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3 Eucaristía Fuente de Virtudes cristianas


Cursos en línea / Liturgia

Por: P. Antonio Rivero | Fuente: Catholic.net

Eucaristía y humildad
“Conviene que Él crezca y yo mengüe”

¿Qué es la humildad?

La humildad es la virtud que modera el apetito que tenemos de la propia excelencia, del propio valer. Es una virtud que nos lleva a
reconocer la grandeza de Dios y, al mismo tiempo, al conocimiento exacto de nosotros mismos, procurando para nosotros la oscuridad y
el justo aprecio por amor a Cristo.

Es una virtud que no conocieron los paganos griegos o romanos. Ellos buscaban siempre la excelencia en todo, y para ello usaban de
todas las tretas, sean lícitas y buenas, o no tan buenas. No sabían reconocer sus límites ni sus defectos. Es más, buscaban inmortalizar
su gloria y su honor, que buscaban con frenesí. Para ellos, la humildad era un defecto, una debilidad.

La humildad la trajo Jesús del cielo, pues no se encontraba entre los mortales. Y la trajo, encarnándola Él mismo en su ser. Él es la
Humildad misma.

Para nosotros, ¿qué es la humildad?

La humildad es una virtud que sabe reconocer lo bueno que hay en nosotros, para agradecer a Dios de quien viene todo lo bueno que
somos y tenemos, sin apropiarnos nada. Sabe reconocer los propios límites y defectos, no para desanimarse, sino para superarlos con
la ayuda de Dios.

Por ejemplo, ¿qué dirían ustedes de aquél que alaba un cuadro? ¿a quién debería alabar: al cuadro o al pintor de ese cuadro? “No
niegues tus cualidades ni los éxitos que logres. El Señor se sirve de ti, lo mismo que el artista utiliza un pincel barato” .

La humildad es una virtud que sabe abajarse para servir a los demás, a quienes aprecia e incluso considera mejor que él mismo. Es
más, se alegra que los demás sean más amados, preferidos, consultados, alabados que él.

¿Qué relación hay entre eucaristía y humildad?

La eucaristía es el sacramento del abajamiento, del ocultamiento. Más no podía bajar Dios. Él, que podría manifestarse en el esplendor
de su gloria divina, se hace presente del modo más humilde. Se pone al servicio de la humanidad, siendo Él el Señor.

No se consideró más que los demás, no vino a despreciar a nadie, no vino a hacer sombra a nadie, no vino a desplazar a nadie, no vino
a considerarse el mejor, el más santo, el más perfecto.

Se hace el más humilde de todos. El pan es la comida del humilde y del pobre. Es un pan que se da, se parte, se comparte, se reparte.
¡Cuántos gestos de amor humilde!

Jesús Eucaristía está aquí escondido, aún más que en el pesebre, aún más que en el calvario. En el pesebre y en la cruz se escondía
solo la divinidad, aquí en la eucaristía también esconde la humanidad. Y sin embargo, desde el fondo del Tabernáculo es la causa
primera y principal de todo el bien que se hace en el mundo. Él inspira, conforta, consuela a los misioneros, a los mártires, a las
vírgenes. Él quiere estar escondido y hacer el bien a escondidas, en silencio, sin llamar la atención.

¿Y cuántas afrentas e insultos, profanaciones, distracciones, soledad, desatenciones, no recibe este Sacramento del amor? Y en vez de
quejarse, protestar, cerrar su Sagrario, dice “Venid a Mí . . . todos”.

¡Cuántas veces vamos a comulgar no con las debidas disposiciones, ni con el fervor que deberíamos, ni con la atención suficiente! Y no
sé cuántos de los que comulgan en la mano la tienen limpia, aseada, y hacen de su mano realmente un verdadero trono decente y puro
para recibir al Señor. ¡Hasta ahí se rebaja! Podemos hacer con Él lo que queramos. No se resiste, no se altera, no echa en cara. Todo lo
aguanta, lo tolera.

