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COMENTARIO DE TEXTO: ENSAYOS, MICHEL DE MONTAIGNE

María García Losada (USAL)

Se trata de un fragmento extraído de los Ensayos (1580-1588), más


concretamente perteneciente al capítulo II del libro III, cuyo autor es Michel Eyquem
(1533-1592), señor de Montaigne. Michel de Montaigne se instruyó en Derecho en la
Universidad de Toulouse, pero poseía también formación en los clásicos griegos y
latinos gracias al método pedagógico que le impuso su padre. Entre sus cargos destaca
haber formado parte del Parlamento de Burdeos y ocupar la alcaldía de dicha ciudad
entre 1581 y 1585. Es conocido por la traducción al francés del Liber creaturarum de
Sibiuda y además de sus Ensayos, escribió Diario del viaje a Italia a través de Suiza y
Alemania (1580-1581), donde narra la pluralidad de mundos, gentes, culturas y
costumbres que descubrió en su viaje.1

El contexto histórico en el que se localiza Montaigne es el tardío Renacimiento


francés. Puede hablarse de una tercera etapa, la cual se sitúa en torno a 1540 y desde la
que se llega a la experiencia de fin de siglo con el escepticismo. El descubrimiento de
las diversas posibilidades de la razón, así como su cuestionamiento y sometimiento a
juicio, es el detonante que acaba con el Renacimiento y supone el inicio del Barroco.

El surgimiento del escepticismo concuerda con dos acontecimientos muy importantes:


primero, es el último gran coletazo del Renacimiento y por coincidencia, los textos
escépticos de tradición griega son los últimos en descubrirse y traducirse. Toda la
tradición griega del escepticismo llega en ese momento y autores como Henri Estienne
o Hervet traducen obras de Sexto Empírico, como los Esbozos pirrónicos. El segundo
elemento fundamental es la situación histórica en la que todas las seguridades anteriores
se han demostrado falsas e inoperantes. La cosmología ha cambiado con los nuevos
descubrimientos; las seguridades religiosas han caído con la aparición de diversos
cristianismos; las seguridades políticas se han perdido ya que cada día hay potencias
que superan a las otras en constantes guerras… La pérdida de todas estas seguridades
coincide con el descubrimiento del escepticismo y lo convierten en el gran pensamiento
del siglo XVI.

En Europa se suceden importantes acontecimientos como el triunfo de la Reforma, la


celebración del Concilio de Trento (1545-1563) o el fin de la aspiración de Carlos V por
la unidad imperial (1556). Se sucedieron numerosas y largas guerras de religión y la
cristiandad terminó por fragmentarse políticamente. Se firmó la Paz Religiosa de

1
FUERTES HERRERO, J.L., “El Renacimiento” en SEGURA NAYA, A., Historia Universal del Pensamiento
Filosófico. Volumen III, Liber, Bilbao, 2007, p. 156.

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Augsburgo (1555) al tiempo que se instauraba la nueva imago mundi con disputas entre
las hegemonías por el control del mundo, como el caso español en América.

El mundo moderno no perpetuaba la línea más trascendental, sino que apostaba por la
experimentación y verificación sensible volviendo a la inmanencia del mundo. Nicolás
Copérnico describió en su obra De las revoluciones de los cuerpos celestes (1543) el
sistema del mundo a través de demostraciones matemáticas. Esto supuso el fin de la
concepción ptolemaica y el paso del geocentrismo al heliocentrismo. La revolución
copernicana suponía el fin del modelo cosmológico. Con la aportación de Galileo se
perfeccionó la revolución copernicana y se constituyó un nuevo método científico que
fue continuado por científicos como Brahe o Kepler. La metafísica y todo aquello de lo
que no podía dar cuenta la razón, los mitos, las creencias o la astrología, fueron
desplazados a la vez que la teología era sustituida por la filosofía. La ordenación de los
saberes sería entonces recompuesta ocupando la astronomía el lugar más elevado de las
artes nobles.

