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Considero que existen algunos temas significativos para tener en cuenta al encarar la
práctica corporal grupal como coordinadores, ya que la grupalidad ha sufrido una
transformación importante en estos últimos años.
1. Lo grupal y la subjetividad en el contexto social.
2. Particularidades de estos conceptos en la especificidad del trabajo corporal: el grupo
como piel ampliada; pertenencia e ilusión grupal.
Redes y resistencias
Se habla reiteradamente de la construcción de la subjetividad en estos finales de siglo y no
podemos dejar de señalar aquí que la subjetividad se construye en la estructura grupal.
La individualidad se enraíza en escenas grupales parentales, familiares, escenas
conocidas, fantasmatizadas, heredadas o negadas, pero siempre hay una estructura de red
grupal que permite hablar de lo propio y lo subjetivo. En el campo corporal no es que la
relación con lo grupal sea solo por el juego vincular con el otro, por los acercamientos y
distancias, sino porque la propia imagen corporal se constituye en el entramado con el
otro.
Es decir, hay una grupalidad encarnada constitutiva del sujeto, sin la cual no puede
representarse a si mismo en una imagen corporal. Podríamos decir que en la singularidad
de cada cuerpo hay muchos otros cuerpos, constituyéndolo y esto puede ser tomado
como escenas, personajes que lo habitan, recuerdos, latidos y voces internas que resuenan,
que dan sustancialidad a la propia corporeidad. Este tema es el que desarrollo en mi libro
“El cuerpo territorio escénico”, donde se ve la relación entre la propia imagen corporal con
los personajes alojados en el territorio del cuerpo.
Otro punto para la reflexión es ¿qué lugar da lo social para pensar lo grupal? Aquí
podríamos decir que se han agudizado polaridades: hay un crecimiento cada vez mayor del
individualismo y de la masificación; este binomio ha modificado intrínsecamente el
concepto de grupo como red, como textura tejida. Es decir hay un hiper desarrollo de la
individualidad, por necesidades económicas, por la vertiginosidad de los cambios que
hacen indispensable una mayor preocupación por cada uno, mayor competencia, mayor
energía exigida para un máximo rendimiento, etc.
Los medios de comunicación, la publicidad, destinan toda su artillería al “uno”: el que tiene
el mejor cuerpo, el que consume el mejor desodorante, el que gana los mejores premios, el
que mejor compite. Y, por otro lado, este hiper aumento del individualismo da lugar, no
casualmente, a la consolidación de lo masivo, que es la suma de los unos, lo que conforma
el todo, la identidad grupal. Todos usamos el mismo color de prenda, la misma marca de…,
comemos lo mismo aquí o en el África, vacacionamos en Cancún, etc., etc. Desde esta
mirada podríamos decir que la sociedad tiene una misma máscara que multiplica un rostro y
somos todos iguales.
Esto se refleja sorprendentemente, por ejemplo, en alguna concentración partidaria donde
los participantes usan la mascara del político que van a apoyar y se ve su cara puesta en los
rostros de sus seguidores.
Hay un mensaje que forma parte de este proceso de globalización que vivimos y es que lo
grupal se juega en lo masivo. Y por otro lado hay una “construcción grupal virtual”: que
cada individuo desde su pantalla integra la mesa de discusión de los políticos o participa de
los reality show, o se conmueve por igual con el accidente en indochina o el de la esquina
de su casa. En el diseño de esos programas televisivos “ sobre la verdad” es notable que los
asientos o plataformas semicirculares tienen un “lugar virtual” para el que está detrás de la
pantalla como si formara parte del semicírculo. Se juega una grupalidad virtual que refleja
en esta modalidad tan arbitraria y confusa, la relación entre el individualismo y lo masivo.
Situaciones semejantes se dan por ejemplo al entrar a un negocio de ropa; como todos
“consumimos lo mismo” y pertenecemos a la “gran familia planetaria” al pedir una prenda,
hay una empatía de hecho con el vendedor, porque es también la que él usa y la usan
“todos” los ciudadanos del mundo.
Como si fuera posible saltar el abismo existente entre el chico de la villa y el chico de
barrio norte porque usan la misma marca de zapatilla. Como si la igualdad pudiera darla el
objeto y no el sujeto. Pero el mensaje está dirigido a una supuesta homogeneización que se
resume en: los dos pertenecemos al mismo grupo porque usamos las mismas zapatillas.
Creo que los sociólogos y comunicadores necesitan a analizar estas características de lo
grupal como muy diferentes a las que se jugaban en otros momentos históricos sociales, a
partir de este supuesto emparejamiento de todos, barnizados por el mismo tinte del
consumo.