¿Cuál es el compromiso que adquirimos al comulgar, al acercarnos y vivir la eucaristía? Ser humildes. Quien comulga a Cristo Eucaristía
se hace fuerte para vivir esta virtud difícil y recia, la humildad.

La humildad es la llave que nos abre los tesoros de la gracia. “A los humildes Dios da su gracia”. A los soberbios Dios los resiste, pues
éstos buscan solo su provecho. Dios, a los humildes les da a conocer los misterios, a los soberbios se los oculta.

La humildad es el fundamento de todas las virtudes. Sin la humildad, las demás virtudes quedan flojas.

La humildad es el nuevo orden de cosas que trajo Jesús a la tierra. “Los más grandes son los que sirven, los más altos son los que se
abajan”.

Pregunta San Agustín: “¿Quieres ser grande? Comienza por hacerte pequeño. ¿Piensas construir un edificio de colosal altura? Dedícate
primero al cimiento bajo. Y cuánto más elevado sea el edificio que quieras levantar, tanto más honda debes preparar su base. Los
edificios antes de llegar a las alturas se humillan”.

La humildad consiste esencialmente en la conciencia del puesto que ocupamos frente a Dios y a los hombres, y en la sabia moderación
de nuestros deseos de gloria.

La humildad no nos prohíbe tener conciencia de los talentos recibidos, ni disfrutarlos plenamente con corazón recto; sólo nos prohíbe el
desorden de jactarnos de ellos y presumir de nosotros mismos. Todo lo bueno que existe en nosotros, pertenece a Dios.

La Eucaristía es fuente de alegría


¿Qué es la alegría? Es ese sentimiento o efecto del amor, dice santo Tomás. Pero hay tantas clases de alegría como clases de amor,
unas más profundas, otras más superficiales.

Está la alegría de quien ganó la lotería; la alegría de haber encontrado algo perdido, la alegría de tener un hijo, la alegría de una
curación, la alegría de volver a ver a alguien querido, la alegría de haber recobrado la gracia y la amistad con Dios, la alegría de haber
aprobado un examen, la alegría de estar enamorado, la alegría del casamiento, la alegría de una ordenación sacerdotal.

El Evangelio está lleno de manifestaciones de alegría: La alegría por haberse encontrado con Jesús, la alegría de los pastores al ver al
Niño, la alegría de Simeón, la alegría de los Magos, la alegría en el Tabor al ver a Jesús, la alegría de María Magdalena, la alegría de los
discípulos de Emaús, la alegría de María: “Mi alma canta...”.

Pero hay una alegría secreta e íntima en la eucaristía. Es fracción del pan, banquete. Nos encontramos en comunidad. La comida
produce euforia. Quien participa de la misa debería experimentar esa euforia y alegría espiritual. Es el clima de la vida cristiana. ¡Nunca
nos faltará!

Por eso Jesús escogió el signo del vino y el vino alegra el corazón.

Caná es el primer anuncio del Nuevo Testamento de la eucaristía: el agua se convirtió en vino. El vino alegra el corazón del hombre,
dice la Sagrada Escritura. La parábola del festín es otro anuncio: “Venid y comed”. Cuando uno come está satisfecho y feliz. A un
banquete va la gente feliz y risueña.

La eucaristía es fuente de alegría porque festeja la Alianza que hizo Jesús con nosotros, porque es imagen del banquete celestial,
porque da sentido a nuestros dolores ofrecidos al Señor. “Vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn. 16, 20).

Es una alegría que se abre a los demás, para compartir con ellos un gozo superior a los demás.

“¿No tienes dinero? ¿No tienes nada para regalar? ¡Qué importa! No olvides que puedes ofrecer tu alegría, que puedes regalar esa paz
que el mundo no puede dar en tu lugar. Tus reservas de alegría deberían ser inagotables”.

Eucaristía y generosidad

La generosidad es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona
generosa sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y se
olvida que ha dado.

El dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto más damos, más nos enriquecemos
interiormente.

¿Con quién tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo con los más necesitados.

