”
para que el demandado conteste la demanda. Siendo una carga, le producirá al rebelde una situación
desfavorable procesalmente, ante la eventualidad del juzgamiento anticipado, que tampoco es una
consecuencia inevitable de la declaración de rebeldía. El juzgamiento anticipado solo ocurrirá si la
demanda provoca convicción de verdad en el juzgador, caso contrario el proceso deberá continuar
con los demás actos procesales.
En consecuencia, si la mera declaración de rebeldía no provocará inevitablemente el juzgamiento
anticipado del proceso, no encontramos razonable que sí proceda para la concesión de medidas
cautelares sin que se cumplan con los requisitos que se exigen en general para conceder dichas
medidas(25).

En lo que sí podemos concordar es que el requisito del peligro en la demora no solo brote del examen
de la pretensión, sino de la conducta procesal de hacer caso omiso a la citación y emplazamiento
por parte del órgano jurisdiccional. Además, el requisito de la contracautela deberá ser una exigencia
mínima, atendiendo a la verosimilitud de la pretensión.

d) Posibilidad de juzgamiento anticipado del proceso

Una de las consecuencias de la rebeldía es la posibilidad del juzgamiento anticipado de la causa,


sobre la base de la presunción relativa de verdad que le produce al juez la demanda y los medios
probatorios presentados por el demandante. Quizás, este es el efecto más grave que podría
perjudicar al demandado, por no haber contestado la demanda, colocándose en la situación de
rebelde.

Se trata de una presunción iuris tantum, por lo que ello no exime al demandante del onus
probandi, ni invierte la carga de la prueba. La sola incomparencia del demandado y la no
contestación de la demanda no son suficientes para legitimar las pretensiones del actor. Por ello,
se señala que se trata de presunción relativa de verdad. En otras palabras, solo si le produce
convicción de verdad la demanda y los medios probatorios respectivos, el juez juzgará
anticipadamente el proceso, amparando la pretensión del demandante, previa resolución que
declara saneado el proceso.

A contrario sensu, si la demanda y los medios probatorios no le producen convicción de verdad al


juez, deberá continuar con el proceso, convocando a las audiencias correspondientes.

La interrogante que se ha formulado para establecer los efectos de la rebeldía del demandado, es
si su incomparecencia se debe interpretar como una confesión de su sinrazón y, por lo tanto, el
juez debe amparar la demanda en todos sus efectos, o por el contrario, el juez no puede amparar
la demanda en contra del rebelde, si es que el demandante no demuestra la verosimilitud de su
pretensión.

La primera opción obedece a posiciones antiguas, inspirados en el aforismo contra contumaces


omnia jura clamat. Sin embargo, legislaciones más modernas optan por la segunda opción, entre
los cuales se encuentra nuestro Código Procesal Civil. La presunción relativa de verdad a que se
refiere el artículo del citado cuerpo de leyes, no obliga al juez a juzgar anticipadamente el proceso,
si es que la demanda no le provoca convicción de verdad(26).

Alvarado Velloso, se muestra partidario de la segunda opción, señalando lo siguiente: “(...)El


guardar silencio cuando el juez coloca al demandado en la carga de contestar (fase de negación),
es obvio que debe producir algún efecto contrario al interés de este porque, caso contrario, el
proceso sería absolutamente inútil como medio de debate.
Los códigos más modernos legislan que, en tal supuesto, el demandado acepta implícitamente la
existencia y exactitud de los hechos afirmados por el actor, a consecuencia de lo cual este queda
automáticamente relevado de confirmarlos. En otras palabras: el silencio genera una presunción
establecida por la ley, que siempre es de carácter relativo y, por ende, admite prueba en contrario
por parte del demandado. Otras legislaciones, en cambio, consagran efectos menores: dan al
silencio el simple valor de un indicio en contra del demandado”(27).

Concordamos con lo expresado por el procesalista argentino en que la declaración de rebeldía del
demandado puede producir efectos contrarios a su interés y que la presunción tiene carácter
relativo. Nuestra discrepancia es que esta relatividad de la presunción solo pueda ser desvanecida
por el demandado y la verdad es que no entendemos cómo lo hará, si no ha comparecido al
proceso y esa es la razón por la cual se ha declarado rebelde. Lo cierto es que esa relatividad de la
presunción implica que la sola declaración de rebeldía no obliga al juez a amparar la demanda, si
es que esta no acredita los fundamentos de su pretensión o, en todo caso, si no le provoca
convicción de verdad (verosimilitud).

e) Convocatoria a audiencia de saneamiento

Así como hemos indicado que uno de los posibles efectos de la rebeldía es el juzgamiento
anticipado del proceso, siempre que produzcan convicción de verdad en el juez la demanda y los
medios probatorios presentados por el demandante, la otra posibilidad es que no ocurra lo
señalado anteriormente, esto es, que no produzca convicción de verdad la demanda al juez, en
cuyo caso, este deberá convocar a la audiencia de saneamiento.

