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Ponencia presentada en el
Seminario “Desafíos y Oportunidades para las Relaciones
Iberoamericanas”
(Lisboa, Portugal, 15 de octubre de 2007)
Ernesto Ottone
Secretario Ejecutivo Adjunto, CEPAL
Si se mira a América Latina desde la segunda mitad del siglo 20, podemos
observar que –sin lugar a dudas-, ha tenido avances muy notables en su
desarrollo. Podemos decir que vemos un vaso medio lleno si consideramos los
indicadores más clásicos, por ejemplo:
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Caribe expresado en dólares de igual poder adquisitivo es 70% mayor que el
promedio de los países en desarrollo, y se considera como región de ingreso
intermedio en el contexto mundial.
A veces se dice que América Latina crece pero reparte mal sus
beneficios, la verdad es más grave: crece poco y reparte mal sus beneficios.
Entre 1980 y 2003 el PIB per cápita se mantuvo estancado en un 2,2%.
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Pese a la mala distribución del ingreso, la buena noticia la encontramos
en los últimos 2 a 3 años, en que algunos países, tal como lo revela el
Panorama Social de América Latina del 2005 de la CEPAL, han logrado revertir
la endémica tendencia a la concentración del ingreso. Tal publicación muestra
que la distribución del ingreso tendió a mejorar al comparar la situación entre
1998-99 y 2003-2005: se ha observado una reducción de la distancia entre los
grupos más pobres y los más ricos, medida en el porcentaje del PIB que cada
uno capta.
Nunca debemos olvidar que América Latina tiene una historia muy lábil en
materia democrática, basta señalar que en 1930 la región contaba con sólo 5
gobiernos democráticos; en 1948 con 7; y en 1976 con apenas 3 (PNUD 1994).
Los profundos avances en este terreno en las últimas décadas, en las que
prácticamente en América Latina el conjunto de los países con mayor o menor
solidez han adoptado el sistema democrático, constituyen un patrimonio a la vez
precioso y precario.
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negación del antiguo negador y que la aspiración de justicia social no termine
cercenando las libertades y jibarizando la democracia.
Para ello debemos sacudirnos del “pensamiento de la queja” del que nos
hablaba el pensador argentino José Aricó, aquél que considera que América
Latina no puede ser porque alguien nos condena a no ser y decidirnos a asumir
nuestras posibilidades.