Esta revolución también tuvo repercusiones en la denominada experiencia del hombre


copernicano, cuando este toma conciencia de que no es el centro del cosmos y de que el
universo es autónomo e indiferente a él. Todas las seguridades desaparecieron y el
hombre solo se tenía a sí mismo para volver a crear los modelos de ordenación del
mundo.2 Esto nos lleva a otro elemento profundamente barroco que es la pregunta por el
sentido de la existencia humana: ¿Qué soy? ¿Cuál es el sentido de mi existencia? El giro
antropológico se acentúa aún más, pero sin ser tan elevado y excelso como el
planteamiento de Pico della Mirandola. Se tiende hacia una existencia más inmanente y
mundana y se aporta una descripción del hombre con todos sus vicios y virtudes,
mostrando la duda y la inseguridad como esencial en el ser humano. Ejemplo de ello es
la novela picaresca que presenta a esos hombres de carne y hueso. La idea fundamental
es que es un personaje de verdad, que a veces miente, engaña, es maltratado o es el que
maltrata, y que representa la lucha por la supervivencia del ser humano. Tanto El
Lazarillo como el Guzmán de Alfarache tienen una moraleja moralista. El sentido del
texto enseña a no hacer cosas malas porque conduce a malas consecuencias, mientras
que las buenas acciones generan buenas consecuencias. En El Buscón de Quevedo
desaparece el sentido moralista, lo que quiere reflejar es que el Barroco es una lucha de
todos contra todos, en la que a veces se gana y a veces se pierde.

2
Vid. Ibid., pp. 151-155.

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Cabe situar estos Ensayos de Montaigne entre 1580 y 1588. La redacción de esta
obra se puede decir que ocurre de manera accidentada. Comenzó a escribir el primer
volumen durante su primer intento de retiro y finalmente lo publicó nueve años después,
en 1580. Montaigne recurre a citas de Plutarco y Séneca y manifiesta un ambiente
pesimista derivado de las constantes guerras que inspiraron numerosos ensayos sobre
temas bélicos y políticos.3

La clara influencia estoica se aprecia en el primer volumen de los Ensayos que revela
esta primera etapa filosófica. Es por esto que encontramos capítulos titulados como Que
filosofar es aprender a morir, De la constancia o Del joven Catón. Sin embargo, esta
moralidad estoica, que no coincide con la actitud de Montaigne, quien irá transitando
progresivamente hacia el pensamiento escéptico que ya tenía presente cuando leyó la
traducción de los Esbozos pirrónicos de Estienne en 1575. A partir de este instante, el
filósofo francés toma por método la duda sistemática y adopta como seña personal el ya
citado lema: Que sais je?.

Antes de comenzar la edición, Montaigne escribe una carta al lector para decirle que no
escribe la obra con intención de obtener fama y éxito, sino que quiere dejar un recuerdo
suyo a familiares y amigos. Es por esto que los Ensayos no muestran artificiosidad
alguna, sino que Montaigne pretende pintarse a sí mismo, elaborando un discurso del yo
donde el contenido es el mismo yo, de manera sencilla y natural.

El tema principal de este fragmento es la propuesta de un método ensayístico


capaz de describir la realidad, evitando imponer una verdad, de un sujeto y un objeto en
constante devenir.

Se dice que los Ensayos los redactaba de manera espontánea; Montaigne escogía
un tema al azar y comenzaba a reflexionar sobre él mientras un escribiente lo
transcribía. Por eso se ha de decir que, aunque no sea de manera intencionada, podemos
distinguir tres partes diferenciadas en las que estructurar este fragmento:

La primera parte se extiende desde la primera línea a la cuarta y en ella nos presenta la
cuestión. Montaigne cree que la mayoría de los hombres intenta dar forma o prescribir
al ser humano cuando este ya está formado, lo que significaría convertirlo en algo que

3
TORNÉ, G., “Prólogo. El ensayo de su tiempo” en MONTAIGNE, M., Ensayos. Diario de viaje,
Correspondencia, Penguin Random House, Barcelona, 2016, p. 4.

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no es. Es por esto que la propuesta de Montaigne decide alejarse de esta actitud y
describir al hombre a pesar del constante cambio.

En la segunda parte, que abarca desde el cuarto reglón al decimoquinto, Montaigne


expone el carácter mutable, el perpetuo devenir cambio de las cosas y al mismo tiempo
del propio sujeto que se muestra transitorio y contradictorio.

