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“HOMBRE Y MUJER: CREADOS PARA SU GLORIA”

“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste
dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla
que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo
entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta
será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre
a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” Génesis
2:21-24.
Dios creó al hombre y la mujer con propósitos
Dios hace todas las cosas con un propósito, todas las hizo bien; en su lugar
adecuado y con un funcionamiento adecuado, todos los seres vivientes, desde
el más pequeño hasta el más grande, los creó con un fin específico. Obviamente
que el género humano lo creó para que fueran dos sexos, un sólo género humano
y dos sexos (varón y hembra), con el objetivo que ellos le amaran, le sirvieran
y en su conducta le glorificaran.
Adán era el pináculo de la creación, se le dio la responsabilidad de trabajar en
el cuidado de la creación, Dios lo creo para su gloria (Efesios 1:5), como dice
la Escritura: “…Lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las
obras de tus manos, todo lo pusiste debajo de sus pies…”. Salmos 8. A la mujer
Dios la creó para compañía del hombre como una ayuda “idónea” (apta,
complemento). Ambos servirían juntos al Señor y se ayudarían mutuamente en
un dar y recibir que les permitiera ser felices.
El matrimonio y Jesús
El Señor Jesucristo en su ministerio terrenal confirmó, apoyó y defendió la
institucionalidad del matrimonio, cuando los fariseos le preguntaron sobre el
divorcio Él respondió: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón
y hembra los hizo, y dijo: “por esto el hombre dejara padre y madre, y se unirá
a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una
sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe un hombre”. Es decir, Jesús
confirma que Dios creó el matrimonio, uniendo un hombre y una mujer,
absolutamente distintos, para unirse o fusionarse en uno solo, en un
“matrimonio” y una pareja que sirva y glorifique a Dios en la Tierra.
El Apóstol Pablo en reiteradas oportunidades habló del matrimonio, plantea su
importancia, sus fundamentos, los roles de ambos y sus haberes y deberes.
En 1ª. Corintios 11:3 sostiene claramente este principio: en Cristo existe una
perfecta igualdad espiritual entre el hombre y la mujer en calidad de herederos
de la gracia de Dios, pero es una igualdad con diferencia que requiere orden y
subordinación con respecto a la autoridad.
El hombre es diferente a la mujer y la mujer es diferente al hombre, sin embargo
deben vivir ambos acorde a los principios bíblicos, que logren una armonía,
unidad y simetría tal que alcancen su planes, realización, felicidad y cumplir el
principio que Dios tiene para la familia, la Iglesia y la sociedad.
Oiga esto, el sometimiento de cada miembro de la familia al orden que Dios ha
establecido, es un principio general que debe aplicarse continuamente. La
sumisión, la humildad, la amabilidad, la paciencia y la tolerancia deben ser
características de cada componente de la familia cristiana. Dios quiso que la
familia fuera el núcleo de la sociedad. Cada familia debe tener quien la dirija
(el que no se somete en la casa no se somete en la iglesia, el que no se somete
en la casa no se somete en el trabajo, etc.). El esposo tiene la responsabilidad
de encabezar la familia, protegerla, cuidarla, amarla, defenderla y suplir sus
necesidades materiales y espirituales.
El hombre es distinto a la mujer, no en la inteligencia, sino en la fuerza, en
criterio de apreciación, sensibilidad, en metas. La mujer piensa y siente distinto
al marido ella quiere ser amada, cuidada y entendida, el hombre por otro lado
quiere ser obedecido, atendido y complacido. El hombre es conquistador, la
mujer es sentimental, el hombre es un ganador de espacios, la mujer disfruta los
pequeños detalles. La mujer es ordenada en la Biblia a ayudar a su esposo (Tito
2:4; 1ª. Pedro 3:1-5; 1ª. Timoteo 2:15; Efesios 5:22-23). Dios quiere que la
mujer dirija la atención en la familia, el hogar, el marido y los hijos deben ser
sumamente importante para ella (Deuteronomio 6:7; Proverbios 31:27; 1ª
Timoteo 5:14), amar al Señor y obedecer a su Palabra sujetada a su marido
“como al Señor”. No hay mayor alegría, deleite interior, bendición u honra que
ser amada como esposa y buena madre (esposas respondonas, madres de mal
genio, dueñas de casa floja ¡Que tragedia!).