Al haber precluido la etapa de contestación de la demanda, con la declaración de rebeldía, deberá


convocarse a la audiencia de saneamiento.

f) Costas y costos

Serán de cargo del rebelde las costas y costos causadas por la rebeldía. No se trata que asuma
todas las costas y costos, sino únicamente las originadas con la rebeldía.
VII. COMPARECENCIA DEL DEMANDADO REBELDE

a) Antes de la sentencia definitiva

En principio, el litigante rebelde puede incorporarse al proceso como parte en cualquier estado del
mismo, sujetándose al estado en que se encuentre. No es posible retroceder respecto de los actos
procesales ya precluidos. Es indudable que esta disposición es aplicable para el rebelde voluntario,
es decir, aquel que habiendo sido emplazado correctamente, habiendo tomado conocimiento de la
existencia de la demanda en su contra, no comparece ni contesta la demanda. El demandado
rebelde puede ejercer los derechos que le corresponden a partir de su apersonamiento al proceso.

¿Podrá ofrecer medios probatorios, siendo que nuestro ordenamiento procesal señala que el
momento para el demandado es al contestar la demanda? Los medios probatorios que requieran
de actuación, indudablemente, no podrían ser tomados en consideración, pero los otros medios
probatorios que no requieren de actuación, y si a criterio del juzgador son determinantes para
decidir la causa, deben ser tomados en consideración, máxime si el juez está facultado para llevar
adelante pruebas de oficio. La Sala de Procesos Sumarísimos de la Corte Superior de Lima, con
fecha 25 de marzo de 1999, en el Expediente Nº 20785-98, señaló lo siguiente: “(…) Que, si bien
mediante resolución de fecha 30 de noviembre de 1998 obrante a fojas diecisiete se decretó la
rebeldía de la demandada, también es verdad que nuestro ordenamiento procesal no prohíbe
valorar los medios probatorios presentados por el rebelde, más aún si con su apreciación se puede
llegar a solucionar el conflicto de intereses a que se hace referencia en el artículo tercero del Título
Preliminar del Código Procesal Civil (…)”(28).

El artículo 462 del CPC que regula el tema, no hace ningún distingo entre el rebelde voluntario del
involuntario, con gran perjuicio para este. Sin embargo, es evidente que el rebelde involuntario, es
decir, aquel que ha derivado a esa situación, pero por causas ajenas a él, ya que no ha sido
debidamente notificado con la existencia de la demanda, colocándosele en una situación de
indefensión, debe tener un tratamiento específico, a efectos de que se le restituyan sus derechos
íntegramente (restitutio in integrum)(29).

De encontrarnos frente a un rebelde involuntario, el incidente de nulidad de lo actuado hasta el


estado de notificársele correctamente con la demanda, a efectos de que pueda hacer valer su
derecho legítimo de defensa, debería ser atendido, aún encontrándose en la Corte Suprema vía
casación. De comprobarse la irregularidad en el emplazamiento al demandado, el juez, los vocales
superiores o supremos, según sea el caso, deberán declarar la nulidad de todo lo actuado,
reponiéndose la causa al estado de notificársele correctamente, al demandado, la demanda(30).

b) Después de la sentencia definitiva

El litigante rebelde puede apersonarse al proceso aun cuando este se encuentre en la fase de
ejecución. Indudablemente, la regla de que asume el proceso en el estado que se encuentre es
aplicable también para estas situaciones, sin que sea posible retrotraer el proceso a los actos ya
precluidos. Si se trata de un rebelde voluntario, la sentencia definitiva y firme no puede ser
destruida(31).

El tema discutible se presenta cuando estamos frente a un rebelde involuntario. ¿Podrá declararse
la nulidad de lo actuado, estando el proceso en ejecución de sentencia?, ¿habiendo pasado por
todas las instancias? Nuestro punto de vista es que si se demuestra que el demandado ha sido
colocado en una situación de indefensión, porque no ha sido debidamente notificado, deberá
generarse un incidente de nulidad, a efectos de que el juez atienda dicho pedido, por constituir una
violación flagrante al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva. Debe tenerse presente el
principio de que nadie puede sufrir las consecuencias de un proceso en el que no ha tenido la
oportunidad de ejercer su legítimo derecho de defensa. De no ser amparada esta justa petición, el
perjudicado tendría que interponer un proceso de amparo contra la sentencia definitiva, alegando
violación del debido proceso, por haberse seguido con el demandado en situación de indefensión,
se trataría de un claro proceso irregular.

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