En la tercera parte, desde la decimoquinta línea a la última, concluye el fragmento


revelando que son estos motivos los que le llevan al ensayo. Como Montaigne no tiene
la verdad ni quiere imponerla a los demás, prefiere mostrar una tentativa, una prueba y
mantenerse en continuo aprendizaje en lugar de afirmar de manera segura y resolverse
como haría con un tratado.

Una vez planteadas estas cuestiones previas, cabe analizar y comentar algunos
pasajes y aspectos importantes del texto. Si queremos entender el propósito de esta obra
debemos saber en qué consiste el pensamiento escéptico y cómo influyó en la filosofía
de Montaigne. En primer lugar, hemos de considerar que lo que constituye la vida del
escéptico es la búsqueda de la verdad ya que asume la idea preconcebida de que en la
verdad puede estar la felicidad. En el caso del escepticismo antiguo y moderno, lo que
ocurre es que, la decepción al descubrir que todas las verdades aceptadas en realidad no
son tales, conduce a ser más cautos y precavidos. Si se hubiera sido más estricto con el
conocimiento y lo que consideramos verdadero, no se habría perdido tanto tiempo y
avances. Por consiguiente, en este momento aumenta el grado de rigor y exigencia hacia
las verdades para asegurarse que cuando el hombre se incline a favor de una, sea
realmente veraz. Si una verdad no es evidente, es decir, clara y distinta, no se acepta
como tal y no se actúa conforme a ella. Ahora bien, si la verdad es algo que depende del
conocimiento, esa propuesta ética que se compone de una lógica y esta a su vez de una
física que se convierte en una ética, no va a pasar de lógica. En el escepticismo la física
que se desprende de la lógica es mínima. El escéptico no duda de que percibe
fenómenos, que vivir según la naturaleza es atenerse al fenómeno, duda es de lo que no
es natural y es simple o llanamente constructo o juicio. El problema está cuando
decimos “eso es blanco”, ¿qué es “blanco”? ¿existe la blancura? ¿experimentamos todos
de la misma manera la blancura? Aquí aparecen los tropos, es decir, lo que utilizan los
escépticos para demostrar que aquello en lo que tradicionalmente basamos nuestro
conocimiento no es válido. Existen dos tipos: por un lado, los tropos de la sensación,
que consisten en desmontar la supuesta verdad de los juicios que se realizan

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ateniéndonos a la sensación y por otro, los tropos de la razón que también nos engaña
como en el caso de las paradojas, donde la razón no se puede salvar a sí misma de los
errores que comente y no existe una instancia superior a la que acudir. La verdad
entonces tiene que superar estos dos tropos.

Por todo esto, la conclusión a la que llega Montaigne, entre otros autores, es que
buscamos la verdad y no encontramos ninguna. Esto que generalmente genera ansiedad
en el ser humano, llega un momento en el que, con la repetición, acostumbra al espíritu
a la ausencia de seguridades. La suspensión del juicio, el estado de ataraxia genera una
tranquilidad espiritual en este constante de inseguridades. Cuando analizamos esto
desde una perspectiva existencial advertimos que es la fortuna la que domina todo. Por
más insistencia, prudencia y control que ponga el hombre, las cosas siempre se escapan
de sus manos, surgen porque sí y siempre funcionan por su cuenta.

Montaigne en sus Ensayos, toma un tema y según se le presenta decide si la razón es