Hombre y mujer; sus roles y necesidades

• El hombre debe asumir su rol de líder, de cabeza, de brindar cuidado,


seguridad, protección, cariño y preocupación a los que están bajo su cobertura,
él debe tratar a su esposa con respeto, como coherederas de la gracia de Dios,
honrarla, protegerla y suplir sus necesidades: “Maridos, amad a vuestras
mujeres, y no seáis ásperos con ellas” Colosenses 3:19.
• La mujer fue hecha para el amor, fue hecha para ser amada. “El hombre dice
dame placer y te daré amor; ella dice dame amor y te daré placer”. Ambos
fueron hechos diferentes y deben entenderlo así, aceptarse y acoplarse de tal
forma que juntos puedan vivir para dar gloria a Dios: “los dos serán una sola
carne”.
• El no entender que somos diferentes el uno del otro, produce lamentablemente
grandes conflictos, fisuras y hasta fracasos matrimoniales. Dios nos hizo
diferentes y con eso nos muestra dos grandes cosas:
1. Que somos limitados y tenemos capacidades, pero al mismo tiempo
debilidades y carencias.
2. Que por ser limitados necesitamos del otro, el hombre necesita a la mujer y
la mujer al hombre, ambos viviendo para Dios y para el otro. Los consejos
positivos del Nuevo Testamento plantean esta gran verdad: “maridos amad”
“mujeres obedeced”, “el hombre lidera la familia, la mujer la fortalece”. Como
explica el comentario de la Biblia de Estudio Pentecostal (Vida Plena) en su
página 1739: “Dios creó primero al hombre, para que se responsabilizara de la
dirección de la mujer y de la familia. Dios creó a la mujer después del hombre
con el fin de que fuera su compañera y que lo ayudara a satisfacer los deseos
divinos para la vida de ellos” (Génesis 2:18; 1ª. Corintios 11:8-9; 1 Corintios
14:34).
Consejos prácticos para el hombre y la mujer.
Para el hombre:
1. Hombre, ama, cuida y valora a tu esposa (¡nunca la golpees!).
2. Hombre, no dejes sola a tu esposa (Adán se descuido en el Edén).
3. Hombre, no critiques en demasía a tu esposa (no sea que ella te comience a
criticar a ti).
4. Hombre escucha a tu esposa y más de alguna vez hazle caso (Dios también
la usa).
5. Hombre, dale lo que necesita para sus necesidades, pero no le des siempre en
el gusto.
6. Hombre no le pidas a la mujer sexo pleno si no le das amor pleno.
7. Hombre ayúdale en la crianza de los hijos.

Para la mujer:
1. Mujer, obedece a tu marido en todo (si no tu esposo te dirá: ¡por la razón o la
fuerza!).
2. Mujer, no oprimas a tu esposo (gotera continua es la mujer rencillosa).
3. Mujer, mantente siempre hermosa y apasionada para tu esposo (no sea que
quieran quitártelo).
4. Mujer, no pidas más de lo que tu esposo te puede dar.
5. Mujer, se hacendosa, limpia y preocúpate de tu casa (no eres empleada, pero
tampoco patrona).
6. Mujer, honra a tu esposo y hazlo sentir el Rey de la casa (si él es Rey, tú serás
la reina).
7. Mujer, se su complemento y su apoyo, no su destructora.
Culminación
Terminaremos diciendo que generalmente los matrimonios actuales tienen
problemas en tres importantes áreas:
a) la económica,
b) la sexual.
c) en el carácter.

Dios quiere que tengamos un matrimonio sólido, firme, sano y ejemplar. En lo


secular la mayoría de los matrimonios fracasan por no conocer los principios
bíblicos que Dios ha determinado para la familia en su santa palabra. Dios
quiere que el matrimonio sea permanente, que glorifique su nombre, sirva a su
causa y enseñen a sus hijos la fe genuina del evangelio. Digamos como dijera
Josué: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.

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