Manifestaciones de una persona generosa:

Sabe olvidar con prontitud los pequeños agravios.


Tiene comprensión y no juzga a los demás.
Se adelanta a los servicios menos agradables del trabajo y de la convivencia.
Perdona con prontitud todo y siempre.
Acepta a los demás como son.
Da, sin mirar a quién.
Da hasta que duela.
Da sin esperar.??

Hagamos ahora la relación eucaristía y generosidad.?


Generosidad, primero, por parte de Dios.??
Generoso es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el mejor alimento: su propio
Hijo.
Generoso es Dios porque no se reserva nada para Él. ??
Generoso es Dios en su misericordia al inicio de la misa, que nos recibe a todos arrepentidos y con el alma necesitada.
Generoso es Dios cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico. ??
Generoso es Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro
esfuerzo.
Generoso es Dios cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y
diviniza convirtiéndola en el cuerpo y la sangre de su querido Hijo. ??
Generoso es Dios que nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones.
Generoso es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni recompensa.
Generoso es Dios cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla. ??
Generoso es Dios cuando se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos, cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y
se ofrece a todos en el Sagrario como fuente de gracia. ??
Generoso es Dios, que va al lecho de ese enfermo como viático o como Comunión, para consolarlo y fortalecerlo.
Generoso es Dios que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones,
nuestra falta de amor. ??
Generoso es Dios que se reparte y se comparte en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para que alcance a cuántos vienen a
comulgar. Es todo el símbolo de darse sin medida, sin cuenta, y en cada trozo está todo Él entero.
Generoso es Dios que no se reserva nada en la eucaristía. ??Y en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas
que se esté celebrando una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo Él. Y no por ser un pequeño pueblito escondido en las sierras
deja de darse completamente. ¿Puede haber alguien más generoso que Dios???

Segundo, generosidad por parte de nosotros. ??Aquí, a la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo lo que tiene
de luces y sombras, y se la queremos dar toda entera a Dios. Le hemos dado nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros
cinco panes y dos pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es lo que somos y tenemos.??Hemos venido con espíritu
generoso para dar, en el momento de las lecturas, toda nuestra atención, reverencia, docilidad, obediencia, respeto.
En el momento del ofertorio hemos puesto en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. En el
momento de la colecta se nos ofrece una oportunidad para ser generosos. En el momento de la paz se nos ofrece una oportunidad para
saludar a quien tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que no saludamos. Salimos con las manos llenas para repartir estos dones de
la eucaristía.??En fin, la Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad
con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.

Eucaristía y perdón
Recordemos que uno de los fines de la eucaristía y de la misa es el propiciatorio, es decir, el de pedirle perdón por nuestros pecados. La
misa es el sacrificio de Jesús que se inmola por nosotros y así nos logra la remisión de nuestros pecados y las penas debidas por los
pecados, concediéndonos la gracia de la penitencia, de acuerdo al grado de disposición de cada uno. Es Sangre derramada para
remisión de los pecados, es Cuerpo entregado para saldar la deuda que teníamos.

Mateo 18, 21-55 nos evidencia la gran deuda que el Señor nos ha perdonado, sin mérito alguno por nuestra parte, y sólo porque
nosotros le pedimos perdón. Y Él generosamente nos lo concedió: “El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar,
perdonándole la deuda”. Así es Dios, perdonador, misericordioso, clemente, compasivo. Es el atributo más hermoso de Dios. Ya en el
Antiguo Testamento hay atisbos de esa misericordia de Dios, pero en general regía la ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente.

Se compadece de su pueblo y forma un pacto con él. Se compadece de su pueblo y lo libra de la esclavitud. Se compadece de su
pueblo y le da el maná, y es columna de fuego que lo protege durante la noche. Se compadece y envía a su Hijo Único como Mesías
salvador de nuestros pecados. Y Dios, en Jesús, se compadece de nosotros y nos da su perdón, no sólo en la confesión sino también en
la eucaristía.

¿Qué nos perdona Dios en la eucaristía?