válida para tratarlo o no. Este reconoce la imposibilidad de su propio juicio que no
puede abarcar todo y que se enfrentará a cuestiones en las que sus capacidades son
insuficientes. En esto consiste el gran mérito de la razón. El realmente escéptico es el
que utiliza la razón antes de emitir los juicios para calibrar hasta donde puede o no
abordar un tema. Es el que sabe sobré qué puede hablar y hasta qué punto puede
hacerlo. Montaigne es consciente de que las cosas tienen múltiples caras que van
cambiando por cuenta propia, de manera independiente del sujeto. Además, el sujeto
que analiza estas mil caras diferentes también tiene diversas facetas y puede tratar el
asunto desde infinitas perspectivas posibles. Todo esto multiplica la posibilidad de
emitir un juicio sobre algo y aumenta el escepticismo de Montaigne. Si Montaigne no
supiera cómo funciona la razón o el juicio humano, si pensara que verdaderamente es
capaz de llegar a la verdad de algo, obraría de manera diferente; no escribiría un ensayo,
sino un tratado o un discurso. Esta imposibilidad de tratar un juicio con garantías de
verdad, dado el relativismo (tanto por parte del objeto como del sujeto), vuelve
imposible crear conocimiento del todo fiable. El conocimiento que el filósofo francés
nos presenta es su propio conocimiento desde su propio punto de vista. Montaigne no
trata de agotar la verdad de los asuntos porque sabe que no puede, sino que nos muestra
su verdad sobre algo determinado, en un momento determinado y desde una perspectiva
determinada. Esto hace imposible que nos desenvolvamos solventemente en la realidad
en términos epistemológicos.

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Los Ensayos son textos en cierta manera irónicos que presentan el propio pensamiento
de Montaigne como una posible comparación de lo que es el ser humano. Habla desde
su propia persona tratando de captar en sí lo que es de universal el género humano: Los
demás forman al hombre; yo lo describo.4Aquí dar forma a los hombres quiere decir
prescribir una realidad de manera distinta a la que realmente tienen. Todos los
pensadores han dicho cómo debía ser el hombre, pero no se han parado a decir qué es el
hombre. Se ha explicado lo que debe ser y se le ha dicho al hombre cómo debe ser. Es
por esto que no tiene sentido decir, por ejemplo, que el hombre es racional ya que la
racionalidad es una de sus cualidades, pero esta no agota lo que es el ser humano.

Montaigne es la excepción al reconocer la propia limitación de la razón. A pesar de ser


fundamentalmente escéptico, en sus cartas y al final de muchísimos ensayos, siempre
firma de la misma manera: Que sais je? No se advierte pedantería en su actitud ya que
nunca trata de imponer sus propias conclusiones o su criterio, y las pocas veces que
parece hacerlo es de manera totalmente involuntaria.5 El filósofo francés describe al
hombre como a sí mismo, pero es consciente de que nunca podrá imponer una verdad
por la propia naturaleza inestable de las cosas, por eso ensaya.

El mundo no es más que un cierto balanceo perenne. Todas las cosas en él se


agitan si cesar: la tierra, las rocas del Cáucaso, las pirámides de Egipto, con el
movimiento general y con el suyo propio.6

Yo no puedo asegurar mi objeto. Él mismo va alterándose y haciendo eses, en


virtud de su ebriedad natural.7

La idea principal es que la contradicción y el cambio son propios del ser humano, ya
que los hechos cambian y, además, los sentidos nos engañan. Parece que es el objeto el
que está cambiando constantemente y el sujeto tiene que adaptarse, pero el sujeto a su
vez también está en continua transformación. El mundo en sí es un constante devenir.
Cambiando la circunstancia, cambia la forma de interpretar las cosas. Se produce
entonces una disolución del yo, de todas sus seguras metáforas y de todo lo que
constituía la fortaleza del yo.

4
MONTAIGNE, M., Ensayos completos, Omega, Barcelona, 2002, p. 665.
5
MONTAIGNE, M., op. cit., p. VIII
6
Ibid.
7
Ibid.

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El hecho es que me contradigo fácilmente, pero la verdad, según decía


Demades, nunca la bastardeo. Si mi alma pudiera hacer pie, no me ensayaría,
me resolvería. Pero siempre se mantiene a prueba y en aprendizaje.8

