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Antropología Social

11-04-2019

Resumen EPD 6

EL ARCO Y EL CESTO

En cierta selva habita un grupo de humanos de origen indio guayakíes. Mientras


estos guardan el fuego, comienzan a cantar unos separados del otro, con su propio
cantar, las mujeres, por su parte, duermen abrazados a sus hijos.
Las tareas entre ambos sexos están fuertemente diferenciadas, las mujeres
tienen unas funciones definidas, y los hombres por su parte, tienen otras funciones
igualmente definidas, estas son complementarias unas de otras, y no se pueden
intercambiar, una mujer no puede hacer lo que hace un hombre, ni viceversa. Por
ejemplo, en el cultivo, las hembras tienen la función de sembrar, escardar los huertos,
etc. Por su parte los varones, preparan el terreno, derriban árboles, etc. Funciones muy
distintas unas de otras que no se intercambian nunca, pero que juntas aseguran el éxito
de los cultivos. Estas funciones son aprendidas por los guayakíes a través de
prohibiciones recíprocas.
En lo que respecta a la economía, se resume principalmente en dos aspectos, la
recolección y la caza. Los hombres tienen asignados el rol de buscar siempre y
diariamente los alimentos, mientras que las mujeres se encargan de fabricar la cestería,
alfarería, cuerda de los arcos, etc. Pudiéndose observar cómo siendo estas actividades

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secundarias, son imprescindibles para la vida de la comunidad.

En esta sociedad, se puede ver como la existencia de los grupos masculinos y


femeninos están claramente definidos por la selva donde cazan los hombres y se
encargan de explotar los recursos naturales, donde ellos son los dueños, y por otro lado
el campamento donde las que “mandan” son las mujeres. La perspectiva tanto
masculina como femenina cambia dependiendo del lugar donde estén, ya que mientras
para los varones la selva es un lugar peligroso y de extremo riesgo, para las hembras, es
simplemente un espacio de trayecto entre dos etapas, travesía monótona, y cansadora,
de simple extensión neutra. De igual forma ocurre con el campamento, donde para la
mujer es un lugar de trabajo, mientras que para los hombres es un lugar de descanso y
paz.
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Haciendo referencia al título del texto “el arco y el cesto” obtenemos el símbolo
que resume los dos estilos de vida opuestos entre ambos sexos: el arco, única arma de
los cazadores, mientras que el cesto es utilizado por las mujeres para llevar larvas y
demás. Ellos tienen prohibido tocar el cesto y ellas, a su vez, el arco.

Podemos afirmar que los guayakíes poseen una clara diferenciación de roles
respecto a sexos, estos roles se establecen desde muy pequeños, teniendo diferentes
comportamientos tanto los hombres como las mujeres. Los varones a los 4 o 5 años, les
pertenece un arco de su talla, a los 15 se perforan el labio, etc. Por su parte, las mujeres
a los 9 años reciben su primer cesto, en el que no transportan nada hasta la primera
menstruación, donde además estará preparada para ser esposa. Un hombre y una mujer
están preparados para formar una unión desde el momento en el que él fabrica su arco
y ella su propia cesta tras la menstruación y de esta manera poder crear una nueva
familia. En la muerte de estos, se hace un ritual donde se queman su arco o su cesto, es
decir, los símbolos como persona de los guayakíes.

Los sentimientos de estos objetos no es el mismo entre los distintos sexos, pues,
un arco a una mujer le causa temor, mientras que, si un hombre portara un cesto, el
sentimiento sería de vergüenza, estando relacionados estos sentimientos con el “pané”
de la mala suerte, mientras que para un hombre produciría la incapacidad de la caza,
para una mujer supondría la pérdida de la cabeza y la destrucción económica. Si un
hombre tocara un cesto, se convertiría en mujer, convirtiéndose así en la mofa de la
sociedad.

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Otro aspecto importante a destacar y que marca aún más la diferenciación entre
hombres y mujeres son los rituales de canto, el canto de las mujeres es una lamentación
generalmente coral, que se escucha solamente durante el día, en cambio, el de los
hombres durante la noche, y aunque puede parecer que lo hacen en coro, estos lo hacen
de forma individual, ya que cada cazador es solista. El “chengaruvará” femenino, parece
consistir en fórmulas mecánicas y repetitivas, en cambio el “prera” de los hombres
depende solo de su humor y se organiza de forma individual, es pura improvisación, que
autoriza, además, la búsqueda de juegos artísticos en la modulación de la voz.

También existe otra característica llamativa, los varones guayakíes, no comen


nada de lo que cazan, esta prohibición es estrictamente respetada, incluso por los niños
cuando cazan pájaros, el hombre sería capaz de morir de hambre a menos que
renunciara a ese tabú, posé un valor positivo, pues se convierte a todos los hombres en
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una misma posición en los que son todos receptores de alimentos y donadores de carne.
Tras las investigaciones durante años de los guayakies, se observa como la
población de los hombres es dos veces mayor que la de las mujeres, esto no suele ocurrir
en el resto de las sociedades, donde casi siempre el número de varones y hembras es
parejo, por esto los guayakíes establecen un sistema de matrimonio poliándrico, donde
las mujeres pueden tener más de un marido. A pesar del sistema adoptado y aceptado
por los hombres, el sentimiento de irritabilidad por parte de todos ellos es bastante
notable, pues la idea de compartir a la mujer, no es cómodo para todos ellos. Esto
produce enfrentamiento entre ellos, y es aquí donde entra en juego el papel mediador
de la mujer.

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