Nuestros pecados veniales. Nuestras distracciones, rutinas, desidias, irreverencias, faltas de respeto. Él aguanta y tolera el que no
valoremos suficientemente este Santísimo Sacramento.

En la misma misa comenzamos con un acto de misericordia, el acto penitencial (“Reconozcamos nuestros pecados”). En el Gloria: “Tú
que quitas el pecado del mundo...”. Después del Evangelio dice el sacerdote: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados...”.
En el Credo, decimos todos: “Creo en el perdón de los pecados...”. Después de las ofrendas y durante el lavatorio el sacerdote dice en
secreto: “lava del todo mi delito, Señor, limpia mis pecados”. En la Consagración, “...para el perdón de los pecados”. “Ten misericordia
de todos nosotros . . .” En el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas . . .”. “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo .
. .”.

Por tanto, la misa está permeada de espíritu de perdón y contrición.

La eucaristía nos invita a nosotros al perdón, a ofrecer el perdón a nuestros hermanos. La escena del Evangelio (cf Mt. 18, 21-55) es
penosa: el siervo perdonado tan generosamente por el amo, no supo perdonar a un siervo que le debía cien denarios, cuando él debía
cien mil.

El perdón es difícil. Tenemos una naturaleza humana inclinada a vengarnos, a guardar rencores, a juzgar duramente a los demás, a ver
la pajita en el ojo del hermano y a no ver la traba que tenemos en nuestros ojos. Perdonar es la lección que no nos da ni el Antiguo
Testamento no las civilizaciones más espléndidas que han existido y que han determinado nuestra cultura: la civilización grecolatina.
Sólo Jesús nos ha enseñado y nos ha pedido perdonar.

¿Cómo debe ser nuestro perdón a los demás?

Rápido, si no se pudre el corazón. Universal, a todos. Generoso, sin ser mezquino y darlo a cuentagotas. De corazón, de dentro.
Ilimitado.

No olvidemos que Dios nos perdonará en la medida en que nosotros perdonamos. Si perdonamos poco, Él nos perdonará poco. Si no
perdonamos, Él tampoco nos perdonará. Si perdonamos mucho, Él nos perdonará mucho.

Vayamos a la eucaristía y pidamos a Jesús que nos abra el corazón y ponga en él una gran capacidad de perdonar. María, llena de
misericordia, ruega por nosotros.

Catequesis en audio:

Conoce los distintos momentos en los que las tres personas de la Trinidad actúan en conjunto: El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo

Da click en el siguiente enlace y escucha el tema: - La Trinidad en la Consagración.

Participación en el Foro
Para ti, ¿qué es la humildad? ¿Cómo se hace presente en la eucaristía?
¿Por qué la Eucaristía es fuente de alegría?
¿Cuál es la virtud más grande de las almas y por qué? Y esta virtud, ¿qué relación tiene con la Eucaristía?
¿Por qué el perdón se relaciona con la Eucaristía?
Recuerda que puedes consultar a los Tutores del Curso y escribirles a su correo. :

Maria Teresa Peñaloza Sanchez Especialidad: Especialista en pastoral penitenciaria, cursos prematrimoniales, y catequesis dentro de las
parroquias

Maria Luisa Martínez RoblesEspecialidad: Catequesis para niños

Margarita González de Guzmán Especialidad: Coordinación y formación del catequista

P. Antonio Rivero: Autor del curso

Claudia Silva Martínez Especialidad: Especialista en catequesis parroquial de iniciaciòn cristiana para adulots y jòvenes

Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :

- Carta del Papa a los Obispos sobre "Summorum Pontificum"


La Carta de Benedicto XVI a los obispos de todo el mundo sobre el Motu Proprio Summorum. Referente al misal de Juan XXIII

- Ecclesia De Eucharistia

- Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la rececpción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han
vuelto a casar

- Sacrosanctum Concilium (Constitución Dogmática del Vaticano II para la Liturgia)

- Redemptionis Sacramentum
Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía

- Dies Domini ( Carta apostólica JPLL sobre la santificación del domingo)

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