Los Ensayos de Montaigne tratan pluralidad de temas, por lo que existe la posibilidad
de que su opinión se contradiga de un texto a otro. Montaigne dice “yo me ensayo”
porque no tiene un punto de apoyo seguro, es decir, un juicio claro y distinto que los
tropos no desmientan. Montaigne no se puede resolver, sino que se pone a prueba, se
tantea, experimenta y se mueve en un equilibrio siempre inestable. Si tuviese
conocimiento certero y supiera las cosas a ciencia cierta no escribiría en forma de
ensayo, sino que redactaría tratados. Nunca pretende sentirse completamente seguro o
plenamente convencido de cualquier conclusión, sea propia o extraña, por esto titula sus
principales escritos como Ensayos. En palabras del propio autor, le cargaban y aburrían
los dogmatismos y en resumen de su postura declara a modo de divisa: “Yo no afirmo ni
niego”.9 El discurso que produce nunca puede tener la forma de tratado, ya que esto
implicaría algo ya terminado y definitivo. Pero de la misma manera que no podemos
alcanzar la verdad del mundo, tampoco, según Montaigne, podemos lograr la
sustancialidad del sujeto. En definitiva, manifiesta una actitud prudente y cautelosa,
junto con un sabio miedo a todo conocimiento absoluto ya que Montaigne posee una
perfecta conciencia de nuestras limitaciones.10

Como conclusión del texto podemos destacar que Montaigne supone un punto de
inflexión propiciado por el juicio de la razón y de las demás certezas. Es consciente de
la naturaleza inestable de las cosas, incluido el propio sujeto, por lo que no se esfuerza
por prescribir la realidad, sino que ensaya su visión de una realidad en perpetuo devenir.

Los Ensayos constituyen la esencia dentro del pensamiento de Montaigne. Se


trata de una obra única en su categoría ya que puede considerarse enciclopédica al
abarcar una amplia temática, pero al mismo tiempo expone de manera muy personal las
reflexiones y pensamientos del autor con respecto a todo aquello que se plantea. Es una
especie de summa filosófica, dividida en diferentes cuestiones y capítulos, pero que no
puede calificarse como tratado de filosofía. Trata asuntos política, sobre todo en el
primer volumen, otros como la educación o el amor, pero además presenta un aspecto

8
Ibid.
9
Ibid., p. X.
10
Ibid., p. VIII.

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un tanto autobiográfico, ya que también introduce sus propias vivencias como su viaje a
Italia y su experiencia como alcalde de Burdeos.

Esta obra supone un hito en la historia de la literatura, a pesar de que dicho género no es
un invento propiamente de Montaigne. El ensayo, en cuanto escrito serio, pero sin el
aparato y la profundidad sobre un tema como los exigidos por el tratado, es una
invención muy antigua. De hecho, la mayoría de las elucubraciones morales se extraen
de ensayos escritos por los autores clásicos y es una fórmula que sigue utilizándose a
día de hoy.11 Lo que consigue Montaigne con este libro, frente a la obra filosófica o
moral clásica que aseveraba cómo era el hombre y cómo debía comportarse, es un
ensayo en el sentido más escéptico y liberal. El ensayo adquiere un carácter de ejercicio
o prueba y designa su método intelectual, su estilo de vida y su experiencia de sí mismo.
El análisis de todas sus impresiones en la escritura le permite reconocer su propia
naturaleza cambiante y, por tanto, la de todas las personas. Se manifiesta al respecto de
todo tipo de cuestiones y temas, incluso muestra su acepción de la ética, la fe, la justicia,
el honor y la verdad, pero siempre manteniendo un tono moderado y prudente.12
Tomando una cita que recoge este mismo fragmento: yo no pinto al ser; pinto lo
transitorio, damos buena muestra del carácter de la filosofía del pensador francés y de
lo que supuso la publicación de los Ensayos.

En la modernidad, racionalistas como empiristas intentaron encontrar ciertas


reglas que sirvieran de medida para la praxis o algún tipo de ciencia que dirigiese la
vida práctica. Éste era en concreto el propósito que seguía la reflexión filosófica llevada
a cabo por Montaigne en sus Ensayos. Dicha obra, inicia el giro moderno hacia la
subjetividad e influyó en numerosos pensadores del siglo XVII, como por ejemplo
Descartes.

Encontramos algunos puntos en común entre Montaigne y Descartes como su amor a la


verdad y el afán de buscarla. Sin embargo, el ensayo montañista mantiene que la verdad
trasciende las facultades humanas, aunque el hombre siempre intente alcanzarla. Por el
contrario, el método cartesiano permite a su autor entender que la verdad no está más
allá de nuestras capacidades, sino que el sujeto cognoscente puede poseerla con
seguridad. Lo epistemológico en Descartes es garantía de un saber metafísico evidente.
Montaigne, en cambio, toma como punto central para su obra el “conócete a ti mismo”,

11
MONTAIGNE, M., Ensayos completos, Omega, Barcelona, 2002, p. VII.
12
Vid. MONTAIGNE, M., Sobre la vanidad y otros ensayos, Valdemar, Madrid, 2000.

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pero ese conocimiento se resuelve en experiencia vivida, en la aceptación de una


particularidad que no puede trascender universalmente sus propios límites y que lejos de
afirmarse como realidad sustente, se conforma con ser un yo que siempre resulta
extraño a sí mismo y en continuo movimiento.13

Con respecto al panorama español, cabe destacar que la versión completa de los
Ensayos tardó muchos años en publicarse en nuestro país, hasta finales del siglo XIX. A
pesar de que en siglos anteriores atrajo a muy pocos lectores, entre ellos Quevedo y
Feijoo que sí lo estimaron, no fue hasta final del XIX cuando la obra logró tener éxito.
En esta época obtuvo especial valoración y sirvió de influencia a muchos autores como
los de la generación del 98, con Unamuno o Azorín entre otros.14

Sabiendo que la obra de Montaigne supone una de las aportaciones más valiosas
al término del Renacimiento y para la Historia de la Filosofía, caben algunas
matizaciones a su trabajo. Aunque lo que pretende es acercarse a la verdad de una
manera más rigurosa, se puede decir que la base de su pensamiento es el escepticismo y
que toma como fundamento ontológico la naturaleza cambiante de las cosas, es decir,
que el mundo es un perpetuo devenir. Mi primera objeción es que, si no podemos tener
conocimiento seguro de nada, ¿cómo es posible que Montaigne tome como verdadera
esta aseveración del mundo como constante cambio? Afirma que no puede conocer la
verdad del hombre y el mundo, pero sí toma como certeza su naturaleza mutable. En
segundo lugar, mi crítica va dirigida a las propias lagunas que tiene el escepticismo
como doctrina. El escepticismo al mantener que no existe conocimiento seguro ya está
afirmando algo como verdadero, está diciendo que está seguro de que no existe un saber
seguro. Cae en una contradicción. Por otro lado, si decimos que la razón se equivoca o
que los sentidos nos engañan, significa que por oposición hay algo que es inequívoco y
verdadero, que existe la posibilidad de un conocimiento real. La propuesta escéptica es
imposible de sostener sólidamente, de hecho, ninguna persona, incluido el propio
escéptico, podría si quiera hacer vida normal si tomase al pie de la letra esta doctrina y
creyese que nada de su alrededor es seguro.

13
LÁZARO, R., “La vida práctica en Montaigne y Descartes”, Contrastes. Revista Internacional de
Filosofía, vol. XIV, 2009, pp. 160-161.
14
GARCÍA GUAL, C., “Modernidad de Montaigne”, Revista de Libros, nº 149, mayo 2009, p. 37.

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COMENTARIO DE TEXTO: ENSAYOS, MICHEL DE MONTAIGNE
María García Losada (USAL)

BIBLIOGRAFÍA

PRINCIPAL
- FUERTES HERRERO, J.L., “El Renacimiento” en SEGURA NAYA, A.,
Historia Universal del Pensamiento Filosófico. Volumen III, Bilbao: Liber,
2007.
- MONTAIGNE, M., Ensayos completos, Barcelona: Omega, 2002.

SECUNDARIA
- MONTAIGNE, M., Sobre la vanidad y otros ensayos, Madrid: Valdemar, 2000.
- TORNÉ, G., “Prólogo. El ensayo de su tiempo” en MONTAIGNE, M., Ensayos.
Diario de viaje, Correspondencia, Barcelona: Penguin Random House, 2016.
- LÁZARO, R., “La vida práctica en Montaigne y Descartes”, Contrastes. Revista
Internacional de Filosofía, vol. XIV, 2009.
- GARCÍA GUAL, C., “Modernidad de Montaigne”, Revista de Libros, nº 149,
mayo 2009.

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